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MASS MEDIA

DicEs

SUMARIO: I. Evolución socio-cultural del fenómeno y


repercusiones en la vida cristiana - II. Espiritualidad de los
promotores - III. Espiritualidad de los receptores - IV. Medios de
comunicación social y estados consagrados - V. La experiencia y
el mensaje de don Alberione: 1. El apostolado de la "edición"; 2.
Espiritualidad del predicador moderno; 3. El nuevo "cántico de las
criaturas"; 4. Peligros y dificultades; 5. La dimensión misionera.

I. Evolución socio-cultural del fenómeno y repercusiones en


la vida cristiana

Para abreviar, también aquí se emplea la terminología mass


media —bastante corriente, pero ambigua y desorientadora—, a
fin de indicar aquellos modernos medios técnicos de
comunicación que el Vat. II ha calificado con mayor propiedad
como "instrumentos de la comunicación social"; entre ellos, los
principales son la prensa (periódica y de información), el cine, la
radio y la televisión. Se los llama "modernos", porque se han
presentado y desarrollado en los últimos ciento cincuenta años: la
prensa, más o menos desde 1830; el cine, desde 1895; la radio
desde 1920, y la televisión, desde 1950. Pero la verdad es que —
como acontecimiento de profundas consecuencias no sólo socio-
culturales, sino también religioso-morales—, con el progreso
tecnológico y, sobre todo, con la integración de la electrónica en
sus técnicas (llegada de la "tecnotrónica"), a partir de los años
sesenta están sufriendo una evolución radical que, si bien hace
omnipresente y prácticamente instantánea la comunicación de
sus mensajes, entrelaza y acumula las prestaciones, en otro
tiempo distintas, de la información, de la formación y de la
diversión en una comunicación social global, centrada
prácticamente en la televisiva.

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Aunque merece poca o ninguna atención la teoría, hoy
demasiado de moda, de McLuhan, según la cual toda evolución
histórica socio-cultural de la humanidad dependería
exclusivamente de la aparición de nuevos medios de
comunicación, de forma que todo el esfuerzo del hombre de hoy
consistiría simplemente en el paso palingenésico de la "galaxia de
Gutenberg" (la imprenta) a la "galaxia de Marconi" (electrónica),
los sociólogos, los antropólogos y los psicólogos están de
acuerdo en incluir los medios de comunicación social entre los
factores primarios de la evolución actual, que por su extensión y
por su profundidad no tiene parangón alguno en el pasado. Se
trata de un mundo nuevo, de una nueva cultura-civilización, en la
que los hombres están llamados a vivir en situaciones totalmente
nuevas los perennes valores morales y religiosos, y los creyentes
y la Iglesia los valores propios del mensaje cristiano.

En esta nueva problemática, durante muchos decenios los


católicos y los moralistas en general se han preocupado casi
solamente de los efectos personales e inmediatos de los mass
media, y sobre todo de los peligros y ocasiones de pecado
relacionados con sus mensajes. En cambio es un mérito de
McLuhan y de su (discutible) paradoja "El medio es el mensaje"
haber llamado la atención ante todo sobre los fenómenos sociales
y a largo plazo inducidos por esos mismos medios, considerados
bien en sus características técnico-comunicativas, bien en las
estructuras económico-políticas en las que actúan.

Dando una ojeada a los que interesan más directamente a la


actual acción pastoral de la Iglesia, centrada en la predicación del
mensaje evangélico mediante los mass media [infra, Vj, los
nuevos fenómenos que afectan más de cerca al comportamiento
espiritual de los receptores son los siguientes:

• La información. Entendida como búsqueda y difusión de las


noticias sobre sucesos y hechos de actualidad. Escasa y reducida
en el espacio, incierta y lenta en el tiempo hasta hace poco,
primero la prensa y luego el periodismo radiofónico y televisivo la
han hecho hoy universal e instantánea.

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De aquí la dinamización actual de la vida asociada, el paso de
unos mundos culturales cerrados y estático-tradicionales a un
mundo abierto-dinámico en continua evolución. De aquí también
el carácter público de todos los acontecimientos, con la rápida
limitación del ámbito de la vida privada, por una parte, y la
progresiva reducción de las acciones con consecuencias
(presumiblemente) sólo personales y privadas de eco y de
responsabilidades sociales, por otra; de ahí el actual anacronismo
de una espiritualidad que, cerrada en sí misma, ignore lo que
ocurre en el mundo y se desentienda de intereses, virtudes y
culpas sociales.

• La propaganda-publicidad:

Entendida como información persuasiva, esto es, organizada y formulada


con el objetivo concreto de orientar a los receptores en favor o en contra
de personas (propaganda personal), doctrinas (propaganda ideológica)
o productos y servicios (publicidad).Aunque escasamente difundida y
estructurada en el pasado, en los dos últimos siglos se ha ido
potenciando a través de medios, métodos y efectos hasta convertirse
hoy. Con el uso masivo de los mass media y con el recurso a teorías y
métodos de investigación y de programación, en esos poderosos
manipuladores de masas, de los que todos somos objeto en mayor o
menor grado. Entre los fenómenos socio-culturales (y también ético-
religiosos) provocados por ellos, están: el deterioro de toda genuina
democracia mediante la manipulación de la información; la explotación
de las tendencias gregarias del individuo y su consiguiente masificación
en aglomerados de elementos privados de inteligencia y de voluntad
autónomas, heterodirigidos por el "jefe" de turno; además, la confección
en serie del "hombre unidimensional" marcusiano, cobayo de la máquina
industrial en una "civilización del consumo" inhumana. En gran parte, de
esta información y de la propaganda-publicidad de los mass
media depende el otro fenómeno totalmente moderno:

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• La opinión pública.

Entendida como el conjunto de juicios y de actitudes de los individuos y


de los "públicos" sobre problemas e intereses importantes de las
comunidades de que forman parte, ocasionados en su mayoría por
hechos de actualidad que les notifican (de ordinario) los mass media, y
que ellos perciben según sus propias estructuras ético-sociales; y, en
ocasiones, también como el conjunto de sus consiguientes
comportamientos, verbales y operativos, dirigidos a conservar o modificar
ciertos estados de hecho de las mismas comunidades. Calificada de
"cuarto poder" —en el sentido de que condiciona a los otros poderes
propios del estado: el legislativo, el judicial y el administrativo— ya en su
aparición cuando se identificaba con la prensa, hoy "ejerce un
poderosísimo influjo en la vida privada y pública de los ciudadanos de
todos los órdenes" (IM 8).

Esta es la señal más macroscópica de los otros dos fenómenos típicos


de hoy incrementados por los mass media, a saber, el de la sociedad de
opinión, enterada de muchos sucesos, pero a través de noticias
transmitidas mediante la información y que ha sustituido a las
antiguas sociedades de las certezas, que conocían pocos sucesos, pero
por experiencia directa o por tradiciones indiscutibles; y el de
nuestras sociedades pluralistas, en donde las opciones no se hacen
según principios y valores admitidos por todo el grupo social interesado
como sucedía en las sociedades pasadas, sustancialmente
homogénea, sino por la confrontación de las opiniones situadas todas
ellas en el mismo nivel y en virtud del consenso de mayorías, sin que
importe que este sea espontáneo o esté manipulado por la propaganda.

Es lógico que todos estos fenómenos afecten también a los valores


espirituales del hombre y a los específicamente cristianos del creyente;
basta pensar en el relativismo escéptico en el que, por quedar todo
reducido a algo meramente opinable, se anularían también las certezas
racionales en las que se basa toda vida religiosa y moral y las mismas
certezas de la fe fundadas en la palabra de Dios y en el magisterio
auténtico de la Iglesia; basta pensar igualmente en los peligros —ni
mucho menos remotos en el período postconciliar*

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Por una parte, de introducir la opinión pública en la Iglesia,
confundiéndola con el genuino diálogo eclesial, actuando luego en ella
como grupos de presión, y acaso de contestación, en juegos de mayorías
totalmente extraños a la naturaleza de la Iglesia; y, por otra parte, en el
peligro de ignorar tanto el pluralismo de las sociedades modernas, donde
tienen que actuar los cristianos y la Iglesia de hoy, como el legítimo y que
es de desear que exista y se incremente en el ámbito de la misma
Iglesia.

En lo que se refiere a la dinámica de las opiniones públicas y a su


incidencia en el contexto de los valores civiles y religiosos, el mismo Vat.
II urge a todos, incluidos los fieles, a una conducta de participación
responsable, y no solamente de oración: "Es necesario que todos los
miembros de la sociedad cumplan sus deberes de justicia y caridad
también en esta materia; por ello, con ayuda incluso de estos medios,
han de esforzarse por formar y extender una recta opinión pública" (IM
8). Como corolario de los anteriores puede considerarse otro fenómeno
importante:

• La inculturación global-informal que hoy llevan a cabo los mass


media. En efecto, una vez desautorizadas prácticamente las instituciones
que tenían competencia en la instrucción y en la educación de los hijos
de los ciudadanos y de los fieles (la familia, la escuela y la Iglesia) y
convertidos ellos mismos en hogar, cátedra y púlpito, los mass
media imparten hoy autoritativamente la totalidad, puede decirse, de los
conocimientos de los valores y comportamientos, no sólo a los que antes
se consideraban en edad de aprendizaje, sino —"escuela permanente"
para todos— a los receptores de toda edad y de toda cultura. Esta nueva
situación, que, de suyo, plantea serios problemas a la pastoral de la
predicación, plantea también otros muchos de carácter moral-espiritual a
los receptores, especialmente cuando —como hoy sucede— los mass
media están casi todos en manos de operadores insensibles a cualquier
valor o interés que no sea lucrativo o ideológico (no cristiano).

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De aquí la tendencia a ocupar todo el tiempo, libre y no libre, de las
masas en la diversión-evasión infantilista y de pseudo-cultura (Kitsh,
masscult y midcult de Mac Donald); de aquí también su ejemplaridad
perniciosa: el divismo de la belleza, del deporte, del éxito obtenido de
cualquier forma y, quizá, del escándalo, en sustitución de los modelos de
admiración y de comportamiento de antaño: los honrados, los genios, los
santos, los héroes...; cuando no incluso la escalada de la irreligión y de la
inmoralidad hasta llegar —como sucede en mucha prensa y cine de
hoy— a reivindicar derecho de ciudadanía para los delitos y los vicios
más torpes y títulos de gloria para sus desgraciados campeones.

Las circunstancias históricas en que han aparecido los mass media y se


han ido imponiendo poco a poco, explican, en parte, por qué entre los
muchísimos documentos del magisterio romano falta uno específico
sobre la espiritualidad requerida y que debe formarse en cuantos los
utilizan, a fin de que su influencia a largo plazo en la sociedad se
resuelva en un desarrollo integral armónico del hombre como
"persona" Y como ciudadano del reino de Dios; y explican, por otra parte,
por qué abundan más bien en esos documentos las preocupaciones y las
indicaciones —además de pastorales— de carácter moral sobre sus
posibles efectos inmediatos en la persona. Sin embargo, algunos de los
elementos que nos ofrecen, junto con los adquiridos en serias
investigaciones psicosociológicas sobre la actual situación de los mass
media, permiten formular las siguientes indicaciones generales: 1) sobre
la espiritualidad de los promotores u operadores de los mass media;
2) sobre la de sus receptores comunes: 3) sobre la de los receptores
pertenecientes a estados consagrados.

II. Espiritualidad de los promotores

Entre las muchas y comprensibles apelaciones del magisterio a las


responsabilidades específicas de los promotores u operadores de
los mass media hay que señalar dos especialmente: una conciliar y otra
postconciliar (Communio et progressio):

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"El principal deber moral en cuanto al recto uso de los medios de
comunicación social afecta a los periodistas, escritores, actores,
productores, realizadores, distribuidores, administradores y vendedores,
críticos y demás que de cualquier modo intervienen eh la confección y
difusión de las comunicaciones, pues son de absoluta evidencia la
gravedad e importancia de los deberes que a todos ellos hay que atribuir
en las actuales circunstancias de la humanidad, ya que informando e
incitando pueden dirigir, recta o desgraciadamente, al género humano"
(IM 11); "Los realizadores son promotores y animadores del diálogo en la
sociedad humana. Ellos dirigen este intercambio que los instrumentos de
la comunicación social constituyen en el mundo entero. Ellos, pues,
tienen que atender, de manera especial y más profunda, a los fines de la
comunicación social, que son: colaborar de todos los modos posibles al
progreso humano y llevar a los hombres a unas relaciones de verdadera
comunión" (CP 73).

Dada la diferente capacidad y especificidad de comunicación de los mass


media y dada la diversidad y complejidad de las situaciones socio-
culturales en las que tienen que usarlos los promotores de todo el
mundo, en el magisterio escasean las indicaciones prácticas, al estilo,
por ejemplo, de la que dirige el Val. II (IM 15) a los críticos, de "emitir
juicios en los que el aspecto moral aparezca siempre en su verdadera
luz" (n. 2397); en cambio, abundan las indicaciones generales, por
ejemplo, la que el mismo Vat. II (IM 11) dirige a todos los promotores
para que traten "las cuestiones económicas, políticas o artísticas de tal
modo que nunca resulten contrarias al bien común" (n. 2384). La verdad
es que hoy los promotores de los mass media, lo mismo que otros
muchos profesionales especialistas. Se encuentran continuamente ante
opciones morales que no pueden reducirse a casuísticas taxativas, sino
que guardan relación con su responsabilidad personal espiritual-moral,
hecha de "conciencia y competencia" (un binomio que le gustaba
emplear a Pío XI).

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Conciencia:

Significa ser consciente continuamente de las responsabilidades propias


que hemos mencionado y tener un empeño habitual por obrar siempre en
plena adhesión a las normas de la ley moral objetiva para los creyentes,
cristiana conocida y vivida.

Pío XII exhortaba a los cineastas: "Acérquense a las fuentes de la gracia,


asimilen la doctrina del evangelio, procuren conocer todo cuanto la
Iglesia enseña sobre las realidades de la vida, sobre la felicidad y sobre
la virtud, sobre el dolor y sobre el pecado, sobre el cuerpo y sobre el
alma, así como sobre los problemas sociales y las aspiraciones
humanas. Entonces podrán ver cómo se abren ante sus ojos caminos
nuevos y luminosos e inspiraciones fecundas para realizar obras que
tengan atractivo y un valor perdurable" (Miranda prorsus, 103). De aquí
las invitaciones del magisterio a cuidar de la propia formación religiosa y
moral (1M 15), la disponibilidad de la Iglesia para "acercarse a los
promotores de cualquier opinión religiosa y dialogar con ellos... a fin de
ayudarles a resolver sus problemas profesionales y de este modo servir
lo más posible a los hombres", y a las afirmaciones del "derecho de los
promotores católicos a recibir de ella una ayuda espiritual proporcionada
a la importancia y la dificultad de su misión" (CP 104s).

Competencia: Significa dominio de la técnica y conocimiento práctico de


las circunstancias externas —económicas, políticas, culturales— en las
que actúa. y, sobre todo, conocimiento de las características de la
comunicación humana en general y de la "social " en particular, así como
de los efectos probables que, a corto o largo plazo, causarán
previsiblemente en los receptores las comunicaciones realizadas con un
determinado instrumento.

De todos estos factores depende de hecho la bondad o no bondad de la


influencia cultural-moral de los mass media, y por eso mismo no puede
prescindir de ellos la espiritualidad y la conciencia de los promotores; de
ahí la obligación que tienen de adquirir una preparación profesional
teórico-práctica seria y puesta al día.

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A este propósito indica la CP (15.71-72): "Para situar debidamente,
dentro de la historia de la creación y de la encarnación redentora, los
instrumentos de la comunicación social y su uso, y asegurar su
honestidad, tendrán que contemplar al hombre en su integridad y
conocer bien la naturaleza de la comunicación social y de sus
instrumentos. Por eso todos los difusores... cada uno según su propia
conciencia, deben esforzarse en conseguir la capacitación necesaria...

Esa necesidad y esa obligación incluyen todo lo que, de un modo u otro,


puede enriquecer o empobrecer la personalidad humana de los
individuos o grupos". "Hay profesionales que, aun trabajando en los
medios de comunicación social, carecen de la suficiente preparación.
Para promocionarse en su labor necesitan una capacitación adecuada".
"Los informadores han de conocer no sólo su profesión, sino la misma
realidad humana. Tanto mayor aliciente encontrarán los informadores en
el ejercicio de su profesión y tanto mayor bien aportarán a los hombres
cuanto más conscientes sean que al otro lado del medio de
comunicación que transmite su voz o su rostro viven hombres reales...
Cuanto más se esfuercen por conocerlos profundamente, por penetrar y
calibrar sus pensamientos, tanto más acertadamente adaptarán su
palabra a las necesidades de sus receptores. Con ello, los instrumentos
de comunicación crearán una comprensión más profunda entre los
hombres y una más íntima comunicación de las voluntades".

Todo esto vale especialmente para los promotores católicos, "cuya tarea
propia consiste en animar humana y cristianamente" los mass media no
específicamente católicos, dando "testimonio de Cristo, realizando, en
primer término, su propia tarea con pericia y espíritu apostólico, y
prestando, además, por su parte, con los medios de la técnica, de la
economía, de la cultura y del arte, auxilio directo a la acción pastoral de
la Iglesia" (IM 3,13). De su conciencia y de su competencia profesional
dependerá realmente el que los programas cuidados por ellos se
distingan o no "por su calidad técnica y su eficacia" y que "la dignidad de
las obras religiosas no sea inferior a la de las obras profanas" (CP 128; n.
3472).

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Este binomio —conciencia y competencia—, muy repetido en los
documentos de la Iglesia, está a la base de rasgos más particulares que
delinean más ampliamente la figura espiritual del promotor de los mass
media. De estas delineaciones conviene indicar las siguientes:

Diálogo: El profesional de los medios de comunicación social tiene que


tener un talante particularmente dialogante. Los mass media son
instrumentos de diálogo (CP 5), que "persigue la fraternidad y
colaboración de todos" (CP 19). Es un diálogo bastante particular; en
cierto sentido más fácil y también en cierto sentido más difícil. Más fácil,
porque no se realiza en el contacto directo con la emotividad
interpersonal, que puede dificultar la necesaria serenidad para expresar
un pensamiento. Más difícil, porque esa ausencia directa de la persona
con quien se establece hace que sea un diálogo a distancia y anónimo
casi siempre.

El periodista puede ser el moderador idóneo en este "foro público" (CP


24). Haciendo de moderador, el periodista puede lograr que la mayor
parte posible de sus lectores "comparen entre sí con criterio libre y
lúcido" (CP 27) las opiniones o realizaciones de signo distinto que él
presenta a los hombres.

Solidaridad: Sin una auténtica sensibilidad hacia los demás, el periodista


puede manipular soberanamente la información. Con espíritu solidario,
recorrerá el mundo para intentar ayudar y unir a los hombres en el bien
derivado de las experiencias, dolorosas o alegres, de la humanidad.
Los mass media "se ordenan a revelar los interrogantes y esperanzas de
la sociedad humana, a darles respuesta y a que los hombres se unan
más estrechamente" (CP 6).

Los mass media tienden, de suyo, a interesarse por los demás, a


informar a los demás, a aprender de los demás, e incluso a igualar
efectivamente a los hombres al menos en algunos momentos. La radio y
la televisión, por ejemplo, logran que un mismo espectáculo sea
escuchado o visto tanto por el rico como por el pobre, cosa que éste no
podría hacer si no fuera por ese instrumento de comunicación (cf CP 20).

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Vigilancia: Sin buena prensa, esta actitud es de las más importantes en
el periodista, con tal que le sea quitado el lastre negativo que con
frecuencia le ha acompañado. En una sociedad libre y pluralista, esta
vigilancia es necesaria para no dificultar aún más la perplejidad de
muchos, la inconsciencia de no pocos, la pereza de algunos, etc. Ocho
preguntas seguidas se hace CP al tocar este tema, realmente
importantes (CP 21). La selección de noticias, que necesariamente
tendrá que hacer el periodista, puede llevar a fragmentar la verdad o a
conceder al sensacionalismo el espacio que roba a temas y aspectos
más fundamentales. Incluso cuando este sensacionalismo tiende a algo
tan noble como es despertar al lector "apresurado y distraído" (CP 40),
debe ser calculado.

La vigilancia habrá de mantenerse atenta quizá sobre todo allí donde el


pluralismo exige sus derechos. Informar sólo de una parte significa no
sólo venderse al mejor postor o a quien piensa como nosotros, sino que
también es manipular al lector y faltar a la justicia con quienes opinan de
otra manera y tienen derecho a que su opinión autorizada llegue a los
lectores.

El pluralismo informativo implica que "se dé debido lugar a las opiniones


de todos los grupos que gocen de seriedad y peso" (CP 74). Y esto no se
logra por instintividad, sino más bien lo contrario.

Paciencia responsable: El periodista vive inmerso en la prisa. Le han


hablado de pisar la noticia a los demás, de ser el primero. En todo caso,
sabe que una noticia atrasada es una noticia inútil. Por otra parte, sin
embargo, también sabe que "la necesaria rapidez obstaculiza una
verdadera exactitud" (CP 39). Este es el reto con que se enfrenta a
menudo el periodista.

La paciencia debe tener aquí dos aspectos, como generalmente los tiene
siempre. Por una parte, le exigirá al menos una elemental verificación de
la noticia, y con más frecuencia posponerla en bien de la exactitud
cuándo dicha noticia tiene suficiente magnitud.

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Por otra parte, la paciencia es también una actitud de la persona —aquí
del periodista— que está dispuesta a ciertas limitaciones y
consiguientemente a aceptar también sus prácticamente necesarias
imprecisiones, e incluso errores a lo largo de su vida. En este caso, la
paciencia lleva ínsita la necesaria humildad de la rectificación para bien
de la verdad.

III. Espiritualidad de los receptores

La espiritualidad de muchos cristianos respecto al uso de los mass


media se resiente todavía hoy de una visión religioso-moral de la vida
humana exclusivamente atenta a los pecados que hay que evitar, y casi
solamente a los mandamientos sexto y nono del decálogo, con un
poquito de atención al escándalo y a los peligros de la fe.

Esta situación deficiente se explica, en parte, por la forma con que se ha


propuesto hasta hoy el tema de los mass media tanto en los tratados y
manuales de moral como en los catecismos, así como por el peso
excesivo que ha tenido el Indice respecto a la lectura de libros y de
periódicos, y por las calificaciones cinematográficas —entendidas
erróneamente como normas preceptivas y no como normas prudenciales,
según deseaban ser—respecto a la visión de las películas. De todas
formas, esta situación está hoy en franco desfase respecto al magisterio
romano, el cual —si es verdad que al principio, inducido por el clima
irreligioso y anticlerical y hasta licencioso en que se desarrollaron
los mass media, insistió más bien en los peligros religioso-morales que
evitar— se ha ido abriendo cada vez más desde hace varios decenios a
una visión de los mass media atenta a todos los valores del hombre
integral, persona individual y miembro de la sociedad civil y del pueblo de
Dios.

Es preciso poner esta espiritualidad a tono con "los signos de los


tiempos".

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Por tanto, mediante una adecuada instrucción-educación, abrirla ante
todo a la realidad objetiva de los mass media y a su dinámica global, que
"forma" al mundo de hoy; pero sin ponerse a la zaga de los
"apocalípticos", que, alarmados solamente por sus daños y peligros,
invocan un imposible retorno al pasado, ni de los "integrados", que
ignoran o minimizan los daños y peligros de un uso desordenado de los
mismos; sino, junto con la Iglesia, considerándolos como "dones de
Dios", "ayudas valiosas al género humano, puesto que rectamente
utilizados, contribuyen mucho al descanso y cultivo de los espíritus y a la
propagación y consolidación del reino de Dios"; sin ignorar, no obstante,
que "los hombres pueden utilizarlos contra el propósito del Creador y
convertirlos en su propio daño" (IM 2: n. 2363). Por consiguiente, es
preciso que los receptores tomen nota de los fenómenos socio-culturales
anteriormente recordados, inducidos en el mundo de hoy por los mass
media, para hacerse conscientes de sus responsabilidades, tanto
respecto al ejercicio de sus propios derechos como respecto al
cumplimiento de sus deberes sociales.

A la actual información instantánea y omnipresente responde el deber de


informarse oportunamente de cuanto sucede para cumplir
responsablemente con las tareas profesionales, políticas, civiles y
eclesiales de cada uno; el de conceder un mayor peso a las crecientes
resonancias sociales de los propios actos y de las propias omisiones;
finalmente, el de poner al día la actividad pedagógico-moral respecto a
los hijos y los menores en general, fijándose no tanto en la estrategia de
las defensas exteriores de las virtudes, tales como la disciplina del
silencio sobre los temas-tabú, el aislamiento físico del mal, etc. (todo ello
posible en las pasadas sociedades homogéneo-cristianas, pero imposible
en el mundo pluralista de hoy y con la actual exposición, precoz e
incontrolable, de los jóvenes a todas las realidades humanas, incluso las
menos edificantes, destapadas sobre todo por los mass media), sino más
bien pensando en la construcción interior de personalidades
fuertes, conocedoras del bien y del mal, en posesión de defensas
internas (antígenos y anticuerpos) y de virtudes conquistadas.

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La invasión actual de la propaganda y de la publicidad exige de los
receptores de los mass media una inteligencia adiestrada en reconocer
los expedientes psico-sociológicos ideados y puestos en práctica por los
mil persuasores más o menos cultos, y la firme voluntad de portarse en
las propias opciones no como cañas movidas por el viento, alienándose
entre las masas dirigidas por el profeta de turno o como cobayos de una
civilización unidimensional del consumo, sino conservándose y actuando
como "personas" (y como cristianos), razonando con la cabeza (y con la
fe), oyendo el consejo de Pablo: "Examinad todo, retened lo bueno" (1
Tes 5,21), y el reino de los cielos anunciado por Cristo a sus pobres de
espíritu (Mt 5,3).

El dominio que hoy ejercen las opiniones públicas en las sociedades


pluralistas democráticas y, de rechazo, en las mismas comunidades
eclesiales requiere de todos una presencia continua en su dinámica. No
puede admitirse una espiritualidad y una conducta pasivas que, por
temor a "mancharse las manos con la política " o por amor al vivir
tranquilo, lleve a los ciudadanos y a los cristianos a mirar desde la
ventana, callando o murmurando lo que pasa en el mundo o en la Iglesia.
Al hacernos a todos los mass media responsables de la cosa pública y al
convertir al mundo entero en nuestro "prójimo", hemos de hacer oír
nuestra voz para que no prevalezcan las otras; que las voces se hagan
diálogo, no contestación; que nuevamente se inspiren en la razón y en la
fe más que en los clamores, en los eslóganes y en otros medios
corrientes de presión social, carentes de toda garantía de opciones
objetivamente convenientes al bien común y, más aún, de un incremento
armónico de los carismas, comunes pero funcionalmente distintos, del
único pueblo de Dios.

Finalmente, la inculturación global-informal que hoy realizan los mass


media, además de los problemas pedagógicos ya mencionados, plantea
a los receptores el del empleo del tiempo; no sustraerlo a los deberes del
propio estado, no gastarlo en pasatiempos cultural y estéticamente
pobres o nulos, que estragan el gusto, depauperan la inteligencia y el
alma, sino utilizarlo también para alimento cultural, para pausas de
silencio interior (¡santificar las fiestas!) y para el servicio de los demás:

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"Mientras tenemos tiempo, hagamos el bien a todos" (Gál 6,10). Dice
la Communio el progressio: "Los medios de comunicación son un
capítulo nuevo de la cultura actual... Pueden enriquecerla y también
despojarla de su belleza y dignidad, porque con frecuencia se acomodan
a la capacidad y comprensión del nivel cultural más bajo de oyentes o
lectores. Y como se dedica a estos medios de comunicación tanto
espacio, puede el hombre perder el tiempo en un ejercicio mediocre de
su entendimiento y despreciar las cosas más elevadas y útiles. Una
continuada contemplación de obras un tanto superficiales casi fatalmente
hará que se deteriore la delicadeza y profundidad de juicio de quienes
habían ya conseguido una cultura superior" (CP 53). Prácticamente, la
espiritualidad de los receptores debe tener presente y resolver según su
conciencia estos tres problemas:

• El de las opciones responsables. Primeramente sobre la cantidad de los


programas respecto a las prestaciones de los mass media: aceptando los
de diversión en la medida en que se juzguen necesarios o útiles para
equilibrar el desgaste de las tareas cotidianas, pero buscando sobre todo
los de información, sin olvidar los de formación-educación permanente,
incluso los religiosos. Y, sobre todo respecto a la calidad estético-cultural
y moral de los mismos, teniendo en cuenta —si se dispone de ellas— las
normas orientativas de las instituciones eclesiales competentes.

• El de la propia formación específica en los mass media, indispensable


para poder "leer" y comprender críticamente sus programas; siguiendo, si
es posible, cursos de iniciación y de adiestramiento práctico y leyendo
luego críticas serias, atentas no sólo a los aspectos técnico-estéticos (o
políticos) de los programas, sino también a los cultural-sociales y ético-
religiosos.

• Y el de las compensaciones: Para resarcir o evitar los peligros que


encierra no tanto el abuso de los mass media —que hay que evitar en
todo caso, como hemos visto—, sino su uso corriente. Posibles peligros
tendencioso-culturales a largo plazo, ligados a su modo de comunicar;
y peligros religioso-morales incluso a corto plazo, ligados sobre todo a
sus contenidos. Para prevenir el infantilismo intelectual, la alienación
social y la masificación, vendrán bien el estudio serio, o al menos las
buenas lecturas; para desechar una visión del mundo no religiosa y no
cristiana, servirán la oración personal y la mortificación, siempre
necesaria.
15
IV. Medios de comunicación social y estados consagrados

Puede decirse que, casi hasta el post-concilio, la disciplina de la Iglesia


sobre el uso de los medios e instrumentos de comunicación por parte del
clero y de los religiosos se inspiraba en estas cuatro normas: 1) que toda
su profesión de consagrados los compromete a un testimonio especial en
la práctica integral de la vida cristiana, privada y pública; 2) que ese
compromiso se perfeccionase con la mayor separación posible del
"mundo" y de todo cuanto fuese una típica expresión del mismo; 3) que
los mass media —designados como "dones de Dios"— en realidad no
eran más que "mundo": ocasiones de pecado contra la moral
(espectáculos) o contra la fe (periódicos y revistas); 4) finalmente, que los
medios más eficaces para apartar deellos al clero y a los religiosos eran
las prohibiciones disciplinares graviter onerala conscientia, con graves
sanciones canónicas para los transgresores.

Pero en este mundo tan distinto de hoy sólo la primera norma ha


permanecido íntegramente en pie. En cambio, no se mantiene la
identificación entre vida de perfección consagrada y segregación física
del "mundo" y de los mass media, ya que éstos se escuchan actualmente
no sólo en los seminarios y en las casas parroquiales, en los conventos y
en los monasterios, sino hasta en los desiertos de los antiguos
anacoretas; por lo demás, aunque fuera posible mantenerla —fuera de
situaciones y vocaciones extraordinarias—, hoy no sería aconsejable,
dada la apertura actual a los valores personales y humano-culturales —
incluso para los consagrados— que ha puesto de relieve la teología
conciliar y postconciliar de las realidades temporales; dada la
participación que también en cierta medida el clero y los religiosos han
de tener en la vida democrática del propio país, y especialmente en "los
gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren" (GS 1),
aunque sólo sea para concederles en la oración y en el sacrificio el
espacio de su caridad; y dada, finalmente, la participación, en cierta
medida necesaria, en los hechos y en la vida de toda la Iglesia, que hoy
más que nunca está y vive "en el mundo".

16
De ahí, para los consagrados —a pesar de que siguen siendo
indispensables muchas y radicales "rupturas" con el mundo—, la
actualidad, también respecto a los mass media, de la oración de Jesús al
Padre por los suyos: No pido que los saques del mundo; que se
queden en el mundo sin ser del mundo (cf Jn 17,9s).

Es verdad que la tercera norma —la presunción del peligro— vale


también para el clero y los religiosos, lo mismo que para todos los
receptores, sobre todo si no están preparados. Sin embargo, hoy más
que antes se comprende que el uso de los mass media por parte de ellos
no debe estar condicionado exclusiva o prevalentemente por esta
presunción, sino que hay que tener también en cuenta las ventajas
humanas y espirituales que se pueden y deben esperar. Esto vale no
sólo para la prensa y la radio, sino también para los espectáculos (cine y
televisión), ya que también éstos concurren a desempeñar las funciones
sociales actualmente necesarias de la información, de la formación y del
diálogo de opiniones. Por lo demás, "espectáculo" no quiere decir
necesariamente "evasión vulgar", ya que puede proponer problemáticas
sociales y sublimarse en formas artísticas, o por lo menos servir de
decorosa diversión.

Por el contrario, está casi totalmente anulada la última norma: la eficacia


de las prohibiciones y de las sanciones disciplinares. Primero, por la
imposibilidad práctica de fijar normas taxativas para todos respetando las
exigencias culturales, espirituales y pastorales de cada individuo en el
ámbito de los respectivos estados e instituciones. Luego, por el
desarrollo tecnológico, que, al poner al alcance de todos el uso de
los mass media, hace prácticamente imposible, y en todo caso odioso, el
control minucioso por parte de la autoridad.

Finalmente, y sobre todo, por el sentido más desarrollado de la


personalidad en el clero y en los religiosos, que prefieren principios
generales a las normas taxativas para orientar sus propias opciones
personales responsables en cada ocasión. Sobre estas premisas, la
espiritualidad de los consagrados debería tener presente y resolver con
modalidades propias los tres problemas que se imponen indistintamente
a todos los receptores, a saber:

17
•El de las opciones responsables.

Considerando, respecto a la cantidad de los mass media, el valor


eminente del tiempo de unas personas consagradas por entero a Dios y
a las almas; la necesidad de salvaguardar espacios y distensiones
necesarios para las prácticas espirituales, en las que se desarrolla y se
alimenta el estado de consagración; especialmente para los religiosos, la
conveniencia de proteger un mínimo de vida y de horarios comunes, con
zonas de silencio favorables al recogimiento. Y respecto a la calidad de
los programas, quedando en pie la norma: "No todo para todos, sino a
cada uno según su vocación, sus funciones y su maduración cultural y
espiritual", recordando en lo relativo a la información-formación que hoy
más que nunca "ignorancia" no quiere decir necesariamente "virtud",
sobre todo cuando impide los propios deberes de caridad y de justicia;
que la mortificación —ascesis cotidiana de toda vida consagrada—puede
también practicarse meritoriamente siguiendo programas "no de
diversión", pero que abren la mente, educan el gusto y enriquecen el
espíritu; finalmente, en lo relativo a la diversión (moderada) y —¿por qué
no?— a la risa sana y limpia, recordando que puede muy bien ayudar al
cuerpo y al espíritu mejor que cierto ascetismo gruñón. Con razón el Vat.
II (PO 8) aconseja a los sacerdotes que "se reúnan también de buena
gana y alegremente para recreación del ánimo", y la Ecclesiae
sanctae (26) prescribe que cada día los religiosos, "además del tiempo
consagrado a las cosas espirituales y al trabajo, dispongan de cierto
tiempo libre, así como de cierta posibilidad de distracción".

El de la formación de base en los mass media común a todos los


receptores, que para los clérigos y religiosos dedicados o destinados a
las actividades apostólicas se amplía a la formación específicamente
pastoral, si no ya especializada. Indica la CP (111): "Para que no estén
completamente alejados de las realidades de la vida y asuman sin
preparación la tarea apostólica, los futuros sacerdotes y los religiosos
durante su formación en seminarios y colegios han de estudiar la
influencia de estos medios de comunicación sobre la sociedad humana y
aprender su uso técnico. Esta preparación es parte de su formación
integral...

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Por ello es necesario que los sacerdotes, los religiosos y religiosas
conozcan cómo nacen las opiniones y criterios y así puedan adaptarse a
las circunstancias del hombre actual... Los alumnos que muestren una
especial inclinación y capacidad en el uso de estos medios deben ser
preparados más específicamente".

Finalmente, el de las compensaciones. Quedando en pie todo lo dicho a


propósito de los receptores comunes, este problema atañe de manera
especial a las personas consagradas, si no quieren ver cómo se
extinguen en ellas poco a poco aquellos valores espirituales quedas
movieron a entregarse por entero a Dios y a las almas, en proporción con
su exposición prolongada a los mass media, dado que éstos, si no
proponen valores y modelos anticristianos, casi siempre ignoran los
cristianos, reduciéndolos 8é este modo a no-valores. Indicaba Pío XII:
"Muchas películas —y esto vale para todos los otros medios—presentan
la vida bajo una forma hedonista, descuidando los valores morales y
religiosos"... "Generalmente, incluso en los que se indican como
moralmente irreprochables, los hombres viven y mueren como si no
existiera Dios, ni la redención, ni la Iglesia"... "Dios no es el protagonista
de la historia". Para compensar estos vacíos debería haber largos oasis
de silencio, exterior e interior, de meditación, y una intensa vida espiritual
vivida en la fe y en la oración, en la caridad y en la mortificación.

V. La experiencia y el mensaje de don Alberione

La reflexión de don Alberione sobre el tema de los mass media, más que
a la instancia de una colaboración orgánica, responde a la necesidad de
establecer unos principios y unos comportamientos en el terreno de la
pastoral de nuestros días en un mundo marcado por la tecnología y la
electrónica aplicadas a la comunicación, en una civilización que
podríamos llamar "tecnotrónica". En este contexto, los mass
media introducen también en la predicación, en la catequesis y en la
pastoral general un tipo y un tono de expresividad que no tienen
precedentes, aun cuando operen más en el plano de la cantidad y de la
extensión que en el del cambio cualitativo.

El pensamiento de don Alberione sobre este tema, inevitablemente


fragmentario y ligado a exigencias concretas, se encuentra repartido en
artículos, opúsculos, cartas y en algún tratado orgánico.

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En compensación, resulta tan incisivo e inmediato que no necesita
interpretaciones. Hemos utilizado una colección antológica de escritos
alberonianos (CISP) y un ensayo nuestro sobre el tema (TP), con el
intento de ofrecer un compendio de ideas y testimonios suficientes para
motivar, si no para fundamentar, una espiritualidad completa del moderno
operador evangélico comprometido en el mundo de los mass media.

1. EL APOSTOLADO DE LA "EDICIÓN" - "Por apostolado de la


edición... se entiende una verdadera misión, que propiamente
puede definirse: predicación de la divina palabra por medio de la
edición..., o sea anuncio, evangelización de la verdad que salva.
Predicación que hay que hacer en todo tiempo y lugar... Como la
predicación oral, la escrita o impresa divulga la palabra de Dios,
multiplicándola para hacerla llegar con precisión a todas partes,
incluso adonde no puede llegar la palabra. Y esto a ejemplo de
Dios mismo, que nos ha dado su palabra divina en los 72 libros de
la Sagrada Escritura, y a ejemplo de la Iglesia, que en todo tiempo
unió la predicación impresa a la oral" (TP 63-64). "El apostolado de
la prensa es un medio para salvar las almas... Junto con la palabra
viva, el catecismo o las misiones, puede servir de ayuda la prensa,
la hoja, el libro, la imagen, la figura impresa en el papel, en el
bronce, en el pergamino; cada época tiene sus formas. Pero la voz
viva vuela, mientras que la escrita permanece. La voz viva llega a
los presentes, la escrita llega a los lejanos, a los hombres de todos
los tiempos; la una es transitoria, la otra fija" (TP 64). El libro y el
periódico son una predicación en casa: "El libro es la palabra de
Dios que entra una vez en la familia, mientras que el periódico llega
cada semana, cada mes... La revista es más útil que el libro, ya
que llega todo el año, periódicamente, cada semana o cada mes,
llevará, por tanto, repetidas veces, varias veces al año, la palabra
de Dios a cada casa. Además, la revista, por estar más al día, por
ser más interesante, se la lee más fácilmente" (TP 158).

En la crisis de la secularización, la predicación "tecnotrónica" es la


única capaz de realizar el mandato de Cristo: Id al mundo entero y
anunciad el evangelio a toda criatura. "El sacerdote predica a una
grey pequeña, casi desaparecida, en iglesias casi vacías en
muchas regiones... Nos han dejado los templos, ¡cuando nos los
han dejado!, pero se han llevado las almas..." (CISP 807).

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"Por eso empleamos el cine y la prensa como servicio a Dios y
como medio de predicación para dirigir a los hombres hacia las
cosas bellas y las cosas buenas que llevan a la vida eterna" (TP
48-49). "Oponer el bien al mal, los medios del mundo, pero sanos.
No sirven las lamentaciones jeremíacas de otros tiempos; hemos
de salvar, nosotros, los hombres de ayer, a los hombres que viven
hoy, y trabajar en el mundo de hoy" (TP 47). En este mundo la
misma encarnación de Cristo asume aspectos originales:
"Monseñor Montini, el nuevo arzobispo de Milán, decía predicando
a los escritores: `Vosotros tomáis la palabra de Dios y la revestís
de tinta, de caracteres, de papel, y la mandáis al mundo vestida de
ese modo. Es la palabra de Dios así vestida, el Señor encarnado.
Dadles a los hombres a Dios encartado, lo mismo que María les dio
a Dios encarnado. Encartado y encarnado se corresponden' (N. del
T.: "carta" en italiano = papel). Por consiguiente, opus fac
Mariae!, ¡haz la obra de María!" (TP 39-40).

2. ESPIRITUALIDAD DEL PREDICADOR MODERNO

En una carta del 15 de diciembre de 1934, don Alberione


presentaba de este modo el retrato espiritual del director de un
periódico: "Es un alma, un corazón sacerdotal que camina
decididamente hacia el cielo y señala el camino y renueva y
arrastra a su lado a un montón de almas. Una mente bien
iluminada, lo mismo que un candelero puesto en alto...; un corazón
lleno de gracia que penetra en todos y fermenta los corazones,
como la levadura evangélica...; una vida toda de Dios, ardiente,
que realiza el deseo-mandato del Maestro y brilla ante los
hombres, que ven las obras buenas y glorifican por ellas al Padre
Celestial... Copiar a Jesucristo, a la Iglesia, a los santos; pero antes
digerir, formar nuestro pensamiento, nuestra conducta, nuestra
vida... Sacerdotes escritores, escribamos después de la santa misa
y hagámonos canales por los cuales la sangre de Jesús pase
desde su corazón, llene el nuestro, que, rebosante, se vierta en los
lectores... ¡Escritor sacerdote, el fruto depende más de tus rodillas
que de tu pluma! ¡Más de tu misa que de tu técnica! ¡Más de tu
examen de conciencia que de tu ciencia...

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El escritor laico dará reflejos de luz; tú debes, además, señalar el
camino, comunicar la vida..." (CISP 19-20).

El planteamiento profesional y espiritual se apoya en las virtudes


teologales:

"El redactor (periodista, cineasta, operador radiotelevisivo) tiene


que estar sobre todo lleno de fe y al mismo tiempo tiene que ser
una persona instruida; tiene que estar lleno de esperanza, que mire
al cielo tanto en el propio trabajo hecho por Dios y por su gloria
como respecto al lector que quiere llevar al paraíso; debe ser una
persona llena de caridad, esto es, que ame realmente al Señor y
ame realmente a las almas. Por tanto, las tres virtudes teologales
han de ser profundas en el alma del escritor. Inspírese en las
disposiciones y en el modo con que san Pablo dictaba sus cartas.
El redactor ha de hacerse hombre entre los hombres. Por eso, lo
mismo que Jesús, ha de dirigirse primero a las masas, a la gran
cantidad de almas, a las muchedumbres que componen sobre todo
la sociedad, y luego a todos" (TP 70). El sacerdote publicista es
definido en una de sus pláticas como un productor publicitario de
las realidades eternas: "Es aquel que hace propaganda continua
del cielo para que todos se enamoren de él y quieran ir a él con
todo empeño, y al mismo tiempo enseña el camino y ofrece los
medios para ello" (TP 67).

La oración tiene que ser el cimiento de todo el organismo de


transmisión: "La oración de ofrecimiento hecha al principio; el
sentimiento de unión entre el escritor, el técnico y el propagandista;
el continuo recurso al rosario y a las jaculatorias... imprimirán en el
alma la idea de que no sólo se trata de un verdadero apostolado,
sino del apostolado con los medios más modernos y rápidos, el
apostolado más fecundo en méritos para nosotros. Más aún, es
preciso que se sienta esta espiritualidad por otra razón: con
frecuencia el apostolado publicístico carece de aquellos consuelos
y de esa respuesta cercana de las almas que suelen acompañar a
los otros ministerios" (CISP 1090).

3. EL NUEVO "CÁNTICO DE LAS CRIATURAS" - En las obras del


progreso tecnológico puestas al servicio del evangelio, don
Alberione ve un nuevo himno de la creación a Dios.

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En un artículo de abril de 1936 se expresaba de este modo:
"Jamás las criaturas se han visto tan movilizadas y tan
ennoblecidas en el curso de los siglos; han concurrido a formar a
Jesucristo en las almas como el agua del bautismo.

Verdaderamente, todo ha sido redimido en Cristo; verdaderamente,


en donde abundó el delito por la rebelión de las criaturas ha
sobreabundado la gracia por la obediencia de Jesucristo.

La radio y el teléfono, para recoger la verdad; la linotipia, la


monotipia y los grabados, para la composición; la rotativa, la
calcografía y la heliotipia, para la impresión; la confección
mecánica y la organización postal y aérea, para la difusión, son
ejemplos que explican cómo la caridad del apóstol llama a todas
las criaturas para que prediquen a Dios, cómo la fe llena de amor
del alma orante invita a las criaturas, a todas, a reverenciar y a
alabar al Creador: 'Bendecid, todas las obras del Señor, al Señor' "
(TP 5). En el 1954 insistía:

"Los medios técnicos, las máquinas, los caracteres, todo el aparato


cinematográfico y todo el aparato radiofónico, etc., son objetos
sagrados por el fin al que sirven. Porque la máquina se hace
púlpito, el local de la composición, de las máquinas y de la
propaganda se hacen iglesia, en donde hay que estar con mayor
respeto todavía que cuando se está en clase... El despacho del
escritor, el local de la técnica, la librería, se convierten en iglesia y
en púlpito. Los que allí trabajan asumen la dignidad de apóstoles.
Los que trabajan allí `con manos inocentes y corazón puro'
comunican a los medios un poder sobrenatural que contribuye a la
iluminación y acción íntima por medio del impulso divino que lo
acompaña" (TP 45).

4. PELIGROS Y DIFICULTADES - En el discurso pronunciado en el 1


Congreso internacional de los estados de perfección (1950), don
Alberione afirmaba: "El apostolado es la flor de una verdadera
caridad para con Dios y para con las almas; es el fruto de una vida
intensa, interior... Hay un apostolado ordinario y un apostolado
extraordinario... Que todos se convenzan de que en estos
apostolados (la prensa, el cine, la radio, etc.) se requiere mayor
espíritu de sacrificio y una piedad más profunda.

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Intentos que caen en el vacío, sacrificios de sueño y de horario,
dinero que nunca basta, incomprensión de muchos, peligros
espirituales de todo género, perspicacia en la elección de medios...
Salvar, ¡pero antes salvarnos! Se necesitan santos que nos
precedan por estos caminos no pisados todavía y en parte todavía
sin señalar. No es cuestión de aficionados, sino de verdaderos
apóstoles. Por eso buscar la luz junto al sagrario y las gracias de la
perseverancia en la universal mediación de María asunta al cielo"
(CISP 800, 807).

El compromiso de trabajar se convierte en compromiso de redimir:


"Con la máquina, la antena, la película hemos de dar a conocer a
Jesucristo... Nadie piense que se ensucia las manos cuando se
unta de aceite o se mancha de tinta. Las manos se ensucian con
los pecados. Pero las manos untadas de aceite o manchadas de
tinta son manos santificadas; san José en el cielo muestra sus
manos callosas, que hablan de su cooperación en el apostolado de
Jesús". La condición sine qua non es que toda la "maquinaria"
redaccional y tecnológica no se quede sin corriente eléctrica: "Si en
nuestra tipografía todas las máquinas fueran perfectas, pero faltase
la energía eléctrica, las máquinas... no servirían de nada. ¡Pero si
es un hilo tan pequeño que casi no se ve! Pues bien, intentad
prescindir de él, si os atrevéis. La energía espiritual es la gracia,
que se obtiene mediante los sacramentos" (TP 203-204).

Los fracasos, las incomprensiones, los riesgos del nuevo


apostolado hay que incluirlos en las previsiones mucho más que en
la predicación oral:

"Que no se crea el apóstol que va a acabar su vida entre aplausos.


'He aquí que os envío como corderos en medio de lobos'... Sólo
para Jesucristo tiene que trabajar el apóstol, llamado a difundir la
divina palabra. ¡Santidad y apostolado!" (TP 202).

Mientras que la pastoral tradicional ve y toca resultados y


consuelos, la que se hace a distancia, a través de la prensa o de
las ondas, no conoce esta verificación; "El premio se os dará
arriba.

24
En la vida no veréis el bien que se hace día a día, semana a
semana. No podréis saber a qué alma habéis llevado un poco de
luz, a quién habéis apartado del pecado impidiendo que fuera a
diversiones nocivas. Nuestro apostolado es así. Un sacerdote que
predica y luego va a confesar siente el fruto de su sermón...
Nosotros no tenemos esa satisfacción. La satisfacción vendrá el
día del juicio, cuando se vea la ayuda que nuestras
representaciones han prestado a las almas, cuando se conozca la
reacción que las almas han tenido frente a nuestras transmisiones
positivas. Por consiguiente, sacrificio diario. ¿Y para qué? En
espíritu de reparación por nuestros pecados, en prueba de amor a
Dios y para adquirir méritos para la vida eterna" (TP 129).

En la Iglesia perdura la tentación eterna de considerar obediencia a


la pereza, y autenticidad evangélica al inmovilismo de pensamiento
y de testimonio. La acogida de las maneras más actuales de
predicación provoca una resistencia a veces pasiva y a veces
vivamente obstaculizante, que causa al apostolado daños de
incalculable gravedad. De vez en cuando don Alberione se enfrenta
con palabras insospechadamente claras con esta realidad.

En una plática pronunciada el 2 de noviembre de 1956 dijo, entre


otras cosas: "Las nuevas dificultades que obstaculizan hoy más
que nunca nuestro apostolado cinematográfico no deben detenerlo,
sino encaminarlo hacia nuevas conquistas. No hay que
desorientarse, sino rezar y caminar hacia nuestra independencia
de actividad en la Iglesia, procurando pasar ilesos entre gota y
gota, sin mojarse y sin mezclarse en ello. No sé ni cuándo ni cómo,
pero hemos de conseguir y conseguiremos seguramente nuestra
libertad en la Iglesia, ya que lo exige nuestra misión" (TP 161).

5. LA DIMENSIÓN MISIONERA

No entendemos el término misionero en sentido geográfico o


interconfesional, sino que lo referimos más bien a las capas
sociales en donde se constata la existencia de "extraños" o de
opositores al cristianismo incluso en las zonas de antigua
cristiandad, como ocurre en el mundo de los intelectuales
incrédulos o del ateísmo militante.

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La presencia cristiana en el mundo de los intelectuales ha sido un
postulado constante, aunque es preciso reconocer que, mientras
en el ámbito de la producción de libros ha resultado con frecuencia
moderadamente satisfactoria, en el del periodismo y del
espectáculo no ha realizado todavía empresas de gran incidencia.
Don Alberione pide para estos casos los mínimos teológicos y
morales: todo el saber es, a fin de cuentas, teología, ya que todo
tiene como autor al mismo Dios: "Dios, al crear el mundo, se ha
convertido en el autor de toda ciencia. El saber no es más que
estudiar a Dios. Cada ciencia nueva es un capítulo que nos explica
la obra de Dios. Además, Dios enseñó por medio de su palabra,
por medio de sus profetas, y últimamente nos habló por medio de
su hijo Jesucristo" (TP 135). Reflexionando sobre la situación del
Japón, indicaba: "La masa más descristianizada en la actualidad es
la llamada culta... La profunda crisis de la cultura de hoy consiste
en esto: los hombres se ven impulsados hacia conquistas cada vez
más vastas en el mundo de las cosas sensibles...

La búsqueda desesperada de un fin impreciso, que nunca se


alcanza... Los hombres unidos en Dios Padre sobre la tierra: para
estar unidos en el cielo, en la posesión eterna y feliz del Sumo
Bien, la felicidad eterna. Tenemos obligación de cooperar por esta
unidad con la difusión de la doctrina, de la moral, del culto católico"
(CISP 856). En orden a la influencia cultural y espiritual en las
naciones descristianizadas o paganas, exhorta: "Formar una
mentalidad literaria científica, filosófica..., para llegar a la teología,
a la fe, a la moral y culto cristiano. Por tanto, `todo lo que es
verdadero, todo lo que es puro...'. El sacerdote apóstol es un
predicador que tiene el alma llena de Jesucristo, camino, verdad y
vida... Es, además, un conductor de masas, es el padre de las
almas, alter Christus; se dirige a las poblaciones, allá donde es
mayor el número de almas..." (CISP 797-798).

Del conjunto de la obra de don Alberione se deduce un


planteamiento del testimonio salvífico en el mundo que no es ya
unidimensional, sino que puede partir de cualquier punto en donde
tenga lugar una transmisión promocional: desde los mínima
moralia, desde el simple alejamiento del pecado, hasta la
edificación cristiana, la elaboración teológica más refinada y la
manifestación mística.
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Por otra parte, cualquier fuente de mensajes se ve hoy más que
nunca invitada a la humildad por la noción de retorno o feed
back, que puede partir igualmente de cualquier distancia:
geográfica, ideológica, religiosa o mística. Como ya dijo de Dios
san Agustín, en la época de la información global la presencia
evangelizadora y salvífica acaba siendo un círculo en donde el
centro está por todas partes y la circunferencia no se puede
alcanzar.

*Bibliografía

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