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Introducción

La deuda externa, que no es sino la otra cara de la financiación, es el tema


principal del presente documento de trabajo. Es bien sabido que tener acceso a
financiación internacional es una ventaja indudable, pero igualmente conocido es
que la historia reciente de la economía mundial tiene demasiados ejemplos que
expresan a las claras las dificultades que el sobreendeudamiento o que un
endeudamiento inadecuado puede producir sobre las economías de los países en
desarrollo. Del mismo modo, si bien los problemas con la deuda externa han sido
en la historia reciente patrimonio de los países en desarrollo como lo fue, por
cierto, de los países industrializados en el período de entreguerras su origen y la
responsabilidad sobre ella no corresponde tan solo a esos países.

El proceso de endeudamiento externo de los países en desarrollo tiene lugar en


un determinado contexto económico y su evolución viene en gran parte explicada
por el comportamiento general de la economía mundial en el periodo que
analizamos, 1965-1983. No podemos en absoluto condicionar el creciente uso de
los capitales externos por parte de estos países únicamente a las necesidades de
ahorro externo para el logro de una determinada tasa de crecimiento,
planteamiento tradicional del esquema de endeudamiento, sino que debemos
considerar también la incidencia en la captación de recursos externos de la
evolución del entorno económico donde se desarrolla la actividad económica de
estos países.

La gravedad de dicha crisis en el momento de su aparición, 1982, estaba motivada


principalmente por la amenaza que ésta significaba a la solvencia del sistema
financiero internacional, involucrado profundamente en el circuito de créditos a los
países en desarrollo.

El peligro en aquellos momentos se centraba en el temor al inicio de una serie de


crisis en cadena de las entidades financieras prestamistas, cuyas consecuencias
hubieran podido ser fatales al destruirse uno de los pilares básicos del
funcionamiento de la economía, esto es la confianza y la solvencia del sistema
financiero.

Pues bien, los problemas comienzan cuando el modelo de crecimiento de


posguerra da síntomas de agotamiento a mediados de los años 60, y por otro lado
se hacen evidentes los déficits de la economía estadounidense tanto en la cuenta
de capitales como por cuenta corriente y sin olvidar el déficit presupuestario por
los elevados gastos militares a causa de la guerra de Vietnam. Esto lleva a la
devaluación del dólar en 1971, lo que significa la quiebra del sistema de tipos fijos
y de la paridad del dólar con el oro. Bajo este panorama los países en desarrollo
siguen obteniendo créditos para asegurar la continuación de su proceso de
crecimiento.

Ya en los 70 con las crisis del petróleo de 1973 y 1979 el modelo de posguerra
toca a su fin con la imposición por parte de los países del Norte de políticas de
ajuste y profundas reconversiones. Además, se incrementan los excedentes de
capital procedentes de los petrodólares, que en su mayoría son invertidos en los
países en desarrollo, los cuales como consecuencia de la crisis aumentan sus
peticiones de crédito ante la necesidad de importar petróleo.
Objetivos

Generales

Intentaremos valorar la influencia de las condiciones económicas generales en


dicho proceso de endeudamiento mediante su estudio de la evolución económica
mundial con especial referencia a crisis económica internacional que se produce
como consecuencia del incremento del precio del petróleo.

Específicos

 Analizar los procesos de endeudamiento externo de los países en


desarrolla dentro de este contexto económico.
 Análisis concreto de la crisis de la deuda externa.
Desarrollo

El proceso de endeudamiento externo


de los países en desarrollo tiene lugar
en un determinado contexto económico
y su evolución viene en gran parte
explicada por el comportamiento general
de la economía mundial en el periodo
que analizamos, 1965-1983.

No podemos en absoluto condicionar el


creciente uso de los capitales externos
por parte de estos países únicamente a
las necesidades de ahorro externo para el logro de una determinada tasa de
crecimiento, planteamiento tradicional del esquema de endeudamiento, sino que
debemos considerar también la incidencia en la captación de recursos externos de
la evolución del entorno económico donde se desarrolla la actividad económica de
estos países.

La economía mundial venía registrando un crecimiento sostenido desde finales de


la década de los años 50, una vez solucionados los graves problemas económicos
de la postguerra centrados en la reconstrucción y en el ordenamiento de los
intercambios comerciales y monetarios. Este crecimiento económico tenía carácter
generalizado en el sentido de que se producía en todos los países tanto
industriales como en desarrollo, destacando este último grupo por su mayor tasa
media anual de crecimiento comparativo (aproximadamente en 2 puntos
porcentuales).

Esta tendencia se interrumpió como consecuencia del impacto en la evolución


económica internacional del incremento en los precios del petróleo por parte de los
países productores que tuvo lugar primero en 1973 y posteriormente en 1979. En
términos porcentuales el precio del barril del petróleo se incrementó en casi un
400% desde finales de 1972 a principios de 1974 y en un 73% en el año 1979.
Estos incrementos del coste de una de las materias primas fundamentales en los
procesos productivos tuvieron dos efectos inmediatos:

- Elevación del coste de producción y por tanto de los precios de los productos
finales, generando un proceso de aumento de los índices generales de precios.

- Dado que la producción mayoritaria de petróleo está concentrada en un número


pequeño de países y por tanto la mayoría de países son importadores de este
producto, el incremento en el valor de las importaciones afectó automáticamente al
equilibrio de los pagos externos, esto es de la Balanza de Pagos, generando en la
mayoría de los países fuertes déficits en la Balanza por Cuenta Corriente.

Hacemos referencia conjunta a los dos fuertes y súbitos incrementos del petróleo
por considerarlos los elementos detonadores, pero, al haberse producido con un
intervalo temporal de 5 años, su impacto ha sido distinto en cada momento y
además de su carácter acumulativo en los efectos que han producido en la
evolución de la economía mundial.

El endeudamiento insostenible que sufren la mayoría de los países en vías de


desarrollo refleja toda una serie de desequilibrios e insuficiencias estructurales.
Por tanto, es preciso determinar las causas que explican cómo y por qué los
países llegan a alcanzar niveles de endeudamiento tan desmesurados que pasan
a ser insostenibles, así como dicho endeudamiento se perpetúa al no abordarse
las condiciones y causas que condujeron a éste.
Las causas de un proceso de sobreendeudamiento conforman un abanico muy
amplio, que va desde la estructura interna de la economía, la inserción externa, la
especialización productiva, la relación entre los diferentes sectores económicos,
las ventajas relativas y absolutas en el comercio, todo lo cual puede resumirse
bajo los supuestos del modelo centro-periferia; además de las decisiones de
política económica adoptadas y la forma en que se llevan a cabo los procesos de
renegociación. En definitiva, el estudio de las causas por las que un proceso de
endeudamiento se convierte en insostenible adquiere una especial relevancia a la
hora de aplicar cualquier medida encaminada a eliminar dicho proceso de
sobreendeudamiento.

En el análisis de las causas, por las que un país cae en las denominadas trampas
de sobreendeudamiento, se pueden distinguir una serie de causas estructurales y
un conjunto de causas coyunturales. Las causas estructurales hacen referencia al
sistema productivo y comercial, así como a la situación política y social de los
países en vías de desarrollo. Por lo que respecta a las causas coyunturales, éstas
derivan del comportamiento de los actores en el proceso de endeudamiento, de la
dinámica de los créditos concedidos a los países en vías de desarrollo.

Con respecto a los efectos económicos de la deuda externa en los países en


desarrollo. Se trata de una serie de alteraciones en las principales variables
económicas como consecuencia de un proceso de sobreendeudamiento, pero que
a su vez actúan como causas del agravamiento de la situación del país, es decir,
se convierten en causas que retroalimentan el proceso de endeudamiento
insostenible. Algunas de las consecuencias económicas de los procesos de
sobreendeudamiento según son:

La falta de acceso a los mercados de crédito, lo cual supone una limitación a las
posibilidades de desarrollo económico. Puesto que, la mayoría de los países en
desarrollo no pueden llevar a cabo por sí mismos proyectos de gran envergadura
debido a su reducido presupuesto, bien por su escasa capacidad recaudatoria,
bien porque destinan una proporción elevada del mismo al pago de la deuda. Así
mientras continúe la restricción al crédito, que afecta de forma más acuciante a los
países más pobres y endeudados, además de la reducción en las inversiones y
una menor ayuda oficial al desarrollo, estos países mantendrán sus procesos de
desarrollo estancados sin ninguna perspectiva de avance.

La inestabilidad económica y financiera, relativa a variables macroeconómicas


como la tasa de inflación y el déficit en la balanza por cuenta corriente, que
también se conoce como brecha financiera. Pues bien, esta brecha financiera, la
diferencia entre importaciones y exportaciones, se cubre con financiación
internacional en la mayor parte de los países en desarrollo. Y será del todo
imposible que se consigan los rendimientos necesarios a través del comercio
internacional, dada la tendencia a la baja de los precios de las materias primas,
para la devolución de los capitales empleados en cubrir la brecha financiera.

Por tanto, esto supone, una agudización del proceso de endeudamiento, poniendo
en peligro la estabilidad futura. Las bajas tasas de inversión privada, cuyo origen
radica en la escasez de ahorro interno ya que mientras las clases más pobres
dedican toda su renta al consumo de bienes básicos, las élites llevan a cabo el
consumo de bienes de lujo y protagonizan la fuga de capitales, es decir, en los
países en desarrollo es imprescindible la consolidación de una clase media que
potencie el ahorro interno.

Además, hay que hablar del desincentivo que supone la inestabilidad económica y
social para la inversión privada, ya que, si hay algo importante a la hora de tomar
una decisión sobre dónde invertir, eso es el nivel de incertidumbre.

Otra cuestión es la escasa capacidad de absorción del mercado interno, dados los
reducidos salarios, por lo que las inversiones no gozan de un mercado interno que
satisfacer. Por todas estas razones los inversores extranjeros, sobre todo
compañías transnacionales, sólo invertirán en estos países si se les aplican
condiciones ventajosas como exenciones fiscales, normas laborales flexibles y
facilidades en la repatriación de beneficios.

En resumen, los países en desarrollo como consecuencia del endeudamiento


externo tienen tasas de inversión privada muy bajas, siendo éste un componente
muy importante en el crecimiento, por lo que a su vez se convierte en un factor
que dificulta el desarrollo de estas economías.

Antecedentes

El primer efecto del incremento del


petróleo fue un incremento en el nivel
general de precios a escala mundial,
doblándose en 1973-76 la tasa media
anual de inflación del periodo 1965-
1972 (del 5,1% al 19,6%). Este
crecimiento en el nivel general de
precios se produjo en todos los grupos
de países y áreas geográficas, con
mayor incidencia en los países en
desarrollo exportadores de petróleo que tuvieron que asimilar un fuerte incremento
en la oferta monetaria y en la demanda interna como consecuencia del excedente
generado en la Balanza de Pagos.

También hemos señalado que el otro efecto inmediato que se produjo al


incrementarse el precio del petróleo fue un desequilibrio de los pagos externos
para los países importadores de esta materia prima. Así, en 1974, los países
industriales tradicionalmente con excedente en su Balanza por Cuenta Corriente
experimentaron un déficit de 15,6 mil millones de dólares. Salvo en 1975, el déficit
persistió para 1976 y 1977, recuperándose con posterioridad.
Los países en desarrollo importadores de petróleo que, al contrario de los países
desarrollados tenían un déficit crónico en su Balanza por Cuenta Corriente por su
escasez tradicional de recursos internos, aumentaron considerablemente el
importe de estos déficits más que triplicándose el saldo negativo de esta partida y,
además, el déficit generado persistió en todo este periodo.

Por el contrario, los excedentes creados por el sobreprecio del petróleo fueron
acumulados por los países productores y exportadores de este producto. Los
efectos que estos dos hechos tuvieron en la economía de los distintos grupos de
países se reflejan, en primer lugar, en una caída del PIB que afectó principalmente
a los países industriales que vieron reducida su tasa de crecimiento de una media
anual del 4,7% en el periodo 1965-7.3 a un 0,2% en 1974 y un -0,3% en 1975.

Los países en desarrollo importadores de petróleo redujeron ligeramente su tasa


de crecimiento interno pasando de una tasa media anual del 5,6% en el periodo
hasta 1973, a un 4,9% en 1974 y un 5,4% en 1975.

Lógicamente los países en desarrollo productores de petróleo incrementaron


fuertemente su PIB la mayoría de los años. Este distinto comportamiento del PIB
en los países afectados, refleja la diferente actitud ante el hecho acontecido, pues
los países industriales, ante el desequilibrio que se generó en sus cuentas
externas, procedieron a una reducción de los niveles de absorción disminuyendo
el volumen de importaciones en 1974 y 1975 (en este año decrecen un 8,1%),
reduciéndose la tasa de crecimiento del PIE.

Por el contrario, los países importadores de petróleo mantuvieron un crecimiento


de la demanda externa en 1974 (7,5% anual) para reducirla en un 4,5% en el año
1975. Esta mayor demanda de bienes importados persistió debido a que el
comercio, en términos de valores unitarios de exportación', creció para este grupo
de países un 37% en 1974 como consecuencia del alza en los precios de los
productos básicos en los años 1973 y 1974, animando la demanda interna. En
1975 esta situación cambia de signo afectando también al volumen de
importaciones, que disminuye.
Este cambio de tendencia se refleja en la menar tasa de crecimiento comparativa
lograda por estos países en 1976 (3,9% anual). Las medidas que se tomaron por
los grupos de países afectaron a la evolución del volumen de comercio
internacional que redujo su crecimiento de un 13% en 1973, aun 4,5% en 1974 y a
un -3,5% en 1975.

En ese año se sumaron los efectos de una caída en la demanda de los países
industriales y de los países en desarrollo importadores de petróleo, que no pudo
compensarse con la mayor demanda de los países exportadores de petróleo.

Para medir la ganancia o pérdida en términos de precios por grupos de países


haremos referencia a la evolución de la RRI. Este decreció en 1973 y en 1974
para los países industriales en un 1.5% y un 11.4% respectivamente. Los países
en desarrollo importadores de petróleo ganaron un 5.8% en su RRI en 1973
debido a la fuerte alza de los productos básicos desde 1972, pero experimentaron
una caída del 6.1% en 1974, a pesar de que la tendencia alcista de los precios de
los productos básicos se mantuvo, pero fue sobrepasada con creces por el
incremento en el coste de sus importaciones.

Lógicamente, fue el grupo de países exportadores de petróleo el que se benefició


en su RRI que se incrementó en un 8.7% en 1973 y en un 42.8% en 1974. Los
cambios que se produjeron en los intercambios comerciales afectaron al saldo de
la Balanza por Cuenta Corriente y, en consecuencia, al conjunto de la Balanza de
Pagos.

Los países industriales han tenido tradicionalmente fuertes superávits de la


Balanza de Pagos por Cuenta Corriente, sobre todo si tenemos en cuenta la
partida de transferencias, tanto privadas como oficiales, representando salidas
considerables y superando en casi todos los años el saldo final de la Balanza por
Cuenta Corriente. Son también proveedores de capital a largo plazo y receptores
capitales a corto plazo, y depositarios de las reservas internacionales.

Esta última partida creció de forma destacable en 1971 y 1972 debido a los
movimientos de capitales que motivaron alteraciones en los mercados de cambios
y que dieron lugar al abandono de las paridades fijas en 1971 y posteriormente y
de forma definitiva en 1973. Los déficits generados por el mayor coste del petróleo
no se cubrieron con reducción de reservas externas, sino mediante financiación
excepcional y capitales a corto plazo (reflejado principalmente en la partida de
errores y omisiones) y también con los depósitos de reservas de autoridades
monetarias extranjeras.

Esta última partida puede ser un indicativo del papel que jugó el euromercado a
partir sobretodo de 1973 en la canalización de los excedentes generados por los
países exportadores de petróleo hacia los países importadores de petróleo con
fuertes déficits en la Balanza de Pagos, a través de préstamos a largo plazo,
manteniendo la liquidez internacional y evitando el ajuste que hubiera
representado la contracción de las reservas internacionales.

Los países exportadores de petróleo iniciaron con el incremento del precio del
petróleo una acumulación importante de las reservas internacionales que en parte
se destinaron a mayores transferencias y a préstamos tanto a corto como a largo
plazo, siendo los primeros más importantes en términos absolutos que los
segundos.

En 1977 se redujo el superávit por cuenta corriente que fue negativo en 1978
como consecuencia del descenso en la demanda de petróleo y el aumento de las
importaciones, reduciéndose las reservas en el último año. 137 Su política de
préstamos a corto plazo se mantuvo, pero se transformaron en demandantes de
capitales a largo plazo en esos dos últimos años.

Los países en desarrollo importadores de petróleo tradicionalmente con déficits en


su Balanza por Cuenta Corriente experimentaron importantes cambios en la
estructura de financiación de dichos desequilibrios a partir del incremento del
precio del petróleo. Así, en el período 1968-1973, los déficits se mantenían en
términos absolutos en cifras similares y se cubrían en gran parte (entre un 40 y un
50% promedio) con las transferencias recibidas principalmente de los países
industriales.
El resto se financiaba con capitales a largo plazo tanto de inversiones como de
préstamos. El déficit casi se triplicó respecto a la media de los años anteriores
(13,5 mil millones de dólares) en 1974, y siguió incrementándose fuertemente en
1975 para iniciarse una reducción en 1976 y 1977 debido a la mejora de los
términos de intercambio en esos dos años, que se vio truncada a partir de 1978 y
el déficit volvió a situarse en 41,9 mil millones de dólares.

Estos crecientes déficits de la Balanza por Cuenta Corriente se financiaron a


través de un mayor endeudamiento. El crédito a corto plazo se mantuvo a niveles
similares, pero creció fuertemente el endeudamiento externo a largo plazo que
pasó para el conjunto de países en desarrollo importadores de petróleo de 11,7 mil
millones de dólares en 1973 a 40,9 mil millones de dólares en 1978.

La deuda externa a largo plazo de los países en desarrollo a principios de la


década de los 70 ascendía a 69.364 millones de dólares. A finales de 1978 dicha
cifra se situaba en 312.947,6 millones de dólares, lo que representa un
crecimiento medio anual acumulativo del 20,7%, muy por encima de las tasas de
crecimiento de variables económicas tales como el PIB o el comercio.

En concreto, para el período 1973-1978 la deuda externa a largo plazo creció a un


22,01% anual acumulativo. Ello explica que, a pesar de los déficits crecientes en
las Balanzas de Pagos, el nivel de reservas exteriores aumentara prácticamente
todos los años.

Después del primer impacto del incremento de precio de petróleo a finales de


1973, que se acusó fuertemente en 1974 y 1975, el producto mundial volvió a
crecer entre el 5 y el 4% cada año. Asimismo, el volumen del comercio mundial se
recuperó considerablemente en 1976 (11%) para situarse en tasas de crecimiento
anual del 5% en 1977 y 1978.

Sin embargo, los aumentos en los niveles generales de precios persisten a escala
mundial por encima del 10%, excepto en 1978, aunque con una tendencia a irse
reduciendo, sobre todo en los países industrializados que pasan de un 11,1% de
incremento promedio en 1975 a un 7,2% en 1978.
Los países en desarrollo exportadores de petróleo también redujeron
sensiblemente los aumentos generales de precios de un 20% en 1975 aun 9,7%
en 1978. Los países en desarrollo importadores de petróleo mantuvieron niveles
elevados de inflación con incrementos anuales promedio del 23%.

Información General

A partir de 1981 se incrementó el


uso de la financiación del FMI que
había sido muy poco utilizada en
el periodo anterior. Las fuertes
dificultades de la Balanza de
Pagos unidas a los problemas de
impago de la deuda externa llevaron a la utilización progresiva del crédito del FMI,
organismo que Jugó un papel primordial en el diseño de la estrategia de la
renegociación de la deuda externa, y en los programas de ajuste externo de los
países con graves desequilibrios en la Balanza de Pagos.

El crédito a corto plazo fue utilizado de forma creciente a partir de 1980 y 1981
alcanzándose las cifras de 26,7 y 22,3 miles de millones de dólares. Estas
cantidades sin precedentes reflejan las tensiones financieras que se estaban
produciendo en estos países cuyas necesidades de capitales no se podían cubrir
en los mercados de capitales a largo plazo, tanto por una saturación en
determinados bancos de los límites de endeudamiento con estos países, como por
la reticencia de otros prestamistas a seguir prestando a estos países por temor a
que se produjeran insolvencias.
Esta situación se obvió mediante la emisión de grandes préstamos a un año, con
el convencimiento por parte de los bancos que el riesgo de prestar a corto plazo
era menor que el de prestar a largo plazo.

Este comportamiento se inviertió totalmente cuando se desencadenó la crisis de la


deuda, debiéndose incluir la deuda a corto plazo dentro del paquete de
restructuración de la deuda a largo plazo ante la imposibilidad de atenderla. Otra
magnitud a destacar es la que corresponde a los errores y omisiones que alcanzó
valores negativos de consideración desde 1980 y hasta 1984.

Estos movimientos se estiman corresponden en un gran porcentaje a fuga de


capitales que se producen en algunos países en desarrollo como consecuencia
principalmente de las políticas de cambio seguidas (mantenimiento de tipos de
cambio fuertemente sobrevaluados que inducen a esperar una devaluación
importante del tipo de cambio) y la falta de confianza en la evolución económica
del país, sin olvidar el componente de corrupción que puede haber fomentado la
colocación de capitales en el exterior.

La gravedad de las salidas de capital de los países reside en sus nulos efectos
sobre el crecimiento interno y la presión que ejercen sobre el ya importante déficit
de la Balanza de Pagos.

La deuda externa a largo plazo pasó de 312.947,6 millones de dólares a finales de


1978 a 611.409 millones de dólares a finales de 1983, lo que supone una tasa de
crecimiento anual acumulativa del 14,3%, que, aunque es inferior a la tasa de
periodo 73-78 (22,2%) es mucho mayor que el crecimiento medio del producto y
del comercio de estos países que descendieron considerablemente en estos años.

Si consideramos la deuda externa total incluida la deuda a corto plazo de la que


solamente tenemos estimaciones desde 1978 y el uso del crédito del FMI, la tasa
de crecimiento anual acumulativa se sitúa en un 15,2% y en valores absolutos se
alcanzan los 805.818,8 millones de dólares.
Los mayores prestatarios son: Argentina, Brasil, Indonesia, Corea, México, India y
Venezuela, que han acumulado los volúmenes mayores de deuda externa a largo
plazo, en concreto volúmenes superiores a los 20.000 millones de dólares en
1984.

En la década de los años 60 los flujos financieros hacia los países en desarrollo
tenían un fuerte componente de ayuda al desarrollo que representaba alrededor
del 57,5% promedio (1960-1969), aunque esta cifra va disminuyendo su peso
relativo al crecer en mayor medida los préstamos no concesionales del sector
oficial, tanto bilaterales como multilaterales, y los flujos del sector privado a partir
de 1968.

Los flujos del sector privado correspondían en una gran proporción a inversiones
tanto directas como de cartera, siendo el resto créditos a la exportación a largo
plazo promovidos mediante la garantía de los gobiernos de los países
exportadores.

El elemento que cabe destacar en la evolución de los flujos financieros es el


crecimiento progresivo de las partidas que generan deuda, que pasa de un 15,8%
en 1960 a un 39,4% en 1971, porcentaje que desciende en 1972 a un 28%.

A pesar de esta mayor proporción de flujos que generan deuda externa, hay que
resaltar que una parte importante de dicha deuda en esos años era de tipo
concesional, y por tanto a tasas de interés muy bajas y amplios plazos de
vencimiento; Otra parte provenía de instituciones multilaterales también con un
componente a destacar de concesionalidad, y destinados a financiar proyectos de
desarrollo económico.

El resto de flujos eran mayoritariamente financiación de las exportaciones de los


países desarrollados y por tanto iban ligados a la evolución del comercio real y de
la actividad económica. La proporción de créditos financieros puros en la
financiación privada en esos años no se conoce, pero se estima que a partir de
1973 esta tendencia se acentuó y crecieron en mayor proporción los flujos
generadores de deuda.
Para empezar a hablar del tratamiento de la crisis de la deuda, primero es
necesario establecer el diagnóstico que acreedores y deudores hicieron de dicha
crisis. Por su parte, para los acreedores se trataba de una crisis de liquidez, es
decir, de problemas coyunturales que impedían a los deudores el reembolso de
los créditos.

Así su repuesta se basó en el ajuste, que incrementaría rápidamente los pagos de


la deuda y permitiría un ciclo de crecimiento económico y de recuperación en un
período de tiempo relativamente corto. Mientras para los deudores se trataba de
una crisis de solvencia de raíces estructurales, la cual se vio agravada por la
coyuntura económica. Por tanto, según los deudores los planes de ajuste no son
la solución, ya que no atacan las deficiencias estructurales que han llevado a los
países en desarrollo a una situación de sobreendeudamiento.

El tratamiento inicial de la crisis estuvo marcado por la aplicación de toda una


serie de medidas de manos de los acreedores, con un único objetivo, minimizar
los impagos a corto plazo y maximizar los pagos potenciales a largo plazo. Puesto
que, la crisis de la deuda suponía un elevado riesgo para el sistema financiero
internacional y para las economías acreedoras, todo el conjunto de acreedores,
bancos y gobiernos, adoptaron una posición defensiva.

La función de los bancos consistió en la concesión de nuevos créditos, implicando


a todo el sector bancario, y dirigida por los bancos centrales de los países ricos.

Los gobiernos, por su parte, forzaron la intervención de las instituciones


financieras en las operaciones de rescate y su actuación como intermediarios
entre acreedores y deudores, además de como instrumento de presión sobre los
países endeudados para que aceptasen las condiciones impuestas por los
acreedores. Pero la colaboración entre bancos y estados va más allá, ya que los
estados cooperaron con el sector bancario a través de los bancos centrales en la
operación de rescate de los bancos en riesgo, ofreciendo ventajas fiscales a las
instituciones que participasen como prestamistas, lo cual suponía la socialización
de las pérdidas cuyo origen radicaba en la imprudencia y mala política de crédito
de ciertas entidades bancarias.

Por su parte las instituciones financieras internacionales, FMI y BM, se convirtieron


en los gestores e intermediarios de la crisis, elaborando prescripciones de política
económica en forma de planes de ajuste, a los que se condicionaba la provisión
de nuevo crédito.

Así la estrategia seguida, en un principio por los acreedores, fue la concesión de


nuevos créditos para evitar el impago inmediato y la imposición de condiciones
más duras, confiando en que mejorase la situación económica por el ajuste
impuesto y en consecuencia las posibilidades de reembolso futuro.

Estos nuevos créditos fueron concedidos principalmente por la banca privada y la


banca multilateral, imponiendo un tipo de interés más elevado que el original y el
cobro de nuevas comisiones. En definitiva, se produjo un encarecimiento de los
nuevos créditos, a lo que hay que contribuyó también la subida del tipo de cambio
del dólar entre 1980 y 1985, que conllevó continuas devaluaciones de las
monedas locales de los países endeudados, además de los procesos de
hiperinflación en que comenzaron a entrar las economías en desarrollo y el
deterioro de la relación de intercambio.

El resultado del tratamiento aplicado tras el estallido de la crisis de la deuda en


1982, sumió a los países endeudados en una profunda crisis, de la que aún hoy
no han salido. Entre 1982 y 1986 las deudas privadas de los países en desarrollo
aumentaron por encima del dinero que recibían prestado, lo cual suponía que no
tenían dinero suficiente ni para pagar la amortización de los créditos anteriores,
también crecieron las deudas bilaterales y las deudas multilaterales.

Por tanto, en vez de solucionar los problemas de endeudamiento que tenían las
economías en desarrollo, la situación se agravó aún más, aumentando de forma
desproporcionada los montos de deuda debido a las duras condiciones impuestas
en la obtención de nuevos préstamos y las penalizaciones por incumplimientos.
Sin olvidar el ajuste al que fueron sometidas, que implicó el volcar el esfuerzo
interno en incrementar los ingresos en divisas con el objetivo de maximizar los
pagos de la deuda, dejando la política económica de los países en desarrollo en
manos de las instituciones internacionales.

En definitiva, el tratamiento convencional fue un éxito, ya que cumplió con su


objetivo, evitar los impagos en serie de las deudas, salvaguardando así la posición
de los acreedores privados del sistema financiero.

Pero no llevó a una restauración de las relaciones entre acreedores y deudores,


las cuales quedaron determinadas por este tratamiento inicial en materia de
relaciones económicas, financieras y de tratamiento de la deuda que tendrían
lugar en el futuro.

Información Especifica

Hasta la crisis de la deuda externa en 1982, la financiación privada alcanza un


promedio del 60% (excepto en 1977) del total de la deuda a largo plazo, por lo que
podemos afirmar que en estos años existe un predominio de la financiación
privada que, además, toma unas características específicas. Los préstamos
privados son en su mayoría de naturaleza financiera y de forma creciente se
instrumentan bajo la fórmula de tipo de interés variable, que fluctúa en función de
la evolución de un tipo de interés básico de referencia que generalmente es el
LIBOR (London Interbank Offered Rate). Esta modalidad de préstamo es
totalmente novedosa y sin precedentes históricos anteriores en su aplicación, y
surge debido a que los préstamos se conceden por instituciones financieras que
operan en Euromercado.

Para atender a la gran demanda de capitales a largo plazo que se genera con los
desequilibrios de las Balanzas de Pagos de los países después del primer
incremento de los precios del petróleo, se instrumentan por parte de las entidades
prestamistas una modalidad de créditos a tipo de interés variable que permite a los
bancos cubrirse de los riesgos en las variaciones de los tipos de interés, dado que
los fondos que obtienen para poder prestar son a corto plazo.

A través de este mecanismo de renovación periódica cada 3 o 6 meses del tipo de


interés del préstamo, fondos a corto plazo disponibles se transforman en
préstamos a largo plazo. Así vemos, que el peso del endeudamiento a largo plazo
es cada vez mayor, y dentro de éste, es también cada vez más importante el
endeudamiento con instituciones privadas financieras, y dadas las características
de los préstamos de este tipo de instituciones, además del mayor endeudamiento
global, se introduce un elemento nuevo de incertidumbre o dependencia que es la
evolución del tipo de interés de referencia, que influye lógicamente en el coste de
dichos préstamos.

Para el conjunto de países en desarrollo, los acreedores privados representaban


en 1965 el 25,1% del total de la deuda pública externa contratada, y en 1984 este
porcentaje representaba el 55,1%, a través de un proceso de sustitución
progresiva por mayor financiación privada.

Los proveedores y acreedores constituían en 1965 los principales prestamistas


dentro del conjunto de acreedores privados al aportar el 74,4% de la financiación
por este concepto, y las instituciones privadas el 24,6% restante. En 1984, las
partidas señaladas suponen únicamente el 12% de la financiación de los
acreedores privados, aportando el 88% restante las instituciones financieras que,
desde 1973, contribuyeron anualmente con más del 50% de los créditos privados.

Queda, pues, patente que se ha ido produciendo un cambio paulatino en los


esquemas financieros al incrementarse el peso de la deuda externa privada, y
dentro de ésta, la facilitada por las instituciones financieras.

Por Áreas Geográficas, la evolución en el esquema de financiación ha sido la


siguiente:

África al Sur de Sahara: Los países de esta área geográfica en conjunto


mantienen un porcentaje mayoritario de préstamos oficiales, aunque, a partir de
1979, con una tendencia decreciente destacable. Esta situación se mantiene hasta
1983 en que aumentan en mayor proporción los créditos oficiales por la crisis en
esta zona.

Dentro de la financiación privada, que es inferior en el periodo analizado al 40%


(excepto en 1981) observamos una utilización progresiva de los créditos de
instituciones financieras que llegan a suponer el 89,3% de todo el crédito privado
en 1983. En este sentido se observa que, aunque la mayoría de la financiación ha
sido de carácter oficial, la presencia de las instituciones financieras ha sido
creciente.

Latinoamérica y Caribe: En esta área geográfica se ha utilizado tradicionalmente la


financiación privada que ya en 1965 alcanzaba el 40% del total, y las instituciones
financieras aportaban el 37,7% de esta financiación privada. A lo largo del periodo
analizado se va sustituyendo el esquema de captación de recursos, y en 1984 los
préstamos privados representan el 77,1% del total de la deuda contratada, y
mayoritariamente concedidos por instituciones financieras con un 92,1% del total
de los acreedores privados, con una fuerte presencia a partir de 1973. En esta
área podemos afirmar que la financiación a partir de 1973 ha sido básicamente a
través del mercado de capitales.

Norte de África y Medio Oriente: Salvo en los años 1978 y 1979 el crédito oficial ha
sido superior al privado, aunque con una tendencia a ir disminuyendo
progresivamente hasta 1979, en que cambia de signo y vuelve a utilizarse e mayor
proporción la deuda oficial.

La deuda con instituciones financieras es menor comparativamente con otras


zonas geográficas, aunque creciente hasta 1978 y además ha ido disminuyendo
en términos absolutos a partir de 1980, al contrario que en otras áreas.

Europa y Países Mediterráneos: Mantienen una estructura en la que predomina la


financiación oficial, pero con tendencia a ir disminuyendo, ya que pasa de un
69,5% en 1965 a un 56% en 1984 del total de la deuda externa contratada. Dentro
de la financiación privada, las instituciones financieras han incrementado su peso
específico y, a partir de 1974, proporcionan más del 50% de los recursos privados,
incrementándose considerablemente a partir de 1978. En 1984 alcanzan el 87,3%
del total de acreedores privados.

El factor detonante de esta crisis fue el anuncio del Ministro de Economía de


México de la imposibilidad del país de atender al pago del servicio de la deuda
externa. Dado que México era el mayor prestatario con una deuda externa
estimada por el mercado de 82.000 millones de dólares, el impacto real y
psicológico en las entidades prestamistas fue muy grande, dando lugar a una casi
paralización de los préstamos sindicados en el euromercado dirigidos a países en
desarrollo.

Esta situación se produce principalmente por tres causas:

1) Caída en el valor de las exportaciones en dólares en 1982 en un 11,8% para


todos los países en desarrollo, y de un 7,1% para la región Latinoamérica y
Caribe. Este descenso tiene su explicación tanta en la caída de la demanda de los
países industrializados como en el descenso de los precios de los productos
básicos.

Se puso en marcha una estrategia para abordar la crisis de la deuda basada en


operaciones de renegociación de los términos de las deudas vencidas y no
pagadas, apoyadas tanto por programas de ajuste y estabilización en los países
deudores como por nuevo apoyo financiero de las entidades prestamistas
afectadas.

Esta estrategia dio como resultado la desaparición de la amenaza a la quiebra del


sistema financiero internacional, pero la gravedad de la propia crisis, las
desviaciones sobre los planteamientos efectuados y la errática evolución de la
economía mundial, han obligado a introducir variaciones en la estrategia adoptada
y, todavía hoy, los problemas de la deuda externa de los países en desarrollo
siguen vigentes ya que la deuda externa sigue creciendo y un gran número de
países persiste en sus dificultades para atender el pago de la misma.

2) Fuerte incremento de los tipos de interés desde 1980, que sitúan el porcentaje
de las exportaciones dedicadas a este concepto en un 16,4 y para Latinoamérica
en un 26,4, agravando el déficit de la Balanza por Cuenta Corriente.

3) Mayor presión sobre la demanda de crédito externa por parte de los países en
desarrollo.

Durante el periodo 1978-1982 disminuye para el conjunto de países en desarrollo


la tasa media anual de crecimiento de la deuda externa en 8,8 puntos
porcentuales sobre el mismo porcentaje en los años 72-78.

Esta disminución porcentual de la tasa de crecimiento de la deuda externa a largo


plazo, es debida a que gran parte de los mayores prestatarios del mercado
estaban llegando a los límites de préstamo disponibles por parte de las entidades
financieras, siendo cada vez más difícil encontrar prestamistas por las cantidades
requeridas.

Por ello se inicia a partir de 1980 una mayor apelación a los créditos a corto plazo
sobre todo por parte de los países deudores exportadores de petróleo, en concreto
de Venezuela y México, ante el convencimiento de los bancos de que dichos
créditos a menor plazo tenían menor riesgo que seguir prestando a medio plazo, y
que se cubrirían con unas exportaciones, hasta 1981, crecientes.

Por tanto, la gravedad de la crisis de la deuda externa estaba en la amenaza a la


quiebra de todo el sistema financiero internacional, sin existir un prestamista de
última instancia internacional que respondiera a esta situación.

Ante este peligro, las principales potencias económicas y el FMI como organismo
internacional con competencia en los problemas de los pagos internacionales,
actuaron de forma coordinada para evitar el desenlace de un proceso como el que
anteriormente hemos descrito.

Se puso en marcha una estrategia para abordar la crisis de la deuda basada en


operaciones de renegociación de los términos de las deudas vencidas y no
pagadas, apoyadas tanto por programas de ajuste y estabilización en los países
deudores, como por nuevo apoyo financiero de las entidades prestamistas
afectadas.

Esta estrategia dio como resultado la desaparición de la amenaza a la quiebra del


sistema financiero internacional, pero la gravedad de la propia crisis, las
desviaciones sobre los planteamientos efectuados y la errática evolución de la
economía mundial, han obligado a introducir variaciones en la estrategia adoptada
y, todavía hoy, los problemas de la deuda externa de los países en desarrollo
siguen vigentes ya que la deuda externa sigue creciendo y un gran número de
países persiste en sus dificultades para atender el pago de la misma.

La deuda externa acumulada de los países en desarrollo y las economías en


transición alcanzó aproximadamente los 6,8 billones de dólares en 2015, en
comparación con 2,1 billones de dólares en 2000, mientras que las exportaciones
aumentaron de 1,5 billones de dólares en 2000 a 6,9 billones de dólares en 2015.

Durante esos 15 años, en el período hasta la crisis financiera se registraron tasas


promedio de crecimiento anual del producto interno bruto (PIB) del 6%, que se
redujeron a un 5% anual en promedio durante el período posterior a la crisis, entre
2009 y 2015.

El crecimiento de las exportaciones se ralentizó de manera más acusada después


de la crisis, puesto que la tasa media de crecimiento pasó del 16,6% entre 2000 y
2008 al 6,5% entre 2009 y 2015. Como resultado del fuerte crecimiento general
del PIB y las exportaciones entre 2000 y 2008, junto con los resultados de las
iniciativas de alivio de la deuda de la década de 1990 y principios de la década de
2000, los coeficientes de endeudamiento de los países en desarrollo en su
conjunto mejoraron sustancialmente a lo largo del período.
El volumen total de la deuda con relación al PIB se redujo del 36% en 2000 al 22%
en 2008, y el servicio de la deuda con relación a las exportaciones se redujo del
22% en 2000 a poco más del 9% en 2008.

Sin embargo, el período de 2009 a 2015 se caracteriza por un nuevo aumento en


ambos coeficientes, puesto que el total de la deuda con relación al PIB subió
lentamente hasta el 25,5% en 2015 y el servicio de la deuda con relación a las
exportaciones aumentó hasta alcanzar el 11,5%.

Las reservas internacionales de todos los países en desarrollo aumentaron hasta


los 6,3 billones de dólares en 2015, desde 646.000 millones de dólares en 2012.
La tasa media de crecimiento de las reservas durante el período comprendido
entre 2000 y 2008 fue del 24% anual, mientras que entre 2009 y 2015, la tasa de
crecimiento de las reservas se redujo considerablemente y se situó en un
promedio anual del 4,3%, registrándose dos años consecutivos de disminución, de
un 1% en 2014 y un 8% en 2015.

A pesar de la reciente desaceleración, el total de reservas internacionales como


porcentaje de la deuda a corto plazo ha mejorado considerablemente en los
últimos 15 años, puesto que en 2015 se situó en el 337%, en comparación con el
220% en 2000.

Las vulnerabilidades de la deuda han aumentado en los últimos años en los


países de mercados emergentes y de bajos ingresos. La deuda externa total de
los países de ingresos bajos y medianos ascendía a $ 8,1 billones a fines de 2019,
de los cuales un tercio se debía a acreedores privados. 

En la actualidad, más de la mitad de los países de la AIF tienen problemas de


deuda o corren un alto riesgo de sufrirla. Las evaluaciones del Grupo del Banco
Mundial han revelado que menos de la mitad de los países examinados cumplían
con los requisitos mínimos de registro, seguimiento y presentación de informes de
la deuda. 
La gestión de la deuda y la transparencia deben ser las principales prioridades
para que la nueva deuda contribuya al crecimiento y promueva un clima de
inversión favorable. Los responsables de la formulación de políticas de los países
prestatarios necesitan información fiable sobre la deuda para tomar decisiones
acertadas sobre los préstamos. Los acreedores, donantes, analistas y agencias de
calificación necesitan información completa para evaluar la deuda del país y
evaluar las oportunidades de inversión. Los ciudadanos pueden hacer que los
gobiernos rindan cuentas si tienen transparencia sobre los términos y el propósito
de la deuda.

Una consecuencia fundamental para la sostenibilidad de la deuda externa de los


países en desarrollo es que las mejoras logradas en el pasado más reciente
puede que no se mantengan en el futuro. Se han contraído nuevas obligaciones
de deuda en un contexto externo benigno y de manera en gran medida
descoordinada, lo que ha creado una combinación de deuda pública y privada,
pasivos directos y contingentes, emisiones en moneda nacional y extranjera, y
deuda en manos tanto de residentes como de no residentes.

Esta combinación podría resultar peligrosa, si esas obligaciones tienen que ser
atendidas sin marcos jurídicos generales para abordarlas de manera sistemática.
Conclusión

La crisis de la deuda externa contraída por los países en desarrollo durante la

década de los años setenta y ochenta ha sido uno de los problemas más graves a

los que ha tenido que enfrentarse la comunidad económica internacional en la

reciente historia de la economía mundial. La gravedad de dicha crisis en el

momento de su aparición (1982) estaba motivada principalmente por la amenaza

que ésta significaba a la solvencia del sistema financiero internacional, involucrado

profundamente en el circuito de créditos a los países en desarrollo.


El peligro en aquellos momentos se centraba en el temor al inicio de una serie de

crisis en cadena de las entidades financieras prestamistas, cuyas consecuencias

hubieran podido ser fatales al destruirse uno de los pilares básicos del

funcionamiento de la economía, esto es, la confianza y la solvencia del sistema

financiero.

A finales de 1978, parecía que la economía mundial se recuperaba del bache,

había crecimiento tanto del PIB como del comercio, si bien persistía un déficit

importante en la Balanza por Cuenta Corriente del conjunto de países en

desarrollo importadores de petróleo y persistían también elevadas tasas de

inflación comparadas con los niveles históricos anteriores a 1973, y el volumen de

deuda externa a largo plazo acumulada era superior en un 1496% a la existente a

finales de 1965 y superior en 270,7% a la acumulada a finales de 1972.

El periodo que se inicia con el segundo incremento del precio del petróleo se

caracteriza por una recesión económica mundial más profunda y duradera y que

afecta a todos los grupos de países, pero de una manera especial a los países en

desarrollo importadores de petróleo que ven agravada su situación con la crisis de

la deuda externa.

El problema que se presenta en este período es la creciente interdependencia de

los países y más concretamente de las políticas económicas que aplican, al

aumentar el número de variables que transmiten los comportamientos

económicos. Tradicionalmente el comercio exterior era un vehículo transmisor de

expansiones o depresiones internas al afectar a la demanda de los países.


Actualmente el tipo de interés también actúa como elemento transmisor de las

políticas económicas (principalmente monetarias) de los países. Entre los países

industrializados por la mayor apertura de los mercados de capitales, y en los

países en desarrollo por el mayor peso de la deuda.

De todas las áreas geográficas analizadas la única que no ha cambiado su

esquema básico de financiación ha sido el Sur de Asia. En el resto se han

producido cambios: totales en Latinoamérica y Caribe, con tendencia a equiparar

las fuentes de financiación en Europa y Países Mediterráneos

Asimismo, en todas las áreas geográficas se ha producido una transformación en

las fuentes de financiación privadas que mayoritariamente pasan a ser las

instituciones financieras, sustituyendo casi en su totalidad a las fuentes

tradicionales de la década de los años 60, esto es, proveedores y otros

acreedores.

De los datos analizados concluimos que los problemas de deuda externa de los

países tienen origen interno, agravados por una inadecuada estructura de

vencimientos de la deuda contraída.

En el cambiante contexto económico mundial, se están poniendo rápidamente en

evidencia nuevos pero sustanciales riesgos para la sostenibilidad de la deuda de

los países en desarrollo. Esos riesgos crecientes están estrechamente

relacionados con la rápida integración de los países en desarrollo en los mercados

financieros y de capitales internacionales a lo largo de los últimos 15 años, en un

contexto en que el crecimiento económico mundial se ha basado


fundamentalmente en la acumulación de deuda pública y privada como una fuente

de demanda a corto plazo, en lugar de basarse en el empleo y los ingresos

derivados de la inversión productiva a largo plazo.

Bibliografía

https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/31910/01.MMS_1de5.pdf?
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https://unctad.org/system/files/official-document/a71d276_es.pdf

https://www.tdx.cat/handle/10803/31910#page=91

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