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THoMrsoN
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isbn O í456 0082 4 (pbk)
PREFACIO VIl
!NTRODUCCJ(JN IX
PREFACIO
Vil
asuntos que pienso abordar más adelante en un volumen subsecuente
acerca de la teoría social y la comunicación J¡c masas.
Al reflexionar acerca de las ideas discutidas en este libro, he apro-
vechado los comentarios y las críticas de otros. Anthony Giddens y
David Held merecen una mención especial: han sido mis compañeros
en un diálogo perm<~nente que ha sido, y que sin duda seguirá siendo,
invalui!ble . Peter Burke, Lizbeth Goodman, rienrietta Moore y William
Outhwaite leyeron una primera versión del texto y me brindaron una re-
troalimcnti'lción muy útil y estimulante . Agradezco también a Avril
Symonds por su habilidad con d procesador de palabras, a Gillian Bromley
por su meticulosa edición y a todo el personal de Blackwell-Polity y de
Stanford University Press que contribuyó a la producción y difusión del
presente texto. Finalmente, me gustaría agradecer a mis amigos quienes,
en el curso del úlhmo par de años, me ayudaron a cre<1r el espacio propicio
para escribü el libro: su generosidad ha significado mucho más para
mí de lo que podrfan sugerir t1nas cuantas palabras de agradecimiento.
Vlll
I NTRODUCCIÓN
IX
transformado en industrias trasnacionales en gran escala. Asimismo, en
el mWLdo de hoy existen pocas sociedades gue no hayan sido alcanzadas
por las instihtCiones y meca11ismos de la comunicación masiva, y, en conse-
cuencia, que no estén abiertas a la circulación de las formas simbólicas
manejadas por los medios masivos.
A pesar del creciente significado ql1e tiene la comunicación de masas
en el mundo moderno, su nahualeza y sus implicaciones han recibido
rel a tivamente poca Mención en la literatura de la teoría política y sociaL
Hasta cierto punto, este descuido se debe a una división del trabajo por
disciplinas: los teóricos sociales y políticos se han conformado, errónea-
mente en mi opinión, con dejar el estudio de la comunicación de masas
<~ los especiaLstas en la investigación de los medios y de las comunicacio-
nes. En cierto modo, este descuido es también consecuencia del hecho de
que los problemas que preocupan a muchos teóricos son un legado del pe:n-
sam.iento del siglo xtx y de comlenzos del siglo xx . Son los escritos de Marx
y Weber, de Durkheim, Simmel , rvlannheim y otros los que, ele muchas
Jnaneras, han fijado la pauta para los debates teóricos contemporáneos. Por
suruesto, el legado de estos y otros pensadores no n"'presenta necesarja-
mente una carga agobiadora . Como comentaristas de las transformaciones
sociales y de los levan tamientos políticos que acompañaron el desarrollo
del capitalismo industrial, estos pensadores dirigieron la atenc1ón h<~cia
nn a serie de fenórnenos sociales y elaboraron un conj unto de conceptos
y teorías que s1gtwn siendo perlínentes de rnuchas maneras en las cir-
cunstancias de fines d el siglo xx. Sin embargo, donde hay penetración e
iluminación, tZJmbién existe ceguera, s implificación y un optimismo ilu-
sorio. Parte de la labor que enfrentan hoy día los teóricos sociales y políticos
es ccmir este legado y buscar determí.nar gué aspectos pueden y deberían
conservarse, y cómo pt~eden reconstruirse estos aspectos para tener en
cuenta el carácter cambiante de las sociedades modernas. Al confrontar
los fenómenos políticos y sociales no par timos de una tabula rasa: abor-
d amos t~les problemas a la lu z de los con ceptos y léls teorías que hem os
recibido d el pasado y b u sca mos a nuestrCJ. vez revisar o remplaz<Jr, criti-
car o reconstruir tales conceptos y teorías a la luz de los cambios que están
ocurriendo en nu estro medio .
En los capihtlos siguie..ntes tomaré como punto de partida el concepto
y la teoría de la ideología. Noción que surgió por primera vez en la Francia
del siglo XV!!!, el concepto de ideología sufrió muchas transformaciones
en los dos siglos siguientes. Ha sido torcido, reformulado y reconstruido;
ha sido adoptado por los analistas sociales y políticos, e incorporado en
los nuevos discursos de las ciencias sociales; y ha vuelto a infiltrarse en el
lenguaje cotidiano de 1a vida política y social. Si tomo el concepto y lñ
teoría de la ideologíc:t como punto de partid<l es porque creo que existe
y
algo vttlioso, que vale b pena defender, en la tradición de reflexión que
se ha relacionado con la ideología . Aunque existe mucho de engañoso y
erróneo en esta tradición, de todos modos podemos extraer de ella un
residuo de problemas que mantienen su relevancia y urgencia en la actua-
lidad. El concepto y la teoría de la ideología definen un terreno de análisis
que sigue siendo central para las ciencias sociales contemporáneas y que
constituye el teneno de Lll1 continuo y vivo debate teórico.
Empero, me ocuparé de argumentar que la tradición de reflexión
en torno a la ideologí,1 también padece ciertas limitaciones. Lo más impor-
tante es que los <~u tares qut' se han interesc.do en los problemas de La
ideología no han podido trntar adecuadamente lil. naturaleza y el impacto
de la comunic¡:¡C'ión de mas<~s en el mundo moderno. Algunos de estos
autores ciertamente han reconocido 1<~ import;mcia de la comunicación
de masas; de hecho, se cuentan entre los primeros teóricos políticos y
sociales que se percataron del creciente papel de los medios masivos. Pero
i..ncluso estos autores tendieron a adoptar un punto de vista algo sombrío
en relación con la naturaleza y el impacto de]¡:¡ comunicación masiva .
Se inclinaban a considerar el desarrollo de la comunicación de masas como
el surgimiento de un nuevo mecanismo de control social en las sociedades
modernas, mecanismo medtante el cual se podrí;m propagar las ideas
de los grupos d ominantes, y mediante el cual se podríé! manipular y
controlar ln conciencia de los grupos subordinados. La ideología se en-
tendía como u n a especie de «adhésivo socia],, y la comunio1cjón de
masas se conside raba corno un mecanismo particularm.ente e ftci'\z para
esparcir el adhesivo . Es te .¿•nfoque general acerca de la relación entre
ideología y comunicación de masas es algo que criticaré en detalk . Se
X!
trata de un enfoque que ha moldeado, explícita o i.mplicitamente, muchas
de las conhibucíones recientes al incesante debate acerca de la ideología y
su papel en las sociedades modernas, así como algunos de los intentos
por reflexionar teóricamente acerca de la naturaleza y el impacto de
la comunicación de masas. Con todo, desde mi punto de vista constituye
un enfoque fundamentalmente deficiente.
Uno de mis objetivos centrales en este libro es elaborar una des-
cripción distinta de la relación existente entre ideología y comunicación
de masas o, para expresarlo con mayor precisión, repensar la teoría de
la ideología a la luz del desarrollo de la comunicación de masas . En bus-
ca de dicho objetivo adoptaré una estrategia argumentahva de tres etapas.
Empezaré por reconsiderar la historia del concepto de ideología, repasan-
do sus pri.ncipaiE's perfiles y desviaciones ocasionales. Contra el telón de
fondo de esta breve historia analítica, formularé una concepción particular
de ideología que conserva algo del legado de este concepto en tanto
que prescinde de suposiciones que a mí me parecen i..T"lsostcnihles. Luego
examinaré algunas de las consideraciones teóric<ls generales que se han
presentado dur~nte Los tÍltimos años en relación con la naturaleza y el
papel de la ideología en las sociedades modernas. Sostendré que estas
consideraciones son inadecuadas desde diversos pmios de vista, sobre
todo en cuanto a su trat<Jmiento de La comunicación de masas y su impor-
tancia para la teoría de la ideología .
Con el objeto de superor esta deficiencia, debemos cam.biar el enfoque
del análisis : ésta es la segunda etapa de mí estrategia argumentativa .
Plantearé que debernos elaborar un marco teórico que nos pennita entender
Las características distintivas de 1a com u nicación de masas y el curso
distirltivo de su <esarrollo. La clave para este m arco es lo gue llamaré la
mediatiz;Jción de la culh1ra modema. Con esto me refiero al proceSü t,eneral
por el cual la transmisión de formas simbólicas llega a estar cada ve¿ más
mediad2 por los aparaios técnicos e instíh1cionales de las industrias de los
medios de comunicación. Vivin•os hoy en sociedades donde la producción
y la recepción de las form,1s simbólicas están cc1da vez más medíadas por
un11 compleja red trasnacionai de intereses institu ionalcs. La exploración
de este proceso ímp!icél dí'.'crs(Js reflexion<:>s. Conceptualmente debemos
~11
examinar la naturaleza de las formas simbólicas y su reladón con los con-
textos sociales en los que se producen, transmiten y reciben, examen que
cae en el dominio tradicionalmente demarcado por el concepto de cullura .
Históricamente debemos reconstruir el desarrollo de algunos de los me-
dios técnicos de transrrúsión y de las formas institucionales en las cuales
se han desplegado, y se están desplegando en la actualidad, estos medios
técnicos. Teóricamente debemos reflexionar acerca de la natu raleza del
proceso general de mediación, acerca del impacto que tiene sobre la
vida política y social en el mundo moderno, y acerca de sus implicaóones
pilra la teoría política y social en general y para la teoría de la ideología
en particular.
La etapa final de mi estrategia argumentativa es metodológica. Aquí
mi interés reside en extraer las implicaciones metodológicas de los argumen-
tos conceptuales y teóricos desarrollados en Jos capítulos anteriores, y
demostrar que tales argumentos, por muy abstractos que parezcan,
constituyen en la práctica una diferencia, tanto en la práctica de la
investigación social como en las formas en que entendemos la rela ción
entre la práctica de la investigación .social, por una parte, y las prácticas
cotidíJnas de los individuos que constituyen el mundo social, por la otra.
Al ,\bordar estas cuestiones metodológicas intento demostrar qué implica
el <1nális is de las formas simht1licas en general,.!\ el análisis de las formas
sm1bólicas nr2ssmediadas en particular. A partir d e mi concepción
reformulada de ideología, también intento demostrar cómo se puede
emplear este marco metodológico para analizar la ideología . Estas reflexio-
nt'S metodológicas no tienen el propósito d e sustituir o desplaza r la
investigación e mpírica: nada más alejado d e mi propósito . Más bien, se
ofrecen como estímulo para la invesligación empírica y como c:ontribución
a nues tro entend imiento de lo que implica estudiar un campo-objeto
conformado, entre otras cosas, por sujetos que producen, reciben y com-
prenden las form as silnó6licas como una parte rutinaria de su vid¡:¡ d iaria.
Al continuar con esta estrategia argumenta tiva, desarrollaré una
serie de propuestas consin1ctivas en relJ ción con la ideología, ln culhl ra, la
com uni cación de m <lS<rS, la interpretación y lc1 crític<1 . Mi esper anza es
que estas propuestas constituyan un enfoq ue Cl)hcrcnte y verosímil para
XHI
una variedad de temas, tanto teóricos como metodológicos, que ocupan
un lugar central en los debates actuales en tomo ata teoría social y política, y
a las ciencias sociales en general. En el resto de esta introducción me con-
centraré-en estas propuestas constructivas. Intentaré explicar algunas de las
ideas y las suposiciones que definen el enfoque que propongo, y que susten-
tan mis críticas al trabajo de otros e indican mi agradecimiento para con ellos.
Xl\'
herencia del concepto de ideología. Una respuesta ha sido tratar de
domesticar el término. Esto ha implicado casi siempre el intento, explicito o
implícito, por liberar el concepto de su sentido negativo e incorporarlo a
una colección de conceptos descriptivos empleados por las ciencias
sociales. Lo anterior ha originado Jo que se puede llamar una COIICepción
neutral de ideolof;h . De acuerdo con elta, las ideologías se pueden consi-
derar corno «sistem<~s de pensamiento», «Sistemas de creenci<'ls» o <'sistemas
simbólicos» que pertenecen a la acción social o a };¡ práctica política . No
se hace ningún intento, con base en esta concepción, por distinguir entre
las dases de acciones o proyectos que inspira la ideología¡ la ideología
está presente en todo programa político y es una característica de todo
movimiento político organizado. Armado con esta concepción, el analista
puede intentar delinear y describir los principiiles sistemas de pensamiento
o creencias que animan la acción social y política. Esta línea de investigación
queda ejemplificada entonces por la tendencia o pensar en las ideologías
en términos de <<ismos >>: conservadurismo, comunismo, rt! i.l 0 anismo,
thatcheri.smo, estalinismo, marxismo. Estos y olros sistemas de pensamiento
o creencias, estas «ideologí;;s», pueden categorizarse y analizarse, diviclirse
en sus elementos constitutivos y rastrearse desde sus fuentes originnles; y
todo esto se puede hacer, sostenciria el anéllistn, sin emitir o implicar juicio
peyorativo alguno en relacii)n con los sistemas de pensamiento o creencias.
Una segunda respue::;ta a la ambigua herencia del concepto de
ideología ha sido prescindir de él. El concepto es demasiado ambiguo y
polémico, y ha sido demasiado impugnado y maltratado por una historia
donde se le ha llevado de un lado a otro como expresión mal aplicada,
como para gue hoy se le rescate para los propósitos del análisis político
y sociaL En años recientes esta respuesta ha ganado terreno entre <dgunos
de los pensadoras sociales más originales y perceptivos, en parte como
resultado de la d ~d inación intelechtal del marxismo, con el cual ha estado
es trechamente ligado el concep to de ideología. Sin embargo, me parece
que la visión de esta respuesta es limitada. En vez de escudriñar en la
ambigu<' herencia e inten tar determinar si existe un residuo digno de
ser sostenido, sem ejante respu estn prefiere abandonar la búsqueda, o
más comúnmente. rechaza em p renderla siquiera . En ve/.: de preguntéU si
XV
la tradición de reflexión asociada con el concepto de ideología ha puesto
de relieve una serie de problemas que continúan llamando nuestra a tendón,
aun cuando también los haya oscurecido con supuestos errados e insoste-
nibles, esta respuesta prefiere renunciar al asunto o, con más frecuencia,
presume una respuesta en la medida en que evita el trabajo intelectual
que implica tratar de determinarla .
La posición que desarrollo aquí difiere de estas dos respuestas
comunes a la ambigua herencia del concepto de ideología . A diferencia
de la segunda respuesta, sostengo que el concepto de ideología sigue
siendo una noción útil e importante en ei vocabulario del análisis social
y político. Pero a diferencia de la primera respuesta, alego que el con-
cepto no puede ser librado tan fácilmente de su sentido critico negativo;
o más precisamente, sostengo que, al intentar librarlo de su sentido ne-
gativo, se pasa por alto un conglomerado de problemas hacia los cuales
el concepto, en algunas de sus formas, buscaba at-raer nuestra atención.
Es este conglomerado de problemas el que intento sacar a relucir en mj refor-
mulación del concepto de ideología. Puesto que no busco eliminar el sentido
negativo del concepto, ,<,ino de tomarlo como un índice de los problemas
a los que se refiere, como un aspecto que se puede retener y desarrollar de
manera creativa, esta reformulación se puede considerar como una con-
cepción aítica de la ideología. Semejante concepción preserva la connotación
negativa que e l concepto ha tra nsmitido a lo Lugo de gran parte d e su
historia y liga ei análisis de la ideología C\\;~ la c uestión de la crítica.
Al reforrnular el concepto de la ideología, busco renfocarlo sobre
un conglomerado de problemas relativos a las interrelaciones del significado
y el poder. Argumentan? que el concepto de ideología se puede usar para
aludir a !.1.5 formas en que el significado sirve, en órcnnstancias particulares,
para estnblccer y sostener relaciones de poder sistemá ticamente asimé-
tricas, algo que. llamaré <<relaciones de dominación». En témunos generales,
la ideología es .'il~fJJúlicadú al servicio del poder. En consecuencia, el estudio
de b ideología requiere que investiguemos las formas en que se construye
y transmite el significado por m edio d e formas ~imbólicas d e di versos ti-
pos, desde exp resiones lin gl.iíst.icas cotidi<~t lLIS hasta imágenes y textos
complejos; requiere que investiguemos los con textos sociales en los cua les
se emplean y despliegan las formas simbólicas; y nos emplaza a preguntar
si el significado movilizado por las formas simbólicas sirve -y de ser así,
cómo- en contextos especlfícos para establecer y sostener las relaciones
de dominación. La particularidad del estudio de la ideología reside en la
última pregunt il : nos emplaza a preguntar si el significado construido
y lransrn i ti do por las formas simbólicas sirve o no para mantener de
n1¿mera siste:r, 5t'ii.~d rc-i;;ciones de poder asimétricas. Nos emplaza a estudiar
bs formas simbólicas a ó erta luz: a lét luz de las relaciones sociales eslnlc-
lurado.s cuyo emp le o o despliegue puede servir, en circunstancias
especificas, para crear, nutrir, apoyar y reproducir.
Si reformulamos el concepto de ideología de esta manera, integramos
el análisis de lil ideología a un campo de asuntos conceptuales y metodo-
lógicos que tiene un alcance y una significación más generaL Se puede
considerar el análisis de la ideología como parte integral de una preocu-
pación más amplia por las características de la acción y la interacción ,
las formas de poder y dominación, la natumleza de la estmctura sociat la
reproducción y el cambio sociales, las car¡:¡ctcrísticas de las fonnas simbóli-
cas y sus papeles en la vida social. Esta preocupación más amplia anima
los ,1 rgumentos y proposiciones gue desarrollo a lo largo del libro. Algunos
de lns temas más ampiios se tratiln en el cc1pítulo 3, donde e xamino
ol ~',, : ; tas de las ca.racterísü,:-as de las fonn¡¡s simbólicas y exploro su relación
nm contextos socia les estn:cturados de d1versas maneras. Otros asuntos
c!e L'Mácter meto dológi co general se discuten en el capítulo 6, donde
considero lo que implica estudiar un campo-objeto que es al m..ismo tiempo
un campo-suj e to e n gue los individuos producen, reciben y compren-
den las formas simbóliGtS gue son significativas para eUos, así como para
el analista que busca interpretarlas. Al reformular el concepto de ideología
en términos de las interrelaciones de significado y poder, se nos exhorl:a a
<lhondi\r en es tos asuntos 1nás amplios . No puedo afirmar gue en. este
libro baya éibo rd ado estos temas tan amplios con todo el detalle y rigor
que exigen. A lo sumo he indicado un camino que creo se puede seguir
etc manera coheren te y pla.t1sible .
T n reform u lación propuesta del concepto de ideoiogía nos permite
t' vitr.r varills ten de ncias que vician gran parte de la literatura teóricct
Xv1I
reciente. En primer lugar, nos permite evitar la tendencia, antes mencio-
nada, a considerar la ideología como una especie de •<adhesivo social>>
que resulta efectivo para estabilizar las sociedades al unir a sus miembros
y al proporcionarles valorf's y normas que comparten de manera colectiva.
Semejante conjetura está muy difundida en la literatura contemporánea,
y ello pese a que se basa en suposiciones que son dudosas y proba-
blemente insoslenibles. f.xisten pocas pruebas para sugerir que ciertos
valores o creencias sean com partidos por todos (o siquiera la mayoría
de) Jos miembros de las sociedades industriales modernas . Asimismo,
hay poca razón para suponer que la estabilidad de las complejas sociedades
industriales requiere y depende de un consenso relativo a tos valores y a
las normas particulares. En la medida en que nuestréls sociedades son
órdenes sociales «estables>>, esta estabilidad podría ser mu y bten el
resultado de una diversidad de valores y creencias, u.n9. proliferación de di-
visiones entre individuos y grupos, una carencia de consenso en el punto
mismo en que Lls actividades de oposición pi.)dríJn traducirse en un.1
acción política. Al subrayar el punto a nterior no deseo sugerir qu e no
exista lugar para el análisis social de los valores y las normas . Pero
quiero valorar el concepto de ideología aparte de la búsqueda de valores
com.partidos de manera colectiva, para reoríentarlo al eshJdio de las for-
mas cornplej<IS en que el significado se moviliz a para mantener las
rela ciones de d omin<"lción.
La rf'formulación propuesta t·ambién nos permite evitnr la tendencia,
prev.:J.le,j ente en Ja literatura, a pensar en la ideología como en una Ci1rac-
terís tica o un atribuio de ciertas forrnns simbólicas o sistemas simbólicos
como tales (conservadurismo, comunismo, etc.). Del enfoque que desarrollo
aquí se desprende que las formas simbólicas o sistemas simbólicos no son
por sí mismos ideoiógicos: si lo son, y en la medida en que lo sean, depende
de las n:uneras en que se us,m y comprend~~n en contextos sociales especí-
ficos . Nuestro prcpó.sito a l estudiar la ideología n0 es nada más an<lli.zM
y cEltegoriz¡:¡r l in si~ tema de pensamiento o creencias, ni a naljzr1r una forma
o sistem a tomado en s í y para sí . Más bien, nos inte resan algunos de los
c¡ ue se podrían llamar Jos usos soda/es de las forma." simbó!ú..<Js. No.s intc-
rcS<1 snber en qué n~ edida y d e qué m anera si r '/Cn (si es que lo h<1cen) las
formas simbólicas para establecer y sostener las relaciones de domina-
ción en los contextos sociales en los cuales se producen, transmiten y
reciben. Este enfoque puede llevamos a considerar una forma o un sistema
simbólico como ideológico en un contexto, y como radica!, subversivo o
contestatario, en otro; por ejemplo, puede llevarnos a considerar un
discurso acerca de los derechos humanos corno sustentador del statu qua
en un contexto y como subversivo en otro. El an.?lisis de las fonnas simbólicas
en tanto ideológicas requiere que las analicemos en relación con los contextos
sociohistóricos específicos en los cuales se emplean y sostienen.
Asimismo, la reformulación propuesta del concepto nos permite
evitar la tendencia a pensar en la ideología 11ada más, o incluso prin-
cipalmente, en relación con las formas de poder institucionalizadas en
el Fstado moderno. Las instituciones del Esta.do moderno y el resto de
l<~s diferentes organizaciones (partidos políticos, grupos de presión, etc.)
que ocupon el e~ pacill que se conoce comúnmente como política en las
sociedades mod ·nas, son sitios de poder y dominación cxtremad<Hncn-
l(• importantes; penJ no son los únicos sitios, ní siquiera· los sitios más
importanl·cs para la mayoría de la gente l<1 mayor parte del tiempo.
P,1ra casi toda L1 cente, las rel<~ciones entre poder y dorn inación que
más directamente les afectan son aquéllas que son caracter!sticas de los
contextos sociales en los que vive su vjda díMia : el hogM, ellug<~r de
trdbajo, el au..la, el gmpo de iguales Éstos son los contextos donde los indivi-
duos pasan la mayor pDrl~~ del tiempo, ach.1ando e interactuando, hablando
y escuchando, persi:;uiendo sus metas y siguiendo las de otros. Tales
contextos están organi;.ados en formas complejas. Entrañan desigual-
dades y asimetrías de poder y recursos, algunas de las cuales pueden
vincularse con desigualdades y asimetrías más ampli<~s que se repiten
de un contexto a otro, y que atai'ien las relaciones entre hom.bres y muje-
res, entre negros y blan cos, entre tos que poseen r iquezas y bienes y los
que c'ltecen lh.' ellos. !\ 1estudiar la ideologí21 nos incumben tílnto los con-
tex tos de la vid;;: diar ia corto ese conjunto específico de ínstituciones que
comprende la esfera d~ la :~:Jtíticil en un sentido rcsh·i.ngido. Por supuesto,
eUo no signifíca que SCd n rclcvante la esfera de la polltica en este sentido,
ní que debamos concentr<uncs e>::.:íusivllmente en los pequeños d e talles
XIX
de la vida diaria, pasando por alto rasgos y restricciones estructurales más
amplios. Significa tan sólo que no deberfamos descuidar las maneras en
que se emplean y despliegan las tom1as simbólicas, y las maneras en que
se intersectan con las relaciones de poder, en los contextos sociales es-
tructurados en los que la mayoría de nosotros pasamos la mayor parte
de nuestro tiempo.
Sí reformulamos el concepto de ideología <'n términos de la inter-
acción entre significado y poder, podemos e vitar también la tendencia,
común en la literatura teórica, así como en el uso cotidiano, a pensar en la
ideología como una mera jfusjón como unJ im;¡gen invertida o distor-
sionada de lo que es «real ». Esta perspectiva se inspira en un famoso y
muy citado pasaje donde Marx y Engels comparan el funcionamiento de
la ideología con el de una camera obscura, la que represent;.1 al mundo por
medio de una imagen Ín\'ertida . Pero es probable que esta perspectiva
-atractiva en su simplicidod, alarmante en su autoconfianza teórica-
nos desvíe . Nos indina a pensar en la .ideología como en un reino de
imágenes o ideas que refleja de manera inadecuada una realidad sociai que
existe antes e independientemente de las imágenes o ideas. Sin embargo,
el mundo social casi nunca es tan simple como lo sugeriría esta perspec-
tiva . Como individuos estamos itunersos en conjuntos d e relaciones sociales
y a menudo hacemos comentarios acerca de ellas, las representamos para
noso{ros mi<>mos y para los demás, y las <H.:;L<amos, recreamos y transforma-
mos por medio de acciones, símbolos y palabras. Las formas simbólicas
por medio de las cuales nos expresamos y com¡)rendemos a los otros no
constituyen un mundo etéreo que se alcance en oposición a lo que es real:
más bien, son parcialmente constitul"ivas de lo que «es real » en nuestras
sociedades. Al reorientM el estudio de la id cologí:1 hacia el terreno de
lns fonnas simbólicas situadas, hacia las maneras en que se utilizan las
formas simbólicas para establecer y mantener las rdnciones de poder,
est-arnos estudiando un ;;~peclo de la vida soci<'ll que es tan real como
cualquier otro. Sin dudi'l, In vid<l social es, hasta cierto punto, un campo
de competencia en que la lucho se da mediante palabras y símbolos, así
como mediante el uso de la fuerza físiccL La ideología., en el sentido que
propongo y desarroll o aquí, es parte integral de esta lucha; es un rasgo
constitutivo de una vida social que se sostiene y reproduce, cuestiona y
transforma, por medio de acciones e interacciones que incluyen el inter-
cambio continuo de lils formas simbólicas.
Hasta ahora he venido discutiendo el concepto de ideología y las
ventajas e inconve nientes de las diversas maneras de responder a su
ambigua herencia . Sin embargo, muchos de los autores que hoy emplean
este concepto están ante todo interesados en los problemas sustantivos
de la reproducción y el cambio sociales. En sus escritos, el concepto de
ideología desempeña cierto papel en un marco de referencia o argumento
teórico más amplío. Tales autores pueden emplear el concepto de una
manera algo vaga e imprecisa, y se les puede criticar legítimamente por
s<:mejante imprecisión; empero, si queremos comprender y apreciar el
uso que dan el concepto, debemos reconstruir y evaluar el marco teórico
más amplio en eJ cual desempeña su papel. Ésta es la tarea que abordo
en el capítulo 2. En éste, mi interés no será tanto la trayectoria históricJ de
un concepto, n i en las expectativas de reformularlo en la actualidad, sino
más bien. radica en una serie de marcos o argumentos teóricos presentados
por una variedad d~:: aut,nes contemporcí.neos, en quienes el concepto de
ídcología desempeña un papel central. Consideraré, por ejemplo, el tra-
bajo de Aron, BdJ y Gouldm~r, de Althusser y de Poulantzas, de Horkheímer,
de Adorno y Habermas. Al desplazar la discusión hacia este nivel teó-
rico más g<.'ner~d, podemos tener un sentido más claro de las maneras
en que los teóricos sociales y políticos han utilizado el concepto de
ideología: lo que han tra tado de resaltar por medio del concepto y lo
que hiln tratado de explicar por medio de éL También podemos formarnos
una idea de lo que han descuidado o no han podLdo advertir de manera
adecuada estos teóricos.
El argumento decisivo que desarrollaré en relación con lo anterior
es que los teóricos contemporáneos que emple<m el concepto de ideología
hiln fracasado en cuanto a tratar de manera adecuada con el origen y el
desélrrnUo de la comunicación masiva , y con su papel como medio de la
ideología en J¡¡s sociedades modernas. En alguncs casos, esto ocurre porque
l'l concepto de ideología forma parte de un gran relato teórico concerruente
ó J;¡::; transforrnaciones e dtarales que se asocian con el surgimiento de
las sociedades modernas. De acuerdo con este gran relato el desarrollo
de las sociedades industrializadas modernas eshrvo acompañado, en la
esfera de la cultura, de la St.'Cularización progresiva de las creencias y prác-
ticas, y de la racionalización progresiva de la vida social. En la medida en
que la religión y la magia perdieron poder sobre los individuos atrapados
en Ia incesante actividad de la i.ndustrializaóón capitalista, se preparó el
terreno para el surgimiento de un nuevo sistema de creencias: para lil
aparición de sistemas de creencias seculares f']Ue podían movilizar¡; los
individuos sin referencia a valores o seres de otro mundo. Son estos sistemas
de creencias seculares lo que algunos teóricos contemporáneos describen
como <<ideologías». En su perspectiva, el desarrollo del capitalismo
industrial dio origen a tma «era de ideologías» que inaaguró la Revolución
francesa y gue c ulminó con !os movimientos re volucionarios radicales
de comienzos del siglo xx. El gran relato de la transformación cultural
atribuye así un papel específico al concepto de ideoiogía (comprendido
como una concepción neutr<J!, e n el sentído ant~s <'xplicado). El concepto
de ideología se usa para descnbir los sistemas de creencias que -según
este relato teórico-llenaron el vacío cultural creado por la decadencia
de la religión y la magia, y que proporcionaron a la gente nuevas forméis de
conciencia, nuevos meneos de significado en un mundo que experimen -
taba un carnbio social rtipído y sin precedente.
EJ gran relato de la transformación cultur<~l está Drofundamentc
arraigad o en el discurso d e la teoría política y social. J{a servido como
un constructo general, con frecuencia implícito, en el cual muchos autores
han visto y analizado el d esa rrollo de las sociedades modernas . Creo
que t'ste relato contiene a l g un<~s perspectiv<1s importantes pa r<~ com-
prender las condiciones en la.s que surgieron las sociedade modernas de la
Europa n"tedieval y ml)Ckrna kruprana. No obstante, el relnto es ta m -
bi é n en gail.os o en ciertos aspt•ctos fund<1mentoles . Uno d e ellos es és te :
los teóri cos del g ran ;·elato, e 1no habré d~ sosten er, h <'! n iden tificado d e
maner;¡ errónea lé! tr;;nsform aóón cultural hwda mcnt;:d asocia da con
el desarrollo de las sociedades modernas. Preocu p i1<:k·~ ¡:-oor d .;;u¡)ues lo
proceso de .sec ulari%aciém }" raciuné\itzaci{n, d ichos teó ri <.:os Ju:1 kndi do
a descuidar un proceso demuch c-1 mayor significé'lciti:i que estaba cx:urnend o
ante sus ojos: es decir, la rápida proliferación de las instituciones de comu-
nicación masiva y el crecimiento de las redes de transrrusión mediante
las cuales las formas simbólicas utilitarias se pusieron a disposición de
un campo cada vez mayor de receptort.>s. Éste es el proceso que describo
como la mediatización de la cultur<l moderna. Dicho proceso constituye,
en mi opinión, una de las transformaciones decisivas asociadas con el
surgimiento de las sociedades modernas . Comprender este proceso es
esencial p<~ra comprender el mundo de hoy, mundo que está cada vez
m<'is entrecruzado por redes ins titucionalizadas de comunicación y en
el cual la experiencia de los individuos está cada vez más mediada por
sistemas técnicos de producción y transmisión simbólicas. Comprender
dicho proceso proporcionará también un marco teórLco alternativo don-
de un concepto de ideología refonnulado puede desempeñar algtín papel.
XXl!l
en la interacción social. Pero este énfasis en el carácter simbólico de la
vida socia1 debe complementarse con un énfasis en el hecho, no siempre
evidente en los escritos de Geertz, de que las formas simbólicas están arrai-
gadas en contextos sociales estructurados que implican relaciones de
poder, formas de conflicto, desigualdades en té rminos de la distribución
de recursos y así sucesivamente. Este énfasis dual define lo que lbmo
<<concepción estructural» de la cultura . En este sentido, los fenómenos
culturales pueden considerarse como forma5 simbólicas en contextos
estructurados; y el análisis cultural puede concebirse corno el estudio
de la constitución significativa y la contextualización social de las for-
mas simbólicns.
Consíder<1r léls fom1.as simbólicas como fenómenos contextualizados
es concebirlas corno si en general fuesen producidas y recíbldas por in-
dividuos situados en contextos sociohistóricos específicos y dotados de
¡·ecursos y Cilpacídades de diversos tipos. Las formas sim.bólica.s pueden
conservar los vestigios de l cl~ t:ondicioncs sociales en que se originaron;
por ejemplo, l<t maner<1 en que una expresión verbai puede estar milr-
cvda por el acento, el uso idíom,\tico y el tono d e una clase social o tm
trasfondo regiona l pcHhculares. La contextua[i zc ción social de las formas
simbólicas también implica que éstas pueden transform :nse en objetos
de complejos procesos de valoración, evaluZ~ ción y conflkto. Aquí me
concentro en lo que denomino procesos de F<doaJ.ción es decir, procí:'S\)S
por los cuales y m ediante los cu;ües se adjudica cierto <<vnlor>· <1 las formas
simbólicas. Exis ten dos tipos de valor partic ulannente importantes en
este sentido. El prímew es lo que se puede llamar «Valor simbólico»: el
valor que tienen las formas simbólicas en virtud de las maneras en que
las estiman los individuos que 1as producen y r eciben, y en virtud de lns
mnncras en que estos jndividuos las ensal zal i o denuncian, y atesoran o
d esprecian. Un segund o tipo de valor es ~J «valor económico», el cual podc-
nt<.>S explicar como el v;:dor q ue las formas imbólicas adquieren por se r
ofrecidas en ínt·ercambio en un mer acl o. No todas las fonl1élS simbólicas
poseen un val m conómico en este sentido, pero s u va loración económica
es un proceso impor tan te qUI.: s ha d esa rrollado hístóriumente y que
ha <1dquirido un papel ca cb v ez rnás importante en la s socicdddcs
xxr v
modernas. Cuando las forméiS simbólicas están sujetas a la valoración
económica se transforman en mercancías, o com.o siempre digo, en <<bienes
simbólicos», que se pueden comprar, vender o intercambiCH en un mer-
cado . El desarrc-ll.> d!.' un mercado de obrJs de arte, que culmina en la
cn>ación de galé;rhs y C(lsas ele subasta donde las obras pueden cambiar
d(' 1nanos por ';~¡mas cxtraordí..narins, es un vívido ejemplo del proceso de
v<ilD:"éi CÍ.Ón económ i :a .
Al caracteriz ar las form ;: s simbólicas como fenómenos significa-
ti\'oS que a Li vez son pr ocb..'lcidos y recibidos por individuos situados ~n
. o nt t~x tos es p ecífi cos, también implicamos que en general las formas
simbólicz1s se tran.sm íten, de una u otra manerñ, del productor al receptor.
l )e~;cribiré lo anterior como fa tr~1nsm;~s·ión cultural de Jasform;¡s simbófkn.~~
y distinguiré tres aspectos en este proceso. En primer lugar, la lnnsnüsión
cultural entrnñil el uso de un medio técnico, o sustrato materinl, por
Dlt'dio del cual se produce y tri'lnsmitc una forma simbólicJ. El medio
t..:c!!ico permite cierto g ri'do de fijación de un contenido signific;:¡\"ivo,
as t como ci e rto grad o de reproducción de las formas simbólicas. fJ grado
de f¡jación y rep ro d ucción depende de la n<1luL'Ilc7:;~ del medio: un mcn-
:;Jjc grabado en p ied ra tcndrj pur lo regular un mayor grado ck fiJ<lCión,
pero un grado m u cho mt•r:or d<.' re p r oducción que un rncns<:í (~ insc rit-o
n irnpH'SO en p ape l. Un segundo aspvcto de la t.ra :1smi.>íón cultural se
rel <lciona cun ~·1 <1¡vtr,<to institu c ion al en el n;,1[ s.c· <.ksrlicg ,¡ un medio
t··~ ~'nic o. A. menudé>, el dc:;rliL:guc de los ml'·dios téL·nicos forrnc1 parte ck
un contexto insti!t;:jonal rn<'í s ,:. mplio que incluyv sis.temas de producción
dl' formets sin1 bó licas y canales de difusión selectiva. Un tercer aspt'cto
c1t<l t1C a lo que se puede llan1a r, d · ac uerdo con autores como H<nold Innis
~~ ,\nthony Cidd e ns, el «CLis tMl.ciamicnlo espacio-tíemp(.l >>que intervil'nc
e n 1.1 tr;m~mi si ·n L:u lturéll. F n cicrtc1 mt~did(l , la tr<-lnsmis[ón de una forrnJ
:sim bólica implica necesar ia mente su separa ió n del contexto original
que L1 produjo : q ueda dis tanc iada de t'Sle con texto, ti\n.l'o espaci<tl como
tt'm¡.,ori1irnente, y se inserta en con te xtos nuevos que St' uhi cdn t n tiempos
y· !ui:,tlrcs diferen tes . De e s!<~ mane r<l, las f(1rm,1s simbólica::; adqu ieren lo qu e
dcn ü;'1;inc1ré un<"~ ,,di ·pon ibi iicL1 d c\.lcndid;¡,, L'n ll t:cmpo y ~,1 esp ci n. Son
pl l l 'SlclS a dispo::: ic ió n de un <\ <111lpllc1 gélma de rc(.cplores p otenc i,1lcs
que pueden situarse en contextos alejados, (·nnto en el tiempo como en el
espacio, de los contextos originales de producción .
Esta reflexión teórica sobre el concepto de cultura y temas afines
proporciona un marco en el cual podemos empeza r a reflexionar acerca
del surgim.iento y el desarrollo de J¡:¡ comunicación de masas. De marwra
amplia podemos concebir el surginli\:nto d t' L: cc•munico.ción dC> n.cas<ls
en términos del estab!e(· imientn 1;radu,1l d e una serie de inslítuciont>s
basadas en cierto~; medíos h\.·nicos de tr<msmis:ión cultural y orient<~das hacia
la produc(:ión y difusión generalizada de las form.as s in:bólicas mercan -
tilizadas en gran escala.. Las primeras formas de co munica ·ión de m<~sas
:;;e basaron en técnicas dl' impresión y en el u.so d el papel impreso como
medios de lr<~nsnüsión. Los dc ~ arrnllos de cisivos en e ste sentido fueron
los C]tiC comlÍnmentc• se asoci.1n con e1 orfebre- de Magu ncia, Johann Gu-
tcnberg, quien iuventó un método para reprod uc ir rn e diante moldes
letr ,1S mcl<í.li cas y adaptó la prensa de t·o rn il 1o tradicional pari1 los
propósitos de ia fabriG1ción de textos impresos. A fines del siglo xv !:'e
habían instalado imprentas en los centros de comc>rcio m.iís importnntes
de Europn y con ello empezó la era de la comu n icación de m<~sas .
En el capítulo 4, <11 invcs!igar el surgi J,_irnto y el desarrollo de 1<~
cuJnunicélción de m(1 S tlS desde el siglo x v hasta el presente, esbozo las
formas ínstüu cionalcs nl.cís importantes, d escribo los medios técnicos b<'ísicos
y d e te co la s tend e ncias m <ís recientes . ;\sC intento dcm ostrnr cótno,
d e sde e l com ienzo, el ·1esarrollo d e la co ml;nic<!ci(m de masas estuvo
cstrech,1m cnle entrelaz<td o con_la ex pansión d e l a ~ org, nizaciones conwr-
cia les y e! desarrollo d el Estado m.oderno . Au n que p resento una amplia
persr'e ti vn hi~;tórica , dedico l H1cl espedal atención a la <l¡J<U Í L~i,'m relati-
vamente recie nte d e !os medios d e radiodifusión, e. decir, los medios que
implican. la tra nsm isi ó n dt' m ensajes vía ondas ele ct ro m agnt:' licas ;-¡un
¡'üblíco iJ)detenn in.'\d() y e '\ te nso. Fn la i'l ctu<~li da.d, los nv•di os d 'rndi odi-
fusíón má~ impor t;m tes son los qu e s e rela -·innan con. iil tr.m.:;n;i si(m
tcle,·isi,·a y t)or ello le:; ded iL'l) t.J llii con s icl<.' Llbl e ·1tención. T1m bié n
ex<~rnino los ül tí m os desarrollos _,urgid os en lns ind u_trias d e ks meclio:-:- de
comun iGJCión en su tole lidc1d, los cu¿¡)e._<; se bil. an en factures económicos.
poLíücc - y tel" nl)Jógicos . J.::n lre d ichus d esil rrolíos ._ e i ncluy cn l<1 ,.-oncen tra...:ió~1
\'\\·1
y la diversificación crecientes de las industrias de los medios, la cada vez
mayor globalización de las actividades de Jos negocios de dichos medios
y el despliegue dE' nHevas tecnologías de comunicación, como es el caso
de las que se asocian con l<~ transmisión por c=~ble y satélite. Tales procesos
b~n conducido a J¡:¡ fonnación de enormes conglomerados de com UJJ.icr7ríón
q11c poseen importi."\.ntes intereses en dtversas industrias rela cionadas con
producir y difm:dir la información y la comunicación . De carácter
rnuil-imedía y m.ultin<i c ional, dichos conglomer<~dos se extiC'ndc n por
todo el globo, ce rnprando y . .·cndiendo con fe-bril rapiclez negocios E>spe-
cificos rcLJcion a dos con \( >S med ios, transfiriendo al instante (o c\1s i)
infonnélción y comuniocione, de un hemi:-;fí.:' rio a o!To, diriEicndo nwnsajes
a las salas de jos hogares d e innu :ncrables indiv iduos de todo el mut:do.
Los desarrollos y lc.ndencias documentad os en el cnpítulo 4 rl:'pre-
sctüan el núcleo instituci< na l, p or ac;í de(~ ! rlo, de la rnediati z.Kió n d e
L~ •..·ultu rél modernll . ll <m mo ld ~a do, profunda e irrever:O,¡"'J..:' nW!>I c , las ma-
ner<ls en -¡ uc se producen, tr<1nsm1ten y re i l· e n las formas sim bó li cas en
las s ocicclZ~d cs modern<l$, así corno los modos en CJ_ue los incli \·iduos ex-
¡,rriTnenlan l~s acciones y los hechos C]lll' ClC Urren en contex tos de los
que están csp<ocial y temporal me nte ;llejado!:i. ·r aJes desarroLl os so n en
parte constitutivos de las socied rl de · m odcrnns, CISÍ como de le que se con-
sideril ((mod e rno >.· d e las socied;ldcs (~n q ue viv imos h oy. Fs!o es, p<1r!e
ele lo que conform.1 a los socíed adl:'s n1l)dcrnds como •<modernlls >, (~:;e l
hecho de que el intercarnbro d e l<~s fo m 1as s im bólicas ya no se limi t<1 pn-
mordi<llmente _, Jos contex tos de 1,1 intcr¿¡cc!ón car<1 a cara, sino qu e está
f'xknsa y creocnte rnente mediado por lns instif ucionts y los m ecanis mos
de],:; comunicación m asiva Por supcwsio, el proce~_;o ele b m ediMiz<lción d e
1.1 cul tu r<'l D10Lkrna con sti tuye sólo un cbr!'ctt' de Id form ación ele las socic:-
dadcs mod ernas. Es un procest1 -:¡u t> h.1 id u 1 la p.n l: OJ . el d escH rn ll u
L i c .1p!!·ai is m ' J 11 ,d.u s tri;·ll (y furihlS ,l[tcrn ativ a s del d esa rr !l u in dt h -
tri a l) v e n t>l s url!:i m ien l o d e l Es lado mode r no (V fo r m ,~ s ,1 fi n c•s de
.J ( .J •
¡•Mtit:ipa ció n pulí ti ' éi ). Estos p r o ce ·os se h ;: n l r i1sL:; pddo de m .1nt~ r,1s
cn m p leías; han t mad o dis tin tos caminos e n di fe rentes contexl'b l.i:--:fóricos
\- gcugr<-1fk cs . l'N o junlo.s han defn ;¡._J o los confornos biísic:os d e las s<lCiedil-
ctl'S C'n q u vi v i.rn ns ho:'i, ~·on lorn< l:; 'l' t:.' Céld,l ve/. se v w-~.h-c1 1 m.<is global es.
¿Cuáles son las características del nuevo régimen de transmisión
cultural creado por el advenimlento de La comunicación de masas? ¿Có-
mo deberíamos entender la naturaleza de la comunicación masiva, las
maneras en que ilfecta la interacóón social, el papel que desempeña y que
debería desempefla !· en la vida social y política? Las anteriores son las
cuestiones que trato en el capítulo 5, dond t> esbozo los comienzos de una
teorí<l social de la comunicación de masas. Así, destaco eL hecho de que,
en tanto que la comunicación de masas implica el intercambio de las formas
simbólicas, los tipos de comunicación que se establ;?cen a partir de ello
difi e ren mucho de los que inte rvienen en la conversación corri ente y
cotidiilna, pues la comunicación d e masas imp lica en general un flujo
unidireccional del productor al receptor. A diferencia de la situación
dialó gica de una conversación, en la que quien escucha es también un
emisor potencial., /a comwuf..-aáón fl1i1Sh' D instituye una n1ptu..ra fundamen -
tal entre el productor y el receptor; d e tal manera que los receptores tienen
relativam.ente poca posibilidad de intervenir en el proceso comunicativo y
contribuir"' su de.~;arrollo y contenido. Por· supuesto, los receptores sí tie-
nen alguna posibilidud de intervenir; pueden, p or ejemplo, escribir cartas
al editor, llamar por teléfon o a las compa ñías de televisión y expresar
su s p untos d e vista, o e-jercer :::u voluntad apagando e l tele visor. No obs-
tan te, aunque las instituciones p ;1rticu1arl's y los medios técnicos aceptan
diversos tipos de resptH'StilS de lnt> receptores, la a si rrtetrí<~ fundamental
del proceso cornunic<ttívo se mantiene in t;KLl .
Dicha asimetría tiene implicaciones pa :-a lo que llamo el impacto
interacciona} de los medios téoJicos. U ti lizo esta exp resión para referim1e a
las form as en que los medios técnicos de com unicacíón m así va han
transform ado, y son capaces de tra nsform.a r, la nJturaieza de la inte-
racción socia l en 1as soc i edu~.:es modernas. El d espli egue d e los medios
técnicos no de berí~. con ·idc rarsc como un rnero compiemen to de las
relaciones sociales preexis t·e n tes: más bie n, d ebería mos considerar que
este despl iegue .:;ir ve para crea1 nuevas rela ciones sociales, nuevas mane-
ras de actuar t' in ter a tí1 ar, n ne \'as maneras d e p resentarse uno mis1no
y de rcspondc·r a la a u toprescnt<1ción de los demás. El c<Hácter creativo
de los l1l'''d ios t·écni co~ fu s ub r<>yado pu r los llamados teóricos de tos
XXVIII
medios, sobre todo por Marshall McLuhan; empero, las maneras en
que McLuhan elaboró este punto fueron un tanto idiosincráticas y, en
algunos aspectos, poco plausibles. Por consiguiente, desarrollaré el tema
de otro modo. Al concentrarme en la comunicación de masas mediada
dcctrónic;uncnte, distingo varias dimensiones de impacto interaccion<ll
y analizo cada una en cierto detalle. Fn el nivel rnás básico, el despliegue
de los medios téa1icos separa la interacción soc.iaf del Jugar físico/ de n10do
que los individuos p ueden interactuar entre sí Junque no compartan un
entorno espacio-temporal común. Esta implicación es característica de
todos los medios técnicos que entrañan algún grado de distanciamiento
espacio-temporal (una conversación telefónica , por ejemplo); sin embargo,
en el GlSO de la comunicación masiva, la i.nteracción así establecida adopta
un carácter p<uticular. En virtud de que la comunicación m<~siva instituye
una ruptura fundamental entre la producción y la recepción de las formas
simbólicas, posibilíta a través del tiempo y del espacio un tipo específico
de interacción que podemos llamar «cuasiinteracción mediadc1» . Es in-
teracción porque en ella participan individuos que se comunican con
otros que les responde¡-. de óertas maneras y con quienes pueden formar
lazos, a veces intensos. de amistad, afecto o lealtad. [.>ero es «cuasi -
interacción» porque el tlujo de comunicación es predomindntemente
unidireccional y los rnodos de respuesta e1l alcance de los receptores están
es trícta m e n te eircu nscri tos.
Al separar la interacción social del lugar físico, el despliegue d.e
los medios técnicos pem1ite a los individuos representar a otros que estén
d/stantes. Los medios técnicos permiten que los individuos se comuni-
quen con otros que se encuentran alejados espacial y temporalmente,
y los individuos <~daplan su conducta comunicativa a fin de coincidir con
la:; oportunidades ofre idas por el despliegue de los nuevos mE'dios. La
exisienci<J de! medio televis.ívo ha originado una nueva categoría de acción
gue se re<1liza con ei objet·o de ser telcvbable, es decir, capaz de transmi-
tirs<.' por televisió n a un pübJice espél~:i<11mente distante y potencialmente
amp!to. Al televi sarse, la acci ón (y los indi viduos que la realizan) adquiere
un nuevo tipo d e t·is/hilidad que simplemente no era posible antes del
advenim..icnto de la o ):Ytunicación de masas en general y de la televisión
XXIX
en particular. Este aspecto de la comunicación de m«sas fue identificado
desde hace mucho tiempo por Jos individuos interesados e.n la b úsqueda
y el ejerciCIO del poder en las insti tu cienes d el Est<:do: en la era de la com u -
JÚC;Jció n de masas/ la polÍtica es inseparable del arte de admún:5trar la
visibilidad No obstante, es importan te reca lcar que el aumento de vis i-
bilidad que pennilt: }¡:¡ comunicación masi\·ti ~~s fuente tanto de enor m es
orortunidades políticas como de riesgos p nlíiicos si n preceden te . Por med 1o
L ~C i,1 tekvisíón , ias !i g ur;1s polític<ts p ue den comunjcLJrse con un p übiico
amplí o y muy diseminado, pueden presenta rse <1 sí mis mas y presen ta r
sus puntos de visla d e una manera cuid.J d Osél m entc con trolada . Pero
este m ~~ di o t<~ mbi én d<1lugar a la posibilidod de que las fi guras políti cos
:q ;1rezc.1n como incomptctcntcs, mal infonnéldas y descontroladas en
formas y en JÚ VL'I l's qt! (' n cul ca a nlL'S e xistie ron . Fn la arena polít ica m e-
d iadn elcc: lri'>ni.::· ;¡rn.cn k . un cotne ntarío impr o visado o u n <lrran q u t·
em o<. ion,1l puc,kn ¡wovoc<u la. caíd a de un asp i.r<m te a líder. No te n e m os
~~¡ u c ir muy lejos pMd c n r:orür,)r e je mplos d el tip d isti n tivo dL' Iragil Ídlld
r oJi! Í('é\ q U C CH:' il lil VÍ S Íbi ltd rtd l)) é'lSSm t •d j <tela, fragilidad que CS in trín sc C;¡
a las snc iPdad.cs dond e' C>! p rtlt 'C'> ~) d . nw diací · n ha p0Iw t r acio y, en c~t:>r L1
nwdid(l, reco nstit uido la M ena ¡)o lítica .
Si el despliegu e de los nwdios ttScnicos h a tr an s form c1do b s m aneras
en que los mdíviduos produce n y· trans miten Jos m e nsa jes, tam b ién h a
tr<Jn st~l lTn a do los condicion es dl' vi d a de los in d ivi d u os que los reciben
como parte d e [¿¡ r u tma de s us vidas diarias. Es to Pc-; verd ad ero en el senl1d o
rc lMivamen tc di recto en qu e e l d l~s pli eg u e de un m.ed.io técnico corno lil
tc!c: v is ít' n p u ede frnn sforma c y h as ta cie rt o p un to ha trans formado, 1<1
orga nÍ L.:Jdón espacial y ll'mp or,) l de la vid a d1 ar ia d e 1ct m,•yorín de los
individ u os de bs socicd Jdcs m o derr:.as. Co n frccuLn cia, e l tele viso r ocu pa
!i!U ubi c,; c)ón CdÜ!\ Ü vn e l h o•~a r y se Lr ;:ns fnrm<'l en e l ru n to e11 t-orn o
;¡] Cll < 1l se or ~;1. ni Dm io s L"5P r1ci os v l as ac h v; da d es . Lo;, hor a r ios d e
\ .,/ . J
\ \\
experimentar hechos que ocurren en lugares espacial y temporalmente
remotos. A su vez, esta experiencia puede formar o estimular modos de
acción o respuesta por parte de los receptores, incluidas fom1as de acción
colectiva o concertada. La recepción de hechos mediados amplía en gran
medida la vllriedad de experiencias posibles a las que se exponen, en
principio, Jos individuos. Permite que individuos que están en una parte
del mundo sean testigos de hechos que ocurren en otra, y que pued;u\
responder individual o colectivamente a ellos. Cuando los individuos que
se encuentran en Londres o Nueva York, en Moscú o Praga, encienden
511s televisores y ven a las tropas chinas atacar a los esh1diantes en la
pinza Tianarunen, o Cl los guardias fronterizos de Alemania Oriental des-
mantelM el Muro de Berlfn, están presenciando acontecimientos de una
gran significación histórica, aunque éstos puedan estar ocurriendo en
regiones dist.1nt1·.'S del muPdo; de este modo, los acontecimientos mismos
qued<m sujetos<; un nuevo tipo de escruhnio global que nunca antes existió
Los individuos p ueden participar en una esfera de la experiencia cul!und
que ya no se limitn al compartimiento de un escenario común, en ~anto que
las actividades dé los Estados y otrLJs organizaciones quedan expuestas
de una manera que tiene un alcance cada vez más global.
Aunque 1<~ esfera de la expenencia mediada que posibilita el dcsanollo
de la comunicación de masas ya no se restringe ¡:¡J compartimiento de
un escenario común, Í<i naturaleza y ci impacto potencial de esta ntu:'Vcl
esfera de la experiencia qm..>dan conformados por los arreglos y las formas
de poder institucionales que cí'lrocterizan a los contextos en los guc se
producen, h·ansforrnan y reciben los mensajes de los medios. Los <ngu-
mentos liberales h·adicionales en favor de la «libertad de prensa» se basab<m
en el supuesto de que las form<:S de poder que más podrían restringir y
obstaculizar !a Ca p< ciclad de Jos lillC'\'OS medÍOS rara expreSM una
d ivexsidad de opiniones y puntos tk \'ÍSta, er<ln las torn1,15 de pockr í.nslitu-
ciOJH lizadéls en el E' téldo mode rno. P.ua los prinwro:-; p~..'nslldores liberales
como Jeremy Bcnih anl., James ]\:h1l y Jnh r; Stuart Milt el estdbkcimiento
d e tm a prensa ind ·>pendiente que e.stuvieT,, libre de J~ censura y el control
es tatales era vital p ara el desarrollo de una institución política en l;¡ que se
pudiera expre ar tLna diversid<1d de opiniones y en Jo:"~ gue se pudiert~n
\'\XI
examinar, criticar y, de ser necesario, restringir tas actividades de quienes go-
biernan.. Mucho se puede decir en favor de los argumentos presentados por
estos primeros pensadores libera tes, argumentos que retienen su relevan-
cía y urgencia en la actualidad, en un mundo donde no han desaparecido
de ninb>una manera los intentos de Los funcionarios estatales por restringir
el flujo de Ir~ infonnilción y l<l circulacíón de las íoe<1s, ya sea en Occidente
u Oriente. Sin embargo, sostendré que la teoría bberaJ tradicí0nal de la pren-
S<llibrc posee en la ilCtualidad un valor limitado para pensar en la
naturaleza y el p<lpel de las instituciones de los medíos en las sociedadt=>s
m.odernds. Al enfati zar tanto los peligros que entraña el poder esta tal,
los primeros teóricos liberales no tomaron suficientemente en cuenta una
amena-za que surgía de una fuente diferente: la del crecimiento sin tTilbas
de las industrias de los medios como intereses comerciales. Además, la teoríe1
libera! tradicional se desarrolló básjca mentc en relación con los d iarios y
con las industrias editoriales, y no se puede imnsferir fácil y directamente
a esos se tares de L)s industrias de los medi,1s que han adquirido !anta
importancia en el siglo xx, sectores que empic,m distintos medios técnicos
y que se h;¡n desarrollo.do en distintos marcos ins titucionales.
En un intento por ir mf:~ ,)]l/1 d e la teoría liberal tradicional de la
prensa libre y por pensM en los marcos institucionales más apropiados
pi1ra el desarrollo de las industrí;ls de los medios a fines del siglo xx, argu-
mento c n favor de lo que podría llamarse el princípío del pluralism0
regulado. Por «plur<~lismo regulado>> me refiero a un marco institucional
arnpl!o que contendría y aseguroría la existencia de una pluralidad de
instituciones de m edios inde pendientes en las diferentes esferas d e Ja co-
municación de masas . Este principio exige dos medidas concretas: la
desconcentracíón de los recurso~ d e las indusi:Tias d e Jos medios, y e l ais-
lamiento de las instituciones d e Jos medios del ejercicio del poder d el
P.st<ldo. El principio define un a mplw espacio institu cional --€spacio entre
la operación sin t-rab <.b d ~ 1<15 fu<..'7.aS de mercado, por un lado, y el control
directo de las instituciones de los medi os por p,:rte del Estado, por el otro-
en el cua l ptwden operar_ se pueden desMrl'llar lns organi zacion es d e
](15' mediP~> . Se trii ia de un esp<h i t) qu (> puech~ d ,1r ,. . abida n un<1 variedad
de formas de o rgan i7iKión •.:s p~ ·,·f fic<.-, s, )'el Sc':1 m;e éstas se ub iqu en en la
XX X!i
esfera pública, en la esfera privada o en la esfera de lo que pudiera
describirse como orgaruzaciones intermedias. Pero es también un espacio
que se debe considerar como existente en una escala trasnacional. Hace
mucho tiempo que las instituciones de los medios dejaron de operar en
1~ confines de un solo Est<:~do-nación; el carácter trasnacional de las formas
de transmisión ZJsociadas con la tecnología de los satélites representa
sólo la etapa más reciente, si bien quizá la más drástica, de un proceso
de globalización que ha promovido y reflejado el desarrollo de la com u-
nícación de masas . Si hemos de aprovechar al máximo las nuevas
oportunidades que brinda el despliegue de las nuevas tecnologí<1s en L1
esfe¡·a de la comunicación de masas, y si hemos de evitar los peligros 'lue
ha mostrado basta ahora el desarroUo de dicha comunicación, entonces
la1mpl<mtacíón d,~J principio del pluralismo regulado requerirá m1 nivel
de voluntad política y cooperación intern<~cional que muy a menudo
l ace falta en el escenario político contemporáneo.
El desa rro llo de una tcc>ría social de la comunicación de masas
proporciona un telón d t~ f ndo contra el cual podemos rcconsid~rar los
problernas asociados con el an álisis de};:¡ ideología en 1<-~s sociedades m o-
d e rn r1 S. Si concebim os la ideolog ía en términos de las maneras en qu e el
s ignificado activ a do por las formas sirnból icas sirve par él establecer y
sostener las rebciones de dominación, p odernos observar entonces que
el desarrollo de la comutÜcac:ión d~:' masa:> tiene enonnes implicaciones
para la na. tu ralezil y el alcance de los fenómenos ideológicos . Con el
desarrollo de lé't comunicación m<lsiva, la circub.ción de las formas
simbóliGts se separa cada vez más del compartimiento de un lugar fís ico
común y, en consecuencia, la movilización del ~ígnificado es C<Jdd \··ez
rnás capaz de trascender el contexto social donde se producen t.:s fornw:>
simbói[cM; . Fs :,ulo con el desarrollo de la comunicación de mas<1.: que
Jo~ fenÓmCriOS idL'OJógicOS pudieron [r~msfor¡n ¡¡ r:=;. t~l1 fenÓm211l )S mr!Sll -o..:;/
e:, dvcir, fen ómenus capaces d t? ;:¡fecrar?.. grandes c nn tidades d e indivi-
duos en ,ímbitos d iv -rs JS y sepa rados. Si la co rnttnÜ.'(JCión de m ;1s .:s se
hri transform ado en u n medio im portante par<\ el funcionamiento de i21
ideología en las .s ciedade ' modernas, es l- orque se ha transtonn ,'1do en
un medi o import-a nt.:' ~. ara li1 produ c •.~ i ó n y b transmisión de tonn ;1s
simbólicas y porque las formas simbólicas generadas de este modo
pueden circular en unél escala sin precedente, para llegar a miJlones de
individuos que lo único que pueden tener en común es su capacidad
para recibir mensajes massmediados. No obstante, aunque no se debería
subest¡mar la significación de la comumcación masiva, debemos agregar
dos condiciones . La comunicación de masas se ha transformado en un
importante nwd io de la ideología c:n las sociedades modemas, pero de nin-
gun.a mane ra es el único. Es importante a·-entuar qu e la ideotogíél
--entendida ampliamente n mto significad ,: al servicio dd poder-
opera en una variedad de contextos en la vida cotidiana, desde Jas
conversaciones comunes entre arrugas haslil !os discursos rninisteriales
emitidos en los mejores homrios de la tclevi Pión. Quienes se interesan
por la teoría y el aná1ís.is de la ideología comc-terínn un error si se con-
centraran exclusivamente en la comunicación mdsiva, de la misma manera
que se equivocarían si la p;."~sar<~n por alto . La segund a condición es ésta:
aunque el desarrollo de ln comuni cación m a iva ho creado un nuevo
conjunto de parámetros para la operación de la ideologí<~. en las socie-
d.:~des modernas, la pregunta acerca de si lo s mensajes particulares
massmediados son ideológicos es una preg un ta que no se puede responder
de mane r¿¡ a bslr;1t." ta, sino que se d e be a bord ar en el marco de una
metodc.,Jogbtnte rp<·etati'.·a s istcm<~tica . Sólo de este modo nos será posible
cvitM i,; tend c nci,1 , L1p <Jnnún en l<1 lite r::1tur<1, d e s uponer que ciertos
rncnsajes de los medios son ideológicos en s.í y (:fi caccs en h1do el mundo
social. La elaboración de una metodología sist "mf, ticl nos permitirá
desarroll<n una aproxii!l<Ki<'m al carácter ideológico de los mensajes de
los medios que sea a J;¡ vez más rigurosa y restring.ícia.
Gran parre de este Ubro tiene que ver con p ro! lemas de n~ turaleza tcó-
rictl generJI: el concepto y el papel de la ideolot::ía/ ei concepto de culturil
v las ci"lfacterísticas de la tri1nsmisi0n cuihJri'!l, el d esarrollo de la comunica-
dlin rnC> siva y sn s impl 1cacion es en la vida social y pnlítica. Sin embargo,
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und parte esenci al d " mi argumento es que tales problemas teóricos gene-
rales pueden y d eberian asociarse con asuntos de tm carácter metodológico
más concreto. En el capítulo 6 exploro algunas de las conexiones entre
teoría y metodología, y entre reflexión teórica e investigación metódica
y detallada . Mi objetivo no es tanto prescribir o proscrjbir métodos par-
ticul<lres de investigación, sino más bien esbozar un marco metodológico
Mnplio en el cual se pued,::m situar y relacionar entre sí los métodos partí-
cu1n.res/ y en el cuill s e pueda dC' terminar su valor (así como stJs límites) .
Para desarrol l<u Pste marco, recurro a una tr<1dición particular de
pensamiento, tra dición gue se conoce comúnmente como hermenéutica.
¿Por qué la he rrnenéu hca? ¿Qué puede ofrecer una antigua tr<ldici.ón
de pensami ento, surgida en la Greci<~ clásica, a l estudiante de la cultura
moderna? Pode rno~ res po nder i<1 pn:::gunta en dos niveles . En un nivel
genera l, es t<1 tr,ld i.:i ón llama nu e.str, atención bacía lo que describiré
como las condiciones hennenéuticas de la in ve5'figación soc.iohi.,·tt)rica.Tales
\'(~J1di c iones surgen de lil constihtción del campo-objeto de la iJwe:::.t ígndón
:;o,:ioh!s tórica, ca mpo-objeto quQ l i fíen_' en ciertos élSpedos hí n(b-
nH.•ntalt~ S de los campns -obj l'~to de t~ s ciencias naturales. El carnpo-objcto
d e L; investiga ~i ón socinhi stórica no es sólo una concatenación de
objetos y suceso~, q ue estt>n allí para ser observados y explicados, sino
que es también un campo-sujeto constituido/ en parte, por suje tos que,
en el curso rutinario de sus vidas, participan constantemente en la com-
prensión de sí m1smos y de los dern_ás, en !;1 producción de acciones y
expresiones significativas, y en la interpretación de las acciones y expre-
siones s ignifi cé}tivLls qut> producen los demás. En otras palabra s , el
campo-objeto de la investigación socioh.istórica es un campopreúJterpretado
en que los procesos de comprensión e interpretllción se presentan como
F'arlE: mtinaria d e las vidils de los individuos que, en parte, constituyen
este campo. El ca1 á.: ter preintcrpret<~do del mondo sociohistórico es un
rasgo constitutivo , in paralelo en las cicnl·i;Js n aturz¡Jes . Al e mprender
J¿¡ i n v esh g <~ ción soc io histüri •.:a, ln¡sc~lmll ~; ( t>mprender y e xpl ica r tina
se rie d e fe n óm e n os qu ' , d e cier til mdm:ra y lu!'> tn cierto pun tu, son
com prend idos ya por los in di vid uos que forman parte del mundo sociohis-
tórico; buscam os, en rcs um '..'n, n:inte~·prtt,Jr un campo prei1 .tcrprctndo.
X>."XV
En tanto que la tradición de la hermenéutica puede dirigir nuestra
atención hacia estas y otras condiciones hermenéuticas de la investigación
sociohistórica, en un plano más concreto tambi.én puede proporcionamos
algunas pautas metodológicas para la investigación. Desarrollo estas
pautas por medio de lo gue llamo el marco metodológico de la hermenéu-
lic3 profunda. La idea de la hermenéutica profunda se extrae de la obra
de Paul Rico2ur, entre otros. El valm de dkha idea es que nos permite
dc.'-arrollar un marco metodológico que se orienta hacia lil interpretación
(o reinterpretación) de fenómenos significativos, pero <~n el cual diversos
tipos de análisis pueden desempeñar pape!tos legítimos gue se respalden
entre sí. Nos permite ver que el proceso de interpretación no se opone
necesariamenLe J los tipos de análisis que se interesan por los rasgos
estructurflles de las formas simbólicas o por las condícíones sociohis-
tóricas de la acción e interJcción, sino que, por e) conirarío, tales tipos
de análisis se pueden vincula.r y construir como escalones necesarios a
Jo lar(To d el camino de la in te rpretación. Télmbién nos permite ver que
determ inados mélodos de análisis pueden esclarecer algunos aspectos de
un fenómeno a expensas de orros, que su fuerza anaJítica se puede basar
en lúnites estrictos, y que estos métodos particuiares ::;e pueden considerar,
a lo sumo, como e.!apas pa reía les de un enfoque metodológico más completo.
Dcs<~rrollo la hermenéutica como un marco metodol ógico para el
anális is de los fenómenos culturales, es decir, para el <:nálisis de las
formas sünbólicas en contextos esl·ructura d o.s. En esta descripción, la
hermenétltica profunda es un rn<~rco metodológico que comprende tres
fases o procedimientos principales . L;; primera fase. ql'te St' puede descri-
bir como «a nálbi:; sociohístórico», se relacion<l · on las condiciones
soci<1les e hisióri l'as de la producción, circulacíón y re'." (~ pción de las
formas simbólicas . Esta fase es csencictl ¡'orque las formas sit~1bólici:ls no
subsisten e n el vacío: son fenómenos sociales conte xtualizados, se pro-
ducen, ponen en orculación y reciben en con diciones sociales específicas
que se pueden reconstruir con la a.yuda de métodos empíricos, documen-
tales y ele observación. La segunda bsc del marco hermenéu tico profundo
se pu~·de des crihtr como «análisis formal o discu rs ivo» . Emprender un
Mt<)llsis fo.rm.Jl o disc tHStv o es estudi;~r lns formas sin1bóLit":(1s como
construcciones simbólicas que presentan una estructura articulada.
Esta fase es esencial porque las formas simbólicas, adem.-fs de fenómenos
sociales contextualizados, son algo más: construcciones simbólicas que,
en virtud de sus rasgos estn1cturales, pueden, y afirman, representar,
significar y decir algo acere¡:¡ de algo. Es este aspecto adicional e irrcduclible
de las formas simbólicas el que exige un tipo de anáLisis diferente, una
fase analítica que se rel<1cione ante todo con la organización interna de
las formas simbólicas, con sus rasgos, patrones y relaciones estructurales.
Empero, t=~unque esta fase de análisis es perfectamente legítima, se
puede tornar confusa cuando se aparta del marco de la hennenéutica
profunda y se persigue como un fin en sí mtsma. Por si solo, el an<Hisis
formal o discursivo se puede trans formar, y en muchos casos se ha
transformado, en un ejercicio abstracto, desconectado de las condiciones
sociohistóri cas y a jeno a lo que expresan las formas simbólicas cuya
estructura busca devebr.
La tercera y última fase del marco de la hermenéutica profunda
es lo que se p tede llamar adecuadamente «interpretació n .') (o «reinter-
pretación>> ). Esta fase trata de la explicación creativa de lo que Si~ dice o
re presenta por m edio de un a fonna simbólica; estudia la constnJ cción
c reativa de posible significados. La fase de interpretación parte d e los
resultados d e l an á lis is sociohistórico y del análisis formal y discursivo,
pero va más allá qu e ellos en un p roceso de construcción sintética.
Recurre al análisis sociohistórico y ;;l análisis formal o d iscursivo para
escl a recer l as con d icion e s s oci il les y los rasgos es tru ctural es de una
forma !:iimbólic<, y busca interprdJ r una forma simbólica en esta luz,
explicar y elaborar lo que dice, lo que representa y d e lo que se trata .
Este proceso de interpretación es al mismo tiempo un proceso de rein-
terpretac!ón, en el se ntid o d e que es una reínterpretación - m ediada
por bs fases de l marco hernH"n é uti co profundo--- de un campo-ob jeto
gue ya es interp retado y comprendido por los sujetos que constit uyen el
11H1ndo s ociolüstórí co . Al o frecer una interpretación de la s formas
simbólicas, rcinterpretamos un campo preínterpreL>do, y de esta milnera
partici p<1mos en u n p roceso gu~ puede, p or s u mism a n a turnleza, origi-
nar un con flicto de interpretaciones .
XXXVII
El enfoque hem•enéu tico profundo, que desarrollo como un marco
general para el análisis cultural, se puede adaptar al <~nálísis de la
ideología. Considero el análisis de la ideología como una forma o versión
específica de lc1 hermenéutica profunda. La especificidad de esta forma
con~is le en et hecho de que las di versas fases del enfoque hermenéu t.ico
profundo se ernple<:m con el objeto de subrayar el carácter ideológico de
lds form<J.s simbó!icas, es decir, con el objeto d e poner de relieve las ma -
neras en que e! significado sirve para establecer y mantener l<>s relaciones
de dominación. Al ser {'laborada en términos d.d marco metodológico de
la hermenéutica pn,íuncla, la frase ,.Ja intcrpret:1ción de la ideología»
a.dqUJcre un sentido pre..:·iso: interpretar la ideología para explicar e l
vínculo entré ~1 significado movjJizado por b .c. formas simbólicas y las
relilciones de dominc. ción que dicho signific:do cont ribuye a mantener.
L<1. interpre tación de la ideología se b;:sil en las fases del anrilisis so-
ciohistórico y c:n el aná lisis form al o discursivo, pero les otorga un énfasis
crítico: las empi e~ con el objeto de descubri.r el significad o nl servicio del
poder. Lo interpretación d e la ideologia es he rm e néu tica profunda con
u;u intención crítJCa. El conflicto potenci al inherente al proceso de
i;~tt'rprctación adopta así una forma nue vi1 y distintiva cuando nos
p,·upan1 de interpretar el célrácter ideológico de J¿¡ s formns simbólicas.
S1 diri g imo::, nuc""tr.1 ate nción hacia el <~rtálisis de las formas sim-
bólic,ls en el co n tcx tu d e !a comunicación m,1síva, debemos confrontar
u ni"l nueva serie de p n blemas metodoló2icos Tales problem.as surgen
pnmordialm ente del hec ho, antes señala do, de que !a com.unicací ón
m,1s iva es tablece un ruptura fund a m enta l entre la producción y recepción
de form<:~s .simbólicas. En vistil d e semejante cara ·terísticé:l, debemos adoptar
un enfoque un tanto d ife rente para anali:r.ar las fo rm as sim bóiicas lnass-
mediadas. Debernos di.·tin g ui r e ntre tres é!Spe -w s o campos-objeto de la
com unicación mé!SÍ\'a, y luego Jplicar los p rocedi mi e ntos de la herme-
néutica pro fu nda de distin tél S rnanera s a ca da uno d e e Uos. T;lles
aspectos .son : primero, la prodt1cción y h transmi ' ió r'l o d ifusión de form;:¡s
simbólicas m assmediadéls ; segundo, ]él co nstrución de los mé! l~c:j es de
les medios; y térccro, ia n~cepcién y la aprop iación d e los menSaJes de ]u:-;
medios. !)escribo lo antcriur como ,,el enfoque tTipartito» dt: la com unicación
masiva. Los tres aspectos intervienen en la producción y la circulación de
las formas simbólicas massmedi<~das. Pero puesto que la comunicación
masiva establece una ruptura entre la producción y la recepción, las
condiciones de producción y transmisión son en general distintas de J¡¡s con-
diciones de recepción y <>propiflción, y se deben analizar por separado.
/\unque cada aspecitl d e la comunicación de masas se puede ¡¡nalizar
ptw separado (y pN lo regular a•;J se hace en !él literatura empírica sobre
¡~ cmnunicación d t m<1sas), el en foque tripartito pone de reiíevc el hecho
de que cada <lspedo se define al abstraer de los demás un complejo proceso
integrado. El enfoq ue trip<Htito nos recuerda que un recuento exhaustivo
de la comun..icació.n de masas requiere la capacidad de analizar los tres
aspectos y demos!TM cómo éstos se relaóonan entre sí en la prodlJCción,
transmisión y recepción de formas simbólic¡¡s massmediadas.
L<i descripciun que presento sobre la interpretación de ia id<:>ología,
«:>n combinación con el enfoque tripartito de la interpretación de la co-
municación de m asas, nos permite plantear de un¡:¡ m<~nera nueva los
problemas meto dológicos que implica intent<tr ;malizar la ideologí¡:¡ e11
el contex to el\: u n~: cu! tu r.1 coda v ~z m á s mass medíada. F.n gTan p arte de
lZl literatur<.~ inicial sobre e l arác ter ick>oló~; ico de la comunicación de rna·
.s~1~, lt)S anaiis tas han ten dido a C•>JK(·ntra rse principal o exclusivamente
en !a estmcrura y l con tenido de los Jnl 'n:->ajes de les med ios, y hnn tratad('
de in terpret<lr las e nsecuencias de dichos mensajes al reflexionar acerca de
!ns mensaje~ en sL Es t1~ tipo d , an,1lisis choc¡:¡ con lo que lbm.o l<1 «Lüacía
dt:!l intcrnalismo>>, fél ací <1 gue tengo especial cuidado de evitnr al desa-
rrollar mis propues tas :n.etodológicas. Al intentar anaiizar el carácter
ideológico de l<1s formas simbóliCclS rnl'lssmediadas, debemos tomar en
cuenta los tres asp ectos de la comunicación de masas :.._producción/trans-
misión, cons tru cción y recep ción/a p ropiación de los rnensajes de los
medios-- y deb m as poner atención pa rticular a lo que se rmede denmn.i -
n¿¡r In ap.ropÍr7u"ón cotidiana de Jos pro iuctos massmcdiadus. Si nos in teresa
la furma en que el signifi.cndo sirve para t.>slélblecer y sostener las rel<1ciones
de d<.11ninación, en lollC<.'S deb mo5 exAmin<n có_mo es comprendido y
cvalua.do el signi ficad o n wv iJj.za do por las formas simbólicas massmcdiadas
por parte de los indi vid u os q u , 'n el curso de sus rutin<ts d i<H;as, r~L-i.bcn
los mensajes de los medios y los incorporan a sus vidas. Debemos examinar
su comprensión cotidiana, sus prácticas habituales de recepción y apropia-
ción, y las condiciones sociohístóricas en las que se p resentan tales prácticas
de recepción y tales procesos de comprensión. No p odemos dar por sen-
tadas estas práctic<1s y procesos; no podemos ~uponer que un mensaje
construido de cierta manera será comprendido de cierta manera por todos
los receptores en todos los contextos; no pod em os aparentar que se pueden
interpret<n las consecuencias de los mensa jes d e los medios con sólo
prestar atención a su estructura y contenido. A l examinar la <'lpropia-
ci6n cotidi(ln<' de los mensajes de Jos medios en r<-'bción con los aspectos
de b cvmunicncíón de m.asas, podemos desan·ollar una interpretación del
carácter ideológico de las formas simbólicas massmecliaclas que evita la
falacia del internalismo, y que pone de relieve las mari.eras donde el sig-
nific,1clo movili:~.;;cio por los medios m<1sivos contri hu ye a mantener o
trastorH~r, establecer o socavar, los contexll's s oci,1lcs estructurados en
los cual~:•s los individuos renben estos mens ajes y los incorporan a sus
vidas diarias.
Al refonnular de esta manera los aspectos metodológicos pode-
mos evitar junto con la falacia del internalism o, el m.i to que casi siempre
la aC'ornpaña: el mito del receptor pasivo. La id ea de que los receptores
de los medios masivos son espectadores pasivos que simplemente absor-
ben lo que resplandece i'lnte e llos en b. p an tall a, o lo que se les expone
en una página, es un mito que e-n nada se p a re ·e al vercbdero cnrácter
de la t~propi;¡_dón corno un proceso continuo de comprensión e interpre-
tación, díscu~íón, evaluación e incorporación. El proceso de apropiación
es un proceso ih·tivo y potencialmente crítico donde los individuos
intervit'nt:•n en un esfuerzo contin.uo por co.mprender, un esfuerzo por
entender los mensajes que reciben, por r ·, !Jdor:a rse con ellos y por com-
partirlos ,.on le~ de más. Al ¡>,irticipar ·-n l'.Si:e csfuer:w por comprender,
los individu os ta mbién parhapan, por rnuy implícita inconsciente mente
que lo hagan, en un proceso d e nutoformación y <>u tocompre nsión, en
un proceso d.c re for mación y recomp rcnsión de sí r.rusmos p or m ed io de
los mensajes qu e reciben y q ue buscan compren d eL Al recibir los men-
sajes de los med ios y al tratar de cornprend erlos, eh~ rJacionarse con ellos
Xi
y de compartirlos con los demás/ los individuos remodelan los lún.ites de
su experiencia y revisan su comprensión del mundo y de sí mismos. No
absorben pasivamente lo que se les presenta/ sino que participan de ma-
nera acbva, y a veces crítica, en ·un proceso continuo de autoformación
y autocomprensi(1!l, proceso del que lJ recepción y apropiación de los
rncnsc;jes de los medws forma parte integral en la ilctualidad.
El potencial crítico inhert~n!L' a la inff'rpretación de la ideología se
puede considerar e1. pa rte como unil cnn tribución a este proceso de auto-
form;lción y autocomprensión. Al desarrollar una interpretación de la
ideología, estamos sugiriendo una intcrprct<1ción que puede diferir de
la comprensión cotidiana de los individuos que constituyen el mundo
social. La interpretación de b ideología puede capacitar a Jos individuos
para observar de m a nera diferente las formas simbólicCJs, con una nueva
luz, y en consecuencia, p tHil verse a sí mismos de manera distinta. Puetk
permitirles reinterp rctnr una forma simbólica en relación con lns con-
diciones de su producción y recepción, en relación con sus rasgos y su
organización esiTu turales; puede permitirles cuestion,1r o revisar su com-
prensión previa d e un il forma simbólica y, por ende, modificar los
horizontes de la comprensión de s1 mismos y de los demás. Describo
este proceso, cuya po~ibilídad cst<í implícita en la inlcrpretacíón de
la ideología, como la transform ación interpretativa de l.-1 doxa/ es decir, la
lransform.:('.LÓn de las cmnprensíoncs, actitudes y creencias cotidianas de
los individ w s qu constihlyL·n el mundo social.
Existe un segundo as pecto t:n el guc h1 in tt'rpretación de la ideología
implica un poten.cial o íhco: élbrc un G\mtno para lél reflexión crítica, no
sólo en la comprensión co ~idiana de Jos actores legos, sino té\mbién en
las relaciones de poder y dominación en las que cst<Ín inmersos . La
inteqxetac!ón de la ideología implica neces<lriamente el <lncílisis sociohis-
tón co de las relaciones estrucJurad,1s de poder, en referencia con las
cu(lles se consi de ra el papel de las formas simbólicas. Por tanto, la
interpretación de la i d colog í<~ p uede servir p<lra c>stimular una reflexión
crítica sobre las reJa iones de poder y dominación, sobre sus fundamentos
y cam pos, y sobre los modos por los <¡cü.· s~ n:~~ntiE'I!en. Es en este sentido
que la interpreta i( n de la ideología licne una relación inte rn a con lo que
se puede llamar la crítica de la dominación: está metodológicamente
predispuesta para estimular una reflexión crítio acerca de las relaciones
de poder y dominación. Éste es uno de los moti vos por los que la intt>r-
prctación de la ideología puede despertar fu erte, reacciones por parte
dl' algunos de los individuos c¡ue con....c;tituyen el mundo social. Toca los
n~·rvios del poder, pone de relieve las posiciones d e los que más y de los
c¡u<2 menos se benefician con las relaciones sociales existentes, y examina
algun()s dl:: 1:_\s J:H:c<J.nismos simbólicos en virt ud de los cu<'lles se est<lblc-
cen y manti e nen e sL1~; relaciones sociales élSi m étri.cas en el flujo diario
de la vida soc1al.
El proccs(\ ck ir~terr'H~ti1ción en g¡•¡wrd, y deL:. in krpretación de
lo ide ~\logía en p articu l<l r, sus.._·ita ciertos problem as en relación con los
tipos de jusl'ífi cnción posible,.:: y apropia dos en ia esfera de la üwestig<l-
cic\n sociohistóriGI. Mi m3ne.r,1 de nbnrcL restos proble rn<·iS es fragmentaria.
No busco un criterio gcnerai c¡ue puedil resolver m ági amente todas Jas
d isrutas, sino c¡uc en ca mbio pregunto qué ti p os d e di sputé>S pl)d c n10s
10sperar sostener <~ n es tn csfern de investi t}Kión, y córno p odríamos proceder
le rna.ner<~ rJ.zo n,lble p<Hél responderlos. Estt? e n fo que requiere c¡uc
on n hc~mo · Jos tern2s d e discusión, que rlcsgloscmos los problemas y
que intente mos definir algunas de la"> condiciones, sí bien de manera
tent<lliva, en las quL' se p uedan comp<~rar y d e batir lJs interpretaciones
y las opiniones dmfli cti\·as, donde se pu<.:'d.'ln aducir diferentes tipos de
'\'iden<. ias y arg u m,~ ntos, y donde tal vez se puedan resolv(>r los desa-
c uerdos. E.:la rna ne :·a fr a gm e nta r!<~ dC' cloordu los problemas de la
jus ti ficación puede dl.'silusíonar a quienc::: b'<s·~c:n certidumbre, a quienes
<msüm alguna «b,1Sl:''' (para recurrir a esa tnetáfo ra fa tal) sobre la cual se
pudiera construir de manera esmt rada e inamovible m :estro conocí.m.i.ento
de l mun do SO('Í(.Jh islóric o . Si n emb;uo-o, e:sta b ü sq ueda de certidum-
brt· s errórv~ ,1: es ll n inrpu iSL) epist m ológico gue s iembra el caos en un
c-1m ¡:,o· obj >to qu e es dern;1si crdo complejo p ari\ critcri s in t-electuales
d e C!S ie ti po. l'or Dtr·<-1 parte, el enfoq ue fragm e ntario por e l que aho g u
puede p<1 recer •x trai\amentc pas:1do d e modn p a ra t~ qué llos que h ~1ce
mud1.o ticm.po abandona ron La búsque da de la certidu mbre, h·as considcrnr
Id er<l m o derna(,-¡ ''posm odcrn<l ») corno una é poca en que fin;drnen tc
xu¡
hemos reconocido, o deberíamos haber reconocido, c¡ue no existen c1íterios
de justificación válidos, y que lo único que tenemos son múltiples inter-
pretaciones que compiten o se oponen un<"Js a otras, y que sobreviven o
desaparecen en vi tud del poder que posel'n Pero, en rni opinión, estos
critícos h;m ido demasiado 'l ejos. Podemos rechazar la búsqueda de la
ce rtidumbrt.~ sin "bandonar el intento de dilucidar l<1s condicinncs en la~
que podemo~ hdce r juicios razonables ACerca de la verosimilitud o
inverosimilitud d e un a interprct<J.ción, o la rectitud o hdti1 de ella en
una institución. Fstas cond¡ciones no pueden determin,if nuestros juicios,
y t!lt~S juicios pueden nn ser inh !ibles. Pero en la esfern de la lnvcs~igaciún
sociohistóríca, donde estamos intentando nnnprender un campo-objeto
ya entendido por los sujE-tos que lo constrtuycr., el ejercicio del juicio
razonable puede ser una ganancw particularmente valiosa.
\;Llll
··- -···· - ·- - -- -- -
(AI'ÍTUi.C 1
EL C O N .C E P T O U E TO F. O L O G í A
i l)\'~ CT! pCiOI1t'S Je iaJ! .ld ,1$ ~ ce rr¡¡ d e J.¡ hi slMÍ .l d el Onccp l cl de idl'O k< g lrl ~'-' p tt(.'•.l.cP
encun lrM ,,;; Hc1ns R;,rth, li·u tf; .;:;, / ltfc,;/¡1g__:,. ir,;d. f1redo::ric¡._ Ltlg ... \.Bcrh•lev Ur. i''"bi! y of
C llif(,r!ll a Pr<!~5. 1976); Jorge LM r<lm, Thc Concl.'pt ol fdc>ok.~:;_v (Lon d res; H utchinsnn, 1')79).
v Ceorge l.icLth,• ml, ''The CtliKccp t ,,f ldco!o•.'(', l' !'\ id., The Conc·epi of ldeolog v and OthN
J::;...:d) ".> (Nu .::v;¡ Yt,rk · Ranu t>m li. nu~ c, l % 7). pp 3-46.
'Í(¡
LA IDEOLOGÍA Y LOS JDEÓLOGOS
El tc~rmíno «ideología » fue usado por primera vez en 1796 por ti filósofo
fr¡¡ncés Destutt de Tracy para describir su proyecto hacia un~ nu e va ciencia
que se relacionarí· con el an.Jiisjs sistemático de las 1deas y las sensacio-
nes, con su gestación, combinación y consecuencias. Destutl de Tracy
era un noble acaudalado y culto que había estudi<~do las obras de pen-
sadores de la Ilustración como Voltaire, Holbach y Condillac. Aunque
De Tracy apoyaba muchas de las reformas ilSOciadas con la Revolución
francesa, al igual que otros intelectuolcs de noble oscend.cnciil , estuvo
prisionero durante el Ten n.rjncobino.~ De Tracy y algunos de sus compañc>-
ros prisionero.s tt:ní.:m la impresión de que Robespicne csLnba procurando
des!ruir la Iiustr<t('ÍÓn . Para estos intelectuales, la anarquía bií.rbtlfél dd
Terror podrí<l coniTarP''Sra rse por medio de :;na d)mbinación de filos oíín
y educación y_ue se b e s a.ra en un an<Hisis siskmático de la s i.d eas : é. la
n ,1 L1 manera L:n al ue ci lcc:,Hio
'- -"
de lil Hust1·11~-iC)n podría p onerse e n ~
2 P<i r;:! co nocer alg11na s d escn p ci o n es so bre !<t vida y obril de l)~· st u t t d .~ Tra r y, v e,;n;.,·
Em!lle!t Ken nedy, A 'Ph'ioso;.!u:' j¡¡ the Age o( Revoiudun: Desto/1 de Tmcv ,md thc ( r i¿} irls
o{ Iden!ogy '(Fil adel fia: T!1(' Ameri ca n Philnsoph1c,1l Soci eiy, 1Sl78 ); v Fr<Hl oi< Píca vcl, 1 i'.'
idt' ,logu(•s. E·· ·ais sur !'llis!oirc des idées el des t/wim{~s·soentiliques, philosophir¡ile.,-;, n·h:r;lt'u.,-e>,
etc en Fr1111Cc depu{;; 7789 (P <~r í:; : F¡IJix flica n, tS9 l ).
Destutt de Tracy delineó los objetivos de la nueva disciplina de la
cual era responsable en unJ serie de menwrías que impartió a la Clase
de moral y ciencias políticas en el transcurso de 1796. Inspirado en Con-
díllac, De Tracy sostení?. que no podem.os conocer las cosas por sí mismas,
sino sólo las ideas fonnadas a partir de L1s sensaciones gue tenemos de
ellas. Si pudiésemos anilliz_ar tales ideas y sensacione _ d e una ma ne r<l
sistemática, podríamos sentar una base firme p ara todo t>l conocimiento
científjco y extraer inferencias de tipo más práctico. El nc\mbre que pro-
puso De Tracy para esta empresa incipiente y ambiciosa fue el de
«ideclogía ~> : literahnente, «ciencia de las ideas». La ideología habrb de ser
«positiva, útil y capaz de una rigurosa exactitud>> .' Genealógicamente,
cons!-üuyó la «prrmera cienciil », puesto que toJo conocímicnto científico
implicdbc~ !él combinación de las ideas. Fue t.nnbién la base de la gram~
tica, la. lógica, la edu cación, ia moral y, por último, (<la más grande de la:;
artes .. ., la d e n~gu l u la sociedad de tal modo (¡uc el hombre encuentre
en ella la má xima ayud,1 y !J menor perturbación posible por parle de
sus :;en·tL'jontes" _., Por m.cdío de un cu id,: d oso a n álisis d e las idea::. y las
sensaciones, la idcologí<~ permitiría comprl?nd er la ncltura !cza hum<lna,
y a partir d e ello posibilitarL1 gue s e reorg aniza ra el orden político y so-
ci.al de acu erdo L"On las IWC•'.SiJadcs y as pi raci o nes de los SC'rcs huma nos.
La ide ología situaría a las ciencias mnralc;; y politica"' s ,,brc una b a se
firme y b s libra ría de errores y del ap r~ju icio »: to do ello con Ja fe de la
llustracíón gue De Tracy legó de Condillac y Bacon .
Si bien De Trac:y contem pló la p osibilidad de extender la ciencia de
las ídei1S <1 la esfera :;ocia] y política, l<1 nwyor p ar te d e ,;us contribu (·ioncs
s e re lélciOnaron ron el an<Í.lisis d e las facultades intelectuilles, d e !as formas
de la experiencia y de los ils¡wctos de lil. lógica y de la gramr\hca. Su obra,
D ément.;; d'ldéulogje, p1tblicada en cuatro vol tí m enes entre 1803 y 18 15,
c>~ ,1mm.1b.1 la s L:ctl td LL--:::> del pensa mie nto, el ::wntimien to , la memori.1 y
t:i juicio, y las célraderísti c:;~ d(• lus hábitos, el movim i e nto ~ · [;:¡ voluntJd,
t~ntre otras cosas. De Tracy St' i n it:rest'l c:d;~ vez. más por el d~s<Wrollo de
3 D' tuU J e Tra ( y, "'Mé·moín! s ur: .~ f.lcullt: dt> penscr"' , en ¡:m mclt Kenn,:d_v, , 1 '/'h J!c;s,Jph;: '
in lhe Ag t' ,¡{ NcFo}uiJ(m, ..op.C!t.. p . .tí
-1 !dem
un naturalismo consistente y riguroso donde los seres humanos se con-
sideran parte de la r ealidad material, como una especie animal un tanto
compleja entre o tras. De este modo, desde la perspectiva de De Tracy,
«la ideología es parte de la zoología)), y el análisis de las facultades humanas
es esencial porqu e «n uestra comprensión de un animal es incompleta si
desconocemos sus fa cultades intelectu<~les» . 5 Los escritos posteriores de
De Tracy con tin u aron el proyecto original de 1<~ ideología como ciencia
de las ideas, encajand o dicho proyecto en un minucioso naturalismo .
Empero, por la época en que aparecieron est·os escritos, el térrnino «ldeo-
logía•> habíil ad quirido un sentido nuevo y totalmente diferente, sentido
que muy pronto eclipsaría Jos objetivos grandilocuentes de su inventor.
Destutt de Tracy y sus socios del Jnstitut Nationalestaban muy
vinculados con !<1 política del republicanismo . Compartían en general la
perspect·iva de Condorcet en cuanto a la perfectibilidad de los seres
hurnc1nos mediante la educación, así como el método de Condillac para
analizar los sensaciones y las iJeas . Atribuían los excesos de la Revolución
rnás al fcn.- o r fanáttcu de }l).s jacobinos c¡ue a las instituciones revolucio-
n LH"ia s en si , a las <:tw ks e Uos o..:onsicl.er<lban como píiarcs del progreso y d~
1 Il llstración Dado este estrecho vú1eulo con el republicanismo, cJ desti-
n o de !Js doctri nas d e De Trdcy y sus socios dependía en cierta mvdli.i ,l
dd destuw de la 1 ropia Revolución. AI regresar de Egjpto en 1799, Napoleón
Bon.<l péirte tuvo éxito con su golpe de Est<1do y así se transfonnó en Primer
Cón. ul, cargo c¡n c ocup ó con plena autoridad durante JO <~ños. Ni!pn!cón
se inspiró en a lgunas id eas de De Tracy y sus socios para redactar una
nu eva ctJnstitución y recompensó a algunos miembros del lnsfitutcon
puestos políticos Jucratívos. Con todo, al n"lismo tiempo desconfiaba de
ellos, pues la afiliación de éstos al republicanismo representaba una amcna.í'.A
potencia! para sus ambiciones autocrAtícas . Así, Napoleón ridiculizó las
pretensiones de la «ídeología»: era, en su opíJlión, uné\ doctrina especula ti va
abstracta qu~ es taba divorciada de las realidv.des del poder polít"lco. En enero
d e !SOO, un ;¡rt ÍC lJio npnrecido en el Jt1.('ssag-cr des J"eltJtions extérieun"S
") u,,~ tut: ,J.:. Tr;lCY, );'/emcJ1!. J '!dt;( ',/(~;·: t, ;:n i. l (ParÍ$" C ou rci .:-r, l ,';!L'; L!h r.H!l' P!ulow phiqu e
j , Vrin, l <J7íl), p. xüi .
.j ')
denWlció al grupo, el cual es <<designado con el nombre de facción metafísica
o 'idéotogues'>>, y el cual, tras haber manejado malla Revolución, ahora
estaba conspirando en contra del nuevo ré3ímen. 6 Conforme la opinión
pública empezó a volverse en contra de la Revolución, Napoleón --quien
más tarde sostuvo haber acuñado el ténnino «idéo/ogues>>-aprovechó el
ca1nbio de opinión a fin de desarmar a los representantes del repu-
blicanismo.
La oposición de Napoleón hacia los idéol({r;uesse intensificó durante
la síguiente década y alcanzó un clímax cuando empezó a derrumbarse
d imperio gue é} buscaba establecer. Los idéoJob'IJesse transformaron en
chivos expiatorios ci.e los fracasos del régimen napoleónico. Al regresm
a París en diciembre de 1812, tras la desastrosa campaúa rusa, Napoleón
acusó a los idéologues de soc<~var al Estado y al gobierno de la ley. Al
pronunciar ante el Consejo de Estado un discurso que más t<~rde se publicó
en el ;'vfonitew; condenó a lél ideología y la caracterizó como el reverso
rnisrno de un arl"e <~stuto dt~ gubernar:
De los m a tes 1ue h!l ..,;u(ndo nuestra beila Francia debemos culpar a
la ideolog[a, esa me tafísica oscu ra qu e sutilmente busca las e<lUSilS
'i( l
emperador que luchaba con desesperación por sílenciM a sus opositores
y por sostener un réginwn que se derrumbaba .
Con la abdicación de Napoleón en abril de 1814 y la restauración
de la dinastía borbona, Dcstutt de Tracy fue restituido en nn cargo de in-
fluencia política, pero pil.ra entonces su programa original de ideología
se había disipndo y se había desacreditJdo por los conflictos del periodo
napoleónico . Concebida en su origen como la.Ciencio Superior, la ideologia
--la ciencia de las ideas, la cual, al proporcionar una descripción siste-
mií.tíca de la génesis, la combinación y lil comunicación de las ideas,
sentaría las bases p ara el conocim..iento científico en general y facilitarb
la regulllción naturai d e la sociedad en particular- se había transfor-
mado en una orientación más entre otras y sus demandas filosófic<'~s
habían hecho concesi ones al relacionarse con el republicanismo . Además,
a medida. que el término «ideología » se introducía en la arena políhca y
era !amado de vuelta a los filósofos por un emperador asediado, comenzó
a cambiar el sentido y la rcierencia del término . Cesó de referirse sólo a
ln cienda de las ideas, y empezó a aludir también a las ideas núsmas, es
decir, a un cuerpo de JQ{'!!S qw~~- iSe soshene_, son erróneas y que están di! 'or
ciadas de las realidades pnfctica.<; de l.-1 ¡/jd;J pol/tica . 1~1mbién cambió el
sentido del término, pues ya no podía reclamar de manera inequívoca
para sí el espírit H positivo de la !lustración. La ideologí<~ como ciencin
positiva y superior, illgn.a del más Alto Respeto, poco a poco cedió el paso
a una ideología como sinónimo de ideas abstractas e ilusorias, sólo digna
de burlas y desdén U n,1 de las oposiciones básicas que han caracteri-
7.ado la hist <) ria del concepto de ideología -aquélla en!·re un sentid.o
positivo o neutral, por una parte, y un sentido negativo o crítico, por
otra- ya había aparecido en la primera década de su vida, aunque la
!orma y el contenido de dicha oposición hilbria de cantbi.1r considera-
bkmen te en las décadas siguientes.
La desaparición d el pro·y ecto original de ideologíd de Destutt de
Tracv dificilmente causa sorpresa hoy día . La J.rnbiciosa generalidad del
pm;-:t:cto, como la de otros qu e lo precedieron y sucedieron, se limitó,
sólo, a dar pc1so al desarrollo de disciplinas e..specicdizadas que proseguirf,':n
cMnpos p.: r tí c ular<::s de investigadón a fondo, sin ser obstaculizadas por
'SI
las exigencias de una supuesta ciencia f-undamental. Lo que resulta inte-
resante del proyecto original de De Tracy no es tanto la nah1raleza y el
contenido del proyecto mismo (en efecto, sus escritos, olvidados ya en
gran medida, estarían totalmente abandonados hoy de no haberse vincu-
lado con el concepto de ídeologia), sino el hecho de que este proyecto pone
de relieve las condiciones en las que emergió y comenzó su intrincada
histor1a el concepto de ideología _ El concepto surgió corno parte del
mtento por desarrollar los ideales de la llus!r;¡_ción en el contexto de los
levantamientos políticos y sociales que marccnon el nacimiento de las
sociedades modemas_ Por más lejos que haya viajado el concepto de ideo-
logía desde los días del Jnstitllf Nationa~ por m,is va riadas que hayan llegado
a ser s11s aplicaciones, sigue estélndo atado a los ideales de la Ilustración,
en particular a los ideales cte la comprensión racional del mundo (incluido
el mundo sociohistórico) y de la autodetermjna.ción racional de los seres
humanos Las formas en que se expresa estp vínculo varían conside-
rableme-nte de tlli<1 figura" olril. Si para De Tracy el vínculo era directo y
explícito (la tdeología er<t [¡¡ciencia superior qut: facilitaría el progreso en
los asuntos humanos), para Napoleón ern implícito y de oposición (la
ideología era la filosofí¡:¡ pretenciosa que incitaba a la rebelión al tratar de
determinar los principios políticos y pedagógicos con base en el solo
razon<~miento abstracto) _ L¡:¡ contribución única de Marx consiste en el he-
cho de que ador~tó d sentido neg;1tivo y de oposición fT<Hbrnitido por el
uso que Napokón dio al término, perü tran sformó el concepto ol
incorporarlo a un marco i"e6rico y a tm progra m a político que estaban
profLU1damente en deuda con el espíritu d e la llustración_
e¡ Es .lbunJ :tnle b 1itc_r~!ura sobre el lem a del concepto de tdcología l'll Marx y el m.uxi~mo
Para cnnoccr u na sdcctión ' éans¿ jorge L1r rai n, iviarxi:;m and ldeoiogv (l~o ndt es: Mac Millan,
l '1B 3 ), !3 hí k h u I'Me h, M i!r.l ~,- TJ'Ji!OTJ' o! Jdeology (Londres: Cmom Hclm, 1982); ]oc
Me<.. .nney, Tlw Nc.>i l+hrid r.>f fdeolos_¡- (13 righ ton: Ha rvestcr, 19SQ) , !vl artin Seligcr, ríw
¡\f,¡nf:;l vn cc:p!Íun uf fdeo!ogw A Cri/ic,t! ifssJy (C¡,mbridge: Cambridge Universil y Press.
í977); y c~ n ir e for C)ntentporary Cultm al St11d ies, On /d,•ologyí Lonctres: Hutchin•;on, 1977)
5.-1
de 1844-45 en París leyó y resumió parte del trabajo de Destutt de Tracy.
Fue inmediatnmente después de este periodo que Marx y Engels escri-
bieron The Gerrnan ldeolog~ un largo texto en el cual critican los puntos
de vista de <<jóvene~ hegelianos» como Feuerbach, Bauer y Stirn:er. Al
caracterizar los puntos de vista de estos pensadores como <<la ideología
alemana)), Marx y Engels seguían el uso que Napoleón dio al término
«ideología» y cstablecí<1n una comparación entre el trabajo de los
idéologucsycl de los jóvenes hegelianos: el trabajo de éstos era equiva-
lente, en las condiciones sociales y políticas relativnmente atrasadas de
la Alemania de comiem:os del siglo Xlx, a las doctrinas de De Tracy y
sus colegas. Y así como Napoleón había vertido ~us burlas sobre estéis
doctrínils, otorgando al término de "ideología» Un<~ connotación negativa,
MMx y Engels ridiculizílron los puntos de vist<~ de sus compatriotas. Al
ib'llal que los idéologucs/ los jóvenes heFclian.os laboraron bajo la ilusión
de que la verdadera batalla que habrían gue librar era una batalla de
ideas; de c¡ue, al adopt<tr una actitud crítica hacia las ideas rec ibidas,
podría caJr,biarse la reéllid<~d mi s mél . L1 crítica de Marx y Engeis hacía
el «pensami ento críti co>> de los jóvenes he8e iíanos era un intento por
desarticular el enfoque de sus antiguos colegos. Su objetivo era «des-
pre::>lígidr y desacreditar la Jucba filosófica con las sombros de la realidad,
que atrae a Ll soi\,1dora y confundida nación germana».·· Los jóvenes
hege lianos se consid eraban radic;ll ~c•s p e ro d e hecho eran ··~ as tanle con-
sen·.lllures. mer<lS (' Vl'j<ls qu e se creían lobos. Al. calificar i<~s opiniones ck
¿stos como «la ideología alemana », Marx y Engels trataron de d.c:-a cre-
ditarlos asociándt>los con dL'ctrin;ls <J '.le h;1bían sido fervientemente
crit)cadas en Francia varías décadas atrás.
De este modo, en lhe CcrnWJI ldeology Marx y Engels emplean el
término «ideologín)) de una manera potémica. ~tl objetivo es específico
- --los puntos de vts ta de los ¡c)venes hegelianos- y l" «ideología » se usa
como UJM L'Xprcsión mal aplicada. Los p u ntos de vistél de los jóvenes
ht.· gelí,1nos son «ideológiCOS» en el senti do de 'l_Ue sol~res timan el valor y
el pope) de lr~s ideas en la historia y en la vidil social; '<consideriln lils
tJ Ka rl M~r x y Frcd cnck Eng<:ls, The Germ,;n !deolog:,.·, la . p a rte, ed . C. J. Arth Ll í (Londres:
L;n vn:-nr' 1"-<: W¡sh:u t, J'.J/0), p J7. ¡tr;~d. c<~ s l. F:CI' !
concepciones, los pensamientos, las ideas, de hecho todos los productos
de la candencia, a la que atribuyen una existencia independiente, como
las verdaderas cadenas de los hombres (de la misma manera en que los
viejos hegelianos declaraban que éstos eran los verdaderos lilzos de la
sociedad humana)». 1a Por tanto, los jóvenes hegelianos oponen ideas a
l~s ideas, combaten las frast:s con frases, y como resultado dejan igual el
rnundo re<d . Son incapaces de ver la rclñción entre sus ideas y las condi··
cíoncs sociohistóricas de Alem.anía, y no logran dar a su crítica una fuerza
e fectiva y práctica . P 1demos carilcterizar este uso del término «ideología»
como la «concepción polémica>): en esta descápción la ideologfa es una
doctrinl1 y activich d teórica que erróneamente considera las ideas como
autónomasy enea<. es y que no con'>'igue con1prender las condidones y carac-
ler/sticas reales dC' la vJdéJ sociohic;tórka Est<l concepción polémica está en
deuda con el ataque d e Napoleón contra las pretensiones de los idéologues
d 1 la medida en que comparte el desprecio de Napoleón hacia la preo-
!í1 !bid.. p. ll
por, la actividad mundana de los seres humanos gue de manera colectiva
producen sus medíos de subsistencia. Al fom1.ular esta hipótesis, Marx y
Engels se interesan sobre todo por yuxtaponer su enfoque a lo que con-
sideran la práctica filosófica idealista de Hegel, sus seguidores y críticos :
«En contraste directo con la filosofía germana que desciende del cielo a la
tierra aquí ascendemos de la tierra al cíelo».11 Pero también intentan
afirmar que dicha práctica filosóficél idealista ·-el hecho de que. sea
idealista, de que torne las ideas por Gntsas más que por efectos, que por
consiguiente tome en un sentido erróneo su propio Cilrácter así como el
ca r<'i ctcr del mundo sociohistórico que htSCi\ captar, en una palabra, el
hecho de que sea ideológica- trata de afinnar que esto es e.n sí producto
de condiciones materiales particu ],ues. Si darnos por sentada la detcr-
minución social de la conciencia, podemos ver que la ideología de los
jóvenes hegeliunos es una expresión de las condiL"iones económicas, po-
líticas y socio les re.LHivumentc atrasad<1s de Alem an.Ja. Además, ei punto
puede generalizarse. Esto es lo que Marx y Engels proponen en un pasaje
citado con frecuencia: <<Si en toda la ideología los hombres y sus circuns-
t·ancias aparecen vistos c1l revés como en t.U1Zt camcm obscwcJ/ el fenómeno
surge tanto de sus procesos históricos de vida como la inversión de los
objetos en la retinn surge de sus procesos físicos de vida»Y Aunque el
frc1gmento unterior resu lta mc1s mernor<1blc por ¡,, analogía críptica con
u na ca.mertJ oh.scura/ analogín que ha atrapndo a más de un comen-
t'l ríst·a,L'· el punto F"'rincipal es la <lfírmaoón dt~ que la práctica de considerar
l¡:¡ conci enci.1 y la:; ideas como autónom ns y e ficaces, y por tanto de
considerar a 1<.'s individuos renles en sus circuns tancias reales como
productos de ias ideas má!:i que como prod uctores de ellas, es en sí el
resultado de condiciones y procesos sociohis tóricos particulares, de la
misma rnancr'' en que «In itwe ¡·~;ión de lt.ls objetos en l c1 reti.J."ta surge de sus
procesos físteo.s de vida».
La formación de. teoríil, tcologíil , filosofía, ética y <<toda esa basura», como
Marx y Engds lo expresaron d e 1 1mwra provocilliva, de l ln carácter puro,
sei\ala el surgimien to de la id cologw., en el s~ntiJo de las d octrinas- :, de
'57
activiciadcs teóricas que se suponen a sí mismas autónom<>s cuando, de
hecho, no lo son.
La tercera suposición vinculada con la concepción polémica trata
del proyecto de un esrudio científico del mundo sociohistórico. Suposi-
ción le: léls doctrinas y actividéldes teóricas que constihlyen la ideología
se pueden expliL ;t r mediante e1 estudio cien!·ífico de la sociedad y la
histt)ria, y debcri"c1n ~;cr ren1plazadas por éste. ~;e pueden explicar cicn.tífi-
Gltncnte en el sentido de que se puede mostrar que son el producto de
circunstancias históricas y soci<~les particulares, como se puede mostrar
que los puntos de vista de los jóvenes hegebanos, por ejemplo, no son
otra cosa que un espejo de las condiciones reales e infortunadé'ls de Ale-
mania . Deberían ser remplazacbs por sem<:j~ nte ciencia en el sentido
de que, al haberse demostrado que dependen de c ircunstancias de las
que no tienen conciencia y, al haberse S(lCavado, por ta nto, s u reclamo
de autonomía, estas dl>ctrinas teóricas y actividades pierden credibilidad
y ced en d ¡.;aso a unil disciplina sucesora: IJ cienci;1 posibvc1 d e l mundo
soci ohis!l'l rico <• Donde tcrmin ,1 l,1 ('Speculación -en !,1. v ida rc.1l- allí
princ ii= ¡,, la C<l' n..:.ia pos iti v a y rei'l.l: la representación de la .1ctividad
priÍci·!.:_:a, d ~: l proceso ¡m'íctico del des arrollo k los hombres . Así cesa la
ch :1rla v.n1a ace rca d e la conciencia, y tiene q ue ocup;1r su lugar el cono-
ci miento reaJ,.1< La supo~kión ,mh.:r ilW indio la proximidad que ~~ udrdan
M;ux y Eng(' b cn n t• l proyec to ori¿;in<1 I de Destutt de Trilcy, pese a las
muchas difcr ncias (]l te los separan de é l. A unqu e Ma.rx y Enf,els co n -
sidcrrm el proyecto origina l de De Tracy como el epítome d e la ideología
en el sen tido d e tina doc trina tcóric<l abst ractn e il usmia, co mparten b
creencia de De Tr .1 cy en los m éri tos de la c ien cia pos itiva , y, de manera
más general, su fe e n los ideal es de la Tlustración. U na de la ironías de
esta complejd h1 s torié1 concep tu;;l es q ue lo que e!npez:· como una l'Íe n -
ci<l s upuesta m e nte superio r, la «ciencia de: lc1 s ide<Js" , p.1só:: ~l'r p <Hlc
de un en foqul' teo n cn que rcdJ maba e l títul o a l lront> J.e ln cwn ciil, e n
t.n:li_\ que d en mH iabt1 \.·omo tra idor a s u progtTtitor.
De este y de otros r' ,) .'i(l _ÍCS del prefacio y de otras p<iri·es podc;Y){)S extr¡:¡er
algunns d e las suposiciones que su;.;tent<1n h :::oncepci(m (:~pi fenoménica_
Una vez mcís, me concc ntr<1ré en tres suposiciones cla,:e. Suposición 2;J:
en unil sociedocl dada, podemos distinguir entre (1) las ,:ondiciones eco-
nómicas de producción, (ú) la superestructma lq;<~ l y política, y (úí) las
formas ideológicas de la conciencia. Marx no ex;~lic<> en detalle y por
eilo mismo no cae en ambigüedades el contenido preciso de estas cate-
gorín.s (sí (ii1) se pltcdc diferenciar siempre con claridad de (ÍI) es un
punto djscutib1e, p0r ejemplo); y ia naturalez~ de las relllcione.s que se
dan entre estos diferente..: aspec tos o niveles de l<1 sociedad ha sido motivo
de no pocos debc1 tes. T.o qu e ::>e ~·,:. , cdc ,: firm.:u de manera incontrovcrti.hlc
!7 Ka rl Marx, '' Prcfa(e w . e 'ontnbitlrc'n to t!:c Cr:.!r,¡ue of ¡~,/itic;J/ Ecnnom_¡< <.; n Karl M,;rx y
Fredt:rick Engels, _Si:Jcdc'd f-1-árks in()!¡,, \·¿,/unw (!..0nd re~: J..;¡wrencc: ', Wisl\a rt, i9h,'i), p 182.
! lr.:d .tll~t . Sl!!,lU n : llll i orw ~di!¡;rc;:, ]
Ciu
es que Marx supone que las condiciones econórnicas de producción desem -
peñan un papei primordial en la determinación del proCl'SO de cambio
sociohistórico y que por consiguiente se deberían considerar como un
medio esencial para explicar detenninadas transformaciones socíohistóricas.
La primera suposición conduce directamente a una segunda . Supa-
SJóón 2b: las formas ideológicas de la c-onciencia no se deben tornar por su
valor nominal, sino explicarse en relación con b s condiciones económicas
de producción. «Así como nuestra opinión de un individuo no se bas;¡ en
lo que piensa él d e sí mismo», explica Marx, «[no podemos] juzgar scmejnntc
periodo de transformación por su propia concicnciil>>. 1 ~ Para comprender
el cambio sociohistórico debemos cmm:nza.rpor examinar el desarrollo de
l<~s condiciones económici'ls de producción, «el cual st:~ puede detcr minM
con ]z¡ precisión d e b ciend,~ t~<lturc.ll>> , y nuestro conocimiento d<.> dicho
dcs <Hrollo no~ perrn itir;1 e xplicM enlonces las formas ideológicas de
l-onc iencia carncterísticas del periodo en cuestión. Asimismo, al cxpli t:·.n
de ('Stil manera las formas ideológicas cll' lr. conciencia -(ll mostr<:r, por
ejl'mplo, que );¡s d eclaraciones relativas a 1<'1 inviolabilidad ,' u n iversil lidad
de la pro~liecla d p rivadZl son expresiones de los inh~re>scs p ;nliculJ n:s de
un,~ :·!ase cuyo donünin y c uyos medios de subsistencia dependen ele 1.1
pos¡·sión de d icha propiedad podernos desenmascarar télrnbtén td)e::,
to rmas ele concic nci<J.. Desenmasc-arar una forma de conciencia significa
mostrar que es il uso ria, errónea o que carece de justiiict~..:ión raciorwl; no
sólo implica gue se pueda explicar en relación con las condiciones socToc-
conómíc<~s, sino qu~ ademá~ fa lsea tales condiciones o que no tiene
otra justificación m<:ís que el hecho demostrable de modo empírico ele que
expresa los intereses particulares de grupos cuyas posicione~ c¡uediln
determinadas por estu.s condiciones. SL'gún esta ~oncepción, la propia
caracterización d e una forr:¡a de L·onóv;lCÍ<l cumo idt'ológic~ im.plic,¡
que se p1..1ede e xplica r y por tanto desenmasc·ar;:n corno un<~ exp resión de
los in k reses ele · e se domina ntes. En cnn scc uenc i;~ , unil in ves~ ig;wi c\n '1 u e
s e presenta a sí m isma com o ciencf,¡, in le re -c'lda e n explor;-n b ·- condi·
ione: económica d e la vida social y ~.:n e ·p lic,1r l a~ fo rm;>s de cnncicncitt
1~ f.Jcm
61
a partir de ella, se puede poner al servicio d e una crítica que desenmas-
care las formas de conciencia -y de manen m ;1 específica, las teorías
y Jos conceptos de !os filósofos y otros-- como id eológicas.
La concepción epifenoménica de la id olo gía se vincula con una
tercera suposición relativa al can:íctcr progn'sivo de la era modern<L En
anteriores formas de .sociedad, l.1s rei.i(:iones entre las closes se entretejían
siempre con bzos religiosos y sentimentales, de modo que los sentimientos
del d e ber, honor y dignid é:! d ocultaban los procesos de exp lotación No
obst:1nte, con el advenimiento del Ci'lpitalismo se destruyen tales villores
tradiciunales y, por primera vez en la his1·0riJ. humana, se hacen n.parentes
l<ts relaciones humanas para los i:1dividuos que intervienen e n la produc-
ción . En el !1-fanife.'-;to o! the c:oa ununist-J'.¡rfy M arx y Engels describ~n con
d <Lridad esta transform ac ió n rddtcal as e ciada con la era moderna:
Pnr t<t ntu, es el prop ic~ nw' imiento del modo cc1pit<~lis ra mod erno d e pro-
du cci ón, la profundn revuelta ,;socia.da ,:on s u in·:. .>a !l.te eXJ-~Mcsión , lo
que d a transparencia a la. rela ciones sccides d e los ind ivíduus y los nblig,1
a enfre ntar, «c on los s cn¡-jdos ate ntoS•>, sus ct mdici n es re des de vid n.
S uposición 2r. el dc-~s a rro tlo d el c1 pit;d ism o mod rn c crea b s condicio-
n e~ p a r;:~ com.prcnder con clorid llci Lb reL1cione.s sociale s y e liminen los
1':! Kad Mi1 rx v l-rcdrri d Engels. AI,J/lú eslo nf tht• · munu nJ~<t l', )ft~ ·. en Sek ctl!d ih¡rJ.,· ;n O m'
\l¡!lr!Oi t'. ... Op.cit_, }' - 3~ . [lra'-L:;le;t F( E!
antagonismos de clase de los que depende la ideología . Por primera vez
en la historia, Ja clase subordinada puede comprender de manera más
general su posición como clase y su posición en el proceso histórico. Se
puede constituir a sí misma en la clase revolucionaria, en la clase que,
equipada con el conocimiento y la experiencia, es capaz no sólo de: tr.-:ns-
formarse en una nueva clase dominante, sino de eliminar lils clases como
tales; el proletariado es una clase que sostiene en sus manos el interés
universal de la k.unC:lnidad. El carácter progresista y dm Cim ico de la era
moderna asegw:mi la victoria final dei proletariado; podrá sufrir retro-
cesos temporal<.:.. ,, pero a lz1 larga nada, ni siquiera las nociones ideológicas
de los apologistas burgueses, se interpondrá en su camino. De hecho, a
medida que se acerque la hora de ln victoria, un puúJdo de «ideólogos
burgueses», cbM':donará su clase y unirá fuerzas con el proletariado, al
cual llegará a n.,conocer como el campeón de tod<J la humanidad. L;¡
desaparición de !<; ideulogía burguesa eStél garantiz,1da por el movimien-
to de la historia misma, movimiento en el que el proletariado surg\ril
incvitablcm.enJc como el precursor de una nueva era.
21) Al cshuzar h p r>sen tr visión alternativil de\;~ hJ., t;,:;,: , y la co n c~ p ció n de irleulogí,t
o..;n,·tiLld a con el la , quedo e:'; d<:c;c1a con la obr:\ de (l.luc:e l. dúrl: vt',lse en cs¡:c~ctill
de derrota y desilusión. Es también una perspectiva que sugiere que,
en una época en que se supone que las relaciones sociales resultan cada
vez más aparentes a los individuos que intervienen en la producción, estos
individuos pueden continuar mirando hacia otra parte, pueden aiiorar
<~lgo pasado o acariciar imágenes e idcns que n o reprcset'üan sus intereses
como dase. He aquí los elementos de una ce n cepción diferente de ideo-
logía, ('Oncepción que puede plantearse de la sig u iC'rll'e m.a nera: la idco/ogfa
t':i un sistema de represt'JJtadonr::s que sin~e para mantener las reJ,-¡oónes ex;s-
tentes de dominación de clase al orientar a Jos individuos hada elp,1::i'ado m a~<>
que hacia el Jllluro, o hacia imágenes o ideales que ocultan las re/adanes de
dase y se apartan de la búsqueda colectiva del cambio social. Describrré lo
anterior como una «COncepción latente de ideología», por dos razones.
Primero, Marx no aplica el término ideología en los con~extos donde surge
esta concepción latente. Habla, en cambio, d t' <- il usiones» e «ideas fiías»,
de «espíritus>> y <<fan tasm,l. " que s e O•.:ult an ent re l:l gente y tientan
sus s upersticiones y prcjtül'ios. De m d o L¡u e nos podemos referir a éstas
cnrn.u una concepción de jdcolog1il en Ma rx sólo a cond icj,j¡ de reconocc' r
que estamos ampliando el término ·<i d eoiogía" para a ludir a una serie de
fenómenos que Marx dcscríb ró sin nombrilr, fe nómenos que él rctr¿)[{) de
rnancr,1 pcrceptivcl y desconcertante en ~ u·· análi ·¡ · concrc-k.s, pero que>, en el
nivel de la teoría, no incluyó bajo una etiqueta conce ptual d is tinta.
La segunda razón por In que describiré es ta concepción de ideología
como «latente» es porque se refiere a una se rie de fenómenos que no
encaj.:m con nitidez. en el marco teórico descrito por Marx en el prefacio
de H.E\9, rúen la descripdón de la eré\ modemil p rcsentélda en eLManifesto.
Los fenómenos a los que alude 1<1 concepción latente de J,:¡ ideología no
son n<'d,1 más epift' nÓmenos de bs condiciones económicas y de las
rcl3ciones de clase; más hien son construcciones simbólicas que poseen
cierto grado de autonomia y t'fir.:acia. (o,;;: ih;yc n símbolos y co11signas,
!..'ostumbres y tradi ciones que mueven,> contienen a la gente, que la
" Mcr' · From On <! Vi:-ion or' Histo ry le) An other'· . \., , )ohn B. Tho mpson {cd .). The Fo!itica!
Fonn'> ol,\-f odern ...-Od<~~~,_. iJurc.1tiCJ<1t}; DemrKr.li:t, li •ta/itan;¡n/.;m (Camb riJ¡;e: l'olity l'rc:s:;,
19.%). PP · 139-1 80. v,•~se IMnbién ¡>,1 \1!· L,Htr<?nt r\-iS() U\1, Af.n:l' t?l la reprtitinn hislonqtu•
(Parí:; Pre<;:,e~ Un ! v ;.:r, il a ir ~s dt' Fr.1nc,-, l97X)
impulsan o limitan, de tal manera que no podemos pensar estas construc-
ciones simbólicas como sólo determi..nadas o totalmente explicadas por
las condiciones económicas de producción. Asimismo, los fenómenos a los
que alude la concepción laten re de la ideología dan testimonio de la per-
sistencia de los símbolos y valores tradicionales, dv esa <<secuela de
prejuicios y puntos dt~ vista vetustos y venerables» que yace en el cor¡¡-
zón mismo de la sociedad burguesa moderna. Dichos símbolos y valores
tradicionales n o son .Hrasados de una vez por todas por la alleración
constante de la ¡)rocht c-.~ ión: se mantienen vivos, se modifican y transfor-
man, y de hc..:: hn reaparecen como una potente fuerza rc;tccionaría en la
víspera de la revolución misma. La concepción l<l.tente de la ideología
!lnm<l la atención al hecho de que se pueden mantener las relaciones
sociales y frenar el cambio social mediante !J prevalencia o la difusión
de las consh·ucciones si.mbólicas. Dirige l<1 atención hac i<t lo que podría-
mos describir como un proceso de conservación socf,¡Jcn una socied,1 d que
expcrimenr<l un cambio social sin precedentes, proceso que Marx perci-
bió con agudeza, pero cuyas implica ciones tal vez é:ie negó él formular de
.modo compJeto.
Consjderernos un momento la descripci ó n que hnce Marx de los su -
cesos que condujeron al golp e de Estado de Luis Napoleón Bon,1pilrte
en 1851, según los presenta en The E%:;hteenth Brumaire ofLou i5 !Jonaparte.
Marx cieri,m1cnie n'tT< ta tales s ucesos como con iici c~nt,dos ¡_1or e! d esa-
rrollo de fuc:rz c;s y relaciones de produlC Íí.,\f\ duLltll"c L1 JY\(\ n arqu ía
burguesa de L11 is Felipe. Fue es te desam.1l lo el q ue ~;t>ntó los b<IScs pé!rél. el
SUJ"t;imiento de un¿¡ industri<l en gr;¡n CSC<l]d y de un proJelclrÍado industrial,
d que profundizó In división entre los legitimist<~s y los orlc;:m istas y el
que produjo la crisis económica de 1847 que precipitó los levantamientos
políticos de JS.J.~ . Pero Marx no sólo se concreta ~1 es ta d~scripción. l'or
el contrnrio, Io más so rprcnd~nte es que retr<llél los su ce:-;os de li:n:;:-!851,
no como l resu li do inev itable de proct=::;os que se gl'ner aron en un pl<tno
económico, sino como hechos atr<~pa.dos en imágenes del p.1sadl), seducidos
por tradiciones que pe rsisten pe.->e el la transfnrm,1ción continu,) d~: las
co ndiciones materi<ücs de La vida. Así, !he D~I;hfeenth lJn¡m¡¡ire in ic ié\
con es te et~h·hrc p <tsaje:
La tradición de todas las generaciones muertas pesa como una
pesadilla en el cerebro de los vivos. Y justo cuando parecen ~star
empeñados en revolucionarse y en revolucionar las cosas, en crear
algo que nunca antes haya existido, precisamente en tales periodos
de crisis revolucionaria conjuran con ansiedad los espíritus del
pasado para ponerlos<~ su servicio y toman prestados sus nombres,
gntos d e batalla y atuendos a fin de rcpresent<n la nueva escena de
la historia mundial am1aclos con este di..'ifra 7. consagrado por el tiem-
po y con este lengtl<lje prestado 21
21 Karl Mar··:, The [ighteenlh BrumahP o! Latú> !Ja.n.:r·'•i<>, t-n 5elecll!n 111o rk.~ in One
l'olume,. .. op.o!., r- 96. /lr.ld .casl. Aríell
22 !bid., p. 97 .
23 Véase Karl Mtnx, Tht• CJ¡¡ss Slruggks Ji¡ ll-anee, lb'·JS i<l 1._
\ 'iU( Moscú : P rog ress [lublíshcr:.,
¡ q52), pp. 107 ·122_itrr.d .cas l. Prog r<'soj !vLnx e, tr:bi,'. lo:' tres ¡mn eros capítul0s d cs l<~
ob ra en inv ierno de )!;4!J-Stl y ,;e publi ·:~r o n p rim l·ro ~n Neue Rht:!rnis,-he /.i·Íi un¿;· ~n
.,m ern, feb rero y m~r;w d e 1<5\i. Marx )' En gel·· escribi,•li' J\ después 1 cuarln c,lpíiulo y
.1p.Ht'C1ó en el ul tim o número de la publí c<H:ión l' n (>en~-"' úe S ü. En cambio, M.1rx
del impuesto al vino, estaban revolucionando al campesinado y, según
lo sugirió Marx, llevándolo a conformar un frente común con su aliado
nah1ral: el proletariado. No obstant·e, dos ilñOs más tarde, al escribir durant-e
le1 secuela del golpe de Estado y con el beneficio de la retrospección, se
moderó el optimismo de Marx . La revolución todavía estaba progr<1lllilda,
pero el golpe de Estado había demostrado que, en vez de ~r inminente, es-
taba «recorriendo todavía el purgatorio».~~ ¿Por qué, en vez de originar
una revolución cr.bal, los sucesos dc·1848-51 habí3n dado lugar a un
régimen autoritario que parodiaba el pasado? ¿Qué base tt>nín este régimen
que hRb.ía robodo la flama del hogar revolucionario? Marx argumento
que el golpe de Estado de Luis BonapRrte h1vo éxito porque, entre oh·as
cosas, éste representaba a la c.lase más numerosa de la sociE>dad france-
sa: el campesinado minifundista. Aun cuando sus intereses d e clé'\se
coincídían con los de l prol e tariado, Jos campesinos mini fund is tas no
estaban preparados aún para levantarse en armils con el proletariado en
unn lucha común. No eran capaces toda vía de perseguir sus propio~
intereses por sí mismos, si.no que reqlierían de un repre.~entante que com-
pensara la fragmentación de sus condiciones de vida al aparecer encima
dt' ellos com ) sus ?.iior. ¿Y por qué habría de ser elevado Luis 13onapar-
le, ese burócrata c.hapucero, a la posición de represent.•nte y scfH>r
del cZ~mpesinado?
L.r. tradición .bí.c;tóric-J ,)Jí¿;í.nó qm> los c.ampesinos frarKe sc·;.; crevl'ran
en el mil agro d e ql P un hombre llamado Napo!cón les re~t ituiríil
t'~<"n bi,) Th~· í:!;!Jhft'~'nfh /Jrum a1re <,r Lo11ic: 8om1parte comr> lll1~ snlt' de .•rtlcul os t>l: 1852,
t'~ J e,·ir. dt!spu :,, J el coup d 'e/.JJ
:!.J td a_rx, Ji'! E' 1-Y,;hteenth Brwn.J]rr' ni fU In.'· b'nna¡ >,Jrh', .np .-il., f' l r,s
:!:i /bid., p. 17 1
(¡(
La clave para comprender por qué les sucesos de 1848-51 culminaron
con un golpe de Estado y no en un levantanul!nto revolucionario reside en.
el hecho de que los campesinos, quienes conformaban la dase más
grande dt• Francia, dieron su apoyo<~. Luis I3onaparte, y se lo otorgawn
por estdl' fascinados con la leyenda de Nn.poleón, embelesados con una
figura que se presentaba como salvador al portJr d atuendo de su anliguo
héroe El golpl' de [sta do se puede explicar, no <1l demostrar que las clases
clave actuaron de <:~cuerdo con sus intereses aprtre;ücs (los cuales habríéln
conducido a un resultado muy diferente), sino ,1 l <~ f i rmar que actuaban
d e acuerdo con una trndición re<~.cbvada por las pal;¡bras e imágenes de
un impostor.
De este modo, el análisis gue hace Marx de los sucesos de 1848-51
atribuye un papel central a las formas .simból!ras que confonn<ln lH1.a
tradición y que, en un momento de crisis, rueden lic~\' ar a la gente de
regreso hacia el pélsJdo, impidiéndole quf' pe rciba sus m tereses colectivos
y que ac túe a fi.n de transÍormar un orden social opresi ' O- Una tradición
pul•dr sostener y contener ;¡ un pueblo, puede ll•.::: '> arlo a creer que en el
pasad o e~tá su futuro y que un sei'ior es su servidor, y así puede mantener
u , orden social donde la gr;·m mayoría d el pueblo que d a sujetc.1 a con-
di cion es dP don.tinnciLm y expl otación. ,,Que i s m u ertos cn t·ierrcn a sus
muertos ». in:mlora
... Marx; «lcl re vol ucí(\n soci<1 1 :ici _üdo
,, ' IX no puc>de arr,1S··
tr;,r su poesfa desde cJ pélsado, sino s ólo d e._d e el fu t1n o>> .2'' Fmpero, nt\
e:> l,m fácil enterrar a los 1nuertos. L<1s for mas s im b "licc s trans mi ticbs
del r<1sado constit-uyen las costumbres, crcerKid:-; }i pr;'icti<.:as cotí.diilnas,
y no t:·;,: posible deshacerse de ellas como si fuer<1u cadáveres inertes, puesto
que desempeñan un papel fundamenttll y adivo en la v ida de la gente.
Aunque Marx subeslimó li\ importancia de !J dimt'ns ;ñ n simbólicil de la
vida _,oc ial, sí vislt!mbró StiS consecue ncias e1 el conte xto de b Fr;nteia
d e m edia los del siglo XJX. Al poner de rel ieve las mc1 eras donde las pJ -
Iabras e ímAgenes pueden rl:activ ar un a tradi ción <1 lll' 2-irv par;¡ sostener
un ord e n s ucidi o p r esi•:o y p<Ha obstaculizar el ,~i1 m i n o ·iel ··am bío soci<d,
d<:'limit-ó el cspilcio teó ri\'l) pare~ una n ueva co n ce pció n de b id eología
26 !bid., p . 9íi.
Se trata de una concepción que aparta nuestra atención de las ideas
abstractas de las doct-rinas filosóficas y teóricas para dirigirla hada las ma -
neras donde se usan y transforman los símbolos en contextos sociales
específicos. Es una concepción que nos urge a examinar las man eras
donde las forrnd s simb61icils gue circulan en lil vida social crean y sos-
ti,'nen las rela cí ones socia ics, adncñándose dE:' la gente y o ríen t.indoln
en detem1inadas direcciones. M<ls adelante en este capítulo retomaré esta
concepción latente de la ideología e intentaré desarrollarlo de manera
sistemática. Pero antes debemos considerar algunos de los desarmllos
pos teriores en lñ historia del concepto.
27 V. l . !..enin, Wha! /:> To Be Drmc=' []umJ!I(; Quc:; !Jons o/ Our lvfuc·c>mcn t (Nuev;~ Yo~k:
In te m .; ~'<mAl P Ltb ii sh•.::-.<, 1L:t'·'' l. p 4 1 [ tra d .c;¡:;t. P rogr ·s oi
70
los problemas gue enfrenta el movimiento de la clase lTabajadora, Lukc1cs
enfatizó la importancia de «la ideología proletaria» en la detcm1inación
del destino de la revolución. En su opinión, no cabe duda de que el pro-
letariado logrará fin~imente su misión histórica mundial; <<el único
punto en cuestión es qué tanto más tiene que sufrir antes de alcanzar la
mí'ldurez ideológica, an tes de adquirir una verdadera con1prensión de
su situación de clase y una verdadera conciencia de clasc».='8 Puesto que
el proietariado cst?i inmerso en el proceso sociohistórico y está sujeto a
los vaivenes de la cosificación y de la ideología burgues<J, el desarrollo
de la madurez ideológica puede requerir la mediación de un partido que
esté separado en cuanto a organización se refiere de la clase y que sea
capaz de expresar los intereses de ésta en su totalidad .
F:n este conicxto no deseo exilminar las ramificaciones y depuracio-
nes, las ambigüedades. v<:,·ilaciones e inconsistencias de los plante;mucntl)S
de Lenin y Lukác: . Un exam.en semejante nos alejaría del tema centr<~!
gw~ nos preocupa c1(j\lÍ; en todo caso, en la literatura existen abundantes
comentarios detallados snbre sus puntos de vista.:!'< El lema central donde
quiero detenerme es la forma t!TI que el uso del término ideología en los
escritos de Len in y Lukács entraf1a una neutralización implícita del
concepto. A pMtir ele la concepuón c>pífenomérnca de Marx y tr<ls adClplMia
a las exigencias de b lucha de clases, tanto Lenin como Lukács genera-
lú.:~n cfectivameníe esta concepción, de tal manera que la «ideología» se
refiere a las ideas que cx.presvn y promueven los intereses respectivos de
las principales clases implicad<1s en el conflicto. Si bien Lenin y Lukács
enfJtiza.n que la ideología del proletariado no es necesariamente producida
por éste en el curso progresivo de los sucesos, sí subrayan la importancia
28 C eorg Lu kiics, H1stor}' :md ('f,1.>:> Conscfnusness: 5tlldlt:S in kf<~rxíst DJalcclio, trad .
r.:od ney Livi ngs t on~ (Londres: Merlín Press. I<J71), p. 76, ltrad.casL g rij;,!l.l ú]
29 Vé¡¡nsc e n e: pecia i forgt• La rrain. ,".1arúsm ,wd !deology, ca p , 2; Neil H;¡,·Jin¡;, Lenin~>
Political ThoviJhl: Theory and Practice in the D emocr,:tíc aJ)(i Soo;¡JiSf Re<i u}utions (Londres:
Ma cMill~n. l 9fl3); ndr w Arahl v Paul Br~ine~. The Youn¡; Luk,ics ,md !he Or~gins o{
l-1-'~·stem ¡'1.-f arxism (t\J uev ;; Y·.; rk : S!•,1b ury Press, 197 ) ltri"l d .c,u;l. tU']; y Careth
Ste.tdm il n ]<lnes, "'The !'vb rxis m oí thc EMly Lukács : An Fvi"lluation ", en Ncw L eft
Rc• ·ú• t1~ nú m. 70, 1971, pp. 27-6-t
71
de elaborar y difundir dicha ideología a fin de superar los obstáculos
que enfrenta la revolución. El materialismo histórico, rec<1lca Lukács, es
«l<: ideología del proletariado en formación de g\.ierra>>, y es en realidad
«el arma más fonnídable de esta lucha». 30 Pero us.1r el térrnino << ideolo-
gía » de esta manera es elimin<Jr lo que podenlos llamar el «aspecto
asimétrico» de la concepción epifenoménica de M;;rx La concepción de
Marx implica cierta l1Simetría en relación con i<:~s clases bi\sicas implicadas
en la producción . las ideas constituhvélS de la ideología son ideCls que ex-
presan los intereses de 1<'~. clase dommante,· no son ideas que expresen los
intereses de las cla~e~ en sí. Marx nunca h<1bló de Lma «ideología socialista>>
o de una «jdeología proletaria,, y nunca carac teri zó el materialismo
histórico como «la ideología del proletariado». Timtpoco sugirió que
dicha ideología otorgaría al proletarindo un a comprensi(m correcta de
su situc1ción ele clase, de sus intereses y ohjel"ivos . M<~rx estaba muy
hmiliJrt7.<!dfl ;,·nn el atD()Ul· de N<lpoleón a las p~tensiones de> los idéolo6'l1es
como para cmple<lr el términ' l «ideología» en Ltn sen ti do in ec]UÍVOCilmente
positivo. Lejos d e delimitar ei sendero pnvílegía d p or el cuo1 marcharía
el proldariado hacia la vict-oria, para fv1Mx le! ideología era el ámbito de
la:, doct·rinas abslrilctas y de las ideas ilusori<1s que tal vez descnrriarian
al prolcíariado. Lejos de~'--'! el arma e¡ u e el proleíaria do pudiera desplegar
en su lucha, la ideología r:>ra un obstáculo que t¡:¡l vez tendría que superar
la lucha por el sociniísmo A! generali zar elnso de «i deología», Lenin y
Lukács eliminaron C'tectivamente el aspecto il simétrico de la concepción
epifcno mL-nica y Jt<:'llira!izMon el sentido nega tí vo transmitido por el
término en los escritos d e l\.1zlrx
Al cksarro!lar estl' <ugumc-nto mi itll'crés principal es document;u
une~ trans{onrt(lC ÍÓn i!llplfcit,1 dt:l concepto de ideología, no lanzar un
ata<¡ue Clli'.ln l.enin y Luká ..:s o 't:' xig.ir un retorn.o absoluto a Marx. En
los escritll5 de Lukács ha y <' Íc mentos ---en paríi ·u! ar su nc•ción cl.e cosi-
(icación- CJUC todavía son impGrtanlt!s r:.na el M\ál is i.s dr:: la ideo!ogín Y
a ellos volveré en tma etara post ·rior. Adern áo, l o~ co mr.::rüario.'i de Marx
aceren de la ideologí(l son tan elusivos, am biguos y fr,1 gmcnt,uíos, y e:-:tán
72
tan Uenos de supnsiciones espectdativas y cuestionables, que sería ingenuo
exigir un retorno absoluto a sus puntos de vista. Si bien Marx ayudó a
poner de relieve algunas de las cuesl"iones que debe abord;n el análisis
de la ideologfa en Ll actualidad, dicho análisis debe basarse en suposiciorws
que difieren mucho de las que propuso Mnrx. Si vamos a segt1ir tomando
de Marx la id e> a de que el análi SJS de la ideología es un,, a e ti vi dad crítica
ínsepZtrable de un,, refle xión acercél de las relaciones de dominación quC'
envu.elven a los indi vidu os, entonces debemos reconocer t<lmbién que en
la actualidad ya no se p uede sostener la manera en que Marx propuso
conducir y justi fi ca r la actividad de ln crítica. Retomaré estos asuntos a
Sll debido tiempo. Pero antes quiero examinar el tratamiento del concepto
Sürunonds, Kar! .M ann he1m :,· Suciolug¡: o/ Kn o wlcdg f' ( 0 <imd: O xfnrd Uní vt> r5Jly Prc~~ .
: 078); Sus <U\ J. H ·~ km iln . J-Jennencu/i,:-; .JI1d th,• :;ociologv o/Know/ed¡;2 (C nnbridg<e: Pol:!y
? ress, l 9S r;) ; y jmgt" La rr;un, The Conecepl olideoloxy, .op.cil, c,·,p . 4 .
esperanza de que, al poner en evidencia lo c¡ue él llilmaba «las raíces
sociales y activistas del pensamientO>>, su enfoque metodológico hada
posible un nuevo tipo de objetividad en la ciencia social y «respondería
a la interrogante de la posibilidad de la conducción científica de ia
vida política».'"
Sí bi.cn M<Jnnheím, al expresar esta esperanza, parecía reflejar los
ubj~.;~tivos del programa original de Ü{'stutt de Tr;:cv para una ciencia
ele las ideas, ésta fue una reflexión que pasó a tra\·és del prisma del
trab<•jo de MMx y iidquírió una nueva categoría en <:-i contexto del pen-
samiento de com.íenzos del siglo X-'<. Pilsó a través del prisma del trabajo
de Marx en el sentido de que Mannhcím constdera L:! discusión de la
idco!ot;ía en Marx como una fase decisiv<t en la transición de una concep-
ción p artic ular a una concepción total de id e ología . Por concepción
•'particular" de ideología, Mannheim en f"iendc un<1 concepción que se
rnanttcnc en el nin'l de los encubrimientos, ios engaños y bs mentiras
:n.ís o menos conscientes . L.1 concepción partkulor de ideología queda
implícit<t cuando manjfestamos escepticismo a11 te lo. ideas y los puntos de
, ·ista extemad lS por nue:s tre:s \)positorcs y lo~ consideramos como repre-
senta ciones cquivoc;:¡das dt> la natur<t leL'.a rea l de la s i tuación. Una
concepción «total >> de ideología se p resenta cua n do d esplaza mos nuesira
Mención h<~cia las c<~raclerístic<!S de la f'Stru ctu ra tota l del pensamiento
de una época o un grupo sociohistórico ta l como u n a clc1se. La. concep-
ción total queda implícit<l cuando buscamos captnr los conceptos y modos de
pensamiC:'11tos y experiencia, e l Weltansch ;wung o «visión de! m undo>>,
de un<t época o grupo y cons truirlo como fru to de un<1 S1 h.1ación de vida
colectiva . La con cepción particular permanece l'n el ámbito de los in-
dividuos dedicados al engaüo y b acusación, rn tanto que la concepción
total tir~nc que Vl'r con los sistem¿¡~ colectivos de pensamienJo relacionados
con 1 s contex tos sociales.
O sde el punto de vístCI de Mmmhcirn, tv1Jrx tlll' el primer pensa dor
que h iz · la tra n s ición de la co nce pción p<Hticul,u a la concc1x ión to tal
J2 k<1d M~ru hci m, ldr::oloif) · ,111d U!op¡:•: .··In lntrod uctivn lo !he Son~;/ugr o! Kno: ' ·l<'u~u~ lritd.
l.ou ic Wirth y Edwnrd Shi is (Londres: Rol!tledgl.' & Kegnn l'aul. 1\136), p .~ [triid .cJs l. FCE)
-.
de ideología, pero lo hizo de tal manera que retuvo elementos de la
primera. Fue más allá de la concepción particular en la medida en gue
procuró rastrear las doctrinas e ídeas filosóficas y teóricas para regresar
a la posición de clase de sus exponentes, arraigando dichas doctrinas e
ideas en las condiciones sociohistóricas de las clases cuyos intereses
expresan. Sin embargo, el enfoque de Marx retuvo elementos de la
concepción particular en la medida en que intentó desacreditar el
pensamiento burgués, cri licar el pensamiento de su adversario de clase,
mjentras que d aba por sentada la posición a pCHtir de la cual se llevaba
a cabo esta activit ad crítica. El enfoque de Marx ern unilateral : tr<1taba
de interpretar y criticar el pensamiento de su opositor en relación con
su contexto social, pero no aplicaba el mismo enfoque a su propio
pensamiento. Así, Marmheim establece una distinción ul tcrior entre lo
que él llama la formuladón espedaly la fonnuladóngeneralde la concepción
total de ideología . Marx practicó la formulación especial; lo que se
m'cesil,l ahora es h,1cer Ja transición final a lu. formubción general. d e
modo que el analista <<teng a el valor de someter no sólo el punto de vista
del adversario sino todos los puntos de vista, incluido el propio, al an;ílisís
ideológico» Y La rrideolog la)) de acuerdo con esta formulación gen em/ se
pt1ede cons1derar como los sisten1as de pen._c;amiento y Jos modos de expeiiencia
entretcjjdos que condicionan J¡Js cinvnstancias sociales y que comparten los
gmpos de individuo.'>~ inc.Juidos los individuos dedicados aJ análisis ideolóh.,.ico
Con la transición final a la formulación generaL el anállsis ideológico
deja de ser el arma intelec tual de un partido y se transforma, a ca mbio,
en un método de inw~stigación de la historia social e intelech.léll_ método
que Mannheim describe como «la sociología del conocimiento". El
objetivo de este método no es exponer y desacreditar el pensamien to de
los adverscHios, sino más bien analizar todos los factores soc iales que
influyen en el pensamiento, incluido el propio, y, en consecuencia,
«proporcionar al h mnbre moderno una perspec tiva revisada de todo el
proceso histórico>>.34
7)
Aunque la transición a la sociología del conocimiento implica tma
rentmciil ill carácter evaluativo de las primeras concepciones de la ideología,
plantea, sin embargo, problemas epistemológicos propios. Se debe dar
crédito 3 Mannheím por confrontar tales problemas de una manera
directa y explícita, aun cuando ]as respuestas que ofrece son en última
·inst rmcia insatisfvctorias. Los problemas epistemológicos planteados por el
enfoque de Mannhe im constituyen lo c¡ue se puede describir corno los
problemas tpL.:;tem( >lógicos del lúston"ásmo radical. Si to cio el conocimiento,
incluido el que es p;· ciucido por la sociología del :on ocim.iento, e.st<l social e
hístóric<1mente situado, y es i.ntc!igihle sólo en rela ción con téll situación,
entonces ¿cómo podemos evitar la conclusión d e que todo el conocimiento
C!i mcramenle relativo a la situación sociohist 'rica del conocedor? Segtín
Mannheim, semejante conclusión se pm'de evitar distinguiendo entre
re!ahvismo y relacionismo. El «relativismo" es el re!'<ul tado d e combinar el
mtty legítimo reconocimiento del condicion"miento sociolústórico del
pensamiento con una teoría vicjn y anticuada de! conocimiento, t·eoría
que toma propo::.iciones qu e ·on verdadera · de maner<~ a nalitica (por
L'jemplo, {úrm ulas rnatem <íticas come <•2 x 2 = 4,) como d paradigma
de todo cunocim íl:'nto . Comparadas con semejante p;:;radigma, lils
formas d ei conocim iento que dependen de cond ic iones sociohistóricas
están dt:5linadas ::: 11pZ1recer como <<riJ.Wramcnte rcliltivas». Pero sí recha za-
mos t'S ta anticu<~da teoría dei con ocimiento, entonces podernos ver qu e
todo conocimicntc histt! ri co es ,,COJ\oci ¡nicnio rebciona], y que sólo se
p u ed e f(,nnulclr y comprender con rcíerenc.la a las _ircun...<;lilncias sociohis-
tóri c 1s del conocedor y del observador. Que e) conncimiento histórico
dependa de l<ls circunstancias sodohistóricas no es un defl'do que inv<Jlide
dicho conocimien to, sino mcís bien lv condición d~' po~;i biiidad d e l conocí-
m ÍL'nto en la t'sfera socioh is! órica .
Mannheim reconoce LJUC el rcla cionisrno conu t<~l n o n_':; uelve la
interrü?ante sobre cómo s e pued e discrim ina r e ntre verdad v falscdnd
en el ..:.,unpo de acción del connci miento h istórico. A lo sum e'. el re LJ,-i, mi,-.,rno
¡•eme fi n rl u na resp ucs ti1 cng~rw~a para dich a ill.lcrrn::·:<mle, respuv,c;t;;
b;)sada en un a \'ieja teoría ,!el C<)nocimiento, y ~·r: TMJ el cCHnino p.n:~
un enfoque altcrnativl). Sin embargo, la aHem,üi \ a ciescrif·;¡ por Mannhci m
en Jdeology and Utopia es difícílm.ente más plausible que la respuesta
que intentó deja r d e lado. El conocimiento que podemos adquirir en
nuestras investi g aciones, sugiere Mannheim, es un conocimiento paJ·-
áal que se rela..:iona con el cuerpo más amplío del conocimiento y la
verdad, y por últim o con la estructura de la realidad histórica misma,
como tantas partes de una totalidad . Aunque no podemos esper<H
capr<1r toda esta tota!i cb d de una manera inrnedi,:ta, podemos tratar
de cap tar tantas p "rspectiv<>s p<nciales como sc•1 posible pMa in -
tegrarlas en un<~ síntesis din ,1 micn y completa . El grupo social que
tiene más oportunidades de producir dicha síntesis es el g rupo al r¡ue
Alfred Weber se refirió com.o «la íntelh/;cntsía no comprometida
socialmente». Sin pertenecer del todo a clase alguna y sin arraigMse
con mucha firm ezcl en el orden soci<tl, la íntel!igentsi;¡ estaba expuestc1
a puntos de vist a diferentes y era cada vez más sensible ai carácter
dinámico y holís tico de l a sociedad y la historíil; en virtud de su mismA
posición social, p odía producir, y se inclín<~bJ a hn ccrlo, una síntesi s
que esta ría libre d e toda posición pMticular.
Este hegelia nismo sociológico proporciona a Mannheim la bas
par<l unn empresa ulterior y más norm<ltiva : ]¿¡de diagnosticar]¡¡ cullura
d(' una épocil . Es en L:Ste .::ontexto que iVfarmlwim intr•x !uce. w:a concep ción
, ]"o distin ta d e id eología y la ccnir,1slc1 con ln noció n de u topín . Las
id , o logías y la s uiopíos se concep túan aguí como ideils «d iscorda n tes»
o «incongruentes » con lo rea lidad . Tanto las ideologías como las u topí<.~s
trascienden la rea lid ad e xis tente en el sentido de que ambas proyecl<~n
modos de conduc ta que no se pueden ejecutar en los límites del orden
suci;1] exi:-;tenre. Pero mientras que lils ideologías nunc;1 tienen éxito de lado
Pn cuA nto a re alizar St l S m odos proyectados de conducta, las uto-
~~ía.s re,1l iz<1n su con tenido en nlguna med:dil y, en const'etH:~ncia, tivnd•TI
2 trilnsformi:"'r la re¿¡J íd iid social e xistenle de acuerdo con loe !llt"1dos ,;'"
77
logías soD ideas discordantes con la reaHdad e irrealizables en la pnictica.
Mannheím reconoce gue, en las círcunstancias actuales, puede ser difícil
distinguir entre las ideologías en este sentido y las utopías, puesto que
la distinción presupone una concepción clara de la realidad sociohístórica
y una hip(itesis en cuanto a si ciertas ideas se reafiza riin o no con el tr<ms-
curso del tiempo. En virtud de que esta hipótesis sólo se podría confirmar
de manera retrospectiva , el criterio de real iz.ación ('S, a lo sumo, «una
norma complementaria y re>troactiva para establecer distinciones entre
hechos que en la medida en que sean conltcmporán ' OS permanecerán
enterrados bajo los conflictos partidarios de opiniones>>. ''
No es necesario examinar aquí con ma yor detall e los puntos de
vista ele Mii.r.nheim . En sus escritos hay abunciantes dificultades y am-
bigüPd<Jdes que requerirían un espacio considerable para analizarse por
comp leto . l .o que quiero hacer resaltar es b manera en que el empuje
cen lrol de 1<1 discusión de Mannhcim da por resultado una ne utra -
li z ~H·ión dt:! e mcepto de ideología. L1 principal preocupé!ción de Mannheim
es ir m cis <1l!::í del corf:cter partidario de las primeras des cripciones y
transform<H el an;lJisis del<> ideología en unil sociologíil del conoci -
nuento que se basarít"l en ia formu léH."ión g~.• nl'r.~l de L1 concepción totéll
dl' i :ie )logía . En este mtC'J O pro 0'Télma/ la ·<ideología,, se refiere en esencí,1
"sistemas de pcrl\samíel1t<1 o ideas que se sitüan socia.lrnente y se comparten
colcctivamcnt~; un an ,~ l isís ideolC1~;ic(~ es el e tudio de la forma en que
cst·o.s sisteméls de pensamil'r:to o ideas r ·->eiben influencia de L:.s ~· ircuns
tanci<1S soci,1ks e his tóricas donde se sitú an . De es ta rnam'ra, el nuc·\·o
programa d e Mannheim busca de manera exp li ita h ;~cl' r de lado las
connotaciones negativas críticas asociadas con el concep h) de ideología
d esde Napoleón, y reconstrui r d proyecto ori~> inal de und «ciencia de las
idi.'<)S •· que- tendría consecu::.'ncías políticas , pricticas. Pero Mannheim
s,1b c que ei p royecto no ~e p u ede segui r d e nin g un a manera como lo
prop uso ung inalmcnte Dcstutt d e racy. P ues, como lo l1 a dcnw::.tra.do
Marx, la s i Je as n o cxi ...;kn en un nwd .¡ o e téreo propio s ino q ue test?.n
si t.• m p re cond iciona,·!as p l)r fa ctores s oci<des e históricos, de tal rnaneL.J
)S 1/>rd.. p . 1{;.]
que el estudio de las ideas debe ser, en palabras de Mannheim, una
sociología del conocimiento. Más aún, el estudio de las ideas se sitúa en
sí de manera histórica y social. De aquí que no podamos tratarla sirn-
plemente <<como una ciencia >>y suponer que sus criterios de validez seJn
auroevidentcs y que queden más ¡:¡lJá de toda duda . En el nivel episte ·
mológico, la sociol og ía del conocimiento se debe explicar como un
hi~toricisrno autorre fl ex ívo, más que interpretarla co1no una ciencia
positiva constru ida en el molde de la Tlustr.:~ción.
Sin embargo, pod em os preguntar con jushcia si resulta ütil y
provechoso considerar el nuevo programa para una sociología del co-
nocimiento como heredero legítimo del análisis de !a ideologÍél o como
coextensivo a és te. El mismo Marmheím parece algo ambivalente en este
S(:'Jüido. Mientras que en algunos contextos enf?.tiza Jas limitaciones de
las primeras con .ep ciones de ideología y aboga por la gener,1J izct.ción
del enfoque ideológiC0, en otros pasajes sugiere que el estudio de la
ideología está n ecesariamente limit<ldo y en collsecucncia se puede
diferenciar de la soc iología del conocim1ento . De hecho, en un punto
sugiere incluso que sería mejor evitar usar el término «ideologí<H en !a
so d ologí<'~ del con ocimiento, remplazándolo por la noción más net.ttuJ
de "perspectiva» 36 Pero si és te es el caso, entonces muy bien se pue,."ie
dudM d eLéxito d e l in ten to d e !vbnnhcim por gent.'ralizar y neutrali~uir
el concepto de ideo! g ía. Incl uso a raíz de es~c intento, Mannhcim
reconoce que la fo rmul ación general de la concepción total de ideología
no es, tal vez, una conC(' pción de ir:leologt;¡ a fin de cueill"as, puesto que
c,:r'" 'CC de la <<connotación moral>>que constituye un aspecto esencinl de ese
con ce pto. Incluso a ra íz de su intento por extraer los elementos de la
sociología del conoci.u tiento de l residuo de problernas que por tradición
se asocian con el conce p to de ideología, Man11J1eim concede que tales
prohlemas pueden merecer, después de todo, ser abord<'ldos po.r separado,
m ed l~nte un enf )(¡ u e que se disl ingZJ. de r~ sociologín del conocimiento y
que 1<1 com p lemcnt.c .
79
¿Puede este residuo de problemas ser captado de manera adecuada
por l<l. concepción de ideología más restringida gue introdujo Mannheirn
y que se yuxtapone a la noción de utopía? Entre el concepto de ideología
y el de utopía se puede plantear una interesante e importante compa-
ración, pero la forma específica en que Mannheim hace esta comparación
es cuesti01n.b!c. Aparte de los evidentes pro)Jcmas asociéldos con
cu;¡lguier in lento por ,1pli('M hs llamados «criterios de realización», se
puede poner t>!1 dud<: si lv. conc·cpción d0 ÍG('ología más restringida de
Mannheim es en sí un<~ fonnul<~ción plausible . Fn. estd descripción, las
idPolugí.:s son ideas discordantes de la n~a!id,1d e il-reali.,.;ables en la
práctica; son similares a la utopía pero son aún rn;is extremas: idc,1s
totalmente ineficaces, por así decirlo. C1be preg unhusc si, de aplicarse
ele m¡:¡ner,, es tricta est·os criterios, quedarí¿¡ fl[g(; que se pudiese ll<lffiM
«ideologün>. Tal vez sea significativo que el c-j2n:plo que CJ l'a Mannheim
de un:-~ Idcologí,, en este sentido se<1 la idea d.c un amor fraternal cris-
tiano en una sociedad feud;li, en t<lnro que una amplia gama de doctrinas
e idc¡1S, dc::;de el milenarismo al liberalismo, del conservadurismo al
comunismo, son tratadé1s como utopíJs . Pero el punto gue quiero
enfatizar ac¡uí t' S que la mncepción restringida de ideologír. de Man. nheirn
m<1ntiene l21 connotación ne~~<üiva asoci<lda con ellérmino, enfocándose
en dos e<lrJcterísticas: ías del desacuerdo y 1,, nre<1lizabilidad; lo que esta
d c .;;afpcic.,n pd:,d por dlto es el fenómeno de la donúnación. En los escritos de
Marx, el concepto de ideología se vinculaba con la noción de domi-
11<1ci\)n, en el , t"nlido de jlll..' l<.1s ide,;s o representa d mxs c<msti!utiv<~s de
la idcokgi;: se ent:·ctvjcn ele <1lguna mane ra - y41se-1 al expresarlas,
false.:ubs o s<x;ierwrlas- con las rel<:cione::; d e dorniuacJón de clclse.
S<_'mcja n. te vírKtdo ,·on el fénón1.eno de l<l d ominación se pierde en la
conú'p,~ión restringiJa de Mannh c irn, qu<:' ('l 1 este aspecto tiene r:nás en co-
m tJ n con lt:l con <:opCión n i'l P''k,ónica q' J •>. cor- lil co n ctp('Ínn c~ d e ideología
q ue e m erg en d e los es (rito;; de \-L:r x En la.s seccionc..S s igt1ienks dd
prc e nte capi lo irltt>nl·arl; rccupcrJr el vínc ll lo e ntre e l conceph) de
idCl)log í,1 y el fe nómeno de dominación, y lo d esarrollaré de tal mancra
q ue p roporciont una ha~c t:mweptu<ll ,1dC'dli1dil para el anc1!ísis de la
idéol og ía en li!S socicdade!; mockrnc1;:; .
t;r¡
REPENSANDO LA IDEOLOGÍA: UNA CONCEPCIÓN CRÍTICA
81
básicas y servirá como trampolín para desarrollar un punto de vista
alternativo. Un tipo general es lo que llamaré «concepciones neutrales
de ideologia». Las concepciones neutrales son aquellas que intentan
caracterizar los fenómenos como ideología o ideológicos sin implicar
que sean necesariamente engañosos o ilusorios, o que se alineen con los
intereses de algún grupo particular. De acuerdo con las concepciones
neutrales, la ideoiogía es, entre otros, un 2specto de la vida social (o
forma d.e investigación social), y no es ni mils ni menos atractivo o pro-
blemático que cualquier otro . La ideología puede estar presente, por
ejemplo, en todo programa político, sin considerar si se orienta hacia la
revolución, la restauración o la reforma, sin considerar si aspira a la lTans-
fonnación o la preservación del orden social. La ideología puede ser tan
necesaria para los grupos subordinados en su lucha contra el orden
social como lo es para los grupos dominantes en su defensa del statu qua.
Al igual que el armamento militar o los conocimientos tácticos, la
ideología puede ser un arma que se oriente hacia la victoria, aunque
no hacia a algún vencedor en particular, puesto ql:e en principio está
a disposición de cualquier combatiente que tengo los recursos y las ha-
bilidades para adquirirla y utilíza rla .
Podemos distinguir las concepciones neutrales de ideología de un
segundo lipo general que describiré como «concepciones críticas de
ideotogía>>. Las concepciones críticas son aquellas que transmiten un
Sl~ntido ne.~;a tívo, crítico o peyorativo. A diferencia de las concepciones
neu trales, las concepciones críticas implican que los fenómenos carac-
terizados como ideología o como ideológicos son engañosos, ilusorios o
bilaterales; y la (aractcri zación misma de los fenómenos como ideología
lleva consigo una c:rítica implícita o una condena d e ellos. Las concepciones
críticas de la ideología difieren en términos de las bases sobre las q u e
i mplícan un sentido negativo . Podemos describir tales bases discrepan-
tes como los criterios de negatividad que se asocian con las concepciones
particulares de ideología. la distinción en tn~ h1s concepciones neutrales y
críticas de ideología, y la diferenciación d e los c:-riterios de negatividad, nos
permite clasificar las diversas concepciones de ideología an tes exc¡m.inadas
e n lé rrninos del esg uema gue se preseuta en la tabla 1.1 U esquema
indica que las concepciones de ideología desarrolladas por Destutt de Tracy,
Lenin, Lukács y Mannheim (en su formulación general de la concepción
total) comparten una característica importante, a pesar de las muchas
diferencias que separan a estos pensadores. Todas estas concepciones de
ideología son concepciones neutrales, en el sentido de que no transmiten
necesariamente un sentido peyorativo y negativo, y de que tampoco
Dcsnm d e Tr<1cy AB
Marx 1 Al3
M::w" 2 BC
1
Lemn
Lukúcs
CtAVE ;
Marx 1 -concepción polémio 1
Marx 7. - conrepci6n epi fcmoménic;¡
M;lrx 3- concepción latente
\ L; J-.!1h<•im 1 - formui;1ci ón geneínl d e la concepCión total
M<Jnnh¡cin• 2 - concepoón T<.~S tringi da de Mannh<•im
• 1\ ~1h.'i trJcto r·~ irreal
.
B -erróneo o ih1sorio
e vx¡~ re::.a Jr,s in tereses domin n tes
i.l- mantiene la.s relaciones d e d o min,Kión
8.~
implican necesariamente que la ideología sea un fenómeno que deba
combatirse y, de ser posible, eliminarse. En contraste, las concepciones
de ideología postuladas por Napoleón, Marx y Mannheim (en lo que he des-
crito como la concepción restringida de Mannheirn) son todas concepóones
críticas . Todils transmiten un sentido negativo e implican que los fenó-
menos caracterizados corno ideologfa son susceptibles a la crítica.
Los cnterios de negatividad, en virttld de los cuales las diferentes
concepciones críticas transmiten un sentido ncgati\'O, varían de una con-
cepción a otra. En el uso d<~.do por Napoleón al térmmo, la «ideologÍ<l>>
transmitía un sentido negativo al sugerir que las ideas tr,ltadas eran
erróneos e imprácticas, y que eran engañosas y estaban divorciadas de las
realidades prácticas de lJ. vida política. La. concepción polémica de ideo-
logía de Marx retuvo estos dos criterios de negai.ividad, ill tiempo que
cambió el bbnco de ataque de la ciencia de léls ideas de De Tracy a la
especulación filosófica de los jóvenes hegclónos. Con la transición a
la concepdón epifenoméniG: de Marx, cambian los criterios de negativi-
dad: ias idt'as que constituyen la ideologío son todav ía ilusoríéls, pero se
consíder¡¡n también como ideas que. expresan los in tereses de b clase
dominante. Esk' tíltimo úiterio es rempl a zado por o tro en lo que des-
cnbí como L1 concepci~'n1 L1tcn te de ideología en Ma rx. De acuerdo con
la concepción. latente, la idcolog ín es un sistema de represcnL1cioncs que
ocultan y engañ;:m, y que, al hacerlo, sirven para mantener las relaciones
de dominación. Con la formulación posterior de la concepción restrin-
gida de Mannheim, los criterios de negatividad retroceden hacia nqucllos
característicos delu.so dado por Napoteón al término y de la concepción
po!émici'l de Marx.
Este esquema podría extenderse para incluir las contribuciones
m.ás recientes a la teoría y al ,málisis de la ideología. Sin embargo, no
mtentdré extenderlo aquí. Consideraré algunas contribucimws recientes
en el capítulo siguiente, pNo Jo haré ten!enJo en cuentil un objetivo
levemente distinto: me preocupnré nc.enos p or lc1S concepciones espe-
cíficas dl• ideología emplcad<ls por los autores cont~mporáneos, y más por
sus dc!:-cri¡xiont:s ge nerales,-, hre la n aturaleza y el ptpel d e la ideología
en léls ::;r,cicd;,ch• s n1 zkiernas. Em.pcrn, como lo he md i ~ ad o en otro
contexto, 37 la mayor parte de los autores contemporáneos que escriben
sobre ideología ----de Martin Seliger a Clifford Geertz., y de Alvin Gouldner
a Louís Althusser - emplean alguna versión de lo que he descrito como
concepción neuiTal de la ideología . En general, la ideología se concibe co-
mo sistemas d e .: reencias o formas y prácticas simbólicas; y en ulgunos
casos estos aut~)res - como Mannheim varias décadas atrás - buscan
distan.ciarse cxplícitam.ente de lo que consideran una concepción «H'S-
trictiva>> o '<e va luativa» de l<l ideología. Al desarrollar un enfuque
alternativo <ti análisis de ]a ideología, mi objetivo será muy diferent~ .
Intcnt<ué contra d ecir lo que he descrito como la neutralizaci ón del
concepto de ideología. Intentaré formular una concepción crítica de la
Ideología con base en algunos de los temas implícitos en concepciones
anteriores, en tan to que abandono otros; e intentaré demos trar gue
tal concepción puede proporcionar una base p;ua un enfoque fructí-
t-::· ro y digno de ser d efendid o para analizar la ídeologfa, enfoque que
se orienta h acia el anális ls concreto de Jos fe nómenos sociohistórícos
pero que, al mismo ti empo, mantiene el carácter crítico que n os h?.
IE'gado la histori<1 JeiL:onceptu.
De <'~Ctll~rdo n n h1 cnncepción que propondré, el análisis de la ideo-
logía se ,~socia priltcipalmente con las m<1neras donde las formas simbólicas
se intersed;1 n con l as re lrK iones de poder. Trata de las maneras donde se
movilizad significado en el mundo social y sirve en consecuencia para
reforzar n los ind i viduos y gru r o.s qu<: ocupan posiciones de poder.
Permít<Jseme. definir este enfoque con más claridad: estudiar la ideologla
es es tudiar las m aner (1s en lns que el signí/jcado sirve para eslablect!r y
snstencr las relaciones de d ominación. Los fenómenos ideológicos son
fenómenos simbólico · significa ti vos en la med1da en que sirven, en ci re u ns-
tancias soci ohi _tó ricas particulares, para establecer y sost ~ner las
rel aciones d e d om inación . En la medida en qm.' scJ cruci.al acentuar que
los fenómenos simbólicos, o ciertos fenómenos sirnbólicos, no son ideológicos
en sí, sino que son ideológicos sólo en la mt>dida en guc sirven, en circuns-
lanciCIS pcHti c uiC~res, P<iT<l rll.<mtcncr lc.s relaciones de dominaCión. No
.37 )t1h n U Tho1npsnn, St:;di(':; i 11 !he Thcorv ol/de,Jíogl ' (Cambr!Jge: Púilf)' Pr~ss , !9S.J. ).
podemos interpretar por separado el carácter ideológico de los fenóme-
nos simbólícos de los fenómenos simbólicos misrnos. Podernos captar los
fenómenos simbólicos como ideológicos, y p0J.cmos analizar la ideología,
sólo al situar los fenómenos simbólicos en los contextos sociohistóricos
donde tales fenómenos pueden servir, o no, para establecer y sostener las
relaciones de dominación. Si los fenómenos simbólicos sirven o no para
establecer y sostener las relaciones de dominación es una pregunta que
se puede responder sólo al examinar la inter<tcción entre signíficildo y
poder en circunstancias particulares, sólo al ex<1minar las maneras en
que Jos individuos situados en contextos soc-iales estrucll.Irados emplean,
hacen circul<H y comprenden las formas simbólicas.
Al formular esta concepción de ideología, parto de lo que he descrito
como la concepc-ión latente de Marx . Sin embargo, retengo, de una manera
modificada, un solo criterio de negatividad como rasgo definidor de la
ideología: es decir, el criterio de sostener las relaciones de dominación. No
es esencial que las fonnas sim.ból icas sean erróneas o ilusorias para ser
ideológicils _Pueden ser erróneas o ilusorias; de hecho, en olgunos casos
la ideologi<l puede operar al ocultar o al enmas,:arar las relJciones socia-
'lt>s, al oscurecer o false<H lns situaciones; pero éstas son posibilidades
contingentes, no (ara ·terísticas n<:>r.esarias de la i.d.cclogía como tal. Al
tratar el error y la illusión más como una posibílidCid contingente que
como una característica necesaria de la id eología, podemos Librar el
análisis deL~ idcologí-t de parte de la cnrg a epi -temológic' que lo ha
agobiado desde !os tiempos de Napoleón. D edicaJ"se al análisis de la
ideología no presupone neces<Híamente que se haya d emostrado, o que
se pueda demostrar, que los fenómenos caracterizados com.o ideológicos
sean erróneos o ilusorios . Caracterizar Los fen ómen os simbólicos como
ideológicos no impone necesariamente íll analista !<1 carga de demostrJr
que los fenómenos así c<Uactcrizados sean «falsos » en algtin sentido. Lo
que nos interesn aguí no es fundamental ni inici al mente la verdad o la
falsedad de las formas simbóllGlS, sino más bien las maneras en gue
cstns formas sir ven, en c:rcunslanciilS ¡.1artícula res, para es!ablecer y
:-:.o~t-ener las relaciones de dominación; y no es de ninguna mancr,1 e! caso
de que lns fonnns simbóitcas sirvan pM<1 estrll .lece r y sostene r relaciones
H6
de dominación sólo en virtud de ser erróneas, ilusorias o falsas. El aná-
lisis de léi ideología suscita, por supuesto, importantes y complejas cuestiones
de justificación, y a ellas me dedicaré en un capítulo posterior. No obstante,
a fin de abordar tales cuesüoncs de una manera fructífera, es vital ver
que la caracteri 7dc-ión de los fenómenos simbólicos como ideológicos no
implica directa y! ;c-ceS<Jriamente gue sean epistemológicamente defectuosos.
Hay dos aspectos ulteriores donde la concepción de ideología que
estoy proponiendo difiere de manera significativa de la descripción de
Marx . En eJ trabajo de Marx, et criterio de sostener relaciones de domi-
nación se entiende por lo general, explícita o implicitamente, en términos
de las rebciones d e dase. Para Marx son las relaciones de domjnación y de
subordinación de clases las que constíh¡yen los principales ejes de la desi-
gualdad y lc1 exp lotación en J¡¡s sociedades humanas en general, y en las
sociedades capitalistas modernas en pnrticular. Para Marx, son las rela-
ciones de domin ,Kión de clases y de subordinación -principalmente
enlre las dív<' Lsas facciones del capital, por un lado, y el proletariado
op rimido y el c1mpesinado fr<~gmentado, por el otro-- las que se sostie-
nen por la persistencia de la imagen y la leyenda de Napoleón, en la Francia
de medi¡:c~t's del siglo x~x. Pero es importante enfc.tiz..1.r que las relaciones de
clase son sólo una de: ias fonnas de dominación y subordinación, constituyen
sólo un eje de d.esi~:u;¡Jdad y explotación; las relaciones de clase no son
de ningtma m.mera la únioJ forma de dominación y subordinación. Gracias
¡¡j beneficio de la. retrospeccrón, parece claro que la preocupación d<:
Marx por bs relaciones de clase crél confusa en ciertos aspectos . En
tanto que Marx lu·v o razón al subrayar lo significativo de las relaciones
de cbsc como ba se de ia desigualdad y la explotación, tendió a pasar
por alto o a restarle én fasis a la importancia de las relaciones entre los se-
xos, c~ntre los gru pos é tnicos, entre los individuos y el Estado, entre los
Est.ldos-n c'\l~ ión y los blogues de Estddos-nación; tendió a creer <.]llC
las relaciones de clJ.se lorrnan e! núcleo ~structuréd de las sociedades
rrwdc:-nas y que s u t-r a nsformación cr;) la cl.we para un futuro libre de
dom ina ción. T<1!cs énfasis y ;';Uposíciones no pueden ace ptarse como
autc e videntes en la ac tualidad . I-·loy vivimos en un mundo donde l<1
domini!. <: itiL cic: cl ctS C y la subordinación continúan d('Sf·mpeñ<mdo un
87
papel importante, pero en el que prevalecen otras formas de conflicto y,
en algunos contextos, con igual o hasta mllyor significación . Si debemos
calificar la preocupación de Marx por las relaciones de clase, también
debemos cortar el vínculo entre el concepto de ideología y la dominación
de clase. Dicho vínculo debe considerarse como contingente mi1s c¡ue
necesario. Al esludidl' b ideología, podemos interesarnos en las man.er<~s
en que el significado sostient:· l<ls reln.ciones de dominación de clase, pero
también podemos prcocup;Hnos por otro~ tipos de dominación, tales
como las relaciones sociales esin..1cturada:; entre hombre.-; y mujeres, en:rc
un grupo dnL·o y n!ro, o enlre los Est<1do~-nadón hegemónicos y aquellos
ubicados en los márgenes de un sistema global.
Un aspecto adicional donde la concepción de ideología que pro-
pongo difíere de !a descripción de Marx es m.cnos preciso pero no por
dio menos importante . Puesto que Marx nunca formuló de manera
explki.ta la concepción latente de ideolor:fa es difícil atribuirle un sentido
claro e inequívoco. Sin emb;1rgo, si nü [e mnd .--:,~ión de la concepción ];Jtente
es una c<lrélcreriz;~c!ón exacta de le1 dcs -ripción de Marx, entonces existe
otro énfasis que es, desde rni punto de vista, fél.ldz. Cuando Marx. dirige
~u atención bada el pilpel de la tradición napoleónica, de b leyenda de Na-
poleón que se realiza en las «ideas fijas >) del campesinado, lo que le uücresa
tninu palmen te son las m2uer.:1S en q Lt12 estil tradición sirve pa r<J SúS tener
un conjunto de n::laci une:o- ~:ocia le~; e¡ u e~ se establecieron <~ntcs, e indl'pcn-
dicntcs, deL: n•uviliz;Kión del signific¿ldo en las formas sim.bólicas. Las
clases e>-:isten «en sí mism<l<;", deterrninad;:s por relaciones objetivas de
prod uccíón y por circunst<lllcias que poseen él.nte todo un carácter
t~Conómico; ,n:nque las da ~es uo pueden existir «por sí mismas» sin un,;¡
forma ~propi a da de representación ~i:nbóli ca en la que, y rnediantc la
e1.1 .:~ l, pu ed<m representar sus ính.: rescs y s u _ objeti vus p ,uc:: ~r rn ismas.
Lc1 difi ~ultad que ~.:: ntraiia esta d escripnón es que tiende a h,xcr de menos
el grc:do en 1ue lc1;; formas :-lln b ó!iG!S, y el : ígnifi c<1do movilizado en ese
respec to, sean consfttuti vas de la rt'alidnd soo~1l y participen activa mente
~n crear y en ~'.usk,ncr i<t s n:l0cíones E"ntre los in dividuos y los grt~pos. Las
forn¡ ,y:; simbóti ..·c:s no sor n;·,dz¡ m;ís n·pre e-ntaci oncs que sirvan p<Hél.
e'<prc.sar u oscurecer re l2 cíones o inil!res t~s sociales que se cnnshtuyr..n
principal y esencialmente en un nivel presimbólico: más bien, las formas
simbólicas partk-ípan contin ua y creativamente en la constitución de las
relaciones sociales como t;;les . Por ello propongo conceptuar la ideología
en términos de las nl.aner;>s en que el significado movüizado por las formas
simbólicas sirve piira establecer y sostenerlas relaciones de dorninación:
establecer, en el sentido de que el significttdo puede crear e inshtuir de
manera <~eh va rel<1ciones de dominación; sostener, en el sentido de que
el sigrüfic;Jdo puede servir p.::r;¡ mantener y reproducir las relacion es de
dominación mediante el proceso pernwnente de producción y recepció11
de formas simbólicas.
A fin de desurollélr ia reformulación que propongo del concepto ele
ideología, hay tres aspectos que requieren una elaboraCJón: la noción
de signifiGldo, el concepto de dominación y léls fomtas en que el stgn.ificado
puede servir para es tab lecer y sostener lc1s rela ciones de dom inación.
Díscu t1ré la noción de 'ign ifica d o y el concepto de dominación en cierta
medid<1 en el cap ítuto 3, de manera que aguí simplemente indicaré las
líne<1s de análisi s gue se desarrollarán más lMd e. Al estudiar las ma -
neras donde el s ign ificado sirve p.:~ ra establecer y ~'l'S lcncr 1as relr'clones
de dominaci ó n, e l significado que nos inkrL::-,il t.>S <.'l significado de las
.'l.~ nnas sintbóli cas c1ue se inst'rl<H.l e n c:onte,,t,,::: ~'o~- i <lks y que circulan
en t:l mundo social. Por <<ionn;1:-- simbt'\Jjcas» 01e refiero a una ampli<1 gama
dt• .1cciones y lengu ajes, imágenes y textos, qut: son prod ucídos p()r los
sujetos y reconocidos p or e llos y por otros ((1!1'0 constructos significati-
vos. Los enunciad o.. y expresiones lingüísticos, y.1 sec1n h<1blados o escritos,
son cmciales en es t·e sentido, pero las formas simbólic21s pueden poseer
L):Tb.ién un a n at uraleza no !ingüistica o cuasiJin.güístíca (por ejemplt>,
una imagen visual o un constructo que com bine imágenes y palabras) .
Podernos anali z, r e l car;'íctcr significativo de L1s forn:as simbólicas en
térmi.nos de cu atro aspectos tlpicos, los cuales denominé los aspectos
«intencional·' , ··con ;e ncie.ma J,,, •<estructur;:d, y «referencial,> de lc1s formds
si mbóJicas. t:xiste un qui n to aspecto d<' [,¡s forrnas simbólicas, gue lb m aré
el <lSpecto «co nh~x t ua l ···, q u e indica que 1<~ ::; turmas snnhül i,· ~:~ se ins erlml
siempre en contextos y proces >S soci;dmentc estructurados. D<!scríbir tales
contextos y J'r<>ccsos e , rn l) «Soci,Jlmentc estructurados» es sostener c¡tk
existen índices diferenciales sistemáticos en témünos deJa distribución y
el acceso a los recursos de diversos tipos. Los individuos situados en los
contextos socialmente estructurados tienen, en virfud de su ubicación,
diferentes cantidades y grados de acceso a los recursos disponibles. La
llbicación social de los individuos, y las acreditaciones asociadas con
sus posi ciones en un campo o institución social, les otorgan diversos
grados de <<poder», entendido en este nivel como una capacidad otor-
gada por la sociedad o las instituciones que permite o faculta a algunos
individuos para iomar decisiones, persegu ir objetivos o consumar in-
tereses. Podemos hablar de «dominación >) cuando las relaciones de
poder establecidas son «sistem~t.icamente asimétricas», es decir, cuando
los agentes particulares o los grupos de agentes detentan un poder de
unil manera durable qne excluye, y hasta un punto sigrúficativo se m<m-
tiene inaccesible, a otros agentes o grupos de .:tgentes, sin tener en cuenta
las bases sobre l<~s que se lleva a cabo t¿¡J exclusión .
Estas carac~e rizaciones iniciales del si gn ificado y la dominación
proporcionan el telón de fondo contra el cual podemos proseguir con la ter-
cera cuestión plantc<1da por l<1 reformulación propuesta del concepto de
i.deologfn: ¿de qué ma.ncrtlS puede servir el significado para establecer y sos-
tenet L1s n.~ laciont~s de dominación? Hay innumera bles fonnas en que el
signi ficado puede servir, ~:•n condiciones sociohistóricas particulares, p<ua
mélntener las rel;:cíones de dominación, y pedcn1os responder esta pregun-
ta adecuad ame;\ te sólo si prestamos una cuidadosa atención a la ínteraccíón
de significado y poder en lé!S circunstancias aclu<lles d e la vida socíal.
Así, en un carítulo posterior abordné la preg u nta y proporcionaré un
análísis detallado de digunos ejemplos espeóficos de investigación empírica.
Pero aquí puede ser títil identificar ciertos modos generales de operación
de la ideología e índicar algunéiS de las fonnas en que se pueden vincuh1 r, en
circunstancias particul~res, con estrategias de consLruc(:i ón súnbólica. AJ dis-
tin guir djchos modos y a l establecer tales conexiones, mi objetivo no es
proporcionar una deso·ipción exhaustiva de las fonn¡¡s en que el significado
pticde serv1 r par<' e_ t-ablecer y sostener las relaciones de donünélción. Más
bie n, mi objetivo es sim plem ente delimitar, de unil manera preliminar, un
rico campo de análisis que proseguiré en det<llle en célpítulos posteriores.
l)(.i
Distinguiré cinco modos generales por medio de ios cuales opera
la ideología: la «legitimación,, la «simulación», la «tm.ificación», la <<fTag-
mentación,, y la «cosificación». La tabla 1.2 indica algunas de las maneras
en que dichos modos se pt1eden vincular con diversas estrategias de
construcción simbólica . Antes de presentar los elementos de la tabla,
pennítaseme enf;¡bzar tres condiciones. Primero, no deseo sostener que
estos cinco modos sean las únicas mcUleras en que opera la ideologfa, o
que siempre operen de milnera independiente unos de otros; por el
EuféllliZ:lCJÓ:l
Tm po (r e¡., sinécdoque,
rn ctc:-n :11"11: 1 r-:1c·r :~. ~'l:iLL)
1
['ragmerlr:t c i ó r• f)¡fcrt":KI.lClÓfl
. 1
91
contrarío, taJes modos se pueden tra slapar y reforzar unos a otros, y la
ideología puede, en circunstancias especiales, oper.:n de otros maneras.
Segundo, al asociar ciertos modos de operación con ciertas estrategias
de construcción simbólica, no deseo sostener que tales estrategias se
aSOl' ien únicamente con dichos modos, o que las estrategias que menciono
sean las únicas relevantes . Lo más que se podría decir es que ciertas
eslrdtegias se nsocian típicamente con cierto:-:. modos/ reconociendo que,
en circunstancias p a rtic ulares, cualquier estnteg.ia dada puede servir a
otros propósitos y cu<1lc¡uier modo dado puede realizarse de otras
maner¡:¡s; al mencionilr div ersas estralegíc=~s, mi objetivo es ejemplificar,
no proporctOn<lr un<l categoríz<~ción exhaustiva y cxclus i\'<1 .
La tercer<1 comhción es que, al poner de rel ieve alguna.s estrategias
típicas de lt1 construaión símhólicJ, no quiero sostener que t.1 les estra-
tegi<ls S<:'arl ideológicas en si Ninguna de estas eslnl!"egías es intrfnsecamentc
id eok\~~ica. Q ue una estr.: üegia dad' de conslTucc:ón simbólica sea ideoló-
gica d epende d e cómo se usa y entiende en circuns t:1ncias particulares la
form,, simbólica construi da por medio de tnl est-rategia; depende de si
la forma ~ímb ó l ica así constmida está sirviendo, en laies circunstancias,
p a ra s oslener t ) sub \'ert i;·, }' <lr:\ dfir m ar o p a re. socava:·, lc1 s rc iaciones de
·Jomin<lción ~ E xc: min a ;~ L1s estr.~ttgia~; típi cas d!::' con:;tnl cción :::imbti!ic,l
nos r•uC:d:: ,_üp, I";H en .:·ua n lo ¡¡ ,tl~;un ?. S de l a~~ fonnas l'H CJ LI.:! Sl' puede
Jll0\/ l)Í¿:.1!" l'J signr(ic,\do ~~11 ('] m.undo S \.'ial, P l1 qu e puede circun:-:crihirse
:1.~ VeJ::.e ,\-bn 'v\\,bcr, h ·o:l/1111}' an.f -'uác·~L . l11 Outime of f lllt:"lf.Yetw e Socio i r g_:-; ed. Cu;:nthl:'r
R¡1th y Cl<w.- WJttich (Bt!rkeky: Univcrsi ty nl C1 !J turnia P re..<;~ . 1':l7S). Cil}' . 3.(traJ .;~s t. H. r]
en ciertas bases, se expresa en ciertas formas simbólicas y que puede, en
determinadas circunstancias, ser m~s o menos efectiva. Weber distinguió
tres tipos de b<1ses sobre las que se pueden sustentar las declaraciones de
legitimidad : bases ra -ic nales (que apelnn a la legalídad de las reglas
sanL'ionadas), bases !ndícionalcs (que apelan a la inviolabilidad de lastra-
diciones inrnemorialé's) y bases carismáticas (que apelan al carácter
excepcional de una persona particular que ejerce la autorid<1d). Las recla-
n1aciones que se sustc·ntan sobre dichas bases pueden expresarse en formas
simbólicas por medio de ciertas estrategi;¡s típicas de construcción simbólica .
Una estrategia típica es lo que podríamos llamar racionaJjzadón_ por la
cual el productor de una forma simbólica conslTuye una cadena de razo-
namientos que buscan defender o justificar un conjunto de rel<~ciones o
de instituciones sociales, y por medio de ello persuadir o un público que
es digno de apoyo. Otra estrategia típica es la urúversalización. Por medio de
elld, los arreglos inslitucionales que sirven a los intereses de algunos
individuos se representan como si s.irviera.n a los intereses de todos, y téiles
arreglos Se COilSÍd1.'féll1 en rrinci.pio <1b1ertos a CU<l]guiera que tenga l<l
capacidad y la inclina ión para triunfar en ellos. Las recbmaciones de
legitimidad también se pueden vxprcsar pnr medio de la estrategia de b
narratirización: l<1s reclamacimws se insertan en histo rias que recuentan
el pasado y que- n::rro;n ·'1 p resente como parte de una tradición i_nmemorial
y apreciad(! . De hecho,. a ''eces se inventan tradiciones a fin de ue(lr una
sensación de perte11encia a una comunidad y a una hisloria que tri1S-
ciende la experiencia de conflicto, di(erencia y división. 1q En el curso
de sus vidas diarias, los o ·onist¡¡s oficiales y los individuos cuentan his torias
que sirven para justificar el ejercicio del poder por parte de los que Jo
detentan y para reconcili<1r a los otros con el hecho de que ello~ no lo ha-
gan. Se construyen discursos y documentales, historias, novelas y películas
como narracione~ que retratan re be iones socia lé:'S y que revelan las con-
secuencias de las Jcciones, en formas que pueden establecer y sostener lc1S
)9 Ej~·mp! os · n1 ere~.1n1e- d t' la mv e nci o n Jc !.1 ir~diCión ,;e puedeo encont ra r en Eric
!l nb ~hawn y T.:n.·nc.- Rall~ r (.:·d.), T/ )(! fn,·en!Jnn o! Trarht ion (Ca ml:n idg ··: C :~rnbr i dge
UnJverstl y Pr.:ss, 1<J83)_
9_:1,
relaciones de poder. En las historias y los chistes mundanos que tanto
llenan nuestras vidas diarias, nos entregarnos con_tinuamente a narrar
la manera en que aparece el mundo y a reforzar, mediante la risa que se
genera a expensas de otro, el orden aparente de las cosas. Al contar
historias y al recibir (ya sea escuchando, leyendo o viendo) las historias
contadas por otros, podemos ser airaídos h,Kiéi un proceso simbólico
que puede servir, en algunas circunstancias, para crear y sostener los
relaciones de dominación.
Un segundo modus operandi de la ideolog ía es la simulación Las
relaciones de dominn.ción se pueden establecer y sostener al ocultarse,
negarse o disimularse, o al representarse de una manera que desvíe la
aten<"ión o que oculte las relaciones o procesos ex1stentes. La ideología
como simulación se puede expresar en fonnas simbólicas por medio de
una vanedad de estrategias diferentes. l)l!a de ellas es la sustituáón: un
término que comúnmente se usn para referirse a un objeto o individuo
se emplea p<Ha referirse a otro, y en consecuencia las connotaciones
positivas o negativas del término se transfÍL'rcn al otro objeto o in.dividuo.
Tal fue la eslr<'ttegü de construcción simbólica empleada por Luis Hona-
parlc quien, como agudamente observó I\il a rx , log ró reactivar unD
tradición de respeto reverente: por el LC·roe im,pería! al presentarSL' como
el heredero legfti..mo del gn n Napoleón. F 1c " este venerable disfraz y
este lengunje prestado>· el qu~:· veló la nue\'a scena de la historia mundial,
volcó al campesinado haci,1 el pnsildo más que hacia el futuro y le
impidió, seg(m la. descripción de Marx, com.prencler sus condiciones
reales de vida. Otra estratt>gi<1 gue facilita. la simulación de las relacio-
nes sociales es l<1 euf~múación: las acciones, instituciones o relaciones
socinlcsse describen o rcdcscriben en ténninos c;:~e r;eneran una valoración
positiva. Exister. muchos ejemplos conocidos (;e tal-rroceso: la supresión
violentil. de la prorcst<~ se dl'scribe como la «res tauración del orden»;
una prisión o un l amp o de conc<:ntrilción se d escrib e corno un «centro
de re ha b ili taci(m»; las d e:;1 ~ _ualdades in.shtu~·inn a li zadJs qlJ e se basan en
di visiones él ni e as se J escriben como ((desarrol lo separado»; los tr<1ba-
jv.dorcs í2Xtnmjcros priva.dos de sus den_·d·,cF: ciudd d:i! t0S se r:icscriben
como ·drab¡¡j~~ dore~ in vit(ldOS». Sin cmh,:;-gu, con Ítl'Cll('ncia (_~l proceso
9·í
de euferrúzacíón es más sutil de lo que podrían sugerir estos conocidos
ejemplos. Así, en 1982 i\1enahem Begin dijo que el desplazamiento de miles
de tropas y cientos de tanques~ Líbano no era una «invasión» porque, de
acuerdo con la dehnición dada al término por él, «uno invade una tierra
cuando quiere conquistarla o <mexarla, o conquistar cuando menos parte
de ella. No asp1ramos siquiera a una pulgada de ella ». 40 Muchas de
las palélbras que usamos poseen un~ amplitud, una vaguedad indetermi-
nada, d(• manera que 1,1 cufcmi.zación puede darse por medio de un leve
e imperceptible ca mbio de ser\tido.
La ideología como simulación puede expresarse por medio de olrn
estrategia, o conjunto de estrategias, que puede incluirse bajo la etiqueta
general de tropo .H Por tropo me refiero al uso figuréldO dellengunje o,
más en general, de las formas simbólicas. El estudio del tropo se confina
por lo regular al ámbito de la literatura, pero ellrso figurado del lenguaje
está mucho m;ís cxt~ndido d<.: lo que podría sugt' rir semejante especiali-
;; ación djsci.plin,uia . Entre las formas de tropo más com11nes se cucni<m
la sinécd.oqlJe, l<\ nwtc)n..imi2 y la metáfora, todas Í<ls cuales pueden uscHse
para disimulM las relacion s de dominación . La sinécdoque implic,l l;-¡
combinación semántíci1 de lé! parte y del todo : se usa un término que
representa una par te ele algo a tia de referirse a la totalicl.ad, o se u~a un
término que representa la totalidad¡¡ fin de referirse a una parte. Esta téc-
nica puede disimular las relaciones sociales al confundir o invertir las
relac iones entre las colecti vidades y sus partes, entre grupos particulares
y formas p olíticas y sociales más amplias --en In manera, por ejemplo,
l
t
en que té rminos genéricos como «los británicos>', «los americc=lnos» y
Men.1hem llegin, e n nn a entreviStil televisada en Est.; r1ns Unidos sobre la que infon:1 (,
.l()
Tht• Cu.irdian, junio 22 de 1982 . La ddinición de " nwas1ór.'' q\le dio Uegin se puc:de
c0mparar con IJ qtH' o ircce el dí crio•1ui0: " un;~ entr<Hlil " inc!lr~ J·'m con flh'r/." .um.lda,
una ínvasio n ho ·til ".
ll Unv. descripción y un an;í lisls cx p!lca tivos sob re el trop (l , y la meLifo ra e n cs p !~c i al, ~e
p u Pd ~n H• con tra r en l'<Hd !~icce u r, The Rule ofJvfeldphor: Mu)ti-disdphiJd r_y Studics or the
C·~:·..>!ion o!" J\II!t?!Ún,¡; in L.lllg ua¡;e, tru d . Rohert CzC' rn y con K.Hhl t e n Mc Lail.t;h lin y John
(o~tc: : o (l.ond re ~ : Rnu !lt:dge & Kcgan !'Jul, 197S) jtr;¡d .c.1s t. Edicion.cs Europ a l Par<>
con oce r nn interesan te ana!i·is .Sl>bre a lgunos víncuios t'rlt re tropo e id('ología, véii.St:
01 i viL·r fl.cbou l, /.,m;,'a,trt· •r ideo/og it>( Par i~: l'resses U ni Vl'rs l t,l ire~ d e f'ra nce, 1'18() ), cap . ·1
«los rusos >> se usan para referirse a gobiernos o grupos pi!rticulares
dentro de un Estado-nación . La metonimia implica el uso de un término
que representa un ah·ibuto, una caracteríshu, adjunta o afín i1 algo para
referirse;:¡ la cosa misma, aunque no cxi~ta una relación necesaria entre
el término y aqueUo a lo que se pueda estar refiriendo uno. Por medio
de la metonimia puede quedar implícito el referente, sin ser expresado de
manera explicita, o se puede valorar positiva o negativamente por aso-
ciación con otra cosa; és ta es una prác rí ca común, por ejem plo, en los
anuncios publicit;uios, donde con frecuencia e l significado se desplaza de
manera sutil y subrepticín , sin explicitar las relaciones entre los objetos
a los que se alude o que e stán implícitos en el anuncio. La metáfora
entrai'ía \;:¡aplicación de un término o una frase a un objeto o una a cción
al cui'll no se aplica literalmente. Las expresiones met::~fóricas establecen
unr~ tensión en una oración al combinM térm inos extra1dos de diferentes
C<lmpos sem;ínticos, tensión qut', si tiene ( :-: ;tu, g c ner,l un sen tido nuevo
y dur,1 dero_La m ¡:Uí {t)l"Zl p u od~ disimular l~L relaci ones SOt"ii\les al repre-
sentarlds , o .1 l tlS individuos y ¿;rupos inscYtcs en ella.s, como si dcter~taran
car<tcterística s que no f "'Dsccn lileralmente, acentuando en consecuencia
ClL'rtos ra sgos a expensas de otros y cargi.1nrl o los cot ;m sentido positivo
"ncgnbvo . Af,í, la pri.rnern m inistra brit<1ni c<l se ha descrito con frecuencia
como « h Dama (k Hierro», mcl,1fora guc le otorga una determina ción
y una firmez a de car<Ícler sobrehll rT1anas . O bien, considérese este co-
mentario, hecho por !J misma Margilret Tha trher dur~nte una entrevista
con iil Prensa Asociada en 1988 y publicado en el periódico británico
Thc Guardían: al reflexionar sobre sus primeros ocho <~ii.os en el cargo y
sobre sn perc('pción de IR cambiante posi ción de Gran Bret<1i\a entre las
naciones ind ustri,lliz adas de O ccidente, Pila observa que: «Cuando recién
llegué, solían hablilf de nosotros en términos de la enfermed<~d británic.'l. .
Ahora hablan de nosotros y dicen ' miren, Gr,,n Oret,H1a tiene el re-
medio',, _:" La metáfora de Jn cnfermed<1d y d ¡·t_~nH.!dio, combinados con
e] icngudje de «l10SOtrcs,· y v e il DS>>, otorgi1 el este COl1Wn tario un cadctcr
·12 M.ug-Jre l Th~tc he r, <~ n 1111.1 ~nl r e1· i ~ !.: conducid a p u r L1 A~sucl ,lilnn Press s obre l<l qu e
l!l fo nnó c>l Gu,u·d ian, cne;o 4 d t: I'J8f), p . J.
vivido y evocativo; envuelve al proceso del desarrollo económico-social
en la imagen de J¿¡ enfermedad y la salud, en tanto que pasa por alto o
falsea las circunstancias reales subyacentes que lo afectan. Por supuesto,
al llamar J¿¡ atención hacia estos diferentes tipos de tropos, no quiero
sugerir que el uso simulado del lenguaje sea siempre o siquíern predo-
minantemente ideológico. Sólo deseo .sostener que el uso fígurZ~tivo del
lenguaje es un rasgo muy común del discurso cotidiano, qne es una ma-
nera efectiva de movilizar el significado en el mundo socíohistórico y que,
en ciertos contextos, el significMio movilizado de este modo se puede
confundir con e! poder y servir para crear, so~lener y reproducir !Cls re-
laciones de dominación.
Un tercer modus operandide J¡:¡ ideología es !.a wúficación. Las rela-
ciones de domin:\('ióit se pueden establecer y sostener si se construye, en
d pbno simbólico, un.8 for m a de unicbd que nb<nquc a Jos individuos
en un<1 idenbdad e lediv;i, sin tomar en n n~r~t.: las diferencia~ y divisiones
que pucd<m separarlos. Una cst r;;iegitl típica medi<mk !.1 cuai se e xpre¡a
este modo en las fm.m as simbóLicas es la (•st•·,=ttegi<1 d e In estandarización.
Las fonnZ~S simb(llicc,s se ad, ptan a un Jn;Hco de referencia estiínd ;:r
que se prom1..1eve c omo l <1 b <1 se ace¡:"!tahle y cumún del í nteJ·c,lmhu
sirnbólico. Ésta e s la esh·ategia q ue utilizan, por ejemplo, las autoricl;;des
e ~; t a t;,les qnt' l r a tan d e des a rro!J ¡:¡r un id i nrna nncronnl en el con texto de
gmpos diversos y lin.güísti camente d iferenoados . El establecimiento dt· un
idiomc1 nacional puede servir pt~ra crear una identidad colectív<~ entre
los gnrpos y trna jerarquía legítima entre lt~s lenguas y dialectos en los
límites de un Esta do-nación. Otril. estrt~tegia de construcción simbólica
medinnte !a cual se puede lograr la un.ific<~C"ión es la que podemos describir
como la simbolización de unidrJd. Esta estriltcgia implica la con~~rucción
de símbo los d e u nidad, de rdenridad colccli \'J C' identificación, que se
di!unden e n un grupo o una rlur;didad de grupos. U~1a ve/. más, Ja cons-
trucción de sím bolos J.¿ u ni dad nacional, tales ;.:u:no las b;~nder,1 S, los
himnos nacionalt.'s, los :..~ m b lem<ls y las inscripciones d e divl'rsos tipos, son
ejemplos e vi den tes. En In p rá c licn, lil simb()lí :r: .ll:íó n de !~1 uni d nd pue de
c~1lrctejer~e con el proceso de n.1rraí ·i vr.:.i;ción, en].~ rnedida e n c¡ue ]ns sírn -
holos d e uni d ad p u eden Sl'l" pJrf"t" tnkgr,l[ ele una J1il!T(IL"lÓ!1 de ~ ~)S
')7
orígenes que cuenta una historia comlin y proyecta un destino colecti-
vo. Lo anterior es común no sólo en el caso de las grandes organizaciones
sociales como el Estado-nación moderno, sino también en el caso de
organizaciones y grupos sociales más pequeños que se mantienen
unidos, en parte, por un proceso permanente de unificacíón simbólica
por el cual se crea y se reafirma continuamente una identidad co-
lectiva. Al unir a los individuos en un-1 forma qu e hace caso omiso de
las diferencias y divisiones, )¡¡ Sllnbolización de la unidad puede servir,
en circunstancias par!iculares, para establecer y sostener las relaciones
de dominación .
Un cuarto modo mediante el cual pu ede operar la ideología es la
fragn1entación. Las relaciones de d.onúnación se pueden mantener, no al
unificar a los individuos en und colectividad, sino al fra gmentar a aquellos
individuos y grupos que podrían ser capa.c 'S d~ organi.z,l.r un desafío
efectivo a los grupos dominantes, o al orient ar las fu-e rzas de 1.ma oposición
potencial hacia un objetivo que se proyecta como rmdigno, daníno o
amenazador. Aquí, le\ estrarcgit1 típica de on" trucci ón simbólica es la
dJ!erenCJddón es deur, el hecho de enfcHiz;;r las distinc:ones, diferenciils y
divisiones que h il )' ent re los gmpos e indiv ídu o s, \ ,~,s carilcterísticas que
los desunen e irnpid ,~n que se constituy,m en un desafío efectivo para lus
relaciones existentes o en un p<Hticip<mte efectivo en el ejercicio del
poder. Otrn estrategin pertinente se puede dcscrib\r como la expurgación
del otro Lo anterior imp!tca lil conslrucción, dentro o fuer,l., de un
enemigo gue. se retrata como maligno, dafdno o amenazador, y <mte el
cual se convoca a los i.nd.ividuos para que se opon gan a él o Jo expurguen.
Esta estrategia se traslapa él menudo con estra teg ias orientadas hc1cia la
unificación, puesto que se o·ata al enernigo com.o un desafío o una amenaza
frente d la cual se deben unir los individuos. La ckscripcíón de los judíos
v de los comunistas e n la ltteu;t ura nazi dl' ],,s décadas de 1920 v 1930,
' '
o la c;uaderi¿aci6n d e los disÍLi entes p olíticos en la era esL:linista como
«enenügos dl'l put~bJ o, , son casos cjeu1p ia re · de "-'Xpurg aci.t)n del otro,
¡:¡unc¡ue es ta cstr;aegia es más t:o rnún de lo que pod r f,m sugerir tales
l!jernplo~. í~on :.id ér es e un a observa ci •)n edito ria l e n el pc r iódiro de
cü·c,~! ,)( i()n masiva The Sun: al comentar un a posible huelga del sindicato
98
de conductores de trenes ASLEF en verano de 1982, el Sun recuerda a
sus lectores que el ASLEF bien puede hacer añicos su propia industria,
pero «nunca nos resquebrajará», puesto que, «como lo demostró tan
claramente la bataila por las Falklands, NADIE puede resquebrajar esta
nación>> ..u Seme)¡:mte comentario emplea una compleja estrategia donde
se construye al .'SI.Fl' como al otro que desafín a la nación entera, y tal opo-
sicí.ón se superpone a las fuerzas en conflicto de la guerra de las Falklands,
de talrnanera que el ASLEF es equiparado con un poder extranjero que
amenaza a un p ueblo que se debe unir frente a la adversidad y cuya
\:oluntad para resíshr el mal es enfáhcamente indomable.
Un quinto modus openmdide la ideología es la co,.:;ificación: las
relaciones de dom.inación se pueden establecer y sostener al representar
un estado de cosas histórico y transitorio como si fuese permanente,
natural e intemporal. Los procesos se retratan como cosas o sucesos de
un t·ipo casi n.Jtural, de tai manera que se cclips<~ su c;;riÍ.ctcr soci al e
hr.c,tórico. AsC la ideología como cos iflcaci(m implica la eliminación o la
ofu scación deLcarácter SDcial e histórico de Jos fenómenos sociohistóricos
o, di cho con una sugerente frase de Claude Lefort, implica el restable-
ci nü,.?nto de <<la dimensión de la sociedad 'sin historia' en el corazón mismo
de la sociedad histórica".~ Este modo puede expresarse en fom1as sim-
bólios por medio d~ la estTiltegi.J de la nahn·alización. Un estado de cosas
que sea una crea ci •'Jn sc,.: iaJ e lüstórica puede tratarse como un suceso
natur<ll o como resultado inevitable de características naturales, de
m<1nera que, por ejemplo, la división del trabajo entre hombrt:>S y
mujeres instituida socialmente puede retratarse como producto de las
cMacterísticas fisiológicas y las diferencias entre los sexos. Una es-
trategia similar es lo que se puede describir como la eiemalización: Jos
fenómenos socwhistóricos son privados de su carácter histórico ;:;l sn
n~tralados como ¡.wrmancnt es, invari;1blcs y siempre re,-urrenles. L1s
(." Ostumbres, tra diciones t' ins lituc:iones que parcc~n cxkuderse inde-
finidamente ha cía e l pasado ck mancr<l que se pierde toda huella de
·1:'\ Come n ta r:(: t·ditor íJI del .5un, ju nio JO de 1982, p.(,.
¡.¡ 1 eíon. ?::u! Po/j¡ic.¡/ Forms ul1\1odem Soo ,·!y .. op.ci!., p 201.
')')
su origen y resulta inimaginable cualquier duda acerca de su fin,
adquieren una rigidez que no se puede romper con facilidad. Se insertan
en la vida social y su car/tcter apnrentemente ahistórico es reafirmado
por formas simbólicas que, tanto en su construcción como en su mern
repetición eternizan Jo Cl1ntingente.
La ideología como cosificación se puede expresar también por
medio de diversos recursos gramaticales y sintácticos, tales como la no-
minalizaáón y la pasivj;~dcú5n 45 La nominalización se presenta cunndo
las or<~ciones o LllgunLlS Je sus p;ntes, léls descripciones de las acciones
y los partícipzmtes que int~ rvienen en ellas se tr ans forman en sus-
tanü vos, como cuando decimos '<lél prohibición de las ~mportaciones»
en ve:~.. .Je «el primer min! srn1 hil decidido prohibir bs importaciones>>. La
pc1sivización se manifiesta cu;mdu los verbos se dan en forma pasiva, como
cuando d eci mos «el ~;ospcc1w~o está siendo investigado >> en vez de
«los ofici<1les poli\;acc)s están invcstígilndo <il sospechoso», Lzt no-
!nln<'llizanón y la pasíviLilCÍÓn enfoc,m l<1 arvndón del escucha o lector
en ciert·os tem as a exrensas de otros. Suprim. · n a los adores y agt"!ltes,
y tienden zt representar los procesos como cos.-:s o sucesos que ocurren
en ausencia de un sujeto productor. Asim1c;m.o, ti ende n a omitir las
referencias a contextos esp<~.ci:des y tctllporales a l elinú néi!. las COl15-
trucciones verbales o al convc:·tírlc1S a un verbo cc•'iuga do en un tiempo
con tinuo. En drcuustanctrl~ especiales, es tos y otros rt'Ctnsos g r:tm.a-
hcJ.les o sin.t<kticos pueden scn'ir para Pstableccr y sostener la:; re li1cíones
de dominación al cos iüc,n los fcn0m e nos sociohistóricos. Representar
Los procesos como cosas, suprimir a lo:; ;..;ctores y agentes, constituir el
ti e mpo como una extensión eterna del tiempo presente son algunas
de la s n1.uchas forma s de restablecer la din"ten sión de la sociedad «sin
4 '1 ¡\n.iltsi!; dct r.Jl;~ d ns ele r-s to. y o tr s r ..:ursus ·e p u ~;"tkn ~· n ~ o ntrar en Cu nt her Kre s~ y
Rnbt> rl Hnd ge, L.•ni;u ..1Jft> ,J!' ldeulo,t;_l (L• nd rc ·: Ro ut!<'dgc -~ Kegan r ,ud, lY7lJ ), Roger·
Fowlcr, 13ob Hod :,e, Gun tiH'r Kn: ~ s v Tony Trt>w, l.an" lid,t;--' and Control (Londres:
Routll' l~<:' ·. K~·~a n Pa til, 197'.1} [lraJ ...:ast l'CFI, y l'olw n 1-lol•f(e y Cunihl'J Kress, 5ocúl
Scmiolics (Cllnb rt d~é : Poli ty Pr<' ·s, 19/lil )
l llli
Al identificar los diver ·'os modos de operación de ]a ideología y
algunas de las estrategias típicas de la construcción simbólicél con las
que se pueden asociar y mediante las cuales se pueden expresar, he
Hamado la atención hacia algunas de las maneras en que podemos
empezar a pensar en relación con la interacción del significado y el poder
en la ví.da sociaL He l1<1mado la atención hacia algunas de las estrategias
y los recursos en virtud de los cuales se puede <:onstruir y transmitir el
significado en ei mundo s0cial, y haci.a algunas de las maneras en que
el significado transmiiído de este modo puede servir para establecer y
sostener las relaciones de poder. Sin embargo/ corno he subrayado, con-
sideraciones de esie tipo son en el mejor de los casos índicaciones
preliminMes de un terreno por explorar; deben considerarse como di-
rectrices aproximadas que pueden facilitar b investigación de un tipo
más empírico e histórico. Las estrateg1as particubres de la construcción
simbólica, o los tipos particulares de formas simbólic<~s, no son ideo-
lógicas en sí: si el sign1ficado generr~do por las estrategias simbólicas, o
transmitido por las fonn.as simbólicas, sirve p<~ra cstílblecN y sostener las
relaciones de dominación es una interrogante que sólo se puede rcspon-
d(;r al examinar los contextos específicos en que se prodt1cen y reciben
];ls form~s simbó licas, sólo a! ex a m in a. r los mec:an ismos específicos
por medio de los CU<11e~ se transmiten de los productores a los receptores,
y sólo al examin<n el sentido que tales formas simbólicas tienen pa.r<1 los
~u jetos que l<1s produt.:l'n y las reciben. Las tostri.'lll'gias de J¡¡ (ün.struccitín si m-
bólica son las herramientas con que se pueden producir las forn1as
simbólicas capaces d e cre <"~r y sostener la::; relaciones de dominación; son
recurso::; simbólicos/ p or .sí. decirlo, que facilitan la movilización del
sígn¡fic:do. Pero si Jas forrnas simbólicas así producidns sirven para
sostener o sub vertir las rel acione:-; de d o min,lcit~m, pMé1 reforzar o socavar
a ks indi '. íduos y gru pos poderosos, es una cuesti{)n que sülo se pt tt.x!-·
rt-solvu ¡-¡ j estud ia r córno operan tales formas simbólicas en circunst:t.ncias
s ocí ohist ~ni 'as particulélrcs/ y cómo lc~s usan y cGrnprendcn los sujet-os
q u e las p rodu cen y rccihcn Prl !ns conlextos estructurc1dos de ic1 "'·ida
d iar i,,_ En un<~ cl tp a rostcrior elaboraré un marco de ref(•rencia me-
todo lógico en el cual sr puede llevar a cabo este hpo de e:;,tudios.
J¡) 1
RF:PLICA A ALGUNAS OBJECIONES POSIBLES
l ü.2
he propuesto aquí. Semejante concepción retiene el aspecto asimétrico
característico del trabajo de Marx. La ideología no es indiferente, por
así decirlo, a la naturaleza de las relaciones de poder que expresan y
apoyan las formas simbólicas. Las formas simbólicas son ideológicas
sólo en la medid.~ en que sirven para establecer y sostener las rela-
ciones de poder sistemáticamente asimétricas; y es esta actividad al
servicio de los grupos e i.ndividuos dominantes la que a la vez que
delirni ta el h:nómeno de la ideología, dándole una especificidad y
apart<1ndola de la circulación de las formas simbó!Jcas en genernL,
otorga a la concepción propuesta de ideología un sentido negativo.
De acuerdo con esta concepción, la ideología es hegemónica por
naturaleza, en el sentido de que sirve necesariamente para establecer y
sostener las relaciones de dominación, y, en consecuencia, para repro-
ducir un orden social que favorece a los individuos y grupos dominantes.
Por supuesto, las íormas ideológicas se pueden desafiar, combatir y
alterar, y con frecuencia se impugnan tanto explícitamente, en ataques
Mticulildos y cone<:Ttados, como implfcitamente, en los intercambios
simbólicos m.undanos de la vida diaria. Tales intervenciones desafían-
tes y de mph1ra se pueden describir corno forrrws SÍmbólkas contestatan~?s
o, rniís csped.hcamente, como formas indpit3ntr:.>s de },1 aíb"o1 de/;] 1deología.
La existenci a rn is m<1 de la ideología puede producir su anverso:
;m tes que acept<n pe :-orvilmente las formn:o-: ideológicas y las relélciones
de dominación qu e ellos ayudan a sostener, los individuos pueden ata-
car o denuncia r dichas formas y relaciones, las pueden parodiar o
satirizar y p ueden buscar desarticular cualquier fuerza que puedan
tener las expresiones ideológicas en circunstancias particulares. Al h<t-
cerlo así, estos individuos intervienen, no en la pronndgacíón de uno
nueva ideología (aunque, en otros sentidos, pueden estar haciéndnlo
tambiént sino más bien en una versión incipiente d.e una forma crfti~..~a
que se puede llevar a cabo de una manera más sistemática en el marco
de referencia de una metodología inte1rretativa y exhaustiva.
Obfeci ,)n 2: <'Us ted ha cc~r ac t-erizado el e.<.tudio de la ideología como l'l
estudio d E· la s milnt-ras en que el sip;nific;:c.o sirve p-un csl::blecer y
sostener i<~s relaciones de dornin<tción, pero talc:s re!,1ciones se pueden sos-
tener de otras maneras; por ejemplo, mediante la apatia y la indiferencia,
o por la pura repetición del hábito y la rutina. Sin duda, el estudio de
la ideología se debería ocupar de estos últimos fenómenos, así como
de la movilización del significado en las formas simbólicas». Es sin
lugar a dudas cierto que las relaciones de dominación se sostienen de
muchas maneras diferentes y gracias a muchos factores diferentes.
En ciertJs circunstancias, la apatía y la índiferenda de los individuos
y grupos subordinados, o aun su buena voluntad o intención de
someterse ah servidumbno, pueden ser vitales. En otras, las rela-
ciones de dominación pueden ser sostenidas por el hecho de que las
prác tili~S se han seguido por tan largo tiempo y con tanta regularidad
que han adquirido el carácter de hábitos o rutinas que no se discuten
ní cuestionan; las relaciones de dominación se pueden reproducir, no
porque el s1gn.ificado se movilice en su apoyo, sino simplemente por-
e¡ u e Jsta es l<l manera en que se han hech n siempre las cosas. No
quiero negar L~ irnporl"ancia de tales consider~ll·iones . Tampoco quiero
plantear, y sería muy engal<oso sugl:rirlo, qu<: lns rd2.ciones sociales se
sostengan, y que el orden social se reprodu:r.ca, ('n virtud ele la moví-
!ización del significado en las formas ~imbóJic,,s SCJ!as. Lo que si quiero
argumentar es que la movilización del significado en apoyo de las
relaciones de dominación es un fenómeno soci,1l digno de una investi-
gación sistem<'ítica, ql1e éste comprende al ~ '\llJS de ]¿¡s maneras en
que se sostienen t<lles relaciones, y que la investigación de dichas
maneras es l<1 provincic1 específica del esh1dio de la ideología. El hecho
de que las relaciones de dontinación se puedan sostener de otras ma-
neras no implica que éstas deban considerarse también como formas
de ideolog:ía. De hecho, en ciertos circunslanc-ias, las relaciones de
domin;H:ilin .se pueden sostener mediante el ejercicio de la fuerza
bruta, al golpear, m <ü;ir y reprimir por l.:t fuerL:<1 la insurreccíón o la
pmte · ta, y ditícdmen!t:· seria sensJto 0 re vela dor, sugerir que esta
forma d e sostener las relaciones de dom inación sea olr~\ forma m<ís de
idt'nlugíil Para que el concepto de ideologí resu lte ú!il, st:- debe li-
mit<Jr su esfera ele aplicación. fl"e propuesto una lim itación que enfoca
nuestr<l éltcnción en lils rn<; neras donclc el significa do movilizado de las
l () ·i
formas simbólicas sirve para establecer y sostener las relaciones de
dominación. Enfoca nuestra atención en un espacio intersubjetiva en
que el significado se intersecta de algunas maneras con el poder. Esta
limitación propuesta no tiene la pretensión de abarcar todas las ma-
neras en que el signi.ficado se intersecta con el poder, ni todas las maneras
E'n que se pu ed en sostener las relaciones de dominación . No obstante,
define un ca mp o de in vesti gación que tiene cierto parecido con el
campo delimitado por las primeras concepciones de ideología y que
es, sin ampliarlo más, suficientemente extenso.
Objeción 3: «Ai hablar de las maneras en que el significado 'sirve para
sostener' las rel aciones de dominación , ¿no está usted adoptando
implícitamente un punto de vista funcionalista y vinculando el estu-
dio de la ideología con un modelo de explicación que ha quedado
desacreditado desde hace m.ucho tiempo? » En efecto, al estudiar la
ideología nos íntcrcs;m, de una manera general , los «papeles » que
desempeñan l<~s formas sirnbólicas en la vida social, como las uséUi y com-
prenden los ind ividuos, y las repercusiones guc tienen su uso y
comprensión e n la rep roducción del orden social. Pero no est<1n1.0s
adopt<mdo u n punto de vista funcíonali.stJ, ni est<11nos tratando de
explicar la ide olog ía en términos funcionalistrls . P<~ra e xpJici1r la
ideología en tal es térm inos tendríamos que haber proccd !do de la mil-
ncra siguiente: tend ría m os que suponer que el orden soctat es un
sistema que tien e ciertas «necesidades», tales como un conjunto de
ne\:esidades q ue tienen que satisfacerse a fin de mantener un equilibrio
estable; tendríamos que suponer que el estado final del sistem.a -por
ejemplo, man tener un equilibrio estable- es lln supuesto dado; y
tendríamos que argumentar que las formas símbó!ic<ls e ideológicas se
pueden explicM demostrando que satisfacen algunas de estas ne-
cesidades. En otras palabras, trataríamos de explicar la s formas
simbólicas e ideológicas al demostrar que satisfacen ciertas necesidi1-
des indispensable· . Desde lm punto de vista fun cionillistn, la ideología
sería el explai ldJ'l dwn (lo que se va a explicar) y las neces idades pres u-
puestas del sjstema serían el explanans (aquello en términos de lo cuat
se puede explicar) . Éste n o es el pt:nto de vista que estoy adoptando .
105
No estoy rratando de explicélr la ídeologL::l en términos de algunas ne-
cesidades presupuestas e incuestionables de un sistema (cualquiera
que éste se¡¡), sino que más bien estoy tTatando de enfoc<~r la atención
en la nah1raleza y en las consecuencías de l<ts maneras de cómo se
usan y comprenden las fonnas simbólicas en circunstancias particu-
lares. En cierto sentido, Jo que nos interesa son los «efectos» sociales
del uso y la comprensión de las formas simbólicas; y lo que nos inte-
resa explicar, en parte, es cómo el uso y L1 cumprensión de las formas
simbólicas contribuyen a lo largo del tien~po a reproducir las relacio-
nes de poder y de dominación. Empero, el lenGuaje de causa y efecto,
de cxplanandum y explana.n.s, es inadecuado pa.ra la tarea metodológica
que confront;:Hnos. Puesto que estamos tratando con el significado y
l<l comprensión tanto como con J;¡ causa y ..'1 efecto, buscJmos inter-
pretar tanto como explicar. Para proseguir l'l estudio d€' la ideología,
en el sentido aquí propuesto, requerimos ur: marco metodolÓgico que
haya dejiido atrás el punto de vist-a c..lei funcionalismo, y que esté
hecho a la medidil de las caracteri~ticas es p ecíficas de nn campo
objeto signiítotivo.
Ohje¡~ir>n 4: · F.n un rrincipio está muy bi e n definir lil ideologia en
tér:nin ns de las forma::: en que el :>ignificado sirve pi'lr<< establecer y
mantpner lZis relaciones de dominación, pero ¿cómo puede usted
decir que en l.1 pr.íctica las formas simbólicas p a rticulares sirven para
sostener o éllterar, para establecer o soL:avar, las relaciones de d.o-
mina<:ión7 ¿Cómo snbt.' u~ted qué significan tales formas sjmbólícas
para individuos específicos, sea que éstos ocupen posiciones de
dominación o subordinación, y C]Ué rel<1ción hay (si hay alguna) entre
el significado de estas formas simbólicas y las posiciones soci<1les de
tilles individuos 7 » Es difícil dar una íesnuesta general a semejantes
pregunt<~s No h;1y regias práctic¡:¡s sencillas que determinen, al
apli c a rsé: él ca. sos par ti cuLue:s, e 1 s i <Y ni Íicado qu e t1u1en 1as formos
simbólicas pM,1 indi"> iduos específicos o la nall!rélle:za de ias relaciones
5('l"i ,llc::: en q ue csttí11 in mersos raJ es individ uos. l'~ro ele esto no se
dcspn' nd e qu e la s fo rmas simb ó lic:s c arezcan de significados
determinad o s pMél individuos específicos o que tales individuos no
l()(J
estén inmersos en relaciones sociales determinadas. El hecho de que
sea difícil determinar estos fenómenos no implica que éstos sean
indeterminados. Podemos tratar de esclarecer las relaciones de
dominación empleando diversos métodos de análisis sociohistórico;
por ejemplo, al analizar la distribución de , y el acceso a, recursos
escasos o a cargos institucionales con relnción a considt~racioncs como
los .:~nteceden te de clase, el género o el origen étnico. Poderno~
intentar dilu t ida.r el ;;; igni í icado que pueden tener las formas ~;im
bólicas para los indív iduos al examinar las carocteríshcas de tJles
formas y, ct~ <1 n do sea ro~; ible, relacionar estas caraderísticas con las
descripciones ~ 1frecidas por los incü vid u os que las producen y reciben
en el curso de sus vidas diarias . Podemos tratar de demost-rar cóm o el
significado transmitido por las formas simbólicas sirve, en circuns-
tancias particular<:>S, para establecer y sostener las relaciones de
dominvción al des;:, ,-ro!lar una in terpretación que expliqut:' el papel
que clesempuían estas forrn 0s simbóli cas y las consecuencias que
tienen en la vida de los individuos entre quienes circu1<1n_ «Pero una
interpretación no es una prueba ». En efecto, no lo es: si el critico
busca pruebas, para una demostración irrefutable, entonces él o ella
saldrc1n desilusionad( s. Sin embargo, la desilusión se ori gina mii~, en.
las expectativ ·a s d e l cr ítico que en los result-ados de l <malisL1 . .'\.1
,malízu la ideol o g ía, al bu sc<H c¡¡pt ;: r 1u. c·omplcja inlCL\CCJÓn entré
significado y poder, no es tc1 m os tratando con un tema ([cH.: acertc una
demostración irrefutab .l e (cualquiera que ésta sea). Fst.1rnos en el
~mbito del se n ti do vari able y las desigualdades relutivas, de la amb i
güedad y el juego de palabras, de los disiintos grados de opnr!unidad
y accesibili d ad, d el engaño y el aulocngai"'o, de la oculta ción de la .s
relaciones sociales y d e la o cultaci ó n de los p rol·esos mi-;mos ck
ocultad(m _]ni e rn a r se e n es te <imbilo co n la expe c tativa de <¡uc "'l'
pod :· ían elabor<u ~1r1~ l i s is ir r dut.:~bles cquívaldrícl a usar un mi-
croscopio para iJ1t erpreta r un pocml\ .
Ob¡~'L'ión 5: «Pero si el es tud io de la ideolog í<1 es cuestión de mlerprc-
ta.ci0n, enton ces ca racte ·iz a r formas simb ó licas partind <H es como
idcológic:ts f Mece poco má s q ue Mbilrarin_ Tal ve:;. !\/f;mnheim tenía
11)7
razón, después de todo, al sostener que la única manera de evitar la
arbi1rariedacl y la unilateralidad en el análisis de la ideología es
generalizar el enfoque y someter la propia posición del analista a un
análisis ideológico~). Aunque las interpretaciones son debalibles, ello
no significa que sean arbitrarias. Puede haber buenas razones para
ofrecer una interrre~<~ción pc~rbculetr y pa ra é!clherirse a e1la, razones
que pueden ser muy convincentes en las circunsta nciilS, aun cuando
no sean tuti1lrncnte concluyentes . Una ínterrnet<lción puede ser
plausJbl~ , y <lun considerahlemente más plausible que otras, sin
proponerse excluir toda duda; existe un enorme espacio en el espectro
que hay entre la demosh·ación irrefut<lble y la ele cción arbitraria; y la
interpretación de la ideologi'a, como cualquier fo rrna de interpre-
tación, se ubica en la región intermedi<l. La interpret¿¡cíón de la
ideologín sí plan tea problem?.s especiales en la m ed ida en que se
rela<.:iona con b in terpretación de fenómenos que ya son ente ndidos
de a1guna :nancr,; p•)r los indi v iduos qu e los p roducen y recilwn, y
que S<:: vincllian d Inancr<l s complejas con los inte reses y la.s opor-
tunidad es d e tale:; ind·ivid uns. Podemos trJ! a r ad en :,1d?tmcntc estos
p rob k m a s ~ ó l o :si prestan1{1s una cuidad o:a atención i1 l<1S carnc-
rcrísticas d e s te campo d{~ <HÜlisis y exam inamos las maneras en que
se pu¡;den d efender y l:riticar, desafic1r y sostener, 1: s in terp retaciones
particulares. La propucslil de Mannhcim, por bien in tenci o nada que
sea, no i1yu da en es t;:¡ tarea, puesto q¡w cumbina el anális is de ln
ideología con el estud io dE~ 1<1S condi(·iones soc.iales d el pensamien to y
co n ello cu lmina en la. posición par<~dójica d e intenta r s upera r los
problemas t·riste m,: lógicos del h istoricism0 radical privi.legia ndo o un
grupo sol'ial cuy o pt:nsamiento condicion a do es t;\. relativamente no
con d icionado. Es mejor distanciarnos d e una v ez por toda s del
enfoc¡ w : de Mannhcim ,, ] anális is de la id eología y de sus consccucn-
ci¡;s par;1(i;')jwas. Podrrno ·intentar deft:nder y cri ticar las intcqxclaciones,
h,Kcr q Lw al g unas d e c!las sen n p!i1 usibles y conv incen tes, e i ntenta r
d<:inc;s!rar qu e otr~1s no [o son, sin sucumbir il la exigcnci<' inútil y
e .nfu .';il d,~ qu L• to dCJ <ln <'i li s i.-; de b ideol o g í,1 deh a ser anal izado
idcol,~gi '- dl 'Wnk .:1 s u veL. F.s tc.l no s igni fi ca c¡ uc la interprctélción de
¡ ();.:
la ideología esté por encima de toda sospecha, que el in térprete
usurpe un privi1egio que se niega a todos los demás. Por el contrario, es
para sostener qw:? toda interpretación está expuesta a sospechas, y
es precisam<:>nte a causa de ello que, al ofrecer una interpl-eléJción,
debemos ofrecer t<llnbién razones y base.s, e v idencias y argu-
mentos , que, desde nuestro punto de vislñ, hagan plausible la
interpretación; y si éstil es pL1usible, si las razones y bases son convin
centes, no es cuestión que el intérprete pueda juzgar por s( solo_
1 JO
CHíTUl.( l 2
! !1
-
los problemas que todavíé'l se siguen debatiendo; introdujeron los conceptos
y las teorías que continúan guiando las investigaciones y las discusiones.
Si bien esto no es necesariamente nocivo en sí ~e hecho, la transmisión
de un cuerpo de conceptos y problemas forma parte de lo que define Un<l
tradíción o disciplina inteleclu<ll--, debcm.os preguntarnos sí, en casos
específicos, los conjuntos d : s uposiciones he red ados del pasado son
adecuñdos para analizilr las formas y los fenóm enos sociales que con-
frontamos hoy. Sostendré que las pnncipales suposiciones que han guiado
muchos análisis recientes de la ideología en las sociedades modernas son
inadecuadas en este sentido.
A fin de desarrollar mi argumento, empezaré por reconstmir dos con·
jmltos diferentes de suposiciones y examinar bs limita ciones de cada uno
de ellos. El primer conjunto de suposiciones comprende una \'ariedad de
ideas que surgen de J¡:¡s obras M arx y Weber, entrl' otros . juntas, ta les ide<1s
constituyen una descripción l<.>ór.ica de las transformaciones culturales
guc se asocian con el surgimiento de las socied ades industriales moder-
nas. Ll<Hnaré a e~ta descripción el gran .relato de la transformación cultural
Este reLüo rroporcí onJ el marco en el CU dl se ha generado gran parte
de la rdlcxil)n reciente sobre la nélturalezr. y el P" P ,¡ de la ideología en
l<1S sociedad es mod ernas . E1 surgimiento y la caída de las ideologí<1s son
etapas de un drama histórico que se ha representado en el escen.(lrio sim-
bólico de l¡:¡s s o c if'clcldcs mode rnas , desd e su apa rición en la Europa del
siglo xvm hasta n ues tros días . En el contexto d eL gran relato, la ideol ogía
se entiende como una clase particular de sistema de creencias cara cte-
rístico de la edad modema. Diferenciaré d gran relato de la transfonnación
cultural de un segundo conjunto d8 suposiciones que hn apuntalado
algunos trabajos recientes el cerca de la natural eza y el papel de la ideología,
en especial el trabajo de una orientación más explícita mente marxisla,
/ \sirnismo, este .segundo conjun to de suposiciones constituye una des-
cnpcíón teónct~ gen e ral que hil tenido una pen etra ción e influencia en
i pensamiento político y soci.ll . Describiré es tc1 posición corno la teorfa
¿ene.n 11 de la reproduccit)n svciélf mgnnizadcl y resgu >Jrdadn ideológicamente
por el F>la d ). En el m arco de c~!.,l lcoríd. general, la ideolog.ía se concept-úa
como un conjunto d e v::tmes y creencias q ue se prod u en y difunden
11 2
por medio de órganos del Estado, y que sirven para reprodt1cir el orden
social al aser;ur<lr la adhesión de los individuos.
Tal como intentaré demostrarlo, hay serias dificultades con las dos
descripciones te()ricns que han guiado gran parte del trabajo reciente
acerca del análisis de la ideología en las sociedades modernas. Ambas
descripciones descansa.n en suposiciones que son cuestionables o engaño-
sas de maneras funJ .:nnentélles. Almque muchas de las críticas que haré
a did1as descripciones se ocupan de las suposiciones específicas de cada
una, sostendré que comparten un defecto fundamental: amha::; fracasan
en cuanto a tra tar ;;decuadamcnte la. natu r aleza y la centralidad de la
comunicación de mr.sas en las sociedades modernas . Argumentaré que
la mediabzación c-!e h cultura moderna -es decir, las maneras en que en las
sociedades modernas las formas simbólicas se han visto cada vez
más mediadas por los mecanismos y las instituciones de la comunica-
ción masiva- es un rasgo centnd de la vida social; y sostendré que un
análisis satisfactorio d e i<~ ideología en las socíed.:~des modernas debe
por tanto basM~E', al menos en parte, en un<~ comprensión de]¡¡ natu-
raleza y el desarrollo de la comunicación masiva.
Uno de los méritos de los e~rítos de lo:; tcór.icos críticos nsociados con
el Instituto Fran.kfurtde lnvestigación Social --de Horkheimer y Adorno a
Habermas- es que han buscndo tomM e n cuenta la centralidad de la co-
n'\unicación de masas en las sociedades modernas . En su análisis critico de
lo que ellos ilaman la «industria de la cultura>>, Horkhcinwr y Adorno
proporcionan una de las primer;'!S descripciones siskmáttcas de la media-
tización de la cultura moderna, e intentan cxtr~cr las implicaciones que
tiene este proceso par<l el análisis deJa ideolo)c),1 en las sociedades modemas.
Asi mismo, Habermas, l'!l esp ecial en su primer trabajo acerca de la esfera
pública, examinn las m~wer,·¡s en que el desarrollo de las industrias de
los medio:; hil b"al.sfo:rmado profund<:Jmente los procesos r olíticos de las
sociedades modernas. En ins dos secciones fin;~les d el prcsenlc cc:pirulo
e xam inaré bs con tr ibuciones d(' Horkl1eímn, Adorno y 1-l<!hermns . Inten-
taré demostrar que su tr;¡b;:¡jo, atm cuando ahrc caminos y result" provocativo
en algunos asp e tos, no ofrece una base s:: tis (actoria pélri1. repensar e! con-
cepto y el <múlis!s de la ideología en la er;-¡ d e la comuniG:lción de masas.
j 1 :'>
LA IDEOLOGÍA Y LA ERA MODERNA
j 14
y mágicas que prevalecían en las sociedades preindustriales. En el plano
de la actividad económica, el desarrollo del capitalismo industrial estuvo
acompañado/ en la esfera de la cultura, de la secularización de las creen-
cias y prácticas, y de la racionnlización progresiva de la vida sociaL
2. La declinación de la religión y la magia preparó el terreno para
el surgimiento de sistemas de creenciéls seculares o «ideologías» que sirven
para moviliz.ar la acción polítiGl sin hncer referenci;, a otros valores o
seres espíri tua les La concienci<1 mítica y religios<1 de la sociedad prcin-
dustrial fue remplazada por una conciencia práctica arr.:lig<1da en las
colectividades sociaks y animada por sistemas de creencias seculares.
3. Los anterion'S desarrollos cücron origen a «la era de las ideologías»
que culminó en los movimientos revolucionarios radicales de fines del
siglo XIX y comienzos d l xx. Estos movimientos -de acuerdo con algunos
teóricos de las d écadas de 1950 y 1960- fueron las últimos m.anlfesta-
ciones de ia era de las ideCllogías . Hoy· día lil polítiec.l es cada vez más
cuestión de reformas fragmentarias y de la. .:ldaptación prngmática de
jntcreses en conflicto. De su lado, la acción social y política está cada vez
menos animada p or sistemas de creenciélS sc:culares guc exijan un cambio
social radica l. En consecuencia, estamos siendo testigos/ de acuerdo con
Jlgunos defensores de este punto de vista, no sólo del fin de la era de las
ideologías, sino tarnbíén del fin de la ideología como taL
Permítase me elaborar brevement-e en torno a cad<1 Ll no de es-
tos puntos.
115
las tradiciones religiosas- características de las sociedades preca-
pitalistas. En el capítulo anterior puse d e relieve este énfasis -el
cual resulta pa..rticulannente sorprendente en el Maniksto ofthe Commu-
m·st Party-- acerca del carácter progresista y desnútificador de la era
moderna. La dinámica e incesante r~ctivid.ad del modo capitalista de
producción despoja las relaciones sociales de esa «Sucesión de pre-
juicios y puntos de vista vetustos y vener ables» que las envolvír~n en
el pasado; «todo lo sólido se desvanece en el aire, todo lo sagrado se
profn.n<1» .1 En la descripción de Marx, la desmitificación de las relacio-
nes sociales <:'S un aspecto inherente a! desarrollo del capitalismo. Es
esie proceso de desmitificación el que permit..:: a los seres humanos
ver, por primera vez en la historia, sus rebciones sociale..<> por lo que son,
es decir, relaciones de explotación. Es es te proceso el que coloca a la
humanidad en el umbral de una nueva e r a, la cual puede ser y será
anunciada por una trt~nsformación ilustn1da de la sociedad, es decir,
una transformación bas<ld2 en un conocimiento compartido de las
relaciones so ·ialcs desmitífí(·adas. El proceso de desmitificación inhe-
rente al dcsarroJlo del capitalismo es, de esL; manera, :ma precondición
esencial par<~ la elimin,Kíón fin<1t de bs rcl<lciones de explotación entre
clases, aun cuando, CLHno lo indiqué en el ca;'ítulo anterior, Marx
reconoció algunas veces que las ít)rmas ~;·-nbólicas transmitidas des-
ele el pas<~do pueden persistir en el cor0.dm del presente y desviar L1
trayectoria del cambio social revoluc ionario.
Weber también se preocupó por subrayar los vínculos existentes en-
tre d desarrollo d<''Í capitalismo industria l y la transformación de la
cultura y la tradición. Al igual que Marx, observó un vinculo entre el
surgimiento del capitalismo industri:1l ' la disolución de los valores y
creencias tracb::ional e.s . Si n embargo, !a descripl·ión de Weber difiere
de la de )Vfarx en varios aspec t·os importanLs. En prinll: r luc:;ar, 'vVeber
argtimt::nt¡'1 gul' lo:- camb ios en la es fe ra de ia C\jltura y la tradición no
eran meramen te subproduct·os del d es<l rrollt a u tónomo del capitalismo:
por el controrio c iertas transform.~Cioncs en la~ ideas y prá cti cas
116
religiosas fueron las precondiciones culturales para el surgimiento del
capitalismo en Occidente. Asimismo, Weber sostuvo también que, una
vez que el capitalismo industrial se hubo establecido como la forma pre-
dominante de actividad económica en el curso de los siglos xvrr y xvrn,
adquirió un í.mp~tu propio y prescindió de las ide.1s y prácticas re-
ligiosas que habían sído necesarias para su surgimiento. El desarrollo
del capitalismo, junto con el surgimiento asociado del F.stado buro-
crático, racionalizó la acción y adaptó la conducta humana de mant-ra
progresiva a los criterios de la eficiencia técni ca. Los elementos pura-
mente personales, espontáneos y emocionales de la acción tradicional
fueron expulsados por las demandas de un cálculo racional deliberado
y una eficiencia técnica. Si bien los primeros puritanos habían
perseguido la actividad económica racional como una vocación,
para las generaciones posteriores dicha actividad se transformó en
una necesidad, un poder impersonal que circunscribió las vidas de los
individuos y las limitó con la inexorabilidad de un~ jaula de hterro.
Aunqu t:' tanto M.1r x como Weber distingu ic1·on un<~ relación entre e l
·tesarrollo d el cap it<:lismo industrial y la di solució n de las ueencias
rel igi osas tradic ionales, el tono de sus descripciones es tota lmente
2 !v!ax Weber, The Prote::;Mnt Ethíc anJ fhe Spiril nf C.pit,;J,:,·!'!, (rild . :.:' col! f'J r,:o:1 '.' (L ..J:d rc·s.
Un,vin, lt30), pp. L· l y s. ( trad .c.~1~i ~\:n :n ~u L)í
1l 7
diferente. En tanto que Marx habló de la desmítifjcadón de las reladones
sociales y la consideró como la precondición para la emancipa-
ción final de las relaciones explotadora:. de clases, Weber se refirió
al desencanto del mundo moderno, en el que parte de los valores
tradicionales y distintivos de la civilización occidental estaban
sumergidos bajo la creciente r<~cionalización y burocra tizacíón de la vi-
da social, y lo consideró, con cierto pesar, como el <<destino de los
tiempos modernos>>.
2. Los puntos de vista de Marx y Weber, entre otros, constituyen el telón
de fondo contra el cual algunos pensadores han sostenido que la
fom1ación y difusión de las ideologías es una característica distintiva
de la era moderna. Este argumento, evidente ya en el trabajo de
Mannheim, ha sido desarrollado en aii.os recientes por una gran can-
tidad de autores.~ Aqu.í trataré de reconstTuir el argumento de una
manera general, sin apegarme mucho al trabajo de algún teórico en
pMhcular. A fines del siglo w w y com.icnzos d0l x1x -de acuerdo con
el argumento-, el proceso de seculari:.-·. ación empezaba a apoderarse
de l«s principales zonas industria les de Eu ropa . A medida que más y
más gente era arrebatada al campo y cond uc ida a las ciudades a fin
de confonnar una fuerza de trabajo para las fábricas en expansión del
cap italismo industrial, !?.s tradiciones, las rdígiorws y los mitos
<Hlfiguos empezaron a perder el co ntrol qu e eje rcían sobre la· ima-
ginación colect-iva. Lo.s viejos vinculo::; de se r\' id umhre entre el señor y
el s1ervo, ví.nculos envueltos con eJ velo de la le;,¡ Jt·ad y la o bligación
mut·ua, fueron cuestionados cada vez más a medida que se empujaba
a los individuos hacia un nuevo conjun to de relaciones sociales
basadas en la propiedad privada de los m edios de producción y en el
intercambi,o de merca ncías y de fuerz¡l laboral en d mercado. Al m.ismo
3 Véas e Karl Ma n.nh eim. Jdeolngy and Utopia: An J¡; f ro ductíon l o the So,·ioíogy o!
i{no wledge, ... op .c:il... pp. S y s.s Par~ co n~ullar p un tos J~: vista ri:·cíente.s y d1 s tml ns sobr~
este a rg um ento, véa nse Cb ude Ldort, .. Ü ull íne l>f lh~.: Genesis of ldeoi og:; I !l M <Jti L' rn
:-;,Kieti~"', en The Politic:al Forms nl Jtfodern !:>lxicty,...op .cit.: y Al vin Gouldn~r. TJ;e D;ah•ctic
o! hi ,•ofugv ami Terhnolog_v: The Onc•ins, (;r,mlmmaF . u~ ti Futurc of ldeofog_v (L0ndres:
tv!JcMii!a n, !:17 6). [lrii d .c<JSI. ;\) i¡¡ nza Uni vcrsid .1dl
l JB
tiempo que se formaba este nuevo conjunto de relaciones sociales, el
poder político se concentraba cada vez más en las instituciones de un
Estado seculariz.ado; es decir, un Estado bas<1do en una noción de sobera-
nía y en e! imperio formal de la ley, y más justificado por una exhortación
a !os valores, nonn<>s y derechos universales, que por tma exhortación a
algún ser o valer religioso o místico que otorgaría a1 poder polttico la
autoridad de una vohmtad dívinu. El Estado moderno se distingue de
tas instituciones políticas del ancien régüne por-, entre otras cosas, el
hecho de ubtcarse enteramente en el mundo sociohistórico, y la lucha
por el poder y el ejercicio de éste se lTansforma en consecuencia en un
asunto mundilno inserto en el lenguaje de la razón y la ciencia, los
1 intereses y los derechos.
La secularización de la vida social y el poder político creó las condicio-
nes paril la Aparición y l<1 difusión de <<ideologías». En este contexto,
las «ideologías>>s· n entendidas ante todo como sistemas de creencia s
seculcHes que tiene n una función movilizadora y legitimadora. ·!
final del siglo xv1rr y el inicio del x1x marcaron el comienzo de la «er:1
de l<Js ideol ogías» en este sentido, según se manifestó en las grandes
revoluciones p olíticas de francia y América, y en la proliferación de
doctrinas polítícas o «ismos,,, que van del socidlism.o y comunismo al
liberalismo, conservadurismo y nacionalismo. La difusión de las doctri-
n,1s políticas fue facili tada, y su eficacia, subr<1yada, por dos desarrollos
ulteriores carac te rísticos de los siglos xvm y XIX: la expansión de la
industria d e l p eriódico y el aumento del alfabetismo. Estos desarrollos
perm ,! tieron cad a ve z más que los individuos se informaran acerca
del mundo so··ial y político, y que compartieran las experiencias de
otros con quien s no íntcractuabJn en sus vidas diarias. Como rcsul-
~ado, se expéHldieron los horizontes de los individuos; se tr<~nsfonnaron
en pcnticipan tes potenciales de una «esfera pública>> en la cu;¡l se
discutían los problemas y los puntos de visl¡:¡ y se refutaban o apoyaban
mediante razones y argumentos. Fttc en el espélcio despejado de la esft!ra
pública donde a pareció el discurso d(:' L~s ideologías, constituyendo
sistcm<Js organizados de:> creenci<1s qne ofrecf:m interpretaciones
colwrentes de los fen ómenos soci<Üe:::. y políticos, y que servían par,1
1i 9
movilizar los movimientos sociales y justificar el ejercicio del poder.
De este modo, las ideologías proporcionaron mrtrcos de significado,
por así decirlo, que permitieron a Jos individuos orientarse en un
mundo caracterizado por cierta sensación de falta de fundc1mento/
sensación producida por la destrucción de las iormas de vida tra-
dicionales y por la declinación de las visiones místicas y religiosas
del mundo .
3. Si las transformaciones culhmlles asociadas con el su.rt,-rimiento de las
sociedades modernas crearon un nuevo espa('iO donde podían florecer
las ideologías, éste fue tm espacio que, en opinión de algunos teóricos,
podía ser ,mulado por el desarrollo subsecuente de las sociedades mo-
dernas. La idea de gue ha terminado la era de las ideologías no es una
idea nueva, ni una idea que compari:an todos los teóricos que han
argumentado que las ideologías son un rasgo distintivo de la eré\
moderna; es una idea que se podría considerar como parte de un giro
particular, aunque de nh1gtÍn modo comp~tr.tido de manera general,
del gran relilto de la transformi'lción cultur<1l. L.:-t llamadJ tesis de «el
fin de lél ideolog-íd ·· fue propuesta originalmente por un grupo de
pensadores lib('rales y conservadtnes, incLiidi..-,S Raymond Aron,
0..-míel Bell, Seym our Lipset y Ed\-vard Shíis, aun que los ecos de esta
tesis se p ueden escuchar en muchos deba tes teóricos de la actua-
lidad.' En su formulación original, la tesis del fin d e la ideología era
un <1rgumento acerca de l<1 supuf'~ta declinaci6 n de las doctrinas
políticas revolucionarííis o radicales en L'< sociedades industriales
desarrolladas de Europa Oriental y Occidental. A raíz de la segunda
Guerra Mundiill, la derrota del fascismo y el nazismo, Jos Juicios de
Moscú, la denuncia del est11linismo y otros su(esos y atrocidades
.¡ v,~,m~\: l~,,ym nn d -'\ rm\, T/¡, · 0pium 1J !he /n!eilecí: ;¡¡Js, trad . Tercnce Kí!martin (Londres:
Sed.er & \A.'.•rburg, 1957)]1;aé .casl. Siglo Veinte] y Thc lndu:,ln.~J Socie~y: Three f:ssayj on
ldeology ,md Devf'lopm<"nl (Londres: \Nt"i,ic•nfd d & ! 'icolson, 1967), D,·; n¡d Bell, The Fnd lo
ldeolu.t,J': On the /:;'x/laustion of p,)/itú·.JJ lde,,s in !he Fi/tie:; (Glencoe, lllínoi~: Free Prcss. 1960);
Stymour Mu tin Lipset. Po/¡lical Mm: The Sooai Bases o! l'olirit'S (L(lnd r<?s !-feineman n, 195:!)
[!rad .C<lS I. Edito rial üni,· •rsit,nia de !3uenes Ai re~>]. Ed wa rd Sb iis, "ldeolog y ~ nd Civili ty:
On thP. !'olitics on the ln tellec tual". en fht• Scwanne Rl'l'it' l<~ tím . 6 !1, 195):!, pp . 4.'1i>HIO,
Ch.1írn Y. W<~ x m a n (cd.) Thc f:.[ui of iilcolo,¡;_v DE'batc (N u e'.'• York: Funk & W~1gna:b , 1961'\).
120
políticas de aúos recientes, se alegaba que las viejas ideologías que
venían de fines de los siglos xvm y Xlx habían perdido gran parte de su
poder de persuasión. Estas ideologías atnjeron sobre todo a grupos
de intelech1ales que habían perdido la confianza en las il1stitucioncs
sociales y políticas existentes, y que habían expresado su dcscontenl-o
convocando a un carnbio radical. No obstante, los sucesos políticos
de comienzos del siglo xx expusieron la ingenuidad y el peligro de
tclles convocatorias. Cada vez resultaba más claro a los intelectuales y
a otros que los problemas que confrontab<J.n las sociedade:; industriales
des<HrollaJ;¡s no podían resolverse por medio del tipo d e c11mbi o
sociul propu.:;::;¡-o pm el marxismo y el comunismo, pu esto que un
cambio así originaba problemas similares y nuevas íonn<:s de violencia
y represión . Por t<lnto, los teóricos del final de la ídeologí;> diset'l'·
nieron la aparición de un nuevo consenso: «lds viej<ts p c lílic<ls
ideológicas» cedían el paso <1 un 11uevo sentido de pragmMisml") L'n las
sociedades indust ri al e-s desarrolladas . La pasión revolucionari<l
disminuía y era r('mplazada p or un enfoque pragmiitico y fragmenL.'lrio
p"ra el cambio so ial en el marco -al menos en Occidente- dt' un<J
economía mi x t-<1 y un Estado benefactor redistribt1tivo. En gencr<ll, los
teóricos del fin de le ideología reconocieron que l<ls tdeolog íos con-
tm.uarían florecien do en las sociedades menos des;-trrolladr~s, y de
ninguna manera descartcHon la posi bilidod de que las ¡_1ilSÍ011l'S
re vol uci on<:rias pudicrM\ reaparecer tlcasionalmetüc como v:-, t,1llidos
aislados y sin consecuencias en las sociedades industriales desarro-
lladas. Empe ~· ,), afirmaron que -como un,l situnción gcn~ra l donde
la Mena polítíG: ;;e Vé' animnda por doctrinas rad icc1lcs y rcvol ucionaricb
que despiertan p asione:, y conflictos acolorado::-.- ha ierminudo la era.
de las ideolugía ~; y que la ideología h a d eja.d o de ser un rasgo sig-
nificativo de jas s . . ciedades ind us triai<'S modernas.
Por supues to, lus teóricos d e l fin de Ll idt::ologia Có;L1ban t: >¿:nc!o el
t6rmino ,,ideología » en un sentid o mu y t:spccinl. Las ideolog ías, desde
su punto de ,·is t-:; , n o ra n sbkmns de creen cias sfClll ues d e ningl-'1:1
tipo: m.:í s bien ~·t'<H1 d octrÜlc.s (l ban:ador<:~ y total!J'akn-:1s que!·: ind:1b,:,n
una' Í:Sl Gn cohero2n te del n:undo .soc ioh1~tór ico y c¡ue exigían lln alt\)
121
grado de adhesión emocional. Para la mayoría ele estos teóricos, el
marxismo era el epítome de la ideología en este sentido. El marxismo
ofreció una visión sistemática y totalizadora del mundo sociohistórico.
Predecía un futuro que sería radicalmente distinto del presente, y
que sólo podría realizarse mediante la acdón dedicada de los indivi-
duos que creían resueltament-e en su causa. I\tas eri'.n las características
de la ideología: totaliz.adora, utópica, i!p<:sionada y dogmática. En
este sentido, el fínal de la ideología no representaba necesariamente
los finales del debate y el conOicto político, ni de los programas políticos
contrastantes que expresaban genuinas diferencias de interés y de
opinión . Pero tales debates, conflictos y prcgr,<!YhlS ya no estarían anima-
dos por visiones utópicas y totalizadoras que iJ :citaran a los individuos
a una acción TevolucionMia y que los cegMa.n ante cualquier conside-
ración contraria a sus puntos de vist<l. Con el paso d<:> la era de las
ideologías, los procesos políticos se pudieron institucionalizar cada
vez más en un marco plttr;'llistd donde los p<ntidos o grupos políticos
competían por el poder y ponían en práctica pnlílic<~s pragmáticas de
rcJorma social. Las 1deologías no eran t<~nto un rasgo endémico de la
(.'!"(1 moderna como lU1 síntoma pasajero de la mode rnización, smtoma
que poco a poco desaparecería en le1 medi d.; en que lt1s sonedades
índustrí ale:-; alcan:?.ar<ln unél etapa de m<'ldurcz económica y políticél.
He reconstruido este gran relato de L1 1trM;sfonn<l ión c ultu ral a fin de plan-
tear una serie de a:;nnl"os rdatívos a la natura l " Zi.l y el papel de la ideología
C'n las socíed<1des modernas. F::; un relato con diferentes elementos y con diver-
sos subargumentos y, corno indiqué antes, no quit>ro sugv rir que toda la
his toria puede encontr2rse en e l trabajo de un solo autor. He resumido
algunas v,wia( iones y dabor<1ciones det.1lbd~1-~ a fin de tra zar una línea
~',eneraJ de argument:Jc ió n que tiene profun d.1 s raíces en L1 lit cr<ttura de
t-.. teoríé'l social y política, y que contintíJ estru cturando dehilte~ en torno
n.la naturalezn y el pZ~pcl dt> l(l cultura y J¡¡ ideología en las sol.:ieda.des
mode mas. Ah0ra guicro pasar de la reconstrucción,, lo e ,· ,~lua ci ón crítica.
Al hacerlo, no deseo suge'Tir que ne1da posea un valor p e:rdurable en el gran
rcl ;: te•: mi objetivo no es rlcsech;~rlo en ~u iutillidad, sin o m <1 ~; bien poner de
122
relieve ciertos aspectos donde es, en mi opinión, engañoso. Limitaré mi aten-
ción a dos principales asuntos. En este contexto se podrían abordar muchos
otros asuntos: unn línea de argumento de tan ampllo alcance cstJ
destinada a suscitar muchas preguntas y problemas. Pero mi interés
tíenc que ver menos con las dificultades detalladas que con los defectos
gener<llc.s; quiero intcnt<~r demostrar que, por razones de tipo funda-
mentaL el gran relíüo de la transformación cultural no es un marco
adecuado para analizar L1 naturaleza y el papel de la ideología en lrts
sociedades modernas.
El primer defecto impurt<lnte del gran relato es que, al car<1ct t:·riZ?.. r
sobre todo en términos dt.· los p rocesos de secularizvción y de racion<1-
lización l;~s transformacinnt's culturales asociadas con el surgimiento de
las :.>()ciedades industriales modernas, esta descripción res te; peso al
significado de lo que he !lzm13do la mediatización de la culturc1 moderna.
Aguí el problema no es nada más que los procesos de secubrízacíón y
r<~ci.onalización pu.edan haber sido menos éirrolladores y uniformes q ue
lo que a veces sugirieron los primeros teóricos sociilles; nunque tal vez
se hayc. dado el caso de g ue se haya puesto un énfasis excesi v o C'n tale~
procesos, y que las creen cias y prácticas religios <.1s SE.'M\ rasgos mcí.'i
persistentes en los S''Ciedacks m odernas de lo que imilginaron los prime-
ros teóricos socinles .5 TodilvÍ<l más importante, el problema es que la
preocupación por ios procesos de seculariLé1Ctón y rJ. c ionaliz<l cíón ha
:; Aunque a partir cid siglo XIX IM habido <'n muchas socitdi!dcs i ndu~tr i a les de Occidente
una reducc ión en el nú me ro de ¡-;e nte qu e particípn co n regularid ad en las ig í í's i<~'>
cristi<>rlil S, una gran cantidad de personas sigue aóm iticndo profesu algún tipo de
creencia rcligíOSil. Un.'. encues1 ;1 il c•Jada a cabo hii CC poco por Callnp en Gran 13r ' IÚI ,1
etKot1lró que un 75% Je l a~ P<'rson ,1S entrevistada~ admitieron creer en Oi o~, y ccrr<l ckl
60'i'o reve laron q ue c re ia n en el ciclo; vra:;e G-t!fup Polis 1979 ( Lon drt·~ : Soci~ 1Sun·evs L!,J,
197 9 ), li1b la 3; para Es ta d os U nid os, el m :smo ttpo de cHra~ e s p or lo gener.1l rn á ~
cJ..>vadu (' b sc Rt)dney S t~rk y Willi.1m S. lL:;·,brid g l", Th t' FulurP r>l Re/;¿;ion. C:e -
cuJ,¡rfL:alm n, !?e vi¡·,¡J ..)J)d Cult liJrm .llion (Berk;:ley: Lniversi!_v of ·~a !ifP rn ia t>rc~s. 1'}:-13 ,:.
A~ i m ísmo. J;¡s ig!csi<1S u i.,! Í,.!lJ::. $ígnen ej rciendo Cie rta in fhw nc i,l ('tl los .1s u nl o~ '.uci.\l~·" v
p o lítico s de los F.st. dos -nacJéin mod ernos, ,;i bien el (",1[.;\('('t>r de es ta inflll c'l1 \il van,) de
m;mera consid e ra ble d e un contexto ll<lcional a t.• tro; ·,- (.: ~,;: D;w id M .1rlí n, .-l CenNal Thenr~
of Secu1.7dx,1ÜOII { xford : [),; · il Blackwd i. 197H) y P.1lnck Mid wl , PulitJcs and Rl'l1gu'm in
E1stcm Europ,•, tr,lli. Al,m Bra ky {Cil m b ridgc· Folity Pr~s ~ . l9'J 1)
12.5
tendido a obstruir un desarrollo que tuvo mucha mayor importancia
para la naturaleza de las formas culturales en las sociedades modernas;
es decir, el desarrollo de una variedad de instihKiones relacionadas con
la producción y la distribución masivas d e los bienes simbólicos . En
capítulos posteriores documentaré dicho d.<;~arw!lo y extraeré algunas
de sus implicaciones. Aquí bastará con decir gue, en la merlidn en que el
relato tradicional descuida este desarrollo, ofrece une.. descripción gra-
v('rn.ente crróne<~ de las transformaciones cultt;r<":les a~oc iadas con el
surgimiento de las sociedades modernas. Las instituciones y los procesos
de la connmicación de masas han cobrado una importancia tan fundnmen-
tal en las sociedades modenus que ninguna descripción de la ideologia
y de la cultura moderna puede darse el lujo de olvidarlos.
Por supuesto, es cierto que algunos de los teóricos que se podrían
dSOcíar con el gran relato de In transformaci (m cultural se han ocupado
de-l desarrollo de la comunicación mas i\·a . Por ejemplo, Alvin Gouldner
discute, a pilrtir de los primeros rrél.baj,)s de Habcnnas, las formas en que
el des<1rrollo de la impn:ntil y de la industria del periodico facilitaron la
fonn ,Kión de urw esfera púb!i.__·a dond e se deba tían l<JS ~:::-untos políticos
y florc cúm 1as ideologías. Pero la desuipci(n de. Gc)uldner es a lo sumo
limitada y pardal; y apenas considera las i 1:1pb~,-~ · iones de form .-1s de
comunicación m<~~íva m,is recientes, en partic.ul.:~r aq uellas que se rela cio-
nan con la acumulación y la transmisión i.'lcc tró nicas . Fn realidad ,
Gou!Jner tiende a concebir las ideolo gL1s como sistema s sirnból icos
diferente~, que se realizan sobre todo por escrito, :· q ue sirven, como dis-
curso ·~scri to y racional, para animar proyectos pt"tbl icos de reconstrucción
socia l. Por tanto, Couldner lleg<1 a ),:¡ conclusión de que el crecimiento de
nwdios electróni n)::: corno ia radio y la televisión seiiala la dC'clinación del
p a pel de b id<.·ologb en bs sociedades modern.:~s. La ide-ología es despl¿¡-
z.ad a cad<J vez m r'Ís d la sociecL<d eni~.' r<'i, cl.Jnd L' li! curh' i er~-: ia es moldead;1
c<1da v e ¿ n 1.\;:. por los prodth:tr ?S d e. los med ios c lc~.:rróní .os; L1 ideología
se confi na c<~<.-L'l. vez más <1 L1 es fera res tri n gida d e las u;úvcrsidades,
donde los nd e lt>ctuales coniinú<~n cu lti\'an do la pc1labra e~cr i l·a.'' Ésta
no es exactamente una versión de la tesis del fin de la ideología, puesto
que Gouldner reconoce <~la ideología w1 papel constante, aunque limit<1do,
en las sociedades contemporáneas. Sin embargo, argumentar que la
ídeologí<~ guarda una rel<~ción privilegiada con lil escrilu ra y que, en
consecuencia, no puede participar en el desarrollo de Ir~ cornunic<1ción
electrónica es, a lo sumo, una visión miope, pues separa el anáhsis de la
ideología de las forma .. mism<1s de comunicación masiva más importélntcs
en la actualidad. f\sí, aunque <'1 desarrollo de la comunicación m:1siv ;-;
no ha sido totaln1ente Jbandonado por algunos ilutores que se podrínn
asociar con el gran relato de la trnnsfonnación cult·ural, podemos dudJ.r
si han proporcionado una dt~:-;cripción satisfactoriil de este desarroilo y
de sus implícaciones para el análisis de b ideología.
El segundo defecto importante del gran relñto tiene que ver con
las maner<~s en que el concepto de ideología es empleado en él. Dicho
concepto es utilizado de distintas maneras por diversos pensadores y sería
un error sugerir que tiene un sentido c!Mo y unívoco en el gran reli:llO.
Pero si resumimos las diferencias del empleo de la paiabra, podemos ver
que el concepto se usa en. general para referirse a distintos sistemas de
creencias o sistemas simbólicos que surgieron a raíz de la secularización y
que han servido para m.ovi!izar ]os levantamientos políticos o el poder
político legítimo en ]as soci edades modernas; en otras palabras, el
empleo general es con$iste nte con lo qu e he ll;:¡mado una concepción
neutrai de la ideología. Este empleo generé!! recibe und inflexión específi¡_·;¡
por parte de teóricos particulares o grupos de teóricos. Hemos visto, por
ejemplo, que Gouldner tiende a u::;ar el término «ideologí<~>> para referirse a
sistemas sirnbólicos que se realizan principalmente por escr il(), y que
animan proye ~t )5 púl:l i ..·t s de reconstrucción social por 1~1edio ele tJn
discurs0 racional. Por el ccmtrario, los teóricos del f!n de la ideología
tienden a usar el té rmino para referirse a ese subconjunto específico dt>
sistemns de creencias ¡:olítkas o doctrinas diferentes que son ex haus-
tivas y totalízé!doras, t;)le.s corno el marxismo y el comuni.smo. Es e::,ta
lirnitaci(m del término la que les permite predecir -con una confianza
que sin duda contiene una buen·t Ci"lntidad de buenas intcncionc:-;- que
ha concluido la era d e b s ideotogfas.
i2S
El principal problema con este uso general del ténnino <<ideología>> y
sus inflexiones específicas estriba en que tiende a atenuar o disolver la impor-
tancia del vínculo entre ideología y dominaciór. En el capítulo anterior
examil1é dicho vínculo y lo situé en relación con las principales con-
cepcione~ de ideología surgidas en el curso de los úl.íimos dos siglos. Sí
recurrimos aquí a este análisis y aceptamos la concepción crítica de ideo-
logía propuesl<'l en el capítulo antenor, podemos ver que el uso general de
«i deología » en el gran relato es cuestionable en dos aspectos clave. En
primer lug;u, nos obliga a considerar la ide\1logL1 como un fenómeno
esencialmente moderno/ es decir, como un fenómeno exclusivo de las
sociedades que s urgieron en el curso de la industrialización capitalista
durélnte los siglos XV II, xvm y XIX . No obstanle, me parece que se trata de
tm.J vis.ic~n sumamente restrictiva. No es necesario definir el concepto de ideo-
logía en tém1inos de un cuerpo particular de d octr.inas polílicas, sistemas
de creencias o sistemas simbólicos que sean característíCl)S de ciertas socie-
dades sólo en determinada etapa de .su desa rrollo histórico. Como hemos
visto, el concept-o admíle muchas otras definiciones, y de ninguna m<1nt>ra
eslá claro que restringir ci concepto a la:s soci ed a des m oderw~ :; :sea la
manera más aceptable o e~darcc edora d t> pruceder. ¿DebelllOS aceptar
que no tiene sentido habbr de ideología en sociedades que precedieron
la indust-rialización capitalista de Europa; qu e n o ti e ne sen tido hab lar
de ideología en la Europa preindustrial o e n sociedades no indus-
tri ales en otros lug ares del mundo? Pienso q ue no. tv1e parece que es
perfectamente posible elaborar una concepción justífic<1ble de ideologia
que no se limite a un cu erpo d e doctrinas part1cula res que hayan sur-
gido en la era moderna.
El uso general de (<ideología" en el gran reL:~ to es en gai\oso también
_n lc1 medida en que dirige nut'str.l a tención h<~ cia doc trina s políticas,
s istema s s im bólicos o sist(·'mas de crcenciati di fer¡¿ ntt;s, y en consecuen-
cia d esvía nuestr,, atención de o'm10 se usan las nníltiple~ formas simbülicas
e n los diver::;os c,mtex tos de la vi da di ;; ria par¡¡ establecer y sostener
las relaciones de dom.inación. N o se p u ede extraer un a justificación cb ra
y convincente, ya ~;ea d e Ja h istoria d e l concep to d e ideología o de una
re fJc xión de las ma ne ras en qu e SL' ma nti ene <.' ! ¡)odcr, p <1 r.1 restr ing ir t.>l
126
análisis de la ideología al estudío de doctrinas polfticas, s.istemas de
creencias o sistemas simbólicos di fe rentes. Hacerlo así significaría
adoptar una perspectiva sumamente estrecha de la naturaleza y el
papel de la ideología en las sociedades modernas, así como pasar por
alto una amplia variedad de fenómenos simbólicos que apoyan las
formas de poder en los contextos sociales de la vida diaria. Una vez más,
no podría decirse que todos los autores asociados con el gran relato adop-
ten una concepción consistente de las ideologías como doctrinas políticas,
sistemas de crecn ,:i<~s ü sistemas simbólicos diferentes. La mayoría de las
veces, cada uno de estos autores aplica el ténnino «ideología» de diferen-
tes maneras en diferentes obras, o incluso en el desarrollo de un solo
escrito. Sin embargo, es in cuestionable que la concepción de las ideologías
como doctrin<Js políUc;;s diferentes destaca de manera prominente entre
estos empleos, y es princip<1hncnte desde esta concepción e¡ u e se ilwestiga
el supuesto surgimiento y lil supuesta caída de las ideologías en la era
moderna.. Si ha cemos a un lado la concepción anterior, también podernos
dejar de lado el punto de vistél. de que las ideolugíos apan~cieron por
primer<1 vez en los albores de la era moderna y que desde entonces han
desaparecido del ámbito politico y social, y podemos reorientar el esh1dio de
la ideología hacia las nníltíples maneras en que se han usado, y conlinúan
usm1do, las formas simbólicas a.l se1-vicio del poder, ya sea en las modernas
sociedades occid entales o en contextos sociales situados en otros lugincs
dd tiempo y el es p acio.
,_,
1 )-.
recientes en tomo al análisis de la ideologí:í\. Tales trabajos difieren con
mucho de los escritos que han recibido una influencia decisiva del gran
relato de la transformación cultural: com.úmn t'ntc son menos históricos
en su orientación y se preocupan más por analizar las condiciones en las
que se sostienen y reproducen las sociedades en general, y las sociedades
-:apitalistas conh:~mporáneas en particular. Cr<tn parte de estos trabajos
poseen una orientación milrxista y son con.<;iderados como \!na coni:Tibución
más a la tcoJia marxista de la ideología y el Fstado. Los escritos de Alth.usser
y Poulan~zas han sido particularmente influyentes en este scn!"ido/ y en
parte, como resultado de sus esfuerzos, los escritos de Gran1Sci también han
f!gur¡1do de mi'lnera prmninente en debates recicntcs:q Muchos autores
distíntos de Europn y otros lugares han tomado y elaborado bs ideas de
Jos teór icos aniba mencioJ;ados." No ínten t;;;·é examinar aquí en detalle las
ideas cie (':-:ros teúricos, ni L' mpoco el trabajo de sus seh'l.lidores y criticas;
en la literatura ya existen divtrsos exámenes detallados de esta naturalezall'
Sin embé1 rso, sí quiero consíckrnr algunas de 1.::~: supo:;icwnes subyacentes
7 Véa n se C' n cspccí ;·¡J Lvuis Alth usser. Fur Afau , !r ?. J. Sen Brcw s lcr (Harmondsworth:
P ~ n g uín , 1%9) ¡trad.casl. si gln veinii u no edito res ]; t' "!dt'ology .1nd ld eo logk,> i SL1 te
J\ ppara i nse~ (Note-> lt~ward:; an lnves tig.1tíon)"', en Len in ,,nd Philosoph_v and other Es.-.1y5:
trad. Ben flrewster (Londres· N ew L.:fl Books, 197 1). p p . 121- 173; Ni cos Poulantza~.
Pofi¡jca/ l'uwer ,md SoC!:;J C!asses, !rad . Tinw thy O'Hi!g,m, ei ;; /. (Londres : f'on ta n ~/
Collins, 1972¡, pp. 231\ -253. [1r,1d .cas L siglo veintiuno d iio res j
~; Véilst: Anronio Grarnsci, .)e lectiims frum thp Prison 1Votebnof0: ed. y tr<1J . Q11cnlin Honre y
Ceoar~y Now ell Smilh (l.undrc•s: L<!wrc nce & Wí ~har· t , !97 !) [trad .cas l. ERA ]
9 Las :;i g tncnles se cue111a n en tre 1,15 dive rsas obn.b sobre las q u infl uyewn Allhus~cr.
Poul.:m t?.a y G ra mscí : Cen tre for Conkmporary Cul tura l Stud ies, On !dcolo_gy, .. .up cil.,
Erno;: lo I..<1d au, Po!it;c~' and Ideo/oh"')' li1 /\ !a:xisl Tht.v.Jry: C:JpH,úism, Pascism, Populism !, Landre~;
Ne w l.eft Books, 1977) lt rad .casL sí¡;lo veintiuno editores ], Mic hell'ccheux, LuJgu,,g,·,
Semanhcs and !deok~!f_v: Sbting t'Jc O!w:ini.>, lrr:d.l·lc>rbans Nagpal (Lond re~: M.ll ~·1iLm, 1'~.;;2),
Col in St:mner, Rt•ñding /deolrJgrf>s: An lrwc>s tigatiun into thc ,i,.f.1r ·isl Tlu:>OTj' o/ldt::oln;;t· ,md
/.aw (Londrcs: ,\ca d t>m ic PreS~, l 7"J ,. y C cír,ln Therh )rn, Tlw fdeo!ogy uf Po rw·; .nd th,·
l'owa oildeo/l}gy(Lond.n•$: New Ld t Books. 198(1) [lrad.c:a:;t. siglo veintiu no ed iton•:;j
1Ll VC>ilnse. ~' nr ,~¡ ~m p l o, Tcd 13 ~ nt on, T/l(• Rise .lnd Fa] ! of Structur¡¡ f /vftlrúsm: Althusscr
and his l nfiuf'fice (Londres: Maé 1!!Lm. l9.'HJ; 13ob Je:;~op, Nicus Poul.m!:m~: A1arxit;f Jbeo;y
,Jnd T'olilical S lrategy (Londr e~: Ma c-M il i ~n . 191)5); y Ch;,ntal tv1ouHe (ed.). Cram.-.o .mJ
Marx/ 1 Thec>1y (J .ondrcs: Rout!ed ge & Kcga n P~\ti , 1979). Por mi pMle he illlaliz.J<io !.1
obra de .1l¡>,unos illtl c>ws infl uidos ¡..•or Alth11s.•er en SrudiP._-; in t!u• Tbe<)ry olfd,•ofo!J..V, 1p dt
al trabajo de Althusser, Poulantzas y otros, pues éstas forman p<utc de
una descripción teórica g(~ncr ,:l que se ha extendido en )CJ tcorífl política
y sncíal contcmpor?.ne,1. Dtscribiré dicha descripción como la teorín ge-
neral de la reproducción social or/J~7niZ<7da y resguardada idC'ológicamente por
el E-;tado. No se trata de un:~ teoría que hilya sido pLmteac!<>. t-:xplícitamente
por algún autor en p a rticubr, p2ro las suposiciones que comprende- se
pueden distingu ir en los escritos de dctcrm.lnados autor('S. As imismo,
t.1lcs suposiciones ~;e h an exlE.rdido l'<m ampLi <lmc;;h? en b literatura. cont<:m -
podnea y ti e11en t;:n ta in fluencí[l en 1as maneras cn que se conci bcn 1os
problemas de la políti cn_y la ideología, que vale la pen<l formularlas de ma-
nera explínta p<na reconstruir el <~rb'l.tmento teórko general que ((.mstituyt~n
tomadas en conjunto, y p arc. evaluar sus puntos fuertes y débiles .
La teoría ge ner al de la reproducción social organizada y rcsguctr-
dada ideológ icc-m wnte r (.'r el Es~ado se puede consíd.cr<u como una
respuesta P<trcial a. l<1 siguiente pregunta: pese a las di v i~.;iones y dt'SÍ-
guilldades qué' las caracteríza n, ¿por qué persisten las socicclildes en genl'r a l.
y L1s sociccL<dt-'S cap italis ta :-; ccn len1por<-íne,1s en p<1rticula r'~ L<1 teo ría
respon de pa rc ic1im en tt: la prevunta éll in ten lar id en ti fic<1r algu nos de los
m EYarú_c,·m osqu e as e g u ra n la re produccion dl' las relaciones su ci,l].-·s
exis te ntes. Pod emos re(O nslruir la teoría en tres pasos princípnks .
l. La reproducción de );¡~ relaciun es S<.Jci<lles exi.stt'nks r ·,pil,IT' ;)()
sólo la rep rodlH.'Cí,_'lll d e- las condici ones materi a les ck la vid<~ >n, ·i,·¡] (¡\l:-
m entación , v iv ienda , maquinari J. . etc.), sino también la reprod11cciCm de
valores y creen cias ·omp artidos d e manera co lectiva.
2. Algun os de los v<1lores y las creencias compartidos de maner,l
colect-iva conshtu _·en los elementos de una ideología dominante que' . zd
ser difundida u 1 toda 1« socicclMi, <1scgura la vdhesión de los individuos
a 1 orden soc i,1 l.
3. Le_ p rod!hTión y difus ión de la Icleologi<~ clomin<mte es un,l de
h. lMeas del Estad o, d e funciC\nanos de óste o de determinados orgilnis-
mos. Al l le\'M ,, ca bo tal télrc,1 , ('] Estad1) actt'ii\ en ar;<:, de los intereses <1
l<wgo pl azo de b dasc o las clases que rn<ís se bencfi<.:i,1n u Jn L1s rcl.1cíotws
soci<'ll es "XJSte rües; e., c,eci r, act1 ía C' l1 ari\s de los in te r ' ses il l argo plaz.o
d e 1 <~ clase o lil s de1ses domi l tilJ"itcs .
.
,_)('J
Esta descripción teórica general tiene cierta credibilidad prima fade.
Subraya la importancia de los valores y las creencias compartidos de manera
colectiva, tal como son difundidos por los organismos y funcionarios del
Estado, para ayudar a sostener el orden social en las sociedades basadas
en divisiones de cl¡:¡se . Sin embargo, pese a dicha credibilidad prim;; facie,
pienso que se puede demostrar que semejante descripción teórica general
es gravemente deficiente. Permítaseme considerarla paso por paso.
J ~ ·'
escritas para ellos como guión en la gran puesta en escena de la
reproducción social.
Esta descripción constituye una versión particular de lo quepo-
demos describir como la teoría consensual de la reproducción socíai.
De acuerdo con ella, la reproducción permanente de las rel<>ciones
sociales depende en parte de la existencia de valores y crecnci<lS
compartidos y a 'eptados de manera colectiva por los individuos, y
que en consecuencia los atan al orden social. Esta teoría acepta
muche~s variartes, pero podemos distinguir dos principales: la teoría
consensual medular¡ que sostiene que hay ciertos valores y creencias
medulares (h libertad, ia democracia, la igualdad de oportunida-
des, ]a soberanÍLl parlamentaria, etc.) que se comparten <lrnpliamente y
se RCeptan firmemente; y la teorfa consensual diferenciada, que pone
menos énfasis en la existencia de los valores y creencias medulares
y subraya en cambjo la importancia de valores y creencias espe-
cíficos para los papeles y las posiciones de los individuos que se uhiciln
dt• manera diferencial en la división del trabajo. A menudo, ambas
variantes se combinan en los escritos de autores particulares, pero
no se vincul<m ncces41riam.ente entre sí. No obstante, las dos variantes
de la teoría consensual tienen serias limitaciones. Consideremos
algunas de ell as.
La principal dificu ltad on la !eoría consensual medular es que exa-
gera la medida en q ue los jndividuos de las sociedades industriales
modernas comparten y aceptan las creencié\S y valores p<~:-ticulares.
Aunque la evidenciil relevante dista de ser concluyente, tiende .il
indicar un nivel má s alto de disensión y desafecto, de escepticismo
y cinismo, d lo que podría sugerir la teorí,1 consensual medular.
l.Jn estudio d e un¡¡ serie de materiales empíricos provenientes de
Gran Bretil.f1 a )' Esta d o s Unidos encontró c¡ue los materiales no
mostraban un g ra do significativo de consenso en relación con
Jos valores y las creencias. El estudio encontró también que el grn-
do de disens ión variaba de ttni.1 dasr ¡:¡ ol-rñ, y gue los encuestados
dl' lc. clase trab ajadora presentaban menos convicción y men os
consistencia in rernrt en sus valores y creencias que los de cl as e>
1nedia. 11 Otros estudios, llevados a cabo en Gran Bretaña en las
décadas de 1960 y 1970, indican que mucha gen te de la clase
trabajadora rechaza los valores y derechos asociados con la acu-
mulación de capital y la posesión de la propiedad ; muchos piensan
que las grandes empresas tienen demasiado poder en la sociedad y que
hay una ley para los ricos y otrc. para lo& p obres; y muchos creen que no
ti.cnen. .influencia significativa alguna en e1 gobierno y que el sistema
político no responde a lo que piensa y desea la gente común y
corricnte.12 T.:dcs hallazgos, pese a ser limitados, h::>ntativos y ahora
un tanto pasados de moda, arrojan considerables dudas sobre la teo-
rú-1 conscnsu<'ll medular de la reproducción social. No se debe dar por
sent ado de rnanera plat1sib\e que (:xista un conjunto de valores y
creencias C<Hnpartidils y aceptadas, am plia y firmon..:nte, por los
individuos de las sociedades industriales modt.: rnas, y que en con-
secuenciad é~tos los aten i1 un m<Jrco nonnativo cornün, pues al
pllrecer la mayor parte de los valores y la,. creencias medulnres son
refutados y e xistl' un nivel rclativ<lmcn te alto de d esacucrd() y
desafecto. Sí 1<) reproducción social dependiera de una aceptación
gener,)lizad,l de los valores y l,<s creencias medulares, sin dud,1
parecería entonces muy improbable b reproducción permanente del
orden social.
La te-orín consensual diferenciada no sufre Jc la misma di(icult<~d.
Esta tcoríc1 no da por ser1!"ada !il existencia de un conjunto medular
dl' \·alores y creencias que se compartan ,1mpliamente; más bien,
supune tan sólo que existen diferentes conjuntos de valores y creen-
c:as que son L?specíficos a papeles y p os ici ones particulares, a tal
¡:;radc.) que un individue sih1c.do en un papel o unll posición particul;1r, o
11 Véas e -M!c\t.1el Man n. " The Social C uhes io n n( Liher.1 ! l)emoc rMv··, en , ! m <'Ti c.m
Stx io)o!iic,JI Ncn·cn; núm . .35, !')70, pp. ·123-·t:l'.
12 i:slud ios b re v es so bre la literatura re le\'a n te se puéd~n e ncont ra r en N idi <.li.ls
Abl.'rcromb ie, S!cphen H ill y llry.w S . Tu rn r, TI! ,· /JonuiJ,!n/ Mcology Thesi, (Londre~ :
,.\ Jk n &· ·nw in, JC"J,'n¡, pp. J-\0- 15 1 !trad .c.1$l. :;¡g},¡ v .:-íntinno d · e·p,,iia ed ito r sJ; y
Oilvid Ht•ld , "'l'ower an d Legi llmacy", en id, PoliiÍC;I/ Tht'Or_r and !he /l.fodem SIM1': F..\.Sr;y .,
"n Stnte. /'inllcr ,, nd n,·mocracv I C ~ml, ri d gt• : Pnli ty l' rc'>. . 19!\Si), pp 99-157.
destinado a ellos, adquirirá los valores y las creencias apropiados. El
«consenso» existente no es tanto un consenso entre una pluralidad de
individuos en cuanto a un conjunto de valores y creencias medulares,
sino más bien un consenso entre un conjunto de valores y creencias espe-
cíficos a un p,1pel, por una parte, y los valores y las creencias de los
ocupantes Ü1 d i'.'idu<1lcs del papd o la posición, por otra. Es el consenso
de una ejecu ción orquestada donde los individuos han aprendido
tan bien sus parte::; respec ti v as que pueden tOG1J' sin partitur<1 y sin
la orquestación e xr líci ta de un director. En virtud de que Jos indi-
viduos han adquiri.do conjuntos de valores )' neen ciél::; específko~
para sus p apeles y e jecutan de manera efectiva su parle en el curso
rutinario de s us v.id as d.ii"lrias, se reprodut..'e el orden socíal del cual
forma p<1.rte ~; u <I <'Lvidacl rutinaria. No hay necesidad de que todos
o la mayor parte de los individuos compartan un con¡unto medular
de valores y creencias, en lc1 medida en que todos o la mayor parte
haynn adgurrido los conjuntos de vc'llores y creencias específicos él
sus papeles, éstos les pennitírán (y los oblibarán a) represent;n con éxi-
to sus partes respectivas .
La descripción le la reproducción social ofrecida por b ~eoría consen-
sual difc.renci¡:¡da (o alguna versión de eUa) posee sin duda cierta
credibilid<lcl . No hay duda de que lo-; procesos de socialización, así
como la rutina e inculcélción conllnua de valores y creenci<1s, cie~empe
ñan un papel vital p<na do!M a los indi ·iduos con Ls actitudes y
hé!bilidétdes q ue guían su conducta subscotcnte. Sin embargo, existen
tos aspectos donde esta descripción tie>nde a cnf;¡tlz.n dt.• rn<1s la tlH.:cli-
c.b en que los procesos socicJes moldean ,;~los indí\1 iduos. Los individuos
son tratados esencial men te et)lno producl·os de los procesos dl' soci,1-
lización e incukacit\n a los que son sometidos, o como si estuvieran
''constituido. por>' ell os. Sin e mbarg(), los individuos ntll1CJ son; Mla
r:n.)s !<1 suma tot<1l de los prores os de sch.'Íélli;;.ac[(.l7. e i·n cuk,1ci<'m; nu;1GI
son nad a más ac tores que desempeñan obedJentemente los papetes
que les asign0n comn guiones . f:s parte de su naiun:Üe;;.i'l misrna como
;¡_gentes h u11"'lil. II0S l)Ul;' pu e den, hast<1 CÍt:rto runto , dist?.nCÍarSC' de los
procesos so cí.1 lc~ ,J ],b que csL1.n sotnetidos y refiexionar .sobre ellos,
ya sea criticándolos, discutiéndolos, ridiculizándolos y, en algunas
circunstancias, rechazándolos. Es importante observar, sin embargo,
que tal descripción crítica y contestataria de los procesos de socio.-
lización e incukación no interrumpe neces<~ríamente la reproducción
social, y ello nos lleva al segundo aspecto Pn que puede ser engañosa
la teoría consensual di fercnciada. En el curs(> de su.:> vidas diarias los
individuos se desplazan típicamente por entre una multit-ud de con-
textos sociales y se someten a presiones y procesos sociales contlictívos.
El recha.zo de un conjunto de valores y normas puede coincidir con
la aceptación de otro, o puede facilitar la participación de los indivi-
duos en las actividades sociales que sirven, I~FJSO lacto, para reproducir
el statu quo. Will.is proporciona un excelente ejemplo de cómo la repro-
ducción del orden social puede ser lffi resultado involuntario del rechazo
de los valores y las normas propagados por los organismos oficiales de
la socialiL<~c ión secundaria, esto es, las escuelas.13 En su esh1dio de un
grupo de much, chos de ciase trabajadora, Willis demuestra que el
punto de vistn mn iestatario y cínico de éstos en relación con las autori-
dades escalare··, y su rechazo del et}¡os in d i vid u,üista y de la orientación
hacia las carrer(ls no manuales adoptados por el sistema educacio-
nal , los hé1ce más (en vez de menos) aptu ~ para dt•s empeñarse en
empleos de la clase trabajndora una vez qu<-' <:oncluyen sus estudios.
La reproducción ciel trabajo manual no es(') resultado de un ajuste
exento de problemas entre los valores y .las ueenoas de los individuos
y un conjunto de valores y creencias específicos de un papel propor-
cionado, por así decirlo, por el sistema educativo. Por el contrario, es
precisamente porque estos adolescentes no incorporan los valores y
las creencias propagados por el sistemñ educativo que aceptan tan
fácilmente l -~s cargas del trabajo manu<~l.
Por cons ig uie nte, las d os varinntes de la teoría consensual de lil
rep ;·od u cción ..-o.:::ia..l a.doleccn de ciertas lin.1itaciu ncs . En tanto que
l<1 ten r fa ..:: un:-;¡ ~¡¡s uul diferenciad,-, es más cornpll'ja y n:.,~s aceptable
l3 Véa,;e Patll E Willi5, Leammg to 1"'bour: Hcnv Wnrkmg Cla.'i.~ K;ds Cel ~1 'órking O,>ss }ob5
(W~~fme.ld, r:.Hl1b(>rougr\, H;;nf:,: s~x·,)¡") i · l.-n;~·', ! Y77 ).
1 ~ -i
que la teoria consensual medular, las dos desoipciones ponen demasiado
énfasis en el consenso y la convergencia en términos de los valores y las
creencias, y ambas restan énfasis a la prevalencia y el significado del
desacuerdo y la disensión, del escepticismo y el cinismo, de la contro-
versia y el conflicto. Ambas variantes de la teoría consensual suponen
que la reproducción social es en parte el resultado de un consenso
relacionado con los valores y las creencias (sea medular o espf'CÍfico
de un papel), pero la reproducción permanente del orden social de-
pende quizá m;;s del hecho de que los individuos están insertos en una
variedad de contextos sociales diferentes, de que llevan a cabo sus
vidas de maneras n1tinarias y regulares --<jue no están necesariamente
animadas por los valores y las creencias dominantes-, y de que existe
una falta de COIJsensoen el pw1to preciso donde las actitudes de oposidón
podrían traducirse en una acción política coherente . La prevalencia
de las actitudes e&.:éphcas y cinicas, y el red1azo de los valores y las cre-
encias propagados por los principales organismos de social.í.zación, no
representan necesariamente un desafío al orden soCial. Con frecuencia,
el escepticismo y la hostilidad se amalgaman con los Vé'l]ores tradicionales
y conservadores, y a menudo se moderan por un sentido de resigna-
ción. Las divisiones se ramifican a lo largo de las líneas del género, el
grupo étnico, la G1pacidad, y así sucesivamente, para formar barre-
ras que obstruyen el desarroilo de movimientos que pudieran amenazar
el sfatu quo. La reproducción del orden social no requiere un consenso
subyacente profundo en rel.1ción con los valon~s y las creencias,
siempre y cu2..ndo e:-ista suficiente disensión para impedir la formación
de un movimiento de oposición efectivo .
2 . La teoría consensual de la reproducción social se vincula fácilmente
con un,l concepción particular de ideología . Algunos de los valores y
J,;¡s creencias acerca de los cuales se presume que exísl"e un consenso se
consideran como c ~ ¡1s tituy(: n t s de los elementos de una ideología
dominante que asegura la adhesión de los individuos al orden social.
La ideología domi n an te acttía como e l adhesivo simbólico, por así
decirlo, gue u nifica el orden social y gue ata a los individuos a él.
En virtud d e la penet ra n te presencin de la ideología dominante,
individuos de tocios Jos estratos sociales se incorporan a un orden
social estructurado de maneras desigu<1les. Es la penetración de la
ideologíél dominaJ1te la que explica -de acuerdo con el argumento-
la facilidad con que dominan los grupos dommantes y la 1·esignación
con que los grupos dominados aceptan tal donúnación. La ideologío
dominante es un sisrema simbólico que, a! incorporar¿¡ individuos de
!odc}s los l':-;t Lltus ai orden social, .:wu da a reprod ucir un o rden social
qu e sirve a !os inkrL'Scs d e los grupos dominantes.
En lÜscu:-;ione ...; <~nten nres ya he abor(Lid o algunos de los puntos de
m;1 s peso contra la JL:lm<Jda «tesis de la ideología dominante », y no
h¿y n ecesid<h_¡ de tratarlos _-, fond1) ahor<.1. 1 ' Nad<~ más perm(taseme
e>-r lk ¿¡r bre ve mente-J os p1mlos es en ci <lles . T'r!mero, L '"~í:, de la idco-
l()gía domin,mle d.1 por sentada la q u e p dri a m os d e s nibir como la
teorÍa de la ideolog ó como adhé..'Sil'o -~-ocia!. Es decir, pres ume que l<1
tdeologí,1 iuncíon.r. como un lipo ele a d hesivo s oci,11, que <1tñ a lo:;
inriivicluos a un orden social opresor. Emp ero, com o h -m os vi s to, no
abc1ndan Ll!:> evide ncJas C]Ue apoyen la a fi rma ción de que individuos
dlJ es tr atos difu cntes l'slén atados di ord e n soc ial de e sl<1 m o nerZl.
iJuedc ser que algunos miembros de los grupos d ominantes co:n pM-
tMl los v aiorc y la~ crccnci<'ls domín<1 nles, lo cual les otorga cic r tc1
Cl. h e. ión, p~ru exi~, t en poc;~ evidencias gue apoyen eJ p un.lo Jc vist~1
d e q u e íos rD.iembrcs. de los grupos subordinados compar i1 n en gen('ral
ta l·•s vai o res y creen c ias . En consecueu~_ja,la tesis de l<t id eología domi-
nante, dtmd e :;e p rcstum :: l]U t..: ios ' ' alc re s y las creencias dominan les
cotn prendt:n tli ! <1 idc·l\log í,1 que iunciona corn o c1d hesivo, no consigue
e x plic;Jr lo q u e busca (xpl k:M, es deci r, F or qué es que Jos núembros
d e los gn pos s d •ortiinados actúan de rnaner s qu' n o socavan el
orden socidl.
CritiC<1r de eslil rniln Cr <l la tes is d e la id o log ía d o minante n o implic;1
n~gM· CJ_ue cicrl ,l~ inrm as si mbólicas tengan. u m; gr,m carg <l d e V<1I m
snnból ico en tnlL'Slr<lS sociedades, ni im p lica n l'ga r q ue taies forrn,::; sirn-
14 Ll :t; rm ilhl " !Psis de• J,l ideologi,l dominantt> " ." e wmó d 1 r ~.:vcl ;¡ clor es tud! o de
i\hcrco tn b ri~. L'l .-1/., ;ne11cion :1 do en ~¡, n o t<1 12
15(;
bólicas pu.cda_n servir, en ciertas circunstancias, para est<1blecer, mantener
y reproducir las relz-,ci(mes de dominación; significa aún menos que
el concepto de idt.'ologia no tenga un papel útil que cumplir en el
,1nálísis de; la vida polítíGl y social. El problema con la tesis de la
ideologi<1 domi ncmtc es tan sól,1 gue ofrece una descripción dem,1si<1do
simplista sob re el funci n a rníentn de lil ideología en las socíed<Jdcs
rnodern;:s. /\sC ~u pone que un l·onjunto particubr de valores y cn'-
t'IKias cc1nfonn;¡;~ lo: elerncnlus de una ideología dornin ;wtc que, al
Jundirse por toda L: s ,,:iedad, ata a mdividuos de todos los estratos
al orden soci,:l; pero las maneras en que las formas simbólic:ls sirven
pare1 mantener las r elaciones de dominación son mucho rniís com-
plicad a s de lo que podrfa sugerir semejante descripción. La noci(m
del adhcs Í\'O socia l es un(1 comodidad conceptual que oscurece los
asuntos mismos qu e debe C'X<Jminar un enfoque mfis sa tisf<lct-orio del
fenómeno de lrt ideologí rl. 1\L\s que suponer que un conjunto par-
ticular de valores '/ creen Í c:S qtte sirva ip.sn ¡¡1cto para <ltar <1 todos los
individuos de tod os los estr~1tos al orden social, un enfoque más sa-
tisfactorio de be exam inar las m<~neras donde los individuos siluadP'::'
de distinta m anera en d orden social respon den y clan sentido a fm-
mas simbólicas ~1<Wticu lares, y d1n1o é-stas s1rven o nD- al ;m,,J iútrsc
en re]a(ión con lo s contextos qu e se producen, reci bt.'n y L:ompren-
clcn-- pClra "' ·tabieo:r y mnnte-n e r lil;, relacione::, de domin;h·ión. EvJ clir
'~_;te <U1<-íl is is co n unél su posi ció n g cncr,1l en torno a las p;·upicdi:dt:"'
adhesi¡·,:s d e la s (( r ma s simbóli ca s (o de valores ) cree nc i,ls t-rans-
mitidos sim bólicam ente) equi vale a refo~-zar unn t-e oría poco pl .wsible
de l(l n:.prod ucció n social con lo gtJe es, a lo sumo, una descripción
muy parcial ele la jdi::o logía y del modo en que oper<1 en las socieda-
des moderna s .
i [ _¡) ¡.~rcduc""Ció n v difusi0n ck b ideología dominante S<-' considern en
gcncr,Jl ,- onH; tmél d e lil s Lnc ,l s v uno de los logros del Estodo, de
funcion<1rios d e éste o dcfNmin<1 d os organismos Que' org,misnws Sé'
consideran ¡>,uh:u ar men te i1npc"'~rrr1ntcs en tste sentido varíél de un
autor a otro . _o nsi dere m o s brevemente el trc\bc1jo d2 Aithusscr.
En un ,ul-ículc d e g ri'ln re p ercusión, Aitbusser distir,gu(; l'nire «el
J-)7
aparato represivo de Estado)), que comprende al gobierno, el servicio
civil, la policía, las cortes de justicia, las prisiones, las fuerzas ar-
madas, etcétera, y los «aparalos ideológicos de Estado)), que incluyen
las iglesias, las escuelil.s, la familia, el sistema legal, el sistema político,
los sindicatos, el sistema de comunicación de maséls, y actividades
culturc1les como los deportes y las artes. Se podría dud<H con toda
r;:¡zón si es útil o sensato considerélr una gama t;m amplia de inshtucio-
nes cnmo pr>rte es~'ncial del Estado. Pero Althusscr sostiene que el
e<H' q:JO apar·e ntemcn!e variado de instituci n es y actividades que cons-
tituyen los apnratos ideológicos está unificado por el hecho de que la
ideología que se rc<l liz:} en ellos y por medio de ellos es ante todo la ideolo-
gía de la cl(lse dominante; es dccír, en esencia, todos son mecanismos
que sírven pélra prop<~gar la ideología donü.nan tel 5 En estos apa-
r" tos pueden est<:lr otros elementos ideológicos, pero el campo ideológico
se estructura en favor de la ideología de)¡¡ clase dominante, la cual
ejerce un control sohre los o para tos ideológicos de Estado. En esta des-
cripci6n, por t·Müo, se considera (1 diversas instituciones del Estado como
los ml'd!os por Jos cuales se produce y se d íhmde !a ideología domi-
nante , y por los (ua!Ps se élscgura la reprodu ciún de las relaciones de
proch Ktjón v ía rq__)rc•duccíón de ind.ivíduos como sujetos que se someten
•:onvenien te rn.e_ntt- ¡¡]orden existente.
Para los rropósítos qt!e perseguimos aquí, no hay nece~ídéld de exa-
minar miÍs a fondo IGs detalles de la des ·ripciún de Althusser, o de
examin.1r las ¡;;:,rnuJí:Jci o ne q ue se pueden encnntrar en el lTabajo
de aulorí:'S influidos por él. Tampoco h ay neces idad de demostrar,
nwdi(lnte un análisis te>xtual detallado, la medida en que la crítica
hecha en los párra fos nnteriores pueda d irigirse il '"descripción de
1\ll-hu~ser. En cst<l eti1pa quiero utilizar la descripción de Althusser
simplemente como una b.1se sobre la cual formubré tn:_'s objeciones
finales ,1 la leoría gcncrill de la reprod ll\·-ción social org.1nizada y
resgu arcl<l da ide>ol ógiccm1ente por el Estado. La :x::ncr;, de eíl<1s es
·15 V é a ~e ,\ l thus~ er, "Idt:tllo¿;y anclldt' üill gi ~al St¡; tc ;\p par ~l uses "_. .. a r f.n l., pp . 135--140
Ni cos Poul,lllí :f. ;l ~ ofrece· u rhl d efensa un t,mln r. .-í· elaborada d e esre p u llto dr vi_l¡-¡ En
~~~ en5.1y,1 "Tht• !>n•hlem clÍ th~: C a p i tali ~t State''. pp. 250-253.
que dicha teoría tiende a ildoptar un enfoque reduccionista de clase en
tomo al Estado moderno. Es decir, el Estado se considera, sobre todo y
en última inst:mcia , como un mecanismo institucional por medio del
cual se m<mhene el poder de clase . Por lo regular se acepta, a partir
de algunas ohservaciones ocasionales de Engels y algunos de los an<Í-
lisis más importan ies de Marx, 16 que las diversas instituciones d('l
Estado pueden ten e r un grado de autonomíé'l respecto de los intereses
y las Jctivid ades in m ediata s de la chlse o facciones cie clase dominan-
t-es; pero tal a u tononú a se ve limitada siempre por el hecho de gue,
«en última instancia», el Estado opera con un conjunto de condido-
nes límite que son definidéls por el carácter de clase del proceso de
producción. El papel o la Íunción del Estado coincide con los intere-
ses <> lMgo plazo d e la d1.1 se dominante, aunque tal vez el Estéldü
puedil cumplir m ej or con este pape! al mantener cierta dist[lncia ,
un<> «autonomía rel a tiv a,) , de Jos objetivos inmediatos de la clas<' do-
minante y sus facciones.
El pri11cipal problema de este enfoque en torno éll Estado no radica
en que deje sin resolver las cuestiones reb frivas <1 qué tanta autono-
mía implica una «autonomía relativa », y qué significa hablar del Es tado
y su s aparatos segtin quedan determü1<ldos en «tiltima instancia ••
por el m.odo e conómico de reproducción. Tales cuestiones no se hiln
resu e lto y q uizá perman ezcan así, pero también son ante todo de in-
terés académ ico. El principal problema es que este enfoque no hace
justicia éll desMroll ) hi stó rico ni al Ctlráctcr distin b vo del Estado
moderno. El enfoq u e concibe primordinlmente al Estad o m.odernu y
a sus instituciones i·.'n térmi:1!)S del pé1pel o la función que cumplen
p<Jra so~tener un ·sistema de rdaci<mes sociales basado en la explotación
de clases, pape! q ue en parte ~> e lleva <1 cabo gracias a la propagación de
u n<J. ideologíil dom inante mediante los apnratos ideológicos estat.:~les.
N o o bs tante, la an terior es unc1 con(epcióri muy estrecha y unílittcn\l
li> Ln s esc n tos a los que co n ma ·or fret tlt·nci a s e a !ud c• en es le se n tido son la nnt<~ <k
l' ngeb dm ¡~ ida ,~ j. B!uc h (srp tiem brt 2 1 de 11\\JO), en NJ,H x y Enge ls, Sela"!t'd í-'l urk.; jn
One !/u/t;;ne, ..J.>p .,·ir, pp. &82 y s ., y The l:.lj.:hl 'enth !Jmmaire uf l ouis Ho;l,¡parte, de Mu\,
id., pp. 95 -179.
t'l!
del Est(ldo moderno. No hay duda de que algunos aspectos y acti-
vidades del Estado se pueden comprender en témúnos de los intereses
a largo plazo de la clase dominante, pero difícilmente podría soste-
nerse quP las ínstíh1ciones estatales no respondan a las demandas de
otras clases y grupos de interés mayoritarios, ni podría argumentarse
de manera plausible que todos los aspectos y las a,:lividades del Estado
moderno, incluidos algunos de los <1spccrus y actividades mJs Impor-
tantes, puedan analizarse en términos de intereses de clase y rclEJciones
de cl,1sc . Cnmn h,:n obs6 vado Ma x Weber y olTOS, el Est ado moderno
se preocupa no sólo por reglamentar la actividad económica y social
y por ejercer el gobierno político, sino también ¡::or mantener el orden
en un territorio dado ..v conservar los limites territoriales frente a otras
naciones .'' El Es tado moderno tiene un monopolio efectivo en el uso
legítimo de la fu t:.' rza o la viol.e ncl a en u n territorio d ado, y esta ültima
es usad<~ por el Estado tanto para el con trol y la pacificación internos,
corno p,1ra la defcns<~ o el ataque externo frente a otros Estados- nación.
Los Estados han desarrolL>do diversas ín~U ucíoncs y oficinas que se
preocupan, directa o indirectamente, por el mantenimiento del orden
interno v los límites externos, oficinas qul~ dependen mucho de la
acumulación v el control d e la inform<:\ci<'m . Tales actividades del
Estado pueden, y con frecuenc ia lo hacen, entrar en conflicto con
biS actividades de otras orgdni zaciones estatalc•s, así como con las élC-
tivid.,1des d e indi\'Jduos y organizacion¡:s de otros campos de la vida
social. Cu<llc¡ui~.:' r intento por comprender las diversas <'lctividades de
los F.s tacl os modc'rnos, y los conflic tos que en:.~·2 ndran , excl usiva y
17 \l é,¡se en s pecial M11x IV~::bcr, "P o l i ! ic~ ns Vo cation ", en From Afax H1i.'ber: ¡::,·s,J_)IS in
.:Ociolog_¡; cd . v !Tih.Í. :..¡ H . Ge rth y C. Wri gh! Mi !ls (l.ün d res: Rouiledge & Kcg an Paul},
pp- 77- J2R. ltr~ d . c.J s t . Ali,H\ Z~ Editoria l ! 1'vr,1 ccnoccr es tudi os recient es q\ie ha n
destaca<to la le:ril(lrin lidad y el p o d e r 111il it<1r :.! .111.1liz, r el su rgim iento y d esa rroll o del
f;,tatlo nw d ,~rno , u .';1,;e The< a Skoq:-ol, S!.J /cs anrl Soc1~11 Re •·o/u tíon:; · A Comparatiq•
.•J¡ ¡;¡};-;;j_ o/ 1-ian<t', Ru_,SI~I ,1fld ChilhJ (CMnbri dge: C amb ·idg · Un iv crs ity l'ress, 1979}
!tr;¡cLc<lSt. l'CE], An th un y G iddens, Tht• N:~tion -Sta le ami \li"o!ence: Vo!umtc• Two ol A.
l.' tJn tem~' or;Hy Critiq ul' ot 1!is ton(,li Milterialisn< ( a mhrid ge: Pn li! y P ress , 1985); y
\ild ,ilcl Mann. The Som n":>· ol<Joon/ l 'ower: \'O l. , A Hú·ior_v uf l'o '<·'f r from the Beginning to
"-![) 17tl0( ambriJ¡;e: (:,;nbrid_t-;e U!\ iv e;síty Prcs,;, 19i\6).[t raJ .cast . Alia nza E.litori ;; i]
l -1il
principalmente en términos de un análisis de. clase/ sería una burdo
simplificación de los asuntos implicados.
Si la teorí¡¡ general de la reproducción social organizada y resguélrd<1da
ideológicamente por·,,¡ Estado tiende a adoptar un enfoque reduccio-
nista de clase en relación con el Estado moderno, también tiende a
adoptar llil enfoque reducdonú"fa de ckse en relaáón con lD ideolog/;¡ rs
decir, la ideología t'S fundñmcnlnl y esencialmente conct~ptuada en
relación con k!s c!ases o faccíoncs de clases gue constituyen el orden
social, y es la <ideología gobernante>>, o la ideología de la clase domí-
nante, la que organiza el campo ideológico y se expresa en los aparatos
ideológicos est0tales. La ideología dominante o gobernante puede
incorporar elementos extraídos de los grupos o clases subordin<ldos,
y puede baber il'leol( gías o «subsish:mas id eológicos>>que correspon-
di1n i1 grupns o cl ases subordinados y gue tengan una <<autonomía
relativa» en relación con la ideologíél dominan te. Sin embargo, estos
suhsistcn<as ideológicos están limitados por la ideología dominante;
forman part·c d t.' un campo ideológ ico que, c1 fin de cuentas, cptccla es-
lructuri1do p or la ideología d e l<1 cl as" domi nMJte. Es d e esta m;¡ncr,•
-parZJ emple<n e l ré nni r~< ~ ¿,_, Grc1nb c·í - qut' !,1 cLlSv dl)m in;:nk
asegura 1<1 «hegemonía »: llll's t-r uctur.J.r vl c.nnpo idl'(li(>gko la clilsc o
la facción d e clase dominante es capaz de ·-·jcrcer el lide ra 7.go po! íií;:o
con bnse en >] «Conse ntímit:nto acti v o " de l;-~s cLlSt' S ~~ubord inodi\s \'
de integr<1r bs d iferentes (..-• ·~~,_-iones de 1<1 da<-l' durninantc en un l•il>-
quc de poder rclil t-iv;nncntc estable.
Algunas de 1as obje -iones pla n tead ;1::, .: n tcri <)rn:en te <=n contra de L~s
teorías consensuales de !<1 rcproctuc~·ión S(lÓa] se podrían volve r a
plan!eor ,,quí, puesto que esta descripción ele !.1 ideología y J;¡ hcgemoní,1
i m p líen cl<1rn m en te ciertas ~;up osic i.ones l-'n re! auón con L1 ín te gra-
ci.ón cl.c los individuos al orden soci,1l y su <l ceptación de valores o
cree rKi i'lS pa rticularcs, o con el hecho de est.1r constituidos ror ellos.
Sin embargo, a quí q uiero concl'ntrarml' en tlflé\ desventaja. diferente :
es decir, la rnedi da t.n que es ta dcs(:ripción rcL1!t víza la idcologi,:, y
,.J c1nálisis d E. 1.~ ideología, a las r<:lé!ciones de clase. Ln ideolog i':1 de ;"
cl.b~ o L1cdón d e da.se domin,l))ll: es h que c. tru cluri1 a fin d e- ("Lécnt::s
I·J 1
el campo ideológico, y el análisis de las ideologías o los subsiste-
mas ideológicos se lleva a cabo sobre todo con referencia a las diversas
clases y facciones de dase que constituyen el orden social. No hay
duda de que las relaciones de dominación y de subordinación entre l<ls
clases y facciones de clase tienen una importancia fundamental para
el análisis de la ideología, pero sería m u y t~ngañoso, en mi opinión,
sostener que las relaciones de clases son el único, o en todas las cir-
cunstancias, el prin...:ipal rosgo estructural de los contextos sociales
con referencia a los cuales se debería llevar a cabo el análisis de la
ideología . Por et contrario, me parece esend,)l r~(·onocer que existen
relaciones de poder sistemáticamente asi.rnétriG\S que toman en cuenta
otras consideracíones aparte de la clase; relaciones que se basan, por
ejemplo, en consideraciones relativas al ~exo, la edad o el origen
étnico; y asimismo 1ne parece esencial amp1i.ar el marco par<l que el
an<llisis de],, ideología tome en cuenta t,\le~ consideraciones. La
teoría general de la rerroducción social organizada y resgtl ardildn
ideológicamente por d Estado, en la medida en c¡ue asigna un én-
fasis fundamentill a las relaciones de clase y considera el campo
ideológico corno estructurado en l'tltima instancia por la ideología
de la clase o facción de cb:::o:.' dominante, tie nde a sobrevalorar la
importanci;-t de la clase en el an,ilisis de ta .ideologí,1 y a marginar
otros tipos dt'' dominiición, así como tas formr~s simbólicas que sir-
ven para nunten <! rlos.
La objeció11 fi.nal, o sc;:e d e objeciones, que deseo plantear se relaciona
con las maneras en que esta des~.:r ipción caracteriza en general la
naturaleza y et papel de la comlmie<1ción d e masas. Las instituciones
de comurucac.ión de masas son considt.' r<H.ias generalmente por ios
proponentes d e est<1 descripción como p arte del si.-;[ cmc< de tos apa-
ratos ideoiógicos de E~tado, es decir, como uno de los mecanismos, o
conjunto de mecanismos, medionle los nules se real:;'·' la ideología
de la clase dominante y se asegura la reproducción de léls relaciones de
producción. Puede reconocerse que tales insti tu ciones poseen cierto
g rado d0 ,¡ utonomía anle l:~s otras .Y ,mh' otros aspectos d el Estado;
se puede reconocer que la ídcologi,, di fund id d pclr lo medios ma siv ~)S
H2
puede contener elementos conflictivos y contradictorios, puede incor-
porar elementos extraídos de grupos subordinados, clases o facciones
de clases; pero en última instancia, las instituciones de comunicación
masiva se deflnen por la función que cumplen para asegurar la cohe-
sión y la reproducción socia]es por medio de la transmisión e incukación
de la ideología dominantc. 1A Aunque esta descripción llama la aten-
ción con justél razón hacia la importancia de la comunicación de masas,
pienso que es eng,,ñosa la caracterización que ofrece. Las instituciones
de comunicación de masas son tratadas de manera relativamente pe-
riférica, como si sólo fuesen una parte más entre una g ama amplia
de aparatos ideológicos estatales; pero esta perspectiva no hace jus-
ticia n la mediatización de la culturil modernil, ni tampoco en general,
a la centralidad de b comunicación masiv;-¡ en la vida política y so-
cial moderna. Hoy d(a, las actividades de los Estados y gobiernos, de
sus organizaciones y funcion<lrios, se llevan a cabo en una arena que
está constituida en cierta medida por las instituciones y los rnecarusmos
de la comunicación masiva . Los medios de comunicación masiva no
son simplemen te uno de los distintos 111.ecanisrnos que sirven para
Inculcar una ideología dominante; más bien, estos medios constitu-
yen en parte el foro mismo en que ocurren las actividades políticas
en las socied¿!des rnodern<.1s, foro e n el cual, y en cierta medida en
relación con el cual, los individuos acttían y rei'!ccíonan al ejercer el poder
y responder a] ejercit:io d el poder por parte de alTos. Los anteriores son
asuntos que retomaré en un capítulo posterior.
La teoría de la reproducción social organiz ada y resguardada ideo-
lógicamente por el Estado no sólo no hace justicia a la centralidad ni
al carácter con:;Litutivo de la comunicación d e masas : también da por
sentadas algu nas de las preguntas clave relat ív<~s il la natttrilleza y el
papel de las iJis tí tuciones de los medios en las sociedades modernas.
Al asignar un papel o uné\ función principa l a las institu ciones
de comuni cación mnsiv;, d e ntro de un orden sncinl C('ncep rua do
l :'l Para conocer una expo~ici ón p <~ rt ic ul.'lrnH: nt e clar:~ acerca de es te p unto de v i.si,1. vé~se
Rd lph Miliband, Thi• Stai<· in apitilli t vOCJe!l"." /! n A n.:!v is o/ the w~~'item .'ii'Sf.·m of i'ov.ter
(l o ndres: l'v'eid en írld & N ic lson, !9f><), Citp . S. (trJ,i n~st . ,jgJo Vt' Ínttuno ed i!on•sj
esencialmente en términos de rel~cioncs y divisiones de clases, juzga
de antemano toda unn amplia gama de asuntos en relación con las ma-
neras donck :;L' han desarrollado históricam.cnle estas instituciones,
]¡¡s maneras e;¡ que se organjzan y operan de modo rutinario en Ju
producción y dí.fusión de bienes simbólicos, y las maner¡¡s en que
los indi\'iduos reciben y ,.-omprendcn en el curso de sus vidas diarias los
bienes simbólicos ¡xod u.:idos de este modo. Al defi.rur l<~s instituciones
de comunicación m.:siva como ¡.'arte del Es tado (cnn.cehido en un sen-
hio .11nplio), e, ta d escripción o:c;··urc·ce e in tt,·rpreta m~ü la nc:turaleza de
los con fl ictl"1S y ]<-;::; tcnst•.me~ que e<< n1cteriz<ll1 L"ls re laciones existentes
entre las dív ersélS institu ..-i..:mes d e c0mun icac.i.ón de masas, por un
lado, y las dependencias y organi zacione ' del Es tado, por otro. blcs
conflictos y tensiones se pueden co m p -render ;:¡dccu<tdamente .s(l]O si
se presta una atención m<ÍS cuid.:~dosa '-'las ac tividades y los objl'tivos
específicos d e las 1nslitt1CJones de comunicaciC:'n masiva, si se <:na]i;?,J
c<'mw y ¡:.1or c¡w. tt1les <~el 1vidades y objcti vos p ueden chucnr con la con-
duct<1 de la::, ..:iepl.'ndeucia:, y organiza iones del Estado, y si se reconoce
que estas últim c~s tienen una gam.a de intereses que no se pueden re-
ducir a ia f tmc iz\n d e ast~gurilr lrl reprod u cción o cohesión de un orden
su._-j_al b;~::;> ...l o en 1.1 explot<~ción de clases.
Fn los párra fo an i.:rimc:-; hv ¡•x arn in.<--io <1lgun.1s de las ,1fu-maciones clave
qtrc' •. "C'n_l ituyen lo q ue ht..' d ··é·ITilo Clm''' ¡,, teorí<1 de la reproducción social
org cmizada .Y resguard,1cL< lclCL)lógicamc.::n ie p r e l Estad(J. He intentado
denH st·r.u que, en ,-iertos ilspectos, tales afirmil ci o n L's so n dudose1s :
p res cn t·,¡ n una descripción pc.)C l l pl,lu:iibk de la reproducóón social (la
teorín CC'nsensuéll de la re¡ HK~U CLió n socí,<l), t:na d escrirción. parcial de
la n<1lur.Jle/.CI '· e! pape l d n \a id~·o!ogí2 (iJ. teor í,l d t-~ la ideología conw
Mi he si \'O social), y ~m-:1 d C:".c· n pu ,'>n '~n E··' i1osa de la.s Jl l MH.' r ;1s r:-n qut> c.:l
d e sarrollo dL' <-1 ~-<l 11lunic.h~IÓn de m elsa::. h c-1 a fecta do la vida sc -~· i .1! y
pcll ít ica. T;1mb1én h e <~rg um.cnl,1do que, e n los escritos de algunos de
los cltltores má~ influyentes c>n los deb<1tcs recien t s (como Allhusser y
Puul anL··.as), [;¡}es crrnn''= -:e combinéln con tHl. enfoque n:-d.uccionist;¡ ele
dase en t"llrno ;¡ L: 1d,·ologí.1 y el F:o.;t·a do. ;\unqut' dichos aulures t:\'dil n
hacer una interpretación eslTictamente instrumentalista de [a ideología
.Y el Estado como herramientas o armas de la clase dominante, y enfa-
tizan en cambio la complejidad estmch1rada del campo ideológico y
la autonomía relativa del Esti'ldo, sus análisis se guían por le1 suposición
de l1ue, en última instnnci<~, la ideología y el Estado son mecanismos que
aseguran la cohesión y la reproducción de un orden social basado en la
explotación de da!·cs.
En lo que resta de este capítulo quiero élpartanne de los dos conjun-
tos de suposiciones que han guiado gr<~n parte del trab¡¡jo reciente sobre
el análisis de la ideología en ]as sociedades modernas. Ahorll quiero
co1Kentranne en dos enfoques teóricos c¡ue, aun cuando h<m sido menos
centrales y menos influyentes en debates recientes, poseen un consj-
derable interés po r s í mismos y bus ca n, de unil manera explicita e
inno v <~dora, te mar e n cuenta lZJ naturalezd y el papel de la com.unica-
ción masivél en léls sociedades modernas. T<~lcs enfoques son la crítica de
la índustrín cultural d esarrollada por HorkhC'1mcr y Adorno, y el primer
trabajo de Habermas relativo .1 la transformació n estructural de la es-
fera pública. Por supuesto, ambos enfoques guardan una estrech;, rel<.~ cíón
)'se con sid eran g eneralmente como varíilnles de la Tt'orf;¡ Crítica de la
Es cuela de Frankfurt. Sin. em b~ rgo , existen diferencias significalivJs
entre los puntos de vis ta de la primer¿¡ gener(1ción de teóricos críticos,
gue induia i1 Horkhei.me r y Adorno, y los puntos de vis ta de los teóricos
críti ... os posteüores co1 10 1-Iabermas. No intentaré aquí explorar en detalle
L1s similitudes y diferencias entre los puntos d e vist<t d e estos pensi'ldores .
!\·fás bien, examinaré un o pur uno 1os aspectos de su t·rabajo qtle ten p;a n
que ver directamente con lo::- asu ntos que nos interesan en este ca pítulo.
Los escritos de !os pri me ros teó rico - de 1<'1 Escuela de Fr<1nkfurt ofrecen unc1
descripció n dis tin tiva y ,riginal d e la n ,1 1'urcl] L'/.,-, y el p apei de l0 ideología
en las s ociedades mod ernas . Es ta dt,s . .:ripción fL>rm<l p arle de un an c)lisis
n1is ext·enso de l<lS G1ract-·rísticas ele desarrollo d e lé!S StYiedades mode mils
y del destino de los individuos en los l::íempos modernos. Al examinar
dicha descripción me concentraré en la obra de Horkheimer y Adorno,
aunque el trabajo de otros autores asociados con la primera Escuela de
Frankfurt, como Benjamín, Marcuse, Lowenthal y Kracauer, es también
de interés en este sentido.l 9 Horkheimer y Adorno prestaron particular
atención al surgimiento de lo que llamaron <<la industria cultural», pro-
ceso que ha dado como resultado lil creciente mercdi.ltilización de las
formas culturales. En consecuencia, a diferencia de la mayor parte de
los autores asociados con el gran discurso de la transformación cul-
tural, los teóricos de la primera Escuela de Frankfurt subrayaban la
importancic1 del desarrollo de la co.nnmicación masiva e intentaban
repensar la naturaleza y el papel de la ideología en relación con este
desarrollo. Sin embargo, como intentaré demostrar, esta descripción de
la comunicación de masas recibió una gran influencia de un tema que
también es central para el gran relato: el tema dl' la racionalización;
esto, entre otras cosas, dio co:~io resultado un punto de vista E'xage-
rado del carácter cohesivo de !as sociedades modernas y un pronóstico
exccsiv<1rnentc pesim.ista en relación con el destino del individuo en la
era moderna .
Los puntos de vista de los primeros críticos teóricos fueron mol-
deados por los sucesos y desarrollos históricos que ocurrieron en Europa
y en Estados Unidos en los años veinte, treinta y cuarenta. La supresión
de los levantam.ientos revolucionarios en Europ a a fines de la primera
Guerra Mundiat el des,1rrollo del estalinismo en la Unión Soviética y el
surgimiento del fascismo en Alemania fueron interpretados por los teó-
ricos críticos como señales de que el potencial revolucionario que Marx
habfa disccmido en las sociedades modernas podía ser contenido, bloqueado
l'Íú
o desviado hacia fines reaccionarios. Horkheimer y Adorno analizaron
las dinámicas sociohistóricas y sociopsicológicas subyacentes a este pro-
ceso en términos de una lógica general de ilustración y dominación,
cuyas raíces se podrían rastrear a lo largo de la historia de la especie
humana.20 Al crecer el conocim.lento, los seres humanos aumentaron su
do:ninio de la n.:ttura leza -tanto de la naturaleza externa como de la
naturaleza jntern:> de lil subjetividad humana- y subordinaron Crtda
vez más el rnundo naturrtl al ejercicio del (Ontrol técnico. Las creencias
n1ílici\s y anin>ist·as s elim inaron de manera progresiva en favor de \JDa
razón científica e instrume;1tal que objetiva él! mundo desde el punto de
vista del control técrúcn. L1JS seres lnmlanos mi.smos llegan a ser parte de este
mundo objetivado, y la mercantílización de la fuerza laboral bajo el
cnpitalismo realza su subordinación a la lógica de la dominación. No
obstante, la naturaleza humana se resiste a la subordinación completa;
se rebeb en contrn dt: tos procesos de objetivación, racionalización y
burocra tización Ci\r<Jcterísticos del mundo moderno . Es I?Sta reh t>lión
~.asi instintivn la que loma y explota el fascismo . Los líderes fasci s tas
emplean unil varied<~d de técnicas cuidadosamente construidas para
,1provechar la ira y la ansie dad reprimidas de las masas. Movilizan
éstos sentimientos irrélcionales, agitándolos por medio de ataques fre-
néticos sobre grupos e.>:duidos y transformándolos en un nuevo meccmb,11o
pa ra domin;H a los m i~mt)5 individuos cuya rebeli ón casi instintiva fue
<.'1 origen del éxi in fas e' cta.
F st<l d e~cripciún general de la lógíc,1 d e la ilustración y b domina -
ción proporci.on~: Pl tel ó n d e fondo contra el cual Horkheimer y Adorno
<1n a lizan la na turzdez a y la:; C()nsec uencia s de la indu s trie~ c ultural.
1-l:orkheimer y Adomo usa n elt('rmino "indust·ria cuítural» para referirse
a la mercantiii ?.ació n d e lí1 s formJs c ultural ,~; produ ci.d~s por el surgi-
mie nto de las in d u s tria~ d e l et::pectAculo en Fu ropa y Fstados Unidos a
fine~ d el siglo x1:-. y comienz os del xx . Entrl' los ejemplos que discuten
es tAn el cine, la radio, la televisión, la mú sic<~ popular, las revis tas y los
1 tl V¡)<1SC t-.-1-\ x Horkhc'inh:r y Th~ odor W. Ad o n w, Dialectic o! Fn h>:h tenm en t_ trJd . John
Cu m m in¡; <. N U t: \':1 ·York: SeJb ur y l'rcss, i lJ72 ) i lr.J<l.CJ SL Su d ¡¡ me ric ;~ na !; y M ~ x
J-lorkhcimcr, Fclipsc 0 1 N.ec~son íNu ev;l Ynr k: Th e Sc~b ury Press, 1974).
147
periódicos.21 Horkheimer y Adorno argumentan que el surgimiento de
las industrias del espectáculo como empresa capitalista ha dado por re-
sultado la estandarización y la racionalización de las formas culturales, y
a su vez este proceso ha atrofiado la capacidad del individuo para pen-
sar y actuar de manera crítica y autónoma . Los bienes culturales
producid os por estas industrias se diseñan y manufacturan de acuerdo
con los objetivos de la acumu!Jción capitulista y de la ganancia de utili-
dades; no surgen espontáneamente de las masas mismas, sino que más
bien se hacen a la medida para consumo de las masas . «La industria
cultural integra intencionalmente a sus consumidores desde arriba[ ... ]
las masas no son elementos primarios, sino secundarios, son un objeto
de cálculo; un apéndice de la maquinaria ».21 Los bienes producídos por
la industria de la cuLtura no están determinados por sus características
intrfnsecas como forma artística, sino por la lógica corpora.tiv<1 de la
producción e intere<nnbio de mercancíaé.. En consecuencia, los bienes se
uniforman y estereo tipan, y se convicrl.•n en merc;s permutaciones de
g~r1.eros o ti.pos b;isicos: la película del oeste, de misterio, la serie de televisión.
Por ejemplo: al tener como atracciones principaies a grandes personalida-
des y estrellas adoptan ·un aire de individualidad pero este gesto no hJce
nada por disir:•ulnr el hecho de que los bienes en sí son objetos uniformes
producidos par,1 ohtener g<mancias y carentes de contenido artístico.
Los prod ncios de la industria cultural son muy distintos de li! obra
de arte lr<~dicional. En el siglo xvm y antes, la obra de arte podía man-
tener cierta autonomía del mercado gracias él un s1stema de mecenazgo
que protegía al artista de las demandas inmediatas de la supervivencia.
21 Véilnsc, por ejemplo, Mil x Hor khe im er y Theod0r W. Adorno, "The Culture lndvstry:
Fnlig hten rnent il . M.l ~~ !.1 D<>cep tion " , en Dí,1/ectic of EniJ!;htenmcnl,. .. op.ch, pp. 120-167
¡rr.1d c;1.:; ! I'(L ;, AJlHnr"•, "C ul !urr lnd ustry Reco nsidcred '', tr ild . Anson G. RabinbJ.ch,
en New (;enwm Critiqw', nt'lfl\ . 6, o toño de 1975, pp . 12-1':1; ·' On th c Fetish·Char.:;cter in
Music ;¡nd thl~ RL·¿.;r •'~ ~l o n of Lisfen m g'', en And rew Ar¡¡!o y Eik e G eha rdt (ed.), The
Fsscntía/ Fr.mkfurf .'ichool Rcader (Nueva Y<lrk: Urizen Books, 1978), pp. 270-299; A domo,
''Televisíon .>nd iJce Pa !k rns of M~ss Cult ure", l' n Bemard Rose n & O,wid Manning
(cd.), ,~h.~ .' C ulrurr•: Thc' Popu!dr Arf.> in l imcric,J (Girncoe. Iilinoís : free Pres.<>, 1957); y
Adorno, " The 51ars Down to Earth : Th e Lvs Angele. Time:> AStf' logy Column", en Te/os,
nún:. 19, prirmvera áe i974, pp. 11 -89.
22 Adorno: "Cultuíc lnd dstry Rc c onsi d cr,~d" , .. ,;rU:it... p . 12.
1 'ÍI:l
Esta autononúa permitía que, para no expresar el sufrimiento y las contra-
dicciones, la obra de arte se mantuviera a cierta distancia de la realidad
existente, y en consecuencia tener cierta comprensión acerca de la idea
de lo que consistía la but:na vida . No obstante, esta autonomía se des-
truye con la mercantílización progresiva de los bienes culturales. El arte
se somete cada vez rn<1s a la lógica de la producción y al intercambio de
me rcancías, y así pierde el potencial crítico inherente ,1 la falta mismn
de propósitos de las forma s arlislicas tradicionales. «La obra de <nte priva
engañosamente a los ho mbres, él) asimilarse por completo a la necesidad,
precisamente de esa liberación del principio de utilidad que debería
originar>).~.> La contemplación y el goce de una obra de arte son rempla -
zados por el intercambio de una mercancía que se valora más y sobre todo
por su intercambiabilidad, que por su carácter estético intrínseco. El
golpe d~ gr¡:¡cía de la industria cultural es haber mercantilizado tot<~l
:lwnte el arte al tiempo que lo presenta al consumidor como algo no
vt:ndible. Así, cuando se escucha un concierto de Beethovcn en la radio
o cuando se ve una ópera de Verdí en la televisión, el dinero en efectivo
no Cllmbia de una mano a la otra. Pero la ausencia apnrcnte de intercam-
bio es una ilusión que ~·e hñcc posible por todél una serie de transacciones
comerciales que ocurn'n fuera del acto de consumo misn1.o. Se deja al
consumidor con la impresiün de un encuentro no mcdi<~do con Ll obra
de arte, rnientras qu e l< industria cultural cosecha las g<mancias de una
serie de tnnsélcciones que han ocurrido a espaldas del primero.
Sin embargo, la rr:..:l.\ Or pMte de los productos de la indu~tna wltur;: l
y<l no fingen ser obras de arte . En su rnnyoria son constructos simbólicos
que se moldean de acuerdo con ciertas fórmulas presrabtecidas y se im
prE:!gnan de es cenografías, personajes y temas estereotipados . No
desafian ni se a.pnrtan de las nornws sociales existentes; antes bien, con-
íinl1M't dichas normi\s y censuran cualquier c1cción o actitud que se desv[c
de dl?.s. Los productos de la i.ndustria cutturcd se present<Jn a sí mismo::;
como un rctlejo c:lirecto o unél reproducción de la re;)lid;,d crnpíri c:1 , y en
virtud de este «seudorr<.'<tlisrno" nonn.:lliz,m el statu quo y truncan b
] "! 9
reflexión crítica acerca del orden polítko y social. Lo queJa gente lee, ve
y escucha es familiar y banal; y en esta esfera simbólica de familiaridad
repetitiva se introduce una sarta de consignas domésticas: «todos los
extranjeros son sosped1osos)); <<una muchacha bella no hace nada malo}>;
«el éxito es el objetivo final de la vida}>, que aparecen como Jutoeviden-
tes y como verdades etemas. Los diferentes autores de Aspects o/Sociology
resumen el c<~rácter ideológico de la industria cultural de la manero
siguiente:
2·1 Th ' Fr<Jn kfu rl lns titu te lor 5odal 1\>~ea rch,. spc c·fs llf .>i>ú,J!I~:f_r~ con l!l l'refacio G<' Max
) ·orkhl'i mc y Th .:ndor W. i\ dorr11 1, 11·,1d. juhn Vie kl (Londres: f-kin•· rn ann . !973 ), p. 202.
crecientes en las sociedades modernas, proceso que está haciendo que
los individuos sean cada vez menos capaces de tener un pensamiento
independiente y que sean cada vez más dependientes de procesos so-
ciales sobre los que tienen poco o ningún control. Aquí el impacto de Max
Weber es evidente: <<la jaula de hierro» de Weber acerca de la acóón
rdcionalizada y burocratizada se remplaza por el «sistema de hierro"
de la industria cultural, donde los individuos están rodeados por un
universo de objetos esencialmente idénticos y completamente mercantili-
zados. M<1s que proporcionar un espado simbólico en el cual los individuos
pudieran cultivar su imaginación y la reflexión crítica, y pudieran
desarrollar su individualidad y autonomía, este universo mercantili-
zado canaliza la energía de los individuos hacia el consumo colectivo
de bienes unífon:.l;2S. Los individuos se adaptan y ajnstan al orden social
exjstente por el deseo mismo de poseer los objetos producidos por éste,
y por el placer que experimentan al consumirlos. «Ante los caprichos
tco!ógic·os de In~ rncrcmcíi'ls, los consumidores se transforman en escla-
vos ele! templo. Aquellos que no se sacrifican en ni:~guna otra. p.1rte lo
puvden hacer ac}liÍ, y <'~qlJÍ son traicionados por completo».~-. El desarro-
llo ele la industria cultural, y de la cultura consumista en generat ha
producido así la incorporación de los individuos a una totalidad social
cosificada y racion aJizi,da.: ha impedido el crecímiento de su imaginación,
ha agotado su potencial revolucionario y los ha hecho vulnerables a la
mzmípulación de dictadores y demagogos. Los que fueron arrash·ados por
la retórica del nnzism.o y el fascismo son aquél!os que ya habían su-
cumbido mte los avances de b industria cultural. No eran tanto individuos
sino átomos sociales que cada vez se habían tornado más dependientes
de lél colectivid,Jd, y cuya ira y resistencía reprimidas podían ser ex-
plotadas por líderes que astutacnente empleaban las mismas técnicas
que habían pi-uducido la dependencia de los primeros. La propaganda
fascista sólo nCC:t'SllÓ activar y re.producir la mcnt;¡ lida.d existente de las
L'.,,sas; sirnpk~mL'nlc :,;:n( a l:! gente por lo que era, lus hijos de la indus-
tria cultural, y empleó las técnicas de esta industri;¡ par,¡ movilizarlos
1') 1
tras los objetivos agresiv os y reaccionarios del fascismo ?6 Así, el proceso
de la Jlustración, que había buscado controlar el mundo mediante la
dominación técnica de la naturaleza, culminó en una totalidad social
racionali.7.ada y cosificada en la cual los seres humanos no son los dueí"\os,
sí no los sirvientes y las víctimas, cu ya conciencia h_a sido maniatada por
los productos de la industria cultural. Si los seres humanos son tod,wía
Cilpaces de culti\·ar una actitud crítica y respons<1ble, si son toda vín ca-
pace:; de !lq:;ar ¿¡ ser indiv iduos ilu tónomos e mdependicntcs que pueden
ejercer un juicio razonado, es una interroga nte ante la cual Horkheimer y
Adorno se muestran pesimistas en ciertos momen tos, pero que en última
instancia dejan como una cuestión abierta. No descart an la posibilidild
de que en et f-uiuro se detengan o reduzcan Jos procesos d e racionalización
y cosincación que han produc:ido ln destrucción del individuo, y que con el
tiempo resurja la individualidad corno una fom 1a d e vida más humana y
democrática. Sin emba rgo, lampocD predicen este resultado.
f.j MI.,'Uísis de 1<1 industri.a cultural efectu ad o p o r Horkheimer y
Adorno reprcs(.; ll :il uno de ios intentos más con s tan te s de- !os teóricos
soci<1les _)i politicos por llegar a un a cuerdo con respec to n l8 natura le:t,l
y ];¡s consec< !t>nci<lS de la comuni cación m.asiv<1 en lC'ls s ociedades mo-
dernas. Tic·nc:.-n ra 7.ón, de::;d e mi punto de vista, en en.f¿¡t-i /.ar L1 importancia
de la comi.mica cit)n mi\SÍLl y e11 buscar examinar s u impacto en la vid¿¡
políticZI y soci aL ·L1mb íén tie nen razón, creo, en sugerir que este proceso
h<1 transformad o la n a tural eza y el papel de la ideolog ía en 1as sociedades
modernas. Lo.·; med.i (lS Inils ivos ·-e h,1:1 transformado en canales fundarnen.-
t<:llcs pMa la circulación < k~ infom:ill'ÍÓn y comunicación de d iversos tipos,
y cuJiquier intento por re pcn :' ~H la naturalez a y e l _papd de ta ideología
en las socit:dades modernas debe tomar ple rw m ente en cuenta este
d esarrollo. No obstante. quiero argumentar qu e el <m.élisis ofrecido por
Horkheimcr y Adorno es defectuoso definiti va e ir t emrd iah ic m ent-e.
Proporciona un punt-o d e p i1rt-id;:: (itil , pero no se p u e<k con.-;idcrar como
una bnSt' sat-isfa ctori a pi'l ra cx,mún.n la s relacínnes ('n tre \¿¡ comun_icación
2 ~> V c' él st' e n espl' i;tl Tlwu d nr Vv' . .-\d o m o , ·· t\ n i i -Se mii ism ,¡ nd F;·,scis t P ropag:1nda " , e n
F. rns t S1m11H' I (z••.L). A uti-Sem !iism: , ¡ Soo>rl /Jiseas,• (f\.¡ll t'V;-t Yor k: ln tt'rn ,l tion a : Un i-
v er::;it ie., Prcss, 1':lli 1 ).
de masas y la ideologfa en las sociedades modernas. Concentraré
mis observaciones críticas en tres temas emanados de los escritos de
Horkheimer y Adorno: (1) su caracterización de la industria cultural; (2)
su descripción de la naturaleza y el papel de la ideología en las sociedades
modernas; y (3)su concepción totalizante y con frecuencia pesimista de
las sociedades modernas, y del destino del individuo dentro de ellas .
i-) '¡
aquellas características de la comunicación de masas que son distin-
tívas y que no tienen precedentes, y que otorgan a las instih1dones de
comunicación un papel único con doble cara, como la de J<u'to, en las
sociedades modernas.
2. El segundo temil gue deseo examinar se relaciona con la descripción de
Horkheimer y Adorno sobre b naturaleza y el p;,pel de la ideología
en las sociedades modernas. Aunque Horkheimer y Adorno no
ofrecen una discusión amp!in del concepto de ideología (el análisis
rn_ás extenso se encuentra en Aspecfs ofSociology, \·olumen en colabo-
ración prepnrado ?Or el Instituto de Frankfurt; vid n.24 ), él menudo
usan el t<;r-mi1 10 en sus esuitos y lo emplean '--Iara:nen!e de manera crítica _
No deseo exam inar aquí los diversos ust)S del término, sino concenLTar-
me en la transfonnación de la n¡¡turaleza y el !~'apelde la idcologíB
que se asocja, desde su punto de vista, con el desarrollo de la indus-
tria cultu:al. Con frec-uencia existieron ideologías previ;!S bajo la fom1a de
doctrinos precis;:;s que nlegélban ciert<'t independencia de la rec1-
lidad social que busc<1ban justificnr. Esta scqJuesta independencia
constituía a la vez la fuente de su «falsedad» (porque la supuesta
independencia er<i m<-ís aparente que real) y la base de algün ejercicio
del espíritu crítico (porque las idcologias no ret1ej.:~ban meramente lo
qHe existe, si n o que iban más i\ll.-l, proyectando posibilidades o idea-
les que no existen de hecho). Sin embargo, con el des~rroJlo de lñ
induslTia cu ltura! se dótruye la pretensión de indepcndenciél. L1 indus-
tria cultural d il origen a una nueva fonn;; de ideología que ya no alega
ser independiertte de la realidad social: má s bien, se presen ta as]
misma corno p arte de la rt'aiidad social. Es inherente a los prod u e tos de
la industria cultu ral en la medida en que es!-os productos son mol-
deados para di stra ción y griltificacíón de lo:-¡ individuos que, al
. .
consunürlos, rcorodu ccn b rea lidad social o u e t,111 (iclmcn te rcfl ej,m.
'
La ideulngía no es hoy tanto m-u drKtrin<1 expn•s;1da c·un claridad que
se eri ja F'O r encim.a dd orden social y qtw lo cclip:"~·, ponit·ndo ;1, sus
institudcnes en un claro relieve; rn,)s hi en, es esa ,·a rac~crís! ica del ;s
objet..)S cullti ra les pro du cidos rn asiv ,)mcnte lo q ue los transform.1
en una L'Specrc de «a.dhc-sívo social». /\1 transfon'lélrse nJdi1 más en
1-)5
objetos de intercam.bio y fuentes de placer, carentes de toda cualidad
crítica y trascendental, los productos de la industria cultural <Jd-
quíeren un papel ideológico que es, a L1 vez, más penetrante y más
oscuro que las ideologías previas. En todo niv el de la sociedad y en el
acto mismo del consumo placenterc'.. los prod uctos de la industria
cultural atan él los individuos al orden socia l que los oprime, pro-
porcionándoles el adhesivo socié'l] qtw torna cad a vez más rígidas,
uniforr1ws e inconmovibles a Lc1s snci.:dad('S modernas.
Horkheimer y Adorno tienen razón, en rni opinión, al argumentar
que el desarrollo de la cornunicación de masas ha tt:nido un impacto
fundamental en la naturaleza de la cultura y la idt'ologín en las so-
ciedades modernas . Tamhién tienen razón al sosten<:r que el análisis
de la ideología no se puede limitar ya al estudio de las doctrinas po-
líticé'ls, sino que s e debe. ampliar paríl advertir las diversas formas
si m ból ie<1.s que circulan en el mundo social. Pero también debe de-
cirse que su descripción de b nueva forma de ideología engendrada
por 1,: industria cultural contiene g réwes defectos Aquí me limitaré a
dos principales críticas. La prim<.:ra es que de ninguna manera esl'<1
Lb ro que la recepctón v el consumo de los productos de ][l industri;-~
ClJ Íhn\11 tenga n iils consecuencias que sugieren HorLheimcr y Adorno.
r:s el e, i r, de ningtm t"\ nt é! lteril c sti'i claro que, ,ll recibir y onsurnir
d ichns prod u e tos, los in di viduos sean im pulsados ,1 ildherirsc· al orden
soci iJ L ,1 identificarse con la~ i m:i genc~ proyec tad ,-: s y a ac0p tar de
mant-ra acrític<t L1 sabiduría proverbial que ;-,e dis tr ibuye . Esta crítka
es similar a la que he dí rígido a versiones m,is reci.entes de lrt teoría de
la id eologLl como adhesivo social. AquC co rno ~: r versiones mils recien-
tes, b tcoríil del rldhc-sivo snciill dr. c.emas iad n cosas por sen tado_
Una ·o~;.} es clcrn ostra:- que lo~ pro du ctos de la ind ustria cullurzd se
cara ete ri za n })Or fo rma tos u niformcs , un se u done a lis m o y así suce-
s ivanwnte; 1 otra es cl.cm ostr.lr que, al recibir y con~umir tales rrodnctos,
los individ uos se ven fo r zados a acl"u.:~.r de u n a m ane ra irnií < 1 tiva y
~-on fo rrnista, o :1 acluilr de un modo <1Ul' sirve Cl ge nrral p arél atarlos
,1l ordl.'n soL·i¡¡\ y pMo reproducir el st;Jfu quo. La teoría de la ideo logío
como , d wsivo soci8l supone q ue !tJ que pcwecc adhesivo fu ncinn<u¡).
1')(,
como tal, y sm embargo, se sabe muy bien -si amp)jomos un poco más
la metáfora- q ue algunos materiales no reaccionan al adhesivo.
Lo anterior suscita un problema metodológico general que retomaré
en un cñpHulo posterior. El problema es que Horkheimer y Adorno
buscan interpretM l<~s consecuencias de íos productos culturales .:1.
partir de ],y produ ·tos mismos. Describiré a este raLonamiento co-
mo la hJ!acúJ dd Íllf(·n?a!ismo. Es una falaci¿¡ porque no se dt>bc suponer
que l<ts características que disnerne el an<1lista en un producto cultu-
rill particular tendt<."in un efecto dado cuando los individuos recib<1n
y hagan suyo ese producto en el curso de sus vidas cot1chanas. 'L:1
recepción y apropiación de los productos culturales es un proceso
social co mplejo que imrlic.'l una actividad permanente de intcrprc-
t<~ción, así como la asimilación dt! un contenido signi fic;;tivo a las
caracter(stícas de fondo estructuradas soci;dmente por individuos y
grupos particulares . Intentilf interpretar las consecuencias de los
productos nllturC!l es a partir de los productos mismos es pasar por
alto estas actividades permanentes de interpretación y L\similacíón;
es especular acerca del iolpacto que tienen estos productos en las
actitudes y conductas de los indi,·iduos sin examinarlos de manera
sistcmiitica . Por su p uesto, Horkhcimer y Adorno están conscientes
de que sus anáüsis son con frecuencia de tipo tent<üivo y csp{'cul<J.tívo.
En su an<1 lisis de contenido d e la columna de <1Sirologfa ck !.os t ln/;t'-
le::; lime:,~ A dorno h <1 ce n ot ar que ·< nuestros n·sult"<1dus !ienen q u e
considt:r;1rse nc.>cesa.ria m enk como len t,\ti ,·ns. Nos p:·ui>o rci on~m
fomn;L• c:iones, cu y¿¡ validez puede y debier,: ser cst<lbhYidCJ solMJH:·nte
por lél investig <'ll'ión dellector ·'·" 7 Esta calificación es indi scutible . El
problema es, s in embargo, que la investigación necesarí:1 del lector
nunca se ll ·>vó a Cil bo, y que en la práctica este y ( tros iinális.is de
los productos n :!turc!lcs se han erigido por sí solo~ como d escrip<.'~OJWS
de cómo un.:~ nnc'va form<~ de ideologí,1, engendrad <: por i . in dustria
cultural, h,1 inducido n una conducta conformista y obcdiC'ntc,
ha forL•lecido el .sentido de fnl<'llidad y depencle;Kia, h<1 c1pagvdo la
¡ ::;¡
imaginación y atrofiado el espíritu crítico de las masas, y ha servido,
en consecuencia, para reproducir el statu quo.
Mi segunda crítica a la descripción de Hor.kheimcr y Adorno acerca
de la nueva forma de ideología es que ésta presenta un punto de vis-
ta excesivamente restringido de las manerds en que opera la ideología
en las sociedades modernas. He descrito esta perspectiva como },1
teoría de la ideología como adhesivo social, puesto que la ideología se
considera fundamentalment·e como un tipo de sustancia simbólica
que circula en t>l mundo SOCJnl y ata Zl los ii-,dívkiuos al orden soci<J.l,
de mt:~nera que este último se torna cada \'E:Z m.<Ís rígido y resistente.
al cambio socia r. Puede darse el caso de que algunas formas simbó-
licas de las sociedades modernas sí desempeñen este papet pero sería
innecesariamente restrictivo considerar Ud papel como la única
manera o siquiera como la princir;:)J In<mera en que la ideología ope-
r<t en las sociedades modemas. Si conceptuamos la idc'Ología en términos
de las maneras en que el significado sirve para establecer y mantener
bs relaciones de dominación, e intentamos distinguir diversos modos
cte operación, como lo hice en el capítulo an!eri r1 entonces observa-
remos que la teoría del ndhcsivo soci;ll pone de relieve sólo algun<Js
de las maner<1s en <.¡ue puede operar];] ideología. Aunque subraya
algunas de las rnilneras en ljUe l<ts formas sim bólica , pueden asegurar
la uni fíc, ción y cosific<1ción de las reiaciones sociales, descui.da los
modos de Jegit!lnación, si.mulación v fragmenJaciói.L La ideología no
es el ú.nico factor implicado en l<l rep r oducción de lns relaciones de
domin<Kión, y In un[fici1Ción y 1<> cosificación no son los únicos modos
CJ_Ue inter vienen en la operación de la ide (._)lobía_ Al rdra tar la nucvcl
forma de ideología cmno u n tipo de adh~si vu social, H o rkhcimer y
Adorno o frece n un;1 v i.. ión cxcesív<1mentc restri n g ida de las maneras
l'n que opera lil ideolog.ía, p rspec!"ivit que se vi ncula cor. la concepción
totnlizadori'l y con frecu encia pesimista q uC' tiene n ambos acerca de
!a.s socied<1dt,s m.odern<ls v el destino de los individu o s en e llas.
3. l~.l tercer tt' ma q ue q picro ~bordilr se relaci ona C(m esta con.cepcicm de
lo.s sociccL-,des modernas y l<1 noción oso·' i<lda d e la et trof!a d el i.ndividuo.
Hnrkh~::1mer v J\donw proyectan Uiln im agen d 2 las sociedades
J ' '
modernas según la cual éstas están cada vez más int-egradas y uni-
ficadas, como sí fueran impulsadas a lo largo por una senda de
desarrollo que, de continuar ininterrumpida, conducirfa a un mundo
totalmente rn cionat izado, cosificado y administrado_ Los procesos
de r<~cionalización, mercantilización y cosificación se han fusionado
pilra producir una tendencia cJ.si inexorable . Mientras que los meca-
nismos de producción e intercambio capítallst<~s son un aspecto
intrínseco de este desarrollo, <1mén de que han <lCelerado el proceso de
rnercantilización y cosificación, \<1 tendencia di.stinguid8 por Horkhcimer
y Adorno posee una generalidad que va más nllá de la dinámica
específica del capit<~lismo. Es parte de un proceso general de raciona-
lización que se pus0 en movimiento nHJcho antes de que el modo
cap1 talista de producción se apoderar<~ plenamente de Occidente.
Dicho proceso general de racion<1lización implica la subordinación
crecient e de 1<~ naturait'za -tonto de la natun1leza cxicrnil como de
la intern a- al ejercici o del control técnico; es un proyecto humano
con raíces p rofundils, una aventura humana CilSÍ :1r:tropológi\_·:1,
donde los s eres h uma nos, éi.l pe~se¡.;uir Jos altos ídeale·s del cono-
cimiento y de la verdad, se descubren atr<1pados en uno tramA cada
vez más expansiv<~ de dominación. En efecto, los idcaks mismos que
se hobían fijado es tab~m contaminados y ;1 por L; )t,gio de l<1 do-
min<J.ción. Los g r and es pensadores de la !iust:Jción qw.:.' pedían](!
búsqueda d e u n a ciencia positiva como una man.ern de liberar a los
seres humanos d e la t:arga de la tradición y el mit-o ímruls<1ron, a
pesar d e sus altos ídeales, a };:¡ hllmanidad hacía una nueva y más
extensa forma de d ominación. Porque «lo que los hombres quieren
aprender de la n a turaleza e:. cómo usarla a fin de ejercer una domi-
nación total en ell il ven el resto de los hombr es. Ése es el único
.;
! ')')
más en apéndices de un<1 máquina que tritura sin parar. Como los
remeros en el mito de Ulises, sus oídos han sido tapados para que no
puedan escuchar más la belleza dei canto de las siren~s: sordos y
mudos se con<'entran en ia tare<:~ que enfrent.:~n en la div isión del
t-rabajo, sin fijarse en lo que esté a un lil.do. La Ilustración se b<1
tr<1nsforma d o en el cng<ul.o total de las masas, cuyas sensibilidades
críticas están tan atrofiad<ls que se debe tni!nlener en duda su capaci-
dad para resistir, p<m> echar abajo el yugo d e la dominación y lograr
¿¡Jguna recon l·ilíaci 'n1 con un ,1 n<1turc1leza alie n ada .
H<~y alguni\S característíGJS de t1s !OO: iedades nh)dernas que podrían
otorgar credibilidad a la avilsall adora perspectiv<~ histcírica descrita
por Horkheímer y Adorno. La cn:•cicnt e burocratización en muchos
campos de b vida social; la persistencia de las relaciones de d o mi -
nación y de~ iguilldad en las sociedades ca p italistas moderni'ls, así
como en aLludlas sociedades qut' sostient-·n (o h<1n sostenido) ser soc1a-
listé.ls en algún sentido; Id creciente in1p rtancia de los prob lema:::
ecológicos; y d aumento de la concienci:) respecto a los peligros de ln
explot<1c;ón d(~scon trola da de la naturaleza : estas y otras ca racterís-
ticas de los sociedades nwdcmas se puedt'n considerar como desarro llos
consistentes .-·on la tendencia general dist-inguid a por Horkheimer y
Ad m no . Sm embargo, scmc:>jantc inte rpretn ·ión s ería gt'ncro.sa y pa-
~;u-¡ ,, pnr alto ¡,, s s t·ri ,Js 'límít,JCiones de s u e nfoque. Aquí pondré ele
relieve do" de dl as. En Fnimer lugar, Horkheirn er y Adorno enfati6an
de mcís el car;ic lt•r unifíi.".ldo ~ inLC'grado d e J¡:¡s s ociedades modernas.
Lél imagen que proyectan es J¿, d e un,, sociedad donde cada elemento
está cc1da vez más hecbo a la medida pa.ra ajustarse al todo, donde cada
aspe ~to ocu p a un lugar, y e n la ,¡ue Se no rmali za o xcluye toda JonTta
de d esvia ción o crf!ica incipie nte. Es \U"la imagen kaf'r::iana de u n,1 ra zón
instrumen ta l e nloquecid a; el ind ividuo está l:ad,. vez má::; encer rod()
en un nlundo de admini ·tración absolot,l . Pero t.'On seguricL:d es exa-
ger<~da se m ejé!.nte imagen. Aunque sin duda ~s ie rto que las sociecbdes
mo(it'rn<l:; se int· rrelacionan de muchas m anera y en muchos ni vele~·,
tatl!'o nacion;il corno inte rnaci onal nh ;n tc, t a mb i<~ll se :-!<1 d caso de
que ex t:;tl' un a g ra n c,1ntícb d de div~: rs i dad, (_i<:.sorg<1n izac-ión , discn-
li"Íl!
sión y resisten ..·i<l, y es probabie que continúe existiendo así en las
sociedades rnod~1 rnas. ¿Cómo podríamos explicar la marejada de la
revolución popular de Europa Oriental en 1989, y la velocidad con
que se derrumbaron los regím.enes políticos, si lus sociedades moder-
nas estuviesen realmente tan integradas y unificadas como sugieren
Horkheír:n.er y Adorno 7 Enfrentados como estuvieron con la persis-
tencia de un orden ~:ocía1 que satisfélce <1 algun<Js personas, pero que
cubre las necesidades de m.uy pocos, Horkheimer y Adorno se inclin,1-
ron a concluir, pienso que de manera erróneo y prem.:tura, que se
ba.n controlado los orígt'nes de la inestabilid<~d social y que se han
apagado tod <iS bs voces de la disensión seria .
L<1 scgu ndil lim.lad ón se rcbciona. con la descripción de Horkheimer
y Adorno sobrr L d ··:lü1ación del individuo. En sociedades anteliores,
la idea de !a individualidad --idea que enfiltiza la espontaneidad, auto-
nomía y unicidad dd ser humano- habia sido aliment.1da por el
pcnsamicntro filosófico y religioso, pero sólo se habí<l rl"alizado par-
cialmenle en J;¡ p rácti c.?t. La idea de la individualidad se sostuvo como
una promcs,: ins ati s fecha del pensi.lmiL·nto filosófico . En 1~ era mo-
derna, sin c~mba rg o, con el :e;urgimicnto de las grandes organizaciones
in.dustriaks y con la expan~:i ()n ,Je !a cultura de m;:sas, lt.>s in div iduos
han sido G:.d · . e:-~ m ;)s nb::;or bidos por t J!1 <'i totalidad social que no hn cL'
conn~si ;m!2s a 1;-t id e;1 lradici,Hl¡il de la individualid<1d. Los individuus
161
La única cuestión que permanece abierta para Horkheimer y Adorno
es si los deseos y anhelos reprimidos de los seres humanos, el residuo de
su humanidad latente bajo la superficie de la sociedad, pueden libe-
rarse de una manera progresiva y constructiva/ o .si las frustraciones
engendradas por una individualidad ahx tada serán explotadas por
fuerzas reaccionarias y demagogos.
La principal dificultad de esta descripción e5 que sobrestima en mucho
la medida en que los individuos se han integrado con éxito al orden
social existente. Así como Horkheimer y Adorno proyectan una
imagen sumamente consensual de las socied?.des modernas, también
proyectan una concepción excesivamente integrada del individuo
moderno. De ninguna manera está claro que todos o la mayoría de
los individuos de las sociedades industrializadas modernas estén
nitidamente integrados al orden social, con sus facultades intelec-
tuales tan severamente limitadas que ya no sean capaces de ejercer
un pensamiento independiente y crítico. Asimismo, la suposición de
que Jz¡ recepción y el consumo de productos culh.uales sirvan tan sólo
para reforza r la adhesión al sla tu qua/ para liquidar lo que ya es una
individualidad atrofiada, es demasiado simple . Semejante suposición
se apoya en la fal acia d el internalismo y simplifica much o los procesos
implicados en la recepción de Los productos culturales, en su apropiación
y en su integración a los contextos social~:; y marcos interpre tativos
de tos receptores . TCllcs p rocesos son más ·.t~ríad os y complejos de lo
que adm iten Horkheimer y Adorno. Es pr•1b2.ble que las imágenes
es tereotipadas y los patrones repetitivos d e los productos culturales
contribuynn en cierta medida a la socialización de los individuos y a
la formación d e su identidad . Pero también es probable que Los indi-
víd u os nunca sean completamente moldeados por estos y otros procesos
de socialización/ y q ue sean capaces d e mantene r por lo m enos algu-
na distancia, jnteiectua l y emocional, de las formas simbólicas que se
construyl'n a pí1rtir de ellos y en torn o a ellos. Al parecer, aun los
niños tienen un agudo sentido de la verdad y la fantasía, de lo que es
real, irreal y totalmente estüp ido en Las tiras cómicas de la televisión
que ta nto absorben de su tiempo, y al ve rlas particip2n en un compiejo
162
proceso de interpretación. 29 Suponer, como Horkheimer y Adorno,
que la recepción y el consumo de productos culturales no son otra
cosa que clavos en el ataúd del individuo, quien está más o menos
condenado a un entierro sin ceremonias por parte de las tendencias
de desarrollo de las sociedades modernas, es sobrestimar el grado
en que la industria cultural (entre otras cosas) ha aplastado la in-
dividualidad y simplificar mucho Jos procesos que intervienen en la
recepción y la apropiación de los productos de estas industrias.
En esta sección fi.nal del capíí:ulo deseo considerar algunos de los escritos
d~l exponente contemporáneo más influyente de la Teoría Crítica social,
Jürgen Haberm as . Si bien Habermas ha recibido una gran influencia de
los puntos de vista de los primeros teóricos críticos nunca toma de ma-
nera acrítica las ideas de sus progenitores intelectuales: aun cuando la
influencia de Horkheimer, Adorno o Marcuse es clara, Habermas da tí-
picamente una nueva forma a sus puntos de vista en un marco novedoso
y les asigna un nuevo sentido. El primer trabajo de Habermas sobre la
transformación estructural de la esfera pública recoge algunos de los temas
de la crítica de la industria cultural, pero los replantea de una manera
novedosa y reveladora. Al prestar una mayor atención al desarrollo de las
instituciones de lus medios desde el siglo XVH hasta nuestros días, Haber-
mas explora el ongen del surgimiento y la desi,.•tegración subsecuente de lo
que él llama «la esfera pública». 30 Como ámbito de comunicación y debate
estimulado por el surgimiento de !a comunicación de masas en la forma
de una prensa independiente con una escala relativamente pequeña, la
esfera pública bu rguesa creó un foro donde la autoridad del Eslado pod(a
]6)
ser criticada y liamada a justificarse ante un público bien informado y
razonador. No obstante, éste era un foro limit<.~do y frágil, y fue soca-
vado con efectividad por el desarrollo del Estado y Las ínstituciones sociales
no esta tales en Jos siglos XIX y xx: el crecimiento del Estado y de las
grandes org,-,nizaciones comerciales en el campo de la comunicación
masiva han transformado de manera fun dame n tal la na ciente esfera
pública, de modo que el potcnciJl crítico inherente elia ha sido truncado
o t!mpuj,1do a la clandestinidud, y hoy día retiene su valor más como una
promesa, como un principio inminente de crítica, que como una rea-
lidad institucionalizada .
Fn esta sección deseo ex<münar el <~rgumento de Habennas con
z.lgún detalle. Al hacerlo, me concentraré sobre todo en su primer tra-
bajo, y especialmente en los argumentos desarrollados en The Structura/
Transform,7fion olthe Public 5'phere.~ 1 Tales a rg umentos, aun cuando son
cruciale:;; p ara comprender los escritos más recientes de Habennas, no hnn
,·,x ib id.o to l<1vía b atención gue S<:> merecen en el mundo <mglúfonoY Pero
d e rnanern m,1s in1p;)rbmtc, mi razón para concentr;-.nne en el trabajo tem-
prano de !-·Iabcrm.1s es que representa Luto de los pocos in lentos sístetn<llicos
r'or d esarrollar t¡n¡:¡ lcurí<~ d e la comunicación de m asas hist·óric,l!nentc
inforrn<~ da, y por repe n~ar J.¿, n a turalez a y el p:1pcl de la .i deología en es-
te marco. En t.:slc sentid,), el tn1bajo inicial d e H abenna.: ofrece algo q ue falta
en sus escr¡tos m cí.s recientes . F.s tos ú! ii m.os se preoc upan c;::.cL1 \·cz m ás por
los problemas de la racionalizací ó:1 sodat el d e;,.r.rollo de ],¡ comunicación
de mc1S<'~S se pierde de vtst<t, mientras que una v ,t.!->ión p articular del gran
rcl<:üo d e !él trans forma ción culhiral asunw un pa pel cada v ez m ás p ro-
minen te. Co mentaré mis té1rde este giro dellrabajo de Habermas .
En 7he Slructural Transformation o/ the Public Sph ere H abermas
obse rv,1 que, Aunque !,1 di s tin ción público-privado da!'ZI de la G!'ecía
, J l' Jr,l cl'llOCI.'r un ;¡ d b cripdllll ,:,e nl'r<li de toda ~ obrn de í·L1b nn<'l >, vé .-\SP en -·s¡x·ci<li
Thomil::, k ·a rth y, T!lt' Crili al Thcory o/ Jürgen /1,¡[nTmas (Cambridge: FPi itv Prcss, 197t)}
[ tril d .cn ~ L 1,1 ur u~ ]. v foh n B. Th omp son ,\,e Da..-id He!d (ed .), lia /!erm . J:;: Critica! Uebt11es
íLondres: l'vL~ dvh !l<i n , 1982).
.1 2 Esta nm1sión se t•x p llc¡¡ e.1 par le por d hec ho de q ue Thf' StnJ<-tura) Tran ::.i(Jrrihltion o f thL'
Fub/ic Sphert>"'<.: p uL,kú en i 1glé.s en 1989. 27 aiios d espué s de:\~ .1p :~ r i c ión d el origi nal
L' l1 ~ le m;í n .
clásica, asum.ió una forma nueva y distintiva en lé! Europa de los siglos xvn
y xv111 en el co.r1texto de una econonúa capitalista de rápido desarrollo y
el establecimiento de un Estado constitucional burgués. En sentido estre-
cho la «autoridad pública» pasó a referirse cada vez más a una actividad
relacionada con el Estado, es decir, a las actividades de un sistema de
Estado que te1úa esfer;-:s de íurisdicción legalmente definidas y un mono-
polio de uso k¡tftimo de la violencia. <<L<l sociedad civil>> emergió como
un campo de rel,1cioncs et:onómica.s privah!.<l das guc ~e est?.bleciewn
bnjo b protección oc.· la autoridad pública. El ámbito <<privadcl ·> com-
prendía así tanto el campo en expansión de las relaciones econórniCilS
com.o la esfera Üüi rna de las relaciones personales que se desprendían
cada vez más de la actividad económica y se anclaban en lil institución
ele la fmnilio conyugal. Entre el ámbi~o de la autoridad pública, por un
l<'~do, y el ámbito de iJ. sociedad civil y de ]J esfera íntima, por el otro,
emergió una nueva esfera de «io público»: una esfera pública burguesa
que consistía en individuos privados que se habían reunido para debatir
entre ellos y con las au toridades estatales la regulación de la sociedad
civil y la conducta d el Estado. El medio de csla confrontación era significa-
tivo y carecía d e precedentes: el uso deL: razón, expresada ést¡:¡ por los
individuos privad os cnirascad üs en un dehah.~ en principio abierto y sin
restricciones. Esta const·elacíón únicil de relilciones públiC<-)5-priv<Jdas,
tal como <1pareci' en la prirnera Europa modcma, se: resume en la.tabla 2.1.
La esfera pública bt1rguesa se desarrolló iniciaimente en el ámbito
de la literatura, y s e transfonnó después en una esfera pública que
guardaba una relación directa con Jc~s cuestiones políticas. A fines del
siglo xvn y a comienzos del xvtn, los salones y ,_·afés de París y Londres
se transformaron en centros de discusión y deb<1te; eran Jos principales
sitios donde los individuos privados podfan reunirse par<~ discutir Jsuntos
literarios y, cad a ' 'ez más, cues tiones de interés general. Tales discusio-
nes fueron facilitadas por el d esMrollo de lél industrié! del periódico. En
tnnto que los p rimeros desplegados de noticias y periódicos se interesa-
ban sobre todo por tmnsmitir in form~cit"))l de diversos tipos, en el curso
del .siglo wm se orientaron cada vez mús hilCÍél lo expresión de pun to. de
\'ista políticos. La prensa se transformó en un foro decisivo del debate
Tabla 2.1
pública j
i- - --- ---- - - ········- -- -
l"""'"
¡
J Esfe ra íntima Esfera p(!blicl en d Co11e
co~yug•l) ómbi<o li<ecmo
FUF.NTE: Adaptado de Habcnnas, The Structu.ra! Transformatron/ ... op.á t., p . 30.
J6 (-¡
la educación estaba ampliamente determinada por el derecho personal
a la propiedad. M<H-x percibió y criticó el prejuicio de clase inherente a la
constíh.ICión real de la esfera pública burguesa; por ejemplo, en un ataque
acerbo a los «llam ados derechos del hombre>> en On thejewish Ques-
tion.33 Pero, según Habermas, si algunos aspectos de la esfera pública
burguesa eran una expresión velada y falsa de los intereses de clase, ésta
incorporaba, sin embargo, ideas y principios que iban más allá de las for-
mas históricas limitadas en que se realizaba. Incorporaba la idea de que
una comunidad de ciudadanos, reunidos como iguales en un foro ajeno
tanto a la autoridad pública del Estado como a los ámbitos privados de
la sociedad civil y de la vida familiar, era capaz de formar una opinión
pública por medio de la discusión crítica, la argumentación razonada y
el debate. Incorporaba lo que Habennas describe como un principio de
<<Carácter público>> o <<publicidad» (Pri.nzip der Offentlichkeif): es decir,
que las opiniones perso na tes de los indjviduos privados podían evo-
lucionar y convertirse en una opinión públicn mediante un debate
racional-crítico de u n p üb lico de ciudadanos que estaba abierto a todos
)'libre de toda dominación .
A pesar ele que las id eas y los principios representados por la esfera
pública burgue.s<1 n o se realizaron nunca del todo en las propicias con-
diciones hist-óricas de la Europa del siglo xvm, el desarrollo posterior del
Estado y otras organizaciones sociales no consigmeron edipScl.rlos después.
Por un lado, la naciente esfera públic<l fue ahogadJ. poco n poco por la
expansión de un Estado intervencionista que cada vez asumía más una
amplia serie de funciones de bienestar y, por el otro, por el crecimiento
masivo de las organizaciones i.t"1dustriales que cada vez asumían más
un carácter semipúbüco. Estos desMrollos paralelos dieron origen a una es-
fera social repolilizada d onde grupos ele interés organizados iuchan por
una participación más amplia de los recursos disponibles, de una ma-
nera que elimina en g ra n parte el papel ck·l debate público permanente
entre los individuos pri vados. Al mismo ti emp o, las instituciones que
:n Vt>;;se K;d Marx, OJ1 the jew1sh Question, en Karl Mar x y FreJ cri ck Engels, Collected
11-(.:r.(~· (i. un.Jrcs. Lowrencc & Wishart_ 1'.175), vo l. 3, p .l6l . [lrad .cast. FCf.]
l67
una vez sirvieron como foro para la esfera pública burguesa desapare-
cieron o sufrieron una transformarión radica l. Poco a poco declinó la
importancia de los salones y cafés, y las instit-uciones de comunicación
de masas se transfonnaron cada vez mcís en grandes organizaciones
comerciales. La comercialización de la comu nicación de masas alteró su
caráct(~ r de manera fundamental: lo que u na vez fue un foro privilegia -
do d e~ debate racional-crítÍCl) Lí;ücamenl<' se transformó en otro campo de
con~_;umo cultur<1l, y la naciente esferil p ública se d.e.rrtm1bó pil ra conver-
tirse n un mundo fi cticio de seudopriv( cía gue s mold eado y controlddo
por la ind ustriil cultura l. Como observa T-Ia bermas,
com li consumidores tanto de los p roduc tos de los medios com o d e aque-
li os pro el u ctos eh: liJs que lil s o rganizacioncs de los med í os obten ían
ingresos ¡ or anunciarl os .
Adem,l.s de la cornercializilción d e la comunicación d e masas, se
d esil rrolLnon. nu eva s técni cas d e «m a n e jo d e In o pinió n>> lc1s c u a les
se emplearon cada Vt' Z m cis e n aque ll as á reas d e L-1 com:.micación ma ·
sivf! que toda vía g u ()rctdban unél rel<1 c ión d.i recta -on los i1SLuüos p ol ítiCll.·.
Aunque tales técnic;:~s se dirigen más <1 los in d iv idu os como ciudad anos
privados que como consumidores, y t~X [) Io ta n iil idea d e un ptíblico de
indi vid uos privilclos qu e usan la rL1zón, apro-vechan dicha id ea pan1 s 11 s
J(ik
propios fines. Desde d velo de un supuesto interés público, los servi -
cios formadores de opinión promovieron los objetivos particulares de
grupos de interés organizados . Los residuos de la esfera pública burguesa
han adquirido d~: esta manera un cará c ter casi feudal: se emplean
nuevas técnicu:; pa ra ·:·onferir a la autoridad pt'1blica el tipo de <lur<\ y
pr~·:::tigio perstl;'.al,_¡ue alguna vez otorgó la publiCidad prep.trada por
lns cortes feud<1les . Esh releudalización de la esfera pública la tr<Jnsfonna
en un teatro y convirrtc ·"la política en un espec táculo man ipulad o don-
de los líderes y pnrl"idos buscan de manera rutlna.riil el asen t rmiento
!(luda torio ele una población despolitizada S1 b ien algu;¡a ve z fue un
principio crítico anpleado por individuos priv<~áos en contra del poder
establecido de la a utoridad pública, «la publicidad se ha transformndo
en un principio ele inh:uración conlTolada (ejercido por las agencias esce-
niticadoras: la éldministración, los grupos de intereses especiales y, sobre
lodo, Jos partid os) » .3~ El grueso de la p obla ción se ha trans for m01 do en
un recur~t > con trolado a l cu.-:1 se excluye e icaz,nente de la ciiscttsió n
pt'1blica y d e los ~noc~sos de te m.a de decisiones, y dei que los iídt'res y
los partid es en ocasiones buscan extraer, con ayuda de las técn:cas de los
n;cdios, sHfici enlt? aproba ci ón para legi hm.a.r s us programéiS y c om-
prom ísos p rllítícos.
Aunq ~ te lo: dcs¡:¡rr l! os de los siglos :~ 1x y xx h1111 s nca vado lil csfer<;
p1íl::d ica burguesa y han transfor ma do el principi o de publicidad en un
(1HI1<1 de .i ntereses creados Habc rrnils no desurL: L1 posíbilid ,)d clL' que
Vi 1/>:if.• p 2tl7
de toma de decisiones del Estado; y (3) se rel::Jhvi.zan los corúlictos de in-
terés estructurales «de acuerdo con la norma de un interés universal
que todos puedan aceptar ». 3 (' El principio crítico de publicidad que
emergió con la esfera pública burguesa no se ha eliminado del todo de
la conciencia política contemporánea: sigue ¿;cnerando cierta oposioón
a la versión transform ilda y deformada de la publicidad que es poco más
que una representación tea tral en busca de aplauso. Al igual gue la ideil
de democracia con la que se vinculaba de algu n il:; mc:meras, el princi-
pio crítico de publicidad retiene su vulor como po.trón contra el cual se
pueden evaluar de manera crítí.ca los arreglos institucionale.:::; existentes
y ex plorar de m.anera imaginativa las posibilidades para un orden social
más rzcional.
Este argumento cuidadoso y de gran alct~ncc reb.tivo a la formación
y desintegr<1ción de la esferil pública burguesa plantea muchas cuestiones
qu€' const·rvan s u vigencia para ei análisis polí tico y social cont-em p oráneo.
Aur1qu<.' The Structural Transfonrwtion of the Pubhc5pherees uno de los
pri!lltT , )S trabaj os de Habermas y ha sido complem.entado y desplazado
en cí t>rfos aspectos por el desarrollo posterior de sus puntos de vista, qucd<1
claro que la ideZJ. d e una esfera ptíb!ica, com 1J una comunidad de indi-
v idu os undos por su pa rti cip~cíó n en un dc>b<.Jtc c ríti co-racional, s e
m<mti ¡:ne como un hilo condu cto r de su tr<\l>ajo . Ad em.ís, este estudio
tr?.e él un prirn.cr plano --·de una mJnerc1 CJl iC está a·usentc en gran me-
dida d e los escritos s ubsecuentes de í1abe rn~;: s y de c;si todas las dem ás
aportaciones ;:ti pensamiento SO(lill y polít ico ( lmtemporáne o--- e l papel
de la comunica ción de mC~sas como fac tor fon:1,1 tivo en el d esarrollo de
lé!S s ociedades modcmas. Es sobre todo en esre aspect c' del es tudio en el
que deseo concentrarme aquí. Quiero argum en:tM que, en tanto que
Habermas ti e ne ra zón (l\ s ubray u la import,~ncia de la co muni cación
d e m 2sns, su d escripción de L.1s consecue n cias desi ntegrado ras d el de -
sr.rrol!<l d e L1s insti tu cio nes de los m e dios e:·s unilateral y sulJ);:¡ mentc
ncgaiíva . ElaborMé: es k argumento a partir de cuatro puntos principales:
(1) la no•.ión ck ¡,·; rdcu d.ZJ.ii:c<JC t(m de In estera pú blica; (2) la concepción
]7()
de los receptores como consumidores; {3} la descripción de Habermas de
la nueva ideología; y (4) la relevancia contemporánea de la idea de la
esfera públíca.
171
las condiciones de recepción de los mensajes y l<1s maneras en que los
receptores los ínterpret<'ln . Asimismo, en virt-ud de que durante los si·
glos XIX y xx el desarrollo de la comunicación masiva ha estado
<1compañado de procesos de democratización en muchos países, los in-
dividuos que reciben los mensajes mediados han adquirido nuevas
fonnas de poder y una nueva conciencié! d e s us derechos. De aquí
que el dcs<tlTl)llO de la comunicación de m li SD~ n o sólo haya creado
nuevos e~.:·cnarios para !,~ pn~sent-ación n•i dadosanw nte manejad,1
de los líderes y sus puntos de vista: tambi én h a d.1do .:l estos líderes
una nueva visibilidad y vulnerabilidad a11te rúblicos que son más
extensos y que poseen más informoción y p od er (por muy intcrnü-
tentemente que se expresen) que nunca anies. Tntvrprctar semej<lnte
escenario como un<l refeudalizñción de ia cs{cril púbhca equivale i'l
conccntrCJrse en un aspecto relativam ente :::uperfici,;l de la política
en la cr<1 de !a comunicación mas.íva --es dC'cir, e! cultivo de la im(lgcn
y lu preocupación por las presentaciones vísto.s,1.S- y desatender los
c<1mb.ios fundamentales en términos de la dísponihilidad de información
y el poder político guc a L1 vez que han acompail;ldo el desarrollo de
J¿¡ comumcación masivél., han sido íacilita dos por ést,l .
2. Un segundo defecto relacionado con la d escripci(m de Habermas es
que tiende a tra.L1r a los receptores de los meuséljes de los mcdlos como
cotlsumid,xes p asivos a los que subyugn el espectáculo, manipulan lils
técnil-;1"5 inge niosclS y adormece una aceptación .:ondcscendientC' dcJ
slatu quo. El consumo pasivo de imágenes y mensa jes h~ remplazado la
participación <~ctiva de los ciudadanos en un d e bate cr!tíco-racional,
y Jos ind ividuos son sometidos a , l~ influidos [)Of, un conjunto de
lécnic;:s empleadas paw fabric.:~r una o pinió n y un consenso sin
p.1rti·~-ipi1ción ni dcb;;;te. AC[llÍ tambi én, se m ej ante arg umento lÍt'!lC
cierí:a c re dihilidad; sin duda es cie rto q tt e u n cunj un to de técnic<~ s,
.:dgünas de ell<~s tom fl cbs dt'l mundo de la public idad , se us<m para.
culti v<H las im ágenes y prom1wcr las id e as d e lo s líde res y partido~
polítil~OS. Sin emb<Hgo, resulta muy fá.cil c xagPrM esle .:>rgumcnto.
Puesto que se ha tratado a los individtws con1n nmsumidores pasivos
de imágenes e ideas, con suma facilid;1d se da pur sent<tdo que se han
\72
transformado precisamente en ello, es decir, en una masa despo-
litizada que es moldeada y manipulada eficazmente por los medíos y
otras organizaciones. Tal suposición, evidente en la descripción de
Habermas, es dudosa. Inc:urre en la falacia del internalismo: infiere
"sin justificación, con base en la producción y lns características de un
producto cultur<ll en particular, que éste surtirá un efecto d<1do al ser
recibido por los individuos en el curso de sus vidas díari<~s . FxL~gcrn
respecto a la pasividad de los individuos y el grado con el cuJl se
orientan hacia el consumo de los mensajes de los medíos y en cómo
reciben su influencia . Hay poco margen de justificación para este
aspecto de la d escripción de Habermas. Además, al dar por sent;-¡da la
eficacia política de los mensajes de los medios, el argumento de
Hc1bcrmas tiende a pasar por alto el nuevo tipo de /ragfjjdad que ad-
q_uieren los procesos políticos en la era de la comunicación de masas.
Como argumentaré más a fondo más adelante, puesto que los procesos
políticos se d an. h o~; d ía en un élmbito social <<rico en informJc ión »
·· es decir, d nnd c los indiv idu os tienen un acceso rnayor que nuncil
<1nte:o. a la información y <1 ],1 comunicación transmitidas por rnedios
té-c'nicos-, lo, líd eres po líticos y los funcionarios estaial~s inlerüan
cada vez más d e ontrolar -·-y se vuelven cada vez más vulner¡¡b[es
por su incapa cidad pi>ra hacerlo por completo-!<1 dí fusión eh: las
imágenes y la informé\ción de la que depende en p<lrtc el l'jercício de
su poder.
.3. 1\l triltLlr (l lns receptores de Jos 1ncdios nlasivos corno consurnldnrc::-:
pasivos subyu gados por el espectáculo y manipulados por los medins
técnicos Haberméls comparte la perspectivél adoptada por Hork-
heimer y Adorno en su análísis crítico de la industria cultural.
Hélbermas t nmb ién comparte la percepción de éstos acerca de l<1
«lHHoV<-1 ídcoJog ía,, ¡:¡la que su~n1estamcnte hn dado orígeíl el des<'lrro-
llo de la comu n i ·ación de maSéiS, y ello, como sostendré, representa
un ter er d efecto d e la descripción de Habermas. De i1Cltcrdo con esta
pPrspecUva, la id.Lología y,1 no toma lJ forma de un sisrema coherente
ck idcns o creencias difernitcs, corno léls viejas idcologi<~s poLíti.cas clcl si-
p ]o xr:-., sino c¡uc m<Ís bien es inherente <l los ¡)roductos de las indust-rias
'·'
de los medios en la medida en que tales productos repiten el statu quo
y hacen que los individuos se integren a él, eliminando cualquier
elemento de trascendencia y crítica. La industria de los medios
engendra una «falsa conciencia" y un <•Consenso falso». << La crítica
inteligente de los asuntos discutidos de manera pública cede el
paso ante un estado de ánimo de conformidad con las personas o
personificaciones presentadas públ icam ~nte; el consentimiento
coincide con la buena voluntad evocada por la publicidad>>Y En la
medida en que prevc1Jece un consenso en las socicdñde.s modernas, es
un consenso falso y fabricado, pues se trata más dd efecto de ias
técnicas formadoras de opinión empleadas por las industrias de los
medios que el resultado de procesos de argumentación y deliberación
surgidos entre ciudadanos haciendo uso de sus facul tad es críticas.
Esta descripción de la nueva ideología engendrada por las industrias
de los medios sufre de debilidades similares <ilas gu~ vtcian los escritos
de Horkheimer y Adorno . Lct ideología se considera en esencia como
un tipo de adhesivo social que circula en el mundo social por v.ía de
los productos deJas industrias de los medios y gue integra e incor-
pora a los individuos al orden social, reprodu ciendo a~;í el statu qua.
Al igual que la de Horkheimer y Adorno, esté! descripción presenLJ
unil t:(met~p ción sumamente res tringí 1a de la io<:ologí.1 y del modo
en c¡ue opera en las sociedades modernas. Habermas ofrece, como
Horkhein.ter y Adorno, una descripción dl' l<t nueva ideol.ogía que
enfatiza de más la medida en que los prodltctos culturales pueden, y
han podido, integrar a los individuos a un orden social que supues-
tamente se reproduce de este modo . No obstante, la descripción de
Habermas plantea otros problemas en tanto que emplea términos
como <•fa!sa conciencia» y «falso consenso>> sin aclarar y justificar
plenamente su uso. Su trabttjo posterior poddn verse, de alguna ma-
nera, cumo un intento por responder él tales problemas, al prescindir
de nlguncs y tratar otros en fonnas que han conducid o <1 una revisión
considerable de sus puntos de vis la. Hoy día, dudo si Habermas
3t) f-tct ben na~. Thc Theor\' ofCtJin rniJ/J JCdlivt.? At-flon/ \·ül 2}' _op (·it ., p.. 355 .
..)(i/bid .• ¡' ."l5·!.
-! l /bid., p 3S5
[7(¡
cotidiana es mucho más compleja y posee muchos más estratos, y
está mucho más imbuida de relaciones de poder, de lo que podría su-
gerir el argumento de Hilberrnas. Si desarrollamos una concepción
más amplia de ideología, como intenté hacerlo en el capítulo ante-
rior, entonces .la acción comunicativa diaria puede seguir analiz;:índose
como un emplazamiento, de hecho central, de la ideología: los anun-
cios recientes de H abermas en relación con el fin de la ideologío son,
como tantos otros gue se han hecho, decididamente prematuros.
4. Por último, pennítaseme regresar a in descripción de Habennas sobre
la h·an.sfonnad ón de la esfera pública y abordar un cuarto asunl·o que
emerge de este esL1.1dio: ¿hasta qué punto puede usarse la idea de la
esfera pública como modelo para pensar en el desarrollo de las insti-
tuciones tanto políticas como de los medios de comunicación en las
sociedades modernas? Habermas reconoce que las sociedades indus-
triales han can1bíado tanto que no se tratada de restablecer la esfera
pública burgue ·a tal como existió en la Europa del siglo XVJI!. Sin
emb<ugo, él sostit:-ne que en 1<'1 actualidad la idea de li1 esfera pública
hxlavía tiene valor como patrón crítico, e incluso sugiere, si bien de
manera tentati va, que en el futuro podría reconstituirse una esferJ
pública, aunque s;,bre UlM bJse institucional diferente. Argum.ent<1ré
que la idea d' la esfera pública sí retiene hoy ciíJ cierto valor como
patrón crítico; por ejemplo, llama nuestra atención haciJ la im-
portancia d e un.a esfera de comunicación socié1l que no controi.1
totalmente el Estado, ni se concentra en manos de las grandes orga-
rli;;:.aciones con~erci.ales. Retomaré este punto en una etapa postcrioL
Pero aquí quiero presruntar si, aparte de consideraciones generales de
este tipo, la ide~ de la esfera pública tiene algún valor hoy día como
un modelo para la reorganización institucionaL ¿Es plausible sugerir,
s1 bien de m<JncJ·a t entativa, que pudiera reconstituirse una esfera
rüblicil en las condici nes de las socied¡¡d.es i.ndustri<llcs modernas?
Sostendré que seme¡ante sugerencia no es plausible y que la ide<t de la
c~fera pcíblica es en gran medida inaplic:<~blc en las circunsti1nCids que
:e viven a fines d el síglco :<x. Esta idea contiene dos t~spectos que
lim¡ t;: n seriamente su relev ;1ncia con tcrnpor,1nea ,
L/7
La primera limitación surge del hecho de que la idea de la esfera pública
emergió, como lo demuestra Habermas, en las condiciones de una
circulación relativamente restringida de materiales impresos y la
discusión de éstos en foros públicos como los salones y cafés. De este
modo, la idea original de la esfera públi..:a se ligó a los medios de im-
presión y a la conducción de discusiones cara a cara --estimuladas e
informadas por los materiales impresos- en foros «públicos» (esto
es, abiertos en principio u todos), pero ajenos al poder político insti-
tucionalizado. Habermas sugiere que, en tanto que hace mucho
tiempo que han declinado o desaparecido los foros tradicionales que
nutrían la esfera pública, la idea de dicha esfera podría reactivarse
sobre una base institucional diferente. El problema con esta sugerencia
es que el desarrollo de los medios técnicos ha alterado drástica-
roen te la naturaleza de la comunicación de m?.S<1S y las condiciones
donde se produce, tanto así que la idea original de la es-fera pública
no podría reactivarse simplemente sobre una nueva base. Los me-
dios de in1presión han cedido cada vez más ante las formas mediadas
eli:'ctrónicamente de la comunicación de masas, en especiJl la te-
levisión; y estos nuevos medios han transformado los condiciones
mismas d e la intenJCción, la comunicación y la difusión de la in-
formación en las sociedades modernas. La idea original d e la esfera
pública, unida al medio de la impresión y a la conducción de inter-
acciones cara cJ cara en un local físico compartido, no puede aplicarse
directamente a las condiciones creadas por el desarrollo de los nuevos
medios técnicos. Si he mos de dJr algún S t~ntido a estas condiciones y
a l;;s oportunidades que proporcionan, ckbem.os prestar mayor aten-
ción que Habermas a la naluraleza de los medios técnicos y a su
impacto en b vida social y políticel.
La segunda ra zón por la cual la iden deL; esfera pública posee hoy
d ía una relevancia limitada es porque :~e vinc ..tla de manera fund a-
rnentai con una noción de formación partícipativa de opiniones . La
idea de la esfera pública supone que las o pinjones personales de ks
mdividuos se trclnsformarán en opinió•; pública med ia nte la par-
ticipación, y sólo m.ediantc ella , en un Jebate libre e ig ualitario qu!:!
178
esté abierto en principio a todos. Pero esta suposición, sin importar
la relevancia que pueda haber tenido en la vida política del siglo xvm
(y ésta puede haber sido considerablemente menor de lo que sugiere
J.-laberrnas), está muy alejada de las realidades políticas y las po-
sibilidades de fines de! siglo xx. Hay, por supuesto, muchas áreas de
la vida social donde los individuos podrían asumir un papel más
importante C' los procesos de toma de decisiones, y podría darse el
caso que una mayor participación en tales procesos facilitara la for-
mación de lo que Habennas llama <<la opinión pública» . No obstante,
en el plano de la política nacional e internacional, y en los niveles supe-
riores donde se ejercita el poder en las grandes org<mizaciones
comerciales y civiles, es difícil ver cómo podría ponerse en práctica
de alguna maner<:: significativa b idea de la formación participaliva de
opiniones. A lo su mo, lo que podemos esperar es una mayor di(usíón
de la información relativa a las actividades de personas y o rga-
nizaciones poderosas, una mayor diversidad de canales de difusión
y un m a)IOc énfasis en el establecimiento de mecanismos mediante
los cu ale~ "· p u eda dar cuenta y controlar estas actividades. Hoy día
vivimos en un m undo donde la mera escala y compiejidad de los pro-
cesos de tom a de decisiones limita l;; medida en que éstos se pueden
organizar de man era pa.rticipativa . En consecuencia, la ideo original
de la es fera p ública, en la medida en que se vincula con la noción de
la formación participativa de opiniones, posee hoy día una re-
levancia limitada.
Por estas razones d ebemos tra tar con cierto escepticismo la sugeren-
cia de Habein1as en cuanto a que la esfera públka podda reconstituirse
hoy sobre una base institucional diferente. Me parece que debería-
mos dejar de lad o semejante sugerencia y considerar de nuevo los
procesos de med ial"ización de la cultura moderna y democratización
de la política moderna, procesos que se han traslapado en un grado
significativo y ban creado en parte las condiciones sociales y políticas
de la vida de la era moderna . Si bien el primer tré\bajo de Habermas so-
bre la transfonnación estructural de la esfera política no ofrece una
descripción satisfactoria de tales procesos, representa una contribución
179
valiosa, aunque un tanto olvidada, a dicha descripción, cuyo desa-
rrollo se mantiene tan necesario como siempre.
l l::\1)
y el desarrollo de la comunicación de masas como el surgimiento y el
desarrollo de una variedad de instituciones relacionadas con la pro-
ducción y difusión de las formas simbólicas; es decir, interesadas en la
mcrcantili:z.ación de la cultura y en una circulación extendida.
1~1
-- ·····-·····- -······ ························· ····- - ··········- ·····- - - - -- -- --· ----------
CAPÍTULO 3
EL CONCEPTO DE CULTURA
\R _)
del concepto de cultura podremos obtener una comprenswn más
profunda de lo que interviene y de lo que debe evitarse en el estudio
contemporáneo de los fenómenos culturales. Por t~nto , empezaré es-
te capítulo ofreciendo una breve visión panorámica de este desarrollo.
Mi objetivo no es proporcionar un examen exhaustivo de los muchos
usos, pasados y actuales, del concepto de culturZJ, sino más bien poner
de relieve algunas de las principa.Jcs líneas de su ernpJco. 1 En aras de
la sencillez, distinguiré entre cuatro scntidus básicos . El primero es el
que er<: élf'<orcntc en las primeras discusion ...'S de !0 cultlnu, en especial
en .1quell¡:¡s que se produjeron entre los fi lC1~ofos e historii1dorcs ale-
manes durante los siglos XVI!l y XIX. En est;:¡s discusiones el término
«cultura» se usr~ba generalm('nte para referirse a un proceso de desa-
rrollo inte!t>ctual o espiritual, proceso que difería en ciertos aspectos
del de «civilización» . Podc.;rnos describir e.ste empleo tradicional del
t¿rmino como la r oncepción dásfc,1 dE' la cultura. Con la aparición de la
antropología a fines del siglo x1x/ la concepción c:lcísiu cedjó el paso
ante di versas cnnccpciones antropológicas d e la cultura. Aquí distingo
dos d e ta les concepciones: lo que llamo la concepdón descriptÍva y la
concerr·ión simbólica. La concepción descriptiva de la cultura se refiere
al cnn¡unto dtverso de villores, creencias, costumbres, convenciones,
J·,~·,bitos y pr;:ícticas carélcterístic:os de una sociedad partí ular o de un
periodo históri~..-o. La concepc ió n simbólica d esplaza el enfoque hacia
un interés por el simbolismo: de .:~cuerdo con clia, los fenómenos
cult·ur.1les son fenómenos simbólicos, y e l estudio de[¡¡ cultura se
interes a esencialmente por la interpretación de Jos símbolos y de la
acción simbólica.
L<1 Clmct•¡JCíón simból ÍL:d es un punto de p1rtida adecuado para
de:.;,nrulb r un enfoque cons truct iv <) P'' t·a el t studio de los fe nómenos
ctdtu:·al{':; No 0b~ t.wtc, la debíiíd8d de esta concepción -en la form<1
l [Ja.ra conoct' r alg unas discu siones gener2les ¡¡cerca dd corKepto de cultura vé-ilnse /\.L.
Krocb. r y ·~! yd e Kluck ho hn, Cultur(': A Cúiic .1 Re :·ii'w o! Conn¡;ls and Ddinitions
(Cambrid ge, Ma:;s ac husetts: Papcrs of the Peabody Mu$eum of American Arch<H!Qlogy
and Et.ho nology, H,;rvard Un iversity. i~52) ; Raymond Wíl lía m:, , Kcy1-vords, A Voc.Jbular:v
o! Cu lture and Socie~y (Lond res: funt,lnD, 1976 ) v C u/!r1re (l.ondrl'S: Fontan a, 19Rl).
Íircld.C clSl. ÍJJ idósj
en que aparece, por t:jc mplo, en los escritos de Geertz- es que no
presta suficiente atención a las relaciones sociales estructuradas donde
se insertan siempre los símbolos y las acciones simbólicas . En con-
secuenci:t, fomwlo lo que !lamo la concepción esfnJCfuraldela cultura. De
<H:uerdo con e!h, los fenómenos culturales pueden entenderse como
forrn<~s simbólica:; en con textos estructurados; y el análisis cultural
puede interpreLu:,:e como el estudio de la constitución significativa
y de la contextualización social de las formas simbólicas . Lama-
yor parte del pn.~sentc capítulo se relaciona con la elaboración de los
dos rasgos imp licndos por la concepción estructural de la cultura: es
decir, la conslilllción significativa y la contextualización social de las
formas simbólicas.
Al conside rar las formas simbólicas en relación con los contextos
sociales estructu rad )S en los cuales se producen y reciben, la con-
cepción estruct ural d e la cultura proporciona una base sobre la cual
podemos empezar a pensar en lo que implica el surgimiento y el desa-
rrollo de la comunicación n.1.asiva. De deterrninada.s maneras y en
virtud de ciertos medios, la comunicación masiva. tratn de la pro-
ducción y trans misión dE:' las forméis simbólíc<1s. La comunicación de
m<1sas es cierta mente uni\ cuestión de tecnologfa y de poderosos me-
GHtismos ele ¡"Jroducción y tr2ns misíón; pero también es una cuestión
de formas s im b(,ticas, de expresiones signifíc(ltivas de diVL' rsu~ tipos,
que son prod ;1c idas, transmitidas y recibidas por conducto de le1s
tecnologías desplegadas por las industrias de tos medios . De este mo-
do, el surgimiento y el d~'S<HroJio de la comunicación de masas puclkn
considerarse como una transformación fundamental y continua de las
maneras en qu e se producen y circulan las formas simbólicas en las
sociedades mod ernas. F.s en este sentido cuando me refir:r.-) a la mc-
diatizilción de la cultura m ode r n él. Lo que define a nuenra cultura
como «modet:n¡¡ '>es e l hech t de que, desde fines del siglo xv. la pro-
duc<..'ión v l<'l irculc ción de las formas simbólíc<~s han estado creciente
.J
!.8S
CULTURA Y CIVILIZACIÓN
186
asociaba con la cortesía y el refinamiento de los modales, mientras que
«Kultun> se usaba para referirse a los productos intelectuales, artísticos y
espirituales donde se expresaban la individualidad y la creatividad
de la gente .
El contraste gennano entre Kullur y Zívilisah'on se vinculaba con los
patrones de la cslratifi cacíón social de la Europa moderna temprana.
Norbert Elias ha examinado con cierto det,>lle este vínculo." Como observa
Elias, en la Alt>m,:nía del siglo xvm el francés era la lengua de la nobleza
cortesana y de le~; estr:1tos superiores de la burguesfa; hablar francés er<l un
símbolo de prestigio de las clases altas. Además de las clases altas, existía
un estrato de intelectuales que sólo hablaban alemán y gue pertenecían
principalmente a los círculos oficiales cortesanos y ocasionalmente a la
nobJezi'l terrateniente. Esta úJtclJigentsia concebía su propia actividad en
términos de sus logros intelectuales y artísticos; se mofaba de las dases attas
que, aun cuando no lograban nada en este sentido, gilstaban sus ener-
gías en refinar sus modales y en imitar a los franceses. La polémica contra las
dases altas se expresó en ténninos det conh·aste entre Kultury Zivilisation.
({Nos cultivamos por medio del cnte y de la ciencia», señaló Kant, «nos
civilizamos [al adquirir} una variedad de buenos modales y refinamien-
tos sociales··.3 i:...a inl·elligentsia alemani'l usaba el término Kulturpara
expres;u su posi ..:ión pecu ii<H y para distinguirse y distinguir sus togros
de las clases altos, a las .~u;:¡ les no tenía acceso. En este sentido, la sihla -
ción de la inteiUgentsi<! al~'mano difirió significativamente de la francesa .
En Prancia existió también un naciente grupo de intelectuales, que
inc!uL: a Voltaire y Didcmt, pero éstos fueron asimilados por la gran
sociedad de la corte ~e París, mientras que sus contrapartes alemanes
fueron excluidos de la vida cortesana. Por consiguiente, la intclligentsía
a!cmanil buscó y e ncontró su re<llización y crguHo en otra parte : en los
Ambitos de la ac C~ rlem ia, la ciencia, la. filosofía y el arte, es decir, en el <'ím-
bito de la KtJihJr
2 V b~t·
Norbert Elj i!.~, The (_j ¡'JJÍ2 Úifr J'n.>ce,<:>, vol 1: Tht: HÍstory o! M;¡nners, trJd . Edmunrl
Icrhcolt (Oxford . l3asil 13lackwell, 1978), '·'P 1 ftr¡¡J .cast !'U;)
.) lmm,; n u el Ka nt, m enr ·, onado en T1'6rli'rbnch d "" Jncob Gr imm y ciraclo en t-:roo::bn y
Kit1Ckh,1hn, Cvlfllre: A Crllic,?l R t•VÍI? l·V, .. r)p.dl., p. il
IR7
A fines del siglo xvm y comienzos del XIX, el término <<cultura»
t,1mbién se usaba comúnmente en trabajos que buscaban servir como
historias universnles del desarrollo de b humanidad. Este uso era
p<nticularmentc> fuerte en la iiteratura alen<ana; por ejemplo, en los
tra bajos de Adcl u n.g, Herder, Meiners y Jenisch. Fue en el trabajo que el
})rimero lkvó a cabo en 1782 donde apareci6 por prinh.'ra vez la expresión
<<l.:..ultur-(,{:sdu"chfl.->,, «historia de L1 cultura>>. 4 En estas historias, el término
«cultur:J >:;e u ~~a c~n general en eí sentido del cultivo, el mejoramiento y
el ennoblecimiento de l<ls cualidades físicas y espirituales de una persona
o un puehlo. Las historias de la cultura expresaban así la creencia que
tenía la Ilustración f'n el carácter progresista de la era moderna, al
tiempo que transmitían la connotación positiva de <<cultura » COITW el
des¿¡nollo y el cnnoblecínüen.lo genuinos de las bcultadcs humanas. La
más L:onoóda de estas primeras historias d e la cultura fue la obr0 de J.
G . von Herder, Jdet>n Lur Ph1fosophie der Geschíchte der i\4en:ic!Jheit"' que
se publiLó c riginalrncn.tc en cu<~tro volúntcnes ent,-L' 1784 y 1791." En
l~ sta VC\SL-<1 o br:1, ll erd er pn'sc rvó algunos de Jos énfasis de sus contcm-
pod nv os , aun q ue ri tid1 ei etnocentrismo característico de m.uchos
lrab,•j os li U" se presentJban como historias u n i versales. En respuesta a
lo que ctmsideró CCil1!0 una maL~ inteiJ.""lretación de sus ideas, Herder apuntó:
Nun c.:1. m e l-'a~/; FC•r ia Jncnk, c:l em p lear ia,· pnca s ex¡~n?S i n cs fi-
-~ V éa.~c J. C. .-\ <k ttJng, h:r.,uch eincr CcschJchlc d,!;- Ku}t; Ir d es ,\{¡>nsch /ichl'n (;c.->ch/echts
iL et¡'Ll!;: C ulf jtd' H rortcl ];,~2).
_, Vt!asl.' 1. G V<W • Herd er, Ideen z ur PhiJosophie der Cesd1ichte der Mensd1heit, r ep r. como
._ -., Js l3 ':r. 1-1 , L· n l3ernh <n d S11p h <1 m (ed .), 5::¡ mmtlichf! Wn kl' (13 erii n : We id m <~n mc he
Huchhanrllu n¡;, 11\B"i) . Un.1 n l iL" ió n <:'11 in,>i les t! e Ideen a ra reci ó con el títll lo d e (Ju:lil1cs o!
.1 l 'hi!¡)sorh_FUI tfw lfislon · v(!'v!;lll, tra d . T. Churchill (Lond res: J. johnson, 1600).
188
para q\ll" todo individuo de la especie humana deba avenirse a lo
que nosotro>!lamamos cultura, término para el cual debilidad refina-
da sería a menudo un" expresión más apropiada? Nada m ;í~~ vago
que el térmíno mismo; nada más propicio p;ua desviamos, que apli-
carlo a n acion 0s y 0poc:ls ente~as. 6
La concepóón descriptiva
l<JO
los más importantes estaba Gustav Klemm, cuya obra, Allgemeine
Culfu¡-Geschichte der Menschhei~ se publicó en diez volúmenes entre
1843 y 1852. Klenun trató de proporcionar una descripción sistemática
y amplia de «el desarrollo gradual de la humanidad, al examinar las
costumbres, habilidades, artes, herramientas, armas, prácticas religio-
sas, y así sucesivame nte, de pueblos y tribus de todo el mundo. 7 El
trabajo de KJenun era conocido por E. B. Tylor, profesor d e <mtropología
de la Universidad de Oxford, cuya obra más importante, Pnmilive CuJhmJ,
se publicó en dos volúmenes en J 871. En el contexto inglés, e] contraste
entre «cultura » y <•Ci viliza<.:ión >>no fue tan marcado como en Alemania.
Tylor empleó ambos térmi.r1os de manera intercambiable y presentó esta
definición clásica al principio de Primitive Culture:
i9J
descripción de Tylor, una de las tareas del estudio de la culhrra es disecar
estas totalidades en sus partes componentes y clasi flCarlas y compararlas
de manera sistemática. Es una tarea similar¿; la que emprenden el botá-
nico y d zoólogo: «Así como el cntálogo de todas las especies de pl<1ntas
y an im a le s de una io c:.;lidad represerdél S l i fl o ra y su fattna, la lista de
todos los ~~;pec!-o.-; de la vid,-, general d e un pueblo representa esa totAlidad
que lL:1 E1anws su ( uitur;¡,, 9
·Ld como le pone <:n claro la última obs(>rvaci6 n, el enfuque de Tylor
comprende un<~ se rie d.:• suposiciones n\etodoJógi c:~s acerca de cómo se
debe t':~ludiil r la e u ll u ,.i:l _ l~1Jcs suposicíoncs constituyen a la cultura co-
mo el nbjeto d¡~ una investigación cicntifi ca y sistemática; producen lo
que pod1~mos de~cribir como la denHfiZación del concepto de cultura. En
t<mtc) que la primer<1 concepción clásica_ de la culturil era sobre todo un¡¡
noción hum;;nística interesélda en el culti v o de las facultades humanas
por medie de obras eruditas y tlrtísticas, }¿¡concepción descriptiva de lél
cultur,l, t <l! como ap<ncció en los escritos de Tyior y otros, se consideró
'---' lYtl10 el princi-r,al ?.poyo de un<1 nueva di:.ciplina científi.ca relacionada con
':! fh;d., p. ~
w Jbid., r 1
1' ) _!_
previas que per~i s lcn en el p resente y que d(ln testimonio de los orígenes
primitivos y bárbaros de la cultura contemporánea.
El carácter científico y evolutivo del trabajo de Tylor fue coherente
con el clima intelectual gene ral de fines del siglo XIX, momento en que
los métodos de las ciencias p ositivas se estaban nda ptando a nuevos cam-
pos de investigación y cuand o tenía unc1 gran p enetraci ón el impacto
de las ideas de D<1rwin. En los escritos Jc antropólogos posteriores,
e~t·o:; énfasis fueron moderados un poco o a veces fueron despla zado~
l'll pctrte por otras preocupaciones. Por e jemplo, Malinowski adoptó en
sus escritos de las décadas de 1930 y 1910 una " teoría científica de la
cultura >> y respaldó una p erspec tiva evolutiva ca lificadil; sin emb<1rgo,
s u principal ntt:rés con sistía en des arrollar un enfoque fun c ionalist<~
ilcerca de la cultura, en e l cu ill los fenómenos culturales se pudier<~n
<1J1 dliza r en términos d e la sa tisfacción de las necesidades humanas .11 La
concepción d e cu ltura emplea da por tvlalirmws ki es una versión d~ lo
qu e he ll a mado la concepción descriphva. St'g ú l\ é1, los seres humanos
~·-•n dis tintos e n d os as pectos. En pril!ler lugar, varían en cu.:mto a ::-; u
l~~_üructura corpo ral y ,1 sus caracle rís tic,l <; fi ~io lógicas ; ei esh1dio de tales
variaciones es labor de la antropologí,1 físil:J _ A ~ irnisrno, varían en tér-
minos de su «h e rencia s ocial" o cultura, y tales va riaciones atai1en <1 la
'' ctn tropología e u I tura 1» . L<J ndturll comprende a.rtefactos, bí e n es , pro-
c:esos técnicos, i ·leéis, hábitos y valores hered ados. <<La culturo es una
rt'il lldad suigeneris y se d ebe eshtd iar corno tlll » . ~ F.l estudio de la cul turC1
1
11 V éí1SC Bmn ísl nv: MaLnnwski, A :)dentífi,- 7JJ,•n¡:¡·ui Cu/tu n · .11ld Other b says (Ch:~p el Hlll,
CarOWlil d el Nor(e: Uni,·c-rsi :y oí \io r lh C; ro,Jína PreS$, l 44 lL [t r,: d c.;sl. EdhJ "il ]
! ~ Vé'ase flronis ],lw M iilmowski. "Cultu rl' ". e:,-, Fnty dop.11!dú1 o/ //![· Soci,¡/ Socno'e~. voL 4
(i...( >llllrc:~: tviacM illan , 931i. PP - 6:2 1·623 1 ;·id 1 :~ Kah n, f.'/ con cepto clr:· /,¡ ,-uilur,¡_ !c .'- ,~,, ,
tlllii. idilJl ~n taJ~.:.":t·, 1\.ntlgT ¡!n'ta ]
1') _~
A pesar de los diferentes énfasis evidentes en los escritos de Tylor,
Malinowski y otros, todos comparten un punto de vista común de la
cultura y de las tareas - D al menos algunas de ellas- del estudio de los
fenómenos culturales. He c<~racterizado este punto de vista como la
«concepción descríptiv<~>> de la cultura, concepción que puede resumir-
se así: la cultura de un grupo o sodedad es el conjunto de creencias, costumbres/
ideas y vrLlores, asíconw los artefactos/ obje!(Js e instrumentos matenales que
adquie..ren los individaos como núembms de ese grupo o esa sociedad; y el es-
tudio de la culh1ra implica, al menos en parte, el análisis, la clasificación
y la comparación científicas de estos diferentes fenómenos. Sin embar-
go, coll1o hemos visto, existen puntos de vista divergentes acerca de cómo
deber[a proceder el estudio de la cuhur;::; por ejemplo, si debería efec-
tuarse en un marco evolutivo, o si debería d ársde prioridad al análisis
funcional. Las principales dificultades que enh·aña la concepción descrip-
tiva de la cultura, tal como ha aparecido en la literatura antropológicil, se
relacionan más con estas suposiciones asociadas a cerca del estudio de
la cultura que con la concepción de la cultur3 misma. Hay muchos cam-
pos donde tales suposiciones pod rí.1n ser cuestionad<IS, y de hecho lo han
sido, por parl·e de los an!:Topólogos y otros que se interesan por la lógica y
la n1etodo logía de la in ve.siigación social; y si estas suposiciones se po-
nen en tela de juioo, enlonces la concepd ón descriptiva de la cultura
pi e rde gr <m parte de: .su v¡:llor y utilidad, puesto que el punto principal
de esta concqxión er2 definir un,1 serie de fenómenos que se pudieran
émalizar de m.1ile.r-.~ científica. y sistemátíc;,L Sin un a mayor especifica-
cíón del m étodo de an<ilisis, la concepción descriptiva de la cultura puede
quedarse r;irando en el vacío . Asimismo, nwy bien podríamos tener
algunas reservas en relación con la extensión misma del concepto de
cultura, tal como lo emplean Malinowski y otros. Al usarse para ¡:¡barcar
todo lo '}' lt' <<varía» en la vida humana, a parte de tas rneras caracterís-
tka. física." y fisiológicas dd ser humano, el concepto de cultura se vu elve
coextcnsivo ck iJ ant-ropo!t)gÍ<l misma, o más precisamente, de la «antro-
poJ<.,gí<l cultural•• . El concepto se torna v<1go e n el mejor de los casos y
redundante en el peor; como sea, cor.re el pelig ro de perder el tipo de
precisión q ue convendría <l una di sci plina q ue busca establecer sus ere-
l9·'Í
dcnciales intelectuales. La preocupación por contrarrestar dicho peligro
ha sido uno de los motivos que respaldan la formulación de un concepto
de cultura un tanto diferente dentro de la antropología.
La concepción simbólica
13 L~siH:A. VVhtte, Thf' Suena· of Cu/wre· A Study o! M,w .utd Civi!J;:attvn (NtH''··~ York:
Fzmar, Sh' a tt:;;s & Cu d;'h)·:, p. 363.j!r:,,J.c¡JS!. P.1,dósj
sus escritos ayudaron a preparar el canúno de una Cl1rH..:epción que subrayó
el carácter simbólico de la vida humana, correspondió a otros autores
desarrollarla de manera plausible y efectiva .
En años recientes, la concepción simbólica de la cultura ha sido
colocad;1 en el centro de los dt~bates <Jntropológícos por CHford Geertz,
cuyo trabajo magistral, ?J¡e lnterpretation o{ Cultures/ representa un in-
tent-o por extraer lñs impLicaciones que tiene J.icha concepción para !CI
naturaleza de la investigación ,mtropológica. Geertz describe su concepto
de cultura más como «semiótico), que «simbólico», aunque esta diferen-
cia terminológica cilrece de importancia aquí. El interés fundamental de
Geertz recae en c~¡estioncs del significado, el simb olismo y la interpre-
tación. «Al crec1· tal como ~vax Weber, guc el hornLrc es un animal
suspendido t·n Lamas de sígnificació:l tejidas p or él m.ismo, considero
quC' i8 cultura se Cl)mpone de ta les tramas y que el an,1 1isis de ésta no es,
por tanto, una cienci<1 experimental en bust·a d e l ey(~s, sino una ciencia
i nterpretativ <1 en busca de signi fkado)>H La e u ltura t'S U!1a ,, jerarqu ia
estratificada de estrucfur:;s signific;llí v as>:-_: consiste en dCCíones, sím-
bolos y signos, en «espasmos, gui:1os, falsos guiños, parod i.ls», así como
en enunciados, conversacionC's y soliloquios. Al an <'llir.n r b culturn, nos
abocamos él ld tarea de descifrar cap as de significado, de dl·~scribir y re-
describir acciones y expresiones que son ya signific;¡fiv;1SJV1l"<7los individuo.'>
rnismos que lils producen, perciben e interpretan en el curso de sus vidas
diaríils. Los análisis d e la cultur,1 -es decir, lo,<, escri tos etnográfico~ de
lo~ <lulropólogos- son interpretaciones de interp retacione~ , dC'scripcio-
ncs de segunda JTt<H10, por así decirlo, de un mundo que ya es descrito
e irdcrpretado constantement·e por los Índividuos que lo constituyen. El
elnórrrafo «inscribe'' el discurso social, es decir, h' asienta por escrito; aJ
(.)
l-t !ilford Gcer<z, The lnlerpr<"I.II!Oil ulCullures (NuL'v;¡ Yor k Bilsic l:lo,ol-.,., 197:1). p.).
[trad ..~JS I. :::l·ci,,.;¡ )
busca captar lo que se «dice>> en el disaLrso sociat su discurso significalivo,
y fijar lo «dicho» en un texto escrito. Como tal, el análisis de la cultura tiene
poco gue ver con la formulación de leyes y predicciones, para no hablar
de la construcción ele grandes esguemas evolutivos; se asemeja más a la
interpretación de un texto literario que a la observ0ción de una regularidad
empírica. El analista b·ata de dar sentido;:: las acciones y expresiones, y
especificar el significado que tienen para los actores que las ejecutan, y al hEl-
c<:>rlo así, avenh1rar algunas sugerencias, algunlls consideraciones refutables,
c1Cerca de la sociedad de la que fonnan parle estas acciones y expresiones.
El enfoque interpretativo de Gecrtz al es tu dio deJa cultura es de
gran interés, pues reprLSenta un avance antropológico que coincide en
ciertos aspectos c on dcs:nroilos de otras áreas de las ciencias sociales y
las humanidades. Este enfoque se apoya en una concepción de \;:¡ cultura
que he descrito como la «concepción simbólica », y que puede cann:-
terizarse en general de la siguiente manera: la culturiJ es el p ;ltrón de
significados incorporados a las fom1as simbóHcas - -entre las que se incluyen
acr.'iom.:s/ enunciados)' objetos significa tiFOS de diversos tipos- en virh1d de
los cuníes Jos individuossecvmumám entre sfycomparteJ/ sus cxpeúenda.~~
concepciones y l.TCCJ?(_"'.itJS . El análisis cultural es, en primer lugar y arüe
todo, la elucidación de estos patrones de significado, la explicación
interpretativa de Jos significados incorporados a las formas siui.bólicns.
Visto de esta manera, el análisis de los fenómenos cultur<~les s~ transforma
en una acti·vidad muy distinta de la que implica la concepción descríptiv:1,
con sus ::.u posiciones asociad(IS a cerca del análisis y la clasificación cien-
tíficas, acerct1 d el cambio evolutivo y la interdepe ndencia funcional. En
la descripción dt:' Gcertz, el estudio de la cultura es una actividad más
parecida a la interpretación de un texto que a la clasificación de la flor<1
y ia fauna . Lo que requiere no es tanto ia actitud de un anJlista CjlJ(?
busque clasificar y· cuantificar, sino más bien la sensibilidad d e un in-
térprete que busqu e d esci fr;lJ" patrones de significado, discrimin<H entre
d_istintos mi!hce .. d e enlid o, y volver inteligible unJ (orm& de vida que
y;¡ es de p )f sí significativa ¡x1ra h)s q<lC L1 viven.
En mi opinión, el trabajo de Gc- ~rtz ofTcce la fonnulacíón más impor-
t,H\ te: del concepto de cultura que h<t surgido de b Ji terMurJ <~ n.tropológ iu 1.
197
Ha reorientado el análisis de la cultura hacia el estudio del significado y
del simbolismo, y ha puesto de relieve la centralidad de lc1 interpreta-
ción como enfoque metodológico. Es precisamente porque encuentro tan
interesante el enfoque de Geertz que quiero invertir aigo de tiempo en
examinar lo que considero las dificultades y debilidades de su trabajo.
Me limitaré a tres principales críticas. Primero, aunque Geert!. ha inten-
tado formular unn caracterización precisa de la concepción simbólica
de cultura, de hecho usa el término «cultura» de varias maneras dife-
rentes, de las cuales no todas parecen ser total mente consistentes. Por
ejemplo, en un punto dado, Geertz define la cultL:ra «como un pa !Tón,
transmitido históricamente, de significados ql:e se .incorporan en sím-
bolos>), en tanto que en otro pasaje la cultur<~ se concibe corno «un conjunto
ele mecanismos de control --p!¿;ncs, recetas, reglas, i.nstn.Kciones (lo que
los ingenieros en computación llaman 'prC'·p·amas')- para gobernar
l<1 conducta» .\ 5 De acuerdo con esta ültirnz:. concepción, la cultura se
asemeja más a un patrón o un plano para organizar los procesos sociales y
psicológicos, patrón que según Ceertz, es necesario porque la conducta hu-
mana es «extremadamente plástica)>. Sea como sea, de rünguna manera
queda claro cómo se relaciona cstil concC'pción de la cultura como reglas,
planes o <<programas» que gobiernan la conci:...;(ta, con. la concepción sin<-
bólica de[¿¡ cultura como patrones de significados incorporados a las formas
simbólicas. Tampoco resulta evidente que el an.ilis/<; de l<J cultura, conccbidCJ
como la elucidación de reglas, planes o «program as>, equivaldría a la
explicación int\':rpretatíva del significa do . Elu cidar las reglas, planes
o <<programas)> que gobiernan la cond uc ta l1wna na puede requerir que
se preste <~tención a los patrones de si gnifi cado, pero LHn b ién puede
requerir gue se haga lo mismo con otros factores, corno las regla mentacio-
nes y m tinas, las relaciones de poder y desigualdad, y las tendencias sociales
más amplias; 8nalizM los parrones de significado no p uede esclarecer, por
sí solo, las reglas, los planes o los «program.aS'> que gob icrrw n la conducta
humana. En consecuenri:-1, el uso que hilce Cecrtz del término <• etillura», y
su punto de vista acerca de la na tu raleza y las hHCc1S del anál isis e u !tu ra 1,
l')S
no son tan darcs y consistentes como podrían parecer en un comienzo.
Una segunda dificultad en el trabajo de Geertz se relaciona con la
noción del texto, el cual desempeña un papel central en su enfoque. Tal
como mencioné antes, Geertz toma prestada esta noción de Paul Ricreur,
quien ha intentado definir las características clave del ~exto y desarro-
llar una teoría de la interpretación sobre esta base. 16 Geertz parece emplear
dicha noción de dos maneras diferentes y ambas origimm problemas.
En algunos contexi:os, Gcertz sugiere que el análisis cultural se relaciona
con los te xtos en el sentido de que la práctica de la etnografía es la
producción de textos: los textos con los que estamos tratando son textos
etnográficos, q ue' fijan lo dicho» del discurso social. Ahora bien, no cabe
duda que escri bir elnografia implica la producción de textos . Pero, ¿dónde
están los argumentos que ?.poyen la afinnación de que lo que los textos etno-
~r;Micos hacen, o deberían intentt~r hacer, es «fijan>lo que está «dicho,, en
el diso1rso social de los sujetos que forman el objeto de la investigación emo-
gráfica? Tales argumentos no pueden encontrarse en los escritos de Ricceur,
cuyas propuestas relativas a la fijaci ón del significado no tienen nada
que ver con la rel<~ción entre el investigador cienhfíco y el suje to / obje to de
su invcstigdción. Además, a veces resulta difícil conciliar la propia prác-
ltca de Geertz como etnógrafo con este precepto metodológico. Por ejemplo,
en su <•Deep Pl¡:¡y; Notes on the I3alinese Cockfíght", ens¡:¡yo brillante e
imaginativo de la etnografía interpretativa, Geertz in terpreté! la pele,1 de
gallos com.o tilla «fom1,1 artística» en la cual y m~diante la cual los balineses
c x pe: ·i :n cnt~: ;1 y d rama ti zan sus p reocupaciones por la posición social; es,
en par abras de C ofh11an, un <<baño de sangre por la posición S(Kial» que da a
lo:; baiitWSL' S un a n! an e ra de percibir y actuar sus relaciones sociales sin
Cl)rrcr el riesgo de mod ificaJ·las o interntmpirlas rcalmente. 17 Aunque esta
interpretación es brillante e ÍIJ< c'<ginativa, Geertz no proporciona ninguna
l 6 Véilse en cspeci.al Patd Ricceur, Herm encu fics and thfC Hum an Sáenct:s: Essay,· on Lmguag e,
A ce un and fn l erprela tion ed . y 11 ad )ohn 13 . Thom pso n (C a mbrid c;•': Cam b ridge
Un ; v~rs i t v Press, 1981); e fn ferp ret,, tir_>n Fhc(.;:.y : J),:,cou¡_,;· .!ntl !he5urp!u_
, u/_11,/ean in¿: (f ort
\Vonh: Te xa s C hr is ti an Uni versity ? ress , l'J7(·,¡ f·.n el c.:pi tulo 6 anaiJ ¡ ¡¡rt con rná s
d etil !le la teo ría d e b int erp re t<~cí (Jr;_
! 7 V,; ~ w Cl tf lo rd G ee r tz, " Deep Pl;;.y: !'Jo te:. u n thc B a l me ~ c Cockfi ¡; h1 ", en Th e In :er-
pr.:-·:,-n,J;; ,;/ c·u. '!uF:·.,~ ...: ..p .ci! .. pp . '11 2--'i."i .).
199
defensa convincente de 1~ afirmaáón de que esto sea lo que significa la pelea de
gallos para los balineses que participan en ella. No realiza entrevistas entre
una muestra representativa de parbcipantes (o si lo hace, no nos lo dice),
rú ofrece su interpretación a los baline..ses para juzgar si ellos la considenuian_
como llllJ versión precisa de su propia compn:'n sión. Hay aquí problemas
m.elod ológicos qu e m erecen ser discutidos en sí mismos, 1s pero el punto
que deseo acenttn.n es Slmp:enwnte que la rt'lal'ión en tre el texto etnográfico
y el tema acer _:a del cuál e~cnbe el etnógLüo puede ser considerablemente
más complej<l de Jo que su geriría el precept(' m t'lodológico de Ceertz,
Sin embargo, Geertz t~mbién emplea la nnc h)n del texto de una
man~ra algo distinta. A veces sosUenc que el análisis cu!hJral se relaciona
con textos, no nada n1.ás porque escrihií etncc;rafía impliqut' la producción
de textos, sino también por(jue los p<1t:·0nes de sign.ificado que el etnógrafo
buscc1 c(1ptar están en sí consfnlidos como un texto. La cultura se puede
considerar como «un conjunto de te xtos >>, cotno «donunentos <~ctua.
dos», cm no <<h·abajos ima¡_.,rir1<1t1vl\S construidos con rnatenales socinl ""-· · El
propósito de esta analogíd es dirigir nuestra atención hacidli'ls maneras
en qt1e se inscribe el significado en t1s formas culturales y permitirnos con-
siderar e l análi s is de esta~ formas como algo semejante, en aspectos
esenciales, a la interpretación de un te::.. to literario. aCunsidcrrtr las inst i-
tucione.s, llls costurnbrcs y los can1b ios sociales corno s1 fuesen ' ieíhles'
en algún .se ntido im plica m odjficar todo nues tro sen ti d o el ·l o gue e:;; dicha
i.nlt>rpreLlCión y Gl.n1.bi<1r!o hacia m odos de p ' rL ,11l>icnto algo rnás f<'lmi-
liarcs parr1 el tradu ctor, el cx -"ge ta o el iconógrafo, q ue p ;n,1 el aplicador
d e pruebas, L1 persona dedic<1da al ,m ,i lisi s fa ctoria l o el encl <'str.do,.::o
Comprendida de esta mane ra general, la ;wa logía es un recurso metodo-
lóg1co útil; si.n en1.bilrgo, los prol lemas su rgen tan pronto como se investiga
lS A lgu nos d t lo proble mas rnetodo l(l¡_;ic0s dL· h obrJ de Ceer t;; S t'n ,;n .1li/..-:dns por
Vinc;, nl Crapan z.1 no, ·' J-!é rn1 ~S Dile nun.1 : The . la slj n g of SubH·rsron in Ethnogr,;ph :c
Desc r.ip t:on", t~ n j.Hnes Clifford y-Go:oPO: i\ . ~vlilrc us (cd ._), Writin,'; Cu lture: Tf;, - Poc!ics
.1nJ Politic; t)( f:)!mo,/frap!w ('Oc:rk('lcy Un i,·..:r~ÍI I ' o( C ;~ IJ(ornia l'rl''>~. l%6), pp. 51·7' .
[ l V&ase Cf't>r l.~.• Tf?,J kterprc>!,JI!Oll t) / Cuíl UTt',, , op. át. , rr y
lO , 4·tS :i. Vé.l s e l;1m hí<!!1
Cli fo rd C,·é>rlz, Lo.-.-il Knu•ded¿:l': h irth,•r l·:-;_,.7\'.' 1i1 fnt<Crpr dati t t' "'nthropolo~jl· {Nu~'.'il
\ (>rk Ba. ic Bo-vks, l %31, pp . ) (i v ,-;
20 C~'-'rlr. , !.I!Cii/ J....illlwk, (¡;e, ...o¡uit .. p :l i
2UU
la analogia en dctilile y se examinan las suposiciones sobre las cuales se
bnsa. Geertz no expresa tales suposiciones de manera clara y explicita, y
se apoya en cambie en referencias ocasionales de Rica;ur para justificar el
uso de lil analogía . No obstante, la conceptuación del texto de Ric<J:>ur,
~us argumentos en favor de trator la acción como un texto y con su teoría
de b interpret.1ción se ptwden cuestionar en ciertos Llspectos fundamen-
-
hÜes . Como he argumentado en otra pélrte, pienso que se puede demostrar
que el e nfoque de Ricceur implica una cosificación í.njustifie<lble de la
acción y unil abstracción engaúosa de las circunstancias sociohistóricas
en que se producen, transmiten y r<:.'Ciben las acciones, los enunciados y, de
hecho, los textos. 1 Por muy útil que see1 en un nivel generJI el uso que 1
201
dar sentido a los fenómenos en cuestión. Vistos de esta manera, los fenóme-
nos culturales pueden considerarse como si expresaran relaciones de poder,
como si sirvieran en circunstancias esrc dficas para mantenerlas o
interrumpirlas, y como si esh1vieran sujetos a múltiples interpretacio-
nes divergentes y conflictivJs por parte d e l:..1s individuos que reciben y
perciben dichos fenómenos en el curso de sus vidas diarias . Ninguna de
estas consideraciones figura ele manera prominente en e} enfoque de Geertz.
Su énfasis recae en el significado más que en el poder, y en el sígnificado
más que en los significados conHicb·os y divergentes qlle pueden tener los
fenómenos culturales para individuos situados e:1 diferentes circunstan-
cins y dotados de diferentes recursos y oportunidades. En este sentido, es
prob<tble que el modelo del texto de Ricceur sea algo confuso. Según él_ la
caracterísbca clave del texto es su «distanciamiento>>de las condiciones
sociales, históricas y psicológicas de su producción, de tal manera que la
interpretación del texto sólo puede basarse en el análisis de Stl estruc-
tura interna y contenido. Sin embargo, proceder de esta manera significa
pasar por alto las fontM!:i en que el texto, o ei análogo del tex to, se inserta en
los contextos sociales en los cunlcs, y en '-' ;rtud de los cuales, se produce y se
reCibe; significa olvidar el sentido que tiene para los individuos que parti-
cipan en 1,1 creac..ión y el consumo de este objeto, los individuos para quienes
csl·e objeto representa, de maneras diferentes y tal vez divergentes, una
f\wma simbólica significativa. La concepción s im bólica de la cul t-ura, espe-
ci;1ln1..:ntc Cc);no se hn ~_,L-~ b orado en los escritr~s de Geertz, no consigue
pn:st;':r Si.lficil>nte ;l\t>!lción a los prob k !TlclS ci cl poder y el conflicto, y de
manera general, a los contexto::, s ocial~:'::; eshTlcturados en los cuales se
producen, transmiten y reciben los fenómenos culturales.
Lo~; .málisis preceden tes <Kerc a de las dderen 1 L'S UIPC('jXÍOn <·~ de la cuitura
rrop orcíonan el tel ón d e fondo <.>m[r¿¡ L'l ru ,·;i deseo deliucar un enfoque
attenwtivo para el estudio d e !os icnómenos ullturales . Al desMrollar
cst1· en foque mto basaré en la concepción ::,imból ica formulada por Gccrtz,
20 :2
aunque intentaré evitar las dificultades y limitaciones evidentes en su
trabajo. Propondré lo que podría llamarse una «concepción esh-uctural»
de la cultura, con la cual me refiero a una concepción de la cultura que
enfatiza tanto el carácter simbólico de los fenómenos culturales como el
hecho de que tales fenómenos se inserten siempre en contextos sociales
estructurados. Podemos ofrecer una caracterización preliminM de esta
concepción al definir «el análisis cultural» como el estudjo de las formas
súnbólícas -es decir, la:·; ao..-ianes, los objetos y las e,'q-Jre.!:J·ione; signih'cativos
de diversos tipos- en rel<?oón con Jos contextos y proct'sos hist6n'camente
e.!:lpecíficos y estructurados socialmente en Jos Cllales, y por medio de los
cuales, se producen/ transmiten y reciben tales fonnr7S simbó/jcas. En esta
descripción, los fenómenos culturales se van a considerar como formas
simbójjcas en contextos estructurados; y el análisis culturai -para 11sar ttn<l
fórmula abrcvinda que explicaré a fondo más tarde'..'- se puede considerar
como el estudio de 1a constitución significativa y la contextualización
social de las fornus simbólicas. Como formas simbólicas, los fenómenos
culturales son s ignific;)tivos tanto par¡:¡ los actores como para los analis-
tas_ Son fenómenos que los actores interpretan de manera rutinaria en
el curso dt: sus ,·idas diarias y que reclaman und interpretación por pMte
de los analistas que buscan captar ]Js características significativas de la
vida sociill. No obstante, estas form.as simbólicas se insertan en contex-
tos y procesos sot:iohistóricos en los cuales, y por medio de los cuL~Ies, se.
producen, tr2l.nsmiten y reciben. Tales contextos y procesos se estructu-
ran de diversas mémeras . Pueden caracterizarse, por ejeunp lo, por ser
relaciones asimétricas de poder, por un acceso di_ferencial a los recursos
y oportunidé1des, y por mecanismos Ín,<;titucionalizados para la produc-
ción, transmisión y recepci ón de l<is formas simbólicas. El análisis de los
fenómenos cu ltu rales implica elucidar estos contextos y procesos estruc-
turados socialnwnte, asf como interpretar las formas simbúlicas; o, como
intCi' t<Hé demo ITar cor más detalle en un capítulo posterior, implica
ínterp!·etar las furma s siJr,bólicas por medio del <1nális.i~ de contextos y
procesos estructurados socialmente.
Al describir est<' cnncqxi''"n de lJ cultura como una concepción
«<::Strul.turah>, (] UiCrO rcmC'1' de relit>VC lJ preocupación por los contextOS
LO .~
y procesos estructurados socialmente donde se insertan las formas sim-
bólicas. Sin embñrgo, no quiero sugerir que dicha preocupación agote
las tareas del análisis cultural: por el contrario, lo que es crucial es j¡¡
manera en que se vinculél esta preocupación con la actividad de la inter-
pretación La concepción estructural de la cultura no es tanto una
nllernativa aJa concepción simbólica conto un.:t modificación ele ella: es
una manera de m.odificar la concepción simbólica tomando en considc-
riiCÍÓn los contextos y procesos cstructur;H_Ü)S socí.illmente. El término
«estructural», tal como lo uso aquC no d ebe confundirse con «estruc-
tural;.sta>> EstP último se usé\ generalmente pnra aludir a una variedad
de métodos, ide,)s y doctrinas asociados nm pensadores franceses como
Lévi-Str:;uss. 13arlhes, Greiméls, .1\Hhusser y, ;d nt(:nos en algunas fases
de su tr,d:ajc\ Fc,uc:aulL lvl<í ...; tarde exarnin,n? c,Ju .1lgtín detalle los pun-
tos fuertes y débiles de los mdocbs cstrucí uudist<)S. Por el momento
bastará con estnblc-cer nna distincü)n entre Jus 1~1sgos esh·uchJrales Ínfemos
de las fom1as simbólicas, por una parte, y los conte.!r.Iosy procesos eslruc-
fl¡rados socialmente en los cuales se inse rtan las forn1as sin1bólicas, por la
otra. Los métodos estructuralistr.s se relaciona n tradicional y fund,1-
mentalrnenle con los primeros -es d ecir, L' On los rasgos estructuréllcs
internos dt> las fonnas simbólicas- en tanto q ue b concep ción estructura[
de la cultura se preocupc1. por lom.:tr en cuen l <~ los contextos y procesos
estructur<~dos socialmente. Argumentaré m<-ís tarde que los métodos t>.struc-
turc:ili.sLls pueden ser útiles como medios p<tra analiz.:tr rasgos estructurales
intcrn0.s tales como la t•::-:tructurn de la n¡_1rraii1.-.; dc'splcgada en un texto.
Pero L:mbién sostendré que, por diverséls r¿¡zoncs, 1.2stos métodos son
c::-:lrici.élm:: ntr· limitados en términos de 5U utilidad y vnlidez. L<1 concep-
ción cstructurCl i de ia cultura se preocupa por e\·itJr las limitaciones de
ios enfoq ues s tructuralistás. Aunque empleare rnétvdos estruchlralii-itns
;·uando result-e útil hacerlo, el ma rco rnet nddógiC() que ddine<~ré buscar,í.
cun·,bin¡:¡r de manera istemátic.:t las p reocu pa ·ivnes gc'In:::1<lS por el signifi-
' ,\d\,_V el n mll:.'<.to qu e transmite i<l e ncepción ~structur;¡] de b cultura.
Pod e m JS empezar a daborar la con epción e s lructur<Jl de L1 cul-
tura disc:ticndo algunas de :.:.s ca.racterístl ¡-¡s de L:s formas simt<,licas.
Distinguiré· cinco caractcrbiJcas, a la· cuélles dt-'scribiré c(1mo sus élspect·os
~l}l
«intencionah>, «convencionah>, «estructural», «referenciaí» y «contextua]».
Deseo sugerir que estos cinco aspectos intervienen típicamente en la
constitución de las formas simbólicas, aunque las maner¡¡s específicas en
que lo hacen, y la importancia relahva de un aspecto en comparación
con otro, pueden v aria r consíder<~blemente de un tipo o ejemplo de fom1a
simbólica a o tro. Los a spectos intencional, convencional, es!ructur<.1l y
rcferenci e1l se relacion an todos con lo que se trans mi t·c com 1í nmen te por
medio de los tér nün os <<sig-nificado», <<sentido» y << sígnific<JcÍÓI1». No es
rni objetivo prese nt<H aquí un estudio gener<1l de la literaturi'l gue abor-
da estos términ os ta n discutidos, y mucho menos algo ti'ln amrl;o como
una teorív del sig ni ficado. Mi objetivo es mucho más modesto: di~l'inguir
algunas de ias características c!<lVe en virtud de las cuales J,1s formas
simbólicas se pueden cc,ns iderar como «fenómenos sign..ificati\-l)S>', de ta.l
rne1nera qu(' n1,1s t,ude podamos exnminar lo que impllca lc1 intcrprct<'l-
cíón de [¡¡s form as s imbóiicas. El quinto aspecto de J<¡s formas simbólicas,
el <<con textual», es ta mbién relev<~nle p<lra las cuestilmes del sígmfic2do
y la interpret<~cíón; p ero d:rige nu estra atención hací,1 las canckrfsti cas
de fonn.1 s sim.bóiicas estructurR das socialmen te que con frecu encia se
o mi ten en las disc usí one d el significado y la interpreii!Ción, caracterís-
tíc,1:-: que s on, p ese él t d o, crucia les para e l a nális is d e la cu lt ur,l. En ia
sección siguiente m e c.:onc-•rltraré e n t:' l t'l specl'o contcxru<!l el e las fo rrnas
si ml,6 li<.:a.; . A q u í q uie r come n ?;ar por ofrecer una d a rifi.ca ció n F reli --
min<!r de los aspe t os intencional, convcncion<1l, estruct-ural y ref r nciéll.
En esta d iscusión p relim inar no exam in an~ en detalle las dife rencia_· que
put><.bn cxis ti r en tre e l sig nificado «] i ngü ísh cm> y "no Ji ngt! i'sti•.:o», n las
V<HÍi1cioncs que s e pu ede n encontrar entre d ifere ntes t-rpos de formas
simbólicas . Usan~ el té rmino «formas Simbóli cas>> par<'l referirme,¡ un
;unplio ca mpo de fen ómenos significativos, desde lc1s ilcciones, \:estos y
rituales, hasta los enunciado~. los textos, los programas de tclc,·¡-.[ón y las
obras de arte. En el Cd pít uio siguiente estableceré <1 lgunas diferennas en-
t-re dbtintC\s t' p o s d e fo r mas snn bólica.s, en el cu rso del él n éí lis1s de
al ? Ull,1S de Ll s m o d alid<1cl ·s de la transmisl()n cult ural.
'
Pcnní!as nw Cütbid erar p ri mero el .~spt'c!n in lcrccio1 ,,; i 'k :,b fu rrn a::-.
<;imbóltcas. Le' quE' q u iero de cir con C'llo es e¡ u e las formas SJ!nbr)Jica:::. sc>n
expresiones de un sujeto X para un sujeto (o sujetos). Es decir, las fom1as
simbólicas son producidas, construidas o empicadas por un sujeto que,
a 1 producidas· o emplearlas, persigue cie1-tos objetivos o propósitos y bus-
ca expresar por sí mismo lo que «quiere de cir '>, o se propone, con y
mediante las formas así producidas. El sujeto productor también busca
expresarse para un sujeto o sujetos quienes, al recibir e interpretar la
formA simbólica, la perciben como la cxpre.o..;ión de un sujeto, como un
mcnsiljc que ·e debe com.prender. Aun en el caso hnitado de un di<1rio
personal que no liene la intención de ponerse en circulación, el sujeto
productor escribe para un sujeto, es decir, para el mismo sujeto que
escribe el diario y que es el único que posee la clave. En este sentido, las
formas simbólicas difieren de los patrones niltura!es de las piedras en la
playa o de las nubes en el cielo. En generat tales patrones no son pre-
cisamente formas simbólicas porque no son e-:prc:;iones de un sujeto y
no se perciben l't)mo tales. En ciertos sistemas d~ creencias animistas, los
pa tl roncs naturales p ue den. a dquirir un ca r/ícte r s im -jlico y pueden
C<lllSiderarse como <·significati vos » en algün se nti i o; sin embargo, los
patrones natiJnde~ adquieren este carácte r •.'11 b medida en que son
consid c· ~·a dos com :1 1!<1 expresión de un sujeto i.nte ncional y con propósi-
tos, sea éste un ser humi'\no, cuasihumano o so bren,; tur<ll. La constitución
de los objet-os como forméls simbólicas prc;-,upo1w que sean producidos,
construidos o empleados por un suje to para dirigirlos a un sujeto o su-
jelos, o que sean percibidos como si hubieran si d~) producidos a sí por el
sujeto o sujetos que los reciben.
Al describir este aspecto de las formas simbólicas como «intencio-
nal », no deseo sugerir que el «significado,, de las formas simbólicas, o
los elementos que las con~titu ycn, se puedan analizar exclusiva o exbaus-
tivilmcntc en términos de Jo que se propuso o q uis o uecir el sujeto
p rod uctor. Se h an hecho varios i.nkntos por an alizar el significado en
L'nninos de l;i s inic: ·; cio~·",';:: cld S'.!JCÍO producto r, desde Grice h2stil E.
D . I-lirsch.é~ Nn h<1y nt.'~Tsidad de exam_ inar aquí los p untos fucrtps y
22 VC:.'.Se 1-1 . 1' Grice, "Meau ing", t'n Plulc>.'Of'ln ca i Ne1 'ien ~ nú m. 66, i957, pp 377-3/lH, y
i.1 ,l~sc:rc im rev1,,,c\ ~ en p ar t;· "iuc ,;;:•.H•·C·-· <.·n · ·uu ere~'s .~leanin~ -.nd lnkntions", e•1
__! li(¡
débHes de estos intentos, ni de lratar de determinar, de manera general
y exhaustiva, L: relación que existe entre el significado de las formas
simbólicas y las intenciones de un sujeto productor. Baste hacer dos
observaciones generales. Primero, la constitución de los objetos como
formas simbóliGIS ---es decir, su constitución como «fenómenos signifi-
cativos»-- presupone que son producidos, construidos o empleados por
un sujeto capaz de actuar de manera intencional, o por lo menos que se
perciban como si huhieran sido producidos por dicho sujeto . Decir que
un objeto fue proci'ucid.o, o que se percibe como si hubiera sido produci-
do por un sujct·o capaz de actuar de manera intencional nosigmfiLa, sin
embargo, que el sujeto haya producido el objeto de manera intencional,
o que éste sea lo que el sujeto tenía la intención de producir; significa sim-
plemente que el objeto fue producido, o es percibido como si hubiera
~ido producido, por un sujeto acerca del cual podríamos decir, alguna
vez, que lo hizo de manera intencional. La segunda observación que
podemos hacer es la siguiente: el «significado» de una forma simbólica,
o de los elementos que la constituyen, no es necesilril'lmente idéntico a
lo que el sujeto productor se propuso o «quiso deCir>> al procl ~lcir la fomlél
simbólica. Esta diverge nc ia potencial está presente en la intt:racción
so 'ial cotidiana, corno p uede apreciarse en una respuesta índignad;1 del
tipo de: «Tal ve::: eso sea lo que qujsiste deór, pero no e~; para nada lo que
di¡iste>>. Pcrn la divergen ia pu ede ser aún más común en el caso de for-
mas simbólicas que no se vinculen con tma situnción dialógica . De es!<~
manera, Jos te x tD~: escritos, o las acciones ritualízadas o las obras de arte
pLteden tener o adquirir un significado o sentido que no podría expli-
carse plenamente con s ólo dctenninar lo que el sujeto productor se propuso
o quiso decir a! producir la forma simbólicn . El significado o sentido de
una forma simbólica puede ser mucho más complejo y v;.¡riaclo que el
signíficildo que podrb derivarse de Jo que el sujeto productor se pn.~
pu~o origin<1lmen te. Ade más, Lo que el sujeto productor se propuso o
quiso decir en cualquier cJso particular puede ser poco claro, confuso,
Philosuphf,·a/ Nc;;i en; nttm 78, J%4, pp. 1·17·177: y í:ric D. H írsch )r , ~~1/iilití' 111
lnlerprcla/l[m ( i\i t•w H il\ t"n, Co '\{ll'C!i cut: Yalt: Univcrsily Press, 1967)
207
rudimentario o in01ccesibie; el sujeto pudo haber tenido intenciones
diversas, conllictivas o «inconscientes>>, o qui;r;1 simplemente ninguna
in rención clara. Estas variaciones y combín aciont~s entre las intenciones
del sujeto productor no se ret1ejan lWCL'Srmamente en el nivel de la forma
simbólica corn o tol. El significado d e un a form ;1 simbólica, o de Jos ele-
n: cntos que la constituyen, es un fcn óm<C·Iw' tl!1l],lC'jo que depende de, y
queda detcrmin.1do por, una v<wicdad de bt lorc::, . Lo que el sujeto produc-
tor se propuso o quiso decir al p rochci r la fornn simbólica es ciertamente
uno (o algunos) dl' estos factores y puede, en ciertas circunstancias,
tener una importancia Crth:ial. Pero éste no es el tÍni co fe1ctor y sería muy
engañoso sugerir que las intenciones del s ujeto prodl!Ctor pudíeriln o
debieran. tomarse como la píedrc. ilnguLu de L1 interpretación.
La segunda caructcrü;ticn de las formas simbólicas es el aspecto
«convencion<ll»_ Por ello me refiero ñ que la producción la constnJLL"ión o
el empleo de hls fonna.'>simbólicas/ asfcomo su interpretación por partedt.> los
sujetos que las reribcn/ son proct>Sos que implican Hpic~mu:'flft.' J;:¡ aplicación de!
n~r;Jas/ cód<ijOS o con vcnciones de d iversos tipos. 'T ales reg lt1s, códigos o
convenciones v,m de bs reglas grZim'1 tícaí es a las con venciones estilísti-
cas y expre~iv<1s, de los ccídigos que vin culun las señales p<Hticulares con
letras, p?llñbras o esl,1dos de cosas par!·ic ula n~s (p r ejemplo, e l código
~~.:1orse ) a conve n cion.cs que gobú•no<lr< l?t :iCL"it"'ln y la in t\.'racción de los
indi\·iclu os que buscan e\pn.·sil.r:-;e o !:\te ·pn:t(lr h~ e x¡xesío:1cS de los <.krMis
q . or e jem¡•h), las cPn. ven cio nes de l amor ' o rtc:,;:wn). Apiic;:n reglas, có-
di .~;os (; con vt.'nt·i nnc·s d la prod uci..'ió n o in ie.rpretación d:· lilS formas
sirnbólicn~ no sig nific,l nc c:es;¡rí:mwntt· q ue· se esté 'Onsciente de estas re-
r;Lts o códigos, ni que sea uno car<1/_d e ferm ularlns clara y exacL:lmente
si se le pide h acerlo. Esta regL1s, r(\:!i ~os o con venciones S<:' aplican ge-
nt.:'l" <llmcnte en un es ~ Mlcl ¡•rcictiro, es clecir, con to esqu emas implícitos y
r>n'~U J' llt'S !T)S p ill"él genL'l'M e inte-rpretar las fonnns sim bólicas. Cons tí-
lUy'en p:ntc d e l con t>cim ic nto tc'íc itu qu e lo::. ín di\·idtws empleiln en el
1.u rs o de :,us v¡d;<s cli.1rias, con el clue cons L1 k n'cnte cn,cm expt·csioncs
,..;i~~nifil·;1li\ ,1s y dan sen tido el las expresiones cread,¡s por otws. Aunque
csle con ocimiento en general es tácítu, es. sin em bargo, social, en el se n-
tí d t de que es com f Cl rtí do p or más de LUI tndi\ Íl uo y cst<'í siempre abie:-!o
1.1JK
a la corrección y la sanción de los demás . Si producimos un enunciado
gramaticalmente incorrecto, o sí expresamos nuestras emociones de ma-
nera anormal en función de la condiciones prevalecientes, nuestra forma
de expresan,os puede ser corregida o sancionada de ciertas maneras.
La posibilidad de corregir o sancionar la producción e interpretación de las
formas simbólicas da fe del hecho de que tales procesos implican típica-
mente la <~plic.ac ió n de reglas, códigos o convenciones sociales .
Es importan te hacer un<~ djstinción más rígurOSil de la ofrecida
ahora entre las reglas, los códigos o las convenciones que intervienen
en la producción, la construcción o el empleo de las formas simbólicas,
por un lado, y aquellas implicadas en]¡:¡ interpretación que da el sujeto
a las formas simbólicas que recibe, por otro . En el primer caso podemos
hablar de las reglas de codificadón en tanto que en el segtmdo podemos ha-
blar de las reglas ele decodificación. Es írnportante establecer esta djsti.nción
a fin de enf,, tizar el hecho de que no es necese1rio que coincidan o siqlliera
que coex1stan esto~ dos conjuntos de reglas . No necesitan coincidir en
tanto que una fo rma simbólica codificada de acuerdo con ciert3s regla~
o conv enc iones se puede decodificar de acuerdo con otr<1s r'·t_;las o
con venciones . Por ejem plo, un texto producido segt1n li"ls con venciones
del discurso cientilico p uede ser interpretado de diferente m.1nera por
va ríos lectores consccu ti vos, y a sea como un trabajo de filosofia o rn i to-
logía o como un trJ b<tjo que rompe con las convenciones científicas e
instituye algo nuev o.: 21simismo, un espectáculo representado como un
acto de gobiern o p uede ser interpretado por los espectadores como una
ad\'crtencia o amenaza, <.:omo un disparate o como una farsa. Además,
las reglas de codificación y decodificación no necesibm coexishr en el
sentido de que ur a for ma simbólica se puede codifi.cat~ pero tal vcl. nun -
ca decod1fiG1T en la pr<\ctic<1, como en el caso de un diario que nunca se lee
o el dE un arte facto que nuncil se ve . Así, una forma simbólica se pue-
de decodifiCar d e ac uerdo con ciertas reglas o convenciones, aunque de
hecho nunca se h aya codific1do. La interpretación ilnimista de Jos pa-
trones o sucesos natu rales es un ejemplo de decodificación de formas
no codificadils; pe ro est<1 pdct·iccl también es común en la in te rpre!a-
ci6n cotidian a de las Mcio;'<::S )"los sucesos hum<mos. De ·' Sl a rn ancra,
20'1
una acdón puede interpretarse como un acto de resístencia o una amenaza
<~1 orden social, como una señal de cansancio o como un síntoma de en-
fermedad mental, aungue la acción ni se haya codificado de acuerdo
con ninguna regla o convención particular. La dificultad para distinguir
claramente entre las regias de la codificación y las de la decodificación
es uno de los problemas que malogran los escritos de Wmch y otros filóso-
fos quienes, bajo la influencia del Wittgenstein tardío, han argum.entado
que el rasgo clave de la vida social es su carácter de e.stnr «gobernada
por reglas>1.1.1 En su afán por subrayar la relilción que guardan las re-
glas y la acción significativa, Winch temuna poblando el mundo con reglas
que gobiernan todas y cada una de las acciones que sean «Stgnificativas»
de alguna maúera, en t<Jnt-o que las reglas relevantes ya existían de he-
cho en otra forma, es decir, rn<Ís como reglas de decodificación que como
reglas de codificación. Al distinguir claramente estos dos conjuntos de
reglas, podemos l'\··itar el tipo de ¡m•blen:as gu -.enfren taron Winch y otms,
y p!)demos prep<1rM el camino péHa una invt~siignciól1 más detall,1da de
lc>s relaciOJws existentes entre las reglas, los códigos <J las cot"i'.· !nciones que
intervienen en la producción de las formas simbólicils y quienes parti-
cipan en su interpretación por parle de los suj ·'tos que las reciben.
La tercera característica de !as forméls si mbólic1s es su aspecto
«estructttrab>, con lo cu;:l n1t' refiero ague lt7s formas simbólicas son
construcciones que presentan una estn1ctura arúculada. Presentan una
estructuri\ articulada en el sentido de que típica mente se componen de
elementos gue guardan enlTe sí detemünadns relaciones. Ti\ les elemento1:.
y sus interrelaciones comprenden una estructura que se puede a.nahzar
de manera formal en el sentido, por ejemplo, en qut> se puede an<1lizar
23 Véase Pe ter Winch, Th e !de,1 o! Socul Scicnce and íts R r>/atJon to Philo:ioph)' (LonJres:
H.ou!h!dgc & Kcg<u\ Pan!, 1958); véanse lambi~n R. S. Peters, The Cnnct'pl of/'.foti1·atinn
(Londres: T\ou tkdg.: & Kq;<> n T\ tul, 1958); A. J. Melcicn, l:ree A ctiun (Londres: Rout k dge
(:, Kq;an Pa ul , i961): y A R Louch, h~p!.mation and Human Ac tior> (OxfnrJ : l3asii
Ulackwell, 19ti11). Pa r,l cOnllCt'r nna crítica pertinente de Wi nch vé3sc Alisd.1ir M,JcLtyrc,
"The Jde<1 of il Soci al Scil'nCo:", en llry an R. Wil on íed .¡, Rillion,, Jitr (Ox íord : 13;:1 - il
Ul:h'kwell, 1970), pp. 11 2- 130. !'ara e >Jw ct>r tu\ M1:ílisis cri ti co 'ni;s amplin de !a dcscripciLin
'!u\! h.1ce Wi ncb acerca Je In acció n sign i flca til·a, vé.1::-e ·¡ hompson, Critfc¡¡ / !-!ermc-
neutics, .. op.cil., pp _i 2l -123 y 151 -l SJ.
21()
la yuxtaposición de palabras e imágenes en un cuadro, o la estructura
narrativa de un nníto . Podemos distinguir aquí entre la estructun1 de
una forma silnbólíca, por una parte, y el sistema que es representado en
formas silnbólkas particulares, por la otra. Analizar la estructura de una
forma simbólica ímpl.ica analizar los elemenlos específicos y las intern:~
laciones de éstos que pueJ.en distinguirse en la fom1a simbólica en cuestión;
anaJjZi\r el sistema representado en una forma simbólica es, por el contrruio,
abstraer de la forma en cuestión y reconstruir una constelación general
de elementos y sus interrelaciones, constelación que se ilustra en casos
particulares. La estructura de una forma simbólica es un patrón de
elementos q ue pueden distinguirse en casos de expresiones, enunciados
o textos reales . En cambio, una forma simbólica es una constdilción de
elementos -los curtles podemos describir como «elementos sistémicos»-
gue existen independientemente de cualquier forrna simbólíca, p ero que
se realizan en formas ·imbólicas particulares. Ellingü1sta sui zo Ferdi-
11<1 nd de Saussurc se interesó en los sistemas simbólicos en este sentido sobre
todo. Al distinguir entre lengua (la l/mgue) y habla (la paraJe), Saussure
intentó aislar la lengua como un sistema simbólico, como un «sistema
de signos», c1 fín de estudiar sus elementos básicos y los principios de su
funcionamien to .:!~ En tanto que pc~dcrnos distingu ir de esta m;:m(~ rrl entre
sistemas simbólicos y la estru ctura de las formas simbólicas particula res,
el análisis de las ú ltimas se pu ede bcilitar, y puede facilitar a su vez. el
es tudio de la primera . Así, el análisis de un texto parhicular puede ser
facilitado por una comprensión de la constelación de pronombres carac-
terísticos de uh sístem¡¡ lingüístico como el inglés o el francés; y, ;ll revés,
podernos reconstruir b constelación de pronombres característicos de dichos
sistemas prestan do atención n las formilS en que se usan los pronom-
br2s en textos parti~ubres y en otros ejemplos del uso de la lengua .
El análisis de los rasgos estructurales de las formas simb<1Jicas, y
la rela ción que guardan éstos y ias características de los sistem as sim-
bólicos, es una parte importante pero limitc1da del estudio de las formas
2,1 Vt\ ;:;(' Ferd inand d e :) 3 u s;:: ¡ ; r ~ Coursc in G'ena ;¡J Lingw:>tics, ed. Charles F\;11ly y Albert
S('cl1ch ,1ye, tr;¡d . 1-V~dc b,; skín (Lo ndres: Fo ntan ;; í C ollins, 1974 ). 1trad .cast. Los,1da J
211
simbólicas. Es importante porque el significado transmitido por las for-
mas simbólicas se construye comünmente a partir de rasgos estruch1rales
y elementos sistérillcos, de manera que al analizar tales rasgos y elementos
podemos profundizar nuestra comprensión del significado transmitido por
las formas simbólicas. Consideremos un ejemplo familiar de I3arthes. 3 La
portada dci Paás-.J\.1atch preserüa la fotogr<Jfía de un joven soldado negro
que lleva un uniforme francés; el soldado saluda con los ojos levemente
lcvant<ldos, como si los tuviera i"ijos en la bande ra a plena asta. Esta rica
yuxtaposición de imágenes formc-1 una e~trucl<.Ita por me dio de la cual se
transmite el significado del mensaje. Cambie étlgl"m aspecto de ia c~u~na
--cclmbie al soldado negro por uno blanco, o vístalo con un uniforme de
guerrillero en vez del uniforme francés, o prcSt'n.te la escena en la portada
de LJbération en vez de Paris-Match-y cambiar{; cJ signi.fi.cado transmitido
por el mensaje . Al analiz:>r Jos r,lsgos estructur:t!cs de lil fotografía podt>-
mos dilucid¡:¡r un significado que st: construye y que se transmite a parlír de
estos rasgos, a n1.enudo de manera implícita, a los lectores o espec tadores .
Aunque el análisis de los rasgos c~lructuralcs y elementos sistémi-
cos es importante, el valor de este tipo de anáhs; :-. también es limitado.
Aquí haré notar dos aspec tos clave donde SI:' pueden distinguir los
límites de semej<111tc lipo de an<:ílísis; en un capít u]¡J posterior estdbleceré
las .implicaciones metodol6gicas de estos p un t·:>s Fn primer lug<H, en
tanto que el significado !Timstniúd.o por Í<'iS fo rm íls simhólic1s se construye
en generai a p a ríir de ré\S¡~os estrué:lural es y elemento s sistémicos, t¡¡l
signifi,:ado no es agotado nunca por estos rast;ns y elementos. Las formas
simbt'Jlicas no sólo son cunL~,; t·l'naciones de elemen tos. y de l <~s interrela-
ciones .:le éstos : típicament t~1mbién son representac iones de algo,
repre ' vn tan o relrí'ltan algo, cb:cn algo acerca de alg o. Es tl'l CiHacterístic<J
de las formas simbólicas, que describiré miÍ.:> adcLmte como su aspec!"o
,,referencial>>, no se puede ca¡)tar mediante el .m álisis de los r;:;sgos es -
tructur<llcs y elementos sístémíL~Os solos , El refereJltede una e:-:presión o
figura no es de ninguna m<1ncr.1 idéntico al <<s i¡;n ificado» (signi/ié) de
25 Ve;~ ,.c 1\n lJnd !!art h•_.,, iv~vthoío¡;JL~' - :r i\ '' ¡\nn ,_¡ t te Lavt>r;, (St. Alb ~n s : P~l.1 din, 197.1), f) .
1l6. [rrad .cast. s ig h1 velll!nmo edit u1..:sl
2.1 2
un signo, pues este último, de acuerdo con Saussure, es meramente el
concepto que se correlaciona con el sonido-imagen o «significante»
(signifúmt); tanto el significado com.o el significante son parte integral
del signo .26 El refere n te, por el contrario, es un objeto, un individuo o
un estado Je cosas exiTalingüísticos . Captélr el aspecto referencial de una
forma simbólicl\ requiere una interpretación creativa que vaya más allá
del análisis de los rasgos y elementos internos, y que intente explic;-¡r lo
que se representaD dice. Un segu ndo aspecto donde es limitado el ;1nálisis
de los rasgos estruct ma les y elementos sistémicos es ésre : al concentrar-
5(:~ en lil constitución in terna de las fonnas simbólicas, este tipo de análisis
no sólo descui d él e l aspecto referencial de las formas simbólicas, si no
también abstrae el con'tcxto y los procesos sociohistóricos en los cuales
se insertan estas fonn,>s. AsC el análisis de los rasgos estructurales y ele-
mentos sistémico~ no considera lo que he lbmado el aspec to <'Contextua!»
d e las formas simbólicas; y por tanto, como intentaré demostrar, no
'cmsidera algunas de las rD n n::terísticas crucinles pélra el análisis cultural
de las formas si mb ólicas .
La cuilrta CMacterí.stica de las formas snnbólit.a :.: es el aspecto <<n'-
(e;·;.;nciah, con lo cua l me refil:ro, como indiqué antes, a que lns form¡:¡s·
simbólicas.~on l."VJLs·fn h.:ciones que tfpicamentc represolfa.JJ t!lgo/ se ref/efen a
algo/ dicen i1lgo acerca de alg o. Aquí uso el término «referencial, de ma-
nera muy amp li a, a fin d e nbarcar et sentido general cuando una forrna
o un elemento simbólico de una formn simbólica puede, en determina-
do contexto, representar u ocupélr el lugar de algún objeto, individuo o
situación, así como el sentido más específico donde una expresión lin-
güística puede, en una aplicación dada, referirse a un objeto particular.
Considércn....::e a lg unos ejen> plos: una figura en un cuadro del Renncimiento
puede representar u ocupar el lugar de! d i,Lbio, b. maldad humann o la
¡nuerte; un person aj\! en una caricatura de un diario moderno, repre-
26 Véa se Fv:-dinz,nd de S a u s~u r c , (i) rH:5t' .. r.• Ccnc•rai lín.~·ut~>tio~ ... op.ot, pp 65·1> 7 l'.;r,,
('Oil Ocer IJ I) dn tí(is iS crític O p ertinent e il Ce rca eh• [;, iWdc'111 d~ S Íf\ nO tn S ~ u .\Sllrl' . \' (;3$ e
Émí!t: !3en l' c ni s l~t , " The Nature o f tllt' Lin ,;uis ti c S i!~n" , en id., Proble m_ in Den er.1 /
Linpn:;tic-::;, 1rad . Mar y Eli z,1 be th MI.' ' (Cor:ll G;1bles . Fl MiJ,1: U :l iv e r:;i t y t)f M i<J m 1
Press. !'J7l ), pp . ·13-48. [tr(l .Cilo l. 'Í~ l o vt-int íuno ed iton:.sj
2J.:i
sentado con los rasgos faciales un tanto exagerados, puede referirse a
un individuo particular o a un actor politico mixto como puede ser un
Estado-nación; la expresión «yo>> en la oración «yo estoy decidido a me-
jorar las condiciones de nuestros miembros>, se refiere al individuo que
dí jo la oración en un momento y un 1ugar particulares. Como indican
estos ejemplos, las figuras y las expresiones adc¡uieren su especificidiJd
referencial de diferentes maneras. Por «especificidad referencial» me
refiero al hecho de que, en una aplicación, una figura o expresión par-
ticular se refiere a un objeto u objetos, individuo o individuos, situación
o situaciones específicos. Algunas figuras o expresiones adquieren su
especificidad referencial ta.11 sólo en virtud de su uso en ciertas circuns-
tancias. Por ejemplo, pronombres como «yo» o «tú» son términos
referenciales fluctuantes; se refieren a individuos específicos sólo al ser
usados en contextos particulares, al ser expresados verbalmente o
dirigidos por un individuo en un moment o dJ.Jo. Por el contrario, la
especificidad referencial de los nombres propios se fijc1 en cierta medida
de forma independiente de su uso en una ocasión cl<1da. Así, el nombre
«Richard M. Nixon» refiere a un conjunto acumulaco de convenciones
y pnkticas guc lo vinculan con un indiv idu o parti·~·ular \O un conjunto
relativamente pequeño de indtviduos). Sin e mbargo, aun los nombres
propios poseen cierta ambigüedad u opacida d referencial. Tal vez haya
más de un referente posible para un no.mb re, y un nombre se puede
usar en una ocasión dadn para aludir a tln individuo que no sea el
referente fijado por las convenciones y prácti cns relevantes (un lapsus
linguae, una alusión irónica), en cuyo caso se pued e fijar la especifi-
cidad referencial y elimi.nar la opacidad, con sólo prestar atencíón a bs
circunstancias particulares en que se usa la expresión.
Al subrayar el aspecto referencial de las form<lS simbólicas, deseo
llamar la atención no sólo sobre las maneras en que las figuras o expre-
siones se refieren o represent?.n a algún obí eto, individuo o situación,
sino también a la manera en que, habiéndose referido a algún objeto o
habiéndolo representado, las fonnas simbólicas dicen típicnmente algo
acerca de él, es decir, lo afirman o expresan, proyectan o retratan. Po-
demos ilustrar este punto regresdndo a algunos de los ejemplos antes
2H
utilizados. Al decir la oración «yo estoy decidido a mejorar las condiciones
de nuestros miembros >>, la persona que habla se refiere a un individuo
específico, es decir, a sí mismo como al referente de "YO", y, habiéndolo
hecho, dice a.l g o acerca de este individuo, es d ecir, que está decidido a
hacer algo. Ha dichc , declarado o afirmado algo, acerca de lo cual po-
dríamos decir «eso es verdad» (o "eso no es verdad>>, según sea el caso);
pues en este con te xto <<Verdad », es un predicado que atribuimos a las
decbraciones Y O considérese otra vez el ejemplo de I3arthes. l3arthes
dice al comentar la cubierta del Paris-MMch: «Queda muy claro lo que
significa para mí : que Francia es un gran Imperio, que todos sus hijos,
sin discriminaCiÓn alguna de color, sirven fielmente bajo su bandera, y
que no hay mejor respuesta para los detractores de un supuesto colo-
ní.alismo que el celo demostrado por este negro al servir a sus llamados
opresorcs».:s La fotografía proyecta un significado posible que l3arthes
busca captar y expresar por medio de la interpretación. I3arthes ofrece
una interpretación, una consiTucción crea ti va del significado posible. La
interpretación rnan ifiesta: «guc Francia es un gr<ln Impe rio, que todos
sus hijos ...; qu e no h ay mejor respuesta ...». La interpretación intenta
reafirmar lo q u e p royecta l<t fotograffa, así como expiicar y expresar lo
que ésta puede re presentar y retra tar. Al usar este ejemplo para ilustrar
el ,1.specto referencial d e las formas simbólicas, no deseo sugeri r que po-
damos d erivar del t.c;:bajo de nnrthes una descripción adecuada de este
aspecto de la naturak za y el papel de la interpretación. El trabajo de
Barthes adolece de al g unas de la~ limitaciones del anáUsis de los rasgos
estructurales y elementos sistémicos, limitaciones que discutí brevemen-
te antes; y si en este ejemplo él va más allá de un anáhsis puramente
formal de Jos e !e m.entos estructurales y las interrelaciones de éstos, y
por lo tanto, a e xplorar los vínculos gue hay entre las formas simbólicas
y aquello que ret ratan o aqu ello acerci'l de Jo que hablan, llega a partici-
par en una construcción creativa del significado posible; entonces este
ejemplo puede servir menos como una reivindicación del enfoque general
27 Vi".tse L F. S trii'N SllJI, "Truth"', 0n id.. Logim-Lillgcll:';tic Papers (Londres: M e th \.! ~11 . !971).
pp. 190· 2 13 .
28 l~ o liln d l3.nthc5, .1\·f,vthn!ogJes, op.cit., p 11 (,.
21'5
de Barthes que como una indicación de que sus análisis prácticos so-
brepasan los límites de este enfoque.
La quinta característica de las formas simbólicas hacia la que quie-
ro llamar la atención es el aspecto «contexh1ah. Por ello me refiero, tal
como lo indiqué antes, ague ii'lS fonnas simbólicas se insertan siempre en
contextos y prrxesos scxiolu~~tóncos cspedhcos en lo.'. : u ales/ y por medio de
los cuaJe~~ se produc·en y reciben. Aun una f¡-ase si mple, enunciada por
una persona. a otra en el curso de la interacción cotidiani1, se inserta en
un con texto soci<ll y puede llevar las hu el las - er1 términos de 1 acento,
la entonación, el modo de dirigir la palabra, la elección de palabras, el
estilo de expresión, etc.- de las relaciones sociales características de tal
contexto. Forn.t<1S <mbólicas más complejas, tal<.'~; como los discursos,
los textos, los programas de televisión y las obras de arte, presuponen
en general una serie de instiluciones espedfiu1:~ eD las cuales, y por me-
dio de las ClJales, se producen, transmiten y reciben estas formas. Lo que
son estas formas simbólicas, la manera en que se construyen, difunden y
rccíben en el mundo ::,ocial, así como el sentido y el v;¡lor que tienen para
los que las reciben, depende todo de alguna manct"d de los contextos y las
instituciones que las generan, mediatizan y "ostienen. Así, la manera en
que individuos p¿:rilCulares i.ntt::rpre!·an un discurso, b percepción de éste
como <cd iscurso» y el peso que se le asi¡c•,na, e::;t.ón condicionados por el
hecho d e que tak's palabras son expresados por un in dividuo en una oca-
sión y en u11 esccllario y que son transmitid as p or un medio específico
(tm micrófono, una cámuC! de televisión, un sa télite); modifíquense los
elem en to~ de este csL"·cnario -supóngase, por ejem p lo, que las mismas
pC!labra::; sun dirigKias por un niúo a un grupo de padres impresionados-
y las mismas palabras adquirirán un sentido y un v<~lor diferentes para
quienes las reciben. Es importante señalar que, al poner de relieve el as-
pecio con textual de las formas sim.bólicas, vamos m ás a 11 á del análisis
de los re~sgos estructurales intemos de !as formas simból icas. En el ejem.plo
anterior, el escenario y la ocasión del discurso, las rd aciones entre quién
hahl8 y el púb li u, el modo de transmisión del disL"LJrso y las maneras en que
lo rc>cib e el público no son aspectos del discurso rn istno, aspectos que pue-
dan distin ~u irse d ¡ c'lnalizar lo~ rasgos estructurales y e lementos sistémicos
21()
del solo discurso. Por el contrario, tales aspectos pueden distinguirse só-
lo atendiendo a los contextos sociales, institucionales y procesos en los
cuales se expresa, transmite y recibe ei discurso, y analizando !as re-
laciones de poder, las fonn<lS de autoridad, los tipos de recursos y otrns
características de dichos contextos. Estos son asuntos que examintHé
mAs a fondo en ta sección siguiente.
217
individuos ubicados en contextos específicos, y este proceso de in-
tercambio requiere ciertos medios de transmisión. Aun un simple
intercambio de expresiones verbales en una situación cara a carn
presupone un conjunto de condiciones y aparatos técnicos (la laringe,
las cuerdas vocales, los labios, las ondas de ;tire, los oídos, etc.), y mu-
chas formas simbólicas presuponen otras umdiciones y aparatos que
se construyen y despliegan de manera especial. Describiré los diferen-
tes tipos de condiciones y apar<:ltos cnn!O mod;didadcs de la transmisión
cz¡jfural. En eL resto de este capítulo q uiero r \ ncentri'lrme en la!-> carac-
terístkas de los contextos en los cuales se producen y reciben las formas
simbólicas, y en los procesos de valoración a los que se pueden some-
ter. Diferiré hasta el próximo capítulo el análisis de las modalidades de
la transmisión cultural.
He subrayado que la producción y la recepción de lns formas simbó-
licas son procesos que ocurren en contextos soci;;ies estructurados. Tales
contextos son espacial y temporal.~nente específicos: implican escenarios
espacio-fempor~'Jif:s, y estos escenarios son en parte constitutivos de la acción
y lc1 interacción qoe se dan en e1los. Las características espaciales y tempo-
rales dd contexto de producción de una forma simb(,li\.:a pueden coincidir
o traslap:trse con las características del contex to de recepción, como en el
caso <iel intercambio de expresiones verbz,les en un,-, interacdón cara a cara.
En situaciones cara a cara, el que habla y el que es ucha comparten el mis-
mo luga r, y los rasgos del lugu se incorporan d e manera rutinaria a las
fom<as simbólicas y a la interacción de la cual son parte (por ejemplo, al
propt:rcic:nar e::;p<'cificidad referencial a las expresiones y los pronombres de-
rnostn<tivos) Pero las características espaciales y temporales del contexto
de prcducción pueden diferir de manera significativa o total de las carac-
tcrishcas del contexto de recepción. Ésta es la típica sihtación de !as formas
simbólicas que se transmiten por conducto de medios técnicos de algún tipo;
por ejemplo, una carta que se escribe en un contexto y se lec en otro, o un
progu1m.,1 de televisión que se proch1ce en un con texto y se ve en una
pluralidad de contextos dispersos en el tiempo y el espJciO. En el capítulo
siguiente retom.aré esta circunstancia de las fo rmas simbólicas, a la cu<ll
considero un rasgo fund¡¡mental de ln ln1nsrnísión cu ltural.
218
Los contextos sociales de las formas simbólicas no sólo son espacial
y temporalmente específicos: también se estructuran de diversas mane-
ras . Aunque el concepto de estructura es esencial para el análisis de los
contextos sociales, es un concepto muy complejo y rebatido que se ha
usado ampli<mwntt', a veces en exceso, en la literatura de las ciencias
sociales. No deseo revisar y evaluar aquí los diferentes empleos del con-
ccpto ."9 Me limitaré a delinear un rn<~rco conceptual paril la identificación
y el análisis de a[gun<ls de bs características típicas de los contextos
sociales.·'0 En este marco, se puede asignar un papel específico a la
noción de estructura social, como noción que pone de relieve cierta
variedad de fenómenos y dirige nuestra atención a cierto nivel de aná-
lisis. Al delinear este marco, no deseo sugerir que el análisis de los
contextos sociales s ea una acti ,·idad totalmente divorciada del estudio
de los individuos que actúan e interactúan en ellos, que producen las
formas simbólicas en ciertos contextos y las reciben en otros . Por el con-
trario, tal como intentaré demos!Ti'lr, el análisis de tales contextos es una
actividad indi spensable: para el estudio de la acción y interacción, de la
producción y d e la recepción , de la misma manera en que el análisis de
los contextos serí a p arcial e incompleto sin una consideración de las
accione~ e interacciones que o':urren en ellos.
Podemos em p ezar a clarificar las características típicas de los con-
textos sociales rnediantc el concepto de campos de i.ntNacdón. El concepto
29 Una revisión críticJ de lo~ dílacnles usos dei concepto de eslructura se puede encontrar
•:n Ll obrJ de A n thony Gi ddens, qu it•n ta m\:i~ n ofrece tm planteamiento novt•do:l< > dl'l
concepto. Véao~e en espec ia l New Nu !es of.S"ociu!ogic;) / .-\Iethod: A Posi!IV(' C-iiique o(
lnlerpretativP Socio!ogies (Lo ndres. H utchinson, 197fri ftr.:;d .casi. Amorrortu j; Centr-1!
Proh/ems in Soci.J! Theory: Acliim, Structure ,mJ Cvntradiction in Sucia/ Ana:)'t.i;: (L(mdns
M.1cMill.m, 1979); y The Dmslitalion of Socie~v: Out/lile of tbe Theory o!Structuratúm
((a!I'.:C ridge: Polit_y P ress, 19 ~4) ! trad casL An>.nrror~\l] P,;;·a conocer un an;ilisis crÍl!CO
subrc 1~ reform u l~ ción prop uesta por Cidd cns acerca del concepto de f"S!ruclu~ .~. vé.>ns e
los ensayos de Z ygmun t Ba u ma nn y los m íos en D.wid ncid y john n. Thornps¡ ::\ (cd.).
:.iooa/ TlJ E·<Jry o( Modem Societit•s: Antlwny C1ildens and Jlis CTihcs (C.;mhridgc: CJmbridge
Un iv nsi ty l'rcss. 19t!9).
3!) ¡:,! d e lil1 c<n es te ma rco ,Hnplfo obscr vMion es que nc~ ~ntcs L·n Crit;o/ H amencv-
ti,'); __ <>p. cit., pp . !39-149. y en StiJdJeS in !he 7tit!OJ)' ti!deolofiY···op.cit , F'P· ! 27- ! :10.
de campo fue desarroUado por Pi erre Bourdieu y se ha empleado en una
variedad de esh1dios revetadores. 31 No examinaré en detalle el uso que
da Bourdwu i1 est t' concepto; pero más adebnte en el presente capítulo
me basa ré en su trabajo en la medida en que sea relevante para mis inte-
reses.·'~ Según Bourdicu, un campo de interacción puedt> conceptuarse de
rn<~ncra s incrónic<J como u n espacio de posiciones y diacrónicamente como
un conjunto de trayectorias. Los individuos particulares se sitúan en cier-
tas posiciones en este espacio social y siguen, en el curso de sus vidas,
ciertas trayectorias. Tales posiciones y trayectorias cs lii:1 determinadas
en cierta med da por el volumen y la distribución de diversos tipos de
recursos o «capital». Par;¡ los propósitos que p erseguimos aquí, podemos
distinguir entre tres tipos prlncipates de cJ pital: el ecapital económico,,
que incluye b. propiedad, la ric¡ueza y los bienes financieros de diversos tipos;
el «Capital cultural», que incluye el conocirrüenlo, las habilidades y los diver-
sos tipos de créditos edue<1tí vos; y el «capital simbólico», que incluye los
elogios, el p rc:;Ligio y el reconodmiento acumulados que se asoci.an con una
p c rsonZl o una p usiCJtn. En cualquier campo dado de intera':':ú'm, los indivi-
d u os <i p ro·vcchc:I! estos cllfl'rcnte:; tipos de recursos a fin de alcanzar sus
objetivos pilrticu bres /\~i rnisrno, pueden busca r op o r•l.tnid ades para con-
vertir un tipo dl' r~.:'-·ursos en otro, corno j)Or ejem pl o, cuando la riqueza
:11 Fntr<• li\.- •lb r.\s JI J,b rdcvJntcs de Go urdivl; están l<ts sigt•il:n !cs; r' •erre DL)Urdíeu, OutJine of a
Tht"OJ_Y o!Pra clin~ trad. Rich ard Nict: (Cm1bndgc;: Camb rid gt' Uni versitv Press, 1')77);
!J¡sll.flct.<on: A Social Cnt1q ue uf tlw )udg emen t o! Tas i e, lra d _ l~i c h ~rd N ice (C1mb rid¡;e
tvl aSS.-J Chli.~<!tls : l Llrvard Uni vt>rsíty Pr~ss, 1984) 1!rJd .rast. Ta uros); Hum u rkad!:!micll!J., trad'
Pel cr Coi licr (Cam brid ge: Po lity Prcss, 19!lll); 7he Logic" ol Prac/¡ce,_ tra d . Richard Nice
(Cambrid ge; l'olíty i'rcss. 1990¡ [i rJd.r~~L "Jiluros]; y L.:mguage ,md Symbolic Po we¡; ccL John D.
Thompson, trad . Cino Ra ymo nd y M.1t1hcw AdJmson (C.H11brid ge: Polity !' ress, 1901).
J2 Algunos nnal i.s i~ relevdntes y discusion es crít1cas sobre ¡,, obra de i5n urdieu pueden
encon trar;:;e en N!ch ol?.s Ga rn h am \' i-\ av m ond Wi Wams, "Pierre Bou rd ieu and the
Sociology of Cul ture: An 1ntroduct ion", en ¡\1(1.--il;>, Cu!lvre and Soc'ety, núm. 2, 19!)0, PP- 209-223;
Rogl'; 13rubill-,er, " Rct hí nklng Cl assic,1l Sociill ·¡ h ~o ry: The So io logi c<J l Visiun of Pierrc
Dnurd ie u'", e n :r:t1cul:l- ,md SociN F, ni1m. 14, 19KS, pp - 74S-77S; !\ >. el Ho nneth, "t'hc
Fr¡¡gm'"n lc' J ~Vor ld o f S'n n bol ic 1-'urm s c J\ eíl cc\t o n on l' ieHe Botlrd i e¡;'~ So cilllon' ¡;[
C u lt un/ . ;qcl_ ·¡_ Aibot, en !he o i~v; Cu lture d ! i d So ciez,~ ; 3/3 , 1986, PF· 55-66/ y fo ] .P B.
!"IhJnl psonl ·· s ~ n1bolic '\/ ioJe nce: Langt.lBgl' ¡¡nd P0\-\ t:r in the \V r}tings of Pler re florrrd11;u",
1
c·n ,'-.t u<-IJés m t!Jc ThcO(V o{ JJeolo.'-:¡ ', .__,¡p ,cit., PP- -l?.-72 _
221)
acumulada por una familia se usa para obtener créditos edllC-ativos para
los hijos quienes <JSÍ podrán asegurarse trabajos bien pagados .-'~
Al tratar ce alcanzar sus objetívos e intereses en los campos de
interacción, los .individuos también se basan típicamente en reglas y
convenciones de diversos tipos . Tales reglas y convenciones pueden ser
preceptos explícitos y bien formulados, como en el caso de las reglas
escritas que guían el comportamiento de los individuos en una oficina o
f~brica. Sin emba rgo, semejante tipo de preceptos son la e xc~::poón;
cuando (y donde tos hay), pueden ser pasados por alto tan a rnenudo co-
mo son respetados. En gran medida, las reglas y convenciones que guían
gran parte de las acciones e interacciones de la vida sociai son implícitas,
formales e imprecisas, y no est<1n formuladas. Pueden conceptuarse
como esquemas Jle.úblesquc orientan a los individuos en el curso de sus
vidas diarias, sin elevarse nunca Jl nivel de preceptos explícitos y bien
formulados Existen <:>n la forma de conocimientos práclicos que se incul-
can poco a poco y se reproducen continuamente en la vida diaria, de ia
misma manera, por ejemplo, en que los hi1bitos de limpit'Za o los buenos
modales se incu1 ~an a partir del nacimiento . Los individuos n o se «ba-
san,, tanto en estos t:squemas t1<:.xib-lcs, sino que los ponen en prác tic.1 de
¡nanera implíci t?. . Son condi ciones de acción e interacción inculcadas y
di(erenciadas s ocialme nte, C(\11diciones que se rec1lizan y reproducen ,
en cierti'l medida , cJda vez quE' un individuo actúa; por ejemplo, cuan -
do emite una expresión verbal, Lace un gesto, compra y consume comida,
viste y arregla su cuerpo para presentarse ante los dernás . Pero al poner
en práctica los esqu emas, y al basarse en las regbs y convenciones de
diversos tipos, los in di vid u os también los amplí<~n y adaptan . Cada C1pli-
cac.ión implica responder a circunstancias que son nuevas en a lg unos
il.Spectos. De aquí que ln élplic-élción de las regbs y csq-:.ternas nu pueda
)3 PMa conocer an.1l í:m; amplio:. ;¡ce rca de las estrategi<~s de C(ml·e rsión y rcr<Hl\"(• r;,iún,
V éa:,e Plefl e i3cn ndie u y l. \1 ( noit.lnsky: ''Form .:l Qua li fic.l tions and Orc\J p illion .:l
l ile ratc hi ~·: TJw R c latíon~>h i p llc w e(•r\ the Prod u ctinn Systcm a nd lhc Rep u ,duc tion
Sys! m'", trad. Rirh<Hd NKe, en Edmu nd J Ki.ng (t'<.l .), Nmr;:;,1ni..:iJJ~ Ec.lucrl l!Í IIl Man.;¿ymen l
and Pilrtiop,;!iwJ /i;;- Ch .Jn¡:e(Lond rcs y Bl'l"edy lU is: S.1_p e. 1977), pp . 61·69: y hourdi e u ,
iJ1.~tinctmn ...(>p.at.. pp 1J 5-H1 ..
nt
ser comprendida como una operación mecánica, como si las acciones
estuvieran determinadas rígidamente por ellas . Más bien, la aplicación
de las reglas y los esquemas es un proceso creativo gue con frecuencia
implica algún grado de selección y juicio, y en. el cual las reglas y esquemas
se pueden modificar y transformar en los procesos mismos de aplicación.
Podemos diferenciar los campos d , i;lteracción, y los diversos ti-
pos de recursos, reglas y esquemas característicos de ellos, de lo que puede
llamarse institucíones sodales. Las instituciones sociales pueden ser en-
tendidas como conjuntos específicos y relativament e esta bles de reglas y
recursos, junto con las relaciones sociales que son establecidas por ellas y en
ellas. Una empresa particular, como la Ford Motor Company, o una or-
ganización particular, como la BBC, representan una institución en este
sent-ido. Las empresas y organizaciones de esta naturaleza se caracterizan
por ciertos tipos y cantidades de recursos, y por cit>rtas reglas, conven-
ciones y esquemas flexíbles que gobiernan el uso de los recursos y la
conducta de los individuos en la organización. También se caractenzan
típicamente por las relaciones jerárquicas que existen entre los indivi-
duos, o entre las posiciones que ocupan. Algunas de las características
de las instituc io nes pueden formalÍLénse al recibir una categoría legal
explícita, o al equipararse con leyes ya existentes (por ej(mplo, los es-
té1tutos legales que gobiernan las Gctividades d e Li. :me). Con propósitos
analíticos, podemos d istinguir entre inst i tucior~ es específicas/ como la
Ford Motor Company o ia BBC, y lo que podrüraos llamar instituciones
genéricas o sedimentadas. Por éstas me rdíero ah f<..1rma configurada de
instituciones específicas, configuración que puede abstraerse de las ins-
tiluciones específicas y que persiste por medio del flujo y reflujo de
las organizaciones particulares. Así, por ejemplo, la Pord Motor Com-
pn.ny es una ínst.:mcia de una gran em presa productiva , de ]a cual se
pueden encontrrtr muchos otros ejemplos; y la nnc es una instancia de una
institución transmisora. Al estudiar las inslitudon cs podernos intere ·
s<Hnos t<1Jüo en los rasgos genéricos de las instituciones sedimentadas,
rasgos que ponen de relieve patrones o tendencias e1mplias, como en
los rasgos específi cos de or g aniza.cioncs particulares . Las instituciones
sociales pueden considerarse como constelacíon ~s de reglas, recursos y
222
relaciones que se sitúan en campos de interacción y al mismo tiempo los
crean. Cuando Sé' establece una institución específica, da forma a cam-
pos de interacción preexistentes, y al mismo tiempo crea un nuevo conjunto
de posiciones y trayectorias posibles. Para la mayoría de los individuos
de las sociedades modernas, la idea misma de una <<carrera }> es insepa-
rable de la exisi:en<-: .~ de i.nstitucimtes que buscan, como parte de su propia
ac tividad orientad a h ada obje tivos, reclutar individuos y asignarlos a
una trayec toria que se b J::t · en las instituciones. Sí bien las i.nsti tuciones
sociales son parte integral de los campos de interacción, no son coexten-
sivas a los últimos. Hay muchas acciones e interacciones que ocurren
dentro de los campos pero fuera de instituciones específicas; por ejem-
plo, un encuentro casual en la calle entre arnigos . Pero el hecho de que
muchas acciones e interacciones se presenten fuera de instituciones
específicas no implica, por supuesto, que tales élcciones e interacciones no
sean afectadas por el poder y los recursos, las reglas y los esquemas. To-
da acción e interacción implica la ejecución de condiciones sociales que
son características de los campos en los cu;lles ocurren.
Hasta a hor;:¡ me be dedicado a establecer la diferencia entre lo1:.
campos de interacción y >s inshluciones sociales, y a clarificar los cons-
tituyentes de cada uno. /\hor<~ quiero establecer otra distinción entre los
campos de interacción y !<1s instituciones sociales, por un lado, y lo que
llamaré estructura .';ocia¿ por el otro. Aquí usJré el término •<estructura
sociab> parn refer'i rme a las asimetrías y diferencias relativamente esta-
bles que caracterizan a los ,~nmpos de interacción y a las instituciones
s ociales. Afirmar que en este sentido, un campo de interacción o un<'~
institución social está <<estructurado>>, es afirmar que se caracteriza por
asimetrías y diferenciales relativ<unente estables en términos de la dis-
tribución de los recursos de diversos tipos, el poder, las oportunidades y
li1s posibilidades de v.ida, y el acceso a todo ello. Analizar la estructura
socii:tl de un campo o ins tilución es determinar las asimelrí<~s y diferen-
ciales relativamente es tables -es decir, sistemáticas y con probabilidades
de perdurilT- e intentar indagar lo~ criterios , bs categorías y los prin-
cipios que l<-1s sustentan. En consecuenci~, el aniÍlisis de lc1 estructura
sot.i<ll implica en parte t<'! prescn.l"nción de categorías y distinciones que
>").!
"'--.!
pueden ayudar a organizM y esclarecer la evidencia de la s asimetrías y
diferenciales sistemátic<ls. De esta manera podemos intentar determinar
algunos de los factores que estructuran los carnpos de interacción y las
instituciones ubícadas en ello::.. Así, por ejemplo, el campo de la educación
en Gran Bretaña o Estados Un.idos se car<.lcteriza f'(W un conjunto de ins-
ii tucíoncs específicas (múversidades, preparatorias, potitécnicos c~pec ífícos,
etc., que guardan determinadas relaciones unos con otros) que confor-
miln este c;_-¡mpo; y al igual gue el cvmpo en su totnlidad, t<1les institLtcíoncs
están estructuradas por i<~s asimctrí.1s y difercnci¡¡Jes sistemáticas (por
ejemplo, las que se dzm enlTe hombres y mujeres, entre bLmcos y negros, en-
tre jóvenes de la clase trabaíildora y los de la clase media, etc.) que
constituyen en parte la es\Tuctura social del campo.
La figura 3.1 resume los términos clave del marco conceph.!al que
he descrito hosta ;Üwra. Los conceptos gue están a la izquiercb ----es decir,
los cscen,<rios C:'pncio te m ~~orales , los ca m pos dl' interacción, b s ms ti tu-
cienes soc·iaks y b est-ructura socüll- s ~ refi(:ren a diferenlt:s aspectos
de lc's contextos social es y definen ch f(•rer lcs niveles de análisis. Nos
permitt'n captar los rasgos ~ociales de los et.lnf F·xtos en los cuales ,Ktúan
e inh"ractúan los individuos . Tales rasgos nt! son mermn entc los elemen-
tos de un ámbito en el n.wl ocurre la <1cci6n, ."ino gu <.' s c•n constitutivos
de !,1 acción e interiJcciÓil/ en el sentido de q ue los individuos rutinaria y
necesi1riamu1te aprovechan, ponen en pr á~. tic a y emplean los diversos
aspectos de los contextos sociales al Z~Ctuar e interachl<tr. Los rasgos
contcxtuales no son simplemente restrictivos y !imi.\<1hvos· también
son productivos y facultativos .~ ~ Circ11nscribcn el m..u~t:n de Z~cción
posible, defendiendo algunos cursos como mtís adecuados o más fac-
tibles qw.::- otros, y <1scgurando que los recu rsos y las oportunida des se
dislribuy;m d,' Inimera de~1gur~l. Pero tamb ién hacen posihles l<> S ac-
cioJit'::; e inter;;cc·Ioiws (jlH' o(·urren e n la vi d <~ c-ot.icL1na, const-ituvcndo
Ltc= condit·¡, ~nes suó;lJes de las que nccesari.-un e n te ,_-i ')X'nden d ~d•as
acciones e m_t(>racci one.·.
1-l Es te f'U iltll ha s idn n·c,1lc~do cn n f' M iicu\M cl<Hi d,ld po r At1ti1ony Ciddc•1s ,·(.\~r t"l1
<>spvcial Sil T/1<' Cnn.,titui!'on o/:~ilde !J~-·- - up.dt., c,1p,; . 1 y 4.
Este análisis proporciona un telón de fondo contra el cual pode-
mos considerar lo que interviene en el ejercicio del poder. En el sentido
más general , «poder» es la capacidad de actuar para alcanzar los obje-
tivos e interese~ que se tienen : un individuo tiene el poder de actua~ el
poder de intervenir en la secuencia de sucesos y de alterar su o1rso.
Al actuar así, un individuo aprovecha y emplea los recursos que están a
s-u disposición. En consecuencia, la capacidad de actuar para alcanzar
los objetivos e intereses que se persiguen depende de la posicíón que sf~
ocupa en un Cnmpo o una institución. El apoden>, analizado en el plano
de un cnmpo o un;:¡ institución, es la capacídad que faculta o habi}jfa a
algunos individu os para tornar decisiones, seguir objetivos o realizar
intereses; tos habilita de tal manera que, sin la capacidad conferida por
la posición que ocupan dentro de un campo o institución, no habrían
podido seguir el trayecto relev<mte. Individuos que go:tan de diversas
capacidades de este tipo, y en consecuencia de diferentes grados de
poder pueden g uardar determinadas relaciones sociales unos con otros .
Cu<l ndo lé!S relaciones de poder establecidas son sistemáb"camente asimétricas,
Figu:;t :) 1
22'í
la situad.ón se puede describir como de dominadón. Las relaciones de poder
son «sistemáticam.ente asiméLTicas» cuando los individuos o grupos de
individuos particulares detentan el poder de una manera durable que
excluye, y hast<~ cierto grado significativo se mantiP.ne inaccesible, a otros
individuos o grupos de individuos, sir1. considerar las bases sobre las que
se lleva a cabo tal exclusión. En tales casos p odemos hablar de indivi-
duos o grupos «dominantes» y "subordinados», así como de aquellos
individuos o grupos que ocupan posiciones intermedias en un campo, en
virtud del acceso parcial que tienen a los recursos.
Entre los ejemplos de dominación que tienen particular importan-
cia están los que se vinculan con rasgos estructurales que se repiten de
un contexto a otro. La fuerza del análisis marxista tradicional reside en
su preocupación por demostrar que lél dominación y la subordinación
de las sociedades pasadas y presentes estaba estructurada de esta mis-
ma manera : es decir, se basaba en una división fundamental de clases que
se repite de un contexto a otro, división que en las sociedades capita-
listas modernas asume la forma de la relación capital/salario-trabajo.
No cabe duda de que las relaciones y divisiones de d.1se siguen siendo
una base importante de dominación y subordinación en las sociedades
modernas: las clases y eL conflicto de clé)ses no han desaparecido de
ninguna manera del panorama social de! siglo xx. Sin embargo, sería un
grave error suponer que las relaciones entre las clases constituyen la
ünica base importante de dominación y subordin;:ción en las sociedades
1nodemas, o que ésta sea la más importante en todas las circunstancias.
El exagerado énfasis que se da o las relaciones de clases ---énfasis evidente
en el trabajo de Marx, así como en el de algunos de sus seguidores- pue-
de oscurecer o tergjversar formas de dom.inación y subordinación que no se
basan en la división de ciases y que no se pueden reducir a ésta. Un
análisis satisfactorio de ia domin<~ción y snhxclinación en l<1s sociedades
modernas \"c';ldría que, sin minimizar L importzmcia de las clases, rrcSl"éll"
atención a otras divisiones igua!Jnente fundamentales, taies como Jas que
se dan entre los géneros, los grupos étnicos y los Estados-nación.
Las diversas características de los contextos sociales son constitu-
tiv<~s no sólo de la acción y la interacción, si no además de In producción
y la recepción de las formas simbólicas. Al igual que la acción en su
sentido más generat la producción de formas simbólicas implica el uso
de Jos recursos disponibles y la puesta en práctica de reglas y esquemas de
diversos tipos por parte de individuos situados en detenninada posición
o posiciones en un campo o institución. Un individuo emplea los recursos,
se sirve de las reglas y pone en práctica los esquemas a fin de producir
una forma simbóli.ca para un receptor particular o una serie dC' recep-
tores potenciales; y la recepción anticipada de la forma comprende parte
de las condiciones de su producción. La posición ocupada por un indi-
viduo en un camp o o institución, y la recepción prevista de una forma
simbólica por p<~rte de los individuos a quíenes se dirige, son condÍcio-
nes sociales de producción que moldean la fonna simbólica producida.
Así, por ejemplo, un enunciado lingüístico puede llevar l.as huellas ---en tér-
minos de acento, estilo, palabras empleadas y modo de expresión- de la
posición socialmente estructurada del hablante. Un enunciado también
puede llevar las huellas de su recepción prevista por parte de !os indi·
viduos a quienes se dirige, como cuando un adulto modifica el tono de una
expresión dirigida a un r:ino. No es dificil encontrar otros ejemplos de las
maneras en que la recepción anticipada de l<~s formas simbólicas se incor-
pora de manera rutinaria en sus condiciones de producción. Un artista
puede modifí ra r e l e stilo de su trabajo con !a intención de llegar a
cierta clientela; u n autor puede modificar el contenido de un libro con
la esperanza de atraer J determinado grupo de lectores (o con la es-
peranza den~ ofender a otros); y un productor de televisión puede
alterar un programa ante las expectativas acerca de la naturaleza y la
cantidad del público.
Si las características de los contextos sociales son constitutivas de
la producción de las formas simbólicas, también lo son de las maneras
en que éstas se reciben y comprenden. Las formas simbólicas son recibi-
das por individuos que se sitúan en contextos sociohistórícos específicos,
y las características sociales de estos contextos moldean las maneras en
que son recibidas, comprendidas y valoradas por ellos . El proceso de re-
cepcíón no es un puer::so pélsivo de asimilélción; es más bien un proceso
C'' t' illi vo de in tt:r¡:,n::tacón y valoración, en el cual el significado de und
forma simbólica se constituye y reconstituye activamente. Los indivi-
duos no absorben con pasividad las formas simbólicas, si__rto que les dan
un senhdo activo y creador, y en consecuencia producen un significado en
el proceso mismo de recepción. Una declaración relativamente sencilla,
intercambiada entre amigos en un encuentro casual, es entendida típi-
camente en relación con una historia continuJ de la cual forma parte
este encuentro. Al recibir o interpretar las form,~s simbólicas, los indi-
viduos se sirven de Jos recursos, las reglas y los esquemas que están a. su
dtsposición . De aquí que las maneras en que se comprenden las formas
simbólicas, y las maneras en que se valoran y evahían, puedan diferir
de un individuo a otro según las posiciones que éstos ocupen en campos
o instituciones estructurados socialmente. Est<:.!-i variaciones son particu-
]annente evidentes en el caso de formas simbólicas --('Omo l<~s bellas
Llrtes y la müsica clásica- cuya interpretación y apreciación requieren
de un conjunto especializado de convenciones gue tradicionalmente se
limitan a ciertos sectores privilegiados de la población.
Al recibir e interpretar las formas simbólicas, Jos individuos por-
hcipan en un proceso pennanent·c de constitución y reconstitución del
significado, y este proceso es típicamente pMte de lo que puede llnmarse
la reproducción simbólica de los contextos soá;úes. El significado transmí ti-
do por las formas si.mbólic<1s y reconstituido en el curso de la recepción
puede serv·ir para mantener y reproducir los contextos de producción y
recepción. Es decir, el significado de las form-.\s sim.bólicas, tal como es
recibido y comprendido por Jos receptores, puede servir de di versas mo-
neras para m<1ntencr las relaciones sociales c'struduradas características
de los contextos en los cuales se producen, reciben, o ambas cosas, las
fonnas sírnbólicas. La fif,rura 3.2 ilustra este rnx:·eso. La reproducción sim-
bólica de los contextos sociales es un tip <l particulilf de reprcducción
so~.:ial mt:diada por !a comprensión cotidiana de i6s formas simbólica:,.
No es el Í1nico tipo de reproducción, ni t.1mpo<.:o necesariamente el más
importan re. Las rclJ¿:irmes sociales también se reproducen típ¡camenlc
mediante el U!:iO o la amenaza del uso de la. fuerz;,, así corno mediante la
rnc;·c. rcpelición rutin..nia de lo vida diaria . Pero la reproducción simbóli-
ca de los contextos sociales es un fenómeno importante c¡ue vale la peni'l
228
analizar por sí solo. Es en este punto que nuestra discusión de las for-
mas simbólicas se reincorpora al problema de la ideología. Pues el
estudio de la ídeo1ogfa, según defini la noción en el capítulo 1, es el esh.J-
dio de las maneras en que el significado movilizado por las formas
simbólicas sirve, en c:rcunstancias específicas, para establecer, mantener
y reproducir relacion: 's sociales que son sistemáticamente asimémcas en
términos del pode¡-_ En una etapa posterior consideraré con más detalle
lo que implica el estudio de la ideología.
figur<l 3.2
229
tienen !os objetos en virtud de las formas y la medida en que son esti-
mados por los in di vid u os que los producen y reciben; es decir, elogiados
o denunciados, apreciados o despreciados por tales individuos. La asig-
nación de un valor simbólico puede distinguirse de Jo que podemos
llamar {(valoración económica>>. La valoración económica es el pToceso
mediante el cual se asigna a las formas simbólicas derto «valor económico)),
es decir, un valor por el cual podrían ser intercambia das en un merca-
do. Por medio del proceso de valoración ec:m.6mic.1.. ~ -lS formas simbólicas
se constih.1yen como mercancías; es un precio dado. Me referiré a las for-
mas simbólicas mercantilizadas como «bienes simbólicos». En el capítulo
siguiente reconstruiré el proceso histórico a Jo largo del cual las formas
simbólicas se mercantilizan cada vez más en este sentido, proceso
histórico que es parte esencial del surgimiento y el desarrollo de la
comunicación de masns.
Ambos tipos de valoración se acompañan comúnmente de formas
distintivas de conflicto. Los individuos gue las producen y reciben
pueden asignar diferentes grados de valor simbólico a las formas sim-
bólicas, de tal manera. que un objeto elogiado por algunos puede ser
denunciado o despreciado por otros. Lo anterior se puede describir co-
mo conflicto de evaluación simbólica. Tales confh.~tos ocurren siempre en
un contexto social estructurado que se caracteriza por asímetríns y
diferenciales de divccrsos tipos. Por ello, raril vez poseen la misma cate-
goría las evaluaciones simbólicas externa das por ii~d tviduos situados de
distinta manera. Algunas evaluaciones tienen miís peso que otras, en
función del individuo que las externa y lil posición desde Id cualio hace;
y algunos individuos están en una mejor posición que otros para exter-
nélr sus evaluaciones y, de ser necesario, imponerlas. Las palabra:; del
director de la G,llcda Tate, al hablar por televisión en la !3!3C acerca del ~ra
bajo de un nuevo artista, es probable que t~ngan mi'Ís peso que los
comentarios tic un transeúnte en b calle . Al ddqlllrir un valor simbólico,
una obra puede gnnar un nivel de legitimid ad ; es decir, puede ser reco-
nocid a como legítima no sólo por los que es tcín en una buena posición
par<J asignarle un valor simbólico, sino también p or ayuéllos que recono-
cen y respetan la posición de quienes lo asi gnan. En la mcdidil en que
un trabajo se reconoce como legítimo, su productor recibe honor, pres-
tigio y respeto. Se le reconoce como artista, escritor, cineasta, o como persona
distinguida o de buen gusto. Sin embargo, este proceso de valoración
rara vez es consensual o rara vez está libre de conflictos. Las controver-
sias continuas en torno al trabajo de «artistas pop» como Andy Warhol,
o las diversas y con frecuencia mordaces críticas de libros y películas
que aparecen en periódicos, revistas y suplementos literarios dan tm ;:un-
plio testimonio del caráctc:· cunflictivo de la valoración simbólica.
El proceso de valoíación económica también se acompaña co-
múnmente de conflictos . Los bienes simbólicos pueden ser valorados
económicamente en diversos grados por diferentes individuos, en el
sentido de que ;Jlgunos de ellos pueden considerarlos más o menos va-
liosos de lo que otros los consideran. Podernos describir este tipo de
conflicto como con/licto de evaluación econónúca. Tales conflictos ocurren
siempre en con textos sociales estruclurados donde algunos individuos
pueden tener la p osibilidad y la disposición de pagar más que otros a fin
de i\dquiri.r o controlcu determinados bienes simbólicos. Las licitaciones
y contralicitacione s que s~ dan en el remate de obras de arte son un
ejemplo vívido, aunque algo excepcional, de los conflictos de evaluación
económica: vív ido porque las evalunciones contrarias se expresan abier-
ta y directamente en competencia unas con otras, excepcional porque la
mayor parte de los conflictos de evaluación económica no ocurren en
un espacio clJ.ramente Jefínido, ni en un marco temporal estrictamente
regulildo, en los que los individuos o sus representantes participen en
una competencia abierta por la adquisición de bienes simbólicos. Con
la crecit'nte mer at!tilización de las formas simbólicas y su incorporación
a las instituciones d e comunicación masiva, la mnyoría de los cont1ictos
de evaluación económica surgen en un marco institucional constituido
por L1s organizaciones de los medios. Tales organizaciones se ü\te_resan
de rn.anera rutin aria por la valoración económica de las formas simbó-
l ica~ y por las lución de los conf1ictos que genera. Así, por ejemplo, al
producir un bien simbólico como un libro, una organización editorial
tr,1!"1.Sformn una forma s.i mbólica en una mercancía y la ofrece en inter-
c,¡ mhio en tH\ mercado. Según las ventas ;mtícipadas que tenga el libro, el
editor asignará generalmente cierto valor económico a la fonna simbólica,
asignación que puede, y con frecuencia lo hace, diferir de las asigna-
óones de otros, tales como los autores y los agentes . Dichos conflictos
de evaluación económica se confrontan y resuelven de manera rutinaria
como parte de la operación diaria de las orgc>nizaciones de los medios.
Aunque por medio de! análisis podemos d istinguir entre v alora-
ción simbcílíca y económic;1 , y entre tas fonnas de conflicto típicamente
Js >c·íadas con ellas, en L:ircunstancias reales dichas formas de vaiora-
ción y conflicto a menudo se traslapan de maneras complejas. En algunos
casos, la adquisición de tm valor simbólico -sea que haya sido asignado
por otros o que haya derivado del prestigio acumulado por el pro-
ductor- puede ,1umentar el vJlor econórníco de un hien simbólico . Esta
relación directa entre valor sirnbólico y val or (o.;.:. o n ómko es evi.dente, por
ejemplo, en la vent<~ de pinturas de artistas muy conocidos, o en la ven-
ta de los derechos de los libros o las pelícub ~ d\: ,~ utores o directores
conocidos. En otros casos, sin embargo, l¡:¡ adqui sición de un valor s im-
bólicn puede no aumentar de manera significn ti \•;\ el valor económico
de un bien simbólico e incluso puede reducir su v a lor económíco . En
ciertos campos de producción e interccnnbio simbó licos, el valor s imbó-
lico de un bien se puede relacionar inversamen te con su val0r econó mico,
en d sentido de que, cuanto rnenos <<cornercia h sea, mAs val ioso se le
considerc1rá. Así, algunc1s personas pueden incluir detem1inadas formas
de ópera y bollet, que depende11 mucho de subsidios y donaciones de
fondos públicos, en tre l<~s formas más elevadas de Mte, y cuanto más
bajo St'a su valor económico, más valor simbólico se les asignará, puesto
que c<:cb vez se pueden considerar nuís como no corrompidas por los
intereses com erciales. Asim..ismo, los académicos que escriben libros que
son muy bien recibidos en términos comerciales pueden ser vistos con
desconfiam:n por sus colegas, quit' nes pueden interpretar el éxito comer-
cial de un¿¡ obra com(\ indiGlL:ión de su {alLl. d e va lor intelectual .
Los individuos q ue pa r ticip an t2J1 la rep ruduccí.ón y la recepción
de las formc1S simbólicas c~ tán en general conscie n tes del hecho de que
ést<ls pueden estar suj(' tas <1 procesos de v a loración, y pueden empren-
der estratcgi<~s oriC'ntadas a aumentar o redu cir el valor sirnbó li co o
económico. Intentar alcanzar dichas estrategias puede ser un objetivo
explícito de los individuos; por ejemplo, cuando un individuo busca ex-
presamente ridiculizor o humillar a otro, o compite abiertamente para
ganiir un premio prestigioso. Pero la prosecución de dichas estrat·egias
puede ser también un objetivo implíctto, una meta que se busca pero no
se reconoce, un resultado c¡ue se desea pero que no se p ersigue abiert<l o
expresamente. Un individuo que busca ganarse el reconocim iento de
s us colegas, puede, si éste es su objetivo mamfiesto/ ser considerado co-
rno oportunista Las estrategias seguidas por los individuos se pueden
orientar haci;1. el aumento o la reducción del valor simbólico, bacía el
;wmento o la reducción dd wtlor económico, o hacin una combinación
de ;m1.bos. Es lo úl timo implica lo que puede describirse como Faloradón
cruzada: es decir, el uso del valor simbólico como medio para aumentar
o disminuir el valor económico, y viceversa. La valoración cruzada es
pa:·tc esencial d e Ja estrategia seguida por los publicistas cuando usan a
conocid,;.s es trellas d e 'ine, a es trellas de la música popul<H o a figur<1s
públ icas como medio p ar a promover productos particulares : el objeti vo
es aumentar las ventas por asociación, aumentcU el valor económ íco
por asociación con una figura de alto valor simbólico, aunque no haya
una conexión neces.:uin entre ambos . La v(1loración cruzada es también
pMte de la estrvl"cgia seg uida por los individuos cuando buscan conver-
tir en un lr<~baj o más lucrativo el reconocimiento del que gozan en un
campo, o cuMcdo ata c(ln o difaman públic;~mente a alguien en un inten-
to por privarlo de un ascenso o 1.m trabajo. Las estrt:1tegi<~s de valornción
cruzada se trasl<< pan ele esta manera con lo q11e antes llamé estrategias
de conversión de capital, mediante las cuales los individuos tratan de
convertir un tipo de ca pital en otro, y reconvertido en w1a etapa posterior
del ciclo de vidél, a fin de preservar o mejorJr su posición soda[ gcner<ll.
Las estntegias seguidas por los individuos se vinculan con las po-
SICiones que ocu p an en campos de interccci6n particular. Los tipos de
es trategias que s ig uen típicam.cntc los individuos , y su cap<~cidad para
tener 0x ito um ellas, depen den de los recursos c¡ue tienen a su d isposi-
ción y de la relclción gu e gu ard<:n con otros individuos d el mbmo C{lrnpo.
ll us traré este p unto concentrá ndo me t2n algunas de las eslra teg ias que
típicamente sígtten los individuos al asigna.r un valor simbólico. Distin-
gui.ré varias E'Sfrategjas de cvaluacíón simbólica típicas y demostraré cómo
se vinculan con diferentes posiciones de un campo. Al distinguir estas
estrategias típicas no quiero sugerir que éstas sean las únicas vías abier-
tas a. los individuos, rú gue éstas sean siempre las vías a las que aspiran
los individuos ubicados en las posiciones en cuestión . Por el contrario, los
individuos participan constantemente en el diseño de nuevas estrategias
y en la búsqueda de nuevas maneras de con s guir sus objetivos o de im-
pedir que otros sigan los suyos, y estas estrategias sólo se pueden analizar
plent=~mente al considerar casos específicos. Sin embargo, podemos iden-
tificar ciertas estrategias típicas de evaluación simbólica y demostrar
cómo se pueden vincular con cliferentes posiciones de un campo. Al ha-
cerio, me basaré en los estudios de tipo más dctnllado efectuados por
Bourd tL'U y otros, y destacaré algunas relL~ciones que podrían ayudar a
su vez a guiar las investigaciones de un carácter m<i:- concreto. La tabli13.1
resurnc algunas de estas estrategias típicas y los vínculos que guardan
con l0s diferentes ¡.•osiciones de un campo.
Los indivi duo que ocupan posici nes d omina ntes en un campo
de interacción son aquéll o~ que posec>n de manera positiva recursos o
capit<'ll de diversos tipos, o que tienen un acceso privilegiado a ellos. AJ
producir y valorar las formas simbólicas, los individuos de las posicio-
nes dominantes siguen típicamente una eslTategía de diferenciación en
el sentido de que buscan distinguirse de los individuos o grupos que
ocup<H1 posiciones subordinadas a ellos .:i..~ As[, pueden atribuir un alto
valor simbólico a bienes que se<J.n escasos o caros (o ambas cosas), y que en
consecuencia sean en gran medida maccesibles pa.ra Jos individuos quepo-
seen menos capüi\l económico Por ejemplo, puede atribuirse un alto valor
simbóLico a las obras de ente clásicas, las cu.:iles sólo pueden ser plenamente
Jpreciadds por individuo,:; que posea1.1 un gusto educado y una considerable
riquez.a. De la mism~: manera, en el <.Ímbito de la haute couture/ las mar-
cas m.:\s exclusivas y los estilos más n'.odernos son sei\,11 de distinción
J:i Es<a t'~ lrat<cg1.1 es iln ,Jli.r.Jd,, de nJMlCr,l ~¡emplu por rluurdicu en Distinctívn, ... op.cit.,
Ci1p5 . l y 3.
Tabla 3.1
Estraleg ias de ~
_ ---- eva!uací611 simlYJ!ica
Difcrc n cb ciór.
!3urh
Condesccnclcnc•a
1n.tcrmeci ia Modcr:tción
Prcsu11Ción
Dc l'a iuación
Rech :<zo
parii qujene::; rueden d:Jr.SC el lujo de exhibirlas. Los Individuos de las posi·
ci<)ne~ dominantes tJrnbién pueden trat;u de diferenciarse al ::;eguir una
es tra tcgia de burla: es decir, considerando las fonnas simbólic·as produ-
cid:\S por los que ocupan posiciones i.nfcriores a ellos como desatinadas,
torpes, inmaduras o poco refinadas. Sernejanl"c actitud era evidente entre
la aristocracia cortesano de la Europa del siglo xvm, que buscaba proteger
sus privilegio;; con side rando la conducta de los estratos burguesc>s en as-
censo como vulga res y exagerados.·:\6 Una vari;mte más sutil de est-a últímil
estTategia es la condescendencia. Al ciogiar las formas simbólicas de una
\6 \!orberl El i:J:O, h,t .ma iízildú ii fo nd o lils actitudes d, la a r ís tocrac ía cortcs an,\; véase en
e;;pecial ~u .Sta/e Fi)nm•!J1m r1nd Ci•-ilizatJlm (vo l. 2 de The Civi!izin,;¡ Pmces.s), trc,1d Ed.mund
Jcphc<>(! (O xiord: llñs) I Biack w cll, 1982.) [trad.cast . J· Ci3 ], y The Cvl!rt Soody (Oxlorcl: !la sil
llbck wcl l. 198 3). [ r~td.C,l S !. I'CE ]
manera que humilla a sus productores y les recuerda su posición subor-
dinada, la condescendencia permite a los individuos de las posiciones
dominantes reafirmar su dominio sin declararlo abiertamente.
Las posiciones íntt?rmt-dins en un campo son aquéllas que ofrecen
<~cccso a un tipo de capit<1l pero no a otro, o q ue ofrecen acceso a diver-
sos tipos de c<~pital pero en cantidildes m<'is limíLldas que las que están
~disposición de los individuos o grupos domi..nantes. Unr~ posición intcr-
mcdin. se puede car<~cteriztn por una gran c¿¡ntidad de c0pít.:d econónuco
pero una bajc1. cantid<~d de capital cultural (los nouveaux riches), o por
una baja cantidad de capital económico y una gran cantidad de cr~pital
culhrral (la intc!ligentsia o la a vant-garde), o por ca.ntidades moderadas de
a.rnbns (los esb:a tos burgueses en ascenso de la Eu ropa de los Siflos xvm y XIX).
A menudo las estra.tcgiJs de evaluación simbóiica seguidas por los indi-
viduos de las posiciones intermedias se Ci1ractcriza n por una moderarión:
lcJS individuos valonH1 positiv¡tmcnte bienes q ue saben que están a su
ztlc <~l:,_-e; y, como individu os cuyos futurns p ued en no ser totalmer!ic se-
g~tros, pueden valorar más aquellas formas si mbó licas que les permiten
emt)iear sn C<1pital cultu¡·:11 si.n perder sus lim itados recursos económi-
cos. Asi, en la esfera de la moda intentarAn adquirir el mejor estilo con un
mínimo de gJsto, fij,í.ndos e m u y bien en lo que compran y tratando de
<iprovcchM al m<1ximo las liquidaciones anuales o s cm~:strales. No obs-
tante, los individuos de las pos1ciones intermedias también se pueden
orientar hc1cia las posiciones dorn.inantes, produciendo formas simbó-
licas como si fueran productos de los mdividuos o grupos dmnínantes, o
v<Jlorándolas como sí fueran valoradas por estos últimos. Los individuos de
l<1S posiciones i.Jüermedias puede n seguir de esta manera una estrategia
de presunción fingiendo ser algo que no son y buscando integrarse a posi-
ciones superiores a hs suyas. Por ejemplo, los individuo~ de l<~s posiciones
inte ,·mcdié1 s pue ien adoptar el acento, el vo~abulario y la afectacíón
~e !a forma de hablar de le .s i:)dividuos y grupos dominan tes, produciendo
fo rrnas s imból icas que reiH:-j<n L1s caraci:er.í sti :ils dominantt?.S y que dan
testi1110nio <.it> su ambición, de su ínscgurid¡¡d o de <lrnbas.l7 En algun¡;¡s
circunstancias, s iJ.1. embargo, los individuos de las posidones intermedias
pueden seguir una estrategia muy diferente haci.a los individuos o grupos
domin.antes, intentando dev,.Vuaro desprestigiar las fonnas siJ.nbólicas produ-
cidas por ellos. En vez de reproducir las valoraciones de los individuos y
grupos dominantes a fin de integrarse a las posiciones dominantes, pueden
reprobar las fomws simbóiicas producidas por éstos en un intento por
situarse por encimad~ tales posiciones. AsC la burguesía en ascenso de la
Europa de los siglos xv;n v xrx describía a veces a la vieja aristocracia como
extravagante, degenerada e irresponsable, como incapaz de organizar los
problemas económicos y políticos, y como superficial en su vida social. 3·"
Una vez que la bu rguesía consiguió desplazar a la vicjJ aristocracia y crear
nuevas posiciones de donúnación, la atención de su guerra simbólica se diri-
gió hacia los límit-es que la separaban de los grupos que había abajo de
ella, de los grupos que poseían menos capital económico y cultural y,
subsccuentcrnente, de los nuevos estratos medios.
Las posil'ion(':; ~ubordinadas en un campo son aquéllas c¡ue ofre-
cen acces~¡ a las Cdntidadt::s más rcducid<lS di! L:a pital de diversos tipos
Los individuus qtw ocupan estas posiciones son aquéllos que poseen Jn(~nos
recursos y cuyas o porhmidad >s son más limitadas. Las estrategias de
C'\'Jluación simbólica seguidas por los individuos de las posiciones subor-
dinad<~s ~e c.:1racte ri za n típi;:J.mente por 1<1 vi,!hilid,?d: al ser individuos
que es tán más p reocupa dos q;H' otros por las t:CCl'SÍL·bdcs d e 1<1 sup('rvl ·
\'e:'nciil, pueden asignar un mayor valor gue otros a objetos que son pní.dicos
en su disefw y funciona les en la vida diMia.·1" Así, pueden valorar la ropa
práctica, durable y bara ta.; y pueden preferir los diseños de interiores
funcionales y fáciles de mantener. La evi'llu<lción positiva de los objetos
40 Vé,;¡,e Pil ul E. Wiliis, Le.'J min¿; tu l.abo ur: Ho w vVorking Class Kids Cct 'A1orkmg Ciass
fubs, ...op .ci t. : y S!u<Ht H;d l y Tony Jeffl' rson l<'d -), !<esist,?ncc Th ro ugh Ríluals: Youth
S ubcultures in !'os!- War Brlta!!l (L Jn dres: H u!chins,,n, l lJ7ó) .
existentes entre estas estrategias y las posiciones que ocupan los indi-
viduos en un campo de interacción. Sin embargo, no he considerado las
maneras en que dichas estrategias se pueden ver afectadas por el desarrollo
de instituciones que se relacionan en parte con la asignación y la renova-
ción del valor simbólico (por ejemplo, las escuelas, universidades, museos,
etc.), o por el dcsanollo de instituciones que se orientan esencialmente
hacia la valoración económica de las formas simbólicas (galenas de arte,
instituciones de comunicación masiva, etc.). El desarrollo de tales in._c;títu-
ciones se acompar1a de la acumulación de recursos, la fijación de posiciones
de evaluación y ia diferenciación de las esferas culturales. Surgen institu-
ciones puticulares donde se amasan recursos de diversas clases, no sólo
el capitaJ económico, sino también las fom1as acumuladas de conoci.m.iento
y prestigio . En virtud de su ubicación en esas instituciones, los indivi-
duos asumen una posición de evaluación que confiere cierta autoridad
a las evaluaciones que externan . Habl<m como un profesor universitario,
como un director de museo, como un corresponsal de una red de televi-
sión, y, como tfl les, las evaluaciones que externan portarán una autoridad
derivada de la institución que representen ellos. El desarrollo de las institu-
ciones se acompaña también de la diferenciación de esferas culturales
en el sentido de que, con la aparición de las instituciones reLacionadas
con la producción, la transmisión y la acumulación de formas simbóli-
c<~s, surgen diferentes tipos de formas simbólicas que se interrelacionan,
diferenciadas en términos de sus modos de producción y transmisión y
recepción, con té : minos del valor simbólico y económico que se les ha
al·ribuido . Así, en el campo de las publicaciones, la aparición y la per-
petu<:ción de un catálogo de grandes obras literarias se vincula con el
desarrollo de un sistema educativo en el cual se ha institucionalizado la
práctica de la crítica literaria. Estas prácticas institucionalizadas operan
como un filtro selectí.vo para extraer ciertas obras del amplio campo de las
pub 1ica ciones, y p ara conslituir estos trabajos como «litera tura».n La apari-
~_·ión de una esfer a de «literatura popular» fue producto tanto de estos
mecanismos de exclusión, mediante los cuides la literatura popular se
--11 Véa~e f{aym<nd \.-Vill.iam:.. The LN~IJ Rt'FO!urion (liarmonthworlh: !'en¡r.JiJ\, 1961}.
239
constituyó como la «otra.'' literatura, como del desarrollo de instituciones de
comunicación y educación masivas, las cuales crearon las condiciones
para una gran producción y una amplia circulación de formas simbólicas.
2 í1
Las industrias de los medios no siempre han desempeñado un pa-
pel tan fundamental. El surgimiento y desarrollo de estas industrias fue
un proceso histórico específico que acompañó el surgimiento de las
sociedades modernas . Los orígenes de la comunicación masiva pueden
remontarse a fines del siglo xv, cuando las técnicas asociadas con La im-
prenta de Gutenberg fueron asimiladas por diversas instíhJciones en los
centros más importantes del comercio de Europa y explotadas con el fin
de producir múltiples copias de manuscritos y textos. Ése fue el comien-
zo de una serie de desarrollos que, desde el siglo xv1 hasta el presente,
iban a transformar de modo radical las m.aneras en que las formas sim-
bólicas eran producidas, transmitidas y recibidas por los individuos en
el curso de su vida cotidiana. Es esta serie de desarrollos el sustento de
lo que he llamado la mediatización de la cultura moderna. Éste es un
proceso que h<1 ido de la mano con la expansión del capitalismo indus-
trial y con la formación del sistema Estado-nación moderno . Juntos,
estos procesos son constitutivos de las sociedadc's industriales modernas
de Occidente . Además son procesos que h a n afectado profundamente
el desilrrollo deJas sociedades en otras r;ntes del mundo, socieda-
des que en el pas;~do han estado entretejidas en diverso grado con
otras, y que están cada ve"L. más entreteji d as hoy. La interconexión
creciente de las s0ciedades en el rnundo co n tem p oráneo es resulta -
do de los mismos procesos, incluyendo la mc-diabzación de la cultura
moderna, que han moldeado et desarrollo social desde el periodo
moderno temprano.
En este capítulo quiero examinar el surgimiento y desarrollo de l«s
industrias de los medios . Comenzaré con la concepción de cultura ela-
borada en el capítulo anterior. La circulación de ias formas simbólicas
en contextos socíohístóricos específicos implica una serie de características
que todélvÍa no he examinado con mucho d etalle . Trataré estas carac-
terísticas como aspectos distintos de la transJnisi6n cultura/ es decir, el
proceso por el cual las formas simbólicas se transmiten de productores <1
receptores. Al concentrarnos en el pro cc~o d e tra nsm isión culturzll, po-
demos poner dé :·elicve una serie de aracterísti as que son cruciales
por;:~ comprender la nat.uraleza y el desén ro !Lo de la comunioción
masiva. Sobre la base de este análisis conceptual preliminar examinaré
entonces el desarrollo de algunos de los principales tipos de medios téc-
nicos de transmisión cultural, y algunos de los aparatos institucionales
más importantes en los cuales se han desarrollado dichos medios .
Discutiré la imp•n·:ancia de la escritura y de la introducción de los me-
dios técnicos para fijar los mensajes escritos, dando particular atención
a la aparición de la industria de la imprenta en Europa y el surgimiento
de periódicos de circulación masiva en los siglos XJX y xx. Después discu-
tiré el surgimiento d e ia radiodifusión y el desarrolio de las instih1ciones
de radiodifusión en Gran Bretai1a y Estados Unidos . En las dos últimas
secciones del capítulo examinaré algunas de las tendencias recientes de
las industrias de los medios y consideraré el impacto social que tienen
las nuevas tecnologías de comunicación.
Las fom1<1s simbólicas son fenómenos sociales : una forma stmbóüca que
es recibid<t sólo por el mismo individuo que l<l produjo es la excepción más
que la regla. Fn el intercambio de las formas simbólicas entre producto-
res y receptores i.ntuviene en general una serie de características que
podemos analizar béljo el titulo de transmisión cultural. Distinguiré tres as-
pectos de la transmisión cultural: (1) el medio técrúco de transmisión, (2) el
aparato in.sfjh.Jdonalde b·ansmisión, y (3) el distancinnuento espado-temporal
implicado en la transmisión. []intercambio deJa formas simbólicas
contiene típicamente todos estos aspectos en grados y maneras diversas.
Con el surgimiento y desandlc de la comunicación masiva, tales aspec-
tos ast;men nuevas formas y adquieren una nueva impor(·ancia. Se
combinan de m aneras specíficas para producir, mercantilizar y hacer
circular ampliamente las formas simbólicas. Me referiré a estas combi-
naciones específicas como «modz!lidades de la transmisión cultural». Lo
que comúnmente se consider;:; como un medio particular, como los pe-
riódicos o la tele visión, puede conceptuarse más rigurosamente como
una modalidad especifica de transmisión cultural que combina, de
manera distinta, un medio técnico, un aparato institucional y cierto
tipo de distanciamiento espacio-temporal. Permítaseme considerar
uno por uno estos aspectos .
Pua un análisis f;C neral de 1~ re l<~ c 1 ón ex1~len1e enfrc la rt' produccíón m;¡s1v,1 y las obr.:-.,
de .nte, véase el ensayo lásico dt' \'\!al ter !Jcniami n, '' The Wmk oí Art in tht' A ¡~r: of
Mcc hilníca l f{t:p rodu c tw n", en id., 1/umina tion tr~d . Harry Zohn (L()ndre ~: h •ntan;1,
1')73), pp. 219 -253_[trad c~ s t T.1 un· J
en una época en que la aparición de los nuevos medios témícos estaba
haciendo posible la reproducción masiva de las fomt.as simbólicas.2
Un tercer atributo del medio téoüco se relaciona con la naturaleza y el
alcance de la parhcipación que permite y exige a los individuos que
emplean el medio. Los distintos medios demandan a !os individuos
el uso de diferentes habilidades, facultades y recursos para codificar y
decodificar los mensajes del medio en cuestión. Las habilidades, las facul -
tades y los recursos requeridos para escribir y leer una carta personal,
por ejemplo, son diferentes a los necesario::; para escribir y leer un texto
literario, y éstos son a su vez distintos de aquéllos que intervienen en
la escritura de un guión, la producción, la transmisión y la contem-
plación de un programa de televisión. Considérese por un momento
algunas de las diferencias entre la lectura de un texto literrHiO y la
conlt>mpjación de un programa de televisión. Un lector puede ir de
un lado a otro en los cnpltulos, releyendo o saltándose pasajes para
tener una idea de hacia dónde se encamina la historia . Pero el es-
fucr'L.o de releer es considerable, y requiere conc~'ntrnción durante un
amplio periodo; y un texto difícil puede ser especialmente exigente
con los individuos que no han adquirido el capital cultural que se
aplicil normalmente en la apreciación de ias obras literarias. Por el
contrario, un ind.ividuo que ve un prograrna de televisión no tiene con-
trol <.dguno sobre et tiempo y el ritmo de contemplación (a menos,
por supuesto, que cuente con un equipo de vídeo, en cuyo caso el
medio técnico ha sido modiricado). En general, el componente lingüís-
tico t:h:l programa se re?.liza con un estilo de conversación más que
en el de una fonnil líi'er,1;·ic1, y se acompai'l::l casi siem pre de un com-
pont·nte visual, de manera que los símbolos que están a disposición
del sujeto son complejas construcciones audiovisuales Un programa
por lo re?,ulnr, se ve en un conte:xto suci:; 1. con am.ígos o miembros de
nrH fam:li.:;, y ¡:-.uerle verse \: n 11 diversns gr:dos de <1ténci6 n, desde una
·::on~pcnl'tr<lció'l intensa h3Stil una vag c1 conciencia del hecho de que
~ v,;~ se C. J. ryte, "/\rt .1 nd R.cpD dc:c 'ion : Som~ A$pec t ~ f ::1e R(· L'l tJ · m~ Bctwecn
!' .lin ters a nd Eng ravers in l0 t d 111 J/ c,0-1850", <?n kíedfa, Culture .md 5oc¡ety, nüm. 7,
::1:-;s, PP . . '19--tr
2·í(J
la televisión está en el fondo y que en ella se está presentando un
programa particular. Esta breve comparación ilustra ampliamente el
hecho de que ios diferentes medios técnicos se vinculan con di-
ferentes habilidades, facultades y recursos, de tal manera que un
medio técnico no puede disociarse totalmente de los con textos
sociales donde lo em1;lean los individuos que participan en la codi-
ficación y decodificación de las formas simbólicas.
2. Además del m edio técnico, ei intercambiO de formas simbólicas
implica con frecuencia un aparato institucional de transmisión. Por
«aparato institucional>> me refiero a un conjunto determinado de
arreglos institucionales en los cuales se despliega el medio técnico y se
insertan los individuos que participan en la codificación y deco-
dificación de las formas simbólicas. Tales arreglos se caracterizan por
reglas, recursos y relaciones de diversos tipos; típicamente implican
relaciones jerárquicas de poder entre individuos que ocupan posi-
ciones ínstituciomllizndas. En virtud de tales arreglos, los individuos
detentan ciertos gr<>dos de control sobre el proceso de transmisión
cultural. Considérense, por ejemplo, algunos de los arreglos insti-
tucionales q ue intervienen en la transmisión de un texto literario .
Entre las in s tituciones específicas que pueden tener relación con
semej<.mte pn.iceso están la organización editorial, la red de d is-
tribución, las inst ituciones de los medios y el sistema educativo. La
decisión de ¡<' ublica r un te xto literario, y en consccuenci,1 ponerlo a
disposición como bien simbólico, recae en ültima instancia en la
organización editoriat que es capaz de emplear recursos acumulados
a fin de producir y promover un libro. Sin embargo, la medida en que
un texto se transmite efectivamente depende también de lc1s maneras
en que es acep tJdo y cüh:ndido por las instituciones, tales como las que
se relél cionan con las venta s y la distribución (librerias, círculos de
lectores, e tc.) , las que se dedican a la producción de periódicos o
revist<~s en las que puede aparecer o ser criticado el texto, y donde se
vinculan la ensei\anza de la literatura y \as aptitudes literarias. Todas
estas instituciunes diferentes constituyen lo que describiré corno los
canales de di..fusir'ín selectiva de las fonnas simbólicas, es decir/ el conjunto
2·f7
de arreglos institucionales mediante los cuales las formas simbólicas
se hacen circular, de distínté1S maneras y en d iferentes grados, en el
mundo sociaL Con la m ercantilización de las formas simbólicas, los
canales de difusión selectiva adquieren un papel determinante en el
proceso de valoración económica , ya que se transforman en el me-
canismo por medio del cual se interc.:·, mbian los bienes simbólicos
en el m e rcado .
El aparato inslihtcional de transmisión constituye no sólo los canales
de difusión selectiva : constituye tam bién. un marco en el cual las for-
mas simbólicas se puc>den usar en el ejercicio del poder y se ven afectadas
por éL En virtud ele la capacidad de almacenamiento de los medios
técnicos, las formas simbólicas pueden emplearse como un recurso
para alcanzar intereses y objetivos p,;-,rticu lares, de la manera, por
ejemplo, en que la información grabada <1cerca de la pobl ación pue-
de ser utili:z.ad¡¡ por los hmcionarios csl;ltales para reguJ,nla y controlnrla.
Además, la difusión de la s forma s simbólicas es, en sí misma, un
proceso que puec!e regL: mc.:ntar y controlJ.r las diversas maneras. A
fin de hacer resait<·: r estos aspectos de la interacción entre las formas
simbólicas y el poder, diré gue ei ar~arato d ;:>transmisión !nstitucionill
consLitu) e tm conjunto de n1é'Gli11~~1n05JY1nJ ,;, pw '.~·;ta e11p1<ic/ii~? lim1lada
d e las to rmas simbólicas . C uando las formas simbólicas implican el
almacenamiento de infonnación que puede ser útil en transacciones
comerciales, o que puede ser percíbida coml) benéfica o noci._·a para
Jos individuos u organizil.ciones particulares, entonces lo:-; mecanis-
mos par<J la p u esta en prácticillim.itada astJmen tm papel funda men tal
y pueden servil· para limitor o desviar la difusión de las form<ts simbólü·as.
Asimismo, la his toria d e la reglamentación de la comunicación masiva
puede entcnders<: como la historia de los intentos de los funcionarios
estatales por idear e írnponer mecanismos pJ.ra la !:-nestt~ en práctica
limitada de las formas simbólicas. Al suprimir in fc nn<1ción, vigilar l2
producci ón, contro1i:1r el acceso l1 lo~ medios técnico5 y ( astiga.r <1 los
ofensores, Jos funcion a rios estatales han d isei'l,IL:o una '.'ariedad de
mecanismos institucion<1ks qtle circ unscriben el flujo de las form as
simbóli c;1s y, en algunos casos, vincul a n lil puesta en pr,)c ti ca
línütada de las formas simbólicas con la prosecución de objetivos
políticos rnarufiestos -
3. Un tercer aspecto de la I:Tansmisión cultural es lo que se puede llamar el
distanciam.iento espacio-temporal implicado en la transmisión. Al dis-
cutir este aspecto y relacionarlo con otros desarrollos más adelante en
este capi'tulo, me bc.saré en los trabajos de Harold fruüs y Anthony
Giddens quienes han subrayado la importancia que poseen el espacio y
el tiempo para la teoría social y para el análisis de ios sistemas de comu-
nicación3 La transmisión de una forma simbóLica implica necesariamente
su separación, en diversos grados, del conl·exto de su producción: se dis-
tand<l de este (ontexto, tanto espacial como temporC~Imente, y se inser~a
en nuevos contextos que se pueden ubicar en diferentes espacios y
tiempos. Podernos usar el té1nüno «distanciamiento» para referirnos a
est-e proceso de alejamiento 4 La na.hlrctleza y el alcance del distancia-
miento varí.:m de un r,,edio técnico a otro. En el caso de la. conversación
conn'm, sin ayuda de equipo electrónico u otro equipo sintético, hay rela-
tivamente poco distanciamiento espacio-temporal. Ln conversación
ocurre en lo que se puede llamar un contexto de copresená1; ta disponi-
bilidad de las formas simbólicas se Ji mi tn a los participan tes de la
conversilcíón, o a individuos ubiGJdos en la proximidad inmediata,
v lr~ fonnil no durará más ;;lL'í del momento transitorio de su emisión o
el recuerdo en rápido desvanecimiento de su contenido. Agregar al
discvrso ciertos medios técnicos como micrófonos, teléfonos o sistemas
de transmisión y recepción de rctdio, puede facilití1r el distilnciamjl'nlo
\ Vé ase Harold lnnis, Empire and Communicalions (Oxford: O·'<ford University Prcss, 1950)
y The Bias nf CommmiÍOllions (Toronto: University uf Toronto Pre~. 1951 ). Véase también
/\ n hony Cid dcn::., A Contempoary Crilique o! ffisturic.>l A1J!t:n".Jiism, vol. 1: Pou,-er; Pmrer(y
.md the _'ilaie (!..ondr~.- : M;¡,Millnn,. 198 1). Thf' Ci:>nstitulion o/ Society,. .. op cit., y The ;\/;)/ion
St.-1/e ,l/ld !-iu/,•n ce: L•i)him<' 7'«.'0 o!:\ Conicmpn1.ny Critiq ue o f Hi s!c;i(.:, ' lv1Atcri~li~m
!C.;mbrid ¡;c: l'olíty P reS' , J9il5 ).
F.l !,;rm rn o " J.isla n tí amienl u" d t>r iv a d (; J., nbu de Pil u i Ric o:: ur, qua•n lo us " p.na
cit•scribi r la - 11\ili\crils d o11Jc discurso t'Scritn (i;,\ ' ('S ) s e disti ngue de! dJ:octns o h itb !a do.
\!,!;;._,,, l?n e,-p ecí.; Pa ui R iCCt'u r. Ht:mleiJt'lli>c:> .md th::- J-!11m,w .'icienct's: F..'>5i/VS onl,l!lgua/Jl',
1\c!Ú'il and /n fe1pret-1tion, d . y lrad _John B Thompson,...op.cit. LJ form,J en qut> t:! Lbzo e!
t('rm !no ·'d istancia miento " no cni ncid c con d uso qu e ll' da Rico:ur.
espacial_ en tanto que preserva la copresenda temporal: tm enunciado se
puede transmitir a través de amplias distanóas de una manera que es a
la vez virtualmente instantánea y transí toriil . Otros medios técnicos
como las grabadoras, proporcionan un.<~ •:nanera de fijar el discurso
que hace posible el distanciamiento temporal. La grabadora opera
generalmente en un contexto de copresP.ncia espacial; pero cuando
se ilcopla con otros medios técnicos, como los sistemas de transmi-
sión y recepción de radio, puede bc: :,un el distanciamiento tanto
en el plano temporul como en el espacial.
Cuando las formas simbólicas se transmiten más allá de un contexto
de copresenci<~, podemos hablar de la extensión de la disponibilidad de
las formas simbólicas en el tiempo y en el espacio, donde la naturale-
za y el grado de disponibilidad-extensión dependen tanto del medio
técnico de transmisión como del aparato instih!Cional en que se inser-
tan el medio y sus usuarios. Díferentes m edios favorecen diferentes
tipos d e disponibilidad-extensión, aunque el grado en que extienden
efectiv.l¡nente la disponibílid,1d depende también de las instlhiCiones
implicadas en su desarro!lo. Antes del de;:;.arrollo de las telecomuni-
caciones, la extensión de la disponibilid .1d en el espacio requerf¡:¡
generalmente del transporte físico de b::; formas simbólicas: con ex-
cepciones notables (por ejempl o, e l semMoro), un distanciamiento
espacíéll signifí<ativo se podía lograr sólo al transportar las formas
simbólicas de un lugar a otro. Por tonto, los medios que favorecían la
exten::;ión de la disponibilidad en el espi1CÍO tendíMt a ser relativamen-
te livianos y transportables, como el papiro y el papel. Sin embargo,
con el desarrollo de las telecomunicaciones se pudo asegurar un
distanciamiento espacial significativo sin tener que transportar físi -
camente J¿¡s form<1S simbólicas, lo que originó nuevas posibilidades
para la transmisión cultural y, con ello, para el ejercicio del poder a
través d(! las distancias esp<~ciales . La extens ión de la disponibilidad
en el tiempo requiere generalmente d e la fij ación de ]as formas sim-
bóli.c?.s /en consecuencin. es fa cilitada por los medios que permiten
un :uve] rel;'ltivano.cntc alto de fijación y que son relativamente dur<l-
blcs. Lc.s i nsuípcw:H:t; <.:' n barro y piedra se cuen!";:m entre las m<)S
250
durables, aunque los textos escritos o impresos y, más recientemente,
las formas simbólicas guardadas en pelícuias, cintas o discos, también
posibilitan la extensión de la disponibilidad en el tiempo y, con ello,
el ejercicio del poder a través de las distancias temporales. Algunos
de los desarrollos más importantes en las nuevas tecnologías de co-
municación, como las redes de comunicación computarizadas y la
transmisión directa por satélite, se pueden considerar en parte como
desarrollos que extienden la disponibilidad en el espacio y el tiempo,
en tanto que también dan a los usuarios de tales tecnologías una ma-
yor flexibilid¡;cl y control sobre las condiciones de su uso.
Flgttr:J .1¡ 1
lrc¡n ·-;m is ió n cultur;d se d :;ba e;1 cotltt::xlos d e ...~ opresencia aunque se lo-
graba alg·u n~ c>.:t •nsión de ia cUs ponibihdad mediant e formas rudiment;lrías
de i nscri p ci<\n, corno la pictogrc1. fía, y mediante ld producción y transmi
sión d e los a.rtc fél.clns m<: lt: ri a les . En .¿ e nera ! se ace nta cue los sumerio::-;
- I_J .J J
.5 Vci!sc l j. Ct'ib, ; \ <;ru iv o/ 1·1-"rílmg-- Jl;c !·ound:l!ti.•ns ,,.~' c,¡.,~,mH,Jtolo¿;_v (Londre:,: Ro u t l e cl¡~' &
K,~g an Pa ul, !9'i2); [)avid Díríngcr, WritÍ II/J (Lon dr es: Thamcs ;¡ nd Hu d ·on, !'-.162.); y J;vk
Gnod y. The Domestica!IÍJn o! 1/Je ,t:;.wag e Mind (Cambridf!_,::· C1mhríd¡:;e Universily l'r t'SS, 1977) .
desapareció la escritura cuneiforme, las tablillas de arcilla fueron rempla-
zadas gradualmente por papiros y pergaminos corno medios técnicos
de transmisión. Las hojas de papiro se desarrollaron originalmente en
Egipto alrededor del año 2600 a. C. Se hacían con una planta (cyperus
papyrus) que crecía en el delta del Nilo; los tallos ::;e transformuban en
material pélra escribir tras ser aplanados con un mr.zo y puestos a secnr.
Como sustrato material para la escrituréi, n; ; ;n:.:, lto más liviano que la
piedra o la arcilla, se podía transportar mc1s fácilr:1cnte y permitía que
los escribas tra bajaran mucho más rápido. Ei papiro se transformó en
medio adrrún.istra!ivo durante el Nuevo Reino en el antiguo Egipto, al
permitir que los hmcionarios llevuran registros ele las reservas, así como
de las rentas y tributos de los campesínos. Asimismo, las hojas de papiro
se export<Hon él través del Mediterráneo Oriental y, junto con el perga-
mino, con el tiempo remplazaron totalmente el uso de las tablilbs de
arcilla. El papiro fue usado tanto por los arameos como por los fenicios
quienes, desde alrededor del siglo xn a .C., extendieron su ínfluencia por
d Cercano Oriente y el mar Egeo, respectivamente. Los arameos y los
fenicios se dedicabau sobre todo al comC'rc!o y <nnbos desarrollaron for-
mas de escritura alfabética que usaron ump lia mente durante la segunda
mitad del primer milenio <LC., y que ejercieron una inHuencia impor-
tante en escrituras poster'ores, com(.' la Arabe y la griega .
El papír<l se utilizó como un importan te medio de tr<msmisión
desde el desarrollo de la técnica de la producción del pnpel. El papel
se inventó en China alrededor del al'io 105 d . C." Los materiales textiles se
transformaban en fibras, se remojaban en ag ua , luego se aplan.:1ban y
se dejaban secar hasta convertirlos en papel. Se usaba un pincel hecho
de cabello y tinta preparada con negro de humo para escribir un elabo-
rado sistema de ideogramas que empleaba varios miles de c¡;¡racteres. El
uso del papel se extendió poco a poco hacia el occidente y, a fines del
siglo v, se us<1ba de manera general por tod él Asid Central. En el siglo
\'lJJ los á rabr:.'s derrotaron al ejército chino donde ahora se conoce como
¡; Véase Thomas Prand s Cár t~r, Tlu.' lnt1r ntion of f'rinling in Cf>in¡¡ .md / t..; Spr.e.:Jd l·vbl~<'ard
(1 ut> llil York: Ron<lid Prr·..; Cornpzlrl y, 1Y25 )
el Turquestán y tomaron como prisioneros a varios fabricantes de papel,
quienes les enseñaron cómo hacerlo. Se establecieron talleres de fabricación
de papel en Bagdad y, posteriormente, en Damasco, que se transfor-
mó en la principal fuente de abastecimiento para Europa. La técnica de
manufactura del papel se extendió por Egipto a Marruecos y España.
En 1276, el primer tall e~: italiano de fabricación de papel se estableció en
Montefano. La manuL-cc:tura de papel italiana se expandió rápidamente;
alrededor de 1283 había por lo menos 12 t<~Hcres en Fabriano, y en el
siglo XN Italia se convirtió en el principal abastecedor de papel de Europa.
Al igual que la invención del papel, las técnicas de impresión se
desarroUaron originalmente en Chína La imprenta de bloques emergió
poco a poco de los procesos de calco y estampado, y probable mente se
usó por primera vez durante el siglo vm. Alrededor del siglo IX se cies a-
rrollaron técnicas rclc!iv¿unen~e avanzadas que se usaban para imprimir
textos religiosos. Dur:"nk la dinastía Sung (960-1280), se introdujeron méto-
dos per.fcccionados. L~nlTe estos nuevos métodos se incluía una primera
versión del tipo movible, cuya invención se atribuye generalme nte a Pi
Sheng en 1041 . El uso del tipo movible f-ue mejorado por los impresores
de Corea, quienes remplazaron los caracteres de losa de arciila por tipos de
m etaL Aunque no hay pruebils directas de la transferencí<~ de las técnicas
de impresión de China a Europa, los métodos quizá se extendieron con 1<~
difusión del pape l moneda y d e- las ca rtas de juego impresas en China. 7 L<~
impresión con bl oq ues surgió en Europa en la última parte del siglo x1v,
y en 1409 aparecieron libros impresos con bloques. Sin embargo, los desa-
rrollos que comú.nm.ente se asocian con Gutenberg diferían del método chillo
original en dos aspectos clave: ei uso de tipos alfabéticos en lugar de carac-
teres ideográficos; y la invención de la imprenta. Johann Gutcnberg, quien
trabajó como orfebre en Maguncia, empezó a experimentar con el tr;,bajo
de impresión alrededor de 1440, y hada 1450 había des<1rroUado ::;us técni-
cas lo suficiente como para e xplotarlas comercialmente .8 Gu ten be rg
255
desarrolló un método para el vaciado de copias de letras metálicas; ase
se podían producir grandes cantidades de tipos para la composición de
textos más largos. También adaptó la prensa de tornillo, conocid<l en Eu-
ropa desde el siglo 1 d . C., para los propósitos de la manufactura de textos
impresos. Esta combi.nacíón de técnicas permitic"'l que una página forma-
da con tipos se compusiera, se uniera y se m;;.ncjara como un solo blogue,
al cunl se podía agreg<u tinta y con ei cual se pnrlb prensar el papel. Los
principios básicos de la imprenta de Gutenberg se siguieron usando, sin
sufrir modificación fundzmtental alguna, durantE' más de tres siglos.
Durante In segunda mitad del siglo xv, las técnicas Je impresión se
extendieron rápidamente y se establederon imprentns en los centros comer-
dotes más importantes de Europa. Esto marcó el comienzo de la era de la
comunicación de masas, lo cual coincidió con. el dt:'sarrollo de las primeras
formi'ls de producción y comercio capitalistas, por tm lado, y con los
inicios del Est<'ldo-nación moderno, por el ' u\!. L<iS primeras imprentas
n.1n ¡_)cqupi't.1:=; empresas gener;dm t'nte , OI:lercizdt·', que se dedicaban
sobre todo a :., reproducción d(:' mc1!1uscritns de c;~d,~ter rel igioso o lHe-
rario, y a la producción de textos legales, médi<.os y comerciales. Poco a
po..:·o, el procCSL) absorbió, transtormó y C\:j liin(lió en gran medida una
serie de ilclfvidades que antes se h,,[~ían rcscrv;:¡do a los escribas y co-
pistas. Al combinar las actividades de la impresión, la publicación y la
ver1!"J de lihros, las primerns imprentas llegMon a formar p<!rle de un
nuevo y floreciente comercio de libros en Europa. :'\fines del siglo xv se
h<~b'ían cslablel'tdo imprentas en la mayor parte de Europa y se h.Jbían
producido por lo menos 35 mil ediciones, constituidas entre 15 y 20 mi-
llones de ejemplares en cirnJlación.
Una de l<~s más grandes de estas primeras imprentas fue la de Anton
Koberger, quien (undó ::;u est¡¡blccím icnto e n 1470 eu Nurcmberg. F.n-
tre 1·173 y 15 ! 3 impriJÜÓ p r lo m enos 236 libros, la mayor r,.rte de t: Jl,)~
en la~:; éreas d e !.1 teología y L1 fil<1sofia escolástica Koberg<;.r fue un L'mprt?·
sa1·i (n le exp émd íó su ne>:( cio en n:'Sl)UC'Sla ,, la -c recí ·n te den~<'lnda_ por los
L ,.,~ •
(C.3mbd,ige: C1 mL>ridgt> Um , ·el~ ll~- l'n,~:;. 19 ,~ 3), ;'F'· !2 v .'.>.; y Lu cicn Febvrc y H<:'nn-
iean Martil1, Thc· (_ ·(l min,; o/ !he .(Jook: The lmp:h·t o{ l'rinlim;, l .J50·/SOO, !r;ld_ Dav1d CcrarJ
ILondrc·s: New Ldi B ks, 1'.l;:r;), I' P 45 y ss.
Hbros. Hacia 1:=i09 poseía 24 prensas de impresión y empleaba alrededor
de 100 cajistas, correctores de pruebas, impresores, grabadores, encuader-
nadores y otros trabajadores. Como la demanda sobrepasabJ la capacidad
de su propio talJer, se asoció con impreo:;ores-ed.itores de Basilea, Estrasburgo
)' Lyon. A fin de comercializar sus übros, estableció tma extensa red comer-
cial, con agentes en las ciudades más importantes de Europa: Frankfurt,
Leipzig, Viena, Budapest, Varsovia, Florencín y París, entre otr<~s .
La imprenL1 fue introducida en Inglaterra por Wilham Célxton.
Comerciante de Londres, aprendió el oficio de la impresión en Colonia en
1471-72 y estableció una imprenta en los recintos de la Abadía de West-
núnster cuando regresó a Inglaterra en 1476. Imprimió y publicó más de
90 libros, mt1chos de ellos traducciones, y también i.mportó libros para
VC'nderlos en Jn n la terra . Tras la muerte de Caxton, el negocio fundado
por él siguió adelante y hacia 1535 había publicado unos 800 iibros,
alrededor de dos quintos de éstos estaban destinados a ser usados en
escuelas de ensei'lanza elemental. Aunque muchos eran extranjeros, el
número de imprL'sort:~ .:nuncntó durdnte el siglo XVI, y gran pMte del equi-
po también prov ino del exh·anjl-'ro. La cantidad de libros producidos en
ln gb terra subió constanternente: se imprimieron 550 libros entre 1520
y 1529; 739 0:"ttre 1530 y 1539; y 928 entre 1540 y 1549. Hacia 1590 e-xis-
tían casi 100 cst<o1.lie(·j¡nientos distintos, que publicaban alrededor de 150
títulos al año. /\.·u nque le\ industria editora se expandió significativamen-
te en Inglaterra durante- el siglo xvr, la tasa de producción siguió siendo
relativamente baja comparada con la de otros paíse~ europeos, sob1·e
todo porque los funcionarios estatales de Jnglaterra, preocupados ante
una posible proliferación de p<lnfletos sediciosos, ejercieron un control
más riguroso sobre la canticlad y la producción de las imprentas
Además de la impresión y publicación de libros, las primeras impren-
tas editaron panlletos, periódicos y boletines de diversos tipos. Los primeros
boietines de noticias apMccieron a comienzos del siglo xvr. Eran publi-
uciones dedicadas a sucPsos particul;ncs, conw los encuentros mil itares,
y no formab:~.n parte d<-' un,: serie:::. Aunque Jos boletines periódicos em-
pcz;non n apMe ;~ t" vn L~ segun da mitad del siglo xv1, no fue sino hasta
principios dt~i .si¡;lo xvncuando comenzaron a aparecer con regularidnd,
y relativa frecuencia, las publicaciones infonnativéls. En 1609, se imprimia
el Avisa-Relation oder Zéhmg en WolfenbünEJ, y el RelatJ"on aparecía en
Estrashurgo. Existen pruebas que inclican que antes (1607) pudo haber
aparecido un periódico semanal en Amsterdam; como sea, haciá 1620
Amsterdam se convirtió en el corazón de un comercio de noticias en rápida
expansión, mediílnte el cual se diti.mdía con rcgularid<td a varias ciudades
europeas información sobre actividades rrúli t:1 :-<s, políticas y comerciales.
El primer comercio de noticias, aunque fue estimulado por el desarrollo de
la guerra de los Treinta J\i1os y por la creciente demanda de noticias acerca
de ella, desempeñó también un papel cada vez más importante en la
expansión del sistema de producción e intercambio capita!isi.as, y en el
surgimiento de las primeras fonnas de financiamiento y crédito capita1stas.
El primer coranto -término usado en general para describir las
recopilaciones de noticias contenidas en una sola hoja- publicildo en ü1glés
fue probdblcmentc creación del impresor holandés Piétcr van den Kcerc
en 1620, y se exportó a Lendres." Asimismo, es probable que el librero
londinense Thomas Archer ha ya creado en el verano de J 62J el primer
coranto impreso en Inglaterra. La industria del periódico se desarrolló
rápidamente en Inglaterra durante lil .segunda mitad d el siglo XVII y estuvo
sujeta a diversos tipos de controles por parte d el g obierno. A comienzos
del siglo xvm había en Londn.>s cerca de 20 periódicos que aparecían una,
dos o tres veces por semana. El primer diario de Tnglaterra, lJ¡e Courant/
apareció en 1702 y de inmediato fue seguido por varios más. La c<~ntidad
de diarios ingleses se elevó de unos seis en la década de 1730 a casi nueve
en la década de 1770. Durante los rrimeros decenios del siglo .xvrn, la circu-
lación era baja, probablemente de menos de mil ejemplares por número,
y la distribución se restringía al centro de Londres. A mediados del siglo
aum.entó de m~nera considerable la circulación de los diarios de más éxi-
to, y andaba quizá por ic)~ tres m.il ejemplares por número. 1n El aumento
de la circulación estaba estrechamente ligado al mejoramiento de los ca-
9 V~;¡se Jo~ep h Fran k, The !Jegúwing s oi tiw English Nrwsp aper !620-16ó0{CarnbndKe,
Massacii" ISelt:;: H¡¡ rvard U niv cr~i ry f>ress. 1961 ). pp. 3 y ss.
1!1 v,~,1se Michad H.:m rs. "Thc Structure, Ownership a nd Control of The Prcss. 1620-1780"",
minos y la creciente eficiencia de la oficina postal general, avances que
facilitaron la distribución de los diarios con sede en Londres a las ciuda-
des y los pueblos de provincia.
El desarrollo inicial de la imprenta y Ja publicación se entretejió de
maneras complejas con el eJercicio político por parte de las autoridades
de los ap;natos administrativos de los nuevos Estados-nación Si bien
]as ntH' V2S nutoridades esta tales emplearon activanwnte los dinrios para
difundir comuni.·:;dos oficiales de diversos tipos, también intentaron ü-
nütar o suprim.ir la publicación de materiales considerados heréticos o
f'L'ligrosos. En este contexto, el ejercicio de b censura no era un fenóme-
no nuevo . Durante Íil Edad Media, las autoridades eclesiásticas vigilc1r0;"l
lll producción¿ ,, Il)s escribas y copistas con la intención de suprimir los
mnleriales heréticos; peíO, ademiÍs de ser irregular, esta actividad regu-
latoria se aplicaba ad ho(_; lo gue reflejaba en alguna medida]¡:¡ producción
irregular de Jos escribas y copistas. Con la llegada de la imprenta, la
preocupación por la reglamentación se hizo más sistemática y secul~r.
Una primera seüal de ello se manifestó en 1485, cuando el arzobispo de
M<1guncia pidió al consejo municipal de Frankfurt que examinara los li-
bros que se iban¡¡ e xh ká en la feria de Cuaresma y que colaborara con
la autoridades eclesiásticas para eliminar !as publicaciones consider,\dds
peligrosas . El. prmter edicto promulgado por el censor de Frankfurt te-
nía el objetivo d e .suprim.ir las tT<1ducciones de la Biblia a lengua vernácula.
L.J historia posterior d e la censura y de l<Js conflictivas relaciones sostenidas
entre las autoridades estatales y las instituciones de la prensa variaron
de un país i1 otn.'. 11 En la Francii1 del siglo xvr eran particularmente se-
V('ras las restric.: iones que se imponían a las publicaciones, en tanto
que en los Países Dajos las reglamentaciones eran algo más tolerantes.
:< t Ct' >rge Boye<>, ]<~m es Cu rr<H\ y Pa u !;n.: Wingal t;> (cd .}, Ne rvspilpcr Hl~'ilory !wm the
Se,·entcenfh Cenlury to !ht' Prc>senl Day ll.ond res: ( \ ms t;; blc, lq7S;, p. 87.
J! !'.;~<>análi s is más ~m p\ i o s sobre las pr!;neras pr:í cticas de la censura t:'n Europ~ . véase
Steinb.:rg, fi-ve Hundred Years of Prinljng"... op.cit., pp. 260-277.; Febvre y 1\', ;;r :in. The
Coming o! lht• Book, ...op.c·if... pp 244-247, y F. S. SJrbcrt, Freedvm o! tht: Pre_,~, in Eng/,!nd,
7476-1776(Urba n,\, !llinois: Uni•.'ersíty oi Tltino1~ Press, 19'52).
2)9
Lo anterior pem1itió a los Países I3ajos consolidar su posición como centro
de la primera industria editorial, imprimiendo libros en diversos idio-
mas y exportándolos a tod<~ Europa. De este modo, se usaron pies de
imprenta falsos para intentar evadir la censura en los países de origen y
destino . En L<glaterra se desarrolló un complicado marco de control ofi-
cial en el curso de los siglos XVI y XVII, y con b Ley de Tmprenta de 1662, ln
prensa quedó sujet<J al control parlament.;;·io y a un sistema de licen-
cias. Es<1 Ley y el sistema de licencias se suspt'ndieron a fines del siglo xvn y
fueron remplazados en 1712 por la prirnera de una serie de Leyes del
Timbre. Se introdujeron otros decretos par?l ampliar el margen de la
aplicación de lv ley y para controlM las acrividades de quienes la bur-
laban. Los decretos enfrentaron una amplia y ;1gria oposición por limitar
el comercio y 1<~ difusión del conodnüen!o -como si fuera una especie de
<<impuestos al conocimiento»- y se relajaron poco a poco a partir de 1830.
La lucha contr<l el control estatal de la prensa, ya fuese en formél de una
<.:ensura abierta o en forma del pago de derechos por los timbres, se trans-
formó en un tema central del pensamiento liberal y democrático del
siglo X!X, punto que retomaremos en el capítulo s1guíente.
El desarrollo de la prensa en los siglos \ J.\ y xx se car?.cterizó por
dos principales tendencias: prin;ccro, el crecimien/t1 y la consoJjd.-1ción de
lo.<;penodicos de c:irculacHín nwsit'n; )'segundo, la crPciente intemacionaliza-
ción de las acth·idades de a,:·opio de notid.as . Podemos ilustrar la primera
tendencia haciendo referencia a la prensa brit ,~ n i ccl, ¡¡l!nque desarrollos
simil<m:s se pueden encontrar en muchos de los principales paises in-
dustrializodosY Durante el siglo XJX, la prensa ñdquírió un carácter cada
vez más comercial, y buscó intensificar así lo circulación para aumentar
los ingresos generados por las ventas y la publicidad. Por supuesto, la
comercialización no era un fenómeno nuevo; como hemos visto, !as pri-
meras imprentas constituían intereses predominan teme nte comerci<1les
\1 F.l des,urollo de b in d ust riil del peri ódico en Est ad o~ Un id o· d u rilnte el siglo Xl \ es!.)
Joru men ia do por Ha rol d /~ /nni s, "Tec hn ology .. m! Pu bl ic O pinion in !he U n ited
S!a t s ", en id.. l/1e IJJ~IS o/ Cammunicalion, ...op.cit., pp . J 5t'l -l 89 . P:l ril miltl'rial rcle vJ n!<'
sobre Fr<~nr ia, véase !rene Co)Jins, Th t· C:vvt."rnmen t and !l1 t' , /l'H'Spaper Pre.,:'> in FTilll<"<·~
Ni14" í8b'J (Oxfo rd: O xford Uni v e rSI!y P rl'S S, 1959 ).
260
encaminados a 1~ producción de materiales impresos para venta en e1
mercado. Sin embargo, en el curso del siglo XIX aumentó significati-
vamente el alcance de la comercialización, sobre todo en la prensa.
La rápida expansión de esta industria fue posible por el mejoramiento
de !os métodos de producción y distribución, el aumento del alfabetis-
mo y la abolición de Jos impuestos . El desarrollo de la prensa de vapor
de Koenig, usada por primera vez por The Times en 1814, aumentó la
tnsa de producción de cerca d e 250 ejemplares p or hora a casi mil; asimis-
mo, la introducción de la rotativJ en 1848 aumentó la tasa a cerca de ]2
mil impresiones por hora. Tales innovaciones técnicas fueron cruciales
para el gran aumento de la capacidad reproductiva de la prensa. Ellas
permitieron qu e la producción de los periódicos se sometiera a un con-
junto de procesos - incluidos en el uso de maquinaria de fuerza motri:z.,
la divisjón ramificada del trabajo en una fábri ca, etc. - que estaban
revolucionand o otras esferas de la producción de mercancías. Además,
el desarrollo de los ferrocarriles en la década de 1830 facilitó enorme-
nwn te la distribución d e los periódicos por todo el p aís, lo qu e creó
nuev os y más efecti vos ca nales de difusión. Oltrantc el siglo x¡x hubo
t;~mbién un illtmcnto s usta nci<=d de la población y una amplioción gra-
dual del r~lfabetis nw, y ello dio por resultado un mercado sie mpre en
expit nsíón para los p eriódicos y libros.
Como res u ltado de estos y otros avances aumentó de manera
constante y efectiva la circula c ión d e los periódicos. Particularmente
sorprendente fue el crecimiento de la círcul<tción de !os periódicos do-
minicales, los cuales en('abezab.:m en general el campo en es te sentido.
El primer pe riódico dorni.rücal de Gran Bretaña, el Sunday Monitor_ apa -
reció e n 1779, y pmnto fu e seguido por otros, incluido el Observeren 1791.
H ;, cia 1810, los p0riódicos dominicales tenían una mayor circulación
qu e los diarios; y hacia 1854, los principales periódicos dominicales tc-
ní.an circulacione s cerc~nas a los 110 mil e je mplares, en tanto qu e la
del diario rn<1s ím porta.nt .. fl1e Ti"mes, era de 38 mil en 1851 . 1 ~ Adem.ás, el
lJ lvo n Asqu i:h, "Th e S ru c!u re, Ow n crshi p :mJ Conirol of !he r? rcss", en Boyce, el al.,
,\',·w·;papcr Hi tory trom /h(' ·"''' entwntl! G>ntury to the l'resenl /Jay, ... op.cJ!., p. 102.
26 1
número de lectores de periódicos, y en especial de los dominicales, era
probablemente mucho más grande que las ventas reales, pues todos
ellos se leían ampliamente en cafés, tabernas, salas de lectura y clubes ,
A fines del siglo x1x, el importante periódico dom..inical Lloyds Weekly
News tenía una circulación próxima al millón de ejemplares . Los diarios
tambié11 aumentaron de manera sustancial su circulación en el curso
del siglu x1x, y hacia 1890 el Dai~v Tdegraph alcanzó una circulación
de 300 mil ejempl ar"~ .
La rápida expansión de la circulación se acom.paí\ó de cambios
significahvos en la naturale:¿a y el contenidD de los pcriódicos .14 En
tanto que los primeros periódicos de los siglos XVII y xvm se habían diri-
gido sobTe todo a un sector limitado y relativamente educado de la
población, la prensa de los siglos XlX y xx se orientó cada vez rm'ís hacia
un público rnás amplio. Los desarrollos tecnológicos y la abolición de los
impuestos perrniíieron que se redujeran los pr<:'cios; asimismo, Jos perió-
dicos adoptaron un estilo de periodismo m;<is ligero y á¡:;il, así como una
presentación más llamativa, todo ello encaminado J atraer a un público
lector más amplio. Siguiendo ei ejemplo de los periódicos dominicales,
los diarios F'r.,:staron una mayor atención¿¡] crim.en, la VIolencia sexual, los
dq'•)rtes y d juego de apuestas: tales eran las señas distintivas del <<nue-
vo period ismo». Al mismo tie:npo, la publicidad comercíal asumió un
p ;tp<·l cada vez más importante ton l<~ org<111ización financiera de la in-
dustria. Los periódicos se tr;msformaron en un mecanismo crucial pan1
facilitar la venta de otros bienes y servicios; y st: capacidad pMa obte-
ner in~resos por la publicidad se vinculó directamente con el tamaño y
el perfil de su público lector. Fl ,·,prOVé'chami c nto del vfnct;lo existente
enrre la publicidad y los periódicos de circulación ma s i··:a -al[;o a lo que
a veces se alude como la «revolución de N orthcliHe »- se hizo cada vez
más importante en las primeras décadas del siglo xx. Nnrthdiffe fundó
el ínsígnífícantc Daily Mallen 1896 y el Da/~; ' /'.fi.·Toren 1903; nmbos
14 PMcl 1111 an.ili~is más Jct.,k,d0 ac<.'rCcl dt>l s ur¡si mi~1 to d el;: p rt'n~.l popular e.n el ~i gln
;o>:, vé<~ Sl' Abn J. Lee, ThP On¿:ín.~ nf !he Popul.u i'ress in Hnglam1 1855· /9/4 (Londres:
C rt! nm Helm, 1LJ76)
periódicos obtuvieron una significativa proporción de sus ingresos en la
publicidad de mercancías de las tiendas de departamentos. Hacia 1911
el Daíly Mirror terúa una circulación de un rrúllón, por lo que se convirtió
en el primer diario en alcanzar dicha cifra. Otros periódicos, que em-
plearon la misma fórmula de un bajo precio, abundante publicidad y
una circulación masiva, se establecieron a raíz del éxito de Northcliffe.
Al mismo tiempo, los periódicos se transfom1aron cada vez más en grandes
aventura::; comerciales que requerían cantidades relativamente fuertes
dt' capital para empezar a operar y poder mantenerse frente a una com-
petencia cada vez mayor. En consecuencia, el propietario-€ditor tradicional
que sostenía uno o dos periódicos como empresa familiar cedió ca-
da vez más el paso ante el desarrolio de las grandes organizaciones
que abarcaban varios periódicos, diversos medios de comunicación
o ambas cosas.
EJ cambio en la base económica de los periódicos marcó el inicio
de un periodo de consolidación y concentración. Durante la primera
mitad del siglo xx/la pn' nsa de Gran Bretana presenció un crecimiento
sustancial de l<1 cin.- u h ción total, acompañado por una declinación en
el nümero de periódicos publicados. La circulación total de Jos diarios
del país pasó de menos de 15 millones en 1920 a casi 20 millones en 1937.
L<~s tendencias manifestadas a partir de entonces se ilustran en la tabla 4.J .
Los diarios del país siguieron aumentando su circulación durante la década
de 1940: hasta alcanzar un máximo de casi 30 millones a m ediados de
la década de 1950/ tras io cual dedinó la circulación hasta llegar a casi
20 millones a comienzos de los años ochenta. El patrón seguido por los
periódicos dommicales es muy semejante : alcanzaron una circula ción
de cerca de 32 millones en 1957, pero desde entonces la dfra ha descendido
h~sta menos de 20 millones. Estas tendencias se han acompañado por
una disminución en la cantidad de periódicos publicados/ como se muestra
en la tabla 4.2. El núm e ro de di a rios publicados en el país cayó de 12
en 1921 a nueve en 1937; en tAnto que el número d e periód icos domi -
nica les d escend ió de 2"1 en 192 J a ]7 en 1937, y luego a 12 en 1975. Las
pérdidé'ls más impo rtantes ocurrieron entre los periódicos de la provin-
cia, que pJSnron de 130 en 1921 a 80 en 1987.
Tabb 1.1
l_ _ _ ___
1
Sernélna les
....... ._ ..,
8.6 1!.9 12.7 12.3
FucNn o: Adaptado d e , 1urJock y Gold !ng_. ..art.ci/.; y R.llph Nt-grini, Polihcs,md the ivl.r. s
Mt"din in llFitnin (Londres: Routledgc, 1989), p . 48.
265
extractos de diversos periódicos europeos y los entregaba diariamente
a los periódicos francesesY Hacia 1840 la at;•encia abastecía también a
dientes d~ Londres y Bruselos, enviando las noticias por carruaje o por
medio de un servicio regular de palomas mensajeras. Entre !os emplea-
dos de }·lavas había dos individuos, Julius Rcuters y í3ernhard Wolff,
quienes a finE'S de la década de 1840 abando n.:1ron la ;"~gencia de Ha-
vas para t>sta.blecer negocios de servicios riv ales de acopio de noticias en
Londres y Berlín. Con el des,urollo del telégra fo, las agencios utilizaron
cada vez rnás los sistemas cablegréificos p a ra transmitir información a
gran velocidad a lo largo de vastas distancias. En la década de 1850 se
intensificó la compete.ncí,\ entre lds tres agencias, y cada un<\ trató de
ganar nuevos clientes y de exp<nlclír su ca m p o de operación . Par<1 evitar
confl ic tos ilimitados y nocivos, las tres agen ci as en t<1blcnon en un mo-
mento d <1do un<! snit:· de tratados Jo l'atllles pe nniti6 di v idir el mundo en
territortos mutuLJnwnte exclusivos para lar c opiL>ción y di.stribución
de noticias . En virtud del Tratl'ldo de la Al ia nza de• Ar,c ncias de 1869, a
Reuter le corrc~pondieron !t)S territorios dcllmperin brit.1níco y del Le-
jano Oriente; Havas obtuvo pr~r<1 si el Im.perio francés, Tt.·día, Espafw y
Portugal; y Wolff ganó e! derecho exclusivo d e explotar Austria, Escan-
dinavia y R11sia . Si bien lé!::; agencias cnm o rg ani2.aciones comerciales
indept.::ndie ntes, sus campos de operac1ón correspondían a las esferas
el~ influencia cconómicd y política de los pr.ncipa les poderes imperiales
europeos. Cad;~ <lgencia colabor<:b.\ estrechamente con los funcionarios gu-
bcrnarnentales del Estado que serví.1 como sede, y ia expansión económic<1
y políti,:il dl' tales Estados era facilitada a su V"z por los servicios de co-
municación proporcionados por las agencias.
Ei Glrt·el ele las tres ag encias d Pnnnó la recopilación y difusión
i n t t.·· ma c i~mal de las notici~1s h ;• sL1 el estallido de la prirr:.:'ra Guerra
tvlundiilL En la segunda mil<1d del siglo XIX se estable(icwn muchas
1~ L1
n.1t u ~ak za e l ( c•:;¡¡rrol o d~ ia m:'is impof! ar,tes ag,•n j¡¡~. d e n ,t irias St' J oc:1men t<Hl
~:n
G r.:lll,,m Ston:y, Reutcr 's Cen turv J, 51 - 1.'757 (Lo n d res: \lf;tx r , rri h, l':l:'i l ); O !i ver
BoyJ-13;:rn: J, 1'l1e ln tcrllaliona/ Nc-n·s / !¡;encic:i( Londrcs: C ons table. 1980); y /\nlhony
Smith, Tht• Ceop olilic o( !niormiJfion: Ho..- I·Yi>s tem Culture DuJJuád!e:> lhl' Wurld (Londres:
Faber, 19811).
otras agencias, pero en su tnayoria se alinearon con una de las tres
principales. Sin emb<~rgo, a ra íz de la primera Guerra Mundial, el cartel
de las tres agencias fue escindido efectivamente por la expansión in-
ternacional de dos agencias norteamericanas: la Associated Press (AP) y
la United Press Associal'ion (urA), que más tarde se transformó en la
United Press Inte rnational (ur1). La AP era una cooperativa estableci-
da en "1848 por seis periódicos de Nuev,l York. La Ul'A fue fundad?. por
E. \N Scripps e n 1907, en parte para <1cabar con el dominio que ejercía
la A l' en el mercad o de noticjas estéldounidcnse. La A f' se unió al c;nt·el
europeo en 1893, acordando proporcionar a las agencias europeas no-
ticias de Norteamérica a cambio del derecho !'!Xclusi vo de distribuir las
noticias en Estad os Unidos. La UPA estableció oficinas independientes
en Sudamérica y Vt' ndía noticias a periódicos sudamericanos y japone-
ses . Durante la primera Guerra Mundial y sus secuelas, tM1tO In M '
com.o la UPA e xpa ndil:ron sus actividades por todo el mundo, ejerciendo
una creciente presión 0n los con venios del cartel. En la déc,1da de 1930
se dio por con.cl u.ich d cartel de las lres agencias; en 1934, Ee11iers firmó
un nuevo acu erdo con la .Ar, lo que dio él las i.lgencías esréldo,mid.ensc.s
libertad de acción para recopilar y distribuir noticias por ludo el mun-
do. En la nue va era de la libre compde ncia, las agencias esL1dou nid cnses
se expandieron con rapidez. La capitulacíón de Francia en 1940 originó
la disolunón de la ¡¡g cnci,~ Hava.s, aunque con el ltempo hl l sustituida
0
por una nueva age ncia· la France-Press (AFP), que se bizo cargo de gran
parte de los bienes y los contactos de su predecesora . Con e l s urgimien-
to del nazismo eu Al·'<nania, la <1gencia Wolff se transformó en un órgano
ofic ial del gobienw y después p t: rdi{) su posición de infiucncia en el
campo internacional.
J-.:n el periodo posterior a la segunda Guerra Mundial , las cuatro
principales age n i us, Rcu ters, AP, UPI y AFl', b,'m expandido y consoli-
d ado sus p c•siciones en el sistt·ma internacional de lc1 difusi{m de n oticias.
'SL' d edican n o sól o a aba stecer d<" i11fonnaci ón a lo::. pcri(Jdicos, sino
también a suministrar notici,:s fin<~ncieras y, cada vez rn<:ís, a propor-
cionar maten al a las est aciones y redes de radio y televisi ( n . Aunqu "
en la actu ¡: Jid;-¡_d cx.i.sicn muchas otras <•genci¡¡.s de not icii1s que opera n en
diversas partes del mundo, las cuatro principales mantienen un pa-
pel dominante. Muchos periódicos y organizaciones de difusión de todo el
mundo dependen considerablemente de las cualTO grandes para disponer
de noticias internacionales e incluso de sus propias regiones geopolíticas.
En 1977 Reuters proporcionó servicios de noticias a ISO países y la Afr
hiz o Jo mismo parél 129 naciones; la AP y la 1.1r1 a 108 y 92 países, res-
pectiv<lmenle. En contraste, a raíz de la dispersión más o menos amplia
de los p aíses clientes, las sedes de li.ls oficinas foráneas recopiladoras de
noticias ti enden a co.n ccntrarse en las regiones más desarrolladas del
mundo. En 1971 más del 40 por ciento de las 60 oficinas foráneas de la
Al' se ubicaba en Europa, en tanto que menos del 10 por ciento tenía su
sede en Afrí.ca; un tercio de las 65 oficinas foráneas de la UPJ estflba en
Europa, en tanto que otro lO por ciento se enc·ontraba en África y Me-
dio Oriente.1" Esta desigualdad en la distribución geográfica de las oficinas
de la recopilación de noticias, aunada a la gran dependencia que tienen
los países del Tercer Mundo de la información proporcionada por las
principales agenoas, ha uyudado a fomentar los llamados para que se
haga una reorganización concertadn del orden de la información inter-
nacional. Sin embMgo, para apreciar plenamente la import<1ncía de este
problema, tendremos que ubicarlo en el contexto más general del desa-
rrollo de otras industri<1S de los medios, y en e.sv·cial de bs industri(ls
é"\SOciCtchs con el desarrollo de la radiodifusión .
EL DESARROLLO DE LA RADIODIFUSIÓN
16 Véase l3oyd-Barrd, The lnternalion<~l ,".fcws Agencies, ...op.ót , pp. -líH'I. Cabe h.1cer notu
q ue en ta nto c¡uc África es tá subrc.prvSe ntada po r p<~rte dt: las a gt'nCÍ?. S, u na propo rción
sus tan cial dt> las o ficinas d e u !tr;>ma r d el¡¡ AFP se 1• bi c~ en África debit o ,: los fuertes
''Ínculns his tór icos ent:c FranciJ v muchos p<1i~es a fr ic?.J\<)S
2()8
la década de J 840, año en que se tendió con éxito la primera línea
telegráfica en Estados Unidos. Sin embargo, como la invención de Mar-
coni empleaba ondas electromagnéticas y prescindía de los cables de
transmisión, aumentó enormemente el potencial de este medio y trans-
formó la naturaleza de la comunicaci(m mediada eléctricamente. Marconi
solicitó una patente británica en 1896, y así estableció ¡>n 1897 la Mar-
coní Wireless Tclegrap h and Signal Cornpany. En 1899 logró enviar
mensajes a través del Canal d e la Mancha, y h<~ci<1 1901 hiY-o lo rnismo
a través del Atlántico. La tecnología inalámbrica se desarrolló con ra- ·
pidez durante la p rimera Guerra Mundial, cuando se usó como medio
de comunicación con fines militares. Al término de la guerra, b Mar-
coni británica y su contraparte estadounidense comenzaron a trabajar
de manera experiment.J.I con In radiodifusión es decir, la tra1 ~~;misión d e
sei'iales por ondas e lectromagnéticas a un público indeterminado y po-
tencialmente c.mpiio, más que a un receptor específico. Fl desarrollo de
la radiodifusión duran\.c los siguientes 40 años fue rápido y penetr;1nte.
Los patrones específicos de desarro llo variaron de un contexto nacion al
notro, depend ít.'ndo ele la medidil y la formo en que eran m.a nejados
por Los intereses comerci<lles y limitados por las reglamentaciones
gubernamentales. Para ilust rar t'l desarrollo de las insti lucionc~ de ra-
diodifusión, me ..:onccnt"rc:ré sobre todo en Gran 13retañ<~, aunqu e tCJ.mbién
consideraré brevr-}rncnte su surgim·i ento en Fstados Unidos y otrr..1:~ luga resn
Los primeros pasos en la radiodifusión a gran escala se·· di ero n en
Fslados Unidos a comienzos d e la década de 1920. La primera estación
radicdifusora con licencia comcrciél l, la KDKA, fue lan zada por la
Westinghouse en n ov iembre de 1020. La otras grnndes empresas de
comun icación - la General Flectric, la AT&T y la RCA- no t<ndaron en
entrar en el campo, y a comícn7.os de 1922 más de 570 estaciones ha-
bían L)btenido licencia. Las primeras estadones y sus orgnnizaciones
2(/)
matrices derivaban sus i n.gresos de una variedad de fuentes : primero,
por vender transmisores y receptores, y después por vender tiempo al
níre a difusores y anunciantes, y por concesionar program<~s a través de
lns redes de estaciones. En 1926, la prjmera céldena de rndiodifusión de
alcance nacional, la National 13roadcastíng Company, fue establecida
conjuntnmente con la RC1\, la General Electr i y la Westinghouse; al alío
sigu icn te se estableció la Columbia Phonog raphic Broadcrt.sti n.g System,
precursora d e ¡,~ u :s. Hacic. 1928 estaban da d os los ei<?mentos b,\sicos del
sistema de r<.lliiodifusi t'm estild ounidcnse: las estaciones integraban cadenas
nacionales que controlaban la concesión de pro¡;Til.mas, y los ingresos se
elevaban sobre todo gracias a la venta de tiempo al aire a los anunciantes.
Desde el prin cipio e xistieron algunas estaciones no comerciales, a
rnenudo patroci ;¡;:das por instituciones e duca ti v, s, pero en general
teman roca potencia y lWEirios de transmis ió n d es favorables; la asig-
nación de los hmarim; de transmisión era prerrogativ,, del sccrctnrio
de Comercio quien, b<ljo la Ley de Radio de 1912, recibió la orden de
conceder licencias a bs estaciones. Sin embargo, a raíz del r.ip1do aumento
de ln cantidad de estaciones, la Ley de 1912 resultó inadecuada y f-ue rem-
plazada por la Ley de' Radio de 1927. Esta última estableció una Comisión
Fedenü d e Radío que integraban cinco miembros designados por el Presi-
dente y aprobados por el Senado. Entre otras cosos, la comisión se ocupaba
de uniformar la designación de cann.les y d e on trolar el número de es-
taciones en c pernción . En 1931 se reforza ron sus poderes y as) recibió li'l
j u rísdicción de la rr~d i'x li fusión entre los cst<l d Ut; y con otros países.
El des<Hrollo de la radiodifusión sigui <'J en Gr<~n Bretaña un pa-
trón Rlgo diferente, en cierta manera como re,Jcción conlr;~ la peculiar
supcdit<h·ión f~··< móm ic a estadounidense o. la publicidad, a la concesión
de los programn.s de ias C<ldenas nacionales y a un control g ubernamen-
t<~l rciativamcnte c:ompla.cicnte. A comienzos d e Ja d écada de 1920,
algunos observRdores brit.'ínícos .hicieron críticas i\l caos de la incipiente
industriad<' la réldi.o estadounidense y recomen d aron abordar el asunto
de manera m.1s c;wi·elosa y reglamcntí-l.d,l.I 6 En 1920 se prohibieron las
270
transmisiones experimentales emitidas desde los laboratorios Marconi
de Chelmsford, pero la continua presjón ejercida por los entusiastas de ia
radio y las organizaciones comerdales condujo con el tiempo a la fundación
de la British Broadcasting Company en 1922. La compañía e.ra un con-
sorcio de fabric.:uües de receptores domésticos y el propósito que perseguían
al organiztH y financiar las transmisiones erll aumentar la venta de los
aparatos de ra d io . Desde ~d comi.enzo la compañía estuvo supervisad¡;
estrechamente p or inncion:; hos y expertos técnicos del Servicio de
Correos y de otros ministerios gubernamentales. Se fijó un límite de 8"-
nancias del 7.5 por ciento, que obtendría con el cobro de un derecho de
licencia por el uso de los receptores y que serí¿¡ recaudado por el Correo.
Por diversas razones, d acuerdo original resultó insatisfactorio y Li b .~:sc
constitucional d e la organización se modificó en 1926, año en q t:<~ s;.:
estableció la Brítish i3rOi1dcasting Corporation . LJ corporación era su-
pervisada por un consejo de directores, cada uno de ellos nmnbrado por
cinco aúos por el gobierno en turno. John Reith, quien había sido geren ·
te general de la T3ritish Broadcasi.ing Company desde 1922, fue nornbrado
director general de la corporación y perm.n\eció en el cargo hasta 1937.
L.1 idea de un<l «radic·difusión de servicio pübli.co», adoptada por Reit h
con un celo casi misiont:.'ro, se transformó en un principio operativo t.:m-
to de la cart<l cons titucional como de la práctica de ln l3BC.
Los sistemas de radiodifusión se revotucionMon en los años cua-
renta y cincuenta con rl advenimiento de la televisión. Los experimentos
con la transmisión televisiva empezaron en Gran Bretaña y Estados Uni-
dos durante los aúos treinta, p<::ro la explotación a gran escal.:: del medio
televisivo no ocurrió hasta después de la segunda Guerra Mundi;:¡J. En
Gran Bretaña, la resp onsabilldad de la transmisión televisiva fue con-
Íerida él la BBC y l.?ls trélnsmisiones se rein.iciaron en jmüo dt~ 1946. A ju zgar
por la cantidad de licenci<~s expedidas, los primeros püblícos d e la t le-
visión eran relativam.entc pequer1os; pero la tasa de crecimiento fue rá pida,
elevándose de n1 e nos de 15 mil !icencí0s en 1947 a má s de 34(1 mil
fJroadcaslin¿; (Lond rc- ~: Oxíon1 University l'ress, 196 t) y Tom Bu rr.s, The !l/JC Pubfic
.md Pri vate 1-'Vor/d (Londres: !via cMilian, 1977).
ln5tJIIIIion
D i
hacia 1950, un crecimiento ele más de 20 veces en tres años. 19 El monopolio
de un solo can<1l de li! BBC en las transmisiones televisivas continuó has-
ta 1954, cuando la Ley de Televisión del gobierno con5€rvador de entonces
permitió el establecimiento de un segundo canal organizado sobre una
base comercial. La Ley creó la Independent Television Authority (que
más tarde se transformó en la Ind·~ penden [ Broadcasti_ng Authority o
lilA) que expcdí<-1 contratos a l<1s compañías transmis oras independien-
tes; estas compM1 íc:s recibían unil concesión pa ra hJcer y trzmsrnitir
programas en regiones especiales del país En los términos de la Ley,
la IBA es dueña y operaria de las instalaciones de transmisión que ren-
tan las compañí;-¡s, en tanto que éstas, a su vez , recaudan sus ingresos
fundame nta\JnentC' n partir de la ventil del tiempo al aire a los anuncian-
tes en :11s res pe •.·ti vas regiones de operaci -n. La televisión independiente,
o !TV co rno st• le llama generalmente, empezó sus transmiswnes en !él
regi6n de Londres en septiembre> de l 955. A medjda que mds compa-
ñías de la·Jrv comenzaron <1 transnút.ir en los meses siguientes, se amplió
el público y se hizo más intensa la competencia entre la IW y la BBC. Ha-
cia 1954 la cc1.ntidad de lícenc.ias cxpedí d¡¡s fue de poco mi'ís de tres
millones; en 195fl, la cifn1 habír~ subido , ocho, y hacía 1968, e; 15 mi-
llones. En it.J~1 0, sóio el 10 por ciento d e los hogares d e Gran Bretai\a
teni.:m apnratos de tel evisión, pero en 1963 só lo el lO p or ciento de los
hogMcs carecían de ellos.~0 En un corto p eri odo de cerca de 15 años la
televisión se transfom1ó en el medio m<1s importante de la transmisión cu!-
tur<l l en Gran Brer;ü'\a y en otras socieclé=tde,. occid entales industrializadas.
El rApido surgim iento de la tdevísión acarreó imp lrtantes conse-
cuencias ¡:•,-,·c¡1 !,15 oiras industrias de los medios, aLlilt1ue sea cüfícil evaluar
la n;;ll"ural::.-:::a y el <lkdJKt: preci~o del impa cto. Algu nas ind ustrias su-
friC'ton pén::li ci.:ls de mg.resos debido ,¡]as b<!jas veil las de sus productos,
que e nfrentaban ahora una nueva y seria competencia por partr2 de la
televisión . La índustna de l cine fue probablemente la rn;is afectada en
est"l~ sentido. Aunque J.=ts entradas de los ínes en1peza ron ,1 disminuir
19 V é,1~c ,;~ sil Brí~g::, 7he H1~tuJ_I' o/Broadc,J:,tmg in thr United Kinp.lom. voL 4: 5tJUnd c1nd
Jiisiun (Lo ndres: l)x tord University l'>e:> ~, 1979 }, f' P· 239 y s.
2[1 Véa se l' ct~;· r Colding, Th c 1\fass M{'dia (HMl ow, F:ssex: Lon gman, !97-± ), p. :\'i
1
de manera significativa en el periodo inmediato posterior a la segunda
Guerra Mundia l, antes de que la tdevisión se transformara en un me-
dio ampliamente utilizado, la declinadón que ocunió durante el periodo de
1954-64 fue particularmente drástica. En 1954, las entradas a. los cines
de Gran Bretaúa eran todavía de unos 25 millones a la semana, habiendo
caído de un máximo de cerca de 32 millones en 1946, hacia 1964 las
entradas semanales se redujeron a sólo seis millones, es decir, cercél del
25 por ciento de la cifra de una década atrás. La declinación continuó,
aunque de manera gradual, durante los ai'los sesenta y setenta, de modo
que hacia 1983 tas entradas fueron de sólo un millón a ln semana.~ 1 Es
probable que el surgimiento de la televísi{m haya sido una de bs principa-
les razones de la declinación del cine, aw1.que sin duda no fue ell'mico factor
y no debe oh,. id ;H'·C que, aun cuando su impacto perjudicó las entrada~ de
los cines, la ind us íri<~ de la televisión proporcionó nuevos estímulos para hl
producción de películas y nuevos c<~nales para su distribución.
Un ~:;c gundo aspecto en q~1c el surgimiento de la telcvü>ión ha
:1fectado a ot-ras industrias de los medios radica en la co mpetencia por
los ingresos por p ubli cidad . Los periódicos obtienen una proporción
sustanci.,j de sus in gresos del:~ publicidad; élnles del surgimiento de la
televisión, un ele\·¡¡do p o rcentaje -que en 1-.;55 era d e l 88 por ci en to-
del gasto que St' h acía en GrMI Bretañ,: en publicidad era absorbido por
los periódicos y otros m.ectios in1.preso::.. La declinación de ~'s ta propor-
ción se ilustra t'n ia tabla 4.3. f-inda 1962, la televisión captó el ?5 pN
c1ento del gasto d ~ p ubl.icidad en los medios, en t<1nto que la particip;K·ión
de la prensa cayó por debaj0 del 70 por ciento; los periódicos regit•n,1lc:s
y otros ma té ri ,ties impresos, como las rev istas y publicaciones periódi-
cas, su frieron la mayor declina ción en su participación. Hacía 1982, la
participación de la prensa se redujo a menos del64 por ciento, en tanto
que la de la telev isión subió a casi el 30 por ciento. Por supuesto, lél tele-
Vlsión c omerci p1l ayudó a generar nivele~ más ele•!ados en el gast·o
pubiicitario, especiaLmen te durante los .Jños cincuenta. Pe ro en a1l.os
21 Vé,ISl' f.>r,:my Tun:;tall_. 17)(' M,~.-Jj¡¡ in Brilain .. op o l., p (, 1, y SoCia / Trends, núm. i :1. p . lSU
í Lo1H:l n::~ . !IMSO, W8, ).
Tabla 1.3
25 1.0 0.6
27'1
Figura 4.2
salida: program as
..
entrada: derechos de licencia
(+ ingreso:, por publicac iones, etc)
entrada: rentas
Granada,
Thames, etc.
·-
en tr(l d t.1:
por publicidJ d
1~ ~ gres os
(tmpuesto)
C ANAL
276
con ingresos por publicaciones, la venta de derechos subsidiarios y
donaciones gubernamentales) . Las compañías de la JTV operan bajo
protección de ia TBA, que concede licencias a las compañías de la nv y
ésta a su vez, recibe el pago del derecho por la renta de sus instalacío-
nes de transmisión; las compañías que obtienen las mayores ganancias
están sujeta::. al pago de un impuesto adicional a la IBA. Existen 15 com-
pañías de la rrv gue operan en diferentes regiones del país. Cinco de éstas
-Thames, London Weekend, Central, Granada y Yorkshire- operan
en las regiones más densamente pobladas y son las instituciones más
importantes de la producción independiente de televisión, propor-
cionando programas a otras compañías regionales, así como al canal 4. A
diferencia de las otras compai'ías de la rrv, el canal4 no produce sus propios
programas, sino que los encarga a compañías de producción indepen-
diente, y también compra material a las compañías de la nv y a los
productores independientes de cine. Los ingresos principales del canal 4
pn)l'ienen del cobro de un derecho de suscripción, pagado por las compa-
iiías d e la IT V a ci\rnbio del derecho de presentar publicidad en el c<'ln,\1.
En ténninos de la. cantidad de público, la BI3C y la ITV tienen los milyo-
n:'. S segmentos, en tanto gue el canall3nc2 y el canal 4 atienden en alguna
meclid<J a interest:s minoritarios . La tD b l~i ,¡__4 indica los segmentos de público
que poseyeron los diversos canales en 1985. La ITV tuvo el mayor segmen-
to, con tUl promedio de 12 ]loras 23 minutos de exposición por persona a la
semann, lo que represe n tó el 46.6 por ciento del tiempo lota! de exposición
televisiva. El camtl nnc l alcanz ó un promedio de 9 horas 16 minutos y cap-
hlró el 34 .9 por cien to del tiempo de exposición. El rmc 2 y el canal 4
quedaron bastante atrás, alcanzando apena.s el 11.1 y el7.4 por ciento, res-
pectivamente, del tiempo de exposición. En combinación, la rrv y el canal4
tienen un seb>-n1ento de público ligeramente mayor que el de los dos canales
de b nnc (c on una proporción d e 54:46), ventaja gue se ha mantenido
relativamente estable en los últimos a1"'1os. El auditorio d e los distintos Ci'l!1<llcs
pre~enta di fe rencias sü;níficativas en términos de la composición de cbses.
Cuand c' los perfiles de clase de los públicos de cada c<~nal se comparnn con
los de la población en su totalidad, se puede apreciar que la clase media
es tá bien represen ta d a en. el iluditorio de ambos canclles de la snc, pero
277
Tabla 4.1
·~
- -·-- -
<?: 16 34.9
1 BBCl
l3l3C2 2:57 J[_]
'
ITV 12:23 46_(,
FUENTt=: Adaptado de Juli¡¡ L.amaisc1n y judy Morc!on, "Trends in \'ic wing and Listening
1985", t•n An.nual Revicw of!JBC Brmdcilsting Nesearch Fri1dings, núm. l 2, 19$6, p .9.
2-l Vé ase lvan Rd d, Suú¡J/ c./as.~ Diffcrences in /Jrir,lin, 2a . ed _(1.undre<;: Grilnl Mdntyrc,
J981 ). pp 266-2"fl.
2.:: /JmJdca:;ling 1:·¡ !he '90.>: CompetJiirm, ChOice and Qn,;l/1)' (Londres: IIMSO, 191)il).
competitiva . De acuerdo con este procedimiento, las compañías indepen-
dientes que hayan rebasado cierto umbral de calidad, serían invitadas a
participar en una ücitación para obtener unél licencia de la lTV, y és~a se
concedería al mejor postor. No causa sorpresa que semejante propuesta h¡;¡ya
encontrado una considerable resisten.cia por parte de las compañias estable-
cidas de la lTV, las cua les la perciben como una amenaza para sus intereses
a [clrgo plazo, ad emás de ;ngumentar que perjudicará su capacidad
p,ua producir pro >ramas de alta calidad. Otros crít icos sostienen --con
cíerto grado de credibílid<ld, en vista de las tendencias que considerJre-
mos m~s adelante- que l<1 prepuesta de gobierno llevará él una mayor
concentración de recursos en el sector de la televisión independiente .
El desarrollo de la transmisión te levisiva de Estados Unidos ocu-
rrió en un espacio de tiempo similar, pero asumió una forma institucional
difcre!\te. La rápida expansión del<~ industria de la televisión empezó
en 1948 y en el pla z o de una década había casi t<lntos televisores en uso
como f~•milills en Esíados Unidos. L-8 Federal Corrununica.tions Commission
h.Jt' n'~Pl' L1Sdble de otorga r licenci ns" las estaciones y de asignarles ca-
n<l les en su~ regi.ones de oper,1ción. Muchas de 1as estaciones se afilia ron
o Lls tres cadenas m ,ís importantes: NllC, CBS y ADC ; como lo muestr<J L·1
tabL1. -L5. Hi\cia 1974 más d t·! 60 por cieni·o de las estaciones de televi.-
sí<m cst?.b <: n afiliadas a las prí n~..·i ra les cadenas nacionales, en comparación
con el 34 p0r ciento de las estaciones de ra dio. Las cadenas constituyen
"ilSÍ un aspecto insti tucional clave del sistema de televisión estado uni-
MIJS 620
l
1 No afiliado.<
34%
61% _j
buenas tasas por publicidad local y ajena a la cadena, y éstas constituyen
sus principales fuentes ele ingreso. En general, las cadenas proporcio-
nan suficientes prograrnas para cubrir cerca del60 por de.ilto de los horarios
de Jos afiliados, permitiéndoles adquirir los derechos de materiales aje-
nos a la. C<ldena, que son proporcionados por los productores y prove-edores
independientes de programas para cubrir el tiem.po resl;lrüe. Por el con-
trarío, las estaciones de televisíót1 no afili;:~.;,, s deben cubrir solas todos
sus horarios y deben competir con otras estaciones no afiiíadas y con las
cadenas y sus afiliadas, por la publicidad y los derechos de materiales
ajenos a las cadenns.
Ademi:Ís de las estaciones y cadenas comerC'ialcs, u.n<l serie de ca-
nales se rescrvt~n en Fstados Unidos para tr;: nsmisiones educativas y no
come¡. :,·des. En 1962, el Congreso estableció La Corporation for Public
Broadc-asting (CPB) para faci ,j tar y vigilar el desMro!Jo de la televisión no
com -' reí al. La C!'IJ es un orr:::;mísmo federal dirigido por 15 miembros nom-
bri'ldo. por el Presidente. Hace donativos a las estaciones i.n.dependícntes,
28()
a las compañías de producción y a una cadena --eJ Public Broadcasting
Service o PBS- que aglutino a las estacíones no comerciales . Aunque
las estaciones locales tienen la opción de transmitir o no el material de
la ras, más del 70 por ciento de la programación de una estación no
comercial es proporcionado por la cadena El PBS obtiene material de
diversos canaJe~.; grandes orientados hacia la producción de la misma
cadena, así comu de proveedores externos, incluidos proveedores forá-
neos como la BBC. Las E>si.aciones pagan al rss distintos niveles de derechos
por los programils proporcionados, de acuerdo con el presupuesto total
de la estación que lo haga. Las principales fuentes de apoyo de las esta-
ciones no comerciales son los impuestos, que representaron casi el 60
por ciento de sus ingresos en 1971-72; otras fuentes, incluidas donacio-
nes, suscúpcíones, donativos de empresas y suscriptores corporativos,
representaron el 32 por ciento. 27 Los suscriptores corporativos, sobre
todo de compa~"uas petroleras, representan alrededor de un 25 por
ciento de l<~s contribuciones de programas del PBS y desempeñan un pa-
pel especia !mente prominente en l<l programación de los horarios
preferencia les. En com.paración con las principales cadenas comercia-
les, sin embargo, la {de .· isión pública de Estados Unidos sigue siendo
una operación en pequeña escala. Las estaciones de transmisión pública
operan con presupue-stos relativamente pequeños y gastan sustancialmen-
te menos por hora de tr:msm <sión . Su participación del r1íbJico televisivo
es mí:.nima, alrededor del3 por ciento de los horarios preferencíales, y sns
espectadores tlE'nden a tener una buena educación y una buena posi-
ción económica. Así, aun cuando la televisión públic<~ desempeña un papel
importante en el sistema de radiodifusión estadounidense, tiene un pa-
pel muy lim.itado en térnúnos de los niveles totales de finanzas y público,
y, durante casi todas las noches, las tres grandes cadenas comerciales cap-
t·an en ('Ombinación más del 90 por ciento de todos los especladores.
Al exélnünar e l desarrollo de la radiodifusión me he concenl"raclo
en los rnsgos institucionales de los sistemas britán..ico y estadounidense;
27 Véase HcvJ , iJro.;dcasling in ."lmeric,J: ... op cit., p. 2.24. ['ara detalles de L1 ::.u ·cri pción
corporativ;., '-·6,:,;.• )a m :;; Ro m;¡n: " Progr.:mmmg for Public Televís ío n", en } Oilrn.ll o!
DmwuJmátimi,II·(J rn . 30/3, l98U, pp.l50-156.
281
1ma descripción más detallada tendría que considerar las diferentes for-
mas institucionales que han emergido en otros países_ Es importante
subrayar, sin embargo, que Jos sistemas de radiodifusión que se desarro-
llaron en Gran Bretaña y Estados Unidos han tenido una gran influencia
en el est<lblecimiento de esos sist-emas en otros lugares del mundo. El mo-
delo británico constituido por una corporación Je servicio público, que
opera con una concesión exclusivLl o en combinación con un sector in-
dcpendwnle cuidadosamente reglanwntado, se exportó con efectividad
a muchos de los territorios de! Imperio británico, y dicho modelo con-
fonnó así la base institucional del desarrollo de la radiodifusión en muchos
países que antes fueron colonias británicas .~~ Por ejemplo, la Nigerian
I3roadcasting Corporatíon, primera organización de radiodifusión es-
tablecidé! en las colonias británicas, se model( ¡·.:m estricto apego a la BI3C.
No obstante, en algunas nntiguns colonias los gobiernos han ejercido un
control mucho más rígido sobre las organizaciones de radiodifusión que
lo que h<lbíA pn•visto Reitl1 cuando formuló pnmero la idea de una ra-
diodifusión de servicio público. En otras regiones del mundo en vías de
desarrollo, como Américc1 Latín<~ y partes de Asía, ha sido particularmente
influyente el sistema estadounidense de radiodifusión. Muchos países
de Centro y Sudamérica eStilban ya en lcl esferd d e influencia económi-
ca y políticl de FsL:'ldos Unidos cuando empezó a explotélrsc comerciaJme.nte
b tecnología d e b radioc!Jfusión, y Jos marcos regbmentaríos adopta -
dos por eslos países fueron muy similares;: los d esarrollados en Estados
Unidl):--. Gran parte def ('qlüpo t~cnológico y de la cnpa~· itación fueron
proporcionados por corporaciones estadounidenses como la RCA . Los
empresarios locales desarrollaron estaciones de transmisión comerci2l,
que, por medio de fusiones y adquisiciones, se integraron poco a poco a
los irnperíos de !~s iamdia .s oligopó!it·as . A corníenzo de los años sesenta,
el modelo es tacim;nicl e nse de transmisión t:'slaba firmen :.•J1t<' establecido
en rnudws países l:ltinoamcricanos, aunque los le\'<>nt<müentos polí-
ticos de los Llños sesenta y setenta on ginaron en algunos .:asos un control
político m<'is directo sobre las instituciones de radiod ifusión.
:?.H V~i\5 (' Eldw K.>t l. y Ct!c>r;:><' W,•de\1. Broa,kastin,t; 111 th c Thhd !11nrfd: PromisC! M;d
J',•rfur m,7nc'<' (C1 m bridg•·, !vl.;l ~S,\Ch nsl'tt ~. }-fe; f\- ;; rd Up)v;~· :-.:> i \y " re· ·.- , 1977) .
282
En tanto que las i.n.stituciones de radiodifusión se desarrollaron más
o menos rápidamente en los países de África, Asia y América Latina, la
proliferación de los equipos receptores ha procedido de manera más len-
ta. El índice de a para tos de radio y televisión que poseen los habitan tes
de estos países e~ nnrdH) menor que el de las sociedades industriales de
Europa y Norte<Jmérica. En 1975 había en Asia 68 radios y seis televiso-
res por cada mil personas.: en comparación, en Estados Unidos había
l 813 radios y S O tel evisores por cada mil personas, y 700 ra dios y 530
televisores por cada mil personas en Gran l3retaúa en ese mismo aúo. 29 Sin
embargo, estas cifras generales ocult¡¡n diferencías significativas en tér-
minos de la tasa de penetración entre las áreas urbanas y rurales . En
Afríca y Asia la posesión d e equipos receptores, y especialmente de
televisores.~ s e concentra en gran medida en los principales centros
urbanos, donde la recepción es mejor y los ingresos más ¿¡)tos. Por tanto,
~s probable que la posesión de equipos recep tores en las áreas rurales
de l·)s países en vías de desarrollo se~ significativamente más baja que
lo guc podrL:m su gerir estas c;{ras comparativas gene rales. Hast,1 cierto
punto puede ser q ue el b<"tjo nivel de penetración en bs áreas rurales se
cnm ¡..-· cnse por el d esarrollo de forma s colect)v;-¡s de recepci ón, como es
ei Gl St) dt' los cen tros comunit<lrios ele tt>levisión estc1blecidos por la I>road-
cast ing Co;-poratio n d e N~ge r ia. Asimismo, es probable que los niveles
de penetración a umenten con::> tantc y s ig:lí fica liva. nwn lc en bs próxi-
mas dée<ldas a medida que .se urbanicen y electrifiquen más los países
en vias de desarrollo, ~' a rn e dida que los productorc~ de equipos recep-
tores busquen explotar un mercado en expansión p<~ra sus merc;mcías.
28·1
corporaciones controlaban en 1981 la mayor parte del negocio
de periódicos, revistas, libros, televisión y cine; a fines de la década de
1980, la cantidad de firmas que controlan la mitad o más de los ne-
gocios de estos medios se redujo a la mitnd, de 46 a 23. Aunque en
1989 había más J,, 1 r:oo periódicos en Estados Unidos, la mitad de
la circulación total era controlada por sólo 14 corporaciones, inclui-
das la Garmett (con USA Today y otros 87 diarios), la Knight-Ridder, Tnc.
(conel_MÍami Heraldy 28 diarios más), y la Newhouse Ncwspapers (con
el AdT,.:mce d e Sta ten lsland y 25 periódicos más). 31 Si consideramos
el caso de los desarrollos en Gran Bretana, advertiremos que la con-
centración ha aumentado significativamente durante los tÍltímos 70
ai'\os, aunque la tasa y el alcance de la concentración varían de un
campo de la industria de los medíos a olTo. En las índustrrns del cine
y ia prcns.1, la concentración adquirió un pnso rápido en Gran
Bretai'\a en las décadas de 1920,1930 y 1940, de manera que hacia 1929
la rnit2d d e la circulación de los periódicos era controiada por cuatro
grzmdes firnns, y alrededor d e 1944 un tercio del totill de los asientos
de cine era con tTolado pur tres cc:denas. La concentración continuó en
es tas y otras industrias de los m edios en las d éc<ldas de 1950 y 1% 0,
en un momento en que estaban exp;tndíéndose significntivamente los
mercados pa ra algunos de los produc tos de Jos m edios . El alcance de
b conce ntración en difere ntL'S indus trias de los medios en Gran l3re-
taña en 1972 se nntesira en la tabla 4.6, donde se calcula b proporción
del mercado que controlan las cin c<.; <:ompai'i[as mi1s importantl:s d.:
cada esfera. F.n 1972, el 86 por cien!·o de> los pcríódi.cos matuiinos y
el 88 por ciento de los dominicales e ran vendidos por las cinco com-
pa r'lías principales de cada esfera. 1·-iocia 1981, de las ocho compaúías
m<1s importantes cinco controlaban el 95 por cien lo d.e la circulación
total de p i:::r í ódicos mntutinos y domini cales, y i BS tres res ta ntes
3a . .:d. ( Bo sto n : Beawn Pre s -, 1989 ). Paril m;: t.:ri~l ~cc r c,, de Francia , véase Pa tr ícr
Flichy, Les Indus-tri es de í'jm aginiiire, ..op.cíl. Pa r,1 m<Jt,•r:,>i acerca d e r\ k m~ni a, véase
He!mut H. Díed richs, KonzenlrMion in dcr M-• ~:>enmedren. .':iystemdfi>cher Uberblick zur
SiftHii on in der BRD (Mu.nich: 1-! .-~nscr, 1973)
3 i Véa· -Bagdikian, Tli e Mcdia .Vanuf'O~I ',. or u!., p~' - 2 ! y.~-
controlaban más del 80 por ciento. En 1972, siete de cada 10 libros
de bolsillo eran vendidos por las cinco principales compañías dedi-
cadas a ello; la concentración de recursos en la industria editorial ha
aumentado mucho más desde entonces, en virtud de una serie de es-
pectaculares y muy publícitadas <1dquísiciones donde han írHervenido
grandes corporaciones de arnbos lodos del Atlántico. Los elevados
mdices de concentración en campos como la esfera editorial y la in-
dustria musícal no han impedido Id aparición de pequeñas compañías
independientes que atiende11 a intereses especializados; pero estas
compañías representan en gt>neral una proporción reJativamente pe-
queña de las ventas totales y son muy vulnerables a las fuerzas del
mercado y a las licitaciones de las adquis ki;.!JH ~s .
Propon'1Ún cid tot;tl del mcrc1du in lt' ni() de.:! l'Ci!lu ! ·n id o r(:pre. ent:tdo
por bs cinco compúüas m:!s irnpurt<J ¡He:.s d e <"íld::¡ medio, 1972 (')'(,)
,- - - - - - - - - - -·- - - - -
Medio
__ ..,
% ¡j,· participacíoll l
Circ ulación de p e riódicos matuti no~ n;:cHm ale$
Commu nJca tions", e n RaJph i\1i!iband '-' iohn S;l\'ille, n¡e _<,( ; -;aií3t Regisfl;r i':173 (! .undrt!!>:
Merli n, 1974), p .2l4, y G raham Murd o kv Pete r Golding, "Capitalism, C,¡mtn un1C,1 tion
a nd lass Rc la ti ons ", <.?n ~víi..:h ad Gnn~vltch y _i ,-,n("t Woo ll i!Cütt (ed .), /l'{as¿;. Comm unica tion
and S(xietv( l..o nd re~: EdwuJ A rnnld , 1<,177), r 2:1 '! ·'-'·
286
i
t
Existe también un grado significativo de concentración en la esfera
de la televisión. En Estados Unidos, las tres principv les cadenas do-
minan todavía el campo en ténn.inos de participación pública y de
ingresos; una creciente proporción de espectadores sintoniza los ca-
nales de cable, aunque los sistemas de cable más importantes son
t<'mbíén propiedad de las grandes corpornciones de los medios. En
Gran Bretaña, el ~ector de la televisión independiente está dominado
por ias cinco compaúfas más importantes de la rrv (Thames, London
Weekend, Central, Gran(lda y Yorkshire); en 1972, estas cinco gran-
des dieron servicio 3 más de un 70 por ciento de los hogares, dejando
que las 1 O cc :npaiHas más pequeñas de la lTV atendieran a los ho-
gares restantes . Las cinco compañíns más importantes son también
las principales abastecedoras de programas de televisión parél !a ca-
dena n v . En 1980, 50 por ciento del material transmitido por una
compar\ír. n v típica er;:¡ proporcionado por las cinco grandes, en tan-
toque rnen os d el lO por ciento provenía d e bs 10 compai"'lías m,1s
peqüer-1as . Ackm <~ s . en las mismas compnii.ías de la rrv, las accion es
se concentran con (rt::·,· ue ncia en manos d e unos cu antos individuos,
o en m anos d e otras corporaciones con inte reses en la comunicación.
En el caso d e Gra n ,1 da, las acciones más importantes siguen e n pose -
s ión d e la familr,) Berns kin (62% de las a cciones con derech o <1
vo to e n 1979 ); en e l caso eh~ London Wee kend y Yorkshire, las ac-
ciones más importantes son p ropiedad de corpor<~ciones con intereses
en la comuni cación, incluidas corporaciones de la prensa (17 y 28 'X>,
respec tiv arnente).J" De ahi qu e el sector de la tele visión independien-
te, así como otros sectores d e las indus trias de los m edios, se caracterice
por una gran concentra ción d e rec ursos en manos d e unLls cuantas
com pa rü as gnndes y, en atg unos casos, por una concentración de
accím!té'S d e> es tas mis mas compafífas e n manos de unos cuantos in-
di '.'iduos, o e n ma nos d e unas pocas corpora cione::; con intereses en
la C•)m.un ~ ca ción.
32 Vé.;-..e Crah~m Mu.rdock, "L¡¡rge Corporalton;, and the Control o{ the Comm u nic,\tions
Indus tries"', en Michaei Curevitch, Tony lkm~c tt, J<tmes Curmn y J.met Woodaco{l (\'d.),
Cuí!u re, 5ocit'~~ - ,m d th:: Medú (Londre.<.: Mdhuen, l ') ' 2), pp . 136 v ss.
2H7
2. Además de la creciente concentración de recursos, las industrias de
los medios han sufrido una diversificación constante en años recien-
tes. La diversificación es el proceso por medio del cual las compañías
expanden sus actividades hacia diferentes campos o líneas de pro-
ductos, ya sea al adquirir compañías que operan ya en tales campos
o al invertir capital en nuevos desarrollos. Cuando la diversificación
se da en campos interrelacionados -por ejemp lo, en el caso de las
editoriales que adquieren tipógrafos, diseñadores, plantas de impre-
sión, Jibrerías1 etc.- se transforma en un medio que permite que las
compaflías controlen los costos y se beneficien con las diferentes eta-
pas del desarrollo de un producto particular. Cuando la diversificación
implica una expansión hacia c1mpos no afines relacionados con la
producción y la distribución de diferentes bienes -como por ejem-
plo, cuando la organización Rank a b arcó hoteles, restauran tes,
teh'visión y equipo de alta fidelidad- se transfonna en un medio para
crear nuevos centros de obtención de gananciJs para la compañía y
protegerla contra las consecuencias nega tivas de un<l recesión, un
crecimiento inestable o una declinaci ón a largo plazo en ciertos
cllmpos. LCI diversificación de las ,1ctividades de algunas de las más
grandes compañías británicas de los medios St> ilustra en la tabla 4.7.
AsC por ejemplo, ln F:MI obtuvo 7 por ciento de sus ingresos de 1972
de la radiodifusión (tenía intereses mayoritarios en Thames Televi-
sion); 15 por ciento de películas y cines (poseía unil de las dos cadenas
m;is importantes); y 55 por ciento de otras fta~ntes de los medios (era
propietaria de una de las más grandes compañías disqueras del Rei-
no Unido) . En l980, la EMI fue adquirida por Thorn, quien era ya el
mayor fabricante de equipos de televisión en Gran Bretaña (Ferguson).
Li1 recién fusionada Thorn-EMl estableció de esta manera una base
cada vez mrís diversificada en 1~ cual las o¡.;errlciones extranjeras re-
presen ta ron alrededor de un tercio de sus ingreso:; de 2.6 billones de
libr?.s este rlinas (!981-82).
La \..oncentración y la diversificación de las industrias de los medios h<:n
conducido ella formación de conglomerados de comunicación que tie-
nen grandes intereses en diversZ~S industriclS relacionadas con la
información y la comunicación. Entre los mayores conglomerados de
este tipo está Time Warner, fonnado por la fusión de Time y Warner
Communícahons en 1989. Es el principal editor de revistns en Esta-
dos Unidos, la segunda mayor compañia de cable en el mundo, una
de las mayores editoras de libros y la mayor compañia de vídeo en el
mundo. Tiene subsidiarias en Australia, Asía, Europa y América L1-
tina, y sus activos exceden el producto nacional combinado de Bolivia,
Jordania, Nica ragua, Albania, Libcria y Mali. Las corporaciones es-
tadmmidenses RCA y C135 surgieron también como dos de los grandes
conglomerados diversificados de la comurúcación, aungue éstas fue-
ron adquiridas recientemente por otras corporaciones . Además de
poseer una de las mayores cadenas de transmisil"m (la NUC), la RCA
adquirió intereses sustanciales en la industria editoriat la industria
disquc:ra, L1 ~::· lcdrónica doméstica e industrial y en varios otros bie-
nes y servicios; laRCA fue comprada después por la General Electric,
T::bb 4 7
1 G ranar!.\ 6 6 12
-~ Associated
"ll<it>vision Corp 18 23 2S
1 R.1nk 27 )1)
r <::.trscm
~ Longn1 an S6 39 5
28')
la décima corporación más grande de Estados Unidos, por 6.3 billones
de dólares. Por su parte, la CES controla también una de las tres mayores
cadenas estadowúdenses y tiene intereses en la industria editorial, la pro-
ducción de cine y la industria disquera; después de contraer enormes
deudas y de luchar contra una serie de licit.xiones de adquisición
adversas, la C"BS fue absorbida más tarde por una gran corporación de
bienes raíces . Otro conglomerado de la comunicación, e] grupo Ber-
telsmann, tiene grandes intereses en lJ publicación de libros y
revistas, en clubes y cadenas de distribucón de libros, en la indus-
tria editorial, en la industria de la músi1:il y del disco, en la televisión
y en el cine. El grupo Bertelsma1m, establecido originalmente en Ale-
mania Federal, es ahora uno de los más grandes negocios de los medios
en Estados Unidos, donde posee las firmas editoriales Doubleday,
Bantam Books, Dell y Literary Guilcl , e ntre otras cosas . Como los
conglomerados de la comunicación se t( ,r:·.au cada vez más grandes
y divcrsific~dos, poco a poco se integran a los niveles superiores de
los sectores industrial y bancario, tanto como clientes y subsidiarios,
como por medio de consejos intercomunicados de directores.
Hace poco, las actividades de los cm1glomerados de la comunicación
se pusieron de relieve p or la atención conceclida por los medios a
algunos de los empresanos más excéntricos. Rupert Murdoch, jefe
de1 extenso conglomerado multimedia lLm1ado News Corporahon,
ha buscado y obtenido particular atención en este sentido. La tnbla 4.8
presenta algunas de las propiedades m <ÍS importantes de lc1 News
Corporation. La posesión del periódico Sun da a Murdoch el control
de 35 por ciento del mercado de Jos dj<~rios populares de Gran Bretaña,
además controla una participación sustan cial de los mercados de los
diarios y periódicos dominicales ele calidad . El, ky Channello coloca
como líder de la incipiente arena d e la transmisión por satélite. La
News Corporzllio n tiene en FstadL).S Unid os, Anstralia y la Cuenca
del PJcífico ir!\e rescs cada vez 1nás ,_pn plios y diversos en un vasto
c<lmpo de las industrias de los medios, periód icos, revistas y editor<~s
de libros, canales de televisión, esrudíos d e cine y empresas de impre-
sión comercial. Murdoch controla dos t reíos de toda la circulación
Tabla 4.8
Pnncipales act:\C J~ de los medios de la Ncws Corporation de
Rupen Murcloch, 1988
!
i
_ . 6ran Bretru1a L Estad~~-lJnidos ] Australia ·- -¡ --¿;~enea d~rr~~
1 r~r iódico;; The Tune.~
~
1Son Antonio 1 Tite A us1mlwn Soii/Íl Chinc1
Morning
Thc Srmda_¡• 1/:.:Xpress-News Mi.~ de 120 Pos/ !
Tunes lítulo:; rceionaks (Ho~ Ko~)___ _j
1
j Foday Boswn lferafd Sunduv ,1-/tJmin)!, Pos!
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' News of ¡};,. Worfd [lze Sunday Times !
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Más de 20 i
[ Impresión 1
i
, comcícial Eri" Bcmrose World PrJ::2~I~1g_ _ compa!lí~:;__ 1
291
de periódicos en Australia y casi la mitad de la de Nueva Zelanda.
En Estados Unidos controla los estudios de cine de la Tweritieth-
Cenlury Fox, la cadena de radiodifusión de la Fox y numerosos
periódicos, revistas, editoriales y canales de teicvisión. Es propietario
parcial de b os-Fox Video y es el más grande distribuidor de cintas
de? video. La News Corporation también tiene intereses en industrias
ajenas a Jos medios, incluida una compaii.ía de ilViaóón y una de ex-
plorilción de gas y petróleo. En 1988, Murdoch lanzó con éxito una
licitación por tres mil m..illones de dóh~res para <1dquirir Triangle Pu-
blic:ttions de]¡; familia Armenberg, casa editora de TV Cuide/ la revista
de mayor circulación en Estados L~nidos. El <Üc2nce y la diversidad de
la News Corpo1·atior: ilustran bien el tipo de diversificación caracte-
rís tico de las industrias de los medios en la act-ualidad. No obstante,
el congtomerildo multimedia de Murdo.."h, por muy extendido y promi-
nente que sea, es relativamente pequeno en >·é:n>:inos de la totalidad
de los activos y volúmenes de ventas en compé!ración con las más im-
portantes corporaciones estadounidenses involucradas en el campo
de las tecnologías de comunicación e infonnacíón.
3. El alcance ele lé! News Corpora tion de Murdoch ilustra otro rasgo de
las indtish·ias modernas de los medios: L1 ere iente globalízación de sus
actividüdes. Por supuesto, el carácter trasnacional de las industrias
de Jos medios no es un fenómeno nuevn . Como hemos visto, el desa-
rTullo inici al del comercio del hbro impliet:ilJa ~~transporte de materiales
impresos por L'ls fronteras naciorwlc:s; y el sur¡:;irn iento de las agen-
cias de noticias en el siglo x1x dio por resu ltado un sistemc1 global
de campos territoriales trasnacionales para el acopio y la difusión de
noticias. Sin cL:bargo en d1~cadas recientes, !<.1 globalización de las
activid<1des de las industric.s de los medios:;(~ ha manifestado en
nuevas formas y (ldquirido un carácter más extensc.. y profundo. Po-
dcmo~ disti.n~,;ir varios ilspectos diferentes en ('SL> k::dcncía. En primer
lugar, las industrias de los medios form~;n parte de conglomerados
de la comunicación que se vuelven cada vez nl"1s trc1snacionales en
términos del alcance ¡:le sus op eraciones y actividades. El proceso de
lrasnacíon.a!iz;;ción h,l sido im p ulsado httsta c ie r to punto por las
h1siones y adquisiciones de los conglomerados de la comunicación.
Ya he mencionado algunas de estas adqtúsiciones y fácilmen. te se pueden
agregar otros ejemplos. En 1981, los periódicos británicos The Times y
Sunday Times fueron vendidos por la IntemationaJ Thomson Organiz.:•-
tion, con sede e.n Canadá, a la News Intemational de Murdoch, sucursal
británici.l d é su corporación multinacional de noticias. En 1987, la
Son y, el gigante jap onés de la electrónica, compró la. marca de discos C.llS
con sede en Estad os Unidos; la industriLl internacional del disco está con-
trolada ahrW< en gr<n parte por cinco mMcas - Sony-cBS, ~CA, Warner,
Thorn-Fi'v!! y Polygram- c<1da una de las cuales es propiedad de una
corporación nurl tinacional. En 1986, la editorial Pengtiin de Gran Bre-
taña, propiedad del grupo Longman Peélrson, ingresó en el mercado
estadounidense de los libros de bolsillo al adquirir la New American
Library. En ·¡987, la Random House, subsidiaria de la corporación
Ncwhouse con sede en Estados Unidos y dueña de amplios intereses
en los perión iC,)S y en L1 publicación de revistas y libros, adqtürió di-
versas cas<.ls editoriales británicas de renombre, incluidas Chatto,
Virago, Bodley Head y Jonalhan Cape. En eJ mismo 3ño, la Jnternatio-
nal Thomson Orga.niza tion licitó en contra de un <l fuerte competencia
de la Simon and Schuster de Estados Unidos y adquirió el grupo
británico Associaí:ed 13ook Ptlblishers, que a su vez comprende a
Methuen, Rou tledr:,e and Kcga.n Paul, Swe>et and Ma xwell , Chapméln
and Hall y C room Helm, entre otros. Por medio de fusiones y adqui -
siciones d e este tipo, las industTias de los medios adquieren un carácter
cada vez mtís trasnacional, conforme las compailías par!"i<..:ula,res se
integran a grandes conglomerados d e la comunicación que abarcan
todo el globo.
Un segundo aspec to d e !a globalización de lr~s industriéis de los medíos
se relaciont?. e m l': l p apel cada vez más importante qu e desempeúan
]¿¡s exportaci ones y la p rod u cción de bienes de los medíos en el mer-
cado iniern a ci.ona l. El cornercío de [as exportaciones sie mpre ha
h>rmado p a rt e de la indnstría editoriill, especia lm e nte cuando se
impr im.c n iibro - en id iomas qut:', como res ultad o d e pn.'\ i .~ s expan-
siones lT,i!it-are,· o coloniales y d e otros f<ic!'Orcs, rebi'l san las fronteras
,
de Estados-nación particulares. En 1949, las exportaciones de libros
constituían el 29 por ciento de las ventas de los editores britán..icos, y
hacia 1969 representaban el 47 por ciento. La venta de textos edu-
cativos al Tercer Mundo es un ímportante componente de este comercio,
y ascendió al20 por ciento de las exportaciones de libros británicos
en 1972. Los países de la Comunidad Británica, Estados Unidos, y
cada vez más Japón, también se cuentan e n tre los principales merca-
dos de exportación para los editores británicos. De la misma manera,
en el caso de lJ televisión, la ventll de prograJrt<.JS en mercados extran-
jeros se está transformando cada vez m ás en una impm-tante fuent·e
de ingresos. En 1982, las wmpañías de la ITV gan<'~ron 20 millones de
libras esterlinas por la venta de program.as en el extranjero, lo que
rt>presenló el 2. 8 por ciento de su ingreso total; hacia 1984, la cifra
se devó a 47 mülones de libras, o sea, un 15 p or ciento del total. La BOC
también tiene cada vez más éxito con la ven ta de sus programas en
el t\tr<Jnjero y ahora comercializa sus prog rélmn.s en miís de 100 paí-
~cs; t:'n 198·+-85, 1<1. venU\ d<:! progrn.mas en el extranjero ascendió al 70
por cic'rüo d · L ~ 35 nuliorws de libras de ingresos de BHC Enterprises,
aL: co rncnjal de h~ BBC ~ 1 Sin em.ba rgo, las ventas internacionales de
progra1nas de telev isió11 y pt~ Hcu1as estún iominadas todavía am-
pli.amente por compañías de Estados Un..id os _En 1981 , las películas
de ese pvís representawn cl94 por ciento d e las transmisiones de pelí-
culas extranjeras ~n l<1 televisión b1itán.lca, 1 80 por ciento de ese mismo
tipo dE' transmisiones en Francia y e l 54 p or ciento en Alemania. En
toda Europa Occidental cerca del 30 por ciento del tiempo de las trans-
misiones televlsivas se cubrió en 1983 con p .rogra rnas importados. El
g ru eso de los programas importados (44%) provino de Estados Uni-
dos; en Gn:n1 BretM1a, los programas es tadounidenses ascenc"lieron al 75
por ciento del i·oral de las tr¡;nsmision.:cs importadas . En otra!:i partes
dd mundo es locLw íJ rnayor la pélr ticipación d e los prog¡·amas pro-
V(' nientes d e Estados Unidos. Por ejemplo, en Amén(a Latina las
:\3 V€as • 111dt'pcndent !Jm .Jdn s tin¿; Authoritv Annua/ Nep orl .md A c'crwnts I YB.f-..8.5 (Londres:
HMSC, 19XS); v {!8C H.mdbouk fncorpnr¡¡ fin;:; th<> Anmlilf l?ep nrt Jn d Accvun f.<; J9S-/-S5
(Londr es HIK , 1YR5 ), P!' - YO-Y::'. .
29 '1
importaciones representaron en 1983 el46 por ciento del tien'lpo total
de transmis ión, y 77 por ciento del material importado provenía de
Estados Uni d os . Por el contrario, en ese país las importaciones
representaron a penas el 2 por ciento del tiempo de transmisión en
1983.~; Asimetrías tan contundentes como la anterior en términos de
J.¡' <' Z~ sc Tapio Varí s, " !n\ern ,J tio n~l r:t1w of Tt>le v i~ i on Prog ramm e ·", en UNL>CO Repurl:<
,>nd f'ape1s on M.1s5 Commllm(.;tw n, nüm. \!1() (París: !.!NE.') "O, l í-16 ).
3.1 P:H a un análísi,; m<i s <mtplio :'tlbre "s te terna , vease fi e rbert ¡_ Sch dh• r, Ma~s Commu·
IJIC<J/ion iJJ)(/ ,,lm eri::;; n Empire (!\ul'v a York: J\u gus ttlS M . Kdly, l'.i6'cl), ; •.' rc:ny iu:1;'.i,·,;l,
Thc Medm are A m eric;a¡J_ Ang io-/lm<!ricnn Media Ji¡ !he 11\iorld (Londres: Con~t;:ble, l Y77). y
O li\·pr BoyJ -B;n rcl , " ledia l rnpt•ri,1l i:;m: To ward s illl lnternation;;l Fr.;nt<:·,•: ork fur the
t\n ;¡\ys is of Med ia ':iy s le m s", e n james Cur1·an, Mi chael Gur~v i lch y Janet V\1oollacol!
tPd.), M.l::;s. Comnlll.!lkatiun am i. ,> ·ié~t; ... op ot, pp . 116· 1?S
2')-5
de la tecnología de los satélites fue resultado de las primeras misiones
espaciales estadounidenses y soviéticas, y de investigaciones en el
ámbito militar.-16 El primer satélite, Telst-ar, se lanzó en 1962 y hada 1965
los est;¡dounidenses pudieron colocar el primer satélite comercial de
tclccornunicaciones, el Earfy Bird, en una órbita estacionaria. Un sa-
télite que g11élrda una órbita estacionaria, o «satéLite sincrónico)) como
se les llama, St~ mantendr,) contintjerrnen te vi sible sobre un tercio de
la TierrCJ. De m<mera que un sistema de tres satélites sincrónicos, co-
locados y vinculados adecuadamente, puede lograr una cobertura
glob<1l, con excepción de las regiones del Áítico y el Antártico. En 1962,
el Congreso de Esbdos Unidos estélbleció la C om11mnication SatelUte
Corporation (Comsat) para orgí'lnizar la explotación comercial de la
tecnologfa de los satélites. Comsat era una corporación privada,
la mitad de cuyas acciones fueron ofrecidas a suscriptores particu-
lares, en tanto que la otra quedó en poder d e los más importantes
conglomerados est<1dounidcnses d eJ a comunica ión. Tras la forma -
ción de C omsat, Estados Unidos propuso establecer una org<lnización
internacionñl, Jlam.ada má:o tarde Intclsat, que p osibilitarín que se
condujesen comunicaciones comcrcia.lcs por satélite entre sus miem -
bros . LDS miembros origir~Jles incluínn a los p~"1..Só de Europa Occidental,
Can;1dá, Australia y Jr.pón. l .a opera.·ión comercial empezó o través
dd ;\ tlántico m 1Y65 y se globa lizó en.1%9. J.nte]sat tiene ,"\hora más de
100 I~1Ít'mbr()S en todo d mundn y si.rv~ cumo portador de los servi -
cios nacionales de diversos países . La Uni ón Sovi(.Ó tica, que lanzó su
primer satélite de comunjcaciones no estacionario en 1965 y su primer
sdtéJite estacionano en 1974, fundó una organización internacional
similar en 1961, llantLida lntersputnik, qu e ah<Hca <1 los países de Eu-
ropa del Fstc, Cuba y Mongolié! Exterior. Además d e estos sistemas
1(1 Lo- c)~p ec~ os h i !óricos y té cnico5 de las comun icad ne. de sa té lil e se analizan t'n
.Abril m hay es , j MlH:'S Faw-:e tt, 1vl~s ,•mí lto, Alex,¡ndrc -Char!es Kiss. f'f .qJ., Satellite
Bro.?dca.51ing (Londrt!s: Oxtord University Prcss. 1973). Jun.1 tha n E Gallow¡¡v, The Po!itics
and Techno!ogy o{S¡¡ fellile Communicd/ions (Lexíng-to n, Massachusetts: D. C. Hcath, l972\;
y lvlarrcl lus S. Sm>w, "l nteL<tl: An lniemationa Example", en _fourna/ o! Cnmmunicilfiom~
nú m _30 /2, 19HCJ, pp. l-rl - 1)6.
de satélites internacionales, existe ahora un amplio espectro de sis-
temas internos y regíonllles que operan en los planos continental y
nacional, así como una variedad de sistemas que se usan exclusiva-
mente para p ropósitos militares, marítimos y aeronáuticos. Estos
sistema~; snn capaces de transmitir a todo el mundo y virh1almente de
manera instantánea grandes cantidades de información. Son muy
usados por las corporal:iones multinacionJles para transmitir datos e
intercomunica r a su:- sucursales y subsidiarias repartidas por el
mundo. La Texas l nstruments, por ejemplo, tiene 50 pl<~ntas im-
portantes en )9 países y usa un sistema de satélites para vincular
8 mil terminales para sus actividades de planificación, ventas, con-
tabilidad y correo electrónico en todo el mundo. La Citicorp, una
organizaoón t:rasnacional de servicios financieros, emplea un sis-
tema de satélites para vincular 2 300 sucursales y oficinas nfiliadas
en 94 países Y El_ u so de los sistemds de satélite para propósitc1s
comerciales es parte de un proceso m<1s general de flujo trasnaciOTL1!
de datos en el cual la comunicación o la información se lransfomJ<m
cada vez más en u na mercancía que se puede intercilmbiar y con-
trolar en un 1nercado mundial.
4. En parte como respuesta a las cambiantes bases tecnológicas de las
industdas de los medios, muchos gobiernos occidental es han buscado
desregular las activid ades de sus organizaciones y eliminar legisla-
ciones con.sidendas restríctivas. L> tendencia hacia la desregulari.zación
ha sido p.1rticuia nnente pronuncii"ldZI rn la esfera de la radiodifusión,
pues generalmen te s·~ dt>Sa rro!ló en un marco d e fuertes controJ es
gubernamentales. En Gran Bretaña y en la mayor parte de los países
europeos, las transmisiones radiales y televisivas estaban estrictamen-
te regulad.:~s por el Estado, el cual otorgaba licencias a bs instituciones
trélnsmisoras, asignaba las longitudes de onda y vigilaba muy de cer-
ca la producci ón. En mu chi)s cas os, las instituciones transmisoras
r VJ,;:,¡;· Do:1 Shtllcr, "Bw;me S L;,;('r<; :1!\d lhc Td('COll1mUnicalions Ndwork", en ]Ollflldl of
Commumca tJUib~ núm. 32 í 4, 1'!82, pp. c)~ - ü6, y R. i\lJ:d:, "Fr:H:r¡;ing b su('" Jt: Tu :<&!'• :rdcr
D<Jtil Flow~; '", en Jn tcm.7fio n,11 7d,. cmnmunic·Mions Palicy: A Svurcehook (Wa~hingtcm D.C .
Yurrow, 19il3).
2')7
estatales o paraestatales recibían un rnono;~olio para cubrir con sus
emisiones a la nación. La estricta reglnmcnración de las transmisio-
nes se justificaba casi siempre con el ar;_:.;¡mento de que en cualquier
Ambito territorial particular existía un;; c\ mtidad limitada de canales
disponibles para la transmisión de señales de radio y de televisión.
Semejante justificación se acompañaba a veces del razonamiento
de que la radiodifusión era csencialmenf<.: un servicio público y que,
como tal, dcbt>r.ía de ser n>gulada donde~'-' considerara de interés pú-
blico. Para algunos de los primeros rarliodifusorcs británicos y
europeos y para los políticos, eslas jusl'ifi,_·a,~iones explícitas para la
regulación por parte del Estado quedaban rcf<'' r/,das por una aversión
al comcrcialísmo y un temor generalizado en cuanto a las conse-
cuencias nocivas potencie1les que podría acarrear una transmisión
no controlad:\.
Aunque lo:; rnonopolios estatales de radiodifus.ión se desintegra-
ron muy pronto en algw<os p<líses europeos, el término «desregulación»
;;e us,1ba de mzmcra hab ituol para referirse 0 una serie de iniciativa~
polfticas U<ril.C terístícas de muchas socieda des occidentales en las
cléce1das de J97[! y 1980. La desregd.:~ción d~, los medíos fue parte de
un intcnrn má s gt·;wre~l por aunH.'ntar L compe tividad en una va -
ried¿¡d dt: s·t.·t lo res y por eliminar una leg i: l;;ción que se pensélba
limitaba de un¡:¡ m a nerél indeb ida la prosec ución de los intereses
t"nnwr ciales . En Estados Unidos, d onde la reg ul<lción de los medíos
por parte del Estado ha s ido tr<1dicione1lmen L~ menos rígida que en
Europa, se hicieron intentos a fines de 1,1 d0cJd.a de 1960 por m.o-
di ficar la Ley de Comunicaciones de 1934 d ~ nn <'l m<n1.era que habría
clesreguln do la radío y n·laj[ldo las nor m as para la transmisión de
tel ev isión, adl2m<-1s d<' sc:cudir los mono pol ios y los conglomerados
d e la comunicación. Aun q u e las propues tas de ley se retiraron a
hn de c ue nt,) S, la ~ed.eral Communica.tion s Commíssion puso en
prá ctic a de nwn cr<l dectiv,, po líticas d e d esregulación a comícn-
Z llS de la d éc,1da de 1%0, Jo qn<:' relajó los controles de las transmisiones
d e radio y te levisión, red ujo los n'qui si t( s pa ra lél tran s misión d e l
servicio público y f'L' rrnitió m,).s tiempo al ai r e para los men saj es
comercíales.38 En muchos países europeos se hicieron intentos simi-
lares por desregular los medios en las décadas de 1970 y 1980 En
ltalia, las transmisiones de radío y televisión habían estado mono-
polizadas tradicionalmente por el servicio estatal, RAI. Ei1 1975, este
monopolio fue cuestionado y desintegrado y dE>scie entonces hiJn
emergido múltiples canales locales y cu<~sínacionales, fín<lnciados
principi1lmenle por los ingresos de publicidad y sujetos a unil míni-
ma reglamen tación cs tdtal. En Francin, Alemania, Bélgica y los Pníses
l:3ajos, bs tr<~nsn1isiOJH:.:S de radio y tek~visíón 3JCnilS al servicio cstaL.:1l
establecido se legal11: ar on gradualmente en las décadas de 1970
y 1980, lo que permitió que aparecieriln servicio~ independientes,
fini'lnciados por L1 pubikidad o por sus-ripciones. 39 En Cran Brc·Ll-
ñ.:J, el duopolío es tablecido por la introducción cie la televisión comercial
t:n la década de 1950 continúa en gran parte intacto, aunqu e de al-
guna man era se han desregulado l<1s t·ransmbiones de rad io :y es
prob~blc quP el duopolio de la DBC-lTV sufra ¿¡Jguna transfonn<'!ción
en la década de 1990.
Fl proceso ele desreg ulac1ón ha si.do cslimu!Rdo por el desarro llo dr
nuevas tecn olog ías en la csfC?ra d(' las telecom.unicJciones. Con el
despliegue d e los s.istem as de transmisión por cable y s<~lélite , empe-
zaron a perder peso los argumentos tradi.cionales acercd de ]él cantidad
li.miL1da dt canales, argumentos qtiC conformaron el des(urollo dt~ la
radiodifusión de la década de 1920 a la de 1970. F.stas nuevas tec-
nologi<~s creiiron la posibilidad de un" proliferación de can<lles dc•
!Télnsmis ión, por lo que com(·rvdron a considerarse menos acepl·J.bks L:s
razones para lunitar el derecho a transnütir a una sola organización
38 Un a n<iilsi~ más amp liO cKC rca d e },¡ polític<J de r;¡Jiod ifusión y de.sr<'gulación en Es tado~
Ll nid n:> ,.,e p11td enco¡¡f rM e n C a n tor ~:luriel C y Jc.,•l M. Canl<>r, "Rc¡;ul.¡ ti ()n and
Ü'rc'gl i b l ínll : Td,~ c o mm •. m ic<JIÍ !">n s P u lític~ in tlw Un ik.l Sl al cs " , en Mar¡orie feq.¡ uso'\
t<:d.), .•V ew Ci>mnwmcation Tí.>dmolr. .~J~'S :md ihe Puh/ic· ln.' res!: C0mp. JratiF<' l'erspectives <)JI
l'oJi(V .wd Rt·;:,·c,¡r,·h (Lund res y [k verly -liib: S.1¡.;1\ 1'1, 6), pp 84· 1(11.
30 Para ¡ ;¡ ¡ ·n nl ,1 cc r a de !..; dcsregu lilcÍÓI; en Euríip.:, véii:;.e Oen;s M cQ u~il y K :m ; n SitmL·
(.:d.), .Nt' W 1\ f,, iú Pt>iitil.~o;: Crunpar,¡fjve l'erspeclll't.'S 111 l l'eslt·m Iinnpe (Londres y lic1·cl"l}
Hil k Sage, 19SI1l .
¿c;l.j
est:atat o a un pequeño número de organizaciones estrictamente re-
glamentadas. Además, las organizaciones comerciales estaban ansiosas
por expl'otar Jas nuevas tecnologías y presionaron de manera activa
para demandar un marco de trabajo más libre al cual pudieran acce-
der ellas. En tanto que la desregu!ación ha sido bien recibida por
muchos corno un antídoto necesario contra un sector de los medios
excesivamente regulado, ha sido criticada por otros como una vía pél-
ra acelt~r<n· la concentración en las indnstrias de los medios: al abrir
la radiodifusión y !as nuevas tecnologías a la explotación comercial, la
desregulación puede permitir a los conglomerados de la comuníca-
ctón <nnnentar su papel dominante en lrt nueva economía global de
la mformación y de la comunicación. Retomaré léls implicaciones
políticas de estas consideraciones en el próximo capíh!lo .
) OJ
Las primeras grabadoras de vídeo se desarrollaron para usarse en el
estudio, pero a comienzos de la década de 1970 aparecieron unida-
des compactas para uso doméstico. A fines de los anos setenta y a
comienzo de los ochenta, la e<Jntidad de videograbadoras de uso do-
méstico aumentó de manera drástica, y así pasó de casi el millón que
había en 1976 tan to en los países de la Comunidad Económica Euro-
pea como en Esta dos Unidos, a más de 30 millone-s en los países de
la C EE y a C<lSi 40 millones en Estados Unidos hacia 1986. Cerca de
un tercio (alrededor de 170 millones) de todos los hogares del mun-
do equipados con televisores contaban con videograbadoras a mediados
de los años ochenta. La proporción de ho~ a res que poseen televiso-
res y vídeograbadoras varía consídeDblenlente de un pafs a otro,
con:H) se indica e n la tabla 4.9. En este sentido, C ran Bretaña tiene una
de Lls tct~;.:ts m <'í s elevadas, con un cálculo eslin~a,lo d e ~2 por ciento de
hogares qlte poseían ambos nparatos en 1986, en comparación con un 45
por ciento e n Estados Unidos; 49 por ciento en Austr.1li<1 ; 37 por ciento
en Alemonia f-ederal y 23 por ciento en Francia. Sin embargo, una pro-
porción sustancial de videograbadoras son rentad i.ls y no compradas,
y l.>s evidencias índican que la tas<:l de penetración puede variar conside-
rabkrnenl·<=' de ilcuerdo con la posición de clase y el hpo de empleo de
los ind1viduos que conforman un hogarY1 El ráp ido a umento de la can-
tidad de videograbadoras para uso doméstico constituye una nueva e
importante fuente de ingresos para las grandes compañíéls electrónicas
-sobre lodo japonesas, aunque cada vez hay más de Alemania Federal
y d el Sureste Asiático -dedicadas a la produ ián de grabadoras y cintas
para el mercado mundiaL
El uso dom és tico d e las videograbadoras t:arn bién ha modificado d e
m ane ra significa tiva los canales dC' di..fus ión de los productos audio-
visuales y el grado de controi gue pu ed e eje rcer sobre ellos el público.
Dichos canales se lum rn odi fil:ado en dos aspectos: para empez ar,
las vid o ~ rab<1 dor as p e rmiten zd público s ep<~rar los hora r ios de
40 V case Pe !e r Coldi ng ' G rah il rn lv!urdod:, " Unequal lnforrna tion: Access and F>.clu slc':'
in t·he New Co m m un icat i u n ~ Markc t l'l;:;ce", en Ma rjorie F<"r¡:,uso n, !v'ew Communiollr.J!l
Ti.:chnnlt~t;ics md fÍh' Public ÚJ!Né'Sf, ...<ip.cit., pp 7H:i3
502
exposición directa de los de transmisión, de mane.ra que el material se
puede grabar y ver en Wl momento diferente. «El cambio de tiempo»,
como se conoce esta práctica , es el uso más común que se d a a l<~s
videogrctbadoras; asciende a más del 75 por ciento de la exposición
doméstica en los aparatos de vídeo en Gran Bretaña, Bélgica y Suecia .
La práctica del Cnmbio de tiempo representa un aumento s ig n i-
ficativo en el grado de control gue pueden ejercer los espectadores
sobre el proceso de transmisión. La programación de las organizr~
ciones transmisoras puede ser adaptada y reprogram<lda hasta cierto
punto por los espectadores a fin de integrar los tiempos de exposi-
ción a otras actividades d e su v ida diari;1. De esta manera, el p ú blico
adquiere cierto control sobre el distanciamiento espacio-temporill ca-
racterístico de las transmisiones televisivas, aunque este uso de las
videograbadoras sigue dependiendo y derivándose d e los s iste-
mas de transmisión .
T:tbb 1¡ _9
Füli:-.JTE : A<hp to do dl: "Mid -Yea r Video Sta tistics Rcvi ew"', en Scn•en Di;;est (ju .1Í ü 1987),
pp .12'J·l33.
Existe un segundo aspecto donde el uso doméstjco de las videogra-
badoras ha modificado los canales de difusión : permite que los
productos audiovisuales se distribuyan por medio de la venta o In
renta de videocintas para uso doméstico, en vez de hacerlo mediante
de un sistema de transmisión o una cJ.dcna de cines. El grado en que
las vidtograbadoras pueden usarse de esta manera depende de li\
disponibilidad de cintas prcgrabadas, y ello v¡¡ría de país ?1 país y de
un !ug;¡r a otro . En Crnn Bretaña, donde existe un abundante mer-
cado par<~ l<~s cintas prcgrabadas y un alto nivel de penetración de
.las videograbadoras, la renta y \rcntn de videocintas constituye un
comercio al menudeo muy importante . En 1986, el monto total de las
rentas y w>ntas ascendió a casi :>00 millones de libras, cerca de la mi-
tad del ingreso total de l0 ooc y más del doble d e las ventas de entradas
de todos los cines. Al cre<~r una nueva red de distribución para ma-
ttriaies pregrabados, el uso doméstico de 1.1 \'ideograbador0 ha
proporcionado una nuev<> fuente de ingresos para la industria del
cine, en tan!o que se apart,l de los sistem0s establecidos de radiodifu-
sión ~/ cinc. Al mismo tiempo, este uso de bs videograbador<'~s ha
pro,·ocJ.do nuevos problemas en cuanto a la Gl]1i1Ciciad del F:stado
para reglamentar el contenido de los materiales aud iovisuales y en
cuJnto a la capJ.cidad de las organizaciones comerciales para. con-
trola r los derechos de r~utor. Tales problen.1.as, incluidos en la agenda
p olítica de muchos p<tíses durante la ú !ti m i'l d écada, form<~n parte de
un conjunto miJs amplio de polítíc<ls suscitadas por e! desarrollo
de J as n u e,. (le; tecnologías de ia comunicación.
2. Un sc 0 undo gran cambio kcnológico qu(' en ii'l actualidad est<~ afec-
tando a la tL' lcvisión es el despliegue de los sistemas de cable par<1 la
transmisión de programas. La tecnología bcí.sic?. pora la tr<1nsmisión
p or cable h a existido d c· -lh, hace ya olg tí n fien'tp o. Desde una et<1pa
in icial, la ra d ío y In t·t•'le·,risi··m emp lc(l ron cables coa xinles -es decir,
c1bles com p t~ estos po r dos conductores, u no d entro de l otro- como
med io para re trc1nsmilír L:s c.c ñ.;ües . Dunuüe los años cincuenta y
sc ·cnta, los cal. les coaxi,1les se usa ron ~'n una e~;cala limitada para
rnt'íor~n ic1 recepción te levisiva ('n regiones ru r nl cs y montañosas .
Sin embargo, la verdadera explotación de los sistemas de cable empezó
en la década de 1970, cuando se vincularon con ei suministro de
programas de televisión vía satélite. La televisión por cable implica
típicamente el uso de antenas (o discos receptores si los programas se
envían por satélite) que captan las señales y ias retransmiten a la
sección preamplificadora del cable, de la cual se transmiten a cada
televisor por medio de cables. Los televidentes pagan por lo regular
una cuota de suscripción por el canal o los canales que reciben. Diver-
sos progrilmas y otras señales se pueden transmitir simultáneamente
por el cable; los cé1bles coaxiales pueden transmit-ir entre 40 y 100
programas al mismo tiempo . Los últimos adelantos en la tecnolo-
gía de la fibra óptica ofrecen la posibilidad de una mucho mayor
capacidad d e transmisión, así como un mayor control interactivo.
Los ca.bles de fibra óptica transmiten mensajes en forma de pulsa-
ciones de luz ernitidas por señales digitales a través de pequeños
tubos de vidrio. De este modo se puede transmitir sim\Jlt<1neamente
una gran can tidad de señales y mensajes en amb;1s direcciones
con unil. inte rferen cia mínima.
El despliegue de los sistemas de cable avanzó rápidamente en Esta-
dos Unidos durante los af'tos setenta y ochenta. En 1970, menos de
10 por ciento de los hogares estadounidenses estaban conectados a
sistemas de ca ble. Hacia 1986, más de 40 millones de los hogares se
habían conectad o a esos sistemas, lo que representó una penetración
de casi ~~::1 4l por ciento, y se espera una penetración de un 60 por cien-
to a comienzos de los ai'i.os noventa. En la mayor parte de los países
europeos, por d contrarío, el despliegue de los sistemas de cable ha
procedido de manera más lenta_ Aunque en Bélgica, Luxemburgo y
los Pélíscs Rajos se alcanzaron altos níveles de penetración a media-
dos de il1S añ(\S ochenta, e; : franciil, Alemania Federal y Gran Bretaña
fuer on bastante menon~s. En la mayor parte del sur de Europa los
niveles de penetración continú?.n siendo mínimos. En Francia y Ale-
mania fedc rnlJta avanzado rf.pidamente la ínslé1lación de sistemas
de cable, en parte gracias 2 un activo apoyo gubernamentaL En Gran
l3rel·aúJ, el avance ha sid o rnucho rrds lento a causa de una politica
305
1
de no intervención por parte del gobierno aunada a un rechazo de
las instituciones financieras a invertir en lo que perciben corno una
aventura muy arriesgada. Hacia octubre de 1988, la cantidad de ho-
gares conectados a s1stemas de cable en Gran Bretaña había subido a
casi 380 mil, pero esta cifra representaba apenas una pequeña frac-
ción de los 20 millones de hogares que contaban con televisores. El
despliegue de los sistemas de cable en Gran Bretaña está bajo el
controi de una Cable A uthority estatutaria, establecida en 1984,
la cual otorga las licencias para instalar los cables y las concesiones
de monopolio para proporcionar Jos servicios de cable. Los deposita-
rios de las concesiones deben dar cabida a todas las transmisiones de
televisión de la BBC y de los canales independientes locales, pero tam-
bién pueden elegir entre los servicios de transmisión disponibles,
Slempre que los programas se apeguen a lo que la Cable Authori ty
considere como ni veles apropiados de buen gusto y decencia. Entre
los servicios n)ás populares se encuentra el Sky Chonnel, un servicio
vía satélite operado por la News International de Murdoch. Gracias
al apoyo que recibe de la publícLdad y a que transmite las 24 horas
del dfa, el Sky Channel. pudo afirmar hadil 1~l:);· gue llegaba a más de
10 milk1ncs de bo~;ares de Europa. Cuenta con un canal propio en
todas las 78 cadenas de cable del Reino Unido y supera tanto al
c~nal IJBC2 como al canal 4 en términos de su participación sema-
nal de la exposición.
El uso de Jos sistemas de cable aumenta en gran medida !a capacidad
de inmsmisión de la televisión y crea nuevos canales de difusión pa-
ra los pror,ramas de televisión . Aunque en muchos casos los sistemas
de cable envían sus señales desde los servicios tradicionales de trans-
misión, también emiten señales desde una vérriedad de nuevos servicios
de transmisión: hacia 1985, en Estados Unid os f'xistían cerca de 40
servicios d e programación vía satélite, además d e las cadenJs nacio-
nales esta blecidas. El desarrollo deJos sis temas de cable representa
así un gron reto piHn. los sistemas traJ iciom'llcs de. transmisión . Al
numentcH e nsiderablemente la capacidad de transmisión y al retrans-
mitir las sei1ales desde una variedad de fuentes, ofrecen la posibilidad
. ~o6
de una mayor diversidad y de alguna manera socavan los argumen-
tos regulatorios tradicionales que se basan en el reducido número de
canales disponibles. Los sistemas de cable mcís complejos se pueden
usar para proporcionar un número creciente de servicios de teiecomu-
nicación, incluido el acceso a información financiera y a bases de
datos de diversos tipos, además de que crean nuevas oportunidades
para una transmisión bilateral. Hasta ahora, la capacidad interactiva
de los sistemas de cable se ha aprovechado fundamentalmen te como
medio para morútorear el uso, pero en principio podría emplearse de
otras manero~.,; ; por ejemplo, como un medío para seleccionar y
evaluar programas, como un medio para responder a encuestas
y cuestionarios, e incluso como un medio para emitir votos. Sin em-
bargo, resta por v.-~r hasta qué punto podrán ponerse en práctica las
posibilidades oírec! das por la tecnología del cable, sobre todo en
Europa y en <~quellas partes del mundo donde los niveles de pe-
ne tración siguen siendo relativamente bajos
3 Fl tercer gran cambio·tecnológíco que está teniendo un impacto im-
portante en la televisión es el desarrollo de la trLlnsrnisión directa por
satélite. En la sección anterio r analicé brevemente el surgimiento de
la tecnología de los satélites y su uso en la difusión trasnacional
de información y comunicación. Desde el comienzo, los satélites de co-
mmucación se ti tilizaron también como estaciones de retransmisión y
puntos de djstribución para la transmisión televisiva. Hoy fom1an parte
integral de Jos sistemas de las cadenas nacionales de Estados Unidos,
la Unión Soviética y otras partes, y se usan como punto de distribu-
ción para alimentar los sistemas de cable en los planos nacionales e
internacionales. La tra nsmisión directa por satélite difiere en ciertos
aspectos clave d e los sistemas de satélites establecidos. En el caso de
la primera, las sef1a les se tn~ nsmiten con mayor potencia, de manera
que los program ilS pueden llegar directamente al punto de consumo
--es decir, 1 hogar- g rilctas a una pequei'ta antena o un disco re-
ceptor caseros . Así, la transmisión directa por satélite prescinde tanto
de los sistemas de tran ·misión de las cadenas nacionales como de los
sistemas de sumin istro de programas por cable, pt'rmitiendo qtle
.~ 07
los espectadores sintonicen directamente las señales transmitidas vía
satélite. Las señales se pueden codificar o «embrollar» de modo que
la recepción se limite a los individuos que posean decodificadores
especiales capaces de desembrollar el mensaje. De esta manera, el
consumo de programas puede, en principio, ser vigilado y controla-
do por la instancia transmisora.
Es probable que los sistemas de trilnsn:isíón directa se tornen cada
vez más impor\.,:ntes durante la última dé ada del siglo XX . Hacia 1986
se calculaba que alrededor de l 500 000 d e hogares de Estados Uní-
dos captaban programas por medio de discos o antenas no autorizados,
lo que oríginó una creciente preocupación entre las compañías de
cable ante la posibilidad de una pérdida sustancial de los ingresos
por suscripciones. En Europa, los gobiernos francés y alemán se han
mostrado particularmente activos en el desarrollo de sistemas de
trans.m isión directa, para lo cual firmaron un acuerdo en 1979 a fin
de poner en mé'lrcha un proyecto bilateral llamado TV-SAT. En 1988,
el satélite Ast1·t1, con sede en Luxemburgo, fue puesto en órbita con
éxito, y ofrece 16 canales con suficiente potencia para ser recibidos
domésticamente. Seis de los canales Astra fueron comprados por la
Sky de H.u~krt Murck~t.· h, la cual empezó a o fre e r una serie d e servi -
c ios en e! s i::tciTl.a de transmisión clin.>cta en J q~6. El principal competidor
que tiene l'n este Dmpo Murdoch en el mcre J o del Reino Unido es
un cons,)rcio, l<~ British Satelhtc Broadc1.sting (nsB), que incluye varias
compañías que ya se dedican de lleno a I<LS industrias de !a comuni -
cación y la información (Granada, Pearson, RceJ, Anglia Televi síon
y li1 Bond Corporation). La BSB ofrecerá inicialmente cinco canales
que se tr<111snútirán por ntedio de un séltélite construido por la Hughes
Comrnunications de Estados Unidos . Entn· }¡:¡ Sky y la nss se ha de-
sa rro llado unn intensa cornpe~encií'l a fin de persuadir a lu:- consumidores
para que adquieran e ins talen e i equipo rece¡~ tor ap rop iado para los
sMélit<::s respecti,'o:s (un di~co rece ptor puede c~ptar sólo las ser1<'~
les df'l sah~'lite hdcia el que se orienta, y las tccnologí3s em pleadas
por la Sk.y y la ¡:;~:; difiere n en ciertos aspec tos). Aunque e l primer
;:dio d e· ¡,, c<Unpaña d e lil Sky dio por resultad o un avance mucho más
lento que las expectativas iniciales de Murdoch, el desarrollo de los
sistemas de tTansmisión directa está toda vía en una etapa inicial y es
probable que tales sistemas adquieran cada vez más importancia en
las décadas venideras.
Al igual que con los sistemas de cable, la transmisión directa aumen-
ta en gran rnedída la capacidad trcmsmisora de la televisión, lo que
permite que los consumidores reciban una gran cantidad de canales
transmitidos por una diversidild de satélites. También crea nuevos
canales d e difusión que prescinden de las cadenas terrenas tradicionales.
En consecuencia, los antiguos monopolios y duopolios caracterís-
ticos de los primeros desarrollos de la transmisión en muchos p<líses
europeos se ven amenazados ante el despliebrue de estos nuevos me-
dios, ,wnque el alcance de la am.enaza dependerá en la práctica de
la captación que logren asegurarse los nuevos servicios. Los sistemas de
transmisión directa, a si como los sistemas integrados de cable-satélite,
presentan otro desafío a los patrones tradicionales de transmisión:
desafían la capacidad de los gobiernos para reglamentar la transmi-
s ión de materia les audiovisuales, puesto que las sei'iaies pueden ser
transmitidas a trélvés de las fronteras nacionales y ser recibidas, di-
recta o indirect<lmente, por el consumidor. La transmisión vía satélite
no .respeta las fronteras nacionales, y por tanto resulta considerable-
rnente más difícil que la vigilen y controlen las autoridades de los
Estados-nación. particulares. Los problemas de reglamentación que
presenté\ la transmisión vía satéhte -no sólo en el sentido de vigilar
ei conterudo de las transmisiones, sino también en el de reglamentar
]¿¡ propiedad de los nuevos medios de transmisión y el acceso a cUas-
están entre los problemas politicos más importantes originados por el
desarrollo d e las n ue vas tecnologías de comunicación.
4. Por último quiero considerar si el desarrollo de las nuevas tecnologías y,
especialmente el desp liegu 'de los sistemas de cable, de cable-satélite
y de transnlisi( n directa, representa una continuación de los me-
dios trad iciona lrs de transmisión o el surgimiento de un sistema
fundamenta lmente diferente de transmisión cultural. Existen conti-
ntiidades e ·idei tes con los sistem.as de transmisión tradicionol:
jO')
las ternologías del cable y el satélite han formado durante algún tiempo
parte integral de los sistemas tradicionales; el televisor doméstico si-
gue siendo el principal aparato de recepción; y gran parte del material
audiovisual que se transmite por los sistemas de cable y s.atélíte es
similar o idéntico aJ contenido de la transmisión tradicional. Sin em-
bargo, hay diferencias significativas, y éstas son Sllficientemente
prohmdas pitra sugerir que, con el creciente despliegue de los sistemas
de cable y sMélite, estr1mos siendo tes'.ígos deJ surgimiento de una
nueva modillidad, o conjunto de modalid«des, de transmisión culh1ral.
Para cerrar este capítulo permítaseme resumir algunos de los rasgos
de dich<J mod<Jlídad y extraer algunas de sus implicaciones.
En primer lugar, ci despliegue de los sistemas de cable y satélite au-
menta considerablemente la capacidad para transmitir el material
audiovisual. En tanto que los sistemas tradicionales de transmisión
televisiva se bas<Jban en una cantidad hmitada de canales (en algunos
casos en sólo dos o tres), ios sistemas de satélite ofrecen un gran núme-
ro de C(lnales. L.1 escasez tradicion<1l de ellos está siendo remplazada
rápidamente por una asombrosa multiplicidad. Además, la rápidn
expansión de la cantidad de canales disponibles para 1a difusión de
rnat,'riales audiovisuales se está gest;md o en general fuera de las ins-
tituciones tradi.~ionales de transmisión, aunqtie muchos de los principales
actores institucionales que han participado hasta ahora en el de-
sarrollo de los sis tt'mas de cable y satélite son actores que poseen
importantes intereses en otros sectores de las industrias de la comunica-
ción e información. El remplazo de r\a escasez por la multiplicidad en
cuanto a.l número de canales de difusión tiene importilltes implicaciones
para las formas en que las autorid<~des estatales reglamentan el ma-
tcriéll audiovisual y para las formas en que Jo reciben los consumidores.
Los principios reglamentarios tradicionales en que se basabiln una
cantidad limitada de canales de programación no pueden aplicarse
dired,¡menle ,, sistemas de transmisión porque la escasez de canales
ha d ejado de ser el factor da ve. La proliferación de canales ofrece
tambi én a lus const<midores la posib1lid a.d d e una mayor opción en
la s " le cci()n y re cepción de materiales audiovisunles, ;;unque la
_-\ 1Cl
medida en que esta posibilidad se transforme en realidad dependerá
de una variedad de factores que rebasan las capacidades técnicas de
los medios en sí.
Un segundo rasgo del desarrollo de las nuevas tecnologías de comu-
nicación es que aumentan enormemente el carácter trasnélcional de
la transmisión audiovisual. Al retransmitir señales vía satélite, am-
plían la disponibilidad de los materiales audiovisuales en el espacio,
en tanto que retienen el carácter virtualmente instantáneo de la
telecomunicación . Una vez más, este rasgo de los sistemas de satélite
y cable-satélite d ifiere significativamente de los sistemas tradiciona-
les de tTans misión de televisión, los cuales se desarrollaron sobre
lodo en los límites terntoriales de Estados-nación particulares. Para
los actores institucionales que participan en la transmisión europea
de saté lí te, las diferentes poblaciones europeas son tratadas como
parte de un pübl1co pancuropeo potencial, y e1 tiempo al aire se ven-
de a los pub licis tas en función de que sus productos se promoverán
en un rnercado pane uropeo. Tales desarrollos tienen implicaciones
trasccndent<lles para el proceso de globalización al que me referí
anteriormente, implicaciones que apenas se empiezan a reconocer y
valorar. Como indiqué antes, también tienen importantes implicaciones
sobre la capacidad de los gobiernos particulores para regla mentar y
controlar la transmisión de materiales audiovisuales generados en
fu entes extern.:1s, es d eCir, fu e ntes <1jenas a las reg iones circunscútas
por Jos límites trddiciona les del Estado-na ción .
En tercer iu¡.~ ar, e l desarrollo de las nuevas tecnologías de ia comu-
nicación ofren~ 1<1 posibilidad de un conjunto cada vez más integrado
d e servicios de comun icación e información. Tal posibilidad se rel<i-
ciona e n prínc~i p io con el desarrollo d e avanzados sistemas d e cable,
que empleán la tecnolog ía de la fibra óptica, pero de manera más
ge n{.'ral se vinculo con la codificación d e la inform ación y la comu -
n ¡ca c ión en forma d ig íta l. El paso de los sistemas a nálogos a los
sistemas digita les d .: codificación de la informnción, en combinación
con el desp liegue· de cables de alta c<~ pa cidad q ue integ ran diferentes
servic ios de información - las llamadrt.s Redes Digitales d e Servicios
j1)
mtegrados- están creando un nuevo escenario técnico en el cual
convergen diferentes tipos de información y de comunicación en una
onda portadora común.~: Semejante escenario es todavía un tanto
remoto en la mayoría de las sociedades industriales modernas, pero
la creciente integración de los servicios de información y comunica-
ción es w1 proceso que ya se encuentra entre nosorros. Ello representa
un camhic de n.nnbo significahvo en relación c.:on Ios sisternas tradicio-
nales de trélilSrnisión, en la medida en que estos últimos proporcíomban
por lo regular un único servicio a un número .indefinido de especta-
dores. El desarrollo de las nuevas tecnojogías de com unicación ofrece
no sólo un suministro mucho mayor del mismo tipo de servicio, sino
también un() serie muy amplia de servicios que se proporcionan ¡¡
trdvés de un sístenw portador común.
Por último, el desarrollo de nuevas tecnologías de comunicación
también ofrece Ia posibilidad de una forma de comunicación más perso-
nalíz d a e interactiva, en el sentido de que otorga al público una mayor
variedad en la selección de canales y servicios, y una ma y or capaci-
dad para transmitir mensajes propios a través del s.istema . Una vez más,
estas nuevas posibilidades se asocian principalmente con el desarro-
llo de la tecnología del cable y especialmen te con la de los cables de
fibra óptica q ue aumenta en gran medida la capacidad interactiv¡¡ de
tales sistemas. Pero la explotación d e la l:apacclad interactiva de los
cables de fibra óp tica se rnantiene en gran parte como un asunto pua
el futuro: he y dL1 la mayor parte de la comunic<~ción que se efectúa a
través de los sistem<JS de cable o satélite sigue siendo por mucho unidirec-
cional . Sin embargo, el despliegue de los nuevos sistemas de comunícacíón
otorgará sin dudJ al p úblico un.d mayor variedad de canales y servicios
entre los cuales elegir, y en ciertos aspeclc)s dará a los individuos un
mayor cOJ·,trol sobre su s fuentes de inform<lclón y entretenimiento.
En víst3 de tales cons id eraci.ones, p ien so gue es plausible afimcar qu e la
incipiente configuración de los sistemas de cable y satélit-e represen la el
·11 Par,, un análisis reve a d ur a.:e rca d e la. 1mplicacionPS d e T~ON ]p0r s us s1g las en n : ¡; ié~l y
J csarroilos relil cionMlos, v~ilse C . A . !'vlu!gan, Communicah·on :m d Contm/: Jv'ctworks ,wd
!he iVI' w Economics of Communicahón (Cumbrid ge: Pol ity l'ress, 1990).
j
desarrollo de una nueva modalidad de transmisión cultural que
difiere significativamente de los sistemas tradicionales de difusión
por televisión. Para un futuro previsible es probable gue esta nueva
modalidad coexista con los sistemas de transmisión tradicionales,
proporcionando una gama de canales y servicios en constante cre-
cimiento a individuos que aún reciben una proporción significativa
del material que ven a través de las cadenas tradicionales. A largo
plazo, lél incipien te configuración de los sistemas de cable y satélite
puede ejerce r un impacto más perturbador en la organización de Las
indtJStTias d e. los medios. El impacto a largo plazo dependerá en par-
te de las maneras en que las instituciones de los medios y las autoridades
estéltales exi..<.;tentes respondan a los nuevos sistemas, en parte de la tasa
de captación de los servicios ofrecid<~s y en parte por la capacidad de
las industrias de ios medios para generar materiales audiovisuales
en cantidad y calidad suficientes para cubrir el número cada vez
mayor de c;mail's disponibles y captar la atención de los espectadores.
La transforn-,dc.ión producida por el despliegue de los sistemas de
cable y satélite es, ¡.1ues, una. transformación de la modalidud de la
transnusión; no tran:;forma directamente, sino que más bien depende
de la produ-~c.~ón. COHlinua de materiales audiovisuales. Resta por ver
si dicha tra nsform ación de la modalidad de transmisión servirá para
estimul a r tipos n ue vos e innovadores de activid<td productiva o si,
por el con trctrío , ten derá a consolidar la producción de programas
de bit jo presupu es to
-~ 1 í
C APíTU LO 5
:'> J(J
retomaré el tema de la ideología y consideraré cómo debería replan-
tearse su análisis en la era de la comunicación de masas.
Este capítulo representa una contribución preliminar para una
teoría social de la comunicación de masas. Mi objetivo es preparar el
camino para una reflexión teórica sistemática acerca de los desarrollos
que constituyen el carácter mediatizado de la cultura moderna . La
descripción que ofrezco aquí es, a lo sumo, un prolegómeno para un;1
reflexión sistem::ítica de este tipo, reflexión que proseguiré en traba¡os
posteriores. Aquí mis objetivos son algo más limitados: intentaré poner
de relieve algunas de las características de la comunicación de masas, y
algunas de las formas en. que el despliegue de los medios técnicos han
transformado la naturaleza de la experiencia y la interacción en las
sociedades modernas, con la perspectiva de reflexionar sobre ciertos
problemas de ti po teórico y práctico . Si bien los problemc1s teóricos y
prácticos en los que me concentro aqttí ocupan un Lugar central en los
deba tes actuales, co mp renden tan sólo una selección de las cuestiones
que se tendrfan que abordar en un intento sistemático por llegar a un
acuerdo sobre lds implicaciones teóricas y políticas del carácter me-
diatizado de la cn itura moderna .
ALCUNAS CARACTERÍSTICAS
DE LA COMUNICACIÓN DF !viASAS
:"17
en algunas etapas de su desarrollo, como la circulación masiva de la
prensa y de las principales cadenas de televisión. Sin embargo, durante
otros periodos del desarrollo de la industria de los medios (por ejemplo,
la primera industria del periódico) y en algunos sedares de la i11dustría
de los medios actuales (por ejemplo, algunas editoriales de libros y
revista s), los públicos fueron y siguen siendo relativ<~mente pequeños
y especializados. Por tanto, el término «maSrt » no Jebería interpretarse en
términos cuantitativos estrechos; el punto importante de la comunica-
ción de masas no es que un número dado o una proporción dada de
individuos reciban un producto, sino más bien que los productos estén
en principio disponibles a ttna pluralidad de receptores. Además, el tér-
mino «masa» es confuso en la medida en que sugiere que los públicos
son mulHtndes indiferenciadas e inertes. Semejante sugerencia oscurece
el hecho de que los mensajes transmitidos por las industrias de los me-
dios son recibidos por in dividuos específicos siiuados en contextos
sociohistóricos particulares. Dichos individuos prestan a tención a Los
mens:1jes de los medios con d istintos grados de concentración, Jos in-
terpretan de manera activa , les dan un s entido y los re lacionan con
otros ;-:::,pcc tos de sus vidas. En vez de considerar a estos individuos
como p<nte de una m asa inerte e in dife ren ü ada, deberíamos dejar
abierta la posibilidad de que la recepción d e los mensajes de los medios
sea un proceso activo, inherentemente crítico y socialmente diferencia-
do, tema que exploraré con más detalle en el capitulo siguiente.
Si t-'l \¡~rrn ino «masa>>puede ser cnnfuso en este contexto, tam bién
puede serio el término <<comunicación», puesto qu e los tipos de comuni·
cación que generalmente intervienen en la comunjcadón de masa s son
muy diferentes de los que participan en la conversa ·ión común y corrien-
te. Examinaré algunas de estas djferenc i:ls en el c urso de la siguiente
exposición. Aqt1Í dirigiré la atención h;icia una crkrencia importnntc:
es decic que la comunicación de mas<1s impkii en :·:,_T!t r¡¡ J un flujo unidi-
reccional de mensajes que pasan del transm isor al receptor. A diferencia
de la si tua ción dialógica de un ¿¡ conversación, d onde el escucha es
también un emisor potencial, la com uni cación dt~ masas instituye una
ruptura fun da mentil! en tre e l productor y e l rc~ceptor, de ta l m ane ra
1
l que los receptores tienen relativamente poca capacidad para apor!ar
algo al curso y al cont<:;:~ido del proceso comunicativo. Por tanto, quizá
sea más apropiado hablar de la «transmisión» o «difusión» de mensajes
que de <<Comunicación» como tal. Sin embargo, aun en las circunstan-
cias en que se da la comunicación de masas, los receptores tienen ciert<1
posibilidad de pa:rlici.pación, en tanto que como receptores son también
consumidores que a veces pueden escoger entre diversos productos de
los medios y cuyos puntos de vista a veces son solicitados o tomados en
cuenta por las organi..z..:Kiones dedicadas a producir y difundir tales
productos. Además, es posible que los nuevos desarrollos tecnológicos
---como los que se asocian con los cables de fibra óptica- aumenten la
capacidad ínter¡¡ctiva del medio televisivo y otorguen a los espectadores
un mayor control sobre el proceso de transmisión, aunque falta ver la
medida en que tal cosa ilegue a ser una realidad práctica.
A la luz d e estas condiciones preliminares, quiero ofrecer una
concepción amplia de la comunicación de masas y poner de relieve
algunas de sus carólcterísticas clave. En un sentido amplio, podemos
concebir la comunicación de masas como la producción instjtudona/izadd
X la difusión generalizada de bienes simbólicos por con dudo de la transmisión
_v la acLJmulación de información/comunicación. Al concebir la com_unica-
ción de masas en términ os de [a producción y difusión de bienes simbólicos,
deseo subrayar la importancia de considerar la comunicación de masas
en relación con las instituciones dedicadas a la mercantilización de las
formas simbólicas. Lo que ahora describimos como comunicación ma-
siva es una serie d·~ icnómenos y procesos que surgieron históricamente
a través del des<~rrollo de instituciones gue buscaban explotiH nuevas
oportunidades para fijar y reproducir hs formas simbólicas. En el ca-
pítulo anterior o¿'scribí brevemente el desarrollo de algunas de estas
instituciones. Ah era quiero analizar lil. comunicación de masas de una
manera más teórica/ concentrándome en las siguientes cucltr;l car<~c
teríshcas: la pn,ducción y la difusión institucionalizadas de bit'nes
simbólicos; la ruptura instituida entre la producción y la recepción;
la exl·ensión de la disponibilidad en el tiempo y en el espacio; y la cír-
cul,1Ción pública de las formas simbólicas. Al disc<Itir did1.as cc.racterísticas
me basaré en mis comentarios anteriores relativos a aspectos de la
transmisión cultural y los adaptaré para el propósito de analizar la co-
municación de masas.
La primera característica de la comunicación de masas es In
producdón y la difusión insú"tudonalizadas de bienes úmbólicos. La comun]ca-
ción de masas presupone el desarrollo de instituciones -e; decir, conjuntos
relativamente estables de relaciones socialc~ y recursos acumulados-
dedicadas a la produc('ión y l<~ difusión en gran escala de bienes simbó-
licos . Son actividades en <<gran escala)) porque irnplícan la producción y
difusión de mültiples copias o el suministro de materiales a numerosos
receptores. Esto es posible por la fijación de las formns simbólicas en los
medios técnicos y por la reproducibilid?ld de hs formas. La .hjación pue-
de implicar procesos de codificélción por medio d t.• los cuales las formas
simbólicas se traducen en información gue puede ser almacenada en un
medio particular o en un sustrato material .: las forrn.as simbólicas se
pueden transmitir como información y decodificar desp ués con propó-
sitos de recepción o consumo . Las formas simbó licas dilundidas por la
comunicación de m<1sas son inberentemente r eproducibles en el sentido
de que se pueden producir y roner a disposición d e numerosos recep-
tores múltiples copias de ellas . En general, la reproducción de lils form<ls
simbólicas es controlada lo más cstrictamen le posible por l<~s instituciones
de comunicacún de masas, puesto que es uno de los principales medios
por los cuales las formas simbólicas se someten a la valoración econó-
mica. Las formas se producen a fin de ser intercambiadas en un n1ercado
o por medio de un tipo reglamentado de tra n sacción económica. Por
tanto, se mercantilizan y tratan como objetos que habrán de venderse,
como servicios por los que se debe rá pagar y como medios qu e pueden
facilitar la venta de ot~os objetos o servicios. En consecuencia, la comu-
nicación de masas debería enten lerse, en p r i.mera instancia, como parte
de una serie d e institucwnes dedicadas, d cLiversas m iineras, a la fija-
ción, la rcprod ucnón y la mere<mlilización de ias formas ímbólicas.
Una segundil característica de};) comu n iació n d r' masas es que
instduye una n1ptura fundameJJfa} entre l.-1 pmduc--c.ú5n y la recepción de los
bienes simb6/icos. Tales bie nes se producen para rece ptores que Cd~i
nunca están físicamente presentes en el Jugar de producción y trans-
misión o difusión; están mediados literalmente por los medíos técnicos
en los cuaJes se fijan y transmiten. Por supuesto, esta característica no
es exclusiva de la comunicación masiva: la fijación y la transmisión de
formas simbólicas en papiro o piedra también implicaba una ruph.ua
entre la producción y la recepción. Sin embargo, con el surgimiento de
la comunicación de masas, se ha ampliado enormemente el rango
Jc productores y receptores afectados por este proceso. Además, como
observé anteri n rrnente, la mediación de las formas simbólicas por
conducto de la ClmttL .jcación masiva impli.ca generalmente un flujo
unidireccional de mensajes que pasan del productor al receptor, de tal
manera que se limita sever~mente In capacidad del receptor para influir
o 1ntervcnir o-.. l'1 proceso de producción y transmisión o difusión. Unél
cons~?cucncia d (~ esta condiciÓ!l es que los procesos de producción y
transmisión o d1fusión se caracte rizan por una forma distintiva de inde-
terJJ¡jnación Lns formas simbólicas se producen pélra los públicos y se
transmiten o difunde n para que llegue n a ellos, pero tales procesos
ocurren por lo regular e n ausencia de una vigilancia clirect<~ y continua
de las respuestas de los p úblicos . En contras le con la interacción cara a.
cara, en la que los interlocutores se pueden pregunt~r entre sí y obser-
va r las respuestas d e l otro, en la comunicación de masas el personal
gue pMticipa en la producción y transmisión o difusión carece casi siempre
de una_ rctroalimen t·ación inmediata de los receptores Puesto que la va-
lorvción económ ica de las formas simbólicas massmediadas puede
dept:nder crucia l.mente de la naturaleza y el alcance de ]a recepción, el
personal implicado emplea típicamente una variedad de estrategias pa-
ra afrontar esta índetenninación. 1 Así, aprovecha la experiencia y la
usa como guia para proba bies resultados futuros; u ti liza fórmulas ya
probadas que p oseen un atractivo predecible para el público; o intenta
1 Véase Denis McQuail: " Unccrta inly About the Audienc ~ <~nd thc Oq.;M1ua!ic'" ,,¡ \·1;<:,~
Com muni cilt ion ", en r)aul Halrnos (t!d .), 7ht' Socíolog,v o! A.1ass·.'\1edia Communica tor.~
Suciologicil Re~·icw Monog N ph 1.7 (UniH:: rs iiy of Keeho, 1%9), pp. 75-84; y To m
Uurns, "PublicS~n·ice ¡¡nd Pri,·at•: \Norld",e!1 TheSoáolog)'OfAúss-J\11.'dia Commo-
nit<J.'ors_. . u¡>.ál"' pp. 53-73.
j
obtener información acerca de los receptores por medio de investigacio-
nes de mercado o por medio de una observación rutinaria del tama.ii.o y de
la respuesta del público. Estas y otras técrlicas son mecanismos instituciona-
lizados que pemliten al personal reducir la indeterminación originada por
la ruptura entre la producción y la recepción, y hace rlo de manera que
coincida con los objetivos generales de las ins tituciones interesadas.
Una tercera característica de la comuniG,ción de masas es que
ampl/;1 /a disponibilidad de las fonnas simbó/jcas en d tit>Jnpo y en el esp:mO.
De nuevo, esta caracteristica no es exclusiva de la comunicación de ma-
sas: todo.s las formas de transmisión cultural implican algún grado de
distancia miento espacio-temporal. No obstante, los medios de comu-
nicación masiva implican por lo regular un nivel relativamente alto de
dist11nciamiento hmto en el espacio como en el tiempo; y con el desarro-
llo de las telecomunicaciones, e l distanciélmíento espacio-temporal se
separa d el transporte físico de las formas sim.bólios. La tra nsmisión de
l;¡s tormas simbólicas por las telecomunicaciones -por ejemplo, a tra-
vés de una cadena de retransmisoras terrenas y de satélite- permite a
las instihJCíones de comunicación mélsiva alc<nuar un ni vel superior de
distanci;:miento espa< ial en unc1 cantidad mínina de tiempo. Asimis-
mo, pu ~sto que las formas simbólicas se fijan en general en un medio
relati\'<lDl i:.'lll'e durable, como el papel , la película fotográfica o la cinta
elt~~~tromagnética, también 'Y· ncn una disponibilidad extendida en el
t](·n1.po y se pueden pre~ c>rv :l r para un uso posterior. El distanciamiento
e :;pacio-tem.poral implicad o en la comun ie<Kión masiva también se ve
afectado por las condiciones donde St' reciben y consumen las forméis
simbólicas . En virtud d l' la rupturn instituid a entre la producción y la
recepción, la naturaleza y el a !canee del dista nciamiento pueden depen-
der de las pr.ichcas sociales y de las condiciones técnicas de la recepción .
Por ejem plo, L1 extensión de b disponibilidad d e u n libro en el espacio y
t>n el tlemro puede depender ti'ln to de las formas en q ue l:.s te se recibe
-ya sen que se recomiende o desdef1e, se incorp ore al plan de estudios o
se suprim;:¡ acbvamente, etc.- como puede d epender de los canales de
difusión y de lo. natur(!ÍeLa del medio técnico mismo . De milnera simi-
lar, la extensión de la d1sponihilidad de un programa de telev isión o de
una pellcu la pueden depender de que los receptores potenciales posean
los medios técnicos para recibirlos, si el horario está de acuerdo con la
organización social de sus vjdas diarias, y así sucesivamente.
Una cuart-a aracterística de la comunicación masiva es que implka
la circulación pública de las formas simbólicas. En principio, los prod u e tos
de la comunicación n¡asiva se producen prtra una pluralidad de recep-
tores En este sentido, la comunicación de masas difiere de las formas
de comunicación como las convers<~ciones telefónicas, las teleconfe-
rencias o las videogr<.1baciones privadas de diversos tipos- que emplean
Jos rni:;;mos medios técnicos de fijadón y transmisión, pero gue se orien-
tan hacia una serie única o muy limit<1da de receptores . Como observé
en el capítulo anterior, esta diferencia básica entre las formas establecidas
de In comunicación masiva y otras formas de interacción mediadas
elcdrónícamente pueden ser puestas en tela de juicio debido aJ crecien-
te despl iegue d e nue\\ 1S tecnologías de comun.icación, aunque éste es un
descH rollo que aún se tiene qu e rf>a]i:.rM por compkto. Tal como se han
desMmllado bZJsla ahora las i;~stituciones d e comunicación m ;.ls i, ·a sus
prodw:tos Clfculan en un «d (m\inio püblíco», en el sentido de que en
prinupio están a disp.osícíón de todo aquel que posea Jos medios técni-
cos, bs habilidades y los recursos para <~dguirirlos . Aunque la naturaleza
y el tamaf10 d e esí:c campo ptí.blico pueden ser en principio ilimitados,
en la pr~ ·tica siem.pre esU\n restrin r idos por las condiciones sociohis-
tórícas de la produ cción, la tnwsmistón y la recepción. A menndo, las
instituciones d e comu1 ica ión mnsiva tienen por objeto llegar a un
público tan am plio como sea posible, puesto que el tamaño de éste pue-
cle afec tar t.!irectamente la valoración económica de los productos en
cuestión . F.n la actu alidad, los públicos de algunas películas y progr<~
mas de televistón pueden ascender a cientos de millones de espectadores
en rodc) el mundo; una sola transm isión de televisión para el día de Na-
\"Í""i<ld pu~cle at ra ·'r a más de 30 millones de espectadores só lo en Gran
Bretai1a . La n atu raleza y el tamaño de los públicos para los productos
de la ( municaci 'n masi\'a varían enormem ente ele un m c>ciio a oh·o, y de
un t r0ducto a oh- en el mismo medio . Las for m<IS en qu0los receptores
se apropian d e estos productos --por ejemplo sí lo hace unil colectividad
en un cine o una familia en lUla función privada en casa- también va-
rían considerablemente, dependiendo del medio, el producto, los canales
de difusión y las condiciones sociales y técnicas de la recepción. Una
consecuencia del carácter intrínsecamente público de los productos de
los medios es que el desarrollo de la comunicación de masas se ha
acompañado de intentos por ejercer un control , por parte de las au-
torid<ldes estatales y otros cuerpos regl¡:¡menlarios, sobre las instituciones
de comunicación masiva . La capacidad mism¿ de ta les institucio-
nes para imponer las formas simbólicas a disposición de un público
potencíalmente amplio es una fuente de preon•pación para las auto-
ridades que buscan mantener el orden y regular i<l vida social en los
territorios que quedan bajo su jurisdicción . Más adelante en este ca-
pítulo retomaré estos asuntos cuando discutamos las n~laci ones existentes
entre las instituoones de comunicación de masa~ , la economía de
mercado y el Estado.
Al reconsiderar algunas de las caracterfs ticas generales de la comu-
nicr~ción masiva, he mencionado varios as pectos clonde tanto medíos
particulares como productos particulares de éstos difie ren unos de
otros. A fin de analizar mejor tales dif\?rencias, tendríamos que exami-
nar ciertos medios y productos de ellos con ml!yor detalle y en relación
con las condiciones sociales v técnicas de su despliegue y difusión . Para
describir los medíos que implican condiciones de desplieg ue determina-
das y relativamente estables podemos usM la noción d e m odalidades de
transmisión culturill introducida en el capítulo antr~ rior. El desarrollo de
Lt prensa, de la venta al menudeo de libros, deJa industria de la música
grabada y de la transmisión de las cade11a s televisivds pueden conside-
rarse como el surgimiento de moda!idade~ de tr¡:¡ns misión cultural en
este sentido . Di~~bas modalidades implican ciertos .-:<. .. ujuntos típicos d e
medios técnicos, instihtciones de producción, can:dcs dE: difusión, con-
dici ones de recepción, etcétera. Algunos d e lt)S ras gos dt> las di versas
modal:chdes de comunicación d e lllJS<: .s, y de los P'"!)d·uctos d e ellas, se
pueden a nalizar en términos de los ,1spcdos mencionadc1s en la colum-
na derecha d e la figura 5.1. Estos aspectos indium algunos de los rasgos
vJn<tblcs d e las modalidades y de sus productos, es decir, algunos de los
figura 5.1
Característic~ · cie la
Aspeclos de las modalida des y
LD7nunu,a ci6u masi ua
producto .' de comunic ación maS Lila
/ / d (: fijación y transmisió n
Naturaleza<.!(~ los mcc!Jos técnicos
525
rasgos que v<1rían de una modalidad a otra. A su vez, dichos aspectos
se relacionan con las características de la C0lr.unícación de masas, t<1l
como se distinguió y definió anteriormente. De este modo, por ejemplo,
las variucíones en la naturaleza de las instituCJones productivas y de los
medios técnicos se relacionan con el hecho de que ]a comunicación de
masas implica la producción y la difusión institucionalizadas de bienes
simbólicos, en tanto que las vuiaciones en la naturaleza y el télmaño
de los públicos se relilcionan con el hecho de que la comunicación de
masas implic<J la circulación pública de formas simbólic<ts. Al pro-
poner que tales aspectos indican <:~lgunos de los rasgos variables de las
modalidades de la comunicación de masas, no quiero dar a entender
que un<t sola variación en cualquier rasgo baste p a ra constituir una
nuevil modalidad: las cosas son, por supuesto, mucho más compli-
cadas que esto. En \'iriud de lds crecientes inll'íconexiones que existen
en bs rnismas industrias de Jos medios y ci ak,mce y h, diversidad
de su~ actividades y pmdudos, cada Vt'J: se des\'anccen más !as líneas de
demarcación entre las modalidades de la en m u ni cación de masas .
Sin cmb<1rgo, existe una serie de rasgos F'Mcialmente traslapados y di-
vergentes que sirven p.ua definir conjunto~ relativam en te diferenles
en caraderístic<~s. Los medíos técnicos (k fijación y transmis.ión son
componentes centraies de tale:, conjt1ntns, p ero se deben considcr<1r
también las condi<.:iones soci,1les y los contextos de producción, di-
fusión y recepción m.ás amplios.
Podemos usM el ejemplo de la transmisión televisív<l, documen-
tado en el capítulo anterior, para ilustrar Jos plmtos anteriores. En los
ai1os cu.uenta y cincuenta, el desarro ll o de lé'l transmisión televisivt'l
ocurrió en uni'l seriE:' de instituciones que controlaban la producción y
difusión de los pn't,>-ran: c:;.; de tcle, ·isión . En Fstaclos L'nidos, las institucio-
nes da ve fueron las caJe:1as nac:io~1alcs; u1 Cr<Jn Gretañ<~, L)s principales
instituciones fueron !a BGC y después, 1a cadena !T\;, controiada por la
:BA . Estns configuraciones inslihcinnales !Tadíciona les de L1 producción
y la difusión de los prngr::m as de tdev·i i6 n están sicnc:~ , desafiadas
ahor<1 por la apMkión ,:Jc nuevas instítm·itmes qu e emplean nuevas tec-
no!ogí<ls para la tr;:;n.smisíón televisiva. l ,, -.~oirhinación de las tecnolngí~s
de cable y satélite -inserta en instituciones que ofrecen una nueva serie de
servicios a públicos potencialmente más extendidos en el espacio, que
hacen posible nuevas formas de mercantilización y que socavan las
formas tradicionales de reglamentación y control- pueden estar en
vías de establecer una nueva modalidad ele comunicación de masas.
F.n ciertos aspectos, estñ configuración incipiente es similar a los sis-
temas tradicion(!les de transmisión de las cadenas de radiodifusión:
111 u eh os de los productos, por ejemplo, pueden ser Jos mismos y se
~2R
sostuvieron que la forma del medio mismo, muy aparte del contenido
específico de los mensajes que transmíte, tiene un impacto en la natu-
raleza de la vida social. Creo ql1e las formas en que Innis y McLuhan
desarrollan este tema general tiene considerablemente menos interés
que el tema en sí. lnnis extrae conclusiones cuestionables de lo que él
llama el «sesgo~> de la comunicación en el tiempo y en el espacio: sugie-
re, por ejemplo, que las sociedades donde e] medio dominante se sesga
hacia la dura bil idad temporal, como las tallas en piedra, tenderán a ser
pequenas y estables, en tanto que las sociedades con medios sesgados
hi!Ó<..\ una movilicL1d espacial tenderán a ser grandes e imperiales, como
el Imperio romano. No deseo seguir en esta línea de reflexión un tanto
especulatJva y generalizadora. Sin embargo, sí deseo proseguir con el
tema general puesto de reJicve por los teóricos de los medios y examinar
éllgunas de las rnaneras e n q ue el desarrollo de los medios técnicos ha
transformado la natur<Jleza de la interacción social, ha creado nuevos
contextos para la acción y la interacción y nuev(ls arenas para la auto-
presentación y l ' percepción de los demás .
Para trat;:n este tema adoptaré un enfoque selectivo y me concen-
traré sobre todo en la modalidnd de la transmisión televisiva según se
ba desarrollado e n el período de la posguerra. Aunque la trnnsmisión te-
levisiva no hmciona aislada de otras modalidades de comunicación de
masas, sí desem p eii.a un papel central en la constelación con tem-
poránea de los m e díos técnicos . Al concentrarnos en algunos aspectos
de la televisión y com.pararlos con las car<1derísticas de otros medíos,
podemos examinar algunas de las maneras en que la interacción soci,1l
se ha transformado con el advenimiento y el extenso despliegue del me-
dio televisivo. En con.secuencia, podemos subr¡:¡yar ciertos aspectos donck
la experiencia cultural es distinta en las sociedades modernas de las for-
mas de experienci?. cultural características de sociedades en gue las fonnos
simbóJicas se transrn.itfan exclusiva o princípaJmente por medios escritos
ll orales. Hoy vivimos en sociedades donde la difusión de las formas
C d i c1-\_V: Th r.: /sfaking o! T_ypugrapiuc ,\.f,¡n (Londre::. Roullelige & Ke¡;;:n Pau l. 1':1(>2) .
[rrad..cast . AguiJar) y Understand ing Med1<1: Thc 1-.xten~ion:; of Aún (LnnJres: RliUllcdge &
Kegan Pa u í, l 'Y ·1). [trad.cnsL Diiln~J
simbólicas por medios electrónicos se ha transformado en un modo co-
mún y, en ciertos aspectos, primario, de la. transmisión culturaL Lil
cultura modema es, cada vez más, una cultura mediada electrónicamente
donde los modos orales y escritos de transmisión han sido complemen-
tados, y en cierto modo desplazados, por modos de transmisión que
emplean medios electrónicos. No intentar~ expiorar aquí en detalte la
comparación entre las formas de tremsmisíón orales, escritas y media-
das electrónicamente, aunque unil comp;;r,;L·ión así plantea problemas
que merecen un análisis sistemático. 3
Considerando el medio de la televisión como el foco principal, en
esta sección mi objetivo será dilucidar lo que describin' como el impacto
interacciona! de los medios técnicos. Dis tinguiré cuatr<~ dimensiones de
este impacto interacciona!: (1) los medios facilitan la interacci{)n a lnwés
del espacio y dd tiempo; (2)afectan las moner<~s en c:¡ue ios individuos ac-
hÍ<lT~ c'J7 lugar de otros, en la med ida en que los otros p<lra quienes lo
hacen pl!Cden constituir un público extendído, disperso y distante en el
tiempo y en el espdcio; (3) a fe tan las maner<'~s en qu~ los individuos
a.oú,m ('JJ n•spuesta ;1 otros, tanto como puedan hacerlo en respuestLl él
otn)s que se sitúa n en cnntcx ios distantes; y (4) los medios afectan tam-
bién las maneras en que: los inch-- iduos dchír.n e ü1teractl'1an en el proceso
de recepción, e;, decir, ofect<Jt\ la organización socia! de aquellas es-
feras de la vid¡_¡ cc tidian,~ dundt• lJ recepción de los mensajes mediados
es una activi ¡L1d r ;Jtinaria. En es ta secci <: n examina ré ca da una de
las dimensiones anteriores. En],, sección siguiente considcraíé un aspecto
3 El impacto de la ex p <Hl SH.Íl\ d e 1,1 escn tura y la aliab eti:<:ación ~obre las c ult nr<l ~ tr;l-
dicionales y predomin<~n t emen t e oTa lc~ hil sido estu.:.h ado por los antropólogo:; y otros:
\"é<)Se, P' r ej('mp !o, ]ilck Goody; The Domestica/ion of lb~ .S"avag<! Mind_. .. op.ót ].1-,:k Gucdv
(cd .), Litt>racy in Tr.1dition al Svcieties (Cambridge: Cambridge U n iversrty Press, l%ií )
¡tmd .cas t. gctlisa ]; y V'hdter J. Ong,, Or.llit•· ¡)nd Literan ': Thi:' Tech11ofogüin¿; nf !he 1-tár/d
(Nu t:Va York : \-l t>th u~n. 1')82 ). Acer c1 d o: !;1 nat uraie;:n y ei i m ~' ;¡ cto de Jos m,1te riales
im p resos e n la Laro p.l mockr n~ temprJ n ,\, vé,1 ~ e Rogcr Char ll e ;, Th<' Cullu raf C.;cs uf
Print in tar~T' /o.f¡¡dt'rn Fr anC<', 1r .1 d . Ly d i<o C. Co h r;l11i.' (l'r íncetnn, Nueva Jns cv:
Prin ce!on Uni vcrs tt y J' ress, 19R7); v 'Rogl'r Ch,H ticr ( ~d .), The Cuitrmf o( Prml: !'r.nv a
,)f)d th r: U- es o! f'rin t jn /;",uzv _1-f, ¡rfem Eu mpc, !r<Hl. Lvdia C Cnch ril nt: \Cambrid ge:
l'lllity Press, l'l,'l'-l)
330
relacionado de la comunicación de masas: las maneras en que el des-
pliegue de los medios técnicos sirve para reconstruir los límites entre la
vida pública y privada, con lo que se alteran los modos de acceso a b
información y a la comtmicación.
Los medios téo icos pu~den permitir a los individuos interacluM entre sí
a través de distan ias temporales y espaciales, aunque la n<~turatezi1 de la
interacción medi ada pue de diferir significativamente de los tipos de
interacción típicos de las situaciones cara a cara . En un capítulo anterior
usé la noción del distanciamiento espacio-temporal para discutir las
maneras en que b~ fo1m.1s simhólicas son apartadas de sus contextos de
producción y son transmi t¡ Jas por medios técnicos a contextos espacial
y temporalmente distantes. Aquí qui e ro C()ncentrarme en un aspecto
particular de este proceso: el impacto que tiene el distanciamiento
espacio-temporal ,obre la na tura leza y los patrones de :ntt:r.::ctióu social.
En virtud de es te dis tan.ciamie>nto, el despliegue de Jns medíos técnicos
separa la interacó6n socú1l de la ubicación Hsica/ de manera que los in-
dividuos pueden inte ractuar entre sí aunque no comp;utan un ámbito
C>sp<1cio-tempor<ll común .~ U n<~ cartn permite a los indi \: iduos co-
muníc<lrse entre sí a la d i_tancia . e introduce un retraso temp ral en el
proceso de comunic,Kión el cu;;l queda d e terminado por el tiempo que se
requiere físicamente para transmihr Ja carla desde su origen h ;lsta su
destino . Ei teléfono también p ermite a los individuos comunicarse a
distancia, pero elimina virtual mente el retraso temporal característico de
la transmisión postal. La interacción telefónica combin<1 la dispo-
nibilidad extendid a en el espacio con ta simultilncidñd temporal, y
permite a los ind ivid uos com unicJrsc en un modo oral simii<lf al de la
conversación cara a cara, aunque también prescitfa alglmas propie-
~ Esk punt ll es cl;:;bo r, d d~! m¿¡ nera reveladora }'<X l o!oÍl V<~ :ckyrt- w li :~., en ,Vo 5't~nsc a(
P/a ,·l': Tlu~ lmp.J<! uf E/ccJroni( Mt:di, ,m Sodj¡f & :h.t<'ÍOr (NUc\',l York: Oxford Univ -rsity
l'rrs~ . l 985).
¡
dades sociales v discursivas distintas. 5 D0 distintas maneras, tanto la
~
S Para el ;~náiisis dt> Ll$ p ropiedades de orden de la~ conversaciones tel efóni cas, véase
Emrn,\nuel A. Schegloff, "Sequ cncing in Co!w er:;alional O penings", én john J. Gumperz
y Dell l-l;,'rntc; (ed .), Directions in .5uáo/inguistics: l?1e Ethnogr,1phy o! CommunicJtion pp.
349 -:730, (· " lde ntiíication an d Rv co)~n iti o n in Telephone Conv ersa tion Op en ings", en
GL•org¡c· Psathas (ed .), EFer_vday Lanr,uagl!: Studie.'' ill Ethn omcthodolo¡;y (Nueva York:
lrvinf,IO n l'u biishers, !97v), FP- 23 - 7:~; y Emm an ud A. Schegloff y Harv <'y Sacks,
"Ope run :~ up Ciosings", e n Serniolica/ núm . 8, 1973, PP- 289-327. Véase t<~m bie n Á . A . r.
Reíd , "Compumg Tcleph,~<H" 1\·;tl·_ f. ac<:-tn· Fact Contac t", en lthiel de So la Pool (ed .),
ÍÍI L' .~<' '1.;1! lmpacf o! thc Telr-ph one (Cambridge, M.:~ s.sachuse t t~: MIT T'ress, 1977), pp. 386-4 1-1.
6 En un pn noer <Jrt ícu lo, Horton y Wo\1! sug irie ron, de man erd a lgo s imil ar, t¡ue la
com unic<'lción m ilsiv<1 orig i.na tW nue vo ti po d e rela ción sooal. q u e eJJos ll a man
" interacción parasocia l": vé ase DnnJ ld I-l orton y R. Richard Woh l, " Mass Com mu -
nica tion an d p ,,r<J -Socia l Jn ter<l c t;:;n· Observatior s on lntimac y at 3 Dis la n ce~, en
P.~ychia lr_l', llÚm. 19, 19- 6, pp 2 15 -229 .
de medíos impresos como los libros y los periódicos, a menudo los
individuos que comunican permanecen indefinidos y pueden ser sólo
un nombre para la mayor parte de los lectores. Sin embargo, con el ad-
venimiento de los rnedios electrónicos, y en especial de la televisión, los
individuos que comunican se transforman en persona}jdadescon voz,
rostro, carácter e historia , personalidades con qui.enes los receptores
pueden simpati:n r o identificarse, quienes pueden agradarles o no, y a
quienes pueden dctest.1r o reverenciar. Estas personalidades adquieren
una presencia fís ica mediada manejada más que directa, y se transfor-
man en objetos de comple¡os procesos de valoración econónúca y si mbóUca
controlados en derta medid<1 por la industria de los medios. De ahí que
las personalidad es de televisión tengan un «aura » que se sostiene en
parte por la dJstancia que la separa de los espectadores. En círcunstancias
excepcionales esta distancia puede ser salvad,1, como por ejemplo, cuando
un espectador conoce personalmente a una personalidad de la televi-
sión o un admirador conocl' a una estrella Pero el carácter excepcional y R
veces incórnodo de tales encuentros da testimonio del hecho de que la rel<i-
ción establecida a través de la cuasünteracción mediada es una relación
que no implica nonnalmente compartir una ubicación física común.
Las caractt>rí:•tica:::: espaciales y temporales específicas de la cuasiín-
tera:L~,jón med iad;-¡ electrónicament,, dependen de uní'! variedad de actore~;,
indlJidos b n;1turaleza del medio técn ico, el aparato instüucinnal d e di-
fu sión, los contextos y la condiciones de la recepción, y la na tu ra leza y
el contenido de la's formas simhóticas trél.nsmitidas. Considérese un
ejemplo: una entre vista con el presidC'nte de Estados Unidos qu e se tele-
visa y transmite vía sa télite, y que es observada por individuos en un
contexto doméstico en. Jran BrE' tJ.ña. Semejante cuasiirüeracción im-
plica el establecim iento de una relación entre individuos que se sittían
en contextos muy divergent·e s, tanto en términos de su ubic<~ción es¡);1-
cial como en ténnüws de sus características sociales e institucionales. Es
poco probable c¡ ue los receptores, por muy buen~ predisposición c¡ ue
muestren haóa el rresiden te. y por muy bien que sientan que lo cono en,
lleguen R compnrtír <J.i f'; Ull<l vez. un espacio fisico con él. Ver lél enlre-
vi.sta es pñrte de> una n:lación que se ext!emic a trll.vés del tiempo sin
j
traslaparse jamás en ei espacio; y, de hecho, si llegar<J a traslaparse en el
espacio -----corno en el remotísimo caso de que los espectadores se encon-
trasen al Presiden te en la calie o lo recibieran como visita en sus hogares-
semejante situación sin duda no estaría exenta de una considerable
incomodidad, ansiedad o confusión. Aunq ue observar la entrevista es
una cuasiinteracción que ocurre a través de contextos espaciales diver-
gentes, tambtén pone al contexto espaci<~l d e l Presidente, y al Presidente
misnw, a disposú."ión de los receptores, sí bien en una forma mediada. Si
la entrevista ocurre en un címbito doméstico como el salón de la casa
del Presidente, y éste está acompañado tal vez por su esposa y sus
h ~ jos, entonces la cuasi interacción puede adquirir ciert<l intimidad que
pueda permitir a! Presidenk connmicar asuntos públicos de un¡¡ ma -
ner3 pto·rsonal o asuntos personales de una rn.anera pública; pero
t;nr.bién puede exponerlo a riesgos políticos sin precedente, posibilidéld
que e'."aminaré en deL:: i!e más Jdelante. Lil cuasiinteracción que se da al
observcr la {'ntrevis:,1 pue~e implicar una sírnultaneidad virtual debido
a J,1 tr;1n~; ml ~ íón v í.a satélite, aunque é t:1 pueda atenuarse, lo que con
frecuenoa se hace, por la pr gr abación, J, edición y la difusión progra-
milda. La simult;.:n1.eidMi virtual de la en trevista en directo ofrece
oportunidéldes únicas pero t<mlbién representa grandes riesgos. Permite
al Presidente aparecer informal, espontáneo, adí1ptable y en control de
la situilción, y le permite comunícilrsc con el público como si fuesen
compi!rl.eros d.e conversaci0n, como si part-icipa riln en un diAlogo. Pero
también implican riesg os: de J;¡ rnis rna m.anera, el Presidente puede
<~pnrecer incompetente, in consistente, mal i.nfonnado o simplemente
vulgar. Además, puesto que las entrevistas en directo son grabadñs y
pueden mostrarse en ocasiones posteriores, cualquier torpeza exhibida
se pu ede volver a ver o recordar en cuasiinteracciones futuras , con lo
e¡ u e st' i'l fe ctará de u n<l manera p otencia 1n en te permanente la 11" tu ra-
ic LI de la. reln cilm s o:o l:enida entre el P resid e n te y su públi co .
He ese g ido el ejemplo de obscrv¡¡r en televisión un¡¡ entrevista con
el presidenle d e Estad os Uni.dos a fin de ilustrar algunas de las form<ls
en que s e puede cons titu ir espac ial y tempor<limentc la cuRsiinterac-
ción mediada. Por s up u !::S l<), p od r ia co ncentrarme en otros ejemplos
-la cuasi interacción que se da con las personalidades de un programa de
entrevistas o debates, con los que transmiten las noticias, o con los perso-
najes de las telenovelas o con las es!Tellas de cine, etc.- y éstos, analizados
en relación con factores como el aparato institucional de difusión y las
condiciones de recepción, tendrían carllcterísticas temporllles y espa-
ciales específicas . P ero no hay necesidad de dar más ejemplos. El punto
general que quiero sei"tillar es que el despliegue de los medios técnicos
de comunicación de m asas, y en particular de n1edíos ctectrónicos como
la tC'levisión, se ;·.,_:p mp.u\a del desarrolJo ele nuevas formas de cuasiinter-
acción mediada entre com uni cadorcs y receptores, y estas fonna s de
cuasiínteracción esl·án por lil regular divorciadas de que se c ompMta
una ubicación física común. Las características distintivas de la cuasi·
interacción mediud<l tienen consecuencias importantes en las formas en
que los comunicadores y los recep tores se comportan y se relacionan
con Los demás y consigo mismos.
Los m edios técnicos p e rmiten a los indi viduos comunic;nst.' con los de -
más de milneras m1evas y efectivas, y los índi vid u os adapt<ln su conducta
comuníc,Jtíva a fin de que coincicl il con las oportunidades ofrecidas por
el despliegue de ~os medios técnicos . La adquisición de un teiéfnno cam-
bia gener::dmentc d patrón de in~eracción que sostiene un individ uo con
los d emás, así como la naturaleza de la interacción misma . La conver-
sación telefónicc1 es una interacción dialógica simultánea que SC' sepa ra
de una ubicación física compartida y que carece de claves visuales, de
mr1ner<1 que un indiv iduo, al h ablar con otro por teléfono, debe cuidar y
adaptar sus p ropias expresion es verbales a la lu z de resp uestas to tal -
mente ~uditivas . El teléfono expa nde en gran medida el fildio de acción
de las reiaciones q ue puede formar un ind i,·iduo, y permite que los ind ivi -
duos mantengan es tas relaciones a h<lv<~S del tiempo y d elt'Spacio, y en
ilusen cia de un P.n uentro físico . Sin crnbar¡;o, la constitución espacial y
temporal d e la inter,)cción mediada por e l teléfono limita U! mb ién
] ¡¡ naturale za de la~ relaciones furmad<~s ¡; trc1vés d e dicha interacción .
Un individuo a quien se conoce sólo a través de conversaciones telefó-
nicas carece prácticamente de rostro y, en la mayoría de los casos, es
im.probable qw: se transforme en objeto de un lazo emocional fuerte;
con tales individuos nos relacionamos ante todo como interlocutores
ausentes más que como amigos persona le~ Íllhmos. Por supuesto, mu-
chas de las conversaciones telefónicas se dan entre individuos que también
intcr<~ctúan de otras maneras y en tales casos la naturé)leza de lé)s rela-
ciones formad"s es menos dependiente de léls caracteríslicas particulares
de la interacción telefónica .
Al separar la interacción socia 1 de la ínteracción física, el despliegue
de los medios técnicos afecta también las formas y el alcance en que los
individuos son capaces de administrar su au topresentación . Cualquier
acción o representación ocurre en un marco interactivo particular que impli-
ca toda una serie de presuposiciones, convcnci.ones y puntos de referencia .
En ciert·:1 medida, el Íi l(L v idc:o que act úa en este marco adaptará su
conducta a él, proye:'rta.ndo una a u toímagen que es más o menos compati-
ble ..~on el marco d"' re fe rencia. Las acciones y lus aspectos del yo que se
consideren inadecuados se pueden su~pender, eliminar y reservar para olTOS
escenarios o encuentros; e-s decir, paril es'-\'!1,1rio::; qut' son lo que Goffman ca-
lifica cmno «regiones p>:. Leriorcs» en relación con las <(regiones anteriores»
del marco de referencia intc:ractivo prinl~ipal. 7 El u ·o de un ·medio técnico
sirve parcialmente para definir el marn) interactivo, y en consecuenciil.
también define en parte aquellos escenarios que~ constituyen regiones
anteriores o posteriores. Durante una conversación telcfóiúca con un socio
de negocios, por ejemplo, un individuo puede intcn t-M eliminar los ruidos
que surgen en la ubicación física desde la cual habla · -el son)do de un tele-
visor, los comentarios o risas de un amigo o colega, etc.- , puesto que
dichL'S ruich)s pueden ser considerados como una conductél de región
posterior en r elación con el n1arco de referencia interactivo principal.
7 Véas~ .:n especial En· in¡:; Goffm11n, Tlw P;e,,enf¡¡fJim v/Se/! in Ev(!r:rday L;r,• (li éi rmonds-
worth: P cn¡;uin, p:¡()9) ltrild.cas l. Amorn•rtul . r\ unqth: los l 'Of\{"':!p los de Coffm,n il cc: rc,,
dC? lil r<:> t;i6n front<~l y po~ t friu r "e de · ar r._~]L:n sobre toJo •: n relilo ón con¡,, mlc r <l( (Íón
c.1ra a Cdra, se put'den J d <:., IH de md nt'r:-t pnwechosa ¡ara el pro¡'oísi o tÜ• ,Jna k ·:; : ,,¡
impac to in tera ccion~l d .~ In::. ¡nc.:dio.!S lecn:(()s.
Al considerar las formas en que los marcos de referencia interac-
tivos pueden ser transformados por el despliegue de los medios técnicos
de la comunicación de masas, permítaseme lirrutanne otra vez al medio de
la televisión . La ruptura instituida entre ia producción y la recepción
implica que comportMse y comunicar para los televidentes son activida-
des gue ocurren en gran medida en ausencia de una retro<llimentación
continua y directa, ya sea de tipo oral o visual. Anteriormente en este
c<~pítulo hice notar que esta indeterminación interactiva se m itiga en
general por medio de ni versas estrategias que permiten al personal de
producción lograr efectos relativamente predecibles en ausencia de una
retroalimentación directa y continua. Así, estas estrategi<~s limitan y
guían las acciones y e xpresiones verbales de los in di víduos que comu-
nican, o buscan comunic<trse, por medio de la televisión_ Precisamente
cómo y en qué medida limitan y guían a los individuos estas estrategias
depende de 1.1na varit:.'da d de factores , inclu idos la naturaleza del
prograrna, la p osición del individuo y lils p nsibilidades técnicas y opM-
tunídades pr<'ir !icas . No exz¡minaré dichos factores aquí. En cambio,
subrayaré un punto qu e p osee una import<mcía gencr<li. Dado e l papel
que ha llegado a desempei\ar la televisión (y de hecho otros medios de
comunicJción de masas) como fuente de infonnación en relación con
las noticias y los asuntos de actualidad, la e xis tenciil misma de este me-
d io puede tener un impacto sobre las acciones de los individuos que
bu scan comunicarse con un público nmpli0 y distante, o que pueden
es t ar por c<1sualidad en una situación que consideraré dign<1 de ser
televisada. La c.:o:istenCJ~7 misma del medio de la te/eFisión onJ:,>ina una cate-
go.rfa o serie de categonás de acción que se llevan a cabo con el ob;<.~ti vo de ser
tele"isablc/·es decir, capaz de ser considerad~ como digna de transmitirse por
televisión a un amplio auditorio parcialrnente d istante y potencialmente
am pli.o. Hoy día, parte del prc'p()sito de nccioncs como las m<lni fes tacio-
nes m asivas y lo secuestros aér~'oS, las reuniones otrnbre y las visitas de
Estado, es generar sucesos !·elevisables que pt>rmitan a los individuos o a
los 0 ru pos com unicarse con p úblicos disti"'ntc.s y amplios. La posibilidad
de que sea televisada s tll a de las condiciones para llevar a cnbo la ilC-
ción mism<> , o pélra representar y ejecut;n nn;:; serie de acciones qtte
puedan ser observadas y escuchadas por un número indeterminado de
índividuos ausentes.
El medio de la televisión ofrece a los comunkadores y a los comu-
nicadores polenciales nuevas oportunidades y nuevos problemas en
térmi.nos de manejo de la alJtopresentación_ El proceso de producción
define un marco de referencia interoctivo fundamental que está espa-
cialmente alejado de los receptores dcJ programa de televisión y en el cual
las líneas de demarcación entre las region es anterior y posterior se de-
~erminan independientemente de la resp uesta del receptor directo. De
ahí que los espectadores de televisión puedan ver a tm personaje televi-
sivo acilJando de maneras y en situaciones que, en el curso de sus vidas
diarias, corresponderían estrictamente a uni\ conducta de región poste-
rior. Parte del valor del ímpucto de la televisión y de otros medios -y un
rasgo en torno al cual h<1 hólbido mucha controversia- es que de manera
rutinaria ponen a disposición del púbiico conductas que·, en la mayoría
de los contextos de interacción cara a cara , serían consideradas en ge-
neral como pertenecientes a las regiones posteriores . La importancia de
redefinir !.1 conducta de las regiones anterior y posterior, y de manejar
la prE'se:;:_ación del yo en ese marco de refe,·cncia interactivo, es de so-
brél conocida por los líderes político~ y por otras figuras pübticas,
quienes por lo rt~gular pmH:~ n m.ucho cuidad•) al cit:termi.nM los límites de
sus íclentidades tdevísibks. El medio de L1 teL'\·isión ofrece oportunida-
des sín precedt>nle para tl''e los líderes poli:ic('S aparezcan ante públicos
extensos y manejen su autopresentación, F'-·,·o también implica grandes
riesgos, tanto porque los líderes pueden parece> ir::_:ompetentes o mal
informados como porgue pueden exponer, o dc·_í,~r que otros expongan,
demélsiado de su conducta de la región posterior. Gran p<!;"te de lo que
puede considerarse como escandaloso en 1:-: :1rcnr:: polí:tica moderna tal
vez sea común en otras esferas de la vida y q t:izá no sea nuevo; lo que
sí lo es, entre otras cosas, son ios medios chsp onibles para gra bar y trans-
mitir conductas de la región posterior y d . ahi la capacidad para sacar
a la luz, en w1a csc11a sin precedente y con un realismo vívido, é\ctividades
que antes habrfan permanecido ocultas al ojo público. El impacto que
experimentó mucha gente <1l escuchar la s cintas ma gnetofónicas de
Watergate o al leer las transcripciones, no fue tanto por descubrir que el
Presidente pudiera haber participado en una conspiración criminal o en
un encubrimiento, pues mucha gente ya lo sospechaba; más bien fue por
descubrir que, detrás de esa presentación cuidadosamente manejada
por Nixon y su ad..m.inistración, existía una región posterior de conducta,
así como formas asociadas de conversación de la región posterior, que
parecían totalmente ina propiadas para el titular de la Casa Blanca.
Yt.~
Figura 5.2
~ 1
L~t,->- 1 ~-~/
MilrCO
Jnte:·:l.::tivu
principal
i
____ _ j RL•¡;ión
1rltt: r¡¡c'ivo princip;d
prmupill de rL·ccpc'< in
de recepción no entran directamente en la constitución del marco
interactivo principal, y por lo tanto no son, en un sentido estricto,
regiones anteriores y regiones posteriores relativas a este marco. En la
esfera de recepcion podem.os distinguir entre la región principal de
recepción, en la cud ocurre la actividad de recepción, y aquellas re-
giones periféricas que se excluyen típicamente de ella. En muchos
casos, la región principal de recepción sirve no sólo como escenario
para la cuasiinteraccíón mediada por In televisión u otra forma técn.ica
sino que t·ambién constituye en sí misma un marco interactivo princi-
pal, sirviendo cnmo un escenario donde los individuos jnteraciÜ~"H<
entre sí; o se dedican a alguna otra actividad, mientras participan en el
proceso de recepción.
Lél región principal de recepción se sitúa típicamente en un lugar
físi co particular. En el caso de la televisión, ellug<1r es con frecuencia
una habilación o habi t,;ciunes parlículares de un hogar, y la importan-
da ele l;; cuasiínter¿¡cción mediada por la televisión se manifiest:l por el
hecho de que el ~·-'St"-'ÍS n r ocupi'l a menudo un espacio centr<1l (por ejem-
plo, la sala de un hoga r) y con frecuencia determina o influ ye mucho
en le\ distribución de la habitación . Los patrones temporzllcs de la acti-
vi ~bd receptiva t] uedan d eterminados por una vanedad d e factores qu e
incluyen los horarios d e progra m acic'l n, Jos gu s tos y las pre ft:n:~nc i as d e
ios receptores, y l<l organización temporai de los aspectos rutinarios d e sus
vidas. Los horarios d e los programas partínllares pueden sQr un punto
de referencia clave en torno al cual los individuos organiznn sus <~c ti
vidades de un día o una tarde; y en el caso de las series, esle procese' de
organización p u ed e abarccu varios días, semanas o hastil meses . Es
importante en es te sentido, el despllegue de nuevas tecnologías com.o
las v ideograbadoras puesto que permite a los receptores ejercer un ma-
yor control sobre e l horari<) de los programas y, por tanto, sobre la
org <'tnización te m poral de todas sus actividades . El proceso d<' recep-
ción se inscrtn ta m bién en un contexto más amplío de relaciones socialt~s
c¡uc ,1fc..:·t;1 l<1 n at u ra leza d el proces o y el control eje rcido sobre su ub i-
caCl ón, tí t:n>pn y conten ido . L i"l ..i rclclcionE>s de poder e xis tentes entre
pa(~ l"!.:.'S e hijos, e n tre he mbres y mujeres, son a menudo cruci,1les p<H<!
determinar la selección de programas y decidir qué programas ver
y quién puede hacerlo. 8
Además de analizar las características espaoales, temporales y
sociales de la actividad y del contexto de recepción, es importante enfa-
tizar que las ,Jctividades receptivas son prácticas soci<1les complejas que
implican diversos grados de capa cidad y atención, acompañadas de diver-
sos gr~dns de placer e interés, y qw." ,c;e i.J.1.te rsectan de miínera complicada
co n otr<lS actividade::. e i.ntemcciones que ocurren en In región principal
d e recepción. Con mucha frecuencia, los teóricos y comentaristas de los
medios han dado por sentado queJa recepción de los mensajes de los me -
dios es un proceso relativamente directo y sin p roblemas, SLtposición
que les permite conceni-r<1rse en analizar el contenido de Jos mensajes de los
medios, complement<'índolo tal v ez con algunos datos estadísticos sobre
los niveles de exposic-ión d el público y sus resp uesta s. Parece claro, sin
embargo, que este enfoque Sltbestima se riam.c nte la complejidad de los
procesos por los cuales individuos sih1ados en con te x t o ~~ pcutículares re-
ci.ben y se apmpi;1n realmente de los mensajes d e los m edi os, y los formas
en que estas actív i,:\;tdes receptivas se entrecru za n ct n o tros aspectos de
1~ vida d ia ria. Retomaré es tc.s as untos en el ca pHulo sigui e nte .
.') Véa ·e J;~mes Lull, "How bmilies Sdect Televisi on J'c ogra n\Jncs : i\ M a s~· - Ob ~cn · at i onal
"t udy"', en /ou rn al :J fj' nw/r-,J:; ting, tHi J\\ . 26, 1982, pp . 80 1- 'l l; y D<n- íd Morl(' ·, F.1mi~ v
TcJe ,·¡:,·.. mr Cu/! urn! !'o 1•·ec .111d Dom<'.>l ic l. !YIS U rt• (Londres: Come-dw, \ 9<'6).
hogar. La naturaleza de lo público y lo privado, y la división entre am-
bos campos, son transformados de ciertas mane.ras por el desarrollo de
la comunicación masiva, y esto a su vez tiene implicaciones en las fonnas
en que se adquiere, ejerce y sostiene el poder po!Htco en el plano de las
instituciones es t;;;tales, e11las sociedades modernas.
Para exam. .í~".<1T m ejor estos asuntos, es necesario establecer <'~l gu
nas distinciones generales en tre los campos püblico y privado. Los términos
"público >) y «privado >> han a dquirido una gran diversidad de signíflca-
dos en. el discurso mode rno social y político, y cualquier intento por
identificar distinciones generales tenderá a ser una tarea selectivi'l y
simplificadora . Sin e mbargo, semejante tarea posee una utilidad y una
importancia para anal iza r la naturaleza y el impacto de ln comuni ca -
ción de masils. Aunque J, dicotomía público-privado puede remcmUn se
"los debates filosóficos de la Grecia clásica y a los primeros desarro l! t.IS
de la ley romana, aquí me concentraré en algunos de los significados c¡ut•
adquirió dicha dicotomía en las primeras sociedades modernas y en las
sociedades occidentilles m odernas caracterizadas por relaciones C'<..:cmó-
micas capítalis ias y p o r un Est ado constítucionill qae incorporaba
inst-ituciones dcmocráti as .9 En este conlexto, podemos distinguir entre
dos sentidos bási ·us d e lé1 dico tmnú.~ público-privado . De acuerdo con el
primero, la dicotomía pübhco-privado se refiere, por una pnrte, a !<1 dis-
tin ción ~'ntr'l.' el campo d el pode r político institucíonali zado que ca da
vez se dep ositó más en manos de un Estndo soberano y, por el otru, a
relndones personales que qued ,1.ban fueril del control d irecto d el Estado.
Por supuesto, esta distmción general huncn fue rígida ni definida con
cla ridad; el desarrollo inicial de la ac tivida d económica capitalisL fue
un proceso que se dio en un marco legal que las au torid ades estata les
establecieron y m odificaron continuamente y, a su vez, las <lchvidades d el
Estado estu v ieron influidas y limitadas en diversos grados por el d es.1 ·
rrollo de la economía Glp i tal i st~. Adem~s, desde fmi1l('s del siglo x 1x,
9 Para .mii li -i,: má s ;;mplios acerca d<: la nilturalcza y el dt:>suro llo Je l'S(;l d icoiom ia, ,. tJSt'
]u rgen H.aberm.1s, J'h e Slmdural Trans/ormafion o/ the Pu blic Splwr(': A n lnq1nn· iJTiu ,,
Cilt~¿;ory nf Bour,!j(?Oi>.':>{)cit'~l", .. .vp.cit., y Norberto 13obbío, Dm1/Jcr.uy ami Dictatorship 7J¡c
!\~¡tua · IJld /.imit!J o/S'li! l e (C:Jmbridgc: Polity Prcss, 1989).
j
en el campo público se han creado, o se han incorporado a él, una serie
de organizaciones económicas y de asistenci3 social como resultado de
las políticas de intervención. estatal dirigidas en parte a contrarrestar el
carácler errático del crecimiento económico capitalista, lo que ha vuello
más compleja la distinción entre los campos público y privado.
La figura 5.4 resume algunos aspectos de la d..istiJ1dón entre los cr.m-
pos püblico y priv<H1o tal como se desarrolló durante los siglos xrx y xx.
El campo privado incll1ye organízc~cioncs económicas de propiedad
privada, que operan en una economía de mercado y se orientan funda-
mentalmente hacia la obtención de ganan>.. i,;s, (ISÍ como una serie de
relaciones personales y familiares que pued e n ser informales o esiar
normadéls form a hnente por medios legaies (como el m atrimonio). El cam-
po püblico incluye organizaciones econórn icas q u e son propiedad del
Estado, como las industrias nacionil lizad a s y los servicios públicos de
rropiedad esta t<d, así corno una amp lia ga ma de organizaciones esta-
tales y cu<!SÍé'Sl'atales, que van desde las insti h JCioncs parlamentarias, el
::.; ..,·vicio jvil y la p olicía basta una variedad d e serv icios y organizacio-
nes d e <lS istencia sooal que se han expandido rápidamente en la m ayoríc1
d~ li1s sociedad es occidentales durante el periodo pos t· rior a la sepm.cla
Guerra Mundial. E ntre los campos público y priva do ha crecido y flore-
cido una larg<t serie de organizaciones intermedias, organizaciones que
no pertenecen <~1 Est<1do, ni se inscriben tot,¡Jmente en el campo priva-
do; por ejemplo , instituciones de benefic encia es tabl ecidas sin fines de
lucro; asocÍJctones de beneficencia mutu o (tales como !os clubes y L1s
élSociacíoncs comerciales); partidos políticos y grupos de presión (corno
los grupos antinucle;ues y eco'logist<1s) <.1Ue buscan e xpresar puntos de
vista p<~rticulares ; y organizLiciones económic.>s cuya propiedad y ope-
rací ó.n siguen una base cooperativa .10 Estas org<mizaciones intermedias
son in:;titucin ncs privadns nn t'Stat,1les en ll~rm i n os d e su situación legal,
¡.: e ro ope rativa y legn Lnwnle so n d iferentes d e o rg<mizaciones establccid;,s
sobre todo pan obtener g.1n a nc i a~ par:: lu,. p w pil' tM Íl'S privados.
l(l V é it ~l' Alan VI/are>, /Jetween Pmúl ,md St,¡fe: /nlermedi.1te Organi¿a/wns 1n Britain rlnd !ht'
l.initcd S late:> ( arnbrid ¡;e: Poli ly Press 1 YS9)
La dicotontía público-privado, tal como ha emergido en la socie-
dad occidental y en el discurso político, tiene un segundo sentido básico
que debe separarse de la cüstinción elaborada onterionnente. De acuerdo
con este segundo sentido, «püblico» significa «abierto» o «a disposición
del püblico>>. En este sentido, lo que es público, es lo que es visible u ob-
servable, lo que se representa frente a espectadores, lo que está abierto
para que todos (o muchos) lo vean o escuchen. Por el contrarío, lo que
es privado es lo q ue est.i oculto a la visla, lo que se dice o se hace en pri-
vado o en secreto o en un círculo muy limitado de gente. En este sentido,
Figura 5.4
r ·- -- ,---0-rg-.-l n
- iz-.:1-<': -)r_w _s _ _ - - -·¡
Org;'l ni:;r:;¡ciones
r-conóm ic<Js ele eco n c)m íe-ts ele propiecbd
prop i daci priv:·;(b q ue estata l (p . ej .. la s
oper~n en h econom.i;i ele industrias n acion:1liz:1clns
mercado y se ori · man y 1 s servicios pCtblicos
hacia la obtención de est:nalcs)
1 gana netas
_ ___ _ _
\ 1 ¡.¡ sistc;-~i~t soci;ll~ _ _ ___,
Organ izaciones intc nnc dtas
(p. ej., insliruciones
ele benef ic!cn<:i::l, p<lrll dns
poiíticos y grupos ele prc.stón,
cooper:: ~ i·.·;;s , etc.)
la dicotonúa público-privado se relaciono con el caráderpúblicoen contraste
con el carácter privado/ con la visJbJlidad en tvntrastecon la invisibilidad.
Este segundo sentido de la dicotomia no coi.ncidc con el primero, sino
que más bien se traslapa con él de maneras complejas e históricamente
variJ.das. En los Estados monárquicos tradicionales de lJ Europa me-
dieval y moderna temprana, los asuntos de Estado se conducían en los
círculos relativamente cerrados de la corte con maneras que permanecían
en gran medida invisibles para la mayoría clt:: los súbditos de la pobla-
ción. Cuando los funcion<~rios de Estado aparecían an.t-e sus súbditos, lo
hacían con maneras que se preparaban y manejaban con mucho cuida-
do: su objetivo principal era afirmar públic a me 1 ~te (de manera visible)
su poder, y no hacer públicas (visibles) í<'l :;; razones y las deliberaciones
e¡ u e intervenían en sus procesos de tom ;: de decisiones. El carácter pri-
vado de ~u proceso de toma de detisiones ;,;e jus ti fica.ba recurriendo al
arcana impern~ e:-; decir, a la doctrina del secreto de Estado, que sostenia
que el pod~r del príncipe era más efect[-..ro y fiel a su objetivo si se ma.nte-
níi1 u(·llito d el escrutinio público e invisible como la voluntad divina. 11 La
invisi1JiltcL1d del poder se aseguraba de m,1nera mstit;_;cic,nal por el he-
cho de que lns procesos de torna de decisiones se llevaban a cabo en un
espacio éerrado, el gabinete secreto, y porgu t' ias decisiones rnisrnas se
luci<m públicas sólo ocasional y selectivamente. Sin e mbargo, con el de-
sarrollo del Estado moderno constitucional, la invisibilidad del poder y
el carácter privado de Jos procesos de toma de decisiones se limitaron de
ciertas maneras. EL g<1bincte secreto se com p lementó con una gama de ins-
titucíones políticas que estaban más abiertas y qt:;; er11r1 más responsables
ante el pueblo, y Ja doctrina del arcana impnii se transformó así en el
principio moderno del secreto oficial y su aplicaoón se limitó a aquellos
<1suntos considerddos como vitales parélla seg uridad y la estabilidad del
Estado. El poder se hizo más visible y los procesos de toma de decisiones
i1cl.quirieron un ca rácter más público, aunqu e esta tendencia general no
fu e ttn iforme ni compleL: ñsf_. han ~urgido nuevas formas d e invisibili-
d<od y de privand2d, y e;o L:s ::i('Cicd<ldcs m odern as el ~Jc r ci.cio del poder
estatal continúa d e muchas maneras envuelto en el secreto y oculto al
escru t.irUo público.
Contra el telón de fondo de estas distinciones podemos consKierar
las maneras en que el desarrollo de la comunicación de masas ha re-
constituido los límites existentes entre la vida pública y priv~da. Esta
reconstitución se basa en el hecho de que, a raíz del desarrollo de la comu-
móJoón de masas/ el carácterpúblico (visibilidad) de Jos sucesos o individuos
de Jos campos público)' privado ya no se vincula directamenle con el de un
Jugar común y en consecuencia los sucesos o individuos pueden adqui-
rir un carácter público independiente de su capacidad de ser observados
o escuchados directamente por una pluralidad de individuos. De este
modo, el desarrollo de la comlmicaci.ón de me1sas ha facilitado y promo-
vido la aparición de dos tipos de sucesos que tienen características y
consecuencias distintivas: podemos describirlos como suceso5públicos
mediados y 5ucesos privados mediados. Los primeros son sucesos que
ocurren origina lrnente en un ámbito institucional en el dominio público,
pero que adqui ~'!"t':'n unil con dición nueva en virtud del hecho de que se
rcgistr,m en un med io técn ico de transmisión y así se pone11 a dispo-
sición de un" t:_;i1ma de receptores t.¡ut' no estaban presentes cuilndo ocurrió
originalmente el suceso. De la rnisma n1ancra, los sucesos privados me-
diados son sucesos que en un principio se originaron en un ámbito
privado, pero qu e adquieren una condición nueva a.l grabarse y difun-
dirse a través de Jos medios masivos de comunicación . La figurn 5.5 es
una clasificación de am bos tipos de sucesos. Tal como lo pone en cl<1ro
la figura, los suces os mediddos son subcMegorías de sucesos que se han
vuelto públicos en el sentido de que la transmisión a través de los me-
dios m a si vos es tma forma con la que pueden hacerse públicos los sucesos
que ocurren en los ámbitos público y privado Es importante subrayar que
d carácter mediado de Jos sucesos plÍblicos y privados es un proceso
que no sólo confiere a los sucesos pasados una condición nucv<~, sino que
también cambia la n a turaleza de los sucesos mismos. La polémica
en cuanto" tele isa r o no las sesiones parlamentarias de Gran l3retaña
··-rara tomitr Lll ejemplo reciente y puntuill- es en gran p<~rte un¡:¡
pnlémi•::a en torno a la siguiente cuestión: ¿hasta qué punto sucesos que
. , -,
. JJ'
ocurren en el dominio público y que afectan potencialmente los intere-
ses de todos se deberían poner tanto visual como oralmente a disposición
del público en generat y qué consecuencias acarrearía este carácter pú-
blíco mediado para la naturaleza de los sucesos mismos? (¿Se sentirían
obligados los miembros del parlamento o asistir con más frecuencia,
por ejemplo, y se contendrían un poco más antes de grítarse unos a
otros desde sus curules?)
Aunque con la mediación se puede dar un nuevo carácter pl'1blico
tanto¿¡ los sucesos públicos como a los privados, estos sucesos ya me-
diados son en general experimentados por otros en sus propios campos
privados . El desarrollo de la comunicación .mélsiva, y en especial de la
televisión, se caracteriza por lo que podemos describir como la recepción
privr~h"zada dC' los sucesos mediados Los sucesos que ocurren en los cam-
pos público y privado pueden experimentarse en ámbitos domésticos
privados remotos en el espacio y quizá distantes en el tiempo de los
Figur:l 5 .)
1 1 Pr!vati'l..aclo
Suceso:; Su e.sos
privados p úblicos
nlcdiados mediados
contextos en que originalmente ocurrieron los sucesos . En virtud de
los medios técn.ic'?s de la comunicación de masas, el campo privado de
Ms sooéd9des modernas -en particulai; el ámbito domésb"co púvado-se ha
transfom1ado en uno de lospn"ndpales emplazamientos del carácterpúblico
mediado. En las sociedades modemas, la mayoría de los individuos en-
tran en contacto por lo regular con sucesos que ocurren en el campo
público, y con sucesos que ocurren en regiones del campo privado que
quedan fuera de su med io inmediato, ya sea al observar, leer o escuchar
acerCél de ellos en el contexto de sus .Smbitos domésticos privados: el
contr~cto que sostienen con ellos es una experiencia rncdíada y privati-
zada . La recepción priva.tizada de los sucesos mediados también es por
lo regular fragmentarÍa, en el sentido de que las actividades receptivas
ocurren muchas veces en lugares separados y dispersos en el tiempo y
en el espacio; pero ello no significa que lBs actividades recepti vas no sean
soci,lles. Por el contrario, la recepción privatizada de los sucesos mediados
implica dos tipos distintos de interacción: la cuasii.nteracción característica
dc·l proceso de recepción, y lo que podemos llamar la eL<~boración discur-
::.iva de los rnen.'>".~jes de Jo..:; medios. La figura 5.6 presenta algunos de los
ele m entos qu e intervienen en el pro ceso ck recepción. A tnvés de la
cuasiinteracci(m med it~da, los indi viduos situados en contextos domés-
tií..w:; privados pueden ent-rar en cont;;cto con sucesos públicos y privados.
Pero ia naturaleza de esta experien cia es peculiar, puesto que el flujo de
los mensajes es p redominantcnwntc unidireccional y la capacidad de los
receptores para re..sponder al comunicador principal es lintilada . De este
modo, los individuos pueden entrar en contacto con sucesos que ocu-
rren en lüs campos p ú blic y privado sin participar directamente en ellos .
Su p<Hticipación es, a lo sumo, una "cuasiparticipación» con límites de-
finidos en la gama d e respuestas que hay a disposición de ios receptores
Los mt:~nsajes recibidos por televisión y otros medios se someten comünmente
,1 una {: télboración dísnusivél: son discutidos por los individuos en el
Figur:J. 5.6
No mcd iados
1
/
Sucesos <
públicos
\ Cuasi-m!eracción
\
mediada
\ Mediados ------""7""-+-~
/ N o med i~d os /
í Recepción·---+ F. iabor<~ción
("''"""d' ) (di"""'")
\ Mediación~ \ Receptores ,/
1 extend ida st:cunJ;Jrios
Sucesos / 1
privado!;\
' '\ 1
__.- /
/
r privado el carácter público de los sucesos o individuos. Entrar en con-
télcto con el carácter público ya no requiere que. los individuos compartan
un lugar común. La separación del carácter público del contexto de ca-
presencia implica una transformación de la naturaleza de este carácter
y de las maneras en que los individuos participan en él. Puesto que el
acceso al carácter plÍblico ya no depende de una coprcsencia física, una
gama más amplia de individuos, y en especial individuos en tanto que
habitan ámbitos donu~sticos privados, puf'den experimentar un espectro
miis amplio de sucesos en los campos püblico y privado. F.l éldvenímiento
de la televisión ha sido pMticularmente importante en este sentido, pues-
to que los códigos y b s reglas de acceso son con frecuencia menos
restrictivos gue en el caso de otros medios de transmisión, como los li-
bros y los periódicos. De este modo/ cualquier indi0duosituado en w1 ámbito
domésHco privrJd-• que tenga un televjsor bene un ac-ceso potencial a la esfera
del rarácfer público o;eada y mediada por la televisión. La propia accesibili-
dad del Cdr;~cter pt:i blíco ha originado nuevas oportunidades y nuevos
problema ~.. uevas oportunidades en el sentido de que la mayor acce-
sibilidad del carácter público mediado puede permitir a una gama más
amplia de individuo_ participar, de cierta manera, en las esferas de la
información y la comunicación . Gracias al desarrollo de los nuevos mo-
dos de comunica.-: ión de masas, en especial de la televisión, muchos m ás
individuos que nunca antes pueden entrar en contacto con sucesos qu e
ocurren en region s esp<tcial y ten1.poralmente remotas y participar en
un<1 esfera cada v z rnás amplia y cada vez más global del carácter pú-
blico mediado. Sin embargo, es tas oportunidades tamb ié n pueden
presentar nuevos problemas, pues uno mayor accesibilidad y participación
pueden hacer más difícil, para quienes ejercen el poder, en el campo pú-
blico o privado, controlar y limitar el ¡¡creso a la información, control
d(~ l -: ual puede depender en cierta medida su poder. Lo anterior formll
pa rte d e lo que entra en juego en !él polémica continua acerca de los ni-
i'.os v la televi sión, pues ésta gira, en parte, en torno a lo que puede y
debcda tra nsm itirse en u.n medio que permite que la recepción se dé en
los contextos r elati vamente no controlados e incontrolables de la vid~
clomés ti(a ¡-:¡-¡\·nd.:'l . Con el advenimiento de la televisión, los ruños han
adquirido un medio nuevo y accesible para enterarse de sucesos y
actividades que ocurren en los campos ptÍblico y privado, incluidas
fom1as de conducta que los adultos reservan generalmente para las regio-
nes posteriores del contexto doméstico privado A su vez, esto puede
presentar nuevos problemas para los adultos, pues pueden considerar
que los mensajes mediados que se destinan principalmente a ellos se
han transfonnado, en virh1d de la accesibilidad del medio, en fuente de
mformación, entretcnim.íento o daño para los niños, y entra por tanto
en conflicto con su responsabilidad percibid;~ para controlar el proceso
educativo de los niños. Adecuar el nivel de acceso al material trans-
mitido por televisión crea nuevos problemas para los individuos que,
correcta o 1ndebidamente, se dedican a regular el acceso a la informa-
ción y Ll la comunicación, ya sea que ello se relacione con la educación
de los niúns o, de manera más generat con ei conocim;ento y la expe-
riencia d e toda la población .
He pl.;nt<:ado que el desorrollo de la comunicación de masas ha
tr¡¡nsfonn<'do la naturalt~Zil y la experiencia del carácter plÍblico en el
mundr' m.oderno . Al separar el carácter püb!icr1 del hecho de que se
comparta un lugar común, se ha ocasionadtl que más sucesos se hayan
vuelto más públicos (más visibles) y que su (ariÍ.cter público sea más
accesible <l más genie. No obstante hay algunos comentMistas que in-
te111retarían el desarrollo de la comunicación de masas como una fuerza
principalmente negativa en el desenvolvimiento histórico de la vida pú-
blica.. Tales comentaristas ven el carácter privatizado y fragmentario del
proceso de recepción como una señal de que la víd,1 pública h<~ nHterto
en las sociedades modernas: no porque ei desarrollo de la comunicación
de masas en sí haya acabado con ella, sino porque el despliegue de me-
dios técnicos, con el flujo de mensajes unidireccional~>s que vierte sobre
la privaciclad dd hogac h<: sellado el ataúd de un,1 esfera pública que
algun,J vez l1.:vo un i!pO¡jtXl.J.: Esta ínterpreta;:.:i6n sería, creo, una visión
l!. Vé,J .-;c, f"Jr cjcn1pln, R1chard Scnnel. Thc Fa /! of Pubhc .-1:' ·n (Cambndge: C1 rnbr,dgl'
L1 riv.;r~:ity P~t-~S. IY74 ). PP· 282 )'S.'· itr.1d.c~~t. r' vr:: ;1,\..1] Fl argum,_;nto de Scnnc>l
é•Jnver 0 e.e<1 .ll~: :. 1nos i!Spc,~tt)S con 81 desarrnllad e por H:~bt"rm a::: en Th'"' Struclural
Tran.,·ior;:?.J:J.'.>n , ,!.ÓC PubhcSpht-IC', . .op_cit.
excesivamente negativa del significado de la comunicación de masas en
el mundo moderno. Es verdad que la recepción de los mensajes media-
dos es en general un proceso privatizado y fragmentario, pero de ello
no se desprende que la recepción no sea un acto social: por el contrario,
la recepción de los mensajes mediados ím.plica por lo regular, como he
i.I<dícado, una gama de actividades sociales distintivas, incluida la elabo-
ración discursiva de los mensajes mediados. Es verdad que la comunicación
masiva implica generalmente un Oujo unidireccional de mensajes, de
tal manera que quienes reciben los mensajes mediados tienen relativa-
mente pocas posibilidades de responder. Sin embargo, de lo anterior no
se desprende que los receptores no tengan control sobre el proceso co-
municativo ni que el proceso de recepción no implique alguna forma de
participación, aunque ésta sea una forma limitada y distintiva . Por el
contrario, como he sugerido, el proceso de recepción es un proceso mu-
cho más activo, creativo y crítico de lo que muchos comentaristas están
dispuestos.:: <1Ceptar.
El defecto m ás serio del argumento de qLie el desarrollo de la co-
municación de masas ha destruido una esfera pública que alguna vez
estuvo en apogeo e que no toma en cuenta las maneras en que el des-
pliegue de los m edios té~~tlicos ha transformado la naturaleza nüsm.a del
carácter público. El ¡;¡rgum'. 'n (o se basa en la noción de que el carácter
público posee una naturaleza esencialmente espacial y diak~(Jica: es decir,
el carácter público implicc: un conjunto de individuos qut' se reúnen en
un espacio público en el cual pueden discutir directamente asuntos de
interés común. La anterior es una noción del carácter público que de-
riva de l?.s asambleas de las ciudades-Estado de la Grecia clásica, noción
que todavía podía aplicarse en alguna medida a los salones y cafés de la
Europa moderna temprana. Sin embargo, con el desarrollo de la comuni-
cación d e masas, y e n especial de la televisión, ha cambiado la naturaleza
del carácier pü bl iro . Un indi viduo ya no necesita presenciar un suceso
para ser tes tigo d e él; el cará cter público (la visibilidad) de un suceso ya no
d ep e nd e del hecho de que se comparta un lugar c o mún . Por tanto, la
n oció n del carácter pú bli co Y'' n o d epende d e su relación con el espacio
y St' aleja cad a v e·: :n,'ís de la idea de una conversación dialóg ica en un
:?57
lugar compartido. El carácter público se vincula cada vez más con ei
tipo distintivo de visibilidad producida y alcanzable a través de los me-
dios técnicos de comunicación masiva. La televisión y otros medíos han
generado un nuevo tipo de ámbito público que carece de límites espa-
ciales, que no depende necesariamente de ltna conversc1.ción dialógka y
que es accesible a una cantidad indefinida de individuos que pueden es-
tar situados en árnhitos domésticos privatizados. En lugar de doblar las
CJrnpanas por la muerte de la vída pública, el desarrollo de L1 comu-
nicación de masas ha creado un nuevo tipo de carácter ptíblico y ha.
transformado fundamentalmente las condiciones donde la mayoría de
la gente puede experimentar lo que es público y participar hoy en lo que
podda llam.use un ámbil·o público.
Es importante enfatizar que, en relaCIÓn con el ejercicio del poder
político institucionalizado, el tipo de Cé\r<lL·ter público o de visibilidad
creados por el dcs<nrollo de la comunicación rnasiva es arma de dos
filos. En la ntH:~va arena política producida y npoyJda por los medios de
comu nicaci ón de m<1s,1s, los líderes políticos puedell ;:.parecer ante los
ciudadzmos de una ntMtcra y en una escala que nunca antes habían existí-
do. Líl relación existt'!ltL' entre los líderes políti cos y los dudé:ldanos est<1
cacl<1 vez m:í.c; mediada por la comunicación de masas, es d ecir, se trans-
forma en una forma de cuasiinteracción rne.diada técnicamente, a
lrd vés de la cu,¡} se pueden formar lazo~ de lealtad y afecto (así cnmo
sentimientos de desprecio) . Los políticos hábiles explotnn es1a circuns-
tancia en su beneficio. Buscan crear y sostener una bJse de ,1poyo par<~
su poder y SllS políticas al controlar su autopresentación, al manejar la
\'ÍSJbilidad que tienen en id arena mediada de la po!ftica moderna. Hoy día, el
manejo de la visibilidad se reconoce ampJlamcnte como un aspecto
fundamental de la política institucionalizada. De las conversaciones
inform<IÍ<..:s a las convenciones de sus partidos, de los recorridos locales a
las juntas cumbre do.:: las superpotencias, los líd eres políticos y sus or-
gnnizacioncs se preocup<1n por controlar la visibil id nd y por nutrir llll.il
relación producida y snsl"enida por la cu<l.sitnteracc.lón media'.~"- En vir-
tud de la n;lturñleza nú sni<t de la comuni c ción rnasiva, c~ta .1ctividad
de control n o se k caliza en el tiempo ni en el '.'sp.c:c io . 1.os líderes poiíticos
nparecen ante el público que se extiende mucho más allá de los indivi-
duos reunidos en un recinto común. El público se puede extender hasta
los límites de un Estado-nación y más allá, pues la arena mediada de la
política moderna posee un carácter potencialmente globaL
Si bien el jesarrollo de la comunicación de masas ha creado opor-
tunidades sin precedente para manejen la visibilidad, también ha
creado riesgos 1wnca vistos para los líderes políticos y para el ejercicio
del poder político . .A.ntes del udverúmiento de la comunicación de milsas,
los líderes polfticos podí<~n limitar la actividad de manejar la visibilidad
al círculo relativamente cerrildo de la as;}mblea o de la corte, en tanto
que en general mantenúm una distancia e indiferencia ante la pobla-
ción en su totalidad . La legitimidad de su poder se sostenía, en cierta
medida, en la distancia mismn que mantenían de los ciudadanos a quie-
nes gobernaban, distilncia. que nutría el aura cultivada de la re<~ leza.
Hoy ya no es posible limitar de esta manera el manejo de la visibilidad .
La ilrena mediada d e la política moderna es un nrena abierta y accesible
en una form.1 que no Jo era n bs asamblea~ y )J cortes tradicionales. Ade-
rnf.s, dadél la n<~tura 1eza de la comunicación de masas, los mensajes
trans mi !idos por los medíos se pueden recibir d e mnneras que no pue-
den ser vigiladas y controlndas dírectvmente por lo comunicadores. De
este modo, la v isi bilidod creada por ia comunicación de masas puede
se r tambié n hicnte de un nuevo tipo de fragilidad: por mucho que los
líderes poHLiL'OS intenten m,:meJar su vú·ihilida~ el fenómeno mismo de ésta
puedeescaparasucontrol_y.<><Xi1Varru,:dquierapoyoqueput:dan tener obus-
C/Ir. Los líderes políticos pueden ser destruidos por un arranque emocional,
por una observación improvisada o por una acción torpe: así, la ca ída
del poder puede ser increíblemente rápid a. De manera más importante,
el ejercicio del p ode r político se da hoy en una arena que está cada vez
más él la vi~ta, por rnuc:ho c¡ue los líderes políticos duros puedan tra tar
d\.· controlar y li mit<~r is visibilidad . Por ta nto, el despliegue de tropas
n •:Jr te americana s e n el Sures te As i jtico o e n América CentraL o l.:t
represión de las ma ¡ ifestaciones en China, Sudáfrica o la Franja Occi-
dental, son actividades que o u mm en un nuevo tipo de á mbito público:
son visibles, observ ables, factibles de ser presenciadas de manera simultéined
.~59
por millones de individuos dispersos por todo el orbe. El ejercicio del
poder politico está sujeto a un tipo de escrutinio global que simplemente
no existía antes del advenimiento de la comunicación masiva, y en es -
pecial de la televisión . Dada la posibilidad de dicho escrutinio} las
acciones políticas suponen desgas sin precedente y pueden exponer a
un régimen a la condena internacional y al aislamiento político y eco-
nómico. La visibilidad creada por la comunicación de milsas es annn de
dos filos : Aunque hoy díu tos líderes políticos deben tratar continuamen-
te de manejl'lrla, no pueden controlarla por completo . La visibilidad
mediada es una condición inevitable de la política institucionalizada
en la era moderna , pero tiene consecuencias incontrolables para el ejer-
cicio del poder político.
LA COMUNICAClÓN MASIVA
ENTRE EL MERCADO Y EL ESTADO
13 Véa~e S. H . Steinbcrg. Fi1'e Hulllired Yt'.-lr.:i of /'rinling. _op.cil.; Arthur Aspin~ \1, f'oli!ns
amf !he i'ress, c. J/ i7- l 850(l3ri¡;hton: J-la¡ ves te r, J<J?3); y George. Boyce, jamt•;, Curr JJi y
Pau\íne Wingate ed _), N e vsp,1p er 1fis1vr_v !ro m thf' .::;e,··enteenth C'i·mury lo tbe Preseni
i>.-~_:•, ...op.át.
Yíl
l
y la publicidad en los siglos XVJI, xvm y xrx se acompañó de intentos
prolongados, por parte de ]as autoridades estatales, por controlar, limi-
tar y el.imín<lf la publicación de periódicos, panfletos y libros comúnmente
considerados por dichi'ls autoridades corno peligrosos y pervertidores,
como «vehículos de falsedad y malos princi pios>>, en palabras del perio-
dista conservador Wílliam Cobbctt. H La lud 1a jnicial por la libertad de
prensa fue esencialmente una luC'ha en contra de los controles estatales,
los cuales adop ta ron un.1 variedad de formas que iban del cobro de im-
ptlcstos a la censura LJbícrta . Hc"lsla cierto punto, esta lucha coincidió
con, y encontró una voz cfectivil en el d es <Hrollo del pensamiento
liberal democrát-ico, el cual se preocupó, cntn' oir,:s cosas, por definir y
defender ia libertad de los individuus en contra del <.>jercicio exces: \- n
y represivo del poder estatal. A comienzos del sig)o X!X, en una épocJ en
que la prensa de Cnm Bretaii.a llevaba a cabo un,1 cam.p~J'\a en contra
de los aranceles (los lldinad os «impu "sl'os a l COJWcrmiun't o»), los prime-
ros pen..c:;adores il iber-1les (: onw _kn'my Bentham, Ja n'l.es M_ü! y John Stuart
Mill emprendieron una t>loc w:·ntc e illfluyente d cfe ns~ de la libertad de
prensa . Consideraron que l<1: li hre E-xpresión de la opinión a través d<:' los
órganos dr un<l prensa independiente era el principal medio donde se
podían expresar un<> diversidad eh:' punto~ de vista, se podía form;u una
opinión pübliCí:l ilustradi1, y se rodían controlar los abusos del poder
estatal de los gobternos tiránicos o corruptos. 1 ~ Aunque los punto.s de
\ ' !Sta de los primeros li.berales ingleses d 'i .ferían en varios aspectos, en
14 "Cobbc!l '.s Poli li c ~ l Regis:cr'' (1 -l ,¡,~ m;; y de 1803). cilrtd n en .'\spínal l. ?o/ltks d.lld th, ·
Pic'-'-i_. .. op cit., p. lO.
15 Yé;~se en Jam es 1\·íil l. "Liber !v o l íh e F re~$ " , c.:n jd __ E,;:;a_v-> on Cm:ernm cnt,
e~ peci a l
_!wi,p mdence, Liber~v
olthc !'re ·:; .wd La w o/ N,J/iOn.~- ( N u eva York: K eH•, 1967); y John
St~nrt M ili, "On Liber·ty'', en id. Utilit.J n im ism. On U ber!J .mJ -~onsider.llions on
Ncpn•st'n/¡¡tivc C:on•rnrn.-·nt, cd . H 13. Arton (Lond re'i: D~nt, l 972).¡tr.1tl .casl. Ali;;nz<l
~;ci:tori,ll]
expondría y criticar.ía las actividades de Jos gobernantes y los principios
sobre los que se basan sus decisiones.
La h1cha inicial por la libertad de prensa tuvo cierto éxito, y en el
curso de los siglos xvnJ y XIX/ el princLpío de la libre expresión de los
pensamientos y las opiniones se incorporó a la constitución de muchos
Estados occidentales. En Gran Bretana, el Decreto del Parlamento que
imponía una censura a la prensa expiró en 1695 y nunca más se reno-
vó, de manera que los individuos gozaban formalmente de la lioertad
de publicar lo que desearan siempre y cuando no fuese blasfemo, sedi-
cioso, obsceno o di famatorio, en cuyo caso tendrían que responder ante
una corte de ju sticia. Sin embargo, la proh1bición de los textos que se
consideraban blasfe mos o sediciosos continuó siendo un polémico asun-
to politico y se exacerbó por el hecho de que los aranceles tuvieron un efecto
desproporcionado obre los periódicos y p<mfletos radicales baratos. Só-
lo hasta !a pr Lm e ra 1ni tad del..,iglo x rx se eliminaron los impuestos y
M ilnt:eh:'s óp eci<~. l es sobre. la prensa: el impues to il lns panflclos se revo-
'. ó l!!n 1833; d d el pe riód ico se redujo i1 un ¡.~ c nique en 1836 y luego se
eliminó totalm ente en lS55; y el arcmccl d e l pc1pel se revocó en 1861.
Estas reformas l.egalcs pre par;nnn el camino pnr<> la expansión de la.
prensa y de la indus tria editorizd/ que ya estaban adquiriendo un rápi··
do cambio tecn ológico. De esta manera, el desarrollo subsecuenie de
estas ind us trias en Cr~n Rretaña y en otras sociedades occidentales ocu-
rrió en un mZlrc p oli ü co y legal que reconoció formalmente el principio
de la libertad d e e xpresión: los individuos !·enian derecho a expresar sus
opiniones en un a p rens<:~ libre e independiente, sujeta sólo a bs limita-
cionl:'s, que han va riado históric<1mente y de un contexto nadonal a oiro,
de que lo qu(' se escri ba no sea considerado blasfemo/ sedicioso/ obsceno,
difamatorio(), en gene ral, calumnioso; y las limitaciones que circunscriben
este derecho nD hab rán de .1p1icarse pro(lctivnmentc en la fonn<1 de una
et'nsura o un control esta ta l, s jno sólo relroactivamenle al reqt1erir que
un individuo acusa d o d.c libel o se presente a un juzgado.
El recon ocimiento político y legal de la li bt>rta d de cxpresíón es un
rasgo ímportant de nw chos Es L<1dos occidcn!Jlcs. Es un testl!nonio de
lo::, <~sfuerzos d t' n1u ch os indi VJ th:os que luch<non, muchas veces con
gran arrojo, en contra de la cerrada oposición de los funcionarios con-
servadores y reaccionarios del Estado, y es un tributo a la visión política
del primer pensamiento dem.ocrático liberal. Asimismo, los problemas
suscitados por la lucha histórica no poseen de ninguna manera nada
más un inrerés histórico: sea que se consideren las controversias actua-
les sobre la libcrtarl de expresión en las sociedades de Europa del Este y
en la Unión Soviética, o los recientes iní:entos por eliminar publicaciones
o programas de diversos tipos en sociedades occidentales como Gran
Bretaña, se puede apreciar que el principio de la libre expresión retiene
hoy su potcncinl réldi.;:al y crític-o. En un mundo donde es común la eli-
minación política de la información y de las ide,1s, todavía conserva su
vigencia la elocuente defensa que hizo John Stuart Mili de la libertad de
expresar los pensamientos y las opiniones, por muy irnpopulares o in-
cómodos que puedan result<H para las autoridades establecidas. Sin
embargo , la nal'uralc;:a. y la organización de bs jnJustrias de los medios
hém cambiado enormemente d~sde contieniOS del siglo XIX, y a la luz de
L' S tos des,<rrollos podemos observar que la teoría liber;ll tra rl iciona l de la
prensa libre posee, a lo sumo.~ un valor limitado para pensM acerca del
papel de las instituóoncs de los medios en las sonedades modernas. Los
desarrollos más importantes en relación con lo anterior son: (1) lacre-
ciente (0ncentn1ción y comercialización de las industriils de los medios;
y (2) el desarrollo de m1evas t-ecnologías de los medio::;. Hay otTO problema
con b teoría liberal tr,1dicional que tiene que ver con: (3) la naturaleza
de las limitaciones icg[ti m,1s de la libertad de expresión. Permítaseme
considerar cada uno de estos puntos.
J. L(l teorí<1 libera! tradicíonill de la prensa libre daba por sentado que
1,1 libre ernpre~a era la base ele 1<~ libertad de expl'esión. La libre ex-
pre_sión de los pens ami ' Otos y las opiniOl1t'S sólo podía hacerse
rcalicbd en la nwdída en (lUi.:' bs institu,:;orws de J¿¡ prensa fuesen
inde p e ndien t s dd Est,1dn y se situaran en el campo privado donde
pod rümllev ,n a cabo sus actividades con un rnínimo de limitaciones:
según b teo ríc1 liber<li tréldicional, un cnk,,-;uc laLc;sez-fmiehacia la ac-
livi,!ad ,,,cmu)n-,;,~,l era lr~ nH·,¡¡·apartid<l nal"uri11 de la liber la d individual,
incluida la libertad de pensamiento y expresión. 16 Y, en efecto, fue
sobre esta base que se desarrollaron la prensa y la industria editorial
en Gran Bretail.a y en otras sociedades occidentnles en el curso de los
siglos xtx y xx. Sin embargo, una consecuencia del crecimiento de estas
industrias fue que, a comienzos del siglo xx, la libertad de expresión
enfrentó cada vez más una nueva amenaza: amenaza que surgía no
de un ejerdcio represivo del poder estatai sino m_ás bien del crecimiento
ilimitado de la prensa y la industria edítoria l como intereses comer-
oales. En el capÍhllo anterior exploré el desarrollo de los periódicos de
circulación ma.siv a a fines del siglo xlx/ y la creciente concentración
de recursos en la prensa, y en las industrias de los medios en general,
en el curso del siglo xx. La prensa y, de manera más general, las ins-
tituciones de los medios se han transformado cada vez más en
gra ndcs organiza eiones económicas orientadas hacia la producción
y difusión de bje n es simbólicos de circulación masiva, y se han inte-
grado cada vez m ás a conglomerados de comunicación trasnacionales
y diver.,;,ificados. Esto ~ d esarrollos cuestionan seriamente la relevan-
cia que hcnc !;; teoría liberal tradicional para las condiciones sociales
y econéJrnicas de la Cl)mun)c,Kión de masas a Iines del sig lo xx_ Si
bien la prensa y otras i_nsti tucioncs de los medios pueden h aber man-
tenido un am_plio grado ele !ndependencí.1 del poder estatal, muchas
d(~ ellas han qu edado atrapad<ls en un pron_-so que dil por resultado
un grado de conceJitración sin precedente -tanto de recursos como
de poder- en el cam p o privado. En estas circunstancias, la teoría li-
berai tradicion al de la prensa libre, considerada como un vehículo
para la libre expresión d e diversos pensamientos y opiniones, posee
un valor limitéldo. La t·eoría enfatiza correctamente c¡ue la indepen-
dencia de las ins tituciones de los medios ante el Estado es un rasgo
vi tal de la dcn:tocracia moderna y una precondición esencial de la
capacidad de lo individuos p;ua comentar crítica y públicamente el
ejercicio d el poder estatal; nn obstante, la teoría. subestima los pelí-
gros que su rg en del hecho de que la:~ instituciones dL~ los medios
.167
j
Existen dos áreas principales en que dicha intervención es a la vez
común y motivo de controversia: en el <Írea de la obscenidad y en la
de la seguridad estatal. Los problemas s uscitados por ambas son ex-
tremadamente complejos y sin duda e x.iste lugar para un desacuerdo
l~g ítimo . No quiero des¿¡rroll<H ¡:¡quí los argumentos que existen en
bvor o en contra de la intervención est<1tal en estas áre as, sino sim-
plemente considerar SI L1 teoría liberal tr;; dícional sirve de algun,1
manera pa ra in te ntar resolv er s-c nwj.1n tes disputas. De hecho, John
Sluart Mili no aborda en detalle la cuestión de la nJtun:deza de las
limitaciones legítimas a la libertad de e xpresión, y los pasajes de su
ens<1yo clásico «Ün Libcrty" c¡ue se relacioné'11n con el asunto son a lo
sumo vagos y ambiguos. Por una p;utc, <<el principio del daño» de
Mil!, según el cual las acciones de los individuos pueden ser sancio-
nildas le gí ti m:-~mcnte p o r el Estado sóio si danan a los demás o s t
pt.'rjudica n los intereses de otros, podría interpretarse como una jus-
tiftcrJCión par<:l un ,1 m íním<l intromis ión est·aral en la difusión de l as
fo rma!:> s.irnbólica.s que un indivi d uo pu;:de decidi r consu mir o pasar
por alto, y que sí se d ecid e ;1 C\m~; um i r],, s puede h<l cerlo en privado,
en el aisl,Hn iento de su propio hog ar. Por otra ¡:'<'.rie, el mismo princi-
pio p o drí,1 in rt::rpretars<? cnmo un a j u ~·, tifict~ Lión para una amplia
i..n terv ención estat¡¡J en la esfera de lél comu nicación de mas as, puesto
q ue 1 odría argu rnentélrsc c1ue las pu bl k aci onc-~ 'bscenos o la divulga-
c íó·1 de inforuélción política d~ !icada wj <1 ii.a a lo:~ demás » o «perjudica
los intt:·rescs de k's d Pm hs >>: mucho dt' F(!nde en gran medida de có-
m.o se comprendan cstll s expresiones c lave. De paso, Mili hace notar
que las ofensas en conlra de la decen cia no son sancionables por s í
m1srnas, pero que « SÍ se h<1cen públicam ente constituyen una viola-
ción;:¡ Jos buenos nwcLJ lcs, y al qued ar así dentro de la categoría de
[;:¡ s ofensas en contra de los demás, p ueden ser prohibidas con justa
ri'zÓn »' i" Sin embr~rgo, csh'l condición , de aplicarse consistentemen-
te a la producción y dita sión en gran escala de las formas simbólica s
en la era d e la comunicación de m<l.sas, podría dar por resultado un<~
J7 /í. !em.
~68
política de medios muy restrictiva que poco diferiría de aquélla
exigida por partidaríos conservadores actuales como Mary V\Thite-
house. Pm lanto, aunque la teoría liberal tradicional de la prensa
libre sigue siendo un punto de referencia importante para los deba-
tes contemporán eos, pienso que no puede decirse que proporcione
hoy día un enfoque totalmente daro y satisfactorio para algunas de
las preguntas clave de la política de medios.
18 Vt•a¡;('J e w. Re 'lh, !JrooJdCr1Sf /)( ' i:T /Jrit,Jin (L on drt·~: llodder a nd S to ~is h:on, l 92·1).
PP- 57 ' S$.; y A.-a Briggs, The fiirth ,,¡ Bm,1dca ·tin,J;, .or.rit., pp. 234-2_;y
llJ J. C. W. Reí1 1, Ir: tu thc Wind (Lundrcs: 1-l o d~.er .md Sto ugh\on, 19.J 9). p 103.
570
La BBC ha cambiado ciertamente desde los años de Reith. No sólo
ha crecido enormemente en cuanto a tamailo y producción, sino que
también ha perdido algo de su celo misionero, el cual se ha moderado
en parte por la ansiedad competitiva inducida por el advenimiento de
la televisión comercial. Sin embargo, el principio de la difusión de ser-
vicio público contimía siendo fundamental para la BBC y, en el contexto
de los actuales debates acerca del futuro de la radiodifusión, es defen-
dida por individuos de posturas políticas ampliamente diferentes. Pienso
que no cabe dllC!a de queJa BlK, bajo la guía de este principio, ha pro-
ducido materiales de una calidad sobresaliente y de un valor duradero .
Muchos programas de la !HK són un testimonio d e l hecho de gue las
instituciones de radiodifusión pueden operar muy efectivamente en el
campo público, es decir, en un marco institucional que no es propiedad
privadJ y que no se orienta hacia la obtención de ganancias. Sin embar-
go, si reviSc\mos Lls formas en qve la Bl3C ha operado en ÜJ práctica,
también está dar(1 q1te existen serios defectos en cuanto al principio de
la radiodifu si ón je servicio público, por lo menos en la forma original-
mente cli";borada por Reith. Una vez más, permítasemc limitarme a tres
consideraciones: (1} la conc:entración del poder en manos de una élite
burocr<'ttica; (2) la StEC<'ptibilidad de l<1s i.nstituciones difusoras ante el
ejercicio del poder estatal y de la presión gubernamente1l; y (3) lél difi-
cultad para man~ c ner el prindpio tradicLoní.'tl de liJ difusión de servicio
público frente a las nuevr~s tecnologías de los medíos.
.~71
ante un consejo de directores nombrados por el gobierno en tumo.
Aunque los directores intervienen rara vez en las operaciones coti-
dianas de la Bl3C, son responsables de nombrar o de remplazar al
director general, y sus puntos de vista pm;den ser ouciales en épocas de
crisis. La dirección de la responsabilidad se da estrictamente.hacia
arriba y existe un considerable poder en manos del director general.
r ,wa ser una insl'itución a lo que se ha confiado el monopolio total o
parcial del campo de la radiodifusión, este tipo de organización
jerárquica es ciertamente cuestionable. C.nfiere el control total de la
institución al poder de una éJite, la cual, en virtud de su sistema de
nombramiento, tiende a incluir .1 individuos provenientes de un
marco socral privilegiado y relativamente estrecho. Si examinamos
los antecedentes sociales de los directores y de los directores gene-
rales de la BI3C desde la década de !920, encontraremos que casi la
mitad eran graduados de Oxford y<. ' am br idge; alrededor de uno de
cada cuatro provenía del mundo de los negocios o de las finanzas,
mientras que sólo uno de 15 tenía antecedentes sindicales; y lama-
yoría han sido blancos y varones." 0 Por supuesto, corno en todas las
organizaciones complejas, el poder no está solamente en manos de
dicha élite hurocr<Hica. El funcionamiento cotidiano de la snc impli-
ca un proceso continuo y complejn dL' torna de de~: isiones en muchos
niveles diferentes de la instituci ó n. Pero d carácter distintivo y
rumbo generales de la institución están influidos por los valores
de la élite, cuyos puntos de vista pueden ser, en circunstancias par-
ticulares, decisivos.
El hecho de que la BBC haya desarroH il do una organización fuerte-
mente jerárquica, y el hecho de que los puestos superiores de la
institución hayan sido ocupados por individuos extraídos de ante-
cedentes sociales relativamente restrin g idos, no demuestran en sí
que el prínci.pio de lil radiodifusión de servicio público sea defectuoso.
Puede ser que el marco i.nstitucioncl en el cual se insertó el principio
211 Véase As,; Briggs, Coveming tflr BBC (Londres· 13ritish Broadcasti ng CorporJ tion, i 979)_
c <~ p. 2, y Sluarl !-!vOl!, On TdevJsion, 2J.ed. (Lon d res: Pl u to Press, 1983), p. 41.
3-r)
'-
en Gran Bretaüa debía tanto a la personalidad distintiva de Reith,
cuyas inclinaciones autocráticas y elitistas eran muy conocidas, como
al principio de la radiodifusión de servicio público como tal. Sin em-
bargo, existe un serio riesgo de facilitar la concentración del poder
cuando la difusión se organiza de acuerdo con un principio que exi-
ge el establecimiento de un control unificado sobre la difusión por
parte de uni'l institución encargada del mantenimiento de est8nda-
res elevados de calidad y buen gusto. Los criterios de calidad y buen
gusto no operan en un vacío social, esián condicionados por procesos
d~ culhtra o refinamiento diferencic1dos socíalmenteY Cuanto más se
confían dichos criterios en manos de un pequeño círculo de indivi-
duos nombra dos, mayor es el riesgo de que el producto refleje las
sensibilidades " ultivadas de grupos o estratos sociales particulares.
Cuando The Listenercomen:zó a llevar a cabo sondeos entre el público
en 1936, encontró un wado consider3ble de indiferencia entre los escu-
chas de la dase trabajadora, que ya estab<w cansados de los conciertos
de Toscanirú y guc con frecuencia sintonizaban estaciones comercia-
les extranjeras p ara descansar de la Alta Cultura.22 El hecho de que
aún hoy, bajo ci sistema duopolístico de transmisión televisiva, los
canales de la suc sean significativamente más populares que los de la.
tTV entre !os espectadores de clase media aHa , y que la nv sea más
2: E5'te p u nto f ' (k m ostr<J.d o ccm amp litu d por Pi erre 13ourdieu, en Distinction. A Soci-:~1
Cnti.¡ue ulih<' }uJgement o! Taste_. ..op.dt.
22 VéJse Krish,\ n Ku m u, "Public Droa dcasting and thc Public lntcrest"J en Colln
/vlacCabe y O lí vi<~ S tew~r t (ed .), The BBC and Pub/le Servn:e Broado b·Jm¡; (Milnchesler:
!v!;;n(he~;ter Univcrsity Press, 1986), pp 50 y s.
manera de evitar que ocurra esto y los riesgos asociados es buscar
e xplícitamente desconcentrar el poder en la esfera de la radiodifu-
sión al establecer 1ma multiplicidad de cuerpos de toma de decisiones,
lo que describiré como pluralismo regulado . Pero antes de elaborar
semejante propuesta, quiero abordar clgunos probLemas afines al
principio de la radiodifusión de servicio público .
2. Desde el advenimiento de la réldío y la televisión, líls jnshtuciones de
difusión han sido par:icularmente susceptibles al ejcrclCÍO del poder
por parte de los miembros del gobierno y dl' los funcionarios del Es-
tado. Hacia los comienzos del siglo xx, la lucha por establecer una
prensa libre de manera formal se había ganado en buena medida
en muchas sociedades occidentales, y las limit?.ciones que operaban en
el call\po de la prensa <~Sumían cada vez rnás la forma de imperati-
vos económicos surgidos más del carácter comercial de la prensa que
de sancíones políticas ilbiertas. Sin em bargo, con el desarrollo de la
radiodifusión desde el principio de la d ifusión de servicio público, se
estableció un nuevo conjunto de relaciones entre e\ Estado y las ins-
tituóones gubernamentales, por una parte, y las insti tucjones de
comunicación ele masas, por la otra . Re ith retuvo parte de la ide,,
l iberal tréidicional de una prensil libre, pero la reformuló de mélnera
sustanciul en el contexto de un medio que tenía urta cantidad estríc-
tnmente lim.itoda de Ci'tn,1 les de lr;m.srnisión y sob re el cual ~'ra esencial,
st' gün él, un control unific1dn que obrara e n e l inkrés público. El
agente de control podría sostener L1 idea iibera1 trildicional en este
nuevo contexto sólos¡ se mantenía ~scrupulosamente neutral en re -
lación con los partidos politicos y los grupos de interés organizado, y
sC' ai~laba dd gobierno <:;n turno por el mecanismo del cobro de licencias,
qut_' proporcionaba a la ~>R C tm<l. ftl ente d e in gresos independiente de
k•s fondos otorg;1dos por el gobierna. La nt?u tralidi1d ;l d(lptada por
lf BBC es un ideal opt>nfivo esencial dado s u cM,'ictcr com0 i. nstitución
dl' difusión de servicio público: como u n<! institución que, a pesar de
su c«rL kler m on olíti co y de su ubicaci ón (-'11 t'l Cillnpo püblico, pu ede
d e>c b r ar que es independiente del Estad o y de la rrcsión gubernil -
ml:'nt;¡J. y que ;¡ c túa en función d el mterés J'l:Íblico.
El problema es que este ideal operativo ha entrado en componendas
con mucha frecu~ncia en la práctka. Desde sus orígenes hasta el pre-
sente, la l3BC ha estado a menudo en sih1aciones difíciJcs donde entraron
en juego intereses en conflicto y donde se tuvo que decidir qué tr<ms-
mitir y cómo transmitirlo. Dado el marco institucional de la ose,
siempr e exi:3ti6 el riesgo de que este proceso de toma de decisiones
favon>cit;ri1 ·;istemátícamente, en los casos donde estaban en juego
un conflicto serio o la seguridad nacional, a los intereses del Estado
o v los funcionarios de gobierno. Como bien se sabe, esto es exacta-
mente lo que ocurrió en la primera. crisis de este tipo que enfrentó l<1
BUC: la Huelga Gcneral de 1926. Reith se opuso a los int·entos de al-
gunos miemb ros del gobierno por «requisar» la BBC, alegando que
dicha acción se ría a la vez contraproducente e innecesaria: «Si el
gobierno es fuerte y su causa correcta no es necesario adoptar tales
medidas . Concediendo que la nsc sea par<'! el pueblo, y que el Go-
bierno sea p<lra el pueblo, se desprende que la snc también dehe estar
con el :.' obicmo en esta cris is».~3 El argumento de Reith es significa-
tivo por lo que revela en cuanto a los riesgos ocultos de la radiodifusión
de servicio público: en momentos de crisis, la difi.cultad p.:~ra definir
«el interés ¡: ú blico» se puede resolver, sugirió, alineando tempo-
ralmente a lil institución difusora con el gobierno, el n1al debe en
pri.ncipio ten er en mc·nte el bic>nestzn del pueblo en su totalidad. Para
quienes se preocu pan de la l1berti1d que deben tener las instituciones
de díJ"usión en relación con el Estado, son claros los peli.gros que en-
trai\a est·z¡ salida temporal. El caso no es simplemente que, a raiz de
lil gran Huelga Gcneri\1 o en diversas ocasiones desde entonces, l;; g1;¡_
hnya (avore ido al gobierno o se hi'lya doblegado <mte la presión d(~
éste o de oh-as instancias del Estado; rné5s bien, el punto es que el prin-
cipio de la r<)diodifusión de servicio público, a.l abogM por ur> control
unificado sobrt. la difusión, al ubicar Ll las instituciones de difusión
en el o11npo ptíblico y al encargarles la tarea de ach.1ar en función del
interés público, lieva consigo el riesgo de que la neutralidad buscad él
576
j
Reith. Despojado de sus ambiciones generalizadoras, la cuestión que
queda es si el principio de la radiodifusión de servicio público tiene
algún papel que desempeñar en la nueva configuración de los medios
técnicos y de las instituciones que está introduciendo el despliegue de
las nuevas tecnologías.
El dcspheguc de las nuevas tecnologías de comunicación ha puesto
de relieve otro rasgo de la rransmis.ión cultural en el mundo moder-
no que tiende a oponerse al principio de la radiodifusión de servicio
público formulado originalmente por Reith: su carácter global y glo-
balizante . En su furmulación original, el principio de radiodifusión
de servicio púl lico se estableció en el contexto del Estado-nación. La
principal institución difusora, desde el punto de vista de Reith, sería
una institución nacional capaz de llegar simultáneamente a todos
los hogares del país. «La radiodifusión debería ser operada a escala
nacion<ll, p<~r<'i el servicio nacional y por una sola z.utoridad nacio-
nal", afirmó ci BBC Yearhook dQ] allo 1933.~.; El problerna con este
punto de vist<1 d e la radio(lifusión de servicio pübUcn J csc?.la nilcional
es doble : por u n lado, el i_:<knto por constih1ir un servicio de difusión
nacional pul-de llevar a la exclusión o mnrgin.1liz,1Ción de los inte-
reses y las preoc upaciones regionales y locales, asunto que ha sido
muy debatido en dr-cadas recientes; y por el otro, este intento puede
ser socavado por lJ creciente glohalización de la difusión cultural en
el mundo moderno. En una época en que las películas y los progr;¡-
m.as de tclevi::,iún s...: venden cadn vez mi'is en un mercado i.ntemacional,
y en que los medios técnicos de difusión son cada vez mas capaces
de difundir materiales audiovisuales a través de L1s fronterils nacio-
nales, se hará _ada vez m ás difícil int-ent<lr aislar a las instituciones
de difusic"m d E· las presiones y procesos mternncion<1les y trasnilcio-
nales. En b seccir'm siguiente sugeriré que, en vez de embMC<Jmos en
una acción de re taguardia con la esperanza de sostener un;:: ick ,\ cuyo
tiempo ya p asó ,n muchos sentidos, rwet:si tamos repensar la orga-
2.:1 BJJC Y~arbook, 1933,. (ii,1dn en Komar, "Public Serv1ce !Jroadcasting .md thc Pubhc
lntere.~t'' , ... op.cit., p. S-.
nizadón y ei papel de las instituciones de difusión de tma manera que
aproveche de manera creativa las oportunidades que abren el de-
san·ollo de las indus!Tias de los medios y el despliegue de las nuevas
tecnologi¡:¡s de la comunicación.
379
cualquier fuerza que pudiera haber tenido. Las tecnologías de cable y
de satélite han aumentado considerablemente los canales disponibles
en algunos países y, durante las próximas décadas, continuarán hacién-
dolo L:n otros. Pero puede dudarsc con just<~ razón de que, si se deja sólo
a las fuerzas del mercado, la expansión d~· l<l Gl.pacidad de producción
causada por el despliegue de estos nuevos medios técnicos logre dar por
resultado un aurncnto significativo en el pluralismo en vez de otro
aumento más en la concentración de recursos en manos de los grandes
conglom.erados de la comunicarión. 2-'
De este modo, el principio del pluralismo regulado exige, en pri-
mera instancia, una desconcenfración de recursos en fns industrias de Jo.c;
medios. La tendenciLl hacia la concentración de recursos en la industria
de los medios debería frenarse y revertirse por medio de una legislación
que linutc las actividades de los conglomerado~ de la comunicaóón; por
su parte, en };:¡ esfern de la radiodifusión, la idea original de Reith en
.._-u an lo i1 que 1a ril di o di fusión debieril. incltúsc en un control unificado
<'~ una idt·a qut-' decid ida mente tiene que dejc~rsc de lJ.do. Si bien el prin-
cipio del pluralismo regulado exige una in i•.. ,·vención legislativa en las
industrias de los medios, al mismo tiempo requiere, en lo que concierne
a la opcrc;.._-ión rutinaria de las instituciones de los medios, una separa-
ción clara de las insHtuciones de los medios del ej(To;~io del poder esta tal. La
i 1T1portancia de esta independencia fue sub rayaL: a la n to por los teóricos
liberales de la prensa libre como por los fun da dores d e la rildiodifusión
de servicio público, nunque por mi cuenta he a rgum entado que la realiza-
ción Lnstitucional de la radiodifusión de servitiO público ha comprometido
su independencia en algunos sentidos. Estos aspectos gemelos del prin-
cipio del pluralismo regulado -la desconcentración de recursos en Jas
industrias de los medios, la. separación de las i.nstituciones de los medios
del ejercicio del pod er estatal- definen un am plio espacio institucional
par[] el desarrollo de las organizaciones de los medios. El espacio es muy
2S En m i tJp in i1ín, los f'tli¡_; ro_- d e l.1 co ncc•ni rac ;ón to rporJti v ~ m los c~m pos de las nu evas
le cn o logias d ~ co mun icación son su bes tim ad os por lthiel d~, Sob Pool en su estu d io,
p (n lo d em.Ss profundo e ilumtn adox, Tcchno!ogies o! Frf'i'dom (Cambr idge, Massa ch u-
se :ts: !-!arv,ud Univcrsily i'ress, i983)
amplio en efecto, y lo es intencionalmente : existe espacio para una va-
riedad de diferentes formas de propiedad y control en el campo público,
en el campo privado y de io que describí antes como el campo de las
organizaciones intermedias. Con todo, ese espacio no deja de tener sus
límites. Es un espacio entre la operación sin obstáculos de las fuerzas del
mercado, por tma parte, y el control directo de las instituciones de los me-
dios por parte d el Estado, por la otra . Es al situar las instituciones cielos
medios en el espacio existente entre el mercado y el Estado que el prin-
cipio del pluralismo regulado puede ponerse en práctica de la m¡¡ncra
más efectiva.
Las mancrns específic()s en que las instituciones de los medios se
pueden desarrollar en ese espacio, y las form,1S de regulación que pueden
ser necesarias y adecuadas, variarán de una esfera de la comu111cacíón
masiva a otra, y no intentaré aquí examinar estos asuntos en detalle 2~> Sim-
plemente apuntCHé que, en li1 esfera de la televisión/ puede ser adecuado
establecer hoy una distinción más precisa entre los aparatos institucio-
nales de difu s ión, por una p<Hte, y las instituciones implicadas en la
producción de progran 1.as d, , televisión, por la otra. Los procesos de produc-
ci(,,, y de difusi ón n o tienen que fusionélrSe en la misma institución , m.mque
histórícame!1.te se han com binado casi siempre. A medida gue aumenti\n
los canales de difus ión disponibles, se crean, en principl0 más oportu- 1
/.h í'..Hú análiSIS rc, ciente-s <1C<:rra d !' a lgu n os JSl:l'tos :-e!ev~nie ~, vé<lS~ Wílh~m H . Mt' !ody,
" C o mmunl cil tlfln Pulí cv in the Gl obal lnfonniltíor~ Economy : Whiih<'r th c l'u b líc
lnk rl'st?", t~ n )1k r¡ur ie Fer¡;uson (ed .). Pvblic Comrnunicatn>n: The /1/ew lmpnalh·es
(Londres y N ewb ury Park, Ca ll forn i,): Sage, 1990), pp . 16-39, y james Mic h a(· ],
'"Regulatin g Com mun íco tions Med ía : From the Discretíon of Scnmd Chap $ to the
Ar~IJ!m nls of La wy en:; ", en ibid., pp. 40-60.
Pero el desarrollo efectivo de esta clivisión institucional en el contexto de
las temologías cambí.antes requerirá Lma serií:! de mecanismos rei:;uladores
para asegurar, primero, que los canales de difusión se desarroHen de
una manera que sea a la vez p lura1ista y que responda a las necesidades
e intereses de los receptores; y en segundo lugar, que las organizacio-
nes de producción tengan acceso a diferentes fuentes de financiamiento,
tanto públicas como privadas, <1 fin de que bs organizaciones dedicadas
a produl·ir ¡ r ogramas de aJto costo, o a atender lo~ intereses y gustos de
lñs minorías, no sean eliminadas automá ticamente por el fltljo de fondos
destinados a los programas que prometan las m ás altas ganancias por
la menor inversión.
Puesto que el despliegue de las nuevas tecnologías de comunica-
ción estó causando que la comunicación de masas tenga un cctrácter Ci\da
vez más global, el principio mismo del pluralismo regulado debe colo-
carse en un contexto trasnacional. Desde la perspectiva de este principio,
1,1 creciente globnlización de b. comunicación masiva presenta a la vez
nut:Va5 oportunidades y n uevos peligros. Nuevas oportunidades en el
5E'ntido de que los nuevos merc"dos son cre,H.ios pilr<l distribuir progrn-
ma s producidos por organizaciones i!"H.iependientt:s, y en el sentido de
que el proceso de difusión mismo ya no se puede conceptuar úni -
G.l!hc.:nle en términos ele los limites e intereses del Est,,do-nación. Pero
tambié11 nuevos peligros en d sentido d e que, sin una reglamentación
cuidadosa, el desarrollo de los nt~evos medios puede repetir simplemen-
te el camino seguido por la prensa y la industria editorial durante los
dltimos 50 aúos, es d ecir, el C<! m ino de una creciente concentración de
los recursos en manos de los conglomerado~ de la comunic<lción. Da do
el ca rácter trasn acional de los n ue vos medios de difusión, la regulación
n ece s Mia para evitar este resultado tcndr;1 que ser a l.1 vez nacional e
in tern ilc ion;l L Los Estados p .1 rtícu lnres, así como los E5tados asociados
en tn~ sí, tendrán que dar los pasos nece:c.<Hios para nsegurar que los nue-
vos -a n:•ks de difusión q u e están abriéndose por el despliegue de las
nuevas ten "tologíils no queden controL1dos de tal ma nera que se .sacri fi-
quen el p!ur.::lisino _v la sen sibilidad en e! nltar de la libre cmpn.:S•J . Esta
rc~rons¡¡bi lida<i reg ubtoria &'debe enfrenta r de m.mera directa y abier ta;
no hacerlo implicaría perder, o significativa y acaso irreversiblemente
disminuir, una oportunidad sin precedente para enriquecer la vida so-
cial y política en las sociedades modernas.
58G
embargo, para un fuh1ro previsible, es probable que los modos de
acceso a la producción y propagación de las formas simbólicas en el
campo de la difusión continúen estando muy limitados y fundamen-
talmente determinados por los rasgos de organización de las grandes
instituciones de los medios y conglomerados de la comunicación. En
contraste con el acceso restringido por ellildO de la producción y di-
fusión, las form as imbólicas trnnsmitidas por medios electrónicos
como 1<• televisión se car acterizan por unu rtccesibilidad relativamente
ilimitada por el lado d e la recepción. Puede ser que se tengan que sa-
tisfacer ciertas condiciones materiales, técnicas, financieras y legales
,1 fin de que st~ dé la actividad receptiva; puede ser que-los individuos
5H7
mediadas electrónicamente ocupan un sitio en la operación de la
ideología en las sociedades modernas .
Tesis 3: No podemos analizar el carácter ideológico de la comwúcacíón
de masas examinandosóJo los rasgos de arga.nb.-Edón de las institudones de
Jos medJos o las caraderísticas de Jos mensajes de los medios/ más bien los
nw..nsajes de Jos nl«il'os se deben f11Ul.iizar tamhién en relación con Jos contex-
to:; y prOt.<?,':-DS especí/icos en que Jos individuos que Jos reciben se apropj¡m
de ellos. Como indiqué en el capítulo 2, varios te0rícos contemporá-
neos se han interesado en las formas en qut· la comunicación de .m asas
se ha transformado en un medio hmd<•mental de la ideología en las
sociedades modernas. De este modo, los medios masivos reciben un
papel central como mecanismos de reproducción en lo que describí
como la teoría general de la. reprodu cción social organizada y res-
guardada ideológicamente por el Estado . Además, autores como
Horkhcimer, Adorno y Habermas han jntentado analizar de mane-
ra div e rsa el Cilrácter ideológico de los productos de los medios .
Aparte de las críticas específicas que se p ueden hace:r a estos enfoques,
todos ellos comparten una deficiencia en com ún : la tendenciCl. a
inlerpref,u el carácter ideológico de la comumcaC'ión d e masas en
términos de los rasgos o funciones de las in::-.htuciones de los medios
y de létS características de to~: mensaj<'S de los medios . Se trat<~ de una
deficienc1~ porque no se puede clar por sentado que los mensajes di-
fundido~ por las instituciones de los meJ ios te dr~n, en virtud de la
organiza ión de estas instituciones o de las Cr\ racteristit~;!S de los men-
E:i aji:?S mismos, un efecto dado cuando los individuos reciban los
mensajes, y se apropien de ellos, en el cu rso de sus vida s diarias. No
se puede dar por sentado que los individu os que reciben los mensajes
de los medios, por el mero hecho de recibirlos, sean impulsados a é\C-
tuar d e una manera imitativa y conformisti'l, y que en consecuenci<1
se cirl,ln ¿¡J orden sociat que ayudan a reproducir bs acciones y los
m<..>n:: él jes que supuestamente las impulsan. La ccrtcz<1 de que el retr,1to
pers istente y reverente de CeilUSE'Scu y su séqt1iLo en la televistón es-
tatal rumiln a h.1y¿¡ hecho tan pOCll por ganarles un lug<~r seguro en
el corazón y €'11 la rnente del pueblo es u n !c.stímonio vívido de la
debilidad de semejante suposición. Con base en lo que llamé la fala-
cia del intemalismo, el conjunto de este enfoque del carácter ideológico
de la comurúcación de masas da muchas cosas por sentadas y se debe
remplazar por otro que considere con más cuidado los contextos y
los procesos específicos en que los mensajes producidos y dihmdidos
por las instituciones de los medios son apropiados por los individuos
que los reciben .
Podemos empezar a hacer esta reorientación al situar el anál.ísis del
carácter ideológico de la comunicación de masas en el marco de lo
que he llamado la cuasiinteracción mediada técnicamente. La es-
trucl"ura y el contenido de los mensajes de los medios se deben analizar
en relación con su producción en el marco interactivo principal, y su
recepción en la región principal de recepción, así como en relación
con la cuasiinteracción sostenida entre los comunicadores y los recep-
tores y las íntcr,¡cciones sociales subsecuentes en las que se incorpora
y elabora el contenido de los medios . Además, estos marcos de inter-
acción que se entrelazan se insertan siempre en conjuntos más
amplios de relaciones e instituciones sociales que se estructuran de
ciertas maneras. Sólo al analizar la estructura y el contenido de los
mensajes de los medios en relación con estos marcos de interacción y
conjuntos incluyentes de relaciones sociales podemos examinar el ca-
rácter ideológ ico de los productos de los medios. Como todas las
formas simbólicas, estos productos no son ideológicos en sí; más bien,
lo son sólo en la medida en que sirven, en circunstancias sociohis-
tóricas particulares, para establecer y sostener las relaciones de
dominación. Las circunstancias que tienen tma importancia particular
en este sentido son propias de la región principal de recepción y de
los marcos de interacción y cuasiínteracción vinculados con ella, así
como de los conjuntos más amplios de relaciones e instituciones so-
ciales donde se i.J.1sertan dichos marcos. Puesto que la comun.icación
de masas, y en especial los medios electrónicos, tienen la capacidad
para difundir formas simbólicas a una amplia gama de regiones de
recepción dispersas y alejadas en el espacio (y acaso también en el
tiempo) del lugar de producción, el carácter ideológico de los mensajes
de los medios se intensifica considerablemente en principio y de-
pende en la práctica aún así de una gama diversa de circunstancias
que quedan fuera del contexto en que se produce el mensaje. Por
tanto, cualquier estrategia de construcción si..'nbólica que emplee el
comunicador principal, las maneras en gue se reciban y comprendan
los mensajes de los medios, y las consecuencias que puedan tener para
el mantenimiento o suspensión de las relaciones de poder, depende-
rán de un conjunto de circunstancjas que qu ed an íut:-ra del contexto
de producción y, en alguna medida, fuer¡¡ del control de los produc-
tores. Si la esfera de acción de la ideología en ias sociedades modernas
se ha ampliado en gran medida por el desarrollo de la comunicación
de masas, también han aumentado la complejidad y la ambiguedad
de lo fenómenos ideológicos, en virtud de que !Cls formas simbólicas
circul<m ahora en una multiplicidad de contextos dista ntes en el es-
pacio (y e n el tiempo), estructurados de maneras diversas y en los
cuales las formas simbólicas se pueden interpretar, <.: similar, discutir
o rebatir de maneras que no pueden anticipar o controlar totalmente
los príncip3les comunicadores.
Tesis 4: Los diversos medios de com umL.c-;ción n2as/1ra, y la naturaleza de las
cuasiinteracdones queposíbilit/w ysostíenen, delinen parámetros a1nplios
en Jos cuales adquieren w1 carácter ideológico los mensclje.s transmitidos
por estos medkb~ aunque no constituyen a tBles m ensa¡es como ideológi-
cos. Estos parámetros amplios son condiciones limitativas en las cuales
emergen los fenómenos ideológicos, aunqu e no los d e te rm.inan como
tales . Antes hice notar, por ejemplo, que medios electrónicos como la
televisjón posibilitan una cuasiínteracción en la cual los com.unic'a-
dores se transforman en personillidades reconocibles que pueden
habbr directamente a los receptores y con quienes Jos re ceptores pue-
den simpatizar_ El carácter audiovisual de este med io, y su cdpacidad
par;¡ transmitir mensajes dC' manera virhwl m e n te instantánea, pro-
porduna <11 comunicador posibil.ídades de construcción simbólicn que
no p ermiten otros medíos Un comunicador puede, por ejemplo,
acentuM l os símbolos de fc.mül[arid:~d - un ~ mbit-o doméstico, mpa
informal, un discurso informal, an~cdntils pt rsonnles, etc.- y buscar
lograr una intim tdad mediada que puede ser difícil de establecer
deJa misma manera, y en el mismo grado, con otros medios. No existe
duda de que el advenimiento de la televisión ha facilitado así lo que
podemos describir como una persona}jzadón generaJjzada de los asllntos
político~--; es decir, las figuras políticas pueden aparecer en un escena-
rio nacional e in ternacional como persona}jdades, con quienes los
receptores pu ed en establecer cierto i:ípo de relación y por quienes
1 pueden sentir simpatía , admiración o desprecio. Hoy día las figu-
391
políticas también corren el riesgo de presentarse ante algunos de
ellos como indignos de las posiciones de poder que ocupan o buscan.
Lo que se construye como una personalidad cercana, afable y
agradable puede percibirse, en los contextos diversos y remotos de
recepción, como un personaje vulgar y poco interesante, o hasta co-
mo alguten cuyos atributos personales y cuya conducta de la región
posterior son un tanto desagradables . La personalización gene-
ralizada de los asuntos políticos que permite la comunicación de
masas implica el riesgo de que las personalidades construidas pue-
dan ser recibidas y percibidas como fantoches, y por ende, que el
proceso de personalización pueda originar nuevas formas de escep-
ticismo, cinismo y desconfianza.
YJ7
ALGUNAS CONDICIONES HERMENÉUTICAS
DE LA TNVESTIGAClÓN SOCIOHISTÓJ<ICA
l Véase M.H I:n H c¡deggc r, l'em,s; and Time, trad Joh n tvb cqu.lrrÍL' y Ed w~r,l Ro b inso n
(0:-.ford: Ba,;il Blac.-well, i 978), véanse er. c~pccial pp .31-33 . 1(r?.d .casi. FCE]
""l
ccnslituyen el mundo social. r:s deor, estos res u lí adm guardan una rel¡¡-
ciém de retroalimentaClón potenci;li con el m ismo cam po sujeto-objt?to
acerca del cu.-11 se funnulan los rcsultél dos de unn manera que no
tit~ ne pi\rallt'io directo en las ciencias natural es. l'or supuesto, el conoci-
nliL' Iil"<> científico natural se puede utilizM p;1 r a transformar el mundo
müural, _onw cuando esle nmocim.iento St> crnp!ca en los d(~Snrrollos tec-
nológicos. Pero en este caso, también es el científico o el tecnólogo quien
emplea el conocimiento; n.o son los conslítuvcntcs del camr>o-objeto
quienes lo emplean para transformarse a sí rntsmos. Por el contrario,
en la investigación social es eslil última si tu<.ción 1.>. que en principio
r'ued<:> prevalecer, lo '1Ul' a menudo ocurre en la práctica. fn principio, los
sujett)S que conf0rman el campo su jeto-objeto se pu eden apropiar,
lo qut> con frecuencia. hacen en to pr,k t ic.'l, de los re:, u] t¿¡dos que la
inve::-.iigación social forrnub élCCTCél de J;;: ho campo, y éste puede
ser rr. 1nsiormado en sí en el proceso mismo de apropiación . Existen
.¡ (j()
muchos ejemplos famííiares de esla relación intrínseca de retroali-
mentación potencial: los resultados de una encuesta de opinión
pliblica acerca de las tendencias de voto pueden afectar por sí mismos
las intenciones de los votantes; un análisis de las desigualdades sis-
temáticas puede estimular ias protestas dirigidas a reducir o eliminar
las desigualdades; y a sí sucesivamente. Tomaré algunas de las ím-
pl icaciones de esta relación intrínseca en una etapa posterior. Baste
aquí con decir que esta relación debería interpretarse, no como un
problema desafortunado para la investigación social sino más bien
como una condición de posibílidad del tipo de conocimiento al que se
puede llegar en las esferas sociohistórícas. Como la investigación social
se relaciona con u n campo-objeto constituido en parte por sujetos ca-
paces de comprender, reflexionar y actuar, los sujetos que lo constituyen
se pueden apropiar en principio de los resultados de dicha inves-
tigación, aun si en la práctica, por las razones que sea, no logran
apropiarse de ellos.
Existe otro aspecto afín en que la hermenéutica conserva su rele-
vancía hoy : 1w.:;: r ecuerda que los sujetos qoe en parte consHtuyen el
mundo soch.l se insertt'l! siempre en tn?diciones históricas. Los seres htl -
:nano5' son parte de ia historia, y no son solamente observadores o
espectadores de ella; las tradiciones históricas, y los complejos con-
juntos de significado y v.1lor que se transmiten de generación en generación,
son en parte constitutivos de lo que son los seres humanos. Este punto
ha sido desarrollndo con gran fuerza por Gadamer, cuya concepción de
¡., comprensión como una fusión de horizontes históricos, como una
producción creatlvn. de significado gue aprovecha implícitamente
los recursos de las tradiciones, contribuyó a enfatizar el hecho de que los
seres hum<1nos forman siempre parte de contextos sociohistóricos más
r~mplios y que el proceso de comprensión es siempre algo más que un
encu entro nislaclo entre Vilrias mentes.~ Fntre otros, Gadamer ha ayu-
dado il poner de relieve lo que podríamos llamar la historicidad de
2 V c'.1s~ Hr,;,s- eo :g ( ,;,l.;me:·. Tru !h and Method(Londre.~: Shel:'d & WJrd, 1975), en
cspcc: 2l pp. 235-27·;
-1Ul
fa experiencia humana. Con lo anterior me refiero a que la experiencia
humr~na es siempre histórica, pues la experiencia nueva se compara
s iempre con los vestigios del pasado, y en el sentido de que al buscar
comprender lo que es nuevo siempre y n en~sariarnente construimos
sobre lo ya presente. De hecho, nuestra misma comprensión de una
nueva experiencia como nueva es una indicación de que la asociamos
con lo que ha venido antes, en reladón con lo cual la percibimos como
nueva. Pero existe otro aspecto en cuanto a h historicidad de la ex-
periencia humana, aspecto que no sale a relucn tan bien en el trt~bajo
de Gadamer. Los vestigios del pasado no son ~ólo una base sobre la cual
asímilamos nuevas experiencias del presente y del fuiuro: estos vestigios
pueden contribuir también, en circunstancias específicas, a ocultar,
oscurecer o disfrazar el presente. Es este aspecto hacia el que Marx
dirige nuestra atención en The Eighteenth Brumaire o! Louis !Jonaparte,
cuando hizo notar gue, en tiempos de conflicto y cambio social rápidos,
los seres humanos henden c'l «conjurar a los espíritus del pasado» a fin
de disfrazar el presente y reasegurar su continuidad con el pasado.3 Ade-
más, como ya observé, muchas de las tradiciorH::'S con las que estamos
f<llniliarizados hoy son d e ht·cho tradicior1C'S in venf.'.>dns relativ<nnen-
te recientes, aunque se puedan haber establecido tan firm emente en la
imaginación colectiva que prt n:cen mucho n~ós an tiguas de lo que real-
mente son. 1 Por tanto, aunque la hermenéu tica tiene razón al enfati¿M
el hecho de que los seres humanos se insert~n siempre en tradiciones
históricas, también es importante reconocer que los vestigios simbólicos
guc comprenden las tradiciones pueden tener características y usos espe-
cfficos que amcrit<'ln un análisí.s ulterior. Como veremos, este reconocimiento
ayu c:L1 a crear el espacio h<lcia un enfoque inform<:ldo hermenéutica-
mente en el análisis de J¿¡ ideología.
3 J<arl 1\·l a n., 7l1c' Eig h!éenlh Drumairc o( Loui:, Bondprute, en K~ d MRrx y Frcderick l:ngels,
Sr.-lccted 11-i>rks ill Onr:: II¡J/nnw .!lp cit., pp. ') (¡. J79 . V~a ~c rni ,1ná h ~ i~ d e eqtc texto en r l
(',1}) ir td o l _
·1 Vé<1 se Ene Huld lawn y Terence Runger (ed.L The fn •'enlum o! JodJtiOn,. .op.cil.
·! () 2
EL !\·! ARCO METODOLÓGICO
DE LA HERMENÉUTICA PROFUNDA
·ÍU.)
sistemáticamente que la hermenéutica puede ofrecer tanto una reflexión
filosófica acerca de ser y comprender, como una reflexión metodológica
acerca de la naturaleza y las tareas de la interpretación en la investiga-
ción social. La clave para este camino de renexión es lo que llic~ur y
otros han llamado la «hermenéutica profunda». 5 La idea que subyace
en la hennenéutica profunda es que, en la investigación social y en otros
cam.pos, el proceso de interpretación puede ser, y de hecho exige ser,
mediado por una gama de métodos explicatl\·os u «objetivantes>>. Cuan-
do tratamos con un campo c¡ue está constituido en la misma medida por
la fuerza y el significado, o cuando analizrtmos un artefacto que pre-
senta un patrón distintivo a través del cual se dice algo, es posible y
deseable mediar el proceso de interpretación empleando técnicas expli-
cativas u objetivan tes. Por tanto, la <<explicación» y la «interpretaci.ón_,,
no deberían ser consideradas, como a veces se hace, como términos
mutuamente excluyentes o radicalmente antitéticos; más bien, pueden
trat<~rse como mNn e!itos complementarios en una teoría int-erpretativa
5 Véase en esp~ial P<~11l RictTur, 1-fcrmeneutics and the Hum;m Sciences: f:Ss.1ys vn Úln¿;u,?gf.,
Action ;md fnle,7>n:tation,...op.cit; The Conflict oflnterpretations: Fs.'><?}'S in Hem1eneutic;,: ed
Don Ihdc (Ev:mston, lllinois: N o rHt·.vestcrn Unive rsity Pre:;s, 1974 ); Fi·,•uJ anJ Phdosophy.
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P re.ss, 1970) [tr;;J c¡¡st. siglo vei:-liiuno rditores!; e !nte¡prettllÍOn TheMy: Disa)(lrse and lhc
,•)urplus o/ Meamng (Fort Worth: Thc Texas Christian University Press, 19í3). Puntos de
vist2 similares en rel11ció n con la nat uraleza de b hdmen lÍt ica pr oflmd~ se pueden
encontrar en b obra de Jürgen Habermas y Kari-Otto A p¡:]; vé,1 ·c en especial Jürgen
HaberlJ\as, Knowle fge .wd Human lntere::t, trad Jeremy J. Shapir<.r (Camhr!dge: Políty
Press, 1987) f trad.cast. Tauros! y On /he Logíc o! the Social Sciences, trad- Shierry Weber
NichoL o n y Jerr;· A . St,uk (Cambridg•·: Polit y Press, 1988)[tra d .rast Tec nos]; Karl-Otto
Apel, Towards a Trandnrm;;t/on of Phi/(Jsnph)~ tra d G lyn Adey y Da vid Fri:;by {Londres:
Roulkd ¡;e ~ Kcgan Paull91\ 0)jt r,ni.cas t Taur os]; y Un ierst.1ndin¿; ;md Ex p/,¡n;;tiun: /Í
7'ranscenden/J!-Pr.~gma1Jc Per3pf'ctive, tr~rl Georg¡¡¡ Wa rn k e (C.,;mbíidge, Mnssachuset!~ :
MIT Press, 1984).
n P;¡ul
Ricn::ur, "Wh.l! is" Text? F.xplJn~tion <~ntl Underst<1nd1ng", en Hermenéutics ¡¡nd thc
Human Scienc: ~>: . .up of, P- 16! .
í ().!
Rica:ur enfat-iza mucho lo que Uama «la autonomía semántica del texto>},
y así se abstrae con suma facilidad de las condiciones sociohistóricas en
las cuales se producen y reciben los textos o los análogos de éstos. Ya he
desarrollado esta crítica en otra parte y no la desarrollaré más aquí.' De-
jando de lado los detalles de la descripción de Rica:ur, me basaré en la
idea subyacente de la hermenéutica profunda a fin de esbozar un mar-
1 co metodológico para e1 estudio de las formas simbólícas . Después
l
ad ,1 ptc1ré este enfoque a los propósitos de analizar la ideología de la
comunicación de masas.
/\.1 delinear un marco metodológico general para el estudio de las
i formas simbólicas, buscaré elaborar, en un nivel metodológico, la con-
cepción estructtlraJ de la culh1ra que formulé en el capítulo 3. De acuerdo
con ella, el análisis cultural se puede interpretar como el estudio de las
forma s simbólicas en relación con los contextos y procesos históricamen-
te específicos y sc)c~i<ll:rncnte estructurados en los cuales, y por medio de
los cunles, se producen, transmiten y reciben estas formas simbólicas¡ en
resumen: es el estudio de la constitución sígnificiltiva y de la contextua-
}jz,t.ción social d e las formas simbólicas. Intentaré demostrar que la
hermenéutica profunda puede proporcionar un marco metodológico
p.ua conducir el análisis cultural en este sentido. En la sección siguiente
sostendré q ue este marco también se puede utilizar para el análisis de la
i<~•' niogía. Ei análisis de la ideología, según lo he definido, se interesa
t;:mbién por las form as simbólicas en relación con contextos socíohis-
tóricos; d e este modo, el análisis de la ideología puede considerarse
metodológicamente como una forma particular de la hermenéutica
profunda . No obstant<::, al concentrar nuestra atención en las interre-
laciones entre significado y poder, en las maneras en que se pueden usar
las formas simbólicas p 3 rél es tabl ecer y sostener relaciones de domina-
ción, el análisis de la ide o lo gí~ asume un carácter dishntivo y crítico.
Plantea nuevas p reguntas acerca de los usos de las formas simbólicas y
de las relaciones e ntre la interpretación, la autorreflexión y la crítica.
7 V~;~se john IJ_ Thompsm 1, C.-itia! f!C'rmt:r!eu/Jcs: /1 Stul~V ;,¡ !he T!wu¿;h t o! Palll Rica:ur ,1Jid
jtlrgt::n Haberma!>~ ..-op.,_·it., np . 5; y " Ac tio n. ldeo logy ;~nd th e Text: A Reformulation o(
Ri cce11 r 's H eory ()[ lntcr F :,•t.l tlon", .. .art cit., pp. 17 3-204
Permítasemc comenzar la discusión de la hermenéutica profunda
con una observación preliminar pero f-undamental: en la medida en que
el objeto de nuestra investigación es un campo preinterpretado, el enfo-
que hermenéutico profundo debe reconocer y tomar en cuenta las maneras
en que las form<1s simbólicas. son interpretadas por los sujetos que com-
prende el campo sujeto-objeto. En otras palabras, la hl!rmcnéuüca de la
víd<1 cotidiana es el punto de partida primordiDl e inevitable del enfoque de
la hermenéutica profunda. Por tanto, este enfoque debe basarse, en lo po-
sible, en una elucidación de las maneras en que las formas simbólicas
son interpretadas y comprendidas por los individuos que las producen
y las reciben en el curso de sus vidas diarias : este momento etnográfico
es un preliminar indispensable para el enfoque de la hermenéutica pro-
funda. Por medio de entre v i s t<~s, de obser vación participante y de otros
tipos de ínvestig<lc.ión etnográfica, pode.n.1 os reconstruir las maneras en
que s.: ink'JTrctan y comprenden las fonnas simbólicas en los distintos con-
textos de lt=~ \··!dn social. Por su p t<l'Sto, semcj<l n. :e reconstrucción constituye
en sí un proceso interpretativo; e:; una interpretación de la comprensión
cotidiana, o, como lo dcscríbirc, una Ji:terpn:.'faoón de 1.-JS doxas/ una in-
terpretación de las opiniones, cre€ncias y juicios qu e sostienen y comparten
los individuos que conforman el mundo sociaL La importancia de abor-
dar la interpretación de las cioxas h,, sido enfatizada por una variedad
de autores en año~ recH~ntes. Los analistas que se basan en la filosofía de
las t'iltimas obras de Wittgenstein, en los escritos fenomenológicos de Husserl
y Schutz, y en el enfoque etnometodológíco de Garfinket Cicourel y oh·os,
han subrayado de manera diversa el sign u icado metodológico de la
interpretación de las doxas . Sm embargo, esta d imensión <1 menudo se
pasa por alto en el análisis social, incluido el anál isis de las.formas sim-
b (,Ji cas. Con demas iadél fr ec uencia, las fonn <lS sim bólica s se analizan
aislad<nnente d (7 los contextns en que se produ cen y son recibidas por
los indi viduüs q ue de rn;mcra ru t,i naria extraen sentido de ella~ y las í.n-
tq; rc.n a otros as pe c to~ de s u v ida. Descuidar estos l:,-n'lte><. tns de 1J vida
cotidiana , y l,1s manern s en t:¡tH ? los individ u:'s si tu ados en ell os intcrpre-
lan y corn pre!<ch ~ n la::-. fonn <
1S ~ i mbólicas q ~: c producen y reciben, es no
consíd e r;1r una condid(Jn hermenéutiGt fundam ental eh' la investigación
sociohistórica, es decir, que el campo-objeto de nuestra investigación es
también un campo-sujeto en el que las formas simbólicas son preinter-
pretadas por los sujetos que constituyen este campo.
No obstante, subrayar la importancia de la interpretación de las
doxas no significa sugerir que el estudio de las formas simbólicas deba
reducirse nada más a esto . Aungue la interpretación de las doxas es un
punto de partida indispensable pvra el análisis, no es el fin del asunto.
De hecho, el problema de gran parte d e l irabajo inspirado ~">orla filoso-
fía, la fenomenología y la etnometodología wittgcnsteninna es que, aun
cuando enfatiza la importancia de la interpretación de las doxas, rarn-
mente va más allá de este rúvel de análisis; lo que debería tratarse como
un aspecto indispensable dE la investigación se transforma en la tota-
lidad de la investigación, y o1Tos aspectos se descuidan o eliminan. Esta
preocupación exclusiva por la interpretación de las doxas es tan errónea
como no tomar en cuenta esta dimensión. A fin de evitar este inconve-
niente, debemos hacer lo que describiré como una ruptura metodológica
con la hermencfu!Jca de la vida diaria. Sin. olvidar l<1 interpretación de las
doxns, debemos ir mi1~ allá de este nivel de análisis a fin de considerar
.ltros a:;pectos de las formas simbólicas, aspectos guc surgen de la consh-
tl.Kión del campo-objeto. Las fmmas simbóLicas .son constructos significativos
que son interpretados y comprendidos por los individuos que los pro-
ducen y rt~óbe n., ,pero tambMn son constructos significativos que se
estructuran de maneras diíercntcs y que se insertan en condiciones so-
ciales e históricas específicas. T'ara tomar en cuenta las maneras en qu(.'
se estrudt;ran las formas simbóhcas y las condiciones sociohistórícas en
que se insertan, d ebemos ir más allá de la interpretación de las doxas y
dedicarnos a los tipos de análisís que quedcm en el marco metodológico
d.c la hermenéutica profunda.
Figur:1 6.1
Form;¡s de i:t Hl V(:SllgJc.i(m he rmenéu tica
Escenarios
espacic~- ten¡porale;:;
Ca mpos de in tera cción
Aniili,;!S
. StYiohistórko
1 lnstituci<;nes ·ociales
1 Estru tura social
i
'l M,('dios té~I.:i~~s
de transm.SJ(;. ,
1'
i
¡
1
j
1 An;ílísi.s semiótico
Marco mc!edológi co d e L
\<1 h 'rnwnéutica f~rofund;¡ \
.A.n.J lisís fonn¡¡ l
~
1 An álisis con vers21ciona 1
An álisis smt.Jctiw
1 J ¡,cu rsivo
· Análisis n<u ratívo
\ j\ nii li sL~ argu n1~n t~1t i vo
· Jn tc rp n~ tación/
n•m t<.'rp re t¡¡ció n
'ÍOH
La primera fase del enfoque hermenéutico profundo es lo que se
puede describir como el análisis sociohistó.rico. Las formas simbólicas no
subsisten en el vacío: se producen, transmiten y reciben en condiciones
sociales e históricas específicas. Aun las obras de arte gue parecen eter-
nas y universales se caracterizan por condiciones definidas de producción,
circulación y recepción, desde las relaciones de mecenazgo en la Flo-
rencia del siglo xv¡ hasta las salas de exhibición de las modemas galerías
o muscos de arte , desde las cortes de la Viena del siglo XVIII hasta los sa-
lones de concierto, las pantallas de televisión o los discos compactos de
hoy. .B objetivo del ;málisís sociohistóríco es reconstruir las condiciones
sociales e históricas de 1,1 producción la circulación y la recepción de ÜJs
.formas simbólicas. Las maneras en que se pueden examinar mejor estas
condiciones variarán de un estudio a otro, dependiendo de los objetos y
circunstancias pa rticulares de la investigación. Pero podemos distinguir
1 entre diversos tipos de condiciones que pueden ser relevante$ en casos
particulzm:s. Aq u í podemos basarnos en la discusión del Cilpih!lo 3 acer-
ca de algunas d e las características típica.s de Jos contextos sociales .
Disti.nguí cuatro aspectos básicos de los contextos sociales y sugerí que
cada uno de eilos de finía un nivel diferente de análisis. PennHaseme re-
cordarlos b1·evem e n te . En primer lugar, podemos buscar e identific<H y
describir el ámbito espacio-temporal especifico en que se producen y re-
CJben ias formas simbólicas. Las formas simbólicas son pmducidas
(expresa.das, ac tuadas, inscritas) y recibid<is (vistas, escuchadas, leídas)
por individuos situa d os en ubicaciones específicas, que actúan y reac-
cionan en momentos y en lugares particulares, y la reconstrucción de
estos Jugares es una parte importante del análisis sociohistórico. Las
formas simbólic<ls también se sitúan habitualmente en ciertos campos de
interacción. Podemos ;malizar un campo como un espacio de posiciones
y un conjunto de trayectori,¡s, que unidos determinan algunas de las rela-
ciones que se d an entre los individuos y algunas de las oportunidades
q:.te tit~nen a su disposición. Al seguir cursos de acción en los campos de
intt'r tl cción, los indi v id t!OS aprovrá1an los diferentes tipos y cantidades
de recursos o <<capitaln que: tien<:n a su disposición, así como una v<Jrie-
dad de reglas, con venci om~s y esqut,mas flexibles . Estos esquemas no son
(¡()')
tanto preceptos explicitas y bien formulados como pautas implícitas y
no formuladas . Existen en la forma del conocimiento práctico que se in-
culca gradualmente y se reproduce continuamente en las actividades
nmndanas de la vida diaria .
Un tercer nivel de anál isis sociohistórico se relaciona con las ins-
tituciones sociales Las instituciones socia.les se pueden considerar corno
conjuntos reliltivamente estables con reglas y recursos aunados a las
relaciones sociales establecidas por elhs . La BBC y la Ncws Corporation
de Rupert Murdoch son instituciones en este sentido. Las instíhlciones
sociales dan una fonna particular a los campos de in teracción. Se sitúan
en c,1mpos de interacción, a los que dan forma al f ijar une1 gnma de po·
siciones y trayectorias; pero, al mismo tiempo, también crean campos
de inler,\cción al establecer nuevas posicione-:. y trayectorias. Analízar
las instituciones sociales significa reconstruir los conjuntos de reglas,
recursos y relaciones que lns constituyen, verific<~r su desarrollo a lo lar-
go dd tiempo y examinar las práctiGlS y actitu d es de los individuos que
aclú<1n por elléls y (\,·ntro de ~c~ llas. rodemos d iferenciar el análisis de las
institu cl011CS social es en es te sentido del a n~ílisis de lo que he llamado
estructu::.J soc1~7l. Uhli%:l) est(' tí llímo térm ino para rderinne il las asimctrÍé\S
y dif<.! rc:nciales relativamente e s f d blt:'::> que caracterizan a las institucio-
nes sociJ]es y a los campus de inter<\cción. Analizar]¡¡ estructura social
es concentrarse en las <JSimetr.ías, en léls diferenciales y en las divisiones.
Significn buscar determinar qué asim.errías son sistem:-:Ucas y relativa-
mente estables; es decir, cuáles son m.:~ni festacioncs no nad él más de
diferencias individuales, sino de diferencias col c tivas y duraderas en
térm.inos d e la di::.lribución de los recursos, e l poder, las oportunidades y
las posibilidades de vida, y el acceso a todo ello. Annlizar la estructura
soci(ll implicil también intentar mdagar los criterios, las categorías y los
principio s en que se <!poy nn estás diferenci<JS y explicar s u carácter
sistemático y dt~ radcm . El análisis de¡, estructt~ra socia! exige así un
ru \· el m á s teórico de rdkxión, pu c' requi e;·c q ue el di1Jlista proponga
criterios, formule cak g~)rías y e : ia biezca di ferenci ·~ s ql:e puedan ayu-
,:L;r c1 organÍZ<lr e dumm;1r la evidencia de las asirne trias y diferencieiles
Slste m;1 ti CIL de la vidil so~: i¡¡J. El an.'i]isi ~ d e 1<'1 fnrm.a ción y la reproducción
·j lu
de las clases sociales, o el análisis de la división entre los hombres y las
mujeres y fonnas asociadas de asimetría y desigualdad, son ejemplos de
lo que interviene en el élnálisis de la estructura social en este sentido.
Por último, para los propósitos de esta discusión, podemos d.istingu.ir
otro conjunto más de condiciones que tienen una relevancia particular
para el est1..1dio de las formas simbólicas: los medios técnicos de inscripción
y transmisión . En la medida en que las formas simbólicas son intercam-
biildas entre los individuos, necesarjamente implican alglÍn medio de
transmisión, sea por vía de ondas de éiire, como en el cr1so de las expre-
siones verbnles en una sih1ación cara a c<~ra, o los complejos mecanismos
de codificnción y tran.s1nisión electrónica, como en el caso de la difusión de
l
radio y televisión. Como expliqué en el capítulo 4, un medio técnico es
un sustrato material en el cuat y por medio del cual, se producen y
iransmiten las formas simbólicas. Los medios técnicos confieren a las
for n;as simbólic1s cintas carc1cterísticas, con ciert·o grado de fijación,
cierto tipo de reproducihilid ad y cierto grado de participJción para Jos
sujeto,· qut' lo empJc,¡¡ . Por ::.upuesto, Jos medios técnicos no existen
aisl<~dos. Se insertan siempre en L-ontextos socíohistóricos particulares;
presuponen siempre ciertas habilidades, reglas y recursos par¡¡ codificar
y decodificar mensajes, a trib utos distribuidos en sí mismos de manera
desigual entre'los individuos; y con frecucnciél se despliegan en apara-
tos i.nstitucionales específicos que pueden estar rela.cionados con el control
411
...
·'l ll.
son productos contextualizados y algo más, pues son productos que, en
virtud de sus rasgos estructurales, pueden decir algo acerca de algo, y
así afirman hacerlo. Este aspecto adicional e irreductible de las formas
simbólicas exige un tipo diferente de análisis, una forma diferente de
mhar las fomlas simbólicas. Establece la base de un tipo de análisis que
se relaciona fundamentalmente con la organización interna de las for-
rnas simbólicas, con sus rasgos, patrones y relaciones estructurales. Este
tipo de análisis, gue he descrito como análisis formal o discursivo, es
una empresa pcrfe,:tamente legítima y, de hecho, indjspensabte, y se ha-
ce posible por la constitución misma del campo-objeto. Pero este tipo de
análisis se torna confuso cuando se saca del marco metodológico de la
!
1
hermenéutica profunda y cuando se sigue fuera del análisis sociohistórico
y de lo que describiré más adelante como lil ú1terpretaáón (o reinterpre-
t.:1ción) . Por sí mismo, el <>nálisis formal o discursivo puede transfom1arse
en un ejercício absLTacto, desconectado de las condiciones de producción
y recepción de las formas simbólicas y éljcno a lo quC' Pslán expre-
s;mdo las formas simbólicas cuya estructura busca devdar.
Al igual que en e! análisis sociohistórico, existen diversas maneras
en que se puede llevar a cabo el análisis formal o discursivo, dependien-
do de los objetos y circunstancias particulares de investigación. Otra
vez podemos distinguir aquí diversos métodos y tipos de e~nálisis . Entre
los tipos de análisis formal mAs conocidos y practicados está ei quepo-
drí<l llamarse en términos generales, el ani}jsfs semiótico. La «Semiótica>.'
es, por supuesto, un término muy general, y existen muchos autores dife-
rentes, desde De Saussure y Peirce hasta Barthes, Eco y Voloshinov,
cuyo trabajo podría describirse como una contribución a la «semiól"ican
en algún sentido. No deseo repasar este amplio cuerpo de literah.Ha aquí.
P<1ra los propósitos de esta discusión considerllré el análisis semiótico
como el estudio de las relaciones que guardan los elementos que t:om-
ponen una forma simbólica o signo, y de las relaciones existentes entr~
esos elementos y aquéllos en un sistema más amplio del cual pueden ser
parte esa forma simbólica o ese signo. El análisis semiótico, entendido
de este modo, imp lica en general una abstracción metodológica de las
condiciones socio h istóricas de producción y recepción de las formas
.j 15
simbólicas. Se centra en las formas simbólicas mismas y busca analizar
sus rnsgos estructurales internos, sus elementos constitutivos y sus in-
terrelaciones, y vincularlos con los sistem<~s y códigos de los cuales son
parte. En el capítulo 3 considerarnos el ejemplo, extraído de A1ythologies
de Barthes, de la ih1slración de la portada dt:! Pan:~-Match en la cual un
joven soldado negro vestido con un unifonnt: francés saluda con los ojos
levemente levan lados y sesgados: esta yuxLlposición de imágenes cons-
tituye una estructura distintiva a través de la cual se transmite el
s ig nificado del mensaje-"' Sería Licil dar vuios ejcrnplos de este tipo de
análisis semiótico. La publicidad ofrece un can<po de análisis particular-
mente rico, pues gran parte de ella se bélsa en la lógie<l de tma asociación
o un desplazamiento simbólico, en los cuales se promueven las mercan-
cías al asociarlas con objetos deseables, personas con autoridad, elcéter<~,
y en la que la asociación se "S tablecc por medio d e la yuxtaposición de
palabr<1s e imágenes en la forma o las formas snn bóhc a~ que constituyen
é'l ammcio. 9 El análisis semiótico puede .1port(l r m u cho para revelar las
maneras en que se constru;'en los élví ~;os y otras fonnas simbólicas; pue-
de "yudar a ídentificnr los elementos constitutivos y sus interrelaciones,
en virtud de los cuales se construye y se transmite el significado de un
mensoje. Pero, como he subrayado, esle tipo de a nálisis es a lo sumo un
enfoqut:' parcial del estudio dt' L1s formas simbólicas . Se preocupa hm-
danH:ntalmente de la conslitucil'ln int¡_•rn<l d e bs formas simb6licas, de
sus elementos distintivos y de sus interrelaci on es . Con frecu encia da por
sentados, pero no logr¡¡ considcr<U de manera si s temá tica, los contextos
sociohistóricos en los cuales se producen y re ·iben Ias formas simbóli-
cas, ni lo que he descrito ;mtes C<.lmo cJ •<aspecto referencial» de las formas
simbólicas, es decir, las maneras con que ins elementos se combinan
para decir algo acerca de <~lgo. A.11nque est,1 · lírn1tacion.es dd an~lisís
semiótico no socavan su utilidad, sí implican q ue este tipo de análi~is no
·i 1·1
debería considerarse como un enfoque autosuficiente para el estudio de
las formas simbólicas, sino como un paso parcial en un procedimiento
interpretativo más comprehensivo.
Hasta ahora hemos venido considerando el análisis de las formas
simbólicas com puestas de imágenes o de palabras e imdgenes, pero los
rasgos estructural ~s de las expresiones lingüísticas también se pueden
analizar de manera formaL En tales casos podemos hablar del <<anA!isis
discursivo» : es decir, el análisis de los rasgos estructurales y de las re-
laciones del discurso. Utilizo el término «discurso» de manera general
p;1 ra. referirme a eJemplos de comunicación que ocurren re,wnente. De este
modo el objeto del análisis discursivo no es ningún ejemplo pulido y dí-
sei1ado pMa comprob<J.:· nuestras intuiciones lingüísticas, sino más bien
ejemplos re a les de comunicación cotidiana : una conversación entre
amigos, una inte:-ac· í,ín en el salón de clases, un editorial de periódico,
un programa de televisión. Estos ejemplos forman unidades ling üísticas
que generalmente exceden los límites de una sola ora.ción. Con hecuen-
cia implican u n a conca tenación de oraciones o expresiones que se
combinan dt' mane ra cspedfi r <J. para forn1ar una unidod lingiiístíca su-
praoracionnl ordenada . A menudo, lñs expresiones gue constituyen un
ejemplo de discu rso, en especial de discurso oral, son agramalicales, si se
les compara con las reglas que aparecen en los libros de gramática . F.l
uso de las expresíon e_ en la comunicLlción cotidi<1na es ordenado, pero
este orden deriva y es copia de una gramática p ráchc ~. una sintaxis
práctica/ -g ue es adquirida y Pmplcada en el intercambio p rogresivo de
expresiones lingüísticas en la vida diaria. Así, aun cuando Jos ejemplos
d e discurso se si túan siempre en circuns tancias sociohi s tóric<~ s particu-
ÍJreS, también mues tran rasgos y relaciones estructurales gue se plH:'t:len
an•1 bzar formalmente con la ayuda de diversos mélodos de lo gue he
llamado análisi.s discursivo .
¿Cuáles son estos m é todo~ ? Una vez má:-;, no deseo e ntrar en d e-
liber<lciones metodol óg icas relativas a los métodos más ¡:¡ dcc uados gu e
se puede n adop tar en casos e!.>pecíficos. Sin embargo, al reflexionar so-
bre u na serie de : ·; ve ~ ti ga ciones que ya se h¡¡n llevado a cabo, podemos
di s ting uir, a manera dt' cjern pli (icLK ión y sin buscar ser minu ciosos,
varios métodos diferentes de análisis discursivo. Un método tal es lo que
comúnmente se describe como análisis conversadonal. Ese término se re-
fiere a una amplia corriente de investigación que fue iniciada por Harvey
Sacks, Emanucl Schegloff y otros, y que, desde mediados de la década
de 1970 se ha ocupado del estudio de las propiedades sistemáticas de
diversas formas de interacción língüistica.' 0 El principio metodológico
dave del análisis conversacional es estudiar ejemplos de interacción lingüís-
tica en el <í.mbilo real en que ocurren; y al poner una cuidadosa atención
a las maneras en que se organizan, destacar a lgunos rasgos sistemáticos
o «estructundes» de la interacción lingtiísti<.:<L Además, se da por senta-
do que los rasgos sí.stemáticos de interacción lin güística no son simplemente
caré'lcterístícas que el analista distingue en Los datos complejos del dis-
curso, sino que más bien son los mecanismos por medio de los cuales los
pi1rticirantes producen su interacción de una manera organizada. Es
decir, el orden de la interacción lingLi!stica es en s.í mismo el resultado de
un proceso progresivo donde los particip,mtes p roducen un ardeD por me-
dio d e lu <lplícacíón rutinaria y recurrente d e !as reglas y los dispositivos
conversJciona les. En este sentido, el análisis com·hrS<!Cional muestra su
afifi;:¡ción con la etnometodologí;¡ de Garfinkel, la cual se ocupa de las
propiedades orden ;;das y d e los logros progresivos de las pr.:ícticas so-
ciales cotidianlls. ' 1 Una parte significativa d e In literatm2 del análisis
de la convers¿¡d(ln se ha concentrado en la organiLación secuencial de
la conversación, ex,munando los me-carúsmos int-rinGldos por los cuales los
participantes de una conversación logran tu rnarse, sin interrumpir la
conversación del otro por conversar al mi<;mO tiempo. Am1quc es revelador
JO Gr,<n pa rte dé e !a !nve. fíg~ r ión ha sido pu b hca d<1 bajo l11 forma d e ~utícu los; véase por
ejentp lo Emman u l A. Schegloff y H ~ rv.:y S,1c b , '' O pen ing up Closíngs '·.....art.d/./ pp .
289 ·327; HJrvc•y acb., Emmanuel A. Shq.;ln !! y J ill l ]efferson, "A Sunp lt-st Systcm<Jtics
fo r th r O rg11ni ol i nn ol Tu rn-Jak ing for c,)rw e rsation " , e n Langu,Jge, nti m . 50, 1974, pp.
l19 .-735, y Ern m;:nucl A . S ht:gluff, " S ~ q ue n cmg in onversation,1l O pen in gs" , ... ul.á/.
Pam revisiones ú t ile~ dd ;nuí li,;is conv rSil C!ü nal.. véase Stephcn C. Lt•vinson. Pmgnralics
(Ca ncbrid gc C.1 m brid ge Uni versily Prcss, 1983 ), pp . 294-370; y john C. Hl1rÍla ¡;e,
"Reccnt Dcvclop men ts in Conl'(·rs ation Analysis'", en Socio!ingw:~·tics. núm . 15/1 . 1985,
pp. l-1 5.
11 Véilse J-l¡¡ rold Carfinkcl, .'Jtu.Jies in F.thnonretlwdolng v(C1 rnbridgt·: l'u!ity Prc,;:;, 198,l) .
en muchos aspectos, la principal limitación del análisis conversacionat
como se practica comúnmente, es que rara vez se asocia con una des-
cripción satisfactoria de las condiciones sociohistóricas de la interacción
lingüística, punto que desarrollaré en la sección siguiente.
Los ejemp os de discursos también se pueden esh.Idiar en v irtud de
lo que podernos deso ibir como análisis sh1fáctico. Este tipo de an<Hisis se <X.I.J-
pa de la sintaxis práctica o d e la gramática práctica, no de la gramática del
g rilmático, sino de la g-ramática o sintaxis operi!tiva en el d iscurso co tidi<'l-
no. Una versión disi"iníiva y fructífera del Jncí.lisis sintáctico se puede
encontrar en el trabajo de Robert Hodge, Gunther Kress y sus colaborado-
TesY A pnrtir de los escritos lingüís ticos de Halliday, Hodge y Kress
exanunan algunél.s de las maneras en que operan las formas gramaticales
en el discurso cohdiano, combinando, fusionando y eliminando elementos
por medio de pnx<'sos de transformación . En un capítulo <Interior men-
cioné dos tipos comunes de tnwsformación, es decir, la nomin,11ización
y Ja pasivizacÍÓ(: . Otras características gramaticales importantes d é'! dis-
c ur~o inclu yen !os indicadores de mod alidad, por medio dt' los cuales
los hablantes indi can el gra do de certidumbrt' o de reéllidad as() r iad o
con un;; aseveración (por eje mplo, <<podría >>, <<tal vez», «posiblem.cnte>• );
el sistema de ios pronombres empleados, los c ual es pueden im plicar
diíercncias en términos de poder y familiaridad (especialmente en
idiom.as que tie ;en dos formas de pronombre para la segunda persona
singula1~ por ejemplo, liOllS)' tú); e indicadores Jsociados con difcn'IKias
d·.~ géneros, donde el género gramahcai de ias expresiones lingiiístic.:s
pu0de ser vir co n1o vehículo parJ tran:;m iti r suposiciones en c uanto a
1 los sexos (por ejemplo, el uso de <<hombre >, o pronombres m,1sculinos en
un sentido genérico) u El análisis de estos y otros aspectos de la gramcí.tic¡¡
1
12 v.: .1~.: ,~sr · · ,· i ,1 l rn t:nle Ro¡.;•?r Fo •.v!er, llob H1.1dg<
:, CunihE' r Kress v Tony Tn.".v, LJng ua¿J<'
,ifld G mtrol, ... op .cil.; Gun ther Krcss y Robert Hodgc, l sn,;;uage ;;s Jd(·,Jiogy, .. vp.cit., y
!·:ohert Hot.i ge y Gunther Krt!:,~ .. no~n· ."emiotic>,...op cit. !' ara un.1 eva lud d on crítica d.•·:
e::.te ma1t'ri<1l, vé<1 ' Th<.nnpYm, Studie.:; in tht' Thenrv o/ ldcolog_¡~ ...op cit., pp . lJ S-!2(>.
1..; L.: n a d í:<cusíon más am.'líil i> Ce rc¡¡ ,;e <::St.J~ c<HJcteri<t :clS gramaticales se puede
L·nconirM en l lod r,<~ y K ri!SS, S ocial (-mro/Jc.:,~ ...op.dt., y Debor;¡h Came ron. f cminr:-. m
,md U .•Jt,' ii.'.'lic Thc/Jiy (Londres; MacM.il!ém, 1985).
-il 7
o sintaxis práctica puede ayudar a poner de relieve algunas de las mane-
ras en que se construye el significado en las formas discursivas cotidianas.
Otra manera en que es posible estudiar los ejemplos de discurso
es al analizar su estructura narrativa. El análisis de la estructura narra-
tiva, que surge dellrabajo pionero de Propp en el cuento ruso, es ahora
1.m enfoque muy bien establecido en los campos del c:málisis lit-erario y
textual, en el estudio del mito, y en menor medida, en el estudio del dis-
curso político. Es un enfoque que ha sido a d optado y desMrollado de
manera diversa por muchos autores contemporánt~ os, incluidos Barthes,
Lévi-Strauss, Bremond, Greímas, Todorov y Gent~ .t1 e. 11 Una narración
-
puede considerarse, de manera general, como un d iscurso que recuenta
una serie de sucesos, o, como decimos cmntín n:cnte, que «cuenta una.
historia». La historia se compone casi siemprt.? de una constelación de
personajes y de una sucesión de hechos, combinados de manera gue
exhiben cierta orientación o «tramé\». La secuencial idad de la trama
puede diferir de un a sucesión temporal de hechos, com o cuando la histo-
ria es contada por medio de recursos contra temporales como la narración
retrospectiva. Los personajes de la historia pueden ser reales o imagi-
narios, pero sus propied<ldc-s como persnnajes se definen en términos de
la rel<~ción que guardan entre sí y de los papeles que desempef<an en el
desarrollo de la trama. Al estudiar la eshuctura narrativa, podemos buscar
identificar tos recursos narrativos específicos que operan dcnlro de una
narración particular, y elucidar el papel que cumplen en la historia, a la
11 Véa se Rola11 d Barthes, "lnír ocl u c tion lo lhc Struc tura.l A n.a lysis oí Narrattves", en id.,
lm age-Afusic· Text, !rad _Stcphen H e <~lh (G las go w: Po nt nr il / C oll_i ns, l977) pp 79-124,
C b ud e Lévi-Srrauss, " The Structural St ud y of Myth " , e n s u Structural An thropolv¿_~v?
t-rad . Claire Jakobson y Brooke Grundfes t 5 choep f (H armondswor th : Pe nguin, 1963),
PP - 206 -:231 [trad.ciiSL Eudeba]; (laude "Bremond, Logíque d u récil (Pa rís: Se uil_ 197.1); A.
J Greimas, Sem antique structurale: ri!chercJJe de méU"wde (París: Larou %e, l96f.); A. J_
Grei m as, Du Sens: essnis sennotiques (París: ScttiL 1970); Tz.ve ta n Tod orov, Tl!t' Pnélics e/
!'rose, twd. Richa rd Howard (Oxfor.:l : 13asii l3lac).__'.vd L 1977); y Gera rd G¡:netl.;, Narrari1·e
Discoursc, trad. fant- E. Lewin (Oxfc.'~d: BM;ól f31 ackwel L 1980) . Se p ued e.n e n u~ntr;;r
inte nto:, por aplicar el anális1s narr~:ívo al disc urso p o lil ico en Yv<!s De i ,l h~ye, L1
FrontÍere el le te~:t:pour une :émiohque de6· rélation.s inlemntiona f,,s (P arí. : Payo!, 1977);
L'Eur•)pe sous les mnts: Ir /ext ef}¡¡ Jt'dlirure (París: Payot, 1979 ); y _!e Jn Pi e rre I'aye,
l.Hngu2gcs lo!.Jlit.Úri·::· Cnnquc ,le f:, t<!hDn/l'2cunomic !hJrr¿; {;' L'L' (PMís: I·IermJn, l 73)
·118
manera, por ejemplo, en que Genette analiza las técnicas que operan en
A la rech{'rche du tcmps perdu de Proust. Pero también. podemos exami-
nar -y éste es el énfasis principal de los tipos de análisis iniciados por
Propp·-·· los patrones, personajes y papeles que son comunes a un con-
junto de narraciones y que constihtyen una. estructura subyacente común.
Este enfoque es llevado a cabo de manera rigurosa y ambiciosa por
Greímas, quien bus ca establecer un conjunto básko de papeles que
bastarían para explicar la organización superficial de la narración.
Cualesquiera que sean los méritos del enfoque de Greimas (que puede
ser algo extremado),~~ puede ser revelador concentrarse en un conjunto
p<Hticular de n¡¡rraciones, ya sean ios cuentos rusos tradicionales o las
novelas románticas modernas, y buscar identificar los patrones, perso-
najes y papeles básicos que tienen en común.
El último tipo de análisis discursivo que consideraré aquí es lo que
se puede llan1ar análic;i~· argumentativo. Las fom1as del discurso, como l.1s
con.strucciones lingüi'ticas supraoracionales, pueden comprender c·i.ldr-
n<~s de r,;nmami ento que se pueden reconstruir de diversas maneras.
Estas Gl.d eJkS de razonamiento no llegan generalmente a ser argumen-
tos válidos en el sentido tradicional de la lógica formal o silogística; se
interpretan mejor corno patrones de inferencia que conducen de 11n tema
o asunto a otro, de una manera más o menos persuasiva y más o menos
i;Ytplícita El objetivo dd análisis argumentativo es reconstruir y hacer
explíótcs !os p a trones de inferencia que caracteriz<1!1 al discurso . Se han
desarrolléldo diversos métodos para facilitar este tipo de análisis.;" Estos
pcnnitcn <1l analista sepa.rar el capusdi.scursivo en conjuntos de enunciados
15 Para una crítica fa vorable d el n foque de Greimas, véase P~ 11 l Riccew. "l11e Nilrra tí ve
Fundion", e n Hermeneutic.s ;md !he H uman Sciences, ... op.cit., pp. 274-296.
ló U n m ~l<lfJ o d el an;í lísls ;ugument ativ o ha sido d~sarr ult a Jo por Georges Vi ~naux ~. s us
,> "<.lci.:nlo~; véase Genrges Vig na ux , C A rgumenl;tlion (Cinebr¿¡ : Dro ¿. 1977); y P ierrc
L 15C(HH nes, Ghisla ;ne Moreau·Cap J e víc llc y Ceurgcs Vi gna ux. "l l y~ p ilrm i not JS des
mtmstres" . .en Cim J!ll/Jnicalions_ num . 2t\, 1973. pp 127-163. r::J método des<Hrnlhdo por
lic h cl p¿; clH~ Ilx y c nl,;bora d u res p o dr íJ tilmb ién enh:'J1dcr ~e c umo uroa ·ontríb ución
.¡Jgo form al ;~1 an;)Jisis argument:a tívo d el d isc urso: v éase John B. Tho mpson. '" fdeo·
lo?y J nd \he An ,1lvs is of Discoursc: A C ri!tc,,J lnfrod uct io n :ü thc Wor k <lÍ Michel
Féche ux ",en S'twin•s 111 !he Th cury o/ldeolo,t;y... op.cil., pp. 232-25.t.
o aseveraciones organizadas en ton-to a ciertos asuntos o temas, y tra-
zar después las relaciones existentes entre estos enunciados y asuntos
en términos de ciertos operadores lógicos o cuasilógicos (implicación,
contradicción, presuposición, exclusión , etc.). El análísis argumen-
tativo es particularmente útil para el estudio del discurso abiertamente
político es dt'CÍr, las alocuciones o los discursos de los funciona ríos o mi-
rü~tros de gobierno que ejercen el poder en el Estado-nación moderno
puesto que tal discurso se presenta con frecuencia bajo la forma de un
argumento: una serie de enunciados o ase\'cracíones, asuntos o temas,
hílvilnados de mc1nera más o menos cohere nte, que buscan, a menudo
con la ayuda de adornos retóricos, persuadir a un ¡.níblico. Si un argu-
mento particular es un buen argumento y sí los individuos que constituyen
su públíco son persuadidos en efecto por él, son interrogantes im-
portantes que suscita el análisis argu m entativo, p ~ro además son
interrognntes que nos conducen más a llá d e esta fase particular del
enfoque hermenéutico profundo.
La fase tercera y final de 1 enfoque hermenéutico profundo es lo
qu e: llant.aré interpretadón/reú1terpretación. Aunque los métodos del aná-
lisis formal o discursivo fa c i1ilan la fase de i.nJerp retaóón, ésta es distinta
a ellos. Estos últimos métodos proceden p or anilisis : examinan, separan,
deconstruyen, buscan dcvelar los p nhoncs y recursos que constituyen
un<~ fonna s itnból!co o discursiva, y que op eran en ella. La interprcta-
cit'ln se construye sobre este Análisis, as í como sobre los restsltados del
c:niHisis sociohistórico. Pero la interpretación implica un nuevo movi-
~:ticnto del pensamiento: procede por sfntesi_.:.~ por la construcción creativa
de un significado posible . Este movimiento de pensamiento es un atri-
buto necesario para el análisis formill o discu rsi vo . Aunque algunos de
los que se dedican al análisis formal o discursivo afirman no ofrecer otra
cos<t que un awflisis, afirman transformar lns fúrmas simbólicas o dis-
L~ttrsivas en un conjunto de elementos e in terpre til cion cs (y nada más),
:-;emejante afirmación sólo puede rep rcs entcH a lo s·1mo un enfoque
parcial al estudio de las formas discu rsivas o símbóli as. Por mis rigu-
rosos y sistem;fhcos que se,1nlos métodos del , nJ/i is formal o discursivo, no
pueden abolir }a necL'sid1d de una con...;frucción creath ·a c/(:>) si,gnificado, es
·í20
decir; de una explicación interpretativa de Jo que se represen/a ose roce. Las
fom1as simbólicas o discursivas tienen lo que he descrito como un <<as-
pecto referencia>>: son construcciones que típicamente representan algo,
se refieren a algo, dicen algo acerca de algo. Es este aspecto referencial el
que buscamos captar en el proceso de interpretación. Localizado en
el m<~rco de herrnenéutica profunda, el proceso de interpretación pue-
de ser mediado por los métodos de análisis sociohistórico, así como por
los del análisis formal o discursivo. Estos métodos pueden permitir al
analista ver una i·orma simbólica de una manera nueva, en relación con
los contextos de su producción y recepción y a la luz de los patrones y
recursos que la constituyen. Con todo, el proceso de interpretación va
más aUft de los métodos del análisis sociohistórico y del análisis formal o
discursivo. Trasciende la contextu<1.lización de las formas simbólicas tra-
tadas como prod uc tos situados socialmente, y el cierre de las formos
simbólicas trata d as como construcciones que presentan una estructura
articu\ad:t. I .as l:o rrnas simbólicas representan algo, dicen algo acerca de
<'-i¡;r), y es este cnráctcr trascendente el que se debe captar por medio d el
proceso de interpreíacíón.
El proceso .i.:. intc.rpret~ción, mediado por los métodos del enfoque
henm'.néutico profundo, es sirnultáneamente un proceso de reinterpretación.
Cnmo ya subrayó en es te ca pítulo, las formas simbólicas que son el obje-
to de la interpre ta ció n son parte de un campo preinterpretado: ya están
interpretadas por los suíe tus que constituyen el mundo sociohistórico.
Al desarrollar una interprebó ón mediada por los métodos del enfoque
hermenéutico profundo, estamos reinterpretando un campo preinter-
pretado; estamos proyectando un posible significado que puede diferir
del significado interpretado por los sujetos que constituyen el mundo
sociobistórico. Por s u p uesto, podemos considerar lo anterior como una
divergencia sólo e n la medida en que hayamos Célptado, por vía de la
hermenéutica d e 1<1 vida cotidiana, las maneras en que se comprenden
rutinaria y mund an amente las fonnas simbólicas. Pero la interpretación
de las doxas, si bien es un p reliminar indispensable, no es el punto final del
proceso interpretativo . Las formas simbólicas pueden ser analizadas
más allá, en relé'lción tilnto con sus condiciones sociohistóricas como con
421
sus rasgos estructurales internos, y pueden ser reínterpretadas en
consecuencia. Como un<'l reinterpretación de un campo-objeto preinter-
pretado, el proceso de interpretación es necesariamente arriesgado y
está lleno de conflictos y abierto a discusión. L1 posibilidad de un conflicto
de interpretadón es intrínseca al proc·e:;o mi.sn :t, de interpretaáón. Y éste es
un conflicto que puede surgir no sólo entn: las interpretaciones diver-
gentes de los analistas que emple-an di fcrcnte~ técnicas, sino t-ambién
entre una interpretación mediada por el enfoq11e hermenéutico profundo,
por un lado, y las maneras en que las formas simbólicas son interpre-
tadas por Jos sujetos que constituyen el mundo sociohístórico, por el
otro. Esta posibilidad de un conflicto de int~·rpr~tacioncs, una divergen -
cia entre la interpretación lega y la interp retación profunda, entre la
preinterpretación y la reinterpretación, crea el esp<'lcio metodológico pa-
r<l lo que describiré como el potencial crítico de l/IJ.f7terp.retación, tema que
deseo retomar más adelante en este capit-ulo.
Al delinear el m;uco metodológico de la hermenéutica profunda.,
he intl'ntado demostr<~r cómo pueden in~ -2 g:·ar~;e diferentes tipos de
análisi.s de manera sistemática y coherente. La hermenéutica profunda
proporciona un piltrón intelectual, por así decir!,::., que nos permite ob-
servar cómo se pueden analizar sistemática y adecuadamente las formas
simbó.l.i cas; es decir, de una manera que hag;;; justicia a su carácter como
constructos situados social e históricamente mostrando unn estructura
articulada mtedi;;nte la cual se represen~a <"· Y ce nlt;o. El marco metodo-
lógico de la hcrntt:n6u tie<1 profunda nos pn:-nik apr:-:i<1r los méritos de
difert'ntes :nétodos de análisis, sea del análisis sodohistórico o del aná-
lisis formal o discursivo, al tiempo que nos permite determinar sus
límites , Los métodos particulares del análisis sociohistórico pueden es-
clarecer las condiciones de producción y recepciór1 de las formas
simbólicas; pero r.st~s métodos tienden a pasM p or airo la cstructurr. y
el conb~nido de las formas simbólicéls ':',si se ge11eralizan en un enfoque
a u lo suficiente, pueden cond u e ir a la fa]/JÓcl del reduccfonismo, con lo que
me refiero <1 la fa lacia de suponer que ];1s fonna- simbólicas se pueden
analizar exhaustivamente en términos de las C< n d.iciones sociohisróJ i-
cas de su producción y recepción. Los mét'odo:o pMtictllares de anií.lisis
formal o discursivo pueden esclarecer los patrones y recursos que estruc-
turan las formas simbólicas; pero estos métodos tienden a descuidar las
condiciones en ias cuales se producen y reciben las fonnas simbólicas y,
si se abordan por su cuenta, pueden conducir a lo que he descrito como
fa falacia del íntemalismo1 con lo que me refiero a la falacia de suponer
que uno puede interpretar las características y consecuencias de las for-
mas simbólicas p>estando atención nada más a ellas, sin hacer referencia
a las condicimws S(Xi\)históricas y a los procesos cotidianos en los cuales
y por medio de los cual -'s se producen y reciben. El marco metodológiw
de la hermenéutica p rofunda nos permite utilizar métodos particulares del
análisis al tiemp o que nos mantiene alerta de sus límites y de sus fala-
cias concomitantes Se trata de un patrón intelechial para un movimjento
de pensamiento que investiga Jos rasgos distintivos de las formas simbóli-
cas sin caer en bs h·ampas gemelas del intcmalismo o el reduccionismo .
LA 1 TE RPRETACIÓN DE LA 1DEOT..OGfA
iJ2.6
contrafi.rmación, del argumento y del contrargumento; no es sólo una
proyección del significado posible, sino una intervención potencial en
la vida social; es decir, una proyección que puede intervenir en las rela-
ciones sociales mismas que el objeto de interpretación ayuda <1 sostener.
Interpretar una forma simbólico como ideología es abrir la posibilidad
de una crítica, no sólo de otras interpretaciones (incluidAs aquéllas de
los sujetos que con stituyen d mundo social), sino también de las relacion~::::
d e d ominación en que están i1trapildos los sujetos.
Hasta aquí. he d esarrollado mi descripción de la interpretación de
la ideología de una maner-Z! metodológica general. He intentado demos-
trar que el enfoque hermenéutico profundo proporcionn un m<1rco
adecuado para la interpretación de la ideología, pero que esta última da
un giro crítico y distintivo a las diversas fases de la hermenéu tica pro-
funda. Ahorzt quiero hacer m.ás concreta esta discus1ón u l considerar
un ejemplo con cierto detalle. Me centraré en l<l n¡:¡rracíón de un chisle
obsceno, tal coL lO fue grabado y analizado por Har\'ey Sacks .1' Es te
ejL'mplo es p articularmente útil porque es un c<~so de interal"ción rnun -
da.na y rutinaria : <ntnq u e L1 norración es c1:1 hecho muy común, muestr_:
sin embargo u n a orgar:i.z,Kión daborada por medio de la cua] se et1erü<1
y se recibe el chi<:;te. El siguien te extracto es un fragmento de la COll\'t:-r-
sz:ción en la cual se cuenta ei chiste. El narr<1dor (Ken) es un ;dnlescentc
\'orón de ·unos 17 años de edad. Kcn cuenta el chiste a dos compai1eros v,1-
rones (Roger y /\. 1) y a u n adult·o varón (Dan), quten es el ternpeuL'l. en
una sesión d e terapia d e gru p o a la que asisten todos. La con versación
se desarro lla de la. rnaner;, siguiente·
17 Véase especi.; lrnent c• j LM I'CV Sac ks, "'Sume Tl·chnJc.1l c . m~ider.I IÍOJ"tS o( il. Ui: :y Jokc'".
en S!udii:'S in !he· OF_g.mú:a!;on '/ C>nfla.;·,1tiona/ ln fl:'r aclion, cd. Ji m d<c•nk•:>in (Nucv;¡
York: Academ ic l' r css. t 97ti). pp ~t9-2 69 y H;uvcy SJ cks. "' An An;¡J y·i~ o f the CtHll"' L'
n! ,: J<.Jke ·s Tel l in~ in C tlnY~r:'lti,¡ n " , e n Richilrd U.1u;na n y jnel Schcr7t r (ed .)_
F-.:plor.>li ons in !h e· Dhnograph · of Speaking (C,1mbriJ.ge: Ca mbriJ ~e University Prc·"-~. 197;!),
pp 337 "h3
A t. : ¿Qué cosa es pürpura y una isla al mismo tiempo? Ll uva~·
Bretaña. Eso es lo que su hermana le contó.
KEN: No, para impresionarme según ella,
[0.8 segundos]
KEN: ¿Había tres muchachas que se acab<1.ban de casar?
Roe m: ununrn
A L: JI, Jl, )l.
K· : Y este,
Oye, espera un segundo. Dilo de nuevo el•
Había tres muchachas. Y las tres eran hermanas y se
acababan de casar con tres henJ>anos.
Rocr:.R: Fstaría bien que hablaras con tu hermana
Ar : ¡Espera un m o mento'
Ro ,ER: Oh. Tres hermanos.
K u-.;: Y este ,
AL: Los henn.::mos de las hermanas.
No, son dHcn'lJtcs, s.rtbes, brnibs d i ferentes.
Ahora está más cerc¡¡ que antes (,:rl'o).
Kr.;~J: Así que .
A t..: ummmm;a
[0.7 seg u ndos]
KF.N: C:4llcnsc. As í c¡u e, prú11ero q e: e · :. d d, esa noche están en
su luna de miel y la suegr.1 ,!ic~· bueno, por qué no pasan
la. noche aquí todos ustedes y luego se van mañana
temprano a su luna de miel. La primera noche, lu madre
se acerca a la primera puerta y escucha algo como:
«urnmmmm-um.mmm.m»; en la segunda puerta es:
«ayyyyy -avyyyy»; y en la tercera puerta no oye nada .
Se queda ,ülí c~ rca de 25 rn.inutos esperando que ocurra
algo. Y nada.
[1.0 segundos]
KF~: A l.1 mañani\ siguiente habln con\:: primer hija y le
' Jut'go con L>~ Jhliabras pape~ ('grc ip ~';, m·~s. 1' grcM (grc' l 1 de C:rL'al Bn!;: in. fl\! de la Tl
't28
dice: ¿Por qué hacías ummmrnm-ummmmm anoche?
la hija le dice: «Bueno, mamá, porque ('it') hada cosquillas)>.
A la segunda muchacha: ¿por qué gritabas? «Oh,
mami, es que ('it') lastima". La tercera muchacha se
acerca a ella . ¿Por qué no dijiste nada anoche ? <<Bueno,
tú me dijiste que era de muy mala edu cación hQblar con
la boc~ Jiena>>.
[ l.3 segundos J
KEN: Yok, Yok, Yok .
[2.5 segundos}
)a, Ja.
KFN : Je-Je-Juh-J uh .
RocE;~: Acción retardada.
A;_: Tuve que pensarlo un poco, ¿sabcs 7
RoGER: Claro.
( 1.0 se gundos)
H.OCER: Ji, je. ¿Quieres dec ir que no captas de inmediato e l
significado oculto y profundo'
AL: Ji h .
DAN: Qué intcrcsan!·e.
Ar.: Lo que qubo decir es que, este
RocER: Como que tiene matices psicológicos .
Ka·..:: Li1 he rmana menor cst<1 c recit:ndo .
AL: ] e, Ji, ji
KF.N: Ji, J.i. Fso es lo que quis;edecir.
DAN : Eso F'~rece
KEN : Que vengan íl decínnelo niñas de 12 años, ni siquier<l
S<'l bín que ...
I~OG F.H : ¿Cc"m10 S <1b t~S que n< l t'Stá repiiif·ndo nada más algo que
esc uc hó y qu u lhl ,;;: be siqu i e r ~ lo C]ll <,~ sign ifica?
Al.: ¿Tuvo t'lla qu e expiicárt·clo, Kcn?
Kr:N : Si, m e lo tuw' ;.¡ue ~'xplicar en delJlk
AL : tvíu y bien, K<:."n, me dJ. g us to q ue lengr~.s u n « JKn : J,: n;¡
que <;ab~ c1lgo.
Me dijo gue estaba comiéndose un hot dog.
[3.0 segundos]
RocER: ¿Qué significa eso?
AL SC anda. Explícanos. Explica ...
KEN: No sé. Sólo se me ocurrió decirlo.
AL Explica todo lo que sabes, Ken . Explícalo todoY
lS Ad;¡ p f<ldn d t> Harvev Si1cb, "Some Tc<hn ¡c.¡J Co n:miera twns o f ~ Dirt)· )ok.:'"'"".loc.ril.,
pp.25\l-2.S2 .
que el futuro narrador logre suspender la rotación de turnos ( rCéfDense).
En este punto la secuencia de prefacio cede el paso a la secuencia de I2aiTaaón.
Tras asegurar ]a suspensión de ln rotación de tumos, el narrador puede
proceder a contar el chiste (o la historia) hasta el final. Si los receptores
desean hablar, tal vez tengan que hacerlo interrumpiendo al narrador,
proceso que pu~de requerir una justificación especial (por ejemplo, el
receptor no pudo escuchar algo o encontró algún otro 'problema de
comprensibilidad' ). El íinal de la sec.:uencia de narración se indica mediante
el dímax ingenioso, y a éste sigue la secuencia de respuesta. La secuencid
de r('spuesta puede consistir nada más en risas, pero el momento y el
carácter de la risa pueden ser cruciales . Al final de un chiste, la risa liene
prioridad sobre la conve rsación, por lo que cualquier retraso en el aconte-
cer de la risa es en sí significativo . A fin de apreciar esta significación,
debemos considerar que los chistes son «pruebas de comprensión»: presen-
tan a los receptores una prueba: «entender" el ch..iste rápidamente. Puesto
que no lograr entend er un chiste puede verse como sei'l .-ü de una falta
de perspicacia, y· p uesto que li'ls ris<"J.S de los receptores pueden diferenciarse
en términos de sus arranques rel,,ti vos, se infiere que el momento (ümJng)
de la risa puede proporcionar una base para evoluar de manera compa-
rativa el ingenio de los receptores, lo que Sacks llama «el dispositivo de
evaluación compa rativa del ingenio de lo recep tores». Este dispositivo
estimula a los receptores a reírse tan pronto como sea posible;)' una vez
que ha em.pezado la risa, estimul~ a los demás~ un.irse a cu~, de modo que
su ingenio n o se e valúe de manera negntivn en relación con los demás.
Pero si nadie ríe d e inmediato (como en el caso de este chiste), entonces
el dispositivo puede volverse en contra del narrador de tal manera que la
ausencia concertada de risas se transforma en una evaluación negativa
del chiste o de su narrador. En este chiste, la secuencia de la respuesta es
el silencio interrum.picio primero por el narrador quien se ríe sin ganas y
toma <lSÍ cierta distancia del chisk a fin dt' desviar de manera preventiva
cualquier ev a luaci ón negativa de sí mismo. Lo anterior es seguido por
las risas d es ga n a d as de Al, risas que, al burlarse del chiste, provocan !<1
trilnsición para hablar y evaJu M el ingenio comparativo del11arrador,
de los receptores y d e l<'í supues ta fuente (la hermana de 12 ai\os de Kcn) .
La segunda fase del análisis de Sacks se relaciona con la organiza-
ción temporal y secuencial del chiste mismo. El chiste adopta la forma
de una historia tlue se desnrrolla en un orden temporal lineal, orden que,
como se puede observar, conserva el patrón temporal de Jos hechos
descritos en la historia. El chiste también tiene una estructura secuen-
cial distintiva que se traslapa con el orden temporal. La estructura
secuencial es crucial para el chiste, puesto que plantea un acertijo cuya
solución es el clímax ingenioso del mismo. TI! ch iste consiste en dos se-
cuencia& intcrrel.<Jcionadas: la secuenci<~ d e <<la prim.era noche» y la
secuenci,l de «la mañana siguiente». La secuencia de la primera noche
presenta un acertijo de una manera perfectamente económica, pues se
necesitan poí lo menos tres ejemplos, pero no más, para generar un si-
lencio problemático. La secuencia de la mai1an a siguiente se conecta con
la secuencia an!t'rior por medio de un;; referen cia tcm.poral ('la mafldna
siguiente') y r•.>r medio de una estructura secuenc ial pilralela (primera
pu;.:rta, s~~gun cb puerta, tercera puerta, primera hija, segundr. bija, tercera
h!j,1). Los prim•:'ros. dos pasos de la SL'c 11tncia de !a mai'lal'a siguiente em-
plean un pron,)mbre «ib> en inglés, que no tiene u n referente nombrado
previamente; pero la información prop orcionñda por el narrador en la
~t':cuencia de p:·dacio (se acaban de casar, er<1 su 'prin.1.cra noche·, etc.) per-
mite a los receptores interpretar vit», e mo unn alus1ón a una relación
sexu;d. El tercer paso de la secuencia de la m añ<ina siguiente se estruc-
tura como una solución para el problema pl an teado F'<Y l:i tercer paso de
[,, secuencia. de la primera noche. La solución es el clímax ingenioso, «bue-
no, tlÍ me dijíslc que era de muy mala educación hablar con la boca llena».
Fl clímax ingenioso representa en sí un acertijo que los receptores tienen
'1l1E' resolver ('entender') superponiendo dos cód igos interpn:bltivos: por una
p;~rte, el código empleado en los d o:: J.lrl m e ros paSO$ de b Sí:-cuencia de li1
n1ai'\,w,t siguiente que permitió que ·· i ¡ ., St' interpretara corno una alusión
a una n·lación sexual; y pur olra p a rt'<::' , un c(>dig( dcril.';1.do del víncult
m,:d r A1.ija, en el cual la hija de be o bedecer las ¡- r esuqxioncs de la
iT!Jdn.', e n é'U t!r' t t'l .:, entre ot.r:·,s COS<l .", la form a edu -a da d~ comer. La
SUJ- i:rpo~ición de e:· tos dos códigos, q ue se irnpli an sin que el narrador
los proporcione cxp! iciiamcnte, per rn ifc <1 los reccp ton:s interpretar el
clímax ingenioso como una alusión al sexo bucaL~ La figura 6.2 resume
los diferentes aspectos de la organización secuencial del chiste.
Figur;:¡ 6.2
Secuencia U<' la Pri rn era p¡.1 erta: Sr·gundil puer!J Tercera pueriJ
pnmera no ch e sonido (ris,,) ~ s,)niJ o (;rito) ~ ·¡ . .
SI enc:o-<Kt'!ll; u
i
Seo1en·.:ia d e lil Pn mera h ija· "
.,. Segw1da hi¡a "
.,_ Tercera hija·
nnf;otn,J si¡;uienlt' ,,hace cos e¡ m l!a s» «las timan ·•no hables con
( ífficJdfS) ( il hurts) ia boca llcn~ >>
dimv.x
mgenioso +acertijo
T
ReJac•ón madre-hi¡J fll>. Of(l¡
' Hemos prcic:1do esta expresión por considcr~rla il.decu,; da y conect~: "~exo orai", ~
pesar de ser tH'iiJ:.''.Ll comt\n wc·nte resulta un cuicrnislllo [N d e los F.j
Quiero argumentar que el chiste que estamos examin<mdo es un
chiste que contiene información releva n te :~:H a niñas de 12 años y
qLte se limita intencionalmente a ellas. Según nuestros datos, es con-
tado por un muchacho de 17 anos a otros muchachos de la misma
edad , y éste' lo narra específicamente como se lo ha contado su her-
mana de 12 años. Ahora bien, !os muchil chos sabPn que lo entienden
y no Jo encuentran muy chislnso, y dudan ad ~m.¡, Jeque la niil a lo
haya comprend1Jo. Sostend ré que los muchachosno comprende n el
chis te, q11e la nil1a sí y que este contiene ocrtCI información cJ¿ra-
mente interesante parJ las níñJs de 12 años. 19
Aungue el chiste es interpret<~do por los much c.i chos como un chiste acer-
ca del sexo bucal, serí<l interpretado, segtín Sacks, de manera diferente
por las niñas de 12 aüos. Para estas ültimas, el c,1rácter obsceno d el d)iste es
simplemente un vehículo pura transmitir u n mensaje que n<~da tiene que
ver con el sexo bucz,L En parte, el n< t' nsa ¡,, e:" éste: las hijas pueden
impugnar la autoridad de sus madres siguie ndo k ·; mism,1s re_sbs que
ést.1s les han enseí'1:1do. Si se les acusa de vic;l ar una rcg\a, las hij<ls rue-
den recurrir a otr,~ para e xcusar su manera de proceder. Por s upuesto, lo
anterior podria decirse de los niños en generJl, t<~nlo de los v¡n ones como
de las muje res; pero el chiste dirige el n1ensaje s pecíficamente hacia las
nif,as, puesto que se centra en la relación entre Jas hijas y sus madres d e
mt~nera que las muchachas pueden identificarse con las hijilS micntréls
que los mucha chos no. De nhí que las mucha. has p uedan in terpretar el
climax ingemoso como tma répHca desah'antedc las hijas hacia las madres,
como una impugnación de la autoridad de L~ :nadre por medio de una
regla prescri ta por ella misma. Esta interpretaci ó n del chiste' se les escapa
totalmente a los muchachos. El chiste coloca a la n iiid como vencedora al
invertir la jerarquía de las relaciones progen it ora-hija de una manera que
sólo pueden comprC'ndc; las hij:1s .
Al df''S;\rrolL•r 2igunas obscrv d<~i,)ne s •Títi e<lS a cerca de la d escrip-
ción de S.xk->, quiero ce ntrarme en la intcrprctllcir~n que ofrece en la fase
final del an.:lüsis. Las primeras dos fases, donde Sacks analizn la orga-
nización secuencial de la interacción conversacional y del chiste mismo,
me parecen reveladoras y esclarecedoras. Muestran ampliamente la uti-
lidad de los métodos distintivos de análisis de Sacks, métodos que ponen
de relieve los mec;m.isrnos y los rasgos estructurales por medio de los cua-
les los participante.., de una conversación desarrollan su interacción de
una manera o:rdena,L:-.. Sin embargo, argumentaré que la interpretación
presentada por ~J \·l~s en la fase final de su análisis es menos plausible.
Sostendré que d chiste se puede interpretar de manera diferente, de una
manera que pone de relieve su carácter ideológico potenciaL
¿Qué bases ofrece Sacks para apoyar su interpretación? La pri-
mera base que proporciona es gue el narrador (Ken) presenta el chiste
como un chiste que le fue contado la noche anterior por su hermana de
12 anos . Pero, por supues to, esto de ninguna manera establece realmen-
te que huya sido con tado por la hermana: como el mismo Sacks observa,
la atribución de una h1ente puede ser en sí parte del chiste y puede
cumplir diversas funciones, una de las cuales sería desviar las críticas
dírigidas al nilrrndor .si el chiste resultara un fiasco. La segunda base es
que, segün se dzmlas cosas, el chiste sí resulta un fracaso. La secuencia
de respuesta queda indicad,1 por un silencio iniciilt luego por la risa des-
ganada de Ken., l uego por la risa exagerada de uno de los receptores,
luego por una discusión cargada de risas acerca del chiste mismo, acer-
ca del narrador y acerca de la ::,upuesta fuente . Sin embargo, esto no logra
demostrar, como sostiene Sacks, que los muchachos no <<comprendan»
el chiste, ni tamp oco, que nc' lo encuentren divertido, chistoso o excitan-
te; pues las m aneras en que los receptores reaccionan n1 chiste están
condicionadas por las circunstancias específicas de la narración. De
hecho, sabemos poco acerca de estas círcunstancias. Sacks nos infor-
ma que los tres adolescentes varones participan en una sesión de terapi.:;
grupai y que es t~ presente un terapeuta aduilo varón (Dan); tamb)én
aclaro que los adolescen tes han est<1do contando chistes obscenos du-
rante cerca de 2n minutos antes de que surjél éste. El fragrnento transcrito
por Sacks parece dar a ente nder que los adolescentes están enfrascadO$
E>n una batalla de mgcnios, probando los conocimientos de los otros en
relación con temas sexuales, todo bajo la supervisión general de Dan.
Tan pronto como Ken declara su intención de entrar en el juego, sus com-
pal\eros declaran su intención de ponerlo a prueba. Por tanto, desde el
comienzo se traza una lfnca de combate entre Ken y ellos, de tal manera
que estos últimos buscan probar la ca pacida(! de Ken y mostrar la propia
<1l h,Kcr de menos a Kcn. El hecho de que el chiste fracase no demues-
tr<l que los muchachos no lo comprendan o no lo disfruten, pues muy
bien puede ser que dejen que fracase para ¡wrj u di ca r la capacidad de
Ken. Su silencio es un arma efectiva en la batalla de ingenios.
Sacks ofrece otras dos bases pan~ su interpretación, y ambas tie-
nen que ver con el contenido del chiste. La tercer base es el hecho de que
el chiste se refiera a tres h1jas que se casaron a] nusmo tiempo. Este su-
ceso ünprobable llamo ría, según Sacks, la atención de las niñas de 12 años
pues expresaríil un,1 fantasícl. que ya tiene.n clliiS, es decir, la fantélsía de
que al c<tsar.:>e en «rtlanada,, con.cíli¿¡rían el matrimonio monógamo con
su deseo de vi,1¡ar hacia el .futuro como grupo. La cuarta bnse es que el
chis t~, si se· interpret-a como 'lí!:a réplica dt~s ,~ {i,:n te de la bija h<1cia lil madre,
es d tipo de cosa q ue uno (S<~cks) podda imaginar gut:' disfrutarían las
niñas d~ 12 ai1l 1s. Esta.-; dos bases ofrecidas p r Sacks son muy especula-
tivé1s en reali d,>d. Sacks no proporciona evi den cia alguna que apoye la
afínnación que hace en CLh1!'\lO a que, en general, las nii\as tengan la fanta-
SÍil. de as<~rse en grupo; tampoco hay evidencias que apoyen el punto
de vista de que las niñas Oi~ 12 años entiendan y d isfruten el chiste, de la
rnanera que Sacks imagina que lo' harían; no hay evidencias que propor-
Cionen alguna razón para creer que el chiste sí circule realmente entre las
niñas de 12 años, como sostiene S<lcks. El hecho de que el chiste sea contado
por un Jdolescente. varón ~ dos compai1eros varones es, concluye Sacks,
<< un rrtsgo <asual de estos diltos-~ y, é.lunque no llega a ninguna parte con
ellos, «continl!c~ circulando entre aquéllos para quienes es relevi.1nte y para
qmenes lo comprenden por la información que contiene específicamente
par{! ellos»_:,, No ohstante, esta conclus!ó;• simplemc>ntc, n0 recibe apo-
yo alguno por pe r te de la e-videncia que ¿¡duce Silt.:ks .
20 /bid, pp - úS y ¡;_
¿Puede el chiste, tal como se contó y recibió en las circunstancias
anotadas por Sacks, ser interpretado de otra manera? En vez de espe-
cular acerca de cómo podrían comprender el chiste las rt.iñas de 12 años,
concederé que es narrado y recibido por tres muchachos de 17 afí.os en com-
pañía de un adulto varón. Parece razonable suponer, tal como indiqué
<mtes, que los muchachos están e11frascados en una leve contienda en que
la narración y la evaluación de chistes obscenos es una miln.era de ¿¡pre-
ciar la capacida d del otro. El chiste de Ken presenta a su público l!na
prueba de comprensión : el clímax ingenioso representa un acertijo que
pueden resolver, y que de hecho parecen resolver,¡¡} superponer dos có-
digos interpretativos, con lo que comprt~ndcn el chiste como un chiste
CICerca del sexo b ucaL Al comprenderlo de esta maner<1, el narrador y
sus receptores hacen , podemos proponer, dos suposiciones más. La prime-
ra es que la tercera hija, al explicar su silencio de la pnmera noche con
referencia a los modales en la mesa, }¡a Hplicado mal una regla de etiqueta:
cuando los receptores resuelven el acertijo al superponer Jos dos códigos
interpretativos, lu hacen a expensas de b hija, cuya confusión entre ln s
reglas de los m odales e n la mesa y las prácticas dt,: alcoba es l<~ basé d el ;Kcr-
tijo. Podemos describir lo <Hücrior como la suposición de lJn<l. ignort~ncia
fe m·'nina. La segunda s uposición es que las hij<ts son fucnlP de g r<ltifíca-
ción para los homb res. Es ta suposición se combina con l<t p rirn .rn en el
clímax ingenie~ o, cuando la capacidad de iil lt'rcera hija para gr,1tific,!r
<t un hombre t'S puesta de relieve por su confusión en cuc1nto a !a ,c plica-
ción de una reg!0. Aunque en el chiste no <1pMecen hombres, no se puede
entender como un chisÍc <JLerca del sexo bucal a menos que uno presupon-
ga que la tercerñ hija se refiere a un pene. De aquí l<l segunda suposición:
lcl forma en que los hombres comprenden el chiste implica una concepción
falocéntric<l de las relaciones sexuales en las cuales las mujeres son
consider<~das como objetos para satisfacer !os deseos de los hornbres-~
1
21 De hecho, c::.ta<. Sti¡:'('Si(tOI\éS parecen ser rilsg o~ reL1!Jvamentc típt cos d e l o ~ chbres
obSC\:' 11()~ Ol' !o:, hombr.:$ , co n~iderac i ón q ue .lrfCl J~ un ?. du da a ün nra y or s ob re 1,1
<;ugerenc'.: d e Silck~ d e qul' es!'' chi ~ie cstñ diri;;ido reJimcnle pa ra ci rcu LH l' 11lre las
compañeros, sino que, partiendo de su comprensión intenta demos-
trar cómo, al ser entendido de esta manera y en estas circunstancias,
puede mantener o desorganizar las relaciones de poder. Hay dos conjlUltos
de relaciones de poder que son particularmente relevantes aquí. Existen
relaciones de poder entre Ken y los miembros de su público (incluido un
ad11lto, Dnn, quien, es obvio, detenta una autoridad relativamente es-
table e institucíonahnente concedida); y existen relaciones de poder entre
los miembros de este grupo, tomado como un todo, y los miembros de
otros grupos ausentes, en particular el grupo que incluye a las mujeres,
figuras prominentes en el chiste pero ausentes en las drcunstancias de
su rtélrración . En la sociedad dt: la que forman parte estos adolescentes,
la relación entre los hombres y las mujeres se estructura asimétr.icamen-
te, y as.í estas relélciones asimétricas forman parte del contexto más
amplio de la narrdción del chiste. Si consideramos la narración del
chiste, y su comprensión como un cbiste a erca del Sexo bucal en el con-
texto de estos dos conjuntos de relaciones, podemos ver que el chí~tc
sirve, en el ámbito inntedíato de su n<~rración, para t'>..puncr y poner a
prueba la capacidad de Ken y de sus comp;;C\eros, entre quienes existen
relaciones de poder fluidas y cambiantes, Zll mismo ti rnpo que sirve, en
el o.ntexto más <~rn plio de las reL1cíones de género es tructur<~dils <lSirné-
trio rn en.tt.>_. p;:rn <1firmar hl superioridad colectiva y 1<1 autoimportancia
sexual de los muchachos en relación con el grupo gue figura en el chiste
pero que está ausente en su narración. La capacidad de Ken está a prue-
ba, pero el chiste es acerca de las mujeres. Como consecucncíi'l del chiste,
los compañeros de Ken desafían efectivamente su capacidad (en tanto
que Dan ofrece un apoyo tutelar), y Ken se d efiende hac endo de menos
a su hermana de 12 ai1os, cuya C<lpacidad para compren der el chiste es
puesta en duda por !os muchachos. El chiste se ha transfonnado en un
símbolo, en una batJ.lla de ingenios entre adolescentes varones guienes,
precisamente porque lo entienden como un t'histe acer a ~el sexo bucal,
dtln por sentado (y parecen no cuest!rnar) ciertas suposiciones acerca
niñas ck 1:?. aiios. v~~ se Gcrshon Legm a n, R,,i li()J J/)Í<' o! riJt• [)jrtv /oh' : ,1n /l/l,J~VSJ.\" o!
Sewa/ Humour (N uc\'<l York: Gn ve Press, I%S); y ivlich.1d Mulk ay, On f-lumnur: lts
N;J/urc ,JJid it.~ Place in Ak dcrn Soáe(!' (Ca mb rid ge: Políty Pres:-, 19L'8}.
de las mujeres y acerca de sus relaciones con ellas, aunque éstas estén
ausentes de la narración.
He ofrecido una reinterpretación del chiste que pone de relieve lo
que podemos describir como su carácter ideológico potencial; es decir, su
carácter como forma simbólica que ayuda a sostener, en estas circuns-
tancias, una relación d e poder asimétrica entre los sexos . Si el chiste se
hubiera contad o en circunstancias diferentes, digamos entre chicas de
12 ai'tos, se pod r ía haber comprendido de manera diferente y podría
hnber desempcúado un papel d iferente . No obstante, incluso en relación
con las circunstancias reales de su narraci.ón, describo el carácter ideo-
lógico del chiste como «potencial», simplemente porque, a partir de la
evidencia que tenemos a nuestra disposición, semejante interpretación
es a lo sumo una conjehna . Pienso que es una conjetura plausible, pero
a falta de más información acerc:1 de las circunstancias de la narración
y de la comprensión de Jos r€'Ceptores, es difícil decir algo más que eso.
Puede ser, por ejemplo, que los receptores tuviesen dudas acerca de las
suposiciones implíciLis en el chiste y que sintieran que era simplemente
demasi<1do crudo: y quizá el fracaso del chiste pueda explicarse parcial-
nwnte en términos de esta duda de los receptores . También puede ser
que la presencia de una figura mnyor de a u~oridad en la narración del
chiste tuviese consecuencias importantes para su recepción. Éstas son
especuiaciones que, a partir de la evidencia de que disponemos, no esta-
mos en posición de resolver. Aquí me he límitado a analizar los datos
disponibles ace rca del chiste y su narración, usando todo ello como una
manera de demostrar cómo se puede emplear el marco metodológico de
la hermenéutica p rofunda para el análisis de las formas simbólicas tal
como se producen, reciben y entienden en la vida cotidiana, y cómo estas
formas simbólicas mundarlas se pueden interpretar, de maner<'l plausi-
ble ~unque tentativa, como ideológicas.
ANALIZANDO LA COMUNTCActÓN DE MASAS:
FL ENFOQUE TRIPARTrTO
-¡ il
adoptados por los individuos al llevar a cabo sus tareas cotidianas, des-
de escribir hasta editar, desde filmar hasta establecer horarios, y desde
reunir fondos hasta seguir los planes de mercadotecniaY También
podemos adoptar un enfoque más interpretativo y buscar elucidar la
comprensión de los individuos que par!icip<:m en la p rodacción y difusión
de los mensajes de los rnedios, es decir, las maneras en que comprenden
lo que están haciendo, lo qur están produciendo y lo que están tratando
de lograr. Esta interp reta ción de la comprensión cotidiana de J¡¡s «doxas"
puede ayudar a esclarecer las reglas y suposiciones implícitas en el pro-
ceso de pmducción, incluidas suposiciones acerca del público y sus
necesid é!des, intereses y habilidades. Estas re.~bs y suposiciones forman
pi1rte de las condiciones y códigos sociales gue <1provecha el personal de
Jos medios al producir y transmitir los mensajes de los medíos. Junto
con otms aspectos del conte:-;to sociohistóríco, estas condiciones y có-
digo~ L1dlitan y circun s;:ril··en los procesos d~· producción y difusión,
perm itiendo con ello que Jos mensLljcs de lns medios se produzcan y
diLtndrl.n como un;1 c c~ nsl-r ucción simbólica significntivll .
El segundo asp ecto d e la comunicación masiv a es la construcción
del nwnsaje de los medios. Cuando nos concentramos en esle aspecto
damos priorid Cid a lo que he liélmado análisjs formal o discursivo: es de-
cir, analizarno. el mensaje oe los medios como una construcción simbó1ica
compleja que presentil una estructura articulada . Por ejemplo, i1l c~na
li zar un programa de televisión podemos exélminar la yuxtaposición de
palabras e imágenes; los nngulos, colores y secuencifls de las imágenes
utilizadas; la sintaxis, el estilo y el tono dellengu<"'je empleado; la estruc-
tura de la nélrración o el ;ngumento; la medid<1 en que la estructura
narrativa o argumentativa permite subargumentos, disgresinnes o desa-
cuerdos; el uso de reo1r:-;os específicos corn u Í.1<; n :'lrrJ L~ im~ es rt>trospectivas
23 Exislc unJ cxtcns~ litera tttra qur tr<1ta an'rca de ia con~trucción de los mens;;ícs de los
medio~. Para una sele cción. véase Korl F.rik Ro~engren (ed.), AdFiince.'>' in ConfPn!
Ana~VSJS (Londres y Bevcrlv Hilb: Sage, 198 i ); Dav1~ y Willton (ed .), Lan¡;uagc, lm<~,';l!,
lv!edia, . .op. át ; y W ili ~r J D. Ro,..v b nd v Br ucc Watkins (eJ.), lnterprl'ling Td{'vision:
Curren/ Nes cilrch Perspectives (Londres y [3 everly Hílls: Sagc, 1985).
2'i En ,J ños r eci erHt~s h a h;;b iJ u un t'recim icnt o s1gni fic,1t ivo d e l i ler a tu r,, info rm il d ,l
sccio lóg\c,1menl e acerca d0 In. n<lfllraleza de Jos p úblicos y lil ~ con di citHlCS J e rt-cepció il
de !os m >nsa jes d e los tn ed íus. V ea~ e, por ejern p \o , A n th on y P iept', M ile,: Em e rson y
Judy Lim non, Tc levi.sion and the Working Class ('i'Ves tmead, Farnborou gh, H.1nts: Si\). On
H ous•:, !975 í; !);; vid Mo rie y, Thc "/v:,tion ,. ,_,jd c ", í udience: 5tn;chm• and Demding (Lun ,ir,•s :
1a que buscarnos elucidilr cómo entienden los mensajes de los medios y
los incorporan a sus vidas diarias individuos particulares situados en
circi.tnstancias específicas. Esta interpretación de la comprensión coti-
diana de los mensajes de los medios puede ayudar a poner de relieve
las reglas y suposiciones que los receptores <:iplican ,¡ los mensajes de ]o!;
medios y por medio de lé"ls cutJlcs comprenden estos significados en la
fonna en que lo hacen. También puede ayudar il subrayar qué conse-
cu~mcias t"ienen los mensajes ele los medios p<~ra los individuos que los
reciben, incluidas las consecHencias que tienen en las relaciones de po-
der en que están inmersos estos individt!OS.
He intent<ldo demostrar córno puede desarrollarse en términos
metodológicos el enfoque tripartito de b comunic,;c\ón de rnasas, de l<:~l
m~mera que ("élda ilSf>ecto de la comunicación de· m;-.sas se pueda anali-
,-,,n por m.edio de un<~ fase particuL>r de la ht•rmenéutica profund<1,
com bin ada CJ1 algunos casos cnn la interpretación de las doxus . Ahora po-
dernos d es;nrnlbr un poco m.:ís esta descrip ción demo~l'rcmdo cómo
podemos situar la interprei·aetón del carcíctcr ideo.!óg ico de los mensajes
dt~ los med ios en este enfoque gener;:d. En vez de suponer que el c<'lrélc-
ler ide ológ ico de los mensajes de los Incdios puede ser interpretado a
pC1rtir d e los mensil.jes misn.ws (suposición que he llamado la faia.cia del
intcrnalismo), podemos recurrir al análisiS de los tres aspectos de la co-
muníc:ación masiva: producción 1di fusión, construcción, recepción/
Gpropiací.ón, a fin de interprel"<lr el carácter id eológico de Jos mens,1j<:•s
de los n1cdios. l.a figura ó.3 resume este desarrollo metodológico del
enfoque tripartito . El a.nállsis de la producción y difu::.ión es esencial
para la interpretación del c 1ráckr ideológico de los mc..nsiljes de l11s
m edios p o rque ayud;: , enh:nder las institu ·iones y las relaciones socia-
les en las cm1les se producen y difunden dic: hos m ensajes, así como lo~
Hritish Film lnstitute. 19SO) [tr;;d.ost . .'\nwrrortuL David Mo r ev, J·:unil)· 7i:levision
CultuJ:rl J'o¡ ,·e, ,mJ Domesti c J. o :wrc,.,.l)p.cil.; Ro ~- c· ri Hod gc '," D~v i d Tripp, Cldidren c1nd
Tde l'ú·ioJJ: .11 Semmlic AppnMch,..•('P·,-il.¡ l.::n 1\ng, Watrhing D.¡}J,Js: Sr•ap Oper;¡ m1d thc
A.ft'l<,dn! rn .7ti r !mfi.J;{i nM i on, tmd. DclJa Cutil ing (LonJ re ·: Meth ucr1, 1985).: y ·¡~1ll1 <1T Li eb('s
y Ui h 1 Katz., "I'M krns of In\ o h'em c !ll in Tl:'levis ion f- ictwn", en Fump ean /r.lJJmiJI ni
{_ ;)llii! IU!l fc',r l iOn, m'11n . l, 1%6, pp 151 · 171 .
objetivos y suposiciones de los productores. El estudio de la construc-
ción de los mensajes de los medios es esencial porque examina los rasgos
estructurales en virtud de los cuales son fenómenos simbólicos comple-
jos, capaces de movilizar el significado . Por último, el estudio de la
recepción y apropiación de los mensajes de los medíos es esencial porque
considera las condicjones sociohistóricas en los cuales los individuos
reciben los mensajes y las maneras en que tales individuos entienden los
mensajes y los incorporan a sus vidas . Al recurrir al análisis de estos
tres aspeclos de la comunicación masí va, el proceso de interpret;;ción
puede buscar explicar las conexiones que existen entre mensajes par-
ticulares de los m.edios, ios cuales se producen en ciertas circunstancias
y se. construyen de cí er tas maneras, y las relaciones soci<l les en las cua-
les los individuos reciben y comprenden estos mensajes en el curso de sus
vidas diarias. De esta manera, el proceso de interpretación puede em-
peznr a explicar e l carácter ídeólógico de los mensajes de los medios,
L'~ decir, las m a1 e ras en que el significado movílizado por los mensajes
pMti cul a re s pu ede ayudar, en ciertas circunstancias, a establecer y
sostener ias relaciones de domíndción. Lo que son estas relaciones de
poder, y sí e:te significado sirve para sostenerLos o para subvertir! as, pa-
r<l establecerlas o s o c<! varlas, son interrogantes que sólo se pueden
Ftgura 6)
Producci6n v
tral\sm isión ,
·- .. Anális:s so-::ohistórico e
i.nlerpn:t;-;o ón de la!' dox;;s
o d ifusión
25 1.1nice .A. lbdwily, RNidin¿; tlw Noman,·e: J l'i.mwn, P1 lriHcl~¡- ami F'opd;l! f.i lt?;·,¡tu n · (Ch,1pt·l
Hill. N C: niv e rs i!y o f or th c~rolnl,l Prcss , 19.'4:r. El lihrr1 fu r: reeditado con unil
•w.:va mtrod uccic.in en 19$7 (Lül\(lrcs: Ve so \.
campo: Sweet Savage Lo ve de Rosemary Roger. La nueva línea fue desa-
rrollada rápidamente por las grandes editoras masivas, incluidas Avon,
Harlequin, Fawett, Dell y Si.mon and Schuster. La firma Conadiense, Har-
lequin Enterprises, que en un principio consiguió destacar al reimprimir
las novelas románticas de Milis y Boon en las décadas de 1950 y 1960,
desempenó un papel particularmente importante en la nueva oleada de
la ficción romántica. Desarrolló estrategias que tuvieron mucho éxito en
el mercado de los libros de bolsillo b<tratos, incluidas la investigación de
mercados, las ventas en supermercados y las suscripciones. Hacía 1980,
Harlequin podía afirmar que sus millonarias campafi.as de publicidad
llegaban a una de cada 10 mujeres estadounidenses y que un 40 por
oento de éstas se convertía en lectora de Harlequin.
Contra el telón de fondo de estos desarrollos, Radway se centra
en las experiencias de un grupo de mujeres que eran lectoras regulnres
y más o menos típicas de novelas románticas. Este grupo de 42 mujeres vi-
vía en un suburbio de una ciudad de tamaño medio del oeste medio
(Smítlüon.); la m ~;yoría de ellas eran mujeres cas<1das que tenían hijos
entre las edadc~ de cinco y 18 ai1os. ToddS eran clicnlas de la librería
donde trabajab.1. Dorothy (Dot) Evans. Dot adquirió cierta notoriedad
en d negocio de la novela romántica al escribir un boletín crítico para
las librerías y los editores. Sus opini.ones acerca de los mejores libros del
rn 'S lir:.'garon a ~;er tan influyentes que los editores de Nueva York em-
pezaron¿¡ enviarle pruebas de los libros nuevos para asegurarse una
crítica en los boletines . Las mujeres de Smithton estaban entre las muchas
que confi a ban en Dot para saber qué elegir entre la producción mensual
de nuevos títdos. C o n Dot como intermediaria, Radway pidió a estas
mujeres que llenaran un cuestionario detallado sobre sus hábilos de lec-
tura. y sus actih1des hacia la ficción romántica. También condujo serias
cntrcvis7as con Dot y con varias de las mujeres. De esta manera obtuvo un
cuerpo de d,üos 1 L~TG\ de las circunst;mc.ias sociales, los hábitos de lecll.l-
ra, las actitudes y la comprensión de un grupo de mujeres p<ua quienes
la lectura de novelas románticilS es un rasgo integral de la vida di,uia .
Estos datos pcrm..iten a Radway distinguir entre las novelas
que las lectoras misJJJ<15 juzga.n como exitosas (lo que ella ll ama la
Ai7
«novela romántica ídeal») y las novelas qu e juzgan como no exitosas
(la <<novela romántica frustrada»). Despn 's analiza las estructuras na-
rrativas de estas dos categorías de novela romántica para saber si
existen rasgos estructurales que puedan ayudar a explicar el atractivo
de la novela romántica. A partir de un<1 versión modificada del método de
<~nfílisis narrativo de Propp, consigue demostr;:¡r que la novela román-
tica ideal contiene 13 funciones narrativas que se relacionan de una
manera sistcmá ti ca . A pesar de la preocupación individual por fenó-
menos como In reencan1ación, el adulterio y la amnesia, todas las h.i storias
exitosas están construidas sobre una es!Tuci·ura narrativa comtín gue se
resume en la figura 6.4. Al igual gue la may·or parte de las narraciones,
la n o vela rorné1ntka ideal se compone de t :-.::s etapas básicas: una situa-
ción inicial que establece unr1 tensión (funciones 1 a 6), un<1 situación
final g1.1e transforma la situ;¡ción jn icial y determina la tcnslón (funcio-
nes 8 a B) , y Uila parte intermedia (función 7) gue provoca y en su
momento c>xplic él la trt=~nsfonnilción . Cad a una de las funciones de la
sítu ,,c icín inicí<il se combi n él con una func ión de la sití.l,Kión final , y el
VÍI1Clllo entre las dOS Se lT: Vt..'la pOCn e~ poco a medida gue la historia lle-
ga a su conclusión. A:,;í, la n1wela románti c 1 ideal empieza casi siempre
con !.:1 .'; t'pa r ación del;¡ heroína de un ám b ito familiar cómodo que por
lo generAl se a5ocia con su inf<1ncia y su fanlili a . Encuentra a un hom-
bre a.risto criltico y reacciona antagóni .a mente a su conductil , la que
interpre ta como evidenCia de un interés purament·e sexual en clln . La
hcroín<~ responde con ira o frialdad al héroe, quien se venga castigiín-
dola . Luego ocurre una ruptura: el héroe y la heroína son separados de
nlguna mRnr.rél . Esto prepara el can1ino para una inversión del J.le-
j<nmento producido por la situ<1ción inicial. El héroe tiene de pronto un
acto de ternu ra gue no se explica plenamente en e~t l! punto de la histo-
ria , y ello des<~ncadena un proceso d e r e interpretc1Ción en el cual la
heroína llega a ver la conducta anteri cr d el hérot• bajo una nueva luz. El hé-
roe dechwr1 abi e rtamente su amor a la h eroú1a, quivn responde emocional
y sexu<'llmente, l o qu e culmina e n u na fe iiz reconciliación ck b pareja.
El C~n á lisis de la estru ctura n ar r<1.b va d e la novela romántiu ídl2al
nos permite ver que las novebs exitosas cuen t:u1 repetidamente ciertil
t
!
Figura 6.4
1
9. La hemina responde c;i!!damentc ,1 !,1
lt>rn u r;; del héroe.
1
SihJ iiCión 10. La heroín:-t re interpreta la (OnJucfa !
fillill ilmbigu;l de! l.-éro -. ·omo pmd ucto de un
agra\'1 ~1 , 11tcnDr.
';r_ "TE: A dapta d o d(' Radwilv, Rc•.1ding the Rom.m cc M-'()]}JPJJ, J>,Jfl iMch_l · J/111 Popu/¡¡¡
Í.i.':.:mfUrt', .. -1 'J' -Cll., .151.!.
'·
historia acerca de las mujeres, acerca de los hombres y acerca de sus in-
terrelaciones. Las novelas narran a sus lectores que una mujer necesita
el amor y el cuidado de un hombre, que ella puede encontrar ese amor
y cuíd<1do al confiar en que, bajo el exterior duro e impasible de un hom-
bre, existe calidez y ternura, y que, cuando se rnuestriln y comprenden
esta calidez y ternura, se gen<'rar,~ una relación genuinamente recípro-
ca y mutuamente S.'ltisfactoria. En contraste con la novela romántica
ideal, la novela romántica frustrada casi nunca logra reconciliar ple-
namente ala parejJ distanciada, sea porque el héroe nunca se transforma
por completo en un campanero tierno y carii'\oso, sea porque otros per-
sonajes que se enredan en l2 relación central obstruyen o desvían su
desarrollo . La novela romántica idea! es una historia de tensión que se
basa en un malentendido, y de reconciliación inspirada por la confian-
za; proporciona a sus lectoras una serie de ínsiruccíones acerca de cómo
leer a nn hombre? cómo reinterpretar la conducta masculina de una ma-
nera que elimine la. ambigiiedad, remedie la tensión y permita que ambos
comparwros se expresen ternur<1. y afecto de una manera mutuamente
satisfactoria. Lil novela romántica también permili.: que sus lectoras ex-
perimenten una fonna vicMÍél de placer y que ellas mismas se imaginen
temporalmente como en el punto focal del cuidilllil y la atención de un
hombre, experiencias que muchas veces les son n egadas U1 las circuns-
tancias realc_". C<' su vida diaria, donde S t' preocucan sobre todo del
cuidado de Jos denhÍS. Para la mujer de Smiihton, leer novelas román-
ticas tiene así un v,1lor terapéutico y tranqui!1 zador. La tranquiliza en el
sentido de que, s i tiene dudas o tt>mores ocultos acerca de los hombres o
de las relacio;'tcs heterosexuales, est;¡s dudas o temores se basan muy
probablemente en un millentendido que htne s olución. Posee un valor
terapéutico porque le proporc~ona, en una forma que pese a ser vicaríe1
es placentera, una sensación de ser quer[da y atendida por un hombre
hilcia el q u e se siente J.traída y a quien ella ha log rado atraer hacia sí.
La capacidad de lCI novelil romántica para ser tTanquilizadora y tera-
péutic<l coexiste con, y ayllda a reproducir, un conjunto estructur<~do
de relaciones sociales donde esti'ls mujeres se sitúan y en las que llevan. a
Gibo ciert<~s !areas y papeles, en especial t<Hcils asociadas con la atención
·i 50
de las necesidades de los demás. Por tanto, al leer novelas románticas
estas mujeres rlleden experimentar, de manera vicaria y temporal, una
forma de afecto y atención que casi siempre se les niega en el desarrollo
práctico de su:' v idas diarias .
Si la lectura de ficción romántica sirve é\SÍ para sostener y repro-
ducir las relaciones socialmente estructuradas de la vida diaria, también
es importante observar, según Radway, que esta actividad pernde a lils
mujeres de Smithton establecer cierta distancia respecto de estas relacio-
nes. Para poder apreciar este punto, debemos distinguir enh·e el sig:IU"ficado
de los mensajes mediados tal como son recibidos e JiJlerpretados, por una
parte, y la importancia de la actividad de recepción, por la oln . Esta últi-
ma se refiere al hecho de que, aparte del significado que puedan tener
los mensajes, la ac tividad misma de recibir estos mensajes puede ser sig-
nificativa pnra las receptorlls . En el caso de las mujeres de Smithton, la
lectura de novelas románticas es entendida sobre todo como una forma
de relajación y como una oportunidad para crear un tiempo y un espa-
cio propios, ajenos a la esfera doméstica donde se ocupan de atender
[¡¡s necesidades de los demás. Disfrutan};:¡ lectura porque les permite
alej<H'sc tempora lm ente del contexto de l.1s relaciones familiares, en las
cuales se rlan l a mayo r parte. de sus relaciones con los demás, y dehnir
un campo en el cu al pueden ser ellas mismas y alender sus propias ne··
ces!dades d e m.anera vicaría. En esta consideración, el car;kt·er privado
del acto de [eer es .importante, pues léls mujerc_ disfrutan de la lectu:;-~ de
novelas románticas porgue les permite establecer un campo privado
donde se libran temporalmente de las demandas de la vida doméstica.
Desde esta perspectiva, la interpretación del carácter ideológico
de la novela románhca requiere una salvedad . Si nos centramos en la
actividad de leer como distinta de los textos qoe se leen, podemos ob-
servar que leer n ovelas románticas es, en alguna n)cdida, una manera
de resistir o de protestar en contra de una situación gue las mujeres de
Smitl1l"on expenmentan com o insatisfactoria. E!> una manera de enfren-
tar una situaci ón q u e es tá estructurada de un0. forma que requiere que
eJl;:¡s <ltíenden las necesidades de los demás mientras que sus pmpias ne-
ccsidndes no son ah:ndidas. En e te sentido, la actividad de leer novebs
'Í)l
románticas tiene, para estas mujeres en estas circunstancias, cierto
carácter crítico: representa una forma de res istencia, aunque sea parcial
y no se articule como tal, contra un conjunto de relaciones sociales que
están estructuradas asimétricamente y que se experimentan como in-
Siltisfactorias. Sin embargo, en este caso el carácter crítico de la actividad
de leer CJllt'da prob,; blem.entc eclipsado por el ,:ar.ic!ercc1mpensatoriode
los textos que se leen. En tdnto que la lectura en'<:~ temporalmente un
tiempo y un espacio njcnos a los contextos de lil vidil diaria, el signifi-
cado transmitirlo por los textos que se leen <~yuda a dar seguridad a las
lectoras y a sa tísfacer de manera vicaria sus necesidades no a tendidas,
lo que les pcrmHe continuar sus vida.s diarías sin alterar de manera fun-
damental las rebciones sociales que las cuacterizan. De qué manera
funcionará con el tiempo el equilibrio entre estos dos aspectos de la lec-
tura de las novelas románticas -el cr(tico y el compcnsJtorio- es una
interrogante que RL1dw<1y deja, c:on tod ,\ ril.ZÓn, a bierta . Contestarla de
manera adecuada requeriría tJn análisis mucho m,h t:xtcnso de las vi-
das de las receptoras y de las maneras en q ue sus v.id . .:J s sün cambiadas,
si es gue éste es el CLISO, por un hábito de led ura que ba lkg¡1do a ser vi-
tal p;n~' ellas.
He considerado est0. <:kmpl() con cie rto de tal!e porgue me parece
que combini'l, de un;; rnanera ej ernpl<~r, un in terés por la producción, lil
constr 'CC'ión y la recepción de los mensajes d e los rnedios, y porque de-
muestra cómo el análisjs de estos diferentes ilsp "ctos puede conformar
L1 iníerpretélción del carácter ideológico de b s formas simbólicas mass-
mediadas. Por supuesto, existen rusgos d el estudio de Radway que
pueden ser criticados; por cjernplo, su anál isis d e los procesos de recep-
ción es mucho mejor que su análisis de la producción y difusión de la
ficción romántica, y me parece ciertamente cuestionobl~ que se apoye
tanto en la descri p ción de Chodoro\.v acerca de la formélción de J¡¡ psi-
que femenina -"" No obstante, ha dest-acado de manerrl correctél la
26 R ~dw ~y sig ue la n•, ·isió n f~mints!,l de Fre uJ 'Jll<' h ;~ c t: Clwd orow, ,\ rgumen i,J ndo qu e
-·1 proceso parental o:on.-!it11ye e n b ni rl,< un3 ne..::esíd,ld constan te de! es tilo de cH idado
a:::ociado con . 11 madre. Pues to q ut' es!t~ cui.d,1do no ¡:•ued e ser proporcio nado por los
h<1mbrcs, quienes h,1 n sido condi cíonildos p.un ncg11r ,;us cilp~ ti d ad es para nutrir con
importancia de estudiar las maneras en que los individuos reciben y com-
prenden en el curso de sus vidas diélrias les productos massmedíados, y
ha demostrado cómo podemos desarrollar una interpretación crítica de
los productos de los medios de una manera que evite una atención
exclusivél a las condiciones de producción y dih1sión de Jos mensajes de
los medios masivos o a la estructura y el contenido de Jos mensajes mis-
!110S . Adem<1s, al centrar nuestra <1tención en las m<meras en que se
ternwra , !.1s mu j ' r~~ deb n de buscar realiLilr esta necesidad con~t.:mtt:' de otras
m,m, · ~<I :. Ch odu rm,,, su gie re q ue \!:<il m;n)l-r;, en h LJUC h;sc}l\ rea! i; ar esta n ú'f< ~idnd
es~ lriiv~s de! prOc!:'-SO de ser r:na d r t's de otros; véase f\;,\ncy ChoJurow, Thr l?eprv·
J uction ni Mothering: Psyrhoana~vsis and th e Sociology o! C!:!ndeF ( 13C'rkelt:y: Univer:;ity of
Ca! íforn ia Press, 19í'8 ). Radv..- ay agrega un m1evo g iro ai argumento: su gicre <.j\1€ : ,,
lectur a J e no v e las r om;í nticas es una rn ilnera ;,!ternativ:~ en que [,15 mujl'rt'S busc~n
Iealizar :;u ne ct>síd;Id d e mrtrir constituid,) por el proce:so p.ucntal pero que ,,.~tá nc¡;,l(Ll
p or lns rd il ó ones het orosext•;tl e d e su vida cotidian,l Leer novei<1s rom;ln ti c a~ e-:. un~
rt• n nr racl ó n ritu a l de los procesos psíquicos J. tra vt' s de los cualrs se formó so pro~'Ía
idt•nti d ad, y en e ~ td ren<H ra cion ella ~ ex perimentan CÍé' m_anera vicaria j ;~ part e
nutrien tE' q ue está au serHe de s us v id as ildultas. No he proseg uido e n esta lín ea de
an:i li. is porque mf> pMece ser Lmn de los aspectos más espec ui.Jtivos y cu est io ni1bi es dc1
informe de i<. nd way.
LA APROPIACIÓN COT IDIANA
DE LOS PRODUCTOS MAS SMF.DIADOS
27 :\c•:· rc: c~ <1::- la histo ria ele !a. pr.:ic l Íl"il$ de h>ctura, V é<lSC Roge Ch.u 1icr, The Cufl u r,¡J uses
o/ l'rmi in E1r~l' Modem Fm nce,. .. op .cil.; Rogcr Charticr (eJ .), The Cu!lt;re o! Prinl: Power
Jnd /}),· L st_; o/ Prin! m E~ r~¡¡ .''..,f odt'm Fumpe, ... up .á l.; y Paul Sacn¡;er, ·'Silent Reading: Ps
Impacl 1n Late M c-diel'il l Scrip t ar.d Society", C'n Vialor, Med ie,·a! iJnd Rcnlliss.:mce 5tudics,
ní11n . 13, 1982, pp. 367-41 ·l.
si consideramos otros medios técnicos de transmisión, podemos en-
contrar que las maneras en gue Los product-os mediados son recibidos
y apropiados varian de manera significativa de las que se reladonan con
los textos de lectura. Por ejemplo, en las sociedades industriales occi-
dentales, In práctica de ver televisión ocurre generalmente en contextos
dom<'sticos privados, aunque la actividad es con frecuencia social en
el sentido de que los prugramas se ven en compañía de otras perso-
néis y en d sentldo de que los espectadores plteden ÍJüeractu;n durante
la exposición.
Al examinar las maneras en que los individuos situados en contexl.os
sociohistóricos particul<nes reciben los productos mcdi11dos, y se
apropian de ellos, podemos elucidar los modos Hpicos de apropiación
de los productos massmediados. Elucidar los modos típicos de apropia-
ción implica identificar algunas de las manera.s características en que
los individuos reciben y capta.n los productos n.10ssmediados: esto es, las
fu,-mas c,wacterísticas en que se lee la nove i.1 romántica, se ven los pro-
gramas de televisión, etcétera. Es te tipo --k an<'ilisis requiere que $e
,1bstr,1ignn Jas idiosincrast;¡s y st: husquc espccifkar los rasgos comu-
nes a una plu ralidad de pr/tctictls do.:' recepción, de la manera en que, por
ejemplo, podemos busca r esper:!ficar nlg u ncs de los rasgos que son
comun ...•s a la lectura de la novela román ti..:a para una pluralidad de
lectoras, o al hecho de ver telenovel,:¡s pa ra una pluralidad en espec-
tadores. En general, los modos de apropj ación quedan cirnmscritos
por la naturak:zi1 de los medios técnicos de difusión, y los cambios
que se dan en estos medios (por e¡crnplo, la ir ttr oducc.ión de las vi-
deograbadoras) pueden alterar de manera significativa los modos de
upropiacíón. Con todo, los medios técnicos de transmisión no dcter-
min<lnlos modos característicos de <lpropiación, ya que estos medios
t<1rnbiC>n dependen d e las condiciones, convenciones y C;)prtcidades
que carclCterizan a los (Or: textos de recepción y a los receptores. Sólo
.11 <lníilizar los medíos técnic<).S d e transnú sión en r12lación con la~ cir-
cunstancias re<1les en las q u e se reciben y asim i lan los product·os
mi"lssrnedí<Jdos, podemos intenLn el uci dar los modos típicos de
él propir.ción de estos productos.
2. Un segundo rasgo de la apropiaóón cotidiana de los productos mass-
mediados :;:e relaciona con las caracter.ísticas sociohistóricas de los
contextos de recepción. La recepción y la apropiación de los produc-
tos massmediados deben verse como prácticas situad<""IS/ es decir,
prácticas qtte ocurren en contextos sociohistóricos particulares, en
tiempos y lugares particulares, ya sea aisladas o en cornp<~il.ía de
otras, y así sucesivamente. Al analizar la recepción y la apropiación
como práctkas situadas, estamos emprendiendo lo que he descrito co-
mo el análisis sociobJstórico de los contextos de recepóón. Entre
otras cosas, podemos buscar ,malizar los rasgos espaciales y tempo-
rales de los contextos de recepción (por ejemplo, en el caso de ln
televisión, ouién v-._: r·rogram.as específicos, cuMes, cuándo, por cuánto
tiempo, en qcté lugcnes, etc.); las relaciones de poder y la distribución
de recurso~ ~ntre los receptores (quién controla la elección de pro-
gramas, quién \:,•;;,-lo <_'<lp;lCJdMi par<\ adquirir h)s medios técnicos de
rc<ep~·ión, et.~ .); l<i:" reg'as y. onvenciones cpw control,.n l<lS pr<k ticas
de rh·cpci(n y les patn)ne:-; afi1ws de intcracciiin (i'i quíl-n se le pcr-
rn:t<' ''er tclevisii'm y cu<Índo, cómo encaja el ver tt.levísión en l as
rutinas ele )a ·.- ida ::1iaria, etc); las instituciones socia.l<~ s en las cu <llc·s
ocurre la ac:tivide1d n~ceptora (muchas veces, aunque de ninguna
m;mna sienpre, familias particulares); las asj¡netrías y las diferen-
ci;1!.-:-~; sistcm.álics que carcl~terizan los contextos de recepción y las
relaciones entre los receptores (asimetrías entre hombres y mujeres,
<1dultos y niños, diferenci:1les entre un contexto y otro, etc.); los me-
dios técni~..:r><; empleados parn la recepción (sei1 un televisor, una
videograbadora, cte.) y las rn<~.ncras en que estos medios afectan !a
actividad de 1·ecep(ión.
3_ Podemos dishngu ir el análisi.s sociohistóríco de los contextos de re-
cepción, del ;;nálisi.s de un ;,.,-,_:~r rnsgo de ln aproríación cotidiana:
la nclturalC'iJ V l"' imporL:ncia de lrts activídade.:; d!2 :·eccpción. Es
impor;,:nte ·:;~~onoccr que lo que consic:it:rarnos como a(tÍ\'idades re-
ccpk·r,L, -k,,:- lú:ros, ver televisión, cscuch~:r mlÍsica - S()n logros
"'mci• j~.l:-: > r,·uy e:;pecializados que' implican la <q.Jii(·,,ción ÓL" una
¡_;r.;n, -)::,;d,1d eL c:-(,ncll:im',_ntos adquiridos, y que se tr<:lslap:1n de
í'í7
maneras complicadas con otras actividades de la organízaoon ru-
tinaria de la vida diaria. Por ejemplo, se puede ver televisión rrúentras
se prepara o come la cena, mientras se lee un periódico o se juega con
Jos niños, o ésta puede estar «cnccndid<~» simplemente como un acom-
paí1amiento de fondo p;ua otra actividad; de ahí que pueda verse
con diversos niveles de interés, alt:nción y concentración. 28 Si consi-
derilmos las actívidn.dcs ren!ptoras desde este\ perspectiva , podemos
ver cu<'in eng<~floso seria tr<ltilr de inferir las consecuencias de los men-
sajes de los medíos a partir de los mensaj(~s solos (lo que he llamado
la fa lacia del internalismo), puesto que dichas inferencias no toma-
rían en cuenta las maneras específicas en que Il)S individuos ponen
(o no) atención i1 los mensajes que reciben . Ademtís, como seí'taló
R<~dway en su estudio de !<1 novela románt ica, la propia actividad de
H'L~t:pdÓJ\ puede ser significa h\·a para los r<:•(·cptmcs. L-1s formas de re-
cibir jas n;enS<ijc.~· ,-nassnJt:diados son fon11a de actuar. y en los context-os
de In vida colidiJna, estas maneras de ac tuar pueden ser significa-
li\·as parél los individuos implicados, p ueden ser entendidas como
m,l neras dt> relajarse, de compa rtir cxpcliencias con los demás, de
·2~ 1'ar<1 obr, s r cc íerdt!~ .t<.eru del cu.'ict t~r m und.1no Je IJ L'<)llk mp lil ión ·.k :~ t~kvi s 1ón,
"éilse D<1 v1d M urley. F,m~: /1 · 12'/,•;·i..;ion, ... up.tif , Ro~'- Sil\'ers!ülH', "T,~Jt·,·í ~i"n and
b·t"rvd a.' Lifc·: TowMcb and ,\ nthrnp 0 logy u f !he el v ísion Audicncc", t:n ~·1.:~rjone
Fc'rg uson (ct .), l'ub!lc C,mmwnfc. ¡ffon: The A:,,l1 ~ ... op.cit., pp . !73-1,'9; y Peter Colkl y
Eorer Lam b, r1·:? tching Pt•nple I·Vatching -¡¡_.¡,_. I'Í ·ion (Repon to !he lndependen t !3roJ.c:-
c.1 st ing A uth0 nt y, 191\6 \.
que deban ser consumidos: también son mensajes que hay que com-
prender, y el análisis de la apropiación cotidiana de tales mensajes se
debe ocup ar, e n parte, de cómo son comprendidos por los indi-
viduos qu e los reciben en el curso de sus vidas diarias. Éste es un
aspecto de lo que describí antes como la interpretación de las do-
xas; es decir, la interpretación de las comprensiones y creencias
cotidianas de los indi viduos que constituyen el mundo soci.=d. Al
recibir los m ensajes massmediados, los individuos tomon y empleiln
convencion es d e d í versos ti pos que les permiten deccd ificar y en-
tender los mensaje , y en este proceso también pueden cvahiM, aceptcu
o rechazar los m ensajes, tomar una poskión frente a eilos, y así su-
cesivamente. Al buscar analizar el signific.1do de los mensajes según
son recibid os e inte rp retados, estamos buscando, entre otras cosas ,
reconstrui r e l sentido que dan los receptores a Jos mensajes que reci-
ben, hacer expl ki tas !as convenciones que emplean implícitamente
pélra deco dificar los mensajes, y examinar las posiciones que toman,
explícita o implícitamente, frente a los mensajes. Y aún podemos ,\hon-·
d<lr más en s te rasgo de la apropiación cotidiana: podemos rel.1cionar
la comprensión cotidiana de los rnensajes de los rncdios con lils ca-
racterística s soci oh í.s tóri cas de los contex los de recepción, y buscar
¿:¡cJarar así si la comprensión cotidiana varí,l de man<.>rJ sistemática e n
relación con li'ls cara<.."teri ticas sociohistóríc<1s; por ejemplo, en rcl;tción
con los antecedentes de clase, los antecedentes étnicos, el sexo o la edad
de los rec eptores."~· De estas maneras podemos adherimos a la refle-
xión herme néutica en cuanto a qw.' <<el significado del mensaje " no es
una propied<J d fija del mensaje en ::;í, sino una Glractcrísli<:<! qHe constan-
temente se renut·va y transforma en el proceso mismo de apropi<lción.
5. Un quinto rasgo d, b apropiación cotidiana es lo que he descrito como
la elaboración discursi va de los men::;,¡ ,jcs medi:1dns. Los men~;,1 j (cS
tr ansm it1d os p or lo m >dio:s técnÍCLlS no :;on recibidos nada más pnr
indi viduos p artic ulares en contextos pMticulares, sino que t<1mbién
24 Contribuci ones pene!ran tes;; c:--te tipo de !nves t•gacló n e pueden enconlr.;r en Hod2;e
y Tripp. Chidren .wd Telcn"s iun,- .. vp.át.,- y Liehes y Katz, 'T,; ttr rns of in \"olvemcn t in
Tclev i::,ion ti cti on",. __ ,7rt.cf/..
son comúnmente discutidos por los receptores en el curso de la re-
cepción o después de ella, y de este modo se elaboran de manera
discursiva y se comparten con un círculo más amplio de individuos
que pueden haber experimentado o no directamente el proceso de
recepción (que pueden o no haber leído el lihro, visto el programa, etc.).
Además, los mensajes de los medios pueden ser recogidos por el per-
sonal de los medios para incorporarlos al contenido de nuevos
mensajes de los medi.os, de tal manera que son presentados o vueltos a
presentar a los receptores a través de u na mediación extendida. De
estas maneras, los mensajes de los med ios pueden ser retransmitidos
mucho más allá de los contextos primar ios de recepción y transfor-
mados a través de un proceso de nMrdci(n y renJ;Tación, interpretnción
y critica. La apropjadán de kA.r.:; men!J'"IJCS m ~:;.diados no coincide necesaria-
mente con la recepción úúcial de las I) lt'nsajes: por el contrario, con
frecue-ncia irnplica t:n proceso ¡:--rogrcsi v 1 d e elaboración discursiva.
Fs1.e proccs<\ Cl)ntin;¡o puede ocurrir En una \'Micdad de contextos
-en la ca~ a, por tel éfmw, en el lug:1r d · ~ t-rabajo- y puede implicar
una diversidad de parti cip,mles ..\11 Asim i ' In O, puede J'roporcionar un
marcn n<lrrativo en el cua l Jos indivtd ·u os refieren ;:;spcctos de sus
propias vidJs, cntrel"qiendo experienci as personales nm la renilrr;¡ción
de los mensajes med iaclos o, en con::,ecucncia, con lil renarr;¡ción de
mensajes vueltos a contar. El ¡¡n;Hí:;,is de la elabor<>ción discursi-
va de los mensajes mediados es crucial p;tra una descripción de
l<1 apropiación cotidiana, puesto que elt)roceso puede influir en Lls
maneras en que los individuos comprenden y eva.lüan los mensnjes
mediados, y puesto que a tr<~vés de es te p roceso los mensajes son
entretejidos, en algun<J. medida, con o t-r os aspt:~ctos de las vidns
individuales.
~(l T' ua a lg unas reflex iones _profunt.Í il ;, acerca de las nu ner,!s <'ll q u e las mu je r<~s discuten
1,1~ t e ! e no l'e h ~ t·n e l lrab ajo, 1·é~se Doro!hy H,1 b ~nn. '·Soa ¡.·· Opera s ,,t 'vVork", en U le n
S~ i kr, Ha ns Bo rc hcrs, Ga b riele Kreulzn <'r ;· E\ a ).luí a VVar tb (E:d .), Nem o t(' Control:
TclCi 'L'<ion A udie; ICi'-"' ,md Cu lluT<?f P,JI •·,Jr {i.. on d rt:·>. l~ O~Itkdge . 198'J), p¡) . lS U-167, y
"Wo m en ¡\u dicn ces MHi the Workplacc'", e n 1\·LH y Fil e n !3row n (t•d.), Tefc¡·fsíon vmf
1-11mu;n :,· Culture: Th c l'ditíc::, o/ !h e l hp uhr (i.. und r.::: . y !ewb my PMk, Ca.: S<1ge, i 99 Ci ).
6. Debemos considerar, por último, las formas de interacción y cuasünte-
racción mediadas que se establecen a través de la apropiación. Este rasgo
de la apropiación cotidiana es complicado, y puede ser útil distinguir
entre cuatro tipos amplios de interacción y cuasiinteracción. Primero,
exisre la interacción r¡ue puede ocurrir entre los receptores, e cr'ttre recep-
tores y no reu=ptorl':S, e" la región de recepción primaria; por ejemplo,
la conversa ión que puede surgir entre individuos que ven un programa
de televisión. Segundo/ existe la inter<teción que puede ocurrir en el
curso de la elaboración discursiva subsecuente de los mensajes media-
dos. Como SPñalé antes, en este segundo tipo de interacción pueden
participar individuos que no estuvieron presentes en el contexto
inicial de recepción, o que no experimentaron dírectamente la n..'Cepción
de los mensajes mediados. Estos dos tipos de interacción entre receptores
primarios y secundarios deben diferencíarsc del tipo de cuasii.nter<~r.
cíón mediada que se establece entre los receptores, por unn parte, y
los individuos imp licados en la prod uccíón de mensajes mediados, o
represf'ntados en la construcción de éstos, por la otra . Los recep~ores
se pueden relaciona r con los individuos gue producen mcnsLljes media-
dos (por ejemplo, e! autor de una serie de novelas) o con los individuos
representado - en ellos (por ejemplo, los personajes de una telenovela),
y estas form as de relación pueden afectnr las maneras en que los recep-
tores com prend en y evaiúan los mensajes, las maneras en que hablan
acerca de elle ~• y !a lealtad con la nwl contimían recibit>ndlllos . Además
de b cuasiinlcr;Jcción m ediad<J, la apropiación cotidianñ de los mensa-
je:.; mediados es tablece lo que podemos describir como una comunidad
virtual de rt\.-tpf,~n.'s'., los cuales bien pueden no interacl"ua r directa o
indirectam<:'Itte, pero tienen en comtÍn el hecho de que reciben los
mismos me nsa jes y por tanto constituyen una colectividad que pue-
de extender e en el tiempo y en el espacio. Aunque los in.dí vid u os
que constituye n se me jante colecrívidad pueden no intenH:tuar entre
ellos, saber que no es Uín solos al recibir los mcn:;;ajes mediados, gue
son parte d e una connmidad virtuc1l de receptores que se pueden ex-
tender en el ti empo y en el espacio, puede ser parte integral del placer
y de la importancia que tiene para ellos la recepción de los mensajes.
Al examinar estos diferentes rasgos de la apropiación cotidiana, he bus-
cado identificar algunas de las líneas a lo largo de las cuales se puede
proseguir, en circunstancias reales, eJ análisis de Jos procesos de recep-
ción y apropiación. Sln embargo, también he puesto de relieve algunos
:tspectos de la recepción y apropiación que pos12cn un interés teórico y
metodológico más general. He enfatizado gue en tanto que la recepción
de Los mensajes mediados ocurre siempre en contextos particulares, la
apropiación de los mensJjt~s mediados es un proceso continuo gue pue-
de implic<H otros contextos, otros individuos, otros mensajes entretejidos
con aquéllos recibidos inicialmente. La «apropiación», para usar la ter-
minología de la hermenéutica, es el proceso de «hacer propiedad de
uno>> algo que es nuevo, ajeno o extraño; lo que he é'trgumentado aquí
es que el proceso de «hacer propiedad de uno» debe entenderse en rela-
ción con los individuo:,; ¡'Mticulares que, en el curso de sus vidas diarias,
reciben los mensajes mediados, hablan acerca de ellos con los demás, y
que, a través de un proet~so continuo de elaboración. discursiva, Jos in-
tegran a sus vid01s. I':ste es un proceso nctívo y potencialmente crítico en
el cuéll los individuos p;nhcipan constantemente en un esfuerzo por
comprender, en un esfuerzo por entender) r¿ v aluar los mensajes que
reciben, y por rcL:cionarsc con ellos y compartirlos con los demás . la
idea de que los n:·c~~plores de los mensajes medu1dos son espectadores
pa~;vos, esponjas inertes que simpJe;nente absorben el maJería! que se
vierte sobre ellos, es un mito erróneo c1ue en .!H'Ida se parece al carácter
real de la apropiación como proceso continuo de interpretación e incor-
poración. El mito del receptor pasiYo va d e la mano de la falacia del
intcrn<.!lisnw: "S el equivalente metodológico, por el lado de la recep-
ción/ apropiación, del intento falaz de inferir las consecuencias de los
mensajes med i ados,~ partir de la estructur<:> y el contenido de los men-
S<1jes solos. Si los rl:.'CI'plores de los mensajes med iados in tervienen en un
c;c;fuerzo permanente p or comprender, té'tmhién participan en un pro-
ceso continuo por com p renderse y recomprenderse por medio de los
mensajes que ren lwn . Es te proct.!SO de> a u tocomprcnsión y d. e a u tofor-
rnación no es repentino, ni es un hecho que ocurra una sola vez; es un
'/ )
proceso gradual que ocurre poco a poco, imperceptiblemente, día a día
y año con año. Es un prnce:;o que ocurre conforme se entienden los
mensajes y conforme se establece una relación con ellos; asimismo,
surge del vaivén de recontarlos a los demás y de volver a escucharlos
uno mismo . En este proceso continuo los individuos adquieren una
comprensión no sólo de las cosas de que tratan estos mensajes, síno
también de sí nüsml'rs como individuos que entienden, tienen puntos de
vista, necesidades y deseos, y que están insertos en relaciones sociales
de ciertos tipos, etcétera. Comprender los mensajes mediados es, al mis-
mo tiempo, un proceso de autocomprensión y autoformación en q1.1e los
individuos se dedican, de maneras variables y en grados diversos, a
comprenderse y quizá transformarse conforme se apropian continua-
mente de los m.r·TISajes recibidos. De aquí que la apropiación cotidiana
de los mensajes mediados lleve consigo el potencial para la crítica y la
autocrítica, aun cuando, en circunstancias reales, se limite o no pueda
realizarse el potencial crítico del proceso de apropiación.
iG.)
Entendida como una versión del procedimiento hermenéutico profun-
do, 1<> interpretación de la ideología se basa en las fases del análisis
sociohistórico y el análisis formal o discursivo, pero también va más allá
de ellas: presenta una interpretación, una proposición creativa y sinté-
líca, en cuanto a las interrel<lciones entre significado y poder. Como
tod,1s las interpretaciones, La interpretación d e la ideología es riesgosa,
problemática y rebatible. Plante;¡_ un punto de vista acerca de algo que
puede diferir de otros puntos de vista, incluidos los de los sujetos que cons-
tituyen el mundo soc:i,ü y cuy¡¡ comprensión cotidit~n,t puede ser el objeto
de lu interpretación. Éste es un aspecto en que la interpretación de la
Jdeología implicR un potencial crítico: lo describiré como la transforma-
ción jnterpretr1tiva de las dnxas. Se puede dj::;tinguir dl.' un segundo aspecto
en que la interpretación de la ideología puede implicar un potencial crí-
tico: puede abrir la posibilidí.ld p<Ha un a reflex ión crítica acerca de las
rcl<~ciones de domiuación en bs cuales están inmerso:ó !t)S sujetos. Es en
csll' segundo aspecto quL' la interpretación d e lc1 ideolog¡:,l guarda una
)"(')<)CiÓn iníerilcl COl11(\ qUL' rodemOS ll<llnar Ja CJ"/fica deJa dOnJÚl;JcJÓn.
Pe rmítasen<e trate1r uno por uno estos il~;pc·.~!·os críticos de la interpre-
t·r)CÍÓn de la ick(;togía.~ 1
Hace un momento ~ugerí que avanzar un;¡ tnterpretación implica
hAcer u na <ifi rm ación arricsgnda y "bicrta ;; la discusió n. Cuando hilce-
mos una interpretación nos alineamos con algo; hacernos una afirmación
CJlll: podría, suponemos, ser defendída o sostenida de alguna manera.
No suponcm.os necesariamente c¡ue nuestra interpretoción sea la única
posi ble o la únic<1 inler}•rctación sensata, p ero sí suponemos que es
·167
formas simbólicas de una manera que difiere de la comprensión coti-
diana de los actores legos. Si el analista se preocupa por extraer el
carácter ideológico de las formas simbólicas, por poner de relieve las
maneras en que pueden servir, en circunstancias particulares, para es-
tablecer y mantener las relaciones de dominación, entonces la divergencia
¡'ciencia! entre!;; interpretación profunda y lo comprensión cotidiana
puede asumir un carácter problemtítico. La interpretación profunda se
transfonna en una intervendón potenáal en las circvnstandas mismas acerca
de las CLJales se lomwla. Unc. interpretación profunda es en sí una cons-
trucción simbólica, capaz en principio de ser comprendida por Jos sujetos
inmersos en Las circunstancias que forman en parte el objeto de interpre-
tación. Como interpretación que puede diferir de la propia comprensión
cotidiana de éstos, la interpretación profund<J puede permitirles verse de
numera diferente: puede permitirles reínterpretar una forma simbóiica en
relación con las circunstancias de su producción y recepción, cuestio-
nar o re\'isar su comprensión y evaluoción previas de la forma simbólica
y, en general, ,1ltcrar los horizontes de !a comprens ión que tienen de sí
mismos y de los demás. Es en este sentido que el erccc ;o de interpretación,
y en partjcuLJr la interpretación de la ideokgía, implica la posibilidad
de la transformación ínterpretc;tiva de las ciox.as. La transformación es
interpre tativa en el sentido de que (,stá eslim:;!ada por el pro..:eso de ÍJ"Iter-
¡,ret<Ki6n y reinte:·¡m.:· \ación, marco que describí arriba . La transformación
es t-ambién una aufo!T<msfotmación en el sentido de que el cuestionamiento
~ !"ÍtÍi.:O y la revisión crítica de la ~omprensión cotidiana no son activida-
des que nada m<ís aborde el analista; más bien: son <1ctividades que
pued~n ser abordadas por los individuos mismos cuya comprensión co-
tidiana es puesta en tela de juicio por el proceso de interpretación.
He argumentado que el proceso de interpretación implica lapo-
sibjfidad de la lransfonnación interpretativa d~ las doxas, pero de ello
no se desprende que el proceso de rnlerprelación r1ecesiie dicha trans-
formi1 Ción ni se d esp rende que seR un<J condici6n d.~ piausibílidi1d de
una interpretación presentada . El proceso de inre;opret<lción no necesil<~
la transformación interpretativ a de las doxas P'''que, por \·arias razones
prácticas, la interpretacil)n profunda, por muy plausible que sea, puede
no estimular un proceso de autorreflexión crítica acerca de la compren-
sión cotidiana . Los obstáculos prácticos son numerosos, enormes y, en
algunos aspectos, obvios: una interpretación profunda puede no ser
transmitida a los actores legos, puede no ser leída o escuchada por ellos,
puede ser cuestionada o considerada como poco plausible por ellos, y así
sucesivamente. Pero cualesquiera obstáculos prácticos existan, el hecho
de que el proceso de intez-rrctilción implique la posibilidad de la auto-
transformación de las doxas no es insignificante, pues dn fe del vínculo
fundamental que existe entre !<1 actividad de !<1 interpretación llevada a
cabo en el marco de l<J hermenéutica profunda, por un lado, y la auto-
comprensión de Jos sujetos que constituyen el campo-objeto de análisis,
por el otro. Que la interpretación ofrecida por el analista sea o no
plausible no depende de si estimula un proceso de autorreflexión
crítica. La plausibilidad o la falta de ella de la interpretación es un
asunto de juicio que se basi'l en una consideración, en condiciones de
no imposición, de bs evidencias y de los argumentos aducidos en apoyo
de l<l interpreL!ción . Pero esta consideración, este proceso de deliberación
y jUicio, es un proeso abierto en principio a los sujetos que constituyen
el mundo social. E1 punto " o e.s que la participación de los sujetos que
constituyen el mundo social sea una cond ición sine qua non para l:l
plau ~i b i lidad de la interpretación; más bien, el <lsunto es que, si la in-
terpretación es plausible a la luz de las evidencias y de los argumentos
aducidos en su apoyo, entonces en principio puede ser plausible no sólo
para los ilnalistas inplicados en la interpretación y contrainterpretación,
sino también para ios sujetos que constituyen el mundo social. Pues
estos sujetos son también actores capaces de participar, cosa que ruti-
nariamente hace 1, en procesos de dcliber<lción, así como de evaluar las
evidencias y los nrgumentos y de buscar persuadir (y ser persuadidos por
los demás) . Por t<mto, si h.ien la plaus1bilidad de una interpretación no
depende de su aceptación por parte de los sujetns acerca de quienes se
formula, una interp retación pl ausible ptlede estimular un proceso de
a u torreflexíón c..-r:-cica entre los sujetos guc, como actores capaces de deli-
beración, pueden considerar la interpretación como plausible y digna
de reconocimiento.
Hasta ahora he venido considerando el sentido en que la interpre-
tación de la ideología puede dar origen a la transformación interpretativa
de las doxas. Ahora quiero retomar el segundo aspecto en que la inter-
pretación de la ideología puede implicar un potencial crítico: puede
abrir la posibilidad de una reflexión crftica, no sólo de la comprensión
cotidiana de los actores legos, sino también de las .relaciones de poder y
dominación en que est-án inmersos estos act.")res. He argumentado que
la interpretación de las formas simbólicas en tanto ideológicas implica
el amíli~;i-'; de la construcción del sign..ihc<ldo y de las relilciones y contextos
sociales especificas en los cuales se producen y reciben. Al poner de re-
lieve estas relaciones y contextos sociales, y al demostrar cómo pueden
servir las formas simbólicas en estos contextos para sostener ciertos tipos
de relé'lciones socíales, la interpretación de la ideología puede estimular
una reflexión crítica a(erca de las relaciones de poder y de dominación
características de la vida social. Ésta es una de las razones por las que la
interpretación de la ideología puede suscitar fuerles reacciones : toca los
nervios del poder, pone de relieve las posiciones de los que se benefici<ln
y de los que sufren a ra(z de las relaciones socíak-s e:::tructu:adas de ma-
nera. asimétrica, saca a luz lo que con frecuencia queda implícito, lo que
se da por sen lado u oculta en la conducción cotidiana de la vida social.
Una vez m;ís, este estímulo de la rd1exión crítica no se limita necesa-
riamente a la esfera de los anéllistas sociales: en principio, se puede
lransvasa.r h.:lcia el campo social más amplio, y en ,:onsecuencia generar
Jos debates y los conflictos -o contribuir a ellos- que son un rasgo in-
tegral y conl~nuo deJa vido sociaJ. Es en este sentido que la ÚJterpretación
de la 1deología tiene una conexión jntema con la critica de la dominadón: está
metodológicamente predispuesta a estimular Jc: reflexión critica de las rela-
ciones de roder y de dominación, y est¡:¡ reflexión incluye en principio Ja
reflexión de los sujetos que están inmersos en estas relaciones.
Pno dunqnf' la conexión ent-re la interpretación de la ideología y
! ¿¡ crítJCa de la do m inZJCJÓn es in terna, no es inmediata, en el sen ti d. o de
que la reflexión crít!cél :1ccrca de las relaciones de poder y dominación
está gobernada por su propi<~ lógica, su propia esh-udura Mgumenlativa
y sus nitcrios de ev<1luación, son ajenos a Jos criterios gut· jJlJeden emplearse
al evaluar la plausibilidad de una interpretación. AJ proseguir una refle-
xión crítica acerca de las relaciones de poder y dominación, se participa
en una investigación de carácter diferente a la evaluación de la plausi-
bilidad, o falta de ella, de una interpretación, aun cuando ésta haya sido
la interpretación que estimuló la reflexión. La reflexión críl"ica acerca de
las relaciones de poder y dominación suscita nuevas preguntas, nuevos
problemas, recl<~ma n uevos tipos de evidencias y argumentos. No se re-
laciona con la pregunta «¿es justificable esta interpretación?» sino con
la pregunta a¿son justas estas relaciones sociales?» No hay un procedi-
miento sencillo, ni una regla adecuada por medio de los cuales se pueda
responder esta ültima pregunta. Es una pregunta que exige el juicio y la
consideración cuidadosa de los argumentos a favor y en contra de in.stil.u-
ciones y arreglos sociales particulares. Proseguir aquí esta interrogante
nos llevaría mucho más allá del alcance de nuestros intereses actuales.
Pero concluiré aventurando la sugerencia de que la reflexión crítica
acerca de las relaciones de poder y dominación debería estar gobernada
por lo que se puede llnmar el páncipio de la no exclusión: una delibera-
ción acerca de si in sti tuciones y arreglos sociales partú::ulares son justos
y dignos de apoyo debería ser tal que en principio tuvieran derecho ~
participar en elJa todos aquellos individuos afectados por tales inst-itu-
ciones y arregl os . Por consiguiente, la deliberación debería incluir en
principio a ague\Ios individuos que, en las circunstancias reales de la
vida cotidiana, pueden ser excluidos de lds posiciones de poder. Si las
instituciones y los arreglos son justos y dignos de apoyo, entonces su
rectitud y valor son rasgos que en principio deberían ser reconocidos
por todos l.os qur resultan afectados por ellos, y no sólo por los que, en
circunstancias :reales, más se benefician con ellos. Y si el principio de la
no exclusjón tiene el efecto de voltear Jas cosas a favor de los que, en cir-
cunstancias reales, quedan generalmente excluidos de las posiciones de
poder, entonces me parece que no se trata de un resultado sorprendente
ni de un resul tado no deseable. No es sorprendente porque cuanc!o se da
voz a los individuos y a los grupos que hasta ahora han ocupado posi·
ciones sociales subord i..nJdas, es probable entonces que sus necesidades
y deseos, sus preferencias y prioridades, se tengnn que tomnr en cuent<1
471
en el proceso de deliberación. Y el resultado también es no deseable
porque, en una sociedad donde todos los individuos son tratados como
sujetos capaces de comprensión y de reflexión, las instituciones y los
arreglos sociales en los cu;lles los individuos viven sus vidas deberían
coincidir lo más posible con lo q11e desean éstos, y no con lo que sólo
algunos individuos dese~n y que la mayoría ()Cepta como inevitable o
.inalterable. De manera que sí la reflexión crítica acerca de las relaciones
de poder y de dominación muestra un sesgo efectivo en favor de los que,
en circunstancias reJles, quedan genera lmente excluidllS de las posicio-
nes de poder, lo hace en ei sentido y en la medida en que está gobernada
por un principio que exige la participa.ción de todos los afectados en un
proceso de deliberación, incluidos aquellos que menos se benefician, y
más sufren, a raíz de la organización de la vida social tal como ex.iste y ha
existido h<1sta nhora . Que existe un amplio margen ¡:'<1ra la reflexión
crítica de est.c tipo es una pwposición que no puede ser cuestionada por
nadie que es té familiariz ado con las múltip l<"' (ormas de desigualdad y
de conflicto que se mani"ienen como r<1sgos penetr<E\Ü:'::i, e>-. p losivos yapa-
rcntemenit' in ·urabks del mundo moderno.
.f7 2
y cuidadosamente definido, en una teoria social conformada por la her-
menéutica y orientada hacia la crítica, es decir, hacia la autorreflexión
crítica de los sujetos que constituyen el mundo sociohistórico.
CONCLL ~~lÓ N : :'EORÍA CRíTICA
Y SOCIEDADES MODERNAS
·Ji(J
reconstruirse fundamentalmente el marco en el cual se persigue. En este
libro he buscado hacer una contribución a la tarea continua de desarro-
llar una Teoría Crltica de las sociedéides modernéls . He argumentado
que el carácter mediado de la cultura es un rasgo constitutivo funda-
mental de las sociedades modemas, es decir, uno de los rasgos en virt11d
ele los cuales la · s ociedades en que vivimos hoy son «lnodernas» . El ca-
rácter mediado de la cultura moderna es un proceso que se ha dodo J
la pctr de otras dos te ndencias constitutivas: por un lado, el desarrollo
del capitalismo ind ustrial y Jos intentos afines por desarrollar formas no
ca pitalistas (o socialista-esta tales) de organización industrial; por el
otro, el surgimiento del Estado moderno y la aparición concomit<mte de
los movimientos políticos masivos orientados hacia el ejercicio de una
influencia en las jnstituciones políbcas y hacia una creciente participa-
ción en ellas . [untos, estos procesos de desarrollo hnn moldeado, y
continúan moldea n d o, las principales instituciones de las sociedades
modernas. Juntos han conformado las sociedades modernws como enti-
dades relativamente separadas, y ol mismo tiempo, han incorporado
t:>SL1.s sociedades a un sistema social globalizado. Si hoy vivimos en un
mundo que c<~da vez se entreteje más económicamente, que desplieg<i
,\lgunos rasgos comunes en términos de organizaciones y movimient-os
políticos, y qu e est<1 cada vez más infiltrado por los productos y t<'IS ins-
tituciones de las industrias de los medios, entonces todo ello se debe a
gue nuestras sociedades h an sido moldeadas por un conjunto de pro-
cesos constituti· os del mundo moderno .
Es contra el telón de fondo del carácter mediado de la cultura.
moderna que h " tratado de revalorar lo que interviene en el análisis y la
crítica de la ideología . La crítica de la ideología ha sido siempre una
preocup<lción central d e la Teoría Crítica: de hecho, en los escritos de
algunl JS de los p r im eros teóricos -:ríticos, la crítica de la idcologíil era la
pr:ncipaJ p r eoc upaci•:m. Pero el nmcepto de ideología ha si do usado
t,; n difu sa:n en ie en los tíltimos aftus, y hil sido criticado tan excesjvd-
mente e n cie rtos ~¡nbitos, q u e ha perdido parte de su utilidad <~nalítictJ
y de su atr.1ctivo teórico. H e inten ta do formul.élr una concepción de ideo-
logía que tenga alguno p recisió n y que aun r1SÍ retenga la agud c.t.a
·i77
crítica que tradicionalmente se ha asociado con la Teoria Crítica. He in-
tentado demostrar cómo se puede integrar esta concepóón de la ideología
a un marco teórico que se centra en la naturaleza de las formas simbólicas,
en léls características de los contextos sociales, en la organízacíón y la
reproducción del poder y la dominación. He indicado cómo el fenóme-
no de la 1deoiogía adquiere una nueva dimensión y complejidad cuando
se transforma e n parte de la circulación extendida de l.>s formas sim-
bólicas producidas por el carácter m.edíado dt> ic1. cu ltura moderna. Por
ültimo, he descrito un marco metodológico en el cual se puedE> proseguir de
manera concreta el análisis crítico de la ideología, como parte de un enfo-
que interpretativo del estudio de !as fonnas simbólicas contextualizadas.
Al buscar reform.u1ar en vez de descartar la ick;j del análisis crítico
de la ideología, revelo una afinidad con el proyecto de la Teoría Crítica; si
bien he tratado de distanciarme de ella en otros aspectos. Cualesquiera
se<111 los dcfeclos del trabajo de los teóricos críticos, desde mi punto de
vista tenían ra zón al enfatizar la impottar<ia permanente de la domi-
nación en el mundo moderno; tenían ra /.Ón nl subrayar que los individuos
son agentes a utorref1L' xívos que pueden pr fundu.u su comprensión de
sí mismos y de los demás, y que pueden, a partir de cst,1 comprensión,
actuar para cambiar sus condiciones de vida; y tcnian ra zón al conside-
rM el análisis crítico de b i d c~ología como una fase de la relación dinámica
entre dominación y acción entre el es tablecinúento y la reproducción de
formas de dominación, por una parte, y el pmccso de outorrefl exión
crítica qw:- puede permitir a los indi vid uos cuestionar estas formas, por
la otril. Estos énfasis y perspectlvas se h an perdido en algunos debates
recientes de ia teoría social y política. Algunos teóricos recientes se han
preocupado t;mto de la diversidad y la diferencia, de la pura variedad y
v;;riabilidad de Lls formas de vida, que no consiguen tomar plenamente
e n cu enta el hecho de que, en las circunstancias n~ ales d ,o. ];)s sociedades
moderna~. ia diversidad y la diferencia se insertan om ü nmente en re-
lacion es sociales cstn:cturada:, i.k m<nWL.1S sisten'l ~ticamcnt.:: <!simé tricas.
No podemos ser ta:1 c i ego~ Cinte el ~' s pe l't.'ic u h de la divusídad como
para no ser c ape>U:'S ,),·ver las desiguald ad s estruc turadas de le1 vidr,
social. En la ch~s cr i pción que he desarrollack ó(jl!Í, e l ;má !isis crítico de la
·í"?R
ideología conserva su valor como parte de una preocupación más am-
plia por la nilturaleza de la dominación en el mundo moderno, por los
modos de su reproducción y las posibilidades de su transformación. Ello
no significa que el conjunto de problemas asociados con el análisis de la
ideología y de la dominación sean hoy día las únicas preocupacíones
dignas de la feoría Crítica; no hay necesidad de adoptar un enfogue
t<m restrictivo. Pero sugerir que ahora podamos dejar atrás estos proble-
m <1s, tratiirlos como un sobrante del pens?.miento del siglo xrx que no cabe
en d mundo m odemo (o '' j)\)srnodemo,>), sería decididamente prematuro.
1¡79
ÍNDICE DE Tti.Blti.S Y FIGURAS
/¡~ 1
4.6 Proporción del tr_){¿¡j del mercado interno dcJ Reino Unido
representado por las cinco comp<~ñías m;\s importantes
de cad21 medio, 1972 (%) ............ .. .................... ............. . .·--· ......... ...... 28()
4.7 Distribución del volumen total de ventas entre ¿¡tgunas
COIT1fXIf~í,¡s de los medios en el Reino l.JniJo, 1972 ( 0 /,,) ................ 2H':!
rncd i;~di1 té e ni ca m en tP ( com unicilción n\;:lSi va) ... .. .. ..... .. .. .... .. ..... 1.-¡4
S.·l Cilm.pos ptíhlic\ ; y pl'i, ·ado en las socied<~dcs
contemporáneas occidentales ._. ......... ..... ................... ... ................... .... 349
5.5 Clclsi(ici'lción de Jos su ce:n~ nwdiados .......... ..... .............. .. .... .. .. .. .. <.:<:
'i.6 Recepción priv;\lizt1.da de sucesos medi;1dos .... ................ .. ..... ... .... 354
ó.1 f.¡rm<~s de la il~\-t'sligación hermenéutica ....... . ... ........................ .. .4.08
6.2 Organización secuencial de un chiste obsceno ............................... 133
6.3 Des.1rrollo metodológico del enfoque tri pa rtito ............ ... ..... ....... ... '¡,¡"
6.-:J F.sfructura narrativa de lc1 novela romántica ideal ............ ...... .. .... 449