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UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y EDUCACIÓN


ESCUELA DE PSICOLOGÍA

FEMINIDAD Y TRASTORNOS ALIMENTARIOS


Articulaciones entre feminidad y transferencia en la clínica de los trastornos alimentarios

Memoria para optar al Grado de Licenciado en Psicología

Alumnos: Miguel Morales Pérez


Nicolás Schöngut Grollmus

Profesor Patrocinante: Mariana Fagalde.


Asesor Metodológico: Carlos Nuñez.
Santiago - Chile
2008
UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y EDUCACIÓN
ESCUELA DE PSICOLOGÍA

RESUMEN
Lo femenino en los trastornos alimentarios:
Articulaciones entre feminidad y transferencia en la clínica de los trastornos
alimentarios.

Alumnos: Miguel Morales Pérez.


Nicolás Schöngut Grollmus.

La siguiente investigación se enmarca en el campo de la salud mental,


específicamente, la clínica de los trastornos alimentarios y la relación existente con lo
femenino. Esta dimensión de la subjetividad femenina ha sido interrogada prestando
atención a la gran parte de pacientes con anorexia o bulimia son mujeres, entendiendo lo
femenino como una categoría problemática, dentro del psicoanálisis, donde se puede pensar
en la psicogénesis de estos trastornos. En este aspecto los procesos de subjetivación
femeninos serán fundamentales para entender al paciente con patología alimentaria, siendo
la transferencia el concepto escogido para su profundización, tomando en cuenta el lugar de
importancia que ocupa en la clínica de orientación psicoanalítica, con la que cual acceder a
una mirada más comprensiva de los trastornos alimentarios, relevando el papel que lo
femenino tiene en su constitución.

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Credo Ana

Creo en la salvación a través de realizar un esfuerzo cada día mayor,


creo en la lista de calorías como palabra suprema, y de acuerdo con esa,
creo en las básculas como indicador de mis fracasos y éxitos diarios,
creo en el infierno porque en ocasiones vivo en él,
creo en un mundo en blanco y negro, en la pérdida de peso, en el remordimiento,
por los pecados, la negación del cuerpo, y una vida eterna de ayuno.

Amén

Credo Mía

El baño es mi confesionario sagrado.


Me arrodillaré ante la taza del baño y haré penitencia por mis pecados.
Al jalar la cadena lavaré estos pecados, permíteme comenzar un nuevo mañana.
Me confesaré todos lo días, sino lo hago, habrá un acto de castigo.
Cortaré o castigaré mi cuerpo porque siempre ha sido demasiado.
Me esforzaré por ser perfecta y delgada como mi hermana Ana.
Seré perfecta.

Amén

Princesitas de Ana y Mía


http://princesitadeanaymia.blogdiario.com

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Índice

1. Problematización 6
2. Marco Teórico 18
2.1 Lo femenino 18
2.1.1 Consideraciones freudianas sobre la diferencia sexual y la 19
sexualidad femenina
2.1.2 Françoise Dolto y la sexualidad femenina 26
2.2 Un enfoque psicoanalítico sobre los trastornos alimentarios 30
2.2.1 Trastornos alimentarios en Freud 32
2.2.2 Necesidad, demanda y deseo 36
2.2.3 Los trastornos alimentarios en Lacan 40
2.3 Transferencia 42
2.3.1 La transferencia como problema 46
2.3.2 Transferencia y trastornos alimentarios 48
2.3.4 Transferencia y feminidad 49
3. Objetivos de la investigación 55
3.1 Objetivo general 55
3.2 Objetivos específicos 55
4. Marco metodológico 56
4.1 Enfoque teórico – metodológico 56
4.2 Muestra 58
4.3 Estrategia de recolección de datos 58
4.4 Procedimientos 61
4.5 Consideraciones éticas 63
4.6 Carta Gantt 66
5. Presentación de Resultados 67
5.1 Análisis de entrevista #1 71
5.2 Análisis de entrevista #2 79
5.3 Análisis de entrevista #3 89
6. Discusiones 99
6.1 ¿Te vomito?: sobre el síntoma, estructura, transferencia y tratamiento de 100
los trastornos alimentarios.
6.2 ¿Me estás diciendo que me parezco a mi madre?: feminidad, cuerpo, y 107
transferencia en los trastornos alimentarios.
7. Conclusiones 113
8. Bibliografía 119

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1. Problematización

En la actualidad los trastornos alimentarios han adquirido un lugar importante


dentro de temas de salud mental y de opinión pública. Durante los últimos veinte años se ha
desatado una “explosión” de este tipo de trastornos, que se relacionan con la obsesión por
la belleza y el poseer cuerpos perfectos, ideas que recaen sobre todo en mujeres y en
especial adolescentes. Tal como señala Peña y Lillo (1993), esto se debería a la
mistificación de un ideal de belleza que lleva a rechazar por parte de las adolescentes los
rasgos propios de un desarrollo normal del cuerpo. Estos ideales se componen por los
modelos de delgadez y belleza propios de la cultura occidental, que motivan una serie de
comportamientos alimentarios relacionados a las dietas para reducir de peso, y que en el
caso de estos trastornos, son llevados al extremo, incluyendo la provocación del vómito,
uso de laxantes, práctica excesiva de ejercicios, que más allá de producir un bien para el
organismo generalmente provocan todo lo contrario (Cervera & Quintanilla, 1995).

Pese a que se suele pensar que los trastornos alimentarios, tanto anorexia nerviosa
como bulimia, son enfermedades recientes, estos poseen una larga data antes de haber sido
agrupados dentro de una categoría diagnóstica. Así se pueden reconocer tres etapas en la
historia del desarrollo de estos trastornos que preceden a su reconocimiento como entidades
médicas particulares (Skrabanek, 1983, citado por Guillemot y Laxenaire, 1994). La
primera de ellas, entre los siglos V al XVI, vincula este tipo de trastornos con experiencias
místicas, donde santas y poseídas dejaban de alimentarse, conduciéndoles esto a la hoguera,
siendo principalmente estos comportamientos atribuidos a causas sobrenaturales. Durante
este período en Italia se encuentra un gran número de mujeres canonizadas tras presentar un
comportamiento “anoréxico” con la finalidad de llegar a la santidad (Alonso, 2000). Un
segundo momento, desde el siglo XVI al XVIII, en que las causas de los trastornos
alimentarios siguen siendo asociadas a lo místico y lo sobrenatural, sin embargo los
médicos comienzan a tratar experimentalmente esta sintomatología debido al interés por
saber si se puede ayunar indefinidamente (Guillemot & Laxenaire, 1994). Se pueden ubicar
en este periodo los primeros escritos que describen los trastornos alimentarios, en especial a
la anorexia, que datan de 1694, como “Of a Nervous Consumption” de Morton (Feinstein y

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Sorosky, 1988). En un tercer periodo, durante la segunda mitad del siglo XIX, los
trastornos alimentarios comienzan ha asociarse a patologías de carácter psicológico. La
anorexia nerviosa, claramente diferenciada ya de un adelgazamiento de tipo orgánico, se le
supone una etiología de orden psíquico. Durante este periodo se pueden hallar escritos tales
como “Anorexia Nervosa”, de Gull, y de Lasegue “On Hysterical Anorexia”, estos dos
últimos de 1873 (Feinstein y Sorosky, 1988), que se constituyen como las primeras
descripciones de la llamada “anorexia nerviosa”, nombre que hasta el día de hoy se
conserva. Las ayunadoras, se desplazan del terreno de lo santo y lo poseído al territorio de
la enfermedad (Guillemot y Laxenaire, 1994). Se destaca en esta etapa el afán por atribuir
un origen psicogenético, ligado a la histeria, donde el entorno familiar cumpliría un
marcado papel en el desarrollo de esta enfermedad. Más adelante se dejarán de lado las
hipótesis referidas a factores psicogénicos, para pasar a una explicación de la anorexia
nerviosa desde lo somático, tras el descubrimiento de Simonds, en 1914, de la caquexia
hipofisiaria, volviendo de esta forma a la explicación fisiopatológica, en base al error de
considerar los trastornos endocrinos como causa, siendo que son efecto del propio estado de
desnutrición que la persona padece por la falta de alimentación (Guillemot & Laxenaire,
1994). Finalmente se dejarán de lado la hipótesis fisiopatológica de los trastornos
alimentarios, básicamente basados en los trabajos de diversos psiquiatras, antes de 1960
fundamentados principalmente en el modelo de las neurosis. Asimismo a partir de aquella
década los escritos e investigaciones sobre el tema comienzan a proliferar, enfocados en
diferenciar de forma precisa los criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa, como
también las formas de abordaje terapéutico, tanto psicoanalíticos, cognitivo conductuales,
biológicos y sistémicos, lo que por un lado favorece el tratamiento de estas pacientes, en
tanto abordaje multidisciplinar e investigativo multidisciplinar, pero que a su vez refleja
muchas veces una falta de consenso que desemboca en aproximaciones contradictorias
(Guillemot y Laxenaire, 1994).

La bulimia ocupa un lugar en la historia de los trastornos alimentarios algo más


reciente, siendo su primera descripción realizada en 1972, por Otto Dörr en un artículo
llamado “Sobre una forma particular de perversión oral en la mujer: hiperfagia y vómito
secundario” (1972), destacando y estableciendo una independencia de la anorexia nerviosa.

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En 1985 se acuñará el término de “bulimia nerviosa” que se caracterizaría por los periodos
de sobreingesta, donde su cualidad particular estaría dada por la repetición de los episodios
bulímicos y por darse fuera de un cuadro de anorexia nerviosa (Guillemot y Laxenaire,
1994).

Los trastornos alimentarios, como síntoma, pueden ubicarse dentro de distintas


categorías diagnósticas, tales como la histeria, trastornos fóbicos, esquizofrenia,
drogodependencias, paranoia, psicosis exógenas, entre otras (Sánchez, 1990; en Behar,
2000). Incluso la psiquiatría reconoce como síndromes psiquiátricos multidimensionales a
la Anorexia Nerviosa y a la Bulimia Nerviosa, y propone criterios diagnósticos específicos
para cada una (Behar, 2000).

Para hablar de anorexia hay que distinguir la anorexia “primaria” de las


“secundarias”, las cuales son cuadros de menor gravedad que se presentan más bien como
síntomas dentro de otras enfermedades. La anorexia “primaria” se relaciona con el deseo de
permanecer delgada a toda costa más que el no comer (Behar, 2000), “lo característico y
definitorio del síndrome de anorexia nerviosa es el rechazo deliberado de la comida para no
engordar” (Peña y Lillo, 1993, p. 32), caracterizándose por una serie de conductas
alimentarias bastante particulares como “alimentación solitaria y a hurtadillas, evitando la
compañía y horarios habituales; preferencia por los dulces; robo de alimentos; vómitos
provocados; abuso de anorexígenos, diuréticos y laxantes, etc.” (Peña y Lillo, 1993, p. 32),
lo cual lleva a la persona a estados caquécticos donde se intenta evitar a toda costa la
recurrencia de episodios de atracones (bulimia) debido al miedo a engordar. Es en este
sentido que la anorexia nerviosa se considera un cuadro bifásico, donde hay una circulación
por una etapa anoréxica así como una bulímica (adelgazamiento - engordamiento), pero lo
común que se puede pesquisar en los distintos casos de esta enfermedad es “la peculiar
distorsión de la autoimagen corporal con pérdida de la normal percepción y estimación de
la belleza y de la salud físicas” (Peña y Lillo, 1993, p. 33), donde no existe límite alguno
sobre rango de peso ideal o algún estado hacia el cual querer llegar por parte de la paciente,
lo cual puede llevarla a la muerte.

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Se pueden encontrar diversas definiciones de Anorexia en la bibliografía que trata
sobre el tema. Para Raich (1994) sería “un trastorno grave de la conducta alimentaria en la
que la persona que la padece presenta un peso inferior al que sería de esperar por su edad,
sexo y altura” (p. 21), y según la OMS (1992) “la anorexia nerviosa es un trastorno
caracterizado por la existencia de una pérdida de peso deliberada, inducida o sostenida por
el mismo paciente”, para Rausch y Bay (1995), la anorexia nerviosa se define como “un
síndrome que afecta generalmente a mujeres adolescentes, pero también prepúberes,
mujeres mayores y, en menor medida a hombres, caracterizado por una pérdida de peso
autoinducida por medio de la restricción alimentaria y/o el uso de laxantes y diuréticos,
provocación de vómitos o exceso de ejercitación física; miedo a la gordura, y amenorrea en
la mujer o pérdida de interés sexual en el varón” (p. 42). En cuanto a la bulimia Nerviosa
Raich la define como un “trastorno severo de la conducta alimentaria en la cual muchos
individuos, casi siempre mujeres, presentan frecuentes episodios de voracidad, vomitan
habitualmente o, más raramente, toman laxantes o diuréticos para prevenir el aumento de
peso” (Raich, 1994, p. 25), la mayoría de estas pacientes mantienen un peso normal,
presentándose en mujeres de mayor edad que en el caso de la anorexia. Este cuadro pasa
mucho más desapercibido que la anorexia debido a que no genera tantos cambios físicos,
por lo cual es más complicado su detección (Raich, 1994).

En relación con la epidemiología de los trastornos alimentarios, la anorexia afecta


principalmente a mujeres, en un 90% o 95%, y en menor medida a los hombres, los cuales
presentan la mayoría de las veces alteraciones en su identidad sexual. El riesgo de
desarrollar una anorexia se encuentra en la proporción de 1:250, en adolescentes blancas,
donde la edad de comienzo sería cercana a los 15 años, donde la prevalencia es del 0.5% al
1%. La manera en que la mayoría de estas pacientes llegan a consultar es por medio de
terceros, generalmente familiares, que obligan al paciente en contra de su voluntad debido a
los cambios en diversas conductas alimentarias. Muchas veces llegan por medio de otros
profesionales, como endocrinólogos, gastroenterólogos, para finalmente terminar en el
psiquiatra (Behar, 2000).

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En cuanto a las manifestaciones clínicas de la anorexia nerviosa cabe destacar las
distintas alteraciones en los mecanismos de control neurofisiológicos, así como los distintos
sistemas. Emergen diversos signos de desnutrición crónica, lo cual se aprecia en el marcado
estado de delgadez de la paciente. Las dietas que se llevan a cabo por parte de las pacientes
anoréxicas se enfocan en evitar alimentos ricos en grasas y calorías, lo cual afecta en los
niveles de glucosa, manifestando muchas veces cuadros de hipoglucemia. Las
anormalidades menstruales son otro de los indicadores que a menudo se presentan,
constituyéndose para algunos autores en un criterio necesario para el diagnóstico de
anorexia (Cervera & Quintanilla, 1995).

Junto a los distintos signos y síntomas orgánicos, existen también manifestaciones


psicopatológicas a las que la anorexia nerviosa ha sido asociada, tales como la histeria,
psicosis maniaco-depresiva, una forma frustrada de esquizofrenia, neurosis obsesiva, etc.
Sin embargo existe la hipótesis que permite diferenciar una anorexia primaria de una
secundaria. La primaria es considerada como un trastorno primario del apetito donde el
comer es un acto desagradable en si mismo, constituyéndose como una fuente de placer que
va mucho más allá de los peligros que para la vida de la persona puede acarrear. Mientras
que en la anorexia secundaria el no comer se encuentra en relación a una ganancia
secundaria, como evadir el dolor, la angustia de una fobia, delirio o algún tipo de depresión
(Cervera & Quintanilla, 1995). Es por lo mismo que un diagnóstico diferencial se hace
necesario, debido a la comorbilidad existente (entre un 50% y 75% de los casos) con un
trastorno depresivo mayor, distimia y trastorno obsesivo – compulsivo (10% a 13% de los
casos) (Behar, 2000).

El tratamiento en la anorexia debe estar enfocado en un primer momento a atender


la urgencia biológica, y a su vez manejar aquellos aspectos psicológicos en relación al
ámbito familiar y lo que rodea a la paciente en general. La psicoterapia deberá realizarse
después de que la paciente logre un estado que le permita una receptividad del tratamiento,
el que a su vez resulta ser un proceso prolongado y de lenta evolución debido a la gravedad
de la enfermedad (Behar, 2000). El pronóstico es muchas veces desalentador debido a la
dificultad que se presenta en el abordaje de esta enfermedad, ya que los estados crónicos

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persisten durante varios años incluso siendo tratados en psicoterapia, se puede hablar de
una mejoría cuando más allá de lograr la recuperación del peso (lo cual se puede hacer de
manera artificial) se consigue corregir la distorsión de la autoimagen somática (Peña y
Lillo, 1993).

Epidemiológicamente en la bulimia se encuentra que afecta mayoritariamente a


mujeres de alrededor de 20 años, donde la distribución poblacional es más amplia que en la
anorexia, posee una prevalencia del 1% al 3% (Gran Bretaña, Estados Unidos), y la
relación hombre-mujer es de 1:9 (Behar, 2000). Los episodios repetidos de ingesta rápida
de una gran cantidad de comida o “comilonas” se destacan a la hora de diferenciar este
cuadro de la anorexia. Generalmente esta ingesta es realizada a solas por el paciente, de
forma oculta, experimentando una gran cantidad de culpa. En un segundo momento se
recurre al vómito, laxantes o diuréticos para expulsar el alimento consumido, lo que
provoca a largo plazo erosión del esmalte dental, aparición de callosidades en el dorso de la
mano, tumefacción dolorosa de las glándulas salivales, arritmias cardíacas, etc. El
diagnóstico diferencial se relaciona a trastornos por ansiedad, dependencia de sustancia y
trastorno bipolar (Behar, 2000).

La multidimensionalidad de los trastornos alimentarios, es decir, los distintos


factores que determinan tal enfermedad tanto psicológicos, biológicos y sociales que se ven
deteriorados, proponen una serie de desafíos para su tratamiento. Éste consta en resolver la
urgencia biológica, debido a las distintas alteraciones endocrinas, para luego a través de una
psicoterapia centrada en los principales factores etiopatogénicos y la utilización de
fármacos pertinentes, poder estabilizar al paciente en la mantención de un peso corporal
idóneo, hacer desaparecer las distorsiones sobre la imagen corporal y lograr la restauración
de la menstruación, entre otros elementos (Behar, 2000).

Lo que aparece realmente grave detrás de estos trastornos, tiene que ver con el daño
biológico y orgánico que estos pacientes sufren, y que convierte a los trastornos
alimentarios en un tipo de patología psicológica que necesita atención urgente y de carácter
multidisciplinar (Heiker y Miller, 1994). En primer lugar la mortalidad de este tipo de

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trastornos en mujeres jóvenes y adolescentes asciende hasta el 0,56% anual en la población
mundial, unas 12 veces la cantidad esperada en este rango. En el caso de las pacientes que
sobreviven a este tipo de trastornos, la desnutrición sufrida les termina por causar graves
déficit en todos sus sistemas orgánicos (Menéndez, 2003).

En la actualidad, los principales criterios taxonómicos, correspondientes a la


nosología psiquiátrica, como el DSM-IV y el CIE-10, dividen a los trastornos alimentarios
dentro de tres categorías: anorexia nerviosa, bulimia y desordenes alimentarios no
especificados. En el caso de la anorexia nerviosa, los síntomas establecidos son el rechazo a
mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal considerando la
edad y la talla, como también alteración de la percepción del peso o la silueta corporales,
exageración de su importancia en la auto evaluación o negación del peligro que comporta el
bajo peso corporal. En la bulimia la sintomatología, en cambio, está caracterizada por la
presencia de atracones recurrentes, conductas compensatorias inapropiadas, de manera
repetida, con el fin de no ganar peso, como una evaluación personal ligada íntimamente a la
imagen y peso corporal (American Psychiatric Association, 2002). Estos trastornos
conllevan a la vez grandes dificultades para la vida de la persona, en relación al ámbito
laboral, social y familiar. Pero por sobre todo, existe un riesgo vital muy alto, ya que las
alteraciones generadas como consecuencia del trastorno alimenticio afectan el cuerpo
biológico y la salud orgánica, por lo que el trabajo con estos pacientes requiere un apoyo
multidisciplinar constante, teniendo en cuenta la calidad de urgencia clínica que no puede
obviarse (Heiker y Millar, 1994).

Estadísticamente, los trastornos alimentarios están vinculados particularmente con


mujeres adolescentes y jóvenes, y en una prevalencia muy baja en varones (Organización
Mundial de la Salud, 1992), donde la relación hombre-mujer es de 1:10, lo que pone de
manifiesto una marcada presencia de estos trastornos en la población de mujeres (Heiker y
Miller, 1994). Estudios realizados a mujeres adolescentes y jóvenes adultas revelan que la
prevalencia de este trastorno oscilan entre un 0,5% y un 1% para los cuadros clínicos que
cumplen todos los criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa (American Psychiatric
Association, 2002). Así mismo la edad promedio de la anorexia nerviosa es de 17 años,

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“aunque algunos datos sugieren la existencia de picos bimodales a los 14 y 18 años. Es muy
rara la aparición de este trastorno en mujeres mayores de 40 años” (American Psychiatric
Association, 2002, p. 557). Sobre el pronóstico y la evaluación de la anorexia y la bulimia
es difícil encontrar información pues el curso de esta enfermedad varía considerablemente.
Estudios de seguimiento señalan que los trastornos alimentarios, en especial la anorexia
nerviosa, tienen una tasa frecuente de recaídas. Además dos tercios de las pacientes mujeres
se recuperan, y el 15% de ellas muere debido a la enfermedad o complicaciones asociadas a
ella (Sours, 1972). En Chile, según la “Asociación Chilena en contra de la Anorexia y
Bulimia”, se estima que el 99% de los 105.000 casos, de alguno de estos dos trastornos, son
mujeres (Gálvez-Carlisle, 2005).

No solo la pura estadística señala la gran diferencia en la prevalencia de los


trastornos alimentarios entre mujeres y hombres, varios estudios psicométricos y
cualitativos también señalan la importancia de características de género. Estas son
consideradas como un factor relevante en el estudio de los trastornos de la conducta
alimenticia, puesto que proporcionan una de las vías determinantes para el análisis del
contexto sociocultural que se encuentra a la base de estos trastornos (Behar, R., de la
Barrera, M., Michelotti, C., 2003). En estos estudios se puede apreciar entonces, tomando
en cuenta las estadísticas y los estudios realizados, que los trastornos alimentarios afectan
principalmente a las mujeres, estableciéndose una relación que no es menor y que no
responde al azar. En este sentido, ¿Es acaso la anorexia o la bulimia una enfermedad de
mujeres? ¿Qué podría explicar el que la mujer sea más propensa a este tipo de trastornos?

Pese a la utilidad que la medicina y la psiquiatría aportan al diagnóstico y


tratamiento de los trastornos alimentarios, tanto en su dimensión clínica como también la
investigación, han existido en el último tiempo, ciertos errores en la concepción de los
trastornos alimentarios. En primer lugar la idea que estos trastornos sean puestos por la
medicina en un lugar alojado en la conciencia, en la voluntad del “no querer comer”, ha
logrado que la anorexia deje de ser un síntoma como simbolización de otra cosa y se
presente como una enfermedad, logrando que se considere una epidemia cuya causa se
encuentra en la buena voluntad, proponiendo soluciones incluso desde el ámbito legal y

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mediático (Noriega y Pizano, 2006). En segundo lugar se ha olvidado que todo
acontecimiento tiene una determinada historia y que es “algo fundamental en su abordaje
desde cualquier estudio, algo que han dejado de lado en el estudio de lo que llaman
anorexia (Noriega y Pizano, 2006, p. 6), olvidando que la anorexia tiene una larga data en
la historia de la humanidad. Así mismo Noriega y Pizano (2006), piensan que se ha caído
en la “psiquiatrización excesiva” de la anorexia y la bulimia, y con ello un bajo peso y un
par de síntomas en un cuerpo delgado podrá ser rotulado fácilmente de anorexia,
encausando su tratamiento sobre el camino de la buena voluntad y un consejo de “come y
mejora tu autoestima”, a lo que responden “esto no es un saber, es por sobre todo un poder”
(Sauval, citado por Noriega y Pizano, 2006, p. 6).

Es por ello que se pretende abordar tal interrogante desde la teoría y postulados
psicoanalíticos, prestando atención a la importancia que tiene para esta teoría la
psicogénesis de distintos tipos de padecimientos psíquicos, de acuerdo a la relevancia que
se le otorga al desarrollo psicosexual infantil como lugar donde se originan éstos.

Para el psicoanálisis es en la constitución de la sexualidad femenina donde se puede


encontrar un lugar para comenzar a pensar la psicogénesis de una serie de patologías
psíquicas propiamente femeninas, como es el caso de los trastornos tratados acá. Este lugar
para Freud (1931) es, específicamente, la fase preedípica de la niña condensada en la
ligazón madre-hija, la que posee una relevancia tal que “parece necesario privar de su
carácter universal al enunciado según el cual el complejo de Edipo es el núcleo de la
neurosis” (Freud, 1931, p.228), fundamentando esto en que más allá de centrarse en la
relación de la niña con el padre, propia del Edipo como lugar de edificación de las primeras
identificaciones, hay que relevar el papel del vínculo de la niña con su madre en tanto
originario, como fuente del desarrollo sexual de la mujer, y a su vez, como origen de
grandes montos de hostilidad, debido a la forma en que esta relación llega a su fin. Lo
último se justifica en la creencia que la niña posee, respecto a que su madre no le otorgó el
órgano genital correcto, no la nutrió satisfactoriamente, no le dedicó todo su amor y
cuidados de forma exclusiva; y puso coto a su quehacer sexual, no cumpliendo de esta
forma con todas sus expectativas, propias de una sexualidad infantil voraz (Freud, 1931).

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Freud relacionaba la fase de la ligazón madre con la etiología de la histeria, además
de encontrar en esta relación un fundamento para la paranoia, con relación a la angustia que
emerge bajo la fantasía de ser devorada por la madre, íntimamente relacionada con la gran
hostilidad antes descrita. Tales ejemplos tienen como fin remarcar la importancia que existe
en la formación de cuadros psicopatológicos la manera en que el periodo preedípico fue
vivenciado por la mujer, considerando toda la serie de fijaciones y represiones que en el
recorrido de la niña, hasta el advenimiento de su feminidad, pueden haberse generado
(Freud, 1931).

Por otro lado, Jacques Lacan en su seminario de 1957, aborda la anorexia a


propósito de la frustración y la relación con la madre, en relación con la transformación que
sufriría la necesidad de alimentarse, al adquirir el valor de símbolo y dejar de pertenecer a
lo real, como necesidad biológica. Desde ahí la posibilidad de explicar el síntoma de la
anorexia como un “comer nada”, enfatizando en el estatuto de la “nada” únicamente posible
en un plano simbólico, ante lo cual el infante recurre al ver cómo su madre se constituye en
un objeto omnipotente que puede dar o quitar, es decir, una potencia (Lacan, 1957). Lo
importante de este señalamiento es el apoyo que se da a la hipótesis de que trastornos
alimentarios como la anorexia o bulimia pueden encontrar una lectura tomando como base
el periodo preedípico y la relación con la madre.

Françoise Dolto es clara en señalar que el síntoma de la anorexia “no se remonta a la


etapa del Complejo de Edipo, sino mucho antes” (Dolto, 1994, p. 275), y que tiene estricta
relación con el acceso a la identidad sexual femenina y la identificación con la madre, en
donde una castración primaria no fue del todo sostenida por la madre, conllevando con esto
a una represión de la relación materna y del propio deseo sexual (Dolto, 1994).

Así para este estudio, la fase preedípica se constituirá como el marco privilegiado
para pensar los trastornos alimentarios, a la luz de la constitución de la sexualidad
femenina, estableciendo un punto de partida en la relación que puede existir entre los
trastornos de la alimentación y lo femenino, desde la cual se llevará a cabo una

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profundización acerca del carácter fundamental que tiene la ligazón madre-hija y su posible
relación con el desarrollo de estos trastornos.

Aún así existe una dificultad que debe ser mencionada. Esta dificultad radica en
relación a la forma de acceder al contenido de la fase preedípica, que según Freud es muy
difícil de asir, debido a su vaguedad y antigüedad, producto de “una represión
particularmente despiadada” (Freud, 1931, p. 228), que como antes se había señalado, es
producto de la gran intensidad de la relación entre madre e hija durante este periodo.

De esta manera se hace necesario encontrar una puerta de entrada que permita el
acceso a tales contenidos preedípicos en pacientes con trastornos alimentarios, material
claramente importante en la psicoterapia con este tipo de pacientes.

Tomando en cuenta el marco psicoanalítico en el que se inscribe esta investigación,


una vía que podría permitir el acceso a contenidos de la fase preedípica es la dimensión
transferencial.

Se ha optado por la transferencia tomando en cuenta que en la dirección de una cura


posee un papel protagónico, en tanto vínculo en el que se ponen en juego los imagos
infantiles, las fijaciones libidinales y las distintas represiones que forman parte del
inconsciente del paciente. La transferencia emerge básicamente como una dificultad en el
análisis, como un momento de estancamiento, debido a que se acrecientan todas las
resistencias como forma de impedir el acceso a aquellos contenidos inconscientes que
afloran en el vínculo transferencial. Es así como la transferencia si bien ocupa un papel
decisivo en el proceso de cura, es a su vez una forma de estancamiento de tal proceso
debido al acrecentamiento de las resistencias (Freud, 1912).

Lo que se pretende destacar de la transferencia es aquello del orden de la repetición,


de aquello reprimido y olvidado, que en su manejo adecuado permite una reconducción de
tales caracteres patológicos. En palabras de Freud, “conseguimos, casi siempre, dar a todos
los síntomas de la enfermedad un nuevo significado transferencial” (Freud, 1914, p.156),

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significado desde el cual se puede extraer y traer al presente aquellas características de la
fase preedípica que estarían a la base de los trastornos alimentarios.

La manera en la que se pretende estudiar la relación entre lo femenino y los


trastornos alimentarios será a través de la dimensión transferencial en la clínica con estos
trastornos. De la transferencia se rescatará aquello de lo femenino, como constitución
subjetiva, que caracterizaría este vínculo con el psicoterapeuta, por lo que la pregunta que
guiará la presente investigación será la siguiente.

¿Cuál es la importancia de lo femenino en la transferencia de pacientes con trastornos


alimentarios según psicoterapeutas de orientación psicoanalítica?

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2. Marco Teórico

2.1 Lo femenino

Uno de los grandes descubrimientos freudianos, luego de la premisa del


inconsciente, tiene que ver con los hallazgos acerca de la vida sexual infantil: su existencia
y su importancia tanto para la constitución del sujeto, como para la investigación analítica
(Freud, 1905). Es Sigmund Freud quien descubre que el análisis de la vida sexual infantil se
convierte en algo relevante para el tratamiento de las enfermedades psíquicas. Hasta la obra
de Freud, la sexualidad infantil no era tomada en cuenta en los tratados de desarrollo del
niño, debido a que no habían manifestaciones que fuesen consideradas como parte de un
proceso, sino exclusivamente como aisladas, menos aún en la adultez donde los primeros
años de vida no aparecen pues han sido vedados de la conciencia. Es a través de la hipótesis
del inconsciente donde se podrá acceder a estos recuerdos infantiles que Freud tilda de
fundamentales de investigar en función del tratamiento psicoanalítico (Freud, 1905).

Ocurre que la vida infantil es de difícil acceso desde la vida adulta, pareciera que
estos primeros años de infancia son recubiertos por una suerte de amnesia que impide el
acceso a estos (Freud, 1905). Sin embargo “no puede tratarse de una desaparición real de
las impresiones infantiles, sino de una amnesia semejante a la que observamos en
neuróticos respecto de vivencias posteriores y cuya esencia consiste en un mero
apartamiento de la conciencia (represión)” (Freud, 1905, p. 159). Freud vendrá a decir que
esta amnesia infantil convierte la infancia en un tiempo anterior, una suerte de prehistoria
que le oculta el inicio de su vida sexual (Freud, 1905).

Para comenzar a entender la obra de Freud y sus trabajos sobre diferencia sexual y
sexualidad femenina, es necesario entender el rol que cumple la sexualidad infantil en el
desarrollo psíquico. “Mis trabajos y los de mis discípulos sustentan con decisión cada vez
mayor, el reclamo que el análisis de los neuróticos penetren también en el primer periodo
de la infancia, la época del florecimiento temprano de la vida sexual” (Freud, 1925, p. 267).
Solo bajo el estudio de las primeras mociones sexuales en la infancia temprana permitirán

17
entender el desarrollo libidinal, y por ende psíquico. La importancia que Freud otorga a la
sexualidad temprana, no solo tiene un aspecto teórico, sino que también un revestimiento
técnico, pues aunque el análisis de la primera infancia sea oscuro, lento y trabajoso, es vital
en el desarrollo del aparato psíquico y sus estructuras (Freud, 1925).

Es por esto que para el psicoanálisis definir qué es la feminidad siempre ha sido un
tema muy disputado y complejo de definir. Los distintos acercamientos a la pregunta por la
mujer, por su sexualidad y su subjetividad, no ha sido una materia fácil de abordar para el
psicoanálisis y los psicoanalistas, especialmente porque la obra de Freud no tiene
problemas para enunciar sus teorías sobre lo masculino, sin embargo lo femenino se le
presenta como un enigma, que trata de solucionar desde la sexualidad masculina a través de
la lógica de la “presencia y ausencia” del pene. La intención es partir desde este punto, y
para recopilar los antecedentes teóricos de la feminidad y su constitución subjetiva, se
desarrollarán argumentos que se inician desde postulados freudianos sobre la feminidad,
desarrollados en su mayoría en el texto “Sobre la sexualidad femenina”, de 1931, y también
de las líneas teóricas de Françoise Dolto en su texto “Sexualidad Femenina: la libido genital
y su destino femenino” (1996), dentro de otros textos.

2.1.1 Consideraciones freudianas sobre la diferencia sexual y la sexualidad femenina

En 1908, luego de las consideraciones sobre la sexualidad infantil y el determinismo


que ejerce en la estructuración del aparato psíquico que aparecen en “Tres ensayos de teoría
sexual” (1905), Freud propone una serie de teorías sexuales infantiles: una serie de
conjeturas que los infantes harían sobre la sexualidad. En la realidad es claro que estas
hipótesis sexuales son falsas, desde la mirada médica y biológica, sin embargo sobre estas
ideas los niños empezarían a hacer sus primeras “investigaciones” sobre la vida sexual.
Estas teorías, pese a su falsedad, tienen un carácter que se le acerca a la verdad. Lo que en
estas ideas podría haber de correcto o de incorrecto, su creación tiene que ver con la
movilización de ciertas mociones sexuales que se pueden encontrar en los niños (Freud,
1908). “Tales supuestos no han nacido del albedrío psíquico ni de impresiones causales,
sino de las objetivas necesidades de la constitución psicosexual” (Freud, 1908, p. 192). Por

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lo tanto estas ideas estarían íntimamente relacionadas con un desarrollo psíquico en la
infancia, que permitiría hablar de “teorías sexuales típicas” en palabras de Freud (Freud,
1908).

La primera de estas teorías sexuales infantiles tiene que ver con la universalidad del
pene. “Ella consiste en atribuir a todos los seres humanos, aún a las mujeres, un pene”
(Freud, 1908, p. 192). En este momento de la sexualidad infantil, los niños suponen a todos
los seres humanos un pene, así este adquiere un papel fundamental, por lo que no habrá un
primado genital, sino un primado del falo. La presencia de otros genitales, como la vagina,
no tendrá lugar en este proceso pues la presencia/ausencia del pene será la lógica rectora en
el desarrollo psicosexual infantil. Solo tres años antes Freud habrá enunciado en sus tres
ensayos que la analogía del pene en la niña, durante esta fase del desarrollo sexual, será el
clítoris, zona rectora de la sexualidad femenina, percibido como un pequeño pene. En esta
fase la niña se comportará como un pequeño varoncito, pues mientras este se provoca
placer estimulando su pene, la pequeña niña hará lo propio con su clítoris (Freud, 1905).
Esta idea se reafirma con las teorías sexuales infantiles; el niño al observar la falta de
genitales en la niña no tendrá efecto alguno aún, en tanto su hipótesis ha “prejuiciado” ya lo
suficiente para que el clítoris sea atribuido en la niña como un pene que aún no se ha
desarrollado completamente, no hay “falta” aún porque la teoría de la universalidad del
pene le impide evidenciar aquello de tal forma que la diferencia anatómica no tendría lugar
en las investigaciones sexuales del pequeño varoncito (Freud, 1908). El momento de la
constatación de la diferencia sexual tendrá lugar unos años después en la vida del infante.

Hacia el quinto año de vida del niño, el progreso de su desarrollo sexual se va


mudando hacia un predominio central de los genitales, específicamente del pene el cual
cumple un papel rector, y la vagina sigue sin ser descubierta, provocando que el varoncito
se cause placer a través del contacto con sus genitales. Ante esta manipulación del pene el
niño es víctima de una amenaza donde el pene puede ser removido, la amenaza de la
castración que todavía no tendrá efecto para el varoncito, pues en su psiquismo todavía no
calza lo femenino, la mujer, con la ausencia del falo debido a que no ha constatado aún la
diferencia sexual en la lógica de la presencia/ausencia (Freud, 1924). “La observación que

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por fin quiebra la incredulidad del niño es la de los genitales femeninos” (Freud, 1924, p.
183). Acá entra por primera vez la noción de amenaza de castración, amenaza que se
pondrá a trabajar una vez que el niño constate la diferencia sexual en una semejante mujer y
evidencie la ausencia de pene. Así en el niño comenzará a circular la idea que el pene puede
ser perdido, removido o cortado, la amenaza de castración se convertirá en una angustia de
castración en tanto que con esta observación para el niño se le ha representado la pérdida
del propio pene (Freud, 1924).

En la medida que el infante entra en la fase fálica y en el complejo de castración,


entra también en el complejo de Edipo. En esta etapa, tanto para el niño como la niña, el
objeto primero de amor será la madre, debido a los cuidados que ésta le provee, por lo tanto
para el varoncito el padre será un objeto donde depositará hostilidad y rivalidad, y que
quiere eliminar. Durante la fase del complejo de Edipo normal el niño está tiernamente
vinculado al progenitor del sexo contrario mientras que en la relación con su progenitor del
mismo sexo está teñida por la hostilidad. El niño puede obtener dos formas de satisfacción
durante el drama edípico: una activa donde se sitúa en el lugar del padre e intenta, y como
él, vincularse a la madre sexualmente, o ponerse en una posición pasiva en la cual él puede
ser amado por el padre, pero la madre quedaría “sobrando” (Freud, 1924). El problema está
en que “si la satisfacción amorosa debe costar el pene, por fuerza estallará un conflicto
entre el interés narcisista por esta parte del cuerpo y la investidura libidinosa de los objetos
parentales” (Freud, 1924, p. 183). Freud dirá que entonces el niño se “extraña” en el
complejo de Edipo, las investiduras libidinales son removidas para devenir en una
identificación. El varoncito terminará por renunciar a la madre, para identificarse con el
padre. No hay ningún problema para Freud en deducir este resultado para el caso del
varoncito, la madre siempre será su primer objeto de amor, vínculo que se irá intensificando
en el pequeño varón, por lo que el padre no puede ser sino percibido como un rival molesto
y hostil. Sin embargo frente a la amenaza de la castración y la angustia que le produce,
termina por renunciar a la madre y así el varoncito encuentra su camino hacia la
identificación con el padre, el complejo de Edipo se va al fundamento y todo su proceso es
reprimido, mas los efectos de la castración y la resolución del complejo de Edipo dejan

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sentir sus efectos por más reprimidos que se encuentren, la estructuración psíquica que han
hecho será definitiva y permanente en la subjetividad de este niño (Freud, 1924).

Pese a que el panorama del desarrollo psicosexual para el varoncito es claro y bien
detallado, Freud tilda del desarrollo femenino como “oscuro y lagunoso” (Freud, 1924). La
mujer desarrolla también un complejo de Edipo, sin embargo diferente al masculino. ¿Cuál
sería entonces el camino de la niña donde renuncia a su primer objeto amoroso? El
complejo de Edipo tendría una larga prehistoria, que como una formación secundaria, sería
relevante de entender para el desarrollo psicosexual de la niña. (Freud, 1925).

Con la aparición del texto “Sobre la sexualidad femenina” en 1931, y


posteriormente su conferencia sobre la sexualidad femenina en 1933, el panorama del
desarrollo sexual para la mujer comenzaría a esclarecerse, en parte. Si bien para ambos
sexos el primer objeto de amor es la madre, para el varón la identificación con el padre
deviene luego del complejo de Edipo, motivado por la angustia que le produce la idea de la
castración, ¿pero como operaría esta angustia en alguien que no tiene el pene? Aparece
entonces la pregunta ¿Cómo la niña encuentra su camino hacia el padre? (Freud, 1931). En
la infancia temprana ya existen grandes diferencias en el desarrollo sexual entre el pequeño
varón y la pequeña niña, mientras que el complejo de Edipo es la primera estación que se
diferencia con claridad en el niño (Freud, 1925), en el desarrollo de la pequeña niña existe
una fase anterior que se ve muy difusa y difícil de diferenciar en una primera instancia ya
que pareciera que en la niña esta prehistoria del complejo de Edipo, hubiese sucumbido
ante una represión especialmente despiadada (Freud, 1931). Esta prehistoria del complejo
de Edipo, es el gran descubrimiento de Freud sobre la sexualidad femenina, y la llama fase
preedípica. Este descubrimiento logra dividir en dos las fases del desarrollo de la
sexualidad femenina, primero la fase preedípica donde la niña vive en una ligazón intensa
con la madre como su primer objeto de amor, y luego el complejo de Edipo una vez que la
niña cambia su objeto de amor, pasando de la identificación con la madre a el padre. Sin
embargo aún no está claro como se produce este cambio identificatorio en la niña, y es en el
texto “Sobre la sexualidad femenina” de 1931, donde Freud arrojará las primeras luces
sobre este problema.

21
En su experiencia clínica con pacientes mujeres, Freud realiza agudas observaciones
sobre las mujeres con intensa ligazón-padre de carácter erótico, y es en éstas que se apoya
para adoptar ciertas concepciones sobre la sexualidad femenina, siendo dos los
descubrimientos que realiza. El primero de ellos tiene que ver con que “toda vez que existía
una ligazón-padre particularmente intensa, había sido precedida, según el testimonio del
análisis, una fase de ligazón-madre exclusiva, de igual intensidad y apasionamiento”
(Freud, 1931, p. 227). El complejo de Edipo en la niña poco aporta al desarrollo de la
sexualidad, pues no hace más que reafirmar lo que ha ocurrido antes de él, pues parecería
ser mucho más relevante lo que ocurre en la “prehistoria” del drama edípico, donde hay una
fuerte identificación de la niña con la madre, Freud dice que “la fase de la ligazón madre
exclusiva, que puede llamarse preedípica, reclama una significación muchísimo mayor en
la mujer (…) (…) el vínculo madre fue el originario; sobre él se edificó la ligazón-padre”
(Freud, 1931, p. 232). La fase preedípica en la mujer alcanza una significación que no le ha
sido otorgada hasta este momento, puesto que deja el espacio necesario para todas las
fijaciones y represiones provocadas en la génesis de la neurosis, haciendo que parezca
necesario privar del carácter de universal al complejo de Edipo como núcleo exclusivo de la
neurosis (Freud, 1931). “La mujer llega a la situación edípica normal positiva luego de
superar una prehistoria gobernada por el complejo de Edipo negativo” (Freud, 1931, p.
228), donde el padre deviene como algo secundario (al igual que el falo) y de hecho para la
niña el padre no es más que un rival “fastidioso”. Esto hace que Freud renuncie, hace largo
tiempo como él lo explicita, a la idea de encontrar un desarrollo paralelo y uniforme entre
la sexualidad masculina y femenina (Freud, 1931).

En el comienzo de este apartado se ha dicho que son dos los hechos que Freud logra
observar en su clínica con mujeres, el primero ya ha sido enunciado como la incidencia e
importancia que esta fase tiene en la constitución subjetiva de la mujer. Freud dirá que “no
se puede comprender a la mujer si no se pondera esta fase de la ligazón-madre preedípica”
(Freud, 1933, p. 111). La segunda observación tiene que ver con la prolongada e inusitada
duración de esta fase, y la represión de la cual es víctima haciéndola sucumbir ante ella y
desalojando sus contenidos de la conciencia. Freud afirma que “en este ámbito todo me

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parece tan difícil de asir analíticamente, tan antiguo, vagaroso y apenas reanimable” (Freud,
1931, p. 228), manteniéndola sepultada en el inconsciente de la mujer y oculta de su propia
intelección (Freud, 1931). ¿Dónde se encuentra aquello de carácter tan intenso que
convierte en algo tan importante el desarrollo de la fase preedípica? En este periodo los
vínculos con la madre son diversos, pues atraviesan varias fases de la sexualidad infantil,
con caracteres orales, sádicos y fálicos, en mociones tanto activas como pasivas (Freud,
1931). Además estas mociones son “por completo ambivalentes, tanto de naturaleza tierna
como hostil-agresiva. Estos últimos suelen salir a la luz únicamente después de que han
sido mudados en representaciones de angustia” (Freud, 1931, p. 229). En este punto es
importante introducir la pregunta por el cómo la etapa preedípica se va al fundamento y da
paso al complejo de Edipo, constituyéndose en su forma femenina. Freud propone que en
este proceso colabora el complejo de castración, sin embargo ¿Cómo puede operar el
complejo de castración en alguien que ya ha sido castrado? ¿Cuáles pueden ser los posibles
destinos de la castración en el desarrollo sexual de la pequeña niña? El complejo de
castración producirá, a diferencia del varón donde el complejo de Edipo se va al
fundamento, que la niña entre en el influjo del Edipo, vale decir, que para la niña la
castración producirá que pueda hacer esta mudanza de una fase preedípica a una fase
Edípica, con todo lo que ello implica. Una de las similitudes entre el desarrollo sexual de la
mujer y el varón en Freud, es la predominancia de la anatomía y las consecuencias que
tiene la genitalidad propia de cada sexo en la estructuración subjetiva del sujeto. El dato
anatómico es de vital importancia para el desarrollo de la sexualidad tanto en el varón como
en la mujer. En este aspecto, y en relación a la sexualidad femenina, Freud plantea que el
carácter bisexual constitucional de ambos sexos, se ve mucho más acentuado en la mujer
que en el varón, pues mientras que el niño tiene una sola zona rectora, el pene, la mujer
posee dos de ellos: la vagina, órgano propiamente femenino, y el clítoris, correlato
femenino anatómico del pene. Freud supone que durante muchos años la vagina es como
“si no estuviera” en la mujer, con una genitalidad preferentemente clitoriana en la temprana
infancia de la niña, haciendo de esta primera fase, una fase de carácter masculino. Cuando
la pequeña niña cambia de objeto amoroso, hay una transmudación de esta fase masculina y
clitoriana, a una posición característicamente femenina donde el órgano rector será la

23
vagina. En la mujer habría un traslado de una fase a la otra, simbolizada en la
transmudación de la genitalidad, que no tiene correlato alguno en el varón (Freud, 1931).

De forma paralela a esta primera gran diferencia, existen otras en relación a la


constitución del objeto amoroso en la niña y el niño. Si para el varoncito la madre deviene
como el primer objeto de amor, como consecuencia de los cuidados que ésta le promulga,
como la alimentación y el aseo corporal, también en el caso de la niñita la madre tiende a
ser el primer objeto amoroso, ya que las condiciones para la elección del objeto primordial,
vale decir la madre, son las mismas para todo infante (Freud, 1931). Pero al final del
desarrollo, el padre debe haber devenido como nuevo objeto amoroso, vale decir: “al
cambio de vía sexual de la mujer tiene que corresponder un cambio de vía en el sexo del
objeto” (Freud, 1931, p. 230). Si en el varoncito al final del desarrollo sexual se encontrará
identificado con la posición paterna en busca de un objeto sustituto del objeto primordial
materno, en la niñita la búsqueda del nuevo objeto será desde una posición femenina que no
es paralela ni homologable a la elección objetal del varón pues no son producto de los
mismos procesos, la posición femenina no podrá ser entendida como una forma inversa del
complejo de Edipo, sino que debe ser comprendida como una posición subjetiva particular
propiamente femenina (Freud, 1931). Así el complejo de castración en la niña, motivado
por esta diferencia anatómica entre ambos sexos tendrá diferentes consecuencias psíquicas.
Cuando la pequeña niña observa los genitales del varón, nota la diferencia y se siente
perjudicada, descontenta con su pequeño clítoris. Freud dice que “cae presa de la envidia
del pene, que deja huellas imborrables en su desarrollo y en la formación de su carácter”
(Freud, 1933, p. 113). Esto posibilita que la niña culpe a la madre por esta “falencia”
corporal, por su clítoris que menosprecia frente al falo, y con ello abandona a la madre
como objeto de amor. Pese a esto, la niña pequeña no se resigna a su falta de pene y desea
que un día pueda llegar a tener algo igual (Freud, 1933).

De la forma en que la niña viva su fase preedípica, aparecerán los posibles destinos
de la sexualidad femenina luego del complejo de Edipo y el influjo de la castración. Freud
propone tres: en el primero la mujercita aterrorizada por la comparación con el varón,
queda descontenta con su clítoris y renuncia a la sexualidad. En el segundo, en una

24
“porfiada autoafirmación”, retiene su masculinidad amenazada, y con ella la esperanza de
tener un pene, hasta épocas increíblemente tardías. A veces esta vía implica elecciones
homosexuales de objeto en la mujer. Solo en una tercera vía, la mujer deviene en una
sexualidad y configuración femenina, en donde toma al padre como objeto, hallando así la
forma femenina del complejo de Edipo, como resultado de un desarrollo más prolongado en
la mujer, donde no es destruido por el influjo de la castración, sino creado por él (Freud,
1931).

Aunque esta tercera vía pareciera ser el camino a una feminidad “normal”, la niña
sigue deseando tener un pene, producto de esta envidia en que ha caído presa previamente
debido a que la madre no le ha permitido tener un pene. La niña culpa a la madre de este
hecho. Freud va a afirmar que la situación solo se normalizará en tanto que la niña sustituya
el deseo del pene por el deseo de un hijo, y no cualquier hijo, sino un hijo que sea del
Padre. A la hostilidad que la niña le tiene a la madre debido a que le ha “traspasado” la falta
de pene, se suma una nueva moción agresiva en tanto que en este deseo de la niña de tener
un hijo del Padre, la madre se convierte en un nuevo rival: ella recibe todo lo que la hija
espera recibir por parte del padre. Con esto la niña se identifica a la madre, a quien desea
sustituir, y es capaz de asumir una posición subjetiva femenina y comienza a vivir como
mujer.

2.1.2 Françoise Dolto y la sexualidad femenina

En su texto “Sexualidad Femenina: la libido genital y su destino femenino” (1996),


Françoise Dolto revisa cómo es el desarrollo sexual y subjetivo femenino, desde la
gestación hasta la vejez, y en ese aspecto lo que es interesante para los objetivos de esta
investigación, tiene que ver principalmente con los procesos de subjetivación propios de la
feminidad. Vale decir, cómo es el proceso por el cual la pequeña bebé logra entrar a una
lógica subjetiva particularmente femenina, a través de su desarrollo libidinal. Lo que
intentará Françoise Dolto es instalar una pregunta por aquella libido propia de la feminidad,
¿Cómo se constituye el ser femenino a partir de la especificidad de su sexo según las
dinámicas libidinales? (Dolto, 1996).

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En Dolto (1996), al igual que en la línea freudiana, el desarrollo de la sexualidad
está determinado en su totalidad por la estructura libidinal, y aunque genitalmente el ser
humano es “monosexuado”, en cuanto a sus emociones y deseos, tanto el hombre como la
mujer tendrían un carácter bisexual. Dolto afirma que “la libido aparece actuando desde el
origen de la vida del ser humano en una dialéctica narcisista” (Dolto, 1996, p. 83). Desde
un período “pasivo” de la libido, cuando esta es pregenital aún, pareciera que ya está
animando la función simbólica, bajo la evidencia que “ello se ve con claridad en lo
referente al individuo adulto y a la trama dialéctica narcisista e interrelacional, en lo que
tiene ésta de intersubjetivo” (Dolto, 1996, p. 84). La libido permite que el sujeto esté
inserto en una dinámica simbólica desde un comienzo en tanto, en este caso el feto
femenino, “va creciendo y se forma sin conocimiento de nadie y, sin embargo, está muy
marcado ya por la influencia, tranquilizadora o ansiógena de los afectos libidinales de la
madre” (Dolto, 1996, p. 84). Desde un comienzo bastante temprano los afectos de la madre
ya van revistiendo el cuerpo de la niña, o de este “feto femenino” como Dolto la denomina
durante la gestación, y con ello se comienza tempranamente a determinar estos primeros
aspectos que más adelante se pondrán en juego junto a otros factores para determinar el
desarrollo de esta sexualidad y subjetividad femenina (Dolto, 1996). Dolto encuentra en su
experiencia clínica evidencias que le permiten afirmar que el desarrollo de la sexualidad se
pone en juego desde la gestación, ya que en la clínica con adultos es posible percibir las
huellas vitalizadoras o desvitalizadoras, ya que la vida fetal es “siempre actuante” (Dolto,
1996). Si la libidinización que hace la madre de este feto juega un rol importante para el
futuro, los fantasmas de la madre y la interferencia que tengan en su relación con la hija
también serán importantes de considerar, pues según Dolto “se puede decir que los
verdaderos traumas psicógenos son los que afectan a la madre a raíz del objeto de su deseo:
sea un deseo oculto, sea el rechazo de su persona a consecuencia de su gestación” (Dolto,
1996, p. 85). Una vez que Dolto ha reconocido la importancia de las mociones libidinales
de los padres durante la gestación del feto femenino, empieza a ver el desarrollo desde el
nacimiento de la bebé. “Todo nos lleva a creer que el lactante sano desde el punto de vista
libidinal y orgánico siente su modo de estar en él en perfecta resonancia con los afectos de
sus dos progenitores en el nacimiento, con la reacción emocional de estos ante la primera

26
diferencia del bebé: su sexo masculino o femenino” (Dolto, 1996, p. 89). La pequeña bebé
si ha nacido en un buen estado físico, y la madre también está en buenas condiciones
orgánicas, es capaz de establecer una relación “edípica precoz”, es capaz de instalarse en
una transferencia objetal, se puede afirmar que es una niña sana, capaz de estructurarse en
una relación libidinal con la madre (Dolto, 1996). “La relación niña-madre marcará a la
primera de una manera indeleble en sus modalidades emocionales y sexuales ulteriores”
(Dolto, 1996, p. 90). Durante este estadio donde la niña está ligada íntimamente a la madre,
todas sus satisfacciones provienen exclusivamente del orden de los sentidos, la voz de la
madre, el verla, los cuidados que le promulga ella a su bebé, y todo aquello que es
vinculado con la presencia de la madre, hace que la bebé la tome como un primer objeto
percibido como fálico. La presencia de la madre es percibida como vigorizante por la bebé,
y si esto no ocurre, si la pequeña niña percibe a su madre como desvigorizante, su presencia
provoca en ella comportamientos y reacciones perturbadas: anorexia, trastornos digestivos
y vegetativos, toxicosis. Así desde un principio, queda marcada en la estructuración
subjetiva de la mujer la importancia de la fase preedípica y la ligazón-madre (Dolto, 1996).

De forma precoz, y sin salir aún del preedipo, la bebé comienza a tener sus primeras
atracciones heterosexuales. Durante las primeras mamadas, la niña ya habiéndose nutrido
de la leche materna y con cuidados corporales satisfechos, aparta su rostro de la mirada de
la madre al acercarse otro hombre y se orienta hacia él. Según Dolto, habría algo del orden
olfativo que llamaría su atención, pues este precede el acceso a la visión y puede notarse
incluso en niñas sordas o ciegas. Con la niña ya satisfecha provisionalmente de sus
cuidados más básicos, la limpieza y la alimentación, Dolto (1996) afirma que la feminidad
“recorre todo el cuerpo de la niña” reaccionando a la masculinidad que emana del cuerpo
del hombre. Si el padre entra a la escena en un momento que la niña necesita de algún tipo
de cuidado, alimentación, hambre, limpieza o excreción, ella no le prestará atención, pues
en ese momento “la madre es el objeto electivo de su deseo” (Dolto, 1996, p. 92). Durante
toda la lactancia se podrá observar este mismo espectáculo. En este punto comienzan las
primeras diferencias entre la constitución del niño y la niña, cuando esta escena se produce
frente a la niña, la madre rechace o acepte al hombre que entra, la niña sentirá un grado de
atracción, mientras que en el niño siempre habrá a lo menos un grado de reticencia frente al

27
hombre que irrumpe en la escena (Dolto, 1996). Aunque algunos autores ven en este
proceso algunos componentes edípicos, estos son rechazados por Dolto, pues solo lo
denomina como unos “primeros jalones” de la organización sexual de la niña. Hasta acá, la
niña es un conjunto de mociones libidinales preobjetales en vías de organizarse, para dar
curso a su subjetividad (Dolto, 1996).

La genitalidad en la pequeña bebé también juega un papel determinante en su


constitución, las diferencias anatómicas serán fundamentales en las diferencias entre la
feminidad y la masculinidad: si en el niño las primeras excitaciones sexuales son seguidas
de la erección de su pene seguido de un chorro de orina, en la niña, aunque menos visible,
en contacto con hombres o en presencia de ellos, percibirá su turgencia vaginal y su
erección clitoriana. Sin embargo en la niña, el onanismo tardará un poco más en llegar que
en cuanto al varoncito, pues debido a la exterioridad del pene, la tiene más fácil para su
estimulación, en cambio la bebé le tomará un tiempo más largo en descubrir formas de
excitarse genitalmente (Dolto, 1996). Todo lo que ocurra en esta fase, y según como la niña
vaya configurando estas tempranas experiencias sexuales durante la fase de la ligazón-
madre, se irá estructurando la subjetividad de la niña en torno a una castración primaria,
como la denomina Dolto (1996), que su resolución, en tanto separación de la madre y
aparición de la genitalidad de la niña, jugará un rol clave en la constitución subjetiva de la
bebé y determinará las vías futuras de su psiquismo, convirtiendo a esta etapa como clave
en la organización psíquica de la mujer (Dolto, 1996). Luego durante la fase del complejo
de Edipo, tan importante para el varoncito, en la pequeña mujer el Edipo no hace más que
reestructurar lo que ya había sido constituido por la fase de la ligazón-madre, cuando la
niña accede al saber de su pertenencia sexual y al orgullo de hacerse mujer (Dolto, 1996).
Sin embargo queda todavía pendiente la pregunta por el cómo la niña logra mudarse de una
fase a otra, para dejar a la madre como objeto amoroso y tomar una posición femenina
¿Cómo logra estructurarse? La niña intenta salir de esta dependencia absoluta de la madre
intentando adquirir la autonomía de su propio cuerpo, para ir construyendo su persona.
“También en esta época de su vida las madres castradoras les impiden hacerlo - ¡cuán a
menudo! – con sus cuidados hipermaternales, sobreprotectores” (Dolto, 1996, p. 111). La
niña accede a este proceso de estructuración a través del descubrimiento de su cuerpo, con

28
prácticas onanistas, y a través del “cuidado de otros”, como por ejemplo lo es el juego con
muñecas, por la dinámica narcisista que encierra jugar con ellas, comenzando a
identificarse con el lugar de la madre, a través del deseo del hijo con el Padre, porque “este
es quién le dio la muñeca” (Dolto, 1996). Una niña en cuya fase preedípica la ligazón-
madre le haya proporcionado de una vía adecuada para el desarrollo de su feminidad, sin
sufrir grandes obstáculos, llegará al Edipo para asumirse como mujer: deseando a los
hombres y asumiendo a ese deseo. Le reprocha a menudo a su madre no haberla hecho
varón, y le reprocha “tú, mala, que no lo tienes, y a la que yo no deseo” (Dolto, 1996, p.
116). Libidiniza su vagina, y le duele su “sexo”, como una pantomima de seducción de su
deseo de ser penetrada. El contexto del Edipo en la niña, manifiesta un cierto número de
cosas: “su diferencia en cuanto al sexo y su orgullo por esta diferencia (…) (…) luego el
hecho de que esté preparada para la recepción de formas puntiagudas, manejadas por los
hombres, aunque eso deba de doler; espera la penetración” (Dolto, 1996, p. 117), buscando
el permiso de su cuerpo para que todo aquello que conoce de su forma corporal receptora y
turgente, la vagina que ha encontrado narcisistamente, convirtiéndose así para su cuerpo, en
una especie de imagen de la madre.

2.2 Un enfoque psicoanalítico sobre los trastornos alimentarios

Una de las primeras interrogantes que aparece cuando se piensa desde el


psicoanálisis los trastornos de la alimentación, y tomando en cuenta la revisión realizada en
la obra de Freud y Lacan, es si estos se constituyen como un síntoma, asociado a algunas
estructuras neuróticas, como la histeria, o a veces incluso a algunas estructuras psicóticas o
perversas, o si es un trastorno por si mismo que plantea “a su manera” la cuestión del deseo
(Chemama, 1996). Esta pregunta es fundamental para asumir una perspectiva desde la cual
se trabajarán los trastornos alimentarios.

Desde el enfoque psicoanalítico, siempre va a estar atravesada la cuestión del deseo,


la anorexia y la bulimia aparecen como paradigmas de la función alimentaria precisamente
interferida por el deseo (Heiker y Miller, 1994). ¿Cómo tratar al paciente de los trastornos
alimentarios? “¿Cómo abordar a un paciente que trae a la consulta este cuerpo sufriente,

29
sangrante, emaciado, destruido, al que alimenta o restringe más allá de la necesidad?”
(Heiker y Miller, 1994, p. 20). Son pacientes que bordean la muerte, que son capaces de
relegar a un segundo plano su salud orgánica por la interferencia que el deseo logra sobre el
alimento y su función nutricia. Por esto es posible afirmar que los trastornos alimentarios
hacen patente que el orden biológico y el orden simbólico no son homologables ni tienen
un funcionamiento integrado, conjunto y sincronizado: no toda necesidad, ligada a lo
biológico, puede ser traducida a una demanda ligada a lo simbólico (Heiker y Miller, 1994).

Ya había sido abordado aquello del orden de lo simbólico puesto en juego en estos
trastornos, en relación a lo planteado por Lacan acerca del comer nada, propuesta que los
autores Marcelo Hekier y Celina Miller, proponen a su vez como deseo de nada. Cabe
destacar la importancia y el vuelco que se da a la comprensión de la anorexia y bulimia,
poniendo en juego aquello que Lacan destacaba, en relación a que lo que se ponía en juego
en la anorexia mental era la actividad misma del alimentarse y no el objeto, es decir, el
alimento. En el momento mismo en que esta relación pasa a estar erotizada, formando parte
de la libido, el asunto adquiere otro tipo de interpretaciones para una escucha analítica.

La gran parte de los tratamientos se centran en el síntoma mismo, lo cual genera una
relación de estas pacientes al discurso médico bastante particular. Estas pacientes “son
expertos en todo tipo de conocimientos acerca de temas referidos a la alimentación y a los
cuidados del cuerpo” (Hekier & Miller, 1994, p. 14), aforrándose de una u otra forma a este
tipo de definición propia. El trabajo por parte del analista deberá entonces tener en cuenta
aquello propio del acto, en cuanto constante lucha contra el desmoronamiento del sujeto.
Deberá más allá de llenar la boca de palabras, de diagnósticos, lograr establecer un lugar
para la pregunta, relanzar y contrarrestar el rechazo al saber que estas pacientes presentan,
ensimismadas en un goce donde no caben preguntas (Hekier & Miller, 1994).

El síntoma mismo, el vomitar, los atracones ponen de manifiesto una verdad del
sujeto, algo de la incorporación y expulsión “…dramatizando la pérdida y el reencuentro
con el objeto a”, aquello necesario para la construcción del sujeto en tanto deseante y que
como ya se vio anteriormente se confunden, o se ponen en un mismo nivel aquello del

30
orden deseante, simbólico y aquello propio de la necesidad, y es ahí donde se presentan las
dificultades para el tratamiento de estas pacientes, en el sentido de lo difícil de acceder a lo
relativo al deseo y la transferencia (Hekier & Miller, 1994).

Esta necesidad intraducible a la demanda, que aparecería como el síntoma anoréxico


o bulímico, tendría su génesis en una etapa anterior al complejo de Edipo, denominada fase
preedípica (Dolto, 1986). Para Françoise Dolto (1986) la anorexia debería comprenderse en
relación a la imagen del cuerpo y su análisis debería remontarse a un momento preedípico,
específicamente al momento de la castración primaria, ocasión en la cual se juega el
narcisismo sexual en cuanto querer ser como la madre, así como también la forma en que la
madre ha logrado introducir el Nombre del Padre, organizando de esta forma la sexualidad
de la niña (Dolto, 1986). Por lo tanto este tipo de trastornos estaría ligado fuertemente a los
procesos de subjetivación en la niña, debido a la marcada influencia que tiene la fase
preedípica en la psicogénesis de la niña. En la anorexia la castración primordial no habría
sido bien sostenida, y el conflicto aparecería en la etapa de adolescencia, donde el
desarrollo hormonal y corporal haría retomar un desarrollo pulsional hacia la etapa oral
(Dolto, 1986).

2.2.1 Trastornos alimentarios en Freud

A lo largo de la obra de Freud y Lacan se pueden encontrar diversas referencias


acerca de sintomatología asociada a los trastornos de la alimentación. Pese a esto no existe
escrito alguno de ambos autores que reúna y abarque un estudio profundo de este tipo de
trastornos, ubicándose cada una de estas referencias dentro de variadas viñetas clínicas y
discusiones sobre determinados temas. Para los efectos de la revisión presente que se
llevará a cabo se tomará como principal referencia el trabajo de Michel Sauval acerca de la
anorexia en la obra de Freud (Sauval, 2001), enfatizando en aquellos puntos que sean
relevantes para la presente investigación.

Las primeras referencias que se pueden encontrar en la obra de Freud datan de 1892,
en el texto “Un caso de curación por hipnosis” donde una paciente histérica manifestaba en

31
los periodos de lactancia de sus tres embarazos diversos tipos de síntomas, “…la leche no
era abundante, le causaba dolores poner el niño al pecho, se mostraba inapetente, le
sobrevino una peligrosa repugnancia a alimentarse…” (Freud, 1892-93, p. 152), y en
relación al mismo caso, al momento de tener un segundo hijo “…la joven madre devolvía
todo alimento, caía en un estado de irritación cuando veía que se lo traían a su cama, estaba
absolutamente insomne y tan desazonada por su ineptitud…”. Se puede apreciar aquí la
emergencia de ciertos síntomas relacionados a trastornos alimentarios, que en este caso se
encuentran relacionados a una neurosis histérica. La inapetencia y la repugnancia a los
alimentos aparecen más adelante como, “…una serie de signos objetivos en el tracto
intestinal que la simulación no podría producir”, distinguiendo estas conductas alteradas de
una simulación propiamente tal.

En los “Fragmentos de correspondencia con Fliess” (Freud, 1950 [1892-99]),


precisamente en el Manuscrito G, acerca de la Melancolía, se puede encontrar una
referencia mucho más clara acerca de la anorexia nervosa donde Freud precisa una
comprensión algo más profunda:

La neurosis alimentaria paralela a la melancolía es la anorexia. La famosa


anorexia nervosa de las niñas jóvenes me parece (luego de una observación
detenida) una melancolía en presencia de una sexualidad no desarrollada. La
enferma indicaba no haber comido simplemente porque no tenía apetito, nada
más que eso. Pérdida de apetito: en lo sexual, pérdida de libido. (Freud, 1950
[1892-99], p.240)

Lo interesante de este párrafo es la referencia que Freud hace a la “anorexia


nervosa” como un cuadro clínico más claro que sólo un conjunto de síntomas en relación a
la alimentación, pero por sobre todo, cabe destacar la relación que hace con el desarrollo de
la sexualidad en cuanto estancamiento y pérdida de libido, colocando algo del orden
comprensivo y llevando el problema mucho más allá que una falla de la función
alimenticia, ligándolo al desarrollo de la libido. Tal como lo señala Sauval, “el punto
entonces es el estatuto del apetito como objeto, así como el estatuto de la pérdida.” (Sauval,
2001, p. 6), haciendo hincapié en el paralelo que Freud realiza a propósito de la Melancolía,
lo que en este sentido implica pensar algo del orden de la pulsión puesto en juego.

32
En “Estudios sobre la histeria” (Breuer y Freud, 1893-95), se encuentran también
variadas referencias de síntomas relacionados con pérdida de apetito, asco, “…vómitos
permanentes y anorexia hasta llegar al rehusamiento de toda comida…” (p. 30), en el
historial clínico de Anna O. descrito por Breuer: “…pero poco a poco empeoró tanto su
estado de debilidad, anemia, asco ante los alimentos…” (p. 48), “Si ya antes había tomado
mínimas porciones de alimento, ahora se rehusaba por completo a comer…” (p.52), “…sin
que los primeros tres días con sus noches, siguientes a la mudanza, los pasara sin dormir ni
probar bocado alguno, con repetidos intentos de suicidio…” (p. 53), “el constante
sentimiento de angustia la estorbaba al comer y poco a poco le produjo un asco intenso.”
(p.63).

Dentro del historial de Emma von N., (Breuer y Freud, 1893-95) se encuentra una
detallada descripción que realiza el propio Freud, sobre una escena relacionada a problemas
en la alimentación de esta paciente:

La visité un día mientras almorzaba, y la sorprendí arrojando algo envuelto


en papel al jardín, donde lo recogían los hijos del portero. Ante mi pregunta,
confesó que era su pastel (seco), que cotidianamente solía seguir el mismo
camino. Esto me movió a considerar los restos de los otros platos, y hallé
que de ellos sobraba más de lo que podía haber comido. Interpelada por su
poco comer, respondió que no estaba acostumbrada a tomar más, y aun le
haría daño; sostuvo tener la misma naturaleza que su difunto padre, quien
igualmente había sido de poco comer. (Breuer & Freud, 1893-95).

En este caso es importante señalar que Freud se referirá a esta sintomatología como
“anorexia”, explicando esta relación a la comida como interferida por recuerdos del pasado
que producirían el asco a alimentarse, debido al monto de afecto que no ha logrado
aminorarse (Breuer & Freud, 1893-95).

“Sobre el mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos” (Freud, 1893) ofrece


una mirada sobre la anorexia y anomalías en la alimentación algo más compacta que refiere
a la serie de casos de histeria vistos con anterioridad, reconociendo Freud la frecuencia de

33
la sintomatología ligada a la alimentación en los cuadros histéricos, algo que vuelve a
aparecer en “La etiología de la histeria” (Freud, 1896) formando parte de una “serie de
fenómenos histéricos frecuentísimos (el tenesmo vesical, la sensación de defecar,
perturbaciones de la actividad intestinal, atragantamientos y vómitos, indisposiciones de
estómago y asco a los alimentos)” (p. 212, 213). Cabe destacar la relación que pone de
manifiesto Freud entre el asco y el afecto asociado a él, tal como lo relata acerca de una
paciente: “Ya de niña, su madre, muy severa, cuando ella rechazaba la carne en el almuerzo
la obligaba a comerla dos horas después de levantada la mesa, fría, con la grasa endurecida;
lo hacia con gran asco, y conservó el recuerdo de ello, de suerte que más tarde, cuando ya
no estaba sujeta a ese castigo, seguía yendo a la mesa con asco” (Freud, 1893, p.34).

La anorexia vuelve a aparecer en la obra de Freud, ahora en relación al método


psicoanalítico, específicamente en lo que concierne a las indicaciones y contraindicaciones
que tal método implica. Es importante señalar esto ya que para Freud el método
psicoanalítico no es recomendado para tratar la anorexia, en el sentido que esta
sintomatología implica una supresión rápida por parte del médico, remarcando la
importancia de esperar a un estadio más calmo en histerias agudas (Freud, 1904),
puntualización que también es posible encontrar en “Sobre psicoterapia” de 1905, donde
Freud dirá que “No se recurrirá al psicoanálisis cuando sea preciso eliminar con rapidez
fenómenos peligrosos, por ejemplo, en el caso de una anorexia histérica” (p. 254)
enfatizando en la implicancia vital que los trastornos de la alimentación conllevan.

Otra referencia importante es la que se encuentra en “El caso del hombre de los
lobos” (Freud, 1914 [1918]), donde la reflexión gira entorno a la pulsión oral, vinculado a
un periodo de perturbación en el comer que sufrió este paciente en su niñez. Dentro de estas
puntualizaciones Freud se refiere a la anorexia que niñas en la pubertad sufren, entendida
esta perturbación como una desautorización de lo sexual. Sauval señala entorno a lo que
Freud propone en esta referencia, un pasaje que va desde considerar el síntoma anoréxico
como parte de un mecanismo histérico, a ser pensado en relación al desarrollo libidinal y
los distintos estadios de la libido, donde el papel de la oralidad adquiere relevancia (Sauval,
2001).

34
Después de este recorrido por la obra de Freud acerca de los trastornos alimentarios,
se realizará similar tarea a través del trabajo de Lacan, con el fin de extraer de ambos
autores ciertos lineamientos teóricos que permitan pensar y comprender más a fondo la
sintomatología asociada con trastornos de la alimentación.

2.2.2 Necesidad, demanda y deseo

Antes de realizar un recorrido a través de la obra de Lacan, en relación con los


trastornos alimentarios, es necesario introducir ciertos conceptos teóricos para entender a
fondo tales reflexiones. Precisamente por este motivo se realizará una revisión de los
conceptos necesidad, demanda y deseo.

Para poder referirse a necesidad, demanda y deseo hay que remontarse a las
primeras vivencias de satisfacción de un ser humano, momento en el cual se puede entender
la distinción radical existente entre necesidad y deseo, y el papel que cumple la demanda en
tal distinción. En este sentido las primeras experiencias psíquicas de un infante podrían
describirse como experiencias de satisfacción, donde las vivencias de alimentación cobran
un papel predominante al momento de trabajar e interrogar entorno a tales momentos en la
historia de un sujeto.

Para poder hablar de esta temática es necesario trabajar con el concepto de


“pulsión” entendido como “fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un
representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el
alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a
consecuencia de su trabazón en lo corporal” (Freud, 1915, p.116), conteniendo esta
definición varios aspectos que guiarán el análisis.

En primer lugar habría que pensar el lugar donde la pulsión se ubica, es decir entre
lo psíquico y lo somático, destacando con esto un punto de origen y de anclaje que lo
psíquico tiene en el cuerpo. En primer lugar hay que pensar en el infante y sus distintas

35
necesidades, las cuales exigen una satisfacción inmediata, que ha de producirse en un
registro esencialmente orgánico. Es por este importante hecho que la meta de satisfacción
de estas primeras mociones pulsionales le serán impuestas, sin mediación psíquica, es decir
sin una representación. Se aprecia aquí lo que es la necesidad en un estado puro, donde la
satisfacción, si es que ocurre, es completamente plena (Dor, 1986).

Tras la continua repetición de esta primera experiencia de satisfacción se va ha


generar una huella mnésica, que se constituirá en la representación de esta pulsión,
relacionada directamente con aquel objeto que logró satisfacer la necesidad requerida.
Posteriormente esta huella mnésica se reactivará cada vez que la tensión pulsional
proveniente del organismo vuelva a requerir satisfacción, ocurriendo así la primera gran
transformación de la necesidad, ya que ésta al quedar ligada a una representación dejará de
ser del todo pura, y tendrá una repercusión para el infante, ya que éste logrará identificar
esta necesidad por el hecho de estar ligada a una imagen mnésica. Esto último provocará en
el niño una confusión al momento de volver a obtener una experiencia de satisfacción,
debido a que se trasponen tanto la imagen mnésica con la percepción del objeto real que la
proveen, remarcando con esto la gran carga que posee la imagen mnésica generada, que en
los primeros meses de vida del infante permiten una satisfacción alucinatoria, previa
repetición de las experiencias satisfactorias, lo que a su vez orientará las metas pulsionales,
es decir, una búsqueda por aquel objeto de satisfacción primaria (Dor, 1986).

La experiencia del chupeteo, a la que Freud se refiere en su texto tres ensayos de


teoría sexual puede servir para graficar más claramente lo expuesto anteriormente. Para
Freud, “la acción de mamar con fruición cautiva por entero la atención [del niño] y lleva al
adormecimiento o incluso a una reacción motriz en una suerte de orgasmo” (Freud, 1905,
p.163), poniendo de manifiesto que la experiencia de satisfacción va más allá que una mera
alimentación, en el sentido que el cuerpo se ve involucrado en un autoerotismo, donde el
chupeteo implica tal búsqueda de placer, un reencuentro con una satisfacción originaria,
provocada por el contacto con el pecho materno y el flujo tibio de la leche, donde se
apuntala tal satisfacción erógena a la función alimenticia para luego desprenderse y
desviarse de ésta. “La necesidad de repetir la satisfacción sexual se divorcia entonces de la

36
necesidad de buscar alimento” (Freud, 1905, p.165). El cuerpo de esta forma se anticipa,
debido a esta primera experiencia erótica, mediante la imagen mnémica que queda anclada
a la pulsión, surge lo que puede llamarse deseo. Eso es a lo que se refiere Freud cuando
habla acerca del divorcio existente entre satisfacción y necesidad, ya que el niño no se
saciará del todo pese a obtener el alimento cuando lo pida a llantos, ya que deja de existir
una búsqueda externa de la meta pulsional, pasando a una búsqueda interna, condensada en
la primera experiencia satisfactoria1, que vendrá a catectizar repetitivamente la moción
pulsional cada vez que la necesidad vuelva a aparecer, provocando un dinamismo, un
movimiento continuo, que impulsa al sujeto a la búsqueda de el objeto capaz de otorgar
satisfacción (Dor, 1986).

Lo más destacable de la idea de deseo es el cambio que implica de pasar desde una
búsqueda de un objeto satisfactorio en lo externo hacia lo interno, es decir que la ubicación
que tiene el deseo ocurre completamente en el ámbito de la realidad psíquica de un sujeto,
“el deseo no tiene objeto en la realidad” (Dor, 1986, p. 162).

Lacan es quien ahondará más profundamente en el problema acerca del objeto en la


pulsión. Hay que recordar que una pulsión consta de un esfuerzo (Drang), que es el motor,
es decir su empuje. Luego está la meta (Ziel) que implica hacia donde pretende llegar la
pulsión, en relación con su satisfacción. El objeto (Objekt) es lo que permite que la pulsión
alcance su meta, pudiendo ser un objeto ajeno o pertenecer al propio cuerpo. Finalmente, la
fuente (Quelle) refiere a aquel proceso somático, corporal en el que su estímulo tiene una
representación en la psiquis (Freud, 1915).

Tomando en cuenta esta caracterización de la pulsión, se entenderá de mejor forma


lo que Lacan señala en relación con la diferenciación radical que existe entre necesidad y
pulsión, ya que a diferencia de la necesidad biológica, la pulsión no encontraría satisfacción
en su objeto. Objeto de necesidad y objeto de pulsión se diferenciarían radicalmente,
emerge aquí cómo la emergencia del deseo es clave para poder entender esta propuesta
(Dor, 1986).
1
Se entenderá esta primera experiencia como el resultado de un conjunto de vivencias satisfactorias que
generan el deseo en el infante de volver a repetirlas.

37
Para poder entender el problema aquí planteado, hay que recurrir a las elaboraciones
que Lacan, donde el lugar y la presencia del Otro, con mayúscula, adquiere una importancia
fundamental para poder entender la génesis del sujeto humano, en relación a su
distanciamiento con la necesidad como tal (Dor, 1986).

Cuando se habla acerca del Otro hay que entender su ubicación y presencia en
relación a lo que Lacan llama la dialéctica del deseo y de la demanda, es decir un lugar
netamente intersubjetivo mediado por la palabra. Esta relación inherente al Otro desde
donde viene la palabra, encausa las satisfacciones del sujeto, ya que estas han de pasar a
través de la palabra, entendiendo al Otro como el lugar de ésta, estableciéndose así una
relación con el Otro que para el sujeto es desconocida y que requerirá de trabajo para poder
realizar una distinción y separación (Lacan, 1957-58).

Para ahondar en la relación del sujeto con el Otro, y lograr comprenderla a


cabalidad, el papel de la demanda es fundamental. ¿Qué es la demanda? Demanda de amor
en primera instancia, que marca una reciprocidad, en el sentido de que el deseo de ambas
partes se encuentra interrelacionado. Esto último es permitido gracias al registro del deseo,
que como ya se vio, implica una distancia con respecto a la necesidad biológica. Este efecto
hay que considerarlo posible en relación a otro semejante, que en el registro alimentario es
la madre, donde las “manifestaciones corporales toman inmediatamente el valor de signos
para ese otro ya que es él quien aprecia y decide comprender que el niño está en estado de
necesidad” (Dor, p. 164), es decir, que tales manifestaciones corporales logran traducirse al
ámbito de la palabra, porque para la madre tienen una atribución, un significado;
literalmente el cuerpo está tomado por la palabra del Otro simbólico. Es así que las distintas
manifestaciones corporales son tomadas por una demanda, debido a la atribución que como
sujeto se le hace al niño, que puede transmitir y a su vez pedir una respuesta, “es así como
el otro, que inscribe al niño en ese referente simbólico” (Dor, 1986, p. 164), generando en
la madre, el otro semejante, la idea de ser el Otro para el niño, con lo que sumergirá a su
hijo en su propio universo semántico, lo que traducido implica la constante lectura que ella
hará de su corporalidad y sus satisfacciones, “el niño queda irreductiblemente inscrito en el

38
universo del deseo del Otro en la medida en que está prisionero de los significantes del
Otro”, en este caso, encarnado por la madre (Dor, 1986).

De esta forma el niño se ve alienado en relación a su deseo debido a la dependencia


en la demanda del Otro, que a su vez es la suya también, inscrita por cierto, en el lenguaje
que madre e hijo comienzan a compartir. Es así que la existencia del deseo marca una
reciprocidad en el sentido que “si el deseo del sujeto depende por entero de su demanda al
Otro, lo que el Otro demanda depende también del sujeto” (Lacan, 1957-58, p. 367), lo que
le permite también al niño rehusarse a los requerimientos de su madre por medio de la
demanda.

Finalmente, esta relación dual exigirá a su vez la instalación de un tercer elemento,


que implica un más allá de la demanda del Otro, una redirección del deseo hacia lo que el
Otro desea, cuestionando el lugar ocupado hasta entonces por el niño en el trayecto
deseante de la madre (Lacan, 1957-58). El deseo por definición marca la diferencia con la
necesidad, poniendo la falta en el ser, falta producida por los efectos del lenguaje en tanto
marcan la imposibilidad de poder abarcar, o decirlo todo con respecto al registro de las
necesidades biológicas, y que a su vez implica el distanciamiento total de aquel objeto
primario de satisfacción. Esta falta es entonces detectada también en el Otro y es así como
logra constituirlo como un objeto potencial.

2.2.3 Los trastornos alimentarios en la obra de Lacan

La primera referencia que se encuentra es la que hace Lacan en el Seminario 4


entorno a una serie de puntualizaciones acerca de lo que implica pensar el paso de la
necesidad a la satisfacción simbólica en lo referente a la zona oral. Lacan cuestiona el lugar
que ocupa la alimentación más allá que la mera noción de supervivencia en cuanto función
nutritiva, sino que entenderá esta relación al objeto alimenticio como una relación que se
transmuta en un plano simbólico, adjudicándole esta calidad simbólica no al objeto en sí,
sino que a la misma actividad de aprehensión de tal objeto, es decir, una actividad
completamente erotizada, “libido en sentido propio, libido sexual” (Lacan, 1956-57, p.

39
186), que se juega en el plano del deseo, por lo que no hay objeto real alguno. Es esta forma
de entender la pulsión oral la que para Lacan permite entender lo que ocurre con el síntoma
de la anorexia mental, que “no es un no comer sino que es un no comer nada. Nada es
precisamente algo que existe en el plano simbólico” (Lacan, 1956-57, p. 187), esta relación
al objeto, anulándolo, pone de manifiesto una forma que tiene el lactante de mostrarse
frente al lugar de omnipotencia materna, lugar que desde el plano simbólico introduce el
dar o quitar, algo que depende exclusivamente del lado materno. El no aceptar esta
omnipotencia por parte del lactante pone de manifiesto algo más allá del mero negativismo
a no ingerir comida alguna, sino que anulando el objeto de necesidad, un no comer nada,
trata de invertir los papeles en cuanto la madre se regiría por el deseo de su hijo, quedando
a merced de éste. Esta relación imaginaria solo es posible por la introducción de la función
simbólica en donde se manifiesta tal relación (Lacan, 1956-57). Esta reflexión es retomada
más adelante por Lacan en el Seminario 5, en relación a la primera relación entre madre e
hijo, relación donde se encuentra en juego la pérdida del amor, donde el surgimiento de la
anorexia mental, desde la primera mamada puede “empezar a crear aquella hiancia debido a
la cual será en la negativa alimentarse donde se encontrará el testimonio que exige del amor
de su pareja materna” (Lacan, 1957-58, p. 510). Parece ser entonces que una relación
sofocante por parte de la madre, en el nivel del deseo, implica tal trastocación de la
actividad a alimentarse, exigiendo a la madre de alguna forma, que tenga un deseo fuera de
él. Al fin y al cabo es una negación de la demanda materna (Lacan, 1958).

Más adelante, en 1964, a propósito del seminario de los cuatro conceptos


fundamentales del psicoanálisis, se puede pesquisar una referencia que retoma aquello del
comer nada en la anorexia mental, pero esta vez se añade que esta nada corresponde a
aquello por el cual el sujeto necesita constituirse, formando el objeto a, al momento de la
separación del órgano, aquello que queda como resto entre demanda y necesidad, y que en
la etapa oral vendría a ser esta nada que en la anorexia mental se come, poniendo de
manifiesto una confusión entre necesidad y demanda, única salida que el lactante encuentra
ante una omnipotencia devoradora (Lacan, 1964).
2.3 Transferencia

40
El hablar del tema de la transferencia inevitablemente implica tratar acerca de la
técnica psicoanalítica. En ese sentido la transferencia ha pasado por distintas
conceptualizaciones y momentos a través del desarrollo psicoanalítico freudiano. En un
comienzo, cuando se desarrollaban las primeras aproximaciones a la técnica,
específicamente la fase de la catarsis breueriana, se trataba de acercarse al síntoma del
paciente en búsqueda de los mecanismos psíquicos que lo habían generado, guiándolos
hacia una actividad conciente (reproducción) que permitiera su curación. El recuerdo y la
abreacción eran las metas buscadas por el analista, con apoyo de la hipnosis, para llevar al
paciente a la cura (Freud, 1914).

Para poder contextualizar de mejor forma lo expuesto en el párrafo anterior hay que
comprender la problemática que la transferencia fue en un comienzo para el psicoanálisis.
En el texto “Estudios sobre la histeria” (1893-1895) aparece la primera evidencia de lo que
más tarde vendría a constituirse como la noción de transferencia trabajada por Freud. Es a
través de este texto, eminentemente clínico, donde Freud sienta las bases de lo que será la
técnica psicoanalítica contemporánea. En esta etapa el método catártico es el que permitirá
a Freud y Breuer, por medio de la hipnosis curar los síntomas de sus pacientes. En este
contexto el caso Anna O., paciente tratada por Breuer, es emblemático por decirlo de algún
modo, ya que abrieron distintas preguntas e interrogantes para Freud y Breuer en relación
con la cura (Thibaut, M., Hidalgo, G., 1996). Si bien, a través del tratamiento de esta
paciente se pudieron palpar y reconocer muchos de los aspectos técnicos propios del
psicoanálisis, hubo uno que quedo fuera del alcance de Breuer, “junto a toda la
problemática que él implica y que en la práctica lo obligo a cancelar brutalmente el
tratamiento de Anna O.: se trata de aquello que Freud llamará “transferencia”, es decir, un
conjunto de complicaciones inconscientes, subjetivas, afectivas, signadas por el amor y
odio…” (Thibaut, M., Hidalgo, G., 1996, p.29).

Luego de los “Estudios sobre la histeria”, Freud comienza a abandonar las técnicas
asociadas a la hipnosis y la sugestión, como la “técnica de la presión en la frente”, para dar
curso a las asociaciones libres en el trabajo con sus pacientes dando paso posteriormente al

41
análisis de los sueños, posibilitando su propio autoanálisis, del cual emergen varias nuevas
conceptualizaciones acerca de la transferencia, que son ya trabajadas al final del texto
“Estudios sobre la histeria” (Strachey, 1955). En esta etapa se pretendía sortear la
resistencia mediante interpretaciones y la respectiva comunicación de los resultados al
paciente, manteniendo el enfoque sobre las dinámicas psíquicas que constituían al síntoma.
Sin embargo la creciente relegación del método de la abreacción, va poniendo en un plano
principal la renuncia de los analistas a enfocarse exclusivamente sobre el síntoma y su
formación, conformándose con estudiar la “superficie psíquica” del analizado, valiéndose
del arte interpretativo, para poner en descubierto las resistencias desconocidas para el
paciente (Freud, 1914). Freud comienza a dar cuenta sobre la transferencia y las
resistencias desde la ejecución de un análisis catártico y su posible fracaso, donde no sería
removida ninguna reminiscencia psíquica, donde no han sido sorteadas las resistencias
(Freud, 1893 – 1895). Ello se debe a tres posibles distintas causas: que donde se esté
intentando remover algo, no haya nada que pueda ser removido, lo que se discierne por el
gesto de total calma del enfermo; luego, que el fracaso se deba al advenimiento de una
nueva resistencia que solo puede ser vencida más adelante, “como un estrato que aún no
puede ser penetrado” (Freud, 1893 - 1895, p. 305). Freud apunta también una tercera
posible causa, que es también un obstáculo en el desarrollo del tratamiento, pero que tiene
que ver con el vínculo entre el analista y el paciente, cuando este lazo se ve perturbado y se
convierte en uno de los topes más importantes que un tratamiento pueda tener (Freud, 1893
– 1895). “En todo análisis de alguna gravedad es preciso tomarlo en cuenta” (Freud, 1893 -
1895, p. 305).

El problema de la resistencia está íntimamente ligado al problema de la


transferencia, pues esta es la principal resistencia en el psicoanálisis, y es precisamente un
problema, porque ella, la transferencia, debe producirse necesariamente en una cura
psicoanalítica (Freud, 1912). En el paciente la transferencia siempre se presentará como una
resistencia, lo que genera esta gran problemática que persistirá a lo largo de la obra
freudiana.

42
La transferencia tiene que ver con aquella parte de la libido que ha sido retirada de
la conciencia, que se interna por la vía de la regresión, reanimando las imagos infantiles del
sujeto, y es precisamente cuando el análisis se topa con esta libido retirada, “no puede
menos que estallar un combate; todas las fuerzas de la regresión de la libido se elevarán
como resistencias al trabajo” (Freud, 1912, p. 100). Esta parte de la libido que ha sido
reprimida, el esfuerzo de desalojo debe ser cancelada para liberarla de esa atracción de lo
inconsciente, cancelar la represión de las pulsiones inconscientes y sus producciones. Esto
es una “batalla constante” en la práctica analítica, pues la resistencia acompaña todos los
pasos del tratamiento, en cada ocurrencia y en cada acto debe ser tomando en cuenta el
problema de la resistencia (Freud, 1912).

Todos los seres humanos, debido a los efectos que su estructuración psíquica y su
constitución subjetiva, adquieren una especificidad determinada para el ejercicio de su vida.
Los objetos que investirá, las metas que se fijará, son el resultado de un proceso que ha sido
provocado por los influjos que ha recibido durante su infancia (Freud, 1912). “Esto da por
resultado un clisé que se repite – es reimpreso – de manera regular durante la trayectoria de
la vida” (Freud, 1912, p. 97).

La transferencia se establece de forma automática, inevitable e independiente de


todo contexto de la realidad. Entrar en la dinámica de la transferencia, implica hacer una
demanda de análisis por parte del paciente: el paciente se dirige a alguien al cual le supone
un saber. Sin embargo fuera del contexto analítico la transferencia está presente en todo
momento, en todas las relaciones que establezca el sujeto. La diferencia está en el contexto,
pues fuera del ámbito analítico, las personas son presas de su propia transferencia, la mayor
parte de las veces sin tener conciencia de aquello. En la escena analítica, el paciente
despliega la transferencia hacia la figura del analista, y en este supuesto saber que el
paciente otorga y transfiere a este, se le pone en el lugar de un intérprete (Chemama, 1996).

Desde el primer momento importa que el analista pueda ir registrando las diferentes
figuras que pueda ir encarnando para su paciente en la dimensión transferencial. Lo anterior
queda claro al considerar los descubrimientos de Freud sobre el tratamiento de su paciente

43
Dora, donde define la transferencia como la reedición de fantasmas que son despertados en
la escena clínica, donde estos rasgos que antiguamente fueron depositados en alguna figura
específica, ahora son transferidos al analista (Freud, 1905), sin embargo esta transferencia
rara vez comienza siendo consciente para el propio analizante, por lo tanto el paciente, no
recuerda nada, dice que no se le ocurra nada, y como no lo enuncia, lo actúa (Freud, 1914).
“No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo
hace” (Freud, 1914, p. 152). Freud lo pone de plano en algunas viñetas clínicas:

El analizado no refiere acordarse de haber sido desafiante e incrédulo frente a


la autoridad de los padres; en cambio se comporta de esa manera frente al
médico. No recuerda haberse quedado atascado, presa de desconcierto y
desamparo, en su investigación sexual infantil, pero presenta una acumulación
de sueño confusos, se lamenta que nada le sale bien y, proclama, es su
destinto no acabar nunca ninguna empresa. (Freud, 1914).

Así el paciente empieza la cura con una repetición (Freud, 1914). “La transferencia
misma es solo una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado
olvidado” (Freud, 1914, p. 152), pero no de forma exclusiva sobre la figura del analista sino
también sobre todos los otros ámbitos del contexto analítico. Es por ello que el analista
debe estar preparado para que el paciente se entregue a la compulsión de la repetición, antes
que pueda acceder al recuerdo de lo olvidado. En tanto sobreviene la resistencia, mientras
mayor sea ésta más sucumbe el paciente ante el impulso de repetir, y más será relegado el
recordar (Freud, 1914). Es solo a través del trabajo interpretativo que se vendrá a sortear la
dificultad que pone la resistencia para que el paciente pueda ir sustituyendo la repetición
por recuerdo.

Hasta acá se sabe que el paciente repite en vez de recordar, siempre bajo el influjo
de la resistencia, pero ¿Qué es lo que repite o actúa el paciente? (Freud, 1914). “Repite todo
cuanto desde las fuentes de lo reprimido ya se ha abierto paso hasta su ser manifiesto: sus
inhibiciones y actitudes, sus rasgos patológicos del carácter” (Freud, 1914, p. 153). En la
escena clínica, con el paciente imbuido en la dimensión transferencial, repite todo aquello

44
que no ha sido simbolizado, que por ello no puede ser recordado, emergiendo las
formaciones del inconsciente: el síntoma, el sueño, el lapsus. Es por ello que la biografía
del sujeto no puede ser tratada como un pedazo de historia, porque aquello que ha sido
olvidado, y que no puede ser articulado en la conciencia, aún no es parte de su historia.
Freud vendrá a decir que todo aquello debe ser trabajado como un poder actual, el trabajo
del analista, en parte, consiste en reconducir el pasado del paciente hacia la conciencia
(Freud, 1914).

Cabe una pregunta sobre la transferencia y la escena clínica, y es el por qué emerge
sólo en aquel determinado contexto, y no en cualquier tipo de tratamiento. Esto tiene que
ver porque para ver el fenómeno y la dimensión de la transferencia, es preciso escucharla y
apreciarla como tal (Freud, 1912). Vale decir que el inconsciente puede estar hablando
siempre (y con ello la transferencia), pero que para que sea reconocido debe de haber
alguien que lo escuche. En esta línea Lacan provee de algunos aportes al problema de la
transferencia y el papel que el analista tiene, logrando descentrar el foco que se ha
mantenido en el paciente, debido a que la transferencia tiene una relación bastante estrecha
con la escucha y la persona del analista, en tanto “definida como la suma de los prejuicios,
de las pasiones, de las perplejidades, incluso de la insuficiente información del analista en
tal momento del proceso dialéctico…” (Lacan, 1951, p.214), cuestionando el lugar de las
resistencias en el paciente, y colocando esto último del lado del analista, lo que implica un
vuelco y un cuestionamiento a la técnica psicoanalítica misma.

2.3.1 La transferencia como problema

Freud se pregunta ¿por qué la transferencia sirve tan excelentemente como medio
de la resistencia? Esto tendría que ver con que no es fácil confesar una moción de deseo y
de investidura prohibida frente a la misma persona que en esa moción recae, en este caso, el
analista, ya que ha quedado claro que el paciente repite y transfiere a este aquello que le ha
sido reprimido en sus primeras relaciones con la madre y el padre. Esta situación daría
situaciones casi inviables en un lugar fuera de la escena clínica, sin embargo esa es la meta
que quiere alcanzar el paciente cuando “hace coincidir el objeto de sus mociones de

45
sentimiento con el médico” (Freud, 1912, p. 102). Aparece la pregunta entonces por aquello
que permite que el paciente revele al analista lo que no quiere o se avergüenza de decir. Es
un vínculo tierno, de confianza, que es capaz de salvaguardar las dificultades de una
relación (Freud, 1012). ¿Cómo es, entonces, que la transferencia servirá tanto para generar
confianza con el analista, pero también se presenta como una ruda forma de resistencia?
Para entender esto, es imposible hablar de una transferencia a secas, como diría Freud. Será
importante diferenciar entre una transferencia positiva y una transferencia negativa; la
primera de sentimientos tiernos y la segunda de sentimientos hostiles (Freud, 1912).

La transferencia positiva se compone de los sentimientos amistosos y tiernos


alojados en la conciencia, como también de otros sentimientos que se extienden hasta lo
inconsciente y tienen características eróticas y sexuales (Chemama, 1996). Todos los
“vínculos de sentimiento” se enlazan a la génesis de la sexualidad, y se desarrollan por un
debilitamiento de la meta sexual (Freud, 1912). “En el comienzo solo tuvimos noticia de
objetos sexuales; y el psicoanálisis nos muestra que las personas de nuestra realidad
objetiva meramente estimadas o admiradas pueden seguir siendo objetos sexuales para lo
inconsciente en nosotros” (Freud, 1912, p. 103).

Freud vendrá a decir que la solución de esta paradoja (como se vincula el paciente
en confianza con el analista, pero al mismo tiempo le resiste en su inconsciente) es que la
transferencia solo resulta adecuada como resistencia dentro de la cura, cuando es una
transferencia negativa, con sentimientos de hostilidad, o cuando es una transferencia
positiva de mociones eróticas reprimidas (Freud, 1912).

Cuando la transferencia es cancelada, el paciente solo deshace de la figura del


analista esos dos componentes, la hostilidad y la sexualidad. Sin embargo, para el éxito de
un análisis es completamente necesario también aquellos aspectos transferenciales ligados a
la conciencia, la transferencia positiva, pues permite el desarrollo de la terapia: sin la
transferencia positiva el paciente se encerraría en una dinámica de pura hostilidad que
cerraría la posibilidad de continuar el tratamiento (Freud, 1912).

46
2.3.2 Transferencia y trastornos alimentarios

Al comprender la importancia que para la comprensión de la anorexia y la bulimia


como síntomas tienen los primeros años de vida, en relación a su desarrollo sexual
temprano, es que la dimensión transferencial adquiere relevancia. Tal como lo plantea
Freud (1912), “todo ser humano, por efecto, conjugado de sus disposiciones innatas y de
los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el
ejercicio de su vida amorosa” (Freud, 1912, p. 97), es decir una pauta con la cual se fijará
determinadas metas pulsionales.

Del desarrollo recorrido por la libido sólo algunos sectores quedarán vueltos hacia
la conciencia y la realidad objetiva, mientras que otros, con un desarrollo incompleto,
quedaran vueltos hacia lo inconsciente. En la transferencia participarán no solo las
representaciones concientes del paciente, sino también sus representaciones inconscientes.
(Freud, 1912).

Estas mociones inconscientes, a causa del método psicoanalítico son las que más
resistencias oponen, especialmente como transferencia negativa, sea esta hostil o en su
forma erotizada (Freud, 1912), provocando que estas mociones inconscientes se
reproduzcan en la atemporalidad y la capacidad de alucinación de lo inconsciente,
imposibilitando su recordar, lo que Freud (1914) elabora bajo el concepto de repetición,
dificultad que se encontraría en el inicio de toda cura, en donde el paciente, ante la regla
fundamental, “calla, y afirma que no se le ocurre nada” (Freud, 1914, p. 152) reflejando de
esta manera cómo la resistencia actúa tratando de ocultar el pasado olvidado.

En la anorexia y bulimia algo de la repetición se pondría en juego. Es lo no-dicho y


la dimensión del acto lo que se tomará en cuenta para pensar acerca del padecimiento de
estos pacientes, más allá de una concepción con relación al objeto-comida. Queda, por lo
tanto, excluida la dimensión discursiva, ya que lo que prima es el acto mismo, escapando
del orden de la palabra, y del recordar. Para la paciente todo gira entorno al vómito y a la
ingesta excesiva, la queja constante se encuentra focalizada única y exclusivamente a este

47
hecho, estableciendo una constante repetición (Heiker y Miller, 1994), “ahí donde impera el
acto, en tanto pasaje, el sujeto queda entre paréntesis” (Heiker y Miller, 1994, p. 25). Será
el pasaje al acto algo que caracteriza a este tipo de pacientes, remarcando con esto, que a
diferencia del “acting-out”, no se presenta la repetición como una forma de interpelar al
otro en su escucha y en su interpretación, sino que más bien se vive como “una demanda de
amor, de reconocimiento simbólico sobre un fondo de desesperación, demanda hecha por
un sujeto que sólo puede vivirse como un desecho a evacuar” (Chemama, 1996, p. 5), lo
cual puede incluso llegar hasta la muerte, como ocurre con pacientes de este tipo.

El hacer de los pacientes que padecen trastornos alimentarios cierra el paso a una
relación con el terapeuta, lo que se muestra en sus actos mismos, en donde no hay un decir,
no hay una pregunta formulada, en donde el pensamiento mismo se detiene y donde no hay
algún significante que circule y permita permeabilizar algo de lo simbólico que logre
articular en el sujeto una demanda de análisis. Es así como Heiker y Miller (1994) plantean
que “en este hacer, la transferencia se resume y tanto analizante como analista quedan
suspendidos” (Heiker y Miller, 1994, p. 31), con lo cual se instala una problemática que
tiene que ver con una dificultad para poder sortear las fuertes resistencias que estas
pacientes presentan.

2.3.4 Transferencia y Feminidad

El problema de la transferencia y su relación con lo femenino en la perspectiva del


psicoanálisis, es precisamente un gran problema. Principalmente porque en la teoría freudo-
lacaniana los desarrollos sobre la subjetividad femenina son escasos, y en consecuencia el
trabajo sobre el tema de la transferencia en relación a la feminidad es de igual forma breve.
Es por ello que para hablar de transferencia y feminidad se hace imposible recurrir a un
texto que describa este tema en particular, sino que es necesario realizar una vuelta hacia
los textos freudianos sobre la transferencia y sobre la feminidad, pues en particular sobre
este tema no existe en la obra de Freud, menos aún en la de Lacan.

48
Si se retoma brevemente ciertas nociones ya trabajadas en este marco teórico, como
es la noción de transferencia y la feminidad, es posible establecer algunas relaciones que
son importantes de rescatar para esbozar algunos hilos conductores que permitirán conocer
algunos aspectos sobre el cruce entre la feminidad y la transferencia.

En primer lugar es importante mencionar que en el dispositivo transferencial el


sujeto repite aquello que ha sido reprimido mediante un esfuerzo de desalojo y que por ello
no ha encontrado un lugar en la conciencia, y de alguna forma se puede decir que “ha
quedado olvidado” (Freud, 1914), en el desarrollo del individuo normal en la teoría
freudiana (vale decir en el varoncito) el sujeto vendría quedando anudado con el
sepultamiento del complejo de Edipo como lugar donde, a causa del complejo de
castración, las investiduras libidinales del niño hacia sus progenitores han sido sustituidas
por identificaciones, y el complejo al ser sepultado, se va al fundamento y es reprimido. Sin
embargo, gracias a la aporte de Freud en “Sobre la sexualidad femenina” y de Françoise
Dolto a lo largo de su obra, es posible establecer que el lugar privilegiado para estructura la
subjetividad en la mujer ya no será el complejo de Edipo, sino su prehistoria: la fase
preedípica, etapa donde se jugará un momento importante en la constitución de la mujer a
través de un fuerte vínculo a la madre que no tendría el mismo carácter que en el desarrollo
del varón. Freud vendrá a decir que esta fase “deja espacio para todas las fijaciones y
represiones a que reconducimos la génesis de la neurosis” (Freud, 1931, p. 228). Pareciera
ser entonces que, a raíz de este descubrimiento, en el psiquismo de la mujer quedan huellas
de esta fase durante todo su desarrollo, que fijarían ciertas pautas de investidura y
estructuración en la mujer (Fagalde, 2003). En este aspecto, si el núcleo de la neurosis y la
estructura en la mujer ya no puede ser ubicado en el complejo de Edipo y la relación a la
función paterna sino su prehistoria y el vínculo a la madre, va a ser en este mismo lugar
donde y con estos mismos “actores”, en parte, donde se podría pensar que emerge el
vínculo transferencial con el terapeuta.

Pese al ya mencionado sucinto desarrollo que se puede encontrar respecto a


feminidad y transferencia en esta perspectiva teórica, en la literatura psicoanalítica, en
tanto, sí es posible encontrar textos que se aproximan a esta temática pero a partir de la

49
crítica al trabajo de Freud, ya sea en su dimensión clínica como teórica, en relación a la
transferencia y la feminidad. En ese sentido es posible rescatar ciertas ideas propuestas en
dos textos que se acercan al problema de la transferencia femenina o de sus figuras en la
literatura de Freud: “La transferencia de figuras femeninas en los pacientes de Freud (sin
año), de Antonio García de la Hoz, y “Vértigo. Sexuación transferencia” (2003) de Mariana
Fagalde.

Según García de la Hoz, pese a que Freud propone el concepto de transferencia


precisamente a partir de una paciente mujer, Anna O., se reconoce también el fracaso a
nivel clínico que tuvo Freud con otras de sus pacientes (caso Dora por ejemplo) (García,
sin año). A raíz de este fenómeno, García plantea acerca del concepto de transferencia que
“una cosa es comprenderlo y otra distinta experimentarlo. (García, sin año, p. 1). A Freud
puede “perdonársele” su relación problemática al desarrollo sobre la feminidad,
precisamente porque propone con brillantez ciertos aspectos claves para el psicoanálisis
como es precisamente la transferencia, sin embargo estas deficiencias existen y se exhiben
en determinados momentos de su obra, como es por ejemplo, la dificultad de ocupar roles
femeninos en la transferencia de sus pacientes. En primer lugar García nos acerca al caso
Dora, donde Freud de entrada advierte que el origen de este fracaso tenía algún lugar en la
transferencia (García, sin año). Lo que Freud logra descubrir en este caso tiene que ver
ciertos aspectos particulares de la transferencia. Pese a que Dora constantemente lo
compara al padre, que tiene la edad de su padre, y hay una serie de características que
pondrían a Freud como una imagen para Dora, la transferencia no sería solo esto (Freud,
1905 [1901]). La transferencia sería más “un fenómeno imaginario que por momentos
disloca la relación real” (García, sin año, p. 2). La falla de Freud en analizar la
transferencia en el caso Dora, va precisamente en el hecho que él es incapaz de asumirse
como puesto en una figura femenina por parte de la paciente. Aunque no desconoce la
importancia de la Sra. K en el historial de Dora, tampoco supone la posibilidad de que
fuese algo de la Sra. K, lo que estuviese puesto en juego en la transferencia de Dora
(García, sin año).

50
Un segundo caso interesante para analizar la posición de Freud en relación a la
transferencia cuando son puestas en juego figuras femeninas es en el caso de la joven
homosexual. Este caso parte con una diferencia radical al caso Dora, pues es Freud quién lo
interrumpe en contraposición al tratamiento anterior. En algunos momentos del caso Freud
incluso llegará a decir que “pareció como si no emergiera en ella nada parecido a una
transferencia sobre el médico” (Freud, 1920, p. 157). Sin embargo inmediatamente
cambiará esto por la presencia de una transferencia muy hostil, de tipo negativa. “En
realidad transfirió en mi esa radical desautorización al varón que la dominaba desde su
desengaño por el padre (…) (…) Al encono contra el varón le resulta fácil por lo general,
cebarse en el médico; no hace falta que traiga a escena tormentosas exteriorizaciones de
sentimiento: se expresa, simplemente en estorbar sus esfuerzos y aferrarse a la condición de
enfermo”.
En realidad transfirió en mi esa radical desautorización al varón que la
dominaba desde su desengaño por el padre (…) (…) Al encono contra el
varón le resulta fácil por lo general cebarse en el médico; no hace falta que
traiga a escena tormentosas exteriorizaciones de sentimiento: se expresa,
simplemente en estorbar sus esfuerzos y aferrarse a la condición de enfermo
(Freud, 1920, p. 157).

Freud en ese momento suspende el tratamiento y le señala que si le interesa


proseguir con este proceso lo haga pero con una “médica” (Freud, 1920). Freud pareciera
saber con certeza que le es imposible jugar un rol que no sea el paterno en la transferencia
de las mujeres, y llama la atención que recomiende a una mujer como candidato ideal para
proseguir la terapia, haciendo extendiendo su imposibilidad de jugar roles femeninos en la
transferencia a todo psicoterapeuta varón. (García, sin año). La incapacidad de Freud de
jugar roles femeninos en la transferencia, vendrá a ser en primer lugar por “la precariedad
de sus conocimientos sobre la sexualidad de la mujer y por la adquisición tardía y
precipitada de los mismos” (García, sin año, p. 6), configurándose una suerte de paradoja
en la teoría freudiana sobre la sexualidad femenina y la transferencia, ya que falla en su
dimensión clínica por su escaso desarrollo teórico, pero a la vez su desarrollo es escaso
debido a que sería imposible para un psicoterapeuta varón asumir roles femeninos en la
transferencia, según los postulados de Freud.

51
En caso del texto “Vértigo. Sexuación y transferencia” (2003), pese a que comienza
con ciertos antecedentes de casos clínicos de Freud, el caso Emma y el caso de la joven
homosexual, existe también un trabajo teórico por parte de la autora, que permite acercarse
a ciertas cuestiones relacionadas a la transferencia en pacientes mujeres. Entre 1923 y 1925,
Freud trabaja muchos problemas en la constitución psíquica relacionados al Edipo,
específicamente en torno a la universalidad del pene, y la diferencia sexual en base a la
lógica del “tenerlo o no tenerlo”. Freud dirá “para ambos sexos solo desempeña un papel un
genital, el masculino: Por tanto, no hay un primado genital sino una primacía del falo”
(Freud, 1923, p. 146). Sin embargo, ya en ese momento de la teoría de Freud, donde aún no
aparece el texto “Sobre la sexualidad femenina (1931), Freud reconocerá en alguna medida
la necesidad de poder saber y describir algo acerca de la sexualidad femenina: “Por
desdicha, solo podemos describir estas constelaciones respecto del varoncito; carecemos de
una intelección de los procesos para la niña pequeña” (Freud, 1923, p 146), abriéndose un
espacio para que ocho años más tarde, Freud publicara así sus primeras intelecciones sobre
el desarrollo psicosexual de la mujer, que aunque es insuficiente, si establece ciertos
lugares que fueron fértiles de interrogar para los post-freudianos. Fagalde dirá que este
texto logrará un “giro fundamental” respecto a lo que el psicoanálisis sabía hasta entonces
(Fagalde, 2003). “No solo todo lo escrito hasta entonces acerca de la sexualidad femenina
es puesto en jaque, sino que son cuestionados pilares de la teorización como la relación
entre el complejo de Edipo y la neurosis” (Fagalde, 2003, p. 63). Esta intelección es
relevante para el tema de la transferencia y la feminidad, en tanto se desprende de un
pensamiento freudiano, que privaría al complejo de Edipo como el núcleo único de la
neurosis, introduciendo una pregunta por como serían los procesos de subjetivación
femenina y sus efectos en el psiquismo femenino: el lugar de la represión y la transferencia
(Fagalde, 2003) como los más relevantes para esta investigación. “Si los mecanismos de
subjetivación están sujetos a la sexuación, si la represión no tiene vida en la psíquica
femenina la misma potencia que la masculina, la técnica centrada en la represión como
mecanismo de subjetivación también debería recibir el impacto de esta constatación”
(Fagalde, 2003, p. 64). En este aspecto, el sujeto femenino como efecto de procesos
subjetivantes distintos a los masculinos, pondría a la transferencia en la mujer en un lugar

52
distinto al masculino, pues la “técnica centrada en la represión” debiera ser afectada
también en su dimensión más clínica.

53
3. Objetivos de la Investigación

Objetivo General:
• Describir la importancia de la feminidad, en la transferencia de pacientes mujeres
con trastornos alimentarios, según psicoterapeutas de orientación psicoanalítica.

Objetivos Específicos:
• Describir los procesos de subjetivación femeninos.
• Describir la fase preedípica en pacientes mujeres con trastornos alimentarios.
• Describir la transferencia en pacientes mujeres con trastornos alimentarios.

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4. Marco Metodológico

El término “metodología” designa el modo en que hacemos preguntas, cómo las


enfocamos y buscamos sus respuestas (Taylor y Bogdan, 1986). De esta forma, en el
siguiente capítulo se pretende describir la orientación metodológica con la que se llevará a
cabo la presente investigación.

4.1 Enfoque Teórico-Metodológico

La presente investigación utilizará la metodología cualitativa para el desarrollo del


problema a investigar. Esta elección se basa principalmente, en que la metodología
cualitativa, ligada a su vertiente más hermenéutica, tiene como tarea principal la
interpretación, comprensión, descripción y observación de su objeto de estudio, centrada en
el entendimiento y la interpretación (Ruiz, 1999). El énfasis puesto en la interpretación se
adecua de buena manera al marco teórico de esta investigación, fundamentalmente
psicoanalítico, desde el cual se han definido los objetivos y la futura aproximación a los
datos.

La aplicación de una metodología cualitativa tiene por consecuencia un análisis de


sus datos “orientado a captar el origen, el proceso y la naturaleza de los significados que
brotan de la interacción simbólica entre los individuos” (Ruiz, 1999, p. 15). Lo que se
pretende es captar el significado de las cosas, su objetivo es la captación y reconstrucción
del significado, por lo tanto el lenguaje utilizado es conceptual y metafórico. Sus estrategias
de recolección de datos son de un carácter flexible y desestructurado, como la observación
reposada y la entrevista en profundidad (Ruiz, 1999), la investigación cualitativa no intenta
encarar la aprehensión de su objeto de estudio a través de un cause formal y restringido ya
que es consciente de los efectos que el investigador produce en las personas que estudia y
por eso intenta trabajar en su mismo escenario, pasando a ser, por ejemplo, la entrevista en
profundidad, más que un intercambio formal de preguntas y respuestas, una conversación o
un diálogo (Taylor y Bogdan, 1986).

55
La investigación cualitativa pretende desarrollar “conceptos, intelecciones y
comprensiones partiendo de pautas de los datos, y no partiendo de los datos modelos,
hipótesis o teorías preconcebidas” (Taylor y Bogdan, 1986, p. 20). Así a través de algunos
casos, o muestras reducidas en comparación a la investigación cuantitativa, su
procedimiento es más inductivo que deductivo (Ruiz, 1999). Sin embargo no se debe
entender esto como la intención de generalizar unos pocos casos a un colectivo grande, la
metodología cualitativa “no es particularista ni generalizadora, sino holística y
concretizadora” (Ruiz, 1999, p.23). Esto quiere decir que los sujetos no son entendidos ni
reducidos a meras variables, sino considerados como un todo, con la complejidad que esto
implica: su lógica, sus ordenaciones, sus normas explícitas, implícitas, etc. (Rodríguez, Gil
y García, 1994). Desde esta perspectiva el investigador que trabaje con métodos
cualitativos “intentará capturar los datos sobre las percepciones de los actores desde dentro,
a través de un proceso de profunda atención, de comprensión empática y suspensión o
ruptura de preconcepciones sobre los tópicos objetos de discusión” (Rodríguez, Gil y
García, 1994, p.33). La metodología cualitativa más que una técnica para recoger datos, es
una forma de encarar el objeto empírico (Taylor y Bogdan, 1986).

De esta forma, los datos aportados por los sujetos de estudio se trabajarán tomando
en cuenta la posibilidad de que estos variarán entre cada sujeto entrevistado, debido a que
las experiencias de cada uno son completamente distintas, en cuanto subjetividades
particulares. A su vez el aporte de la metodología cualitativa está en destacar estas
diferencias y darles un lugar relevante para la investigación. Ello implica la necesidad de
utilizar este tipo de metodología debido a características fundamentales que han sido ya
descritas, y aunque los objetivos de esta investigación son de carácter descriptivo, estas
diferencias entre cada sujeto investigado deberán ser releídas para producir nuevas
informaciones y datos sobre el problema ha investigar. La metodología cualitativa permite
rescatar la información de los sujetos como un todo enriquecido por la subjetividad de cada
uno. En síntesis, se trabajará con la idea de que cada psicoterapeuta experto pueda tener una
concepción distinta del problema a estudiar, y la metodología cualitativa aparece como la
más adecuada para este trabajo.

56
4.2 Muestra

Para esta investigación se considerará una muestra de tres sujetos de estudio. Esta
decisión se toma en tanto algunas tesis de grado y otras investigaciones de opciones
metodológicas similares revisadas, que trabajan con entrevista a expertos, y sus muestras
oscilan entre tres y cuatro sujetos de estudio. La selección privilegiará un carácter
intencionado de la muestra, en tanto serán elegidos según características que corresponden
a los objetivos de esta investigación (Taylor y Bogdan, 1986). Las características que se
hacen importantes a la hora de elegir la muestra se encuentran en directa relación con la
línea teórica a seguir, en este caso el enfoque psicoanalítico, así como también el énfasis en
la clínica de trastornos alimentarios, en este sentido los criterios de selección establecidos
son que los expertos sean psicoterapeutas de formación psicoanalítica, que posean un
mínimo de cinco años de experiencia clínica, y que en lo que a su experiencia clínica se
refiere, hayan trabajado con pacientes mujeres con trastornos alimentarios y se reconozcan
con experticia en esta área.

4.3 Estrategia de recolección de datos

El principal instrumento a utilizar será la entrevista a expertos, focalizada en una


muestra de tres expertos seleccionados de acuerdo a una serie de características, las cuales
se describieron anteriormente.

Con relación a la entrevista a expertos se puede afirmar que se caracteriza por


enfatizar la condición de experticia de los entrevistados, en relación con una práctica y
conocimientos específicos en las cuales se desempeñan, las que son claramente limitables
en un campo de acción determinado donde estos ejercen. Es importante señalar la
importancia de un análisis cualitativo de los datos recogidos por este medio, donde el
establecimiento de una serie de categorías de análisis permiten relevar los datos
importantes, para su posterior análisis, de acuerdo a los objetivos planteados por esta
investigación (Bührmann, 2005).

57
Las entrevistas a expertos, a diferencia de otro tipo de entrevistas cualitativa, tienen
como foco principal la calidad de experto del entrevistado, por sobre su biografía y
aspectos personales. El experto se integra a la muestra no como un caso individual sino
como representante de un grupo (Meuser y Nagel, 1991; citado por Flick, 2004).

La amplitud de la información en la entrevista a expertos es mucho más limitada que en


otro tipo de entrevistas, por lo tanto la pauta de la entrevista tiene una función directiva
mucho más fuerte para excluir de ella los temas no productivos (Meuser y Nagel, 1991;
citado por Flick, 2004). Para ello es importante que la pauta esté definida también por
rigurosos elementos teóricos. “La orientación a una guía asegura también que la entrevista
no se pierde en temas que no están relacionados y permite al experto improvisar en su
participación y su visión sobre las materias” (Meuser y Nagel, 1991, p. 448; citado por
Flick, 2004).

Existen ciertas dificultades, según Meuser y Nagel (1991) que el entrevistador debe
evitar al conducir la entrevista:

• El experto puede bloquear la entrevista por no ser un real experto en el tema


(problema de selección de la muestra).
• El experto intenta introducir conflictos actuales de su campo sobre cuestiones
internas en vez de proporcionar información teórica y práctica sobre la materia.
• El experto cambia a menudo entre los roles de experto y persona privada,
introduciendo temas biográficos que no sean concernientes al tema de
investigación.
• A medio camino como dificultad y éxito, el experto “da charla” sobre su
conocimiento, en vez de participar de una dinámica pregunta-respuesta.
(Meuser y Nagel, 1991; citado por Flick, 2004)

58
Las entrevistas a realizar serán individuales, semi-estructuradas, y estarán
fundamentadas de acuerdo a los siguientes ejes temáticos:

a) La fase preedípica en la subjetividad femenina


A partir de este eje temático se trabajará en relación a la subjetividad femenina y su
constitución, desde la teoría psicoanalítica. La importancia de la fase preedípica será
fundamental para entender los procesos de constitución subjetiva en la feminidad.

b) Aspectos clínicos de los trastornos alimentarios


Se ahondará en los trastornos alimentarios desde la clínica, poniendo énfasis en el
trabajo práctico que existe para este tipo de trastornos. Se abordará no sólo como una
descripción sintomática, sino que se privilegiará una perspectiva dinámica de corte
psicoanalítico, que destaque los procesos psíquicos implicados favoreciendo una mayor
profundización.

c) La transferencia
A través de este eje temático se abordarán las principales características de la
transferencia como dispositivo clínico, y la importancia que tiene para el desarrollo de una
cura. En este sentido se quiere investigar especialmente la transferencia en su dimensión
más clínica, como aquello de lo inconsciente que el paciente transfiere hacia la figura del
terapeuta.

d) Trastornos alimentarios y su relación con la subjetividad femenina


Ambos son focos de interés para esta investigación, en tanto conocer aquello de la
subjetividad femenina en los trastornos alimentarios. Se pretende indagar en las entrevistas
con los sujetos de estudio, aquellos componentes constitucionales de la subjetividad
femenina que jugarían un papel en la formación de trastornos relacionados a la
alimentación.

59
e) La subjetividad femenina y la transferencia en la escena analítica
A través de la relación entre subjetividad femenina y transferencia se pretende
abordar las principales características que se juegan en la dimensión transferencial desde la
subjetividad femenina, tomando en cuenta la importancia que esta relación pueda tener para
la dirección de una cura. De esta forma el poder identificar una transferencia determinada
desde lo femenino es el principal objetivo de este eje temático.

f) Aspectos clínicos de los trastornos alimentarios y su relación con la transferencia


En este eje temático lo que se pretende es indagar acerca de las características y
principales dificultades que pueden presentar pacientes con trastornos alimentarios en la
dimensión transferencial de la escena clínica, desde la experiencia clínica de los
psicoterapeutas de orientación psicoanalítica entrevistados.

4.4 Procedimientos

Para llevar a cabo la investigación se trabajó en torno a 4 fases, cuyas fechas están
estipuladas en el punto 4.6 Carta Gantt.

1º Fase, Elaboración de los aspectos teóricos:

Se comenzó con una revisión de la bibliografía disponible para elaborar el marco


teórico, con la finalidad de establecer los objetivos específicos. De estos objetivos
específicos, derivaron los ejes temáticos, que se usaron para el análisis de los datos en las
fases posteriores de la investigación. Por último, a la luz de estos, se elaboraron las pautas
de entrevistas para el trabajo de campo.

2º Fase, Selección de Sujetos de Estudio y Trabajo de Campo:

El proceso de selección comenzó tomando en cuenta las características que se


consideraron para la muestra en relación a los sujetos de estudio que se necesitaban para la
investigación. De esta forma se extendieron vínculos con lugares como la Sociedad Chilena

60
de Psicoanálisis (ICHPA), la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCH), la Unidad de
Trastornos Alimentarios del Instituto Psiquiátrico “José Horwitz Barak”, la Unidad
Psiquiátrica del Hospital El Salvador y otros lugares de formación académica, como por
ejemplo, universidades, ya que eran espacios considerados donde era posible poder hallar a
psicoterapeutas que basaran su clínica desde la orientación psicoanalítica, para asegurar que
la enseñanza y práctica de la disciplina sea de forma altamente sistematizada.

Las entrevistas se realizaron en un ambiente libre de ruidos, en la medida que fuera


posible, para no entorpecer el curso de éstas, contando a su vez con la utilización de una
grabadora de voz, con el fin de registrar fielmente lo dicho por el experto, y poder utilizar
tales datos en el proceso de análisis de la forma menos contaminada posible. La utilización
de grabadora fue bajo la autorización del profesional entrevistado.

3º Fase, Producción de Resultados (Plan de Análisis):

El material obtenido en las entrevistas fue registrado en archivos de audio


digital para facilitar su transcripción y obtener tres textos diferentes en relación a cada
experto entrevistado. Para dar lugar a la interpretación y el análisis de la información se
trabajó bajo los aportes de diferentes autores en relación a la entrevista cualitativa, como
Taylor y Bogdan (1986), Rodríguez, Gil y García (1994) y Ruiz (1999) pero especialmente
en el enfoque de entrevista a expertos, con los aportes de Flick (2004) y Bührmann (2005)

La recogida de datos es insuficiente por si misma para encontrar respuestas al


problema estudiado, situando al investigador frente al reto de encontrar significado a todo
un cúmulo de materiales informativos procedentes de diversas fuentes (Rodríguez, Gil y
García, 1994). Es importante considerar que el relato del entrevistado no es un simple
conjunto de respuestas a preguntas del entrevistador, sino que se desarrollan en una
situación social concreta que le condiciona profundamente, por lo tanto no tiene sentido
ponerse a analizar el material inmediatamente sin una previa contextualización de éste
(Ruiz, 1999).

61
Luego de esta contextualización, viene el análisis de los datos que sigue una serie de
pasos propuestos por Taylor y Bogdan:

1. “Identificar temas, desarrollar conceptos y proposiciones.


2. Codificación de los datos y refinamiento de la comprensión del tema de estudio.
3. Comprender e interpretar los datos en el contexto que fueron recogidos”.
(Taylor y Bogdan, 1986, p. 159).

Una vez que estaba clara la forma en que se debía acercar preliminarmente a una
entrevista cualitativa, era importante conocer cuales eran los límites y las posibilidades de
la entrevista a expertos. En este aspecto Bürhmann (2005) señala que lo importante es
acercarse a la calidad de experto del entrevistado a la hora de realizar el análisis del texto
(Bührmann, 2005). En tanto los entrevistados de esta investigación son expertos en la
clínica de orientación psicoanalítica, y que en ellos se pretendía indagar respecto a un saber,
que viene precisamente de su formación y especialmente de su experiencia clínica, un
acercamiento fértil para la investigación solo podrá hacerse a través de un trabajo
sistematizado a través de ciertas estructuras que permitan un análisis que llegue a un buen
destino. Es por ello que para el análisis no sirve una fluctuación libre por distintos tópicos,
sino que sin ser demasiado rígido, se deben estipular ciertos parámetros para el análisis de
la información (Flick, 2004). Entonces será fundamental hacerlo a la luz de los ejes
temáticos que han sido propuestos, para tener resultados fructíferos en el trabajo con los
datos.

4º Fase, Elaboración del Informe Final:

En esta última fase se llevó a cabo la redacción y corrección del informe final, a la
luz de los resultados de la investigación producidas en la tercera fase en conjunto con las
conclusiones de la investigación.

62
4.5 Consideraciones éticas

Es importante destacar que a través de todo el proceso de entrevistas se tendrán en


cuenta una serie de consideraciones éticas, específicamente en lo referido a las
características de esta investigación, es decir, especificar al experto los fines que tendrá la
información obtenida, que en este caso están relacionados a la investigación, y por lo que
su divulgación será bajo estricta autorización del profesional entrevistado. En este sentido,
cualquier tipo de publicación que se haga a partir de los datos recabados serán informados a
los profesionales que participen de esta investigación para su aprobación.

En relación al código de ética del Colegio de Psicólogos de Chile, este establece


ciertas consideraciones respecto al campo de la investigación psicológica en el apartado
“Aspectos Relativos a la Investigación en Psicología”. Para ello es relevante presentar
ciertos extractos que permitieron normar ciertos aspectos de la investigación para proteger a
los informantes:

“En el desarrollo de su trabajo como investigador, el psicólogo/a debe resguardar el


bienestar y los derechos de las personas participantes”. (Colegio de Psicólogos, 1999, p.
15).

“El psicólogo/a deberá obtener el consentimiento informado, expreso y por escrito


de los participantes, en caso que las investigaciones pongan en riesgo su privacidad;
particularmente cuando se contemple cualquier clase de registros, filmaciones y/o
grabaciones que puedan ser utilizadas en reportes posteriores.” (Colegio de Psicólogos,
1999, p. 15)

Ambos artículos están destinados a proteger al entrevistado y las informaciones con


que han aportado a la investigación. Para ello se dispuso de un consentimiento informado,
donde los entrevistados firmaron voluntariamente, accediendo al uso de grabadoras con el
objetivo exclusivo de transcribir la información. También se establecía la posibilidad de

63
elegir ser un informante anónimo o no, y la forma en que querían ser presentados en la
investigación.

Para proteger también la integridad de la investigación misma, se consideraron


ciertos artículos que incumben a la comunidad científica en el apartado “En relación a la
certificación profesional y al uso de la misma”, del código de ética del Colegio de
Psicólogos de Chile:

“Los psicólogo/as pueden exhibir como credenciales de pregrado únicamente títulos


o grados académicos obtenidos o validados por universidades reconocidas por el Estado.
Certificación de Post-Título. Los psicólogos/as deben ser cuidadosos en que su
certificación de post-título corresponda a estudios sistemáticos efectuados, de referencia en
Centros o Instituciones orientados al perfeccionamiento o especialización de psicólogos y
cuyos cursos tengan como pre-requisito el título de psicólogo/a.
Certificación de Post-Grado. La otorgada por Universidades Nacionales reconocidas
por el Estado y por Universidades Extranjeras cuya certificación haya sido legalizada por el
Estado chileno.”

(Colegio de Psicólogos, 1999, p. 16).

De esta forma es posible certificar, bajo la normativa vigente en Chile, a los


expertos que participaron de nuestra investigación, con títulos, postítulos y postgrados que
tengan validez legal en el país.

64
4.6. Carta Gantt
Mes Julio Agosto Septiembre Octubre Noviembre Diciembre
Semana 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4 1 2 3 4
Elaboración
Marco X X X X
Teórico
Reuniones
Seminario de X X X X X X X X X X
Tesis
Diseño de
pautas de X X
entrevistas
Contacto con
X X
entrevistados
Realización
X X
entrevistas
Transcripción
y
X X
ordenamiento
de datos
Análisis e
interpretación X X X X
de los datos
Elaboración
del informe X X X X X X
final
Revisión del
X X X
informe final
Entrega del
X
informe final

65
5. Presentación de Resultados

A continuación se presentará el resultado del análisis realizado a la información


obtenida a través entrevistas llevadas a cabo durante la fase del trabajo de campo. Son tres
entrevistas a tres expertos que cumplen con los requisitos propuestos en el marco
metodológico. El análisis se ha efectuado a través de un sistema de codificación por
categorías y subcategorías, que han sido construidos desde lo desarrollado en los objetivos
de la investigación, del marco teórico, como también de la información ha aparecido en las
entrevistas. Estas categorías se encuentran definidas a continuación:

Trastornos alimentarios

En esta categoría se destacarán todos los datos importantes que permitan un


acercamiento y una contextualización de la clínica de los trastornos alimentarios:
sintomatología, casuística, tratamientos que se realizan, y a su vez abordar las
características propias del tratamiento en esta clínica particular. Hay que tener en cuenta
que estas particularidades implican las distinciones diagnóstica pertinentes, entendiendo por
un lado la anorexia y la bulimia como entidades nosográficas diferentes que a su vez
pueden aparecer como síntomas en otro tipo de patologías, como lo son la histeria,
trastornos fóbicos, esquizofrenia, paranoia, etc.

La categoría aquí tratada se encuentra a su vez dividida en tres subcategorías, las


cuales son “sintomatología”, “tratamiento” y “trastornos alimentarios y transferencia”.

Sintomatología: En esta subcategoría se destaca todo lo relacionado a las distintas formas


de presentación del trastorno alimentario. Es así que se pueden distinguir dos lugares
diferentes en torno a la relación entre síntoma y trastorno alimentario. Primero existe una
dimensión donde se destaca la sintomatología propiamente tal de los trastornos
alimentarios: el vómito, hiperfagia o hipofagia, por ejemplo. Sin embargo en un segundo
plano aparece una dimensión donde la anorexia o la bulimia, como los trastornos
alimentarios más comunes y más conocidos, pueden adquirir una visión comprensiva de

66
acuerdo a la sintomatología que presentan, donde una conflictiva inconsciente a la base
gatilla tales síntomas.

Tratamiento: En cuanto al tratamiento lo que se quiere destacar es todo lo relacionado con


el ejercicio clínico del experto entrevistado, como también las particularidades, principales
dificultades y características que el tratamiento de pacientes con trastornos alimentarios
posee, y que son relevantes para poder conocerlo en mayor profundidad. Asimismo se
pretende encontrar el aporte de la teoría psicoanalítica en el tratamiento de este tipo de
trastornos.

Transferencia y trastornos alimentarios: Entendida como un elemento esencial de trabajo en


la psicoterapia de orientación psicoanalítica, en relación al vínculo que tanto paciente y
terapeuta establecen. Por lo mismo, para indagar de una mejor forma la clínica de los
trastornos alimentarios es que se propone recaudar la experiencia de los expertos en
relación a esta temática, entendiendo que una de las mayores dificultades en el tratamiento
de trastornos alimentarios es el manejo de la transferencia, sobre todo debido a las
dificultades que se presentan al trabajar en una institución, con equipos multidisciplinarios,
la complejidad de las redes sociales del paciente, donde todo es posible de ser comprendido
como un dato transferencial.

Las categorías y subcategorías mencionadas dirigen la forma en que la información


obtenida en las entrevistas será presentada para su posterior análisis. Pese a la previa
construcción de estas categorías y luego de haber realizado el proceso de codificación, se
ha encontrado información relevante, que no ha podido ser clasificada en las categorías
previas antes descritas para esta investigación y que es necesaria de incluir ya que
contribuyen enormemente a los objetivos de ésta. Por lo mismo es que se ha creado una
subcategoría emergente, relacionada a la importancia psicodiagnóstica de considerar la
estructura de personalidad a la base de la sintomatología de los trastornos alimentarios.

Síntoma y estructura: Esta categoría, como emergente, no tiene su correlato en el marco


teórico de esta investigación, pese a esto es de importancia incluirla en el análisis de los

67
resultados debido a que agrupa bastantes ideas de algunos entrevistados. La importancia
radica a la hora de determinar en qué tipo de estructura se encuentra enraizado el síntoma
anoréxico o bulímico, sea ésta una neurosis, perversión o psicosis, lo cual determina
enormemente el tipo de tratamiento a seguir. A su vez repercute en el tipo de transferencia
que se genere, y por lo mismo las dificultades serán completamente distintas.

Sexualidad Femenina

Esta categoría se entenderá como todos aquellos aspectos de la sexualidad femenina


que tengan que ver tanto con el desarrollo de la subjetividad y la sexualidad en la mujer.

Es necesario pensar la subjetividad femenina como un efecto más que una causa, en
tanto es el resultado de un devenir de ciertos procesos psicosexuales que ocurren en
determinadas etapas de la vida de la mujer. En este sentido, en los procesos de desarrollo de
la sexualidad y la subjetividad femenina, entrarán en juego diferentes factores como lo son
la relación a la madre y el dato anatómico, entre los más relevantes según los postulados de
Freud y Dolto. En este sentido se erigen subcategorías como “fase preedípica”, “feminidad
y trastornos alimentarios”, “transferencia y feminidad” y “cuerpo” como lugares
importantes para interrogar que surgen tanto desde el marco teórico desarrollado, como
también de los resultados del trabajo de campo de la presente investigación.

Fase Preedípica: esta etapa primaria del desarrollo sexual femenino, se instaura como una
de las más relevantes en la subjetivación en la mujer. Es una fase donde la niña vivirá una
intensa ligazón a la madre, y la forma en que esta etapa devenga será importantísima para la
estructuración del sujeto femenino. En esta subcategoría será relevante de interrogar todo
aquello que remita a la ligazón-madre en pacientes con trastornos alimentarios.

Feminidad y Trastornos Alimentarios: Existe una importante relación entre subjetividad


femenina y trastornos alimentarios, que se puede observar desde lo teórico (desarrollos
psicoanalíticos e investigaciones cualitativas) hasta en lo empírico (trabajos y datos
estadísticos). Por lo tanto habría algo posible de investigar de la feminidad en la

68
psicogénesis de este tipo de trastornos. En ese sentido aparece interesante y fértil interrogar
aquellos cruces entre los trastornos alimentarios, su génesis, su desarrollo y su cura, y el
desarrollo y despliegue de la subjetividad femenina.

Transferencia y Feminidad: Este dispositivo, tan fundamental para la clínica del


psicoanálisis, permitirá conocer los tipos de vínculos que la paciente mujer con trastornos
alimentarios puede extender hacia la posición del terapeuta.

Cuerpo: Como categoría emergente, el cuerpo se hace relevante a la hora de pensar los
trastornos alimentarios, en relación a la forma que tiene la paciente con trastornos
alimentarios de habitar un cuerpo, y de una búsqueda de una corporalidad ideal. En este
sentido va a ser fértil pensar en la relación entre la paciente con trastornos alimentarios y la
posible relación que establezca con su corporalidad.

69
5.1 Análisis de Entrevista #1

Entrevistada #1: Psicóloga, Magíster en Psicología Clínica, mención Psicoanálisis.

1. Trastornos Alimentarios

En esta categoría, como ha sido mencionado ya, es relevante trabajar con las
subcategorías de “sintomatología”, “tratamiento”, “trastornos alimentarios y transferencia”
y “síntoma y estructura”.

En relación con la primera subcategoría la entrevistada afirma que los síntomas de


una paciente con trastornos alimentarios se encuentran muy arraigados ya en el sujeto, pues
a la base de estos, habría algo que se remite a los primeros procesos de simbolización de
éste:

“Son síntomas que están muy enraizados. Si tú piensas que es un síntoma que pasa
por las dificultades de simbolizar el cuerpo, de alguna forma imagínate la tarea de lograr
hacer eso que no tuvo lugar de alguna manera”.

En este sentido son relevantes especialmente los primeros vínculos que la paciente
forma, y las dificultades que ella tendrá especialmente en la simbolización de los
significantes relativos a la alimentación y la asimilación, de aquello que viene del Otro
primordial, la madre.

“La paciente dice algo que no logra asimilar (…) ese significante es súper fuerte,
asimilación, en relación al síntoma que tiene ella que es vomitar (…) hay una falla en la
simbolización, también tiene que ver con un rebajamiento de una función de alimentarse.”

En conjunto a estas fallas de simbolización y asimilación en la paciente con


trastornos alimentarios, también sobrevienen ciertas dificultades muy grandes que
provienen precisamente de la sintomatología de los trastornos alimentarios, pues es

70
problemático cómo comenzar a trabajar con pacientes que presentan síntomas graves en
relación a la alteración del juicio de realidad y otros síntomas psicóticos.

“Lo complicado es cómo tomar a una paciente que llega en un estado de gravedad
muy alto, con una alteración del juicio de realidad que resulta psicótico o ya con una
estructura francamente psicótica.”

Todo esto remite a un segundo problema en el tratamiento de los trastornos


alimentarios y tiene que ver con el problema de la estructura psíquica, pues el síntoma
anoréxico y bulímico no aparece únicamente en un determinado tipo de estructura, sino que
tiene también la facultad de ser un síntoma polivalente, según la entrevistada:

“Tengo una paciente que es bulímica, que lleva como 13 años con bulimia, y tuve
otra que era más una histeria así, muy simple, que con una interpretación simple de
repente dejó de vomitar, entonces hay una gama que no es generalizable.”

Es importante pensar en la estructura y la relevancia de esta, para poder hacer un


diagnóstico estructural, que enmarque el síntoma en una problemática adecuada y poder
comprender el sentido del síntoma del trastorno alimentario como algo más ligado a una
dinámica estructural que algo descriptivo, lo que se expresaría fundamentalmente a través
de la transferencia que el paciente pueda establecer:

“Más que si es hombre o si es mujer, hay que ver qué estructura tiene, si es una
perversión, si es una psicosis o neurosis, yo creo que por ahí pasa más el tema de la
transferencia.”

Según la entrevistada, el síntoma anoréxico remite también a otro problema muy


importante, pero esta vez ligado al tratamiento, y tiene que ver con una particularidad de
este síntoma en especial que es la urgencia biológica a la que el terapeuta debe enfrentarse
en el tratamiento de los trastornos alimentarios. Para ello, en esta urgencia que el síntoma
anoréxico impone, es absolutamente necesario trabajar con un equipo multidisciplinario

71
con el que puedan abarcarse las diferentes dimensiones del trastorno, con distintos
especialistas que puedan hacerse cargo de éstas.

Para la entrevistada, es de vital importancia poder establecer un tratamiento a largo


plazo, como también contar con un equipo de especialistas de diversas disciplinas, que
permitan abordar el trastorno alimentario desde distintas perspectivas, tanto su tratamiento
biológico como el psicológico.

“Entonces es complejo el tratamiento de una paciente así bajo estas condiciones


(…) (…) ya no es mucho lo que se puede hacer ahí (en términos de una psicoterapia
ambulatoria).”

En este aspecto, la entrevistada refiere a cómo sería posible llevar a cabo un


tratamiento psicoanalítico con pacientes que padezcan trastornos alimentarios, pues junto al
difícil correlato de la urgencia biológica del paciente, también existe toda esta problemática
ligada a la dificultad del paciente de simbolizar ciertos aspectos ligados a la alimentación
en el paciente, donde estaría instalada una importante relación del sujeto al relato visual,
donde los relatos son muy descriptivos y siempre están relacionados a lo que se ve, y no a
lo que se escucha, tanto con lo orgánico como con lo psíquico, ya que por un lado estaría la
alteración y por el otro lado las consecuencias de lo biológico y la desnutrición. El
tratamiento psicoanalítico de los trastornos alimentarios estaría ligado a tratar de trabajar
con lo que se escucha, evitando entramparse en este relato visual de la paciente anoréxica:

“¿Cómo puede uno operativizar, poner en juego, esta idea de trabajar con lo que
se escucha y no con lo que se ve? porque es justamente en la imagen donde está aquello
alterado.”

Se destaca acá la particularidad del trabajo clínico desde el psicoanálisis,


enfatizando en la dificultad de un entrampamiento imaginario con este tipo de pacientes,
donde el daño que poseen en su imagen, propio de estadios más arcaicos, repercute en las

72
dificultades para simbolizar aquello proveniente del Otro, de poder ingerir la demanda, y no
ser devorado por ésta:

“Introducir preguntas que apuntan a la posibilidad de pensarse, si se figura que


algo es terrible para los otros, poder introducir que se pregunte para quién es terrible
¿para ella? Tratar de ir situando esas cosas.”

En relación a la transferencia y los trastornos alimentarios, para abordar el


tratamiento de estos trastornos desde el psicoanálisis, se evidencia una de las principales
dificultades apreciable desde la primera consulta, y que tiene que ver con la instalación de
una demanda y una pregunta que en la mayoría de los casos no existe, o mejor dicho no
logra ser escuchada, por el lugar que ocupan la mayoría de las veces estos pacientes en
relación a su padecer corporal.

“Lo más complicado es cuando llegan ni siquiera con una demanda, y vienen
obligadas”.

“Lo que podría facilitar el psicoanálisis es, por ejemplo, las posibilidades a tratar,
la posibilidad de qué es lo que sí les interesa a tratar, y de ahí, por añadidura, poder
escuchar”.

Es por ello que la diferencia que el psicoanálisis puede venir a aportar es poner en
juego, en el tratamiento de los trastornos alimentarios a través de la instalación del vínculo
transferencial, es la existencia de una demanda y una pregunta por parte del paciente es
necesaria para el curso del tratamiento.

Para la experta existen ciertas características de la transferencia de las pacientes con


trastornos alimentarios. En primer lugar habría una demanda de palabras del terapeuta.

“Por ejemplo, en esta paciente es como que demandara palabras, en indicaciones,


en formas de liberar la angustia. Otra paciente bulímica que había, yo encontraba que

73
llegaba a vomitar en las sesiones [ha hablar verborreicamente] (…) ¿cómo intervenir
mientras el otro vomita?”

Entonces se pone en juego la repetición de una pauta de investidura bastante


“pegoteada” y dependiente, donde hay una exigencia de palabras. En relación a una
paciente que demandaba mucha habla del terapeuta, la experta relata lo siguiente:

“Corté una sesión así sin decirle mucho, y me dijo me voy igual, me voy igual que
cuando llegué, y me empecé a angustiar y empecé a llenar de palabras la sesión.”

En estas pacientes se aprecia una transferencia bastante dependiente, que exige al


terapeuta una mayor ligazón, que a su vez implica dificultades a la hora de trabajar con la
angustia y la separación:

“Estas pacientes que tienen una demanda de hacerte hablar a ti. Ellas esperan que
tú les hables, y que les hables harto.”

Sobre una transferencia particular de las pacientes con trastornos alimentarios se


podría decir que emerge la temática del cuerpo principalmente en relación a las dificultades
biológicas que estos pacientes traen, lo que dificulta enormemente el trabajo clínico debido
a la complejidad de abordaje que se requiere, repercutiendo enormemente en la
transferencia establecida.

“Si es que hay una transferencia particular de los trastornos de la conducta


alimentaria, se van a poner en juego la angustia, el límite de lo real, que lo va a poner en
el cuerpo, y la presencia de la muerte ahí”.

La transferencia y su especificidad en este tipo de pacientes se aprecia en el trabajo


clínico, la cual esta marcada claramente desde las primeras relaciones y vínculos
establecidos del orden de lo preedípico.

74
“Se actualizan en la relación con el terapeuta las relaciones primeras del paciente,
que en este caso pueden tener que ver con un momento en relación a esto Otro primordial,
que bordea el tema de la madre y todo lo que tenga que ver”.

2. Sexualidad Femenina

En relación a la categoría de sexualidad femenina, se trabajarán tres subcategorías:


“fase preedípica”, “cuerpo y feminidad” y “trastornos alimentarios”.

Para la entrevistada, en relación a la fase preedípica y el vínculo a la madre de la


paciente con trastorno alimentario, es importante ver qué relevancia tendrían las
consecuencias de una relación a la madre que califica como “trágica”, en donde ésta no
sería capaz de transmitir a su hijo una investidura corporal, o más bien, en esta etapa de
primeras simbolizaciones han quedado fallas que repercuten en la relación al alimento que
el sujeto adquiere.

“Qué cuerpo pudo transmitir esta madre, qué tipo de revestimiento pudo haber
permitido (…) (…) hay un predominio de la relación con la madre que creo fundamental,
que pasa por el orden de la transmisión, hay una falla que se reproduce.”

En este sentido se destaca la problemática en un caso clínico, a propósito de lo


relevante que es para tal paciente la relación con la madre, y la forma en que esto emerge
en la terapia. También tiene que ver con lo femenino, en relación al tema de la imagen y
esta batalla especular que se produce donde el tema identificatorio está puesto en juego.

“…Están las dos enganchadas [madre e hija] en una especie de batalla especular,
donde una se ve en la otra, con quien mantiene esta relación intensa de odio (…) el tema
de lo materno ya es complejo para ella, en más de una dimensión.”

Sobre la subcategoría de cuerpo y la relación de la sujeto anoréxica a éste, en


conjunto a este problema de un cuerpo que no ha sido revestido por la madre, según la

75
entrevistada se pone en juego también la temática e importancia del cuerpo en el
tratamiento de estos pacientes, donde aparece un cuerpo dañado tanto psíquicamente como
orgánicamente. En este punto la entrevistada señala que la paciente:

“Vivencia su cuerpo como si este tuviese un daño interno, este daño podemos
preguntarnos dónde comienza, en relación a la madre, en relación al hijo, yo creo que en
relación a ambos.”

En esta tercera subcategoría, que resulta del cruce entre feminidad y trastornos
alimentarios, para la entrevistada las reflexiones aparecen a raíz de una viñeta clínica de
una paciente que queda embarazada, haciendo referencia a aquello propio de lo femenino
que está en juego, en esta viñeta presentada por la experta, se destaca aquella relación
catastrófica con la madre a través de la vivencia del embarazo, donde lo femenino
propiamente tal no logra ser asimilado:

“En este caso nos encontramos con importantes problemáticas que aluden a cómo
simbolizar un embarazo que parten a propósito de la relación a la madre y el cuerpo.”

En relación a la transferencia y sus posibles cruces con la feminidad, para la


entrevistada, en primer lugar, es más relevante la estructura del paciente que su género, en
tanto su estructura psíquica es la que permitirá la instalación y el despliegue de la
transferencia.

“Yo creo que más que ver si es hombre o mujer, hay que ver qué estructura tiene, si
es una perversión, si es una psicosis o neurosis.”

En relación al género del terapeuta, para la experta, en un comienzo esto puede


desplegar diferentes caminos en la relación transferencial del paciente.

“Por supuesto que una paciente en un comienzo va a desplegar una transferencia


distinta si tiene frente a sí a un hombre o una mujer y van a haber ahí distintas formas,

76
distintas cosas (…) (…) pero lo que importa es lo que está ahí, independiente de si lo que
hay al frente es hombre o mujer”.

Sin embargo podría existir un rasgo particular de la transferencia en relación a la


feminidad, que tendría que ver con la reedición de ciertos aspectos preedípicos, que son
teñidos por diferentes aspectos y rasgos.

“Puede ser también que quizás establezcan vínculos muy desde el amor, el odio,
súper preedípicos, con hartos rasgos paranoides muchas veces”.

77
5.2 Análisis Entrevista #2

Entrevistado #2: Rodrigo de la Fabián - Psicólogo Universidad Diego Portales, Magíster


y Dr. (c) en Psicopatología Fundamental y Psicoanálisis, Universidad Paris VII.

1. Trastornos Alimentarios

En relación a la subcategoría “sintomatología” el entrevistado plantea que su


primera impresión, en relación a su trabajo con los trastornos alimentarios, está relacionada
con dos aspectos, uno biológico y otro relacionado al trabajo psicológico.

“…te diría que quizás clínicamente una de las cosas que a mi más me costó, me
impactó, era esta sensación de trabajar con una clínica que yo pensaba como con dos
relojes, o yo me imaginaba que tenía un reloj que es un tiempo interno al trabajo analítico.
Y después tienes un reloj biológico, que es el de la enfermedad avanzando, y tú vas viendo
que va bajando de peso, va bajando de peso, entonces hay como límites que son muy
claros, que si pasa para allá, hay que internarla. Entonces uno va como jugando con estos
dos relojes, que no están sincronizados, digamos. Uno trabaja de manera mucho más
atemporal en la clínica, entonces es difícil escuchar los dos relojes. El reloj clínico y el
tiempo que el paciente requiere para avanzar en su cura. Pero ese tiempo también tiene
que estar regulado por ese tiempo, un poco más objetivo, que es el tiempo biológico.”

La cita anterior pone de manifiesto la dificultad principal que pacientes con estos
trastornos presentan, en la que la mayoría de las veces el riesgo vital se encuentra de forma
permanente, por lo que el trabajo psicoterapéutico se ve interferido constantemente,
sobretodo, como lo plantea el entrevistado, tomando en cuenta que el tiempo del
inconsciente y el biológico son completamente distintos, y que la principal dificultad es
lograr encontrar un punto en común desde el cual sostener el trabajo.

Al referirse al tratamiento el entrevistado señala la importancia de un trabajo


multidisciplinar como una transversal al tratamiento.

78
“…es que es un trabajo multidisciplinario, o sea, es inconcebible trabajar en
patologías alimentarias solamente con una perspectiva psicoanalítica o sistémica. Es
necesario trabajar con médicos y otros especialistas, nutricionistas, nutriólogos, etc.”

Se remarca por lo tanto la importancia de equipos de apoyo que puedan hacerse


cargo de la urgencia somática puesta en juego, y lo peligroso de pensar en una sola mirada
en el tratamiento de los trastornos alimentarios.

“En segundo lugar implica el trabajo con adolescentes, porque también es un tema
que uno no puede olvidar, que también la clínica con adolescentes tiene cierta
especificidad.”

“Pero fundamentalmente está asociado a la época adolescente y la verdad que


cuando tienes pacientes con una evolución de muchos años, normalmente pueden ser
bulimias más que anorexias, porque es difícil que una anorexia dure tanto tiempo.”

Así también se señala que hay que considerar que la mayoría de estos pacientes son
adolescentes y por lo tanto se requiere de una especificidad y que a su vez es necesaria
pensar. Por otra parte el detectar el problema a tiempo, puede ser bastante relevante para la
terapia.

“En estos temas el trabajo precoz con los pacientes es muy importante, es por eso
que detectarlos donde realmente empiezan, y donde general empiezan es en la
adolescencia. Es raro encontrar un caso donde haya empezado detonado después de los 25
y 26 años.”

Esta detección precoz puede asegurar un buen pronóstico, sobre todo en una
anorexia, donde el riesgo vital es mucho mayor que en una bulimia, por el hecho que en la
anorexia la desnutrición va decayendo constantemente, mientras que el paciente bulímico
logra mantenerse en un nivel que le permite mantenerse fuera de peligro vital.

79
En cuanto a los distintos enfoques el entrevistado señala que cada profesional debe
ocuparse de lo que le corresponde, según su conocimiento, es decir, que como ocurre en
una psicoterapia cognitivo conductual, donde muchas veces se trabaja entorno a generar
pautas de alimentación, se pretende dar auxilio a aquella parte más orgánica, dejando de
lado lo propiamente psíquico. Así también, otras terapias, como la sistémica, más centradas
en la organización familiar, destacan el hecho de que el o la paciente padece de una
enfermedad y no es que sean la enfermedad.

“Él no es o ella no es una anoréxica, sino que es portadora de una anorexia.”

Del lado de la orientación psicoanalítica, el entrevistado señala:

“… ese mismo esfuerzo pasa como por distinguir la dimensión del sujeto en el otro
y reconocerlo en esa dimensión, no confundiéndolo con sus síntomas, no es necesario caer
en esta cosa un poco más concreta, digamos, pero entiendo que apuntan a objetivos
relativamente parecidos, digamos por decir así, como te digo que, como detrás de esta
dimensión de la enfermedad, que es esta parte mala, tratar de ver una subjetividad ahí,
digamos.”

De esta forma el entrevistado otorga un lugar al padecer que el sujeto lleva a


consulta y trabajar desde ese sufrimiento,

“… es lo que está buscando el paciente con eso, cuál es la función que cumple para
el paciente esa búsqueda, y yo creo que en la medida, para poder hacer eso es necesario
meterse por decirlo así, arrojarse a la subjetividad del paciente, lo otro es que nos
quedemos de ese lado del río solamente apegado a las medidas, apegado al peso correcto,
apegado…y entramos a la confrontación…”

De esta forma el entrevistado enfatiza un tipo de dispositivo terapéutico que vaya


más allá de un discurso normativizador del cuerpo y de las conductas. Tal como señala, el
poder instalar esta forma de trabajo requiere sin duda alguna de un equipo multidisciplinar

80
de trabajo, donde exista una confianza genuina en el trabajo del otro, y donde se puedan
discutir este tipo de temáticas.

Al abordar aquello de lo sintomático, pero esta vez ligado a la estructura, el


entrevistado da mucha importancia a la hora de pensar un tratamiento a la estructura desde
donde emerge un determinado síntoma.

“Un síntoma que puede adherirse a distintas configuraciones. La anorexia no tiene


algo más específico, me parece a mí. En la bulimia por lo general se ve un cuadro que por
lo general, va mezclado de otras cosas. Se da normalmente en una personalidad limítrofe,
como esa persona que se exaspera, que se corta.”

Esto remarca la idea que el trabajo desde la perspectiva psicoanalítica no va


enfocado a lo sintomático, sino que rescata aquello profundo de la personalidad, en cuanto
estructura.

Al tocar el tema de la transferencia y los trastornos alimentarios lo primero que


emerge es que la mayoría de los pacientes llegan por intermedio de familiares y obligados,
lo cual implica una dificultad desde el primer momento y un trabajo de la transferencia
tanto con el paciente como con los padres o con quien este a cargo. Luego el entrevistado
remarca algo del orden de lo agresivo que existe muchas veces en la relación al tratamiento
que puede dificultar el vínculo transferencial, tanto para el paciente como para el terapeuta.

“Yo consideraba necesario ir viendo la función, es súper violento para el paciente


seguir este tratamiento, sobre todo en un comienzo. Lo viven como una verdadera
agresión…”

Se destaca así la importancia de trabajar lo que el paciente vivencia en la terapia ya


que muchas veces la idea de estar “sano” puede implicar algo que para el paciente es
sumamente horroroso.

81
“… porque mejorarse para estos pacientes significa, como en el campo cuando les
dicen una guagüita está sanita, digamos. Sanitos para ellos significa gorditos, regordetes,
rosaditos, eso es lo que se imaginan.” (…) Obviamente se despierta esa ambivalencia. Es
súper importante poder trabajar con esa ambivalencia, me entiendes o no, que ir
necesariamente a combatir esa ambivalencia, sino que al mismo tiempo rescatar…”

Esta dificultad implica un manejo transferencial que exige al terapeuta un trabajo en


profundidad con la subjetividad del paciente, es decir, que logre asumir una posición de
escucha, un lugar y no pretender estar en un lugar apartado y no ver lo que sucede, por
ejemplo, cuando un paciente va adelgazando poco a poco hasta llegar a un límite con la
muerte.

“Lo que es distinto creo yo que es pasar al otro extremo, que es decir “usted no lo
haga” o “usted coma” o “usted no lo mate”. Yo creo que hay algo ahí que uno trabaja
como condicionado por el marco transferencial, condicionado por lo que el otro puede o
no puede escuchar, no es cierto. Y en ese sentido uno está obligado como a eso, a hacer un
proceso de simbolización, traducción, no se cómo decirlo.”

Todo es un dato transferencial, la relación a la terapia, a la institución, al saber


médico, la desnutrición, lo cual hace de el manejo transferencial en estos casos algo
bastante complicado y difícil.

“El desafío me parece que es al revés, cómo poder trabajar con lo otro, cómo
puedes hacer un trabajo ahí con eso. Porque lo otro me parece a mí, produce que el
psicoanálisis vaya quedando aislado, es como trabajar con un pelota que te diga - no
quiero saber nada de tu información -. Yo creo que el desafío es cómo poder trabajar con
eso, sin caer ni en el acting, pero tampoco caer en el aislamiento analítico, no sé cómo
llamarlo.”

82
2. Sexualidad Femenina

En relación a la subcategoría de la fase preedípica, se destaca una lectura simbólica


del síntoma de los trastornos alimentarios, en relación al rechazo del alimento.

“No puede haber nada más desesperante para una madre, en particular, o a un
padre, que tu hijo rechace la comida, con toda la carga simbólica que eso significa, te
están rechazando a ti de la manera más radical.”

Tal como manifiesta el entrevistado, en los trastornos alimentarios se pone en juego


toda una circulación de lo oral, lo dependiente, y lo más preedípico, tomando en cuenta la
relación con la madre mediatizada a través de la alimentación que el entrevistado presenta
por medio de un caso clínico, donde lo complicado era poder tratar aquel vínculo con la
madre bastante fusionado y simbiótico.

En cuanto a la categoría emergente sobre el “cuerpo” se pone de relieve lo


impactante y complicado que puede llegar a ser a veces la presencia de un cuerpo
completamente desnutrido, y la forma en que las imágenes y metáforas corporales se ponen
en juego, así es como lo relata el entrevistado.

“…viene un tipo o una tipa completamente raquítica y que se siente gorda, ¿me
entiendes?, entonces obviamente que es difícil, difícil, la tentación de poner
permanentemente como una cierta verdad exterior adaptativa, una imagen…”

En este sentido el cuerpo mismo repite una escena y muchas veces pone a la figura
del terapeuta en aprietos al exigirle de alguna forma, o dificultarle una escucha profunda,
más allá de fijarse en la problemática biológica. Se problematiza también la existencia en
estos trastornos de un cuerpo real y otro inconsciente donde ambos buscan ser tratados,
pero que debido al gran grado de confusión resulta ser una tarea muy compleja y difícil. Lo
anterior puede condensarse en lo planteado por el entrevistado,

83
“…¿¡Yo estoy tratando de hacer un cuerpo ideal!? Pero qué determina que ese
cuerpo sea ideal, el paciente anoréxico te presenta esta disyuntiva de manera muy potente,
o sea – quien es usted para venir a decir cual es mi cuerpo, es el cuerpo biológico el que
usted quiere que y – (…) entonces quién es uno para decirle al paciente que habite este
cuerpo, esta es una cuestión que es súper compleja creo yo que es como esta tentación
normalizadora”.

El problema del cuerpo ideal radica en que supuestamente para este tipo de
pacientes no existe un ideal, alineándose a una destructividad sin límites y sin un fin,

“En el fondo estos pacientes, el tema no es que, ni siquiera tengan un cuerpo ideal,
no tienen un ideal, tienen puro súper yo, no tienen ideal del yo, saben lo que no tienen que
hacer pero no saben lo que quieren ser (…) destructividad que viene de una particular
relación con el Otro”

“…y la misma sensación tienen frente a la mirada del otro y su cuerpo, es una
mirada completamente destructiva”

Aquí se puede pensar en que el revestimiento narcisístico del cuerpo, desde un Otro,
mediatizado por la madre se encuentra fallado y no existe un manto fálico, una cobertura
que logre proteger al cuerpo de la mirada del Otro.

“Le muestras una superficie al otro, la sensación de estar cubierto sigue estando y
es en relación a una construcción narcisística que no tiene que ver con la ropa, y estos
pacientes pierden esa envoltura y se ven completamente desnudos, y esa dimensión que no
es desde el pudor, es violencia, el deseo del otro sentido como una violencia destructiva y
absolutamente aniquiladora”

En cuanto a la subcategoría “feminidad y trastornos alimentarios” el entrevistado


critica una mirada “neurotizante” del problema en los trastornos alimentarios, y refiere a
que estos tienen su base en algo ligado a lo preedípico

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“…se tiene que pensar como con esa distorsión, no se puede mirar como del lado
post edípico, creo que esa es una lectura neurotizante de éstos problemas, y yo creo que
efectivamente hay algo de lo que se juega tiene que ver más con la situación preedípica,
que es esta relación al deseo del Otro, un deseo del Otro que no ha logrado, un deseo
medio falleciente obviamente no alcanza a producir ese manto fálico…”

Indicando esta falla que se mencionó con anterioridad, que tiene que ver con los
primeros vínculos y que remiten a problemáticas anteriores al Edipo:

“… creo que hace que lo femenino sea mucho mas proclive a que estos daños
narcisísticos, por decirlo de alguna manera, terminen produciendo este tipo de patologías,
más que por el lado masculino donde un daño narcisístico se jugaría en esta dimensión del
tener pero no necesariamente le impediría sostener una cierta mascarada frente al otro.”

Lo femenino entonces se relacionaría con los trastornos alimentarios en aquello


relacionado al cuerpo y a la posición del ser más que en la del tener, que culturalmente se
relaciona más a lo femenino.

En la subcategoría transferencia y feminidad el entrevistado piensa la pregunta del


“¿quién soy yo para el otro?” como una pregunta de lo femenino que tiene que ver con una
construcción narcisística y a su vez identificatoria de lo que implica ser mujer, pregunta que
debe de alguna forma ser sostenida, porque al momento de encontrarse con la respuesta,
con la absolutez del Otro se termina el deseo y la pregunta deviene catastrófica e
insoportable en todo su sentido.

“… en la mujer y eso es una hipótesis bien psicoanalítica a propósito de que el


hombre tiene algo que perder, tiene algo que ofrecer para el otro y el juego que juega es
esta dimensión de la castración y lo masculino pasa en el fondo porque el hombre vive

85
bajo la amenaza al mismo tiempo de ganar y de perder, pero hay una parte que se
distingue de su ser que es un objeto que es transable con el otro, que te puede ir bien o
mal, pero hay algo que se distingue…pero en la mujer es mucho más complejo se puede
decir, en la distinción del ser y el tener, por lo tanto la mujer se juega en la dimensión del
ser más que en la del tener, entonces…el ser bonita por ejemplo, el ser…es una pregunta
que involucra todo el cuerpo por decirlo así, la involucra entera a ella…”

Esto puede hacer pensar en una transferencia de índole femenina, también centrada
en el ser, en poder sostener esta pregunta y no rellenarla inmediatamente, una pregunta que
a su vez el propio cuerpo se encarga de plantear, en relación a qué cuerpo poseer, qué
cuerpo habitar lo que implica algo bastante imaginario y dual en un primer momento, desde
lo preedípico que a su vez se constituye como una gran dificultad en el tratamiento de estos
trastornos.

86
5.3 Análisis de Entrevista #3

Entrevistada #3: Milka Kaplán Depolo, Psicóloga – Psicoanalista, Docente Universidad


Andrés Bello, Magíster y Docente Instituto Psicoanálisis de Chile (APCH).

1. Trastornos Alimentarios

La tercera entrevistada, en torno a la categoría de trastornos alimentarios y la


subcategoría de sintomatología de las patologías alimentarias, comenta que se presenta
como relevante en este tipo de pacientes que en su vida se presentan con un funcionamiento
sobreadaptado, apareciendo exitosas en sus estudios, en sus trabajos, sin embargo que viven
su vida en un “como si”, es decir de una forma bastante superficial.

“Son pacientes que en general han funcionado en una primera etapa de su vida de
una forma muy sobreadaptada, todo es un como si, como que estarían muy dispuestos, que
si estarían muy dispuestas a escucharte, a recibir instrucciones”.

Así mismo llegan a terapia, como dispuestos a escuchar y atender al terapeuta, pero
realmente no lo harán, pues se encuentran refugiados en un mundo muy narcisista, y donde
no existiría realmente una capacidad ni intención de comunicarse:

“Notas inmediatamente la resistencia, el retiro a un mundo mucho más aislado y


mucho más narcisista.”

Esta experta caracterizaría el trabajo con estas pacientes como un trabajo muy lento,
pues debido a una incapacidad en simbolizar y significar, tendrían un pensamiento muy
descriptivo.

“La idea es poder ir desarrollando un tema que tiene que ver con que empiecen a
representar algunas funciones porque de verdad hay un pensamiento mucho más
concreto”.

87
Según la entrevistada, en estos pacientes habría toda una problemática relativa a la
función simbólica, así la experta relata:

“Te das cuenta que hay graves déficit en todo lo que tiene que ver con poder
acceder a una simbolización más adecuada”.

Para la paciente anoréxica sería tremendamente difícil vehiculizar una queja debido
a esta dificultad en acceder a la simbolización, y de poner en palabras lo que le pasa.

“Aparece la necesidad de control y de nuevo es el cuerpo el que se hace cargo y


aparece el síntoma de nuevo”.

El problema de simbolizar el cuerpo estaría muy presente en estas pacientes. Sin


embargo esto vendría a hacer solo un correlato de aquello que ocurre a nivel psíquico de la
paciente donde no habría una capacidad de incorporar todo aquello que venga de lo
orgánico.

“El cuerpo no tiene una representación, ni siquiera a nivel imaginario.”

“Hay una anorexia que es más mental de no poder como transformar o simbolizar
todo lo que tiene que ver con el manejo de la corporalidad”.

En relación a la subcategoría de síntoma y su estructura, habría al igual que en las


entrevistas anteriores, una polivalencia del síntoma anoréxico, pues este no es posible de
ser ubicado en una única estructura, sino que hay anorexias ligadas a diferentes estructuras.

“Podemos mirarlo como que es una histeria pero también podría ser una psicosis,
por esa paranoia. Lo otro es que acá caerían también pacientes más limítrofes, más
histriónicas”.

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En el caso de los trastornos de la alimentación es difícil situarlos todos en una etapa
post edípica, habría algo más primitivo de la estructura que estaría en juego.

“No estaríamos hablando de trastornos en una línea de neurótica”.

Se pensaría que habría algo que ligaría estos trastornos a algo más psicótico, sin
embargo sigue existiendo una dificultad tremenda en ubicar el síntoma anoréxico y el
síntoma bulímico en una posición exclusiva en un plano nosológico.

“Tampoco es llegar y decir: la anorexia está en lo psicótico, porque hay algunas


que están más en lo psicótico, pero también hay otras que están en el polo neurótico.”

En las pacientes con trastornos alimentarios existiría una doble dimensión muy
marcada, donde por un lado aparecen como funcionando normalmente en el mundo, pero
en una mirada más profunda aparecen con graves problemas estructurales que las ubican
hacia lo limítrofe.

“Puede parecer que funcionan súper adecuadamente en el mundo (…) (…) a lo


mejor ahí podría haber una trampa, porque en término de escisiones, son pacientes
bastante escindidas.”

Para la experta, el trabajo con estas pacientes requiere de un diagnóstico acucioso y


para ello es necesario ver la posibilidad de instalar un lazo transferencial.

“La instalación del lazo transferencial es lo que te va a permitir discriminar si estás


frente a una persona psicótica, neurótica o, en otras clasificaciones de la línea de algo
más limítrofe”.

En tanto la subcategoría del tratamiento de los trastornos alimentarios,


especialmente desde una clínica más ligada a lo psicoanalítico, para la experta es
importante el momento en que se puede empezar un trabajo psicoanalítico con estas

89
pacientes, debido a un cierto bloqueo de una primera etapa de urgencia biológica que puede
existir en estas pacientes.

“Cuando está compensado el tema del peso y en ese momento entonces yo he


podido de verdad, hacer un tratamiento mucho más en la línea psicoanalítica”.

Esto se debe a que no existe un único momento a lo largo del tratamiento de los
trastornos alimentarios, la posibilidad de trabajar con lo psíquico aparece en determinados
momentos del desarrollo de la enfermedad, por el tema de compensación del peso y la
desnutrición, en los primeros momentos de la enfermedad se necesitan especialistas que
observen y controlen todo el tema biológico.

“Cuando hay cierto riesgo tan importante de salud, ella va a pesarse donde otro
doctor, ella sabe que nosotros estamos en contacto”.

Debido a la sintomatología de la enfermedad, y las características estructurales de


los pacientes, el trabajo terapéutico es bastante lento, y debido a la dificultad de
simbolización en estos pacientes, se partiría de un trabajo en que la paciente parta de lo más
descriptivo.

“Es una cosa mucho más descriptiva, de señalar, de imprimir, de estar en un rol
mucho más activo de parte del terapeuta”.

El terapeuta va ir prestando palabras para que el paciente pueda ir metaforizando


ciertas funciones.

“Si el paciente tiene una dificultad de simbolizar, entonces hay todo un tema con la
interpretación. Si no está la posibilidad de que vaya sustituyendo significantes, y que de
verdad pueda metaforizar”

90
“Que puedas tú ayudarle a poner palabras donde ella de verdad no ha podido
ponerlas nunca”.

Prestar la palabra a la paciente se convierte en algo fundamental en esta clínica,


pues son sujetos que no tienen ligazones concretas y que no han podido hablar lo que les
pasa.

“Uno les de el espacio para que aparezca algo de eso en ella, que eso que está en
la conducta, en el cuerpo de ella, se pueda movilizar, se pueda transformar y se pueda
vehiculizar en palabras”.

Sin embargo, en palabras de la experta, esto es un trabajo lento, ya que para poder
interpretar y que la paciente acepte esa interpretación hay que ir lentamente construyendo
ciertas ligazones que le permitan ir reemplazando significantes.

“Una muchas veces se ve tentada a como interpretar a lo mejor prematuramente,


algo que en verdad no estaría indicado, y la paciente va a vomitarte”.

“Es un trabajo súper lento en ese sentido, porque es ir intentando, como… como…
¡cómo ir alimentando a una guagua de alguna manera!”.

El rol del terapeuta estaría asociado a una cierta forma de acompañar a la paciente,
estando alerta a ciertas claves, donde sea posible ir introduciendo algunos significantes para
construir estas ligazones.

“Tu estás como ahí, resistiendo, mirando, acompañando te diría, eso permite que
uno se conecte con estos estados más tempranos y que uno de alguna manera pueda
intentar algo”.

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En relación a la subcategoría de transferencia y trastornos alimentarios, la experta
cuenta que las pacientes anoréxicas son sujetos refugiados en un mundo narcisista, que no
dejan entrar al otro, por lo tanto es difícil la instalación del lazo transferencial.

“Si lo pensamos, son sujetos que están más cerca del polo narcisista, por lo tanto es
muy peligroso darle la entrada a un otro, entonces que se instale la transferencia, claro
que es complicado.”

Habría una dificultad de la paciente en comunicarse, debido a que en la relación con


el terapeuta se reedita aquello que tiene que ver con este fantasma de una relación que no le
aporta nada y que intenta someterla.

“Es algo difícil para ella pensar que esta relación va a ser un aporte, de que uno no
va a terminar acá sometida, o que vas a poder expresar lo que en realidad te pasa”.

La manifestación de la transferencia en las pacientes con trastornos alimentarios,


sería bastante particular pues aunque se muestren dispuestos a hablar en terapia, no hay una
disposición real de comunicarse, quedando aislado el síntoma del discurso del paciente.

“Lo que quieren es no comunicarse, o sea es de verdad no permitirte, lo que de


verdad ellas están sintiendo y pensando (…) (…) pero no que esta comunicación tenga
algún sentido, y aparece cierto una tendencia donde ellas como están aisladas del síntoma,
ni siquiera aparece.”

Esta intención de no comunicarse se manifestaría como una de las principales


resistencias en las pacientes con trastornos alimentarios, esta resistencia tiene como
finalidad impedirle el acceso al Otro, ya que para ellos implica una fusión completa, donde
ellos desaparecen.

“Es como una resistencia de identidad, una especie de identidad importante donde
acceder a un otro es inmediatamente la fusión completa con el costo de que desaparezcas.”

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Como no quieren comunicarse con el Otro, tampoco querrán incorporar aquello que
venga del Otro, como el síntoma de la comida, va a venir a manifestar su incapacidad de
recibir lo que viene del otro, en tanto incorporarlo va a venir a reeditar esta relación con el
otro donde es todo o nada.

“Por eso la comida es muy significativa, que es algo muy concreto pero súper
simbólico. Si no puedes comer, piensa en la interpretación como el alimento, y ellas no
quieren recibirlo.”

2. Sexualidad Femenina

En opinión de la entrevistada y experta, la fase preedípica jugaría un rol


fundamental en cómo sea vivenciada esta fase por el sujeto, lo que tendrá efectos
fundamentales en su constitución. La paciente viviría en esta fase una relación a la madre,
donde esta es percibida como pegoteada a ella, tomada por completo por la demanda
materna y donde no habría un padre que venga a cortar esta relación asumiendo su función.

“Tenemos que recordar también que tienen madres muy sobreprotectoras, muy
intrusivas, y por lo general, papás muy distantes”

“Hay una fase de fusión con la mamá, donde nunca llega acá el interdictor, no hay
un padre que corte esa fusión, por lo tanto queda ella absolutamente como a merced de
esta mamá más controladora y más intrusiva”.

La paciente no lograría acceder a un modelo de la feminidad, en tanto no hay un


padre que corte esta relación y le permita independizarse de la madre para asumir su propia
sexualidad, así la vuelta hacia la madre sería como la repetición de algo que ella no quiere.
Habría un intento de una separación “artificial” de la madre, puesto en el cuerpo.

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“No se encuentra un padre, por lo tanto hay una vuelta, de alguna manera, a la
madre, pero tampoco se quiere estar con la madre, entonces una manera de intentar
separarse artificialmente es a través de este manejo tan coercitivo del cuerpo.”

La relación a la madre está teñida por sentimientos de hostilidad, debido a que no


puede separarse de ella, ya que la madre es intrusita y dependiente, y por un lado se
presentaría una madre muy preocupada y “encima” de la enfermedad de la hija, pero a la
vez, esta preocupación excesiva de la madre no le permite a la paciente desplegar su
subjetividad, debido a una confusión con la madre negándole la posibilidad de asumirse
como mujer.

“Lo que pasa es que ahí en general es donde predomina la hostilidad, en como la
manera de protegerte de esta madre intrusiva que no te deja convertirte en sujeto, porque
en el fondo sería una con la madre.”

Respecto a la subcategoría de cuerpo en la feminidad, la paciente anoréxica o


bulímica vendría a poner en éste, la dificultad de incorporar que ha quedado marcada en la
relación con la madre durante la fase preedípica.

“El cuerpo toma el lugar de la carencia, de la dificultad”.

Habría un aspecto de la feminidad que la paciente no podría incorporar y que tiene


que ver con la bisexualidad disposicional que plantea Dolto. Estos aspectos que la paciente
no puede incorporar tienen que ver con ciertos referentes masculinos, a los cuales no ha
podido acceder debido a la falta de interdicción paterna durante la fase preedípica. Estos
aspectos masculinos serían exigidos más aún por el mundo de hoy.

“El mundo actual te exige, de alguna manera, cambiar la línea de incorporar


aspectos más masculinos, entonces viene la pregunta ¿qué es ser mujer? La paciente no
recoge esa pregunta, no hay significantes básicos que permitan preguntarse por la
feminidad.”

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Esto se relaciona con el cuerpo en tanto lo que no ha podido asumir como masculino
lo pone en él, masculinizándolo, debido a la pérdida de las características secundarias
sexuales femeninas que conlleva la anorexia.

“Es un cuerpo que empieza a parecer más masculino, cierto, porque efectivamente
se pierden las características sexuales femeninas, entonces es cómo incorporo estas
características masculinas pero que no pueden ser simbolizadas”.

Recuperar el cuerpo femenino para estas pacientes sería un problema, y eso es lo


que ocurriría por ejemplo frente a la maternidad. Pese a que en un primer momento el deseo
de un hijo vendría a ocupar el lugar del falo, en una segunda instancia hay un aumento de
peso y la recuperación de un cuerpo femenino. Habría una irrupción en lo real de aquello
propiamente femenino que no ha logrado ser representado.

“Los kilos tienen que ver con recuperar la imagen de mujer, apunta a eso. Te
crecen los pechos y está claro de que tú eres una mujer embarazada y tienes un hijo
dentro.”

Sobre el cruce entre feminidad y trastornos alimentarios, la experta plantea que


existiría una incapacidad de la paciente de asumir su propia sexualidad.

“Tenemos que pensar que está súper relacionado con que hay momentos del Edipo
donde uno esperaría que se asuma la castración, si se es hombre o se es mujer”.

Existiría una imposibilidad de la paciente de incorporar un modelo activo que le


permita llevar a cabo esta asimilación de su sexualidad debido a lo que estas pacientes han
vivido en su fase preedípica.

“No tienes ninguna posibilidad de acceder a un modelo activo y que te convierta en


un sujeto, claramente ahí, hay algo mucho más precoz.”

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Socialmente, hoy, se piden otras cosas en la mujer, como que incorporen nuevos
aspectos masculinos y femeninos en nuevas feminidades, pero estos no logran ser asumidos
por la paciente anoréxica.

“Entonces lo que pasa en estos pacientes, es que hay mucha dificultad en integrar,
de internalizar de verdad, de introyectar, aspectos que tradicionalmente han sido
masculinos, como decir – yo puedo asumir que soy mujer”

“Ahí no puede soportar, de alguna manera, esa ambivalencia ¡son dificultades


básicas de su autoafirmación! De asumir que es una mujer, por lo tanto que no se es un
hombre.”

Sobre la subcategoría de trastornos alimentarios y feminidad, la entrevistada


comenta que la paciente vendrá a ubicar al terapeuta en el lugar de la madre, y en ese
aspecto, será una reedición de lo que haya vivido en la etapa preedípica, manifestándose
como una resistencia muy importante en el tratamiento.

“El problema es que por una parte a una la pueden ubicar en ese lugar de una
mamá intrusiva”.

La resistencia se expresaría directamente en como la paciente se comporta en


terapia.

“Ellas eso te lo cobran ¿Cómo? Viniendo menos, amenazan mucho con que se van,
mucho con que no les sirve para nada, o hablando maravillas, como idealizándote, de que
les sirve tanto.”

Esta transferencia que viene desde lo preedípico, ubicando al terapeuta en la


posición materna, estaría teñida por sentimientos hostiles hacia esta madre pegoteada, que
no se separa de ella.

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“Lo que predomina claramente es más bien el odio porque es la única manera de
mantenerse separada, y en general eso es lo que se despliega en la transferencia: el odio
hacia la madre.”

Sin embargo, también la figura del analista, será puesta en distintos momentos, en
dos polos distintos, que no tienen matices, y son como el papá que no la toma en cuenta, o
como la madre que intenta controlarla.

“Si uno no aparece como interesada, rápidamente te ubican en este lugar del papá
que las dejó muy solas, no queriendo hacer un corte ahí en esa relación más simbiótica
con la madre”.

El trabajo con estas resistencias consistirá en conectar a la paciente hacia modelos


que pueda acceder, y reemplazando estos modelos polares que le impiden asumir su
sexualidad y articular una pregunta sobre sí.

“Podríamos ver que le pasa a usted, y escucharla más que pueda conectarse con –
¿quién soy, que me pasa?”

97
6. Discusiones

Esta investigación se encuentra atravesada en todo momento por la pregunta central


acerca de la importancia de lo femenino en la transferencia de pacientes con trastornos
alimentarios, por lo tanto recoger las intelecciones sobre este tipo de patologías en la
clínica, la feminidad y la transferencia en psicólogos de orientación psicoanalítica desde el
lugar de expertos, ha sido uno de los aspectos más relevantes para poder comenzar a
responder esta pregunta acerca del papel que tiene lo femenino en los trastornos
alimentarios, y cómo esto se revela a través de la transferencia en la experiencia clínica.

Una vez expuesta la teoría con la que se trabajará e interpretará, y se han recaudado
nuevas informaciones a través del trabajo de campo llevado a cabo en las entrevistas a los
tres expertos, se está en condiciones de poder ir articulando el material teórico con el
material empírico, vale decir el marco teórico con la información aportada por los expertos.

Las vicisitudes y complejidades del trabajo clínico con los trastornos alimentarios
han dado paso a que los diferentes entrevistados presenten una serie de temas relevantes,
que a veces coinciden y otras no, pero que son necesarios de presentar tomando en cuenta
la riqueza que el trabajo clínico posee para dar cuenta de las dificultades que implica una
patología alimentaria, en su dimensión de cuadro clínico, donde aparece asociada una
clasificación de este tipo de trastornos, una sintomatología y una caracterización patológica;
como también de su dimensión más clínica, que tiene que ver con ciertas claves
interpretativas que permiten comprender la patología alimentaria, como es la noción de
estructura clínica, de transferencia y los aportes freudo-lacanianos al tema de la feminidad.

La discusión estará centrada entonces en torno a dos polos, uno relativo a los
trastornos alimentarios en si mismos, su clínica y su tratamiento, como también hacia el
tema de lo femenino y sus implicancias en la patología alimentaria.

98
6.1 “…Te Vomito”: Acerca del síntoma, la estructura, la transferencia y el
tratamiento de los trastornos alimentarios

Los trastornos alimentarios, como ya se sabe, están asociados principalmente a los


adolescentes y en especial a las mujeres. En este sentido, el material que aparece en las
entrevistas gira en torno a los síntomas y el tratamiento, y por otro lado a las
especificidades de la clínica con adolescentes. El entrevistado, Rodrigo de la Fabián,
destaca lo importante de una detección temprana de estas patologías pensando en un mejor
pronóstico y evolución, por otra parte, tanto el mismo entrevistado como la psicóloga Milka
Kaplán, señalan que la patología alimentaria estaría íntimamente ligada a cierto aspecto
estructural mal anudado en la subjetividad del paciente, y emergería durante la adolescencia
pensando en este periodo del desarrollo, caracterizado por los grandes cambios que se viven
corporal y psíquicamente, lo cual se vive de forma problemática para un sujeto con este tipo
de fallas primarias. Sin embargo hasta acá quedarían excluidos todos aquellos casos que
emergen y aparecen pasada la adolescencia y juventud, periodo límite que la experiencia de
estos dos entrevistados señalan para la aparición de los trastornos alimentarios,
especialmente la anorexia. Esto tendría que ver principalmente con dos cuestiones
relevantes, una de corte nosográfico, relativo a la clasificación de las enfermedades
alimentarias, y otra en relación a la comprensión psicoanalítica de las pacientes con
trastornos alimentarios en sí.

Según Rodrigo de la Fabián, cuando se habla de los trastornos alimentarios, son los
significantes anorexia y bulimia los que más se repiten, como si fueran distintas caras de un
mismo problema. Aunque ambas están consideradas como trastornos alimentarios, son
bastantes diferentes y pueden remitir a factores psicogénicos bastante diferentes la una de
la otra, al igual que la sintomatología y el padecimiento de la enfermedad.

En relación a la categoría de sintomatología, los entrevistados #1 y #3 coinciden que


en primer lugar hay algo ligado con lo orgánico que es distinto entre la anorexia y en la
bulimia; la primera marca un límite real que es impuesto por el cuerpo, donde la muerte
misma es la que puede sobrevenir, debido a la desnutrición grave que conlleva la anorexia.

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Por su parte en la bulimia Rodrigo de la Fabian destaca que pese a que existe también un
daño biológico importante, la desnutrición es un tema menos vertiginoso, que no marca un
límite tan imponente como en la anorexia, debido principalmente a la característica del
síntoma bulímico, que implica el “atracón” y luego el vómito, lo cual hace que la persona
logre mantenerse en un equilibrio de peso, cosa que no se da en la anorexia.

Respecto a la relación de los trastornos alimentarios al síntoma, según la opinión de


los tres entrevistados, tanto en la anorexia como en la bulimia, se puede establecer una
característica común, y es que ambos síntomas pueden aparecer en diferente tipo de cuadros
clínicos y estructuras clínicas, como por ejemplo, una histeria, esquizofrenia, trastornos de
personalidad. Aún así en la anorexia se logra distinguir un cuadro clínico más especifico, al
momento de clasificar, por ejemplo, una anorexia primaria de una secundaria.

¿De qué manera es posible entender el trastorno alimentario como algo que va más
allá un síntoma? ¿Cómo es posible comprenderlo, en tanto se configura como parte de una
subjetividad?

Sobre la categoría de síntoma y estructura, es posible decir que la anorexia es un


síntoma que puede ser pensado como polivalente, pues todos los expertos entrevistados
concluyen en que ésta no puede ser clasificada como adherida a una pura estructura, sino
que por el contrario, su inespecificidad radica precisamente en que al hablar de anorexia se
puede estar hablando de un trastorno que puede habitar tanto dentro de una psicosis, de una
neurosis o en una estructura perversa, etc. Los tres expertos relatan, desde su experiencia
clínica, que han atendido pacientes donde la anorexia se expresa tanto en una paciente que
puede llegar en un estado completamente psicótico o en una histeria.

Precisamente uno de los grandes problemas de la patología alimentaria, debido a


esta dificultad de clasificarla y ubicarla como un cuadro específico en una estructura
específica, vendría a ser respecto a la categoría de tratamiento y lo que implica con
pacientes de este tipo, pues tanto lo planteado por los entrevistados como lo visto en la
revisión teórica, señalan la necesidad de poder conciliar en un tratamiento la necesidad

100
biológica, marcada por el cuerpo y su desnutrición, y por el otro lado el trabajo psíquico
que supone la psicoterapia de esta enfermedad. En ese aspecto, en la opinión de la
entrevistada #1 y de Rodrigo de la Fabián, es completamente necesario el trabajo con un
equipo multidisciplinario, con expertos en el campo médico, de la nutrición, de lo
psicológico, y de todo aspecto que la enfermedad involucre, lo que supone un problema en
cierto sentido, en la delimitación de los roles que cada profesional vendrá a cumplir dentro
del tratamiento. Dentro de las fases más graves de la enfermedad es necesaria la internación
de la paciente, señala la entrevistada #1, y para ello es importante que haya un sistema
institucional que lo permita, que cumpla con las características necesarias para el
tratamiento de los trastornos alimentarios, como son el equipo multidisciplinar, tan
necesario para el proceso terapéutico de los trastornos alimentarios. Esta misma
entrevistada señala el límite tremendo de lo que es posible entregar en un proceso
psicoterapéutico para los trastornos alimentarios, en tanto no haya un tratamiento más
completo que considere también la parte biológica tan importante, sobre todo en la
anorexia. Por otro lado, la entrevistada Milka Kaplán destaca que el mejor momento para
iniciar una psicoterapia de orientación psicoanalítica es una vez que el tema del peso ha
sido compensado.

Según el segundo entrevistado, una de las grandes discusiones entre el psicoanálisis


y otras corrientes, como la cognitivo conductual, respecto al tratamiento de los trastornos
alimentarios, es sobre las funciones del psicoterapeuta. Rodrigo de la Fabián afirma que en
tanto la orientación cognitivo conductual hará énfasis en un trabajo centrado en el cuerpo
del paciente, con su peso, su contextura, lo que come, lo que no come, etc., las
psicoterapias de corte psicoanalítico vendrán a cuestionar lo que tiene que ver mayormente
con el discurso médico centrado en lo orgánico. Tal como lo señala el entrevistado Rodrigo
de la Fabián, en relación con trabajar de acuerdo al dato orgánico del peso y la desnutrición,
el trabajo psicoterapéutico se verá interferido constantemente por la irrupción de lo
biológico, entonces es importante considerar cómo se incorporará esto en una psicoterapia
de orientación psicoanalítica, porque en un trastorno alimentario vendrá a ser importante el
estado biológico en el cual la paciente se encuentra, pero la forma en que este dato puede
ser útil e incorporarse al proceso psicoterapéutico vendrá a constituirse como una de las

101
grandes problemáticas en el tratamiento multidisciplinar de las patologías alimentarias. Las
corrientes ligadas a la teoría sistémica, trabajarán con las configuraciones familiares,
destacarán la condición de que el paciente padece una enfermedad y no es la enfermedad.
El psicoanálisis intentará distinguir la dimensión del sujeto en el Otro, y reconocerlo desde
tal lugar, otorgando un significado a sus síntomas, y reconocer en esa subjetividad una
legitimidad propia que se muestra en resistencia y en conflicto a través de su
sintomatología.

En relación con el enfoque de la psicoterapia de orientación psicoanalítica, los


entrevistados presentan ciertas coincidencias como también algunas diferencias. En primer
lugar es necesario considerar qué es aquello que el psicoanálisis puede venir a aportar al
tratamiento de la patología alimentaria, que tiene que ver con un espacio de escucha en el
intento de rescatar al sujeto anoréxico detrás de la enfermedad. En la experiencia de los tres
entrevistados pareciera que la paciente va a “vomitar” a la sesión, a vomitar palabras, que
no dejan de salir una y otra vez, aparentemente, sin que la palabra pueda representar algo.
Es como si existiese solo una queja, donde muchas veces las pacientes llegan obligadas por
sus familias y ni siquiera con una demanda. Entonces ¿Cómo intervenir mientras el otro
“vomita”? ¿Qué posibilidades de escuchar e incorporar, algo del Otro tiene el paciente,
mientras lo único que hace es “vomitar”, expulsar y no poder asimilar? Uno de los grandes
problemas en el tratamiento psicoanalítico de los trastornos alimentarios viene a ser
precisamente el hecho que en estas patologías tienen grandes dificultades en incorporar lo
que viene de un semejante, debido a lo que implica poder realizar el acto de integrar, acto
simbólico que no se ha desarrollado en una subjetividad que aún mantiene tal ecuación al
nivel del alimento, de la necesidad propiamente tal, que es exactamente lo que ocurre con el
alimento, destaca Milka Kaplán. En la anorexia se rechaza esta incorporación de la forma
más radical, que es vomitando. El trabajo con los trastornos alimentarios es un trabajo
lento, a tal punto que la entrevistada #3 lo ejemplifica a través de la metáfora donde trabajar
con pacientes de este tipo es como ir alimentando a una guagua, donde de a poco se le va
enseñando a comer, y a incorporar. Sería un trabajo de señalar mucho, de indicar cosas, de
poner palabras donde la paciente nunca antes ha podido ponerlas. Vendría a ser necesario
que el terapeuta se arroje, en alguna medida, a la subjetividad del paciente, y precisamente,

102
poder rescatar aquel sujeto que se encuentra entrampado en una serie de discursos y relatos
que parecieran ser que, en primera instancia, su única finalidad quisiese ser no comunicarse
con el Otro, como una especie de resistencia feroz que opera por este rechazo radical de
incorporar aquello que viene de afuera, rechazo de una demanda que no permite el paso del
lugar simbólico de la función paterna, de alguna forma se sigue permaneciendo en el
momento de la demanda cortando el paso al advenimiento del deseo. Desde la experiencia
del psicólogo Rodrigo de la Fabián, si se trabaja con aquello que solo se queda del lado de
lo corporal, como es el peso, las pautas de alimentación y todo aquello que se encuentra
apegado a lo real, se entra solo en una confrontación imaginaria con la paciente, donde por
más que se le confronte no comerá, pues precisamente en la paciente anoréxica, existe una
batalla especular, una lucha de la imagen, que proviene desde sus estadios más tempranos
del desarrollo, de índole preedípico, que mediante su síntoma puede y logra mantenerla en
pie, repitiendo de esta forma el síntoma que el o la paciente llevan a la consulta. ¿Cómo
lograr llevar esta batalla a otro espacio, otro lugar?

Según Milka Kaplán en estos pacientes habría algo del orden de lo concreto, de lo
más descriptivo, en donde una falla en la transmisión de la investidura y el revestimiento
del propio cuerpo impide el acceso a una simbolización adecuada. Son pacientes que
estarían impedidas de que la palabra venga a representar algo en la vida, en tanto,
precisamente, viven en un mundo mucho más concreto y mucho más descriptivo, donde el
discurso estaría ligado a lo que es posible describir, que sería lo visual. En la misma línea
está la opinión de la entrevistada #1, ya que por este mismo motivo, una psicoterapia de
orientación psicoanalítica puede venir a intentar trabajar más con lo que se escucha que con
lo que se ve, evitando este entrampamiento imaginario. Rodrigo de la Fabián enfatiza que
es importante instalar un dispositivo terapéutico que vaya más allá de un discurso
puramente normativizador del cuerpo y de las conductas, porque esto estaría trabajando con
la imagen de éste solamente, y es precisamente la imagen lo que se encontraría alterado en
las pacientes con trastornos alimentarios, donde esa imagen está tan alterada que, como ha
sido mencionado ya, pone en peligro la vida, donde vertiginosamente se cae al riesgo vital,
siendo éste uno de los grandes problemas de la clínica con los trastornos alimentarios: la
temporalidad del inconsciente versus la temporalidad biológica del sujeto. ¿Cómo poder

103
manejar esos “dos relojes” que no están sincronizados? En la experiencia de este mismo
entrevistado, hay un cuerpo real que se va en picada en tanto está desnutrido, sus funciones
y sus órganos comienzan a fallar, y el tiempo se le va agotando poco a poco, el tiempo de la
enfermedad no se detiene y sigue avanzando, mientras que por otro lado, donde se
encuentra el núcleo del conflicto psíquico, el inconsciente, hay un tiempo propio que no
necesariamente, y casi nunca, en palabras del entrevistado, está coordinado con el reloj
biológico. El trabajo en la clínica psicoanalítica es mucho más atemporal, entonces
escuchar ambos relojes se vuelve sumamente difícil, retomando en parte el problema del
dato orgánico y el como conciliarlo con el trabajo psicoterapéutico. ¿Qué tipo de
dispositivo permitirá poder trabajar un punto de inflexión entre ambos tiempos? Esta
pregunta implica que de alguna forma se va a tener que trabajar con la dimensión corporal
biológica, como una especie de traducción a lo simbólico, ya que es ahí donde la paciente
con trastornos alimentarios tiene importantes aspectos deficitarios.

Tanto la entrevistada #1 como el entrevistado Rodrigo de la Fabián opinan que en


tanto se trabaje con equipos multidisciplinarios que puedan mantener compensados el tema
del peso, es posible hacer un tratamiento en la línea psicoanalítica considerando, por
supuesto, el tiempo del inconsciente. Sin embargo, la entrevistada Milka Kaplán, piensa
que es preferible comenzar un tratamiento una vez que el tema del peso ya esté
compensado y la fase más crítica de la enfermedad ya haya sido controlada, pues en ese
momento es posible hacer una psicoterapia de orientación psicoanalítica, pues ya no es tan
necesario trabajar contra esa cuenta regresiva que impone la urgencia biológica del cuerpo.

Otra de las problemáticas importantes para el trabajo con los trastornos


alimentarios, tiene que ver con el problema de la transferencia. Respecto a esta categoría de
trastornos alimentarios y transferencia, según la experiencia de los entrevistados #1 y #3,
muchas veces cuando los pacientes llegan con desnutriciones importantes a consultar, no lo
hacen por voluntad propia, sino que llegan obligados, por familiares o derivados de otros
centros de salud, pero en este caso ¿Cómo es posible trabajar una demanda? No hay
demanda, no hay una pregunta que permita movilizar algo en el paciente. Es importante
considerar también que son pacientes que llegan a vomitar a la sesión, y aparece

104
nuevamente la pregunta sobre cómo intervenir en alguien que está vomitando palabras, y a
qué lugar llega lo que se le dice. Los tres psicólogos entrevistados coinciden en que instalar
la transferencia va a venir a ser un tema muy complicado, pero a la vez central, ya que la
instalación de este dispositivo será lo que permita que se despliegue un tratamiento. La
instalación de la demanda, permitirá escuchar qué lugar ocupan estos pacientes en relación
a su padecer corporal, y por lo tanto, también permitirá apreciar en que estructura psíquica
se enmarca la patología alimentaria del paciente, y observar si se trabaja con una neurosis,
una psicosis o una perversión, lo cual es sumamente importante. La entrevistada #1
considera que la estructura de personalidad vendrá a ser uno de los aspectos más
importantes en relación a la instalación de la transferencia, más relevante incluso que el
género, pues la estructura psíquica será aquello que permita desplegar determinados afectos
en la transferencia, que den cuenta de los imagos infantiles del sujeto y poder comenzar a
escuchar a la subjetividad del paciente. La estructura psíquica del paciente es la que
permitirá la instalación y el despliegue de la transferencia.

La transferencia en pacientes con trastornos alimentarios va a venir a ser siempre un


tema complicado. Son sujetos que aparentemente no tendrían una real disposición de
comunicarse, ya que están refugiados cerca de un polo narcisista, donde sería muy
peligroso darle la entrada al Otro, pues implicaría la fusión completa, destaca Milka
Kaplán. Esta psicóloga señala que pese a que la paciente habla, y habla bastante, lo que
finalmente hay detrás de ese vómito de palabras es una demanda por hacer hablar al
terapeuta, el vómito de palabras vendría presentarse como una resistencia para evitar en
primera instancia acceder a ese Otro, pero lo que hay tras eso es una demanda que está muy
ligada a lo oral, y a estadios más primitivos del sujeto, pues lo que repite proviene de una
fase anterior al complejo de Edipo. En esta transferencia tan demandante al terapeuta, hay
una dificultad muy grande que radica en el trabajo con la angustia, la separación, y siempre
relativo a este entrampamiento imaginario, en palabras de la entrevistada #1, que es un
peligro constante en la clínica de los trastornos alimentarios. La angustia de lo que está
puesto en la escena, la vida o la muerte de la paciente, el límite de lo real, está siempre en
juego. La urgencia biológica no puede ser apartada, para trabajar en una especie de asepsia
psicoanalítica, por lo tanto todo lo que aparezca en la psicoterapia puede ser un dato

105
transferencial: la relación a la terapia, a la institución, al saber del médico, el peso, la
desnutrición, etc. Entonces el manejo de la transferencia en los trastornos alimentarios se
torna bastante complicado y difícil según el psicólogo Rodrigo de la Fabián. ¿Cómo es
posible trabajar en la transferencia todos los aspectos que aparezcan en un trabajo
multidisciplinario? ¿A quién pertenece al desafío: al equipo o al psicoterapeuta
únicamente?

En la clínica de la patología alimentaria hay varios desafíos constantes que se viven


diariamente en el trabajo con los pacientes, que se encuentran cruzados por su
sintomatología, el tratamiento multidisciplinario, los diferentes tiempos del inconsciente y
del cuerpo, la estructura del paciente y la transferencia, ya que por las características de
estos trastornos, es imposible ubicarlos en una única categoría que permita diseñar un único
tratamiento, sino que por el contrario, la inespecificidad de los trastornos alimentarios torna
necesario la posibilidad de instalar la transferencia para dar cuenta de la estructura del
paciente, generar una demanda y poder arrojarse a la subjetividad, y así comenzar a llevar a
cabo un tratamiento que permita tanto la recuperación orgánica del paciente, como también
un trabajo del lado de lo psíquico que permita reanudar aquellas funciones que sean
problemáticas en tanto la subjetividad del paciente, su estructura y su síntoma.

6.2 ¿Me estás diciendo que me parezco a mi madre?: Feminidad, cuerpo y


transferencia en los trastornos alimentarios.

El terreno de lo femenino en los trastornos alimentarios ha sido uno de los


principales objetivos de la presente investigación, y sobre todo al querer destacar su
importancia en el vínculo transferencial. Es por eso que el enfoque centrado en la
transferencia, como una herramienta de trabajo que releva y destaca la importancia de los
primeros momentos de vida de un sujeto, su infancia, y por ende su devenir sexual, se
constituyen como pilares esenciales para discutir y plantear las principales tensiones que en
el proceso de esta investigación se han encontrado tanto a nivel teórico, como en las
entrevistas realizadas, o sea, el nivel empírico, de acuerdo a las categorías establecidas, que
en este apartado corresponden a etapa preedípica, cuerpo, feminidad y trastornos
alimentarios, transferencia y feminidad.

106
En relación con la categoría sobre la etapa preedípica todos los entrevistados están
de acuerdo en señalar que en los trastornos alimentarios hay que ir a problematizar y
preguntarse por lo preedípico puesto en juego. Lo anterior se hace patente en la aparición
de la temática materna que claramente tiene un papel protagónico.

En este aspecto se pueden distinguir dos líneas a seguir, de acuerdo a lo preedípico,


que se distinguen tanto teóricamente como en su correlato práctico, de acuerdo a lo
enunciado por los expertos. En primer lugar, como señala Rodrigo de la Fabián se
encuentra un “daño imaginario” que tendría origen en la etapa preedípica, luego, en la
relación a la madre y a cómo ésta, en su papel de Otro primordial, en los primeros meses de
vida, otorgó una envoltura narcisista necesaria para la constitución del “yo”, de una
identidad. Esto significa, como lo plantea la entrevistada #1, que este daño imaginario esta
relacionado con una falla en la apropiación del cuerpo por parte del bebé, que es del orden
de la transmisión y de la simbolización e implica que algo no ha quedado del todo
separado y que sigue aún fusionado, por lo que se esta constantemente volviendo a esta
batalla especular. De aquí mismo se desprende otra forma de pensar lo preedípico, ligado a
lo que el síntoma anoréxico o bulímico representan. El vomitar, rechazar el alimento
ingerido, como comenta Rodrigo de la Fabián, es rechazar de la manera más radical a la
madre, entendiendo el significado del alimento como el primero de los objetos de
intercambio, aquel por el cual madre e hijo se relacionan y donde el cuerpo recibe amor, y
por ende, un sustento que va generando esta envoltura narcisista. Entonces, el no comer, o
mejor dicho, como Lacan lo plantea, comer “nada”, ¿Qué significa? Se puede pensar en una
defensa, en querer poner de una u otra forma la separación frente a este Otro voraz que
mantiene entrampado al sujeto al nivel de la demanda. Esto aparece claramente en la
experiencia clínica que la entrevistada Milka Kaplán ha dado cuenta, sobre todo a la hora
de pensar en madres sobreprotectoras, y de pacientes que lo único que quieren es mantener
a la madre lo más lejos posible y lo que a su vez plantea grandes problemas en el
tratamiento, pensando en la forma en que se puede vivir la psicoterapia como una ruptura,
una separación bastante radical y que a su vez es complicada de mantener. También para
algunas pacientes emerge el miedo intenso por parecerse a la madre, tal como señala la

107
entrevistada #1, entonces el síntoma implica y marca este rechazo doble, por una parte el
poder separarse del Otro materno, como también se puede pensar en la no asunción de la
feminidad, algo muy relacionado con encontrar una identidad, la que naturalmente está
cruzada por la madre como objeto al cual identificarse, entonces la pregunta que estos
pacientes se harían es ¿Qué es lo que quiero ser? Esto surge también en lo mencionado por
Rodrigo de la Fabián, en relación a que estos pacientes parece que tuvieran unicamente
“súper yo”, en el sentido de que saben exactamente lo que no tienen que hacer para
engordar, pero no saben hacia donde llegar, no tienen un ideal de cuerpo.

Lo anterior se relaciona con la forma en que el sujeto se posiciona frente al deseo


del Otro, el cual es vivido de forma mortífera, por esta falla en la envoltura narcisista
primordial. Cualquier “mirada”, desde el exterior, plantea Rodrigo de la Fabián, es vivida
de forma destructiva, no hay una metáfora que venga a salvaguardar al sujeto, siendo de
esta forma una interpelación directa, emergiendo lo persecutorio. Lo importante ahora es
pensar en que lugar se puede ubicar lo femenino, entendiendo que lo preedípico no es lo
femenino propiamente tal, pese a que ahí se juega la feminidad.

En cuanto a la subcategoría del cuerpo, un dato curioso tiene es que dos de los
expertos, mujeres ambas, señalan casos clínicos en que el hecho de un embarazo marca
rotundamente el devenir del tratamiento. El lugar que se puede otorgar a esto tiene que ver
por un lado al valor que tiene lo femenino en el embarazo, el tener un hijo, así como a la
importancia del cuerpo. De una u otra forma lo femenino emerge en estos aspectos, la
instancia corporal y a su vez cultural, apunta Milka Kaplán, específicamente la manera en
que la cultura marca en el cuerpo aquello femenino propiamente tal. En este sentido se
pueden encontrar convergencias entre los entrevistados a la hora de destacar el papel
cultural en relación al estatuto de lo femenino, de acuerdo a la subcategoría de feminidad y
trastornos alimentarios, ya que por un lado, la importancia que existe con lo masculino, en
cuanto que el hombre tiene algo que ganar o perder, en relación con el pene, por lo que se
juega más en el ámbito del tener, plantea Rodrigo de la Fabián. Para la mujer se destaca el
valor de ser, por ejemplo, ser bonita, ser delgada, en lo que el cuerpo está completamente
cuestionado, y por lo que a su vez se requiere de una fortaleza narcisista que permita

108
sostener tal cuestionamiento. Así también se puede pensar en lo que se le exige a la mujer
hoy en día. Milka Kaplán menciona que hoy en día existe una mayor “masculinización” de
las funciones en sociedad de la mujer y exigen lograr integrarlas, lo que implica volver a
preguntarse que significa ser mujer, pregunta que como ya se observó, no tiene respuesta, y
quizás por lo mismo es que este trastorno emerge con frecuencia en la adolescencia, etapa
de la vida reconocida por la búsqueda de una identidad sexual.

Se podría cuestionar en este punto si esta pregunta por la feminidad es del mismo
tipo que en una histeria, donde esta pregunta se plantea por ejemplo en relación al deseo del
Otro, pero en el caso de la anorexia o bulimia parece ser que esta pregunta es de otra índole,
ya que el síntoma, de acuerdo a lo planteado por Rodrigo de la Fabián, se ubica para
taponear el deseo del Otro, por lo destructivo e insoportable en que es vivido, donde la
circulación de todo ámbito queda obturada, circulación de alimento y de palabra.

¿Qué ocurre en la transferencia? De acuerdo a lo encontrado para la subcategoría de


transferencia y feminidad, pareciera que la palabra no circulara, las palabras son como
alimentos, se vomitan, y a su vez se exigen, como el lugar de un infante, la paciente no
logra asimilar, tal como lo plantea la entrevistada #1. Todos los expertos entrevistados
coinciden en que la mayoría de estos pacientes establecen una transferencia bastante
ambivalente, muy desde el amor y el odio, y también coinciden con que el trabajo
multidisciplinar de fondo que se necesita, y la angustia que constantemente se vive al ver
como poco a poco el o la paciente pueden perder la vida, escena similar a la de una madre
que vive el rechazo de alimento de su propio hijo, la anoréxica o bulímica se encargan de
situarse en ese lugar, donde en un primer momento pareciera no haber demanda, no haber
llanto, entonces, ¿Cómo tratar, cómo intervenir? Para Rodrigo de la Fabián, el tema pasa
por la escucha que se pone en juego, básicamente en no caer en el error, por ejemplo de
tratar de imponer un cuerpo ideal, que seria repetir una batalla imaginaria, y tratar de hacer
circular una pregunta, de poder construir una demanda.

La temática acerca del ideal pone de manifiesto, por ejemplo, la diferencia que
puede existir en el vinculo transferencial ante un terapeuta hombre o mujer, donde

109
probablemente el tema del ideal será más problemático en una transferencia frente a una
mujer, no por nada quien hizo más énfasis en este problema fue el único entrevistado
hombre, mientras que las demás entrevistadas dieron mucho más énfasis al tema del
cuerpo, pero es importante señalar que de todas formas el aspecto más relevante en la
transferencia tiene que ver con lo preedípico, punto en el que todos los entrevistados
coinciden al considerar que esta transferencia, desde el amor y el odio, bastante
dependiente, y mucho más primitiva, se encuentra a la base de este tipo de trastornos, y se
constituye como una dificultad desde el comienzo. No hay que olvidar que en el
establecimiento de la transferencia hay que tomar en cuenta la estructura a la base de cada
paciente, pero por sobre todo, tal como señala Rodrigo de la Fabián, la mayoría de estos
pacientes son adolescentes, es una clínica de adolescentes en donde los aspectos ligados a
la identidad, la estructura, la familia y los vínculos en general se encuentran en
cuestionamiento

En relación con la subcategoría acerca del cuerpo, se puede mencionar que en esta
investigación no fue un tema tratado a través del marco teórico, pero que aún así apareció
fuertemente en las entrevistas realizadas a los expertos, por lo cual se constituyó como una
de las categorías emergentes. ¿Por qué el cuerpo? Esencialmente porque logra articular la
transferencia y lo femenino, en el sentido que el estatuto corporal es el que más problemas
puede traer en el tratamiento. Ya se vio en las entrevistas cómo el estar trabajando contra el
reloj todo el tiempo, contra un sujeto que se va desvaneciendo poco a poco en sus funciones
biológicas, es una de las principales dificultades, lo que requiere a su vez de un equipo
especialista encargado de tal aspecto. Aún así, más allá de considerar el lugar del cuerpo en
ese sentido, habría que pensarlo en relación a la transferencia establecida, y a la escucha
que se quiere elaborar, sobre todo porque es muy fácil caer en aquello imaginario y
especular, bastante normalizador, que constantemente exige un paciente de este tipo, que
hace girar todas las miradas hacia la corporalidad, y comenzar a exigir una especie de ideal
corporal, ideal que, como se comentó antes, no tiene cabida. El punto esencial se encuentra
en cómo llevar ese padecer corporal y lograr poner algo de eso en palabras. De esta forma
no es tanto que el o la paciente no traigan una demanda, como ciertas líneas teóricas

110
psicoanalíticas señalan, sino que depende mucho de la escucha del terapeuta y de los
cuidados que tenga en el curso del tratamiento.

El cuerpo pone de manifiesto lo femenino en los trastornos alimentarios, y la etapa


preedípica remarca las fallas del proceso de individuación, donde poder habitar un
determinado cuerpo implica el advenimiento de una identidad sexual determinada y el
ingreso a la cultura, por ende, todas las consecuencias que se desprenden de aquello. Aún
así la etapa preedípica es insuficiente para poder comprender cabalmente el papel que lo
femenino ocupa en los trastornos alimentarios, ya que solo aporta con contenidos de índole
teórico y relacionados a periodos bastante arcaicos donde solo cabe pensar en una
reconstrucción mítica, pero que aún así tiene sus consecuencias, por ejemplo, en el tipo de
transferencia establecida. El valor de la corporalidad enfatiza otra vertiente de lo femenino,
que tiene que ver con la cultura, es decir, la influencia que lo cultural tiene sobre el propio
cuerpo de forma bastante traumática y que requiere de aquella coraza narcisista que permita
integrar aquella influencia, donde el cuerpo es hablado desde otro lugar, desde discursos
que marcan lo femenino, y es ahí donde la feminidad puede ponerse en juego en estos
trastornos.

111
7. Conclusiones

Durante el desarrollo de esta investigación el objetivo central ha sido el indagar y


describir en pacientes mujeres con trastornos alimentarios aquellos procesos de la
subjetividad femenina que son determinantes en el tipo de transferencia que puedan
desplegar en la escena clínica. Por lo tanto para finalizar la investigación es relevante
abordar los distintos objetivos planteados al inicio de ésta, para poder ir conformando
ciertas respuestas que se acerquen al problema central.

Sobre el problema de la feminidad y los procesos de subjetivación femeninos se ha


encontrado una gran dificultad para acceder a una visión comprensiva y abarcativa de tal
dimensión, debido principalmente a que la perspectiva freudo-lacaniana no aporta
cabalmente con las conceptualizaciones necesarias para dar por sentado una caracterización
especifica y acabada acerca del problema de lo femenino, es decir, sólo existe como una
pregunta abierta, que permanece así. Pese a esto, por ser un lugar problemático, permite
también relanzar constantemente la pregunta y no acabarla del todo, lo cual se pudo
evidenciar en la experiencia clínica de los expertos entrevistados, donde sí se pudo apreciar
que lo femenino tenia un lugar, ya que es un dato clínico que viene definido también desde
otros lugares y contextos culturales. En este sentido habría que pensar en una relación entre
transferencia y feminidad, tomando en cuenta que la transferencia es también social y
cultural, debido a la gran influencia que ejerce el lazo social en cada sujeto, luego, en cada
patología.

Por el lado teórico, lo femenino en el psicoanálisis encontrará un lugar privilegiado


para ser pensado en la prehistoria del complejo de Edipo. En la fase preedípica se jugarán
los primeros movimientos que irán estructurando la subjetividad femenina, de forma tal que
lo que ocurra luego en el complejo de Edipo depende directamente de lo ocurrido en este
periodo. Sin embargo será un error pensar que la fase preedípica es el único lugar donde se
constituye la subjetividad femenina, pues especialmente desde la teoría freudo-lacaniana
los desarrollos respecto a la feminidad son escuetos, y marcan lo preedípico sólo como un
lugar al cual es posible referirse para esbozar ciertas líneas del problema, pero no el

112
problema de la mujer en su totalidad. Precisamente en este sentido los aportes de Françoise
Dolto rescatan a través de su obra la presencia de la genitalidad propiamente femenina (la
vagina y el clítoris), y como también una nueva dimensión de lo materno donde sustituye el
vínculo erótico y/u hostil, por uno de carácter más narcisista. En este caso, el aporte de
Lacan, en relación con la triada demanda, necesidad y deseo, permite entender de mejor
manera y aproximarse a la vez a la importancia que el vínculo con la madre, como Otro
primordial, ejerce en la forma en que las necesidades más básicas se van transmudando en
algo más que alimentarse por alimentarse, lugar donde la pulsión y sus vías puestas en
juego, en cada una de estas actividades, otorgarán caminos variados que separarán e
imposibilitarán de una función última cualquier necesidad del ser humano.

Debido al carácter estructurante de esta fase, será precisamente en este lugar donde
se puede pensar en una psicogénesis de variadas patologías de carácter mental, entre ellas
las que convocan a esta investigación: los trastornos alimentarios.

Tanto la bibliografía revisada, como los datos obtenidos en el trabajo de campo,


señalan la relevancia de pensar en esta fase como un lugar problemático en las patologías
de la alimentación. Habría una relación a la madre, en la fase preedípica, que de alguna
forma podría catalogarse como catastrófica, principalmente porque se han transmitido una
serie de fallas y carencias en esta relación, que la paciente no logra representar y que por lo
tanto queda en ese lugar de lo que no puede ser hablado.

Estas fallas en la transmisión tienen que ver fundamentalmente con dos líneas
diferentes. La primera se posiciona en torno a un “daño imaginario” que tendría lugar en
esta etapa, en tanto la madre como Otro primordial, falla en la transmisión y el
revestimiento del cuerpo de este sujeto, cortándole el acceso a una simbolización adecuada,
debido, esencialmente, al daño narcisista existente, entendiendo esto como aquello que falta
para poder constituir un narcisismo primario que permita soportar un circuito deseante.
Esto conlleva a que el sujeto no pueda apropiarse completamente de su cuerpo, y que en
algún punto siga existiendo una fusión a la madre que no puede ser limitada, logrando que
el o la paciente se entrampe en una batalla especular con la madre, que le impide acceder a

113
modelos identificatorios y por cierto desembarcar en el espacio propio de la sexualidad. El
sujeto a través del trastorno alimentario muestra que se encontraría atrapado en este lugar
pegado a la madre, del cual desea salir, pero que no logra hacerlo, porque no ha existido acá
una función paterna que interdicte esta relación tan “pegoteada” a la madre, que venga a
redireccionar el circuito deseante de la demanda materna, donde el deseo del sujeto es ser el
objeto de completo deseo materno, que se evidencia en una demanda voraz que no toma en
cuenta el deseo del Otro, siendo el síntoma del trastorno alimentario una salida para poner a
prueba de una u otra forma esta demanda. El vómito de la comida, el rechazo a esta, el
alimentarse de “nada”, viene a ser un rechazo del corte más radical posible a lo que el Otro
primordial materno le ofrece: el alimento. Una suerte de separación, que por ubicarse más
bien al nivel de la demanda tiene que ver con el dar y el quitar, con el juego dialéctico de
no responder del todo a lo que el Otro demanda. El problema de esta dialéctica es que, a
diferencia de otras psicopatologías, pone al cuerpo en un borde marcado por algo tan real
como solo puede ser la muerte, debido al cruce existente entre el registro alimentario y el
del deseo, a través de la demanda, lo que lleva al problema del tratamiento de los trastornos
alimentarios.

Es importante rescatar sobre lo femenino en los trastornos alimentarios, que el


hecho que sea una patología en que su psicogénesis se juegue en momentos tan asociados a
la feminidad, no implica que en lo cotidiano sea una enfermedad exclusiva de mujeres. Las
estadísticas, aunque favorecen a la mujer en la prevalencia de estos trastornos, prueba lo
contrario: la anorexia y bulimia masculina existen. Sin embargo, la fase preedípica y el
cuerpo, son estatutos que marcan en parte lo femenino pero más allá del dato anatómico,
destacando aquello problemático de su devenir que se puede encontrar presente a través de
todas las estructuras y en cualquier sexualidad.

Es en el cuerpo que el síntoma vendría a repetir esta carencia de significación que


aparece en la paciente con patología alimentaria, erigiéndose como una dificultad compleja
de sortear en el trabajo psicoterapéutico de orientación psicoanalítica, debido a que es este
cuerpo el que aparece marcando el límite de lo real puesto en juego de forma
imponentemente vertiginosa. La desnutrición y el bajo peso, van a venir a demandar un tipo

114
de tratamiento que exige estar acompañado de diversos tipos de profesionales de la salud.
Lo anterior aparece tanto en la bibliografía como en las entrevistas acerca de la necesidad
constante de tener equipos multidisciplinarios que cuenten con especialistas en las diversas
áreas que implica la patología alimentaria. Entonces el problema sobre cómo poder trabajar
con estos pacientes, es decir fundamentar una clínica particular, sin ser abrumado por la
sintomatología y no caer en la ecuación “síntoma = enfermedad”, y que tampoco signifique
quedar en un tipo de aislamiento, de no querer hacerse cargo de nada que no tenga que ver
con el tratamiento psicoterapéutico, en una patología donde la desnutrición y el riesgo vital
es tan relevante. Incorporar el dato biológico en el abordaje psicoanalítico de los trastornos
alimentarios no significa estar pesando y midiendo la nutrición o desnutrición del paciente,
sino que comenzar a trabajarlos como datos transferenciales, como una forma de
presentación, y a su vez como una dificultad debido a la peligrosidad que conllevan los
discursos construidos en relación con este padecer, como también la facilidad de caer en
ejercer una psicoterapia con un afán normalizador. Es necesario entonces hacer las
distinciones necesarias, ya que por un lado debe existir el trabajo en el ámbito biológico
que sin lugar a dudas implica un acercamiento a un peso corporal normal que asegure la
vida del paciente, pero por otro lado hay que trabajar lo correspondiente a la otra arista del
problema, que pasa por aquellos daños del cuerpo inconsciente que reflejan y enrostran a
un sujeto atrapado en daños arcaicos. Se requiere por lo tanto una ética determinada, que se
base en una defensa fundamental del sujeto, que permita al psicoterapeuta arrojarse a la
subjetividad de la paciente, y asumir los costos que esto conlleva.

Por otra parte la transferencia, pese a ser el dispositivo que posibilita un proceso de
cura en tanto permite una forma de acceder a lo que ha quedado reprimido en la paciente, al
lenguaje de su deseo, debe siempre estar en cuestión. En primer lugar porque en el paciente
tras el trastorno alimentario no habría una pregunta articulada, generalmente no hay una
demanda de psicoterapia y pareciera que no hay nada que se pueda movilizar o cuestionar.
Es en esta forma que el sujeto ha vivido su fase preedípica, “pegoteado” a la madre y sin
poder establecerse como un cuerpo propio e investido libidinalmente, repite y actúa en su
vivencia este acceso catastrófico a la feminidad que se ha dado en la fase preedípica, y por
lo tanto, pareciera que el sujeto es incapaz de representarse a través de la palabra y articular

115
alguna pregunta sobre si mismo. Estas primeras relaciones entre la niña y la madre
marcarán de forma potente los vínculos que la paciente sea capaz de extender, idea que la
práctica clínica confirma, ya que en la transferencia se sigue repitiendo la lógica de
relaciones primitivas teñidas por afectos ambivalentes de amor-odio, que tuvieron sus
orígenes en la fase preedípica, en las primeras formas que se relacionaron y vincularon a la
madre. Si en la relación con el terapeuta se actualizan los conflictos y afectos infantiles, en
el paciente con patología alimentaria se reeditaría esta relación primitiva y ambivalente.

Si hablamos de la transferencia en las pacientes con trastornos alimentarios, aparece


también el problema de la estructura clínica del sujeto. Tanto el síntoma anoréxico como el
síntoma bulímico pueden presentarse en diferentes patologías, si lo vemos desde una
perspectiva nosográfica, o en diferentes estructuras clínicas si se considera desde el
psicoanálisis. En la lógica de la estructura, la posibilidad de establecer algún tipo de
transferencia en el proceso psicoterapéutico será determinante para poder saber a “qué tipo”
de trastorno alimentario se está asistiendo; si está más ligado a una psicosis, a una histeria o
a una estructura limítrofe por ejemplo. En este sentido la instalación del lazo transferencial
permitirá determinar ciertos datos de la estructura del paciente que permitirán dar dirección
a la cura en el proceso psicoterapéutico.

Volviendo ahora a la pregunta de investigación acerca de la importancia de lo


femenino en la transferencia de pacientes con trastornos alimentarios, se pueden establecer
diversas conclusiones. Por un lado esta lo femenino en relación con lo preedípico, esto
permitió en la investigación destacar el papel de aquellos aspectos más arcaicos puestos en
juego en la patología alimentaria, la relación a la madre y en particular la forma en que los
procesos de subjetivación a través de la demanda y el deseo han sido transitados,
destacando en este sentido una posible lectura del síntoma de la anorexia o de la bulimia,
que vendrían a salvaguardar algo de la subjetividad, intentando taponear el deseo devorador
poniendo a prueba la demanda materna.

En una segunda vertiente lo femenino y su importancia con la transferencia tienen


que ver con aquel aspecto corporal mediatizado por la cultura. En este sentido hay que

116
entender el papel social y cultural de los discursos que en la escena analítica se ponen en
juego a través de la transferencia y que inevitablemente marcan y tiñen tal práctica clínica.
Lo femenino en los trastornos alimentarios ponen en la mesa tales problemáticas, exigiendo
por parte del psicoterapeuta un manejo transferencial que tome en cuenta una reflexión
acerca de lo femenino entorno a estas dos vertientes.

La importancia de lo femenino en la transferencia ha llevado a encontrar y dirigir las


miradas hacia lo preedípico, y no pensar única y exclusivamente en el complejo de Edipo
como único dispositivo teórico para trabajar un diagnóstico y una terapia.

Si bien lo femenino es una categoría bastante compleja y un problema que persiste


en la teoría psicoanalítica, el destacar su importancia en el vinculo transferencial ha llevado
a pensar en que no se puede pensar en un tipo determinado de feminidad, debido a los
distintos y diferentes lugares en que el síntoma anoréxico o bulímico surge. En este sentido
cabe destacar el valor de la singularidad en cada caso, en cada sujeto, y la importancia que
tiene el considerar la particular manera de relacionarse al Otro con mayúscula, Otro
simbólico estructurante de las relaciones sociales, íntimamente ligado a la estructura
deseante de cada sujeto. La importancia entonces de considerar lo femenino en la
transferencia, tiene que ver con remitir a lo más arcaico, a la relación con la madre, la
forma en que las necesidades del bebe, sus llantos, gestos y movimientos fueron leídos,
fueron tomados por una demanda que le dieron un sentido, un significado. Pensar lo
femenino, tiene que ver también con el papel que el propio sujeto tiene al hacer síntoma, lo
que implica un acto dialéctico, en el que por lo tanto se involucran más que uno, y que por
lo tanto dicen mucho de lo que el sujeto quiere expresar, lo quiere mostrar a través de su
cuerpo, por medio del acting-out y a través de su forma de establecer la transferencia. Lo
que se ve, es a un sujeto con una cuenta pendiente con su sexualidad, con lo que significa
su cuerpo, con la rabia y violencia que implica “vomitar” o “cortar” sus relaciones con sus
semejantes. Pero principalmente, muestra y enseña que la pregunta por lo femenino aún
sigue en pie.

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