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Antología de cuentos infantiles

Nombre:
Mayling Rugama Zeledón

Tutora:
Hazel Sevilla

Escuela:
El Zancudal

Grado:
10 mo

Fecha:
Sabado, 02 de octubre del 2021
Dedicatoria
El presente trabajo de investigación dedicado a mis seres queridos por
colaborar y ayudarnos a alcanzar el ideal que nos propusimos.
Primeramente a:
- Dios por prestarnos vida, sabiduría e inteligencia necesaria para salir
adelante cumpliendo nuestros sueños y metas que nos proponemos.
- Nuestros Padres por brindar su apoyo incondicional al esfuerzo realizado
para que nosotros sigamos adelante en nuestros estudios cumpliendo
nuestros sueños.
Agradecimiento

Primeramente le agradecemos a Dios que nos dios inteligencia y sabiduría para


poder concluir con nuestro trabajo investigativo.
A nuestros padres por habernos brindado su apoyo incondicional moral y
económico en el transcurso de esta etapa de estudio.
A nuestros docentes por ser portadores del conocimiento el cual nos han
transmitido a medida de su alcance y sobre todo por motivarnos a seguir adelante
y desarrollar nuestras capacidades.
Índice

I. Cuentos
II. Fabulas
III. Adivinanzas
IV. Refranes
V. Poemas
Cu
en
to
s
El patito feo
En la granja había un gran alboroto: los
polluelos de Mamá Pata estaban
rompiendo el cascarón.
Uno a uno, comenzaron a salir. Mamá
Pata estaba tan emocionada con sus
adorables patitos que no notó que uno de
sus huevos, el más grande de todos,
permanecía intacto.
A las pocas horas, el último huevo
comenzó a romperse. Mamá Pata, todos los polluelos y los animales de la granja,
se encontraban a la expectativa de conocer al pequeño que tardaba en nacer. De
repente, del cascarón salió un patito muy alegre. Cuando todos lo vieron se
quedaron sorprendidos, este patito no era pequeño ni amarillo y tampoco estaba
cubierto de suaves plumas. Este patito era grande, gris y en vez del esperado
graznido, cada vez que hablaba sonaba como una corneta vieja.
Aunque nadie dijo nada, todos pensaron lo mismo: “Este patito es demasiado feo”.
Pasaron los días y todos los animales de la granja se burlaban de él. El patito feo
se sintió muy triste y una noche escapó de la granja para buscar un nuevo hogar.
El patito feo recorrió la profundidad del bosque y cuando estaba a punto de darse
por vencido, encontró el hogar de una humilde anciana que vivía con una gata y
una gallina. El patito se quedó con ellos durante un tiempo, pero como no estaba
contento, pronto se fue.
Al llegar el invierno, el pobre patito feo casi se congela. Afortunadamente, un
campesino lo llevó a su casa a vivir con su esposa e hijos. Pero el patito estaba
aterrado de los niños, quienes gritaban y brincaban todo el tiempo y nuevamente
escapó, pasando el invierno en un estanque pantanoso.
Finalmente, llegó la primavera. El patito feo vio a una familia de cisnes nadando en
el estanque y quiso acercárseles. Pero recordó cómo todos se burlaban de él y
agachó la cabeza avergonzado. Cuando miró su reflejo en el agua se quedó
asombrado. Él no era un patito feo, sino un apuesto y joven cisne. Ahora sabía por
qué se veía tan diferente a sus hermanos y hermanas. ¡Ellos eran patitos, pero él
era un cisne! Feliz, nadó hacia su familia.
.
El árbol mágico

Hace mucho mucho tiempo, un


niño paseaba por un prado en cuyo
centro encontró un árbol con un
cartel que decía: soy un árbol
encantado, si dices las palabras
mágicas, lo verás.

El niño trató de acertar el hechizo, y probó


con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y
muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por
favor, arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol.
Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo
magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió
dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran
montaña de juguetes y chocolate.

El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor
fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias",
son las palabras mágicas
La princesa de fuego
Hubo una vez una princesa increíblemente
rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes
falsos que se acercaban a ella para conseguir
sus riquezas, hizo publicar que se casaría con
quien le llevase el regalo más valioso, tierno y
sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y
regalos de todos los tipos y colores, de cartas
de amor incomparables y de poetas
enamorados. Y entre todos aquellos regalos
magníficos, descubrió una piedra; una simple y
sucia piedra. Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su
curiosidad, mostró estar muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó
diciendo:
- Esa piedra representa lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi
corazón. Y también es sincera, porque aún no es vuestro y es duro como una
piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y será más tierno que ningún
otro.
El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa sorprendida y
atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y
durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía
siendo duro como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la
piedra al fuego; al momento vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra
tosca surgía una bella figura de oro. Entonces comprendió que ella misma tendría
que ser como el fuego, y transformar cuanto tocaba separando lo inútil de lo
importante.
Durante los meses siguientes, la princesa se propuso cambiar en el reino, y como
con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas a separar lo inútil de lo
importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes del país
tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por
su carácter y cercanía, y su sola prensencia transmitía tal calor humano y pasión
por cuanto hacía, que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de
fuego".
Y como con la piedra, su fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que
tal y como había prometido, resultó ser tan tierno y justo que hizo feliz a la
princesa hasta el fin de sus días
El cohete de papel
Había una vez un niño cuya mayor ilusión
era tener un cohete y dispararlo hacia la
luna, pero tenía tan poco dinero que no
podía comprar ninguno. Un día, junto a la
acera descubrió la caja de uno de sus
cohetes favoritos, pero al abrirla
descubrió que sólo contenía un pequeño
cohete de papel averiado, resultado de un
error en la fábrica.
El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin tenía un
cohete, comenzó a preparar un escenario para lanzarlo. Durante
muchos días recogió papeles de todas las formas y colores, y se
dedicó con toda su alma a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las
estrellas y planetas para crear un espacio de papel. Fue un trabajo
dificilísimo, pero el resultado final fue tan magnífico que la pared de su
habitación parecía una ventana abierta al espacio sideral.
Desde entonces el niño disfrutaba cada día jugando con su cohete de
papel, hasta que un compañero visitó su habitación y al ver aquel
espectacular escenario, le propuso cambiárselo por un cohete
auténtico que tenía en casa. Aquello casi le volvió loco de alegría, y
aceptó el cambio encantado.
Desde entonces, cada día, al jugar con su cohete nuevo, el niño
echaba de menos su cohete de papel, con su escenario y sus
planetas, porque realmente disfrutaba mucho más jugando con su
viejo cohete. Entonces se dio cuenta de que se sentía mucho mejor
cuando jugaba con aquellos juguetes que él mismo había construido
con esfuerzo e ilusión.
Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes, y
cuando creció, se convirtió en el mejor juguetero del mundo.
El elefante fotografo
Había una vez un elefante que quería
ser fotógrafo. Sus amigos se reían
cada vez que le oían decir aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay
cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los
otros- si aquí no hay nada que
fotografíar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo
trastos y aparatos con los que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo
que hacerlo prácticamente todo: desde un botón que se pulsara con la
trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un elefante, y
finalmente un montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre
la cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su
cámara para elefantes era tan grandota y extraña que paracecía una
gran y ridícula máscara, y muchos se reían tanto al verle aparecer,
que el elefante comenzó a pensar en abandonar su sueño.. Para más
desgracia, parecían tener razón los que decían que no había nada que
fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era
tan divertida, que nadie podía dejar de reir al verle, y usando un
montón de buen humor, el elefante consiguió divertidísimas e
increíbles fotos de todos los animales, siempre alegres y contentos,
¡incluso del malhumorado rino!; de esta forma se convirtió en el
fotógrafo oficial de la sabana, y de todas partes acudían los animales
para sacarse una sonriente foto para el pasaporte al zoo.
Los juguetes ordenados
Érase una vez un niño que cambió
de casa y al llegar a su nueva
habitación vió que estaba llena de
juguetes, cuentos, libros, lápices...
todos perfectamente
ordenados. Ese día jugó todo lo que
quiso, pero se acostó sin haberlos
recogido.
Misteriosamente, a la mañana
siguiente todos los juguetes
aparecieron ordenados y en sus sitios correspondientes. Estaba
seguro de que nadie había entrado en su habitación, aunque el niño
no le dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al otro, pero al
cuarto día, cuando se disponía a coger el primer juguete, éste saltó de
su alcance y dijo "¡No quiero jugar contigo!". El niño creía estar
alucinado, pero pasó lo mismo con cada juguete que intentó tocar,
hasta que finalmente uno de los juguetes, un viejo osito de peluche,
dijo: "¿Por qué te sorprende que no queramos jugar contigo? Siempre
nos dejas muy lejos de nuestro sitio especial, que es donde estamos
más cómodos y más a gustito ¿sabes lo difícil que es para los libros
subir a las estanterías, o para los lápices saltar al bote? ¡Y no tienes ni
idea de lo incómodo y frío que es el suelo! No jugaremos contigo hasta
que prometas dejarnos en nuestras casitas antes de dormir"
El niño recordó lo a gustito que se estaba en su camita, y lo incómodo
que había estado una vez que se quedó dormido en una silla.
Entonces se dio cuenta de lo mal que había tratado a sus amigos los
juguetes, así que les pidió perdón y desde aquel día siempre acostó a
sus juguetes en sus sitios favoritos antes de dormir.
El hada fea
Había una vez una aprendiz de hada
madrina, mágica y maravillosa, la más
lista y amable de las hadas. Pero era
también una hada muy fea, y por mucho
que se esforzaba en mostrar sus
muchas cualidades, parecía que todos
estaban empeñados en que lo más
importante de una hada tenía que ser su
belleza. En la escuela de hadas no le hacían caso, y cada vez que
volaba a una misión para ayudar a un niño o cualquier otra persona en
apuros, antes de poder abrir la boca, ya la estaban chillando y
gritando:
- ¡fea! ¡bicho!, ¡lárgate de aquí!.
Aunque pequeña, su magia era muy poderosa, y más de una vez
había pensado hacer un encantamiento para volverse bella; pero
luego pensaba en lo que le contaba su mamá de pequeña:
- tu eres como eres, con cada uno de tus granos y tus arrugas; y
seguro que es así por alguna razón especial...
Pero un día, las brujas del país vecino arrasaron el país, haciendo
prisioneras a todas las hadas y magos. Nuestra hada, poco antes de
ser atacada, hechizó sus propios vestidos, y ayudada por su fea cara,
se hizo pasar por bruja. Así, pudo seguirlas hasta su guarida, y una
vez allí, con su magia preparó una gran fiesta para todas, adornando
la cueva con murciélagos, sapos y arañas, y música de lobos aullando.
Durante la fiesta, corrió a liberar a todas las hadas y magos, que con
un gran hechizo consiguieron encerrar a todas las brujas en la
montaña durante los siguientes 100 años.
Y durante esos 100 años, y muchos más, todos recordaron la valentía
y la inteligencia del hada fea. Nunca más se volvió a considerar en
aquel país la fealdad una desgracia, y cada vez que nacía alguien feo,
todos se llenaban de alegría sabiendo que tendría grandes cosas por
hacer.
El gran lio del pulpo
Había una vez un pulpo tímido y
silencioso, que casi siempre andaba
solitario porque aunque quería tener
muchos amigos, era un poco
vergonzoso. Un día, el pulpo estaba
tratando de atrapar una ostra muy
escurridiza, y cuando quiso darse
cuenta, se había hecho un enorme lío
con sus tentáculos, y no podía
moverse. Trató de librarse con todas
sus fuerzas, pero fue imposible, así
que tuvo que terminar pidiendo ayuda a los peces que pasaban, a pesar de la
enorme vergüenza que le daba que le vieran hecho un nudo.
Muchos pasaron sin hacerle caso, excepto un pececillo muy gentil y simpático que
se ofreció para ayudarle a deshacer todo aquel lío de tentáculos y ventosas. El
pulpo se sintió aliviadísimo cuando se pudo soltar, pero era tan tímido que no se
atrevió a quedarse hablando con el pececillo para ser su amigo, así que
simplemente le dió las gracias y se alejó de allí rápidamente; y luego se pasó toda
la noche pensando que había perdido una estupenda oportunidad de haberse
hecho amigo de aquel pececillo tan amable. Un par de días después, estaba el
pulpo descansando entre unas rocas, cuando notó que todos nadaban
apresurados. Miró un poco más lejos y vio un enorme pez que había acudido a
comer a aquella zona. Y ya iba corriendo a esconderse, cuando vio que el horrible
pez ¡estaba persiguiendo precisamente al pececillo que le había ayudado!. El
pececillo necesitaba ayuda urgente, pero el pez grande era tan peligroso que
nadie se atrevía a acercarse. Entonces el pulpo, recordando lo que el pececillo
había hecho por él, sintió que tenía que ayudarle como fuera, y sin pensarlo ni un
momento, se lanzó como un rayo, se plantó delante del gigantesco pez, y antes de
que éste pudiera salir de su asombro, soltó el chorro de tinta más grande de su
vida, agarró al pececillo, y corrió a esconderse entre las rocas. Todo pasó tan
rápido, que el pez grande no tuvo tiempo de reaccionar, pero enseguida se
recuperó. Y ya se disponía a buscar al pulpo y al pez para zampárselos, cuando
notó un picor terrible en las agallas, primero, luego en las aletas, y finalmente en el
resto del cuerpo: y resultó que era un pez artista que adoraba los colores, y la
oscura tinta del pulpo ¡¡le dió una alergia terrible!!
Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto se
fue, todos lo peces acudieron a felicitar al pulpo por ser tan valiente. Entonces el
pececillo les contó que él había ayudado al pulpo unos días antes, pero que nunca
había conocido a nadie tan agradecido que llegara a hacer algo tan peligroso. Al
oir esto, los demás peces del lugar descubrieron lo genial que era aquel pulpito
tímido, y no había habitante de aquellas rocas que no quisiera ser amigo de un
pulpo tan valiente y agradecido.
Un agujerito en la luna
Cuenta una antigua leyenda que en una
época de gran calor la gran montaña
nevada perdió su manto de nieve, y con él
toda su alegría. Sus riachuelos se secaban,
sus pinos se morían, y la montaña se cubrió
de una triste roca gris. La Luna, entonces
siempre llena y brillante, quiso ayudar a su
buena amiga. Y como tenía mucho corazón
pero muy poco cerebro, no se le ocurrió otra
cosa que hacer un agujero en su base y
soplar suave, para que una pequeña parte
del mágico polvo blanco que le daba su brillo cayera sobre la montaña en forma
de nieve suave.
Una vez abierto, nadie alcanzaba a tapar ese agujero. Pero a la Luna no le
importó. Siguió soplando y, tras varias noches vaciándose, perdió todo su polvo
blanco. Sin él estaba tan vacía que parecía invisible, y las noches se volvieron
completamente oscuras y tristes. La montaña, apenada, quiso devolver la nieve a
su amiga. Pero, como era imposible hacer que nevase hacia arriba, se incendió
por dentro hasta convertirse en un volcán. Su fuego transformó la nieve en un
denso humo blanco que subió hasta la luna, rellenándola un poquito cada noche,
hasta que esta se volvió a ver completamente redonda y brillante. Pero cuando la
nieve se acabó, y con ella el humo, el agujero seguía abierto en la Luna, obligada
de nuevo a compartir su magia hasta vaciarse por completo.
Viajaba con la esperanza de encontrar otra montaña dispuesta a convertirse en
volcán, cuando descubrió un pueblo que necesitaba urgentemente su magia. No
tuvo fuerzas para frenar su generoso corazón, y sopló sobre ellos, llenándolos de
felicidad hasta apagarse ella misma. Parecía que la Luna no volvería a brillar pero,
al igual que la montaña, el agradecido pueblo también encontró la forma de hacer
nevar hacia arriba. Igual que hicieron los siguientes, y los siguientes, y los
siguientes…
Y así, cada mes, la Luna se reparte generosamente por el mundo hasta
desaparecer, sabiendo que en unos pocos días sus amigos hallarán la forma de
volver a llenarla de luz.
La palomita de la patita de cera

Este cuento de autoría anónima habla


sobre una palomita que perdió la pata y fue
recompensada por un ángel del cielo,
quien le colocó una de cera. Sin embargo,
cuando la paloma apoyó su pata nueva
encima de una piedra caliente, a la
palomita se le derritió su nueva pata.
Indignada, la paloma le preguntó a la
piedra: “¿eres tan valiente que derrites mi
pata?”, a lo que la piedra le respondió que más valiente era el Sol por calentarla a
ella.
Luego de esto, la paloma vuela hasta el Sol para preguntarle por qué había
calentado a la piedra y si eso lo hacía valiente, a lo que el Sol le respondió que
más valiente era la nube por tapar sus rayos.
Sucesivamente, la palomita va preguntándole a la nube, al viento y a la pared,
quien le afirma que más valiente era el ratón porque hacía hoyos en ella para
crearse un hogar.
Entonces, la palomita decidió buscar al ratón, quien le dijo que más valiente era el
gato por asustarlo; el gato la remitió al perro y el perro la llevó hasta el hombre,
quien afirmó que el más valiente era Dios, porque Él había creado todo lo que
existía, desde las más pequeñas criaturas hasta el universo.
Al oír esto, la palomita se fue en busca de Dios para alabarlo, a lo que Dios le
respondió acariciándola y otorgándole una nueva pata: esta vez no de cera, sino
de carne y hueso.
Este cuento nicaragüense, también de carácter infantil, refleja la importancia de la
piedad religiosa y es un incentivo para respetar a todas las criaturas del mundo:
desde las más pequeñas hasta las más grandes.
Fa
bu
las
El caballo y el asno
Un caballo y un asno vivían en una granja y compartían, durante años,
el mismo establo, comida y trabajo que consistía en llevar fardos de
heno al mercado de la ciudad. Todos los días practicaban la misma
rutina y seguían por una carretera de tierra llevados por su dueño
hasta la ciudad.
Un día, sin darse cuenta, el dueño puso más carga a la espalda del
asno que a la espalda del caballo. En las primeras horas nadie se dio
cuenta del error del dueño, pero con el pasar del tiempo, el asno
empezó a sentirse muy cansado y agotado. El asno empezó a sudar, a
sentirse mareado, y sus patas empezaban a temblar.
Cuando el asno ya no podía más, se paró y pidió a su amigo caballo:
- Amigo, creo que nuestro dueño se equivocó y puso más carga a mi
espalda que en la tuya. Estoy agotado y ya no puedo seguir, ¿será
que podrías ayudarme a llevar algo de mi carga?
El caballo haciéndose el sordo no dijo nada al asno. Le miró y siguió
por la carretera como si nada hubiera pasado.
Minutos más tarde, el asno, con cara de pánico y visiblemente
decaído, se desplomó al suelo, víctima de una tremenda fatiga, y
acabó muriéndose allí mismo.
El dueño, apenado y disgustado por lo que había pasado con su asno,
tomó una decisión. Echó toda la carga que llevaba el asno encima del
caballo. Y el caballo, profundamente arrepentido y suspirando, dijo:
- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero
fardo ahora tengo que cargar con todo!
MORALEJA: Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu
prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese
momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo. 
El cuervo y el zorro

Estaba un cuervo posado en un árbol y tenía en el pico un queso.


Atraído por el aroma, un zorro que pasaba por ahí le dijo:
-¡Buenos días, señor Cuervo! ¡Qué bello pumaje tienes! Si el canto
corresponde a la pluma, tu tienes que ser el Ave Fénix.
Al oír esto el cuervo, se sintió muy halagado y lleno de gozo, y para
hacer alarde de su magnífica voz, abrió el pico para cantar, y así dejo
caer el queso. El zorro rápidamente lo tomó en el aire y le dijo:
- Aprenda, señor cuervo, que el adulador vive siempre a costa del que
lo escucha y presta atención a sus dichos; la lección es provechosa,
bien vale un queso.
Moraleja: No se debe dar crédito a palabras aduladoras que se hacen
por interés.
Si conoces alguna otra fábula para niños y quieres compartirla con
nosotros y los demás padres, estaremos encantados de recibirla.
El león y el ratón.

Después de un largo día de caza, un león se echó a descansar debajo de un


árbol. Cuando se estaba quedando dormido, unos ratones se atrevieron a salir de
su madriguera y se pusieron a jugar a su alrededor. De pronto, el más travieso
tuvo la ocurrencia de esconderse entre la melena del león, con tan mala suerte
que lo despertó. Muy malhumorado por ver su siesta interrumpida, el león atrapó
al ratón entre sus garras y dijo dando un rugido:
- ¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte
para que aprendáis la lección!
El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando:
- Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te estaré
eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún día me
necesites –
- ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como tú, ¿de qué
forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!.
Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su tamaño y
su valentía, le dejó marchar.
Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos terribles
rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles.
Rápidamente corrió hacia lugar de dónde provenía el sonido, y se encontró allí al
león, que había quedado atrapado en una robusta red. El ratón, decidido a pagar
su deuda, le dijo:
- No te preocupes, yo te salvaré.
Y el león, sin pensarlo le contestó:
- Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.
El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado el
león, y el león pudo salvarse. El ratón le dijo:
- Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en
agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos
agradecidos y cumplidos.
El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día, los dos
fueron amigos para siempre.
MORALEJA:
- Ningún acto de bondad queda sin recompensa.
- No conviene desdeñar la amistad de los humildes
La liebre y la tortuga.

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa y vanidosa, que no


cesaba de pregonar que ella era el animal más veloz del bosque, y que se pasaba
el día burlándose de la lentitud de la tortuga.
- ¡Eh, tortuga, no corras tanto! Decía la liebre riéndose de la tortuga.
Un día, a la tortuga se le ocurrió hacerle una inusual apuesta a la liebre:
- Liebre, ¿vamos hacer una carrera? Estoy segura de poder ganarte.
- ¿A mí? Preguntó asombrada la liebre.
- Sí, sí, a ti, dijo la tortuga. Pongamos nuestras apuestas y veamos quién gana la
carrera.
La liebre, muy engreída, aceptó la apuesta prontamente.
Así que todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. El búho ha
sido el responsable de señalizar los puntos de partida y de llegada. Y así empezó
la carrera:
Astuta y muy confiada en sí misma, la liebre salió corriendo, y la tortuga se quedó
atrás, tosiendo y envuelta en una nube de polvo. Cuando empezó a andar, la
liebre ya se había perdido de vista. Sin importarle la ventaja que tenía la liebre
sobre ella, la tortuga seguía su ritmo, sin parar.
La liebre, mientras tanto, confiando en que la tortuga tardaría mucho en
alcanzarla, se detuvo a la mitad del camino ante un frondoso y verde árbol, y se
puso a descansar antes de terminar la carrera. Allí se quedó dormida, mientras la
tortuga seguía caminando, paso tras paso, lentamente, pero sin detenerse.
No se sabe cuánto tiempo la liebre se quedó dormida, pero cuando ella se
despertó, vio con pavor que la tortuga se encontraba a tan solo tres pasos de la
meta. En un sobresalto, salió corriendo con todas sus fuerzas, pero ya era muy
tarde: ¡la tortuga había alcanzado la meta y ganado la carrera!
Ese día la liebre aprendió, en medio de una gran humillación, que no hay que
burlarse jamás de los demás. También aprendió que el exceso de confianza y de
vanidad, es un obstáculo para alcanzar nuestros objetivos. Y que nadie,
absolutamente nadie, es mejor que nadie.
La zorra y las uvas.

En una mañana de otoño, mientras una zorra descansaba debajo de una


plantación de uvas, vio unos hermosos racimos de uvas ya maduras, colgando
delante de sus ojos. Deseosa de comer algo refrescante y distinto de lo que
estaba acostumbrada, la zorra se levantó, se remangó y se puso manos a la obra
para comer las uvas.
Lo que la zorra no sabía es que los racimos de uvas estaban mucho más altos de
lo que ella imaginaba. Entonces, buscó un medio para alcanzarlos. Saltó, saltó,
pero sus dedos no conseguían ni tocarlos.
Había muchas uvas, pero la zorra no podía alcanzarlas. Tomó carrera y saltó otra
vez, pero el salto quedó corto. Aún así, la zorra no se dio por vencida. Tomó
carrera otra vez y volvió a saltar y nada. Las uvas parecían estar cada vez más
altas y lejanas.
Cansada por el esfuerzo y sintiéndose incapaz de alcanzar las uvas, la zorra se
convenció de que era inútil repetir el intento. Las uvas estaban demasiado altas y
la zorra sintió una profunda frustración. Agotada y resignada, la zorra decidió
renunciar a las uvas.
Cuando la zorra se disponía a regresar al bosque se dio cuenta de que un pájaro
que volaba por allí, había observado toda la escena y se sintió avergonzada.
Creyendo que había hecho un papel ridículo para conseguir alcanzar las uvas, la
zorra se dirigió al pájaro y le dijo:
- Yo habría conseguido alcanzar las uvas si hubieran estado maduras. Me
equivoqué al principio pensando que estaban maduras pero cuando me di cuenta
de que estaban aún verdes, preferí desistir de alcanzarlas. Las uvas verdes no
son un buen alimento para un paladar tan refinado como el mío.
Y así fue, la zorra siguió su camino, intentando convencerse de que no fue por
su falta de esfuerzo por lo que ella no había comido aquellas riquísimas uvas. Y sí
porque estaban verdes.
Moraleja: Si hay algo que de verdad te interesa, no desistas. Esfuérzate y
persevera hasta conseguirlo.
Adivinanzas
Refranes
1. Más vale pájaro en mano que cien volando.

Significado

Concéntrate en lo que te hace feliz en tu vida, a veces olvidamos lo que tenemos


cuando buscamos lo que no podemos alcanzar.

2. Las acciones hablan más que las palabras.

Significado

Piensa en lo que vas a decir si no puedes respaldarlo con tus acciones.

3. No todo lo que brilla es oro.

Significado

No debes fiarte de las apariencias, lo que está dentro de ti es lo que más importa.

4. Zapatero a tus zapatos.

Significado

Reserva tu opinión para lo que tienes conocimiento, no hables sobre aquello que
no sabes.

5. Después de la tormenta siempre llega la calma.

Significado

Es muy importante permanecer optimistas ante circunstancias adversas.

6. Más vale tarde que nunca.

Significado

Debes encontrar la manera de rectificar lo que no has hecho de oportunamente.

7. Más vale estar solo que mal acompañado.

Significado

Rodéate de personas que tienen buenas intenciones y desean lo mejor para ti.
8. A palabras necias, oídos sordos.

Significado

No prestes atención a comentarios imprudentes o negativos.

9. No hay atajo sin trabajo.

Significado

Debes esperar para cosechar el fruto de tu esfuerzo.

10. No hay mal que por bien no venga.

Significado

Nuestras experiencias negativas nos ayudan a crear nuestro carácter y ser más
fuertes.
Poemas
De invierno

En invernales horas, mirad a Carolina.


Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,


rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:


entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

como una rosa roja que fuera flor de lis.


Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.
Para la misma

Miré al sentarme a la mesa,


bañado en la luz del día
el retrato de María,
la cubana japonesa.

El aire acaricia y besa,


como un amante lo haría,
la orgullosa bizarría
de la cabellera espesa.

Diera un tesoro el Mikado


por sentirse acariciado
por princesa tan gentil,

digna de que un gran pintor


la pinte junto a una flor
en un vaso de marfil.
Nocturno

Silencio de la noche, doloroso silencio


nocturno... ¿Por qué el alma tiembla de tal manera?
Oigo el zumbido de mi sangre,
dentro de mi cráneo pasa una suave tormenta.
¡Insomnio! No poder dormir, y, sin embargo,
soñar. Ser la auto-pieza
de disección espiritual, ¡el auto-Hamlet!
Diluir mi tristeza
en un vino de noche
en el maravilloso cristal de las tinieblas...
Y me digo: ¿a qué hora vendrá el alba?
Se ha cerrado una puerta...
Ha pasado un transeúnte...
Ha dado el reloj trece horas... ¡Si será Ella!...
Marina
Mar armonioso.
mar maravilloso,
tu salada fragancia,
tus colores y músicas sonoras
me dan la sensación divina de mi infancia
en que suaves las horas
venían en un paso de danza reposada
a dejarme un ensueño o regalo de hada.

Mar armonioso,
mar maravilloso
de arcadas de diamante que se rompen en vuelos
rítmicos que denuncian algún ímpetu oculto,
espejo de mis vagas ciudades de los cielos,
blanco y azul tumulto
de donde brota un canto
inextinguible,
mar paternal, mar santo,
mi alma siente la influencia de tu alma invisible.

Velas de los Colones


y velas de los Vascos,
hostigadas por odios de ciclones
ante la hostilidad de los peñascos;
o galeras de oro,
velas purpúreas de bajeles
que saludaron el mugir del toro
celeste, con Europa sobre el lomo
que salpicaba la revuelta espuma.
Magnífico y sonoro
se oye en las aguas como
un tropel de tropeles,
¡tropel de los tropeles de tritones!
Brazos salen de la onda, suenan vagas canciones,
brillan piedras preciosas,
mientras en las revueltas extensiones
Venus y el Sol hacen nacer mil rosas.
Mariposa

Mariposa del aire,


qué hermosa eres,
mariposa del aire
dorada y verde.
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!...
No te quieres parar,
pararte no quieres.
Mariposa del aire
dorada y verde.
Luz de candil,
mariposa del aire,
¡quédate ahí, ahí, ahí!...
¡Quédate ahí!
Mariposa, ¿estás ahí?

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