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Costumbres argentinas

Lo que a continuación narraré es uno de mis primeros viajes de mochilero,

relataré de mi encuentro con Nahuel. Este cruce se produjo al tercer día

que me encontraba realizando auto stop en rutas argentinas, me hallaba a

medio camino de mi destino, la provincia de Santa Cruz, mi narración

comienza en una estación de servicio de Rio Colorado (Una ciudad de la

provincia de Rio Negro, con una población de quince mil habitantes que

debe su nombre al rio que atraviesa el lugar desde la cordillera de los Andes

hasta el océano Atlántico, lugar de fuertes batallas que protagonizaron los

pueblos originarios y las fuerzas del ejército argentino liderado por Julio A.

Roca, en la llamada Conquista del Desierto, donde se realizó uno de los

mayores genocidios de nuestra historia sobre los pueblo originarios).


Me acerco a la estación de servicio, a recorrer el espinel, en ese instante se

estaba bajando el chofer de un camión con carga, lo encaré por el aventón

y me dijo que sí, que podía llevarme, solo tenía que esperar que desayunara

y salíamos. - No hay drama conteste, mientras terminaba mi yogurt bebible.

El chofer se llama Nahuel, tez blanca, ojos claros, pelo largo color castaño,

fornido, un “Vikingo” argento, un muchacho extrovertido, oriundo de Bahía

Blanca, provincia de Buenos Aires, futbolero, hincha fanático de Villa Mitre

de Bahía Blanca, nuestra charla se centró en tres temas de los cuales para

mucha raya el fanatismo.

Los temas en cuestión eran Futbol, Política y Religión, en ese orden lo

abordamos, él, un muchacho comunicativo de 30 años, con muchas

vivencias en su corta edad, desfachatado y seguro de sí mismo, ex barra

brava, ahora camionero, quien escribe, un ser de 50 años, comenzando a

experimentar nuevas vivencias, con un pasado en común y con ganas de

escuchar.

- “Yo soy fana de Mitre”, amo esos colores, ¿vos de que cuadro sos?, te

gusta el futbol?, se despachó el amigo Nahuel.


- Sí, me gusta el futbol respondí, “soy hincha de Chacarita Juniors”.

- Uuhhh que gente loca los de Chaca, que gran hinchada, me contesto,

ampliando; con ustedes todo bien, nosotros cuando jugamos en la capital,

comemos asado en Mataderos con la gente de Chicago, buena gente la de

Chicago, me dijo sarcásticamente, mirándome a los ojos esperando mi

respuesta, (Chicago es uno de nuestros eternos y clásicos rivales,

lamentablemente entre las hinchadas siempre hay violencia, al llegar a la

cancha o a la salida).

- No desvié su mirada y le contesté sonriendo, por supuesto que son buena

gente, trabajé en Mataderos, conozco el barrio y sus hinchas, estuve

trabajando en una imprenta a dos cuadras de la cancha y doy fe que son

muy seguidores, desde el taller escuchaba los cánticos de la hinchada, es

más, le dije, el dueño de la imprenta cuando jugaba de local Chicago, se

borraba y se iba a la cancha.


Observe su sonrisa comprometida, me pareció que lo había dejado sin

repuesta.

Me contó de su eterno rival en Bahía Blanca, “Olimpo”, de la vez que le

robaron las banderas de una casa que habían estado estudiando por un

tiempo, y en el momento oportuno, entraron y desvalijaron la vivienda,

llevándose, bombos, banderas y todos los suvenires de Olimpo.

Me relato del asado que hicieron el día que quemaron esos trapos que

habían robado, obligados por la repercusión no esperada que comprometía

a socios del club.

Expuso las miles de veces que se agarró a las piñas, de las caídas en cana,

de cómo se maneja la policía con las hinchadas y de la vez que quedo

hospitalizado a causa de una riña callejera, hasta me contó cuando los

dirigentes de “Mitre” le hablaron para encabezar una lista del club para las

elecciones a presidente.

Sentía que Nahuel se estaba encendiendo con sus historias.


Este gaucho que me había levantado hace unos minutos, que recién

conocía, me hablaba de su amor por su equipo de futbol, intercalando su

relato con su familia y adicciones, sin darme cuenta, sentía que se estaba

desnudando ante mí, sin tapujos, como grandes amigos que no se veían

desde hace largo tiempo, y se cuentan todo.

Se estaba gestando un buen clima a pesar de la alta temperatura reinante

y el insoportable calor que emanaba desde el cielo y del asfalto, charla va,

charla viene, risas, carcajadas, así transitábamos la ruta, Nahuel fumando

un cigarrillo tras otro, mientras realizaba su monologo.

En algún momento de su repertorio implanto un comentario sobre la actual

política argentina, no logro recordar cuál fue ese preciso momento que

empezamos a hablar de política, como en el futbol nos encontrábamos en

veredas opuestas, con colores y miradas distintas de la política Argentina,

fue largo esta parte del coloquio, ya se habían disipado las risas, ahora

estábamos más serios y distantes de la exposición del otro, en un momento

se me cruzó la idea de que estaba abriendo puertas de disidencias que me

podían costar el asiento, fue un pensamiento genuino, tal vez extremo, se


me cruzo esa imagen cuando observe que Nahuel charlaba serio, queriendo

seguir monologando y que no le interesaba mi pensamiento.

Le pedí que me convidara un cigarro, al fin y al cabo, en esa cabina hacia

horas que estaba respirando el cigarrillo rubio de los vaqueros que fumaba

Nahuel.

Seguimos intercambiando opiniones, algunos pasajes de silencio de Nahuel,

que se relacionaban con la reflexión y volver a la carga una y otra vez, note

su nerviosidad, y decidí terminar con la conversación, la finalice

drásticamente, me recorría la idea de suponer que si Nahuel tenía un botón

en su tablero que despidiera mi asiento, ya me encontraría en la

estratosfera.

- Abruptamente lo mire, espere su mirada y le dije, che, ya hablamos de

fútbol, de política…

- Me preguntaba si querrías hablar de religión. Su contestación me

asombro, después de unos largos segundos que se tomó para


responderme, mirándome fijo como si tuviera enfrente la ruta soleada y

cargosa, me espeto.

– Mi padre no permitía que habláramos de Futbol, Política o Religión en

casa, decía que eran temas en los cuales nunca nos íbamos a poner de

acuerdo y servían para pasar un mal momento, por eso, estos temas en casa

no se conversaban, eran temas tabúes.

- Yo soy ateo, me contesto secamente, con ojos desorbitados, me pareció.

- Qué curioso le respondí, otra vez estamos en desavenencias, pero en algo

podemos estar de acuerdo, lo que está haciendo el Papa Francisco, no tiene

vuelta atrás, no te parece?, le dije, mientras lo miraba como traspiraba y no

sacaba los ojos de la ruta.

Siguieron los planteos disidentes por muchos y largos minutos más, hasta

que en un determinado momento se descompuso el camión, se arrimó

hacia la banquina y se bajó a ver el motor, me baje tras él a mirar que había

pasado.
- Que cagada, expreso Nahuel, no creo que llegue a Trelew, no va a aguantar

el camión, voy a tener que ir muy despacito, me dijo lamentándose y

excediendo un insulto.

- Ojala que llegues o te puedan auxiliar, por mí no te hagas drama Nahuel,

me quedo en esta estación de servicio, veo que hay muchos camiones

esperando cargar combustible, fue mi respuesta, me di vuelta y me dirigí a

la cabina a bajar los bártulos, cuando bajo, Nahuel ya no estaba, lo busque

y nada, había desaparecido, esperé unos minutos para despedirme de

Nahuel, mientras me preguntaba por su paradero, ¿dónde se metió?.

Nos encontrábamos en Sierra Grande, (En esta localidad, allá por la década

del setenta el estado efectuó una explotación minera de hierro, bajo esta

mirada por más de veinticinco años hizo florecer a esta localidad, fue tan

importante, que en su momento fue considerada como la mina de hierro

más grande de Sudamérica, tenía casi cien kilómetros de túneles y

perforaban a seiscientos metros de profundidad, dando trabajo a miles de

trabajadores, el modelo liberal de los noventa sello su suerte, cerrando las

minas y convirtiendo el lugar en un pueblo fantasma, desde hace unos años

se está trabajando para convertirla en un lugar turístico, hoy es una parada


obligada para todos los vehículos y camiones que se detienen a cargar

combustible, estirar las piernas y tomar mate bajo la arboleda.

En su momento fue la última estación de servicio donde se podía cargar

combustible subsidiado, hoy esto ocurre en toda la Patagonia argentina,

mucha gente aprovecha esta parada para comer algo, utilizar los sanitarios

y disfrutar del bello espacio.

Estábamos anclados a ciento ochenta y seis kilómetros del puesto donde

tenía que realizar la descarga Nahuel, a ochocientos kilómetros de mi

destino, en un momento se me hizo insoportable esperar a Nahuel bajo el

sol, decidí dirigirme hacia la entrada de la estación de servicio, cogí mi

mochila y me dirigí a una sombra espaciosa que había observado desde la

banquina.

Fue por ese sendero que diviso y me cruzo con Nahuel, que salía del shopp

con un paquete de papas fritas y gaseosa entre sus manos.


Se acerco masticando y sonriendo, estiro su mano para convidarme papas

fritas, acepte su convite, recuerdo que le dije mientras degustaba las papas.

- Gracias Nahuel, que calor que hace locura, te deseo buenas rutas, gracias

por traerme hasta acá, buena vida.

Se rio, no me contesto, nos miramos y nos dimos un abrazo, retirándonos

del penetrante sol que nos azotaba, él a su camión y yo a la sombra a

esperar que me sacaran del aventón.

Así fue mi encuentro con Nahuel de Bahía Blanca, un loco lindo fanático de

Villa Mitre, con el cual compartimos trescientos sesenta kilómetros de

coloquio, abordando contenidos tabúes instalados en ciertas regiones de la

Argentina, para algunos, para otros, costumbres argentinas de dos ilustres

desconocidos.

© as

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