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¿CÓMO SE TRADUCE LA SENSACIÓN EN PERCEPCIÓN?

(TRATAR DE
EXPLICAR DESDE LOS 5 SENTIDOS) 

Hasta hoy en día se ha demostrado cómo los canales de interacción sensorial con la realidad son
múltiples, de tal manera que la sensación es el procesamiento cerebral primario, el cual procede
de nuestros sentidos (vista, oído, olfato, gusto y tacto). Dicho esto, se puede determinar como la
energía física en forma de luz, calor o sonido llegan a nuestros sentidos, por ejemplo, la calidez
del sol en el rostro o una nueva melodía pegajosa en la radio es el preciso instante donde se
presenta un notable acontecimiento para detectar, analizar e interpretar la información sensorial.
Cada sentido traduce un tipo específico de energía externa en patrones de actividad (potenciales
de acción) en las neuronas. La información que llega desde los órganos sensoriales crea las
sensaciones para luego el cerebro procese estos mensajes. Cuando el cerebro organiza las
sensaciones en patrones significativos, hablamos de percepción. Es fascinante darnos cuenta, por
ejemplo, de que “ver” y “oír” son procesos que se llevan a cabo en el cerebro, no en los ojos ni
en los oídos (Coon & Mitterer, 2014). 
Se considera que el cerebro crea la percepción mediante el uso de los conocimientos
preexistentes tales como: los principios de agrupación perceptual y las constancias perceptivas
que ayudan a dar sentido a las sensaciones. Es así, ¿cómo es que se traduce la sensación en la
percepción?, iniciemos:  
1. Percepción Visual:  
La visión es mucho más que un patrón de luz que llega a la retina. A pesar de que el ojo es una
estructura de gran importancia y complejidad, ningún ser humano ve solamente con los ojos.
Para percibir son necesarias ciertas estructuras cerebrales dedicadas específicamente al
procesamiento de la información que sale de la retina. La retina comunica al resto del sistema los
resultados obtenidos del procesamiento de la imagen visual que se realiza en ella. La
comunicación se realiza a través de trenes de potenciales de acción enviados a través de los
axones de las células ganglionares de la retina, que forman el nervio óptico (es decir, el soporte
físico para la comunicación). Los axones de las células ganglionares abandonan la retina a través
del disco óptico. Esta zona de la retina, conocida como punto ciego, debido a que carece de
fotorreceptores. Esta transferencia de información no es solamente un traslado de paquetes, sino
que, en el camino, hay diferentes estaciones en las que la información se va transformando y
procesando. Esta transformación es un requisito indispensable del proceso perceptivo, ya que si
se vieran las cosas como las ve el ojo, se vería un mundo al revés, deformado; además, la mayor
parte se vería desenfocada (Redolar, 2014). 

Por lo tanto, la percepción no está determinada simplemente por los patrones del estímulo, sino
que, es más bien una búsqueda dinámica de la mejor interpretación de los datos disponibles. Los
datos disponibles iniciales son las características del estímulo proximal. A partir de allí, el
sistema visual llevará a cabo una serie de operaciones de transformación, de síntesis y
activaciones de conocimientos que tienen por objetivo transformar ese estímulo visual en un
percepto que represente más fidedignamente al estímulo distal que desencadenó el proceso
perceptivo. En este proceso de transformación intervienen diferentes áreas y módulos de
procesamiento que codifican cada uno de los rasgos del estímulo (qualias), como el brillo, el
color, el movimiento y la forma (Coon & Mitterer, 2014). 
 La percepción de un objeto empieza con la luz que llega a los ojos y culmina en
una intensa experiencia visual, de tal manera que el brillo es uno de los atributos más
importantes para percibir el mundo. En ello interviene la cantidad de luz efectiva que
incide en una superficie, a la que se denomina luminancia. La percepción del brillo es
ocasionada por combinaciones de luminancia y de experiencias empíricas de
interacciones con los estímulos (Redolar, 2014). 
 La percepción del color puede ir variando el contexto en el que se sitúa un
determinado color. Se pueden dar dos fenómenos perceptivos: el primero es el contraste
del color, en el que dos estímulos producen la misma longitud de onda, aunque, al ser
inmersos en otros colores de la escena, pueden parecer diferentes colores, el segundo
fenómeno es la constancia del color, que se refiere al hecho de que estímulos de
diferentes longitudes de onda parecen tener el mismo color debido al contexto. De esta
forma, el color, como el brillo, son siempre relativos al contexto en que se perciben
(Redolar, 2014). 
 La percepción del movimiento sirve para detectar, segregar, guiar e identificar un
objeto móvil, en la retina se encuentran las primeras células sensibles al movimiento (las
células ganglionares), que tienen una alta resolución temporal y se localizan en su mayor
parte en la periferia. Ellas son las encargadas de detectar si un objeto se mueve en la
periferia, lo que resulta esencial para garantizar la supervivencia ya que el sistema visual
tiene una pobre resolución espacial en la periferia. Por esta razón, resulta esencial que
exista un mecanismo muy ágil de detección del movimiento (Redolar, 2014). 
La percepción visual, como todo procesamiento de información en el sistema nervioso, supone
una demora entre el momento en que ocurren los estímulos en la realidad y el momento en que
éstos son percibidos.  
2. Percepción Auditiva:  
El sistema auditivo, al igual que todos los sistemas sensoriales, se inicia en un receptor sensorial,
en este caso, el oído es especializado en transformar cierto tipo de energía (vibraciones
mecánicas del medio) en señales nerviosas. Una vez que estas señales nerviosas son generadas,
serán procesadas por diferentes grupos de neuronas que configuran la vía auditiva. 
La fuerza con la que se percibe un sonido correlaciona con el número de neuronas activas del
nervio y de la vía auditiva y con su frecuencia de descarga (Coon & Mitterer, 2014). 
Aunque la percepción es un proceso de cuyo resultado en general el individuo es consciente
mediante de la participación cortical, gran parte del proceso se realiza también en estructuras
subcorticales. la percepción de la intensidad del sonido sigue aproximadamente la ley de
Fetchner y Weber, ésta establece que la diferencias en intensidad de dos sonidos (I1 e I2) es
percibida cuando I1 /I2 > u, donde el umbral (u) es prácticamente independiente de las
intensidades. En el caso de la audición, para diferenciar dos intensidades cuyas medidas como la
amplitud de la presión sonora, es necesario que difieran por lo menos en un porcentaje dado. Si
se obtiene el logaritmo de la expresión anterior, se tiene: log(I1/I2) > log(u), o, lo que es lo
mismo, log(I1) – log(I2) > log(u). Entonces, si las intensidades se miden en logaritmo de la
presión sonora, el umbral de diferenciación de dos sonidos es prácticamente constante al variar
las intensidades. Por eso, la intensidad sonora se mide en decibelios (dB): 10 × log(I2) = 20 ×
log(I), donde I se refiere a la presión del sonido (siendo I 2 proporcional a la potencia) y log al
logaritmo en base 10. En esta relación se basa el diseño de los potenciómetros que se usan para
el control de volumen en amplificadores de sonido. Si se usara un amplificador lineal (un giro de
determinado ángulo del potenciómetro corresponde al mismo incremento de la amplitud), para
aumentar la intensidad en forma apenas perceptible, se lo debería girar mucho más si el sonido
inicial fuera muy fuerte que si no lo fuera. Los controles de volumen que se usan habitualmente
son exponenciales, de manera que para cambiar el volumen de un sonido en forma apenas
perceptible el giro del potenciómetro que debe hacerse es prácticamente independiente de la
intensidad del sonido. Además, si se solicita a una persona que evalúe la relación entre la
intensidad de dos sonidos, lo hará con valores proporcionales a la diferencia de intensidades
medidas en decibelios. Los axones del nervio coclear parecen informar al cerebro sobre el
volumen de un estímulo alterando su tasa de disparo, debido a que el tono queda codificado de
dos formas diferentes. Los sonidos de alta frecuencia flexionan la base de la membrana basilar
que está cerca de la membrana oval, mientras que los sonidos de baja frecuencia generan la
flexión del ápex ubicado en el extremo opuesto. Dado que las frecuencias altas y bajas estimulan
diferentes grupos de células auditivas, la frecuencia se encuentra codificada anatómicamente.
Puede decirse, por lo tanto, que mientras que el tono se encuentra codificado por el tipo de
neuronas que se activa, el volumen lo estaría por la tasa de disparo neuronal. No obstante, las
neuronas en el ápex de la membrana basilar que codifican las frecuencias más bajas lo hacen por
su tasa de disparo: si responden con mayor frecuencia codifican un tono más alto (Redolar,
2014). 
Sobre esta base, Bregman (2001), afirma que el volumen de los sonidos de baja frecuencia está
codificado por el número de axones de las neuronas del ápex de la membrana basilar que están
activos en un momento dado.  
3. Percepción Somatosensorial:  
A diferencia de lo que ocurre con otros sentidos, el sistema somatosensorial es una función
biológica que se caracteriza por pertenecer al cuerpo entero, ya sea en un órgano sensorial
específico que permita el funcionamiento por contacto, frente a otros sentidos que utilizan una
energía medial como la luz o las ondas de presión del aire. El sistema somatosensorial engloba
cuatro sentidos corporales: 
 El tacto. 
 La propiocepción. 
 La percepción de la temperatura. 
 El dolor. 
Redolar (2014), atribuye que, en el plano perceptivo, es fundamental tener en cuenta que la
mayor parte de la actividad del tacto requiere la implicación de los sistemas cutáneo y
propioceptivo y, además, se produce en un contexto de palpación o actividad intencional de
tocar. El sistema somatosensorial está formado por un amplio conjunto de receptores de diferente
tipo, distribuidos tanto por la superficie de la piel como por otras zonas del cuerpo, como los
órganos internos, los músculos, las articulaciones y los tendones. Gracias a que la piel es
viscoelástica ésta trasmite al interior parte de la energía que recibe del medio, mientras que otra
parte es absorbida y retenida, o utilizada para que la piel retorne a su estado original. Por lo
tanto, los estímulos exteriores son filtrados por la piel, puesto que ésta atenúa, modifica o amplía
su efecto sobre los receptores neurales. 
Este efecto modulador de la piel varía según la zona del cuerpo.  
Los axones aferentes somatosensoriales transmiten información al cerebro a través de las vías
neurales somatosensoriales, que se encuentran en la sustancia blanca de la médula espinal. En
términos generales podemos resumir que estos axones están agrupados en dos conjuntos distintos
según su función: un conjunto de agrupaciones de axones transmite la actividad de los receptores
implicados en el tacto y la propiocepción, y el otro transmite la información recogida de las
sensaciones de dolor y temperatura (Carlson, 2010)  
Ahora bien, la percepción de dolor es un mecanismo de alarma que detecta situaciones
anormales potencialmente nocivas y, más concretamente, capaces de producir diferentes formas
de daño en los tejidos corporales. Existen varios tipos de estímulos capaces de producir estos
daños: 
 Mecánicos: presión excesiva. 
 Térmicos: calor y frío extremos. 
 Químicos: pH excesivo, determinados iones o sustancias neuroactivas, etcétera. 
Los nociceptores del dolor están repartidos por todo el cuerpo, no sólo en la piel, sino también en
los órganos, excepto en el cerebro. Los nociceptores consisten básicamente en terminaciones
nerviosas libres de neuronas sensoriales con el cuerpo en los ganglios de la raíz dorsal, éstos se
pueden clasificar, según el tipo de estímulo al que responden, en: mecánicos, térmicos, químicos
y polimodales. En el nivel fisiológico, la activación de los nociceptores se produce por la
liberación de sustancias químicas en respuesta al daño o a la inflamación de los tejidos, por
ejemplo, las prostaglandinas, la serotonina, la histamina, la bradicinina o el K+ liberado al
espacio extracelular. Las fibras asociadas a los nociceptores pueden ser de dos tipos: fibras Ad y
fibras C. Las fibras Ad están asociadas a nociceptores mecánicos, térmicos y químicos. Su
activación se asocia al dolor primario (sensación punzante, viva, muy definida y con una
localización precisa). Las fibras C están asociadas a nociceptores polimodales, que son activados
por distintos tipos de estímulos nocivos. Su activación se asocia a dolor secundario (difuso,
persistente y escasamente localizado). Ambos tipos de fibras ascienden por el tracto anterolateral
hasta el núcleo ventral posterolateral del tálamo (Redolar, 2014). 
En referencia a la percepción de la temperatura, en ésta influye que todas las células del cuerpo
sean sensibles a ella, y los cambios en la temperatura corporal pueden afectar a su
funcionamiento químico, siendo especialmente crítico el caso del cerebro que, por su
complejidad, requiere una temperatura más estable que otras partes del cuerpo, que debe
mantenerse alrededor de los 37 ºC y no superar los 40,5 ºC. Aunque todas las neuronas son
sensibles a la temperatura, no todas son termorreceptoras. Dentro de la familia de los
termorreceptores existen algunas neuronas que son altamente sensibles a la temperatura y pueden
responder ante diferencias de sólo 0,01 ºC. Estos termorreceptores son de dos tipos: los
detectores de calor responden al intervalo 30-45 ºC y de frío responden al intervalo 10-35 ºC y
por encima de 45 ºC. Todos ellos están localizados preferentemente en la piel, aunque también
hay neuronas sensibles a la temperatura en el hipotálamo y en la médula espinal que contribuyen
a regular la temperatura corporal. Los termorreceptores en la piel detectan principalmente
cambios súbitos y variaciones de temperatura, y se adaptan durante los estímulos de larga
duración (Morgado, 2009).  
3. Percepción olfativa y gustativa:  
La estimulación y la actividad de las estructuras neurales interactúan con todo el conjunto de
estructuras neurales del individuo. Esta experiencia compleja comienza con el acto simple de
detectar el estímulo y discriminar sus características tanto en intensidad como en calidad. En
condiciones normales, la percepción olfativa y la gustativa están íntimamente ligadas por su
vinculación funcional y, anatómica y frecuente, la experiencia sensorial emerge, como en el caso
del sabor, de la combinación indisociable de la activación de ambos sistemas (Redolar, 2014). 
Percepción olfativa, los complejos estímulos olfatorios son transformados por las estructuras
neurales en categorías subjetivas o qualias, generalmente asignándoles un valor hedónico. Este
proceso perceptivo de detección, discriminación, identificación y asignación de valor es influido
fuertemente por aspectos contextuales como el estado vegetativo del individuo, las memorias y
los aprendizajes, y por las entradas de las demás modalidades sensoriales. Una comparación de
los umbrales olfatorios a través de la detección de varias especies de mamíferos indica que, para
ciertos compuestos mono-moleculares simples, los umbrales humanos son más bajos. Una serie
de estudios psicofísicos ha demostrado que los seres humanos pueden discriminar fácilmente
entre dos olores diferentes que difieren por un solo componente molecular, en cuanto a la
capacidad de discriminación, se estima que los seres humanos pueden distinguir miles de olores
diferentes, aunque, como estas facultades no se acompañan con las habilidades verbales, cuando
a un ser humano se le pide que nombre un olor el rendimiento tiende a bajar mucho,  la mayoría
de los olores que un individuo percibe cotidianamente se componen de una mezcla de muchos
componentes, pero tienden a ser experimentados como percepciones unitarias. El olor de
chocolate contiene cientos de compuestos orgánicos volátiles; sin embargo, el sistema olfatorio
sintetiza esta compleja mezcla en un único olor (Redolar, 2014). 
Como resultado de la naturaleza integradora de la percepción del olor, los seres humanos carecen
del poder de identificación de componentes dentro de una mezcla de olores, e incluso aquellos
con formación profesional, por ejemplo, los catadores de vino o perfumistas, en general, la
percepción del olor es muy plástica y depende del sistema sensorial y de la experiencia pasada
(Morgado, 2012).  
Una dimensión de la percepción del olor que a menudo no se aprecia es que la mayoría de los
olores estimulan el sistema somatosensorial en cierta medida a través de los nociceptores
polimodales (tacto, dolor, y los receptores de temperatura) en el interior de la nariz. Por ejemplo,
con el mentol se siente frío y con el amoníaco se siente ardor. Estas sensaciones están mediadas
por el nervio trigémino (nervio craneal V). En muchos casos es imposible distinguir entre las
sensaciones que viajan por un nervio craneal desde los receptores olfatorios y los que viajan por
el V par craneal desde los receptores somatosensoriales. Las lágrimas al cortar cebolla y los
estornudos al oler pimienta se deben, también, a la estimulación del trigémino. 
Percepción gustativa es el proceso por el cual se generan los perceptos que corresponden a los
distintos gustos, que son producto de la activación de los distintos grupos y tipos de receptores.
El gusto no sólo proporciona información sensorial acerca de ciertos nutrientes, sino también
placer del dulce, salado y ácido o desagrado como es el amargo. El placer o el desagrado que
estos sabores evocan están presentes desde el nacimiento.  
Wolfe (2009), expone que en general, si se pregunta qué es el sabor, la mayoría de las personas
responderá que es la cualidad que se percibe a través del sentido del gusto. Quienes hayan
pensado más en el tema dirán que el olfato también tiene un papel fundamental. Muy pocos
incluirán las sensaciones táctiles como la textura, o visuales como es el color. Casi nadie citará la
audición. El sistema gustativo codifica información tanto sobre la cantidad como sobre la
identidad de los estímulos. Por norma general, a medida que aumenta la concentración del
estímulo, aumenta la intensidad del gusto que se percibe. Como sucede con el sistema olfativo, la
sensibilidad del gusto también disminuye con el envejecimiento. En términos generales, puede
afirmarse que la percepción del gusto se vinculada estrechamente con la biología molecular de su
transducción. 
En conclusión, por medio de los sentidos, los cuales se exponen para que la percepción en el ser
humano se traduzca explícitamente en el diario vivir, citemos un ejemplo: una mujer que
conduce por la noche, ésta frena para evitar golpear a un ciervo, mientras su auto se detiene, se
da cuenta que no es un ciervo, en realidad es un arbusto. Esto conlleva a que el cerebro encuentre
continuamente los patrones en un mar de sensaciones para determinar percepciones erróneas o
acertadas que reflejen un impulso o accionar, debido a que la percepción es creada en el cerebro
mediante conocimientos preexistentes, como son:  los principios de agrupación perceptual y las
constancias perceptivas que nos ayudan a dar sentido a las sensaciones. Es importante considerar
que la sensación debe cumplir un proceso de: selección, adaptación sensorial, análisis y
codificación sensoriales, para desencadenar la percepción, por lo tanto, por medio de los
sentidos, siendo el caso de como una misma imagen visual en la retina provoca la actividad de
las vías geniculoestriada y pulvinar-extraestriada, desencadena el reflejo fotomotor y colabora en
el control del ritmo circadiano. En la vía auditiva como se divide tempranamente en dos: una que
a través de la síntesis de la información bilateral permitiendo la decodificación de la ubicación de
la fuente sonora, y otra en la cual la riqueza tonal del sonido estructura su decodificación
armónica. Como en la sensación cutánea, separada en distintas submodalidades por las
características de la portadora en estímulos térmico y mecánico en el individuo, se organiza en
tres grandes vías de trafico de información con características distintas, gangliobulbotalámica,
ganglioespinorreticulotalámica y ganglio espinocerebeloso. De tal manera que en los distintos
sistemas existen vías lentas y rápidas, las lentas están usualmente asociados con la presencia de
neuronas más pequeñas y axones más finos vías parvocelulares, presentando alto grano espacial,
variedad de cualidades y sensibilidad más escasa. Las rápidas están dotadas de neuronas grandes
con axones de mayor diámetro y distancia internodal, y llevan la información rápidamente
sacrificando grano y variedad en aras de la sensibilidad y, por su velocidad de respuesta, todo
esto permite la integración rápida de los cambios temporales con la eficiencia en el control
sensoriomotor y la percepción del movimiento. 
El mundo es percibido como un todo unificado que ocurre en un presente sincrónico, pero la
corteza en sus áreas primarias representa imágenes parciales y restringidas a modalidades
sensoriales y a veces a algunos rasgos extraídos por distintas regiones se decodifican a destiempo
(Morgado, 2012).  

REFERENCIAS
Coon, D., & Mitterer, J. (2014). Introducción a la PSICOLOGÍA: el acceso a la mente y a la
conducta. México: Cengage Learning Editores. 
Redolar, D. (2014). Neurociencia Cognoscitiva: España: Editorial Medica Panamericana.  
Bregman, A. (2001).  Auditory scene analysis: the perceptual organization of sound. Cambridge:
MIT Press 
Carlson, N. Fundamentos de fisiología de la conducta. Madrid: Pearson Educación 
Morgado, I. Cómo percibimos el mundo. Barcelona: Ariel 
Wolfe, J. Sensation & perception. Sunderland: Sinauer Associates 

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