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El documento describe el cuarto paso de Alcohólicos Anónimos, que implica hacer un inventario moral minucioso de uno mismo. Dar este paso no es fácil debido al miedo a descubrir defectos, pero es fundamental para el autoconocimiento y la sanación. El cuarto paso requiere escribir para analizar a profundidad los patrones inconscientes y liberarse de su poder.
El documento describe el cuarto paso de Alcohólicos Anónimos, que implica hacer un inventario moral minucioso de uno mismo. Dar este paso no es fácil debido al miedo a descubrir defectos, pero es fundamental para el autoconocimiento y la sanación. El cuarto paso requiere escribir para analizar a profundidad los patrones inconscientes y liberarse de su poder.
El documento describe el cuarto paso de Alcohólicos Anónimos, que implica hacer un inventario moral minucioso de uno mismo. Dar este paso no es fácil debido al miedo a descubrir defectos, pero es fundamental para el autoconocimiento y la sanación. El cuarto paso requiere escribir para analizar a profundidad los patrones inconscientes y liberarse de su poder.
El cuarto paso de Alcohólicos Anónimos nos dice: “Sin
miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos“.
Llegar a dar este paso no es fácil. He conocido personas a quienes les ha tomado tres, cinco o siete años, llegar a reunir el valor necesario para darlo. También he conocido a quienes lo han comenzado a dar a los tres o cuatro meses de haber comenzado su proceso de recuperación. Si bien es cierto que es uno de los cuellos de botella en este camino, también lo es que es uno de los pasos que más reconfortan el alma. Una vez una persona lo da, se nota que lo ha dado. Este es el paso que nos lleva al autoconocimiento, pero para darlo hay que estar listo. En primer lugar, y no por azar ni por coincidencia, el programa nos dice “Sin miedo“. Uno de los principales obstáculos para dar este paso es el miedo. La mayoría de personas piensan: “¡Qué encontraré?”, “¿Qué pasa si no me gusta lo que encuentro?”, “¿Y si me doy cuenta de que soy un costal lleno de defectos?”, “Y si mi madre… ex marido… ex novia… tenían razón?”… todos esos pensamientos producen miedo. Pero no hay nada que temer. En primer lugar, no daremos este paso solos, como para que quedemos atrapados en un problema sin solución. Seremos guiados por alguien que ya lo ha dado, sea este nuestro padrino en el programa, terapeuta o coach. Veamos el testimonio de Sandra: Cuando proponían el tema del cuarto paso en las reuniones, yo miraba para el techo y pensaba “¿Por qué no me quedé en casa viendo la telenovela?” La mayoría nos quedábamos callados. Yo pasaba al frente y decía dos o tres babosadas como: “Ya va siendo hora de que dé mi cuarto paso”, o “Hago todos los pasos (incluyendo el cuarto), mentalmente todos los días” o “Uno de los propósitos que tengo para el año que viene, es hacer mi cuarto paso”. Pero en esas reuniones de pronto aparecía alguien que se veía muy seguro, alguien que por el brillo de su mirada mostraba que había tocado algo sustancial en el programa, hablaba con soltura y sin vergüenza de sí mismo, y del cuarto paso, y nos invitaba a todos a darlo sin dudar un instante más. Gracias a esos empujones fui perdiendo el miedo. Me dije a mí misma: “Si a quienes lo han dado les ha funcionado, ¿Por qué no me va a funcionar a mí?”. Finalmente lo di y hoy estoy agradecida de haberlo hecho, pues con él sentí que entré en la verdadera recuperación. El cuarto paso no es un inventario de defectos o faltas. Tampoco es un inventario de virtudes. Es simplemente un instrumento que nos llevará a conocernos a nosotros mismos, a sacar a la conciencia, de una manera ordenada y estructurada, muchas de las heridas que nos han gobernado durante toda la vida desde el inconsciente. Hasta cuando hacemos el cuarto paso, las circunstancias han activado nuestros botones automáticos de acción. No sabíamos por qué comíamos, bebíamos o postergábamos; y lo peor, no sabíamos por qué reaccionábamos siempre igual ante determinados estímulos; por ejemplo, no sabíamos por qué nos sentíamos como unos microbios miserables ante cualquier crítica, por sutil que esta fuera. Tampoco sabíamos por qué sentíamos un miedo irracional que nos llevaba a hacer lo que no queríamos, ante determinadas figuras de autoridad, o personas enfadadas. Tampoco entendíamos que nuestra búsqueda desesperada de aceptación, suscitaba rechazo… y éste a su vez, retroalimentaba nuestra desesperación por conseguir algo de aceptación. El cuarto paso es el paso en el que sacamos todos esos mecanismos inconscientes a la luz. Muchos de estos mecanismos inconscientes necesitan la oscuridad y la inconsciencia para gobernarnos. Con el solo hecho de sacarlos a la luz, perderán poder sobre nosotros. Así como Drácula se debilita y muere con la luz del día, muchos de los mecanismos inconscientes que nos han gobernado toda la vida, morirán por el simple hecho de haber salido a la luz. Otros no. Sobre esos habrá que trabajar un poco más profundamente. Pero nos daremos cuenta de que el 90% de la carga que hemos llevado toda la vida, simplemente se podía evaporar con la luz. Veamos el testimonio de Javier: Después de haber comenzado mi recuperación de la codependencia, me demoré siete años para comenzar el cuarto paso. Mi baja autoestima no me permitía darlo. Tenía mucho miedo de lo que podría encontrar. Pensaba que si lo daba, iba a tener la certeza de lo que había sospechado toda la vida: “Que no valía nada”. Un día, el dolor que me producían mis relaciones que siempre terminaban igual, me obligó a hacerlo. Sentí que Dios me hablaba. Era como si me estuviera agarrando de las p… y me dijera “¡Haga un minucioso inventario moral de usted mismo! ¡YA!”. El miedo se acabó. El dolor era tan sobrecogedor, que no sentí más miedo. Nada de lo que descubriera en mí, por más oscuro y putrefacto que fuera, podía doler más que lo que estaba sintiendo en ese momento. No tenía más remedio. Ese día comencé a hacerlo esperando que ese trabajo me quitara el dolor infinito que tenía en el alma… y para mi sorpresa no encontré al hombre indigno e indeseable que esperaba encontrar, sino a un tierno niño abandonado, herido y necesitado. Ese niño seguía dentro de mí clamando por atención, pero al mismo tiempo había otra parte de mí, adulta, que podía acoger a ese niño, abrazarlo, mimarlo, y darle la seguridad que nunca le dieron los adultos de quienes dependió. Poco a poco el proceso comenzó a retroalimentarse. Sentí que mi dolor disminuía y eso me motivaba a continuar con mi inventario. Duré más de seis meses haciéndolo y después de hacerlo sentí que era otro hombre. Un hombre que se conocía y aceptaba por primera vez en la vida. En este paso descubrimos que no somos malos. Descubrimos que somos seres gobernados por los resentimientos, miedos y heridas de nuestro pasado. Este es el paso en el que comenzamos a sanar. Después de aclarar por qué el programa nos sugiere que demos este paso “sin miedo”, pasamos a la siguiente parte: El programa nos invita a hacer un “minucioso inventario moral“. Una de las palabras claves es “minucioso“. El cuarto paso no es un ejercicio que se haga en una tarde. Tampoco se hace en un fin de semana. Hay algunos formatos o cuestionarios que nos pueden servir de punto de partida. Pero el inventario minucioso requiere parar de hacer el inventario, tomar distancia, leer lo que hemos escrito y volver a escribir digiriendo por segunda y tercera vez algún segmento problemático de nuestra psiqué. Algo importante que vale la pena resaltar es que este es el primer paso en el que se hace absolutamente indispensable escribir. Así como no podemos llevar el inventario de una tienda en la mente, no podemos hacer el inventario de nuestra existencia mentalmente. Un tendero que llevara sus cuentas en la mente, si tuviera una gran capacidad de concentración, podría decirnos cuánto vale cada uno de sus productos, cuánto dinero le entró hoy o ayer y a cuánto ascienden sus costos fijos mensuales. También podría decirnos cuál es el producto de mayor rotación. Sin embargo, si le preguntamos por los veinte productos de mayor rotación en su tienda, los veinte de menor rotación, los veinte que dejan una mayor rentabilidad, y los veinte productos que dejan una menor rentabilidad… y de pronto cuantificar esa rentabilidad para cada producto, lo veríamos echar humo por las orejas y después sentarse a llorar. Lo mismo sucede cuando cualquier adicto trata de hacer su “minucioso inventario moral” mentalmente. La mayoría de las veces se quedan en dos o tres traumas bastante significativos de sus vidas y no pueden avanzar de ahí. Por eso el programa sugiere que el inventario sea “minucioso”. Finalmente hay otras palabras guía que nos muestran una forma sanadora de hacer este inventario: Concentrarnos en “nosotros mismos“. No se nos invita a hacer un inventario de los defectos de nuestra pareja, ni de las conductas de nuestros padres, ni de cómo los otros son malos, locos o indignos o nos “obligan” a tener determinadas reacciones. Eso es lo que siempre hemos hecho y nunca ha funcionado. La adicción sin importar si es a la pareja, la comida, la masturbación, el orden o la heroína, es también llamada la enfermedad de la negación porque la mayoría de adictos viven justificando su propia autodestrucción diciendo que si determinada persona cambiara, ellos serían felices y se podrían alejar de su conducta compulsiva, cualquiera que esta sea. No hay nada más alejado de la realidad. El mundo siempre será así, y si una determinada fuente de estrés muere o se aleja, aparecerá otra y otra más… y siempre habrá una justificación para la infelicidad y la muerte lenta que produce la adicción. Veamos el testimonio de Roberto: Yo pensaba que el cuarto paso era un memorial de agravios. Toda la vida llevaba en la mente lo que los demás me habían hecho, y cuando comencé el cuarto paso sin ayuda, escribí muchas cosas en un cuaderno. Me sentí una víctima. Nada era mi culpa. Toda mi vida y mi dolor eran culpa de las personas que me habían rodeado. Si tan solo me hubieran dado un poco más de afecto… Si me hubieran enseñado a amarme en vez de a odiarme y castigarme… Si hubieran reforzado mis aciertos y virtudes en vez de recalcar tanto mis errores y defectos… Si tan solo me hubieran estimulado en vez de estar invalidándome todo el tiempo… Si me hubieran aceptado como el niño curioso y en desarrollo que era, en vez de hacerme sentir como un adulto incompleto y defectuoso… En fin, la lista podría extenderse indefinidamente, pero no me ayudaba en nada. Me hacía sentir una víctima; me hacía sentir impotente; me hacía sentir que el problema estaba en mi pasado, pero no podía devolverme al pasado para cambiarlo. Fue entonces, cuando al borde del suicidio, pedí ayuda profesional. Lo primero que hizo mi coach, fue hacerme centrar la atención en mí mismo. Me dijo que estaba muy bien descubrir que yo no era culpable de lo que me había sucedido… pero también me llevó a darme cuenta de que con la ayuda del programa, yo tenía el poder de sanar esas heridas y aunque no podía cambiar mi pasado, sí podía cambiar la forma como lo veía y por consiguiente, mi presente y mi futuro. Me reconcilié con muchos eventos traumáticos de mi pasado. Por ejemplo el rechazo que me llevó a ser un niño solitario y retraído, creó esos rasgos de personalidad que me han llevado por la línea de la investigación académica, que es algo que disfruto mucho y me ha traído grandes éxitos y reconocimientos en la vida. El perfeccionismo, que era la raíz de la invalidación constante de lo que yo hacía, me ha llevado a ser meticuloso con mi trabajo, permitiéndome prever todos los posibles cuestionamientos que podrían hacer a mis investigaciones y estar preparado para ellos. Después de haber dado el cuarto paso, he podido dar gracias a la vida por lo que soy, por lo que tengo y por mi origen, pues además de todas las experiencias dolorosas y traumáticas de mi niñez, he descubierto que hay muchas otras que me permitieron construirme y son parte de lo que hoy disfruto y me hace feliz. La única forma de salir adelante es cambiando la percepción que tenemos de ese mundo que nos parece hostil; cambiando también la forma como reaccionamos ante los estímulos externos… y eso se logra, no cambiando al mundo, sino cambiando nosotros mismos. El cuarto paso es la puerta de entrada a ese cambio. ¡Te invito a vencer el miedo que te paraliza y te impide hacerlo! Te invito a que interpretes ese dolor o esa ansiedad que estás sintiendo, como el motor que te puede impulsar a dar este paso. Te invito a que cambies ese sentimiento de miedo, por el de esperanza. Con este paso comenzarán a disminuir el dolor y la ansiedad que te han agobiado hasta este momento.