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¿Y si gana Petro?

Guía para sobrevivir


a la extrema izquierda

Autor: Julio Iglesias


© Julio César Iglesias, 2022
Primera edición: Enero de 2022
ISBN: 978-958-49-5013-0

Ilustración: Saad Ali


Corrección: Jorge Gómez Jiménez

Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo


los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o
parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea
electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o
cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y
por escrito de los titulares del copyright.

Impreso en Colombia

Printed in Colombia
Para Nora
CONTENIDO

13 CAPÍTULO 1
Un huracán amenaza Colombia

28 CAPÍTULO 2
El país que nos espera

57 CAPÍTULO 3
Un mapa de los riesgos del populismo

70 CAPÍTULO 4
Herramientas contra la inflación y la expropiación

109 CAPÍTULO 5
Escapar de la trampa petrista: Bitcoin y confidencialidad

135 CAPÍTULO 6
Emigración digital: una ruta para sobrevivir al
populismo sin salir de Colombia

156 CAPÍTULO 7
Proteger nuestra vejez: Una tarea inaplazable

191 CAPÍTULO 8
Breve manual migratorio: Una salida de emergencia

219 ¿Y si gana Petro?


¿Y si gana Petro?

Un disclaimer antes de iniciar


El propósito de este libro es educativo, pedagógico e informativo,
no asuma que ninguna de las ideas que en él se expresan suponen
un consejo específico para usted: deberá valorarlas a la luz de
sus propias circunstancias, características personales, nivel de
ingresos, patrimonio, entre otras. Aunque menciono distintas
ideas de inversión, no pretendo recomendarle a usted ninguna en
específco, no pretendo asesorarlo ni sugerirle un curso de acción,
tenga en cuenta que cualquier alternativa supone riesgos de distinta
naturaleza. Cualquier decisión de inversión debería ser tomada con
la asesoría de un profesional autorizado por la ley para tal efecto.
Ninguna parte de este texto debe ser entendido como una invitación
para infringir las leyes, normas o disposiciones legales vigentes.

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¿Y si gana Petro?

Prólogo

Faltaban pocos meses para graduarnos, cuando se nos ocurrió una


idea fantástica: pintar un mural con el rostro del Che Guevara. En
uno de los patios del colegio había una pared muy blanca que,
creíamos, merecía una dosis de rebeldía.
Así que nos fuimos a la oficina del rector para explicarle nuestro
proyecto. Cinco muchachos peludos, que se habían rehusado
durante los últimos años a llevar la camisa por dentro del pantalón,
como lo exigía el manual de convivencia, estábamos ansiosos
por enfrentarnos a la oposición de las autoridades escolares.
Esperábamos encontrar un “no” para luego convocar el apoyo
popular, acudir al respaldo de las masas y terminar dibujando,
contra viento y marea, la cara del gran héroe revolucionario.
Pero su reacción no fue la que imaginamos. Al contrario, el rector
y, sobre todo, algunos profesores, no solo no se opusieron a la idea,
sino que la recibieron con entusiasmo, casi conmovidos. Pusieron
los recursos del colegio a nuestra disposición para la ejecución de
la obra: con un proyector de acetatos, para delinear el rostro, y
unos andamios para pintarlo en lo alto, fue suficiente para terminar
en un par de tardes.
Y aunque, luego de dos décadas, sigo recordando con cariño a mis
amigos y las tardes que pasamos dibujando en una pared, hoy creo
que las personas encargadas de nuestra educación nos fallaron.
Nos fallaron porque debieron explicarnos que el personaje al que
le rendíamos tributo no era el héroe que pensábamos, sino que
había ejecutado a sangre fría a decenas de personas por el “delito”

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Julio Iglesias

de pensar distinto a él. Que no solo había dicho “¡hasta la victoria


siempre!” sino que, en su intimidad, había confesado cuánto
le gustaba asesinar y, en público, en plena Asamblea General
de la ONU, había declarado que “hemos fusilado, fusilamos y
seguiremos fusilando mientras sea necesario”. Que, además, era
uno de los máximos responsables de transformar a Cuba, uno de los
países más avanzados del hemisferio, en una isla-cárcel, miserable
y atrasada, de la que tantos han huido en balsas, aun a riesgo de
morir ahogados.
Y, lo más importante, fallaron en explicarnos que no había nada
de bondad, ni de buenas intenciones, detrás de sus crímenes. Que
sus propósitos, igual que sus acciones, conducían a la muerte y al
sufrimiento de los seres humanos.
Pero no lo hicieron. Quizá por ignorancia; tal vez ellos mismos
desconocían estos hechos. O por negligencia: los conocían pero no
creyeron que convenía contarnos o, incluso peor, por fanatismo,
porque los justificaban, porque pensaban que hasta sus crímenes
eran dignos de elogios.
Y creo que hoy sigue ocurriendo lo mismo: hemos sido incapaces
de explicarles a nuestros jóvenes los peligros de unas ideas que se
disfrazan de bondad, de empatía y altruismo, pero que cuando son
llevadas a la práctica conducen a la muerte y a la miseria. Y no me
refiero solamente al sistema educativo o a los profesores, sino a
buena parte de la sociedad que sigue mirando con condescendencia
el ideal socialista y con admiración a algunas de sus figuras más
relevantes.
Los resultados de esa incapacidad para explicar los peligros de la
extrema izquierda, bien por las simpatías de algunos o la ignorancia
de otros, se han visto durante los últimos meses de manera cada vez
más palpable. Los miles de muchachos en trance, gritando en las
calles, exigiendo un cambio, no hacia un sistema mejor, sino más
bien hacia uno parecido al que ya fracasó en Cuba o Venezuela,
demuestran que, lejos de estar extintas, las ideas perversas de
hombres como Guevara siguen en plena vigencia.

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¿Y si gana Petro?

Una lógica parecida a la del “Joker”, el personaje que representó


Joaquin Phoenix hace poco en una película, está convirtiéndose en
la dominante entre una parte de la opinión pública: la de creer que
la situación es tan mala que no queda otra opción distinta al caos,
a destruir las instituciones y llevar hasta las cenizas los ladrillos
que conforman la sociedad, porque incluso la nada, el vacío o las
llamas, son preferibles a lo que tenemos hoy.
Y quien mejor ha sabido entender ese estado de ánimo, pesimista y
destructivo, ha sido Gustavo Petro, el jefe de la extrema izquierda
colombiana. De ahí que no sorprenda que sea el favorito para ser el
próximo presidente del país.
A la luz de las ideas, del programa y los antecedentes de Petro,
así como de su coalición política, la perspectiva de una victoria
suya en 2022 resulta devastadora: implicaría conducir al país por
un camino que ya ha sido andado por tantas otras sociedades en el
pasado. Por no ir más lejos, la venezolana.
Petro no miente cuando dice que representa el cambio: de su mano,
no hay duda, cambiaremos. Pasaremos de avanzar económicamente,
de expandir el ingreso de las familias, de mejorar los servicios de
educación y salud, como viene ocurriendo, a decrecer y a encoger
nuestra capacidad productiva. De enriquecernos, así sea despacio, a
empobrecernos con celeridad. Un cambio como el que ya lideraron
Castro, Chávez o Maduro.
No estoy haciendo ningún spoiler cuando explico cómo terminaría
(si termina) el gobierno de Petro. El guion ya lo hemos visto en
numerosas ocasiones y el protagonista se parece mucho a tantos
otros “mesías” bondadosos del pasado. El final también sería el
mismo: una sociedad más pobre, con menos futuro, más oscura y
triste.
Por no estar dispuesto a callar frente al error que la sociedad
colombiana está a punto de cometer, como callaron mis profesores
cuando hicimos un mural que celebraba a un criminal, es que decidí
escribir el libro que usted tiene en sus manos, en el que intento
dibujar un panorama de lo que ocurriría si el Pacto Histórico

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Julio Iglesias

consigue hacerse con la Casa de Nariño. Confío en que las páginas


que siguen a continuación sirvan para que alguien, quizá usted
mismo o una persona con la que comparta esta lectura, reconsidere
la decisión de votar por la opción que busca llevar a Colombia al
abismo.
Pero quizá mis esfuerzos, como los de tantos otros que entienden
las trampas de este proyecto político, resulten insuficientes y Petro
consiga llegar al poder el 7 de agosto de 2022. Este hecho, que al
final no depende de su voluntad ni de la mía, sino de la opinión
mayoritaria entre millones de personas, no puede convertirse en
una sentencia a la pobreza y al hambre, como le ocurrió al 95% de
los venezolanos, luego de veinte años de dictadura socialista.
Y si esa circunstancia ocurre, habrá que pensar en las opciones que
nos quedan, en las rutas para evitar que nuestra vida, patrimonio y
libertad, se vean comprometidos por los desvaríos de un demagogo.
Cuáles son esas opciones y cómo prepararnos para el invierno
populista, son las preguntas que intentaré responder a continuación.
Si una generación de colombianos decide arruinar, de un día para
otro, los avances que han costado décadas de esfuerzos y sacrificios,
no podrán decir que faltó alguien que les advirtiera. No podrán
reclamar, como yo hago con mis profesores, que faltó la valentía y
honestidad de alguien dispuesto a explicarles su error. No tendrán
ninguna excusa.

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¿Y si gana Petro?

Capítulo 1
Un huracán amenaza Colombia

Imagínese el siguiente escenario: los meteorólogos anuncian que,


por alguna anomalía climática y por primera vez en la historia, un
huracán, la tormenta Gustavo, se acerca a su ciudad y podría llegar
en un par de días.
¿Cuál sería su actitud frente a esta amenaza natural?
Los escépticos quizá prefieran desestimarla: “Nunca ha pasado y,
por tanto, es imposible que ocurra esta vez”. O podrían también
despreciar sus efectos destructivos: “Seguramente llegará débil,
como una brisa, no podrá hacernos daño”.
Con suerte ellos tendrán razón, al final la tormenta podría desviarse
y nunca tocar la ciudad. O desvanecerse con el tiempo y no causar
más que una lluvia ligera. Pero su actitud no es la más prudente ni
responsable: frente a una amenaza, que puede ser mortal, mejor
ser precavido. Tomar el camino de la acción, el de gestionar los
riesgos e intentar mitigar el impacto del huracán.
Otros, en cambio, podrían exigir a las autoridades que preparen
refugios, que provean fondos a los organismos de emergencias o que
intenten proteger a los hospitales y clínicas de la ciudad. Incluso,
organizarse con sus vecinos para podar los árboles del barrio o
limpiar los canales de aguas negras para evitar inundaciones.
Sin embargo, estas acciones colectivas serían insuficientes si
usted descuida sus responsabilidades individuales. Si por estar
reclamando en la alcaldía olvida abastecerse de agua potable o ir
al supermercado a comprar enlatados y baterías para las linternas.

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Julio Iglesias

De nada le serviría reunirse con sus vecinos si olvidó llevar a su


familia a un sitio seguro y dejó abiertas las ventanas.
Si llega la tormenta, más le vale haber tomado las precauciones
necesarias para que su casa no termine en ruinas. Sería inútil haber
sido un escéptico y tampoco serán suficientes las precauciones
colectivas. Sin asumir responsabilidades individuales, sin tomar
precauciones a escala personal y familiar, los efectos de la tormenta
serán devastadores.
Ocurre lo mismo con la amenaza que la candidatura de Gustavo
Petro supone para Colombia: usted puede ignorar el riesgo que
afrontamos o pensar que, a fin de cuentas, su gobierno “no va a ser
tan malo”.
También puede creer que es suficiente con votar en su contra o con
organizarse con unos amigos para impulsar la campaña de alguna
otra opción política.
En la muy probable eventualidad de que Petro llegue a la Casa de
Nariño, solamente las precauciones que usted y su familia tomaron,
lo preparados que estén para enfrentar un entorno económico
retador, para defender lo que han conseguido durante años de
trabajo o para encontrar oportunidades en medio de la adversidad,
harán la diferencia entre un futuro prometedor y una pesadilla
posapocalíptica como la que hoy viven millones de venezolanos.
Lejos de invitar a la resignación, lo que pretende este libro es
alertar y llamar a la acción. A Petro, como una amenaza para los
avances que hemos conquistado en Colombia durante las últimas
décadas, hay que enfrentarlo con firmeza. Y hacerlo desde distintos
escenarios.
Por supuesto que la vía electoral, el proselitismo político, es un
instrumento válido con el que la ciudadanía puede derrotar el
proyecto populista de la Colombia “Humana”. Opinar en redes
sociales, alertar a familiares y amigos sobre los efectos económicos
de sus propuestas, y, claro, participar con entusiasmo el día de las
elecciones, son los mecanismos democráticos con los que todos
podemos contribuir a salvar el país de una decadencia rápida y
brutal.

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¿Y si gana Petro?

Esos serían los instrumentos legítimos de acción colectiva o social.


Sin embargo, en este libro voy a hacer énfasis en cómo, desde
una perspectiva individual, podemos enfrentar los efectos de un
gobierno de Petro. En cómo podemos, frente a la tormenta, blindar
nuestra casa de los vientos y el agua.
Se habla mucho de la necesidad de actuar desde lo colectivo, de
enfrentar con ideas políticas y estrategias electorales, proselitistas,
al petrismo, pero muy poco de lo que podemos hacer en nuestro
ámbito privado para protegernos de sus nefastas ideas.
Y eso ocurre porque solemos pensar que tenemos el control sobre
factores que en realidad están fuera de nuestro alcance, sobre los
que ejercemos poca influencia y sobre los cuales nuestras acciones
son más o menos irrelevantes a la hora de determinar el rumbo que
tomarán.
La ilusión de control, uno de los sesgos cognitivos con los que
cargamos los seres humanos, lleva a los hinchas de un equipo de
fútbol a cantar noventa minutos desde la tribuna o, más absurdo
todavía, a gritarle a la pantalla del televisor, creyendo que su fervor
será clave para que un equipo gane el partido. Obviamente no es
así.
Es la misma mentira que nos contamos a nosotros mismos cuando
pensamos que basta con ir a votar “por cualquiera menos Petro”
para evitar su ascenso al poder. Pero incluso si cumplimos nuestro
deber ciudadano, si alertamos a familiares y amigos de los efectos
de sus propuestas, si conseguimos cuantiosos votos a favor de
algún otro candidato, es probable que igual gane los comicios.
No debemos olvidar que se trata de un sector político potente,
bien organizado y que desde hace décadas trabaja con el propósito
de conquistar el poder. Las decisiones democráticas dependen
de la opinión que tengan la mitad más uno de los electores y no
hay ninguna garantía de que las mayorías, como en tantos otros
momentos de la historia, no cometan una estupidez. Al final,
los cambios de humor de la opinión pública son tan erráticos e
impredecibles como un fenómeno natural.

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Julio Iglesias

Lo que sí podemos controlar son las decisiones personales y fa-


miliares, a nivel financiero, profesional, educativo y hasta migra-
torio, que pueden reducir o agravar los efectos destructivos de un
gobierno populista en nuestras vidas.
¿Y si gana Petro? ¿Cómo proteger nuestro futuro y el de nuestros
seres queridos? ¿Cuáles estrategias financieras podemos usar?
Esas son las preguntas que responderé en las páginas y capítulos
siguientes.

Negar la realidad o enfrentar los hechos


A mi abuela le encantaba ver un culebrón en las tardes, que me
tocaba soportar porque el suyo era el único televisor que había en
mi casa y, lo más importante, porque era mucho mejor que hacer
tareas.
La protagonista era una señora, digámosle Carlota, casada con
un ejecutivo. Ella comenzó a sospechar que su esposo tenía una
aventura. Lo primero fueron las llegadas tarde, luego una camisa
perfumada, después el recibo arrugado de una cena romántica.
Tanto sufría la pobre que contrató a un detective que le entregó la
prueba reina: las fotos de su marido besuqueando a la secretaria
voluptuosa.
Pero Carlota no se animó a encararlo. Prefirió callar y fingir que
todo estaba bien. La alternativa era aterradora; perder las tarjetas
de crédito y la acción del club era un escenario mucho peor que
soportar los “cachos” y esperar resignada a que se cansara algún
día de su amante.
Pero, por más que intentó cerrar los ojos, a Carlota le tocó enfrentar
la realidad cuando el sujeto armó una maleta y se fue de la casa. Se
quedó sin tarjetas, ni club, ni marido. Con un buen abogado la dejó
en la calle, en la ruina y destrozada.
Y me acuerdo del culebrón porque la actitud de Carlota es la
misma que están asumiendo millones de colombianos por estos
días al negarse a enfrentar la realidad, al cerrar los ojos a lo que ya

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¿Y si gana Petro?

es evidente: el amplio favorito para ser el próximo presidente de


Colombia es Gustavo Petro.
Igual que Carlota, están haciendo lo posible para no ver lo obvio:
una presidencia de un radical de izquierda es el escenario más
probable en 2022. Y negamos esa realidad porque, como le pasaba
a Carlota, es muy doloroso enfrentar sus consecuencias. Tenemos
miedo de abrir los ojos.
Estoy lejos de creerme Nostradamus: por supuesto que el triunfo
de Petro no es seguro y tampoco inevitable; si bien es obvia su
fortaleza electoral, su nombre sigue generando temores en amplios
sectores de la sociedad. Sin embargo, creer de forma ciega que
su derrota se repetirá necesariamente en 2022 y que no hay
posibilidad de que ascienda al poder, y por tanto no prepararse
para esta eventualidad, es un error que puede salirnos muy caro.
La debacle que ocurriría en el país si Petro consigue aplicar de
forma íntegra sus propuestas económicas sería de proporciones
venezolanas. Millones de vidas destrozadas, quiebras masivas,
familias huyendo del país. La ruina.
Es normal que quienes entienden lo nefasto del proyecto petrista
acudan al optimismo para creer que no existe posibilidad de que
esto ocurra. “En Colombia nunca va a ganar la izquierda porque
es un país muy godo”, me dijo un amigo hace poco, como si el
pasado nos dijera exactamente lo que puede o no ocurrir en el
futuro, o como si las generaciones más jóvenes se parecieran a las
de nuestros padres o abuelos.
Vivimos bajo la ilusión de que podemos predecir el futuro mirando
lo que ocurrió en el pasado. Como la extrema izquierda nunca ha
llegado al poder en Colombia, esta vez tampoco podrá hacerlo,
pensamos. Intuimos que como Petro perdió en 2018, esta vez tiene
que ser igual.
Malas noticias. A Carlota no le sirvió de nada fingir que tenía a un
santo por marido; a nosotros tampoco nos servirá pretender que
Petro no puede ganar.

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Julio Iglesias

“Esperar lo mejor, prepararse para lo peor”, afirma un adagio inglés


que resume el espíritu de este libro. Aunque confío en la madurez
de la sociedad colombiana para rechazar un proyecto que coquetea
con el socialismo, y por tanto con el empobrecimiento del país,
más nos vale estar listos para perder.

Una historia de terror electoral


Mientras escribo estas líneas, Gustavo Petro es el favorito para
ponerse la banda presidencial el 7 de agosto de 2022.
Basta revisar los datos que publicó la firma Invamer1 en una
encuesta realizada en agosto de 2021 para entender el escenario
electoral tan desfavorable que enfrentamos aquellos que tememos
la llegada al poder del chavismo 2.0.
A diez meses de la primera vuelta de las elecciones, Petro no solo
es el favorito en la intención de voto, con 30,2%, sino que supera
por más de 15 puntos porcentuales al segundo, Sergio Fajardo, que
apenas llega a 14,5%.
Este porcentaje de intención de voto es casi 5 puntos superior al
que marcaba en noviembre de 2020, cuando en la misma encuesta
apenas llegaba a 25,9%. Es decir, y a pesar de lo que muchos
creían, el paro nacional que patrocinó su sector político no sepultó
las aspiraciones presidenciales de su líder. Todo lo contrario,
demostró el nivel de fanatismo que inspira su figura en un sector
de la población y lo irrelevantes, a oídos de sus seguidores, que
son las críticas que sobre él se han hecho a propósito de su papel
en las protestas.
Para entender la fortaleza actual de la campaña petrista hay que
fijarse, ahora sí, en la historia. En septiembre de 2017 Gustavo Petro
tenía solo 10% en intención de voto en la encuesta de Invamer2,

1. Fuente: https://www.valoraanalitik.com/wp-content/uploads/2021/08/en-
cuesta-invamer-1.pdf

2. Fuente: https://www.semana.com/nacion/articulo/sergio-fajardo-li-
der-gran-encuesta-septiembre-2017/541935/

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¿Y si gana Petro?

pero en la primera vuelta de las elecciones de 2018 obtuvo más de


25% de los votos, que le bastaron para enfrentarse en la segunda
con el candidato del Centro Democrático.
Ese 25% fue el mismo porcentaje que le alcanzó a Juan Manuel
Santos para pasar a segunda vuelta en las elecciones de 2014 y
mucho más del 21% con el que Antanas Mockus hizo lo propio en
2010.
Es decir, en las últimas tres elecciones presidenciales ha bastado
obtener un cuarto de los sufragios para llegar a la segunda vuelta.
Hoy Petro en las encuestas supera por mucho esa cifra y, salvo
alguna sorpresa mayúscula, no pareciera que fuera a obtener un
peor resultado que el de hace cuatro años.
Todo indica que el jefe del Pacto Histórico conseguirá disputar
la segunda vuelta presidencial en junio de 2022. Y ahí es cuando
comienza, a la luz de los números y las encuestas, la historia de
terror.
Una historia de terror o un cuento de hadas, dependiendo de si se
ve en Petro una amenaza para el futuro del país o un “mesías” que
transformará a Colombia en un paraíso terrenal, sin corrupción ni
pobreza. Sospecho que entre los lectores de este libro predomina
la primera interpretación.
Lo cierto es que el panorama luce oscuro si Petro logra llegar a
la segunda vuelta. En todos los escenarios y frente a sus posibles
rivales, gana “por goleada”.
Por ejemplo, si se enfrentara a Sergio Fajardo, Invamer estima que la
diferencia sería de diez puntos porcentuales (53,4% sobre 43,5%),
mientras que, frente a candidatos como Federico Gutiérrez, Óscar
Iván Zuluaga o María Fernanda Cabal, las brechas superarían los
treinta puntos. A todos sus rivales, de momento, Petro les ganaría
por la vía del nocaut.
Mientras Petro ha logrado unir a la izquierda radical y fagocitar
a los posibles rivales que podría encontrar en la centroizquierda,
al posicionarse como el candidato hegemónico de ese lado del

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Julio Iglesias

espectro político, el centro y la derecha lucen fragmentados,


débiles.
El Centro Democrático, que hace cuatro años logró aplazar la
victoria de Petro, hoy está desgastado por un gobierno de Iván
Duque sacudido por la pandemia, los múltiples paros que enfrentó y
hasta escándalos de corrupción bien capitalizados por la oposición.
Álvaro Uribe, su mayor activo electoral en el pasado, hoy está
acosado judicialmente y su imagen pública ha sufrido una caída
brutal. No pareciera que el partido esté en condiciones de repetir la
victoria de 2018.
Los números de las encuestas, de nuevo, dan cuenta del abismo
que separa a la corriente de Uribe de una nueva victoria. Incluso
en regiones que solían tener una tendencia conservadora, como
en el Eje Cafetero, Petro propinaría una auténtica paliza a los
precandidatos del Centro Democrático en una eventual segunda
vuelta.
Ni hablar de las regiones en las que ha sido más fuerte históricamente
la izquierda en Colombia. En el suroccidente del país, por ejemplo,
la intención de voto por Petro varía entre 43% y 48% en las últimas
encuestas de Invamer, muy lejos de cualquiera de sus posibles
rivales. En Bogotá, otro feudo tradicional de la izquierda, en abril
de 2021 llegó a superar 50% y en agosto alcanzó 32,8%.
Petro es hoy más fuerte en las regiones donde antes era débil y
mantiene su popularidad en las zonas que lo acompañaron hace
cuatro años. Sin duda es el rival por vencer, el favorito, por un
amplio margen, para ser el próximo presidente de Colombia.
De poco sirve negarlo, cerrar los ojos, como Carlota. Si no estamos
listos para prepararnos y mirar de frente los hechos, sin temor y
con valentía, lo más seguro es que terminemos igual que ella:
“entusados” y además en la ruina.

Pensar con el deseo, como Carlota


Recuerdo las excusas de la señora para no enfrentar a su esposo
infiel, para convencerse a sí misma de que el affaire con la secretaria

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¿Y si gana Petro?

era producto de sus celos y de que su marido seguía siendo el


mismo personaje ejemplar de toda la vida.
“A lo mejor se trata de una casualidad”, pensaba ella, “se habrá
ido a tomar vino con algún amigo”, “hoy se demoró porque tiene
mucho trabajo”, se insistía a sí misma para tranquilizar su angustia.
Luego de superar la fase de negación, y frente a las crudas evidencias,
comenzó a justificarlo. “Eso es algo pasajero, ya recapacitará”, o
“no se atreverá a dejar a su mujer para irse con otra”.
Muchos colombianos se encuentran “en modo Carlota”: intentando
negar la muy probable victoria de Petro o, cuando ya no queda
más remedio, buscando argumentos para convencerse de que esa
victoria no va a ser tan mala, de que las consecuencias no serán tan
nefastas o de que el tipo “no es tan mala gente”.
Wishful thinking o “pensamiento ilusorio” es como los psicólogos
denominan a esta actitud, que no es exclusiva de los colombianos;
al contrario, es un comportamiento típico de los seres humanos.
Cuando pensamos sobre el futuro, por ejemplo, preferimos creer
que los eventos más placenteros o positivos son también los más
probables, aunque la racionalidad y las evidencias indiquen otra
cosa.
Nos enfrentamos a un conflicto entre la realidad, la muy probable
victoria de un populista, y los deseos de que Colombia progrese
y sea una tierra fértil para desarrollar nuestros proyectos de vida.
Ese conflicto lo resolvemos en nuestra cabeza imaginando que el
escenario negativo es imposible o poco probable. Escogemos casi
siempre los deseos sobre la realidad.
El problema de esa actitud es que aplaza la hora de actuar, nos lleva
a postergar la toma de decisiones que podrían mitigar el impacto en
nuestras vidas del ascenso de Petro a la presidencia de Colombia.
No puedo dejar de pensar que los centenares de miles de mendigos
venezolanos que deambulan por las calles del país fueron víctimas,
por supuesto, del socialismo, pero también de su propia actitud
frente a la realidad de su país. Pecaron de complacientes, pero

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Julio Iglesias

también de optimistas. Se negaron a ver las amenazas que había


sobre su futuro, evitaron actuar porque le dieron más importancia
a esquivar el dolor en el presente que a tomar decisiones difíciles
que salvaguardaran su bienestar en el largo plazo.
Los venezolanos más precavidos, los que actuaron con más cautela,
lograron mitigar los efectos de un gobierno socialista, por ejemplo,
protegiendo sus ahorros de toda la vida mediante la compra de
monedas extranjeras, mientras muchos otros vieron cómo su
patrimonio se diluía por la inflación y la devaluación.
Les pasó lo mismo que a Carlota, que, en lugar de prepararse para
una nueva vida de soltera, de tomar las precauciones financieras y
legales necesarias para que su marido infiel no la dejara en la calle,
sin un centavo, decidió dar la espalda a los hechos y optar por un
optimismo irracional, ilusorio.
Por desgracia, parece que los colombianos vamos por el mismo
camino; estamos entregados a la negación de un escenario político
que con el paso de los meses parece más y más probable.
Pensar con el deseo nos ayuda a sentir menos dolor y a reducir la
angustia sobre el futuro, es esa voz optimista que todos tenemos,
muy necesaria y útil, pero peligrosa si no la matizamos con algo
de realidad.
Y es que todos tenemos mucho qué perder si a Colombia no le
va bien. Si Petro, como ha venido proponiendo sin ninguna
vergüenza, logra materializar ideas económicas como la de
imprimir pesos para financiar el gasto de su gobierno, nacionalizar
el ahorro privado de los fondos de pensiones o crear impuestos
expropiatorios que castiguen a los ciudadanos más ricos, nuestro
futuro se verá lesionado de manera muy seria.
Los colombianos tenemos en frente un candidato presidencial que
detesta la propiedad privada y la empresa, que no teme impulsar
una agenda confiscatoria y que comparte la visión del mundo que
llevó al chavismo a arrasar Venezuela hasta convertirla en uno de
los países más miserables del mundo. Frente a amenazas como esta,
en lugar de prepararse, a veces es más fácil fingir que no existen.

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¿Y si gana Petro?

Las consecuencias de estas ideas, inspiradas en lo más burdo


del socialismo latinoamericano y en ideologías igualitaristas que
han llevado a la ruina a todas las sociedades en las que han sido
aplicadas, serían tan nefastas que merecen un análisis mucho más
detallado, que abordaré en un capítulo posterior.
Lo cierto es que el peor error que podemos cometer es ignorar su
impacto, menospreciar su probabilidad de ocurrencia, o como hizo
Carlota, cerrar los ojos hasta que la realidad nos golpee la puerta
y nos saque a patadas de la zona de confort. Es decir, cuando sea
demasiado tarde para prepararnos o para reaccionar.

Un baño de realidad necesario


No solo los números demuestran la fortaleza del “fenómeno Petro”.
Además de favorecerlo las encuestas, el panorama político es muy
propicio para sus aspiraciones.
Mientras el uribismo se desgasta gobernando en medio de las
dificultades que ha traído la pandemia, lidia con las dificultades
fiscales, se hunde ante la opinión con escándalos de corrupción
y con reformas tributarias, la izquierda ha demostrado que tiene
una capacidad de movilización callejera mayor que ningún otro
sector político, y que es muy hábil rentabilizando los traspiés del
gobierno.
Las marchas durante el paro nacional a mediados de 2021, con
millones de personas en las calles expresando su rechazo al
gobierno de Duque y de forma implícita respaldando la llegada
de la izquierda al poder, demuestran la fortaleza de estos sectores
radicales.
La misma fuerza se expresa en las redes sociales. El surgimiento
de una serie de influencers políticos ligados a la extrema izquierda
(Wally, Lalis o Beto Coral, por ejemplo) con millones de seguidores,
cientos de miles de reproducciones en YouTube, miles de likes en
Twitter o Facebook, y una capacidad enorme para difundir los
contenidos que producen, son una manifestación de la hegemonía
que este sector político ha alcanzado en las plataformas digitales.

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Julio Iglesias

Mientras tanto, lo que podríamos llamar el establishment político


de Colombia, la “clase política tradicional”, sigue creyendo que las
prácticas clientelistas de toda la vida, las sumatorias de caciques
y componendas, las alianzas entre pymes y grandes empresas
electorales serán suficientes para ganar las elecciones. Esa confianza
en que la política tradicional (el mal menor) nos “salvará” del
arribo del populismo carnívoro, al parecer es compartida por buena
parte de las élites económicas, que lucen despreocupadas y siguen
menospreciando el riesgo que enfrentamos en 2022.
Curioso ese exceso de confianza. Pareciera que olvidan el varapalo
que la izquierda propinó a la derecha en las elecciones regionales
de 2019, cuando en las tres ciudades principales del país, Bogotá,
Medellín y Cali, ganaron candidatos que habían apoyado a Petro
en las elecciones del año anterior. Una victoria contundente que el
petrismo no dudó en reclamar. Una demostración de que el péndulo
político, que por años ha favorecido a la derecha, está inclinándose
a la izquierda y de que las masas urbanas del país respaldan de
forma mayoritaria un proyecto de corte populista.
Al final, lo que explica la muy probable victoria de Gustavo Petro
en las próximas elecciones tiene que ver con el éxito que ha tenido
la izquierda más radical en viralizar su narrativa sobre la situación
de Colombia, es decir, su explicación sobre el pasado y el presente
del país.
Y en ese viralizar su diagnóstico de los problemas del país, el
mismo diagnóstico que ha sido comprado por una porción muy
importante de los colombianos, las redes sociales han jugado
un papel central. El control, tanto en términos de creación de
contenidos como en su difusión, es apabullante por parte de la
izquierda radical. Las tendencias en Twitter, los vídeos más vistos
en YouTube o Facebook, los artículos más compartidos en los
portales de noticias, casi siempre tienen algo en común: un sesgo
ideológico, una postura política muy escorada a la izquierda.
“Quien controla el pasado controla el futuro”, explicaba George
Orwell. Y hoy el relato que predomina en la sociedad colombiana

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¿Y si gana Petro?

acerca de nuestro pasado es el que nos ha contado la izquierda,


uno cuyas raíces se hunden en el marxismo, que explica nuestros
problemas acudiendo a la “lucha de clases” y a los supuestos estragos
que nos han dejado el libre comercio y el sistema capitalista.
El predominio cultural e ideológico de estas ideas en la educación
y en los medios de comunicación no es un fenómeno reciente; al
contrario, es evidente desde hace décadas.
El establishment, mientras tanto, sigue jugando a la real politik,
a los cálculos electorales y a la administración de las minucias
burocráticas, de los trámites legislativos, la repartija de cargos y
contratos. Se olvidaron de que están a punto de ser echados.
Ellos están como Carlota, en etapa de negación.

Una hoja de ruta


Los indicios son claros. Petro es el amplio favorito para ser
presidente de Colombia en 2022. Por supuesto, ni yo ni nadie
puede dar por sentado que eso ocurrirá. El futuro es incierto, y a lo
mejor alguno de los candidatos más frescos, Federico Gutiérrez o
Alejandro Gaviria, por nombrar dos, puede dar la sorpresa y, como
ya hizo Duque, arrancar de último para terminar ganando por
cuenta de los temores que siguen suscitando las locuras populistas
de Petro.
No obstante, igual que si a su ciudad la amenaza un huracán, el
riesgo es de tal gravedad que lo mejor es actuar de inmediato y no
quedar a merced del azar o de circunstancias que, en últimas, están
fuera de su alcance.
Frente a la probabilidad de que ocurra una tormenta devastadora,
mejor asegurar puertas y ventanas con madera, aprovisionarse
con alimentos no perecederos, comprar baterías para el radio y las
linternas, informarse acerca de los refugios disponibles y, de ser
necesario, trasladarse con su familia a un lugar seguro. Actuar de
inmediato, y suponer que el peor de los escenarios puede ocurrir,
es lo más prudente.

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Julio Iglesias

¿Pero eso qué significaría en el caso de una amenaza política


como la que estamos enfrentando? Prepararse desde los ámbitos
personal, financiero, educativo y profesional para administrar los
riesgos que un demagogo de extrema izquierda, como sin duda es
Petro, plantea para nuestro futuro.
Antes que nada es importante entender cuáles serían los efectos que
su llegada a la presidencia tendría en la economía colombiana y,
por ende, en nuestras vidas. Comenzaremos, en los siguientes dos
capítulos, por analizar, desde el punto de vista macroeconómico,
pero también a escala personal, cómo podrían afectarnos las
nefastas propuestas de Petro.
Una vez hayamos entendido la naturaleza de los riesgos políticos
y económicos, y cómo pueden afectarnos en lo personal, debemos
conocer cuáles son las herramientas que están a nuestro alcance
para blindarnos, hasta donde sea posible, de los efectos del
petrismo y cuáles de ellas nos pueden ser útiles, según nuestras
propias características.
Si, por ejemplo, usted es un empleado que ha forjado un
patrimonio a lo largo de su vida, necesita entender las estrategias
e instrumentos financieros que le permitirán salvaguardarlo de los
efectos devaluacionistas e inflacionarios que tendría la impresión
indiscriminada de moneda que propone Petro. Esos instrumentos
financieros, que podríamos bautizar como “antisocialistas”, los
abordaremos en el capítulo cuatro.
También necesita estar consciente de las alternativas que lo pueden
proteger de los impuestos confiscatorios y de las expropiaciones
que plantea Petro como mecanismos para financiar su programa de
gobierno. En ese sentido, durante el capítulo cinco explicaremos el
concepto de confidencialidad y el papel central que Bitcoin puede
jugar en su protección.
Por otra parte, además de blindar lo que ya hemos conseguido,
es necesario entender las alternativas para seguir construyendo el
futuro: cómo generar ingresos y mantener su estabilidad financiera
en un entorno económico que, con toda probabilidad, va a ser

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¿Y si gana Petro?

muy desfavorable. En ese sentido son claves las posibilidades que


brindan internet y las nuevas plataformas colaborativas.
La “migración digital”, un concepto que implica globalizar nuestros
ingresos prestando servicios a través de plataformas online sin
necesidad de abandonar el país, es una estrategia que abordaremos
con detalle y desde una perspectiva práctica en el capítulo seis.
Frente a la amenaza de Petro de expropiar el ahorro privado,
también es importante conocer cómo puede usted planificar su
futuro pensional en un entorno tan hostil. Ante un gobierno que
amenaza con arrebatarles a sus ciudadanos las pensiones, bien a
través de la nacionalización de todo el sistema o de la inflación,
¿cuáles alternativas les quedan a los colombianos para planificar
su vejez? Esa será la pregunta que abordaremos en el capítulo
séptimo.
Finalmente, y entendiendo que, como ocurre cuando se acerca un
huracán, en ocasiones la mejor opción es refugiarse en un sitio
más seguro que nuestra propia casa, explicaremos las alternativas
migratorias más atractivas que tienen los colombianos. ¿En cuáles
países encontramos mayores facilidades para emigrar? ¿Qué
debemos hacer para preparar un plan migratorio? Analizaremos en
el capítulo octavo las ventajas y desventajas que ofrecen destinos
como Canadá, Estados Unidos, Australia, España o Portugal, así
como los requisitos que exigen en materia migratoria.

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