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Las diferentes culturas prehispánicas que se asentaron en el Perú tuvieron al

agua como el principal elemento de la vida del cosmos, los seres humanos y
la naturaleza; y la denominaron en quechua, yaku (y en aymara, uma).
Dada su categoría de divinidad en la cosmovisión inca, se le consideró
yaku mama o madre agua (con vida y espíritu o alma). Y este pequeño
detalle ideológico nunca ha sido comprendido en su real dimensión por el
pensamiento occidental, el mismo que considera al agua como un mero
recurso natural, de allí el fracaso de la gestión del agua y de los recursos
hídricos en gran parte del mundo.
Fue tal la veneración del agua de los antiguos peruanos que la simbolizaron
desde hace más de 2,500 años, desde la cultura Cupisnique, en un artículo
sagrado: el huaco (del quechua waka, objeto o lugar sagrado), que se
diferenció de las vasijas o utensilios de comida (ollas, cántaros y tinajas),
por su uso ceremonial de parte del Sumo Sacerdote (en quechua, Willaq
Umu, el que tiene a palabra) o el Sapa Inka en la adoración de los dioses
andinos.
Los huacos, de forma globular, base aplanada y gollete o sin el,
monócromos o polícromos, con alta calidad artística o estética, fueron
confeccionado por artesanos especialistas que en grandes talleres
utilizaron la cerámica como materia prima, cocida a 800°C. Estos
ceramios eran esculturas sagradas hechas a mano en forma de vasijas o
cántaros utilizados en los templos, adoratorios y huacas o tumbas. Podían
representar apus (espíritus sabios y protectores), escenas cotidianas,
costumbres, tradiciones, escenas de la naturaleza, poses u órganos
sexuales, animales, partes del cuerpo humano, criaturas híbridas o
sobrenaturales, figuras abstractas y geométricas, actividades económicas,
militares, y religiosas, estados de ánimo, etc.
La mayoría de los huacos fueron hechos con motivo religioso, teniendo
como base y principal referencia en su diseño el concepto agua, la
yacumama, la madre de todas las cosas. Otros tuvieron como finalidad el
ornamento y la música, esto último, instrumentos musicales: silbatos,
ocarinas, trompetas y sonajas, utilizados en los rituales religiosos o
fúnebres, la guerra o el entretenimiento.
Algunos investigadores sostienen que los huacos, al ser destinados solo a
una élite social, eran instrumentos que también ayudaban al dominio de
clases, la legitimización social y la consolidación del poder dentro de un
sistema social que ellos mismos dirigían.

Hubieron ceramios de tres tipos: a) con gollete[1] estribo o tubular,


presente en las culturas precolombinas del norte del Perú: Mochica,
Chavín, etc.; b) doble gollete y asa puente, común en el sur del país:
Nazca, Paracas, Huari, Tiahuanaco, etc.)[2], que serían reflejo ―según el
estudioso Lining Anticona (2000)[3]― de distintas maneras de concebir
el tiempo, el espacio y la vida; y, c) huacos ceremoniales sin gollete ni asa
puente.

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