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La última oportunidad para la verdad


en México
Nov. 29th, 2021 Send to Kindle

Estudiantes universitarios custodiados por la policía en Tlatelolco en octubre de 1968.

Medio en broma medio en serio, la historiadora Aleida García, integrante de la


recién creada comisión de la verdad para la guerra sucia, defiende la teoría de que
“la burocracia mexicana impidió que el país viviera una dictadura”. Suena a chiste,
pero da una idea del tipo de nudos que genera el aparato del Estado, muchas veces
en defensa propia. La hipótesis de la académica viene a cuento por la posible
apertura de archivos en el marco de la investigación de la comisión, que ahora
empieza. Para ella y sus compañeros, se trata de la última oportunidad para
alumbrar la verdad de una época que sigue en penumbra.

Nacida en octubre, la “Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento


Histórico y el Impulso a la Justicia de las violaciones graves a los derechos
humanos cometidas de 1965 a 1990″ es la última apuesta del Gobierno de Andrés
Manuel López Obrador en el campo de la memoria histórica. A imagen de las
comisiones que existieron en Uruguay, Argentina o Ghana, la mexicana tratará de
entender el tamaño y la densidad de la araña contrainsurgente, tan ubicua como
escurridiza, parte del Estado que dirigió el PRI durante décadas.

Se ha escrito mucho sobre este periodo, sobre los servicios de inteligencia del
Estado, la temible Dirección Federal de Seguridad, la pax priista, los movimientos
sociales del México posrevolucionario y sus herederos, el despertar político de las
décadas de 1960 y 1970, el Partido de los Pobres en el Estado de Guerrero, Lucio
Cabañas, Tlatelolco y la gran y simbólica represión del 2 de octubre de 1968... De
algunos episodios, caso de este último, se sabe bastante, como explica la
historiadora Eugenia Allier, integrante de la comisión. Pero la apertura de algunos
archivos históricos, desconocidos hasta ahora, podría completar el panorama y
alumbrar situaciones ignoradas. A día de hoy, México carece de una cifra oficial de
personas desaparecidas, ejecutadas o torturadas por agentes al amparo del Estado.

Además de García y Allier, el histórico activista guerrerense Abel Barrera, el


politólogo y experto en las relaciones entre México y Estados Unidos, Carlos Pérez
Ricart, y el exsacerdote y defensor de derechos humanos David de Jesús Fernández
integran el grupo de expertos de la comisión. Representantes de la Secretaría de
Gobernación, de Relaciones Exteriores, Hacienda y otras dependencias la
completan. En las últimas dos semanas, los cinco expertos, punta de lanza de la
comisión, se han reunido varias veces para tratar de organizar los meses que
vienen, cuestiones logísticas y de presupuesto, pero también de división del
trabajo.

En conversación con EL PAÍS, García, Allier y Pérez Ricart insisten en la idea de


que es una gran oportunidad para hurgar en la memoria del estado. Aunque no es el
primer intento, nunca antes las condiciones, dicen, fueron mejores. Tras décadas
de gobiernos del PRI, la victoria de Vicente Fox en 2000 y la llegada del Partido de
Acción Nacional al poder abrió la veda. El pasado era discutible, enjuiciable, esa era
al menos la idea. El problema es que el impulso inicial duró poco. Fox creó una
fiscalía para investigar delitos de la guerra sucia, pero no se consiguió condena
alguna. Su Gobierno ni siquiera obtuvo un informe sobre lo ocurrido en las décadas
de represión, un documento, algo a lo que agarrarse.

La idea de la comisión ahora es que sus esfuerzos se reflejen en un informe que


sirva de punto de partida para posteriores esfuerzos, un kilómetro cero del estudio
gubernamental de la represión estatal. “Todavía hay víctimas y perpetradores que
siguen vivos y es la última oportunidad para entrevistarlos”, señala Pérez Ricart.
Para los comisionados, el acceso a archivos hasta ahora ocultos es clave. Cada uno
por su lado señalan uno en concreto, el del Estado Mayor Presidencial de la
Secretaría de la Defensa Nacional, disuelto por el actual Gobierno. “Para mí es el
archivo más importante”, dice Allier. “Nos ayudaría a echar algo más de luz sobre
Tlatelolco. Si ahora tenemos el 90%, esto completaría”, añade. “El archivo de la
Defensa Nacional es hipernecesario por lo que puede representar en términos de
investigación histórica y por el poder simbólico de abrirlo”, argumenta García,
“aunque me parece difícil que podamos entrar de manera irrestricta al archivo
militar”.

Para Pérez Ricart, el trabajo de la comisión es una oportunidad también para


insistir en la búsqueda del archivo de la Policía Judicial Federal, el viejo brazo
investigador de la extinta Procuraduría General de la República (PGR). “Llevo 10
años buscándolo y no está en el Archivo General de la Nación, en ningún lado que
haya buscado. No es público por lo menos. ¡Era el brazo operativo de la PGR y de
esa estructura no existe un archivo! Lo vamos a intentar encontrar. Estoy
convencido de que lo que sabemos sobre violaciones a derechos humanos en ese
periodo es solo la punta del iceberg, precisamente porque no tenemos esto”,
señala.

Los tres coinciden en la necesidad de dibujar los caminos de los “circuitos


criminales y de contrainsurgencia”, redes de agentes dentro de diferentes
dependencias del Estado que reprimían movimientos disidentes en una o varias
regiones a la vez, mediante diferentes prácticas, como tortura o desaparición
forzada, a lo largo del tiempo. “Vale la pena que hagamos un trabajo de diagnóstico
los primeros meses para identificar estos circuitos”, señala García.
La policía capturó una camioneta llena de estudiantes después registrar todos los edificios en la
Plaza Tlatelolco el 3 de octubre de 1968.Bettmann (Bettmann Archive)

Todos señalan igualmente la necesidad de trascender la idea clásica de represión,


vinculada a movimientos políticos disidentes, sobre todo a la izquierda del
Gobierno. “Queremos ver otro tipo de violencias de estado, en cuestión de género,
de sexualidad, violencias no políticas o no evidentemente políticas”, explica Allier.
“Foucault diría que todo es política, cualquiera lo haría. Y sí, pero es verdad que
hubo desapariciones, tortura sexual, ejecuciones, por motivos no estrictamente
políticos. Desaparición de presuntos delincuentes, criminales, adictos, narcos, por
ejemplo. En momentos en que no había periodismo independiente u
organizaciones de la sociedad civil, la policía y el Ejército desaparecieron y
ejecutaron. Esta gente no tiene colectivos que les representen. Han sido anulados
de ejercicios de memoria”, añade Pérez Ricart.

Uno de los objetivos de la comisión es que las investigaciones de sus cinco expertos
desemboquen en la reactivación de investigaciones en la Fiscalía General de la
República (FGR) y en la apertura de nuevas pesquisas. García cuenta que la parte
institucional de la comisión debe nombrar a otros tres expertos que hagan de
enlace entre ellos cinco y la FGR. “Yo creo que es viable que reorganicemos las
investigaciones para que tengan una lógica y ayude a la investigación. Y que se
abran nuevas. En las siguientes dos semanas debería quedar claro quiénes son los
expertos”, dice.

Pérez Ricart, que ha estudiado la presencia de agencias antinarcóticos de EE UU en


México durante el siglo XX, ha escrito que el titular de la FGR, Alejandro Gertz,
coordinó los esfuerzos de erradicación de cultivos ilícitos del Gobierno en la
década de 1970. Es decir, que Gertz formó parte de una dependencia señalada por
hospedar esos circuitos contrainsurgentes o de criminalidad de los que hablan. ¿Es
relevante su papel entonces en la voluntad de ayudar de la actual FGR? “Es
interesante esa presencia de Gertz allá. Falta entender su papel. Es verdad que es
juez y parte. Sería un error hacerlo evidente porque entonces quizá no tendría
interés en ayudar”, zanja.

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