Está en la página 1de 3

En 1726, 

Voltaire, el escritor francés, llegó a Inglaterra. « de Voltaire, M. » La pregunta sugería que


al usar el «de», Voltaire estaba siendo pretencioso y dándose un aire ilustre que no le
correspondía. Sin embargo, el chevalier ordenó que se le tendiera una emboscada a Voltaire y una
noche, pocos días después, seis hombres le dieron una paliza. Voltaire no se dejó amedrentar y
retó al chevalier a un duelo, una respuesta tan osada y presuntuosa que lo único que consiguió fue
que el clan Rohan lo hiciera encerrar en la Bastilla.

Voltaire sólo pudo recuperar su libertad accediendo a marcharse del país. Los tres años que
Voltaire pasó en Inglaterra tuvieron un profundo efecto sobre él y contribuyeron de forma decisiva
a conformar las ideas que tan bien expresaría al regresar a su patria. Durante el tiempo que estuvo
en Inglaterra, el episodio más significativo de la vida de Voltaire fue sin duda la muerte de sir Isaac
Newton. Y fue esto lo que impresionó a Voltaire, que un hombre con un origen modesto, pero
bendecido con inmensos dones intelectuales, hubiera podido llegar tan alto en la sociedad y ser
tan respetado por sus contemporáneos, independientemente de su propia condición.

Esto era algo muy diferente de lo que ocurría en su propio país, «que apenas empezaba a emerger
de la sombra de Luis XIV» y en el que, como la propia experiencia de Voltaire demostraba, los
privilegios de cuna todavía tenían una importancia fundamental. Las cartas de Voltaire evidencian
que estaba muy impresionado por la organización política e intelectual de Inglaterra, por el
prestigio de la Royal Society, la libertad de la que gozaban los ingleses para escribir sobre lo que
les apeteciera y lo que a sus ojos era un sistema de gobierno parlamentario «racional». En
Francia, por su parte, los Estados Generales no se reunían desde 1614, hacía más de un siglo, y no
volverían a hacerlo hasta 1789, sin que Voltaire viviera para verlo. Sus Cartas filosóficas recibieron
muchos elogios, aunque el gobierno, en una exhibición de esa intolerancia y autoritarismo que
Voltaire estaba criticando, hizo quemar el libro acusándolo de ser «una obra
escandalosa, contraria a la religión y a la moral y carente del respeto debido a los poderes
establecidos».

Voltaire adoptó el sistema newtoniano, que otorgaba prioridad a la experiencia, derivada de la


observación desinteresada del mundo y de la que luego se deducían principios. Más importante
aún es acaso el hecho de que Voltaire aplicara esto a la psicología humana, que es donde entra en
escena Locke, pues él también se había observado y había descrito lo que había visto. Voltaire
pensaba que la ciencia había demostrado que el universo estaba gobernado por «leyes naturales»
que se aplicaban a todos los hombres, y que los países debían gobernarse de la misma
manera. Esto, creía Voltaire, otorgaba a los hombres ciertos «derechos naturales» y fue este
conjunto básico de creencias el que, en última instancia, daría origen a la doctrina revolucionaria.

Impresionado por los logros de la ciencia newtoniana, Voltaire quedó convencido de que, con


trabajo, algún día sería posible reemplazar las ideas religiosas por nociones científicas.

Muchas de las preocupaciones tradicionales de la filosofía francesa —el libre albedrío y la


naturaleza de la gracia— fueron consideradas carentes de sentido por
Voltaire y sus seguidores, quienes sostuvieron que cuestiones más prácticas tenían una
importancia mucho mayor. En Francia, todo esto ocurría en un ambiente de protesta y
descontento creciente. « Francia es un vasto hospital».

Diderot inició la Encyclopédie. Ésta también era originalmente una idea inglesa, pues la intención
inicial de Diderot era traducir la Cyclopaedia de Ephraim Chambers, publicada en Gran Bretaña en
1728. Sin embargo, el proyecto creció más allá de los temas técnicos y las estadísticas y pasó a
abarcar toda la cultura de la época, proponiéndose como una descripción exhaustiva de ésta y una
revisión social e intelectual de Francia. La publicación de la Encyclopédie es en sí misma un
capítulo de la historia de las ideas.

Aunque la primera entrega apareció en 1751, la obra tardaría veinte años en completarse, y
fue, intermitentemente, elogiada y reprimida por los censores. Desde un punto de vista
financiero, la obra fue muy rentable para sus editores, pero Diderot fue enviado más de una vez a
prisión por su causa y diversas láminas y artículos fueron confiscados. La Encyclopédie dio sus
primeros pasos en las cenas que dos veces a la semana tenían ocasión en el hôtel del barón
d’Holbach, en la rue Royale Saint-Roche , lugar al que se conocía como una «sinagoga de ateos». El
discurso exponía la visión que D’Alembert tenía del progreso intelectual desde el
Renacimiento, proceso que se figuraba como una «gran cadena» de proposiciones.

Diderot, argumenta que la Encyclopédie sólo puede entenderse plenamente teniendo en cuenta


las reacciones de sus autores a los intentos de las autoridades de censurar los
artículos . Malesherbes, el ministro encargado del comercio de libros y un apasionado creyente en
la libertad de prensa, que escondió los manuscritos en su propia casa, probablemente el lugar más
seguro de toda Francia. Con todo, para comienzos de la década de 1760 la idea de la Encyclopédie
había convencido incluso al rey y a madame de Pompadour.

Francia era lo que Norman Hampson ha denominado «el dictador cultural» de

Todavía más importante es que para entonces el francés había reemplazado al latín como lengua
común de la aristocracia europea. Guillermo I, la personificación misma del espíritu
prusiano, hablaba mejor en francés que en alemán. Son lenguas romances el sardo, el italiano, el
rumano, el castellano, el gallego-portugués, el catalán, el provenzal y el francés. El francés antiguo
resulta identificable desde el siglo IX en los Juramentos de Estrasburgo , mientras que el primer
texto en francés medio se remonta al siglo XIV .

El francés moderno surge en el siglo XVII. Sin embargo, hasta las famosas Ordonnances de Villers-
Cotterêt el francés no fue reconocido oficialmente como la lengua de los tribunales. E incluso
entonces el francés seguía siendo considerado como un idioma inferior al latín, que continuaba
siendo la lengua del conocimiento y la ciencia. No obstante, el francés se empleaba en la literatura
popular, y con el surgimiento de la imprenta y la difusión de la lectura, su popularidad aumentó y
ello confirmó su uso.

En 1549 Joachim du Bellay escribió su Défense et Illustration de la langue Françoise, en donde


sostenía que el francés no debía ser sólo el medio de cuentos vulgares sino también de proyectos
más ambiciosos e incluso «ilustres». A partir de entonces, el francés fue una lengua con conciencia
de sí misma en la vida nacional e intelectual de Francia, en un sentido en el que ninguna otra
lengua lo ha sido. Por tanto, para el siglo XVIII, el francés era una lengua más consciente de sí
misma y, de algún modo, más artificial que cualquier otra. Mientras otras lenguas se propagan de
forma natural, el francés fue, hasta cierto punto, un lenguaje oficial, y ésta es la razón por la que
incluso a mediados del siglo XIX había dos millones de personas en Francia cuya lengua no era el
francés sino el alsaciano, el bretón, el provenzal, etc...

También podría gustarte