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POR UN PLATO DE LENTEJAS.

Un día, cuando Jacob estaba preparando un guiso, Esaú llego


agotado del campo y le dijo: -Dame de comer de ese guiso rojizo,
porque estoy muy cansado.
-Véndeme primero tus derechos de hijo mayor-le respondió Jacob.
-Me estoy muriendo de hambre. Contestó Esaú-, así que ¿de qué
me sirven los derechos de primogénito?
-Véndeme entonces los derechos bajo juramento-insistió Jacob.
Esaú se lo juró, y fue así como le vendió a Jacob sus derechos de
primogénito.
Jacob, por su parte, le dio a Esaú pan y guiso de lentejas.
Luego de comer y beber, Esaú se levantó y se fue. De esta manera
menospreció sus derechos de hijo mayor. Génesis 25 29-34.

Es realmente penoso el ver como las personas desprecian los dones que Dios en su inmensidad
de amor ha regalado a cada uno para el disfrute y plenitud de vida en esta tierra.

Al igual que Esaú, muchas personas prefieren trabajar por la comida que perece, y olvidan el
reino de Dios como prioridad en su vida, las palabras de Jesús hoy parecen más actuales que
nunca: “-Ciertamente les aseguro que ustedes me buscan, no porque han visto señales sino
porque comieron pan hasta llenarse. Trabajen, peono no por la comida que es perecedera,
sino por la que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del hombre. Sobre éste
ha puesto Dios el padre su sello de aprobación” (Juan 6: 26-27)

Codicia y avaricia, han sido las palancas tanto del crecimiento de unos pocos como de la
miseria de muchos. La codicia es la envidia de los bienes ajenos y la explotación por la usura o
por el trabajo; la avaricia es el vivir como miserable para acumular bienes. Rico Mc. Pato es
más bien avaro aunque los sobrinos disfrutan de sus bienes.

En economía, se distingues cuatro niveles de propiedad:

1. La de bienes de consumo indispensables comida vestido.

2. La de bienes duraderos: la casa, los muebles.

3. La de bienes de inversión productiva: máquinas, sistemas, tecnología y,

4. La de bienes suntuarios o sea de lujo en sí mismos innecesarios.

Esto nos lleva a dos formas de carencias: la pobreza de los pobres o sea la de bienes
indispensables para la vida y la que llamaremos “indigencia de los ricos” quienes no son felices,
pues sufren mucho, si no llenan las necesidades psicológicas de sus egos con ciertas marcas
exclusivas, modelos especiales, estilos, olores, o sabores que en sí mismos son puras vanidades
innecesarias, armadas por la publicidad. Los bienes suntuarios más bien estorban, crean
riesgos y generan envidias. Obviamente el arte verdadero nunca será bien suntuario y debe
fomentarse.
Es más rico quien necesita menos y goza más con lo sencillo. La dicha es sencilla en la persona
madura con un yo sólido. Si todos pudieran acceder a alguna forma propiedad y la disfrutaran,
habría paz social. Diógenes y el Chavo del ocho vivían en un tonel y gozaban de la vida. El
dinero es para la persona; no la persona para el dinero, y es más rico quien lo sabe producir y
cuidar que quien como ahora, sólo lo sabe gastar. Educar hijos en la pobreza es muy difícil,
pero en la opulencia es imposible. No basta darle al hijo la mejor instrucción escolar si no sabe
vincularse voluntariamente a proyectos difíciles que exigen esfuerzo diario, como lo hicieron
sus padres cuidando el negocio.

A un amigo y cliente de consultoría estratégica le decía: ¿Y para que quieres una fábrica más?
Tu vida está materialmente satisfecha, ni puedes comer más ni mejor, ni viajar más. Ya tienes
demasiados problemas, ya tienes las enfermedades de los ricos y los nervios afectados, ¿qué
sentido tiene ser pronto el más rico del panteón?

Meditando juntos llegamos a la conclusión de que sólo tiene sentido la nueva planta si da
trabajo productivo a otros, si mejora la competencia del mercado, si tiene precios y calidad
mejores, si es fuente de impuestos o sea si cumple su función social de bien común.

El que vive para las cosas, el avaro y codicioso, pierde su libertad, pues ya no es el que tiene,
es más bien el tenido por las cosas; no es el dueño de la empresa sino la empresa de él. Esta es
la fórmula para acabar con la familia, con la salud, con los nervios. Cuando el dominio sobre los
otros o sobre el mercado, puede más que el espíritu de servicio y la integridad moral del yo, la
riqueza es un estorbo. Jacob experimentó esto durante más de 20 años (Génesis 31:38), en los
cuales tuvo que huir de su hermano Esaú y de su suegro Labán, a causa de su codicia y su
engañosa manera de ser y de vivir.

Santo Tomás de Aquino, fraile del siglo trece sólo sabe de economía aldeana, pero sabe de
moral y que si la economía se separa de lo moral va al fracaso, como se está viendo ahora por
experiencia. La crisis actual es producto de la codicia de minorías muy sagaces, educadas en
tecnologías y habilidades de punta, pero en una moral y humanismo pobre, que llevó la
inmoralidad del dinero a los grandes actores económicos.

Tomás Crammer, el filósofo teólogo, se formula varias preguntas sobre los bienes del hombre:

¿Dios hizo los bienes de la tierra para todos los hombres? Responde si Dios hizo los bienes de
la tierra para todos.

¿Le es lícito al hombre separar parte de ellos para su provecho y beneficio? O sea es lícita la
propiedad privada y da una respuesta genial: “Sí es lícito y conveniente porque cada quien
cuida más lo que es propio y lo vuelve más productivo. Lo que es de todos nadie lo cuida ni lo
hace productivo”.

Él no lo sabía, pero por ello quebró el sistema comunista.

Tomás ve el gasto suntuario o sea bienes sólo para la ostentación que ni se cuidan ni son
productivos como pecado. El hombre debe tener señorío sobre los bienes, no ser esclavo de
ellos, dominio es del “dominus” del señor, pero en función del bien común de la sociedad.
Las cosas no valen por lo que costaron sino por la utilización que se hace de ellas en una
administración honesta y productiva. Sólo el futuro da el valor de las cosas.

Recuérdese que para el derecho romano la propiedad era materialismo puro: el “ius utendi,
fruendi et abuendi” o sea la facultad de usar, disfrutar y abusar de los bienes sin limitación ni
responsabilidad social y esto abarcaba también a las personas, los esclavos.

¿A dónde nos conduce nuestro mundo materialista, de riquezas, poder y placer como objetivos
es sí mismos, y no como valores que la libertad puede hacer buenos o malos?

Otros también en cambio, exageran su amor a la religión que profesan –sea cual ella fuere-,
hasta el punto de despreciar los dones de Dios para el hombre: una familia, unos hijos, unos
padres, amigos, hermanos, parientes, alumnos, compañeros de estudio o de trabajo, bienes de
fortuna, y un largo etcétera que el hombre desprecia o no sabe administrar en un plan altruista
o filosófico que realmente es cuestionable desde el punto de vista de la felicidad y goce de la
vida. Platón se pregunta: ¿Para qué quieren los ricos su dinero si no es para hacer felices a sus
amigos?... Puesto que la amistad es un bien mayor que la riqueza, creo que debemos tener
prioridades y equilibrar las cargas emocionales que se depositan en cada escenario: religiosos y
de vida social, se puede ser radical en cuanto a nuestra fe, pero ello no implica el volverse
fanático de la misma. Encuentro cierta diferencia entre radicalismo y fanatismo, y creo que un
cristiano genuino mal puede ser fanático, aún cuando puede ser radical. Pablo y Esteban, en la
historia de la iglesia primitiva, dan una buena ilustración de ello a lo largo del capítulo 7 de
Hechos. Antes de su conversión, Pablo era un fanático típico; por eso, fue el autor intelectual
de la lapidación de Esteban. Este, siendo un cristiano, proclamó radicalmente su fe hasta el
momento de su sacrificio; a él, jamás se le habría ocurrido apedrear a Pablo. Conclusión, el
radical muere por sus ideas, el fanático mata por sus ideas. Jesús mismo siendo radical, jamás
incurrió en actos de fanatismo.

No venda su primogenitura por un plato de lentejas, más bien llénese de valor y órele al Señor
Jesús de la siguiente manera,- Dígale así-:

Dame Señor lo que Tú sabes que me conviene y yo no sé pedir. Que pueda yo amarte cada
vez más, y hacerte amar de los que me rodean. Que sea yo grande en lo pequeño. Que
siempre tenga el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas, el pie
dispuesto para amar y servir a los que amo. Derrama, Señor, tus gracias, sobre todos los que
quiero. Mi amor abarca el mundo y aunque yo soy muy pequeño, sé que tú todo lo colmas
con tu bondad inmensa. Dame mucha paciencia y humildad. Dame prudencia para nunca
herir a nadie y dame caridad para tener un corazón grande que sepa amar. Hoy te pido
perdón porque yo no siempre he sido fiel, porque no he sabido dar ni perdonar, porque
viendo "la luz" he preferido "la oscuridad", porque conociendo "el bien" he optado por "el
mal”. También quiero darte Gracias, por todo lo que he recibido de Ti, Gracias porque me has
otorgado salud, bienestar, alegría y satisfacciones, gracias por mi amiga Patricia Viedma.
Gracias también por la enfermedad, las penas y los sufrimientos, aunque me cuesta trabajo
decírtelo y aceptar tu voluntad. Tú sabes lo que hiciste. Gracias Señor por todo aquello que
me acercó íntimamente a Ti Es tanto lo que tengo que agradecerte. Lléname de alegría para
participar a todos mis hermanos el gozo de poseerte Señor. Amén, Amén.

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