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Cayetano Arroyo

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HACIA EL DESPERTAR
POR LA MUERTE
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Impreso en los talleres gráficos de EDITORIAL SIRIO, S.A.


Impreso en España
Printed in Spain
Cayetano Arroyo

HACIA EL DESPERTAR
POR LA MUERTE

editorial ¡rio, s.a. - málaga


“No solo bay un momento, sino que
ese momento es eterno”.
“Qué importa el traje que lleve puesto;
¿acaso no reconoces tu rostro?”.
INTRODUCCION

Y fue al Principio cuando todo Era. Cuan­


do el Tiempo estaba fuera y no había logrado
abrir la puerta y vivía sin nombre y sin rostro.
El Verbo aún no había abierto los labios y
el Impronunciable miraba hacia dentro.
Y Todo el Todo de Todo estaba en sus
adentros, y en ellos estaba el Templo y en el
altar del templo, escondida, latía la llama Viva
de la Vida con un resplandor que llegaba a
todos sus rincones.
Y Todo el Todo de Todo abrió sus ojos y
vio un caos de oscuridad y se dijo: Sacaré una
llama de la Llama que prende eterna en mi
interioridad para que se mezcle ahí fuera,
haciéndome más amplio. Y sopló y después
habló, y las palabras tomaron forma de fuego
vivo. Fue entonces cuando contempló el ros­
tro del tiempo y le dijo: “Dejaré que tu mano
me fraccione y que confunda a una parte
cu-ando se mire y se vea en la otra ahí fuera.
9
Dejaré que juegues con tus velos de ilusión y
limites el Eterno Ahora y lo estires en el Antes
y el Después. Dejaré que cada palabra viva
luche contra las demás por tu culpa. Porque
todo esto será mi alimento y hará que mi
equilibrio sea dinámico y expansivo, ya que
he abierto los ojos y ha llegado mi período de
actividad y creación”.
Y así, en cada parte, por insignificante e
ínfima que sea, Todo el Todo de Todo se repite
como en la más vasta y amplia.
Y en cada una es consciente de sí según su
función para con “El mismo”.
Cada parte tiene un equilibrio dentro y
fuera de sí.
Y fue al Principio cuando en el núcleo de
la oscuridad nació un fuego, una chispa de luz
incipiente y temblorosa. Y la oscuridad se
densificó y luchó por aprisionarla; pero el
fuego de vida se hizo dueño del centro y aquí
hizo su casa; sin embargo, la oscuridad domi­
nó la periferia.
Y la Palabra luchó como fuego desde el
centro por vencer y salir hasta la superficie
para iluminar; pero cada vez que vencía a una
capa que la envolvía, veía que había otra capa
más amplia que la rodeaba. Y desesperaba por
inflamarlo todo y llenarlo todo de su aliento
de ser. Pero lo que en la tercera dimensión
separaba la densa oscuridad, en la cuarta
10
estaba unido y era una sola cosa, así es que
desde ella cada llama, cada palabra de vida era
la misma llama y la Unica palabra del Todo
Uno y en El tomaba la Santa Fuerza.
Y así nació lo manifestado. Y dentro de lo
manifestado la conciencia de dicha manifesta­
ción; porque cada individualidad aparente no
es sino una forma de verse a sí misma toda la
manifestación, y despertar su conciencia no es
sino ser un foco del Todo Uno en el entorno
donde se manifiesta. Así pues, nacieron for­
mas más o menos perfectas no por no ser
completas en sí mismas y cumplir con su labor,
sino por permitir que la conciencia de sí que
en ellas florecía englobaran más o menos a las
otras conciencias o tuvieran la posibilidad de
manipular su mundo exterior cuando, varia­
bles, muere en ellas.
No obstante, según la ley todo es recípro­
co, porque aquel que manipula es manipulado
por aquello que manipulaba. Así pues, todo
aquello que busca la perfección y trabaja por
ella, es manipulado y modelado hasta hacerse
ella misma.

& ☆ ☆
11
Desde aquí, ahora, donde me ha colocado
la Mano de la Vida, voy a tratar de llegar a
todos aquellos hermanos que, por la Mano de
Ella misma se encuentran, como yo, conscien­
tes de que el vehículo que habitan, es decir, el
vehículo físico o cuerpo material, se deteriora
por momentos debido a esta enfermedad tan
de moda en los últimos tiempos como es el
cáncer. Esta enfermedad que, dicho sea de
paso, la padecen en mayor o menor medida
todos los vehículos planetarios de todas las
formas y niveles que habitan en el Planeta
Tierra, debido a los desequilibrios motivados
por el propio ser humano al luchar sin sentido
contra la Santa Naturaleza.
Gaia está enferma de ella. Su propia con­
ciencia de sí, representada por el hombre aún
formante, no ha dejado de experimentar sin
Conocimiento Objetivo sobre su vehículo físi­
co hasta tal extremo que lo está deteriorando
a una velocidad mayor que la que posee de
restitución.
Es curioso que aquellos pseudo-científi-
cos que están estudiando remedios contra esta
enfermedad no alcancen a vislumbrar la uni­
dad de vida que constituye todo el ser Planeta
Tierra, y cómo ellos mismos, con sus pruebas
y experimentos, están contribuyendo a su
deterioro. Todos ellos y muchos otros con su
insensatez, están formando parte de este
12
cáncer que lleva dentro mi vehículo físico.
¿Como es posible haber caído en tanta cegue­
ra? ¿Como justificar la muerte del propio ser
que nos da la vida y del que formamos una
parte más entre otras muchas partes?
Hay que reconocer que este experimento
de una serie de ideas maduradas en un espa­
cio-tiempo muy concreto, llamado “civiliza­
ción occidental”, ha fracasado rotundamente,
sobre todo desde que nació ese ramal, relati­
vamente reciente en el tiempo, llamado “in­
dustrialización”. Esa industrialización que se
alimenta, en los últimos tiempos, con el liqui­
do tumoroso que dormía enquistado sabia­
mente bajo la piel de Gala y que el propio
hombre, en su ignorancia, ha extraído, difun­
diendo su hediondez por toda la tierra y
extendiendo sus ramificaciones hasta su pro­
pio etérico. Y yo pregunto a aquellos que,
aunque nunca lo reconozcan, son hijos de su
inutilidad y defienden con argumentos “racio­
nales” o “intelectuales” esta forma de vida
occidental: ¿A donde vais? Levantad un poco la
mirada en el tiempo y sopesad el valor del
sacrificio y lo que se sacrifica a cambio de lo
conseguido. Porque es muy difícil ser humilde
y reconocer, y aún más difícil cuando hay
detrás una trayectoria de siglos que, escondi­
dos por una historia creada por historiadores
parciales, les dan la razón; cuando existe una
13
ciencia que cada vez se vuelve más cientifista
y unos llamados entre ellos “científicos” que
apenas han sentido una experiencia tan nece­
saria como: “Vence quien se vence”.
Sin embargo, no todo lo que ha dado la
moribunda “civilización occidental” ha sido
engañoso. Dejará tras su paso una música
maravillosa: la música nacida del propio cen­
tro de su corazón, en Viena, será siempre
recordada y oída con el respeto que se mere­
ce, llevando el alivio a muchos corazones
cansados. Esta música no pudo nacer en otro
lugar, porque en otro lugar no la necesitaban
tanto.

14
HACIA EL DESPERTAR

POR LA MUERTE.
Hermano Mío, mi espíritu se ha sentado,
esperando, entre el cielo y la tierra. Con una
mano tocando el cuerpo marchito que habito
y, con la otra, el cuerpo que formaron para mí
las estrellas.
Hermano Mío, que no se entristezcan tus
adentros y que tu corazón no sea una habita­
ción donde convivan la amargura y la duda. Ya
ves, mi cuerpo esta mortalmente herido por la
espada del cáncer y, sin embargo, mi ser se
regocija y se expande de alegría, se eleva y
vuela esperando el momento del desprendi­
miento, esperando que se terminen de mode­
lar las alas de la crisálida y que, como una
cascara seca, se desprenda la piel protectora
para dar libertad al cuerpo de luz.
La Hermana Muerte se acerca y yo la Amo
como Amo la vida; porque ¿acaso no es ella la
puerta hacia mis adentros? ¿No es ella la que
rompe el hechizo de la mortalidad? ¿La que
sella el libro que empecé a leer cuando tomé
este cuerpo físico que habito y rompe la
ilusión de haberlo vivido tan intensamente
que me olvidé de mí como todo?
Esto lo escribo para ti que te encuentras
en mi mismo estado, pero no sabes saborearlo
porque desde tu infancia introdujeron en ti
enseñanzas extrañas y oscuras que hicieron
nacer el miedo a morir al hablarte de paraísos
imposibles e infiernos insoportables, del bien
17
y del mal según la moralidad de tu época,
prometiéndote la salvación si actuabas de una
manera predeterminada. Todas estas cosas son
buenas si te ayudan, pero no si te paralizan en
el verdadero camino hacia “ti mismo”.
La realidad es infinitamente más hermosa.
Créeme: la realidad es más hermosa e inimagi­
nable desde aquí, donde tan solo acertamos a
percibir y a tocar a través de los sentidos.
Así pues, no te apenes y enfréntate cons­
cientemente y con todos los poros de tu Sen­
timiento abiertos ante este paso que vas a dar:
el más importante junto al de tu nacimiento en
un cuerpo humano.
Que las dudas no nublen la luz de tu
espíritu, ni te nuble el temor a lo que piensas
que es desconocido, ni el miedo a enfrentarte
con lo que esencialmente eres. Ante todo, que
se regocije en ti la alegría de encontrarte de
nuevo en tu mundo madre al que, desde que
naciste a la vida física, añoras en lo más
profundo de tu ser, y siempre buscas entre las
cosas pasajeras de este mundo sin encontrarlo
ni poderlo abarcar. Piensa que cuando los ojos
de tu cuerpo físico se cierren ya cansados y
también se cierren todos los sentidos, porque
tu cuerpo ya empiece su retomo al ciclo que
te lo cedió para utilizarlo en lo que aquí
llamamos vivir, se abrirán los ojos y los oídos
de tu ser real junto con ei todo de tu ser, y con
18
ellos ya no habrá límites para tu percepción ni
límite para tu vuelo.
Y será entonces cuando veas el verdadero
ser de las estrellas y comprendas el sentido de
todas las cosas que antes estaban oscuras para
ti. Sentirás que todo es Vida y te bañarás en
ella hasta fundirte y penetrarte en toda una
plenitud inimaginable.
Ven, hermano mío; no temas la acometida
del dolor que a veces te hace olvidarlo todo
para centrarte en tu cuerpo. Ven, hermano
mío, y piensa que ese dolor es como el de un
alumbramiento y, por lo tanto, de alegría,
porque no es otra cosa que la lenta descone­
xión de “ti mismo” y la liberación del lastre del
cuerpo físico que ya se está ajando.
¿Acaso no siente dolor la flor cuando se
desprende de sus pétalos para volverse lenta­
mente fruto? ¿Acaso en su transformación, de
la mano del Otoño, los hermanos árboles no se
lamentan cuando se desprenden sus hojas?
¿Acaso todo cuanto nace a un nuevo estado no
sufre?
Bendito el sufrimiento que nos lleva a la
Vida. Bendito el sufrimiento que nos hace
nacer al ser y vestirnos con la túnica de luz.
Me puedes decir, hermano mío, parte de
mi todo, que parece que intento robarte el
deseo de vivir, la esperanza de que mejore tu
vehículo físico y vuelvas de nuevo a integrarte
19
en esa realidad que llamamos vida, en el seno
de los seres que han vivido a tu lado dándote
calor, cariño y cuidados.
Ciertamente, en Occidente hemos creado
una concepción de la existencia donde el fin
primordial es preservar la vida física. Tanto es
así que se anula a una persona cuando, como
producto de su vejez, las fuerzas físicas le
abandonan: ya no es útil porque no produce,
se suele decir. Y la arrinconan y apenas apren­
den de -sus experiencias y su sabiduría. La
medicina hace todo lo posible por mantener
vivo el vehículo físico y hacen, en su ignoran­
cia y en la ignorancia de los que han sido
educados en estas ideas, que el momento del
desprendimiento se torne violento y amargo,
anulando la quietud que debe reinar en éi.
Todo esto nace a consecuencia de que la
ciencia tan solo cree en aquello que puede
tocar y experimentar. Así pues, nadie es pre­
parado para la maravillosa aventura de la
muerte, a la que se ve como una enemiga que
viene a robar algo que, según ellos, no le
pertenece. ¡Pobres ingenuos que juegan a
inmortales con un cuerpo que, desde que
nace, está sentenciado! ¡No saben que la
inmortalidad es, precisamente, comprender y
aceptar esto.
Yo, mi hermano, no deseo engañarte.
Quiero ser sincero contigo y, por tanto, he de
20
decirte que la Mano de la Muerte está siempre
golpeando nuestro centro físico de gravedad
hasta que lo rompe; entonces entra y nos
inunda, al mismo tiempo que nos desata y
libera. Así pues, no te aflijas y piensa que te
has de enfrentar con el gran reto, con la gran
incógnita que, consciente o inconscientemen­
te, ha guiado tu vida. Procura llegar hasta ella
con la conciencia lúcida, abrazándola como a
una amiga, como a una hermana. Abandónate
a la Mano de la Vida y deja que te guie. Al igual
que un pajarillo que aprietas entre tus manos
se hace más daño en su intento por escapar
que si se quedase quieto y sereno ante las
circunstancias, así te pido yo que hagas, o me
pido yo en ti que se haga: abandónate para
que te penetre el gran misterio, el maravilloso
misterio y déjate llevar entre sus manos, por­
que solo él puede enseñarte las estrellas y
abrirte el camino que incluso aquí era una
fantasía, una ilusión, algo que has oído y que
tu razón, que todo lo quiere encauzar dentro
de sus moldes, no acepta; porque no puede
llegar hasta ese lugar.
Habla con tus seres queridos y sé la fuerza
que necesitan para estar igualmente serenos y
felices con tu marcha. Diles que con su llanto,
con su querer posesivo, atan tu desprendi­
miento y tu vuelo más que mil cadenas. Diles
que, si realmente te Aman, te desprendan de
21
su posesión y comprendan, sepan y sientan
que tu ser no muere, que tan solo lo hace tu
envoltura física ante sus miradas engañosas.
Diles que estén contentos; porque después de
haber vivido una vida y aprendido lo que
viniste a aprender, ahora vuelves a tu ser real
para seguir el camino. Que no te hagan mirar
hacia atrás, que no formen un muro con los
sentimientos nacidos del no saber ver la reali­
dad, y le hagan penoso el camino a tu esencia.
¿Sabes? Hay muchos que se niegan a con­
tinuar después de dejar el cuerpo físico, por­
que han sido educados de esta forma o porque
tan solo creen en lo que pueden ver y tocar. Es
muy curiosa la actitud de estos seres que,
cuando dejan el cuerpo físico, piensan que no
han muerto a la vida de los sentidos y actúan
como si aún los tuviesen, lo que les acarrea un
tremendo estado de angustia al no entender lo
sucedido.
Ven y, en los momentos en que tu cuerpo
cansado de sufrir admita el sueño reparador y
la tranquilidad, toma mi mano y vuela conmi­
go. Vuela más allá de la envoltura física y
observa cómo se queda allá abajo, sobre la
cama, mientras jugamos con la luz que nos
envuelve y con la quietud y la armonía que
surge al desprendernos del cuerpo.
Cuando la Hermana Muerte llegue hasta ti,
ocurrirá algo similar. Por un tiempo se acre­
22
centarán tus sentidos y, aunque tu cuerpo esté
inerte y ya no puedas moverlo, vivirás y sen­
tirás con infinita percepción todo aquello que
te rodea. No te angusties en esos momentos;
simplemente relájate y los hermanos de luz
que trabajan desconectándote del vehículo
físico, te ayudarán a salir de él.
Una vez conseguido, lo verás inerte a tu
izquierda. No te recrees en algo que ya no es
sino un traje viejo que utilizaste para encar­
narte durante un tiempo de tu eternidad; más
bien reconoce que te has separado de él y,
mirando a tu derecha, sigue la luz Viva que,
como una antorcha en la oscuridad, te está
llamando.
Síguela a través del túnel hasta fundirte
con ella. En ocasiones, para guiarte a través
del túnel vienen seres muy queridos para ti y
que ya abandonaron su cuerpo físico; otras
veces, tu propia devoción atrae la forma mental
de una deidad o la imagen de una virgen o un
santo en el que, durante tu vida física, depo­
sitaste toda tu fe. Ve con ellos, porque ellos te
adentrarán en la luz del nuevo nivel de con­
ciencia al que despiertas.

23
¿Sabes? Esta mañana ha llegado hasta mí la
fresca mano del viento y ha acariciado mi
cuerpo y ha dejado en él todo el perfume del
otoño que ya inunda los campos. ¡Qué suave
es su contacto! Se asemeja a las Manos de la
Vida que siempre me han protegido y guiado
por los caminos de la existencia, con tanto
mimo como una madre a su hijo pequeño. Yo
me abandono en ellas y me presentan ante los
ojos de mi espíritu los acontecimientos y los
caminos a seguir.
Ven, hermano mío; adéntrate tú también
entre las Manos de la Vida, porque tan solo te
apartan de ellas los pensamientos, todo aque­
llo que te hace personal, todo lo que te egoiza.
Ven, aparta de tu frente las ramas de los “yoes”
que, cuando las mueve la brisa de la mente, se
golpean unas contra otras haciéndo imposible
que te vivas. Abandónate al flujo del Estar sin
pensar que estás. Eres todas las cosas. Tú eres
de todas las cosas.
¡Oh pajarillo cantor, qué bello saber hacer­
lo sin pensar!
¡Oh bienaventurada flor, qué bello saber
serlo sin pensar!

24
Oh hermano mío, grande es la alegría que
sentimos cuando nuestro intelecto abarca algo
a través de la lectura o de la investigación,
pero engañoso pensar que lo comprendemos;
porque comprenderlo es serlo con todo nues­
tro ser y ese es un estado donde sólo habita la
conciencia bien educada como simple espec­
tadora y sin que medie la razón. Para mí,
comprender es ser aquello que se comprende.
No se puede comprender desde fuera sin que
se deshaga lo que se comprende. La persona
que comprende, lo que comprende y aquello
que le motiva a comprender son una sola cosa:
una sola y única cosa. Cuando queremos
explicar esto, nos damos cuenta de lo limita­
dos que son los términos de las palabras para
transmitir aquello que sólo se comprende
cuando cada uno, por sí mismo, lo Es.
Igual ocurre con la Hermana Muerte. Todo
lo que digamos de ella será solamente un in­
tento de acercamiento, como pretender reco­
ger en una fotografía la luminosidad del sol o
en un dibujo el fluir de un río. Sin embargo,
gracias a seres que han logrado experimentar­
la sin dejar el vehículo físico, sabemos de cier­
tos estados comunes a todos los humanos
cuando se enfrentan a ella, aunque la propia
particularidad de cada uno les de una expe­
riencia única. De igual forma, tanto la Tradi­
ción como los textos antiguos explican el gran
tránsito.
Yo, oh hermano mío, te relataré e intenta­
ré transmitirte mi experiencia viva, la que me
hace conscientemente inmortal, la que llena
de alegría mi interior, porque he descubierto
el espejo donde puedo reconocerme, donde
estoy “yo mismo”, donde soy.
¿Sabes? Mi totalidad ha mirado ese espejo
y ha visto a mi doble que se miraba en él, y
veía lo que soy en esta encarnación. Y mi
todo, simultáneamente, podía estar en uno y
en otro, y en muchas otras cosas. Y podía,
desde uno, pensar y razonarse y, desde el
otro, ser y sentirse. Desde uno andar con los
parámetros del tiempo, observando la nitidez
del antes, el ahora y el después. Desde el otro,
estar donde se siente sin límites de tiempo,
porque para él el tiempo no existe.

26
Ven, hermano mío, vamos a andar por los
caminos que forman las estrellas y por los que
forman los pensamientos altruistas de todos
los seres.
Ven, vamos a oler el perfume de los seres
que se vencieron y, con el sufrimiento, abrie­
ron sobre la Tierra la flor de su interior para
ofrecerla limpia y pura a la humanidad.
Ven, oh mi hermano; descansa de tu dolor
aquí, sobre mi hombro. Unamos las luces de
nuestras almas y andemos... andemos hacia
adelante, hacia el gran corazón del ser, hacia
el Núcleo del Amor.
Ven... ven a volar. A volar. Deja tu cuerpo
reposando y ven... ven a volar. Bendice a la
Hermana Muerte que pronto romperá la jaula.
Bendice a la hermana jaula que tanto te hizo
añorar la libertad. Ven... ven a volar hasta ti.
Hasta tu interior más profundo.

27
Siento cómo el hermano dolor envuelve
mi cuerpo con sus manos. Me acaricia y lo amo
porque me hace añorar las manos dulces de la
complacencia y hace añorarme más unido a
mí, más completo.
Siento cómo el hermano dolor me trans­
porta hacia el gran dolor de la humanidad y
cómo me hace compartirlo y ayudar a sopor­
tarlo entre todos.
Siento cómo el hermano dolor es el anun­
cio de un alumbramiento de Luz. Un gran
alumbramiento de Amor.
Está contento, hermano, si te acaricia la
mano del dolor. Porque abrirá los ojos de tu
espíritu más de lo que lo hace la Hermana
Alegría, y curtirá las manos de tu espíritu más
de lo que lo hace la Hermana Diversión.
Y aunque haga sangrar los pies de tu
espíritu, los llevará hacia su Amada por el
camino más corto.

28
Observa cómo llega de nuevo el atardecer
y cómo le sigue la noche. Observa cómo nace
de nuevo el hermano sol y de nuevo todo se
inunda de actividad. Y mira cómo todo esto
ocurre siempre ajeno a nuestro estado de
ánimo, a nuestras vivencias y a nuestros sufri­
mientos. Así, de esta forma es Todo el Todo de
ti. Te abarca, te sustenta, en él vives y, sin
embargo, está ahí, aparentemente distante y
tan cercano, tan envolvente. Tan necesario.
Observa la piel de la Madre Tierra: des­
pués de la retirada de las aguas se vuelve fértil
y, ayudada por el aliento del aire, el calor del
fuego y la humedad, crea frondosos bosques
donde los hermanos árboles se expanden lle­
nos de alegría. Después viene la mano del
hombre que los tala y los sangra, quemándo­
los para robarles su fuego interno y modelán­
dolos para satisfacer sus vanidades. Y así, en
esas tierras siembra plantas que le alimentan y
hacen sus días tranquilos. Al pasar el tiempo,
esa piel de la Madre Tierra se convierte en
desierto y con ello se hace altruista y despren­
dida; porque esa arena, ayudada por la mano
impetuosa del aire y de las nubes, va a caer
como polvo sobre otras partes de su piel para
reforzarla. Algún día vendrá nuevamente el
agua y la piel del desierto empezará así a
recoger para poder seguir dando.

30
Recuerdas, hermano mío, momentos de la
vida que has vivido y que se agolpan en tu
mente como queriendo llamar tu atención.
Algunos tocan tus sentimientos y hacen que
tus ojos se humedezcan y otros, que nunca
quisieras haber vivido, tratas de apartarlos de
ti como si deseases apartar un dedo leproso de
tu propia mano. Pero no te detienes a contem­
plar que son tan vacíos como una pompa de
jabón, tan efímeros como una gota de agua en
la lluvia. No te apegues a ellos, ni a los que
consideras buenos ni a los que piensas que
son malos. Son como una película ya pasada,
como un camino ya recorrido. No mires atrás.
Todo lo que aprendiste va contigo y su
riqueza es la enseñanza. La esencia de ener­
gías que despiertes va contigo y eso eres tú:
algo que no tienes que guardar, recordar, ni
proteger. Tú eres el que eres.
No te angusties, no te detengas. Prepárate
para el aquí ahora, llénate de él y abandónate
a él. Las puertas de la muerte te llevarán por
el camino sin retorno hacia otros soles, hacia
tu Mundo Madre, aquel donde, alumbrado por
tus padres celestes, naciste a la conciencia de
ser hace incontables eones.

31
Y así... caminando, como siempre. Como
siempre.
¡Oh eterno hermano, oh eterno peregri­
no!. Peregrino entre las estrellas y más allá de
las estrellas. Vadeando el lago de la eternidad.
Mirando el horizonte que forman tus manos en
cruz.
Así... así, en el silencio de la noche, cuan­
do el Todo Uno serena su respirar, cierra sus
ojos y relaja su cuerpo.
Así... así, en la Música del día, cuando el
Todo Uno danza y hace girar todo su ser,
expandiendo toda la alegría que inunda su
corazón.
Así, oh eterno hermano, oh eterno compa­
ñero de viaje, oh eterno peregrino...

32
A ti... que dudas. A ti... que dudas sobre tu
eternidad, te diré: si en manos de la vida el
más pequeño de los gusanos se transforma y
se hace alado, elevándose del suelo donde
vivió; si el más insignificante árbol, al llegar el
verano madura en mil frutos que después caen
en el vientre de la tierra y se reproducen,
haciéndolo andar sobre ella pequeños o gran­
des pasos; si los animales que trabajan para el
hombre mueren en su sacrificio y así poder
volar en espíritu y acercarse ascendiendo hasta
el corazón de los hombres; ¿cómo no te vas a
sacrificar, aún sin saberlo, para ganarte el
corazón y la envoltura de un ángel? ¿Cómo
eres capaz de retorcerte como una serpiente
sobre el lodo a causa de lo que te enseñaron
y de los errores del mundo donde vives, y no
saber que eres eterno? Tal vez mayor sea tu
alegría, querido hermano. Tal vez mayor será
tu alegría...

33
Di con tu corazón:
No lloréis mi pérdida, hermanos míos.
Aunque la vista y los sentidos os engañen.
No lloréis al ver el cuerpo que habité
ajado y destruido por los dedos del tiempo. No
lloréis aunque los recuerdos os hagan nudos
de sentimientos en la garganta y un lugar en
vuestro corazón quede vacío. No lloréis, por­
que todo es una ilusión. Permanezco aquí y
allí.
Ahora estoy donde mi pensamiento desea.
Ahora juego con las formas pasajeras de las
cosas y puedo estar dentro y fuera de ellas.
Puedo ser agua con el agua y aire con el aire,
ser árbol y piedra, acariciar la esencia de
todos los hermanos y aunarme al canto de los
ángeles y al silencio de los dioses; ahora
siento que mi aliento ya no está limitado por
la cárcel de las costillas, llendo de un lado a
otro más allá de todo límite.
No lloréis, porque lo que llora en vosotros
es la ignorancia y el no saber. ¡Cuánto me
gustaría transmitiros mi alegría! Deciros que
ahora estoy vivo, aunque ya no tengo labios
para articular palabras que resuenen en la
cueva de vuestros oídos. Ni tengo manos
densas para poderos abrazar. Tan solo os
puedo hablar dentro del corazón. Tan solo os
puedo hablar con el silencio del ser.

34
Si han llegado a mí momentos de alegría,
los pagaré con momentos de tristeza. Si has
traído a mí momentos de gozo, oh Mano de la
Vida, sé que con ellos también me traes
momentos de depresión.
Si he vivido lleno de salud, vendrán a mí
momentos de enfermedad y sufrimiento. Gra­
cias, oh sabia Mano de la Vida, que me permi­
tes saborear por completo este bocado de
conciencia que empecé a dar al nacer y que
ahora finalizo muriendo.

35
Oh hermano mío, cuando el peso del
Hermano Dolor te incline como se inclina un
junco roto tocado por el viento, recógete y
acurrúcate en la cálida hoquedad de la palma
de la Mano de la Vida. No te alteres, y en el
silencio del corazón reza tu oración. La ora­
ción que has hecho para hablar con las demás
partes de ti. Si no has logrado hacer ninguna,
pronuncia hacia tus adentros:
¡Oh seres de Luz, que este dolor que me
acerca a vosotros sea el cáliz del dolor de la
Humanidad por encenderse al conocimiento
de ella misma!
¡Oh seres de Luz, que este dolor sea la
túnica que tejí para cobijar la alegría del Amor!
¡Oh seres de Luz, que este dolor sea para
abrir las puertas y las ventanas de mis más
oscuros rincones!
Y así... así el dolor se hará pequeño;
porque sabrás, hermano mío, su sentido.

36
Debes saber, oh hermano, que puedes
tener todas las cosas, pero nunca depender de
ninguna de ellas.
Puedes tener todas las ideas y todos los
principios, pero nunca atarte a ninguno de
ellos. ¿Cuándo el espíritu, que es Luz, necesita
muletas? ¿Cuándo necesita imágenes para
mirarse a sí mismo? ¿Cuándo necesita de al­
guien que le indique el camino a seguir entre
las estrellas para encontrar su casa? Todo
cuanto he escrito y escribiré tan solo sirve
para que tu mente hermana se despeje de
supersticiones y de dudas que hacen difícil tu
llegada a las Puertas de la Hermana Muerte;
pero una vez pasadas, la luz sabe ir a la LUZ
y el Amor al AMOR.

37
Si crees tener algo, poseerlo, ¿no es morir
el hecho de perderlo? No tengas nada, no
poseas, no desees y nunca morirás. Morirás, se
sobreentiende, a esas formas o ideas, porque
nunca se muere. Ni tan siquiera desees este
cuerpo que habitas, aunque no por ello dejes
de aprender a través de él, ya que a través de
él vas a tocar lo que entendemos por vivir, vas
a besar las formas, y te vas a reconocer disfra­
zado en todas ellas.
Has hecho sabio uso de él, pero ahora,
cuando debes abandonarlo y devolverlo a la
Madre Tierra, debes estar tan indiferente como
cuando abandonas un momento vivido, a
imagen de un paisaje o un amigo. Lo bueno y
hermoso de las vivencias va contigo. No te
apenes, pues, por dejar sus formas.

38
Sé vigilante de ti mismo. No te dejes
vencer. Está en continua alerta. No bajes la
guardia ante pensamientos que te hagan per­
der la quietud, la serenidad, el silencio inte­
rior.
Vívete en el aquí ahora conscientemente,
sacándole todo el jugo a cada frase del Libro
de la Vida que vas leyendo. Saborea el estado
único que estás viviendo. Desarrolla al máxi­
mo tu sensibilidad. Vacíate en el propio vivir.
Sé tú en el sufrimiento y la entrega.

39
¿Acaso nunca has pensado o sentido, her­
mano mío, que gracias a la Hermana Muerte el
mundo y todo lo que lo envuelve es un miste­
rio? ¿Acaso no ves que el vivir no es sino una
huida y un prepararte para ella? Y ¿acaso no
eres privilegiado porque te has acercado a sus
Manos y has percibido su aliento y oído sus
pasos?
Hazle frente y llega hasta sus puertas con
la conciencia lo más despierta posible. Vívela,
porque vivir la Muerte es romper la vida y su
sueño y andar con el Ser Puro sin vestidos ni
velos que empañen la verdad, sin conceptos ni
ideas que modelen el rostro sin rostro del
Todo Uno Consciente Creador.

40
He estado con mi cuerpo de luz más allá
del tiempo que miden los hombres. Y he
estado de cara a la eternidad, he besado su
rostro y he acariciado lo Innombrable, aquello
que no se puede tocar con las manos del
pensamiento del mundo; porque ante Ello la
Razón se embriaga y no puede ver, la lógica se
nubla y entristece porque no puede contar ni
medir sus pasos.
He estado con mi cuerpo de luz y he
paseado más allá del cerco donde se mueve mi
conciencia y he nadado en lo Misterioso como
si fuese un mar de cristales sin formas abarca-
bles.
¿Qué podría decirte, oh Razón mía? ¿Cómo
podría hablarte, oh conciencia de vigilia? ¿Qué
podría hacer para que tú, oh parte física de mí,
pudieses comprender o vivir lo que yo he
vivido más allá de tu envoltura y lo que he
visto más allá de tus ojos y tus sentidos? ¿Cómo
podría dejar escrito en un papel aquello que ni
tan siquiera es imaginable, aquello que, envol­
viéndolo todo, no es definible? Quizás hable
más de Ello el blanco que queda entre las
letras que las propias leyes, una hoja en blan­
co que esa misma hoja manchada por las
palabras.

41
Me abro en mi Ser y mi espíritu se expande
y se eleva y mi alma se viste con la limpia
túnica de la luz. y dice:
Oh luz, que aquellos que me miren te
vean.
Que aquellos que escuchen mis palabras
sean a Ti a quien escuchen en ellas.
Que aquellos que me sienten te sientan.
Que aquellos que me comprenden sean a
Ti a quien comprendan.
Y así, en el momento en que mis manos
tomen las manos de la Hermana Muerte, sean
tus Manos las que tomen las Manos de la
Hermana Muerte y enciendan un camino para
alumbrar a muchos.

42
Ya ves, esta energía-pensamiento que, en
este momento, voy depositando aquí, sujetán­
dola con palabras, tú la estás recibiendo en
este mismo instante, al leerlas.
Yo, sin embargo, en este momento en que
lees, ya he dejado mi envoltura física y he
salido de ese nivel que aún vives con tu
cuerpo; y sin embargo estoy aquí, junto a ti,
dándote esta energía de comprensión después
de haberla sublimado en mi ser y modelado en
mi particularidad.

43
Ya oigo cómo mueren los delfines. Con
ellos muere la trama del pensamiento de Gaia.

☆ ☆ ☆ ☆

La enfermedad que veo en ti ¡Oh Gaia!,


abriendo los ojos y mirando el entorno, es
igual que la que vivo dentro de mi vehículo
físico. Inexorable pero purificadora para mi
espíritu y gratificante para la totalidad de mi
ser.

44
No hay nada más mío que “yo mismo” y,
sin embargo, para concienciarlo en mí, si
recurro al sentir casi lo abarco, y si recurro al
intelecto casi lo destruyo.

& & ☆ ¿y

Las células cancerígenas que ya forman


parte de mi organismo físico, activamente me
piden, a través de él, sus alimentos favoritos.

45
Hermano mío, toma mis alas y vuela. Vuela
hasta que encuentres las tuyas ocultas tras las
dudas, el abandono y la ignorancia que te
dieron a beber desde que naciste a esta vida.
Ven, toma mis alas y vuela para que te
sepas inmortal y te sientas vivo más allá del
tiempo que tiene como límite tu cuerpo.
Cuando lo hagas, tan solo una vez, te sobrarán
todas las palabras, todas las explicaciones y
todas las creencias para saberte un dios que
despierta de un largo sueño de limitaciones.

46
Aun por encima de las dudas que llenen tu
cabeza y de la negación que te obstinas en
defender, seguirás viviendo una vez hayas
abandonado el vehículo físico; porque la vida
no muere, y la propia muerte no es sino un
ritmo de la Vida.
Aunque no lo creas y una y otra vez te
parezca un sueño, porque no comprendes,
todo esto ocurre porque sigues vivo sin tu
cuerpo físico. Aunque todo tu alrededor sea
extraño y no lo puedas abrazar con tu razón,
todo esto ocurre porque has dejado el vehícu­
lo físico sin darte cuenta.

47
Otros libros ■ irio

Jayacar, Pupul
KRISHNAMURTI, biografía

Jung, Cari Gustav


SINCRONICIDAD

Meyrink, Gustav
EL ROSTRO VERDE

Millman, Dan
EL GUERRERO PACIFICO

Moreau, A.
LA GESTALTERAPIA

Mallasz, Gitta
LA RESPUESTA DEL ANGEL

Musaios
EL CAMINO DEL LEON

Rudyar, D.
EL CICLO DE LAS LUNACIONES

Sakti Gawain
VIVIR EN LA LUZ

Soleil
APRENDA A ALIMENTARSE

Sweetland, Ben
HAGASE RICO MIENTRAS DUERME

Szekely, Dr. E. B.
EL EVANGELIO DE LOS ESENIOS

Tritemo, Juan
TRATADO DE LAS CAUSAS SEGUNDAS

U. G.
LA MENTE ES UN MITO

Wilhelm, Richard
TAO-TE-KING

editorial M irio, s.a. - málaga


Lo que me he propuesto en el tiempo en que me ha
colocado la Mano de la Vida, es tratar de escribir algo
bajo la influencia de estas circunstancias, que ayude a
tomar plena conciencia de sí a aquellos que la Mano de
la Vida coloque en parecidas circunstancias, y a otros
que, sin tener que vivirlas, necesitan que les repitan
una y otra vez que "aquí estamos de paso".
Como diría Al-Ahim: "El hombre es un dios dor­
mido al que despierta la Mano del Sufrimiento". Y cier­
tamente es el sufrimiento, bien consciente o incons­
ciente, el que puede crear en nosotros el nacimiento de
estos planteamientos que nos despiertan de la mecani-
cidad en que caemos al vivir hacia fuera.

ISBN 84-7808-150-X

9 788478 081509

editorial Mb ¡rio, s.a. - málaga

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