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“Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo”, Eclesiastés
3:1.
No hay nadie que no se haya angustiado al escuchar a la maestra en la escuela decir: “Niños,
quedan 10 minutos para finalizar el examen”; o al profesor en la universidad decir: “Jóvenes, si no
entregan la tesis a tiempo, no se podrán graduar”; o a nuestro banco avisarnos: “Estimado cliente,
si no realiza su pago a tiempo, incurrirá en…”.
Pero quizá la frase más desesperante de todas sea oír a un doctor decir: “Estimado paciente,
lamento decirle que no le queda mucho tiempo de vida”. Esta clase de frases nos impactan
porque, a menudo, olvidamos que nuestro tiempo es limitado.
Dios ha determinado para el hombre sus tiempos señalados y los límites de su habitación con un
solo propósito: “Para que buscaran a Dios, y de alguna manera, palpando, lo hallen, aunque Él no
está lejos de ninguno de nosotros” (Hch.17:27). Esto significa que debemos usar nuestro tiempo
para buscarlo y adorarlo a Él sobre todo (Col. 3:17).
El apóstol Pablo escribió a los creyentes: “Por tanto, tengan cuidado cómo andan; no como
insensatos sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:15-
16; cp. Col. 4:5”. ¿Estamos tomando estas palabras en serio?
Pensando en eso, aquí sugiero cinco consejos sencillos para aprovechar bien el tiempo en tu
trabajo y tu día a día.
Por lo tanto, piensa en esto y haz uso de cada oportunidad que Dios te da. William McDonald
comenta sobre este pasaje: “Cada día en nuestras vidas nos encontramos con oportunidades para
dar testimonio del poder salvador del Señor Jesucristo”.[1]
¿Cuánto tiempo podemos justificar en gastarlo viendo y leyendo Twitter, Facebook, YouTube, o
páginas similares?
De manera especial, te recomiendo reflexionar sobre cuánto tiempo inviertes en las redes sociales,
con quién interactuas allí, qué provecho tienes en eso, y a quién estás bendiciendo. John
MacArthur escribe:
“Solo unas pocas horas [perdidas] cada día, a lo largo de toda la vida, son el equivalente a años de
oportunidades perdidas. […] Un día vamos a estar delante de Cristo y daremos cuenta de la forma
en que utilizamos sus recursos (incluyendo nuestro tiempo y energía). Con esto en mente, ¿cuánto
tiempo podemos justificar en gastarlo viendo y leyendo Twitter, Facebook, YouTube, o paginas
similares?”.[2]
A veces nos parecemos a unos de los hijos de Coré, que escribió (presumiblemente) desde el
cautiverio las causas de sus lágrimas: la memoria de hechos pasados, llenos de servicio y adoración
a Dios en el templo, pero que ya no podrían repetirse por el destierro. “Me acuerdo de estas cosas
y derramo mi alma […] de cómo iba yo con la multitud y la guiaba” (Sal. 42:4).
Sin embargo, muchos de nosotros nos quedamos allí, añorando el pasado, y no tenemos la
confianza del salmista para el presente y el futuro: “¿Por qué te desesperas, alma mía, y por qué te
turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues lo he de alabar otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y
mi Dios!” (Sal. 42:11).
“Oigan ahora, ustedes que dicen: ‘Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un
año, haremos negocio y tendremos ganancia’. Sin embargo, ustedes no saben cómo será su vida
mañana. Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.
Más bien, debieran decir: ‘Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello’. Pero ahora se
jactan en su arrogancia. Toda jactancia semejante es mala”, Santiago 4:13-16.
Dios demanda de su iglesia una entrega de corazón a Él, incluso en la manera en que
administramos el tiempo.
De nada sirve invertir nuestro tiempo en satisfacer las necesidades diarias a costa de posponer o
renunciar al propósito de vida de todo creyente. Este propósito es mostrar por medios de acciones
la justicia del Reino de Dios (Mt. 5:13-16). Somos llamados a hacer todo para la gloria de nuestro
Salvador (1 Co. 10:31).
Él demanda de su iglesia una entrega de corazón a Él, incluso en la manera en que administramos
el tiempo. Para que no nos desenfoquemos al preocuparnos de nuestras necesidades, Él ha
prometido suplir para ellas en su gracia (Mt. 6:25-34).
“No es que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin
de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo
mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y
extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, Filipenses 3:12-14.
Pablo era un hombre de propósito que sabía cómo invertir bien el tiempo que Dios le había dado,
y se propuso trabajar para lograrlo. Para eso, tenía que dejar su pasado, no solo refiriéndose a sus
errores y pecado, sino también a su vida legalista respetada. Sin embargo, Él estuvo dispuesto a
olvidar el pasado, aun con sus éxitos, para extenderse hacia el futuro.
En cada área de nuestra vida como creyentes, incluyendo en el trabajo, tenemos privilegios y
responsabilidades que Dios nos da. Oremos que Él nos conceda entender que hay recompensa
adelante. Nada de lo que hacemos es en vano cuando lo hacemos para su gloria