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Primer Templo de Jerusalén, judío:

Comenzaremos con el estudio de la


ciudad de Jerusalén, donde tuvo
lugar la muerte y resurrección de
Jesús y el nacimiento de la primera
comunidad cristiana, que desde
Jerusalén se irá propagando por el
mundo entero.

Jerusalén era una ciudad cananea al


tiempo en que los israelitas
conquistaron la tierra de Canaán.
Estaba habitada por la tribu de los
jebuseos y tenía el nombre de
Jebús. Durante toda la época de los
Jueces, los israelitas no fueron capaces de conquistarla porque era inexpugnable.

Solo en el tiempo de la monarquía fue conquistada hacia el año 1.000 a.C. por el rey David, que
hizo de ella la capital de su reino incipiente, dada su situación estratégica entre las tribus del
norte y las del sur. Para prestigiar su nueva capital hizo trasladar allí el arca de la alianza que era
el símbolo máximo de la identidad de las tribus israelitas. Salomón el hijo de David, construyó
allí el gran templo que fue famoso en la antigüedad.

Jerusalén fue conquistada y destruida por los babilonios el año 589 a.C. Al retorno del exilio no
recuperó la importancia que había tenido en la época de la monarquía, y fue solo la capital de
una pequeña provincia persa, y luego de una provincia helenística.

Solo con los macabeos volvió a ser la capital de un reino independiente poderoso y amplió
mucho su territorio y su importancia. También Herodes la embelleció con toda clase de edificios
y sobre todo agrandó y dignificó el templo que alcanzó su máximo esplendor en su época.

El año 70 d.C. fue destruida e incendiada por las legiones romanas. Jerusalén se encuentra
propiamente en la misma línea divisoria entre Benjamín y Judá. Fue esta posición geográfica una
de las razones que motivaron a David en el siglo X a.C. a elegirla como capital del conjunto de
tribus del Reino recién fundado.

Otras ciudades importantes que se localizan en Judá, en la parte sur de la montaña central son
Belén y Hebrón.

El Templo de Jerusalén (‫בית המקדש‬, Beit Hamikdash) o el Templo de Salomón fue el santuario
principal del pueblo de Israel y contenía en su interior el Arca de la Alianza, el candelabro de los
siete brazos y demás utensilios empleados para llevar a cabo el culto hebraico en tiempos de la
Edad Antigua.
Se localizaba en la explanada del monte Moriá, en la ciudad de Jerusalén, donde se ubican en la
actualidad la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa.

El Primer Templo fue construido por el rey Salomón para sustituir al Tabernáculo como único
centro de culto para el pueblo judío. Fue saqueado por el faraón Sisac (Sheshonq I) en 925 a. C.
y destruido por los babilonios durante el segundo asedio de Nabucodonosor II a Jerusalén en 587
a. C.

El Segundo Templo, mucho más modesto, fue completado por Zorobabel en 515 a. C. (durante el
reinado del persa Darío I) y seguidamente consagrado. Tras las incursiones paganas de los
seleúcidas, fue vuelto a consagrar por Judas Macabeo en 165 a. C.[2] Reconstruido y ampliado
por Herodes, el Templo fue a su vez destruido por las tropas romanas al mando de Tito en el año
70, en el Sitio de Jerusalén, durante la primera guerra judía. Su principal vestigio es el Muro de
las Lamentaciones, también conocido como Kotel o Muro Occidental.[3]

La escatología hebrea establece que el Tercer Templo de Jerusalén será reconstruido con el
advenimiento del mesías del judaísmo.

Según la Biblia, la construcción del Templo de Salomón se realizó en el siglo X a. C., para
sustituir el Tabernáculo que, desde el Éxodo y durante siglos, era utilizado como lugar de
reunión y para rendirle culto a Dios. El Tabernáculo preservaba el Arca, que fue luego traída a
Jerusalén por el rey David y depositada en el monte Moriá, sobre una plataforma de
aproximadamente 40 por 100 metros.

Destrucción del Primer Templo


Inscripción incisa en el único vestigio que sobrevivió.
Inscripción incisa en el único vestigio que sobrevivió.

Las tropas del rey babilónico Nabucodonosor II lo destruyeron en 586 a. C., llevando además
cautiva a una gran parte de los habitantes del Reino de Judá a Mesopotamia, cosa que dio lugar
al exilio y cautiverio de los hebreos en Babilonia.

Del Templo de Salomón solo sobrevivió un pequeño objeto de gran valor simbólico, tratáse de
una granada de marfil del tamaño de un pulgar, sumamente estilizada y con inscripciones en
caracteres paleohebreos: iconográficamente, las granadas (rimonim en hebreo) se presentan en
las culturas de la Antigüedad como símbolos de fertilidad y esperanza, estando ellas ya presentes
en Jaquín y Boaz, las dos columnas externas emplazadas delante del Templo de Salomón; la
inscripción incisa en la granada de marfil por otra parte indica claramente que se trata de un
objeto "[Perteneciente] al Templo of [Yahvé]h, consagrado a los sacerdotes".

El Segundo Templo
El Museo de Israel en 2011 retiró de la exhibición la granada, un objeto ciertamente de la Edad
de Bronce tardía, pero no así la inscripción, que se sospecha es una falsificación reciente, aunque
no haya pruebas de la culpabilidad de quien vendió la pieza al Museo.

Reconstrucción de Zorobabel
Luego del retorno del cautiverio y con el liderazgo de Zorobabel se hicieron los arreglos
necesarios para reorganizar el desolado Reino de Judá y reconstruir su Templo, desaparecido
para ese entonces hacía ya siete décadas. El grupo recién llegado constaba de 42.360 personas
judías, incluyendo niños, junto a sus 7.337 sirvientes y 200 músicos (Esdras 2:65). Había
completado el largo y lúgubre retorno a casa desde las riberas del Éufrates hasta Jerusalén. Dicha
gente estaba animada por un fuerte impulso religioso y una de sus primeras preocupaciones fue
restaurar su antigua casa de adoración, reconstruyendo el Templo y restituyendo sus rituales.

Junto con la invitación de Zorobabel, el gobernador mostró un noble gesto al contribuir con
1.000 dáricos de oro y otros tantos regalos. La gente aportó además su parte al tesoro sagrado y
lo hizo con gran entusiasmo (Esdras 2). Primero se levantó y dedicó el altar de Dios en el punto
exacto donde se encontraba su predecesor. Luego se limpiaron los escombros carbonizados que
se hallaban en lo que había sido el sitio de Primer Templo. Finalmente, en el segundo mes del
segundo año (535 a. C.), y ante la emoción y el júbilo del público allí congregado (Libro de los
Salmos 116-118), se pusieron los cimientos del Segundo Templo. Este acto tuvo importancia
para el pueblo hebreo, dando además lugar a no pocos recuerdos (Zacarías 4:10).
De la oferta samaritana a la culminación de los trabajos
Los samaritanos hicieron una propuesta de colaboración en los trabajos. Mas Zorobabel junto
con el consejo de ancianos declinaron a la oferta ya que entendían que Judea debía construir el
Templo sin ayuda externa. Como consecuencia de ello, informes malintencionados fueron
difundidos acerca de los judíos; de acuerdo con Esdras 4:5, los samaritanos buscaban frustrar el
propósito de construir el Templo y enviaron mensajeros a Ecbatana y Susa, lo que ocasionó que
los trabajos de reconstrucción fueran retardados y eventualmente suspendidos.

Siete años después de este episodio, Ciro el Grande, quien había permitido y ordenado la
reconstrucción del Templo, murió y fue sucedido por su hijo Cambises. Luego Esmerdis ocupó
el trono por cerca de siete u ocho meses. Por último ascendió Darío I (521 a. C.) y, en el segundo
año de su reinado, se retomaron los trabajos de reconstrucción del Templo y hasta su
finalización. Ello se desarrolló a partir del estímulo, los consejos y las premoniciones de los
profetas Hageo y Zacarías. En la primavera de 516 a .C., veinte años después del retorno desde el
cautiverio en Mesopotamia, el Templo estaba listo para su consagración. Según el (Libro de
Esdras (6:15), el Templo fue terminado por completo el tercer día del mes de Adar, en el sexto
año del reinado de Darío I.
Renovación de Herodes
Maqueta del Segundo Templo de Jerusalén en el siglo I E.C.
Maqueta del Segundo Templo de Jerusalén en el siglo I E.C.
Piedra del Segundo Templo de Jerusalén con inscripción en hebreo: "Hacia el lugar donde
suenan las trompetas".
Piedra del Segundo Templo de Jerusalén con inscripción en hebreo: "Hacia el lugar donde
suenan las trompetas".
El candelabro de los siete brazos figura entre los expolios del Templo de Jerusalén. Relieve del
Arco de Tito, Roma.
El candelabro de los siete brazos figura entre los expolios del Templo de Jerusalén. Relieve del
Arco de Tito, Roma.
El Kotel es uno de los pocos vestigios arquitectónicos del Templo de Jerusalén. Los grandes
bloques visibles en esta fotografía se remontan a la Antigüedad.[1]
El Kotel es uno de los pocos vestigios arquitectónicos del Templo de Jerusalén. Los grandes
bloques visibles en esta fotografía se remontan a la Antigüedad.[1]
Muro de las Lamentaciones, parte del muro de contención de la explanada del Templo venerado
debido a su relación con la presencia divina (Shejiná).
Muro de las Lamentaciones, parte del muro de contención de la explanada del Templo venerado
debido a su relación con la presencia divina (Shejiná).
Alrededor del 19 a. C., el rey Herodes el Grande comenzó una masiva renovación y expansión
del Templo. Éste fue prácticamente demolido y se construyó uno nuevo en su lugar. La nueva
estructura es referida algunas veces como el Templo de Herodes, pero generalmente se lo siguió
llamando Segundo Templo. Los rituales de sacrificios fueron retomados en él. La superficie
ocupada por el nuevo edificio ocupaba una explanada de 500 metros de largo por 300 metros de
ancho.

El 25 de septiembre de 2007, el arqueólogo Yuval Baruch, junto con la Autoridad de


Antigüedades de Israel, anunciaron el descubrimiento de una de las canteras que proporcionaron
a Herodes las piedras para el Templo. En dicha cantera fueron encontradas monedas, piezas de
alfarería y postes de hierro, los que son datados hacia 19 a. C.. Otro arqueólogo, Ehud Nesher,
confirmó que los contornos largos de las rocas evidencian que se trató de un proyecto público
masivo en el que probablemente trabajaron cientos de esclavos.

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