El rico Epulón
¿Cuántos casos conocemos de personas que se salen con la suya portándose mal, están lejos
de Dios, son soberbias y encima les va “bien”? ¿Y cuántas otras personas conoces que se esfuerzan
por ser honestas, hacer lo que tienen que hacer con humildad y constancia pero les va “mal”? ¿Qué
pasa aquí? ¿Dónde está la justicia? ¿Tienes que ser inmoral para tener éxito en la vida?
El salmista habla según el sentido común de una persona de buena voluntad, el querer que
la justicia se cumpla, el desear que todos podamos vivir como corresponde sin hacer mal al
prójimo. Es decir, practicando la virtud cardinal de la justicia, que se define como “dar a cada cual
lo que le corresponde”. Pero “el Dios de Jacob no se entera”, o al menos eso parece.
El evangelio de hoy es una respuesta a esta pregunta tan antigua y tan actual: ¿en dónde
está la justicia? La respuesta es que la justicia no solo se debe entender solo desde un punto de
vista humano, sino también desde un punto de vista divino.
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Ciclo C – Ordinario – domingo XXVI 25 de septiembre de 2022 – Capillas
En este evangelio vemos a un rico que pone su corazón en las cosas materiales, es injusto y
tiene éxito en esta vida; por otro lado, vemos al pobre Lázaro que, sufre en esta vida y pone su
esperanza en la otra, esperando la justicia divina.
Santo Tomás de Aquino define la "justicia" como "dar a cada cual lo que le corresponde".
Entonces, ¡la justicia se debe cumplir -en primer lugar- con Dios! Darle a Él lo que le corresponde
(la prioridad total en nuestra vida, a través del amor y el culto que merece). Luego -después de
darle a Dios lo que le corresponde-, recién se debe buscar cumplir la justicia con los hombres, los
pobres, etc.
Démosle en este día lo que le corresponde a Dios. Vayamos a la Misa para darle el culto que
merece, dediquémosle al menos una hora, démosle gracias por todo lo que nos ha concedido en la
semana pasada, pidámosle lo que necesitamos para la que hoy comienza, mostremos a la familia y
al mundo nuestra visión trascendental de la realidad. Primero la justicia con Dios, luego con el
prójimo.
¿Y la justicia? Venzamos el mal a fuerza de bien. No nos es lícito aflojar en esto. Seamos
consecuentes con nuestra fe, hasta las últimas consecuencias. "Buscad, pues, primero el reino de
Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura". (Mateo 6,33)
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Pongamos nuestro corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra. Así cumpliremos la
justicia más importante y Dios lo sabe, Él se entera y nos dará lo que corresponde a su tiempo y en
la eternidad.
Si no tienen fe, no creerán a nadie más que a ellos. Para tener fe necesitas humildad.
Nadie es tan pobre como para no compartir algo.
(Salmos 94:8-14)
“Entended, gente insensata; necios, ¿cuándo aprenderéis? El que plantó el oído, ¿no va a
oír? El que formó el ojo, ¿no va a ver? El que corrige a las naciones, ¿no castigará? Él enseña al
hombre la ciencia. El Señor conoce los pensamientos de los hombres. son sólo vanidad. Dichoso el
hombre a quien Tú enseñas, Señor, al que le instruyes en tu Ley, dándole descanso de los días
aciagos, mientras para el impío se cava la fosa. Pues el Señor no rechaza a su pueblo, ni abandona
su heredad”
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