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Mecenazgo y representación del Marqués de Castel Rodrigo

durante su embajada en Roma

David García Cueto


Università “La Sapienza”, Roma

La embajada romana de don Manuel de Moura y Corte Real, II marqués de Castel Rodrigo,
constituye en sí misma un paradigma de los usos diplomáticos de su época y un evento de cierto
carácter excepcional. Esta excepcionalidad viene dada, en el marco del reinado de Felipe IV, por
su dilatada duración, siendo la embajada más larga destacada ante el pontífice romano durante
el mandato de aquel soberano. Desde 1632 hasta 1641, don Manuel representó los intereses de
la Monarquía Hispánica ante el papa Urbano VIII Barberini, ejercicio difícil que estuvo marcado
por las tensiones políticas europeas y por la dificultad para mantener el orden establecido en los
territorios bajo dominio español1, algunos de los cuales llegaron a rebelarse contra el poder real
justo en aquellos años. Por otra parte, las relaciones del marqués con el pontífice y con su nepote,
el cardenal Francesco Barberini, fueron escasamente cordiales, por lo que la acción de Castel
Rodrigo se desarrolló en un marco de evidente complejidad. Resulta sorprendente además que
esta embajada, pese a su larga duración, tuviera durante casi todos los años en que estuvo activa
el carácter de extraordinaria, posiblemente como medio de presión de Felipe IV ante el papa, ya
que la embajada ordinaria no dejaba de ser sintomática de un panorama estable en las relaciones
diplomáticas, estabilidad que en aquellos años faltaba. Sólo a principios de 1638 la embajada de
Castel Rodrigo fue declarada por Felipe IV como “ordinaria”, siéndole entonces confirmado el
cargo por tres años más2. De este modo, a finales de marzo de ese mismo año, el marqués acudió
por primera vez a la audiencia de Urbano VIII como embajador ordinario del rey de España3.

1
Sobre el papel de los diplomáticos españoles ante la corte romana durante aquel difícil periodo, véase Q. Aldea
Vaquero, “El papado y el imperio durante la guerra de los Treinta Años. I. Instrucciones a los embajadores de España en
Roma (1631-1643)”, Miscelánea Comillas (Santander), 29, 1958, pp. 303-315. Una sintética visión de la embajada de
Castel Rodrigo en el marco de la diplomacia española del reinado de Felipe IV la ofrece M. A. Ochoa Brun, Historia de
la diplomacia española. La Edad Barroca, I, Madrid, 2006, pp. 374-380.
2
BAV, Ottob. Lat, 3341, vol. I, fol 107r. Roma, 13 de marzo de 1638: “L’Amb.re Castel Rodrigo è stato hora
dechiarato dal Re Cattolico per Amb.re ordinario atteso che prima era straordinario”. En el fol. 108r, con el aviso de 20
de marzo de 1638, se afirma: “Il Med.o Corriero [straordinario di Genova] portò anco al Marchese di Castel Rodrigo la
patente regia con la confermatione per altri 3 anni nell’Ambascieria ordinaria di Sua Maestà Catt.ca in questa corte”.
3
BAV, Ottob. Lat. 3341, I, fol. 115r. Roma, 27 de marzo de 1638: “Il Marchese di Castel Rodrigo dopo essere stato
in questa corte per lo spatio di 5 anni con titolo d’Amb.re straordinario del Re Catt.co sabbato mattina andò alla prima
audienza di N.S. come Amb.re ordinario dichiarato da’sua Maestà per altri tre anni”.

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Don Manuel era el primogénito de una de las más ilustres familias de la nobleza portuguesa,
habiendo demostrado tanto él como su progenitor una fidelidad inquebrantable a la Corona
española. Su padre, don Cristóbal de Moura, I marqués de Castel Rodrigo, había sido con an-
terioridad virrey de Portugal en dos momentos, primero desde 1600 a 1603, y más tarde desde
1608 hasta 16124. Existe un bello retrato, considerado tradicionalmente de don Manuel, que sin
embargo representa a su padre don Cristóbal. Basta confrontarlo con un busto en bronce, con-
servado hoy en la colección Colonna de Roma, que con seguridad representa al segundo marqués
(fig. 1), para comprobar que el referido retrato, atribuido antes a Velázquez, figura a un personaje
no sólo con una fisonomía diversa, sino también perteneciente a un momento histórico anterior,
como puede deducirse de la propia vestimenta.
El nombramiento de Castel Rodrigo como embajador en Roma respondió, como tradicio-
nalmente se viene admitiendo, al deseo del conde-duque de Olivares, su más o menos cordial
adversario político, de alejarle del escenario de la corte de Madrid de modo decoroso. Sea como
fuere, Felipe IV decidió contar con el marqués para desempeñar su embajada ante Urbano VIII,
misión cargada de dificultades en la que se requería un hábil diplomático. A finales de 1630 se le
comunicó oficialmente el nuevo destino, testando poco después, el día 29 de diciembre. En ese
testamento queda reflejado que por entonces era “comendador mayor de la orden de Cristo, gen-
tilhombre de Cámara del rey don Felipe IV, veedor de la real hacienda en el reino de Portugal, ca-
pitán y gobernador perpetuo de las islas Terceira de Jesucristo, San Jorge, Tayal y Pico Etty”. Había
contraído matrimonio años atrás con doña Leonor de Mello, de quien había tenido una numerosa
descendencia: Margarita, ya casada en aquel momento, Mariana, Cristóbal –conde de Lumiares–,
María, Francisco, Nuño y Luis5. La circunstancia personal más difícil que don Manuel hubo de
vivir en Roma fue la prematura desaparición de su hijo primogénito, que murió en 1636 a causa de
un desafortunado accidente cuando se encontraba en Alemania6. De este modo, la primogenitura
y el título de conde de Lumiares pasaron a su segundo vástago varón, Francisco.
Tras su nombramiento, de manera veloz, algunos agentes de don Manuel partieron para
Roma con el fin de ir preparando su llegada, si bien ésta se retrasó algunos meses por encontrarse
la marquesa encinta7. Fue a principios de julio de 1631 cuando Castel Rodrigo se determinó a
partir de Madrid hacia Roma8, si bien no debió de dejar la corte hasta al menos mediados de ese

4
A. Danvila y Burguero, Don Cristóbal de Moura, primer marqués de Castel Rodrigo (1538-1613), Madrid, 1900.
Véase también J. Veríssimo Serrâo, História de Portugal, Lisboa, 1990, vol. IV, pp. 50-78.
5
M. T. Fernández Talaya, El Real Sitio de la Moncloa y de la Florida, Madrid, 1999, pp. 69-70.
6
BAV, Ottob. Lat. 3346, vol. IV, fol. 705r. Roma, 11 de octubre de 1636: “Per persona espressa ch’arrivò qua lunedi
notte venne nuova della morte del Conte di Lumiares primo genito del Marchese di Castello Rodrigo Amb.re Catt.co in età
di circa 18 anni seguita mentre egli se ne passava in Colonia con il duca di Alcalà suo zio, ad un luogo chiamato Valach in
Germania nell’andar à Caccia, et sendogli sparato da se med.mo l’archibuggio che teneva in mano, cogliendolo nel petto”.
7
BAV, Ottob. Lat. 3338, I, fol. 73r. Roma, 8 de marzo de 1631: “Sono venuti qua da Spagna Ministri del Conte di
Castel Rodrico (sic) dichiarato come si scrisse nuovo Ambasciatore Catt.co Residente in questa Corte per fare le necessa-
rie provisioni in servizio di S.E.”; BAV, Ottob. Lat. 3338, I, fol. 114r: “Il Marchese di Castel Rodrigo stante la gravidanza
della moglie haveva differito la partenza per il suo carico di nuovo Amb.re Catt.co Residente appresso il Pontefice”.
8
BAV, Ottob. Lat. 3338, I, fol. 231r: Roma, 13 de junio de 1631: “Con il corriero ordinario di Spagna venuto quà
per via di mare si sono havute lettere della Corte Catt.ca delli 14 passato con avviso che il Marchese di Castel Rodrigo si
preparava di partire al principio di luglio alla volta di Roma ad essercitare la sua Ambasceria Ordinaria appresso il Pontí-
fice, sendoli di già stata assignata la solita provisione di 24 mila scudi l’anno”.

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mismo mes, pues el 13 de julio escribió al Papa dándole cuenta de


su nombramiento, al tiempo que le expresaba su mejor voluntad9.
De Madrid viajó hasta Barcelona, donde embarcó en una escua-
dra de galeras de Nápoles10 que le llevaron hasta Génova. Llegó a
la capital ligur a principios de diciembre, siendo espléndidamente
alojado por don Carlo Doria, quien se convirtió en su anfitrión
durante varios meses, pues hasta mayo de 1632 el marqués no
partió para Roma. No obstante, muchos de sus servidores con-
tinuaron poco después el viaje hacia la Ciudad Eterna, llevando
consigo parte de las cosas de don Manuel11. Desde Génova viajó
por mar sobre cuatro galeras, en compañía de su familia y sus cria-
dos, hasta el puerto de Civitavecchia, donde fue recibido por los
representantes del Papa de manera fastuosa12. Dos días más tarde,
ya a finales de mayo, hizo su entrada oficial en Roma.
Anónimo. Retrato de don
Manuel de Moura y Corte
Los lugares del embajador en Roma Real, II marqués de Castel
Rodrigo. Roma, Palacio
El marqués de Castel Rodrigo eligió para su residencia en la Colonna.
capital pontificia el palacio Monaldeschi en la Piazza di Spagna,
el mismo que ya habían alquilado algunos de los embajadores que le precedieron, como hizo su
inmediato antecesor el conde de Monterrey. El palacio ya se estaba preparando a principios de
noviembre de 1631, esperándose la llegada del marqués antes de la Navidad de aquel mismo

9
BAV, Barb. Lat. 8592, fol. 35r: “Beat.mo Padre. Haviendo el Rey mi señor sido servido de nombrarme para su
embaxador a V. S.d me obligo mas a acetallo, sea en estos suyos felicísimos tiempos, que la merced que se me hizo con
cargo tan grande. Confiadísimo voy que he de hallar en V. S.d la benignidad y merced que en todas mis cosas he experi-
mentado, y que he de acertar a reconocerselas y serville: porque se de mi que no ay nadie en estos Reynos mas aficionado
a las muchas partes de que Dios dotó a V. S.d para bien de Su Iglesia, ni mas deseoso de que todos me conozcan por
particular criado suyo (…) Madrid 13 de julio 1631 (…) El Marques de Castel Rodrigo”.
10
BAV, Ottob. Lat. 3338, II, fol. 248r. Roma, 2 de agosto de 1631: “Con occasione d’essere stata a Civitavecchia una
galera alla volta di Napoli con un Corriere di Spagna à sollecitare il bastimento per la Reale, et anco à sollecitare le galere di
quella squadra che devono passare à Barcellona ad imbarcare il Cardinale Infante di Spagna, che debe andare al suo governo
della Fiandra, et il Marchese di Castel Rodrigo, che debe venire per nuevo Amb.re Catt.co Residente in Roma”.
11
BAV, Ottob. Lat. 3338, II, fol. 391r. Roma, 13 de diciembre de 1631. “Con la comodità di esse galere [di Geno-
va], et con un altra che conduce passagieri a Napoli, sono venuti sino à Civitavecchia molti della famiglia con parti delle
robbe del Marchese di Castel Rodrigo”.
12
BAV, Ottob. Lat. 3338, II, fol. 383v. Roma, 6 de diciembre de 1631: “Il Marchese di Castel Rodrigo che vi gionse
di Spagna [in Genova] si tratteneva anche in quella Città alloggiato alla grande dal S.r D. Carlo Doria, et dovendo conti-
nuare il viaggio per Mare fino a Civitavecchia et poi venirsene per Terra al Ambascieria per Sua M.ta Catt.ca in Roma, et
però si mandano di qua le necesarie provisioni con gli offitiali di Palazzo d’ordine di Nro. S.re per riceverlo splendidamente
in quel porto a nome di S. B.ne”; BAV, Ottob. Lat. 3338, III, fol. 576v. Roma, 22 de mayo de 1632: “Nel Porto di Civita-
vecchia sendo arrivato da Genova con la sua moglie, e famiglia sopra 4 galere il Marchese di Castel Rodrigo, che debe venire
per nuovo Ambasciatore Residente del Re católico in Roma. Sono di qui stati spediti à quella volta d’ordine di Nro Sig.re
alcuni officiali di Palazzo con le cose necessarie per riceverla a spesa della Camera Apostolica”. Los gastos del recibimiento
de Castel Rodrigo en Civitavecchia están registrados en las cuentas del mayordomo del sacro palacio; véase Archivio di
Stato di Roma (ASR), Camerale I, Entrate e uscite del maggiordomo, 1384, mayo 1632, fol. 21r, 24v, 578rv.

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año13. Sin embargo, no se concluyeron a tiempo los trabajos necesarios para su acomodo, por lo
que don Manuel y su familia hubieron de transcurrir los primeros meses de su misión alojados de
manera provisional en el palacio del cardenal Borja en la Piazza dei Santi Apostoli. Sólo en junio
de 1632 se pudieron instalar de modo permanente en el palacio Monaldeschi14. En los años que
el marqués y su numerosa familia, cercana a las cien personas15, habitaron el inmueble, se llevaron
a cabo en el mismo una serie de reformas de carácter menor, no constando por el momento la
naturaleza específica de las mismas16.
El palacio Monaldeschi pertenecía a la parroquia de Sant’Andrea delle Fratte, aunque no pa-
rece que el marqués profesase un especial afecto a aquella fundación religiosa. Tal vez por encon-
trarse todavía por entonces inconclusa, don Manuel prefirió al parecer otra parroquia romana,
la de San Lorenzo in Lucina, cercana a la embajada y ya plenamente resuelta desde el punto de
vista arquitectónico.
El calor del verano romano le llevó en varias ocasiones a trasladarse a la villa del gran duque
de Toscana en la Trinità dei Monti, la Villa Medici, que había sido con anterioridad habitada en
circunstancias similares por otros embajadores, como el duque de Pastrana17. De manera un tanto
excepcional, en julio de 1635 Castel Rodrigo y su esposa se alojaron por algunas semanas en el
palacio del abad Peretti junto a la iglesia de San Lorenzo in Lucina18.
Y como también era frecuente entre los embajadores y cardenales españoles, don Manuel fre-
cuentó durante las primaveras de los años que transcurrió en Roma las villas de Frascati, habien-
do sido huésped de los Aldobrandini y de los Borghese19. Estos cambios de residencia estuvieron
motivados no sólo por el deseo de reposar y recrearse, sino también por la delicada salud de la

13
BAV, Ottob. Lat. 3338, II, fol. 353r. Roma, 8 de noviembre de 1631. Sendo qua gionto un Corriero Straordinario
di Spagna con occasione di alcune vacanze si è havuto avviso che alli 4 pass.o il Marchese di Castel Rodrigo era partito
da Madrid per le Marine ad imbarcare per Italia al suo carico di nuevo ambasciatore Residente del Re Catt.co in Roma
dove di gia per sua habitatione è stato preso il Palazzo alla Trinità de Monti che fu lasciato dal Conte di Monterei stato
suo antecessore nella med.ma Ambascieria et che ora si trova per V.Rè di Napoli, facendosi anco tutte le altre provisioni
per servitio di detto nuovo Ambasciatore il quale si aspetta in Roma avanti Natale”.
14
BAV, Ottob. Lat. 3338, III, fol. 593rv. Roma, 5 de junio de 1632: “Il Marchese di Castel Rodrigo Amb.re Catt.
co Venerdi sera si retirò con la Marchesa sua moglie figli et famiglia dal Palazzo del card.le Borgia ad habitare nel suo
preparatogli nella Piazza della Trinita de Monti, dove l’ecc.ze loro sono state visitate da tutti li Pnpi, SS.ri et Dame di
questa Corte”.
15
Archivio Storico del Vicariato di Roma (ASVR), Parrocchiale, San Andrea delle Fratte, Stato delle anime 1629-
1634, anno 1634, fols. 310r- 312r. De manera excepcional, este año se realizó el elenco de la familia del marqués de
Castel Rodrigo y otros habitantes del palacio de la embajada, registrándose un número cercano a las cien personas, la
mayor parte de apellido portugués.
16
A. Anselmi, Il Palazzo dell’Ambasciata di Spagna presso la Santa Sede, Roma, 2001, p. 45.
17
M. Moli Frigola, “España y la Villa Medici”, Boletín de la Real Academia de la Historia (Madrid), 138, 1991, pp.
325-369.
18
BAV, Ottob. Lat. 3346, I, fol. 175v. Roma, 7 de julio de 1635: “Il Marchese di Castel Rodrigo Amb.re Catt.co,
con la Mar.sa sua moglie si è dal suo Palazzo sotto la Trinità dei Monti transferito ad habitare in quello dell’Abbate Peretti
à S. Lorenzo in Lucina per questi caldi estivi”.
19
BAV, Ottob. Lat. 3339, II, fol. 148r. Roma, 28 de mayo de 1633: “Il Marchese di Castel Rodrigo Amb.re Catt.
co con la Moglie, e figli Domenica sene passò per diporto à Frascati nella villa de SS.ri Aldobrandini che tuttavia vi si
trovano”; BAV, Ottob. Lat. 3339, V, fol. 528v. Roma, 20 de mayo de 1634: “Anco il Marchese di Castel Rodrigo Amb.re
Cattolico con la Sig.ra sua consorte, e figliuoli è andato à fare qualche giorno per diporto à Frascati nella Villa di Mon-
dragone del Pnpe. Borghese”.

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marquesa doña Leonor, circunstancia que en alguna ocasión llevó a ambos cónyuges a visitar los
baños de San Cassiano en la Toscana20.

Ceremonial romano y grandeza española: cabalgatas y cortejos

El primer signo de grandeza que un embajador mostraba ante la corte romana era su solemne
entrada en la ciudad. Aunque la ocasión sólo se solía revestir de la mayor grandeza en el caso de la
entrada en Roma de un embajador de obediencia, también los diplomáticos que venían a cumplir
una misión ordinaria exhibían su poderío en aquella situación. Don Manuel ingresó en la Ciudad
Eterna en la carroza que el cardenal Barberini mandó a su encuentro, acompañado del maestro de
cámara del prelado, monseñor Ascanio Filomarino, y seguido de otros cuarenta carruajes de car-
denales, embajadores y príncipes residentes en la ciudad. Con toda aquella comitiva, llegó hasta
el palacio del cardenal Borja, donde desmontó, para dirigirse tras un breve reposo al palacio del
Quirinal para besar el pie del papa. Doña Leonor, la marquesa, entró en la ciudad justo a conti-
nuación que su marido, con un acompañamiento más reducido pero igualmente espléndido21.
La primera audiencia oficial de Castel Rodrigo tuvo lugar a principios de junio de 1632. El car-
denal Borja fue el encargado de presentarle ante el papa, quien le recibió en el palacio del Quirinal.
Nada menos que 113 carrozas compusieron el cortejo de don Manuel en aquella especial ocasión,
siendo la que le llevaba a él tal vez la más sobresaliente desde el punto de vista estético22.
No todas las ocasiones en la que el embajador de España comparecía públicamente ante el
pueblo romano y la corte pontificia revestían un carácter tan extraordinario, aunque desde luego
los cortejos que el diplomático empleaba no solían dejar a nadie indiferente. El mismo despliegue

20
BAV, Ottob. Lat. 3339, V, fol. 578r. Roma, 8 de julio de 1634: “martedi mattina il d.o S.r Marchese di Castel
Rodrigo partì per li bagni di San Cassiano in Toscana con la S.ra sua consorte”.
21
BAV, Ottob. Lat. 3338, III, fols. 585v-586r. Roma, 29 de mayo de 1632: “Il Marchese di Castel Rodrigo Por-
toghese nuovo Amb.re Residente del Re Catt.co appresso Nro. Sig.re dopo essersi trattenuto 2 giorni in Civitavecchia
a spese del Papa, et ancho a pranzo Sabbato matina in Santa Severa andó in quella sera ad alloggiare in Terra di Casale
dell’Abbate don Francesco Peretti che l’ha ricevuto con ogni publiche magnificenze sino a Lunedi matina dove anco si
trovarono à pranzo li cardinali Borgia, Spinola et Albornozzi, il Principe di Sulmona, Don Ferdinando Orsini, et altri S.ri
andativi da Roma à complir (…) Lunedi sera sulle 22 dentro la Carrozza da Campagna mandatagli incontro dall’Em.mo
Barberino con Monsignor Ascanio Filomarino suo Maestro di Camera sendo anco stato incontrato da 40 altre carrozze
da campagna mandate da Card.li, Amb.ri de Pnpi, et altri S.ri che l’accompagnarono al Palazzo del Card.l Borgia alla
Piazza de Santi Apostoli dove S.E. smontò et dopo essersi (…) riposato fù accompagnato dalli sud.i Card.li dentro una
Carrozza a Montecavallo, et introdotta a baciar il piede à Nro. Sig.r che la ricevè con grand’amorevolezza, et havendo poi
visitato gli Em.mi Barberini sene tornò ad alloggiare nel Palazzo del sod.o Em.mo Borgia dal quale viesse alloggiata con
gran splendidezza assieme con l’Ambasciatrice sua moglie che vi arrivo su (…) lettiga havendo seco 16 paggi à Cavallo, et
altri servitori; oltre quella che andava avanti all’Ambasciatore suo marito con circa 40 Caruaggi, et erano anco con detta
Ambasciatrice in Carroze, et lettighe li SS.ri suoi figli cioè 3 maschi, et altretante femine che tutti vengono similmente
alloggiate dal Em.mo Borgia, sinche d.o Amb.re andarà alla prima audienza di S.Stà sendo qua state fatte per servitio delle
loro ecc.ze superbissime livree, carrozze, seggette et altre provisioni per comparire con molta grandezza in questa corte”.
22
BAV, Ottob. Lat. 3338, III, fol. 600rv. Roma, 12 de junio de 1632: “Sabbato matina il Card.l Borgia andó dal Suo
Palazzo à levare il Marchese di Castel Rodrigo nuovo Amb.re Catt.co conducendolo a Monte Cavallo alla prima audienza di
N. S.re con seguito di 113 Carrozze piene di Prelati, et altra nobiltà de s.i Spagnoli come Italiani (…) oltre una superbissima
Carrozza dove va S.E. la quale dopo essersi trattenuta circa un hora con la Santità Sua andò all’audienza dell’Em.mo Barbe-
rino ritornandosene poi al suo Palazzo, et hora attende a far le visite a cardinali pure con nobilissimo corteggio”.

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que hizo cuando acudió a su primera audiencia papal lo volvió a repetir en el momento en que hubo
de realizar las preceptivas visitas a los distintos miembros del colegio cardenalicio, ya que estas visitas
formaban parte del ceremonial de ingreso en la ciudad establecido para los embajadores.
Pero la cabalgata pública más llena de carisma y significaciones políticas fue la que cada año
durante su embajada, coincidiendo con las festividades de San Pedro, tenía lugar para la entrega
al papa de la hacanea con el tributo por el feudo del reino de Nápoles. La ceremonia de la hacanea
suponía la inserción de un elemento netamente español en el día más significativo de las festivi-
dades de la Santa Sede, por lo que el papa Barberini, poco afecto a los españoles, intentó rebajar
en cierta medida el protagonismo de la ceremonia adelantándola a la víspera. No obstante, du-
rante los años de su embajada, Castel Rodrigo mantuvo siempre el todo esplendoroso en aquella
ocasión, haciendo gala de soberbias libreas y carrozas en la cabalgata que partiendo del palacio
Monaldeschi le llevaba al Vaticano o al Quirinal, dependiendo de en cuál de estas residencias se
encontrase el papa en aquel momento. Por la noche, ya entregado el tributo, delante del palacio
del embajador se instalaba una fuente que manaba vino para regocijo de los romanos, culminán-
dose el festejo con el cautivador efecto de los fuegos artificiales23.

Fiestas por la gloria de la Casa de Austria: la elección del Rey de Romanos

Durante su embajada en Roma, el marqués de Castel Rodrigo no vivió ningún evento direc-
tamente relacionado con la familia real española que requiriese de unas celebraciones o solemni-
dades especiales, ya que por aquellos años no hubo ningún fallecimiento, enlace o nacimiento de
primogénito varón. Tampoco hubo ninguna victoria militar de los ejércitos españoles lo bastante
gloriosa o trascendente como para ser festejada de modo altisonante en la corte papal. De esta
manera, el principal acontecimiento que Castel Rodrigo hubo de celebrar como embajador de
España en Roma no se relacionó directamente con la actualidad española, sino que se enmarcó en
la acción propagandística de la rama centroeuropea de la Casa de Austria, al tratarse de la elección
del que poco después sería el emperador Fernando III como rey de Romanos.
El 4 de enero se supo en la Ciudad Eterna de la elección del nuevo rey. Desde Ratisbona,
el conde de Oñate envió un correo a Castel Rodrigo en el que le hacía partícipe de la noticia,
empezando el embajador de inmediato a gestionar la preparación de las celebraciones24, al

23
Valga como ejemplo la descripción de la entrega de la hacanea por parte de don Manuel a finales de junio de 1640,
meses antes de cesar como embajador en Roma; BAV, Ottob. Lat. 3342, II, fol. 266v: “In quel giorno [giovedi] dopo
pranzo per la Vigilia di San Pietro N. Sig.re tenne vespro in quella di Monte Cavallo, dove ricevette con le solite Proteste
del Pro[curato]re Fiscale la chinea con la poliza di 7 mila scudi d’oro per il censo del Regno di Napoli per le mano del S.r
Marchese di Castel Rodrigo Amb.re Catt.co con bella livrea di paggi, e staffieri dal suo Palazzo sino al Quirinale accom-
pagnato da nobile, e numerosa Cavalcata de SS.ri Titolati con il seguito di molti prelati servito dalla guardia de’svizzeri
nell’arrivare à Monte Cavallo di dove poi nella sua superbissima Carrozza piena di Titolati e SS.ri ritornò al suo Palazzo,
avanti il quale vi era eretta una fontana, che in quel giorno, come il seguente, gettava vino, sendovi anco state fatte diverse
macchine di fuochi artificiati”.
24
BAV, Ottob. Lat. 3340, I, fol. 13v. Roma, 10 de enero de 1637: “Sendo poi lunedi matt.a gionto un altro corriero
pur di Ratisbona spedito dal Conte d’Ognate Amb.re Catt.co à quest’Amb.ri di quella M.ta et altri Ministri Regij in
Italia, si fanno qui sollecitare li lavori di diverse machine de fuochi artificiali, che per allegrezza si dovranno fare da’ diversi
SS.ri (…)”.

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igual que hicieron los otros representantes de la Casa de Austria y de las autoridades alemanas
en Roma. Fueron por tanto éstas unas fiestas con no uno, sino varios impulsores, aunque el
objetivo fuese común. No obstante, parece claro que hubo un deseo de coordinar las distintas
actividades festivas. Cada uno de los promotores centró su acción en una zona concreta de la
ciudad, por lo general en aquella en la que tenía su residencia. De esta manera, el cardenal
Mauricio de Saboya, protector de Alemania, levantó varias máquinas efímeras en la Piazza di
Monte Giordano, el marqués de Castel Rodrigo en la Piazza di Spagna, el príncipe de Bozzo-
lo, embajador de Fernando II, en la Piazza Navona y Enrico de Motmann, representante de
Fernando III, ante el Palazzo Madama. Parece que el prelado Teodoro Ameyden, conocido por
sus crónicas de la vida romana, fue el encargado de coordinar y dar sentido de conjunto a las
diversas iniciativas.
Gracias a varias relaciones impresas y manuscritas, así como a diversos testimonios gráfi-
cos, resulta posible conocer con pormenores en qué consistieron aquellas fiestas. Además de las
noticias que contienen los avisos manuscritos de la Biblioteca Vaticana, se conoce una serie de
opúsculos que describen detalladamente los festejos por la elección del rey de romanos. Lui-
gi Manzini redactó la relación de las fiestas promovidas por el cardenal Mauricio de Saboya25,
mientras Ferrante Corsacci y Miguel Bermúdez de Castro firmaron dos relaciones, en italiano y
español respectivamente, de las celebraciones que hizo el marqués de Castel Rodrigo26. La visión
de conjunto de todos los festejos la ofreció Teodoro Ameyden en la narración que dedicó al car-
denal de Medici27.
Igual interés revisten en esta ocasión los espléndidos testimonios gráficos que de aquellos
eventos quedaron. Los opúsculos antes mencionados suelen ilustrarse con grabados xilográficos o
calcográficos que resultan un magnífico complemento del texto, siendo del todo excepcional una
serie de trece aguafuertes, realizada por Claudio de Lorena, en la que se representan las distintas
máquinas efímeras levantadas por el marqués de Castel Rodrigo y el modo en el que éstas evolu-
cionaron una vez que comenzaron a disparar fuegos de artificios y a consumirse entre las llamas28.
Estas estampas, sin embargo, parece que nunca llegaron a distribuirse como una colección en sí
misma, sino que se usaron para ilustrar sólo algunos ejemplares de las relaciones de Corsacci,
Bermúdez de Castro y Ameyden, no conociéndose ni siquiera un solo opúsculo que contenga la
serie completa29.
25
L. Manzini, Applausi festivi fatti in Roma per l’elezzione di Ferdinando III al regno de’Romani dal Ser.mo Princ.
Maurizio Card. di Savoia descritti al ser.mo Francesco d’Este Duca di Modana, Roma, 1637.
26
F. Corsacci, Relatione delle Feste fatte dall’Eccellentiss. Sig. Marchese di Castello Rodrigo Ambasciatore della Maestà
Cattolica, nella Elettione di Ferdinando III Re dei Romani, Roma, 1637; M. Bermúdez de Castro, Descripcion de las Fiestas
que el S.r Marques de Castel Rodrigo Embaxador de España celebró en esta Corte a la nueva de la election de Ferdinando III
de Austria Rey de Romanos, Roma, 1637.
27
T. Ameyden, Relatione delle Feste fatte in Roma per l’Elettione del Re de Romani, in persona di Ferdinando III scritta
al Sereniss. et Reverendiss. Sig. il Signor Card. de Medici, Roma, 1637.
28
En uno de los aguafuertes figura una inscripción que sin duda es el título de la serie: Li fuochi dell’Ecc.mo Sig.
r Marchese di Castel Rodrigo Ambasciadore della Maestà Cattolica nell’elettione di Ferdinando Terzo Re de Romani fatto in
Roma del mese di Febraio MDCXXXVII, Roma, Gio: Domenico Rossi, 1637.
29
Sobre esta circunstancia, véase M. Fagiolo (coordinador), Corpus delle feste a Roma. La festa barocca, Roma,
1997,vol. I, p. 587. La serie de aguafuertes de Lorena ha sido reproducida completa en D. Russell y P. Rosemberg, Claude
Gellée dit Le Lorrain, catálogo de exposición, París, 1983.

701
David García Cueto

El primer domingo de febrero comenzaron los alborozos, realizándose iluminaciones en múl-


tiples puntos de la ciudad acompañadas de fuegos artificiales, salvas y músicas de trompetas y
tambores. El cardenal de Saboya sorprendió al pueblo romano con un imponente teatro efímero
delante de su palacio lleno de inscripciones laudatorias del nuevo rey30. El embajador imperial en
Piazza Navona ofreció más fuegos artificiales y una máquina que representaba a la loba capitolina
con Rómulo y Remo. Aquella misma noche Castel Rodrigo, ante el palacio de la embajada, cau-
tivó a los allí congregados con un aparato consistente en una representación de Atlas sosteniendo
la esfera celeste, sobre la cual se disponía un águila imperial, estando todo el conjunto lleno de
inscripciones laudatorias.
El día siguiente, lunes, el embajador hizo representar una comedia en lengua española en la
plaza delante de su palacio, que encantó a los espectadores por su novedad y por la belleza de los
bailes. El martes hubo nuevas luminarias acompañadas de trompetas y tambores, y el miércoles
se representó una segunda comedia española31.
La clausura de las fiestas fue retrasada a causa de la lluvia32. Por fin, tuvo lugar el domingo
siguiente, en el que una vez más se coordinaron los fuegos artificiales, las luminarias y el incendio
de los aparatos levantados por el cardenal de Saboya en la plaza de Montegiordano, por el prín-
cipe de Bozzolo en la Piazza Navona, por el marqués de Castel Rodrigo en la Piazza di Spagna y
por monseñor Montman ante su palacio33.

30
BAV, Ottob. Lat. 3340, I, fol. 48r- 49v. Roma, 7 de febrero de 1637: “La sera di quel giorno [domenica] fù
dato principio all’allegrezza de fuochi luminaria, torcie alle finestre, con strepito de mortaletti, et suono di trombe,
et tamburi con musiche dalli S.ri Cardinali di Savoia, Aldobrandino, et Pio, Amb.ri Cesareo, et Spagnolo con quelli
di Toscana, Lorena, et Baviera, Duca Altemps, et altri Pnpi. (...) In oltre il S.r Cardinale di Savoia, hà rappresentato
avanti la porta del suo Palazzo un’altra porta finta, con chiaro scuro, et colonnate depinte à forma di Teatro, con 8
statue di marmo di qua et di la della salita d’esso Palazzo, che si congionge con la porta, et nella facciata, si scorgeva
una grand’Arme del Rè de Romani, con diverse imprese et inscrittioni in sua lode, come anco nelli piedistalli diverse
Città di esso Rè riacquistate, et una grand’Aquila in cima piena di luminelli con diversi trofei, et seguitando il teatro
fatto pure di chiaro scuro, sino sù la piazza di Montegiordano si vedevano diverse inscrittioni, con lettere d’oro puro
in lode del Rè de Romani, et in mezzo della piazza stava una montagna de fuochi artificiali, et depinta con animali,
et mostri trà quali il Cane Trifaucio, che guardava diverse armature, et sopra nell’aria era una grand’aquila Imp.le la
quale fece andare per Terra le dette armature, mentre fù dato il fuoco alla detta Montagna, uscendone una girandola,
et dalli lati gran strepito (...)”.
31
F. Corsacci, cit., p. 6: “Il giorno del Lunedi, per variare il modo di festeggiare la Creatione d’un tanto Rè, fù
nella publica piazza innanzi il Palazzo di sua Eccellenza rappresentata una comedia in lingua Spagnuola, che per la
novità, per il modo di recitarla, e per la vaghezza de’balli piacque sommamente à un numero innumerabile di spetta-
tori (...) Il Martedi quando la notte coprì l’aria con l’ombroso suo velo allo squillare delle Trombe, & al rimbombo
de’Tamburi fecero contrasto alle tenebre i lumi, & incendij apparecchiati con l’istessa magnificenza, che fù fatto la
Domenica. Il Mercordi fù ordinata, & recitata come si fece il lunedi, un’altra Comedia, pure in lingua spagnuola, che
con la sua bellezza diede gran spasso al Popolo”.
32
BAV, Ottob. Lat. 3340, I, fol. 52r. Roma, 7 de febrero de 1637: “Il S.r Cardinale di Savoia, et l’Amb.ri dell’Imp.
re et Rè Catt.co hanno differito per la 3ª allegrezza di fuoghi artificiati sino à domani sera stante l’impedimento della
pioggia, e vento”.
33
BAV, Ottob. Lat. 3340, I, fol. 57r-58v. Roma, 14 de febrero de 1637: “Per allegrezza dell’elett.e del Rè de Ro-
mani domenica sera per la 3a volta furno continuati li fuoghi, et luminarij con torcie alle finestre, havendo il S.r Card.
le di Savoia nella piazza di Montegiordano fatto un’altra Montagna di fuogo artificiato con sopravi diversi uccelli, et
altri Animali pure di fuogo artificiato, con una luna, et una Aquila Imp.le che nell’Abbruggiarsi mostrorno un bellissi-
mo effetto, et detto S.r Card.l nel Cortile del Suo Palazzo haveva fatto fare una fontana porticcia d’argento massiccio,
con attorno argentarie indorata per il valore di 80mila scudi, et dalle parti d’essa fontana, erano due Montagne di

702
MECENAZGO Y REPRESENTACIÓN DEL MARQUÉS DE CASTEL RODRIGO...

En aquella última noche de fiestas, en la Piazza di Spagna Castel Rodrigo hizo levantar dos
imponentes máquinas, una situada en la puerta del palacio y otra cerca de la cuesta que conducía
a la Trinità dei Monti. La del palacio representaba una grandiosa torre que se alzaba sobre una
plataforma con cuatro torretas en sus ángulos, metáfora visual de la fortaleza del reino de Castilla
que contenía también alusiones alegóricas a los cuatro continentes34. La de la plaza figuraba al
dios Neptuno triunfante sobre una efectista serie de monstruos marinos que le rendían obedien-
cia. Suspendida entre ambas máquinas se dispuso un águila imperial, que desde lo alto parecía
contemplar lo que allí sucedía35. Llegada cierta hora, las máquinas comenzaron a arder, disparan-
do multitud de fuegos de artificio mientras se consumían. El mayor efecto lo causó la gran torre,
que según iba siendo devorada por las llamas, se iba abriendo, de tal manera que comenzó a vis-
lumbrarse que había algo en su interior. En efecto, al desmoronarse la torre se vio que dentro de
ella se escondía una estatua ecuestre, la cual representaba al rey de los romanos. Según el cronista
Corsacci, ante el público se evocó la mítica historia del caballo de Troya, si bien en esta ocasión

neve, et nel freggio, et dalli lati si vedevano diverse inscrittioni in lode del Rè de Romani, et pervedere tal apparato era
concorsa tutta questa nobiltà, et Popolo.
Il S.r Pnpe. di Bozzolo Amb.re Cesareo fece rappresentare in piazza Navona, avanti al suo Palazzo una Torre con una
Aquila, et Corona Imp.le in mezzo di 4 Animali marini in aria che havevano à cavallo una figura d’huomo per ciascuno,
rappresentando li venti pnpli. Pure di fuogo artificiato, con girandole, et altre demostrationi d’allegrezza.
Il S.r Marchese di Castel Rodrigo Amb.re Catt.co anch’esso fece rappresentare alla Trinità de Monti dinanzi il suo
Palazzo un Nettuno sopra della fontana che teneva sotto li piedi alcuni animali marini, et in aria, era una Aquila, et poi
un Castello, con le 4 Staggioni, et altre statue che rimasero tutte abbruggiate, et in fine apertosi detto Castello usci fuori
un Rè à Cavallo in statua rappresentante il Rè de Romani con la Corona Reale in testa, che accompagnato con guardie
d’Allabardieri, et altre guardie e con circa 50 torcie accese entrò nel Palazzo d’esso Amb.re Catt.co mostrando il caminare
da se medesimo per via di ruote, et altri ingegni, che non si vedevano.
Mons.r Motmanno Auditore di Rota, e Residente del Re de Romani, fece anch’esso rappresentare in fuogo artificiato
avanti il suo Palazzo sopra d’una base una Montagnola, con sopravi l’Arme di Casa d’Austria, et dalli lati due statue, che
rappresentavano la giustitia, et la Religione, con anco 4 altre figure, che tenevano in mano una Corona di lauro, et una
tromba in atto di sonare, rappresentando la fama, con altre inventioni di fuochi artificiati, con inscrittioni in lode del
Rè de Romani, si como è stato fatto in tutti l’altri fuochi, et il sud.o S.r Card.le di Savoia, et Amb.ri hanno fatto gettare
vino da’fontane”.
34
F. Corsacci cit., p. 6: “La prossima Domenica mattina doi belle machine molto distanti l’una dall’altra si vedevano
nella piazza, l’una era fabricata in questa maniera, stava fondato nel mezo di un Terrapieno di quarantacinque palmi in
quadro, un fortissimo Castello, alto palmi trentaquattro, che la gloriosa insegna della famosa Castiglia rappresentava.
Quattro uguali Torri sopra li quattro lati del Castello erano erette, e nel mezzo di esse un’altra Torre più di tutte corpu-
lenta, e sublime. Nella cima delle quattro Torri dei lati posavano quattro Draghi, che alli cimieri dell’arme del glorioso Rè
Catholico semrpe sono vigilanti, sopra la Torre di mezo, mà alquanto distante da quella con l’ali spiegate à volo, e con la
corona in testa l’Aquila Imperiale compariva regnante, sù i quattro cantoni del terrapieno miravansi quattro statue sù li
suoi piedestalli, l’una delle quali per havere in sua compagnia un leone rappresentava l’Africa (...) L’altra per la vicinanza
d’un robusto camelo, significava l’Asia (...) La terza, con un generoso cavallo pareva, che fosse l’Europa (...) La quarta
havendo appresso il Cocodrillo, dimostrava d’essere l’America (...) Tenevano queste figure in mano le sue corone d’oro, e
davano segno d’offerirle all’Aquila sublime. Nelle facciate di detto Castello si leggevano gl’infrascritti versi in otto cartelli,
cioè due per ogni lato (...)”.
35
Ibid.: Nell’altra machina sopra d’un sodo coronato di balaustri ornati con aquile, e con Castelli veniva rappre-
sentato un’ondegiante mare, nel mare una Conca marina, che di Carro serviva a Nettuno, il quale sopra di essa fermo
posava il piede, intorno à Nettuno, diversi mostri marini erano comparsi per fargli nobile corteggio, e rendergli la dovuta
obedienza (...) Nelli quattro angoli del sodo erano ingegnosamente apparecchiate quattro fontane: tutta l’altezza di questo
era di palmi cinquantaquattro. Trà le doi machine, nel mezo della piazza compariva un’Aquila Imperiale Coronata, e
sollevata in alto, come se governasse il tutto (...)”.

703
David García Cueto

quien se escondía en su interior no tenía por fin la conquista, sino la defensa de la cristiandad y
el establecimiento del orden36.
La celebración de aquellas fiestas sólo podría considerarse realmente útil a la acción propagan-
dística de la monarquía si de ellas quedaba un recuerdo perenne, es decir, una relación impresa. El
marqués de Castel Rodrigo fue desde luego muy consciente de la necesidad de dar a la imprenta
una relación de las mismas que reflejara el verdadero esplendor que se había alcanzado, por lo que
el encargo de la serie de aguafuertes a Claudio de Lorena se justificaba plenamente. Sin embargo,
cierta censura a la que la relación de los festejos celebrados por don Manuel fue sometida por
parte del maestro del Sacro Palacio, hizo al parecer que el mismo embajador retirase del mercado
las copias que habían sido impresas37, explicándose así la rareza e imperfecciones de la relación
estampada en lengua española.
Los festejos por la elección del rey de Romanos tuvieron el paradójico contrapunto de la
llegada, casi inmediatamente después que los regocijos hubieran finalizado, de la noticia que
confirmaba la muerte del emperador Fernando II38. Los mismos diplomáticos que habían im-
pulsado las celebraciones tuvieron entonces que vestirse de luto, aunque toda aquella acción
simbólica cobró verdadero y más profundo sentido ante el inminente ascenso al trono imperial
de Fernando III.
Hubo al menos otra importante celebración organizada por el marqués antes del fin de su
embajada romana. A mediados del mes de noviembre de 1638, durante tres noches consecutivas,
36
Ibid.: “Si diede all’hora principio alli festosi scherzi de’fuochi artificiali di quest’altra machina [il Castello] (...) Alle
furie finalmente del grande incendio si spaccò quella rocca, e discoprissi un Torrione, il quale, secondo il disegno dell’In-
gegneri, doveva in diverse guise con le sue artificiose fiamme dar piacere al popolo, doppo d’essersi spaccato il Castello;
mà il fuoco, ò vero per ambitione di celebrare più per tempo le glorie del nostro Rè, ò vero per non potere sopportare
freno, avidissimo di farsi più grande, e più glorioso, fece le sue feste, e nella sua natura convertì quanto di alimento nel
Torrione gli era stato apparecchiato, mentre, che intiero fulmina il gran Castello, doppo si aperse il Torrione, e si come
anticamente nell’altra Troia da un grande Cavallo erano usciti huomini armati, per distruggere quella città, così da’questo
Torrione venne alla luce un Cavallo, in cui sedeva il nuovo Rè, non per la destruttione, mà per la difesa de’popoli à lui
felicemente soggetti: nel pidestallo nel quale posava il cavallo, vi era una bellissima inscrittione. Era il Rè guarnito di
armi bianche lucentissime con una ricchissima banda à traverso, dimostrava nel volto una maestà veramente regale, nel
capo teneva una corona, che pareva arrichita di fiammegianti piropi. In mano portava il bastone di commando, à questa
vista l’Aquila, che nel mezo della piazza era sostenuta in alto, si riempì tutta di luce (...) [Il Rè] s’incaminò per la piazza
verso il Palazzo del Signor Ambasciatore non solamente con allegre acclamationi dell’infinita moltitudine, che gridava
Viva il Rè de’Romani, mà etiando con sommo piacere di molti cardinali, & altri Principi, che nel Palazzo di sua Eccellenza
dimoravano, gli vennero incontro molti con torcie, e crescendo l’allegrezza, e radoppiandosi il grido entrò nel Palazzo del
Signor Ambasciatore, il quale si come già prima teneva il gran Rè de’Romani scolpito nel suo generoso petto, così hora
con sommo suo piacere, e con festa di tutta Roma gode di haver accolta ambitiosamente la di lui statua nella propria casa
(...) Di Roma li 10 febraro 1637”.
37
BAV, Ottob. Lat. 3340, I, fol. 87v. Roma inicios de marzo de 1637: “Il Marchese di Castel Rodrigo seguita tutta-
via à stare disgustato circa il non haver voluto il Padre Maestro del Sacro Palazzo lasciar stampare le feste fatte da S.Ecc.za
in quest’occasione dell’elettione del Rè de Romani con quella parola Legatus et alcune che se n’erano date fuori. L’Amb.
re hà procurato rihaverle tutte dichiarandosi molto offeso di questo fatto”.
38
G. Gigli, Diario di Roma, Roma, 1994, I, p. 293. Roma, marzo de 1637: “Non erano ancor finite le feste, et
l’allegrezze per la elettione, et coronatione del novo Re de’Romani, quando al primo di marzo giunse la nova a Roma che
era morto l’Imperatore suo Padre Ferdinando Augusto, Secondo di questo nome, onde restò Imperatore Ferdinando III
il Decimo terzo imperatore di Casa di Austria”. BAV, Ottob. Lat. 3340, I, fol. 100r. Roma, 21 de marzo de 1637: “Il Sig.
r Pnpe di Bozzolo Amb.re Cesareo, et l’Ambri di Spagna, con Mons.r Motmanno, si sono vestita di lutto, con tutte le
famiglie per la morte dell’Imperatore”.

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MECENAZGO Y REPRESENTACIÓN DEL MARQUÉS DE CASTEL RODRIGO...

hubo fuegos artificiales e iluminaciones como signo de regocijo por el nacimiento de una infanti-
ta de España39. También en Nápoles, como era preceptivo, el virrey Medina de las Torres celebró
de manera espléndida aquel gozoso acontecimiento40.

El mecenazgo de Castel Rodrigo en los conventos e iglesias de Roma

Un rasgo singular de la acción como mecenas del marqués de Castel Rodrigo durante su em-
bajada en Roma fue aquel que le llevó a proteger y contribuir a la construcción de dos de los con-
ventos vinculados con España que había en la Urbe, San Isidoro al Monte Pincio y San Carlino
alle Quattro Fontane. Esa protección no respondió a una estrategia de patronazgo impulsada por
la corona, sino a la voluntad personal del mismo Castel Rodrigo, que fue hombre de profundas
y sinceras convicciones religiosas.
Al menos dos de los embajadores que precedieron a Castel Rodrigo en Roma, los duques de
Pastrana y de Alcalá, habían ejercido su mecenazgo en el convento de franciscanos de San Isidoro
en el Monte Pincio, fundación que fue instituida en 1621 para albergar a un grupo de religiosos
españoles y más tarde traspasada a la comunidad irlandesa. Pese a que en época de Castel Rodrigo
el convento ya estaba habitado por los frailes irlandeses, el embajador continuó esta tradición de
mecenazgo diplomático, hecho que puede explicarse por estar el convento bajo la protección del
rey de España. También parece que influyó el encuentro que el marqués tuvo con el carismático
padre irlandés Lucas Wadding, por entonces residente en el convento, quien se dirigió a él en
lengua portuguesa. Wadding probablemente le involucraría en la campaña de mejoras arquitec-
tónicas que él mismo había emprendido después de 1627, y seguramente también le convencería
para que patrocinase parte de la edición de la monumental crónica franciscana que el irlandés
coordinaba, los Annales Minorum.
El deseo de protección y ayuda del marqués se hizo tangible en la financiación de un nuevo
claustro con dos alturas, el llamado claustro “waddingiano”, que consta de refectorio, cocina y
capítulo en el piso bajo y de un dormitorio con 21 celdas en el alto, realizado eso sí de manera
austera, distando del alto tono arquitectónico que solía caracterizar las fundaciones romanas. Lo
sustancial de la obra estaba terminado en 1633, por lo que Castel Rodrigo habría confirmado la
financiación del nuevo cuerpo del convento muy poco después de su llegada a Roma41.
La relación de Castel Rodrigo con el otro convento, San Carlino alle Quattro Fontane, no
tenía antecedentes –al menos hasta donde se sabe– en la acción de los embajadores que le prece-
39
BAV, Ottob. Lat. 3341, II, fol. 399r. Roma, 13 de noviembre de 1638: “L’Amb.ri dell’Imp.re et del Rè Catt.co
con quello del Ser.mo G. Duca, et altri Pnpi., et S.ri affettionati alla Ser.ma Casa d’Austria martedi sera et le 2 seguenti
fecere pubbliche allegrezze di fuochi, et luminarij per la nascita della Ser.ma Infantina di Spagna nata ultimamente”.
40
Véase al respecto la Relatione delle feste fatte in Napoli dall’Eccellen.mo Signor Duca di Medina de las Torres vicerè
del Regno per la nascita della Serenissima Infanta di Spagna, Nápoles, 1639. Citado por F. Mancini, Feste ed apparati civili
e religiosi in Napoli dal Viceregno alla capitale, Nápoles, 1968, p. 264.
41
P. Varela Gomes, “Damnatio Memoriae. A arquitectura dos marqueses de Castelo Rodrigo”, en J. L. Colomer
(coordinador), Arte y diplomacia de la Monarquía Hispánica durante el siglo XVII, Madrid, 2003, pp. 351-376, en especial
pp. 357-358. También se han ocupado de la historia constructiva del convento G. Clearly O.F.M., Father Luke Wadding
and St. Isidore’s College in Rome. Biographical an Historical Notes and Documents, Roma, 1925 y P. Conlan, Saint Isidore’s
College in Rome, Roma, 1982.

705
David García Cueto

dieron en el cargo. Aquel vínculo hubo de nacer, como ya se ha propuesto, por la relación que
don Manuel mantuvo con el padre fray Tomás de la Virgen, que por entonces residía en la fun-
dación42. Fue muy probablemente aquella amistad la que le llevaría a convertirse en mecenas de
las obras de reedificación del convento, proyecto que fue encomendado a una de las figuras más
sobresalientes del panorama romano del siglo XVII, el arquitecto Francesco Borromini.
En un revelador y valioso documento conservado en el archivo de San Carlino, el llamado
Libro della fabrica, redactado en su mayor parte entre 1650 y 1655 por el procurador general del
convento fray Juan de San Buenaventura en lengua italiana, se detallan con pormenores las fases
constructivas del edificio, desde 1610 hasta 165543. Las obras del actual convento se iniciaron
en 1634, cuando se comenzó el cuarto del dormitorio, y duraron hasta 1641, cuando se acabó
el interior de la iglesia. En aquellos tiempos fue fray Juan de la Anunciación, padre general de la
comunidad, quien dedicó grandes esfuerzos a conseguir dinero para la construcción de dormito-
rio, iglesia y claustro. Fray Juan fue el responsable de la elección de Borromini como arquitecto
del nuevo convento, decisión que con seguridad se vio influida por el consejo del cardenal nepote
Francesco Barberini, de quien era confesor44.
Cuando se estaba construyendo el nuevo cuarto, don Manuel visitó las obras, justo en el
momento en que se cerraba la bóveda del refectorio. Fue entonces cuando se ofreció a pagar el
resto de los trabajos en curso, cuyo presupuesto ascendía a una cantidad de 2.363 escudos. Pese
a hacer realidad aquel ofrecimiento, Castel Rodrigo pidió que no se colocaran sus escudos en
ninguna parte del convento, conformándose con un recordatorio escrito en las celdas que dijera
Ora pro benefactore. Con esta y otras ayudas del marqués, se forjó una excelente relación con la
comunidad de religiosos, que le nombró su benefactor45, pero, sobre todo, comenzó su amistoso
vínculo con Francesco Borromini, que le propiciaría contar más adelante con los servicios del
arquitecto en sus proyectos personales.
Todavía a finales de 1639, Castel Rodrigo volvió a intervenir a favor de la conclusión de las obras
de San Carlino. Fu entonces cuando el marqués se ofreció a donar una importantísima cantidad
para que se pudiera realizar la fachada de la iglesia, que él quería ver rematada con toda suntuosidad.
No se llegó a hacer efectiva nunca aquella donación a causa de su salida de Roma en 1641, siendo la
fachada terminada sólo en la década de los sesenta por mano del sobrino de Borromini, Bernardo.
Un interesante testimonio del que fue durante muchos años secretario de Castel Rodrigo, el tam-
bién portugués Manuel de Faria y Sousa, desvela cuál pudo ser el motivo de aquella generosidad que

42
P. Varela Gomes, op. cit., p. 356.
43
El primer historiador en estudiar y transcribir parte de este libro fue O. Pollak, Die Kunsttätigkeit unter Urban
VIII, Viena- Augsburgo- Colonia, 1928. Dedicó un importante ensayo a la relación de Borromini y Castel Rodrigo,
basándose también en este libro, R. Wittkower, “Il Marchese di Castel-Rodrigo ed il Borromini”, en Studi sul Borromini.
Atti del Convegno promosso dall’Accademia Nazionale di San Luca, Roma, 1967, vol. I, pp. 40-43. Más recientemente
han emprendido el estudio íntegro del libro J. M. Montijano y F. J. Moreno Fernández, “Francesco Borromini y su obra
de San Carlino alle Quattro Fontane. Primera aproximación al proyecto y al Libro della Fabrica”, en Figuras e imágenes
del Barroco. Estudios sobre el barroco español y sobre la obra de Alonso Cano, Madrid, 1999, pp. 169-191. No obstante, el
estudio de referencia sobre la relación del arquitecto y el diplomático continúa siendo el de J. Connors, “Borromini and
the Marchese di Castel Rodrigo”, The Burlington Magazine (Londres), 133, 1991, pp. 434-440.
44
J. M. Montijano y F. J. Moreno, op. cit., p. 180.
45
Ibid., p. 188.

706
MECENAZGO Y REPRESENTACIÓN DEL MARQUÉS DE CASTEL RODRIGO...

el marqués derrochó con ambos conventos romanos. Al parecer, cuando se encontraba en Génova du-
rante el viaje que desde Madrid le había de conducir hasta Roma, hizo promesa de edificar un monas-
terio. Consta que impulsó de algún modo las obras del convento de carmelitas descalzos de la capital
ligur46, pero puede que no creyera satisfecha su promesa con aquella intervención y que aún sintiera la
obligación de promover o ayudar a otras fundaciones para darla enteramente por cumplida.
De hecho, puede constatarse que su acción como mecenas en Roma fue más allá de estos dos
conventos, constando que también favoreció a algunas iglesias de la ciudad. En 1639 escribió
al consejo de Estado sugiriendo que sería de interés para la monarquía potenciar el culto de san
Hermenegildo en Roma, al tiempo que planteaba la posibilidad de dedicarle una capilla en la
iglesia nacional de San Giacomo en Piazza Navona47. Persuadido seguramente por el cardenal
Borja, miembro por entonces del consejo, Felipe IV ordenó sin embargo no que se construyese
aquella capilla, sino que se dignificase la tumba del apóstol San Felipe en la basílica dei Santi Apos-
toli48. La basílica y la plaza homónima, abierta ante la misma, eran lugares muy relacionados con
la vida española en Roma, ya que diversos cardenales nacionales eligieron alguno de los palacios
circundantes como su lugar de habitación en la Ciudad Eterna.
La basílica dei Santi Apostoli no presentaba por entonces una decoración interior especialmente
rica. El presbiterio había sido pintado al fresco por Melozzo da Forli, y algunas capillas ofrecían un
cierto interés, pero su aspecto de conjunto debía parecer demasiado austero, si no pobre, en com-
paración con otras de las grandes basílicas de Roma. Aunque no está documentado, es probable
que se relacione con el regio deseo el encargo al escultor Domenico Guidi de dos tondos en los
que se representan a los apóstoles Felipe y Santiago el Menor –también allí sepultado–, los cuales
en su momento se colocaron en el altar mayor, encontrándose hoy en el pórtico de la basílica49. La
intención última de aquella acción desde luego era la de magnificar la figura del apóstol San Felipe,
que ya había dado nombre a tres de los reyes de la rama española de la Casa de Austria.
Durante su estancia romana, el marqués debió de establecer una relación muy estrecha con
la iglesia de San Lorenzo in Lucina. Se ha visto cómo en alguna ocasión don Manuel residió por
un breve periodo en las inmediaciones del templo, al que al parecer consideraba su parroquia.
Estas circunstancias explicarían la generosa donación que el embajador hizo en agosto de 1638 a
esa iglesia, consistente en un magnífico busto relicario de plata dorada que representa a San Lo-
renzo50, santo titular de la parroquia al tiempo que figura llena de significaciones para la Casa de
Austria. El busto, por fortuna hoy día conservado (fig. 2), puede contemplarse en el altar mayor
de la iglesia a los pies del Cristo crucificado de Guido Reni.

46
P. Varela Gomes, op. cit., p. 356.
47
El profesor Fernando Marías, en el ensayo que presenta en este mismo volumen, considera cierta documentación que se
refiere a aquella propuesta, distinta a la que yo he consultado en la elaboración de este trabajo. Queda como una sugerente in-
cógnita si el marqués había pensado en el mismo Francesco Borromini para la realización de aquella capilla en San Giacomo.
48
Archivo General de Simancas (AGS), Estado, 3004, sin foliar.
49
Sobre estos tondos, véase O. Ferrari y S. Papaldo, Le sculture del Seicento a Roma, Roma, 1999, pp. 50-51, con
bibliografía precedente.
50
BAV, Ottob. Lat. 3338, III, fol. 678rv. Roma, 18 de agosto de 1632: “Il Marchese di Castel Rodrigo Amb.re Catt.
co martedi dopo pranzo andó con nobilissimo corteggio à restituire la visita all’Amb.re del Gran Duca, et il d.o Amb.re
Catt.co nel medesimo giorno mandò à donare alla Chiesa di San Lorenzo in Lucina sua Parochia una testa d’argento con
il busto d’esso santo, del quale si celebrava la festa, acciò vi si porglino delle sue reliquie”.

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David García Cueto

Anónimo. San Lorenzo. Roma, iglesia de San Lorenzo in Lucina

Ciertas evidencias documentales, aún no del todo contrastadas, hacen suponer que don
Manuel pudo ejercer su mecenazgo en otras iglesias de la ciudad de Roma con las que estuvo
relacionado durante su embajada. Eran éstas la de San Pietro in Montorio, Santa Teresa en la
Via Pia –hoy desaparecida– y la de la comunidad portuguesa en Roma, San Antonio, donde al
parecer intervino tomando decisiones sobre su construcción, que por entonces aún se llevaba
a cabo51.

El encargo y adquisición de pinturas para Felipe IV

Es un hecho bien conocido, aunque no tan bien documentado, cómo a lo largo de la déca-
da de 1630 llegaron a Madrid desde Italia un enorme número de pinturas destinadas a ador-
nar el recién inaugurado real palacio del Buen Retiro. El estado actual de las investigaciones
permite afirmar que aquella gran operación de encargo de obras de arte a algunos de los más
importantes pintores por entonces activos en Italia fue el resultado de la acción conjunta de
dos relevantes diplomáticos, el virrey de Nápoles conde de Monterrey y el embajador marqués
de Castel Rodrigo.
Entre Roma y Nápoles, con artistas originarios de ambas ciudades o residentes en ellas,
se realizaron varias series de importantes pinturas, entre las que se contaba una dedicada a la
Roma antigua, otra a la vida de San Juan Bautista, otra con santos anacoretas y un ciclo de más
51
El profesor Gaetano Sabatini, en el ensayo que publica en este mismo volumen, documenta e ilustra la interven-
ción de Castel Rodrigo en las obras de la iglesia de San Antonio dei Portoghesi.

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MECENAZGO Y REPRESENTACIÓN DEL MARQUÉS DE CASTEL RODRIGO...

de veinte paisajes. Las tres primeras series las encargó el conde de Monterrey, bien directamente
a artistas residentes en Nápoles, bien a algunos que vivían en Roma, valiéndose en el caso de
estos últimos del agente Juan Rubio de Herrera52. En la Ciudad Eterna, Castel Rodrigo encargó
las pinturas de paisaje, sirviéndose como intermediario del flamenco Enrique Van Vluete o de
la Plutt53.
Aunque la finalidad de estos encargos era una sola, el adorno del nuevo palacio del Buen Reti-
ro, no parece que respondieran a un plan preconcebido desde Madrid e impuesto por orden regia
a los representantes del monarca en Italia, al menos en un primer momento. Ciertos testimonios
apuntan que Monterrey envió a Madrid las pinturas que había encargado como un regalo a Felipe
IV, tal vez motivado por su deseo de congraciarse con el monarca. Los cuadros de Castel Rodrigo,
sin embargo, no fueron un presente del embajador. Las cuentas de la embajada, estudiadas por
Brown y Elliot, ponen de manifiesto que aquel encargo se realizó con dinero de la corona. Por
tanto, puede afirmarse que, al menos en lo que respecta a las pinturas de paisaje, sí que debió
haber una orden expresa del monarca para llevarlas a cabo.
Otro síntoma de la falta de coordinación entre los dos diplomáticos es la competencia que
mantuvieron por encargar pinturas en Roma, evidenciada en una reveladora carta que un agente
romano de Niccolò Ludovisi, príncipe de Piombino, dirigió a su señor el 29 de marzo de 1640,
en la que afirmaba: “es bien cierto que Don Henrique de la Flut, nuestro amigo, ha quedado muy
disgustado porque el Sr. Duque de Medina ha mandado aquí al Cav. Cosimo, del que se dice
que lleva también el encargo de mandar hacer paisajes, pero no se si encontrará pintores porque
todos trabajan por orden del dicho D. Henrique para servicio de Su Majestad”54. En efecto, no
sólo Castel Rodrigo suministró pinturas de paisajes para la decoración del nuevo real sitio, sino
que también Monterrey hizo llegar, incluso en fechas tan anteriores como 1633, obras de este
género con el mismo destino.
Al margen de la aparente pugna entre los dos diplomáticos por conseguir obras para Felipe
IV, la carta antes mencionada demuestra que muchos artistas romanos estaban trabajando acti-
vamente para satisfacer el encargo de Castel Rodrigo en los primeros meses de 1640, aunque ya
entre el 28 de octubre de 1638 y el 17 de enero de 1639 habían sido pagados veinticuatro paisajes
para ser enviados al rey55.
El inicio de los encargos de Castel Rodrigo, o al menos de la parte más sustancial, muy
probablemente tuvo lugar en 1637, año en el que consta que recibió una importante financia-
ción suplementaria por parte de la corona. Seguramente para permitirle poder hacer frente a esa
operación, Felipe IV concedió al marqués a finales de 1637 una ayuda de costa extraordinaria de
6.000 escudos anuales, que venían a sumarse a otros tantos que ya tenía asignados, con los cuales,
52
Sobre las pinturas encargadas por Monterrey, véase A. Úbeda de los Cobos, “El ciclo de la Historia de Roma
antigua”, en El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, catálogo de exposición, Madrid, 2005, pp. 169-240.
53
El más reciente estudio sobre estos paisajes es el de G. Capitelli, “Los paisajes para el palacio del Buen Retiro”, en
El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, catálogo de exposición, Madrid, 2005, pp. 241-284.
54
Publicada por A. Anselmi, “Arte, politica e diplomazia: Tiziano, Correggio, Raffaello, l’investitura del Piombino e
notizie su agenti spagnoli a Roma”, en The Diplomacy of Art. Artistic Creation and Politics in Seicento Italy, Milán, 2000,
pp. 101-120, en particular p. 111.
55
J. Brown y J. H. Elliott, “The Marquis of Castel Rodrigo and the landscape paintings in the Buen Retiro”, The
Burlington Magazine (Londres), 129, 1987, pp. 104-107.

709
David García Cueto

según afirman los avisos de Roma, podría saldar sus deudas con varios “mercaderes y artesanos”
que trabajaban a su servicio56.
Para realizar la serie trabajaron en Roma los maestros Claudio de Lorena57 y Nicolás Poussin,
junto con los ayudantes de ambos talleres: Jan y Adrien Both, y Herman van Swanevelt58, del de
Lorena, y Gaspard Dughet y Jean Lemaire, del de Poussin. Es significativo constatar cómo uno
de estos artistas, Claudio de Lorena, trabajó también para el marqués grabando los aguafuertes
de las fiestas dedicadas al rey de romanos, aunque no puede por ahora afirmarse si aquel encargo
lo recibió antes o después de comenzar a pintar los paisajes.
El análisis minucioso por parte de Maurizio Fagiolo de una de las pinturas entonces realiza-
das, el San Pablo eremita en la Tebaida de Jean Lemaire, ha desvelado que la obra está fuertemente
impregnada de la cultura anticuaria que fascinaba a algunos relevantes personajes de la corte
pontificia de entonces, como el mismo cardenal nipote Francesco Barberini59. Ese mismo gusto
erudito se aprecia en este bello lienzo evocador del entierro de Santa Serapia (fig. 3), debido a
los pinceles de Lorena, y en tantos otros de los paisajes entonces enviados a Madrid. La serie del
Buen Retiro encarnaba en efecto algunos de los valores dominantes en la pintura romana de las
décadas centrales del siglo XVII, brillantemente compendiados por Francesco Solinas en su tra-
bajo sobre el Stile Barberini60.
Los envíos a Madrid de las pinturas encargadas por Castel Rodrigo tuvieron lugar al menos en
dos momentos, uno en 1639, cuando viajan a España veinticuatro paisajes, y otro casi al final del
embajada, ya en 164161. Para tal misión, el marqués se valió una vez más del agente Enrique de la
Plutt, quien acompañó los paisajes en sus dos viajes a España62. El episodio del encargo de paisajes
por parte del embajador en Roma dista de ser un hecho secundario, constituyendo según Giovan-
na Capitelli, “el más amplio y articulado encargo europeo de pintura de paisajes del siglo XVII”.
Al margen del fabuloso encargo de paisajes a los principales pintores de este género por en-
tonces activos en Roma, Castel Rodrigo adquirió para Felipe IV con fondos de la corona algunos
lienzos importantes que habían pertenecido al cardenal Desiderio Scaglia. El cardenal falleció a
finales de agosto de 1639, negociándose la compra de aquellas pinturas con sus herederos. Desde
Roma, los lienzos fueron enviados a España, habiendo sido identificados varios de ellos en el
Museo del Prado y en las colecciones del Patrimonio Nacional63.

56
BAV, Ottob. Lat. 3341, I, fol. 1v. Roma, 2 de enero de 1638: “(...) Questo Amb.re straordinario di Spagna hà
ricevuto dal suo Rè un aiuto di costa di 6 milla scudi l’anno che con altri 6 milla che l’istesso Amb.re tiene del suo potrà
per l’avvenire sgravarsi delli debiti fatti con alcuni di questi mercanti, et Artegiani”.
57
Sobre las obras entonces realizadas por Lorena, véase J. J. Luna, Claudio de Lorena y el ideal clásico de paisaje en el
siglo XVII, catálogo de exposición, Madrid, 1984.
58
Sobre las obras de Swanevelt en la colección real, véase el importante trabajo de E. Galera Mendoza, “Herman van
Swanevelt y la pintura de paisaje en la colección real española del siglo XVII”, Goya (Madrid), 280, 2001, pp. 21-29.
59
M. Fagiolo dell’Arco, Jean Lemaire, pittore antiquario, Roma, 1996, pp. 97-116.
60
F. Solinas, “La pittura filosofica e la nascita dello stile barberini”, en S. Schütze (coord.), Estetica Barocca, Roma,
2004, pp. 241-262.
61
G. Capitelli, op. cit., p. 245.
62
A. Úbeda de los Cobos, op. cit., p. 21.
63
F. Rangoni, “In communis vita splendidus et munificus. La collezione di dipinti del cardinale di Cremona Desiderio
Scaglia”, Paragone Arte (Florencia), 52, 2001, pp. 47-100.

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MECENAZGO Y REPRESENTACIÓN DEL MARQUÉS DE CASTEL RODRIGO...

Claudio de Lorena. Paisaje con el entierro de Santa Serapia. Madrid, Museo del Prado

Los asuntos artísticos de índole privada

Resulta lógico suponer que del contacto, aún cuando indirecto, con muchos de los principa-
les artistas que residían en Roma en la segunda mitad de la década de los treinta, nacería un cierto
interés en el marqués de Castel Rodrigo por las obras que éstos realizaban. A su salida de Roma
llevaría consigo muy probablemente un cierto número de cuadros de los mismos maestros que
durante su embajada habían trabajado para el rey de España. Por desgracia, el desconocimiento
–al menos por el momento– de los inventarios de su colección impide detallar cuántos y cuáles
fueron aquellos cuadros. Tampoco el análisis de la pinacoteca de su hijo y heredero del título, el
tercer marqués don Francisco de Moura, viene a arrojar mucha luz sobre esta cuestión. El inven-
tario de su importante colección –nada menos que 576 obras– fue redactado tras su muerte en
1675 por el pintor Francisco Rizi, quien describió las pinturas de una manera sumamente vaga
y sin referir casi ninguna autoría. No obstante, en la pinacoteca de don Francisco pueden distin-
guirse una serie de pinturas que con gran probabilidad fueron reunidas por su padre durante su
embajada en Roma. En el inventario se mencionan, entre otras, una vista del Castel Sant’Angelo,
“otra pintura de la elección del Rey de Romanos”, un retrato de Urbano VIII, una Virgen del
Popolo, y unas sorprendentes “once pinturas con diferentes fuentes de Roma, una que sale el agua
de tres peñascos”. Hay que señalar que excepto la del Castel Sant’Angelo, estas pinturas figuran
entre las de más baja tasación de la colección, habiendo en la misma algunas que alcanzaron la
astronómica cifra de 3.000 reales64.
64
J. L. Barrio Moya, “Las colecciones de pintura y escultura de don Francisco de Moura, tercer marqués de Castel
Rodrigo (1675)”, Academia (Madrid), 82, 1996, pp. 295-332.

711
David García Cueto

Ya en el testamento que el marqués dictó en 1630, antes de su partida para Roma, hacía ex-
plícito su deseo de crear un panteón familiar para dos de sus abuelos, sus padres, dos de sus hijos
fallecidos, su esposa y él mismo en la iglesia lisboeta de Sao Bento. En todos ellos, debían figurar
las armas de la familia y la correcta identificación de cada uno de los allí sepultados. Responderían
a un mismo modelo, variando por tanto sólo los elementos identificadores de cada miembro de la
estirpe. Una vez en la Ciudad Eterna, Castel Rodrigo inició los trámites necesarios para que aquel
deseo se materializara, encargándole el diseño arquitectónico del panteón a Francesco Borromini
–tal como el mismo artífice reconoce en la dedicatoria de su Opus Architectonicum65– y el de las
tumbas al escultor François Duquesnoy.
El proceso de creación de este panteón familiar debió de resultar sumamente complejo,
tanto por el envío de las tumbas desde Roma a Lisboa –parte de este proceso ya se había llevado
a cabo en 1636, como pone de manifiesto una conocida carta del conde de Monterrey– como
por la separación de Portugal de la corona española a principios de la década de los cuarenta.
De esta manera, en un codicilo a su testamento, el marqués declaraba en 1651 que parte de los
sepulcros todavía se encontraban en el puerto de Livorno a la espera de ser embarcados para
Lisboa66. La narración de Giampietro Bellori, principal fuente relativa a este encargo, afirma
que a Duquesnoy se debió el diseño de estos mausoleos, y que la ejecución de los mismos se
realizó en Roma, aunque no llega a aclarar si el maestro llevó a cabo el proceso material de
esculpirlos67.
También prestó atención desde Roma Castel Rodrigo a los trabajos de mejora que había
iniciado en 1631, antes por tanto de su venida a Italia, en la quinta de Queluz, una propiedad de
la familia situada en las afueras de Lisboa. En varias cartas que desde Génova y Roma el marqués
envió a uno de sus procuradores en Portugal, el conde de Portalegre, entre 1632 y 1634, daba
instrucciones precisas sobre las reformas que debían de llevarse a cabo en Queluz, remitiendo in-
cluso una planta –no si sabe si hecha en Roma o rectificada sobre una enviada desde Lisboa– para
el jardín que allí se había de hacer68.

Diplomacia femminile

Prácticamente ignorado ha permanecido el papel que las esposas de los embajadores, las
embajatrices, pudieron desempeñar en el panorama social y cultural de la Roma del siglo XVII.
No todos los embajadores de España durante el reinado de Felipe IV se hicieron acompañar
por sus cónyuges, circunstancia debida desde luego a múltiples motivos, pudiéndose recuperar
algunas noticias de aquellas que sí estuvieron en la corte pontificia junto a sus maridos. Varios
testimonios referidos tanto a estas mujeres como a las virreinas de Nápoles –fueron más de

65
F. Borromini, Opus Architectonicum, Roma, 1725, pp n/n. Dice Borromini en este prólogo, dedicado al mismo
marqués de Castel Rodrigo: “per esperienza nel tempo che fui onorato di servirla in questa città, nel disegno della regia
fabrica cominciata da’suoi antenati e dei sepolcri dei suoi eroi, conobbi che mi amava più da figlio che da servo”.
66
J. Connors, op. cit., pp. 437-439.
67
M. Boudon-Machuel, François du Quesnoy, 1597-1643. París, 2005, pp. 156-168 y 338, resume esta cuestión.
68
Analiza esta cuestión de manera pormenorizada P. Varela Gomes, op. cit., pp. 360-365.

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MECENAZGO Y REPRESENTACIÓN DEL MARQUÉS DE CASTEL RODRIGO...

una las damas que desempeñaron ambos papeles a lo largo de la centuria– demuestran que la
consideración que de ellas se tuvo era cambiante, dependiendo desde luego de sus cualidades
personales y del acierto o desacierto de su acción. Así, la condesa de Olivares, madre del omni-
potente don Gaspar de Guzmán, se ganó el apelativo de “santa condesa”, mientras la mujer del
conde de Castrillo, durante su etapa como virreina de Nápoles, era tildada de “bodegonera” de
la peor especie. Las personalidades extremas de estas dos mujeres dibujan el panorama habitual
en el que estas damas se desenvolvieron, marcado por las prácticas devotas y también por los
oropeles de la vida aristocrática.
Aunque discreta, las embajatrices ostentaron cierta responsabilidad diplomática, casi
siempre en el ámbito femenino constituido por las otras esposas de embajadores residentes en
la ciudad, las damas de la familia del papa y otras ilustres aristócratas de la sociedad romana.
El papel de las mujeres en la vida de la ciudad se vio sin duda potenciado durante el pontifi-
cado de Inocencio X, cuando la enérgica Olimpia Maidalchini tomó las riendas de numerosos
asuntos de la corte pontificia69, si bien doña Leonor no llegó a vivir aquella etapa. A la mar-
quesa correspondió, por ejemplo, devolver la visita a la embajatriz de Francia en 1632, tras
su llegada a Roma, movilizándose para ello un gran cortejo70. En 1637, cuando en Roma se
temía por la salud del papa Urbano, fue también ella la encargada de viajar sin su marido –que
debía permanecer en la ciudad en prevención del eventual fallecimiento del pontífice– hasta
Génova, para encontrarse allí con su cuñada la duquesa viuda de Alcalá, quien había empren-
dido viaje a Sicilia con el fin de reunirse allí con su hija la duquesa de Montalto, por entonces
virreina de la isla71.
Algunos eventos de la vida romana contaron con la presencia de doña Leonor. Así, consta
su asistencia a los festejos extraordinarios que con motivo del carnaval, se celebraron a finales de
febrero de 1634 en la Piazza Navona72. No obstante, las apariciones públicas de la marquesa no
debieron de ser muchas, y en su mayor parte estarían ligadas más bien a las prácticas devotas de
la corte pontificia.
Un aspecto de sumo interés, aunque extremamente difícil de indagar por la escasez de testi-
monios que de él pueden recavarse, es la participación de las embajatrices en los círculos literarios
eruditos que proliferaron en Roma a lo largo del siglo XVII. Por fortuna, sí que consta que la

69
Sobre la acción de Olimpia Maidalchini, puede consultarse la bella biografía de D. Chiomenti Vassalli, Donna
Olimpia o del nepotismo nel Seicento, Roma, 1979.
70
BAV, Ottob. Lat. 3338, III, fol. 669v. Roma, 7 de agosto de 1632: “Questa Ambasciatrice di Spagna Domenica
sera andò con nobil corteggio à restituire la visita à quella di Francia, la quale con tal occasione fece dare lautissima cola-
tione di confetture, ed altre cose con rifreddi di diverse sorti in gran copia sendosi trattenute insieme quasi sino à 12 hore
di notte, e poi d.a Ambasciatrice di Spagna sene tornò al suo Palazzo nella piazza della Trinità de Monti à lumi di torcie
portate da Paggi, e Palafrenieri d’ambidue questi Ambasciatrici”.
71
BAV, Ottob. Lat. 3340, I, fol. 206r. Roma, 9 de mayo de 1637: “Non è partito il Marchese di Castel Rodrigo
alla volta di Genova per trovare la Duchessa d’Alcala per occasione che hà visto il dubio che si è havuto dalla Salute di
Nro. Sig.re risolse però mandare la Marchesa sua Consorte”. Ibid., fol. 234r. Roma, 6 de junio de 1637: “La Sera di
detto giorno la Marchesa di Castel Rodrigo ritornò qua da’Genova dove hà lasciato la Duchessa d’Alcala sua Cognata
la quale con la prima occas.e di Galera se ne passarà in Sicilia per dimorar appresso la Duchessa di Montalvo sua
figliola V. Regina di quell’Isola”.
72
A. Ademollo, Il carnevale di Roma nei secoli XVII e XVIII. Appunti storici con note e documenti, Roma, 1883,
p. 52.

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David García Cueto

Francesco Ronconi. Frontispicios de sus “Applausi poetici”. Roma, Fondazione Besso

marquesa de Castel Rodrigo hubo de tener contacto, aún cuando circunstancial, con alguno de
los miembros de estos círculos. Sólo así podría explicarse que en 1639 Francesco Ronconi dedi-
case a doña Leonor un volumen de poesías compuestas por diversos e ilustres autores, reunidos
como homenaje a la señora Eleonora Baroni. El libro, de bella edición (fig. 4), se cierra con un
largo poema también dedicado a la marquesa de Castel Rodrigo73.
La falta de salud de doña Leonor fue un continuo quebranto tanto para ella misma como
para su esposo. Con el propósito de buscar la mejoría, ambos cónyuges se desplazaron en algu-
na ocasión de los baños de San Cassiano, siendo también habituales las estancias en Frascati,
donde el aire era más puro que el de Roma74. El agravamiento de su estado durante el verano
de 1640 afligió enormemente a don Manuel, determinándose finalmente la marquesa a viajar
a Nápoles buscando la mejoría en el clima de aquella ciudad. Para tal viaje, el virrey puso a
su disposición no sólo varias galeras75 que la condujeron hasta Portici, donde desembarcó a

73
F. Ronconi, Applausi poetici alle glorie della Signora Leonora Baroni, Bracciano, 1638. Se conserva un ejemplar de
esta rara obra en la biblioteca de la Fondazione Besso de Roma, G.6.H.14. La dedicatoria en efecto se dirige a “l’Illustrissi-
ma et eccellentissima signora, e padrona Colendissima D. Eleonora de Melo, Marchesa di Castel Rodrigo, Ambasciatrice
di S. Maestà Cattolica in Roma”.
74
BAV, Ottob. Lat. 3339, V, fol. 647v. Roma, 7 de septiembre de 1634: “Ritornò qua martedi dalli bagni di
San Cassiano il Marchese di Castel Rodrigo Ambre Catt.co con la S.ra Ambasciatrice sua consorte, la quale hà rice-
vuto gran giovimento da quell’acque, e poi subito le loro ecc.ze passate à godere l’aria di Frascati nella Villa de SS.ri
Aldobrandini”.
75
BAV, Ottob. Lat. 3342, II, fol. 247v. Roma, junio de 1640 “Il S.r Marchese di Castel Rodrigo stà afflittissimo
per lo stato miserabile in che si trova la Marchesa sua moglie, la quale di momento stà di partenza per Napoli, il cui V.Rè
manda alcune galere per esser condotta e levata da questa à quella miglior aria”.

714
MECENAZGO Y REPRESENTACIÓN DEL MARQUÉS DE CASTEL RODRIGO...

mediados de noviembre, sino que una vez que se encontró allí, de su propia cuenta le ofreció
un espléndido alojamiento76.

Las rebeliones de Portugal y Cataluña y el fin de la embajada

El convulso panorama político de la monarquía vino a poner fin a la misión diplomática de


Castel Rodrigo en Roma. La rebelión del reino de Portugal y su definitiva separación del poder
español hicieron que en el escenario romano no resultase aconsejable mantener a un portugués
como embajador, aún cuando su fidelidad a Felipe IV había sido demostrada en numerosas oca-
siones a lo largo de aquellos años al servicio de la Corona.
Pero no sólo en situaciones pasadas, sino también en aquella difícil coyuntura, Castel Rodrigo
se mantuvo firme en su defensa de la monarquía española. Es manifiesto que uno de los intereses
primordiales del nuevo rey del Portugal restaurado, Juan IV, era ser reconocido por los demás
reyes de Europa, resultando de especial importancia en este sentido la posición que el papado
tomase. Por ello, la comunidad portuguesa de Roma intentó a toda costa reivindicar su confor-
midad con el nuevo rey, mostrando la intención de festejar su proclamación en la iglesia nacional
de San Antonio, a lo cual el marqués de Castel Rodrigo se opuso de manera enérgica77. Algo pa-
recido ocurrió con la comunidad catalana en Roma agrupada en torno a la iglesia de Santa Maria
di Monserrato, que tras la revuelta de Cataluña volvió las espaldas al embajador de España para
congraciarse con el de Francia.
El envío de Castel Rodrigo a una nueva y trascendental misión diplomática, la Dieta Imperial
de Ratisbona, fue la maniobra perfecta para poner fin a la acción del marqués en Roma. Tras
su salida de la Ciudad Eterna, don Juan de Chumacero, que había llegado en 1633 junto a fray
Domingo Pimentel en condición de embajadores extraordinarios, quedaría de manera interina al
frente de la embajada. Su hijo primogénito se trasladó entonces a Nápoles para reunirse allí con
la marquesa. Para afrontar los gastos de viaje a Alemania, don Manuel hubo de empeñar la plata
de su casa en los montes de piedad de Roma78. A principios de febrero de 1641 don Manuel se
76
BAV, Ottob. Lat. 3342, III, fol. 480v-481r. Roma, 17 de noviembre de 1640: “Gionse qua Domenica matina
un Corriero al S.r Marchese di Castel Rodrigo Amb.re Catt.co speditoli dalla Marchesa sua Consorte per dargli parte
che alli 9 era felicemente arrivata con le scritte 2 galere napolitane al luogo de Portici 4 miglia distante da Napoli (...)
Le lettere di Napoli delli 10 st.e con il Procaccio confermano che à Portici fosse gionta da Roma la S.ra Marchesa di
Castel Rodrigo, et in suo servitio il V.Rè haveva mandato tutte le cose necessarie per l’allogio, se bene persino all’hora
in Napoli non s’era publicato il suo arrivo per non darli tanta molestia, poiche in un subito vi sarebbe concorsa tutta
quella nobiltà”.
77
BAV, Ottob. Lat. 3343, I, fol. 49r: “Havendo presentito detto Castel Rodrigo che li Preti che governano la Chiesa
di Sant’Antonio de Portughesi susurravano di voler fare qualche segno d’allegrezza per la creatione del nuovo Rè di Por-
togallo, gli à mandato à dire per quell’habito che porta adosso, che con un pugnale in mano andarà di persona à privar di
vita à chi presumerà di fare un minimo atto pregiudicante la Maestà del Rè Catt.co”. Sobre el largo proceso de reconoci-
miento del embajador de Portugal ante el Papa durante el siglo XVII, véase A. Ademollo, La questione dell’indipendenza
portoghese in Roma, 1640-1670, Florencia, 1878.
78
BAV, Ottob. Lat. 3343, I, fol. 49r. Roma, 2 de febrero de 1641: “L’essere stato rimosso da quest’Ambascieria il
Marchese di Castel Rodrigo per ordine espresso del Suo Rè venutoli mercordi sera si è penetrato che la Maestà Catt.ca
tenga bisogno grande di havere un soggetto di si rare qualità che assista à quella Dieta Imperiale di Ratisbona, sendo don
Rodrigo tenuto da quei Principi di Germania in concetto di negotiante schietto senza doppiezza, et arteficio tanto odioso

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David García Cueto

marchó de Roma tras despedirse de Urbano VIII e introducir a Chumacero como nuevo emba-
jador. Al día siguiente partió hacia Nápoles, siendo acompañado hasta las afueras de la urbe por
el cardenal Albornoz, el abad Peretti y el mismo Chumacero79.
La acción del marqués de Castel Rodrigo al frente de la embajada de Felipe IV ante el papa
Urbano VIII Barberini supuso desde el punto de vista cultural la renovación y consolidación de
los modelos de mecenazgo españoles en Roma, así como un brillante episodio en la larga tradi-
ción de representar la imagen del rey de España y de la Monarquía Católica ante los súbditos del
pontífice. Don Manuel de Moura y Corte Real, segundo marqués de Castel Rodrigo, merece por
su acción en Roma, tal vez no siempre acertada pero honesta y espléndida, un lugar no sólo en la
Historia de España, sino también en la de Italia, aunque por entonces ambas eran una sola.

a quella Natione, la quale in detta Dieta fà instanza all’Imp.re che si distacchi dagli interessi de Spagnoli, il che sarebbe
la totale rovina di quella Corona. Resterà in luogo di Dº Rodrigo il Ciumazero, et il Conte di Lumiares figliolo di detto
D.º Rodrigo andarà à starsene in Napoli con la Marchesa sua Madre il qual Rodrigo intendesi che lasci debito di 30 mila
scudi, et hora impegna tutti li suoi argenti per valersene in Germania”.
79
Roma, 9 de febrero de 1641. BAV, Ottob. Lat. 3343, I, fol. 53rv: “Il Sig.r Marchese di Castel Rodrigo Amb.re Catt.
co Domenica matina fù à baciare li piedi et à licentiarsi da Sua B.ne alla cui audienza introdusse per la prima volta, come
Amb.re del Rè di Spagna residente in suo luogo il Sig.re Don Gio: Ciumazero, al quale la sera precedente consegnò tutte
le scritture dell’Amb.ria per ordine havuto da Sua Maestà Catt.ca e di passarsene plenipotentiario di detta Maestà in Rati-
sbona. Lunedi matina poi il med.o Sig.re Marchese di Castel Rodrigo parti di qua verso Napoli per visitare la Sua Consorte
che ivi si trova per mutar aria, et fu accompagnato fuori per buon pezzo di Strada dall’Em.mo Albornoz, dal Sig.re D. Gio:
Ciumazzero, Sig.re Abbate Peretti, et altri SS.ri andando la sera ad allogiare in Cisterna, dove con gran magnificenza fù
ricevuto dall’Em.mo Caetano, che da alcuni giorni in qua si trova in quel suo luogo, ne per ancora si sapeva che risolutione
dovesse pigliare S.E. visitato che havesse detta Signora Sua Consorte, se debba per la strada d’Abbruzzo passare ad imbar-
care in Ancona per Trieste, overo da Napoli sopra galere andare a Genova, e di la condursi per Terra a Ratisbona”.

716

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