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Para una crítica al neoliberalismo, que incorpore una lectura antagónica con el capital.

Consideraciones previas, no menos imprescindibles.

Una lectura crítica sobre el neoliberalismo y su impacto sobre la sociedad en nuestros días no
puede eludir los cambios y modificaciones producidos en el modo de producción y acumulación
capitalista en las últimas décadas y su consecuencia sobre la nueva figura obrera. Estamos frente
a un fenómeno social de nuevo tipo: el proceso de trabajo ha transpuesto los límites fabriles y
penetrado en los más diversos rincones de la sociedad. Dejar de lado el nuevo carácter de la
producción en común, la nueva modalidad de manifestación de la relación antagónica entre
trabajo y capital, las nuevas formas de explotación y extracción de plusvalía, significa vaciar
toda lectura del neoliberalismo y su superación, para remitirse a una visión edulcorada e
intelectual, más allá de los llamados a las construcciones prácticas. El neoliberalismo conforma
la nueva modalidad de expresión del capitalismo, respuesta del capital a las luchas de los 70’s
en los países desarrollados y en la periferia. Desplazamiento del estado del welfare hacia el
estado neoliberal y el surgimiento de formas biopolíticas de producción y control. Se trata de
una forma de capitalismo que se ha expresado con fuerza hacia fines del milenio pasado en
nuestro país y que retomara ímpetus en estos días.
Veamos. Con posterioridad al llamado post-fordismo, a mediados de los años '90, comenzó a
afirmarse de manera pervasiva globalmente un nuevo paradigma. Se promovía la difusión del
llamado capitalismo cognitivo, denominación que suscitara no pocas polémicas, sobre todo al
interior del pensamiento crítico marxista, que consideraba dominante aún las modalidades de
extracción de plusvalía de origen fordista. Según la nueva visión, en el proceso de subsunción
real, -es decir en aquella separación neta entre máquina y ser humano, entre trabajo productivo
de matriz salarial y trabajo tendencialmente improductivo (o residual), que incorpora
actividades cognitivas y relacionales (consideradas aún intelectuales)-, se hallan las bases para
definir la naturaleza y la forma de relación de explotación inherente a la nueva relación capital-
trabajo.
Será precisamente la crisis de las subprime, al destacar la inestabilidad estructural del nuevo
capitalismo, exteriorizada entre la financiarización y la globalización, la que abrirá la puerta a
un capitalismo, ahora de tipo bio-cognitivo, donde el prefijo bio nos indica que la actual
acumulación capitalista se identifica con la explotación de la propia vida, yendo más allá de la
explotación del trabajo productivo como tal, y, por tanto, remunerado. En ese contexto el valor-
trabajo da paso al valor-vida.1 Estamos en presencia de la extensión de este valor-vida, porque
ahora es la vida entera, en su singularidad, la que es objeto de explotación. Donde la
reproducción social deviene productiva, aunque parcialmente salarizada. Donde el tiempo libre,
inscripto al interior de dispositivos, gracias a la extensión de los algoritmos, consiente la
extracción del llamado plusvalor de red. Donde los procesos de formación y aprendizaje se
insertan en la estrategia del marketing y de la valorización del capital, y el cuerpo humano,
física y cerebralmente, se convierte, gracias a las nuevas técnicas bio-médicas, en materia prima
para la producción y programación de la salud y de la prolongación de la vida. Igualmente, este
proceso gana en intensidad al verse acompañado de nuevas modalidades técnicas, organizativas
y de mercantilización, que enfrentan a la vida, ahora, como una empresa de relaciones sociales
y humanas, ya que la cooperación social, entendida como conjunto de relaciones humanas más
o menos jerarquizadas, deviene la base de la acumulación capitalista. La coexistencia de formas
no salariales, de formas de trabajo no pago2, de modalidades de trabajo semi esclavo, de formas
de implicación emotivo cerebrales, de formas de trabajo autónomo de tercera generación, de la
existencia de trabajos auto-referenciados y auto-emprendedores, vuelven casi prácticamente


1
A. Fumagalli, C. Morini, La vita messa a lavoro: verso una teoria del lavoro-vita. Il caso del valore a
affetto”, Sociologia del lavoro, vol. 115, 2009.
2
Cuando hablamos de salario no pago no significa reconocer que no haya remuneración, sino, más bien, la
existencia de una nueva forma de remuneración que no viene definida por la forma salario. Son trabajos más
del tipo simbólico, relacional e inmaterial.

1
imposible poder codificar la composición técnica y política, siempre que estas dos acepciones
tuvieran sentido hoy.
Pero si de lo que se trata es de una superación de la dicotomía hombre-máquina, entonces la
categoría composición técnica del trabajo deberá ser reconsiderada.
El nuevo proceso de acumulación del capital destaca, por tanto, una nueva composición social
del trabajo. En efecto asistimos al crecimiento de una subjetividad laboral, plural y
diferenciada, que, en los hechos, vuelve imposible toda composición social de clase homogénea.
Marx aborda el concepto de capital como una “relación social”. El capital, el capitalismo, las
dimensiones del mando social, etc... no se pueden concebir como una totalidad cerrada: la
subsunción capitalista de lo social es la subsunción de una contradicción, de una relación
antagónica que permanece. Que no se agota. Toda epistemología del desarrollo capitalista no
puede explicarse sino a partir de la posición antagónica dentro del propio desarrollo. Por ello es
que el análisis debe ubicarse siempre “dentro” y por estar dentro, será igualmente “contra”. Y si
el mando social implica siempre un “otro” sobre el que se ejerce, esta relación no puede ser más
que “intransitiva”, dejando de lado toda solución dialéctica, cualquier superación del
movimiento antagónico, imponiendo un movimiento de resistencia, no sólo ético sino
epistémico3. El desarrollo del capitalismo y su crisis, como un proceso antagonista, está
marcado por continuas, aunque distintas, intensidades conflictivas. Siempre hay quien gana y
quien pierde, dentro de este proceso abierto e indefinido. Una segunda consecuencia, a nivel
“micro”, conduce a reconocer una continua modificación de la composición social de los
sujetos, ya desde el punto de vista técnico, ya político, donde la distinta densidad de la relación
capitalista empuja las contradicciones hacia figuras cada vez más singularizadas e irreductibles.
Otra tercera consecuencia consiste, -basándose en la relación entre la intensidad y la densidad
propias del antagonismo-, en el surgimiento de nuevas cualidades de los sujetos que participan
en el desarrollo. Es lo que ocurre en la sociedad postfordista cuando la relación social que
constituye el capital abarca toda la sociedad determinando la productividad. Pero cuando la
productividad deviene cognitiva, inmaterial, afectiva, cooperativa, en definitiva “producción de
subjetividad”, entonces el cambio deviene ontológico y asistimos a una profundización del
antagonismo que inviste a los sujetos –en particular las figuras del trabajo vivo que son cada vez
más capaces de apropiarse partes de capital-fijo y desarrollar autónomamente, de manera
cooperativa, su eficacia productiva4.
El capital como relación incorpora una relación de poder entre capital y trabajo; entre el
dominio-comando del capital y la resistencia de la fuerza viva del trabajo. Se trata de una
analítica del poder que muestra la indisolubilidad de la red del poder y de los puntos de
resistencia al mismo. Relación ontológicamente asimétrica ya que mientras en un caso se trata
de un poder que debe aplicarse, ejercerse para entrar en la relación, actuando sobre algo, sobre
el otro polo, presentado como un elemento incondicional sometido a esa relación; por otra parte,
ante una modalidad de gestión del poder, se opone una resistencia creativa, productiva,
expresión de la diferencia ontológica en esa relación de poder. Foucault avanzará sobre esta
diferencia ontológica a través de lo que él denominará proceso de subjetivación, una manera de
expresar esta asimetría.5 En esta noción de proceso de subjetivación debemos referenciar los
comentarios de Foucault sobre el “sí”, “invención del sí”, “cuidado del sí”, o “tecnología del
sí”. Es decir el “sí” entendido como un proceso de subjetivación. Dicho de otra manera el
modo de subjetivación debe ser entendido como la forma que el sujeto es producido. Como
gesto que permite la producción.


3 En su momento, Foucault hará uso del término “intransitividad de la libertad” en La Voluntad del saber, para
justificar como, en la relación de poder/resistencia, la resistencia se antepone lógica y ontológicamente al
poder, dejando atrás toda lectura dialéctica.
4 A. Negri L’agire comune e i limiti del capitale en http://www.euronomade.info/?p=1075
5 Para una comprensión mayor de la diferencia entre subjetividad y proceso de subjetivación, ver J. Revel, Tra
politica ed etica : la questione della soggettivazione, Conferencia dictada en la Universidad de Yale a raíz del
convenio « Michel Foucault : after 1984 ». web

2
Romper la simetría de la relación de poder, y superar, de esa manera, la trampa dialéctica que la
incorpora, exige atribuir a la biopolítica una excedencia, una asimetría, al mismo tiempo,
radical y estrictamente inmanente e histórica. Que permite liberar la biopolítica del biopoder, así
como la capacidad de la propia vida para crear, inventar e innovar, allí donde el biopoder, como
correlato de la racionalidad del gobierno de los individuos y la población, solo está en
condiciones de reproducir valor, mercancías, dispositivos de sometimiento. Biopolítica como
expresión de la potencia política y ontológica de la vida misma, inaugurando formas de vida y
relaciones, cooperación y circulación de los saberes, afectos y lenguajes, red y colaboración.

Lecturas diversas sobre el Neoliberalismo.

En realidad la palabra "neoliberalismo" no deja de ser un término político extraño, polisémico y


difícil de manejar. De verdad los neoliberales no se reivindican como tales. Más aún, diríamos
que incluso rechazan u omiten de manera explícita esta definición. Por el contrario, sí es posible
escuchar la reivindicación del liberalismo como tal o incluso, en esa variante, el rechazo a todo
keynesianismo o welfarismo como épocas demodée. En ese sentido la palabra "neoliberalismo"
parece más propia del vocabulario de la izquierda. Es utilizada en este espacio en clave crítica y
polémica, para denunciar alguna línea política, sistema económico o, incluso, la conducta de
políticos o de países enteros. La amplitud de su uso lo vuelve a menudo engañoso y abusivo,
permitiendo, no pocas veces, una suerte de auto absolución por quienes lo critican. A menudo se
lo confunde con el término "ultraliberalismo" sin tener pleno conocimiento de lo que trata
realmente este fantasma. Y no pocas veces se emplea el término "neoliberalismo" para no
hablar, o peor todavía, por no hablar más de capitalismo. En este caso se da por sentado que el
capitalismo es un dato a aceptar y de lo que se trata es de gestionar lo mejor posible el actual
sistema, mientras que el neoliberalismo sería un exceso de capitalismo a evitar: esta es, grosso
modo, la posición de la izquierda llamada "moderada" y populista.
Aunque también están quienes, periódicamente, anuncian la muerte del neoliberalismo. Una
primera vez luego de la crisis sistémica del 2008, otra segunda con la política monetaria anodina
adoptada por el Banco Central Europeo y, finalmente, en el capitalismo desarrollado, habría
muerto una tercera vez más, con el reciente Brexit, la elección de Donald Trump y el ascenso
del "populismo", fenómenos que reconducen a un auge la soberanía del Estado nación. Por su
parte, el ciclo de los gobiernos progresistas latinoamericanos fue interpretado por muchos, como
el ocaso y partida de defunción en estas geografías del neoliberalismo Por ello es que el
neoliberalismo aparece como un fenómeno extraño, capaz de morir repetidamente para
sobrevivir siempre a su fallecimiento.
En el lenguaje común, el neo-liberalismo se asocia, por un lado, a toda política contrapuesta a la
economía del estado de bienestar keynesiano y, por otro, al ascenso de la Escuela de economía
política de Chicago, identificada con las personas de von Hayek, Friedman, et al. Para la
vulgata, el neo-liberalismo se equipara con una radicalización del libre mercado, que busca
maximizar la competencia y el libre comercio, a través de la desregulación económica, la
eliminación de los aranceles y toda una gama de políticas monetaria y social favorables a la
actividad empresarial con una marcada indiferencia hacia la pobreza, la destrucción de la
cultura, el agotamiento de los recursos a largo plazo y la destrucción del medio ambiente. Para
el caso latinoamericano el neo-liberalismo es sinónimo del ALCA o del TLCAN, así como de
esquemas que amplifican la vulnerabilidad de las naciones pobres, ante las vicisitudes de la
globalización, o del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, organismos que, a
través de sus paquetes de préstamos y financiación, presionan con los requisitos de la
"reestructuración" y extienden las cadenas de sujeción a los más variados espacios del Tercer
Mundo, incluyendo las instituciones políticas y las formaciones sociales.
Para los llamados progresistas, el neo-liberalismo es un concepto peyorativo, no sólo porque
evoca las políticas económicas que mantienen o profundizan la pobreza local y la subordinación
de la llamada periferia a las naciones centrales, sino porque es compatible con formas de Estado
autoritarias, despótico militar y corruptas. Si bien estos referentes dan cuenta de importantes
efectos del neo-liberalismo, lo reducen a un conjunto de políticas económicas, sin advertir sobre
sus consecuencias políticas y sociales, dejando de lado la racionalidad política que organiza

3
ambas políticas y que va más allá del mercado. Tampoco capturan el carácter neo del neo-
liberalismo, cuando analizan el fenómeno contemporáneo, como poco más que una reactivación
de la economía política liberal clásica. Tras esa lectura, oscurecen el registro específicamente
político del neoliberalismo en el primer mundo, es decir, su potente erosión de las instituciones
y prácticas democráticas liberales en lugares como el propio Estados Unidos.
Tropezamos igualmente con aquellos análisis que al colocar el centro de su atención en la
influencia y modelación que el neoliberalismo proyecta sobre la subjetividad y formas o modos
de vida, tras la figura de la empresa y la competencia, dejan de lado el carácter de las relaciones
sociales capitalistas, su perfil específicamente antagónico y las nuevas modalidades de
producción y explotación promovidas en el post fordismo, para algunos la economía política del
común6. Esta omisión adquiere especial consecuencia ya que el capitalismo bio-cognitivo
fomenta e impulsa un nuevo sujeto productivo, múltiple, singular, muchas veces auto-centrado,
asiento de creatividad y potencia productiva, que concentra igualmente la resistencia, y resulta
depositario de una nueva potencial radicalidad democrática. Testimonio de las nuevas formas de
explotación y extracción del plusvalor, asociadas a las nuevas instancias y espacios de
valorización que resultan de la tendencia a la fusión de espacios reconocidos propios de las
esfera productiva y reproductiva. Se trata entonces de reconocer una lógica de la explotación
que no se estructura ya alrededor de la generalización de la relación salarial, del trabajo
asalariado sino, de su coalescencia.
Más allá que el significado del neoliberalismo no resulte sencillo, no sea unívoco, y esté
plagado de ambigüedades y confusiones, se revela claramente como una palabra indispensable
para comprender el mundo en que vivimos. No basta con decir que se trata de una doctrina o de
una ideología, que sin duda, lo es, naturalmente, pero, de seguro, no se trata de un retorno a la
filosofía económica del siglo XVIII como alguien aún sostiene. No se debe confundir el
neoliberalismo con el libre intercambio comercial, o con el "ultraliberalismo", que rechazan
toda injerencia estatal.
El neoliberalismo tampoco puede ser asimilado a un conjunto de medidas de política económica
que alcanzaron una aplicación homogénea a partir de la conquista de una máquina estatal.
Resulta más productivo asimilarlo a un criterio de reorganización de las relaciones sociales y
políticas con efectos profundamente heterogéneos en las distintas geografías sobre las que se ha
aplicado y que ha provocado una irreversible desarticulación de las tradicionales relaciones
entre lo público y lo privado. Sobre esta indistinción se construyen tanto los procesos de
sometimiento como los de subjetivación, ante un capitalismo reorganizado, tanto en lo que
respecta las dinámicas de la financiarización, cuanto en lo que se refiere a una producción que
se asienta cada vez más directamente sobre la potencia del "común"7.
Lo que caracteriza la era neoliberal, en nuestra opinión, es que sitúa en el centro de la acción
política la cuestión económica, pero no solamente para transformar los ciclos de acumulación
del capital, sino como un mecanismo de poder que actúa a través de procesos de subjetivación.
Significa reconocer que más allá de la reestructuración capitalista subyace el espacio de las
transformaciones de la subjetividad que deben ser contenidas y explotadas. Comprender los
cambios más significativos producidos en las prácticas sociales y las relaciones de producción
nos permite acceder a la metamorfosis en la modalidad de conducción y comando de la fuerza
de trabajo viva productora de la riqueza. Asistimos no sólo a cambios en el proceso de
regulación económica y social, sino también a cambios en la naturaleza del trabajo, la
cooperación social y los métodos de explotación. La productividad social se ve impactada e
imbricada a través de una matriz de redes, mientras el valor de lo producido se vuelve
dependiente de las cualidades afectivas, cognitivas y de cuidado del trabajo inmaterial.
La gobernanza neoliberal es una racionalidad gobernante que no puede entenderse meramente
en términos de sus políticas económicas generales: la privatización de los servicios públicos y
las industrias, la desregulación de los mercados y las empresas, la destrucción de los sindicatos,
y así sucesivamente. El neoliberalismo debe ser captado también en términos de la producción


6 A. Negri, M. Hardt, A, Fumagalli, C. Marazzi, C. Morini, J. Revel, C. Vercellone, etc.
7 A. Negri – M. Hardt, Comune. Oltre il privato e il pubblico, Milano, Rizzoli, 2010.

4
de subjetividad, es decir, la creación en todos los niveles de la sociedad, de cada uno de los
sujetos empresariales, homines economici, quienes, a su vez, constantemente reproducen el
mundo neoliberal. Pero en este contexto, ¿cómo resistir al neoliberalismo, crear alternativas, si
nuestra propia subjetividad es producida por él e impregnada de su racionalidad ? Mientras no
parece haber nada para que pueda ponernos por fuera del neoliberalismo. Sin embargo,
siguiendo a Foucault, el poder, incluido el poder neoliberal, siempre está definido por una
relación y el antagonismo. Foucault mismo explica que el poder “Es un conjunto de acciones
sobre acciones posibles; opera sobre el campo de posibilidad o se inscribe en el
comportamiento de los sujetos actuantes: incita, induce, seduce, facilita o dificulta; amplia o
limita, vuelve mías o menos probable; de manera extrema, constriñe o prohíbe de modo
absoluto; con todo, siempre es una manera de actuar sobre un sujeto actuante o sobre sujetos
actuantes, en tanto que actúan o son susceptibles de actuar. Un conjunto de acciones sobre
otras acciones.” 8 De ahí que la resistencia, desde un comienzo, esté siempre presente en el
poder como una posibilidad de ruptura. El sometimiento, así como la producción de
subjetividades que son funcionales al poder son, en sí mismos precarios y cortos con
resistencias y posibilidades alternativas. La subjetividad, en otras palabras, no está dada, sino
que es un terreno de lucha. El neoliberalismo pone en marcha un juego de subjetividades tan
potentes alrededor del deseo y la libertad que no parece poder transformarse únicamente a
través del combate por los significados, (Laclau-Mouffe), sino que exige el cuestionamiento y la
transformación de las condiciones materiales de vida de las poblaciones.

Nuestro marco de análisis: donde estamos.

El "Neoliberalismo" se articula con una nueva etapa del capitalismo asociada a cambios
sustantivos. Veamos.

1- Si el capital es una relación, aquella establecida entre capital y trabajo, depende, por lo tanto,
de las transformaciones alcanzadas en la relación de fuerzas entre capital y clase, correlato, a su
vez, de la generalización de la lucha y conflictos de clase. Cuando el capital se ve obligado por
las luchas a una mutación no sólo estructural, sino histórica, es decir, cuando se ve obligado a
pasar de un régimen disciplinario a uno de control, en ese momento cambia también la
naturaleza política del capital, transformándose entonces el concepto y la práctica de la
soberanía. En nuestro caso, asistimos igualmente a desplazamientos de aquellos procesos de
producción y valorización, basados en la fábrica y en el trabajo industrial, hacia procesos de
acumulación, basados en el trabajo social.
2- En el capitalismo contemporáneo a la par que la producción se asienta cada vez más en la
cooperación productiva, el trabajo deja de ser una actividad preferentemente física, para
convertirse en una actividad siempre más interdependiente con la actividad mental del hombre,
tendiendo a diferenciarlo, subjetivizándolo. Es posible hablar, en ese sentido, de una
transformación de la ontología social. De hecho en este proceso, la subjetividad, o sea la vida
del individuo, pasa a constituir la base potencial y real del proceso de valorización, por lo que
resulta posible hablar de biocapitalismo. Mientras la explotación se vuelve ahora expropiación
del valor producido por el trabajo cooperativo. Cooperación y subjetividad constituyen la base
de la producción del común y del nuevo sujeto productivo. Biopolítica entendida no como
negación de lo económico, como algunos marxistas intentan criticar, sino como adaptación de lo
económico en los modos de vida, y por tanto en lo subjetivo, la subjetivación.
3- Encontramos así nuevas formas de producción donde aparece una nueva figura hegemónica
del trabajo sobre las otras, en este caso el trabajo inmaterial por sobre el trabajo industrial.
Cuando decimos trabajo inmaterial nos referimos al trabajo intelectual y lingüístico, al trabajo
afectivo. Mientras el devenir del trabajo inmaterial afirma su autonomía, el suceder del trabajo
afectivo, de cuidado afirma su diferencia, escapando a toda regla y medida de control

8
M. Foucault, El sujeto y el poder, Revista Mexicana de Sociología, Vol. 50, Nº 3, Jul-Sept. 1988, pp 3-20, pág.
15.

5
capitalista. Debemos desechar aquí toda idea de entorno agradable así como debilitamiento de
las jerarquías o desorden en los puestos de trabajo. Sí reconocer que cambian las condiciones de
trabajo volviendo difusa la división entre tiempo de trabajo y tiempo libre. Mientras,
simultáneamente, se produce una reapropiación de los instrumentos de trabajo por parte del
trabajador.
4- Al constituirse la vida misma, en el capitalismo contemporáneo, en terreno sujeto al proceso
de valorización y explotación, diluyendo la frontera entre el tiempo de producción y
reproducción, este aspecto novedoso cuestiona y pone en tensión la relación entre el adentro y
el afuera exigiendo una necesaria reflexión sobre este proceso. Similar declinación parece
conjugarse a nivel del capitalismo global, donde el capitalismo parece haber derribado toda
frontera espacial para su expansión.
5- Se entiende que cuando toda la sociedad se incorpora al trabajo, cuando la cooperación social
deviene la base de la productividad y toda la vida social se encuentra implicada en las relaciones
del capital, entonces es la vida misma el objeto de la explotación. En ese momento el capital y
el estado se asumen como el biopoder actuando ahora en un contexto biopolítico, ya que la
figura del trabajo es, de hecho, tendencialmente biopolítica. No es sólo figura de
disciplinamiento sino también de control. No es figura sólo de producción, sino de
reproducción.
6-La extensión e intensificación del comando capitalista sobre la vida como terapia de la
explotación frente a la decadencia del fordismo, tiene acá como presupuesto operativo la
segmentación y, donde fuera posible, la individualización de la relación entre trabajo y capital
de manera de hacerlo al primero menos resiliente y políticamente más fragil. La pérdida de
centralidad del trabajo asalariado, la progresiva autonomía, descentralización y el volverse
reticular de la producción social, así como la individuaización de la relación capital-trabajo, son
signos de que el trabajo se organiza cada vez más por fuera de la fábrica.
7-El pasaje capitalista está determinado por el hecho de que el general intellect (asociado al
aprendizaje en general, -que tiene como antecedente la intelectualidad de masa-, y la actividad
en red) de la sociedad se ha incorporado al trabajo, de donde se sigue una general precarización
y fragmentación del trabajo. Flexibilidad para adaptarse a las distintas tareas, movilidad porque
se cambia frecuentemente de trabajo y precariedad porque ningún contrato es garante de un
empleo estable y duradero.
8-Cierto es que esta nueva condición coloca al trabajo en situación inicialmente desfavorable
con respecto al capital, por su caracter móvil, flexible y precario, aunque, simultáneamente,
asentado en su productividad e inteligencia, como sujeto de la producción, incorpora
potencialidades, fuerza constituyente y capacidad para construir algo nuevo, común, para todos
los trabajadores. Si la generación y difusión del saber están intimamente relacionadas a la
subjetividad, a la competencia e individualidad del trabajador, deviniendo objetivamente
dificilmente controlables y sujetas a disciplinamiento por el capital, la prestación laboral tiende
a fugarse de la relación de subalternidad salarial, para asumir la forma auto empresarial o de
auto emprendedor típica de la llamada sharing economy (economía colaborativa).
9- En el capitalismo de tipo bio-cognitivo el trabajo es móvil, en la medida que está disperso en
un ámbito productivo que no presenta fronteras inmediatas: no puede ser circunscripto ni a un
único espacio, ni a un único modelo organizativo. En esta movilidad fundan su importancia
tanto el general intellect, como resultado de la cooperación social, así como el concepto de
multitud, que da cuenta de la extensión de una compleja fuerza de trabajo no reducible a la
unidad, ni a una fuerza homogénea.9 La cooperación relacional, la comunicación y el
autocontrol social forman el triángulo que define el trabajo en el capitalismo cognitivo que
presenta un carácter ambivalente. En efecto, por un lado, la precarización, como signo distintivo
del trabajo, dificulta la generación de una capacidad política, consciente y organizada como
forma de contrastar la incertidumbre y la humillación de la vida laboral y social. Pero,
simultáneamente, es portador en sí de espacios y deseos de autonomización del trabajo
con relación al capital. Por lo que podemos afirmar que en el capitalismo biopolítico la

9 Características similares presenta hoy el movimiento de mujeres, en particular el Ni una menos sujeto
aparentemente unitario aunque con múltiples diferencias.

6
contradicción se expresa entre la cooperación social y el desarrollo de la forma biopolítica del
control.
10- Resulta difícil aceptar que a una nueva forma de explotación de los hombres, en momentos
en que la vida misma es puesta a trabajar y es objeto de explotación, pueda corresponder una
posibilidad creciente de conflictividad y sabotaje, rebelión y libertad. Hablar de “nuevo
capitalismo”, de capitalismo cognitivo, de trabajo inmaterial, de cooperación social, de
circulación de los saberes, de inteligencia colectiva (general intellect), significa describir
la nueva extensión de la substracción capitalista de la vida; su aplicación ya no sólo a la fábrica
sino a la sociedad completa. Aunque también se debe reconocer la generalización del ámbito
de la lucha, la transformación del lugar de la resistencia y la manera en que hoy en día la
metrópoli, como lugar extendido de la producción, se convierte en el espacio de posibles
resistencias.
11- El capitalismo ya no puede permitirse desubjetivar a los hombres y convertirlos en golems
de dos cabezas: por un lado el “individuo” en tanto unidad productiva, y por otro la “población
“ incorporada ahora como gubermentalidad capitalista. Y no lo puede incorporar porque lo que
produce valor es la producción común de las subjetividades. Decir que la producción se ha
vuelto “común “, significa reconocer que crear valor hoy en día es conectar en red las
subjetividades y captar, desviar, apropiarse de lo que ellas hacen con ese común que inauguran.
Hoy, el capitalismo necesita de las subjetividades, depende de ellas. La creciente transformación
de capital constante en fuerza de trabajo autoriza a hablar de mercados financieros
pertenecientes a un capitalismo de tipo biopolítico, en cuyo seno el trabajo es transfigurado. En
ese contexto el propio trabajo se vuelve cada vez más refractario a la medición contable,
consustancial con una antropología individualista y propietaria, portadora, a su vez, de una
inédita, desmesurada y excedente potencia subjetiva y creativa, que se traduce en la auto-
representación. Son estas nuevas condiciones del trabajo vivo y su composición política
renovada las que han provocado mutaciones y cambios importantes en nuestras sociedades
latinoamericanas.
12-En el plano del análisis del poder lo que puede designarse como la trama biopolítica de la
sociedad deja atrás la simplificadora forma dicotómica soberano-súbdito, así como el adentro y
afuera de la ley, para presentarse “como extra jurídica, flexible, excepcional ya que la
flexibilidad y la imprevisibilidad son el carácter del objeto vida al que se refiere”.10 Poder que
se ejercita no sólo a través del comando sino a través del incentivo siempre presente orientado
ya hacia una eventual carrera profesional ascendente, ya hacia el empoderamiento
(empowerment) del trabajo como gratificante propuesta que pavimente el camino de la
subjetivación. Un biopoder que produce un poco más de vida, no necesariamente restrictivo y
disciplinario, un poder que gobierna la vida a través del sometimiento a un saber-poder
económico (bioeconomía) que modela la gramática de la subjetividad y de su legítima
aspiración social.

En consecuencia si, nuestra lectura se inscribe en una perspectiva anticapitalista, no es posible


abordar la crítica al neoliberalismo de nuestros días, sin incorporar simultáneamente una lectura
sobre las nuevas condiciones laborales y las modalidades de explotación contemporáneas.

Dicho esto, avancemos. Asentados en el parágrafo 1 de más arriba, las formas que adoptan hoy
en día el capitalismo y el comando financiero deben ser entendidas como reacción a los
proyectos de liberación y de libertad desplegados con anterioridad por el sujeto del trabajo. Se
trata de un principio metodológico que nos indica, no tanto que las luchas anteceden
cronológicamente a las nuevas estructuras de poder, sino que, en todo caso, son responsables de
la innovación social y creatividad previa, en un sentido ontológico. De aquí la importancia de
comprender la naturaleza social de la producción, el cómo y qué se produce. Producción
cooperativa e inmaterial.


10 L. Bazzicalupo, Il governo delle vite, Laterza, Roma, 2006, pag. 39.

7
Gobierno de las subjetividades y procesos de subjetivación.

A partir de los años setenta una cierta lógica normativa empezó a imponerse, por medio de
diversos y variados experimentos de gobierno, proceso que llegó finalmente a finales del siglo
XX con el advenimiento de un sistema neoliberal mundial montado sobre el fracaso de la
socialdemocracia welfarista y como respuesta del capital a las luchas obreras de la época. El
neoliberalismo del que hablamos puede ser definido, siguiendo a Michel Foucault, como una
"racionalidad" específica, históricamente localizada, que guía las conductas individuales,
estructura las relaciones humanas y plasma la subjetividad. No se trata de analizar el neo-
liberalismo como una cierta racionalidad del poder que se cuela buscando tutelar las luchas, los
antagonismos y las líneas de flujo. En ese contexto rechazamos toda idea de abordaje del
neoliberalismo asociado a alguna totalidad macro o micro ideológica, como nuevo Leviatan
asentado ahora en la micropolítica. Rescatamos, por el contrario, una lectura que enfatiza la
permanente y ambivalente producción de subjetividad, cuya resolución exige ir mucho más allá
de toda dicotomía incluidos-excluidos, interior-exterior, los espacios capitalistas y no
capitalistas. En fin entre un occidente dominante y una periferia subalterna. Bajo el
neoliberalismo el biopoder estructura y organiza tecnologías del poder sobre la vida, las
poblaciones y los cuerpos. La competencia es su principio, la empresa su modelo. Competencia
que se amplia e intensifica producto de la globalización.
Se trata de una racionalidad que no tiene fronteras ni dimensionalmente, en tanto es global, ni
transversalmente, en términos de capacidad de penetración en todos los ámbitos de la existencia
humana. El neoliberalismo debe ser entendido como la mundialización de la lógica del
biopoder, que busca internalizar toda frontera previa existente, mediante el control de los
cuerpos y su producción cognitiva y afectiva. Toda actividad debe entonces inscribirse en un
sistema de competencia, cada actividad debe organizarse como una empresa. Se trata de
políticas que obedecen a una lógica profunda, a un movimiento que está llevando todos los
países, y potencialmente a toda la humanidad, a someterse a un conjunto de normas capitalistas
que se extienden más allá del terreno inicial de la acumulación de capital, para alcanzar,
mediante un proceso de reticulación, múltiples instituciones y relaciones sociales. Se trata en
cierto sentido de una "puesta en capital", de un investimento general del capital en la existencia
humana y en el conjunto de las condiciones de esta existencia. Asistimos, en esta nueva etapa
del capitalismo, a un desplazamiento donde lo que interesa ahora en las relaciones de poder no
es ya el sujeto productor sino el sujeto capital. El sujeto convertido en capital de sí mismo, ya
no el sujeto en cuanto cuerpo físico dedicado al trabajo en la cadena de montaje, en la fábrica,
aquel sujeto de la primera industrialización, sino este otro sujeto capaz de engendrar relaciones,
cooperación, saber y producción intelectual en el propio proceso de producción. Lo que está en
juego es mucho más que una ideología o una política económica: se trata de un sistema de
normas que operan en el plano de las prácticas y conductas, mediante estructuras flexibles y
tensiones internas con gradientes diferentes. Al mismo tiempo, la razón neoliberal
despliega toda una serie de dispositivos para el gobierno de las subjetividades que introducen a
la competencia como norma de todas las relaciones sociales y donde la cooperación social,
cada vez más extendida y multiforme queda subsumida en la maximización del rendimiento y la
ganancia privada. Mientras el liberalismo unió el imperativo de la libertad a la naturalización de
las normas económicas, la libertad, para el neoliberalismo, hoy, aparece como el aspecto central
en la conducción de la vida de los sujetos. Sin embargo, la libertad contemporánea se basa en el
criterio de la competencia y el rendimiento como horizontes de la economía y el mercado. Para
usufructuar la aspiración de libertad del ser humano, el neoliberalismo, en vez de defender la
libertad como un derecho natural, la ve como una conquista de la lógica del mercado, del
consumo, del rendimiento económico y de la competencia. El neoliberalismo
destruye al ciudadano y enarbola al empresario, desregula los derechos y regula la situaciones
que estimulan la fluidez del mercado. En este contexto aparecen fenómenos, propios de las
sociedades de control, como la flexibilización laboral, la conversión de las relaciones sociales
en relaciones de competencia, la implantación y usufructo de la inseguridad social, la cultura del
riesgo, etc.

8
Según Wendy Brown, el neoliberalismo es una racionalidad de gobierno definida por la
superposición de la racionalidad económica por sobre la racionalidad política, así como por la
creación de nuevos sujetos que están constituidos, de manera primordial, según una lógica
económica. Brown nos habla de “la derrota del homo politicus a manos del homo
oeconomicus”11. Y continúa: “¿cuáles son las implicaciones de la derrota del homo politicus a
manos del homo oeconomicus? Si bien en las democracias liberales modernas el homo politicus
se ve obviamente adelgazado, es sólo a través del dominio de la razón neoliberal que el sujeto
ciudadano deja de ser un ser político para convertirse en uno económico y el Estado se
reconstruye de uno que se fundamenta en la soberanía jurídica a uno modelado a partir de una
empresa. Cuando el neoliberalismo somete todas las esferas de la vida a la economización, el
efecto no es solamente la reducción de las funciones del Estado y del ciudadano o el aumento
de la esfera de la libertad en su definición económica a expensas de la inversión común en la
vida pública y los bienes públicos.”12 La administración neoliberal, en efecto, introduce la
racionalidad económica en las políticas sociales y prácticas que anteriormente estaban
esencialmente libres de la lógica económica, de los valores de mercado y de sus presiones,
mientras el estado conserva su singularidad. Aunque si se analiza el estado neoliberal es posible
rescatar a Lemke cuando describe así el análisis foucaltiano del pensamiento ordo-liberal: "La
libertad económica produce la legitimidad de una forma de soberanía cuyo único objeto es la
garantía de la actividad económica [...]. Es un Estado que no es más definido en términos de
misión histórica, sino que deriva su legitimidad del crecimiento económico." 13 Se trata de una
nueva forma de legitimación, una forma que "funda un Estado", según Lemke, y que se
distingue de la concepción hegeliana o de aquella de la Revolución Francesa, es decir, la
concepción del Estado constitucional como el nuevo universal representativo del pueblo. No
estamos en presencia ya de un mercado controlado por el estado, sino que por el contrario el
mercado se presenta como el principio de organización y regulación del Estado y de la sociedad.

Pero igualmente debemos ser claros y evitar, tras esta formulación, toda idea de reducir el
neoliberalismo y su biopoder a una totalidad plana, sin estrías, dejando de lado en este momento
la duplicidad de los polos implícitos en esta presupuesta relación asimétrica. El capital, como
relación social, debe establecer como condición indispensable un relación con el exterior, vital
para su permanencia y reproducción. Por lo que esta relación supone implícitamente le
existencia y construcción de la subversión generalizada del opuesto antagónico capaz de
multiplicar las lineas de flujo e inscribirse en un devenir revolucionario poliforme. En esta
dinámica resaltamos los procesos de modos de subjetivación, recordando que, según Foucault,
no hay analítica del poder sin analítica de la subjetivación. Se trata de una disputa permanente
entre la producción de subjetividad como objetivación y el modo de subjetivación autónoma. Se
trata de una subjetivación resistente a la objetivación.
Pero la gubermentalidad neoliberal no solo es control, sino que incorpora igualmente la relación
entre guerras y capital. No se trata de un poder blando que deja atrás las guerras, sino de formas
de regulación de las conductas que se vale de prácticas coercitivas y violentas como condición
de su ejercicio14. Así E. Alliez y M. Lazzarato señalan que “la guerra, la moneda y el estado
son las fuerzas constituyentes o constitutivas, es decir ontológicas del capitalismo”.15 La
genealogía del capitalismo nos muestra que sin el ejercicio de la guerra externa y de la guerra
civil interna, el capital no hubiese podido constituirse. Igualmente el Estado nunca podría haber

11 W. Brown, El pueblo sin atributos, Barcelona, Malpaso, 2016, pág. 145 y 288.
12 Ibídem, pág. 145
13 T. Lemke, The birth of biopolitics: Michel Foucault’s lectures at the College de France on neoliberal
gubermentality, Economy and Society, 30:2 190-207, pag. 196.
14 Según Brown, “ El capital — y no sólo su articulación en la razón económica y la gobernanza — domina a los
seres humanos y los mundos humanos que organiza. Si se omite este aspecto en la teorización del neoliberalismo
(...), no se puede entender la intrincada dinámica entre la racionalidad política y las restricciones económicas, ni
la medida y la profundidad del poder del neoliberalismo para construir este mundo y la falta de libertad en él” W.
Brown, El pueblo sin atributos la secreta revolución del neoliberalismo, Malpaso, México 2016, pág 98
15 E. Alliez, M. Lazzarato Guerres et capital, Editions Amsterdam, Paris, 2016, pág. 17.

9
ejercido sus funciones administrativas, jurídicas, gubernamentales y militares sin la captura y la
valorización de la riqueza operada por el capital. En ese sentido Alliez y Lazzarato recuperan
aquella tesis que ve en la acumulación originaria no solo la prehistoria del capitalismo sino su
reactualización constante. Como señala A. Mbembe “resulta interesante constatar que es en las
colonias y bajo el regimen del apartheid que hace su aparici6n un terror particular. La
característica más original de esta formaci6n de terror es la concatenación del biopoder, del
estado de excepci6n y del estado de sitio. La raza es, de nuevo, determinante en este
encadenamiento, es en la esclavitud que hay que buscar la genealogía de la biopolítica y del
racismo, donde se asiste mucho, antes que en Europa a la selección de razas, la prohibición de
matrimonios mixtos, la esterilización forzosa e incluso el exterminio de los pueblos vencidos
han sido probados por primera vezen el mundo colonial.16 Bajo la lectura de Mbembe, la
biopolítica resultará ser también el punto de partida para el desarrollo del capitalismo. Aunque
Mbembe hará una diferenciación entre la vieja y la nueva colonización: “La ocupación colonial
tardía difiere en muchos aspectos de la de la era moderna, particularmente en lo relativo a Ia
combinación entre lo disciplinario, la bioplítica y Ia necropolítica. La forma mas redonda del
necropoder es Ia ocupación colonial de Palestina”.17 Formas de grado antes que de naturaleza,
entre la biopolítica de la colonización y la biopolítica europea de los siglos XVIII y XIX.
De esta manera incorporando a la acumulación originaria, con la colonización intra y
extraeuropeas, alcanzamos una genealogía más profunda de las disciplinas, la biopolítica y el
racismo que nos permite entender más cabalmente nuestro presente.18 Al mismo tiempo, bajo
esta perspectiva, queda impugnada la idea de una acumulación propiamente capitalista que deja
atrás la violencia de la acumulación originaria.

Excursus: Existe una clara tendencia, por lo demás bastante extendida, a caracterizar la
gubernamentalidad neoliberal foucaultiana como un poder blando (soft power) asentada en un
doble malentendido sobre la misma noción de gubernamentalidad y su particular articulación
con las relaciones entre poder/verdad/subjetividad elaboradas por Foucault.19 Así, según esta
lectura, mientras la sociedad disciplinaria se aborda desde una óptica fuertemente ligada a la
“hipótesis nietzschiana” de la guerra y de las relaciones de fuerzas, las sociedades de control,
ligadas al neoliberalismo, se corresponderían con una noción de gobierno donde el poder es
entendido como conducción de conductas y estructuración de campos de acción. Bajo esta
lectura los dispositivos disciplinarios, la sexualidad, las regulaciones biopolíticas, etc. habrían
sido descriptas por Foucault como figuras de un poder que simplemente reprime y se ejerce
desde el exterior, de manera violenta, sobre sujetos pasivos. Dejando de lado, en este mismo
momento, la física de las fuerzas nietzcheanas que incorporan el modelo de la acción sobre
acción. Esta lectura de un Foucault en dos tiempos se encuentra asociada igualmente a un
enredo entre la genealogía del poder y las sucesivas épocas de la historia del poder. Donde
Foucault habría pasado de la guerra y de la relación dominadores-dominados, como matriz para
comprender las relaciones de poder, hacia una noción de gobierno que entiende el poder como
conducción de conductas. Curiosa idea donde los dispositivos y tecnologías políticas
foucaultianas son asumidos como expresiones sucesivas de una historia del poder (soberanía,
disciplina, biopolítica, control, neoliberalismo), antes que el resultado de inestables relaciones
de fuerzas que decantan prácticas, discursos y técnicas que, imbricadas unas con otras, dan lugar
a diferentes configuraciones históricas. Y en ese marco todo se remitiría a un análisis de los
rasgos propios de épocas sucesivas en la historia del poder. Asumir a la gubermentalidad
neoliberal como una época –poder ejercido desde el gobierno, que ha dejado atrás la sociedad
disciplinaria o biopolítica (esta última como dominación) conduce casi indefectiblemente a la
imposibilidad de poder entender el funcionamiento y las técnicas del poder disciplinario y


16 A. Mbembe, Necropolitica, seguido de Sobre el gobierno privado indirecto, Edit. Melusina, España 2011, pág
35-36.
17 Ibídem, pág. 46.
18 Alliez y Lazzarato, op. Cit, pag 77 y ss.
19 Véase por ejemplo, E. Castro, El vocabulario de Michael Foucault, Prometeo, Bs. As. 2006, pág. 234.

10
biopolítico en nuestros días. Sin perjuicio de entender que ambos poderes funcionan en nuestros
días de manera diferente a lo que lo hacían en el XVIII y XIX. Una aclaración importante nos
lleva a concluir que si bien la emergencia del poder disciplinario puede ser situada
históricamente, no significa eso que pueda ser reducido a una época, es un conjunto articulado
de técnicas, saberes, dispositivos, etc. No se puede deducir las funciones de las técnicas y
dispositivos concretos –en este caso del neoliberalismo- a partir de una historia del poder, sino
de interrogarse sobre su modalidad de funcionamiento en momentos situados. Por lo tanto las
técnicas de gobierno, su emergencia, sustituciones y liberaciones no pueden deducirse de
transformaciones de épocas, sino del fino trazo de sus genealogías, reconociendo que la historia
es un sin número de acontecimientos.
Se trata, en todo caso de dar cuenta cómo se entrelazan en la gubernamentalidad neoliberal los
poderes soberanos, disciplinarios, securitarios, biopolíticos, en tanto formas de poder que no se
suceden sino que se solapan en nuestro presente. Claramente, esto no quiere decir desconocer
las transformaciones actuales en las tecnologías de poder. Todo lo contrario: dar cuenta de los
rasgos de la gubernamentalidad de nuestro tiempo supone mapear sus procedencias y señalar
sus mutaciones. Pero el arte de gobernar neoliberal busca insuflar e incrementar las libertades;
el diagnóstico del gobierno neoliberal se apoya en sujetos libres (gobierno mediante el
autogobierno) de ahí que, igualmente, nos interroguemos sobre cómo se produce esa libertad,
cómo se fabrica al hombre de esa libertad, cómo se produce la subjetividad neoliberal o, lo que
es lo mismo: por medio de qué coacciones hemos llegado a concebirnos a nosotros mismos
como un capital y como una empresa.
En esta dinámica, el estado, lejos de ser un obstáculo, como vulgarmente se cree para la
ampliación de la lógica del mercado, se ha convertido rápidamente en uno de los principales
agentes, si no en el vector esencial. Los instrumentos de la acción pública, que en otra época se
articularon con la gestión social-demócrata y keynesiana, se han convertido, paradójicamente,
en palancas para transformar el interior de la lógica de funcionamiento de la acción pública y
ponerla al servicio de una transformación profunda de la sociedad. Resulta erróneo a todas luces
pensar esta transformación en los términos convencionales de una limitación de la intervención
gubernamental, de un retiro del estado: no se trata de limitar, sino en cierto sentido de una
ampliación, o, más bien, de una transformación (estatal) para ampliar (la lógica del mercado).

La gubermentalidad neoliberal.

Una de los más incisivos estudios sobre la racionalidad política neoliberal lo debemos a Michel
Foucault, autor generalmente no reconocido, como un teórico del liberalismo o de la economía
política. Sin embargo, los cursos de Foucault en el College de France de 1978 y 197920, recogen
una serie de presentaciones de análisis crítico sobre dos grupos de economistas neo-liberales:
los llamados Ordo-liberales de Alemania de posguerra (llamados así porque sus integrantes,
miembros originalmente de la "Escuela de Friburgo", publicaban en el journal Ordo), y los
pertenecientes a la Escuela de Chicago, surgida a mediados del siglo XX en los Estados Unidos.
Esta observación nos indica que el neoliberalismo no es una novedad, ni nos hace libres. Por el
contrario, limita nuestra libertad en la medida que apoyamos toda opción de vida, alternativa a
la que subrepticiamente intenta imponernos.
Debemos reconocer, sin embargo, que la gubermentalidad expresa un conjunto de procesos
históricos que, superando el estado de la justicia feudal, a través de los procesos de
concentración administrativa y territorial de los estados y del enfrentamiento religioso, propio
de los primeros años de la edad moderna, alcanzó a plasmarse en un estado de gobierno. Con la
expresión gubermentalidad Foucault describirá la trama de la relación dentro del poder que la
modernidad política establece y que asume características diferentes, atento a sus diversas fases
históricas: una trama cambiante, porque está históricamente determinada, no homogénea,
discontinua, que entrecruza múltiples elementos, lo que determina que una dada

20 M. Foucault , Seguridad, territorio y población, Bs. As. FCE, 2004 y Nacimiento de la biopolítica, Bs. As. FCE,
2007,

11
gubermentalidad sea la dominante. La gubermentalidad neoliberal, para Foucault, tiene por
objeto orientar un cambio en la naturaleza del ejercicio del poder, que responde precisamente a
los cambios originados en la reestructuración del capital. La regulación monetaria, asentada en
la mercantilización de la sociedad, adquiere un carácter difuso a la par que el neoliberalismo
produce instituciones moleculares que diseminadas en el tejido de la fábrica social reconocen de
esa manera la producción biopolítica de la producción social. El capital no tiene otra alternativa
más que reconocer esa dimensión ya que necesita controlar y explotar la nueva fuerza de trabajo
vivo. Se produce una alteración fundamental al interior del capital: si anteriormente en el
fordismo el capital financiero se encontraba en una situación de exterioridad con relación al
capital industrial, ahora en el neoliberalismo financiariza las relaciones sociales invistiendo a la
vida. La financiarización de la vida por abajo y desde dentro21 se convierte en un pivote central
del control del trabajo vivo, es la forma contemporánea del mando capitalista22. Con la llegada
del capitalismo cognitivo, la valorización tiende a suscitarse sobre formas de trabajo diversas,
que desbordan el horario laboral efectivamente certificado para coincidir, cada vez más, con el
tiempo total de vida23.

El concepto de Foucault de gubermentalidad resulta ventajoso en términos teóricos para un


análisis del neo-liberalismo por dos razones fundamentales, según Lemke24. Primero, porque
dado que el liderazgo político es una forma de gobierno, aquella línea divisoria, que los liberales
establecen entre la esfera pública y privada, entre el dominio del Estado y el de la sociedad, se
convierte en objeto de estudio. Y así ambos dominios y espacios dejan de ser leídos como base
y límite de la práctica gubernamental, para convertirse en su instrumento y efecto.
Simultáneamente, aquella polarización asumida por el liberalismo entre poder y subjetividad
deja de ser admisible, plausible. Visto desde la gubermentalidad, el gobierno remite a un
continuo, que se extiende desde el derecho político del gobierno a formas de auto-regulación, es
decir, "las tecnologías del sí” como las denomina Foucault: Llamo “gubernamentalidad” a la
confluencia entre las técnicas de dominación ejercida sobre los otros y las técnicas de si
mismo”.25
Los estudios sobre la gubermentalidad revelan que la forma neoliberal de gobierno no conduce
simplemente a cambios en la actuación por fuera del estado y a nivel de la sociedad, a una
reducción en el estado o limitaciones sobre algunas funciones básicas. Por el contrario, el
estado, en el modelo neoliberal no sólo conserva sus funciones tradicionales, sino que asume
nuevas tareas y funciones. La forma neo-liberal de gobierno se resuelve no sólo por la
intervención directa a través de aparatos estatales empoderados y especializados, sino que
desarrolla técnicas indirectas para liderar y controlar individuos sin al mismo tiempo ser
responsable de ellos.

El concepto de gubermentalidad o gobierno supone en Foucault una hipótesis de trabajo


asentada en la recíproca constitución de las técnicas de poder y las formas de conocimiento. El
estudio de las tecnologías de poder requiere analizar la racionalidad política que las sustentan:
de allí la composición semántica de gouvernmentalité (gubermentalidad): gouverneur, como
gobernar, y mentalité, como modos de pensamiento. En otras palabras, existen dos caras de la
gubermentalidad (en ciertos puntos Foucault también habla de "el arte de gobierno"). Por un
lado, el término determina con precisión una forma específica de representación; dicho de otra
forma, el gobierno define un campo discursivo donde el ejercicio del poder es "racionalizado".
Por otro lado, también estructura formas específicas de intervención que tienen por objeto


21 A. Fumagalli, Grateful dead economy, la psichedelia finanziaria, Agenzia X, Milano, 2016, pág. 170.
22 A. Negri, Postfacio en La gran crisis de la economía global, op. Cit. Pág. 178.
23 La gran crisis, Nada será como antes, pág. 151.
24 T. Lemke, op.cit. pág. 201
25 M. Foucault, Obras esenciales, Bs. As., Paidos, 2010, Las técnicas de sí, pág. 1071. En Dits et écrits Nº IV,
Paris, Gallimard, 1994, pág. 785.

12
permitir gobernar los objetos y sujetos, según una racionalidad política, que constituye, en sí
misma, el procesamiento intelectual de la realidad abordable por las tecnologías políticas.
Mientras, en las clases de 1978, Foucault traza la genealogía de la gubermentalidad, desde los
clásicos griegos y romanos, a través de la orientación pastoral cristiana primitiva, a la noción de
la razón de estado y la ciencia de la policía, las clases de 1979 se centraron en el estudio de las
formas de gobierno de los liberales y los neo-liberales.
En el esquema Ordo -liberal, dice Foucault, el mercado no equivale a una realidad económica
natural, con leyes intrínsecas que el arte del gobierno debe tener en cuenta y respetar; por el
contrario, el mercado puede constituirse y mantenerse vivo sólo por medio de intervenciones
políticas. Como el mercado, la competencia, para los ordo liberales, no es un hecho natural,
parte integrante siempre del dominio económico. Por lo que este mecanismo fundamental de la
economía sólo puede funcionar con apoyo y refuerzo de una serie de condiciones que deben ser
garantizadas por medidas legales. En la lectura Ordo-liberal, el mecanismo del mercado y el
impacto de la competencia pueden surgir sólo, si son producidos por la práctica del gobierno.
En este sentido creen que el estado y la economía de mercado no están yuxtapuestos, sino que
mutuamente se presupone la existencia de uno y del otro26. Se trata de una lectura diferente a la
del liberalismo del XVIII y XIX, para el que el mercado y la competencia son fenómenos
naturales propios del capitalismo, y de lo que se trata es de una intervención estatal que permita
definir y monitorear la libertad de mercado: el mercado supervisado por el estado. Los Ordo –
liberales, suponen que la supervivencia del "sistema capitalista" depende de la capacidad
política para construir respuestas innovadoras a las más o menos contingentes compulsiones
estructurales y obstrucciones que forman parte de este sistema y a las que se está
necesariamente sujeto. Para decirlo, sucintamente los Ordo-liberales, tratan de demostrar que no
hay un solo capitalismo con su lógica, sus callejones sin salida y sus contradicciones, sino una
entidad económico-institucional que históricamente es abierta y puede ser cambiada desde el
punto de vista político. Para los Ordo -liberales, la política social no ejerce una función
compensatoria, sino que se asienta en la necesidad de compensar los efectos destructivos de la
libertad económica. Se debe bloquear los mecanismos anti-competitivos como forma de
disminuir las desigualdades, forjando un marco social base material para la empresa: dicho en
otros términos "la desigualdad es la misma para todos"27 El objetivo de esa estrategia política
es multiplicar y ampliar las formas empresariales dentro del cuerpo social, sea generando un
modelo de relaciones sociales per se de los mecanismos económicos de la oferta y la demanda,
es decir de la competencia, ya orientada a la reproducción y re-activación de valores morales y
culturales que se oponen al libre juego de la economía y están permanentemente amenazados
por él28.
El concepto de gobierno que utiliza Foucault se referencia en la antigua acepción del término
utiliza el concepto de gobierno a la par que proyecta el estrecho vínculo entre las relaciones de
poder y los procesos de subjetivación29. No sólo incorpora la gestión/control por parte del
Estado o de la administración, sino que el "gobierno" también incorpora el auto-control, así
como la orientación para la familia y para los niños, la administración del hogar. Se trata de un
término que abarca desde el "gobierno del sí, como el “gobierno de los otros”30. Junto con ello
en la historia de la gubernamentalidad, Foucault intenta mostrar cómo el moderno Estado
soberano y el individuo autónomo moderno co-determinan mutuamente su aparición.

Las modernas formas de control.

En la segunda parte del curso que Foucault dictara en los años 78-79 en el Collège de France
recopilado bajo el título de “El Nacimiento de la Biopolítica”, Foucault lleva su análisis a la


26 M. Foucault, El nacimiento… op. Cit. Pág. 253-254.
27 Ibídem, Op. Cit. Pág 176.
28 Ibídem, Op. Cit. Pág 278.
29 M. Foucault, Seguridad.. op. Cit. Pág. 147.
30 Ibídem, pág. 149.

13
etapa contemporánea, esto es los años 60 y 70, poniendo especial atención en los cambios
alcanzados en las relaciones de poder. Ya no se trata de analizar y abordar las relaciones
establecidas entre el productor obrero y el capitalista. Se produce un desplazamiento en el juego
de las relaciones de poder desde el cuerpo físico del obrero que produce, asociado a la clásica
concepción de la fuerza de trabajo propia del siglo XIX, al nuevo sujeto productor, ahora sujeto
capital. Se trata ahora de un sujeto convertido en capital de sí mismo, alejado de la cadena de
montaje de fábrica como lugar de producción de la primera industrialización, que se movía
asentada fundamentalmente en el desgaste físico del obrero; estamos hablando de aquel sujeto
productor contemporáneo que desarrolla sus tareas productivas basadas ahora en la cooperación
social, en la producción intelectual y en la comunicación. Así Foucault anticipa aquello que
hoy, observamos tiende a convertirse en la norma. Esto es, advertimos una reducción relativa
del clásico trabajo industrial y un crecimiento, igualmente relativo, de aquel tipo de trabajo
donde es el sujeto entero, con su mente, su cuerpo, sus relaciones y sus afectos el que es puesto
a trabajar; donde la frontera entre el tiempo de vida y de trabajo, tan marcado en el fordismo, se
desdibuja; donde el producido incorpora un alto componente social y cognitivo. Dice Foucault:
el biopoder inviste a la vida. Y en el momento en que el poder inviste a la vida, se alteran el
estatuto de la vida, de los individuos y de su carácter reproductivo. Si la producción hoy es
producción cognitiva, relacional, afectiva, lingüística, inmersa en el tejido social, entonces esto
incluye lo que clásicamente se llamaba reproducción social. En este marco, resulta obvio que la
clásica distinción clásica entre la producción y la reproducción, aquella que analizara Marx en el
siglo XIX, ahora se ve rearticulada. En el contexto neoliberal, de la subsunción real del trabajo
por el capital, la biopolítica asume características diferentes a aquellas del siglo XIX ya que no
se trata del cuerpo del obrero fabril, sino del sujeto que trabaja asentado en la sociabilidad del
individuo. Donde las propias relaciones sociales se convierten en el terreno donde se construye
la valorización económica. En ese marco el capital echa mano a nuevos dispositivos para
gobernar esta nueva productividad social, que quedaron fuera de la óptica foucaultiana.
El neoliberalismo se inscribe en una teoría y práctica asociada a una profunda reestructuración
de los dispositivos de poder y producción de otros nuevos destinados a obtener el control sobre
los procesos de subjetivación política. Al separar la política económica de la social y proponer
una política social individual, eliminando todos los dispositivos de seguridad social propios del
estado benefactor, los neoliberales obligan a que cada individuo asuma sus propios riesgos
como empresario de sí mismo reafirmando la idea de “que es su propio capital, su propio
productor, la fuente de [sus] ingresos”31. En ese contexto, el miedo y la inseguridad conexa se
vuelve un dispositivo de control para la gubernamentalidad neoliberal, que se potencia en los
períodos de crisis económica. Así, para Lazzarato el miedo y la crisis constituyen el horizonte
insuperable de la gubernamentalidad del capitalismo neoliberal.
Es posible observar hoy plenamente la contraparte de la acción pervasiva del mecanismo de la
deuda, en tanto dispositivo de sometimiento, tanto de los individuos, como de los Estados.
Más allá de la riqueza de los análisis foucaultianos debemos reconocer que hay toda una serie
de nuevos dispositivos que Foucault no conoció, recordemos que murió en 1984, pero que
podemos, prolongando su análisis, intentar analizar. Así, una actualización del diagnóstico
foucaultiano sobre el neoliberalismo y sus modos de subjetivación exige, entre otras cosas, de
una indagación más profunda en torno a sus articulaciones con la extensión y hegemonía del
capitalismo financiero, del que depende en gran medida nuestra propia capitalización, la
producción y explotación del común y de nuestras mentes y cuerpos. Por lo demás, sabemos que
el capitalismo produce no solo formas de sujeción social sino también de servidumbre
maquínica32; que no apunta solo al sujeto sino también a lo dividual, no extrae valor solamente

31 M. Foucault, Nacimiento de… op. Cit. Pág. 125.
32 La servidumbre maquínica consiste en la movilización y en la modulación de los componentes preindividuales,
precognitivos y preverbales de la subjetividad, haciendo funcionar los afectos, las percepciones, las sensaciones
aún no individuadas, aún no asignables a un sujeto, etc., como elementos de una máquina. Mientras que la
sujeción implica a personas globales, representaciones subjetivas molares fácilmente manipulables, “la
servidumbre maquínica agencia elementos infrapersonales, infrasociales, en razón de una economía molecular
del deseo más difícil de mantener en el seno de las relaciones sociales estratificadas” que movilizan a los sujetos
individuales. La servidumbre maquínica, por tanto, no es lo mismo que la sujeción social. Si esta última se dirige a

14
de los individuos y su fuerza de trabajo sino también de lo preindividual, lo cual hace muchas
más complejas las posibilidades de resistencia.
Será M. Lazzarato quien integrarará la interpretación foucaultiana del neoliberalismo con un
análisis de la función de las finanzas y la deuda en su libro La fábrica del hombre endeudado,
incorporando el rol decisivo en estos días del capital financiero y la producción masiva de deuda
como dispositivo de captura y de control de los sujetos. No sorprende que frente al recorte de
salarios, la precarización laboral y la reducción de los servicios sociales, el empresario de sí
mismo se transforme progresivamente en un hombre endeudado. Sucintamente el sujeto capital
no posee otro capital que sus propias aptitudes, mientras se ve lanzado inducido por la dinámica
del mismo capitalismo hacia imperativos siempre crecientes de consumo y con cada vez menos
medios propios para satisfacerlos. La brecha entre esas expectativas y esos medios es llenada
por el endeudamiento, que, a su vez, obliga a aceptar las nuevas condiciones de trabajo y de
vida. Más aún para Lazzarato la financiarización de la economía debe interpretarse como
“economía de la deuda” y ésta como un dispositivo no sólo de explotación (apropiación por vía
del interés de un valor socialmente producido), sino también como un dispositivo de “técnica
securitaria de gobierno tendiente a reducir la incertidumbre de las conductas de los
gobernados”33 La deuda, para Lazzarato debe ser entendida como mecanismo de sujeción social
que “alcanza un dominio molar sobre el sujeto por la movilización de su conciencia su
memoria y sus representaciones, en tanto que el sojuzgamiento maquinal permite un dominio
molecular, infrapersonal y preindividual de la subjetividad.” 34 Continúa Lazzarato: “la
relación acreedor-deudor” constituye “el paradigma subjetivo del capitalismo contemporáneo
(…). Es la deuda la que disciplina, domestica, fabrica, modula y modela la subjetividad”35. En
este sentido, Lazzarato sostiene que la deuda y la moneda constituyen, desde fines de la década
del setenta, los dispositivos estratégicos del gobierno neoliberal.36
El temor, como dispositivo de control de la subjetividad, se conjuga con lo que Dardot y Laval
han designado como dispositivo de rendimiento y goce. Para ellos la fuerza de la racionalidad
neoliberal reside en producir situaciones donde los sujetos se ven obligados a funcionar de
acuerdo con las reglas de juego que se les imponen, como si ellos mismos las hubiesen elegido.
“Lo que se requiere del nuevo sujeto es que produzca <<cada vez más>> y goce <<cada vez
más>>, que esté así conectado con un <<plus de gozar>> ya que se ha convertido en sistémico.
La vida misma en todos sus aspectos se convierte en objeto de los dispositivos de rendimiento y
de goce.” 37
Nos enfrentamos en estos días a una nueva composición social y política imposible de reducir a
las clásicas fórmulas representativas del Estado y/o del partido. La composición de la fuerza de
trabajo vivo se encuentra inmersa en nuevas jerarquizaciones, nuevos y diferenciados regímenes
de empleo, nuevas formas de relación entre ellas asociadas a prácticas colectivas y una
acentuada fragmentación y precarización del trabajo. El neoliberalismo tiende a desintegrar
aquel régimen de arbitrajes constitutivos que construyeron la moderna noción de sujeto, para
luego rearticularlas de otra manera. Precisamente por ello, operan sobre un terreno
completamente diferente al que ha conocido hasta hora la teoría política. Un espacio donde
poder hacer frente al desafío de formas de subjetivación que ya no pueden referenciarse en
conceptos y categorías propias del orden del discurso. Nos posicionamos en un horizonte de
análisis referido a las migraciones provocadas por la crisis del fordismo, a las reivindicaciones
de género o al aparente objetivo cultural de significativos movimientos sociales que han
caracterizado los últimos decenios.


la dimensión molar, individuada, de la subjetividad, la primera activa su dimensión molecular, preindividual,
preverbal, presocial. M. Lazzarato La máquina, en http://eipcp.net/transversal/1106/lazzarato/es

33 M. Lazzarato, La fábrica del hombre endeudado, Amorrortu, Bs. As., 2013, pág. 52.
34 Op. Cit. Pág. 169.
35 M. Lazzarato, op. Cit. Pág. 44.
36 ibidem, Pág. 104.
37 P. Dardot, C. Laval, La nueva razón de mundo, Gedisa, Barcelona, 2013, págs.. 360.

15
Gubermentalidad neoliberal: mercado y estado.

El neoliberalismo de nuestro días puede asociarse al desarrollado por la escuela de Chicago en


la persona de M. Friedman. El proyecto neoliberal de los años treinta giraba en torno a dos
grandes cuestiones: por un lado, refundar el liberalismo contra el puro laissez-faire,
relegitimando en cierto sentido el papel del Estado y de las leyes; por otro lado, reinventar una
doctrina del mercado centrada en la competencia. En esta perspectiva, el mercado competitivo
depende de hecho de las instituciones y debe ser construido o mantenido a través de
intervenciones regulares y sustanciales. Considerado como racionalidad política, el
neoliberalismo es consecuencia de un intervencionismo de género especial, basado en un
constructivismo más o menos explícito. En este se opone al "liberalismo", que se considera
como un mero laissez-faire. En efecto, “en su exigencia de propagación de la racionalidad
económica, el neoliberalismo es más normativo que ontológico; e insta a tal efecto un marco
institucional, una serie de medidas políticas y un discurso. El neoliberalismo es un proyecto
constructivista: para él, la aplicación estricta de la racionalidad económica a todos los ámbitos
de la sociedad no es un dato ontológico; opera por lo tanto, como se va a ver, en el desarrollo,
la difusión y la institucionalización de esa racionalidad.”38
La racionalidad neoliberal se caracteriza por la extensión y prevalencia de la competencia,
como forma general, a todas las actividades de producción (principalmente las que producen
servicios no comerciales) y las relaciones sociales fuera de la esfera estrictamente productiva
hasta ese momento. Esta lógica universal de la competencia se propaga mediante una suerte de
gestion empresarial de las prácticas, las técnicas y los discursos y una normalización de las
actividades públicas, privadas, individuales y sociales, que producen el efecto de homologar los
modos sociales de hacer y ser.
“El neo-liberalismo no considera el mercado y el comportamiento económico racional como
puramente naturales. Uno y otro son construidos - están labrados por la ley y las instituciones
y exigen una intervención y una orquestación políticas. Lejos de prosperar cuando se deja
librada a sí misma, la economía debe ser dirigida, apoyada y protegida por la ley y por el
Gobierno, al igual que por la difusión de normas sociales elaboradas para facilitar la
competencia, el libre comercio y la acción económica racional de todos los actores y de todas
las instituciones sociales.39 Brown sigue a Lemke cuando cita: "En el diseño ordo-liberal, el
mercado no es una realidad económica natural, dotada de leyes propias, que un buen gobierno
debe respetar sin nunca olvidarlas. Por el contrario, no puede constituirse y recogido más que
a fuerza de la intervención política [...]. La competencia no es más un hecho natural [...]. Este
mecanismo económico fundamental no puede funcionar si toda una serie de condiciones son
asegurados; sólo las medidas legales pueden permitir que se adhiere." 40
El Estado neoliberal construye mercados y pone a las personas en situaciones de competencia.
La imposición de esta forma de competencia no tiene nada de natural. No es el resultado de
procesos espontáneos inherente a la dinámica del capitalismo. Es, más bien, el resultado de una
precisa construcción política. Esta construcción se logra o alcanza a través de la "privatización"
de las empresas públicas y delegación de las actividades públicas en beneficio de empresas
privadas. En el caso de la salud, la educación la investigación pública, el objetivo es crear una
situación competitiva interna y externamente, una situación de mercado sin “mercancía”,
especie de cuasi-mercado. La escuela, la universidad, el hospital son considerados como
empresas en competencia entre sí, en un campo de batalla nacional e internacional, debiendo
obedecer a esta razón. Si recordamos que, bajo la subsunción real del trabajo por el capital, el
capital inviste la vida entera, el capital humano41, por lo que, en ese momento, la producción y


38 W. Brown, Neoliberalism and the end of liberal democracy, Edgework, Critical Essays on Knowledge and
Politics, Cap. 3, Princeton University Press, págs. 40-41.
39 Ibídem, pág. 41.
40 T. Lemke, op. Cit. pag. 193.
41 M. Foucault, El nacimiento de la biopolítica, FCE, Bs. As. 2007, Clase 14 marzo 1979, pág. 255.

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reproducción del sujeto trabajador queda bajo su entera responsabilidad, entonces será posible
solapar al neoliberalismo y el capitalismo bio-cognitivo. Asistimos a la desaparición de toda
diferencia entre el orden económico y el social, mientras se traslada el criterio analítico
económico a esferas, hasta ese momento, fuera de toda racionalidad económica. Se trata de la
“multiplicación de la forma empresa dentro del cuerpo social”, lo que según Foucault,
“constituye el objetivo de la política neoliberal”42. Y, simultáneamente, el propio gobierno, la
acción gubernamental se ve sometida a criterios empresariales, se convierte en una especie de
empresa, tras la universalización de la competencia y la invención de formas de mercado para el
accionar de los individuos e instituciones.
Bajo la concepción neoliberal, propone W. Brown: “el ser humano está íntegramente diseñado
como homo oeconomicus, y todas las dimensiones de la vida son modeladas por la racionalidad
de mercado. En consecuencia, toda acción y toda decisión política se rigen por las
consideraciones de rentabilidad y es igualmente importante; toda acción humana o
institucional se concibe como la acción racional de un contratista, sobre la base del cálculo de
la utilidad, el interés y la satisfacción, siguiendo una grilla microeconómica moralmente
neutra, cuyas variables son la escasez, la oferta y demanda. Y continúa: “El neoliberalismo no
concibe todo, en la vida social, cultural y política, como reducible a ese cálculo, sino que
desarrolla también las prácticas y las recompensas institucionales que permitan realizar este
diseño. En otras palabras, el discurso y la política que transmiten sus criterios permiten al neo-
liberalismo formar agentes racionales y tomar las decisiones dictadas, en todos los ámbitos,
por la lógica de mercado”43
El neoliberalismo destruye al ciudadano y enarbola al empresario, desregula los derechos y
regula las situaciones que estimulan la fluidez del mercado. En este contexto aparecen
fenómenos, propios de las sociedades de control, como la flexibilización laboral, la
conversión de las relaciones sociales en relaciones de competencia, la implantación
y usufructo de la inseguridad social, la cultura del riesgo, etc.
¿Cuál es el razonamiento neoliberal con relación al trabajo? Para el trabajador asalariado el
salario no es el precio de venta de su fuerza de trabajo, sino que representa el ingreso
correspondiente a un tipo especial de capital. Este capital no es como otras formas de capital, ya
que la capacidad, la habilidad y el conocimiento no pueden separarse de la persona que los
poseen. Este "capital humano" está formado por dos componentes: la innata predisposición
físico- genética y la totalidad de las habilidades que han sido adquiridas como resultado de
"inversiones" en los estímulos correspondientes: la nutrición, la educación, la formación y
también el amor, afecto, etc. En este modelo, los obreros dejan de ser los empleados
dependientes de una empresa, para ser considerados emprendedores autónomos con plena
responsabilidad de sus propias decisiones de inversión y tratando de producir plusvalor; son
empresarios de sí mismo.44 Nuevamente observamos una coincidencia casi plena con el nuevo
sujeto del capitalismo bio-cognitivo. Con el modo de producción del hombre por el hombre45
donde el capital fijo tiende a coincidir con la fuerza de trabajo del trabajador. El neoliberalismo
no solo fija su atención en esta última figura del “capital humano”, reconociéndola como el
lugar de la actividad económica por excelencia descentrando la producción fabril, sino que
simultaneamente promociona en los sujetos los nuevos actores productivos desplazando las
categorías de la economía política clásica. La nueva sociedad empresarial así como el homo
oeconomicus nacientes con la gubermentalidad neoliberal, son portadores de una mayor
diversidad y flexibilidad social, mientras se difunden los micro elementos empresariales que
construyen el nuevo consumidor.


42 M. Foucault, ibídem, clase del 14 de febrero de 1979, pág. 186.
43 W. Brown op. Cit. Pág. 40.
44 M. Foucault, ibídem, Clase 14 de marzo 1979, pág. 264.
45 C. Marazzi, Capitalismo digitale e modelo antropogentico di produzione, en Laville, Marazzi, La Rosa,
Chicchi, Reinventare il lavoro, Roma, Sapere 2000, 2005, pág. 109.

17
Resulta un craso error homologar el liberalismo clásico con el neoliberalismo. Así, para
Foucault la diferencia se articula sobre todo en dos puntos: una asentada en la relación entre el
estado y la economía. La segunda se referencia en la base del gobierno.
Así mientras el modelo liberal se basaba en la experiencia histórica de un Estado absoluto lo
suficientemente fuerte para control del laissez faire, la concepción neoliberal invierte los
principios del modelo liberal. Para los neo-liberales el estado no define ni monitorea la libertad
de mercado, ya que el mercado es, en sí mismo, la organización y el principio subyacente
regulador del estado. Se trata de un estado controlado por el mercado antes que un estado fuerte
que supervise el mercado. El neo-liberalismo elimina este principio externo reemplazándolo por
una reglamentación y principio interno en su lugar: es la forma de mercado la que sirve como
principio de organización para el estado y la sociedad.46
El neo-liberalismo no es únicamente un conjunto de medidas económicas; no se trata sólo de
facilitar el libre comercio, de maximizar los beneficios de las empresas y cuestionar las ayudas
públicas. En efecto, desde el espíritu del sujeto-ciudadano a las prácticas imperiales, pasando
por la educación, nada escapa al análisis neo-liberal, cuando éste se traduce en gubermentalidad.
Si la racionalidad neoliberal coloca al mercado en un primer plano, no se trata sólo - ni siquiera
en primer lugar – de un centramiento en la economía, sino que consiste en la extensión y la
liberación de los valores del mercado a la política social y a todas las instituciones, conservando
incluso el mercado su singularidad.

La construcción de un nuevo sujeto.

En realidad lo que se verifica en el paso del liberalismo al neoliberalismo es un desplazamiento


en la naturaleza misma del ejercicio del poder y de su organización, una traslación en el arte de
gobernar, ahora a través de un complejo bloque de dispositivos, mecanismos y regímenes
discursivos que Foucault sintetiza con el concepto de "gubernamentalidad", como un
"agencement (agenciamiento)". Asistimos a un cambio en cómo las fuerzas sociales y
económicas se relacionan entre sí. Un campo diferente de interacciones entre el estado y la
economía y surge un nuevo tipo de regulación que recae directamente sobre las actividades
productivas. En este sentido, el neoliberalismo al generar un nuevo enfoque sobre el
funcionamiento de la acumulación de capital, con una nueva perspectiva sobre la producción y
el valor, se convierte en un régimen de verdad. Asistimos igualmente a una nueva composición
social de la fuerza de trabajo, donde el salario resulta modelado por proyectos y actividades
transitorias y flexibles, adquiriendo un peso particular la deuda y el crédito. En estas
condiciones la economía política clásica no puede dar cuenta del plusproducto producido, al
estar imposibilitada de dar cuenta de las nuevas formas de creación de valor, ligada como está a
las viejas formulas de tiempos socialmente necesario. Mientras tanto la economía política
propia del neoliberalismo inviste los comportamientos de los sujetos regulando todos los
aspectos de la vida, incluyendo aquellos que se encuentran fuera de los espacios economicos y/o
políticos, requiriendo nuevas disciplinas no sujetas a fronteras.
Por otra parte el neo-liberalismo ya no localiza el principio racional que regula y limita la
acción del gobierno en los límites a una libertad natural que todos debemos respetar, sino que
postula una libertad artificialmente alcanzada, tras el comportamiento competitivo y empresarial
de la racionalidad económica de los individuos. Mientras que en la concepción liberal clásica, el
homo oeconomicus, constituye un límite externo y el núcleo inviolable de la acción
gubernamental, en el pensamiento neoliberal de la Escuela de Chicago este homo oeconomicus
se convierte en un ser manipulable desde el punto de vista de su comportamiento, y el correlato
de una gubermentalidad que va a actuar sobre el medio y modificar sistemáticamente sus
variables .47
La estrategia de volver a cada sujeto individual responsable (y también a los colectivos, como
familias, asociaciones, etc.) implica desplazar la responsabilidad de los riesgos sociales tales


46 M. Foucault, ibídem, clase 7 de febrero 1979, pág. 149.
47 Ibídem, clase 28 de marzo 1979, pág. 310.

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como la enfermedad, el desempleo, la pobreza, etc., hacia el dominio donde el individuo es
responsable transformándolo en un problema de 'auto-cuidado". La característica clave de la
racionalidad neoliberal es la congruencia que procura alcanzar entre el individuo responsable y
moral y el actor económico-racional. Se aspira a construir sujetos que racionalmente evalúen los
costos y beneficios de un acto determinado como alternativa frente a otros actos. Y como la
elección de las opciones para la acción es, supone el neoliberalismo, la expresión de la libre
voluntad sobre la base de una decisión auto-determinada, las consecuencias de la acción son
sufragados por el sujeto solo, quien también es el único responsable de ellos. En efecto, la
noción de gubermentalidad permite abordar la agenda neoliberal de la "retirada del Estado"
como una técnica de gobierno. Donde la crisis del keynesianismo y la reducción de las formas
de intervención del Estado de bienestar se deben, antes que a una pérdida de las facultades de
regulación y control del estado, a una reorganización o reestructuración de las técnicas de
gobierno, desplazando la competencia de regulación del Estado sobre "responsables" y
"racionales" individuos. El neo-liberalismo impulsa a las personas a dar a su vida una específica
forma empresarial. Siguiendo a Foucault, el desplazamiento observado desde las técnicas
disciplinarias hacia la biopolítica, es el mismo deslizamiento que se produce en las técnicas de
gubermentalidad neoliberal que crecen desde el liberalismo clásico, para afianzarse
posteriormente, alcanzando una total ruptura con éste último. La biopolítica constituye el
corazón duro del neoliberalismo.
Resulta, por lo demás, fuera de lugar ver los triunfos electorales de Trump, del Brexit y de
Macron como una continuidad de las políticas neoliberales; menos aún analizar los conflictos
mundiales como una disputa entre globalismos y localismos o nuevas soberanías. El
neoliberalismo trabaja a nivel global mediante procesos institucionales que impactan sobre
todas las esferas económicas, así como a nivel molecular avanzando como si fueran ondas que
se propagan. En este sentido la financiarización sigue un doble camino: si por un lado avanza
sobre la propia vida asociándola a redes de banco e instituciones supranacionales, por otra parte
estas últimas desarrollan mecanismos internos relacionados con relaciones sociales de crédito,
inversión y consumo.
En el nuevo esquema productivo cuando la fábrica se extiende al conjunto de la sociedad y la
metrópoli resulta ser el espacio productivo privilegiado asociado a la cooperación, el
neoliberalismo encuentra un campo fértil para avanzar, asociado a los micro espacios de
comportamientos y agenciamientos, que, hibridados con el nuevo tipo de producción, rompen
los vínculos con un esquema particular de poder. Esta transformación del capitalismo se
produce no solo en el llamado capitalismo central, sino también en el capitalismo periférico.
Si antes las técnicas orientadas a la producción del sujeto se asentaban en la coacción, ahora,
bajo el neoliberalismo, se busca que la subjetividad del nuevo sujeto se implique
definitivamente en aquella actividad que se requiere lleve a cabo. Bajo esta modalidad, el
productor debe comprometerse de manera plena y entregarse absolutamente a su actividad
profesional: y con ello a la realización de uno mismo. Se puede decir entonces que el
neoliberalismo impulsa un nuevo homo oeconomicus, una producción de subjetividad que
reproduce permanentemente el mundo neoliberal. La extensión del modo económico al conjunto
social se potencia tras la construcción de una fuerza de trabajo vivo en su modo empresarial.
Pero este resultado no se alcanzó de golpe, no puede limitarse a la implementación de una
doctrina de shock, sino que ha sido el producto de una prolongada guerra silenciosa, “…de una
larga elaboración a partir de un proyecto madurado desde mucho tiempo atrás…”48 .

Las alternativas propuestas frente al neoliberalismo.

Las políticas neoliberales tienden a eclipsar las distinciones que el liberalismo clásico asumiera
entre la esfera económica y la política, entre lo privado y lo público, comprometiendo, de esa
manera, definitivamente, la autonomía de lo político y la identificación de este último con el
Estado. El discurso neoliberal se asienta en una racionalidad económica que socava todo
razonamiento político que no obedezca a la lógica del mercado. En ese contexto asistimos,

48 P. Dardot, C. Laval, La nueva razón de mundo, op. Cit. Pág. 192.

19
como forma de lucha para contrarrestar al neoliberalismo, a un revival de la autonomía de la
política, como versión postmoderna de una socialdemocracia perimida.
En efecto, no son pocos quienes, frente a las destructivas políticas económicas neoliberales,
tanto aquellas referidas a las privatizaciones y la desregulación, como frente a aquellas otras que
han transformado el discurso público y político, se muestran partidarios de la aplicación de
aspectos correctivos del pensamiento político liberal asentados en la autonomización de la
política. En algunos casos, esta inclinación resulta vidriosa. En otros adquiere connotaciones
más claras y transparentes.
Así, para Wendy Brown, una de las principales intelectuales de nuestro tiempo enrolada en la
llamada filosofía política radical, mientras que la "democracia liberal" proveyó siempre una
"modesta brecha ética entre la economía y la política", la racionalidad política neoliberal, cierra
esta brecha y "presenta todos los aspectos de la vida política y social sujetos al cálculo
económico"49 vaciando así la democracia. Para Brown el neoliberalismo todo “ha desafiado,
casi destruyendo, a los imaginarios políticos necesarios para la democracia y las rebeliones
democráticas radicales”50 mientras “pone en riesgo el ideal, el imaginario y el proyecto
político de la democracia.” 51.
Cierto es que de la problemática que discute Brown no puede inferirse de manera clara un
posicionamiento que la muestre partidaria de la autonomización de la política, no son pocos los
momentos en los que la autora proyecta añoranza sobre las virtudes de la democracia liberal en
su oposición a la colonización económica del homo politicus en el neoliberalismo. Así, nos dice
Brown que mientras en la democracia liberal la separación entre economía y política no dejaba
de lado el hecho que “esta forma de democracia nunca estuviera contaminada de capitalismo
[..], lo cierto es que “mientras operaba en un registro léxico y semiótico distinto al del capital,
los principios y las esperanzas de la democracia liberal se podían movilizar para limitar las
producciones capitalistas de valor y …[…] podían gestar aspiraciones democráticas más
radicales.”52 Y en otro momento. “Los principios democráticos liberales contienen y ofrecen
ideales de libertad e igualdad compartidos universalmente y de un gobierno político del pueblo
y para él.”53 Es visible en este caso el llamado a la defensa de los principios ilustrados de
libertad, igualdad y fraternidad. Sostenemos que mientras las nociones de libertad e igualdad no
remitan directamente a las fuentes sociales y económicas de la desigualdad y las limitaciones a
la libertad, dejando de lado el rol del comando del capital sobre la producción y reproducción de
nuestras vidas, se vuelven totalmente inadecuadas y vacías.
Encontramos también aquellos, intelectuales como A. Garcia Linera y Piketty, así como la gran
mayoría de los progresismos latinoamericanos, que buscando desmarcarse del neoliberalismo,
frente al proceso de privatizaciones y desregulaciones neoliberales, impulsan políticas de
retorno al estado, al control público y a keynesianismos diversos, como manera de contrarrestar
las medidas neoliberales y recuperar la soberanía nacional ante el poder de las finanzas y
corporaciones globales. Siguiendo el viejo dualismo estado-mercado y asimilando de manera
grotesca el neoliberalismo al libre mercado promueven en el acceso al estado la forma de
congelar su avance, ignorando el verdadero sustrato del neoliberalismo.
Consideran al estado nación como la institución que puede reconstruir una economía
competente para producir pleno empleo, gobernar el mercado, obligar a la propiedad privada a
servir al interés general y eliminar los obstáculos que impiden el pleno desarrollo de la persona
humana y la participación efectiva de todos en la organización económica y social del país
promoviendo la dignidad de la persona. Mientras se recupera la soberanía monetaria para
devolver a la moneda el carácter de variable política, al servicio del bienestar y de la igualdad
social. Lo que no visualizan sus partidarios es la dificultad en estos días para alcanzar estas


49 W. Brown, ibídem, pág. 46.
50 Véase, ¿Rehacer el demos?, Entrevista con Wendy Brown, en Theorein Revista de Ciencias Sociales, Nº 2,
Vol. 2, pgs. 115-127. Pag. 117.
51 W. Brown, El pueblo sin… op. Cit. Pág. 279.
52 W. Brown, El pueblo… op. Cit. Pág. 290.
53 Op. Cit. Pág. 14.

20
medidas y que sean exitosas, ya que aquellas condiciones políticas y sociales sobre las que se
levantaron no existen más. Y no pueden hacerlo porque la reestructuración capitalista ha
provocado cambios irreversibles en el trabajo vivo y en la naturaleza del valor: el capital debe
capturar esas transformaciones, antagonismo presente desde un comienzo en la gubermentalidad
neoliberal. Asistimos ahora, producto de los cambios en la composición de clase, a una
proliferación de espacios de lucha dejando atrás el espacio fabril como lugar privilegiado.
Según Foucault un consistente rechazo a todo tipo de masificación, homogeneización social y
tendencia hacia una organización social asentada en la industria y comunicación de masas son
las banderas estandartes que guían al neoliberalismo. En realidad argumentar a favor de la
autonomía de la política, en este contexto, más allá de rechazar el predominio de la lógica del
mercado y rescatar el discurso político, debilitado por el neoliberalismo, no significa, para
quienes lo plantean así, restaurar el liberalismo económico de libre mercado, sino la tradición
liberal del pensamiento político, es decir la tradición liberal de los derechos, la libertad y la
igualdad.
Estas apuestas, asentadas en la autonomía de la política por parte de la izquierda radical,
manifiestan una casi desmedida fe en la soberanía como receta para la restauración del poder de
la izquierda. Es cierto, como muchos de estos autores sostienen, que el neoliberalismo ha
socavado los poderes soberanos políticos tradicionales; que las sociedades han sido literalmente
reconstruidas siguiendo criterios jerárquicos impuestos por el poder del dinero; que nos
enfrentamos a nuevas configuraciones coercitivas de la división del trabajo (la precariedad, el
desempleo masivo, etc.) y a diversos diseños y medidas alternativas rígidamente establecidas en
el programa de la supuesta salida de la crisis. Que el comando neoliberal del capital financiero,
se desentiende de las estructuras políticas tradicionales de representación, mientras se produce
un debilitamiento de los mecanismos electorales y las estructuras jurídicas fundamentales. Sin
embargo rechazamos todo razonamiento que postule como medio eficaz en la lucha contra el
neoliberalismo la restauración de la autonomía política y que este tipo de juego de opuestos
políticos defina nuestras posibilidades políticas ciertas. Sostenemos la existencia de otras
opciones, específicamente no soberanistas, alrededor de las cuales es posible la organización
democrática de la sociedad. En lugar de resucitar la autonomía de la política, ésta debe
permanecer en la “retaguardia” y subordinada a lo social. La racionalidad y la acción política ya
no pueden ser consideradas autónomas, sino totalmente imbricadas con la vida económica y
social.
Sin duda que el desafío de los movimientos y de la autonomía en general, reside en la
construcción de formas e instituciones propias. Se trata de superar la perversa esfera de la
representación y de imponer la "política real". Es lo que ocurre cuando la ola de movimientos
estalla, llámese 2001, Occupy o feminismo; cuando un conflicto es capaz de imponerse por su
propia fuerza. Aunque de verdad, en proyección, el problema no está ahí. Está en el mientras
tanto y en la acumulación que se requiere para elevar cada momento álgido de movilización. Y
en este terreno la política institucional (aquella de la izquierda) compite con la de movimiento, y
conduce a su debilitamiento y burocratización.
Otros sectores de la izquierda han visto en el neoliberalismo, considerado, en este caso, como el
gobierno de una lógica estructural funcionalista, el reconocimiento del triunfo del capitalismo
global, mientras lo definen como una totalidad resultante de la última etapa de la globalización
capitalista con posterioridad a la transición posfordista de los 70’s. Bajo esta lectura las
opciones de lucha que se le oponen terminan casi indefectiblemente fragmentadas y aisladas
con relación al normal funcionamiento del sistema y, en la mayoría de los casos, absorbidas y
reducidas a la condición de simple apéndice explicativo o a una ocasional disfunción. Aceptar al
neoliberalismo como una totalidad, implica la muerte y eliminación de uno de los polos
antagónicos, en esa relación presupuesta asimétrica, mientras permanece como único
interlocutor el biopoder. Por lo que la lucha contra el neoliberalismo exigiría, desde esta lectura,
la construcción de una exterioridad estructuralmente desconectada del mismo donde el capital,
en ese momento, se vería obligado a establecer una relación de exterioridad con el trabajo, con

21
la fuerza de trabajo viva, contraparte de su propia vitalidad.54 La globalización se entiende así
como superficie plana, carente de estrías asentada en un control totalitario. Bajo estas
condiciones la lucha contra el neoliberalismo adquiere características reactivas y trascendentes,
teniendo como prioridad la negatividad. Una lectura de este tipo nos aleja de la biopolítica,
mientras nos arroja al estado y la nación como retornos obligados para el desarrollo de toda
política antineoliberal. En ese momento dejamos de lado la relación capital y, con ello, todo
deseo de liberación de la fuerza de trabajo vivo existente en esa relación, única capaz de
desarticularla y liberarnos de dicha relación.
Es posible también detectar en otros espacios de la izquierda, conclusiones similares a la de
construcción de exteriores como alternativa al neoliberalismo, basadas en la existencia de
espacios no capitalistas,55 a partir de los cuales resultaría posible la formulación y construcción
de zonas y sitios alternativos a la civilización occidental capitalista, asumidos muchas veces
como producción multicultural alternativa, como sería el caso del "buen vivir" paradigma del
indigenismo andino y del Ubuntu56 sudafricano. El buen vivir ha sido muchas veces utilizado
como un simple reemplazo burocrático de la palabra “desarrollo” (como es el caso del ayllu57).
En otras ocasiones, como palanca para la movilización de organizaciones sociales y lucha social
en alianza u oposición a los Gobiernos. Su presencia en el debate ha sido, en algunos casos, el
resultado de la presencia de actores sociales en el Estado y de la fuerza política de una
civilización que se resiste a desaparecer, asociado a la vida en el campo, en comunidad y
también a una cosmopolítica de la tradición ancestral. Bajo esta perspectiva es posible agrupar a
importantes sectores de la izquierda latinoamericana58 asociados a la crítica post colonial
reproduciendo en algunos casos el dualismo centro-periferia dependentista, que atribuyen a los
pueblos subdesarrollados o subalternos la función de servir como reserva cultural, política o
antropológica de lo que sería la matriz capitalistas occidental moderna. Son, por lo demás,
incansables defensores del indigenismo y los llamados pueblos originarios. Es posible
considerar esta lectura como una versión indigenista local de la teoría que Samuel Huntington
formulara en su “Choque de civilizaciones” 59.
Las conclusiones a las que llega V. Gago en su texto La razón neoliberal60 presenta algún
parecido de familia con estas últimas observaciones. En efecto, Gago luego de un minucioso
trabajo de campo realizado en el mercado popular de La Salada61, en el conurbano bonaerense,
en la ciudad de Ingeniero Budge, rescatará la existencia de un neoliberalismo desde abajo
sustentado en prácticas populares, informales, ilegales, de chantajes y consensos, donde las
polaridades y los antagonismos aparecen difusos, fenómeno que dificulta la descripción de su
real funcionamiento. Este neoliberalismo desde abajo vendría, en alguna manera, a cuestionar y


54 Véase en este tema B. Cava, G. Cocco, New neoliberalism and the other biopower Anthropophagia and
living money, London, Lexington Books, 2018.
55 Véase en este caso K. Sanyal, Rethinking capitalist development: primitive accumulation governmentality
and postcolonial capitalism, New York Routledge, 2014. Pags. 254 y ss.
56
La filosofía ubuntu sudafricana pone en valor la capacidad de perdonar y la empatía para poder cohesionar
a un grupo que antes eran individuos o clanes enfrentados por el odio o el resentimiento.
57 El Taller de Historia Oral Andina (THOA) con S. Rivera Cusicanqui y otros intelectuales tuvo un papel
destacado en la reconstitución del ayllu en las tierras altas bolivianas.
58
Entre ellos los bolivianos, O. Vega Camacho, R. Prada, S. Rivera Cusicanqui, S. Yampara, M. Torrez y J.
Medina; los argentinos M. Svampa y E. Viale; el ecuatoriano A. Acosta, y el uruguayo E. Gudynas, entre otros. En
el caso de Ecuador su difusión estuvo en manos también de manera especial de la CONAIE.
59 S. Huntington, El Choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidos, Bs, As. 2001
(1997).
60 V. Gago, La razón neoliberal, Tinta Limón, Bs. As. 2014.
61 J. Ossona El shopping de los pobres , “…enorme complejo comercial que moviliza quinientos millones de
dólares semanales, emplea directamente seis mil trabajadores de diversas nacionalidades, visitado por dos
millones de personas procedentes de todo el país y de naciones limítrofes al mes”. Donde “confluyen el clásico
trabajo domiciliario predominantemente femenino; un conjunto heterogéneo de pequeñas y medianas plantas
industriales que ocupan mano de obra “en negro”; y talleres clandestinos que incorporan a trabajadores
semiesclavizados procedentes de los circuitos de trata de inmigrantes, en su mayoría, bolivianos; aunque también
paraguayos.”

22
debilitar la gubermentalidad neoliberal, desde dentro ahora, apoyado en la libertad que
promueve el neoliberalismo, como sustento de una empresarialidad popular y una pragmática
vitalista cuyo cálculo escapa a los controles estatales, mientras deja de lado el beneficio liberal.
Todo un conatus, dice Gago, para convertirse en operaciones cuyo fundamento es el auto
despliegue de un conatus colectivo. Por lo demás, Gago da por sentado, sin referencia que dé
cuenta de ello, la hipótesis que la financiarización neoliberal reproduciría prácticas de
autonomía productiva y reproductiva propia del período de crisis del 2001,62 como una profecía
de autocumplimiento. Para Gago, las transferencias estatales de dinero mediadas por los
subsidios a la desocupación posibilitaron el acceso al crédito de los sectores de más bajos
recursos que, aunado a las variadas formas de ingresos, provocaron el aumento del consumo
“plebeyo”. La autora rescatará, a través de las prácticas de las luchas territoriales, la
conformación de una ciudadanía por consumo que, alejada de todo populismo estatal, se asume
como una “ambivalente pragmática de conquistas”. Sobre esta base proyecta, a partir del
neoliberalismo desde abajo, un campo de disputa con el neoliberalismo. Gago realiza un
enorme esfuerzo por rescatar aquel surplus, producto de prácticas inmanentes que eluden la
racionalidad y el control neoliberal de la subjetividad y que se asientan en un cálculo63 diferente
al neoliberal sustentadas en el empresario popular. Gago complementará su análisis echando
mano al filósofo ecuatoriano Bolivar Echeverría para dar sustento y solidez a sus propuestas.
Debemos destacar que para Echeverría, el núcleo de la crítica de Marx a la modernidad
capitalista lo constituye la contradicción valor/valor de uso, precisamente, porque su forma
integral se expresa como contradicción radical entre el proceso de reproducción de la vida de la
sociedad y la dinámica devastadora, propia de la acumulación capitalista. En este giro,
Echeverría sitúa al nivel de pie de página el núcleo de la razón de ser del capital: la explotación
del trabajo vivo. El aspecto contradictorio fundamental para Echeverría es el que se expresa
entre acumulación capitalista y el valor de uso como sustrato de la reproducción social. Y es en
este momento donde cuela la economía propia del ethos barroco. Según el frankfurtiano
Echeverría, el ethos barroco nace a partir de la destrucción del mundo pre hispánico a manos del
mundo europeo. Asociado al modo como los pueblos originarios indios se inventan, junto con
los españoles, una manera de sobrevivir o de cohabitar de forma “civilizada” en América, una
vez que se produce el retiro de los colonizadores.
Interesado en realizar una lectura a contrapelo de la historia, inspirado en W. Benjamin, B.
Echeverría, contra todo desarrollo temporal lineal de la historia, formula su hipótesis de
cepillado a contrapelo64, aunque ahora, de manera espacial, geográfico. En este intento, el
concepto central de Echeverría será el de reconocer la existencia de distintas modernidades,
diversos ethos históricos que dan cuenta de una crítica al universalismo cándido y al
progresismo ingenuo65, como crítica al eurocentrismo filosófico. El ethos histórico se refiere a
“una peculiar manera de vivir con el capitalismo”, de vivir lo invivible. Intento de concebir a los
países y poblaciones latinoamericanos como sujeto del conocimiento, antes que objetos. Uno de
estos ethos, el barroco66, prevalece en territorios culturalmente asociados al catolicismo y es el
que realiza la resistencia más plena al capitalismo, resistencia que se presenta en rasgos
culturales que provienen del trabajo y el disfrute básicos de la vida cotidiana, donde el proyecto
ideológico del capital es contradicho desde la dimensión lúdica y festiva de la existencia, en los

62 V. Gago, op. Cit. Pág. 213.
63 Entendido como “la racionalidad que organiza una experiencia metropolitana que ensambla empleos de alto
grado de explotación y desgaste con formas de acceso al consumo, a la diversión y a la posibilidad de
experimentar la ciudad. Op. Cit. Pág.136. En su desarrollo, la autora reconoce en Gonzalez Rodriguez la
originalidad teórica del concepto de cálculo.
64
W. Benjamin, Tesis sobre el concepto de la historia y otros fragmentos. Traducción de B. Echeverría,
http://www.bolivare.unam.mx/traducciones/Benjamin,%20Tesis%20sobre%20la%20historia.pdf
65 S. Gandler, Marxismo crítico en México, Adolfo Sanchez Vazquez y Bolivar Echeverría, México, FCE, 2007,
pág. 273.
66 “una estrategia de afirmación de la forma natural que parte paradójicamente de la vida misma como
sacrificada, […] insuflar de manera subrepticia un aliento indirecto a la resistencia que el trabajo y el disfrute de
los valores de uso ofrecen al dominio del proceso de valorización.” B. Echeverría, Modernidad y capitalismo, 15
tesis, en Las ilusiones de la modernidad, UNAM- El equilibrista, 1997, pág. 165.

23
usos y costumbres o en las identidades tradicionales; se trata de un ethos, según Echeverría, que
no es en sí mismo anticapitalista, pero sí puede ser utilizado en acciones que generen
modernidades poscapitalistas. Ser de izquierda para Echeverría significa una toma de partido
por el “valor de uso” del mundo de la vida y por la “forma natural” de la vida humana, y en
contra de la valorización capitalista de ese mundo y esa vida”67 Se trata de rescatar la
producción y consumo de valores de uso, que son los que permiten la realización de la
comunidad, en oposición a la realización autovalorizada del valor mercantil capitalista, análisis
éste último decididamente consustanciado con el que realiza Gago sobre La Salada.
Ya comentamos como el análisis de Echeverría dejaba de lado la explotación del capital. Si bien
es cierto Gago no lo hace, al pretender rescatar su neoliberalismo desde abajo como campo de
disputa al neoliberalismo “desde arriba”, termina confinando a una lectura marginal las
condiciones materiales que dan sustento real a La Salada, contrapartida del neoliberalismo
desde abajo.
Veamos. La Salada constituye quizás el centro de mayor explotación de trabajo informal,
clandestino y de inmigrantes -especialmente de los países limítrofes, Bolivia, Paraguay y Perú-
existente en Argentina. Se cuentan miles de talleres irregulares bajo trabajo ilegal y a destajo
que ocupan a inmigrantes indocumentados, muchas veces con sus respectivas familias,
incluyendo hijos menores de edad donde la jornada laboral de la mayoría de estos trabajdores
inmigrantes se prolonga hasta veinte horas y bajo el sistema denominado de “cama caliente” al
residir hacinadamente con otros trabajadores en el mismo taller. La otra gran vertiente del
trabajo informal lo conforma el trabajo femenino localizado, en el caso de La Salada, en su
“Hinterland” de las barriadas periféricas de Ing. Budge. Mujeres, que pueden llegar a pasar
hasta dieciséis horas diarias al frente de sus máquinas de coser en pésimas condiciones de
salubridad, aportando su propio capital de trabajo en su mayoría, argentinas, con fuertes
vínculos con los dirigentes barriales.68 El conjunto se completa con pequeños talleres que
emplean una mano de obra “en negro”, aunque en mejores condiciones retributivas que los
anteriores, sin aportar su capital de trabajo. Se trata de un sistema de producción oculto, en
locales herméticamente cerrados, para ocultar el nivel de explotación, y con claras divisiones de
las áreas laborales y las destinadas a habitaciones donde se duerme hasta en camas marineras de
hasta tres pisos, fundado en el tráfico de personas indocumentadas procedentes de los países
limítrofes en relación de servidumbre que permanecen durante meses prácticamente “atados” a
las máquinas. 69 Gago no desonoce estas verdades. A pesar que para Gago, ese neoliberalismo
desde abajo “resiste la explotación y la desposesión”70, no alcanza dar cuenta en el texto de esta
afirmación.
Ante esta realidad, la pregunta que nos hacemos es si ¿puede este neoliberalismo desde abajo,
en su disputa con el poder, generar alguna mejora de las condiciones de vida de aquellos en
quienes se sutenta precisamente? ¿Es posible asumir a la ciudadanía por consumo como forma
estable y permanente garante de mejoras en las condiciones de vida, o se trata solamente de
pasajeras y efímeras satisfacciones asociadas al simple goce de necesidades, que potencian las
valorización de la perfomance individual, antes que la asunción de un estilo de vida
comunitario? ¿No existe el peligro de reafirmación de una identidad en la crisis asentada en una
acción individual estratégica asociada a esta integración por el consumo, potenciando la
centralidad del ciudadano consumidor funcional a la lógica neoliberal? ¿Puede este
neoliberalismo desde abajo consolidarse en su disputa con el mundo neoliberal, a partir de las
condiciones de miseria y explotación que le dan sustento? ¿No es este neoliberalismo desde
abajo expresión de una autonomización, no ya de la política, sino de una subjetividad política al
margen de las condiciones de explotación del capital? ¿Estamos en presencia de economías

67 B. Echeverría Vuelta de siglo, Mexico ERA, 2006, pág. 263.
68
“Casi siempre trabajan en familia, distribuyéndose las labores entre madres, hijas, cuñadas suegras y vecinas
configurándose redes barriales a veces. Las condiciones de este trabajo son sumamente insalubres debido a las
largas horas inclinadas sobre las maquinas que les produce deformaciones en la columna vertebral, los problemas
respiratorios generados por la aspiración del polvillo que desprenden las telas y la fatiga visual.” J. Ossona op.cit.
69 J. Ossona, op. Cit.
70 V. Gago, op. Cit. Pág. 14.

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sociales en lucha por el poder o de economías de la pobreza en fase de reproducción ampliada?
¿Es posible rescatar este neoliberalismo desde abajo como un espacio de productividad política
frente al neoliberalismo desde arriba, dejando de lado las condiciones que le dan sustento? Son
todas dudas que nos surgen ante la afirmación tan temeraria, para nosotros, de la autora con
relación a la disputa del neoliberalismo desde abajo.
Luego de casi 20 años de existencia no parece ser La Salada un espacio de potencial tecnología
asiento de construcción de lazos de resistencia que hubieran posibilitado mejorar las
condiciones sociales de quienes la habitan. La proliferación de “saladitas” -efecto multiplicador
extendido a cientos de ferias y puestos semi-clandestinos en todo el país-, se asienta antes bien,
en la búsqueda de una salida posible, aunque exasperada, ante la persistencia de un crisis que no
se detiene, que en la consolidación de enclaves de resistencia. Las posibilidades de movilidad
social en estos conglomerados del conurbano no parecen potenciarse, más allá de las
identidades culturales forjadas a nivel de quienes trabajan allí, aunados en el interés de preservar
un espacio, sostén material de cientos de miles de personas, mientras reproduce de manera
ampliada una matriz socio-política cada vez más polarizada y fragmentada. No se trata de
desestimar el trabajo que realizara Gago, muy valorable sin duda, aunque no coincidimos con
sus conclusiones y mirada sobre el papel de La Salada como ámbito de disputa desde dentro al
neoliberalismo desde arriba. Más aún cuando el incentivo del consumo, se sabe, tiene como
contrapartida la penetración de la finanzas en la vida de esta sociedad abigarrada contribuyendo
a su sometimiento antes que a su liberación.
Por lo demás, en la línea del ecuatoriano Echeverría, es posible bucear concepciones similares
en varios autores que le antecedieron71. Tal es el caso del historiador mexicano E. O’Gorman
quien, 50 años antes, ya sostenía el carácter socialmente híbrido de un continente colonizado,
donde la modernidad se había reinventado72. Tratamiento similar se puede extraer del excelente
libro de Octavio Paz sobre Sor Juana Ines de la Cruz73, donde da cuenta del barroquismo de la
monja, como de la sociedad disforme e incompleta que la asfixia. O en el concepto de sociedad
abigarrada de R. Zavaleta Mercado74, o en el de la ambiguedad morfológica del sociólogo,
también boliviano, Luis Tapia, como sociedades superpuestas y que se han penetrado75. O en las
teorías del mismísimo J. C. Mariátegui tras su reinvención de la comunidad india en el mar de
las mercancías capitalistas. Así, abigarrado, barroco, multisocietal, híbrido, sincrético, mestizo
son todos términos que remiten a lo que Echeverría denomina como peculiar modo de vivir la
modernidad. Nada más que si en Echeverría se trata de un ethos, es decir un orden, ¿dónde
bucear entonces la rebeldía en Echeverría?. El ethos barroco de Bolivar nos remite
originalmente a un mestizaje integrador, a una estrategia de adaptación interracial y
transclasista. En ningún momento el término, como él lo emplea, pretende describir las
estrategias de confrontación y antagonismo, acciones insurrectas que, sin embargo, son la otra
cara de ese mismo mestizaje. El ethos barroco, como lo entiende Echeverría, supone la
aceptación —así sea reticente y a contrapelo— de lo ineluctable de la modernidad.
En el camino del análisis de Gago no son pocos los intelectuales que han visto en este fenómeno
una base cierta de impulso de nuevas modalidades de resistencia al capitalismo neoliberal; o
bien la posibibilidad de la construcción de una economía social autónoma ante cualquier retiro
del estado76. Pero lo cierto es que estas experiencias no han podido sortear la marginalidad, ni
trascender a territorios otros, ni superar la fragmentación política.


71 A. Bartra, Subversión grotesca de un ethos barroco, en L. Arizmendi (coord.) Bolivar Echeverría
trascendencia e impacto para América Latina en el siglo XXI, IAEN, Quito, 2014.
72 E. O’Gorman, La invención de América, México, FCE, 1958.
73 O. Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Mexico, FCE, 1982.
74 R. Zavaleta Mercado, Las masas en noviembre, en R. Zavaleta, La autodeterminación de las masas, Comp. L.
Tapia, Clacso, Bs. As., 2009.
75 L. Tapia, La condición multisocietal: multiculturalidad, pluralismo y modernidad, La Paz, Muela del diablo
2002.
76 Se puede citar a J.L. Coraggio, (La economía social desde la periferia Contribuciones latinoamericanas,
UNGS, Buenos Aires); L. Geiger, A. Rofman, A Quijano, P. Singer, J. Sanchez, S. Hintze, entre otros. Ver La

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Lo que parece traducir el resultado de las últimas elecciones -2017- es que la ciudadanía basada
en el consumo habría potenciado al ciudadano consumidor neoliberal antes que la generación de
simpatías estatalistas. Esta llamada economía social ha provocado, antes bien, la
institucionalizacion del trabajo precario y la consagración de un statu quo de lucha por la
subsistencia, que haber promovido efectivamente ascenso social alguno, o estabilizado el nuevo
tipo de ciudadanía donde, sin dejar de constituir un tipo particular de expresión contestataria
contra el sistema económico y social, estas construcciones sociales parecerían desempeñar un
cometido fundamental: funcionar como un recurso de subsistencia en el marco de la crisis y
regresión de los mecanismos tradicionales de movilidad social.
Si bien La Salada y “saladitas” no surgieron como alternativa al modelo político y económico,
sino como expresión de una crisis de larga data, no se trata de negar las estrategias colectivas de
subsistencia, como expresión del conflicto social. Ni dejar de lado su análisis como verdaderos
“laboratorios de vida” instituyentes de nuevas articulaciones socio-culturales constructoras de
un sistema cada vez más multicultural. No creemos que de tales prácticas autogestionarias
pueda derivarse un horizonte de integración otro al del propio sector informal y al de los
encadenamientos corporativos y/o clientelares tradicionales. Si bien las demandas sociales en
estos espacios pueden multiplicarse e imponer algún tema de agenda, su dinámica dominante de
acción sigue siendo la lucha por la subsistencia. No parece florecer la libertad y la autonomía o
alguna “nueva organización social”, sino, en todo caso, la persistencia de una descomposición
social que concluye aceptando la realidad.
Finalmente, una observación sobre la ciudadanía por consumo. Uno de los más agudos
intelectuales y principal figura política de los gobiernos progresistas latinomericanos. A. Garcia
Linera, en ocasión de un Congreso en Buenos Aires en agosto de 2017, planteó que: “… si esta
ampliación de la capacidad de consumo, de la capacidad de justicia social, no viene
acompañada con la politización social revolucionaria, con la consolidación de una narrativa
cultural, con la victoria de un orden lógico y moral del mundo, producidos por el propio
proceso revolucionario, no se está ganando al sentido común dominante. Lo que se habrá
logrado es crear una nueva clase media con capacidad de consumo, con capacidad de
satisfacción, pero portadora del viejo sentido común conservador”

Observaciones finales

Podemos concluir diciendo que el neoliberalismo no responde sólo a una crisis de acumulación
del capital. Responde también, y sobre todo, a una crisis de gobernabilidad como crisis aguda de
las formas dominantes del poder. El gran mérito de Foucault reside en haber situado su llegada
como una nueva forma de guiar y conducir a los individuos. Aunque no se trata sólo del
gobierno, sino que debe incorporarse al capital como forma de dominación social, así como su
impacto sobre la democracia. Bajo el neoliberalismo todo individuo está llamado a convertirse
en capital humano, toda institución un instrumento de la producción y toda elemento de la
naturaleza un recurso productivo. Por lo que toda realidad humana y natural se inscribe en la
lógica de la gestion y de la economía. Este es el nucleo fundamental del imagnario neoliberal
que adquiere status de necesidad y evidencia en la realidad misma. El neoliberalismo es una
pedagogía, un modo de construir la subjetividad de forma tal que se alinee a la empresa y a su
modo de funcionar. Asistimos así a una metamorfosis casi sin límites del mundo en capital,
fenómeno que no responde a ley endógena alguna del capital, sino al resultado histórico de una
mutación formidable en la forma de gobernar a los seres humanos: se trata dell intento de
instauración de un imaginario empresarial, donde la relación de cada ciudadano con su propia
vida es similar a la de cada emprendedor con su propia empresa: toda la vida queda anexada a la
lógica de la empresa, al punto tal que es posible hablar de democracia empresarial, como
manera de expresar una forma renovada de democracia, donde los derechos y deberes se apagan
y surge las gestiones que cada individuo realiza sobre su propia vida (pago de la escolaridad, de
salud, tibutaciones varias etc.) En última instancia relación de cada uno consigo mismo, como

economía popular y solidaria. El ser humano sobre el capital 2007-2013, Tercer Seminario internacional 2013,
Instituto nacional de economía popular y solidaria. Quito.

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si fuera una empresa. La forma actual más chocante del imaginario neoliberal es la uberización
y en los últimos tiempos el nuevo sistema de delivery en crecimiento, tipo Glovo, Rappi y/o
Trego. Incluso la lógica neoliberal se extiende al estado a tal punto que la necesidad del
crecimiento de los márgenes de beneficio de las empresas se derrama al conjunto de las políticas
públicas (el New public managment y el auge de las asociaciones público-privadas): asistimos a
la descalificación de la democracia electoral por parte de la gobernanza neoliberal en nombre de
una cofradía de expertos que son quienes ahora administran el estado.
El neoliberalismo, como apuntáramos ya, puede analizarse como la reacción del capital ante el
cuestionamiento que hacia fines de los años sesenta desarrollaran la clase obrera y los
movimientos sociales, quienes cuestionaron fuertemente y socavaron los regímenes
disciplinarios del estado de bienestar. Las "creaciones" neoliberales no puede ser comprendidas
en sus propios términos, como si fueran procesos endógenos. Por el contrario, deben verse
como reacciones e intentos de contener el creciente poder de quienes están asignados a la
producción y la reproducción social. En ese sentido el neoliberalismo conforma una reacción
que funciona principalmente a través de la ideología y la acción económica, antes que a través
de la filosofía y la política. Es una "ciencia" antes que un "credo", que activa el comando de
capital en lugar de la autoridad de una "iglesia"; la fuerza del mercado en lugar de la identidad
de una nación. El abanico de senderos adoptados por el neoliberalismo es múltiple y variado,
involucrados no tanto en la derrota del trabajo, sino más bien en la apropiación de los poderes
de sus enemigos. En efecto, el nuevo sujeto del trabajo, para algunos la multitud, enfrenta al
neoliberalismo con sus propios recursos, la riqueza y la inteligencia, que han comenzado a
desarrollarse en una forma completamente nueva en el terreno social y productivo. Estos son los
términos de la batalla. En ese camino, el keynesianismo y sus estructuras del estado de
bienestar, la regulación económica y el control público, son proclamados repetidamente como el
enemigo número uno por los ideólogos neoliberales. De ahí que una de las tareas más
importantes del neoliberalismo sea el desmantelamiento de aquellas estructuras, motivo de las
luchas sociales pasadas, rompiendo las mediaciones entre el mando capitalista y las demandas
sociales. En este camino la crisis económica se convierte en arma fundamental en esta batalla
contra las inversiones sociales anteriores. Mientras, se generaliza a través de nuevos usos del
dinero y del poder financiero, una economía del despojo, donde los procesos de extracción y los
mecanismos de propagación de la deuda extienden la explotación a través de toda la sociedad.
Uno de los proyectos unificados del neoliberalismo es el de vaciar los poderes públicos e
imponer las lógicas económicas por sobre las funciones administrativas del estado. Sin
embargo, las subjetividades que animan la sociedad neoliberal, no son todas funcionales a su
dominio. Nuestro acercamiento al neoliberalismo no sólo debe abordar la articulación de sus
funciones principales, sino simultáneamente cómo, desde abajo surgen posibilidades de
resistencia y revuelta que apuntan más allá del neoliberalismo.
En condiciones de producción bio-cognitiva y bajo el neoliberalismo la mayor debilidad que
presenta el capital reside precisamente en la particular modalidad de producción que tiende a
hegemonizar el proceso productivo. En la medida que la producción se vuelve cooperativa, en
red y comunicacional, el capital pierde capacidad para organizar el proceso productivo y la
organización de la cooperación productiva se autonomiza del capital: el capital es incapaz de
poder organizar de manera directa el campo plural de las subjetividades que producen
socialmente en condiciones cooperativas y comunicativas. En estas condiciones será el capital
financiero, alejado del proceso productivo, quien captará el común-plusvalor generado en la
producción, ahora bajo la forma de renta. Y la producción de subjetividades se vuelve un campo
de batalla que enfrenta a las variadas tecnologías de medición del capital con la desmesura de
las fuerzas que fluyen en la producción y reproducción social ampliada productoras del común.

Cesar Altamira Buenos Aires, febrero 2019.

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