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LA ESTRATEGIA EN
CLAUSEWITZ, MOLTKE
Y LIDDELL HART
JORG BAHNEMANN
EL CONCEPTO DE
LA ESTRATEGIA EN
CLAUSEWITZ, MOLTKE
Y LIDDELL HART
JORG BAHNEMANN
Primera Edición
unoendos@protonmail.com
https://unoendos.wordpress.com/
Ahora que está en tus manos, este libro es
instrumento de trabajo para construir tu educación.
Cuídalo, para que sirva también a quienes te sigan.
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN8
e) La esfera de la Estrategia 12
5
d) La Estrategia indirecta 31
REFLEXIÓN FINAL 40
NOTA DE REDACCIÓN 42
6
INTRODUCCIÓN
Al comienzo del siglo XIX y por tanto al principio de nuestra época, los
hombres se encontraban ante un problema igualmente amplio: debido a los
críticos acontecimientos en Europa —revolución y restauración alternativa
mente— se iniciaron tremendas modificaciones en relación con la Política, la
Guerra, el Estado y el Ejército.
Hace 150 años es Carl von Clausewitz quien con su obra «De la guerra» pe
netra más profundamente en estas cuestiones y se exige así mismo y a sus
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contemporáneos «el abandonar esta pedante y vacía imitación de las mate
máticas y mantenerse dentro de la naturaleza de aquellos objetos, con los que
uno se ha de relacionar».
«Si se evoca el curso seguido por la evolución de aquellas teorías, en las que
empiezan a generalizarse las nuevas ideas, resultara mucho mas fácil reco
nocerlas no como algo radicalmente nuevo, sino como un venerable principio
que simplemente había sido olvidado». Con estas palabras, Basil Henry Lid
dell Hart, el extraordinario teórico de la guerra de nuestro tiempo, tiende un
puente al pasado; un puente que salva con uno de sus arcos el siglo y medio de
guerras de la época moderna, tan llena de conflictos y de diversas concepcio
nes del Arte de la Guerra.
En oposición con los otros dos, la figura de Moltke no se puede situar dentro
de la época de evolución de los conceptos de la Guerra y de la Estrategia sino
mas bien en el umbral de un importante desarrollo de las relaciones entre la
Dirección Política y la Militar. Como Jefe Supremo del Ejercito ejerció el man
do militar en tiempos en que el instrumento militar se va complicando cada
vez más y con ello se va haciendo más independiente y comienza a apartarse
del control de la Dirección Política.
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I. ESTRATEGIA, UN CAMPO DE
RESPONSABILIDADES DIVIDIDAS
a) El político y el Mariscal
Esto indica que entre la dirección política y la militar existe una permanen
te relación de tensión, que puede desencadenar un conflicto abierto.
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Tan solo con el creciente afianzamiento del Estado y la progresiva participa
ción del pueblo en el Poder ha tenido la Política como misión el cuidado por el
bienestar y el aumento y protección de los derechos del ciudadano, junto con
la seguridad de la Paz.
Por lo tanto la Política, como heraldo del Estado, salvaguarda los intereses
de este. Las actividades necesarias para este fin, por lo que a la seguridad se
refieren,pueden orientarse hacia:
▶ llegar a un equilibrio.
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d) Fricciones entre la Dirección política y la
Dirección militar. Sus causas
Mientras que las Fuerzas Armadas necesitan que la Dirección política haga
posible su organización, dentro de unos determinados límites cuantitativos,
el político tiene que poder confiar incondicionalmente en la lealtad del man
do militar, para poder usar el instrumento militar adecuadamente. Como de
muestra la Historia, esta mutua dependencia puede emplearse mal por am
bas partes.
Puesto que la Política tiene una visión mas amplia del problema, el Jefe po
lítico es responsable totalmente y no debe perder de vista su objetivo poste
rior: «Paz». Podrá, por tanto, imponer determinadas exigencias al mando mi
litar, aunque tales exigencias no tengan un sentido y una justeza aparentes
ante el mando militar.
e) La esfera de la Estrategia
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de acepciones y no siempre el que la usa tiene un sentido claro de la misma.
En ello pensaba Ludwig Beck, cuando al comienzo de un estudio definía: «La
Estrategia es el arte y la destreza en la dirección de los ejércitos y de la guerra,
así como la ciencia y la doctrina de este arte y destreza».
EL CONCEPTO DE ESTRATEGIA 13
II. LA ESTRATEGIA EN CARL VON
CLAUSEWITZ
Como fundamento del análisis sirve la clásica, aunque tantas veces mal
entendida y a pesar de todo inevitablemente valida definición del general,
quien define la Guerra «como la continuación de la actividad política por
otros medios».
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de naturaleza política, siéndolo tanto más cuanto mayor sea el grado en que
abarquen el conjunto de la Guerra y del Estado». En el mismo lugar, Clausewitz
va aún más lejos al afirmar que el elemento político influye también en los as
pectos parciales de una campaña, hasta tal punto que no se puede hablar de
una valoración puramente militar, ni de un planteamiento puramente militar
dentro de un todo estratégico, a la hora de adoptar una decisión estratégica
(carta al Mayor von Roeder, 1827, en «De la Guerra», pág. 1119).
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b) El jefe militar en el Consejo Político
Por tanto, es muy importante para el general que la dirección política tenga
tantos conocimientos como sea posible en cuestiones de guerra y de estra
tegia militar. Pues solo cabe esperar influencias perjudiciales en la dirección
militar de una guerra allí donde el político tiene ideas equivocadas sobre el
instrumento militar y las cuestiones estratégicas.
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c) Limitación e interacción de Política,
Estrategia y Táctica
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▶ las normas tácticas para la ejecución de las necesarias medidas,
Las dificultades las proporciona solo la prosecución sin errores del plan
concebido hasta alcanzar con éxito su realización. Para esto se necesita un
hombre especialmente calificado, un estratega de gran genio y carácter. Pues
«el mantenerse en... los fines de algo que ha sido preconcebido a pesar de la
corriente de opiniones y de apariencias que siempre acompañan al presente,
es... la dificultad».
Este hombre esta en el límite entre «concepcio» y «executio»y tiene que ser
capaz de ambas acciones. Debe ser un especialista en materia de guerra, un
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maestro en el cálculo de lo que es mensurable y un genial artista en el manejo
de lo imponderable, que se sustrae a las matemáticas. Y ademas, de manera
continua, ha de saberse librar de lo puramente bélico para dirigir su pensa
miento a la totalidad política.
Una generación mas tarde, por otro gran pensador, cuando ya había creí
do concluir su carrera militar «sin hechos»: el general prusiano Helmuth von
Moltke, quien tuvo la oportunidad de pasar esta prueba de suprema respon
sabilidad, cuando a los 57 años, llegó a ser jefe del Estado Mayor General.
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III. LA ESTRATEGIA EN HELMUTH
VON MOLTKE
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se deje llevar en ningún caso por consideraciones políticas, ya que no ha de
perder de vista, sobre todo, el éxito militar.
Por otra parte, añade que no son asuntos del soldado las implicaciones que
puedan tener para la Política las victorias o las derrotas por él cosechadas.
La explotación de las mismas as, en mucho mayor grado, asunto de la Direc
ción política.
Con estas ideas, Moltke dibuja una clara imagen de la cooperación política y
militar, tal como él la desea: por una parte, el político como responsable gene
ral; por otra, el soldado como único responsable en las situaciones de excep
ción de las actividades militares bélicas. El técnico militar, erigido solamente
sobre su profesión, se hace cargo en un determinado tiempo de los cometi
dos de la Dirección política. Entonces la dirige, con arreglo a su concepción,
lo mejor posible, y después pone a disposición de la Política el resultado de
su actividad: triunfo o derrota. Después la Dirección política toma a su cargo
este resultado y vuelve a la responsabilidad general. Lo que se traduce en una
amplia separación de responsabilidades.
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Ciertamente, Moltke, aunque a disgusto, concede que la dirección políti
ca pueda aumentar o disminuir sus exigencias en el transcurso de la guerra.
¿Pero no se trata, entonces, de la simple aplicación del reconocido derecho de
influir sobre la terminación de la guerra?
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enorme autonomía de la guerra como consecuencia de la creciente compli
cación y especialización no soporta la intervención de quienes están fuera
de ella. Así,el Jefe Supremo militar no solo se afana por conseguir libertad de
acción dentro de su campo técnico de actividades sino que intenta obtener
un campo de acción suplementario mediante la ya citada imprecisión en la
delimitación de responsabilidades.
Por su amplia formación y por su forma lógica de pensar esta siempre bien
claro que aprueba la teoría de Clausewitz sobro la primacía de la Dirección
política. Por otra parte, dado su sentido de la responsabilidad para con el Esta
do y el Ejército, quisiera obtener lo mejor para las posibilidades de la direc
ción militar.
El espíritu crítico se aforra muy bien a las máximas, comprende las altas
exigencias de la razón de estado, pero el hombre Moltke no está solo en su
despacho, y dependiente de su responsabilidad, sino que se encuentra dentro
de su época y de sus contemporáneos. Entre los últimos destacan Bismarck
y Guillermo I, que desempeñaron un importante papel en la vida de Moltke.
Puesto que el canciller sabe convencer al monarca con sus argumentos, la Di
rección militar se ve siempre obligada a presentar sus pretensiones de una
forma especialmente enérgica.
Y la época de Moltke está dentro del signo de una creciente forma realísti
ca de pensar. La definitiva unidad de un Imperio alemán está tangiblemente
próxima y solo un fuerte ejército puede garantizar el logro de este objetivo.
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Solo si se tienen en cuenta todas estas circunstancias e influencias, así
como la apreciación de la formación pragmática de Moltke, se puede llegar a
una justa valoración de su pensamiento y forma de actuar.
En el año 1857, Moltke tomó posesión del cargo de Jefe del Estado Mayor
General. Entonces, siguiendo la tradición de su antecesor Reyhers, su cometi
do era el de consejero militar del Ministro de la Guerra. Debido a sus evidentes
éxitos y a su prestigio exterior aumentó la confianza de Moltke en sí mismo,
siendo además, a partir de 1866, en calidad de asesor militar del Monarca, su
categoría equiparable al Ministro de la Guerra en tiempo de guerra. En sus es
critos justificativos del 26 de enero de 1871, ha renunciado a esta posibilidad.
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Aquí vemos que las advertencias de Clausewitz son olvidadas a la larga, o
por lo menos, de muy difícil aplicación en la practica. Si el estratega Moltke
hubiese sido un mal táctico, no habría valorado claramente las personalida
des del Monarca y del Canciller Bismarck y habría sacado las correspondien
tes consecuencias de ello. Así, nosotros sabemos hoy en día algunas exce
lentes estratagemas con las que cumplió y defendió la libertad de acción del
Jefe militar.
Cuando Moltke justifica su proceder en estas luchas por los resortes del Po
der, con la indicación de que en última instancia no se podía separar el campo
militar del político, suena casi como una ironía y demuestra claramente cuan
lejos estaba en sus consideraciones y en sus medidas practicas de Clausewitz,
si bien aprueba en teoría las ideas de aquel.
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otras circunstancias, se muestra muy decidido. Es el momento en que la Di
rección Militar asume su propia parte alícuota de Política, y la Diplomacia tie
ne que callarse.
Bismarck, según sus propias palabras, fue informado sobre la situación mi
litar, información que necesitaba para valorar la situación política, a través de
fuentes no oficiales que él se procuró mediante «elevados empleos desocupa
dos» de la «segunda sección» del Cuartel General principal.
Sin duda, hay que decir, en descargo de Moltke, que el germen de estos acon
tecimientos estaba ya dentro de los preparativos de la guerra y de los Planes
de Campaña, Por otra parte, las informaciones políticas que el Estado Mayor
General recibía del Ministerio del Estado, eran realmente insuficientes. Esta
circunstancia tuvo que hacer ir aún mas lejos en sus ideas de independencia
a un hombre como Moltke, amante de la responsabilidad, llevándole a realizar
sus propios Planes de Campaña «que comprenden al elemento táctico, al ope
rativo y al estratégico-político en una magnífica simbiosis».
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ne por qué intervenir antes de que el Jefe militar haya comunicado el cumpli
miento de su misión a la máxima autoridad del Estado.
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IV. LA ESTRATEGIA EN BASIL HENRY
LIDDELL HART
a) Determinación de conceptos
Los más extensos estudios hechos hasta ahora sobre Estrategia tenemos
que agradecerlos al capitán inglés B. H. Liddell Hart,quien analiza,desestima
o amplía, en su obra Historia de la Guerra, las teorías y definiciones de Clau
sewitz y Moltke, y desarrolla una doctrina propia de Estrategia, que establece
elementos, principios, objetivos y formas de presentación y aplicación muy
diferenciadas.
Con la división del concepto de Estrategia, Liddell Hart asigna una parte a
la Dirección militar y otra a la política. Mientras la Estrategia pura continúa
siendo cosa del soldado y debe llevar en cualquier caso a la victoria, la gran
Estrategia obedece exclusivamente a la Dirección política y está orientada a
ganar la Paz.
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Con esto se nos presenta a la Dirección militar y a la Dirección política, en
caso de guerra, en cuatro niveles, que están en relación «conceptio-executio»
sucesivamente.
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do «a la negación de toda habilidad al estadista y a la Estrategia, que busquen
servir al objetivo final de la Política». *
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d) La Estrategia indirecta
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e) La participación de la Dirección militar en
la Estrategia
El punto principal de todas las exposiciones de Liddell Hart dice que la Di
rección política, después de varios decenios, empieza a rectificar errores y a
considerar que la Estrategia es también, en gran parte, asunto suyo. Con el
objetivo parcial de alcanzar la victoria, no puede olvidarse el objetivo general
de asegurar la Paz. Las recientes experiencias sangrientas han enseñado que
una futura guerra amenaza con un caos. Esto no significa que la Dirección po
lítica pueda renunciar al mantenimiento de un Poder armado. Tampoco pue
de aceptarse que no se vaya a tener que usar más este Poder armado.
En este marco, queda al Jefe militar el mismo cometido que le señala Clau
sewitz: mantener al corriente a la política de lo que se puede exigir a la parte
militar, para que no le pida demasiado.
32 JORG BAHNEMANN
V. EL DESARROLLO DE LAS
RELACIONES ENTRE LA DIRECCIÓN
MILITAR Y LA POLÍTICA
Solo teorías como las de Liddell Hart superan ampliamente este concepto.
Aun cuando la concepción y forma de proceder de Ludendorff y de Hitler
nos hacen pensar, con mucha base para ello, en un común militarismo; sin
embargo, a escala universal, deben considerarse como casos extremos, que
no han de estudiarse demasiado detenidamente dentro de la línea objeto de
nuestro tema.
Si bien es cierto que cada uno de los tres autores influye en el pensamiento
de sus contemporáneos —y sobre todo en el de las generaciones siguientes—
y por consiguiente han influido en el curso de la Historia; también es cier
to que ellos han sido influenciados por la situación intelectual y política de
sus épocas.
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del Ejército prusiano, la razón de cuyas derrotas frente al ejército de Napo
león, encuentra más bien en los numerosos errores cometidos de índole po
lítica que en los de carácter militar. Cuando más adelante afirma que un gran
Plan estratégico nunca puede proyectarse desde un exclusivo punto de vista
militar, nos encontramos también con un fenómeno de su tiempo: con el em
pleo de los ejércitos navales comienza a aceptarse la Guerra en su forma total.
Por ello, su Dirección ya no puede ser cosa exclusivamente militar, a pesar
de que se intenta conseguir la exclusiva competencia del especialista en esta
complicada esfera.
Refiriéndose a esta paradoja, dice Liddell Hart que «el llegar a ser mal en
tendido es la suerte usual de la mayoría de los profetas, en cualquier terreno».
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Los soldados han representado siempre una mitad de las fuerzas que influ
yeron en la dosificación debida entre la Dirección política y la militar. Y des
de esta época rara vez han intentado, en el Viejo Continente, hacerse con el
Poder. Pero allí donde los componentes militares alcanzaron un predominio,
que no les corresponde, hay que analizar cómo utilizaron la Dirección política
que les fue confiada.
Mientras Moltke sabía que los imponderables y los factores físicos y espi
rituales descritos por Clausewitz juegan un importante papel en la Estrate
gia, sus discípulos renunciaron al conocimiento de estos elementos. En tan
to que Moltke hablaba aún de la Estrategia como de un sistema compuesto
por elementos auxiliares y por ello enseñaba un flexible empleo de muchos
y diversos métodos aplicables, con sano sentido común, sus sucesores acep
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taron solo los métodos prácticos de su maestro y se encerraron en un rígi
do esquema.
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La Estrategia actual comprende tanto la actividad política como la militar,
tan íntimamente ligadas, que no es posible pensar en una Dirección militar
sin tener en cuenta las exigencias políticas, ni en ninguna Política sin conoci
miento del instrumento militar. Los factores económicos, tecnológicos y psi
cológicos influyen en todos los conceptos estratégicos; cuando uno de ellos
experimenta modificaciones, con frecuencia se modifican también todos los
demás. Ademas esta interdependencia ha ido creciendo paulatinamente y es
probable que en el futuro aparezca aún más fuerte.
La Historia más reciente muestra, que los conflictos armados toman fácil
mente su propia autonomía, cuando el control de la Dirección Suprema no
esta asegurado. La Humanidad tiene ante sus ojos las posibles consecuencias;
el concepto de «escalada» no está por casualidad en el centro de las reflexio
nes estratégicas de nuestra época.
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medios disponibles para conseguir su limitación y su rápida terminación. Es
tos medios pueden y deben ser no solo de naturaleza militar. La Estrategia, por
tanto, tiene que abarcar el planeamiento y la actividad a nivel de la Dirección,
a cuya disposición estén todos los medios imaginables, incluso los políticos.
Esto quiere decir que el campo de la Estrategia ha pasado a estar cada vez
más bajo la responsabilidad de la Dirección política. El empleo combinado de
Fuerzas Militares cada vez menores y de mayor número de otros medios, ha
llevado incluso a que la Dirección política tenga que intervenir en cuestiones
militares de detalle. Esto solo puede lograrse, cuando su conocimiento del
instrumento militar y de su forma de acción es suficiente. En consecuencia, el
soldado no ha sido desplazado en ningún caso de la Estrategia, sino que, por el
contrario, el moderno Mariscal —a quien ya no se puede comparar con aque
llos del siglo pasado— tiene que pensar en factores que rebasan ampliamente
el campo de lo puramente militar.
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ción de pueblos libres, máxime cuando los intereses políticos de sus compo
nentes sean abiertamente distintos.
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REFLEXIÓN FINAL
Puesto que ya la clave del triunfo puede estar en el avance, y puesto que el
triunfo de las Armas, así como la destrucción de las Fuerzas Armadas enemi
gas son los objetivos de todas las guerras, al político ya no le queda por hacer
otra cosa que tomar la decisión del comienzo de la guerra. Para sustraerse a
toda intervención política, se le llama operativo al nivel más elevado de la Di
rección militar. Incluso el máximo nivel decisivo es reservado para el soldado,
para el General en Jefe, quien en la guerra adquiere funciones de estadista.
La Estrategia, por tanto, queda completamente en manos militares: cuando lo
exige la Dirección de la Guerra, la Política ha de subordinársele incluso. En el
caso de una situación de excepción la teoría de Moltke puede ser beneficiosa,
casi ideal.
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Hoy estamos completamente de acuerdo con Clausewitz, si bien la palabra
Estrategia tiene un sentido más amplio.
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NOTA DE REDACCIÓN
*Se trata de una libre interpretación del autor de este artículo, quizás discu
tible, acerca de lo que opinan los autores clásicos que cita. [Nota de redacción]
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AL LECTOR