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Viaje a la Isla
Resplandeciente
Clara Blancaflor
Ilustraciones: Jesús Zatón
Ia Edición - 1997
Fundación Rosacruz
Apartado 1219
ZARAGOZA (España)
ISBN: 84-87055-33-8
Depósito legal: GI-406/97
Página
I. LA INVITACIÓN A
PALACIO 7
IV. LA CONSTRUCCIÓN DE
LA TORRE 60
V. EL FUEGO ES ENCENDIDO 80
-I-
LA INVITACIÓN A PALACIO
aquélla.
Una maravillosa luz irradia a su
alrededor, pudiendo ser divisada desde
muy lejos por encima del mar. Por eso,
quienes la han visto alguna vez la lla
man la Isla Resplandeciente.
En su centro existe una alta mon
taña, por cuyas pendientes se extienden
numerosos jardines y en cuya cima se
eleva el palacio más hermoso que
hayáis podido soñar nunca. Es comple
tamente transparente y luminoso; es el
Palacio de Cristal.
Allí vive el Rey. El mismo cuida
de que los jardines sigan floreciendo.
Su reino no conoce principio ni fin. Es
tan grande, que contiene todos los
mares y océanos. Sí, también el país de
las islas flotantes le pertenece, y él lo
protege.
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Resplandeciente!
-Sí, Lya, a mí también -asiente
Chang-, Pero ¿te has fijado? Esta noche
parece especial. ¡Cuántas estrellas!
Nunca había visto un anochecer tan
claro.
-¡Mira -exclama la niña-, allí se
ve el carro!
-Ah, es la Osa Mayor -corrige su
hermano.
Muy silenciosos los niños con
tinúan mirando las miles y miles de
lucecitas plateadas que parpadean en el
firmamento, sobre el tranquilo mar.
despiértate!
El muchacho abre un ojo, pero la
habitación donde duermen está tan
oscura que no puede distinguir el
menor detalle.
Tampoco es posible oír nada.
Sólo, de vez en cuando, se oye el
susurro de algún animal, o el lejano
gorgojeo de un pájaro; pero luego...
todo vuelve a quedar silencioso de
nuevo.
La niña da un empujón a su her
mano.
-¡Venga, Chang, despiértate de
una vez! ¿No oyes nada?
El niño se restriega los ojos y bos
teza aún adormilado.
-¿Qué o...cu...rre?
-¡Escucha, escucha! -susurra Lya.
Chang trata de desperezarse, pero
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Oh niños,
que queréis entrar en los jardines
del Rey
y ver el resplandor del Palacio de
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Cristal.
/ Vuestro viaje comienza!
Tomad la Rosa de vuestro jardín
y llevad su belleza al Rey,
como muestra de honor.
/ Vuestro viaje comienza!
playa.
Chang y Lya se acercan a la joven
que ha descendido con los globos. La
muchacha sale con agilidad de su cesta
y saluda a los niños.
-Hoy comienza vuestra gran
aventura -dice-, el viaje hacia la Isla
Resplandeciente. Allí el Rey os espera
a todos. En cada globo hay sitio para
dos niños. En ellos encontraréis comida
suficiente para la travesía y mantas
cálidas para protegeros del frío de la
noche. ¡Ah!, pero no olvidéis cuidar
muy bien vuestro rosal. Sin él, nunca
podríais entrar en la Isla.
“Será difícil cuidar de los rosales
durante el viaje”, piensan la mayoría de
los niños.
-¿Podemos subir ya? -pregunta
Chang con cierta impaciencia.
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verdaderamente curioso.
-Queridos recién llegados -conti
nua el rey-, os propongo que dejéis
vuestros rosales en el campo que hay
detrás de estas casas. Allí serán bien
cuidados. Así podréis comer, bailar y
jugar tanto como queráis, sin que
tengáis que preocuparos de ellos. Y
ahora, ¡a divertirse todo el mundo!
Y con sorpresa para nuestros ami
gos, el rey salta de su trono y se pone a
bailar.
-¡Viva el rey Carnaval! ¡Larga
vida al rey Carnaval! -comienzan a gri
tar algunos.
En un abrir y cerrar de ojos,
numerosos servidores se presentan por
tando grandes hojas de plataneros sobre
las que se encuentran jugosos frutos de
color rosa, amarillo y violeta.
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la puerta.
-Eh, Hoki, ¿qué haces tú en esta
casa? No es tuya. ¿Qué haces en la
cocina? ¿Dónde está la gente que vive
aquí? ¿Saben ellos que has entrado en
su casa?
-¡Pero qué dices, Lya! ¡Si no hay
ningún problema! Ahora soy yo quien
vive aquí. Ven, entra y prueba esta com
pota de frutas.
-¡Ah, no! -exclama Lya-. Estas
frutas no me gustan nada.
A través de una ventana de la
casa, Lya observa entonces los niños
que bailan en la plaza. Naimi y Chang
llevan cerezas colgando de las orejas
como si fueran pendientes y, alrededor
de la boca y sobre sus vestidos, se
extienden rojas manchas de fruta.
La niña sale de nuevo a la plaza y
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lo mismo!
Chang y Hoki la ayudan a quitar
se la mochila y cogen algunos de los
frutos del jardinero.
-¡Qué ricos y refrescantes! ¡Es
como si una espesa niebla desaparecie
se de mi cabeza! -exclama Chang.
-Ahora ya no quiero los frutos del
bosque -añade Hoki-. ¡Venga, Naimi,
vamos a buscar nuestro rosal!
Los niños pasan cerca de las casas
de la ciudad. Caminan en silencio, pues
no quieren ser descubiertos por los ser
vidores del rey carnaval.
-¡Mirad los rosales! -exclama
Naimi-. ¡No los han plantado como nos
había prometido el rey de la ciudad!
¡Los han puesto en un montón y están
secos y marchitos! ¡Nos han engañado!
-No os preocupéis -les tranquiliza
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-Pues no sé si lo conseguiremos -
dice Hoki con desánimo y agotado, des
pués de pasar la noche sin dormir.
Hasta comienza a dudar si podrán pro
seguir el viaje.
Lya intenta animarle con una pal-
madita en la espalda.
-Mirad, se me acaba de ocurrir
algo -exclama Chang de pronto-.
¡Uniremos las piedras unas con otras!
De esta forma, los monos no podrán
desprenderlas fácilmente.
-Es una buena idea, Chang -dice
el jardinero que acaba de llegar y ha
oído sus palabras-. Tengo en el taller
una pasta especial. La mezclaremos con
arena del jardín, que es mejor que la de
la playa. Sin embargo, hay algo que
habéis olvidado. Toda construcción
debe tener una base sólida. Habrá que
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-¡Hurta! ¡Hurta!
Despacio, las esferas de cristal,
del cristal más puro, fmo y transparen
te, son llevadas por la brisa hasta la
playa.
-¡Qué feliz soy de poder encontrar
de nuevo los globos! -susurra Lya al
jardinero.
-Sí -añade él con dulzura-, éste es
un momento muy especial. Id a buscar
vuestros rosales y subid con ellos a los
globos.
-¿Es que usted no viene con noso
tros? -pregunta Chang sorprendido.
-No, Chang. Yo debo esperar
hasta que el último habitante de la isla
comprenda que el rey carnaval no es
un verdadero rey. Quiero ayudarles.
Cuando mi misión termine también yo
regresaré. ¡Saludad de mi parte al Rey
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con fuerza.
Y así, el viaje continúa. Delante
de ellos, un poco más alto, vuela la
blanca paloma. Todos están atentos a su
vuelo, no quieren perderse otra vez.
La tarde se acaba y poco a poco
va anocheciendo. Los globos flotan
entre nubes, por las que se filtra de
cuando en cuando algún que otro rayo
de luna. La paloma brilla como la plata
en la calma de la noche.