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El milagro de Akin Xooc

Abajo del universo existía el mundo subterráneo, encima se extendía el cielo. En la parte media
crecía el árbol de la vida. El llamado Yaxché este árbol tenía cuatro raíces que se dirigían a los
cuatro puntos cardinales, estas a su vez se dividían en muchas ramificaciones que unían al mundo
subterráneo y el firmamento.
(Imagen de Yaxché)

Era Hunab Ku el dios único quien había hecho nacer al sagrado Yaxché. Hunab Ku tenía un
bondadoso hijo llamado Itzamná que era señor de los cielos, la noche y el día. Este tenía una linda
esposa llamada Ixchel, la diosa luna con la que tuvo dos hijos que trabajaban la pluma, la pintura y
la plata. En cambio, Itzamná se consagró al culto sacerdotal siendo el primero entre los dioses, y
como si fuera poco tal privilegio, inventó la escritura y los libros. Este dios era bueno y amigo de
los hombres. Esta familia siguiendo el ejemplo paterno amaba con amor divino a los seres de la
tierra, los que siempre estaban callados y tristes a pesar de vivir rodeados de las bellezas y dones de
la tierra. Por eso, un día la diosa Ixchel le dijo a su esposo:

¿Señor no has notado como los hombres creados por la mano de tu padre siempre están tristes y
callados?
En verdad que lo he notado- contestó este-. Pero es el caso que aún no descubro la causa de tal
tristeza ya que es en verdad muy bella la tierra.
Señor. El hombre aún no es perfecto, no ha podido extraer del esplendor de la naturaleza la esencia
divina que da la alegría. El hombre necesita de ella.
- ¿Y cómo dársela?
- Enseñándole a captar la felicidad del mundo que le rodea.
-Pues sea como tú lo quieres resolvió Itzamná. Que vengan todos los dioses.

A su llamado fueron llegando las deidades. Así llegó ante él, Chaac el dios del agua, Yum Kaax el
dios del bosque, Kukulkan la serpiente emplumada, k’ak’asbal, dios de los montes, Hunahpú-Utiú
Dios de la noche, Ecalchot dios del viento... Reunidos en torno a Itzamná bajo el sagrado yaxché, la
divinidad les informó el motivo de su llamado, necesitaba pensar algo que lo ayudará a desterrar la
tristeza y el silencio de los hombres. Enterados de los deseos del gran dios y después de cambiar
impresiones, acordaron que el único apto para tal misión era Akin Xooc, Puesto que él siempre
bajaba a la tierra para convivir con los hombres. Ah kin Xooc fue convocado y aceptó gustoso tal
comisión, y sin perder el tiempo tomó una vasija, entonces pidió a Ecalchot enviar al viento a rosar
las aguas corrientes de los ríos y aprisionar a su murmullo, al dios del maíz le pidió que la esencia
melódica de las hojas del maíz al ser besadas por ik el viento, a chaac le pidió aprisionar el canto de
la lluvia, y extrajera el alma de las olas del mar. Al señor de la noche le pidió aprisionar el rumor de
los ecos y todos los rumores de las frondas enamoradas de las tinieblas. Después cuando se fueron
cumplidos los mandatos de Ah Kin Xooc, esta divinidad llamó al señor de los pájaros, le pidió que
consiguiera la ayuda de las aves y aprisionara sus trinos, éste llamó a su lado a la codorniz, al
colibrí, al ruiseñor, a la tórtola, a la paloma, y al cardenal para que todos al unísono dejaran de
escapar de sus gargantas sus cantos, formando así una escala de notas dulces y sentidas, cuando
hubo aprisionado el canto de los pájaros se lo llevó a Akin Xooc quien lo mezcló con el murmullo
del agua, el rumor de las olas del mar, el eco del viento al besar las matas del maíz, el canto de los
bosques, la queja de la noche y el alegre chapotear de la lluvia. Toda la esencia de la vida fue
volcada en una vasija que las manos de Ah kin Xooc. Luego Ah Kin Xooc bajó a la tierra y pidió a
una pareja que encontró en el camino, que hablaran que se dijeran muchas bellas palabras, todas las
palabras, después le pidió que aplaudieran y que hicieran todo clase de sonidos con sus cuerpos.
Cuando Ah Kin Xooc hubo guardado todos los sonidos en su vasija regresó con los dioses y guardó
silencio por tres días y tres noches; y el silencio también quedó depositado en la vasija. Luego Ah
Kin Xooc tomó la vasija y la empezó a agitar ante los ojos sorprendidos de los dioses. La agitó
fuerte, muy fuerte. Después suave, lento y así cambiaba de intensidad a cada momento. Después
que todo quedó bien mezclado Ah Kin Xooc empezó a recorrer el mundo y al recorrer el mundo
lentamente destapaba la vasija, dejo escapar lenta y suavemente la misteriosa mezcla y oh
maravilla, aquello era murmullo, lamento, trino, queja, besos, risa, palabra, vaivén, tempestad y
sollozo… Ah kin Xooc imitó al momento aquellos sonidos y su garganta divina emitió las notas
aladas del primer canto, de la primera melodía. Los habitantes de la tierra recibieron este bello
regalo de los dioses, dándoles así la alegría que desterraba sus tristezas.

Itzamná que amaba tanto a los hombres habló: Soy sustancia celeste y en mí está el rocío de las
nubes y el llanto de los cielos. Satisfecho estoy del lamento del mar, del trino del ruiseñor, del ruido
de las hojas del árbol, de esa queja del viento perdurando en el tiempo y en el espacio, del murmullo
del agua, desde ahora Ah kin Xooc llevará el título de gran músico y cantor. Y así nació el canto y
la música. Desde entonces los hombres escuchando la alegría, construyeron instrumentos y
educaron su voz multiplicando el esplendor de la vida.

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