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Martín Cerda M.
La actual ciudad de Valdivia fue fundada en 1552 por Pedro de Valdivia, denominando
Santa María la Blanca de Valdivia al territorio que los mapuche habitantes de este
territorio llamaban desde mucho antes Ainileufu. Desde ese momento, los vejámenes
hacia la población indígena fueron sistemáticos durante el proceso inicial de la
“conquista”, siendo obligados a tributar en trabajo, oro y otras especies a los reyes
católicos españoles y sus representantes en el nuevo mundo.
En ese sentido, conocida es la batalla intelectual entre Fray Bartolomé de las Casas con
Juan Ginés de Sepúlveda durante los primeros años de la colonización sobre la
“naturaleza” de la población americana. No obstante a las posiciones -progresistas- acerca
del reconocimiento de la existencia del alma de los indígenas por Bartolomé de las Casas,
la base en la que se establece este diálogo está dada por la concepción del indio como
carente de civilización, situación que justificaría tanto su despojo de bienes y libertad,
como su educación en la fe católica y por ende su encausamiento en el proyecto
civilizatorio de occidente colonial, construyendo una frontera epistémica entre lo
occidental y de la otredad que se construye a partir de la ausencia de características y
atributos de lo occidental en poblaciones no occidentales.
Ese mismo año, se realizó un parlamento en Valdivia 2 de alcance local, tratado de paz que
mantuvo relativamente pacificas las relaciones entre hispanos y mapuche hasta avanzado
el siglo XIX. Como ejemplo de ello, en 1767 - y muy probablemente en sintonía con la
expulsión jesuita con la reforma al clero del periodo borbón del imperio español-, y por
petición de los propio mapuche, se instaló una Misión franciscana en la zona de Calfuco, a
10 km de Niebla:
“(…) el 15 de abril de 1778 los de Niebla, don José de Arba, don Juan Suichas, D. Antonio Güinteo,
D. Lorenzo Bancupillan y D. Gabriel Güichupan, piden nuevamente a los religiosos, cediendo el
lugar llamado Pampa de Chauma, "con tal que no permitiesen acimentar español alguno en sus
terrenos" (Núñez, 2006: 50).
1
Actual Rio Valdivia
2
Poco posterior al Parlamento de Quilín de 1641
Esta cita nos habla no solo de la existencia de longkos mapuche en el territorio, sino
también de las relaciones cuasi horizontales que se generaron entre mapuche y
españoles, llegándose a reconocerles como aliados de la Corona Hispana durante la
segunda mitad del siglo XVIII bajo lo que se conoció como “las reformas borbónicas”
(León, 1999).
Así, el periodo de tiempo que comprende 1647 y 1860 significó un periodo de autonomía
territorial (Núñez, 2006) de los mapuche de la costa de valdivia, periodo en donde se
persistió la estructura sociopolítica propia indígena, y junto con ello, el reconocimiento
por la parte española de una serie de instituciones mapuche, como autoridades
ancestrales (sobre todo longkos) y jurisdicciones territoriales mapuche (Núñez, 2006),
manteniendo esta alianza implícita que se había pactado con los españoles con el naciente
estado chileno.
3
Que es el periodo de notorio resentimiento económico post guerras de independencia en donde la ciudad
de valdivia habría quedado en “una situación de profundo aislamiento” (Bernedo citado en Hermosilla,
2011: 24)
Esta situación de límites socialmente difusos pero existentes y concretos, entre los
mapuche del wadalafken con sus “vecinos” españoles puede apreciarse de la cita de
Núñez (2006) anteriormente expuesta, en donde el reconocimiento del territorio como
“propio” por parte de los longkos de niebla, se adiciona el permiso -y requerimiento- que
otorgan a la institución colonial religiosa de asentarse en un sitio alejado 10 km de dicho
espacio y tan entrado el siglo XVIII, que representa este tipo de relación fronteriza de
contacto más que una positivista (Foerster et Vergara, 1996) marcada por el intercambio
comercial.
Tanto fue así el comercio establecido, que hacia 1860, la economía mapuche dependía
casi completamente del comercio con Valdivia de productos agrícolas y ganaderos que
representaban a su vez una de las principales fuentes de abastecimiento de la ciudad
(Núñez, 2006: 46-47). El “desarrollo” por intercambio comercial, en este sentido, puede
ser interpretado bajo la idea de un centro y una periferia establecidas por el centro
Valdivia y la periferia Wadalafken, pero más bien nos inclinamos a pensar sobre una
relación de interdependencia de la cual cada una representa una cara de la moneda del
desarrollo en curso (Serge, 2017).
Eso, hasta que el Estado Chileno comenzó su propia expansión a través de la mal llamada
Pacificación de la Araucanía desde la década de 1860, invadiendo los territorios
reconocidos a través del parlamento de Tapihue en 1825. Este proceso tuvo su particular
forma de llevarse a cabo en Valdivia y sus alrededores, ya que no fueron “chilenos” sino
alemanes los que llevaron a cabo este proyecto histórico.
Desde la aprobación de la ley de inmigración selectiva de 1845, comenzó a llegar una serie
de inmigrantes legales alemanes católicos y con estudios medios, traídos por el estado
chileno para ocupar las tierras desde Valdivia a Llanquihue, tierras que según el estado
chileno eran “terrenos fiscales” y que fueron cedidas a los inmigrantes europeos, junto a
“semillas hasta por valor de cinco pesos, una yunta de bueyes, una vaca parida, quinientas
tablas i un quintal de clavos” (Vicuña 1865: 113), tierras que realmente pertenecían a la
población mapuche desde antes de la llegada de los españoles.
Los alemanes que comenzaron a llegar a partir de los esfuerzos de los hermanos Philliphi,
trajeron consigo múltiples patrimonios económico-culturales desde su patria, los cuales
no dudaron en desplegar en este territorio, destacándose principalmente el proyecto
desarrollista industrial de los cuales fueron precursores en estos parajes del sur,
convirtiendo a Valdivia en un polo industrial que vio su caída recién 100 años después con
el terremoto de 1960.
Una de las familias que llegaron a la ciudad de Valdivia fue la familia Prochelle, quienes
habiendo llegado a puerto montt en un principio, rápidamente se trasladaron a la Isla Teja
en Valdivia (Avendaño, s/f), llegando a poseer, entre compras y usurpaciones (Aucapán,
2012), una importante extensión de esta isla hacia 1870, comprendiendo el espacio
terrestre entre el rio Pedro de Valdivia hasta el Río Cruces, incluyendo lo que hoy son la
Universidad Austral de Chile y el parque municipal Saval 4.
Este patrimonio de tierras se le suma la gran extensión del Fundo Cutipay de los cuales
fueron dueños, fundo de explotación maderera, agrícola y ganadera que comenzaron a
adquirir en 1848 y culminaron en 1899 (Berger, 2019). Desde este momento en adelante,
se intensificaron a un nivel cuasi olvidado las vejaciones a los mapuche lafkenche en base
a la ambición territorial de esta familia colona.
Durante el desarrollo de mi investigación de tesis (Cerda, 2017), pude darme cuenta que a
diferencia de lo que pasaba en otros territorios del Wallmapu (Marilaf, 2005), el
establecimiento de Títulos de Merced (TM), dentro de la realidad de la costa valdiviana
esta situación no respondía a la necesidad del estado por delimitar a las poblaciones
indígenas para así establecer la población colona, sino más bien una estrategia que
utilizaban las propias poblaciones indígenas para resguardar su territorio de la expansión
arbitraria del fundo cutipay a manos de Carlos Prochelle (hijo de Gustavo Prochelle,
primer patriarca establecido en chile de la familia).
Uno de estos títulos de merced fue otorgado a José del Carmen Pichún en 1912, en el
caserío de Los Molinos, la cual, sería la primera frontera de tipo límite o “border”
4
Más información en https://rnuvaldivia.wordpress.com/reservas/parque-saval/, revisado el 12 de junio de
2019.
(Ramirez, 2015) que existió en el territorio del wadalafkenmapu, en donde el deslinde era
una línea imaginaria que dividía el TM N°2340 y la propiedad de Prochelle como se puede
apreciar en las imágenes incorporadas (Anexos 1 y 2).
Esta situación de constante acoso pude registrarlas desde 1895 en el caserío de los
molinos a la población mapuche (Cerda, 2017), pero considerando la gran extensión de
terreno del fundo cutipay abarcaba, es posible bajo una investigación más acabada,
encontrarlo en años anteriores en otros sectores dentro del fundo.
La otra referencia a destacar es una demanda al fisco por parte de la familia Prochelle del
año 1936, en donde queda en evidencia la usurpación de territorios que habían sido
anexados al fundo cutipay y que fueron objetados por las leyes de propiedad austral de
1933, demanda en donde éste aboga por la mantención del territorio a través del
constante pago de contribuciones e impuestos generados por el fundo en base a su
extensión territorial (Ibid.).
Esto estaría dado por las propias características de los procesos históricos que acaecieron
en este territorio inscrito desde hacía a lo menos 450 años dentro de los márgenes de la
colonialidad, en donde el estado chileno, como heredero político de esta relación, se
adjudica la propiedad de la tierra y la distribuye no solo a los latifundistas sino también a
las poblaciones mapuche por medio de los TM -aunque claramente a posteriori de la
invasión comenzada en 1860- en una suerte de pequeña acción de reparación territorial a
las poblaciones anteriormente despojadas de su territorio ancestral, pero que más bien, y
cómo interpreta Marilaf (2005), esta acción tenía un significado de demarcación de las
posibilidades territoriales mapuche para así asegurar las propiedades de población
inmigrante y no indígena.
Caso singular resulta el apoyo de carabineros hacia Prochelle, quienes, al velar por sus
intereses, demuestran la verdadera vocación de protección a la propiedad para lo que
fueron creados, más allá incluso de la propiedad fiscal y sus extensiones legales hacia
poblaciones mapuche (TM). En este sentido, e interpretando el rol de los actores sociales
y estatales dentro del proceso colonial, el latifundista, como hijo insigne de una
colonialidad alemana que se desplegó en los más importantes espacios de poder de la
sociedad local, se arroga el monopolio de la violencia históricamente asociado al estado, y
con ello instrumentalizando las fuerzas de orden interna para sus fines particulares
capitalistas y coloniales.
Hasta este momento, hemos podido apreciar como la apropiación forzosa del
wadalafkenmapu se ha ido constituyendo a través del deslinde y otras estrategias de
hostigamiento por parte de Prochelle hacia las poblaciones indígenas. A continuación,
expondremos dos testimonios que nos hablan sobre lo salvaje de la colonialidad de esta
apropiación y que no está documentado por archivos oficiales, sino que están inscritos en
la memoria histórica de los mapuche de la costa.
En primer lugar, destaca el testimonio de Matías Michillanca, descendiente de José del
Carmen Pichún y habitante de los molinos, quién narra lo dicho por sus antiguos sobre la
violencia ejercida por Prochelle en el despojo de tierras:
“Luego de los españoles, los colonos alemanes fueron, incluso, asesinos en todo el territorio. He
escuchado historias de peñis que recuerdan que antiguamente los colonos alemanes pasaban en
camioneta disparándole a los peñis. Antiguamente. O este, ¿Cómo se llama este alemán...?
Prochelle, en Valdivia, que él es como una figura reconocida en Valdivia como gestor de la cultura,
un personaje importante en la historia valdiviana, pero por parte de la cultura mapuche se
reconoce que él fue un asesino de mapuche. Él andaba en los montes en el territorio mapunche a
sangre y fuego ocupando territorio, atacando a las comunidades” (Cerda, 2017:70)
En ese mismo sentido, en el texto de Nuñez (2006) aparece una cita de la cual nos habla
del mismo personaje y su avasalladora forma de colonización:
“pero si esta tierra dicen que era todo de los Prochelle, desde los Molinos hasta donde le diría...
hasta Niebla, hasta Kalfuko, hasta allá llegaron los Procheles y ahí quitaron todo para acá, hicieron
como una guerrilla, que incluso murieron dos personas en esa guerra que hubo, que arriba hicieron
pa poder quitar esas tierra, (…) de ahí lo quitaron, pero quedó igual con un fundo ahí de Calfuco
un poquito pa acá, después vendió ese Prochelle, pero vendió a pillería, y ahora lo arrendó, a otra
firma, que vino a forestar, y según dicen que no tuvo escritura; ellos tienen papel, pero no le dieron
papel a la gente que compraron, siempre fueron quedando con su terreno.” (Mauricia Matías,
Estos dos relatos etnográficos nos dan cuenta de una situación de salvajismo colonial, en
donde la ambición de expansión capitalista por medio de la tenencia y producción de la
tierra por parte del colono alemán nos dan cuenta de un proceso histórico en donde los
privados superan -al menos coyunturalmente o por un periodo no menor de años- las
disposiciones del estado e imprimen en el territorio una seguidilla de símbolos y acciones
que, en incluso en ese momento, se consideraban inapropiadas de realizar por parte del
Estado y que hoy a través de la historia podemos enmarcar dentro de los procesos de
expansión del capitalismo salvaje en las zonas de frontera étnica, dadas por una evidente
racialización (Stang et Stefoni, 2016) de la materialidad indígena y los planos simbólicos en
los que se desenvuelven, de parte del colono europeo hacia las poblaciones mapuche, las
cuales son conceptualizadas como “merecedoras” de toda acción de despojo por su
“atraso civilizatorio” en nombre del que siendo contemporáneo, se concibe a sí mismo
como adelantado o motor de este adelanto, al estilo de San Ginés de Sepúlveda.
En este sentido, al menos por un breve periodo de tiempo (1895-1933), fue el colono
alemán quién se arroga la opacidad que históricamente ha detentado el estado para
invisibilizar a las poblaciones históricas de este territorio de frontera, que, si bien por su
extensión territorial no puede ser considerado parte de los “grandes desiertos” de
Latinoamérica (Serge, 2017), este responde a las características de “prescindibilidad” de la
población histórica del territorio, no importando mayormente las vidas de los lafkenche, y
de la disponibilidad en tanto recursos explotables en territorios de estos para acumulación
privada colonial.
Así mismo, al utilizar la fuerza de orden interna del estado como fuerza de choque para
sus usurpaciones, se arroga también la característica de “emergencia” del estado, por la
cual las problemáticas son solucionadas por el poder central -representada por la
colonialidad alemana-, siendo este mismo el poder central que direccionaría el desarrollo
del territorio reclamado como suyo, en detrimento de las poblaciones indígenas de las
cuales son desplazadas por un poder soberano también reclamado por el colono,
arrogándose a su vez, la característica de excepcionalidad utilizada por el estado, por
medio de las fuerzas de orden arrebatadas al meno coyunturalmente del estado, para
llevar a cabo el proyecto histórico desarrollista y colonial, construyendo así un marco ético
lo suficientemente bajo para conceptualizarle como el verdadero “salvaje” de esta
relación entre colonos y
locales, en donde a los
primeros no importa la
humanidad de los últimos.
Anexos
(1) Mapa de los títulos de merced de la costa de valdivia. El área sombreada corresponde al TM 2340
de José del Carmen Pichún. Archivo General de Asuntos Indígenas, 2017
(2) Mapa de la
resolución del Título de
merced 2340 que limita
con una propiedad del
colono Prochelle, 1912.
Archivo Familiar
Michillanca
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