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T e x to s U n iv e rs ita rio s R a m ó n X ir a u

Introducción a la historia
de la filosofía

C O O R D IN A C IÓ N D E H U M A N ID A D E S U N IV E R SID A D N A C IO N A L A U T Ó N O M A D E M É X IC O
P rogram a Editorial M éxico, 2011
P rim era edición: 1964
D ecim otercera edición corregida: 1998
D ecim osexta reim presión
de la D ecim otercera edición: 2011

N ota a l a d é c im a e d ic ió n

En esta décima edición he intentado poner brevemente al día el conte­


nido del libro. Para hacerlo me pareció necesario referirme a tres movi­
mientos especiales desarrollados en los últimos diecinueve y, sobre
todo catorce años; el materialismo de la relación mente-cuerpo; el
estructuralismo; el innatismo nacido de la lingüística de Chomsky. Es­
pero que estas páginas sean útiles para tener una idea general de cada
uno de tales movimientos y lleven a los que lean este libro a más deta­
lladas discusiones.

San Ángel, julio 1987

Ilustración de la p o rtad a : detalle de Bailarina oyendo tocar


el órgano en una catedral gótica (1945) de J o a n M iró

D iseño de p o rtad a : R afael L ópez C astro

D R © 2011 U niversidad N acional A u tó n o m a de M éxico


C iu d ad U niversitaria 3000, Col. C opilco U niversidad,
Del. C oyoacán, 04360 M éxico, D.F.

C O O R D IN A C IÓ N D E H U M A N ID A D E S
P ro g ra m a E ditorial

Im preso y hech o en M éxico

P rohibida la reproducción total o parcial p o r c ualquier m edio, sin la


autorización escrita del titu lar de los derechos patrim oniales.

ISB N 978-968-36-8036-5
IN TRO D U C CIÓ N

Los hombres empezaron por saber que el hombre tenía historia; los
cristianos afirm aron que nuestra vida en esta tierra -v id a de p a s o -
es un transcurso histórico en el cual cada instante es una decisión
radical entre la salvación eterna y la eterna condena. Hem os apren­
dido después que no sólo el hom bre, sino todos los seres vivos
proceden en una historia que es creciente desarrollo, creciente
com plejidad, creciente evolución hacia m ás conciencia; hem os
aprendido, por fin, que no sólo la vida, no sólo el hom bre son
seres históricos. Lo es tam bién el universo, paso de las form as
m ás prim itivas de la preconciencia a la vida, de la vida al pensa­
m iento, del pensam iento a la conciencia. El concepto de historia
se ha extendido a cuanto existe y cuanto existe se ha extendido
m ás allá de la tierra, m ás allá del sistem a planetario, m ás allá de
nuestra galaxia, hasta alcanzar lontananzas im perceptibles, tan
lejanas que se nos antojan infinitas.
Ante este crecim iento del m undo histórico, en el cual estam os
en un estar que es transcurso, el hom bre - y a lo observaba Pascal,
y lo ha vuelto a observar recientem ente Teilhard de C hardin-puede
sentirse perdido. Decía Pascal que som os una nada en com para­
ción con el todo. Pero si el universo ha crecido en grandezas ya
apenas descriptibles, ha crecido tam bién en m inucias ya apenas
observables. Nos rodea lo infinitam ente pequeño -electrones, áto­
mos. fuerzas, energías. Pascal hubiera añadido que som os un todo
por com paración con la nada. M ínim os y grandes, som os seres
que se preguntan por el sentido de su ser. Vemos que los dem ás se
m ueren, nos sabemos destinados a la muerte, nos sentim os en
un m undo que es, en esencia, m isterioso. Ante nuestro propio
m isterio siem pre surge la m ism a pregunta: ¿por qué, por qué la
vida? Y con esta pregunta, una segunda pregunta: ¿para qué, para
qué nuestra vida? Hom bres a la vez perdidos y encontrados en un
m undo que desconocem os, nos vem os llevados por la inquietud.
10 Ramón Xirau Introducción 11

por el desasosiego y por la esperanza. Las preguntas acerca del Esta introducción es, así y al m ism o tiem po, una presentación
sentido de la vida son un hecho. Se las han planteado, desde lo histórica y una presentación tem ática donde los tem as vuelven a
m ás antiguo de la historia, todos los hom bres, se las han plantea­ repetirse, com o tantas nuevas variaciones, en los diversos filóso­
do los poetas, se las han planteado los artistas. Se las plantean, fos, de G recia a nuestros días.
desde que la filosofía es filosofía, los filósofos. ¿Por qué esta presentación histórica? Las razones son varias.
Hay que entender la filosofía com o una cuestión de vida que La prim era de ellas es que hom bre, vida, mundo, son historia. La
es tam bién cuestión de supervivencia más allá de la vida. A la segunda es que la filosofía verdadera es un convivir con el pensa­
pregunta acerca del sentido de la vida, a la necesidad de interro­ m iento pasado, a veces un coincidir con este pensam iento pasado
gam os acerca de nuestro propio m odo de ser para encontrar una y es, sobre todo, respeto por las tradiciones. U na filosofía sin
razón de ser, responde la parte más antigua, tam bién fundam en­ tradición es tan inconcebible com o una vida sin tiem po o una
tal, de la filosofía: la m etafísica. No es de extrañar que la m ayor civilización sin historia. A estas dos consideraciones prim eras y
parte de este libro introductorio se refiera principalm ente a cues­ fundam entales, debem os añadir una tercera que constituye la h i­
tiones de orden m etafísico. Ello no quiere decir que dejem os a un pótesis sobre la cual se fundan nuestros desarrollos. A esta hipó­
lado otros aspectos de la filosofía íntim am ente vinculados a la tesis -q u e no es obligatorio acep tar- y a algunas consideraciones
m etafísica: el m étodo, la teoría del conocim iento, la moral. Y, en y advertencias quiero dedicar las páginas que siguen.
efecto, si nuestras preguntas son de orden m etafísico es necesa­ L a filosofía se presenta com o historia. Ello no quiere decir que
rio, previam ente, saber si es posible conocer, saber si podem os o la filosofía valga solam ente com o hecho histórico y que los pen­
no podem os contestar a las preguntas que nos atosigan. A investi­ sam ientos del pasado sean reliquias más o m enos curiosas. Todo
gar esta posibilidad se dedica el m étodo y la teoría del conoci­ lo contrario. Quiere m ás bien decir que si bien la filosofía se da
miento. Y si la m etafísica no es una pura teoría abstracta -n o en la historia, hay form as de pensam iento que van m ás allá de la
puede, no debe se rlo - está íntim am ente vinculada a la vida; y es historia y, a través de todas las épocas, conservan su validez y su
el fundam ento de nuestro com portam iento, es decir, de nuestra verdad. Podem os, en ciertos casos, sentim os más cercanos de
vida moral. Platón que de Sartre, de san A gustín que de M ax Scheler. Quien
Saber si se puede saber; estableced una m etafísica después de así no lo crea es que en el fondo no piensa que la filosofía es cosa
fundar las bases del saber; establecer una moral, una form a de vida de vida ni que las cosas de vida sobrepasan a una vida particular,
después de haber ordenado el m undo, después de haber hecho del lim itada por un cuerpo, un cerebro, un tiem po y un espacio.
caos un cosm os, tal es la línea general de todo gran pensam iento; La filosofía es, fundam entalm ente, búsqueda de la verdad y
tal es tam bién el plan general que hem os seguido al explicar cada esta búsqueda puede encontrarse en periodos bien definidos del
uno de los filósofos que en este libro aparecen. Y, al hacerlo, no pensam iento occidental. El pensam iento de Occidente, al cual se
prescindim os de la historia ni de los principales tem as de la filo­ dedica este libro por sim ple razón de que es el pensam iento de
sofía. Tratam os de presentar la filosofía en su historia siguiendo nuestro m undo (por la razón tam bién de que el pensam iento
los tres grandes temas -e n realidad un solo tem a v ita l- en todos los de otras civilizaciones no está al alcance de quien esto escribe),
grandes pensadores. Y si algunos de los cam pos de la filosofía - la puede dividirse en tres grandes periodos: el grecorrom ano; el cris­
lógica, la estética principalm ente- aparecen aquí apenas esboza­ tiano-m edieval, y el renacentista-m oderno. En cada uno de estos
dos, ello se debe a una doble razón. L a teoría del conocim iento, periodos encontram os una evolución similar. En el inicio de ca­
la m etafísica y la m oral constituyen el m eollo de la filosofía; la da uno de ellos (filósofos preplatónicos en Grecia, filósofos ante­
estética y la lógica son ciencias tan especializadas que sería nece­ riores al siglo x ii en el cristianism o, filósofos anteriores a Kant y
sario escribir un libro aparte para tratar con alguna justicia cada a Hegel en el periodo renacentista-m oderno), encontram os siem ­
uno de los cam pos que respectivam ente abarcan. pre una serie de intuiciones que son com o las aguas afluentes que
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habrán de desem bocar en los ríos caudales. En estos periodos m om entos en los cuales todos los acarreos anteriores vienen a
iniciales, los pensadores intuyen la verdad, llegan a ella, pero es­ convergir para pronto dividirse en creencias relativas que se pre­
casam ente la sistem atizan dentro de un todo orgánico y ordena­ tenden absolutas.
do. A estos periodos iniciales siguen periodos de grandes síntesis C laro está que si la filosofía es encuentro con la verdad - l a
que, p o r em plear la palabra m edieval, llam arem os periodos de verdad absoluta que, en últim a instancia, es siem pre relig io sa-,
sum m ae. Estas sum m ae -P la tó n y A ristóteles en Grecia, santo el encuentro habrá de realizarse sobre todo en las sum m ae. Ello
Tomás y Duns Escoto en el siglo xill, Kant y Hegel a fines del no quiere decir que en los filósofos previos a ellas -S ó c ra te s,
siglo xvm y principios del siglo xix- recogen m ucho de los pen­ san A gustín o V ic o - no se perciban encuentros tan verdaderos
sam ientos que los precedieron y añaden a éstos nuevas ideas para y a veces m ás hondos que los que nos dan las sum m ae. N o ex is­
construir sistemas armoniosos donde el mundo aparece claram ente ten aquí preferencias sino hechos y las preferencias dependen
ordenado y jerarquizado. Pero las summae del pensam iento -g r ie ­ de las inclinaciones y éstas de las sim patías y las sim patías de
go, m edieval, m o d ern o - suelen,presentarse cuando ya está a la cada uno pueden estar adheridas a un sistem a o a una intuición,
vista la crisis de la civilización que les dio origen y nacim iento. a una explicación com pleta o a u n a form a m ás bien visionaria.
C uando escriben Platón y A ristóteles se avecina el derrum be del C laro está tam bién que existen grandes síntesis previas a las
Estado-ciudad; cuando escriben santo Tomás o Duns Escoto se grandes sum m ae. A sí en las filosofías de san A gustín, D escar­
avecina la crisis del R enacim iento; cuando escriben Kant y Hegel tes, S pinoza o Locke. Pero estos sistem as previos son, si b ien a
está por salirles al encuentro la crisis más aguda de todos los tiem ­ veces m ás penetrantes que las sum m ae decisivas m ism as, fo r­
pos, la crisis de nuestro tiem po. Surge entonces un tercer perio­ m as aún abiertas al futuro, afluentes m áxim os que d esem boca­
do del pensam iento, un periodo en el cual reina m uchas veces la rán en el río totalizador.
desorientación y reinan tam bién los nuevos deseos de búsqueda y Este concepto de la historia de la filosofía se asem eja a aque­
encuentro. Pero los filósofos de estos periodos -ep icú reo s o es­ lla idea de los corsi e ricorsi que obsesionó a Vico, a principios del
toicos en G recia, nom inalistas a fines de la Edad M edia, hu­ siglo x v m . Y es que, en efecto, al hablar del crecim iento, la m a­
m anistas com o M arx, Com te, o el m ismo N ietzsche a fines del durez y la caída del pensam iento no estam os afirm ando que los
siglo xix- no dejan de buscar el todo, no dejan de pensar que es pensam ientos se acaben en un m om ento dado de la historia para
necesario encontrar soluciones absolutas. Se encuentran, sin em ­ que em piecen nuevos pensam ientos. En realidad todo sucede de
bargo, con fragm entos de realidad y tienden a hacer que estos m anera m ucho m ás com pleja y m ás rica. En el cristianism o y en
fragm entos sean todo el edificio, a hacer que estas partes sean el la Edad M edia están tam bién Platón y A ristóteles; en la filosofía
todo. Así, para E picuro, el placer, que en Aristóteles era una parte m oderna están san A gustín y santo Tomás. Y es que si la verdad
del todo arm onioso de la vida, es toda la vida; para O ckham la es una (la verdad que nos revela el cristianism o) esta verdad no es
ciencia, separada de la fe, se edifica com o un conocim iento autó­ perecedera, sino perm anente. Profetas de esta verdad de C risto
nom o y se instituyen dos absolutos incom unicados e inconcilia­ fueron, según san Justino mártir, Sócrates y Platón; profetas que
bles: el de la ciencia y el de la revelación; para M arx, para Com te. no sabían que eran profetas. Y si alguna validez tiene el pensa­
para Nietzsche, hay que afirm ar el hom bre, pero al hacerlo, se m iento de nuestro tiem po, esta validez está en la verdad, siem pre
niega a D ios - y m áxim a im posibilidad entre todas las im posibili­ renovable en cuanto a las vías del conocim iento, siem pre la m is­
dad es-, se llega a hacer que el hom bre o el superhom bre sean los m a en cuanto verdad.
únicos dioses del hom bre mismo. A los afluentes han seguido N o se acaban las civilizaciones, no son las civilizaciones cotos
los ríos; a los ríos las gotas que se pretenden río y afluente. cerrados. Son, com o diría W hitehead, “inm ensas perm anencias” ,
En resum idas cuentas: los grandes sistem as filosóficos se rea­ inm ensas y vivas. D iríase que de las cenizas de un m odo de vida
lizan en m om entos especialm ente dotados de la historia, estos social renacen, renacen siem pre a fin de cuentas, las m ism as ver­
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dades rem ozadas que han de conducir nuevam ente, continuada­ 6) Q uiero agradecer la posibilidad m ism a de este libro a mis
m ente, a la m ism a verdad. m aestros, principalm ente Joaquín X irau, José G aos y A l­
Tal es la hipótesis central de este libro. No creo que esta hipó­ fonso R eyes; a m is discípulos de la U niversidad de las
tesis deform e a los filósofos aquí presentados que, por otra parte, Am éricas. del Liceo Franco-M exicano y de la U niversidad
podrán ser estudiados al m argen de esta hipótesis m ism a com o N acional A utónom a de M éxico. Unos y otros han sido la
pensadores que dijeron esto o aquello, que concibieron la verdad fuente indispensable para que la filosofía se convirtiera en
de u na o de otra manera. E stablecido este punto, quedan algunos un intercam bio oral, vivo y vigente. Q uiero agradecer, por
com entarios previos que paso a enumerar. fin, la ayuda que me ha proporcionado la Frank B. Jr. Baird
Foundation.
1) Si este libro está escrito en form a histórica no debe ver el
lector en él una historia de la filosofía. Para que lo fuera
sería necesario detallar el pensam iento de todos los filóso­
fos y de todas las corrientes filosóficas. N o encontrará el
lector en las páginas que siguen a todos los pensadores y
ello no porque carezcan de im portancia sino porque aquí
era necesario lim itarse a las corrientes fundam entales del
pensam iento aun a riesgo de que la historia se presentara
sin la continuidad que la caracteriza. V álganos pues este
pecado de omisión.
2) Siem pre que se ha podido se ha indicado la situación social
y la vida cultural de cada época. El lector hará bien en pro­
fundizar, m ediante m ás am plias lecturas, el m undo de cada
filósofo si quiere ver en él no a un ser abstracto, sino a un
ser que vive de su tiem po y en su tiem po, aun cuando m u­
chas veces lo trascienda.
3) C uando el lector tope con algún térm ino técnico puede re­
m itirse al vocabulario que aparece al final del libro (apén­
dice II).
4) C uando el lector quiera ordenar sus pensam ientos y situar­
los dentro de las principales corrientes filosóficas, le reco­
m endam os que se refiera al índice de escuelas y tendencias
(apéndice i).
5) S iem pre que ha existido una buena traducción española
de los filósofos citados, las citas se han hecho por página.
S olam ente se han hecho las citas por párrafo en los tres
casos siguientes: cuando no había traducción española;
cuando la traducción española era débil; cuando los p á ­
rrafos son suficientem ente breves para poder encontrar
en ellos la frase citada.
PRIMERA PARTE

G R E C IA

D e l s i g l o v ii a . C . a l s i g l o iii d e n u e s t r a e r a
I. U n l a b e r in t o , u n e s c u d o y u n a l e y

Situado en el centro de Creta, el palacio de Cnosos, cuya cons­


trucción legendaria se atribuye a Minos, es tan com plejo en su
estructura que los arqueólogos m odernos se pierden todavía por
sus subterráneos, sus vericuetos, sus corredores, sus habitaciones
m uchas veces sin com unicación aparente. C uando los griegos lle­
garon a Creta, el palacio de M inos los llenó de adm iración y, para
explicarse el m isterio, inventaron la leyenda que ha pasado a la
historia por su belleza y su verdad. ¿Qué dice la leyenda? El futu­
ro rey M inos d isp u ta el trono a sus herm anos. Pide un signo
del cielo que le indique su derecho al reino. No tarda en llegar el
signo de los dioses bajo la form a de un toro blanco. Pasifae, ena­
m orada del toro sagrado, da a luz a un ser m itad toro, m itad hom ­
bre, que los griegos llam aron el M inotauro. M inos hace construir
su palacio, o según los griegos su laberinto, para encerrar al m ons­
truo recién nacido. Com o el origen del M inotauro es divino habrá
que sacrificarle todos los años siete m uchachos y siete m ucha­
chas de Atenas. Teseo, ateniense, decide librar a su ciudad del
tributo sangriento. Penetra en el laberinto y, gracias al hilo de
A riadna, princesa cretense enam orada de Teseo, puede volver a
salir del laberinto después de haber m atado al M inotauro.
L a leyenda significa, principalm ente, que los griegos q u ie­
ren establecer un orden racional, una form a de vida que ya no
dependa de los m onstruos y de los sacrificios prim itivos. S igni­
fica tam bién, y en ello está una clara m uestra de su espíritu orde­
nador y preciso, que, ante un fenóm eno inexplicable, tratan de
dar una explicación congruente capaz de ser entendida p or todos
los hom bres.
De la m ism a m anera que los griegos pusieron orden en el labe­
rinto, pusieron orden tam bién en las creencias religiosas de los
pueblos que encontraban a su paso. El dios Zeus es, desde una
época prim itiva, una m ezcla de dos divinidades. P or un lado, es el
20 Introducción a la historia de la filoso fía G recia 21

dios de los conquistadores helenos que gobierna a la luz y al cie­ El m undo hom érico es un m undo de orden y de armonía. ¿C uál
lo; por otra, es un dios m editerráneo, hijo de los titanes y de las es la im agen de este m undo? E m pecem os p or la g eografía de
potencias terrestres. Este m ism o dios de doble origen se presen­ los tiem pos hom éricos. Verem os después cóm o esta geografía
ta sin em bargo en H om ero, com o el suprem o de todos los dioses, se integra en un m undo de pensam iento m itológico organizado
y, en la Odisea, com o un consejero sabio de los dioses y de los y claro al cual responden las acciones, los vicios y las virtudes
hom bres. Los griegos de la época de Hom ero, los griegos del hum anas.
siglo VIH, han sustituido la m ultiplicidad de los dioses locales por El m undo de los poem as hom éricos es relativam ente peque­
una serie de divinidades que se parecen, idealizadas, a la propia ño. La Tierra, que H om ero concibe com o un disco, tiene por cen ­
aristocracia hom érica gobernada por un rey. Serena com o los dio­ tro a Grecia, y term ina, al norte en regiones vagas, distantes y
ses que la habitan ha de ser su m orada en el m onte Olim po. A sí la lum inosas; al sur, en las tierras cálidas de la N ubia y de los
describe la O disea: etíopes, y se prolonga, de este a oeste, a lo largo de las costas m e­
diterráneas. En el envés del disco, al otro lado de la Tierra, viven
Atenea, la de los ojos de lechuza, se fue al Olimpo, donde dicen que los m isteriosos quim érides “escondidos en la niebla y las n u ­
está la mansión eterna y segura de los dioses; a la cual ni la agitan bes” , envueltos en “una noche perniciosa” . En tom o al disco es­
los vientos, ni la lluvia la moja, ni la nieve la cubre -pues el tiempo tán las aguas del océano, padre de todas las aguas, “todos los
es allí constantemente sereno y sin nubes-, y en cambio la envuelve
ríos, todos los m ares, todas las fuentes, todos los pozos profun­
una esplendorosa claridad; en ella disfrutan perdurable dicha los
dos” . El cielo, bóveda estrellada, rodea la superficie de la Tierra
bienaventurados dioses.1
y está sostenido por una serie de equilibradas colum nas. Esta m is­
m a estructura de la Tierra es tam bién la estructura cincelada en el
A esta “esp lendorosa clarid ad ” aspiraron siem pre los grie­
gos. H abrían de lograrla com o posiblem ente no la ha logrado escudo de Aquiles.
nunca ningún pueblo. El am anecer de esta nueva luz está en las En la descripción hom érica del escudo resalta, con claridad,
un perfecto sentido de la arm onía, del orden y de la gracia. R esal­
obras de aquel poeta que ha pasado a la historia con el nom bre
ta tam bién la im agen de este océano, estas aguas que son ya para
de H om ero.
H om ero, com o m ás tarde para algunos de los prim eros filósofos,
el origen de todas las cosas. Y en el centro del escudo, en la bata­
lla de la ciudad guerrera, la m ás alta de las virtudes hum anas: el
El escudo de A quiles
heroísm o que transform a a los hom bres en sem idioses.2
Si el heroísm o es la principal virtud que nos presentan los poe­
Tal com o conocem os hoy la ¡liada y la Odisea, la prim era se
refiere a la antigua sociedad guerrera de los aqueos; la segunda, m as hom éricos, y en especial la Ilíada, son muy otras las virtudes
(muy otro tam bién el concepto del m undo) que nos deja la lectura
a los viajes de U lises y su largo y difícil retom o a la vida estable
de los poem as de Hesíodo. En L os trabajos y los días, poem a de
de su ciudad y de su hogar. Sea cual fuera el origen lejano de estos
m otivación ocasional surgido de la disputa por la herencia de las
poem as, fueron am bos escritos en su form a actual durante el si­
tierras paternas entre Hesíodo y su herm ano, el poeta describe la
glo V IH o ya entrado el siglo V il. En ellos se percibe una concep­
vida cam pesina con un am or por la tierra que será difícil encon­
ción clara del m undo, presidida por los dioses olím picos que, en
sus regiones celestiales, prolongan y actúan las disputas de los trar hasta en las Geórgicas de Virgilio. Pero esta m otivación ex­
terna nos conduce al núcleo del asunto. Hesíodo discute sobre la
hom bres.
justicia de su herencia y le dice a su herm ano: “A tiende a la ju sti-
1 Hom ero, Odisea, en Obras com pletas de Homero, trad. de Luis Segalá y E stalella,
M ontaner y Simón, B arcelona, vi, p. 41. 2 C f, ibid., xvill, pp. 3-23.
22 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 23

cia y o lv id a la violencia. Tal es el uso que ha ordenado Z eus a En este m undo de dioses sucesivos tiene un puesto bien defini­
los hom bres: los peces y los anim ales salvajes y los pájaros ala­ do el hom bre. A im agen y sem ejanza de las divinidades que se
dos pueden com erse unos a otros, puesto que entre ellos no existe suceden, se suceden tam bién las cinco edades de los hom bres. En
el derecho. Pero a los hom bres les confirió la justicia, el m ás alto la prim era de ellas, la edad de oro, suerte de paraíso helénico, los
de los bienes”.3 A dem ás de revelar la existencia de una clase po­ hom bres “vivían com o dioses, dotados de un espíritu tranquilo.
pular activa y poderosa, Hesíodo distingue claram ente entre lo No conocían el trabajo, ni el dolor, ni la cruel vejez [...] y m orían
hum ano, guiado por la ley. y lo anim al, llevado por la fuerza. com o se duerm e” . Estos prim eros hom bres, buenos por natura­
Im plícitam ente Hesíodo viene a decirnos que la justicia no debe leza, se convirtieron en dioses. A esta prim era edad sucedió, im ­
confundirse con el derecho del más fuerte. Esta separación entre perfecta, la edad de plata. D esvalidos, los niños eran criados “por
la existencia de hecho y la existencia de derecho anuncia las teo­ m adre [...] pero sin ninguna inteligencia” . Después de cien años
rías que Sócrates y Platón habrán de desarrollar unos cuantos si­ de crianza vivían m iserables, y sin conocim iento de la religión,
glos más tarde. para m orir bien pronto “a causa de su estupidez” . Zeus decidió
No se contenta H esíodo con definir los ideales de la vida acabar con esta raza infiel y la convirtió en la raza de los “dioses
hum ana, basada en el trabajo y en la fidelidad a la ley. Inquiere subterráneos” , rem iniscencia hesiódica de aquellos dioses prim i­
tam bién sobre los principios de las cosas, el sentido y el origen tivos que los griegos encontraron a su llegada al M editerráneo. La
del m undo. Para ello escribe la Teogonia, o génesis de los dio ­ tercera edad, la de bronce, rem iniscencia de la época en que los
ses, que nos ofrece una especie de m etafísica poética. A lgunas hom bres em pezaron a trabajar los m etales, es tam bién una edad
de sus im ágenes serán especialm ente fecundas para la filoso­ heroica, en la cual los hombres son “al igual que los fresnos, violen­
fía posterior. tos y robustos”. Por su violencia, por su carencia de justicia, fueron
Afirm a Hesíodo que “antes que todas las cosas fue C aos”.4 No destruidos los hom bres de bronce, y regresados a las entrañas de
define m ayorm ente este concepto m ítico ni tan sólo nos dice a las la tierra donde Helios, el Sol, les fue para siem pre invisible. “M ás
claras si el caos fue la prim era realidad en su m itología histórica justos y m ejores” son los hom bres de la cuarta edad, la de los se-
del m undo divino. Sin em bargo, esta noción del caos im plica ya m idioses, edad que nos rem onta a los héroes hom éricos “cuando
la idea de que la posibilidad precede a la realidad, de que lo infor­ en sus naves fueron a Troya” . La guerra pudo destruirlos, pero gra­
m e da lugar a la form a, de que lo indefinido está antes de lo defi­ cias a su virtud heroica siguen viviendo “en las islas de los bien­
nido. Claro que Hesíodo no podía pensar en estos térm inos abs­ aventurados”. Nuestra edad, la quinta, es la edad de hierro, la edad
tractos. Y sin em bargo, al pasar el tiem po, la im agen del caos tam bién de las lam entaciones. D urante toda esta edad “los hom ­
habrá de dar lugar a nociones filosóficas y aun científicas que bres no cesarán de estar abrumados de trabajos y m iserias durante
sólo A naxim andro, en el siglo vi. em pezará a desenm arañar. Una el día [...] y los dioses les prodigarán am argas inquietudes. En­
segunda noción de no m enor im portancia es la de Eros. No se tretanto, los bienes se m ezclarán con los m ales” .5 Tal es la época
trata de una idea nueva. Eros fue. desde tiem pos lejanos, uno de del hombre, tal es también la época en que Hesíodo quiere conven­
los dioses de los griegos. Lo que im porta aquí señalar es que el cer a su hermano Perses de que el supremo valor es el de la justicia.
Eros de Hesíodo no es un ser estático e inm óvil, sino “el que A la evolución de los dioses, a partir del caos, corresponde la
rom pe las fuerzas” . Para H esíodo, Eros es la base de toda crea­ evolución de los hom bres. D esde el nivel de la edad de hierro,
ción. la fuerza m ism a que es energía creadora tanto entre los dio­ últim a edad hum ana, H esíodo. an unciador de futuras filoso­
ses com o entre los hom bres. fías, poeta y teólogo de la G recia antigua, preconiza la razón,
el equilibrio y el respeto a lo justo.
3 Hesíodo, Los trabajos y los días, trad. de Germán Gómez/de la Mala. Shapire, Bue­
nos Aires, 1 9 4 3 , 1, p. 78.
4 Hesíodo, Teogonia, Shapire, Buenos Aires, 1943, p. 14. 5 Cf. Hesíodo, Los trabajos v los días, pp. 81-85.
24 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 25

Obras de consulta lidad inm ediata, el arte, la literatura y la filosofía nacientes son
deportivos en la m edida en que son tam bién desinteresados. De
D o d d s , E. R., The Greeks and the Irrational, Beacon, Boston, 1957. este desinterés nace la posibilidad de creaciones autónom as, co ­
G r e e n e , W. H„ Moira, Harper, Nueva York, 1963. mo nace tam bién la posibilidad de dedicarse a la ciencia por la
G u t h r ie , W. K. C., The Greeks and Their Gods, B eacon, B oston, ciencia m ism a, al pensam iento por el pensam iento m ism o, sin
1956. necesidad de tener siem pre en cuenta las finalidades inm ediatas
J a e g e r , Werner, Paideia, trad, de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces, de una o de otro. Los filósofos griegos tienen el mérito indudable de
Fondo de Cultura Económica, México, 1957, pp. 19-83. haber iniciado, tanto en los terrenos de la pura filosofía com o en
los de la ciencia, lo que hoy llam am os el pensam iento puro.
Esta necesidad de un pensam iento teórico no niega las necesi­
dades prácticas. Se dice que Tales de M ileto, ante la am enaza de
II. I n ic io s los lidios, propuso la unión de las ciudades jónicas en una confe­
deración que habría de llevar el nom bre de Theos; dícese tam bién
que A naxim andro fue colonizador de lejanas tierras. Los prim e­
L a filosofía griega se inicia en las m ism as tierras jónicas donde ros filósofos fueron políticos. Fueron tam bién ingenieros y no
nacieron los poem as hom éricos. El hecho no es puram ente casual parece que se desinteresaran nunca de las posibilidades técnicas
y se debe principalm ente a que ésta era la región de más alta y prácticas que. una vez aplicada, puede tener la teoría. La teoría
civilización durante los siglos vm y vil. El nacim iento de la libre nunca ha negado la práctica. Y. sin em bargo, hay épocas en las
em presa y las nuevas m odalidades de com ercio que ésta lleva cuales la teoría, el pensam iento puro y desinteresado, predom ina
consigo m odificaron profundam ente la civilización griega. Por sobre las posibilidades de ap licació n . El d esp ertar de este pen­
una parte, puede observarse a partir de los siglos v m y v il una sam iento teórico hay que buscarlo entre los prim eros filósofos
m ayor tendencia al individualism o que se m anifiesta tanto en el de Jonia.
desarrollo de la poesía lírica, subjetiva e íntim a, com o en el he­ La teoría no es posible sin el em pleo de la razón. Y si algo
cho de que el artista quiere salir del anonim ato para em pezar a sorprende en el pensam iento de los prim eros filósofos griegos es
firmar, com o persona hum ana independiente, las obras que sa­ el grado de abstracción y el grado de racionalidad de las pregun­
len de su fantasía. Hacia al año 700 debe situarse la copa de tas que se proponen. Ya no les basta con encontrar varias solu­
A ristónoo, la prim era obra de arte firm ada que se conoce. Por ciones para explicarse el porqué del m undo y el para qué del des­
otra parte, los artistas y los poetas, m enos artesanos y ya más tino del hombre. En esta búsqueda del porqué y el para qué se
definitivam ente creadores, em piezan a considerar el arte com o fundará más tarde la filosofía. Com o los prim eros filósofos grie­
un fin en sí, haciendo poco a poco a un lado los fines utilitarios gos, los filósofos de O ccidente han querido encontrar una sola
que el arte y la poesía solían tener en tiem pos m ás antiguos. Ha respuesta a esta pregunta y, de m anera sem ejante a los m atem áti­
dicho H auser que el deporte es m anifestación jugada de la lu­ cos que quieren reducir la pluralidad a la unidad, a los físicos que
ch a por la vida.6 Durante el siglo vil se desarrolla, en gran escala, quieren dar una sola ley para explicar los fenóm enos del univer­
el deporte de los griegos y algo de este deporte tienen los nuevos so. los filósofos tratan de buscar una explicación única y verda­
poem as de Safo, las nuevas esculturas, las nuevas form as del pen­ dera para todos nuestros actos, para el m undo en que vivim os y
sam iento. Y desligados de la vida práctica, ya alejados de la uti­ para el destino que puede tocarnos vivir. La diferencia entre la
pregunta de los físicos o los m atem áticos, por una parte, y de los
6 Cf. A m old H auser, “G recia y R om a", en Historia social de la literatura y el arte, filósofos, por otra. es. sin em bargo, radical. El hom bre de ciencia
vol. i, Labor, Barcelona, 1988, 3. quiere dar una explicación totalizadora de un aspecto del univer­
26 Introducción a la historia de la filosofía G recia 27

so o del pensam iento (los objetos m atem áticos para el m atem á­ ria para la vida. Pudo observar tam bién que el com ercio de su ciu­
tico. la naturaleza para el físico). Los filósofos quieren dar una dad natal y. en general, de la Jonia toda, se hacía por el mar, y
explicación única y racional que englobe a todos los hechos, to­ así el agua se convertía en el m edio necesario para la superviven­
dos los pensam ientos y todas las acciones. cia m ism a de sus coterráneos. En cuanto a la tercera afirm ación
C on esta pretensión de universalidad se inicia precisam ente es. sin duda, algo misteriosa. Aristóteles sugiere que Tales había
la filosofía griega. Tales. A naxim andro, A naxím enes, los tres observado los efectos del m agnetism o y que la palabra “dioses”
filósofos de M ileto de Jonia, se preguntan cuál es el arché. es de­ representa aquí, sim bólicam ente, las fuerzas activas de la natura­
cir. el origen o el "gobierno” de todas las cosas. No serán siem ­ leza. En tiem pos más m odernos, se ha podido creer que la frase
pre tan precisas las respuestas com o lo es la pregunta. Pero el de Tales transm itida por A ristóteles se refería realm ente a divi­
solo hecho de que fueran capaces de inquirir con tan alto gra­ nidades. La filosofía de Tales sería, así. una form a de espiritualis-
do de abstracción es una verdadera revolución en la historia del mo. Es preferible, en todo caso, no hacer hipótesis por lo dem ás
pensam iento. innecesarias. Bástenos recordar que Tales sigue siendo fundador
Tales de M ileto fue el prim er filósofo de Grecia. Viajero, co­ de la filosofía en Grecia por el género de pregunta que se plantea.
noció las m atem áticas de los egipcios y es probable que predi­ Podem os pensar que sus respuestas son más o menos pobres. Pe­
jera el eclipse de Sol del año 585 a. C. De su distracción que. por ro no es históricam ente factible pensar que fueran de otro modo.
contem plar estrellas le hacía caer en los pozos, existen varias anéc­ A m ayor riqueza en las respuestas nos conduce un breve análisis
dotas que añaden su grano de sal a la proverbial distracción de los del discípulo de Tales: A naxim andro.
sabios. C om o político es probable que Tales quisiera fundar, con­ También de M ileto, vivió A naxim andro a m ediados del siglo
tra los ataques de los lidios. la confederación de Theos. Com o V I. Sabem os que escribió un libro que todavía era leído en tiem ­
filósofo sabemos que fue el prim ero en preguntarse acerca del pos de Aristóteles. En él. A naxim andro es el prim er filósofo que
origen de todas las cosas y sabem os tam bién, gracias a A ristóte­ explícitam ente se interroga acerca del arché. del gobierno o del
les. cuál fue la solución que dio a su pregunta. En realidad su principio de todas las cosas. Esta preocupación filosófica no es­
solución fue triple y puede resumirse en tres proposiciones: la T ie­ tuvo nunca separada de intereses prácticos. Com o Tales. A naxi­
rra flota sobre las aguas; el agua es el origen de todas las cosas; m andro tuvo interés por la política y fundó una colonia en Apolo-
todas las cosas están llenas de dioses. L a prim era afirm ación no nia; tam bién com o Tales se ocupó de problem as técnicos y es
difiere grandem ente de la idea m itológica de la Tierra que se en­ muy probable que a él se deba el prim er m apa. Su interés por la
cuentra en la descripción del escudo de Aquiles. No viene, en astronom ía le llevó a dar una nueva versión, m ucho m ás m oder­
realidad, a añadir nada de nuevo a la ya vieja tradición cosm oló­ na y exacta, de la naturaleza del mundo. La Tierra, cuerpo celeste,
gica de los griegos. La segunda es más im portante porque contes­ tiene form a cilindrica. Suspendida en el centro del espacio está
ta. precisam ente, a la pregunta central que se plantearon los pri­ rodeada por las estrellas, todas ellas hechas de fuego. Lejos que­
m eros filósofos. El origen de todas las cosas es el agua. ¿C óm o dan ya los días de Hom ero y aun los de Tales, su propio m aestro.
entender esta proposición? En prim er lugar, debem os tener en Pero si A naxim andro tuvo im portancia en sus actividades prácti­
cuenta que la palabra arché se refiere menos al origen de todas cas y científicas, no la tuvo m enor en cuanto trató de explicarse el
las cosas que a su gobierno. Así, lo que buscaba Tales era un origen del universo, su causa y su principio único. A la pregunta:
principio físico y m etafísico que. a su m odo de ver, rigiera todas ¿cuál es el origen de todas las cosas?, responde A naxim andro.
las cosas. Q ue este principio sea el agua no debe sorprendernos em pleando por prim era vez un claro argum ento lógico, que nin­
en exceso. La tradición m itológica de los griegos - lo hem os vis­ guno de los cuatro elem entos (fuego, tierra, aire, agua) puede ser
to - daba una especial im portancia al agua, el océano que rodea la el origen de la totalidad del universo, puesto que si afirm am os
tierra. Por otra parte, Tales pudo observar que el agua es necesa­ que un solo elem ento es la causa adm itim os que la parte es la
28 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 29

causa del todo, lo cual es obviam ente contradictorio. No debe nos jurídicos.8 Ello no debe sorprendem os si recordam os que.
buscarse el origen de todas las cosas en ninguno de los elem entos ya desde Hesíodo. los griegos estaban principalm ente preocupa­
particulares que com ponen el m undo. El verdadero origen hay dos por problem as de orden político y social. Más im portante que
que encontrarlo en el apeiron, palabra que significa lo indefinido su aspecto jurídico extem o, es el sentido profundo de la frase de
y lo informe. La introducción de esta noción nueva es de prim era A naxim andro. En realidad lo que preocupa al filósofo es el m ovi­
im portancia y va a persistir en el curso de la filosofía occidental. m iento. Si observam os el m undo que nos rodea (m ontañas, río o
Es posible que el origen histórico de la idea del apeiron deba acero) vemos que todo está en constante estado de cam bio: si nos
encontrarse en aquella vieja noción hesiódica del caos. De todos observam os a nosotros mismos no podrem os dejar de percibir
m odos, y sea cual sea su origen, es m ucho más abstracta que la que cam biam os tam bién constantem ente. ¿C óm o explicar el cam ­
del caos m itológico. En efecto el apeiron incluye ya en potencia bio? A naxim andro sugiere que el cam bio tan sólo es explicable si
nociones tan básicas com o las del infinito y de la posibilidad. existe verdadera oposición. Tal es el sentido de las palabras “ju s­
Estas dos nociones son im portantes en varios aspectos. La de in­ ticia” e “injusticia” . Sabem os que solam ente existe la vida si por
finitud contribuye a variar notablem ente el puesto del hom bre en un lado tiene un principio en el nacim iento y por otro, al final de
el mundo. Ya no estam os ahora en aquel cóm odo universo de la línea, un fin en su opuesto, la muerte. Sabem os que la sem illa
H om ero donde el m undo se reducía a una Tierra plana y un cielo solam ente llega a ser árbol después de dejar de ser sem illa; sa­
sostenido por hercúleas colum nas. El universo se abre y el lugar bem os que todo m ovim iento im plica, al m ism o tiem po, la co n s­
del hom bre dentro de su m undo es m enos limitado. El palacio trucción y la destrucción de algo. ¿C óm o im aginar el m enor
cubierto de estrellas que im aginaba Hom ero viene ahora a substi­ m ovim iento en un m undo en que todo fuera idéntico a todo lo
tuirse por la vastedad de los espacios infinitos. En cuanto a la dem ás? Tan sólo la diferencia, la oposición, la “justicia y la injus­
noción de posibilidad -q u e im plícitam ente puede encontrarse en ticia” explican el hecho de que. de lo justo a lo injusto, de lo in­
el apeiron de A naxim andro- su principal im portancia viene de ju sto a lo justo, exista la m ovilidad.
un hecho que puede hoy parecem os obvio, pero que en su mo­ El segundo y sorprendente descubrim iento de A naxim andro
m ento fue un descubrim iento de prim era im portancia. Este des­ se refiere al origen de los seres vivos y. especialm ente, del hom ­
cubrim iento equivale a decir que lo posible precede a lo real o. si bre. De acuerdo con A naxim andro los seres vivos “nacieron del
se quiere, que para que alguna cosa llegue a ser real tiene, prim e­ elem ento húm edo cuando hubo sido evaporado por el Sol. El hom­
ro. que ser posible. bre era, en un principio, semejante a otro animal, el pez” . Algunos
A esta abstracción que sitúa a A naxim andro com o el prim er han pensado que esta idea es en realidad la del evolucionism o. Es
filósofo de verdadera originalidad, ya no solam ente en cuanto a totalm ente im probable que A naxim andro pensara en térm inos de
sus preguntas sino tam bién a sus respuestas, vienen a añadirse evolución cuando la teoría evolucionista no se desarrolló sino
otros descubrim ientos que el propio A naxim andro aporta al cam ­ durante el siglo xix. Más probable es que tuviera en el espíritu
po de la filosofía. El prim ero de ellos ha llegado hasta nosotros en ideas m itológicas primitivas.
las palabras de Anaxim andro citadas por filósofos más recientes. C uando se pregunta acerca del origen de las cosas, A naxim an­
A firm a Anaxim andro: "Las cosas tienen que cum plir la pena y dro, razonando ya m ediante argum entos lógicos, piensa que este
sufrir la expiación que se deben recíprocam ente por su injusti­ origen debe encontrarse en la ilum inación eterna e inm ortal.
cia” . Se ha hecho notar que esta frase parece describir una escena Sus observaciones sobre el m ovim iento habrán de ser desarrolla­
de tribunal.7Y. efectivam ente, los térm inos em pleados son térm i­ das, a lo largo de la filosofía griega, com o una de las nociones
s La idea del universo com o un Estado se encuentra en M esopotam ia. Vid. T. Jacobsen,
7 Cf. W em er Jacgcr, La teología de los prim eros filósofos, trad. de José Gaos. Fondo “ M esopotam ia” , en H. y H. A. Frankfort, J. A. W ilson y T. Jacobsen, El pensam iento
de C ullura Económ ica, M éxico, 1952. II. prefilosófico, Fondo de C ultura E conóm ica, M éxico, 1954. [Breviarios, 97.]
30 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 31

centrales del pensam iento filosófico. Su puesto en la historia de los hom bres, y que no se parece a los hom bres ni por la form a ni
la filosofía es el de un verdadero innovador e iniciador. por el pensam iento” ." La nueva idea, tan revolucionaria para la
No es tan im portante su discípulo Anaxim enes. A la m ism a teología griega com o pudieron ser para la filosofía y la ciencia las
pregunta respondía Anaxim enes que el origen de todo debe bus­ ideas de los m ilesio s, nos presen ta a un D ios suprem o que “ lo
carse en el aire. ¿Un paso atrás después de los varios descubrimien­ ve todo, lo piensa todo y lo oye todo” .12 En su afán por dar una
tos de A naxim andro? Todo depende del sentido que se dé a las explicación racional y unitaria del mundo, Jenófanes alcanza un
palabras. Es posible que A naxim enes, al hablar del aire, hablara concepto m onoteísta de la divinidad. G rande será su influencia
del espíritu. N uestro desconocim iento de su filosofía nos impide, en el desarrollo de la filosofía griega y la noción que Jenófanes se
sin em bargo, considerarlo com o el prim er filósofo espiritualista. hace de Dios habrá de alcanzar su más precisa expresión en la
filosofía de A ristóteles. Pero si de m om ento nos m antenem os en
el siglo v verem os cóm o los filósofos, divididos en dos grupos
E l m ovim iento y la inm ovilidad en cuanto al origen de las cosas, buscan y tratan de encontrar una
solución tam bién unitaria a los problem as del conocim iento, del
Con el desarrollo del pensam iento racional no tardó en aparecer, universo y del hombre.
entre los prim eros filósofos de G recia, una clara oposición al pen­ H eráclito nació en Éfeso, en las m ism as tierras jónicas donde
sam iento de los poetas. Los viejos m aestros, principalm ente H o­ se desarrolló el prim er pensam iento de los filósofos. Hay que si­
m ero y Hesíodo. em pezaron a ser considerados com o engañosos tuar su m adurez hacia el año 478. De su vida conocem os anécdo­
en sus enseñanzas. Las prim eras m anifestaciones de una clara tas probablem ente fabricadas en tiem pos bastante más recientes.
oposición al pensam iento de los poetas se encuentran en el poe­ Dícese que H eráclito era basileus. rey de su ciudad, y que optó
m a teológico de Jenófanes, probable m aestro de Parm énides. La por abdicar al trono para dedicarse por com pleto a la vida co n ­
antigua religión politeísta no satisfacía ya el ánim o más abstracto templativa. D ícese tam bién que su retiro obedeció a razones polí­
de los nuevos pensadores. Dábanse cuenta, por otra parte, de que ticas puesto que H eráclito reprobaba la actitud irresponsable de
los dioses que veneraban los distintos pueblos eran form as ideali­ los gobernantes y los gobernados de Éfeso. Sean cuales fueran los
zadas de los propios hom bres que constituían a estos pueblos. detalles de su vida, parece que puede establecerse un hecho: H e­
Así, Jenótanes, se veía obligado a negar valor a las interpretacio­ ráclito fue un solitario, tal vez el prim er caso de filósofo en G re­
nes religiosas de orden politeísta y afirm aba: “Hom ero, Hesíodo cia que se aisla para meditar. En cuanto a su obra quedan una
atribuyeron a los dioses lo que entre hum anos es reprensible y sin serie de F ragm entos13 en los cuales es ya posible discernir, den­
d ecoro”.s Esta falsa atribución de características hum anas a las tro de un estilo alegórico, no pocas veces epigram ático, los tres
d iv in id ad es hace que las im ágenes que cada pueblo se hace de grandes cam pos en que habrá de dividirse toda la filosofía futura:
los dioses sean relativas a sus propias características físicas y m o­ la teoría del conocim iento: la m etafísica y la moral. La división es,
rales. Así, “los etíopes hacen que sus dioses sean negros y de por lo dem ás, muy lógica. Si el filósofo suele preocuparse por el
nariz chata; los tracios dicen que los suyos tienen los ojos azules com portamiento y por el destino del hombre, no puede dejar de ex­
y los cabellos rojos” .10 Esta crítica de la religión antropom órfica plicarse el sentido del universo que el hom bre habita. Antes de
no lleva a Jenófanes a pensar com o un ateo, antes al contrario, le hacerlo, sin em bargo, tiene que pensar cuáles son las condiciones
conduce a representarse - a pesar de que a veces se refiere a los del saber y preguntarse, tam bién, si el saber es posible o no lo es.
d io ses en p lu ra l- a un solo D ios, “el m ayor entre los dioses y
" Ibid.. p. 23.
V-Ibid„ p. 24.
9 Poema de Jenófanes. p. 11. ” En las citas de este texto adoptam os la num eración de: Heráclito, Fragmentos, trad.
w Ibid., p. 16. de José G aos. Alcancía. M éxico, 1939.
32 Introducción a la historia de la filo so fìa G recia 33

Así, la teoría sobre la posibilidad del conocim iento precede a la pasado que ya no es, al pensar nuestro futuro que todavía no es,
m etafísica y la moral. al pensar que en el instante en que vivimos, esta frase que leem os
D esde un buen principio H eráclito afirm a que existen dos deja de ser en el m ism o m om ento en que la leem os, en verdad
form as de conocer, una verdadera y otra falsa. La prim era es la som os una m ezcla de ser y de no ser, de ausencia y de presencia,
que obedece al lagos, a la razón, que en griego, com o más tarde de pasado, presente y futuro. Y en los extrem os de nuestra vida se
verbum en latín, significará tam bién la palabra ,14 La segunda es encuentran los opuestos: vivir significa estar en el tiem po entre el
la que se apoya en los sentidos o en un mal entendim iento de m om ento de nuestro nacim iento y el m om ento de nuestra m uer­
ellos. Dice Heráclito: “Sabio es escuchar, no a mí, sino a la R a­ te, “Lo contrario es lo conveniente” 18 porque de hecho estamos vi­
zón [...] Esta razón, siendo eternam ente verdadera, em pero, los viendo siem pre entre estados opuestos.
hom bres son incapaces de com prenderla antes de oírla y des­ Y esto, que nos sucede a nosotros, sucede tam bién con los
pués de haberla oído”.15 La sabiduría, a pesar de que el pensam ien­ objetos del m undo, ríos encarnizados que van de su principio
to es com ún a todos los hom bres, se descubre con dificultades y a su fin, en una constante transición de un opuesto al otro, en una
trabajos una vez que se ha renunciado a las falsas interpretacio­ constante "guerra” . El m undo es m ovim iento y el m ovim iento
nes de los sentidos. Heráclito com para al sabio con los buscadores solam ente es posible si existen la desigualdad, el contraste y la
de oro que "cavan m ucha tierra y encuentran poco”.16 Pero ya en oposición.
H eráclito este conocim iento, difícil y lleno de trabajos, es m ás Sin em bargo Heráclito quiere ir m ás allá del m ovimiento, quie­
un conocim iento interior que aquel conocim iento del m undo físi­ re buscar su sentido y su ley. En algunas frases. que en un princi­
co que trataban de encontrar los prim eros filósofos de Grecia. pio podrán parecer m isteriosas. H eráclito afirm a la final arm o­
Así. a m ás de un siglo de distancia de Sócrates. H eráclito puede nía de los contrarios, la unidad de los opuestos: “bien y mal son
decir: “me he consultado a m í m ism o”. De este conocim iento de sí una cosa”, 19 “el cam ino hacia arriba y hacia abajo es uno y el
proviene la verdadera sabiduría, la que nos perm ite encontrar en m ism o” ,20 los hom bres no saben que el mundo, “divergiendo con­
la razón el origen de las cosas y el sentido de la vida. viene consigo m ism o” .21 Y es que. más allá del m undo en que es­
Cuando contem pla el m undo que le rodea, tanto el m undo de tam os, existe “una arm onía de lo que se tiende y suelta [...] com o
los hom bres com o el m undo de las cosas, H eráclito se da cuenta el arco y la lira” .22 Esta unidad últim a se realiza en Dios, supre­
de que todo está en m ovim iento y afirma: “No puedes entrar dos m o fin y suprem a disolución de todas las contradicciones: Dios,
veces por el m ism o río, pues otras aguas fluyen hacia ti”. 17Y en para quien es “bello todo y bueno y ju sto ” aunque los hom bres
efecto, si vivimos en el tiem po, si el tiem po transcurre en todas juzguen “lo uno injusto, lo otro ju sto ”.2S
las cosas, nada es, en verdad, repetible. Heráclito, sin embargo, La idea de la unidad de los opuestos se explica tam bién y con
no se contenta con afirm ar que el m ovim iento existe. Quiere, más m ayor claridad cuando H eráclito afirm a la ley del eterno retom o.
allá de esta constatación de hecho, encontrar una explicación de Esta ley. que se encuentra entre pueblos muy diversos y de muy
los orígenes del m ovim iento. Esta explicación se encuentra en distinto grado de evolución histórica, viene a decirnos que debe
una idea que, si bien parece tan sólo repetir la anterior, viene de concebirse el m undo com o una constante sucesión dentro de un
hecho a clarificarla: si entram os y no entram os en las mismas ciclo constante. Siguiendo este ciclo, y dentro de un ciclo dado,
aguas del río es porque som os y no somos. El hecho es que si por
una parte podem os pensar que som os, por otra, al ver nuestro ,s Ibid.. 46.
19 Ibid.. 57.
14 W. K. C. Gutlirie, A History o f G reek Philosophy, vol. l. 20 Ibid., 69.
15 Heráclito. Fragmentos. 1-2. 21 Ibid.. 45.
16 Ibid., 8. 22 Ibid., 56.
17 Ibid., 41-42. 23 Ibid., 61.
34 Introducción a la historia de la filosofia G recia 35

todas las cosas cam bian constantem ente. Pero si pensam os que com o ciencia abstracta. Es probable que esta dedicación a las
este ciclo se ha repetido eternam ente y volverá a repetirse eterna­ m atem áticas llevara a los pitagóricos a afirm ar que el m undo está
mente, si lo que estoy escribiendo lo he escrito en otros ciclos una hecho de núm eros. La afirm ación es especialm ente im portante
infinidad de veces y volveré a escribirlo infinitas veces en ciclos si tenem os en cuenta que la física m oderna depende de la posibi­
futuros, de hecho nada cambia. “En la circunferencia de un círcu­ lidad de m edir los fenóm enos naturales. A este concepto m ate­
lo se confunden el principio y el fin.”-4 Si la historia del m undo m ático del m undo los pitagóricos añadían un concepto rítm ico y
es la historia de una especie de círculo en m ovim iento constan­ arm ónico de la realidad. D espués de observar que los sonidos
te, es claro que en este círculo existe el m ovim iento, pero no lo es em itidos por una cuerda en varias tensiones pueden reducirse a
m enos que si com param os un círculo actual a otro círculo pasa­ núm ero, los pitagóricos unificaron el núm ero, el ritmo y la arm o­
do, existen los m ism os puntos y los m ism os m ovim ientos idén­ nía. A sí cuando se ocupaban de astronom ía pensaban que las es­
ticam ente repetidos. En cuanto a la naturaleza íntim a de este trellas emiten, en su curso, sonidos m usicales. Sin embargo, no fue
m ovim iento H eráclito piensa que puede sim bolizarse por el fue­ la ciencia la única, ni tan sólo la principal, preocupación de los
go. N ada tan variable com o una llam a, nada con tantas posibili­ pitagóricos. Platón señala que Pitágoras fue célebre porque ense­
dades de transform ación. Y así, dentro de cada uno de los ciclos, el ñaba una form a de vida. Y es que en verdad los pitagóricos for­
mundo, que ha em pezado con el fuego, habrá de acabar igual­ m aron una secta religiosa, en la cual se enseñaba la transm igra­
m ente en el fuego, térm ino que H eráclito em plea seguram ente ción de las almas, el culto a la santidad y la abstinencia. Algunos
com o sím bolo de la purificación cuando dice que el fuego habrá de los consejos de los pitagóricos, com o aquel que nos dice que
de juzgarlo todo. no debem os partir el pan con las m anos, tienen probablem ente
Es indudable que Heráclito afirm a el cam bio y el movimiento. por origen tabúes y creencias prim itivas.
No lo es m enos que m ás allá de este cam bio, afirm a igualm ente Parm énides. que vivió en Elea, fue contem poráneo de H erácli­
la perm anencia eterna de las cosas. Y ahora, completa, se aclara la to, si bien seguram ente más joven. Fue tam bién discípulo de los
prim era frase que citábam os: “Sabio que quienes oyen no a mí pitagóricos, de cuyas enseñanzas es todavía reflejo en la intro­
sino a la razón, convengan en que todo es uno.”25 Por motivos si­ ducción a su Poema filosófico.26 M ás que en sus raíces pitagóricas,
m ilares y siguiendo la m etáfora del fuego, dirá Heráclito que las la im portancia de Parm énides reside en su concepto del m undo
alm as buenas son alm as “secas” , aquellas alm as en las cuales ha que viene a oponerse diam etralm ente al que sostenía Heráclito.
penetrado el fuego, sím bolo a la vez de la razón única de todas las Com o todos los prim eros filósofos. Parm énides se pregunta cuál
cosas y de la unidad últim a del universo y del hombre. es el origen de todas las cosas. Tanto en su respuesta com o en el
Paralelam ente al desarrollo de las colonias griegas en la M ag­ m étodo que em plea para llegar a ella, Parm énides dem uestra un
na G recia (Sicilia, sur de Italia), se desarrollaron en estas nuevas notabilísim o progreso. Su m étodo no está explícitam ente expues­
regiones variadas escuelas filosóficas. Entre ellas la de m ás in­ to en el poema, y sin embargo presupone principios lógicos y razo­
fluencia fue la de los pitagóricos. De Pitágoras, cuya vida es en nam ientos que serán la base de toda lógica futura. Parm énides
gran parte leyenda más que historia, sabem os que debió de ense­ em plea el principio de identidad, según el cual puede afirmarse
ñar hacia la m itad del siglo vi puesto que Heráclito se refiere a él que lo que es, es. La fórm ula negativa de este m ism o principio,
com o a un pensador del pasado. Su filosofía puede reducirse a m ás tarde llam ado principio de no contradicción, puede expre­
una serie de afirm aciones siem pre novedosas. Pitágoras era m a­ sarse en estos térm inos: lo que es no puede no ser, o bien, una
tem ático. A él y a su escuela se debe el progreso de la aritm ética cosa no puede ser y no ser al m ism o tiem po. En cuanto al razona-

24 Ibid., 70. 26 El Poema aparecc en J. D. G arcía Bacca, Los presocrúticos, vol. I. El Colegio de
25 Ibid., 1. M éxico, M éxico, 1943.
36 Introducción a la historia de la filo so fía 37
G recia

m iento de Parm énides es una form a del razonam iento m atem áti­ que Jenófanes se hacía de Dios. Si seguim os el texto de Parm é­
co por el absurdo. Esta form a indirecta de dem ostración, consi­ nides es en realidad difícil inclinarse por uno u otro de estos p un­
dera hipotéticam ente com o verdadero precisam ente aquello que tos de vista. Quede, sin em bargo, Parm énides, defensor de la in ­
se quiere negar. Se dem uestra, inm ediatam ente, que la hipótesis m ovilidad, com o el polo opuesto a aquel H eráclito que afirm aba
es falsa y resulta así que lo verdadero es lo contrario a la prim era que todas las cosas están en perpetuo estado de cam bio. Su filo­
hipótesis supuesta. Aunque Parm énides no enuncia ninguno de sofía rem ozada, precisada, tendrá tanta im portancia com o la de
estos principios o razonam ientos, constituyen la base de todas H eráclito para el futuro del pensam iento en Grecia. El pensa­
sus argum entaciones. m iento de los grandes filósofos de G recia tratará siem pre de com ­
C uando Parm énides se pregunta por el verdadero origen de las binar lo m óvil y lo inm óvil, lo m últiple y lo uno. la variedad de la
cosas, dice por prim era vez con la abstracción que la palabra su­ experiencia que nos dan los sentidos y la unidad que nos sugiere
pone que, el origen de todo es el ser. Pero no se lim ita Parm énides la razón. Platón, y aun A ristóteles, tendrán presente el pensa­
a sem ejante afirm ación, sino que quiere probar, m ediante argu­ m iento de estos dos filósofos griegos, los m ás decisivam ente
m entos lógicos, que este ser tiene una serie de atributos y que la im portantes de esta prim era época en la cual el pensam iento fi­
posesión de estos atributos por el ser, es dem ostrable. El prim ero losófico estaba principalm ente dirigido a indagar los m isterios
de estos atributos es la inm utabilidad. ¿C óm o dem ostrar que el del m undo.27
ser es inm utable? Procedam os m ediante un razonam iento por
el absurdo y supongam os que el ser puede cambiar. Si el ser cam ­
biara. según nuestra hipótesis, cam biaría, o bien hacia el ser Obras de consulta
o bien hacia el no-ser. Pero afirm ar que el ser cam bia hacia el
ser es de hecho decir que no cam bia y decir que el ser cam bia B u rn e t, J., Early Greek Philosophy, Black, Londres, 1926.
hacia el no-ser. es igualm ente decir que el ser es inm utable pues­ C o p l e s t o n , Frederick, History o f Philosophy, vol. i, Newman,
to que es im posible la existencia de lo que no es. El ser es inm ó­ Westminster, 1948, pp. 13-76.
vil. Es tam bién, y por idéntico m otivo, uno y único. Supongam os D ió g e n e s L a e r c io . Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más
nuevam ente que en lugar del sólo ser hay el ser y algo más. ¿C ó­ ilustres, trad. de José Ortiz y Sanz, Perlado, Madrid, Buenos Aires.
m o llam ar a este “algo m ás” ? No podem os darle m ás que dos 1940.
denom inaciones: ser o no ser. Si decim os que adem ás del ser exis­ J a e g e r , Werner. La teología de los primeros filósofos griegos, trad. de
te el ser estam os sim plem ente afirm ando que tan sólo existe un José Gaos, Fondo de Cultura Económica, México, 1952.
ser. Si este “algo m ás” es el no-ser, com o este no-ser no puede existir _____ , Paideia, trad. de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces. Fondo de
afirm am os igualm ente que tan sólo existe un ser. Y así, por argu­ Cultura Económica, México, 1957, pp. 150-180.
m entos sim ilares Parm énides dice que el ser es eterno, continuo, M o n d o l f o , Rodolfo, Heráclito, Siglo xxi, México, 1967.
im perecedero, indivisible, sin fin y sin com ienzo. Las pruebas de
Parm énides, que pueden hoy parecem os excesivam ente rígidas,
27 La influencia de Heráclito y de Parm énides lia sido decisiva en Occidente. Heráclito,
tienen una innegable importancia histórica. Su m odo de razonar es en su teoría de la unión de los opuestos, revive en el pensam iento de los m ísticos; revive,
el prim er m étodo lógico conocido en la historia de Occidente. C on­ sobro todo, en la dialéctica de Hegel y de Marx. Ambos encuentran en Heráclito una
tiene además en germen, el m étodo que habrán de usar, desarrolla­ fuente im prescindible de pensam iento; am bos ven el m undo com o m ovim iento fundado
en la contrariedad; Parm énides y su doctrina d e un ser inmóvil reaparecen en la obra de
do y afinado, las m atem áticas, las ciencias y la filosofía. Platón y, en m ayor o m enor grado, en varias de las filosofías m onistas de Occidente: por
Más difícil es entender claram ente lo que Parm énides enten­ ejem plo Plotino y Spinoza en cuyas obras no puede hablarse de influencia parm enídica,
día p o r el ser. Según algunos se refería al m undo físico y m ate­ pero sí de un modo de pensar difícil de entender sin el mundo creado por Parm énides. En
cuanto a las influencias inmediatas, la doctrina de la movilidad reaparece en la teoría
rial. Según otros el ser de Parm énides se acerca m ás al concepto platónica del devenir y la teoría del ser en la doctrina platónica de las formas.
38 Introducción a la historia de la filosofia Grecia 39

R o b in , Léon, El pensamiento griego, trad, de Joaquín Xirau, Cervan­ puede reducirse a m ateria es la suposición de que todo sucede por
tes, Barcelona, 1935. necesidad. La ciencia m oderna se ha desarrollado en buena parte
a base de este supuesto. ¿Cóm o poder dar leyes físicas si no se
supone que la naturaleza procede m ediante orden y m edida?
¿Cóm o explicar el m undo si las causas no produjeran siem pre los
111. L a edad d e l h u m a n is m o m ism os efectos? La ciencia quiere establecer leyes universales.
Si G alileo, desde la torre de Pisa, hubiera observado que algunas
piedras caen y otras piedras vuelan, no hubiera podido establecer
Los niños, antes de interesarse por sí m ism os, antes de conocerse la ley de la caída de los cuerpos. En una palabra: la ley de la
y sentirse com o personas, em piezan por explorar el m undo que causalidad ha estado en la base de todas las ciencias físicas y
los rodea. A sí tam bién los hom bres. Sin generalizar dem asiado, naturales. El descubrim iento de la ley. si bien no de su aplicación,
puesto que la preocupación por la vida hum ana ya está presente debe encontrarse en el pensam iento de los atom istas griegos.
en el pensam iento de los prim eros filósofos y los problem as del Tam bién cosm ólogo fue Em pédocles de A grigento para quien
universo siguen interesando a m uchos de los filósofos del siglo V , el m undo estaba form ado de los cuatro elem entos (fuego, aire,
puede decirse que si el pensam iento em pezó por gravitar en tom o agua y tierra), de cuya unión, nacida del amor, surgía la vida y de
al m undo y su significado, a partir del siglo V gravita en torno al cuya desunión, surgida del odio, provenían la destrucción, la m i­
hombre y su destino.28 na y la m uerte.29 A naxágoras, que fue m aestro de Pericles y tal
El pensam iento cosm ológico sigue predom inando entre un vez de Sócrates, pensaba com o los m aterialistas, que el m undo
buen grupo de filósofos que la tradición ha dado en llam ar los está form ado de partículas indivisibles, pero que estas partícu­
“físicos” , puesto que su ocupación es la naturaleza. Así. en ple­ las son m ás bien de orden espiritual y que. en todo caso están
no siglo V , Leucipo y m ás tarde D em ócrito hacen la hipótesis de regidas por el espíritu o nous. Prim ero entre los filósofos espi­
que la naturaleza está form ada por partículas dim inutas e indivi­ ritualistas, A naxágoras enunciará un principio de no m enor im ­
sibles que llaman “átom os”. Nunca se insistirá bastante sobre la portancia que el de los m aterialistas: todas las cosas que tienen
im portancia de este descubrim iento. Los atom istas contribuye­ vida, tanto las m ás grandes com o las m ás pequeñas, están gober­
ron poderosam ente al desarrollo de la ciencia. Y. no sólo por su­ nadas por el espíritu.
poner que el m undo estuviese form ado de átom os, sino muy prin­
cipalm ente, porque representan la prim era tendencia m aterialista
y determ inista en la historia. Tanto Leucipo com o D em ócrito su­ Los sofistas
ponen, en efecto, que todo está form ado por una m ism a sustancia
material. Lo que llamamos espíritu es parte de la materia, una m a­ Todo en el siglo v conduce a interesarse principalm ente por el
teria más sutil, sin duda, pero m ateria al fin y al cabo. Tan im por­ hom bre. La escultura clásica idealiza la figura hum ana en una
tante com o la suposición de que la realidad entera del m undo sabia m ezcla de m edida, idea e im itación de los seres naturales:
la m edicina naciente se agm pa en escuelas donde se estudian la
28 Recordem os algunos hechos. El siglo v, a veces llam ado siglo de Periclcs, repré­
senla la cum bre de la civilización griega. A tenas transform a su econom ía urbana en una
econom ía internacional de la cual participan todas las ciudades griegas del M editerrá­ Es probable que los térm inos am or y odio sean de origen m itológico. Y sin em bar­
neo: en lo político. Atenas desarrolla, por prim era ve/, en la historia, un sistem a dem o­ go. no debe sorprendem os verlos aplicados a la física. Cuando N ew ton enunció la ley
crático; en lo cultural, el siglo v ve desarrollarse la tragedia (Esquilo. Sófocles, Eurípides), de la gravitación universal em pleó térm inos de origen muy sem ejante al hablar de "atrac­
la com edia (A ristófanes), la poesía (Píndaro), la arquitectura (en 430 se construye el ción" y de "repulsión". Es claro que Newton em pleó eslos térm inos en su sentido cien ­
Partcnón >y la escultura (Fidias). Atenas, en el centro del mundo griego, realiza aquella tífico. Im porta señalar que el lenguaje científico tiene muchas veces su origen en el
"gloria que fue G recia" de que hablaba Kcats. lenguaje em otivo, poético y m itológico.
40 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 41

anatom ía y la fisiología del cuerpo hum ano y, con sentido hum a­ term inado enseñanza y aprendizaje. A lo cual respondió Corax
nista, quiere prevenir más bien que curar las enfermedades. En nin­ que, si había aprendido a convencer podría convencer a Tisias
guna obra es tan clara la im portancia que se da al hom bre com o de que no tenía que pagarle y que, de no convencerlo, no tendría
en las tragedias de Sófocles y de Eurípides. En la A ntígona, de que pagarle puesto que con ello dem ostraría que no había apren­
Sófocles, aparece, radiante en su dignidad, la figura humana: dido lo que Tisias prom etió enseñarle. Tisias, naturalm ente, no
podía aceptar el argum ento de su discípulo y dedicó todo su es­
Numerosas son las maravillas del mundo, fuerzo a dem ostrarle que de todas m aneras tendría que pagar la
pero la más grande de las maravillas es el hombre. enseñanza. Si Corax le convencía de que no tenía que pagarle,
[...] esto dem ostraba que había aprendido a convencer y, com o el arre­
Es el ser de los mil recursos. glo había sido que si aprendía a convencer tenía que pagar, al
Jamás el porvenir lo toma por sorpresa. dem ostrar que no tenía que pagar, por el hecho m ism o de conven­
Conoce el arte de escapar a los males incurables. cer a Tisias, tendría que pagar. Si, por otra parte, no llegaba a
Sólo el país de los muertos puede detener su carrera. convencerle de no tener que pagar, tendría que pagarle por el m ero
hecho de no haberlo convencido. V éase en este argum ento una
El hom bre, m ás que el m undo, llenaba el pensam iento de anécdota, que por otra parte ha sido atribuida a G orgias y su dis­
los hom bres. Y los sofistas son los prim eros filósofos que debe­ cípulo Evasto, véase tam bién en él un ejercicio de escuela. En
mos calificar de hum anistas. todo caso dem uestra con claridad que los sofistas se preocupaban
La palabra sofista significa textualm ente sabio. Pero los sofis­ m ás por la form a del razonam iento que por su contenido, m ás por
tas eran sobre todo m aestros que, de ciudad en ciudad y, con gran su efectividad que por su justeza.
escándalo de los griegos, se hacían pagar por sus enseñanzas. Sería totalm ente falso ver en los sofistas sim ple y sencillam en­
M aestros de los hom bres de E stado y de los futuros políticos, los te m aestros de falsedad. Su interés por las form as lingüísticas les
sofistas solían enseñar la retórica de la cual fueron fundadores. condujo a analizar el lenguaje, estudiar las figuras retóricas, pe­
B ien es verdad que los sofistas se preocupaban m enos de la vali­ netrar en los problem as de la lógica y preparar las vías del pensa­
dez o la exactitud de sus razonam ientos que de la fuerza que miento lógico. Sus argumentos, por falsos que parecieran en tantas
tienen las palabras para llegar a este fin práctico del convenci­ ocasiones, requerían una respuesta. Las filosofías de Sócrates, de
miento. ¿N o escribe G orgias que el poder de la palabra sobre la Platón y de A ristóteles, son un intento por encontrar soluciones
constitución del alm a puede com pararse al efecto de las drogas verdaderas a los problem as que los sofistas habían planteado. Por
sobre el estado del cu e rp o ?... Si el sofista quiere convencer, sin otra parte los sofistas, al analizar el lenguaje, al analizar las con­
preocuparse por la verdad de sus argum entos sino por su fuerza tradicciones en que con tanta facilidad caem os a cada paso, contri­
com o instrum entos de convicción, tiene que partir de la idea de buyeron poderosam ente a form ar un espíritu crítico, que es, al fin
que todo es verdad. P ero si todo es verdad, tam bién la falsedad es y al cabo, el principio de todo pensam iento riguroso. M uchos so­
verdad y ya no existe el m enor criterio para distinguir entre fistas fueron escépticos, pero el escepticism o, la duda, la declara­
la veracidad y la falsedad de un razonam iento. Al m ism o tiem po ción de que no existe verdad alguna, prepara el cam ino para que
que inventaban el arte de convencer, los sofistas inventaron tam ­ se encuentre la verdad. Habrem os de ver cóm o todo gran filósofo
bién falsos argum entos que han pasado a la historia con el nom bre suele em pezar por dudar. Y si su duda consiste en dudar para
de sofismas. creer, en un negar para afirmar, si no queda, com o los sofistas, en
M uchas son las anécdotas que se cuentan sobre las form as de un m ar de dudas, no deja de deberles a los sofistas y a los escép­
argum entar de los sofistas. C uéntase que una vez Tisias, m aestro, ticos de cada época este espoloneo necesario para que tom e for­
pidió a su discípulo C orax que le pagara, puesto que ya habían m a la reflexión.
42 Introducción a la historia de la filo so fía Grecia 43

Los sofistas, por otra parte, trataron de dar un fundam ento no se basa en ideas que tenem os en nuestro espíritu desde que
a sus prácticas de enseñanza. De este fundam ento, surgieron venim os al mundo. El conocim iento se enseña y quien llega a
teorías que reflejan con especial claridad, Protágoras, Gorgias tenerlo es porque ha podido adquirirlo. Lo que nos proporciona
y Calicles. este conocim iento es la sensación. A hora bien, las sensaciones,
que proceden de nuestra experiencia, son distintas para distintas
personas. De ahí que el conocim iento sea siem pre relativo: relati­
Protágoras vo a quien lo adquiere, relativo a la form a en que este m ism o
sujeto lo adquiere, relativo a la m anera de ser de quien lo adquie­
Protágoras, tal vez el más fam oso de los sofistas, nació hacia 480 re. Frente a nosotros: el mar. Todos lo llam am os por el m ism o
en la ciudad de Abdera. Son m ínim os los fragm entos que nos nom bre, pero, de hecho, ¿cuántas variaciones en nuestra percep­
quedan de su obra; seguram ente fue volum inosa.30 Sabem os que ción de este azul persistente? ¿Cuántas form as de percibir el m ar?
no quería pronunciarse sobre la existencia o la inexistencia de los ¿Puedo acaso afirm ar que este m ar que percibo es exactam ente el
dioses. M ás im portantes son dos fragm entos que se com plem en­ m ismo que perciben las demás personas, todas y cada una de ellas?
tan entre sí y nos perm iten entrever el sentido de su filosofía. D e El hom bre es la m edida tanto de lo que cree cierto com o de lo que
su tratado sobre La verdad quedan estas palabras: “El hom bre es cree erróneo, tanto de lo que cree existente com o de lo que piensa
la m edida de todas las cosas, de las que son en cuanto son y de las inexistente. D e hecho, el conocim iento es, para Protágoras, tan
que no son en cuanto no son” ; de su tratado El gran logos, esta sólo esta im presión que tengo, solo en mi aislam iento, sin la m e­
sentencia: “la enseñanza requiere dotes y práctica. El aprendizaje nor garantía de que mis im presiones coincidan con las im presio­
debe em pezar en la juventud” .31 El prim ero de estos fragm entos nes de cada uno de los m ares que perciben, uno a uno, los tús
puede interpretarse com o una form ulación del relativism o. D is­ diversos que form an los dem ás hom bres.
cípulo del estilo de pensam iento de Heráclito, Protágoras creía
que todo estaba en constante m ovim iento. A hora bien, si todo
cam bia, no existe una verdad absoluta puesto que ésta cam bia a Gorgias
m edida que cam bia el m undo y que cam biam os nosotros. C ada
individuo hum ano es concebido por Protágoras com o un ojo abier­ M ás am plios son los fragm entos que conservam os de Gorgias. a
to al mundo. Todo lo que este ojo ve com o existente, existe; todo quien Platón dedicó uno de sus diálogos más fam osos. M edite­
lo que este ojo deja de ver es inexistente. Todo lo que percibo, rráneo, nacido en Leontium , Sicilia, G orgias no sólo enseñó la
siento o pienso se refiere a m í y yo soy el único árbitro de la exis­ retórica sino que tam bién ejerció la diplom acia. G racias a sus
tencia de lo que percibo, siento o pienso. Solipsista, Protágoras esfuerzos, los atenienses m andaron ayuda m ilitar a sus conciu­
piensa que el m undo está hecho a la m edida de quien lo contem ­ dadanos, entonces en guerra con Siracusa. G orgias no lim itó su
pla y que quien contem pla al m undo lo está inventando al m ism o arte de persuadir a una m era enseñanza form al. Su enseñanza
tiem po. Sólo en una form a de conocim iento parece Protágoras fructificó en actos.
tener alguna confianza bien relativa por cierto: la sensación. Y Influido por Parm énides en cuanto a la form a de argumentar,
esto es lo que nos aclara la segunda frase. Buen retórico que es, G orgias llega a conclusiones relativistas m uy sim ilares a las de
Protágoras nos dice que el conocim iento no es una form a innata, Protágoras. Sus argumentos se basan en tres proposiciones: “Nada
existe” ; “si algo existiera no podríam os conocerlo” : “si pudiéra­
" El Protágoras de Platón expone y discute las teorías de Protágoras. Este diálogo es m os conocerlo no podríam os com unicarlo” . A firm ar que nada
la m ejor fuente para conocer el pensam iento de dicho filósofo.
31 Cf. Walter Kauffman. P hilosophic Classics, vol. I, Prentice Hall. Englewood Cliffs.
existe consiste en decir que nada existe fuera del m undo de las
N. J„ 1951, pp. 72-73. sensaciones. Si los conceptos de nuestro entendim iento no son
44 G recia 45
Introducción a la historia de la filo so fía

reales y siem pre se rem iten a la sensación y la sensación es enga­ Pero el propio G orgias se traiciona, y no sin humor, al final de su
ñosa (“m uchas cosas pensadas -e s c rib e - no son realidades: po­ discurso cuando dice: “escogí escribir este discurso com o un elo­
dem os concebir una carroza corriendo por el mar. o un hom bre gio a Helena y una diversión para m í m ism o” .32
alado”) no podem os confiar en aquello que podría ser la fuente Los sofistas dudan de la verdad, dudan de la po sib ilid ad
del conocim iento: la sensación m ism a. Supongam os, sin em bar­ del conocim iento. Su espíritu crítico tiende a convertirse en espí­
go, que la sensación nos proporciona algún conocim iento, ¿có­ ritu escéptico.
m o com unicarlo a los dem ás si cada sensación está lim itada a su
propia esfera, y lo que nos llega por la vista no es lo mismo que
alcanzam os a oír o palpar? N uestras sensaciones no están ligadas Calicles
entre sí y, con todo, son estas sensaciones las que crean nuestro
lenguaje (“no es el lenguaje el que com unica cosas perceptibles Los sofistas no se preocupan tan sólo del conocim iento. Ya vimos
sino las cosas perceptibles las que crean el lenguaje”). Form ado que eran m aestros de políticos y que no desdeñaban en ocasio­
de palabras inconexas el lenguaje carece de unidad de tal m anera nes dedicarse a la política ellos m ism os. La teoría de los sofistas
que lo que decim os es, por una parte, un resultado de lo que per­ sobre la sociedad y la justicia la resum e Platón en uno de sus
cibim os sin conexión y, por otra, una expresión de sensaciones personajes: el sofista Calicles. Es posible que Calicles nunca ha­
que tenem os cada uno de nosotros en form a individual. Volve­ ya existido. En él, sin em bargo. Platón trata de ofrecer una sínte­
mos a estar en un m ar de dudas. El conocim iento, reducido a la sis del pensam iento político de los sofistas. Y es esta síntesis la
sensación, es tan sólo mi conocim iento, y los dem ás y el m undo que tiene especial interés.
que m e rodea viven su vida aparte haciendo todas las cosas “a su Calicles aparece en el diálogo platónico que lleva el nom bre
m edida” com o diría Parm énides. de Gorgias. En este diálogo, Sócrates discute con los sofistas so­
No existen conocim ientos válidos. Ni tan sólo el discurso, el bre el tem a de la justicia. Los sofistas sostienen que es m ejor
lenguaje que se afanaban los sofistas por estudiar es verdadero. com eter una injusticia que ser víctim a de ella, m ientras que Só­
Tal es la razón que les perm ite convencer de cualquier cosa, falsa, crates defiende la tesis contraria. Para él es m ejor y m ás justo
verdadera, im aginaria, soñada o inexistente. No es raro que los sufrir una injusticia que com eterla. Es en tom o a este problem a
sofistas tom en a brom a sus propios discursos. En uno de los tex­ que em pieza a exponer su punto de vista el sofista Calicles. A
tos que de él nos quedan, Gorgias hace el elogio de Helena de partir de su definición de la ju sticia, C alicles edifica una teoría
Troya. Prueba que Helena no fue culpable por cuatro razones. Su de la sociedad, del derecho y de la vida social. Tam bién Calicles
acto pudo estar determ inado por el destino, por la violencia, por parte de la definición del hombre com o un ser sensual, un ser para
el convencim iento a través del lenguaje o por el amor. Si por el quien todo el conocim iento proviene de los sentidos. Los senti­
destino, nada podía hacer Helena pues no hay hom bre o m ujer dos form an lo que Calicles denom ina “naturaleza” del hombre.
que pueda resistirse a los decretos de los dioses: si por violencia, Ahora bien, la sociedad ha querido im pedir que los hom bres ac­
es claro que no pudo, m ujer y débil, resistir a sus raptores; si fue tuaran según sus deseos naturales y ha inventado una serie de
convencida por palabras y el poder de éstas “puede com parar­ frenos que llam am os leyes. Estas leyes han sido el invento de los
se con el efecto de las drogas en el cuerpo”, nada le quedaba a m ás débiles para oponerse al dom inio de los fuertes. La única ley
Helena por hacer; si finalm ente, por am or, ¿cóm o podría Helena que adm ite Calicles es la ley del más fuerte. Lo m ism o debe de­
resistirse a lo que le imponen los dioses, siendo Am or el dios cirse de la justicia. Será bueno todo aquello que no lim ite al fuer­
causante de su enferm edad de deseo? te; m alo lo que frene sus im pulsos naturales. Ya otros sofistas
Gorgias presenta su discurso en defensa de Helena com o un es­
5: Para una versión com pleta de los textos citados vid. ibid., pp. 73-78.
fuerzo por “destruir la acusación injusta y la opinión ignorante” .
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habían afirm ado lo m ism o com o lo hacen todos los sofistas que que Aristóteles, ya a cierta distancia del m aestro, podía ser más
aparecen en este diálogo de Platón. objetivo que Platón. Debem os confesar que no existe un conoci­
C alicles, sím bolo de los sofistas, es quien expone por prim e­ m iento claro y preciso de todo lo que pensó Sócrates. Sin em bar­
ra vez con coherencia la doctrina que da la razón del más fuerte. go, m uchas de las ideas que exponen Jenofonte, Platón y A ristó­
M aquiavelo. prim ero, y, m ás recientem ente, Nietzsche, aprove­ teles, coinciden. Será adecuado, antes que nada, fiarse de estas
charán la lección de los sofistas griegos.'3 ideas coincidentes, sin olvidar que el Sócrates que ha pasado a la
historia de O ccidente es, ante todo, el que expone Platón en sus
prim eros diálogos.
Sócrates En cuanto al estudio de Sócrates, podem os proceder con m a­
yor rigor del que era aplicable a los anteriores filósofos de G re­
¿Q uién fue Sócrates? La pregunta es m ucho m enos ociosa de lo cia. En Sócrates existe un m étodo preciso gracias al cual se puede
que podría parecer a prim era vista, si tenem os en cuenta que Só­ llegar a una idea de la ciencia y a una doctrina moral.
crates, educador de almas, creía en el poder de la palabra hablada
y que no dejó un solo escrito. Conocem os su pensamiento por m e­
dios indirectos, a través de los libros de sus discípulos, de las críti­ El método
cas de sus enem igos y de las diversas interpretaciones que a estas
distintas fuentes se han dado en el curso de la historia. Im aginem os a Sócrates cam inando por las calles de Atenas, dis­
Entre las fuentes que explican el pensam iento socrático, tres cutiendo en la plaza pública, en la palestra o “disputando con sus
son de prim era im portancia: los Diálogos de Platón, los R ecuer­ am igos, no tanto para rebatir sus opiniones, cuanto para indagar
dos de Sócrates de Jenofonte y los textos de A ristóteles quien, si la verdad” .34 En esta frase de D iógenes Laercio apunta ya la dife­
por cierto no conoció a Sócrates, conoció bien a sus discípulos. rencia básica entre los sofistas, que discutían por discutir, sin te­
No es necesario tom ar en cuenta las críticas y las sátiras que ner en cuenta la verdad o la falsedad de sus argum entos, y Sócra­
aparecen en Las n ubes: A ristófanes, con ánim o adverso al filóso­ tes quien siem pre anduvo en busca de la verdad. Su m étodo, es
fo, acaso influido por los enem igos de Sócrates, trazó de él una decir, etim ológicam ente y con m ucha exactitud su cam ino, fue
caricatura a veces cruel. Entre los historiadores m odernos de la siem pre la conversación o, para em plear la palabra griega, el diá­
filosofía existen im portantes discrepancias sobre la autenticidad logo. En la República, Platón distingue claram ente entre el m éto­
del Sócrates que nos presentan las prim eras tres fuentes. ¿H asta do socrático y el m étodo sofístico. Dice Sócrates que los hom ­
qué punto Platón expresa el pensam iento del m aestro en vez del bres “sin quererlo, caen en la disputa; creyendo discutir no hacen
suyo propio ? Jenofonte, principalm ente historiador, ¿habrá com ­ sino disputar”.35 Por un lado están los que em plean la erística, o
prendido a fondo el sentido filosófico de las palabras de Sócrates? arte de discutir con el solo y único fin de discutir; por el otro los
Y A ristóteles, al hablar del m étodo socrático y de sus ideas sobre que em plean el diálogo teniendo siem pre a la vista un m ism o fin:
la bondad y el bien, ¿habrá tenido un conocim iento suficiente de el descubrim iento de la verdad.
Sócrates, a quien nunca llegó a encontrar en vida? A lgunos auto­ Pero la verdad no puede afirm arse sin más pruebas, com o lo
res -co m o Burnet y T aylor- se inclinan por la interpretación pla­ hacían los prim eros pensadores griegos m erecedores, para Só­
tónica de las ideas socráticas; otros, com o Robin y en buena par­ crates, de toda desconfianza. Para hablar con claridad es necesa-
te Jaeger, prefieren la interpretación aristotélica porque piensan
34 C f D iógenes Laercio, Vidas, opiniones y sem encias de los filó so fo s m ás ilustres,
33 Cf. Eduardo G arcía M áynez, “ El derecho natural en la época de Sócrates", en vol. I, Perlado, M adrid, pp. 74-86.
E nsayos filosófico-jurídicos, B iblioteca de la Facultad de F ilosofía y L etras, U niversi­ 35 Platón. R epública, trad. de Enrique Palau, Iberia, Barcelona, 1959. p. 160. Todas
dad Veracruzana, Jalapa, 1959. las citas de la R epública incluidas en nuestro tratam iento provienen de esta edición.
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rio em plear un m étodo crítico. De ahí que Sócrates afirme, tantas griego. Es útil de nuevo recurrir aquí a un ejem plo. M enón tiene
veces, que sólo sabe que nada sabe. Esta afirm ación significa, un esclavo que sabe hablar griego. M ediante una serie de pregun­
prim ero, que se llega al saber después de poner en duda lo que tas sobre un problem a de m atem áticas. Sócrates logra que el es­
creem os saber sin tener más pruebas de ello que nuestra creencia. clavo, ignorante de toda ciencia, lo resuelva. La idea de Sócrates
Significa, adem ás, que Sócrates procede siem pre m ediante la iro­ es clara. El esclavo, com o todos los hom bres, tiene ideas, ideas
nía. Ante el sofista al que se opone. Sócrates suele tom ar una que muy probablem ente ha tenido siem pre, pero que nunca ha
actitud de irónico retraim iento. Así, en el Protágoras, de Platón, acabado de aclarar. Tal es la doctrina de las ideas innatas -o , en
Sócrates que ha oído el discurso del sofista elogia a Protágoras y térm inos de Platón, de la rem iniscencia-. La experiencia de los
dice que “por nada en el m undo hubiera querido perder esta oca­ sentidos puede sernos útil, pero nada lo será tanto com o aclarar
sión de haber oído a Protágoras”. Pero añade: “Sólo encuentro un estas ideas que poseem os y sacarlas a luz m ediante un m étodo
pequeño escrúpulo, que me quitará fácilm ente Protágoras” .36 La riguroso. El m étodo de Sócrates desem boca en una teoría del
m ism a actitud la encontram os ante Eutifrón, quien se cree posee­ conocim iento según la cual cuanto conocem os proviene de la
dor de un conocim iento com pleto de las ciencias de lo divino, o ilum inación de nociones que teníam os en el espíritu oscuras y
frente a Calicles, defensor de la razón del m ás fuerte. La ironía de confusas. Al em pirism o de los sofistas, cabe oponer la razón so­
Sócrates consiste en afirm ar su propia ignorancia, hacer que su crática. Para Sócrates el razonam iento es cosa del espíritu y no
opositor exponga sus puntos de vista para m ostrarle, m ediante un algo que aprendem os de la experiencia.
m étodo de preguntas que siem pre dan en el blanco, cuál es su
error. Si Sócrates duda, duda para finalm ente no dudar; si Sócra­
tes es irónico, lo es para m ostrar la confusión de espíritu en que La ciencia, la m oral
suelen estar sus interlocutores.
Sólo cuando los sofistas - o los jóvenes interlocutores a quie­ Descubriendo, develando, revelando lo que está en potencia y
nes piensa enseñar la v irtu d - han visto las contradicciones de su convirtiéndolo en acto de conocim iento, Sócrates pretende llegar
propio pensam iento, se perm ite Sócrates em pezar sus propios a la ciencia, si por ciencia entendem os un conocim iento claro y
razonam ientos. Para ello em ite una hipótesis. Ante la ignorancia preciso, válido en cualquier lugar y en cualquier tiem po, y no
ya patente, sólo cabe la posibilidad de hacer nuevas suposiciones. sólo una m era opinión de nuestros sentidos o de nuestra im agina­
Tenem os una hipótesis establecida, ya sea la del triángulo que ción. Pero, interesado en la vida concreta de cada uno de los hom ­
se inscribe en el círculo, ya la de la naturaleza de la virtud. Una bres que le rodean, insatisfecho de las especulaciones científicas
vez establecida la hipótesis, Sócrates procede a verificarla. Su de los prim eros filósofos griegos que se contentaban con afirm ar
m étodo sigue siendo el de las preguntas a las cuales su interlocu­ una teoría sin dem ostrarla, Sócrates busca la única ciencia que
tor habrá de responder. Y es que Sócrates cree, ante todo, en el tiene im portancia en la conducta de la vida tanto individual com o
valor educativo y vital de la filosofía. Si una persona debe apren­ social. Esta ciencia es la moral.
der algo, solam ente podrá hacerlo aprendiéndolo a partir de sí. La moral socrática tiene una apariencia paradójica. Aristóteles
No en vano coloca Sócrates en el centro mismo de su pensamiento la reduce a tres proposiciones: 7 j la virtud es lo mismo que el cono­
la inscripción del oráculo de Delfos: “conócete a ti m ism o”. cimiento; 2) el vicio es ignorancia; 3) nadie hace el mal voluntaria­
Hijo de una partera. Sócrates gusta decir que él m ism o es par­ mente. La tercera de estas proposiciones es, sin duda, la más paradó­
tero de almas, que tal es el sentido de la palabra m ayéutica en jica. Para entender la moral contenida en estas frases es necesario
recordar que la virtud para Sócrates, com o para los sofistas, puede
36 Platón, "Protágoras", en Diálogos, Porrúa, M éxico. 1962, p. 118. ["Sepan cuan­ ser enseñada. Es igualm ente necesario entender que la virtud sig­
to s ...” , 13.]
nifica exactamente lo opuesto para los sofistas que para Sócrates.
50 Introducción a la historia de la filosofia G recia 51

Los sofistas ven en la virtud, no una excelencia de tipo moral, dejéis de sacarlos a la vergüenza si no aplican a lo que deben apli­
sino el cabal cum plim iento de tendencias prácticas. Para Sócra­ carse y creen ser lo que no son; porque así es como yo he obrado
con vosotros. Si me concedéis esta gracia, lo mismo yo que mis
tes existe una tendencia fundam ental: la tendencia hacia el bien.
hijos no podremos menos que alabar vuestra justicia. Pero ya es
Y si los sofistas tendían a pensar que el bien se confunde con el tiempo que nos retiremos de aquí, yo para morir, vosotros para vi­
placer. Sócrates identifica el bien con la sabiduría. La moral no es vir. ¿Entre vosotros y yo, quién lleva la mejor parte? Esto es lo que
así una técnica para calcular fines prácticos sino el verdadero co ­ nadie sabe, excepto Dios.'7
nocim iento que va más allá de toda especialidad, el conocim iento
del hom bre sabio. Ello no im pide que los hom bres hagan el mal,
pero indica, claram ente, que si lo hacen, es porque no han adqui­ Obras de consulta
rido la sabiduría que les perm itiría evitarlo. El conocim iento de
nosotros m ism os es. en últim a instancia, la base tanto de nuestra C o p l e s t o n , Frederick. History o f Philosophy, vol. I, Newman,
acción com o de nuestro pensam iento. Si el conocim iento es real, Westminster. 1948, pp. 81-126.
el conocim iento y la acción tendrán que coincidir en el bien. J a e g e r , Werner, Paideia, trad, de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces,
No debem os buscar dem ostraciones abstractas para probar es­ Fondo de Cultura Económica, México, 1957, pp. 263-302; 389-457.
ta moral que exponen tanto Platón com o Jenofonte y Aristóteles. ROBIN, Léon, El pensamiento griego, trad, de Joaquín Xirau, Cervantes,
La única dem ostración concreta la dio el propio Sócrates en su Barcelona, 1935.
vida y principalm ente en su m anera de aceptar la condenación y T a y lo r , A. E.. El pensamiento de Sócrates, trad, de Mateo Hernández
la m uerte. En esta vida, la más pura que se haya conocido antes Barroso, Fondo de Cultura Económica, México, 1969. [Breviarios, 161.].
del cristianism o. Sócrates es la viva prueba de la virtud, una vir­
tud que deberíam os llam ar dignidad.
A cusado por M elito y Agatón, de corrom per a la juventud y de
negar la existencia de los dioses, Sócrates se defiende, pero nun­ IV. L a m a d u r e z d e l a f il o s o f ía g r i e g a . P latón
ca em plea argum entos contrarios a la razón. Niega las acusacio­
nes y afirm a que, de ser absuelto, continuará su enseñanza. C uan­
do Critón quiere convencer a Sócrates de que debe huir, Sócrates Ha escrito A lfred North W hitehead que la historia de la filosofía
le contesta que la huida estaría en contra de la doctrina que ha occidental podría reducirse a una serie de notas al pie de la obra de
expuesto toda su vida y que frente a la m uerte no puede, no debe Platón. Com o todos los elogios esta idea de W hitehead contiene
renunciar a sus propias palabras. m ucho de exceso y no poco de verdad. C ontentém onos con decir
El propio Sócrates defiende su idea del hom bre y de la sabidu­ que la filosofía occidental sería incom prensible sin las obras de
ría. E sta defensa serena es la m ejor prueba de su autenticidad y Platón y de Aristóteles. De ellas nace el pensam iento m oderno. A
de su grandeza: ellas hay que referirnos siem pre que querem os entender qué es la
filosofía, cuáles sus em peños, cuáles sus preguntas.
Pero si con Platón y A ristóteles se inicia la filosofía propia­
No tengo ningún resentimiento contra mis acusadores ni contra los
m ente dicha, no es m enos verdad que sus obras representan la
que me han condenado, aun cuando no haya sido su intención ha­
cerme un bien, sino por el contrario, un mal, lo que sería motivo culm inación de toda la serie de acarreos, invenciones y pensa­
para quejarme de ellos. Pero sólo una gracia tengo que pedirles. m ientos de los pensadores que los precedieron. En realidad, las
Cuando mis hijos sean mayores, os suplico los hostiguéis, los ator­ obras de Platón y de A ristóteles, com o la de santo Tom ás en la
mentéis como yo os he atormentado a vosotros, si veis que prefieren
la riqueza a la verdad y que se creen algo cuando no son nada; no 37Ibid., p. 19.
52 Introducción a la historia de la filo so fia G recia 53

Edad M edia, o la de Kant y Hegel ya a orillas del siglo x ix . se establece Platón. Com pra unos terrenos en los jardines de Acade-
presentan com o sum m ae,38 S íntesis y sum a de todo el pensa­ mos y funda allí la prim era universidad del m undo, escuela de
m iento anterior, las filosofías platónica y aristotélica aparecen justicia, m edida, m atem ática y virtud que con el nom bre de A ca­
en una época de crisis. A nte un m undo que está en proceso de dem ia habrá de pasar a la historia. En su m adurez escribió Pla­
cam bio y de alteración, los filósofos buscan una form a de pen­ tón algunos de sus más fam osos diálogos: el Feclro que nos habla
sam iento que es tam bién form a de vida para evitar una crisis que del am or y de la belleza, el Fedón que se ocupa de la inm ortali­
parece inevitable. Lo que es de veras inevitable es darnos cuenta dad del alm a, el Banquete, el Gorgias que tratan de precisar el
de que en estas grandes síntesis que escriben los hombres cuando sentido de lo justo y la República, origen de todas las utopías so­
ya está próxim a la decadencia de las naciones y de los pueblos, ciales, donde Platón trata de arm onizar la vida de los hom bres
reside casi siem pre la busca afanosa de la verdad y el encuentro dentro de un Estado perfecto. No ha de durar m ucho tiem po
con la sabiduría. la estancia de Platón en Atenas. Viajero en busca de una ju sti­
N acido en 427, nom brado en su sexto día con el nom bre de cia ideal que quiere ver realizada en esta tierra, Platón vuelve a
A ristocles -P lató n es un sobrenom bre que indica el vigoroso fí­ Siracusa invitado por Dión, hijo del tirano y discípulo del filóso­
sico del filósofo-, Platón desciende de una familia aristocrática. fo. Pero al fracaso sigue el fracaso. Llegado Platón a Siracusa se
Por parte de su padre estaba em parentado con el últim o rey de encuentra con que el herm ano de Dión, Dionisio, ha tom ado el
Atenas. Por línea materna, con la nobleza de la época de Solón. poder. Y si bien el filósofo es recibido con no se sabe si fingida
Siem pre dom inará en él un afán aristocrático. Sim patizante del sim patía, decide abandonar su em presa ante el nuevo tirano, más
gobierno oligárquico, Platón pierde por él todo respeto cuando ve am igo del placer que de la justicia, de la riqueza que de la verdad,
que la oligarquía de A tenas condena a Sócrates. Al ascender al del juego que de la sabiduría. Habrá de volver Platón ya viejo a
gobierno de Atenas la dem ocracia, pone Platón en ella sus espe­ Siracusa en un tercer viaje. No habrá de tener más éxito que en
ranzas. Pero los dem ócratas, ejecutores de Sócrates, le dejan pro­ sus viajes anteriores. Entre tanto, Platón ha regresado a Atenas, a
fundam ente desilusionado del segundo tipo de gobierno que ha enseñar a sus discípulos de la A cadem ia y a escribir algunos de
vivido en su juventud. ¿C óm o no ver en esta doble desilusión el sus diálogos más precisos y más exactos: el Teetetes, donde se
origen de la teoría platónica de un Estado perfecto? ¿C óm o no define la ciencia, el Sofista, que no sólo es una definición de la
ver en ella tam bién la razón del exilio del joven filósofo? En efec­ personalidad de los sofistas sino tam bién una lección sobre el
to. Platón abandona A tenas, se dirige a M egara donde asiste a m étodo m ism o de definir, el Político, m odificada y m oderada se­
las clases de Euclides, filósofo discípulo de Sócrates, regresa bre­ cuencia de la República, el Pannénides, donde Platón critica
vem ente a Atenas y viaja a Egipto. En Egipto aprende algo de su propia filosofía, el Filebo donde reconstruye su pensam iento.39
ciencia y m ucho de m itología. La historia de la A tlántida -¿ v e r­ La filosofía de Platón no debe concebirse com o un todo hecho
dad o sueño? ¿H istoria o nostalgia de un m undo m ejo r?- es de y derecho, com o un sistem a estático. M uy al contrario, la filoso-
origen egipcio y aparece por vez prim era en los escritos de Platón ” C onservam os de Platón veintisiete diálogos y trece cartas. Los eruditos suelen
(C ñtias, Tuneo). C onstantem ente ocupado en los negocios de la dividir los diálogos en cuatro periodos: los de juventud donde el filósolo suele exponer
ciudad, político en el sentido auténtico de la palabra polis, Platón las ideas de Sócrates: Apología. Critón, Eutifrón. Laques, Lisis, Ion. Protágoras, H ipias
niayor\ los de la m adurez: Gorgias. Menón. M enexenos, Eutidem o, Fedón, Banquete,
viaja a Siracusa donde Dionisio, tirano, pide su ayuda y su conse­ Fedro, R epública; los diálogos críticos escritos antes del tercer viaje a Siracusa: Teetetes,
jo. Dionisio se m uestra incapaz de seguir los consejos del filóso­ Sofista, Político. Parménides, Cratilo', los de vejez, donde Platón se acerca cada vez
fo y Platón vuelve a Atenas después de haber sido apresado por m ás a la enseñanza de los pitagóricos: Filebo, Timeo. Leyes. D e las cartas la más im por­
tante es la vil, donde Platón describe sus tres viajes a Siracusa. E n cuanto a los diálogos
unos piratas, esclavizado y finalm ente rescatado. En A tenas se y a su form a, ¿habrá que recordar que Platón, casi adolescente todavía, quiso ser poeta
dram ático y que éste su genio se realizó en plenitud cuando inauguró un nuevo estilo
38 Cf. '‘Introducción” , supra. para dram atizar las ideas?
54 Grecia 55
Introducción a la historia de la filo so fia

fía platónica evolucionó a m edida que m aduraba el filósofo. Teoría del conocim iento
Sería falso afirm ar que las ideas fundam entales de Platón sufrie­
ran algún cam bio radical. Pero sería igualm ente falso no concebir El conocim iento no es para Platón únicam ente una función de la
su filosofía com o la evolución de un pensam iento vivo. Las ideas razón o de la inteligencia pura. ¿N o encontram os ya en la m ism a
que cada nuevo diálogo viene a añadir a los diálogos anteriores palabra filosofía reunidas dos palabras griegas que significan sa­
son la prueba patente de que el espíritu de un gran filósofo es un ber y am ar? De hecho el verdadero conocim iento no es tan sólo
espíritu creador y que el cam bio y la evolución de un pensam ien­ un conocer, sino un conocer amante, y un am or a la sabiduría.
to son m uestra de vida creadora. Para Platón será vía del conocim iento la razón tanto com o el am or
A unque la filosofía de Platón no pueda concebirse com o un y. m ás precisam ente, el am or a la razón. A estas dos form as com ­
sistem a al m odo de los grandes sistemas posteriores -e l de Aristó­ plem entarias del conocim iento, añade Platón una tercera: el co ­
teles. el de santo Tomás, los de Kant o H egel-. ello no impide que nocim iento por las im ágenes que se encuentran repetidam ente en
encontrem os en las obras platónicas todos los grandes temas de la su obra bajo la forma de m itos y de alegorías. Los m itos platóni­
filosofía. Es indudable que la preocupación fundamental de Platón cos sirven una doble función: por una parte vienen a ilustrar sus
fue la de encontrar una forma de vida feliz para los hombres, tanto ideas abstractas; por otra, y a la m anera de un poem a o de una
en su vida individual com o en su vida social, vidas que Platón con­ obra de arte, mitos y alegorías sirven para sugerir, m ediante la
cibe com o entrañablem ente unidas. Pero Platón se dio cuenta de im agen, aquello que no puede siem pre decirse claram ente con
que para llegar a establecer una teoría del com portamiento hum a­ palabras abstractas. La fantasía, tercera vía del conocim iento, re­
no, una moral o una teoría del Estado, es antes necesario saber qué presenta así un doble papel: el de una explicación gráfica y el de
es el hom bre y, para conocer de verdad al hombre, saber qué es y una distinta m anera de decir por sugerencia lo que se ha dicho o
cóm o vino a ser el mundo en que vivimos. De ahí que para Platón, lo que se va a decir m ediante el análisis lógico. Veamos prim ero,
la m oral y la teoría del Estado necesiten de una metafísica previa, el sentido de la dialéctica y de la teoría platónica del amor. M itos
de una teoría sobre el qué del hom bre y del universo. Es también y alegorías vendrán a servirnos cuando expliquem os la m etafísi­
claro que no podemos llegar a conocer el sentido del hombre ni el ca y la teoría platónica del Estado.
sentido del universo, ni el puesto del hom bre en este universo, sin
saber, de antemano, en qué consiste el saber. Y de ahí que Platón
tenga que preguntarse, frente a las dudas de los sofistas, frente a La dialéctica
sus propias dudas, si el conocim iento es posible y. de serlo, cóm o
llega a serlo. Previa a la metafísica se sitúa así una teoría del co­ Indicam os al hablar de Sócrates que el sentido original de la pa­
nocim iento donde Platón explica los orígenes de nuestras ideas y labra dialéctica es el de diálogo. Por otra parte es explicable que
trata de precisar el sentido de la verdad. Naturalmente todos es­ si conocem os la m ayor parte de las ideas de Sócrates a través
tos tem as se encuentran entrem ezclados en las diversas obras de de Platón, el método socrático -diálogo, ironía, m ayéutica- puede
Platón. Si nosotros analizamos aquí primero su teoría del conoci­ atribuirse igualm ente a Platón. Sin em bargo. Platón desarrolla
miento, su metafísica después y, finalmente, su moral y su teoría con m ucha más am plitud que Sócrates su idea del m étodo y su
del Estado, no es porque sigam os una división que de hecho no teoría del conocim iento. Para Platón la dialéctica consistirá en
existe en los diálogos del filósofo, sino porque tratamos de en­ todo género de m étodo que conduzca al conocim iento de la ver­
contrar la estructura lógica de un m odo del pensam iento. A tres dad y del ser. Pero si se quieren establecer las vías de la verdad es
preguntas responden las tres partes de este capítulo: ¿qué es el necesario, prim ero conocer cuáles son las vías del error; conocer
saber?: ¿qué son el m undo y el hom bre que vive en el mundo?; la verdad es. primero, conocer la no-verdad; llegar a la sabidu­
¿cóm o deben vivir el hom bre individual y el hom bre social? ría requiere, primero, entender en qué consiste la falta de sabiduría.
56 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 57

Platón analiza constantem ente los cam inos del error y es en este conocim iento, no encontrarán criterios absolutam ente ciertos pa­
análisis donde el pensam iento de Platón aparece ante todo com o ra distinguir el sueño de la vigilia. Tendrán que aceptar, por lo
pensam iento crítico. m enos a m anera de suposición, que es posible que despiertos,
Los sofistas habían sostenido la relatividad del conocim iento. estén dorm idos, y que las im ágenes de la vida sean las im ágenes
Protágoras afirmaba que todo el conocim iento se reduce a la pers­ de una vida que es en verdad sueño.
pectiva puram ente individual que, gracias a los sentidos, puedo Los sentidos no pueden ofrecem os una base sólida para nues­
construir acerca del m undo y de la gente que m e rodea. Platón tro conocim iento del m undo y de las cosas. Ello no quiere decir
observa en el Teetetes que si aceptam os con Protágoras que to­ que el conocim iento no exista. En el m ism o Teetetes, Platón afir­
do cam bia debemos concluir tam bién que las ideas de Protágoras ma: “L a ciencia no reside en las sensaciones sino en el razona­
cam bian y que Protágoras, incrédulo en cuanto a la posibilidad m iento sobre las sensaciones, puesto que, según parece, sólo por
de la verdad, no tiene derecho a tratar de convencem os de sus el razonam iento se puede descubrir la ciencia y la verdad, y es
ideas. Si afirm am os que la verdad no existe, no podem os com u­ im posible conseguirlo por otro rum bo”.41 Ya vem os cóm o Platón
nicar nuestras ideas a nadie. El sofista, cuando afirm a que el co­ opone la sensación al razonam iento. Si la sensación nos engaña,
nocim iento em pieza con la sensación y que ésta y su objeto son la razón y su em pleo nos conducen en cam bio a la ciencia. P or los
variables, por una parte se contradice a sí m ism o -¿ n o nos está sentidos podrem os, a lo sumo, obtener opiniones (cloxa) m ientras
diciendo que debem os aceptar com o verdad el hecho de que no que por la razón alcanzam os la ciencia (epistem e). En la R epúbli­
existe verdad alguna?-; por otra, niega la existencia del conoci­ ca, Platón escribe que la opinión “no es otra cosa que la facultad
m iento y, al negarla de m anera general niega tam bién su propio de juzgar lo aparente, es decir, la facultad de percibir las cosas tal
conocim iento. El que afirm a que todo es m udable, no debería ni com o éstas parecen ser según los sentidos” . A ella opone la ver­
tan sólo hablar, pues el mero hecho de hablar y de querer com uni­ dadera ciencia que tiene por objeto “conocer lo que existe tal co­
carnos m ediante la palabra im plica ya de por sí la idea de que m o existe” .42 ¿Cuál es el origen de esta ciencia?
existe algo que es com unicable, com ún a todos y verdadero. Ya hem os visto que el conocim iento no procede de la existen­
D e m anera sem ejante puede m ostrarse que la sensación no es cia sensible. Com o Sócrates, con quien parece identificarse por
conocim iento verdadero si se tiene en cuenta la existencia de los com pleto en este punto, Platón piensa que el conocim iento es
sueños o los delirios. Es posible preguntarse “si en este m om ento innato. En realidad nunca aprendem os algo totalm ente nuevo si­
dorm im os, siendo nuestro pensam iento otros tantos sueños”.40 no que “recordam os” algo que teníamos ya en el espíritu, si bien en
A delantándose a argum entos que em plearán los filósofos de eda­ form a oscura y confusa. C onocer es recordar. Tal era el sentido
des posteriores (notablem ente Descartes), Platón sugiere que si de la prueba m atem ática que daba el esclavo cuando Sócrates le
el conocim iento es sensible, las im ágenes que se nos presentan planteaba preguntas claras y adecuadas. C onocer es correr el velo
tanto en la vigilia -e s te árbol verde fuera de la v en tan a- com o en de un olvido. Así lo explica Platón, en forma alegórica, en el mito de
el sueño -e s te árbol visto en las im ágenes n o ctu rn as- tienen la la caverna, que es bueno citar con cierta extensión ya que habrá
m ism a garantía de verdad. ¿Estarem os despiertos? ¿Estarem os de sernos útil para aclarar tanto la teoría del conocim iento co­
dorm idos? ¿Será verdad, com o habrá de decir Shakespeare que la mo, m ás adelante, la m etafísica platónica. A sí se presenta el mito:
vida está hecha del tejido de los sueños? Y no es que Platón crea
que no existen bases razonables para discernir entre la vigilia y Por lo que se refiere al estado en que se encuentra la naturaleza
el sueño. Lo que piensa es que quienes tratan de apoyarse en las humana con relación a la ciencia y la ignorancia, puedes hacer una
sensaciones y las im ágenes para afirm ar que en ellas consiste el
* 'Ibid., p. 114.
40 Platón, Teetetes” , en Diálogos, vol. ni, Editora N acional, M éxico, 1958, p. 46. 42 Platón, República, p. 186.
58 Introducción a la historia de la filo so fia Grecia 59

comparación con el cuadro que te voy a trazar. Imagina una especie acostum brados al m undo engañoso de los sentidos, tendem os a
de cueva, cavernosa vivienda subterránea, que tenga una larga en­
perder el sentido de la realidad y tom am os por real lo que tan
trada, por donde penetra la luz que se extiende a lo ancho de la
sólo es una som bra de la verdadera realidad. Tal es el m undo de
caverna, y unos hombres que están en ésta desde su niñez encadena­
dos de pies al cuello y de modo que les es imposible hacer toda las sensaciones, el m undo sensible al cual vivimos atados y por
clase de movimiento, y sólo pudiendo mirar hacia delante. Detrás el cual nos sentim os atraídos sin saber que este m undo es tan
de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, arde un fuego cuyos poco real com o la som bra. No es necesario, sin em bargo, que
resplandores los alumbra, y un camino escarpado y también por alto, perm anezcam os atados a las cadenas que nos aprisionan. Pode­
que transversalmente cruza la caverna, entre el fuego y los encade­ mos im aginar, com o lo hace Platón, que algún hom bre es capaz
nados. Supon que a lo largo de este camino ha sido puesto un muro, de rom per sus cadenas m ediante enorm es esfuerzos y que, una
semejante a los tabiques que los titiriteros ponen entre ellos y los vez desencadenado em pieza a escalar el muro escarpado hasta lle­
espectadores, para exhibir por encima sus maravillas y disimular gar a la luz del fuego o del sol que brilla fuera de la caverna. Quien
por debajo sus triquiñuelas |...] Figúrate ahora unos hombres que, a así sea capaz de liberarse, y no sin sufrim iento y esfuerzo, llega­
lo largo del muro, transportan toda clase de objetos; objetos que rá a la entrada de la caverna, pero al principio, desacostum brado
sobrepasan la altura del muro y que son figuras de hombres y de
com o está de toda luz. no podrá ver el sol que le deslum bra. Para
animales de madera o piedra. Los portadores de estas figuras, algu­
nos se detienen a conversar y otros pasan sin decir nada. que el hom bre que sale de la caverna llegue a poder ver el sol
cara a cara, tendrá que realizar un segundo esfuerzo no m enos
Después de esta descripción inicial sigue Platón exponiendo duro que el que requirió de él su prim er ascenso. D espués de este
el m ito en un diálogo entre Sócrates y su interlocutor G laucón: esfuerzo el hom bre liberado podrá em pezar a razonar y “al razo­
nar sobre sus im presiones, llegaría a la conclusión de que el sol
S ó c r a t e s : En prim er lugar, ¿crees que los que están ahí han v is­ es el que produce las estaciones y los años, el que gobierna todo
to otra cosa de sí m ism os y de los que están a su lado, que las so m ­ lo que es visible y el que. en cierta manera, es la causa de todo lo que
bras proyectadas po r el fuego en el fondo de la caverna que está veía en la caverna”.44
frente a ellos? En otras palabras, el filósofo, el que ha sido capaz de aplicar
G l a u c ó n : ¿C óm o podrían ver otra cosa si desde su niñez están un m étodo riguroso de conocim iento, acabará por conocer la ver­
im posibilitados de m over la cabeza? dad aquí representada por el sol que todo lo alum bra, y se dará
SÓCRATES: ¿Y de los objetos transportados, pueden ver otra cosa por fin cuenta de que aquellas som bras que antes creyó reales son
que las sombras de los mismos? tan sólo som bras, som bras cuya existencia se debe a la existencia
G l a u c ó n : ¿Q ué m ás pueden ver?
de la luz, sensaciones cuya existencia es tan sólo un reflejo, una
S ó c r a t e s : Luego no hay duda que sólo tendrán por realidad las
form a secundaria de la realidad. Así. el que conoce, es el que es
sombras de los objetos antes mencionados.4'
capaz de proceder m ediante la razón que todo lo ilum ina y que
es igualm ente capaz de escapar a los sentidos que todo lo oscure­
H asta aquí la prim era parte de la alegoría. Los sím bolos son
cen. Habrá de regresar el filósofo al fondo de la caverna, tratará
bien claros. Los hom bres, “iguales a nosotros punto por punto” ,
están atados de tal m anera que solam ente pueden percibir las de instruir a los demás y enseñarles que cuanto ven son sombras y
som bras. Y este percibir las som bras es tam bién, “punto por p u n ­ que la verdadera luz no está en las som bras. Y los dem ás apenas
to”. el sím bolo de nuestra visión del m undo de lo sensible. A cos­ podrán creerle y acaso lleguen a matarle, alusión clara de Platón
tum brados a vivir en las som bras ya sólo podem os ver som bras. a la m uerte de Sócrates. Pero este hom bre que haya pasado de la
caverna a la luz, de la m entira a la verdad, será a pesar de las opi-

43 Ibid., pp. 231-232.


44 Ibid.. p. 233.
60 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 61

niones de los dem ás, el verdadero sabio, el ilum inado por la luz radiante m ediante el cual se explican todos los reflejos, todas las
de la razón. som bras o, com o dice Platón, “el que gobierna todo lo que es
Cabe sin em bargo una pregunta. ¿C óm o es posible que este visible” ? C onocer es, para Platón, buscar la unidad de una ley, de-
hom bre, encerrado en el fondo de la caverna, haya deseado salir un principio que pueda explicar la diversidad de nuestras expe­
de ella e ir hacia la luz? ¿Q ué fuerza le im pele, qué deseo le ato­ riencias. Es por esto que Platón sostiene que el conocim iento es
siga? Lo que sucede es que en una m itológica edad perdida todos siem pre conocim iento del ser, m ientras que la opinión es sim ple­
hem os vivido cerca de la luz. Caídos en el fondo de la caverna, m ente percepción de todo lo que deviene y cambia. A sí lo expre­
tenem os a veces vislum bres de aquella prim era luz olvidada y sa Platón cuando afirma: “Hem os de convenir, por lo pronto, en
estos vislum bres perm iten que la recordem os. Lo que Platón afir­ que el prim er signo propio a la naturaleza filosófica es el am or
m a es pues que el conocim iento es una rem iniscencia, un recuer­ profundo a la ciencia, que puede conducim os al conocim iento de
do. Y esto es lo que significan sus alegorías. Cuando las interpre­ la esencia inm utable, inaccesible, a las vicisitudes o extravíos
tam os nos dam os cuenta de que para Platón el conocim iento no de la generación y corrupción” .45 El conocim iento de la esencia
se adquiere a partir de la experiencia. El conocim iento se tiene. inm utable, es decir, del ser, constituye el fin de toda filosofía.
Lo único que debem os hacer, m ediante la reflexión, es revelam os Pero para entender lo que Platón quiere decir cuando nos habla
a nosotros m ism os aquello que sabem os y que nuestra vida sensi­ del ser y de sus diferentes form as será necesario aclarar su m eta­
ble nos hace olvidar. Las ideas no son para Platón, com o fueron física y, especialm ente, su teoría de las ideas. Antes de pasar a
para los sofistas, ideas adquiridas que una m ente en blanco iría hacerlo debem os precisar el sentido de este am or del cual Platón
recibiendo de la experiencia de los sentidos, sino ideas innatas nos habla en la frase que acabamos de citar.
que, com o el esclavo de M enón, podem os aclarar poco a poco
m ediante el uso de un m étodo recto.
En algunas ocasiones, Platón piensa, en térm inos que se acer­
El am or
can a la religión, que la tarea del filósofo es la de ejercitar a m o­
rir, m orir al m undo de los sentidos para renacer al m undo de la
razón. En otros casos, Platón precisa de m odo más científico el El amor es la fuerza dialéctica. En su base se halla una contradic­
proceso de conocim iento que llam am os dialéctica. Para llegar a ción intrínseca que aspira constantemente a superar. Mediante su es­
la verdad deberem os proceder con m étodo crítico, pesar el senti­ fuerzo, eleva las formas inferiores a las formas superiores de la exis­
tencia, lo que tiene menos ser y menos valor a lo que, en la plenitud
do de los conceptos y de las palabras que los expresan, definir los
del ser, halla la plena perfección.46
conceptos y las palabras. El m ejor ejem plo del m étodo platónico
lo tenem os en las ciencias. Los hom bres de ciencia, cuando quie­
ren explicar la naturaleza, tratan de dar leyes universales que, en De esta fuerza dialéctica del amor, de esta capacidad de ascen­
la unidad de una fórm ula, expliquen la pluralidad de los hechos. so y de conocim iento, es el m ejor testigo el discurso de D iótim a
Los matemáticos, más aún que los físicos, parten de principios uni­ en el Banquete, D iótim a que “era m ujer muy entendida en punto
versales, axiomas o postulados de los cuales se deducen los diver­ a amor, y lo m ism o en m uchas otras cosas” ,47 explica en una ale­
sos teorem as. Pues bien, así com o para todos ellos, conocer es goría que Eros fue hijo de Poros (la A bundancia) y de Penia (la
unificar, tam bién para Platón el conocim iento consiste en redu­ Pobreza). Del prim ero hereda su capacidad de crear; de la se-
cir a unidad la multiplicidad de los hechos naturales, sociales, m o­
rales o espirituales que estudia. Y de esta reducción a la unidad 45 Ib id . , p. 196.
46 Joaquín X irau. A m o r y m u n d o , El C o leg io de M éxico, M éxico, 1942, p. 12.
tenem os, nuevam ente, una excelente ilustración en el m ito de la
47 P lató n , "B a n q u e te '', en D iá lo g o s, vol. I, E d ito ra N acio n al, M éx ico , 1958,
caverna. ¿Es acaso otro el significado de este fuego o sol único y p. 3Ü5.
62 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 63

gunda, su capacidad de aspiración y su capacidad de deseo. ¿No M etafísica


es verdad que el am or es siem pre y al m ism o tiem po, aspiración y
hallazgo, distancia anhelante y realización? Quien am a em pie­ La metafísica -palabra introducida más tarde por los discípulos de
za por carecer de lo que am a. y la realización de am or es la A ristóteles- es aquella parte de la filosofía que se ocupa de deter­
realización de la unidad una vez trascendida la carencia. En m inar el porqué de las cosas. M aestra de todas las ciencias, para
este su doble aspecto, estriba la “fuerza dialéctica” del amor. Platón la m etafísica -q u e él llam a m uchas veces d ialéc tica - nos
El am or es y no es al m ism o tiem po. Su realidad surge de su conducirá a entender cóm o está organizado el m undo y cuál es el
carencia m isma. Sólo si algo me falta puedo querer obtenerlo; puesto del hom bre en este m undo. Esta doble explicación se en­
y el amor, para ser realización, tiene que ser prim ero ausencia, cuentra. prim ero, en la teoría de las ideas, en segundo lugar, en la
falta, deseo, pobreza, “porque ninguno desea las cosas de que se teoría platónica del alm a. y. por últim o, en su concepto de Dios.
cree provisto”.48 El am or coincide así con la dialéctica en que, co­
m o ella, es prim ero carencia de saber para después realizarse
com o sabiduría. Así lo expresa D iótim a cuando dice: “La sabi­ Teoría de las ideas
duría es una de las cosas más bellas del m undo, y com o Eros am a
lo que es bello, es preciso concluir que Eros es am ante de la sabi­ El m undo en que vivimos está hecho de cam bio o. com o dice
duría. es decir, filósofo” .49 A m ar es desear el conocim iento y este Platón, de generación y corrupción. Todo cuanto nos rodea, y tam ­
género de amor, que es tam bién sabiduría, debe distinguirse de bién nosotros m ism os, está de tránsito. La sem illa se hace árbol y
las formas sensibles del am or humano. El am or que describe Pla­ el árbol da flores que dan frutos. Pero cuando el árbol es árbol ya
tón es una form a de creación. Es igualm ente conocim iento de no es semilla, ni es árbol la flor cuando es flor, ni flor el fruto
la belleza absoluta, de la “belleza eterna, increada, e im percepti­ cuando es fruto. Todo lo que existe deviene y al devenir cesa de
ble, exenta de aum ento y de dism inución” .50 ser lo que era. El m undo sensible, el m undo que Platón represen­
A sí el amor, deseo de conocim iento y conocim iento de lo que taba por las som bras im plica siem pre paso y contradicción. Un
es bello, viene a com pletar el m étodo dialéctico. Com o la dia­ ejem plo cualquiera, tom ado al azar, nos m ostrará esta doble ca­
léctica, el am or aspira a sobrepasar la pluralidad para llegar a la racterística m udable y contradictoria de las cosas. La naranja an­
unidad, a vencer los obstáculos de los sentidos para adquirir el tes de ser naranja ha sido flor de azahar. He ah í ya el cam bio de
conocim iento de la verdad; com o la dialéctica, el am or nos con­ tipo de ser (la flor) a otro tipo de ser (el fruto). Pero si considera­
duce a las puertas del ser, si bien ahora este ser se llam a belleza. m os tan sólo el fruto, el cam bio es igualm ente patente. N acido en
El objeto de toda la teoría del conocim iento de Platón es siem ­ corazón sensible de la flor, el fruto crece, verde prim ero, se ilu­
pre el m ism o por distintas y com plem entarias que sean las vías m ina poco a poco de am arillo. Se dora al sol. m adura, estalla y,
que a él conducen: la búsqueda de la razón más allá de las sombras abandonado a sí m ismo, acaba por caer de la ram a y podrirse en
de lo sensible, la búsqueda de la unidad más allá de la pluralidad de el suelo. En cada nuevo m om ento de su ser, el fruto no es ya lo
todas las apariencias que nos rodean, la búsqueda del ser m ás allá que era ni es todavía lo que va a ser. Sucede com o si las cosas
de los engaños del devenir. Hasta aquí el m étodo del conocim ien­ estuvieran llenas de una suerte de velocidad interna que las crea,
to platónico. Para entender el objeto de este conocim iento es ne­ las desarrolla y las destruye. Por esto podem os decir que son y no
cesario buscarlo en la metafísica. son. que su m odo de existir es un m odo de existir a m edias entre
el no-ser de lo que fueron y el no-ser de lo que todavía no alcan­
48 Ibid., p. 309.
zan a ser. Ahora bien, por herm oso que sea este m undo sensible
49 Loe. cit. que nos rodea, por herm osas que sean la planta, el mar, la m onta­
50 Ibid.. p. 319. ña o la persona, no son explicables por sí m ismas. ¿C óm o podría
64 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 65

explicarse aquello que es contradictorio, aquello que a m edida nir, el m undo del cam bio, con las som bras, podem os tam bién
que se hace se va deshaciendo hasta perecer? ¿C óm o definir identificar las ideas con la luz del fuego o del sol. M ediante la
lo que es pasajero, si no puedo fijarlo, si cuando trato de definirlo existencia de un m undo de ideas, que son aquí entes, seres rea­
ya no es lo m ism o que trataba de definir en un principio? El fru­ les, Platón trata de explicar nuestro mundo.
to que defino es ya. cuando lo defino, el fruto que era, puesto que Ya desde los prim eros diálogos Platón hablaba, aunque sin
el ser absoluto no pertenece a nada de lo que vive o respira o sim ­ dem asiada precisión, de la existencia de estos seres reales. Así,
plem ente está en este m undo de creaciones y corrupciones. en el Eutifrón, diálogo donde se discute la santidad, Platón decía
A hora bien. Platón no se contenta con afirmar que el m undo que que todas las cosas santas se refieren a una m ism a esencia, la de
vivim os está de paso - y nosotros en él tam bién-: no se contenta la santidad y, en el Banquete, afirm aba que todas las cosas bellas
con decir que el m undo es contradictorio, fugaz, pasajero, tejido en pueden ser llam adas bellas tan sólo por participación en la b e­
el m ism o tejido de las sombras. ¿C óm o explicar este cam bio cons­ lleza existente y real. Con m ayor claridad se expresa Platón en la
tante? ¿C óm o buscar alguna razón para esta vertiginosa sinrazón República: “Existe lo bello en sí, lo bueno en sí; y del m ismo modo
que vivimos y en que vivim os? Para hacerlo, Platón establece hem os definido las cosas m últiples, buenas, bellas y dem ás, co ­
poco a poco, a lo largo de su vida, la teoría de las ideas, prim ero m o correspondientes a una sola idea, cuya unidad suponem os y
en form a de suposición, más tarde tratando de dar pruebas racio­ llam am os a cada cosa ‘aquello que e s’.”52 Tal es la diferencia que
nales para su teoría. Precisem os lo que entiende Platón por idea. existe entre el m undo sensible y el m undo inteligible, es decir, el
Se ha hecho notar que en la época en que escribía Platón, la m undo m udable y vario que nos dan los sentidos, y el m undo de
filosofía carecía de térm inos precisos y adecuados. Hoy podem os esencias inm utables que nos otorga el m étodo del saber por la
echar mano de los térm inos definidos por los filósofos y nos en­ razón y por el amor. Platón explica la pluralidad por la unidad:
contram os con térm inos precisos para cada modo de ser, y a veces todas las naranjas pertenecen a una m ism a esencia de naranja; to­
incluso con un exceso de términos. Pero en el tiem po de Platón los dos los hom bres, por distintos que sean entre sí, pertenecen a una
términos filosóficos estaban apenas formándose. Platón tom a la m ism a esencia que los hace hom bres. Explica tam bién el cam bio
palabra idea del lenguaje com ún y corriente y le da una significa­ por la inm ovilidad, pues, en efecto, cada idea es una, inm utable,
ción, especial, nueva. En realidad, com o ha visto García M orente. incam biable, eterna. Y de la m ism a m anera que las som bras son
Platón crea un neologism o.51 En efecto, la palabra idea procede posibles porque existe la luz, nuestro m undo es tan sólo posible
de un verbo griego que significa ver, mirar, examinar, m irar cara com o reflejo, copia o im itación de las ideas. El triángulo verda­
a cara. Así, idea, en el lenguaje com ún de los atenienses, signifi­ dero no está en nuestro mundo. El triángulo que percibo es tan
caba, algo visto, o aun el aspecto exterior, la apariencia de una sólo la copia, la im itación del verdadero triángulo que existe
cosa. Para Platón, la idea es precisam ente aquello que no cam bia en otro m undo de perfección y de eternidad.
ni puede aceptar ninguna variación. La idea es, así, lo que es y el A unque Platón siem pre sostuvo la teoría de las ideas, la m odi­
significado de la palabra es prácticam ente el m ism o que el de ficó notablem ente en sus últim os diálogos. En ellos se conserva
form a en Aristóteles o el de esencia. A hora bien, Platón cree que la m ism a estructura que acabam os de describir. Pero esta estruc­
estas ideas, es decir, estos seres, tienen una existencia propia, tura se precisa, se afina y aclara. Tal es el caso de la teoría de las
independiente de nuestro m undo, que a veces im agina en una es­ ideas tal com o Platón la expone en el Timeo. Para explicar el
pecie de cielo que llam a el Topos Uranos. Las ideas son así las m undo, Platón supone que existen cuatro géneros de realidad:
esencias de las cosas, esencias que existen en sí y por sí. Si de el receptáculo, las ideas, Dios y las creaturas. Veamos cóm o se
nuevo recordam os el m ito de la caverna e identificam os el deve­ relacionan estos cuatro m odos de ser.

51 M anuel G arcía Morente, Lecciones prelim inares de filosofía. 52 Platón, República.


66 Introducción a la historia de la filo so fìa Grecia 67

En la prim era teoría de las ideas, Platón trataba de explicar la mos preguntarnos ahora: ¿C óm o es que estas ideas, estas esen­
contradicción m ediante un m undo real y no contradictorio. Y sin cias, vienen a im prim irse en el m undo sensible? ¿Q ué es lo que
em bargo, la explicación era incom pleta. Las ideas, seres absolu­ hace que las esencias de las cosas vengan a im prim irse en esta
tos, explicaban todo aquello que en nuestro m undo tiene alguna especie de cera siem pre m aleable de lo posible para dar lugar a
form a de ser. Pero ya hem os visto que cada cosa en el m undo un m undo? La respuesta de Platón es clara: el ser gracias al cual
sensible participa tam bién del no-ser. ¿De dónde procederá este las ideas sellan la posibilidad y le otorgan realidad es D ios.55
no-ser de las cosas y de los hom bres? O. por decirlo con el mito
de la caverna: si bien hem os podido explicar, por participación en
la luz, la parte lum inosa que hay siem pre en las som bras mismas, La idea de Dios
no hem os explicado en cam bio la tiniebla que las form a igual­
m ente m ezclándose a la luz. ¿C óm o explicar la presencia de las Leem os en el Timeo: “todo lo que deviene o es creado debe ne­
tinieblas? A esta pregunta responde, en el Timeo,53 la teoría del cesariam ente ser creado por alguna causa” .56 Dios es esta causa
receptáculo. Adem ás de “un m odelo inteligible y siem pre el m is­ creadora. Y Dios ha creado el m undo m irando al m undo inteligi­
m o”. com puesto por las ideas, y de la “im itación del m odelo, ble de las ideas para que el m undo creado se pareciera lo más
generada y visible”,54 hay que añadir ahora el receptáculo. Platón posible al m undo perfecto que Dios contem pla. Si preguntam os:
entiende por receptáculo lo que todavía no está determ inado, lo “¿Q ué m odelo tenía el artífice a la vista cuando hizo el mundo,
que no tiene ninguna form a, aquello en que vienen a im prim irse el m odelo de lo inm utable o el m odelo de lo que es creado?”, la
las form as o las ideas para dar lugar al m undo real. Si tom am os el respuesta habrá de ser: “Todos verem os que tiene que haber m i­
ejem plo de la caverna, podríam os decir que las ideas son la luz, rado lo eterno porque el m undo es la más bella de las creaciones y
el m undo es el de las sombras y el receptáculo es el muro, al fondo él, la m ejor de las causas” .57 Si ahora preguntam os por qué Dios
de la caverna, donde se proyectan las som bras. R eceptáculo es creó el mundo, la respuesta debe ser que así lo hizo, “libre de
posibilidad. Ahora bien, la posibilidad es precisam ente aquello toda clase de celos. El quiso que todas las cosas fuesen tan pare­
que todavía no es. C uando decim os que algo es posible estam os cidas a él com o fuera posible” .58 Platón se da cuenta de que al
diciendo que todavía no es real. Y esto es lo que piensa Platón: hablar de Dios sólo podem os “aducir probabilidades” ya que
cuando la realidad del ser (las ideas) viene a im prim irse en la “el padre y hacedor de todo este universo está m ás allá de la com ­
posibilidad (el receptáculo), adquiere form a el m undo que cono­ prensión” .59Y sin embargo, esta idea de un Dios creador, perfec-
cem os. Y, en efecto, ¿no hem os visto ya que nuestro m undo es
una m ezcla de realidad y posibilidad, de ser y de no ser? ¿No 55 D ebem os notar dos puntos im portantes: a) El m undo de las ideas varía fundam en­
hem os dicho que la naranja es y no es al m ism o tiem po? Pues talm ente a lo largo de la filosofía platónica. Bien es verdad que en los prim eros diálo­
gos, las ideas están, por así decirlo, “en el aire” . Lo que sucede es que. más adelante (en el
bien, ahora podem os afirm ar que la naranja, ejem plo aquí de toda Tinieo y los últim os diálogos) Platón relaciona estas ideas con un agente creador (Dios,
creatura, sea este hom bre, árbol o río, es un ser m ezclado de posi­ o a veces en plural, los dioses), y, por otra, que añade este mundo de la posibilidad gra­
bilidad y de realidad, de no-ser y de ser. N uestro m undo no es cias al cual se explica el no-ser de que están tam bién hechas las cosas; b) la teoría de las
ideas, tal com o se presenta en el Timeo, nos parece m ás exacta y más típica de Platón
solam ente una im agen o una copia. Es tam bién una m ezcla cons­ que la que se nos da en la República o los diálogos anteriores. C onfirm a nuestra idea el
tante de lo real y lo posible. hecho de que en otro de los últim os diálogos (el F ilebo), Platón introduzca cuatro cate­
Tenem os ya tres de los elem entos que aparecen en el Timeo: gorías m uy semejantes a las del Timeo. A las ideas corresponden en el Filebo lo limitado;
al receptáculo, lo ilimitado, es decir, lo posible que espera la presencia de la forma; al
las ideas, el receptáculo y las creaturas o m undo sensible. Pode- m undo creado la m ezcla de los dos anteriores, y a D ios, la causa.
56 Ibid., 28.
53 En las citas que siguen adopto la num eración muy precisa que de las secciones del 57 Loe. cit.
texto da Jowett, traductor de Platón al inglés. 58 lbid., 30.
54 Platón, Tinieo, 48.
59 lbid.. 29.
68 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 69

to, que crea fuera de toda clase de celos un m undo que a él se yan podido equivocarse? El hecho de que los hom bres hayan
asem eja, da coherencia a la m etafísica de Platón. No es suficien­ creído y crean parece conducirnos a pensar que el objeto de
te decir que el mundo está hecho de una m ezcla de posibilidades y su creencia es real.62
de realidades, de un receptáculo indefinido capaz de todas las for­ H asta aquí el concepto del m undo que desarrolló Platón. Hay
m as y de unas esencias reales que vienen a sellar estas form as que ver en su filosofía una de las más herm osas realidades del
para que surjan, vivas, las creaturas. Sin la existencia de un Dios pensam iento filosófico, la de un m undo ordenado de D ios a la
creador y hacedor del mundo, la filosofía platónica quedaría trunca. Tierra y del hom bre a las ideas y a Dios por el cam ino de la con­
Le faltaría la fuerza que crea, el principio de todos los movimientos. tem plación una vez que, anuladas las som bras, se contem pla ca­
Y esto es lo que cabalm ente entiende Platón y lo que le conduce ra a cara la verdad y el ser. ¿Cuál es el puesto del hom bre en este
no sólo a afirm ar que Dios existe sino a tratar de probarlo. cosm os ordenado por el pensam iento de Platón? Para responder
En el Tuneo Platón habla de Dios en singular, form a que ya a esta pregunta tendrem os que analizar, prim ero, cuál es el senti­
encontrábam os en el m onoteísm o de Jenófanes. Lo que es nue­ do individual del hom bre y. en segundo lugar y prim ordialm ente,
vo en el Tuneo puede resum irse en dos ideas sobre la naturaleza el sentido social del hombre.
divina que sólo se encuentran en la B iblia y que habrá de realizar
en plenitud el cristianism o: la idea de creación y la idea de provi­
dencia. Y sin em bargo, Platón, todavía cercanos los días del po­ El hombre
liteísm o, cuando trata de probar la existencia de la divinidad se
refiere a los dioses en plural. A sí en su últim o diálogo: las L e­ Es de nuevo un m ito el que nos puede orientar hacia la com pren­
yes.60 D os pruebas de Platón para la existencia de Dios, dos prue­ sión del hom bre. En el Feclro. Platón describe largam ente el alm a
bas que habrán de perdurar, m adurar y desarrollarse en el curso hum ana m ediante la com paración de ella con un carro guiado por
de los siglos. L a prim era es la prueba por la finalidad; la segunda un cochero y arrastrado por dos corceles voladores. Uno de los
es la prueba por el consentim iento universal. Leem os en las L e­ corceles, de pelaje blanco, ojos negros y cabeza erguida repre­
y e s .: “En prim er lugar, la tierra y el sol y las estrellas y el univer­ senta el honor y la templanza. Este corcel, que tiende a ascender
so, y la ju sta ordenación de las estaciones y la división de ellas en y a volar cielo arriba, es el sím bolo de la voluntad dirigida al
años y en meses, dan pruebas de su existencia”.61 En otras pala­ bien. El segundo, de cabeza dura, narices chatas, pelaje negro y
bras: en el m undo en que vivim os encontram os m odelos de orden ojos sanguíneos, contrariam ente al prim ero, representa las fuer­
y arm onía. Ahora bien nuestro m undo, que ya hem os visto con­ zas negativas, el mal y la vida sensual. En tensión continua entre
tradictorio. cam biante, mudable, no puede ser el creador de esta el corcel blanco que asciende y el corcel negro que quiere des­
arm onía. La arm onía debe provenir de una arm onía perfecta que cender de su vuelo, el cochero, sím bolo de la razón, tiene que
el Platón de las Leyes encuentra en los dioses. El orden del univer­ esforzarse por m antener un equilibrio inestable y tratar de alcan­
so es así la imagen y la prueba, la existencia de la divinidad. Pe­ zar la arm onía. Tal es el alm a del hombre: razón, apetito y volun­
ro lo es tam bién el hecho de que todos los hom bres, bárbaros o tad dirigida al bien. M icrocosm os, pequeño m undo parecido al
griegos, hayan creído en la existencia de las divinidades. Existe m undo que antes describim os, el hom bre posee una facultad que
una suerte de acuerdo universal según el cual todos los hom bres, lo acerca al m undo del bien, una inteligencia o razón que le per-
en una u otra forma, han creído en la existencia de los dioses. ¿Es
acaso probable que todos los hom bres, de todas las naciones ha­ 62 E stas pruebas platónicas son im portantes no sólo porque Platón trata de razonar el
m undo y de explicarlo. Lo son tam bién porque habrán de influir a los hom bres de todas
las épocas y de todas las creencias religiosas. La prueba p o r el orden y la finalidad del
60 Sigo aquí también la num eración de Jowett. universo será desarrollada por Aristóteles, san A gustín, santo Tomás, Rousseau y Hcgel;
61 Platón, Leves, 886. la prueba por el consentim iento universal, por san A gustín, Bossuet y Bergson.
70 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 71

m ite conocer el m undo de las ideas y un apetito que lo ata -¿ n o se salvan; las im puras reencarnan en otros cuerpos, teoría que
estaban así atados los hom bres de la caverna?- al m undo de los Platón recogió de los filósofos pitagóricos.
sentidos y de las apariencias. Com o Sócrates. Platón identifica lo eterno, lo divino, lo inte­
Podría preguntarse: ¿por qué. al hablar del hombre, hablamos lectual y lo inm ortal con la verdadera virtud. Sólo el hom bre ju s ­
del alma? Platón, com o más tarde Aristóteles, piensa que si el hom ­ to es el verdadero conocedor de sí m ismo y de las esencias de
bre se distingue en algo de los dem ás animales es precisam ente en las cosas, sólo en él se unifican la com prensión del intelecto y los
el hecho de tener un alm a racional. Todos los seres anim ados tie­ deseos de la voluntad. Pero no es de esperarse que para Platón,
nen un principio de vida que los gobierna, pero en el hom bre este filósofo de la p o lis , que sólo puede concebir al hom bre com o in­
principio de vida es precisam ente la razón que le permite no sólo dividuo integrado en la sociedad, la justicia pueda realizarse ple­
vivir sino entender y ascender al m undo de las ideas. Claro que el nam ente en el plano individual. La justicia verdadera se logra en
hombre es un ser perecedero; claro que habrá de morir un día su una sociedad que Platón desea y espera perfecta.
cuerpo y habrán de m orir con él las facultades negativas de los
sentidos y de las pasiones. Pero, ¿acaso nada quedará del hom bre
después de su m uerte? ¿Hay algo en el hom bre que sea perfecta­ La ciudad platónica
mente inmortal? A sí lo cree Platón quien no sólo afirm a la inm or­
talidad del alma sino que quiere también demostrarla. Las utopías fueron bastante comunes entre los griegos. Ya antes de
El Fedón está dedicado a probar la inm ortalidad del alm a. que Platón escribiera la República. varios filósofos y algunos poetas
habían pensado en la posibilidad de una sociedad perfecta.63 Pero
Difícil intento. Pero intento que Platón realiza por prim era vez en
la historia. Ya hem os visto que, según Platón, pensar es recordar. las ideas más interesantes, entre burlas y veras, hay que buscarlas, a
Pero si el pensam iento es un recuerdo, si el alm a recuerda la luz este respecto, en Aristófanes. Si en sus primeras comedias Aristó­
fanes se limitaba a criticar tal o cual vicio de la sociedad griega y en
que es capaz de descubrir nuevam ente, ¿no será porque ya ha
visto esta luz en una vida anterior? Por lo m enos antes de esta vi­ especial ateniense, en sus últimas comedias propone, sucesivamente,
da el alm a fue algo inm ortal. Pero, podem os preguntam os, ¿aca­ varias formas del Estado perfecto. En Lisístrata y en La asamblea
so el hecho de haber sido inm ortales antes de nacer prom ete que de mujeres, son las mujeres las que evitan la guerra y tratan de esta­
vayamos a serlo después de la m uerte? Es claro que de aceptar blecer una ciudad basada en la paz. En Las aves asistimos a la socie­
esta inm ortalidad prenatal aceptam os que algo hay en el alm a dad perfecta que en el cielo establecen las aves en abierta rebelión
que tiene una vida fuera de esta vida, pero de ahí no se deduce que contra Zeus y en abierta protesta contra los vicios de los atenienses.
el alm a tenga que ser inm ortal después de la vida. Dos son, se­ Pero si los escritores se preocuparon por una sociedad feliz,
gún Platón, los argum entos que prueban la supervivencia del nadie com o Platón analizó con espíritu sistem ático el tem a del
alma. P or una parte, si el alm a es capaz de entender las ideas eter­ Estado. A él dedicó sus obras preferidas: la República y, al final de
nas, algo ha de tener en sí de eterno. En caso contrario no podría su vida, las Leyes. El tem a reaparece constantem ente en sus diá­
logos y en sus cartas.
entrar en contacto con la eternidad. Por otra parte, el alm a es una
y simple. Y si bien todo lo que es com puesto puede corrom perse y
dividirse, es im posible que pueda dividirse aquello que, com o el La República
alm a, carece de partes. El alm a es inm ortal tanto por participa­
ción en la eternidad com o por la unidad y la sim plicidad que le En la República. Platón inicia el tem a com o una discusión sobre
son intrínsecas. El alm a racional y eterna nos prom ete una vida la justicia. Glaucón, uno de sus interlocutores, sostiene una teoría
futura. ¿Qué esperar de esta vida? En varias ocasiones Platón dis­
tingue entre las alm as puras y las alm as im puras. Las alm as puras 63 Cf. W cm er Jaeger, Paicleia, p. 593.
72 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 73

sem ejante a la de Calióles en el Gorgias. Para ilustrarla cuenta la blanco, y el de los apetitos, coincidente con el corcel negro. Los
historia de Giges, pastor lidio que llegó a ser rey. M ientras Giges últim os, que son los cam pesinos y artesanos, nunca llegarán a ser
está apacentando sus ganados, abre la tierra un gran terrem oto. gobernantes del Estado. Para que sean agentes productores d ebe­
En el fondo de una grieta descubre Giges un caballo de bronce den­ rán poseer una propiedad y tener una familia. Sólo la propiedad y
tro del cual está un cadáver con un anillo de oro en un dedo. Roba la familia serán los motores de la producción ya que el hombre, en
Giges el anillo y va a la reunión de los pastores. Jugando con el quien no faltan deseos e intereses, solam ente alcanzará a produ­
anillo, Giges se da cuenta de que cada vez que el anillo gira en su cir si tiene que m antener a los suyos y conservar lo que es suyo.
dedo y tiene la cara dirigida hacia la palm a de la mano, se hace La clase más baja del Estado platónico es así una clase producto­
Giges invisible. Va Giges a la corte del rey de Lidia y, aprovechan­ ra, propietaria y poseedora de una familia. No así la clase de los
do las virtudes m ágicas del anillo, se introduce en las recám aras guardianes. Éstos, para que realicen su labor con desinterés, d e­
del palacio real, conquista a la reina y. de acuerdo con ella, m ata berán carecer de bienes en esta tierra y tendrán una propiedad
al rey y obtiene, m ediante el crim en, el trono de los lidios. La com ún y una fam ilia com ún. Desposeídos de sus vínculos a la
lección que Glaucón saca de la fábula es bien simple: Giges, que tierra y de sus apetitos, los guardianes actuarán, no para su propio
fue justo se corrom pe cuando se siente poseedor de la riqueza. bien particular, sino en vistas al bien común.
Así. no existen hom bres justos o injustos. Todos los hom bres, si Por encim a de todos, el gobernante. ¿No decía Platón en el
tuvieran la oportunidad que se le ofrece a Giges el pastor, se com ­ Gorgias que el m ejor gobernante del m undo era Sócrates? Este
portarían com o él y tratarían de poseer más y de com eter una hom bre de oro que es el filósofo será el verdadero sabio. Y si su
injusticia cuando no pudieran obtener el objeto de sus deseos más sabiduría es perfecta, com o lo espera Platón, el gobernante no
que por cam inos injustos. En cuanto a la justicia, se reduce a una tendrá necesidad de leyes puesto que él m ism o, que habrá visto el
serie de convenciones a las cuales llegan los hom bres para orde­ sol al salir de la caverna, será capaz de saber, por puro acto de
nar la conducta de cada individuo dentro de la sociedad. La ju sti­ sabiduría, cuál es la justicia y cuál es la verdad. El filósofo, el que
cia es así una convención y no una virtud nacida del fondo m ism o am a la sabiduría, am a toda la sabiduría y no tan sólo parte de ella,
del hombre. y así deberá am ar la justicia, base y sostén de todo Estado. A de­
A esta teoría se opone Platón com o Sócrates se opuso antes a más. el filósofo, que es en realidad el sabio, ama la unidad y la
las doctrinas de Calicles. Y es que esta teoría de la justicia está armonía. Ya vimos que para Sócrates nadie hace el mal voluntaria­
basada en una am bigüedad y en una contradicción. El gobernante m ente y que el mal es sim plemente el resultado de la ignorancia. El
aun si no es perfecto, habrá de tom ar m edidas contrarias a sus hom bre sabio, el filósofo, que tiene conocim iento absoluto y per­
intereses propios. De hecho así sucede en la experiencia. Si así lo fecto no podrá desear el mal ni ser causa de la injusticia.
hace el gobernante ello significa que no está determ inado por sus Tal es el Estado perfecto en que soñaba Platón. Algunas veces
intereses particulares tan sólo. El que gobierna mira, m ás que a al hablarse de com unism o en relación a su teoría de la propiedad
su interés, al interés de quienes gobierna. Sobre la ju sticia habrá y de la familia, se ha querido identificar la teoría platónica con el
de basarse la teoría platónica del Estado, una justicia que sólo se socialismo y el com unism o de los siglos x ix y x x. Nada sería m ás
alcanza, aquí com o en Sócrates, m ediante la sabiduría. erróneo. Para Platón la com unidad de bienes solam ente puede
Distingue Platón tres clases de hom bres: los de oro, los de pla­ aplicarse a las clases más altas. El pueblo, esencialm ente produc­
ta y los de bronce. Los prim eros son gobernantes; los segundos, tor. es tam bién esencialm ente propietario.
los guardianes; los terceros, los cam pesinos y los artesanos. Com o Pero si ésta es la estructura, el esqueleto del Estado platónico,
el alm a hum ana que describíam os m ás arriba, el Estado está for­ ¿cuál es su dinámica?, ¿cuáles los elementos que lo ponen en m o­
m ado por tres estratos: el de la sabiduría, correspondiente al co­ vimiento? Porque es evidente que la m onarquía filosófica de Platón
chero del alma individual, el de la acción, correspondiente al corcel no podía ser hereditaria. Los hijos de los filósofos no tendrían por
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qué heredar necesariam ente la sabiduría de su padre. Para que dos posibles, tendrá que som eterse a las leyes de su pueblo y de
alguien pueda llegar a ser gobernante habrá de realizarse una se­ su nación. El Estado que se nos presenta en las Leyes tiene m ucho
lección. Y este proceso de selección, que es el m otor m ism o del en com ún con la República que sigue siendo el m odelo del Esta­
Estado platónico, es la educación. La educación de los guardia­ do platónico. Pero son im portantes las diferencias. A sí en las L e­
nes habrá de basarse en la m úsica y la gim nasia. Estos térm inos yes, Platón restituye a sus ciudadanos una propiedad lim itada y
hay que tom arlos en el sentido que tenían en la época de Platón. hace obligatoria la fam ilia -s i bien m antiene la com unidad entre
N otem os, ante todo, que am bos im plican una arm onía: la arm o­ los guardianes. Basado en la unidad de gobierno, pero tam bién
nía del cuerpo en la gim nasia, la del alm a en la m úsica. Pero si la en la elección de los gobernantes, el Estado de las Leyes m ezcla
gim nasia se reduce, com o lo indica la palabra, a los ejercicios cor­ m onarquía y dem ocracia, unidad y elección. En la descripción
porales. la m úsica en cam bio es una form ación espiritual que porm enorizada hasta los últim os detalles de las leyes y de su fun­
com prende las letras, las artes y las ciencias. La m úsica consiste cionam iento, el últim o diálogo platónico anuncia ya los análisis
así, en la enseñanza de lo verdadero para que se alcance a equi­ políticos de Aristóteles.
librar el espíritu del hom bre. De ahí que Platón, tan am igo de la P latón, filó so fo del am o r y del ser, es tam bién el prim er
poesía en sus prim eros diálogos, diga en la República que a Ho­ ideólogo de O ccidente. Su ideología social habrá de influir, va­
mero debe ponérsele una corona de laureles y echarlo de la ciu­ riada y a veces totalm ente transform ada, en el pen sam ien to
dad. Y es que el poeta, para Platón y, en nuestros días, para los político de la Edad M edia, del R enacim iento y de los tiem pos
Estados totalitarios, lleva consigo el peligro que entraña toda li­ m odernos.
bertad. Los poetas, im itadores de esta im itación que es nuestro
mundo, no pueden sino decir falsedades y entorpecer el ánim o de
los que los escuchan. Platón idealista es tam bién Platón censor. Obras de consulta
M uy especial es la educación que se reserva al gobernante. Se­
rá, a grandes rasgos, la de los guardianes. Pero no podrá lim itarse C o p l e s t o n , Frederick, History o f Philosophy, vol. I, Newman,
a ella. C onsistirá en una elevación constante hacia el ser. Según Westminster, 1948, pp. 127-265.
Platón las ciencias que form arán el rey filósofo y darán arm onía D e m o s , Raphael, The Philosophy o f Plato, Scribner’s, Nueva York, 1939.
a su alm a serán, gradualm ente, las m atem áticas y especialm ente D iè s , Auguste, Platon, Flammarion, París, 1930.
la geom etría, la astronom ía, que enseña la perfecta ordenación J a e g e r , Werner, Paideia, trad, de Joaquín Xirau y Wenceslaco Roces,
del universo y por fin, la dialéctica, es decir, la filosofía propia­ Fondo de Cultura Económica, México, 1957, pp. 458-778.
mente dicha. Es ella precisam ente la que perm ite esta “elevación R o b in , Léon, El pensamiento griego, trad, de Joaquín Xirau, Cervantes,
hasta el ser” de que se habla en la República. Barcelona, 1935.
T a y lo r, A. E., Plato. The Man and His Work, Methuen, Londres, 1926.

Las Leyes

Ya el título m ism o del últim o diálogo platónico indica a las claras V. L a m a d u r e z d e l a f il o s o f ía g r i e g a . A r is t ó t e l e s


un cam bio profundo. El rey filósofo de la República estaba por
encim a de todas las leyes y era él m ism o la ley. Platón, en sus
años viejos, ya no cree com o creyó en su juventud y en su m adu­ La batalla de M antinea (362), donde lucharon los tebanos contra
rez, en la perfección total del hombre. De ahí que en el último la coalición form ada por espartanos, atenienses y arcádicos pre­
diálogo piense que el filósofo, gobernante del m ejor de los Esta­ cisa, con bastante exactitud, el fin del Estado-ciudad.
76 Introducción a la historia de la filosofía G recia 77

La batalla de Mantinea produjo el resultado de que ningún poder do helénico. Al separarse de A lejandro, cuando éste decidió em ­
quedara en situación dominante. La hegemonía de Grecia iba ahora prender la conquista de las tierras de Asia, A ristóteles se dedicó a
a trasladarse al norte, y caer en manos de un poder que hasta enton­
la enseñanza. Fundó en Atenas el Liceo, segunda gran escuela en el
ces había vivido prácticamente fuera del campo de la política
m undo occidental, donde enseñaba a medida que cam inaba por los
helénica. Tal era Macedonia, donde aún se conservaba la monarquía
de tipo antiguo, y donde el pueblo, vigoroso, se prestaba para edificar jardines (de ahí el nombre de peripatéticos o paseantes que se sue­
un Estado guerrero. Allí Filipo ni acababa de subir al trono en 359.64 le dar a los discípulos de Aristóteles). Murió en el año 322 en Caléis.
La obra de Aristóteles es -aparte algunos diálogos fragmentarios
A partir del reino de Filipo y, sobre todo, de la política im pe­ escritos en plena ju v e n tu d - muy distinta de la de Platón. Escrita
rial de A lejandro, Grecia va a ser gobernada por el poder semi- en form a sistem ática, constituye una serie de verdaderos tratados
extranjero. A cabó la era de las ciudades libres y soberanas. Al que son. al m ism o tiem po, una verdadera enciclopedia del saber
im perialism o m acedonio sucederá m ás tarde el im perialism o antiguo. A sí en A ristóteles se realiza, cuando ya Grecia entra en
rom ano. A punta Toynbee que tanto los m acedonios com o los ro­ plena crisis política, una de estas grandes sum m ae que, en el cur­
m anos tuvieron en com ún un deseo de conquista y de explotación so de la historia, suelen servir de últim a m anifestación de una
de las tierras griegas. Pero apunta igualm ente que am bos im pe­ época y de m aterial para que nuevos filósofos vengan a entresa­
rios fueron transm isores de las ideas griegas y divulgadores de la car de ellas sus propias ideas.65
civilización helénica. Grecia, políticam ente vencida, se perpetúa A ristóteles es, en verdad, el fu n d ad o r de la lógica. A las
en M acedonia y en Roma. ciencias naturales dedica una abundantísim a parte de su pro­
En Estagira. pequeña ciudad dom inada por los m acedonios. ducción, entre la cual deben destacarse el Tratado del Cielo,
nació A ristóteles en el año 384. Se interesó desde joven por las De la generación y de la destrucción, y, adem ás un núm ero muy
ciencias naturales. Uno de sus antepasados, E sculapio Nicó- considerable de pequeños tratados, el de Física, donde se discute
m aco, había sido uno de los grandes m édicos del m undo antiguo tanto cuestiones de ciencia natural com o de m etafísica. En el
en tanto que su padre era el m édico de Filipo II de M acedonia. cam po de la especulación pura escribió A ristóteles un segundo
Aun en sus especulaciones m ás abstractas A ristóteles, a diferen­ libro de la física que dejó sin título. Sus com entadores y editores
cia de Platón, tendrá siem pre en cuenta los acontecim ientos del del siglo i a. C. lo bautizaron con el nom bre de M etafísica, o
m undo físico, hasta el punto de que muchas de sus obras perte­ libro que sigue a la física. Este título pasó a la historia para de­
necen m ás estrictam ente a la ciencia que a la filosofía. Este su signar una de las partes de la filosofía. A la moral dedica dos
interés por los fenóm enos naturales contribuyó sin duda a fo­ libros: La Ética nicom aquea y la Etica endem ia y a la teoría de
m entaren su espíritu una filosofía realista, bien diferente del idea­ la ciudad el libro que precisam ente lleva el título de Política.
lism o platónico. Desde muy joven Aristóteles se integró a la ci­ En la Retórica precisa las leyes del arte de convencer y con la
vilización ateniense. Estudió en la Academ ia, guardó toda su vida Poética inicia una serie de estudios sobre el sentido de la trage­
una adm iración profunda por Platón y afirm aba que su am or por dia y la épica cuya influencia es poderosa hasta el siglo x v m y
Platón sólo era inferior a su am or por la verdad. A pasionado co ­ no deja de estar presente en las discusiones que en nuestros días
mo todos los griegos por la vida pública, a instancias de Filipo. se sostienen sobre el tem a de las artes. En conjunto, la obra de
aceptó el puesto de tutor de A lejandro. Gracias a la ayuda de éste A ristóteles sólo puede com pararse, por su calidad, con la de Pla­
pudo escribir sus libros de historia natural, obra en la cual le tón. En cantidad, es la obra más vasta de cuanto escribieron los
ayudaron los inform es que recibía de todas las latitudes del m un­ griegos, en el terreno de la ciencia y la filosofía.

64 A. Pctric. Introducción al estudio de Grecia, trad. de Alfonso Reyes, Fondo de 65 Cf. “Introducción” , supra (el conjunto de sus obras lógicas será conocido en la
Cultura E conóm ica, M éxico, 1956. p. 62. [Breviarios, 121.] Edad M edia con el título general de Organum ).
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Teoría del conocim iento y lógica a los m ás particulares, de los que poseen m ayor extensión a los
que poseen m enor extensión. En la cum bre de la clasificación de
No es éste el lugar para dar un resum en de toda la lógica de todos los térm inos, tendrem os el concepto de ser. siem pre el más
A ristóteles. Para ello encontrará el lector tratados especiales. Lo general de todos, ya que el ser puede decirse de todas las cosas.
que es conveniente, sin duda, es tratar de precisar aquellos ele­ En la base de nuestra clasificación tendrem os a los individuos
mentos de su lógica que m ás contribuyen a fundam entar su filo­ cuya extensión es la unidad: Pedro, este triángulo, este árbol o
sofía. Y es que la lógica aristotélica constituye en buena parte el esta idea. Entre el ser, que siendo lo m ás general, no puede ser
arm azón de todas sus especulaciones. especie de nada, y los individuos, que por su extensión lim itada a
“Todos los hom bres tienden por la naturaleza al conocer.” la unidad no pueden ya ser géneros de nada más, estará toda la
C on estas palabras se inicia la M etafísica de A ristóteles. Pe­ relación dinám ica de los géneros y las especies.
ro el conocim iento será tan sólo posible si nuestras ideas son La teoría de la clasificación conduce, com o de la m ano, a la
claras y definidas. P ara co n o cer es necesario definir y para d e ­ teoría aristotélica de la definición. Para definir un térm ino ha­
finir es ante todo necesario saber clasificar nuestros conceptos. brá que tom ar en cuenta, en prim er lugar, el género próxim o y
Una de las grandes aportaciones de A ristóteles a la historia de después p recisar su d iferen cia esp ecífica. S up o n g am o s que
las ideas es, precisam ente, su teoría de la clasificación y de la querem os definir el térm ino “hom bre”. El género próxim o es “ani­
definición. m al” . Pero si decim os que el “hom bre es un anim al” , no hemos
C onsiderem os los térm inos “hom bre” y “anim al” . Es induda­ acabado de definir al hom bre puesto que existen m uchos anim a­
ble que el segundo es m ás general que el prim ero. En efecto, exis­ les que no son hom bres. H asta aquí nuestra definición es de­
ten m enos hom bres que anim ales. Si pudiéram os contar el núm e­ m asiado general e im perfecta. Para acabar de definir el térm i­
ro de individuos que form a el reino anim al, veríam os que son no. debem os buscar qué es aquello que le distingue de los otros
m ás que los que form an la especie hum ana. Considerem os ahora anim ales. Esta cualidad es la de poseer una razón. Si ahora uni­
los dos térm inos “seres vivos” y “anim al” . De nuevo resulta claro m os el género próxim o a la diferencia específica podrem os decir,
que existen más seres vivos que anim ales. Así, hay térm inos más con todo rigor: el hom bre es un anim al racional. De m odo sem e­
generales que otros, térm inos que tienen un m ayor núm ero de jante, si querem os definir un “triángulo” no bastará con el género
individuos que otros. En cualquier relación de dos térm inos dire­ próxim o “figura geom étrica” , puesto que existen m uchas figuras
mos que tiene m ayor extensión el que contiene m ayor número geom étricas que no son triángulos. Para precisar la definición de
de individuos y que tiene una extensión m enor el que contiene un triángulo habrá que buscar, aquí com o en el caso del “hom bre” ,
núm ero m enor de individuos. A nim al es un térm ino más extenso la diferencia específica.
que hom bre y ser vivo es un térm ino más extenso que animal. Este procedim iento de definición se aplica a todos los térm i­
Llam em os ahora género al térm ino que posee m ayor extensión y nos salvo uno: el ser. Y esto, por dos razones. La prim era es que
especie al térm ino que posee m enor extensión. R esulta claro que el ser, térm ino absolutam ente general, no puede referirse a nin­
“ser vivo” es un género para la especie “anim al” , el cual, a su vez gún género superior a él; la segunda es que siem pre que quisiéra­
es género para la especie “hom bre” . De la m ism a m anera “figura m os definir el ser y tratáram os de decir que el ser es esto o aque­
geom étrica” es un género en relación con la especie triángulo y llo. tendríam os que definir al ser m ediante el uso del verbo ser en
éste, a su vez, un género en relación a la especie isósceles, escale­ la definición misma, lo cual está contra todas las leyes de una
no o rectángulo. buena definición.
Si consideram os las diversas extensiones de los térm inos y de Gracias a su m étodo para clasificar y definir, A ristóteles alcan­
las ideas que estos térm inos expresan, podrem os clasificar térm i­ za a precisar, m ucho m ás que Platón, una teoría de la verdad.
nos y conceptos en una gradación que vaya de los más generales Siem pre que encontrem os un térm ino poco claro habrá la posibi­
80 Introducción a la historia de la filo so fía Grecia 81

lidad de precisarlo, clasificarlo y definirlo, y darle de esta m anera cesario que entre ellos exista alguna sem ejanza. Así, el hom bre
una validez universal.66 concreto y el hom bre ideal presuponen la existencia de una se­
gunda idea (la de una relación entre los dos) y esta idea, a su vez
presupondría una sem ejanza entre ella y la idea correspondiente.
M etafísica Así, acl infinitum. Entre estos hom bres concretos que se pasean
por una calle im aginaria de Atenas y su esencia, debería existir
A ristóteles, principalm ente físico, estudioso de la naturaleza, no una infinidad de relaciones y de ideas de estas relaciones. Lo cual
podía aceptar la teoría platónica de las ideas. De aceptarla hubie­ en lugar de explicar, m ediante la reducción de la pluralidad a la
ra tenido que concluir que el m undo que nos rodea es una “im ita­ unidad, de hecho agrava el problem a y lo hace infinitam ente in­
ción” . una “copia” o incluso un sueño de otro m undo absoluta­ soluble.“ Si además tenem os en cuenta que la idea es general y
m ente real. Pero A ristóteles tenía un profundo apego a la realidad aquello de que es idea es siem pre particular, tendrem os que la
concreta de los seres. Por debajo de todas sus objeciones a la “anim alidad” será la idea del hom bre, el cual a su vez será la idea
teoría platónica y com o subrayándolas es siem pre perceptible el del griego el cual, a su vez, será la idea del ateniense. D e seguir el
am or al m undo vivo que nos rodea: “en general los argum entos sistem a aristotélico de clasificación de los seres, resultaría que
en pro de las form as destruyen aquellas cosas por cuya existencia cada género es la idea de las especies correspondientes: pero co ­
más entusiasm o sentim os” .67 m o toda especie es a su vez un género, resultará tam bién, contra­
Sin em bargo, Aristóteles no se lim ita a afirm ar la existencia de dictoriam ente, que cualquier ser es al m ism o tiem po, idea y co ­
los seres concretos, sino que trata de dar argum entos para probar pia. realidad e im itación, lo cual es, nuevamente, im posible por
que el m undo de las ideas no existe, y es una hipótesis inútil. Estos contradictorio.
argum entos pueden dividirse en dos grupos: los que sostienen Si consideram os ahora la ineficacia del m undo que inventa
que el m undo de las ideas es lisa y llanam ente ilógico y contra­ Platón -ineficacia, por lo dem ás, que estaba ya presente en los
dictorio; y los que declaran que la hipótesis platónica es ineficaz argum entos an te rio re s-, deberem os d ecir que la hip ó tesis pla­
para explicar el mundo. tónica es inútil. En efecto, si hay un m undo de ideas o esencias,
Tom em os el ejem plo del hom bre, teniendo en cuenta que el este m undo debe explicar todos los elem entos de nuestro mundo.
argum ento podría aplicarse a cualquier ente. De acuerdo con la Así, habría ideas para lo herm oso, lo bueno, lo justo; pero habría
hipótesis de Platón tenem os en este m undo del devenir una m ul­ tam bién ideas para lo feo, lo m alo y lo injusto. De ser totalm ente
tiplicidad de hom bres cuya existencia se explica, en el m ás allá, congruente. Platón debería aceptar la existencia de ideas para co­
por una sola idea o esencia del hom bre en general. A hora bien sas negativas, lo cual va contra la perfección m ism a que Platón
para poder com parar dos objetos (los hom bres y su idea), es ne­ encontraba en su m undo ideal; de no ser así, de explicar tan sólo
las partes positivas del m undo, es claro que Platón no explica las
66 L a filosofía aristotélica es, principalm ente, una filosofía del ser y de las distintas cosas en su totalidad y se lim ita a discernir y encontrar una esen­
m aneras, géneros y especies del ser. La estructura lógica que A ristóteles describe se
adapta con m ucha precisión al m undo aristotélico y nos da la estructura interna de su cia tan sólo para aquellas que considera positivas. En suma: el
realidad. Cuando A ristóteles afirm a que los individuos son las sustancias prim arias, m undo platónico de las ideas es ineficaz y, en realidad, inexisten­
se refiere a los objetos (esta m esa, esta estrella o este hom bre) que encontram os en la te, porque, o bien explica el m undo en su totalidad y deja entonces
base m ism a de su teoría de la clasificación. Cuando dice que h s palabras generales
(m esa, estrella, hom bre, en general) son sustancias secundarias, ;,m existencia física a de ser perfecto o sigue siendo un m undo perfecto, pero explica
las cuales llegam os por un proceso de abstracción y analogía, se refiere a los pensa­ tan sólo la m itad de la realidad.
m ientos generales (género o especies). C uando por fin se refiere a la prim era causa, al
prim er acto o al prim er m otor que es Dios, se está refiriendo al ser. E stos tem as pertene­
cen ya a la m etafísica de A ristóteles. 68 Este es el argumento que generalm ente se conoce con el nom bre de “argum ento del
67 A ristóteles, M etafísica, A 990 b. tercer hom bre” .
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El m undo paradisiaco de las ideas platónicas parece derrum ­ estatura, la belleza o la form a de la nariz. Los prim eros son nece­
barse ante la crítica de Aristóteles. sarios. es decir, son de m odo que no podrían concebirse diferentes
Q ué desnudo el cielo de esencias perfectas. Con Aristóteles a com o son: los segundos son contingentes, es decir, co n ceb i­
entram os de lleno a la realidad inm ediata e individual de los se­ bles de m anera distinta a com o son. Es necesario que un hom bre
res que nos rodean. En ellos y a partir de ellos habrem os de des­ sea racional o viva en sociedad: es contingente que tenga el pelo
cubrir la sustancia del universo.69 rubio, negro o castaño. En el prim er caso hablam os de la sustan­
cia del hom bre; en el segundo, de sus accidentes.
A sem ejanza de Platón. A ristóteles edificó su m etafísica sobre
La sustancia la base de los elem entos necesarios de la realidad. A diferencia de
su maestro pensó que estos elementos necesarios son singulares y
La filosofía prim era, nom bre que Aristóteles daba a lo que se se encuentran en las cosas mismas. La sustancia cuyo análisis es
llam ará m as tarde m etafísica,70 se ocupa de los prim eros princi­ el requisito indispensable para entrar en la m etafísica aristotélica,
pios y las prim eras causas de las cosas. En ella, A ristóteles, no se divide en tres clases: la sustancia “sensible y perecedera” , la
trata sólo de explicar el cóm o del universo, sino el porqué de las sustancia “sensible y eterna” y la sustancia “inm óvil” .71
cosas y de los hom bres. En efecto, la palabra “causa” no sólo se
refiere al agente capaz de producir un efecto, sino que signifi­
ca tam bién la razón de ser. el porqué de una cosa. La m etafísica La sustancia sensible perecedera
aristotélica es una teoría del ser. una ontología. A hora bien, en
rigor, preguntarse sobre el sentido del ser equivale a tratar de ex­ Con los térm inos de “sustancia sensible perecedera” Aristóteles
plicar la sustancia del universo, siem pre que entendam os por sus­ se refiere a las cosas del m undo cam biable e individual que nos
tancia el sustrato último, la base o punto de apoyo de la realidad. rodea. Todas ellas tienen un principio, un desarrollo y un fin y a
A sí, A ristóteles no se ocupa de aquellos elem entos del ser que todas ellas puede atribuirse el venir a ser y el dejar de ser, el
pueden ser variables y contingentes, sino de aquellos que son generarse y el corrom perse, es decir, el cambio.
constantes y com unes a todos los individuos. Aristóteles no trata A ristóteles, com o antes Heráclito o Parm énides. Em pédocles
de definir los accidentes, sino las sustancias. ¿Q ué significado o Platón y por las m ism as razones que ellos, quiere explicar el
tiene esto en un caso concreto? Si consideram os a los hom bres, cam bio. Y tam bién com o para Heráclito y Platón el cam bio es, en
verem os que tienen aspectos com unes que pertenecen a su defi­ A ristóteles, paso entre estados contrarios. Sin em bargo. A ristóte­
nición misma: la inteligencia, la razón, el hecho de vivir en socie­ les es más preciso que sus antecesores. No se contenta con afir­
dad. O tros elem entos, en cam bio, son variables: com o el color, la m ar que el cam bio proviene de la existencia de los contrarios
(alto y bajo, vida y m uerte, luz y tinieblas), sino que explica muy
69 Hay que notar, por una parle, que la contraposición entre Platón y A ristóteles 110
es tan radical ni tan absoluta com o aparece a prim era vista: tam bién Platón se interesa
a las claras: 1. que el cam bio sólo puede existir entre seres de una
por el m undo sensible: tam bién A ristóteles acabará por tratar de probar la existencia de m ism a especie: 2. que el cam bio no sólo existe entre los contra­
un m undo p erfecto en el ser que es Dios. Por otra parte es interesante notar que la rios, sino tam bién entre los interm edios.
m ayoría de las objeciones que A ristóteles desarrolla contra Platón se encuentran ya en
uno de los diálogos platónicos, el Parménides. Para el lector que se interesa en el detalle
Es evidente que ningún tipo de cam bio puede surgir si consi­
del desarrollo del pensam iento platónico recom endam os la lectura lanto de este diálogo deram os seres de especies diferentes: una piedra no se trueca en
com o del Sofista y el Filebo que son la respuesta platónica, avant la le ttr e .d la s objecio­
nes de A ristóteles. 71 Nos ocupam os en lo que sigue de la prim era y la tercera sustancia. La sustancia
10 De hecho A ristóteles distingue entre "filosofía prim era” , “teología" y “ciencia del sensible eterna es la de los astros y de las esferas celestes que Aristóteles consideraba, al
ser en cuanto ser” . La ecuación aquí expresada es, de todos m odos, la m ás clásicam ente m ism o tiem po, com o seres del m undo sensible y com o entidades eternam ente idénticas a
aceptada. sí m ism as en su m ovim iento circular.
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árbol ni un elefante en horm iga. Si el cam bio significa genera­ árbol, acto en cuanto vive, es también potencia si pensam os en las
ción y desarrollo, el árbol sólo podrá producir árboles y el “hom ­ sem illas, las ramas, o los frutos q u e puecle producir. Por otro lado,
bre dar nacim iento al hom bre” . A sí el cam bio se realiza entre el acto no es tan sólo un hecho com pleto: es, m ás bien, un m ovi­
seres de una m ism a especie. Por otra parte, el cam bio no se reali­ miento. Lo cual equivale a decir que cuando A ristóteles habla de
za únicam ente entre contrarios absolutos: de ser así el cam bio en los seres de la naturaleza los ve, no com o seres definidos, inm ó­
la vida hum ana o en el desarrollo de una planta provendría tan viles y hieráticos, sino m ás precisam ente, tal com o son en su
sólo de su principio y de su fin. El cam bio real, el cam bio concre­ m ovim iento. El acto, si por una parte es realización, es, por otra
to y vivo se hace no sólo entre los contrarios extrem os sino entre parte y fundam entalm ente, actividad, dinam icidad, m ovim iento.
los estados interm edios: no sólo cam bia el hom bre entre nacer y Queda así sucintam ente descrito el cóm o del cam bio. En resu­
m orir, sino que cam b ia tam bién entre los dos años y los tres midas cuentas el cam bio es el proceso que va de la potencia al
años de edad o entre este instante en que se escribe o se lee y el acto entre dos contrarios o dos o más interm edios entre estos co n ­
instante inm ediatam ente posterior. trarios. Pero esta explicación del cam bio es todavía m ás física
H asta este punto hem os podido tener la im presión de que ex­ que m etafísica. En ella A ristóteles ofrece una descripción de los
plicábam os las causas del cam bio. Sin em bargo, la explicación hechos pero no acaba de explicar, en rigor, por qué suceden es­
es incom pleta. Y lo es porque los contrarios, considerados en sí tos hechos; es decir, explica el cam bio, pero no las causas del
m ism os no cam bian (¿cóm o pensar que cam bia el hecho de cambio. ¿Cuáles son estas causas? Antes de entrar en la descrip­
nacer o el hecho de m orir?) y así, al explicar el cam bio por los ción de las m ism as es necesario definir con m ayor precisión
contrarios tan sólo tenem os en cuenta sus condiciones de princi­ la palabra “causa” y es útil, una vez definido el térm ino, em pezar
pio y fin, pero no el cam bio mismo. Hemos podido establecer los por un ejemplo.
extrem os de un cam bio, com o si consideráram os únicam ente el La palabra “causa” puede em plearse principalm ente en dos
principio y el fin de una línea, pero no la línea m ism a. D ebem os sentidos. El primero, y el m ás com ún de todos, es el de un en­
buscar, com o dice A ristóteles, algo en la base que cam bie adem ás te que es capaz de producir el m ovim iento de otro ente. En este
de los contrarios. Para explicar, no ya las condiciones lím ites del sentido podrem os decir que el m ovim iento de la m ano es la causa
cam bio, sino el sentido del cam bio m ism o, A ristóteles introduce del m ovim iento del vaso o que los padres son la causa de sus
las nociones de potencia y acto, y precisa el sentido de las causas. hijos. El segundo indica que alguna cosa o alguna idea es la “ra­
zón de ser” de alguna otra cosa o idea. En este sentido podrem os
decir que un axiom a es la causa de un sistem a geom étrico o que
La potencia, el acto y las cuatro causas la ley de la gravedad es la causa de la caída de los cuerpos. Así
entendida, la causa es la explicación última de un hecho, su condi­
La potencia es, en térm inos generales, la capacidad de una cosa ción de ser. su principio. Pues bien, es en este segundo sentido de la
para m odificarse; el acto es la realización de esta capacidad. En palabra que debemos entender ahora el término que usa Aristóte­
una sem illa está inscrita la posibilidad de que la sem illa se trans­ les. La causa será. así. la condición de posibilidad del ser.
form e en árbol; no está en ella, sin em bargo, el árbol. Así, pode­ Supongam os que querem os construir un barco y que, prim e­
mos decir que la sem illa contiene al árbol en potencia. El árbol, ro, querem os saber qué es lo que necesitam os para su construc­
ya nacido y en m ovim iento de vida, será el acto o la realización ción. Será necesario, en prim er lugar, disponer de una serie de
de esta potencia. Es im portante señalar que todos los seres son, al m ateriales (m adera, m etales, tela para las velas). Estos m ateriales
m ism o tiem po, potencia y acto, si bien no lo son en el m ismo no podrán, por arte de magia, construir el barco. Su construcción
sentido. La sem illa, en efecto, es potencia en cuanto al árbol po­ requerirá el esfuerzo de un grupo de trabajadores. Con éstos y el
sible que pueda nacer de ella, pero es acto en cuanto sem illa; el m aterial, tendrem os ya dos elem entos im portantes para llevar a
86 Introducción a la historia de la filosofia Grecia 87

buen fin nuestro plan; im portantes, pero tam bién insuficientes. form a la realización plenaria de su acto de ser. Así. la m ateria y
Los trabajadores, ante los m ateriales, podrían hacer un barco, una la form a son inseparables y si las separam os es tan sólo gracias a
m esa o un perchero. Para que de veras construyan un barco será un esfuerzo de análisis intelectual, com o el que realizam os para
necesario un plano y una idea general de lo que es un barco. Pero entender las partes que com ponen un organism o. Pero el organis­
aun así. los elem entos con que contam os siguen siendo insufi­ mo es uno. Como, por otra parte, no podem os conocer un orga­
cientes. Para que se construya este barco, el único barco que nos nism o sólo por sus posibilidades, es decir, por su m ateria, es
interesa construir, será por fin necesario tener un plan específico necesario conocerlo por su ser, es decir, por su forma. La form a
y preciso de la clase de barco que querem os, de sus m edidas, de es, así. lo que en un organism o dado define y precisa los contor­
su uso y de su finalidad. nos del organism o. Es. en otras palabras, su esencia.
Son así necesarias cuatro causas, cuatro razones que perm iten Platón, al tratar de explicar el universo, tuvo que salirse de él y
que el barco llegue a ser este barco preciso y no un ser a medias. buscar las esencias de las cosas en ideas o form as universales de
Llam am os a la prim era causa (m adera, m etales, velas) la causa las cuales el m undo sensible era un m ero reflejo. A ristóteles, en
m a terial; a la segunda (trabajadores), causa eficiente; a la tercera cam bio, ha hecho bajar a las ideas de su cielo, las ha querido ver
(esencia del barco), causa form al: a la cuarta (plan específico en las cosas m ismas, y allí, en las cosas m ism as, las ha situado
para este barco), causa fin a l.12 com o entes dinám icos e individuales. La esencia de un ser es tan
Si generalizam os lo que acabam os de ver en estos dos ejem ­ sólo universal cuando hablam os de ella, puesto que nuestro len­
plos podrem os llegar a la conclusión de que cualquier ente sen­ guaje tiende a unlversalizar y a expresarse en térm inos generales.
sible y perecedero necesita estas cuatro razones o causas para En sí m ism a, la esencia de un objeto es siem pre esta esencia. Tal
existir. L legarem os tam bién a la conclusión de que por lo m e­ es el realism o de Aristóteles. Para él hay que encontrar el dina­
nos en el caso de los entes naturales estas cuatro causas pueden m ism o de la realidad en este m undo eterno, herm oso, variable y
reducirse a d o s .'3 sensible. ¿N o era ésta su intención cuando hablaba, con amor, de
La causa material, sin llegar a tener una existencia (por sí m is­ “aquellas cosas por cuya existencia más entusiasm o sentim os” ?
ma), puede considerarse aparte en el m om ento en que la analiza­
mos. E lla es la posibilidad de cualquier ser sensible y, en cuanto
tal no tiene verdadero ser. Las otras tres causas (eficiente, formal La sustancia inmóvil
y final) pueden fácilm ente reducirse a una sola. Este pino es, en
efecto y al m ismo tiempo, energía y m ovim iento, form a o esen­ Ya hem os visto que, desde H eráclito y P arm énides, el tem a
cia y fin en sí mismo: o si se quiere, en este pino concreto, la central de la filosofía griega es el de la explicación del devenir.
energía y la form a tienden precisam ente a realizar este fin con­ Por tratar de explicarlo, lo afirm aba Heráclito com o único fun­
creto. C uando querem os hablar de las causas de los seres sensi­ dam ento de la realidad y lo negaba Parm énides. Para explicarlo.
bles y perecederos será suficiente decir que están com puestos de Platón tenía que edificar toda su teoría de las ideas. No escapa
form a y materia. La m ateria constituye su posibilidad de ser: la A ristóteles a esta tentativa de explicación.74 ¿Q ué es lo que pro­
duce el m ovimiento cuyo sentido hemos tratado de precisar? ¿Cuál
; Los térm inos aquí em pleados son de origen medieval, pero responden cabalm ente
a los térm inos griegos que em pleaba Aristóteles. 74 Problem a que no es exclusivo de los griegos. La ciencia de todas las épocas ha
73 En el caso de seres artificiales, com o el barco, las cuatro causas son distintas y tratado de explicar: a) el m ovim iento por leyes constantes, y b) la m ultiplicidad de los
pueden decirse que son, en varios casos, extrínsecas al objeto. Así, los trabajadores, la hechos naturales m ediante la unidad de una ley. Por lo dem ás, en nuestros días el p ro ­
esencia y el fin del barco no son el barco. No sucede lo m ism o en el caso de los seres blem a del m ovim iento persiste, si bien bajo una nueva forma: la del tiem po. Preocupa­
naturales. En ellos las razones o causas son intrínsecas. E ntran, por así decirlo, en el da por el acontecer hum ano, por el tiem po que nos lleva de vida a m uerte, la filosofía
plan de la naturaleza. El agua, la savia, la esencia o especie de árbol viene a realizarse y m oderna ve principalm ente el problem a del m ovim iento en cuanto éste se refiere a la
a com ponerse en este pino; no eslá fuera de él, sino en él. existencia hum ana, a su sentido y a su finalidad.
88 Introducción a la historia de la filo so fia Grecia 89

es la causa de todo m ovim iento? ¿C uál es, igualm ente, el sentido El m undo real está en acto y la potencia requiere siem pre la pre­
y el fin de cuanto se mueve ? sencia de un acto. Para que no se prolongue al infinito la relación
A estas preguntas quiere responder A ristóteles en repetidas acto-potencia, hay que pensar que existe un prim er acto.75
ocasiones, tanto en la Física com o en la M etafísica. Veamos su ¿Cuál es la naturaleza de este prim er motor, de este prim er
razonam iento. acto? Si el prim er m otor se m oviera, requeriría, a su vez de otro
Todo m ovim iento requiere la existencia de un móvil y de un m otor que lo pusiera en m ovim iento y volvería a plantearse el
motor. El hijo no existiría sin los padres que le dan m ovim iento y problem a de una infinita serie de m otores. Si querem os evitar la
vida, ni el árbol sin la sem illa, ni la velocidad de una flecha sin el contradicción a que conduce esta infinidad debem os aceptar que
im pulso de brazo y arco. A hora bien, el m otor, el ser que otorga el prim er m otor es inmóvil. Debemos aceptar, igualmente, que este
el m ovim iento a otro ser es a su vez un ser en m ovim iento que prim er m otor no puede m over nada. Si el prim er m otor fuera cau­
requiere de la existencia de otro motor. A sí el árbol, m otor de la sa activa de otros movimientos debería él mismo estar en movi­
sem illa, es m ovido por la sem illa que lo produce. El tipo de rela­ miento. Pero si suponemos que el prim er m otor está en m ovimien­
ción m óvil-m otor, sem illa-planta, padre-hijo, parece llevarnos a to suponem os tam bién que algo debe ponerlo en m ovim iento y
una serie infinita previa a cualquier ser. Y es precisam ente esta volvemos a caer en el problema de la infinidad de causas. Para evi­
infinita regresión lo que hace decir a Aristóteles que debem os tar la contradicción llegam os a esta doble afirm ación de aparien­
detenernos. Pues en efecto ¿qué sucede si decimos que la causa de cia paradójica: el prim er m otor es inm óvil y, al m ism o tiem po,
los m ovim ientos actuales, cualquiera que ellos sean, es en reali­ incapaz de producir activamente movimiento alguno. Tal es la idea
dad una serie infinita de causas? La serie infinita es inconcebible, aristotélica de un Dios inm óvil, indiferente al m undo, pura pre­
porque de aceptar su existencia, negaríam os la existencia del sencia ordenada ante un m undo en eterno m ovim iento. Dios es
m undo real que nos rodea. Si dijéram os que lo que se mueve, es concebido por A ristóteles com o acto puro y com o este m otor in­
decir, la naturaleza toda, tiene una infinidad de m otores, ello que­ móvil al cual nos conduce el análisis de todos los m ovim ientos
rría decir que el m undo en que vivim os habría debido recorrer de esta Tierra. Pero concebir a este Dios en su indiferencia y su
una infinidad de form as de ser antes de llegar a ser lo que ahora inm ovilidad, es todavía insuficiente. A ristóteles piensa que Dios,
es. Si así fuera, si el m undo hubiera tenido que venir de una serie debe ser puro pensam iento. ¿N o es acaso el pensam iento el ú n i­
infinita, nunca habría podido llegar a ser com o es ahora, puesto co tipo de actividad que no requiere m ovim iento físico? Pero
que el infinito no puede recorrerse. Y llegaríam os a esta extraña este Dios piensa, no puede ser pensam iento de algo exterior a él.
contradicción: este m undo que nos rodea estaría al m ism o tiem po Si pensara, fuera de sí, las cosas de este m undo, estaría vincula­
aquí e infinitam ente lejos de donde está. C ualquiera de nosotros, do al cam bio y de estarlo, habría que concebirlo, nuevamente,
cualquiera de las cosas que nos rodean y todas ellas en su co n ju n ­ com o un ser que no sólo m ueve a los dem ás seres sino que es a
to. serían una presencia infinitam ente ausente, infinitam ente su vez m ovido por un m otor que requeriría la m ism a serie infi­
alejada de llegar a ser. Lo cual equivaldría a afirm ar que el m undo nita y contradictoria de los seres. ¿Q ué tipo de pensam iento po­
real es a la vez irreal. Para no tener que llegar a tam aña contradic­ dem os atribuir a este Dios de A ristóteles? Ú nicam ente un pensa­
ción debem os adm itir que existe un prim er motor. m iento que se piensa a sí mismo. Si creem os, en efecto, que Dios
En otras palabras, puesto que todo m óvil está en potencia en es “la m ejor sustancia”, “piensa acerca de aquello que es más divi­
relación con su m otor (lo está la sem illa en relación con el árbol, no y precioso” de tal m anera que su “pensamiento es pensamiento
lo está el universo entero en los m ovim ientos anteriores que lo del pensam iento” .76
producen), habría que aceptar, de aceptar la existencia de una
75 El m ism o argum ento puede aplicarse a la noción de causa para llegar a la prim era
serie previa infinita, que todo lo que vem os está en potencia. causa.
Lo cual es contrario a lo que nos han dictado los hechos mismo. 76 A ristóteles, M etafísica, XII, 1074. b.
90 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 91

Parece que hem os llegado al m áxim o de la paradoja. Tratába­ El hombre


mos de encontrar un ser que explicara el m ovim iento de las co ­
sas. Pero ¿cóm o explicar este m ovim iento m ediante la existencia Todos los seres vivos tienen un alm a, si por alm a entendem os
de este Dios inm óvil, perfecto y al m ism o tiem po lejano de toda aquel acto primitivo de un cuerpo natural que tiene la vida en
intervención en el orden del m undo? La explicación de esta para­ potencia. No todos los seres vivos, em pero, tienen alm as idénti­
doja es más sencilla si recordam os que las tres causas -eficiente, cas. La descripción del alm a hum ana nos perm itirá ver lo que
form al y fin a l- pueden reducirse a una sola causa. Lo que hem os tiene en com ún con los dem ás seres naturales y aquello que la
afirm ado hasta ahora es que Dios no es causa de este m undo si distingue de los dem ás seres, es decir su diferencia específica.
por causa entendem os tan sólo la causa eficiente, la que provoca En el nivel más elem ental de nuestra vida encontram os un as­
activam ente un m ovim iento y un cam bio. Pero Dios se puede pecto del alm a que A ristóteles designa com o el alma nutritiva.
concebir igualm ente com o causa final. Si así lo concebim os, en En ella se encuentra la capacidad de asim ilar para vivir, y esta
toda su perfección, entenderem os m ás claram ente lo que A ristó­ capacidad es com ún no sólo al hom bre y a los anim ales, sino a
teles quería decir cuando trataba de explicar el m undo m ediante todos los seres vivos. En un nivel m ás alto, encontram os el alma
la existencia de este prim er m otor inm óvil. Dios, ser absoluta­ m otriz capaz de darnos m ovim iento, que nos es común con los
m ente perfecto, es una suerte de m odelo para todas las cosas. Y anim ales. El alm a sensible, si bien com ún a hom bres y anim ales
com o m odelo que es, todas las cosas se m ueven com o por una superiores en cuanto a capacidad de recibir sensaciones, es tam ­
tendencia a seguir la perfección del m odelo del mundo. Así, el bién, en cuanto a capacidad de tener una conciencia primitiva,
D ios aristotélico, que no puede ser la causa eficiente de cosa al­ más típicam ente hum ana. Pero lo que distingue al hom bre de
guna. es aquello por lo que todas las cosas se mueven cuando los anim ales es el pensam iento que Aristóteles considera bajo dos
quieren, conscientem ente o no, realizar su propio fin y su propia aspectos: el intelecto pasivo y el intelecto activo. El intelecto pa­
perfección.77 Tal es el llam ado finalism o de Aristóteles: la ten­ sivo es la capacidad de recibir las form as o las esencias de cosas,
dencia de todas las cosas a realizarse de la m ism a m anera en que, es com o la capa de cera donde vienen a inscribirse las form as de
suprem am ente, es Dios una realidad. Lo cual no quiere decir que las cosas sensibles. El intelecto activo es, en cambio, la actividad
las cosas vayan a ser Dios o sem ejantes a Dios. Quiere decir sen­ que reflexiona sobre estos datos, la actividad que los reduce a
cillam ente. que por la existencia de este Dios, m odelo de to­ pensam iento abstracto y conceptual. Es esta form a del intelec­
dos los seres, cada cosa se realizará de acuerdo con sus propias to la que nos distingue de los anim ales y la que nos define co ­
perfecciones más o menos lim itadas.78 m o hom bres. Decir que el intelecto activo es aquello que nos
define, equivale a decir que el intelecto activo es nuestra form a
77 Es difícil entender esta noción aristotélica de la divinidad, y lo es principalm ente
porque estam os definitivam ente influidos por el concepto cristiano de un Dios que es a
la vez infinito y perfecto, ser suprem o y tam bién suprem o creador. Creo que es este un R enacim iento y aun en la filosofía del siglo x v n . Pero m ás allá de este concepto de
caso claro en que debem os pensar más allá de lo que nos lia enseñado nuestra tradición. D ios, está presente en A ristóteles el sentim iento hacia Dios. Además del D ios de la ra­
Para los griegos, las dos nociones de infinitud y perfección, que están para nosotros zón, A ristóteles piensa en el "D ios sensible al corazón" de que hablará en el siglo x v n
íntim am ente ligadas, eran no sólo distintas sino irreductibles. Lo perfecto -p o em a, es­ Pascal. Así, al finalizar sus dem ostraciones, en el libro X I I de la M etafísica. A ristóteles,
tatua o D io s- era para los griegos precisam ente aquello que tenía lím ite. Por otra parle, pensando en esta divinidad perfecta, canta u n a suerte de him no al Dios vivo: "Si Dios
y salvo en algunos escritos de Platón -principalm ente el Tínico-, es difícil encontrar entre está siem pre en este estado de bondad en que nosotros estam os a veces, ello nos mueve
los griegos la noción de un Dios creador. Así, el Dios aristotélico es com o el últim o a la adm iración: y si esta bondad suya es mayor, ello nos mueve más aún a adm iración.
refinam iento de una tradición m onoteísta que vim os em pezar con los prim eros filóso­ Y Dios está en un estado mejor. Y la vida pertenece tam bién a Dios; pues la actualidad
fos, agudizarse en Jenólanes y perfilarse en Platón. del pensam iento es vida, y Dios es esta actualidad; y la actualidad divina que sólo d e ­
7i No se crea, sin em bargo, que A ristóteles habla de Dios siem pre en estos m ism os pende de sí m ism a es una vida absolutam ente buena y eterna. Decim os, pues, que Dios
térm inos abstractos y en verdad fríos. Aristóteles trató de dem ostrar la existencia de es un ser vivo, eterno, absolutam ente bueno, de tal m odo que la vida y la duración
Dios. El argum ento que em plea será de una influencia definitiva en la Edad M edia, en el continua y eterna pertenece a D ios, porque esto es D ios". (M etafísica. X I I , 1072-b.)
92 Introducción a la historia de la filosofia G recia 93

o nuestra esencia. Y es que el alm a es, para A ristóteles, p reci­ Todos los hom bres buscan la felicidad y la felicidad es “una
sam ente la esencia del cuerpo, su form a m ism a. En el alm a actividad del alma en concordancia con la virtud perfecta”.79 C uan­
hum ana, en el intelecto activo, encontram os la m ás alta realiza­ do tratam os de averiguar cuál es el sentido de la vida moral es
ción de la naturaleza, porque el intelecto activo es. precisam en­ indudable que lo que debem os precisar prim ero es el sentido de
te el intelecto que está siem pre en acto, que es siem pre idéntico la virtud.
a sí m ism o, aquel aspecto de los seres vivos que más se asem e­ Es de notarse que en este punto, com o en todos los an terio ­
ja al m odelo de todas las cosas que es el prim er motor. Por ser res A ristóteles se m uestra m ucho m ás realista que Platón. A ris­
un acto, este intelecto activo debe ser inm ortal, ya que todo lo tóteles afirm a que la felicidad es siem pre una form a de placer
que perece es siem pre com binación de potencia y acto, cap aci­ siem pre que no se en tien d a por placer la búsqueda de todas las
dad de vida y de m uerte, de generación y corrupción. El alm a satisfacciones aparentes. El placer verdadero reside en la reali­
hum ana, en su aspecto m ás alto es inm ortal. Pero com o este zación de la esencia propia, en el perfecto funcionam iento de
intelecto activo es el que tenem os todos por igual, puesto que aquello que nos distingue de los otros seres: es decir, el placer es,
nos define a todos igualm ente com o seres racionales, esta in­ para el hom bre, el ejercicio de la razón. Así, la virtud será siem ­
m ortalidad de que habla A ristóteles no es una inm ortalidad per­ pre de orden racional.
sonal. Sólo la razón pura, idéntica en todos los individuos, es En efecto, la virtud no puede ser una pasión. La pasión, en el
capaz de una perm anencia m ás allá de la vida separada de ca ­ sentido estricto de la palabra, es aquello que padecem os. La pa­
da persona. sión no depende de nosotros: se nos impone. La virtud m erece
Tal es el puesto del hom bre en el universo. Su alm a, la más elogios y el vicio merece condena. La virtud no es por lo tanto algo
alta de cuantas existen en la naturaleza, es tam bién el aspecto por que se nos im pone, sino algo que podem os aprender y desarrollar
el cual el m undo, a través del hom bre, más claram ente se aproxi­ m ediante nuestra actividad racional. La virtud no es tam poco una
m a a Dios. potencia ya que las potencias -c o m o las diferentes facultades del
a lm a - son innatas y la virtud se adquiere m ediante el esfuerzo.
Hasta aquí el género próxim o de la virtud. En cuanto a su dife­
rencia específica, es decir su esencia misma, cabe decir que la
M oral y política virtud es la aptitud que podem os adquirir para ejercer una acción
deliberada y libre. En otras palabras: no som os responsables de
Explicar lo que som os, no explica todavía lo que debem os ser ni nuestras pasiones ni de nuestras facultades. La virtud, en cam bio,
en lo individual ni en lo social. La moral y la teoría del Estado es nuestra responsabilidad misma.
vienen a responder a este problem a central de toda filosofía: ¿qué Ahora bien, si la virtud, fin de toda felicidad, sigue nuestra
debem os hacer?, ¿cuál es nuestra obligación moral com o indivi­ esencia de seres racionales, es indudable que la virtud excluye
duos y com o ciudadanos? todos los actos exentos de razón, dom inados por la pasión, las
Hay que notar, en prim er lugar, que el hombre es un anim al em ociones o. en general, nuestra vida irracional. Esta irracionali­
social, y no a la m anera de las abejas o de las horm igas, que viven dad puede presentarse tanto por exceso com o por defecto. Es tan
en sociedad tan sólo por seguir su instinto, sino a la m anera espe­ irracional proceder por defecto de valor, es decir, por cobardía,
cífica de los hom bres, que es siem pre un m odo de vivir de acuer­ com o por exceso, es decir, por tem eridad: tan irracional es tam ­
do con la razón. La m oral individual es para Aristóteles, com o bién el exceso a que lleva la riqueza com o su defecto, la avaricia.
antes lo fue ya para Platón, inseparable de la vida política, de la La virtud, racional y voluntaria, debe residir en un ju sto m edio
vida de la ciudad. Es en este sentido que la Etica nicom aquea
tiene su segunda parte en la Política. 79 A ristóteles, Ética nicomaquea, I, 1102. a.
94 Introducción a la historia de la filoso fía Grecia 95

entre los extrem os siem pre irracionales. Si aceptam os estas A ristóteles dirige a Platón es repetidam ente la m isma: la R epú­
prem isas será necesario realizar un cálculo de las virtudes puesto blica es falsa, no tanto porque haya en ella contradicciones lógi­
que la virtud de un acto estará siempre garantizada por la renun­ cas. sino porque es irrealizable. ¿C óm o concebir una sociedad
cia a los extrem os posibles a que puede conducir la sinrazón. Y donde los hijos pertenecen a la com unidad sin ir contra la natura­
si decim os que es posible, y tan sólo posible, es que sem ejante leza m ism a de la fam ilia? ¿Cóm o im aginar que si un individuo
cálculo no es siem pre fácil en nuestra vida. El justo m edio no dentro del Estado puede decir “todo es m ío” , esta com unidad lle­
es el acto m ediocre entre dos extrem os m ás o menos atractivos. vará a la felicidad? ¿N o sería más exacto pensar todo lo contrario?
Por el contrario, puede ser y suele ser el acto más difícil. El valor ¿C óm o no ver que si decim os que “todo es m ío” esta afirm ación
es más difícil que la cobardía o la tem eridad. ¿No es acaso más nos pone en guerra contra todos nuestros vecinos cuando ellos
fácil actuar frente a la m uerte m ediante la huida o m ediante la tam bién afirm an esta totalidad de sus propiedades?
tem eridad que em biste al peligro sin reflexión de ninguna clase? Ante la im posibilidad del Estado platónico. Aristóteles prefie­
¿N o es. en efecto, difícil arrostrar un peligro con clara conciencia re dar los resultados de sus investigaciones concretas. A ristóteles
del peligro y con una decisión reflexiva y voluntaria ante sus am e­ estudió ciento cincuenta y ocho constituciones de otras tantas ciu ­
nazas? El ideal aristotélico del justo m edio es acaso más inteligi­ dades griegas. Su análisis, aquí com o en la m etafísica o en la
ble si se lo com para con lo que los ingleses llaman self-control. La teoría del alma, em pieza por los hechos. Su teoría de la sociedad
virtud de que hablan los griegos se sem eja a la virtud aristocráti­ procede m ediante inducción y no por deducción. La Política de
ca del gentleman inglés, o a la virtud igualm ente aristocrática, del A ristóteles es m enos una teoría que una exposición razonable
hijodalgo de la tradición española. Virtud para los griegos del siglo de los hechos. Estos hechos indican que existen tres tipos de so­
IV . los españoles del siglo X V I o los ingleses del siglo X V III, es ciedades y tres tipos de corrupción de las m ismas. Las sociedades
precisam ente una suerte de “nobleza que obliga”, que nos obliga son: la m onarquía o gobierno m ediante el poder de uno solo; la
a com portarnos según la esencia definida por la razón, el buen aristocracia, o gobierno de los que son superiores por nacim iento
sentido, no por bueno com ún. y la tim ocracia o gobierno por la excelencia de las personas. Las
Si la felicidad es el fin de los individuos no lo es menos de la so­ tres form as negativas son, respectivam ente, la tiranía, la oligar­
ciedad que los individuos integran. La preem inencia de la socie­ quía -g o b iern o de los ric o s- y la dem ocracia, gobierno del ciuda­
dad sobre el individuo es clara en Aristóteles. ¿Cóm o pensar que dano com ún. Los defectos de estas tres form as negativas de la
la parte es anterior al todo? ¿C óm o pensar que esta parte que cada sociedad son bien claros si nos dam os cuenta de que la fuerza por
individuo constituye es anterior en su validez, a la sociedad don­ la fuerza m ism a de la tiranía, el gobierno por el poder del dinero
de este individuo vive? Cuando preguntamos cuál es la condición de de la oligarquía, o la reacción dem ocrática contra la oligarquía
la felicidad individual, debemos encontrarla en la vida común, en la conduce fácilm ente a la revolución. De hecho estos tres Estados
sociedad y en el Estado. A sí lo afirm a A ristóteles al principio de negativos son Estados que se alejan del justo m edio que en un
su Política: “Todo Estado es una com unidad de algún tipo y toda Estado se reduce siem pre a la obediencia de la ley y al servicio
com unidad se establece con vistas a algún bien, porque los hom ­ del Estado hacia la totalidad de sus ciudadanos.
bres siempre actúan para obtener aquello que consideran bueno” .80 Q ueda la posibilidad de preguntar cuál es el m ejor de los
Así. la Política no es sólo la segunda parte de la Ética nicom aquea E stados positivos. A ristóteles, en lo personal, se inclina por la
sino m ás exactam ente su condición de posibilidad misma. tim ocracia. Por tim ocracia entiende una form a de constitución
De nuevo aquí. A ristóteles es m ás realista que Platón y buena m ixta, m ezcla de aristocracia y de dem ocracia donde las eleccio­
parte de la Política es una crítica de la República. La crítica que nes están a cargo de las clases altas y donde éstas estarán sosteni­
das por una fuerte clase de propietarios. Sin em bargo, fiel a su
80 A ristóteles, Política, i. espíritu experim ental, fiel a su contacto con los hechos. A ristóte­
96 Introducción a la historia de la filo so fía Grecia 97

les ve claram ente que no pueden darse preferencias absolutas. Y cultura griega se extiende no sólo por el M editerráneo, donde la
así escribe: “A unque una form a de gobierno puede ser m ejor que prolonga el Im perio Rom ano, sino por tierras del antiguo Egipto
otras: no hay razón para im pedir que otra form a sea m ejor y, hacia el Este, hasta el borde m ism o de la India. Entre el siglo
que ella en circunstancias especiales” .81 III a. C. y el siglo I de nuestra era la cultura griega, unida en los
D espués de dos siglos y m edio de acarreos parciales. Platón y últim os siglos a la rom ana, se extiende por todo el m undo enton­
A ristóteles realizan la sum m a verdadera, la síntesis últim a del ces conocido: de España a la India, de Egipto a Persia. Pero al
pensam iento de Grecia. Los filósofos griegos y rom anos a partir m ism o tiem po que la cultura se difunde, tam bién se asim ila. Poco
del siglo III a. C. y hasta el siglo II de nuestra era, tom arán par­ a poco penetran en G recia las ideas religiosas, las tendencias ar­
tes de estas síntesis, aspectos de estas filosofías que son un todo, tísticas y aun el pensam iento filosófico de otros pueblos. La G re­
para erigir estas partes en el todo. La presentación de las filoso­ cia que Alejandro engrandece deja de ser la G recia clásica. El
fías escépticas, estoicas, epicúreas y neoplatónicas, m ostrará a m undo griego está en crisis y “en esta crisis hay un aspecto polí­
las claras este espíritu de reducción, esta necesidad de lim itarse tico [...] el paso del nacionalism o al cosm opolitism o”.82
a un aspecto de la vida que si bien no carece de im portancia care­ Ha hecho notar A rnold Toynbee que la nueva G recia, la G re­
ce, sin duda, del carácter orgánico y absoluto de los dos grandes cia del periodo helenístico, tiene características sem ejantes a la
sistem as descritos. Europa del Renacim iento. A los descubrim ientos geográficos se
unen, principalm ente en el siglo III, los descubrim ientos científi­
cos una vez que las ciencias particulares se han desgajado de la
Obras de consulta filosofía. Euclides escribe su geom etría, A ristarco de Sam os es­
tudia el sistem a planetario y establece, por prim era vez, la hipó­
A ubenque ,Pierre, Le Problème de l ’être chez Aristote, Presses tesis del heliocentrism o (un siglo más tarde Ptolom eo desarrollará
Universitaires de France, Pans, 1962. el sistem a geocéntrico que habrá de prevalecer hasta la época de
G a o s , José, Orígenes de la filosofía y de su historia, Universidad G alileo y Copérnico), A rquím edes establece los principios de la
Veracruzana, Jalapa, I960. hidrostática y da un im pulso definitivo a las m atem áticas, Apolo-
J a e g e r , Wemer, Aristóteles, trad. de José Gaos, Fondo de Cultura Eco­ nio estudia la parábola, la elipse y la hipérbola, H eráfilo lleva
nómica, México, 1946. a cabo exactas disecciones del ojo y precisa el papel de la reti­
P i a t , Claudius, Aristote, París, 1912. na y del nervio óptico, Eristrato describe la circulación de la
Ross, W. D., Aristotle, Methuen, Londres, 1930. sangre y estudia el sistem a nervioso. En A lejandría, centro cul­
T a y l o r , A . E., Aristotle, Nelson, Londres, 1943. tural del Egipto helenizado, funda Ptolom eo Filadelfo un m useo
y la m ás grande de las bibliotecas de la antigüedad.
Pero si las ciencias progresan, si el m undo físico se ensancha,
no sucede lo m ism o con el m undo espiritual. La nueva com edia,
VI. L a c a íd a d e l a f il o s o f ía g r ie g a que se difunde por las m enores ciudades griegas, carece de la
fuerza de la com edia y la tragedia clásica. En la poesía sólo pode­
mos encontrar el nom bre de un poeta de prim era fila: Teócrito.
A la edad de treinta y tres años, soñando todavía con nuevas con­ Las artes plásticas tienden a convertirse en form as cada vez más
quistas, A lejandro m uere en B abilonia (323). Su im perio se divi­ barrocas, com o puede m ostrarlo la Victoria de Sam otracia si se la
de en tres grandes m onarquías: M acedonia, Egipto y Seleucia. La
82 A lfonso Reyes, La filosofía helenística. Fondo de C ultura E conóm ica, M éxico,
81 Ibid., 1296, b. 1959, p. 89,
98 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 99

com para a la precisión clásica de la Venus de M ilo. Una variación invaden a Grecia y Roma para confirmar, una vez más, que los con­
sem ejante, que a veces es caída, habrem os de encontrar en el pen­ quistadores resultan, en últim a instancia, los conquistados.
sam iento filosófico.
La revolución más im portante es, sin embargo, de tipo políti­
co. A la antigua organización de los Lstados-ciudad vienen a Los epicúreos
sustituirse las form as de gobierno m onárquico e im perial, ya sea
en el experim ento socializante de los Ptolom eos de A lejandría, Epicuro (341-270) nació en Sam os siete años después de la m uer­
ya en la form a más universal del Im perio Romano. El aspecto te de Platón y cuando ya A ristóteles vivía en su últim o retiro de
m ism o de las ciudades cambia. A lejandría está construida en an­ C alcis: llegó a Atenas a la edad de dieciocho años, donde acabó
churosos espacios im periales por donde pueden desfilar, el día de por fundar una escuela cuya influencia habría de prolongarse
la coronación de Ptolom eo Filadelfo, cerca de 60,000 infantes, hasta los últim os años del Im perio R om ano y, más allá de la
20,000 unidades de caballería, cuatrocientos carros llenos de pla­ Edad M edia, hasta las obras, ciertam ente por él influidas, de un
ta, ochocientos llenos de perfum es y otros tantos arrastrados por M ontaigne, un Voltaire o un Bentham . Según Diógenes Laercio,
búfalos, cebras y antílopes.8' Estos desfiles increíbles, tam bién fue el más precoz de los filósofos, puesto que em pezó a estudiar
im posibles, en las ciudades de la G recia clásica, son com unes la filosofía a los catorce años. Tam bién el más prolífico. Entre las
en los nuevos espacios de las m onarquías postalejandrinas y en obras que de él se enum eran existen tratados sobre la naturaleza,
las calles de la Rom a Im perial. La polis griega se transform a el amor, los dioses, la percepción, las im ágenes, la m úsica. Sin
en cosm ópolis. em bargo, la m ayor parte de su obra ha desaparecido y la conoce­
Y si bien los contem poráneos de los Ptolom eos pueden con­ m os gracias a tres cartas -C a rta a Herocloto, Carta a P itocles y
siderar que con ellos acaba la edad antigua y em pieza la edad Carta a M eneceo-, varios fragm entos, las Doctrinas principales
m oderna, la edad alejandrina es una época de crisis. Las ideas y y, con ligeras variantes en sus m atices, gracias al poem a filosó­
los sentim ientos religiosos de los pueblos conquistados se filtran fico De rerum natura que su discípulo Lucrecio escribió en el
en la nueva estructura im perial. Los griegos se vuelven m ás re­ siglo i a. C.
ceptivos que creadores y pierden aquella espontaneidad que los La estructura general del pensam iento epicúreo recuerda a los
había definido desde los tiem pos de Hom ero hasta la época de grandes sistem as griegos. Epicuro traza una teoría del conoci­
Aristóteles. m iento, desarrolla una física y concluye con una filosofía moral.
La filosofía, a partir del siglo III. habrá de añadir nuevos m ati­ Sin em bargo, y a pesar de que la preocupación moral fue com ún
ces al pensam iento griego y al pensam iento rom ano que es más a todos los griegos, en Epicuro es prácticam ente exclusiva. Su
una consecuencia del prim ero que un pensam iento original. Son teoría del conocim iento y su física están al servicio de la moral,
cuatro las escuelas que se desarrollan en este largo periodo que de tal m anera que más que investigaciones con valor autónom o
va de la caída de las ciudades griegas hasta el m om ento en que el hay que considerarlas com o ramas que conducen al tronco mismo
Im perio Rom ano em pieza a sentir la influencia del cristianism o. de su filosofía del com portam iento.
Tres de ellas proceden del siglo ni: el epicureism o, el estoicism o La lógica de Epicuro es una teoría psicológica del conocimiento.
y el escepticism o. L a cuarta, el neoplatonism o, surge, influida a Todas nuestras ideas proceden de las sensaciones que, a su vez,
la vez por Platón y por el pensam iento religioso del siglo I de proceden de los “ídolos” o im ágenes que despiden los cuerpos
nuestra era, com o una respuesta al reto de las nuevas form as reli­ sensibles. Las sensaciones no son contradictorias. ¿C óm o lo se­
giosas (judaism o, cristianism o, m aniqueísm o. gnosticism o) que rían, piensa Epicuro, si cada una de ellas es independiente de las
dem ás y se refiere con certeza al objeto que le da lugar? El m uro
S3 Vid. Lewis M unford, The City in History-. H artcourt Brace and World. 1962. puede ser blanco a m ediodía y es cierta mi sensación de blancura;
100 Introducción a la historia de la filo so fia Grecia 101

puede ser grisáceo o dorado por los últim os rayos de sol al atar­ m oral. Los ciren aico s, discíp u lo s de S ó crates, h ab ían tratado
decer y es cierta mi sensación de gris com o puede serlo la sen­ de estab le cer una m oral sobre las bases del placer. P ero E p icu ­
sación de oro. El error no proviene de la sensación sino de los ro, que co n tin ú a a am bas filo so fías, las hace m ás rad icales y
ju icios que puedo hacer sobre las sensaciones. Ahora bien, una extrem osas.
vez que tenem os ideas generales, estas ideas no corresponden En la Carta a M eneceo escribe Epicuro que el placer es un
exactam ente a las sensaciones que producen. La idea general de bien innato en nosotros. Los hom bres están destinados a buscar
verde no se refiere a las sensaciones de verde. De hecho lo ver­ el placer. Pero, ¿qué es el placer? No podem os dar una definición
de no existe, si bien existen m uchas form as de percibir diferen­ afirm ativa sino tan sólo una definición negativa. Para Epicuro el
tes m atices de verdor. De ahí que las ideas abstractas - lo verde, el placer es la ausencia de dolor. De aceptarse esta definición es
triángulo o la b ellez a- se adquieren m ediante la asociación: de claro que la m ayor parte de los actos que consideram os placen­
ah í tam bién que no debem os fiam os dem asiado de las ideas abs­ teros dejan inm ediatam ente de serlo. El placer de beber es un
tractas puesto que no tienen nunca un referente concreto en la falso placer si puede ser causa de dolor. Y cualquier placer capaz
experiencia. C om o A ristóteles, piensa E picuro que el conoci­ de producir dolor cesa autom áticam ente de ser placer. ¿Cuál será
m iento verdadero es el que se refiere a la experiencia. A diferen­ el placer verdadero? “El hom bre sereno no causa disturbios ni
cia de A ristóteles no cree que en la experiencia existan form as o para sí ni para los dem ás” , escribe E picuro.84 El placer verdadero
esencias a las cuales puedan adaptarse, para entenderlas, nues­ proviene, cuando se trata del cuerpo, de lo estrictam ente necesa­
tras ideas abstractas. rio para la supervivencia y, cuando se trata del alm a, de la sereni­
La física epicúrea procede, en buena parte, de los atom istas dad que im plica una suerte de inm ovilidad contem plativa acaso
griegos del siglo v. La realidad está form ada de átom os separados nada lejana de la contem plación que preconizaban m uchas de las
por el vacío. En el m undo todo es de origen m aterial. De tal modo sectas religiosas orientales que por esta época iban penetrando al
que debem os considerar que el alm a es corporal, está hecha de m undo helénico. Placer es quietud, placer es contem plación, pla­
átom os, átom os que por su carácter fluido se parecen al fuego. cer es ataraxia o im perturbabilidad.
Sin em bargo, Epicuro preocupado principalm ente por pro­ La m oral epicúrea es im portante en dos sentidos. Lo es co­
blem as m orales y seguro com o está de que la m oral solam ente m o sím bolo de los tiem pos y en cuanto participa, por su deseo de
puede existir si tenem os una facultad para escoger, si de hecho serenidad, de las m ism as conclusiones que alcanzan, a pesar
existe la libertad, m odifica notoriam ente la teoría atom ista clási­ de notables diferencias, los estoicos y los escépticos. Lo es, en
ca. Según ésta los átom os están guiados por leyes rígidas que segundo lugar, por su enorm e influencia. No sólo Lucrecio entre
responden al principio de causalidad. C ontrariam ente al determ i- los rom anos seguirá la guía de Epicuro. Vayamos a épocas que
nism o de un Demócrito. Epicuro trata de introducir la libertad en nos son m ás cercanas. C uando M ontaigne, cansado de los aje­
los m ovim ientos de los átom os y piensa que éstos tienen la capa­ treos del m undo, se encierra en la torre de su castillo para escribir
cidad de desviarse de su curso. Esta desviación, este clinam en, es los ensayos, la serenidad que preconiza tiene una buena dosis de
com ún a todos los átomos y lo es tam bién al alm a hum ana, for­ epicureism o: cuando Voltaire describe a C andide. viajero incan­
m ada com o está de átom os. Libre de trabas, el alm a puede tom ar sable y fracasado en su busca de la verdad, concluye, com o E pi­
decisiones, es decir, puede proceder según el bien o contraria­ curo: "H ay que cultivar tu jardín” . Sin la grandeza de los grandes
m ente al bien. En una palabra, la física de E picuro es la condición sistem as, la filosofía epicúrea, que es un m odo de vida, se filtra
indispensable para garantizar la libertad necesaria que exige el por la historia de Occidente y llega, m ás o m enos deform ada,
desarrollo de su moral. más o m enos auténtica, hasta nuestros días.
L a m oral ep icú rea tiene an teced en tes. Ya A ristó teles h a ­
b lab a del p lace r m edio com o form a n ec esaria de la conducta 84 Epicuro, Fragmentos. Colección Vaticana, l.XXXIX.
102 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 103

Los estoicos renovaciones.85 No es sin em bargo esta noción la más im portante


ni la de m ayor perm anencia en el pensam iento estoico. Lo que
Es d ifícil hablar de una sola escuela estoica. El estoicism o, dom ina la m etafísica de los estoicos es su idea de los diversos ti­
que nació en A tenas en el siglo (íl. se desarrolló hasta los tiem ­ pos de m ezcla. Los cuerpos pueden mezclarse por yuxtaposición
pos del Im perio R om ano y. com o el epicureism o, llegó a in ­ (com o sucede cuando vem os una piedra al lado de otra o cuando
fluir a los hom bres de los siglos futuros.8^ Sin em bargo, y a percibim os un árbol cerca de un m uro de piedra) y por confusión
pesar de su evolución natural, los estoicos griegos y rom anos (com o es el caso de la aleación de dos m etales). Pero la m ezcla
tienen en com ún una buena parte de las ideas que exhiben. puede tam bién ser total. Esta m ezcla total debe concebirse com o
Estas ideas, principalm ente basadas en lo que conocem os de la m ezcla del vino y el agua del m ar “pues si en el m ar se vierte
los fundadores griegos del estoicism o, serán las que expondre­ un poco de vino, por un tanto de tiem po estará luchando en su
m os ahora. extensión, mas luego se confundirán am bos” .87 Esta m ezcla total
P or la n atu raleza m ism a de la filo so fía esto ica será n ec esa­ es la verdadera im agen del universo. Dios, que es tam bién la ra­
ria una leve alteración en el orden de los problem as. Principal­ zón suprem a, está com o el vino y el agua m ezclado al m undo sin
m ente m oralistas, los estoicos hacen depender tanto su teoría del posibilidad de separación.88 A sí los nom bres de Dios pueden va­
conocim iento com o la m oral de su visión del m undo, de su m eta­ riar según nuestras palabras. Podem os sustituir la palabra Dios
física. A la m etafísica esto ica d irig irem o s, en p rim er lugar, por la palabra universo, o por las palabras naturaleza, razón o
n u estra atención. destino, siem pre que tengam os en cuenta que cuando h abla­
La m etafísica estoica tiene la particularidad de ser, al m ism o mos de una de ellas hablam os de la m ism a sustancia a la que se
tiem po, una física y una teología. Esta particularidad se debe a refiere cada una de ellas pues “una m ism a cosa es Dios, M ente,
que los estoicos concebían el universo com o una sola sustancia. Hado, Zeus y otras m uchas denom inaciones que se le dan” .89
Para ellos Dios y la naturaleza eran una y la m ism a cosa, de tal C oncebido el m undo com o una m ezcla total, com o una so ­
m anera que puede decirse que en el estoicism o debe encontrarse la sustancia, puede afirm arse que la razón lo gobierna todo y
la prim era escuela netam ente panteísta. que si la razón y D ios todo lo gobiernan, son todas las cosas.
L ec to r de los antiguos, es decir, de los filósofos p reso cráti- El destino es racional y es, igualm ente, divino. De ah í que, en
cos. Z enón concibe el universo com o un eterno ciclo y, a la m a­ oposición a los epicúreos, los estoicos sean esencialm ente fata­
n era de H eráclito. p ien sa que el universo, que se inicia con el listas. P ara ellos lo que es racional y sigue el orden divino es
fuego, habrá de acab arse y renovarse in fin itam en te en el fu e­ tam bién fatal. Los hom bres, situados en un m undo que es ra­
go que todo lo purifica. Así el m undo es a la vez eterno y lim ita­ zón. son parte de esta razón, o si se quiere, parte de Dios y de la
do, co n tin u o y repetido, etern am en te el m ism o en sus eternas naturaleza.

85 El antiguo estoicism o l'ue fundado en Atenas por Z enón, originario de C itio, pe­ 86 Sólo en un sentido p odría pensarse que los estoicos no son del todo panteís-
queña ciudad en Chipre. D e Zenón (ca. 335-™ . 263) se dice que era fenicio y que los tas. Z enón o C risipo conciben que el “ incendio del m undo" no cam bia la naturaleza de
atenienses le llam aban el S arm iento E gipcio por el color cetrino de su piel. N inguno de Z eus, D ios suprem o, quien, en su trascendencia preside eternam ente los cam bios del
los escritos de Zenón ha llegado a nosotros. Sus principales discípulos fueron Clcantcs m undo, de incendio a incendio, de generación eterna a partir del luego a eterna purifica­
(331/330-232/231) y C risipo (ca. 2 8 0 -ai. 206). El estoicism o m edio, ya rom anizado ción en el incendio de cada uno de los infinitos incendios. Sin em bargo la idea de una
e integrado en la vida del Im perio R om ano, es obra de Panecio (/l. ca. 180-109) y de fusión com pleta de la naturaleza y Dios es igualm ente persistente en las teorías que de
P osidonio (ca. 135-o¡. 51). El estoicism o rom ano ha llegado a nosotros en la obra ellos conocem os.
de Séneca de Córdoba (ca. 4-65 de nuestra era), de E picteto, esclavo rom ano liberado 8' D iógenes L aercio, Vida, opiniones y sentencias de los filó so fo s m ás ilustres.
(ca. 55-ca. 135). y del em perador M arco A urelio (121-180). R ecom endam os la lectura vol. II. p. 372.
de las Carias m orales de Séneca, de los D iscursos de E picteto y de las M editaciones de 88 “C om o parte del m ism o universo que penetra por todo, y que se llam a con diver­
M arco A urelio. El nom bre de estoicism o proviene del griego sloa. que significa pórtico. sos nom bres según sus fuerzas" (ibid., p. 370).
En el P órtico de las Pinturas en Atenas fundó su escuela Z enón de Citio. 80 I b id , p. 367.
I

104 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 105

Bien es verdad que en la naturaleza observan los estoicos ele­ ilustrativo. Si com param os el conocim iento al m ovim iento de
m entos puram ente pasivos o m ateriales donde vienen a inscribir­ nuestra mano, podrem os decir que la m ano abierta es la pura
se. com o en un pedazo de cera, las acciones de la divinidad que es receptividad, la capacidad que tiene esta tabla de cera que es nues­
Dios, es fuego, es razón y es destino. Pero, en últim a instancia, y tra alm a de recibir im presiones que provienen del mundo: la mano
a pesar de esta separación que proviene más que nada de un pun­ m edio cerrada sim bolizará lo que Zenón llam a el asentim iento,
to de vista hum ano y. por hum ano parcial y lim itado, el universo palabra por la cual designa la capacidad de nuestra alm a de perci­
es uno, y esta su unidad es a la vez. unidad de divinidad, de razón bir los objetos recibidos por nuestro espíritu; la m ano derecha
y de destino. En un m undo que es a la vez razón y Dios, no hay apretando fuertem ente la m ano izquierda sim bolizará, finalm en­
lugar para el azar ni hay, por lo m enos en el sentido de libre elec­ te, la verdadera sabiduría, capaz de estrechar los datos que nos
ción. libertad de escoger. En este m undo hecho de una sola pieza dan los sentidos y de reflexionar, con clara razón sobre lo que
no queda lugar para más acción que la que esté hecha de una sola los datos de los sentidos nos proporcionan. Así, la im presión
pieza. De ahí que la teoría del conocim iento de los estoicos, así que causa un color en mi retina sería la m ano abierta: la percep­
com o su moral, se presenten tam bién com o de una pieza, tam ­ ción de este color, la m ano a m edio cerrar; y las reflexiones que
bién com o un bloque en el cual pueden tallarse distinciones que pueda hacer sobre el color, las com paraciones con otros colores,
siem pre son más aparentes que reales.9" el poem a que pueda escribir, las frases que pueda pronunciar o la
Racionalistas com o son, los estoicos no tienen sin em bargo pintura que pueda trazar en el m uro, serán el resultado de la re­
necesidad de afirm ar la existencia de las ideas innatas, al modo flexión. es decir, el puño de una m ano cerrado sobre la otra mano.
de Sócrates o de Platón. Si todo es racional es natural también Sabio es. en la filosofía de los estoicos, el que es capaz no sólo
que lo sensible y los sentidos hum anos sean racionales. La teoría de sentir, ni tan sólo de asentir, sino de entender. El sabio es el
del conocim iento que presentan Zenón o C risipo es, por un lado, que tiene una conciencia total, en bloque, del orden de todas las
una teoría sensualista y, por otro -p u e sto que todo es la misma cosas: es el que puede penetrar de una m anera única en el sentido
su stan cia- una teoría racionalista. En una palabra, una teoría que tam bién único del universo.
sostiene que el conocim iento que procede de los sentidos es. por Con estos antecedentes de m etafísica y de teoría del conoci­
naturaleza, un conocim iento racional. miento es clara la moral que pueden deducir los estoicos. Esta moral
Si entendem os la palabra “fantasía” com o sinónim o de sen­ estará siem pre basada en la razón pura y será, puesto que el m un­
sación. debem os aceptar que la fantasía es lo prim ero “y luego do es racional, una moral de la aceptación. Es útil, sin embargo, para
viene el entendim iento, que enuncia lo que ha recibido de la fan­ entender el sentido de la moral estoica, proceder a algunas distin­
tasía. y lo produce por palabras y discursos”.91 ciones y algunos deslindes que acabarán por precisarla y fijarla.
Todo nuestro conocim iento es adquirido. ¿C óm o se adquiere? Dice Diógenes Laercio que los estoicos “son de opinión que
Z enón de Citio solía dar un ejem plo que es a la vez pintoresco e entre la virtud y el vicio no hay m edio [...] pues com o un palo es
preciso sea recto o torcido, así una cosa es ju sta o injusta, sin
90 La principal dificultad de todas las filosofías panteístas consiste en explicar la
existencia de los seres individuales. En efecto, si todo es una m ism a sustancia, no pare­ contar con el m ás o el m enos” .92 La actitud de los estoicos es una
ce haber una razón clara para distinguir entre las diversas formas que adquiere la sus­ reacción clara contra la moral de A ristóteles. La m oralidad de un
tancia. Si árbol, hom bre y piedra son en el fondo lo m ism o, ¿qué razón habrá para que acto no puede consistir en el justo m edio, porque para el filósofo
existan com o entes separados? N aturalm ente, el pantefsta podrá contestar que una m is­
m a cosa puede tener varios aspectos, que por el hecho de ser de m adera no son idénticos estoico la virtud no es un m edio, sino un fin en sí.
ni hay razón para que lo sean el pino y la m esa. Es sin em bargo difícil concebir estas A hora bien, el alm a hum ana puede ser com o el tronco recto o
diferencias com o diferencias tan sólo aparentes. Para una discusión más detallada sobre com o el tronco torcido. Todos los hom bres nacen con tendencias
el panteísm o vid. La explicación de la filo so fía de Spinoza.
91 D iógenes Laercio. op. cu., pp. 335-336. A quí D iógenes L aercio cita los Discursos
de los filó so fo s de D iocles de M agnesia. 92 Ibid., p. 364.
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106 Introducción a la historia de la filosofia G recia 107

que, siendo naturales y siendo la naturaleza racional, tienen que dad de entender el m undo y de entender la vida de los hom bres;
ser tam bién buenas. La m ás prim itiva y la m ás clara de estas es, en suma, la racionalidad de nuestros pensam ientos aplicada a
tendencias es la de la propia conservación. De ahí. una serie de nuestros actos.
bienes com o la salud, el bienestar, la riqueza. Pero con la in­ Así escribe Epicteto: “Algunas cosas están bajo nuestro dom i­
fluencia del m edio social y la influencia de una m ala educación, nio m ientras que otras no lo están. Bajo nuestro dom inio están el
estas tendencias inicialm ente buenas pueden torcerse y conver­ concebir, el escoger, el desear y, en una palabra, todo lo que de
tirse en vicios. Nace entonces el m iedo y nace la envidia y nacen nosotros depende; no está en cam bio bajo nuestro dom inio el cuer­
la im prudencia y el odio. N acen, en una palabra, las pasiones. po. la propiedad, la reputación, el oficio, en una palabra todo lo
Porque la pasión es precisam ente lo que la etim ología de la pala­ que no depende de nosotros” .93
bra indica: una pasividad, una form a de ser que se reduce a pade­ La consecuencia inm ediata de esta racionalidad que todo lo
cer. Exageradas y retorcidas las tendencias del hom bre, se hacen invade fue, entre los prim eros estoicos, declarar que todos los
pasiones, que nos convierten de seres activos que podem os ser, hombres, esclavos o no, son iguales por naturaleza. El pensamiento
en seres que padecen por la negación de sus actividades rectas. era revolucionario si se recuerda la estructura de la ciudad griega.
Sin em bargo las puras actividades de conservación no son toda­ R espondía, sin em bargo, a la necesidad de esta cosm ópolis que
vía el ideal de la m oralidad. Este ideal, com o todo en el m undo surgió con las m onarquías alejandrinas y se desarrolló plenam en­
concebido por los estoicos, tiene que ser absoluto y es tan sólo te con la llegada del Im perio R om ano.94
asequible a la persona capaz de sabiduría. El sabio es el que co ­
noce. no de una m anera relativa, sino de m anera total, el sentido Epicteto, E nquiridón, I.
del universo y el puesto del hom bre en el universo; es el que sabe 94 E n un principio, el pensam iento de los estoicos fue claram ente revolucionario
en una sociedad que tenía la esclavitud por un hecho natural. P oco a poco, en el gran
que todo está predeterm inado por la ley de la razón que todo lo siglo del Im perio R om ano, el esto icism o llegó a ser la filo so fía que m ejor se adaptó a
preside y todo lo penetra. Así, la verdadera acción m oral será los deseos im perialistas y universalistas de los rom anos. L a sociedad universal donde
la que em prenda una voluntad recta dirigida por una razón ab ­ todos los hom bres eran iguales era p recisam ente el Im perio R om ano, si bien dentro
de este im perio la igualdad reinaba tan sólo entre los ciudadanos y no llegó a ap licar­
soluta y el sabio, el que conoce y, por conocer, acepta la realidad se nunca a los esclavos. El esto icism o acabó por ponerse al servicio del im perio. Ya
tal com o es. en el siglo I I a. C., P anecio y P osidonio fueron, a p esar de su origen griego, p artid a­
U na paradoja parece inevitable si consideram os que el sa­ rios del Im perio R om ano y así tam bién, los tres grandes filósofos que p ro d u jo R om a
-S é n e c a , E picteto y M arco A u relio - fueron estoicos. Pero el esto icism o , entre el si­
bio es el que ejerce su voluntad y si, al m ism o tiem po, acepta­ glo I I a. C. y el prim er siglo de nuestra era, fue p rescin d ien d o poco a poco de sus
m os que esta voluntad está regida por un orden inalterable. andam iajes m etafísicos, lógicos y epistem ológicos p ara convertirse cada vez más en
¿C óm o hablar de libertad en un universo en que cada una de las una filosofía práctica, en una form a de la filosofía m oral. Y es esta filo so fía m oral la
que se en cuentra en los consejos de las C onsolaciones de Séneca, en los D iscursos
partes, y entre ellas precisam ente las acciones de los hom bres, dialogados del esclavo liberado que fue E picteto -a c a s o el pagano que m ás se ha
están fatalm ente determ inadas? ¿C óm o escoger si ya todo está acercado a la idea cristiana de la c a rid a d - y, finalm ente, en los ex ám enes de co n cien ­
por adelantado fijado? No es fácil la solución del problem a p a­ cia y en las introspecciones que el em perador M arco A urelio escrib ía p ara sí. sin
deseo de publicación, en form a de M editaciones.
ra los estoicos, a m enos que se interprete la libertad en una for­ Indilerenlc a todo lo que no depende de la voluntad propia, escribe E picteto: “Dimc
m a bastante distinta a lo que la palabra suele sugerirnos. En cuáles son las cosas que son indiferentes” y responde "Las que son ajenas al dom inio de
efecto, la libertad puede ser libertad de acción, libertad para la voluntad". A pesar de los cam bios doctrinales, a pesar de la renuncia progresiva a la
especulación y la insistencia cada vez m ayor en la vida práctica, cualquiera de los esto i­
escoger entre una posibilidad u otra. No es ésta la libertad en cos hubiera podido firm ar estas palabras de Epicteto. No todos ellos hubieran firm ado
que piensan los estoicos. Para ellos la libertad es. no una form a aquellas sus palabras en las cuales, cercano al espíritu cristiano, nos habla en estos
de elección, sino una form a de liberación. El hom bre libre es el térm inos de sí m ism o: "¿Q ué más puede hacer el hom bre viejo y cojo com o yo, sino
cantar alabanzas a Dios por todas las cosas? Si fuera un ruiseñor cantaría com o un
que es consciente de sus propias determ inaciones y que, cono­ ruiseñor, si un cisne, com o un cisne pero com o soy una criatura racional, debo alabar a
ciéndolas. es capaz de aceptarlas. La libertad es así una capaci­ D ios” . (D iscursos. X V I . )
108 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 109

Los escépticos esta afasia conducía a Pirrón a “suspender el ju icio ”, a no afirm ar


nada, a decir acaso tan sólo: “ No esto más que aquello”.96 Esta
También el escepticism o griego, nacido en el siglo m tiene, com o actitud que podría parecer m eram ente intelectual estaba lejos de
el estoicism o y el epicureism o, una influencia que. a través de ser un juego. El escepticism o fue. com o el epicureism o o el estoi­
Roma, llega a nuestros días. Los escépticos, filósofos de su tiem ­ cism o una escuela - s i es que aquí puede hablarse coherentem en­
po. asum en una postura m oral más que intelectual. No es proba­ te de e sc u e la - de m oralidad y de felicidad. Y la felicidad la
ble que alguno haya sido escéptico, con el solo fin de dudar. La encontraba Pirrón en la ataraxia, esta inmovilidad, este alejam ien­
duda suele estar al servicio de alguna form a de vida. Esta actitud to de todo disturbio y toda pasión que es un retiro hacia la propia
puede ser la de quien no quiere verse llevado por los afanes de conciencia y una renuncia a los quehaceres y a los quebrantos
una vida que a veces se presenta contradictoria o am bigua; pue­ de la vida.
de ser, com o en el caso de algunos de los prim eros cristianos, una No es de extrañar que en una época desprovista de creencias
renuncia al conocim iento lógico para enaltecer el conocim iento religiosas profundas, en una época en la cual, al decir de Arnold
m ediante la fe. Quien es escéptico real y profundam ente, suele Toynbee. se vivía un vacío espiritual, el escepticismo tuviera buena
serlo para afirm arse en alguna form a de creencia que el conoci­ fortuna entre quienes pensaban hallar la felicidad en el silencio y
m iento habitual de los sentidos o de la razón parece no poder en la ataraxia que está en la raíz m ism a del silencio.
otorgar. Por eso el escéptico no es. al modo de los sofistas, el que Es así com o la Nueva Academ ia, dirigida en el siglo III por
dice: “nada sé’’. Q uien así hablara sabría - y a lo vio S ó cra te s- A rcesilao, se convierte más y más en una escuela de escepticism o
que por lo m enos esto sabe y que. por lo tanto, en la afirm ación cuando piensa interpretar a la letra a Sócrates y suele concluir,
m ism a de que el conocim iento no existe hay una afirm ación im ­ com o lo hacían los prim eros diálogos de Platón, en una serie de
plícita de conocim iento. El verdadero escéptico es aquel que, con problem as sin solución. Es así tam bién com o, llegado el siglo i
el ánim o suspenso, se rehúsa a pronunciarse sobre cualquier te­ antes de nuestra era. Enesidem o, de quien conocem os el pensa­
ma porque im plícitam ente acepta que es m ejor esta abstención m iento pero de quien ignoram os la vida, trata de hacer explícitas
que un pronunciam iento discutible. las razones que nos conducen a dudar. Son doce las razones que
C orren los años de la conquista de Alejandro. Pirrón de Elis, da Enesidem o para descreer tanto de los datos de los sentidos
en la M agna Grecia, sigue a A lejandro por tierras de Asia donde, com o de los datos de la razón. Los doce argum entos han llegado
al decir de D iógenes Laercio, conoció “a los gim nosofistas de la a nosotros a través de Sexto Em pírico, más divulgador que pen­
India, y aun a los m agos” .95 Algo de influencia oriental es notable sador original. El prim er argum ento distingue entre diversas es­
en su vida, ya que no en su obra, puesto que Pirrón, com o Sócrates, pecies de anim ales. C ada especie anim al percibirá los mismos
renunció a escribir. No esperem os de Pirrón el m enor signo de objetos de distinta m anera. El elefante o la horm iga no tendrán la
teoría. Su fuerza, com o lo dem uestra la adm iración de Tim ón, su m ism a percepción de un árbol. Y no podem os decir que la per­
discípulo, residía en su ejem plo m oral. Pirrón es de la estirpe de cepción de uno de ellos sea m ás exacta o m ás verdadera que la
esos hom bres que predicaron más con el ejem plo y con el gesto otra. Si prestam os atención a los hom bres y vemos que cada hom ­
que con las teorías o las palabras. De ahí que la prim era de sus bre posee cinco sentidos, no es tam poco seguro que todos los
renuncias fuera la renuncia a hablar o, por lo m enos, la renuncia a hom bres sientan y perciban de la m ism a m anera. Lo más proba­
pensar que cuando hablam os decim os algo verdadero y exacto. ble es que los distintos hom bres perciban de m anera distinta y
En la raíz misma del escepticismo está la “afasia”, este enm udecer que, de nuevo, sea aquí im posible la verdad. C onsiderem os ahora
ante la contradicción de los hechos, las costum bres y las ideas. Y los cinco sentidos en una m ism a persona. M uchas veces existe

95 D iógenes Laercio, op. cit., p. 474, % Loe. cit.


110 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 111

una falta de sincronización entre ellos. Así, si vuelvo a mi biblio­ y. de ésta, regresar al árbol que le dio lugar, y de éste a la sem illa
teca oscura y trato de encontrar m ediante el tacto un libro que que dio lugar al árbol, y así, infinitam ente en una serie que lógi­
visualm ente recuerdo sobre la m esa, es muy posible que me en­ cam ente no tiene fin; círculo vicioso com o cuando en los malos
gañe y que tom e en mi m ano otro libro cercano. Esta falta de diccionarios defino una palabra m ediante una segunda palabra
coordinación nos im pide pensar tam bién que los sentidos sean la cual, a su vez, defino por la prim era. La razón, eterno regreso o
una garantía suficiente para encontrar verdad alguna. Lo m ism o círculo continuo, no nos puede dar m ayores seguridades que los
sucede si consideram os un solo sentido (frente a la extensión del sentidos. De ahí que Enesidem o. com o su lejano m aestro Pirrón,
desierto puedo pensar que hay agua en lugar de arena) y tam bién llegue a la conclusión de que para vivir libres de contradicciones
cad a uno de los sentidos considerados por separado puede en­ el solo cam ino es la afasia y el solo fin esta inm ovilidad contem ­
gañarm e. Fuente de engaños es la distancia de un objeto; un plativa, esta atención a sí que es la ataraxia.
árbol, visto de cerca, me cubre con su follaje y puede parecerm e Los escépticos, como los estoicos y los epicúreos, tom aron uno
grande; a cierta distancia el árbol se em pequeñece hasta ser, a lo de los aspectos de las grandes teorías clásicas y se quedaron sola­
lejos, un m ero punto en el horizonte. ¿C uál es la verdadera di­ m ente con este aspecto que se convirtió en la sola actitud posible.
m ensión del árbol? Los cuerpos que percibo se presentan m ez­ En el caso de los escépticos esta actitud proviene, lejanamente, de
clados; el árbol que veo está situado en la tierra y su visibilidad la que Sócrates m antenía cuando ponía en duda los juicios de los
depende del lugar y de la luz. ¿Cómo discernir un objeto de los de­ sofistas y sus propios juicios. A diferencia de Sócrates, los escép­
m ás objetos que le rodean? Tam bién la cantidad de las cosas que ticos no dudaron con la intención de buscar la verdad, sino con la
percibo cam bia mi percepción. Un grano de arena puede parecer sim ple y clara intención de liberarse de todas las dudas en una ac­
duro; pero el conjunto de la arena que form a una playa parecerá titud contem plativa de naturaleza inefable.
suave a la vista y al tacto. ¿Cuál es la verdadera consistencia de la
arena? L o que percibo es, adem ás, relativo a quien lo percibe.
¿C óm o decir cuál es su verdadero ser? ¿C óm o pensar que por el L os neoplatónicos
solo hecho de percibirlo yo ahora tengo la verdad de lo percibido
en mi percepción? Los objetos son m ás o m enos raros. Así, el sol La escuela neoplatónica que se desarrolla principalm ente en A le­
que sale todos los días m e sorprendería si no saliera; en cam bio jandría, pertenece ya a un m undo donde las tradiciones griegas y
un com eta m e sorprende cuando aparece en el cielo. L a verdad rom anas tienden a desaparecer. Filón de A lejandría, filósofo ju ­
que atribuyo a un objeto o a otro dependerá de mis propios hábi­ dío que trata de aplicar el platonism o a la Biblia, vive entre fines
tos perceptivos. Hasta aquí los nueve argum entos que se refieren del siglo l a. C. y la prim era m itad del prim er siglo de nuestra era.
a los sentidos. A ellos añade Enesidem o uno más que se refiere a Los padres de la Iglesia cristiana, desarrollan un pensam iento
las costum bres y dos que se refieren a la razón. D istintos pueblos que es “escándalo” para griegos y romanos, ya a partir del siglo n.
tienen distintas costum bres, que por hábito y por educación, tien­ La escuela neoplatónica que inició Plotino (205-270) está en pre­
den a pensar com o verdaderos. Pero de hecho, ¿quién tiene razón?; sencia de una serie de ideas, creencias y sentim ientos que nada
¿los atenienses que creen en la dem ocracia?; ¿los espartanos que tienen que ver con los de la G recia clásica ni aun con los de la
creen en la m onarquía y en la educación guerrera en m anos del G recia de los siglos III y II.
Estado?; ¿los rom anos que desean un gobierno im perial? N adie Y es que el Im perio Rom ano, extendido a todas las regiones
puede garantizam os que unos tengan m ayor razón que los otros. del m undo conocido, entra plenam ente en un proceso que Gibbon
En cuanto a la razón, las pruebas que solem os dar son, ya un re­ llam ó de decadencia y caída. Podría decirse, com o dirá Quevedo
greso al infinito, ya un círculo vicioso. Regreso al infinito cuando en uno de sus sonetos; “En Rom a a R om a m ism a no la hallas” .
para probar la existencia del árbol tengo que regresar a la sem illa La población de la antigua G recia ha dism inuido hasta tal punto
112 Introducción a !a historia de la filo so fia G recia 113

que en el siglo 11 ya casi no quedan habitantes en Esparta; las dad la imagen de esa imagen como si fuere un objeto que valiera la
diferentes tribus bárbaras invaden el Im perio por todas sus fron­ pena de ser contemplado?”97
teras y sus generales alcanzan rango de gobernantes y aun a veces
de em peradores de Roma; crece la superstición hasta tal punto Estas palabras de Porfirio definen con bastante claridad a su maes­
que ya Plinio el joven puede decir que hay más dioses que seres tro. Filósofo del espíritu, negador de la m ateria, Plotino es m ucho
hum anos: se llega a un sincretism o religioso y nacen en Rom a los m ás un místico que un filósofo en el sentido clásico de la palabra.
tem plos a Isis, la diosa egipcia, los cultos al M itra de los persas y. C om o pensador m ístico, se nos presenta en los nueve tratados de
poco a poco a pesar de la violencia de las persecuciones, penetra las Enneadas que recogió piadosam ente y publicó Porfirio. Esta
en Rom a el cristianism o. Ante esta caída de las ideas clásicas y actitud contem plativa, esta m ística que, com o veremos, quiere
ante la presencia de las nuevas y contrarias ideas que aportan dis­ sobre todo renunciar a la acción, liga a Plotino con los filósofos
tintas y contradictorias creencias religiosas, algunos filósofos del del periodo helenístico aunque bien claras sean las d iferen ­
siglo III quieren por últim a vez. renovarlas. El neoplatonism o se cias entre su pensam iento y el de los epicúreos, estoicos y escép­
presenta com o la últim a expresión del pensamiento grecorromano, ticos. Com o ellos, si bien con espíritu religioso y m ístico. Plotino
una expresión que no deja de estar influida por las ideas y las creen­ preconiza que la felicidad está en la contem plación.
cias de aquellos m ism os -cristianos, gnósticos, ju d ío s - que com ­ La filosofía de Plotino se presenta com o una interpretación je ­
bate. Por una parte el neoplatonismo representa la última expresión rárquica del universo. Su sistem a es, ante todo, deductivo, puesto
del pensam iento griego; por otra, y viendo hacia el futuro, su in­ que parte de los principios más universales y absolutos para llegar
fluencia habrá de hacerse presente en el pensam iento de los filó­ a las consecuencias particulares y relativas. Dentro de esta jerar­
sofos cristianos. En el capítulo siguiente habrem os de precisar el quía, por otra parte, lo particular adquiere sentido sólo por referen­
desarrollo del cristianism o primitivo. En él podrá encontrarse un cia a lo universal, lo relativo por lo absoluto. Veamos primero la
enfoque más com pleto de la época en que viven un Plotino (205- estructura de este m undo jerarquizado. Podrem os después enten­
270), un Porfirio (ca. 234-ca. 305), un Jám blico (270-330) o un der cuál es el proceso de conocimiento que nos permite descubrirlo.
Proclo (ca. 410-485), en cuyos nom bres se cifra la historia de la La realidad suprema es, para Plotino, el uno. Pero esta unidad, no
escuela neoplatónica. C onsiderem os aquí, en la figura de Plotino. es ya aquella unidad lim itada de que nos hablaba Parm énides.
el pensam iento neoplatónico com o expresión últim a y tam bién Influido por el cristianism o que su discípulo Porfirio com bate, el
álgida de una tradición filosófica que vim os nacer en Platón. uno de Plotino es, com o el Dios de los cristianos, un ser infinito.
¿Cuál fue la patria de Plotino? N inguna seguridad al respec­ De ahí que por su mismo carácter de infinitud sea. estrictam ente
to. Sabem os, sí. que vivió en A lejandría, que fue discípulo de hablando, indefinible. ¿C óm o podríam os nosotros, seres lim ita­
A m m onio Saccas y que se trasladó a Rom a donde fundó su es­ dos, definir aquello que es por naturaleza infinito? Fuente de todo,
cuela y donde intentó, sin éxito, fundar una ciudad llam ada Pla- el uno es inefable; origen del m undo, sobrepasa en su riqueza de
tonópolis, hija im aginaria de aquel Estado perfecto que deseaba ser todas las posibles determ inaciones. C arece de sentido pre­
Platón. A sí lo describía, espiritualista puro, su discípulo Porfirio: guntarse cuál es el ser de la unidad, porque en realidad está más
allá de las palabras, m ás allá de los conceptos, más allá de la
El filósofo Plotino, que ha vivido en nuestros días, parecía como lógica. Su realidad verdadera sólo podem os sospecharla. Podre­
avergonzado de tener un cuerpo. Tampoco hablaba nunca de su fa­ m os decir que es la prim era causa en cuanto es uno y la causa
milia ni de su patria, ni quiso permitir que nadie hiciera su retrato ni final del todo en cuanto es el bien. Pero aun estas m ism as pala-
su busto, un día que Amelio le rogaba que se dejase pintar: “¿No
basta ya, le dijo, con llevar esta imagen en que la naturaleza nos ha
91 Porfirio, "Vida de Plotino", en Plotino, Enneadas, Nueva Biblioteca Filosófica.
encerrado, sino que además ha de ser preciso trasmitir a la posteri­ M adrid. 1930, vol. I.
114 Introducción a la historia de la filo so fía G recia 115

bras deben considerarse más com o sugerencia de lo que este uno llegar a entender este Dios que. por su m ism a infinitud sobrepa­
significa que com o definiciones. Su infinita riqueza hace que, por sa toda posible definición? La única experiencia posible es, para
riqueza misma, salga de sí, com o una fuente que rebosa de agua. Plotino. de orden m ístico. La m ística, en efecto, perm ite la unión
Esta riqueza hace que el uno fluya fuera de sí, desde toda eterni­ entre el sujeto y objeto, entre el alm a y Dios. Y esta contem pla­
dad. y que se produzcan las diversas em anaciones que habrán de ción es posible porque en un m undo que se concibe com o uni­
llevam os de la unidad a la realidad particular. dad, algo de esta infinitud que es el uno se encuentra en los indi­
La prim era y más alta de estas em anaciones es la del m undo viduos. En cuanto a esta contem plación misma, dejam os que de
inteligible. A él. m undo m uy sim ilar al de las ideas platónicas, ella hable Plotino en sus propias palabras: “Cerrem os los ojos
podem os llegar m ediante la razón. Su causa y su significación del cuerpo para despertar los del espíritu, para despertar en noso­
verdadera habrá que encontrarlas en el m isterio infinito de lo uno. tros otro ver que todos poseen, pero de que muy pocos hacen
pero su realidad es com prensible de la m ism a m anera que m e­ uso” .91’ M ediante esta visión interior el alm a encontrará “Aquel a
diante la adecuada razón es conocible el m undo platónico de las quien llam am os naturaleza del Bien y que hace irradiar en tom o
form as. De ellas en Plotino com o en Platón, podem os decir que a sí la B elleza” .100
son eternas, espirituales, esenciales. A diferencia de Platón debe­ La m ística de Plotino. contem pladora, se diferencia de la m ís­
rem os decir que son las ideas que tiene el uno o. si se quiere, y tica cristiana. Para ésta, en efecto, la contem plación será un m ó­
más precisam ente, las ideas que acerca de las cosas tiene Dios. vil que conduce a la acción. Más cercano a los místicos del Oriente,
Del m undo inteligible y tam bién por exceso y por riqueza sur­ y aun a la ataraxia de epicúreos y escépticos. Plotino se queda
ge, eternam ente, el m undo del alm a. Por un lado se trata, com o en con la contem plación pura, avergonzado de tener un cuerpo,
el Timeo de Platón -q u e fue la biblia de los neoplatónicos-, del desencarnado y entregado a la visión pura del absoluto. “Hay, por
alm a del m undo; por otro lado, se trata del alm a de cada uno de doquier, retom o al uno ” , afirm a P lotino.101 Pero esta visión del
los individuos -hom bres, anim ales, vegetales o piedras-, en ca­ uno es lo que nos perm ite huir de la realidad que nos rodea, de
da uno de los cuales hay un principio inmortal. No se trata aquí de las ilusiones de la m ateria y de las ilusiones del tiempo: “C uan­
una inm ortalidad personal, sino m ás bien, de una inm ortalidad do contem plam os, escribe Plotino, es para contem plar y poseer
que regrese el alm a del m undo al espíritu. el objeto contem plado. La práctica, por ende, tiene com o fin la
La m ateria, últim a de las em anaciones, debe entenderse no co­ contem plación” .1112
m o un m undo de cuerpos o de seres sin alm a, sino más bien com o
aquel receptáculo de que hablaba Platón y que Plotino precisa en
estas palabras: “La m ateria es un sujeto [...] y un receptáculo de Obras de consulta
form as”.98 La m ateria es una pura indeterm inación, una suerte
de no-ser. un aspecto de la posibilidad. Podría decirse que cada B r o c h a r d , Victor. Les Sceptiques grecs, Vrin. París, 1928.
una de las em anaciones es m ateria en relación a la em anación G u y a u . J. M.. La moral de Epicuro, Americalee, Buenos Aires, 1943.
que la precede en orden jerárquico: así el alm a es m ateria pa­ H a d o t. Pierre, Plotin, ou la simplicité du regard, Plou, París, 1963.
ra que venga a darle form a el ser de las ideas y éstas son relación In g e . W. R.. The Philosophy ofPlotinus, 1928.
al principio absoluto que es la unidad. R e y e s, Alfonso. La filosofía helenística. Fondo de Cultura Económi­
En el m undo de Plotino todo nos rem ite a una realidad más ca, México, 1959. [Breviarios, 147.|
alta, todo acaba por rem itirnos, de la m ateria al alma, del alm a al
m undo de las ideas, al absoluto que es la unidad de Dios. ¿Cóm o 95 lbid., v o l. I, p. 6.
100 Loe. cir.
101 lbid.. v o l . III, p. 8 .
9S lbid.. vol. II. p. 4. 102 Loe. cii.
SEGUNDA PARTE

CRISTIANISMO Y EDAD MEDIA

D e l SIGLO I AL SIGLO XIV


I

I. D e sa n Pablo a san A g u s t ín

La lenta caída del Im perio R om ano arrastra, com o un podero­


so río. la caída de los sistem as clásicos de la vida y del pen­
sam iento. Los hom bres están, en toda la fuerza de la palabra,
desorientados. Poco a poco, u na nueva verdad, nacida en las
tierras de G alilea, invade los dom inios del Im perio Rom ano. La
presencia del cristianism o viene a transform ar radicalm ente los
m odos de pensam iento hasta tal punto, que en una u otra form a,
los nuevos conceptos, las nuevas creencias, se integran para siem ­
pre en la vida de O ccidente. La nueva fe se hace vigencia, y la
revelación de la vida cobra vida en el curso de la historia. N a­
da m ás em ocionante que asistir al nacim iento creador, vivo de
una vida siem pre renovada, que se inicia con las enseñanzas
de Jesús, de sus apóstoles y de los discípulos de los discípulos de
sus apóstoles. A este surgim iento, podem os asistir, si analizam os
la idea de los padres de la Iglesia cristiana, de san Pablo o san
A gustín. Con ellos cam bia el rum bo de la historia. Para apreciar
este cam bio veamos prim ero, cuál era el rum bo o el derrum be de
la vida social y política de Roma.
Desde que Poncio Pilatos es procurador en Palestina (25-30),
hasta la total dispersión del Im perio R om ano en el siglo vi. el
panoram a de la historia de Rom a es el de una progresiva deca­
dencia. En el curso del siglo I y durante buena parte del siglo II,
los rom anos dom inan prácticam ente todas las tierras que rodean
al M editerráneo. En el curso de estos dos siglos, grandes filóso­
fos. com o Séneca. Epicteto o M arco Aurelio, historiadores com o
Tácito, eruditos y hum anistas com o Plinio el joven, dan continui­
dad al desarrollo de una literatura de gran estilo que prolonga a
Cicerón y Ovidio. H abría que observar, sin em bargo, que m u­
chos de los grandes escritores de la época son escritores satíricos
-P etro n io en el Satiricón, M arcial en la agudeza am arga de sus
epigram as. Juvenal en sus sá tira s- Y es un hecho que la sátira
120 Introducción a la historia de la filosofìa Cristianism o y Edad M edia 121

suele anunciar los com ienzos de la decadencia de una civiliza­ helenism o” . 1Las nuevas ideas m odifican y cam bian radicalm en­
ción: un hecho que a pesar del vigor que dem uestran las letras y te los antiguos pensamientos en cuanto al conocim iento, en cuanto
las artes, a pesar tam bién de la fuerza m ilitar de Rom a, nuevos al concepto de Dios y en cuanto al sentido de la naturaleza, de la
grupos venidos del oriente y del norte de Europa m ellan poco historia y del hombre.
a poco la estructura de apariencia indestructible que el Im pe­
rio R om ano presentaba a sus contem poráneos. Ya en el año 150.
los godos llegan a las costas del M ar Negro, y unos sesenta años N uevas ideas en cuanto al conocim iento
más tarde se instalan a orillas del Danubio, cara al im perio. La
caída de R om a se precipita. Con la fundación de Constantinopla, El m isterio de los m isterios, el verdadero escándalo para helé­
el Im perio Rom ano em pieza a dividirse por dentro hasta que en el nicos y judíos, es la revelación de Dios en la persona hum ana
año 395 ya no puede hablarse de un im perio, sino de dos im pe­ y divina de Cristo. Las enseñanzas de los apóstoles se centran
rios, el de C onstantinopla y el de Roma. Perm anecerá C onstanti­ en este m isterio de la encarnación. Y es esta m ism a revelación la
nopla, llegará a considerar a Italia com o parte de su im perio y que el cristiano está dispuesto a aceptar por la fe, com o guía de
habrá de perdurar en el Im perio Bizantino. Rom a m ism a cesa de una vida que adquiere su verdadero sentido si se dirige a la salva­
ser el imperio que fue. En el año 410. A laricoy su ejército visigodo ción eterna del alma. A hora bien, la fe, creencia y convicción de
saquean la ciudad de Rom a y sólo la presencia del obispo León las cosas que no se ven (san Pablo), no parece encuadrar en el
pone cierto coto al pillaje de los invasores. Será nuevam ente m arco de la antigua lógica, la lógica de la razón, que desarrolla­
León quien, a la cabeza de los sacerdotes de su diócesis rom ana, ron, siglos tras siglos, los filósofos de Grecia. Parece com o si un
vuelva a poner coto relativo al saqueo de Rom a por los vándalos elem ento irracional al m ism o tiem po que básico, viniera a intro­
que, provenientes del Á frica del norte, desem barcan en O stia y ducirse en el cuerpo m ism o del conocim iento cuando se nos dice
dirigidos por Genserico, saquean nuevam ente R om a en 445. El que conocer es, principalm ente, creer.
Im perio Rom ano toca a su fin. Después de erigirse brevem ente Ante la afirm ación de una fe que cree precisam ente en lo invi­
en reino independiente pasa a ser. desde 555, una provincia más sible, la actitud de los prim eros cristianos viene a dibujar ya la
del Im perio Bizantino. actitud que tom arán m ás tarde, y hasta nuestros días, los filóso­
En estos seis siglos de grandeza prim ero y de segura decaden­ fos de O ccidente. Para todo pensador cristiano, la fe es el dato
cia m ás tarde, el cristianism o se desarrolla y crece com o un árbol im prescindible, una de las tres virtudes cardinales. ¿Q uiere ello
que vigoriza sus ramas con la poda periódica de su propio sacrifi­ decir que la fe debe oponerse a la razón? ¿H abrá una fe total­
cio. Es verdad que los cristianos son pocos. A principios del siglo m ente incom prensible y. por lo tanto, totalm ente irracional? Tal
iv. no representan más de una vigésim a parte de la población de es la actitud de los cristianos más extrem osos que niegan la ra­
Roma. Sin embargo, a fines del m ism o siglo, el senado rom ano zón para m ejor afirm ar la fe. D esde este punto de vista, Tertulia­
renuncia al paganism o (389). No puede decirse que por ello haya no, nacido en C artago hacia 160, no hace sino iniciar una línea
triunfado el cristianism o. Los cristianos siguen siendo una pe­ de pen sam ien to que h ab rem o s de en c o n trar nuevam ente en
queña m inoría y las diversas escuelas cristianas dan m uchas ve­ K ierkegaard o Unam uno. Fundador de la term inología que ha­
ces lugar a disensiones internas, a herejías y a diversas formas brán de em plear los teólogos de los siglos posteriores, gran es­
de la heterodoxia. Lo que sí puede decirse es que el cristianism o critor en latín -e l m ás grande de los escritores cristianos antes de
se ha fortalecido y que las ideas que trae consigo son ya las ideas san A g u stín -, hereje por un exceso de puritanism o al final de su
originales de los nuevos tiem pos. Precisar estas nuevas ideas es vida. Tertuliano es el m ás apasionado defensor del fideísm o. En
presenciar el desarrollo de “la nueva revelación“ que "se encuen­
tra situada com o una piedra de escándalo entre el judaism o y el 1Étienne Gilson, L'Esprit de Uiphilosophie mcdiévule, vol. I. Vrin. París. 1932, p. 22.
122 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 123

varias ocasiones, cuando discute los m isterios del cristianism o y. por lo tanto de m uchas verdades, es decir, de poca verdad ya
en especial, cuando trata de explicar la presencia de C risto en la que tantas y tan distintas verdades son muy a m enudo co n tra­
hostia, afirma Tertuliano. "credo quia absurdum “creo porque es dictorias. Esta contradicción de la filosofía no hace, sin em ­
absurdo” . Lo que Tertuliano quiere decir no es que los m isterios bargo. que Justino desespere de su valor. Si la fe y el “ardiente
del cristianism o sean absurdos, sino, m ás precisam ente, que lo am or" son los datos básicos y necesarios, es posible ilum inar­
que es absurdo es la razón. Si la razón es absurda, queda una so­ los m ediante la razón. En la P rim era a p ología , escribe Justino:
la vía para esta vía cristiana que es la de la salvación: la fe en “N adie creyó a Sócrates hasta que m urió por lo que enseñaba.
toda su pureza. Pero para C risto, los m ism os artesanos y los ignorantes han
No fue esta actitud radical la que predom inó entre los Padres despreciado el m iedo a la m uerte” .4 La cita de Sócrates es signi­
de la Iglesia cristiana, ni la que habrá de predom inar durante la ficativa. Justino, buen lecto r de Platón, de quien dijo que había
Edad M edia. Ya san Pablo decía: “lo invisible de Dios, su eter­ leído los textos bíblicos sin acabar de entenderlos, tom a com o
no poder y su divinidad, son conocidos m ediante las criaturas” .2 ejem plo de filósofo a Sócrates. Su idea es bien clara. E xisten
Con esta frase, san Pablo indica que. adem ás de la fe, es posible dos suertes de profetas: aquellos que lo son conociendo la pa­
llegar a Dios m ediante sus efectos, m ediante la consideración ra­ labra de Dios (los profetas bíblicos) y aquellos que lo son sin
cional de las criaturas cuya existencia carecería de sentido sin “lo acabar de saberlo, sin tener co n cien cia total de la verdad (los
invisible de Dios” . Pero fue sobre todo san Justino mártir (ca. 100- filósofos griegos). Así. en la Prim era apología, escribe: “Los que
ca. 165), quien estableció ya m uy claram ente las relaciones entre han vivido según el verbo son cristianos, aunque hayan p asa­
la fe y la razón. De las prim eras intuiciones de Justino habrán de do por ateos, com o entre los griegos Sócrates, H eráclito y sus
derivar las teorías de san Agustín, de san Anselm o, de santo To­ sem ejantes y entre los bárbaros, A braham , A nanías. A zarías,
m ás o de Duns Escoto. Es bueno detenerse brevem ente en el pen­ M iqueas, E lias” .5 Los filósofos griegos adquieren derecho de
sam iento de Justino quien ha sido llam ado con justicia “el prim er ciudadanía en la nueva ciudad cristiana. Y con ellos, com o ay u ­
filósofo cristiano”.1 da a la fe, adquiere derecho de ciu d ad an ía la razón. C om o dice
Justino nació en Neápolis de Siria y pasó a Rom a donde se Gilson: “Justino no está lejos de decir con Erasmo: santo Sócra­
convirtió aproxim adam ente a la edad de treinta años. Entre sus tes. ruega por nosotros” .6
escritos son notables dos Apologías, una de ellas sobre la ilegali­ La actitud de Justino en cuanto a las relaciones de la fe y
dad de las acusaciones contra los cristianos y otra sobre la de­ la razón, es com ún a varios de los más im portantes padres de la
m ostración de las verdades cristianas. De igual im portancia es el Iglesia, tanto en O ccidente com o en Oriente. Así, G regorio de
Diálogo con el ju d ío Trifón. En él. Justino nos da variados datos Nisa (3357-395?), afirm aba igualm ente que la fe es absolutam en­
autobiográficos m ediante los cuales sabem os que. desde muy te im prescindible, que en ella existen la única revelación y la úni­
joven, estuvo en contacto con los filósofos. Fue. sucesivam ente, ca verdad absoluta, pero que m ediante la razón puede probarse
discípulo de un estoico, un peripatético, un pitagórico y un plató­ que Dios existe y aun com entar los textos bíblicos y evangélicos
nico. Y si bien encontró m ás verdad en la filosofía de Platón que siem pre que la razón no contradiga los datos seguros de la fe. Así
en ninguna de las dem ás filosofías de los griegos, sólo encontró tam bién san Agustín, quien al describir su propia conversión dirá
la verdad en la fe cristiana cuando llegó a concebir un ardiente que su fe andaba en busca de la razón (fieles quaerens intellectum)
am or por los profetas, por aquellos hom bres que son am igos de y establecerá de una vez por todas el principio según el cual la fe
Cristo. La filosofía aparece com o un ser de “m uchas cabezas” y es la garantía absoluta de la salvación y que la razón es una ayuda
2 San Pablo, Epístola a los romanos, I, 20. 4 Ibid., p. 46.
5A dalbcrt Ham nian, L aphilosopliiepasse att Christ. Justin, Littératurcs Chrétiennes, 5 Étienne Gilson, op. cit.. p. 29.
París. 1958. ' Ibid., p. 61.
124 Introducción a la historia de la filo so fia C ristianism o y E dad M edia 125

para entender, en lo que sea posible entender, aquello que la fe se revela por la fe. sigue siendo siem pre un “Dios escondido”. Su
nos revela. infinitud es el ser y, para nuestro ser lim itado, su m ism a infini­
tud es indecible, inefable, objeto principalm ente de fe y, secun­
dariam ente. de razón.
La naturaleza de Dios Pero este ser infinito, infinito en acto, única presencia total y
verdadera, no es solam ente un concepto. Es un ser que se revela,
que se nos entrega m ediante la caridad, que nos crea por don de
Si la fe pudo aparecer com o un elem ento irracional y una “piedra gracia y am or a partir de la nada. En una palabra: es un Dios
de escándalo” para los griegos y los rom anos, ello se debe a que vivo. Y estas tres nociones, caridad, creación, nada, son de nuevo
la verdadera piedra de escándalo residía en el concepto cristiano revelaciones que los griegos no habían podido ni tan sólo sos­
de Dios. Los griegos concibieron a Dios com o un ser lim itado y pechar. Dice san Pablo: “Si hablando lenguas de hom bres y de
para ellos la perfección era sinónim o de lim itación. ¿Q ué signifi­ ángeles, no tengo caridad, soy com o bronce que suena o cím ba­
ca el infinito para los griegos? En general un desorden, un caos, lo que retiñe. Y si teniendo el don de profecía y conociendo to­
una nada. Ahora bien, con el cristianism o la naturaleza de Dios dos los m isterios y toda la ciencia y tanta fe que trasladase las
es la de un ser infinito cuya perfección reside precisam ente en su m ontañas, si no tengo caridad, no soy nada. Y si se repartiese
infinitud. De ahí su “invisibilidad” . de ahí que para alcanzar a toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo
entender a Dios sean necesarias la revelación, la encarnación caridad, nada me aprovecha” . Ahora perm anecen estas tres co­
y, en cuanto al proceso del conocim iento, una fe que vaya m ás sas: la fe, la esperanza y la caridad; pero la más excelente de
allá de nuestra razón siem pre lim itada por todos los objetos en ellas es la caridad.8
que piensa. ¿C óm o entender esta noción de la infinidad? E viden­ Si ésta es la más alta de las virtudes en cuanto nos conduce
tem ente no podem os form ularla en térm inos totalm ente raciona­ a la contem plación de Dios, lo es precisam ente porque el Dios
les. Podem os, sí, sugerir su sentido. A sí lo hace Etienne Gilson del cristianism o es “él m ism o” caridad, amor. Deus est caritas,
cuando com para la idea de infinito en Aristóteles y en el cris­ Dios es caridad, dice el Evangelio de San Juan.9 El uno de los
tianism o. Vale la pena detenerse en su frase: “El infinito, dice n eo p lató n ico s creaba, desde to d a etern id ad , p or u n a suerte
A ristóteles, no es aquello fuera de lo cual no hay nada sino, al de necesidad que se originaba en un exceso de riqueza. Y es­
contrario, aquello fuera de lo cual hay siem pre algo: el infinito te exceso em anaba en los inteligibles en el alm a y en la natu­
cristiano es precisam ente aquello fuera de lo cual no hay nada” .' raleza. El Dios cristiano crea por un acto libre de amor. El hom ­
Para A ristóteles, el infinito es concebido com o una línea a la cual bre. hecho a imagen y sem ejanza de Dios, podrá decir con san
pueden añadirse siem pre nuevos puntos o com o un triángulo cu ­ Agustín: pondus meum, am or m eus. “mi peso es mi am or” : es
yos tres lados pueden acrecentarse indefinidam ente. A sí co n ­ decir, lo que me centra en m í m ism o, lo que me hace hombre,
cebido. el infinito es m ás bien una form a de la indefinición. De es el am or que encam ina hacia la beatitud. La relación entre el
hecho el infinito aristotélico nunca es en acto, puesto que siem ­ Dios y el hom bre es un doble cam ino de am or por creación y de
pre podem os añadir algo en potencia. Por lo contrario, el infinito retom o a Dios por la m ism a virtud de caridad. Con la doctrina
del cristianism o es precisam ente lo que es. el único ser que es de la caridad -d iv in a y h u m an a- “cam bian ya para siem pre los
totalm ente, el único que puede afirm ar: Yo soy quien soy. Y este horizontes y las perspectivas de la lectura occidental. Las cues­
ser infinito, este Dios que es precisam ente todo, es por la m ism a tiones ‘objetivas’ se convierten en cuestiones ‘personales’. Al diá-
razón, en buena parte, incom prensible. El Dios cristiano, que
8 San Pablo. Epístola 1 a los corintios. 13.
7 Ibid., pp. 4. 16. QJoaquín X irau. A m or v m undo. El C olegio de M éxico, M éxico, 1941.
126 Introducción a la historia de la filoso fìa Cristianism o y E dad M edia 127

logo sustituye la com unión. Y toda verdadera purificación es con­ do no existía; antes de haber m undo, el m undo no era. Dios, en su
fidencia o confesión” .10 acto de caridad, crea el m undo, le otorga su ser y en este m undo
El gran m isterio del cristianism o, nueva “piedra de escándalo” crea al hom bre y le otorga el ser que tiene, para que llegado el fin
para griegos y rom anos, es éste: Dios de am or crea por am or al de la historia, el alm a humana, el cuerpo espiritualizado y el mundo
hom bre, por am or encam a y se hace hom bre para que el hom bre transform ado se reintegren en el ser qüe los creó por caridad.12
pueda volver a Dios por este m ism o cam ino de amor. Infinito,
Dios es tam bién tangible: perfecto, es tam bién Dios y hom bre en
una m ism a sustancia. Si por un lado el cristianism o es así crea­ El sentido de la historia
ción, es tam bién, com unión personal de las personas con la per­
sona del Dios vivo. N aturaleza y hom bre adquieren, con el cristianism o, un sentido
R om ano Guardini ha hecho notar el cam bio total, la inversión histórico que no tuvieron antes entre los clásicos. No hay que
radical de los valores que entraña la nueva actitud cristiana. El pensar naturalm ente, que los griegos y los rom anos no tuvieran
cristianism o viene a enseñam os que “el verdadero valor está en un sentido de la historia. Baste recordar los nom bres de Tucídides
los pobres de espíritu, en los dulces, en los que lloran, los ham ­ o H erodoto, Tito Livio o T ácito para darse cuenta de la im portan­
brientos, los m isericordiosos, los de corazón puro, los pacíficos, cia que tuvo la historia entre ellos. La novedad que representa el
los que sufren”.11 La virtud es, por excelencia, ejercicio de amor. cristianism o, ya latente en el libro que es la Biblia, es de otro
Si es nueva la idea de un Dios de amor, si es nueva igualm ente orden. Para los griegos, la historia se reduce a una serie de he­
la idea de un retom o a Dios m ediante la beatitud de la contem pla­ chos, de acontecim ientos, de luchas. Los historiadores de G recia
ción, no lo es m enos la idea de la creación. y R om a son cronistas de la historia de sus propias ciudades, Esta­
En un texto atribuido al pastor H erm a leem os: “A ntes que dos o naciones. El cristianism o viene a decim os algo radicalm ente
nada, cree que existe un D ios ún ico que lo ha creado todo y lo nuevo: todo es historia y todo, p or ser historia adquiere sentido. Y
ha term inado todo, y que ha hecho que todo p asara de la nada efectivamente, si el hom bre y el m undo son creados por Dios en el
a la ex isten cia” . tiem po y han de tener fin en el tiem po, la historia hum ana, lugar
Es verdad que algunos de los filósofos griegos tuvieron la idea donde podem os escoger entre la salvación eterna o la eterna con­
de una creación. Platón, en el Timeo habla de un D ios que crea al dena. es lo más real en esta vida. Real y urgente. Si la vida de
mundo. Pero esta creación había que concebirla com o una cons­ cada hom bre y la vida de la hum anidad entera se conciben com o
trucción. Dado un m undo de esencias eternas y un receptáculo un cam ino de salvación, si esta salvación tiene que escogerse con
eterno de posibilidades, el dem iurgo platónico m ezclaba estos dos plena libertad en la historia de cada uno de los hom bres y de
principios para dar lugar al m undo de los sentidos. El Dios cris­ todos ellos en su conjunto, la historia adquiere una urgencia que
tiano crea de m anera radical y absoluta, a partir de nada. ¿Cóm o nunca había tenido. De pronto todo se hace historia: la historia
entender esta palabra? ¿Q ué significa la nada? ¿No es verdad que del hom bre que lucha en vida para alcanzar una vida total des­
de la nada nada puede surgir, com o reza el texto clásico? La no­ pués de la m uerte. Para los griegos había historia. Para el cristia­
ción cristiana de la creación no im plica, naturalmente, que el m un­ nism o la vida es historia. De ahí que una de las grandes novedades
do creado surja de una suerte de “cosa” que llamamos nada. La que el cristianism o aporta es ésa: la filosofía de la historia, es de­
nada no puede significar una suerte de ser, un “algo” del cual surge cir, la tentativa por encontrar u na ley que presida al nacim ien­
el universo. Lo que significa es esto: antes de existir, el mundo crea­ to, el desarrollo y el apocalipsis de todas las cosas y de todos los
hom bres. La historia y, en cada individuo, el tiem po, son el lugar
11 Rom ano Guardini, El señor, i, ii.
11 Cf. Joaquín Xirau, op. cit., pp. 42, 55. 12 Étienne Gilson, op. cit., vol. II, p. 184.
128 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 129

privilegiado de una elección definitiva. Por eso, com o habrem os Dios cuya imagen lleva dentro de sí: la filosofía de san Agustín es
de verlo en san Agustín, “el pensam iento cristiano ha sentido hasta una constante revelación y un constante diálogo: revelación de
la angustia el carácter trágico del instante” .13 Y a la filosofía de vida interior: diálogo, dentro de sí m ism o, con Dios y con los de­
san Agustín, prim era gran síntesis del pensam iento cristiano, de­ más hom bres. De ahí que su filosofía se presente siem pre unida a
bem os volver ahora los ojos. En él cada una de las nuevas ideas su teología, a su psicología, a su m oral, a sus polém icas con los
que acabam os de describir brevem ente adquiere su lugar y se in­ herejes o a sus com entarios con los am igos. De ahí tam bién que,
tegra en un sistem a vivo cuya característica principal es acaso para san Agustín, la filosofía sea una actitud total del hombre.
este sentido histórico: esta evolución que es una filosofía cuando Al pensador vivo le va en lo que piensa no sólo el pensam iento
nace de esta evolución que es una vida, para conducir, m ás allá sino tam bién la existencia misma.
del tiem po y de la historia, a la verdadera vida. N acido en Tagaste. pequeña ciudad rom ana cercana a Carta-
go, en 354. A gustín, hijo de Patricio, pagano, y de M ónica, cris­
tiana, que influye decisivam ente en la vida del santo, recibe de
Obras de consulta niño una educación cristiana. Esta educación prim era no le aban­
dona del todo, si bien durante largos años Agustín pierde la fe.
C o p l e s t o n , Frederick, History o f Philosophy, vol. II, Newman, D espués de asistir a las clases de los gram áticos en la cercana
Westminster, 1955. ciudad de M adaura, después de disgustarse con un estudio a base
G il s o n , Étienne, L ’Esprit de la philosophie médiévale, Vrin, Paris, 1932. de repeticiones y de monótonas lecciones aprendidas de memoria,
T a y l o r , Henry Osborn, The Medieval Mirnl, vol. i, Cambridge, Harvard Agustín llega a la ciudad de C artago - la más grande del im perio
University Press, 1957. después de R om a y C o n stantinopla- a la edad de dieciséis años.
W u l f , M aurice DE, Histoire de la philosophie médiévale, 2 vols., Vrin, De sus días de estudios prim arios sólo conserva el interés por la
Paris, 1934. lectura de Virgilio y de Apuleyo. La gran ciudad, con todos los
placeres que ofrece a un espíritu ya de por sí ávido de placer,
transform a al joven Agustín. Llega a tal grado la influencia del
am biente que Agustín confesará m ás tarde que en aquellos años
II. EL PE N SA M IE N T O D E SA N A G U S T ÍN se convirtió “en selva de varios y um brosos am ores”.14 Se aleja de
su fe prim era, se declara discípulo de Cicerón y se dedica a la
práctica de la retórica. Pero ni el placer ni los ejercicios verbales
Vida y obra satisfacen su inquietud. Frisa A gustín en los veinte años cuando
lee el H ortensius, diálogo hoy perdido de Cicerón. Puede decirse
En pocos filósofos, vida y filosofía llegan a coincidir com o en que esta lectura es el inicio de un prolongado periodo de conver­
san Agustín. En sus Confesiones san A gustín inaugura un nuevo sión. Pero un problem a le atosiga - a la vez vivido y pensado-: el
género literario. Pero no es esto lo que m ás importa. Toda la obra problem a del mal. ¿C óm o pensar que un Dios todopoderoso, ju s ­
de san A gustín es una confesión, palabra viva que nos revela un to y bueno perm ita el m al? Durante algún tiem po Agustín cree
constante anhelo de verdad, de conocim iento y fe. “No salgas de en co n trar la solución a su pro b lem a en las doctrinas de los
ti m ism o -d ic e san A gustín-, en el interior del hom bre reside la m aniqueos. Estos discípulos de M anes, crucificado en su Persia
verdad.” A lo largo de su vida, san A gustín se esfuerza por encon­ natal en 276, sostenían que el m undo está regido por dos princi­
trar dentro de su propia alm a, la verdad que busca sin cesar, el pios: el bien y el mal, la luz y las tinieblas. Influidos por el cristia-

13 Ibid., p. 84. 14 San A gustín, Confesiones, II, 1.


130 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 131

nism o, los m aniqueos pensaban que M anes era el Espíritu Santo; tre 400 y 416). De la naturaleza del bien (405). Pero si de sus obras
influidos por los gnósticos, creían poder resolver racionalm ente tuviéram os que destacar los libros que m ayor influencia y m ayor
todos los problemas teológicos. Esta m ezcla de cristianismo defor­ vigencia han tenido en el m undo occidental habría que señalar las
mado y de racionalismo atraía el espíritu lógico de Agustín. Confesiones (400) y La ciudad de Dios (escrita de 413 a 426).
Los m aniqueos. sin em bargo, form aban una secta cerrada, Tal es esquem áticam ente, la vida de Agustín de H ipona.16 Vol­
donde los iniciados eran m inoría. A nsioso por encontrar la ver­ vam os ahora los ojos a los tem as esenciales de su pensam iento.
dad, A gustín se dirige a Fausto, doctor m aniqueo de paso por
C artago. C uando Fausto le contesta que no puede resolver racio­
nalm ente todos los problem as que le plantea, A gustín desilu­ D uda y existencia
sionado del m aniqueísm o, cae en una etap a de escepticism o.
D espués de una breve estancia com o profesor en Roma, viaja a La duda socrática era parte de un m étodo para llegar, m ás allá
M ilán donde se conjugan tres influencias. La prim era de ellas es de la duda, al saber. En form a m ás sistem ática, la duda cartesiana
la de los neoacadém icos, discípulos lejanos de Platón que sola­ consistirá en dudar más que los escépticos mismos para quedar
m ente conservan de Sócrates una afición por la discusión siem ­ seguros de que si encontram os una verdad, esta verdad resulta ya
pre unida a la idea de que no puede alcanzar la verdad. Las otras indudable. La duda socrática conducía principalm ente a una for­
dos, la de A m brosio, obispo de M ilán a quien con avidez “escu­ m a de la vida moral: la cartesiana va a ser una duda de orden
chaba disertar ante el pueblo”,15 y la de su m adre Mónica, vuelven intelectual. La duda de san A gustín, sin carecer de estos dos fines
a conducirlo lentam ente hacia el cristianism o. Tiene A gustín trein­ es m ucho más una duda vital que puede trazarse en la vida del
ta años. Se dedica, con todo el fervor que pone siem pre en sus santo desde sus días en C artago hasta los años de su conversión.
acciones, a la lectura de Plotino, cuya filosofía habrá de influir Varios problem as contribuyen a las diversas formas de la duda
poderosam ente en el pensam iento futuro del filósofo. E n 386 agustiniana. El m ism o nos cuenta cóm o en sus años de Cartago
se retira a la finca de C asiaciacum , y allí convive con sus d iscí­ “todavía no am aba y ya am aba am ar”.17 Es claro para quien lea
pulos, su hijo A deodato y su m adre. E m pieza la labor de m edi­ las Confesiones, que san A gustín siem pre consideró que las ten­
tación y em piezan tam bién a salir de la plum a de A gustín los taciones de su juventud le habían alejado de la fe. La inseguridad
prim eros escritos: Contra académ icos (386), D e beata vita (387). m ás profunda y a la vez el m otivo m ás profundo de la duda pro­
B autizado, regresa A gustín con sus discípulos a Tagaste, donde vienen de esta carencia de fe. Pero sería falso pensar que esta
vive una vida m onástica, y se instala finalm ente en H ipona, ciu­ carencia proviene tan sólo de una m anera de vivir. Tiene tam bién
dad de la cual llega a ser obispo. M uere en 430 cuando la ciudad raíces teológicas en el problem a del mal. Veremos m ás adelante
de H ipona está rodeada por las tropas vándalas destinadas a con­ la explicación que da san A gustín al problem a del mal. R ecor­
quistar las provincias rom anas de Africa. darem os. sin em bargo, que en sus años de duda, éste fue proba­
La obra literaria de san A gustín se desarrolla entre 368 y el blem ente el motivo más hondo de escepticism o (su aceptación a
año de su m uerte. B uena parte de esta obra está dirigida contra m edias del m aniqueísm o fue transitoria y le condujo, después de
las diversas herejías que pululan por el m undo cristiano; bue­ sus conversaciones con Fausto, a dudas más severas).
na parte de ella es una apología de la religión cristiana. A su fuer­
za espiritual se debe que, al morir, deje A gustín prácticam ente
16 L a m ejor fuente para la vida de san A gustín sigue siendo las Confesiones. Entre
unificada la Iglesia de África. Entre sus libros deben recordar­ los resúm enes m odernos pueden co n su ltarse: R égis Jolivet, San Agustín y el neopla­
se los Soliloquios (empezados en 386), D e la Trinidad (escrito en­ tonismo cristiano, C.E.P.A.. Buenos A ires, 1941; C. C. M artindale, “A Sketch o f Life:
St. A ugustine'', en Saint Augustine, His Age. Life and Thought. M eridian B ooks, Nueva
York, 1960; J. D. Borger, Saint Augustin, É ditions de la Banconniére, Ncucliátel, 1948.
15Ibid., il. 23. 17 San A gustín, op. cit., III, 1.
132 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 133

El ánim o de san A gustín estaba abierto a la duda de los escép­ piensa, lo siente y lo vive san A gustín quien dedica al análisis del
ticos y así, a su llegada a Italia, vino a pensar que “m ás prudente tiem po las páginas más originales de las Confesiones.
que los m aniqueos” fueron aquellos filósofos llam ados académ i­ Los filósofos griegos se habían ocupado escasam ente del tiem ­
cos, al creer que debía dudarse de todas las cosas y al afirm ar que po. Acaso Heráclito sea quien más se acerque a las ideas del tiempo
el hom bre no puede com prender ninguna verdad.18 que se desarrollan a partir del cristianism o y después de él, A ristó­
D urante unos años san A gustín parece haber hecho suyos los teles. que nombra el tiempo explícitam ente, hace de él una forma
argum entos de los escépticos. No por largo tiem po, pues a pesar del movimiento y considera que el tiem po es el movimiento con
del escepticism o, a pesar de la duda, había una verdad que se le m edida.21 San Agustín no podía aceptar esta idea física del tiempo.
aparecía fuera de toda posibilidad de dudar. En efecto, quien duda Cuando medimos el tiempo de un m ovimiento podemos hacerlo
“tanto si está dorm ido com o si está despierto, vive” .19 Un hecho tan sólo porque ya tenemos antes una noción del tiempo: “Cuando
hay indudable: el hecho de que el m ism o que duda, al dudar exis­ un cuerpo se mueve, yo m ediante el tiem po mido cuánto se mueve
te. Es más: el hecho de dudar nos revela una verdad absoluta: la desde que em pieza a moverse hasta que se detiene”.22 El tiem po así
de nuestra vida. A sí lo expresa san Agustín: “Si me engaño a mí no es una cosa, un objeto físico en movimiento, sino algo que per­
m ismo, soy, y así existo si me engaño a m í m ism o [...] no me tenece a mi manera de ser y de contem plar las cosas. El tiem po es
engaño a m í m ism o cuando sé que existo” .20 parte del alma. Y si el tiempo es mi tiempo, si el tiempo es mi con­
A pesar de todas las dudas -to d a s ellas de origen v ita l- encon­ ciencia y la conciencia de mi vida; cabe preguntarse en qué consis­
tram os una verdad que es tam bién de carácter vital: la vida se me te este tiempo que es parte integrante de mi ser humano. “En ti
revela a cada paso com o una verdad y una realidad que no puedo mido yo los tiempos, alma mía.”23Pero, ¿cuál es la naturaleza de este
poner en duda: el que duda, vive. tiem po mediante el cual puedo m edir las cosas precisam ente por­
que el tiempo es el alm a misma? Podem os descomponer el tiem po
en tres momentos: el pasado, el presente y el futuro. Pero pregun­
El tiem po y la mem oria tarse por el ser del pasado es una contradicción ya que el pasado ha
dejado de ser: y es igualm ente contradictorio preguntarse por el
Parece que salim os por fin de dudas. Tenem os ya la certeza de ser del futuro, ya que el futuro todavía no es. Nos queda el presen­
nuestra propia vida. Un filósofo com o D escartes hará surgir toda te, pero el presente, es un constante paso, un constante dejar de ser
su filosofía de este conocim iento y de esta revelación del ser y un constante todavía no ser. El instante presente se rompe en frag­
por el du d ar m ism o. No es el caso de san A gustín. En un senti­ mentos de instante, y cada uno de estos fragm entos deja de ser. Pa­
do m uy preciso puede decirse que san A gustín lleva el escepti­ sado. presente, futuro, se me presentan com o formas del no ser.
cism o m ás lejos que D escartes, que lo lleva hasta el centro de la ¿Y mi vida, mi vida que estaba hecha de tiempo? Ha llegado san
vida m ism a. Agustín a lo más hondo de su duda. La vida que parecía una certi­
Em pieza así una nueva etapa de la duda agustiniana; la más dum bre indudable, viene ahora a deshacerse en migajas de tiempo
crucial, la que nos lleva a preguntam os si la vida tiene algún sen­ que son migajas de una constante desaparición. “He venido a caer
tido, la que m ejor se ajusta a aquella angustia que proviene “del en los tiempos cuyo orden desconozco, y tumultuosas variedades
carácter trágico del instante” , com o decía Gilson. Y en efecto, la desm enuzan mis pensamientos, las íntim as entrañas de mi alma.”24
vida transcurre en el tiem po. ¿N o será necesario entender cuál es
el sentido del tiem po para entender el sentido de la vida? Así lo 21 El tem a será discutido en relación con las filosofías de Descartes, L eibniz, Hume,
Kant y. en nuestro siglo, las de Bergson, H eidegger y Sartre.
18 ¡bul., v. 19. 22 San Agustín, Confesiones, XI. 31.
10 San A gustín, De Trinitate, XII, 21. 23 Ibid., XI, 36.
20 Loe. cit. 24 Ibid., XI, 39.
134 Introducción a la historia de la filo so fia Cristianism o y Edad M edia 135

La duda real, profunda, que es cuestión de vida, es en san pasa en un punto? Y con todo perdura la atención por la cual pue­
Agustín m uy exactam ente esta duda en que nos pone el análisis de pasar a ser ausente lo que es presente.27
de un tiem po que se quiebra y desaparece en cuanto em piezo a
querer fijar sus m om entos. A hora bien, de estas tres distensiones del alm a -aten ció n , pre­
¿Cóm o salir de esta duda? ¿C óm o salvar estas “variedades” visión, m em o ria- ¿cuál es la m ás im portante? No cabe duda de
que “desm enuzan [...] las íntim as entrañas de mi alm a” ? que es la m em oria. San A gustín nos dice: “soy yo quien recuerda,
El análisis que hem os llevado a cabo hasta aquí es de orden yo alma”28 y, hablando de la memoria: “no puedo decirm e distinto
lógico y la lógica nos dice que el tiem po no existe, que nosotros a ella”.20 Esta prim acía de la m em oria proviene de dos hechos:
m ism os no existimos. A este análisis lógico podem os añadir un sin ella m e sería im posible pensar. ¿N o ve san A gustín en la pala­
análisis psicológico, m ediante el cual verem os el sentido del tiem ­ bra cogitare, “pensar” , una form a del “recoger” , del “recordar” ?30
po y, por así decirlo, la presencia m ism a del tiempo. Y en efecto, si im agináram os un ser sin m em oria, sería tam bién
Cuando decíam os que el pasado no es y que no es el futuro, un ser sin pensam iento, puesto que pensar consiste en relacionar,
acaso estábam os abusando de una form a esquem ática y externa ligar, atar cabos para llegar a conclusiones. Sin la atención me
de analizar. Hay un hecho concreto: por más que pase el tiem po sería im posible atar estos cabos, pero sin el recuerdo me sería
yo sigo en presencia de m í mismo. ¿Q ué es lo que hace posible im posible tener los cabos para poder atarlos m ediante la aten­
esta presencia? De hecho, y hablando con todo rigor, no podem os ción. E sta prim era razón es, sin duda, fundam ental. Pero existe
hablar de un pasado en sí, de un presente en sí y de un futuro en una segunda razón para decir que la m em oria es privilegiada. É s­
sí. Podem os hablar, ahora, en este constante ahora que es nues­ ta: en la m em oria está presente Dios m ismo. Dios está en “el aula
tra vida, de “presente de pasados, presente de presentes, presente inm ensa de mi m em oria” .31 Es verdad que para san Agustín, Dios
de futuros” .25 M ientras vivo, estoy en mi presente, y estoy en él se revela en el m undo que ha creado. Pero Dios se revela, sobre
gracias a lo que san Agustín llam a una atención vital, una atención todo, en cuanto regresam os a nosotros m ism os y vem os que nues­
a la vida. Y en ella, en esta presencia constante de mi conciencia y tra conciencia m em oriosa es una im agen - la única que tenemos,
de mi vida, viene a darse el futuro bajo la form a de la previsión la única en que estam os m ientras viv im o s- de la eternidad.
y viene a darse el pasado bajo la form a de la m em oria. Cuando A sí es com o adquiere pleno sentido la frase de san A gustín
san A gustín nos dice que el tiem po es “distensión”26 quiere decir tantas veces citada: “No salgas de ti m ismo; vuelve en ti. En el
precisam ente que en oposición a un tiem po que se disuelve si lo interior del hom bre habita la verdad”. Ir de cam ino hacia la ver­
analizam os desde fuera, m ediante categorías puram ente lógicas, dad es m ás bien regresar a nosotros m ismos. Veamos, desde den­
existe un tiem po que no se disuelve y no se desm enuza, un tiem ­ tro, el sentido de este cam ino; veam os tam bién el sentido de este
po que es el de nuestra estancia m ientras estam os en esta vida, un últim o objeto del conocim iento que es, en la vida y en la obra de
tiem po que es una correlación constante de nuestros recuerdos y san Agustín, Dios m ism o.32
nuestras esperanzas centradas todas en la atención vital que es nues­
tra vida m ism a. C laram ente lo dice san Agustín:
-1 Ibid., X 1,37.
2S Ibid., X I , 25.
¿Quién niega que los futuros aún no son? Y con todo hay todavía 20 Loe. cit.
en el alma espera de futuros. Y, ¿quién niega que los pasados ya no ,0 Ibid., X I , lcS.
son? Y, con todo, hay aún en el alma memoria de los pretéritos. Y, !l Ibid.,X , 14.
¿quién niega que el tiempo presente carece de espacio puesto que 52 Esle análisis del tiem po y la m em oria tiene evidentes parecidos con los que en
nuestro siglo lleva a cabo B ergson. Es posible que esta sim ilitud proceda de que tanto
san A gustín com o Bergson fueron lectores apasionados de Plotino en quien podrían
25 Ibid.. XI. 26. encontrarse sem illas de este análisis del tiem po. Para la idea de la presencia, vid. R a­
26 Ibid., XI, 33. món X irau, Sentido de presencia. Tezontle, Fondo de Cultura Económ ica, 1952.
136 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia l'il

E l conocim iento y la existencia de Dios que respiramos y dijo el aire todo con todos sus habitantes: “Se en­
gaña Anaximenes; yo no soy Dios”. Pregunté al cielo, al sol, a la
Decir que Dios está en nuestra m em oria no es decir que Dios luna, a las estrellas: “Tampoco somos el Dios que buscas”, me dije­
se confunda con nuestra m em oria. Entre ésta y Dios m ide la m is­ ron. Y pregunté a todas aquellas cosas que rodean las puertas de mi
m a distancia que mide entre lo finito y lo infinito. De ahí que pa­ carne: “Habladme de mi Dios que vosotras no sois; decidme algo de
‘Él’ ", Y clamaron con gran voz: “£ / es quien nos ha hecho”.34 “Mi
ra san Agustín, com o para todos los pensadores cristianos, sea
mirada era mi pregunta y su respuesta, su apariencia”.35
necesario ante todo un acto de fe y que el cam ino m ás exacto del
conocim iento sea el cam ino que nos ofrece la fe, unida aquí, com o
en san Pablo, a la caridad. Pondus meum, a m o rm e u s (peso mío, Pero si el m undo de las cosas nos conduce a Dios, el cam ino
am or m ío), dice san Agustín, en el De trinitate. El alm a, por su que a él nos conduce es, principalm ente, el de nuestra alm a en la
propio peso, de amor, gravita hacia Dios. Pero si la fe y la caridad cual está presente Dios mismo. De esta existencia son prueba las
son las vías sine qua non de toda la filosofía agustiniana, no quie­ verdades absolutas de la lógica y de las m atem áticas. ¿D e dónde
re ello decir que deba prescindirse de la razón. Bien es verdad provendría una verdad m atem ática? ¿D e nosotros m ism os? Pero
que para san Agustín está la fe prim ero: “si no puedes entender, si viniera de nosotros, seres relativos com o som os, no serían ab­
cree para poder entender”.33 Pero no es m enos cierto que la fe, solutas las verdades de la m atem ática. Para que lo sean se necesi­
para no andar a ciegas, debe ir en busca del intelecto (ftdes ta la existencia de un ser que sea verdad absoluta.
quaerens intellectum). Penetrem os m ás aún en el interior de la eternidad. De acuerdo
Los m edios naturales (sensación, intelecto, razón) vendrán así con san Agustín, todos los hom bres reciben la ilum inación que
en ayuda de los cam inos sobrenaturales de la fe y la gracia divina. Dios les otorga. Así, conocer a Dios es volver a esta luz prim ige­
El m undo natural, no es en san A gustín tan im portante com o nia y reveladora. En un párrafo paralelo a aquel m ediante el cual
va a serlo para santo Tomás. Sin em bargo, el m undo natural es el el filósofo alcanza a Dios por la consideración de las creaturas,
m undo creado por Dios y. en cuanto creación divina, conduce a llega al conocim iento de la divinidad por la inspección de su
Dios. Es acaso este respeto hacia las creaciones divinas lo que propio ser:
hace pensar a san A gustín, en curiosa coincidencia con los epicú­
reos. que las sensaciones no nos engañan. Sin darnos certidum ­ Tengo al alcance de la mano un cuerpo y un alma, uno exterior y
bre, las sensaciones nos dan por lo m enos la certeza de que existe la otra interior. ¿En cuál de los dos había de buscar a mi Dios, que
un m undo del cual provienen y al cual se refieren. Este m undo es ya había buscado por los cuerpos desde la tierra hasta el cielo[...]?
el que, de creatura en creatura, nos conduce a Dios. Mejor sin duda lo interior. Pues a él, como presidente y juez, le
La prueba de la existencia de Dios m ediante las creaturas pro­ venían a traer los mensajes corporales, las respuestas del cielo y
cede en san A gustín de esta creencia en el origen divino del uni­ de la tierra y de todas las cosas que hay en ellos, cuando decían: “No
somos Dios” y “El es quien nos ha hecho”, El hombre interior co­
verso creado. Pocas veces se ha presentado la prueba por la con­
noció estas cosas por el ministerio del exterior: yo interior conocí
tingencia com o en este párrafo de las Confesiones:
estas cosas, yo. yo alma.36

¿Y qué es eso? Pregunté a la tierra, y dijo: “No soy yo”, y lo mismo


confesaron todas las cosas que hay en ella. Pregunté al mar y a los Com o en la filosofía de Platón, tanto el m undo com o el hom ­
abismos y a los reptiles de almas vivas, y contestaron: “Nosotros no bre existen por participación. El ser en el cual participan todas las
somos tu Dios; busca por encima de nosotros”. Pregunté a las auras
34 Con esta respuesta, san Agustín cita de la Biblia (Salm os, 99, 3).
35 San Agustín, Confesiones, X, 9.
33 Sail A gustín, Confesiones, XVII, 23. 36 Loe. cit.
138 Introducción a la historia de la filo so fia C ristianismo y Edad M edia 139

cosas es el creador m ismo, quien, en su perfección, las trascien­ naturaleza. Si el alm a es capaz de entender estas verdades inm u­
de a la vez que las ilumina. Y si las ilum ina es porque en Dios tables. ello quiere decir que hay algo en el alm a que es igualm en­
existen las ideas, aquellas m ismas ideas platónicas, esencias de te inm utable, que es eterno y. por lo tanto, inmortal.
las cosas, que ahora se convierten en ideas vivas, puesto que son los Algo sem ejante sucede con la razón. De la razón podem os de­
pensam ientos de Dios. cir que es o el espíritu o parte del espíritu. Ahora bien, la razón, que
En realidad hablar de pruebas de la existencia de Dios en san es precisam ente aquel principio m ediante el cual entendem os
Agustín es. sin ser falso, algo arbitrario. Gilson ha visto que toda la ciencia, ha de ser, com o ésta, inm utable o, por lo m enos, po­
la filosofía de san Agustín, todo su pensam iento conduce a Dios. seer ciertas características inm utables. De ser así, hay que acep­
H abría que hablar m ás bien de una sola vía en la cual coinciden la tar que la razón y con ella el espíritu, o por lo m enos parte del
razón, la fe y la caridad, en busca de una revelación que surge del espíritu, es inmortal.
m undo creado y del alm a cuando ésta regresa a sí m ism a y en­ El alm a es, además, principio de vida. Si consideram os que
cuentra que en ella habita la verdad. el alm a es el principio del cuerpo y aquello que da m ovim iento al
cuerpo, no puede ser ella m ism a sino una sustancia viva, inm uta­
ble por relación con un cuerpo que se mueve. En otras palabras,
El alma. E l bien y el mal lo que es vida y lo que es vida en form a sustancial no puede dejar
de ser vida y es. por lo m ismo, vida inmortal.
El pensam iento todo de san Agustín donde son inseparables los Más honda fuente de preocupaciones fue para A gustín el pro­
datos de la fe y las especulaciones de la razón nos ha llevado a ver blem a del mal. El problem a le preocupó en cuanto a la conducta
cóm o el alm a llega a darse cuenta de una verdad increada, eterna de los hom bres y en cuanto a su relación con la vida moral, pero
y perfecta. Sería incom pleto el análisis de las ideas, especialm en­ le preocupó sobre todo en cuanto a la com prensión de la presen­
te de las nociones m etafísicas que desarrolla san Agustín, si no cia del mal y en relación con la existencia de Dios. En De natura
nos refiriéram os a dos problem as que fueron para él vitales: el boni contra manicheos, san A gustín trata principalm ente el pro­
destino del alm a y el de la naturaleza del mal. blem a m etafísico y teológico del mal.
En cuanto al prim ero es necesario recordar una vez más que Considerem os un caso concreto: el de una enferm edad. Toda
el destino del alm a, destino por naturaleza inm ortal, debe acep­ enferm edad nos quita fuerza y energías, reduce en algo nuestro
tarse por motivos sobrenaturales, es decir, por razones de fe. Aquí, m odo de ser. Por otra parte, todos consideram os la enferm edad
sin em bargo, com o en los problem as anteriores, la razón consti­ com o un mal. Y de la m ism a m anera que la enferm edad es una
tuye una ayuda. A probar la inm ortalidad del alm a dedica san falta de salud, el insulto o la violencia pueden ser falta de caridad,
Agustín el De inm ortalitate anim ae. uno de sus tratados más bre­ y el crim en falta del sentido de la justicia. En todos estos casos
ves y m ás precisos. concretos el mal se presenta, por una parte, com o carencia de un
Son m uchas las pruebas que da san Agustín, pero pueden re­ bien y. por otra, com o una negación de nuestro propio ser. Si ge­
ducirse a tres: la prueba por la presencia de la ciencia en el alma, neralizam os a partir de estos ejem plos y nos preguntam os qué es
la prueba por la razonabilidad del alm a y la prueba por el carácter el mal. podrem os pensar, con san Agustín, que el mal es siem pre
vital del alma. una ialta, una falla, una carencia. De este modo el bien se identifica
El alm a es su jeto de la ciencia. Ello no significa que la ciencia con el ser. el mal con la falta de ser. El bien supremo es también el
pueda confundirse con el alma, sino, sim plem ente que el alm a ser supremo de Dios: el mal absoluto sería una pura hipótesis, una
posee la capacidad de desarrollar la ciencia. Ahora bien, la cien­ inexistencia, ya que habría que hacerlo coincidir con el no-ser.
cia se refiere a entes inalterables, siempre idénticos a sí mismos, es La m ism a idea puede expresarse en form a positiva: todo lo
decir, a verdades eternas. Las verdades m atem áticas son de esta que existe, en cuanto existe según la form a de ser que le es pro­
140 Introducción a la historia de la filosofia Cristianism o y E dad M edia 141

pia, es un bien; el m al es la renuncia o la carencia de este ser. La perio R om ano no se debe a la presencia del cristianism o en R o­
m ateria definida al m odo aristotélico com o posibilidad, no es m a. sino a los propios errores de los paganos. Pero el libro ofrece
un mal en sí aunque carece de los bienes que tienen en sí los se­ también la primera filosofía de la historia, la primera tentativa que se
res que no sólo son posibles sino que adem ás son reales. Y el haya hecho por buscar una explicación que abarque el desarrollo
m ism o pecado debe interpretarse no com o “el deseo de una natu­ com pleto de la historia hum ana.
raleza m ala", sino com o “el abandono de una m ejor” . Al referirse La historia que refiere san A gustín es la que em pieza con la
al pecado original, dice san Agustín: “El hom bre no apeteció una creación del hom bre y la que habrá de term inar con el ju icio final.
naturaleza m ala cuando echó m ano al árbol prohibido; sino que Esta historia es la historia de una elección entre dos ciudades, la
dejando lo que era mejor, com etió por sí un acto m alo”.37 ciudad perecedera de los hom bres y la ciudad eterna que los pri­
El mal es relativo. Lo que existe verdaderam ente es siem pre m eros cristianos sim bolizaron en la Jerusalén Celeste. “Dos am o­
un bien. Y si el mal es relativo y es falta de ser, no puede lim itar a res fundaron dos ciudades, es a saber: la terrestre, el am or de sí
Dios perfecto y bueno. propio hasta llegar a m enospreciar a Dios, y la celestial, el am or a
El m undo es concebido por san Agustín, com o un todo arm ó­ Dios hasta llegar al desprecio de sí propio. La prim era puso su
nico, este m ismo todo arm ónico que, de grado en grado, de ser en gloria en sí m ism a y la segunda en el Señor.”39
ser. nos conduce a Dios. Y este m undo que. en cuanto es. es por Un am or mal entendido, una form a egoísta del amor, nos lle­
Dios, es un bien en cuanto se refiere al bien suprem o en el cual vará a preferir la vida terrestre y las form as de la civilización te­
participa. rrestre; la práctica de la caridad conducirá a preferir la ciudad de
Los m aniqueos concibieron al mal com o una sustancia, una Dios. Esta elección es tanto una elección de los pueblos mismos
naturaleza y un ser. Y éste fue su error. Su principal error fue, de com o una constante elección de cada uno de los individuos en
acuerdo con san Agustín, concebir el mal com o un ser existente cada uno de los pueblos de la Tierra. En la historia de las dos ciu­
y, al hacerlo así, llegaron a contradecirse puesto que atribuían al dades puede verse la historia de la salvación o de la condena de
mal el ser que es, precisam ente, el bien. Pocos párrafos expresan las civilizaciones y de los individuos.
con tanta claridad com o éste el pensam iento de Agustín: Si pasam os a la historia concreta de las dos ciudades, podre­
mos dividirla en tres etapas. En un principio las dos ciudades
Llamamos voz grave a la contraria a la voz aguda, y desagradable a andaban confundidas en la confusión m ism a de la caída. Con
la voz contraria a la armoniosa; pero si quitas completamente toda Abraham em piezan a distinguirse. La ciudad celeste es la que
clase de voz resulta el silencio donde no hay ninguna voz [...] Así las realizan en sus profecías y en sus visiones los profetas de Israel:
cosas claras y las cosas oscuras se nombran como dos contrarios, y
la ciudad terrestre está constituida por el resto de la hum ani­
sin embargo las cosas oscuras tienen algo de luz, y al carecer com­
dad. Aun dentro de la ciudad pagana y aun sin que los paganos
pletamente de ella, resultan entonces las tinieblas, ausencia de luz
como el silencio la ausencia de voz.18 tengan conciencia de lo que hacen, existe ya un descubrim iento
velado y apagado de la ciudad celeste especialm ente presente en la
obra de Platón.
Las dos ciudades Con el nacim iento del cristianism o, las dos ciudades vuelven a
m ezclarse. Pero ahora la m ezcla ya no es una confusión. Si en
La ciudad de Dios puede concebirse com o una larga polém ica Israel la Iglesia se lim itó a un solo pueblo, con el cristianism o
escrita por un cristiano que quería dem ostrar que la caída del Im ­ la Iglesia llega a todos los pueblos. Lo cual no significa que to­
dos los hom bres sean cristianos ni que todas las sociedades y ci-
37 San Agustín, De natura boni contra m anicheos, XXX, 10.
38 Ih id ., X V . 39 San Agustín, La ciudad de Dios, X tv . 28.
142 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 143

vilizaciones sean ya perfectas. Significa, sí, que todos los pue­ III. S i g l o x i:
blos pueden participar en la revelación providencial. No significa D EL R EN A C IM IEN TO C A R O L IN G IO A SA N A N S E L M O
tam poco que haya que negar la existencia de la ciudad terrestre
que es solam ente m ala cuando trata de ser un fin en sí misma. Se
trata, más bien, de afirm ar la existencia, por encim a de la ciudad Por Edad M edia se solía entender este largo periodo que va de la
de los hom bres, de una ciudad donde lo que im porta es la salva­ caída del Im perio R om ano hasta el siglo x v . Un espíritu raciona­
ción del alm a de cada uno de los hom bres que la com ponen. E s­ lista. que em pieza a m anifestarse desde el Renacim iento, pensó
ta prim acía de la ciudad de Dios responde muy a las claras a la ver en este largo espacio de nueve siglos una época oscura. Una
idea cristiana de que este m undo es el lugar donde elegim os en­ suerte de larguísim o paréntesis en el cual la historia se había de­
tre la salvación eterna o la eterna condena. Así, quien se atenga tenido. La Edad M edia estática, m al estudiada y rechazada en
tan sólo a la ciudad terrena, quien por ello mismo viva atento tan bloque, separaba, así, dos periodos lum inosos; el m undo clásico
sólo al “am or de sí propio” , habrá de condenarse. Quien sea ca­ y el m undo m oderno que em pezaba, al creer de los renacentistas,
paz de vivir en “desprecio de sí propio” , salvará su alm a y su con el doble m ovim iento de retom o a las épocas clásicas y la
vida. Esta ciudad de tránsito habrá de realizarse plenam ente en tendencia a un conocim iento racional y científico.
la Jerusalén Celeste. Este corte arbitrariam ente trazado en el curso de la historia es,
“Para san Agustín, la ciudad de Dios no es el m ilenio concreto naturalm ente, falso. Ya desde el R om anticism o y sobre todo a
de los apologistas más antiguos, ni es tam poco la Iglesia jerárqui­ partir de los estudios de historiadores, críticos, filósofos del siglo
ca visible. Es una realidad trascendente e intem poral [...] que x x , se ha disipado poco a poco esta idea de una edad “m edia”,
guarda alguna sem ejanza con el concepto neoplatónico del m un­ infecunda y retrasada. De hecho no existe tal edad m ediana o in­
do inteligible.” Esta ciudad trascendente, m odelo y orden de todas term edia. Existió un largo tiem po de desarrollo que tiene tanto
las ciudades que no sólo quieren su propio bien en los lím ites de valor por sí m ism o com o por cuanto influye en el desarrollo de
su propio am or, es una sociedad trascendente en la cual “el rey es este m ism o pensam iento m oderno que quiso negar su existencia
la verdad, la ley es el am or y la duración es la eternidad” .40 o, por lo m enos, su validez.
Es fácil encontrar a lo largo de la Edad M edia, una serie de
constantes fijas: la centración de la vida toda en Dios; la creen­
Obras ele consulta cia en que la verdadera vida habrá de realizarse en otro mundo; la
subordinación de las actitudes vitales, artísticas e intelectuales
C o p l e s t o n , Frederick, History o f Philosophy, vol. II, Newman, a la teología y al conocim iento de la divinidad. Pero si son muchas
Westminster, 1955, pp. 40-90. las constantes, son m ás las variables tanto en la interpretación de
D a w so n, Christopher, et. a i, St. Augustine, HisAge, Life andThought, esta dependencia de lo divino com o en el desarrollo histórico que
Meridian, Nueva York, 1960. nos conduce de una sociedad realm ente prim itiva en los prim eros
G i l s o n , Étienne, Introduction á l ’étude de saint Augustin, Vrin, París,
siglos a una com plejísim a estructura social, artística e intelectual
1943. a partir del siglo XI. Estas variables se encuentran tanto en el es­
J o l iv e t , Régis, San Agustín y el neoplatonismo cristiano, C.E.P.A., pacio com o en el tiempo.
Buenos Aires, 1941. En el espacio, prim ero. Y es que de hecho participan en esta
L e f f , Gordon, Medieval Thought, Penguin, Harmondsworth, 1958, Edad M edia, no sólo el m undo occidental -lo s restos más o m e­
pp. 32-54. nos organizados del antiguo Im perio de O ccid en te-, sino el Im ­
perio B izantino, teocéntrico, gobernado por un césar que es a la
40 Christopher Dawson. “St. A ugustine and His A ge”, en St. Augustine. His Age, Life
and Thought, pp. 66-67. vez autoridad religiosa últim a e indiscutible, im perio profunda­
144 Introducción a la historia de la filosofìa Cristianism o y Edad M edia 145

m ente centralizado en tom o a la m ayor ciudad de Europa: Cons- tiem po duró el nuevo im perio que se disolvió al repartirse entre
tantinopla. Por otra parte, digno de m ención por su valor in­ los hijos del em perador. Pero a pesar de su brevedad fue decisivo
trínseco tanto com o por su influencia en el m undo cristiano, se en el desarrollo cultural de Europa.
desarrolla, a partir de 632 (fecha de la m uerte de M ahom a). el C arlom agno, “el de la barba florida” que nos describe la C an­
Im perio M usulm án que habrá de dom inar durante varios siglos ción ele Rolando, llegó a gobernar con un alto sentido de la uni­
el m undo de las ciencias, de las técnicas y aun de la política dad de su im perio y un no m enor sentido de interés por las cues­
m editerránea. tiones de la cultura. U na de sus preocupaciones principales fue
A parte de esta diferenciación en el espacio -q u e de hecho po­ la transform ación cultural de sus súbditos. Con este propósito
dríam os encontrar aún en el m undo de O ccidente- hay dentro de fundó las principales escuelas de los prim eros siglos de la Edad
la m ism a civilización occidental una constante variación hacia M edia. U na de ellas, ligada a la corte, tom ó el nom bre de la Es­
form as m ás com plejas y más com pletas de gobierno, de arte y de cuela del Palacio, las dem ás fueron escuelas adjuntas a los prin­
pensam iento. A riesgo de esquem atizar, la historia medieval pue­ cipales conventos (Saint Gall, C orbie, Fulda), y se enfocaron, ya
de dividirse en los siguientes periodos: el que va de la caída del a la educación de los m onjes (schola claustri), ya a la educación
Im perio Romano -sim b o lizad a por la entrada de Atila en Rom a de los ciudadanos (schola exterior). Tam bién los obispados lle­
en 4 3 2 - hasta el renacim iento carolingio de los siglos vill y IX; el garon a ser im portantes centros de cultura.
que, después de una era de verdadera oscuridad, alcanza verda­ Com o C arlom agno no encontró m aestros capacitados en sus
dera originalidad en el siglo XI; el que m adura y sintetiza las vi­ dom inios, los hubo de buscar en España, en Italia y, m uy princi­
siones pasadas y prepara las del porvenir a lo largo de los siglos palm ente. en las islas Británicas. De hecho el reorganizador de la
xil y XIII; el que viene a desem bocar al R enacim iento desde la Escuela del Palacio y, com o ha dicho G uizot, el m inistro de cul­
segunda m itad del siglo xm hasta el siglo xiv. tura de C arlom agno fue un m onje inglés: Alcuino. Educado en el
A tengám onos aquí a los dos prim eros periodos teniendo siem ­ m onasterio de York, donde existía la m ejor biblioteca de Europa,
pre en cuenta que es una de estas épocas de acarreos cuya síntesis Alcuino no fue un pensador original. Su importancia histórica es­
- l a prim era gran síntesis m edieval- se encuentra en la obra de tá ligada al desarrollo de la escuela palatina, donde se form alizó
san Anselmo. la enseñanza de las siete artes liberales: el trivium (gram ática, re­
tórica y dialéctica) y el quadrivium (geom etría, aritm ética, astro­
nom ía y música). Esta división en “letras” y “ciencias” se mantuvo
El renacimiento carolingio muy am pliada y detallada en el curso de la Edad M edia y dio
lugar a la enseñanza universitaria del siglo xm . Los discípulos
A fines del siglo vm , Europa estaba am enazada por los árabes de A lcuino, se dedicaron a propagar la cultura de la Escuela del
que habían invadido España y Sicilia y amenazaban a Francia y a Palacio. Entre ellos debe recordarse el preceptor de los alem a­
Italia. Guiados por una fe guerrera cuya fuerza parecía inconteni­ nes, R ábano M auro.
ble, los árabes se lanzaron al ataque de Francia. Cerca de Poitiers, Si bien estos m aestros fueron sobre todo organizadores y
C harles M artel derrotó al ejército árabe en una de estas batallas repetidores, Juan Escoto Erígena (810-ca. 877), nacido en Irlan­
decisivas para el curso de la historia. La victoria vino a fortale­ da, fue ya, en pleno siglo ix, el prim er gran pensador original de
cer la dinastía de los reyes carolingios y a consolidar su dom inio la Edad M edia.
durante el reino de C arlom agno. Coronado en Rom a, em perador El pensam iento de Escoto Erígena procede, en buena parte, de
del Sacro Im perio R om ano-G erm ánico -p rim era tentativa cris­ las enseñanzas de san A gustín, y en no m enor parte de las de los
tiana de unidad im perial y religiosa-, C arlom agno gobernó so­ neoplatónicos y. especialm ente, del Pseudo-D ionisio Areopagita.
bre un vasto territorio que com prendía Francia y A lem ania. Poco El Pseudo-D ionisio, cuya identidad no ha sido posible fijar cía-
146 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 147

ram ente, fue un teólogo bizantino cuyas obras gozaron de gran ba a confusiones. ¿Sostendría Erígena, com o Plotino. que hay una
fam a durante toda la Edad M edia. M ístico cristiano, el Pseudo- sola sustancia, que Dios y el m undo son una m ism a cosa? ¿Sería
D ionisio inició las llam adas vía negativa y vía atributiva para com o llegó a pensarse, un filósofo panteísta? No es de creerse, y
llegar al conocim iento a Dios. D ando por sentado que el hom bre, parece más verosím il pensar que si em plea un solo térm ino para
ser lim itado, no puede conocer directam ente a Dios, el Pseudo- designar a Dios y al m undo lo hace con plena conciencia de la
D ionisio piensa que existen dos cam inos indirectos. El prim ero diferencia radical que existe entre los dos. ¿N o sostiene, com o su
consiste en elim inar de la idea de D ios todo aquello que conside­ m aestro el Pseudo-D ionisio que el hom bre, finito, sólo puede
ram os im perfecto (el mal, la pluralidad, el e rro r...); el segundo, llegar a Dios por vía negativa? ¿N o indica, con ello, que ve la
en atribuir a Dios infinitam ente todo lo que consideram os per­ diferencia entre am bas naturalezas, la hum ana y la divina? Pare­
fecto (la bondad, la sabiduría, la creac ió n ...). Para m ejor señalar ce. por lo m enos, muy probable que así sea. Lo que sí es cierto es
el carácter infinito de esta atribución se dirá que Dios es ser su­ que. gracias a su influencia, el pensam iento m edieval fue, hasta
prem o, suprem a esencia, suprem o y verdadero bien o suprem a el siglo X II, principalm ente platónico, neoplatónico y agustiniano.
belleza. Veamos en su sistem a un com ienzo de toda una tradición que
Este m étodo doble, que más tarde em pleará santo Tomás, fue habrá de seguir san A nselm o en el siglo X I y san Buenaventura en
utilizado por Escoto Erígena, buen conocedor del Pseudo-Dionisio el siglo xiii.42
y traductor de sus obras del griego al latín.
Se ha dicho que “uno de los fenóm enos más notables del siglo
IX es el sistem a filosófico de Juan Escoto Erígena, que destaca
La filosofía en el siglo X I: el problem a de los universales
com o un m onte erguido sobre una llanura”.41 Y. en efecto, su De
divisione naturae es. a la vez, un sistem a com pleto, sólido y ori­ Porfirio, el neoplatónico discípulo de Plotino, había com entado
ginal dentro de la tradición neoplatónica cristiana. A unque ante­ la lógica de Aristóteles en su Isagoge. Este libro, conocido por
pone la fe a la razón, Escoto Erígena no piensa que la razón y la B oecio y a su vez com entado por él, tuvo una im portancia pre­
fe sean contradictorias. Si la filosofía es verdadera, verdadera es ponderante en el planteo de la teoría del conocim iento medieval.
la religión y recíprocam ente, si la religión es verdadera, verdade­ En el Isagoge, Porfirio resum ía el problem a del origen de las ideas
ra es tam bién la filosofía. Procediendo m ediante la ayuda de am ­ en Aristóteles y proponía tres preguntas: 1) ¿Existen los géneros
bas, Escoto Erígena establece que la totalidad del universo debe y las especies en la naturaleza o tan sólo en el espíritu? 2) ¿Son
llam arse naturaleza. El térm ino está em pleado en un sentido tan estos géneros y estas especies incorporales o corporales? 3) ¿Pue­
am plio que se refiere tanto a Dios com o al m undo creado. Ahora den o no separarse de los objetos de los sentidos?
bien, esta naturaleza puede ser de cuatro géneros distintos: una Porfirio volvía a plantear la vieja discusión entre los partida­
naturaleza creadora e increada, que es Dios en cuanto principio rios de una teoría sensualista que hace depender las ideas de
del m undo; naturaleza creada y creadora, es decir, el m undo de las sensaciones y éstas del m undo natural, y los partidarios de las
las ideas o de los inteligibles; naturaleza creada que no crea, o ideas innatas que sostienen con Platón, que las ideas - e s de­
sea las creaturas; naturaleza increada y que no crea, es decir. Dios cir. los géneros y las esp e cies- existen en la mente antes de que
com o fin de todas las cosas. Parece que Escoto E rígena distinguía existan en la experiencia.
claram ente entre Dios y las creaturas, pero el hecho de em plear Pues bien, este problem a volvió a p lantearse con toda p re­
las m ism as palabras naturaleza para referirse a am bos se presta­ cisión a lo largo de la E dad M edia y, principalm ente, entre el

41 Frederick Copleston, History o f P hilosophy, vol. II, Newman W estminster, p. 112.


42 Vid. nuestro tratam iento de Baruch Spinoza infra.
148 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 149

siglo x i y el siglo x iv , bajo el nom bre de problem a de los univer­ com pleto cuya influencia habrá de llegar hasta Descartes.43 Sus
sales. Los filósofos que se inclinan por la línea de pensam iento escritos, no siem pre dedicados a la difusión son principalm en­
agustiniano tienden a sostener la existencia de ideas innatas y te: el M onologio y el Proslogio, donde A nselm o plantea el pro­
a decirnos que los universales son ante rem, es decir, que ex is­ blem a de la existencia de Dios; el De gram m atico y el D e veritate,
ten antes en el espíritu que en las cosas. O puestos a ellos, los donde se discuten los problem as de conocim iento, del lenguaje y
nom inalistas, que surgen con R oscelin de C om piégne en el si­ de la verdad; el Cur Deus hom o -p o r qué Dios se hizo h o m bre-,
glo X I, se inclinan hacia la interpretación sensualista del o ri­ obra básica en el desarrollo de la teología. Escribió, adem ás una
gen de las ideas. P ara ellos, éstas proceden de la sensación, serie de obras puram ente teológicas sobre la concepción virginal,
vienen al espíritu a partir de las cosas y son, por lo tanto, p o st sobre la gracia y la libertad, oraciones que escapan al cam po de la
rem. Ya en el siglo X I, R oscelin afirm a esta prioridad de los pura filosofía. Habremos de lim itarnos aquí a sus escritos más
sentidos y niega, com o lo había hecho E picuro, la validez de decididam ente filosóficos.
los conceptos universales que carecen de referente real, pues San A nselm o vive en una época de creciente poderío del papa­
si lo real es siem pre lo individual, los universales o ideas g en e­ do. Este poderío se m anifiesta no sólo en lo espiritual sino tam ­
rales carecen de relación concreta con el m undo y se reducen a bién en lo terrenal. En 1096 se organiza la prim era C ruzada que
form as cóm odas para entendernos los unos a los otros. Ya v ere­ no solam ente contribuye a fom entar el cristianism o en Oriente,
m os cóm o, en el siglo x m y x iv , este problem a se com pleta con sino que abre las tierras del M editerráneo oriental al com ercio
las soluciones de santo Tom ás y de G uillerm o de O ckham ; lo europeo y principalm ente italiano. Em piezan a apreciarse los cam ­
que ah ora interesa es señalar que en el siglo xi, está, com o va bios económ icos que nacen del crecim iento de las ciudades y
a estarlo en siglos futuros, íntim am ente ligado al problem a de del tercer estado, la nueva clase de los burgueses y de los com er­
la fe y de la razón. Los nom inalistas m edievales, que lim itan el ciantes. En su conjunto, el siglo x i es, en lo político, lo social y lo
p oder de la razón, son refinados discípulos de Tertuliano: si económ ico, un siglo de expansión. Es un siglo en el cual existe,
niegan la razón es para m ejor afirm ar la fe. Los realistas - e s igualm ente, una verdadera unidad de estilo m anifiesta en toda la
decir, los partidarios de la realidad en la m ente de las ideas Europa del occidente y. principalm ente, del centro y del sur. Con
in n a ta s - tratan de m ostrar, com o ya lo hacía san A gustín, que el arte rom ánico, surgido del feudalism o m onástico, esta unidad
la fe y la razón son com patibles y que no es necesario negar de estilo se hace presente en toda Europa a pesar de las diferen­
el v alo r de la razón para afirm ar la necesidad de la fe. San A n­ cias locales y regionales. Pero si la Iglesia es poderosa, los Estados
selm o de C anterbury es el prim ero de los grandes realistas m e­ nacionales no existen todavía y las luchas entre señores feuda­
dievales. Frente al escepticism o fideísta de un R oscelin, san les van en aum ento hasta el punto de que de pueblo en pueblo, de
A nselm o tratará de sistem atizar y hacer viables los cam inos de región en región, de castillo en castillo estallan la guerra y el te­
la fe y de la razón. rror. Las doctrinas de un próxim o fin del m undo florecen por
todas partes y cobran especial vigor en las ideas de un fin apoca­
líptico inm ediato que anuncia Joaquín de Fiore.
La filo so fía de san Anselm o Expansión de la Iglesia, por una parte; desintegración y dis­
persión del m undo social por otra. En este am biente de expansión
A nselm o nació en A osta en el año de 1033 y m urió en 1109. D es­ y de guerra civil continuada, la vida intelectual no deja de desa-
pués de ser largo tiem po abad del convento de Bec, en Norm an-
45 El argum ento que dem uestra la existencia de D ios a partir de la idea de la p erfec­
día, Anselm o pasó a Inglaterra, donde fue arzobispo de Canterbury.
ción -argum ento ontológico lo llam ará K an t- influye en toda la filosofía occidental, de
Su obra, prim era síntesis de la filosofía m edieval y antecedente san B uenaventura a Hegel. H abrem os de seguir sus distintas m anifestaciones en d i­
de las filosofías que se desarrollarán en el siglo x m , es un sistem a versos sistem as de pensam iento.
150 Introducción a la historia de la filo so fia Cristianism o y Edad M edia 151

rrollar.se. pero es, en general, bastante pobre. Por un lado están tengan la m ism a im portancia y deban situarse a un m ism o ni­
los dialécticos, que ocasionalm ente se pierden en excesos racio­ vel. El dato básico e im prescindible proviene siem pre de la fe.
nalistas. ¿No quería B éranger de Tours dar una explicación ra­ Pero la fe no es ciega. De hecho nos conduce a la inteligencia
cional del m isterio de la eucaristía? ¿N o afirm aba que la razón racional. Por ello afirm a san Anselm o: creo para entender. La
tenía más poder que la autoridad de la fe? C ontra este extrem o inteligencia viene a aclarar la fe, un poco com o el razonam ien­
racionalism o, que el espíritu cristiano podía difícilm ente aceptar, to m atem ático viene a aclarar los postulados indem ostrables de
los teólogos niegan extrem osam ente la razón para afirm ar la fe. la geom etría. Pero si por un lado la creencia nos conduce a la
Pedro Damián, entre ellos, llega a decir que el prim er filósofo, el razón y necesita de ella, es igualm ente verdad que el entender
prim er hom bre que usó de la razón, fue el diablo m ism o. Contra debe conducir a la creencia: entiendo para creer. Lo que sostiene
unos y otros, Roscelin de C om piégne trata de desvirtuar la razón, san A nselm o es que todo lo que se cree verdaderam ente pue­
basar todo el conocim iento en los datos individuales de los senti­ de entenderse tam bién con verdad. C uando en el M onulogio se
dos y acaba por afirm ar que si el conocim iento es individual y se dispone a probar la existencia de Dios dice que no busca “otra
refiere a realidades individuales, cuando hablam os de un Dios prueba que la que resulta espontáneam ente del encadenam iento
trinitario hablam os de tres personas totalm ente distintas. necesario de los procedim ientos de la razón y de la evidencia de
Ante estos pensam ientos todos ellos extrem osos resalta, ais­ la verdad” .44 Esta distinción m uy precisa entre una fe indudable
lado y arm ónico, en una época de desarm onías intelectuales, el y una razón que procede por sus propios m edios hace que san
pensam iento lum inosísim o de san Anselmo. A nselm o pueda ser considerado com o el prim er verdadero filó­
sofo de la Edad Media.
Para un filósofo que desea precisar los m étodos y el alcance de
La razón y la f e la razón, es necesario, previam ente, definir el objeto de la razón,
es decir, la verdad.
Ya hem os visto cóm o desde los com ienzos de la filosofía cris­ En el De veritate la palabra verdad tiene dos sentidos distintos
tiana se planteaba el problem a de las relaciones entre la fe y la y com plem entarios. En el prim ero de ellos, la verdad se identifica
razón. A un fideísm o radical, com o el de Tertuliano, habían res­ con el ser. es decir, con Dios. Podem os afirm ar sin lugar a dudas
pondido prim ero san Justino m ártir y. m ás tarde, san Agustín. que para san A nselm o la verdad es el ser de Dios. En el segundo,
Para am bos la razón y la fe eran com patibles. San A nselm o se la verdad consiste en la serie de juicios lógicos propios a la razón
encuentra en esta tradición que iniciaron Justino y Agustín. Pero humana. Éstos son los aspectos form ales de la verdad que san
si sus antecesores m ezclaban, sin trazar diferencias claras, los A nselm o encuentra en el juicio o. com o él dice, en la “enuncia­
datos de la fe y de la razón, la autoridad y el pensam iento racio­ ción” . ¿Cuándo será verdadero un ju icio ? Para precisar la verdad
nal, san A nselm o es el prim ero que traza una distinción precisa del juicio debemos distinguir entre la forma del juicio y el objeto del
que habrá de durar e influir en los grandes sistem as filosóficos juicio. Un juicio será verdadero cuando sea recto. C uando siga
del siglo Xlll. los principios lógicos de identidad y de no contradicción. Así. el
San A nselm o es, en cuanto al problem a de los universales, juicio puram ente formal “5 es P" es un juicio recto y verdadero.
uno de los m ás claros realistas de la Edad M edia. El intelecto Pero un juicio que se quedara en la pura form ulación lógica no
posee ideas innatas y la razón es previa a la experiencia de los sería un juicio com pleto. El juicio recto debe dirigirse a un obje­
sentidos. A partir de esta doctrina queda claram ente precisada to. La verdad del juicio nace cuando el contenido no contradicto­
la diferencia y la relación entre el conocim iento natural, que ope­ rio del juicio corresponde a un objeto real. Así. por ejem plo, si
ra por la razón, y el conocim iento sobrenatural que opera m edian­
te la fe. No quiere ello decir que, para san Anselm o, fe y razón 44 San Anselmo. M onologio, I.
152 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 153

afirm o que la sum a de los ángulos de un triángulo es igual a 180 La existencia de Dios
grados, el ju icio es a la vez form alm ente verdadero, puesto que
no es contradictorio, y es tam bién realmente verdadero, puesto En el M onologio. san A nselm o andaba en busca de pruebas ra­
que si aplico este juicio a cualquiera de los triángulos conocidos cionales. C om o lo indica el título del libro, la obra es un m o n ó ­
por la geom etría euclidiana, el objeto triángulo corresponderá a logo del autor, una com o conversación con su propia alm a en
mi juicio de relación entre las sumas de sus ángulos. La verdad es bu sca de razo n am ien to s co n v in cen tes. L os arg u m en to s del
así, rectitud intelectual y es, una vez com pleta, aplicación de esta M onologio no son, sin em bargo, de m ucha originalidad. Se re­
rectitud intelectual al objeto del conocim iento. d u cen a los an tig u o s arg u m e n to s m ed ian te la serie de las
E ntendida esta noción de la verdad queda claro que el error causas y al argum ento que se basa en los grados de perfección.
estará en la falta de rectitud del juicio o en la falsa aplicación del D onde san A nselm o pone de m anifiesto su originalidad es en
juicio a un objeto. C om o san Agustín, piensa san A nselm o que el Proslogio.
el error no procede de los sentidos. Los sentidos nos ofrecen da­ En el Proslogio (palabra que significa alocución), san A nsel­
tos que son, en sí m ism os, neutros. El error procede de una m ala m o se pregunta “si no sería posible encontrar una sola prueba
interpretación de estos datos por parte de la razón. Así, el susto que no necesitase más que de sí m ism a y que dem ostrase que
del niño ante el león pintado no procede de la sensación obtenida Dios existe verdaderam ente” .47 La prueba va dirigida al “insen­
sino del hecho que el niño, en su intelecto, confunde al león pin­ sato” , es decir, en el sentido que san A nselm o da a esta palabra,
tado con el león existente. El error es, pues, una falta de lógica. al que no cree en la religión cristiana.
D esde el punto de vista de la rectitud, un ju icio dejará de ser recto La prueba de san A nselm o puede reducirse a térm inos ex­
cuando deje de ser lógico. Cuando afirmo “A es no-A” , mi juicio es trem adam ente sim ples. Todos los hom bres tienen la idea de
form alm ente falso. Por otra parte el juicio será tam bién falso cuan­ un ser “por encim a del cual no se puede im aginar ninguna co ­
do se aplique a un objeto que no le corresponde, com o es el caso sa m ayor” .48 A hora bien, si esta idea careciera de algo, ya no se­
del niño que se asusta ante el león tan sólo dibujado, o del hom ­ ría la idea de este ser absolutam ente grande. Si dijéram os que
bre que. en el desierto, cree ver agua cuando está viendo tan sólo este ser carece de existencia, dejaría de inm ediato de co rres­
un espejism o. Dos suertes de error: el que procede de una m a­ ponder a nuestra idea de un ser m ayor que todos los dem ás. De
la organización lógica de mis juicios y el que procede de una lo cual se concluye que para que la idea de un ser m ayor que
m ala aplicación de estos juicios a los objetos del juicio. todos los dem ás sea verdadera - e s decir, según la teoría de la
Pero para Anselm o, que se interesa sobre todo por los proble­ verdad de san A nselm o, que tenga un referente r e a l- este ser
mas del alm a y de la existencia de Dios, la verdad absoluta no debe existir.
está ni en las m atem áticas ni en las ciencias sino en la coinciden­ Esta prueba anselm iana puede reducirse a las ideas que he­
cia de la verdad de m is juicios con la verdad que es Dios. m os expuesto acerca de la verdad. U na idea para ser verdadera
Presuponiendo la fe. san A nselm o quiere encontrar un “fun­ tiene que evitar toda contradicción. Si afirm o que el ser que
dam ento racional de la fe” .45 Toda su intención m etafísica se re­ concibo com o absolutam ente perfecto carece de existencia m e
sume en una sola frase: “La fe buscando apoyarse en la razón” .46 estoy contradiciendo y, por lo tanto, para evitar la co n trad ic­
En otras palabras, su teoría de la verdad tenía que conducirle a ción. debo afirm ar que el ser perfecto, si lo es de veras, existe.
tratar de probar, “m ediante el encadenam iento necesario de los U na idea para ser co m pletam ente verdadera debe referirse a
procedim ientos de razón” , la existencia de Dios. un objeto real. Y la idea de la perfección, o por decirlo con san

45 San Anselm o, “Prólogo", en Proslogio. 4’ Loe. cit.


46 Loe. cit. 48 Ibid.. II.
154 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 155

A nselm o, la idea de un ser “por encim a del cual no puede im a­ ser lim itado y ésta habla de un ser sin lím ites. Por otra par­
ginarse ninguna cosa m ayor" solam ente será perfecta y verdade­ te. san A nselm o no sostiene que se pueda deducir siem pre la
ra com o idea si se refiere a un ser real, absolutam ente perfecto y realidad de una cosa del pensam iento que tenem os de ella. En
existente: Dios. rigor, esta deducción es solam ente posible en el caso de la idea
Ya en tiem pos de san A nselm o la prueba que acabam os de de Dios, idea que im plica un ser absolutam ente m ayor que. por
exponer fue discutida con vehem encia. Gaunilo. m onje francés serlo, es tam bién existente.
que se ha hecho fam oso por sus objeciones a san A nselm o, fue el ¿P odrá decirse, con G aunilo. que esta id ea de un ser por
prim ero en criticarla. encim a del cual no puede im ag in arse ninguna co sa m ay o r es
A firm a G aunilo que. contra san Anselm o, podría aducirse que una idea inconcebible? N o es p ro b ab le, puesto que por el m e­
existen m uchas cosas falsas en el espíritu humano. ¿No sería una ro hecho de decir que no puedo c o n c eb ir tal idea la estoy c o n ­
de ellas la de ser absolutam ente m ayor? Pero la objeción más cibiendo.
im portante de Gaunilo. la que anuncia las objeciones que santo A sí vuelve san A nselm o a su prueba prim era que, ya precisa­
Tom ás dirigirá contra san Anselm o o Kant contra los racionalistas da después de la respuesta de G aunilo, podría resum irse en estos
puede resum irse en estos térm inos: de la existencia de una idea térm inos: existe una idea privilegiada, la de un ser absolutam ente
no puede deducirse necesariam ente la existencia de una realidad. perfecto, que sería contradictorio concebir sólo com o idea y debe
Im agina G aunilo que existe, en m edio del océano una isla, la isla concebirse com o idea de un ser existente.
perdida, cuyas riquezas son m ayores que las de las islas afortuna­ Podrá o no aceptarse la prueba de san Anselm o. Su prolonga­
das. De la idea clara de la isla perdida no se sigue que esta isla da historia en la filosofía occidental m uestra a la vez su origina­
existe real y verdaderam ente. De la m ism a m anera, de la idea de lidad y su im portancia. Sin ella sería difícil concebir los sistem as
un Dios perfecto no podría deducirse la existencia real de este filosóficos de Descartes, Spinoza o Leibniz.
Dios perfecto. A parte de su im p o rtan cia h istó rica, la solidez m ism a de la
No se quedó G aunilo con la últim a palabra. La respuesta que prueba debe entenderse dentro del m arco del p en sam ien to an-
da san Anselm o, anuncia tam bién las que. a propósito de la m is­ selm iano. Nos decía san A n selm o que la fe anda en busca de
m a prueba, habrá de dar D escartes contra los tom istas o los la razón. Con ello quería in d icar que la fe en D ios es fu n d a ­
em piristas. y Hegel contra Kant. m ental y que la existen cia de D ios es. por el cam ino de la fe,
En prim er lugar, la idea de esta isla perdida, no es una idea inco n tro v ertib le. El argum ento del P roslogio ad q u iere p leno
clara: si lo fuera, afirm a san A nselm o con ironía, “me com pro­ sen tid o cu an d o se pien sa que para san A nselm o es una a c la ra ­
m eto a encontrar esta isla perdida y a dársela de m odo que no ción de la fe y en m odo alguno un sustituto para la fe. Com o dice
se le p ierda ja m á s” .49 Lo que san A nselm o quiere decir es que Gordon Leff: “La razón era un instrum ento para dem ostrar lo
la idea de una isla perfecta es contradictoria. ¿C óm o pensar que ya se creía” .5U
que una isla, por más herm osa que sea. es tam bién lo que de Con san A nselm o encontram os la prim era tentativa de la filo­
m ás grande podem os co ncebir o im aginar? El razonam iento sofía medieval por aclarar los datos de la fe m ediante los argu­
de san A nselm o puede aplicarse a cualquiera de los seres rela­ m entos de la razón. Su filosofía, equilibrada, precisa, es la única
tivos que nos rodean. No existen árboles perfectos, no existen de gran estilo que se da en el m undo occidental entre san Agustín
piedras, hom bres, lagos o m ontañas que puedan concebirse co­ y santo Tomás. Es. por otra parte, una preparación del pensa­
mo lo mayor. Así por una parte, la objeción de Gaunilo no se apli­ m iento que. en plena m adurez, habrá de florecer a fines del siglo
ca a la prueba de san A nselm o puesto que aquélla habla de un xil y a lo largo del siglo xin.

San Anselm o. Apología contra Gaunilo. II. 5u G ordon Lefl, M edieval Thought. Penguin. H arm ondsworth 1958. p. 99.
156 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 157

Obras de consulta aristotélico que tuvieron una im portancia decisiva en el pensa­


m iento de la Edad M edia. L a ciencia, en especial, el álgebra, la
A l a m e d a , Julián. “Introducción General’’, en Obras completas de san astronom ía y la m edicina llegaron a Europa occidental por m e­
Anselmo, vol. i. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1952, dio de los árabes. Desde el siglo xil, el arzobispo R aym undo de
pp. 76-183. Toledo, rodeado por los principales eruditos de toda Europa,
C o p l e s t o n , Frederick, History o f Philosophy, vol. II, Newman, inicia una labor de traducciones que pone al alcance de los occi­
Westminster, 1955, pp. 106-164. dentales la totalidad del pensam iento griego, árabe y judío. La
L e f f , Gordon, Medieval Thought, Penguin, Harmondsworth. 1958, influencia árabe se m uestra en todos los cam pos: en las letras
pp. 55-104. que, en España, deben a la literatura árabe y especialm ente a
R an d , E. K., Founders o f the Middle Ages, Cambridge, Harvard los poetas del Califato de C órdoba, sus prim eros orígenes; en la
University Press, 1941. poesía de los trovadores de Provenza; y sobre todo, en lo que nos
T a y l o r , Henry Osborn, The Medieval Mind, vol. I, Cambridge, Harvard interesa aquí principalm ente, en la filosofía occidental cuyas
University Press, 1957. bases, a partir del siglo xm, habrán de encontrarse en el pensa­
m iento de Aristóteles que los árabes habían utilizado desde los
com ienzos de su propia civilización.
Pero si los árabes representaron una influencia cultural de
IV. S i g l o s x i i y x iii una im portancia sólo calculable por sus resultados en la filosofía
y las ciencias de Europa hasta m ás allá del Renacim iento, repre­
sentaron tam bién un reto m ilitar, político y económico.
A firm a A m old Toynbee que todas las civilizaciones se han for­ El siglo xil y, más plenam ente, el siglo xm dan m uestra de esta
m ado com o respuesta a un reto exterior o interior, natural o espi­ influencia y de la respuesta de O ccidente a este reto. En el año de
ritual. Los siglos x il y x i i i son una de las m ás claras m uestras de 1096 tiene lugar la prim era Cruzada. Hay que ver en ella, natural­
esta form ación de una gran cultura com o respuesta al reto que m ente, un deseo de los cristianos por conquistar la tierra de sus
representó para el m undo occidental el desarrollo de la cultura orígenes pero no hay que dejar de considerarla com o el principio
m usulm ana. A partir del siglo vm , los árabes habían extendido su de un dom inio económ ico de las ciudades europeas (Venecia, Gé-
im perio siguiendo los principios de una religión que recom enda­ nova, Pisa, Florencia, B arcelona) en el com ercio con el cercano
ba a la vez la conquista espiritual y la conquista m aterial de los Oriente. A partir del siglo x il se organizan sociedades capitalis­
pueblos. A partir del siglo x dom inaban toda la cuenca sudoriental tas, dedicadas a los intercam bios com erciales con Grecia, C ri­
del M editerráneo, buena parte de A sia M enor y la m ayor parte de m ea y las costas del M ar N egro. Estas sociedades tom an dos
la península Ibérica. Su cultura, iniciada en el conocim iento del form as predom inantes en Italia. La com m enda es una socie­
pensam iento helénico que los árabes pudieron obtener por su dad donde el proveedor da dos tercios del capital y el agente se
contacto con Siria y el Im perio B izantino, había prolongado la queda con un tercio de las ganancias; la accom odatio es una so­
filosofía, la ciencia y la cultura griega. Avicena, físico, m atem á­ ciedad donde el proveedor da la totalidad del capital. Se em pie­
tico. jurista, filósofo, hom bre de Estado y célebre en la Edad zan a acum ular grandes fortunas, se organizan casas de cam bios
M edia com o m édico, había com binado las ideas de A ristóteles y los prim eros bancos de Europa se crean en Italia. Del siglo xil
y de los neoplatónicos para dar. ya a partir del siglo X I, una de al siglo xiv, el com ercio europeo se hará a partir de las ciudades
las prim eras grandes síntesis o sum m ae del pensam iento árabe. m editerráneas y principalm ente italianas, subirá por el Rin y por
Averroes y M aim ónides. árabe el prim ero y ju d ío el segundo, el M osa y alcanzará a los otros centros citadinos del norte de
d e sa rro lla ro n sum m ae teo ló g icas de o rig en n e o p la tó n ic o y Europa, muy principalm ente las ciudades industriales de los Paí­
158 Introducción a la historia de la filo so fia Cristianism o y Edad M edia 159

ses Bajos. E sta doble expansión, extem a e interna, tiene resul­ Durante el siglo xill, las ciencias y la filosofía encuentran su
tados decisivos en la historia de Europa. Crece el poderío de las verdadero hogar en las universidades. La palabra universitas, que
ciudades y con ellas nace una nueva clase, el tercer estado, que ya significaba grem io o asociación, designa aquellas instituciones o
im portante en el siglo xili, habrá de ser decisivo para la cultura estudios generales dedicados a la enseñanza superior y organiza­
renacentista: la Iglesia, organizadora del desarrollo cultural y dos por los grem ios de estudiantes o de m aestros. La m ayoría de
m aterial de la época, se convierte en el poder predom inante hasta los filósofos del siglo x m enseñaban en las universidades incli­
sus crisis internas del siglo xiv; y si en España la lucha contra los nándose a veces a la teología com o en París o en Salam anca, a
árabes ha de proseguir hasta fines del siglo xv, si A lem ania se veces a la ciencia, com o en O xford.52
debate en luchas internas y extem as, dos Estados m odernos sur­ Pero en la base misma de este desarrollo cultural, social, econó­
gen en F rancia e Inglaterra. En Inglaterra em piezan a crecer, mico, literario y científico, un concepto esencialm ente religioso
desde 1212. las instituciones parlam entarias que desem bocarán sigue subrayando el pensam iento y la vida de la Edad M edia. El
en la dem ocracia; en Francia se nota una centralización del poder m undo se concibe com o un todo ordenado por la ley de Dios y no
que conducirá a las m onarquías absolutas del siglo xvi. hay gesto hum ano ni organización social que escape a la presen­
La form ación de las nuevas nacionalidades no es cosa de unos cia de este ordo am oris que estaba ya en la raíz del pensam iento
años. Tam poco fue rápida la transform ación económ ica del régi­ agustiniano. Pocos docum entos presentan con m ayor claridad la
m en feudal en régim en precapitalista. La form ación del tercer centración del m undo en Dios que estos com entarios del abad
estado de los com erciantes se origina en el siglo X : “Si Venecia Haim on durante la construcción de la catedral de Chartres:
fue el prim er teatro de una actividad propiam ente capitalista ello
se debe a que en el siglo x la aurea Venetia era la única ciudad del ¿Quién ha visto jamás, quién ha oído decir en tiempos pasados, que
m undo cristiano cuyo patriarcado poseía oro gracias a sus co n ­ príncipes poderosos del mundo, educados en el honor y en la riqueza,
que nobles, hombres y mujeres, hayan doblado su espalda orgullosa
tactos con B izancio y el m undo m usulm án” .51 Pero el desarrollo
y altiva al arnés de los carros, y que, como bestias de carga, hayan
del tercer estado y de una econom ía que conduce al capitalism o
arrastrado a la casa de Cristo estos carros llenos de uvas, semillas,
se desenvuelve plenam ente en los siglos xil y xill, ya en tom o a aceite, piedras, madera y todo lo que se necesita para la construcción
las ciudades de Italia y de los Países Bajos, ya en tom o a los de la Iglesia? Muchas veces mil personas o más están atadas a los
Estados nacionales que em piezan a surgir. carros -tan grande es la dificultad-, caminan sin embargo en silencio
Al lado de este auge político y económ ico no es m enor el auge y no se oye un solo murmullo, y en verdad si uno no viera estas co­
de las artes, las literaturas nacionales y las ciencias. La Canción de sas con sus propios ojos, podría creerse que entre tal multitud apenas
Rolando es del año 1100 y el C antar de m ío Cid de 1140. Los había una persona presente. Cuando se detienen en su camino nada
cronistas, los historiadores, los poetas van al lenguaje de sus pue­ se oye a excepción de la confesión de los pecados [... | Ante las pala­
blos. Berceo, Chaucer o D ante son sím bolos de una literatura que bras de los sacerdotes que exhortan sus corazones a la paz, olvidan
arraiga en la civilización de todo el O ccidente y que se expresa sus oficios, se hace a un lado la discordia, se perdonan las deudas,
y se establece la unidad de los corazones.53
en las lenguas de cada una de las regiones occidentales. La pin­
tura inicia con Giotto los prim eros pasos hacia la perspectiva y
A sí presidida por una creencia que arraiga en el corazón de
el color del Renacimiento. Y, más allá de los límites nacionales, el
todos los hom bres, la filosofía de los siglos x n y xill podrá incli-
arte de las catedrales góticas preside la unidad espiritual de E uro­
pa desde el siglo xil hasta el siglo xiv.
32 Las principales universidades del siglo X I I I se fundaron en este orden: París
(1215), P adua (1222), Tolosa (1229), O xford (1231) y S alam an ca (1243).
51 Robert L atouche, Les O rigines de l ’économ ie occidentale, Albin M ichel, París. 53 E lizabcth G. H olt, A D ocum entan- H is to n ’ o fA r t, vol. I, D oubleday, 1958, pp.
1956, p. 176. 50-51.
160 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 161

narse a la ciencia, pero seguirá siendo, com o lo fue en las épocas de ello se aproxim an los hum anistas del siglo XII a lo que habrán de
los prim eros cristianos, una filosofía de la salvación de una form a intentar los grandes hombres del Renacimiento, es la de desenterrar
de vida que, com o la clave de bóveda de las catedrales góticas, el pasado grecorrom ano. La actitud de los pensadores de Chartres
parece aguantarse no solam ente por sus cim ientos terrestres sino es la de quien da una m irada hacia los tiem pos antiguos y des­
tam bién, y principalm ente, en sus aspiraciones de ascenso. A esta cubre, con Bernardo de Chartres. que som os enanos sentados en
aspiración tienden los esfuerzos de pensadores tan distintos co ­ los hom bros de gigantes. Esta adm iración por el pasado no sólo
mo los Victorinos, Pedro Abelardo, los neoplatónicos de la escue­ rom ano, sino tam bién helénico, lleva a una actitud de m odestia
la de Chartres. Juan de Salisbury, san Buenaventura, santo Tomás intelectual patente en la obra de Juan de Salisbury. Verdadero hom ­
de Aquino, R oger Bacon, Ram ón Llull, R obert G rosseteste o el bre universal, verdadero hombre de letras. Juan de Salisbury (1115/
m aestro Eckhart. 20-1180) ataca a los lógicos cuyas discusiones considera estériles
y pugna por una fe cristiana más directa que abandone la discu­
sión de los problem as insolubles. Socrático en pleno siglo X II,
Lógica, mística y hum anism o en el siglo X II propone la duda com o m étodo de la filosofía y pide que dejen de
discutirse los problem as de la sustancia, de la causalidad y de la
No existieron grandes pensadores en el siglo x n , sobre todo si com ­ realidad o la irrealidad de los universales. Y no es que Salisbury
param os las ideas desarrolladas en este siglo con los grandes siste­ sea un escéptico. Lo que pretende m ás bien es deshacerse de un
mas del pensamiento del siglo XHI. Y, sin embargo, el siglo x n es cascarón lógico puram ente form alista, para llegar al centro m is­
interesante en dos sentidos. Lo es por la diversidad de numerosos m o de la vida religiosa y social. D entro del m arco de creencias de
acarreos que habrán de cuajar en sistemas durante el siglo siguien­ la Edad M edia, Juan de Salisbury es, de todos los pensadores
te; lo es tam bién porque la rivalidad entre los m ísticos, los lógicos de su tiem po, el que m ás clara influencia tiene en años futuros.
y los humanistas no es tan sólo una discusión entre escuelas, sino Por sus ideas sobre el Estado y la necesidad de un príncipe que
la viva manifestación de nuevas formas de pensamiento, nuevos sirva a los intereses del pueblo, anuncia las ideas políticas de san­
problem as introducidos por el prim er contacto cort las ciencias ára­ to Tomás; por su am or a las letras clásicas y a la filosofía de los
bes y griegas. Uno de los más grandes místicos de la historia de griegos se aproxim a al ideal renacentista de una vuelta al pasado
O ccidente -H u g o de San Víctor (1096-1141)- no desdeña las cien­ helénico y de una revigorización de la fe en el hombre.
cias, antes al contrario las conoce con bastante detalle y las clasi­
fica con toda la amplitud de criterio que la evolución de las mismas
perm itía en aquella época. Pedro A belardo, el más im portante de Santo Tomás de Aquino
los lógicos del siglo X II, inventa nuevos m étodos entre los cuales
destaca el del sic et non, el sí y el no, el pro y el contra que habrá de En el castillo de R occasecca, cerca del pueblo de Aquino. no le­
ser la base de las futuras discusiones escolásticas. jos de Ñapóles, nació Tomás en 1224 o 1225. Lugar y fecha tie­
Pero si un fenóm eno destaca por encim a de todos los dem ás en nen im portancia indicativa para entender el desarrollo del pensa­
esta época de discusiones a veces excesivas en su m inuciosa pa­ m iento tomista. El lugar porque, com o ha hecho notar C hristopher
ciencia dialéctica, este fenóm eno es el del nacim iento del hum a­ Dawson. esta región del sur de Italia había empezado a absorber la
nismo. En este sentido, el siglo X II es el antecedente más claro del cultura m usulm ana; la fecha, porque a principios del siglo x m
pensam iento de la alta Edad M edia y del prim er Renacimiento. la filosofía de A ristóteles substituía cada vez más la tradición
El hum anism o del siglo x n gira en tom o a la escuela de Chartres. platónico-agustiniana de la Edad M edia.
Su intención es lingüística. Los escritores de C hartres son los m e­ Inició Tomás sus estudios en el convento benedictino de M on­
jores latinistas de su tiem po. Pero la intención m ás honda, y en te Cassino. Su familia, poderosa entre las fam ilias feudales, hu­
162 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 163

biera visto con gusto que el m enor de sus descendientes llegara a La enseñanza que santo Tomás em pezó a im partir en la U ni­
ser abad de M onte Cassino. Pero las inclinaciones científicas, apos­ versidad de París en 1259, la que reaparece en las páginas de toda
tólicas y m isioneras de Tomás le condujeron por otros cam inos. su producción literaria hasta el año de su m uerte 1274, es una de
D espués de estudiar en la recién fundada U niversidad de Nápoles estas grandes sum m ae del pensam iento a las que nos referíam os
ingresó en la tam bién reciente O rden de los Dom inicos. L a opo­ en el prólogo de este libro. L a obra de santo Tomás es, en este
sición violenta de la fam ilia no se hizo esperar y es que, com o ha preciso sentido, com parable a la de Aristóteles: una de las gran­
hecho notar C hesterton, la decisión de ser fraile en un señor feu­ des síntesis totalizadoras del pensam iento occidental.56
dal era “com o si N apoleón hubiera insistido en ser un soldado
ordinario toda su vida”.54 Por órdenes m aternas los dos herm anos
m ayores de Tomás acabaron por secuestrarlo y encerrarlo en una El conocim iento
de las torres de su castillo natal. La insistencia y el em peño del
joven dom inico hicieron que la fam ilia cediera y perm itieron que Si durante toda la Edad M edia el problem a del conocim iento
el futuro filósofo se dirigiera a París y a C olonia donde pudo se­ giraba en tom o a las relaciones entre la fe y la razón, la im portan­
guir las enseñanzas de Alberto el Grande. Alberto, verdadero hom ­ cia del problem a creció con el advenim iento de la nueva ciencia
bre de ciencia, era tam bién el m ás profundo conocedor de la obra de origen helénico y m usulm án, en el curso del siglo xiil. Y no es
de A ristóteles cuyos textos había com entado de m anera exhausti­ que la ciencia, basada en la razón, sea necesariam ente un obs­
va. La influencia aristotélica sobre el pensam iento de Tomás data táculo para la fe. No lo ha sido para Kepler, para Newton o pa­
de esta época de aprendizaje y estudio. Y no es que la filosofía de ra Kant. Lo que la cien cia exige es que no se m ezclen datos
Tomás de Aquino pueda reducirse a la filosofía aristotélica. De que provienen de la autoridad o de la fe con los datos que provie­
hecho su pensam iento es originalísim o y sólo se ciñe del todo al nen de la experiencia o de los razonam ientos m atem áticos. La
pensam iento de A ristóteles en cuanto a la interpretación de la na­ presencia de la ciencia exige, ante todo, un deslinde entre las vías
turaleza. La relación santo Tom ás-A ristóteles ha sido precisada y los m étodos del conocim iento sobrenatural y los del conoci­
agudam ente por C hesterton.55 Lo que más atraía en una filosofía m iento natural.
com o la de A ristóteles era la im portancia que éste había dado al Es verdad que m uchas veces la ciencia conduce a una ver­
m undo sensible. Com o Aristóteles, santo Tomás partirá del m un­ dadera división de la personalidad. En tiem pos de santo Tomás,
do sensible. A diferencia de A ristóteles, lo hará basándose en la el averroísm o latino de Siger de Brabante, interpretando mal a
idea muy claram ente cristiana de que el m undo sensible es un Averroes. sostenía que existen dos verdades, las de la fe y las de
m undo creado por Dios, que tiene en sí las huellas divinas y que la razón, y que am bas son verdaderas aun cuando sean contradic­
nos debe conducir a la divinidad que lo ha creado. Y en este sen­ torias. Ningún espíritu filosófico puede m antener tal clase de dua­
tido, la filosofía de santo Tomás se acerca más al pensam iento de lismo. Ya vim os que san A gustín no podía aceptar la presencia
san Francisco de Asís, su contem poráneo, que al del filósofo grie­ de dos principios, el bien y el mal. Todos los filósofos, de Platón
go. Si san Francisco predica a los pájaros, si uno de sus apóstoles a Bergson, pasando por A ristóteles, san Agustín, santo Tomás.
hace que los peces salgan del agua para rogar a Dios su creador,
santo Tomás insiste sobre la presencia de un m undo sensible que, 56 Las obras más im portantes de santo Tomás son: De ente el essentiu, trabajo de
com o los pájaros a san Francisco, habrán de conducirlo a Dios. juventud de una indudable im portancia filosófica; la Summa contra gentiles, dirigida a
la conversión de los infieles; la Summa theologica dirigida a la enseñanza de los frailes
dom inicos; los tratados De veritate (De la verdad), De potentia (De la potencia). De
54 G. K. Chesterton, Samo Tomás de Aquino, trad. de H. Muñoz, Espasa-C alpe, Bue­ regimine principuni (Del régim en de los príncipes). De nmlo (Del m al), De unitate
nos Aires 1940, p. 52.
intellectus (De la unidad de la inteligencia). E scribió, adem ás, com entarios a A ristó­
55 “Santo Tomás no reconcilió a Cristo con Aristóteles; reconcilió a Aristóteles con teles y a las Sentencias de P edro L om bardo, filósofo del siglo X I I com entado por los
Cristo” (ib id .,p . 20).
grandes pensadores del siglo X I I I .
164 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 165

D escartes o Hegel, han pensado, im plícita o explícitam ente, En una palabra: las ciencias hum anas tienen por base y funda­
que conocer es unificar. En santo Tom ás no existe una d icoto­ m ento la razón hum ana y alcanzan hasta donde pueda alcanzar
m ía entre la fe y la razón, entre los datos sobrenaturales y los esta hum ana razón; la ciencia sagrada o teología tiene su origen
datos naturales. Lo que santo Tom ás intenta desde las prim e­ en la ciencia que Dios m ism o tiene en su propio ser y es, por lo
ras páginas de la Sumiría theologica y en todo su tratado D e la tanto, ciencia revelada. Tales son los distintos tem as de estas cien­
verdad, es precisam ente establecer un claro deslinde entre dos cias diferentes. En cuanto a su objeto, la fe lo tiene puesto en la
cam pos distintos, pero com patibles, y m ostrar cuál es la región persona de Dios; la razón, en las creaturas y en éstas en cuanto
que concierne al conocim iento racional y cuál es la región que conducen al conocim iento de Dios. La prim era es conocim ien­
corresponde al conocim iento por el cam ino de la fe. C laro es to directo y com pleto; la segunda es conocim iento indirecto y
que en algunos casos habrá verdades a las cuales solam ente lim itado por cuanto nuestra razón es finita.
pueden alcanzarse por la vía de la fe. Así. santo Tom ás piensa El conocim iento filosófico, centrado en la razón, habrá de co ­
que no existen pruebas racionales absolutas del m isterio de la m enzar con aquello que m ás a m ano tiene la razón hum ana.
T rinidad o del origen del m undo. O tras verdades, com o las de Y aquello que nos es m ás cercano, aquello que se nos presenta
la lógica o de la m etafísica, pertenecerán m ás claram ente al constantem ente a la observación de todos los días es el m undo
cam po de la razón. P ero en m uchos casos seguirán siendo v á­ sensible. De éste parte santo Tomás, com o partió Aristóteles, para
lidas las dos sentencias de san A nselm o y de san A gustín: la llegar a conclusiones de orden m etafísico. Y es que para santo
razón va en busca de la fe; la fe va en busca de la razón. La fi­ Tom ás, los universales están antes de la cosa tan sólo en la m en­
lo so fía tom ista es la tentativa por esclarecer no sólo los lím ites te de Dios y existen en la mente hum ana después de la cosa. Es
de la fe, no sólo la esfera de la razón, sino los contactos posi­ decir, santo Tomás piensa que las ideas que tenem os las adquiri­
bles y com patibles entre lo racional y lo suprarracional. N adie mos m ediante la experiencia sensible. Pero ello no debe llevar­
com o el m ism o santo Tom ás ha dicho claram ente cuál era su nos al error de pensar que santo Tomás fue un nom inalista. Si
p ropósito al establecer esta relación entre el pensam iento ra ­ podem os llegar a ideas abstractas sobre las cosas es porque las
cional y los datos de la fe: cosas son entes reales o, si se quiere, porque en el m undo existen
verdaderas sustancias individuales constituidas por la unión de
La doctrina sagrada es ciencia; pero debe saberse que hay dos form a y m ateria en un ser existente. Nuestras ideas se obtienen
clases de ciencias. Las unas se fundan en principios que se co­ por medio de la experiencia de sustancias individuales -e sta mesa,
nocen por las luces de la razón: como la aritmética, la geome­ aquel árbol o aquella estre lla - y m ediante un proceso de abstrac­
tría y otras análogas. Las otras descansan sobre principios que ción logram os form am os nociones universales acerca de todas
no se conocen sino con el auxilio de una ciencia superior; así el las m esas, lodos los árboles, todas las estrellas: el espíritu hum a­
dibujo toma sus principios de la geometría, y la música debe los no escoge las cualidades sim ilares entre seres sim ilares y alcanza
suyos a la aritmética. Y en este sentido la doctrina sagrada es una a dar definiciones universales que se aplican a todos los seres de
ciencia; porque procede de principios que son conocidos por
una m ism a especie. Razonar es, así. llegar a entender la profun­
medio de las luces de una ciencia superior, que es la de Dios y
los bienaventurados. Por consiguiente, así como la música acep­ da unidad que presentan seres a la vez sim ilares y diversos: es
ta los principios que le suministra la aritmética, del mismo mo­ llegar a saber que todas las piedras coinciden en un núm ero
do la enseñanza sagrada acepta los principios que le han sido preciso de cualidades que nos perm iten hablar, en form a general,
revelados por Dios.57 de la piedra.
A hora bien, aunque santo Tomás sentía una atracción y un
am or sim ilar al am or franciscano por las cosas de este mundo,
57 Santo Tomás, Summa theologica, t. 2. veía tam bién que en todas ellas existe una relación constante de
166 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 167

acto y potencia. Las cosas de este mundo, tem porales, pasajeras, y san Anselm o, y la últim a ya en las obras de Platón y tam bién de
cam biables, no acaban de explicarse por sí mismas. En otros tér­ Aristóteles. Ello no debe llevamos a creer que santo Tomás carez­
m inos, las creaturas de este m undo se le m ostraban siem pre com o ca de originalidad. Por una parte la presencia de las argum entacio­
creaturas dependientes, y muy específicam ente dependientes de nes del pasado dentro de su obra lo sitúa claram ente dentro de este
un creador. Y este paso de la creatura al creador no podía ser un género de pensam ientos sintéticos que hemos llam ado summae;
paso aristotélico, puesto que Aristóteles nunca concibió a Dios por otra parte las pruebas de santo Tomás están claram ente m ati­
m ás que com o un m otor inm óvil en el cual no existe fuerza crea­ zadas de manera personal cuando vemos que todas ellas conducen
dora alguna. Este paso de la creatura al creador aparece, com o de las creaturas existentes al creador de ellas y cuando nos dam os
hem os visto, en las obras de san Pablo y de san Agustín y es un cuenta de que proceden de los efectos para llegar a la causa.
paso em inentem ente cristiano. Pero si en toda filosofía cristiana Sería inútil repetir aquí un m ecanism o racional que ya hem os
las creaturas rem iten a Dios, la novedad de la filosofía tom ista encontrado en otros filósofos. Recordem os, sin em bargo, que la
reside en que no trata de deducir la existencia de las creaturas prueba por el m ovim iento concluye en la existencia de un prim er
de la existencia de Dios, sino más bien, por lo contrario, trata de m otor después de considerar que es im posible adm itir la existen­
pasar de los efectos a la causa, del m undo sensible al m undo inte­ cia de un núm ero infinito de series m óviles; la prueba p o r la
ligible. Tal es de hecho, el plan m ism o de la obra más im portante causalidad concluye en la existencia de una prim era causa por el
de Tomás: la Sum a teológica. En ella santo Tomás trata, prim e­ m ism o motivo: la que se basa sobre las nociones de lo contingen­
ro, de la existencia de Dios; pasa, en segundo térm ino a discutir te y lo necesario nos dice que las creaturas, seres contingentes no
la naturaleza divina y concluye con los problem as de la relación pueden existir por sí m ism as y que lo contingente -a q u ello que
entre D ios y el hom bre y entre los hom bres situados en un m undo es, pero que podría dejar de s e r- sólo adquiere sentido m ediante
social y político. Dios: la prueba por los grados de perfección nos conduce de aque­
llos seres menos perfectos, com o la piedra o el metal, a los seres
más y m ás perfectos en la jerarquía de las cosas: del m ineral a la
La existencia de Dios planta, de la planta al anim al, del anim al al hom bre. M ediante
ella concluye santo Tomás que la m ism a presencia de diversos
En la ordenación de sus problem as, el prim ero es para santo To­ grados de perfección en las cosas debe conducir a la existencia de
m ás el de la existencia de Dios. Y lo es porque la existencia de un criterio real de perfección que es Dios: por últim o, la prueba
Dios no es para él evidente por sí m ism a com o parecía serlo para m ediante el orden del universo nos hace ver que las creaturas, y
san A gustín o para san Anselm o. Esto equivale a decir que no se principalm ente las creaturas inconscientes com o las plantas o los
puede deducir la existencia de Dios de ideas privilegiadas que el anim ales, tienden a realizar su propio fin. A hora bien, nada hay
hom bre tiene en su conciencia sino que debem os llegar a ella en ellas mismas que las conduzca a pensar en un fin. puesto que en
m ediante puntos de partida bien anclados en la experiencia. Estos ellas no hay conciencia. Dios es así concebido com o el ser abso­
puntos de partida son cinco series de hechos que dan lugar a las lutam ente perfecto que es tam bién la causa final de todas las fina­
célebres cinco “vías” o cinco pruebas de la existencia de Dios: el lidades inintencionales que encontram os en las creaturas.
hecho del m ovim iento, el de la causalidad, el de la relación entre Sin duda estas pruebas presentan problem as para el lector de
lo contingente y lo necesario, el de los grados de perfección y el nuestros días. La prim era y la segunda pueden, incluso, parecer
del orden del mundo. contradictorias. ¿C óm o es que santo Tom ás sostiene que no se
Es claro que ninguna de estas pruebas es del todo original. La puede probar que el m undo tiene un com ienzo y al m ism o tiem po
prim era y la segunda aparecen en Aristóteles, la tercera en Avice- parece probar en estas dos vías que puesto que no hay una serie
na, la cuarta en buen núm ero de filósofos, entre ellos san Agustín infinita de m ovim ientos o una serie infinita de causas, el m undo
168 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 169

ha de ten er un principio? C aben dos respuestas a esta pregunta. en esta duda -c u rio s a d u d a - pero tam bién puede co m p ren d er la
La prim era es que la fe -siem p re p rim e ra - enseña que el m undo prueba de santo Tom ás si es capaz de situarse h istó ricam en ­
ha sido creado y que por lo tanto tiene un principio. Pero esta te en la época de santo Tomás.
respuesta es incom pleta y poco eficaz puesto que en el punto Las pruebas tom istas nos han m ostrado que los efectos condu­
que discutim os, santo Tom ás no quiere hacer entrar la revela­ cen a la causa, que el m undo sensible conduce al m undo inteligi­
ción. C u alq u iera que exam ine las pruebas con algún detalle, ble, que el medio ser de las cosas de este m undo solam ente ad­
verá que santo Tom ás no quiso decir, cuando negaba una serie quiere sentido si se refiere a la existencia de un ser absolutam ente
infinita de causas, que el m undo tuviera un principio o que no real. Hemos convenido en llamar Dios a este ser absolutamente real.
lo tuviera. Su idea seguía siendo que la creación del m undo es Cabe ahora preguntarse cuál es la naturaleza de Dios.
cosa que no se puede probar. ¿C óm o explicarse el verdadero
sentido de las prim eras dos pruebas? Lo ha expresado con to­
da clarid ad E tienne G ilson cuando dice, refiriéndose a la prue­ La naturaleza divina
ba p or el m ovim iento y. por im plicación, a la prueba por la
causalidad, que lo único que q uiere establecer es que “en el Preguntarse cuál es la naturaleza de Dios parece requerir una res­
universo actualm ente dado, el m ovim iento actualm ente dado puesta com pleta y clara acerca de esta naturaleza. No lo cree así
seria in inteligible sin un m otor prim ero que, en el presente, sea santo Tomás. Ya en las pruebas que acabam os de recordar es evi­
la fuente de m ovim iento para todas las cosas” .58 Lo que santo dente que el paso de la creatura al creador es un paso de los seres
Tom ás afirm a, y la tercera prueba viene a sostener el m ism o finitos al ser infinito. Santo Tomás sostiene precisam ente que por
punto de vista y a afianzarlo, es que la creación divina es un ac­ vías naturales - e s decir, vías puram ente racio n ales- el hom bre no
to presen te en todos los m om entos y necesario no solam ente en puede tener una idea com pleta del ser de Dios. ¿C óm o podría el
un p rin cip io sino en cada m om ento del desarrollo del m undo. ser finito tener una idea adecuada del ser infinito? El conocim iento
Si se quiere usar un lenguaje m ás teológico que filosófico, d i­ que los hom bres tengan de D ios será necesariam ente incom pleto.
ce santo Tom ás que D ios es un ser providencial que interviene Siem pre que queram os em plear los argum entos de la razón sola­
a cada m om ento en el destino de las cosas sensibles de este m ente tendrem os un conocim iento verdadero de Dios por vías
nuestro m undo. ¿S ería m ucho pedirle al lector que viera en es­ indirectas. Las dos vías indirectas que pueden dam os u n a idea in ­
ta id ea de un Dios providencial la verdadera originalidad de las com pleta de la naturaleza infinitam ente rica de Dios son la vía
pruebas tom istas? Y en efecto. A ristóteles o sus discípulos ára­ negativa y la vía atributiva o analógica. Por la prim era sabrem os
bes pensaban que Dios era un ser desinteresado del m undo, o, lo que Dios no es. Sabrem os, si nos atenem os a las pruebas de la
por d ecirlo con ellos, un m otor inm óvil, un pensam iento que se existencia, que Dios es causa absoluta, necesaria, perfecta y fin
piensa a sí m ism o. El Dios cristiano de santo Tom ás es un Dios últim o de todas las cosas. Es decir, sabrem os que no tiene los
que está constantem ente vinculado a su obra creada. En cuanto atributos de aquellas cosas que solem os considerar com o seres.
a la cu arta prueba es necesario reco rd ar que para los griegos Dios no es así, im perfección, y si adm itim os que Dios es un ser
com o para los hom bres de la Edad M edia existía realm ente una perfecto com o ningún otro ser puede serlo, sabrem os tam bién que
jera rq u ía de seres m ás o m enos perfectos. Puede que m uchos es bondad suprem a, y que es poder absoluto. Pero adem ás de las
espíritus m odernos se nieguen a ad m itir esta jerarquía. En m u­ vías negativas, santo Tomás piensa, com o el A reopagita, que po­
chos espíritus m odernos se presenta la duda de si el hom bre es dem os atribuir a Dios, m ediante una analogía, todo aquello que
o no su p erio r a la piedra. Puede el hom bre m oderno quedarse nos parezca perfecto en las creaturas. Así. Dios será inteligencia,
pero suprem a inteligencia, y será voluntad, pero voluntad supre­
58 É tienne G ilson, Le Thomisme, Vrin, París, 1947, p. 96. ma, y será vida, pero vida absoluta.
170 Introducción a la historia de la filosofia Cristianism o y Edad M edia 171

No es necesario considerar todos los atributos de la naturaleza El hombre


divina para ver cóm o están a una distancia infinita de nuestro
conocim iento racional y cóm o nos ofrecen la idea de un Dios La psicología de santo Tomás, al igual que su filosofía de la natu­
que concuerda perfectam ente con la idea cristiana de la divini­ raleza, se acerca a la filosofía aristotélica. Com o Aristóteles, pien­
dad. Tai vez el más propicio de los atributos divinos para precisar sa santo Tomás que el alm a hum ana está com puesta de diversos
el segundo punto, es el de la vida. Ningún filósofo griego hubiera grados (vegetativo, nutritivo, motriz, intelectual pasivo e intelec­
podido pensar en un Dios vivo y encam ado. Para el pensador tual activo). A diferencia de Aristóteles, sin embargo, santo Tomás
cristiano la vida debe atribuirse a la divinidad, puesto que sin ella considera que el alm a hum ana es inm ortal y que esta inm ortali­
Dios sería im perfecto y resultaría inexplicable un Dios que se dad no es algo puram ente im personal, sino, al contrario, una in ­
hace hom bre para venir a salvar a los hombres. m ortalidad de cada una de las alm as humanas.
Igualm ente original es la idea de Dios com o ser inteligente. M ucho más original es la doctrina tom ista del hom bre en cuan­
C onsiderem os, pongam os por caso, la filosofía de Plotino. Para to se refiere a la moral privada y. sobre todo, a la moral pública, a
Plotino. el uno estaba más allá de todas las determ inaciones y, la m oral social.
por lo tanto, más allá de toda inteligencia. La inteligencia era la Suele decirse que la costum bre es una segunda naturaleza. Y
prim era em anación del ser divino. No así para san A gustín quien esto es precisam ente lo que pensaba santo Tomás cuando afirm a­
integraba el m undo platónico de las ideas o el m undo plotiniano ba que el habitus es un accidente, pero el accidente que más se
de los inteligibles en la naturaleza de Dios y consideraba que aproxim a a la sustancia. El hábito es el elem ento dinám ico del
estas ideas eran, al m ism o tiem po, las ideas que Dios se hacía alma, lo que nos conduce de estado en estado, lo que nos lleva de
de las cosas y los m odelos o esencias últim as de todas las co ­ una form a de ser a otra form a de ser. Son m uchos los estados que
sas. Igual calidad paradigm ática les otorga santo Tomás. Esta en el curso de nuestra vida vienen a añadirse a nuestra personali­
coincidencia con san Agustín, a pesar de las diferencias que se dad. Todos estos estados acaban por form ar una m anera de ser.
encuentran en un filósofo que, com o A gustín deduce el efecto de En térm inos más m odernos podríam os decir que tenem os, desde
la causa, y un filósofo que, com o santo Tomás, induce la causa a que nacem os, un carácter, pero que poco a poco vamos form án­
partir de los efectos, nos hace ver una vez m ás que santo Tomás donos una personalidad. Esta personalidad puede estar form ada
es. adem ás de pensador original, del género de pensador que rea­ por una serie de experiencias o costum bres que nos disponen a una
liza una verdadera síntesis de todas las aportaciones y todos los buena acción, es decir, a una acción que concuerda con la razón.
acarreos que han ido acum ulándose en el curso de la historia. Cuando nos acercam os a los hábitos del bien som os virtuosos:
La gran originalidad de santo Tomás consistió siem pre en saber cuando de ellos nos alejamos, somos viciosos. Naturalmente, algu­
tom ar de la tradición todo aquello que le pareció útil para una nas de estas costum bres son provisionales. Así, entre las virtudes
concepción total de la filosofía. Ello no quiere decir, naturalm en­ intelectuales, la ciencia. Otras en cam bio son virtudes perm anen­
te. que santo Tomás recogiera tocio lo que los filósofos pasados tes que perm anentem ente nos inclinan hacia el bien. Tal la sabi­
habían aportado. Significa m ás bien todo lo contrario. Su sínte­ duría. Cuando santo Tomás nos habla de las virtudes está hablando
sis im plica una cuidadosa elección de aquello que en el pasado el lenguaje m ism o de la últim a de sus pruebas de la existencia de
le parece válido para integrar un sistem a filosófico a la vez com ­ Dios. ¿N o nos decía en ella que todos los seres tienden a su fin v
pleto y abierto. C om pleto por cuanto es capaz de integrar en que tienden hacia él porque este fin es el ser de Dios? ¿N o nos
un sistem a todo lo que es válido: abierto porque, siem pre a dis­ decía también que el ser de Dios es el ser absolutamente perfecto y
tancia in fin ita de su creador, santo Tom ás es esencialm ente absolutam ente bueno? Esta segunda naturaleza que es nuestro
un filósofo de la m odestia que nunca piensa tener en sus labios hábito, si está bien dirigida, habrá de conducirnos a la sabiduría y
la últim a palabra. la sabiduría no es otra cosa que el conocim iento del bien.
172 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 173

El bien es, en parte, asequible por los hom bres aislados. Pero hace participar en la ley divina: tal es la ley natural; otra, la que
un hom bre nunca vive totalm ente aislado de los dem ás hom bres. cada país, cada ciudad, cada civilización desarrolla por uso y cos­
La virtud se realiza, en últim a instancia, dentro del cuerpo de la tum bre. Si la prim era es el carácter de toda ciudad hum ana, la
sociedad. El bien particular de cada uno de los hom bres no es un segunda es, siguiendo nuestra m etáfora, su personalidad. Tal es
bien plenario si no se realiza de acuerdo con el bien com ún de la ley positiva que los hom bres han adquirido por convención,
todos los hom bres. Y no es que el hom bre sea un ser social tan costum bre y hábito. Bien dirigida, la ley positiva puede llegar
sólo por definición. Lo es por creación divina y lo es porque tiene a coincidir con la ley natural: pero esta coincidencia no es una
que realizar -b ie n particular dentro del bien c o m ú n - la m áxim a necesidad absoluta.
cristiana del amor. C onsiderem os el ejem plo de la propiedad privada. Es claro que
En nuestra vida, los actos que realizam os se producen en una santo Tomás, habitante de un m undo que se organiza en tom o a
sociedad que depende de una ley. ¿C uál es el significado de la la propiedad feudal y a los sistem as nacionales cada vez m ás pre­
ley? Estos actos se realizan tam bién en el ejercicio del poder por cisos. no podía tener la m ism a actitud radical de m uchos de los
parte de aquellos -príncipes, sabios o p u eb lo - que tienen por fin prim eros padres de la Iglesia hacia la propiedad. De hecho no la
poner en práctica las leyes de un Estado. ¿Cuáles son las condi­ condena por intrínsecam ente m ala com o lo hicieron, en su época,
ciones del ejercicio del poder? La vida social depende de una san A m brosio o san Agustín. Lo que dice santo Tomás acerca de
regla y de una aplicación de esta regla. A las reglas sociales y a la propiedad privada es bien claro. Por derecho natural, es decir,
sus aplicaciones dirigirem os ahora nuestra atención. por derecho de la razón, la propiedad privada no tiene verdadera
razón de ser. Por este m ism o derecho natural todo lo que hay en
el m undo es del uso de todos los hom bres. P or otra parte, y ahora
La ley a la ley del derecho positivo, existe la costum bre de la propiedad.
Y es desde este punto de vista que santo Tomás considera que la
C uando santo Tomás em plea la palabra ley no se refiere siem ­ propiedad, establecida por convención entre los hom bres, es bue­
pre a un m ism o objeto. En su form a m ás general “la ley es cierta na m ientras no convierta el uso en abuso. La propiedad privada
m edida y regla de los actos, según la cual es inducido alguno a es, por otra parte, útil. Si la propiedad fuera com ún a todos, nadie
obrar o retraerse de hacerlo” .59 L a ley es, en prim er térm ino, una se consideraría responsable de nada. Los negocios de este m undo
regla para la acción. Pero esta regla existe en varios niveles. En funcionan m ejor si existe un responsable y solam ente se sentirá
su form a m ás alta la ley es la regla eterna que Dios ejerce en su alguien responsable si posee aquello por lo cual debe responder.
gobierno del m undo creado. Dios, creador, es tam bién supre­ A sí, por uso y costum bre, la propiedad es útil. En cuanto a nues­
m o legislador del m undo. De ahí que para santo Tomás si la tro juicio de la propiedad privada dentro del m arco del derecho
ley es im portante en cuanto se refiere a la cosa pública, a los positivo que le corresponde, santo Tomás se lim ita a aclarar que
negocios de la ciudad hum ana, es absolutam ente esencial si será m ala siem pre que lleve a acum ulaciones ilícitas, siem pre
la consideram os, siguiendo la prueba por la causa final, com o el que el propietario m anifieste su egoísm o y no sepa utilizar su
orden divino del universo. En este sentido la ley hum ana es, “la propiedad para el bien com ún. Por lo que se refiere al gobierno de
participación de la ley eterna en la creatura racional”.60 Pero ha­ una ciudad o de una nación, santo Tomás coincide con A ristóte­
blar de una ley hum ana de m anera general es una falacia. Existen les en pensar que no existe ningún Estado verdaderam ente ideal.
dos leyes hum anas. Una, la que nos otorga la razón, la que nos A unque a veces parece inclinarse por la m onarquía, considera
que el m onarca, igual que el propietario, debe serlo para el bien
59 Sanio Tomás, Summa tlieologica, XC. 21.
de la com unidad. No existe, para santo Tomás, derecho divino de
60 Ibid., X C I , 2 . los príncipes. Podríam os coincidir con Jacques M aritain al consi-
174 Introducción a la historia de la filo so fia Cristianism o y Edad M edia 175

derar que, sea cual sea el tipo de gobierno de un país, santo To­ en su tiem po, la de santo Tom ás acoge los acarreos del pasado.
más piensa que ha de ser dem ocrático. Pero m uy pronto este sistem a arm ónico habrá de dispersarse
En sus ideas acerca del conocim iento, santo Tomás sostenía en pensam ientos individualizados. El R enacim iento está a la
que éste proviene de la experiencia y lo adquirim os m ediante un vista y con él una nueva era que tratará de aportar sus propios
proceso de abstracción. A lgo sem ejante ocurre con el gobierno frutos y acabará por realizar sus propias sum m ae. De hecho esta
de un país. El rey. los gobernantes, sean cuales sean, sólo lo son n u ev a v isió n del m undo e s tá ya p arcialm en te p resen te en
verdaderam ente si representan al pueblo y gobiernan al servi­ el interés que santo Tomás dem uestra por la creatura y por la ex­
cio del bien de la com unidad. C om o Juan de Salisbury, santo periencia. M ás lo estará aún en las obras de sus contem porá­
Tom ás sostiene que el pueblo tiene derecho a elegir a su gober­ neos com o Roger Bacon y R obert Grosseteste. o de sus inm edia­
nante y de sustituirlo por otro en caso de que éste no gobierne tos sucesores com o Duns Escoto y, ya en el siglo x iv . Guillerm o
para todos. Im porta m enos el tipo de gobierno que exista en de Ockham .
un país que la form a en que este gobierno ejerza el poder. Si
lo ejerce tiránicam ente gobernará sobre esclavos y no será ver­
d aderam ente un gobierno. Es de la esencia del buen gobernan­ El siglo xttl se inclina hacia la ciencia
te el m antenim iento de la ley y de los derechos de los ciu d ad a­
nos porque éstos, hom bres creados por Dios, son naturalm ente D urante el siglo x m ex istían principalm ente dos escuelas de
libres. filosofía: la de la U niversidad de París, inclinada a los tem as
Si ex istiera un gobierno ideal sería éste el que hiciera co in ­ teológicos y la de la U niversidad de O xford, inclinada a los te­
cid ir la ley con la ley de Dios. Tam bién en el gobernante ideal m as científicos, sin ab an d o n ar las cuestiones teológicas y m e­
ve santo Tom ás un guía hacia la felicidad eterna, siem pre que tafísicas.
se tenga en cuenta que la escuela de las creaturas racionales La escuela de Oxford desarrolló la ciencia desde la primera
es la libertad: “Hay que considerar, escribe, que los hijos de m itad del siglo xm . Los filósofos que allí enseñaban eran, en m u­
Dios son actuados por espíritu de D ios no com o esclavos, sino chos aspectos, neoplatónicos y agustinianos de tradición. Pero
com o personas libres. Se llam a en efecto libre a aquel que es eran tam bién hom bres preocupados por los problem as de la cien­
causa de sí” .61 cia naciente. Robert G rosseteste (ca. 1175-1253) que escribió un
Con la filosofía de santo Tomás llegam os a la síntesis m ás tratado sobre La luz o clel origen de las fo rm a s sostenía que el
co m p leta y m ás clara del pensam iento m edieval. Ya hem os universo se había form ado a partir de un punto luminoso. Co­
indicado que en su obra vienen a desem bocar, escogidas, filtra­ m o G rosseteste creía que la transm isión de la luz era instantánea,
das, adecuadas al conjunto del sistem a, las ideas de la m ayoría creyó tam bién que dado un punto lum inoso, éste se extendería
de los grandes pensadores cristianos del pasado y aun de los indefinidam ente en todas direcciones para form ar una esfera de
pensadores griegos y árabes. La síntesis tom ista recoge los fru ­ dim ensiones indefinidas. El universo, hecho de la naturaleza
tos y construye un todo arm onioso com parable por su paciente de la luz. debería ser estudiado m ediante la com binación de la
construcción, piedra sobre piedra, a las grandes catedrales del óptica y de la m atem ática, idea im portante que habrían de llevar a
siglo x m . Pero el siglo x m . que es sin duda un siglo de creci­ cabo los astrónom os del siglo XVI.
m iento, es tam bién un siglo de crisis. Em piezan a desenvolverse Roger Bacon (ca. 1220-1292) fue discípulo de Grosseteste.
nuevos sistem as de vida: la ciencia com ienza a ser uno de los pi­ Es probable que su interés científico proviniera del am biente que
lares del pensam iento occidental. Com o la obra de A ristóteles prevalecía en Oxford y de las enseñanzas de su maestro. C ientífi­
co. es en buena parte el Opus m ajus cuando se ocupa del proble­
61 Sanio Tomás, Suma contra gentiles, IV, 22. m a del conocim iento.
176 Introducción a la historia de la filosofía Cristianism o y E dad M edia 177

A dem ás de un conocim iento interior y de un conocim iento teo­ Obras de consulta


lógico que Bacon sigue considerando com o el conocim iento por
excelencia, existe un conocim iento más típicam ente científico C o p l e s t o n , Frederick, El pensamiento de santo Tomás, trad, de Eisa
que llegam os a obtener no ya por la autoridad de la fe sino por la Cecilia Frost, Fondo de Cultura Económica, México, 1960. [Bre­
razón y por la experiencia. viarios, 154.]
Al em pezar su obra. Bacon discute las causas del error. A su ______ , History o f Philosophy, vol. II, Newman, Westminster, 1955,
ver y entender éstas son cuatro: “ 7) el ejem plo de una autoridad pp. 136-210; 212-422.
frágil y mal asentada: 2) la larga duración de las costum bres: 3) la C h e s t e r t o n , Gilbert Keith, Santo Tomás de Aquino, trad, de H. Muñoz,
opinión del vulgo ignorante; y 4) el encubrim iento de la propia Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1940.
ignorancia en las dem ostraciones de una sabiduría aparente” .62 G il s o n , Etienne, Le Thomisme, Vrin, Paris, 1947.
N aturalm ente Bacon no se refiere a la autoridad religiosa cuando ______ . Saint Thomas d ’Aquin, Les Moralistes Chrétiens, París, 1941.
habla de “autoridad frágil y m al asentada” . Se refiere, muy con­ L eff, Gordon, Medieval Thought, Penguin, Harmondsworth, 1958,
cretam ente, a la pereza m ental de quienes aceptan algo com o ver­ pp. 168-254.
dadero sim plem ente porque ha sido dicho por sus antepasados. X ir a u , Joaquín, Obras de Joaquín Xirau, UNAM, 1963.
En el fondo Bacon afirm a que la base del error consiste en no
querer llevar a sus últim as consecuencias el espíritu analítico que
req u iere la ciencia y el querer substituir una falsa sabiduría
que proviene de la aceptación de las autoridades, las costum bres V. DOS PENSADORES FRANCISCANOS:
o los dichos del vulgo por la verdadera ciencia que ha de provenir sa nB uenaventura y R am ó n L lull
de la razón y de la experiencia. Desde el punto de vista de la razón,
las matem áticas son la ciencia fundamental ya que el “conocim ien­
to de esta ciencia prepara el espíritu y lo eleva a un conocim iento El pensam iento de los franciscanos no desconoce a Aristóteles.
cierto de todas las cosas” .63 Y no es que las m atem áticas sean tan Se inclina, sin embargo, a las fuentes agustinianas de la filosofía
sólo una form a de la disciplina, sino que gracias a ellas podrá dar­ m edieval. El pensam iento de san B uenaventura y la filosofía de
se un fundam ento verdadero a todas las otras ciencias. Al lado de Ram ón Llull constituyen dos grandes síntesis en una época de sín­
las m atem áticas sitúa Bacon las ciencias experim entales ya que tesis. Sin alguna referencia a ellas quedaría excesivam ente des­
“sin experiencia nada puede ser suficientem ente conocido” .64 poblado el paisaje del siglo xm .
¿Q uién no verá en estas ideas de B acon el antecedente lejano de
los pensam ientos que habrán de desarrollar en el siglo x v n un
D escartes o un Francis Bacon? San Buenaventura
Teólogo, R oger Bacon considera que la verdad se obtiene por
los cam inos de la teología y de la fe. Pero establece, en form a que “Entra, pues, en ti m ism o y observa que tu alm a se am a arden-
será definitiva en los siglos subsiguientes, que la ciencia debe tísim am ente a sí m ism a; que no se am ara si no se conociese;
tener sus m étodos específicos y que debe dedicarse, sin presu­ que no se conociera, si de sí m ism a no se recordase, pues nada
posiciones ni prejuicios, al estudio de las verdades universales entendem os por la inteligencia que no esté presente en nues­
de las m atem áticas y a los fenóm enos naturales de la experiencia. tra m em oria.”65 En esta frase de san B uenaventura queda clara
la relación con san A gustín. Puede verse en ella, al m ism o tiem -
62 R oger Bacon, Opus rnaius, I V . 1.
63 Loe. cit.
64 Ibid.. vi, 1. 65 San Buenaventura, Collationes in Hexaenieron, 7.
178 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 179

po, un com o resum en de una de las grandes filosofías m ísticas dicho, cree que es indubitable objetivam ente, pero que puede ser
que han existido.66 objeto de dudas personales, de dudas subjetivas. Sin em bargo, es
San B uenaventura (Giovanni Fidanza) nació en Toscana alre­ necesario pensar que todos los hom bres tienen una noción, por
dedor de 1217; sanó de muy niño gracias a las oraciones que su vaga que sea. de Dios existente. Lo que se puede pensar, se puede
m adre hizo a san Francisco, entró en la orden franciscana, de la enunciar; y en m anera alguna puede enunciarse que no existe Dios
cual tenía que ser el verdadero organizador intelectual, profesó sin enunciar sim ultáneam ente su existencia. En otras palabras,
en la Sorbona al m ism o tiem po que santo Tomás, intentó la unión para que tengam os una noción clara de la existencia de Dios debe
de las iglesias de Oriente y Occidente, fue obispo de A lbano y haber una noción de la existencia divina por vaga que esta noción
cardenal. M urió en 1274 durante el C oncilio de Lyon. sea.69 San Buenaventura acepta las pruebas de la existencia de
Pocas obras poseen una íntim a trabazón y profunda unidad Dios por el m ovim iento y por la finalidad, pero acepta sobre todo
de estilo y de pensam iento com o la de san Buenaventura. En él, -s in tener que aceptar que la idea de Dios sea clara y d istin ta- la
a sem ejanza de san Agustín, es difícil separar teología y filoso­ prueba de san A nselm o que más tarde habrá de reafirm ar también
fía aun cuando explícitam ente dice que la filosofía, fundada en Descartes: “Dios es aquello en cuya com paración nada puede pen­
la razón, term ina donde la teología, fundada en la fe, da com ien­ sarse mayor; mas lo que de tal modo es, que no es posible pensar
zo. La razón es lim itada; la fe ilim itada; de ahí que la filosofía, si que no exista, es m ás verdadero que aquello de lo que puede pen­
necesaria, nunca pueda ser absoluta. “La filosofía es el cam ino de sarse que no exista; luego, si Dios es aquello en cuya com para­
las otras ciencias, pero quien se detiene en ella cae en la oscuri­ ción nada puede pensarse mayor, no es posible pensar que Dios
dad.”67 C am ino de sabiduría, la filosofía tiene lim itaciones bien no exista” .7"
claras. La apertura al m isterio es, en esencia, un acto de fe; una fe Pero ¿cuál es este Dios que descubrimos en nuestra conciencia?
que es extrarracional, pero no irracional. Es, ciertam ente. Dios creador - y a que san A nselm o a diferencia
El pensam iento de san B uenaventura queda resum ido en la de santo Tomás cree que puede probarse la creación del m undo-,
m ism a idea de “itinerario” ; itinerario del alm a hacia Dios. Y es, principalm ente el verbo. Hay en D ios pensam ientos acerca
este itinerario es posible gracias a la presencia de Dios en el uni­ del m undo; hay en Dios arquetipos de las cosas. Estos arqueti­
verso que es “resonancia” de Dios y que es “vestigio” de Dios y pos son com o los “ejem plares” de los cuales el m undo y los hom ­
que es um bra D ei (som bra de Dios). bres son la im agen, los vestigios, las resonancias. Dios es la
Dos vías quedan abiertas para el conocim iento de la divini­ causa ejem plar del mundo, causa ejem plar a la cual nos asem eja­
dad: el m undo y el alma. Por el m undo sabem os que Dios creador m os. aunque no de m anera unívoca ya que si nuestra sem ejanza
existe, porque en el m undo las creaturas proclam an a Dios y esta fuera unívoca seríam os Dios, y el m undo sería a la vez Dios m is­
proclam ación entra por los “cinco sentidos” que son com o “cinco m o y mundo, m odelo y copia. Ahora bien este m odelo ejem plar
puertas” por donde llegan a nosotros no las sustancias de las co­ que es Dios se realiza en la palabra y esta palabra que es una
sas sino sus “sem ejanzas” .68 Pero si el m undo -c o m o los peces de en Dios se vuelve plural y m últiple entre los hom bres. Acercarse
san F ran cisco - revela la existencia de Dios, más claram ente la a Dios es buscar, más allá de las palabras plurales, la esencia m is­
revela el alm a hum ana si en ella nos adentram os. m a incam biable y viva de la palabra, del verbo. El itinerario del
No cree san Buenaventura, com o lo creyeron san A gustín o
san A nselm o, que la existencia de Dios sea indubitable. O, m ejor
69 Karl Rahncr, teólogo contem poráneo, ha hablado de un cristianism o anónim o. En
este sentido, todos los hom bres son cristianos en potencia. De la m ism a m anera, para
1,6 Las obras principales de B uenaventura son Itin e ra rio de la mente a Dios.
san Buenaventura, todos los hom bres tienen una noción, a veces vaga, p ero noción al
Breviloquio. Collationes in Hexaemeron y Sobre el misterio de la Trinidad.
fin y al cabo, de Dios.
61 San Buenaventura. Itinerario de la mente a Dios, ni, 2.
7J San Buenaventura. Sobre el misterio de la Trinidad, 1.1,22. Esta prueba anselm iana
m Ibid., I I . 3 - 4 .
presupone m ás claram ente a la fe en san B uenaventura que en san Anselm o.
Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 181
180

hom bre se hace en el verbo com o m odelo y causa ejemplar; se ha­ ginalidad en las obras m ísticas de Llull. Im porta señalar, m ás que
ce, en esta vida m ortal, por Cristo: este sistem a, tres aspectos de la filosofía luliana.
Toda la obra de Llull está al servicio de una doble misión:
Esta subida, en efecto, es la caminata de tres jornadas en la soledad; unidad cristiana, conversión de los infieles. El instrum ento prin­
ésta es la triple iluminación de un solo día; y ciertamente, la prime­ cipal de esta conversión es la lógica luliana. Es indudable que
ra es como la tarde; la segunda, como la mañana, y la tercera, como el Llull sigue la silogística de A ristóteles; no lo es menos que trata
mediodía; ésta dice respecto a la triple existencia de las cosas, esto de fundar una com binatoria universal que Descartes no llegó a
es, en la materia, en la inteligencia y en el arte eterno, según la cual entender y que Leibniz consideró com o el origen m ism o de su
se dijo: Hágase, hizo y fue hecho; esta, dice asimismo, relación a las com binatoria. Y no es que Llull se propusiera fundar una lógica
tres sustancias que hay en Cristo, escala nuestra, como son la corpo­ pura; quería fundar una lógica que le sirviera tanto com o “arte” de
ral, la espiritual y la divina.71
interpretar la revelación, com o “arte” para enseñar a los incrédu­
los. M uy ligada a la lógica luliana está tam bién su concepción de
un Estado cristiano universal, idea que habrá de reaparecer, ba­
Ram ón Llull
jo form a m onárquica, en Dante. Llull propone un Estado funda­
do en el poder del papa y en el gobierno del colegio cardenalicio.
Ram ón Llull nació en M allorca alrededor de 1235. De estirpe
C ada uno de los cardenales será un apóstol; cada uno de ellos se
catalana, es paje del rey a los catorce años y se entrega a una vida
ocupará de un grupo de fieles; cada uno de ellos se regirá por
disipada que sólo vendrá a frenar su conversión a los treinta años
el único principio de la caridad. La “utopía cristiana” de Ram ón
de edad. Franciscano, escribe poem as trovadorescos, funda el m o­
Llull se presenta com o el germ en del pensam iento hum anista
nasterio de M iramar. donde se hacen estudios en árabe, catalán
que habrán de desarrollar en España, Vives, y en M éxico, Vasco
y latín. Varias veces viajero a Rom a, donde quiere convencer al
de Quiroga; del mismo pensamiento que dará lugar a la Utopía de
papa de la necesidad de fundar un Estado cristiano, viaja tam bién
Tomás M oro.73 ¿Cuál es el fundam ento de esta teoría?; ¿cuál la
con frecuencia a Á frica com o misionero. M uere en 1316, lapidado
raíz de la sociedad cristiana? La respuesta a estas preguntas pue­
en la ciudad de B ugía.72
de encontrarse en la doctrina del valor.74
Es Llull una de las personalidades más com plejas de la Edad
C uenta Llull en Blanquerna que éste se encontró con un juglar
M edia. Lógico, poeta, fabulista, m ístico, m etafísico, novelista,
y que el juglar venía entristecido porque no había encontrado a
Llull dedica su vida a la búsqueda de la verdad y a una misión
Valor. C ontéstale B lanquerna que es posible que lo que el juglar
que es tanto tentativa de fundar un Estado universal com o inten­
llam a valor sea desvalor, m alicia y defecto. Cuando el ju g lar le
to de convertir a los infieles. No podem os aquí sino esbozar algu­
pide que defina el valor dice B lanquerna: “Valor es aquella cosa
nas de sus doctrinas principales.
por la cual es la utilidad y conservación contra el engaño y defec­
La m etafísica de Llull es claram ente agustiniana; lo es igual­
to” y. m ás adelante, afirm a que el valor es siem pre trino; im plica
m ente su filosofía del amor. Una y otra aparecen con vigor y ori­
los “valores terrenales”, implica los valores morales y, por fin, los
71 San B uenaventura, Itinerario de la mente a Dios, 1. 3.
valores religiosos. Valor es. en últim a instancia, am or a Dios.75
12 L as obras principales de Llull son: Blanquerna (novela didáctica que utilizarem os El valor -esen cia moral que solam ente volverem os a encontrar
en buena parte en este breve esbozo); el "Libre d ’Amic c A m at" (cántico m ístico en ver­
sículos que aparece en el Blanquerna)', Félix o el Libre de las nieravellas (fábulas y
73 No ha podido trazarse una influencia de Llull en los pensadores citados. R ecuér­
apólogos de intención m oral y religiosa); Libre de la conten/plació en Den (principal
dese, sin em bargo, que hasta el siglo XVU existió en U niversidad de S alam anca una
o b ra de filosofía m ística) y las dos "artes” [Ars magna y A rí brevis), en parte orígenes
de la lógica sim bólica m oderna. Sobre Llull. vid. Joaquín X irau, “ Vida y obra de R a­ “C átedra Raim undo Lulio".
m ón L lull", en Obras de Joaquín Xirau, Universidad N acional A utónom a de M éxico.
74 Vid.. Joaquín X irau, Vida y obra de Ramón Llull.
75 Ram ón L lull, Blanquerna, I I , l i v y l v , C olección C risol. A guilar, M adrid.
M éxico, 1963.
182 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 183

en la filosofía del siglo x x —es ya para Llull tanto arraigo a las ne­ de com paginar las enseñanzas del aristotelism o y del agustinis-
cesidades terrenales com o arraigo en el am or mismo. C ercano a mo. com o Duns Escoto, o quieren deslindar radicalm ente los cam ­
su m aestro de Asís, escribe Ram ón Llull: “Cantaba el pájaro en el pos de la fe y la teología de los cam pos de la razón y la ciencia,
vergel del Amado: vino el amigo y dijo al pájaro: 'Si no nos enten­ com o G uillerm o de Ockham .
dem os por el habla, entendám onos por am or; porque en tu canto El problem a más agudo de estos años difíciles es nuevam ente
se representa a mis ojos el A m ado’.”76 el de las relaciones entre la fe y la razón. En la filosofía de Duns
Escoto, el deslinde entre el objeto de una y de la otra va a ser ya
m ás radical que en santo Tomás. En Ockham será más que un
deslinde una verdadera separación, un divorcio profundo entre el
VI. E l f i n a l d e l a E d a d M e d ia : conocim iento por vía de revelación y el conocim iento por vía de
Juan D uns E scoto y G u il l e r m o d e Ockham la experiencia. No es que estos filósofos sean cientifistas o por lo
menos que lo sean esencialm ente. Ockham . el m ás radical de los
nom inalistas de la Edad M edia anuncia sin duda el pensam iento
El pensam iento medieval se prolonga hasta fines del siglo xiv. em pirista inglés de los siglos venideros: pero tam bién nos recuer­
C om o ninguna época histórica term ina en fechas definidas y pre­ da, en más de una ocasión, el pensam iento de algunos de los pri­
cisas, m uchos de los problem as de la filosofía m edieval vuelven m eros padres de la Iglesia cristiana. Su clara separación entre la
a encontrarse en pleno R enacim iento y aún en nuestros días. Nue­ razón y la fe obedece m ás a la necesidad de lim itar la razón para
vas ideas empiezan a presentarse en Dante y sobre todo en Petrarca dar plena libertad a la fe que a una necesidad de afirm ar el pensa­
-verdadero iniciador del hum anism o renacentista-, y existen cam ­ m iento racional contra los datos de la fe.
bios sensibles tanto en la vida religiosa com o en la vida social e Esta escisión del pensam iento en dos esferas ya sean diver­
intelectual. El papado está am enazado por divisiones internas y sas. com o en Duns Escoto, ya sean totalm ente distintas, com o en
durante más de un siglo su mismo destino parece incierto, primero Ockham . habrá de tener consecuencias radicales en el pensam ien­
cuando los papas se ven obligados por el poder político de Francia to ya puram ente racional de Descartes, ya puram ente em pírico de
a establecerse en Aviñón (1309-1377), y después en los largos años Francis Bacon. La intención de Duns Escoto o incluso de Ockham.
de querellas internas que habrán de conducir al Gran Cism a (1378- por una parte, y la de Descartes o Francis Bacon por otra es bien
1418). La nueva presencia de los Estados nacionales se levanta distinta. Tanto Escoto com o Ockham son radicales defensores de
com o una am enaza contra el poder temporal de los papas. Estos las creencias. D escartes o Bacon. sin renunciar a la fe, habrán
mismos Estados entran también en una de estas épocas que Toynbee de excluirla por com pleto del cam po de la filosofía y de la ciencia.
ha clasificado de tiem pos de conflictos, principalm ente notables
en las guerras entre Inglaterra y Francia, que se prolongan durante
todo un siglo, y las disensiones civiles sobre todo en Francia. Juan Duns Escoto
El últim o siglo y m edio de la Edad M edia, siglo ya de transi­
ción hacia la Edad M oderna, se caracteriza por su inquietud. No Juan Duns Escoto (ca. 1266-1308) nació en Escocia y tom ó el há­
por ello dejan de existir pensadores de prim era im portancia que. bito franciscano. De sus enseñanzas en París y en O xford surgie­
si com o santo Tomás o Bacon siguen en buena parte la filosofía ron sus obras más im portantes, las Collationes parisienses y las
aristotélica, se inclinan m uchas veces a form as casi puram ente Collationes oxonienses. C om entador de A ristóteles y de Porfirio,
neoplatónicas, com o en la m ística del m aestro Eckhart, o tratan Duns Escoto no viene a oponerse radicalmente al pensam iento to­
mista. Más cierto sería decir que lo m odifica por dentro y que, de
76 "Libro del amigo y el amado", en Blanquema, v, cvn. esta modificación, surge una filosofía a la vez m uy verdaderam en­
184 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y E dad M edia 185

te cristiana y muy claram ente personal. C ristiana en cuanto vuel­ Si aplicam os este principio a las pruebas de la existencia de
ve a afirm ar com o valores suprem os los de la caridad y del am or: Dios, verem os que Duns Escoto acepta la m ayoría de las pruebas
original en cuanto a su tentativa por definir los lím ites y las po­ tom istas, porque considera que los tres argum entos basados en
sibilidades del conocim iento y las relaciones entre el hom bre la causalidad, la perfección suprem a y el fin últim o de todas las
y Dios. cosas son posibles, es decir no-contradictorios y por lo tanto ver­
Duns Escoto sostiene que el pensador cristiano debe ser. al daderos. No así en lo que concierne a la primera prueba tomista,
m ism o tiem po, filósofo y teólogo, es decir, debe reunir los datos la del m ovim iento que santo Tomás consideraba com o la más
de la razón y de la fe. Pero esta reunión es sólo posible si el pen­ evidente de sus cinco vías. Y es que si el m ovim iento es contin­
sador sabe distinguir claram ente cuando lo que piensa llega a él gente, com o es contingente todo aquello que puede ser y no ser al
por la vía de la fe y cuando lo que argum enta se desarrolla por los mismo tiempo, todo argumento que se base en el movimiento ten­
cam inos de la razón. Hasta aquí no parece que el pensam iento de drá que ser contingente, es decir no será necesariam ente posible.
Duns Escoto sea radicalm ente distinto al de santo Tomás. Lo es, Llegam os así a una consecuencia im portante. A unque Duns
sin em bargo, en buena parte porque para Escoto la teología no E scoto com o santo Tom ás, base el conocim iento en la ex p e­
es, com o lo fue para el pensam iento tom ista, una ciencia. Si la riencia de los seres individuales, insiste m ás que santo Tom ás
teología debe conducirnos a la salvación es. ante todo, un cono­ en el valor de los principios puram ente racionales. La prueba
cim iento práctico, o, por decirlo con Duns Escoto, una sabidu­ de un argum ento no reside tanto en lo que nos dice la experien­
ría, más alta que todo lo que la ciencia pueda enseñarnos, pero cia com o lo que nos dice la razón acerca de las posibilidades de
al m ism o tiem po im penetrable por la razón pura. Con lo cual esta experiencia.
se dem uestra que la intención de Duns Escoto no es la de lim itar Es por ello que Duns Escoto vuelve a considerar el argum ento
la teología, sino antes bien, la de afirm ar que el conocim iento de san A nselm o sobre la perfección com o un argum ento válido si
teológico, el conocim iento por la fe, es el conocim iento m ás alto, se tom a no com o una dem ostración absolutam ente verdadera sino
el verdadero saber que está m ás allá de las ciencias, de la filosofía más bien com o una persuasión probable. Si la idea de la perfec­
y de la razón. ción existiera tan sólo en el intelecto, sería a la vez posible -e s
C om o santo Tomás. Duns Escoto em pieza por el conocim ien­ decir, no contradictoria en el in telecto - e im posible -e s decir,
to de lo particular. Sólo la experiencia puede ser la base de nuestro contradictoria en la realidad. Solam ente si esta idea es totalm ente
conocim iento. Pero el verdadero conocim iento racional, funda­ posible - s i además de ser una idea se refiere a un ser absoluta­
do en las creaturas singulares cuya singularidad les proviene no de m ente p erfecto - será una idea no-contradictoria, una idea verda­
la m ateria -p u e sto que ésta es indeterm inada- sino, com o en san dera. Lo cual no quiere decir que el argum ento de san A nselm o
A gustín, de la form a, es un conocim iento en el nivel intelectual. sea una prueba indispensable. Es una prueba que, lógicam ente,
Parte de las creaturas, pero se desarrolla en el cam po de la inteli­ tiene un sentido recto.
gencia abstracta. Por lo que acabam os de ver. Duns Escoto es a la M ás im portante aún es la idea que Duns Escoto se hace de
vez más individualista que santo Tomás y tam bién m ás raciona­ Dios y del alm a hum ana. Más im portante porque nos rem ite a los
lista. Más individualista porque piensa que los seres individuales orígenes m ism os del cristianism o y acentúa los valores de la
tienen su propia individualidad en su form a misma; m ás raciona­ creación y de la caridad. Esta idea queda afirm ada en Duns E sco­
lista porque piensa que el conocim iento debe basarse en la ley to cuando nos dice que tanto en Dios com o en el alm a hum ana lo
lógica de la posibilidad, si por posibilidad entendem os aquí no que caracteriza al ser espiritual es m ás la voluntad que la razón.
contradicción. El principio básico de la filosofía de Duns Escoto Dios crea porque así lo quiere su voluntad y crea com o su volun­
es precisam ente este principio de la posibilidad, principio que tad quiere que cree y en el preciso m om ento en que su voluntad
habrem os de encontrar nuevam ente en la filosofía de Leibniz. lo desea. Ello no significa que Dios cree irracionalm ente. Dios
186 Introducción a la historia de la filo so fía Cristianism o y Edad M edia 187

crea algo siem pre que no sea contradictorio. A hora bien, la vo­ anclar en la experiencia misma. Esta negación proviene del radi­
luntad es el espíritu dirigido al bien -to talm en te en Dios, lim ita­ cal nom inalism o de Ockham . Para él los universales no son nada
dam ente en el hom bre-. Con lo cual Duns Escoto quiere decim os real existente en un sujeto, sea en el alma, sea fuera del alm a, por­
que si Dios quiere algo por su voluntad, lo que quiere es bueno, que. si el universal es uno, ¿cóm o podría estar en las cosas que
ya que decir lo contrario, decir que Dios quiere algo porque es son varias? Si, por otra parte, el universal está en las cosas varias,
bueno sería lim itar a Dios y establecer el bien com o algo exterior ¿cóm o podría negar a ser uno? N uestras ideas que proceden de
a Dios m ismo. la experiencia nada tienen que ver con la experiencia sensible
Dios es así concebido com o un ser suprem am ente racional, que es siem pre particular. D e ahí que todas las especulaciones
infinito en sus esencias m ism as, una esencia que. si es ante todo m etafísicas sean para Ockham falsas. Lo son porque operan en el
voluntad y bien, es, por lo m ism o y antes que toda otra cosa, ver­ vacío, sin experiencia inm ediata, sin contenido para las ideas que
dadera caridad. se sostienen.
Si del nivel de la voluntad pura descendem os al hom bre, vere­ Podrá O ckham querer afirm ar la fe, podrá querer afirm ar la
mos que tam bién en él la voluntad es la últim a instancia de la experiencia de los seres particulares. Con él se diluye la m etafísi­
vida espiritual. Claro está que el hom bre es un ser inteligente y ca que fue la gloria más grande de la filosofía de la Edad M edia.78
un ser racional. Pero el verdadero m otor de sus actos será la vo­
luntad, una voluntad que. si es recta y se dirige al bien será tam ­
bién. en el nivel hum ano, verdadera caridad. Obras de consulta
Pocos filósofos han defendido la libertad hum ana, basada en
la voluntad m otriz de nuestros actos, com o Duns Escoto. Pero C o p l e s t o n , Frederick. History o f Philosophy, Newman, Westminster,
en el hom bre com o en Dios, la voluntad no es ni debe ser irracio­ 1955, vol. II, pp. 476-550; vol. h i , pp. 43-121.
nal. El hom bre intelige y piensa. Su inteligencia no es el m otor L e f f , Gordon, Medieval Thought, Penguin, Harmondsworth, 1958,
de sus actos, pero es, sin duda, la ocasión de que estos actos se pp. 255-303.
encaucen por los cam inos rectos. ORONÍ, Miguel, “Introducción”, en Obras del doctor sutil Juan Duns
Esta defensa de la libertad hum ana y de la creación divina co­ Escoto, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1960.
mo acto de caridad es el fundam ento de la doctrina de este filó­
sofo y teólogo que ya en su tiem po fue llam ado “el doctor sutil” .
Y su filosofía podría resum irse repitiendo con él: “La causa total
de la volición en la voluntad es la voluntad” .77

G uillerm o de Ockham

G uillerm o de Ockham (cu. 1285-1347/49) reduce todo el conoci­


m iento a los datos de la experiencia. Lo que no sea verificable
por experiencia o no provenga de la fe. deberá rechazarse co ­
mo tal. Éste es el sentido de lo que se ha llam ado la “navaja” de
O ckham : negar validez a todos los conceptos que no puedan
78 Con él inicia tam bién - y a pesar de é l - una nueva Filosofía escéptica cuyas co n ­
secuencias m ás claras se encuentran en el pensam iento de David Hume y en el de los
77 Juan Duns Escoto. Opus oxoniense. I. X. neopositivistas del siglo x x.
TERCERA PARTE

D e l R e n a c im ie n to a K a n t
I. R e n a c im ie n t o

La palabra R enacim iento indica ya de por sí una nueva actitud


de entusiasmo. Entusiasm o por las ciencias, las artes y las letras de
los antiguos griegos y rom anos: entusiasm o por los hechos natu­
rales y por la “bondadosa naturaleza” que Leonardo da Vinci de­
claraba digna de im itación constante: entusiasm o por el centro de
la naturaleza que es el hom bre. El R enacim iento es una épo­
ca que vuelve la cara al m undo clásico. Petrarca im ita a Cicerón y
quiere leer a Hom ero en aquella lengua griega que nunca alcanzó
a aprender del todo; M iguel Angel dirige excavaciones en busca
de m onum entos y estatuas clásicas; C osm e de M edici establece
la A cadem ia de Florencia en buena parte dedicada a revivir las
enseñanzas de Platón.
Pero esta época que se define por la expansión y el creci­
m iento es tam bién una época de dudas, de querellas teológicas y
de angustias y zozobras que se prolongan a lo largo de los si­
glos xv y xvi.
G iordano B runo habrá de escribir que el centro del universo
está en todas partes y la circunferencia en ninguna. Pascal, ya en
el siglo x v n , repetirá la m ism a idea precediéndola de la partícula
“espantable” ; “una esfera espantable, cuyo centro está en todas
partes y la circunferencia en ninguna” . La frase de Bruno es entu­
siasta; la de Pascal, que habrá de afirm ar tam bién que le aterra
“el silencio de estos espacios infinitos” , es angustiada y pesim is­
ta. Am bos son típicos del Renacim iento. Y es que si el hom bre,
autor de nuevos descubrim ientos cada vez más espectaculares,
siente llegado su m om ento y siente que algún día le será dable
descubrir la realidad entera de cuanto le rodea, siente tam bién
que estos m ism os descubrim ientos le dejan en un m ar de dudas
cuando se percibe náufrago en un m undo inm enso cuyo antiguo
centro y cuyas antiguas coordenadas estallan. Encontrado y per­
dido, el hom bre del R enacim iento pone sus esperanzas y sus du-
192 Introducción a la historia de la f i Io so fía D el Renacimiento a Kant 193

das en el corazón m ism o del h o m b re.Jju m anista en nm ghaso c a- que durará más de un siglo: la segunda, un im perio que prevale­
siones. es tam bién m uchas veces escéptico. A esta doble actitud cerá hasta fines del siglo x v m . Navegantes y exploradores, los
que a veces llega a encontrarse am biguam ente en una m ism a portugueses y los españoles abren el m undo al com ercio de Euro­
persona contribuyen los nuevos descubrim ientos geográficos y pa. El nuevo com ercio se planetiza. alcanzando prim ero las zonas
astronóm icos, la expansión científica, el crecim iento de una nue­ atlánticas y, más tarde, las zonas del Pacífico. Al redondearse la
va econom ía y el ensancham iento progresivo de la vida y el co­ Tierra se redondea tam bién la cultura que Europa ofrece al m un­
nocimiento. El hom bre renacentista vive con alegría de vivir, como do y que el Nuevo M undo descubierto por Europa devuelve a
si hubiera descubierto nuevam ente un fruto largam ente prohi­ Europa bajo nuevas form as, transform ando lo que de Europa re­
bido; vive tam bién con la zozobra natural de quien acaba de cibe. Los prim eros pasos son lentos: los portugueses descubren
descubrir nuevas posibilidades que se antojan infinitas. Entre la las islas M adeira en 1418; E nrique el Navegante coloniza las
Edad de O ro y el hecho cruento de las guerras religiosas, entre Azores en 1427; B artolom é Díaz llega en 1486 al cabo de B uena
la esperanza y la duda, el R enacim iento afirm a nuevam ente al Esperanza que, once años más tarde, habrá de doblar Vasco da
hom bre. Es im portante destacar con algún detalle, las nuevas Gama. El com ercio con Asia queda abierto por una nueva ru ­
coordenadas de esta vida que se hace m ás intensa y de estas nue­ ta que solam ente im piden las dificultades pronto vencidas de la
vas dudas que surgen de la m ism a intensidad de la nueva vida. navegación de altura. Venecia cede su m onopolio ante el nuevo
En otras palabras, es necesario definir las form as del hum anism o m onopolio de Lisboa.
del Renacim iento. Los españoles, por otra parte, se lanzan a cru zar el A tlántico
tanto en busca de nuevas riquezas com o en encuentros so rp ren ­
dentes de un Nuevo M undo. En 1492 C ristóbal C olón descubre
El crecimiento del m undo A m érica; poco después M agallanes y El C ano acaban de de­
m ostrar que la T ierra es redonda. Las riquezas de las tierras
Hasta aquí, la im agen de las esferas de Bruno y de Pascal han nuevas de A m érica llegan a E uropa a través de una E sp añ a que
sido más m etafóricas que reales. El crecim iento del m undo que no sabe organizarse com o sociedad capitalista y que es m ás
am bas im plican fue, a partir de la segunda m itad del siglo x iv , un lugar de paso del oro d escu b ierto que cen tro de u n a nueva
hecho visible y tangible. sociedad industrial, la cual saben inventar m ejor los pueblos
Tres ciudades m editerráneas -B arcelona, G énova y sobre todo del norte de Europa. Los viajes y la geografía han aum entado el
la aurea Venetia- habían dom inado el com ercio del M editerrá­ m undo m ultiplicando sus distancias y m ultiplicando a la vez sus
neo y las rutas que, a fines de la Edad M edia, conectaban al O cci­ posibilidades.
dente europeo con el O riente asiático. Nuevas form as de transac­ Pero si crece la Tierra, crece no m enos el cielo, aquella esfera
ción -e n tre ellas los bancos de Estado, el prim ero de lo scuales se de B runo y de Pascal. L a nueva ciencia del siglo X V I es, sobre
establece en B arcelona en 1 401- hacen nacer una nueva cla­ todo, la astronom ía. C opérnico establece de una vez por todas
se capitalista y burguesa que habrá de prevalecer a lo largo del que el Sol es el centro del sistem a planetario. Y, al establecerlo,
R enacim iento. Los M edici de Florencia o los Fugger alem anes coloca la prim era piedra del nuevo m étodo científico que ya nada
organizan bancos y sistem as de préstam os de los cuales habrán tiene que ver con las especulaciones de teólogos y filósofos: “De­
de depender en buena parte reyes y papas. Bien pronto el capita­ jem os a las querellas de los filósofos -escribe C opérnico- la discu­
lismo m editerráneo tiene que ceder ante el em puje de dos nuevas sión de si el mundo es finito o infinito: para nosotros queda la cer­
nacionalidades recién form adas, predom inantes en el desarrollo tidumbre de que la Tierra, contenida entre dos polos, está limitada
de la historia europea hasta 1600: Portugal v España. La primera, por una superficie esférica” . Más allá de la Tierra, m ultiplicando
fundará un nuevo im perio basado en el com ercio de las especias la visión de los ojos desnudos, el telescopio de G alileo descubrirá
194 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 195

a fines del siglo x v i nuevas e insospechadas dim ensiones dentro que Da Vinci, com o G rosseteste y, m ás cercanos a él, com o Co-
de esta esfera explosiva que es el universo. pérnico. Kepler o G alileo, sabe que no hay verdadera ciencia sin
El nuevo espíritu científico, latente ya en las filosofías de santo fundam entos m atem áticos. Las m atem áticas son sin duda una
Tomás, de G rosseteste y de R oger Bacon, alza vuelos definitivos. ciencia ideal, cuyos objetos nunca se encuentran exactam ente
Nadie com o Leonardo da Vinci precisa en su tiem po el significa­ idénticos en los hechos de la naturaleza: “El más pequeño de los
do del espíritu científico. puntos naturales es m ás grande que todos los puntos m atem áti­
Da Vinci, el pintor, el teórico de la pintura, el experto en balís­ cos”.7 Pero las m atem áticas, m ás exactas que la experiencia, son
tica. el ingeniero que quiso lanzar un puente sobre el B osforo, es, la base de la exactitud de cualquiera experiencia: “N inguna cer­
ante todo, un hom bre de experiencia. “La bondadosa naturaleza tidum bre puede existir allí donde no puede aplicarse alguna de
-e s c rib e - procede siem pre de tal m anera que en todo el universo las ram as de las ciencias m atem áticas” .8
siem pre encontrarás cosas dignas de imitar.” 1 Espíritu de una cu­ El nuevo hum anism o, que tan claram ente representa Leonar­
riosidad difícilm ente saciable. Da Vinci descubre que “la natura­ do da Vinci, sabe que es necesario dom inar la naturaleza por
leza nunca desm iente sus leyes” .2 Regular, exacta, precisa, espe­ m edios naturales y sabe que esto es tan sólo factible por una
ra que el hom bre la observe para dibujarla, para estudiarla, para cuidadosa dosificación de experiencia sensible y de cálculo m a­
penetrar en sus secretos y perm itir un dom inio m ás com pleto del tem ático. El nuevo espíritu científico, el que habrá de conducir
m edio por el hom bre que lo habita. “L a ciencia -d irá Da V inci- a la física m atem ática m oderna, nace con el espíritu hum anista
es capitán y la práctica representa a los soldados.”3 A hora bien, del Renacim iento.
la ciencia no puede basarse en palabras huecas, en una form a del Pero los nuevos hum anistas saben tam bién que la ciencia por
decir “charlatana y confusa” que nunca puede dar “certidum bre sí sola carece de valor si no se añade a ella un conocim iento del
neta”.4 Q uedan las autoridades religiosas para los hom bres de alm a hum ana, esta m aravilla superior, según D a Vinci, a todas las
religión, para el m ism o Da Vinci en cuanto es cristiano; en cuanto m aravillas naturales. A la dignificación del espíritu se dedican,
hom bre de ciencia, D a Vinci piensa que “el que discute alegando por vías diversas, los estudios de los académ icos de Italia, los
autoridades no da prueba de genio sino m ás bien de m em oria”.5 erasm istas, los reform adores, los utopistas, los m etafísicos y
G racias a la ciencia podrem os acabar por dom inar la práctica los m isioneros del Viejo y Nuevo M undo.
-balística, ingeniería o m áquina voladora-, Y esta ciencia teóri­
ca sobre la cual reposará toda la práctica será, en parte, la ciencia
experim ental que nos conduce a observar los hechos. Este pintor La A cadem ia y la Edad de Oro
que “lucha y com pite con la naturaleza” , es tam bién el hom bre de
ciencia que sabe que “la experiencia no yerra” , que solam ente “D ichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos
yerran nuestros juicios. Pero si la experiencia es necesaria, si es pusieron nom bre de dorados, y no porque en ellos el oro, que esta
básica para Da Vinci que estudia la anatom ía y el curso de los ríos nuestra edad de hierro tanto estim a, se alcanzase en aquella ven­
y que observa que “los m oluscos son anim ales que tienen los hue­ turosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vi­
sos del lado de afuera” .6 no es del todo suficiente. Y no lo es por­ vían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío.” Estas palabras
de Don Quijote en el capítulo x i de la prim era parte del Quijote,
1Leonardo da Vinci, Breviario, El Ateneo, Buenos Aires, 1943, p. 123.
sim bolizan uno de los grandes afanes del Renacim iento. En este
2 Ibid.. p. 124. afán participó tam bién Erasm o quien deseaba “volver a ser jo-
3 Ibid., p. 99.
4 Loe. cit.
■Ibid., p. 102. 1 1bid., p. 104.
6 Ibid., p. 147. %Ibid„ p. 111.
196 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 197

ven” porque preveía “la cercana proxim idad de una edad de oro” ,9 do nuevo que quiere el hom bre en el mundo, piensa que “este
donde todos los cristianos vivían de acuerdo con los preceptos cam aleón que som os” - e s decir, este m icrocosm os, este peque­
evangélicos. Y aun los descubridores y conquistadores del Nuevo ño m u n d o - es inm ortal porque así lo afirmaron Platón en el Timeo
M undo creían percibir, a cada paso en las nuevas tierras que pisa­ y Moisés.
ban, signos de la nueva edad a la vez perfecta, dorada y real. B em ardino Telesio (1509-1588) repite tem as estoicos y neo- •
No es infrecuente que este deseo se confunda con un especial platónicos cuando piensa que el m undo está gobernado por un [
sentim iento de la riqueza inagotable de la naturaleza y del gozo alm a inmortal y anuncia futuras filosofías cuando piensa que núes- j
de la vida presente. N aturales son, ricas y de una riqueza sensi­ tro cuerpo está centrado en el sistem a nervioso cuyo funciona­
ble, la Prim avera o El nacim iento de Venus de B otticelli, la C an­ miento depende del flujo de los “espíritus animales” que Descartes
ción de Carnaval de Lorenzo de M edici y aun las m ismas vírge­ colocará en el m eollo de sus interpretaciones fisiológicas.
nes de Leonardo o Rafael. La Edad de Oro parece estar al alcance También neoplatónicos son N icolás de C usa (1401-1464) y
de la m ano, ya en las artes o las letras, ya en las ideas de una G iordano Bruno (1548-1600). Para el prim ero, Dios es la unidad
•sociedad ideal que santo Tomás M oro bautiza con el nom bre de de los contrarios, el ser donde todas las oposiciones se reúnen
Utopía o Cam panella con el de la ciudad del Sol, ciudad perfecta para cesar de contradecirse. Para el segundo esta m ism a idea con­
gobernada en lo espiritual por la Iglesia y, en lo tem poral, por el duce a una filosofía panteísta que anuncia, a más de un siglo de
Im perio Español. distancia, la de Spinoza.
Pero existe otra Edad de Oro en el pasado idealizado del m un­ Ahora bien, en el centro de todas estas explicaciones del hom ­
do clásico. C uando C osm e de M edici funda la A cadem ia de bre. de su dignidad y de su puesto en el cosm os, reside una idea
F lorencia tiene en m ente esta época “gloriosa que fue G recia” de la educación total para el hom bre total.
(Keats). Florencia se convierte en el centro del re-nacim iento del Uomo universale. cada hom bre debe dejar de ser un espe-
pensam iento griego en tom o principalm ente al pensam iento de . gialista para llegar a tener un conocim iento universal. No todos
Platón, que los renacentistas suelen oponer al A ristóteles de los los renacentistas llevaron a sus últim as consecuencias esta idea
escolásticos. de una educación total para la realización de un hom bre total.
Lo que encuentran los hum anistas italianos en la filosofía Existen, sin em bargo, suficientes ejem plos para que nos demos
de Platón es una defensa de esta “m aravilla” que Da Vinci veía en cuenta de qué punto alcanzó en la época renacentista el entusias­
el alm a humana. mo por una educación totalizadora. Tal vez el caso m ás claro de
M arsilio Ficino (1433-1499), prim er director de la A cadem ia este género de nueva vida deba buscarse en León Battista Alberti
de Florencia, quiere probar que el alm a es inm ortal y lo hace (1404-1472). Arquitecto, pintor, m úsico, hom bre de letras y de
sobre todo con base en rem iniscencias platónicas: “nuestra alm a, ciencias, Alberti pensaba que “los hom bres son la fuente de sus
por el intelecto y por la voluntad, com o por aquellas alas gem e­ propias fortunas y desdichas” . En páginas autobiográficas nos dice
las de Platón, vuela hacia Dios, puesto que vuela hacia todas las que era “asiduo en la ciencia y la práctica de las arm as y los caba­
cosas” . D eseosa de serlo todo en todo, el alm a es inm ortal cuan­ llos. los instrum entos m usicales y las bellas artes” y que estaba
do se realiza en este todo que es Dios. En Dios, el hom bre llegará dedicado “al conocim iento de las cosas más raras y m ás difí­
a ser “un dios” .10 ciles” .11 ¿.Quién com o Alberti realizaba o pensaba realizar aquel
Picco della M irandola (1463-1494), autor de una Oración so­ hom bre ideal que Platón concebía com o un ser arm ónico en
bre la dignidad del hombre, cuyo título es ya revelador del senti- las ciencias del alm a y del cuerpo? Y si Alberti es el ejem plo más
clásico y más extrem oso del hom bre total, no queda lejos de él
9 A pud, James B. Ross y Mary M. McLaughlin, The Portable Renaissance Reader,
Viking, New York, 1960, p. 80.
10 A pud ibid., p. 387. 11 Leon Battisla Alberti. proem io a "D e la fam ilia” , apud ibid., p. 330.
198 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 199

Leonardo da Vinci, ni tam poco M iguel Ángel, arquitecto, escul­ nos justicia” . Y aclara: “Sin sanar a Rom a hicieron enferm ar a
tor, pintor y poeta. A lem ania” .12 Pero si la Iglesia necesitaba una reform a no necesi­
El hom bre universal, este “cam aleón que som os” , es una im a­ taba, com o parece probarse en nuestros días, una división tan vio­
gen del universo entero que no debe abandonar ninguna de sus lenta com o la que propuso Lutero. Tanto en él com o en C alvino
posibilidades de ser universal. Y así, en el corazón m ism o de cada hay que ver una reacción com prensible. Hay que señalar, sin
individuo, parece posible que llegue a realizarse esta perfección em bargo, que las diferencias principales entre los protestantes no
de una Edad de Oro que piensa llegado el reino de los hom bres y fueron, en un principio, de orden teológico, sino de orden ético.
no, com o se pensó en la Edad M edia, el fin del mundo. M ás tarde se añadió a la querella m oral una querella teológica.
É sta se centra, muy principalm ente, en tom o al problem a de la
libertad hum ana. Extrem os de esta querella son, por una parte,
Reform a y Contrarreforma Lutero o Calvino. defensores de un determ inism o total; por otra
los jesuitas y, principalm ente, Luis de M olina, defensores del li­
No todo era paz, sin em bargo, en esta época, una de cuyas ver­ bre albedrío.
tientes conducía a la esperanza. La lucha más visible y uno de los Lutero escribe páginas m uy claras sobre La esclavitud de la
verdaderos problem as que definen al Renacimiento-se-efrtabfcren voluntad: “Un hom bre no puede ser totalm ente hum illado hasta
el plano de_las ideas religiosas. que llegue a saber que su salvación está definitivam ente más allá
Existen, por lo m enos, tres tendencias diversas en el curso del de sus propios poderes, esfuerzos, voluntad y obras, que depende
siglo x v i. Por un lado, la que siguen los cristianos que se rebelan absolutam ente de la voluntad, del consejo, del placer y del traba­
contra la Iglesia católica; por otro, la de los cristianos que quie­ jo de otro, es decir de Dios tan sólo”.13 De m anera semejante Cali-
ren m odificar la Iglesia desde dentro; finalm ente, la de aquéllos vino afirma: “El hom bre está tan esclavizado por su pecado que
que, reaccionando contra la rebeldía protestante, llevan a cabo es incapaz de realizar un esfuerzo o de tener incluso una aspira­
una reafirm ación de la Iglesia. A los prim eros se debe la R efor­ ción hacia lo que es bueno” .14
ma; a los segundos, l a philosophia Christi; a los terceros, y sobre El carácter más moral que religioso de esta actitud se m uestra,
todo a la C om pañía de Jesús, la Contrarreform a. en el caso de Lutero, en su deseo de hum illar al hom bre y hacer
Las causas de la R eform a fueron de diverso origen. El motivo que lleve a cabo una vida totalm ente dependiente de Dios, en to ­
inm ediato fue la discusión sobre la validez de las indulgencias tal independencia de cualquier poder tem poral o espiritual que no
que otorgaba el papa. Principalm ente en A lem ania, donde el m o­ sea el de la propia conciencia. Se m uestra igualm ente en la idea
vim iento protestante se une a los prim eros signos del nacionalis­ de C alvino para quien el hom bre es m alo por naturaleza y, por ¡
cr„

mo alem án, el protestantism o em pieza por ser una tendencia de naturaleza culpable, incapaz de salvarse por su propio esfuerzo. 1
orden m oralista. M artín Lutero, fraile agustino que se opone a En oposición radical a la doctrina de los dos fundadores del
que se otorguen indulgencias porque piensa que éstas im piden el protestantism o europeo, Luis de M olina, teólogo portugués, es
desarrollo espiritual de la Iglesia es, en m uchos aspectos, un m o­ quien m ás claram ente defiende el derecho hum ano a la libertad.
ralista m ucho más que un teólogo. Y es este m oralism o lo que, a R ecogiendo la doctrina clásica de la naturaleza am orosa de Dios,
lo largo de la historia, distinguirá, a veces con una rigidez que se M olina no acepta la posibilidad de que Dios salve o condene de
convierte en un nuevo dogm a, al m undo protestante. No que los antem ano a las alm as hum anas. Y el hom bre es para M olina libre
protestantes no tuvieran sus motivos para pensar en la necesidad
12 A puil Josc M. G allegos R ocafull, Los teólogos españoles ¡le los siglos XVI y X V II
de una reform a. El m ism o M elchor Cano, teólogo de Carlos v. Jus. M éxico. 1946.
escribía: “No se puede dejar de decir y de confesar que en m u­ 13 A pud Jam es B. Ross y Mary M. M cLaughlin, op. t it., p. 700.
chos de ellos -e s decir, los protestantes- pedían razón y en algu­ u Ib id .,p . 707.
200 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 201

porque Dios m ism o, su creador a cuya im agen el hom bre ha sido dero iniciador del hum anism o español, llam ará a Erasm o “se­
hecho, es un ser libre. Pensar que Dios puede salvam os o conde­ ñor, m aestro y padre” .
nam os a la fuerza es colocar, en el ser de Dios m ismo, la idea de Vives (1492-1540) fue una de las personalidades m ás influ­
la necesidad y, por lo tanto, lim itar la naturaleza divina. Tanto yentes del siglo X V I. Nacido en Valencia de una fam ilia de origen
com o Luis de M olina expresan esta idea los dram aturgos españo­ catalán que había llegado a tierras valencianas cuando las con­
les de los siglos xvi y xvil quienes, com o Tirso de M olina en El quistó el rey Jaim e i, estudió en París, donde se cansó de los ejer­
condenado p o r desconfiado o Calderón en La vida es sueño, afir­ cicios lógicos de una escolástica venida a menos, se instaló en
m an que la salvación del alm a depende de la adhesión de la liber­ Bruselas, donde llevó a cabo estudios de griego y latín e invitado
tad hum ana a los designios libres de Dios. por Tomás M oro, llegó a ser consejero de Enrique v il de Inglate­
Entre estas dos actitudes radicalm ente opuestas y. en la época rra, cargo al que renunció cuando el rey se divorció de C atalina
en que escribía Luis de M olina, ya insalvables, se encuentra la de de Aragón. Espíritu m oderno, Luis Vives es iniciador en m uchos
aquellos que, con Erasm o, con Luis Vives, con Vitoria, quisieron cam pos del saber. Lo es en cuanto a la doctrina del derecho de
encontrar una form a práctica y real de m antener la unidad de la guerra que más tarde Vitoria y Hugo G rocio habrán de transfor­
Iglesia sin dejar de reform ar, no los dogm as cristianos, que pa­ m ar en la doctrina del derecho internacional: lo es tam bién en los
ra ellos eran cuestión de una fe indiscutible, sino alguna de las cam pos de la psicología, la psiquiatría y la educación.15
prácticas de la Iglesia histórica del Renacim iento. En Concordia y discordia -co n co rd ia, es decir am or: discor- V
dia, es decir, desam o r-, Vives afirm a que los hom bres, creados
por amor, tienden espontáneam ente al amor. Ser caído, el hom ­
La philosophia C hristi y sus repercusiones bre tiende tam bién a la discordia, al odio, a la ira, a la envidia y
en las ideas sociales a las pasiones que nacen de su caída misma. ¿C óm o llegar a una
sociedad basada en la paz cuando por todos lados acecha el he­
Si Erasm o fue el principal prom otor de la filosofía de Cristo, si cho brutal de la guerra y de los conflictos entre los hom bres?
tuvo sus discípulos en la Francia de G uillaum e B udé y en la In­ Luis Vives piensa que para alcanzar la paz, la concordia entre los
glaterra de Tomás M oro, el lugar donde m ás fuertem ente reper­ hom bres, debe alcanzarse prim ero la paz interior, íntim a que so­
cutió su enseñanza en el curso del siglo x v i fue España. lam ente puede darse a todos los corazones si se sigue la doctrina
Ya hem os visto cóm o Erasm.o.de Rotterdam participaba de evangélica. Esta afirm ación de la vida cristiana conduce a p ensar
aquel espíritu renacentista que creía encontrar una nueva Edad que las guerras -g u e rras en las cuales estaba em peñada España
de O ro. Pero la nueva Edad de Oro que buscaba Erasm o, antes de en todos los frentes de E uropa y de A m éric a- son siem pre injus­
la ruptura entre Lutero y la Iglesia rom ana, no estaba en los anti­ tas. Por derecho natural, es decir, p o r el derecho m odelo que otor­
guos textos de los griegos ni en alguna isla utópica, perfecta e gan la razón y la moral no puede hablarse de guerra ju sta o injus­
im aginaria. Estaba en su idea m ism a de una vida cristiana que ta. Lo que es injusto e inhum ano en esencia es el hecho m ism o
fuera precisam ente un vivir cotidianam ente las doctrinas de C ris­ de la guerra. Y si el hom bre es en parte un ser anim al, si la guerra
to, un seguir al pie de la letra las enseñanzas de los evangelios. responde a esta anim alidad que hay en todo hombre, la razón
Católico, Erasm o trató de conciliar extremos, y de evitar la ruptura guiada por el espíritu de am or deberá afirm arse para destruir to­
que se iniciaba con el m ovim iento protestante. Su propósito fra­ do aquello que nos hace pasivos, para anular la fuerza anim al de
casó. por lo m enos en form a inm ediata, pero su doctrina penetró nuestras pasiones. ■ "
en el m undo, y principalm ente en el m undo católico español. El
propio cardenal Cisneros participaba en buena m edida de las ideas 15 Vid. Jo a q u ín X irau , El p e n s a m ie n to vivo de L u is V ives, L o sa d a , B u en o s
de E rasm o y trató de llevarlo a España. Juan Luis Vives, el verda­ A ires, 1943.
202 Introducción a la historia de la filo so fía Del Renacimiento a Kant 203

En una época dom inada por ia rencilla, la discordia y la gue­ y no m ás”.16 M iguel Sabuco (1535-1592), m édico com o Huarte,
rra, Luis Vives reclama la verdad cristiana de la paz; en un tiempo considera que to d a s lá s enferm edades hum anas son de origen
dom inado por el deseo de conquista que los españoles y los por­ psicológico, adelantándose a la psiquiatría m oderna y a la tesis
tugueses llevan a sus colonias, Vives afirm a la inm oralidad de fundam ental del psicoanálisis.
toda conquista; en una época en que algunos teólogos españo­ Pero si la influencia de Vives es grande en el cam po de la psi­
les sostienen que los indios no tienen alm a, Vives afirm a que los cología y la psicoterapia, no lo es m enos en el cam po de las
indios, hom bres com o todos los hom bres, pueden alcanzar la ideas sociales y, principalm ente, en el cam po de la filosofía del
salvación. derecho.
No m enos im portantes son las ideas de Vives en los cam pos Am érica, hecho inesperado y sorprendente, plantea un nuevo
de la psicología y la pedagogía m odernas. Vives distingue clara­ problem a a los hom bres de Europa. Quienes pretendían m antener
m ente entre los problem as m etafísicos que plantea el alm a hum a­ la esclavitud de los indios estaban dispuestos a m ostrar su in­
na -o rig en , naturaleza e inm ortalidad- y los problem as de una ferioridad natural para m antener para sí los privilegios que les
psicología objetiva y científica que estudia los hechos psicológi­ otorgaban las encom iendas ganadas por el m ero derecho de la
cos. Conocido el funcionam iento del alma, será posible transfor­ conquista. Quienes, por lo contrario, veían que los indios eran
m arla y educarla hacia el bien. D esde un punto de vista estricta­ hom bres iguales por naturaleza a los otros hom bres, estaban dis­
m ente psicológico, Vives piensa que las dos funciones básicas puestos a acabar con la esclavitud y con el derecho del m ás fuerte
del espíritu, funciones íntim am ente ligadas entre sí, son la aso­ que m uchas veces habían im puesto los conquistadores. Por pri­
ciación de ideas y la m em oria. Su teoría de la asociación de ideas m era vez, A m érica entraba en la historia y las doctrinas de los
habrá de reaparecer claram ente en las enseñanzas de los em piris- m isioneros españoles dejaban oír una nueva voz que iba a reper­
tas ingleses, principalm ente Locke y Hume; su teoría de la m e­ cutir en el pensam iento europeo y a variarlo y enriquecerlo. De
m oria es la base m ism a de su doctrina de la educación. Hastiado una m ultitud de m isioneros que se vieron lanzados a una em presa
de una pedagogía basada en lo que Vives llam a la m em oria de de nueva evangelización, destacan, por su influencia o por su in­
“recoger”, convencido de la inutilidad de acum ular datos para terés intrínseco, fray B artolom é de las Casas y Vasco de Quiroga. j
repetirlos, Luis Vives afirm a la prioridad de la m em oria de “rete­ Fray B artolom é de las Casas, que había visto la violencia con
ner” que nos permite recordar, m ediante el interés, todo lo que es que los españoles exterm inaron a la población indígena de las An­
fundam ental para la vida del espíritu. No desea Vives una cultura tillas, escribió la m ás im portante de las defensas de los indios y,
basada en la acum ulación de los datos, no concuerda, en este sen­ acaso sin darse cuenta, dio fundam ento a las nuevas teorías del
tido, con los pensadores que, en su tiem po, querían form ar hom ­ derecho internacional. En su Brevísima relación de la destruc­
bres universales m ediante el aprendizaje de todas las disciplinas. ción de las Indias, Las C asas afirm a que todos los hom bres son
Su conocim iento es m ucho más íntim o, su idea de la m em oria de iguales por su naturaleza racional. Racionales y libres, los indí­
retener le conduce a una vida sencilla, cercana a la vocación más genas de A m érica son igualm ente capaces de una vida superior.
íntim a que es una vocación de amor. La prim era de estas nociones conduce a Las-Casa&.a afirm ar que
Las ideas de Vives sobre la psicología repercuten en la histo­ los españoles no tienen derecho a im poner una form a de gobier­
ria del pensam iento español. Juan Huarte de San Juan (1529- no basado sobre la fuerza y que por lo tanto la guerra de conquis­
1598) escribe un Exam en de los ingenios para las ciencias que ta em prendida por love.spañoles es iniusta. La segunda le lleva a
constituye la prim era tentativa de una teoría de la orientación decir que los m isioneros tienen eLde.recho de con vertir a los in-
profesional. Escribe Huarte: “de muchas diferencias que hay en
la naturaleza humana, sólo una con em inencia, cabe”. Así, “a cada 16 Juan Huarte de San Juan, Examen ¡Je ingenios. Biblioteca de Autores Españoles,
diferencia de ingenio le responde, en em inencia, sola una ciencia vol. 65, p. 404.
204 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 205

dios, siem pre que esta conversión no se haga por coacción, sino, M ás realista que Vives, Vitoria sostiene que la guerra puede
com o la pensaba tam bién Vives, por razón de amor. justificarse en el m undo de los hechos ya que, de hecho, el hom ­
Las ideas de Las Casas tuvieron la consecuencia práctica de bre es un ser caído. Si la guerra no puede elim inarse del todo y
que. m ediante las nuevas Leyes de Indias, se aboliera la escla­ es incluso perm isible en cuanto una nación tiene derecho a ven­
vitud de los hom bres de Am érica. Tuvieron además consecuen­ gar una gran ofensa recibida, en cuanto desea recobrar algún bien
cias teóricas que aparecen ante todo en las obras de Francisco perdido o, principalm ente, en caso de defensa propia, debe esta­
de Vitoria. blecerse un código internacional para lim itar los males de una
No es muy distinta la base moral y cristiana de la doctrina de guerra aun cuando ésta se base en causas justas. Tal vez ésta es
Vasco de Quiroga. M ás claram ente form ado que Las Casas en la la m ayor novedad que presenta el pensam iento de Vitoria. En lu­
tradición humanista, Vasco de Q uiroga trató de adaptar la utopía de gar de pensar en la posibilidad de establecer una m onarquía uni­
M oro a tierras m exicanas. Fue principalm ente en torno al lago versal com o lo habían pensado D ante en su D e m onarchia o
de Pátzcuaro donde Vasco de Q uiroga estableció su utopía cris­ C am panella en La ciudad del sol, Vitoria prefiere la idea de un
tiana. Su cristianism o, aplicado al orden político, le condujo a di­ código internacional fundado en el derecho natural.
vidir la población que rodeaba el lago en ciudades o poblados de No es inútil recordar que el código de Vitoria, que habrá de sis­
unas seis mil fam ilias regidas en form a familiar. Lim itó las horas tem atizar Hugo G rocio en Holanda, dice explícitam ente que ni el
de trabajo a seis diarias, abolió el dinero, estableció un sistem a de engrandecim iento im perial ni la conversión de los infieles son
canje entre los pueblos que rodeaban el lago, trató de desterradla causa ju sta de la guerra que los españoles llevan al Nuevo M un­
ociosidad, estableció la com unidad de los bienes y la distribución do. No lo es el engrandecim iento del im perio porque esto im plica
de las ganancias conform e a las necesidades de cada familia. Es­ una política basada en el poder y no en las leyes rectas de la moral;
te sistem a político nacido del pensam iento hum anista de la E uro­ no lo es la guerra para convertir a los infieles porque si la conver­
pa del siglo x v i encontró en A m érica una realización que llegó a sión se hace por m edios coactivos el infiel tenderá a sim ular que
funcionar con precisión y arm onía. Vasco de Quiroga vino a pro­ cree y así el acto de conversión se convertirá en un acto sacrilego.
bar que los sueños, y el sin lugar de las utopías pueden encam ar A fines del siglo x v n , Francisco Suárez lleva a cabo la prim e­
en la realidad y tom ar lugar entre los hombres. ra gran síntesis m etafísica del pensam iento escolástico así com o
Francisco de Vitoria (1480-1546) recogió las ideas organiza­ la verdadera sum m a del pensam iento político español.
das, más bien en form a de protesta, que desde Chiapas dirigía a N acido en G ranada en 1548. Suárez estudió derecho canóni­
E spaña el obispo B artolom é de las Casas. En sus Relaciones, co en la U niversidad de Salam anca y dedicó su vida a la enseñan­
Vitoria sentó las bases para una doctrina precisa del derecho in­ za de la teología en Segovia, Ávila, Valladolid, Rom a, A lcalá de
ternacional fundado en el derecho natural. D esarrollandoja idea Henares, Salam anca y Coimbra. Según sus propias palabras fue
tom ista de que el príncipe solam ente lo es si representa verdade­ la necesidad de fundam entar la teología la que le condujo a reali­
ram ente a_.sus sú b d ito s Las Casas establece que la m onarquía zar estudios de m etafísica.17 La originalidad de Suárez consiste
esta constituida por el conjunto de las conciencias de los ciuda­ precisam ente en evitar los problem as de orden sobrenatural den­
danos. De la m ism a m anera que Vives pensaba que la paz social tro del m arco del pensam iento filosófico. No poco contribuye
solam ente es alcanzable m ediante la paz interior. Vitoria sostiene Suárez, leído por Descartes, Leibniz, Berkeley y C hristian Wolff,
que el Estado solam ente tiene validez si responde a la conciencia a deslindar el conocim iento natural del conocim iento sobrenatu­
individual de los ciudadanos que lo forman. Y si el em perador no ral. Es cierto que Suárez piensa que la filosofía viene en apoyo de
tiene derecho a discutir la conciencia soberana de cada individuo,
esta conciencia debe im ponerse tam bién en las cuestiones interna­ 17 O bras principales de Suárez: D isputationes m etaphysicae, D e legibus, D e Deo
cionales y en las consideraciones sobre el derecho de guerra. uno et trino, Tractatus de anim a.
206 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 207

la teología; es igualm ente cierto que su filosofía contribuye a se­ por las causas y por la finalidad. Pero estos argum entos solam en­
parar razón y fe. te cobran sentido dentro de un nuevo m odo de pensar puram ente
En sus D isputaciones m etafísicas Suárez m uestra a la vez eru­ suarista; un m odo de pensar que nos hace volver los ojos a lo con­
dición y originalidad. Esta originalidad aparece sobre todo, com o creto de su m etafísica. Si no es del todo dem ostrable que todo lo
lo ha visto Gilson, en pasar de la filosofía del ser a una filosofía que se mueve sea m ovido por otra cosa, es en cam bio dem ostra­
del existente; en otros térm inos, en concretar la m etafísica y en ble que todo lo que produce es producido por algo más. Todos los
hacer de ella una ciencia tanto general com o útil, tanto ciencia de seres del universo pueden considerarse com o hechos o com o no
los principios com o ciencia de los entes concretos. hechos. Los seres “hechos” rem iten a un hacedor y creador de
El objeto de la metafísica es, para Suárez, el ser en cuanto ser. No todos los seres, a un Dios vivo: “todo ser es o hecho o no hecho,
se trata, sin em bargo, de un ser m eram ente conceptual, de un ser es decir increado; ahora bien, no es posible que todos los seres
al cual llegamos por analogía y abstracción. La m etafísica se ocupa que existen en el universo sean hechos; por consiguiente es nece­
del ser real. El metafísico tiene que utilizar conceptos, pero éstos son sario que exista algún ser no hecho, es decir, increado” .20
com o las ventanas que han de revelar al existente mismo: al ser en Todos los argum entos acerca de la existencia de Dios se resu­
sí com o realidad. P or un lado, la m etafísica es especulativa y sus m en en esta búsqueda concreta de un ser que concretam ente crea
tem as no son “orientados a la práctica” ;18 por otro lado es una cien­ el mundo. El universo es hechura divina; la creatura, unión o com ­
cia útil en dos sentidos: sirve para “perfeccionar el entendim iento” puesto de esencia y de existencia, es en cuanto participa del prin­
y “es muy útil para la perfecta adquisición de las otras ciencias”.19 cipio divino y creador.
Precisado el fin de la m etafísica es necesario entender cuáles Es Suárez en su m etafísica un filósofQ_deJajnodernidad: lo -es-,
son los atributos del ser. Piensa Suárez que éstos son la unidad, principalm ente, en euanto'Buisca un m étodo racional de conoci-
la verdad y la bondad, térm inos que se refieren a m odalidades m iento. E s tam bién un filósofo de la vida cristiana que, cercano a
del ser. pero que, de hecho, no añaden nada a este ser m ism o. El los erasm istas y hum anistas, encuentra, a través de los conceptos
ser, en últim a instancia, es el infinito mismo: el ser de Dios por m etafísicos, al Dios vivo y creador.
el cual todas las cosas son hechas; las creaturas existen en cuanto El tratado De legihus. se fundí* 1a irlpa dg.lin lefisladar
participan finitam ente en este ser divino. De la m ism a m anera que el teólogo debe ser un buen m etafísico si
La distinción entre el ser infinito (ens a se) y el ser finito (ens quiere entender el ser de Dios, debe ser tam bién un buen ju rista
ab alio) es la clave de bóveda de la m etafísica suarista y acaso su si quiere entender el gobierno divino. Exigía un_origen teológico
punto de m ayor originalidad. Ya hem os visto que el objeto de la de las leyes; existe tam bién para Suárez, y en ello se acerca a la
m etafísica es el ser. pero el ser en cuanto ser real y concreto. Este modernidad, a Locke y aun a Rousseau, un sentido natural de la ley.
ser es el hacedor de todas las cosas; el Dios creador que se revela C ontrariam ente a quienes reducían el derecho natural a la razón,
con evidencia en nuestra experiencia del m undo y en nuestra ra­ Suárez afirm a que la razón no puede ser ley puesto que es un cri­
zón. Entre los argum entos clásicos para probar la existencia de terio o un principio. La ley natural es, en esencia, ley moral. Esta
Dios, Suárez rechaza el del m ovim iento -argum ento que santo ley surge de la naturaleza social del hom bre de tal m odo que la so­
Tom ás consideraba com o el m ás probatorio de todos los argu­ beranía es cosa de la naturaleza hum ana misma. N ecesidad natu­
m e n to s- Los rechaza porque por una parte no es seguro que to­ ral, el contrato entre los hom bres no es un contrato social artificio­
do lo que se m ueve sea m ovido por otra cosa (la voluntad hum ana so sino un contrato seeral-eoHCtelQ v de facto: u n x o ntrato social
es, entre otras, causa de sí). Acepta, en cam bio, los argum entos natural. Ante el hecho de la guerra, Suárez sigue de cerca a Vitoria
y aun a Vives. M ás que en ellos, sin em bargo, hay en d De legibus
18 F rancisco Suárez, D isputaciones m etafísicas, I, 3.
19 Loe. cit. 20 Ibid., X X IX .
208 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a K ant 209

de Suárez motivos para la guerra justa siempre que ésta provenga de pienso” . C ontrario a los m étodos em pleados por la Sorbona, co­
un poder legítim o, que se lleve a cabo por haber sufrido una gran mo contrario a ellos se había m ostrado Luis Vives, ©ftemtge-de hr
injusticia y se conduzca con propiedad. Tales serían las razones enseñanza por repetición, enem igo principalm ente del argumento
objetivas de la guerra. No son las m ism as las razones subjetivas. silogístico que sólo concluye lo que ya se conoce de antemano, Sán­
Suárez piensa que, en últim a instancia, todo depende de la chez no es un escéptico total. Su escepticism o es, ante todo, una
conciencia moral de cada individuo; si la conciencia individual crítica al verbalismo y al empleo de las palabras con desconocimien­
encuentra motivos para declarar que la guerra es injusta, el indi­ to del sentido de las m ismas y. sobre todo con desconocim iento
viduo tiene la obligación de no hacer la guerra. La conciencia de si las palabras se refieren a la realidad o se quedan en el campo de
m oral de las personas está m ás allá de las reglas sociales y debe la pura palabrería. M édico de oficio, Sánchez da una im portancia
determ inar la acción recta, auténtica y verdadera de cada persona. primordial a la experiencia y a las ciencias experimentales. Ello le
Suárez, m etafísico de la creación, es tam bién el legislador que conduce - y en ello nos recuerda a Cervantes que condena los exce­
sabe que, a fin de cuentas, la m oralidad es cosa de conciencia. En sos de la lectu ra- a desdeñar el conocim iento puram ente libresco
el corazón m ism o de la vida hum ana reina, siem pre que sea recta, que nos pone de espaldas a la “viva naturaleza” . Si para Sánchez
la libertad individual de decisión.2' el conocimiento*deductivo y silogístico resulta inútil, m uchas ve­
ces falaz, no sucede lo m ism o con el conocim iento experim ental
que aun no alcanzando una seguridad com pleta puesto que la ex­
Escepticism o periencia es variable, lleva por lo m enos a los hechos concretos y
nos da una intuición directa de las cosas particulares.
Ya hem os señalado que el R enacim iento es tanto época de entu­ Si es experim entalista la actitud crítica de Sánchez, la actitud
siasm o com o de pensam iento, de búsqueda de la Edad de Oro de M ontaigne es más bien la del hum anista que quiere retirarse de
com o de discusión y querellas internas entre las naciones y los las querellas del m undo, aislarse en su torre y dedicarse al cultivo
grupos religiosos. Por otra parte, el m ism o descubrim iento de de su propio espíritu. En m ás de un aspecto. M ontaigne, inaugu-
nuevas esferas del saber m ultiplica el problem a del conocim iento rador del género de los E nsayos, es un hom bre universal del
y el m ism o hom bre que descubre tanta novedad en tan breve lap­ R enacim iento. Pero su universalism o co nsiste, ante todo, en
so tiende a veces a pensar que lo que falta por descubrir hará, aprovechar del pasado y d e l presente todo aquello q u ejju ed a ser-
m ultiplicándose y creciendo cada vez m ás, que el conocim iento le útil p arailev ar una vida tranquila. Pocos com o él se han apro­
total sea im posible. De ahí que social, religiosa y teóricam ente el xim ado, m atizándolo con un vivísim o sentido del valor de las
hom bre del R enacim iento puede ser m uchas veces un escéptico. letras, al antiguo pirronism o de los griegos. Pero la gran novedad
De este escepticism o renacentista son m uestra las obras de Fran­ de M ontaigne se encuentra, por una parte, en su afirm ación de un
cisco S ánche/,-v d e M ontaigne. relativism o histórico y, por otra, en su contem plación, siem pre
M édico y profesor de m edicina en la Universidad de Tolosa. fina y precisa, de la naturaleza y de los hom bres.
Francisco Sánchez, discípulo escéptico de Luis Vives, escribe en Sabe M ontaigne que la ciencia de la Edad M edia y de los grie­
Que nada se sabe: “Escribo para decir lo único que sé; lo que gos carece de sentido, que el sistem a geocéntrico ha sucum bido
31 Un caso m ás del “concrctism o" de Suárez puede verse en su m odificación de la ante los em bates de la nueva astronom ía, que Colón ha descu­
definición de ley. Santo Tomás había definido la ley com o "una cierta regla y m edida de bierto nuevas tierras y con ellas m ayor riqueza y una nueva hum a­
acuerdo con la cual nos vemos inducidos a actuar o restringidos en nuestros actos".
nidad. Pero cuando habla del sistem a de Ptolom eo com parado al
Suárez piensa que esta definición es dem asiado abstracta y dem asiado am plia (podría
aplicarse igualm ente a un consejo). D e ahí la definición suarista de ley: “un precepto de C opém ico escribe que tal vez dentro de mil años una tercera
com ún, ju sto y estable que haya sido suficientem ente prom ulgado". En otras palabras, opinión vendrá a destronar las dos precedentes. Y cuando habla
la ley im plica obligación y conocim iento de causa: principio, precepto y conocim iento. de los descubrim ientos de Colón, dice que los geógrafos de su
210 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 211

tiem po carecen de razón cuando aseguran que ya se ha descubier­ George H„ Historia de la teoría política, trad, de Vicente
S a b in e ,
to todo lo que quedaba por descubrirse. Todo cambia, cambian los Herrero, Fondo de Cultura Económica, México, 1963.
hom bres, cam bian las civilizaciones y varían los puntos de vista
de las ciencias. Por un lado este crecim iento indica un progreso,
pero por otro, indica sobre todo, que el mundo es variedad y dese­
mejanza. No puede existir una ciencia verdaderamente universal y II. D e s c a r t e s y e l c a m in o de l a r a z ó n
todos los descubrim ientos nuevos no hacen sino m ostrar que el
conocim iento hum ano, variable y disím il, cam biará nuevam ente
jen los siglos futuros y será im posible establecer, de una vez por
El siglo xvii
todas, la cieñe tav erd ad era. La actitud de M ontaigne es, cierta­
m ente, de curiosidad por la ciencia, de avidez por la novedad. Es El siglo xvi fue el siglo del dom inio español en Europa. El si­
tam bién la actitud de quien, más allá de los entusiasm os de su glo xvii fue, m ás y m ás. siglo de dom inio francés. La casa de
propia época, sabe que no existe ningún conocim iento que pueda los H absburgo dom inaba, en tiem pos de C arlos v, las nuevas tie­
calificarse de i,imversal-y~neeesario. Com o Sánchez, sorprendido rras de A m érica, la península Ibérica, el reino de las dos Sicilias,
por la riqueza del m undo natural y, sobre todo, de la naturaleza que com prendía la isla de S icilia y el sur de Italia, el m ism o
hum ana, M ontaigne prefiere “ensayar”, escribir provisionalm en­ im perio alem án y los Países Bajos. D urante todo el siglo xvi y
te y anotar sus observaciones bien a sabiendas de que su conoci­ buena parte del siglo XVII. Francia se sintió rodeada por el pode­
m iento es u n conocim iento subjetivo. M ontaigne se ajxeve-sólo-a río de los Habsburgo. Toda la política francesa, sobre todo a par­
fsíenfi tir de R ichelieu y de su “em inencia gris” , el padre Joseph, estaba
destinada a desm em brar los dom inios de la casa de Habsburgo.
Tal fue. en buena parte, el sentido de la G uerra de los Treinta
Obras de consulta
A ños (1618-1648). En su prim era fase, la guerra se centró en la
región de B ohem ia que luchaba por su independencia territorial
B a ta illo n , Marcel, Erasmo y España, trad, de Antonio Alatorre, Fon­ y por la libertad de sus cultos religiosos protestantes. A esta bre­
do de Cultura Económica, México, 1966. ve fase, siguió la fallida intervención de los daneses que sufrie­
B r é h ie r , Émile, Histoire de la philosophie, vol. Ill, cap. vil, Alcan, ron una derrota definitiva en m anos de los alem anes. La tercera
París, 1938.
etapa, conducida por Gustavo A dolfo de-Suecia-y-apoyada econó­
B u r c k h a r d t , Jacob, La cultura del Renacimiento en Italia, trad, de m icam ente por Francia é Inglaterra, condujo, después de años de
Jaime Ardal, Porrúa, México, 1984. [Sepan Cuantos..., 441.] guerra sangrienta, a un equilibrio entre las naciones. No pue­
C a s s ir e r , E., P. O. Kristeller y J. H. Randall, The Renaissance de decirse que ninguno de los grandes poderes de Europa hubieran
Philosophy o f Man, Chicago, 1948. ganado la guerra cuando Gustavo A dolfo, con sus tropas victo­
C o p l e s t o n , Frederick, History o f Philosophy, vol. Ill, The Newman
riosas. perdió la vida en la batalla de Liitzen. La paz de W estfalia,
Press, Westminster, 1955, pp. 207-334; 335-426. entre los suecos y el em perador de A lem ania, prom etía un equi­
F u n k B r e n t a n o , Franz, El Renacimiento, Zig-zag. Santiago de Chi­ librio que no cabía en los designios de Richelieu. En el año de
le, 1939.
1635, R ichelieu inició la guerra con España, cuyas tropas habían
G a lleg o s R o c a f u l l , José M., Teólogos españoles de los siglos xvi y sostenido a las del em perador alem án. Esta últim a fase de la
xvii, Jus, México, 1946.
G uerra de Treinta A ños puso frente a frente a los dos grandes po­
ROSS, James B. y Mary M. McLaughlin, The Renaissance Reader, deres de Europa. España, llam ada su atención a m últiples fren­
Viking, Nueva York, 1961. tes de guerra, pudo am enazar a París desde sus territorios bel­
212 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 213

gas. Pero, a fin de cuentas, dividida por disensiones internas que y se aferra a las reglas de las tres unidades de lugar, tiem po y
llevaron a la independencia de Portugal, atacada por los france­ acción. Pocos definen con tal claridad la intención clásica, for­
ses en los Pirineos y en Italia, en lucha con los holandeses ya mal, razonable de este arte de Francia com o Boileau:
entonces independientes, fue perdiendo terreno en una larga gue­
rra que concluyó en el Tratado de los Pirineos, m ediante el cual Ama pues la razón, que siempre tus escritos de ella tomen prestado
España cedía a Francia la provincia del Rosellón y la parte sur de el brillo como el precio.22
los Países Bajos. La Paz de los Pirineos (1659) señala el m om ento
en que España deja de ser la nación dom inante de Europa. Fran­ Esta afirm ación de la razón m anifiesta una desconfianza cre­
cia, en cam bio, se afirm a com o poder m ilitar y político. ciente ante la im aginación: la loca de la casa, la llam aría Pascal;
Si Francia pudo acrecentar el poderío militar, territorial y eco­ la loca que juega a hacer la loca habrá de llam arla M alebranche.
nóm ico, prosperó de la m ism a m anera en el dom inio de las artes. Esta tendencia artística, sin duda nociva para la poesía, conduce a
El siglo xvii que es, en Italia, en España, en A m érica y en A us­ una prosa elegante, precisa y clarísim a, tal vez la prosa m ás clara­
tria, el siglo del barroco, es en Francia un siglo esencialm ente m ente escrita en el m undo m oderno. C onduce tam bién a la fun­
neoclásico. El Concilio de Trento, m anifestación m áxim a en lo dación de las academ ias (ja de las letras o A cadem ia Francesa,
eclesiástico de la C ontrarreform a, había aconsejado un arte im a­ ía de pintura, la de m edicina) y, con ellas, al academ ism o y a l a
ginativo. El barroco, en su unidad dinám ica de nuevos espacios repetición de fórm ulas y recetas abstractas. Y si este form alism o
arquitectónicos, pictóricos y escultóricos, fue por excelencia está presente en la obra de B oileau, no lo está m enos en la de los
el arte de la Contrarreform a y la expresión artística m ás im portante pintores. Poussin escribe: “Si el pintor desea despertar la adm ira­
desde el nacim iento del gótico en el siglo xvil. Al barroco pertene­ ción en otros espíritus aun cuando no trate un tem a capaz de des­
cen las obras de Caravaggio, Velázquez, Rubens y Rem brandt; la pertarla por sí m ismo, no debe introducir n ada nuevo, extraño e
arquitectura de Bem ini y Borromini, la escultura de Bem ini y Pe­ irracional, sino que debe forzar su talento de tal m anera que su
dro de M ena, la poesía de Lope de Vega, el dram a de C alderón de obra resulte m aravillosa por la excelencia de su m anera” .23 Los
la Barca o la obra de Quevedo. Es verdad que el barroco no dom inó jardines de Versalles, dom esticados por la razón y encu ad ra­
en toda Europa. La pintura de los Países Bajos, donde el protestan­ dos en las precisas geom etrías de Henri Le Nótre sim bolizan esta
tismo hacía difícil la veneración de im ágenes, vuelve la atención tendencia racional del arte de Francia.
hacia costum bres cuya expresión, a la vez geom étrica y luminosa, Idea “honesta” , cortesana, intelectual de la vida, la que expre­
se encuentra, por ejem plo, en la obra de Vermeer de Delft. sa la Francia del siglo xvil, encuentra su form ulación m ás exacta
Poca m ella hace en Francia el arte barroco. A rte de corte y en la filosofía y en el pensam iento. El terreno queda abierto para
villa -e s decir, Versalles y P arís-, el a rte francés está condiciona^ los teóricos y los m oralistas. Q ueda sobre todo abierto para el
do por eLgjisto de la c o rte , de la aristocracia y de los reyes. Es el gran genio que produjo la Francia del siglo xvil: Descartes.
arte de una m onarquía absoluta, dom inado por la form a y dirigi­
do a las m inorías. C uando el arte de España e Inglaterra se dirige
al pueblo, el arte de Francia se dirige a un público altam ente refi­ Descartes: vida y obra
nado y preparado a las vocaciones clásicas.
La poesía francesa, después de la alegría de R onsard y la im a­ Nacido en La Haye, provincia de Turena, en 1596, René D escar­
ginación a veces rom ántica de Du Bellay, im pone, en el siglo tes fue un niño débil, de salud inestable, enteco de cuerpo. M u-
x v ii, las pautas clásicas que inicia M alherbe, continúa Boileau
22 N icolas Boileau, A rte poética, I.
y expresan Racine, B ossuet o. en la pintura, N icolas Poussin. A 23 A pud Elizabelh G. Holt A D ocum entary H istorv o fA r t, Anchor, N ueva York, vol.
excepción de M olière, el teatro francés prefiere la form a al fondo TI. p. 145.
214 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 215

chos pensaban que estaba destinado a m orir joven. Nacido en una to, tanto por su valor intrínseco com o por las posibilidades de
fam ilia de la pequeña aristocracia, D escartes estudió, desde los aplicación de la m atem ática al m undo físico. Decidió Descartes
diez años de edad, en la nueva escuela de La Fleche que los jesui- publicar su Tratado del mundo, pero la noticia de que Galileo
tas acababan de fundar en París. La influencia de esta escuela fue había sido condenado im pidió la publicación com pleta de la obra.
grande en su vida. Si bien D escartes no aceptaba la lógica tradi­ En 1637 salió a la luz la introducción a la misma, el D iscurso
cional aristotélica ni encontraba en la enseñanza de sus maestros del m étodo, la obra más leída de Descartes. En 1641 publicó las
la certidum bre absoluta que buscó toda su vida, aprendió en La M editaciones metafísicas, interesantes en sí e interesantes cuan­
Fleche los fundam entos de las m atem áticas y, con ellas, el deseo do se leen las objeciones que a ellas hicieron algunos de los prin­
de encontrar una ciencia exacta aplicable a todos los terrenos.24 cipales espíritus de la época y las respuestas de D escartes a estas
Salido de La Fleche. Descartes siguió la educación de un gen­ objeciones. Después de publicar los Principios de filosofía ( 1644),
tilhom bre de su tiempo: baile, esgrim a, equitación. En 1618 via­ Descartes se ocupó de la psicología y la biología. El interés por la
ja D escartes por prim era vez a Holanda con tropas de G uillerm o psicología había nacido, principalm ente, de la co rresponden­
de Nassau. Este prim er viaje es de sum a im portancia en su vida y cia con la princesa Elizabeth de Bohem ia, a quien Descartes ha­
en su pensam iento. En A lem ania, calentándose cerca de una estu­ bía dado no pocos consejos epistolares. De este interés surgió el
fa. D escartes tuvo la visión de un nuevo m étodo que perm itiría Tratado de las pasiones del alma (1649). A estos libros principa­
aplicar las m atem áticas, la “ciencia adm irable”, a todos los cam ­ les habría que añadir un diálogo inacabado {La investigación de
pos de la física. Después de varios sueños sim bólicos, que D es­ la verdad) y las conversaciones con uno de sus jóvenes discípulos
cartes creyó inspirados por la gracia de Dios, supo que su vocación alem anes: C onversaciones con Burman. La prim era obra filosó­
era definitiva: la de un m atem ático que quiere precisar las m ate­ fica de Descartes. Reglas para la dirección del espíritu (1628), es
m áticas y afinar un nuevo m étodo para llegar a la verdad absoluta im portante en cuanto contiene las principales ideas que D escar­
y necesaria. Em prendió Descartes nuevos viajes; principalm ente tes enunciará en sus libros posteriores, pero debería leerse des­
a Italia donde fue com o peregrino a N uestra Señora de Loreto pués de tener un conocim iento claro del D iscurso del m étodo y
para dar gracias por sus descubrimientos. Vivió en París entre 1626 de las M editaciones metafísicas.
y 1628 y en este año decidió residir en Holanda, país cuya quie­ En el año de 1649. Descartes recibe la invitación de la reina
tud espiritual en una época especialm ente revuelta, le perm itió Cristina de Suecia que deseaba seguir las enseñanzas del filósofo.
llevar a cabo sus m editaciones y poner por escrito sus pensam ien­ Descartes duda ante las dificultades del viaje y, en las cartas de
tos. Vivió en H olanda m ás de veinte años. Lector parco, cuéntase este periodo, se acuerda del herm oso paisaje de su Turena natal.
que una vez cuando alguien quiso ver su biblioteca Descartes Llega Descartes a Suecia en el otoño de 1649. En una de sus últi­
m ostró, en vez de libros, el cuerpo destazado de una ternera que mas cartas, escritas en pleno invierno nórdico. D escartes escribe
estaba observando y estudiando. a Bréguy. em bajador de Francia en Polonia: “Nunca oigo hablar de
Las preocupaciones de D escartes fueron sobre todo de orden nada, de m anera que m e parece que los pensam ientos de los hom ­
teórico. Su Geometría donde expone el descubrim iento de la geo­ bres se hielan aquí durante el invierno de la m ism a m anera que
m etría analítica permite, m ediante los sistem as de coordenadas, las aguas”.25 La m uerte está cercana. Víctim a de una pulm onía.
unir la geom etría y el álgebra y, prom ete calcular el universo Descartes expira el 11 de febrero de 1650. C uenta Adrien Baillet
m ediante los núm eros. El descubrim iento de la geom etría ana­ en su relación de la enferm edad y m uerte del filósofo que éste “se
lítica es uno de los grandes pasos en la historia del pensam ien- retiraba contento de la vida, satisfecho de los hom bres, lleno de
■4 Parece ser que el gran entusiasm o de su prim era juventud surgió cuando conoció
los descubrim ientos de G alileo, tanto en el cam po de la física, com o en el del conoci­
Rene D escartes, "Carta a Bréguy. ( 15 de enero de 1650)'', en Œ uvres et lettres. La
m iento de las estrellas por m edio del telescopio.
Pléiade, Gallimard. Paris, p. 1084.
21 6 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 217

confianza en la m isericordia de Dios, y apasionado por ver al razón haga aflorar las verdades que tenemos sembradas en el espí­
descubierto y poseer una verdad que había buscado toda la vida”.26 ritu. estas “sim ientes” de verdad que en sí mismas no constituyen
todavía un fruto pero que contienen el fruto en potencia.
¿C óm o hacer para que nuestra razón se guíe por el cam ino
El m étodo cartesiano recto, para que el fuego latente en el sílex acabe por surgir en esta
suerte de frotam iento que es la reflexión? A esta pregunta respon­
Nadie com o Descartes había dado tanta im portancia al m étodo. de D escartes con las cuatro reglas del m étodo que conviene aquí
Para él, el encuentro de un m étodo preciso es la prim era condi­ analizar una a una:
ción del pensam iento. Y este m étodo no se contenta con aproxi­
m aciones, no se contenta con la experiencia dudosa; quiere llegar La primera era no recibir jamás nada por verdadero que no conociera
a la certidum bre com pleta. De ahí que una de las claves del m éto­ serlo evidentemente; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación
do cartesiano se encuentre en el deseo de superar todas las dudas. y la prevención, y no incluir nada más en mis juicios sino aquello
De la m ism a m anera que Sócrates en su tiem po, D escartes se que se presentara tan claramente y tan distintamente a mi espíritu que
no tuviera ninguna ocasión de ponerlo en duda.
opone a los escépticos dudando m ás que ellos. D udar para no
La segunda, dividir cada una de las dificultades que examinara en
dudar, tal es la esencia del pensam iento crítico que Descartes tantas partes como se pudiera y fuera requerido para mejor resolverlas.
coloca en el meollo de su razonam iento filosófico. El m étodo car­ La tercera, conducir mis pensamientos en orden, empezando por los
tesiano. con el cual se inicia una nueva etapa del pensam iento objetos más simples y más fáciles de conocer para subir poco a poco y
europeo, presupone, sucesivamente, una serie de cuatro reglas que como por grados al conocimiento de los más complejos, suponiendo
aparecen en la segunda parte del D iscurso del m étodo, una teoría incluso orden entre aquellos que no se preceden naturalmente entre sí.
de la deducción y de la intuición que aparece, sobre todo, en las Y la última, hacer por doquier enumeraciones tan complejas y revi­
Reglas p ara la dirección del espíritu y una “duda m etódica”, cuyo siones tan generales que estuviera segura de no haber omitido nada.27
fin es acabar con toda posibilidad de duda, que Descartes presenta
tanto en el Discurso com o en las Reglas y las M editaciones. La prim era de estas reglas contiene el germ en de la filosofía
cartesiana. La regla puede dividirse en dos ideas centrales: 1) si que­
a) Las cuatro reglas del m étodo remos conocer algo debemos evitar la precipitación y la prevención;
“El buen sentido es la cosa m ejor repartida del m undo”. Con estas 2) una vez evitadas ambas, debemos proceder con claridad y distin­
palabras se inicia el Discurso del método. Si por “buen sentido” ción; debemos poner en duda la realidad para alcanzar la verdad.
entendemos, com o lo hace Descartes, la razón, es decir, la capaci­ Lo que Descartes entiende por prevención es lo que hoy llam a­
dad de distinguir lo verdadero de lo falso, la afirmación de Descar­ ríam os prejuicio. Lo prim ero que debem os poner en duda es lo
tes quiere decir que existe algo innato en el pensamiento de todos que el propio Descartes llama, en las Conversaciones con B urm an,
los hombres. CormrSóerates. q san Agustín, Descartes está seguro el conocim iento de oídas, el que proviene de lo que nos enseña la
de la existencia de ideas innatas. Pero esta existencia debe interpre­ fam ilia, el grupo social en que vivimos. No que debam os renun­
tarse com o una “capacidad^ Por esencia todos los hombres poseen ciar a todo lo que la sociedad o la tradición dicen sino, más bien,
el mismo grado de razón, pero de hecho no todos los hombres pue­ que debem os analizar, individualm ente, lo que de verdadero y de
den o quieren aplicar la razón correctamente. Nuestras ideas son falso cabe en la instrucción y la educación que recibim os. Es­
innatas de la misma manera que el fuego está potencial mente en el ta tendencia cartesiana a adoptar una actitud crítica personal, esta
sílex. Solamente la meditación correcta podrá perm itir que nuestra idea de que debem os prescindir de la tradición para em pezar de

26 Iliiii. , p. 1094. 21 Rene D escartes, Discurso del método. II.


218 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 219

nuevo a pensar por nosotros m ism os es acaso la más típicam ente puede ser distinto sin ser claro” .29 Y, en efecto, ¿cóm o podría
renacentista de toda la filosofía cartesiana. tener una idea distinta del dolor si este dolor no existiera clara­
Más grave aún que el prejuicio es la precipitación, pues con m ente com o idea?
esta palabra D escartes se refiere no ya a las condiciones de nues­ La segunda regla del m étodo aclara la prim era. Lo que en ella
tro pensam iento sino a la m anera m ism a de nuestro pensar. La nos dice Descartes es que. para que una idea sea clara y, sobre
precipitación significa para Descartes un género de pensam iento todo, distinta, es necesario analizar cualquier problem a que se
que atiende m ás a la voluntad que a larazéfh-L a voluntad es infi­ presente. Dividir, es decir, analizar, significa precisam ente ir al I
nita y podem os querer todo lo que se nos antoje querer, la razón encuentro de las partes que integran una cosa. Así, un triángulo
es lim itada y solam ente podem os pensar racionalm ente m ediante puede ser una figura pintada de azul, grande, pequeña, herm osa
form as de razonam ientos pausadas en las cuales no intervenga la o fea. N inguna de estas cualidades es una cualidad natural del
voluntad com o único factor determ inante. Puedo, por voluntad, triángulo. El análisis del triángulo llevará al descubrim iento de
querer estar en M arte y, en caso extrem o, pensar que estoy en estas cualidades que lo constituyen: línea, ángulos, relación entre
M arte cuando de hecho me encuentro soñando en tierra. De los lados y los ángulos, etcétera.
m anera general. Descartes piensa que la fuente de todo error en Pero el análisis no es suficiente por sí mismo. Si tan sólo tuvié­
nuestros pensam ientos surge de un desequilibrio entre nuestros ram os un conocim iento analítico nunca tendríam os un verdadero
deseos excesivos y la im posibilidad de razonar estos deseos. La conocim iento, sino una serie de hechos o de ideas desparram adas
y sin coordinación entre sí. El análisis requiere la síntesis, es de­
juicios m ás voluntarios que racio n alev es. decir, cuando nuestro cir la reconstrucción de una totalidad después de que strfTpartes
pensam iento sea claro y distinto. son claras y d i sti n tas. Sóirrm edkm te ki -sínt ésís podrem os obtener
Los filósofos clásicos consideran que la verdad es siem pre una un conocim iento cabal de las leyes generales del triángulo y no
correlación entre el concepto y la esencia de la cosa. Descartes sólo de las partes .que lo constituyen separadamente-
inaugura un nuevo tipo de concepto de la verdad que no se refiere L a cuarta regla, muy típica del pensam iento cartesiano, exacto
tanto a la cosa, com o a la coherencia interna de nuestros propios y paciente, indica que cualquier proceso de pensam iento o cual­
pensam ientos. Es esta coherencia, que volverem os a encontrar quier experim ento debe repetirse varias veces para que estem os
en el pensam iento idealista, lo que Descartes entiende por c\m u seguros de la verdad a la que se pretende llegar.
_ dad y distinción Estas reglas asientan, que el conocim iento es siem pre un aná­
¿Q ué es una idea clara? D escartes la define en los Principios lisis entre dos síntesis: la prim era síntesis oscura de quien ve por
de filo so fía com o la idea que se “presenta y m anifiesta a un espí­ prim era vez un conjunto de objetos; el análisis que lleva a enten­
ritu atento”.28 Supongam os que sufrim os un dolor. El dolor será der las partes constitutivas de este conjunto, y la síntesis clara
claro cuando se dé, por intuición, bajo la form a de un todo indivi­ que resulta de la recom posición y reestructuración de aquello que
sible. Una idea es distinta cuando puedo analizarla y alcanzar la el análisis nos ha m ostrado acerca de los elem entos del objeto
intuición de sus partes. El dolor será no sólo claro sino también que se estudia.
distinto cuando pueda saber exactam ente cuáles son sus causas, Con las reglas del m étodo tenem os el m arco general que nos
sus motivos, sus efectos. Es así natural que Descartes diga: “El perm itirá discernir entre la verdad y el error. Pero si las reglas
conocim iento puede ser claro sin ser distinto”, com o en el caso nos explican qué debem os hacer para encontrar la verdad, no aca­
de una intuición clara de dolor que no me inform a de lo que el ban de explicar claram ente cóm o debem os hacerlo ni cuáles son
dolor significa en realidad. Inversam ente, un conocim iento “no los razonam ientos que perm itirán pensar con claridad y distin-

28 Rene D escartes, Principios de filosofía, en op. cii., p. 453. 29 Loe. cii.


220 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 221

ción. La teoría de la intuición y la deducción explica el significa­ otras cosas conocidas con certidum bre” .31 En otras palabras: una
do de estos dos procedim ientos que perm iten llegar a una certeza vez que. m ediante la intuición, hem os podido establecer algu­
absoluta. nas verdades absolutas podemos pasar de estas verdades primeras
a sus consecuencias m ediante largas cadenas de razonam ientos.
b) Intuición y deducción Así para volver al ejem plo de las m atem áticas, si tom am os ü n li­
Intuir significa tener la idea inm ediata de un objeto. Existen in­ bro de geom etría, podrem os ver que el libro se inicia m ediante
tuiciones sensibles, de color, sonidos, olor; existen intuiciones una serie de postulados, definiciones y axiom as que Descartes
em ocionales, intuiciones estéticas o intuiciones m ísticas. N ingu­ calificaría de intuitivos o inm ediatos. Todos los casos particula­
na de ellas entra en la definición de Descartes. “Entiendo por res (teoremas, pruebas, escolios) que deducimos de estas primeras
intuición -e scrib e D escartes- no el testim onio cam biante de los verdades son pasos sucesivos de una deducción que nos lleva de
sentidos ni el juicio engañoso de una im aginación que com pone lo general a lo particular, de los prim eros principios necesarios
m al su objeto, sino la concepción de un espíritu puro y atento, a las consecuencias necesarias de estos prim eros principios.
concepción tan fácil y distinta que no perm ite ninguna duda acer­ La intuición y la deducción se distinguen por el hecho de que
ca de lo que com prendem os.”311La intuición cartesiana, que sigue “los prim eros principios m ism os no pueden conocerse sino me-
la definición de las cuatro reglas, es una intuición racional. diante la intuición; y, al contrario, las consecuencias alejadas no~
Es fácil ver que existen intuiciones de orden racional. Así pueden ser conocidas sino por la deducción .
en las m atem áticas, ciertos principios, com o los axiom as, se ofre­ Si querem os llegar al corazón m ism o dé Ta teoría cartesiana
cen intuitivam ente, de m anera inm ediata y sin necesidad de prue­ del conocim iento debem os reco rd ar que el m étodo propuesto
ba. A lgo sem ejante sucede con las hipótesis de la física que por D escartes difiere esencialm ente del m étodo silogístico de
después vienen a com probar o a rechazar los hechos m ismos. Esta A ristóteles o de la filosofía de la Edad M edia. El silogism o ca ­
intuición es para D escartes, la que nos conduce a aquellas verda­ rece de verdadera utilidad y se reduce a una m era rep etición
des racionales, aquellas ideas innatas que existen en la mente como m ecánica. C uando decim os “todos los hom bres son m ortales,
sem illas de verdad. Sócrates es un hom bre, luego Sócrates es m ortal ’, no estam os
■ L a im portancia de la intuición reside, así, en el hecho de que descubriendo nada nuevo. Al afirm ar la prim era prem isa estába­
m ediante ella podem os llegar a estos últim os elem entos de la mos ya tácitam ente afirm ando la conclusión. El silogism o puede
conciencia, las ideas innatas. La intuición viene a hacem os pre­ servir com o m étodo para explicar, pero no es nunca un m éto­
sentes las verdades que estaban escondidas en el espíritu. G ra­ do para descubrir. Se reduce a u n a pura tau to lo g ía m ediante la
cias a ella podem os operar una suerte de m ayéutica com parable cual no hacem os sino desarro llar u na idea que estab a ya co m ­
a la que describía Sócrates. Y si querem os conectar la intuición p ren d id a en las p rem isas p re estab lecid a s. El razo n am ien to
cartesiana con el objeto que nos proponían las reglas del m éto­ m atemático, en cambio, es para Descartes, un descubrimiento crea­
do podem os afirm ar que este conocim iento de las ideas innatas dor. C uando decim os 2 + 2 = 4, el núm ero 4 añade algo nuevo
es. tam bién, el conocim iento de ideas claras y distintas. a dos m ás dos. No podem os d ecir que 2 + 2 es 4, porque una
Si la intuición es un acto inm ediato del conocim iento la de­ igualdad m atem ática no es una identidad. El 4 que predicam os
ducción im plica, en cam bio, razonam iento, este ir “com o por gra­ de la sum a 2 + 2 añade a los núm eros sum ados la idea de u n i­
dos” de que nos hablaba la tercera regla del método. dad que no estaba im plícita en ellos. Con lo cual se quiere decir
La deducción se define en efecto, com o la operación “m edian­ que las m atem áticas descubren verdades nuevas que vienen a
te la cual entendem os todo lo que se concluye necesariam ente de
31/t e /., p. 12.
30 René D escartes, Reglas para la dirección del espíritu, en op. cit., p. 11. 32 Loe. cit.
222 introducción a la historia de la filosofía D el Renacimiento a Kant 223

añadirse necesariam ente a las prem isas establecidas pero que Los argum entos que Descartes inventa para dudar son tres: el
no pueden reducirse a estas prem isas. A sí para D escartes no de los sueños, el de un dios im potente y el del “genio m aligno” .34
existe verdadera diferencia de naturaleza, sino tan sólo de uso. El argum ento a base de los sueños es, por lo m enos, tan anti­
entre la intuición y la deducción. Si hacem os la hipótesis de guo com o Platón. En térm inos cartesianos el argum ento se redu­
una m ente absolutam ente perfecta, esta m ente podría ver, in­ ce a una fórm ula bien simple. M ientras sueño tengo frente a m í
tuir, todas las verdades m atem áticas en un solo acto. Un apren­ un m undo real, tan real durante el sueño com o puede ser real el
diz de m atem ático tendrá que pasar por todos los pasos de m undo de la vigilia cuando estoy despierto. ¿Q ué me garantiza
la dem ostración, y. “com o por grados, deducir paso a paso una de m anera absolutam ente cierta que cuando estoy despierto todo
verdad de la verdad que inm ediatam ente la antecede. Pero aun lo que veo no es en verdad un sueño? Un poco antes que D escar­
en este caso, la intuición, el descubrim iento de una nueva verdad tes. Shakespeare había dicho que la vida está hecha del tejido de
que no estaba exactam ente contenida en las prem isas, deberá los sueños. C ontem poráneo de Descartes, Calderón veía que la
hacerse m ediante una intuición y un continuado descubrim iento. vida es sueño. A diferencia de ellos D escartes afirm a la posibili­
Lo que Descartes viene a decirnos es que la intuición es el m otor dad de que el vivir sea tan sólo un sueño, pero lo afirm a para
y la función m ism a de la deducción y que la deducción es, en poder negarlo, para poder dem ostrar que ni es sueño la vida ni es
cada uno de sus pasos, una form a del descubrim iento inm ediato de la tela del sueño la razón de los hom bres.
y una creación. Tanto la idea de un dios im potente, com o la de un genio m alig­
A la teoría de una lógica form al aristotélica que veía en las no son hipótesis, hipótesis que sirven a D escartes para llevar
verdades sim ples desenvolvim ientos de principios preestable­ lo más lejos posible su necesidad de dudar para no dudar. Am bas
cidos, D escartes vino a poner la idea de una deducción hecha se entienden m ejor si se piensa que. de existir un Dios perfecto
de intuiciones que, m ediante ideas claras y distintas, añade nue­ -D io s cuya existencia D escartes trata de dem ostrar después de
vos descubrim ientos y constituye, a cada paso, un verdadero des­ salir de d u d a s- este Dios bueno no querría engañam os. La nega­
cubrim iento.33 ción de un Dios perfecto nos conduciría a pensar que ya no queda
una garantía real para la verdad. Tal es el sentido de los dos argu­
c) La duda m etódica m entos que vamos a precisar.
L as reglas del m étodo indican ya que D escartes q u iere buscar Supongam os, prim ero, que existe un Dios absolutam ente bue­
u n a ce rtid u m b re ab so lu ta. P ero esta ce rtid u m b re no p o d rá no, que no tiene voluntad de engañam os, pero cuyo poder está
alcan zarse m ientras sean válidos los argum entos de los esc ép ­ lim itado o anulado. Si existiera este dios im perfecto, podría muy
ticos. P ara an u larlos será necesario dudar m ás que ellos y si bien ser que nos engañáram os siem pre que creyéram os encontrar
d esp u é s de d u d a r m ás q u e c u a lq u ie r e sc é p tic o es p o sib le la verdad y que este Dios, bueno en esencia, no pudiera impedir,
en c o n trar una verdad, ésta será indudable y escapará a todas por falta de voluntad, nuestro error.
las críticas. Pero Descartes va todavía m ás lejos. Podem os suponer, “que
hay no un Dios verdadero que es la soberana fuente de la verdad,
33 L a idea de D escartes afectó el pensam iento m atem ático de su tiem po y del siglo sino un cierto genio m aligno, no m enos astuto y engañador que
x v iii, Leibniz y K ant van a m antener la m ism a idea de una m atem ática cread o ra que poderoso, que ha em pleado toda su industria en engañarm e” .35
no solam ente descubre verdades preestablecidas, sino que realm ente crea al encontrar N aturalm ente Descartes no cree en la existencia de sem ejante
nuevas verdades. En nuestro siglo la teoría cartesiana ha caído en d esgracia entre la
m ayoría de los m atem áticos y de los filósofos de las ciencias. El positivism o lógico
(C arnap) o la filo so fía analítica (W ittgenstein) piensan que las m atem áticas son e sen ­ 34 No debe pensarse que D escartes crea en la verdad de las tres hipótesis. P ero D es­
cialm ente tautológicas. No hay que pensar, sin em bargo, que la nueva teo ría de las cartes no se conform a con creencias probables. M ediante la duda m etódica quiere ir
m atem áticas sea definitiva. A lgunos m atem áticos contem poráneos parecen volver a más allá de lo posible y de lo probable para alcanzar lo que es absolutam ente cierto.
la idea de la intuición. 35 René D escartes, M editaciones m etafísicas, en op. cit., p. 165.
Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 2 25
224

sustituto de la divinidad. Pero m ientras la idea de un ser com o m enos cierta: existo. Y si, com o lo hace D escartes, tom am os la
éste sea posible, será necesario quedam os en la duda. Y si el Dios palabra pensam iento en su sentido m ás am plio (sentir, imaginar,
im potente no podía evitar que nos engañáram os, este genio m a­ percibir, reflexionar, dudar) podem os afirm ar con él '.Cogito, ergo
ligno que, en la últim a hipótesis de la duda, viene a sustituir a sum. pienso, luego existo.
Dios nos engañaría voluntariam ente. D escartes, acaso el más cla­ Esta fórm ula cartesiana puede llevar a confusiones. Es bueno
ram ente racionalista de todos los filósofos, hace la hipótesis de aclararla del todo. Im porta señalar, en prim er térm ino, que Des­
un m undo irracional guiado por un ser irracional, engañador y cartes considera que esta afirm ación de la existencia propia es
m aligno. Si este ser existiera todo lo que pensáram os no sería una intuición, un dato inm ediato en el cual no tiene por qué en­
sino error y engaño. trar una reflexión de tipo deductivo. En segundo térm ino, es ne­
Solitario, Descartes no halla todavía un verdadero punto de cesario decir que la segunda parte de la frase es explicativa, pe­
apoyo para dar un fundam ento verdadero a su método. Nuestras ro que en rigor no es necesaria. Bastaría, en efecto, con decir
ideas son claras y son distintas, pero nada nos garantizaiodayía “yo pienso” para que, im plícitam ente, quedara claro que este yo
que no estem os soñando estas m ism as ideas claras y djsüníasjo, que piensa existe. Estas consideraciones nos llevan a ver clara­
m ás radicalm ente todavía, que no estem os siendo engañados ya m ente que la relación “pienso, luego existo” no es una relación
sea a pesar de la bondad de un Dios im perfecto, ya sea p o n ías de causa a efecto. Descartes no quiere decir que mi pensam iento
activas argucias de un ser irracional e intrínsecam ente m alo. L le­ sea la causa de mi ser. idea que sería claram ente absurda. Lo que
gam os a lo más hondo de la duda. Para salir de ella Descartes Descartes afirm a sim plem ente es que el hecho de pensar r&zreve-
desarrolla su m etafísica, una m etafísica basada en la razón pura la y me muestra que existo. Com o en san Agustín, el pensam iento,
que viene a sostener la existencia del “yo” , la existencia de un la duda misma, son vivas muestras de mi existir. Ya tenemos, así, un
Dios perfecto que no puede perm itir nuestros engaños y errores, punto de apoyo, este punto de apoyo que DéscárfésT com parán­
y finalm ente, la existencia de las dos sustancias que constituyen dose a Arquím edes, buscaba para m over el m undo de su lugar.
el universo cartesiano: la extensión y el pensam iento. Pero el lector habrá notado en el curso de esta breve exposición
que no hem os podido evitar la prim era persona del singular. Y
es que D escartes ha probado esto: “yo existo”. Pero, m ás allá de
La m etafísica cartesiana él. no ha probado todavía que exista nada. Solitario, D escartes se
sabe en posesión de una verdad incontrovertible para él, o si así
a) El cogito36 se quiere, para cualquier yo a quien el pensam iento necesaria­
“Para sacar el m undo de su lugar y transportarlo a otro sitio, Ar- m ente revela la existencia. Pero si cada quien está seguro de su
quím edes solam ente pedía un punto fijo y seguro. Así tendré el yo , n adie está todavía seguro de la ex isten c ia n ec esaria de
derecho de concebir grandes esperanzas si tengo la felicidad de un tú, de un vosotros o de un mundo. Solam ente la existencia
encontrar tan sólo una cosa que sea cierta e indudable.”37 D escar­ de un Dios perfecto sería una garantía real de que: 1) el m étodo
tes encuentra este punto de apoyo indudable en el m ism o princi­ em pleado por D escartes tiene un fundam ento absoluto en nn ser
pio que había descubierto san A gustín: la existencia del yo. que no puede engañam os: 2) el mundo, y cuanto m e rodea, existe
En efecto, puede muy bien ser que yo dude, puede muy bien y esta existencia queda garantizada por la perfección y la bon­
ser que todo lo que me rodea sea tan sólo un sueño, puede ser que dad de Dios. Sólo las pruebas evidentes de la existencia de Dios
viva en el engaño, pero en todos estos casos una cosa es por lo pueden acabar de redondear el m undo filosófico de D escartes y
garantizar su verdad. Es en este sentido m uy preciso que Descar­
36 E m picam os aquí la palabra cogito (“yo pienso"), porque los textos de Descartes, tes acertaba cuando, dentro de los térm inos de su filosofía, podía
escritos prim ero en latín, la han hecho fam osa en el pensam iento occidental.
37 René D escartes, M editaciones, en op. cit., p. 166.
asegurar que quien no crea en Dios no puede ser geóm etra.
226 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 22 7

b) Pruebas de la existencia de Dios Considerem os la prim era hipótesis. Descartes piensa que es
La principal novedad de las pruebas de la existencia de Dios tal un hecho que yo tengo la idea de un ser perfecto. Con ello no
com o las presenta D escartes reside en que todas ellas parten de la quiere decir que conozcam os perfectam ente la perfección ya que
existencia del yo, de esta única realidad cuya existencia nos ha somos im perfectos por naturaleza, sino que tenem os la idea de
sido plenam ente revelada por el pensam iento. Las pruebas de que la perfección existe. A hora bien, si yo me hubiera creado a
D escartes estarán siem pre centradas en ideas y nunca en cosas, m í m ism o, si fuera yo mi propia causa, sería natural que me hu­
siem pre en el yo que piensa y no en un m undo que. hasta ahora, biera otorgado todas las perfecciones. Es, por lo tanto, im posible
es todavía dudoso o por lo m enos tan sólo probable. pensar que me haya creado a m í m ism o ya que esta autocreación
La prim era de las pruebas cartesianas se refiere a la relación supondría que tengo una perfección que no poseo.
entre lo infinito y lo finito. Para entender esta prueba, y entender Considerem os la segunda hipótesis. Sería posible im aginar, ya
a fondo las pruebas que siguen, hay que tom ar en cuenta un axio­ que no puedo ser mi propia causa, que ésta se encuentra en mis
m a que Descartes considera indiscutible: “Es cosa m anifiesta y padres o en algún ser m enos poderoso que Dios. Pero en este
evidente que debe haber por lo m enos tanta realidad en la cau­ caso estam os tam bién frente a una idea que se destruye a sí m is­
sa eficaz y total com o en su efecto” .18 En algunos casos la causa ma, porque el ser que me produce o tiene que ser causado a su
tiene la m ism a realidad que el efecto -c o m o en la relación pa- vez, y en este caso no es mi causa prim era, o su existencia proce­
dres-hijos. o en la relación árbol-sem illa-; en otros la causa tiene de de sí m ism o, de tal m anera que es entonces el ser absoluta­
m ás realidad que el efecto -c o m o en la relación carpintero-m esa m ente perfecto, es decir Dios.
o en la relación arquitecto-casa. N unca un efecto tiene m ás reali­ A estos dos argumentos Descartes añade un tercero que se funda
dad, es decir, un grado de ser superior, que la causa. A plicando en la vida m ism a de los hom bres.
este axiom a a las ideas de infinito y finito, vemos que la prim era Ha escrito A lexandre Koyré que “para Descartes podríam os
incluye m ás realidades que la segunda. Dios infinito debe ser la definir al hom bre com o el ser que tiene una idea de D ios” .39 Esta
causa de lo finito del m undo y de los hombres. idea de la existencia de Dios se transform a en cuestión de vida o
Este primer argumento se com pleta mediante la demostración de m uerte. Vivo porque Dios existe. Es m ás, sé que Dios existe por­
la existencia de Dios por vía causal. Esta prueba es la aplicación que vivo, porque existo, porque soy un ser que se conserva en su
al yo de los argum entos causales basados por Aristóteles o santo ser. Escribe Descartes:
Tomás en la contingencia del m undo. Para llevar a cabo su d e­
m ostración, D escartes procede m ediante hipótesis y su tipo de No creo que pueda dudarse de la verdad de esta demostración si se
dem ostración es sim ilar a lo que los m atem áticos llam an pruebas toma en cuenta la naturaleza del tiempo o de la duración de nuestra
por el absurdo. Si las hipótesis que se hagan resultan absurdas y vida; puesto que siendo esta duración de tal naturaleza que sus partes
queda una sola hipótesis racional, esta hipótesis será la única cierta. no dependen unas de otras y no existen nunca al mismo tiempo, no se
puede concluir necesariamente de que por ser ahora vayamos a ser
Establecidas estas ideas podem os ahora preguntamos: ¿cuál es
un momento más tarde, si alguna causa, a saber, la misma que nos ha
la causa de mi existencia? ¿C uál la causa de la existencia de este
producido, no sigue produciéndonos, es decir no nos conserva.40
yo que es indudable?
C aben tres respuestas: la causa de mi ser soy yo m ismo; la
Si concebim os el tiem po com o hecho de instantes discontinuos,
causa de m i ser son seres de la m ism a realidad que yo (mis pa­
sin relación entre sí, debem os buscar en Dios al ser que nos con­
dres); la causa de mi ser es Dios. Veamos cóm o Descartes trata de
duce y nos lleva de instante en instante. Y ello porque, com o ya
m ostrar que solam ente la últim a hipótesis es verdadera.
39 Alexandre Koyré, Entretiens sur D escartes, B rentano's, N ueva York, 1944, p. 89.
38 R ené Descartes, Respuestas, en op. cit., p. 281. * René D escartes, Principios, en op. cit., p. 21.
228 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 229

vim os, no som os capaces de producim os a nosotros m ism os y dudas y dar por cierta la existencia del m undo que lo rodea, de los
por lo tanto necesitam os de un ser absoluto que nos vaya creando pensam ientos que piensa y de la presencia de los dem ás hom bres.
en todo m om ento. La creación nó es para D escartes un acto que
Dios realiza en el principio de todas las cosas, sino un acto conti­ c) Las dos sustancias: extensión y pensam iento
nuado de providencia, mediante el cual Dios crea al mundo constan­ ¿Cuál es el mundo que la existencia de Dios garantiza? Es, natural­
temente. Resum ido el argum ento en sus elem entos más sim ples mente. el m undo variado, diverso, que perciben nuestros sentidos y
podría expresarse así: yo, ser viviente existo; mi existencia, insu­ sienten nuestros afectos. Pero es, esencialmente, el m undo hecho de
ficiente por sí misma, requiere la creación constante de mi ser. El dos sustancias que no pueden variar: la extensión y el pensamiento.
ser que m e crea constantem ente es Dios. M atem ático y más especialm ente geóm etra, D escartes no pue­
Descartes da una serie de pruebas para alcanzar la existencia de dejar de tener una idea geom étrica del mundo. De ahí que para
de Dios y mostrar, m ediante ellas, que el m étodo descrito por el Descartes el soporte real, la sustancia de todas las cosas físicas,
filósofo así com o el m undo que está m ás allá de él poseen plena sea el espacio que llam a “extensión” . A hora bien, Descartes no se
realidad. Pero Descartes insiste en distintas ocasiones sobre un contenta con afirm ar que el espacio es una sustancia; trata de pro­
hecho que estaba im plícito en su m étodo. Todas estas pruebas no barlo. Y su prueba se reduce a térm inos muy sencillos. Si consi­
son sino los desarrollos deductivos de una intuición básica. Esta deram os un pedazo de cera, verem os que puede cam biar de as­
intuición es la principal de las pruebas cartesianas de la existen­ pecto según los grados de la tem peratura am biente, y pasar de
cia de Dios. Esta prueba intuitiva es la que em pleó san A nselm o ser un sólido a ser un líquido o a dispersarse en form a de gas. La
cuan d o quiso encontrar un solo argum ento m ediante el cual cera cam bia. Pero si cam bia la cera hay una cosa que no cam ­
pudiera probarse la existencia de Dios. La diferencia entre am ­ bia; el lugar que ocupa la cera, el espacio en que la cera está. Si
bos está m ás en los m atices que en la idea central. Am bos parten, am pliam os este argum ento a todas las criaturas de este m undo
en efecto, del hecho de que la idea de un ser perfecto está en podem os, por hipótesis, pensar que todos los seres corporales
nuestro espíritu y que esta idea im plica la existencia del ser per­ desaparecen. Aun en este caso, habría “algo” que no desaparece­
fecto. El principal m atiz diferencial del argum ento cartesiano ría: el lugar, el espacio general que antes ocupaban los seres cor­
reside en su form a m atem ática así com o en su referencia constan­ porales. El espacio es algo “en sí” , algo que no necesita de nada
te a su punto de partida: el cogito. más para ser y que, a su vez, es la condición de todo ser corpóreo.
En m atem áticas puedo tener la intuición de que en un triángu­ El espacio, sin embargo, no explica a todos los seres del mundo.
lo la sum a de los tres ángulos equivale a dos ángulos rectos. Las En el m undo encontramos seres que no son espaciales, sino espi­
verdades m atem áticas son siem pre necesarias. Pero si considero rituales. A ellos podríam os aplicar un argum ento sim ilar al que
la esencia del triángulo, puedo estar seguro de sus leyes internas. em pleamos en el caso de la cera. Los pensamientos que tiene una
N o puedo, por otra parte, saber si el triángulo existe o no. La persona cambian, varían, pueden ser más o menos agudos, más o
esencia del triángulo no im plica su existencia. No sucede lo m is­ menos permanentes, estar más o menos teñidos y matizados por la
m o con la idea de la perfección. Esta idea, para Descartes com o emoción. Pero si los pensamientos varían hay una cosa que no va­
para san Anselm o, es una idea cuya m ism a esencia im plica la ría y sin la cual no existirían los pensamientos: tal es el espíritu,
existencia. que Descartes llama pensamiento. De la m ism a m anera que el es­
Este argum ento viene a decim os que Dios es el único ser que pacio es el “lugar” y la condición de los seres materiales, el espíritu
existe por definición, el único ser acerca del cual podem os tener es el centro y la condición de posibilidad de los seres espirituales.
una intuición clara y distinta, el único ser que garantiza que el Por una parte, el mundo, creado y hecho por Dios; por otra, el
m étodo descrito por D escartes sea verdadero y, que el hom bre, pensam iento de Dios que crea el m undo físico y el m undo a la
ya asegurado su conocim iento por Dios, puede salir de su m ar de vez físico y espiritual de los hom bres.
230 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 2 31

La realidad toda está hecha de dos sustancias: espacio y pensa­ desarrollan dos filosofías distintas, com plejas y nuevas. Los dos
miento. Estas dos sustancias aparecen claram ente en el hom bre y parten del problem a que D escartes dejaba abierto.
son, en él, cuerpo y alma. El cuerpo pertenece a la sustancia espa­
cial; las almas, a la sustancia espiritual.
La teoría de las sustancias es la conclusión de la filosofía car­ Baruch Spinoza
tesiana. E sta teoría plantea problem as de la m ayor gravedad.
Al tratar de separar totalm ente el espíritu y la m ateria, el alm a y Con la paz de W estfalia (1648), H olanda se independizó de E s­
el cuerpo, Descartes quería asentar que el alm a hum ana no de­ paña. Ya hem os visto que la H olanda del siglo xvn se señaló por
pende del cuerpo y que, si es una sustancia independiente, es su espíritu tolerante. L a prueba m ás clara de esta tolerancia es el
tam bién una sustancia inm ortal. Al cuerpo mortal y perecedero, establecim iento en ciertas tierras de una cantidad im portante de
Descartes quiso oponer el alm a inm ortal e im perecedera. Pero su judíos expulsados de España y de Portugal. A m ediados del siglo
m ism a lógica le condujo a una extraña paradoja: por una parte xvii. la com unidad iberojudía de H olanda era poderosa en la
D escartes decía, por definición, que el alm a y el cuerpo son entes vida com ercial del país. En cuanto a la vida espiritual, esta com u­
totalm ente aparte; por otra veía, por la experiencia, que existe nidad estaba dividida entre judíos ortodoxos que querían estable­
una relación constante entre el alm a y el cuerpo, que nuestras cer el culto de sus antepasados, y el pensam iento escéplico-de
em ociones, nuestras sensaciones, nuestras im aginaciones serían algunos filósofos y teólogos deT5r i p ñ j ñ 3Tóqüé~no creían que la
inexplicables sin la com unicación entre cuerpo y alma. Biblia debía interpretarse literalm ente. Algunos (íé~eTTos. com o
D escartes nunca llegó a resolver este problem a básico que Uriel da C osta y P e d ro PradóTse adelantaron al Tratado teológi-
planteaba su filosofía. Se afanó en describir el cuerpo com o un copolítico de Spinoza en su crítica de la interpretación textual de
m ecanism o basado en el sistem a nervioso y hecho de acciones y los textos bíblicos. Es en esta disensión interna del judaism o ibe-
reacciones muy sim ilares a lo que m ás tarde la psicología lla­ roholandés del siglo xvn donde debe encontrarse el origen del
m ará reflejos condicionados. Se em peñó tam bién en preservar pensam iento heterodoxo de Spinoza. No el único origen sin em ­
la sustancialidad del alm a y m ostrar la independencia de ésta bargo. El pensam iento de Spinoza estuvo profundam ente influi­
en relación a las operaciones m ecánicas de los cuerpos. D escar­ do por la filosofía de Descartes a la cual Spinoza dedicó un breve
tes trató de encontrar una solución a su problem a cuando supuso tratado explicativo. ¿Sería por dem ás com parar el pensam iento
que la glándula pineal es el lugar donde el alm a entra en contac­ de Spinoza al de los pintores holandeses de su tiem po y, m uy
to con el cuerpo. Sem ejante explicación era una ausencia de ex­ principalm ente, al de Verm eer de D elft? Sin duda los pintores
plicación y una de las ideas más extrañas en todo el pensam iento holandeses del siglo xvil, a excepción de R em brandt, carecen del
cartesiano. im pulso religioso de Spinoza. Pero coinciden con él en que saben
El gran descubrim iento de Descartes es el del m étodo. De él se espiritualizar la vida cotidiana. Los protestantes se in tere sa­
derivan ideas im portantes com o las del cogito, la existencia de ban poco por las representaciones gráficas de su fe religiosa por­
Dios y, en casos más específicos, su discutible explicación del que pensaban que cualquiera representación antropom órfica de
funcionam iento m ecánico del cuerpo y su indiscutible ciencia geo­ la divinidad es esencialm ente falsa. En este sentido m uy preci­
métrica. Las últim as consecuencias de la filosofía de Descartes, so. el ideal de un Frans Hals o de un Vermeer es contrario al espí­
es decir su teoría de la sustancia, conducían a un dualism o de ritu barroco, im aginativo y figurativo de la Contrarreform a. Pero
im posible solución. Así, Descartes dejaba un m étodo preciso y Vermeer sabe com binar com o nadie lo había hecho antes la geo­
un problem a abierto a la filosofía racionalista de sus suceso­ m etría precisa de las líneas y los espacios con un am biente de
res. Todos ellos em plearon en buena parte el m étodo cartesiano. espiritualidad que surge de toda su obra. También geom étrico,
N inguno de ellos pudo aceptar su dualism o. Spinoza y Leibniz tam bién espiritual será en su filosofía Spinoza.
232 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a K ant 233

N acido en Am sterdam en 1632, Baruch Spinoza fue instruido el hecho de que su objeto sea o exista; por idea indeterm inada
en las enseñanzas ortodoxas de la fe judía. Su interpretación aquella idea cuyo objeto puede existir o dejar de existir, aque­
panteísta del universo así com o su renuncia a seguir al pie de la lla idea cuyo objeto es contingente. La idea de Dios es determ ina­
letra las enseñanzas bíblicas condujeron a la com unidad ju d ía de da y verdadera: la idea de vida es indeterm inada, puesto que la
Holanda a expulsar de su seno al filósofo, tachando de inm oral a vida puede dejar de existir. Intelectualista, Spinoza espera poder
este pen sad o r esencialm ente m oralista. E sta expulsión llevó com binar el am or y las ideas y su objeto prim ordial es eLum or
a Spinoza a vivir aislado de los suyos, a sentirse más claram ente intelectual de Dios. G eóm etra. Spinoza piensa reducir toda la fi­
holandés y a desarrollar plenam ente su sistem a estoico de pensa­ losofía a una serie de axiom as, postulados, teorem as, tan claros
m iento. Pocos filósofos han alcanzado el grado de serenidad es­ en sí m ism os com o las dem ostraciones m atem áticas.
piritual - y a verem os que su filosofía es esencialm ente filosofía Lo más probable es que la form a geométrica de su razonamiento
de la serenidad- com o este pensador aislado, solitario en un mundo sea externa a su intención. Puede incluso que esta form a sea una
que considera perfectam ente equilibrado. Spinoza m urió conver­ sim ple m oda de época. Hay que ver en ella el sím bolo m ism o de
sando con sus am igos (1677). una filosofía que piensa que las verdades filosóficas son demostra­
Si la filosofía de Descartes es ante todo teórica, la de Spinoza bles, exactas y precisas com o pueden serlo las de las matemáticas.
es em inentem ente práctica. De esta tendencia moral son buenas
m uestras el Tratado teológicopolítico, la Reforma del entendi­ b) La sustancia
m iento y, muy principalm ente, la É tica dem ostrada a! m odo La Ética de Spinoza se inicia con una prim era parte que trata “De
geom étrico. Seguirem os estos dos últim os libros para explicar un D ios” . Com o todo el libro esta parte está encabezada por una se­
pensam iento de aspecto geom étrico y frío de intensidad espiri­ rie de definiciones entre las cuales la m ás im portante en cuanto al
tual pocas veces igualada.41 alcance total de la obra es la de la sustancia: “Por sustancia en­
tiendo lo que es en sí y se concibe por sí: es decir, aquello cuyo
a) La reform a del entendim iento y el m étodo concepto no necesita del concepto de otra cosa para form arse” .42
La intención del Tratado sobre la reforma del entendim iento, y Esta definición se com pleta cuando Spinoza aclara su idea de la
en general de la filosofía toda de Spinoza, se aclara cuando sabe­ divinidad: “Entiendo por Dios un ser absolutam ente infinito, es
m os que el filósofo buscaba un bien capaz de com unicarse, cu­ decir, una sustancia constituida por una infinidad de atributos de
yo descubrim iento hiciera gozar con un gozo continuo y eterno. los que cada uno expresa una esencia eterna e infinita”.4' Uniendo
El m étodo de Spinoza se asem eja, por su intención, al de los am bas definiciones entendem os el m eollo m ism o de la filosofía
tratadistas del am or de Dios, de Kempis a León Hebreo. Por su de Spinoza. Existe una sola sustancia infinita, Dios, que contiene
forma, el m étodo spinoziano se acerca al de Descartes en cuanto todo lo que hay en el universo. Esta sustancia, por el hecho de ser
afirm a la racionalidad del conocim iento y la necesidad de un infinita, contiene una infinidad de atributos definidos com o “aque­
razonam iento deductivo que parte de principios absolutam ente llo que el entendim iento percibe en la sustancia com o constitu­
claros para llegar a consecuencias necesarias. A diferencia de yendo su esencia” .44 S pinoza piensa, por consiguiente, que Dios
D escartes. Spinoza no piensa que sea útil la duda. Una idert-vefe.. - o la sustancia que es lo m ism o - contiene una infinidad de atribu-/
dadera es siem pre dcterm w ada v la idea falsa o tos que desconocem os por el m ero hecho de que som os lim itados
cam bio, indeterm inada. Entiende Spinoza por idea determ inada y finitos. Entre todos los atributos de Dios, conocem os dos: el es­
píritu y la materia. No era desacostum brado definir a Dios com o
41 Sobre la vida de Spinoza es conveniente leer el libro de Cari Gerhart, Spinoza.
L osada, Buenos Aires, 1943. En cuanto a la lectura de la Ética puede seguirse la recom en­ J; Baructi Spinoza, "De Dios", en Ética. I, iii.
dación de Bertrand Russell: leer los enunciados de cada teorem a, sin que sea necesario 4Í Ibid.. vi.
leer todas y cada una de las dem ostraciones. 44 Ibid., iv.
234 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 2 35

ser espiritual. Lo que sí es a la vez nuevo y revolucionario45 es zo que. com o todos los seres, realiza para perm anecer en su ser.
definir a Dios a la vez com o ser espiritual y m aterial. Al hacerlo Esta necesidad de seguir viviendo, de seguir existiendo, hace que
Spinoza resuelve el dualism o d e tere sustancias cartesianas. nos centrem os en nosotros m ism os y que lleguem os a pensar a
El problem a de D escartes surgía de que dos sustancias distin­ veces que todo depende de nosotros. Pero este esfuerzo de los
tas -a lm a y cu erp o - no pueden com unicarse. Pero si todo perte­ hom bres por perm anecer en su ser no es siem pre malo. En algu­
nece a una misma sustancia, si sustancialm ente y en lo más íntim o nos casos - y en este punto Spinoza se aleja de los esto ico s- las
el cuerpo y el alm a son la m ism a cosa -am b o s parten de una sus­ afecciones son buenas. Lo son siem pre que sirvan com o m óvi­
tancia que es D io s- la com unidad entre am bos deja de plantear les para la vida. Así, la alegría es una afección positiva, que nos
problem as. C oncebido com o un ser que todo lo contiene, el Dios m antiene en nuestro ser; la tristeza es. en cam bio, una afección
de Spinoza es tam bién un Dios m aterial; concebido com o un ser negativa, que anula y destruye nuestro modo de ser. La alegría es
racional, el Dios de Spinoza no perm ite la libertad puesto que la causa del am or que construye y crea: la tristeza es la causa del
todo en él es explicable por esta sustancia que se “concibe por odio que destruye y aniquila.
sí” ; concebido com o un ser perfecto, el Dios de Spinoza no con­ Pero si algunas afecciones son buenas en cuanto nos llevan a
tiene el mal. Para Spinoza no es ya que el mal sea una carencia, sobrevivir, ninguna es del todo buena porque su origen es siem ­
com o para san Agustín o santo Tom ás, sino sim ple y llanam ente pre irracional. La verdadera bondad, para Spinoza com o para Só­
que el mal no existe. ¿A qué se reduce el m al? A la lim itación de crates. está en el intelecto y en la razón. Si el m undo es racional,
las perspectivas hum anas. Según Spinoza algo es malo para no­ si Dios es racional, lo que puede acercarnos a Dios es aquello que
sotros porque no acabam os de ver el universo en su totalidad. El nos define com o oartes.integrantes de la sustancia del u n iverso:
mal es simplemente un error de perspectiva que proviene de nuestra nuestra razón. Si por nuestras afecciones, y sobre todo por nues­
fínitud y de nuestra lim itada visión de las cosas. tras pasiones destructivas, som os esclavos, por nuestra razón so­
Pero si Spinoza parece resolver el problem a del dualism o car­ mos libres. Y esta libertad se consigue m ediante una adecuada
tesiano plantea en cam bio un problem a que nunca acaba de resol­ com binación de la más positiva de las afecciones (el am or) y de
verse dentro de su sistem a m onolítico. Spinoza no puede explicar la más sustancial de nuestras facultades (el intelecto). De ahí que
la existencia de seres finitos y lim itados, de. seres individuales_y para Spinoza el sabio es el que sabe renunciar a sí m ism o y entre­
personales. Y no puede hacerlo porque si por definición todo es garse al am or intelectual de Dios. No es el am or de Spinoza por
idéntico a todo lo dem ás dentro de la unidad de una sola sustancia, la divinidad un am or sem ejante al de los místicos; es el am or in-
no existe diferencia-real entre la piedra, el hombre, o.la.nub&. L1 telectualizado de quien sabe que la única alegría, y la única vida
m undo que conocem os, el m undo sensible que nos rodea es ilu­ serena, es la de quien sabe aprovechar sus aleccione.'» positivas y
sorio. O, por decirlo con el lenguaje de Spinoza, es sim plem ente am orosas para alcanzar una idea clara y distinta de la esencia hu­
un m odo de la sustancia, es decir “afección de la sustancia” .46 m ana que es la m ism a sustancia del universo, dé la naturaleza y
El m undo concebido por Spinoza, unitario, invariable, eterno, de Dios. Podemos decir que. para Spinoza. en nuestro am or Dios
es el m arco para una m oralidad serena, estoica y contem plativa. “se am a a sí m ism o con un am or intelectual infinito” .47 Nuestro
am or v nuestro intelecto son partes integrantes del am or y del
c) Los actos hum anos intelecto universal que es esta única sustancia divina.
Spinoza concibe que el hom bre está hecho de afecciones. La pri­ La doctrina de Spinoza entraña el concepto vivido de la liber­
m era afección que encontram os en el hom bre reside en el esfuer- tad. Spinoza afirma, com o ya se dijo arriba, que si somos esclavos
45 Sólo los esioicos, entre los griegos, habían pensado que existía una sola sustancia
por nuestras pasiones som os libres por nuestra razón am orosa
y habían desarrollado teorías panteístas.
46 Ib id .. v. 45 Baruch Spinoza. Ética, v. xxxv.
236 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 237

que nos funde a la naturaleza m ism a de las cosas. Pero ¿cóm o D iplom ático, residió largo tiem po en Francia y viajó a Holanda
hablar de libertad si el universo está determ inado por su sustancia (donde conoció a Spinoza), a Inglaterra. Italia, Austria. Proyectó
divina y racional? ¿Q ué entiende Spinoza por libertad? “Se llam a una C ruzada contra los turcos y trató de realizar la unión de las
libre aquella cosa que existe por la sola necesidad de su naturale­ Iglesias cristianas. B ibliotecario de la Biblioteca de Hannover.
za y es determ inada a obrar por sí sola.”48 Los términos “necesidad prim er presidente de la A cadem ia de Ciencias de Berlín, murió
de su naturaleza” y “determ inada a obrar por sí m ism a” m uestran en 1716. dejando la m ayor parte de su obra inédita. Esta obra cons­
bien a las claras que Spinoza no cree que exista una verdadera ta de escritos m atem áticos, jurídicos, filosóficos y teológicos. En­
libertad de elección. Som os seres necesarios y determ inados por tre sus obras filosóficas son de prim era im portancia sus trabajos
la razón infinita de la sustancia. Ser libres quiere decir ser cons­ lógicos. El De arte com binatoria prepara un lenguaje lógico uni­
cientes, conscientes de que estam os determ inados^. versal y es el antecedente de la lógica sim bólica que se desarrolla
La libertad es la aceptación intelectual de que el universo es bue­ en nuestro siglo. Debe notarse que esta obra lógica obedecía en
no, racional, unitario y eterno. Más allá de nuestras personalidades parte a un deseo de unión entre los pueblos y, sobre todo, a un
ilusorias la libertad que es razón nos perm ite ver desde el punto deseo de verdadera com prensión. Leibniz creyó encontrar un len­
de vista de la divinidad, bajo la especie de una cierta eternidad. guaje sim bólico m ediante el cual podrían calcularse los proble­
El sistem a de Spinoza -q u e por su aspecto unitario recuerda al mas hum anos de todas las clases y evitar así las discusiones sin
de P arm én id e s- renuncia a la libertad hum ana, renuncia a la sentido. “Una vez que los núm eros característicos queden esta- *,
sustancialidad de las criaturas, reduce el m undo sensible a una blecidosr'pára la m ayoría de los conceptos -escrib e L eib n iz-, la 1
apariencia y una ilusión. Lo que sigue siendo valioso de la expe­ humanidad estará en posesión de su nuevo instrum ento que eleva-
riencia de Spinoza no es tanto el sistem a muy discutible que edi­ rá las capacidades del espíritu en grado m ucho m ayor que los
ficó el filósofo com o el m odelo de vida de este hom bre que creyó instrumentos ópticos fortalecen los ojos, y superará al microscopio
encontrar la serenidad perfecta en la renuncia al mundo. Si la y al telescopio en la m ism a m edida en que la razón es superior a
filosofía de Spinoza no puede concebirse com o una explicación la vista.”49 Leibniz llegó a pensar que esta característica univer­
clara del universo, puede pensarse en Spinoza, el hombre Spinoza, sal, este cálculo racional, conduciría a establecer en toda la faz de
habría dicho Unam uno, com o una lección viva de vida serena y la Tierra la verdadera religión, ya no objeto de palabras im preci­
de existencia guiada por la ley m oral. sas o de puras em ociones sino de cálculos matem áticos.
Tal es el aspecto de la filosofía de Leibniz que suelen destacar
los lógicos contem poráneos. No debem os olvidar, sin em bargo,
Leibniz y el esplritualism o que la lógica leibniziana está ligada a un m étodo, a una teoría
del conocim iento y a una m etafísica. El prim ero y la segunda
Muy distinta a la de Spinoza fue la personalidad de Gottfried aparecen principalm ente en los N uevos ensayos•so b re el entgudU
W ilhelm Leibniz. Nació en Leipzig en 1646. tuvo una form ación m iento hum ano, escritos en respuesta a Locke; la tercera en la
variada y casi tan universal com o la de aquel hom bre com ple­ M onadología, el D iscurso de m etafísica y la Teodicea.
to que buscaba el R enacim iento. Fue profundo su conocim iento
de los humanistas clásicos, de los teólogos modernos (Suárez), de a) M étodo y teoría del conocim iento
Descartes, Hobbes, G alileo y Kepler. A prendió m atem áticas con “Nada hay en el intelecto que no estuviera prim ero en los sen­
Huyghens y llegó a descubrir, por vías propias, el cálculo infi­ tidos” . reza un dicho clásico. Y añade Leibniz: “Salvo el entendi-
nitesim al que al m ism o tiem po descubría en Inglaterra Newton.
49 Gottfried W ilhelm Leibniz. “H acia una característica universal", en Philip P. Wiener,
18 Ibid., vii. Leibniz. Selections, S cribner’s, Nueva York, 1951, p. 23.
238 Introducción a la historia de la filosofía D el Renacimiento a Kant 239

m iento m ism o”. Y es que si por una parte Leibniz acepta que El principio de razón suficiente se puede expresar en estos tér­
som os em píricos en las tres cuartas partes de nuestras acciones, m inos: nada hay que no tenga una suficiente razón. Para Leibniz,
es decir, que recibim os la m ayor parte de nuestras ideas de la ex­ filó so fo q ü éV elare alid ad .d e l lado de lat razón, todo lo que existe
periencia. afirm a tam bién que el entendim iento o razón es innato tiene una razón suficiente para existir. De este m odo los dos prin­
y distingue al hom bre de los anim ales. Si analizam os nuestra con­ cipios de posibilidad y de razón suficiente se com pletan. Leibniz
ciencia verem os que puede existir en tres niveles: el de las pe­ nos dice que todo es susceptible de una explicación racional. El
queñas percepciones, im ágenes vagas que, presentes en nuestra m undo no es contradictorio, y de usar bien la razón, el m undo se­
conciencia, no son ni claras ni perceptibles: no en vano las com ­ rá siem pre interprelá'bte'porrñedi ó delaT ázoñT t n este sentido
para L eibniz a cada una de las gotas inaudibles que form an una son significativas estas palabras de la M vnadotogía: “la razón su­
ola. En realidad lo que Leibniz llam a pequeñas percepciones se ficiente debe encontrarse tam bién en las verdades contingen­
asem eja a lo que la psicología m oderna denom ina subconsciente, tes o de hechos, es decir, en la serie de las cosas esparcidas por el
o lo que William Jam es llam ará conciencia marginal. En un nivel universo de las criaturas” .50
superior, y com o síntesis de sensaciones, existe en el alma hum a­ R ecordem os aquellas palabras de Leibniz: dejem os de discu­
na la percepción. Esta, sin em bargo, no nos distingue fundam en­ tir y calculem os. En el fondo de su filosofía está siem pre presente
talm ente de los animales superiores que también tienen capacidad el espíritu m atem ático que piensa en la posibilidad de calcular
de percepción y de m em oria. Lo que nos distingue de ellos es la m ediante la razón un m undo esencialm ente racional y de evitar,
apercepción. Esta palabra (del francés apercevoir) significa "dar­ por este m edio, todas las discusiones que m ellan el pensam iento
se cuenta". Existen en el hom bre dos form as de conocer que se de los hom bres.
refieren a la experiencia (las pequeñas percepciones y las percep­
ciones) y una form a (la apercepción) que es. en una palabra, la ra­ b) La m etafísica
zón. Lo cual no quiere decir que las prim eras sean falsas. Leibniz Leibniz com o Spinoza, ve que el principal problem a de la filoso­
la llam a verdades de hecho y considera que, si bien son vagas, fía cartesiana es el de la existencia de dos sustancias paralelas e
im precisas y poco definidas, nos ponen en contacto con la expe­ incom unicadas. Al igual que Spinoza, Leibniz trata de reducir las
riencia. La tercera está constituida por las verdades de razón, las sustancias a una sola, pero a diferencia de Spinoza, quien reducía
ideas claras, sencillas y sim ples que Leibniz, com o Descartes, el universo a una form a de m onism o panteísta, L eibniz reduce la
considera innatas. realidad a una suerte de pluralism o espiritualista. Y si Spinoza es
El conocim iento racional, el conocim iento a base de verdades acaso el más claro exponente del panteísm o racionalista, Leibniz
de razón, es por consiguiente, independiente de la experiencia y es tam bién probablem ente quien m ejor ilu stra el pensam ien­
distinto a ella. Se guía con base en dos principios lógicos, funda­ to espiritualista.
m entales para entender la filosofía de Leibniz: el de posibilidad y S pinoza reducía el universo a una sola sustancia y hacía del
el de razón suficiente. “espacio” cartesiano uno de los dos atributos de Dios conocibles
La palabra posibilidad puede indicar, com o en la filosofía de por los hom bres. Leibniz se niega a hacer del espacio un atributo
A ristóteles, algo que puede suceder en el futuro. Por otra parte la de la divinidad y trata de dem ostrar que el espacio no es una sus­
noción de posibilidad que en Leibniz se acerca a la que enuncia­ tancia y que la -única sustancia existente es el espíritu.
ba, en el siglo xm , Duns Escoto, significa lo no-contradictorio. C onsiderar que el espacio es la sustancia que explica a to­
Un triángulo cuadrado es una noción contradictoria y por lo tanto dos los cuerpos físicos es una im posibilidad, una contradicción.
im posible; en cam bio, un triángulo euclidiano cuyos ángulos su­ Los geóm etras com o Descartes, hacen depender el m ovim iento
man ciento ochenta grados es una noción no contradictoria, es
decir, posible. 50 G. W. Leibniz, Moriadología, p. 36.
240 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 241 v (

de un cuerpo de las dos nociones, de espacio y de m ovim iento. nuza en una cantidad infinita de puntos a su vez infinitam ente
A hora bien, para explicar el m ovim iento, estas dos nociones divisibles. Pero además de su razonabilidad. la filosofía de Leibniz
son insuficientes. C onsiderem os, por ejem plo, el m ovim iento de nos da, en este punto, una cierta alegría. ¿Q ué nos dice sino que
la m ano y la piedra. A dem ás del puro m ovim iento de la mano las cosas, las cosas vivas, son reales? D escartes reducía el uni­
hacia la piedra, debe considerarse un hecho físico; el peso de la verso a un m undo de pura extensión sin cualidades. La cera
piedra, la resistencia del aire, el esfuerzo del brazo. Si no se con­ desaparecía y se volatizaba para d ejar tan sólo la perm anen­
sideran estos elem entos concretos no se puede explicar el m ovi­ cia de un “lu g ar” abstracto y vacío de objetos. Leibai-z-vuelve
m iento activo de la m ano que coge la piedra. Los geóm etras han a colocar los objetos en su lugar y hace depender la noción m is­
querido reducir el espacio, el cuerpo y el m ovim iento a u na serie m a del lugar de la presencia de los objetos. La cera vuelve ¿~ser
de figuras y form as. Pero las figuras y las formas, que pueden cera y el m undo vuelve a llenarse de objetos con fuerza, vida„
m uy bien ser abstracciones, no explican la totalidad del m ovi­ color y form a.
m iento de las cosas. El espacio no es una sustancia porque una Esta idea se aclara en las definiciones que da Leibniz del espa­
sustancia debe explicar la totalidad de los hechos que soporta. cio y del tiem po. El espacio es el orden de las coexistencias posi­
No sucede así en el caso del espacio. Leibniz m ism o resum e su bles. Si volvem os a la definición leibniziana de posibilidad, esta
punto de vista en un breve artículo: “hay en la m ateria algo definición significa que el espacio es el agregado de todas las
m ás que lo puro geom étrico, es decir, algo m ás que la pura ex­ cosas que coexisten sin contradicción. Por ejem plo: sería contra­
tensión o el m ero cam bio. Y si estudiam os las cosas en detalle, dictorio que existiera una m esa dentro de otra m esa o que exis­
percibim os que debem os añadirles alguna noción más alta, la de tiera un libro que al m ism o tiem po fuera una flor. Esta habitación
sustancia, acción y fuerza; y estas nociones im plican que todo lo o este paisaje que veo desde mi ventana son en cam bio posibles
que es actuado actúa recíprocam ente, y todo lo que actúa debe porque están hechos de coexistencias, de existencias juntas, pero
sufrir alguna reacción” .51 no m ezcladas, que no im plican contradicción alguna. Si ahora
D icho en otras palabras, L eibniz no puede aceptar que la ex­ volvem os al argum ento de Leibniz contrario a la sustancialidad
tensión sea una sustancia porque esta sustancia pura no expli­ del espacio vem os que el espacio está com puesto de objetos rela­
caría fenóm enos de resistencia y de acción que sin duda existen cionados pero no m ezclados. Lo que existe es esta m esa, aquella
en la naturaleza. L eibniz invierte los térm inos: la sustancia d e­ silla, ese árbol o aquel libro. Entre ellos existen relaciones de
be encontrarse en lo que llam a “acciones”, y “fuerzas’-,-es decir, en fuerza, de resistencia y de conexión, pero no existe confusión: la
los seres individuales. A sí, no es el espacio lo que puede verda­ m esa y la silla no son los m ism os que el árbol. En cam bio, en
deram ente llam arse sustancia de las cosas, antes al contrario son un dibujo, puedo muy bien superponer una silla, una m esa y un
las cosas individuales las que forman el espacio y las que son vet- árbol. El prim er ejem plo es un ejem plo sacado de la realidad
daderamente sustancias. En este sentido Leibniz está m ucho m ás cotidiana, del m undo del sentido com ún al cual L eibniz quiere
cerca de A ristóteles que de D escartes. La sustancia real está regresar. El segundo es un ejem plo ideado geom étrico, abstracto
hecha, com o para A ristóteles, de realidades indivisibles, de in­ y contradictorio.
dividuos. La idea, por lo dem ás, parece razonable.52 Si la sus­ Sem ejante es la definición que da Leibniz del tiem po cuando
tancia se define com o aquello que es en s í y, por otra parte si el lo llam a el orden de las sucesiones posibles. Lo cual quiere decir
espacio es infinitam ente divisible, deja de ser en sí. El espacio de que en un tiem po real, la sucesión sin contradicciones está hecha
los geóm etras no es una sustancia porque su realidad se d esm e­ de secuencias de hechos, de pensam ientos o de em ociones, que
no se m ezclan entre sí. Lo que hago a las cinco de la tarde lo hago
51 G. W. Leibniz, Journal des savants, en Philip. P. Wiener, op. cií., p. 101. después de lo que hice a las cuatro y tres cuartos. U na idea más
52 Leibniz coincide en su idea del espacio con las teorías de la ciencia contemporánea. abstracta y m ás irreal del tiem po, nos podría conducir a pensar
242 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 243

que el tiem po puede también idearse y dibujarse y así superponer que hubiera podido afectarlo. El m undo m aterial se presenta para
la noción de las cinco con el recuerdo de las cuatro cuarenta y Leibniz com o el grado más bajo de espiritualidad.
cinco. El tiem po, com o el espacio, no es previo a las cosas, sino Un problem a se plantea, sin em bargo. Si cada una de las m ó­
que está hecho de la sucesión lógica, posible, no-contradictoria nadas es indivisible solam ente puede ser en s í y la com unicación
de las cosas. de una m ónada a otra se hace problem ática. Si cada m ónada se
Ya hem os visto que el espacio no puede ser una sustancia. com unicara con las dem ás, dejaría en cierto m odo de ser ella m is­
Pero, podem os preguntarnos ahora, ¿cuál es la sustancia verda­ ma; sería, por así decirlo, ella y aquello con lo cual se com unica,
dera para Leibniz? La respuesta es que la sustancia es siem pre ella m isma, y otra que ella m ism a. L eibniz llega a la conclusión
individual y que lo único que es realm ente individual es el espí­ de que las m ónadas no se com unican directam ente entre sí. Por
ritu y por lo tanto, que el espíritu es la única y verdadera sustan­ eso afirm a que las m ónadas carecen de ventanas. Sem ejantes
cia. Pasem os a la teoría de las sustancias espirituales que. Leibniz en este sentido al cogito cartesiano, las mónadas parecen vivir en­
llam a “m ónadas” , es decir, unidades o. si se prefiere, seres indi­ claustradas dentro de su propio ser. ¿C óm o explicar entonces la
visibles. com unicación entre los seres de este m undo? ¿C óm o afirm ar que
“La m ónada [...] no es otra cosa que una sustancia sim ple. este árbol que percibo es realm ente un árbol que existe fuera de
que entra a form ar los com puestos: sim ple, es decir, sin partes.”5' mi conciencia? ¿Cóm o, en una palabra, se com unican las sustan­
Si la sustancia se define com o aquello que es sim ple e indivisi­ cias individuales que hem os llam ado m ónadas? La hipótesis de
ble, parece que solam ente el espíritu puede tener las caracterís­ Leibniz para explicar la com unicación de las sustancias es la
ticas de la sustancia, pues es de la naturaleza del espíritu su de la arm onía preestablecida.
divisibilidad. Considerem os el caso de una persona. Esta perso­ M ediante argum entos sem ejantes a los de Descartes y un re­
na podrá tener distintos estados de ánim o, ver las cosas de dis­ novado intento por aplicar el argum ento que parte de la idea de
tinta m anera según su humor, el m om ento de su vida o mil cir­ perfección, Leibniz prueba la existencia de Dios. Dios es el ser
cunstancias variables. Pero la persona sigue siendo una. Esta infinitam ente sabio que ha ordenado el m undo de antem ano, que
unidad no puede provenir del cuerpo, que es divisible. Procede ha fundado una arm onía preestablecida. Leibniz da una im agen
del espíritu. Pero no sólo las personas son unidades espirituales. curiosa y bastante clara de lo que significa la arm onía preestable­
Lo son tam bién los anim ales, las plantas o, en m enor grado, in­ cida. Supongam os una sala llena de relojes de distintos tam años
cluso la m ateria. Tal es la esencia del espiritualism o leibniziano. y form as que funcionan perfectam ente sincronizados. Si están
Este espiritualism o no significa que todas las m ónadas tengan el sincronizados no es porque un reloj sincronice al otro. Lo que suce­
m ism o grado de conciencia. Los anim ales pueden tener sensa­ de es que un relojero los pone a la hora, les da cuerda y los sincro­
ciones, percepciones y acaso m em oria, pero no tienen razón ni niza. C oncibam os el m undo hecho de seres de distintas clases,
inteligencia; las plantas tienen vida, pero carecen de las cualida­ seres m ucho m ás distantes entre sí que los relojes más diversos, y
des que atribuim os a los anim ales. ¿Q ué decir de los seres inani­ pensem os en Dios com o relojero que, desde un principio, ha sin­
m ados? ¿Q ué decir de lo que solem os nom brar m ateria? Leibniz cronizado el mundo. Si así lo concebim os nos darem os cuenta de
la define com o m ens instantanea, espíritu instantáneo. Si pudié­ lo que Leibniz entiende por arm onía preestablecida: una sincro­
sem os concebir un espíritu instantáneo, este espíritu carecería de nización de todos los seres que Dios ha establecido desde antes
pensamiento. El pensamiento surge de la posibilidad de relacionar de la creación. Si de veras los seres están sincronizados com o los
ideas, im ágenes o percepciones. Un ser exento de m em oria, sería relojes, puede afirm arse que aunque no se com uniquen directa­
un ser carente de pensam iento, un ser que olvidaría a cada paso lo m ente entre sí. su com unicación está garantizada por la arm onía
que Dios ha puesto en el mundo. Encerrado en m í percibo el ár­
53 G. W. Leibniz, M onadotogía. 54. bol, igualm ente encerrado en su propio ser. La com unicación di­
244 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 245

recta entre mi conciencia y el ser del árbol es im posible. Pero la O bras de consulta
com unicación directa queda garantizada por el perfecto relojero
que puso el m undo en m archa. D ios es así la razón suficiente y A d am , Charles, Descartes. Sa vie et son œuvre, Boivin, Paris, 1937.
necesaria para la existencia de las sustancias y para la com unica­ B r é h i e r . Émile, Histoire de la philosophie, vol. Il, Alean, París, 1938,
ción entre ellas. pp. 46-126; 158-198:229-269.
Pero D ios es tam bién el creador del universo y si co n c eb i­ B r u n s c h v i c g , Léon, “La Pensée intuitive chez D escartes et les
m os a D ios com o un ser absolutam ente perfecto es necesario cartésiens”, en Études sur Descartes , Armand Colin, 1937.
que este universo escogido por D ios sea el m ejor de los univer­ C o p l e s t o n , Frederick, History o f Philosophy, vol. IV, Newman,
sos posibles. Esta idea, que constituye el optim ism o de L eibniz, Westminster, 1958, pp. 63-152; 205-331.
es la m ism a que será el objeto de las burlas de V oltaire en C h â tie r , Émile, Spinoza, su vida, su obra, su pensamiento, América,
C andide. Pero dejem os a Voltaire lo que es de Voltaire. El u n i­ México, 1941.
verso tal com o lo concibe L eibniz es bueno y lo es porque “la G e r h a r t , Cari, Spinoza, Losada, Buenos Aires, 1943.
sabiduría de D ios lo conoce, su bondad lo elige y su poder lo G o u h ie r , Henri, Essais sur Descartes, Vrin, Paris, 1937.
p roduce” .54 K o y ré , Alexandre, Entretiens sur Descartes, Bretano’s, Nueva York, 1944.
C readas por Dios, las sustancias, seres espirituales, son espe­ L a b e r t h o n n œ r e , L.. Études sur Descartes, Paris, 1935.
jo s del universo. Lo son porque cada una de ellas, al ser creadas L ia r d , Louis, Descartes, Alean, Paris, 1941.
por Dios, participa de las dem ás, por esta arm onía preestableci­ M a r ía s , Julián, “ H istoria de la filosofía”, en Revista de Occidente, M a­
da que las ha relacionado desde todos los tiem pos. D ejem os que drid, 1941.
Leibniz nos explique cóm o es que cada sustancia sim ple tiene en R o m e ro , Francisco, Historia de la filosofía moderna, Fondo de C ultu­
sí relaciones que expresan a todas las demás. ra Económica, México, 1959. (Breviarios, 150.]
“A sí com o una m ism a ciudad, vista por diferentes partes, R u s s e l l , Bertrand, A Critical Exposition ofthe Philosophy o f Leibniz,
parece com pletam ente otra y com o m ultiplicada en perspec­ Alien and Unwin, Londres, 1937.
tiva, del m ism o m odo sucede que por la m ultitud infinita de S acy , Samuel S. d e , Descartes par lui-même, Seuil, París, 1956
sustancias sim ples, existen com o otros tantos universos d ife ­ V a r io s , Escritos en honor a Descartes, Universidad de La Plata, Bue­
rentes, los cuales, sin em bargo, sólo son las perspectivas de uno nos Aires, 1938.
, solo, según los puntos de vista de cada m ónada.”55 En otras pala- V i l l o r o , Luis, La idea del ente en la filosofía de Descartes, u n a m ,
\ bras: cad a sustancia individual tiene una perspectiva del m u n ­ México, 1965.
do y es en este sentido que cada sustancia individual es com o un W ie n e r, Philip P , “Introducción"’, en Leibniz. Sélections, Scribner’s,
espejo del universo, espejo parecido al m icrocosm os de los grie- Nueva York, 1951.
; gos y nada lejano de aquel “c am aleó n ” que era el hom bre para X ira u , Joaquín, Descartes y la filosofía subjetivista moderna. Barce­
los renacentistas. lona, 1927.
Presidido por un Dios perfecto, el m undo es un todo arm ónico.
Escribe Leibniz: “Dios es el m onarca de la m ás perfecta de las
repúblicas, com puesta de todos los espíritus, y la felicidad de esta
ciudad de Dios es su principal designio”.56 III. E l c a m in o d e la e x p e r ie n c ia

54/ M . , 55.
55 Ibid., 57. El em pirism o inglés, cuyos antecedentes eran ya perceptibles en
* Ib id „ 58. las ideas de R oger Bacon y de Guillerm o de Ockham , se desarro-
246 Introducción a la historia de la filo so fía Del Renacimiento a Kant 247

lia plenam ente a partir de las obras de Francis Bacon. Thom as Inglaterra y VI de Escocia. Bajo este rey llegó a ser fiscal general
Hobbes, John Locke (siglo X V I I) , G eorge Berkeley y David Hume del reino en 1607 y lord canciller en 1618. El rey lo nom bró pri­
(siglo x v i i i ) . Aunque la filosofía inglesa no está aislada del resto m ero barón de Verulamio y. en 1621. vizconde de Saint Albans.
de la filosofía europea, aunque los escritos de Hobbes o Locke Sin em bargo, Bacon fue acusado de soborno y, por unos días,
son. en buena parte, respuestas al cartesianism o, aunque exis­ encerrado en la torre de Londres. Pasó el final de su vida en un
te una filtración de influencias que van de Descartes a Locke. de retiro voluntario gracias al cual pudo escribir la m ayoría de sus
Locke a Leibniz y de éste a Berkeley. la línea del pensam iento obras literarias y filosóficas.57
em pírico inglés se m antiene independiente. Esto no quiere decir
que todos los em piristas ingleses coincidan en todos sus pensa­
m ientos. D e hecho solam ente coinciden todos en una sola idea: la La nueva lc')gica de Bacon
negación del innatismo y la afirmación de que todo el conocim ien­
to p ro ced e-d aja experiencia. Su interpretación de la experiencia El título m ism o del N ovum organum -e s decir, nuevo instrum en­
varía. En el caso de Francis Bacon. 1a ex periencia-couducirá a to -, indica claram ente la intención de Francis Bacon: la crítica
una filosofía-de la-ciencia y a ú na filosofía de la felicidad hum a­ de la lógica aristotélica y la fundación de una nueva lógica. De la
na m ediante el em pleo de la técnica; en el de H obbes, a una teoría lóaica tradicional y. especialm ente, del silogism o, dice Bacon:
totalitaria y absolutista del Estado; en el de Locke. a una teoría li­ “la rechazo (por lo que se refiere a la investigación de la naturale­
beral del Estado y a la interpretación em pírica del-conocim iento: za) com o cosa incierta, confusa y mal construida” (Instauratio
en el de Berkeley. a una filosofía empirista y espiritualista al mismo magna, introducción). Y añade: “en la lógica ordinaria casi todo
tiem po y, finalm ente, en Hum e, a u n a filosofía escéptiea. el trabajo se gasta en el silogism o. A la inducción, los lógicos
Notarem os tam bién que. en líneas generales, el em pirism o de parecen apenas haber dedicado un pensam iento serio y la pasan
Bacon a Hum e sufre una evolución que lo lleva de una filosofía por alto con una referencia ligera para precipitarse a form ular
de característica realista a una filosofía más y más idealista, ya sea el una discusión. Yo. por lo contrario, rechazo las dem ostraciones
idealismo espiritualista de Berkeley, ya el idealismo escéptico de por m edio del silogism o porque actúa con dem asiada confusión y
David Hume. Es curioso observar que el empirismo inglés, que en deja que la naturaleza se le vaya de las m anos” .
Bacon y en Hobbes es una afirmación de la experiencia, es ya des­ En parte coincide Bacon con D escartes. Ambos consideran que
de Locke una crítica de la experiencia. Idealizada, esta experiencia el silogism o es un instrum ento que se presta a discusiones sin fin.
sólo puede llevar a un tipo de experiencia puramente mental, com o Instrum ento de pura especulación, sirve para discutir; pero no
en el caso de Berkeley. o a una experiencia puramente escéptica en sirve realm ente para investigar. Por otra parte el silogism o parece
cuanto al valor de la experiencia misma, com o en el caso de Hume. no añadir nada de nuevo al conocim iento puesto que la conclu­
sión está ya contenida en las prem isas. Puede decirse que el silo­
gism o es una aclaración, no un descubrim iento.
Francis Bacon: vida y obra Pero si coinciden B acon y Descartes en este rechazo del silo­
gism o. difieren en cuanto al m étodo que debe em plearse para las
Francis Bacon (1561-1626) nace tres años después de la derro­ ciencias. Interesado sobre todo en la “claridad” y la “distinción
ta de la Arm ada Invencible. Vive así Bacon el prim er m om ento de las m atem áticas, Descartes basa el conocim iento en la deduc­
del desarrollo político y colonial de Inglaterra, un desarrollo que ción. Bacon. en cambio, lo funda en la inducción, aquel género de
no va sin contradicciones internas y recios conflictos.
Bacon. m uy activo en la vida política de Inglaterra, tuvo sus 57 Entre sus escritos, los más im portantes son los E nsayos, publicados en 1597, la
m om entos de m ayor influencia durante el reinado de Jacobo 1 de Instauratio m agna y su utopía tccnológico-m oral de la Nueva A tlántida.
248 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 249

razonam iento que pasa de la observación de casos particulares nes. A dem oler los ídolos, las falsas creencias y las falsas ideas,
de la experiencia para acabar por establecer leyes generales. se dedica, antes que nada, Francis Bacon.
H asta este punto Bacon parece tener la actitud de un lógico Los ídolos que enum era son cuatro: el ídolo de la caverna, el
puro. No hay tal. Bacon es, ante todo, un filósofo hum anista que del m ercado, e l de la tribu v el del teatro. Aunque por lo m enos
se interesa por la felicidad hum ana. Es curioso observar que, a dos de ellos - e l segundo y el te rc ero - son poco originales y pro­
pesar de su interés por las ciencias, B acon apenas conocía real­ ceden de argum entos que ya habían em pleado los escépticos
m ente los descubrim ientos que ya habían llevado a cabo G alileo griegos, es bueno aquí detenem os brevem ente en la form a de pre­
y C opém ico y que incluso a veces parecía desdeñarlos. ¿C uál es sentarlos por parte de Bacon.
la intención profunda de la filosofía de Bacon? Él m ismo la afir­ El ídolo de la caverna se refiere a la tendencia que tenem os
m a en este aforism o del N ovum organum : “El conocim iento y el todos a pensar que poseem os la verdad no porque lo que pensa­
poder hum ano se identifican: porque cuando no se conoce la cau­ m os sea verdadero, sino por el m ero y sim ple hecho de que noso­
sa no puede producirse el efecto. L a naturaleza, para ser goberna­ tros lo pensam os. Es, si se quiere, la falsa idólización del propio
da, debe ser obedecida.”58 yo, m ediante un egoísm o que nos lleva a deform ar todas las pers­
A clarem os los térm inos. B acon quiere decir ante todo, que el pectivas. En estos térm inos expresa B acon el ídolo del egoísm o
hom bre debe dom inar a la naturaleza -m an d a r sobre e lla - para individual:
poder alcanzar la felicidad. Pero para poder dom inar la naturale­
za, es prim ero necesario entenderla, es decir, en su lenguaje “obe­ Los ídolos de la caverna son los ídolos del hombre individual. Por­
decerle” . Cuando Bacon, en la N ueva Atlántida, nos describe una que cada uno (además de los errores comunes a la naturaleza hum a­
sociedad perfecta donde los hom bres son felices porque han apli­ na en general) tiene una caverna o madriguera que le es propia, que
cado una técnica que les perm ite dom inar el m undo y dom inarse refracta o decolora la luz de la naturaleza debido ya a su propia
a sí m ism os, no hace sino llevar a sus conclusiones necesarias los naturaleza peculiar y a su educación y conversaciones con los de­
más, ya a la lectura de libros, ya a la autoridad de aquellos a quienes
principios lógicos del N ovum organum. Veamos el desarrollo de
estim a y admira.59
esta filosofía de la experiencia que conduce a una filosofía de la
felicidad. Este desarrollo im plica un prim er paso crítico (la teoría
Encerrados en nuestra propia m adriguera pensam os que nues­
de los ídolos), un segundo paso teórico (la teoría de la inducción)
tras ideas constituyen la verdad sin analizar a fondo el origen de
y un últim o paso práctico.
nuestros pensam ientos. M uy sem ejante a lo que D escartes llam a­
ba prevención o prejuicio, el ídolo de la caverna tiende a hacer­
Los cuatro ídolos nos pensar que somos la m edida de todas las cosas. El egoísmo nos
dom ina y el error nos desvía.
Ya hem os visto cóm o, para D escartes, el conocim iento em ­ El ídolo del m ercado es la idólización de las discusiones públi­
pieza por una labor de lim pia que D escartes presentaba en la cas ya que a q ü f étm ercad o , sím bolo del agora griega, significa e l
duda m etódica. Bacon em pieza tam bién por afirm ar la necesidad lugar de las discurro fíes. Estos ídolos o falsas ideas surgen, muy
de dudar de ciertos tipos de pensam iento falso. En un estilo ale­ principalm ente, de! prim er ídolo: el de la caverna. ¿Cuántas ve­
górico que es muy típico de la literatura inglesa de su tiem po. Ba­ ces, en efecto, tratamos de convencer a los dem ás no porque pen­
con llam a ídolos a los fa lso s dioses de) conocim iento, es d ecir, a sem os que nuestras ideas son verdaderas sino porque sim ple y
las ideas que solem os considerar verdaderas sin dam os cuenta de llanam ente son nuestros propios prejuicios? A bandonem os las
que proceden de falsos orígenes y conducen a falsas conclusio­ discusiones inútiles porque las “palabras claram ente violentan el
5S Francis Bacon, Novum organum , 1, III. 59Ibid., 1, xvii.
250 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 251

entendim iento y de él triunfan y nos llevan a todos a la confusión, La inducción


y conducen a los hom bres a num erosas controversias vacías y
fantasías ociosas” .60 a) El problem a de la inducción
El ídolo/le la trihu_procedcxle la ídolizacióiL yanüJie los indi­ La inducción es. de m anera general, el m étodo em pleado por las
viduos sino de toda la raza hum ana y tiene su fundam ento en “la ciencias experim entales. C onsiste en un razonam iento que pasa
naturaleza hum ana m ism a y eR-hrtribu o-raza de los hom bres” .61 de la observación de los fenóm enos a una ley general para todos
Este engaño del género hum ano procede a veces de las lim itacio­ los fenóm enos de un m ism o género. C uando G alileo subió a la
nes del espíritu, otras de la incom petencia de los sentidos, otras, torre de Pisa para ech ar d istin to s cu erp o s y v erificar la ley de
por fin. de la sem ejanza entre los hom bres que les im pide pensar la caída de los cuerpos procedió con un núm ero lim itado de ca­
individualm ente. sos y d espués, m ediante una g en eralizació n , aplicó su ley a
“Por fin existen ídolos que han inm igrado en el espíritu hu­ todos los cuerpos físicos^ La_inducción es, así, una g en eraliza-
m ano a partir de los varios dogm as o filosofías, y form an tam ­ ción que conduce d e los casos p a rticulares a la lev general. B a-
bién falsas leyes de dem ostración.”62 Tal es el ídolo del teatro o sada en la experiencia de algunos casos de un fenóm eno, pasa
de las teorías.63 Por una tendencia natural a la abstracción, el a dar una ley para todos los casos de los fenóm enos de la m is­
espíritu tiende a form ular teorías abstractas sin bases suficien­ ma especie.
tes en la experiencia. Estas teorías vienen, a la vez. de la inm o­ Pues bien, en este m ism o paso de lo particular a lo general
destia y de la carencia de experiencia. Los sistem as filosóficos reside el problem a de la inducción.
son falsos porque s e e d ifie a n sobre u irm m in io de hech o s-^aca- Si por una parte caem os en la cuenta de que es im posible
ban por d esarrollar peasaroit» m es inver i ficables. cas til Ios fu n- ob serv ar todos los casos de un fenó m en o - s e a éste la caíd a de
dados en las nubes. los cuerpos, el efecto de los virus o la fu sió n de los á to m o s-,
Tales son los ídolos. Tales son las falsedades que debem os evi­ ex istirá siem p re u n a d ista n c ia en tre los fen ó m en o s o b se r­
tar si querem os, prim ero, llegar a un conocim iento verdadero de vados y la ley general estab lecid a. La d educción em p ieza por
la naturaleza y si querem os, adem ás, alcanzar la felicidad. ¿Cóm o las ideas generales y pasa a los casos p articu lares, y. por lo
destruir estos ídolos? Volviendo los ojos a la experiencia y a la tanto no plan tea un problem a. U na vez acep tad o s los ax io ­
observación de los hechos. Dígalo Bacon: “La form ación de ideas m as a los p o stu lad o s y d efin icio n es, los teo rem as y dem ás c a ­
y axiom as por m edio de la verdadera inducción es, a no dudarlo, sos p articu lares resultan claro s y precisos. No sucede así con
el rem edio apropiado que debe aplicarse para que nos librem os la inducción pu esto que en ella se salta de una o b servación li­
de los ídolos y nos apartem os de ellos” .64 m itad a a u n a g e n e ra liz a c ió n ilim itad a. P o d rem o s o b serv ar
Veamos cuál es este remedio, esta cura por m edio de la “ver­ cu id ad o sam en te, hacer en u m eracio n es precisas del fe n ó m e­
dadera inducción” .65 no que estu d iem o s, pero nunca tendrem os u na certid u m b re
p len aria de que la ley. una vez g en eralizad a, se ap liq u e to ­
"‘ ibid., 1, iv. talm ente a todos los fenóm enos de la m ism a especie. L a jle -
61 Ibid.. 1 , X L I . d u ce ió n im plica certid u m b re y e x actitud: la in ducción, pro-.,
' - Ibid.. 1. X I IV.
habilidad.
63 Es hucni' recordar a q u íq u e la palabra griega theatros (m uestra lo que se m ucstrai
es la raíz tatito de la palabra '‘teatro’' com o de la palabra "teoría". Bacon. jugando con Francis Bacon se dio cuenta de este problem a y trató de resol­
las palabras, dice que las teorías filosóficas son com o un teatro de falsedades o, en sus verlo por dos cam inos: el de la precisión en las observaciones v el
propios térm inos, una serie de "libros de juego".
del establecim iento de una ley general para la naturaleza. El pri­
M Ibid.. 1 , X I . .
65 Sería interesante com parar estas ideas de Bacon con las de la reciente escuela m ero se encuentra explicado en las Tablas y D isposición de los
inglesa: R ussell, W ittgenstein, Austin, Straw son, etcétera. casos, la segunda es la teoría de las formas.
252 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 253

b) Las tres tablas de Bacon servan durante la luna llena” , “los reflejos de los rayos del sol en
B acon se daba clara cuenta de las dificultades que presenta una regiones cercanas al círculo polar [...] débiles e ineficaces en la
observación científica acuciosa y precisa. Se daba cuenta tam ­ producción de calor” , “el aire confinado en las cavernas durante
bién de que su labor era la de un iniciador y de que no podía dar el verano”, etcétera.67
soluciones definitivas sino tan sólo indicar cam inos. La “cacería” Gracias a esta segunda tabla podrem os establecer los casos en
de los hechos, lo que Bacon llam a la “caza de Pan” , recordando el que el calor no se presenta y, m ás tarde, determ inar los m otivos
ingenio de Pan para encontrar a Ceres, le lleva a hacer una serie de esta ausencia del calor o de su limitación.
de recom endaciones para quien quiera observar la naturaleza re­ “En tercer lugar, debem os presentar al intelecto los casos en
duciendo a un m ínim o el m argen de error en la observación m is­ los cuales la naturaleza que se investiga se encuentra en distintos
ma. Recom ienda, por ejem plo, la variación de la experiencia, la grados” ,68 pasando de los casos que no presentan el fenóm eno a
repetición de la m ism a, la supresión de algún fenóm eno dentro los casos que lo presentan en form a creciente hasta llegar al caso
del fenóm eno observado para ver cuál de los elem entos del fenó­ que m ás fácilm ente adm ite el calor: “de todas las sustancias con
m eno es el que corresponde a la indagación del hom bre de cien­ las cuales estam os fam iliarizados, la que m ás rápidam ente gana y
cia. Esta serie de recom endaciones se precisan en las Tablas y pierde el calor es el aire” .69
D isposición de los casos. El ejem plo de Bacon, m encionado aquí brevem ente nos m ues­
En el fondo, lo que dice Bacon es bastante sencillo: recom ien­ tra que no tenía una buena inform ación científica. Nos m uestra
da que se observen bien los fenóm enos y que se registren en tres tam bién, que Bacon trató de afirm ar la observación de los hechos
tablas que muy bien podrían ser tres listas en varias hojas de pa­ m ediante una ordenación precisa de los mismos. Es claro, sin
pel o en una serie de tarjetas y fichas. L a prim era de estas tablas em bargo, que las tablas son tan sólo sistem as de ordenación. No
es la de presencia: la segunda, la de ausencia; la tercera, la de resuelven el problem a de la inducción. Las tablas indican cóm o
grados. debe hacerse una experiencia acuciosa; no dicen por qué pode­
El ejem plo que da Francis Bacon es el del calor. En la prim era mos generalizar y dar leyes generales sobre la base de experiencias
tabla, la de presencia, pondrem os todos los casos en que el calor que siem pre serán lim itadas. Es en la teoría de las form as donde
se encuentra presente. Así, por ejemplo, en el caso de los “rayos del B acon trata de establecer un principio para resolver el problem a.
sol, especialmente en verano y al m ediodía”, “los meteoros ígneos” ,
“erupción de llam as en la cavidad de una m ontaña”, “todos los c) Las formas
cuerpos, ya sólidos, ya líquidos, densos o sutiles (com o lo es el La m anera clásica de resolver el problem a de la inducción es el
aire) m antenidos cerca del fuego durante cierto tiem po”.66 La ta­ de presuponer que existe una regularidad en los hechos naturales.
bla de presencias consiste en una lista, lo m ás variada y com pleta Si establecem os que todos los hechos de un m ism o género se
que se pueda, del fenóm eno que se estudia. com portan de una m ism a m anera será posible llevar a cabo in­
La tabla de ausencias recogerá todos los casos en los cuales el ducciones, porque así la ley general coincidirá por hipótesis con
fenóm eno que se estudia no se presenta. Se tratará, para que la la regularidad general de los hechos. Ya entre los griegos los
observación sea exacta, de “casos de proxim idad” , es decir, de atom istas habían hecho la hipótesis de la regularidad natural.
casos que podrían, en apariencia, contener el fenóm eno que se D em ócrito había dicho que toda causa produce siempre el m ismo
estudia. Si volvem os al caso de calor, podrem os poner en esta efecto y había dado los fundam entos para el principio de causali­
lista “los rayos de la luna y de las estrellas y com etas que no son dad. Bacon habla poco de las causas y prefiere la palabra “form a” .
calientes al tacto” , ya que de hecho “los fríos m ás severos se ob-
67 Ibid., 2, X I I .
68 Ibid., 2, X I I I .
66Ibid., 2, xi. 69 Loe. cit.
254 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 255

Esta palabra es en la filosofía de Bacon sinónim o de “ley”. Cuando “Nos dimos a la vela y salim os del Perú, en donde nos había­
Bacon se refiere a “cuerpos individuales que realizan actos indi­ m os detenido durante todo un año, hacia las costas de C hina
viduales de acuerdo con la ley fija” ,70 habla precisam ente de las y Japón, por la ruta del M ar del Sur.”73 Con este tono de nove­
formas. La inducción será una interpretación verdadera de la na­ la em pieza la “fábula” de Francis Bacon. El barco inglés capea la
turaleza “por lo que se refiere al descubrim iento de las form as” .71 tem pestad y encuentra un buen fondeadero. Llega de tierra una
En suma, Bacon piensa que existe una regularidad en los hechos pequeña lancha con “una persona que parecía de rango”74 y, des­
naturales, que esta regularidad es una ley o form a, y que las leyes pués de que los isleños preguntan si los recién llegados son bue­
o las form as perm iten que se hagan inducciones verdaderas. Y, nos cristianos y de hacerles ju rar que no son piratas, les perm iten
en efecto, si presuponem os que en el universo todo sigue una desem barcar en la m aravillosa isla. La m aravilla de la N ueva
ley, será posible, a base de algunos casos bien estudiados y bien Atlántida consiste en que sus habitantes han alcanzado la felici­
observados, establecer una ley para todos los fenóm enos del m is­ dad por m edio de una técnica avanzadísim a que les ha perm itido
m o género. Así, la observación de algunos casos determ inados de “obedecer” y “m andar” . El m undo que describe Bacon parece el
calor servirá para interpretar las leyes del calor en todos los casos de una sociedad m oderna. Julio Veme antes de tiem po, de los
o, para volver al ejem plo de Galileo, la observación de la caída de prim eros en creer en la necesidad y la bondad del progreso téc­
algunos cuerpos perm itirá dar una ley que, en la naturaleza, si­ nico, Bacon se extasía ante este m undo utópico donde se cono­
guen todos los cuerpos pesados. cen “las causas y m ovim ientos ocultos de las cosas” y donde se
La interpretación de la naturaleza se basa en una observación extienden “los lím ites del im perio hum ano para efectuar todas
bien reglam entada de los hechos, una clasificación de los m ism os las cosas posibles”.75
en las tablas necesarias y, finalm ente, el establecim iento m edian­ Las descripciones que hace Bacon de los descubrimientos de es­
te el entendim iento de leyes que se aplican a todos los hechos de ta sociedad ideal son sorprendentes. Describe procedim ientos de
una clase. refrigeración, de fertilización de la tierra, torres o “rascacielos”
de “m edia m illa de altura”.76 lagos artificiales “para obtener nues­
tros peces y aves acuáticos” ,77 laboratorios de estudio y disección
La Nueva A tlántida y la felicid a d hum ana de anim ales “para llegar a saber, por este m edio, qué se puede ha­
cer en el cuerpo hum ano” .78 A ñadam os a esto, aguas que resultan
La ciencia de Bacon no es, ni m ucho m enos, una ciencia especu­ alim enticias, nuevas artes m ecánicas para hacer papel, hornos,
lativa; es una ciencia operatoria en la cual las leyes establecidas laboratorios de óptica, laboratorios de acústica, salas de m áqui­
deberán tener resultados prácticos, una ciencia, en fin, que es a nas en que se preparan “m otores e instrum entos para toda suerte
la vez, teoría y práctica, pensam iento y técnica, interpretación de m ovim ientos”.79 M áquinas que im itan el vuelo de las aves,
y aplicación.72 “buques y botes que navegan bajo el agua y atraviesan los m a­
Ya vim os, al principio, que B acon se preocupaba ante todo res”.80 N o olvida Bacon los him nos y cantos en alabanza al Señor.
por dom inar la naturaleza. En la N ueva A tlántida, libro que no
llegó a terminar, Bacon nos presenta la utopía de una sociedad 73 Francis Bacon, Nueva Atlántida, trad. de Juan Adolfo Vázquez, Losada, Buenos
- 'i perfecta donde los hom bres son felices porque han podido do- Aires, 1941, p. 105.
74 Ibid., p. 108.
,> \ m inar el mundo. 75 Ibid., p. 145.
76 Ibid., p. 146.
70 Ibid., 2, II. 77 Ibid., p. 147.
71 Ibid., 2, xvi. 78 Ibid., p. 149.
72 En este punto Bacon es el m is claro antecedente del pensam iento de Com te, Mili. 79 Ibid., p. 155.
M arx y los pragm atistas; es decir, de las m odernas filosofías del progreso. 30 Ibid., p. 156.
256 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 257

Con la N ueva Atlántida concluye la filosofía de Bacon. Con la Edad M edia, querían lim itar el poder real. L a Inglaterra del
ella se inicia una corriente de optimism o científico moral que habrá siglo x v ii asiste a la prim era lucha m oderna entre estatism o v
de desarrollarse principalm ente a partir de la R evolución Indus­ dem ocracia. Durante un buen tiem po parece triunfar el estatism o.
trial en el siglo x v i i i . La política de Jacobo I es, en general, antiparlam entaria. L a de su
hijo, C arlos I, exagera todavía m ás las tendencias estatistas y la
defensa de las prerrogativas reales. Entre los años de 1629 y 1640.
Hormigas, arañas, abejas Jacobo gobierna a Inglaterra después de disolver el parlam ento.
C ontra su política se dan la m ano tres fuerzas: la de u na tradición
Resum am os la actitud de Francis Bacon. En form a m etafórica lo dem ocrática basada en la C arta M agna del siglo x m , la de los
hace el propio filósofo en la prim era parte del N ovum organum: puritanos y la de una nueva econom ía expansionista y colonial
que se funda en la em presa privada de m arineros y piratas. C uan­
Los que se han ocupado de las ciencias han sido ya hombres de do O liver Crom w ell derrota a las tropas reales en Naseby (1645)
experimentación, ya hombres de dogma. Los hombres de experi­ y se establece en el poder com o protector de Inglaterra no funda
mentación son como las hormigas; solamente acumulan y usan. Los un Estado dem ocrático. Las fuerzas de C rom w ell anulan el p a rla -'
especulativos se parecen a las arañas que tejen telas con su propia m entó y gobiernan sobre la base de una ficción parlam entaria con \
sustancia. Pero la abeja toma un curso intermedio. Recoge su mate­ un grupo m ínim o de representantes. Al poder absoluto de los re­
rial de las flores del jardín y del campo, pero lo digiere por un poder yes, C rom w ell sustituye el poder absoluto de los puritanos. No
que le es propio. No es diferente a ésta la verdadera ocupación de
dura m ucho el gobierno de C rom well. A su m uerte, en 1658, el
la filosofía, porque no confía solamente ni principalm ente en los
ejército que había fundado queda sin cabeza. Vuelve la m onar­
poderes del espíritu, ni toma el material que recoge de la historia
natural y de los experim entos m ecánicos, sino que lo coloca en el quía que oscila entre el sistem a parlam entario y la defensa de las
entendim iento ya m odificado y digerido. Así, pues, m ucho se pue­ prerrogativas reales hasta que en la época de Jacobo II triunfa ya
de esperar de un pacto más estrecho y más puro entre estas dos definitivam ente el sistem a parlam entario que habrá de prevalecer
facultades, la experim ental y racional (cosa que nunca se ha hecho hasta nuestros días. El nuevo sistem a, que conduce a una alter­
hasta ahora).81 nancia entre conservadores y liberales -to rie s y w h ig s-, se basa
desde 1689 en los dos prim eros docum entos de la dem ocracia
m oderna: la D eclaration o fR ig h ts y el Bill o f R ights, gracias a los
Thomas Hobbes: miedo, deseo, Estado cuales el parlam ento tiene a la vez el poder legislativo y, a través
del gobierno que nom bra, el poder ejecutivo.
La vida de T hom as Hobbes (1588-1679) se despliega a lo largo No llega Hobbes a ver el triunfo de la dem ocracia inglesa. Sus
de casi todo el siglo x v n . Los cam bios políticos de Inglaterra en tendencias políticas estuvieron siem pre al servicio de la monar-
el m om ento m ás crítico de su historia afectan el pensam iento de quía absoluta y de la id ea de un Estado fuerte. Poco tiem po antes
Hobbes. Dos fuerzas estaban en lucha en la Inglaterra del siglo de la revolución de Crom well, se exilió H obbes en Francia donde
x v i i . Por un lado los reyes, apoyados en buena parte de la noble­ perm aneció once años. No es de extrañar que, dado el gobierno
za. tendían a establecer una m onarquía absoluta a sem ejanza de estatista de Crom w ell, regresara H obbes a Inglaterra en plena
las m onarquías europeas de la época. Por otra, los puritanos, apo­ época de dictadura puritana.
yados en la clase media y en el sistem a parlam entario que, con sus Interesado en las letras clásicas, excelente trad u cto r de los
dos casas (la de los lores y la de los com unes) fundadas a fines de griegos, H obbes se ocupa p rincipalm ente de teoría y filosofía
del Estado. Su prim er libro sobre el tem a -T h e Elem ents o f Law,
81 Francis Bacon, Novum organum, 1, XCV. 1 640- estaba ya destinado a defender el poder de los reyes. Pero
258 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 259

su teoría política aparece, en todo su vigor, en el libro más im por­ en ver cóm o se produce la acción que “descarga” el corazón, de
tante de Hobbes: el Leviatán. En él expone, por prim era vez, qué tipo es esta acción y de qué m odo habrá de tratarla para esta­
la teoría de un contrato social. blecer un Estado y una sociedad bien gobernada.
En efecto, el em peño de que habla H obbes se m anifiesta en un
género de acción que podem os llam ar el deseo. El hom bre es
L os sentidos, el deseo y el hom bre natural un ser hecho de deseos: tal es su naturaleza, tal es por otra parte
su estado natural.
La filosofía de Hobbes no está influida directam ente por la de Ba- Desde fines del R enacim iento, desde los descubrim ientos de
con. Hay que ver en ella m ás bien una reacción contra el cartesia­ nuevas civilizaciones en A m érica y en Africa, filósofos y teólo­
nism o que Hobbes llegó a conocer de prim era m ano durante su gos se habían preocupado por determ inar el sentido del hom bre
estancia en Francia. Hobbes no acepta, con D escartes, que la sus­ natural, entendiendo aquí por estas palabras, el hom bre prim itivo
tancia de todas las cosas m ateriales sea el espacio o “extensión”. que vive en estado de naturaleza. Ya hem os visto cóm o una buena
Según Hobbes la única realidad es la del m ovim iento físico. parte de los teólogos españoles - d e Vives a S u áre z- pensaban
La teoría del m ovim iento no es para H obbK njm Tteoría que que el hom bre prim itivo poseía un alm a igual a las de los dem ás
conduzca a interpretar la naturaleza sino a entender el origen de hom bres. M ontaigne, en breve ensayo sobre los caníbales, des­
las ideas en los hom bres. El m undo físico interesa a Hobbes en cribe una sociedad prim itiva donde reina una bondad relativa y
cuanto es fuente de nuestras ideas. Y el origen de las ideas hum a­ opone esta sociedad a la de los hom bres que llevan pantalones, a
nas le im porta no tanto en lo que el problem a tiene de psicológico los civilizados que han destruido la bondad primera.
sino en cuanto está ligado a las acciones de los hom bres. H obbes se inclina a pensar que el hom bre es m alo por natu-
Las ideas vienen del m undo físico. Los m ovim ientos de los raleza. El hom bre natural está lleno de deseos de poder: “En
cuerpos naturales afectan nuestros sentidos y provocan una serie prim er lugar coloco com o inclinación general del género hum a­
de m ovim ientos en el sistem a nervioso. Estos m ovim ientos se no un deseo perpetuo y desasosegado de poder tras poder que
transm iten al cerebro y al corazón de donde nace una reacción solam ente cesa con la m uerte”.83 E sta naturaleza h echa de de-,
que, a su vez, nos lleva a actuar sobre el m ovim iento del m un­ seos, que encontrábam os ya entre los sofistas griegos y princi­
do que nos rodea. Originadas en la experiencia com o afecciones palm ente en Calicles, y que volverem os a encontrar en N iet/sche.
del cuerpo, las ideas se transform an en m edios de acción: conduce a conflictos incesantes. Estos nacen de que el deseo de
poder se encuentra en todos los hom bres m ientras que los obje­
La causa del sentido es el cuerpo externo u objeto que presiona el tos de deseo son lim itados. Así, en su form a natural, la vida h u ­
órgano propio a cada sentido, ya inmediatamente, como en el gusto m ana es la de una serie incesante de conflictos de deseos y el
y el tacto, ya mediatamente, como en la vista, el oído y el olfato; hom bre, en su estado natural vive en una “guerra de todos contra
esta presión, por el intermedio de los nervios y otras hebras y mem ­ todos” .84 Y no es que la guerra sea siem pre un estado de hecho.
branas del cuerpo, se prolonga interiormente hacia el cerebro y el
La guerra existe, por lo m enos en potencia, siem pre que se en­
corazón, donde causa una resistencia o presión contraria o empeño
cuentran dos o m ás deseos sim ilares ante un solo objeto de
del corazón por descargarse.82
deseo. De ese estado de guerra potencial o real nacen los sen­
tim ientos de com petencia, de desconfianza y, en caso de una
M ucho más claram ente que Bacon afirm a H obbes el origen victoria precaria, de gloria.
em pírico de las ideas. Pero su fin no es el de un teórico. Su fin está

85 /M í/., i, xi.
82 T hom as Hobbes, Leviatán, I, 1.
84 Ibid.. l, xill.
\ r O

260 Introducción a la historia de la filo so fía


C
Del Renacimiento a Kant
1\ ^ '" Y \Jl
261

Podría objetarse, piensa H obbes, que este hom bre natural, en vados que, llevados por el deseo de poder, los conducían a la gue­
guerra real o potencial contra todos los dem ás no ha existido nun­ rra de todos contra todos, es porque buscan “la seguridad de la
ca. Hobbes asegura que este estado conflictivo perm anente se persona hum ana tanto en su vida com o en los m edios para preser­
encuentra “en muchos lugares de A m érica [...] donde no existe var la vida” .87 “La m utua transferen cia del derecho es lo que los
gobierno alguno [...] y viven [los hom bres] en este estado anim al hom bres llam an co n trato ^88
que he señalado antes” .85 Pero aunque este tiem po no hubiera ¿Cuál es la clase de gobierno que recom ienda H obbes para
existido en ningún pasado lejano o no existiera en país rem oto proteger el derecho básico de vida y com binar los conflictos y
alguno, los celos, las venganzas, las envidias, y los conflictos del frenarlos de tal m anera que se evite la guerra de todos contra
deseo existen, potencialm ente, en todas partes. El estado natu­ todos? En alguna ocasión m enciona Hobbes una clase de consejo
ral es un estado de anarquía, de tem or y de muerte. ¿C óm o fundar general que pueda regir a los pueblos. Pero m ucho m ás a m enudo
un gobierno y un Estado bien establecido? ¿Sobre qué bases po­ Hobbes m enciona la palabra soberano. Hobbes sostiene el dere­
drá ser un Estado perm anente? cho absoluto de los reyes y la m onarquía absoluta. Esta defensa
es com prensible dentro de su teo ría' TEnUrT sistem a parlam enta­
rio, existen, com o en cualquier sociedad, m ultiplicidad de deseos
El contrato social y lim itados objetos de deseo. El sistem a parlam entario se presta a
la guerra de todos contra todos porque los hom bres que form an
Para resolver los problem as que im pone este estado de naturaleza un parlam ento son hom bres com o los dem ás, com o los dem ás
habrá de sustituir a él un estado artificial, hecho a base de la deci­ naturales, com o los dem ás deseosos de poder y de gloria. U n con­ .'A
sión de los hombres. flicto sem ejante podría encontrarse en un gobierno form ado por^-
Los hom bres poseen derechos que H obbes define com o el de­ un consejo, donde los m iem bros fácilm ente buscarían el poder y <j
recho de buscar la paz y el derecho de defendem os “por cualquier conducirían a la división, el conflicto y la guerra. El conflicto es
m edio que sea”86 siem pre que nos veam os atacados. No existe im posible cuando los derechos individuales s o n lran sferid o s ^
m ás que un derecho fundam ental: el derecho a la supervivencia una sola persona que no tenga deseos contrarios: esta persona,
que obedece, tam bién, a la inclinación básica de sobrevivir cons­ detentora del poder, es el m onarca absoluto.
titutiva de todos los hom bres. Pero si los hom bres tienen dere­ A caba por vencer el derecho del m ás fuerte. En el Estado de.,j
chos individuales y si estos derechos los llevan al peligro de muerte Hobbes el deber básico de los ciudadanos es la obediencia y e l ^
que representa cualquier sociedad natural, tienen tam bién el de­ resultado de la obediencia es la protección. C ontra sem ejante
recho de renunciar a sus derechos personales a ttaasfenrloi>para derecho fundado en un m iedo que anulaTálíBértad individual van
el bien individual y cbflUin. El estado prim itivo de m iedo que a levantarse las voces liberales de John Locke prim ero y, más
entraña el estado no m enos prim itivo de supervivencia conduce tarde, de Jean-Jacques Rousseau.
a los hom bres a transferir sus derechos a un gobierno ^pe^-a-su
vez, les garantice su derecho-a la-pazr
Tal es el sentido del contrato social. Consiste en que los ciuda­ John Locke, o clel espíritu liberal
danos de una nación transfieren sus derechos privados y los con­
fieren a un gobernante quien, a su vez, garantiza el bien com ún John Locke (1632-1704) es el últim o gran filósofo inglés del si­
de los ciudadanos. Si los hom bres renuncian a sus derechos pri­ glo xvil. Nacido de una fam ilia de m ercaderes, cerca de la ciudad

85 Loe. cit. 87 Loe. cit.


86Ib id .,l, XIV. 88 Idem.
262 Introducción a la historia de la filosofía D el Renacimiento a Kant 263

de Bristol, Locke parecía destinado a la vida eclesiástica. Su inte­ en una razón que es de interés com ún y m u tu o - al pacto artificial
rés desde sus años de estudiante se dirigió a la m edicina y a las de Hobbes. El contrato social no es creador de un nuevo derecho .
cuestiones políticas. Los prim eros escritos de Locke versan sobre Es. sim plem ente, el perfeccionam iento del derecho que todos
tem as m édicos y su vocación filosófica fue bastante tardía. Parla- poseem os por naturaleza razonable y libre.
m entarista, Locke puede considerarse com o el prim er liberal in­ El pacto social im plica una relación m utua. Si en Hobbes, el
glés en m ateria política. Sus ideas sobre el Estado, publicadas en contrato llevaba a abdicar los derechos individuales y a ponerlos
sus dos ensayos sobre El gobierno civil, son ré p lic a s a la -te o ría en m anos de una sola persona, en Locke el pacto es bilateral y se
del Estado om nipotente q ue habían sostenido Hobbes v. en tiem - aplica tanto a los ciudadanos com o a los legisladores y al rey que
pos más recientes, R obert Film er en el absolutism o paternalista es ciudadano com o los demás. El poder del rey tiene bases legales
de su Patriarcha. y el rey no puede actuar contra las bases legales que han servido
Las ideas políticas de Locke concuerdan con la vida inglesa de su para establecerlo en el poder.
tiem po y, de m anera muy especial, con la revolución gloriosa que, En sus Cartas sobre la tolerancia, Locke hace aún m ás explí­
en 1688, asentó definitivamente el sistema parlamentario británico. cita la noción de libertad. Ésta significa para él, com o para sus
En oposición a H obbes, Locke define el derecho natural com o discípulos de la Independencia norteam ericana, tolerancia.^La
el derecho de la razón. C on ello Locke se coloca en una tradición tolerancia es aquella actitud política, individual o estatal que per-
que podría trazarse de Platón a la m ayoría de los teólogos de la m ite la difusión de opiniones aun cuando éstás~sean contrarias al
Edad M edia, y a los hum anistas de los siglos xvi y xvn. El prin­ gobierno o a las prácticas de un gobierno. Solam ente en un caso
cipio básico de las ideas políticas de Locke debe buscarse en el debe el Estado ser intolerante: siem pre que el que actúa lo haga
concepto de libertad: contra la ley natural, es decir, contra la ley de la razón. Hav que
dejar de ser tolerante contra la intolerancia. Desde el punto de vis­
Tengo razones para creer que aquel que me tuviera en su poder sin ta de Locke, bien comprensible~en la Inglaterra dem ocrática de
mi consentimiento, usaría de mí como m ejor le placiera, y me des­ su tiem po, la intolerancia debe dirigirse a los “papistas” , es decir
truiría también cuando se le antojara; porque nadie puede desear
los cat01icoSr y-a-los.ateos._Los prim eros porque tratan de im poner
tenerme en su poder a menos que quiera coaccionarme por la fuerza
sus puntos de vista y luchan contra la tolerancia religiosa; los se-
contra aquello que es el derecho de mi libertad [...] Ser libre de tal
fuerza es la única seguridad de mi conservación.89 gundos porque al negar la existencia de Dios, niegan el sentido
mismo de la palabra naturaleza que, si es por una parte razón, lo es
Contrariamente a Hobbes, T.ocke piensa que el estado natural del principalm ente porque proviene de la razón suprema que es Dios.
hombre, es el de la igualdad. En esta igualdad de razón y libertad Estos puntos de vista políticos tuvieron am plísim a repercu­
ve la única garantía de la supervivencia, ya que el poder en bruto sión. No la tuvieron m enos las ideas de Locke sobre el origen, la
lejos de permitimos sobrevivir, nos anula y amenaza con destruir­ estructura y el alcance del conocim iento hum ano. A la teoría del
nos. Una política basada en la fuerzajio enlamante am enazado- conocim iento dedicó Locke sus páginas m ás brillantes: el Ensa­
yo sobre el entendim iento humano.
La identificación de naturaleza, libertad y razón, hace que Locke
no piense en la posibilidad de dos clases de existencias, una natu­
ral, prim itiva y egoísta y otra artificial, construida por la fuerza Origen de las ideas y alcance del conocim iento
para garantizar la seguridad. C ontra Hobbes. Locke prefiere la li­
bertad a la seguridad y el pacto n a tu ra l-e s decir, el pacto basado El Ensayo sobre el entendim iento hum ano es una de las obras
más im portantes y sin duda la más clara de las que escribieron
*” John Locke, Segundo ensayo sobre el gobierno civil. III. los em piristas ingleses.
264 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 265

C oncebido, en parte, para contestar a los filósofos de la escue­ raciones”)94 y en ideas m ixtas, a la vez de origen sensible y de
la de C am bridge que sostenían la existencia de las ideas innatas, origen reflexivo. Todas estas ideas pueden encontrarse en los ni­
concebido tam bién com o una refutación del racionalism o, si bien ños que “llegan a obtenerlas de m anera gradual” .95 Tam bién un
son a veces notables las influencias de Descartes, el libro de Locke breve análisis de la psicología infantil puede enseñarnos que las
se inicia con una crítica de las ideas innatas, m uestra el origen de ideas que provienen de sensaciones son m ás fáciles que las que
las ideas en la experiencia y trata de establecer el alcance y la derivan de la reflexión y que. por lo tanto, en cualquier concien­
certidum bre del conocim iento. cia hum ana la reflexión es m ás tardía que la m era receptividad
La refutación de la existencia de las ideas innatas es la más de las sensaciones.
clara que se haya escrito. El sentido com ún nos m uestra que si Después de haber criticado el innatism o. después de haber cla­
Dios ha creado un m undo para que lo veam os, lo percibam os con sificado las tres clases fundam entales de ideas, Locke pasa a d e­
.todos los sentidos, sería ocioso pensar que lo ha creado en vano. term inar los grados de objetividaiLx-de- subjet-ividad-de nuestros
El m undo está frente a nosotros para ser percibido y ofrecernos pensam ientos. Algunas ideas, y de m anera general todas las ideas
ideas de sensación y para ser entendido y dam os ideas de re­ sensibles, com o el color, el olor y el sabor, dependen de la per­
flexió n . Por otra parte, existen hechos que prueban que las ideas cepción individual; Locke, en este punto bastante influido por
<10 son innatas, sino adquiridas. Tal es el caso de los niños o de el racionalism o, piensa que las cualidades sensibles no están en
los idiotas “que no tienen la m enor aprehensión de ellas”.90 Tanto las cosas sino en nuestro m odo de percibir las cosas. Tales son las
si la palabra idea se aplica a las sensaciones com o si se aplica a que llam a cualidades secundarias. L as cua lidades prim aria s .
las abstracciones, proviene de la experiencia. Aun la idea de Dios son, en cam bio, las que tienen un referente real en la naturaleza y
ha de ser adquirida. Para Locke, com o para santo Tomás, la idea que, por lo tanto, pensam os todos con un m ism o sentido v de una
de Dios surge del universo que contiene “las señales visibles de m ism a m anera. Entre ellas Locke cita “las cualidades reales de
la sabiduría y el poder extraordinario de una deidad” .91 A Dios los cuerpos que están siem pre en ellos (por ejem plo, la solidez,
podem os llegar por la presencia de la divinidad en la obra de su la extensión, la figura, el núm ero, el m ovim iento y el reposo).”96
creación sin necesidad de que la idea de Dios sea una idea innata El conocim iento hum ano está por lo tanto inclinado a conocer
o inm ediatam ente clara. subjetivam ente todo lo que es contingente; está dirigido a cono­
A hora bien, si las ideas no son innatas proceden de la ex- cer científicam ente las cualidades reales o prim arias de las co­

Í erien cia, “donde se funda todo nuestro conocim iento y de


on d e todo n u estro co n o cim ien to d eriv a” .92 L a ex p e rien cia
puede revelársenos ya sea por los sentidos ya sea por la refle­
sas. Pero si puede conocer las cualidades prim arias, ignora, en
cam bio, la sustancia de las cosas, porque la idea de sustancia,
idea com pleja y form ada a base de ideas más sim ples, no es clara
xión que hacem os sobre los datos de los sentidos. El esp íri­ ni tiene un referente natural.
tu, un papel en blanco, vacío de letras, deja im presionarse por
los datos de la experiencia y puede reflexionar acerca de estos
datos. El mundo, el elefante y la tortuga
De ahí que Locke divida nuestras ideas en sensaciones, “es­
ta gran fuente de la m ayoría de las ideas que tenem os” .93 en Locke, que por fe y por experiencia del m undo, cree y entiende la
reflexiones (cuando el espíritu “reflexiona sobre sus propias ope­ presencia de Dios en el mundo, piensa que el lím ite verdadero del
conocim iento hum ano debe encontrarse en la m etafísica. Las di-
90 John Locke, Ensayo sobre el entendim iento humano, I, ii, 5.
91 lbid., I, iv. 9. 94 lbid., II. i, 4 .
92 lbid., II, i, 2. 95 lbid., II, ii. 4 .
95 lbid., I I , i . 3 . 96 lbid., II, v iii.
266 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 267

versas teorías de la sustancia son engañosas porque la sustancia Crítica de las cualidades prim arias e inmaterialism o
no puede percibirse realm ente y lo m ás que de ella podem os de­
cir es que es lo que no sabem os. D ígalo Locke en form a de breve El m eollo de la filosofía de Berkeley se encuentra en la crítica de
narración m itológica: las que Locke llam ó cualidades prim arias. Berkeley reduce to ­
das las cualidades a cualidades secundarias, y hace que todo ser
Si cualquiera se examina a sí mismo por lo que toca a la noción de la dependa de la percepción que tenem os de él. Y no es que Berkeley
sustancia pura en general, encontrará que no tiene de ella ninguna niegue la existencia del mundo. Lo que niega, en verdad es la
idea en absoluto, salvo la suposición de no se sabe qué soporte de naturaleza material de las cosas. El espacio no puede percibirse
aquellas cualidades que las ideas simples son capaces de producir sin el color, la form a, la m ultiplicidad de sensaciones que provo­
en nosotros. No se encontraría en una situación mucho mejor que can en nuestro espíritu. No existe un espacio en sí m ism o sino
aquel indio que afirmaba que el mundo estaba sostenido por un ele­ que existe este espacio que percibo. De la m ism a m anera pode­
fante. Cuando se le preguntó en qué descansaba el elefante contestó
mos decir que no hay m ovim iento fuera de los cuerpos sensibles
que reposaba sobre una enorme tortuga. Pero cuando le pregunta­
ron qué daba soporte a la tortuga, contestó que no lo sabía. Y así, en
que percibim os. “Ser es ser percibido” , escribe Berkeley. Fuera
este caso, como en todos aquellos en que empleamos palabras sin de la percepción, nada existe; “había un olor, es decir era olido;
tener una idea clara y distinta, somos como niños que, si se les pre­ había un sonido, es decir era oído; un color o una form a, y eran
gunta qué es aquella cosa que no conocen, dan rápidamente la satis­ percibidos por la vista o por el tacto”.99
factoria respuesta de que es algo.'” La m ateria, el espacio, la realidad se reducen a diferentes ha­
ces de percepciones. Este concepto del m undo plantea un doble
problem a: 1) ¿qué origen tiene nuestra creencia en la realidad
George Berkeley: percepción y espíritu física y m aterial de ciertas cosas?; 2) ¿cóm o, si todo se reduce a
percepciones, distinguir la realidad de la ficción o por decirlo con
G eorge Berkeley (1685-1753) pertenece ya al pensam iento del Berkeley, las ideas sensibles verdaderas de las “quim eras” ?
siglo x v i i i . Su filosofía, y con m ás claridad aún que la de Hum e, El entendim iento hum ano tiende a proceder m ediante abstrac­
está ligada al Siglo de las Luces, al pensam iento de la Ilustración. ciones y a considerar estas abstracciones com o realidades. A ello
Pero si H um e lleva a cabo una crítica de la experiencia, B erkeley ayudan el hábito y la pereza m ental. A sí sucede, por ejem plo, con
trata de encontrar, en la experiencia sensible, una form a de es­ la idea de “ser en general”, de que hablan los m etafísicos desde
plritualism o que, en parte, lo acerca a Leibniz. En realidad, toda Aristóteles. Pero “la idea de ser en general me parece la m ás abs­
la filosofía de Berkeley es un ataque contra el ateísm o y preten­ tracta e incom prensible de todas” .100 Así sucede, tam bién, con la
de llegar a una interpretación del m undo que haga patente la pre­ idea de espacio que, al igual que las nociones de “figura” o “m o­
sencia de Dios en la creación. La interpretación espiritualista vim iento” son inconcebibles abstraídas de todas las otras co ­
que de los hechos da Berkeley procede de su análisis filosófico. sas.101 A sí sucede especialm ente con la idea abstracta de m ateria
Procede, tam bién, de su creencia de pastor anglicano y de reli­ que B erkeley com bate, sobre todo porque piensa que conduce al
gioso irlandés.98 ateísm o. La m ateria se reduce a las form as de percibir el color,
el olor, el sonido o cualquier cualidad sensible de las cosas. Es en
//)((/.. II, x x i i i .
** Las obras más im portantes de Berkeley son La nueva teoría de la visión. Los
últim a instancia, un conjunto de im ágenes que. por hábito de abs­
principios del conocim iento hum ano y los Tres diálogos entre H ylas y P hilonous. don­ tracción, concebim os com o reales.
de H ylas (del griego hyíe) representa a la m ateria y Philonous (del griego "am or al
esp íritu ") representa el punto de vista de Berkeley. Aunque esta últim a obra es. sin * George Berkeley. Principios. 3.
duda. la más fam osa, la más clara es Los principios del conocim iento humano, uno de ^ Ibid. A l .
los escritos más precisos para entender la evolución del em pirism o británico. "" Ibid., 10.
268 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 269

Pero si pensar no consiste en tener ideas abstractas, ¿en qué percepción que ahora tengo de este árbol? Es evidente, para
puede consistir? Berkeley afirm a que el pensam iento se reduce a Berkeley, que am bas existen en el pensam iento, que tanto el ár­
series perceptivas y que cada nueva percepción nos recuerda, sim­ bol soñado com o el árbol real son ideas. Lo que las distingue es
plemente, las percepciones anteriores. No es que en nuestro espíri­ nuestra voluntad. Las ideas que padecem os, que se nos im po­
tu exista la idea de triángulo. Existe un recuerdo que m e perm ite nen en los sueños o en las alucinaciones, son ideas falsas; las
darme cuenta de que este triángulo que ahora percibo es sem ejan­ ideas que cream os y dependen de nuestra actividad m ental son
te a otra im agen o percepción anterior del triángulo. La m em oria verdaderas.
viene aquí a ayudar a la percepción para que, m ediante asociacio­ El m undo existe. Lo único que Berkeley niega es la realidad m a­
nes m entales, recordem os y conozcam os los objetos que siem pre terial del mundo. Lo único que afirma es su realidad espiritual. Aho­
se presentan com o realidades inm ediatas, sensibles y percibidas. ra bien, si esta realidad espiritual depende lim itadam ente de la
De ahí que el tiem po tenga m ucha im portancia en la filosofía de presencia de espíritus hum anos que perciben, depende tam bién,
Berkeley. Pero el tiem po abstracto, el tiem po de los físicos, care­ y sobre todo, del Espíritu, es decir, de D ios que las ha creado para
ce de existencia. A delantándose a Bergson, Berkeley distingue que las percibamos.
entre el tiem po real, el tiem po que percibim os y vivim os, en el
cual nos entristecem os o alegram os, del tiem po abstracto que se
reduce a un m ero m ecanismo. La presencia de Dios en el m undo
La existencia de una cosa está en su percepción. Podem os aña­
dir ahora que el pensam iento de una cosa está tam bién en las El espiritualism o de Berkeley es la revelación de D ios en el m un­
im ágenes que percibim os. Quien las percibe es el “yo” , el “alm a” do. El universo percibido por los hom bres nos lleva a “entender
o el “espíritu”, térm inos que Berkeley em plea com o sinónimos. estos signos instituidos por el autor de la naturaleza” 103 y a acer­
El espíritu no se conoce a sí m ism o, puesto que es el acto m ismo carnos por el espíritu a la naturaleza espiritual de Dios.
de conocer y que un acto no puede ser a la vez conocedor y cono­ B erkeley da algunos argum entos para m ostrar la existencia de
cido, acto y objeto de este acto. El espíritu, activo siem pre, es el Dios. Em plea, m uy principalm ente, el argum ento finalista que,
centro del cual parten todas las percepciones: del orden del universo, concluye la existencia de un ser absoluto
que ha ordenado el mundo. Pero en un m undo espiritualizado al
Además de la variedad sin fin de ideas u objetos del conocimiento, grado de renunciar a la existencia de cualquier form a m aterial,
existe asimismo algo que los conoce o los percibe, y ejerce diversas parecen sobrar las pruebas. Dios, el E spíritu, se hace evidente a
operaciones como el querer, el imaginar, el recordar. Este ser activa­
los espíritus creados. Por ello Berkeley puede escribir que “la
mente perceptivo es lo que llamo mente, espíritu o yo mismo. Por
existencia de Dios es m ucho m ás evidentem ente percibida que
estas palabras no denoto ninguna de mis ideas, sino algo comple­
tamente diferente dentro de lo cual las ideas existen o, lo que es lo la existencia de los hom bres” .104 La conclusión de Los principios
mismo, mediante !o cual son percibidas; ya que la existencia de una del conocim iento hum ano es reveladora de la actitud espiritualis­
idea consiste en ser percibida.102 ta de Berkeley cuya principal intención estaba en encontrar a Dios
en las im ágenes que tenem os de las cosas:
Si hasta aquí Berkeley explica nuestras form as de percepción,
Lo que ocupa el primer lugar en nuestros estudios es la considera­
no distingue todavía entre la realidad y la quim era. ¿C óm o dis­
ción de Dios y de nuestro deber [...] y pensaré que estos estudios
tinguir la realidad y la ficción en un m undo que se define por
son enteramente inútiles e ineficaces si, por medio de lo que he di-
nuestras percepciones? ¿N o será igualm ente real un sueño que la
103 Ibid., 66.
102 Ibid., 2. 104 Ibid., 147.
270 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 271

cho, no puedo inspirar en mis lectores un piadoso sentido de la pre­ raleza humana, Una investigación acerca del entendim iento hu­
sencia de D ios.103 mano, Historia natural de la religión o, más populares en la for­
ma, en sus Ensayos m orales y políticos. Pero este em pirism o aca­
ba en una filosofía agnóstica consecuencia clara de deísm o y en
D avid Hume, em pírico y escéptico una moral y una política de la utilidad y del bien com ún que no es
menos típica de la idea del progreso que desarrollaban en su tiempo
David Hum e (1711-1776) nació en Edim burgo, de buena fam ilia econom istas com o Adam Smith.
escocesa aunque sin grandes m edios económ icos. C om o escribe Tendrem os ocasión de precisar el sentido de la Ilustración. En
el propio Hum e pocos m eses antes de su m uerte en la carta The estas páginas nos lim itarem os a considerar la filosofía de Hume
Life o f D avid Hume, decidió suplir su escasa fortuna m ediante com o un resultado del em pirism o inglés y com o su m anifesta­
una “muy rígida frugalidad” . Solam ente más tarde, después de ción más álgida. C oncebida com o una form a del em pirism o, la
publicar su Historia de la Gran Bretaña, encontró que el éxito filosofía de Hume puede centrarse en dos puntos: el origen de las
de librería lo había hecho “no m eram ente independiente sino ri­ ideas y la crítica de las ideas abstractas.
co” . Vida tranquila la de Hum e, que transcurre entre su cargo de
bibliotecario de la Escuela de A bogados, su residencia diplom áti­
ca en París y su retiro en las tierras que le vieron nacer. El origen de las ideas
David Hum e pertenece, ya de lleno, al siglo x v m . Su filoso­
fía es inseparable del am biente de pensam iento que solem os lla­ Ya hemos visto cóm o el em pirism o inglés hace depender todo el
m ar la Ilustración. Hum e es contem poráneo de Voltaire, D iderot, conocim iento de la experiencia, si por experiencia se entiende
D 'A lem bert, Rousseau y dem ás enciclopedistas; ve desarrollarse el conocim iento que procede de los sentidos. Hemos visto tam ­
en tom o a él una sociedad burguesa que inicia, principalm ente en bién cóm o la crítica de la experiencia, a partir sobre todo de Locke.
Inglaterra, la revolución industrial; es am igo del m ás grande adquiere tonalidades idealistas que, por una parte, concluyen en
de los econom istas liberales, Adam Smith; convive con aquellos el esplritualism o de Berkeley. Estas m ismas tendencias condu­
filósofos escoceses que, com o H utcheson, basan toda la vida cen al idealism o escéptico de Hume.
moral en el sentim iento y creen en la infalibilidad de la vida ins­ Hum e distingue entre pensam ientos e impresiones. Los prim e­
tintiva; respira el m ism o am biente que en sus retratos pintan los ros son vagos, abstractos e indefinidos; las segundas precisas e
artistas de la alta burguesía com o Reynolds o G ainsborough: en­ intensas. Una im presión no es m ás que una percepción fuerte.
cuentra, entre los intelectuales, tendencias deístas a lo Voltaire, Ahora bien son estas im presiones fuertes las que constituyen la
en las cuales se afirm a la existencia de Dios, pero se niega la idea base m ism a de nuestro pensam iento. P or ello puede decir Hume:
de un Dios personal. Y no es que Hum e sea específicam ente deís­ “Todos los colores de la poesía, por espléndidos que sean, no
ta, ni específicam ente “sentim entalista” , ni filósofo de un progre­ pueden llegar a pintar los objetos naturales de tal m anera que
so técnico e industrial que ya está en pleno desarrollo. M ás bien tom em os la descripción por el paisaje real. El pensam iento más
que el deísm o, la m oral del sentim iento y. en general, el am biente vivo es inferior al paisaje real. El pensam iento más vivo es infe­
de la Ilustración tiñen toda su obra sin que por ello, deje de ser rior a la sensación más apegada.” 1116La im agen del original y de la
una obra de prim era im portancia y originalidad. En sus libros copia es sum am ente útil para entender claram ente lo que Hume
más propiam ente filosóficos, Hume representa la últim a conse­ pretende decir. La sensación fuerte o im presión es el original: la
cuencia del em pirism o clásico inglés: así en Tratado de la natu­ copia es el pensam iento. Este árbol que percibo aquí ahora y es

105 Ibid., 156. ■'* David Hume, Una investigación acerca del entendim iento humano, 11.
272 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 273

m ás real, m ás verdadero y m e da una sensación más fírm e que la generales vagas. Pero Hum e no se contenta con com probar estos
idea general de un árbol o la im agen del árbol cuando, ya el árbol hechos. Sobre ellos erige una teoría que niega la posibilidad m is­
ausente, trato de revivirlo en mi pensam iento. m a de la m etafísica o, en conjunto, del pensam iento abstracto.
Hum e no se contenta con decir sim plem ente que las ideas Una vez que hem os form ado las ideas abstractas, una vez que
vienen de la experiencia. Trata, con toda precisión, de explicar el hemos adquirido la costum bre de pensar m ediante abstracciones,
m ecanism o m ediante el cual los pensam ientos proceden de ella. creemos que estas abstracciones son reales y corresponden a una
En suma, Hume quiere encontrar una ley que sea tan precisa realidad concreta. Pero esta creencia es falsa. La verdad es que
para el pensam iento com o lo fue para la física la ley de la gravita­ lo real siguen siendo las im presiones, pero no las ideas abstractas.
ción universal descubierta por Newton. Esta ley la encuentra Hu­ ¿D ónde están, en efecto, las cualidades reales que corresponden
me en la asociación de ideas. a nuestra idea de triángulo en general o de alm a o de Dios? No
La teoría de la asociación de las ideas no es del todo nueva. Ya están en la experiencia, no están en el original y, por lo tanto, son
puede encontrarse, parcialm ente, en Platón, en Aristóteles y, so­ m eras creencias inverificables, puesto que no se refieren a nada
bre todo, en Epicuro, en Luis Vives y en Locke. Pero en la filoso­ concreto. En este punto Hum e se nos aparece com o el m ás cien­
fía de Hume, la teoría de la asociación adquiere un sentido claro tífico de los nom inalistas y com o la consecuencia m ás clara de la
precisam ente porque tiende a convertirse en esta ley única de todo célebre “navaja” de Ockham .
el pensam iento. La m etafísica, que se basa en ideas abstractas, quiere hacer­
Una vez adm itida la ley de la asociación de ideas, palabra con nos tom ar la copia por la realidad, quiere hacernos pensar que
la cual Hume designa aquí a las “im presiones”, es fácil describir su las ideas generales tienen un referente real y dem ostrable. Las
m ecanism o. Tomemos un ejem plo que será fácil generalizar. Su­ ideas abstractas de los m etafísicos son, sin em bargo, m eras ideas,
pongam os que querem os saber cóm o hem os adquirido la idea es decir creencias form adas por un hábito que acaba por hacem os
general de “verde” . En prim er lugar hem os tenido repetidas ex­ creer en la verdad de los objetos creados en nuestra m ente por la
periencias de color verde -e n el árbol, la yerba, ésta o aquella costum bre y la repetición.
tela, éste o aquel tono del m ar-. Esta experiencia repetida crea El asociacionism o de Hum e es, ante todo, un ataque a la m eta­
una repetida cantidad de im presiones que tienden a asociarse física. No es de extrañar que la filosofía de Hum e conduzca a la
m ediante el hábito y la costum bre y, una vez asociadas, tienden a crítica de algunas ideas m etafísicas que están en la base de casi
dam os la im agen general de verde, la idea general del color verde todos los grandes sistem as de pensam iento. E sta crítica es espe­
que nos lleva a reconocer que este color o aquel tono son verdes. La cialm ente precisa cuando Hum e analiza las ideas de causalidad,
asociación procede m ediante una repetición de las im presiones, del yo y de Dios.
un hábito creado por esta repetición y tres form as asociativas: la
semejanza, el contraste y la relación de causa y efecto, que nos pue­
de hacer asociar dos hechos que parecen sucederse en form a cau­ Crítica de las ideas abstractas
sal, com o la sem illa y el árbol, el padre y el hijo o cualquier otro
tipo de sucesión en la cual exista un antecedente y un consecuente. La m etafísica clásica se basa m uchas veces en la causalidad para
Así. del original que es la im presión, pasamos a la copia, que dem ostrar la existencia de Dios; suele culm inar en la afirm a­
es la idea abstracta. Esta copia puede ser la de nuestro ejem plo. ción de la existencia de Dios y de la inm ortalidad y la sim plici­
Puede ser cualquier idea abstracta, ya sea la del triángulo, la de una dad del alm a hum ana. Son estas ideas las que Hume considera
ley física o la de Dios. especialm ente cuando habla de ideas abstractas. Si estas tres
H asta este punto Hum e no hace sino describir una parte del ideas no tienen un referente real, si no puede referirse a la expe­
proceso de abstracción que nos lleva de la experiencia a las ideas riencia, son ideas que hay que poner en duda, ideas sobre las
274 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 275

cuales resulta im posible edificar una teoría lógica que sirva de te predecir la existencia de uno de ellos a partir de la aparición
base a la m etafísica. del otro."'8
Podrá extrañarse el lector que Hum e critique la idea de causa­
lidad. ¿No ha afirm ado él m ism o que una de las form as de asociar La crítica de la idea de Dios es concebida por Hum e en térm i­
ideas es precisam ente m ediante la relación de causa y efecto? No nos sem ejantes a la critica de la causalidad. Cuando decim os que
hay que ver sin em bargo, en la crítica de Hume, una contradic­ existe una relación de causa y efecto es porque querem os hacer
ción real, porque la causalidad puede significar dos cosas muy que la naturaleza adopte leyes que son leyes de nuestra concien­
distintas. Por una parte, cuando santo Tomás o Descartes hablan cia. La idea de Dios no es más que una “proyección” de nuestra
de causalidad quieren decir que realm ente existe en los hechos propia conciencia. “La idea de Dios, que significa la idea de un
una naturaleza más o m enos escondida que hace que un objeto ser infinitam ente inteligente, sabio y bueno, nace de pensar en las
(la causa) produzca otro hecho (el efecto). No es otra la noción operaciones de nuestro propio pensam iento y de aum entar sin
aristotélica de potencia y acto: la potencia contiene al acto com o lím ites estas cualidades de bondad y de sabiduría.” 109
posibilidad y la sem illa contiene ya al árbol. Pero la causalidad N ótese bien que Hume no sostiene que la causalidad o la divi­
puede concebirse sim plem ente com o una sucesión de im presio­ nidad no existan. Lo que dice, sim plem ente, es que m ediante la
nes. En este sentido, la palabra causalidad quiere tan sólo decir experiencia, que es la única fuente de conocim iento, no podem os
que existe “un objeto seguido por otro cuya aparición siem pre decir ni que existan ni que no existan.
trae consigo el pensam iento de este otro” .107 Tal es el significado Pero si Hum e es escéptico y nom inalista en cuanto al conoci­
que Hum e da a la causalidad. La causalidad no es una sucesión m iento y es agnóstico en cuanto a la existencia de Dios, no suce­
real que pueda encontrarse en los hechos naturales; es, nada más de lo m ism o en cuanto a sus ideas sobre el alm a hum ana. En este
y nada m enos, una sucesión de hechos mentales. Con lo cual ya punto Hum e es más claram ente negativo. La existencia del al­
hem os dicho, im plícitam ente, en qué consiste la crítica de Hum e m a es no sólo una invención de los filósofos y de los teólogos; es
a la idea de una causalidad real; consiste en decirnos que la una pura ficción.
noción m ism a de la causalidad es una idea abstracta, u n a idea “A lgunos filósofos, afirm a Hum e, im aginan que estam os a
sin referente. Podem os h ab lar de causa y efecto si por ello en ­ cada m om ento íntim am ente conscientes de lo que llam am os
tendem os sucesiones de ideas; no podem os hablar de cau sa y nuestro YO; que sentimos su existencia y su continuidad de exis­
efecto si por ello entendem os hechos dentro de la naturaleza tencias; y que estam os ciertos, m ás allá de la evidencia dem ostra­
m ism a de las cosas. Estos hechos, estas cualidades ocultas, no tiva, de su perfecta identidad y sim plicidad.” 110 Los filósofos a
pueden ser descubiertas: que se refiere Hume son, en general, los racionalistas, si bien
el problem a que discute fue tem a de m oda entre los filósofos in­
La prim era vez que un hom bre vio la com unicación del m ovi­ gleses de su tiempo. C ontra ellos. Hume escribe que “desgracia­
m iento m ediante el im pulso, com o por el choque de dos bolas de dam ente, todas estas afirm aciones positivas son contrarias a las
billar, no podía decir que el acontecim iento estuviera conecta­ m ismas experiencias que para ellas se reclam an”.111 El yo es tam ­
do con el otro, sino tan sólo que estaba conjuntado. D espués de bién una abstracción. Existen, en realidad, “percepciones par­
haber observado varios casos de esta naturaleza dice que están ticulares de un tipo u otro, de calor, de frío, luz o som bra, am or u
conectados. ¿Qué alteración ha sobrevenido para que nazca esta odio, dolor o placer. N unca puedo apresarm e a m í m ismo, en mo-
nueva idea de conexión ? N ada sino que ahora siente que estos
hechos están conectados en su im aginación y puede fácilm en­ 108 Loe. cit.
m Ibid.. II.
1,0 David Hume, Tratado de la naturaleza humana, IV, v.
107 Ibid., vil, ii. 111 Loe. cit.
276 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 277

m entó alguno, sin una percepción” .112 El yo de los m etafísicos, el hipótesis. A sí concebida, la sociedad debe dirigirse, y de hecho
yo que llam am os alm a o espíritu, no existe. Solam ente existe, en se dirige, al bien com ún.115
nuestra conciencia una “colección de percepciones distintas que
se suceden una a otra con una velocidad inconcebible y están en
perpetuo flujo y m ovim iento”. 113 Obras de consulta
David H um e renuncia a la m etafísica. Su nom inalism o no
adm ite palabras abstractas que no puedan verificarse en los d a ­
A l e x a n d e r , S., Locke, Londres, 1898.
tos de la experiencia. Hum e acepta las m atem áticas y las cien ­
B r é h i e r , Émile, Histoire de la philosophie, Alcan, Paris, 1938, vol. Il,
cias experim entales, pero rechaza los problem as teológicos y
pp. 20-45; 272-295; y vol. Il, pp. 312-321; 338-358; 402-425.
m etafísicos:
B u r t t , Edwin A., “Introduction”, en The British Philosophers from
Bacon to Mill, Modern Library, Nueva York, 1939, pp. ix-xxiv.
Si tomamos entre manos cualquier volumen de teología o de meta­
C o p l e s to n , Frederick, History o f Philosophy, vol. v , Burn Oats and
física escolástica por ejem plo, preguntémonos: ¿Contiene algún
razonamiento abstracto acerca de la cantidad o del número? ¿ Con­ Washbourne, Londres, 1959.
tiene algún razonamiento experimental acerca de las verdades de G o o c h , G. P. Hobbes, Londres, 1940.
hecho y de la existencia? No. Echémoslo, pues, a las llamas porque H e n d e l, C. W., Studies in the Philosophy o f David Hume, Princeton,
no puede contener nada sino sofismas e ilusión.114 1925.
R o m e r o , Francisco, Historia de lafilosofia moderna, Fondo de C ultu-
ra Economica, México, 1959. [Breviarios. 150.]
D os consecuencias W a r n o c k . G. J.. Berkeley, Penguin, Harmondsworth, 1953.

Dos son las consecuencias prácticas de im portancia de esta fi­


losofía nom inalista y escéptica. Atañen a la vida m oral y a la vi­
da política. En m oral, Hum e no concibe que la razón pura pueda IV. D O S N U EV O S C A M IN O S : P A S C A L Y V IC O
determ inar la vida. La m oral depende de un sentim iento. A dife­
rencia de los sentim entalistas escoceses, Hum e piensa que este
sentim iento es universal y que depende del hecho de que, viviendo
Si toda regla tiene sus excepciones, toda época del pensam iento,
en sociedad, los hom bres se ven conducidos a generalizar den­
adem ás de sus ríos caudalosos, lanza corrientes más o m enos sub­
tro de las coordenadas hechas de hábitos sociales que cada grupo
terráneas cuya influencia se hace sentir sobre todo en los siglos
hum ano impone. La moral de H um e es relativa, pero relativa a un
futuros. Tales son los casos de Pascal, en el siglo xvn, y de Vico
grupo social dado y preciso. En cuanto a la sociedad - y ésta es la
en el tránsito del siglo xvm. Im portantes en sí mismas, las filoso­
segunda consecuencia del em pirism o hum ano-, no puede creerse
fías de Pascal y de Vico parecen dirigidas hacia el futuro, tendi­
que dependa de un contrato social ya que éste, tanto si se tom a en
das, más allá de sus propios tiem pos, hacia el m odo de pensar de
el sentido de Hobbes com o en el de Locke, es sim plem ente una
la filosofía contem poránea.
hipótesis sin base en la experiencia. La sociedad debe ser consi­
derada en su realidad, analizada en su vida concreta, sin em plear
115 La influencia de Hume ha sido poderosa en varios cam pos. En la filosofía es
el m aestro del positivismo contem poráneo y. especialm ente, del positivismo lógico del
1,2 Loe. cit. Círculo de Viena que se présenla en la últim a parte de este libro. En psicología, Hume tu­
113 Idem. vo una influencia decisiva en cuanto a la form ación de la escuela asociacionista que, en
114 David Hume. Una investigación acerca del entendimiento humano, vil. form a m ás científica, persiste en la psicología de nuestros días.
27 8 Introducción a la historia de la f i loso fia D el Renacimiento a Kant 219

Vida, obra y pensam iento de P ascal116 fos racionalistas. Nada hay de falso en el espíritu de geom etría,
en el espíritu puram ente lógico. La falsedad consistiría en consi­
Biaise Pascal (1623-1662) es un caso de m ultiplicidad en el ge­ derarlo com o el único espíritu posible para encontrar la verdad.
nio. A los once años de edad escribe un Tratado de los sonidos Pascal, m atem ático y físico, com o Descartes coincide en creer
y, apenas cum plidos los diecisiete.años, un tratado de primera que la razón es necesaria; se aparta de D escartes en cuanto afirma
im portancia en m atem áticas: el Ensayo de las secciones cónicas. la necesidad, más allá de la razón, de un tipo de pensam iento fle­
A los treinta años revoluciona la física con el Tratado sobre el xible, que obedezca a nuestros sentim ientos, que, en una palabra,
equilibrio de los líquidos. La ciencia no anula sus inquietudes conozca las razones del corazón que la razón no conoce. Estas
religiosas. Libre pensador y ateo durante sus años m ozos. Pascal razones del corazón no excluyen a la razón, sino que la com ple­
se convierte al cristianism o y entra en contacto con los jansenis­ tan. Pascal no cree que la razón sea contraria a la religión y pien­
tas. Para defender a éstos contra los jesuítas escribe Las p ro ­ sa que existen “dos excesos: excluir la razón: no adm itir m ás que
vinciales, cartas que son, a la vez, una dem ostración de estilo la razón” .117 En el fondo Pascal plantea, en pleno triunfo del ra­
m ordaz que ya hace prever al del futuro Voltaire, un ataque a la cionalism o cartesiano, el antiguo problem a de la fe y de la razón
C om pañía de Jesús y un ataque a España. Las provinciales de y considera que am bas son com patibles y que ninguna debe ser
Pascal son condenadas por el papa y puestas en el índice. Siguiendo excluida por el filósofo. El pecado de D escartes es el del geóm e­
sus dos líneas de interés (científico y religioso). Pascal escribe las tra que piensa que todo es reducible a geom etría.
prim eras teorías sobre cálculos de probabilidades y prepara una Es el espíritu de finura el que nos perm ite analizar la con­
A pología de la religión cristiana que nunca term inó y cuyos frag­ ciencia de los hom bres y saber cuál es, en los térm inos de Pascal,
m entos se presentan en su obra más im portante dentro del campo “la condición hum ana” .118
de la filosofía: los Pensamientos. É sta es, ante todo, una condición m iserable. El hom bre es dé­
No es im posible conocer el plan que se proponía seguir Pascal bil. no sólo por flaqueza física, sino por flaqueza m oral, porque
para su Apología. Después de una parte m etódica, pensaba m os­ se deja llevar a engaño por im aginaciones ficticias, porque se deja
trar la m iseria del hom bre sin Dios, la felicidad del hom bre en arrastrar por las costum bres y los hábitos, porque el am or de sí, el
Dios, el conocim iento de Dios en Jesucristo donde encontram os egoísm o, suele triunfar sobre la objetividad y sobre la caridad,
a la vez “tanto a Dios com o a nuestra m iseria”. porque la vida está hecha de contradicciones y el hom bre es, al­
Este plan nos m uestra que la obra de Pascal, de llegar a escri­ ternativam ente, “crédulo, incrédulo, tím ido, tem erario”.119
birse, hubiera sido más bien obra de teología y de apologética Pero en esta m ism a flaqueza hum ana reside la grandeza de los
que de filosofía pura. Pero si entendem os por filosofía no sola­ hom bres. Lapidariam ente escribe Pascal: “La grandeza del hom ­
mente una exposición sistem ática y más o m enos abstracta de bre es grande en cuanto se sabe m iserable. Un árbol no se sabe
ideas sino pensam ientos vivos y vividos, Pascal nos ofrece una m iserable.” 120 Lo que hace al hom bre grande es su capacidad de
riqueza ejem plar de intuiciones que habrán de filtrarse a través de reflexionar, su capacidad de pensar. El hom bre puede llegar a ser
los tiempos. grande porque se conoce a sí m ism o tanto por la vía de la razón
La prim era distinción clara de orden m etódico que establece com o por la vía del corazón. “El hom bre no es más que una caña,
Pascal es la del espíritu de geom etría y del espíritu de finura. El la m ás débil de la naturaleza, pero es una caña pensante.” 121
espíritu geom étrico es de m anera general, el que em plean los m a­
tem áticos y, en el cam po de la filosofía, el que em plean los filóso- 1,7 Ibid., 3.
m Ibid„ 199.
1,9 Ibid., 159.
Las citas que siguen concucrdan con la num eración de ios P ensam ientos en.
120 Ibid., 255.
L 'œ u vre de Pascal, edit. por Jacques Chevalier, La Plciade, París, 1939.
121 Ibid., 264.
280 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 281

Pocas veces ha sabido expresar Pascal con toda su fuerza esta tiem po. Así lo afirm a Pascal, recordándonos el pensam iento de
doble naturaleza que hace del hom bre un ser interm edio -n i án­ san Agustín: “Hay que conocerse a sí m ismo. Aun cuando esto
gel, ni b e stia - com o en sus párrafos sobre los dos infinitos. C on­ no sirviera para encontrar la verdad, sirve por lo m enos para or­
tem plándose a sí m ism o el hom bre debe considerar: denar la vida, y no hay nada m ás justo.” 124
Apasionado, vivo en la vivacidad de su pensam iento, Pascal
quiere llegar al corazón de los hom bres para que. una vez verti­
que es en relación a lo que es; mirarse como perdido en este rincón
apartado de la naturaleza; y que de esta pequeña cárcel donde se dos hacia sí m ism os, puedan llegar a ser, de corazón, conversos.
encuentra alojado, quiero decir el universo, aprenda a estimar la tie­
rra, los reinos, las ciudades y a sí mismo a su justo precio. ¿Qué es
un hombre en el infinito? Si lo com param os a lo infinitamente Vico, obra y pensam iento
pequeño, lo es todo. Porque, en fin, ¿qué es el hombre en la natura­
leza? Una nada en relación al infinito, un todo en relación de la M uy distinto a Pascal en lo que concierne a sus descubrim ientos.
nada, un medio entre la nada y el todo.122 Vico tiene en com ún con el pensador francés una clara reacción con­
tra el excesivo racionalism o de sus tiem pos. La nueva ciencia que
P equeño y grande, m iserable y feliz, el hom bre se sabe im a­ descubre Vico es la filosofía de la historia. Y es precisam ente en
gen de aquel que. infinito, ha querido participar en la m iseria de tanto filósofo de la historia que Vico resulta, cada día más claramen­
los hom bres para venir a salvarlos. Jesucristo es, precisam ente, el te, uno de los grandes precursores del pensam iento del siglo x ix .
que nos salva porque en él encontram os tanto a Dios com o a nues­ Nacido en N ápoles, G iam battista Vico (1668-1744) estudió
tra m iseria. jurisprudencia, historia, literatura. Profesor de retórica en la Uni­
Pascal no pretende probar la existencia de Dios. Tan sólo una versidad de N ápoles, escribió varias obras sobre tem as de dere­
vez propone al ateo este razonam iento bajo form a de apuesta: es cho. Pero el libro que debía hacerlo célebre entre sus contem po­
m ejor apostar a que Dios existe que apostar a que Dios no exis­ ráneos y decisivo para el pensam iento del futuro fue P rincipios
te. E n el p rim er caso nada tenem os que perder; en el segundo de una nueva ciencia acerca de la naturaleza com ún de las na­
podem os perderlo todo. C ream os en Jesucristo para que nada per­ ciones, donde Vico establece los principios de esta ciencia es­
dam os. P ero este razonam iento pragm ático, en el que se ha in­ pecialm ente hum ana que es la historia.
sistido con exceso, no es fundam ental en los P ensam ientos. Lo
fundam ental es que, en una época donde dom ina la razón y el
espíritu de geom etría, Pascal quiere, en sus propias palabras, El m étodo
hacer a “D ios sensible al co razón” .
Lo que busca Pascal es, ante todo, que nos concentrem os en En la ciudad de Nápoles se había form ado una escuela filosófica
nosotros m ismos. En uno de sus pensam ientos afirm a que “toda que se declaraba discípula de Descartes. Vico se encuentra con
la desgracia de los hom bres viene de una sola cosa, que es el no esta nueva tendencia filosófica y reacciona contra ella en su libro
saber quedarse tranquilos en un cuarto”.123 Conocerse a sí m ism o sobre La antiquísim a sabiduría de los italianos.
tanto por la vía de la razón com o por la vía del corazón y conocer En particular le parecen falsas a Vico dos nociones cartesia­
a C risto en nosotros, ésta es la esencia de este pensam iento cor­ nas: la del cogito y la de las ideas claras y distintas. El cogito
dial que tanto y en tan claro contraste está con las filosofías de su
1:4 La influencia de Pascal, arriba mencionada, se encuentra en pensadores tan distin­
tos com o Kierkegaard. James, Scheler. La lapidaria brevedad de sus pensam ientos es tan
1:2 Ibid., 84. actual hoy como lo fuera en el siglo xvii. El mismo Voltaire, espíritu tan ajeno a la reli­
123 Ibid., 81. gión, dedicó a Pascal páginas adm irables y admiradoras.
282 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 283

es, para D escartes, la fuente del conocim iento y de la certidum ­ L a filo so fía de la historia
bre. P ero Vico ve claram ente que el cogito no puede ser la base
de la ciencia porque antes que pensar som os; antes que saber Vico, cuyas teorías históricas se basan principalm ente en la his­
que som os sentim os que som os. P ara Vico los hom bres, sienten toria de Grecia y de Rom a, piensa que existe un sentido com ún
ante todo sin advertirlo: sólo m ás tarde advierten: y sólo en a todos los pueblos. No entiende Vico por sentido común la razón o
plena m adurez finalm ente reflexionan. C ontrariam ente a D es­ la inteligencia, sino más bien una form a com ún de com portarse
cartes, Vico afirm a que prim ero está el sentim iento de la vida y que perm ite interpretar a las civilizaciones y a los pueblos m e­
solam ente después viene la reflexión. E sta idea, que sostendrán diante una ley que se adapta no sólo a uno de ellos sino a toda la
m ás tarde filósofos com o los existencialistas. no debe hacernos historia de todos los pueblos. La idea es aquí sim ilar a la que
p ensar que Vico fuera un existencialista antes de tiem po. En expresaba Vico en relación al conocim iento humano. Los pue­
realidad lo que Vico se lim ita a afirm ar es una idea que está blos em piezan por tener una vida basada en la sensación; pasan
bien cerca del sentido com ún: la vida y el sentim iento de la vi­ después a una vida fundada en la fantasía para, en últim a instan­
da son previos a la reflexión y a las razones y razonam ientos cia, llegar a la edad de la razón. Llam a Vico a estas tres edades,
sobre la vida. respectivam ente, la época de los dioses, la época de los héroes y
En cuanto a las ideas claras y distintas, Vico adm ite que pue­ la época de los hom bres.
den ser válidas en las ciencias m atem áticas, puesto que los hom ­ En la prim era de estas épocas, los hom bres viven en un estado
bres inventan las m atem áticas sobre la base de axiom as precisos de barbarie prim itiva que solam ente adquiere una prim era form a
y claros. Pero lo que es en m atem áticas una virtud, se convierte social con el desarrollo de la fam ilia. Dom inados por los fenóm e­
en vicio en cuanto trata de aplicarse a otras ciencias y otras zonas nos naturales que no saben explicarse, los hom bres edifican y
del pensam iento. La aplicación de las m atem áticas a la historia, a viven en un m undo dom inado por fuerzas m isteriosas que con­
la poesía, al arte o a la religión es engañadora. Las ideas claras y sideran divinas. Sensibles, los prim eros hom bres tienen que ex­
distintas solam ente pueden servir para entender aquello que los presarse m ediante los sentidos y las im ágenes. De ahí que. en
hom bres han querido que fuera claro y distinto. Y es que las cien­ la prim era época, en la infancia de la hum anidad, el lenguaje
cias son obras de los hom bres y son los hom bres los que deciden con que se expresan los hom bres sea el de poesía. Esta idea de
el m étodo que se debe em plear en ellas. En las m atem áticas será Vico, que después habrán de desarrollar Herder. Novalis y. en ge­
útil el m étodo cartesiano. En las ciencias experim entales, Vico se neral, los rom ánticos, es, en su tiem po, profundam ente original.
inclina por el m étodo inductivo de Bacon. En la historia, ciencia C oncibe Vico que los hom bres em pezaron por tener una sabidu­
que ocupa a Vico, el m étodo será tam bién inductivo puesto que ría poética, un conocim iento de leyes universales basadas en los
deberá basarse en los hechos. Sin em bargo, existe m ayor certi­ m itos, las m etáforas y las im ágenes.
dum bre en la historia que en las ciencias experim entales porque Poco a poco estos prim eros hom bres em pezaron, por ley de la
si la naturaleza ha sido hecha por Dios, la historia hum ana es naturaleza, a diferenciarse unos de otros. Los más hábiles am ­
obra de los hom bres y es natural que los hom bres com prendan pliaron sus propiedades y em pezaron a form arse distinciones en­
m ejor lo que ellos m ism os han hecho. tre los individuos y los grupos. A sí nació la segunda época de
B asada en un m étodo experim ental, la historia llegará a ser la la hum anidad o época heroica que Vico sim boliza en los poem as
verdadera nueva ciencia. Pero este m étodo experim ental deberá hom éricos y que está condicionada por la form ación de un go­
com pletarse por una interpretación general e ideal de las leyes de bierno de tipo aristocrático.
la historia hum ana. Esta explicación ideal de las leyes naturales Esta división de la sociedad en grupos llevó al conflicto nece­
de la historia es lo que da sentido a la historia y se expresa en su sario entre aquellos que poseían y querían conservar sus privile­
m anera de filosofar acerca del sentido m ism o de la historia. gios y aquellos que no poseían y querían obtener los privilegios
284 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 285

que le estaban vedados. Poco a poco los hom bres llegaron a for­ renovarse y recom enzar de nuevo, ya sea en el m ism o pueblo y en
m ar la sociedad hum ana, basada en la razón y en la igualdad. La la evolución de sus instituciones o pensam ientos, ya sea en pue­
sabiduría de esta etapa hum ana, es la sabiduría propiam ente ra­ blos distintos y distantes, cuyos ciclos no habrán de repetir m o­
cional que podríam os descubrir en la G recia del siglo IV, en la nótonam ente los ciclos del pasado sino que renacerán y revivirán
R om a del siglo I o tal vez, en el siglo x v il europeo. en su constante proceso de crecim iento.
Ahora bien, esta idea de la historia no se aplica a la hum anidad
en su conjunto. Se aplica a cada pueblo por separado. Así. los grie­
gos pasaron por las tres edades hasta sucum bir a la barbarie; así los Obras de consulta
romanos; así los modernos. Vico anuncia com o ley central de su
historia lo que él m ism o llam a los corsi e ricorsi, es decir la ley del B o u t r o u x , Pierre, Pascal, París, 1921.
avance y del retomo de las civilizaciones. En otras palabras, Vico B r é h i e r , Émile, Histoire de la philosophie, vol. II, Alean, París, 1938,
piensa que todas las civilizaciones nacen, se desarrollan y mueren pp. 366-372.
siguiendo la misma pauta y pasando por las tres edades que hemos B r u n s c h v ic g , Léon, Le Génie de Pascal, París, 1924.
descrito. Sin embargo, la m uerte de un pueblo no es total. Al term i­ C o p l e s to n , Frederick, History o f Philosophy, Bums and Oates, Lon­
nar un ciclo de desarrollo y al hacerse cada vez más racionales, las dres, 1958-1960, vol. iv, pp. 153-179; vol. v, pp. 150-163.
civilizaciones acaban por sucumbir, pero al mismo tiem po renacen P e t e r s , Richard, “La estructura de la historia universal en Juan Bautis­
de sus cenizas. Rom a no se acaba con la decadencia del Imperio ta Vico”, en Revista de Occidente, Madrid, 1930.
Rom ano sino que renace, en una nueva época de barbarie, en los
primeros siglos de la Edad Media. C ada civilización es un todo,
pero un todo en el cual lo que im porta no es tanto la m uerte com o
el resurgim iento. Vico, que fue siem pre cristiano, no piensa que V. E l c a m in o d e l a c r ít ic a : la I l u s t r a c ió n
vaya a acabarse la civilización que se inició con el cristianism o.
Se acabarán formas externas de esta civilización, pero lo esencial,
la verdad cristiana, perm anecerá m ás allá de los cam bios. La filosofía de la Ilustración
En la id ea de la h isto ria de V ico hay m uchas novedades.
Las principales, son la idea de una evolución cíclica y renovada El siglo XVHI es en la ciencia, la técnica, la econom ía y las ideas
de la hum anidad, la de una conciencia com ún a todos los pueblos sociales y políticas, el antecedente m ás claro de una revolución
que. subterránea, hace ya pensar en lo que C. G. Jung llam ará en que nuestras investigaciones recientes sobre la naturaleza de la
nuestro siglo el “inconsciente colectivo” : la idea, por fin, de que m ateria, nuestras exploraciones en las profundidades del espacio
la verdadera ciencia hum ana es la historia, idea que volverán a y nuestras inquietudes sociales y políticas llevan a sus últim as
desarrollar los filósofos a partir de la Ilustración y durante todo el consecuencias. En este sentido, el siglo x v m es el com ienzo de
siglo x ix y lo que va de nuestro siglo. No m enos im portante es, la edad contem poránea. Pero el siglo x v iil es, a su vez, la conse­
en una época especialm ente intelectualista. el descubrim iento de cuencia de aquella revolución científica, de aquel racio n alis­
las verdades que nos pueden transm itir la fantasía y la sabiduría mo filosófico, de aquel deseo de com prensión de las cosas a par­
poética de los pueblos primitivos. tir del hom bre que em pezábam os a barruntar a fines de la Edad
La historia, guiada por una providencia divina que se ejerce a M edia y a ver surgir, ya en form a explosiva, durante los siglos
través de la voluntad de los hom bres y de los pueblos, es el conti­ XV y xvi.
nuo cam bio que lleva de la poesía a la inteligencia, de la era de Los descubrim ientos m ás im portantes del siglo x v m son, en la
los dioses a la edad de la razón, de la fantasía al intelecto para física, la ley de la gravitación de N ew ton y, en las m atem áticas, el
286 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 287

del cálculo infinitesim al de Leibniz y el propio N ew ton. El dam ente una suerte de furor inventivo, en parte requerido por la
m odelo del universo que N ewton establece a principios de si­ nueva industrialización. El term óm etro de m ercurio, el reloj de
glo, da a buen núm ero de pensadores la idea de que. por fin. se péndulo, el baróm etro, algún teléfono m uy rudim entario y algún
ha descubierto una ley sencilla y absoluta m ediante la cual pue­ telégrafo incipiente, son m uestras de este desarrollo técnico; la
de entenderse el orden que Dios ha puesto en el m undo. El uni­ m áquina de vapor, descubierta por Watt, nuevos procedim ientos
verso físico se hace com prensible. De ahí que. al percibir el de hilar y tejer, nuevas aleaciones de m etales, nuevas form as de
éxito de las leyes new tonianas, filósofos, psicólogos, biólogos transporte -v u e lo de M ontgolfier o com ienzo apenas de la nave­
y econom istas quieran encontrar, para sus cam pos respectivos, gación a v ap o r- son buenas m uestras de una evolución técnica
una ley sem ejante capaz de explicar con sencillez la entraña de que no ha cesado. El cultivo del cam po em pieza tam bién, princi­
la realidad. palm ente en Inglaterra, a racionalizarse, m ediante nuevos m éto­
Los descubrim ientos científicos no se lim itan, claro está, a la dos de drenaje y form as precisas de rotación de los cultivos.
ley de la gravitación universal. Lavoisier funda la quím ica m o­ La ciencia económ ica que inician los fisiócratas franceses y
derna: Buffon escribe una historia natural donde ya apunta la funda definitivam ente el escocés Adam Sm ith, nace de la nece­
hipótesis de la evolución que habrá de anunciar más tarde Kant sidad de dar una ley natural, una “ley new toniana”, para explicar
y que será precisada en las dos grandes hipótesis de Lam arck y el desarrollo nuevo e insospechado de los hechos políticos y
Darwin; la m edicina progresa sobre todo en los cam pos de la ci­ económ icos.
rugía y de la prevención de las enferm edades, prevención que Com o verem os al hablar de la Ilustración y de la Enciclopedia.
lleva al espectacular descubrim iento de la vacuna contra la virue­ este aspecto racionalista es típico del siglo. No lo es m enos el
la por el m édico inglés Jenner (1798). desarrollo del sentim entalism o y del rom anticism o cuya prim era
El desarrollo de la ciencia, y especialm ente de las ciencias físi­ expresión filosófica encontrarem os en Rousseau.
cas y matem áticas, contribuye al desarrollo no m enor de la nueva La aparición de una nueva clase capitalista y burguesa y el
técnica, de las nuevas invenciones y del crecim iento industrial que, aburguesam iento de la aristocracia, principalm ente en Inglaterra,
a fines del siglo, es ya en Inglaterra una verdadera revolución. tiene efectos claros en las artes y las letras.
Pero el progreso económ ico -p a so de una sociedad m ercanti- Aum enta el público lector, se desarrolla el verdadero perio­
lista a la sociedad capitalista- y el progreso técnico -verdadero dism o. En Inglaterra, donde los periodistas pueden escribir sin
paso a una nueva edad de los m etales- deben sobre todo su cre­ pasar por la censura, salvo en breves periodos de intervención
ciente desenvolvim iento a un hecho típico del siglo: la acum u­ gubernam ental, se edita el prim er diario, el Daily Courant (1702).
lación de capitales cuyo origen se encuentra principalm ente en la M uchos de los principales escritores ingleses son tam bién perio­
explotación de la plata y del oro en Am érica. distas. com o es el caso de Daniel Defoe, Henry Fielding o Jonathan
La acum ulación del capital conduce a un nuevo uso del m is­ Swift. El escritor puede vivir de sus libros y de sus escritos, pri­
mo. Se trata a veces de un uso especulativo bajo la form a del m ero bajo el patrocinio del Estado, más tarde bajo el patrocinio
préstam o, las hipotecas o el juego de bolsa. Pero se trata, sobre más anónim o de los editores y las casas editoriales.
todo, de un uso industrial. El capital acum ulado y cada vez cre­ Este nuevo público lector tiene un gusto que le es propio. El
ciente se dedica a la manufactura. El siglo x v u i ve crecer la indus­ escritor escribe para e! nuevo gusto de la clase media acom odada.
tria y. con ella, las técnicas y los inventos que la nueva industria Puede aprovechar a veces el desarrollo m ism o de la época indus­
requiere. Ve nacer tam bién una población urbana form ada, en trial, pero en la m ayoría de los nuevos escritores em pieza a notarse
buena parte, por el desarrollo de la nueva clase media capitalista un fuerte sentim iento individualista que ya es prerrom ántico y
y el incipiente, y a fines de siglo ya num eroso, proletariado urba­ que es tam bién, m uchas veces, una protesta del individuo contra
no. El em pleo de las m áquinas se generaliza y aum enta rápi­ la hom ogeneización de la nueva vida industrial y de la incipiente
2 88 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a K ant 289

m ecanización. El prerrom anticism o y, más tarde, el rom anticism o sentim iento y que, por otra parte, Kant habrá de tratar de realizar
son una form a de reacción del individuo contra la presencia y la la gran síntesis del pensamiento del siglo x v m y. tal vez, de toda la
presión de una sociedad más y m ás establecida en lo económ ico filosofía desde que ésta se hizo racional o em pírica con Descartes
y en lo técnico. ¿C óm o explicar si no el mito del buen salvaje, del y Bacon, respectivam ente. A este pensam iento de la Ilustración,
hom bre bueno por naturaleza, que un Rousseau o un Herder que­ de R ousseau y de Kant dirigirem os ahora nuestra atención.
rían encontrar con una nostalgia de épocas prim itivas que ellos
pensaban tam bién más felices?
La intervención del nuevo espíritu burgués es tam bién clara El pensam iento de la Ilustración
en la arquitectura y las artes plásticas. Bien es verdad que el e s­
tilo rococó parece contradecir esta afirm ación, si se piensa en “ ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lem a de
él com o una m anifestación aristocrática. Pero com o ha hecho la Ilustración” , escribía Kant en 1784.126 Pocas frases com o ésta
n o tar A rnold H auser, el rococó se sitúa entre el cerem onial definen, en conjunto, el pensam iento de la Ilustración. Pero es
barroco y el em ocionalism o prerrom ántico. R am eau y los cla- necesario ver con algún detalle las principales tendencias de la
vecinistas franceses: W atteau y los pintores de F rancia re p re­ Ilustración m ism a y m atizar esta frase kantiana. Para hacerlo es
sentan este arte interm edio. Lo representa, m ás que nada, la necesario recordar el pensam iento de los enciclopedistas, las teo­
decoración interior de la casa aristocrática y burguesa de París rías económ icas, sociales y políticas de la época, así com o las
cuyo estilo es adoptado por los últim os reyes franceses antes de consecuencias prácticas del iluminismo, principalm ente en la nue­
la R evolución. va form a de gobierno que adquieren las m onarquías de los dés­
P or otra parte el rococó no es el estilo único del siglo. Existen potas ilustrados.
fuertes tendencias clásicas y fuertes tendencias em ocionalistas. La Enciclopedia francesa, concebida y dirigida por D iderot y
Las prim eras pueden quedar representadas por el neoclasicism o D ’A lem bert, no es solam ente el prim er gran diccionario m oder­
de la escultura francesa; las segundas, por la sensiblería de Greuze no, en el cual cada artículo está firm ado por su autor, sino que
o las “com edias lacrim osas” de Diderot. presenta, m uy claram ente, una ideología típica de los tiempos
En el caso de la m úsica -g ra n arte del sig lo - M ozart o Hayden que corrían. En el D iscurso prelim inar, leem os: “La obra cuyo
representan la tendencia clásica sin alejarse del todo del rococó: prim er volum en ofrecem os hoy tiene dos fines: com o enciclope­
B eethoven, algunos años más tarde, representará la tendencia dia, debe exponer, tanto com o sea posible, el orden y el enca­
em ocionalista. denam iento de los conocim ientos hum anos; com o diccionario
En el siglo x v m se presentan estas dos tendencias; la clásica razonado de las artes y los oficios, debe contener, sobre cada
(Lessing o W inckelman), y la pre-rom ántica (R ousseau o B eetho­ ciencia y sobre cada arte, sea liberal, sea m ecánico, los principios
ven). Ambas son básicas. Pero la segunda habrá de tener sus ple­ generales que están en su base y los detalles más esenciales que
nas consecuencias en el siglo siguiente. La tendencia racionalista constituyen su cuerpo y sustancia.” N otem os, en prim er lugar,
es, en conjunto, m ás típica que la rom ántica por lo m enos en las que la Enciclopedia se propone una labor educativa e incluso pro­
tres prim eras cuartas partes del siglo.125 pagandística. Es el instrum ento de los pensadores franceses del
Si nos preguntam os ahora cuál es la filosofía del siglo x v m . es siglo x v m en su lucha contra las ideas tradicionales y. en m uchos
posible contestar que, en gran parte, es la filosofía de la Ilustra­ casos, contra las ideas del cristianism o. Esta intención se m ues­
ción, siem pre que se tenga en cuenta que, por una parte Rousseau tra, nuevam ente, en el artículo sobre la palabra enciclopedia, fir-
habrá de desarrollar una filosofía basada muy centralm ente en el
126 Im m anuel Kan!. "¿Q ué es la Ilustración?", en Eugenio ím az (trad.). Filosofía de la
125 Vid. A rnold Hauser. H istoria social del arte, vol. III, caps. 1. 2, 3 y 5. historia. El C olegio de M éxico, M éxico, 1941, p. 25.
290 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 291

m ado por Diderot: “El carácter de un buen diccionario debe ser el lism o económ ico y del capitalism o, Adam Sm ith propone nuevas
de cam biar la m anera com ún de pensar.” La actitud general de los tesis económ icas. Entre sus ideas más im portantes está la noción
enciclopedistas puede ser calificada de actitud crítica. A esta acti­ de que la acum ulación de capitales dará la riqueza a las naciones.
tud se adhieren pensadores, escritores y hom bres de ciencia tan La acum ulación no es, para Sm ith, un fin en sí mismo. El capital
distintos com o Buffon. R ousseau, H elvecio o Condorcet. debe servir para el desarrollo y el progreso de las naciones y de
A hora bien, es esta actitud crítica la que m ás claram ente defi­ los individuos que form an cada nación y cada pueblo. A unque
ne al Siglo de las Luces. Puede m anifestarse com o una nueva partidario del laisser fa ire, A dam Sm ith no se opone a toda in­
interpretación de la historia natural o com o una crítica de la so­ tervención estatal. Se opone a la regulación, por parte del Estado
ciedad o de la religión. Es, en general, y a excepción de H um e o o de cualquier m onopolio, de las actividades privadas de los capi­
de R ousseau (ambos grandes pensadores), una actitud más que talistas y piensa que el capital es producido por los trabajadores
una nueva teoría o una serie de teorías originales. L a razón y el y que la justicia y las leyes naturales m ism as presuponen un au­
racionalism o de los pensadores del siglo x v ill no es aquel princi­ m ento progresivo de los salarios hasta que los salarios de los obre­
pio inm óvil e incam biable de Descartes o de Spinoza. Cuando ros lleguen a ser tales que los capitalistas tengan que abandonar
Voltaire o D iderot hablan de la razón, hablan de un principio ac­ la idea m ism a de acum ulación. Las leyes que Smith considera
tivo, despierto, capaz de progreso y desarrollo. La razón, por de­ naturales deben conducir, por un progreso definido, a una socie­
cirlo con Cassirer, es m ás para ellos un hacer que un ser. dad donde todos los hom bres alcancen un nivel de riqueza sim i­
D e ahí que los filósofos de la Ilustración sean m ucho m ás filó­ lar: unos porque con su trabajo obtendrán salarios y sueldo cada
sofos del progreso que filósofos constructores y sistem áticos. Esta vez más altos; otros porque, al tener que pagar sueldos crecien­
actitud de una razón que quiere buscar leyes naturales para los tes, dejarán de interesarse en la acum ulación sim ple del capital.
distintos cam pos del saber es especialm ente original en los eco­ El resultado de las leyes económ icas es, para Adam Sm ith, una
nom istas y los pensadores políticos y especialm ente típica en las sociedad igualitaria donde reinarán la riqueza y el ocio.
ideas poco originales, pero m uy difundidas de Voltaire. M uchas de las ideas de Adam Sm ith darán pábulo a las críticas
El pensam iento económ ico del siglo x v ill, com o ya indica­ de Karl M arx. En un hecho, sin em bargo, coinciden tanto el fu n ­
mos, corre pareja con la nueva era industrial, nace de los fisiócratas dador del capitalism o teórico com o el que a sí m ism o se conside­
franceses y del pensam iento que Adam Sm ith desarrolla en La ra el socialista científico. Este hecho es que la econom ía no es
riqueza ele las naciones. Los prim eros, com o Quesnay, sostenían cosa de m atem áticas abstractas, sino un asunto fu n dam ental­
que la riqueza de una nación proviene de la producción agrícola. m ente hum ano. Tanto para Smith, com o más tarde para M arx,
Y si bien esta idea no se adaptaba muy precisam ente a la nueva el capital proviene del trabajo. Para am bos, la fuente del capital
era industrial, se acercaba ya m ás a los nuevos m edios de produc­ es el trabajo hum ano del obrero o del cam pesino. Am bos coinci­
ción: la doctrina del laisser faire, laisser passer. C on estas pala­ den tam bién aunque bajo form as totalm ente distintas, en prever
bras, los fisiócratas franceses querían indicar que la riqueza de una sociedad igualitaria en la cual se realizará la felicidad de to ­
las naciones es un fenóm eno natural, un fenóm eno físico que se dos los hombres.
desarrolla por sí mismo. Ni el gobierno ni el Estado deberían in­ En el cam po de las ideas políticas y sociales, el siglo x v m ve
tervenir en las form as naturales del progreso económ ico. nacer el liberalism o m oderno. Ya hem os visto cóm o el gobierno
E sta idea, revolucionaria para la época, se encuentra en la obra parlam entario y la dem ocracia se habían im puesto poco a poco
de A dam Smith. Este, sin em bargo, que vive en una G ran B retaña en Inglaterra. Allí, el predom inio de la tolerancia que proponía
en pleno desarrollo industrial, piensa que la riqueza no sólo pro­ Locke era ya un hecho aceptado. No así en los dem ás países de
viene de la agricultura, sino que proviene, m ás precisam ente, de Europa donde la lucha entre los sistem as nacionales m onárqui­
la industria y de la producción industrializada. Teórico del libera­ cos contra las nuevas tendencias liberales tan sólo estaban en fer­
292 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 2 93

mentó. Las ideas políticas de Locke habían influido a los funda­ Suele dom inar el pensam iento del siglo x v m una actitud a la
dores de los Estados Unidos de N orteam érica. Penetraban tam ­ vez crítica y analítica. A nálisis de las sensaciones que. siguiendo
bién en los m edios franceses y se hacían aparentes en la obra de a Locke. lleva a Condillac a una filosofía donde todo el conoci­
Voltaire. Pero la influencia m ás clara de las form as de vida ingle­ m iento depende de la sensación; análisis de las religiones que
sa y de la constitución de Inglaterra aparece, en cuanto a la teoría, lleva a Voltaire. a Diderot, a conceptos deístas, es decir a una
en la obra de M ontesquieu (1689-1755). form a de creencia en la divinidad más allá de todas las religiones
El espíritu de las leyes, publicado por M ontesquieu en 1748. se históricas y a un concepto de D ios que excluye la revelación y la
propone establecer un sistem a político que garantice las liberta­ fe en un Dios personal; análisis de la experiencia que lleva a
des de los individuos. Para ello toma por modelo la constitución de D ’Alem bert a una suerte de filosofía positivista que prescinde de
Inglaterra sin perder de vista las circunstancias políticas de Fran­ toda m etafísica y se atiene a los hechos, o a un m aterialism o que
cia. Con este m odelo y con el propósito práctico de influir en el se anuncia en El hombre m áquina o El hombre plata de La M ettrie
desarrollo de la vida social y política de Francia, establece M on­ (1709-1751). al ateísm o del barón d ’Holbach, y de Cabanis, ca­
tesquieu el célebre principio de la separación de los pederes^P ara paz de afirm ar que el pensam iento es al cerebro lo que la bilis es
garantizar la libertad es necesario que ninguno de los tres poderes al hígado.
que forman el Estado m oderno deje de ejercer su función com pen­ Bien es verdad que el siglo x v ill presenta un renacim iento del
sadora y m odificadora. En efecto, si el poder legislativo, el poder espíritu religioso sobre todo en Inglaterra y los países protestan­
ejecutivo y el poder judicial estuvieran en m anos de un solo orga­ tes. Los quákeros quieren volver al cristianism o prim itivo y
nismo no habría garantía para la libertad política. Si los tres pode­ los metodistas desean, igualmente, una modificación radical de las
res existen aparte, cada uno de ellos podrá ejercer una función costum bres y una vida m oral ejemplar. Pero si un género de pen­
m oderadora con relación a los dem ás y perm itir la libertad políti­ sam iento dom ina el siglo es el pensam iento crítico. De él es la
ca m ediante el libre ejercicio de los poderes estatales. Las leyes, m ás clara expresión Voltaire. el hom bre que más influyó en los
hechos positivos e históricos, tienen un “espíritu”. Este espíritu es dem ás pensadores del siglo gracias a su capacidad com o escritor
el del libre ejercicio de las leyes1 solamente posible si éstas no son y polem ista más que a sus ideas propias. Voltaire enem igo de la
im puestas por un solo poder.-La libertad. p o l i l l a que p reo n ip a h a Iglesia. Voltaire enem igo de Leibniz, Voltaire crítico de optim is­
a M ontesquieu y que habrá de preocupar a los teóricos del dere­ m os excesivos, es. en últim a instancia, el defensor de la libertad
cho de los siglos venideros, es concebida en E l espíritu de las y de la tolerancia. Una tolerancia, sin em bargo, que no es conce­
leyes com o “el derecho de hacer todo lo que las leyes perm iten” .127 bida en form a general; una libertad que no se aplica a la totalidad
En el terreno de las ideas filosóficas solam ente existen algu­ del pueblo. Libertad, la de Voltaire, que se limita a la expresión
nos nombres verdaderam ente originales en el siglo xviil. Algunos libre de las ideas de los philosophes. En Voltaire parecen con­
de ellos, com o Berkeley y Hum e, han sido tratados aparte en la vergir las ideas del siglo x v m com o para aclararse y surgir, si no
exposición del em pirism o inglés, otros, com o R ousseau y, sobre nuevas, por lo m enos explícitas, a veces irónicas, a veces bur­
todo. Kant. m erecerán consideraciones separadas. lonas. siem pre agudas y precisas. Y sin em bargo. Voltaire. enci­
Pero si no existen grandes sistem as filosóficos com o los del clopédico de la enciclopedia de sus tiem pos, no supo ver dos de
siglo x v n o com o los que veremos desarrollarse en las filosofías las tendencias básicas del siglo: la tendencia al progreso tan visi­
de Kant o Hegel, existen tendencias, cam inos en buena parte de­ ble en el pensam iento de los econom istas y la tendencia rom án­
rivados de los dos grandes m odelos que sigue el siglo: la filosofía tica y realm ente revolucionaria que habrem os de encontrar en la
de Locke y la física de Newton. obra de Rousseau.
Ya hemos dicho que el pensam iento del siglo x v m se m uestra
137 Charles-Louis de Secondât, barón de M ontesquieu. E l espíritu de las leyes, xi, 3. casi siem pre más com o un hacer que com o un ser. No es extraño
294 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 295

que reclam e la atención de los hom bres públicos en quienes los sus negaciones del arte y de la ciencia, en sus deseos de volver
filósofos com o Voltaire habían puesto sus esperanzas. El m onar­ al estado prim itivo de naturaleza, obras rom ánticas al par que
ca ilustrado, típico del siglo, ha de ser, un poco al m odo del filó­ nostálgicas.
sofo platónico, a la vez sabio y rey. A diferencia del rey filósofo Hom bre de una sensibilidad extrem ada que al final de su vida
de la República, el m onarca ilustrado es un hom bre guiado por la lo puso al borde de la locura, R ousseau no supo soportar el m edio
práctica en un Estado que es tam bién más hacer que ser. En E spa­ hostil que encontró en el París de sus tiem pos. La influencia m ás
ña C arlos III concibe y lleva a la práctica m odificaciones racio­ clara en sus teorías del Estado tal com o se presentan en el D iscur­
nales de la agricultura, de las finanzas y de las com unicaciones y so sobre el origen de la desigualdad entre los hombres y, sobre
piensa en la unidad de las naciones de lengua española; en F ran­ todo, en El contrato social, deben encontrarse en la vida de las
cia, Luis XV es am igo de los filósofos; en A ustria, José II lleva a dos ciudades que m ás claram ente definieron su pensam iento: su
cabo la separación de la Iglesia y el Estado y realiza una verdade­ G inebra nativa y la Venecia que vistió en sus años mozos.
ra revolución agraria. Pero el m ás célebre de los m onarcas ilus­ Todas las ideas de Rousseau, de los dos Discursos al Emilio, su
trados y tolerantes es Federico el G rande de Prusia. R odeado de tratado novelado de la educación, están dedicadas a m ostrar cóm o
los nuevos filósofos, escritor de tratados de m oral, Federico el el hombre, originalmente bueno, ha caído en el mal que deriva de
G rande trata de encam ar al perfecto m onarca ilustrado y toleran­ la vida social. Están dedicadas tam bién a m ostrar cómo es posible,
te que habían concebido los filósofos. dentro de esta vida social, alcanzar un nuevo grado de perfectibi­
lidad que no conduzca a renunciar a la sociedad sino a m ejorarla.
C uando de retorno de Inglaterra, R ousseau m uere en 1778, su
Rousseau: de la naturaleza al Estado influencia es ya cosa establecida. La Revolución Francesa, que
habrá de estallar once años m ás tarde es, fundam entalm ente,
Jean-Jacques Rousseau, nacido en Ginebra, en 1712, hijo de p a­ rousseauniana. Robespierre, com o Rousseau rom ántico y racio­
dre relojero, es a la vez, el prim er gran espíritu rom ántico de nalista, es un asiduo discípulo de las ideas de E l contrato social.
E uropa y el fundador de las nuevas ideas de la sociedad cuya
consecuencia inm ediata habrá de encontrarse en la R evolución
Francesa. El estado de naturaleza
R ousseau parece estar a contra corriente dentro del m ovim ien­
to de ideas de la Ilustración. Su influencia será más poderosa “N aturaleza” es un térm ino de difícil precisión. En el derecho ro­
entre los pensadores de A lem ania, com o Kant, que entre los filó­ m ano y en el derecho m edieval y renacentista, la naturaleza se
sofos de Francia. Ham m an, H erder y los prerrom ánticos alem a­ refería a aquella clase de derecho que los hom bres poseen por
nes están m ucho m ás cerca de R ousseau que sus contem poráneos razón. Aunque R ousseau no está siem pre alejado de este em pleo
franceses. del térm ino, el uso de la palabra se tiñe en él de una creencia muy
La vida m ism a de R ousseau indica ya un clima bien distinto concreta: la de que los hom bres son buenos cuando viven en un
al que habitaban los enciclopedistas. Casi todas sus ideas están estado prim itivo que los acerca a la vida natural.
en oposición directa a las de Voltaire y, más aún, a las de los Esta idea no es del todo nueva y acaso pueda verse en ella una
materialistas. suerte de transferencia de la idea de paraíso al plano natural. En
U na buena parte de la obra de R ousseau es ya rom ántica. Es el efecto, los grandes descubrim ientos geográficos de los siglos
caso de La nueva H eloisa o las C onfesiones. Sus prim eras obras x v , x v i y x v n , condujeron al descubrim iento de sociedades am e­
filosóficas, com o el D iscurso escrito para saber si las ciencias y ricanas, africanas y asiáticas antes insospechadas. Ya hem os visto
las artes han contribuido al desarrollo de la hum anidad son, en cóm o M ontaigne creía en la bondad natural de los caníbales de
296 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 297

Á frica. En los tiem pos m ism os de R ousseau el mito del “buen que está viviendo en sociedad y que es im posible, y aun contra­
salvaje” aparece con toda claridad en el escrito de Diderot acerca rio a la razón, tratar de deshacer la sociedad que ha fundado. De
del Viaje de Bougainville a los m ares del Sur. Rousseau está en ahí que R ousseau no quiere volver al estado de naturaleza. Lo
una clara tradición que viene, por lo m enos, del siglo xvi. Pero que quiere, y así lo declara en El contrato social, es establecer
aquello que en los demás no pasaba de ser un mito es, en Rousseau, una form a de sociedad donde se garantice el bien com ún.
a la vez un sentim iento nuevo y el origen de una doctrina com ple­
ta: sentim iento que habrá de descubrir un nuevo paisaje que, ya
en tiem pos de Rousseau, adorna los jardines rústicos de M aría
El contrato social
Antonieta; teoría que habrá de conducir a un nuevo Estado so­
cial concebido por Rousseau en dos libros que hacen historia:
D iscurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres y Com o el Emilio, El contrato social da por supuesta la existencia
E l contrato social. de la sociedad. Y si en el Emilio se trata de educar al niño y des­
El D iscurso se inicia con la distinción de dos géneros de pués al adolescente para que puedan vivir en sociedad sin aban­
desigualdad: la desigualdad física y la desigualdad moral. La pri­ donar su bondad natural, en El contrato social se trata de edificar
m era es una realidad natural cuya verificación de hecho excluye la sociedad civil sobre bases que sean capaces de fundam entarla
toda discusión de derecho. C uando Rousseau habla de desigual­ y. al m ism o tiem po, de garantizar la libertad y la igualdad de los
dad se refiere a la desigualdad m oral o política. Ésta es la que individuos.
precisam ente ha nacido con la sociedad. El hom bre natural, el “El hom bre ha nacido libre y por todas partes está encadena­
hom bre prim itivo que vivía cerca de la naturaleza, solitario, ais­ do.” Con estas palabras célebres se inicia El contrato social. Para
lado, instintivo, no conocía desigualdad moral o política. Ésta que el hom bre vuelva a ser libre es necesario asentar los funda­
em pezó a presentarse cuando los hom bres se unieron en grupos m entos de un contrato social.
sociales. El grupo social lleva directam ente a la desigualdad, a la R ousseau discrepa de Hobbes no tanto por que no cree en
envidia, al deseo de poder y a la diferencia entre los individuos la existencia de la fuerza, sino, m ás bien, porque piensa que la
que lo integra. Rousseau ve el origen de todo mal -m oral o polí­ fuerza es una realidad física, pero no un valor moral. Un Estado
tic o - en el egoísmo: “El prim er hom bre a quien, cercando un que se basara en la fuerza, com o el co ncebido por H obbes,
terreno, se le ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastantes no podría sino conducir a la guerra. La fuerza no es garantía de
sim ples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad paz porque siem pre cabe la posibilidad de que una fuerza m ayor
civil.” 128 El mal nació entre los hom bres cuando dejaron el estado venga a desplazarla. La fuerza llam a la represalia; la tiranía con­
prim itivo de naturaleza para integrar la sociedad. duce a la revolución. Y si la fuerza no puede ser la base de un
B ueno por naturaleza, el hom bre se vuelve malo cuando de­ Estado bien fundado, esta base hay que buscarla en un principio,
ja de ser lo que era y em pieza a dar más im portancia al tener que ya no físico, sino moral.
al ser: cuando, por otra parte, deja de pensar que la naturaleza A sí escribe Rousseau: “El más fuerte no será nunca bastante
fructifica para todos y cree que cada uno tiene derecho a im poner fuerte para ser siem pre el am o si no transform a la fuerza en dere­
su voluntad propia y caprichosa. cho y la obediencia en deber.” 129 El contrato establecido entre
Reunido en sociedad, el hom bre puede sentir nostalgia por un hom bres libres debe basarse en estos dos conceptos: el de dere­
estado prim itivo de naturaleza. No puede ignorar, sin em bargo. cho y el de deber. En otras palabras, no m enos célebres, el Estado
y la soberanía deben basarse en la voluntad general. Por voluntad
128 Jcan-Jacqucs Rousseau, D iscurso sobre el origen de la desigualdad entre los
hom bres, I I . 1:9 Jean-Jacques Rousseau, El contrato social. 1, 3.
298 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 299

general entiende R ousseau precisam ente un principio m oral, un Obras de consulta


acto puro del entendim iento que razona en el silencio de las pa­
siones. Y este principio moral es un principio de la razón que se B o u v ie r , B., Jean-Jacques Rousseau, Ginebra, 1912.
m anifiesta en la vida práctica por el derecho y por el deber. La B r é h i e r . Émile, Histoire de la philosophie , vol. II, Alean, París, 1938,
voluntad general es la voluntad según la verdad y no, necesaria­ pp. 373-425; 432-487.
m ente, la voluntad de las m ayorías. Ésta, que R ousseau llam a C a s s i r e r , Ernst, Filosofía de la Ilustración, Fondo de Cultura Econó­
la voluntad de todos, puede identificarse con la voluntad gene­ mica, México, 1943.
ral. pero no se identifica con ella de m anera necesaria. Sin duda C o p l e s to n , Frederick, History ofPhilosophy, vol. vi, Bums and Oates,
R ousseau tiene tendencias dem ocráticas. Pero para él la dem o­ Londres, 1960, p. 179.
cracia no es cuestión de regím enes parlam entarios. Es verdad que C r e s s o n , A., Jean-Jacques Rousseau. Sa vie, son œuvre, sa philosophie,
dentro de un régim en parlam entario es más probable que se reali­ Paris, 1950.
ce la voluntad general y coincida con la voluntad de todos. Pero L a n s o n , G., Voltaire, Paris, 1908.
no es im posible pensar que un pequeño grupo sea el poseedor
real de la voluntad general.
El sentido de la dem ocracia rousseauniana está más en el con­
cepto de la soberanía que en el concepto de una dem ocracia de VI. El c a m in o d e l a c r ít ic a :
las m ayorías. El contrato social, pacto al cual deben referirse to­ LA FIL O SO FÍA DE K A N T
das las voluntades particulares, hace que el pueblo otorgue a la
sociedad, sea dem ocrática, aristocrática o m onárquica, su sobe­
ranía. Si el soberano - d e cualquier tipo que s e a - desatiende la La vida de Im m anuel Kant transcurrió, toda ella dedicada a la
voz de la voluntad general y se m anifiesta contrario al bien co ­ ciencia y a la filosofía, sin grandes cam bios, sin mayores aventu­
mún, deja de representar al pueblo. Idea ésta que no está m uy ras, sin m ayores desventuras. Si algo es notable en esta vida es
alejada de aquella que desarrollaba santo Tomás cuando pensaba precisam ente lo nimio, lo cotidiano que, en nuestro filósofo, se
que el soberano es el representante del pueblo y que si el sobera­ convierte en disciplina.
no es, en sus actos, contrario al bien del pueblo, debe ser descar­ Kant nació en Königsberg en el año de 1724. Así lo describe
tado com o soberano. Kuno Fischer: “De naturaleza débil y hasta enferm iza, alcanzó
Pocas veces la teoría rousseauniana del Estado y de la sobera­ sin em bargo una avanzadísim a edad en el pleno uso de todas sus
nía se expresa con la claridad de estas palabras de una dedicatoria: facultades espirituales, y pudiendo tam bién decir que ni un solo
día se había sentido enferm o, ni necesitado de los auxilios de un
H ubiera querido nacer en un país en el cual el soberano y el p u e­ m édico.” 131 A esta debilidad constitucional se deben los cuidados
blo no tuviesen más que un solo y único interés, a fin de que los que el filósofo tom aba por su salud, cuidados que se reflejaban en
m ovim ientos de la m áquina se encam inaran siem pre al bien co­ la rigidez de sus propias reglas de vida y en el orden rutinario de
mún, y como esto no podría suceder sino en el caso de que el sus m ovim ientos. La puntualidad, la econom ía, el dom inio de sí,
pueblo y el soberano fuesen una m ism a persona, dedúcese que nacían, en buena parte, de este deseo de cuidar un cuerpo flaco y
yo habría querido nacer bajo un gobierno dem ocrático sabiam en­
una salud pobre. Las diversas anécdotas, algunas jocosas, otras
te m o d erad o ."0
sorprendentes, que el lector podrá encontrar en la biografía de

130 Jean-Jacques Rousseau, “D edicatoria a la R epública de G inebra", en Discurso 1,1 Kuno Fischer, “Vida de K ant c historia de los orígenes de la filosofía crítica” , en
sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, C olección U niversal, C alpe, M a­ Im manuel Kant, Crítica de la razón pura. trad. de José del Perojo, B iblioteca F ilosófi­
drid, 1923. ca, L osada, Buenos A ires, 1957, p. 59.
300 Introducción a la historia de la filosofía D el Renacimiento a Kant 301

Kuno Fischer, son siem pre reveladoras de un hom bre que quiso El interés de Kant por los problem as científicos se m uestra
protegerse contra lo que parecía ser su destino de enferm edad y a las claras en el prim er periodo de su desarrollo filosófico. En
acaso de m uerte prematura. Pero si es verdad que Kant se presen­ 1775 publica su tratado De igne. sobre el fuego, y otro tratado de
ta cuidadoso y m uchas veces m aniático, si se niega a viajar fuera prim era im portancia, La historia natural general y teoría (le los
de la ciudad natal, si evita el m atrim onio para entregarse a su cielos, en la cual se adelanta a la teoría nebular del astrónom o
obra, no hay que encontrar la razón de sus actos tan sólo en sus Laplace. Adem ás de otros tratados científicos, Kant publicó en
atenciones a su propia vida. K ant fue educado en pleno rigorism o este prim er periodo algunas obras filosóficas que interesan al es­
pietista y este pietism o, contra el cual trató a veces de reaccionar pecialista, pero que no dem uestran todavía una verdadera origi­
fue sin em bargo el m eollo m ism o de su teoría moral. Bien es nalidad de pensam iento. Entre ellas puede m encionarse: El único
verdad que para Kant la m oral ha de basarse más en la razón que fundam ento posible p a ra dem ostrar la existencia de Dios, en el
en la fe. Pero el rigorism o de su moral es una suerte de transpor­ cual ya se anuncian ideas que Kant desarrollará en su periodo
tación del rigorism o de la fe aprendido en el seno de la fam ilia y crítico, y sus Observaciones acerca del sentim iento de lo bello y
en el am biente de la escuela. de lo sublim e, donde se anuncian ideas que Kant habrá de siste­
Después de más de cincuenta años dedicados a la enseñanza, m atizar en la Crítica del juicio.
prim ero com o preceptor, m ás tarde com o privatclozent, profesor Pero si Kant ha quedado com o uno de los m ás grandes pensa­
y rector de la Universidad de Königsberg. Kant m urió, habiendo dores de todos los tiem pos, ello se debe a las ideas que em pezó
hecho de su vida un reflejo de su ideal de m oralidad, en el año de a desarrollar a partir de 1770. La lectura de la filosofía de Hum e
1804. Las circunstancias exteriores influyeron poderosam ente resquebrajó en buena parte sus ideas de racio n alista w olfiano y
sobre esta vida algo rígida. M ás que ningunas otras, la Revolu­ una nueva reflexión nació en su espíritu para dar lugar a una
ción Francesa y la Independencia de los Estados Unidos, ambos filosofía nueva, original y de alcances m uy perceptibles en nues­
hechos que Kant adm iraba, habrían de llegar a form ar parte de tros días.
sus doctrinas legales y de su concepto del hom bre y de la historia. La filosofía de Kant debe centrarse en torno a tres grandes
N ada viajero. Kant fue, sin em bargo, un hom bre de su tiem po. libros: la Crítica de la razón pura (prim era edición de 1781, se­
Las grandes transform aciones políticas y sociales de la segunda gunda edición de 1788), la Crítica de la razón p ráctica (1790), y
parte del siglo x v m fueron parte de su vida tanto com o pudieron la Crítica del ju icio (1793). Las dem ás obras de Kant son ya ex­
serlo su enseñanza en las aulas de la universidad o los m etódicos plicaciones ya consecuencias de estas tres grandes sum m ae del
paseos de sus tardes disciplinadas. pensam iento. Los Prolegómenos a toda m etafísica futura resu­
La obra de Kant es. al contrario de su vida, del todo excepcio­ men las ideas principales de la prim era crítica: la M etafísica de
nal. D entro de su novedad, esta novedad que anunciábam os ya en las costumbres resum e las principales ideas de la segunda crítica:
todas las grandes síntesis del pensam iento filosófico, Kant repre­ sus tratados sobre La religión dentro de los lím ites de la razón
senta precisam ente una de las grandes summae del pensamiento y sobre La paz perpetua, así com o sus diversos escritos sobre
hum ano, com parable en este sentido a un Platón, un Aristóteles, filosofía de la historia son consecuencias, en la esfera de la vida
un santo Tomás, o años m ás tarde, un Hegel. religiosa y de la vida social y política, de sus ideas m orales ex­
La filosofía de Kant debe dividirse en dos periodos. Entre 1750 y puestas en la segunda crítica.
1770. la actitud filosófica de Kant está profundamente influida por En las páginas que siguen encontrará el lector un resum en de
el pensamiento de Leibniz que había sistematizado en Alemania ideas de Kant siguiendo el orden de las dos prim eras Críticas.
Christian Wolf. Sólo a partir de 1770 puede decirse que empieza la Nos ocuparem os, sucesivam ente, del problem a del conocim iento
filosofía original de Kant que habrá de ver la luz cuando en el año de y del problem a de la acción y la vida m oral. En la últim a parte de
1781 se publique la primera edición de la Crítica de la razón pura. este capítulo habremos de referimos a las ideas políticas y sociales.
302 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a K ant 303

La C rítica de la razón pura y el problem a Tal es la línea general del pensam iento kantiano en la Crítica
del conocim iento de la razón pura. Pero si en ella no se plantea el problem a del
origen de las ideas, se plantea en cam bio el problem a de las bases
La Crítica de la razón pura se propone establecer los fundam en­ de nuestro conocim iento. No hay duda de que conocem os, por
tos así com o los lím ites del conocim iento hum ano. Es de notar lo m enos por lo que toca a la ciencia. Pero la pregunta kantiana
que Kant no es el prim ero en situar la crítica del conocim iento en es ésta: ¿cóm o conocem os?, ¿cóm o es posible el conocim iento
el principio m ism o de la filosofía. Ya D escartes o el propio Hume dentro del m arco de la ciencia?, ¿cuáles son las condiciones de
habían iniciado una crítica del conocim iento hum ano y habían posibilidad de un conocim iento científico cierto? A plantear es­
colocado la teoría del conocim iento antes de las investigaciones te problem a dedica Kant las páginas introductorias de la Crítica
de orden m etafísico. Pero la filosofía de Kant es, en este sentido, de la razón pura.
m ucho m ás radical. Su prim era pregunta es ¿qué podem os cono­
cer? Y es que para él, el conocim iento, sus posibilidades y sus
lím ites, van a ser el centro m ism o de la filosofía. Kant lo dice
P lanteam iento del problem a
cuando, m etafóricam ente, se com para a C opém ico. De la m ism a
m anera que C opém ico colocó al sol en el centro del sistem a pla­
netario, Kant sitúa el conocim iento hum ano y la crítica del m is­ C uando pensam os, lo hacem os por m edio de juicios. Un análisis
mo en el centro de toda la filosofía. Lo cual no quiere decir que de las cuatro form as principales de ju zg ar nos llevará prim ero a
para Kant la totalidad de la vida se reduzca a pensam iento. Quie­ una serie de definiciones de térm inos y, a través de éstas, a plan­
re decir m ás bien que antes de poder tratar otros problem as de la tear el problem a que Kant se proponía resolver.
vida hum ana com o los de la m oralidad, la historia, la religión o Nuestros juicios pueden dividirse en los cuatro tipos siguien­
las leyes, es necesario deslindar claram ente cóm o conocem os y tes: a priori, a posteriori, sintético y analítico. Un juicio es a priori
hasta qué punto es lícito decir que conocem os. cuando, si bien puede proceder de la experiencia, no depende de
H asta que K ant em pezó a redactar la Crítica de la razón pura, la experiencia. Lo que Kant quiere decir es que si bien lo más
el problem a del conocim iento se inclinaba principalm ente a la probable es que los juicios provienen de la experiencia, en cam ­
cuestión del origen de nuestras ideas. Para unos, los racionalistas, bio m uchas veces estos juicios, una vez form ados, no dependen
las ideas eran innatas; para los otros, los em piristas, las ideas eran de la experiencia que puede darles origen. Sea el juicio 2 + 2 = 4.
adquiridas. K ant no quiere caer en una discusión que a su m anera Es m uy probable que este juicio haya sido aprendido por quien lo
de ver carece de solución precisa. Kant no se preocupa por el pronuncia, es decir que de una m anera o de otra, haya sido adqui­
problem a del origen de las ideas. Se ocupa, principalm ente, rido. Pero el hecho de que haya sido adquirido es secundario. Lo
del conocim iento. Y este conocim iento, com o lo prueba la ciencia que im porta es ver el valor que tiene el ju icio en sí mismo. C uan­
y lo prueba sobre todo la física de N ewton, es un hecho incontro­ do pensam os 2 + 2 = 4, este juicio no depende de nuestra expe­
vertible. Tenemos un conocim iento. D ejem os de disputar acer­ riencia personal o particular: es una verdad aceptada o aceptable
ca de su origen y veam os cuál es el valor y cuál es el límite del por cualquier conciencia racional. Y en este sentido es indepen­
entendim iento hum ano que conoce. Si así lo hacem os veremos diente de la experiencia subjetiva de quien lo pronuncia. Lo cual
que existen cam pos de la investigación bien delim itados -lo s cam ­ nos lleva a una segunda definición del juicio a priori. Se trata de
pos de las c ien c ias- donde el conocim iento es válido y es posi­ un género de juicio a la vez universal y necesario. Universal, com o
ble. Veremos, por otra parte, que en otro cam po tam bién bien hem os visto, porque es válido para cualquier conciencia; necesa­
delim itado, el de la m etafísica, el conocim iento, si deseable, es rio porque no puede ser de otro m odo para ninguna conciencia.
estrictam ente im posible. Los juicios a priori, com o los que podem os hacer cuando enun­
30 4 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 305

ciam os proposiciones m atem áticas o principios físicos, pueden Si tratam os de co m b in ar los ju ic io s an terio rm en te d esc ri­
p ro v en ir de la experiencia. En todo caso son siem pre in d e­ tos. es claro que los ju icio s sin tético s pueden ser a la vez a
pendientes de ella y, por lo tanto, válidos universalm ente y ne­ p o s te r io r i, es decir, los ju ic io s sin tético s pueden ser a la vez
cesariam ente. particulares, contingentes y cuestión de experiencia subjetiva:
Un ju icio a posteriori es, en cam bio, un juicio que no sola­ son por lo tanto tipos de ju icio s que no nos interesan si nuestro
m ente proviene y deriva de la experiencia, sino que depende de interés está dirigido, com o lo está el de Kant, a los juicios form u­
ella. Si digo “el día es herm oso” , este juicio depende de mi expe­ lados por la ciencia. T am poco pueden interesam os esp ecial­
riencia particular y puede muy bien no ser válido para mi vecino. m ente los juicios analíticos a p rio ri, porque las certidum bres
El ju icio a posteriori es privado, subjetivo, particular y contin­ que se reduzcan a una m era repetición no pueden ser tam poco
gente. es decir, válido solam ente para quien lo pronuncia en el el objeto de la ciencia que, adem ás de certidum bre, busca nove­
m om ento en que lo pronuncia. dad y descubrim iento.
La ciencia está construida a base de juicios ciertos, universa­ Si nos preguntamos cuáles son los juicios verdaderam ente cien­
les, necesarios, de juicios a priori: nuestras sensaciones, nuestras tíficos verem os que son los juicios sintéticos a priori. Los juicios
aseveraciones cotidianas son. en cam bio, juicios inciertos, par­ que enuncia la ciencia son sintéticos, puesto que la ciencia no se
ticulares y contingentes, juicios a posteriori. reduce a repetir verdades ya conocidas, sino que trata de descri­
H asta ahora hem os considerado dos grados de certidum bre en b ir nuevas verdades. Por otra parte, los juicios científicos son a
los ju icios de cualquier conciencia humana. Distingam os ahora priori, porque buscan la certidum bre y no dejan de ser univer­
las relaciones entre el sujeto y el predicado en los juicios y vere­ sales y necesarios. Y ello es verdad, para Kant, no sólo de juicios
mos cóm o éstos caen en dos géneros: ju icio s analíticos y juicios m atem áticos, sino tam bién de los principios de las ciencias na­
sintéticos. turales. Com o Descartes, Kant piensa que un juicio m atem ático
U n ju icio analítico es aquel en el cual el predicado está conte­ com o 7 + 5 = 12 es sintético ya que el sujeto 7 + 5 no com pren­
nido en el sujeto. Así, el principio de identidad que afirm a que de en sí la noción de 12 que añade por lo menos al sujeto, la idea de
“A es A ” co n stituye un ju icio analítico o una tautología. Tam ­ unidad.
bién es un ju icio analítico “todos los cuerpos son extensos [...] Si tenem os en cuenta esta serie de definiciones y de relaciones
p orque no tengo que salir del concepto de cuerpo para hallar en entre los juicios podem os plantear con todo rigor el problem a del
él la extensión.” 132 El ju icio sintético es aquel en el cual el pre­ conocim iento. Digam os, de una vez por todas, que no tenem os
dicado no está contenido en el sujeto y, por lo tanto, añade algo por qué ocuparnos del carácter descubridor de los juicios científi­
nuevo al significado del sujeto. “Los juicios de la experiencia cos. El desarrollo de las ciencias a través de los tiem pos es prueba
com o tales son todos sintéticos.” 1" En efecto, si digo “este ár­ suficiente de que. de hecho, las ciencias descubren. Sería pues en
bol es v erd e” “o las flores son rojas” , am bos ju icio s son sintéti­ vano preguntarse si los juicios de las ciencias son sintéticos. El
cos ya que ni el predicado “verde” está necesariam ente conte­ problem a que se plantea Kant es éste: a sabiendas de que los ju i­
nido en el térm ino árbol, ni la p alabra “ro jas” en el concepto cios de la ciencia descubren, ¿cóm o podem os estar seguros de
flores. que sus descubrim ientos, son ciertos? En palabras más estrictas,
Los ju icios analíticos son meras repeticiones que no descu­ ¿cóm o es posible que los ju icio s sintéticos que encontram os en
bren nada de nuevo en tanto que los juicios sintéticos, al añadir las ciencias sean, a la vez, a priori ?
algo nuevo m ediante su predicado, son juicios que descubren. En sum a, el problem a es éste: las ciencias descubren, pero
este m ism o descubrim iento es un descubrir que es necesario y
que es universal, un descubrim iento que es válido para toda con­
133 Im m anuel Kant, “Introducción", IV , en op. cil.
133 Loe. cit. ciencia posible. Para resolver este problem a, Kant tiene que esta-
306 Introducción a la historia de la filo so fía
D el Renacimiento a Kant 3 07

blecer que los juicios de la ciencia, los juicios sintéticos, tienen


em plea la palabra “estética” en este sentido, sino en su sentido
fundam entos a p rio ri y estos fundam entos hay que buscarlos
etim ológico y clásico. La palabra “estética” se refiere a la sensi­
en la conciencia. L a totalidad de la Crítica de la razón p ura está
bilidad. es decir a la esfera de las sensaciones. La palabra “tras­
dedicada a establecer la existencia de fundam entos a priori pa­
cendental" tiene un sentido claro cuando vemos que significa el
ra los juicios que realizan las ciencias. Está dedicada tam bién a
conocim iento de los m odos a priori de conocer los objetos. Una
m ostrar que la m etafísica, si bien tiene fundam entos a priori, es
filosofía trascendental es. en el sentido kantiano de la palabra,
inverificable. una filosofía que se ocupa precisam ente de los principios a priori
Decíam os en un principio que Kant quiere establecer cuál es el
de nuestra m anera de conocer. O bservem os, sim plem ente, que
alcance del conocim iento. Podrem os contestar que el conocim ien­
Kant. al ocuparse de la conciencia que conoce m ediante princi­
to trabaja en un terreno cierto cuando es conocim iento científico.
pios a priori no está dedicado a un estudio psicológico. La psico­
D ecíam os tam bién que Kant quiere establecer los lím ites del co ­
logía se ocupa de la conciencia subjetiva de cada individuo. La
nocim iento. Habrem os de ver que los límites del conocim iento
filosofía trascendental se ocupa de la form a de conocer válida en
hum ano han de encontrarse allí donde com ienza la m etafísica.
todo m om ento para toda conciencia, o, por decirlo con las pala­
Con lo cual Kant no quiere decir que la m etafísica deba hacerse a bras kantianas, de la conciencia en general.
un lado. Quiere decir, más sencillam ente, que la m etafísica debe
Así definidos los térm inos, la “Estética trascendental” consti­
ser hecha a un lado com o ciencia. tuye el análisis de las condiciones a priori de posibilidad de nuestro
Si ahora seguim os el plan de la Crítica de la razón pura, vere­
conocim iento sensible. Estas condiciones son dos: las intuicio­
mos: 1) cóm o son posibles los juicios sintéticos a priori en las
nes de espacio y de tiem po. Quédanos ahora por precisar por qué
ciencias m atem áticas; 2) cóm o son posibles en las ciencias físi­
Kant llam a intuiciones tanto al espacio com o al tiem po: cóm o es­
cas y 3) cóm o dejan de ser posibles en la m etafísica.
tas dos intuiciones son a priori, es decir universales y necesarias;
y cóm o, por fin. son garantía de nuestro conocim iento sensible
en general y de nuestro conocim iento m atem ático en particular.
La “Estética tra scendental”: posibilidad
N otem os en prim er lugar que cuando Kant habla del espacio y
de la certidum bre m atem ática del tiem po no se refiere a los entes reales a los cuales solem os dar
este nom bre. Evitem os una confusión posible. No es que Kant
Con el título de “Estética trascendental”, inicia Kant sus análisis
diga que el tiem po y el espacio reales no existan. Lo que sucede
acerca de la posibilidad de los juicios sintéticos a priori en las
es que Kant no se preocupa de la existencia de ellos, sino más
m atem áticas y, m ás generalm ente, de la posibilidad de un cono­
bien de nuestras form as de percibirlos. Cuando Kant habla de
cim iento “de todos los principios a priori de la sensibilidad”.134
espacio y de tiem po, se refiere a las form as en que tanto el uno
Antes de pasar a establecer los principios de la sensibilidad y de
com o el otro se presentan en el espíritu. Y es tam bién en este
las m atem áticas es necesario definir tanto el térm ino estética,
sentido que Kant establece, en prim er lugar, que para el conoci­
que será básico para el entendim iento de esta parte de la Crítica
miento. el espacio y el tiem po son intuiciones.
kantiana, com o el térm ino trascendental, que será básico para el
Si la intuición es la presentación inm ediata de una idea en
entendim iento de la totalidad del libro. nuestra conciencia, tanto el espacio com o el tiem po son intuicio­
La palabra “estética” tiene en nuestros días una connotación
nes. En todas nuestras sensaciones, en todas nuestras ideas están
especial. Suele referirse a aquellas teorías que atañen a lo bello y
presentes el espacio, el tiem po o. en la m ayoría de los casos, el
al conocim iento de la belleza o al análisis de las artes. Kant no
espacio y el tiem po. C om o presencias constantes dentro de la
conciencia, el espacio y el tiem po, son intuiciones. Q ueda por
1''1 Im manuel Kant, “ Estética trascendental", I, en op. cit.
m ostrar que son, am bas, intuiciones a priori.
308 Introducción a la historia de la filosofía D el Renacimiento a Kant 309

Em pecem os por la intuición de espacio. Ya hemos visto que de tiem po explica “la posibilidad de tantos conocim ientos sinté­
una idea será a priori cuando sea universal y necesaria. Es indu­ ticos a priori com o expone la ciencia general del m ovim iento,
dable que no podem os concebir objetos sin concebirlos en el es­ que no es poco fecunda” .136
pacio. Podem os, por otra parte, concebir un espacio puro, vacío Resum am os: las intuiciones del espacio y del tiem po, am bas a
por así decirlo, sin que contenga ningún objeto. Si aceptam os priori, son las condiciones de posibilidad, no del descubrim iento
esta idea de Kant, resulta de ella que el espacio es una intuición de las ciencias geom étricas o m ecánicas, puesto que este descu­
a p rio ri. Y lo es, porque sin ella sería im posible c o n c eb ir los brim iento es un hecho verificable por el desarrollo m ism o de las
objetos. ¿C óm o co n c eb ir el esp acio que o cu p a este ja rd ín sin ciencias, sino de su carácter de exactitud y de verdad universal y
p rev iam en te ten er en la m ente la noción de espacio? Lo cual necesaria.
q u iere d ecir que el esp acio es necesario y lo es u n iv ersalm en ­ A hora bien, entre el espacio y el tiem po existe esta diferencia:
te, para que el espíritu pueda c o n c eb ir objetos, es decir, que el la intuición de espacio se lim ita a una región relativam ente escasa
esp acio es no sólo una in tu ició n , sino una in tuición a p rio ri. de fenóm enos. La intuición de tiem po, en cam bio, se refiere a
E llo no sig n ifica que el esp acio sea una idea innata. Ya hem os todos los fenóm enos, puesto que está presente no sólo com o sen­
visto que no p reo cu p ab a a K ant el p roblem a del origen del tido interno, com o sentido de nuestro propio pensar en el tiem po,
co n o cim ien to . Q u iere decir, sim plem ente, que una vez que sino tam bién en nuestros pensam ientos acerca de los fenóm enos
ten em o s la in tu ición de espacio, esta intuición es universal y espaciales m ism os. Existe pues, cierta preem inencia del tiem po
es necesaria. sobre el espacio o, por lo m enos, com o habrem os de ver m ás ade­
Un razonam iento sim étrico al anterior puede hacerse en rela­ lante, una presencia constante del tiem po en todas nuestras ex­
ción al tiempo. Es im posible concebir sucesiones, m ovim ientos, periencias y en todos nuestros pensam ientos tanto si se refieren al
cam bios, sin la noción previa de tiem po. No es im posible, com o espacio com o si no se refieren a él.
lo hace la física, concebir un tiem po puro. El tiem po, com o el H asta aquí en cuanto a las condiciones de posibilidad del co­
espacio, es una intuición a priori puesto que él tam bién es nece­ nocim iento intuitivo. Sin em bargo, es claro que no pensam os tan
sario y lo es universalm ente para que nos sea posible representar­ sólo m ediante intuiciones. De hecho cuando pensam os, cuan­
nos este tiem po o esta sucesión concreta y precisa. do piensa cualquier conciencia en general, piensa m ediante la
Ahora bien, al establecer que el espacio y el tiem po son a priori, trabazón no ya de intuiciones puras, sino de conceptos. A esta­
Kant ha establecido: 1 ) que toda nuestra sensibilidad tiene funda­ blecer las condiciones a priori de posibilidad de nuestro conoci­
m entos universales y necesarios; 2) que las ciencias basadas en m iento conceptual dedica Kant la prim era parte de la “Lógica
las nociones de espacio y de tiem po tienen, igualm ente, funda­ trascendental”.
m entos y bases universales y necesarias y sus razonam ientos es­
tán fundados en principios verdaderos.
D ecir que existen intuiciones a priori para nuestra sensibili­ La “Lógica trascendental”
dad es afirm ar que todas nuestras sensaciones dependen, en últi­
m a instancia, de las nociones de espacio y de tiempo. Decir, por a) Juicios y categorías
otra parte, que las ciencias tienen un fundam ento universal en Entiende Kant por lógica trascendental aquella parte de la teoría
estas dos intuiciones es, m ás precisam ente, afirm ar que la geo­ de los conceptos que considera a éstos en toda su pureza, sin m ez­
m etría fundada en el espacio es posible com o "un conocim iento cla de sensibilidad. “N uestro conocim iento em ana de dos fuentes
sintético a priori” .135 Es afirm ar tam bién que la intuición a priori principales del espíritu: la prim era consiste en la capacidad de

135 Ibid., il, 3. 1,6 Loe. cit.


310 Introducción a la historia de la filo so fía
D el Renacim iento a Kant 311

recibir las representaciones [...] y la segunda en la facultad de cantidad


co n o cer un objeto m ediante estas representaciones.” 137 L a ca­ (extensión universales (todos los S son P)
pacidad a la cual Kant se refiere es, com o hem os visto ya, la de los juicios) particulares (algún 5 es P)
sensibilidad a la cual se aplican las intuiciones de espacio y de singulares (este S es P)
tiem po. La “facultad de conocer” es, en la lógica trascendental,
el entendim iento o, si se quiere, la facultad de form ar juicios a cualidad
p rio ri basados en conceptos. (estructura afirmativos (todo S es P)
Ya hem os visto los fundam entos a priori de la sensibilidad. interna de negativos (ningún S es P)
Nos queda por ver cuáles son los fundam entos a priori de nues­ los juicios) infinitos (todo S es no-P)
tros razonam ientos basados en conceptos.
Nuestros razonam ientos conceptuales se expresan en juicios. relación
Si establecem os una tabla com pleta de todas las form as de juicio (relación entre el categóricos (todo S debe ser P)
posibles, si después buscam os la idea general pura, es decir, sujeto y el predicado hipotéticos (si S, entonces P)
el concepto o categoría de la cual depende cada uno de los ju i­ en los juicios) disyuntivos (S es o P o 0
cios, si por fin dem ostram os que estas categorías son a p rio ri,
los ju icio s que de ellas dependen tendrán tam bién un claro modalidad
fundam ento a priori. El procedim iento de Kant en la “A nalíti­ (grados de problemáticos (S puede ser P)
ca trascendental” -p rim e ra parte de la “Lógica trascendental”- verdad de asertóricos (S es probablemente P)
es sim ilar al que ya hem os visto en la “Estética” . En am bos ca­ los juicios) apodícticos (S es necesariamente P)
sos Kant parte de realidades (sensibilidad en la “E stética”, tablas
de todos los ju icios posibles en la “A nalítica”) para m ostrar Si se dan ejem plos para cada uno de los juicios se verá que no
que existen fundam entos a priori para am bas esferas del conoci­ pueden com binarse siem pre dentro de un m ism o grupo. Un
m iento. Estos fundam entos son, en la “Estética”, las intuiciones juicio no puede ser, al m ism o tiem po, universal y particular, h i­
de espacio y de tiem po; son, en la “A nalítica”, las categorías del potético y categórico, afirm ativo y negativo, problem ático y apo-
entendim iento. díctico. Sin em bargo, los juicios son com binaciones de juicios de
Cuando Kant establece la tabla com pleta de todos los juicios los cuatro grupos o. por lo m enos, de tres de ellos. Así. por ejem ­
no se propone una tarea im posible. Im posible sería clasificar to­ plo. el juicio “Si todos los hom bres son m ortales. Sócrates es
dos los juicios hum anos si nos atuviéram os a los contenidos que m ortal” , es universal por la cantidad, afirm ativo por la calidad,
son infinitos o, por lo m enos, indefinidos en número. Es en cam ­ hipotético por la relación y apodíctico por la modalidad.
bio posible establecer una tabla com pleta de las form as de juzgar. U na vez establecida la tabla de todos los juicios podem os pa­
Podem os decir “todos los hom bres son m ortales” , “todas las ro­ sar a preguntam os si. detrás de cada una de las formas citadas de
sas son bellas”, “todos los jardines contienen plantas” . Los tres juzgar, existe una idea general, es decir, una categoría o concep­
juicios difieren en el contenido, pero siguen una m ism a form a to puro. Tomemos por caso el m ism o juicio hipotético. Este juicio
que podríam os expresar: “Todos los S son P", donde S significa im plica el concepto de causalidad puesto que cuando digo: “Si
el sujeto y P. el predicado. Ahora bien, la tabla de los juicios que P ... entonces Q '\ establezco una relación de causa (sim bolizada
copiam os inm ediatam ente contiene, según Kant, todas las for­ por P) a efecto (sim bolizada por Q). Kant encuentra que existe
m as posibles de juzgar:
una categoría en la base de cada uno de los juicios. Así, al juicio
afirm ativo corresponderá la categoría de esencia o realidad, idea
137 Immanuel Kant, "Introducción" a la "Lógica trascendental” . I, en op. cil.
de realidad sin la cual no podríam os afirm ar nada; en la base del
312 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 313

ju icio negativo existe la idea de negación sin la cual no podría­ m ente negativa y que la categoría de realidad es necesaria, es de­
mos negar nada; en la base del juicio infinito, la idea de lim ita­ cir a p rio ri, con relación al juicio de tipo afirmativo. Si tom am os
ción; en la base del juicio universal, la idea de unidad. La tabla en cuenta un juicio de relación -c o m o el juicio h ip o tético - vere­
com pleta de las categorías correspondientes a cada uno de los m os que necesita de la idea o categoría de causa y efecto. Si to­
juicios es la siguiente: m am os la categoría de posibilidad verem os que, gracias a ella,
podem os llevar a cabo juicios de tipo problem ático. En los cuatro
unidad realidad o esencia casos la categoría es absolutam ente necesaria y está universal­
cantidad pluralidad cualidad negación m ente im plícita en el juicio correspondiente. En suma, las cate­
totalidad limitación gorías, com o antes las intuiciones de espacio y de tiem po, son
form as a priori, no ya de la sensibilidad, sino de nuestro m odo de
sustancia y accidente reflexionar, es decir, del entendim iento. Vimos que el espacio y el
relación causalidad tiem po, sin duda a priori. no son por ello ideas innatas. Lo m is­
reciprocidad entre agente y paciente m o sucede con las categorías. Kant no se preocupa de su origen,
que bien podría estar en la experiencia, en la educación o en el
posibilidad o imposibilidad conocim iento que obtenem os por oídas. Lo que le im porta a Kant
modalidad existencia o no-existencia es la m ente tal com o funciona una vez que las ideas están estable­
necesidad o contingencia cidas. Y es precisam ente en este sentido que podem os decir que
tanto por lo que toca a la sensibilidad -e sp acio y tiem p o - com o
Quedan establecidas, por una parte, la tabla de todas las formas por lo que toca al entendim iento -c a te g o ría s- existen en la con­
de juzgar; por otra, la tabla de todas las categorías correspondien­ ciencia, en cualquier conciencia, fundam entos universales y
tes a cada una de las form as de juzgar. El próxim o paso consiste necesarios.
en m ostrar que cada una de las categorías es, con respecto al ju i­ R esum am os cóm o concibe Kant el conocim iento hasta este
cio que le corresponde, a priori, universal y necesaria. punto, de acuerdo con el diagram a siguiente:
A unque la dem ostración kantiana es a la vez larga y com pleja,
podem os, para entender su idea principal, reducirla a una sola categorías
pregunta: ¿es necesario tal categoría para que sea posible tal ju i­ I
cio? Si la respuesta es afirm ativa habrem os m ostrado que la cate­ espacio, tiempo <--------------------------------- juicios
goría en cuestión - y el procedim iento puede repetirse con cada I
una de las categ o rías- es precisam ente a priori. Vamos a m ostrar­ fenómenos
la en algunos casos y el lector podrá aplicar el mismo razona­
m iento a las categorías restantes. C onsiderem os prim ero una de Si entendem os por fenómenos todos los datos experim entales
las categorías de cantidad y preguntem os: ¿sería posible hacer que se presenten a la conciencia, podem os decir, desde ahora que
juicios universales si no tuviéram os en la conciencia la idea o pensar es. para Kant. aplicar a los fenóm enos, de por sí oscuros,
categoría de unidad, si no pudiéram os reducir lo m últiple a una intuiciones claras y categorías que, por medio de juicios, les vie­
unidad total? La respuesta es claram ente negativa y por lo tanto, nen a dar una form a precisa. Conocer es form ar la experiencia
la categoría de unidad es a priori con relación al juicio de tipo m ediante las condiciones a priori de nuestra sensibilidad y de
universal. C onsiderem os ahora una categoría de cualidad. C uan­ nuestro entendimiento.
do nos preguntam os si es posible pensar afirm ativam ente sin la N aturalm ente Kant pensaba, al escribir la Crítica de la razón
idea de esencia o de realidad, vem os que la respuesta es igual- pura, sobre todo en la ciencia. Pero un ejem plo cotidiano podrá
314 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 315

servim os para ilustrar el diagram a anterior y las palabras un tanto palabras, lo que Kant piensa es que no podría haber representa­
abstractas m ediante las cuales explicam os el diagram a. ciones -sensaciones, intuiciones o categ o rías- si no existiera en
Supongam os que acabo de despertar. De m om ento sólo tendré el pensam iento, en cualquier conciencia en general, un centro que
ante m í una m asa caótica de sensaciones. Poco a poco, sin em ­ pudiera ordenarlas y sintetizarlas. Este centro es el yo pienso. Por
bargo. a m edida que despierto, iré situando los objetos en el espa­ otra parte, en las m ismas palabras “debe acom pañar” , está im plí­
cio y en el tiem po y podré form ular un juicio, por vago que éste cita la noción de que no podría existir conciencia de algo sin el yo
sea. Pensaré, por ejemplo: “Son las ocho y hay sol” . ¿Q ué im pli­ pienso, es decir, que el yo pienso es universal y necesario, a priori.
ca este juicio? Im plica un juicio afirmativo, un juicio singular, un Conviene en este punto no confundir el yo pienso kantiano
ju icio problem ático y cada uno de estos juicios im plica la corres­ con el cogito cartesiano o con el “si dudo, existo” de san Agustín.
pondiente categoría. Pero este ju icio im plica tam bién el tiem po En el caso de éstos, el “yo pienso” o el “yo dudo” im plica la exis­
- e l tiem po en que transcurre el juicio por mi pensam iento, por tencia. No así para Kant quien, en la C rítica de la razón pura, se
mi “sentido interno”- y el espacio - la localización del objeto de mi preocupa por el conocim iento y no por la existencia de lo que
juicio en algún lugar más o m enos p re ciso - ¿Q ué nos m uestra el conoce o de lo que es conocido. Ya verem os que para Kant no
ejem plo? B ásicam ente que, por una parte, necesitam os, al pen­ se puede deducir el existir del pensar. Sin embargo, lo que aquí nos
sar, un m aterial que podem os llam ar experiencia o fenóm eno y, im porta es señalar sencillam ente que el yo pienso kantiano no
por otra parte, una serie de intuiciones y categorías que localizan es una noción de existencia sino que se lim ita al conocim iento
el fenóm eno y le dan forma. C onocer es construir. Y para cons­ puro. El centro de este sol que es la conciencia -p a ra seguir su
truir necesitam os tanto los m ateriales -lo s fenóm enos-, com o los m etáfora coperniciana- es precisam ente este yo pienso sin el cual
instrum entos y las ideas -lo s juicios y categorías-. Por ello Kant no podría existir pensam iento alguno.
puede decir que la experiencia pura, sin ideas, sería ciega, caóti­ Pero si era im portante señalar cuál es el centro ideal de cual­
ca y sin form a, y que el pensam iento sin experiencia sería vacío. quier conciencia que piensa, no lo es m enos ver cóm o se relacio­
A hora bien, esta explicación, ya de por sí im portante, resulta nan las categorías abstractas con la experiencia concreta, con
todavía insuficiente. Por una parte, los filósofos han pensado siem ­ los fenóm enos que surgen del “m aterial” que nos otorgan nues­
pre que debe existir un principio de unidad que todavía no encon­ tros sentidos.
tram os en la conciencia que Kant describe hecha de intuiciones y Hum e pensaba que las ideas generales no se aplican en reali­
de categorías. Por otra, es necesario precisar aún más la relación dad a ningún referente puesto que las ideas son abstractas y los
que existe entre el pensam iento abstracto fundado en las catego­ referentes son individuales. La idea general de rosa no corres­
rías y la experiencia. Lo prim ero nos conducirá a ver cuál es el pondía para él a rosa alguna en el mundo. Por lo contrario Kant.
centro de unidad, cuál es la síntesis de la conciencia. Lo segundo que se interesa básicam ente en el conocim iento del m undo físico
a establecer, entre las categorías y la experiencia de los fenóm e­ y en la ciencia física que lo estudia, quiere establecer una rela­
nos, lo que Kant llam a los “esquem as” de la conciencia. ción entre las categorías abstractas y la experiencia concreta. Es­
ta relación se establece m ediante los esquem as del tiempo.
h) El “yo pienso” y el esquem atism o de la razón pura El tiem po, en efecto, es por una parte una intuición de orden
“El yo pien so debe acom pañar mis representaciones: pues si fue­ general y abstracto. Pero es. tam bién, una sucesión que se en­
ra de otro m odo habría en mí algo representado que no podría cuentra en nuestra experiencia, es decir, en nuestras sensaciones
pensarse, lo que equivaldría a decir: que la representación es o. en el lenguaje kantiano, en los fenóm enos. El tiem po sirve así
im posible o que por lo m enos es para m í igual a nada.” 138 En otras com o interm edio entre la abstracción del pensam iento y lo con­
creto de la experiencia fenom énica. Por ejem plo, la categoría de
138 Ibid., ii. sustancia adquiere vigencia en el m undo de los fenóm enos cuan­
316 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 317

do la pienso com o perm anencia en el tiempo', así tam bién la cate­ les son las condiciones de posibilidad del conocim iento puro sino
goría de la esencia (o realidad) adquiere vigencia en el m undo de que quiere tam bién determ inar sus límites. Pues bien, es idea
los fenóm enos com o “existencia en un tiempo determ inado”,1,9 la kantiana, que el con o cim ien to term ina precisam ente cuando
categoría de causalidad entra en contacto con los fenóm enos la m etafísica com ienza. Y aun cuando Kant afirm a que la pregun­
y consiste en “la sucesión de la diversidad” .140 ta “¿qué puedo esp erar?” -p re g u n ta esencialm ente m etafísi­
Resum am os, Kant piensa que el conocim iento es posible siem ­ c a -, estará siem pre presente en el alm a de todos los hom bres, no
pre que exista una experiencia y que esta experiencia no sea con­ existe para ella ninguna solución posible dentro de los lím ites del
siderada com o una cosa, sino com o un fenóm eno (representación conocim iento puro o científico. La m etafísica no es ciencia.
de la cosa en la conciencia). La experiencia pura, sin em bargo, Bien es verdad que los juicios m etafísicos -p o r ejem plo “Dios
sería “ciega”. Es así necesario fo rm a rla m ediante la aplicación existe” , o “el alm a es inm ortal” o “el m undo es eterno”- son ju i­
de categorías y de intuiciones de tiem po y espacio aplicables pre­ cios sintéticos y están basados en categorías e intuiciones a priori.
cisam ente a esta experiencia. Esta aplicación se hace siem pre Sin em bargo, cuando de m etafísica se trata, las categorías y los
m ediante el esquem a del tiem po. Finalm ente; no existiría pensa­ juicios trabajan en el vacío puesto que según Kant no existe nin­
m iento alguno sin la presencia de una síntesis de la conciencia guna experiencia a la cual puedan aplicarse intuiciones y cate­
que Kant llam a el yo pienso. De este modo el esquem a que dába­ gorías. Tal es, en esencia, la idea general de la crítica kantiana al
mos m ás arriba para la conciencia puede ahora precisarse y com ­ conocim iento m etafisico. Tal es, precisam ente, el sentido de la
pletarse m ediante el esquem a siguiente: distinción entre fen ó m en o y noúmeno.
Ya hem os visto que un fen ó m en o es una realidad sensible, un
yo pienso hecho de la experiencia percibida. Los fenóm enos no son para
\ categorías Kant cosas sino las representaciones que la conciencia se hace de
las cosas. Los noúm enos en cam bio son. precisam ente, cosas o,
I por decirlo en térm inos kantianos cosas en sí, y en térm inos clá­
intuiciones <------------------------ juicios
sicos, esencias. Si realm ente aceptam os esta distinción entre la
I
esquem a del tiem po conciencia que tenem os y la realidad en sí de las cosas, m al po­
I dríam os pasar del conocim iento de los fenóm enos a la realidad
fenóm enos que está, por así decirlo, detrás de ellos. N aturalm ente, Kant
no quiere decir que las cosas en sí no existan. Lo que quiere decir
Los juicios sintéticos de la ciencia -s e a esta m atem ática o fí­ es que son incognoscibles porque tratar de conocerlas sería com o
sic a - son posibles a priori porque están garantizados por el ca­ querer saltar m ás allá de nuestra propia som bra si por som bra
rácter universal y necesario de las intuiciones de espacio y de entendem os aquí la conciencia.
tiem po, por las doce categorías del entendim iento y, m ás allá Kant m uestra con am plísim o detalle esta im posibilidad de la
de am bas, por el a priori supremo: el yo pienso. metafísica. Nos lim itarem os a considerar tres casos: el del cogito
cartesiano, el de la existencia de Dios por m edio del argum ento
c) Im posibilidad de la m etafísica ontològico y el de la antinom ia que im plica la discusión acer­
Hasta aquí las condiciones de posibilidad del conocim iento. Pe­ ca de la eternidad o la no-eternidad del mundo.
ro, com o decíam os en un principio, Kant no sólo quiere ver cuá­ El cogito cartesiano es la form a de revelar la existencia del
que piensa. A hora bien, Kant cree que es posible decir: pienso,
139 Ibid., ii, i. luego pienso que existo. Lo que es im posible es saltar de un he­
1JULoe. cit. cho de la conciencia bien aceptable (yo pienso), a un hecho de la
31 8 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 319

existencia ( yo existo). Y no es que Kant dude en su vida cotidia­ el origen de algo en un tiempo vacío es posible porque ninguna par­
te de ningún tiempo de este tipo contiene una condición clara de ser
na de la existencia que le es propia. Lo que Kant dice es que no
con preferencia a la de no ser [...] Por consiguiente, muchas series
hay dem ostración lógica y racional de esta existencia. de cosas pueden tener un comienzo en el mundo, pero el mundo
A lgo p arecid o puede d ecirse del argum ento que trata de mismo no puede tener un principio y es, por lo tanto, con referencia
probar la existencia de D ios por la idea de la perfección, argu­ al tiempo pasado, infinito.141
m ento que nació con san A nselm o y que Kant bautizó con el
nom bre de argum ento ontològico. El argum ento, reducido a su Pero si unos pueden probar que el m undo es eterno, otros en
m ínim a expresión, nos dice que la idea de la perfección revela cam bio pueden probar que tiene un principio en el tiem po. Estos
la existencia de un ser perfecto, la existencia de Dios. N ueva­ argüirán diciendo que la sucesión de una serie infinita es im posi­
m ente aquí Kant piensa que es ju stificab le decir: pienso en la ble y que, por lo tanto el m undo ha de haber sido creado.
perfección, luego p ien so en la existencia de esta perfección. Lo Los dos argum entos parecen tener validez lógica. Pero com o
que es, para él. totalm ente im posible, es pasar del p ensam iento son contradictorios entre sí deben ser rechazados ambos.
de Dios, a la existencia de Dios. Y ello, por dos razones. La Las dem ás antinom ias kantianas siguen el mismo procedim ien­
razón lógica según la cual no podem os saltar de la conciencia to de oponer pruebas contradictorias y por lo tanto inaceptables.
de un ser a la existencia de este ser. y la razón experim ental Tal es el caso de quienes afirman que cualquier parte del m undo
que nos dice que el concepto de Dios no se da en la experiencia. está hecha de partículas simples contra aquellos que arguyen que
Ello no significa que Kant no crea en la existencia de Dios. Vere­ el m undo no está hecho de sustancias simples o de quienes afir­
mos que p or otros cam inos, acaso no tan alejados de la antigua man que hay en el m undo un principio de libertad contra aque­
fe cristiana. Kant llega a la existencia de Dios. Dice sencilla­ llos que niegan la existencia de la libertad física o, por fin, el de
mente que la existencia divina no es dem ostrable com o lo puede quienes arguyen que el m undo dem uestra la existencia de un ser
ser un teorem a ni com probable y verificable com o lo puede ser divino necesario contra aquellos que prueban que el m undo no
una ley física. im plica la existencia de Dios.
Si ahora pasam os al caso de una antinom ia, verem os, después En resum idas cuentas, ni la psicología racional -p a rte de la
de definir la palabra, que no hay conocim iento m etafisico de la m etafísica que se ocupa del a lm a - ni la teología racional -p a rte
realidad cósm ica. Por antinom ia entiende Kant una oposición de de la m etafísica que se ocupa de D io s - ni la cosm ología racional
puntos de vista. Si podem os probar tanto el pro com o el contra -p a rte de la m etafísica que se ocupa del u n iv erso - entrañan
de una idea, si podem os probar form as contradictorias de una pruebas claras.
m ism a idea, ello quiere decir que la prueba que em pleam os es La m etafísica es im posible com o conocim iento. Sin em bargo
inválida. Tom em os, a guisa de ejem plo, la idea de la eternidad las cuestiones m etafísicas existen de hecho en nuestra conciencia
del m undo y verem os cóm o según Kant se puede probar tanto y nos atosigan y nos angustian. Ya hemos visto que es im posible
que el m undo es eterno com o que no es eterno y, en últim a ins­ dar respuestas científicas a las preguntas m etafísicas, aquellas
tancia, que no puede probarse ni una cosa ni otra. preguntas en las cuales va de veras nuestro ser. Ello no quiere
Los filó so fo s que prueban la etern id ad del m undo p re su p o ­ decir ni que las preguntas dejen de existir ni que. por otro cam i­
nen que el m undo no tiene principio. Al suponerlo arguyen que no. el de la m oral, Kant no llegue a establecer principios m etafí-
si el tiem po tu v iera p rin cip io h ab ría de em pezar en una suer­ sicos com o bases del com portam iento hum ano. Tal es el tem a
te de no-ser o de vacío. Pero la idea de un tiem po vacío carece de central de la Crítica de la razón práctica.
sentido y, por lo tanto, la idea m ism a de un principio de los tiem ­
pos es contradictoria y así el m undo es eterno. A sí lo expre­
sa Kant: 141 linm anuel Kant, “D ialéctica trascendental", II, ii, en op. cit.
320 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 321

La C rítica de la razón práctica y el problem a no es posible deducir un juicio de valor de existencia, que no es
de la f e y la razón posible decir lo que debe hacerse a partir de lo que se hace de he­
cho. De lo que es podemos deducir lo que es, pero no lo que debe ser.
El análisis que Kant lleva a cabo en la Crítica de la razón pura, Por ello Kant opone a las m orales heterónom as la moral autó­
nos ha m ostrado las posibilidades y los límites de la razón espe­ nom a, la moral que solam ente se basa en los juicios propiam ente
culativa. Pero no todo en el hom bre es ciencia o especulación. Si m orales. Por decirlo con Kant, “la autonom ía de la voluntad es el
por un lado era necesario contestar a la pregunta, ¿qué podem os único principio de todas las leyes m orales y de los deberes con­
conocer?, es igualm ente im portante contestar a las dos pregun­ form e a ellas” .142
tas: ¿qué debo hacer?, ¿qué puedo esperar? La prim era es, a las La moral de Kant se basa únicam ente en los principios m ora­
claras, una pregunta m oral; la segunda una pregunta m etafísi­ les de la voluntad y del deber. Sus principios nunca serán de la
ca. El sentido de la Crítica de la razón práctica es precisam ente forma: haces esto luego debes aquello, sino sim plemente, debes
éste: partir de los hechos de la vida moral para ver cuáles son los porque debes.
fundam entos m etafísicos de la conducta. La razón, que en un U na segunda distinción es necesaria para acabar de aclarar la
prim er lugar hemos aplicado al conocim iento, se aplica ahora a autonom ía de la m oral kantiana, fundada en una voluntad libre:
la acción, a la conciencia m oral y a los principios de la co n ­ la distinción entre im perativos hipotéticos e im perativos categó­
ciencia moral. ricos. Kant nos da razones lógicas y m orales para rechazar del
Los juicios m orales, que se presentan siem pre bajo la form a de terreno de la m oral los im perativos hipotéticos y aceptar única­
una obligación, son imperativos. Nos dicen lo que debem os h a­ m ente los im perativos categóricos.143
cer. Nos podrán decir, por ejem plo, “debes am ar al prójim o com o Un im perativo hipotético es aquel que depende de una hipóte­
a ti m ism o” o “debes ir a la escuela”. En todo caso se presentan sis prim era para llegar a una obligación com o resultado. Puedo
com o form as de la voluntad expresadas m ediante juicios im pera­ pensar que si robo iré a la cárcel y por lo tanto no debo robar.
tivos. Pues bien, es idea de Kant que las filosofías clásicas suelen C uando así pienso estoy pensando de acuerdo a un imperativo
hacer depender estos im perativos m orales de juicios de existen­ hipotético. Los im perativos hipotéticos son m oralm ente dudosos,
cia que en sí mismos nada tienen de m orales o de inm orales. Y puesto que no se basan en la m oral sino en la práctica más inm e­
ello sucede tanto en las m orales hedonistas y em piristas com o en diata. Form al y lógicam ente son heterónom os. Parten en efecto
las m orales eudem onistas y m etafísicas. Las prim eras, por ejem ­ de la verificación de un hecho (si robo, iré a la cárcel) para llegar
plo. la moral de Epicuro, parten de lo que sucede de hecho en la a un juicio de valor. Tanto form alm ente com o m oralm ente, los
naturaleza para decirnos qué es lo que debem os hacer en la ac­ im perativos hipotéticos sufren de todos los defectos que sufrían
ción. Si som os seres sensibles, dirá Epicuro. ello quiere decir las m orales heterónom as.
que debem os buscar el placer. Las segundas, por ejem plo, la m o­ De ahí que solam ente sea válido m oralm ente el im perativo
ral de Platón, nos dirán qué es el m undo de la m etafísica y, al ver categórico, en el cual se anuncia la m oral autónom a fundada en la
que las ideas son racionales y que el m undo de las ideas es nues­ libertad de la voluntad y en la ley del deber m oral puro.
tro m odelo, nos dirán que debem os com portam os según la razón.
Kant considera que ninguna de estas dos form as de la m oralidad u: Iinm anuel Kant, Crítica de la razón práctica, trad. de Manuel G arcía Morcillo,
Victoriano Suáre/., M adrid, la. parte, l, i. 4.
es justificable. Ambas parten de lo que es para conducirnos a una 145 Es necesario recordar que Kant fue form ado dentro de la escuela religiosa que
idea de lo que debemos hacer. Am bas son lo que Kant llam a m o­ llam am os pielism o y que el pietism o fue una escuela de moral extraordinariam ente
rales heterónom as, es decir, m orales dependientes de algo que no rígida. C laro que la m oral de Kant no es totalm ente pietista, puesto que los pietistas
daban im portancia prim ordial a los actos y Kant, com o verem os, a las intenciones. Sin
es m oral. Esta dependencia, adem ás de ser m oralm ente falsa está em bargo, su afirm ación de una m oral extrem adam ente rigurosa puede lener raíces en el
basada en una deducción lógica falaz. Kant afirma, en efecto, que pietism o en que fue educado durante su infancia y su prim era juventud.
322 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 323

El im perativo categórico, base de toda la moral kantiana, se ciones a priori, tres postulados m etafísicos que nos conducen a
enuncia en estos términos: contestar radicalm ente las dos preguntas kantianas: ¿qué debo
“O bra de tal m odo, que la m áxim a de tu voluntad pueda valer hacer?, ¿qué puedo esperar?
siem pre, al m ism o tiem po, com o principio de una legislación Es indispensable en ten d er que estas condiciones son tres
universal.” 144 postulados m etafísicos, tres verdades indem ostrables, pero n e­
Este im perativo es claro si se precisa lo que Kant entiende por cesarias. Así, cuando Kant llega a determ inados problem as m e­
la p alab ra universal. R ecordem os, brevem ente, a R ousseau. tafísicos no se contradice a sí m ism o, no está en contra de sus
Rousseau distinguía, en lo político, la voluntad de todos de la propias ideas tal y com o fueron expuestas en la Crítica de la ra­
voluntad general, por la cual entendía la voluntad racional de zón pura. Lo que Kant afirm a es que aquí existen tres principios
los hom bres. Pues bien, cuando Kant habla aquí de “legislación m etafísicos necesarios e indem ostrables: la libertad, la inm ortali­
universal” entiende prácticam ente lo m ism o que R ousseau por dad del alm a y la existencia de Dios.
“voluntad general” . No se trata de una voluntad de las m ayorías. Es necesario postular la libertad porque de hecho no podría
Se trata de la voluntad afirm ada por la razón que es com ún a existir una voluntad ni podría, por lo tanto, existir una vida m o­
todos los hom bres. El im perativo categórico, sin duda influido ral, si la libertad no existiera. Pero si la libertad “nos es atribuida,
p or las ideas de R ousseau, establece que la acción m oral ha nos traslada a un orden inteligible de las cosas”.145 Y es que la
de estar basada en la voluntad racional y que las m áxim as que libertad no es un hecho natural. Si se recuerda la tabla de las cate­
podam os darnos han de depender del valor universal que debe­ gorías de la Crítica de la razón pura, se verá que la libertad no
m os darles. aparecía com o principio de determ inación de los hechos. Por el
B asada en la pura noción del deber y de la voluntad, la moral contrario, la categoría que allí aparecía era la de la causalidad que
kantiana no hace concesiones. De ahí que una persona no pueda guía a todos los fenóm enos naturales. L a libertad nos conduce así
ser ju zg ad a por sus actos sino por sus intenciones. Solam ente la a un reino distinto del reino de los hechos, a un reino m etafísi-
voluntad es buena o es mala. Los instintos, las em ociones, las co, a un orden “inteligible”.
cosas de la naturaleza no son buenas ni son m alas. Son indiferen­ El ideal de la m oral kantiana es el de la santidad, una santidad
tes. Solam ente la voluntad puede ser realm ente buena. Y la vo­ en las acciones que es obediencia a la ley interna del im perativo
luntad depende de nuestras intenciones. D e ahí que Kant pueda categórico. El orden de la santidad es pocas veces realizable en
afirm ar que nada es bueno sino una buena intención. Juzgar este m undo. De hecho, lo que som os no lim ita nuestra capacidad
los actos m orales por sus resultados nos conduciría a una serie de de deber ser. De ahí el segundo postulado m etafísico que con­
am bigüedades. Es posible que una persona haga un m al -m ata r diciona la moral kantiana: el postulado de la inm ortalidad del
sin querer, por ejem plo-, sin tener la intención de hacerlo. Esta alma. Si la ley moral indica un idea difícil de cum plir en esta
persona será inocente. Es tam bién posible que un asesino, sin tierra, indica tam bién una existencia donde podrem os vivir sin
quererlo, haga un acto benéfico. De hecho lo que Kant nos di­ trabas, de acuerdo siem pre con nuestro deber: tal es el m undo de
ce es que los actos son heterónom os, pertenecen al reino de lo la inm ortalidad del alma.
que es y la m oral depende de un im perativo categórico, de un N uestra vida, por fin, es un constante desgarram iento, un des­
puro cleber ser de la voluntad. garram iento entre aquello que de hecho som os y aquello que
H asta ahora nos hem os m antenido en el cam po de la moral nuestra voluntad nos im pele a deber ser. L a filosofía m ism a de
pura. No es posible hacerlo de m anera indefinida. La m oral pre­ K ant es una clara m u estra de esta división interna del hom bre.
supone, com o condiciones universales y necesarias, com o condi­ P or una parte en la C rítica de la razón pura Kant ha expuesto

144 Ibid., I, ix, 7. 145 Ibid., I, i. 1.


324 Introducción a la historia de la filoso fía D el Renacimiento a Kant 325

cuál es el m odo de ser de nuestro conocim iento. Este m odo de La historia y la p a z perpetua
ser no coincide con el m odo del d eb e r ser de la C rítica de la
razón práctica . De ahí el últim o postulado de la m oral kantiana. Es acaso en su filosofía de la historia donde Kant se m uestra más
Si en este m undo el hom bre vive una vida conflictiva entre lo claram ente com o hom bre de su tiem po, com o hom bre de la Ilus­
que es y lo que debe ser hay que encontrar la síntesis de la vida tración. “La Ilustración, escribía Kant en 1784. es la liberación
hum ana en un ser que al m ism o tiem po es deber, en un D ios del hom bre de su culpable incapacidad.” Y, añadía, “para esta Ilus­
que reúne en su esencia al ser y la voluntad. Dios es el ser que tración no se requiere m ás que una cosa, libertad”.147 Pero Kant
es siem pre lo que debe ser y el deber ser que siem pre es. S er de va m ás lejos que la m ayoría de los enciclopedistas y de los filóso­
pensam iento y de voluntad, el D ios kantiano, a pesar de un más fos ilustrados de principios del siglo. Para él la noción básica que
extrem ado rigorism o, nos recuerda al Dios de D uns Escoto, nos perm ite entender la historia es la de progreso. Es verdad
hecho principalm ente de voluntad, si bien, en este caso, de vo­ que para Kant el hom bre solam ente puede realizarse de m anera
luntad de amor. plenaria en el m undo de la inm ortalidad con que culm ina la C rí­
La m oral kantiana tiene una clara prim acía con respecto al co­ tica de la razón práctica. Lo es tam bién que el hom bre se realiza
nocim iento puro: prim acía por cuanto la acción ha sido aceptada en la historia. Esta realización es un progresivo descubrimiento de
siem pre com o aquello que de más im portante acontece realm ente la libertad hum ana y la historia es para Kant, com o lo ha visto Jean
en la vida; prim acía, sobre todo, por cuanto a través de la moral L acroix,148 lo que prepara a la naturaleza para que se som eta a la
se encuentra la razón de ser de la vida y la síntesis, en Dios, de libertad. En la historia se unen los hechos y los acontecim ientos
aquello que somos y aquello que debemos. -p a rte del m undo de los fen ó m en o s- y la moral convertida en ley
Esta prim acía de la razón práctica obedece a un m otivo que de la naturaleza social. Com o Rousseau, Kant quiere transform ar
hem os encontrado a lo largo del pensam iento cristiano: el con­ la sociedad, de un hecho natural en un principio de derecho. La
flicto entre la fe y la razón; Kant separa la fe de la razón, nos dice filosofía de la historia de Kant es una reflexión sobre el progreso
que la razón es puram ente conocim iento referido al m undo de las de la legalidad y del derecho para llegar a concebir, a través de las
ciencias. La fe, que parte de los im perativos m orales, nos condu­ luchas que acabarán por unir a los hom bres, una com unidad hu­
ce a Dios. Pero esta fe kantiana no es un acto ciego. Kant quiere m ana de tipo federal en la cual se habrá de realizar, hasta donde
ver en ella una “fe racional pura”.146 En conjunto, la filosofía de ello es posible en térm inos hum anos, la felicidad unida a la lega­
Kant se inclina al fideísm o, a enaltecer la fe por encim a de la lidad. Kant es optim ista en cuanto a la evolución de la especie
razón pura, si bien su fideísm o pretende al mismo tiem po ser ra­ hum ana. Y si el ideal es total y m uchas veces irrealizable, el ideal
cional y ser una respuesta al orden racional dentro del dom inio y práctico de la sociedad es realizable en el curso de la historia. Su
la esfera de la acción de los hom bres. fin es la “paz perpetua”. Si, por otra parte, la moral, que es abso­
La acción hum ana se m anifiesta, en lo individual, com o nece­ luta, no adm ite ya progreso, la historia, que es relativa, adm ite un
sidad de seguir la ley del im perativo categórico y de los postula­ progreso que para Kant es m ejor en cuanto es más ilustración y
dos de la metafísica. Se m anifiesta, tam bién, en lo social, lo que m ayor realización de la libertad entre los hom bres. Escribe Kant:
toca a los pueblos, dentro de la historia. La filosofía kantiana “En los hom bres [...] aquellas disposiciones naturales que apun­
de la historia es im portante en sí. Es im portante, adem ás, para tan al uso de la razón, se deben desarrollar com pletam ente en la
acabar de ver con claridad las relaciones entre la m oral ideal que especie y no en los individuos.” 149
Kant anuncia en la Crítica de la razón práctica y el hecho m oral
que se da en la com unidad histórica de los hombres. 1J’ Iinm anuel Kant, “¿Qué es la Ilustración?", en Eugenio ím az (irad.), op. cit., p. 25.
148 Jean Lacroix, Histoire et mystère, Castcrm an, París, 1962.
14“ Ininianuel Kant, “Idea de una historia universal en sentido cosm opolita", en Eugenio
'* Ibid., II, ii, 5. ím az (trad.), op. cit.. p. 42.
326 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 327

L a síntesis kantiana K ü lp e , O., Kant, Labor, Barcelona, Buenos Aires, 1925.


L a c r o ix , Jean, Histoire et mystère, C.asterman, Paris, 1962.
Indicábam os desde un principio que de vez en cuando la historia L is s e r , Kurt, El concepto del derecho en Kant, Cuadernos del Cen­
de la filosofía presenta grandes síntesis del pensam iento que a la tro de Estudios Filosóficos, Universidad Nacional A utónom a de
vez reúnen los m ateriales y acarreos de las filosofías pasadas y M éxico, México.
anuncian ya a las filosofías del futuro. R o m e ro , Francisco, Historia de la filosofía moderna, Fondo de Cultu­
En la filosofía de Kant, por lo pronto, vienen a desem bocar las ra Económica, México, 1959. [Breviarios, 150.]
ideas fundamentales tanto del em pirism o com o del racionalismo,
tanto de las filosofías del Estado del siglo x v m , com o las ideas
morales que apuntaban ya en Rousseau. A la síntesis kantiana ha­
brá de seguir la síntesis, sin duda más am biciosa y más consciente
de ser una síntesis, que escribió Hegel. La filosofía moderna, des­
pués de Hegel, com o ya sucedió en Grecia después de Aristóteles,
com o sucedió tam bién en la Edad M edia y el Renacim iento des­
pués de santo Tomás, será una época de novedades. Será tam bién
una de estas épocas en que las grandes síntesis se desintegran, una
de estas épocas en las cuales los filósofos tienden a considerar que
la parte es el todo, una época a la vez destructora de las síntesis
pasadas y, probablemente, indicadora de nuevas síntesis que el fu­
turo habrá de darnos y cuya característica exacta es todavía im ­
posible predecir. Pero antes de pasar a la desintegración de la gran
síntesis del idealismo alem án (Kant y Hegel), es necesario precisar
el sentido del pensamiento rom ántico y, hasta donde se puede en
palabras introductorias, el sentido de la síntesis hegeliana.

Obras de consulta

B r é h i e r , É m ile, Histoire cle la philosophie, vol. II, A lean, París, 1938,


pp. 507-570.
CRESSON, A., Kant, sa vie, son œuvre, Paris, 1955.
C o p l e s to n , Frederick, History ofPhilosophy, vol. VI, Bums and Oats,
Londres, 1960, pp. 180-440.
D ilth e y , W., Historia de la filosofía, Fondo de Cultura Económica,
México, 1951. [Breviarios, 50.]
G a r c í a M ú r e n t e , M a n u el, Lecciones preliminares de filosofía,
Tucum án, 1941.
Ím az , Eugenio, “Introducción a Kant”, en Filosofía de la historia, El
Colegio de México, México, 1941.
CUARTA PARTE

H e g e l y l a c a íd a d e l id e a l is m o
I. F ic h t e y S c h e l l in g

El pen sam ien to que tran scu rre de K ant a H egel tien e, aparte
de su valor intrínseco , la im p o rtan cia de h acernos asistir al
paso de una filo so fía del co n o cim iento y la v id a m oral, com o
la kantiana., a u n a filosofía d ialéc tica y -m etafísica com o la her
geliana.
La riqueza del pensam iento alem án a fines del siglo x v m y
principios del siglo x ix -ro m an ticism o , idealism o, form as re­
novadas de m isticism o - no nos perm ite insistir en cada uno de
los pensadores de la época.1 Sírvanos de puntos de referencia las
obras de Fichte y de Schelling.

Fichte

Johann Gottlieb Fichte nace en Ram m enau (Sajonia) en 1762. De


fam ilia m uy pobre, encuentra un protector en el barón von M iltitz
gracias al cual estudia en la escuela Pforta -m á s tarde habrá de
estudiar en ella N ietzsche-. D espués de residir en Z ürich don­
de es preceptor visita a Kant en Königsberg. C uando se edita su
E nsayo de una crítica de toda revelación, el público cree que
se trata de una obra de Kant. C uando éste aclara que el autor es
F ichte, la celebridad del jo ven filósofo queda establecida. A
ello contribuye tam bién la am istad de Fichte con Goethe, quien
lo recom ienda com o profesor en la U niversidad de Jena. Fichte,
com o Goethe, afirm aba que el principio de toda realidad es la
acción. La filosofía de Fichte queda estrecham ente em parenta-

1 Para apreciar esta riqueza piénsese en los nom bres de Goethe, Schiller, Novalis,
Hölderlin. Lichtenberg, Moritz, los herm anos Schlegel, Ham m an. todos ellos en la raíz
m ism a del rom anticism o y del idealismo.
'•V
332 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o (..> 3 33

da con el activism o rom ántico aun cuando Fichte se declara ene­ lación hom bre-m undo^ En últim a instancia Fichte afirm a que el
m igo de los rom ánticos en cuanto tales. En 1807, ya profesor en m undo es la resistencia necesaria para que se realice la libertad
Berlín después de haber sido acusado de ateísm o en Jena, escri­ de la conciencia, dentro de los lím ites de la moralidad.
be, contra N apoleón, los c élebres Discu rso s a l a n a c i ón alema- El m étodo de Fichte anuncia ya el m étodo dialéctico que vere­
na. M uere Fichte en B erlín en el año de 1814.2 mos m adurar en Hegel. Pero si Hegel se interesó sobre todo p o r ., ■__
La obra de Fichte es extrem adam ente com pleja. No es acaso una síntesis total del universo, Fichte pretende alcanzar una sín-
igualm ente com plejo el contenido de esta obra. En toda filosofía tesis de la vida moral. _
se trata de llevar a cabo, por decirlo con Fichte, una opción ini­ Ya hem os visto que el Yo absoluto pone la existencia del yo
cial. Puede el pensador optar por el “dogm atism o” -térm in o bajo finito ante la existencia del no-yo finito. Filósofo de la actividad,
el cual entiende tanto el spinozism o com o el realism o - o puede Fichte afirma la exfsteTicraTtetrrliüértad y de la voluntad -u n a vo­
optar por el idealism o. Si opta por el prim ero se som ete a la ne­ luntad que habremos de ver desarrollada en sus últimas consecuen­
cesidad de los hechos naturales y prefiere la necesidad a la liber­ cias tanto en Schopenhauer com o en Nietzsche-, una voluntad moral
tad; si opta por el idealism o se decide a tom ar el cam ino de la que. com o la voluntad kantiana, escapa a todas las heteronom ías
libertad. Escribió alguna vez Fichte que el modo en que se filoso­ y se funda en el sentim iento inm ediato de lo justo. En un sentido
fa indica el tipo de hom bre que se es. La “inclinación y el interés” muy preciso es el hombre reflejo de Dios. Si por Dios se entiende “la
llevaron a Fichte a escoger una filosofía de la acción, de la liber­ voluntad eterna” , el hom bre es el ser en el cual, contra los obstácu­
tad y de la liberación de la conciencia. los de la naturaleza, ha de realizarse lo eterno de la voluntad, “Sola­
B uscar el fundam ento de la filosofía es, para Fichte, buscar mente mi voluntad es la fuente de la vida verdadera y de la eterni­
algo indem ostrable puesto que se trata precisam ente de un fun­ dad.”5 La vida hum ana consiste en vivir intensam ente nuestro yo
dam ento absoluto. Este fundam ento es el Yo. No se trata sin voluntario ante un m undo que le resiste; consiste tam bién en sobre-;
em bargo, de un Yo individual ;/*no se trata de un Yo que puede pasar este yo y trascenderlo en Yo absoluto que, en sus últim as i
alcanzarse m ediante la introspección. Es un Yo universal, fun­ obras, Fichte equipara con Dios. Nuestro m undo nos vela la reali­
dam ento de toda experiencia precisam ente porque está “más dad absoluta; “mi fe -e scrib e F ic h te - m ira m ás allá de este velo” .6
allá de toda experiencia” .3 N o se trata tam poco de un principio C uando Fausto m edita en su estudio, quiere “traducir” la frase
lógico. Es cierto que el Yo es igual al Yo idéntico a sí mismo; de san Juan evangelista: “En el principio era el Verbo” y encuen­
pero el principio de identidad 04 = A ) no condiciona este fun­ tra solam ente dos traducciones aproxim adas: “En el principio era
dam ento absoluto sino que es más bien su resultado. El Yo ab­ el espíritu.” Pero, ¿es el espíritu “el que lo crea y conserva todo”?
soluto de Fichte es pura libertad; es tam bién acción pura. De “En el principio era la fuerza.” Pero algo le dice a Fausto que no
este Yo absoluto derivan las conciencias particulares. A la tesis es éste el sentido de las palabras. La tercera traducción es tam ­
fundam ental del Yo responde una antítesis: el n o-Y o^o. si se bién la única traducción exacta: “En el principio era la acción.” Y
quiere, el m undo. Este segundo principio antitético) tam poco es es esta acción en el yo contingente, es esta acción cu el Yo abso-
dem ostrable; su existencia precede al p rincipio de contradic­ luto la que busca, detrás de los velos de las apariencias, Fichte.
ción. La síntesis de este m ovim iento dialéctico son los seres Su filosofía no es ya la del ser ni m enos la del acto puro; es ya la
particulares: este yo particular ante este no-yo concreto: la re- filosofía -ro m án tica a pesar de F ic h te- de la m ovilidad.

: A parte de las citadas, las obras principales de Fichte son: Fundamentos para la 4 La idea de una dialéctica se encuentra en Kant cuando afirm a que el ju icio que
totalidad de una teoría de las ciencias (1 19}). Sistema de ética ( 1798), La vocación del aparece en tercer térm ino es la síntesis de los que lo preceden. Así la infinitud en la
hombre (1800) y El estado comercial cerrado (1800). síntesis de la afirm ación y la negación.
' Johann G ottlieb Fichte, prim era “Introducción” , en Fundamentos para la to ta li­ 5 J. G. Fichte, "L a fe“ , en La vocación del hombre, I I I .
dad de una teoría de las ciencias. 1. 6 Loe. cit.
334 Introducción a la historia de la filo so fía H egel >’ la caída del idealism o 335

\ > v 6,
Schelling ' cristianism o -fo rm a de la religión sobrenatural- y la filosofía alia­
da al arte -fo rm a de religiosidad definitiva- y ya totalm ente he­
M uy distinto, ya to talm £ H t£ _ a tad ó p en sa m ien to de los rom án­ ch a espíritu.
ticos. está el pensar de F nedrich W ilhelm Joseph von Schelling. En su conjunto7 la filosofía de Schelling es poco sistem áti­
C ierto, Schelling era más joven' que Hegel; cierto tam bién que, ca. Sobre todo en sus últim as obras, Schelling, com o lo h a visto
precocísim o, su obra antecede en buena parte a la de Hegel. Bréhier, ‘^cuenta” más que prueb^. Su valor es, sobre todo, de or­
Nacido en 1775, amigo de Goethe, Novalis, Hegel, Hólderlin y den poético. Su influencia en la dialéctica hegeliana es, sin em ­
Schiller, es conocido y célebre a los veintidós, años cuando y a ha bargo, definitiva. En buena m edida Hegel vendrá a poner cuenta
escrito cinco exposiciones de su filosofía. Su pensam iento se acer­ y razón en el m undo inspirado, si bien poco preciso, que trató de
ca al de Friedrich von Schlegel y tam bién al de los m ísticos, com o “contar” Schelling.
Jakob B óhm e, o los rom ánticos com o Novalis. D ecía Novalis:
“L a esencia del rom anticism o es dar cuenta del absoluto.” No era
otra la intención de Schelling. Después de 1797 se suceden sus
libros, entre los cuales hay que señalar muy especialm ente la Fi­ II. L a s ín t e s is h e g e l ia n a 8
losofía del arte (1802) y la Filosofía de la m itología (obra postu­
ma). Cuando m uere Schelling en 185$ su huella ha sido decisiva
tanto en el rom anticism o com o en el idealism o de A lem ania. L a vida de Georg W ilhelm Friedrich,Hegel (1770-1831) transcu­
C ercano a los neoplatónicos, a G iordano Bruno, a los alqui­ rre en pleno periodo rom ántico. N o h a y que esperar sin em bargo
m istas! los herm éticos y los m ísticos, Schelling desarrolla una de su obra m anifestaciones rom ánticas en el sentido que, con de­
filosofía q u e .t iene por esencia, a pesar de sus variadas expresio­ m asiada generalidad, suele darse a este térm ino. Si el rom anticis­
nes,TaTntuición de la naturalez a L a naturaleza o el absoluto son m o se m anifiesta a veces por su carácter irracional, la filosofía de
la identidad del sujeto y el objeto, lo fundam ental, vivo y sustan­
cial (el G rund, la base dg un universo que e s Dios y es tam bién 7 Para los detalles de la filosofía de S chelling habría que tener en cuenta su propia
evolución de Dios e n ^ r n u n d o ). El absoluto se nos presenta bajo evolución constante. E n sus inicios Schelling busca un principio natural de la evolución
la form a de dos potencias: el espíritu y la m ateria; que no son (el oxígeno, com parable al m ercurio de los alquim istas); m ás tarde está influido por la
oposición Yo vs. no-Yo de Fichte. A partir de 1801 (Exposición de m i filo so fia ) sus ideas
otra cosa que el absoluto m ism o m anifestado. La expresión más se vuelven m ás claram ente panteístas hasta culm inar en un devenir de D ios m ism o en
allá del ab so lu ta ^ -u e rp try t^ fH Írito ^ .- .^ .se en­ L as edades del m undo (1815).
cuentra en el arte donde se u n e a y^pactan jjiateria y espíritu. El 8 D ebo advertir que la filosofía de H egel es en algunos de sus libros la más difícil
que se ha escrito. Su oscuridad es m uchas veces el resultado de una riqueza extrem a­
lenguaje m ítico -a lg o com o en V ico - es el lenguaje de los pue­ da de ideas; en otras ocasiones es sencillam ente falta de claridad. Q uien desee em pezar
blos. A la m itología pagana siguió la desm itologización cristia­ a leer a H egel deberá por lo pronto evitar la lectura de la Ciencia de la lógica y aun de
na. Schelling espera, com o lo esperaba F. Schlegel, u n a pronta y la m ayor parte de la F enom enología del espíritu. El lector que quiera iniciarse en la
filosofía de Hegel podrá tener una im presión clara del conjunto de la filosofía hegelia­
renovada m itología. n a si em pieza con ia lectura de la “ Introducción” a la F ilosofía de la historia, a la cual
-■RanteístaT' de un panteísm o dinám ico y dialéctico, Schelling podrá añadir la E stética y, en la form a resum ida que le da Hegel a sus ideas, las partes
piensa, sobre todo el “últim o” Schelling, que Dios se desarrolla de la E nciclopedia de las ciencias filosó fica s, que se refieren al espíritu objetivo y al
espíritu absoluto. Debo advertir tam bién que el resum en que aquí se p resenta es. ante
a partir del germ en prim itivo. Dios m ism o, unión del ser y del no- una filosofía form idablem ente com pleja, una suerte de esquem a que sólo pretende p re­
ser. r.re.a s' ic es ivaniirnte-htiraturaleza (la tesis), el espíritu (la an­ sentar la obra de Hegel sin entrar en los detalles, riquísim os, pero com plejísim os. Sobre
títe s is ) y eLalm a del m undo (síntesis final de Dios y m undo). A la filosofía de Hegel recom iendo especialm ente: B enedetto Croce, Lo vivo y lo m uerto
en la filo so fía de Hegel y Jean H yppolite, Logique et existence. Para quien desee lanzar­
estos tres m om entos de la divinidad m ism a obedecen tres Formas se al estudio m ás profundizado de la Lógica hegeliana, será m uy útil la detallada guía
de la religiosidad: el politeísm o -fo rm a de religión natural-, el que con el título de A Study o f H egel's Logic ha publicado G. R. G. Mure.
336 Introducción a la historia de la filoso fía ^ H egel y la caída del idealism o 337

Hegel es. a fin de cuentas, una filosofía de tendencia racionalista; todas las cosas es ante todo histórica. En este prim er sentido de
si el rom anticism o equivale en algunos casos a sentim entalism o, la palabra, Hegel es rom ántico. Toda su filosofía está dedicada a
la filosofía de Hegel es todo lo contrario de sentim ental; si el encontrar un m étodo que explique el m ovim iento: toda ella es
rom anticism o se concibe com o una rebelión contra el m étodo, la una filosofía en m ovim iento que quiere responder al hecho m óvil
filosofía de Hegel es, en cam bio, una filosofía especialm ente m e­ de la realidad tanto física com o espiritual.
tódica y dedicada a encontrar un m étodo. Ha hecho notar Jacques Barzufi9 que el rom anticism o es, fren­
Es m uy probable, sin em bargo, que ni el irracionalism o, ni el te a la disolución de los valores que establece el siglo xv ill, una
sentim entalism o ni la ausencia de m étodo ni otras cualidades co ­ época que busca soluciones. N aturalm ente estas soluciones pue­
mo el exotism o o la rebeldía sean típicas del rom anticism o. Com o den ser de m uy diverso tipo: idealistas o realistas, reaccionarias o
todo m ovim iento hum ano, el rom anticism o es com plejo en sus revolucionarias. Siguen siendo, en todo caso, intentos de solu-
m anifestaciones. Tan rom ántico es V ictor H ugo com o puede ción. Si es verdad que este espíritu constructivo define por lo
serlo Stendhal, tan rom ánticos tam bién B yron com o Beethoven, m enos a los rom ánticos de la prim era época, Hegel es sin duda
H ölderlin com o G oethe. Los rom ánticos suelen tom ar posiciones uno de los grandes rom ánticos. S u -ü lo so fía pretende no sólo
distintas frente a un m ism o género de problem as. De ahí que el dar una solución posible a los problem as del hombre. P retendedaí
rom anticism o deba buscarse más en una tem ática de época y en una solución definitiva, últim a síñfesis^(te1alikffirnrTr1írcmit T rer
una serie de estím ulos que en una coincidencia de actitudes. Tam ­ nen a desem bocar las filosofías, las creencias, las. f o m a s artísti­
bién el R enacim iento es, a pesar de elem entos coincidentes, una cas del pasado. Y es en este sentido muy preciso que la filosofía
época en la cual pueden presentarse las actitudes m ás opues­ de Hegel se presenta com o la síntesis, la sum m a de los tiem pos
tas: del escepticism o de M ontaigne al panteísm o de Bruno, de la m odernos. Su filosofía es una filosofía del m ovim iento y de la
p hilosophia Christi al pensam iento de la R eform a. De hecho, acción en la lógica, en la naturaleza y en el desarrollo del espíri­
cualquier época y en especial cualquier m ovim iento de ideas se tu; es tam bién una filosofía de la identidad que piensa encontrar
define m ás por el clim a en que viven sus escritores, artistas y en un principio superior la unión de los opuestos y la estabilidad
filósofos que por una reacción unánim e al m ism o clima. últim a de todo lo que se mueve, se altera y cambia. Tal es el sen­
Si buscam os este clim a com ún a todos los rom ánticos verem os tido del m étodo dialéctico que encontram os tanto en la Fenom e­
cóm o Hegel, en quien hay elem entos de clasicism o com o puede nología del espíritu com o en la Lógica, tanto en la Estética com o
haberlos en Goethe, es hom bre de su tiem po y parte muy a m enu­ en la Filosofía de la historia. Al m ostram os la m ovilidad de todas
do de la atm ósfera m ism a del rom anticism o. las cosas, del pensam iento a la naturaleza y de la naturaleza a la
El rom anticism o es, por una parte, una form a cultural que religión y la filosofía, H egel pretende m ostrarnos la profun­
obedece a un m undo en m ovim iento. Cuando Fausto dice “En el da unidad que existe entre ellas. Por decirlo en los térm inos
principio era la acción” , está definiendo una de las coordenadas que usaba Auden, la tentativa de Hegel consiste en hacer del bar­
básicas de todo el m ovim iento rom ántico. De ahí que parezca co una casa.
ju sta la distinción establecida por W. H. Auden en The E n ch a fid
Flood. El clasicismo, piensa Auden, puede simbolizarse en la casa,
en el equilibrio y la m edida de lo que está establecido de una vez El m étodo dialéctico
por todas; el rom anticism o podría sim bolizarse por el barco, por
el espíritu de m ovim iento, de cam bio, que a veces resulta en espí­ El m étodo dialéctico es el que Hegel em plea a lo largo de toda su
ritu de aventura, otra en espíritu de nostalgia por el pasado, pero filosofía para determ inar el m ovim iento. La dialéctica es así un
siem pre parte de la idea y del sentim iento de que el universo .y
el hom bre en el universo están de paso y que la naturaleza de 9 Jacques Barzun, Classic, Rom antic a nd M od em , Anchor, Nueva York.
338 Introducción a la historia de la filo so fía
Hegel y la caída del idealism o 339

m étodo dinam ico que responde a la dinam icidad de los pensa­ La Lógica de Hegel se inicia, com o la lógica aristotélica, con un
m ientos, las tendencias espirituales y culturales de los hom bres. exam en del ser. El ser que aquí exam ina Hegel es el ser en gene­
Desde^eLpmUo d e vista form al, el m étodo dialéctico eonsiste en ral, el ser exento de cualquier determ inación. Si pensam os a fon­
afirmar, revolucionariam ente, que la verdad no surge de la identi­ do la noción del ser en general, verem os que no se refiere a nacía
dad, sino de la oposición y aun de la contradicción. Si establece­ en particular. La noción del puro ser es indiferente. No es ni esto
mos una tesis A, esta tesis, analizada a fondo, dará lugar a su antítesis ni aquello ni lo de más allá. Es. en efecto, una-suerte de vacío. En
no-¿4, la cual, a su vez, analizada a fondo, volverá a rem itim os a este preciso sentido la noción de ser se niega a~sí~mísma v nos
A. En la filosofía clásica esta oposición de términos que nos rem i­ hace pasar a su opuesto: el no-ser. La tesis (ser) nos h a conducido
ten uno a otro era una simple y llana contradicción. Para Hegel, de a la antítesis (no-ser). Si ahora analizam os esta antítesis verem os
la oposición de dos térm inos surgirá un tercer térm ino (la sínte­ cóm o tam bién ella se niega a sí m ism a y nos rem ite nuevam ente
sis), en la cual A y no-A vendrán a reunirse para adquirir sentido al ser, pues el no-ser es im pensable a m enos que lo pensem os
y para dar lugar a una nueva realidad o un nuevo concepto.10 com o una suerte de cosa, o lo im aginem os com o aquella imagen
D entro de este m ecanism o, por ahora descrito desde un punto negra o aquel fondo de m ar im posible, es decir, a m enos que lo
de vista externo, lo que m ás im porta es la presencia de la nega­ pensem os o lo im aginem os com o alguna form a de ser. La nove­
ción. La idea fundam ental de Hegel es que cualquier térm ino, dad de Hegel consiste en sacar de esta contraposición un nuevo
ente físico, espiritual o m oral, contiene en sí su propia negación. concepto, una síntesis-qti^^pntiene a los dos conceptos opuestos.
No una negación definitiva, sin em bargo, sino una-negación que Tal es el concepto del devenir. En el devenir—pensamos por ejemplo
nos conduce a la afirm ación de una síntesis enriqueGida-por la en el devenir que es nuestro mundo para P latón- viene a juntarse el
presencia de los dos contrarios. En este sentido podem os decir ser y el no-ser. El devenir es el concepto de aquello que transita^
con Jacob Loew enberg11 que el papel del filósofo se parece, en la pasa y se altera y, por lo tanto, im plica .ser y no-ser.12
filosofía de Hegel, al del actor. El filósofo tiene que ser capaz de En una palabra: H egel encu en tra una fo rm a d in ám ica de
representar todos los papeles, de hacer suyos -to m a r sobre sí, deducción no sólo en la realidad y en la vida, sino en lo que
dirá H eg el- todos los conceptos y ver cóm o de un térm ino dado podríam os llam ar la vida de los conceptos. En ellos tam bién
nace su opuesto, representar el papel de am bos opuestos para aca­ existe un m ovim iento que se explica por las negaciones m utuas
bar por representar el papel de la unión de los opuestos. de los térm inos opuestos y el reencuentro de una realidad en la
H asta aquí el m étodo dialéctico queda en lo puram ente abs­ síntesis última.
tracto. Veamos, para precisarlo, cóm o funciona en un ejem plo No se piense que las ideas de Hegel sobre el ser, y el no-ser,
tom ado del principio de la Lògici}. Este ejem plo perm itirá preci­ son tan abstractas com o podría parecer en un principio. El pro­
sar más claram ente la intención del m étodo dialéctico. pio Hegel hace notar que si la filosofía occidental se inicia en
el ser, y la filosofía hindú se inicia con la idea de la nada, es, en el
10 Existen claros antecedentes del m étodo dialéctico que podríam os hacer rem on­
tar a G recia. Ya H eráclito hacía depender el m ovim iento de la presencia de opuestos y fondo, porque el ser y la ñ a d a , aunqueTHcT son lo m ism o, son tér­
la m ism a idea persistió en Platón y en A ristóteles cuando am bos quisieron interpretar el m inos que nos rem iten uno a otro.
m undo físico. E xisten, naturalm ente, antecedentes m ucho más inm ediatos. Ya el pro­
Este ejem plo puede servir para precisar dos nociones: la de
pio Kant decía que en cada uno de los grupos de juicios y de categorías del espíritu, el
tercero era la síntesis de los otros dos. Así, por ejem plo, el juicio infinito ( 5 es no-P. es, progreso y la de enriquecim iento.
por su cópula afirm ativa y su predicado negativo, la síntesis de un juicio afirm ativo y de En cualquier tríada -tesis, antítesis, sín tesis- la tesis es siem ­
un ju icio negativo). Más cercanos a Hegel, Fichte y Shelling trataron de aplicar un
m étodo de contrastes y oposiciones a la explicación de la realización conciencia-m un-
pre m ás prim itiva que la síntesis. La síntesis tiene siem pre m ucho
d o (Fichte), y a la evolución total del universo (Schelling). Sin em bargo, la aplicación
15 Hegel usa pocas veces los térm inos ''tesis” , "antítesis", "síntesis” , todos ellos de
sistem ática del m étodo dialéctico se debe a Hegel.
estirpe fichteana. Los térm inos equivalentes en Hegel son: "afirm ación” , “negación" y
" Jacob Loewenberg, "Introducción", en Hegel. Selections, Scribner's, Nueva York, 1961.
"negación de la negación” .
340 introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 341

m ás contenido que la tesis o la antítesis. El devenir es m ás rico de enriquecim iento si se concibe que la naturaleza es prim ero
que el ser o que el no-ser. Por otra parte, la noción del ser es abso­ inorgánica, m ás tarde quím ica, y finalm ente orgánica y viva,
lutam ente pobre ya que no tiene ninguna determ inación. Así, la es decir, que la naturaleza apunta a u na realidad, vital q u e habrá
filosofía de Hegel debe concebirse com o un enriquecim iento pro­ de desarrollarse en realidad espiritual. Bástenos con decir, por
gresivo o, si se quiere, un progreso cada vez m ás lleno de conte­ fin, que en la filosofía hegeliana, la lógica constituye la tesis de la
nido. Este progreso es concebible com o un progreso espiritual. totalidad, una tesis donde se presentan los esquem as ideales de
La filosofía de Hegel es com o una vastísim a sinfonía en la cual la realidad; la naturaleza es la antítesis, es decir, la m anifestación
los m otivos están ya contenidos desde un principio; una filosofía real y concreta de lo que en la lógica era sim plem ente esqueleto
en la cual el desarrollo es básico para llenar estos m otivos de un ideal. C reem os que una breve exposición de la filosofía del espí­
contenido que es riqueza de espiritualidad. ritu, del enriquecim iento del espíritu, desde sus niveles inferio­
En esta sinfonía, donde las afirm aciones y las negaciones nos res en contacto con la naturaleza hasta el concepto de Dios en lo
llevan a una afirmación total y totalizadora, Hegel desenvuelve el m ás alto de la espiritualidad, servirá para dar por lo m enos el
tem a único del universo. Y el universo es, para él, un paso cons­ ritm o de esta filosofía a la vez tan varia com o unificadora.
tante de pobreza a riqueza, de ausencia a presencia. C uando
al final de nuestra exposición veam os cóm o H egel habla de
la identidad de todos los opuestos en un solo principio que po­ El espíritu subjetivo
dem os llam ar el absoluto o Dios, veremos que este concepto es
el m ism o y pobre concepto del ser enriquecido por todas las de­ Entiende Hegel por espíritu subjetivo el “espíritu concreto” .'j En
term inaciones de la naturaleza, del espíritu individual, de la his­ conjunto, en la evolución del espíritu subjetivo -evolución que no
toria, de la vida social, de las artes, de las religiones y del pensa­ es una evolución natural sino una suerte de crecim iento in terio r-
m iento filosófico. asistim os a la desnaturalización o, si se quiere, a la espiritualiza­
La filosofía de Hegel consiste en seguir los m eandrbs de enri­ ción del espíritu m ism o. En su nivel más elem ental el espíritu
quecim iento del ser para poder contem plar, al finárde su expo­ hum ano es lo que Hegel llam a “alm a” , es decir, el espíritu com o
sición, el ser en su totalidad determ inada y viva. lo m ás alto del m undo natural y lo m ás elem ental d en tro d el m un­
do espiritual. El alm a así concebida participa todavía de los he­
chos naturales y es, com o para los griegos, un principio de vida
Las determ inaciones progresivas del espíritu m ás que un principio inm ortal com o lo es para el cristianism o. El
alm a está influida por el clima, por el cambio de las estaciones, por
No hay por qué cansar al lector con la exposición excesivam ente las relaciones biológicas d e supervivencia, reproducción y de vida
técnica del desarrollo de los conceptos lógicos en la filosofía de atada a un m undo físico. El prim er despertar ya m edio consciente
Hegel. Bástenos aquí con decir que el análisis de los conceptos del alm a se encuentra en la sensación y, todavía en un nivel natu­
lógicos -in iciad o s precisam ente en la tríada ser, no-ser, devenir- ral, en el sentim iento - n o la co n cien cia- de sí, una suerte de pri­
acaban por precisarse y dar lugar a algo que parecía serles exter­ mitivo pensam iento de la “individualidad tan sólo natural” ,14 que
no y que es, a grandes rasgos, su antítesis: la realidad natural. No conduce a un sentim iento individual de la “totalidad efectiva”.15
vam os a detenernos, tam poco, en la filosofía de la naturaleza de Pero si el alm a naüiral crece va hasta realizarse com o sentim ien­
Hegel, tanto porque sus conceptos científicos han sido superados to de sí, crece y progresa m ás todavía cuando es conciencia.
com o porque la explicación detallada vendría a añadir bien poco
13 G. W. F. Flegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, III, I. 387.
a un resum en com o el que tratamos de presentar. B ástenos aquí 14 Ibid., 403.
decir que la evolución de la naturaleza es tam bién-unaevolución 15 Ibid., 407.

(
342 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 343

“La conciencia constituye el grado de reflexión o de relación -sociedad no sólo para vivir sino |
del espíritu consigo m ism o en tanto quz fe n á m m a ll16 La concien- tud. Así. la sociedad será la verdad del espíritu subjetivo, es de­
cir. para traducir el térm ino de Hegel. la realización plenaria de
pero tom ada todavía e n un nivel psicológioo)m ás que metafísi- la subjetividad. El desarrollo de la sociedad, de lo m ás primitivo
co. Percepción. entendimieñtoTcÓncíeñcTa de sí. van construyendo a lo más com plejo, de lo m ás natural a lo más espiritual. constá is
la espiritualidad del espíritu hasta llegar al principio superior de la ye la filosofía del espíritu objetivo. r
razón que es, por una parte, la idea de la identidad y. por otra, la po­
sibilidad del conocim iento objetivo y universal. .......... —4
Pero~STÍircoñcIencia es ya grado superior de espiritualidad, El espíritu objetivo: la historia, el Estado
si es la razón la posibilidad-«íisaaa de reflexión clara y distin­
ta, existe en el espíritu subjetivo-on nivel de m ayor progreso y Entiende Hegel por espíritu objetivo la presencia de la “idea ab­
d£ m ayor espiritualización. Es lo que Hegel llam a propiam ente soluta” , pero “en el terreno de la finitud”. 18 Si la idea absoluta es
el espíritu. la sustancia y, en realidad. Dios m ism o, el espíritu objetivo for­
Hegel c o n c ib e el espíritu m m a u m síntesis del alm a v de la mado sucesivam ente por el derecho, la m oralidad y el Estado es
conciencia y una realización m ás alta de am bas no ya en las posi­ la m anifestación de la divinidad y de la espiritualidad en el reino
bilidades de reflexión, sino en la realidad d e la m isma: en la in­ hum ano de la finitud o. por así decirlo, la presencia del absoluto
tuición, el recuerdo, la im aginación y, en últim a instancia, en el en la historia lim itada de los hom bres.
espíritu libre. La libertad viene a unir el espíritu práctico y activo El espíritu absoluto se m anifiesta, prim ero, bajo la form a del
con el espíritu especulativo, y es la reflexión m isma, la capacidad derecho, zona cultural donde se dan la propiedad, resultado de la
de pensar claram ente los m ovim ientos de la voluntad. M ás cerca- necesidad hum ana de poseer, y el contrato social por el cual, se­
^ _ O no a Spinoza de lo que podrá parecer a prim era vista, tam bién gún Hegel, se renuncia al libertinaje individual para garantizar la
g Hegel define la lihertad com o conciencia y no com o capacidad libertad racionalm ente entendida.
qj £ de elección. En un universo que Hegel concibe racional, la liber- Pero la persona hum ana que em pieza a realizarse en el contra­
v ) Tj tad es la razón del universo o, por decirlo en las palabras de Hegel. to social, encuentra su realización libre y subjetiva en la m orali­
~Xj ^ X j “ vr>1l l n t a f 1 s o n r io i n t í*Hp<»n^ia K htv»” )? dad, cuyo fin es la felicidad de los individuos. A sem ejanza- de
L a evolución interna del espíritu subjetivo nos conduce a la Kant, Hegel ve la felicidad en la intención. Á diferencia de K.añt,
^ e a de un posible crecim iento interior que nos lleva de lo más ve que la pura intención, si es nada más subjetiva, puede sencoñ-
__Q prim itivo, lo más anim al dentro de la vida de la conciencia subje- tradictoria y hundirnos en una form a de aüTócon t em placi ón que
_J o tiva, hasta lo más espiritual, racional y, térm ino aquí idéntico, lo nos aleja de la actividad social.
más libre. Por ello, y para que se realice plenariam ente el individuo, Hegel
¿ El espíritu subjetivo, sin em bargo, no se realiza nunca ple­ piensa que el verdadero sentido de la m oral ha de encontrarse en
nariam ente. Com o A ristóteles, H egel piensa que el individuo las diversas form as que conducen al Estado.,.La prim era de estas
solitario e s inconcebible y -qtierdé-55r M p o tétieam m ex ü n c eb i- formas, la m ás natural y tam bién lám en o s espiritual es la fam ilia-
ble. sería un m onstruo aislado. R obinson C rusoe solam ente se que Hegel define co mo “espíritu sensible” 19 La segunda es la
explica por la civilización previa en que vivió Robinson. No hay sociedad civil, espíritu form ado p o r las m últiples personas que
islas hum anas porque el hom bre vive en sociedad y necesita de la constituyen cada familia, ya que Hegel concibe toda fam ilia com o

16 Ibid., 413. 18 Ibid.. 483.


17 Ibid., 481.
"•Ibid., 518.
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344 Introducción a la historia de la filo so fía —'Hegel y la caída del idealismo ' 345
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una sola persona. Por fin, el Estado, que es “la sustancia social que en él sólo tiene el hom bre “existencia racional” , vem os cóm o
consciente de sí m ism a”.20 el Estado se convierte en la form a m ás alta y más espiritualizada
Ya hem os visto cóm o el espíritu progresa hacia más plena-
rias y más com pletas realizaciones. El Estado es 1'■ ¡galizaciéfl ral” .26 Para hablar en el lenguaje de la dialéctica podemos decir
m ás precisa y más clara de la voluntad social- Es necesario dete­ coirH egel que el Estado es “la unificación de la voluntad general
nem os brevem ente para entender cóm o concibe Hegel el Estado y de k> voluntad subjetiva’\ 27 La teoría social y política de Hegel
y cóm o piensa la historia hum ana, que para él es la historia de los es “estatistay En éDEsfádo el hom bre renuncia a su libertad indi­
Estados, desde sus formas más primitivas y más naturales hasta su vidual para otorgarla al dom inio objetivado de la razón. Pero si es
desarrollo espiritual en la sociedad cristiana y el Estado germánico. estatista el concepto de Hegel no es por ello totalitario^om o pue­
C om o antes san A gustín y jtó c o , H egel jponcibe la historia den serlo los conceptos pangermánicüS-de ñftes^áeEsigle-íétíf^-ée-
y hum ana regida por los planes de la providenciá>“Dios y la natu­ la época nazi. De ellos los distingue, a pesar del deseo de Hegel
raleza de su voluntad son una m ism a cosa; y ésta es la que filosó­ de fundar un Estado fuerte., el deseo de que esta fuerza sea m oral.
ficam ente llam am os idea.”21 Dios o, en los térm inos filosóficos El concepto de la historia, la filosofía de la historia que se des­
de Hegel, la idea, interviene en la historia y la determ ina. Y si la prende de las obras de Hegel, es determ inista. La idea universal
historia ha de concebirse bajo las categorías de la variación y del -ra z ó n y voluntad de D io s - determ ina el curso de los., hechor
rejuvenecim iento, puede concebirse tam bién com o la historia de históricos y condiciona la historia del mundo, en su .prog.re.so dc_la
un individuo espiritual - e l conjunto del desarrollo de todos los naturaleza al espíritu. A lo largo de la Filosofía de la historia,
p u e b lo s - cuya guía se encuentra en el “espíritu universal” .22 Y Hegel describe el crecim iento hecho de variedad y rejuveneci­
si D ios es razón y m anifestación voluntaria de la razón, si por m iento que constituye la historia de los puehlos-y-delos. Estados.
o tra parte concordam os con Hegel en decir que “quien m ira “La historia universal va de O riente a 0 £ c id e n te ”j escribe
racionalm ente el m undo, lo ve ra cio n al” ,23 la parte de íaTiíoso- Hegel.28 En este m ovim iento de traslación de la historia, del Orien­
fía que contem pla lá líisfo riá habrá de ver en ella el progresivo te al Occidente, Hegel divisa varios m om entos que podem os se­
desarro llo de la razón. Por ello Hegel escribe que la-historia es guir a grandes rasgos.
“el despliegue de la n atu ra le z a divina e n u n elem ento particular El prim er m om ento de la historia de la hum anidad - e s decir el
y d eterm in ad o ”»24 prim er Estado h istó rico - constituye la m /artcia def munde^ En la
Si nos preguntam os ahora cóm o se realiza el espíritu en el cur­ infancia de la evolución hum ana encontram os una-foriTía estatal
so de variación y progreso que es la historia, la respuesta que nos fundada en el sistem a todavía de origen fam iliar y paternalista
da Hegel es ésta: por m edio del Estado. En la Enciclopedia de las del antiguo im perio chino. E stado estático e inm óvil, entra sin
- ciencias filosóficas Hegel definía el Estado en estos térm inos: em bargo en relación con otros pueblos. De este encuentro surge
“La sustancia espiritual consciente de sí misma.”25 En la Filoso­ una segunda etapa de la evolución histórica e s t a t u í a mocedad.
fía de la historia encontram os definiciones que aclaran el con- La m ocedad de la historia queda situada en el centro de Asia^y en
cepjtctde Hegel. Cuando nos dice que en el Estado “lo racional la Indía)D entro del m undo oriental, Hegel observa tm ^esp íritu
ad v ien e^ la existencia en el m aterial del saber y querer hum ano” . intuitivo”29 que, socialm ente, se m anifiesta por una dependencia
total de los individuos en cuanto a la form a del Estado. “El im pe­
20 Ibid., 533.
21 G. W. F. H egel. Filosofía de la historia, vol. I, trad. de José G aos, en R evista de rio chino y el m ongol, escribe Hegel, es el im perio d elilespotis-
O ccidente, M adrid, 1928, p. 29.
” Ibid., p. 10. -t' Cf. G. W. F. Hegel. Filosofía de la historia. “Introducción General", II, 3, pp. 81 y 83.
33 Ibid., p. 9. 27 Loe. cit.
24 Ibid., vol. II, p. 24. 23 Ibid., p. 217.
25 G. W. F. Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, III, 535. 2g Ibid.. p. 219.
346 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída d el idealism o 347

m o teocràticoy 30 En la India, en cam bio, el sistem a de castas per- entiende una form a del Estado que ¡
m k e im fr"aristocracia teocràticiíS’ que entraña ya en las clases la responsabilidad de la ley.
altas un espíritu de individualidad ausente en el im perio chino. Pero el Im perio Rom ano sufre de una nueva contradicción in­
Pero estas diferencias, aun dentro del m undo oriental, surgen con terna. Al abstraer la noción de E stado som ete a los individuos a
m ayor claridad a m edida que avanzam os hacia el Occidente. Los una ley igualm ente abstracta y general. Los individuos dejan
pers_as*-que han tenido que m antener bajo su poder a una gran de vivir com o individuos o, com o dice Hegel m etafóricam ente.
“Rom a se convierte en un panteón de todos los dioses y de todo

(
diversidad de pueblos, se han visto obligados a conservar la indi­
vidualidad de los m ism os y a otorgar a los ciudadanos un alto espíritu, pero sin que estos dioses y este espíritu conserven su
grado de libertad. Si “la C hina y la India perm anecen fijos en sus vida característica” .35 A la objetividad excesivam ente abstracta
principios” , Persia, en cam bio.^‘constituye propiam ente el cam ­ de los rom anos sucede la subjetividad -a h o ra llena de senti­
bio entre O riente y O ccidente” .31 En Egipto, por fin, ve Hegel una d o - del cristianism o. Con el cristianism o lo ideal y lo real se iden­
constante coexistencia del principio estático de la voluntad del tifican en la encarnación de D ios en Cristo.
Estado y una prim era tentativa por com binar esta autoridad con El cristianism o es la m áxim a m an ifestació n de la unidad
las exigencias de los individuos. Egipto e s, eiLuna_palabra, la entre lo real y lo ideal, lo co n creto hum ano y lo divino. “El es-
síntesis del m undo Oriental. píritu ha llegado a la co nciencia de que el espíritu es lo venia-
La m ocedad de la historia se m anifiesta, propiam ente, en G re­
cia. La adm iración de Hegel por los griegos no queda anulada por senectud, siem pre que este térm ino no indique-decadencia*si­
la incapacidad de los helenos de form ar un Estado coherente. no “p erfecta m adurez” .17
G recia, con sus m ultitudes de Estados-ciudad es “el reino de la El m undo germ ánico, del cual es para Hegel m odelo el Sacro
herm osa libertad”.32 En Grecia,' m ás que en E gipto, se realiza con Im perio Rom ano G erm ánico y realización verdadera del espíritu
plena conciencia la unión de los opuestos que planteaba el m un­ del pueblo alem án, es la realización plenaria del espíritu cristia­
do oriental: la libertad de la persona y la idea de una sociedad no: la unión de la divinidad_y el E
sustancial. Pero la libertad, que Hegel no concibe com o libre elec- de fa Iglesia y del Estado, la espiritualización_i
ción sino com o clara conciencia de la necesidad histórica, es efí­ “racionalización” de la Iglesia.
m era com o el m undo “de las más graciosas flores” .33 Lo que hace Este concepto de la historia es, sin duda, controvertible. M u­
la debilidad de los griegos es su identificación de la moraliHari chas de las observaciones de detalle son, dentro de la filosofía de
y la belleza» Com o las flores, una m oral que se vincula a la belle­ la historia de Hegel, justas y m uchas de sus descripciones llegan
za, está destinada a desaparecer. a adquirir verdadera calidad literaria. No es nada seguro que la
A la m ocedad alegre del m undo griego viene a sustituirse, la historia haya procedido m ecánicam ente del O riente al O cciden­
edad viril del Im perio Romano. En él Hegel ve a la vez la síntesis te, y es m enos seguro aún, que el Estado sea la m anifestación
del m undo antiguo y el com ienzo del m undo m oderno. La moral m ás alta de la espiritualidad social. El concepto de un destino
se transform a en ley, la obediencia, com o diría R ousseau, en de­ espiritual de los pueblos germ ánicos, en los cuales, y contradic­
ber. Rom a, con su desarrollo de las leyes y del derecho em pieza toriam ente con la idea m ism a de evolución, parece cesar la histo-
a dar form a a un “Estado abstracto” ,34 térm ino por el cual Hegel -ria, es sólo justificable si se enm arca en la época de Hegel y si se
| entiende com o una m anifestación del deseo de llevar a cabo la
30 Ibid., p. 220. unidad alem ana.
31 Ibid., p. 221.
3: Ibid., p. 223. 35 Ibid.. p. 225.
33 Loe. cit. 36 Ibid., p. 227.
34 Ibid., p. 224. 37 Loe. cit.
348 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída d el idealism o 349

Pero si son criticables la rigidez y el m ecanism o con que pro­ en él “la idea busca todavía su verdadera expresión artística”. En
cede Hegel al interpretar la historia, hay que darse cuenta tam ­ la arquitectura sim bólica lo característico es que “el hecho de
bién, en ju sticia hacia Hegel, de que la historia y el Estado en el que la casa, el tem plo y dem ás construcciones son simples m e­
cual la historia encam a no son la realidad espiritual definitiva que dios con vistas a un fin exterior”.39 O beliscos, colum nas, son, en
Hegel buscaba a lo largo de su m inucioso análisis del espíritu el O riente y, principalmente, en la India, form as colosales, de gran­
hum ano. M ás allá de la historia, m ás cerca de la espiritualidad, des dim ensiones que quieren dar la im presión de una sublim idad
m ás cerca de la idea están, sucesivam ente, el arte, la religión re­ que en ellas se sim boliza.
velada v la filosofía coh^.n-i-i supfemíkr- Es de nuevo G recia la que representa la m ocedad - y a veces en
la estética se tiene la im presión de que esta m ocedad es m ad u rez-
dentro de la evolución de la arquitectura. En G recia nace el arte
El espíritu absoluto: arte, religión, filo so fía 38 clásico que es el arte de arm onía, donde el contenido y la form a
se integran para alcanzar una verdadera unidad de sentido. El ar­
El espíritu absoluto, realidad m áxim a del hom bre y del m undo, te clásico de los griegos es individual y universal. En él vienen
m uestra, nuevam ente, un progreso que es. sobre todo, crecim ien­ a reunirse el deseo de expresión espiritual y la afirm ación de una
to interior. El prim er paso de este progreso está representado por form a que es el contenido vivo".
el arte. En él em pieza a realizarse totalm ente la idea, es decir, La arquitectura rom ántica, cuya expresión más cabal estaría
tanto la aproxim ación de la conciencia hum ana a Dios com o la en la catedral gótica, “logra, a base de recogimiento, abandonar el
plenaria realización de D ios mismo. terreno de lo finito para elevarse hacia Dios, en quien encuentra
Las artes presentan, com o la historia, un progreso que va de el descanso buscado” .40 La ascensión libre de la arquitectura ro- -
las artes m ás naturales, aquí llam adas sim bólicas, a las artes más m ántica y, especialmente, gótica, representa un poder espiritual
espirituales -ro m á n tic as-jp o r m edio de las artes clásicas. Hegel que se eleva m ás allá de la materia.
llam a sim bólicas especialm ente a las artes arquitectónicas, clá­ En cada una de las artes encuentra Hegel esta evolución de >
sica a la escultura y artes rom ánticas a la pintura, la m úsica y lo m aterial a lo espiritual, de la sensualidad a H c o n a a i a i l ^ g r o
la poesía. Sin em bargo el paso de lo sim bólico a lo rom ántico a algunas de las artes están m ás cerca siem pre de una de las tres 3r
través de lo clásico se m anifiesta en cada una de las artes. Vea­ clasificaciones. La arquitectura es, en su conjunto, sim bólica y,
m os, prim ero, y a título de ejem plo, cóm o la arquitectura pasa aun en sus m ás altas expresiones, natural y física. La escultu­
por las tres etapas indicadas, en un viaje del O riente al O ccidente ra, donde lo vivo es representado en piedra, tiende a ser el arte
que es sim ilar al m ovim iento m ism o de la historia. Ello nos per­ clásico por excelencia. Las artes rom ánticas se espiritualizan O N
m itirá precisar las nociones de-sim bolism o, clasicism o v rom an- sucesivam ente en la pintura, la m úsica y la poesía. La pintura
ticismo. Veamos, en segundo lugar, la jerarquía de las artes y las exige ya de quien la crea y de quien la contem pla una m ayor pers­
razones que llevan a Hegel a pensar que las m ás altas, las m ás es­ picacia espiritual puesto que es una form a donde las tres dim en­
pirituales, son la pintura, la m úsica y la poesía.) siones del espacio deben ser percibidas en las dos dim ensiones
Lo que Hegel llam a arte sim bólico es lo que KanUxIos-antec^- de la tela o del m uro;ia-m ú& ka parece trabajar ya más allá de
sores prerrom ánticos de Hegel hubieran llam ado arte sublime)) toda m aterialidad. En ella, y m ás aún en la poesTa^se m anifiesta
En este género de arte predom ina el contenido s ó b re la form lfy la divinidad encarnada en el espíritu del hom bre. “Gracias al so­
nido, escribe Hegel, la m úsica se aparta de la form a exterior y de
58 N o me he ocupado en este libro de cuestiones de estética. En el caso de H egel se
hace indispensable hacerlo, ya que el sistem a de las bellas artes es un paso necesario en
el conocim iento del absoluto. L a estética está aquí al servicio de la m etafísica y es paso 39 G. W. F. Hegel, Estética, vol. ni, Prim era parte, “L a arquitectura".
dentro del cuerpo de pensam iento m etafísico. 40 Ibid., “L a arquitectura rom ántica” .
350 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 351

su visibilidad perceptible y necesita, para la concepción de sus dad de suprim ir todo conocim iento sensorial imaginativo o figura­
productos, de un órgano especial, el del oído que, com o la vista, tivo. La filosofía así concebida es, doblemenTe, üirrofféTTexión y
form a parte no de los sentidos prácticos, sino de los sentidos teó­ reflexión sobre la razón, el absoluto, la idea, que Hegel llam a tam ­
ricos y es aún m ás ideal que la vista.”41 La poesía, p o r fin, es la bién Dios. “Así, lo que en la religión era contenido, o una m anera
unidad de todas las artes y su m anifestación m ás altam ente espi­ de im aginar otro contenido, es aquí la acción propia del yo.”44
ritualizada. A la idealidad de la m úsica la poesía une la palabra, y Queda el círculo cerrado, porque la filosofía de Hegel es cícli­
así lo que en la m úsica era todavía expresión sensible espirituali­ ca y circular. Cuando en un principio Hegel hablaba de esta no­
zada, es ahora expresión espiritual con pleno sentido. ción vacía que llam aba el “ser” , hablaba de lo m ismo que ahora
Podrían hacerse a la Estética de Hegel objeciones sem ejantes llam a espíritu absoluto. L a diferencia es que, en el prim er caso el
a las que ya hem os dirigido a su filosofía de la historia. U na vez “ser” estaba vacío de contenidos, m ientras que en el segundo caso,
que Hegel ha establecido los m oldes de su filosofía parece que de el absoluto es la totalidad de los contenidos que nos han llevado
una m anera rígida tiene que colocar en ella, siguiendo un orden de la lógica a la naturaleza, de la naturaleza al espíritu y, dentro de
preestablecido, todas las realidades de la vida y del espíritu hu­ éste, crecientem ente espiritualizado el espíritu hum ano, del espí­
mano. Sin em bargo, las observaciones de Hegel con relación a ritu subjetivo al objetivo, del espíritu objetivo al espíritu absolu­
cada una de las artes son a m enudo m uy interesantes, y sus co­ to. Si ahora nos preguntam os cuál es el absoluto en la filosofía de
m entarios sobre la poesía, lo m ejor dentro de su Estética. Hegel, la respuesta ha de ser doble. Si nos referim os al contenido
“El reino más próxim o que sobrepasa al reino del arte, es el de del absoluto, habrem os de decir que es toda la filosofía hegelia­
la religión. La conciencia de la religión adquiere la form a de la na. Si nos referim os al m odo de conocer este absoluto, la res­
\ representación cuando el absoluto se desplaza de la objetividad puesta será que este conocim iento se realiza plenariam ente en la
1 del arte hacia la interioridad del sujeto.”42 Y si por un lado ve razón. “Q uien quiera ver el m undo racional lo verá racional” , de­
Hegel en la poesía una tendencia a la religión y, a veces, una cía Hegel. Tal es, sin duda, la tentativa de su filosofía. Y Hegel, co­
expresión religiosa, ve en la religión revelada el fin de todo arte mo Heráclito, resulta, a fin de cuentas, no tanto un filósofo del
y una de las dos form as m ás altas de la conciencia hum ana. cam bio, sirtadg la unidad del cam bio y de la unión de los contra­
L a religión revelada se m anifiesta en la fe, o, en las palabras de rio s que encontram os en el mundfi del-cambio.-
Hegel, en la “presencia inm ediata de D ios”.43 Cristo, en cuanto Esta consideración general nos conduce a dos consideraciones
Dios encam ado, y los evangelios, en cuanto revelación de C ris­ más. P or una parte la palabra “evolución’}, cam bio, dialéctica, in­
to, son el m om ento más alto y definitivo de la religión revelada. dica a veces en Hegel un verdadero cam bio que ha tenido lugar
La religión revelada, si bien representa una de las dos form as en la historia. Tal sería el caso de su concepto de la fam ilia, de la
m ás elevadas de la espiritualidad, no es, sin em bargo, la form a sociedad, del Estado, de la historia hum ana y en parte de la histo­
espiritual definitiva. En la vieja querella entre la razón y la fe, ria de las artes. Pero la palabra “cam bio” puede indicar, y así lo
Hegel se inclina hacia la razón. Es ella y sólo ella, la que acaba hace m uchas veces, un progreso interno del espíritu, una llegada
por dar sentido al mundo. Revelación clara y distinta del espíritu del espíritu a escalones cada vez m ás altos de realidad. Así, la
absoluto. La filosofía es. en plenitud de razón, la cúspide d e to d a religión, que sin duda tiene una historia, es, en sí m ism a, un gra­
la investigación hegeliana. La ventaja de la razón y de su em pleo do superior con referencia al espíritu estético. Lo m ism o sucede
en la filosofía sobre cualesquiera de las etapas anteriores de la evo­ con la filosofía en relación con la religión. Evolución en Hegel
lución y del crecim iento del espíritu hum ano, reside en su capaci- significa ya progreso real, ya progreso espiritual e interno de la
conciencia hum ana. '■ _ A
41 Ibid., “L a m úsica".
42 Ibid., vol. i, Prim era parte, 1, 1.
43 G. W. F. Hegel, Fenomenología del espíritu, v n, 2.
352 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 353

P or otra parte, la identificación radical entre razón y realidad D arw in o de N ietzsche es, probablem ente, un nuevo periodo de
conduce a pensar que la filosofía de Hegel es una filosofía pan­ acarreos cuya síntesis apunta hacia el futuro, un futuro que toda­
teista. El absoluto se descubre en la realidad y el absoluto se rea: vía, a m itad del siglo XX, no está vedado.
liza e rrla evolución, doblem ente definida, de los conceptos, las
instituciones, los sentim ientos, las im ágenes y las ideas.
Obras de consulta

La sum m aJiegeliana— B l o c h , Ernst, El pensamiento de Hegel, Fondo de Cultura Económica,


México, 1949.
H egel decía u na vez que el contenido de su filosofía era toda la F in l a y , J. N., Hegel: A Re-examination, Collier, Nueva York, 1962.
historia de la filosofía y, en general, la historia de la hum anidad y G r é g o ir e , Franz, Etudes hegeliennes. Les points principaux du système,
aun del m undo. Si A ristóteles, santo Tomás o Kant habían reali­ P.U.L., Lovaina, 1958.
zado grandes síntesis, es probable que ninguno de ellos tratara H y p po l it e , Jean, Logique et existence, Presses Universitaires de France,
de llevar a cabo una síntesis intencionalm ente buscada com o Pans, 1953.
tal a la m anera de Hegel. En H egel existe no sólo una sum m a del M u r e , G. R. G., An Introduction to Hegel, Oxford, 1940.
pensam iento anterior sino, adem ás, la intención m uy clara de lle­ ______ . A Study o f Hegel ’s Logic, Oxford, 1950.
var a cabo esta summa. H asta tal punto esto es cierto que la filo­ S ta c e , W. T., The Philosophy o f Hegel, MacMillan, Nueva York, 1923.
sofía de Hegel, hecha de cam bio y de m ovim iento, parece a fin
de cuentas detener el tiem po y querer ser la filosofía, es decir, la
últim a filosofía definitiva q u e acaba co n la historia al ser resu­
m en de toda la historia. Paradójicam ente esta intención escondi­ III. La r e f u t a c ió n d e H egel
da de Hegel no deja de dar un tinte estático a una filosofía que se
prom etía dinám ica.
i- a síntesis o sum m a hegeliana está escrita com o la de A ristó­ El panoram a del siglo x ix europeo se ofrece, a prim era vista,
teles o ferde~santo Tomás, en una época de crisis social, política, hecho de diversidad y, por lo m enos en apariencia, de contra­
' religiosa y vital. Com o las grandes síntesis d e t pasado, alcanza dicciones. Por una parte, el desarrollo científico y técnico inicia
alguna verdad absoluta y parece, tam bién, querer organizar el una carrera que en nuestros días se ha vuelto explosiva; por otra,
m undo dentro de un todo, al cual han contribuido todas las filoso­ los rom ánticos parecen encerrarse dentro de sí m ism os en una
fías anteriores. Pero si la filosofía de A ristóteles, que fue totali­ ¡ form a de contem plación subjetiva. A las políticas unitarias de
zante, se vio seguida por filosofías que tom aban la parte por el ‘ Italia y A lem ania parecen contraponerse los m ovim ientos libe­
todo -ep icú reos, estoicos, escépticos-; si la sum m a tom ista se rales y, desde 1858, francam ente revolucionarios; el desarrollo
vio desgajada en los últim os siglos de la E dad M edia y dio lugar, creciente de la burguesía y la presencia igualm ente creciente de
a veces por reacción, a interpretaciones totalizadoras de las par­ las clases trabajadoras. El siglo x ix presenta el aspecto de una
tes -O ck h am es aquí el ejem plo más claro -, la filosofía de Hegel época de crisis y de lucha. Y en este sentido la noción darwinia-
no term ina con la historia. D e hecho, y a pesar de Hegel, inicia un na de la lucTia dé las especies o la concepción m arxista de la lucha
nuevo periodo histórico donde lo que en Hegel era totalidad, va a de clases son expresiones claras de una lucha real en el cam po de
desm em brarse, donde los filósofos volverán a tom ar la parte por la vida y de la cultura.
el todo. Y este periodo, que se inicia con las filosofías críticas y.; a Pero estas oposiciones, tan evidentes en apariencia, siguen, en
pesar de todo, totalizantes de Comte, de Marx, de Kierkegaard, de el fondo, una línea de unidad. Algunas veces se han opuesto las
354___________Introducción a la historia de la filo so fia H egel y la caída del idealism o 355

ideas científicas y el m ovim iento rom ántico. No siem pre hay en­ tiem po en que los geólogos y los astrónom os descubrirán que
tre am bos una oposición real. M uchos son los rom ánticos que tam bién la Tierra y las estrellas tienen historia. El m undo es. des­
participan del espíritu científico de los tiempos. La m ism a oposi­ d ia h o ra , el lugar donde se hace una historia verdaderam ente uni­
ción entre el subjetivism o rom ántico y la lucha social no es del versal. Esta revelación del hom bre com o ser entrado en historia
todo clara. ¿N o son los rom ánticos com o Shelley, Victor Hugo o &e m anifestará en todos los filósofos de la época. Todos ellos ten­
el m ism o Espronceda, espíritus verdaderam ente revolucionarios, derán a pensar que el hom bre es m enos una naturaleza que un
profundam ente interesados en el cam bio social de los tiem pos? m ovim iento, menos una esencia que una existencia o, por decirlo
El rom anticism o defiende, sin duda, losvalores espirituales, pero con O rtega y Gasset, m enos un ser que un quehacer.
es en este sentido que el rom anticism o puede considerarse realis~ El historicism o, la concepción del hom bre com o ser que se
ta. Jacques Barzun45 ha m ostrado que los rom ánticos son realistas hace, tiende, en el siglo pasado, con el m odelo de las ciencias
con tan sólo am pliar un poco el sentido de la palabra realidad. Lo tanto físicas com o naturales, a hacerse m aterialista y a interpretar
son si se piensa que un G oethe se preocupa por la ciencia y por al hom bre com o un ser que se desarrolla en la m ateria m ism a de
la teoría de los colores; lo son tam bién si se ve en los rom ánti­ la historia. Algunos, com o Kierkegaard, acentúan el lado espiri­
cos alem anes, com o Novalis o Lichtenberg, analistas de los sue­ tualista del hombre. La m ayoría, com o Comte. M arx, los darwi-
ños que anteceden al pensam iento de Freud; lo son, finalm ente, si nianos o Nietzsche. suprim en toda trascendencia e interpretan la
se. ye en el espíritu rom ántico, una tendencia a. querer m odificar ^historia del hom bre a partir del hom bre mismo. Es en este sentido
J a estructura social y política de los pueblos, tanto si esta m odifi­ que las filosofías de m ediados v fines del siglo x ix son hum anis-
cación se intenta desde un punto de vista tradicionalista. com o en tas. El centro vuelve a ser el hombre. Es en este sentido tam bién
el caso de C hateaubriand, com o si se intenta desde un punto.de. que las filosofías del siglo x ix , por im portantes que sean, tien ­
vista progresista y revolucionario, com o en el caso de Shelley o den a ser reductivas, a reducir el-tod© a- la parte, y. finalm ente, a
V ictor Hugo. negar a Dios para que el hombre sea su p ro p io Dios. M uchas pue­
En una palabra, uno de los hechos determ inantes del siglo x ix den ser las causas de esta supresión de la divinidad y de esta divi­
es la am pliación de la palabra realidad, que es ahora ya no sólo nización del hom bre. La más im portante es la reacción de los
realidad física, sino tam bién realidad biológica, realidad psíqui­ filósofos -tam b ién de los artistas y de los p o etas- contra una in-
ca, realidad social y, sobre todo, en la base de todos los conceptos
culturales del siglo, realidad histórica. Karl M arx, sino tam bién en filósofos nada revolucionarios, com o
v Ya hem os visto cóm o el cristianism o descubre el sentido de la A uguste Com te, y aun en poetas com o M allarm é, para los cuales
historia y cóm o san Agustín y, en el siglo xv n i, Vico, tratan de ex­ burguesía es sinónimo de mal gusto: o en filósofos-poetas com o
plicar los hechos históricos m ediante una teoría general, una fi­ (Nietzsche, para quien el paraíso es, no la rem iniscencia de un
losofía de la historia que los integra y los arm oniza. Kant o Hegel mtmdcrrfiejor. sino el sueño de un hom bre transform ado en su-
se preocupan igualm ente por dar un sentido unitario a la variedad perhom bre. el sueño de un paraíso en la Tierra—-
de los hechos históricos. El siglo XIX es siglo especialm ente his- C uando Feuerbach. crítico de Hegel y m aestro de M arx, afir­
tórico, un siglo que trata de explicar al hom bre-com o se r en cam ­ m a que el único Dios del hom bre es el hom bre m ismo, no hace
bio y a los pueblos com o seres m óviles y progresivos. P or otra sino expresar por adelantado una idea que se generalizará m ás a
parte, a partir de las teorías de la evolución de las especies, ya no m edida que el siglo avance. La idea, salvado el caso de Kierkegaard
sólo el hom bre tiene historia, sino todos los seres vivos. La histo­ es, en conjunto, ésta: el hom bre, que ha dem ostrado su capacidad
ria natural se hace verdaderam ente histórica. Pronto llegará el de progreso, progresará hasta ser un hom bre com pleto, es decir,
ya sea un Dios, ya sea una suerte de ser superior, independiente y
45 Jacques Barzun, op. cit.
autónom o. La reducción es tam bién la misma, trátese de Com te,
356 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 357

de M arx o de Nietzsche: negar la presencia del todo; afirm ar la raba. Es posible que Schopenhauer fuera el m enos nacionalista
presencia de una parte; totalizar esta parte -e l hom bre que puede de los filósofos alem anes. Es seguro que, adm irador de Kant, des­
llegar a ser H om bre- para sustituir al Dios que los filósofos han preciaba las filosofías del idealism o y, en especial, la filosofía de
pretendido perder. Es esta tendencia, m uy generalizada en el si­ Hegel, contra la cual trata de fundar u na filosofía concreta. P o r su
glo pasado, lo que Henri de Lubac ha llamado antiteísmo';porque en vasta cultura, Schopenhauer se acerca a los escritores y a los m ú­
realidad se trata m ucho m ás de una actitud delücK a contra Dios sicos: su filosofía está escrita en la m ejor prosa filosófica alem a­
que de u n a m era ñegación de Tai existencia de la divinidádTTam- na de la época. Por su actitud crítica ante el hegelianismo se acerca
bien en el plano de la m etafísica existe, hecho perm anente del a los primeros críticos de Hegel: J. F. Fries, que se funda en Kant,
siglo x ix . la lucha: la lucha, en este caso, del hom bre que quiere pero reduce la conciencia kantiana a conciencia psicológica; J. F.
deificarse contra el Dios que este hom bre m ism o concibe com o Herbart. analista del lenguaje, pedagogo, influido tanto por Kant
un lím ite para su propia deificación. Típica de este antiteísm o es como por Leibniz;46 B. Bolzano, en quien se preanuncia la fenome­
la frase de Bakunrní; “Si Dios existiera, habría que suprim irlo.” nología de Husserl. Pero si estos filósofos siguen siendo filósofos de
Pero si son Teductivas las filosofías m aterialistas, lo son tam ­ su época, Schopenhauer habrá de tener una influencia más clara en
bién, en su desconfianza a la razón, en su negación de los valores tiem pos recientes: en el vitalism o, en la filosofía de N ietzsche y,
de la cien c ia, en su negación de la carn alid ad del hom bre, en nuestro siglo, en algunos aspectos del pensamiento de Wittgenstein.
m uchos de los filósofos religiosos de la época. El fideísm o 3^ La obra de Schopenhauer puede reducirse a tres libros: La cuá­
Kierkegaard es acaso el m ás típico de esta negación de los valo­ druple raíz del principio de razón suficiente (1813). El m undo
res hum anos, científicos, objetivos y racionales, y la m ás clara como voluntad y com o representación (1818) y los brillantísim os
afirm ación de los valores de la fe. ensayos de Parerga y Paralipomena (1851). Cuando A rthur Scho­
El análisis de seis filósofos: Schopenhauer, Com te, Feuerbach, penhauer m uere, en 1860, su fam a ha quedado establecida; no
M arx, Kierkegaard y N ietzsche, será forzosam ente un panoram a así, o por lo m enos no del todo, su influencia.
incom pleto de la m itad y segunda parte del siglo pasado por lo que En La cuádruple raíz del principio de razón suficiente Scho­
toca a ideas filosóficas. Será suficiente para m ostrar los extrem os penhauer conserva el sistem a categorial de Kant. De este sistem a,
de la afirm ación del hom bre y los extrem os de una serie de filoso­
fías totalizantes que, arrancando casi siem pre de Hegel, vienen a mos encontrar en nuestra m ente com o fenóm eno, com o sucesión
desm em brar y a particularizar el sistem a hegeliano. conceptual y, sobre todo, com o volición. En últim a instancia, pa­
ra Schopenhauer la categoría suprem a es la de la voluntad, fun­
dam ento m ism o del principio de razón suficiente.
Schopenhauer o la negación de la vida No es válido creer que esta voluntad sea exclusivam ente mi
voluntad individual y subjetiva. El m undo m ism o está hecho
“El delito m ayor del hom bre es haber nacido.” Estos versos de de voluntades que son fuerzas. La realidad está h echa d e “pre­
Calderón, citados por Schopenhauer, resumen, si se olvida el con­ sentaciones”47 (com unes al anim al y al hom bre), d e “representa-
texto católico del español, el pensam iento pesim ista del filósofo ciones” y de voluntad, que es a la vez realidad del m undo y de la
alem án. Su filosofía afirm a la vida; la afirm a solam ente com o 46 H erbart, al buscar entes “reales" y concretos, se aproxim a a lo que en nuestro si­
apariencia, una apariencia que, m ás allá de la vida, reclam a una glo se llam ará “atom ism o lógico"; estos entes “reales" se asem ejan, por otra parte, a las
no-vida, una nada, un olvido. mónadas de Leibniz.
47 El term ino alem án Vorstellung, que se traduce por representación, indica tam bién
Nacido en Danzig en 1788, hijo de un com erciante rico, A rthur “presentación": el m undo es así mi voluntad y mi “presentación” del m undo en m í, de
S chopenhauer estaba destinado a una vida holgada. D esde muy la m ism a m anera que es voluntad el m undo y es conciencia prim itiva (presentación) en
joven estuvo expuesto al pensam iento inglés, que su padre adm i­ el reino anim al.
358 introducción a la historia de la filo so fía H egel y la caída del idealism o 359

conciencia. Pero si nos preguntam os qué es lo m ás im portante: la apariencias es alcanzar, por penetración, la quietud del alma: la
representación o la voluntad, verem os en seguida que el principio verdad, para Schopenhauer, com o para el budism o, está en la con­
absoluto es la voluntad. Las ideas v las percepciones están al ser­ tem plación, una contem plación que anula las apariencias y nos
vicio de la voluntad. L a voluntad, por decirlo en térm inos kantia­ hace uno con el todo; regreso de nuestras conciencias individua­
nos, es la “cosa en s f Y com o la voluntad no depende ni d el les y aparentes a la totalidad del universo.
tiem po ni del espacio, debe hablarse de una sola voluntad absolu-
ta y no de una m ultiplicidad de voluntades. En otras palabras, el
m undo puede presentar m últiples apariencias', es de hecho una Auguste Comte y el positivism o \
sola realidad: la de la voluntad misma.
A hora bien, la voluntad es, en esencia, voluntad de vivir, y la La explosión revolucionaria de 1789 y las fallidas tentativas na­
voluntad de vivir es guerra, es lucha, es conflicto. Por su volun­ poleónicas por im poner un nuevo orden im perial a toda Europa,
tad, por su realidad m ism a, las creaturas aparienciales de este contribuyeron a fom entar entre los europeos un fuerte sentimiento
m undo están condenadas a la violencia J4eg.eLhabía racionaliza­ de desazón y de crisis. Filósofos, escritores, artistas, sintieron la
do el m undo de tal m anera que_el mal parecía no caber en él; necesidad de cam biar el orden social. Sintieron, al m ism o tiempo,
Schopenhauer trata de m ostrar q ue el m undo es m alo y que el mal la necesidad de reorganizar las sociedades europeas en una época
nace del conflicto de las voluntades: “el hom bre es un lobo para en que el hom bre es concebido com o ser histórico capaz de pror
el hom bre” , repite Schopenhauer con H obbes.__ gresos ilim itados. D e ahí que la filosofía de principios del siglo
Pero si el m undo es lucha y es violencia, no es este m undo el XIX acentúe una preocupación social, política y moral.
que desea Schopenhauer. De ahí sus diatribas contra la esclavi­ Pocos com o Auguste C om te se dieron cuenta del estado de cri­
tud, la explotación del débil por el fuerte y la guerra. sis de su tiem po. N acido en M ontpellier en 1798. de una fam ilia
Influido por el pensam iento de la India y, sobre todo, por el burguesa, católica y m onárquica, C om te estudió en el Politécni­
budism o, Schopenhauer piensa que debemos escapar de este m un­ co de París. De su época heredó la creencia en el progreso nece­
do que es, para él, literalm ente un infierno. No quiere esto decir sario de la hum anidad; de su fam ilia la voluntad de orden y de
que Schopenhauer defienda el suicidio. XI contrario, el suicidio, t una organización social estable; de sus m aestros parisinos y, prin­
adem ás de ser cobarde, esconde un secreto deseo de viyir y de„. cipalm ente, de S aint-S im o n )la idea de que el hom bre es un ser
sobrevivir por lo m enos en la m em oria de los demásJ*Hay que histórico, progresivo y divinizable. Toda la filosofía de Comte,
renunciar a las apariencias, pero solam ente m ediante dos vías: la expuesta en las C onsideraciones filosóficas sobre las ciencias y
del arte y la contemplacióiLgstética; la de la ascesis y la intuición los sabios, en las Consideraciones sobre el p o d er espiritual, en el
m ística, de un m isticism o, es cierto, que n o requiere de.la-exis­ Curso de filosofía positiva - s u libro m ás im p o rtan te- y. final­
tencia de Dios. Ahora bien, la contem plación artística y la visión m ente. en el Sistem a de política positiva y en el C atecism o p o si­
m ística constituyen un ir m ás allá de las apariencias, más allá de tivista, m uestra la necesidad de integrar y unificar las nociones de
los velos, más allá de la voluntad misma. La voluntad se transfor­ orden, ciencia y progreso. Al igual que Francis Bacon, su antece­
ma así en “voluntad” : la acción en contem plación.48 R ehuir las dente más claro, Com te concibe la ciencia com o una reflexión
aplicable, com o un arte operatorio. Y si Bacon había podido es­
48 En la filosofía occidental son varias las escuelas que afirm an la acción p ara negar­ cribir que “la naturaleza para ser dom inada, debe ser obedecida” .
la: así los epicúreos. P or otra parte, la vuelta a una realidad prim ordial y escondida C om te afirma: "C iencia, de donde previsión; previsión, de donde
podría encontrarse en Platón, a quien S chopenhauer adm iraba, y en Plotino. El futuro
de la filosofía de S chopenhauer hay que buscarlo, úllim a consecuencia del voluntaris­ acción” .49 Tanto en B acon com o en C om te existe la idea de que
mo, en la filosofía de N ietzsche en cuanto éste afirm a no tanto la voluntad de poder sino
la superación del m ovim iento m ism o en el eterno retom o. 49 Auguste Comte, Curso de filosofía positiva. “Segunda lección” , I.
360 Introducción a la historia de la filosofía H egel y la caída del idealism o 361

la ciencia, una vez aplicada, podrá conducim os a la felicidad. La prim era etapa de la hum anidad fue la etapa teológica. En
La diferencia principal entre B acon y C om te reside en que si pa­ ella “el espíritu hum ano, que dirige esencialm ente sus búsque­
ra B acon la felicidad hum ana es el resultado de la técnica y del das a la naturaleza íntim a de los seres, a las causas prim eras y
desarrollo material, la felicidad hum ana viene a la filosofía de finales de todos los efectos [... ] se representa los fenóm enos com o
Com te por m edio de una nueva ciencia a la cual el propio C om te si fueran producidos por la acción directa y continua de agentes
dio el nom bre que todavía lleva: la sociología. sobrenaturales m ás o m enos num erosos, cuya intervención arbi­
Entender el pensam iento de Com te es así, prim ero, descubrir traria explica todas las anom alías aparentes del universo” .51 Comte
lo que entiende por progreso hum ano y establecer, com o el pro­ se refiere así, principalm ente, a las etapas m ágicas y religiosas
pio C om te escribe, la “ley fundam ental” del progreso y de la his­ del pensam iento hum ano, pero las palabras “causas prim eras y
toria;50 es, en segundo lugar, describir lo que Com te entiende por finales” indican que se refiere tam bién a lo que solem os llam ar
positivism o; es, en tercer lugar, clasificar las ciencias con la m i­ r'm etafísica. Para C om te la teología y la m etafísica dejan d? ser
rada puesta en una educación “racional” de la hum anidad; es, por x ien cia s porque-no se. atienen a la experiencia y a las leyes na­
fin, ver cóm o Comte. fiel a su época, renuncia a la religión cris­ turales. Si el progreso debe existir, esta prim era etapa debe ser
tiana para sustituir la religión de sus antepasados por una nueva sobrepasada.
religión de la humanidad. Y es sobrepasada, de hecho, en el segundo estado: el estado
m etafísico. En él, los hom bres sustituyen los agentes sobrenatu­
rales por “fuerzas arbitrarias” , “verdaderas entidades inherentes
a los seres diversos del m undo” .52 En esta etapa com prende C om ­
La ley fundam ental te en parte lo que solem os llam ar metafísica. Com prende sobre
todo en ella los residuos m etafísicos que han quedado en las cien­
cias, residuos que pueden encontrarse en las hipótesis del éter, de
L a idea de una ley fundam ental que explique los diversos hechos
los principios vitales o del alm a. Estas hipótesis que surgen de la
de la naturaleza, de la historia y de la cultura, es frecuente a lo
experiencia de los hechos deben ser rechazadas y con ellas todo
largo de los prim eros cincuenta o sesenta años del siglo x ix .
pensam iento m etafísico, tanto si esto es lo que propiam ente lla­
Darw in buscará en la lucha por la supervivencia y en la noción
m am os m etafísica com o si se trata de la filtración de pensam ien­
de la supervivencia de los seres m ejor adaptados una ley funda­
tos m etafísicos en la ciencia.
m ental; M arx lratará de encontrarla en la teoría de la enajenación
Sobrepasadas las dos etapas primitivas de la humanidad, el hom­
y de la lucha de clases, C om te. D arw in y, Marx "siguen.' cada uno
bre alcanza la etapa que C om te considera definitiva: el estado
en su esfera, el m odelo de Newton, Los tres piensan, com o ya lo
positivo, estado que paradójicam ente, com o paradójicam ente aca­
había pensado Hume para las leyes del espíritu hum ano, que es
baba la historia en el E stado alem án v c ristiano de Hegel. term ina
factible encontrar una ley única, capaz de explicar un cam po d e­
propiam ente la evolución de los pueblos. En la era positiva, que
term inado de fenóm enos. L a tentación de la física new toniana
Com te encuentra ya com o prom esa y m uchas veces com o reali­
invade el pensam iento del siglo x ix .
dad en el m udo que habita, dom inarán las ciencias, la experiencia
Auguste Com te encuentra e sta le y en lo que denom ina la “ley
y una visión racional del mundo.
de los tres estados". En ella hay que saber encontrar tanto una
r La idea de una evolución histórica es. en el caso de Com te. la
idea de la historia com o la idea de que la historia acabará por
(idea de una serie evolutiva rígida. Habremos de ver que esta rigi-
producir un estado de cosas perfectotiTl estado positivo.

51 Ibid., “Prim era lección” , I, 1.


50 Ibid., “Prim era lección” , III. 52 Loe. cit.
362 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 363

dez proviene de que C om te da m ás una ley sociológica que una Podem os definir un hecho positivo: es un hecho experim enta-
ley propiam ente histórica. A ntes, sin em bargo, es necesario pre­ ble, verificable, repetido, que im plica una ley natural, la cual, a
cisar el sentido de la etapa positiva de la hum anidad y precisar su vez se convierte en una ley científica.
qué entiende C om te por un hecho positivo. En el Curso de filosofía p o sitiv a , la ciencia se concibe com o 1
un constante progreso, progreso que consiste en llegar a leyes
cada vez m ás universales, de tal m anera que la representación
L os hechos positivos del m undo sea cada vez más perfecta, aunque nunca llegue a
ser del todo com pleta.
Ya hem os visto cóm o el em pirism o inglés, en sus diversas y aún Sin em bargo, C om te, que cree en el progreso del hom bre y
contradictorias form as, era una filosofía de los hechos. Sin em ­ en la perfectibilidad de la ciencia, co n sidera tam bién que la era
bargo, el em pirism o solía presentar los hechos com o sensaciones positiva es el estado definitivo de la hum anidad. Es en este sen­
individuales en tanto estas sensaciones afectaban el m odo de pen­ tido que, a pesar de que el futuro deba esperarse com o prom e- '
sar de los hom bres. Solam ente B acon trataba de buscar, m ás allá tedor de leyes cada vez m ás generales y m ás perfectas, el senti-
de los hechos, leyes universales o, en sus palabras, fo rm a s natu­ do de la historia es, en C om te, a fin de cuentas, estático. Y lo es
rales. Córate, para quien la ciencia es ante todo experim ental, porque C om te cree que con el pen sam ien to positivo, con la
parte tam bién de los hechos p articulares, pero da m ucha m ás im ­ supresión de la m etafísica y 4& 4 a.ielig ió n , el hom bre podrá
portancia a lo que denom ina hechas^g£ii£iales, es decir, leyes establecer un orden social d efin itiv o .'E s precisam ente en es­
físicas, quím icas o biológicas establecidas a partir de los hechos te orden social donde C om te escam otea sus propios principios.
particulares. El hecho general es la explicación universalizada El antim etafísico que fue C om te se convierte en sociólogo, y el
de los hechos particulares. A hora bien, para que existan leyes ge­ sociólogo es una suerte de cu rio so sacerdote cuyo fin es la ado­
nerales. hechos generales o estadísticos, es necesario que es­ ración del hom bre, ya de una vez por todas convertido en su pro-
tos hechos sean verificables. Tal es la prim era característica de un
hecho p o sitiv o suverificabil idad en la experienciíi^Por ello Comte
p io d lo s ' O \ ¿ ^ 0 , 'O oo ° ‘
escribe: “Es la experiencia únicam ente la que h a podido .propor­ }\\ avú
cionarnos la m edida de nuestras fuerzas-!-3 Frase de doble filo la Sociología y religión de la hum anidad
de Comte. P or una parte indica que ciertos hechos son positivos ,
porque están ligados a la experiencia. P or otra parte sugiere que
ciertas ideas -id e a s m etafísicas, teológicas, re lig io sas- son in- C órate intenta, en el C urso ele filo so fía p o sitiva , una nueva cla­
verificables y, por lo tanto, deben h a c é i s a un lado p o r carencia sificación de las ciencias. E sta clasificación está basada en dos
de utilidad. nociones: la de sim plicidad y la de universalidad. Jerarquizadas,
Pero si un hecho es positivo por ser verificable, es tam bién las ciencias, serán tanto m ás puras y tanto m ás exactas cuanto
verificable porque se p re sen taác iiu in eiarep eu d y . Si los fenóm e­ m ás sim ples, cuanto más universales sean sus fórm ulas y sus
nos fueran variables, caprichosos y azarosos no habría ley posi­ principios. Por ello, ciencia de las ciencias, la m atem ática, que
ble para determ inarlos. De ahí el segundo criterio para que un no es sólo una ciencia pura sino una ciencia 'a p líc a b íe a la ex­
fenóm eno o una serie de hechos sean positivos: su “sujeción a periencia. es la prim era de todas las ciencias. En cuanto a las
leyes naturales invariables” .54 ciencias naturales - la s que m ás interesaban a C om te para el
dom inio de la n atu raleza-, quedan clasificadas, según el m is­
53 Ibid., 5.
m o principio, en el orden siguiente: astronom ía, física, qu ím i­
54 Ibid., 4. ca, cuyo conjunto form an la “física ir
v '• . v\ \ V
') 364___________Introducción a la historia de la filo so fía ______________ Hegel y la caída del idealismo 365

física social o sociología, cuyo conjunto constituyela. ‘‘físicao r- tres etapas deslindadas, progresivas y a la vez estables. Tal es
gánica” . C om te cree que esta clasificación sigue con toda preci­ tam bién la gran paradoja de Com te. H om bre de orden p or educa­
sión su principio de la sim plicidad y de la universalidad. Así, la ción y por influencia del pensam iento científico de su tiem po,
cien cia m ás pura sería la astronom ía; la ciencia m enos exacta, C om te busca tam bién el cam bio y el m ejoram iento de la hum a­
la sociología. Cree C om te tam bién que esta clasificación sigue nidad. Tal es, en sum a, la paradoja que plantea la existencia de
el d esarrollo histórico de las ciencias. P ero cree sobre todo que un estado progresivo - e l estado p o sitiv o - que es, al m ism o tiem ­
estas ciencias habrán de servir para la educación racional de po, estable y definitivo.
los hom bres en todas las esferas sociales. La educación que Si estas paradojas ex isten ya d en tro del cu erp o del Curso
propone C om te prescinde de la religión, d e la metafísica,-de- las de filo s o fía p o sitiv a , se revelan en to d a su desn u d ez en el S is ­
hum anidades, las artes y la poesía. S uprim ida la cultura occi­ tem a de p o lític a p o sitiv a y en el C a tecism o p o sitiv ista . En
dental, C om te se queda con el m undo exacto, preciso, feliz de ellos, la so ciología d eja de ser cien c ia p ara co n v ertirse e n una
las ciencias puras. nueva religión. El an titeísm o de C o m te acab a en u n a extraña
E sta clasificación hace de la sociología la principal de todas deificación del hom bre y una curiosa y significativa d eificació n .
las ciencias hum anas. “F ísica social” , la sociología podrá dar de la h u m anidad y de la sab iduría. C u rio sa, en efecto , porque
a los hom bres las leyes de su conducta y podrá otorgarles la es u n a negación em o cio n al de todos los p rin cip io s racio n a­
felicid ad m ediante la aplicación de leyes tan precisas com o les estab lecid o s en el Curso; sig n ificativ a, p o rq u e nos indica
pueden serlo las de N ew ton para la física o las de L avoisier p a­ que C om te, com o la m ay o ría de los an titeístas) tien e que fu n ­
ra la quím ica. d ar u n a nueva relig ió n —esta vez to ta lm e n te fe tic h ista — u na
Ya in d icáb am os m ás arrib a que la ley de los tres estados es vez que ha querido acab ar con el esp íritu re lig io so del c ris tia ­
m ucho m ás u n a ley so cio ló g ica que u n a ley histórica. C onvie­ nism o. Lo que in d ica la tray ecto ria de C o m te -c o m o en buena
ne, si b ien brevem ente, d istin g u ir aquí entre las leyes que dan parte de la de M arx y la de N ie tz s c h e - es, n eg ativam ente, que
am bas d iscip lin as. L a h isto ria se refiere a los hechos p artic u ­ toda filo so fía reductiv a tien e que re d u cir al ho m b re y dejarlo
lares del pasado. L a historia, com o d irá A. N. W h iteh ead m ás aislado de to d a com u n id ad con D ios. P o sitiv am en te, sin em ­
tarde, se refiere “a este C ésar en esta R om a” . La sociología, en bargo, todas estas filo so fías, en lu c h a ab ierta co n la d iv in i­
cam b io , es la cien c ia de las in stitu cio n e s -fa m ilia , E stado, j dad, d em u estran u n a n ecesid ad de d iv in id ad , u n a necesid ad
Ig le s ia -, C om o tal, la so cio lo g ía debe trata r de los hechos pa- j de relig ió n y de creen cia que es co m ú n a to d o s los hom bres.
sados invariables. Si en la histo ria existen hechos invariables E n un sen tid o m uy claro , las filo so fías an titeístas, en su afir­
-s ie m p re han existido la fam ilia, el E stado, la re lig ió n - el so ­ m ación de nuevas form as relig io sas a veces cu rio sas, a veces
ció lo g o , com o en su cam p o el físico, podrá d ar leyes invaria­ extrañas y las m ás de las veces irra cio n alü L íie n e la v irtu d de
bles, co n stan tes y verificables. H echa a im agen y sem ejanza rep la n tear el p roblem a v ital de la ex isten c ia del ho m b re com o
de la física, la so ciología de C om te se convierte en el estudio ser anim ado, com o ser con alm a, y co n sed - s i no con p resen ­
invariable de las instituciones hum anas. Bien es verdad que en c ia - de D io s.55
estas in stitu cio n e s los contenidos cam bian, com o puede cam ­
biar, p o r ejem plo, la estru ctu ra de la fam ilia. Pero C om te, m ás
55 C om te no está solo en esta doble n ecesidad de negar la religión p ara afirm ar una
p reo cu p ad o por el orden, p o r la regularidad y por la o rg an iza­ nueva religiosidad. Su religión de la hu m an id ad había sido en parte estab lecid a por
ción so cial que por el cam bio, prefiere c o n sid erar los hechos S aint-S im on, m aestro de C om te. y, m ás tarde, p o r la "fratern id ad " saint-sim oniana.
in v ariab les - l a fa m ilia m is m a - y estab le cer una ley co nstante En ella los hom bres eran a la vez sacerdotes y d io ses, v eneradores y venerados. Un
discípulo de S aint-S im on, E nfantin, llegó a creerse la encarn ació n d e C risto. Tanto
p ara el d esarro llo de la hum anidad. Tal es. en efecto, la ley de E nfantin com o C om te eran espíritus positivos que tuvieron que ced er ante la em oción
los tres estados que, rígidam ente, busca en la evolución hum ana religiosa.
366 Introducción a la historia de la filo so fía H egel y la caída del idealism o 367

Feuerbach y la divinización del hom bre56 tem atizar, sino la de hacer entender la vida,.misma:Jtiacer vivir al
h ílo -d eJa vida concreta- Q: como. dice,Eguerhach, “sensible” . La
Entre los “jóvenes hegelianos”, Feuerbach es quien más clara­ verdad no debe ser una verdad abstracta; la verdad depende de
m ente contribuye a fundar una “izquierda” hegeliana57 y es tam ­ la m anera de ver auténtica de cada persona individual y del con­
bién el que m ás claram ente aparece com o pensador de transición junto de las personas: la especie hum ana m ism a. Ver la filosofía
entre el hegelianism o y el m arxism o.58 com o pensam iento abstracto es vivir enajenados ante el sistem a,
N acido en 1804, Ludw ig Feuerbach estudió teología en la alejados de la vida y de la existencia. Adem ás, Hegel em pieza
U niversidad de Heidelberg, asistió a los cursos de Hegel en Ber­ por la noción del ser abstracto. La filosofía debe empezar, según
lín, fue profesor durante poco tiem po y dedicó la m ayor parte de Feuerbach, por el ser sensible: “es el ser sensible e l que es ser
su vida a estudios de filosofía y teología, una teología que fue, ea perm anente o inm utable para_el ser sensible”.61 Por fin, hay en la
esencia, antropología. M urió en Nurem berg en 1872. filosofía hegeliana un conflicto entre dialéctica y fin de la histo­
Entre las prim eras obras de Feuerbach se encuentran estudios ria, entre m ovim iento e inm obilidad.
de filosofía pura: sobre Leibniz, Bayle, Hegel, y sobre la histo­ A hora bien, ¿cuál es este ser sensible por el cual debe em pezar
ria del pensam iento de Bayle a Spinoza. Pero sus obras funda­ la filosofía? Es, en el contexto de Feuerbach, el hom bre m ism o, o
m entales son: La esencia del cristianism o ( 1841), Tesis provisio­ m ás precisam ente, la conciencia del hom bre. Esta conciencia es,
nales p ara una reforma de la filosofía (1842) y L a esencia de la a la vez, yo y tú, diálogo de todos los hom bres contenido ya previa­
religión (1845). m ente en cada conciencia individual.62 Esta conciencia es también
Espíritu religioso, filósofo de la vida concreta, discípulo y crí­ conciencia-sentim iento, conciencia-voluntad y conciencia-razón.
tico de Hegel al m ism o tiem po, Feuerbach ejem plifica la sustitu­ El sujeto que posee la conciencia es el hom bre (hom bre individual
ción de la religión por un nuevo hum anism o en el cual el único y hom bre específico); su objeto es tam bién el hom bre, el hom bre
dios del hom bre es el hom bre mismo. “Los tiem pos m odernos declarado infinito, el hom bre convertido en su propio Dios. “El ser
han tenido por tarea la realización y la hum anización de Dios - l a divino no es sino el ser hum ano o, m ejor dicho, el ser del hom bre
transform ación y la resolución de la teología en antropología-.”59 liberado de los límites del hom bre individual.”63 En otras palabras,
L a crítica que Feuerbach dirige a la filosofía de H egel habrá de una vez que el hom bre se desenajene podrá ser sujeto y objeto de
encontrarse, en buena parte, en la crítica que de Hegel hace M arx; su propio culto: no Dios hom bre sino hom bre divinizado en tie­
coincide, adem ás, en m uchos aspectos, con la crítica que Kierke­ rra. “L a erudición y la filosofía no son para m í sino m edios para
gaard -religioso y teísta- hace al hegelianismo. Hegel es un escri­ hacer surgir del hom bre los tesoros que en él están escondidos.”64
tor sistem ático y, en este sentido, un “artista” ; la filosofía de Hegel
es la filosofía de Fichte “pasado por Schelling” .60 Pero la verda­
dera tarea de la filosofía no debe ser tanto la de abstraer y s ts - K arl M arx y las condiciones m ateriales de la historia65

L a vida de Karl M arx (1818-1883) puede dividirse en seis perio­


56 El interés reciente hacia Feuerbach se encuentra tanto entre teólogos (la relación
Ich und D u en M artin Buber parte de la relación yo-tú en F euerbach), com o entre los dos que responden a los principales m om entos de su desarrollo
estudiosos del m arxism o.
5l Los térm inos "jóvenes hegelianos” acabaron por identificarse con los de "izquier­ 61 Loe. cit.
da h egeliana” . Entre los filósofos de este "grupo" habría que citar a Arnold Ruge ( 1802- 62 E sta idea, en buena m edida derivada de la relación yo-tú en la filosofía de Fichte,
1880), M ax S tim er (1806-1856). Bruno Bauer (1809-1882). es precisam ente la que repercute en ciertas m odalidades de la teología contem poránea:
58 L a influencia de Feuerbach en el joven Marx es decisiva. De Feuerbach procede, por ejem plo en Buber.
entre otros, el uso que M arx dio al térm ino “enajenación". 63 Ludw ig Feuerbach. La esencia del cristianism o, "Introducción.”
59 Ludw ig Feuerbach, P rincipios de la filosofía del porvenir, “P refacio” . 1. 64 Ibid., "prefacio a la segunda edición” .
60 Ludw ig Feuerbach, Contribución a la crítica de la filo so fía de Hegel, 1. 65 Vid. Yves Calvez, La pensée de Karl M arx, Seuil, París, 1956.

/
368 Introducción a la historia de la filo so fia Hegel y la caída del idealismo 369

filosófico. Entre su nacim iento y el año de 1836, Marx se desarro­ situarse dentro de su época porque es, precisam ente, una reac­
lla en el am biente familiar. Su padre, de ascendencia judía, había ción contra la vida m iserable de los obreros, contra un capitalis­
abandonado las viejas creencias fam iliares y se había convertido m o realm ente opresor y contra las enajenaciones hum anas. No
a un protestantism o liberal, hecho de un m ínim o de creencias re­ hay que olvidar tam poco que M arx es filósofo de su tiem po en
ligiosas. La actitud de M arx frente a la religión se ha considerado su teoría del hom bre y del mundo. D entro de las filosofías que.
com o un regalo de nacim iento.66 Entre 1836 y 1848 M arx, que hem os llam ado antiteístas, la de M arx e s, pro b ab lem en te, la
siguió en un principio las enseñanzas de Hegel, traba am istad con más dogm ática y la que más to talm ente quiere encontrar en el
los jóvenes hegelianos e inicia una crítica de Hegel que habrá de hom bre el fin del hombre. Entender la filosofía de M arx es, suce­
aparecer en su prim er libro im portante, los M anuscritos econó- sivam ente, entender su idea del m étodo, su teoría de la enajena­
m ico-filosóficos de 1844. La crítica económ ica y política se ini­ ción, su teoría de la historia - y principalm ente de la historia del
cia en este periodo de su vida. Tam bién en él M arx precisa el ca p ita l- y entender, finalm ente, que la filosofía m arxista busca
sentido del m aterialism o, en parte com o discípulo y en parte en una realización total del hom bre en la sociedad co m unista y
contra de la filosofía de Feuerbach ( Tesis sobre Feuerbach, 1845). en u na suerte de fin de la historia que es aquí contradictoria, co­
De 1845 a 1848 M arx despliega una actividad política revolucio­ mo lo fue en Hegel, con la teoría m ism a de una historia dinám i­
naria que aparece en la M iseria de la filo so fía (1847) -resp u esta ca y evolutiva que propone el propio Marx.
a la Filosofía de la m iseria de P roudhon- y, principalm ente, en el
M anifiesto del partido com unista, escrito en colaboración con
Engels en 1848. Entre 1848 y 1870, M arx dedica todas sus fuer­
M étodo y crítica a Hegel
zas a la liberación de los trabajadores -d e l proletariado, dirá M arx
siguiendo a S ism ondi- y participa en la fundación de la prim era
Internacional (1864). Escribe E l capital, crítica de la econom ía El m étodo que em plea M arx es el de la dialéctica hegeliana. Para
política, cuyo prim er volum en aparece en 1867, y los dos restan­ M arx, com o para Hegel, la historia del hom bre está hecha de con­
tes, después de su muerte. tradicciones que son superadas en etapas posteriores de la evo­
No debe olvidarse que M arx escribe y actúa en el m om ento lución. Pero, contrariam ente a Hegel, el m étodo de M arx trata de
de pleno desarrollo del capitalism o europeo. Su filosofía debe m antenerse dentro de los térm inos concretos de la historia hum a­
na. Si Hegel afirm aba que la filosofía era el m undo al revés, M arx
66 E s difícil dar una interpretación única de la filosofía de M arx - y de Engels, cuyo quiere que la filosofía vuelve a colocarse de pie. E sta diferencia
nom bre se v incula al de su a m ig o - porque ya en nuestros días son m uchas, y a veces
-fu n d am en tal- entre M arx y Hegel m ostrará a la vez el m étodo
con trad icto rias, las interpretaciones m arxistas. El m arxism o ruso de L enin a nuestros
días, p asan d o por Stalin y por Trotsky, h a llevado a disputas tanto de tipo político del m arxism o y el contenido histórico al cual nos conduce el aná­
com o teórico. Por otra parte, el m arxism o occidental parece orientarse cada vez m ás lisis de su método.
hacia una “revisión" y u n a crítica de la interpretación “oficial" rusa, p a ra que el lector
En su crítica a la filosofía de Hegel, M arx sigue de cerca el
tenga una idea de las diferentes interpretaciones del m arxism o, así com o u n a de las
ex p licacio n es m ás eficientes y agudas del pensam iento de M arx, recom endam os el pensam iento de Feuerbach. C on Feuerbach coincide en pensar
libro de Yves C alvez, La Pensée de Kart M arx, Seuil, París, 1956. L o seguim os aquí en que la filosofía tradicional y la de H egel en particular son tan sólo
m uchas de sus ideas y, totalm ente, en cuanto a la evolución vital e ideológica de M arx,
religión convertida en pensam iento abstracto; en que el m ateria­
presentada en la prim era parte del capítulo. R ecom endam os, adem ás, los libros siguien­
tes: Jean L acroix, M arxism o, existencialism o y personalism o, Presses U niversitaires de lism o debe fundarse, com o lo hizo Feuerbach, en una relación de
France, París, 1955; Henri Lefebvre, Le M arxism e, Presses U niversitaires de France, hom bre a hom bre; en que el fin del hom bre es el hom bre m ism o.
París; G yórgy Lukács, El asalto a la razón, Fondo de Cultura Económ ica, M éxico, 1959
Pero el m eollo de la crítica m ás precisa a Hegel puede encontrar­
(am bos libros desde un punto de vista m arxista); Erich From m , M arx y el concepto del
hombre. Fondo de C ultura E conóm ica, M éxico, 1962 (interpretación de Marx com o se en esta frase: “Hegel ha descubierto sim plem ente una expres­
filósofo naturalista y hum anista). sion abstracta, lógica y especulativa del proceso histórico, que
370 Introducción a la historia de la f ilo sofia H egel y la caída d el idealism o 371

no es to d a v ía ia M storia re a / del hom bre com o sujeto dado” .67 m isma. El hom bre que ha estado dividido de sí acabará por ser
L a crítica de Marx es más violenta de lo que podría parecer a pri­ unidad y totalidad una vez que se haya dado cuenta deTa falsedad
m era vista. Para él, Hegel y. m ás generalm ente, los filósofos, han de su división íntima.
descrito una teoría abstracta del hom bre y más que la historia Entre las form as de enajenación hum ana, la que m ás ocupa
han descrito la idea de la historia y han querido refugiarse en esta a M arx en un principio es la que llam a enajenación religiosa Ya
idea apartándose de la vida re a l D e ahí la célebre idea de M arx: Feuerbach había pensado que el hom bre proyecta su ser genérico
si los filósofos no han hecho m ás que interpretar el m undo, se - l a hu m an id ad - en la idea im aginaria de Dios. M arx concibe la
trata ahora de transform arlo. M arx concibe al filósofo, y espe­ religión com o la sum isión del hom bre a sus propias fantasías y a
cialm ente a Hegel, com o un puro pensador, com o el hom bre que sus propios inventos. Ya no es Dios quien crea a los hom bres a su
especula sobre el universo. Hegel tiene razón en pensar que la im agen y sem ejanza; son loi,.iiQinbres quienes crean a su im agen
historia hum ana está hecha de contradicciones; no la tiene en pen­ Ja-im agen de-la divinidad. U na vez creada y creída la im agen de
sar que estas contradicciones son abstractas y de tipo puram ente un Dios om nipotente, el hom bre se som ete a él y, al hacerlo, se
intelectual. Y ello sucede así porque Hegel. com o por lo demás resigna, se esclaviza y deja de actuar com o hombre. Por esto M arx
todos los hom bres, viven en la enajenación, cortados de su rela­ puede pensar -m u y cerca aquí de Com te, m uy cerca de Feuerbach
ción con el m undo real y con la historia de los hom bres y, por lo o de N ietzsch e- que cuanto m ás de sí m ism o atribuya e l hom bre
tanto, cortados y divididos en sí mismos. Para Hegel y para los a Dios, tanto menos le queda para sí. Pero si el ataque a la religión
filósofos anteriores, una cosa ha sido el pensamiento y otra la ac­ es, en C om te o en Nietzsche. de tipo frontal, es en M arx de carác­
ción. Hay que fundir pensamiento y acción y mostrar cóm o el hom ­ ter indirecto. Y lo es porque M arx piensa que la religión proviene
bre es un ser operativo, un ser en el cual el pensam iento es acción de una idea falsa del hom bre y de sus posibilidades de desarrollo.
y la acción es pensamiento. Para entender esta fusión necesaria Si el hom bre llega a entenderse com o hom bre total, la religión
de la totalidad del hom bre es necesario precisar, prim eram ente, acabará por desaparecer por sí sola, se esfum ará com o un sueño
la noción de enajenación, pieza m aestra de la filosofía m arxista. del pasado, de lo que M arx llam a la prehistoria de la hum anidad.
Com o puede verse, la crítica de M arx co n traía religión depende
totalmente de un postulado que M arx enuncia repetidam ente y que
D octrina de la enajenación habría que aceptar en su totalidad para que su crítica fuera válida. El
postulado es que el hom bre puede llegar a ser un hom bre com ple­
L a enajenación es, para M arx, una form a de vida pasiva hacia el
to. Es, en últim a instancia, el m ism o postulado de Comte, el m ism o
m undo y hacia uno mismo. Las diferentes enajenaciones, y prin­
que hace pensar en Feuerbach que el único Dios del hom bre es el
cipalm ente la enajenación religiosa y la enajenación económ ica
hombre mismo. Marx sufre, com o la m ayoría de los filósofos del si­
que tendrem os ocasión de precisar, consisten en edificar entes
glo x ix , de una ausencia de divinidad, de una nostalgia del ser divi­
ficticios, salidos de la cabeza de los hombres que los hom bres m is­
no que quiere encontrar y piensa encontrar en la historia terrestre
m os acaban por considerar com o entes reales y los cuales acaban
de los hom bres. La ciudad de Dios es, para M arx, la ciudad del
tam bién por som eterse com o esclavos. La noción m ism a de ena­
H om bre realizada por el hombre, único autor de su propia historia.
jenación proviene de la filosofía de Hegel. Pero si Hegel pensaba
que la lucha del hom bre consigo m ism o es eterna y sólo podrá
cesar cuando cese la existencia hum ana, M arx piensa, por lo c o rt
Las condiciones de la historia y la crítica del capital
trario, que los hombres pueden desenajenarse dentro de ¡a historia

67 Karl M arx. M anuscritos económico-filosóficos, apud Erich From m, M arx y el con­ M arx es, fundam entalm ente, un filósofo de la historia, y quiere
cepto del hombre, Fondo de Cultura Económ ica, M éxico, 1962, p. 179. encontrar una ley absoluta para explicar el curso de la historia
!|

372 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 373

hum ana. Esta ley es la de la evolución necesaria de la historia “El trabajador, escribe M arx, tiene la desgracia de ser un capi­
condicionada por las determ inaciones económ icas de las diver­ tal viviente.”68 En la sociedad capitalista, tal com o M arx la conci­
sas sociedades. be, la explotación del hom bre por el hom bre llega a su m áxim o
La historia es concebida por M arx com o poseedora de estructu­ porque el capital es la form a de una riqueza acum ulada a base de
ra. Esta estructura o ley de la historia está hecha de las relaciones la utilización del trabajo de los proletarios.
económ icas y sociales. Todo lo dem ás -relig ió n , arte, filosofía, John Locke, Adam Sm ith y, con m ás precisión David Ricardo,
id eo lo g ía- son superestructuras resultado de una estructura eco­ habían visto que la única propiedad o valor común entre las diver­
nóm ica. Con estas dos nociones se precisa y se aclara la noción sas m ercancías está en el trabajo del obrero. Así, escribía R icardo
m ism a de la enajenación. L a enajenación-consistiría, en un m o­ que el valor de una m ercancía depende de la cantidad relativa de
m ento dado de la historia, en pensar que la superestructura, que trabajo que se necesita para su producción, no de la com pensa­
no es sino un resultado, un epifenóm eno de la vida socioeconó­ ción m ás o menos grande que se paga por este trabajo. Algunos
m ica, es la realidad verdadera. De esta m anera cualquiera que econom istas ingleses, y principalm ente Em est Jones, se habían
pensara que el espíritu, o el arte, o la m ism a ciencia tienen una adelantado a Marx y había anunciado la doctrina de la plusvalía,
realidad por sí m ismas, viviría enajenado. Si fuera capaz de ver centro de la crítica m arxista del capital. La im portancia de M arx
la realidad tal cual es para Marx, habría de llegar a la conclusión de en este punto es de dos tipos: surge, por una parte, de la voluntad
que las ideologías, las artes, las religiones de los hom bres son sim ­ científica de su doctrina; por otra, de su espíritu com bativo y re­
plem ente creaciones derivadas que dependen de la estructura. volucionario que integra pensam iento y acción.69
A hora bien, la historia de las condiciones económ icas de la Tam bién para Marx el trabajo del obrero es el denom inador
hum anidad es la historia m ism a del progreso hum ano. Veamos, com ún de todas las m ercancías. Pero este trabajo que M arx llam a
brevem ente, cóm o aplicaría M arx su concepto de la historia a la trabajo prom edio o trabajo hum ano abstracto, no es el de un obre­
historia del pasado; veam os, sobre todo, cóm o la aplica a la críti­ ro individual. Como Kant, que pretendía dar una teoría de las
ca del capitalism o y a la profecía de una sociedad futura que Marx condiciones a priori de todo conocim iento posible, M arx quiere
llam a el com unism o. aclarar la lucha general y abstracta entre el trabajo y el capital,
L a historia hum ana em pieza por un sistem a económ ico de pro­ entre el capitalista y el obrero. La crítica del capitalism o depen­
ducción que depende de una estructura patriarcal. En la sociedad de de las relaciones que M arx encuentra entre la circulación de
patriarcal la propiedad es de tipo fam iliar - s i por fam ilia se en­ las m ercancías y el origen de éstas en el trabajo prom edio de los
tiende aquí grupo tan am plio com o el de la prim itiva fam ilia ro- obreros que las producen.
m a n a - En una segunda etapa de su evolución, los hom bres des­ La circulación de las m ercancías está sujeta a un principio que,
cubren la esclavitud. La vida económ ica depende entonces de la sim bólicam ente, puede expresarse m ediante la fórm ula m - d - m .
utilización de los esclavos. Em piezan a form arse clases sociales La m ercancía produce dinero que, a su vez, es productor de m er­
que pueden vivir del ocio y el arte; la ciencia, la filosofía, em pie­ cancía. Pero ésta no es la fórm ula verdadera del capital. Es, por
zan a desenvolverse. En la econom ía feudal, el señor vive de la así decirlo, su fórm ula enajenada. En efecto, hablar de una m er­
explotación de los siervos. La historia de la hum anidad es la his­ cancía abstracta que produce un dinero abstracto es crear una rea­
toria de la explotación, de los m iem bros de la fam ilia por los jefes lidad enajenada -e l ca p ita l- que parece funcionar por sí com o si
de ella, de los esclavos por los señores, de los siervos por el señor fuera un absoluto. El capitalista quiere obtener ganancias en la
feudal. Esta explotación se presenta, con toda su violencia, y bajo venta de sus m ercancías y en esta secuencia de huevos y gallinas
nuevas m odalidades, en la sociedad capitalista. A la crítica del ca­
68 Ibicl., p. 119.
pitalismo, la últim a y más avanzada de las explotaciones del hom ­ m Tal es la idea de la p ra xis o pensam iento activo y actividad pensada. Vid. Alfonso
bre por el hom bre, M arx dirige sus principales esfuerzos. S ánchez V ázquez, Filosofía de la praxis, G rijalbo, M éxico, 1967.

I
374 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 375

de oro que son las m ercancías y el capital, rige ahora esta nueva del com unism o. Suprim idos el Estado, el capital y, en general
ley: d - m - d . El dinero produce la m ercancía, la cual, a su vez, es todas las enajenaciones, el principio que regirá en la era com u- i
productora de capital. A hora bien, la segunda D de la fórm ula nista es el que ya había anunciado el socialista francés Blanqui: a
im plica m ás dinero que la prim era. En otras palabras, el capitalis­ cada quien según sus necesidades.
ta que em plea dinero, produce una m ercancía y gana dinero, no En el curso de la h isto ria hem os asistido a la lucha del hom ­
sólo obtiene un provecho, sino que obtiene un provecho crecien­ bre contra el hom bre. En la sociedad co m unista habrá term in a­
te. Tal es el sentido de la acum ulación del capital ¿De dónde pro­ do esta lucha. En el curso de la h isto ria hem os asistido a la
viene este aum ento?, ¿cuál es el origen de esta plusvalía? lucha del hom bre con la naturaleza. En la sociedad. com unista
Ya hem os visto que la única característica com ún a todas las se unirán el ser espiritual y el ser natural del hom bre. En el
m ercancías es el trabajo em pleado por el obrero en producirlas. curso de la historia hem os visto ía separación que ha existido
La ganancia que obtiene el capitalista -e s decir, la acum ulación entre la teoría y la práctica. En el m undo com u n ista se habrá
progresiva del c a p ita l- se realiza por m edio de la explotación del acabado la distinción entre una y otra. Es esta idea la que M arx
trabajador. Si el obrero-m ercancía recibe un salario que corres­ expresaba cuando escribía:
ponde a sus necesidades básicas de subsistencia, trabaja, en cam ­
bio, horas extraordinarias en beneficio del capitalista que llega
a acum ular cantidades progresivas de capital. Tal es la teoría de El comunismo es la abolición positiva de la propiedad privada, de
la autoenajenación humana y, por tanto, de la apropiación real de la
la plusvalía.
naturaleza humana a través del hombre mismo,como ser social, es
H asta aquí la crítica económ ica de un capitalism o que es esen­ decir, realmente humano [...] El comunismo como naturalismo ple­
cialm ente injusto porque se basa sobre la explotación del hom bre namente desarrollado, es un humanismo y, como humanismo plena­
por el hom bre. Pero es tam bién aquí donde vemos funcionar la mente desarrollado, es un naturalismo. Es la resolución definitiva
dialéctica m arxista. La sociedad capitalista, al crear una nueva del antagonismo entre el hombre y el hombre. Es la verdadera solu­
clase explotada, la de los proletarios, ha creado el principio de su ción del conflicto entre la existencia y la esencia, entre la objetivación
propia destrucción. Tal es el sentido que M arx quiere dar a la y la autoafirmación, entre la libertad y la necesidad, entre el indivi­
lucha de clases. E n el proletariado, en la clase oprim ida, ve M arx duo y la especie. Es la solución del dilema de la historia y sabe que
la fuente de salvación no sólo de una clase, sino de la hum anidad es esta solución.71
entera. C on la revolución proletaria em pezará verdaderam enteja.
historia de la hum anidad en dos etapas que el m arxismo distin-
gue con los térm inos de socialism o y com unism o. En la prim era Kierkegaard, o de la pasión p o r la existencia
de ellas serán socializados los bienes de producción: en la se­
gunda, el hom bre habrá llegado a realizarse una vez que hayan Mal se puede relatar la vida de un hom bre cuando los aconteci­
quedadO'suprim ldas todas las enajenaciones.7? m ientos externos son pocos y m ucha la vida interior. Tal es el
Después de la fevolución del proletariado, M arx prevé una etapa caso de S0ren Kierkegaard para quien la vida fue, ante todo, inte­
necesaria de dictadura socialista que él m ism o llam a la dictadura rioridad. para quien la obra fue precisam ente la expresión de esta
del proletariado. Esta etapa elim ina las form as capitalistas al su­ su propia vida íntima. La m ejor biografía espiritual de Kierkegaard
prim ir la propiedad privada y al estatizar los m edios de produc­ debe encontrarse en su obra m ism a. Sus libros lo expresan en su
ción. En ella corresponderán a cada quien los bienes que m erezca vivir y en su desvivirse com o pocas veces acontece en la historia
según sus obras. Pero la etapa definitiva de la historia es la etapa del pensamiento.

70 Karl Marx, op. cit. 71 Ibid.. p. 138.


376 Introducción a la historia de la filo so fia H egel y la caída del idealism o 377

El esquem a de los hechos extem os es breve y ofrece tan sólo hecha de contradicciones y de luchas internas. Q uien desee pe­
unos cuantos puntos de referencia que sitúan al pensador en su netrar directam ente en la propia autobiografía espiritual de Kier­
m om ento histórico y en los m om entos principales de su propia kegaard deberá leer los D iarios, que cubren el periodo com pren­
experiencia filosófica vivida. K ierkegaard nació en C openhague dido entre 1834 y 1854. Pero quien desee conocer m ás a fondo la
en el año de 1813, hijo m enor de padres m aduros cuya influencia doctrina filosófico-religiosa de K ierkegaard y ver hasta qué pun­
-principalm ente la influencia p a te rn a - fue decisiva. N acido en to se adelantó a la psicología m oderna y cóm o debe verse en él al
Jutlandia, el padre de K ierkegaard llegó de niño a C openhague fundador verdadero del existencialism o, deberá leer O lo uno o lo
donde prosperó en el negocio de telas hasta convertirse en uno de otro, Temor y temblor, El concepto de la angustia, M igajas filo ­
los principales com erciantes de la ciudad. Su hijo em pezó a desa­ sóficas, La enferm edad mortal. N ada desdeñables son, en su for­
rrollar un vivo sentim iento religioso en el am biente de aquella m a novelada, La repetición', en su form a filosófica, el Postscriptum
casa donde se reunían sem analm ente teólogos y escritores de D i­ no científico, y en su form a religiosa, los D iscursos edificantes o
nam arca. Pero esta vida religiosa en sus inicios parece haber su­ el breve y herm osísim o C onsiderad los lirios del cam po.14
frido un profundo quebranto en los años en que S0ren hacía sus
estudios universitarios. Años libres que serán la experiencia vital
de aquel “hom bre estético” que K ierkegaard describió más tarde El rechazo de Hegel y de la filosofía
com o parte de su propio ser. En 1837 conoció Kierkegaard a R e­
gina Olson, casi niña, de la cual se enamoró. R egina era “ligera S0ren Kierkegaard, com o Marx, dedica acerbas críticas a la filoso­
com o un pájaro, atrevida com o un pensam iento”.72 A lgo m iste­ fía de Hegel, y en realidad su crítica m ás general a toda filosofía
riosa fue la ruptura con Regina. Se debió en parte a la m elancolía debe entenderse dentro del m arco de la filosofía alem ana idealis­
característica del filósofo, m elancolía que se originaba hasta cierto ta desarrollada por Fichte, Schelling y, sobre todo, por Hegel. En
punto en la constitución deform e del propio K ierkegaard y más su estilo hum orístico K ierkegaard inventa, en 1845, este diálogo
claram ente en su deseo de dedicarse por com pleto a una vida con­ im aginario entre Hegel y Sócrates:
tem plativa y activa, una vida de pensador y de polem ista que veía
en el m atrim onio una barrera para sus propias actividades inte­ Sócrates está sentado a la vera de una corriente de leves ondas y
lectuales y para sus creencias religiosas. A lgunos textos de los escucha el murmullo del agua. Hegel está sentado en una mesa y lee
D iarios hacen pensar que K ierkegaard se alejó de R egina para las Investigaciones lógicas, parte II, p. 197 de Trendelemburg. Se di­
que el m atrim onio no los llevara a am bos a la infelicidad. El he­ rige a Sócrates en tono quejumbroso:
S ó c r a t e s : ¿Empezaremos por estar en completo desacuerdo o
cho es que después de este am or -ú n ic o am or verdadero de su
de acuerdo sobre algún punto que llamaremos una hipótesis?
v id a - Kierkegaard se dedicó totalm ente a su obra, hasta su m uer­
H e g e l :...
te, a la edad de cuarenta y dos años, en 1855. Unos m eses antes Sócrates: ¿Con qué hipótesis empiezas?
de su m uerte escribía con su acostum brada intensidad religiosa: H egel: Absolutamente con ninguna.
“¿Q ué es el espíritu? (porque C risto es espíritu, su religión la del
espíritu). El espíritu es: vivir com o m uero (m uerto al m undo).”73
La obra de K ierkegaard es am plísim a. N o es una obra fácil 74 E xisten en español Temor y tem blor (Losada, Buenos A ires, 1941), E tapas en el
cam ino de la vida (Rueda, Buenos A ires, 1947). El concepto de la angustia (A ustral,
porque expresa, a veces con una contradicción deseada y volun­ Espasa-C alpe, Buenos Aires. 1940), La enferm edad m ortal o discurso de la desespera­
taria, los diversos m eandros de una vida que, por ser vida, está ción (Rueda. Buenos Aires. 1941) y El diario de un seductor (A ustral, E spasa-C alpe,
Buenos A ires. 1951). Las dem ás obras pueden encontrarse en la m agnífica traducción
S 0 ren Kierkegaard. D iarios, 1841. 363. En esta cila y las que siguen me atengo a inglesa editada por Princeton U nivcrsity Press y O xford U niversity Press. L a m ejor
la num eración de la edición estadunidense, P rincenton, 1951. traducción de las M igajas filosóficas es la francesa de Paul Petit (Le C aillou Blanc,
73 Ib id ., 1 8 4 4 , 1 4 0 . París, 1947).
378 Introducción a la historia de la filo so fía H egel y la caída del idealism o 379

S ó cra tes : E s m uy posible; tal vez es que no em piezas en absoluto. una síntesis que anula y suprim e a los opuestos. Para Kierkegaard,
H e g e l : ¿N o em pezar yo? ¿yo que he escrito veintiún volúm enes? para este hom bre a quien la vida se presenta com o lucha constante,
S ó c r a tes : ¡Ay, dioses! ¡Qué hecatom be has sacrificado! la idea de una m ediación aparece com o un pacto puram ente teó­
H e g e l : Pero em piezo por nada. rico y vitalm ente im posible. La verdad no está para Kierkegaard
S ó c r a t e s : ¿N o querrás d ecir que em piezas por cualquier cosa? en salvar las contradicciones de la vida, sino en vivirlas. De ahí
H e g e l : N o . Justo al revés. Sólo se entiende al final de toda la
que, com o él m ism o escribía, el verdadero conflicto del hom bre
/' ■! obra, en la cual me he ocupado de todas las ciencias, de toda la histo­
sea el de Hamlet: ser o no ser. En otras palabras, lo que Kierkegaard
ria universal, etcétera.
S ó c r a tes : ¿Cómo allanaré esta dificultad? Muchas cosas curio­
niega es la validez m ism a del m étodo dialéctico. Y si lo hace es
sas han de haber sucedido que me llenarían de alegría. Pero, como sobre todo porque la dialéctica le parece siem pre el m étodo de
tú sabes, ni a Polos le dejé hablar nunca más de cinco minutos y tú las m edias tintas. Hegel diría que lo “uno” lleva a lo “otro” para
quieres hablar veintiún volúmenes.75 que am bos acaben por identificarse en el “uno que es el otro”.
Kierkegaard nos d a a-escoger: “o lo uno o lo otro” porque para
él la vida es un acto de libertad constante, un acto de constante
Es claro que K ierkegaard se divertía en oponer el pensam iento
com prom iso y decisión. K ierkegaard no niega solam ente a He­
vivo de Sócrates a la pesantez sistem ática de Hegel. Pero la acti­
gel. N iega de hecho cu alq u ier in terp retació n excesivam ente
tud de Kierkegaard no era un puro juego. La filosofía de Hegel le sistem atizada de la vida. El ser es el hom bre individual, vivo y
parecía alejarse de la vida. Podía Hegel escribir una doctrina
concreto. El sistem a de los filósofos no toca la verdad de la vi­
sobre la vida, pero no un pensam iento viviente; podía Hegel tra­
da. A la teoría abstracta opone K ierkegaard la experiencia con­
tar de exponer una filosofía de la salvación, pero no era capaz de
creta; a las elucubraciones del pensam iento puro y distraído de la
ofrecem os una vivencia de la salvación. La oposición entre Kier­
vida, la existencia.11
kegaard y Hegel es, ante todo, la de un pensam iento para cuya
m anera de pensar la filosofía es parte de la vida y la de un pensa­
dor que, desde fuera, quiere explicar ex catedra y doctrinariam ente La paradoja en la vida estética, ética y religiosa
qué es la vida. Por esto escribe Kierkegaard en sus Diarios: “Hegel
era un profesor de filosofía, no un pensador.“76
La vida es contradictoria. El m odo de expresar las contradicciones
Podrá notar el lector que hasta este punto la crítica de Kier­
de la vida deberá encontrarse en la contradicción real y no sola­
kegaard se asem eja a la de M arx. También para K ierkegaard es
m ente en la contradicción aparente. A la contradicción tan sólo
necesario vivir la historia; tam bién para él, com o para M arx,
abstracta de la dialéctica hegeliana, K ierkegaard opone la contra­
' 0 v es necesario cam biara! hom bre m ás bien que interpretarlo. Pero
dicción real de la paradoja. Con lo cual Kierkegaard no quiere
pVo X'to en este punto se acaban las semejanzas. El cam bio del hom bre que
decir que la existencia carezca de sentido. Si la vida es lucha, si
p íC propone Marx es so c ia ly revolucionario. La revolución que pro­
es contradicción, habrá que buscar, ciertam ente el sentido de esta
pondrá Kierkegaard es de orden personal, subjetiva y espiritual.
lucha y de esta contradicción. Pero para encontrar el verdadero
No se acaban em pero en este punto las críticas que Kierkegaard
sentido de la existencia habrá que vivir la contradicción misma,
dirige a Hegel. Es probable que la noción más im portante de la
no com o algo externo, sino com o parte integrante de la vida que
filosofía hegeliana sea la de una síntesis final de todas las con­
vamos viviendo.
tradicciones. la noción, en una palabra, de la m ediación. C ada
una de las contradicciones acaban por fundirse, según Hegel. en
77 A pesar de Kierkegaard, su sem ejanza con Hegel ( y sobre todo con la idea hegeliana
75 Soren Kierkegaard. D iarios. 1845, 552. de lucha y conflicto) es clara. Vid. la “Introducción" a la Fenomenología del esp íritu , de
76 Ibid., 1850. 1052. Hegel.
380 Introducción a la historia de la filo so fia H egel y la caída del idealism o 381

Ya en 1838 Kierkegaard definía la paradoja en estos términos: satisface. El hom bre estético es el que no anuda am istades, el que
“La paradoja es, en verdad, el pathos de la vida intelectual y así renuncia a cu alq u ier fo rm a de v id a que pued a orientarlo, el
com o sólo las grandes alm as están expuestas a las pasiones sólo que vive de un m om ento a otro en busca del fugaz placer que
el gran pensador está expuesto a lo que llam o paradojas que no otorgan y niegan cada uno de los m om entos sucesivos de la vida.
son nada más que grandes pensam ientos en em brión.”78 L a m ás Com o Don Juan, el hom bre estético es un seductor, pero com o
alta paradoja está en descubrir algo que el pensam iento no puede Don Juan es tam bién el hom bre que se agota en sí m ism o, el que
pensar. Este impensable (lo único que da sentido a la existencia) es no sabe salir de sí, el verdadero narcisista. En la figura del Fausto
Dios, quien se m anifiesta en la gran paradoja que es Cristo. de Goethe y, sobre todo, en el Judío errante de la leyenda, encuen­
Antes de alcanzar el nivel de la existencia religiosa, verdadero tra K ierkegaard el lím ite del hom bre estético. El prim ero vende
fin de la obra de Kierkegaard. es necesario seguir, con Kierkegaard. su alm a al diablo para agotar todas las experiencias posibles; el
en K ierkegaard y en cada uno de nosotros, puesto que aquí se tra­ segundo vive perseguido por sí m ism o, errante y desesperado.
ta de hechos vividos, Ios-dos estadios que preceden al de la vida Tal es la conclusión de toda vida estética: la desesperación. No
religiosa: el estadio estético y el estadio ético. olvidem os que el propio Kierkegaard fue, en ciertos m om entos
de su vida, este hom bre estético que experim entó la tentación
máxim a. Com o Fausto, Kierkegaard quiso tener la experiencia
I ai vida estética y la desesperación del mal. Como hombre estético quería agotar el campo completo de
las m ás diversas gam as de la experiencia. Pero esta experiencia
Es im portante insistir sobre este hecho: cuando K ierkegaard des­ estética le conducía a la desesperación, una desesperación salu­
cribe un tipo de hom bre -h o m b re estético, hom bre ético u hom ­ dable. Al hom bre estético K ierkegaard le recom ienda que se es­
bre re lig io so - se está describiendo a sí mismo. D e paso, nos está coja a sí m ism o y desespere. Y es que la desesperación es una
describiendo a todos nosotros en cuanto vivimos nuestra vida in­ form a de liberación. Quien desespera deja autom áticam ente de
dividual. Y es que para Kierkegaard, filósofo de la existencia, lo ser un hom bre m eram ente estético y si sabe aprender a desespe­
que cuenta de veras es el sujeto que solam ente puede entender a rarse podrá trascender la “tristeza del hedonista” , la tristeza a que
los dem ás com o sujetos cuando se ha entendido a sí m ismo. C uan­ conduce la búsqueda indefinida de nuevas experiencias. D esespe­
do K ierkegaard busca hacia los adentros de su ser individual e rar es, en principio, una form a de esperar v es renunciar a un tipo
intransferible busca en sí, niveles de vida real que podrá encon­ de vida para tratar de encontrar un tipo de vida superior.
trar en los dem ás si aprende a ser “subjetivo hacia los dem ás” .79
El hom bre estético es el que vive de sus sensaciones sin querer
ir m ás allá de ellas. Por esto Kierkegaard lo sim boliza, sucesiva­ El hombre ético
m ente. en el D on Juan, en el Fausto y en el Judío errante. Don
Juan no se enam ora; vive tan sólo de sus sensaciones, va de una La m oral resulta un paliativo para la desesperación. L a vida ética,
cosa a otra, trata sim ple y sencillam ente de satisfacerse pasan­ que m uchas veces Kierkegaard sim boliza en el m atrim onio, es
do de sensación en sensación. En La repetición se encuentran las una vida ordenada que sigue reglan universales y-necesarias~La
descripciones más agudas de este individuo estético que se crea m oral kantiana, que K ierkegaard tiene en m ente cuando piensa
placeres para huir de los placeres anteriores, que va en busca de en el hom bre ético, es una m oral de orden interno que, al m ism o
nuevas experiencias porque, en el fondo, ninguna experiencia le tiem po, se funda en la moral social. Frente al hom bre estético, el
hom bre m oral vive una vida precisa, racionalizada. Pero es este
78 Spren Kierkegaard, D iarios, 1847, 676. m ism o orden, es esta m ism a racionalidad, lo que lim ita al m ora­
79 Loe. cit. lista. Para él acaban por contar m ás el deber que el amor, la ley
382___________Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 383

moral que la religión, la existencia social que la divinidad. Por Para Kierkegaard la angustia se distingue netam ente del m ie­
ello Kierkegaard piensa que si tratam os de actuar de acuerdo con do. J31 m iedo es siem pre referencia a “algo determ inado” ,81 la
un punto de vista ético tom am os el m odelo en vano. Sócrates, angustia, en cam bio, no se.refiere directam ente a nada. Podem os,
que tue para Kierkegaard el más alto m odelo de hom bre precris­ en efecto, tem er esta noche, este terrem oto o esta piedra lanzada.
tiano, pudo m antener un ideal m oral, pudo m antener una ironía La angustia, que nace de la inocencia, la inocencia adánica del
que es superioridad ante la locura del m undo. Pero Sócrates, en el prim er hom bre, es siem pre indeterm inada. En el estado de ino­
fondo racionalista, no podía tener ninguna “noción del pecado, ni cencia “hay paz; pero hay. al m ism o tiem po otra cosa que sin
que la salvación del hom bre requiere a un Dios crucificado” .80 El em bargo, no es guerra ni agitación pues no hay nada con qué
m odelo de Sócrates, el m odelo del hom bre ético en general, es guerrear. ¿Q ué es ello? Nada. Pero ¿qué efecto ejerce? Nada.
insuficiente porque no es el verdadero modelo: no es el m odelo Engendra angustia. Éste es el profundo m isterio de la inocen-
paradójico de la revelación en Cristo. ciaLque es al m ism o tiem po angustia.”82 Interpretado en el con­
texto del cristianism o, lo que Kierkegaard quiere decir es que el
hom bre, antes de la caída, ha sido creado con libertad y que esta
libertad produce una angustia cuya presencia está en la caída
E l hombre religioso misma. “A sí es la a n g u s tia d v é rtig o d e la-libertad.”81 Este m is­
mo acto libre por el cual el hom bre ha caído es el acto que, en
K ierkegaard ha insistido varias veces en que debem os vivir co­ últim a instancia, puede salvarlo, pues si la angustia e s un d eseo
m o contem poráneos de Cristo. Y es que C risto es la “gran para- de lo que no se tiene, una antipatía sim patizante puede ser reve­
doja”, el Dios hecho hom bre que ha venido entre los hom bres lación de nuestra fim tud de nuestra m ortalidad v, p o r una espe­
para salvarlos y para redimirlos.. E sta gran paradoja -e s ta gran cie de contragolpe, de la presencia del espíritu, de la presencia de
v e rd ad - que es la presencia de Dios en los hom bres y entre los aquel Dios que el hom bre ha perdido en su caída prim era. C laro
hom bres, es el verdadero cam ino de salvación. Pero es un cam i­ está que la angustia es am bigua, com o es tam bién am bigua la
no de salvación que tendem os a rechazar no porque sea falso, libertad que la acom paña. En los D iarios escribe Kierkegaard
sino porque es esencialm ente difícil. D ifícil en un plano vital “L a ‘angustia’ no es m ás que im paciencia.”84 En este m ism o sen­
porque la paradoja del cristianism o es productora de angustia; tido puede pensar K ierkegaard que la m ística es im paciencia,
difícil en el plano racional porque la razón es aquí im potente es decir, una necesidad de revelación inm ediata que no pue­
y debe dejar lugar a la fe. de obtenerse realm ente. Pero la angustia bien entendida es la
Los análisis de K ierkegaard en El concepto de la angustia, que lleva a darnos cuenta de nuestra verdadera .condición: fini­
son im portantes tanto desde el punto de vista filosófico, com o tos, lim itados, tenem os un deseo infinito de infinita presencia.
[ m etafísico y teológico. La influencia de K ierkegaard será per­ Laxevelación de la finitud, a la cual se llega m ediante la fe, es la
ceptible tanto en la filosofía existencial de H eidegger y de Sartre jsolución a la angustia, el alcance de la verdadera libertad. Al cons­
i com o en diversas ram as del psicoanálisis. No olvidem os, sin truir la finitud de cada persona, la angustia nos construye y nos
em bargo, que la intención de K ierkegaard al analizar la angustia coloca, cara a cara, ante el infinito, ante el Dios que nos ha crea­
fue sobre todo religiosa y que el uso que se ha hecho posterior­ do y cuyo entendim iento va más allá de nuestra lim itada y finita
m ente de sus preocupaciones no siem pre m uestra este em peño inteligencia.
por determ inar el sentido religioso de una experiencia psicológi­
81 Sfircn Kierkegaard, El concepto de la angustia, 1. 5.
ca o m etafísica.
82 Loe. cit.
83 Ibid. ,11. 2.
mlbid., 1850, 1122. MS0ren Kierkegaard, Diarios, 1850, 1039.
384 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 385

La razón y la fe ciudad donde descubrió la filosofía de Schopenhauer y donde trabó


amistad con Richard W agnef:\Schopenhauer había desarrollado la
Vimos cóm o Tertuliano prefería lim itar la inteligencia para abrir leería dc.quecl mundo no es más que lo que querem os y pensamos
a puertas llenas, el cam ino de la fe: credo quia absurdum, es de­ gue e s. En sus propias palabras, “voluntad y representación”. La
cir, creo, no porque la fe sea absurda, sino porque es absurda la preem inencia que Schopenhauer daba a la voluntad influyó deci­
razón. Como la de Tertuliano, la actitud de Kierkegaard es fídeísta. sivamente en el pensam iento de N ietzsche y dio lugar a que éste
K ierkegaard desconfiaba de los sistem as fdosóficos. Pero a pudiera desarrollar su doctrina de la voluntad de poder. A W agner
las razones de esta desconfianza que dábam os en un principio le unía un sentimiento romántico y heroico de la vida que se esfumó
debe añadirse ahora una más. La razón hum ana, m edida fini­ en cuanto Nietzsche pudo pensar que W agner hacía concesiones
ta del hom bre finito, no puede dar el saltus m ortalis. que lleva a a la m oral cristiana. A la influencia de Schopenhauer y a las afini­
la infinitud. De ahí que no pueda probarse la existencia de Dios. dades con W agner habría que añadir -c o s a que no suele hacerse-
En estas palabras, tal vez algo oscuras a prim era vista, lo dice la influencia de las teorías de la evolución. Intuitivo, con rasgos de
Kierkegaard: “Inm anentem ente (en el m edio fantástico de la abs­ genialidad, la influencia de Nietzsche fue profunda tanto en la psi­
tracción) Dios no existe, Dios sólo existe para un hom bre que cología com o en las letras y las ideas morales. Falsas y deformadas
existe, sólo puede existir en la fe."*5 En breves palabras para los interpretaciones de su pensamiento lo colocaron entre los filósofos
sistem as filosóficos, siem pre abstractos, Dios se define com o preferidos por la Alemania nazi. El aspecto más positivo de su filo­
ser; para un ser vivo com o el hom bre vivo, Dios solam ente pue­ sofía hay que encontrarlo en un hecho preciso: la m ayor parte de su
de presentarse a la fe com o Dios vivo. Y a quien pregunte por qué obra nos obliga a volver a pensar los valores sobre los cuales se
cree K ierkegaard en Dios, contestará Kierkegaard: Es totalm ente funda nuestra vida. Como todos los filósofos críticos - y Nietzsche
cifiHo porque m e la dijo rru padre, mi padre, es decir. s u ü io s . es acaso el más crítico de todos los filósofos- su obra nos obliga
Caballero de la fe, com o Abraham , sabe tam bién Kierkegaard, a m iram os con nuevos ojos. Y si queremos desechar las ideas de
com o san Pablo, que el Dios de la fe cristiana es Dios de amor. Nietzsche -filósofo poeta y poeta p atético- es necesario que haga­
“¿Q uién no am ará a un Dios que am a?”86 mos nuestra su experiencia para entenderla y después sobrepasarla.
Las obras principales de Nietzsche son: El origen de la tragedia,
A s í habló Zaratustra, La genealogía de la m oral y M ás allá del
Nietzsche, o de la nostalgia del paraíso perdido bien y del mal. En el prim ero de estos libros distingue Nietzsche
dos espíritus prevalentes entre los griegos: el espíritu apolíneo,
C uando m uere N ietzsche en el año de 1900 term ina el siglo xix. claro y racional y el espíritu dionisiaco, instintivo, primitivo y ro­
En la filosofía de N ietzsche puede encontrarse la form a más mántico. El origen de la tragedia arroja nueva luz sobre el m undo
extrem osa de esta sustitución de Dios por el hom bre que -salv o griego. A rroja una luz definitiva sobre el propio pensam iento de
el caso de K ierkegaard- encontram os en los grandes filósofos N ietzsche quien, en su filosofía, habrá de ser el defensor del ins­
posthegelianos. tinto frente a la razón, el sirviente de D ionisio que quiso rom per
Nacido en Rocken (Sajonia), en 1844. de una familia que había los que pensó ser ídolos de Apolo.
dado a A lem ania varios teólogos, N ietzsche em pezó sus estudios
de filosofía en la Universidad de Bonn. D estacado filólogo desde
su juventud, prosiguió sus estudios en la Universidad de Leipzig, El instinto y la crítica de los valores

N ietzsche creía que el pensam iento europeo había sufrido una


85 Ibid., 1846. 605.
86 lbid.. 1852, 1266. deform ación que proviene en parte de Platón y en m ayor parte
386 Introducción a la historia de la filo so fía Hegel y la caída del idealism o 387

todavía del cristianism o. El prim ero contribuyó a deform ar la rea­ tos a que nuestra razón sea razonable y que nuestra religiosidad
lidad en cuanto pensó que el m undo podía explicarse m ediante la sea auténtica. Ello no quiere decir que debam os renunciar a la
razón. El segundo vino a deform ar la que N ietzsche considera religiosidad o a la razón. Y de ello es prueba, tal vez a pesar suyo,
m oral verdadera al suprim ir los valores vitales y sustituirlos por el propio Nietzsche. Más aún que Comte, m ás que Marx, Nietzsche
valores que eran, para Nietzsche. de dudosa espiritualidad. La tiene que acabar por afirm ar una nueva razón de ser y una religio­
reacción de N ietzsche contra el platonism o se am plía hasta cons­ sidad que es, por lo pronto, m ucho m enos coherente que la razón
tituir una crítica de la filosofía y de la razón; la reacción contra el platónica y m ucho m enos auténtica que el cristianism o verdade­
cristianism o le lleva a diferenciar entre la m oral de los am os y la. ramente experim entado.
m oral d e io s esclavos.
En su crítica contra los filósofos, lo que de veras critica Nietzsche
es, por una parte, eLvalor de la razón y. por otra, lo que podríam os La voluntad de p oder y el superhom bre
llam ar en térm inos de psicología m oderna, la “racionalizacióri” .
^Los filósofos han querido hacernos creer que toda la realidad Ya desde C alicles algunos filósofos han pensado, com o diría la
j es explicable por razones claras y distintas. En realidad, piensa fábula de La Fontaine, que “la razón del m ás fuerte es la m ejor
Nietzsche, la razón es una apariencia y lo que es verdaderam ente de las razones” . N ietzsche lleva a sus últim as consecuencias, si­
real en los hom bres es el instinto. Es en este sentido que N ietzsche tuándolo dentro de una visión evolucionista del hom bre, esta idea
dice que toda filosofía es una autobiografía más o m enos velada. que, diversam ente, encontram os en el pensam iento político de
Por otra parte, los filósofos proceden hipócritam ente porque sus M aquiavelo o de Hobbes o en el pesim ism o de los m oralistas
verdaderos intereses no están en las “ideas” sino en “la fam ilia franceses com o La B ruyère y La Rochefoucauld.
acaso, o en hacer dinero o en la política” .87 Nietzsche, en efecto, hace depender toda la vida hum ana de los
Pero si los filósofos, por un racionalism o que es “racionali­ instintos. Pero ¿cuál es el instinto que im pulsa a todos los dem ás?
zación” han hecho un daño incurable a la m entalidad europea, Este instinto básico es el de la voluntad de poder, es decir, la vo­
m ayor es aún el daño que han hecho los teólogos cristianos. luntad de dom inar que se encuentra en los “fuertes” y en los hom ­
M oralista o “inm oralista” , si así se quiere, cree N ietzsche que el bres “selectos”.88 H asta ahora la historia ha sido la historia de una
cristianism o, al afirm ar los valores de la debilidad, de la piedad, aüánza: la de los débiles que, reunidos, han tratado de elim inar a
de la caridad y del am or al prójim o ha lim itado definitivam ente el lo s verdaderam ente fuertes. Los sistem as políticos dem ocráticos
valor básico del hom bre: su voluntad de poder. D e ahí que para o socialistas no serían sino el resultado de esta alianza de la “ra­
N ietzsche haya que invertir la escala de los valores y sustituir zón” y de los valores que ha preconizado el cristianism o tal com o
los valores clásicos de la m oralidad por un nuevo valor: el de los lo entendía Nietzsche. Si la voluntad de poder es una voluntad de
im pulsos vitales. dom inio y si aceptam os, con Nietzsche, que esta voluntad de do­
'""¿Q ué pensar de la crítica de N ietzsche? Hay en ella, sin duda, m inio es un hecho que ha de convertirse en derecho, la conse­
valores positivos. Es verdad que m uchas veces nuestra razón nos cuencia obvia de su filosofía es que la nueva m oral habrá de ser
hace olvidar nuestra vida; es verdad tam bién que existen fal­ moral de los fuertes cuya fuerza verdadera habrá de elim inar la
sos tipos de religiosidad y que puede darse el fenóm eno de lo que fuerza ficticia de los aliados por debilidad. Pero esta m ism a idea
el m ism o Nietzsche llam a “neurosis religiosa” . Pero de esto a ne­ presupone, com o dice el propio Nietzsche. que el hom bre no es la
gar el valor de la razón hum ana y de la experiencia religiosa hay m edida de todas las cosas. Más allá del hom bre tal com o lo cono-
un paso insalvable. Después de N ietzsche debemos estar más aten­
88 Es sobre lodo en este punto donde los nazis erraron al interpretar a Nietzsche.
Nietzsche no pensó que los alem anes fueran una raza superior ni que fueran ellos los
87 Friedrich Nietzsche, M ás allá del bien y del m al, I, 6. elegidos, los “egregios" o los "selectos".
388 Introducción a la historia de la filo so fía
Hegel y la caída d el idealism o 389

cem os está el hombre del futuro que, con Nietzsche, llam arem os Obras de consulta
el superhom bre. En A sí hablo Zaratustra, N ietzsche profetiza
la llega del superhombre: “Os enseño el superhombre. El hom bre ALTH U SSER, Louis, El pensamiento teórico de Marx, Siglo xxi, Méxi­
es algo que debe ser sobrepasado. ¿Q ué habéis hecho para sobre­ co, 1967.
pasar al hom bre?” ;89 “el hom bre es una cuerda tendida entre el A N D L ER , Charles, La Maturité de Nietzsche, París, 1928.
anim al y el superhom bre -u n a cuerda sobre el ab ism o -” .90 “El ARON, Raymond, Le grand Schisme, Gallimard, París, 1951.
superhom bre es el sentido de la tierra. Dejad que vuestra volun­ Berlin, Isaiah. Karl Marx, Oxford, 1952.
tad diga: El superhom bre será el significado de la tierra.”91 C a lv e z , Yves, La Pensée de Karl Marx, Seuil, París, 1956.
A s í habló Zaratustra, el canto que N ietzsche dedica al super­ COLE, G. D. H., Historia del pensamiento socialista, Fondo de Cultura
hom bre, es un libro que pretende ser profètico. Es, a pesar de la Económica, México, 1957-1961.
crítica de Nietzsche a la religiosidad, un libro religioso. Pero es COLLINS, James, El pensamiento de Kierkegaard, Fondo de Cultura
un libro religioso que, al negar la existencia de Dios, quiere pro­ Económica, México.
fetizar la llegada del Dios en la tierra, quiere encontrar en el futu­ F ro m m , Erich, Marx y el concepto del hombre, Fondo de Cultura Eco­
ro la nostalgia de un paraíso que N ietzsche creyó encontrar cuan­ nómica, México, 1962.
do preconizó la m uerte de los dioses. ______ et al., Socialist Humanism, Double Day, Nueva York. 1965.
No es de extrañar que N ietzsche tratara de inspirarse en algu­ G o u h ie r , H enri, La Jeunesse d'Auguste Comte et la formation du
nos tem as de la filosofía presocràtica. En los presocráticos, y prin­ positivisme, Bibliothèque d ’Histoire de la Philosophie, Pans. 1933.
cipalm ente en Heráclito. creía encontrar una filosofía viva que el ______ , La Vie d'Auguste Comte, Gallimard, Paris, 1931.
racionalism o de Platón había venido a desterrar del m undo. De K o sík , Karel, Dialéctica ele lo concreto, Grijalbo, 1967.
ahí que N ietzsche insista en uno de los mitos más antiguos de la LACROIX, Jean, Marxisme, existentialisme et personnalisme, Presses
hum anidad, aquel m ito del eterno retom o que, del fuego al fuego, Universitaires de France, Pans, 1950.
repetía, en Heráclito, el curso de cada uno de los “grandes años” . L e f e b v r e , Henri, Le Marxisme, Presses Universitaires de France, Pa­
¿C óm o conciliar esta idea tan presente de un eterno retom o con ris, 1947.
la idea nietzscheana de un progreso lineal hasta el superhom bre? L é v y - B r ü h l, L., La Philosophie d ’Auguste Comte, Paris, 1900.
Es probable que no debam os tratar de conciliar ideas en una filo­ Lowrie, Walter, A Short Life o f Kierkegaard, Princeton, 1938.
sofía que se pretende antirracional. Es probable tam bién que en L u b a c , Henri D e, Le Drame de l ’humanisme athée, Spes, Paris, 1945.
la idea del eterno retom o debam os ver un síntoma: el de la nece­ M e r l e a u - P o n t y , M aurice, Les Aventures de la dialectique, Gallimard,
sidad de la afirmación del instante que, si se repite cíclicam ente, Pans, 1955.
ciclo tras ciclo, de m anera eterna, se convierte en un instante eter­ R id e a u , Emile, Séduction communiste et réflexion chrétienne, Spes,
no dentro de la historia. De ser así, tanto la idea del superhom bre Pans, 1947.
-su stitu to nietzscheano de D io s- y el instante eterno -su stitu to S á n c h e z V á z q u e z . Adolfo, Filosofía de la praxis, Grijalbo, Méxi­
nietzscheano de la eternidad, de la inm ortalidad y de la vida eter­ co, 1967.
n a - no son sino nuevas pruebas de un m ism o deseo am biguo que W ahl, Jean, Études kierkegaardiennes, Aubier, Paris.
le llevó a negar la eternidad y el Dios del cristianism o y le condu­
jo , al m ism o tiem po, a encontrar una nueva form a de religión
basada en la eternización cíclica de la vida humana.
89 Friedrich Nietzsche, A sí habló Zaratustra, “Prólogo” , p. 3.
90 Ibid., p. 4.
91 Ibid.. p. 3.
QUINTA PARTE

P e r s p e c t iv a s d e l s ig l o x x
Puede parecer paradójico hablar de época de transición. Toda la
historia transcurre y, en este sentido, cualquier m om ento históri­
co es transitorio. Hay m om entos, sin em bargo, en que la transito-
riedad de los tiem pos aparece con toda su agudeza. Una cosa es
la transitoriedad de la historia y otra cosa el estado m ás radical­
m ente transitivo de una época o un m om ento. Las cosas suceden
com o si después de largos siglos de esfuerzos la historia cuajara
en ciertos m om entos rem ansados, en los cuales adquieren unidad
las creencias, las ideas, las form as políticas, las artes, las ciencias
y las letras. Tal es el caso del “siglo de Pericles” , de la Rom a del
siglo i, de los siglos x i i y x m de la Edad M edia y de los siglos x v i
y x v n de la Europa clásica occidental. En otras épocas parece
rom perse el curso de la historia y el m undo hum ano parece perder
sus coordenadas establecidas, ya sean estas helénicas, romanas,
cristiano-medievales o coordenadas de los “tiempos m odernos” de
Europa. Las viejas ideas sucum ben o se alteran y aparece al des­
nudo el curso de la historia, su naturaleza móvil y cam biante.
Estas épocas transitivas, épocas críticas por excelencia, no son
todas del m ism o género. A veces la transitoriedad adquiere las
características de la decadencia, com o es el caso de la historia
rom ana, ya visible a la llegada de la dinastía flavia, del im perio
m usulm án de O ccidente a partir del siglo x m o de la España del
siglo x v n . Otras, en cam bio, son crisis de crecim iento, com o es
el caso de los prim eros siglos del cristianism o m edieval, del R e­
nacim iento y, acaso, sin pecar de un optim ism o excesivo, de este
siglo x x que vivim os.1

1 Esta división en crisis de decadencia y crisis de crecim iento es una sim plificación
excesiva. En la m ayoría de las épocas de decadencia existen sim ientes de crecimiento.
En la decadencia del Im perio Rom ano decaen una estructura de gobierno y un sistema de
creencias que dejan el camino abierto para el crecim iento del cristianism o. Por otra parte,
el Estado rom ano sigue siendo el m odelo de la Edad M edia. El imperio de Carlom agno es
una tentativa cristiana de sintetizar cristianism o, im perio y germ anism o - s i por esta pala­
bra se entiende la reunión de las diferentes culturas germ ánicas. Aun cuando se acaban,
las estructuras, las ideas y las creencias de todas las épocas se filtran e infiltran en los nue­
vos sistem as culturales que em piezan a nacer. Adem ás un largo estado de aletargam icnto
394 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo XX 395

El siglo XX es, en efecto, una época de peligros. B aste con No es de extrañar que en los cam pos m ás sensibles de la cultu­
recordar los hechos más negativos de nuestro tiem po para que la ra -a rte , poesía, filo so fía- el siglo XX se m anifieste, ante todo,
crisis del siglo XX se presente com o una de las más álgidas, si no com o un siglo de protesta. La protesta ha sido necesaria para
la más álgida, desde que la historia se hizo historia en O riente y m antener la libertad creadora de la persona. Pero no hay que creer
Occidente a partir del siglo vm a. C. Fue, prim ero, la G uerra M un­ que la protesta existe solam ente entre poetas, artistas, escritores
dial de 1914-1918; fue después la guerra de España; fue la G ue­ y filósofos. Existe tam bién entre los hom bres de ciencia. Don
rra M undial de 1939-1945; fue el nacim iento de los Estados to­ precioso el que ha recibido nuestro siglo, este don de la ciencia y
talitarios que, con una violencia insospechada en la A lem ania de sus aplicaciones técnicas. Lo m alo no es la ciencia, lo m alo no
nazi, nos m ostró que el hom bre contem poráneo puede ser m u­ es la técnica, sino la aplicación deform ada de la ciencia y la téc­
cho m ás prim itivo que los salvajes más prim itivos; fue la bom ba nica con fines destructivos. La utilización de las nuevas ciencias
atóm ica y sigue siendo la bom ba atóm ica que am enaza con la y de las nuevas técnicas habrá de depender de la razón, es decir,
destrucción no sólo de una cultura, no sólo de un sistem a de creen­ de la libertad de todos los hom bres. Y es precisam ente esta razón
cias y de ideas, sino de la hum anidad misma. Estos hechos escue­ la que deben buscar los hom bres de nuestros días, en este siglo
tos m uestran cóm o el peligro está presente com o nunca en el X X . A encontrarla deberán contribuir artistas, poetas, pensadores,
m undo que vivimos. Por otra parte este m ism o peligro ha em pe­ hom bres de ciencia, teólogos, m oralistas. A encontrarla deberán
zado a hacem os m ucho más cautos y, en conjunto, m ás reflexi­ contribuir artistas, poetas, pensadores, hom bres de ciencia, teó­
vos. Sabem os, com o dirían Cam us y Orwell, que som os m ucho logos, m oralistas. A encontrarla deberán contribuir tam bién, y a
m enos justos de lo que pensaron ser nuestros abuelos; sabem os ello han contribuido ya algunas veces en form a radical, los filó­
que som os m ucho m ás prim itivos de lo que pensó el optim ism o sofos. Sólo si todos tratam os de volver a una m ayor racionalidad,
ciego de los positivistas del siglo pasado; sabem os que la ciencia a una m ás honda m adurez, nuestra época será no una m uestra
y la técnica -fenóm enos brillantes y espectaculares de nuestro -a c a so la ú ltim a - de crisis de decadencia, sino una verdadera épo­
sig lo - no son un fin en sí y que las m áquinas que el hom bre des­ ca de renacim ientos.
cubre son neutras, ni buenas ni m alas. Su bondad o su m aldad H asta ahora hem os visto las líneas generales de desarrollo de
depende de la razón o la sinrazón con que el hom bre las utilice. nuestro siglo en un sólo bloque. Es evidente que esta m irada ro­
Es un hecho indudable que las tecnocracias se han desarrollado tunda a lo que va del siglo lleva a u na sim plificación excesiva.
en nuestros días com o no llegaron a hacerlo en los tiem pos pasa­ D e hecho, la crisis de nuestro siglo se ha agudizado a m edida que
dos. Y la tecnocracia es esencialm ente el tipo de gobierno que transcurrían los años y a m edida que las form as de destrucción se
cree en la eficacia m oral, y sobre todo política, de un cientificism o hacían m ás violentas y m ás insensatas. Por otra parte, la últim a
que se ha adueñado del poder. Al hacer de la técnica un fin, la posguerra ha visto nacer nuevos problem as y nuevos fenóm e­
tecnocracia elim ina al individuo, a la persona hum ana, y reniega nos sociales: la extensión del com unism o en el m undo, la inde­
de los valores prim ordialm ente hum anos, personales, vivos y vi­ pendencia de nuevas naciones, el despertar de lo que llam an los
gentes. Uno de los peligros más claros de nuestro tiem po está pre­ franceses el “tercer m undo” . En m uchos sentidos la crisis se ha
cisam ente en esta infiltración de la técnica en la política y en la agudizado. Pero, de hecho, estaba planteada ya desde principios
utilización de las nuevas técnicas -físicas, psicológicas, sociales- de siglo. De ahí que. a pesar de las diferencias entre un filósofo de
con fines de grupo, de partido, de Estado o de nación. la prim era preguerra y un filósofo de la últim a posguerra, exis­
tan entre ellos elem entos de com unidad. Estos elem entos com u­
nes van dirigidos a un esfuerzo por precisar las relaciones con­
no es signo de una muerte necesaria. Hoy asistim os a un renacim iento de la cultura árabe
(modificada por elem entos culturales de origen europeo) que no deja de proseguir, por lo cretas entre los hom bres y, en los casos más venturosos, a un
m enos idealm ente, el m undo árabe de los antiguos califatos. esfuerzo por precisar las relaciones entre los hom bres, el mundo
396 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo xx 397

y Dios. “En conjunto, y salvados algunos m ovim ientos que pro­ pragm atism o a la nueva escuela en la segunda m itad del siglo pa­
siguen el cientificism o del siglo pasado sobre bases m ás o m enos sado. Para Peirce la filosofía es. principalm ente, una lógica de
nuevas, la filosofía contem poránea va hacia lo concreto” (Jean las ciencias. Lo cual no quiere decir que la filosofía sea la escla­
Wahl). Las soluciones que dan los filósofos no son, sin em bargo, va de la ciencia. Peirce escribe: “Si la filosofía contem pla de vez
unitarias. A analizar la diversidad de estas soluciones, más o m e­ en cuando los resultados de las ciencias especiales, ello es sólo
nos precisas, dedicarem os las páginas que siguen.2 para que le sirva de una especie de condim ento que excite sus
propias observaciones.”4 La filosofía debe, por una parte, reco­
ger los datos de las ciencias. Pero debe, por otra parte, y sobre
todo, ser la guía lógica de las ciencias. Esta guía lógica nos dice
I. E l p r a g m a t is m o : f il o s o f ía d e l a a c c ió n que una idea científica será verdadera cuando sea útil, y falsa,
cuando no lo sea. La verdad científica y la verdad filosófica son
así futuras, pues solam ente sabrem os si una idea es útil y verda­
D urante el siglo x ix predom inaron en los Estados Unidos la fi­ dera -p alab ras aquí sin ó n im as- cuando la hipótesis científica o
losofía idealista, cuyos m ás altos representantes fueron Ralph filosófica sea verificada en el futuro. Por otra parte la verdad,
Waldo Em erson y, en form a más técnica, Josiah Royce, y el posi­ reducida a la utilidad científica, es siem pre una verdad relativa.
tivism o. Pero la filosofía norteam ericana de m ayor im portan­ Cuéntase que Peirce fue criticado por falta de coherencia en al­
cia hasta nuestros días ha sido el pragm atism o fundado por C. S. gunas de sus conclusiones y que ésta fue su m ayor causa de
Peirce y W illiam Jam es y continuado, m ás recientem ente, por satisfacción. Esta falta de coherencia venía a dem ostrar que no
John Dewey. El pragm atism o, que es prim ordialm ente una filo­ existe verdad absoluta alguna. Sea o no exacta la anécdota, coin­
sofía de la acción, prosigue, en parte, la línea del pensam iento cide con el pensam iento de Peirce cuando éste afirm a que: “hay
em pirista inglés, pero es, adem ás, una filosofía original, cuyas tres cosas que nunca podem os esperar alcanzar m ediante el ra­
huellas habrem os de encontrar en la m ayor parte de las filoso­ zonam iento: la certidum bre absoluta, la exactitud absoluta y la
fías contem poráneas.3 universalidad absoluta” . Partidario de una “filosofía de laborato­
C harles Sanders Peirce (1839-1914), m atem ático, físico, lógi­ rio” en contraste con lo que llam a “filosofía de sem inario” , Peirce
co, fue quien inició el m ovim iento pragm atista y quien bautizó de establece el principio básico del pragm atism o: la verdad es equi­
valente a la utilidad y la utilidad es siem pre relativa. Peirce, prin­
cipalm ente filósofo de las ciencias, saca algunas conclusiones
2 Es probable que la filosofía que m enos ha progresado hacia una form a de estudio m orales de su doctrina. L a m ás im portante es la de que nuestro
concreto de las condiciones de vida individual sea el m arxism o. Preocupado por esta­ pensam iento está hecho de hábitos m entales y que pensar es crear
blecer leyes sociales, el m arxism o - y especialm ente el m arxism o ortodoxo ru so - ha
dejado a un lado el estudio del individuo dentro de la sociedad. Aun dentro del m arxis­ hábitos de acción. C uando estos hábitos de acción correspondan
m o habría que establecer algunas distinciones. No es lo m ism o el m arxism o de los a ú n a acción útil, serán buenos; cuando dejen de coincidir con la
países occidentales - e l revisionism o francés, por ejem p lo - que el m arxism o ruso. Por utilidad, serán negativos. Esta idea condujo a Peirce a una suerte
otra parte, aun en países com unistas em pieza a percibirse cierto deshielo, ya aparen­
te en las obras del húngaro G yorgy L ukács, pero sobre todo interesante en las aproxi­ de estoicism o m oral, según el cual la principal virtud, es decir, la
m aciones m orales y a veces casi m etafísicas del polaco A dam Shaff. Más recientes, form a de acción más útil, es el dom inio de sí.
son de im p o rtan cia las obras de L ezek K olakow ski en P olonia, y de Karel K osík en
El relativism o de Peirce. tanto en lo teórico com o en lo prácti­
C hecoslovaquia.
3 No es el pragm atism o el único m ovim iento filosófico de los Estados Unidos, princi­ co, tanto en la ciencia com o en la m oralidad, anuncia el tem a
palm ente en nuestros días. L a influencia reciente de la fenom enología y del existencia-
lism o han sido grandes. De la m ism a m anera ha sido grande el im pulso que ha tom ado
en Inglaterra y los Estados Unidos el estudio de la lógica sim bólica, de la sem ántica y 4 C. S. Peirce, C ollected Papers, a p u d D agobert R. R uñes, Treasury o f World
del análisis lógico del lenguaje. Philosophx, Littlcfield, Adams, Paterson, Nueva Jersey, 1959.
398 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo XX 399

principal del pragm atism o posterior. Bajo su form a más com ple­ decisiva que han tenido en la psicología y aun en la m etafísica
ta y m ás cargada de matices nuevos, esta filosofía aparece en la contem poránea.
obra de W illiam Jam es. Jam es critica el punto de vista de los asociacionistas que, a la
m anera de Hum e o de Berkeley, hacían depender la conciencia de
la com binación de sensaciones elem entales. Para los asociacio­
nistas la conciencia era un com puesto de elem entos sensoriales
William Jam es y el em pirism o radical
que se construía a partir de la sensación y m ediante las leyes del
hábito y de la asociación. Esta teoría tenía el defecto de conside­
W illiam Jam es (1842-1910) es el filósofo pragm atista que m ayor rar la conciencia com o un com puesto sin unidad previa, com o
influencia ha tenido en la filosofía universal. Su obra repercute en una síntesis progresiva a partir de elem entos sensoriales analí­
la de Bergson, en la teoría del m undo de H eidegger y de Sartre, ticos y com o una actividad puram ente m ecánica. Jam es em pie­
en las filosofías de W hitehead, de Unamuno y de Santayana.5 za por decirnos que la conciencia es unidad de tipo personal.
W illiam Jam es, de quien se ha dicho que era un filósofo novelista Con ello Jam es quiere decir que la conciencia no es descriptible
de la m ism a m anera que Henry Jam es, su herm ano, era un nove­ en térm inos abstractos y puram ente m ecánicos, sino que se da
lista filósofo, fue, en un prim er lugar un excelente escritor. Pero siem pre com o una totalidad personal, com o conciencia de los yo
su obra, de verdadera calidad literaria y hasta poética, no deja de y de los tú concretos e individuales. La conciencia hum ana no es
tener profundo rigor científico. Tanto en la psicología com o en la la conciencia en que pensaba por ejem plo Hum e, es decir, no
filosofía, Jam es es uno de los fundadores del pensam iento con­ es una conciencia cuyas operaciones son idénticas para cualquier
tem poráneo. Para entender su filosofía es bueno recordar sus prin­ persona. Para Jam es, la conciencia arraiga en una personalidad y
cipales descubrim ientos en el cam po de la psicología, definir su es esta personalidad. Pero si la conciencia es siem pre conciencia
“em pirism o radical” , entender claram ente lo que Jam es llam a de un yo o un tú unitarios y personales, es adem ás m ovilidad. Los
pragm atism o y, por fin, precisar las relaciones entre su filoso­ asociacionistas nos describían una conciencia estática. Jam es ve
fía pragm ática y su filosofía de la religión.6 en la conciencia una form a dinám ica del ser. E sta sensación
de verde que he percibido en distintos m om entos de mi vida no
vuelve nunca a ser exactam ente la m ism a, porque a mi nueva
sensación vienen a añadirse nuevos tintes em ocionales, nuevos
Psicología
m atices perceptivos, nuevos recuerdos que la m odifican y la alte­
ran. Es decir, la conciencia es un flu jo de conciencia o un flu jo de
Los principios de psicología (1890) y el C ompendio de p sico ­ pensam ientos que se suceden variando y renovándose a m edida
logía (1892) fueron las dos prim eras obras de W illiam Jam es. que pasan. Este flujo de la conciencia, ágil y m óvil en todo m o­
A unque los detalles de la psicología jam esiana no com peten a m ento, es tam bién continuo. No entiende Jam es por continuidad
la intención de este libro, algunos de sus conceptos fundam en­ tan sólo una continuidad de sucesiones; entiende tam bién, una
tales son de im portancia filosófica tanto porque anuncian ya continuidad de los diversos tipos de conciencia que se dan en
la futura actitud de Jam es el pensador, com o por la influencia una m ism a conciencia. Existen en nuestra conciencia estados más
o m enos fijos -c o m o las sensaciones, las percepciones o las im á­
5 La influencia de James ha sido clara en la novela m oderna. Proust, Joyce, Faulkner, g en e s- que Jam es llam a estados sustantivos. Pero al m argen de
para sólo citar a tres grandes novelistas, han sabido aplicar a la literatura la idea jam esiana estos estados y. sin em bargo, ligados a ellos, existen estados tran­
del "flujo de conciencia".
6 Las obras principales de Jam es son: Principios de psicología, Pragmatismo, El sig­
sitivos, apenas perceptibles, apenas conscientes y. a veces, in­
nificado de la verdad y Variedades de la experiencia religiosa. conscientes. Tales son las sensaciones de por, de y, de tal vez, o
400 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo x x 401

de p ero, veladas sensaciones que transcurren en el vuelo constan­ mente una especie de sentido m udo, que aprecia profunda y hon­
te del flujo de conciencia. La conciencia es, por fin. una actividad damente lo que la vida significa. Sólo en parte procede de los
de selección que tiende a escoger entre todas las sensaciones que libros; es en suma, el m odo individual de ver y de sentir la vida y
recibe, aquellas que son útiles para la acción y que sim plifican el la marca del C osm os”.7 En esta frase se precisa el sentido del
m ecanism o del pensam iento y de la actividad psíquica en gene­ empirismo radical. Este consiste en tener en cuenta, com o obje­
ral. U na conciencia en la cual todo estuviera siem pre presente tos del filosofar, todas nuestras vivencias individuales, y en con­
sería una conciencia enferm a. Una conciencia selectiva y activa siderar que la filosofía es m ucho más proyección personal que
es una conciencia adaptada a la realidad, capaz de abstracción y estudio libresco, m ucho más experiencia total vivida (“todo lo
capaz de trazar claras distinciones en un mundo que. de otro modo, que la vida significa”) que sólo estudio de doctrinas o de pensa­
sería puro desorden. mientos ajenos. Esta actitud de Jam es presupone, en prim er lu­
Podrá preguntarse el lector por qué nos hem os detenido en gar, que toda persona tiene algo de filósofo y presupone, además,
estos elem entos de psicología jam esiana; y es que en todos ellos una crítica de los dos tipos de filosofía que han existido desde
se insinúa ya lo que será la filosofía de Jam es. L a filosofía prag­ Grecia hasta nuestros días. Estas filosofías son las de los tiernos
m ática de Jam es es una filosofía de la acción. La conciencia que (tender-minded) y de los duros (tough-m inded). Algunas perso­
Jam es describe com o flujo, torrente a veces, rem anso otras, es nas tienden, por naturaleza propia, al espíritu tierno, es decir, al
una conciencia activa, m óvil, dinám ica y selectivam ente adapta­ espíritu idealista. Los filósofos que siguen esta tendencia son los
da a la realidad. La teoría jam esiana de la conciencia es la base racionalistas que juzgan de acuerdo con principios universales, y
dinám ica m ism a de toda su concepción dinám ica del pensam ien­ que adem ás, suelen ser idealistas, optim istas, religiosos, defen­
to y de la realidad. sores del libre albedrío, m onistas y dogm áticos. Otras personas
tienden a ser, también por propia naturaleza o educación, duros de
espíritu, es decir, realistas. C uando estas personas son filósofos,
El em pirism o radical y el universo pluralista son empiristas -e n el sentido clásico de la p alab ra- y además, sen-
sacionalistas, m aterialistas, pesim istas, ateos o, por lo m enos irre­
Las palabras em pirism o radical con las cuales Jam es bautiza a ligiosos, fatalistas, pluralistas y escépticos.
su propia filosofía, indican tanto un concepto del hom bre com o Jam es piensa que una filosofía auténtica debe evitar cualquie­
un concepto del mundo. Porque Jam es, a diferencia de Peirce, se ra de estos dos extrem os:
preocupa m ucho m enos por problem as lógicos que por proble­
m as de tipo hum ano -so b re todo de índole m oral y de índole re­ La mayoría de nosotros aspira a las buenas cosas de uno y otro la­
lig io sa-, El em pirism o radical es la filosofía que considera que do. Los hechos, ¿no han de ser buenos los hechos? Dadnos, pues,
todas las experiencias hum anas y no sólo las experiencias sensi­ hechos. Los principios también son buenos; dadnos, pues, princi­
bles, son experiencias dignas de este nombre. Así, las experiencias pios también. El mundo es uno, indudablemente, si se le mira de un
em ocionales, estéticas, m orales o religiosas, son tan experien­ modo; pero es indudablemente múltiple si le miramos de otro mo­
cias com o las percepciones o las sensaciones. Pero además, James do: adoptemos, pues, una especie de monismo pluralista.8
entiende por em pirism o radical una filosofía que se basa sola­
m ente sobre la experiencia siem pre que la palabra experiencia El em pirism o radical es el tipo de filosofía que acepta todas las
tenga este sentido am plio de toda experiencia hum ana y no sólo experiencias hum anas, que sabe que todas son m erecedoras de
de una parte de la experiencia. A sí define Jam es el sentido gene­
7 W illiam Jam es, P ragm atism o, trad. de Santos R ubiano, Daniel Jorro, M adrid,
ral de su filosofía: “la filosofía, ese algo tan importante y peculiar 1923, p. 4.
de cada uno de nosotros, no es cuestión de técnica sino sencilla­ ‘ Ibid., pp. 13-14.
402 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo x x
403

consideración y de estudio y que si el universo es uno. se nos que tiene un valor práctico inm ediato. Si entendem os por utilidad
presenta, en nuestra experiencia diaria, com o m últiple, es decir, lo que pueda contribuir al m ejor desarrollo de la persona hum a­
com o un universo pluralista. No nos dejem os llevar a engaño. na, aquello que más y m ejor nos ayuda a vivir y a convivir, pode­
Cuando Jam es habla del universo habla m ucho m enos del m un­ mos decir que la verdad es utilidad. La verdad no es para Jam es
do físico —al cual tam bién sin duda se refiere- que del universo lo lucrativo, sino lo beneficioso. Y si una cosa es verdaderam ente
que com ponen los hom bres. D etrás de la filosofía de Jam es exis­ beneficiosa, no es ésta tanto la ciencia com o lo son la m oral y la
te siem pre aquel principio de personalidad form ado de los yo y vida religiosa.
de los tú concretos e individuales.
A hora bien, cada yo, cada tú que experim enta un m undo tan­
to físico, com o moral o religioso es un yo o un tú dinám ico, en La voluntad de creer y la experiencia religiosa
acto y en acción. ¿C uál será la verdad de cada una de las concien­
cias que form an el m undo de los hom bres? Esta verdad tendría En Pragm atism o escribía Jam es: “Según los principios pragm áti­
que ser tan dinám ica y tan activa com o la conciencia m ism a. Ten­ cos, si la hipótesis de Dios actúa satisfactoriam ente en el más
drá que ser una verdad pragm ática. am plio sentido de la palabra, será cierta.” 10 En las Variedades de
la experiencia religiosa, Jam es trata de dem ostrar que la religión
está basada en el sentim iento y que, por lo tanto, no existe ningu­
La verdad na form a racional de probar la verdad o el error de las creencias
religiosas. Esta idea hace que Jam es piense que la m etafísica o la
La teoría jam esiana de la verdad es, en cuanto a la presentación y teología son falsas precisam ente porque tratan de probar racio­
definición, sem ejante a la de Peirce. C ontra una idea de la verdad nalm ente lo que es un puro sentim iento. A la teología y a la m eta­
que había nacido con el cartesianism o y se había desarrollado en física habría que sustituirlos por una filosofía de la experiencia
todo el idealism o, según la cual la verdad era la coherencia inter­ religiosa que determ ina la validez de una experiencia en cuanto
na del pensam iento, Jam es vuelve a un concepto realista de la experiencia que le es útil al hom bre en el sentido de utilidad pro­
verdad. Para Jam es, com o para los clásicos, la verdad es corres­ vechosa que hem os dado a la palabra. Lo que Jam es preconiza,
pondencia entre la conciencia y la cosa, relación entre lo ideal y en cuanto a la experiencia religiosa, es un retom o a la experiencia
lo real. Pero a diferencia de los clásicos, esta relación entre el individual, a la experiencia íntim a de cada hom bre. N o niega
pensam iento y la cosa es en Jam es activa y dinámica. Jam es la existencia del sentim iento religioso ni quiere suprim ir
“Son ideas verdaderas -e s c rib e - aquellas que podem os asim i­ la religión com o tantos positivistas y m aterialistas que lo prece­
lar. validar, corroborar y dem ostrar; falsas ideas, las que no.”9 dieron. Sin em bargo conserva, en cuanto a la religiosidad, algu­
Pero si la definición de Jam es es parecida en cuanto a los térm i­ nos resabios de positivismo. Al hacer de la religión cosa privada
nos a la de Peirce, es distinta a ella en cuanto a su intención y a su le quita toda validez objetiva y la reduce a una cuestión de senti­
aplicación. Para Jam es la verdad es sólo en parte la verdad relati­ m iento personal. Cuál fuera el sentim iento personal de Jam es lo
va de las ciencias; es sobre todo la verdad también relativa de sabem os bastante a las claras si leem os con atención su Voluntad
la conducta hum ana y del espíritu humano. Verdad en proceso, de creer. Allí, com o ya antes Pascal, Jam es realiza una apuesta y
designio y nunca realidad absoluta. Jam es identifica la verdad viene a decim os que es m ejor creer en Dios, pues si en él cree­
con la utilidad. Pero sería una interpretación falaz de las ideas mos tenem os todo por ganar, que no creer en él, porque si no
de Jam es pensar que para él la utilidad se identifica con aquello creem os tenem os todo por perder. Pero este razonam iento, que

9 Ibid., p. 201 10 Ibid., p. 303.


404 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo XX 405

pudo ser válido para Jam es en su vida privada y personal, carece o de P eirce.11 A diferencia de los m arxistas, Dewey piensa que
de fuerza por carecer de objetividad. Esta falta de objetividad, este progreso se realizará según los principios de la dem ocra­
que por otra parte está im plícita en cualquier teoría pragm áti­ cia, en la cual ve una defensa necesaria del individualism o, de la
ca y, por ende, relativista, hace que Jam es oscile en sus propias libertad y de la tolerancia. En cuanto a la psicología, Dewey se
creencias com o si esta oscilación se debiera a los m eandros de m uestra claram ente m aterialista cuando acepta las doctrinas con-
su propio flujo de conciencia. A lgunas veces parece creer en una ductivistas (o behavioristas) que reducen el pensam iento humano
identificación panteísta del cosm os y de Dios; otras, parece pen­ a la conducta y la conducta hum ana a las condiciones físicas, am ­
sar que Dios -o tro tú frente al yo de los h o m b res- es un ser finito bientales y sociales. Para Dewey no existe ni tan sólo la verdad
y en estado de form ación; otras por fin, se acerca a creencias de relativa en que creyeron los prim eros pragm atistas. Para él, la
tipo m ás espiritista y m ágico que religioso. verdad se reduce a la investigación, una investigación que se sa­
La filosofía de Jam es, que aporta grandes descubrim ientos en be progresiva, infinita e interm inable.12
psicología y una generosa am pliación de la palabra experiencia,
queda indefinida por su relativism o en la definición de la verdad
de la acción humana. La voluntad de creer se agota en la región de Obras de consulta
los sentimientos individuales y no es prueba suficiente de que una
experiencia personal sea la base necesaria para establecer la ver­ Dewey, John, "The Development of American Pragmatism”, en Living
dad ya no pragm ática sino radical que, más allá de la voluntad Schools o f Philosophy, New Students Outline Series, Littlefield, Nueva
sentim ental de creer, Jam es busca en su propia y verdadera con­ Jersey, 1958.
ciencia de hom bre religioso. Moore, G. E., Philosophical Studies, Hartcourt, 1922.
T h a y e r, M. W., The Logic o f Pragmatism, Nueva York, 1952.

John Dewey y el practicalism o

II. H is t o r ic is m o s y f il o s o f ía s d e l a v id a
Si la filosofía de Jam es sigue siendo relativista y no puede,
en últim a instancia, dar una definición suficiente de la verdad,
la de John Dewey (1859-1952) es m ucho más extrem ada en su Ni el historicism o es necesariam ente u na filosofía de la vida ni
relativism o. La influencia de John Dewey ha sido sobre todo no­ las filosofías de la vida son necesariam ente historicistas. Las
table en el cam po de la educación norteam ericana. Su obra es de filosofías dinám icas de Hegel y de M arx son, la prim era, una de
pretensiones lógicas, m orales, sociales y psicológicas. En cuanto las fuentes del historicismo, y la segunda, una de las primeras filo­
a la lógica, Dewey afirm a el principio del practicalism o según sofías propiam ente historicistas. Ni una ni otra se ocupan espe­
el cual una teoría científica será verdadera en cuanto sea verifi- cialm ente del concepto de vida. Por otra parte, la filosofía de
cable, o, com o decía Peirce, en cuanto sea parte de la filosofía N ietzsche es vitalista sin que sea, por ello, una filosofía propia-
de laboratorio. Por lo que se refiere a la m oral y a las ideas socia­
11 Vid. M. F. Sciacca, La filosofía hoy, Luis M iracle, Barcelona, p. 195.
les. Dewey -m á s positivo que Ja m e s- piensa que el progreso
12 Emparentados al pragm atism o están el “ hum anism o" del fdósofo inglés F. C. S.
hum ano será tanto m ayor cuanto m ás el hom bre sea capaz de Schiller y el ficcionalism o de Hans Vaihinger. Schiller llam a hum anism o a una filosofía
dom inar la naturaleza. Se ha hecho notar que en este aspecto que considera al hombre, como ya lo hizo Protágoras, “m edida de todas las cosas”. Vaihinger
piensa que no existe la verdad, sino tan sólo ficciones que sirven en cuanto funcionan
Dewey está más cerca de M arx, para quien la sociedad del futuro
como si lueran verdad. La filosofía del "como si" de Vaihinger es la expresión más acaba­
es la identificación de la conciencia y la naturaleza, que de Jam es da del relativism o pragm ático y, en el fondo, escéptico.
406 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo x x 407

m ente historicista. Sin em bargo, a partir de las últim as décadas bras: “Vivencia es: la unidad-estructura de actitud y contenido.” 14
del siglo pasado han sido m uchos los fdósofos que han relaciona­ La vivencia es experiencia vital, única experiencia que im porta
do historia y vida y que han desarrollado una filosofía d e ja v ida para un filósofo com o Dilthey que piensa que el pensam iento es
que, al m ism o tiem po, es un historicism o. Tal es el caso de Herbert cuestión de vida. La filosofía no tiene m ás que un valor histórico:
'Spencer, O swald Spengler o W ilhelm Dilthey. Por otra parte, el es la reflexión del hom bre acerca de lo que han vivido y pensado
concepto de vida está tam bién ligado al concepto de historia - s i los hom bres del pasado. La filosofía se reduce a historia de la
bien en este caso de historia p erso n al- en la obra de José O rtega y filosofía y ésta a biografía de los pensadores que han pensado de
G asset. Por ello reunim os aquí un grupo de filósofos de la vida acuerdo con sus propias vivencias.15
que son historicistas, que hacen depender el valor de los cono­ Si es relativista la filosofía de Dilthey. lo son con m ayor razón,
cim ientos hum anos del curso de la vida individual, del curso y por m otivos distintos y aun opuestos, las filosofías de la historia
de la vida histórica o de ambos. Dejamos, para un capítulo aparte, de H erbert Spencer y de Osw ald Spengler.
la filosofía de Henri Bergson en cuya obra, tam bién ligada a la Spencer (1820-1903) es un filósofo de la evolución. Para él
vida, hay que ver, sin em bargo, uno de los m ás serios intentos como para Darwin, el principio que gobierna la historia -h isto ria
m etafísicos contem poráneos. de las especies e historia h u m an a- es el de la supervivencia del
W ilhelm D ilthey (1833-1911) pertenece más bien al siglo x ix más apto. Este principio conduce a Spencer a una form a de indi­
que al siglo X X . Sin embargo, su influencia se ha hecho sentir, vidualism o según el cual son los individuos m ejor adaptados los
sobre todo en el m undo hispánico, en nuestro siglo. que sobreviven. En el caso de los hom bres, la m ejor form a de
Dilthey quiso continuar la labor que Kant dejó inacabada. A las adaptación es el principio de libertad. A un cuando Spencer habla
críticas de la “razón pura”, de la “razón práctica” y del “juicio”, qui­ de la presencia de lo incógnito, su filosofía es un tipo de relativismo
so añadir Dilthey una filosofía de la “razón histórica”, de la cual positivista y vitalista.16
quedan importantes y vastos fragmentos. De hecho esta filosofía de
la historia anula el valor de las críticas kantianas puesto que para 14 Loe. cit.
15 L a influencia de Dilthey en la filosofía de lengua española se inicia con la propia
!Dilthey las diversas filosofías -incluyendo la de K ant- son visiones
filosofía de Ortega y G asset. En afios m ás recientes esta filosofía ha tenido una influen­
del m undo o cosmovisiones (Weltanschauungen) que no tienen valor cia muy especial en las obras de José G aos (1900-1969;, quien concibe la filosofía
I objetivo sino tan sólo un valor histórico. Dilthey piensa que la estruc- com o “filosofía de la filosofía", es decir, com o reflexión sobre filosofía; en Eugenio
ím az, traductor español de Dilthey y autor de dos libros sobre el filósofo alem án: A se­
I tura psíquica del hombre le conduce a pensar según tres grandes
dio a Dilthey y El pensam iento de Dilthey. E volución y sistema. Tam bién está presente
modalidades. Cuando en la persona o en la sociedad predomina la la influencia de D ilthey en la P sicología de las situaciones vitales, de E duardo Nicol.
razón, la filosofía es cientifista y positivista: cuando es la vida afec­ Estos tres pensadores, que, nacidos en España, desarrollaron lo más im portante de su
obra en M éxico, no son diltheyanos puros. Gaos es un filósofo de cultura enciclopédica
tiva la que predomina, la filosofía que se desarrolla es idealista y pan-
cuyas aportaciones a la historia del pensam iento son de especial im portancia. ím az fue
teísta: cuando la voluntad, predom ina el idealismo de tipo liberal. más un estudioso de Dilthey que un discípulo del filósofo alem án. Su pro p ia filosofía,
Las filosofías, relativas com o son. arraigan principalm ente en todavía en evolución cuando m urió prem aturam ente, se inclinaba m ás bien hacia las
relaciones entre el m undo utópico y el m undo real. N icol, en su obra subsiguiente, se ha
form as de vida que no sólo son form as de vida social sino, princi­
mostrado principalm ente m etafísieo. P o r otra parte los filósofos hispanoam ericanos
palm ente, de vida individual. “Todo saber acerca de objetos psí­ y el grupo de españoles tanto en E spaña -X a v ie r Z u b iri- com o en el exilio o - a l decir
quicos se funda en el vivir.” 13 Estas palabras de Dilthey precisan de G ao s- en su “transterram iento” -Jo aq u ín X irau, Juan David G arcía Bacca, José
Ferrater M o ra- han seguido líneas muy diversas de pensam iento.
por sTmismas el sentido d e to d a su filosofía. El pensam iento arrai­
16 L a influencia de Spencer fue de prim era im p o rtan cia para H isp an o am érica a
ga en la vivencia (E rlebnis), que Dilthey define con estas pala­ fines del siglo X I X . En M éxico, G abino B arreda y Justo S ierra fueron los principales
positivistas de una era especialm ente cien tifista com o el porfirism o. L a presencia
del positivism o en el Brasil fue todavía m ás acentuada. Vid. L eopoldo Z ea, El p o siti­
13 W ilhelm Dillhey. El m undo histórico. Fondo de C ultura Económ ica, M éxico. vism o en M éxico y Apego y d ecadencia del p o sitivism o en M éxico, am bos publicados
1944, p. 31. por El C olegio de M éxico.
408 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo XX 409

/ O swald Spengler (1880-1936) describe en La decadencia de orteguiano. Nos coloca, de una vez por todas, ante los dos aspec­
Occidente, una “m orfología de la historia” según la cual cada tos m ás destacados de la filosofía de Ortega: el perspectivism o y
civilización sigue un curso de infancia, m adurez, vejez y senili- Ja file s o fia .d e la ra z ó n vital.
ídad. En la prim avera de las civilizaciones encontram os una cul­ En las M editaciones del Quijote y, más adelante, en El tema de
tura principalm ente m itológica; en verano, el nacim iento de las nuestro tiempo^ O rtega definió y afirm ó el sentido de la palabra
filosofías abstractas; en el otoño, el desarrollo del ilum inism o y '><pérspectivisnioj’. A sí pregunta en las M editaciones: “¿Cuándo
de las ciencias; en el invierno el m aterialism o, la moral utilitaria 'tros-abriremos a la convicción de que el ser definitivo del m undo no
y el socialism o, árboles secos de un m undo helado. C ada civili­ es m aterial ni es alm a, no es cosa alguna determ inada, sino una
zación sigue este m ism o ciclo, de tal m anera que, a pesar de perspectiva?” 19 La perspectiva se refiere a dos realidades distin­
que las civilizaciones crezcan separadam ente y sin contactos en­ tas, pero inseparables: por un lado, el m undo, el universo o, com o
tre sí, todas ellas siguen u n c id o idéntico com parable al dex a m v lo llam a a veces O rtega el “multiverso?’ para m ejor precisar su
lio de los seres vivos. C om o el individuo, cada civilización está diversidad; por otro lado el hom bre. La relación íntim a entre el
destinada a afrontar la m uerte en soledad.17 hom bre y el m undo, entre lo que O rtega llam a “yo” y “circúns-
'tancia” (designando por “circunstancia” no sólo e lm u n d o físico
sino todo cuanto nos rodea), es una relación netam ente humana.
Vida y razón en la filo so f ía de Ortega y G asset M ediante ella se trata de encontrar el punto de vista ju stó“añféTa"
perspectiva del mundo. Pero el hom bre que está en el m undo -e l
Estudioso de la filosofía europea, principalm ente alem ana, Jo ­ hom bre “ser-en-el-m undo” que dirá H eidegger m ás ta rd e - no es
sé Ortega y G asset (1883-1955) pensó encontrar en la filosofía un ser pasivo, no es, com o dice Ortega, ni alm a ni cosa. Es decir,
neokantiana de M arburgo la explicación de los problem as que le y em pleando estas dos palabras en su sentido recto, el hom bre no
preocupaban. Su etapa kantiana no duró m uchos años. Otros y tiene una naturaleza hecha y derecha desde un principio ni puede
m ás m odernos pensam ientos invitaban al espíritu de Ortega. De ser identificado con una esencia. Ser de tiem po y en el tiem po, el
su plum a salió el estudio crítico de la sociedad contem poránea, hom bre es “quehacer”, y su vida preocupación en eTséñfiao tem ­
bien conocido en varias lenguasr'L a rebelión de las m asas. N o poral que entraña la palabra: ocupación previa, ocupación dirigida
vamos a referim os sin em bargo a esté y otros libros suyos más ia} futuro. Si el hom bre no es pues una-t»sa-,--sine~un"ser--vive-,
populares. Preferim os tratar de buscar aquí -c o m o lo harem os en podem os decir con Ortega que el destino concreto del hom bre es
los casos de U nam uno y de M ach ad o - el nervio principal que ¡ ^ ‘reabsorción^ de la circunstancia. C uando O rtega trata de pre-
rige este pensam iento, por otra parte tan cariado y renovadam en- cisáf*5l sentido de El espectador, vuelve a definirse en los m is­
te repasado por el autor. m os térm inos: “El punto de vista individual me parece el único
Ya en el año de 1914, en sus M editaciones del Quijote, Ortega punto de vista desde el cual puede m irarse el m undo de su ver­
había definido el problem a de toda su filosofía cuando afirmaba: dad. O tra cosa es artificio.”20 Llegados a este punto podríam os
‘Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me preguntarnos si la actitud de Ortega es relativista y aun subjeti-
salvo yo.” 18 Esta frase que en sí m ism a no parece “eñTrañar serias vista. ¿Q ué verdad puede encontrar el hom bre individualm ente a
co n secu en cias resulta ser el m eollo de todo el pensam iento no ser su verdad propia, lim itada a su ser y por lo tanto m enos
dudosa para cualquier otro ser hum ano? Ortega ha parecido per­
17 Para un análisis crílico de la filosofía de Spencer, vid. mi El péndulo y la espiral, catarse de esta posible objeción. Es verdad que para él cada pers-
Universidad Veracruzana, Jalapa, 1959. En nuestros días la m ejor crítica al m ecanism o
biologista de la filosofía spengleriana debe hallarse en ei Estudio de la historia de A m old
J. Toynbee. 19 Ibid.. p. 12.
IS José O rtega y Gasset, Obras com pletas, Espasa-Calpc, Madrid, 1943, vol. I, p. 13. 20 Ibid., p. 127.
410 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo XX 411

pectiva humana es “insubstituible”. Si lo es. es porque cada perspec­ visión clara de la razón sobrepasem os los límites estrechos de la
tiva. en su verdad, ve un aspecto verdadero del m undo y así cada pura corriente de la vida. El valor del pensam iento y de la razón
uno de nosotros, lejos de contradecir lo que otros pueden ver des­ se presenta especialm ente en las épocas de crisis, estas crisis que
de su perspectiva propia, viene finalm ente a enriquecerla mediante tantas veces, y principalm ente en sus lib ros de sociología, han
nuevas perspectivas, nuevas visiones del mundo. sido objeto de la atención de Ortega y Gasset. La crisis nace cuando
Con su teoría del perspectivism o. Ortega ha colocado al hom - a las creenclas que teníam os vienen á~opo nerse nuevas creen­
bre, al individuo hum ano concreto, en el r e n t r o del universo. Eso cias, cuando vivim os, en lo m ás verdadero de la vida, un conflic­
equivale a decir que para O rtega lo que cuenta muv prim ordial- to entre nuestra creencia pasada y nuestra nueva creencia. Cuando
m ente es la vida individual hum ana. De ahí su filosofía vitalista. esto sucede entram os en el m undo de la duda, o, com o prefiere
Sin em bargo hay vitalism os y vitalism os. Vitalismos son las filo­ decirlo O rtega, en “un m ar de dudtt'jf’. Dudosos e inquietos, nues­
sofías de Nietzsche, de Spencer, Bergson. Según Ortega ha sido tro solo recurso es la inteligencia. Cuando fallan las creencias,
un error fundam ental reducirlo todo a la razón; no m enor es el cuando entram os en crisis, nos sostenem os en el salvavidas inte­
error de reducirlo todo a la sinrazón. C ontra Unam uno que. paro­ lectual de las ideas. —— —
diando a Hegel. había afirm ado que todo lo vital es irracional y Vivir consiste así en vivir para pensar y en pensar para poder
todo lo racional es antivital. O rtega propone una teoría de la vida seguir viviendo. Con m ucha insistencia los pensadores franceses
razonada y de la razón vitalizada. Tal es la idea que Ortega h a contem poráneos -S artre y C arn u sj^in cip alm en te- han afirm ado
d e s a rro 11UdoTe pe t id a s veces: en El tema de nuestro tiempo, en que el hom bre es uixseríC sp5SSa¿leporqi 1e es esencialm ente li­
¿ Qué es filosofía?* en Ejis'unimiamieuU^-^-eüumiciúii^ La acti­ bre. Esta afirm ación se encontraba ya en Ortega y Gasset. Seres
tud de O rtega es la de una ironía inversa a la ironía de Sócrates. Si problem áticos, seres que tienen que hacerse a sí m ismos, somos
aquél buseahanorm as racionales, el hom bre m oderno se guía por responsables de cada uno de nuestros actos, por pequeños que
Ja espontaneidaddeia-vida! Con lo cual Ortega quiere decir que lo parezcan. Y este vivir responsable se m anifiesta en un doble
prim ario y prim ero es la vida, pero asim ism o que la razón es tam ­ im perativo cultural y vital. Desde el punto de vista de la cultura
bién una función vital, com o pueden serlo el respirar o el digerir. -entiéndase por este térm ino, vida culturad"consciente y razona­
No tiene un sen tid a distinto la d iferencia q u e O rtega íra z a e n tre b le - tratam os de pensar la verdad, de querer la bondad y de sentir
las ideas y las creencias. Las ideas, representaciones abstractas la belleza; desde el punto de vista de la vida, la verdad se llam a
acerca de la vida y del mundo, nacen de ideas más profundas, sinceridad: la bondad, im petuosidad, y la belleza, deleite.
inconscientes, que calladam ente nos conducen. Este segundo tipo Frente al irracionalism o m ístico de Unamuno. alejado del buen
de ideas son propiam ente las creencias. Por ello Ortega afirm a sentido escéptico y esperanzado de M achado, Ortega nos p ropo­
que las creencias no son ideas que tenem os, sino ideas que so ­ ne una doctrina rigurosa de la verdad encarnada y de la vida ilu­
mos. Las creencias -q u e tanto pueden representarse por la fe reli­ m inada por el intelecto. Toda su obra ha sido, con m ayor o m en o r,
giosa com o por el acto de cam inar o la form a de sen tir- son el éxito, una tentativa por entender la vida -so ciedad, arte, litera- _
substrato de vida. De ellas surgen las ideas, si viviésem os un tura, gestos todos del h o m b re- con la pasión de la creencia y la
m undo puramente crédulo, un m undo puram ente vital, nuestra claridad de la razó n .___
vida estaría cerca de la anim alidad: solam ente la razón, ya sea en
un plano individual, ya sea en 1111 plano social com o "cultura” ,
viene a ilum inar nuestras creencias y a hacer que m ediante la Obras de consulta

1 La introducción más sistem ática a la obra de O rtega debe encontrarse en ¿Q ué es


1. M.. La filosofía actual. Fondo de Cultura Económica,
B o c h e n s k i.
la filo sofía México, 1951. pp. 139-164. [Breviarios. 16.1
412 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo XX 413

G a o s , José, Sobre Ortega y Gasset, Imprenta Universitaria, Méxi­ La vida de Bergson (1859-1941) no es espectacular. Bergson, des­
co, 1957. de joven, se interesó en las ciencias matemáticas, en la psicología y
Im az, Eugenio, Asedio a Dilthey, El Colegio de México, México, 1945. en la biología. En un principio se sintió atraído por la teoría de la
______ , El pensamiento de Dilthey. Evolución y sistema, El Colegio evolución tal com o la presentaba Spencer. Bien pronto, sin embar­
de México, México, 1946. go, reaccionó contra el positivismo que todavía imperaba en los m e­
S a lm e r ó n , Fernando, Las mocedades de Ortega, El Colegio de Méxi­ dios universitarios y oficiales. Con ello inició una larga vida de medi­
co, México, 1959. tación que sólo se vio profundamente afectada por dos hechos. En el
año de 1917. cuando Francia estaba en guerra con Alemania, Bergson,
ya entonces filósofo célebre fue a los Estados Unidos, m andado
por el presidente Briand. Allí contribuyó a convencer al presidente
III. B e r g s o n y l a m e t a f ís ic a d e l a d u r a c ió n Wilson para que los Estados Unidos entraran en la guerra al lado de
los aliados. Hacia el final de su vida Bergson vivió la persecución
del pueblo judío por los alem anes. D urante largos años se había
La reacción contra el positivismo y contra el pensam iento que que­ acercado al cristianismo. En los últimos días de su vida se convirtió
ría reducir el conocim iento al conocim iento científico, se había Bergson al catolicism o. No quiso, sin em bargo, que su conver­
iniciado en Francia con Émile Boutroux, Félix Ravaisson, Charles sión fuera pública en los m om entos en que el pueblo ju d ío era
R enouvier y Jules Lachelier. Boutroux (1854-1929) sostenía en perseguido y asesinado en m asa en los cam pos de concentración.
su libro De la contingencia de las leyes de la naturaleza, que el La obra de Bergson está contenida principalm ente en cuatro
lenguaje científico es siem pre abstracto y que, por lo tanto, no se libros: Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia (1889),
adapta exactam ente a la realidad variada y rica del mundo. Las M ateria y m em oria (1896), La evolución creadora (1907) y Las
ciencias son un lenguaje cóm odo para entender las leyes genera­ dos fuentes de la m oral y de la religión (1932). Seguiremos la cro­
les de la naturaleza, pero no explican el m undo en su infinito nología de estos libros para exponer el pensam iento bergsoniano
detalle de creación y de riqueza. La ley de la gravedad explica porque su filosofía, centrada en la conciencia y en la vida, es una
cóm o caen todas las piedras, pero no explica esta experiencia de filosofía en m ovim iento y por lo tanto, sin cam biar en esencia,
lanzar ahora una piedra. En cuanto a la ciencia, B outroux tien­ evoluciona, se com pleta y se enriquece a m edida que el filósofo
de al nom inalism o. Al lado y por encim a de la ciencia, Boutroux escribe sus m editaciones.22
sitúa la vida espiritual donde encontram os la verdadera vida crea­
dora de los hom bres. Félix Ravaisson, influido por Kant, distin­
gue m ás que su m aestro entre el juicio de causalidad, que es la Tiempo, espacio, duración, libertad 23
ley básica de las ciencias, y el principio de finalidad, que es la ley
Bergson siguió en su filosofía un m étodo que él m ism o expone
básica del espíritu. De nuevo, Ravaisson insiste sobre la im por­
con la sencillez y la claridad que acostum bra. Este m étodo con-
tancia creadora de la conciencia, que no puede interpretarse se­
gún las leyes causales de la naturaleza, sino com o una finalidad 22 Bergson escribió además los libros siguientes: La risa. Ensayo sobre la significación
interna en la cual todo es riqueza creadora. Jules Lachelier (1832- de lo cómico (1900), Duración y sim ultaneidad (1922), El pensam iento y lo móvil (1934),
que contiene una magnífica “Introducción a la m etafísica” ; La energía espiritual (1919).
1918) desarrolló un espiritualism o cuyo fundam ento está en el Estos últimos títulos reúnen artículos, ensayos y conferencias de diversos periodos. A de­
paso de la idea que tenem os de Dios a Dios com o ser existente. más, en años recientes, se ha publicado su tesis doctoral escrita en latín (La idea de lugar
Este m ovim iento espiritualista adquiere su m ayor cohesión en en Aristóteles) y tres tomos de Escritos y palabras (Ecrits et paroles. Presses Universitaires
de France), que contienen ilum inadores artículos, conferencias, reseñas, com entarios.
una de las filosofías m ás profundas de nuestro siglo: la filosofía 23 Seguimos en este capítulo el E nsayo sobre los datos inm ediatos de la conciencia.
de Henri Bergson. Sólo la teoría de la intuición procede de un libro m ás tardío: La evolución creadora.
414 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo xx 415

siste en ocuparse de un problem a, un solo problem a lim itado, y pongam os ahora a un hom bre que fuera sólo inteligencia. Dejaría
analizarlo hasta sacar todas las consecuencias que de él se deri­ de ver las frutas, dejaría de percibir sus aromas y sus arm onías
van. Llam a Bergson a este m étodo el m étodo de las líneas de plásticas. Podría, a lo sum o, reducir el cuadro de C ézanne a series
hechos. Todos los libros de Bergson com ienzan con un problem a de líneas y a form ulaciones algebraicas sobre estas líneas. Ahora
aparentem ente muy especializado y term inan por tratar cuestio­ bien, quien de verdad contem pla un cuadro de Cézanne, ni lo
nes fundam entales de la vida y del pensam iento. Así sucede en apetece ni lo mide. Podría decirse que, al m ism o tiem po, lo pal­
el E nsayo sobre los datos inm ediatos de la conciencia, donde pa, lo siente, lo vive y lo entiende. Si en este caso hipotético el
Bergson em pieza por plantearse una pregunta estrictam ente psi­ hom bre tuviera la facultad que llam am os gusto, sabría vivir y
cológica que le conduce a una teoría m etafísica de la conciencia contem plar el cuadro al m ism o tiem po. Sería capaz, en otras pa­
y de la libertad. labras. de hacer uso de la inm ediatez del instinto y de la distancia
Antes de entrar en materia es necesario aclarar con mayor preci­ de la inteligencia. Esta inteligencia intuitiva, esta intuición he­
sión el método bergsoniano delimitando la noción clave de intuición.24 cha inteligencia es lo que Bergson llam a intuición. G racias a ella
Se ha acusado m uchas veces a Bergson de irracionalism o por­ ya no estam os dentro del acto sin verlo -c o m o en el in stin to - ni
que su filosofía se basa en la intuición. Esta actitud deriva de dos lo cifram os tan sólo por fuera com o en la pura inteligencia. Ahora
confusiones. La prim era reside en creer que Bergson m enospre­ podem os cifrarlo por dentro, entenderlo con distancia sin dejar
cia a las ciencias; la segunda en pensar que su intuición es m era­ de com penetrarnos del objeto de nuestra contem plación. Por el
m ente em ocional, vaga y subjetiva. instinto puro vivimos; por la inteligencia pura estudiam os las cien­
Bergson. en efecto, no desprecia a las ciencias. Por lo menos cias; por la intuición llegam os al corazón de la realidad de la m e­
sus tres prim eros libros están basados sobre ideas derivadas de tafísica, una m etafísica que en Bergson em pieza por ser, si se
las ciencias que Bergson conocía con especial hondura: la psicolo­ perm ite la palabra, m etapsicología, es decir, estudio de las condi­
gía, las m atem áticas y la biología. Lo que trata de hacer Bergson ciones de posibilidad de la vida espiritual.
es situar las ciencias en su lugar, darles toda su im portancia en R egresem os, después de este breve y necesario rodeo, al tema
cuanto están ligadas al cóm o de las cosas. Trata de m ostrar que que ahora nos ocupa. Al principio del Ensayo sobre los datos
existe un conocim iento m ás profundo y de m ayor im portancia inm ediatos de la conciencia, Bergson se plantea este problema:
vital que el conocim iento obtenido m ediante los m étodos de las ¿pueden m edirse los estados de conciencia? ¿Es posible estudiar
ciencias. Este conocim iento es el conocim iento intuitivo. la conciencia con leyes m atem áticas com o se estudian los objetos
En La evolución creadora, Bergson establece una clara distin­ m atem áticos o físicos? La pregunta de Bergson no es ociosa. A
ción entre el instinto y la inteligencia. El prim ero está cerca de la fines del siglo pasado, toda una escuela de psicólogos quería re­
vida y es el acto m ism o de vivir según las leyes naturales; la se­ ducir la psicología a leyes físicas y tratar de establecer una cien­
gunda es form al, abstracta y distante. El instinto está cerca del cia cuantitativa de la conciencia. La respuesta bergsoniana a estas
objeto, pero carece de la distancia suficiente para poder enfocar­ preguntas iniciales será negativa. Pero para entender claram ente
lo con precisión y entenderlo a fondo. A causa de su formalismo, la por qué Bergson piensa que los estados psíquicos no son m ensu­
inteligencia no puede ya ver la realidad, que deja de ser para rables hay que entender claram ente, prim ero, qué se entiende por
ella cuestión de vida. Hagamos la hipótesis de un hom bre que núm ero, qué se entiende por espacio y qué se entiende por tiem ­
fuera todo instinto. Frente a las frutas de una naturaleza m uerta po. U na vez precisadas estas nociones verem os que la conciencia
de Cézanne este hom bre hipotético se lanzaría a com érselas. Su- viva de los hom bres es duración, es decir, tiem po vivido, perso­
nal e inconm ensurable.
Si tratam os de definir el espacio encontrarem os que es m ulti­
E n este capítulo resumo de cerca mis dos libros: Duración v existencia, Terres Latines.
M éxico, 1947; El péndulo y la espiral, Universidad Veracruzana, Jalapa, 1959. plicidad num érica. Si precisáram os m ás, encontraríam os que el
416 introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo x x 417

núm ero es la síntesis de lo uno y de lo múltiple. Y en efecto, un nú­ Nueva York a M éxico. Igualm ente son reversibles las m anecillas
m ero cualquiera es a la vez unidad y m ultiplicidad. El núm ero I de un reloj. Si cam biam os de m eridiano, adelantam os el reloj o lo
es unidad; pero es tam bién divisible en dos m edios, cuatro cuar­ atrasam os sin que le suceda nada grave al tiem po del reloj. A ca­
tas partes, etcétera. De la m ism a m anera el núm ero 1000 es uni­ so no hay m ejor ejem plo de reversibilidad que la del reloj de are­
dad divisible en una infinidad de fracciones. C ada núm ero es na, cuyo contenido se vacía de un continente a otro a cada cam bio
unidad y m ultiplicidad. El espacio - y Bergson habla aquí del de verticalidad.
espacio de los m atem ático s- está hecho de una m ultiplicidad El tiem po físico es, así, una form a del espacio. ¿Q ué sucede
infinita de puntos m ensurables. El núm ero que se aplica natu­ con la duración? Si entendem os por duración el tiem po vivido
ralm ente al espacio y el espacio m atem ático es. por definición, por cada uno de nosotros, verem os que nada tiene que ver con el
cuantitativo y num érico.25 tiem po físico. Durante una hora de clase puedo aburrirm e o d i­
Tratem os ahora de ver si la m edida puede aplicarse a la con­ vertirm e, interesarm e o desinteresarm e. Para mí. el tiem po será
ciencia. Para percibirlo con claridad nos vemos obligados a dis­ distinto en cada uno de estos casos. Largo será el tiem po si me
tinguir entre dos nociones centrales en el Ensayo sobre los ciatos aburro; corto si me divierto; pasará volando si m e intereso y pa­
inm ediatos de la conciencia: el tiem po y la duración. sará con todo el peso de su lentitud si m e desintereso. Pues bien,
C onsiderem os, en prim er lugar, el ejem plo que propone el pro­ es esta mi realidad, este mi tiem po vivido, la duración. Si el tiem ­
pio Bergson: oigo el tañer de una cam pana. Dos posibilidades se po es m ensurable, la duración es inm ensurable; si el tiem po es
presentan: puedo estar alerta esperando que suene una hora, y indiferente, la duración es mi vida m ism a y mi m ism a concien­
contar uno a uno los cam panazos para saber exactam ente qué hora cia; si el tiem po es reversible, la duración es irreversible porque
ha tocado; pero, puedo tam bién seguir la m elodía de las cam pa­ toda experiencia personal es irrepetible, lanzado com o estoy a
nas cuyo sonido se pierde en la lejanía para renovarse al nuevo durar hacia el futuro: si el tiem po, por fin, es im personal, la dura­
golpe del nuevo cam panazo. ¿Q ué sucede en estas experiencias ción es distinta para cada persona hum ana. Uno es el tiem po in
distintas? En la prim era cuento una sucesión para percibir el tiem ­ vitro, el otro el tiem po in vivo. Por ello describe Bergson la dura­
po; en la segunda vivo una serie m atizada de sensaciones sin ción en estas palabras: “Constato, en prim er lugar, que paso de
contarlas. En el prim er caso pienso en el tiempo; en el segundo, estado en estado. Tengo calor o tengo frío, estoy alegre o triste,
vivo la duración. trabajo o huelgo, miro lo que me rodea o pienso en otra cosa. Sen­
De hecho, siem pre que m edim os el tiem po físico, lo estam os saciones, sentim ientos, voliciones, representaciones, tales son las
m idiendo por m edios espaciales, ya sean éstos las posiciones es­ m odificaciones entre las cuales mi existencia se reparte y que m a­
paciales del sol, de las estrellas, o los m ovim ientos en el espacio tizan mi existencia sucesivam ente: cam bio, pues, sin cesar”.26 Y
de las m anecillas del reloj. Así, m edir según el tiem po es m edir este ser en m ovim iento une, para Bergson com o para san Agustín,
según el espacio. Y. en efecto, si una característica tiene el espa­ los tres m om entos del tiem po puesto que es el progreso continuo
cio puro es que es reversible. Del punto A al punto B hay la misma del pasado que m uerde el porvenir y se hincha al avanzar.27
distancia, tanto si em piezo a trazar la línea en A com o en B. M a­ Vemos ya por qué los estados de conciencia son inm ensura­
tem áticam ente hablando, em pezar por un punto o por el otro es bles. Podem os m edir form as estáticas, pero no podem os m edir lo
indiferente. Lo m ism o sucede con el tiem po físico. El tiem po de
una guía de ferrocarriles es perfectam ente reversible. El tren ideal 26 Henri Bergson, La evolución creadora, p. 495. En ésta y las notas siguientes indico
em plea el m ism o tiem po para ir de M éxico a Nueva York que de las páginas según la edición más reciente y com pleta de las obras de Bergson: Œ uvres,
Edition du Centenaire, Presses Universitaires de France, Parts, 1959.
35 El más claro ejem plo de esta reducción del espacio a núm ero y fórm ula algebraica 27 Hay claras sem ejanzas entre la duración bergsoniana y el flujo de conciencia de
puede encontrarse en la geom etría analítica de Descartes, mediante la cual es posible, por James. Pero si James trata el flujo de conciencia com o un fenóm eno psicológico, Bergson
un sistem a de coordenadas, reducir el espacio a número. considera la duración com o base metafísica de la libertad.
418 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo x x 419

que es móvil; podem os m edir el tiem po y el espacio; pero no libres. Se analiza, en efecto, una cosa, pero no un progreso; se
podem os m edir nuestra conciencia que es duración. descom pone una extensión, pero no una duración.28
Pero si por una parte la teoría de la duración sirve para m os­ Con lo cual, Bergson no quiere decir que seamos siem pre li­
tram os en nuestro cam bio personal e intransferible, si gracias bres, ni tan sólo que lo seamos con cierta frecuencia. Somos libres
a ella encontram os en la conciencia una realidad exenta de to­ en nuestro propio proceso creador, pero esta libertad está cons­
da m edida, encontram os sobre todo en ella una base para afirm ar tantem ente frenada no porque no seam os libres sino porque m u­
la libertad de la conciencia. chas veces, la m ayoría de las veces, nos negam os a ser libres por
No se piense que Bergson trata de definir la libertad. Ello esta­ m iedo a aceptar la responsabilidad que la libertad entraña.
ría en contra de las distinciones que acabam os de hacer, pues­
to que definir es fijar, precisar y no es posible fijar una conciencia
que es, ante todo, m ovilidad. Bergson piensa que el error tanto en Percepción, memoria, alm a y cuerpo
los determ inistas com o en los partidarios del libre albedrío reside
precisam ente en tratar de definir, ya que el hom bre no es libre, ya M ateria y m em oria es un libro de clara tendencia realista. El
que es libre. Los determ inistas piensan que estoy condicionado m undo que nos rodea es un m undo de im ágenes, si por im ágenes
y que la elección no existe. Los partidarios de la libertad piensan entendem os siem pre y sencillam ente los colores, las formas, los
que hay un m omento en el cual escojo entre dos posibilidades. matices que el m undo ofrece al sentido común. En efecto, cuando
A m bos com eten el m ism o error. El error consiste en considerar la Bergson em plea la palabra im agen, no quiere decir que las im á­
vida com o un cam ino trazado que en cierto m om ento se bifurca. genes sean im aginaciones y que el m undo sea una fantasía del
Para los determ inistas, si voy por la izquierda es que estaba desti­ espíritu. Por lo contrario, lo que Bergson llam a im agen es lo que
nado a hacerlo por m otivos psicológicos, físicos o sociales. Para el sentido com ún llam aría cosa: árbol, casa, hoja, piedra o nube.
los partidarios del libre albedrío existe la elección, pero existe en Las cosas m e rodean y m e afectan y yo, a mi vez, afecto y m odi­
un m om ento definido, allí donde los cam inos se bifurcan y la fico las cosas.29 Esta relación entre el m undo y la conciencia es lo
libertad se concibe en form a especial, en form a de un cam ino que B ergson llam a percepción.
m ensurable. A sí libre arbitristas y determ inistas colocan al yo Los psicólogos clásicos tendían a pensar que la percepción es
frente a dos posibilidades entre las cuales oscila. Los prim eros una form a de conciencia elem ental, una especie de conciencia
dicen que, puesto que oscilaba, escoge; los segundos, que escoge prim itiva. Así, para Hume, la percepción no era sino el principio
lo que de antem ano estaba determ inado a escoger. Pero la idea del conocim iento que se adquiría por asociación de sensaciones
m ism a de oscilación es una idea espacial. En realidad el proceso y de percepciones. Bergson, en cam bio, ve en la percepción un
de elección es m ás profundo e infinitam ente m ás com plejo: es el instrum ento. Cuando percibo un rayo de luz se m odifica mi reti­
acto m ism o de este yo que dura y que, por el hecho de durar, no na que responde adaptándose a la más intensa lum inosidad. Si la
puede reducirse a espacio ni real ni m etafóricam ente; una elec­ luz es m uy fuerte tendré que cerrar los ojos. La percepción m odi­
ción, un proceso de elección, es un m ovim iento interno que no fica los órganos sensoriales y hace que éstos actúen. C uando per­
perm ite divisiones ni cortes. Una decisión no es ni tangible ni es cibo. no percibo para contem plar, sino que percibo para actuar.
visible: es un proceso creador, un m ovim iento del espíritu que
em pieza por esbozarse y que poco a poco, m atizadam ente, se pre­ Henri Bergson, Ensayo sobre los datos inm ediatos de la conciencia, en op cit
pp. 143-144.
cisa y adquiere sentido. 29 Bergson em plea este argumento para mostrar que el mundo real no está en duda. Yo,
Llegam os así a precisar lo que Bergson entiende por libertad: con toda mi presencia de ser en el m undo, soy una im agen entre otras. ¿C óm o podría
“Se llam a libertad a la relación entre el yo concreto y el acto que pensarse que una imagen, que es tan sólo una parte del m undo, sea la causa de todas las
im ágenes que constituyen el mundo? En otras palabras: una parte no puede ser la causa
realiza.” Esta relación es indefinible precisam ente porque som os del todo, y el yo no puede ser ni el centro del m undo ni una conciencia que crea un mundo.
420 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo x x 421

La percepción es acción y es gracias a la percepción que puedo de la distinción que D escartes trazó entre la sustancia espiritual y
adaptarm e al m undo y responder con mis actos a un m undo que la sustancia corporal. El problem a, que ya se planteaba desde Pla­
constantem ente actúa sobre mí. Si fuéram os sólo seres perceptivos tón, es para Bergson un falso problem a. Y es un falso problem a
seríam os tam bién tan sólo seres activos. La percepción, ligada a porque está planteado sobre la falaz distinción radical entre al­
mi sistem a nervioso, es la base de mi acción sobre el m undo, de m a y cuerpo. Bergson percibe claram ente la diferencia entre alm a
lo que Bergson llam a atención a la vida. y cuerpo: el alm a está destinada a la contem plación; el cuerpo, a
Ahora bien, la percepción, que se realiza por el cuerpo y que afec­ la acción. Pero la diferencia entre alm a y cuerpo es más de grado
ta al mundo, es siempre una percepción presente. Si pudiéramos que de naturaleza. Entre los dos extrem os (el alm a-m em oria y
imaginar un ser que no hace más que percibir, este ser no podría el cuerpo-percepción-acción) existen toda suerte de interm edios
unificar sus percepciones y viviría de instante en instante sin poder que conectan las dos form as extrem as del ser hum ano. Bergson
recordar los instantes pasados y, por lo tanto, sin poder pensar. Pero concibe al hom bre com o encam ado y, en este sentido, está mucho
un ser humano no es un ser puramente activo, no es una pura res­ más cerca de san A gustín que de Platón, m ucho más cerca del
puesta instantánea ante el mundo. El ser humano, como hemos vis­ cristianism o que del puro espiritualism o. El hom bre, que es sobre
to, es un ser que dura. Y durar -e n el original fran cé s- significa todo alm a, alm a contem plativa, es tam bién un ser corporal y en­
transcurrir y pasar, pero significa tam bién permanecer. Aquello carnado, encarnado en su cuerpo individual, encam ado, tam bién,
que en mi duración dura, aquello que perm anece, es la m em oria. en un m undo; contem plativo en cuanto a su alm a, pero contem ­
Una parte de la memoria está dirigida a la utilidad si pensamos plativo, sobre todo, en cuanto esta alm a está dirigida a la vida
que la memoria, en cuanto remem oración, tiende a hacer presente religiosa. N aturaleza y religión son los dos tem as fundam entales
lo pasado con vistas a la acción y a la atención a la vida. Por otra que B ergson desarrolla, respectivam ente, en La evolución crea­
parte, existe la memoria que Bergson llam a independiente. Ello dora y en Las dos fu en tes de la m oral y de la religión.
conduce a una distinción que se ha hecho célebre. Existe una m e­
moria-hábito: existe una m em oria que es libre imaginación. La pri­
mera es el “hábito esclarecido por la m em oria” ;30 la segunda “pone Vida y creatividad
tanto capricho en reproducir com o fidelidad en conservar”.31 La
segunda, que es la m emoria del artista, del poeta y de todos los A nalizam os las relaciones entre la acción y la contem plación en
hom bres en cuanto tiene hondura su conciencia, nos lleva desde el el terreno del hom bre. Pero no sólo en nuestra existencia hum ana
plano del ensueño hasta la contem plación e incluso a la vida reli­ tiene la duración verdadera vigencia. La vida toda es duración y
giosa. La memoria profunda vuelve a ser en Bergson, como lo fue en la vida es tam bién toda acción.
Platón, en Plotino o en san Agustín, imagen móvil de la eternidad. Bergson nos dice que el universo dura. Y este paso de la con­
Esclarecidos estos térm inos, Bergson puede plantearse nueva­ ciencia-duración al universo-duración ha sido com parado al paso
mente un viejo problem a de la metafísica: el de las relaciones entre cartesiano del cogito al argum ento ontològico. Podríam os decir,
el alm a y el cuerpo. En conjunto podem os encontrar tres solucio­ resum iendo a Bergson, que mi duración revela la duración del
nes tradicionales al problem a: la reducción del alm a al cuerpo: universo y que si yo duro es porque el universo dura.32 La ciencia
la reducción del cuerpo al alm a o el dualism o de alm a y cuerpo. La - y en cuanto ciencia está en lo ju s to - trata al universo com o un
prim era es. a grandes rasgos, la solución m aterialista; la segunda, todo hom ogéneo, com o un espacio geom étrico que se puede re­
la solución espiritualista; la tercera, la que se hizo clásica a partir cortar. ordenar y medir. En realidad, el universo evoluciona. Pero

30 Henri Bergson, M ateria y memoria, en op. cit., p. 299. 32 Vid. Joaquín Xirau."Introducción", en Vida, pensam iento y obra de H enri Bergson,
31 Ibid., p. 234. Leyenda, M éxico, 1943.
422 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo x x 423

Bergson no acepta doctrinas m ecanicistas y determ inistas de la la hum anidad.” Con estas palabras se inicia el prim er capítulo
evolución ni las doctrinas finalistas de la vida. Las prim eras co­ de Las dos fu en tes de la m oral y de la religión. C om o en la m ayo­
m eten el m ism o error que los determ inistas cuando hablaban de ría de sus escritos, Bergson inicia este libro con el análisis de una
la libertad: conciben la vida com o un proceso de evolución deter­ línea concreta de hechos; en este caso se trata del análisis de
m inado por causas sem ejantes a las que gobiernan a las leyes la idea de obligación.
físicas. Las segundas interpretan la vida com o si tuviera un fin La idea de la obligación, la idea del fruto prohibido, esta idea
estático y fijo que esperara en un futuro m ás o menos vago. La que de niños recibim os de nuestros padres, de nuestros m aestros
vida, com o la duración, es heterogénea. Es la duración del m un­ y, en conjunto, del grupo social en que vivim os, es la clave para
do. Bergson, en una de sus célebres m etáforas, describe la vida entender la form a m ás prim itiva de la m oralidad que Bergson lla­
com o un cohete que asciende cielo arriba. El fuego del cohete es m a m oral estática. Lo que Bergson afirm a, en prim er lugar, es
la vida m ism a o lo que B ergson gusta llam ar el im pulso vital que el hom bre es un ser social y que, en cuanto tal, siente la pre­
(élan vital)', las cenizas que caen representan la inercia de la ma­ sión de la sociedad y de la religión tam bién estática que m antiene
teria. La evolución de este im pulso vital es “com o el viento que se a la sociedad unida. Ello no quiere decir que B ergson niegue la
cuela por una encrucijada y se divide en corrientes de aire diver­ im portancia de las obligaciones. La obligación es, p o r una parte,
gentes, todas las cuales no son m ás que uno y el m ism o soplo” .33 un hecho innegable anudado a nuestro ser social. Es tam bién una
En los años en que escribió La evolución creadora, Bergson necesidad de la vida social. Lo que Bergson no cree, en oposición
no se había ocupado todavía de m anera especial de problem as aquí a la m oral kantiana, es que la obligación sea la base de la
históricos, m orales y religiosos. No puede decirse que en La evo­ más honda m oralidad, la m oralidad dinám ica que surge de nues­
lución creadora aparezca, más allá del im pulso vital, un Dios tra conciencia libre. Y es que si som os sociales, som os tam bién
creador del m undo. Esta idea, que viene a com pletar la filosofía personas individuales, con características subjetivas. La sociedad
bergsoniana se hace explícita -culm inación de la vida m oral y no excluye la soledad, la intim idad y la conciencia individuales.
esp iritu al- en el im pulso de am or -é la n d ’a m o u r- que Bergson Si fuéram os absolutam ente sociales sería válido para nosotros
describe en Las dos fu e n te s de la m oral y de la religión,34 el im perativo kantiano: “Debes porque debes.” El im perativo ca­
tegórico no entraña, según Bergson, una actitud racional. Lleva
más bien consigo una actitud instintiva. El “debes porque debes” se
La m oral y la religión reduce a un “haces porque haces” . El im perativo categórico sería
más aplicable a una sociedad de horm igas que a una sociedad de
“El recuerdo del fruto prohibido es lo que hay de más antiguo en personas libres. Supongam os, con Bergson, que una horm iga que­
la m em oria de cada uno de nosotros, así com o en la m em oria de da súbitam ente ilum inada por la inteligencia, es decir, se hace
hum ana. Ya no podrá seguir haciendo lo que hace por instinto.
33 Henri Bergson, op. cit., p, 545.
34 La evolución creadora fue el libro que más fam a dio a Bergson. Venía a llenar una
Se preguntará por qué lo hace y, al preguntárselo y m anifestarse
necesidad: explicar la evolución de las especies en form a espiritualista y rechazar las com o agente libre entrará en conflicto con la sociedad puram en­
interpretaciones maierialistas y positivistas. Al pasar de los años, el libro ha perdido cier­ te m ecanizada que la rodea. Así, la obligación, el deber por el
to interés en sus aspectos científicos. A nuestro parecer la teoría de la evolución de Pierrc
Tcilhard de Chardin es m ucho más precisa y exacta que la de Bergson. En muchos aspec­
deber m ism o, nos acerca a los instintos y es una form a de hábito.
tos, por lo dem ás, la precisa y la afirma. Vea el lector en las páginas finales de este libro La m oral estática es la form a social de la m oral de horm iguero,
nuestra presentación del pensam iento teilhardiano. De La evolución creadora quedan, sin de lo que podríam os llam ar una m oral totalitaria. A hora bien, esta
em bargo, las páginas m emorables expuestas más arriba, donde Bergson traza las distin­
ciones precisas entre instinto, inteligencia c intuición. Quedan tam bién las páginas acerca
m oralidad fría, seca, instintiva y m ecánica existe porque existe
de las ideas del desorden y de la nada, que no podem os exponer aquí sin extender en para protegerla una religión igualm ente estática. Veamos cóm o
exceso las líneas generales de esta presentación. esta falsa religión está en la base de una falsa m oralidad de la m is­
424 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo x x 425

m a m anera que la verdadera religión, abierta y dinám ica, estará La sociedad abierta, resultado de la m oral dinám ica, será una
en la base de la m oralidad dinám ica y verdadera. sociedad am orosa y mística. No pensamos, sin embargo, que cuan­
La religión es com ún a todas las civilizaciones. Podrán existir do Bergson habla de una sociedad m ística crea que es com pleta­
sociedades hum anas ayunas de ciencia, pero todas las sociedades m ente realizable en la tierra. Se da cuenta de que esta sociedad es
han tenido una religión. En sus prim eras m anifestaciones entre una m eta y se da cuenta de que esta m eta no está al alcance de
los prim itivos y aun en form a prim itiva elem ental entre los civili­ todos los hom bres. Esta m oral religiosa se inserta en una religión
zados, la religión es cerrada y estática. dinám ica, verdadera clave de bóveda de la vida moral.
El hom bre prim itivo está m ás cerca de los hechos naturales La religión dinám ica es intuitiva, am orosa y se vincula a la
que nosotros. Ello no im plica que el hom bre prim itivo sea m enos duración. Para llegar a ella el cam ino no está ausente de peligros.
inteligente. Su inteligencia es, al m ism o tiem po, un instrum ento Pero estos peligros son precisam ente los que constituyen el ver­
de invención - y en este sentido es útil y peligrosa-. La horm iga dadero reto, el desafío que el alm a se atreve a sobrepasar.
hipotética que protestara contra la sociedad podría ser condena­ Los griegos realizaron un prim er paso hacia la religión verdade­
da a m uerte. El hom bre, ser inteligente, de hecho es condenado. ra, y cuando algunos de los padres de la Iglesia pensaban que Pla­
Y es que la inteligencia es inquisitiva. Se pregunta por qué traba­ tón era un profeta, sin saberlo, no andaban del todo equivocados.
jam os, por qué obedecem os, por qué hacem os lo que hacem os. Y Pero la religión griega no alcanzó verdaderam ente a ser mística. La
al hacerse esta pregunta, la inteligencia se hace peligrosa al po­ m ística que es acción y am or em pieza a aparecer en la India, en los
ner en peligro a la sociedad, al hacer que el hom bre que la em ­ profetas bíblicos y se desarrolla plenam ente con el cristianismo. El
plea quede perplejo y dudoso ante sus obligaciones, sus deberes místico cristiano es el que está im pelido por un impulso de amor
y el sentido general de la vida. A hora bien, frente al carácter inte­ (élan d ’amour) hacia el Dios de amor. Lo que en La evolución
rrogativo y crítico de la inteligencia, la inteligencia m ism a se po­ creadora se quedaba en un puro im pulso de vida se convierte, en
ne al servicio del instinto social y desarrolla una nueva facultad Las dos fuentes de la m oral y de la religión, en un im pulso de amor.
especialm ente destinada a proteger la sociedad que ella m ism a Lo que antes era la intuición del yo que dura y del mundo en dura­
ha puesto en peligro. Esta facultad de una inteligencia protectora ción, es ahora la contemplación de los místicos, en quienes Bergson
de los hábitos e instintos sociales es lo que Bergson llam a “fun­ ve la más alta realización de la vida espiritual. Si es verdad, como
ción fabuladora” . Bergson lo piensa, que a toda experiencia corresponde una existen­
G racias a la capacidad de fabulación, el hom bre crea mitos, cia, la experiencia de los místicos es la revelación viva de Dios.
leyendas e inventa protecciones im aginarias que le im piden des­ Esta idea de una m oralidad basada en la m ística puede sor­
truir. por la inteligencia, aquel ser social que ha llegado a ser por prender en una época com o la nuestra que tiende a negar las ex­
el instinto. Nace así la religión estática gracias a la cual se m an­ periencias de tipo religioso. La confianza de Bergson en la vida
tiene la moral estática de la obligación. Esta religión estática es, de los m ísticos y su confianza en que podem os participar en esta
en prim er lugar, “una reacción defensiva de la naturaleza contra vida es lo que da grandeza a su filosofía. Bergson piensa que en
el poder disolvente de la inteligencia” ; es. en segundo lugar, “una ciertas épocas ha dom inado la m ística; tal es el caso de la Edad
reacción defensiva de la naturaleza contra la representación, M edia; en otras, han dom inado la ciencia y la técnica; tal es el
por la inteligencia, de la inevitabilidad de la m uerte”.35 caso de la Europa posterior al Renacim iento. De hecho Bergson
A hora bien, frente a esta m oral y esta religión estática están las piensa que ha crecido nuestro cuerpo y que las m áquinas no son si­
verdades m orales y religiones abiertas y dinám icas. no prolongaciones de nuestros ojos, de nuestros brazos, de nues­
tros sentidos todos. No hay por qué negar las m áquinas ni hay por
35 Henri Bergson, Las dos fu e n te s de la moraI y de la religión, en op. cit., pp. 1078 qué criticar la técnica. Lo que el hom bre m oderno debe hacer es
y 1086. desarrollar su alm a a la m edida de su nuevo cuerpo. Sólo un alm a
426 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo xx 427

acrecentadora será capaz de dom eñar las fuerzas de un cuerpo En uno y otro continente m uchos filósofos encontraron una fuen­
que crece día a día. El m undo que Bergson vislum bra y espera que­ te de inspiración en el bergsonism o, gracias al cual pudieron reac­
da claram ente resum ido en las últim as palabras de Las dos fu e n ­ cionar contra las filosofías positivas im perantes y desarrollar su
tes de la m oral y de la religión. En este m undo “el placer sería propio pensam iento personal.
eclipsado por el gozo [...] Gozo sería, en efecto, la sim plicidad de
vida que propagara en el m undo una intuición m ística difun­
dida, gozo, tam bién, la vida que seguiría autom áticam ente una Obras de consulta
visión del más allá en una experiencia científica am pliada” .36
A d o l p h e , Lydie, La Philosophie religieuse de Bergson, Presses
Universitaires de France, Paris.
Influencia de Bergson D e l a t r e , Floris, Bergson et Proust. Accords et dissonances, Albin
Michel, Pans.
L a influencia de Bergson ha sido considerable en el pensam iento G o u h ie r , Henri, Bergson et le Christ des Évangiles, Fayard, Paris, 1961.
europeo. Filósofos tan distintos como A. N. Whitehead, Max Scheler J a n k é l é v it c h , Vladimir, Henri Bergson, Universidad Veracruzana,
y aun Teilhard de Chardin han recogido, com o habremos de ver, Jalapa, 1962.
ideas que B ergson puso en circulación. Otros, com o M aurice Le R o y , Édouard, Bergson, Labor, Barcelona, 1932.
Blondel (1861-1949), desarrollan una filosofía cristiana basada en T h ib e u b e t , Albert, Le Bergsonisme, Gallimard, París, 1923.
la idea de que el hom bre es acción en pos de la acción absoluta de V a r io s , Les Études hergsoniennes, A lean, París, 4 Vols.
Dios, y Blondel se acerca al bergsonism o por su idea dinám ica X ir a u , Joaquín, Vida, pensamiento y obra de Henri Bergson, Leyenda.
de la personalidad humana. No menos notoria fue la influencia de México, 1943.
Bergson en Hispanoamérica. Antonio C aso (1883-1946), en M éxi­
co, reaccionó contra el positivismo a fines de siglo con una filoso­
fía que lim itaba a sus prácticas la utilidad y la ciencia y reservaba a
IV. Fenom e n o l o g ía y f il o s o f ía d e l o s v a l o r e s :
la caridad la función básica del conocim iento humano. José Vas­
Edm und H u sserl y M ax Scheler
concelos (1882-1959), también en reacción contra el positivismo,
utiliza una intuición de fuente bergsoniana, si bien de contenido
más claram ente emotivo, para afirmar que el m undo es una arm o­ Husserl
nía de belleza. Carlos Vaz Ferreira (1873-1945) desarrolló en Uru­
guay una filosofía de la libertad que tiene acentos bergsonianos.37 Bergsonismo y fenomenología no son filosofías discordantes. Berg­
son parte de los hechos concretos —duración, percepción, m em o­
36 Ibid., p. 1245. ria, evolución, experiencia re lig io sa- para edificar una m etafísi­
17 Amonio Caso entabló la lucha contra el positivism o en La filosofía de la intuición
(1914) y La filosofía francesa contemporánea (1917). Su libro más original es La existen­
ca. Edm und Husserl (1859-1938) afirm a que si la filosofía debe
cia como economía, como desinterés v como caridad (1919). José Vasconcelos, filósofo, renovarse ha de volver a “las cosas m ism as”. Am bos quisieron
escritor, político, fue una personalidad extrem adam ente com pleja. En su obra filosófica volver a los datos inm ediatos para analizarlos, valorarlos y des­
se nota las influencias de los presocráticos, de Plotino, de la filosofía hindú. Sus obras
filosóficas más im portantes son: Pitágoras, una teoría del ritmo. El monism o estético y la
cribirlos. La diferencia más clara entre Bergson y Husserl reside
Estética. Carlos Vaz Ferreira, que se inició en el positivismo para después luchar contra él. sobre todo en el objeto de sus respectivas filosofías. Bergson, pri­
publicó su primer libro importante en 1908: El pragm atismo: exposición y crítica. Sus ideas m ordialm ente psicólogo, trata de edificar una filosofía que sea el
m edulares están recogidas en Fermentario (1938). Otros pensadores hispanoamericanos
influidos por el bergsonism o son: Alejandro O. D eustúa (1849-1945), de Perú: Raim undo
sustento de la vida personal. Husserl, lógico, trata m ás bien de
de Farías Brito (1862-197), de Brasil: Alberto Rouges (1880-1945). de Argentina. buscar un fundam ento para las ciencias y de establecer un m éto­
428 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo XX 429

do para fúosofar. Si tanto Bergson com o Husserl critican las lim i­ fos clásicos -so b re todo para los em piristas y para K a n t- un fe­
taciones del positivism o, uno lo hace para constituir una m etafí­ nóm eno es un dato de la experiencia -co lo r, sabor, sonido etcéte­
sica de la duración, la m em oria y la divinidad; el otro para esta­ ra -, Para Husserl la palabra, usada en su sentido etim ológico, se
blecer un nuevo camino para la teoría del conocim iento. refiere a todo lo que se ofrece a la conciencia. Así ha podido es­
La influencia del m étodo husserliano ha sido poderosísim a. El cribirse que “la actitud fenom enològica [...] es la actitud del pu­
m étodo fenomenológico es empleado, con variantes, por filósofos ro espectador” .39
de los valores (Max Scheler y Nicolai Hartmann), por un buen nú­ Es necesario m ostrar cuál es el m étodo fenom enológico para
m ero de existencialistas (M artin Heidegger, Jean-Paul Sartre y entender, a la vez, la noción de fenóm eno y la parte de la filosofía
M aurice M erleau-Ponty). por pensadores m ísticos (Edith Stein) husserliana que más y m ayor influencia ha tenido en las escuelas
y. en los años recientes, aunque en form a más parcial, por algunos filosóficas posteriores.
de los filósofos ingleses del lenguaje.38 Ello no quiere decir que de­ El error de los filósofos ha consistido, según Husserl, en acep­
be confundirse la fenom enología de H usserl con ninguna de estas tar toda suerte de hipótesis, en proceder, com o diría Descartes,
tendencias. Ha sido com ún colocar a Husserl en los orígenes del con prevención, es decir, con prejuicios. La prim era actitud del
existencialism o cuando H usserl m ism o repudió claram ente las fenom enólogo es la supresión de todas las presuposiciones. C o­
filosofías existenciales que em pleaban, a su m anera, el m étodo m o D escartes. Husserl quiere em pezar a pensar de nuevo. El
husserliano. El error viene, principalmente, de confundir el m éto­ m étodo fenom enológico no será, prim eram ente, explicativo, sino
do de una filosofía con el contenido ideológico de la filosofía mis­ descriptivo. Ante aquello que se da a la conciencia, que se nos
ma: Es indudable que el m étodo de Hegel influyó en M arx, pero ofrece, la actitud del fenom enólogo será la del analista puro que
ello no quiere decir que la filo so fía m arxista coincida con la filo ­ olvida todas las interpretaciones anteriores y ve las cosas cara a
sofía hegeliana. De igual m anera, si bien el m étodo de H usserl ha cara. A hora bien, hay objetos que pueden describirse con facili­
podido influir en Heidegger o en Sartre, ello no quiere decir que ni dad y otros cuya descripción es difícil y acaso de m om ento im po­
uno ni otro sean husserlianos en cuanto a sus filosofías respectivas. sible. En el prim er caso la descripción será directa; en el segundo
La filosofía de Husserl es un método, una teoría de la conciencia co­ será posible siem pre que no se dejen intervenir hipótesis sin fun­
mo intencionalidad y finalmente, una m etafísica de la conciencia dam ento. Cuando la descripción im plique la presencia de hechos
que el filósofo dejó apenas esbozada. Resumiremos este m étodo y inexplicables por m edio de la descripción, habrá que realizar lo
esta filosofía siguiendo las ideas principales de los tres principales que H usserl llam a -e m p le a n d o un térm ino de los escépticos,
libros de Husserl: las Investigaciones lógicas, las Ideas relativas a sin sentido escéptico - una epoché, es decir, una suspensión del
una fenomenología pura y las M editaciones cartesianas. ju icio . En palabras más llanas, habrá que poner entre paréntesis
la serie de hechos que no pueden describirse y esperar que las
descripciones detalladas y precisas perm itan más tarde explicar
La noción de “fe n ó m e n o ” y el m étodo fenom enológico
estos hechos que intencionalm ente hem os dejado a un lado. Este
poner entre paréntesis es lo que Husserl denom ina tam bién la
La palabra “fenóm eno” ha sido em pleada en diversos sentidos
reducción fenom enològica. A hora bien esta prim era reducción.
por filósofos de distintas tendencias. En general para los filóso­
que se presenta com o la reducción fundam ental en los prim eros
38 La influencia de Husserl se encuentra muy principalm ente en la filosofía española e libros de Husserl. no es la única que realiza el filósofo. Husserl
hispanoam ericana. Husserl fue introducido en España por Ortega y Gasset, Manuel García se interesó, en un principio, por las matemáticas. Su prim er libro se
M orente, José Gaos, X avier Zubiri y Joaquín Xirau. En M éxico, por Antonio Caso. José
Gaos y Joaquín Xirau. En Argentina, por Francisco Romero. Ninguno de estos filósofos
es, estrictam ente hablando, husserliano. Todos ellos estuvieron influidos por Husserl, de 311Joaquín Xirau. La filosofía de Husserl. Una introducción a lafenom enología, Losada,
nuevo, más en cuanto al método se refiere que en cuanto toca a las ideas husserlianas. Buenos Aires, 1940, p. 41.
430 Introducción a la historia de la filo so fia P erspectivas d el siglo xx 431

ocupó de la F ilosofia de la aritm ética. Su prim era obra fun­ y lo que se da, lo que se intuye, se describe. De ahí que sea justo
dam ental se encuentra en las Investigaciones lógicas. Ello debe decir que para el fenom enólogo, la actitud filosófica es la del pu­
indicarnos ya que Husserl se preocupa sobre todo de un tipo de ro contem plador, un contem plador que describe lo que ve.
fenóm enos, de un tipo de presentaciones: los fenómenos de orden Establecidos los principios del m étodo fenom enológico es ya
lógico e ideal. De ahí que Husserl no piense en la necesidad de posible: 1) ver cóm o Husserl trata de fundar una lógica pura, uni­
ocuparse de hechos individuales. Y ello porque piensa que los versal y necesaria; 2) com prender la estructura de la conciencia,
hechos individuales se explican tan sólo en form a ideal. Tal es la y 3) acercarnos al problem a de la conciencia y de la com unica­
reducción eidètica. Si por eidos entendem os un conocim iento de ción entre las conciencias.
esencias, la filosofía de Husserl es, ante todo, el conocim iento
de estas esencias universales que engloban a las cosas particula­
res. A un m atem ático no le interesa este triángulo que traza el La lógica pura y la crítica del psicologism o40
alum no con m ano de aprendiz; a un lógico no le interesa esta o
aquella aplicación del principio de identidad; a un fdósofo no le L a lógica europea tendía, desde los tiem pos de Hume, a reducirse
interesa prim eram ente la descripción de esta persona, descrip­ a una form a de la psicología. Para los lógicos com o John Stuart
ción que pertenecería a la psicología. Al prim ero le interesa el M ili los principios lógicos se adquieren a partir de la experiencia
triángulo en general; al segundo el principio de identidad en ge­ y son, por lo tanto, principios a posteriori. El principio de identi­
neral; al tercero el yo en general. Así, la filosofía de H usserl revi­ dad, por ejem plo, no es más que una abstracción que realizam os
ve en tiem pos m odernos un m undo ideal de esencias que no hay a partir de las sim ilitudes que encontram os entre nuestras expe­
que confundir, sin em bargo, con el m undo de las ideas platónicas. riencias sensibles. D e m anera m ás general, las ideas abstractas
Estas existen en la realidad y son la única realidad. Para Husserl son para M ili y para toda su escuela -c o m o lo fueron para H u m e-
plantearse el problem a de la existencia o la no existencia de las m ero reflejo de la experiencia. Las ideas abstractas son nom bres
esencias es precisam ente pecar de precipitación y basar toda la que dam os a algún tipo de im presiones o de sensaciones, pero
filosofía en m eras hipótesis. Tal es un caso de los problem as que carecen de valor verdaderam ente universal. L a crítica de Husserl
H usserl reduce, pone entre paréntesis y en tela de juicio para ante sem ejante interpretación de la lógica es doble. Las ideas que
suspenderlo. Las esencias se presentan, se dan en la descripción describen los psicólogos son ideas vagas, individuales, subjeti­
m isma. Sobre su existencia o sobre su inexistencia no es posible vas. La analogía entre un color rojo y otra tonalidad de rojo es
ju zg ar de antem ano. cosa de experiencia individual y es una analogía im precisa. Las
H em os visto cóm o Husserl trata de evitar los falsos problem as ideas de la lógica son, por lo contrario, precisas, universales y
planteados por falsas hipótesis. Hemos visto tam bién que Husserl objetivas. Cuando los psicólogos quieren derivar estas leyes pre­
pretende describir los fenóm enos y, sobre todo, los fenóm enos cisas de una serie de sensaciones im precisas, están com etiendo
ideales. Q ueda por precisar cóm o se conocen estos fenóm enos. un error. Lo preciso no puede provenir de lo vago, lo exacto no
La form a husserliana del conocim iento es la intuición. Existen puede fundarse en lo inexacto ni lo verdadero en lo dudoso. A
intuiciones sensibles, datos de la experiencia sensorial de los cuales esta prim era crítica. Husserl añade una segunda y m ás profunda.
se ocupan las ciencias de los hechos: física, quím ica, botánica o Para entenderla hay que precisar lo que H usserl define com o
psicología. Pero existe tam bién una intuición esencial que es la relativism o escéptico. Supongam os que existe una doctrina que
intuición propia y, ante todo, intuición de esencias. Esto significa niega la posibilidad de cualquier doctrina en general. Tanto val-
que si los fenóm enos se dan. se nos entregan, se ponen de m ani­
fiesto, nuestro deber consiste en verlos, en ordenarlos m ediante 40 Sigo aquí principalm ente a José Gaos. “Crítica del psicologism o” , en Introducción
una intuición idéntica. Lo que se da, se ve; las esencias se intuyen; a la fenom enología, Universidad Veracruzana, Jalapa, 1960.
432 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo x x 433

dría decir que esta teoría hipotética afirm a precisam ente lo que un conocim iento preciso y exacto, com o es preciso y exacto el
niega porque al decir que no existe ninguna posibilidad de teoría, principio de no-contradicción. Estas creencias opuestas pueden
al fundar, al m ism o tiem po, una teoría que niega esta posibilidad, ser la causa de la desorientación de una persona, de la angustia o
se está edificando una teoría que quiere tener valor universal. El de la locura de una persona. N o pueden ser la base de una verdad
relativism o escéptico es precisam ente el de aquellas doctrinas que universal. A diferencia de Protágoras, los psicologistas a lo M ili
pretenden ser universales y que. en el cuerpo m ismo de la doctri­ quieren fundar una lógica universal, pero al fundarla sobre los
na, socavan los principios de una teoría universal en general. En casos particulares de la psicología destruyen, im plícitam ente, la
este sentido puede decirse que los sofistas eran relativistas escép­ universalidad de la lógica. Es precisam ente en este sentido que
ticos. Com o ya lo había visto Sócrates, quien dice que la verdad el psicologism o es un relativism o escéptico. A l fundar la lógica
no existe está queriendo afirm ar una verdad universal y, en su sobre una psicología individual que niega la verdad universal,
m ism a negación, establece que existe la verdad. Tal es el caso de hacen depender la lógica de esta m ism a falta de verdad y nie­
Protágoras. Protágoras, filósofo puram ente subjetivista, afirm aba gan, im plícitam ente, el valor de la lógica. El psicologista es com o
que el “hom bre es la m edida de todas las cosas”. Esta afirm ación el relojero que quisiera construir un reloj exacto con m anecillas
es la forma más primitiva del relativismo. Según ella el individuo es de m im bre. Su idea del reloj podría ser exacta, pero su reloj no
la m edida de todas las cosas y, por lo tanto, no existe verdad funcionaría y sería una contradicción viva de lo que es un verda­
alguna. Sin em bargo, para Protágoras existe por lo m enos esta dero reloj.
verdad universal: la verdad de que no hay ninguna verdad univer­ La consecuencia de estas críticas de Husserl contra las distintas
sal. Protágoras se contradice, se niega a sí m ism o y “el conteni­ lógicas de tipo relativista y contradictorio se encuentran en el con­
do de sus afirm aciones niega lo que im plica el sentido o el con­ cepto de una lógica a priori, universal y necesaria, separada de
tenido de toda afirm ación y, por ende, no puede separarse, con los hechos psicológicos. Hem os visto que el psicologism o lleva
sentido, de ninguna afirm ación” .41 a la negación de la lógica m ism a que quería afirm ar en un princi­
Esta m ism a actitud es, de hecho, la de los psicologistas. Pa­ pio. Suprim ida la dificultad que planteaba el positivism o, queda
ra ellos, existen leyes lógicas universales, pero estas leyes lógi­ el cam po libre para una lógica pura. H abrá m ás bien que decir
cas están derivadas de la experiencia psicológica. L a lógica -q u e que, si la lógica es la base verdadera de todas las ciencias, pues­
es e x a cta- se basa en sensaciones, creencias, hábitos o costum ­ to que no hay ciencia que sea contraria a las leyes lógicas, la psico­
bres individuales e inexactas. L a confusión principal de los psi­ logía no sólo no es la base de la lógica sino que es una ciencia
cologistas consiste en querer dar un fundam ento a la lógica a base particular, y, com o todas las otras ciencias, depende de la lógica.
de lo que es en sí m ism o ilógico, deshilvanado y vago. Husserl, por vías m uy distintas a las de Bergson, contribuye
Consideram os, por ejem plo, el principio de no-contradicción. con su crítica del psicologism o a una crítica del positivism o. El
Según M ili este principio deriva de un hecho puram ente psicoló­ psicologism o, en efecto, es el tipo de lógica que quiere fundarse
gico: el hecho de que una persona no puede creer y dejar de creer en los hechos puros sin tener en cuenta la existencia de principios
en una cosa.42 Supongam os que una persona no pueda tener dos universales. P or otra parte, H usserl critica el nom inalism o que
creencias opuestas al m ism o tiem po. A un en este caso, sus creen­ hem os encontrado repetidam ente en el curso de la historia del
cias tendrán un puro valor subjetivo y no podrán ser la base de pensam iento. Las ideas universales no son ya m eros nom bres que
se lleva el viento. Tienen, por lo contrario, sentido, y este sentido
41 Edm und Husserl, Investigaciones lógicas, trad. de M anuel G. M orente y José
reside en su validez universal. Com o Platón, com o A ristóteles,
Gaos, en R evista de O ccidente, M adrid, 1929, vol. I, pp. 127-128. com o D escartes, Leibniz o Kant, cada uno de su época y cada
4: Husserl observa, con claridad, que de hecho, psicológicam ente no pueden existir uno en su m om ento, Husserl establece las bases universales y
creencias contrarias en una persona, y que así la ley de M ili es falsa aun psicológicam en­
te hablando. Para la exposición detallada de toda esta crítica, vid. ibid., iii-viii.
necesarias del pensam iento lógico. L a filosofía de H usserl, y es­
434 Introducción a la historia de la filo so fía
P erspectivas d el siglo X X 435

pecialm ente su aspecto m etódico y el aspecto crítico que acaba­


activa o, com o dirá Sartre, que es conciencia de. Esta conciencia
mos de describir, es una de las form as m ás exactas de la filosofía
intencional contiene dos polos que Husserl distingue claram en­
contem poránea y la que más a fondo renueva la tradición de la
te: el sujeto y el objeto. El objeto puede, por otra parte, ser real o
filosofía clásica y hace del conocim iento no una m era opinión
ideal, ser esta hoja que percibo ahora o el círculo ideal que pien­
sino una verdadera ciencia.43
so cuando dem uestro un teorem a, si bien Husserl se interesa casi
únicam ente por los objetos ideales. Q ueda así establecido el ca­
rácter bipolar de la conciencia ideal.44 Para ello tom em os un ejem ­
Estructura intencional de la conciencia
plo que nos será útil para aclarar los térm inos. Supongam os, para
sim plificar, que estoy percibiendo un árbol. Existen, en prim er
La teoría de la intencionalidad es otra de las grandes aportacio­
lugar, los dos polos del conocim iento: yo - e s decir, el s u je to - y el
nes de Husserl al pensam iento m oderno. En ella se renuevan ideas
árbol -e s decir, el objeto-. Es claro que el árbol puede presentarse
escolásticas de la estructura de la conciencia. No es esto sorpren­
en m últiples aspectos: puedo fijarm e ahora en su color verde, aho­
dente. Franz Brentano, uno de los más exactos pensadores de A le­
ra en el color pardo de las hojas que em piezan a otoñarse, ahora
m ania a fines del siglo pasado, había tom ado la noción de inten-
en la form a del tronco. Todos estos aspectos del árbol, todas estas
cionaliuad (inexistencia intencional la llam aba él) para aplicarla
perspectivas se refieren al m ism o objeto, pero no son la totalidad
a la psicología. Husserl estuvo influido en este punto por Brentano.
del objeto; no son el árbol. Por otra parte, cuando veo el árbol y
La diferencia entre uno y otro es que Husserl aplica la doctrina de
percibo sus distintos aspectos tiendo, en mi conciencia, hacia el
la intencionalidad principalm ente a la conciencia pura, es decir,
árbol, a él dirijo mi atención, en él me fijo. Esta dirección de mi
a la conciencia en general, m ientras que Brentano la aplicaba a
conciencia hacia el objeto es lo que Husserl llam a noesis; los
esta ciencia particular que es la psicología.
distintos aspectos del objeto son los noem as. Así, conocer es diri­
A nte todo es necesario evitar una confusión que desvirtuaría
girm e hacia el objeto, ver todo sus aspectos distintos y una vez
la idea m ism a de intención y de intencionalidad. Estas palabras
determ inados estos aspectos, llegar a la totalidad del objeto. C o­
suelen indicar un acto de la conciencia voluntaria y la intención
nocer, en térm inos más técnicos, es partir de un yo, m ediante un
-b u e n a o m ala in ten ció n - suele unirse a conceptos de la vida m o­
acto de conocim iento dinám ico (noesis) para alcanzar las reali­
ral. N ada más alejado del propósito de Husserl. C uando em plea
dades noem áticas que, juntas, m e darán el objeto. Esta idea de
la palabra intención lo hace en el sentido etim ológico de tender
una conciencia dinám ica, dirigida al objeto com o un conjunto
(inteiulere). La intencionalidad es así una pura actividad de la
de predicados de un sujeto, o de noem as, o de aspectos esencia­
conciencia. Cuando H usserl afirm a que la conciencia tiene un
les, im plica una teoría de la verdad.
sentido intencional quiere decir que es siem pre una conciencia
La verdad se ha venido definiendo en el curso de la historia de
la filosofía de tres m odos principales: 7) com o correspondencia
43 Otra, tam bién desde el punto de vista lógico, es el descubrim iento de la lógica entre el sujeto y el objeto, el concepto y la esencia (tal fue la
m atem ática que se inició en el siglo pasado con la lógica de Boole y que edificaron, en definición de san A gustín y de los filósofos clásicos); 2) com o
la obra lógica más m onum ental de nuestro siglo, Bertrand R ussell y Alfred N orth
W hitehead. En su libro P rincipia m athem atica los dos pensadores ingleses quisieron
coherencia interna del pensam iento (tal fue la definición de Des-
establecer los fundam entos lógicos de la m atem ática. La obra de R ussell y W hitehead
com pete, sin em bargo, a los especialistas, entre los cuales no se encuentra el autor de
44 Insistim os sobre este aspecto ideal de la conciencia. El ejem plo que sigue después
este libro. Por lo dem ás este libro es una introducción al pensam iento filosófico y so­
de estas líneas es demasiado psicológico para entender bien a H usserl, más valdría pensar
lam ente nos ocupam os en él de lógica pura cuando ésta afecta considerablem ente los
un ejem plo sacado de las m atem áticas. Así, podría establecerse la relación entre un yo
m odos de pensar. La lógica sim bólica contem poránea se ha convertido en una especia­
(noesis) y los aspectos o leyes del triángulo (noem as). esto es el objeto triángulo. Por otra
lidad. Para iniciarse en ella recom endam os especialm ente: Quine, M ethods o f L ogic, y
parte, cuando Husserl se refiere a la conciencia incluso en sus aspectos más vitales, se
en español, José Ferrater M ora y Leblanc, L ógica matemática.
refiere tam bién a la esencia de esta conciencia vital.
436 Introducción a la historia de la filosofía Perspectivas del siglo XX 437

caites, los racionalistas y Kant); 3) com o utilidad pragm ática. En jante a com o actúo y que piensa de m anera sem ejante a la m anera
su concepto de la verdad, H usserl aplica su teoría de la intencio­ en que pienso. Es esta analogía -e sta apercepción analógica com o
nalidad. Si es verdad que detrás de las distintas form as o aspectos la llama H usserl-. lo que me revela en form a que no contradice al
del árbol está el árbol m ism o, si es verdad que los diferentes noe- m étodo descriptivo de la fenomenología, la evidencia de los “otros”.
m as de un triángulo se refieren al m ism o objeto triángulo, habrá Mi conciencia no es una m ónada aislada com o aquella m ónada sin
que definir la verdad com o una correspondencia entre el acto ventanas de Leibniz. Es una conciencia abierta que percibe a los
del conocim iento (noesis) y el objeto conocido. Lo que aparta a demás com o seres semejantes al mío y que los percibe com o se­
Husserl de la definición clásica es que no quiere aquí hacer nin­ res que existen de la m ism a manera que yo existo. Si percibo otro
guna hipótesis y no se refiere a la existencia del objeto sino, y cuerpo transfiero a él lo que siento de mi cuerpo; si percibo “otro”
según su m étodo, a su presencia. pensamiento transfiero a él mi pensamiento y sé que este otro pen­
Conocer, es así, revelar, develar la realidad de las esencias; es sam iento piensa. El m undo de los hombres está así hecho de seres
ver m ediante un acto de conocim iento que el yo dirige a las cosas en com unicación que se perciben unos a otros com o sem ejan­
m ism as ya ahora claram ente entendidas com o esencias. La ver­ tes porque com paran al otro con ellos m ismos. Estas ideas, ape­
dad es así la evidencia de los objetos que se revelan a la descrip­ nas esbozadas en Husserl, tom an cuerpo de m ayor presencia en
ción activa del fenom enólogo. otras filosofías contem poráneas que analizarem os más adelante.
Q ueda establecido un m undo ideal contem plado por un sujeto Husserl, en efecto, nos ha colocado frente al ser sin acabar de
ideal. Pero este sujeto es, tam bién, cada uno de nosotros. E spe­ traspasar los um brales que conducen al ser. Este ser, H usserl lo
cialm ente en las M editaciones cartesianas, Husserl parece vol­ concebía com o hecho de distintas regiones, que él llam aba regio­
ver al nivel de la existencia. Existo yo; existe ante m í el ser. Y el nes ontológicas. H usserl se ocupó principalm ente de una de estas
problem a que se le plantea a H usserl es sem ejante al que se le regiones; la de la lógica y del conocim iento. Se ocupó parcialm en­
planteaba a Descartes. D ada la existencia del yo, del cogito, ¿qué te de algunos aspectos que acabam os de describir de la región me­
m e garantiza que no existo en soledad?, ¿qué garantía tengo de la tafísica. Entre sus discípulos, unos (Scheler y Hartm ann) se ocu­
existencia de los otros? El yo vivo que es cada persona, ¿estará parán de la región de los valores; otros (Heidegger, Sartre), de la
condenado a una vida aislada? región del ser que llam am os existencia.45

El yo, los otros y la com unicación M ax Scheler, el “N ietzsche católico"

Es precisam ente en la respuesta a este problem a que la filosofía Max Scheler (1874-1928) fue considerado en cierto momento como
de Husserl, hasta aquí lógica y epistem ológica, se hace m etafí­ uno de los pocos grandes pensadores de este siglo. A un cuando su
sica; es precisam ente en este punto tam bién que la filosofía de influencia ha disminuido algo en los últimos dos decenios, sigue
H usserl plantea un problem a que resuelve con cierta vaguedad siendo uno de los filósofos más auténticos de este siglo. Su cambio
acaso porque precisam ente H usserl quiere seguir su m étodo y de fortuna y aun de popularidad debe atribuirse, en parte, a sus
evitar toda precipitación y todo prejuicio. propias oscilaciones. Scheler, filósofo cristiano, acabó por pensar
M i conciencia tiende a asim ilar objetos sem ejantes. Cuando que sus propias creencias eran dudosas y varió su filosofía que, en
percibo una piedra puedo, m ediante una analogía, com parar esta los últimos años, se volvió im precisa. Puede también atribuirse
piedra con otra y ver su relación. Cuando percibo a “otro” lo perci­
bo com o un ser encam ado, com o un ser que vive en su cuerpo, es 45 En los últim os años de su vida Husserl se ocupó tam bién de problem as más concre­
decir, com o un ser sem ejante al m ío, que actúa de m anera sem e­ tos: por ejem plo el de la crisis de la filosofía y el m undo europeos.
438 Introducción a la historia de la filo so fía
Perspectivas del siglo XX 439

buena parte del descenso de esta popularidad al surgim iento al­ Después de haber establecido la existencia de valores a priori,
go posterior del existencialism o europeo que, com o Scheler. ligados a nuestra conducta cotidiana y a nuestra vida concreta,
pero con una conciencia de crisis que se adapta a nuestro m undo S cheler establece una jerarquía de los valores. Los valores más
en crisis, trata también de valores de vida y de existencia. Las obras elem entales son los valores sensibles que nos dan las cualida­
de Scheler de valor perdurable son la Ética, la Esencia y fo rm a ele des de agradable o desagradable. En un escalón interm edio están
la sim patía y, más breves, pero no menos ricas. De lo eterno en el los valores vitales (nobleza, valentía, generosidad, honor). Los
hombre, El resentimiento en la moral, M uerte y supervivencia. valores más altos son de tipo religioso.
Esta jerarquía permite proponer escalas de conducta. La conduc­
ta más elemental será la conducta sensible; la más alta, la conducta
Los valores religiosa. Lo cual no quiere decir, ni m ucho m enos, que la con­
ducta sensible sea negativa. S cheler no piensa que debam os reali­
M ax Scheler se ocupó, principalm ente, de una de las regiones zar en todo m om ento valores religiosos. Piensa más bien que, en
ontológicas que H usserl había dejado intocada: la región de m ayor o m enor grado, los valores religiosos se realizan tam ­
los valores. Los valores son. com o las esencias de Husserl, obje­ bién en los valores de la vida cotidiana. En ello Scheler concuerda
tos intencionales, y com o ellas, son universales y necesarios. Pero plenam ente con la doctrina del cristianismo. Aun el menor de nues­
a diferencia de las esencias, cuyo conocim iento es propiam ente tros actos, si está realizado con conciencia de amor, es un acto su­
intelectual, los valores se conocen por el sentim iento. Pascal h a­ perior. La conducta moral positiva consistirá entonces en realizar
bía buscado las “razones del corazón” . Scheler trata de establecer valores positivos, valores que, cuanto más positivos sean, harán que
la existencia de principios universales que no pueden aprehenderse más positiva sea tam bién la conducta moral. Por ello Scheler puede
com o las esencias, por m edio de la inteligencia, pero que tienen escribir que “la existencia de un valor positivo es ella misma un va­
una función decisiva para la conducta hum ana puesto que son las lor positivo”.46 Este axioma básico de la moral scheleriana quiere
bases universales y necesarias de la conducta. decir que un valor positivo se realiza en el acto mismo de la conduc­
Ya Kant había tratado de establecer los principios a p rio ri de ta humana y que quien realiza un valor positivo (la caridad o el bien,
la conducta en la Crítica de la razón práctica. No obstante, Kant por ejemplo) es ya de por sí portador del valor positivo mismo.
había buscado tan sólo form as generales y su ética era una ética Hasta aquí, esquematizada, la idea scheleriana de la universali­
form al. La revolución scheleriana consiste en afirm ar que existen dad concreta de los valores. Cabe ahora preguntarse: ¿quién realiza el
valores universales y necesarios que son a la vez m ateriales (es valor?, ¿cómo se realizan los valores? A la primera pregunta respon­
decir, concretos). Con esta doctrina Scheler logra, por una parte, de Scheler con una doctrina de la persona humana: a la segunda con
evitar el form alism o de la moral kantiana y, por otra, unlversali­ una doctrina del amor que le conduce a una suerte de metafísica que
zar la existencia de los valores concretos y vitales. Al establecer la parte del hombre o. si se quiere, a una suerte de metantropología.
validez universal y necesaria de los valores concretos. Scheler
logra, en oposición a Kant. hacer que el deber ser dependa del
valor. En efecto, si existen valores morales a priori. nuestra con­ Persona y am or
ducta está ligada a ellos y depende de ellos y nuestra voluntad,
nuestro sentido del deber, dependen de la realización o de la no S cheler es uno de los filósofos que con m ayor pasión han sentido
realización de un valor. Estos valores, com o las ideas platónicas, la necesidad de afirmar la persona humana. A los individuos -p ala-
son inm utables. A sí por ejem plo, el bien es siem pre el m ismo. Lo
que es relativo es nuestro punto de vista hacia el bien o nuestra
46 Max Scheler. Ética, trad. de H. Rodríguez Sanz. en R evista de O ccidente, M adrid.
m anera de realizar el bien. 1941, vol. i, p. 124.
440 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo xx 441

bra que si se tom a etim ológicam ente significa los indivisos-, todas las form as del autoengaño que dependen y se fundan en el
podem os oponer la persona. Los individuos son los hom bres en desvalor, el odio y el resentim iento. Solam ente entonces podrá
cuanto suprim im os sus cualidades propias. El núm ero de un sol­ establecerse una relación real, no de individuo a individuo, no
dado o de un alum no en la clase hace de él un individuo, uno de de egoísm o a egoísm o, sino de persona a persona. De este tipo de
tantos. Pero el hom bre vivo no es individuo sino persona. Según relación, que había preocupado a Husserl en sus últim as obras,
Scheler hay que distinguir entre “los actos vitales o del cuerpo, da Scheler una explicación a la vez m ucho más honda y m ucho
actos psíquicos o del yo, actos espirituales o de la persona” .47 Es más apasionada. ¿C óm o se da el otro?, se preguntaba Husserl. Y
la precisión de estos últim os valores espirituales lo que da fuer­ contestaba: por una suerte de analogía entre mi yo y mi cuerpo
za, energía y verdad a la filosofía de Scheler. A nte un m undo que y el cuerpo y el yo del “otro” con quien me siento sem ejante al
niega a la persona, ante un m undo en el cual los hom bres tienden percibirlo com o otro yo. Scheler niega esta doctrina de la analo­
a ser objetos o cosas, ya por la m ecanización que lleva consigo la gía porque la idea de Husserl entraña un engaño y un peligro. El
técnica, ya por la presión de un Estado despersonalizado, ya por engaño es éste: si el conocim iento del otro yo dependiera de
factores m orales o psicológicos, Scheler afirm a el valor del hom ­ un razonam iento por analogía sería im posible que un niño, en
bre personal, rico y pleno. ¿Cuál es este hom bre? ¿Q ué es la per­ su prim era infancia, tuviera el sentido de los otros. En realidad el
sona? Es m ás allá del yo egoísta, m adurez, conciencia y libertad. problem a de la existencia de los dem ás proviene de “haber adm i­
Es, en una palabra, amor. P or esto escribe Scheler que el hom bre tido que a cada cual le es ‘dado’ ‘ante todo’ el yo propio” .48 Los de­
es principalm ente un ens amans. Un ser que ama. Claro está que más, las otras personas, son datos tan inm ediatos com o mi propia
puede no ser un ens am ans en m uchas circunstancias de su vida. persona. Y lo que se nos da de los dem ás en el am or no es una
Scheler llevó a cabo penetrantísim o análisis acerca de las fuerzas sensación, sino una “expresión” . Es esta expresión escondida lo
que lim itan el “orden de am or” que es el hom bre en su esencia. que de veras se da de una persona a la persona que ama. El verdade­
La principal de estas fuerzas lim itadoras y negativas es el resenti­ ro am or no es abstracto, no es am or a la hum anidad por sí m ism a
miento. El resentim iento consiste en reprimir, sin superarlos, los ni a los otros en cuanto tales. Es una presencia de interrelaciones
m alos sentimientos. Es, de hecho, lo que más se acerca al desvalor. personales. En cuanto al peligro que entrañada idea de percibir a
En el m undo m oderno este resentim iento ha querido superarse en los dem ás analógicam ente, es el de reducirnos todos a entes se­
las form as del “altruism o” , del “hum anitarism o” . Unas y otras, m ejantes que acabam os por ser prácticam ente iguales: es decir, a
lejos de ser form as de generosidad profunda, son valores negati­ individuos, pero no a personas. Es el peligro, en una palabra, de
vos. Porque el resentim iento puede, en últim o extrem o, o bien ver a los hom bres com o masa -térm in o físico que indica un con­
negar la existencia de los valores o bien deform arlos. El hom bre glom erado de individ u o s- y no com o una com unidad de perso­
m oderno los ha deform ado. El am or hum anitario o altruista lejos nas vivas, con cuerpo, alm a, libertad y vida íntim a. L a idea de
de ser una entrega am orosa es una form a desviada de querer a O rtega y G asset sobre la rebelión de las m asas procede directa­
los dem ás para hacerse querer. Es en resum idas cuentas, una m ente de esta intuición profunda de Scheler.
form a del odio y del egoísm o: una forma de am ar para ser am ado, A hora bien, es precisam ente sobre esta idea de la persona
una form a de proteger para ser protegido, una suerte de juego en que Scheler edifica su filosofía religiosa, su m etantropología. o
el cual el que ayuda, ayuda para ser ayudado. si así quiere llam arse, su m etapersonalism o. Com o san Agustín.
Pero si la persona es ens am ans tiene que poder superar, por Scheler sabe que la verdad habita en el interior del hom bre. Es
am or verdadero -q u e es la entrega total de la caritas cristian a- esta verdad interna la que revela la presencia en el hom bre de la
verdad que es Dios. Y, en térm inos originales, Scheler da una
4’ M ax Scheler, Esencia y form a de la simpatía, trad. de José G aos, Losada, Buenos
Aires, 1942, p. 239. *Ibid.,p. 331.
442 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo XX 443

prueba de la existencia de Dios, una prueba que va de la persona estirpe de filósofos judíos convertidos al cristianism o. La obra de
hum ana a la Persona, al Dios personal que es el Dios del cristianis­ Landsberg. breve y rica de vida espiritual, prosigue a la de Max
mo. “Quien posee el ordo am oris de un hom bre posee el hom bre” Scheler. Landsberg, preocupado por los problem as políticos de
escribía Scheler en Muerte y supervivencia,4y Paralelamente, quien nuestro tiem po, se adhirió en buena parte al grupo francés de la
posee el orden de am or de Dios conoce a Dios. Y si concebim os revista Esprit. Su filosofía es. más que nada, un canto a la espe­
un orden de am or que jerárquicam ente nos lleva de más a más ranza. más allá de la m uerte cuyo verdadero sentido está en su
amor, la cum bre de este am or debe ser el ser amante. “Un am or aproximación y en su posibilidad constante.
esencialm ente infinito -quebrado, encadenado y particularizado También en España y en H ispanoam érica ha tenido la filosofía
por la organización específica del soporte- exige, para su satisfac­ de Max Scheler una influencia clara. Se encuentra en la obra de
ción. un vínculo infinito [... J Dios y sólo Dios puede ser la cúspi­ O rtega y Gasset, si bien O rtega se inclinó más al relativism o que
de de esta arquitectura gradual y piram idal del reino de lo amable Scheler. Se encuentra, tam bién, en la obra de Joaquín Xirau, si
y al m ism o tiem po fuente y fin de todo él” .50 El hom bre, infinito bien en ésta el orden de am or arraiga m ás claram ente en la tradi­
en am or p or esencia y lim itado por su cuerpo, se vincula, por ción hispánica - d e Ram ón Llull a Juan Luis V ives- Se encuen­
amor, al creador y receptor de todo amor. tra. por fin, en el libro acaso m ás original de Sam uel Ram os (H a­
Estas ideas de M ax Scheler constituyen un núcleo espiritual cia un nuevo hum anism o) y en las doctrinas éticas de Eduardo
de su filosofía. De ellas hay que derivar sus más fecundas ense­ G arcía M áynez.52
ñanzas. Y si es verdad que en sus últim os años Scheler cam bió su
posición, y pensó, no sin desesperanza, que el am or deseado era
inalcanzable y llegó a dudar de la existencia de un Dios personal, Obras de consulta
la esencia m ism a de su filosofía queda resum ida en una frase:
“Todo am or es un am or hacia Dios.”51 B o c h e n s k i , I. M ., La filosofía actual, F ondo de C ultura E conóm ica,
No es Max Scheler el único de los filósofos de los valores de la M éxico, 1951, pp. 147-169. [B reviarios, 16.]
escuela fenomenológica. Nicolai Hartmann (1882-1950) fue, en su F arber , Marvin, The Foundation o f Phenomenology, Cambridge.

prim era época, discípulo de la escuela neokantiana de M arbur- Harvard University Press, 1943.
go. Publicó una Etica y una laboriosa y cincelada Ontología. En G a o s , José, Introducción a la fenomenología. Universidad Veracruza-

la prim era se inspira en parte de H usserl y en parte de Aristóteles na. Jalapa, 1960.
sin alcanzar, a nuestro ver, la originalidad de uno ni de otro. En la G r a e f , Hilda, “Introducción”, en Writings o f Edith Stein, Peter Owen.

Ontología. ciencia del ser que Hartmann distingue de la m etafísi­ Londres, 1956.
ca. cuyos objetos no son cognoscibles, traza una teoría del ser X ir a u . Joaquín. La filosofía de Husserl. Una introducción a la feno­
que, a pesar de su precisión y sistem a, y teniendo en cuenta que el menología. Losada, Buenos Aires, 1950; 2da. edic., Troquel, Bue­
solo hecho de plantear el problem a ontológico es de por sí im por­ nos Aires, 1966.
tante. es m ás una filosofía clasificadora de tipos de ser y catego­
rías del ser que una filosofía original. 52 Las obras de O rtega han sido citadas en su lugar. Los libros más relevantes de los
filósofos co n q u e concluye este capítulo son: Joaquín Xirau: Am or y mundo. Lo fu g a z y lo
Paul Ludwig Landsberg (nacido en 1904 y asesinado por los eterno. Ramón Llull. filosofía y mística. Estos tres libros de Joaquín Xirau aparecieron en
nazis en 1942) pertenece, com o Bergson y Scheler. a la m ism a segunda edición de un tomo: Obras de Joaquín Xirau. U niversidad N acional Autónom a
de M éxico. 1963. De Samuel Ramos, adem ás de la citada, debe m encionarse, El perfil de!
Max Scheler, M uerte y supervivencia, trad. de X avier Zubiri. en Revista de O cci­ hombre y la cultura en México. Es de justicia citar, al final de este capítulo, la fenom enolo­
dente. M adrid, 1934. p. 110. gía m ística de Edith Stein (1891-1942) quien, convertida al catolicism o entró en la Orden
Ibid.. pp. 136-1.17. Carm elita. Escribió dos libros de gran altura espiritual: lux ciencia de la cruz y Ser eter­
51 Ibid., p. 127. no y ser finito. Edith Stein murió en la cám ara de gases del cam po de Auschwitz.
444 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo XX 445

V. LOS EXISTENCIALISMOS en cam bio, es una ciencia rigurosa cuya verdad cesaría de serlo si
tratáram os de hacer de ella una ciencia exacta. Si aplicam os es­
tos conceptos a los existencialistas m ism os podrem os decir que
La filosofía de la existencia se inició com o ya vimos, con el pen­ son m ás o m enos rigurosos, pero que no pueden ser exactos. Y, en
sam iento de Spren Kierkegaard de quien, por lo dem ás, deriva este punto y sólo en él coinciden plenam ente con Bergson. Tam ­
buena parte de la filosofía existencialista actual. Esta derivación bién para Bergson aplicar las m atem áticas a la conciencia, a la
no es siem pre una fidelidad total. En algunos casos, com o el de vida o. en general, a la m etafísica es un error que conduce a
M iguel de U nam uno y Karl Jaspers, asistim os a una prolonga­ una deform ación. La exactitud aplicada al terreno de la vida - o
ción m oderna del pensam iento kierkegaardiano. En otros, com o de la existencia- es una falta de rigor.
en el caso de Heidegger o, sobre todo de Sartre, el existencialismo, Si los existencialistas son, todos ellos, filósofos de la exis­
a pesar de referencias a tem as kierkegaardianos, es no sólo dife­ tencia hum ana, coinciden tam bién en una serie de notas que los
rente sino aun opuesto al del pensador danés. colocan com o filósofos que expresan la crisis de nuestro siglo.
Así. el prim er problem a que plantea el existencialism o es el de Y ello quiere decir, sin ju g a r con las palabras, que p o r una par­
las relaciones entre los pensadores de la existencia. Y si bien en te ponen en tela de ju icio a nuestro tiem po y que, por otra parte
todos ellos se encuentran algunos elem entos com unes, predom i­ son filósofos de esta m ism a crisis que critican. P reocupación
nan tanto las diferencias que es m ejor hablar de los existencialis- p or la m uerte, angustia por la existencia, insistencia en la necesi­
m os que del existencialism o. dad de una com unicación que a veces se antoja im posible, afir­
Em pecem os por enum erar algunos elem entos que todos los m ación de una libertad íntim a frente a la presencia de las nuevas
existencialistas tienen en com ún. El prim er punto de coinciden­ fuerzas m ecánicas de la técnica, del Estado o de la m asa, son te­
cia es el punto de partida. Todos los existencialistas parten de la m as que se repiten en casi todos los pensadores existencialistas
existencia hum ana. Esto quiere decir que, contrariam ente a los con m ayor o m enor acento en uno u otro de ellos; tam bién, con
filósofos clásicos, para quienes la esencia es anterior a la existen­ m ayor o m enor acento, la idea central del desam paro que Jaspers
cia, para los existencialistas la existencia precede a la esencia. llam a “naufragio”, U nam uno, “abism o” , Heidegger, “caída”, y
Todos los existencialistas podrían decir: existo en prim er lugar y Sartre, “infierno” . El hom bre m oderno puede difícilm ente de­
luego pienso; todos ellos coincidirían en decir que la existencia cir. com o Don Quijote, “yo sé quien soy”. Los existencialistas
hum ana es el dato fundam ental de todo pensam iento. En este buscan el ser m uchas veces con la conciencia de que no pueden
sentido, todos los existencialistas son filósofos de lo concreto, si encontrarlo.
por concreto entendem os la existencia hum ana; todos ellos son Sería fácil y falaz acentuar más las semejanzas. Predom inan, en
tam bién filósofos de la dinam icidad de la existencia porque la esta visión subjetiva, existencial del m undo, las diferencias. To­
existencia es lo que cam bia, lo que se altera del nacim iento a do un grupo de existencialistas es prim ordialm ente religioso.
la muerte. Filósofos de lo concreto, los existencialistas tienden En m ayor o m enor grado, este grupo deriva de Kierkegaard. Tales
a ser filósofos para quienes el sistem a cuenta menos que la vida. son los casos de M iguel de U nam uno, A ntonio M achado, Karl
No podría ser de otro m odo si la existencia es cam bio y, más Jaspers. G abriel M arcel, existencialista católico, Nicolay Ber-
radicalm ente, el cam bio concreto de m i existencia. Es verdad que diaev. Léon Chestov o de los teólogos M artin Buber, judío, y Paul
algunos de los existencialistas -Jasp ers, Heidegger. S a rtre - pre­ Tillich, protestante. En un segundo grupo habría que situar los
sentan sus ideas en form a sistem ática. Conviene recordar aquí existencialistas que, a falta de m ejor definición podem os llam ar
aquella distinción que H eidegger lleva a cabo entre ciencias exac­ agnósticos: entre ellos, sobre todo. M artin Heidegger. Por fin los
tas y ciencias rigurosas. Las m atem áticas y la física m atem ática existencialistas que se definen a sí m ism os ateos, entre los cuales
son ciencias exactas y su verdad está en su exactitud. L a historia, el más señalado es Jean-Paul Sartre.
446 Introducción a ¡a historia de la filo so fía Perspectivas del .siglo XX 447

A esta distinción en el orden de las creencias cabe añadir una a tener un profundo conocim iento de la obra del existencialista da­
m atización en el orden de los m étodos. Los existencialistas del nés. Fue. en todo caso, el prim er existencialista de Europa, después
prim er grupo suelen estar m ás cerca de K ierkegaard que los de de Kierkegaard. M ucho antes que H eidegger escribiese El ser v
los dos grupos restantes y. por lo mismo, a ser pensadores intui­ el tiempo había publicado U nam uno Del sentim iento trágico de
tivos. Es verdad que en H eidegger y aun en Sartre se encuentran la vida; m ucho antes tam bién que Gabriel M arcel o que Sartre.
abundantes tem as kierkegaardianos. En ellos predomina, sin em ­ Unam uno utilizó la novela y el teatro para exponer sus ideas filo­
bargo, el m étodo fenom enológico que no debe confundirse, co­ sóficas. Y así, del m ism o m odo que La náusea o H uis-clos son
mo indicábam os más arriba, con la filosofía de Husserl. indispensables para entender la filosofía misma de Sartre. Niebla,
A estas diferentes direcciones del pensam iento existencial. a A m or y pedagogía, El otro lo son para entender el pensam iento
estos existencialism os. prestarem os atención ahora con especial de Unamuno. De hecho lo son tanto desde el punto de vista de la
insistencia en las personalidades filosóficas más im portantes de filosofía com o de sus ram ificaciones en la literatura.
cada uno de los grupos. En su urgencia por afirm ar la im portancia del hom bre concre­
to, 110 del ser hum ano en general, sino del hom bre “de carne y
hueso”, “el que nace, sufre y m uere” -so b re todo m u e re -,55 U na­
M iguel de Unamuno y A ntonio M achado53 m uno se lanza a criticar el esencialism o del pasado y a renunciar
al idealism o que sim boliza la filosofía de Descartes. “Pienso lue­
M iguel de U nam uno (1864-1936) es una de las figuras más com ­ go soy” (escribe Unam uno), no puede querer decir sino “pienso,
plejas y más fecundas de la España m oderna. Helenista por for­ luego soy pensante” ; ese ser que soy, que se deriva del pienso, no
m ación, filósofo por vocación, novelista, autor dram ático y poe­ es más que un conocer; ese ser es conocim iento, m as no vida.56
ta, U nam uno resume, en la totalidad de su obra, buena parte del A este hom bre desvitalizado, ideal y. por lo tanto irreal, que pro­
espíritu de su tiem po y de su España. Interesa notar que, com o pone Descartes, contrapone Unam uno el hom bre vivo cuando di­
lo escribió él mismo, conoció pronto la obra de Kierkegaard. “Fue ce: “Lo primitivo no es que pienso, sino que vivo f...] La verdad es
el crítico de Ibsen, Brandes, quien me llevó a conocer a Kier­ sum ergo cogito, soy luego pienso, aunque no todo lo que es pien­
kegaard. Y si em pecé a em prender el danés traduciendo antes de se.”57 Consistim os en existir. Pero esta existencia nuestra, pasaje­
otra cosa el B rand ibseniano, han sido las obras de Kierkegaard. ra, m óvil, tem poral, nos ofrece todo lo contrario de seguridades:
su padre espiritual, las que sobre todo m e han hecho felicitarm e nos ofrece agonía, lucha, perpetuo estado de contradicción. Y esta
de haberlo aprendido.”54 Es m uy probable que, fuera de los países contradicción la traduce apasionadam ente U nam uno cuando se
escandinavos, sea U nam uno el prim er filósofo europeo que llegó nos afirm a com o hom bre religioso en duda constante de su pro­
pia religiosidad y. más precisam ente, cuando afirm a que el apeti­
53 P odrá parecer sorprendente la inclusión de Antonio M achado, principalm ente co­
nocido p o r su poesía, en este capítulo sobre el existencialism o filosófico. En su libro to esencial de todos los hom bres es el “ham bre de inm ortalidad”.
Juan de M airena, que M achado iba escribiendo al hilo de los años, presenta profundas La pregunta central de la filosofía no es ya, para Unam uno, el
intuiciones filosóficas en el estilo de un diario, estilo que, de los D iarios de Kierkegaard antiguo por qué. No lo es. por lo menos, principalm ente. La pre­
al D iario filo só fico de Gabriel M arcel, ha sido una de las form as literarias de la confe­
sión. En cuanto a M achado, nos atenem os a sus escritos en prosa de Juan ele Mairena. gunta de toda filosofía es y debe ser: ¿para qué? El filósofo es el
Los principales libros filosóficos de U nam uno son En lo m o al casticismo, Vida de Don que se preocupa, com o se preocupan todos los hom bres, por su
Q uijote v Sancho y. sobre todo, D el sentim iento trágico de ta vida de los hombres y en destino. Ante el hecho hum ano inevitable de la m uerte, la única
los p u eb lo s y La agonía del cristianism o. No son m enos im portantes sus m últiples
ensayos, entre los cuales habría que destacar Contra esto y aquello. M i religión, Ibsen y
Kierkegaard. Dos novelas de Unam uno contienen ¡deas m uy ligadas a su pensam iento: 55 M iguel de Unam uno. Del sentim iento trágico de la vida, Espasa-Calpe, Buenos
Aires, p. 7.
A m o r v pedagogía y Niebla. Entre sus novelas cortas, San M anuel Bueno, m ártir es
56 Ibid., p. 35.
acaso la más clara m uestra de la lucha interna que desgarró a Unamuno.
57 Loe. cit.
54 Miguel de Unamuno, Ibsen y Kierkegaard, 1909.
448 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo XX 449

afirm ación posible es ésta: “Si del todo m orim os todos, ¿para grita contra la muerte. Su grito es inútil y su vida se reduce a la de
qué todo?, ¿para qué?”58 Es esta pregunta real la que han querido un “ente de ficción”, “realidad de ficción que es ficción de reali­
escam otear los filósofos. Para U nam uno es la única pregunta vá­ dad” .62 Com o en la vieja com edia española, U nam uno trata de
lida. ¿C óm o concebir nuestro destino? U nam uno afirm a reitera­ situar al hom bre. Pero esta situación queda nuevam ente en sus­
dam ente que la única solución a la pregunta es la creencia en la penso cuando no sabem os hasta qué punto som os reales o ficti­
inm ortalidad personal del alm a hum ana, la inm ortalidad de este cios. hasta qué punto vivimos nuestra vida o vivimos tan sólo una
ser encarnado, este hom bre de carne y hueso, Unam uno m ismo, vida soñada y destinada a la destrucción final. En otra de sus nove­
sujeto y objeto de la filosofía. Y aquí es cuando viene a introducirse las (San M anuel Bueno, mártir) presenta U nam uno a un cura de
el gran problem a. La inm ortalidad del alm a no puede ser probada pueblo que ha perdido la fe. Y, sin em bargo, este hom bre se san­
por la razón, esta razón que es tan sólo un producto social. A sí “la tifica porque a pesar de que no cree hace todo lo posible para que
fe en la inm ortalidad es irracional. Y, sin em bargo, fe, vida y ra­ crean los dem ás. ¿Entes ficticios? ¿Entes reales? Los hom bres,
zón se necesitan m utuam ente”.59 He ahí el conflicto. La fe, que perdidos en esta vida, no podrán nunca dejar de plantearse el pro­
necesitaría de la razón, no puede encontrar en la razón el m enor blem a de su muerte. No podrán tam poco darle una final solución.
apoyo, porque la fe “no puede form ularse en proposiciones racio­ C abría contraponer a este Unam uno, com o lo ha hecho con
nalm ente discutibles, pero se nos plantea, com o se plantea el ham ­ éxito C arlos Blanco, “otro U nam uno”, el U nam uno que busca la
bre” .60 Al dudar contrapone U nam uno el “querer creer”. Pero el paz, el U nam uno que afirm a que debajo del m ovim iento está lo
m ero hecho de que quiera creer en la inm ortalidad del alm a y en inm óvil, que más allá de este hecho histórico que es la vida está
la existencia de Dios no prueba que existan ni la inmortalidad ni la la intrahistoria, la tram a interior y perdurable de la historia. Es
divinidad. Quebrado en el centro de sí m ism o con una fe que la ra­ indudable que existe un aspecto de la vida y la obra de Unam uno
zón no prueba y que incluso desaprueba y una fe que no puede ni que nos revela al hom bre sereno, el hom bre que encuentra la paz
quiere probar, el hom bre unam uniano está en perpetuo estado de en esta vida. Pero aun cuando este aspecto del espíritu de Una­
lucha, en continua agonía. Tal es el sentim iento trágico de la vida m uno sea tan real com o lo es el U nam uno trágico y desesperado,
que nos deja en suspenso, en “un m ar de dudas” com o diría Ortega queda, subrayando su vida, su tragedia. M ás allá del Unamuno que
y G asset. Una vez planteado radicalm ente el problem a de todos anhela agónicamente inmortalidad, más allá del Unamuno que bus­
los hom bres, no cabe sino un solo im perativo vital. C onduzcám o­ ca la paz en el rem anso de la vida, está el U nam uno en conflicto
nos com o si la inm ortalidad nos fuera reservada. A sí puede decir consigo m ism o, el Unam uno en el cual la paz está en guerra con
Unam uno: “Hagam os que la nada, si es que no está reservada, sea la guerra y la guerra está en lucha con la paz.63
una gran injusticia; peleem os contra el Destino, y aun sin espe­
ranza de victoria; peleem os contra él quijotescam ente.”61 62 M iguel de Unam uno, N iebla, E spasa-C alpe, A rgentina, C olección A ustral, p. 18.
63 Al pensam iento de Unam uno podría com pararse el de Léon Chestov (1866-1938),
El tem a de U nam uno queda planteado. Toda su filosofía, todo pensador menos original que Unamuno, pero no m enos atorm entado por el sentido de la
su arte literario son una serie de variaciones sobre este tem a existencia. Chestov resucita el credo quia absurdum de Tertuliano, se declara fideísta y
medular. En su novela N iebla proyecta U nam uno su propio con­ niega el valor de la razón. Su obra más personal es A tenas y Jerusalén. Tienen especial
interés sus estudios: Dostoievski y Nietzsche y Kierkegaard y la filosofía existencial. Nicolay
flicto. El personaje por él creado vive confuso ante los problem as Berdiaev (1874-1948), exiliado ruso com o Chestov, escribió sus obras fundam entales en
de la vida. Al fin de la novela el autor decide m atarlo. Im agen de Francia: Cinco meditaciones sobre ¡a existencia, El destino del hombre en el m undo a c­
una im agen que es el hom bre m ism o, el personaje de U nam uno tual, El sentido de la historia. Berdiaev es m ucho más original que Chestov. Su teoría de
la persona, de la com unión entre los hom bres y de la com unidad espiritual entre el hom ­
bre y Dios se contraponen a las form as individualistas, externas materialistas y ateas de
58 Ibid., p. 38. nuestro tiempo. La obra de Berdiaev contrapuntea constantem ente estos temas de tal mo­
59 Ibid., p. 37. do que sus libros son a la vez una defensa del espíritu cuyas raíces se hallan en Dostoievski
60 Ibid., p. 75. y una crítica sistem ática a las corrientes m odernas que tienden a negar "lo sagrado de la
61 Ibid., p. 50. historia” . (El sentido de la historia, Araluce, Barcelona, 1936. cap. I, p. 16.)
450 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo xx 451

A ntonio M achado (1875-1939) no fue nunca propiam ente fi­ de M airena. Por ello M achado adm ira a los que saben escuchar,
lósofo. Fue uno de los m ejores poetas de la España m oderna y a los que son capaces de actitudes tolerantes, a los enem igos de
junto a Juan Ram ón Jim énez uno de los iniciadores de la nueva la rigidez, a los que participan “de un optim ism o con sentido co­
poesía que ha dado vigor de prim era clase a la lírica española de m ún".67 Tolerancia: m ezcla de orgullo y modestia, de seguridad en
este siglo. Pero A ntonio M achado, profesor de francés en una los valores humanos y de duda existencial, de seriedad y de ironía.
ciudad de provincia, fue un gran lector y un hom bre de variadas Tales son los términos que parecen precisar la figura de M achado.
ideas originales. Estas ideas las reunió, en el curso de los años, en Esta actitud necesita de una m etafísica, es decir, en térm inos
una serie de reflexiones y com entarios que puso en boca de un de M achado, de una poética, que no puede dejar de anclar en el
personaje ficticio: Juan de M airena. profesor de gim nasia y. por hecho fundam ental hum ano: la tem poralidad. En térm inos técni­
vocación, profesor de retórica y de sofística. cos, que nos recuerdan a Unamuno: “Cogito ergo sum , decía D es­
U na intuición central sirve de guía al pensam iento de M acha­ cartes. Vosotros decid: ‘Existo, luego soy’, por m uy gedeónica
do: la de la final unidad de poesía y filosofía. “Los grandes poetas que os parezca la sentencia. Y si dudáis de nuestro propio existir,
son filósofos fracasados -d e c ía -, los grandes filósofos son poe­ apagad e idos.”68 A sí la inseguridad hum ana, en cuanto tiene de
tas que creen en la realidad de sus poem as.”64 En esta frase de vital, debe referirse a la tem poralidad, a esta nuestra espera que
Juan de M airena se presenta ya a las claras la actitud determ inan­ siem pre será espera de esperar. El hom bre es, en efecto, “el ani­
te de M achado: unir la poesía y la filosofía sin olvidar que, para m al que mide su tiem po”.69 El carácter negativo del tiem po -c o n
él, la filosofía no alcanza certidum bres absolutas. Com o todo acto su constante am enaza de m u erte - lo im agina en estos térm inos
hum ano, el pensam iento filosófico es una creencia y, com o creen­ Juan de M airena: el “Infierno” es “la espeluznante m ansión del
cia, es una creencia que carece de prueba. L a ironía constante de tiem po en cuyo círculo m ágico está Satanás dando cuerda a un
sus escritos -u n a ironía que no encontram os en U nam uno ni en reloj gigantesco por su propia m ano”.70 A pesar de este oscuro
O rte g a- obedece a este sentim iento escéptico que subraya toda destino, ia vida hum ana no es en sí negativa. La vida está hecha de
su obra. ¿Q ué entiende M achado por escepticism o? Entiende, en contradicciones, que la razón pretende olvidar y elim inar, pero
prim er lugar, una actitud espiritual. Dice Juan de M airena: “Se que no dejan de subsistir. “Todo el trabajo de la razón hum ana
inventarán nuevos sistem as filosóficos que vendrán, sobre todo, -d ic e M achado- tiende a la elim inación del segundo térm ino. Lo
de Alemania, contra nosotros, los escépticos, filósofos propiam en­ otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la
te dichos.”65 El escéptico descree de los sistemas, de las verdades razón hum ana. Identidad igual realidad, com o si, a fin de cuentas,
absolutas. Es el hom bre que está en guardia, que tiene el espíritu todo hubiera de ser absoluto y necesariam ente, uno y lo mismo.
despierto y que, al no som eterse a ningún dogm a, es capaz de Pero lo otro no se deja elim inar, subsiste, persiste.”71 ¿En qué
poner en duda la verdad de las palabras que se le dicen. Pero este consiste esta otredad? Puede encontrar sus raíces en el amor. El
escepticism o del entendim iento obedece a un hecho más im por­ hom bre quiere ser otro. Por ello, y a m odo de m etáfora, descree
tante por ser más vital. No es que seam os escépticos por razones M achado del herm afroditism o. En el am or -razó n de la v id a - es
lógicas. Lo somos por razones vitales. “La inseguridad, la incer- precisam ente la alteridad lo que nos falta, es “la esencia kerm es,
tidum bre, la desconfianza, son acaso nuestras únicas verdades. con la carencia consciente de la aphrodite, o viceversa, es la alter­
Hay que aferrarse a ellas.”66 Esta sim ple constatación de hecho nada serie de dos esencias, en cada una de las cuales lo esencial es
no lleva a M achado al pesim ism o. Tanto el optim ism o excesivo
com o el pesim ism o radical son actitudes antihum anas, dice Juan 67 Ibid., p. 503.
68 Ibid., p. 666.
M Antonio Machado, Obras com pletas, Séneca, M éxico, 1940, p. 554. 69 Ibid., p. 478.
65 Ibid., p. 530. 70 Ilnd.. p. 453.
66 Ibid., p. 687. 71 Ibid., p. 663.
452 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo x x 453

siem pre la nostalgia de la otra” .72 Tal vez sea una carencia de ti­ Las ideas centrales del pensamiento de Jaspers son las de tras­
po semejante (aunque la idea no es siem pre consistente en M acha­ cendencia, de com unicación y de la inefabilidad conceptual del yo
do) lo que significa la divinidad. Dios es concebido por M airena y de Dios. El hom bre busca constantem ente la trascendencia, bus­
com o la altericlad trascendente. Pero la verdadera religión, lejos ca su razón de ser en el ser. Pero las pruebas racionales de la exis­
de toda teología dogm ática, es para M achado, com o para Una- tencia del ser son pobres e insuficientes. Lo que nos rodea, lo que
m uno, cosa del corazón, “porque es allí, en el corazón del hom ­ Jaspers llama lo envolvente -e l mundo, el alma, D io s- escapa siem ­
bre, donde se toca y se padece la otredad divina, donde Dios se pre a nuestras determinaciones lógicas y racionales. La m etafísica
revela al descubrirse, sim plem ente al m irarnos com o un tú de to­ es un constante “naufragio”. Quiere probarse mediante ella la exis­
do objeto de com unión amorosa, que de ninguna m anera puede ser tencia del m undo y la razón no alcanza a dar una prueba suficiente;
un alter ego [...] sino un tú que es É l”.1} La relación con Dios sería quiere probarse la sustancia del alm a y se naufraga en el inten­
así una relación interpersonal, sem ejante a la que intuían los m ísti­ to; quiérese probar la existencia de Dios y nuevamente naufraga
cos españoles, capaces de fundirse con Dios sin querer confundirse quien intenta la prueba. Esto no significa que alma, m undo y Dios
y conservando siem pre la identidad personal. Identidad personal: no existan. Significa, más bien, que no puede darse de ellos una
tal es la esencia del optim ism o con sentido com ún que pedía M a­ prueba directa y que nuestro conocim iento debe ser indirecto. El
chado. El hom bre que trata de abstraerse de la vida es un Don pensam iento conceptual es objetivo. Su papel en la filosofía de
Nadie, personificación dram ática y caricaturesca que M achado Jaspers es el de lim itar el reino de lo objetivo para que quede al
hace de la nada. El hom bre que vive es la persona viva que sabe desnudo y se revele lo que está más allá de la objetividad y de la
que la moral debe basarse en igualdad de respeto, en un “N adie es razón; es decir, para que se revele, en su totalidad, lo envolvente.
más que nadie com o se dice por tierras de Castilla” ;74 el que com o Por esto escribe Jaspers que un Dios probado no es Dios, porque
M airena-M achado, no halla “m anera de sum ar individuos” , el que “sería tan sólo una cosa en el m undo” . El hombre, más allá de las
afirm a que “no hay m ás sabiduría que la propia” .75 Individualis­ determ inaciones conceptuales, es igualm ente inefable o indecible
mo, el de M achado, de signo contrario al de Unam uno: hecho de y sólo puede comprenderse, más allá de la objetividad, com o liber­
tolerancia, respecto a la persona hum ana y a sus creencias de sa­ tad que escapa de todo conocim iento, pero que no es por ello m e­
biduría que es com prensión y paz. nos real. Así, Dios o la libertad del alma hum ana no pueden probar­
se: se dan y se dan tan sólo una vez que hemos elim inado la costra
intelectual de nuestro conocimiento. El hom bre naufraga en su in­
K arl Jaspers tento objetivo de trascendencia para encontrarse y encontrar a Dios
en una com unicación inmediata. Esta com unicación es la que hace
que sea verdaderam ente yo m ism o dentro de un envolvente que
Karl Jaspers (1883-1969), que em pezó su carrera com o psiquia­ no se dem uestra, pero que se revela. Todo intento por precisar ló­
tra. fue uno de los seguidores m ás cercanos del pensam iento de gicam ente el ser resulta un fracaso, porque nuestras palabras se
Kierkegaard. Entre sus libros m encionem os la excelente y cla­ quedan cortas ante la presencia real e inefable del ser.
rísim a Introducción a la filo so fía y sus dos libros capitales en Estas ideas, que llevan al extrem o la noción kierkegaardiana
dos zonas de la investigación filosófica: Razón y existencia y El del salto mortal del hombre, paso de su realidad infinita al infini­
futuro de la humanidad. to, recuerda la vía negativa de los escolásticos. Para santo Tomás
una de las form as de conocer a Dios es la negación de todos
11 Ibid., p. 618.
75 Ibid., p. 472.
los atributos negativos. Tal sería en Jaspers la negación de los ob­
74 Ibid.. p. 618. jetos racionales para abrim os el cam ino de la trascendencia. A
75 Ibid., p. 472. diferencia de santo Tomás, sin em bargo, no existe en Jaspers una
454 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo XX 455

vía atributiva o positiva que en la filosofía tom ista perm ite cono­ el m undo exterior. Las ciencias dan la superficie del mundo. Pero
cer a Dios por la vía de la razón. Nos quedam os ante un absoluto mi participación en el m undo, que nace de mi ser corporal, es el
que no se define, ante un Dios que no se conoce, ante un ser que de una incorporación m isteriosa en el universo.
no podem os entender. Existir es. para M arcel, participar y solamente existo en cuanto
participo en el misterio del ser, en el m isterio ontológico. Y el hom­
bre. abierto al misterio, rodeado de misterio, tiene abierto un solo
Gabriel M arcel: problem a y m isterio camino: el de la esperanza que conduce a la fe. La participación en
el m isterio ontológico es más claram ente participación en el mis­
G abriel M arcel (1889-1973) fue el prim er existencialista fran­ terio que es Dios. En el fondo de nuestra alm a vive una suerte de
cés. A teo prim ero y convertido después al catolicism o, M arcel prueba de la existencia de Dios por la aspiración que en ella encon­
ha descrito sus descubrim ientos filosóficos, que son tam bién sus tramos hacia la divinidad. La estructura m isteriosa y esperanzada
descubrim ientos vitales en el D iario m etafísico. Escribió, com o de nuestra naturaleza implica, por sí misma, la existencia de Dios.
antes U nam uno y m ás tarde Sartre, obras teatrales donde se p re­
sentan sus ideas filosóficas. A dem ás del D iario son im portantes
S er y tener y las Aproxim aciones al m isterio ontológico. H eidegger y el ser del hombre
C om o la m ayoría de los existencialistas, M arcel percibe que
nuestro m undo es un m undo “roto” , un m undo en trance de crisis. C uando Sartre, en El existencialism o es un humanism o, afirmó
Esta situación de ruptura dentro del hom bre m oderno y de este que existía un existencialism o ateo del cual eran representantes
m undo m oderno sólo puede afrontarse si vem os el m undo com o Heidegger y el m ism o, H eidegger protestó contra tal afirmación.
misterio y no com o problema. Un problem a puede resolverse siem ­ A dm itim os que H eidegger no es ateo, pero en sus escritos no
pre m ediante la razón; un m isterio se da, sin resolverse, se nos aparece m uestra alguna de que H eidegger sea, en ningún senti­
ofrece en lo que hay en nosotros de más hondo y es el sentido do, creyente. La filosofía que nos ofrece H eidegger ni prueba ni
verdadero del hom bre y de su mundo. desaprueba la existencia de Dios. A nte la existencia de Dios, su
E ntre los datos que se me dan y se presentan a la intuición, el actitud parece ser, por lo menos de ignorancia, es decir, una actitud
prim ero es el de mi cuerpo, mi cuerpo no com o un dato del m undo agnóstica. A lgo sem ejante sucede con la ontologia de Heidegger.
exterior sino com o pertenencia, com o lo que tengo. Si considero Esta ontologia, com o toda ontologia, pretende describir el ser en
mi cuerpo objetivam ente -d e sd e el punto de vista de las ciencias sí, el ser en cuanto ser. De hecho se refiere a una de las regiones
biológicas, por ejem p lo - deja de ser mi cuerpo para convertirse que Husserl llam ó regiones ontológicas. En el caso de H eidegger
en un objeto. Tan sólo cuando intuitivam ente, vitalm ente lo expe­ esta región del ser es la región de la existencia hum ana.76
rim ento, el cuerpo es verdaderam ente mi cuerpo. Su naturaleza
íntim a es un m isterio. Para M arcel, son tres los datos inm ediatos 7,1 Verdad es que se ha querido ver en los últim os escritos de H eidegger una aproxi­
m ación a la ontologia pura. En su estudio sobre la írase de N ietzsche: “ Dios ha m uerto"
de mi existencia subjetiva com o persona: la existencia: la con­ {Sendasperdidas, trad. de José Rovira A rm engol. Losada, Buenos Aires. 1960), escri­
ciencia de sí com o existente; la conciencia de sí com o ligada a un be: “Todo pensar metal'ísico es ontologia o no es nada” . A ñade después que su propio
cuerpo. L a relación alm a-cuerpo no puede ser analizada sin que pensam iento es propedèutico, preparatorio pai a una teoría del ser. pero escribe tam bién
que cada pensador debe recorrer este cam ino a su m anera a sabiendas de que este cam i­
el alm a y el cuerpo se conviertan en objetos, en cosas y pierdan su no “jam ás le pertenecerá". El hech o m ism o de que H eidegger haya escrito solam ente la
realidad íntim a. Así. la relación del cuerpo al alma y del alm a al prim era parte de su obra principal (El ser y el tiem po) indica que no existe, verdadera­
cuerpo no es un problem a; es. propiam ente hablando, el m isterio m ente. una segunda parle. C onsiderando lo escrito por H eidegger hasta 1964, parece
justo pensar que su filosofía es solam ente una filosofía del ser del hom bre y que, ade­
m ism o de la encarnación en cuya esencia solam ente podem os más. esta filosofía no sólo no tiene sino que no puede tener una segunda parte que, más
penetrar por un acto de fe. De igual naturaleza es mi relación con allá del ser del hom bre, alcance al ser.
456 Introducción a la historia de la filo so fia P erspectivas d el siglo x x 457

La filosofía de Heidegger aparece, principalmente, en tres li­ idéntico al de Husserl. Sin em bargo H eidegger se aparta pro­
bros: El ser y el tiempo (1927). K ant y el problema de la metafísica fundam ente de su m aestro con la introducción del concepto de
(1929), I m esencia del fundam ento (1929). Ninguno de ellos es herm enéutica en el sentido de interpretación. Recordem os que
recom endable para el lector que se inicia en la obra de Heidegger, H usserl se lim itaba a describir los fenóm enos y prever la posi­
de suyo difícil, en el original y en todas las traducciones. Para esta ble descripción de éstos en las diversas regiones ontológicas.
iniciación son m ucho m ás útiles ¿Q ué es m etafísica? (1929). H eidegger no se conform a con describir los fenóm enos sino que
Hölderlin y la esencia de la poesía y. entre las obras más recientes, trata, tam bién, de in terp retar las co n d icio n es de p o sib ilid a d
Introducción a la m etaf ísica (1936) y Sendas perdidas (en alemán de los fenóm enos. Esta tentativa consiste en alterar profundam en­
H olzw ege; esto es. cam inos del bosque). Para entender, siquiera te el m étodo husserliano puesto que buscar la descripción de las
en sus aspectos sobresalientes, el pensam iento de H eidegger es condiciones de posibilidad es buscar ya el porqué de los fenóm e­
necesario em pezar por algunas consideraciones m etodológicas.77 nos y entrar de lleno en el cam po de la m etafísica y, m ás especial­
m ente, en el cam po de la ontologia o teoría del ser en cuanto ser.
A diferencia nuevam ente de Husserl, H eidegger no pretende tan
E l m étodo fenom enológico sólo referirse a una región del ser sino, plenam ente, al problem a
del ser. Hay en él, com o hace notar C opleston, la pretensión de
Heidegger, discípulo de Husserl, em plea com o su m aestro el m é­ ser el A ristóteles de los tiem pos m odernos.
todo fenom enológico. El propio H eidegger define la fenom eno­ Tal es, en suma, la intención de Heidegger. Su intención está
logía en estos térm inos: “El título ‘fenom enología’ expresa una bastante alejada de la realidad de su propia filosofía. Y es que la
m áxim a que puede form ularse así: ¡a las cosas m ismas! Frente filosofía de Heidegger, que se plantea a sí m ism a com o filosofía
a todas las construcciones en el aire, frente a todos los descu­ del ser, se reduce a la filosofía de un ser. La región ontològica que
brim ientos casuales, frente a la adaptación de conceptos sólo preocupa a H eidegger es la de la existencia hum ana, del ser hu­
aparentem ente rigurosos, frente a las cuestiones aparentes que m ano que llam a H eidegger el D asein (el ser-ahí, el hom bre). Por
se extienden con frecuencia a través de las generaciones com o ello es justificable que H eidegger anuncie en casi todos sus libros
‘problem as’.”78 H asta aquí el m étodo heideggeriano parece ser principales que su filosofía es una propedéutica, una preparación
introductoria para una futura teoría del ser. Y el único ser que pue­
77 L a difusión de la obra de Heidegger en lengua española ha sido am plísim a, debido
de plantear el problem a del ser es el hom bre a quien se plantea,
principalm ente al esfuerzo por darla a conocer que con tenacidad y rigor realizó José prim eram ente y principalmente, el problem a de su propio ser.
Gaos en la U niversidad Nacional A utónom a de M éxico desde 1938. A Gaos se debe la Cuando preguntam os, ¿qué es el ser?, som os nosotros, los se­
prim era traducción en cualquier lengua de El ser y el tiempo (Fondo de Cultura E conóm i­
ca, M éxico, 1951; 2a. edición, 1962). Existen además las siguientes traducciones en espa­ res hum anos los que hacem os la pregunta. Parece justificado que
ñol: Kant y el problem a de la m etafísica (trad. de Gred I. Rolh y Elsa Cecilia Frost, Fondo em pecem os un estudio ontològico m ediante el estudio de es­
de Cultura Económ ica, México, 1942); ¿ Qué es metafísica ? (existen dos traducciones, la de te ser que se pregunta acerca del ser. No es H eidegger el prim ero
X avier Zubiri. Cruz y Raya, M adrid, 1931 y la de Raim undo Lida. Sur, ntim. 5. Buenos
Aires); Esencia del fundam ento (hay tam bién dos traducciones, la de A. Goller de Walther
que trata de analizar el ser absoluto a partir del ser hum ano. Só­
en Sustancia. Tucumán. 1940 y la d e J. D. García Bacca, M éxico 1944); Hölderlin y la crates y Platón y más tarde san Agustín, empezaban sus preguntas
esencia de la poesía (trad. de J. D. G arcía Bacca. M éxico, 1944); Carta sobre el humanis­ m etafísicas con la pregunta acerca del sentido de la vida humana.
mo (trad. de A. W agner de la Reyna. en Realidad, 7 y 9. Buenos Aires, 1948); Introduc­
ción a la metafísica (trad. de Em ilio Estiú Nova. Buenos Aires, 1956); Arte y poesía (trad.
Más radicalm ente que ellos, Descartes partía del cogito, del yo,
de Samuel Ramos, Fondo de Cultura Económica, M éxico, 1958. Incluye una nueva y para llegar a establecer el ser de Dios. En este punto es donde
excelente traducción de Hölderlin y la esencia de la poesía): Sendas perdidas (trad. de H eidegger difiere de toda la tradición m etafísica que podríam os
José Rovira A rm engol, Biblioteca Filosófica, Losada, Buenos Aires, 1960).
78 M artin Heidegger, El ser y el tiempo, trad. de José Gaos, Fondo de Cultura Econó­ sim bolizar en Descartes. En efecto, si com o Descartes. Heidegger
m ica, M éxico, 1951, p. 32. parte del ser hum ano, a diferencia de él se queda en el ser hum a­
458 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo XX 459

no. La ontología de Heidegger, a pesar de sus repetidos anuncios No debe confundirse esta angustia con la ansiedad m ás o m enos
de una teoría del ser absoluto, se limita a sí misma a ser una teoría de patológica. La ansiedad es para Heidegger, una form a del m iedo.
un ser: el existente, el ser-ahí. La angustia es una experiencia privilegiada que nos revela que la
A hora bien, si el ser hum ano, en general, se define com o ser- nada tiene un sentido y. en alguna forma, está presente.79
ahí. cabe preguntarse, con m ás precisión, en qué consiste la for­ Hasta aquí la respuesta de H eidegger ha sido dram ática y no
m a de ser del ser-ahí. C onsiste, com o verem os, en un ser que vive lógica, em ocional y 110 intelectual, intuitiva y no conceptual. ¿Qué
en la angustia y en la nada, en un ser que está en el m undo, en un significa de hecho esta nada? Significa que el hom bre lleva la
ser que está en el tiem po y en un ser que es para la m uerte, un ser nada en sí, que el hom bre es, desde su nacim iento, un ser hecho
para quien es inevitable el morir. de advenir y que este advenir conduce necesariam ente a la m uer­
te. A nte este hecho inevitable, la m ayor parte de las veces huim os
y nos escondem os en la anonim idad. En nuestra vida cotidiana
La angustia y la nada tendem os a ser uno de tantos y no nosotros m ism os. Sabem os
que la gente se m uere, que uno se m uere, pero no pensam os en
Heidegger trata el concepto de la angustia siguiendo una línea que nuestra m uerte real e inevitable. En esta vida cotidiana y anóni­
claram ente procede de Kierkegaard aunque llegue a conclusiones ma, tendem os a dejar de pensar y de hablar de veras y entram os
no sólo distintas sino opuestas a las de Kierkegaard. Tratemos, pri­ en el dom inio de las habladurías. Estam os, cuando som os uno de
mero, de form ular algunas preguntas lógicas sobre la nada. Pronto tantos, en el reino de la irresponsabilidad. Uno habla de la m uer­
veremos que estas preguntas son de por sí imposibles porque son te de otro, pero no piensa, com o ser auténtico, que él se m uere y
contradictorias. Si nuestra pregunta es: ¿qué que es la nada?, los que de hecho, para él el único que se m uere es él m ism o. La ex­
términos y el verbo ser chocan en una contradicción inconciliable. periencia de la m uerte, que solam ente puedo tener yo m ism o en
No obstante, la nada está presente. Si nos encontram os en un grupo relación a m í m ismo, entra en el cam po de lo que se olvida, de lo
de hombres de ciencia y preguntamos a un biólogo, por ejemplo, de que uno olvida y no de puro sabido sino más bien de puro huido.
qué se ocupa aparte de la biología, podrá contestar que fuera de la Vivir en la esfera del uno es vivir inautènticam ente; vivir en la
biología no se ocupa, científicam ente, de nada; si inquirim os y esfera de la existencia propia que se sabe m ortal es vivir autén­
preguntam os a un físico qué hace fuera del cam po de la física nos ticam ente. A unque H eidegger hace análisis m uy detallados y
dirá, en cuanto físico, que no hace nada m ás que física. Si en la precisos de la existencia cotidiana, inautèntica y anónim a, es más
vida cotidiana preguntam os a una persona qué le sucede, podrá im portante recordar los análisis de la existencia auténtica.
contestar que no le sucede nada. ¿Qué sentido tendrá esta pala­ El hom bre es definido por H eidegger com o un ser-en-el-m un-
bra que se filtra constantem ente en nuestras conversaciones? do. No se piense que los guiones que unen a estas palabras son
Ya hem os visto que no podem os preguntar lógicam ente qué es la aquí casuales y caprichosos. Lo que H eidegger quiere indicar
nada. Podem os, sin em bargo, prescindir de la lógica y pregun­ m ediante ellos es que el ser en el m undo es constitutivo del hom ­
tam os qué sucede con la nada, qué sentido tiene la nada. Para bre. es un verdadero ser. De ahí que en la filosofía de H eidegger
determ inar el sentido de la nada tendrem os que recurrir, desde sean prácticam ente inconcebibles la trascendencia y la inm ortali­
este m om ento, a una experiencia, a una vivencia que H eidegger dad. La existencia hum ana es existencia del hom bre aquí, en esta
considera privilegiada. Tal es la experiencia de la angustia. tierra a la cual el hom bre está adherido.
Com o K ierkegaard. pero sin intención religiosa. H eidegger Si el ser-en-el-m undo se presenta com o unidad, cabe distin­
distingue la nada del m iedo. El m iedo se ofrece siem pre que haya guir en ella tres elem entos: el “ser” , el “en” y el “m undo”. Estas
un objeto que nos asusta. La angustia es indiferenciada, y cuando
nos angustiam os nos angustiam os ante nada, ante la nada misma. Viil. Martin Heidegger, ¿Q ué es m etafísica?
460 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo XX 461

tres palabras nos llevan a tres preguntas: ¿cuál es y cóm o es el ser El " e n ”
que es en el m undo?: ¿cóm o está este ser en el m undo?, ¿cuál es
este mundo? Para m ayor facilidad seguirem os el orden inverso ¿C óm o estam os en el m undo? ¿Q ué significa esta inherencia en
y em pezarem os por considerar el sentido del m undo.8" el m undo? H eidegger afirm a que, en prim er lugar estam os en el
m undo, com o caídos -o , com o traduce José Gaos, en “estado de-
y ecto "-. Claro es que podem os estar en el m undo bajo la form a
El mundo del uno. de la anonim idad. Pero cuando estam os anónim am ente
en el m undo nos distraem os del mundo. Nuestra form a radical
del estar en el m undo, es la caída, palabra a la cual H eidegger no
La palabra “m undo” puede em plearse en diversos sentidos. En
quiere dar un sentido religioso sino un sentido puram ente des­
el sentido religioso tradicional, el m undo es uno de los sím bolos
criptivo de situación. Nos encontram os en el m undo sin saber de
del pecado; para un físico el m undo es el universo; para un na­
hecho cuál es nuestro origen y a sabiendas de que nuestro desti­
turalista es el m edio en que evoluciona la vida; para H eidegger no es la muerte. La form a auténtica de estar “en” es, por una
el m undo tiene dos aspectos. El prim ero es el de un m undo
parte, este encontrarse m ism o y, por otra, el actuar sobre el m un­
físico que está frente a nosotros. Este m undo que nos rodea no
do de los útiles en esta actitud, no en la del uno.
ese m undo que principalm ente interesa al hom bre. Influido por Pero el estar en im plica tam bién el estar con. Esta preposición
el pragm atism o, H eidegger piensa que el m undo es el m undo
indica en H eidegger la presencia de los otros hom bres, la com pa­
que el hom bre hace. P or ello nos dice que el m undo es lo que
ñía -buena, m ala o in d iferen te- de los otros. Y este encontrarnos
está a la m ano, lo que podem os transform ar m ediante nuestras
con los demás nos rem ite a nuestro propio ser: el ser de quien es en
técnicas y nuestras ciencias. El m undo es el m undo de los instru­
el m undo y está en el m undo con los demás.
m entos o, si se prefiere, de los “útiles” . “El útil es en todo caso
a la m ano .”81 Este m undo instrum ental, creado por el hom bre,
es tam bién un m undo de referencia, en el cual un instrum ento El " se r ”
nos rem ite a otro y un espacio nos refiere a otro espacio. Pero el
espacio de este m undo no es el espacio puro de los físicos o de
De cuanto se ha dicho debe resultar claro que el ser que está en el
los m atem áticos: es el espacio que vive el hom bre porque el
m undo es el ser-ahí. ¿Cuál es el ser de este ser-ahí?
hom bre m ism o es espacio. H echo por el hom bre que es ser
Si prescindim os de las palabras excesivam ente técnicas, vere­
espacial - e s decir, c o rp o ra l- el m undo es una suerte de prolon­
m os que el ser del hom bre está tejido en la m adeja del tiem po.
gación de la cura - d e la ocupación o, com o diría O rtega, del
Pero hay tiem pos y tiem pos. El tiem po puede ser. en Heidegger.
“queh acer”- del hom bre. Lo cual no quiere decir que el hom ­
com o en Bergson o en san Agustín, un tiem po externo, el tiem po
bre cree el m undo, sino m ás bien que, al intervenir en el m undo
de las cosas, o puede ser más auténticam ente un tiem po hum ano.
del cual es parte, lo transform a y lo utiliza. C oncreto, este m un­
Podem os reservar las palabras pasado, presente y futuro para
do está hecho de instrum entos, distancias, lejanías, presencias.
el tiem po de las cosas, para el tiem po exterior que, en el fondo,
Es el m undo que vivim os porque es el m undo que transform a­
nos es indiferente. ¿Q ué palabras adjudicar al tiem po que vivi­
mos al vivirlo. El espacio concreto del m undo que vivimos es el
mos auténticam ente, a nuestro tiem po personal? N uestro pasado
espacio que espacializam os.
propio y auténtico será el sido o lo que para m í he sido: nues­
tro presente auténtico el presentar, o el estar viendo ahora un
50 Heidegger no se (X'upa realmenle de la existencia de ése o aquel hom bre, sino del
hombre en general, del ser, en general, del ser-ahí.
m undo, unas personas y un yo auténtico: el futuro será un a d ve­
81 M artin Heidegger. El ser y el tiempo, p. X5. nir. un correr al encuentro. De estos tres m om entos de mi tiem po
462 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo x x 463

el que tiene una prim acía clara es el advenir. Lo que ha sido, es sentido. La poesía es la que nos revela el ser. ¿Cuál es este ser?
irrepetible y, p or lo tanto, carece de sentido y dirección; lo que A m enos que el lenguaje de H eidegger se haga m enos m isterioso
se m e presenta está constantem ente en trance de haber sido; y m ás preciso, debem os pensar que el ser de los poetas o bien es
sólo el futuro es todavía po sib le. El hom bre se define, au tén ti­ una intuición adherida al sistem a de H eidegger o, lo que es más
cam ente, por.™ futuro, es decir, por el ad ven ir al encuentro del probable, más bien una nueva revelación del m ism o ser del hom ­
cual corre constantem ente. De ah í que el hom bre sea un ser bre que se daba en El ser v el tiempo. Y esta revelación viene
po sib le y, al m ism o tiem po, un ser que deja de ser, un ser que se a decirnos nuevamente, que nuestro ser es precisam ente “suce­
anula o se naditica. P or esto puede escribir H eidegger que la siones de difunto”. El otro ser -D io s, la trascendencia, la vida
m uerte es mi últim a posibilidad. A dquieren ahora pleno senti­ e te rn a - sigue siendo realidad “sin fondo ”.82Y H eidegger el más
do las experiencias de la nada y de la angustia. La nada es mi extrem ado nihilista de nuestro tiem po.
nada; el hecho de que, desde que nazco, em piezo a m o rir y m e
dirijo con stan tem ente al en cuentro de esta nada, es la reve­
lación, en un estado de espíritu privilegiado, de mi existencia Sartre: ateísm o y libertad
auténtica. Y esta existencia auténtica es la existencia del hom ­
bre consciente de que, desde su nacim iento, es ya bastante viejo Jean-P aul Sartre (1905-1980) ha sido probablem ente el filó so ­
para morir. fo de m ayor influencia después de la segunda p o sguerra m u n ­
dial. Su obra es vastísim a, su in telig en cia penetrante, una in te­
lig en cia que a veces recuerda el pesim ism o de los m oralistas
Los poetas franceses del siglo x v il, otras, las facultades de divulgador que
en su tiem po tuvo V oltaire, otras, en fin, el talento del escrito r y
Frente a esta m uerte inevitable que llevamos en nosotros desde del filósofo original.
el m om ento del nacer y por el hecho m ism o de haber nacido, L a obra de Sartre debe dividirse en varios cam pos que son
H eidegger adopta una actitud estoica. Debem os esperar la m uer­ otros tantos radios de acción m ediante los cuales propaga sus
te, sabernos destinados a ella y aceptarla con una conciencia ideas: Sartre cuentista y novelista, autor de los cuentos de E l m u ­
clara. En este sentido, la filosofía de Heidegger. que a nuestro ro, de las novelas La náusea y los tres tom os de Los cam inos de
m odo de ver no da la m enor base para una moral, viene a repercu­ la libertad', Sartre dram aturgo, autor de Las moscas, A p uerta
tim os viejos tem as estoicos. Heidegger, en la enorm e com ple­ cerrada y, en últim as fechas, de E l diablo y el buen D ios y Los
jid ad de sus escritos, viene a decir algo de lo que ya nos decía secuestrados deAltona-, Sartre ensayista brillantísim o en los tres
Quevedo. ¿Qué soy?: “presentes sucesiones de difunto”. Pero Que- tom os de Situaciones, en su análisis existencial de la obra de
vedo. que se sabía “polvo”, se sabía tam bién “polvo enam orado”. B audelaire y de Jean G enet (Saint Genet, com edien et martyre)',
Por pesim ista que fuera la actitud de Quevedo ante la vida, sabía Sartre autor de estudios sobre la vida social de nuestro tiem po en
que la vida tiene un sentido en la salvación eterna del alm a. C o­ las Conversaciones sobre la po lítica -conversaciones con David
mo Q uevedo es H eidegger pesim ista. Pero lo es m ucho m ás que R ousset y G érard R o sen th al- y, más y mejor, en R eflexiones so ­
Quevedo. Su pesim ism o es el del nihilista, del que sabe, etim oló­ bre la cuestión judía.
gicam ente. que el hom bre es n ih il, nada. N inguna de las obras citadas hasta aquí es propiam ente una
En Hölderlin y la esencia de la poesía y en El origen de la obra filosófica. Sartre ha escrito solam ente tres obras filosóficas
obra de arte -a m b o s libros bellam ente escritos, breves y legi­ de gran envergadura: Lo imaginario (1940). El ser y la nada (1943)
b le s - H eidegger parece poner toda su confianza en los poetas.
Los poetas son los que establecen un m undo y lo fundan y le dan 82 Martin Heidegger. Hölderlin y la esencia de la poesía, 4.
464 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo XX 465

y la Crítica ele la razón dialéctica (1960).83 La prim era de ellas lo reduce solam ente a la conciencia clara sino a la totalidad de la
m uestra com o uno de los principales fenom enólogos en los pre­ conciencia. Esta conciencia no es, com o para Descartes, concien­
cisos análisis de la im aginación que, más tarde, se reflejan en las cia contem plativa, sino conciencia activa en el m ism o sentido en
obras de crítica literaria ;84 El ser y la nada es, hasta ahora, su que lo es la conciencia para Husserl. La conciencia de que ha­
libro teórico principal; la Crítica de la razón dialéctica m uestra bla Sartre es conciencia intencional o, com o gusta escribir el propio
la nueva y más reciente inclinación de Sartre hacia una interpre­ Sartre. conciencia de. No hay conciencia sin objeto, no hay pensa­
tación revisionista del m arxism o. miento, sentimiento o actitud mental alguna que no sea conciencia
Tal variedad de obra m anifiesta tam bién variedad de pensa­ de algo. Esta conciencia, la conciencia del hombre, de la realidad
m ientos y es posible, por lo m enos, distinguir tres tendencias pre­ hum ana es, además, dinám ica. Es esta totalidad de la conciencia
ponderantes, y no siem pre integradas entre sí, en la filosofía de intencional y dinám ica lo que Sartre llam a el para-sí.
Sartre. Por una parte está el Sartre que ha recibido una fuer­ Pero si la conciencia es conciencia de algo, hay que determ i­
te influencia de Heidegger, especialm ente en las obras teatrales y nar la estructura de este algo.
en el concepto de la “náusea” sem ejante al heideggeriano de an­ Escribe Sartre, en un estilo sólo aparentem ente difícil: “la con­
gustia: por otra el Sartre de El ser y la nada, existencialista ateo ciencia es un ser para el cual en su m ism o ser se hace cuestión de
de la libertad; finalm ente, el Sartre de la Crítica de la razón dia ­ un ser en cuanto este ser im plica a un ser otro que él m ism o ”.86Es
léctica. cercano al m arxism o. En estas páginas nos atendrem os a decir, la conciencia, al plantearse a sí m ism a com o un problem a
los últim os aspectos de la filosofía sartreana .85 se encuentra con un ser distinto a ella. Este ser es el que Sartre
llam a el en-sí. El ser en s í es el ser de las cosas y el ser en cuanto
ser de los clásicos. Sus características son la inm ovilidad y la
estaticidad. Frente al hom bre se da el ser com o un bloque: “El ser
E n -sí y p a ra -sí
en-sí no tiene un dentro que se opone a un fu era [...] El en-sí no
tiene secretos; es m asivo .”87Al m undo de las conciencias opone
D esde el principio de El ser y la nada, libro m ucho m ás claro y Sartre el m undo de las cosas que se dan siem pre com o referente
más definido en su orientación que El ser y el tiempo de Heidegger. de una conciencia intencional, de una conciencia que es concien­
sabem os que Sartre inicia sus reflexiones a partir de lo que llam a cia de esto o de aquello.
el cogito pre-reflexivo. La influencia de Descartes está claram en­ La m ism a distinción es la que Sartre traza entre la existencia
te presente en estos inicios de la filosofía de Sartre. Pero, entre el (sinónim o del cogito prerreflexivo o del para-sí) y la esencia (si­
cogito cartesiano y el cogito o la conciencia sartreana hay capita­ nónim o de las cosas o del ser en sí). “Hay por lo m enos un ser en
lísim as diferencias. La prim era de ellas está ya en el térm ino pre- el cual la existencia precede la esencia, un ser que existe antes de
reflexivo. En el cogito sartreano, su idea de la conciencia no se poder definirse por ningún concepto [...] Esto significa que el
hom bre existe prim ero [...) y se define después [...] El hom bre
*’ Com pletan esta trilogía La imaginación (1938), Esbozo para lina teoría de las em o­ es prim eram ente lo que se lanza hacia el futuro. El hom bre es
ciones (1939) y El existencialismo es un hum anism o (1946). presentación fácil, clara y prim eram ente un proyecto que se vive a sí m ism o subjetivam ente,
algo superficial de las ideas de Sartre. y no un musgo, una podredum bre o una coliflor .”88
w Al hacer de la im aginación una form a degradada del pensam iento Sartre incurre,
necesariam ente, en una desvalorización del lenguaje de la poesía -sin especial significa­ La prim era conclusión que podem os sacar de esta distinción
d o - y hace del lenguaje de la lógica el único lenguaje significativo. Esto le lleva, igual­ entre el p a ra -sí y el en-sí. entre la conciencia y el ser, es que
m ente. a afirm ar que el prosista, más lógico, debe com prometerse. No así el poeta, que
puede seguir viviendo en su mundo de imágenes carentes de significado. 86 Jean-Paul Sartre, L 'étre et le néant, Gallim ard, París, p. 29.
85 Es de m ucho interés para entender a Sartre su autobiografía Les m ots (Las palabras, 87 Ibid., p. 32.
1964). 88 Jean-Paul Sartre, L ’Existencialisme est un hum anism e, Nagel. París, pp. 21-22.
466 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo x x 467

existe una ruptura profunda que viene a separar al hom bre y las Para Sartre, y si bien en rigor no puede decirse nunca que el
esencias. El m undo es el ser puro: la conciencia es el puro fluir, el hom bre es. el m om ento que verdaderam ente cuenta es el m o­
puro existir en el tiem po. Así, lo que existe no puede llegar a ser; m ento en el cual vivimos, el presente. De ahí que la filosofía
lo que es no puede existir. Y si la nada viene al m undo no puede sartreana quiera ser una filosofía de la acción, de la libertad y de
venir del ser -p u e sto que el ser es siem pre idéntico a sí m ism o y la responsabilidad.
excluye la noción m ism a de la nad a-. La nada viene al m undo
por el hom bre. La nada está instalada en el hom bre '‘com o el
gusano en la m anzana” . Acción, libertad, responsabilidad
Y si el hom bre es “un ser por el cual la nada viene a las co­
sas ”89 es porque el hom bre, la realidad hum ana com o la llam a El hom bre, este sujeto existente que hem os descrito, vive con los
Sartre, es tem poral. H echo de tiem po, el hom bre deja de ser. Só­ otros hom bres. Ello no quiere d ecir que conozcam os totalm en­
lo puede ser su pasado bajo la form a del “era” . En el pasado se te a los otros. Si los co n o ciéram o s con p lena clarid ad se tran s­
aglom eran todos mis actos sucedidos y llegan, se instalan (y a fo rm arían en objetos, en cosas o en figuras m atem áticas. Los
sobrepasados), com o una suerte de esencia incam biable. Sólo dem ás se m e dan, sin clarid ad , sin ev idencia, com o una tra s­
lo pasado es definible y es, en este sentido, una especie de esen­ c e n d en cia que no soy yo. Es n ecesario , sin em bargo, afirm ar
cia cuando el pasado ha quedado anegado por el en-sí. A dife­ la ex isten cia de los dem ás para m ejo r p recisar el sentido de la
rencia del pasado, el presente es para-sí. En el resbalar del pre­ lib e rta d .93
sente -ú n ic o m om ento en el cual de verdad estoy viviendo en Sartre considera que su filosofía, a diferencia del existen-
trán sito - se m anifiesta la radical diferencia entre mi form a de cialism o de Heidegger. es optim ista. Su optim ism o procede de
existir y el ser del en -sí que no puedo ser. En cuanto al futuro, lo que piensa que el hom bre es totalm ente libre. ¿C óm o m ostrar
que todavía no es, es sim plem ente mi proyecto. “El hom bre es, esta libertad? La libertad hum ana se establece por tres razones
ante todo, lo que se lanza hacia el porvenir. El hom bre es. ante distin tas y com plem en tarias. El h om bre es libre, en p rim er
todo, un proyecto que se vive subjetivam ente [...] el hom bre es lugar, porque no está determ inado por el pasado. Si el pasado
lo que habrá proyectado ser .”90 ya no es, si el pasado es lo sobrepasado, no puede determ inar
La sem ejanza entre este tipo de tem poralism o y el de Heidegger mi presente. El hom bre es libre, en segundo lugar, porque es
es solam ente aparente. Se ha señalado que dos diferencias bási­ existente. C on ello S artre quiere d ecir que el hom bre no tiene
cas separan a los dos filósofos. La prim era de ellas es que, para nin g u n a naturaleza, n in g u n a ese n cia p red eterm in ad a y que,
H eidegger, el fin del futuro, la m uerte, es la últim a posibilidad de por lo tanto, es un ser que se elige a sí m ism o: el hom bre es lo
este ser posible que es el hom bre. Para Sartre la m uerte es la que él m ism o se hace. El hom bre es por fin libre porque Dios
radical im posibilidad. “La m uerte es un hecho puro com o el na­ no ex iste .93
cim iento; viene a nosotros desde fuera y nos transform a por fue­
ra .”91 De esta negación de la m uerte com o posibilidad de la vida
Im posibles de reproducir en esle breve análisis, los esludios de Sartre sobre la rela­
deriva Sartre una segunda consecuencia que señala su ruptu­ ción entre el "yo" y los "otros" son especialm ente interesantes. Así por ejem plo, en la
ra con Heidegger. De los tres m om entos del tiem po, el advenir tercera parte del El ser y la nada el estudio de la "m irada” com o reveladora de los dem ás
era el que contaba principalm ente en la filosofía heideggeriana. y, en la de los demás, reveladora de m í m ism o com o objeto. En este punto, com o en otros,
Sartre ha oscilado. Algunas veces, llega a afirmar, com o en uno de sus dram as, que el
infierno son los otros. La versión más optim ista de las relaciones hum anas aparece en El
existencialismo es un humanismo.
39 Jean-Paul Sartre, L'Être et le néant, p. 59. 9i En este punto Sartre coincide con la idea antiteísta, muy siglo xix, según la cual
90 Jcan-Paul Sartre, L'E xistentialism e est un hum anism e, pp. 23-24. Dios nos lim ita y nos determ ina y que, por lo tanto, "si Dios existiera, habría que supri­
91 Jean-Paul Sartre, L'Être et le néant, p. 630. mirlo” (Bakunin).
468 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo x x 469

La idea de Dios es para Sartre una idea contradictoria .94Y lo predicado A ndré Gide. El acto gratuito es un acto puram ente ca­
es porque si, com o hem os visto, el para-sí, es decir, la conciencia sual y azaroso. La libertad es conciencia de sí y conciencia de que
existente, y el en-sí, es decir, el ser, no pueden coincidir nunca, existen estructuras sociales. Son estas estructuras sociales las
tam poco pueden coincidir en Dios. Al final de E l ser y la nada, que Sartre trata de determ inar en la Crítica de la razón dialéctica.
dice Sartre: “Toda realidad hum ana es una pasión, en cuanto p ro­
yecta perderse para guardar el ser y constituir al m ism o tiem po
el en-sí que escapa a la contingencia por ser su propio funda­ M arxism o y existencialism o
mento. el Ens causa sui que las religiones llam an Dios. Así, la
pasión del hom bre es inversa a la de C risto, porque el hom bre Para precisar la actitud de Sartre frente al m arxism o y con rela­
se pierde en cuanto hom bre para que nazca Dios. Pero la idea ción a Marx es necesario dar un breve rodeo y hacer m ención de
de Dios es contradictoria y nos perdem os en vano; el hom bre es las corrientes principales del m arxism o contem poráneo.
una pasión in útil .”95 El m arxism o oficial de los países com unistas deriva de las in ­
Supongam os, con Sartre, que el hom bre es libre. Si lo es de terpretaciones de Lenin. Lenin, hom bre de acción, sim plificó el
veras, si es hacedor de su propio ser, es tam bién responsable. m arxism o y lo adaptó a las circunstancias de la revolución rusa.
Esta responsabilidad no es, por lo dem ás, una responsabilidad La evolución del m arxism o dentro de la URSS, tendió a seguir
subjetiva. Verdad es que no existen para Sartre valores m orales este m arxism o activo y sim plificado que llega a su expresión
universales, valores que estarían en contradicción con su idea del m ás elem ental y más sim plista en la época staliniana. D entro de
hom bre com o proyecto. Lo que Sartre quiere decir al afirm ar que la esfera de los países com unistas han existido im portantes inten­
som os responsables es que si tom am os una decisión - s e r cris­ tos por volver a analizar los textos de M arx. Algunos de ellos,
tianos, ateos o m arx istas- consideram os esta decisión com o bue­ com o los de Gyórgy Lukács 96son principalm ente de interés para
na y la querem os para todos los dem ás. A sí nuestra vida es un el historiador. Los de Adam S chaff ,97polaco, son probablem ente
constante com prom iso (engagem ent), un constante escoger para los m ás interesantes de los años sesenta. En sus escritos, Schaff
nosotros y escoger para los dem ás lo que hem os escogido com o trata de m antener una posición claram ente m arxista, pero se da
bueno para nosotros. cuenta de la existencia de problem as que el marxismo no ha podi­
M uchos críticos habían dicho que Baudelaire no m ereció su do resolver hasta ahora. Entre ellos, y com o problemas principales,
destino. El libro de Sartre sobre B audelaire está destinado a m os­ recuerda Schaff el valor del individuo dentro de la sociedad y el
trar que Baudelaire, hom bre libre, m ereció precisam ente el destino problem a de la muerte. D e am bos piensa encontrar, sin haberla
que él m ism o se hizo porque lo escogió, porque se com prom etió dado todavía, una explicación m aterialista.
a él y vivió de acuerdo con su propio proyecto. En el m undo occidental, y principalm ente en Francia, son no­
La m oral sartreana es puram ente subjetiva. Es bueno lo que yo torias las corrientes revisionistas. Filósofos com o Henri Lefebvre
escojo com o bueno. Pero Sartre rechaza la crítica según la cual su siguieron durante m ucho tiem po una línea estrictamente ortodoxa
idea de la libertad es la m ism a que la del “acto gratuito” que había y dogm ática para cam biar su posición y liberalizarla .98 Otros,
94 La posición de Sartre, a diferencia de la de Heidegger que sigue siendo sumamente 96 El libro más conocido de Lukács es E l asalto a la razón, libro dogm ático sobre el
vaga, es declaradam ente atea. En ello puede verse una secuencia de lo que hem os llamado proceso de destrucción de la razón por el idealism o europeo.
antiteísmo. Puede verse tam bién, com o lo indica Copleston en su Filosofía contem porá­ 9' Un escrito im portante de Schaff es La filo so fía humana y más recientem ente, M ar­
nea, uiia actitud valiosa. Sartre, en efecto, al plantear en serio el problem a de la existencia xism o e individuo humano, Grijalbo, M éxico, 1967. Entre los mejores textos posteriores
de Dios, vuelve a lanzam os a la m etafísica pura. Y es probable que Copleston tenga razón está la Dialéctica de lo concreto de K. Kosík, Grijalbo, México, 1967.
cuando afirm a que pocos filósofos de nuestro tiem po están tan preocupados com o Sartre 98 Después de haber expuesto muy claram ente la doctrina m arxista en varias publica­
por la idea de Dios. ciones, entre ellas El marxismo (Colección Que-sais-je ?), Lefebvre ha descrito largam en­
95 Jean-Paul Sartre, L ’Être et le néant, p. 708. Vid., tam bién. Les mots. te el proceso de su cam bio en La Som me et le reste. La Nef, París, 1959.
470 Introducción a la historia de la filosofía P erspectivas d el siglo XX 471

apoyándose en los M anuscritos económ ico-filosóficos del joven que son válidas en form a total para una época dada de la histo­
M arx han tratado de interpretar el m arxism o com o una form a de ria. Estas filosofías son un “espejo” que se presenta “com o la
hu m an ism o ." Es ante estas diversas actitudes que Sartre trata totalización del saber contem poráneo ”.101 La filosofía de nuestro
de establecer las relaciones entre su tipo de filosofía existencial y tiem po, la verdad de nuestro tiem po es para Sartre el m arxism o.
la filosofía m arxista. Sin em bargo, y de la m ism a m anera que en otras épocas existie­
No es nuevo el interés de Sartre por la filosofía marxista. Com o ron filosofías al margen de la filosofía expresiva de la época, de
sus conceptos sobre las relaciones entre libertad y responsabili­ la m ism a m anera que estas filosofías llegaron a precisarla y a
dad, entre filosofía y política, este interés procede de los años en afirmarla, hay en nuestro tiem po una de estas filosofías: el exis­
que Sartre participó activam ente en la resistencia francesa. Ya en tencialism o. A estas filosofías segundas de cada época llam a
El existencialism o es un hum anism o, Sartre contestaba a las obje­ Sartre ideologías. El existencialism o es así una ideología del m ar­
ciones de N aville diciendo que la actitud del existencialism o no xismo. una filosofía que vive al m argen del saber, que prim era­
es anterior al m arxism o, sino posterior. En las Conversaciones mente se opuso a él y que hoy trata de integrarse a é l .102
sobre la política - l a prim era en 1948- Sartre discute el m ism o ¿Cóm o integrar existencialism o y m arxism o? Sartre piensa que
tem a con David Rousset y Gérard Rosenthal. La revista Les Temps el m arxism o de nuestros días se ha anquilosado, que se ha deteni­
Moclernes, fundada por Sartre, se ocupa constantem ente de pro­ do. Y ello es porque el m arxism o de Marx, que es siem pre reno­
blem as de política, sociología y moral social. Y es precisam ente vable y variable por lo m ism o que es dialéctico, se ha hecho una
en esta revista donde aparecieron, con el título de Cuestiones de doctrina donde “la separación de la teoría y de la práctica ha te­
m étodo, las prim eras partes introductorias de la Crítica de la ra­ nido por resultado transform ar a ésta en un em pirism o sin princi­
zón dialéctica. A estas páginas y a este libro se refiere nuestro pios, a aquélla en un saber puro y congelado ”.103Lo que pretende
breve com entario. Sartre es, a la vez. volver al m arxism o de M arx y renovarlo adap­
“Para nosotros, la filosofía no es."1"" M ediante estas palabras tándolo a las necesidades de nuestro tiem po. Al m arxism o “pere­
Sartre quiere indicar que no existe una filosofía verdadera. Pla­ zoso”, que ha dejado de pensar, opone una filosofía dinám ica,
tón, A ristóteles, Kant o Hegel tuvieron, cada uno en su tiem po, su capaz de repensar, por así decirlo, al propio Marx. Dos son las
verdad, una verdad relativa y nunca perm anente. Esta idea de la objeciones principales de Sartre al m arxism o. La prim era consis­
filosofía com o verdad de una época coincide en buena parte con te en decir que el m arxism o contem poráneo se ha vuelto dogm a
la teoría de las concepciones del m undo de Dilthey. Se adapta inm óvil y estático: la segunda consiste en creer que el m arxism o
tam bién a una filosofía que, com o la de Sartre, ve en el hom bre a actual no piensa en el valor de la persona hum ana, o, por decirlo
un ser en constante form ación y transform ación. Si no hay filoso­ con la frase de Sartre: “Los m arxistas de hoy sólo se preocupan
fías que alcancen verdades absolutas hay, en cam bio, filosofías de los adultos. Podríam os creer, al leerlos, que nacem os a la edad
en que ganam os nuestro prim er sueldo .”104¿C óm o revivificar el
Hay un hecho de apariencia paradójica, pero com prensible en la evolución del
m arxism o. Es, por lo pronto, una de las filosofías más extendidas de nuestros tiem pos.
m arxism o? C onsiderándolo com o una filosofía en m ovim ien­
En lo político el m arxism o se ha extendido por más de un tercio de la población m un­ to. com o un proyecto que. igual que el hom bre sartreano. se está
dial. Por otra parte el m arxism o com o filosofía añade poco al m arxism o de M arx y. m u­ haciendo día a día. Hay que conservar el cuadro general del mar­
chas veces, lo deform a, lo sim plifica y lo convierte en doctrina al servicio de la acción
de los Estados. Para un filósofo, el m arxism o p la n te a d problem a bastante sorprenden­
xismo y pensar que estamos condicionados por situaciones econó­
te de una ideología popularizada y, al m ism o tiem po, de una filosofía que quiere ser micas y sociales. Pero hay que entender que estas condiciones no
absoluta v científica. Son recom endables dos libros recientes, am bos sobre M arx, pe­
ro tam bién sobre las interpretaciones del m arxism o: E rich Fromm , M arx y su concepto 101 Ibid.. p. 15.
¡leí hombre. Fondo de C ultura E conóm ica, M éxico, 1962; Yves Calvez, La Pensée de ln; Ibid.. Questions de niétliode, I, p. 42.
Karl M arx, Seuil. París, 1956. m Ibid., p. 25.
100 Jean-Paul Sartre, Critique de la raison dialeclique, Gallim ard, París, p. 15. "u Ibid.. p. 47.
472 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo xx 47 3

condicionan a todos igualmente. Flaubert perteneció a la burguesía “Si me atengo a las filosofías existenciales veo que todas, sin
pero no em pezó a ser Flaubert a partir de un prim er sueldo. Por­ excepción, me proponen la evasión” , escribe Cam us. Para él la
que Flaubert fue prim ero niño, vivió en una fam ilia especialm en­ filosofía existencial (y C am us se refiere principalm ente al exis­
te estructurada y se desenvolvió en un m undo personal. D ecir que tencialismo religioso) es una form a de escape, un querer renunciar
Flaubert fue un burgués equivale a no decir nada. Hay que volver a ser hom bres para dar nacim iento a Dios. Si Com te. B akunin o
a Flaubert individuo, personalidad intransferible. Para hacerlo nos Marx son “deicidas” , los existencialistas son hom icidas.
ayudará el psicoanálisis. Y si el individuo debe considerarse a Ahora bien, en el nivel de la creatura. el acto que nos funda es
partir de un análisis preciso y personal, de la m ism a m anera debe la rebeldía. Y es que la rebeldía, a diferencia de la angustia, de la
analizarse la sociedad, que no es un hecho congelado. A ello co n ­ náusea, del sentim iento de caída, revela que tenem os una natura­
tribuirá la sociología. Revivir el m arxism o teóricam ente es, para leza. Por ello puede escribir Cam us, recordando a D escartes, pero
Sartre, individualizarlo tanto en sus estudios de la persona hum a­ a un Descartes que fuera solidario de los otros hom bres: “Me
na com o mediante el estudio dinám ico de las sociedades humanas. rebelo, luego somos.”
Es indudable que para Cam us lo que los hom bres se niegan a
aceptar es la fraternidad que puede nacer de la rebeldía y es indu­
A lbert Camus, el sol y los ju sto s dable que por ello escapan a su verdadera libertad solidaria. En el
plano de la conciencia individual y social este escape es el falso
U na experiencia traducible en conceptos subraya buena parte de sentim iento de justicia; en el plano históricosocial se encuentra
la obra de Camus: la experiencia del absurdo. El absurdo se en­ en el m arxism o.
cuentra tanto en El extranjero com o en Calígula. en Bodas com o en La conciencia individual prim ero. Los que Cam us llam a “ju s ­
La peste. Conceptualm ente, la idea del absurdo se presenta anali­ tos” son los espíritus burgueses que no buscan la ju sticia sino la
zada y vivida en El m ito de Sísifo. “Sucede que los decorados se justificación de sus propios actos. Los justos son los fariseos -e n
derrum ben” , escribe Camus. Este derrum be, esta m anifestación del buena parte nosotros m ism os en cuanto som os fariseos. Báste­
absurdo, revela una extrañeza: la del hom bre que está en el m un­ nos aquí un ejemplo: D icen los justos: “ / ) No hay lím ites. Los ni­
do y no es el mundo. “En el plano de la inteligencia puedo decir ños, claro, pero en últim a instancia [...] 2) M atem os a todo el
que el absurdo no está en el hom bre [...] ni en el mundo, sino en su m undo en nom bre de la ju sticia para todos; 3) Pero reclam em os,
presencia común.” Y añade: “Quizá se aclare esta noción si arriesgo al m ismo tiem po, la Legión de Honor. Puede ser útil.” Ante esta
esta enorm idad: el absurdo es el pecado sin D ios” . A diferencia actitud, responde Camus: 1) “Hay límites. Los niños son un lím i­
de Nietzsche, de Com te o de Bakunin, quienes suprim en a Dios te (hay otros); 2) Puede m atarse al guardián en nom bre de la ju s­
para m ejor deificar al hom bre, Cam us se queda con esta vida, ticia; pero uno m ism o debe aceptar la m uerte.” En otras palabras,
renuncia a toda trascendencia y afirm a la existencia de los hom ­ la justicia verdadera, la que se pone lím ites es la que prefiere la
bres -ab su rd a, sí. pero tam bién libre, tam bién apasionada-. Ante libertad a la com odidad, la que rechaza “la pasión de la servi­
el absurdo, Cam us se opone a la huida que puede m anifestarse, a dum bre”. pasión que. para Cam us, define al siglo x x .
su ver y sentir, tanto en la religión com o en la fe histórica. Pero si el fariseísm o huye y m ata en su huida condecorada, el
Camus rechaza el suicidio. Filosóficam ente ello equivale a decir hom bre m oderno, creyente de la historia, huye tam bién de la li­
que C am us nunca fue ni quiso ser, a pesar de interpretaciones su­ bertad, la responsabilidad y el límite.
perficiales, un pensador existencialista. No lo es por dos razones: Recordem os el verdadero respeto de Cam us hacia M arx. Marx
porque cree que el existencialism o es una form a de la fuga; por­ tuvo para él la virtud de despertar nuestra m ala conciencia - “la
que, contrariam ente a los existencialistas. piensa que el hom bre física de nuestra culpa” llam aba M ounier al m arxism o-; igual­
no es proyecto sino naturaleza. mente la virtud de señalar que el trabajo no es una entidad abs­
474 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo xx 475

tracta. sino trabajo hum ano; tuvo la virtud del hum anism o para el rechaza tanto la religión trascendente com o las religiones de la
cual el fm no justifica los medios. R ecordem os además que Camus inm anencia. La verdadera tradición es m editerránea y es en esta
apoyó siem pre a la España republicana, que participó activamente tradición que debem os encontrar la m edida aun dentro de lo des­
en la resistencia, y que siem pre rechazó, m uy en prim er lugar, las m edido; es en ella, sobre todo, que debem os buscar la lucidez y la
m itologías del fascismo. claridad del pensam iento. Todo, m enos el pensam iento puram en­
Sin em bargo, la práctica del m arxism o ruso (y en teoría el te irracional, podrá entrar en el m olde de la m edida; todo, gracias
m arxism o de Lenin, ya m ucho m ás pragm ático y sim plista que a la lucidez, podrá adquirir sentido.
el de M arx) lo alejaron de una filosofía en la cual veía una deifi­ Sería inútil buscar en este breve com entario los argum entos
cación de la historia y una suerte de puritanism o de los justos. m editerráneos y lúcidos de Camus. Dejemos que el propio Camus,
Las objeciones teóricas de C am us hacia M arx (las críticas hum anista, artista y poeta de una libertad hum ana que supuso
m ás prácticas son críticas al m arxism o ruso), pueden resum irse lim itada por la existencia de Dios, nos diga, con im ágenes, el
en tres puntos: sentido de la luz que buscaba:

1) M arx, hijo del siglo X IX , creyó en la noción burguesa de La noche no cae sobre el mar. Desde el fondo de las aguas, que un
progreso y, al hacerlo, deificó los fines del proceso históri­ sol ahogado ennegrece poco a poco con sus cenizas espesas, ella
co. “La idea de progreso que infesta los m ovim ientos obre­ sube, por el contrario, hacia el cielo todavía pálido. Un corto instan­
te, Venus permanece solitaria por encima de las olas negras. En un
ros es una idea burguesa nacida en el siglo x v i i i .”
abrir y cerrar de ojos, las estrellas pululan en la noche líquida [...]
2) Una verdadera dialéctica no puede esperar el fin de la his­
La guerra de Troya se libra lejos de los campos de batalla. Esta
toria. En el m arxism o la sociedad com unista se presenta, a vez. también, los muros terribles de la ciudad m oderna caerán pa­
la vez y ambiguamente, com o un m om ento dialéctico y como ra entregar, ‘alma serena como la calma de los m ares’, la belleza
fin de la historia una vez que pacten el hom bre y la natura­ de Helena.
leza, el hom bre y el hom bre, la existencia y la esencia.
3) M arx, com o profeta que fue. previo en su m esianism o una
sociedad sin clases. Al alejarse esta sociedad hacia un futu­ M erleau-Ponty, filó so fo de la en c a m a ció n 105
ro indeterm inado, el m arxism o posterior a M arx se ha con­
vertido en un “catecism o” . N acido en 1908 en Rochefort-sur-M er, estudió M aurice M erleau-
Ponty en la Escuela Normal Superior de París y profesó la filosofía
Cam us. que sin duda cree en la necesidad de m ejorar la suerte en los liceos de Beauvais y Chartres. D esde 1935 hasta principios
de los hom bres, piensa que el sentido del futuro no es tanto el que de la guerra enseñó en la escuela donde había estudiado y, durante
quiere darle el determ inism o histórico sino la lucha típica de nues­ la ocupación alemana, en el Liceo Carnot. Años difíciles, no im ­
tro tiem po “entre la creación y la inquisición” dondequiera -y pidieron que M erleau-Ponty preparara y escribiera sus dos tesis:
suele encontrarse por d o q u ier- que esta lucha se entable. La estructura del com portam iento (1942) y la Fenom enología de
El pensam iento puram ente histórico es necesariam ente nihi­ la percepción (1945). Fundador, con Sartre. de la revista Les Temps
lista porque la historia en y por sí no tiene conciencia: se reduce M odernes acabó por separarse de la revista a causa de diferencias
a hechos. Escribe Camus: “Platón tiene razón frente a M oisés y a
Nietzsche. El diálogo a nivel hum ano cuesta m enos caro que el
105 Me ocupo sobre todo del últim o Merleau-Ponty, donde a mi modo de ver su obra
evangelio de las religiones totalitarias.” Platón es aquí el sím bolo
ad q u ie re p le n a o rig in a lid ad . E sto no niega la im p o rtan c ia de un lib ro com o la
del “pensam iento solar” , del pensam iento que Cam us ha llam ado Fenomenología de ¡apercepción en el cual, por lo dem ás, se prepara ya la form a últim a y
tam bién “pensam iento del m ediodía” . H elénico y clásico, Cam us definitiva de pensar de este filósofo.
476 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo XX A ll

ideológicas. Antes de su m uerte, en 1961, fue profesor de la Sor- habitarlo', este habitar el m undo es un habitar corporal, carnal.
bona y de El C olegio de Francia. Durante los últim os años de su “Mi cuerpo es este nudo significativo que se com porta com o una
vida escribió ensayos políticos y sus dos libros más reveladores: función general y que. sin em bargo, existe y es accesible a la en­
Lo visible v lo invisible, postum o e inacabado, y Signos. ferm edad. En él aprendem os a conocer este nudo de la esencia y
Jean Wahl tituló Vers le concret (hacia lo concreto) uno de sus de la existencia que encontram os, en general, en la percepción .”106
libros de m ayor influencia: un libro cuyo título indica la tendencia Así, el espacio objetivo es derivado del espacio estructurado por
general de la filosofía contem poránea. Hacia los datos inm edia­ mi cuerpo. Antes de que lo piense, el m undo está ahí: función
tos de la conciencia se dirigía el pensam iento de Bergson; hacia de mi cuerpo que es, a su vez, función del mundo.
“las cosas m ism as” , la filosofía de Husserl; hacia una psicología N o es por m etáfora que podem os hablar de la “carne del m un­
encam ada, todo el psicoanálisis freudiano; hacia el hom bre de do” . El m undo es, por mi propio cuerpo, carne de mi propia car­
carne y hueso, la agonía cristiana de Unamuno; hacia el “testim o­ ne. No se me entrega tan sólo com o objeto de pensam iento; se me
nio del cuerpo” com o fundam ento de la inducción, la cosm ología da y a él me entrego en una relación viva y prim igenia. El hom bre
de W hitehead; hacia el ser-en-el-m undo. la obra de Heidegger. encam ado crea su m undo al ser creado por el m undo donde habi­
M erleau-Ponty no sólo no es ajeno a este m ovim iento general ta. M undo exento de soledad; m undo com partido. La dinám ica
de la filosofía contem poránea dirigida a lo concreto y a la vida; estructural hom bre-m undo es sobre todo fundam ental cuando
es. tal vez, su representante más álgido. A sem ejanza de Sartre, la entendem os com o una dinám ica de persona a persona.
M erleau-Ponty relaciona el hombre y el mundo; pero si Sartre colo­ La presencia de los dem ás, su “aparición en la carne del m un­
ca. por así decirlo, al m undo fren te al hom bre, al ser fren te a la do” . es de nuevo llevada a extrem os de precisión y agudeza por
conciencia, M erleau-Ponty establece una constante filiación en­ M erleau-Ponty. Husserl sospechó que nuestro conocim iento de
tre el hom bre y su mundo. los otros se realiza m ediante un acto de analogía: com param os
M erleau-Ponty no pretende fundar una cosm ología, una teoría a los dem ás con nuestros pensam ientos y les conferim os existen­
del m undo. Se propone estudiar y revivir, m ediante la reflexión, cia de seres pensantes sem ejantes a nosotros. Ya M ax Scheler
el m undo hum ano. ¿C óm o se nos ofrecen los signos de este m un­ había visto que la idea de Husserl es por lo m enos incom pleta.
do?, ¿quién los ofrece? La primera pregunta habría que contestarse M erleau-Ponty afirm a que no puede ser el pensam iento tan sólo
mediante la teoría del comportamiento y de la percepción: la segun­ lo que m e revela a los demás: si el “otro” se me diera por analogía
da, m ediante la teoría del cuerpo y, en últim a instancia, m ediante no sería otro sino tan sólo un fantasm a de m í m ism o. La existen­
la teoría de la palabra y el silencio, de lo visible y lo invisible. cia de los otros es la existencia inm ediata de cuerpos vivos y tan­
D esde que se fundó la psicología de la form a (Gestalt), desde gibles. Los dem ás se me dan, carne en la carne del m undo, de
que Max W ertheim er o Kurt Koffka probaron que percibir es per­ m anera inm ediata m ucho antes que pueda concebirlos m ediante
cibir estructuras y no átom os sensibles, quedó la vía abierta para conceptos. Esto quiere decir que el otro, el que se me entrega, no
pensar que nuestro m undo es un universo estructural. M erleau- es siem pre del todo cognoscible. Si lo fuera, nuevam ente habría
Ponty parte de la psicología de la forma, pero no se queda en sus que pensar al otro com o fantasm a de m í m ismo. El otro “persiste,
explicaciones puram ente psicológicas. Lo que le interesa es el subsiste” , por decirlo con A ntonio M achado. Si en algo y hasta
m undo viviente (la toujf'e vivante) de donde venim os y a donde cierto punto coincidim os con los dem ás, lo hacem os en la com u­
venim os. Este m undo vivo nos señala que las estructuras en las nidad de nuestro ser en el mundo. Escribe M erleau-Ponty: “los
cuales nos encontramos no son estructuras estáticas, sino estructu­ dem ás están ahí com o relieves, desviaciones, variantes de una
ras temporales móviles, siempre influidas. Percibimos un mundo;
pero percibir un m undo no quiere decir, prim igeniam ente, verlo. 106 M aurice M erleau-Ponty, Fenomenología de la percepción. Fondo de C ultura E co­
Significa, m ás bien, para M erleau-Ponty com o para Heidegger. nóm ica, México.
478 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo X X 479

única visión en la cual tam bién yo participo”. Son, textualm ente, segunda de simpatía; la tercera de clara reacción contra el com u­
“gem elos míos, carne de mi carne ”.107 nismo práctico tal com o se desarrolló en la historia europea. Como
M ellados por el tiem po en que estam os, no alcanzam os del toda filosofía, el m arxism o es. para M erleau-Ponty. un modelo
todo a ser ni alcanzam os del todo a decir lo que quisiéram os de­ digno de interpretación variable puesto que es hum ano, encarna­
cir. Tanto la vida com o el pensam iento son tarea com ún, interm i­ do y tem poral. Este m odelo puede ser tan verdadero com o un
nable. ¿Q ué sentido tiene en este m undo com partido la palabra? teorem a; pero en la práctica puede haber otros modelos, otras
¿En qué consiste hablar? verdades. Lo que buscaba M erleau-Ponty era el sentido de la vida
“Una expresión com pleta -escrib e M erleau-P onty- no tiene en com ún, tam bién ella dinám ica y viva. El m odelo político de
sentido” y todo lenguaje “indirecto o alusivo, es. si se quiere, M erleau-Ponty se acerca al m odelo que encuentra en Maquiave-
silencio ”.108La palabra brota del fondo m ism o de nuestro ser, del lo: el M aquiavelo republicano buscador de una virtud que fuera
fondo de silencio que la habita. De la m ism a m anera que vemos m edida y equilibrio entre el hecho y el derecho. Es cierto que
m uchas m ás cosas de las que creem os ver, de la m ism a m anera M erleau-Ponty no estructuró una doctrina política; trató de en­
que lo invisible es parte de nuestro cam po visual, hablam os por contrar, por lo m enos, un sentido de la vida encam ada que fuera
dentro m ucho más de lo que decim os: el lenguaje está anclado en dirección hacia un hum anism o político.
el silencio latente. No que el pensam iento sea previo a la palabra; A dm irador de M ontaigne y de sus “ensayos” , que son tam bién
pensam iento y palabra se presuponen dinám icam ente: “yo no signo y sentido. M erleau-Ponty pudo haberse aplicado a sí m is­
hablo de m is pensam ientos; sino que los hablo".m m o lo que decía de aquel escéptico que entró en un m ar de dudas
Si el lenguaje es estructura, si la palabra surge de nuestro ser pa­ precisam ente porque era hum ano: “entró en el dom inio de la vida
ra com unicam os con el m undo y con los dem ás, podem os decir pública: no rehusó ”.110
que la palabra tiene sentido aunque nunca agote los significados.
Y es que el sentido es. precisam ente, el m ovim iento de nuestra
vida. Las palabras circulan en nosotros porque no nos contentamos Obras de consulta
en coincidir con nosotros mismo, porque somos tiempo. El lengua­
je es presencia y es también potencia, dirección, crecimiento. A b b a g n a n o , Nicola, Introducción al existencialismo. Fondo de Cultu­
M erleau-Ponty llega, al fin de su vida, a las orillas del misterio. ra Económica, México, 1962. [Breviarios, 108.]
Filósofo de la encam ación, se aproxim a m ucho al pensam iento B l a n c o A g u in a g a , Carlos, El Unamuno contemplativo, El Colegio de
de Pascal o al de los personalistas de nuestro tiempo. No puede de­ México, México, 1959.
cirse que su filosofía fuera cristiana. Tal vez puede decirse que no B r e e , Germaine, Camus, Rutgers, 1961.
lo era todavía. Lo cierto es que, para él, existía por debajo de la F e r r a t e r M o r a , José, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, Losada,
palabra el logos, com o para él existía, com o contom o de la visi­ Buenos Aires, 1944. (Existe una reedición del mismo libro con im ­
bilidad. la invisibilidad m ism a que es tam bién visión e incluso portantes adiciones. Sudamericana, Buenos Aires, 1957.)
cualidad necesaria para que la visión sea. G a o s, José, Introducción a El ser y el tiempo, El Colegio de México,
¿C óm o no entender ahora m ejor la actitud política de M erleau- México. 1951.
Ponty? Su relación con el m arxism o pasó por varias etapas. Tres G a r c í a B a c c a , Juan David. Existencialismo, Universidad Veracruza-
son claram ente discem ibles: la prim era de adhesión a M arx; la na, Jalapa, 1962.
H e r s c h , Jeanne, L ’Illusion philosophique, Alean, París. 1936) Estudio
107 M aurice Merlau-Ponty, Signos, trad, de Caridad M artínez y Gabriel Oliver, Seix sobre la filosofía de Jaspers).
Barral. Barcelona, 1964.
108 Loe. cil.
1WIdem. 110 Idem.
480 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo x x 481

J e a n s o n , F., Sartre par lui-même, Seuil, Paris, 1960. cializadas que no entrarían fácilm ente en el intento de este li­
M a r ía s , Julián. La filosofía española actual, Espasa-Calpe. Buenos bro ni en las intenciones ni posibilidades del autor. Entre dar una
Aires, 1948. guía general de las diversas doctrinas y renunciar a ellas, hem os
W a h l, Jean, Vers le concret, Vrin, Paris, 1932. preferido tratar de dar esta guía general. Esta guía seguirá el or­
W a h le n s . A. DE, La filosofía de Martin Heidegger, 1945. den siguiente: se iniciará con un breve recuento de las principa­
les ideas de B ertrand Russell, seguirá con una presentación del
positivism o lógico y concluirá con algunas referencias al nuevo
análisis del lenguaje. C errará el capítulo un breve estudio de la
VI. L Ó G IC A DEL C O N O C IM IE N T O . N E O P O S IT IV IS M O . m etafísica de W hitehead.
A n á l is is . L a c o s m o l o g ìa d e W h it e h e a d

B ertrand R u sse ll1'2


Decía una vez Léon Brunschvicg que la m uerte de G abriel Mar-
cel im portaba m ás a G abriel M arcel que la m uerte de Léon B ertrand R ussell (1872-1970) escribió obras de muy diverso
Brunschvicg a Léon B runschvicg. Esta crítica al existencialism o estilo e interés. R ussell m ism o dijo que su inclinación hacia la
viene a decim os que el principal defecto de la corriente existencia! filo so fía surgió de dos necesidades: la de estab lecer u na base
en su conjunto reside en su subjetivism o, en su carácter biográfi­ suficiente para la verdad de las m atem áticas y la de llegar a
co e incluso autobiográfico. probar o por lo m enos a entender el sentido de la palabra Dios.
Con su frase humorística Brunschvicg quería mostrar que, frente En lo prim ero su obra ha tenido éxito. En lo segundo se lim itó a
a las filosofías biográficas y autobiográficas, es necesaria una filoso­ negar la existencia de Dios y, en general, de lo que solem os lla­
fía objetiva, una filosofía de la ciencia. Esta filosofía ha adquirido en m ar m etafísica.
nuestro siglo muchas y varias formas. El propio Léon Brunschvicg Es necesario para entender la filosofía de Russell, darse cuenta
desarrolla un sistema idealista de la ciencia; Émile Meyerson, tam­ de tres hechos: I ) la necesidad de dar un fundam ento lógico a las
bién en Francia, trata de reducir la ciencia a la identidad ;111 en cierto m atemáticas; 2) el desarrollo de la lógica simbólica; y 3) el estado
sentido James, Dewey o los neokantianos son filósofos de la ciencia. de la filosofía inglesa cuando R ussell em pezó a escribir sus li­
Las filosofías de la ciencia de m ayor originalidad en nuestro bros de filosofía y de lógica.
siglo son, sin em bargo, las que derivan de la lógica m atem ática, Por lo que toca al prim er punto, la m atem ática en su m ism o
iniciada por Leibniz y precisada con todo rigor a partir del siglo crecim iento había entrado en crisis. Cada uno por su lado, Bemhard
x ix . En algunos casos las teorías contem poráneas son tan espe- Riem ann y Nicolay Lobachevsky habían tratado de dem ostrar a
principios del siglo x ix la verdad del postulado euclidiano de las
1,1 Los principales libros de Léon Brunschvicg (1869-1944) son la Introducción a la paralelas. Parecía una verdad incontrovertible que por un punto
vida del espíritu. Las etapas de la filosofía matemática (libro históricocrítico de primeri-
sim a importancia) y El progreso de la conciencia en la filosofía occidental. Émile Meyerson
( 1859-1933) es principalmente conocido por su libro Identidad y realidad. Entre los neo- 112 Las principales obras de Bertrand Russell pueden dividirse así: I ) obras lógicas: Los
kantianos deben m encionarse dos escuelas: la de Badén -W ilhelm W indclband (1849- p rin cip io s del conocim iento y P rincipia m athem atica, en colaboración con W hitehead;
1915). H einrich Rickert (1863-1936), Bruno Baueh (1 8 7 7 -1 9 4 2 )-que no se inclina sola­ 2) obras filosóficas: El conocim iento humano, su alcance y sus límites, A nálisis de la
mente por la filosofía de la ciencias naturales, sino en general, por las ciencias tanto materia. A nálisis de la conciencia, La filo so fía de Leibniz, Investigación acerca deI
naturales com o culturales y hum anas; y la escuela de Marburgo -H erm ann Cohén (1842- significado v de la verdad y. obra clarísim a, M i desarrollo filosófico', 3) ensayos: El
1918), Paul Natorp (1854-1924) y, más inclinado hacia una interpretación total del cono­ im pacto de la ciencia en la sociedad. A u toridad e individuo. M ística y lógica. El co n ­
cim iento hum ano, Em st Cassirer (1874-1945 K Esta últim a escuela lia influido poderosa­ cepto de la felicidad; y 4) obras de divulgación: El A.B.C. de la realidad. Historia de la
mente en el pensam iento neokantiano de España (prim era época de O rtega y G asset y filo so fía occidental. P rincipalm ente en los ensayos encontrará el lector un espíritu iró­
también prim era época de Manuel García M orente) y en México (Francisco Larroyo). nico y a veces m ordaz que asem eja a Russell, escritor, con Bernard Shaw.
482 Introducción a la h isto ria de la filo so fía Perspectivas d el siglo X X 483

solam ente puede trazarse una paralela a una línea dada. Al tratar de sistem a de Bradley y en general de la m etafísica idealista care­
probar este postulado básico de la geom etría de Euclides, los cían de fundamento. De ahí su necesidad de partir de una filosofía
geóm etras se dieron cuenta de que era im posible probarlo y, ade­ de base m atem ática.
más, de que podían existir otras geom etrías basadas en postulados A grandes rasgos puede decirse que la filosofía de Bertrand
distintos. Así, Riemann desarrolló una geom etría cuyo postulado Russell es una adaptación de su propia lógica al universo y una
básico es que por un punto dado no puede trazarse ninguna parale­ com prensión de universo según el esqueleto de su sistem a lógico.
la a una línea dada. Lo que más sorprendió de este descubrimiento A riesgo de reducir y deform ar podem os decir que la clave de
es que con este nuevo postulado y otros postulados más, descubier­ la lógica m atem ática fundada por R ussell es la noción de función
tos por otros geómetras, surgían nuevas geometrías no-euclidianas de verdad ."4 E sta noción puede describirse en los térm inos si­
que eran consistentes, es decir, no contradictorias. ¿Cómo era posi­ guientes: una función de verdad existe cuando la verdad o la fal­
ble que hubiera varias geometrías consistentes y, al parecer, con­ sedad de una proposición com pleja puede determ inarse por la
tradictorias entre sí? Los matem áticos llevaron a cabo varios inten­ verdad o la falsedad de las proposiciones que la contribuyen. Lla­
tos por axiom atizar las matem áticas, es decir, por establecer un m em os p a una proposición y q a otra proposición. La frase “/? y
lenguaje común del cual pudieran derivarse todas las formas de la q ” (que sim bólicam ente se escrib ep.q) será verdad si y solam en­
matem ática. Por su parte, los lógicos trataron de establecer funda­ te si p es verdad y q es verdad. Supongam os que la frase p .q tiene
m entos puramente lógicos para todas las formas de la matemática, este contenido: A lberto está enferm o y M aría está en casa. Si p
haciendo que éstas pudieran derivarse de una serie de verdades (A lberto está enferm o) y q (M aría está en casa) son verdad, la
absolutas de tipo lógico. La m atem ática pasaba a ser una ram a de frase total (p.q) será tam bién verdad.
una estructura m ás universal, de una estructura de orden lógico. En este ejem plo tenem os tan sólo la unión de dos frases m e­
A sí nació la lógica m atem ática o lógica sim bólica, de la cual diante una conjunción ( v, sim bolizada por un punto). Pues bien,
fue el fundador G eorge Boole (1815-1864), cuya obra continua­ R ussell pensó que todo el lenguaje es función de verdad y que es
ron E m st Schróder (1841-1902), G ottlob Frege (1848-1925), el posible encontrar una gram ática lógica suficientem ente clara para
que más influyó en Russell y W hitehead, y Giuseppe Peano (1858- que todo lo que se pueda decir claram ente sobre el m undo sea
1932). Principia m athem atica es el intento más fecundo por esta­ reductible a funciones de verdad m ás o m enos com plejas. Com o
blecer el fundam ento lógico del lenguaje m atem ático ."3 por otra parte las frases o proposiciones son “atóm icas” , es decir,
En cuanto a la situación de la filosofía inglesa a fines del siglo indivisibles ,115 si suponem os que el lenguaje es una form a de en­
pasado, baste con decir que el positivism o de John Stuart M ili y tender el m undo, el m undo tendrá tam bién una form a atóm ica y
de Herbert Spencer había sido parcialm ente sustituido por una estará constituido por “acontecim ientos” espacio-tem porales a los
filosofía idealista de origen hegeliano cuyo m ás alto represen­ cuales se refieren las proposiciones de la gramática. En el fondo
tante fue Francis Herbert Bradley (1846-1924). En su filosofía. R ussell m antiene una idea de la verdad que no se aleja m ucho de
Bradley trataba de establecer verdades m etafísicas universales y la idea clásica de una correspondencia entre el intelecto y la cosa.
necesarias. Russell pensó pronto que las pretendidas verdades del
114 Seguim os aquí muy de cerca el libro de J. O. U rm son. P hilosophical A nalysis,
113 En 1931 Kurt Güdel dem ostró lógicamente que "es imposible establecer la consis­ O xford U niversity P ress, Oxford, 1956; sin olvidar las respuestas que el propio Russell
tencia lógica interna de una clase muy am plia de sistem as deductivos -p o r ejem plo la da a Urm son en su libro M y P hilosophical D evelopm ent. Para una clara introducción a
aritm ética elem en tal- a m enos de adoptar principios de razonam iento tan com plejos que la lógica sim bólica vid., José Ferrater M ora y L eblanc, Lógica m atem ática, Fondo de
su consistencia interna quede tan abierta a la duda com o la de los sistemas mism os” (Emest C ultura E conóm ica, M éxico.
Nagcl, Jam es R. Newman, La prueba de Gódel, Centro de Estudios Filosóficos, U niversi­ 115 La lógica clásica consideraba que los indivisibles son las nociones o conceptos
dad N acional Autónom a de M éxico, M éxico. 1959). Es decir, si un sistem a es consistente (casa, triángulo o pájaro). La lógica m oderna piensa m is justam ente que no hay ideas
-n o contradictorio- no puede probarse esta consistencia sin presuponer principios que no sin frases o proposiciones y que son estas proposiciones sim bolizadas por letras las que,
son consistentes con el sistema. Lea el lector, sobre este punto, el libro aquí citado. com o dice Russell, son “atóm icas” o indivisibles.
484 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo X X 485

A proposiciones atóm icas corresponderán realidades atóm icas. vacaciones sobre algún tema filosófico y que después le diría si era
o no era un idiota completo. Al principio del siguiente trimestre me
De esta correspondencia surgirá la verdad. El m undo se presenta
trajo los resultados. Después de leer una sola frase le dije: -N o , no
com o una pluralidad de entidades que pueden captarse m ediante
debe hacerse aeronauta-.116
una pluralidad de frases atóm icas.
R ussell renuncia a la m etafísica tradicional. No cree que pue­
La relación con Bertrand Russell fue cada día más estrecha
da probarse nada acerca de la existencia de Dios, del alm a o del
hasta el punto que la teoría de los “hechos atóm icos” debe atri­
universo com o sustancia. No renuncia a la m etafísica en cuanto
buirse a am bos. Después de participar com o voluntario en la
piensa que existe y debe existir una concepción del mundo. Esta
Prim era G uerra M undial, W ittgenstein regresa a Inglaterra, pu­
concepción tal com o la presenta R ussell en M i desarrollo filo só ­
blica el Tractatus logico-philosophicus en 1923 (con otro título
fico, se reduce a una serie de creencias que el m ism o R ussell no
había aparecido en Viena en 1921) y considera que ha resuelto de­
piensa del todo dem ostrables. Estas creencias son: 1) que las in­
finitivam ente todos los problem as fu ndam entales de la filo ­
terpretaciones fisicom atem áticas tienen una relación real con el
sofía. R egresa a Austria, reparte su herencia entre sus herm anos,
m undo y explican el mundo; 2) que todas las sensaciones perte­
enseña en una escuela prim aria y solo regresa a C am bridge en
necen a nuestro m undo privado -e n este punto está de acuerdo
1929, donde pone en duda sus prim eras doctrinas. Toda su obra
con Berkeley y con H um e-; 3) que los hechos del m undo son “acon­
es, a partir de este segundo periodo, postum a, incluso las Investi­
tecim ientos” de brevísim a duración; 4) que el espíritu se reduce al
gaciones filosóficas que term inó en 1948. D espués de varios reti­
cerebro; y 5J que la conciencia es una m ínim a parte del universo.
ros -e n Noruega, en Irla n d a- W ittgenstein m uere en 1951. Es
Esta filosofía que reduce la m etafísica a los datos de la cien­
apasionante, y es difícil, seguir la obra de este gran pensador en
cia y de los sentidos y que acepta com o verdad la relación entre
quien vienen a reunirse la viveza y la ironía del pensam iento
proposiciones y hechos, es una filosofía que pronto habrá de di­
socrático, cierto patetism o rom ántico, y ciertas inclinaciones m ís­
solverse —a pesar de las creencias de R ussell— en una serie de
ticas -e l pensador a quien m ás adm iraba de todos los del siglo
filosofías escépticas. x ix era K ierkegaard- que un poco com o Kafka, nunca alcanza a
convertir en creencia .117
Para m ayor claridad, el pensam iento de W ittgenstein puede
W ittgenstein dividirse en dos periodos: el periodo que culm ina en el Tractatus,
y el que se resum e en las Investigaciones filosóficas.
Ludw ig W ittgenstein nació en Viena en 1889. De fam ilia culta y
El Tractatus es una obra de lógica. B uena parte del pensam ien­
adinerada, W ittgenstein conoció en su casa a C lara Schum ann, a
to de W ittgenstein queda resum ido en estas palabras del prólogo:
G ustav M ahler y a Johannes Brahm s. Su interés por la m úsica y
“Lo que puede decirse puede decirse claram ente: donde no se
las artes m ecánicas fue perm anente en el curso de su vida. Viajó a
puede hablar hay que callarse.” La teoría de W ittgenstein es. así,
Inglaterra para estudiar ingeniería en M anchester y su prim er con­
tacto con la filosofía inglesa quedó establecido cuando Wittgenstein
leyó los Principia mathematica, de Bertrand Russell. A principios lk' Bertrand Russell. "Philosophers and Idiots", en PortraitsJ'runi M emory. Alien and
Unw in, Londres, 1955.
de 1914 visita a R ussell con quien entabla el siguiente diálogo: 1,7 Las principales obras de W ittgenstein, aparte de las ya citadas, son los N otebooks
(escritos en 1914) donde se encuentran ideas atines al Tractatus. Los dem ás libros,
recogidos recientem ente, se aproxim an a las ideas de las Investigaciones: B lue Book
-¿M e dirá usted por favor si soy un idiota completo o no?--. Le (escrito en 1933-34), Brown B ook (escrito en 1934-35); Zettel (fragm entos que deben
contesté: -Q uerido amigo, no lo sé ¿Por qué me lo pregunta?-. D i­ fecharse entre 1929 y 1948); Lectores and Conversations on A esthetics. P sychology
jo: -P orque si soy un idiota completo me haré aeronauta; pero, si and Religioits B e lie f (escritas entre 1938 y 1946). M uchos de estos libros están co m ­
no, me haré filósofo-. Le dije que me escribiera algo durante las puestos a base de apuntes del propio W ittgenstein y notas de sus alum nos.
486 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo XX 487

una teoría del significado. Esta teoría es una búsqueda m etódica com ún. El sentido general de las Investigaciones filo só fica s po­
de elem entos sim ples. Las proposiciones com plejas de nuestro dría resum irse en aquella m etáfora del propio W ittgenstein: m os­
lenguaje pueden reducirse a proposiciones sim ples las cuales, a trar a la m osca sorprendida cóm o salirse de la botella en la cual se
su vez, se refieren a hechos del m undo, a “hechos atóm icos” (de ha metido. D e lo que se trata es de convertir el sin sentido escon­
estos hechos no puede darse ejem plo alguno: son últim as ins­ dido en un sin sentido abierto. ¿Puede hablarse en este punto de
tancias de la realidad sin las cuales los hechos com plejos no una doctrina? D ebería hablarse, m ás bien, de una serie de m éto­
existirían). El significado de una proposición es la situación que dos de aclaración y cura. Fundam entalm ente se trata de saber que
describe o que “representa” (así, una representación -p ietu re o f cuando hablam os estam os usando un juego de lenguaje (una se­
f a c t - se refiere siem pre al m undo). Los hom bres in dividua­ rie de juegos form aría una fam ilia lingüística); de lo que se trata
les no tienen significado; lo tienen en cam bio, las proposiciones: es de aclarar el sentido o el sin sentido de estos juegos. Veamos, a
“Los nom bres son com o puntos, las proposiciones son com o m odo de ejem plo de su últim o punto de vista, lo que W ittgenstein
flechas -tien e n sentido-.” O, en otras palabras: “U na proposición piensa de la estética, la psicología y la experiencia religiosa.
es una representación (picture), de la realidad” (Tractatus, 4.021 ). Ya hem os visto que cada región de juegos lingüísticos form a
A hora bien, para W ittgenstein el lenguaje es la totalidad de las un todo expresable m ediante las reglas del juego. Si jugam os aje­
proposiciones y “los lím ites de mi lenguaje significan los lím i­ drez no podem os atenem os a las reglas de la com posición sinfónica
tes de mi m undo” (Tractatus, 5 .6 2 [2]). Cercano en este punto a (tenem os aquí dos juegos que tienen en com ún el hecho de ser
S chopenhauer, W ittgenstein p iensa que hay razones para ser juegos, pero que no poseen las reglas de un m ism o juego). De lo
solipsista; cree tam bién que el solipsism o es indem ostrable. “El dicho puede deducirse sin error que W ittgenstein no cree en la
yo filosófico no es el ser hum ano, no es el cuerpo hum ano, no es estética ni en la psicología ni en la fe religiosa. Cree m ás bien en
el alm a hum ana a la cual se dedica la psicología, sino más bien el expresiones que nos rem iten a juicios de apreciación, de aproxi­
sujeto m etafisico, el límite del m undo -n o una parte del m u n d o -” m ación y de probabilidad. W ittgenstein piensa que la ingeniería
( Tractatus, 5.641 [3 ]).118 En conjunto, W ittgenstein piensa que la ha sido el m odelo de la física: se ha tratado de construir un m un­
lógica y la m atem ática, am bas tautológicas, fundan pero carecen do para que no se caigan los puentes; se ha tratado tam bién de
de significado; las únicas ciencias con significado son las cien­ pensar, en térm inos equívocam ente universales, m odelos meca-
cias de la naturaleza. ¿Cuál es el papel de la filosofía? Es, por una nicistas de la conciencia. Pero ni la física m oderna ni la creencia
parte, un papel negativo: el de descubrir falacias lingüísticas y o la psicología pueden reducirse a un m odelo ingenieril, o m ecá­
filosóficas. Es, por otra parte, un papel positivo en cuanto la filo­ nico. Todo pensar debe atenerse a las consecuencias de una bús­
sofía funciona com o árbitro de las ciencias y com o m anera de queda viva que es viva precisam ente porque no sigue ningún
clarificar el pensam iento. C uanto esté fuera del lenguaje, cuan­ m odelo apriorístico de conocim iento (o de com unicación o de
to esté fuera de las verdades de la ciencia es precisam ente lo que lenguaje). Así, W ittgenstein no nos dice que va a hablar de esté­
no puede decirse: es lo que se m uestra, es lo “m ístico ”.119 tica. Dice: “Casi me gustaría hablar de lo que podría entenderse
Ya vimos que W ittgenstein pensó su Tractatus “inatacable” . por estética:” ¿Es la estética una ram a de la psicología? No: “no
D ejó de creer en su total veracidad y poco a poco su interés se parece haber conexión alguna entre lo que los psicólogos hacen y
dirigió, cada vez más. hacia el habla cotidiana, hacia la necesidad ningún juicio acerca de la obra de arte” . Además, fundar la esté­
terapéutica de curar los abusos del lenguaje tanto filosófico com o tica en la psicología sería un error ya que tam bién la psicología
carece de fundam ento. Freud cree dar un fundam ento universal
118 P. F. Strawson ha pensado que esta doctrina era. en últim a instancia, la doctrina para interpretar los sueños. ¿Se equivoca Freud? No del todo; pe­
de la “no posesión del yo” . El yo no existe. C abria decir también que el yo m etafisico se
m uestra, pero no se demuestra. ro sí y del todo si piensa que su explicación es total. Igualm ente
119 Lo "m ístico" es lo inexpresable; no es, necesariam ente, lo inexistente. totalizadora es la creencia religiosa; nos deja igualm ente perple­
488 Introducción a la historia de la filo so fía Persp ectiva s del siglo x x 489

jos. Cuando M iguel Ángel pinta la creación del m undo (“en ge­ zaron a Inglaterra y los Estados Unidos, donde su filosofía goza
neral nada explica m ejor el significado de las palabras que una de una gran popularidad.
pintura”), su “expresión” expresa a M iguel Angel, pero no “ex­ No todos los positivistas lógicos coinciden exactam ente en sus
presa” a la divinidad. La creencia religiosa no existe en sí y por doctrinas. Coinciden todos ellos en una negación radical de la
sí; existen “m odos” , “figuras”, individuales de creencia. Un ejem ­ m etafísica que proviene, en parte, del em pirism o, y en m ayor par­
plo es claro: “C ierto general austríaco dijo a alguien: -p e n saré en te aun del Tratado lógico-filosófico de W ittgenstein. La idea ge­
ti después de mi m uerte, si es que es p o sib le- Podem os im aginar neral de los filósofos del C írculo de Viena es que solam ente son
un grupo que pensara que esto es risible; otro, que no lo es. Si al­ significativas las proposiciones m atem áticas, reducidas a tauto­
guien preguntara: -¿W ittgenstein, crees en esto?-, yo diría: -N o -; logías, y las proposiciones de las ciencias naturales, que deben
si preguntara: -¿C ontradices a este hom bre?-, yo diría: -N o -.” 120 ser verificadas. La novedad del Círculo de Viena, con relación a los
La posición de W ittgenstein es tolerante; es tam bién escéptica. filósofos anteriores, reside en su rechazo sistem atizado de la m e­
Las reflexiones de W ittgenstein en su últim a época recuerdan al tafísica y en su interés hacia las ciencias naturales más bien que
señor K. de El proceso. Ante las puertas del cielo: ¿podrá entrar?; m atem áticas. De ahí que para ellos el principio de toda filoso­
¿no podrá entrar? Para Kafka las puertas no están abiertas. Para fía de la ciencia -ú n ic a p o sib le - sea el de la verificación. Si una
Wittgenstein -to d o depende del juego que juguem os- pueden estar­ proposición es verificable, es una proposición verdadera. Y com o
lo o no estarlo. También él angustiadamente duda. Sus perplejidades solam ente son verificables las proposiciones de las ciencias natu­
son perplejidades vividas. En últim a instancia el hom bre no pue­ rales que se refieren a la observación, sólo ellas son verdaderas.
de ser juzgado - s i es que podem os ju z g a rlo - por sus pensam ien­ Este concepto, que es del fisica lism o de C am ap y N eurath, se
tos personales y silenciosos; sino por sus actos. Dice W ittgenstein: convierte, en la obra de Hans R eichenbach, en probabilism o. Pa­
“Lo que hacem os es cam biar todo el estilo del pensam iento y ra él las expresiones científicas no im plican certidum bre sino
todo cuanto hago es cam biar el estilo del pensamiento y todo cuanto probabilidad. Esta lim itación del lenguaje significativo al lengua­
hago es convencer a la gente de que cambien su estilo de pensamien­ je de las ciencias y de la filosofía a teoría de las ciencias de la
to.” Pero esta frase es ya una afirmación totalizadora. Wittgenstein naturaleza es otra form a radical del relativism o contem poráneo.
se ve obligado a m odificarla inm ediatam ente: “M ucho de lo que
hacem os es cosa de cam biar el estilo del pensam iento.”
A nalistas

El Círculo de Viena La escuela analítica inglesa, centrada en las universidades de


Oxford y Cam bridge, está influida por las enseñanzas del últim o
El Círculo de Viena, donde se reunieron los positivistas lógicos Wittgenstein. y por los escritos de G. E. Moore (1873-1958). De es­
en sus inicios, se fundó en 1929. A él pertenecieron R udolf Car- te último se deriva la idea de que lo que debe analizarse es el lengua­
nap (1891-1970), M oritz S chlick (1882-1936). O tto N eurath je cotidiano y no limitarse a las preocupaciones de orden lógico .121
(1882-1945). Hans R eichenbach (1891-1953) y Hans Hahn. La G ilbert Ryle (1900-1976) se dio a conocer con un fam oso ar­
filosofía del Círculo de Viena se expresa con toda claridad en tículo: “Expresiones sistem áticas engañosas” (“System atically
Lenguaje, verdad y lógica del filósofo inglés A. J. Ayer. Debido a M isleading E xpressions”). El artículo puede considerarse com o
la G uerra M undial varios de los m iem bros del Círculo se despla­ una suerte de m anifiesto de la escuela. En él Ryle m uestra que los

120 Para esta ultim a parte vid. Ludwig W ittgenstein. Lectures and Conversations on 1:1 Las enseñanzas del grupo aparecen en los diversos artículos reunidos en A. G. N.
Aesthetics. Psychology and Religious Belief, Oxford, 1966. Flew (edil.), Logic and Language, Oxford, 1960-1961.
490 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo x x 491

errores expresivos suelen surgir de considerar com o idénticas, en es, en Space, Time and D eity, un sólido m etafísico. Pero el más
cuanto al análisis filosófico, proposiciones que solamente son idén­ im portante de todos los m etafísicos ingleses precisam ente por­
ticas desde el punto de vista gram atical. La expresión “El señor que nace com o científico, elabora con R ussell los P rincipia
Baldwin es un político” no es engañosa porque es clara y verifi- mathem atica y parte de las tendencias, es Alfred North W hitehead.
cable, pero la expresión de la m ism a form a “El señor B aldw in es W hitehead (1861-1947) em pezó com o Husserl y com o Russell,
objetivo” , es engañosa, porque la palabra “objetivo” es am bigua. por tratar problem as de la filosofía de las m atem áticas. Escribió
La filosofía se reduce a un m ero asunto de palabras y, muy proba­ su prim er libro sobre álgebra de la lógica - Tratado de álgebra
blem ente. a una destrucción de la filosofía. Escribe Ryle: “Preferi­ universal y aplicaciones (1 8 9 8 )- y. con Bertrand Russell. redac­
ría adscribir a la filosofía un papel m ás sublim e que el de detectar tó los tres tomos de los Principia (1910-1913). Su propia filoso­
las fuentes de falsas construcciones y teorías absurdas en los m o­ fía se expresa en El concepto de la naturaleza, La ciencia v el
dism os lingüísticos. Pero no tengo la m enor duda de que por lo m undo m oderno -s u libro más claro -. Religión in the M aking, El
m enos su papel es éste .”122 simbolism o, su sentido y su efecto, Proceso y realidad -s u tratado
Más adelante Ryle intentó aplicar su sistema a El concepto de fundam ental y m ás com pleto-. A venturas de ideas -d o n d e sinte­
espíritu. En este libro, Ryle pretende que todos los errores de la filo­ tizó su saber enciclopédico-. M odos de pensam iento y varios otros
sofía moderna proceden del error cartesiano de separar el alm a del libros entre los cuales debe m encionarse el resum en de su po­
cuerpo -o , como él lo llama, del “dogma del fantasma en la máqui­ sición filosófica en N aturaleza y vida. Para quien desee una im­
na”-. Entre el espíritu y sus expresiones en palabras y actos no hay presión de la vida del filósofo son útiles tanto su autobiografía
real diferencia. Como los conductistas en psicología, Ryle piensa que publicada al final de los E nsayos sobre ciencia y filosofía com o
el espíritu no es sino sus manifestaciones lingüísticas. Su filosofía, los recientes Diálogos recogidos en conversaciones diarias por
com o la de John Wisdom, se circunscribe a deshacer rompecabezas. Lucien Price. En los últim os veinte años de su vida, W hitehead
G. J. W am ock hace notar, en A nalysis and Im agination, que la vivió en los Estados Unidos y tuvo una influencia preponderante
nueva filosofía podría ser tachada de trivial, cansada, im posible y sobre el pensam iento de este país.
antifilosófica. A lo prim ero contesta que todo es cosa de gustos: a La filosofía de W hitehead es, en su conjunto, una crítica de las
lo segundo, que entraña pesim ism o; a lo tercero, que es intere­ filosofías que proceden m ediante puras abstracciones y el enun­
sante porque revela que quien así piensa tiene una filosofía. La ciado de una teoría concreta del universo, de la persona y de Dios.
filosofía será siem pre digna de análisis aunque nunca podrá en­ La presentación de su actitud crítica nos llevará al centro de su
contrar la verdad. Y no es que W arnock esté contra la m etafísica. pensam iento.
E stá contra quienes piensan que la m etafísica es verdadera. La
m etafísica, para W am ock y para el conjunto de los nuevos analis­
tas. es útil com o expresión de una época. Es tam bién falsa .123 Crítica del "m aterialism o”

La filosofía, dice W hitehead en La ciencia y el m undo m oderno.


W hitehead y la m etafísica de la naturaleza es la crítica de las abstracciones. El pecado del pensam iento occi­
dental ha consistido en tom ar lo abstracto por lo verdadero, en
No toda la filosofía inglesa contem poránea renuncia al conoci­ creer que las ideas claras y distintas son más auténticas y más
m iento m etafisico o la relativiza. Sam uel A lexander ( 1859-1938) verdaderas que los sentim ientos, las voliciones o la vida concre­
ta. La filosofía m oderna, por lo menos desde Descartes, incurre
G ilbert Ryle, Logic and Language. voi. I, Oxford. 1960, p, 36.
123 Deben cilarse. entre los m ejores pensadores de la escuela, a J. W isdom. J. L. Austin en esta falacia que W hitehead llam a la “falacia de la concreción
y P. F. Strawson. desplazada” . Pensar que el espacio puro de Descartes o de Kant
492 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo XX 493

es la verdadera realidad es una de estas falacias. Este m undo he­ se pueden dar en la experiencia inm ediata de estos m uebles liga­
cho de ideas claras y distintas ha llevado a los filósofos a alejarse dos a esta sala o de este árbol arraigado en esta tierra e inclinado
de la realidad, a negar la presencia de lo individual y concreto y a por este aire. El espacio es el volum en concreto de las cosas rela­
afirm ar la necesidad de lo abstracto. A todas las filosofías que cionadas entre sí. Este espacio volum inoso y concreto no es, por
incurren en esta falacia las llam a W hitehead “m aterialism o”, si otra parte, estático. Es constante dinam icidad. Los objetos de esta
por esta palabra entendem os tanto el m ecanism o idealista de sala transcurren en el tiem po y transcurren en el tiem po árbol,
Descartes com o el m ecanism o de los m aterialistas propiam ente aire, raíz y tierra. Si el espacio es interrelación de volúm enes es
dichos, tanto la negación de la causalidad por Hume com o los tam bién interfusión de sucesos, acaecim ientos, es decir, de tem ­
m oldes rígidos de la lógica aristotélica. El error principal de to­ poralidades concretas. Espacio y tiem po, unidades de las cuales
das estas filosofías consiste en afirm ar que los prim eros princi­ no pueden negarse los atributos que en ellas y con ellas suceden.
pios son claros, que podem os tener conocim ientos a priori, que W hitehead devuelve el volumen, el color y el sabor al mundo. To­
el m undo, en fin, es reducible a una red de conceptos precisos, da realidad física es un acontecim iento -e v e n t- espacio-tem poral
universales y necesarios. Pero la red está llena de agujeros y por lleno de la savia viva del mundo. El espacio no es ya, com o en
estos agujeros se escapa, precisam ente, la verdad, sustancia del D escartes o Kant. un lugar vacío capaz de llenarse de cosas: es el
m undo. C ontra las filosofías abstractas hay que volver a lo con­ conjunto de las cosas m ism as que suceden en un tiem po igual­
creto, a lo que está “a q u f’, “ahora” , a “esto” o, com o lo expresa m ente lleno.
W hitehead gráficam ente a esta Rom a con esta Europa. Solam en­ Con el m ism o sentido concreto de la realidad ataca W hitehead
te una filosofía concreta, una filosofía que quiere volver a las las relaciones de causa y efecto. Ya hem os visto cóm o H um e ha­
cosas m ism as, dará sentido a la ciencia y al espíritu hum ano. bía negado la causalidad y, al negarla, negaba la posibilidad m is­
m a de la inducción y de las ciencias naturales. La intención de
W hitehead está en volver a dar sentido a la causalidad en un nivel
Espacio, tiempo, causalidad experim ental más hondo que el de las ideas claras, distintas y
recortadas.
El análisis concreto de la realidad se m anifiesta claram ente en los Ya vimos que en el m undo todas las realidades -to d o s los acon­
tres conceptos básicos de la ciencia y de la cosm ología: el espa­ tecim ientos- están ligados entre sí. W hitehead expresa esta idea
cio, el tiem po y la causalidad. P or lo que se refiere a los dos pri­ diciendo que las cosas prehenden. La prehensión es el acto m is­
m eros, W hitehead anda cerca de la interpretación del m undo que m o de relación que existe entre las cosas del mundo. La causalidad
surge de la física de Einstein. Para uno com o para el otro el espa­ es, por su parte, un caso preciso de prehensión. En lugar de partir
cio y el tiem po dejan de ser los absolutos que fueron en la física de las percepciones y de las sensaciones, siem pre claras y distin­
de Newton o en la filosofía de Kant para pasar a ser espacio y tas, W hitehead se basa en la experiencia profunda de la “eficacia
tiem po relativos. El espacio existe ligado al tiem po; el tiem po causal” . Los hom bres, seres en el m undo, se sienten presionados
no puede existir fuera del espacio. Esta idea general es la que por la realidad a la cual influyen y a la cual presionan a su vez.
W hitehead trata de m ostrar a partir de la experiencia cotidiana. Estam os en un m undo com o actuantes-actuados. Es en este nivel
La nueva física es. para W hitehead, una expresión que coincide vital que sentim os la eficacia causal. Y es en nuestro cuerpo, en
con el sentido común y no pura abstracción científica o invento nuestras em ociones prim itivas donde sentim os la presencia efi­
alejado de la realidad. Lo que W hitehead enseña es que el espa­ caz y causal del m undo: es nuestro cuerpo concreto el que se
cio-tiem po es un hecho de la experiencia. El espacio no es una aleja y se expande, que es causado-causante. El “testim onio del
form a intelectual sino que está realm ente en las cosas. Es el espa­ cuerpo” es la base para la inducción. Gracias a mi cuerpo me
cio con espesor y profundidad, con distancias y dim ensiones que siento ligado a todos los cuerpos del m undo. Si la inducción pue-
494 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas d el siglo x x 495

de definirse com o el descubrim iento de cierto futuro a partir de En realidad no existe separación entre acontecim iento y ob­
cierto pasado, la “eficacia causal” de la cual soy corporalm ente jeto. No habría acontecim ientos sin objetos ni objeto:; que apa­
testigo es el fundam ento vital de la inducción. Sobre este senti­ recieran sin un acontecim iento donde pudieran ingresar. L a cien ­
m iento de causación efectiva, sobre esta relación de causaciones cia tiene que separar del m undo aquello que perm anece y así
entre cuerpos y objetos, la ciencia podrá edificar con certeza las separa la parte visible y fija de los acontecim ientos: los objetos.
inducciones necesarias para el establecim iento de leyes. Esta separación, artificiosa, es útil siem pre que sepam os que es
artificiosa y que, en realidad, acontecim iento y objeto, fluir y
perm anecer, están inextricablem ente unidos.
E ste m undo concreto, m óvil, lleno de todos los colores y
Acontecim ientos, objetos eternos, creatividad
las cualidades sensibles que perciben nuestros sentidos, es un
m undo dinám ico; es, com o indica el título del libro, un p ro ce­
Em pezam os por destacar tres problem as clásicos de la cosm olo­ so. La causa real de este proceso es lo que W hitehead llam a
gía. C onviene ahora ahondar en la noción de acontecim ientos, de la “creatividad”. Más allá de los acontecim ientos, perm eando la
objeto y de creatividad. totalid ad del universo, el m undo se m ueve y se renueva. El
En Proceso y realidad, W hitehead llam a a los “acontecim ien­ m undo, en su esencia m ism a, es novedad creadora de co n stan ­
to s” , “entidades reales” u “ocasiones reales” . La definición que tes novedades.
da de ellas es escueta: “Las ‘entidades reales’ -ta m b ié n lla­ La creatividad del m undo es indecible, inefable y difícilm ente
m adas 'ocasio nes re a le s’- son las solas realidades básicas de racionalizable. Dios m ism o es la causa del m undo y es, tam bién,
que está hecho el m undo .”124¿Q ué es un acontecim iento o, com o el fundam ento irracional de la realidad. Es verdad que W hitehead
lo llam am os ahora, una “entidad real” ? Es un ente en sucesión, da una suerte de prueba de la existencia de Dios a partir de la
un puro fluir, un cam bio y una m odificación constantes .125A hora contingencia del mundo. D ios se le presenta com o el ser necesa­
bien, el m undo no puede estar hecho de pura fluidez, porque rio, el ser que da valor al m undo, que se realiza en su creación
la fluidez pura no existiría. A lgo debe fijar el fluir del m undo. L a y por el cual la creatividad existe. No m uy alejado de los neo-
fijación de los acontecim ientos procede de los objetos. platónicos, W hitehead concibe a Dios com o la unión de los opues­
Los objetos son entidades naturales que están m ás allá del tos y, en el cam po de la religión, com o la verdad de todas las
tiem po y del espacio. En este sentido se parecen a las ideas religiones.
platónicas. Pero, a diferencia de éstas, los objetos no form an un El m undo de W hitehead, basado en la cien cia y el sentido
m undo aparte. Fijan el acontecim iento en el m undo m ismo. Para com ún, es, com o lo expresa el filósofo, el m undo de Shelley
W hitehead. los objetos no son sino que aparecen. N o puede de­ -sím b o lo del m ovim ien to - y de W ordsw orth -sím b o lo de la per­
cirse que el rojo, el verde o este sonido existan por sí m ism os en m anencia-, Es a la vez, Shelley y W ordsworth. Y el m undo es así
otro mundo. Vienen al m undo, ingresan a él y fijan los objetos. una arm onía que encontram os, ante todo, en el arte. “El arte es
A diferencia de los platónicos, W hitehead concibe los objetos civilización. Porque la civilización no es más que el infatigable
com o potencias que vienen a aparecer en el acontecim iento m is­ intento hacia una más alta perfección de arm onía .”126
m o para determ inarlo y darle perm anencia. W hitehead, profesor de m atem áticas, sabe que la arm onía del
m undo es artística y que la últim a arm onía es religiosa y por ello
puede pensar que si bien hacem os m atem áticas, som os, en reali­
124A lfrcd Noríh W hitehead, Proceso y realidad, II, i. dad, religiosos.
W hitehead distingue a veces entre “acontecim iento” y “entidad real” . Una entidad
real es un suceso m ínim o o el principio de un suceso. Un acontecim iento es una serie
com pleja de entidades reales. 126 Alfred North W hitehead, Aventuras de ideas, IV, xviii.
496 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo X X 4 97

O bras de consulta Uno de los principales aspectos de la renovación cristiana de


nuestro siglo arraiga en el vigorosísim o desarrollo de los estudios
B l a c k , M ., (edit.), Philosophical Analysis, Ithaca, 1950. m edievales. H istoriadores com o Étienne G ilson (1884-1978),
B l y t h , J. W., Whitehead’s Theory' o f Knowledge, Rhode Island, 1941. M artin G rabm ann (1875-1949), C hristopher D aw son o Régis
F le w , A ., (edit.), Logic and Language, Oxford, 1951-1953. Jolivet han contribuido a deshacer la idea de que la Edad M edia
L ew is, H. D., Contemporary’ British Philosophy, Londres, 1956. fue una época oscura, una suerte de paréntesis de más de doce
L o w e. V.. Understanding Whitehead, Baltimore, 1962. siglos entre la luz grecorrom ana y la nueva luz del Renacim iento.
M a lc o l m , N., Ludwig Wittgenstein: A memoir, O xford, 1958. Los historiadores han m ostrado que existió una luz propia de la
P a s s m o r e , J., A Hundred Years o f Philosophy, Londres, 1957. Edad M edia que no debe ignorar nadie a menos de ver la histo­
W e in b e rg , J., An Examination o f Logical Positivism, Londres, 1963. ria a m edias y aun a riesgo de olvidar el verdadero progreso que
realiza el pensam iento en el curso de una de sus épocas m ás ricas.
Al m ism o tiem po que resurgía en toda su policrom ía viva el arte
de las catedrales de la Edad M edia, surgía, sem ejante a ellas en su
variedad, el pensam iento m edieval.
VII. T e n d e n c ia s c r is t ia n a s y e l p e n s a m ie n t o
Al lado de estos estudios de carácter histórico deben m encio­
de P ie r r e T e il h a r d de C hardln
narse las obras teológicas y apologéticas que llevan a cabo teólo­
gos protestantes com o Karl Barth, Paul Tillich y teólogos católicos
com o Henri De Lubac, Urs von B althazar y, acaso con m ayor ri­
El conjunto de la filosofía cristiana ha recuperado su lugar en la queza, Rom ano Guardini, Karl R ahner o, en el terreno de la teo­
historia de nuestro siglo. Si desde el advenim iento de los “tiem ­ logía m ística, Edith Stein y Thom as M erton.
pos m odernos” y, principalm ente, partir del siglo xvill, el cristia­ En el plano de la filosofía propiam ente dicha, las obras más
nism o parecía contribuir cada vez m enos al desarrollo intelectual im portantes se encuentran dentro de la corriente neotom ista y
de Europa, lo m ism o no es ya cierto desde hace unos sesenta dentro de la corriente n eo agustiniana. D e la prim era es m u es­
añ o s .127 Ya hem os visto algunos de los principales filósofos de tra m uy principal la obra de Jacques M aritain cuyo “hum anism o
nuestro siglo desarrollar su filosofía dentro del m arco del cris­ integral” es una defensa del hom bre en sus valores terrenales y
tianism o -c o m o en el caso de M ax S ch eler- o en el cam ino que una explicación m etafísica tom ista de la estructura de la reali­
conduce al cristianism o -c o m o en el de B erg so n - Es necesario dad. Entre los segundos no debe olvidarse la obra de acentos
ahora m ostrar las principales tendencias del pensam iento cristia­ agustinianos de M aurice É douard B londel, ni la obra agustiniana
no actual con especial insistencia sobre dos de los m ovim ientos y neoplatónica de los filósofos franceses del espíritu, principal­
m ás significativos y m ás vivos: el personalism o y la filosofía de m ente Louis L avelle .128
Pierre Teilhard de Chardin. Pero si todas estas obras cobran día a día m ayor im portancia y
La renovación de la filosofía cristiana -térm in o s por los cuales si nos atenem os a las propiam ente filosóficas, las que m ás pre­
no debe entenderse que se haya m odificado la doctrina esencial sencia cobran y recobran en nuestros días, unas por su integra­
del cristianismo en cuanto al orden sobrenatural- se muestra en va­ ción de los problem as sociales y religiosos, y la otra por el carác­
rios campos y en diferentes escuelas. ter científico de su esplritualism o, son las ya m encionadas del
m ovim iento personalista y la de Teilhard de Chardin.
!-7 El solo nom bre del cardenal John H enry Newm an bastaría para m ostrar la p re ­
sencia del espíritu cristiano en el siglo pasado. Pero no es probable que, en conjunto, 128 Las principales obras de J. M aritain son: D istinguer pour unir ou les degrés du
el siglo pasado presente un m ovim iento de renovación tan claro y tan am plio dentro del savoir. Sept leçons su r l ’être. Quatre essais sur l ’esprit dans sa condition charnelle’, d eM .
cristianism o com o el siglo actual. E. Blondel: L ’Action, L ’Être, La P ensée; de L. Lavelle: De l ’acte. De l ’être.
498 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo x x 499

El personalism o niñeado de la persona humana. Pero el personalism o cristiano


del grupo de Esprit debe entenderse dentro de una situación his­
El personalism o tiene su historia. El propio Em m anuel M ounier tórica concreta. Es la referencia a esta situación la que podrá ha­
hace notar la profunda raíz cristiana de la idea de persona y, más cernos com prender m ejor la actitud política, social y religiosa del
recientem ente, la raíz pascaliana de esta idea. Escribía Pascal: personalism o cristiano.
“El yo es odioso [...] En una palabra, el yo tiene dos cualidades: es Los años de la década de los treinta quedan sellados por una
injusto en sí en cuanto se hace centro de todo; es incóm odo para serie de hechos que nadie puede olvidar: el com unism o en la URSS,
los dem ás en cuanto pretende sojuzgarlos.” Esta frase de Pascal el fascism o en Italia y en Alem ania; las guerras de conquista y
indica que la vida de la conciencia no puede reducirse a un pensar expansión en A bisinia y en Albania, el principio real de la Segun­
egocéntrico para alcanzar otros egocentrism os cerrados. M ás allá da Guerra M undial, y antes de ésta, la guerra de España. Ante se­
del yo. el personalismo es una filosofía del hom bre total, de aquel mejantes ideologías m ezcladas a los hechos, M ounier quiso pre­
hom bre que M aritain llam aba, desde 1936, el hom bre “integral” . cisar la actitud del personalism o en general y, en particular, del
He ahí un punto en el cual concuerdan todos los personalistas. Hay personalism o cristiano.
que distinguir, en efecto, entre individuo y persona. M ás allá de Vivimos un mundo dividido. Por un lado, no sin humor, M ounier
la individualidad mecánica, material, intercambiable, está el “hom ­ cita las virtudes de la derecha: la caridad, la A cadem ia France­
bre de carne y hueso” , este hom bre al cual hablaba U nam uno y sa, la religión, el m inisterio de la guerra, el alm a, el señor Paul
del cual habla, en los mismos térm inos unam unianos, Em m anuel Bourget, el latín, la econom ía liberal. Por otro lado, las virtudes
M ounier. Los núm eros son intercam biables. Si Pedro m uere, otro de la izquierda: Picasso, los funcionarios, el señor Hom ais, la
hom bre (uno y cualquiera) vendrá a sustituirlo. No es éste el caso higiene social, el fem inism o, la libertad. Y M ounier concluye:
de la persona. La pérdida de una persona, la pérdida de una vida, de “Así, durante tres cuartas partes de su vida, el espíritu vivía en la
u n am or, de una am istad son irreparables. La persona es así la to­ derecha y residía en la izquierda.” En otras palabras, se habían
talidad del ser hum ano concreto y vivo: m aterial, espiritual, apa­ identificado derecha política y espíritu. El ideal de M ounier, su
sionado, virtuoso, pecador, caracterizado por tendencias propias vocación, estuvo siem pre dirigida a “disociar lo espiritual de lo
e inintercam biables. “El hom bre es cuerpo, escribe M ounier, de reaccionario” .
la m ism a m anera que es espíritu; enteram ente cuerpo y entera­ Por esto m ism o M ounier criticaba el liberalism o, este libera­
m ente espíritu.” Tal es una prim era diferencia clara y precisa. El lismo defensor de la libertad de indiferencia que es la libertad de
individuo no es la persona; las filosofías individuales no pueden no hacer nada; por esto m ismo, tam bién, criticaba, con m ayor
ser nunca filosofías personalistas. dureza sin duda, al fascism o, últim a reacción de la derecha para
Y es. en verdad, contra el individualism o, llevado a sus últi­ dar a los trabajadores el sentim iento de una falsa liberación y
m as consecuencias por el espíritu liberal y burgués, que M ounier mantener, de hecho, los privilegios establecidos y el orden de es­
reacciona en 1931, a los 25 años, cuando funda el movimiento del tos privilegios. Por lo que toca al m arxism o, no puede decirse que
cual habría de surgir la revista E sprit (1932). Entre 1932 y 1950, M ounier lo aceptara. Lo que del m arxism o adm ite son sus nega­
año de su muerte, M ounier no dejó de precisar lo que él mismo ciones m ás que sus afirm aciones: negaciones de una sociedad
habría llam ado su “vocación”. burguesa que M ounier consideraba moribunda.
D ijim os que el personalism o tuvo antecedentes. En los Esta­ Veamos esta actitud política, esta actitud realm ente “com pro­
dos U nidos. Bownes y su discípulo Brightm an habían fundado m etida” de Mounier. en dos casos precisos: el de la propiedad
un m ovim iento personalista cuyo centro de acción fue la revista privada y el del progreso.
The Personalist. N. Berdiaev, P. L. Landsberg y sobre todo Max Sabem os hasta qué punto m uchos de los padres de la Iglesia
Scheler contribuyeron con ideas fundam entales a precisar el sig- condenaban, por razones m orales y teológicas, la propiedad pri­
500 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo X X 501

vada. Escribía san A m brosio: “Dios lo ha creado todo para que de m odernas si vem os que el pueblo ju d ío y el cristianism o han des­
todo gozaran com únm ente todos y que la tierra fuera posesión cubierto la historia y descubrieron tam bién que la historia tiene
com ún; es la naturaleza la que ha engendrado el derecho de co­ sentido aun cuando este sentido no pueda encontrarse del todo en
m unidad y es la usurpación la que ha producido la propiedad.” esta tierra. La idea de progreso, que se ha dirigido contra el cris­
Escribía san Juan Crisóstom o: “Es un robo tener cualquier cosa tianism o, se origina en buena parte en el pensam iento judaico-
en particular.” cristiano. El cristiano no puede negar el progreso m aterial y ello
M ounier es m enos radical que los padres de la Iglesia a los no sólo por razones históricas. De hecho la ciudad del hom bre y
cuales frecuentem ente cita en sus escritos. La propiedad no per­ la ciudad de Dios se encuentran entreveradas en este m undo. La
tenece a la categoría del ser sino a la categoría del tener y el tener gran paradoja cristiana, diría M ounier con Kierkegaard, es la ex­
es “un sustituto degradado del ser” . M ounier no niega la necesi­ periencia de Cristo: Dios y hom bre. Dios encarnado.
dad de poseer. Ve, sin em bargo, que en el curso de los siglos el Pues bien, es en este punto donde tocam os la esencia m ism a
tener m ism o se ha degradado al pasar de la “posesión conquista” del personalism o. Las form as prácticas que hem os descubierto
a la “posesión goce” para alcanzar, en fechas m ás recientes, la en su m odo de pensam iento provienen de una experiencia “últi­
“posesión confort”. Es sobre todo la propiedad abstracta, esta ne­ m a” : la experiencia de la encam ación. No podem os negar el es­
cesidad de tener con el fin de tener, lo que M ounier se niega a píritu; tampoco podem os negar la materia. El cristiano que parti­
aceptar. M ounier ve con buenos ojos un m ínim o de propiedad cipa en Cristo se sabe carne y espíritu al m ism o tiem po: no podría
vitalm ente necesaria, pero ve sobre todo con buenos ojos un m í­ renunciar a uno de sus aspectos sin negar su verdad, su esencia
nim o necesario de propiedad para “el ejercicio de la virtud” . Así, m ism a de cristiano y de hombre. “El hom bre no hum aniza sola­
lo que M ounier aceptaría en rigor del m arxism o es su crítica al m ente la naturaleza -escrib e M o u n ier- com o en M arx; la diviniza
capitalism o, la crítica del valor abstracto del dinero y el capital; al recibir él m ism o la participación de la divinidad.”
lo que no podría aceptar es el Estado totalitario que niega, com o “El hom bre es cuerpo de la m ism a m anera que es espíritu; en­
toda form a totalitaria y autoritaria, la vida personal. Al negar el teram ente ‘cuerpo’ y enteram ente ‘esp íritu ’.” El hom bre, ser na­
valor m oral y social de la “fecundidad del dinero” , al proponer un tural, es un ser de la naturaleza que trasciende la naturaleza. ¿Q ué
control del crédito y al reclam ar la supresión legal de la usura, significa esta trascendencia? En un m undo que parece tender, más
M ounier está m ás cerca de los padres de la Iglesia y aun de santo y m ás, a nivelar hom bres y cosas: en un m undo en el cual desapa­
Tomás de Aquino que del m arxism o. M arx analizó un m al muy recen poco a poco las jerarquías, es fundam ental precisar nueva­
presente en la sociedad capitalista; no pudo dar una solución por­ m ente la noción de trascendencia. E m pecem os por decir que esta
que su ideología es, a fin de cuentas, una form a de reducción en noción carece de sentido cuando la pensam os en térm inos de es­
la cual, consecuencias de M arx y no tanto Marx m ism o, el hom ­ pacio. Léon B runschvicg tenía razón al afirm ar que no podem os
bre se ha vuelto nuevam ente esclavo del hom bre. estar al mismo tiem po en la planta baja y en el sexto piso. Pero esta
En El m iedo del siglo X X M ounier indica el sentido de la idea imagen evocadora de escaleras, subidas y ascensores es engaño­
de progreso. Esta idea, que parece nacer en el siglo x ix , im plica sa. No vale para el hombre. Para el hom bre la trascendencia se
que la historia tiene un sentido, que la ciencia y la técnica aporta­ encuentra en su interioridad misma. San A gustín lo había dicho:
rán la felicidad a la especie hum ana, que nos dirigim os hacia algo “No salgas de ti; vuelve a ti: en el interior del hom bre habita la
mejor, que el hom bre es autor de su propio destino. ¿A caso estas verdad.” En este punto M ounier no hace sino renovar y revivifi­
ideas son tan m odernas com o parecen serlo a prim era vista? Lo car la tradición agustiniana. Su experiencia de la trascendencia
son en cuanto im plican que fuerzas m ateriales (históricas, econó­ de la persona es experiencia de la interioridad; la revelación de
m icas, políticas, sociales, científicas) acabarán por hacernos feli­ la trascendencia se encuentra dentro del hombre. Y no es que no
ces en el nivel de esta tierra donde nos ha tocado estar. No son tan existan fuerzas de resistencia, fuerzas de “despersonalización” ,
502 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo XX 503

de caída, de gravedad. Lo que sucede es que en el seno m ism o de al comentar, en su prim er libro, la obra de Charles Péguy, M ounier
la gravedad aparece la fuerza creadora de la personalización de la escribía: “C onducir el pensamiento propio com o una acción: apor­
m ism a m anera que en el interior de la fruta la sem illa es em puje tar al acto intelectual el m ism o fervor ordenado, la m ism a aten­
hacia m ás vida. Esta personalización no depende de alguna for­ ción escrupulosa que da a su actividad política y social” . “La per­
m a de idealism o; es personalización en el m undo de la carne. No sona se expone, se expresa: se enfrenta y es cara” . Este arrostrar
es tam poco una personalización del “yo” , de este “yo” que. al parte, en prim er térm inos, de una aceptación. Pero si la persona
decir de Lavelle. conduce al “error de Narciso” . hum ana es capaz de aceptar, es necesario que tam bién sea capaz
Si el personalism o no es fundam entalm ente una filosofía del de decir “no” , de rechazar y protestar. Los m ás vivos entre los
“yo” ; si es más bien una filosofía de la apertura y de la trascen­ filósofos m odernos son filósofos de la rebeldía. Recordem os tan
dencia, es que en el fondo se trata de un pensam iento en cuyo sólo a Marx, a Kierkegaard. a U nam uno, a Nietzsche. a Sartre o a
centro está la com unicación. Bien sabem os que la com unicación Cam us. Pero estos filósofos de la rebeldía, estos filósofos del “no”
no es siem pre posible. Pero el “salir de s f ’, el hecho de com pren­ cuya esperanza es “la esperanza de los desesperados” , es insufi­
der a los otros son, para M ounier. “hechos prim itivos”. C ontra un ciente. La rebeldía en sí y por sí pierde todo sentido y se convierte
existencialismo que nos muestra solitarios, contra Sartre para quien en una especie de “paranoia a escala hum ana” . En efecto, en el
“am ar es el proyecto de hacerse am ar” . M ounier reafirm a la exis­ caso de Gide, la rebeldía lleva al acto gratuito: en M alraux. a un
tencia de la relación real y concreta entre el “yo” y el “tú”. C ristia­ vértigo de la acción por la acción; en Sartre. a una m oral relativis­
namente dirá M ounier: “Solam ente se posee lo que se da.” ta que carece de criterio para la acción que propone. De hecho la
A hora bien, la com unicación es posible porque existe la co­ pura rebeldía puede conducir a todo: al fascism o tanto com o al
munidad. Yo, en cuanto persona, existo porque existen los dem ás. anarquism o, al liberalism o o al hedonism o. Hay que concebirla
Así la com unicación entre personas no puede reducirse a form as com o libertad pero, com o diría M ounier. se trata aquí de “liber­
de la identidad. La persona, si no puede ser sustituida, im plica tad bajo palabra”, una libertad que no es acto puro, que no es pura
siem pre diferencias, m atices, variedad: riqueza. Si, com o dice espontaneidad, sino que es libertad de obstáculos, la libertad que
Mounier. por definición “la persona es lo que no puede repetirse propone M ounier es lucha contra la no-libertad; una “libertad
dos veces” , la verdadera com unicación -n o siempre real, no siem ­ que no progresa, com o el cuerpo, sino m ediante obstáculos, elec­
pre posible y sin em bargo “prim itiva”- sería una form a de la crea­ ciones. sacrificios” . En otros térm inos: dos condiciones son ne­
ción, de la coparticipación y del amor. No del am or egoísta ni del cesarias para que la libertad exista: saber que som os seres “en
am or hipócrita que en tantos casos es realm ente “proyecto de ha­ situación” , com prom etidos en esta situación y por ella limitados:
cerse am ar”, sino del am or que es don y. en sentido cristiano de saber que som os seres relacionados al valor y sobre todo a este
la palabra, "abandono”. valor fundam ental de la caridad: “solam ente se posee lo que se
La persona: realidad total del hom bre, realidad encarnada, co­ da” . La libertad no depende pues de valores vagos: “es valor: el
m unicable y com unitaria: tales son las ideas fundam entales del universo personal define al universo moral y coincide con él” .
personalism o. Para precisarla algo m ás habría que añadir que A sí la lucha viva por la libertad es. en últim a instancia, una
el personalism o es conversión, arrastram iento y libertad. Com o form a de la adhesión, “confianza gozosa ligada a una dilatadísi­
conversión la persona es un “sobre sí", retorno a sí, intim idad que m a experiencia personal” .
no es huida. No se trata naturalm ente, de un retom o angélico so­ M ounier. en una tradición francesa que encontram os desde
bre sí: “No juguem os a ser espíritus puros.” El “sobre s f ’ im plica Pascal hasta La R ochefoucauld. desde M ontaigne hasta Cam us.
relación con los demás, vuelta al mundo: alteridad. La persona es. es un m oralista. Un m oralista que sabe ver, porque sabe vivir
en cuanto conversión “centración” y “dilatación” . Y el aspecto todas las angustias de la vida, todas las rupturas del hom bre de
fundam ental de esta dilatación es precisam ente el “arrostrar” . Ya nuestros días. El personalism o de M ounier no quiere negar el
504 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo XX 5 05

m undo en que vivimos: quiere darle un sentido. Contra las filo­ búsquedas en los dom inios de la paleontología y la prehistoria, su
sofías de la desesperación, contra el vago optim ism o de los idea­ acercam iento a la materia, no le impiden escribir El m edio d ivi­
listas. M ounier quiso siem pre m ostrar que la condición del hom ­ no. libro dedicado a “aquellos que en lugar de darse plenam ente a
bre es valor: valor espiritual encam ado, presencia de la persona la Iglesia, la bordean o se alejan de ella con la esperanza de so­
divina en la persona hum ana. ¿O ptim ism o?: ¿pesim ism o? Entre brepasarla ”.1'0 Cuando en 1929 regresa a C hina para proseguir
los dos extrem os. M ounier escogería el optim ism o, pero un op­ sus pesquisas sobre el hom bre de Pekín, escribe: “el descubri­
tim ism o m edido, un optim ism o que sabe de la tragedia: un “opti­ miento del Sinántropo representa una seria victoria ganada por
m ism o trágico". aquellos que sustentan la idea de la extensión del transform ism o
a la form a zoológica hum ana .”1'1 Esta afirm ación, revolucionaria
para los espíritus tím idos dentro del ám bito del cristianism o, no
Teilhard de C hardin 129 se contrapone a la labor m isionera que Teilhard de Chardin em ­
prende por aquellos m ism o años.
En las m ismas tierras de A uvernia que vieron nacer a Pascal, na­ Ciencia y religión, razón y fe no son para él form as disonantes,
ció Teilhard de Chardin en el año de 1881. Ya de niño m ostró sino m anifestaciones de una sola evolución espiritual que se co n ­
especial interés por los hechos naturales. A la edad de diez años funde con la historia del universo, de la Tierra y del hombre. Y. si
salió a explorar el interior de los volcanes de Auvernia con su algunas de sus obras (El grupo zoológico humano, El fenóm eno
herm ana M argarita M aría. La alarm a fam iliar no les perm itió lle­ humano. La aparición del hombre, La visión del pasado) tienden
gar a su destino, pero esta prim era exploración fracasada parece a pulsar las cuerdas m ateriales del m undo sin olvidar por ello la
ya anunciar el destino del futuro explorador de las regiones afri­ presencia y el "brillo” del espíritu dentro de la m ateria, otras (El
canas y. sobre todo, chinas. Tam bién de niño m ostró Teilhard un porvenir del hombre, El m edio divino. Reflexiones sobre la felici­
excepcional sentido del universo. En los últim os años de su vida, dad, C onstruir la tierra). sin rechazar la m aterialidad de la vida,
recordaba el “sentido cósm ico del universo (la consistencia del se inclinan a destacar acordes espirituales .1,2
todo)“ que había nacido en su espíritu antes de iniciar sus estu­ Esperanzada y optim ista, toda la obra, la vida de Teilhard de
dios prim arios. Chardin es un constante progreso, un constante ir hacia adelante
Por un lado. Teilhard fue un espíritu ávido de conocim ientos en la m ateria y la vida en busca y encuentro de m ás vida y más y
científicos, atraído por la m ateria y. muy especialm ente, por aque­ m ayor conciencia.
llo que “brilla” dentro de la materia. Por otro, fue igualm ente Volvamos los ojos a esta obra progresiva y, en el sentido real
un espíritu ávido de revelaciones espirituales, de concentracio­ de la palabra, entusiasta. En la expresión científica y poética a un
nes en “lo humano, lo crístico”. tiem po del pensam iento de Teilhard de Chardin habrem os de des­
Esta doble dim ensión, tan infrecuente en nuestro siglo, es cubrir -a q u í tan sólo por sugerencia y com o a vuelo de p ájaro -
lo que caracteriza a fondo el espíritu de Teilhard. Pensador de la
11.1 Pierrc Teilhard de C hardin, Le M ilieu divin, Seuil. París, 1957, p. 17.
totalidad. Teilhard no podía pensar sino en térm inos de totalidad. 1.1 Pierre Teilhard de C hardin, Lettres de voyage. Grasset, París, 1956, p. 126.
¿C óm o hubieran podido atraerle un m aterialism o puram ente Ií; Para estudiar la vida y la obra de Teilhard de C hardin debe consultarse: Claude
m ecánico o un espiritualism o desencam ado? La vida de Teilhard C uénot. Pierre Teilliurd de Chardin. les grandes élapes de son évolution, Plou, París.
1958. Es tam bién útil la Introducción de Claude Trcstcm ontant. publicada por la U ni­
de Chardin es el m ejor testim onio de este constante deseo de sín­ versidad N acional A utónom a de M éxico. El libro de Nicolás C orte (pseudónim o de un
tesis. Cuando en 1923 viaja a China, sus trabajos de cam po, sus religioso tra n c e s) La Vie el l ’áme de Teilhard de Chardin (A rthém e Fayard. París. 1957)
co n tien e im p o rtan tes punto s de v ista p o lém ico s. Ú ltim am en te Henri de L ubac,
principalísim o teólogo de Francia, ha m ostrado la profunda raí/ cristiana de la obra de
Las citas de las ubras de Teilhard que aparecen en este capítulo se refieren a las Teilhard de C hardin en La pensée religieuse du pére Tlieilhard de Chardin. Aubier,
ediciones francesas. París, 1962.
506 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas del siglo X X 5 07

que el secreto del m undo está en todo aquello en que llegam os ciencia “extrem adam ente adelgazada” . “ Una m asa de conciencia
a ver el universo transparente. elem ental está aprisionada en el origen en la m ateria terrestre .”134
Advierte Teilhard de Chardin que, al escribir El fen ó m en o hu­ ¿Q uién no recordará en este punto la definición de la m ateria com o
m ano no quiso hacer obra de m etafísico o de teólogo, sino pura­ m ens instantanea. m ente incapaz de reflexión y de m em oria, que
m ente de hom bre de ciencia. La palabra “fenóm eno” que aparece Leibniz descubría en las entrañas de las cosas? Y. sin em bargo, la
en el título indica ya muy a las claras esta su intención. ¿Cóm o idea de Teilhard 110 es idéntica a la de Leibniz. Para éste la defini­
estudiar científicam ente al hom bre? Para Teilhard la única forma ción de la m ateria com o una form a prim itivísim a de espíritu era
viable consiste en integrarlo dentro de un proceso de evolución de orden m etafísico. Para Teilhard. en cam bio, es de orden cientí­
que involucra a la totalidad de la m ateria y de la vida. Y no se fico. Si el hom bre surge de la evolución del universo, si la vida se
piense que para Teilhard la evolución es una m era hipótesis, una inicia en la materia, ¿cómo no pensar que esta m ateria primitiva
suposición útil para encuadrar los fenóm enos del universo. La no contiene ya. en alguna form a, lo que acabará por transform ar­
evolución es. a su ver. un hecho incontrovertible. Lo cual no quiere se en conciencia? La evolución entera del universo pasa. así. por
decir que las diferentes teorías de la evolución, de D arw in y tres etapas progresivas y ascendentes: la previda. la vida y el pen­
Lam arck a nuestros días, sean interpretaciones correctas del fe­ sam iento o la conciencia. El hom bre es la últim a instancia de un
nóm eno evolutivo. Sucede, en efecto, que los biólogos y los filó­ prolongado proceso de elaboración. De ahí su lugar privilegiado.
sofos - a excepción de Bergson, que Teilhard leyó con avidez a “El hom bre, no centro estático del m undo -c o m o se ha creído
la edad de quince añ o s- se han contentado con ver la evolución durante largo tiem po-, sino eje y flecha de la evolución, lo que es
desde fuera. Y lo que Teilhard nos propone es que contem ple­ m ucho más herm oso .”135
mos este fenóm eno no sólo en sus fases exteriores, sino en su Tenem os al hom bre situado. En él, en su conciencia reflexiva,
intim idad m ism a, desde sus entrañas o. com o él m ism o dice, des­ parece realizarse y estarse realizando a cada paso, el verdadero
de sus “adentros” . sentido del universo. Pero, cabe preguntarse, ¿qué es Jo que per­
Si la evolución del universo puede verse por dentro sin dejar m ite que Teilhard de Chardin considere la génesis del m undo co­
por ello de verla científicam ente, verem os que el fenóm eno evo­ m o capaz de sentido? ¿Qué es. por otra parte, lo que le autoriza a
lutivo no es tan sólo una m era sucesión de hechos, sino una co­ pensar que el hom bre es real y verdaderam ente el eje y la flecha,
rriente ascendente que adquiere cada vez un sentido m ás pleno. es decir, el verdadero centro dinám ico del mundo?
Pero ¿qué entender por estos “adentros” de las cosas? En el caso Ha dicho Bertrand Russell que los filósofos pensaron que la
del hom bre podem os hablar de un “fuera” corporal y m ecánico evolución, este proceso que lleva de la am iba al hom bre es un
y de un “dentro” espiritual y consciente. Pues bien, lo que sostie­ progreso evidente, aunque no sabemos si la am iba estaría de acuer­
ne Teilhard de C hardin es que esta doble cara -e x te rn a e in tem a- do con esta opinión. Son m uchos los hom bres de ciencia que, en
observable en el hom bre, existe en m enor o m ayor grado en los nuestros días, coinciden con Russell y piensan que. científica­
seres vivos y aun en la m ateria misma. Así puede escribir: “En m ente. es im posible jerarquizar a los seres vivos. Desde el punto
una perspectiva coherente del mundo, la vida supone, inevitable­ de vista de la biología, son igualm ente válidos los rododendros,
mente. hasta perderse de vista, una previda .”133 Es im portante las am ibas, los caballos o los hom bres. Teilhard se distingue de
subrayar el sentido de la palabra “previda” . M ediante ella, Teilhard estos hom bres de ciencia precisam ente porque piensa que los
de Chardin quiere indicam os que. antes de que la vida apareciera hom bres tienen más jerarquía que las am ibas y que tanto las am i­
en nuestro planeta, existía ya. en el corazón m ism o de la materia, bas com o los hom bres, cada uno en su lugar, son parte de esta
una aspiración a la vida y aun una “conciencia” , si bien una con­
w Ibid„ p. 71.
133 Pierre Teilhard de Chardin, Le Plténoniene humain, Seuil. París, 1955. p. 35. 135 tbid., p. 30.
508 Introducción a la historia de la filo so fía Perspectivas d el siglo XX 509

filiación ascendente que va de lo m enos a lo más, de la m ateria a futuro de la hum anidad, basándose para ello en los conocim ien­
la conciencia. tos que tenem os del pasado del universo, de la Tierra y de los
La actitud de Teilhard de C hardin se basa en dos principios hom bres.
com plem entarios: el de la ortogénesis y el de la com plejidad. “El navio que nos lleva -e scrib e Teilhard de C h ard in - está to­
Se acepta com únm ente en nuestros días que la ley que gobier­ davía en m archa .”137 Hasta ahora hem os visto cóm o el universo
na al universo es la ley de la entropía, siem pre que por ella se progresa y crece hasta llegar al hom bre. Veamos cóm o tam bién el
entienda un principio de la usura y de la desintegración universa­ hom bre crece, progresa, se hace cada vez más com plejo, es decir,
les. De aceptarse totalm ente la ley de la entropía, la consecuencia evoluciona.
inm ediata es que el universo carece de sentido puesto que estaría No estam os acostum brados a la idea de una evolución de la
destinado, de m anera general, y en cada una de las filiaciones especie humana. Y es que en realidad solem os considerar perio­
biológicas, a desgastarse progresivam ente hasta pulverizarse y dos de la historia que, dentro del m arco de la evolución general
destruirse. No niega Teilhard de C hardin que m uchos fenóm enos son de cortísim a duración. ¿Q uién de nosotros va m ucho m ás allá
naturales presenten esta característica de irrem ediable caída, pe­ de la historia griega? ¿Quién, si no los especialistas, se preocupa
ro afirm a que es observable la aparición en el tiem po, y en espa­ por el significado del hom bre prim itivo? ¿Quién, de no ser un
cios orientados, de una distribución estadísticam ente ordenada. paleontólogo o un prehistoriador, se sitúa en el nacim iento m is­
Tal es la ley de la ortogénesis que, a su vez, im plica la ley de la m o de las civilizaciones? Teilhard lo hace y es esta observación
com plejidad. Precisem os esta ley de la com plejidad, y diga­ prolongada lo que le perm ite afirm ar que la especie hum ana cam ­
mos, con Teilhard de Chardin. que un ente será más com plejo que bia, se hace más com pleja y crece.
otro cuando contenga m ayor número de elementos y cuando estos Ahora bien, esta evolución no debe concebirse en form a indi­
elem entos estén m ás altam ente organizados .136Si ahora conside­ vidual. Lo más probable es que el hom bre de las cavernas tuviera
ramos el desarrollo del cerebro veremos, en prim er lugar, que entre ya potencialm ente el m ism o grado de conciencia que el hom bre
todas las especies conocidas es la especie hum ana la que ha lo­ del siglo XX. Si la evolución existe hay que verla en una evolu­
grado desarrollar una form a cerebral más com pleja y que, por otra ción total de la especie que Teilhard de C hardin concibe en térm i­
parte, a este desarrollo cerebral corresponde siem pre un creci­ nos de una creciente socialización.
m iento psíquico. Así, por su com plejidad misma, el hom bre es el En Las dos fuentes de la m oral y de la religión -lib ro que
producto m áxim o de un desarrollo ortogénico, es decir, progresi­ Teilhard consideraba com o una sum m a ad gentiles de prim er
vo y ascendente, y por este hecho mismo, es el hombre el eje de la o rd en -, Bergson observaba que ha crecido rapidísim am ente el
flecha de la evolución. C apaz de reflexionar, capaz de correfle- cuerpo hum ano. Los autom óviles prolongan velozm ente a nues­
xionar al com unicarse con las cosas y los dem ás hom bres y, com o tra piernas, los telescopios o los m icroscopios agudizan nuestras
verem os, capaz de ultrarreflexionar, el ser hum ano es el últi­ m iradas y han acabado por nacernos alas e im pulsos que parecen
mo gesto, la form a más com pleta, más com pleja y más viva de destinados a llevarnos a otros espacios, otros planetas y, ¿por qué
todo el proceso evolutivo. no soñarlo? a otras constelaciones. Pero si el cuerpo ha crecido, no
Si en El fen ó m en o hum ano el principal interés de Teilhard de ha crecido proporcionalm ente nuestra alma. Y así Bergson sugie­
Chardin consistía en m ostrar esta preem inencia del hom bre a la re que debem os acrecentar el alm a para que vuelva a ser. equili­
luz de las leyes científicas, en El p o rvenir del hombre se preocu­ bradam ente. aquel viejo principio de vida que fue entre los grie­
pa ante todo por dilucidar el sentido del universo hum ano y el gos y entre los hom bres de la Edad M edia. Pues bien. Teilhard de
Chardin no sólo nos dice que debem os acrecentar el alma. Dice,
136 La ortogénesis puede definirse tam bién com o la ley de la adición orientada de las
pequeñas mutaciones. 137 Pierre Teilhard de Chardin, L'Avenir de l'hom m e. Seuil. Paris, 1959.
510 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo x x 511

m ucho más precisam ente, que es inevitable que, dado el curso de hacia la unidad tendrá solamente sentido si es un crecim iento am o­
la evolución, lleguem os a acrecentarla de veras. Pero si no pode­ roso. En un futuro sin duda lejano, el padre Teilhard de Chardin
mos pensar que el cerebro de cada uno de nosotros haya evolucio­ espera con toda su esperanza que ya no será necesario el “cuerpo
nado realmente en cada caso privado y particular, podemos en cam ­ a cuerpo” : que será, en cam bio inevitable, un “corazón a cora­
bio pensar que, ya en nuestro m undo contem poráneo, ha crecido zón” {un c(tur-á-cceur).U] El hom bre de m añana podrá vivir a
a ojos vistas el cerebro de la especie, es decir, toda la serie de cen­ la vez individualizado y unido, consciente de sí y de la especie,
tros nerviosos que som os en conjunto, cada vez más unidos por reflexivo y co-reflexivo y. sobre todo, unificado a los dem ás en
nuevas form as de com unicación que nos unifican. Ha crecido el una “conspiración” anim ada de am or .142
cerebro de la especie, se ha hecho m ás com plejo y. consiguiente­ Son varias las consecuencias que Teilhard de Chardin saca
m ente. m ás consciente. Cada persona hum ana em pieza ya -e m ­ de su concepto dinám ico del universo y del hom bre. Tres de ellas
pieza tan só lo - a ser célula de este creciente cerebro específico. son fundam entales: las que atañen a la sociedad, a la religión y
Si ahora m iram os hacia el futuro, arm ados con estos nuevos a la moral.
conceptos de m ayor evolución, m ayor socialización y m ayor con­ No ha escrito Teilhard de Chardin ninguna teoría del Estado ni
cien cia de la especie hum ana, podem os tom ar tres actitudes. tam poco, en el sentido estricto, una sociología. Sus ideas sociales
Podríam os cesar de actuar, lo que equivaldría a un suicidio indi­ son de especial im portancia, a pesar de todo, en esta nuestra épo­
vidual; podríam os aislam os de la m asa y tratar de vivir fuera de ca politizada y socializada. Teilhard de C hardin ha escrito muy a
la evolución que en conjunto vam os siendo: podríam os tratar las claras que su pensam iento es dem ocrático. Pero lo que ya no
de evadim os m ediante una m ística de separación mal entendida. es tan claro es lo que se entiende por dem ocracia, concepto que
Ninguna de estas actitudes es convincente para el espíritu aquí Teilhard considera huidizo y de mal definir. De acuerdo con las
ya visionario y profètico de Teilhard. Lo que podem os hacer, lo teorías biológicas de Teilhard de Chardin, la dem ocracia debe con­
que en realidad debem os hacer, es “lanzarnos resueltam ente en la servar, al m ism o tiem po, un m áxim o de orientación libre para las
corriente de conjunto para incorporarnos a ella ”.138Esta incorpo­ personas y fom entar tam bién hasta lo m áxim o el sentido de la
ración nos perm ite participar en el futuro, un futuro que, dentro especie. A m ayor correflexión habrá de seguir una m ayor sociali­
de una progresiva com plejidad organizada, nos prom ete tam bién zación y tam bién una m ayor conspiración de amor. No todos los
una m ayor conciencia. pueblos, sin em bargo, llegarán a esta libertad por los m ism os ca­
Unidad; tal parece ser el destino de los hom bres en su progre­ minos, ni todos los pueblos están al m ism o nivel para alcanzar de
sivo intento por alcanzar un sentido de la especie. Pero no debe­ una vez por todas el ideal dem ocrático. Frente a un m arxism o que
m os im aginar que esta unidad m ayor im plique una confusión cree en el progreso, pero tiende a anular a la persona y frente a
de los individuos y una final disolución de cada ser particular en un cristianism o tibio que tiende a ascender hacia la verdad negan­
una hom ogeneidad anuladora de individuos. O bserva Teilhard de do el progreso, Teilhard propone una solución de orden cristiano
C hardin que “en todos los dom inios experim entales, la verdadera que im plique, al m ism o tiem po, un constante ir hacia adelante sin
unión (es decir, la síntesis) no confunde sino que diferencia ”.139 olvidar nunca que quien progresa es la persona, una persona desti­
C recerá la especie, crecerá la conciencia, crecerá la com plejidad, nada a seguir la línea de m ayor conciencia y por lo tanto de mayor
y “la m area ascendente de las noogénesis equilibrará las tenden­ ascenso. Entre el m ero progresar y el puro subir, cabe la posibili­
cias ‘descendientes de la entropía’ ”.140A la usura, al desgaste, se dad de progresar ascendiendo en una fe cristiana que considera a
opondrá siem pre el vigor del crecim iento. Pero este crecim iento Cristo com o m otor y salvador de la génesis del hom bre. “No me

™ Ibid., p. 13.
m 1bid., p. 74. IJ' Ib id . p. 99
140 ¡bid., p. 103. 14; Loe. cit.
512 Introducción a la historia de la filo so fía P erspectivas del siglo xx 513

parece que el im pulso hacia alg o puede realizarse -e s c rib e los dem ás hom bres, sino a vivir centrados en aquél. A lguien a
T eilh ard - sin com pletarse con otra aspiración más fundam ental quien se dirigen los pasos de una vida que es, esencialm ente,
todavía que desciende de arriba y de alguien .”143Y así, en El m e­ paso y progreso.
dio divino, ya plenam ente en el cam po de la experiencia religio­ Teilhard de C hardin, el que de niño supo concentrarse en el
sa. puede escribir Teilhard de C hardin: “Cuanto más grande sea “brillo” interior de la m ateria, convierte el universo en un cántico
el hom bre, m ás unida esté la hum anidad, m ás consciente y seño­ gozoso. Nadie com o él, en nuestros días, ha sido capaz de decir­
ra de sus fuerzas, tanto más encontrara Cristo un cuerpo digno de nos, persuadido de que el m undo está hecho a im agen y sem ejan­
su resurrección para extensiones m ísticas .” 144 za del creador, que “la verdadera felicidad es una felicidad de
H asta aquí, brevem ente esbozadas, las consecuencias socia­ crecim iento ”.147
les y religiosas del pensam iento cristiano de Teilhard de Chardin.
Es dentro del mismo marco de progreso, com plejidad y crecim iento
donde debem os situar sus ideas m orales. Se ha dicho que Teilhard Obras de consulta
de Chardin no tuvo en cuenta el problem a del mal moral y del pe­
cad o .145 La apreciación no es del todo justa. Verdad es que en El R., Sartre ou la théologie de l'absurde, Paris, 1965.
J o l iv e t ,

m edio divino, el problem a no se plantea. Pero Teilhard advierte, L a c r o ix Marxisme, existentialisme, personalisme, Paris, 1959.
, J .,
L u b a c , H. d e , La Pensée religieuse du père Teilhard de Chardin, Pa­
desde el principio del libro, que nadie debe sorprenderse “si se da
un lugar en apariencia tan débil al mal moral, al pecado: se da por ns, 1962.
M o u n i e r , E ., Œuvres complètes, Paris, 1965.
supuesto que el alm a de la cual nos ocupam os se ha alejado ya
R a h n e r , K., Escritos teológicos, Madrid, 1965.
de las direcciones culpables ”.146 Sin duda Teilhard se refiere al
mal por lo m enos por im plicación. Y cuando lo hace es probable
que sostenga, com o san A gustín, que el m al absoluto es una falta
de ser. una carencia y una renuncia. Malo es, para Teilhard, abste­
nerse de participar en el crecim iento del mundo, y, a fin de cuentas
rehusar toda adhesión a una génesis hum ana que es. esencial­
m ente, C ristogénesis. realización de C risto entre los hom bres.
En las Reflexiones sobre la felicid a d , Teilhard divide a los hom ­
bres en tres clases: los pesim istas y cansados, los que se lim itan
al buen vivir y los “ardientes” . Y el mal está en los pesim istas y
los epicúreos, es decir, bien en aquellos que renuncian a seguir el
ascenso que es toda vida, bien en aquellos que, encerrados en su
goce personal, quieren anular toda trascendencia. El bien, en cam ­
bio. resulta de una adhesión feliz que ya no es solam ente co-
reflexión, reflexión en com ún, sino, en últim a instancia, ultrarre-
flexión. una vez que los hom bres no sólo se deciden a vivir con

Ui Ibid., p. 374.
144 Picrrc Teilhard de Chardin, Le milieu divin, p. 121.
145 Tal es la tesis del padre Bosio, resum ida por Nicolás Corte en op. cit.
147 Pierre Teilhard de C hardin, R éflexions sur le bonheur, Seuil, Paris, 1960, p. 60.
146 Ibid., p. 12.
Apéndice i

ÍNDICE DE LAS PRINCIPALES CORRIENTES


FILOSÓFICAS

En este índice se presenta esquem áticam ente las principales c o ­


rrientes filosóficas en los cam pos de la epistem ología, la m etafí­
sica y la moral. Sírvase el lector de él com o de un conjunto orde­
nador de tendencias, m ovim ientos y escuelas. Para los detalles de
filósofos y escuelas m encionadas, refiérase al texto del libro y a
los capítulos correspondientes.

I. Epistemología

Teoría del conocim iento. Los principales problem as que plan­


tea el conocim iento hum ano y algunos de los sistem as y teorías
por ellos generados son:

A ) el origen de las ideas

1) innatismo: las ideas existen en la conciencia, ya en acto, y


m ás generalm ente, en potencia, desde que nacem os. C o­
nocer es desarrollar y revelam os las ideas que ya tenem os.
R em iniscencias en Sócrates y Platón; m em oria en san
A gustín y, en general, realism o de los universales en la
Edad M edia (san Anselm o, san Buenaventura); racionalis­
m o m oderno: D escartes, Spinoza, Leibniz.

2) em pirism o: el espíritu es u na tabula rasa cuyas ideas


proceden de la experiencia sensible y dependen de esta
1
¡I

i
516 Introducción a la historia de la filo so fía Indice de las prin cipales corrientes filosóficas 517

m ism a experiencia: Protágoras, Epicuro, nom inalistas m e­ filosóficos e intuición en cada uno de los pasos deducti­
dievales, em piristas ingleses (Francis B acon, H obbes, vos en D escartes). En la filosofía de Bergson la intuición
Locke, Berkeley, Hume), em pirism o radical o pragmatism o es sim patía con el absoluto, es decir, un instinto guiado
(Peirce, Jam es, Dewey). por la inteligencia o una inteligencia con la viveza inm e­
diata del instinto.
3) criticism o: la filosofía kantiana en cuanto declara que el
problem a del origen de las ideas es indem ostrable y que 4) m isticismo: form a religiosa del conocim iento de Dios que,
debe considerarse el valor de las ideas, no a partir de su después de los grados ascéticos de la renuncia lleva, ya
origen sino a partir de su análisis una vez que estas ideas a una total fusión im personal con la divinidad (Plotino),
están ya en la conciencia. ya a una fusión donde el m ístico conserva su individuali­
dad personal (m isticism o cristiano).
4) realismo m oderado: las ideas proceden de la experiencia,
pero tienen valor universal (A ristóteles, santo Tomás). 5) fideísm o: sostiene que el único conocim iento de Dios, su
existencia y sus atributos, es m ediante la fe y, por lo tan­
to, renuncia a la razón (Tertuliano, nom inalism o m edieval,
B) m odos de conocim iento K ierkegaard, U nam uno).

1) filo so fía s deductivas: en general todas las filosofías racio­


nalistas que consideran que el razonam iento filosófico es C) valor del conocim iento
el paso de lo necesario a lo necesario, a través de la conca­
tenación de juicios necesarios: Platón, Aristóteles, D es­ 1) escepticismo: filosofía que considera que el conocim iento
cartes, Spinoza, Leibniz, Hegel. Los filósofos m edievales es im posible y que renuncia a pronunciar juicios. El escep­
(san Agustín, san Anselm o, santo Tomás, Duns Escoto) ticismo puede ser retórico y argumentativo (sofistas), un
aceptan este género de razonam iento siem pre que esté al m odo de vida en la inm ovilidad de la conciencia (Pirrón,
servicio de la fe. Enesidemo, Sánchez, M ontaigne), un modo de renunciar al
conocim iento racional para obtener un conocim iento a base
2) filo so fía s inductivas: en general todas las filosofías em pi­ de fe (fideísmo), un m odo de pensar que el único conoci­
ristas que sostienen: a) que el conocim iento científico es m iento posible es de orden científico (positivismo lógico).
inductivo (R oger Bacon, Francis Bacon, positivistas ló­
gicos en cuanto se ocupan de la naturaleza física); b) que 2) relativismo: doctrina que sostiene que el conocim iento es,
el conocim iento hum ano se form a por inducción a partir de a) relativo a la persona individual (subjetivismo de Protágo­
los datos sensibles para llegar a ideas abstractas (Epicuro, ras), b) relativo a la especie hum ana (Comte. Marx, sociolo-
Berkeley, Hume). gismo, pragm atism o, historicism o de Dilthey); c) relativo
a la conciencia en general, objetivo y a priori (Kant).
3) intuicionism o: sostiene que el conocim iento es inm edia­
to ya sea en su totalidad, ya sea parcialm ente. Verdad de 3) doctrinas de la validez absoluta: el conocim iento tiene
la intuición sensible en Epicuro; verdad de la intuición validez absoluta ya sea p or m edios racionales deductivos
em ocional en los rom ánticos (R ousseau); verdad de la in­ (Parm énides, Platón, A ristóteles, san A gustín, santo To­
tuición racional (axiom as de las m atem áticas, axiom as m ás, Duns Escoto, D escartes, Spinoza, Leibniz, Hegel),
518 Introducción a la historia de la filo so fía
Indice de las prin cipales corrientes filo só fica s 519

ya por m edios racionales inductivos (B acon, C om te), ya


Kant); una actitud m etafísica (la realidad debe buscar­
por m edios intuitivos (Plotino, B ergson, Scheler). se en un m undo trascendente del cual el nuestro es la
im agen (Platón, san Agustín); una actitud espiritualis­
ta , según la cual la sustancia del m undo es de orden
D) definiciones de la verdad espiritual (Anaxágoras, Leibniz); una actitud inm ate­
rialista (que es form a del esplritualism o em pirista en
1) teoría de la correspondencia: la verdad es la identificación Berkeley).
del concepto o el pensam iento con el objeto o la esencia b) realismo: palabra que puede in d icar una afirm ación
(P latón, A ristó teles, san A gustín, santo Tom ás, D uns total de la realidad del m undo ex terior (Tales, A naxi-
Escoto, Locke). r e a l i s m o . m andro. A naxím enes, H eráclito, físicos an teriores a
la sofística); u na afirm ación de la ex isten cia su stan ­
2) teoría de la coherencia interna del pensam iento: éste es cial de form as o esencias en el m undo (A ristóteles,
el caso de la verdad en Descartes, Leibniz, Kant, Hegel. santo Tomás, B acon); una afirm ación de que el espa­
ID E A L ISM O . cio es la sustancia real del universo (Descartes).
c) materialismo: doctrina que afirma que la única realidad
3) teoría de la verdad com o acción: la v e rd a d se d e fin e com o es el m undo físico y que el espíritu es sólo un reflejo de
U tilidad. PRA G M A TISM O . aquél (Dem ócrito, Epicuro); doctrina que afirm a que
la única realidad es de orden biológico (Cabanis, Huxley
y algunas de las teorías evolucionistas); doctrina que
afirm a que la única realidad es la m ateria dom inada
II. M e t a f ís ic a por el hom bre una vez que éste ha trascendido sus con­
tradicciones (m arxism o).

Exponem os aquí los principales cam pos de la m etafísica, subdi- 2) el espacio y el tiempo
vididos en cuanto a las tem áticas prim ordiales y las diversas pos­
turas filosóficas ante ellas:
a) el espacio: las teorías acerca del espacio pueden ser
realistas (sustancialism o de D escartes, panteísm o de
A ) cosmología racional (así designada para distinguirla de la cos­ Spinoza, cualidad prim aria en Locke) o idealistas (ne­
m ología com o parte de las ciencias físicas) gación de la sustancia espacial en Leibniz o en Kant).
b) el tiem po: pued e p resen tarse com o re alid ad física
(aspecto del m ovim iento en A ristóteles o D escartes,
1) existencia del m undo exterior
cualidad prim aria en Locke), o com o una form a de la
vida hum ana que ya no pertenece a la cosm ología si­
a) idealismo: palabra que puede indicar una actitud sub- no a las filosofías de la vida y de la existencia.
jetivista (el hom bre m edida de todas las cosas, Prota­
c) las teorías contem poráneas suelen dividirse en: realis­
goras) que niega la existencia necesaria del m undo: una
ta del espacio-tiem po (en física Einstein. en filosofía
actitud epistem ológica (conocim iento de los fenóm e­
W hitehead). y en teorías convencionalistas del tiem po
nos, ausencia del conocim iento de las cosas en sí para y del espacio (convención social en el pragm atism o).
520 Introducción a la historia de la filo so fía índice de las prin cipales corrientes filo só fica s 521

B) psicología racional (así llam ada para distinguirla de la psico­ C) teología racional (así llam ada para distinguirla de la teolo­
logía em pírica, se ocupa de la naturaleza y el destino -in m o r­ gía revelada, que se funda en la autoridad de los libros sagra­
talidad o m ortalidad- del alm a humana). dos y en la fe. Se ocupa de la existencia, la naturaleza y los
atributos de Dios).
1) m aterialism o: es la doctrina que sostiene que el alm a es
parte de la m ateria, carece de realidad sustancial y pere­ 1) naturaleza de D ios
ce con la m uerte del cuerpo, por alguna de las siguientes
razones: a) teísmo: doctrina que sostiene la existencia de un Dios
trascendente al m undo cuyos atributos pueden ser fi­
nitos (Dios com o pensam iento que se piensa a sí mismo,
a) porque el alm a es de la m ism a naturaleza que el m un­
en Aristóteles y, en general, concepto que los griegos
do físico (D em ócrito, Epicuro).
se hacían de Dios) o infinitos (eternidad, om nisciencia,
b) porque el alm a es una fusión biológica (C abanis, epi-
om nipotencia, perfección y, en general, concepto cris­
fenom enism o de Huxley).
tiano de un Dios personal y am oroso).
c) porque el hom bre, ser m aterial, puede llegar a ser
b) panteísm o: doctrina que sostiene que Dios y la natu­
su propio dios (Feuerbach, C om te, M arx, concepto
raleza son una m ism a su stancia (estoicos, P lotino,
de superhom bre en Nietzsche).
Spinoza, Hegel).

2) esplritualism o: es la doctrina que sostiene que el alm a es 2) existencia de Dios


espiritual, una, indivisible, sustancial e inm ortal, por algu­
na de las siguientes razones:
a) Dios “sensible al corazón” de Pascal, para quien só­
lo puede apostarse a que Dios existe. Influencia de
a) porque se afirm a la transm igración del alm a (pitagóri­ Pascal en Jam es.
cos, a veces Platón). b) necesidad de probar la existencia de D ios m ediante
b) porque el alm a, form a del cuerpo, no puede m orir con argum entos racionales que pueden ser: i) por la contin­
él (Platón, A ristóteles). gencia del m undo (m ovim iento, causalidad, grados de
c) porque el alm a es racional, sim ple, y una y, por lo tan­ perfección, finalidad y orden del universo, parcialm ente
to, perm anece (san Agustín, santo Tomás). en Platón. Aristóteles, san Anselmo. Locke, W hitehead,
d) porque el alm a es de por sí espiritual (Leibniz). Bergson; totalm ente en santo Tomás); ii) por la idea de
e) porque existe un dualism o total entre alm a y cuerpo perfección (san Anselm o. Descartes. Leibniz, Spinoza,
(Descartes). Hegel; argum ento negado por santo Tomás y por Kant);
f porque el alm a es parte de la sustancia única del m un­ iii) por las verdades eternas (san Agustín): iv) por el
do (estoicos y Spinoza, que no creen en la inm ortalidad consentim iento universal (acuerdo de todos los hom ­
personal). bres estoicos y. recientem ente, si bien no en form a de
g) porque la duración espiritual no está condicionada por prueba, en Bergson).
el cerebro (Bergson). c) para los m ísticos no puede a veces probarse y. aun si
h) porque el alm a es capaz de realizar valores universales se prueba, lo im portante es que se conozca en form a
y principalm ente valores de santidad (Scheler). inm ediata por un acto de unión.
522 Introducción a la historia de la filo so fía Indice de las prin cipales corrientes filo só fica s________ 523

d) para los ateos (materialistas griegos, D ’Holbach, Cabanis, Escoto (para quienes la felicidad se realiza en el m ás allá);
Com te, M arx, N ietzsche, Dewey, Sartre), debe negarse Spinoza (para quien la virtud se realiza en el am or intelec­
la existencia de Dios y, por lo tanto, sus atributos. tual de Dios en esta vida); Scheler.

2) hedonism o: la vida moral identificada con el placer. Epi-


D) tiem po hum ano curo, L ucrecio, M ontaigne, Voltaire. utilitaristas (John
Stuart M ili. Jerem y Bentham ).
El problem a se plantea desde san A gustín y adquiere las si­
guientes soluciones principales: 3) rigorismo: funda la m oral en la ley autónom a de la volun­
tad (Kant).
a) historicism o relativista: hace del tiem po hum ano parte de­
pendiente del tiem po total de la historia humana, ella misma 4) em ocionalism o: funda la moral en los sentim ientos puros
relativa a cada época (Dilthey). (Rousseau) o en los sentim ientos que conducen a doctri­
h) vitalismo: puede hacer del tiem po una experiencia de dura­ nas (Bergson).
ción puram ente psicológica (flujo de conciencia en Jam es),
pero puede hacer de la duración, del tiem po interno distin­ 5) inmoralismo: moral que quiere negar todos los valores tra­
guido del tiem po físico o matem ático, el fundamento mismo dicionales para afirm ar el valor de la fuerza (Nietzsche).
de la m etafísica (en san Agustín y, sobre todo en Bergson).
c) existencialism o: reduce el hom bre a su existencia tem po­
ral si bien se distingue por poner m ayor énfasis ya sea en B) m oral social
el futuro (futuro inm ortal en Kierkegaard, en M arcel; futu­
ro desconocido en U nam uno o en H eidegger), o en el pre­ 1) idealismo: utopías (Platón, Tomás M oro, Luis Vives, Las
sente (Sartre). Casas, Vasco de Q uiroga. socialistas del siglo x ix ), teo­
rías anarquistas (Tolstoi).

2) jusnaturalism o: doctrina que sostiene la existencia del de­


III. Moral recho natural, m odelo m oral del derecho positivo (Platón,
santo Tomás. Vitoria, Vives, Grocio, Locke, Rousseau).

Teoría del com portam iento hum ano (individual o social). Las es­ 3) realismo: puede ser la idea de un derecho y un Estado funda­
cuelas tradicionales más destacadas son: dos en la experiencia del pasado y del derecho positivo de los
pueblos (A ristóteles), o puede ser la defensa de un contra­
to social fundado en la ley del más fuerte (sofistas, Hobbes).
A ) m oral individual

1) eudem onism o: la m oral identificada con la felicidad y la C) principales doctrinas políticas


virtud, punto de vista sostenido por los filósofos raciona­
listas e idealistas: Platón. Aristóteles (para quienes la vir­ I) anarquismo: ausencia de gobierno y de Estado (Calicles,
tud se realiza en la ciudad); san Agustín, santo Tomás, Duns Bakunin. Kropotkin. Tolstoi, Nietzsche).
524 Introducción a la historia de la filo so fía

2) com unism o: a) prim itivo (com unidad de bienes y perso­


nas en los grupos prim itivos); b) utópico (com unidad de
bienes en las utopías de Platón, Tomás M oro y las form as
socialistas utópicas del siglo x ix ); c) m arxista (distribu­
ción de bienes según las necesidades y los méritos).
Apéndice n
3) socialismo: socialización m ás o m enos com pleta de los
m edios de producción. BREVE VOCABULARIO DE TÉRMINOS USUALES1

4) liberalismo: a) económ ico (libre em presa y libre-cam bis-


m o); b) político (sistem a dem ocrático-parlam entario); A
c) individualista (teoría de la libertad política de la perso­
na: Rousseau). A posteriori: (lat. después de) ideas que provienen de la expe­
riencia y dependen de ella (c f Kant).
5) relativismo: ética que hace depender la vida individual
de la sociedad (Com te, M arx), de la evolución biológica A priori: (lat. antes de) ideas que pueden provenir de la experien­
(Spencer) o de la decisión auténtica personal (existen- cia pero que no dependen de ella (cf. Kant). La discusión actual
cialism o). sobre los juicios a p rio ri es com pleja. En general pueden en­
contrarse dos tendencias: 7) la de W ittgenstein quien veía en
los juicios a priori juicios puram ente form ales y no sintéticos
(esta idea, contraria a la kantiana, se encuentra en buena par­
te de la lógica contem poránea); 2) la de H usserl y sobre todo
Scheler para quienes, aparte de un a priori form al existe un
a priori m aterial (vid. nuestra exposición de Scheler).

A bsoluto: (lat. absolutus, desligado) suele referirse a aquello


que es independiente y existe por sí m ismo. Ejem plo: Dios, la
sustancia.

Abstración: (lat. abstraho, sacar de) suele significar: 1) la extrac­


ción de una cualidad de un objeto (esta línea de este triángulo);
2) m ás frecuentem ente el proceso m ediante el cual se obtienen
ideas generales.

1 Este vocabulario pretende sólo dar definiciones brevísim as e indispensables. La


etim ología de las palabras se enuncia siem pre que parece ser útil; usam os las siguien­
tes abreviaturas: al., alem án; fr., francés; gr., griego; lat., latín; q.v., consultar un térm i­
no aquí incluido. R ecom endam os los diccionarios filosóficos de José F errater M ora, de
D agoberto Ruñes (en inglés) y los vocabularios de A ndré L alande y el m uy reciente
de Paul F oulquié y Raym ond Saint-Jean, D ictionnaire de la langue philosophique.
526 Introducción a la historia de la filo so fía Breve vocabulario de términos usuales 527

A ccidente: (lat. accidens, lo sucedido) aquello que no existe por Antinom ia: la contradicción que resulta de deducir y probar dos
sí, sino por otra cosa. El color es accidente de un objeto. teorías opuestas. En Kant, por ejem plo: la eternidad o la no
eternidad del m undo resultan antinóm icas.
Activism o: filosofía que se basa en las actividades, sean hum anas
(la voluntad) o naturales. Ejem plo: la filosofía de Nietzsche, el Apariencia: (lat. appareo, aparecer) en m etafísica lo que se pre­
pragm atism o. Tam bién puede aplicarse a las filosofías del acto senta sin garantía total de ser. Ejem plo: el m undo del devenir
com o las de A ristóteles y santo Tomás. en Platón, la m ateria en Plotino.

Acto: (lat. actus, movimiento) aquello que determ ina el ser de una Apercepción: (fr. apercevoir, darse cuenta) es, para Leibniz, la
cosa. En Aristóteles o en santo Tomás la realidad de una cosa. conciencia racional.

Agnosticism o: (gr. ágnostos, que no conoce) actitud de quien se Arché: palabra griega que significa gobierno. En los filósofos
considera incapaz de conocer y, m ás especialm ente, de cono­ presocráticos, el origen de todas las cosas.
cer la existencia del alm a o de Dios.
Areté: palabra griega equivalente a virtud.
Alma: (lat. anima, soplo) originalm ente, principio vital. En la m e­
tafísica, sustancia espiritual sim ple e inm ortal. A sociación de ideas: (lat. a d, ju n to a y socius, com pañero) signi­
fica, ya desde A ristóteles y Epicuro, pero principalm ente en­
A nálisis: descom posición de un objeto en las partes que lo cons­ tre los em piristas ingleses (Locke. Hum e), aquel m ecanism o
tituyen. U na figura geom étrica en sus partes: líneas, planos, m ental que, m ediante el hábito, une im presiones distintas pa­
volúm enes, etcétera. ra form ar ideas abstractas. La asociación se realiza principal­
m ente, según los em piristas, por sem ejanza, por contraste y
Analítico, Juicio: en Kant, un juicio cuyo predicado está incluido
por contigüidad.
en el sujeto. En general la lógica contem poránea no adm ite la
posibilidad de juicios sintéticos a priori, com o lo hacía Kant.
Ateísmo: (gr. a, sin y theós, Dios) doctrina o actitud filosófica que
M ás cercana a Leibniz que a Kant, la lógica contem poránea
niega la existencia de Dios.
suele considerar que la analiticidad depende del carácter nece­
sario de las proposiciones y que no se refiere a la realidad. De
Atención: (lat. ad, hacia y tendere, tender) concentración m ental
hecho no existe una sola definición de analiticidad: puede de­
en un objeto o grupo de objetos. La atención es, al m ism o tiem ­
cirse que un juicio es analítico si es no contradictorio, o si es
po, m onoideica (fijación de una idea) y polideica (desarrollo
un ju icio significativo fuera de los hechos o si es, com o diría
de otras ideas a partir de la fijada). Fundam ental en la psicolo­
Leibniz, verdadero “en todos los m undos posibles” , etcétera.
gía, lo es tam bién en la filosofía del tiem po de san A gustín y
Anarquism o: (gr. anarchía, sin gobierno) doctrina que preconiza en la filosofía bergsoniana de la duración.
la sociedad perfecta después de la supresión del Estado y de
todo sistem a (Bakunin, K ropotkin, Tolsoi). Autonom ía: en Kant, aquella voluntad y aquella m oral que sola­
mente depende de sí. El deber ser es independiente de cual­
A nim ism o: (lat. anim a, soplo vital, alm a) doctrina que sostiene quier form a de ser (cf. Kant).
que todos los seres naturales, incluso los seres m ateriales, tie­
nen un principio vital. Axiología: (gr. áxios, valor) teoría de los valores.
528 Introducción a la historia de la filo so fía Breve vocabulario de térm inos usuales 529

B C onciencia: (lat. conscio, conocer) 7) en el sentido m oral, espíri­


tu dirigido a la rectitud; 2) en el sentido epistem ológico, cen­
Bien: (lat. bonum) en metafísica el primer principio (ideas en Platón. tro de la reflexión; 3) en el sentido m etafísico, sinónim o de yo
Dios en Aristóteles o en la filosofía cristiana). En m oral, lo que o de alma; 4) en el sentido psicológico la claridad de la mente
es digno de elogios en cuanto a la conducta individual o social. por oposición al subconsciente o al inconsciente.

Concreto: (lat. concretus, agregado) lo singular, individual o per­


C sonal contrapuesto a lo general, im personal y abstracto.

C ategoría: (gr. kategoría, predicación) en A ristóteles sum os Consistencia: no contradicción dentro de un sistem a dado. Los
géneros de entes que corresponden al m odo del conocer (sus­ teorem as de la geo m etría eu clid ian a son co nsistentes con
tancia, cantidad, cualidad, relación, m odo, etcétera). En Kant, los axiom as y postulados de la misma.
conceptos a p rio ri del entendim iento (esencia, existencia, cau­
salidad, etcétera). Contingente: (lat. contingentia, azar) lo que es. pero podría no ser.

Causa: (lat. causa) aquello que da lugar a un cam bio, un movi­ Contradicción, principio de: una cosa no puede ser y no ser al
m iento o alteración. La palabra causa puede significar también m ism o tiem po. A no puede ser no-A.
razón de ser.
Contrarios: térm ino opuesto dentro de un m ism o género. Alto y
C ausalidad: principio que establece una relación necesaria entre bajo, blanco y negro, etcétera.
el antecedente y el consecuente, la causa y el efecto.
C osm ología: (gr. kósm os, m undo y lógos, teoría) p arte de la
Ciencia: (lat. scientia\ equivalente al gr. epistéme, conocim iento) m etafísica que se ocupa del origen, n aturaleza y sentido del
conocim iento cierto, por oposición al conocim iento incierto universo.
de la opinión.
Cosmos: (gr. kósmos, orden) suele indicar la idea griega de un m un­
Clasificación: distribución jerárquica de los seres según su ex­ do organizado racionalm ente. Puede ser sinónim o de mundo.
tensión en géneros y especies (c f Aristóteles).
Criticism o: nom bre que se da a la filosofía kantiana para denotar
C om unism o: (lat. com m unitas, com unidad) significa, en la in­ una teoría que estudia el alcance y los límites del conocim ien-.
terp retació n de ciertos pueblos prim itivos, la com unidad de to hum ano {cf. Kant).
bienes; el com unitarism o de los prim eros cristianos; el co-
m unitarism o de las clases gobernantes en el E stado ideal de
Platón; en nuestros días suele indicar el género de sociedad D
fu tu ra que preconizaba M arx.
D educción: (lat. deduco, sacar de) género de razonam iento que
Concepto: (lat. conceptus, producto de la concepción) idea uni­ pasa por necesidad, de principios generales a las cosas particu­
versal. E n algunos casos innata (filosofías racionalistas), en lares. Ejem plo; el silogism o; el razonam iento m atem ático. M é­
otros formada por abstracción (filosofías empiristas). todo em pleado por los filósofos racionalistas.
530 Introducción a la historia de la filo so fía Breve vocabulario de térm inos usuales 531

Definición: (lat. definió, limitar) precisión de un térm ino m ediante Efecto: designa el resultado de algún cam bio, algún m ovim iento
la determ inación de su género próxim o y su diferencia especí­ o alguna alteración. Lo que es producido por una causa.
fica. Ejem plo: el hom bre es un anim al (género) racional (dife­
rencia específica). Tal es la definición em pleada por los clási­ Empirismo: doctrina que m antiene que las ideas provienen de
cos (cf. Aristóteles). la experiencia sensible y que. en general, niega la validez de la
m etafísica ( c f Bacon, Hobbes. Locke. Hum e).
D eísm o: doctrina que sostiene la existencia de un D ios racio ­
nal, pero en térm inos generales, indiferente al m undo y exento Epistem ología: (gr. epistéme, ciencia) teoría del conocim iento.
de providencia. En el siglo x v m suele ser una tendencia a in­ Doctrina acerca del origen de las ideas, la estructura y la vali­
terpretar la noción de D ios desde un punto de vista estricta­ dez del conocim iento.
m ente racional.
Error: (lat. errare, errar) desviación de la verdad. El error puede
D eterninism o: (lat. determ ino, lim itar) principio que sostienen
provenir de razones sin tener en cuenta la definición de la ver­
quienes m antienen una relación necesaria entre las causas y
dad que se acepta (q.v. verdad). En D escartes el error proviene
los efectos. de la voluntad cuando ésta priva sobre la inteligencia.
Devenir: tránsito entre los opuestos; paso de la potencia al acto.
Escepticism o: (gr. sképtesthai, examinar, dudar) actitud que nie­
En Platón, el m undo del d ev e n ir-el m undo sen sib le- se opone
ga la posibilidad del conocim iento sensible o racional o de todo
al m undo del ser, m undo inteligible.
conocim iento.
Dialéctica: (gr. diálogos, conversación) en los clásicos puede sig­
Escolástica: (del lat. scholasticus. de la escuela, erudito) suele
nificar la m etafísica m ism a (Platón) o el conocim iento científi­
referirse a la filosofía de santo Tomás, pero debería referirse a
co y necesario por oposición al conocim iento que proviene de
toda la filosofía medieval del siglo x n al siglo x iv .
las opiniones. D esde Hegel y en el m arxism o, el m étodo que
deduce una síntesis a partir de una tesis y una antítesis contra­
Esencia: (lat. essentia, de esse, ser) el ser que constituye una cosa;
puestas.
lo que una cosa es en sí m isma; lo que hace que una cosa sea lo
que es.
D ualism o: doctrina que sostiene la existencia de dos especies de
sustancias.
Especie: (lat. species, mirada, vistazo) clase o grupo de seres o
Dtula: (lat. dubito, dudar) estado de indecisión. Para los escépti­ conceptos de extensión lim itada y variable según su relación.
cos la única actitud posible que le cabe al pensam iento hum a­ Anim al es género de hombre, pero especie de ser viviente; grie­
no. Para Sócrates, Descartes o H usserl, la duda se convierte en go es especie de hom bre, pero género de ateniense.
m étodo: dudar para no dudar.
Esplritualismo: (lat. spiritus, soplo) tendencia m etafísica que con­
sidera que la sustancia del universo es de carácter espiritual
E (cf. A naxágoras, Leibniz).

Eclecticismo: doctrina que se form a m ediante la com binación de Estética: en nuestros días, teoría acerca de lo bello. C lásicam en­
doctrinas previas. te, y en Kant, teoría de la percepción sensible.
532 Introducción a la historia de la filo so fía Breve vocabulario de térm inos usuales 533

Eternidad: (lat. aeternitas) duración infinita y, en la filosofía cris­ Fenomenología: escuela inaugurada por Husserl que m antiene
tiana, realidad en la cual pasado, futuro y presente se unifican. que el m étodo filosófico debe prescindir de toda presuposición
y describir, sin hacer hipótesis, las esencias que se ofrecen al
Ética: (gr. éthos, com portam iento) puede identificarse con la fi­ pensam iento (cf. Husserl, Scheler, Heidegger, Sartre).
losofía moral.
Fideísmo: (lat.fid es, fe) doctrina filosófico-teológica que sostie­
Eudem onism o: doctrina moral que sostiene que el fin de la con­ ne que el único conocim iento válido es el conocim iento de
ducta hum ana es la felicidad. Dios por m edio de la fe (cf. Tertuliano, Kierkegaard).

Existencia: (lat. exsisto, surgir) suele oponerse a la esencia en Filosofía de la historia: disciplina fundada por san A gustín que
cuanto la existencia se refiere al ser en m ovim iento o en re­ se ocupa de dar una ley universal para el desarrollo de la histo­
lación de una entidad dinám ica y móvil. ria hum ana en su totalidad (cf. san Agustín. Vico, Hegel, M arx,
Comte).
E xistencialism o: serie de doctrinas que coinciden en afirm ar que
la existencia precede a la esencia. Finalismo: (lat.finis, fin) doctrina según la cual todo en el univer­
so tiene un fin a cuyo cum plim iento se dirige (cf. A ristóteles,
Experiencia: (lat. experior, intentar) datos de los sentidos, con­ Bergson).
ju n to de las observaciones realizadas a partir de estos datos.
Forma: lo m ism o que la palabra idea en Platón o la palabra natu­
Extensión: en la lógica designa el núm ero de individuos que con­ raleza en la escolástica. La esencia o la sustancia.
tiene un concepto. H om bre tiene m ás extensión que francés,
francés m ás que parisino. En D escartes es sinónim o de espa­
cio, y es una de las sustancias m etafísicas. G

Generalización: (lat. genus, género) proceso m ediante el cual lle­


F gam os a form ar ideas abstractas.

Facultad: (lat. fa cu lta s) una de las funciones del alm a (sentidos, Género: (lat. genus, raza, fam ilia) clase o grupo general de ob­
voluntad, razón, etcétera). jetos o conceptos. Se diferencia de la especie por su m ayor
extensión, si bien en la clasificación aristotélica de los con­
Fatalism o: (lat.fa tu m , destino) doctrina, principalm ente religio­ ceptos cada género es a su vez especie, salvo el ser, que algu­
sa, que sostiene que los actos hum anos están determ inados por nos filósofos m edievales llam arán el género suprem o, y los
Dios (cf. estoicos). individuos que son indivisibles y no pueden tener especies.
Anim al es género de hom bre; hom bre es género de griego. El
Fe: (\d l.fid es) creencia en lo invisible y, más concretam ente, en individuo Pedro o esta m esa son indivisibles, es decir, espe­
las enseñanzas de los textos sagrados. cies límite.

Fenómeno: suele em plearse en el sentido de apariencia. Lo que G nosticismo: (gr. gnósis, conocim iento) serie de sectas según las
se da a los sentidos y a la percepción. cuales el conocim iento de la divinidad puede alcanzarse m e­
534 Introducción a Ia historia de la filo so fía Breve vocabulario de términos usuales 535

diante la razón de un grupo lim itado de iniciados. Hubo gnós­ Hum anism o: (lat. hum anus, hum ano) la palabra ha variado de
ticos cristianos, judíos, m aniqueos, m usulm anes. Casi todos sentido según las épocas. Entre los griegos del siglo v el hu­
ellos en los prim eros siglos de la era cristiana. L a últim a gran m anism o es una form a del relativism o (Protágoras: el hom bre,
m anifestación de la gnosis occidental se encuentra en el pen­ m edida de todas las cosas); en el siglo X II, tendencia a volver a
sam iento de los cátaros (siglo X I a X l l l ) , cuyas ideas se filtra­ los escritores y filósofos grecolatinos (Juan de Salisbury); en
ron a veces en la poesía de los trovadores y cuya persecución el Renacim iento, tendencia a exaltar la realidad hum ana y la
culm inó con la Cruzada contra los albigenses. dignidad del hom bre; en el siglo x ix , tendencia a exaltar esta
m ism a realidad hum ana m uchas veces a expensas del absoluto
y de Dios hasta convertir al hom bre en su propio D ios (Com te,
H Feuerbach, M arx, Nietzsche).

Hecho: (lat. factum , acción, trabajo) suceso individual; conjunto


de los sucesos que integran la experiencia. /

Hedonism o: (gr. hedoné, placer) filosofía m oral que sostiene que Idea: (lat. idea; gr. eidos. tipo) 1) en sentido m etafísico, la esen­
el fin de la actividad hum ana es el placer, generalm ente defini­ cia o la sustancia (cf. Platón); 2) en sentido epistem ológico,
do com o ausencia de dolor ( c f Epicuro, Lucrecio, M ontaigne, se identifica con el concepto y las nociones abstractas y, en el
Voltaire). caso de los em piristas ingleses (Locke, Berkeley, Hum e), con
las sensaciones (ideas o f sensation).
Heterogéneo: (gr. héteros, otro y génos, género) aquello cuyas
partes son diferentes entre sí. Ejemplo: el espacio según Leibniz; Idealism o: en general, doctrina m etafísica que considera que la
la duración en la filosofía de Bergson. esencia de las cosas ha de encontrarse en el m undo inteligible
o en Dios, el alm a, la vida. Se opone al m aterialism o. En sen­
Heteronomía: para Kant toda moral que depende de otra cosa tido epistem ológico, puede ser una doctrina de las ideas que
que la moral m ism a, toda voluntad que esté lim itada por he­ tenem os y variar según el punto de vista (desde el subjetivis­
chos o ideas exteriores a la voluntad. m o de Protágoras o el inm aterialism o de Berkeley hasta el
escepticism o de Hum e). N om bre que se suele dar tam bién a
Hilozoísm o: (gr. hyle, zoé, m ateria y vida) doctrina que sostiene la corriente filosófica alem ana que se inicia con Kant, prosi­
que la m ateria es anim ada o viva. Se encuentra en m uchos pue­ gue con Fichte y Schelling y desem boca en el sistem a de Hegel.
blos prim itivos y en algunos de los filósofos presocráticos (cf.
Tales de M ileto). Puede asim ilarse a anim ism o. Identidad, principio de: en la lógica clásica la afirm ación de que
"lo que es, es” . P uede enunciarse A = A.
Hipótesis: presuposición, suposición, postulado o principio que
tendrá que verificarse m ediante la experiencia para obtener Ilum inism o: cuerpo de d o ctrin a filosófica elaborado p or los
validez. filósofos del siglo x v m (Hum e, Voltaire, Diderot, Helvecio,
Kant). A pesar de la variedad de doctrinas suele indicar una
Hom ogéneo: (gr. hóm oios, sem ejante y génos. género) aquello interpretación racional de la experiencia y del conocim iento,
cuyas partes son iguales o sem ejantes (cf. el espacio según una explicación racional del alm a y de Dios y. a veces, una ne­
Descartes o Kant). gación de la existencia de Dios.
536 Introducción a la historia de la filosofía Breve vocabulario de térm inos usuales 537

Im perativo categórico: en la filosofía de Kant el fundam ento autó­ Intencionalidad: (lat. intendo, tender a) en la filosofía m edieval,
nom o de la vida moral que se enuncia m ediante la sentencia: en Brentano y en Husserl la estructura m ism a de la conciencia
"O bra de tal m odo, que la m áxim a de tu voluntad pueda valer que se define com o un ir hacia los objetos.
siem pre al m ism o tiem po, com o principio de una legislación
universal” (cf. Kant). Introducción: (lat. induco, introducir) tipo de razonam iento que
procede de los casos particulares a la ley general. Es el m étodo
Infinito: (lat. infinitum, sin límites) entre los griegos solía tener un de las ciencias experim entales y de los filósofos em piristas.
sentido negativo y significaba una serie indefinida de puntos, Puede definirse tam bién com o el m étodo que, a partir de cierto
números, figuras. A partir del cristianism o es el atributo positivo pasado, establece leyes para predecir cierto futuro (cf. Bacon,
de Dios, cuya sustancia está más allá de cualquier determ inación Hum e, Kant, W hitehead).
limitada. D a buena idea del concepto cristiano de la infinitud
aquella frase de Pascal acerca del universo: una esfera cuyo centro Intuición: (lat. intueor, ver) conocim iento, ya sea sensible, ya
está en todas partes y cuya circunferencia no está en ninguna. em ocional, ya intelectual, siem pre inm ediato de un objeto (cf.
Descartes, Kant, Bergson).
Inm anencia: (lat. immaneo, quedarse dentro de) lo que está den­
tro de algo; principalm ente las ideas en cuanto son puras ideas Intuicionism o: doctrina que, de un modo u otro, hace depender el
y no tienen referente real. Se opone a trascendencia. conocim iento de la intuición.

Inmaterialismo: doctrina que sostiene, ya la inexistencia de la m a­


teria, ya, más precisam ente, el carácter espiritual de la m ism a J
(Berkeley).
Justicia: (lat. iustitia) virtud m oral o social que está en la base de
Inm ortalidad: (lat. imm ortalis, no m ortal) teoría según la cual el la equidad. La justicia puede ser positiva (basada en las cos­
alm a sobrevive a la m uerte del cuerpo.
tum bres) y constituir el derecho positivo, o puede ser natural
(derecho natural) y constituir la base ideal y m oral del derecho
lunatism o: (lat. innascor, nacer dentro de) doctrina racionalista
de gentes.
que sostiene que las ideas son innatas, a veces com o rem i­
niscencia (Platón), a veces com o m em oria (san A gustín), a ve­
ces com o capacidades del espíritu (Descartes. Leibniz).
L
Inteligencia: (lat. intellego, ligar entre, entender) capacidad de
resolver problem as de orden intelectual, moral o vital. La inte­ Libertad: las teorías del libre albedrío se oponen al fatalism o y al
ligencia no debe confundirse con la razón. Para D escartes to­ determ inism o: Se encuentran, en general, dos ideas a veces
dos som os iguales en cuanto som os racionales; pero no todos com plem entarias de la libertad: la libertad com o capacidad de
sabem os o podem os aplicar igualm ente la razón, no todos po­ escoger, y la libertad com o dom inio de sí y liberación de las
dem os ser igualm ente inteligentes. pasiones.

Inteligible: lo que se entiende: más frecuentem ente designa el Lógica: (gr. lógos, razón) parte de la filosofía cuyo objeto es el
m undo de las esencias perfectas e inalterables {cf. ideas de razonam iento recto y dirigido a encontrar la verdad y evitar
Platón, Plotino). el error.
538 Introducción a la historia de la filo so fía Breve vocabulario de términos usuales 539

Logos: palabra griega que significa razón o, com o el latín verbum, M ónada: (gr. m onas, unidad) sustancia una e indivisible, de natu­
palabra. raleza espiritual (cf. Leibniz).

M onism o: (gr. m onas, unidad) filosofía que sostiene que la sus­


M tancia del universo es una (cf. estoicos, Plotino. Spinoza).

Mal: puede significar ya sea lo m oralm ente reprensible, ya un M oral: (lat. mos, costum bre) doctrina que precisa las acciones
principio m etafísico negativo y existente (m aniqueísm o), ya, rectas.
en la filosofía cristiana, una carencia de ser.

M aniqueísmo: doctrina que sostiene la existencia de un Dios bueno N


y un principio del mal en constante lucha. D ualism o religioso
instituido por el persa Manes (s. m), com batido por san Agustín. Nada: ausencia de ser. En el cristianism o la palabra se em plea
para indicar que la creación fue absoluta, que nada existía an­
M ateria: 1) realidad física: 2) lo natural contrapuesto a lo sobre­ tes del acto creador de Dios. En la filosofía de Hegel, la nada o
natural: 3) en A ristóteles o en santo Tomás la m ateria prim era el no-ser, es la antítesis lógica del ser; de la negación de am bas
significa posibilidad. surge el devenir; en el existencialism o contem poráneo la na­
da puede significar la incom pletez del hom bre después del
M aterialism o: doctrina que rechaza la existencia del espíritu, el pecado original (Kierkegaard) o, en el caso de existencialistas
alm a, el m undo inteligible y Dios. El m aterialism o ha tom ado agnósticos (Heidegger) o ateos (Sartre), la constante negación
varias formas: atom ism o de los griegos (D em ócrito. Epicuro); de la vida humana, del nacim iento hasta la muerte.
m aterialism o biológico (hace depender el pensam iento de los
procesos cerebrales o. en el caso de ciertas teorías de la evolu­ Naturaleza: en general el orden del universo. C oincide en m uchos
ción. el cam bio de las especies de puros agentes físicos); el filósofos con la palabra esencia y designa lo que una Cosa es.
m aterialism o histórico de M arx que hace depender la vida po­
lítica, religiosa e ideal de causas económ icas y sociales. N ecesidad: aquello que es de un m odo y no puede ser de otro
m odo alguno. Se opone a contingencia.
M ecanism o: teoría que reduce la totalidad del universo a las le­
yes causales de orden físico. N ihilism o: (lat. nihil. nada) la doctrina que d eclara que nada
posee una existencia real. D esde el siglo X IX el nihilism o
M etafísica: parte fundam ental de la filosofía que se ocupa de los designa generalm ente los m ovim ientos revolucionarios de
prim eros principios y las prim eras causas de todas las cosas tipo anarquista.
(A ristóteles). Teoría del ser en cuanto ser. Las principales ra­
mas de la m etafísica son la cosm ología, la psicología racional Nom inalism o: (lat. nomen. palabra) corriente de la filosofía m e­
y la teología racional. dieval que m antiene que los universales son p o st rem -q u e las
ideas generales se obtienen después de la cosa, después de la
M étodo: (gr. méthodos, camino) vía o m odo de razonam iento para experiencia- En general el nom inalism o resta valor al pensa­
alcanzar un fin y. en especial, m odos em pleados para alcanzar m iento abstracto (cf. Ockham y. ya en los tiem pos m odernos,
la verdad. Hum e y el positivism o lógico).
540 Introducción a la historia de la filo so fía Breve vocabulario de térm inos usuales 541

N oúm eno: en Kant, lo que es en sí (sustancia, esencia, existencia) Política: (gr. polis, ciudad) teoría de la ciudad, del gobierno y del
y que, por estar m ás allá de la experiencia, es incognoscible Estado.
m ediante la razón pura.
Posibilidad: en el sentido m etafísico lo que tiene la capacidad de
ser; en el sentido lógico lo que im plica no-contradicción.
O
Potencia: capacidad de un ser para llegar a ser. El árbol está en
Objeto: (lat. obiectum, echado en frente) suele designar aquello potencia en la sem illa.
hacia lo cual se dirigen los actos del pensam iento, de la im a­
ginación o de la percepción. Algunas veces se em plea com o Pragm atism o: (gr. prágm a, cosas realizadas) teoría de la ver­
sinónim o de cosa. dad que define a ésta por su utilidad (cf. W illiam Jam es, John
Dewey).
Óntica: (gr. óti, ser) ciencia de los entes particulares.
Probabilidad: im plica verosim ilitud.
Ontología: (gr. ón, ser) teoría del ser en cuanto ser. Suele utilizar­
se com o sinónim o de la m etafísica. Proposición: en la lógica form al clásica un juicio en cuanto es
expresado ya oralm ente, ya por escrito. En la lógica contem ­
Opinión: conocim iento incierto opuesto al conocim iento que da poránea se identifica con juicio.
certidum bre. En Platón el conocim iento vago de los sentidos
por oposición a la ciencia (epistém e) de las ideas o seres inte­ Psicología racional: (gr. psyché, espíritu y lagos, ciencia) aquella
ligibles. Del gr. dóxa, opinión, se derivan m uchas palabras parte de la m etafísica que trata de determinar, por medios racio­
relacionadas con este concepto. nales, la estructura íntim a del alm a y su destino en otra vida.

Psicologism o: tendencia de ciertos lógicos del siglo x ix (por


P ejem plo John Stuart M ili) a reducir las verdades lógicas a he­
chos psicológicos.
Panteísmo: (gr. pan, todo y theós, Dios) doctrina según la cual
existe una sola sustancia (Dios confundido con la naturaleza)
de la cual todo lo dem ás son atributos o m odos (cf. estoicos, R
Spinoza).
Racionalism o: escuela filosófica que establece: 1) desde el punto
Percepción: (lat. percipio, percibir) síntesis de las sensaciones. de vista de la m etafísica, que la razón es la esencia m ism a del
hom bre; 2) desde el punto de vista de la epistem ología, que las
Personalismo: m ovim iento que distingue entre el individuo (ser ideas son innatas (cf. Platón, D escartes. Spinoza, Leibniz).
indivisible que no lleva consigo características que lo definan
y que es uno de tantos), de la persona (hecha de cualidades Razón: (lat. ratio, m edida) en la m etafísica designa la diferencia
propias e intransferibles). específica o esencia del hom bre, distinguido de los demás se­
res de la creación. Tam bién la facultad de discernir entre lo
Pluralism o: doctrina según la cual existen m últiples sustancias. verdadero y lo falso.
542 Introducción a la historia de la filosofía Breve vocabulario de térm inos usuales 543

Razonam iento: pensam iento discursivo que une juicios con vis­ la inm obilidad al cambio. El ser es. tam bién, equivalente a Dios
tas a una conclusión lógica. en la filosofía cristiana.

Realism o: (lat. res, cosa) en la Edad M edia, y desde el punto de Silogismo: (gr. syllogism ús, unión, razonam iento) género de razo­
vista epistem ológico, la doctrina que sostiene que los univer­ namiento en el cual una vez las premisas están establecidas, la
sales son ante rem, antes de la cosa o innatos ( c f san A gus­ conclusión sigue necesariam ente. El silogism o puede definir­
tín, san A nselm o): desde el punto de vista m etafísico, doctri­ se también com o la unión de dos términos de extensión diferen­
na que sostiene que las esencias o la sustancias son reales te por un térm ino de extensión media. El térm ino “Sócrates”
(cf. Platón, san A gustín. A ristóteles, santo Tom ás). (de extensión singular) y el térm ino “m ortal” (de extensión
m edia) para form ar el silogism o: “Todos los hom bres son m or­
Realism o moderado: en santo Tomás la doctrina que afirm a que tales; Sócrates es un hombre; Sócrates es mortal”. El silogismo
los universales son ante rem (antes de la cosa) en Dios, post fue descubierto por A ristóteles, desarrollado por los estoicos y
rem (después de la cosa) en la conciencia hum ana e in re (en la em pleado con am plitud en la filosofía de la Edad M edia.
cosa m ism a) en form a de esencia en el mundo.
Síntesis: unificación de los elem entos que han sido descom pues­
Referente: objeto real o ideal al cual se dirige el pensam iento, el tos, prim ero, por el análisis. En Hegel y la dialéctica hegeliana
ju icio o la idea. y posthegeliana, la unión de los contrarios que se presentan
com o tesis y antítesis.

Sintético, juicio: en Kant, el juicio cuyo predicado no está conte­


5 nido en el sujeto.

Sabiduría: Suele considerarse com o un conocim iento práctico y Sistema: totalidad de pensam ientos unificados en una doctrina.
una actitud hum ana total que im plica las cualidades de virtud,
prudencia, equilibrio, serenidad y visión arm oniosa de las co­ Sobrenatural: lo que está más allá de la naturaleza o, m ás preci­
sas y de la vida. Podría, tal vez sin m etáfora, llam arse el senti­ sam ente, el principio que, por la gracia y por la fe, nos perm ite
do com ún del hom bre superior. traspasar los límites de la naturaleza racional pura para llegar
al conocim iento directo de Dios.
Sensibilidad: denota 1) la totalidad de las im presiones de los sen­
tidos; 2) la actitud em ocional del artista, el poeta; m ás durade­ Socialism o: doctrina según la cual es necesario socializar en par­
ra que la em oción pura y m enos violenta que la pasión. te o totalm ente los bienes de producción. Hay interpretaciones
diversas y aun contrarias de la palabra: socialismo utópico, anar­
Sensualism o: doctrina filosófica que hace depender todo el cono­ quism o. laborism o, socialism o m arxista.
cim iento de los datos de los sentidos (cf. Protágoras o Hobbes).
Es de hecho, una form a del em pirism o. Solipsism o: (lat. solus, sólo e ipse, él m ism o) actitud del filósofo
que piensa que la única realidad es su propio yo. De hecho no
Ser: la idea o la realidad m ás general de todas y. por lo mismo, se encuentran solipsistas absolutos. Lo más cercano al solip­
indefinible lógicam ente. O bjeto de la ontología. Los filósofos sismo sería la idea de Protágoras del hom bre, m edida de todas
griegos (Parménides, Platón) oponen a veces el ser al devenir, las cosas.
544 Introducción a la historia de la filo so fía Breve vocabulario de térm inos usuales 545

Subjetivism o: A ctitud de quien considera que el conocim iento se Trascendencia: (lat. transcendo, ir más allá) lo que, en uno u otro
reduce al que puede obtener el yo de quien conoce o piensa. sentido, está m ás allá de una realidad dada. El m undo es, por
ejem plo, trascendente al yo; Dios es trascendente al mundo.
Sujeto: (lat. subiectum , situado debajo) generalm ente el yo, ya Se opone a inm anencia.
centro del conocim iento, ya com o sustancia m etafísica.
Trascendental: en Kant las condiciones universales y necesarias
Sustancia: (lat. substantia, de sub, debajo y sto, estar) lo que es de todo conocim iento válido dentro de la conciencia, pero sin
en sí. L a realidad últim a y absoluta. La sustancia es una en el referencia necesaria a una trascendencia, a un ser m ás allá de
m onism o: doble en el dualism o (extensión y pensam iento en la conciencia.
D escartes); m últiple en el pluralism o (A ristóteles o Leibniz).

U
T
Universal: válido en todo tiem po y en todo lugar.
Tautología: (gr. tautó. lo m ism o y légein, decir) tipo de juicio o
discurso en el cual se viene repitiendo lo m ism o. En la lógica Universales: en la Edad M edia, idea general o categoría. El pro­
contem poránea es analítica una proposición cuando resulta blem a de los universales fue resuelto diversam ente por el rea­
verdadera en las tablas de verdad establecidas. Se pensó que lismo, el realism o m oderado y el nom inalism o (q.v.).
la totalidad de la m atem ática y la lógica eran tautológicas
(W ittgenstein). Se ha visto que era m ás exacto definir la tauto­ Utopía: (gr. ou no y topos, lugar) descripción de un Estado ideal.
logía en relación a las tablas de verdad. A unque el térm ino fue acuñado por Tomás M oro en el siglo
x v i, la palabra puede aplicarse a todas las teorías de un Estado
Teodicea: palabra acuñada por Leibniz para designar lo que tra­ ideal a partir de La República de Platón.
dicionalm ente se llam aba teología racional (q.v. teología).

Teología: (gr. theós D ios y lógos, conocim iento) puede ser teo ­ V
logía revelada, fundada en la autoridad de los textos sagra­
dos y en la fe, o teología racional, parte de la m etafísica que Valor: suele indicar una esencia principalm ente de orden moral,
se dirige al conocim iento de D ios m ediante el pensam iento ya valiosa en sí, ya valiosa en cuanto se refiere a la persona
racional. humana.

Teoría: (gr. theoría, visión, acto de ver) suele designar un conoci­ Verdad: (lat. veritas) puede indicar, desde el punto de vista de la
m iento sistem atizado. m etafísica, el ser de Dios m ism o (san A gustín, san Anselm o).
En la epistem ología designa la rectitud de una idea. Entre las
Teoría del conocim iento: q.v. epistemología. variadas definiciones de la verdad deben distinguirse: 1) la
definición realista o de la correspondencia entre el entendi­
Tercero excluido, principio del: se enuncia diciendo que una cosa m iento y la cosa, el concepto de la esencia (filósofos griegos y
debe ser o no ser. Una cosa no puede ser a medias. Com pleta m edievales); 2) la definición idealista de la verdad com o co ­
los principios lógicos de identidad y de no-contradicción (q.v.). herencia del pensam iento (claridad, distinción en D escartes,
546 Introducción a la historia de la filo so fía

L eibniz); 3) la definición de la verdad com o utilidad (q.v.


pragm atism o).

Virtud: (lat. vis, fuerza) indicó prim ero la fuerza y, generalm ente,
el valor. En m oral el hábito de los actos dirigidos al bien.
Apéndice iii
Vitalismo: (lat. vita, vida) se refiere a las escuelas filosóficas que
fundan sus doctrinas sea en el hecho general de la vida, sea en TENDENCIAS FILOSÓFICAS RECIENTES
la vida hum ana (cf. Nietzsche, Bergson).

Vivencia: (al. Erlebnis. experiencia) experiencia vital que puede C iertam ente, algunas de las tendencias ya descritas en este li­
interpretarse com o tal (D ilthey) o com o form a general de la bro han seguido desarrollándose, con m ayor o m enor fuerza,
m ism a experiencia (Husserl, Scheler). en los últim os diez, quince años. Así, el existencialism o -q u e en
cuanto a “popularidad” ha perdido fuerza en Europa y en H ispa­
Voluntarismo: (lat. voluntas, voluntad) desde el punto de vista n o a m é ric a - se viene desenvolviendo especialm ente en los p aí­
epistem ológico la doctrina que hace depender el conocim ien­ ses anglosajones y, hecho curioso, en el Japón. Y no es que para
to de los actos de la voluntad (Schopenhauer. Nietzsche); des­ nosotros los occidentales un H eidegger, un Jaspers hayan d is­
de el punto de vista m etafísico la doctrina que da preem inen­ m inuido en im portancia. M ás bien lo que sucede es que p en sa­
cia a la voluntad por encim a del intelecto (Duns Escoto); en dores de esta altura y nivel son ya para nosotros clásicos del
m oral, la doctrina que hace depender los actos hum anos de siglo XX.
una voluntad autónom a (Kant). P or otra parte, las nuevas tendencias filosóficas tienen poco
que ver con el vitalism o, el existencialism o o - e n g e n e ra l- las
filosofías de la dinam icidad, del m ovim iento. En general - y
Y quiero hacer co n star aquí que esta observación es de orden
g e n e ra l-, las filosofías recientes tienen m ás que ver con los sis­
Yo: D esde el punto de vista m etafísico puede ser el fundam en­ tem as que con el cam bio, con las estructuras que con los d esa­
to de todo un sistem a de pensam iento (el Pienso, luego existo rrollos o la historia. El pensam iento actual tiende a ser, co n tra­
cartesiano); desde el punto de vista epistem ológico, la síntesis riam ente al pensam iento de principios y m ediados de nuestro
de todos los pensam ientos y todas las representaciones (Kant). siglo, ahistórico.
Es notorio el crecim iento reciente de filosofías ligadas a la
cibernética y, más precisam ente, a las com putadoras electróni­
cas que algunos quieren ver com o m odelos del pensam iento
hum ano. Así, dentro de una corriente desarrollada principalm en­
te en Inglaterra y los Estados U nidos, la m ente está íntim am ente
relacionada con el cuerpo. En Estados U nidos, algunos traba­
jan en el intento de crear una form a de la inteligencia llam ada
“inteligencia artificial” (entre ellos M arvin Lee M insky en el
M assachusetts Institute o f Technology). Pero ni el intento por
relacionar m ente y cuerpo ni el intento por crear una “inteligen­
548 Introducción a la historia de la filo so fía Tendencias filo só fica s recientes 549

cia artific ia l” han proporcionado resultados suficientem ente de precisar el sentido - o los sen tid o s- que la palabra tiene en la
precisos .1 filosofía de hoy.
L a relación m ente-cuerpo plantea problem as especialm ente Las raíces históricas del estructuralism o provienen m uy espe­
graves. Estos problem as están im plícitos en la palabra relación. cíficam ente de la lingüística desarrollada en el siglo pasado por
En efecto, resulta prácticam ente im posible decir que un dato de Ferdinand de Saussure (Curso ele lingüística general). De Saussure
los sentidos (sea un pino, sea un triángulo) puede ser localizable distinguía entre el habla y la lengua. La prim era es subjetiva e
en algún lugar preciso del cerebro. No existen “lugares” cerebrales individual; la segunda constituye el sistem a de sím bolos elabora­
donde se puede fijar una im presión, una sensación, un pensam ien­ dos convencionalm ente por una sociedad m ediante acción recí­
to. Es para todos indudable que existe una relación alm a-cuerpo proca. La lingüística general no se ocupaba especialm ente del
(o, com o prefieren los filósofos y psicólogos de hoy 2m ente-cuer­ habla (hecho inasible por ser a la vez subjetivo y pasajero) sino
po). Lo que perm anece en estado de hipótesis es precisam ente de la lengua considerada com o un sistem a, com o “totalidad en
esta relación. No estaba m uy lejos de la verdad Bergson cuando, s f ’ (De Saussure) y com o principio de clasificación. A hora bien,
al criticar el determ inism o físico, decía que, precisam ente porque existen dos tipos de relación entre los signos: la oposición y la
se trata de una hipótesis científica debe ser verificable. Así, aun identidad. El estudio de las estructuras de la lengua tiene en cuen­
cuando exista una relación entre m ente y cuerpo, no es precisable ta este su carácter bipolar. Dice Troubetzkoy -rep resen tan te de la
en qué consiste y la prueba de una reducción de la m ente al cuer­ escuela lingüística de P rag a - que la lingüística debe tener en cuen­
po está por hacerse .3 ta “la punta del lenguaje” y no “el acto del habla” . D e la m ism a
Si esta form a de nuevo m aterialism o es típico de nuestro tiem ­ m anera que en el ajedrez o el dom inó no im porta el tam año o el
po 4-c o m o lo fue el de la reducción del hom bre a una m áquina en diseño de las piezas, el estructuralism o se ocupa de las reglas
el siglo x v m -, las dos tendencias filosóficas m ás im portantes de generales de com binación lingüística .5
los últim os años llevan por nom bre: estructuralism o, innatismo. Intentem os una breve definición del estructuralism o. El estruc­
turalism o se ocupa por analizar conjuntos sincrónicos - e s decir,
estables y sistem atizados- que constituyen tanto una form a de
D el estructuralism o nuestro saber com o form as (o estructuras) de la realidad. Estas
estructuras suelen presentarse de m anera escondida (o incons­
N o es nada fácil tratar de precisar el sentido de la palabra “estruc­ ciente). A buscar este “subsuelo” estructural se ha dedicado el es­
tura” . Em pleada en fisiología, en lingüística, en etnología, en las tructuralism o -sig u ien d o los análisis de la lingüística saussurea-
ciencias físicas y hum anas, la palabra es muy am bigua. Tratem os n a - y pretende encontrar leyes recónditas de una com binatoria
universal. Es decir, frente al vitalismo, frente al hum anism o, frente
1A lgunos piensan que buena parte de )a inteligencia es m ecánica. Pero lo específi­
al existencialism o. la nueva filosofía declara que no im porta tan­
cam ente hum ano -em o cio n es, sensaciones, estados afectiv o s- no puede reducirse al
m odelo de las com putadoras. Vid. H um bert D reyfus, A Critique o f A rtificial Reason. La to la conducta individual com o el sistem a que condiciona a la
q uerella entre partidarios de la inteligencia artificial y de sus oponentes puede verse en conducta. A nte las filosofías de la persona, el estructuralism o es
los artículos de Minsky y D reyfus, D iálogos. 49. 1973. ahum anista o, incluso, antihum anista. Decía O rtega y G asset que
2 M e refiero a los psicólogos conductistas y, especialmente, a Burrhus Frederic Skinner.
3 Con lo cual no pretendo negar la im portancia de la reducción de ciertas form as del los griegos descubrieron la objetividad, el siglo xv il. la intim i­
pensam iento al com portam iento y a la conducta puram ente físicas. dad: y los tiem pos m odernos, la vida, “ mi” vida. El estructuralis­
4 L a raíz del nuevo m aterialism o debe buscarse en un libro que hizo y sigue haciendo
mo rechaza, de un brochazo, intim idad y vida.
época: N orbert Wiener, Cibernética. Publicado en 1948. el libro está dedicado al gran
sabio m exicano Arturo Rosenblueth, uno de los que m ás contribuyeron al desarrollo de la
nueva ciencia. Entre los nuevos m aterialistas hay que citar a: U. T. Place (Inglaterra. 1924),
5 Más detalladam ente me refiero al estructuralism o en Palabra y silencio, 2da. ed.
J. J. C. Smart (Inglaterra, 1920), T. Nagel (Yugoslavia, 1937). Siglo M éxico, 1 9 7 2 .
X X I,
550 Introducción a la historia de la filo so fía Tendencias filo só fica s recientes 551

C ontrario al hum anism o. C laude Lévi-Strauss opone la “razón parece querer decir que si estam os instalados en una época resul­
analítica” a la “razón dialéctica” y supone que la segunda sola­ ta im posible entender otras épocas que nada tienen que ver con
m ente será inteligible si se interpreta m ediante la prim era. Más los “subsuelos” de nuestro pensam iento.
allá de las “evidencias” de una subjetividad que Sartre se niega a Im portante com o instrum ento de análisis (principalm ente fe­
rechazar, Lévi-Strauss encuentra las constantes y las variables que cundo en la lingüística, la etnología y la antropología ),7el estruc-
son guía de nuestras pretendidas “evidencias” personales. P or es­ turalism o parece ser, en cuanto actitud filosófica, una reacción
to escribe: el fin de las ciencias hum anas “no es construir al hom ­ contra los excesos de las filosofías vitalistas y m uchas veces irra­
bre sino disolverlo”, siem pre que por esta disolución se entienda cionalistas que predom inaron en el siglo pasado y en parte del
una reducción al estudio “analítico ”.6Por razones similares. Louis nuestro. Parece obedecer, tam bién, a una form a de la desilusión
A lthusser supone que en la obra de M arx existen “rupturas epis­ ante la caída de las ideologías en nuestro siglo.
tem ológicas” . C ontrario al socialism o hum anista de un From m ,
un M arcuse. un Sartre, A lthusser piensa que el hum anism o es una
“ideología” que deberá disolverse. Así, de m anera m uy poco con­ Del innatism o8
vincente, A lthusser declara prem arxista al joven M arx y hace de­
pender el estudio del m arxism o del estudio de El capital. Hay problem as que parecen agotarse para siem pre. ¿N o había
M ichel Foucault, prim ero en Las palabras y las cosas y des­ term inado Kant con la querella de las ideas innatas? H ace apenas
pués en La arqueología del saber, trata de desentrañar las estruc­ quince años hubiera parecido im posible revivir este problem a en
turas escondidas que han guiado al pensam iento occidental a par­ particular. Con todo, resulta uno de los asuntos m ás vivam ente
tir del Renacimiento. Así, para Foucault, el siglo x v i se guía por discutidos en los años de la década de los sesenta y de los setenta.
la “sem ejanza” , se rige por form as de la sim patía, la antipatía, la Los conductistas habían supuesto que la adquisición del len­
em ulación, la conveniencia. A partir del siglo xvii, y después de guaje por parte de los niños podía reducirse a sistem as de reflejos
una ruptura total con el pasado, las estructuras dom inantes y es­ condicionados donde se reforzara principalm ente la respuesta
condidas son el espíritu analítico y la form ación de sistem as uni­ a un estím ulo dado. Noam Chomsky, lingüista del M assachusetts
versales (matemática universal en Descartes, com binatoria univer­ Institute o f Technology, descubrió que deben existir estructu­
sal en Leibniz, lenguaje universal detrás de las palabras de cada ras innatas. En efecto el niño que aprende a hablar conoce muchas
lengua en Vico). Nueva ruptura con el pasado: a partir del siglo más palabras de las que ha aprendido y es capaz de com binacio­
x ix . predom inan las estructuras de la finitud, la historia, el cam ­ nes sintácticas que en cierto m odo nunca le han sido “enseña­
bio, la creencia en el hom bre. Tal es el eje del pensam iento con­ das” . Si esto es cierto significa, en prim er lugar, que existen en
tem poráneo. Pero este pensam iento, que oscila entre opuestos (en nuestra m ente “estructuras profundas” - y no conscientes aunque
economía, el m arxism o y el liberalismo; en biología, el fijismo y el absolutam ente ló g icas- en las cuales “hay” m ucho m ás de lo
evolucionism o) está desapareciendo en la segunda parte de este que sabem os en nuestro pensar o hablar cotidianos. En otras p a­
nuestro siglo: nuestro siglo es el que ve deshacerse al hom bre. labras. todos los hom bres, sin saberlo, son capaces de dar res­
La doctrina de Foucault es atractiva: es incluso apasionante. puestas sin que estas respuestas estén condicionadas por sistem as
Pero no acaba de resolver un problem a que le es inherente: si de de reflejos; todos los hom bres son capaces de inventar gracias a
verdad entre el siglo x v i y el x v ii y después, a partir del siglo
x v iii existen verdaderam ente “rupturas epistem ológicas” , ello ' Es una forma de decir que lo más importante del estructuralism o fue realizado por la
escuela fonológica de Praga y. en el cam po de la etnología, la antropología y el estudio de
6 El carácter bipolar de los estudios -grandes estudios de L évi-Strauss-, se m uestra en los m itos, por las investigaciones de Lévi-Slrauss.
su sistem a de oposiciones: por ejem plo “lo crudo", es decir, lo natural, opuesto a lo "coci­ s Este tem a, aquí brevem ente expuesto, aparece analizado en mi libro Ideas y no-
do", es decir, lo cultural. ideas. Joaquín M ortiz, M éxico, 1974.
552 Introducción a la historia de la filo so fía

un lenguaje tan oculto com o real. Si, en efecto, poseem os estruc­


turas innatas de lenguaje y pensam iento, ello significa que no
podem os ser reducidos a m odelos de tipo m ecánico. En los años
sesenta y setenta, Noam C hom sky tiene el m érito - a l descubrir
form as profundas de nuestro pensam iento- de decir a los hom ­
bres que son creadores -p u e sto que saben más de lo que apren- ÍNDICE ONOMÁSTICO
deny que son libres -p u e sto que, a pesar de condicionam ientos
evidentes en nuestra conducta, hay en nosotros este principio crea­
dor que llam am os lib ertad -
Anaximandro, 22, 25, 26, 27, 28,
29,30,519
Obras de consulta9 Abbagnano, N., 479 Anaximenes, 26, 30, 137, 519
Abelardo, P., 160 Andler, Ch., 389
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O’Connor, J. (edit.), Modern Materialism, Hartcourt, Brace and Word. 136, 137, 138, 139, 140, 141, 69, 160, 161, 162, 163, 164,
Nueva York, 1969. 142, 145, 148, 150, 152, 155, 172, 174, 177,208,500
Paz, Octavio, Claude Lévi-Strauss o El nuevo festín de Esopo, Joaquín 163, 164, 166, 170, 173, 177, Aristarco de Samos, 97
Mortiz, México, 1969. 178, 184,216, 224, 225,234, Aristófanes, 38, 46, 71
Wiener, Norbert, Cibernética, Guadiana, Madrid, 1960. 281,315, 344,354,420, 421, Aristónoo, 24
Wisdom, John, Problems o f Mind and Matter, Cambridge University 435,441,457,461,501,515, Aristóteles, 12, 13, 26, 27, 31,
Press. Cambridge, 1970. 516,517,518,519,520, 521, 3 7 ,4 1 ,4 6 ,4 7 ,4 9 ,5 1 ,5 4 , 63,
522, 527, 533, 536, 542. 545 64, 69, 70, 75, 76, 77. 78. 79,
Alameda, J., 156 80, 82. 83, 84, 85, 86, 87, 88,
Alberti. L. B.. 197 8 9 ,9 0 ,9 1 ,9 2 .9 3 .9 4 , 95,96,
Alcuino, 145 99. 100, 105, 133, 147, 156,
Alejandro de Macedonia, 76,77,96 157. 161. 162. 163, 165, 166,
Alembert. J. L. R. d', 270, 289 167. 168, 171. 173. 174. 177.
Alexander. S., 277, 490 181, 183, 221,226, 238, 240.
Althusser. L.. 552 267. 338, 352,433, 442, 470.
Ambrosio, san. 130. 173, 500 516,517,518,519,520,521.
9 Quiero hacer constar que esta bibliografía es mínima y que solamente pretende,
introductoriamente, señalar fuentes al estudioso. El único libro de difícil lectura que en Ananias, 123 522. 523, 526. 527, 528. 533,
ella aparece es el de Norbert Wiener. Anaxagoras. 39. 519. 531 538, 542, 543. 544
554 Introducción a la historia de la filo so fía Indice de nombres 555

Aron, R., 389 426,427, 428,433,442, 445, Bruno, G., 191, 192, 193, 197, Cicerón, 119, 129, 191
Arquímedes, 97, 224, 225 461,476,496, 506, 509,517, 334, 336 Cleantes, 102
Aubenque, P., 96 518, 520, 521,522, 523,533, Brunschvicg, L., 245,285,480,501 Cohen, H„ 480
Auden, W. H., 336, 337 534, 537, 546, 548 Buber, M., 366, 367, 445 Cole, G. D„ 389
Austin, J. L., 250,490 Berkeley, G., 205, 246, 266, 267, Budé, G., 200 Colón, C„ 193,209
Averroes, 156,163 268,269, 271,292,399, 484, Buenaventura, san, 147, 149, Collins, S., 389
Avicena, 156, 166 516,519, 535,536 160, 177, 178, 179, 180, 515 Comte, A., 12, 254, 352, 355,
Berlin, I., 389 Buffon, J. L. L., 286, 290 356, 359, 360, 361,362, 363,
Bernardo de Chartres, 161 Burckhardt, J., 210 364, 365, 371,387,389,472,
Bernini, G. L., 212 Burman, F., 215, 217 473,517,518,520, 522, 524,
B Black, M., 37, 496 Bumet, J., 37, 46 533, 535
Blanco, C., 449, 479 Burtt, E. A., 277 Condillac, E., 293
Bacon, F., 182, 183,246, 247, Bloch, E., 353 Byron, G., 336 Condorcet, A. N., 290
248, 249, 250,251,252,253, Blondel, M., 426, 497 Copérnico, 97, 193, 195, 209,
254, 255, 256,258,362,516, Blyth, J. W., 496 248, 302
518,519 Bochenski, I. M., 411, 443 C Copleston, F„ 37, 51,75, 128,
Bacon, R., 160, 175, 176, 194, Böhme, J., 334 142, 146, 156, 177, 187,210,
245, 282, 289,531,537 Boileau, N., 212, 213 Cabanis, G„ 293, 519, 520, 522 245, 277, 285, 299, 326, 457,
Baillet, A., 215 Bolzano, B., 357 Calderón de la Barca, P., 200, 468
Bakunin, M. A., 356,467, 472, Boole, G., 434,482 212, 223, 356 Corax, 40, 41
473, 523, 526 Borger, J. D., 131 Calicles, 42, 45,46, 48, 72, 259, Corte, N., 505, 512
Balthazar, U. von, 497 Borromini, F., 212 387, 523 Costa, U., 231
Barreda, G., 407 Bossuet, J. B., 69, 212 Calvez, Y„ 367, 368, 389, 470 Cresson, A., 299, 326
Barth, K., 497 Botticelli, S., 196 Calvino, 199 Crisipo, 102, 103, 104
Barzun, J., 337, 354 Bourget, P., 499 Campanella, T., 196, 205 Cristina de Suecia, 215
Bataillon, M., 210 Boutroux, E., 285,412 Camus, A., 394, 411, 472, 473, Croce, B., 335
Bauch, B., 480 Bouvier, B., 299 474, 475, 479, 503 Cromwell, O., 257
Baudelaire, C., 463, 468 Bownes, B. P., 498 Cano, M., 198 Cuénot, C., 505
Bauer, B., 366 Bradley, F. H., 482, 483 Caravaggio, 212 Cusa, N. de, 197
Bayle, P., 366 Brahms, J., 484 Carlomagno, 144, 145, 393
Beethoven, L. van, 288, 336 Brandes, G., 446 Carlos I de Inglaterra, 257
Bentham, J., 99, 523 Brée, G., 479 Carlos III de Espana, 294 CH
Béranger de Tours, 150 Bréguy, A. de, 215 Carlos V, 198, 211
Berceo, Gonzalo de, 158 Bréhier, E., 210, 245,277, 285, Carnap, R., 222, 488, 489 Chateaubriand, F. R., 354
Berdiaev, N., 445. 449, 498 299, 326, 335 Caso, A.. 426, 428 Châtier, E., 245
Bergson, H., 69, 133, 135, 163, Brentano, F. C., 210, 434, 537 Cassirer, E„ 210, 290, 299, 480 Chaucer. 158
268, 398,406,410.412,413, Briand, A., 413 Catalina de Aragón, 201 Chesterton, G. K., 162, 177
414.415,416,417,418,419, Brightman, E. S., 498 Cervantes, M. de, 38, 51, 75, 209 Chestov, L., 445, 449
420. 421,422,423,424, 425, Brochard, V., 115 Cézanne. P., 414, 415 Chevalier, J., 278.
556 Introducción a la historia de la filo so fía ín dice de nombres 557

Gallegos Rocafull, J. M., 199, 210


D Dión, 53
Gaos.J., 15,2 8 ,3 1 ,3 7 ,9 6 , 344,
Dionisio de Siracusa. 52, 53, 385
Färber, M., 443 407,412, 428,431,432,440,
Dante, 158, 181, 182, 205 Diotima, 61, 62
Farias Brito, R., 426 443,456, 461,479
Darwin, Ch., 286, 353, 360, 407, Dodds, E. R„ 24
Faulkner, W., 398 García Bacca, J. D., 35, 407, 456,
506 Dostoievski. F., 449
Fausto el Maniqueo, 130, 131, 479
Dawson, Ch., 142, 161, 497 Du Bellay, J., 212
333,336, 381 Garcia Mâynez, E., 46, 443
Defoe, D., 287 Duns Escoto, J., 12, 122, 175,
Federico el Grande, 294 García Morente, M., 64, 321,
Deiatre, F„ 427 182, 183, 184, 185, 186,
Ferrater Mora, J., 407, 434,479, 326, 428, 480
Democrito, 38, 100, 253, 519, 187,238, 324,516,517,
483, 525 Gaunilo, 154, 155
520, 538 522, 546
Feuerbach, L., 355, 356, 366, Genet, J., 463
Demos, R., 75
367,368, 369,371,520.535 Genserico, R., 120
Descartes, R., 13, 56, 132, 133,
Fichte, J.. 331, 332, 333,335, Gerhart, C., 232. 245
149, 154, 155, 164, 176, 179, E
338, 366, 367, 377, 535 Gide, A., 469, 503
181, 183, 197,205,211,213,
Fidias, 38 Gilson, E., 121, 123, 124, 127,
214,215,216,217,218,219, Eckhart, N„ 160. 182
Fielding, H„ 287 128, 132, 138, 142, 168, 177,
220, 221,222,223,224, 225, Einstein, A., 492, 519
Filipo 111 de Macedonia, 76 206, 497
226, 227, 228,229,230, 231, El Cano, J., 193
Filmer, R., 262 Giotto, 158
232, 234, 236, 238, 239, 240, Elias, 123
Filón de Alejandría, 111 Glaucón, 58, 71, 72
241,243,245,246,247,248, Elizabeth de Bohemia, 215
Finlay, J. N„ 353 Gödel, K., 482
249, 258, 264, 274, 279,281, Emerson, R. W., 396
Fischer, K„ 299, 300 Goethe, W., 331, 334, 336, 354,
282, 289, 290, 302,305,416, Empédocles, 39, 83
Flaubert, G., 472 381
421,429, 433,435,436,447, Enesidemo, 109, 110, 111,517
Flew, A. G. N„ 489, 496 Goller de Walther, A., 456
451,457, 464, 465,473,491, Enfantin, B. R, 365
Francisco de Asís, san, 162, 178 Gómez de la Mata, G., 22
492, 493,515,516,517,518, Enrique el Navegante, 193
Frege, G., 482 Gooch, G. R, 277
519, 520, 521,530,531,532, Epicteto, 102, 107, 119
Freud, S., 354, 487 Gorgias, 40, 41, 42,43, 44, 45,
534,536, 537,541,544,545, Epicuro, 12, 99, 100, 101, 115,
Fries, S. F., 357 53,72, 73
550 148, 272, 320,516,519, 520,
Fromm, E„ 368, 370, 389, 470, Gouhier, H., 245, 389, 427
Deustua, A. O., 426 523, 527, 534, 538
550 Grabmann, M., 497
Dewey, J„ 396, 404. 405, 480, Erasmo, D„ 123, 195,200,201,
Frost, E. C„ 177, 456 Graef, H., 443
516,522, 541 210
Fugger. 192 Greene. W. H., 24
Diaz, B„ 193 Eristrato, 97
Funk Brentano, F., 210 Grégoire, F., 353
Diderot, D„ 270, 288. 289. 290, Escoto Erígena, J.. 145, 146
Gregorio de Nisa, 123
293, 296, 535 Esculapio N., 76
Greuze, J. B., 288
Diès, A., 75 Espronceda, J., 354
G Grocio, H., 201, 205, 523
Dilthey, W„ 326, 406, 407, 412, Esquilo, 38
Grosseteste, R., 160,175,194,195
470,517, 522.546 Estiú Nova. E., 456
Gainsborough, Th., 270 Guardini, R., 126, 497
Diodes de Magnesia, 104 Euclides, 97, 482
Galileo, 39, 97. 193. 195,214, Guillermo de Nassau, 214
Diogenes Laercio. 37, 47, 99, Euclides de Megara, 52
215,236, 248,251,254 Guizot, F., 145
103. 104, 105, 108 Eurípides. 38, 40
558 Introducción a la historia de la filo so fía ín d ice d e nombres 559

Gustavo Adolfo de Suecia, 211 Herder, J. G., 283, 288, 294 292, 294, 299,300, 301,302,
Guthrie, W. K. C., 24, 32 Herma, 126 303, 304, 305, 306, 307, 308,
Guyau, M. J., 115 Herodoto, 99, 127 Jacobo I de Inglaterra, 246, 257 309,310,311,313,314,315,
Hersch, J., 479 Jacobo II de Inglaterra, 257 316,317,318,319, 320, 321,
Hobbes, Th., 236, 246, 256, 257, Jacobsen, Th., 29 322, 323, 324, 325, 326, 327,
H 258, 259,260, 261,262, 263, Jaeger, W., 24, 28, 37, 46, 51,71, 331,333,338,343,348,352,
276, 277, 297,358,387,516, 75,96 354,357,373,406,412, 429,
Hadot, P., 115 523,531,542 Jaime I de Cataluña, 201 433,436, 438,456,470,491,
Hahn, H., 488 Holbach, P. H., 293, 522 Jámblico, 112 492, 493,517,518,519,521,
Haimon, A., 159 Hölderlin, F., 331, 334, 336,456, James, H., 398 523, 525,526,527,528, 529,
Hals, F., 231 462 James, W„ 238, 396, 398, 401, 531,534, 535,536,537,540,
Hamman, A., 122, 294, 331 Holt, E. G., 159, 213 404, 541 543,545,546,551
Hartmann, N., 428, 437, 442 Homero, 20, 21, 27, 28, 30, 74, Jankélévitch, V., 427 Kauffman, W., 42
Hauser, A., 24, 288 98, 191 Jaspers, K., 444, 445, 452, 453, Keats, J., 38, 196
Hayden, F. J., 288 Huarte de San Juan, J., 202, 203 479, 547 Kempis, T., 232
Hegel, G. W. F., 11, 12, 37,52, Hugo de San Victor, 160 Jeanson, F., 480 Kepler, J., 163, 195, 236
54, 69, 149, 154, 164, 292, Hugo, V., 336, 354 Jenner, E., 286 Kierkegaard, S., 121, 281, 352,
300, 326, 329,331,333,334, Hume, D., 133, 187,202,246, Jenófanes, 30, 31, 37, 68 355, 356, 366, 375, 376, 377,
335, 336, 337, 338, 339, 340, 266, 270, 271,272,273,274, Jenofonte, 46,47, 50 378, 379,380,381,382, 383,
341,342, 343,344, 345, 346, 275, 276, 277, 290, 292, 301, Jiménez de Cisneros, 200 384, 389, 444,445, 446, 447,
347, 348, 349, 350, 351,352, 302,315,360, 399,419,431, Joaquín de Fiore, 149 452, 458, 485,501,503,517,
353, 354, 355, 356, 357, 358, 484, 492, 493,516, 527,531, Jiménez, Juan R., 450 522, 533, 539
361,366, 367,368, 369,370, 535, 537, 539 Jolivet, R., 131, 142, 497,513 Koffka, K„ 476
377, 378, 379, 405,410, 428, Husserl, E., 357,427,428,429,430, Jones, E., 373 Kolakowski, L., 396
470,516,517,518,521,530, 431,432,433,434, 435, 436, José II de Austria, 294 Kosik, K„ 389, 396,469
533, 535, 539, 543 437, 438, 441, 442, 443, 446, Joseph, P., 211 Koyre, A., 227, 245
Heidegger, M., 133, 382, 398, 455, 456, 457, 465, 476, 477, Jowett, B., 66, 68 Kristeller, P., 210
409, 428, 437, 444, 445, 446, 491,525,530, 533,537,546 Joyce, J., 398 Kropotkin, P., 523, 526
447, 455, 456, 457,458, 459, Hutcheson, F., 270 Juan Crisòstomo, san, 500 Kulpe, O., 283
460, 461, 462, 463,464, 466, Huxley, Th. H., 519, 520 Juan Evangelista, san, 125, 333
467, 468, 476, 480, 522, 533, Huyghens, Ch., 236 Jung, C. G., 284
539, 547 Hyppolite, J., 335, 353 Justino, san, 13, 122, 123, 150
Helvecio, 290, 535 Juvenal, 119
Hendel, C. W., 277 Laberthonnière, L., 245
Heräclito, 31,32. 33,34, 35, 37, K La Bruyère, J. de, 387
42, 83, 87, 102, 123, 133, Lacroix, J., 325, 327, 368, 389,
338, 351,388,519 Ibsen, H., 446 Kafka, F„ 485, 488 513
Heräfilo, 97 ímaz, E., 289, 325, 326, 407, 412 Kant, I., 11, 12,52, 54, 133, 149, Lachelier, J., 412
Herbart, J. F., 357 Inge, W. R., 115 154, 163, 189,222, 286, 289, Lamarck, G. de, 286, 506
560 Introducción a la historia de la filo so fía Indice de nombres 561

Landsberg, P. L., 442, 443, 498 Lida, R., 456 Martel, Ch., 144 Mounier, E., 473, 498, 499, 500,
Lanson, G., 299 Lisser, K., 327 Martindale, C. C., 131 501,502, 503,504,513
Laplace, P. S., 301 Loewenberg, J., 338 Marx, K., 12, 37, 254, 291, 352, Mozart, W. A., 288
La Fontaine, J. de. 387 Lope de Vega, F., 212 355, 356, 360, 365, 366, 367, Mumford, L., 98
La Mettrie, J. O. de, 293 Lowe, V., 496 368, 369, 370, 371,372, 373, Mure, G. R. G., 335, 353
La Rochefoucauld, F. de, 387, Lowrie, W„ 389 374, 375, 377, 378, 387, 389,
503 Lubac, H. de, 356, 389, 497, 505, 404,405, 428,469, 470, 471,
Larroyo, F., 480 513 473,474,478,500, 501,503, N
Las Casas, B„ 203, 204, 523 Lucrecio, 99, 101,523,534 517,520, 522, 524,528, 533,
Latouche, R., 158 Luis XV, 294 535, 538, 550 Nagel, E., 482
La velie, L„ 497, 502 Lukács, G., 368, 469 McLaughlin, M. M., 196,199,210 Napoleon, 162, 332
Lavoisier, A. L., 286, 364 Lutero, M., 198, 199, 200 Medici, C. de, 191 Natorp, P., 480
Leblanc, J.. 434, 483 Medici, L. de, 192, 196 Neurath, O., 488, 489
Lefebvre, H., 368, 389, 469 Merleau-Ponty, M., 389, 428, Newman, J. H., 496
Leff, G., 142, 155, 156, 177, 187 LL 475, 476, 477, 478, 479 Newton, J„ 39, 163, 236, 272,
Leibniz, G. W„ 133, 155, 181, Melito, 50 285, 286, 292, 302, 360, 364,
184, 205, 222, 230, 236, 237, Llull, R., 160, 177, 180, 181, Mena, Pedro de, 212 492
238, 239,240, 241,242,243, 182,443 Menón, 49, 53, 60 Nietzsche, F., 12, 46, 259, 331,
244, 245, 246, 266, 286, 293, Merton, Th., 497 333, 353, 355, 356, 357, 358,
300, 357, 366,433, 437, 480, Meyerson, E., 480 365, 371,384,385,386, 387,
507,515,516,517,518,519, M Miguel Ángel, 191, 198, 488 388, 389, 405, 410,437, 455,
520, 521,526, 527,531,534, Mill, J. S., 254, 277, 431,432, 472, 474, 503, 520, 522, 523,
536, 539, 541,544, 546, 550Machado, A., 408, 411, 445, 446, 433, 482, 523, 541 526, 535, 546
Lenin, V. I., 368, 469, 474 450, 451,452,477 Miltitz, von, 331 Novalis, F., 283, 331,334, 354
Le Notre, T. G„ 213 Magallanes, F., 193 Miqueas, 123
León Hebreo, 232 Malcolm, N., 496 Moisés, 197,474
León Obispo, san, 120 Mahler, G., 484 Molière, J. B. P., 212 O
Lessing, G. E., 288 Mallarmé, S., 355 Molina, L. de, 199, 200
Lewis, H. D., 496 Mahoma, 144 Mondolfo, R., 37 Ockham, G. de, 12, 148, 175,
Le Roy, E., 427 Maimónides, 156 Mónica, Sta., 129,130 182, 183, 186, 187,245, 273,
Lévy-Briihl, L., 389 Malherbe, F. de, 212 Montaigne, M. de, 99, 101, 208, 352, 539
Locke, J., 13, 202, 207, 237, 246, Manes, 129, 130,538 209,210, 259,295,336,479, Olson, R., 376
261,262, 263,264, 265,266. Maquiavelo, N., 46. 387,479 503,517,523,534 Oroni, M., 187
267, 271,272, 276,277,291, Marcel, G., 445, 446, 447, 454, Montesquieu, Ch. L. de S., 292 Ortega y Gasset, J., 355, 406,
292, 293, 373,516,518,519, 455, 480, 522 Montgolfier, J. y E., 287 407,408,410,411,412, 428,
521,523,527,531,535 Marco Aurelio, 102, 107, 119 Moore, G. E., 405, 489 441,443,448,480,549
Lobachevski, N., 481 María Antonieta, 296 Moritz, A., 331 Ortiz y Sanz, J., 37
Liard, L., 245 Marías, J., 245, 480 Moro, T, 181, 196, 200, 201, 204, Orwell, G., 394
Lichtenberg. G. Ch., 331, 354 Maritain, J„ 173,497,498 523, 524, 545 Ovidio, 119
562 Introducción a la historia de la filo so fía ín dice de nombres 563

P 123, 126, 130, 137, 141, 147, Racine, J., 212 Runes, D., 397, 525
163, 167, 191, 196,197,223, Rahner, K., 179,497, 513 Russell, B., 232, 245, 250,434,
Pablo, san, 119,121,122, 125, 262, 272, 300, 320, 338, 339, Rameau, J. Ph., 288 481,482, 483,484, 485,491,
136, 166, 384 358, 385,388,420,421,425, Ramos, S., 443, 456 507
Palau, E., 47 433,457,470, 474,515,516, Rand, E. K., 156 Ryle, G., 489,490
Panecio de Rodas, 102, 107 517,518,519,520, 521,522, Randall, J. H., 210
Parménides, 30,35.36,37,43,44, 523, 524, 527, 528,530, 533, Ravaisson, F., 412
53,82,83,87,113,236,517,542 535,536, 540, 541,542, 545 Raymundo de Toledo, 157 5
Pascal, B„ 9, 91, 191, 192, 193, Plinio el joven, 112,119 Reichenbach, H., 488, 489
213,277, 278,279,280, 281, Plotíno,37, 111, 112,113,114,115, Rembrandt, 212, 231 Sabine, G., 211
285, 403, 438,478,498, 503, 130, 135, 147, 170,420,426, Reyes, A., 15, 76, 97, 115 Sabuco, M., 203
504, 521,536 517,518, 521,527,536, 539 Reynolds, J., 270 Sacy, S. de, 245
Passmore, 496 Poncio Pilatos, 119 Ricardo, D., 373 Safo, 24
Patricio, san, 129 Porfirio, 112, 113, 147, 183 Richelieu, 211 Saint-Simon, C. H., 359, 365
Peano, G., 482 Posidonio, 102, 107 Rickert, H., 480 Salmerón, F., 412
Pedro Damián, 150 Poussin, N., 212, 213 Rideau, E., 389 Salisbury, J. de, 160, 161, 174
Pedro Lombardo, 163 Price, L., 491 Riemann, B„ 481, 482 Sánchez, F„ 208, 209, 210, 517
Péguy, Ch., 503 Prado, P., 231 Robespierre, M. de, 295 Sánchez Vázquez, A., 373, 389
Peirce, C. S., 396, 397, 400, 402, Proclo, 112 Robin.L., 38,46, 51,75 Santayana, G., 398
404, 405,516 Protágoras, 42, 43, 48, 53, 56, Roces, W., 24, 37,51,75 Santos Rubiano, A., 401
Pendes, 38, 39, 393 405,432, 433,516,517,518, Rodriguez Sanz, H., 439 Sanzio, Rafael, 196
Perses, 23 535, 542, 543 Romero, F., 245, 277, 327 Sartre, J. R, 11, 133,382, 398,
Peters, R., 285 Proudhoun, P. J., 368 Ronsard, P., 212 411,428, 435,437, 444,445,
Petrarca, 182, 191 Proust, M., 398, 427 Roscelin de Compiegne, 148, 446, 447, 454, 455, 463, 464,
Petrie, A., 76 Pseudo-Dionisio Areopagita, 145, 150 465, 466, 467,468,469, 470,
Petronio, 119 146, 147 Rosenthal, G., 463, 470 471,472, 475,476,480, 502,
Piat, C., 96 Ptolomeo, 97, 98, 209 Ross, J. B., 196, 199,210 503,513,522, 533,539,550
Picco della Mirandola, G., 196 Ross, W. D., 96 Scheler, M„ 11,281,426, 427,
Pindaro, 38 Rousseau, J. J., 69, 207, 261, 428, 437, 438,439,440,441,
Pirrón de Elis, 108, 109, 517 Q 270, 287, 288, 289, 290, 292, 442, 443,477,496,498,518,
Pitágoras, 34, 35 293, 294, 295, 296, 297, 298, 520, 523, 525, 533, 546
Platón, 11, 12, 13,22, 35,37,41, Quesnay, F., 290 299, 322,325,326, 346,516, Schelling, F. W. J. von, 331, 334,
42, 43, 45, 46,47, 48, 49, 50, Quevedo, F., I l l , 212, 462 523, 524 335, 338, 366, 377, 535
51,52, 53,5 4,55,56, 57,58, Quine, W. V., 434 Roth, G. I., 456 Schiller, F., 331, 334
5 9 ,6 0 ,6 1 ,6 2 , 63,64, 65,66, Rouges, A., 426 Schiller, F. C. S„ 405
6 7 ,6 8 ,6 9 ,7 0 ,7 1 ,7 2 , 73,74, Rousset, D., 463, 470 Schlegel, F., 331, 334
75,76, 7 7 ,7 9 ,8 0 ,8 1 ,8 2 , 83, R Rovira Armengol, J., 455,456 Schlick, M.. 488
87, 90, 92, 93, 94. 95, 96, 98, Rubens, P., 212 Schopenhauer, A., 333, 356, 357,
99, 104, 109, 112, 114,122, Rábano Mauro, 145 Rüge, A., 366 358, 359, 385, 486, 546
564 Introducción a la historia de la filo so fía Indice de nombres 565

Schröder, E., 482 Vasco de Gama, 193 Watteau, 288


Schumann, C., 484 Vasco de Quiroga, 181, 203, 204, Weinberg, J., 496
Sciacca, M. F., 405 Tacito, 119. 127 523 Wertheimer, M., 476
Segalá y Estalella L., 20 Tales, 25,26,27,519, 534 Vasconcelos, J., 426 Whitehead, A. N., 13, 51, 364,
Séneca de Córdoba, 102,107,119 Taylor, A. E., 46, 51, 96 Vaz Ferreira, C., 426 398,426, 434, 476, 480, 481,
Sexto Empírico, 109 Taylor, H. 0 ., 128, 156 Vázquez, J. A., 255 482, 491,492, 493,494,495,
Shaff, A., 396, 469 Teilhard de Chardin, P., 9,422,426, Velázquez, 212 496,519, 521,537
Shakespeare, W., 56, 223 496, 497, 504, 505, 506, 507, Vermeer, 212, 231 Wiener, Ph., 237, 240, 245
Shelley, P. B„ 354, 495 508, 509,510,511,512,513 Verne, J., 255 Wilson, W„ 413
Sierra. J., 407 Telesio, B., 197 Vico, G. B„ 13, 277, 281,282, Winckelman, J. J., 288
Sigerde Brabante, 163 Te6crito, 97 283, 284, 285, 334, 344, 354,Windelband, W., 480
Sismondi, S. Ch. L., 368 Tertuliano, 121,122,148, 150, 533, 550 Wisdom, J., 490, 552
Smith, A., 270, 271,287,290, 384,449,517,533 Vinci,L. da, 191,194,195,196,198 Wittgenstein, L., 222, 250, 357,
291,373 Thayer, M. W., 405 Virgilio, 21, 129 484, 485, 486, 487. 488, 489,
Sócrates, 13, 22, 32, 39, 41, 45, Thibeubet, A., 427 Vitoria, F. de, 200, 201, 204, 205, 496, 525, 544
46,47, 48,49, 50,51,52,53, Tillich, P., 445, 497 207,523 Wolff, Ch., 205
5 5 ,5 7 ,5 8 ,5 9 ,7 1 ,7 2 ,7 3 , Timon, 108 Vives, J. L., 181,200,201,202, Wulf, M. de, 128
101, 104, 108, 109, 111, 123, Tisias, 40, 41 203, 204, 205, 207, 208, 209,
130,216, 220, 221,235,311, Tito Livio, 127 259, 272, 443, 523
377, 378, 382, 410,432, 457, Tolstoi, L., 523 Voltaire, 99, 101, 244, 270, 278, X
515, 530, 543 Toynbee, A., 76, 97, 109, 156, 281,290, 292,293,294, 299,
Sófocles, 38, 40 182,408 463, 523, 534,535 Xirau, J., 15,24, 37, 38,51,61,
Spencer, H., 406, 407, 408, 410, Trotsky, L., 368 75, 125, 126, 177, 180, 181,
413,482, 524 Tucidides, 127 201,245,407,421,427,428,
Spengler, O., 406, 407, 408 W 429, 443
Spinoza, B., 13, 37, 104, 147,
155, 197,230, 231,232, 233, U Wagner, R., 385
234, 235, 236, 237, 239, 245, Wagner de la Reyna, A., 456 Z
290, 342, 366,515,516,517, Unamuno, M. de, 121, 236, 398, Wahl, J„ 389, 396, 476, 480
519,520, 521,523,539,540, 408,410,411,444, 445,446, Wahlens, A. de, 480 Zea, L., 407
541 447, 448,449,450,451,452, Wamock, G. J., 277, 490 Zenón de Citio, 102, 103, 104
Stace, W. T„ 353 454, 476, 479,498,503,517, Watt, J„ 287 Zubiri, 407, 428, 442, 456
Stein, E., 428, 443, 497 522
Stendhal, 336 Urmson, J. O., 483
Stimer, M., 366
Strawson, P. F., 250, 486, 490
Suárez, F., 205. 206, 207. 208,
236, 259
Swift, J„ 287 Vaihinger, H., 405
ÍN D IC E G EN E RA L

Nota a la décima e d ic ió n ....................................................... 7

In tro d u c c ió n .................................................................................. 9

P rim era Parte


G r e c ia

D el siglo vii a . C . al siglo iii de nuestra era

I. Un laberinto, un escudo y una le y ................................... 19


El escudo de Aquiles

II. I n ic io s .................................................................................... 24
El m ovim iento y la inm ovilidad

III. La edad del h u m a n is m o .................................................... 38


Los sofistas. Protágoras. Gorgias. Calicles. Sócra­
tes. El método. La ciencia, la m oral

IV. La m adurez de la filosofía griega. P la tó n ..................... 51


Teoría del conocim iento. La dialéctica. El amor.
M etafísica. Teoría de las ideas. L a idea de Dios.
El hom bre. L a ciudad platónica. La R epública.
Las Leyes

V. La m adurez de la filosofía griega. Aristóteles ............ 75


Teoría del conocim iento y lógica. M etafísica. La
sustancia. La sustancia sensible perecedera. La po­
tencia, el acto y las cuatro causas. La sustancia in ­
m óvil. El hom bre. M oral y política
568 Introducción a la historia de la filo so fia Indice general 569

VI. La caída de la filosofía g rie g a .......................................... 96 Tercera Parte


Los epicúreos. Los estoicos. Los escépticos. Los D el R e n a c im ie n t o a K ant
neoplatónicos

R e n a c im ie n to ...................................................................... 191
©
El crecim iento del mundo. La A cadem ia y la Edad
Segunda Parte de Oro. Reform a y Contrarreform a. La philosophia
C r is tia n is m o y E d a d M e d ia Christi y sus repercusiones en las ideas sociales.
Del siglo i al siglo xiv Escepticismo

I. De san Pablo a san A g u stín ............................................... 119 Descartes y el camino de la ra zó n ................................... 211
Nuevas ideas en cuanto al conocim iento. La natu­ El siglo x v ii . Descartes: vida y obra. El m étodo car­
raleza de Dios. El sentido de la historia tesiano. La m etafísica cartesiana. Baruch Spinoza.
Leibniz y el esplritualism o
II. El pensam iento de san A g u stín ........................................ 128
Vida y obra. D uda y existencia. El tiem po y la m e­ \ \\) El cam ino de la e x p e rie n c ia ............................................. 245
m oria. El conocim iento y la existencia de Dios. Francis Bacon: vida y obra. La nueva lógica de Ba-
El alm a. El bien y el mal. Las dos ciudades con. Los cuatro ídolos. La inducción. La N ueva
Atlántida y la felicidad humana. Hormigas, arañas,
III. Siglo xi: del renacim iento carolingio abejas. Thomas Hobbes: miedo, deseo, Estado. Los
a san A n se lm o .................................................................. 143 sentidos, el deseo y el hom bre natural. El contrato
El renacim iento carolingio. L a filosofía en el si­ social. John Locke, o del espíritu liberal. Origen de
glo x i: el problem a de los universales. L a filo so ­ las ideas y alcance del conocim iento. El mundo, el
fía de san A nselm o. L a razón y la fe. La existen­ elefante y la tortuga. G eorge Berkeley: percepción
cia de Dios y espíritu. C rítica de las cualidades prim arias e
inm aterialism o. L a presencia de Dios en el mundo.
IV. Siglos x il y x i l l .................................................................... 156 David Hume, em pírico y escéptico. El origen de
Lógica, m ística y hum anism o en el siglo xil. Santo las ideas. Crítica de las ideas abstractas. Dos con ­
Tomás de Aquino. El conocim iento. La existencia secuencias
de Dios. La naturaleza divina. El hom bre. La ley.
El siglo xill se inclina hacia la ciencia IV. Dos nuevos caminos: Pascal y V ic o .............................. 277
Vida, obra y p en sam ien to de P ascal. Vico, o b ra
V. Dos pensadores franciscanos: san Buenaventura y p en sa m ie n to . El m éto d o . La filo so fía d e la
y Ram ón L lu ll.................................................................. 177 h istoria
San Buenaventura. Ram ón Llull
El cam ino de la crítica: la Ilu stra c ió n ............................ 285
VI. El final de la Edad M edia: Juan Duns Escoto La filo so fía de la Ilu stración. El pen sam ien to de
y Guillerm o de O c k h a m ............................................... 182 la Ilustración. R o usseau: de la n atu raleza al E s­
Juan Duns Escoto. G uillerm o de Ockham tado. El estad o de n aturaleza. E l co n tra to so cia l
570 Introducción a la historia de la filo so fía Indice general 571

VI. El cam ino de la crítica: la filosofía de K a n t ................ 299 Quinta Parte


La C rítica de la razón p u ra y el problem a del co ­ P e r s p e c t iv a s d e l s ig l o x x

nocim iento. P lanteam iento del problem a. L a “Es­


tética trascendental” : posibilidad de la certidum ­ I. El pragm atism o: filosofía de la a c c ió n .......................... 396
bre m atem ática. L a “ L ógica trascen d en tal” . La W illiam Jam es y el em pirism o radical. Psicología.
C rítica de la razón prá ctica y el problem a de la fe El em pirism o radical y el universo pluralista. La
y la razón. L a historia y la paz perpetua. La sínte­ verdad. La voluntad de creer y la experiencia reli­
sis k an tiana giosa. John D ew ey y el practicalism o

II. H istoricism os y filosofías de la v id a ............................... 405


Vida y razón en la filosofía de O rtega y G asset
Cuarta Parte
H e g e l y l a c a íd a d e l id e a l is m o
III. Bergson y la m etafísica de la d u ra c ió n .......................... 412
Tiem po, espacio, duración, libertad. Percepción,
I. Fichte y S c h e llin g ............................................................... 331 mem oria, alm a y cuerpo. Vida y creatividad. La m o­
Fichte. Schelling ral y la religión. Influencia de B ergson

II. La síntesis h e g e lia n a ........................................................... 335 IV. Fenom enología y filosofía de los valores:
El m étodo dialéctico. Las determ inaciones progre­ Edm und H usserl y M ax S c h e le r...................................... 427
sivas del espíritu. El espíritu subjetivo. El espíritu Husserl. L a noción de “fenóm eno” y el m étodo fe-
objetivo: la historia, el Estado. El espíritu absolu­ nom enológico. L a lógica pura y la crítica del psi-
to: arte, religión, filosofía. La sum m a hegeliana cologism o. Estructura intencional de la conciencia.
El yo, los otros y la com unicación. M ax Scheler, el
III. La refutación de H e g e l...................................................... 353 “N ietzsche católico”. Los valores. Persona y am or
S chopenhauer o la negación de la vida. A uguste
C om te y el positivism o. La ley fundam ental. Los V. Los ex isten cialism o s........................................................... 444
hechos positivos. Sociología y religión de la hu­ Miguel de Unamuno y Antonio Machado. Karl Jaspers.
m anidad. F euerbach y la divinización del hom ­ Gabriel M arcel: problem a y m isterio. H eidegger y
bre. Karl M arx y las condiciones m ateriales de el ser del hom bre. El m étodo fenom enológico. La
la historia. M étodo y crítica a Hegel. D octrina de la angustia y la nada. El mundo. El “en” . El “ser” . Los
enajenación. Las condiciones de la historia y la crí­ poetas. Sartre: ateísm o y libertad. En-sí y para-sí.
tica del capital. K ierkegaard, o de la pasión por la Acción, libertad, responsabilidad. M arxism o y exis-
existencia. El rechazo de Hegel y de la filosofía. tencialismo. Albert Camus, el sol y los justos. Merleau-
La paradoja en la vida estética, ética y religiosa. La Ponty, filósofo de la encam ación
vida estética y la desesperación. El hom bre ético.
El hom bre religioso. La razón y la fe. Nietzsche, VI. Lógica del conocim iento. Neopositivism o. Análisis.
o de la nostalgia del paraíso perdido. El instinto y La cosm ología de W h ite h e a d ...................................... 480
la crítica de los valores. La voluntad de poder y el B ertrand Russell. W ittgenstein. El Círculo de Vie-
superhom bre na. Analistas. W hitehead y la m etafísica de la natu-
572 Introducción a la historia de la filo so fía

raleza. Crítica del “m aterialism o” . Espacio, tiem ­


po, causalidad. A contecim ientos, objetos eternos,
creatividad

VII. Tendencias cristianas y el pensam iento


de Pierre Teilhard de C h a rd in ..................................... 496
El personalism o. Teilhard de C hardin

A péndice I. índice de las principales corrientes


filo s ó fic a s ......................................................................... 515 In tr o d u c c ió n a la h is to r ia d e la f il o s o f í a , d e R a m ó n
Xirau, editado p or el Program a Editorial de la Coordinación
de H u m anidades de la U N A M , se term inó de im prim ir el
A péndice II. Breve vocabulario de térm inos
22 de noviem bre de 2011 en E ditorial C o lo r S.A de C .V
u su ales................................................................................ 525 N aranjo 96 Bis Santa M aría la R ibera Del. C uauhtem oc
0 6 4 0 0 M e x ic o D.F. Su C o m p o s ic ió n se h iz o e n tip o
Apéndice III. Tendencias filosóficas re c ie n te s ..................... 547 Baskerville 10:12 9:10 y 8:9 pts. la edición consta de 5,000
Del estructuralism o. Del innatism o ejem plares im presos en offset, sobre papel A bitibi C re am
de 51.8 gram os y estuvo al cuidado de G ab riela O rdiales
índice ono m ástico......................................................................... 553 y j u a n C arlos R odríguez.

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