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✓ Desarrollo de la teología del A.T
✓ El problema central de la teología del
A.T.
✓ El centro es Dios.
✓ El centro es el pacto.
✓ El centro es la alianza.
✓ Bibliografía sugerida
ANTOLOGÍA DE LECTURAS: PROGRAMA
DE MAESTRÍA
CURSO: TEOLOGÍA AVANZADA DEL ANTIGUO
TESTAMENTO.
El canon de las Escrituras es la lista de libros aceptados por la Iglesia Cristiana como su
regla escrita de fe: es la lista de los libros "oficiales" de la Iglesia y que la Iglesia considera
como autoridad definitiva para la relación de su propia historia y para la formación de su
vida y doctrina.
La regla tiene también marcas para medir las líneas que traza, lo que aporta otro
significado a la palabra canon. Tales marcas o gradaciones se convierten en una lista
Por ejemplo, el canon de la misa es la lista de aquellos a quienes se recuerda en la misa.
El canon de las Escrituras es, pues, la lista de los libros que la Iglesia reconoce como su
autoridad, pero una lista, en este sentido y uso, contiene libros a los que algo se les ha
hecho: fueron incluidos en la lista, pero estos mismos libros afectan a todo lo demás: se
convierten en la regla para juzgar todas las cosas Así pues, la Iglesia fue la que definió
el canon o libros dentro de la Biblia.
La Iglesia existió mucho antes de que existiera la Biblia; en tal sentido, puede afirmarse
que no fue la Biblia la que hizo a la Iglesia sino que fue la Iglesia la que hizo a las
Escrituras. La Iglesia primitiva carecía de Nuevo Testamento, pues estaba ocupadísima
escribiéndolo. Por otro lado, los libros bíblicos no son volúmenes ordinarios que sufren
pasivamente lo que pueda sucederles. Son obras activas, con poder para guiar y dirigir
la vida y la obra de la Iglesia.
Estudiemos cómo se integró la lista de libros que la Iglesia reconoce como autoridad, y
que luego se convirtieron en los documentos fundamentales de la fe cristiana.
Si en la actualidad pedirnos una Biblia en una librería se nos entregará un solo volumen:
un libro. Pero al abrirlo encontraremos sendas listas de libros del Antiguo y del Nuevo
Testamento. Normalmente se adjudican 39 libros al Antiguo Testamento y 27 al Nuevo,
para un total de 66 libros. Lo que significa que al comprar un ejemplar de la Biblia,
estamos en realidad adquiriendo toda una biblioteca dentro de dos pastas. Y si
investigamos con algún detenimiento esta biblioteca portátil, hallaremos que para
escribirla se requirieron mil años cuando menos, y que sus libros fueron redactándose
en los días del mundo antiguo, desde la remota Babilonia hasta la Roma de los Césares.
Los libros del Antiguo Testamento se escribieron en cueros: los del Nuevo Testamento
comenzaron a escribirse en papiros manufacturados con carrizo del río Nilo. Este carrizo
es una variedad de junco que llega a crecer a mayor altura que un hombre y es más
grueso que un puño humano. La pulpa del junco se cortaba en laminillas que se
acomodaban cruzadas a lo largo sobre otras colocadas a lo ancho. Se humedecían, se
apisonaban, y luego se pulían con piedra pómez, hasta que resultaba una sustancia de
color café parecida al papel. La palabra Biblia procede del vocablo griego biblos. Al
principio se llamaba biblos al junco para papiro. Luego al papiro mismo se le llamó biblos.
Después biblos llegó a significar el rollo de papiro ya escrito, hasta que se fijó el nombre
de biblos para designar al libro. El papiro puede durar indefinidamente si se le conserva
seco, aunque va haciéndose más y más quebradizo.
El papiro no resultaba barato. Se cortaba en hojas de unos 25 x 20 cms. Las hojas más
corrientes costarían el equivalente a $ 0.03 dólares/EUA y las más finas a$ 0.15
dólares/EUA cada una. Los precios pudieran parecer bajos pero hay que considerar que
el salario del jornalero equivalía a unos $ 0.06 dólares/EUA diarios. Las hojas de papiro
se unían hasta formar una banda larga a la que se adhería un rodillo de madera en cada
extremo. Al ir leyendo, la tira se desenrollaba con una mano y se enrollaba
simultáneamente con la otra, las columnas de escritura tenían de 6.2 a 7.5 centímetros
de ancho.
Durante el período intermedio que va de la desaparición del rollo a la aparición del libro
o códice, los libros se imprimieron en papiro. Pero lo común era escribir en piel de
becerro, también conocida como virtulina charta. El pergamino había tomado su nombre
de Pérgamo, su principal centro manufacturero, y por eso también se le llamó pergaméné
carta.
Primera. El rollo no podía usarse sin desenrollarlo. Por lo tanto, el rollo no podía tener
más de 9 metros de largo, donde apenas cabría, digamos, el evangelio de Lucas, o el de
Mateo o Hechos de los Apóstoles. Por eso era imposible para los antiguos concebir a
cualquiera de los dos testamentos bíblicos como un solo libro. El Antiguo o el Nuevo
Testamento habrían representado toda una colección costosísima de rollos escritos.
Todavía en la primera etapa del códice habría sido necesarios tres o cuatro volúmenes
para contener el Nuevo Testamento debido al tipo de encuadernación Para los antiguos,
la Biblia era toda una biblioteca, y ellos estaban conscientes de ello.
La segunda desventaja eran los altos costos del papiro y del copiado. La unidad de
medida para el trabajo copiado era el stichos (stichoi en plural). Si el stichos hubiera sido
contado como una línea, habría resultado incosteable su pago pues quedaría al arbitrio
del copista la cantidad de palabras que copiaría en una línea.
El stichos tenía como base el hexámetro típico de Homero, que constaba de 16 sílabas.
Por lo tanto, el pago al copista se calculaba en stichoi. Hay un manuscrito del Nuevo
ANTOLOGÍA DE LECTURAS: PROGRAMA DE MAESTRÍA
Testamento que data del siglo VI, llamado el Códice Claramontano, que anota el número
de stichoi de cada libro. Por ejemplo, Mateo tiene 2,600, Lucas 2,900, Hechos 2,600,
Romanos 1,040, Colosenses 251, n Juan 20, y ApocaIípsis 1,200. El emperador
Diocleciano fijó la tarifa por edicto. Según esto, copiar 100 stichoi costaba entre 20 y 25
denarios, aproximadamente unos $ 0.06 dólares/EUA, o sea $ 1.65 dólares/EUA por cada
cien líneas copiadas. Copiar un ejemplar de San Mateo, por ejemplo, costaría $ 40.00
dólares/EUA más el costo de papiro. Estos costos tan elevados se mantuvieron así hasta
la aparición de la imprenta. Sólo hasta entonces apareció la Biblia en un solo volumen.
Lo cual significó que antes de eso sólo contadas personas podían poseer la Biblia
completa.
Veamos ahora cómo se formó la biblioteca divina del Antiguo Testamento hasta tomar
su forma actual.
Los judíos dividían sus textos sagrados en tres secciones: la Ley, los Profetas y los
Escritos. Dicha clasificación se remonta al año 180 a. c. Jesús ben Sirac escribió
originalmente en hebreo un libro sapiencial que hoy conocernos como el Eclesiástico.
Cuarenta y ocho años después su nieto, entonces vivía en Egipto, lo tradujo al griego
considerando que era obra valiosa y digna de amplia difusión. En el Prólogo que le
escribió hace referencia a las enseñanzas de la Ley, los Profetas y sucesores. Repite la
referencia a la Ley y a los Profetas y "a los otros libros de nuestros padres".
La Ley la constituyen los cinco primeros libros del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo,
Levítico, Números y Deuteronomio, conocidos también como el Pentateuco, que en
griego significa cinco rollos.
Se divide a los Profetas en dos secciones. Primero, los Profetas Anteriores, que abarcan
los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Se contaban como cuatro libros, pues 1 y
II de Samuel y 1 y II de Reyes se consideraban un libro cada uno. Nosotros vemos estos
libros como históricos, más para los judíos eran proféticos, debido en parte a que tratan
acerca de grandes profetas como Elías y Eliseo y, en parte, porque para los judíos Dios
se revela en la historia tanto o más que en las palabras humanas.
Los Escritos son en realidad una colección miscelánea que se clasificaba de diversas
maneras. Una de ellas incluía, primero, tres libros poéticos: Salmos, Proverbios y Job;
segundo, los cinco megilloth (rollos), cada cual relacionado con uno de los grandes
festivales judíos, como sigue: el Cantar de los Cantares, alegorizado hasta relacionarlo
con la liberación de Egipto, se asociaba con la Pascua y se leía en el octavo día de la
fiesta. Rut se relacionaba con el Pentecostés (o sea la celebración de la recolección de
frutos), por tratarse de un idilio durante la temporada de cosechas; se leía el segundo día
de Pentecostés. Lamentaciones se Ieía el 9 de Ab, aniversario de la destrucción del
CURSO: TEOLOGÍA AVANZADA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
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templo de Salomón. Eclesiastés se leía el tercer día de la Fiesta de los Tabernáculos,
cuando se conmemoraba la peregrinación por el desierto: Durante esta celebración el
pueblo abandonaba sus hogares y vivían al aire libre en chozas de enramadas. La lectura
del Eclesiastés tenía por objeto enfatizar que se debía recordar a Días en medio de la
prosperidad material. El libro de Ester se leía en la Fiesta de Purim, a la que servía de
razón y justificación.
✓ Estos cinco megilloth eran los únicos Escritos que se leían en la sinagoga, y
sólo en las celebraciones mencionadas.
✓ Todos estos libros contaban como 24 para los judíos, cifra a la que llegaban
porque los clasificaban así:
Ahora detallaremos cómo fue que adquirieron carácter de Escritura cada una de estas
tres secciones del Antiguo Testamento.
La Ley, para el judío, era y sigue siendo lo más importante del mundo; es el eje del culto
en la sinagoga y la esencia de toda verdadera religión. La palabra ley no es la más
adecuada en nuestro idioma, porque tiene una connotación sumamente legalista. Pero
la Ley judaica va más allá de las reglas, reglamentaciones, prohibiciones y
mandamientos. Torah es como se le llama en hebreo, y significa instrucción más que ley.
La Torah viene siendo esa instrucción que Dios imparte a los hombres y que, al
obedecerla éstos, les permite encontrar vida en este mundo y en el venidero. Sostenían
los judíos, que la Ley había sido creada antes del mundo mismo, y que Dios había
consultado la Ley antes de crear el mundo. Afirmaban que con el advenimiento pleno del
reino de Dios los Profetas y los Escritos fenecerían, pero la Ley permanecería para
siempre.
Sostenían, además, que Dios había entregado literalmente y de propia mano toda la Ley
a Moisés, y que al principiar cada día Dios apartaba un tiempo para estudiar la Ley.
Tenían el propósito de que la niñez judía "grabara en su alma" la Ley. Desde la infancia
se les instruía en ella, y fueron muchos los judíos que prefirieron morir antes que perjurar
de ella, pues la consideraban nada menos que la palabra misma de Dios.
La Ley, pues, era el centro de todo; y aunque el resto de las Escrituras ocupaba un lugar
prominente, con todo las tenían como un simple comentario de la Ley. Esta se leía
ANTOLOGÍA DE LECTURAS: PROGRAMA DE MAESTRÍA
versículo por versículo, primero en hebreo, y luego era traducido al idioma de la
congregación. ¿Cómo llegó a ocupar la Ley una posición tan elevada? A continuación
trataremos de reconstruir este proceso. Y aunque es una reconstrucción más que hechos
comprobados, se ajusta a los hechos y es aceptada por la mayoría de los eruditos vetero-
testamentarios.
Existe un punto de partida respecto a la Ley, y bien dramático por cierto. La religión
judaica se encontraba en condición bastante lastimosa. Después de que murió el buen
rey Ezequías, lo sucedieron Manases y Amón, quienes eran punto menos que paganos
(II R. 21) Y cuyos reinados combinados se prolongaron durante más de medio siglo,
dejando al judaísmo en su más bajo nivel. Entonces, en el año 621 a.C.; ascendió al
trono el joven Josías.ve hizo lo recto ante los ojos de Jehová".
Entre otras cosas, Josías inició la reparación y reconstrucción del abandonado Templo,
y fue entonces cuando el sacerdote Hileras encontró el libro de la Ley en la Casa del
Señor. Cuando el rey y el pueblo leyeron la Ley, fueron movidos al arrepentimiento y a
la reforma, y fue así como este libro vino a ser para ellos la palabra misma de Dios 01
R. 22-23). Indiscutiblemente se trataba del libro del Deuteronomio escrito por un profeta
y sacerdote en los tristes días de Manases y Amón, cuando no había libertad de
expresión, y lo escondió en el Templo para que a su tiempo fuera encontrado.
Aquí se inicia el movimiento entero. Por así decirlo, es la primera vez que se canoniza
un libro y se convierte en palabra de Dios para el pueblo de Dios. Se recuperaron,
además, otros fragmentos de la Ley que se agregaron a la colección y se tuvieron en
alta estima. Entre ellos estaba la más antigua exposición de la Ley, también conocida
como el librito del Pacto, en Éxodo 34. Recuperaron, además, el libro mismo del Pacto,
es decir, las condiciones que el pueblo había aceptado cuando Dios los tomó como
pueblo suyo y les prometió que él sería su Dios. Esto se encuentra en Éxodo 20:22-
23:33, y en su forma actual se remonta al año de 900 a. C.
Posteriormente, a mediados del siglo VI a.C. se añadió otra gran sección. La esencia
misma del judaísmo se halla en la expresión; "Santos seréis, porque santo soy yo Jehová
vuestro Dios" (Lv. 19:21. Así surgió el llamado Código de Santidad. La expresión "santo"
en este sentido significa "diferente". Dios es el ser excelsamente diferente, el
absolutamente diferente, como también se le ha llamado. El pueblo de Dios, asimismo,
ha de ser diferente: no vivirá como el resto de las naciones, y aceptará el hecho de que
es un pueblo destinado a ser diferente. Y el sumario de la vida diferente que ha de llevar,
se encuentra en el Código de Santidad en Levítico 17-26
Aquí tenernos, pues, las grandes secciones de la Ley; la voz de Dios que ahora llega de
manera más completa y directa a su pueblo. Se trata del antiguo librito del Pacto. e1libro
del Pacto mismo (Deuteronomio) y el Código de Santidad.
Pero en el Pentateuco tenernos algo más que leyes e instrucción. Todo el material de la
Ley contenido en el Pentateuco está ubicado dentro del contexto de una narración que
parte de la creación del mundo hasta la entrada a la tierra prometida. Dentro de esta
narración suceden algunos fenómenos sumamente interesantes. Al estudiarla,
descubrimos que se trata de un verdadero compuesto procedente de diversas fuentes.
Tradicionalmente se le considera como obra de Moisés, pero a poco queda claro que
hubo otros participantes en su desarrollo. La lista de los reyes de Edom, que aparece en
el Génesis, viene prolongada por la siguiente expresión: "y los reyes que reinaron en la
tierra de Edom, antes que reinase rey sobre los hijos de Israel, fueron estos:" (Gn. 36:31).
Saúl fue el primer rey de Israel, y existió siglos después de Moisés; por lo que mal podría
éste hacer referencia a rey alguno de Israel. Génesis 14: 14 cuenta que Abraham
persiguió a sus enemigos "hasta Dan". Pero Dan no recibió este nombre hasta el tiempo
de los Jueces, después de la época de Moisés". En Génesis 21:34 y26:14-18 se
menciona a los filisteos, pero éstos no aparecen sino mucho tiempo después de Moisés,
alrededor del 1200 a.C. A mayor abundamiento, Deuteronomio 34: 1-8 narra la muerte
de Moisés. Y resulta sumamente improbable que Moisés haya relatado su propia muerte.
Así como es indudable que Moisés fue el gran legislador de Israel, resulta incuestionable
también que en los primeros cinco libros del Antiguo Testamento "metió la mano" alguien
más que el mismo Moisés. Encontrarnos en ellos más de una narrativa y de un escritor.
Hay otros indicios de que se trata de una narrativa con agregados. Frecuentemente se
hallan dos narraciones del acontecimiento. Hay dos crónicas de la fundación de Beer-
seba, una relacionada con Abraham y otra con Isaac (Gn. 21:31 y 26.:33). Hay dos
historias de cómo Betel obtuvo su nombre: según una, Jacob la nombró camino de
Padam-aram: según la otra, cuando regresaba de Padam-aram (Gn. 28: 19; 35: 15). Se
relata de dos maneras la expulsión de Agar e Ismael: en una, el hecho sucede antes del
nacimiento del niño (Gn 16:6-16) y en la otra, después del nacimiento de Ismael (Gn
21:9-21
En el relato del diluvio se entretejen dos historias sobre el arca. En una de ellas entran
siete parejas de cada animal; en la otra entran un par de cada uno (Gn, 7: 2-3; 7: 8-9). A
lo largo del Génesis pueden percibirse dos versiones, dos fuentes y dos relatos lado a
lado. El compilador del último formato es tan honesto, tan respetuoso de sus fuentes,
que cuando cuenta con dos de ellas incluye ambas.
ANTOLOGÍA DE LECTURAS: PROGRAMA DE MAESTRÍA
Ahora bien, en algunas ocasiones se nota algo más en esta compilación. El hebreo tiene
dos palabras para designar a Dios: elóhim y Jahweh o Yahweh. La última tiene gran
interés e importancia pues es similar a la palabra Jehová, que es su forma más común.
En el original hebreo no existen letras vocales, sólo consonantes; no fue hasta mucho
después cuando se añadieron pequeños signos vocálicos bajo las consonantes para
indicar la pronunciación adecuada. El nombre de Dios se representa con las cuatro
consonantes hebraicas YHWH, que los judíos jamás se atreven a pronunciar, por
considerar que el nombre de Dios es demasiado sagrado como para ser articulado.
Existe también la palabra Adonai, que significa Señor. Los judíos tomaron las vocales
de Adonai y las adjuntaron a las cuatro consonantes sagradas YHWH de donde
obtuvieron la forma Jehová. Así que la palabra Jehová se compone de las letras YHWH
deletreadas con las vocales hebraicas de la palabra Señor, pero la forma genuina es
Jahweh (Yahweh), impronunciable por ser tan sacrosanta.
En las versiones inglesas del Antiguo Testamento," elóhim se traduce simplemente como
Dios, pero YHWH se traduce Señor, en versales y versalitas. Como en Génesis 2:4-5. Al
examinar cuidadosamente estos antiguos manuscritos, encontrarnos que en algunas
secciones se le llama Dios, Jehová o Jehová Dios, según proceda en el original de elóhim
o Jahweh. Por ejemplo, al principio de la Biblia, en el primer relato de la creación,
proviene de elóhim y se llama Dios (Gn. 1:1-3), mientras que en el segundo relato de la
creación se le menciona como Jehová Dios (Gn. 2:4-24). En el relato del arca, donde los
animales entran en parejas simples, el mandato es dado por Dios (elóhim) (Gn. 7:9), y
en el que entran siete parejas (7:1-2), por Jehová. Así pues, al principio de la Biblia
encontrarnos dos fuentes entretejidas, en una de las cuales se llama a Dios elóhim y en
otra en que se le llama Jahweh, que se traduce respectivamente como Dios y .Jehová
Con el tiempo, ambas fuentes llaman a Dios Jehová, Señor, pues en la fuente que
comienza llamando elóhim a Dios, hallamos el conocido relato en que Moisés descubre
que Dios se llama Jehová (' 'Yo soy el que soy". Ex. 3: 13-16), que es la lección que
Moisés recibe en el misterioso incidente de la zarza incandescente (Ex. 3: 1-6).
Queda pues de relieve que la Ley, el Pentateuco, no surgió por generación espontánea.
Se llevó siglos generarlo. Constituye la esencia destilada de la voz de Dios a la
humanidad -de palabra y hecho a través de los tiempos. Aquí se concentra la voz de
Dios en su recorrido por los siglos: primero el librito del Pacto, seguido del libro mayor
del Pacto; luego Deuteronomio, luego el Código de Santidad, y finalmente el relato de
los actos de Dios por los hombres, compilado por dos escritores distintos. Posteriormente
toman forma y se entretejen ambos relatos con tal honestidad que nada se omite ni se
cambia; y finalmente culmina en esa maravillosa amalgama de ley e historia que, para
los judíos, sigue siendo la palabra de Dios, sin paralelo en la tierra.
Pero queda pendiente contestar: ¿Cuándo dejó la Ley de ser un simple libro maravilloso
para convertirse en las Escrituras? ¿Cuándo dejó de ser un libro para convertirse en la
Biblia? Lo que equivale a preguntar: ¿Cuándo la sección más antigua de la Biblia
comenzó a considerarse definitivamente como la palabra de Dios? Hay tres indicaciones
que nos ayudan a fijar tal fecha.
2. Hasta el día de hoy, los samaritanos no aceptan como Escritura todo el Antiguo
Testamento, sino únicamente la Ley, el Pentateuco. Lo que significa que se
segregaron del resto de la nación cuando la Ley era ya Escritura, pero todavía no
lo era el resto del Antiguo Testamento. Tal separación tuvo lugar aproximadamente
en el año 400 a.C. Por tanto, ya para esta fecha la Ley era considerada como la
palabra de Dios.
3. Leyendo Nehemías 8-10, hallamos que el escriba Esdras lee al pueblo “el libro de
la Ley", y que el pueblo lo acepta como la Ley de Dios y como ley para sus vidas.
Lo cual sucedió al regreso del exilio. En adelante, los judíos serían para siempre el
Pueblo del Libro, y ese libro sería el libro de la Ley. Esto también sucedió por el año
400 aC.
Todo indica que la Ley se convirtió en Escritura y quedó establecida como la palabra de
Dios a los hombres cuatrocientos años antes de que Jesús viniera al mundo como
hombre. Podemos, pues, dar por hecho, que la Ley, el Pentateuco, o los primeros cinco
libros del Antiguo Testamento, han sido considerados como Escritura desde el año 400
a.C. Durante casi 2,400 años los hombres han hallado la Palabra de Dios en los libros
de la Ley. Y algo excepcional debe haber en un libro que ha guiado a la humanidad
durante siglos y milenios.
Según hemos visto, los Profetas se dividían en Anteriores y Posteriores. Los Anteriores
comprenden los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Se desconoce en absoluto
quién escribió estos libros. Ni siquiera se les han adjudicado títulos tradicionales, tal y
como se adjudicaron a Moisés todos los libros de la Ley.
ANTOLOGÍA DE LECTURAS: PROGRAMA DE MAESTRÍA
Pero la tradición judía acredita a Josué como el autor del libro de este nombre, a Samuel
como autor de los libros de Jueces y Samuel, y a Jeremías como autor de los libros de
los Reyes. Según la computación judía, estos cuatro libros quedaron terminados entre
los siglos VI Y V a.C.
Pudiera parecer raro que se clasifique como libros proféticos a los comprendidos por
nosotros entre los libros históricos, pero para ello existen dos razones. Primera, estos
libros hablan de los grandes profetas que actuaron antes de que aparecieran los profetas
literarios; los profetas no literarios, como Samuel, Natán, Elías y Eliseo, ciertamente
manejaron material profético. Segundo, los judíos tomaban la historia muy en serio.
Consideraban que los eventos históricos revelaban nada menos que a Dios en acción;
para ellos, la historia era el escenario de la actividad de Dios, y creían que Dios hablaba
mediante los eventos históricos, los cuales demostraban la veracidad del mensaje
profético.
La historia, en fin, para ellos era la voz de Dios que a través de las centurias proclama
que el bien espera a los justos ya los malvados les espera el desastre. Les parecía
perfectamente natural considerar profética a la historia, pues la veían como una
manifestación del gobierno de Dios.
Los primeros de estos profetas fueron Amós y Miqueas, que aparecieron a mediados del
siglo VIII, cuando se aproximaba la invasión de Palestina por los asirios, y cuando el
reino de Samaria fue destruido para siempre en el 722 a.C. Ambos profetas subrayan la
nota que de principio a fin constituirá el mensaje profético y el corazón mismo de su
mensaje. Tal mensaje se sintetiza en la bien conocida expresión: proclamación del
monoteísmo ético. ¿Qué significa esto?
Por último está la fe monoteísta: sólo hay un Dios de todos los seres humanos; Dios
de este universo y de cualquier otro universo existente o por existir.
Los profetas tuvieron que enseñar a la gente que ni el más elaborado ritual del mundo
puede sustituir la castidad personal, la justicia social y el amor hacia el hombre y hacia
Dios. La profecía de Amós ha sido considerada como "un clamor de justicia social", y
uno de los versículos bíblicos más citados es el de Miqueas (6: 6-8) donde se dice que
Dios no quiere sacrificios sino que hagamos justicia, amemos la misericordia y nos
humillemos ante él. Esto constituye actualmente parte de nuestra religión, pero fueron
sensacionales descubrimientos en tiempos de los primeros profetas. Fueron ellos los
grandes monoteístas éticos, cuyo tema era que hay un solo Dios, y que los verdaderos
sacrificios son la castidad, la misericordia y la fidelidad.
En el mismo siglo VIII a.C. surgen dos de los grandes profetas antiguos, que traen
consigo sus propias ideas predominantes. Hemos visto que el gran clamor de Amós y
Miqueas es su insistencia en la justicia social. Pero Oseas es, ante todo, el profeta del
amor. Al hablar de Dios, Oseas habla de sí mismo. Dios le ordenó tomar una mujer de la
calle hacerla su esposa, y tratarla con amor. Pero ella abandonaba el hogar y volvía a
su vida pasada; cada vez que ella volvía a casa, el profeta la recibía con un amor que
jamás se dio por vencido. Oseas presentaba un argumento vivo: ¿Si un hombre puede
amar así, cuánto más puede amar Dios?
Vimos, pues, a Miqueas y Amós con su enfoque en la justicia social y a Oseas con su
énfasis en el amor. Pero todavía falta uno de los grandes profetas del siglo VIII.
El libro de Isaías cuenta con tres secciones, la primera de las cuales abarca los capítulos
del 1 al 39, pertenece al mismo período. Isaías fue un aristócrata, amigo de reyes, y la
nota dominante de su mensaje es la santidad. "Santo, santo, santo, Jehová de los
ANTOLOGÍA DE LECTURAS: PROGRAMA DE MAESTRÍA
ejércitos" (Is. 6: 3). Siempre confronta Isaías a los hombres con el Dios santo, y siempre
insiste en que nada puede reemplazar a la justicia y el amor. Toda la cadena de
sacrificios, novilunios, sábados y plegarias son inútiles en sí mismas:
Así pues, cada uno de los grandes profetas del siglo VIII tiene su tema dominante: Amós
y Miqueas, la justicia social; Oseas, el amor; Isaías, la santidad. Al leerlos es muy
conveniente tener en mente el tema personal de cada uno.
En los siglos VII y VI a.C. hubo otro grupo de profetas que proclamaron la palabra de
Dios a la luz del momento que vivían, siempre interpretando su momento histórico a la
luz del propósito de Dios. En el año 627 a.C., Sofonías vio en la invasión escita
proveniente del este, el principio del juicio que Dios tenía preparado para los asirios,
moabitas, filisteos y también para Judá. La interpretó como advertencia de que el Día del
Señor estaba cerca. Simultáneamente, Nahum se ocupaba en predecir gráficamente la
caída de Nínive. Por el momento pareció como si Dios fuera a intervenir
espectacularmente en la historia, pero lo que sucedió fue que surgió otra gran potencia:
Babilonia. Es entonces cuando Habacuc cuestiona por escrito la causa de la tardanza
de Dios, al ver que las tiranías no hacían más que sucederse unas tras otras.
Surgieron entonces dos de los más grandes profetas, que descubrieron lo que habría
de rescatar del colapso a la religión judía. A Jeremías le tocó vivir la caída de Jerusalén
a manos de los babilonios, en el año 586 a.C., mientras que Ezequiel vivió con el pueblo
el exilio en Babilonia, donde soñaba con un nuevo orden de las cosas en el futuro. Pero
la mayor contribución que aportaron ambos profetas fue la de establecer que la religión
no sólo es de carácter nacional, sino también personal y aún más que eso.
Nos resulta actualmente difícil comprender que necesitaron transcurrir varios siglos para
que el individuo emergiera como tal. Con anterioridad, los seres humanos no se veían
como individuos sino como miembros de un grupo, ya fuera la tribu, la familia o la nación
a la que pertenecían. Buen ejemplo de esto lo encontrarnos en el Antiguo Testamento
respecto del pecado de Acán. A pesar de que Dios había ordenado la destrucción de
todo el botín en la guerra con Jericó, Acán se reservó algo para sí. Las consecuencias
resultaron desastrosas para toda la nación. Cuando se descubrió que Acán era el
culpable, lo tomaron junto con "sus hijos, sus hijas, sus bueyes, sus asnos, sus ovejas,
su tienda y todo lo que tenía" y todo esto fue destruido totalmente (Jos. 7: 1-261. El
castigo recayó sobre el grupo y no sólo sobre el individuo
Surgió por entonces el nuevo poderío persa, sobre el que la segunda sección de Isaías
tiene algo extraordinariamente importante que decir. Esta sección abarca los capítulos
del 40 a155. Ciro, el caudillo persa, no sólo no tenía intención de liberar a los judíos del
yugo babilonio, sino que es improbable que hubiera oído hablar de Jahweh, o que le
diera alguna importancia en caso de que así hubiera sido. Pero Ciro ocupaba un lugar
en el plan y propósito de Dios, y Dios se refiere a él diciendo que "Es mi pastor, y cumplirá
todo lo que yo quiero". Dios ha ungido a Ciro y lo lleva de la "mano derecha" (Is 44:28;
45:1) Ciro habría de liberar a los judíos, aunque no lo sabía era sólo un instrumento en
las manos de Dios. He aquí una verdadera filosofía de la historia: toda la historia está en
las manos de Dios, y aun quien jamás haya oído hablar de Dios puede ser, sin saberlo
siervo e instrumento suyo. Con una fe así cualquiera puede enfrentarse al mundo.
En esta porción de Isaías encontrarnos la figura del Siervo Sufriente, que tanto influiría
en el pensamiento neo-testamentario y aun en el de Jesús mismo. La figura del Siervo
Sufriente culmina en Isaías 53, donde éste es herido por nuestras rebeliones y molido
por nuestros pecados (v. 5). El perfil completo del Siervo Sufriente se encuentra en los
llamados Cuatro Cánticos del Siervo Os 42:1-4: 49:1-7: 504-9: 52: 13-53: 12). Obsérvese
que los verbos claves de Isaías 53, hasta el versículo 10, están en tiempo pasado. Es
porque describen a alguien que el profeta sabe que ha sufrido más que alguien que había
de venir. Es verdad que a veces el profeta estaba tan seguro de su anuncio que se refería
a él como algo ya efectuado, aunque Isaías 53 no debiera leerse de tal manera.
Según Isaías 53, ¿quién es el que sufre? Esta pregunta siempre ha fascinado y eludido
a los eruditos. Me parece que quien mejor trata el tema es C. R. North, en su libro The
Suffering Servant in DeuieroIsaiah (El Siervo Sufriente en Deutero-Isaías) North relata
que S. R. Driver, eminente estudioso del Antiguo Testamento, pensaba escribir un
comentario sobre Isaías, pero desistió de hacerlo ante el enmarañado laberinto de
interpretaciones que existen en torno al siervo.
¿Será este siervo Isaías mismo, quien según la tradición judía sufrió el martirio y fue
sepultado en la tumba de un criminal? Así parece haberlo pensado el eunuco etíope (Hch
8: 34) ¿O se referirá a Jeremías, quien se ve a sí mismo como "cordero inocente que
llevan a degollar" (Jer. 11: 19)? ¿ O será Joaquín descrito por la tradición judía como el
que se entregó a Nabucodonosor en sacrificio para salvar de la destrucción a Jerusalén
m R. 248-20)? O se referir más bien a Zorobabel, quien después de jugar papel
preponderante en el exilio desaparece misteriosamente de la narración (Hag. 1: 1, 12,
14; 2:21-23; Zac. 4:6-10 o bien, ¿es el Siervo la nación misma de Israel, que sufre en
redención por sus pecados y los del mundo? No lo sabemos.
Pero lo que sabernos sin lugar a dudas es que la figura del Siervo Sufriente se realizará
absolutamente en Cristo. En todo el Nuevo Testamento va identificándose a Jesús con
el Siervo Sufriente (Hch. 3:13; 3:26; 4:27,30: 8:26-35; Mt. 8:14-17; 12:14-21; Lc. 22:37; II
Co. 5: 21; 1 P. 1: 19; n P. 22: 25). Ninguna figura del Antiguo Testamento se halla tan
incrustada en el Nuevo, como ésta del Siervo Sufriente del Segundo Isaías.
ANTOLOGÍA DE LECTURAS: PROGRAMA DE MAESTRÍA
Encontrarnos, después de que Asiria y Babilonia pasan a la historia, que una nueva
potencia mundial aparece en el escenario. Se trata de Persia, a quien toca el turno de
dominar los acontecimientos. Para los judíos esto reviste gran importancia, pues los
persas les permitieron regresar a Jerusalén después de la cautividad en Babilonia. Ya
finales del siglo VI y durante el siglo V se presentan Hageo y Zacarías animándolos a
reconstruir el Templo en ruinas y a tratar de restaurar la gloria perdida.
Nos queda por mencionar el libro del profeta Jonás. Aunque pequeño, es uno de los más
grandiosos del Antiguo Testamento, porque demanda de los judíos el abandonar su
exclusivismo. Los llama a llevar la palabra de Dios a los gentiles, a regocijarse cuando
ellos también acepten el mensaje de salvación, y a creer que aun Nínive puede salvarse
igualmente, si se arrepiente. En el Antiguo Testamento Jonás es el libro misionero por
excelencia y, tal vez, uno de los últimos, pues probablemente data del siglo IV a.C.
Ahora toca preguntarnos cuándo fue que los libros proféticos dejaron de ser meras joyas
de la literatura devocional para formar parte de las Escrituras.
Cabe aquí la misma observación que hicimos respecto de los demás libros del Antiguo
Testamento. Mucho antes de que fueran parte integral de la Escritura eran ya conocidos,
utilizados y amados. Habían demostrado ya su poder para iluminar la mente, y para
consolar y fortalecer el corazón lo que les valió un lugar en las Escrituras.
Fue durante el exilio cuando las obras de los profetas llegaron a ser conocidas y amadas,
en virtud de dos razones: anunciaron la suerte que le esperaba al pecador, el
desobediente y el que abandona el camino de Dios para seguir sus propios caminos.
Esto se cumplió al pie de la letra y ahora el pueblo conocía de sobra lo que le esperaba
a una nación que desatendía la voz de Dios. Se había cumplido el anuncio de los
profetas, pero el mensaje profético no terminó allí. Así como habían proclamado un
mensaje de condenación para el desobediente proclamaban también otro de esperanza
para el penitente. Y los judíos estaban convencidos de que así como se había cumplido
la condenación, también verían realizarse la esperanza. En su libro How to Read the
Bible (Cómo leer la Biblia), F. C. Grant señala el proceso seguido por el mensaje
profético:
Pero hubo otro factor que contribuyó a otorgar lugar destacado a esta literatura profética.
Era considerada un gran ejemplo de una voz que había sido silenciada para siempre. Ya
no había quien dijera: "Así ha dicho el Señor". Como decía nostálgicamente el Salmista:
"No vemos ya vuestras señales; no hay más profeta, ni entre nosotros hay quien sepa
hasta cuándo" (Sal. 74:9). Por lo menos en la época de Zacarías se consideraba ya un
embaucador a quien pretendía ser profeta "Y acontecerá que cuando alguno profetizare
aún, le dirán su padre y su madre que lo engendraron: No vivirás, porque has hablado
mentira en el nombre de Jehová': (Zac.13:3l. Sólo es posible deducir a partir de cuándo
se consideraron parte de las Escrituras las profecías.
Hay sin embargo algo que pudiera darnos una pista razonable. Evidentemente el libro de
Daniel es profético, pues predice el futuro, Lo extraño es que los judíos nunca lo han
clasificado entre los libros proféticos, sino entre los Escritos. Esto indicaría que Daniel
apareció cuando la lista de los profetas se había clausurado, pues de otra manera se le
habría incluido en ella. Puesto que el libro de Daniel debe fecharse hacia el año 165 a.C,
podríamos asumir como probable que, para entonces, ya se había cerrado la nómina de
los profetas, así pues, existe la posibilidad de que los profetas hayan sido considerados
como Escritura alrededor del año 200 a.C.
Hemos visto que los Escritos constaban de once libros: Salmos, Proverbios, Job,
Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Ester, Esdras-Nehemías,
Crónicas y Daniel. Los Escritos no constituyen un grupo unificado y homogéneo como
los de la Ley y los Profetas. Más parece una colección miscelánea que se ha llegado a
ver como libros aislados. Nunca alcanzaron la posición de los otros dos grupos.
En los Escritos hay un poco de todo. En How Came the Bible? (¿De dónde resultó la
Biblia?) , E. J Goodspeed los divide así: Discusión filosófica de la religión: Job y
Eclesiastés; Endechas: Lamentaciones; Cantos de amor: El Cantar de los Cantares;
Relatos: Rut y Ester; Historia sacerdotal: Crónicas.
En How to read the Bible (Cómo leer la Biblia), F. C. Grant distingue en ellos:
Poesía: Job, Salmos, Cantar de los Cantares y Lamentaciones.
Sabiduría:Eclesiastés Proverbios
Narraciones: Ester y Rut: Profecía: Daniel; Historia: Esdras- Nehemías y Crónicas.
Los Escritos constituyen la literatura religiosa de toda una nación, y en ella se fueron
ganando su lugar, no como un todo, sino ocupando su lugar uno por uno.
“Si el autor de un libro era conocido, pero se sabía que lo que había escrito caía fuera
del período de inspiración, entonces su obra no podía incluirse en la lista de Escritura
Sagrada. Esto sucedió con el libro del Eclesiástico, que es un libro formidable y cuya
omisión del canon ha sido lamentada por muchos. Fue escrito por Jesús ben Sirac,
alrededor del año 180 a.C. y traducido al griego por su nieto en el de 132 a.C. Tanto el
autor como la fecha eran conocidos, y por lo tanto fue eliminado del canon.
Por otra parte, los rabinos sostenían que si el libro era de autor desconocido y tenía
suficiente validez religiosa para aspirar al canon, entonces podía atribuírsele a cualquiera
de las figuras consagradas dentro del período de inspiración. En consecuencia, puesto
que nadie sabía quién había escrito Rut, se le atribuyó a Samuel, Lamentaciones a
Jeremías, Proverbios y Eclesiastés a Salomón, Job a Moisés, el Cantar de los Cantares
a Salomón (o al menos al período de Ezequías). Todos los Salmos se adjudicaron a
David, aun cuando a mitad del libro dice muy claramente: "Aquí terminan las oraciones
de David, hijo de Isaí" (Sal. 72:20). Esdras y Nehemías fueron atribuidos a Esdras, quien
adquirió una posición única en la tradición judía.
Los rabinos afirmaban que "La Torah fue olvidada por Israel hasta que Esdras vino de
Babilonia y la restableció". Añadían que, si la Ley no hubiera sido ya dada por Moisés,
Esdras hubiera sido el indicado para recibirla. Ya retomaremos el lugar de Esdras en la
tradición. Realmente fue muy afortunado el que los rabinos judíos hayan encontrado la
manera de preservar estos libros, pues de otra manera podrían haber desaparecido.
Ahora nos asomamos al proceso que condujo a que estos Escritos fueran reconocidos
como Escrituras canónicas, y luego los consideraremos uno por uno. Hay cinco
evidencias fragmentarias que se combinan para proporcionarnos la fecha.
2. También hicimos referencia al prólogo que escribió el nieto de Jesús ben Sirac
cuando tradujo al griego el libro escrito por su abuelo. En dicho prólogo hace
mención a los grandes y ricos tesoros de instrucción y sabiduría transmitidos por
la tradición, incluyendo a la Ley y los Profetas y los libros de sus seguidores. Habla
de cómo su abuelo había estudiado la Ley, los Profetas y los libros de nuestros
antepasados. Habla de la Ley, los Profetas, y los demás libros. Nunca emplea el
término de Escritos para designarlos, pero resulta evidente que para él había una
adición a la Ley y los Profetas, es decir, una tercera sección de las Sagradas
Escrituras.
5. Alrededor del año 100 de nuestra era, Josefo, el historiador judío, dictaminó que
los libros judíos quedaban ya fijados y establecidos, sin que ningún libro pudiera
ser quitado ni añadido.
Todo lo cual concuerda, pues también se ha reconocido que en el año 90 d.C. los rabinos
fijaron finalmente el contenido de las Escrituras en el Concilio de Jamnia, cerca de Jope.
Fue entonces cuando los Escritos se consideraron completos
Los cinco rollos o megilloth, relacionados con los grandes festivales y conmemoraciones,
tenían su lugar asegurado aunque, como luego veremos, algunos fueron recusados. Los
libros de Crónicas, Job, Esdras-Nehemías y Daniel tenían su propio lugar ya que de ellos
leía el sumo sacerdote en la víspera del Día del Perdón, que es la principal
conmemoración en el calendario religioso Judío
Los libros recusados fueron principalmente tres: el Cantar de los Cantares pues, al
menos que se le convierta en alegoría, lo cual nunca fue la intención del original es un
apasionado poema de amor de carne y hueso y, en realidad, uno de los grandes poemas
de amor de la literatura universal. Eclesiastés entró en disputa debido a su
apesadumbrado pesimismo. Su mensaje es: vive la vida al máximo porque nada hay más
allá de la muerte que el reino de las sombras (Ec 9: 10). La objeción contra Ester fue que
por raro que parezca nunca se menciona el nombre de Dios en él aunque es la
justificación del Purim fiesta que conmemora la victoria de Mardoqueo sobre Amán pero
que no se encuentra entre los festivales prescritos por la Ley.
Pero después del Concilio de Jamnia todos estos cuestionamientos y dudas quedaron
acallados.
Aquí tenemos pues cómo bajo la dirección y providencia de Dios el Antiguo Testamento
llegó a su estado actual. Terminaremos con tres señalamientos:
Una lección o un libro sobre la "teología del Antiguo Testamento" es, por una parte, la
tarea más hermosa e importante de la ciencia vetero-testamentaria, y por otra, también
la más difícil. En ella hay que procurar ofrecer una sinopsis del universo de la fe y del
testimonio del Antiguo Testamento. Ahora bien, "el Antiguo Testamento es una colección
de escritos, una biblioteca de diferentes textos, que abarca un período de tiempo de por
lo menos ochocientos años, y tal vez de mil. Pero, además de tener muchos estratos, es
un libro voluminoso y, por añadidura, de una época lejana para nosotros y con formas
de pensar muchas veces extrañas. Con todos esos datos, ¿quién puede decir "yo
conozco y entiendo el Antiguo Testamento"? Por eso, todo intento de sinopsis de esa
clase está contaminado de características personales; en el caso de éste, de mis
características y deficiencias, de la naturaleza y los límites de mis conocimientos.
Así, pues, cuando un especialista en Antiguo Testamento enseña o escribe una "teología
del AT" es el momento en que rinde cuentas ante sí mismo y ante los demás de su
comprensión del AT, es decir "sobre todo, de los problemas teológicos que se plantean
cuando se pregunta uno por la relación entre los múltiples testimonios vetero-
testamentarios". Con esto queda también dicho que aquí se entiende por "teología del
AT" la teología que el mismo AT contiene y ofrece y no la que tiene por objeto al AT,
ya que este otro planteamiento pertenece más bien al campo de la Hermenéutica o de la
Teología Fundamental. Finalmente, hay que distinguir entre "teología del AT" e "historia
de la religión israelita del AT". Pero con estas primeras cuestiones, solamente apuntadas,
hemos señalado ya problemas importantes que habrá que desarrollar con más detalle.
Quien se pregunte por el nacimiento de la disciplina "teología del AT" y por las obras más
importantes de su historia, tiene que acudir, igual que para la Teología del Nuevo
Testamento y para la Teología Bíblica en general, al discurso inaugural del teólogo de
Altdorf Joan Philipp Gabler el 30 de marzo de 1787 titulado " Oratio de justo discrimine
theologiae biblicae et dogmatí- cae regundisque recte utriusquefínibus".
En esta tarea se emplearon más tarde Gottlieb Philipp Christian Kaiser (1813/14/21) y,
especialmente, Wilhelm Martin Leberecht de Wette, este último, en 1813 (18313), con su
obra "Biblische Dogmatik Alten und Neuen Testaments. Oder kritische Darstellung der
Religionslehre des Hebraismus, des Judenthums und des Urchristentums". Como
permite averiguar el mismo título, aparte de la distinción, ahora ya más clara, entre AT y
NT, se trata de afrontar dos problemas planteados desde la obra de Gabler: la
interpretación histórica del acerbo bíblico y, al mismo tiempo, su sistematización o, dicho
de otra forma, reunir dicho acerbo, por una parte, y, por otra, hacer su valoración. En ese
empeño se pone de manifiesto (especialmente en de Wette) el deseo de determinar la
relación de la religión veterotestamentaria a lo largo de su evolución con la historia de la
Revelación en general y también con el NT y el Cristianismo; en concreto, por ejemplo,
estudiando la relación entre la religión de Israel de antes del Exilio y la de después del
Exilio (hebraísmo y judaismo) y entre particularismo y universalismo.
Y a la vez, en la discusión crítica que siguió a de Wette'' se comprobó que por el momento
no era fácil dejar aparcados los propios problemas y prejuicios e incluso las propias
deudas filosóficas (en el caso de Wette, respecto de J.F. Fríes) a la hora de exponer y
sobre todo de hacer valoraciones. De todos modos, ya de Wette intentó identificar algo
así como un "centro" del AT, pues para él la "idea fundamental" del AT era Dios en cuanto
que "voluntad santa".
Aparecieron después toda una serie de obras, sobre todo postumas, dedicadas a la
teología del AT, y el influjo tanto de los estudios de Wellhausen como de la escuela de
la historia de las religiones (Gunkel, Gressmann, etc.) hizo que no se emprendiera aún
el camino de una exposición de la Teología del AT concebida de forma más sistemática.
Los que urgen ahora son más bien tratados de historia de la religión judeo-israelita. Y así
R. Smend, advertía expresamente que él no pretendía hacer una exposición sistemática
sino histórica, y cuando en 1903 K. Marti publica las ediciones 3 a y 4a de la " Theologie
des AT de A. Kayser (21894) cambió el título de la obra llamándola " Geschichte der isr.
Religión". También es una "Biblische Theologie des AT centrada en la secuencia y en la
evolución históricas la obra fundamental, rica en datos y publicada en dos volúmenes,
de B. Stade (Vol. I) y A. Bertholet (Vol. II) de los años 1905 y 1911. Y lo mismo hay que
decir de la "Biblische Theologie des AT de E. Kautzsch aparecida postumamente, en
1911. Estas obras centradas en la historia de la religión judeo-isrealita han mantenido,
hasta el día de hoy, sus partidarios y su derecho como una forma de afrontar el universo
de la fe del AT.
Por otra parte cabe citar, como obras con un interés historiográfico mayor del que
actualmente cabría suponer al planteamiento de una "teología del AT", las de G.F.
Oehler (1845; y luego, 1873, etc.), con una visión claramente orientada a la historia de
la salvación y de carácter histórico-genético, E. Riehm (1889), A. Dillmann (1895) y la
del mismo H. Ewald (1871-1876). Juicio aparte merece la "Alttestamentliche Theologié*
de H. Schultz, con su subtítulo "Die Offenbarungsrehgion auf ihrer vorchristUchen
Entwicklungsstufe" ("La Religión revelada en su evolución anterior al Cristianismo")-
Conoció varias reediciones siempre revisadas por su autor (la 5 a edición, en 1896), fue
el manual preferido de los estudiantes de entonces y para nosotros tiene tanta más
importancia cuanto que el autor reconoció la necesidad -y se sintió además con la
capacidad- de seguir haciendo suyos todavía, en las diferentes ediciones revisadas, los
planteamientos y conclusiones que, respecto de la Ley y los Profetas, se debieron a los
estudios de J. Wellhausen y B. Duhm.
Por otro lado hay que resaltar que Schultz, además de tratar del AT y la historia de su
religión así como de las relaciones AT-NT, dedicó un importante capítulo a "géneros
literarios en los escritos del AT", en el que, por ejemplo, se trata también del mito y de la
saga, y donde se encuentra ya la tesis, posteriormente modificada y expuesta en plan
Con posterioridad a H. Schultz, sólo volvió a atreverse con una no sólo histórica sino
también sistemática "exposición de los factores e ideas que han operado en la historia
de la salvación veterotestamentaria" E. Konig en 1922 (1923) con su "Theologie des AT
kritisch und vergleichend dargesiellt" (Tratado crítico y comparativo de la teología de los
Profetas). La obra no tuvo gran influencia debido a algunas tesis caprichosas y a su
planteamiento, sobre todo en la segunda parte, de cuño marcadamente dogmático. El
cambio se da a partir de 1920.
Más importancia tuvieron para la evolución posterior tres pequeños trabajos que, una vez
más, salieron del círculo de los especialistas en AT alemanes. En 1921 apareció el
artículo de R. Kittel "el gurú de la ciencia vetero-testamentaria". Esta ciencia no debería
ser sólo Arqueología ni -lo que ha sido sobre todo hasta ahora- crítica literaria e historia
de la literatura, sino que tendría que ser una "historia espiritual de Israel" y tratar su
"acerbo específicamente religioso", como su culto, su voluntad moral, los personajes de
significado especial, mostrando así la grandeza de la religión vetero-testamentaria. Su
libro "Gestalten und Gedanken in Israel" (Personajes e ideas de Israel), aparecido en
1925, hace ver que Kittel pensaba sobre todo en los grandes personajes y en la historia
espiritual unida a ellos.
W. Eichrodt, en cambio, quería ver esos dos niveles como una unidad. En su opinión, a
la esencia de la religión veterotestamentaria sólo puede llegarse por vías históricas.
Plantearse la verdad y la valoración de la misma es propio de la Dogmática y no de la
Teología Bíblica. Pero ésta no debería mantenerse sólo en el análisis genético, sino que
es tarea suya llevar a cabo un trabajo sistemático importante: descubrir el hilo conductor
que atraviesa toda la evolución, poner de manifiesto la estructura de una religión en
comparación con sus diferentes contenidos.
Se trata de una tarea ciertamente histórica, que no responde a planteamientos
normativos ni se presenta todavía como un "testimonio". A la teología del AT hay que
liberarla de la trabas de la historia de la religión del AT. Dejaremos solamente indicado
que en esta discusión en torno al AT influyó el "debate en torno al AT" en general tal
como se había planteado a partir del "debate Babel- Biblia", vigorizado, desde finales
del siglo XIX, por el caldo de cultivo del antisemitismo, junto con la expansión de ideas
étnicas y racistas y con el nacionalsocialismo nacido de éstas.
De Sellin a Vriezen
Una primera conclusión de todo el debate anterior la sacó E. Sellin. En 1933 publicó una
"At Theologie auf religionsgeschichtlicher Grunülage" ("Teología del AT basada en la
historia de su religión") en dos tomos: el primero (1933) presentaba una "historia de la
religión judeo-israelita", y el segundo, una "teología del AT", con la intención de ofrecer
en aquél una exposición de cómo se fue haciendo y fue creciendo la religión judeo-
israelita, y de presentar en éste, de manera sistemática, la doctrina y la fe religiosas que
se fueron formando en la comunidad judía según los escritos reunidos en el AT, "pero
sólo en la medida en que Jesucristo y sus Apóstoles las reconocieron como
presupuestos y fundamento de su Evangelio, como revelación del Dios que ellos
anunciaban".
Se evidencia el cambio que se está operando, y no es de extrañar que precisamente el
tomo II conozca una nueva edición en 1936 (no así el I, menos dado a hipótesis) y
entonces aparezca dividido en tres partes: Dios y su relación con el mundo; el hombre y
su pecado; juicio y salvación (véase más tarde L. Kóhler), pero al hacerlo distingue entre
religión popular y religión de élite, entre la religión propia del culto nacional y la religión
profética-moral-universalista-escatológica, y además, según Sellin, la idea del "Dios
santo" es especialmente importante para el AT. Más, por otra parte, los principios de
selección y valoración de Sellin hacen que, por ejemplo, en el tomo II de su obra la
literatura sapiencial no juegue papel ninguno. Por lo demás, los dos tomos están
simplemente yuxtapuestos, y no se explica con mayor detalle la relación entre historia
de la religión y teología.
Si olvidando de pronto otras cosas, se mira unos años atrás, en la "Theologie des AT"
de O. Procksch, aparecida postumamente en 1950, puede encontrarse un esquema
dualista parecido, al estilo del introducido sobre todo por H. Schultz (y, ahora ya,
anticuado en muchos aspectos -por ejemplo, en lo que se refiere al carácter histórico de
Abraham o Moisés). Su obra tiene dos partes dedicadas, respectivamente, al "mundo
histórico" y al "mundo espiritual" del AT; el "mundo histórico" va desde Abraham hasta la
apocalíptica, mientras que el "mundo espiritual" consta, a su vez, de tres partes: Dios y
el mundo, Dios y el pueblo, y Dios y el hombre. El subtítulo programático de la obra
("Toda Teología es Cristología") ni queda garantizado ni se cumple en su desarrollo.
Más tarde G. Fohrer siguió una distribución en dos tomos parecida a la de la obra de
Sellin. A su "Historia de la religión israelita’’ (1969), en la que intentó exponer la evolución
de esta religión como la historia normal de una religión normal, le siguió la exposición
sistemática de la fe vetero-testamentaria en su obra sobre las "estructuras teológicas
fundamentales del AT" (1972; cf. infra), en la que además introdujo claras valoraciones.
Ya Gabler había planteado un cuarto problema, que, por ejemplo, Eissfeldt o Eichrodt
afrontaron también a su manera:
4) la relación que debe guardarse entre la parte expositiva (más histórica, descriptiva) y
la parte valorativa simultánea o previa (por ejemplo, por parte de la Dogmática). Como
hemos visto, este problema se había olvidado o dejado de lado durante un largo período.
Pero recientemente volvió a plantearse, de forma que más adelante volveremos sobre
él.
De todos modos, las críticas se centraron especialmente, y con cierta razón, en el lugar
excesivamente central y en una generosa extensión de la idea de alianza, que ya
entonces era posible mirar con ojos críticos aunque aún no existían los trabajos más
recientes sobre berát. Eichrodt hubiera podido exponer muchos temas del AT
suficientemente claros en sí mismos sin necesidad de empeñarse o considerarse
obligado (como hace a veces) en acudir a la idea de alianza de repente y como por
sorpresa. Y además resulta llamativa, por contraste, la ausencia de la idea de la alianza
en puntos y contextos (el pecado, el perdón) en los que habría sido de utilidad. A eso
hay que añadir el fuerte compromiso teológico del autor, que en más de una ocasión lo
induce a interpretaciones rebuscadas, a sobrecargas teológicas. A pesar de todas las
críticas, hay que decir que la obra de Eichrodt fue una gran aportación y que, además,
llegó en el momento oportuno. Desde 1933 e incluso después de 1945 esta "teología del
AT" ha prestado muy buenos servicios, y aún hoy sigue haciéndolo gracias a su carácter
fundamental y a la riqueza de su material en algunos ámbitos.
Finalmente, su objeto no pueden ser solamente la historiografía que recoge los relatos
de la historia del AT, ni tampoco sólo los facta bruta de dicha historia, ya que el devenir
interior y los hechos externos no son separables. Se ve claramente que, en el entretanto,
han aparecido cuestiones nuevas que sumar a los cuatro problemas básicos que antes
se mencionaron como propios de una teología del AT. Pero primero tenemos que seguir
esbozando la evolución subsiguiente.
En 1935 L. Kóhler publica una sucinta pero muy precisa "Theologie des AT”. Sabiendo
que el autor trabajaba entonces en un diccionario del AT, no es de extrañar que sus
puntos fuertes fueran el estudio terminológico, la estadística de las palabras y también
su lenguaje breve y denso. "Si es teología, ha de ser sistemática", había escrito ya antes
Kóhler; y por eso las diferenciaciones históricas las ofrece en los distintos capítulos. Pero
al mismo tiempo advierte que esa sistematización, el diseño y el orden de la temática
teológica del AT, no puede sacarse del propio AT. Y por eso Kóhler la busca fuera, es
decir en la Dogmática cristiana, según se desprende de la división trimembre por la que
opta (Dios-Hombre-Juicio y salvación).
Para él tiene especial importancia el concepto de Dios del AT: Dios como Señor
Soberano; y la primera frase del prólogo deja claro cómo ha de ser el recorrido por el AT:
"Puede llamarse 'teología del AT' un libro que recoja en su interrelación correcta visiones,
ideas y conceptos del AT que sean o puedan ser teológicamente relevantes".
Hasta el momento se ha evitado proclamar una norma, pero la fuerte insistencia en las
relaciones entre teología del AT y teología del NT, por ejemplo, en los casos de Sellin y
Eichrodt, ha actuado algo en ese sentido. La distinción de Gabler entre teología del AT
pura y teología del AT verdadera dio en el clavo en buena medida y ha seguido
produciendo sus efectos.
Tras la pausa impuesta por la Guerra y la Posguerra hasta 1956 no apareció una nueva
"teología del AT" en lengua alemana. De todas formas, se trataba de la traducción
("Théologie des AT in Grundzüge") de la obra de Th.C. Vriezen aparecida en holandés
en 1949- En general Vriezen se sintió más cerca de Eichrodt que de Kóhler; su propósito
era encontrar "las ideas directrices" del AT, identificar el mensaje del AT en sus rasgos
fundamentales; al hacerlo, siguió muy de cerca los estudios alemanes y también los
anglosajones, y a la vez no perdió de vista la relación del AT con su entorno.
Pero lo que más llama en él la atención son sus extensos "prolegómenos", que ocupan
más de 100 páginas del libro, en los que reflexiona sobre "la Iglesia Cristiana y el AT" o
sobre "El AT como palabra de Dios", y "el camino de la fe de Israel en la historia" es
presentado como la orientación necesaria para cualquier exposición sistemática.
Con toda claridad se opta por arrancar, como punto de partida, de la teología cristiana y
desde ella se hace la valoración del mensaje vetero-testamentario, e igualmente se
insiste en diferenciar entre teología del AT e historia de la religión vetero-testamentaria
y en situar la tarea entre la de la teología dogmática y la de la historia.
La segunda parte comienza con la idea clave de esta obra; a saber, con la del
conocimiento de Dios propio del AT ("el conocimiento como comunión"): como una
relación de comunidad entre el Dios santo y el hombre. En esta idea ve Vriezen el meollo
del mensaje veterotestamentario, al que subordina, por ejemplo, los temas de la palabra,
la historia, la alianza y el hombre como imagen de Dios. A continuación trata, primero,
de Dios, y luego del hombre, de la relación entre Dios y el hombre (revelación, redención
y juicio, culto), de la ética (las relaciones del hombre con el hombre) y, finalmente, de
Dios, el hombre y el mundo en el Reino de Dios tanto presente como futuro.
Al igual que Vriezen, también G.A.Knight arrima su obra a los dominios del NT, según
indica ya el título de la misma"A Cristian Theology of the OT", London/Richmond 1959.
En cuatro partes (Dios; Dios y la creación; Dios e Israel; el celo del Señor), pone en juego
gustosamente "a gallery of pictures", una galería de imágenes, entre ambos
Testamentos: por ejemplo, el "hijo de Dios" aplicado a Israel por una parte y a Jesucristo
por otra, o las de nacimientos/desposorios/muerte en la vida del israelita, del pueblo de
Israel (desposorios=alianza sinaítica), y del cristiano, para así ir ilustrando la proximidad
de ambos Testamentos. Su libro ha sido comparado en más de una ocasión con la obra
"Christuszeugnis desAT'de W. Vischer (vol. I, 1934; II, 1942).
Merece la pena pararnos en este momento de nuestro recorrido y constatar que, si nos
fijamos en los estudiosos del siglo XX que han dicho algo sobre el problema de una
teología del AT (O. Eissfeldt, W. Eichrodt, E. Sellin, W.u.H. Móller, O. Procksch, E. Jacob,
Th.C. Vriezen y el último que hemos visto, G.A.F. Knight), todos han defendido
claramente que la tarea está condicionada por los planteamientos cristianos y que debe
orientarse y construirse sobre el NT. A juzgar por los datos meramente externos se podía
considerar roturado y preparado el camino para lo que más tarde advertiría B.S. Schilds
sobre esta cuestión.
e) G. von Rad
Después de algunos trabajos previos menores, centrados sobre todo en el problema de
la metodología de una teología del AT más acorde con el AT y que permitían barruntar
ya lo que se aproximaba, en 1957 G. von Rad publicó el primer tomo de su "Theologie
des At. Theologie der geschichtlichen Überlieferungen" (Teología del AT. Teología de las
tradiciones históricas). En 1960 siguió el tomo II, "Theologie der prophetischen Überlie-
ferungen" (Teología de las tradicionesprof éticas).
Pero lo que von Rad quiere, sobre todo, es captar el universo del testimonio
veterotestamentario, y no ofrecer un universo de fe ordenado sistemáticamente.
Efectivamente, Israel no ha formulado dogmas sobre su Dios sino que, sobre todo, ha
hecho relatos de acciones suyas. Por eso von Rad considera que para el AT, que es un
libro de historia, y sobre todo para sus libros históricos, la forma más legítima de discurso
teológico es el relato de lo oído. Lo que importa es captar el kerigma de las diferentes
obras, libros y profetas, "lo que Israel ha ido conociendo de Yahvé en cada momento".
El primer tomo contiene además el apartado dedicado a los "ungidos de Yahvé" (jueces,
reyes, salmos reales), en el que se expone la teología de la historia deutero-nomista, del
Documento sacerdotal y de la historiagrafía cronística, abandonándose al hacerlo la
secuencia histórica (por el deslumbramiento transitorio de la profecía), y terminando el
tomo con el capítulo dedicado a "Israel ante Yahvé (la respuesta de Israel)", en el que se
trata, además de los Salmos, la Sabiduría (junto con Job y Qohélet). Especialmente en
la exposición del Pentateuco/Hexateuco se pone de manifiesto el influjo de los trabajos
de von Rad sobre la historia de las formas, y en general resalta constantemente su
especial simpatía por el pensamiento deuteronomista. Esto se explica tanto por los
correspondientes trabajos anteriores de von Rad sobre el Deuteronomio como también
porque este libro puede considerarse, en cierta manera, como un escrito central del AT.
6. Finalmente, la viabilidad de una "teología bíblica" que abarque los dos Testamentos
de la Biblia cristiana.
Respecto de las relaciones entre historia y kerigma digamos que plantearlas así sólo es
posible si se pierde de vista que el AT habla con un lenguaje religioso de vivencias que
únicamente pueden interpretarse dentro de la fe, y que no conoce otra clase de lenguaje.
Ahora bien, querer interpelar a un lenguaje religioso por unos "datos fácticos"
prescindiendo de la interpretación que de los mismos se hace dentro y desde una
implicación personal, es desconocer su peculiaridad. Nos tendremos que conformar aquí
con hacer referencia al abundante debate que siguió o acompañó a la obra de von Rad
sobre principios tanto metodológicos como temáticos. Fueron muchos los estudiosos que
se manifestaron sobre cómo debería o podría escribirse o dejarse de escribir una teología
del AT.
De esta forma queda también patente que para Westermann, a diferencia de Fohrer, no
se trata de estructuras mentales, sino de estructuras del acaecer. La cuestión está
entonces en saber si la distinción que Westermann hace -entre el Dios que salva y el
Dios que bendice- es la acertada realmente.
Hemos mencionado seguidas las obras de Clements y Childs por el interés que las une
en torno al problema del canon y, aunque cronológicamente es anterior a la de Childs,
nos referimos ahora a la obra de E.A. Martens "God’s Design. A Focus on OT Theology",
Grand Rapids 1981. El planteamiento es del todo singular en la medida en que escoge
Martens la cuádruple promesa contenida en Ex 5,22-6,8 como punto de partida desde el
que es "God's design (es decir, su plan, su propósito) articulated" (Parte I). Este
planteamiento se desarrolla en tres partes siguiendo la historia de Israel (épocas
premonárquica, monárquica y posmo- nárquica: Partes II-IV), y a las partes III y IV les
coloca como "prólogo" los correspondientes textos del AT: Os 2,14-23 y Ez 34,17-31.
Dentro de cada una de dichas partes se estudian los objetivos y fines que la acción divina
se propone para cada época y sus correspondientes textos: por ejemplo, para la era pre-
monárquica, la liberación, la alianza, el conocimiento de Dios, la tierra prometida; para
el período monárquico, la monarquía, los profetas, la vida en la tierra prometida.
Se advierte entonces que hay determinadas estructuras fundamentales y temas de la
acción divina o del plan de Dios que son permanentes, como la liberación, la comunidad
de la alianza, la revelación de Dios, la tierra prometida. Y también en este caso el tratado
se cierra con una mirada al NT.
Aunque no es una "teología del AT" en sentido estricto, ha de considerarse como una
importante aportación a la misma la obra de J. Goldingay "Theological Diversity and the
Authority of the OT", Grand Rapids 1987. En ella se exponen las diferencias que se dan
en el AT, por ejemplo, al hablar de Dios, del pueblo de Dios o de la relación entre creación
y redención, y se plantea el problema de si tales diferencias pueden aclararse acudiendo
al correspondiente contexto o situación. Se comparan unos con otros los diferentes
pasajes (por ejemplo, de las diferentes redacciones de Dt), se examinan tanto desde el
punto de vista intra vetero-testamentario como en relación con el NT, y se plantea tam-
bién el problema de la "autoridad" del AT para los cristianos. En cambio, una teología
del AT tiene que arriesgarse a conciliar esas diferencias y para ello no puede quedarse
en la mera reconstrucción descriptiva sino que ha de seguir un método creativo y
estructurador e identificar los mínimos denominadores comunes con los que encajar las
diferentes manifestaciones históricas. Pues bien, para el discernimiento teológico
necesario el teólogo cristiano recurre también al NT, con el fin de que así resulte posible
una teología del conjunto de la Biblia. Cuáles tengan que ser esos denominadores
De esta manera hemos de dar fin a nuestro recorrido por la que ha sido hasta ahora la
historia de la "teología del AT". Cabe preguntarse cuál es su resultado y qué conclusiones
podemos sacar. Uno de los resultados es por lo menos el siguiente: que para la
estructuración de una teología del AT han existido diferentes modelos. Por eso, un nuevo
intento no va a aportar "la" solución, pero hay que lanzarse a hacerlo.
La metodología
Se han mencionado siete problemas principales con los que se enfrenta un tratado de
teología del AT, Al seguirlos vamos a dejar mejor delimitada y definida la posición de este
ensayo que emprendemos.
En primer lugar, lo que vamos a intentar no es una historia de la religión del Israel vetero-
testamentario, sino una teología del AT de orientación y estructura sistemáticas. Y esto
no sucede por mera lógica, porque lo sistemático no es por si más teológico que lo
cronológico, sino que hay otras razones. Antes que nada, una exposición de carácter
sistemático se presta mejor a la visión de conjunto, y sólo de esta manera es posible
también captar la relación del AT con el NT, en la que tiene que basarse la teología
cristiana. ¿Existen similitudes, diferencias, distanciamientos, aproximaciones? Si en el
testimonio y en la fe pudieran descubrirse estructuras básicas análogas (o diferentes), la
exposición y la visión de conjunto sistemáticas prestarán mejor ayuda. A partir de una tal
exposición de carácter más sistemático es además más viable plantearse la cuestión
obligada del valor y la vigencia de los datos vetero-testamentarios en el marco de una
teología cristiana. Pero, en conjunto, una "teología del AT" sigue siendo una empresa de
orientación histórica, y por tanto descriptiva.
¿Pero cómo se habla de Él y cómo se encuentra Israel con Él? Y además, dentro del
mismo AT ¿se habla de Él siempre de la misma manera? Por ejemplo, ¿el Yahvé de
un Amós es el mismo de Pr 10-29? ¿No habrá que identificarlo -al contrario de lo que
dice Zimmerli- como el "Yahvé desde Egipto", antes de que pueda decirse nada en
absoluto del tal Yahvé, ya que fue ahí básicamente donde Israel lo conoció como su
Dios? ¿Es posible hablar de "Dios en sí mismo" antes de hacerlo primero de "Dios en
relación con el hombre"? ¿Y qué decir del proceso de manifestación de ese nombre,
que tanto preocupa a Zimmerli y que éste presenta como una auto-revelación directa
de Dios? ¿Hasta qué punto actúa aquí de padrino K. Barth? Cómo es posible imaginar
e incluso creer un "hablar Yahvé de sí mismo" (en la historia).
Tampoco soluciona gran cosa identificar el centro como "Yahvé" o como "la auto-
revelación de Yahvé" (H.Graf Re- ventlow; Hasel), porque sigue siendo algo
demasiado general.
Según el AT, Yahvé actúa principalmente en Israel. Pero no lo hizo sólo una vez; a través
de actuaciones en la historia Él se eligió a un grupo, a un pueblo, para estar en comunión
con él. Al mismo tiempo y por eso mismo Él vincula a ese pueblo consigo. Es así como
se configura "la comunión y la soberanía de Dios" (G. Fohrer), ahí es donde tiene su
fundamento. Esa "elección" tuvo lugar en el acontecimiento básico de la salida de Egipto,
en la salvación del Mar, pero volvió a darse una y otra vez -por ejemplo, cuando se instala
la monarquía o cuando Sión entra en el universo de la fe de Israel- y volvió a ser objeto
de vivencia y de testimonio en un modo similar. La "elección", por tanto, está abierta a
nuevas acciones de Yahvé con su pueblo, proporciona el modelo interpretativo de futuras
vivencias de este Dios y por eso es una estructura básica del testimonio vetero-
testamentario de Yahvé, da nombre a la unidad interna del AT (Hasel), distingue lo que
es típico del AT y de su Dios, la "dimensión fundamental" de la fe vetero-testamentaria.
Con esto se ve claramente que el propio AT exige combinar "sistemática" e "historia",
sincronía y diacronía, y que posibilita también el reconocimiento de esta estructura
básica.
A este "centro" tienen que subordinarse las demás estructuras fundamentales, también
centrales, de la fe veterotestamentaria, tal como aparecen, por ejemplo, en el testimonio
veterotestamentario sobre la revelación, el culto, la historia, los patriarcas, etc., y en su
desarrollo el presente trabajo tiene que demostrar que eso es posible, que está justificado
y que es acertado. De todos modos, recordemos que la identificación de un centro pre-
tende y debe determinar proximidades necesariamente diferentes de los distintos
escritos y textos respecto del mismo, pero que "el centro del AT... no es todo el Antiguo
Testamento".
Y también hay dentro del AT determinados cuerpos de textos que, en sí mismos y por sí
mismos, intentaron ya desarrollar una "teología". Es el caso, por ejemplo, del
Deuteronomio, del Deutero-isaías y tal vez también del Sacerdotal. Consiguientemente,
habrá que procurar que nuestro propio ensayo se acerque también lo más posible a ésta.
Además habrá que plantearse si el descubrimiento de tales estructuras básicas del AT y
su subordinación al centro del mismo ya definido permite una teología bíblica global
concebida como proyecto expresamente cristiano que, al mismo tiempo, ni sea
sospechoso de arrebatar el AT a los judíos ni, mucho menos, lo pretenda.
Como lectores o incluso como estudiosos cristianos del AT, mal podríamos afrontarlo
como si nada supiéramos del mensaje del NT. "Teología del AT" no significa, ya por sí
sola, "teología bíblica", ni mucho menos teología cristiana normativa que, en cuanto
teología vetero-testamentaria, debe atenerse al testimonio neo-testamentario. Pero sí
debería preparar el camino -por ejemplo, afrontando mediante métodos histórico-
descriptivos la cuestión de las estructuras básicas de la fe vetero-testamentaria - para la
teología bíblica. Esperemos que, a pesar de esta obligación nuestra, muchos lectores
judíos puedan considerar acertada la visión de conjunto de la tanaka que encuentren
aquí.
Sólo hace falta reflexionar un poco para cuestionarse críticamente qué pasa entonces
con la acción creadora de Yahvé o cómo hay que interpretar teológicamente la literatura
sapiencial a la vista de esa definición del centro vetero-testamentario. Nuestra exposición
procurará dar respuesta a estas cuestiones.
De todos modos, debemos advertir -y en este caso con el sí expreso del voto de otro
especialista en AT- que las razones que frecuentemente hoy se aducen, por ejemplo, en
contra de la autenticidad de los textos proféticos no siempre son verdaderamente
convincentes, parten muchas veces de hipótesis por demostrar y, "precisamente en el
caso de los libros proféticos, (se basan) más en sensaciones subjetivas del intérprete
que en datos demostrables del propio texto". Por eso "respecto de la autenticidad de lo
que nos ha llegado prefiero mejor pasarme que no llegar", y considerar simplemente
como no ciertas del todo (si no, directamente como erróneas) muchas de las cosas que
a veces se defienden, por el momento, sobre datación tardía de ciertos textos y
tradiciones o incluso sobre una casi absoluta descalificación de determinados textos
vetero-testamentarios como fuentes de lo "histórico".
EL MENSAJE DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Un elemento principal del fundamento de cualquier estudio del Antiguo Testamento es
un intento de responder a la pregunta: ¿por qué tenemos el Antiguo Testamento después
de todo? Debe admitirse que dar una respuesta a la pregunta en este punto de nuestro
estudio es bastante preliminar. Cualquier respuesta que demos deberá ser modificada
más tarde. Al mismo tiempo, a menos que comencemos nuestro estudio con alguna idea
en cuanto a por qué tenemos el Antiguo Testamento, muy posiblemente gastaremos
mucho tiempo tropezando en la investigación de temas que son realmente irrelevantes
para nuestro estudio básico.
Aunque todas estas pueden ser razones importantes para el estudio del Antiguo
Testamento, difícilmente son suficientes para justificar la atención masiva que se le ha
dado por parte de cristianos de todos los tiempos en los diecinueve siglos pasados. Los
cristianos han estudiado este libro por razones bien diferentes.
Para los cristianos contemporáneos, una de las razones primordiales para estudiar el
Antiguo Testamento es que ha sido preservado por los primeros cristianos como una
parte de nuestra escritura sagrada, la Biblia. Con fe simple afirmamos que tenemos el
Antiguo Testamento porque Dios quiso que lo tuviéramos. Esto es obviamente correcto.
Pero esa declaración de fe nos hace preguntar: ¿por qué Dios quiere que tengamos el
Antiguo Testamento? ¿Es posible que encontremos una respuesta a esta pregunta?
Debemos dirigir ahora nuestra atención a la formulación de una declaración más positiva
del propósito del Antiguo Testamento. El lugar para comenzar es preguntar por qué los
primeros cristianos lo preservaron como una parte de su Biblia.
El Antiguo Testamento fue preservado por los primeros cristianos por una razón
principal: ellos creyeron que Jesús mismo era el cumplimiento del Antiguo Testamento.
Además, creyeron que la comunidad cristiana era el nuevo Israel de Dios y que ellos
eran los nuevos receptores de las promesas antiguas para Israel.
La única Biblia que tenían los primeros cristianos era el Antiguo Testamento.
Aparentemente, los primeros libros del Nuevo Testamento no fueron escritos hasta casi
veinte años después de la muerte y la resurrección de Cristo. Pero los primeros cristianos
habían estado claramente predicando el evangelio durante aquel período de tiempo. Los
textos que son identificados en Hechos como las bases para aquellos primeros sermones
pertenecen todos al Antiguo Testamento. En el mismo los cristianos encontraron el
fundamento para la proclamación de que “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al
mundo” (2 Co. 5:19).
Podemos decir, con razonable certeza, que el Antiguo Testamento nos ha sido
legado porque los primeros cristianos y los creyentes después de ellos vieron en él las
promesas que fueron cumplidas en Jesús y, por su intermedio, en ellos mismos. El Nuevo
Testamento cita frecuentemente al Antiguo Testamento como la base para la fe cristiana.
No sólo el Nuevo Testamento es el cumplimiento del Antiguo, sino que la fe neo-
testamentaria parece tener sus raíces firmemente implantadas en el Antiguo
Testamento.
El Antiguo Testamento es básicamente un libro de fe. Esa era la proclamación del
antiguo Israel. Fue de aquella proclamación que surgió y creció la fe neo-testamentaria.
Un repaso breve de la proclamación de fe de Israel, la consideración de la revelación de
Dios a ellos y por su intermedio a nosotros, nos ayudará a comprender los libros
individuales y las secciones del Antiguo Testamento. Es obvio que una introducción al
Antiguo Testamento no puede dar mucha atención al mensaje pleno del mismo. Esa es
la tarea de la teología bíblica en general y de la teología del Antiguo Testamento en
particular. Sin embargo, esta colección de libros fue unida porque tenían algo en común.
No son libros aislados en un estante de biblioteca. Son parte de una sola colección con
un compromiso común.
Voy a entrar en esa experiencia e intentar describir lo que parece ser el corazón de
la fe vetero-testamentaria. Esto puede hacerse mejor cuando se presentan una serie de
ideas duales que los escritores del Antiguo Testamento mantenían en tensión.
Las dos figuras centrales son presentadas dentro del primer capítulo del primer libro.
Dios es claramente el foco central de Génesis 1, y su nombre aparece veintinueve veces.
En el mismo capítulo se presenta al hombre, identificado como habiendo sido creado a
la imagen de Dios (v. 26). Sin embargo, la narración bíblica dedica mucha más atención
a la humanidad en el capítulo siguiente, cuando vemos tanto la finitud como la grandeza
del hombre. Se presenta al hombre como siendo polvo, pero polvo con el aliento de Dios
(Gn. 2:7).
Cuando las narraciones del Antiguo Testamento dirigen la atención a los hechos de
la gente, su interés está siempre sobre aquellos actos en cuanto están referidos a la
voluntad y el propósito de Dios. Cuando los profetas y los salmistas vuelven nuestra
atención a los hechos poderosos de Dios o a su santidad y gloria, éstos están
relacionados continuamente con el trasfondo de la experiencia humana.
Desde los estratos más antiguos de las tradiciones del Antiguo Testamento y
continuando a lo largo del mismo, encontramos un énfasis principal sobre la elección
libre que Dios hizo de Israel como un acto de gracia. Dios eligió a Abraham como su
instrumento para comenzar el proceso de liberación (Gn. 12:1-4). Por medio de Abraham
y de los patriarcas, finalmente eligió a la nación de Israel como el instrumento continuo
de sus bendiciones para la humanidad. Eligió a Moisés como el agente humano de la
liberación de la esclavitud en Egipto, a Josué como el instrumento por medio del cual fue
dada la tierra, a David como el rey representativo y a Amos, Oseas, Isaías, Jeremías y
otros como sus mensajeros. Una y otra vez, los profetas y los cantores de Israel
dirigieron la atención hacia el pasado, a la elección suprema de Israel en la experiencia
del éxodo. Un punto principal de todo el canon vetero-testamentario es la libre elección
que Dios hizo del pueblo para cumplir sus propósitos. Ese registro de las elecciones de
Dios en el Antiguo Testamento dirige nuestra atención al hecho de que sus elecciones
fueron principalmente para servicio. Dios eligió sus instrumentos para cumplir sus
propósitos.
Dios hizo un pacto con Noé para ahorrar al mundo otro juicio semejante como el que
había experimentado en el diluvio (Gn. 9:8-17). El hizo un pacto con Abraham y con su
descendencia para darles la tierra de Canaán (Gn. 15:18-21). Hizo un pacto con Israel
mediado a través de Moisés en Sinaí (Ex. 24:3-8). Aquel pacto fue renovado
periódicamente a lo largo de la historia de Israel. Dios hizo un pacto con David para que
su casa tuviera siempre un representante sobre el trono de Israel (2 de Samuel. 23:5).
Para Israel, el concepto de pacto parece haber incluido generalmente dos factores
principales. Primero, siempre había la comprensión de la obligación divina. Dios tomó
sobre sí las obligaciones del pacto. En un sentido muy real era una promesa divina. A
veces las obligaciones del pacto de Dios ya habían sido demostradas en su libre
elección. La segunda obligación que implicaba el pacto era la de Israel a ser fiel y
obediente. El pacto por excelencia fue el entregado en Sinaí, en el que los diez
mandamientos establecieron las obligaciones básicas sobre Israel (Ex. 20:1-17).
A través del Antiguo Testamento, la tensión entre las ideas de elección y pacto nos
indican cada descripción de la relación de Dios con Israel y de Israel con Dios.
Claramente va hasta el Nuevo Testamento, en el que Jesús describió su ministerio y
misión en términos de un nuevo pacto así como en los términos de su elección (Levítico
22:20; Juan. 6:70).
No hay Dios.
Se han corrompido, hacen obras abominables;
No hay quien haga el bien.
Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres,
Para ver si había algún entendido, que buscara a Dios.
Todos se desviaron, a una se han corrompido;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Sal. 14:1-3).
Moisés fue un asesino (Ex. 2:12). David fue tanto un adúltero como un asesino (2 S.
11:1-21). Jeremías no podía encontrar ni una sola persona justa en Jerusalén (Jer. 5:1-
5). Desde el comienzo al fin, el pecado es un problema. Desde el punto de vista del
hombre, no había solución; la humanidad no podía hacer nada para restaurar la relación
quebrantada. Si esto fuera toda la historia, indudablemente hubiera sido desalentador.
Para la gente del Antiguo Testamento, tanto como para la de la época actual, la idea
de que el problema del pecado de la humanidad pudiera ser solucionado por los actos
redentores de Dios presentaba un dilema. La justicia demandaba que la rebelión
pecaminosa fuera castigada. Pero los actos divinos de liberación parecían evitar o
ignorar las demandas de la justicia. En este punto, la revelación del Antiguo Testamento
enfrenta la siguiente pareja de ideas por medio de las cuales se desarrolló su fe: justicia
y misericordia.
La ley agregó en forma tajante que “cada uno morirá por su pecado” (Dt. 24:16). Los
profetas llamaron continuamente a Israel a que advirtiera que la justicia demandaba que
el pecado fuera castigado. No había otra alternativa.
Al mismo tiempo, el Antiguo Testamento era bien conciente de que Dios mismo
atenuaba su justicia con misericordia. El hombre no podía hacer que el pecado escarlata
se convirtiera en blanco, pero Dios sí (Is. 1:18). Esto era posible por el amor de Dios. De
esa forma, Dios agonizaba:
En respuesta, los cantores de Israel reconocieron que Dios actuaba con misericordia
tanto como con justicia. Las dos cosas son una parte de la naturaleza y propósito divinos.
Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día.
Mi pecado te declaré,
y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste la maldad de mi pecado
(Sal. 32:3, 5).
CURSO: TEOLOGÍA AVANZADA DEL ANTIGUO TESTAMENTO
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La justicia divina demanda que el pecado sea castigado. La misericordia divina busca, al
mismo tiempo, un camino de liberación para el pecador. Esta combinación señala
también al obrar último de los propósitos de Dios en la proclamación del evangelio.
Este, sin embargo, no es el único concepto de revelación que tenía Israel. Los
voceros para Dios en el Antiguo Testamento también eran bien conscientes de que Dios
hablaba por medio de la sabiduría humana. Ellos estaban firmemente convencidos de
que Dios hablaba por medio del mundo natural. Ese mensaje está disponible para la
gente en todo lugar.
Los escritores del Antiguo Testamento eran también conscientes de que Dios
hablaba a través de la sabiduría humana. En Israel se desarrolló un movimiento completo
de sabiduría, como en otras tierras, y la gente enfocó su atención en aquello que
constituía la buena vida. En Israel, el movimiento de sabiduría produjo obras principales
como Job, Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares. Salomón fue recordado
como el gran sabio y fue reconocido como el fundador del movimiento de sabiduría
hebrea. Este movimiento no sólo produjo su propia literatura, sino que también afectó el
trabajo de algunos de los profetas (por ejemplo, Amos y Jeremías) y también algunos de
los salmos (por ejemplo, Salmos 1 y 15). Los seguidores de este movimiento creyeron
claramente que Dios se revelaba en la naturaleza y en el intelecto humano. La
comprensión de Israel de esta clase de revelación era que venía por medio de una mente
dedicada a Dios, una que fuera abiertamente una parte del pueblo del pacto.
Por tanto, la revelación de Dios llegó a Israel por medio de su palabra y a través de
la sabiduría humana. Ambas avenidas eran subsidiarias al origen. En ambos casos, la
revelación era de Dios. El movimiento de sabiduría no descubrió verdades acerca de
Dios; encontró a Dios en la experiencia humana cuando Dios permitió ser hallado. Fue
siempre la revelación de Dios, no el descubrimiento de la humanidad.
Para los hebreos, la ley de Dios era algo bueno, algo para regocijarse en y para
cantar acerca de ella. Después de tres versículos describiendo las leyes de Dios, el
salmista exclamó:
Además, él proclamó:
Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo (Sal. 119:165)
Desde el principio, Abraham fue llamado a una vida de obediencia confiada (Gn. 12:
l-3a). Se esperaba que los otros patriarcas y sus familias siguieran el camino de sus
antecesores, pero bastante a menudo ellos fracasaron. Después que Israel fue liberado
de la esclavitud en Egipto y se estableció en la tierra de Canaán, su historia fue una de
infidelidad habitual.
Y cuando Jehová les levantaba jueces, Jehová estaba con el juez, y los
libraba de mano de los enemigos todo el tiempo de aquel juez; porque
Jehová era movido a misericordia por sus gemidos a causa de los que
los oprimían y afligían. Más acontecía que al morir el juez, ellos volvían
atrás, y se corrompían más que sus padres, siguiendo a dioses ajenos
para servirles, e inclinándose delante de ellos; y no se apartaban de sus
obras, ni de su obstinado camino (Jueces 2:18, 19).
Esas prácticas siguieron a lo largo de la historia de Israel. La mayoría de los reyes fueron
descritos como haciendo “lo malo ante los ojos de Jehová”. Además, los profetas
señalaron regularmente la infidelidad terrible y enorme de su pueblo:
¡Oh gente pecadora,
pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos
depravados!
Dejaron a Jehová,
provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás (Isaías. 1:4).
Jeremías subrayó este problema, al proclamar:
Espantaos, cielos, sobre esto,
y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová.
Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua
viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas, que no retienen agua
(Jer. 2:12, 13).
Desde el principio al fin, la relación de Israel con Dios estuvo señalada por la rebelión y
el desvío. A veces el pueblo se consideraba como abandonado por Dios. Estaba
equivocado. Ellos habían abandonado a Dios.
A pesar de que Israel abandonó a Dios en forma regular y habitual, Dios permaneció
leal a su compromiso. Con certeza, el juicio vino sobre el pueblo. Pero era un juicio con
una meta evangelística. Dios les castigaba con el propósito de traerles de vuelta a sí.
Amos anunció esto muy vívidamente describiendo una serie de juicios y finalizando cada
descripción con el estribillo, “mas no os volvisteis a mí” (Am. 4:6, 8-11). Oseas identificó
la lealtad asombrosa del amor de Dios, manteniéndose fiel a su pueblo cuando ellos se
apartaban de él:
Hasta el fin de su historia, Israel fue informado de y se le recordó que Dios era leal. La
lealtad asombrosa de Dios resalta en forma más enfática cuando se la contrasta con la
historia continua de la infidelidad de Israel.
La historia del pueblo hebreo puede ser descrita casi como una larga serie de
derrotas. Bajo Josué, los invasores fueron denotados en Hai (Jos. 7:2-5). Todo el período
de los jueces fue uno de una derrota tras otra. Durante la época de Samuel y en gran
parte del reinado de Saúl, los filisteos tuvieron supremacía sobre Israel. En el tiempo de
los dos reinos, hubo un período importante de supremacía de los sirios. Los asirios
destruyeron totalmente el Reino del Norte y tuvieron a Judá bajo sumisión por casi un
siglo. Los babilonios trajeron la última derrota y el exilio a Judá. Aun después de la
liberación del exilio, el pueblo hebreo estuvo bajo dominio de los persas y los griegos.
Toda esta historia hace surgir la pregunta: ¿cómo un pueblo, que experimentó tantas
derrotas, podía llegar a creer que su Dios era el Señor soberano sobre el universo? La
respuesta es particularmente llamativa:
La pareja final de ideas que Israel usó para proclamar su fe es promesa y esperanza.
El Antiguo Testamento está lleno con las promesas de Dios a Israel. Los israelitas se
adhirieron a las promesas de Dios a Abraham de hacer “una nación grande” y
engrandecer su “nombre”, pero se olvidaron que como una parte de la promesa ellos
debían ser “bendición” (Gén. 12:2). Ellos también se adhirieron a la promesa de la dádiva
de la tierra de Canaán, la que estaba enraizada en la experiencia de Abraham, cuando
Dios prometió: “A tu descendencia daré esta tierra” (Gén. 15:18).
La comprensión que tuvo Israel de las promesas de Dios fue ampliada por la
experiencia del pacto en Sinaí. Allí se dijo al pueblo: “Ahora, pues, si diereis oído a mi
voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos;
porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa”
(Ex. 19:5, 6). Esas promesas fueron repetidas una y otra vez en ceremonias de
renovación del pacto a lo largo de la historia de Israel, convirtiéndose en una parte
esencial de su fe. Aunque Israel olvidó regularmente que las promesas de Dios también
tenían responsabilidades y obligaciones en sí mismas, las promesas estaban allí e Israel
se aferró a ellas con tenacidad.
Además de las promesas nacionales, Israel retuvo también las promesas de que
siempre habría un descendiente de David sobre el trono de Israel (2 S. 7:1-17). Con el
transcurrir del tiempo, el pueblo hebreo vio el reino dividido y muchos de los
descendientes de David fallaron en ser lo que Dios quería, así como también David había
fracasado en más de una ocasión. Finalmente, la promesa fue transferida del rey ungido
al Rey último, el Mesías. (La palabra hebrea para ungido es mashiach, de la cual tenemos
la palabra Mesías. La palabra neo-testamentaria Cristo viene de la palabra griega para
ungido, Christos.)
De esa forma, el Antiguo Testamento llega a su fin con una fe fuerte y una mirada
distintiva hacia el futuro. La fe que Israel había desarrollado por medio de la inspiración
y revelación de Dios, había colocado un fundamento sólido sobre el cual podía ser
construido el ministerio y el mensaje de Jesús. Proveyó las formas por las cuales los
evangelistas del Nuevo Testamento pudieron proclamar la llegada del Mesías prometido.