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De ordinario, muchas vacunas experimentales son objeto de análisis antes de que se determine que alguna de ellas es
segura y eficaz. Por ejemplo, aproximadamente 7 de cada 100 vacunas que se analizan en los laboratorios y se prueban en
animales de experimentación llegan a considerarse lo suficientemente buenas como para pasar a la fase de realización de
ensayos clínicos con humanos. De todas las vacunas que llegan a la fase de ensayos clínicos, tan solo una de cada cinco
demuestra tener utilidad real. Desarrollar un gran número de vacunas distintas aumenta las posibilidades de que haya una
o más vacunas que resulten útiles y demuestren ser seguras y eficaces para los grupos demográficos a los que se pretende
dar prioridad.
3 métodos principales para fabricar una vacuna
Los microbios están en todo nuestro entorno, en el medio ambiente circundante y en nuestros cuerpos. Cuando una
persona es susceptible y los microbios encuentran un organismo nocivo, estos pueden provocar enfermedad y muerte. El
cuerpo tiene muchas maneras de defenderse contra patógenos (organismos causantes de enfermedades). La piel, las
mucosas y los cilios (órganos microscópicos filiformes que expulsan los residuos de los pulmones) actúan como barreras
físicas para impedir que los patógenos entren en el cuerpo. Cuando un patógeno infecta el cuerpo, nuestras defensas, o sea
el sistema inmunitario, se activan, atacan y destruyen el patógeno o lo reducen.
Un patógeno es una bacteria, un virus, un parásito o un hongo que puede causar enfermedad. Cada patógeno consta de
varias partes, por lo general exclusivas de ese patógeno específico y de la enfermedad que causa. La parte de un patógeno
que provoca la formación de anticuerpos se llama antígeno. Los anticuerpos producidos en respuesta al antígeno del
patógeno son una parte importante del sistema inmunitario. Se puede considerar que los anticuerpos son los soldados del
sistema de defensa del cuerpo. Cada anticuerpo del sistema inmunitario está entrenado para reconocer un antígeno
específico. En el cuerpo tenemos miles de anticuerpos diferentes. Cuando el cuerpo humano está expuesto a un antígeno
por primera vez, el sistema inmunitario necesita tiempo para responder y producir anticuerpos específicos para ese
antígeno.
Una vez que se producen los anticuerpos específicos del antígeno, estos actúan con el resto del sistema inmunitario para
destruir el patógeno y frenar la enfermedad. Los anticuerpos que protegen contra un patógeno dado no suelen proteger
contra otro, salvo que dos patógenos sean muy similares
entre sí. Una vez que el cuerpo ha producido anticuerpos
en su respuesta primaria a un antígeno, también crea
células de memoria generadoras de anticuerpos, que se
mantienen vivas aun después de que los anticuerpos hayan
derrotado al patógeno. Si el cuerpo se viera expuesto más
de una vez al mismo patógeno, la respuesta del anticuerpo
sería mucho más rápida y eficaz que la primera vez, dado
que las células de memoria estarían listas para movilizar
anticuerpos contra ese antígeno. Esto significa que si una
persona se ve expuesta al patógeno peligroso en el futuro,
su sistema inmunitario podrá responder inmediatamente y protegerla contra la enfermedad.
Algunas vacunas requieren la administración de múltiples dosis a intervalos de semanas o meses. En ocasiones, esto es
necesario para posibilitar la producción de anticuerpos de larga vida y el desarrollo de células de memoria. De esa forma,
el cuerpo se prepara para combatir el organismo específico causante de la enfermedad y recordar el patógeno para
combatirlo rápidamente si ello fuera preciso en el futuro.
INMUNIDAD COLECTIVA
Cuando una persona está vacunada contra una enfermedad, es muy probable que esté protegida contra esa enfermedad.
Ahora bien, no todas las personas se pueden vacunar. Algunas, con enfermedades preexistentes que debilitan sus sistemas
inmunitarios (por ejemplo, cáncer o VIH) o las que tienen alergias graves a algunos componentes de las vacunas, tal vez
no puedan recibir determinadas vacunas. Esas personas pueden estar protegidas si viven entre otras personas que sí estén
vacunadas. Cuando muchas personas de una comunidad están vacunadas, la circulación del patógeno es difícil porque la
mayoría de las personas están inmunizadas. Por lo tanto, cuanto más personas estén vacunadas, menos probable será que
una persona que no puede protegerse con vacunas corra el riesgo de verse expuesta a patógenos. Esto se denomina
inmunidad colectiva.
Esto es especialmente importante no solo para las personas que no pueden vacunarse, sino también para las que pueden
ser más susceptibles a las enfermedades contra las que vacunamos. Ninguna vacuna proporciona por sí sola una
protección del 100%, y la inmunidad colectiva no ofrece protección total a quienes no pueden vacunarse con seguridad.
No obstante, la inmunidad colectiva ofrece a esas personas un grado sustancial de protección, gracias a que las personas
de su entorno están vacunadas. La vacunación no solo lo protege a usted, sino también a las personas de la comunidad que
no se pueden vacunar. Si usted puede vacunarse, hágalo. A lo largo de la historia, los seres humanos han conseguido
desarrollar vacunas para algunas enfermedades potencialmente mortales, entre ellas la meningitis, el tétanos, el sarampión
y la poliomielitis.
A principios del siglo XX la poliomielitis era una enfermedad prevalente en todo el mundo, que paralizaba a cientos de
miles de personas cada año. Para 1950 se habían desarrollado dos vacunas eficaces contra esa enfermedad. Sin embargo,
en algunas regiones del mundo, en particular en África, la vacunación aún no estaba suficientemente extendida para frenar
la propagación de la poliomielitis. En el decenio de 1980 se puso en marcha un esfuerzo conjunto dirigido a erradicar la
poliomielitis en todo el mundo. Durante muchos años y varias décadas, la vacunación contra la poliomielitis, realizada
mediante visitas de inmunización y campañas de vacunación masiva sistemáticas, se llevó a cabo en todos los continentes.
La vacunación llegó a millones de personas, en su mayoría niños, y en agosto de 2020 se certificó la erradicación de la
poliomielitis en el continente africano, como en todas las demás partes del mundo, excepto el Pakistán y el Afganistán,
países en los que la poliomielitis aún no se ha erradicado.