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Sustento y postcapitalismo en Venezuela: Salario e identidad de clase

Por: Fedemarx Gamboa

En el desarrollo del Doctorado en Estudios Sociales de la Universidad de Oriente (II


Cohorte) el recurso a la expresión “más allá” ha sido intenso y frecuente, las mas de las
veces transido de cierta connotación metafísica que no pocas veces derivó en tono
humorístico. Sin embargo, ante la necesidad de dar formato a la idea que he venido
manejando respecto al tema de mi investigación doctoral, referido al trabajo asalariado
(salario) como relación social de producción que ha de ser analizada y acaso superada en
aras de activar procesos e interacciones sociales que viabilicen cambios civilizatorios hacia
formas sociales postcapitalistas, se me ocurre que dada la relación de acople capital-salario
en las formaciones capitalistas, ir mas allá del salario también nos situaría en un punto mas
allá del capitalismo, con lo que quedó reivindicada la expresión mas allá como búsqueda de
una relación social factible que trascienda y pueda sustituir al salario en tanto mediación
entre el ser humano y sus medios de vida digna.

Con esa orientación y en una tónica similar a la usada por el húngaro István Mészáros
en “Mas allá del capital” el título de este trabajo, Mas allá de salario, debe ser entendido
en múltiples sentidos a la vez distintos y complementarios. Primero; mas allá del salario en
su sentido pecuniario, hay todo un sentido común enraizado en la tradición y en la
socialidad conformada durante milenios no solo a través de la articulación en la práctica
social del trabajo asalariado mismo sino de su representación simbólica en las artes y el
ideario religioso, que debe ser comprendido.

Segundo; mas allá del salario y fuera de su alcance desde el punto de vista
cuantitativo y cualitativo puede estar todo un mundo de condiciones materiales y
espirituales para la plena realización de la persona humana, que las formaciones sociales
capitalistas de todo cuño hoy vigentes en el planeta, según las evidencias disponibles, están
lejos de haber garantizado.
Tercero; mas allá del salario y, mas precisamente, de la teoría en que se sustenta o se
critica su instrumentación como relación social de producción predominante en las
formaciones capitalistas, están las claves teóricas y procedimentales para el diseño de
estrategias conducentes a trascender dicha predominancia, lo cual podría evidenciarse en el
hecho de que aun las formaciones sociales que se han reivindicado y se reivindican como
postcapitalistas han preservado el trabajo asalariado como relación social para
operacionalizar la mediación entre la persona y sus medios de vida, como si hasta ahora le
hubieran sido esquivos los aspectos teóricos de este objeto, por lo que a la luz que se
pretende brindar a estos temas se impone una indagación profunda y extensa en el plano
teórico con miras al desciframiento de las requeridas claves para una teoría de la transición
postcapitalista.

Cuarto; mas allá del salario en su dimensión jurídica internacional, constitucional,


legal y reglamentaria, está la necesidad de sentar nuevas bases para un derecho posterior al
derecho burgués, hacia un espíritu de las leyes laborales basado en la lógica del trabajo en
lugar de en la lógica del capital, lo que implicaría que los cambios conceptuales en el plano
jurídico a partir de una teoría que sustente la superación histórico-social del salario ha de
convertirse en jurisprudencia en el marco de un derecho post-burgués.

Quinto, entre otros; más allá del salario en tanto relación social de producción
predominante en los sistemas capitalistas debe diseñarse e implementarse una relación de
nuevo tipo, basada en la lógica del trabajo, en la lógica de que la solidaridad entre la
sociedad y la persona individual medie el sustento mutuo entre ambas (sociedad-persona),
de manera que esta nueva relación social de producción pueda sustituir en el tiempo al
salario, dando nacimiento a un nuevo acople sustento-trabajo, con base en cuya
predominancia pueda ir configurándose una nueva forma civilizacional a escala social que
trascienda a la formación capitalista.

Para cada uno de los cinco sentidos apuntados adquiere importancia la valoración de
aspectos simbólicos, cosmovisionales, teóricos y prácticos, entre otros, vinculados a una de
las dimensiones de la identidad colectiva como es la identidad de clase, vista en este caso
no solo como la participación de la mayoría de la población del sistema mundo capitalista
de características socioeconómicas comunes resultantes de que de la relación social salario
derivan aspectos comunes de los modos de vida de las y los trabajadores y sus respectivas
familias, sino también como la toma de consciencia, el desarrollo de un sentido de
pertenencia y/o de la aspiración a pertenecer a (identificación con) ese grupo social que es
la clase social de las y los trabajadores.

Identificación esta sin la cual es poco probable que se desarrolle el asidero social en
el que se posibilite la activación de nuevas relaciones sociales que comporten un nuevo
acople sustento-trabajo con miras a los cambios civilizatorios post-capitalistas que emergen
en los horizontes teóricos, políticos y sociales de comunidades discursivas en este y otros
continentes, relaciones sociales viables en el sentido weberiano de poseer fortaleza y
adaptabilidad en términos de que determinada clase de acción pueda ser desplazada en el
curso del tiempo por otra, ya sea porque la acción humana esté dirigida conscientemente a
estorbarla, impidiendo su surgimiento y/o subsistencia mientras favorece la subsistencia de
la que se pretende erigir en su lugar, o sea porque el surgimiento y desarrollo de la nueva
acción “y sus condiciones determinantes de toda índole tengan como consecuencia
accesoria el hecho de que determinadas relaciones disminuyan progresivamente sus
probabilidades de persistencia o de nueva formación” (Weber, 2005: 33).

Este aspecto cobra singular importancia si damos crédito a planteamientos como el de


Larrain (2003: 09), quien al enfatizar el carácter histórico de las identidades señala que
antes de la modernidad la clase social “no contaba en la construcción de identidades
personales” y con la “modernidad tardía” hay signos de que dicha dimensión de la
identidad ha “empezado a declinar”, o como el de Sánchez-Parga (2005: 312), quien
advierte que el nuevo ordenamiento en configuración “erosiona y pulveriza la microfísica
de las identidades más próximas y cotidianas”, puesto que le:

Es necesario destruir el viejo modelo de sociedad societal con todas sus formas
organizativas, estructuras de clases e instituciones (desde la familia y el sindicato hasta
el partido político y la iglesia), para producir un nuevo modelo de sociedad
postsocietal, una sociedad desprovista de vínculos, liberada de todo tipo de
compromisos y de contractualidades (desde las laborales hasta las matrimoniales), de
pertenencias e interdependencias, despojada de filiaciones; en definitiva una "sociedad
en redes" (network society), donde toda relación y compromiso se negocia, y toda
alianza no pasa de ser "estratégica" o simple "involucramiento", y toda asociación
queda sujeta a la ley de la oferta y la demanda.

De esta manera se establecen barreras a las posibilidades de cambios post-capitalistas


amen de la evidencia de la crisis del sistema social preconizado por el proyecto de la
modernidad.

En ese orden de ideas surge la intención de incorporar en las líneas de indagación de


la tesis doctoral en proyección, una referida a la categoría de identidad de clase como
corolario de la postura teórica según la cual la activación de una relación sustentarial
sociedad-persona tendrían una importancia central dentro del conjunto de estrategias
encaminadas a la organización de sociedades postcapitalistas. Dicha línea de indagación
pasa por explorar los procesos de identificación en sus dimensiones “cultural, material y
social” (Larrain, 2003: 32).

En la dimensión cultural interesa estudiar la influencia que en la autodefinición de sí


tienen conjuntos de categorías compartidas, cuyo significados están culturalmente definidos
en relación con la práctica y/o pertenencia a una religión, género, clase, profesión, grupo
étnico, sexualidad, nacionalidad, los cuales contribuyen a especificar al sujeto y su sentido
de identidad (Ibídem), es decir aquellos aspectos de la identidad de clase que expresan
directamente los contenidos culturales de la clase trabajadora como entidad colectiva
configuradora de identidad, así como la dialéctica entre estos aspectos y los que expresan
las otras comunidades en las que participan las personas pertenecientes a la clase
trabajadora (religión, género, profesión, grupo étnico, sexualidad, nacionalidad, entre
otros).

Ello sin perder de vista la advertencia de Duch y Chillón (2010: 02) de que “esas
identidades presuntamente homogéneas ocultan la pluralidad social que de facto existe, (...)
por la creciente mezcolanza cultural, étnica, cultual e idiomática” y “que cada ciudadano es
en sí mismo plural, ya que tiende a identificarse con muy distintos imaginarios (…) ya
acuñados, y no con uno en exclusiva”.

Asimismo teniendo en consideración la visión de Habermas (2001: 57-58) en la que


postula la relación de complementariedad de las identidades colectivas (culturales) con las
identidades individuales, que se inter-configuran dialécticamente a través del lenguaje, el
cual funciona como el medio “que «societariza» a quien actúa comunicativamente, en la
misma medida en que a la vez lo individua”.

En la dimensión material nos interesa, por un lado, superar la comprensión de la


materialidad como identidad alienada, expresada como la posesión de cosas materiales, en
el sentido de que implica una humanización de esas cosas y como tal, una cosificación de lo
humano. A tal efecto acudiremos a la conceptuación de Marx en la famosa Sección IV de
“El capital” donde se aborda el análisis de la mercancía, desvelando dos cuestiones
íntimamente vinculadas: el fetichismo de la mercancía y el oscurecimiento de las relaciones
sociales que las han fundado y sirven de sostén.

El fetichismo consiste en el estado de postración y adoración del ser humano al


mundo objetual que ha producido: el ser humano se transforma en una cosa y las cosas
adoptan los atributos humanos. Por otra parte, la mercancía oscurece u oculta las relaciones
sociales, haciendo del mundo tal como afirma Kosic (1967) una pseudoconcreción
resultante de un conjunto de agenciamentos, que juegan un papel cardinal en la cohesión y
reproducción del capitalismo, con dispositivos integrados por elementos discursivos y
extradiscursivos, entre los que pueden destacarse: la ideología, la política, las relaciones de
saber-poder, los discursos, las leyes, las noopolíticas, el Estado, las instalaciones, los
emplazamientos funcionales, los panópticos institucionales, las extituciones y la
videovigilancia global.

La enajenación de la actividad humana en el marco del capitalismo, se manifiesta en


diferentes dimensiones: la alienación del trabajo, la alienación del producto del trabajo, la
alienación de las relaciones sociales y la alienación del ser genérico. Ésta última comporta
la pérdida del sentido trascendente del trabajo, con lo que en lugar de vivir para trabajar, el
trabajador lo hace para malvivir. De tal suerte que, despojado del trabajo y de los atributos
que lo hacen humano, del ser social solo quedan sus funciones animales: comer, dormir y
reproducirse. Esto representa la reducción del ser humano a especie: la alienación del ser
genérico.

En ese particular sentido, la consecuencia de la enajenación del trabajo es la


alienación del humano respecto al humano, muy especialmente en su dimensión de clase,
determinando una visión de los compañeros de trabajo como a extraños, como
“competidores”, sobre todo si se trata de obreros desempleados frente a los portones de una
fábrica. No hay consciencia de que el peligro no está en el ejército flotante de
desempleados, con frecuencia utilizado como esquiroles, sino cuando se completa el ciclo
de reproducción de la mercancía y ésta regresa convertida en capital fijo, bajo la forma de
nuevas máquinas y equipos, que generan el paro forzoso en vista de la elevada escala de
producción y productividad que posibilitan. El salario, mecanismo de la enajenación
señalada, es una relación social eminentemente capitalista, de manera que no resulta la
relación más idónea para servir como una de las bases del modelo productivo socialista.

Por el otro lado, nos interesa explicitar las condiciones comunes de vida
materializadas por obra de la relación social salario a propósito de identificar las
características compartidas que convierten en participantes de una misma clase social a las
personas cuyos modos de vida se articulan a las posibilidades materiales y espirituales que
ofrece su situación de asalariados, a la par que vislumbrar teóricamente los aspectos de
identidad colectiva contenidos en una nueva relación social de producción de tipo
sustentarial entre la sociedad y los individuos, a la que damos el nombre de sustentario.

En la dimensión social nos interesa ahondar en la referencia a los otros, que sirve en
el sistema social capitalista para definir la identidad de la clase trabajadora, así como las
condiciones objetivas (materialidad), subjetivas e intersubjetivas que deben garantizarse
para que cualquier proyecto post-capitalista incluya convicciones culturales en torno a la
alteridad y la otredad, respecto al otro de la clase trabajadora.
Respecto de estos objetivos nos resultarán del todo útiles aportes como los de García
(2008) quien logró analizar el vínculo entre clases sociales e identidad personal en
adolescentes escolarizados de Costa Rica; Várguez (1995), quien estudió la importancia del
trabajo como fuente generadora de identidad en un sector específico de trabajadores
desfibradores de henequeń en Yucatán (México), en relación dialéctica con otras fuentes de
identidad como la etnicidad, la ruralidad o urbanidad, entre otras.

También es destacable el trabajo de Maceira (2009), quien analiza la forma en la que


las diferenciaciones entre sectores y capas distintas de la clase obrera tienen importante
implicación en la conformación de identidades específicas que pueden incluso generar
tensiones sociales entre segmentos distintos de una misma clase social, así como la
influencia del componente etário-generacional en la especificación de las identidades
individuales dentro de las identidades colectivas de clase.

Aportes estos que aterrizan en localidades específicas aspectos teóricos de los que
pretendemos servirnos para la realización de nuestra tesis doctoral y que señalan la
importancia del componente consciente de las identidades como sentido de pertenencia o
como aspiración a modos de vida racionalmente organizados en relación con el mundo
objetual, con los otros y con el sí mismo colectivo e individual, tanto para comprender
realidades sociales del sistema mundo vigente como para posibilitar el diseño de nuevas
estrategias destinadas a mejorar la situación de la humanidad que en él habita.

Aquí cobra valor también la conceptuación gramsciana del Estado (Gramsci, 1980)
en la que éste es interpretado desde su papel de educador (en cuanto a la creación de un
nuevo nivel de civilización y la promoción de la identidad a él inherente) que trabaja en la
formación de una voluntad colectiva, de una unidad moral, y por lo tanto, de la
estructuración del cuerpo social entero, no solo en el ámbito de sus aparatos ideológicos
sino, y en el caso venezolano más aún, en la esfera de los procesos de formación de
conciencia y capacitación que deben desencadenarse en las unidades productivas, pues al
decir de Mészáros (2009: 116), establecer un sistema basado en la solidaridad y control
social democrático de la economía y la sociedad requerirá “el cultivo consciente –no en los
individuos aislados sino en la entera comunidad de productores, independientemente de su
condición– de una intransigente consciencia crítica, aunada a un intenso compromiso con
los valores de la humanidad socialista”.
Referencias Bibliográficas

Duch L., y Chillón, A (2010). El espejismo de la identidad. LA VANGUARDIA,


27.09.2010.

García C., J. (2008). Clases sociales e identidad personal: estudio comparativo en


adolescentes escolarizados. Revista de Ciencias Sociales (Cr), vol. IV, núm. 122, 2008,
pp. 13-26. Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica

Gramsci, A. (1980). La política y el Estado moderno. México: Premia Editora.

Habermas, J. (2001). Textos y contextos. Editorial Ariel, S.A. Barcelona-España.

Kosík, K. (1967). “Dialéctica de lo Concreto”, México: Grijalbo.

Larrain, J. (2003). El concepto de identidad. Revista FAMECOS, Porto Alegre, Nº 21,


agosto 2003, Quadrimestral.

Maceira, V. (2009). Segmentación de la fuerza de trabajo e identidad obrera en Argentina.


Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires, Argentina.

Mészáros, I. (2009). La crisis estructural del capital. Ministerio del Poder Popular para la
Comunicación y la Información, Caracas.

Sánchez-Parga, J. (2005). El oficio de antropólogo: Crítica de la razón (ínter) cultural.


Centro Andino de Acción Popular. Quito-Ecuador.

Várguez, L. (1996). El trabajo en la construcción de la identidad. Los desfibradores de


Yucatán. Unidad de Ciencias Sociales del Centro de Investigaciones Regionales/
Universidad Autónoma de Yucatán. Mérida, Yucatán/ México.

Weber, M. (2005). Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. México:


Fondo de Cultura Económica.

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