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¿POR QUÉ SE ESTÁN DESARROLLANDO TANTAS VACUNAS?

De ordinario, muchas vacunas experimentales son objeto de análisis antes de que se determine que alguna de ellas es
segura y eficaz. Por ejemplo, aproximadamente 7 de cada 100 vacunas que se analizan en los laboratorios y se prueban en
animales de experimentación llegan a considerarse lo suficientemente buenas como para pasar a la fase de realización de
ensayos clínicos con humanos. De todas las vacunas que llegan a la fase de ensayos clínicos, tan solo una de cada cinco
demuestra tener utilidad real. Desarrollar un gran número de vacunas distintas aumenta las posibilidades de que haya una
o más vacunas que resulten útiles y demuestren ser seguras y eficaces para los grupos demográficos a los que se pretende
dar prioridad.
3 métodos principales para fabricar una vacuna

LOS DISTINTOS TIPOS DE VACUNAS

Existen tres métodos principales para diseñar una


vacuna. Esos métodos se distinguen en función de si en
ellos se utilizan virus o bacterias íntegros; solo los
fragmentos del agente patógeno que inducen una
respuesta del sistema inmunitario; o solamente el
material genético que contiene las instrucciones para
fabricar proteínas específicas y no todo el virus.

1. EL MÉTODO EN EL QUE SE UTILIZA EL AGENTE PATÓGENO ÍNTEGRO


Vacunas inactivadas
La primera de las estrategias que pueden utilizarse para diseñar una vacuna es aislar el virus o la bacteria patógenos, o uno
muy parecido, e inactivarlos o destruirlos por medio de sustancias químicas, calor o radiación. En esta estrategia se utiliza
tecnología que ya se ha demostrado que funciona para tratar enfermedades que afectan a los seres humanos (por ejemplo,
este método se utiliza para fabricar las vacunas antigripales y anti poliomielíticas); además, la técnica hace posible
fabricar vacunas a una escala aceptable.
Sin embargo, para llevar a cabo este método es necesario contar con laboratorios especiales para cultivar los virus o las
bacterias de forma segura, la técnica suele conllevar tiempos de fabricación relativamente largos, y por lo general las
vacunas resultantes deben aplicarse en pautas de dos o tres dosis.
Vacunas atenuadas
Para diseñar las vacunas atenuadas se utilizan los virus patógenos o alguno que sea muy parecido y se mantienen activos
pero debilitados. La vacuna de tipo SPR (con componente antisarampionoso, antiparotidítico, y antirrubeólico), y las
vacunas contra la varicela y contra el zóster son ejemplos de este tipo de vacuna. En esta estrategia se utiliza tecnología
parecida a la de las vacunas inactivadas; además, es posible fabricar grandes cantidades de vacuna. Sin embargo, en
ocasiones no es conveniente aplicar vacunas de este tipo a las personas inmunodeprimidas.
Vacunas basadas en vectores víricos
Para diseñar este tipo de vacunas se utiliza un virus inocuo para transportar fragmentos específicos (llamados «proteínas»)
del agente patógeno de interés con el fin de que estos induzcan una respuesta inmunitaria sin llegar a causar la
enfermedad. Para conseguirlo, las instrucciones para fabricar fragmentos específicos del agente patógeno de interés se
insertan en un virus inocuo. Una vez hecho esto, el virus inocuo sirve como una plataforma (un «vector») para introducir
la proteína en el organismo. Posteriormente, la proteína induce una respuesta inmunitaria. Por ejemplo, la vacuna contra
el ebola es una vacuna basada en un vector vírico. Este tipo de vacuna puede desarrollarse rápidamente.
2. EL MÉTODO EN EL QUE SE UTILIZA
UNA SUBUNIDAD ANTIGÉNICA
Las vacunas con subunidades antigénicas son aquellas en
las que solamente se utilizan los fragmentos específicos
(llamados «subunidades antigénicas») del virus o la
bacteria que es indispensable que el sistema inmunitario
reconozca. Estas vacunas no contienen el agente
patógeno íntegro ni utilizan un virus inocuo como
vector. Las subunidades antigénicas suelen ser proteínas
o hidratos de carbono. La mayoría de las vacunas que
figuran en los calendarios de vacunación infantil son del
tipo de subunidades antigénicas y protegen a las
personas de enfermedades como la tos ferina, el tétanos,
la difteria y la meningitis meningocócica.

3. EL MÉTODO GENÉTICO (VACUNAS DE


ÁCIDO NUCLEICO)

A diferencia de los métodos para diseñar vacunas en los que


se utilizan agentes patógenos íntegros atenuados o destruidos
o fragmentos de uno, en las vacunas de ácido nucleico
solamente se utiliza una secuencia de material genético que
proporciona las instrucciones para fabricar proteínas
específicas y no todo el agente. Las moléculas de ADN y
ARN son las instrucciones que nuestras células utilizan para
fabricar proteínas. En nuestras células, en primer lugar, el
código de ADN se traduce en ARN mensajero que,
posteriormente, se utiliza como plantilla para fabricar
proteínas específicas.
Por medio de las vacunas de ácido nucleico un conjunto
específico de instrucciones se insertan en nuestras
células, ya sea en forma de ADN o ARNm, con el fin de
que estas fabriquen la proteína específica que deseamos
que el sistema inmunitario reconozca y contra la que
deseamos que se induzca una respuesta.
El método del ácido nucleico es una nueva técnica para
desarrollar vacunas. Antes de que comenzara la
pandemia de COVID-19 ninguna vacuna de este tipo
había superado todo el proceso de autorización para
poder utilizarse en seres humanos, aunque determinadas
vacunas de ADN, incluidas algunas destinadas a
combatir tipos específicos de cáncer, ya se encontraban
en la fase de ensayos con humanos. Debido a la
pandemia, la investigación en este ámbito ha avanzado
muy rápidamente y se ha otorgado autorización de uso
urgente a algunas vacunas de ARNm contra la COVID-
19, lo que significa que ya se pueden administrar a las
personas y no solamente en el marco de la realización de
ensayos clínicos.

 ¿CÓMO ACTÚAN LAS VACUNAS?

Los microbios están en todo nuestro entorno, en el medio ambiente circundante y en nuestros cuerpos. Cuando una
persona es susceptible y los microbios encuentran un organismo nocivo, estos pueden provocar enfermedad y muerte. El
cuerpo tiene muchas maneras de defenderse contra patógenos (organismos causantes de enfermedades). La piel, las
mucosas y los cilios (órganos microscópicos filiformes que expulsan los residuos de los pulmones) actúan como barreras
físicas para impedir que los patógenos entren en el cuerpo. Cuando un patógeno infecta el cuerpo, nuestras defensas, o sea
el sistema inmunitario, se activan, atacan y destruyen el patógeno o lo reducen.

LA RESPUESTA NATURAL DEL CUERPO

Un patógeno es una bacteria, un virus, un parásito o un hongo que puede causar enfermedad. Cada patógeno consta de
varias partes, por lo general exclusivas de ese patógeno específico y de la enfermedad que causa. La parte de un patógeno
que provoca la formación de anticuerpos se llama antígeno. Los anticuerpos producidos en respuesta al antígeno del
patógeno son una parte importante del sistema inmunitario. Se puede considerar que los anticuerpos son los soldados del
sistema de defensa del cuerpo. Cada anticuerpo del sistema inmunitario está entrenado para reconocer un antígeno
específico. En el cuerpo tenemos miles de anticuerpos diferentes. Cuando el cuerpo humano está expuesto a un antígeno
por primera vez, el sistema inmunitario necesita tiempo para responder y producir anticuerpos específicos para ese
antígeno.

Mientras tanto, la persona es vulnerable a la enfermedad.

Una vez que se producen los anticuerpos específicos del antígeno, estos actúan con el resto del sistema inmunitario para
destruir el patógeno y frenar la enfermedad. Los anticuerpos que protegen contra un patógeno dado no suelen proteger
contra otro, salvo que dos patógenos sean muy similares
entre sí. Una vez que el cuerpo ha producido anticuerpos
en su respuesta primaria a un antígeno, también crea
células de memoria generadoras de anticuerpos, que se
mantienen vivas aun después de que los anticuerpos hayan
derrotado al patógeno. Si el cuerpo se viera expuesto más
de una vez al mismo patógeno, la respuesta del anticuerpo
sería mucho más rápida y eficaz que la primera vez, dado
que las células de memoria estarían listas para movilizar
anticuerpos contra ese antígeno. Esto significa que si una
persona se ve expuesta al patógeno peligroso en el futuro,
su sistema inmunitario podrá responder inmediatamente y protegerla contra la enfermedad.

¿CÓMO AYUDAN LAS VACUNAS?

Las vacunas contienen partes atenuadas o inactivadas


de un organismo específico (antígeno) que provoca
una respuesta inmunitaria en el cuerpo. Las vacunas
más recientes contienen las ‘instrucciones’ para
producir antígenos, en lugar del antígeno en sí
mismo. Independientemente de que la vacuna
contenga el antígeno o las instrucciones para que el
cuerpo lo produzca, esa versión atenuada no
provocará la enfermedad en la persona vacunada,
pero inducirá al sistema inmunitario a responder
como lo hubiese hecho en su primera reacción ante el
patógeno real.

Algunas vacunas requieren la administración de múltiples dosis a intervalos de semanas o meses. En ocasiones, esto es
necesario para posibilitar la producción de anticuerpos de larga vida y el desarrollo de células de memoria. De esa forma,
el cuerpo se prepara para combatir el organismo específico causante de la enfermedad y recordar el patógeno para
combatirlo rápidamente si ello fuera preciso en el futuro.

INMUNIDAD COLECTIVA

Cuando una persona está vacunada contra una enfermedad, es muy probable que esté protegida contra esa enfermedad.
Ahora bien, no todas las personas se pueden vacunar. Algunas, con enfermedades preexistentes que debilitan sus sistemas
inmunitarios (por ejemplo, cáncer o VIH) o las que tienen alergias graves a algunos componentes de las vacunas, tal vez
no puedan recibir determinadas vacunas. Esas personas pueden estar protegidas si viven entre otras personas que sí estén
vacunadas. Cuando muchas personas de una comunidad están vacunadas, la circulación del patógeno es difícil porque la
mayoría de las personas están inmunizadas. Por lo tanto, cuanto más personas estén vacunadas, menos probable será que
una persona que no puede protegerse con vacunas corra el riesgo de verse expuesta a patógenos. Esto se denomina
inmunidad colectiva.

Esto es especialmente importante no solo para las personas que no pueden vacunarse, sino también para las que pueden
ser más susceptibles a las enfermedades contra las que vacunamos. Ninguna vacuna proporciona por sí sola una
protección del 100%, y la inmunidad colectiva no ofrece protección total a quienes no pueden vacunarse con seguridad.
No obstante, la inmunidad colectiva ofrece a esas personas un grado sustancial de protección, gracias a que las personas
de su entorno están vacunadas. La vacunación no solo lo protege a usted, sino también a las personas de la comunidad que
no se pueden vacunar. Si usted puede vacunarse, hágalo. A lo largo de la historia, los seres humanos han conseguido
desarrollar vacunas para algunas enfermedades potencialmente mortales, entre ellas la meningitis, el tétanos, el sarampión
y la poliomielitis.

A principios del siglo XX la poliomielitis era una enfermedad prevalente en todo el mundo, que paralizaba a cientos de
miles de personas cada año. Para 1950 se habían desarrollado dos vacunas eficaces contra esa enfermedad. Sin embargo,
en algunas regiones del mundo, en particular en África, la vacunación aún no estaba suficientemente extendida para frenar
la propagación de la poliomielitis. En el decenio de 1980 se puso en marcha un esfuerzo conjunto dirigido a erradicar la
poliomielitis en todo el mundo. Durante muchos años y varias décadas, la vacunación contra la poliomielitis, realizada
mediante visitas de inmunización y campañas de vacunación masiva sistemáticas, se llevó a cabo en todos los continentes.
La vacunación llegó a millones de personas, en su mayoría niños, y en agosto de 2020 se certificó la erradicación de la
poliomielitis en el continente africano, como en todas las demás partes del mundo, excepto el Pakistán y el Afganistán,
países en los que la poliomielitis aún no se ha erradicado.

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