Está en la página 1de 2

DIPLOMADO EN TEOLOGÍA ESPIRITUAL Módulo II: Espiritualidad Cristiana

SESIÓN 2 Los Padres del desierto

Alumna: Sor Ma. Teresa Barragán Morfín O.P. Maestro Pbro. Lic. José Luis Piña Vargas

Actividad 3 fecha 10 de marzo 2022

NATURALEZA Y GÉNESIS DE LA ESPIRITUALIDAD MONÁSTICA

Los monjes sólo aspiraban a ser cristianos de verdad. Poner en práctica, las consignas de Jesús de
imitarle, de tomar su cruz y seguirle, de ser perfectos como el Padre celestial es perfecto. Se
esforzaban en realizar la unión con Dios por medio de la oración incesante; lo que no era una
invención suya, sino una recomendación del mismo Cristo a sus discípulos y de San Pablo a los
fieles. Los grandes padres, legisladores y teóricos de la vida monástica, nunca indicaron a sus
discípulos otro objetivo de santidad que el señalado a todos los cristianos por la Iglesia, ni
recomendaron otro camino para llegar a él que el del Evangelio.

Lo que empujaba a los monjes a la adquisición de las virtudes y la santidad era el bautismo que
habían recibido, pues su profesión no era más que una ratificación consciente de las promesas
bautismales. Los verdaderos monjes, en una palabra, habían adoptado su peculiar género de vida
con el solo fin de responder mejor a la obligación impuesta a todo seguidor de Cristo de llegar a la
santidad mediante el cumplimiento de los dos grandes preceptos: «Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a
ti mismo.

La espiritualidad moderna, advierte que «el monje tiende a la misma perfección que el cristiano
que vive en el mundo también quiere conseguir», y que «la vida monástica no es de por sí una
garantía para llegar a la santidad, ni tampoco produce una perfección distinta del ideal del
cristiano ordinario». La vocación del monje no es otra cosa que la vocación del cristiano.

El monje es un laico piadoso, un cristiano auténtico y generoso que se limita a adoptar los medios
más radicales para que su cristianismo sea integral. Es un «martirio espiritual», como el martirio
cruento, la profesión implicaba, según los antiguos, la experiencia del misterio de muerte y
resurrección en que inmerge al neófito el sacramento de la iniciación cristiana. Esto tiende a
probar que en todos los estados hay almas que agradan al Señor. Lo que pensaban era,
ordinariamente, que, a diferencia de los monjes, el común de los fieles había degenerado de la
santidad del cristianismo apostólico, como veremos en seguida.

Los cristianos deben imitar a los monjes en la asidua meditación de las Escrituras, en la oración
frecuente, en la sobriedad, en el comer y beber. No hay una perfección reservada a los monjes; la
única perfección evangélica es para todos los cristianos, monjes y laicos. Todos los bautizados
están obligados, todo lo contenido en el Evangelio. Y a San Agustín, decía que: todo cristiano sea
monje; en la eficacia de los medios». Los monjes no se distinguen de los otros cristianos más que
en un plano meramente práctico: por una mayor generosidad en el servicio de Dios.
La expresión «vida apostólica» Servía para designar la vida perfectamente cristiana que Jesús
enseñó a sus discípulos más íntimos y compartió con ellos durante unos tres años: Vivir la
perfección del Evangelio. «Vida apostólica» se había convertido en sinónimo de «vida de
perfección. Fueron sobre todo los monjes cenobitas quienes acudieron al ejemplo de la primera
comunidad de Jerusalén con tanta frecuencia e insistencia, que la «vida apostólica» aparece como
el modelo para la fundación del monacato comunitario; vendían sus posesiones y haciendas y las
distribuían entre todos según la necesidad de cada uno»; «la muchedumbre de los que habían
creído tenía un corazón y un alma sola, la santa koinonía. No solo para los monjes, sino también
los seglares estaban llamados a la vida apostólica y su búsqueda de la perfecta comunidad
fraterna.

Cuando las persecuciones cesaron, el nivel religioso y moral bajó automáticamente, y surgió el
problema. Se acabó creando una distinción, la Iglesia de Cristo se compone de dos clases de
miembros: «los justos» y «los perfectos». La justicia de la ley se practica con ayuda de los bienes
de este mundo, sean materiales, o religiosos; la justicia de Cristo, en cambio, se practica con la
propia persona.

Los monasterios mismos se convirtieron en «escuelas de filosofía», en las que se enseñaba la


«filosofía suprema». A la vez ciencia y arte de vivir. Todo lo necesario para servir a Dios como
cristianos perfectos. Imitar a: Jesucristo, los apóstoles, los profetas etc. Cristianos que desean serlo
plenamente, realizar su vocación de bautizados. Vivir su cristianismo con la radical simplicidad de
los primeros seguidores del Evangelio. Fueron los monjes los más eminentes depositarios de la
espiritualidad cristiana, aspiraban a ser cristianos perfectos. En fin de cuentas, el camino espiritual
de los monjes difiere del que debe seguir el común de los cristianos sobre todo por el hecho de
anticipar los primeros, desde el presente y voluntariamente, las grandes renuncias que los
segundos tendrán que hacer forzosamente al término de su vida mortal.

Se conocen dos tipos de monjes los doctos y los monjes del desierto. Los monjes del desierto,
vivieron a fondo una larga y maravillosa experiencia en la difícil frontera que separa este mundo y
el de más allá, observaron y analizaron eficazmente lo que sucedía en su combate espiritual de
todos los días, y no raras veces recibieron carismas e ilustraciones del Espíritu Santo. Su
contribución, de una riqueza realmente incomparable, a la formulación de la espiritualidad
monástica fue de signo práctico, empírico y vital. Formularon la espiritualidad del desierto. Los
monjes doctos conservaron la cultura. Unían la vida monástica con el estudio.

Monjes simples y monjes doctos buscaban a Dios con toda su alma. En el desierto o en el cenobio,
no se proponían otro fin que «la salvación». Todos estaban convencidos por igual de que el
esfuerzo ascético tiene suma importancia, de que sin él les era imposible llegar al fin que se
proponían. Doctos e indoctos saben asimismo que el único santificador es el Espíritu Santo y que
en cierta etapa del progreso espiritual reciben la «energía» divina, la infusión del Espíritu, que los
confirma en el bien y los colma de dones inefables. Todos están persuadidos de que la etapa
predominantemente ascética desemboca en una mística.

También podría gustarte