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Chichimilcos
Esta danza representa de una forma muy peculiar la manera como se realizó el sacrificio del último
emperador azteca, Cuauhtémoc. Se le conoce también con el nombre de Ahuiles, Ahuileros o Danza
del Ahorcado. Se escenifica el Martes de Carnaval.
Los indígenas utilizan un taparrabo, huaraches, penachos, un átlatl o macana y escudo. Los
españoles llevan pantaloncillo corto con jareta en la rodilla; camisa con olanes en la cintura, en las
mangas largas y en el cuello. Medias y botines, espada, barba y bigote. Llevan los teponaxtles y las
chirimías, que suenan detonando un profundo dolor, una paloma viva y papel en forma de granada
para depositar el ave.
La danza se halla integrada por 24 participantes, que se disponen en dos filas de 12; encabeza una
de las filas el Diablo Mayor, quien porta una quijada de burro, la que golpea de manera rítmica y
representa el castigo a la gula y al hurto. La otra fila la encabeza la Diabla, quien con una guitarra
lleva una tonadilla musical que es la que sirve de acompañamiento a la danza y representa el castigo
al vicio y a la lujuria. Y otro de los diablos lleva una cajita de madera que hace sonar también
rítmicamente y que significa el castigo de la avaricia, el orgullo y el dinero mal habido.
Gachupines.
Los gachupines son adoptados por nuestra gente mestiza que desea ridiculizar a aquellos que se
han introducido en todos los cambios de su vida cotidiana. Los representan vistiendo saco y pantalón
de casimir negro, gorra o cachucha a la usanza española; se colocan una máscara con los rasgos
de la raza blanca; la mayoría lleva un cigarro prendido en la boca y en la mano un paliacate para
poder espantar los mosquitos existentes en estas tierras cálidas del sur (actualmente ya se ha
establecido como un adorno especial de la danza, que además les sirve para dar giros con sus
manos, cambiando el pañuelo de gran colorido al ritmo del suave violín que los acompaña durante
el desarrollo de evoluciones contrastadas). Junto a ellos, el huesquixtle (el chistoso), que juega con
la multitud observadora y distrae a los chiquillos que boquiabiertos gozan de las danzas de su pueblo
que se representan de tiempo en tiempo.
Maizos.
Se identifican por la forma de vestir de dos de los personajes centrales del conjunto de danzantes;
reciben el nombre de Maizo, uno, y de Salvador, el otro. Las señas inconfundibles de estos
personajes hacen que se les considere como los representantes innatos de los grandes señores
hacendados, poderosos económicamente hablando, dominadores de latifundios y rancherías, pero
amantes de la cacería, la cual realizan en sus ratos de placer y de ocio para dar muerte a los tigrillos
o a cualquier otro animal de estos montes.
Los Manueles.
Pescados.
El número de componentes de esta danza es de 12 a 16, donde sobresale una mujer alta y gallarda
de raza negra, “la Pescada” y “el Lagarto”.
La indumentaria de esta danza es de lo más sencilla: un calzón corto de tela gruesa, rasgado y sucio;
camisa o playera de un solo color y desgastada por las aguas marinas. La mayoría danza descalza,
manifiestan así la humildad de los personajes en la vida real.
Tecuanes.
Zopilotes.
Tlacololeros.
Toro de petate.
Moritas.
Las pequeñas danzantes se ven orgullosas con su atavío reluciente, con el satín brillante y los
chillantes colores que contrastan con las rosadas caritas de aquellas diminutas figuras que desean
ser los moros soñados.
Sus coronas son de latón amarillento, mostrando los símbolos de los astros, así como de la luna en
cuarto creciente. Mahoma, el gran profeta, es atacado y representado con una máscara grotesca y
un traje hecho de pedazos de tela; su arma solamente llega a ser un palo tosco y feo con el que
castiga a aquel que no cree en él, realiza evoluciones picarescas y chuscas, volviéndose el
hazmerreír de la gente.