Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
«El séptimo mandamiento prohíbe tomar o retener el bien del prójimo injustamente y
perjudicar de cualquier manera al prójimo en sus bienes. Prescribe la justicia y la
caridad en la gestión de los bienes terrenos y de los frutos del trabajo de los hombres.
Con miras al bien común exige el respeto del destino universal de los bienes y del
derecho de propiedad privada. La vida cristiana se esfuerza por ordenar a Dios y a la
caridad fraterna los bienes de este mundo» (Catecismo, 2401).
«El derecho a la propiedad privada, adquirida por el trabajo, o recibida de otro por
herencia o por regalo, no anula la donación original de la tierra al conjunto de la
humanidad. El destino universal de los bienes continúa siendo primordial , aunque la
promoción del bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de
su ejercicio» (Catecismo , 2403). El respeto del derecho a la propiedad privada es
importante para el desarrollo ordenado de la vida social.
«”El hombre, al servirse de esos bienes, debe considerar las cosas externas que posee
legítimamente no sólo como suyas, sino también como comunes, en el sentido de que
han de aprovechar no sólo a él, sino también a los demás” (Concilio Vaticano II,
Const. Gaudium et spes, 69, 1). La propiedad de un bien hace de su dueño un
administrador de la providencia para hacerlo fructificar y comunicar sus beneficios a
otros, ante todo a sus próximos» (Catecismo, 2404).
«La Iglesia ha rechazado las ideologías totalitarias y ateas asociadas en los tiempos
modernos al comunismo o socialismo. Por otra parte, ha rechazado en la práctica
del capitalismo el individualismo y la primacía absoluta de la ley de mercado sobre el
trabajo humano» (Catecismo, 2425).
1
2. El uso de los bienes: templanza, justicia y solidaridad
«En materia económica el respeto de la dignidad humana exige la práctica de la virtud
de la templanza, para moderar el apego a los bienes de este mundo; de la justicia, para
preservar los derechos del prójimo y darle lo que le es debido; y de la solidaridad»
(Catecismo, 2407).
2
excesivos , el despilfarro. Infligir voluntariamente un daño a las propiedades privadas o
públicas es contrario a la ley moral y exige reparación» (Catecismo, 2409).
«Los contratos están sometidos a la justicia conmutativa, que regula los intercambios
entre las personas en el respeto exacto de sus derechos. La justicia conmutativa obliga
estrictamente; exige la salvaguardia de los derechos de propiedad, el pago de las
deudas y el cumplimiento de obligaciones libremente contraídas» (Catecismo, 2411).
«Los contratos [deben ser] rigurosamente observados en la medida en que el
compromiso adquirido es moralmente justo» (Catecismo, 2410).
3
forma parte de la vocación de los fieles laicos, que actúan por su propia iniciativa con
sus conciudadanos» (Catecismo, 2442).
«El acceso al trabajo y a la profesión debe estar abierto a todos sin discriminación
injusta, a hombres y mujeres, sanos y disminuidos, autóctonos e inmigrados (cfr. Juan
Pablo II, Enc. Laborem exercens, 14-IX-1981, 19; 22-23). Habida consideración de las
circunstancias, la sociedad debe por su parte ayudar a los ciudadanos a procurarse un
trabajo y un empleo (cfr. Juan Pablo II, Enc. Centessimus annus, 48)» (Catecismo,
2433). «El salario justo es el fruto legítimo del trabajo. Negarlo o retenerlo puede
constituir una grave injusticia» (Catecismo, 2434).
4
La justicia social. Esta expresión se ha comenzado a utilizar en el siglo XX, para referirse
a la dimensión universal que han adquirido los problemas de justicia. «La sociedad
asegura la justicia social cuando realiza las condiciones que permiten a las asociaciones
y a cada uno conseguir lo que les es debido según su naturaleza y su vocación»
(Catecismo, 1928).
Justicia y solidaridad entre las naciones. «Las naciones ricas tienen una responsabilidad
moral grave respecto a las que no pueden por sí mismas asegurar los medios de su
desarrollo, o han sido impedidas de realizarlo por trágicos acontecimientos históricos.
Es un deber de solidaridad y de caridad; es también una obligación de justicia si el
bienestar de las naciones ricas procede de recursos que no han sido pagados con
justicia» (Catecismo, 2439).
6. Justicia y caridad
La caridad –forma virtutum, forma de todas las virtudes –, que es de nivel superior a la
justicia, no se manifiesta sólo o principalmente en dar más de lo que se debe en
estricto derecho. Consiste sobre todo en darse uno mismo –pues esto es amor–, y
debe acompañar siempre a la justicia, vivificándola desde dentro. Esta unión entre
justicia y caridad se manifiesta, por ejemplo, en dar lo que se debe con alegría, en
preocuparse no sólo de los derechos de la otra persona sino también de sus
necesidades, y en general en practicar la justicia con suavidad y comprensión.
5
«El amor -caritas- siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay
orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta
desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre.
Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad.
Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es
indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo. El Estado que
quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una
instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido -
cualquier ser humano- necesita: una entrañable atención personal».
Bibliografía básica
Lecturas recomendadas
San Josemaría, Homilía Vivir cara a Dios y cara a los hombres, en Amigos de Dios, 154-174.
6
Decálogo: El octavo mandamiento “NO LEVANTAR FALSO
TESTIMONIO NI MENTIR.”
Con la gracia de Cristo el cristiano puede hacer que su vida esté gobernada por la
verdad.
«El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Las
ofensas a la verdad, mediante palabras o acciones, expresan un rechazo a
comprometerse con la rectitud moral» (Catecismo, 2464).
1. Vivir en la verdad
«Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas... se ven impulsados,
por su misma naturaleza, a buscar la verdad, y tienen la obligación moral de hacerlo,
sobre todo con respecto a la verdad religiosa. Están obligados a adherirse a la verdad
una vez que la han conocido y a ordenar toda su vida según sus exigencias».
— sinceridad con uno mismo: es reconocer la verdad sobre la propia conducta, externa
e interna: intenciones, pensamientos, afectos, etc.; sin miedo a agotar la verdad, sin
cerrar los ojos a la realidad;
— sinceridad con los demás: sería imposible la convivencia humana si los hombres no
tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se dijesen la verdad o no se comportasen,
p. ej., respetando los contratos, o más en general los pactos, la palabra comprometida
(cfr. Catecismo, 2469);
— sinceridad con Dios: Dios lo ve todo, pero como somos hijos suyos quiere que se lo
manifestemos. «Un hijo de Dios trata al Señor como Padre. Su trato no es un obsequio
servil, ni una reverencia formal, de mera cortesía, sino que está lleno de sinceridad y
de confianza. Dios no se escandaliza de los hombres. Dios no se cansa de nuestras
infidelidades. Nuestro Padre del Cielo perdona cualquier ofensa, cuando el hijo vuelve
de nuevo a Él, cuando se arrepiente y pide perdón. Nuestro Señor es tan Padre, que
previene nuestros deseos de ser perdonados, y se adelanta, abriéndonos los brazos
con su gracia».
7
las demás virtudes. La sinceridad es esencial para perseverar en el seguimiento de
Cristo, porque Cristo es la Verdad (cfr. Jn 14,6)
2. Verdad y caridad
La Sagrada Escritura enseña que es preciso decir la verdad con caridad (Ef 4, 15). La
sinceridad, como todas las virtudes, se ha de vivir por amor y con amor (a Dios y a los
hombres): con delicadeza y comprensión.
8
cristianos deben estar dispuestos a dar cada día, incluso a costa de sufrimientos y de
grandes sacrificios. En efecto, ante las múltiples dificultades, que incluso en las
circunstancias más ordinarias puede exigir la fidelidad al orden moral, el cristiano,
implorando con su oración la gracia de Dios, está llamado a una entrega a veces
heroica. Le sostiene la virtud de la fortaleza, que —como enseña San Gregorio Magno
— le capacita a “amar las dificultades de este mundo a la vista del premio eterno”
(Moralia in Job, 7, 21,24)».
«”La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar” (San Agustín, De
mendacio, 4, 5). El Señor denuncia en la mentira una obra diabólica: “Vuestro padre es
el diablo... porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de
dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44)» (Catecismo, 2482).
Falso testimonio y perjurio: «Una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad
particular cuando se hace públicamente. Ante un tribunal viene a ser un falso
testimonio. Cuando es pronunciada bajo juramento se trata de perjurio» (Catecismo,
2476). Hay obligación de reparar el daño.
«El respeto a la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra que
puedan causarles un daño injusto» (Catecismo, 2477). El derecho al honor y a la buena
fama –tanto propio como ajeno– es un bien más precioso que las riquezas, y de gran
importancia para la vida personal, familiar y social. Pecados contra la buena fama del
prójimo son:
– la difamación: es cualquier atentado injusto contra la fama del prójimo. Puede ser de
dos tipos: la detracción o maledicencia ("decir mal"), que consiste en revelar pecados o
defectos realmente existentes del prójimo, sin una razón proporcionadamente grave
(se llama murmuración cuando se realiza a espaldas del acusado); y la calumnia, que
consiste en atribuir al prójimo pecados o defectos falsos. La calumnia encierra una
doble malicia: contra la veracidad y contra la justicia (tanto más grave cuanto mayor
sea la calumnia y cuanto más se difunda).
Actualmente son frecuentes estas ofensas a la verdad o a la buena fama en los medios
9
de comunicación. También por este motivo es necesario ejercitar un sano espíritu
crítico al recibir noticias de los periódicos, revistas, TV, etc. Una actitud ingenua o
"credulona" lleva a la formación de juicios falsos.
Siempre que se haya difamado (ya sea con la detracción o con la calumnia), existe
obligación de poner los medios posibles para devolver al prójimo la buena fama que
injustamente se ha lesionado.
Atenta también contra la verdad «toda palabra o actitud que, por halago, adulación o
complacencia, alienta y confirma a otro en la malicia de sus actos y en la perversidad
de su conducta. La adulación es una falta grave si se hace cómplice de vicios o pecados
graves. El deseo de prestar un servicio o la amistad no justifica un doblez del lenguaje.
La adulación es un pecado venial cuando sólo desea hacerse grato, evitar un mal,
remediar una necesidad u obtener ventajas legítimas» (Catecismo, 2480).
5. El respeto de la intimidad
«El bien y la seguridad del prójimo, el respeto de la vida privada, el bien común, son
razones suficientes para callar lo que no debe ser conocido o para usar un lenguaje
discreto. El deber de evitar el escándalo obliga con frecuencia a una estricta discreción.
Nadie está obligado a revelar una verdad a quien no tiene derecho a conocerla»
(Catecismo, 2489). «El derecho a la comunicación de la verdad no es incondicional»
(Catecismo, 2488).
10
pública. Son un campo importantísimo de apostolado para la defensa de la verdad y la
cristianización de la sociedad.
Bibliografía básica:
Lecturas recomendadas:
11