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DERECHO ADMINISTRATIVO I
ALUMNOS
• EDIS MARYURI DIAZ GARAY 202101547
Desde el punto de vista objetivo, el Gobierno será analizado como “función” o “actividad”;
y desde el punto subjetivo, como “órgano”.
Esta función es eminentemente política (por ello se denomina también “función política” o
de “dirección política”) y se manifiesta en la suprema dirección de la cosa Pública,
involucrando siempre la idea de soberanía. Es, como se ha dicho, la expresión final del
“poder”. Por ello, se ha afirmado que esta función tiene una prioridad lógica incluso sobre la
separación de poderes. Es una función que se diluye en cualquiera de ellos. En efecto, si
gobernar en sentido amplio, es conducir a la comunidad política, al logro de sus fines
esenciales, satisfaciendo exigencias, no podemos desconocer que tal actividad no puede
lograrse sino a través de la emisión de leyes, del mantenimiento de servicios públicos y
haciendo justicia en los casos concretos. De lo anterior se deduce que las tres clásicas
funciones estatales son instrumentos de gobierno. Esto significa que el Gobierno, al igual que
el Poder del Estado, es único e igual que este, hallase distribuido, en lo atinente de su
ejercicio, entre los poderes.
La función política o de gobierno entonces es la que fija los fines principales de la comunidad
política, preparar la manera generalizada de actuar y dirigir aquella comunidad hacia la
Consecución de sus fines.
El Gobierno desde este punto de vista, está constituido por el órgano u órganos a través de
los cuales se manifiesta la “función pública” o de “dirección política”. La estructura que
adopten estos órganos en el ejercicio de sus funciones y las relaciones que se establezcan
entre sí, es lo que determina que una república sea Parlamentaria, Presidencial o Directorial.
Por esto, es imprescindible que analicemos los órganos de gobierno en cada una de ellas y
luego tratemos de establecer las características de los mismos.
En la parlamentaria.
Este régimen se caracteriza porque el Jefe de Estado se encuentra fuera de los tres poderes,
es políticamente irresponsable, tiene la potestad de disolver el Parlamento y de nombrar el
Gobierno.
El Gobierno está a cargo del gabinete o Consejo de Ministros presidido por un Primer
Ministro, que asumió la jefatura de gobierno. El Primer Ministro jefe de Gobierno es
nombrado por el Jefe de Estado y éste, a propuesta de aquel nombre, el gabinete, (es decir,
el Gobierno). El Gobierno, sin embargo, requiere la confianza del Parlamento y por ello no
es responsable políticamente ante el Jefe de Estado, sino ante el Parlamento.
En la Presidencia.
El Gobierno está repartido en los tres poderes, pero, como acertadamente se afirma, el
ejecutivo tiene una preeminencia indiscutible en el juego de los poderes del Estado, derivada
de las circunstancias de que es a ese órgano-poder a quién le corresponde la conducción real
del Estado, la gobernación y la administración propiamente dicha. Por estas razones, en este
régimen, el Presidente de la República asume la jefatura de Gobierno y la jefatura de Estado.
Finalmente, como como puede fácilmente deducirse, este es un régimen de separación tajante
entre los poderes legislativo y ejecutivo.
En la Directorial
Nuestro Régimen
El órgano de Gobierno
En nuestra Constitución se establece que el Gobierno “se ejerce por tres poderes:
Legislativo, Ejecutivo y Judicial, complementarios e independientes y sin relaciones de
subordinación”.
El Gobierno, entonces lo constituyen, desde el punto de vista subjetivo, esos tres órganos,
que lo ejercen en su respectiva esfera de competencia. Así, el Congreso Nacional dirige
políticamente la comunidad nacional, cuando vota el Presupuesto General de Ingresos y
Egresos; en el Poder Judicial, la dirección política se manifiesta a través del control
constitucional de las leyes. Los órganos de Gobierno son, entonces, el Congreso en el
Poder Legislativo, el Presidente de la República en el Poder Ejecutivo y la Corte Suprema
de Justicia en el Poder Judicial.
El Presidente de la República, sin embargo, en algunos casos, debe actuar a través del
Consejo de Ministros y los actos que de este órgano emanan son estrictamente políticos.
En consecuencia, el Consejo de Ministros también ostenta el carácter de órgano de
gobierno dentro del Poder Ejecutivo.
Finalmente debemos tener presente que, todas las funciones se concretan en actos y, los
que dicta el Presidente de la República deben ser autorizados por los Secretarios de
Estado en sus respectivos ramos, en consecuencia, los actos de carácter político que emita
el Presidente de la República deben ser autorizados por el Secretario de Estado
respectivo. Esto significa que los Secretarios de Estado participan de la función política
dentro del Poder Ejecutivo.
Todo lo anterior nos conduce a una inevitable conclusión: la primacía de la política sobre
la administración. Por ello la doctrina sostiene que la administración tiene un carácter
subordinado y auxiliar respecto a la política. Así, por ejemplo, si toma la decisión política
de llevar a cabo un proceso de reforma agraria, será la administración la que dirá en qué
forma se llevará a cabo tal proceso; es decir, la función política se llevará a la práctica
por medio de la Administración.
La doctrina ha hecho varios intentos entre estos uno de los más notables es aquel que se
basa en la importancia del asunto a resolverse: si es un asunto excepcional que atañe a la
comunidad política, entonces nos encontramos ante el ejercicio de la función política; en
cambio, si es un asunto corriente del publico nos encontraremos ante la función
administrativa. Esta diferencia, como bien señala Garrido Falla, es una mera distinción
de matiz que, como criterio practico, incluso puede resultar insuficiente en muchos casos.
La doctrina, ante la imposibilidad de establecer una diferencia entre ambas funciones por
esta vía, prefieren determinarla diferenciando los actos en que se concreten las mismas.
Por ello, se han basado en el diferente tratamiento que reciben en algunas legislaciones
los actos políticos y los actos administrativos. Así, se dice, que serán actos de gobierno o
políticos aquellos que no pueden ser impugnados en vía administrativa o contencioso
administrativa, y actos administrativos los que pueden ser impugnados por esas vías. Así,
se excluyen del régimen de impugnación de disolución de las Cámaras (en regímenes
parlamentarios), el nombramiento de altos funcionarios (Ministros, Embajadores, etc.),
el indulto, la dirección de los ejércitos en tiempos de guerra. No se trata, sin embargo, de
una enumeración exhaustiva, sino enunciativa.