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Introducción
Investigación sobre sistemas urbanos y
regionales: Aportaciones de los SIG&T,
el análisis espacial y la modelización de la
localización

Jean-Claude Thill

1 Generalización y contextualización

Los cambios que impregnaron la creación de conocimiento durante la época de la


Ilustración y la revolución científica concomitante han configurado la aparición de
las perspectivas disciplinarias contemporáneas. En particular, uno de los principios
rectores del método científico ha sido la generalización más allá de los hechos
particulares y la construcción de un cuerpo teórico de conocimiento sobre la base
de la evidencia empírica acumulada. Bajo esta línea de razonamiento, las
particularidades de un trozo de tiempo concreto, de un lugar específico y de un
agente o elemento concreto han quedado subsumidas por el imperativo de trazar
reglas y leyes.
A medida que el positivismo y el neopositivismo afirmaban su preeminencia en
el campo intelectual, algunas de las principales disciplinas científicas -tanto
naturales como sociales- asumieron el papel del contexto, el espacio, la ubicación
y el lugar en aras de la experiencia y en busca de reglas que se ajustaran a estrictos
cánones de generalizabilidad. Un ejemplo de ello es la economía, que, armada con
sólidos principios deductivos y axiomáticos, articuló los comportamientos
económicos y las estructuras económicas "en el vacío", desprovistos de contexto
geográfico, de extensión territorial y de cualquier percepción de proximidad o
lejanía espacial con respecto a otras actividades o servicios relevantes. Con este
telón de fondo, la geografía y otras disciplinas asociadas establecieron de forma
creíble una narrativa de contrapunto sobre los procesos socioeconómicos, así
como sobre los procesos ambientales naturales. El éxito se debe a que los
constructos situacionales y contextuales de región, espacio, lugar, distancia y una
serie de conceptos derivados se anclaron en un marco de referencia neopositivista.

J.-C. Thill (B)


Departamento de Geografía y Ciencias de la Tierra, Universidad de Carolina del Norte en
Charlotte,
Charlotte, NC, Estados Unidos
Correo electrónico: jean-claude.thill@uncc.edu
Escuela de Economía Aplicada, Universidad Renmin de China, Pekín, China
© Springer Nature Switzerland AG 20203
J. Thill (ed.), Innovations in Urban and Regional
Systems, https://doi.org/10.1007/978-3-030-43694-0_1
4 J.-C. Thill

Nuestro argumento aquí es que la práctica activa de las contextuaciones


internas y externas (Elger 2010a) mejora la comprensión científica de un caso
específico al situarlo en el contexto relevante de otros procesos influyentes que
pueden estar en juego en este caso, así como en el entorno más amplio que se
encuentra fuera del ámbito del caso. Esto no pone en tela de juicio el enfoque
neopositivista de la investigación ni aboga por la violación del principio de
generalización, ni mucho menos. Sin embargo, ciertamente subraya la necesidad
de diseños de investigación y enfoques para el análisis de datos que sean
plenamente capaces de dar cuenta de los contextos internos y externos y de
analizarlos de manera que apoyen la replicación y la generalización. A
continuación, explicamos con más detalle la naturaleza distintiva de la
contextualización interna y la contextualización externa, ya que se trata de una
premisa fundamental de la perspectiva espacialmente explícita y basada en el lugar
que se defiende en este trabajo. En este capítulo, pretendemos reafirmar el mérito
científico de este esfuerzo y reafirmar su valor único para traducir la investigación
académica en resultados aplicados relevantes para comunidades específicas y
responsables de la toma de decisiones.

2 Contextualización interna y análisis de sistemas

Con la contextualización interna, la atención se centra en "abordar las


interrelaciones entre los diferentes aspectos del caso y analizar el significado de
eventos, narrativas y procesos específicos en relación con esta configuración más
amplia" (Elger 2010a, p. 231). Este concepto se ha aprovechado habitualmente en la
realización de investigaciones cualitativas de análisis del discurso siguiendo
paradigmas etnográficos y prácticas de compromiso y observación (Strathern
1987; Dooley y Levinsohn 2001). Sin embargo, como estructura, su contribución
al descubrimiento del conocimiento es igualmente valiosa en la tradición de la
investigación científica más cuantitativa. En particular, podemos discernir una
estrecha alineación entre la contextualización interna y la visión sistémica de los
fenómenos, que ha sido adoptada como un poderoso marco analítico en numerosas
disciplinas, abarcando los ámbitos social y económico, las ciencias naturales y
físicas, y las disciplinas más aplicadas de la ingeniería.
El enfoque sistémico, o teoría de los sistemas (Luhmann 2013), postula que los
hechos y los acontecimientos no ocurren aislados unos de otros ni de su entorno.
Forman parte de una agrupación ad hoc de entidades interrelacionadas que forman
un conjunto unificado, el sistema. Las propiedades relacionales del sistema
encapsulan el modo en que las entidades interactúan entre sí, lateralmente como
miembros de las mismas clases de entidades, así como verticalmente a través de
clases y capas jerárquicas de entidades. Debido a estas interacciones, el sistema no
es simplemente la agregación de sus partes y el sistema en su conjunto puede
mostrar comportamientos y tendencias dinámicas que difieren de las de sus
elementos tomados individualmente. Las estructuras complejas pueden surgir de
abajo a arriba, como en los sistemas multiagentes (Shoham y Leyton-Brown 2008;
Wooldridge 2002; Benenson y Torrens 2004), a lo largo de vías causales que siguen
trayectorias y patrones no lineales, recursivos y adaptativos (es decir, que cambian
con el contexto y bajo la influencia mutua de los elementos del sistema). Se han
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convertido en el sello distintivo de la dinámica del sistema
6 J.-C. Thill

(Forrester 1961, 1969, 1971; Meadows 1972) en línea con los preceptos de la
teoría de los sistemas complejos (Miller y Page 2007).
Cuando los acontecimientos y fenómenos son complejos, están fuertemente
interconectados y son adaptativos, y no están especificados completamente, el
análisis de sistemas se ha aprovechado ventajosamente para identificar posibles
futuros, la gama de sus variabilidades y los puntos críticos que condicionan las
trayectorias evolutivas que conducen a resultados específicos. Los elementos de
los sistemas no solo abarcan los componentes naturales (p. ej., lagos, montañas) y
construidos (carreteras, centrales eléctricas, etc.), sino también los elementos
humanos, sociales e institucionales (Ottens et al. 2006); de ahí que el término de
sistemas sociotécnicos (Kaghan y Bowker, 2001) se utilice a menudo hoy en día para
reflejar que las perspectivas humana y social se incorporan explícitamente a los
sistemas físicos y técnicos (p. ej., ONeill y Gibbs 2013; Marletto 2014; Li et al.
2015). Estos elementos "blandos" pueden implicar la aceptación y las actitudes de
los usuarios, los sistemas de valores, las normas culturales y el capital humano y
social, entre otros.

3 Contextualización externa y diferenciación espacial

La investigación basada en la evidencia procede a través de la realización de


estudios de caso como un principio fundamental de su diseño (Yin 1994). Debido
a los inevitables límites espaciales y/o temporales del caso (Elger 2010b) y a que
los fenómenos interesantes se producen en una pluralidad de lugares del espacio
geográfico, situar cualquier estudio de caso en su contexto más amplio -ya sea
social o natural- y caracterizar este contexto en términos que puedan condicionar o
afectar a los procesos causales incluidos en el caso en cuestión es un componente
esencial de la actividad de investigación (Elger 2010a). El contexto más amplio de
uno o varios estudios de caso que forman un corpus de investigación es lo que hace
que la contextualización externa sea un imperativo de la investigación.
Se sabe que los fenómenos sociales y las circunstancias naturales no presentan
las mismas propiedades en grandes territorios geográficos. Esta diferenciación o
variabilidad de rasgos, acontecimientos o relaciones es la norma, no la excepción.
En otras palabras, el espacio geográfico está intrínsecamente diferenciado. El
estudio de las modalidades de diferenciación geo- gráfica informa sobre la
contextualización externa de la investigación, sobre la genalización que puede
extraerse de los estudios de caso, así como sobre los posibles sesgos en la
inferencia.
A veces, la heterogeneidad observada del paisaje social o natural se
malinterpreta hasta cierto punto y se dice entonces que "la geografía explica". Por
ejemplo, un factor contextual de un determinado fenómeno puede presentar cierta
variabilidad geográfica, lo que se traduciría en una cartografía del fenómeno en
cuestión que presenta una heterogeneidad espacial similar. De hecho, aunque el
factor contextual puede tener una relación causal con el fenómeno, el mapa
heterogéneo del fenómeno no es más que la expresión espuria de la
heterogeneidad espacial del factor causal.
En el análisis espacial (Fotheringham y Rogerson 2009), la noción de
diferenciación espacial adquiere un significado más estrecho vinculado a los
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procesos sociales o físicos causales que operan en la producción de ciertos
resultados. Estas llamadas diferencias espaciales
8 J.-C. Thill

Los efectos de los rasgos se dividen en dos grupos de consideraciones


relacionadas y complementarias, a saber, la dependencia espacial y la heterogeneidad
espacial. La dependencia espacial (también conocida como autocorrelación espacial)
se refiere a la dependencia estadística del valor de un rasgo en una determinada
ubicación geoespacial de los valores observados en otras ubicaciones cercanas para
el mismo rasgo (Anselin 1988; LeSage y Pace 2009). En cierto sentido, es el
equivalente geoespacial al proverbio "Los pájaros de la misma especie se juntan".
Estadísticamente, es una propiedad de segundo orden del proceso espacial que
genera el atributo. Las estadísticas de autocorrelación espacial (por ejemplo, Cliff y
Ord 1973; Getis y Ord 1992; Anselin 1995) son herramientas eficaces de análisis
espacial para evaluar el grado de diferenciación espacial que puede existir en
diversos fenómenos y, por tanto, el grado de contextualización externa que se
requiere para comprender los factores principales del fenómeno de interés. La
acción mutua entre entidades vecinas en el espacio geográfico produce el llamado
efecto de desbordamiento espacial (Anselin 2003), que engloba la noción de
dependencia espacial y es una forma bien conocida de externalidad espacial.
Algunos ejemplos serían el proceso de difusión del conocimiento y la innovación
a través del aprendizaje de un agente socioeconómico de otro, o los valores de la
propiedad inmobiliaria o la gentrificación en un área metropolitana, y muchos
otros. Los modelos de retraso espacial (Anselin 1988; LeSage y Pace 2009) son
espacialmente explícitos en el sentido de que reconocen las relaciones de
proximidad que existen entre los puntos de datos y separan estadísticamente los
efectos de desbordamiento de la dependencia espacial de las demás vías causales
(Fischer 2005).
Si bien la evaluación empírica del grado de dependencia espacial suele realizarse
por medios econométricos, una conceptualización bien fundamentada del espacio
geográfico y de las relaciones geoespaciales que soporta es un requisito previo a
este esfuerzo. Más adelante en este capítulo se abordará este punto. Sin embargo,
es pertinente señalar aquí que la importancia de la distancia o de la proximidad
geoespacial entre las entidades basadas en el lugar ha sido el punto central de un
debate considerable en las últimas dos décadas. Este debate fue desencadenado en
gran medida por el provocativo título del libro de Cairncross (1997) "La muerte de
la distancia". Cairncross sostenía que las modernas tecnologías de la
comunicación estaban a punto de hacer que la distancia fuera "irrelevante para la
forma en que llevamos nuestros negocios y nuestra vida personal". Hoy en día no
cabe duda de que esta profecía no se cumplió y que se basaba en una pura
incomprensión del "lado blando" de la comunicación interpersonal en las
sociedades humanas y de la construcción social del espacio y el tiempo (Harvey
1994).1 Ya a mediados de la década de 1960, Janelle (1969) señaló que la
innovación tecnológica estaba alterando la relación entre el espacio y el tiempo (la
velocidad de la interacción entre los lugares siguiendo una tendencia histórica al
alza) y, a su vez, impulsaba una reorganización económica y social del espacio
geográfico. Esta llamada convergencia espacio-temporal (también conocida como
compresión espacio-temporal) y sus implicaciones fueron articuladas más
teóricamente por Harvey (1990) en el terreno de un conjunto más amplio de
transformaciones sociales y tecnológicas. En cualquier caso, existe una gran
cantidad de pruebas de que la dependencia espacial es importante y está en el
centro de las crecientes disparidades entre las extensiones territoriales. Esto se
manifiesta especialmente entre las zonas rurales y las metropolitanas debido a las
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oportunidades notablemente contrastadas de los ciudadanos en

1Incidentalmente,
esto es también lo que impulsó la aparición de los sistemas sociotécnicos como
marco para el análisis y el diseño de sistemas complejos multinivel y multiescalares.
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los ámbitos del empleo, la educación o la atención sanitaria y para que las
empresas aprovechen la economía de aglomeración urbana (Glaeser 2010).
Aunque la tiranía ejercida por la distancia (Bunge 1961; Blainey 1966) puede
haberse desvanecido considerablemente con el paso del tiempo, a nivel global y en
la granularidad más fina de las ciudades individuales, la distancia sigue
importando. La extensa investigación de Olson y Olson (2000) sobre la eficiencia
comparativa de varios modelos de organización del trabajo en las empresas llegó a
la misma conclusión.
Como segundo pilar de la diferenciación espacial, la heterogeneidad espacial
describe a veces la desigualdad de la distribución de los acontecimientos de interés
en el espacio geográfico. Sin embargo, en un sentido estricto, se refiere a la
distribución de una relación en un paisaje espacial (social o natural). La estadística
aplicada permite la variabilidad de la fuerza de la relación entre una variable
dependiente y los predictores independientes, pero un supuesto fundamental de las
directrices prescritas es que esta variabilidad no es sistemática y sigue una
distribución gaussiana. La relajación de esta restricción puede ser particularmente
adecuada para alinearse con la noción de contextualización externa. En las últimas
décadas se han propuesto varios enfoques sobre la variabilidad espacial de los
parámetros de regresión (Casetti 1970; Fotheringham et al. 2002). Pueden ser
especialmente eficaces para detectar la no estacionariedad espacial en las
relaciones multivariadas, lo que a su vez suele indicar que el modelo está infra
especificado y que un factor influyente que presenta una fuerte variabilidad
espacial estaría ausente del modelo.

4 Espacio y distancia

Hemos defendido que la investigación espacialmente explícita debe abordar la


necesidad de contextualizaciones internas y externas. Con esto en mente, una
conceptualización bien pensada del espacio geográfico es un prerrequisito para
cualquier uso reflexivo de la ciencia social contextualizada. Tal y como ha
reiterado recientemente Thill (2011), el concepto de espacio tiene una historia que
abarca más de 2000 años. Los filósofos y matemáticos griegos debatieron sobre el
formalismo del espacio, su naturaleza y sus propiedades, pero también su
semántica en relación con otras nociones básicas como el tiempo. Los griegos
entendían el concepto de espacio como una extensión primaria, inmutable y vacía,
ocupada por entidades referidas a un sistema de coordenadas simple. La geometría
euclidiana proporcionaba el marco estándar para el razonamiento abstracto y el
análisis en y sobre este espacio absoluto. En el fondo, el espacio se consideraba
objetivo, infinito, homogéneo e isótropo, un contenedor de acontecimientos,
fenómenos y procesos. Kant (1929) reafirmó enérgicamente esta posición y, a raíz
de la revolución cuantitativa en las ciencias sociales, el análisis espacial adoptó el
mismo punto de vista de que "el espacio es consistentemente medible, inmutable,
uni-forme e independiente de las cualidades sociales o ambientales" (Thill 2011,
p. 5). La gran mayoría de la econometría espacial utiliza este punto de vista como
base fundamental (Anselin 1988; LeSage y Pace 2009). Es habitual que los efectos
espaciales se aprehendan de forma bastante simplista a través de un conjunto de
relaciones espaciales entre entidades discretas que forman una teselación completa
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dispuesta sobre el territorio de estudio. La denominada matriz de pesos espaciales
W se construye convencionalmente como una matriz independiente del tiempo
12 J.-C. Thill

tabla de contigüidades poligonales por pares. Gatrell (1983) consideró que ésta y
otras conceptualizaciones relacionadas con el espacio y las relaciones espaciales eran
"ingenuas". Sin embargo, la noción de espacio absoluto se convirtió en la piedra
angular de los sistemas de información geográfica (SIG), y lo sigue siendo en gran
medida en la actualidad. El hecho de que el pensamiento de los SIG siga girando
en torno a una separación entre la información (o los datos) espacial (es decir, las
coordenadas) que proporciona el marco de referencia vinculado a un dato que está
"grabado en piedra", junto con un sistema de georreferenciación y los atributos
que se recogen, ensamblan y vinculan al dato es el aspecto más evidente de este
legado. En Thill (2011) se puede encontrar un análisis más detallado de este
estado de cosas.
Como alternativa, algunos estudiosos han defendido una noción relativista del
espacio. Estos puntos de vista fueron muy fundamentales para la concepción del
filósofo y físico Gottfried Leibniz, las teorías sociopolíticas de los sociólogos Emile
Durkheim y Henri Lefebvre, pero también la teoría de la relatividad de Albert Einstein.
El novedoso pensamiento centrado en un espacio relativo fue promovido por una
amplia coalición de humanistas, estructuralistas y conductistas sobre la base de que los
patrones espaciales que pueden discernirse en las estructuras semánticas no están
dictados por las propiedades exógenas del espacio físico (¡una especie de tiranía
del espacio físico que se etiquetaría como leyes!). El espacio puede construirse
mediante percepciones, experiencias, interacciones y relaciones (Ullman 1954;
Gould 1991; Harvey 1994).
En el contexto de la geografía y las ciencias espaciales, cabe destacar la
temprana y perspicaz contribución de Ullman (1954), que a menudo se subestima.
En su ensayo seminal de 1954 sobre "La geografía como interacción espacial",
Ullman plantea que el concepto de situación es una de las dos nociones
fundamentales de la teoría geográfica. Y profundiza en ello diciendo que:
La situación se refiere a los efectos de un área, o más bien de los fenómenos de un área,
sobre otra área. Lógicamente, debe centrarse en las conexiones entre áreas y da lugar a
términos como "circulación" e "interdependencia regional", o a aspectos específicos como
"difusión" o "centralización".
Este concepto de situación se define aquí como "interacción espacial", y pretende ser un
concepto más positivo y dinámico que el de situación, el de relaciones o incluso el de
circulación. En cierto sentido, proporciona un "motor" para los conceptos de situación. (p. 1)

Ullman desdibuja la línea entre la información semántica y el marco de


referencia geoespacial. A continuación, reconoce que el mérito de esta visión de la
situación o interacción espacial como concepto estructurador de la geografía se
debe a otros, entre ellos
P. R. Crowe, R. S. Platt, J. R. Whitaker e incluso R. Hartshorne. Sin embargo, lo
que diferencia a Ullman de estos precursores es que no se limitó a verbalizar que la
interdependencia regional o la interacción espacial es un elemento a tener en
cuenta en la comprensión de las geografías, sino que procedió a articular un
sistema de modelización validado empíricamente y basado en los principios de
complementariedad, oportunidad de intervención y desventaja para hacer operativa
esta nueva teoría. Esta conceptualización proporcionó la base para el establecimiento
de uno de los marcos teóricos más ampliamente probados en geografía, ciencias
regionales y espaciales (Fotheringham y O'Kelly 1989; Roy y Thill 2004). La
modelización de la interacción espacial y sus variantes desagregadas han llegado a
representar los principios fundamentales que rigen la dinámica de los mercados
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sistemas económicos. Esta simplicidad es precisamente lo que les conviene en
todas las escalas, desde la local (comercio minorista y comportamiento de las
compras, patrones de desplazamiento) hasta la global (migraciones continentales,
comercio internacional).
Los flujos de interacción espacial entre lugares revelan las relaciones entre
estos lugares. Dos ciudades que mantienen estrechas relaciones comerciales están
obligadas a presentar una o varias de las propiedades necesarias para la interacción
espacial: Están geográficamente cerca, sus estructuras económicas son sustitutas
cercanas o no hay socios comerciales intermedios. El patrón colectivo de
interacciones espaciales de diversos tipos (carga, turistas, viajeros de negocios, ideas,
capital, llamadas telefónicas, migrantes, etc.) puede parecer caótico a primera vista.
Es bastante tentador, por ejemplo, considerar que la World Wide Web se rige por
la confusión y el desorden, dada la ausencia de un agente coordinador central. En
realidad, la World Wide Web presenta una organización bien definida que surge
espontáneamente de una miríada de decisiones tomadas por agentes
descentralizados. Es un sistema autoorganizado. Esto no es diferente de los
campos de agentes económicos libres que operan los mercados y generan patrones
de comercio global. La organización espacial humana (Abler et al. 1971) de una u
otra forma es el resultado final de las interacciones espaciales. El espacio es una
construcción socioeconómica.
Una de las contribuciones más notables a este discurso es la de Castells (1996).
En su influyente libro, Castells se basa en los procesos sociales, incluidos los
conflictos y las estrategias de diversos actores sociales, cuya dinámica se desarrolla
de forma que crea una nueva y fluida lógica espacial denominada espacio de
flujos. A través de esta teorización, el espacio es la expresión de la sociedad, de
sus prácticas sociales que operan a través de los flujos. Al igual que en el sistema
de interacción espacial de Ullman, se puede entender que los flujos incluyen
cualquier "secuencia de intercambio e interacción intencionada, repetitiva y
programable entre las posiciones físicamente desarticuladas que ocupan los actores
sociales en las estructuras económicas, políticas y simbólicas de la sociedad"
(Castells 1996, p. 412). A escala global, la lógica de la dominación social crea un
espacio de flujos compuesto por un conjunto de tres niveles de redes operativas y
estratégicas. Cada vez más se entiende que el espacio se conceptualiza
efectivamente como una red enmarcada por relaciones de diversa índole, como los
flujos comerciales (por ejemplo, Jung et al. 2018) o los imaginarios compartidos en
el discurso colectivo de un grupo de población, como las páginas web en la
comunicación contemporánea (por ejemplo, Zhang y Thill 2019). El espacio tiene
que ver con las relaciones, que pueden ser de naturaleza física, económica, social,
política o virtual.
Siguiendo una trayectoria decididamente neopositivista, Gatrell (1983) llegó a
adoptar una perspectiva bastante concordante. Aquí, el espacio es visto como "una
relación definida sobre un conjunto de objetos" (p. 3). En opinión de Gatrell, esta
perspectiva presenta dos ventajas sobre el espacio absoluto que amplían la
relevancia del enfoque. En primer lugar, las relaciones que enmarcan dicho
espacio no están restringidas a ningún tipo semántico concreto, por lo que se
pueden explorar muchas geografías. En segundo lugar, las relaciones no están
obligadas a presentar propiedades métricas estrictas.
Así pues, en general, pueden concebirse múltiples conceptos de espacio relativo
y no debe favorecerse ningún concepto sobre otro; son complementarios y
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celebran colectivamente la riqueza de los procesos que crean estructuras
espaciales resultantes de una variedad de procesos socioeconómicos y naturales
que afectan a entidades y actores situados de forma diversa en el territorio
estudiado. Forer (1978), Gatrell (1983), Couclelis
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(1992), y otros argumentaron eficazmente que no existe una única y mejor
perspectiva para discutir y comprender el espacio. Más adelante en esta sección se
examinan algunos esquemas. Desde la década de 1960, la idea de espacio relativo
se ha plasmado en numerosos modelos matemáticos de procesos socioeconómicos
(Couclelis 1992), pero mucho menos en el caso de los procesos medioambientales
(Meentemeyer 1989).
Si el espacio geográfico es realmente relativo y si es una creación de
percepciones, experiencias, interacciones y relaciones sociales y físicas (Gould
1991), ya no existe una "verdad de base" espacial universal. Por el contrario, el
espacio es eminentemente plástico (Forer 1978), fungible y maleable. La
perspectiva de trabajar con un espacio relativo de una u otra forma (por tanto, uno
de los muchos espacios posibles) puede parecer bastante desalentadora dadas las
diferencias contrastadas que existen entre los espacios absolutos y los relativos. El
cuadro 1 resume algunas de las características más destacadas de las dos teorizaciones
del espacio. Los desafíos que presentan los espacios no físicos abundan en muchos
niveles. Van desde la captación de la información semántica relevante que
enmarca dichos espacios hasta la medición de sus dimensiones semánticas latentes,
pasando por el desarrollo de modelos de datos y formas de visualización
compatibles, el desarrollo de herramientas de análisis y razonamiento espacial
semánticamente veraces y los procesos de fusión de información multiespectral que
no se limitan a las geometrías euclidianas.

Cuadro 1 Resumen de las propiedades de los espacios absolutos y relativos


Espacio absoluto Espacio relativo
Existe independientemente de cualquier objeto Sólo en referencia a los procesos relacionales
Un "contenedor" Contenido
Espacio geográfico Espacio de atributos, espacio social,
espacio de comportamiento, etc.
Espacio matemático (euclidiano) Espacio no euclidiano
Distancia geográfica Distancia relativa (no geográfica)
Fricción constante de la distancia, tiempo Convergencia/divergencia espacio-
lineal temporal, tiempo no lineal
Observación independiente del Las percepciones y experiencias conforman la
observador, sin juicios de valor visión del mundo
El tiempo es independiente, constante y Coexistencia y conexión de espacio y
universal tiempo: espacio-tiempo
El espacio es fijo, un fondo para todas las El espacio y el tiempo como atributos de las
características características
Objetivo Objetivo o subjetivo
Compatible con modelos de datos basados en No es directamente compatible
campos y en objetos
Asociado principalmente al estudio de la Asociado principalmente a estudios de
tierra, los modelos matemáticos funciones e interacciones
convencionales
Estructura geométrica rígida dentro de la cual Ubicaciones referenciadas en términos de
se referencian eventos y características relaciones entre características, topológicas y
temporales
Fuente Thill 2011
16 J.-C. Thill

Los científicos espaciales han trabajado para formalizar los espacios de manera
que encapsulen una variedad de formas de relaciones y experiencias, desde las
cognitivas hasta las socioeconómicas, políticas, virtuales y físicas. La construcción
de un espacio relativo implica una serie de tareas por parte del analista, a saber, la
observación, la interpretación y la síntesis de procesos y patrones de flujos dentro
de un determinado dominio de conocimiento (Wachowicz 1999). Por lo tanto,
como dispositivo visual, un mapa puede considerarse "una representación visual o
gráfica de un espacio" (Gatrell 1983, p. 4) y puede mostrar sólo un remoto
parecido con el correspondiente mapa absoluto (euclidiano la mayoría de las
veces) debido a las distorsiones impartidas por las relaciones semánticas entre las
figuras. Las transformaciones de mapas y los cartogramas son técnicas
cartográficas habituales para expresar cartográficamente una visión relativa del
espacio. Existen varios métodos para crear mapas de atributos sintéticos. Algunas
técnicas procesan los atributos semánticos de las características colapsando las
dimensiones medidas a un número manejable de nuevas dimensiones latentes. Este
es un proceso conocido como "espacialización" (Skupin y Fabrikant 2007).
Mediante este ejercicio de reducción de datos sin supervisión, se obtiene un
espacio de atributos y se proyectan las observaciones en él. Por ejemplo, los mapas
autoorganizativos (Agarwal y Skupin 2008) sirven para revelar las complejas,
desconocidas y a veces ocultas estructuras de la competencia entre las aerolíneas
que prestan servicio en los aeropuertos estadounidenses en Yan y Thill (2009). La
dinámica de los barrios urbanos también puede revelarse y analizarse
sintéticamente mediante este proceso analítico (Delmelle et al. 2013). Las nuevas
técnicas de la ciencia de las redes también pueden ser muy eficaces para reducir la
dimensión de grandes conjuntos de datos que incluyen datos de diferente
granularidad y heterogeneidad temática. Un buen ejemplo de este esfuerzo sería el
reciente trabajo de Zhang y Thill (2017). Una alteración más clásica sería el
método de escalamiento multidimensional (MDS), que trabaja sobre una matriz de
disimilitudes entre observaciones (Gatrell 1983). Proporciona una configuración
espacial de las observaciones de tal manera que las distancias entre pares en esta
configuración coinciden con las disimilitudes de entrada lo mejor posible. Thill
(2011) informa sobre el uso de MDS para inferir las propiedades de un espacio de
migración de la población para los Estados Unidos, donde una representación
tridimensional supera las formas bidimensionales más convencionales, dada la
naturaleza bastante inusual de la configuración de los flujos de migración en los
Estados Unidos.
Gatrell (1983) informa de innumerables estudios que trascienden y enriquecen
la visión "plana" y estática del espacio absoluto. Entre ellos se encuentran los
mapas de espacios temporales que muestran el estiramiento del espacio de los
entornos regionales urbanos a lo largo de los corredores de alta velocidad y alta
capacidad y la reducción del espacio en las zonas donde la movilidad es baja y la
congestión es alta, los mapas de los espacios económicos funcionales moldeados
por los procesos competitivos y los controles institucionales, los mapas de los
espacios cognitivos, y muchos otros. Los mapas cognitivos, por ejemplo, han
contribuido a establecer que las distancias físicas tienden a percibirse de forma
logarítmica y no lineal (los lugares remotos parecen estar proporcionalmente más
cerca que los cercanos) y que su percepción está influida por los patrones de
actividad, así como por el perfil sociodemográfico de cada uno. Los mapas que la
gente lleva en su mente no son, decididamente, euclidianos, como ya
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Contribuciones ...
argumentaron Downs y Stea (1973). Al igual que los espacios temporales y los
espacios experienciales, son subjetivos, mientras que el espacio económico
enmarcado por los costes transaccionales del comercio entre lugares tiene una
cualidad objetiva.
18 J.-C. Thill

Así pues, la visión relativa del espacio se aleja radicalmente del absolutismo
del espacio kantiano. Aunque la elección entre ambos puntos de vista puede
depender del propósito (Galton 2001), el concepto relativista abre la posibilidad de
llegar al núcleo de los procesos que crean recursivamente realidades semánticas con
una expresión geográfica. Para una amplia clase de análisis espacio-temporales y en
relación con los sistemas de interacción espacial de Ullman, el concepto de espacio
relativo parece más general y empíricamente más útil. En fin, tanto el espacio
absoluto como los espacios relativos tienen un enorme valor como puntales
fundamentales de la investigación innovadora en ciencias sociales.
Mientras que decidirse por una representación absoluta del espacio o por una
representación relativa es una cuestión que viene determinada por el objetivo del
análisis, en cualquiera de los dos casos existe la propiedad compartida de que los
elementos y entidades que están dentro del ámbito del análisis están diferenciados. El
espacio importa. El grado de esta diferenciación puede medirse por su similitud,
que se reduce a medir lo cerca que están unos de otros en el espacio asumido. La
distancia (o su reverso, la proximidad) y las nociones relacionadas de adyacencia,
contigüidad y conectividad (dependiendo del modelo de datos asumido, así como
de la propiedad geométrica y topológica del espacio) son propiedades esenciales
que permiten el análisis de los espacios (Gatrell 1983) y de las entidades que
abarcan. En particular, constituyen los conceptos operativos que permiten evaluar
la dependencia y la heterogeneidad espacial y, por tanto, la contextualización.

5 Región y sistemas regionales

La región es un concepto conveniente y atractivo para los estudios que tienen


conciencia del contexto. En un sentido genérico, encapsula la variabilidad de las
condiciones y circunstancias de un fenómeno particular a través del espacio
geográfico (contexto externo), al tiempo que reconoce que estas condiciones y
circunstancias pueden ser bastante similares internamente y pueden exhibir un alto
grado de interdependencia mutua. Así, se ha definido como "un área terrestre con
ciertos atributos y características que la diferencian de otras espacialmente
separadas" (Thill 2017). El concepto de región tiene una muy larga tradición en la
disciplina de la geografía, donde a menudo se considera la esencia de la propia
disciplina. Sin embargo, su significado ha cambiado con el tiempo. Este no es el
lugar para repasar esta historia, ya que otros lo han hecho de forma muy
competente (véase, por ejemplo, Tomaney 2009).
La región es un territorio geográfico. En general, se entiende que este territorio
es de una sola pieza, aunque algunas partes periféricas pueden no ser contiguas. La
región no es un territorio arbitrario; tomando prestadas las palabras de Isard, "no
es simplemente un área delimitada arbitrariamente; más bien es un área que tiene
sentido debido a uno o más problemas asociados a ella que nosotros, como
científicos regionales, queremos examinar y ayudar a resolver" (1975, p. 1). La
región debe delimitarse a propósito con el objetivo expreso de generar áreas que
compartan propiedades similares, en contraste con otras áreas. Así, la región está
destinada a cambiar con las propiedades utilizadas para definirla; también está
destinada a cambiar con el tiempo a medida que la variación espacial de estas
propiedades evoluciona.
Investigación sobre sistemas urbanos y regionales: 19
Contribuciones ...
La delimitación de las regiones es un problema inherente a la clasificación
(Abler et al. 1971), por el que se agrupan unidades pequeñas y elementales de la
superficie de la tierra basándose en rasgos compartidos. Los rasgos utilizados en
cada ejercicio de regionalización incluyen una o más características relacionadas
semánticamente con el propósito de la regionalización, así como la ubicación en el
espacio geográfico (Chorley y Haggett 1967; Haggett et al. 1977). Los métodos de
regionalización abundan (Johnston 1970; Duque et al. 2007) y, debido a sus
propiedades combinatorias, su complejidad computacional puede obligar a recurrir
a algoritmos heurísticos y procesos de aprendizaje automático en muchas
aplicaciones del mundo real.
Conviene reconocer que, por muy complicada e importante que sea la analítica
de la regionalización, la región es más que una entidad generalizada de los datos.
Las consideraciones de medición deben estar plenamente alineadas con el concepto
que sustenta el constructo. En esencia, como señala Thill (2017), "cada región se
apoya, y en cierto sentido se define, en una organización socioeconómica
distintiva que regula su funcionamiento y su dinámica." Aunque la clasificación
areal de los fenómenos estáticos que producen "regiones formales" cuyas
propiedades son relativamente uniformes en todo el territorio puede ser interesante,
esta visión estática puede ser bastante limitante (Abler et al. 1971).
Como era de esperar, el paradigma de la interacción espacial de Ullman desvió
la atención del concepto geográfico clásico de región formal. Cuando las
propiedades del lugar dejan de limitarse a los atributos específicos del sitio y
entran en juego las propiedades relacionales, toman forma las regiones funcionales
o nodales. "La esencia de la región funcional es... una red de tendones sociales y
económicos que se unen" (Noronha y Goodchild 1992,
p. 88) lugares juntos, mientras que el caso especial de las regiones nodales también
encierra la relación de dominancia entre lugares. En la misma línea de
pensamiento, Gould (1991) afirmó que "...un lugar, o una región, sólo adquiere
significado humano y geográfico en relación con otros lugares y regiones, y las
relaciones significan, una vez más, conexiones sobre espacios geográficos y de
todo tipo. Ningún lugar o región tiene sentido por sí mismo, desconectado y
flotando en el vacío, sino siempre en relación con otros y conectado con ellos" (p.
4). Nystuen y Dacey (1961) propusieron un algoritmo para delinear regiones
nodales en redes atravesadas por flujos. Hoy en día existe una pluralidad de
enfoques para definir las regiones funcionales, todos los cuales tienen como
objetivo maximizar las interacciones dentro de la región y/o minimizar las
interacciones entre las regiones. Noronha y Goodchild (1992) propusieron un
enfoque que explota las propiedades de una extensión del conocido modelo de
interacción espacial. Los algoritmos jerárquicos de minería de datos también han
avanzado para extraer la estructura comunitaria de la red transformada del sistema
de nodos que interactúan. Chi et al. (2016) presentan los resultados de uno de
estos algoritmos (Clauset et al. 2004) para la regionalización óptima de los flujos
de comunicación en la provincia de Heilongjiang, China. Este análisis se aplica a
más de diez millones de llamadas telefónicas inalámbricas de célula a célula
realizadas durante un período de tres meses de 2007. Al comparar la red real de
comunicación celular con una red aleatoria, se revela una estructura comunitaria
muy significativa con 20 regiones. Aunque en la articulación de estos flujos no
interviene directamente ningún movimiento físico, la estructura espacial de estas
comunidades está sorprendentemente ordenada. En su inmensa mayoría, las
20 J.-C. Thill
comunidades son conjuntos territoriales contiguos. Además, estas regiones
muestran una sorprendente concordancia con las divisiones administrativas
prefecturales de nivel medio.
Investigación sobre sistemas urbanos y regionales: 21
Contribuciones ...
Como se ha indicado anteriormente, cada región es el contexto espacial y el
conducto donde operan una serie de procesos sociales, económicos, políticos,
institucionales y naturales entrelazados. En su libro fundamental, Isard (1975)
insistió en que las regiones no deben considerarse aisladas del resto del mundo.
Las regiones se relacionan con otras para formar conjuntos más amplios, o
sistemas, que se entrecruzan de maneras diferentes y complejas, incluso a través
de las escalas geográficas. Un principio fundamental de la ciencia regional es que
la región y su complexión socioeconómica son el resultado de la interacción
acumulativa entre sus propios recursos humanos, sociales y naturales, y sus
iniciativas (procesos locales e intrarregionales), la forma en que estos procesos
operan en distancias mayores a través de los límites de las regiones (procesos
interregionales), y la forma en que se relacionan con conjuntos regionales más
grandes o con el resto del mundo (lo global) (procesos multiescalares) (Thill 2017).
Algunos de estos procesos sistémicos pueden ser impulsados o apoyados
institucionalmente (de arriba abajo) a través de una serie de políticas públicas
promulgadas por entidades gubernamentales, mientras que otros surgen de abajo
arriba, bajo la iniciativa de ciudadanos individuales (con- sumidores, viajeros,
trabajadores) o entidades empresariales individuales. El resultado neto de las
interacciones y relaciones funcionales entre las regiones y los agentes individuales
que las componen es una forma de orden expresada a través de la "organización
espacial".
La investigación centrada en la región o las regiones cuenta con la contribución
de estudiosos de diversas disciplinas. Dada la naturaleza polifacética de la
estructura regional, no debería sorprender que los estudios de la ciencia regional
(Thill 2017) sean también muy diversos. En este sentido, se pueden identificar cinco
líneas principales, a saber.
• Análisis medioambiental y de recursos
• Análisis de la ubicación
• Análisis regional
• Análisis urbano
• Análisis del transporte y la movilidad.
Varios de estos focos se cruzan de forma bastante explícita con el fenómeno
urbano. En Florax y Plane (2004), y más recientemente en Mulligan (2014), se
pueden encontrar más detalles sobre las tradiciones de investigación de la ciencia
regional. Las tendencias emergentes y la evolución futura de la investigación en
ciencias regionales se analizan en Jackson y Schaeffer (2017a, b).

6 Ciudad y sistemas urbanos

Queda fuera de nuestro propósito articular una definición operativa detallada de


ciudad o zona urbana. Ya se han hecho muchas consideraciones al respecto (Caves
2005). Baste decir aquí que una ciudad o área urbana puede distinguirse de otros
asentamientos humanos por su población relativamente mayor, por su mayor
densidad de población, pero también por sus funciones sociales, económicas y
políticas, y por la forma de su entorno construido. En su reciente libro, Batty
(2013) aboga por una ciencia de las ciudades (o ciencia urbana) que rompa con
22 J.-C. Thill
una visión empinada en consideraciones estáticas de localización a favor de teorías
y modelos que se centren en conceptos de por qué la gente
Investigación sobre sistemas urbanos y regionales: 23
Contribuciones ...
se reúnen en determinados lugares que llamamos ciudades para comerciar,
intercambiar ideas, aprender, realizar contactos sociales e innovadores. "Las
localizaciones se construyen a partir de las interacciones. Lo que ocurre en las
localizaciones es una síntesis de lo que ocurre a través de las redes y de cómo las
actividades interactúan entre sí" (p. 15). Esta visión se parece bastante a la tesis de
Ullman de la "Geografía como interacción espacial". Sin embargo, una diferencia
clave es que la complejidad de las interacciones de la que habla Batty es decisiva
para la creación de estructuras y espacios que pueden no ser regiones en el sentido
tradicional del término. Pueden crear redes que vinculen lugares físicamente
desconectados, como en el caso de las redes de ciudades mundiales (Beaverstock
et al. 2000).
Sin duda, concebir las áreas urbanas como sistemas es anterior a la llamada de
Batty (2013). Ciertamente, algunos elementos de la misma pueden encontrarse en
la teoría del lugar central de Christaller (1933), e incluso antes. A partir de los años
sesenta y setenta, los estudios posteriores empezaron a reconocer explícitamente el
linaje con la teoría de sistemas y la teoría de la complejidad, y también a articular
argumentos teóricos más pulidos enraizados en la organización industrial, la nueva
geografía económica y otros nuevos desarrollos teóricos (por ejemplo, Pred 1977;
Bourne y Simmons 1978; Batty 1971; Fujita y Mori 1997; Capello 2000; Peris et
al. 2018). El estudio de Berry (1964) ha sido particularmente pionero e influyente en
el establecimiento de la agenda para el tema que impregna este artículo en
particular. En efecto, Berry articula de manera muy convincente la relación que
existe entre la ciudad como sistema formado por múltiples partes o elementos
(barrios, distritos comerciales, etc.) y el contexto más amplio que lleva a las ciudades
a interactuar entre sí y a formar una red de nivel superior. En esta última, las
ciudades son nodos dispersos por territorios continentales o globales, que
interactúan de diferentes maneras dando lugar a la aparición de estructuras de
meso y macroescala. Berry (1964) también es una investigación pionera en la
ciencia urbana en otro aspecto. Difumina la frontera entre el espacio urbano
(ciudad) y el espacio que lo rodea. Este último, o exurbia, en condiciones de
crecimiento demográfico, puede ver sus puntos de asentamiento menores
absorbidos dentro del tejido urbano con el paso del tiempo. Así, una región urbana
más amplia (Davoudi 2009) puede sustituir a una ciudad monocéntrica tradicional,
con el surgimiento de ciudades de borde que complementan los núcleos urbanos
existentes. Estas nuevas formas de urbanización han sido estudiadas por varios
autores con terminologías algo relacionadas, como "aglomeraciones urbanas",
"regiones urbanas policéntricas" (PUR), "conurbaciones", "megalópolis" o
"megaciudades" (por ejemplo, Kloosterman y Musterd 2001; Hall y Pain 2006;
Fang y Yu 2017). Apoyan la rápida urbanización de las poblaciones mundiales,
especialmente en los países en desarrollo.

7 El libro

Este libro contribuye a fomentar el conocimiento contextualizado de las ciudades


y las regiones, ampliando así los conocimientos de la ciencia urbana y la ciencia
regional, a través de una recopilación de diecinueve contribuciones de
investigación distintivas realizadas por destacados académicos de todas las
24 J.-C. Thill
regiones del mundo. Todos los capítulos de este libro son trabajos de investigación
originales que presentan desarrollos de investigación innovadores en el contexto
de los sistemas urbanos y regionales. Han sido seleccionados por su enfoque
complementario en el contexto urbano o regional. Cada uno de ellos
Investigación sobre sistemas urbanos y regionales: 25
Contribuciones ...
El capítulo fue sometido a un riguroso proceso de revisión por pares y también fue
revisado por el editor del volumen. Todas las contribuciones siguen una
perspectiva de investigación centrada en el análisis espacialmente explícito, por lo
que presentan muchas de las mejoras analíticas mencionadas anteriormente en este
artículo que permiten un tratamiento adecuado de las contextualizaciones internas
y externas en la investigación en ciencias sociales. En concreto, los diseños de
investigación y las metodologías que se emplean en este libro siguen las tres
tradiciones siguientes: Ciencias y Tecnologías de la Información Geográfica
(GIS&T), modelización de la localización y análisis espacial. Estas tradiciones
constituyen los enfoques más convincentes y eficaces del pensamiento científico
espacial. Su contribución única a la investigación urbana y regional se analizó
previamente en Thill (2018). Este volumen supone una contribución científica
debido a su enfoque temático y metodológico, así como a la diversidad geográfica
de los autores y los estudios de caso presentados.
El resto del libro está organizado en dos partes. La primera parte contiene nueve
capítulos sobre cuestiones críticas del crecimiento y la gestión urbanos. Por lo
tanto, el escenario de la investigación es una sola ciudad utilizada como caso de
estudio o varias ciudades que forman un sistema completo. Aprovechan la
considerable infraestructura de datos que se ha acumulado en las últimas décadas, de
naturaleza geoespacial, en muchos países. Las ciudades constituyen entornos
especialmente ricos en datos. A este estado de cosas contribuyen los datos
procedentes de tres canales principales: Los esfuerzos de recopilación "diseñados"
por las oficinas nacionales del censo, cuyos productos son cada vez más
fácilmente accesibles con una granularidad espacial y temporal fina, los datos
recopilados por las ciudades más locales y compartidos con el público como parte
de las iniciativas de gobierno electrónico destinadas a una mayor participación
pública y transparencia, y, finalmente, los datos "orgánicos" de las tecnologías de la
información y la comunicación que han impulsado el crecimiento de la revolución
de los grandes datos. Todas estas fuentes están desencadenando un renovado
interés por la ciencia urbana, especialmente cuando se alinea con el movimiento de
las ciudades inteligentes. Las contribuciones que aquí se incluyen examinan las
propiedades a macroescala de un sistema urbano y las estructuras a mesoescala
que pueden identificarse en las ciudades cuando la ciudad se concibe como el
producto de las interacciones entre los actores. También se estudia la distribución
espacial de los servicios públicos y otras cuestiones de localización de instalaciones en
un entorno urbano, los factores de crecimiento localizados, las infraestructuras y el
crecimiento urbano, la dinámica de los alquileres y las normativas de zonificación
y, por último, la desigualdad de la riqueza en las zonas urbanas.
La segunda parte contiene diez capítulos que amplían el alcance del análisis a
una región o varias regiones dentro de un área de estudio definida espacialmente.
En conjunto, tratan una serie de temas de importancia contemporánea en este
contexto, a saber, cuestiones de reestructuración económica, convergencia,
crecimiento y evaluación e impacto ambiental. En términos más concretos, las
investigaciones recogidas en estos capítulos se refieren a la desigualdad espacial y
a las intervenciones institucionales a través de políticas y subvenciones, la
fiscalidad, el acceso y el uso de servicios de información basados en Internet, la
migración de la población, las emisiones de carbono y el comercio, el cambio
climático, los patrones de uso del suelo y la contaminación del agua.
Los capítulos reunidos en este volumen constituyen una selección de algunos de
26 J.-C. Thill
los desarrollos más convincentes en la investigación espacialmente explícita de los
sistemas urbanos y regionales en la actualidad. Están concebidos para ofrecer una
mirada crítica en su materia mediante el uso de métodos avanzados de análisis
espacial, modelización de la localización y SIG&T. Estos estudios se suman a los
conocimientos acumulados durante los últimos sesenta años, aproximadamente.
La confianza en teorías bien elaboradas y el uso de metodologías rigurosas de
análisis de datos convergen para producir resultados pertinentes que son
informativos en el ámbito regional
Investigación sobre sistemas urbanos y regionales: 27
Contribuciones ...
y urbanos e informan a los responsables de la toma de decisiones políticas.
Demuestran la relevancia de la investigación urbana y regional para el bienestar de
las sociedades contemporáneas, y el valor de la investigación aportada por los
científicos urbanos y regionales para abordar cuestiones de urgente necesidad para
las sociedades humanas. Sostenemos que este tipo de estudios de vanguardia
seguirán mejorando y tendiendo puentes entre diversas ciencias sociales y
naturales en contextos espaciales específicos en el futuro.

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