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La pandemia de El Ángel exterminador

Ponencia presentada en el II Seminario de Estudios sobre Cines Latinoamericanos,


organizado por Jorge Prudencio Lozano de la Universidad del Quindío, Colombia
Bueno, como la primera propuesta que recibimos de parte de los organizadores nos
convocaba a responder hasta qué punto el cine latinoamericano había avizorado esta
pandemia, o al revés, qué estaba provocando o podría provocar la pandemia en el cine
latinoamericano, yo, sumisamente me puse a recordar o a buscar antecedentes, y claro,
encontré varios, pero el más obvio sin duda es, para mí, la película de Felipe Cazals del 79,
que se llama exactamente así: El año de la peste, cuyo guion es de García Márquez a
partir de una obra de Daniel Defoe de 1722, donde se refiere a una peste en el siglo 17,
hasta la película de Fernando Meirelles La Ceguera (2008), que es una adaptación de
Ensayo sobre la ceguera, del portugués José Saramago, que difícilmente podríamos
reconocer como latinoamericana, a pesar de que sucede en São Paulo y de tener director
brasilero, sobre todo porque es una producción internacional con muchos actores no-
latinoamericanos y hablada en inglés.
Pero indagando-indagando llegué a advertir que lo que está en juego en esta epidemia no
es solo el hecho del contagio, sino y sobre todo el hecho del confinamiento, el encierro
que hemos tenido que soportar durante todos estos meses. Y no hay mejor ejemplo de lo
que sucede o puede suceder y significar un confinamiento -la obligación que tiene un
grupo humano de convivir en un espacio que resulta insuficiente- el mejor ejemplo de
eso, digo, es la película de Luis Buñuel El ángel exterminador, realizada en 1962, hace casi
sesenta años. Sobre el tema del encierro hay muchas películas, el mismo Buñuel es
proclive a situaciones de encierro en varias de sus películas, pero tal vez El ángel
exterminador sea la más apropiada para esta ocasión, no solo porque es filmada en
México, cuando Buñuel finalizaba su período mexicano (lo cual la hace latinoamericana),
sino porque las connotaciones que la película sugiere están muy cercanas a lo que
estamos viviendo hoy en nuestros países.
Por eso escogí El ángel exterminador para re-visitarla, traicionando un poco a Buñuel,
quien se oponía a interpretaciones rebuscadas de sus películas, a ver símbolos en cada
objeto, en cada situación, en cada imagen. Recuerden que él contaba que daba
carcajadas cuando leía lo que los críticos de Cahiers du Cinema decían de sus películas. En
el estreno francés Buñuel añadió la siguiente nota: ”Si el filme que van a ver les parece
enigmático o incoherente, también la vida lo es; es repetitivo como la vida, y como la vida,
sujeto a múltiples interpretaciones. El autor declara no haber querido jugar con los
símbolos, al menos conscientemente. Quizás la explicación de El ángel exterminador sea
que, racionalmente, no hay ninguna.” Pero también es cierto que las películas, las obras
de arte, cuando salen a la palestra, cuando llegan al público, ya no le pertenecen a su
autor, por más que él quiera direccionar la interpretación de su obra, el público es libre de
interpretarla como quiera y como pueda, y por eso hay muchas interpretaciones de esta
película, y de todas las obras de arte. Esta película ha tenido interpretaciones de tipo
histórico-social, interpretaciones políticas, erótico-sexuales. Es inevitable que en un
ejercicio analítico uno no termine mordiendo el anzuelo de lo simbólico.
[Lo que hago aquí es más exponer un póster que dar el informe de un ensayo, muy poco
apropiado para este tipo de eventos].
Y Buñuel sabe, hasta cierto punto, que no lo puede evitar. No lo puede evitar sobre todo
con ciertos elementos que estarían fuera de lugar en una representación realista, pero
que son completamente pertenecientes a su universo personal: las patas de gallo que
guarda Blanca en su cartera, un oso que deambula desprevenidamente dentro de la casa,
unas ovejas que finalmente sirven para apaciguar el hambre. Más que símbolos, Buñuel
los ha puesto allí juguetonamente como simulacros de símbolos.
Me gusta pensar que las obras de arte son como organismos vivos, que a pesar de las
apariencias no se quedan fijos e inmóviles, con significados unívocos, sino que se van
transformando en la medida en que son leídos en determinadas sociedades, contextos, en
determinados momentos. Tal vez los significantes puedan ser los mismos (y lo pongo en
duda, porque también los significantes dependen del lector, también se deterioran), lo
que es más propenso de cambio son los significados. Ya sabemos que uno nunca se baña
dos veces en el mismo río, la segunda vez que entro al agua no solo el río ha cambiado, el
agua no es la misma, sino que yo, como espectador, he cambiado.
El ángel exterminador -para los que no la han visto- cuenta la anécdota de un grupo de
aristócratas o grandes burgueses que son invitados a cenar a la casa de una pareja de ellos
(los Nobile) después que han salido de la ópera, donde ellos llevan todos sus atuendos y
galas para la ocasión (fracs, vestidos largos y vaporosos). Casualmente, por una u otra
razón, casi toda la servidumbre abandona la casa esa noche. Después de cenar, pasan al
salón y, cuando ya se hace tarde y se disponen a irse, no pueden hacerlo. Algo no-
evidente, no-racional, no se los permite. Durante largos días permanecen encerrados en
esa gran sala, sin ni siquiera poder desplazarse a otros lugares de la casa, y por lo tanto
llegando a situaciones límite. Poco a poco las normas sociales, la esmerada educación, el
fino trato desaparecen, se les cae la máscara, pierden la elegancia, y en cuanto surge el
hambre, la desesperación, las luchas de poder, el mugre, el mal olor, el miedo (sobre todo
a la muerte), las enfermedades, la competencia, las envidias, el instinto sexual, el incesto,
en fin, pulsiones que se manifiestan con el encierro y la constante confrontación con el
otro, se convierten prácticamente en unas bestias.
[Durante la pandemia se ha comprobado que en nuestras ciudades han disminuido los
delitos callejeros, pero han aumentado los conflictos familiares, las infracciones y los
delitos dentro de la casa].
Estos seres refinados, pese a sus autocontroles, acaban comportándose de una manera
similar a los mendigos de Viridiana. Aunque Buñuel ha insistido que él ha querido referirse
solo a la clase burguesa, es inevitable pensar que estos seres representan a todo el género
humano y en el fondo hay una idea desesperanzadora: el hombre es una criatura
malvada, egoísta, autodestructiva… El propio Buñuel en sus memorias confiesa cómo, con
el tiempo, perdió aquella idea rousseauniana que tenía del hombre, para admitir más bien
las posturas sadianas (De Sade).
La película no se basa solo en lo insólito de la situación, sino también en la importante
función dramática que adquiere en ella el recurso de la repetición, porque existe una
tensión entre lo racional y lo instintivo que Buñuel evidencia a través de la repetición y la
inconsistencia de los diálogos. ¿Cuál es el motor de la repetición?: la pulsión. “En lugar de
aliviar la tensión y obtener el placer, la pulsión prefiere conservar la tensión y empujar el
goce a repetirse incansablemente”. Pero hay otra figura clave en la puesta en escena y es
la circularidad, que combinada con la repetición provoca un deambular ad-nauseam de
los personajes en ese espacio reducido, se vuelve siempre al punto de partida, se
devuelven, no hay escapatoria, se repiten.

Algunas de las características que viven los personajes en su encierro nos remiten a un rito
iniciático, donde sólo los iniciados podrán ser parte y nadie externo podrá intervenir o
presenciar. Es así que los policías, bomberos, periodistas y niños no logran entrar en la
casa para “ayudarlos”, únicamente nosotros, los espectadores, como dioses anónimos,
somos conscientes de lo que pasa en ambas realidades y tiempos; afuera se vive en un
tiempo y espacio histórico, cronológico, mientras adentro dejaron de estar en una
estancia doméstica para entrar en un espacio y tiempo cósmico-litúrgico. Cuando después
de ese largo tiempo por el que han pasado, la Valkiria advierte que tanto ellos como los
muebles están ocupando el mismo sitio que tenían cuando comenzó el encierro, los
empuja a recordar y hacer exactamente lo que hacían en ese momento y sólo así pueden
romper el “hechizo” donde ella lidera la salida del confinamiento. Sin embargo, esa
libertad es aparente ya que sólo es momentánea. Al día siguiente organizan un Te Deum
en acción de gracias, al que asisten ellos y numerosas personas más en la iglesia local, y al
finalizar la misa y tratar de salir, ni los feligreses ni los curas lo consiguen, la situación de
encierro se va a repetir infinitamente, ya no son veinte personas, sino doscientas, que
repetirán acciones como una epidemia que se prolonga sin cesar. Mientras, a pocos
metros de allí un grupo de policías o militares disparan a una multitud que se manifiesta.
Cómo no pensar entonces, con esta película, en lo que está sucediendo en Colombia: una
pandemia al lado de la agitación social?

Ramiro Arbeláez
Desde mi propio confinamiento en Cali, septiembre 2020.

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