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Lucha, Escape,

Fraude:
La Historia de
los Impuestos
— Charles Adams —
Sobre el Autor

Conocido como el ‘escritor de impuestos,’ Charles Adams ingresó al área de tributación


internacional después de diez años en ejercicio privado de derecho y se convirtió en un
especialista certificado sobre derecho fiscal. Sus escritos han sido publicados en revistas,
periódicos, y publicaciones con importantes historias editadas en New York Times,
Washington Post, y Wall Street Journal. El Sr. Adams también es un profesor adjunto
en el Instituto Ludwig von Mises y en Auburn University y el Cato Institute, así como un
conferencista invitado sobre historia fiscal de Estados Unidos en los Archivos Nacionales,
George Mason University, University of Rochester, University of Toronto, y New York
University.

Traducido por
Rosa María Florido White
Guatemala, C.A.
Prólogo
En 1982 Charles W. Adams publicó un libro maravilloso titulado Fight, Flight, Fraud: The
Story of Taxation (Lucha, Escape, Fraude: La Historia de los Impuestos). Yo tengo dos
copias. Mantengo una para referencia en mi oficina y la otra en casa (las reemplazaré
con dos copias de For Good and Evil: The Impact of Taxes on the Course of Civilization
(Por Bien y por Mal: El Impacto de los Impuestos en el Curso de la Civilización). Los
consulto con frecuencia en busca de anécdotas sobre los disparates de los impuestos así
como de referencias bibliográficas en mis propias investigaciones. Honestamente
puedo decir que en el curso de quince años de investigación y escritura profesional sobre
impuestos, yo podría colocar la historia de los impuestos de Charles W. Adams en la
cima absoluta de cualquier lista de lectura sobre el tema.

Fight, Flight, Fraud: The Story of Taxation (Lucha, Escape, Fraude: La Historia de los
Impuestos) fue entretenido, informativo, y lleno de lecciones sobre el por qué los
impuestos son importantes. Me encanta contar a todos que los orígenes de la historia
registrada estuvieron asociados inextricablemente a una imposición opresiva. Hace más
de seis mil años, el amanecer de la historia fue descubierto en forma de conos
cuneiformes de barro excavados en Lagash, en Sumeria, que está ubicada en la fértil
planicie entre el Tigris y el Éufrates en el moderno Iraq. Y qué estaba registrado en esos
conos? Que los sumerios tenían más que temer a los recaudadores de impuestos que a
sus señores o reyes. Plus ça change, plus la même chose!

Tengo muchísimas otras historias favoritas. Por ejemplo la Piedra Roseta, cuyo texto en
jeroglíficos, demótico y griego fue la clave para revelar las historias del antiguo Egipto,
en realidad fue una concesión de inmunidad de impuestos. Por lo que, por supuesto,
fue gravado en piedra y no escrito en papiro.

Otro ejemplo es la próspera isla de Rodas, que cobraba un impuesto portuario del 2 por
ciento sobre el comercio. Rodas perdió el 85 por ciento de su comercio en un año
después de que Roma estableció un puerto libre de impuestos en la Isla de Delos. El
libre comercio, y no la guerra, permitieron a Roma derrocar la supremacía comercial de
Rodas. Y la Roma misma cayó, no con los hunos, sino por la evasión fiscal, cuando los
ricos terratenientes diseñaron un inteligente sistema después de otro para escapar a los
impuestos, dejando al estado sin recursos para defenderse. Fight, Flight, Fraud: The
Story of Taxation (Lucha, Escape, Fraude: La Historia de los Impuestos) es una mina de
oro para los productores de series de televisión.

Diez años más tarde, Charles W. Adams ha producido en este continente una nueva
historia sobre impuestos. Por Bien y por Mal añade tanto nuevo material y varios
nuevos capítulos a un cuerpo de investigación y exposición ya impresionante, que
abarca civilizaciones antiguas, las eras de los griegos y romanos, la Edad Media, los
estados en evolución de Europa Occidental y Oriental, los Aztecas, y la historia de los
impuestos en los Estados Unidos. Un nuevo capítulo describe las economías milagrosas
de Japón, Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea del Sur, que practicaron durante
décadas una economía de bajos impuestos, oferta (supply-side) antes de que Ronald
Reagan popularizara el término. Otro nuevo capítulo muestra cómo las constituciones
de los estados activamente protegen a los tributarios dándoles controles
constitucionales sobre los impuestos y su gasto. Tal vez la más famosa de éstas es la
Propuesta 13, la creación del difunto Howard Jarvis, que limita las tarifas de impuestos
sobre bienes inmuebles en California a 1 por ciento del valor en efectivo de una casa.

Adams también añade un nuevo capítulo sobre ‘Domar al Monstruo’. Ofrece varias
reformas, decididamente a favor del tributario, para hacer que los impuestos trabajen
para el bien, no para el mal. Incluyen el hacer extorsión de impuestos por parte de los
funcionarios del gobierno como un delito penal, permitiendo a los tributarios entablar
juicio en contra de las autoridades de impuestos por mala conducta, y otorgando a los
votantes facultades de destitución sobre los directores de distrito del Servicio de Rentas
Internas. Tal vez la reforma más importante es el cambiar de un régimen de impuestos
directos a uno de impuestos indirectos, para minimizar las facultades intrusivas del
gobierno en los asuntos privados de las personas.

Mi recomendación favorita es el desechar la totalidad del sistema de impuesto sobre la


renta federal de los E.U.A. a favor de un impuesto de tasa única (flat tax) sin
exoneraciones ‘especiales’. Esta no es una idea nueva. Un impuesto de tasa única del
10 por ciento está bien afianzado en varios miles de años de historia de Israel, Roma,
Grecia, y la antigua China.

Los diez años entre Fight, Flight, Fraud y For Good and Evil fueron utilizados muy
productivamente por el autor. Ofrece a sus lectores varias ideas aprendidas de la
historia de los impuestos. Primero, los buenos sistemas impositivos se arruinan a menos
que los ciudadanos puedan restringir a sus gobiernos, que son normalmente propensos
a ajustar su gasto a sus apetitos voraces innatos, no a sus billeteras. Segundo, la
civilización tiende a auto destruirse por un exceso en los impuestos. Tercero, la
moderación es un principio importante en el diseño y ejecución de cualquier sistema
impositivo. El principio de la moderación incluye la elección de tasas y multas por
evasión de impuestos, la naturaleza invasiva de la recolección de impuestos, y la
necesidad de tratar a los tributarios de igual manera al evitar una progresividad o
regresividad.

Feliz lectura! Y esperemos que nuestros gobernantes electos, nombrados, o según sea
el caso auto ungidos tomen los consejos de Adams en serio.

Alvin Rabushka
Senior Fellow
Hoover Institution
Stanford University
1993
Prefacio a la Segunda Edición
Pronto después de que apareció la primera edición de este libro, el Profesor Alvin
Rabushka me aconsejó que preparara una edición revisada para mantener vivo este
estudio como un clásico, y para hacer cualesquiera adiciones y correcciones que con el
tiempo se pudiesen necesitar. Como resultado de ese consejo he mantenido notas
sobre eventos cambiantes, he hecho nuevas investigaciones, y he incluido el input de
muchos lectores que han sido suficientemente considerados como para comunicarse
conmigo sobre asuntos en el texto que les preocupaba, y que consideraban que
necesitaban una revisión. Además, dado que el final de este estudio trata con eventos
actuales y no con la historia, era inevitable que el curso de la historia se desviara de lo
que yo había esperado, como prueba del proverbio japonés que la cosa más preciosa en
la vida es la incertidumbre.

El evento más dramático y sorprendente de esta década ha sido la crisis de las que yo
llamé las ‘Economías Milagro’ de Asia. El colapso de sus monedas, que dañó sus
economías no se anticipaba hace unos años. Japan Inc. no era solo un competidor
mundial para las economías occidentales; era un increíble gigante económico que
retaba y usualmente sobrepasaba a cualquier competidor. Ahora está en un declive
económico junto con el resto de los tigres asiáticos, y nos recuerda que se necesita más
que una buena política impositiva para prosperar en este mundo. Una buena
administración del dinero y una banca sana son tanto requisitos para una prosperidad
sostenida como lo son buenas leyes sobre impuestos. Mi nuevo capítulo sobre Asia muy
bien podría llamarse ‘Ya No Más Milagros’. Pero sospecho que los asiáticos, tarde o
temprano, pondrán sus asuntos fiscales en el orden correcto, frenarán a la banca de
préstamos fáciles, y volverán a afirmar su dominación en el comercio mundial.

Yo me volví especialmente interesado en los críticos que se quejaban sobre mi


admiración por Isabel I y sus políticas impositivas y fiscales. Parece que la Good Queen
Bess tiene muchos que la odian en el mundo, que solo esperaban atacar su reinado.
Esto me motivó a escarbar más en sus asuntos fiscales para ver si los que odiaban a
Isabel tenían una buena causa. No he cambiado mi opinión; de hecho, la encuentro
todavía más sabia y mejor monarca que lo que yo había creído originalmente. Yo había
sugerido que ella fue la monarca más grande que Europa tuvo; ahora creo que ella fue
la mejor monarca de todos!

Mi opinión de que los impuestos, no la esclavitud, dio inicio a la Guerra Civil en Estados
Unidos fue vindicado por American Heritage en junio de 1996, que dijo: ‘La tarifa,
entonces casi sinónimo a impuestos federales, fue una causa primaria de la Guerra Civil.’
He añadido y corregido algo del material en ese capítulo, que el lector podría encontrar
interesante.

También me sentí algo fascinado con los escritos sobre la esclavitud -- sobre la esclavitud
impositiva -- que era tan prominente con los Fundadores. Todavía existe esa clase de
esclavitud? Y qué quisieron decir estos escritores? He terminado con una breve mirada
a eso. En el Siglo XIX teníamos esclavitud (chattel slavery) para los pocos, los africanos,
pero nos hemos librado de esa clase de esclavitud, solamente para encontrar que hemos
instituido la esclavitud impositiva para los muchos?

Al ver los impuestos en el mundo antiguo, donde comenzaron los impuestos, yo había
pasado por alto a los chinos, cuya civilización tiene tres mil años. Esa civilización fue
conocida por su gran erudición y sus sabios, y el lector descubrirá que en realidad eran
sabios en asuntos de impuestos.

La reforma de impuestos ha inflamado sustancialmente desde los años 80, pero existe
alguna posibilidad de que nos libremos del impuesto sobre la renta? Tenemos una
administración a la que le gusta el impuesto sobre la renta ‘justo como es’. Y la corriente
principal de los medios evita discutir el asunto de la reforma de impuestos y los pecados
de impuestos del ISR exceptuando cuando las audiencias del Congreso los fuerzan a
tomar nota. Nosotros recibimos nuestro Vietnam únicamente después de que las
principales redes, y Walter Cronkite especialmente, decidieron que era una guerra que
no tenía sentido ni esperanza. Cuando estos mismos profesionales de las noticias, que
hacen tanto para dar forma al pensamiento del público, finalmente se suban al vagón
para librarnos del impuesto sobre la renta, entonces tal vez podamos esperar un
verdadero cambio.

Este estudio ahora ha tomado casi treinta años para hacerlo. Tiene dos raíces
principales: una son mis experiencias como un profesional de impuestos en las
trincheras, para decirlo de algún modo; la otra son unos pocos maravillosos años que
pasé enseñando historia en una pequeña universidad con alumnos del Tercer Mundo.
En el curso de ese esfuerzo, llamó mi atención el papel de los impuestos en muchos de
los eventos importantes del mundo. Cuando busqué más conocimiento sobre el asunto
descubrí que a pesar de su crucial importancia en la vida civilizada, los impuestos rara
vez habían sido estudiados por sí mismos como una fuerza para dar forma y dirigir a la
civilización. Este estudio está diseñado para separar los impuestos y ponerlos en la mira
como una de las fuerzas más poderosas para estructurar la sociedad, hoy día y en el
pasado.

No es ninguna sorpresa que este libro no se encasille en ninguna de las disciplinas


académicas establecidas. No hay ninguna familia de eruditos estadounidenses que haya
dedicado su vida a sondear en el amplio campo de la historia de los impuestos, y la
importancia de las luchas impositivas de la civilización. Este estudio está hecho para
ayudar a llenar ese vacío.

Es asombroso que nuestras grandes instituciones académicas no tengan estudios que se


enfoquen en la historia de los impuestos. Todavía estamos en la búsqueda del
historiador de los impuestos. Hemos desarrollado nuevos cursos completos y aún
programas para estudios de interés especial sobre homosexuales y lesbianas, multi
culturalismo, estudios sobre la mujer, estudios sobre los negros, y economía, y podemos
esperar ver estudios sobre los latinos, conforme esa población continúe creciendo. Pero
los impuestos, aún cuando son el combustible que hace funcionar la civilización, nunca
han sido separados para su estudio como una fuerza que dirige y da forma a la
civilización, por lo menos no en este país. En Europa muchas de las grandes
universidades, como las universidades de Ámsterdam y Leiden, por ejemplo, no
solamente tienen cursos sobre historia de los impuestos sino también crearon cátedras
para los profesorados que son popularizados con las ceremonias formales de toca y
toga, y con discursos por los recién nombrados profesores, luego impresos en forma de
folletos para las comunidades académicas. Tal vez nuestro lío actual con los impuestos
es la consecuencia de nuestra ignorancia de la historia de los impuestos a todo nivel -- a
nivel del gobierno, en nuestras universidades, y entre nuestros ciudadanos. Si la historia
hace sabios a los hombres, entonces no es de sorprenderse que la sabiduría no esté con
nosotros en la creación de impuestos.

Este libro trata en parte de la historia, derecho, economía, política, ética, derechos
humanos, y ciencias sociales como un todo. Siempre que los impuestos han tocado la
civilización, nos hemos aventurado a entrar para hacer un examen. Limitando nuestro
estudio a un solo volumen, hemos tenido simplemente que introducir al lector a un
mundo hasta ahora muy poco explorado, si algo. Tendremos que dejar a otros eruditos
el hacer estudios más integrales para agudizar nuestra perspectiva. Para mí ha sido
emocionante explorar un nuevo territorio y desenterrar nuevas revelaciones del pasado
y todavía más importante, en nuestro futuro camino.

Un libro con un alcance tan amplio como este se basa en gran medida en la investigación
y opiniones de otros. Yo traté de dar los hechos esenciales e interpretarlos bajo la luz
de lo que otros habían escrito. Cuando los expertos estaban en desacuerdo, yo tuve que
hacer una selección. Hace algunos años un escritor estaba siendo alabado por su trabajo
original. El contestó diciendo que su trabajo era como un collar de perlas, pero la única
cosa que era suya era el hilo. Eso ciertamente se aplica a este estudio.

El ensartar las perlas de la historia de los impuestos de la civilización ha sido una


experiencia fascinante. Nuestra historia de los impuestos ha sido por supuesto muy en
serio, pero también ha tenido un lado más ligero. Por lo tanto, el texto a continuación
está lleno de muchas anécdotas, ilustraciones, y caricaturas que deberían hacer que este
libro sea divertido para leer.

De cuando en cuando aparecen introducciones para ayudar a orientar al lector. La


narrativa está interrumpida por comentarios y comparaciones con impuestos
modernos. Hay lecciones qué aprender de las luchas de los impuestos de nuestros
ancestros, y se dibujan líneas paralelas cuando parece importante hacerlo. Los
historiadores antiguos eran maestros del arte de la digresión, que es lo que los hace tan
emocionantes de leer cuando los eventos parecen ser tan remotos de nuestra era. La
digresión es necesaria, si como creían los antiguos historiadores, la historia debería
enseñar. Estos hombres creían que el conocimiento del pasado era la mejor guía del
hombre para el futuro: ‘Permitirá a los hombres actuar de forma más sensata y evitar
errores’ (Michael Grant, The Ancient Historians [Londres, 1970], p. 78).

Al final de este libro hay unos pocos capítulos contundentes que presentan mi análisis e
ideas sobre cómo remediar las muchas fallas en la forma en que los ciudadanos
occidentales son gravados con impuestos. Esas ideas deberían formar un valioso clímax
a este estudio.
Deseo reconocer el apoyo que recibí de mis colegas, incluyendo algunos de mis amigos
en el servicio de rentas internas. Deseo agradecer a tantos lectores por su estímulo
para actualizar este estudio en esta forma revisada, y quiero agradecer a mi editora,
Jean Donelson, por su habilidosa edición y por su extraordinaria paciencia con un autor
que no sabe cuándo parar de investigar y escribir. Finalmente, deseo agradecer a los
muchos bibliotecarios y asistentes, en casa y el extranjero, quienes me asistieron con las
numerosas ilustraciones que han añadido sabor y especias a este libro. Sin estas
muchísimas golosinas de historia visual, muchas de las revelaciones de nuestro pasado
hubieran sido aburridas o se hubieran perdido. Además, también han añadido la
cantidad justa de sabor para hacer que el plato principal sea apetitoso.
INTRODUCCIÓN
La hipótesis de que los impuestos son el motor primario de la historia tiene
considerablemente más mérito que muchas de las otras teorías de la historia, algunas
de las cuales son francamente chifladas: Súper racismo, el clima, remiendos divinos,
luchas de clases, ciclos de vida, grandes héroes, o lo que sea. Hay algo de verdad en
algunas de estas teorías, a veces. Ha habido hombres grandes poderosos quienes han
movido a la civilización, pero la mayor parte del tiempo no se pueden encontrar héroes,
y el mundo es dirigido por sinvergüenzas, tontos, y sustitutos. Los líderes como Moisés
no aparecen con frecuencia, especialmente cuando se les necesita. Sin embargo, los
impuestos están siempre presentes, con frecuencia haciendo un fuerte impacto en
nuestras vidas -- para bien o para mal. La prosperidad así como la decadencia de las
naciones siempre ha tenido un factor de impuestos, y esto lo veremos una y otra vez en
toda la historia. Los derechos humanos han sufrido aún más que las naciones -- lo que
el hombre de los impuestos quiere, el hombre de los impuestos consigue, incluyendo
nuestra libertad, en caso que la desee.

No obstante el papel crítico que los impuestos han jugado con frecuencia durante todo
el curso de la civilización, este estudio no hace ninguna reivindicación de que los
impuestos nos proporcionarán una nueva filosofía de la historia. Especialmente en los
últimos siglos, ha habido muchos sabios que dicen que han descubierto un plan, un
patrón, o aún una fuerza que dirige la historia. Aquí no hacemos esa aseveración. Todo
lo que hemos tratado de hacer es dar a los impuestos el estado que merecen como un
factor importante en moldear y dirigir la civilización, y como una fuerza para bien o para
mal.

Los impuestos son un poderoso motor de personas, más de lo que los gobiernos desean
admitir o darse cuenta. Los enojados tributarios pueden ser una amenaza mortal para
un gobierno que instituye impuestos opresivos. Los tributarios instintivamente se
rebelan: La primera fase de advertencia de la rebelión es una evasión fiscal rampante y
el escape para evitar impuestos; la segunda fase produce motines; y la tercera fase es la
violencia. Ultimadamente, la vida puede ser catastrófica para cualquier gobierno que
empuja demasiado a sus tributarios. Cuando ocurre la primera fase, los gobiernos
responden ‘reprimiendo’ a los tributarios desafiantes. En el pasado, como lo observó
el jurista británico Blackstone, se llevaba al verdugo junto con los instrumentos de
tortura. En tiempos modernos, a los fabricantes de impuestos les gusta manufacturar
delitos para aterrorizar a los tributarios.

La primera víctima de lo que llamaremos ‘impuestos estúpidos’ siempre ha sido la


libertad; la segunda víctima ha sido la riqueza y la fortaleza de una nación. Lo que
llamamos impuestos estúpidos los romanos lo llamaban ‘cargas indignantes’.1 John
Adams usó el término ‘impuestos ruinosos’2 para describir los impuestos británicos que
encendieron la chipa de la Revolución Americana, y John Stuart Mill usó las palabras
‘robo legalizado’3 para describir los impuestos de ingreso progresivo. No estaríamos
demasiado equivocados al etiquetar todas estas clases de impuestos como robos.
Usamos el término estúpido en un sentido más que coloquial, y más que un sinónimo
para tonto. Estúpido también significa que carece de una cualidad esencial.
Históricamente, un ‘dumb boat’ era una barcaza, porque a diferencia de los barcos
normales, no tenía velas. Así, los impuestos estúpidos carecen de una cualidad esencial.
En lugar de mejorar la fortaleza y prosperidad de un pueblo -- que esencialmente se
supone que deberían hacer -- los impuestos estúpidos minan y aún destruyen el orden
social que se supone deben proteger y fortalecer. Al carecer de esta cualidad, son
‘estúpidos’.

Este estudio examinará muchos de los principales eventos de la historia con los lentes
enfocados en el recaudador de impuestos, y al hacerlo aprenderemos mucho sobre el
hombre rebelde a los impuestos. Conforme vemos en el pasado la rebeldía de nuestros
ancestros, no podemos evitar darnos cuenta de qué tan poderosa fuerza son los
impuestos en el curso de la civilización. Hoy día, exceptuando la República Popular de
China de todos los sitios, nuestra rebeldía es sorprendente y vergonzosamente leve, en
comparación con aquella de nuestros antecesores. Tememos mucho al recolector de
impuestos -- nuestros ancestros tenían premeditación y alevosía. Pero tan fascinante
como el estudio del hombre rebelde a los impuestos pueda ser, el papel que los
impuestos han jugado en los principales eventos de la historia es todavía más fascinante,
como lo veremos. En realidad, parecerá axiomático que detrás de la mayoría de los
grandes eventos de la historia -- la prosperidad y pobreza de naciones, revueltas y
revoluciones, libertad y esclavitud, y principalmente guerra -- los impuestos han jugado
un papel importante que fácilmente se pierde de vista en el drama de los grandes
eventos.

Las tres raíces de la civilización moderna -- la antigua Grecia, Roma, e Israel -- involucran
historias llenas de drama centrado en los impuestos. El Dios bíblico, que repetidamente
castigaba a su pueblo elegido, seleccionaba los impuestos como su vara de castigo. Las
palabras libertad e independencia, que tanto apreciamos, nos llegaron de estos pueblos
antiguos como términos usados con frecuencia para escribir el estado impositivo de una
ciudad.

Los impuestos jugaron un papel importantísimo en la antigua China, donde el


emperador, para mantener su legitimidad -- su Mandato del Cielo -- tenía que mantener
su política de impuestos en línea con las enseñanzas de los confucianos y taoístas.

Los impuestos jugaron papeles importantes en la Edad Media y hasta el mundo


moderno. Con la Guerra Civil Británica y las Revoluciones Americana y Francesa, el
asunto de los impuestos era tan importante que aún los libros escolares de los niños se
centraban en los impuestos. Con eventos como la Guerra Civil americana, el asunto de
los impuestos que disparó la secesión del sur y motivó a Lincoln a hacer guerra a los
confederados rara vez se menciona. El drama de la abolición fue el gran evento, pero si
usted preguntaba a la mayoría de sureños en 1861 realmente qué estaba detrás de la
guerra, una respuesta honesta hubiera sido los impuestos. El asunto de la esclavitud era
una fachada, como lo era el preservar la unión.
Al final de este estudio histórico trataremos de encontrar el significado y dirección de
cinco mil años de historia. Si deseamos conservar y pasar a nuestros hijos la libertad e
independencia de la que nos jactamos, y que nuestros ancestros nos pasaron a nosotros,
debemos enfocar nuestra atención en nuestro sistema de impuestos y las fuerzas
destructivas que hemos puesto en movimiento, fuerzas que son mucho más peligrosas
que cualesquiera invasores externos.
‘Impuestos es lo que pagamos por una sociedad civilizada,’
dicen las palabras de Oliver Wendell Holmes inscritas
en la entrada del edificio del
Servicio de Rentas Internas en Washington, D.C.
Pero cómo gravamos los impuestos y los gastamos
determina, en gran medida, si
somos prósperos o pobres, libres o esclavos,
y más importante, buenos o malos.
Parte I
Impuestos: Qué Son y Dónde Comenzaron

La caricatura en la página anterior por James Stevenson de la revisa The New Yorker no
solamente es divertida sino también profunda, porque revela qué son los impuestos y
muestra la forma que las personas se han sentido sobre los impuestos desde el inicio de
la historia registrada. Esta misma caricatura, con pocas modificaciones, hubiera
producido sonrisas de tributarios en la antigua Roma, o en muchas otras sociedades
fuertemente gravadas con impuestos durante los siglos. La analogía del robo/impuesto,
que esta caricatura presenta tan gráficamente, era popular siglos antes de la era
cristiana.

La similitud entre recaudadores de impuestos y ladrones también se encuentra en el


significado básico detrás de la palabra impuesto, que es exacción. Literalmente,
exacción significa ‘obtener por la fuerza’. En comparación, su palabra hermana extorsión
significa ‘presión ejercida para obtener algo’. Los impuestos no son deudas, a pesar del
hecho de que descuidadamente nos refiramos a ellos como tales. El principio de valor
justo recibido -- que es la base para una deuda que se puede hacer valer legalmente --
no tiene cabida en una disputa de impuestos. Un impuesto se adeuda porque el
gobierno ordena que se pague. No se requiere nada más. Por lo tanto, la esencia de
un impuesto es el quitar dinero, o propiedad, o aún servicios, por el gobierno, sin pagar
por ello. Cuando un gobierno quita tierra para construir una escuela y paga por ello,
esta clase de apropiación no es un impuesto.

Instintivamente, en todas las épocas, las personas han llamado a los del fisco ladrones
porque operan por medio de amenazas e intimidación y no pagan por lo que se llevan.
Por lo tanto, el epíteto de robo no es tan irracional como pueda parecer. El hombre de
los impuestos, para nuestros sistemas emocionales, es un Robin Hood burocrático que
se lleva la riqueza donde pueda encontrarla, y como Robin Hood, con frecuencia hace
mucho bien con el dinero que se lleva. Ya que sin ingresos los gobiernos colapsarían, la
sociedad como la conocemos desaparecería, y llegaría el caos. Por supuesto, el cobrador
de impuestos difiere de Robin Hood porque su robo ha sido legalizado.

Los impuestos son el combustible que hace actuar a la civilización. No existe ninguna
civilización conocida que no gravara impuestos . La primera civilización de la que
sabemos algo comenzó hace seis mil años en Sumeria, una fértil planicie entre los ríos
Tigris y Éufrates en el moderno Iraq. El amanecer de la historia, y de la historia
impositiva, está grabado en conos de arcilla excavados en Lagash, en Sumeria. El pueblo
de Lagash instituyó pesados impuestos durante una guerra terrible, pero cuando
terminó la guerra, los recaudadores de impuestos se rehusaron a renunciar a sus
poderes fiscales. Desde un extremo de la tierra al otro, dicen estos conos de arcilla, ‘allí
estaban los recaudadores de impuestos’. Todo estaba gravado con impuestos. Aún los
muertos, no podían ser enterrados a menos que se pagara un impuesto. La historia
termina cuando un buen rey, llamado Urukagina, ‘estableció la libertad’ del pueblo, y
una vez mas, ‘No había recaudadores de impuestos.’1 Esta tal vez no era una política
sabia, porque pronto después la ciudad fue destruida por invasores extranjeros.

Existe un proverbio sobre impuestos en otras tabletas de arcilla de esta civilización


perdida que dice:

Escritura cuneiforme inscrita en conos de arcilla excavados en Lagash conteniendo las leyes de la libertad de
Urukagina, que liberó a la tierra de ‘los recaudadores de impuestos’. Dentro del círculo están los símbolos sumerios
para la libertad.

Puedes tener un Señor, puedes tener un Rey, pero al hombre que debes temer es al
recaudador de impuestos.2

Obviamente los tiempos no han cambiado. Todavía le tememos al recolector de


impuestos, como lo demuestra una caricatura nacional reciente que muestra a un
tributario apresurando a su contador para que termine su auditoría de impuestos,
porque ‘ya se le están acabando los tranquilizantes’.

La historia antigua de los impuestos tiene muchos paralelos notables en el mundo


moderno. En seis mil años, los recaudadores de impuestos y los tributarios no han
cambiado mucho. Las computadoras modernas tienen poco más que la vigilancia que
todo lo abarca de los escribas de Egipto. Nuestro sentido moderno de justicia impositiva
va a la zaga de aquel de los romanos. El reparto de ingresos no es un fenómeno
moderno; fue desarrollado por los griegos y funcionaba sin burocracia. Los antiguos
judíos batallaron una forma de terrorismo de impuestos que hace que los extremistas
islámicos parezcan benignos.

Hay mucho que podemos aprender de los antiguos, especialmente en el asunto de los
derechos humanos. La libertad llegó de los griegos, quienes creían que la tiranía era la
consecuencia de una clase equivocada de impuestos. Los romanos hicieron un añadido
a la tesis de los griegos; En cualquier conflicto entre libertad e impuestos, la libertad
siempre cederá.

Cuando veamos nuestras antiguas raíces, no tendremos ninguna ilusión sobre los
impuestos y su potencial peligro a la misma civilización que se supone sostiene. Cuando
gravamos impuestos estamos jugando con fuego, y sin los controles y el cuidado
adecuados, fácilmente podemos quemar todo lo que hemos construido, y nuestras
esperanzas de un mundo mejor se pueden volver humo. Por otro lado, los impuestos
controlados adecuadamente han construido grandes naciones y han traído mucho bien
a sus habitantes. En el mundo antiguo, la clase correcta de impuestos produjo la
magnificencia de Grecia y estaban en la grandeza del corazón de Roma y aún en el éxito
y popularidad del César.

Los impuestos jugaron un papel fundamental en la política internacional antigua. Los


imperios chocaron y batallaron por el derecho de gravar impuestos sobre el perdedor.
Las conferencias de paz y tratados se centraron sobre el asunto de cuánto impuesto
recibirían los victoriosos. Las naciones pequeñas se sublevaron o se engarzaron en
intrigas internacionales para obtener ventajas impositivas.

En los tiempos antiguos, los impuestos era la empresa más importante de la civilización.
La vida en todos los niveles era primero y principal una lucha contra los impuestos. Aquí
está la historia.
1
Antiguo Egipto: Los Ubicuos Escribas

El escriba está más adelante que todos. El que trabaja en la escritura


no paga impuestos. Marcadlo bien.
--Papiro Egipcio, 1200 a.C.

No hace mucho tiempo los descubrimientos de los egiptólogos alcanzaron las primeras
planas de los periódicos. Los cuentos de tumbas perdidas, maldiciones, y tesoros
fabulosos excitaron la imaginación en ese tiempo como el viaje al espacio lo hace hoy
día. Este interés en los secretos del antiguo Egipto nunca ha muerto -- todavía hay
sectas que creen que los secretos del universo descansan escondidos en las grandes
pirámides y tumbas. Esta llamada sabiduría de los faraones puede ser especulativa y
oculta; más concreto es el mensaje de la historia de impuestos de Egipto.

La civilización egipcia fue destacada por su duración. Una forma avanzada de vida
civilizada estaba en pleno florecimiento a lo largo del Nilo antes de 3000 a.C., y se
perpetuó a sí misma hasta la caída de Roma. Dos veces esa civilización cayó en
desorden, una vez alrededor de 2200 a.C., y de nuevo alrededor de 1800 a.C., pero cada
vez se revirtió a su esplendor original. En el siglo trece a.C., durante y después del
reinado del faraón Akenatón, quien es recordado por tratar de hacer valer la creencia
en un Dios, se hicieron grandes cambios en el sistema de impuestos. Los esfuerzos por
instaurar el monoteísmo fracasaron, pero los cambios de impuestos permanecieron y
Egipto comenzó un lento descenso en los próximos mil años, durante los cuales muchos
extranjeros gobernaron Egipto. A pesar de ello, la magnificencia de la cultura egipcia los
devoró, y después de cortos períodos de asimilación, la mayoría de ellos se veían,
hablaban, y actuaban como egipcios. Tan poderosa como era la cultura egipcia, el
estado egipcio nunca volvió a su grandeza. Esa declinación es, en su mayor parte, una
historia de impuestos.

La mayoría de nosotros pensamos del antiguo Egipto como una tierra de crueles señores
y esclavos oprimidos. Esto se debe a la historia de Moisés en el Libro del Éxodo. Pero
esta historia vino de un período de disturbios para Egipto. Traducciones modernas de
registros en jeroglíficos indican que la vida en el antiguo Egipto era usualmente
abundante y pacifica. La tierra era rica, y cuando la cosecha era abundante, la vida era
buena para todos. El egipcio de la antigüedad era una persona alegre. Los hombres y
mujeres eran iguales; disfrutaban de la vida y se disfrutaban unos a otros. En una
canción de amor egipcia, un hombre romántico canta: ‘Si yo la beso y se abren sus
labios, soy feliz aún sin cerveza.’1 Dicho sea de paso, la cerveza era una bebida
duramente gravada con impuestos y monopolizada por el estado. Los grandes faraones
con frecuencia eran vistos pasear del brazo con sus reinas, de la forma que querían estar
en la vida después de la muerte. Los trabajadores no eran esclavos -- la primera huelga
registrada en la historia fue instituida por los egipcios protestando por el retraso en su
pago. Los templos y pirámides probablemente fueron construidos por trabajadores
motivados por el amor a sus dioses y faraones, como los granjeros que construyeron las
grandes iglesias en Europa y América Latina.
La prosperidad de Egipto puede ser rastreada a la abundancia que traía el Río Nilo a esa
tierra. La inundación anual del Nilo traía nutrientes continuos al suelo, y con frecuencia
una rica cosecha para las personas. El Egipto antiguo era una tierra no solamente
inundada anualmente por el Nilo, sino continuamente inundada con recaudadores de
impuestos. Ellos eran llamados escribas y gobernaban la sociedad con el mismo control
de puño de hierro que el partido comunista usaba para gobernar la antigua Unión
Soviética. Si Lagash en Sumeria va a ser recordada por su libertad de los ‘recaudadores
de impuestos’, Egipto podría ser recordado como una tierra donde los recaudadores de
impuestos eran tan numerosos como las ‘arenas del mar’, para decirlo de alguna
manera. Dado que la palabra ‘libertad’ en tiempos antiguos se refería al estado fiscal
de la persona, no es de extrañar que la palabra no se encuentre en ningún lado en los
idiomas egipcios.

Los egipcios observaban los patrones ordenados de la naturaleza, incluyendo el Nilo y el


camino del sol a través del cielo cada día y durante el curso del año. Llegaron a la
conclusión que la figura central del universo, el sol, debería tener su contraparte en el
estado, en el puesto del faraón. El gran faraón Sesostris I, quien gobernó alrededor de
2000 a.C., describió su puesto con estas palabras: ‘Pues Dios me ha hecho pastor de
estas tierras, ya que él sabía que yo la mantendría en orden para él.’ Este orden era
mantenido por los escribas, haciendo valer los impuestos del faraón, que a su vez
estaban construidos alrededor de la auditoría anual.

El examen anual de Impuestos Egipcios debe ser familiar a cualquier tributario moderno
que ha pasado por una auditoría. Los tributarios reticentes son obligados a comparecer
ante los agentes del fisco del gobierno con los libros y registros de la oficina fiscal. Los
delegados obligan la asistencia a través del uso de personal, el antiguo equivalente de
una citación fiscal.

Igual que hoy día, los tributarios egipcios no tenían mucho éxito en resistir una
evaluación fiscal determinada por los escribas. Los escribas tenían sus propios
tribunales fiscales y un tributario no podía ni siquiera tener un abogado para presentar
su lado de la disputa.2 Como descubriremos, a las sentencias de impuestos les faltaba
tanto el debido proceso en el antiguo Egipto como les falta hoy día en la era moderna.

Los egipcios gravaban impuestos casi sobre todo: Ventas, esclavos, extranjeros,
importaciones, exportaciones, negocios. La producción agrícola era gravada con un
abultado 20 por ciento. Esto no solo era impuesto a la cosecha, incluía los jardines en
la casa y artesanías -- ingresos de cualquier fuente concebible, exactamente como
nuestro impuesto sobre la renta. Para ilustrar la tiranía de los escribas en la vida diaria,
consideren el impuesto sobre aceite de cocinar. Los escribas hacían inspecciones
regulares de todas las cocinas para asegurarse que las esposas no estuvieran usando
aceite usado gratis en lugar del aceite gravado que debían usar.

La mayoría de la tierra agrícola era propiedad del estado y era arrendada a granjeros
sujetos al impuesto de cosecha, que no se basaba en la producción real sino en lo que
debía ser la producción. Este cálculo se basaba en la cantidad de tierras dadas al
granjero. No hay duda de que la geometría de Euclides se originó en prácticas
establecidas por mucho tiempo para medir terrenos, desarrolladas por los escribas. Aún
cuando Euclides era griego, él en realidad pasó su vida en Egipto y escribió sus tratados
matemáticos mientras estaba en Alejandría. El simplemente estaba sistematizando y
organizado la sabiduría egipcia derivada de la recolección de impuestos.

El estado preferente de los escribas en la sociedad egipcia se describe en un papiro


escrito alrededor de 1200 a.C. durante el gobierno de la gran familia de Ramsés. Los
alumnos pidieron a su maestro un consejo para seleccionar su vocación. Algunos de ellos
estaban considerando la agricultura. Aquí está lo que el maestro dijo a sus alumnos:

Recuerdan ustedes la condición del granjero que encara el registro del impuesto sobre
la cosecha, cuando la culebra se ha llevado la mitad del maíz y el hipopótamo ha
devorado el resto? Los ratones en el campo. Las langostas descienden. El ganado
devora. Los gorriones traen desastre al granjero. El grano en el piso de la era al final
cae en manos de ladrones… Y ahora el escriba aterriza en la ribera del río para registrar
el impuesto a la cosecha. Sus asistentes llevan lanzas y palos, y dicen, entrega el maíz,
aunque no haya. El granjero es apaleado, atado y tirado a un pozo, empapado y
mantenido allí abajo. Su esposa es atada en su presencia, sus hijos están engrilletados.
Sus vecinos lo abandonan. Así el maíz se va. Pero el escriba está está más adelante que
todos. El que trabaja en la escritura no paga impuestos, no debe pagar nada. Marcadlo
bien.

Sin embargo, los escribas no siempre eran brutales. Se les enseñaba que un oficial del
gran faraón debería actuar con bondad hacia los pobres y desvalidos.

Los oficiales de impuestos del faraón -- husmeando por todos lados, inspeccionando, registrando,
y arrestando -- aún supervisaban los nidos de las palomas para contar los huevos, asegurándose
que el faraón obtuviera su parte del 20 por ciento.

Por consiguiente, un antiguo texto ordena a los escribas: ‘Si un pobre granjero está
atrasado con sus impuestos, perdona dos tercios de ellos.’4
Otro texto aconseja a los oficiales a ‘alegrar a todos y ponerlos de buen humor’, o ‘si
cualquiera está sufriendo bajo presión de impuestos o está al final de sus medios,
ustedes deben dejar que el caso siga sin control.’5

Esta política de perdonar impuestos durante tiempos difíciles fue una práctica común,
originalmente llamada ‘philantropa’, de la cual se deriva nuestra palabra ‘filantropía’.
Los panegíricos de muchos de los faraones recitan que ellos perdonaron impuestos para
no sobrecargar a su pueblo. Los tres mil años de historia egipcia están llenos de
momentos de administración fiscal humana y decente.

El perdón de impuestos casi no se escucha en nuestra sociedad. Nuestras leyes de


perdón al deudor no tienen ninguna aplicación sobre demandas fiscales. La mayoría de
recaudadores de impuestos pueden desalojar a una viuda con 10 hijos de su humilde
cabaña y venderla. Todo lo que la ley le permite conservar es la ropa que lleva puesta.
El humanitarianismo expresado en las leyes fiscales del antiguo Egipto no se encuentra
en ningún lado en nuestros códigos de impuestos. (Vea el Código de Rentas Internas de
los Estados Unidos Sección 6334).

Los escribas de Egipto alrededor de 2000 a.C., como se muestran en escenas de la tumba de Khiti,
Bajo Egipto.
Gravando el impuesto -- un tributario en la oficina de los escribas, suplicando una reducción de
impuestos.

Tributario en las manos del representante de impuestos -- un tributario en el campo siendo


lastimado por los recaudadores de impuestos del faraón.

El bastinado -- un tributario delincuente, sostenido por dos de sus amigos, está siendo apaleado
con aparente ferocidad, pero los golpes fallan cuando el tributario grita a voz en cuello. El
bastinado era una forma de reprimenda, en lugar de castigo -- una clase de quiebra de impuestos.

La enorme dotación de poder que los faraones dieron a los escribas a veces creaba serios
problemas. La corrupción siempre es la consecuencia inevitable de demasiado poder,
especialmente con un agente fiscal, una lección que todavía tenemos que aprender. El
faraón tuvo que entrenar agentes especiales para revisar la corrupción en su oficina
fiscal. Los escribas en el campo se mantenían bajo vigilancia de un grupo de escribas
especiales de la oficina principal. Estos investigadores deberían revisar a todos los
agentes recaudadores en el campo para ver si estaban usando medidas, pesos, o cuentas
falsas para engañar a los tributarios. Su trabajo principal era revisar las quejas de los
tributarios.

Pronto después de la muerte del ahora famoso joven rey Tutankamón, un fuerte faraón
llamado Haremhab descubrió la corrupción enraizada entre sus agentes especiales.
Ellos estaban compartiendo ilegalmente dineros de impuestos con los escribas en el
campo -- los mismos escribas que se suponía que estaban vigilando. Haremhab hizo una
investigación secreta después de escuchar rumores de esta conspiración interna. Se
promulgaron nueve leyes nuevas para acabar con esta corrupción. Un escriba recolector
de impuestos que se encontrara culpable de sobrecargar a un tributario era sentenciado
a que le cortaran la nariz, y después el destierro a una parte desolada de Arabia. Esta
no era ninguna amenaza inútil. Los registros antiguos hablan de una colonia en Arabia
de personas con caras deformadas. Otro faraón aumentó el salario de sus escribas para
que no se vieran tentados de enriquecerse engañando a los tributarios. Puede que esto
solamente haya aumentado sus apetitos por más dinero, siendo la naturaleza humana
lo que es.

No sabemos si los egipcios inventaron el tributo, pero estaban operando un sistema de


tributación bastante avanzado mucho antes del tiempo de Moisés, y lo hicieron con
tanto éxito y por tanto tiempo que uno se pregunta cómo lo pudieron haber hecho. En
los últimos tiempos, el tributo era una forma fea de colonialismo. Con los primeros
egipcios durante el cenit del poder egipcio, el sistema operaba suavemente y sin
revueltas, por lo que podemos decir. El sistema era ‘un testimonio al gobierno leve y
bondadoso, asociado con una vigilancia sin tregua, por medio de lo cual el Imperio
Egipcio fue construido y mantenido.’6

El tributo, entonces, comienza en nuestras historia registrada más temprana como un


impuesto sabio, y únicamente en períodos posteriores alrededor de 1000 a.C. se
convierte en feo, brutal, y opresivo. Pero esta es una vieja historia que parece repetirse
en toda la historia. Aprenderemos que el impuesto agrícola siguió el mismo curso de
un buen impuesto en descomposición. En el período moderno temprano, el poderoso
Imperio Español colapsó cuando convirtió el impuesto interno en una exacción
paralizante. En el siglo veinte nuestros hacedores de impuestos han seguido la misma
ruta con el impuesto sobre la renta, que comenzó en el siglo diecinueve como un
impuesto inteligente. Uno se pregunta, es este el inevitable curso que siguen todos los
impuestos?

Las formas más tempranas de tributo fueron sumas globales anuales, que los eruditos
llamaban tributo en bloque. Era cobrado por oficiales locales y entregado al rey
dominante en una ceremonia muy elaborada. A su vez, él hacía regalos a los
gobernantes de las ciudades que tributaban, y usualmente proporcionaba un desfile
impresionante de su bondad y poderío. Como un padrino él cuidaba de sus niños. Más
tarde, en el siglo cuarto a.C., mucho después de que el tributo dejara de tener su
benevolencia, comenzaron el gravado de impuestos directos con agentes de impuestos
extranjeros. Este era un sistema inherentemente opresor que requería mucha vigilancia
en los territorios de las colonias. La disensión era aplastada por informantes y poderío
militar. Los informantes recibían un porcentaje de todos los impuestos evadidos, como
sucede en América hoy día.

Existe en la Biblia una alusión a los informantes coloniales egipcios. En el Libro de


Eclesiastés, Judea se describe como una tierra llena de lágrimas por los oprimidos. Los
judíos en ese entonces estaban bajo la soberanía egipcia, y obtenemos un eco del
sentimiento del pueblo judía bajo los impuestos coloniales egipcios con los siempre
presentes informantes. Los espías del faraón estaban en todas partes, nos cuentan, de
modo que ‘las aves del cielo llevarán la voz’ (Eclesiastés 10:20) de la persona que
maldecía al rey en secreto. Eran las cargas tributarias del rey, los escribas, e informantes
a los que los judíos maldecían. No existían los micrófonos electrónicos, por supuesto,
pero los escribas deben haber tenido informantes sembrados en todos lados para que
aún las reuniones secretas y maldiciones fueran escuchadas y trasladadas a los escribas.
Los informantes eran recompensados, y los quejosos judíos eran castigados.

Al principio el faraón era dios encarnado en la tierra. La inundación del Nilo y las
abundantes cosechas se atribuían a sus divinos poderes. Aún en los territorios de
tributo, las lluvias que llegaban eran vistas como el resultado de que el faraón pusiera
parte del Nilo en su cielo. La religión era la fuerza más sustentadora detrás de la gloria
y poder del faraón. Eclipsar su poder y su imperio caería, y eso es exactamente lo que
sucedió. Su poder fue eclipsado no solamente en el asunto de creencia religiosa, sino
en el asunto de impuestos. En realidad, el declive de este antiguo imperio proporciona
apoyo a la tesis de Paul Kennedy en su libro The Rise and Fall of Great Powers (La Subida
y Caída de Grandes Poderes) (1987): Los sistemas impositivos se vuelven incapaces de
soportar el imperio después de que es adquirido.

El colapso de Egipto como imperio llegó durante el reinado del famoso faraón Akenatón,
quien trató de librar a Egipto de su sistema profundamente enraizado de dioses y
reemplazarlo con la adoración de un solo dios, Aten, simbolizado por el sol. Esta
empresa totalmente consumió a Akenatón, así como a todo su tesoro.
Desafortunadamente, su movimiento de reforma falló, y con él el imperio colonial
egipcio de dos mil años. Eventualmente extranjeros dominarían Egipto, y en los
próximos mil años gobernarían asirios, babilonios, persas, griegos, y finalmente
romanos. Qué hizo Akenatón para producir tal caída tan dramática y final? La evidencia
sugiere que su base impositiva fue cortada en dos. Con esta pérdida de ingresos, la caída
era inevitable.

Akenatón primero perdió los ricos territorios tributarios en Siria y Palestina. El Imperio
Hitita tomó el control porque el faraón abandonó su imperio por razones que nadie
puede sospechar. Tenemos cartas de sus embajadores locales rogando por un modesto
número de tropas y que el faraón mismo visite las ciudades tributarias. Estos ruegos
fueron ignorados, que un egiptólogo atribuye a su burocracia:

Gradualmente, conforme la situación siria se pone peor y peor, uno llega a simpatizar
intensamente con el fiel [embajador] que hace lo mejor que puede… en tales
circunstancias imposibles y destinado a un futuro tan trágico. Su misma cólera lo hace
parecer más humano y agradable, dado que es una furia en contra de algo que el mundo
ha sentido cólera desde antes, pero que todavía tiene que padecer -- la arrogante
estupidez del pequeño hombre en la oficina.7

Tal vez fue el ‘pequeño hombre en la oficina’, el Ministerio de Relaciones Exteriores de


Egipto, el que falló en librar a Akenatón las inevitables consecuencias de su abandono
del imperio; tal vez fue su loca obsesión con sus reformas religiosas lo que hizo que él
perdiera todo interés en su imperio y su tributo. Un frustrado embajador indica que
habían pasado veinte años desde que el faraón había hecho su última aparición, y que
la fe del pueblo en su gloria y sus poderes había casi desaparecido. Ya no se exigía a las
tropas validar la recolección, porque los estados vasallos lo hacían por convicción
religiosa y fe en que la buena voluntad y bendiciones del faraón los sostendrían y
protegería. Pero parte del sistema requería un espectáculo frecuente de circo -- un
desfile militar como el Día de Mayo Soviético, que demostraba el poderío militar del
estado para que todos lo vieran. A Hitler le encantaba hacer esto y no hay ninguna duda
de que intimidaba a todos y puede haber conseguido lo que quería en Munich con
Chamberlain, debido al impresionante espectáculo de fuerza que sus gigantescos
desfiles hacían para el mundo.

Akenatón no pudo presentarse él ni sus tropas por muchos años. Sus territorios
sometidos perdieron la fe, aún sus embajadores locales tuvieron de escapar por su
seguridad. En este vacío de poder fue fácil para los hititas el tomar el poder y para que
el tributo se secara para siempre.

También tenemos la correspondencia de los líderes de estos estados vasallos


quejándose sobre la tacañería de los regalos del faraón para ellos. El otro lado del
sistema de tributos eran los pagos y riquezas proporcionados a los gobernantes, quienes
tenían la obligación de cobrar y pagar el tributo -- una clase de sistema de sobornos,
muy legal en aquellos tiempos. Sin estos grandes regalos no existiría ninguna
motivación de los gobernantes de cobrar tributos para su tacaño faraón. En un corto
período de tiempo, todas las ricas ciudades en toda Palestina y Siria cayeron bajo la
soberanía del gobierno hitita, y después del asirio.

En casa el tesoro de impuestos fue consumido localmente conforme el nuevo faraón


buscó reemplazar todos los templos paganos y las grandes construcciones
arquitectónicas con nuevas caras que promovían el nuevo y único dios Aten, simbolizado
por el sol. Esto drenó el tesoro del faraón y puede haber sido responsable por sus
míseros pagos y regalos a los gobernantes en los territorios tributarios.

Cuando las reformas de Akenatón fallaron, los nuevos gobernantes tuvieron que
destruir sus obras y aún destruir su nueva ciudad capital. Principalmente, tuvieron que
destruir el poder de la oficina del faraón para que ya no los amenazara. En el futuro, el
faraón tendría que respetar su autonomía y poder, y no existe ninguna forma mejor ni
más segura de hacerlo, que quitarle todo el poder tributario. Los templos y los
sacerdotes se convirtieron en inmunes a los impuestos, y los faraones futuros eran ya
sea marionetas o sus iguales. El faraón como el dios encarnado para todos los egipcios
se había ido. El todavía era un dios, pero ya no tenía el poder supremo sobre la tierra y
sobre todos.

La inmunidad de impuestos para los templos y sacerdotes alcanzó enormes


proporciones, ya que tanto como un tercio de todas las tierras de Egipto eran propiedad
de los templos y eran libres de impuestos. El antiguo historiador griego Heródoto viajó
a Egipto, y en su historia informa que cada sacerdote recibía doce yugos de tierra,
aproximadamente cien codos por cien codos, libres de impuestos.8 Un codo es la
distancia del codo a la punta de los dedos, aproximadamente doce pulgadas. Un gran
templo en Amón en Carnac ejercía una autoridad que rivalizaba con la del faraón. Solo
este templo gobernaba sobre noventa millas cuadradas de ricas tierras agrícolas y
aldeas.
El faraón Haremhab, quien fue el primer líder poderoso después de Akenatón, otorgó la
mayoría de estas grandes tierras inmunes de impuestos a los templos; aún les dio un
número sustancial de sus tropas junto con ganado y equipo agrícola. Al final, ‘su pródiga
nueva dotación de los dioses y los sacerdotes de Amón, preparó el camino para la tiranía
del sacerdocio de Amón, que al final fue la muerte de Egipto.’9 No fue el golpe de gracia
real la exoneración de impuestos que acompañó esta nueva tiranía?

El tributario egipcio promedio no se benefició mucho de la rivalidad entre los sacerdotes


y los escribas del faraón. Toda vez en terrenos del templo inmunes a impuestos, los
trabajadores no pagaban un impuesto de capitación, ni los granjeros un impuesto a la
cosecha, pero las ofrendas religiosas en el templo eran igual de malas. La inmunidad
de impuestos para la religión ha continuado durante toda la historia. La mayoría de las
luchas entre los papas y los reyes en la Edad Media fueron sobre la inmunidad de la
iglesia de los recaudadores de impuestos del rey.

Solamente las tumbas del jefe de recaudadores de impuestos del faraón eran rivales en
esplendor de las tumbas de los faraones. Esta pintura mural de la tumba de un recolector de
impuestos en Tebas, 1400 a.C., muestra a los sirios pagando tributo a Egipto. En menos de
cincuenta años, esta escena terminó cuando el faraón de un solo dios Akenatón abandonó sus
ricas colonias tanto en Siria como en Palestina. Su inmediato sucesor otorgó inmunidad fiscal a
aproximadamente un tercio de todas las tierras de templos en Egipto. Estas pérdidas de ingresos
parecen haber disparado la decadencia irreversible de este antiguo súper poder.

Los templos no solamente eran inmunes a los impuestos, sino que las tierras y los
edificios eran lugares de refugio donde la gente podía huir y escapar del gobierno,
especialmente de los escribas recaudadores de impuestos. Este derecho de asilo, como
se llama, era una clase de sustituto de los derechos civiles, y sobrevive hasta hoy día en
relaciones diplomáticas entre naciones. Un cardenal húngaro vivió por años en una
embajada de Estados Unidos en Budapest, disfrutando una clase de asilo garantizado a
todas las embajadas según las leyes internacionales. Las naciones extranjeras que
conquistaron y gobernaron Egipto por mil años fueron prontas en abolir la inmunidad
fiscal de los templos y terminar con el excesivo poder que disfrutaban los sacerdotes,
pero no abolieron el asilo -- probablemente por una buena razón. Si eran destronados o
vencidos en batalla, siempre se podían refugiar en el templo más cercano y salvarse. El
usuario más común del derecho de asilo era el tributario moroso, corriendo hacia las
puertas del templo, tratando de ganarles la carrera a los escribas que le seguían.
Cuando el tributario ganaba la carrera y estaba seguro detrás de las puertas del templo,
uno se pregunta, se daba la vuelta y les sacaba la lengua a los frustrados escribas? A
muchos tributarios hoy día les encantaría tener esa opción.

La historia de los impuestos del antiguo Egipto muestra lo que sucede en una sociedad
cargada con un sistema fiscal totalitario. El informante, el oficial de rentas corrupto, y
-- más importante -- la tiranía de la vigilancia omnipresente son inherentes en tal
sistema. Cada transacción imponible debe ser registrada y sujeta a examen. Por lo
tanto, la persona individual tiene que presentar todo aspecto de su vida a la inquisición
tributaria.

No teniendo nuestro moderno y sofisticado sistema para mantener registros, los


egipcios usaban a los escribas para supervisar el sistema de ingresos del faraón. El
escriba era el sustituto del registro bancario, la computadora, el número de
identificación tributaria, y los otros dispositivos del recaudador moderno. En tal
sistema, en cualquier lugar, la privacidad y la libertad ceden el paso. Los escribas
estaban en todos lados -- fisgoneando, inspeccionando, y registrando. Este sistema de
fisgoneo no debe ser juzgado muy a la ligera. Nuestro sistema básicamente es el mismo,
buscando los mismos objetivos, y usando los medios y herramientas disponibles al
momento. Las herramientas han cambiado, no el sistema. Por ejemplo, en 1975 la
Suprema Corte de los Estados Unidos falló que los agentes de impuestos federales
tienen el derecho de fisgonear en casi cualquier cosa usando una citación hecha a Juan
Pérez. La opinión al contrario del Juez Potter Stewart enfatiza la omnipresencia de
nuestro sistema de impuestos:

Virtualmente todas las personas u objetos en este país… pueden tener problemas
tributarios. Todos los días la economía genera miles de ventas, préstamos, donaciones,
compras, arrendamientos, testamentos y similares, que sugiere la posibilidad de
problemas impositivos para alguien. Nuestra economía es relevante a impuestos en casi
todos sus detalles. (U.S. v. Biscaglia, 420 U.S. 141, 156 1975]).

Un agente del Servicio de Rentas Internas usando un pseudónimo dijo: ‘No existe
ninguna pieza de información acerca de usted que yo tenga prohibido buscar.’10 No era
este el estado de los asuntos que dominaban el sistema impositivo del antiguo Egipto?
No son nuestros auditores del impuesto sobre la renta el equivalente moderno, en casi
todos los detalles, de los ubicuos escribas de los faraones?
Pintura de una tumba de Tebas de un ‘Escriba llevando cuentas del maíz de Amón’, de
las tierras del templo inmunes a impuestos. Aquí el maíz es registrado junto con una
bandada de gansos, como impuestos al sacerdocio. Era una situación sin salida para los
granjeros, conforme se arrodillan ante los escribas del templo y pagan sus tributos a los
sacerdotes.
2
La Piedra Roseta Habla --
Y Cuenta un Cuento de Impuestos
Los impuestos atrasados que pesaban sobre los pueblos de Egipto él
(Ptolomeo V) perdonó, una cantidad inmensa, cuánto no se sabe.
--Piedra Roseta, 200 a.C.

Napoleón comenzó su ambiciosa carrera militar tratando de conquistar Egipto. Los


británicos lo sacaron en un santiamén, pero antes de hacerlo, sus soldados saquearon
las tumbas y embarcaron de vuelta a Francia tantas reliquias como pudieron acarrear.
Conforme estas reliquias fueron pasadas de mano en mano de la alta sociedad de
Europa, así nació la egiptología.

Nuestro conocimiento del antiguo Egipto se movió de fantasía a realidad con el


descubrimiento de la Piedra Roseta. Fue desenterrada por uno de los oficiales de
Napoleón cerca del pueblo de Roseta en el norte de Egipto. Napoleón mandó a hacer
copias y distribuirlas en toda Europa. Los ingleses eventualmente se apoderaron de la
piedra de los franceses, y ahora está en exhibición en el Museo Británico en Londres. Es
una losa de basalto negro, una roca dura parecida al mármol. Tiene un mensaje inscrito
en jeroglíficos (en la parte superior), demótica, otra letra egipcia perdida (en el medio),
y griego (en la parte inferior). Con la ayuda del conocido griego se pudieron descifrar
los otros dos modos egipcios de escritura. Los egipcios eran escritores prolíficos, y un
gran número de escritos egipcios que han sobrevivido ahora pueden ser descifrados
contando la historia real de la vida en el antiguo Egipto.

La mayoría de nosotros aprendió sobre la Piedra Roseta en nuestras primeras lecciones


de historia antigua y geografía. Esta piedra es el descubrimiento arqueológico egipcio
más importante de todos los tiempos. Es la reliquia más importante de la historia egipcia
antigua. Alguien obviamente pasó muchas penas para inscribir la Piedra Roseta. Por
qué el mensaje fue inscrito en tres idiomas diferentes? Por qué se usó piedra en lugar
de papiro? El mensaje debe haber sido importante para que se grabara en piedra, pero
por qué el mensaje estaba transcrito en griego?
La Piedra Roseta, cuyo mensaje de tres maneras --jeroglífico (parte superior), demótica
(centro) y griego (parte inferior) -- fue la clave para revelar las historias del antiguo
Egipto, incluyendo la reacción a una revuelta por impuestos del niño-rey Tolomeo V.

La Piedra Roseta fue inscrita alrededor de 200 a.C. durante el reinado de Tolomeo V,
conocido como Epifanes. Egipto había sido gobernado por una dinastía de reyes de
origen griego llamados Tolomeo por más de 100 años. El fundador fue uno de los
principales generales de Alejandro el Grande. Después de que Alejandro murió
inesperadamente, sus generales se dividieron el imperio. Tolomeo tomó Egipto para sí
mismo y se convirtió en rey. Se estableció una nueva dinastía que duró hasta la muerte
de Cleopatra. Los Tolomeo eran, en general, buenos reyes, y trataron de continuar con
la antigua tradición de una dictadura benevolente establecida por los faraones. La
influencia griega era considerable, pero en pocas generaciones los Tolomeo actuaban
más como egipcios que como griegos.

Al momento de inscribir la Piedra Roseta, Egipto había estado plagado por una guerra
civil por más de una década. Esta guerra comenzó después de que los soldados egipcios
volvieron a casa después de una exitosa campaña militar en el este; encontraron a Egipto
engrilletado con nuevas cargas de impuestos. Además, la oficina de impuestos había
sido fortalecida con duros griegos que eran los mejores en el negocio. La revuelta de
estos soldados se convirtió en una guerra civil, y para tratar de restaurar el orden, el
niño-rey Tolomeo V emitió una ‘Proclama de Paz’. La disposición más importante era
una amnistía general para los rebeldes. Los deudores de impuestos y rebeldes fueron
sacados de la cárcel. Las deudas de impuestos fueron perdonadas. Ya no habría más
servicio militar obligatorio para la marina. Los fugitivos fueron invitados a volver y tomar
de vuelta la propiedad confiscada. Finalmente, habría una inmunidad de impuestos para
los templos y sus cosechas y viñedos, como en los días de los faraones. Esta proclama
era un golpe de audacia para traer la paz a una nación destrozada por la guerra. Era
una capitulación por parte del gobierno ante los rebeldes y sacerdotes.

Los grandes beneficiarios de esta proclama fueron los sacerdotes. En una asamblea
solemne en Menfis, en el bajo Nilo, decretaron que se debería grabar un honorario en
una ‘estela de piedra dura en letras sagradas y griegas, y ponerlo en los… templos a la
imagen del rey eterno.’ De esto podemos asumir que puede haber habido muchas
copias de la Piedra Roseta instaladas en los templos al lado de una estatua del niño-rey.
Por qué?

La razón es que las disposiciones de impuestos de la proclama de paz fueron un camino


a la riqueza para los sacerdotes. Desde las conquistas sucesivas de Egipto por los asirios
alrededor de 700 a.C., después los persas, y finalmente los griegos en 330 a.C., los
templos habían perdido sus antiguas inmunidades a los impuestos. Ahora, después de
500 años de reinado extranjero, las inmunidades a los impuestos estaban siendo
restauradas. El prospecto de poder económico e independencia para los templos era
excepcional. No es ninguna sorpresa que para honrar al rey, la Piedra Roseta enfatizara
los maravillosos beneficios de impuestos que les habían dado. Con el derecho de asilo,
que nunca habían perdido, los templos ahora tenían un futuro brillante y próspero. El
tropiezo principal era el desenfreno de los recaudadores de impuestos del rey. Teniendo
la ley de su lado -- igual que ahora -- no era suficiente para detener a un miembro
demasiado ambicioso de la oficina fiscal del rey. Para mantener a los recaudadores del
rey fuera, había un letrero en griego en la entrada de todos los templos, que decía: No
Hay Entrada Para Aquellos que No Tienen Negocios en el Templo.1
Extractos de la Piedra Roseta traducida por Sir Wallis Budge, antiguo director de
antigüedades egipcias del Museo Británico.

Para reforzar el letrero, la Piedra Roseta estaba puesta junto a una estatua del rey. Si
había alguna duda sobre si algún agente fiscal tenía derecho de entrar al templo, se le
refería a la Piedra Roseta para que leyera por sí mismo que el templo estaba fuera de
los límites para él. La traducción griega de la Piedra Roseta aclaraba y apoyaba el letrero
griego de ‘No Pasar’ en la entrada.

El hecho que la Piedra Roseta es un documento orientado a impuestos no debe llegar


como una sorpresa. Un gran porcentaje de todos los documentos antiguos son registros
de impuestos, de una u otra clase. Una de las tareas de los historiadores que estudian
el material antiguo es tamizar pilas de registros de impuestos con la esperanza de
encontrar algo interesante. Aún cuando los registros de impuestos son vistos como una
molestia, podrá llegar el día en que los historiadores se den cuenta que los registros de
impuestos cuentan la historia real detrás de la vida civilizada. Cómo eran gravados, a
quién gravaban, y qué se gravaba, dice más de una sociedad que cualquier otra cosa.
Los hábitos de impuestos podrían ser a la civilización lo que los hábitos sexuales son a la
personalidad. Son indicios básicos de la forma en que se comporta una sociedad.
Detrás del otorgamiento de inmunidad de impuestos en la Piedra Roseta está la historia
de lo que realmente estaba sucediendo en Egipto alrededor de 200 a.C. Uno podría
interpretar estos indicios para significar que el joven rey tenía un sabio regente que tuvo
suficiente sentido común como para reducir los impuestos para activar la economía y
terminar con la lucha civil. Puede ser que el regente fuera un tipo excepcionalmente
decente que tuvo lástima de los trabajadores egipcios sobrecargados de impuestos.

Por supuesto, esto son ilusiones. Los gobernantes no reducen impuestos para ser
buenos. La conveniencia y codicia crean altos impuestos, y normalmente es necesaria
una inminente catástrofe para bajarlos.

La proclama de paz mencionada en la Piedra Roseta significa que las presiones de


impuestos excesivos estaban destruyendo a Egipto. La acumulación de impuestos no
pagados debe haber alcanzado un nivel intolerable. La confiscación masiva de propiedad
privada había demostrado ser desastrosa para el país: Las aldeas estaban despobladas,
las granjas abandonadas, y los diques importantísimos a lo largo del Nilo estaban muy
necesitados de reparaciones. Las inundaciones ponían en peligro a todo Egipto. La
liberación de rebeldes de impuestos de la prisión significaba que las prisiones estaban
llenas y que la nación desesperadamente necesitaba trabajadores. La amnistía
significaba que la tierra estaba llena de fugitivos que habían huido de sus casas para
escapar al castigo por no pagar sus impuestos. En resumen, el otorgamiento de
inmunidad fiscal establecido en la Piedra Roseta pinta una lastimosa imagen de Egipto,
e indica que sus gobernantes fueron forzados a tomar medidas desesperadas para
terminar con el caos social y económico que su sistema de impuestos excesivos había
creado.

Hay muchos otros escritos de este período que confirman esta interpretación. Hemos
descubierto que el rey estaba inundado con peticiones de los tributarios rogándole alivio
del duro tratamiento que recibían de la oficina del fisco. Los tributarios en prisión
pedían perdón -- no porque fuesen inocentes, sino porque el rey estaba perdiendo sus
valiosos servicios mientras ellos estaban en la cárcel. Por ejemplo, tenemos la petición
de un hombre arrestado por la oficina fiscal cuando él era necesitado urgentemente en
el ministerio de relaciones exteriores. El rey aún vio a sus propias cosechas en peligro
cuando el ministro de impuestos arrestó a sus campesinos reales mientras estaban
trabajando en las tierras de cultivo del rey. Los sacerdotes hicieron peticiones al rey
sobre las entradas ilegales a los templos.

Finalmente, y algo desconcertante, hubo varias peticiones quejándose sobre falsas


denuncias por los recaudadores de impuestos acusando de evasión a tributarios
honestos. A los tributarios egipcios no les gustó este ataque sobre su moral, aún por
parte de un corrupto agente del fisco. Hoy día probablemente solo consideraríamos la
fuente. Aún así, esto tiene su contraparte moderna. Una persona acusada, pero no
sentenciada, de ofensas fiscales, usualmente recibe más publicidad que un asesino
común.

Esta inundación de peticiones de tributarios oprimidos fue seguida de una carta muy
divulgada a todos los agentes fiscales, recordándoles que el rey y la reina deseaban un
tratamiento justo para todos los tributarios. La referencia a la reina en esta proclama
oficial indica el estado igualitario de las mujeres en Egipto en ese entonces. Sin
embargo, no se debe dar mucha importancia a esta proclama. El rey hizo responsables
a sus altos oficiales fiscales de todos los impuestos no cobrados. Esta presión en la parte
superior del sistema inevitablemente pasó hacia abajo al tributario más bajo en la parte
inferior. El rey estaba atrapado entre unas arcas vacías y tributarios rebeldes. En tal
situación, él usó palabras contradictorias.

La carta que Tolomeo y su reina escribieron fue básicamente un truco, y la historia de


los impuestos está llena de ejemplos similares. En el interés de buenas relaciones
públicas, los gobiernos harán anuncios calmantes cuando haya clamores públicos de
tributarios enojados. Entonces se asegura a los tributarios que los recaudadores se
suponen que son justos y decentes. Sin embargo, que lo sean depende en cuánta
presión se les pone por las autoridades del fisco en la parte superior del sistema. Un
agente recolector opresivo usualmente está reaccionando a la presión de arriba. La
verdad de esta observación fue verificada en los años 1960 cuando el Servicio de Rentas
Internas anunció en un decreto público oficial que los auditores fiscales no iban a ser
protectores del fisco ni abogados del gobierno, sino serían jueces equitativos e
imparciales. La mayoría de agentes les dirá que su obligación principal es (como se les
ha dicho) el ‘proteger la renta’, exactamente lo que este Procedimiento Fiscal dice que
se supone no debe hacer.

Esta duplicidad de decirle a los tributarios una cosa y después voltearse y ordenar a los
agentes hacer lo opuesto es exactamente lo que estaba sucediendo en el antiguo Egipto.
La tremenda presión puesta en la parte superior del sistema produjo opresión en la
parte inferior -- un hecho que los oficiales fiscales deben haber conocido.

Las proclamas de paz como aquellas de la Piedra Roseta fueron repetidas por lo menos
tres veces en el próximo siglo. El éxito de la proclama de la Piedra Roseta estimuló al
gobierno a usar amnistías fiscales como una medicina regular para controlar el desorden
civil. Con el tiempo, el gobierno egipcio otorgó una colección notable de derechos civiles
a todos los tributarios.

Los eruditos han tratado de determinar qué salió mal en Egipto bajo el reinado de los
Tolomeo, cuando un imperio que había sobrevivido por más de tres mil años
simplemente se marchitó y murió. Puso poca resistencia contra los romanos cuando
invadieron Egipto. Egipto no había sufrido ningún desastre militar, hambruna, o plaga.
El delta del Nilo todavía era la región agrícola más rica del mundo. Los Tolomeo habían
sido buenos reyes. Egipto podía haber sido la conquista más difícil de los romanos, no
la más fácil.

Algunos eruditos creen que todas las civilizaciones tienen un ciclo de vida como las
plantas y los animales, y que Egipto simplemente murió de vejez. El historiador griego
Polibio sugirió que la guerra civil que incapacitó Egipto fue causada por la dominación
griega en el gobierno. Polibio puede haber estado correcto en parte, exceptuando que
no fue el elemento griego mismo lo que irritó a los egipcios, sino las prácticas fiscales
griegas.
El análisis más impresionante de la caída de Egipto vino del gran erudito ruso
Rostovtzeff.2 El creía, después de una vida de estudio, que la decadencia en la sociedad
egipcia era el resultado de la ilegalidad en la burocracia, especialmente en la oficina
fiscal. El rey no podía contenerla, y sus órdenes no eran escuchadas. Rostovtzeff sentía
que la tiranía continuada y sin freno de los recaudadores de impuestos egipcios produjo
un descenso en incentivos en todo el país. Los trabajadores y granjeros egipcios
perdieron el deseo de trabajar -- las tierras agrícolas cayeron en desuso, los hombres de
negocios se fueron, y los trabajadores escaparon. La moneda sana desapareció
conforme una inflación rampante destruyó el poco capital que había. La tierra se llenó
de ladrones que arruinaron el comercio y trajeron miedo y desesperación al populacho.
El viajar en barco y canoa por el Nilo se convirtió en algo tan peligroso como caminar de
noche en las calles secundarias de New York y Detroit. Al final, los ladrones no estaban
solo en la oficina fiscal -- estaban en todos lados.

El gobierno de trescientos años de los Tolomeo sobre Egipto terminó después de la


derrota de Marco Antonio y Cleopatra por parte de Octaviano en Actio, año 31 d.C.
Después de un corto asedio de Alejandría, Octaviano entró a la ciudad y comenzó el
gobierno romano. No sabemos qué clase de bienvenida recibió Octaviano cuando entró
en esa gran ciudad, pero lo más probable es que cuando se fue era visto con buenos ojos
por haber liberado al pueblo egipcio de la servidumbre. En el último siglo los una vez
buenos y amables Tolomeo ya no estaban allí para controlar la inhumana burocracia
griega que había aprendido ‘como el pueblo puede ser oprimido sin demasiado peligro
para los opresores.’3 Durante este decadente período, el trono fue dominado por una
serie de implacables reinas llamadas Cleopatra, quienes no dudaron en asesinar a sus
hermanos, hermanas, amantes, y aún hijos rivales.4

Octaviano, quien pronto se convirtió en César Augusto, se dedicó a restaurar la


economía egipcia. Su ejército se convirtió en una gran compañía de construcción. Se
puso a trabajar a los soldados reparando lo diques y limpiando los canales que se habían
obstruido con lodo el último siglo. El resultado fue un renacimiento de la prosperidad
egipcia para beneficio de Augusto. Sabiamente él mantuvo a Egipto para sí mismo, y
aún prohibió que cualquier senador romano visitara Egipto sin su permiso expreso. 5

El debe haber hecho algunos dramáticos cambios en el sistema impositivo, porque el


desorden civil cesó y Egipto se convirtió en una de las provincias más leales y pacíficas
de Roma.6 Tenemos una pista sobre esto en un discurso de Herodes Agripa al pueblo
judío, instándolos a ser obedientes a las demandas de impuestos de Roma y apelando
al ejemplo de Egipto:

Qué ocasión hay para mostrarles el poder de los romanos en países remotos,
cuando es tan fácil aprenderlo de Egipto, en su vecindario? … aún así no se avergüenza
de someterse al gobierno romano, aún cuando tiene a Alejandría como una gran
tentación a la revuelta… y paga más tributo a los romanos en un mes de lo que ustedes
hacen en un año; además de lo que paga en dinero, envía maíz a Roma lo que la sustenta
por cuatro meses [en el año].7
El gobierno y política fiscal de Roma siguió un patrón en Egipto parecido a los Tolomeo.
Para el tiempo de la caída de Roma, éste también se volvió decadente y opresivo, aún
esclavizando al pueblo. Cuando los ejércitos musulmanes llegaron en el siglo séptimo,
fue relativamente fácil para ellos el apoderarse de Egipto, ya que ofrecieron al egipcio
sobrecargado de impuestos no solo menos impuestos, sino ningún impuesto si
abrazaban el Islam. Este notable episodio en la historia, que sucede cuando el mundo
antiguo llega a su fin después de la Caída de Roma, será discutido con más detalle.
3
La Edad del Terror - Impuestos --
Y los Indomables Rebeldes del Antiguo Israel
El rey de Judá estaba atemorizado por la amenaza de Nabucodonosor; compró
la paz con dinero, y trajo el tributo que se le ordenó pagar.
--Josefo, La Antigüedad de los Judíos

Los judíos desarrollaron la única cultura pre cristiana que ha sobrevivido a nuestros días.
La historia judía retrocede cinco mil años. En comparación, la historia de los pueblos
angloparlantes puede ser trazada como máximo dos mil años. Como pueblo los judíos
siempre han sido pequeños en número pero gigantescos en su impacto sobre el curso
de la civilización. Apartando el aspecto religioso de la historia judía, su historia política
y económica ha sido una de una lucha continua tras de otra en contra de una tributación
exagerada.

La historia tributaria de los judíos puede dividirse en tres períodos principales: El Reino
de Israel, Judá se Queda Sola, y Los Pueblos Diseminados. La tributación judía termina
con los impuestos de confiscación que Hitler impuso sobre ellos como su primer solución
al ‘problema judío’. Los impuestos judíos especiales de Hitler destruyeron
completamente el poder judío en Alemania antes de que se concibieran los campos de
exterminio.

La historia tributaria de los judíos probablemente comenzó en el Libro de Éxodo con la


esclavitud de las tribus de Israel por el faraón después de la muerte de José, el hijo de
Jacob. Sabemos que los israelitas fueron una colonia de extranjeros altamente
respetada viviendo en Egipto, y que habían recibido grandes favores del faraón. Pronto
después de la muerte de José, un nuevo faraón puso a los hijos de Israel en servidumbre,
pero el recuento bíblico no responde la pregunta de cómo fueron esclavizados. El Libro
de Éxodo registra lo siguiente:
Esta escena encontrada en las paredes de Nínive muestra al pueblo del
Reino de Israel siendo llevado en cautiverio y el olvido, para convertirse en las Tribus
Perdidas de Israel.

Pero los hijos de Israel fueron fecundos y aumentaron mucho, y se multiplicaron


y llegaron a ser poderosos en gran manera, y la tierra se llenó de ellos.

Y se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no había conocido a José. Y dijo a su
pueblo: He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y más fuerte
que nosotros. Procedamos, pues, astutamente con él no sea que se multiplique,
y en caso de guerra, se una también con los que nos odian y pelee contra
nosotros… Entonces pusieron sobre ellos capataces para oprimirlos con duros
trabajos. Y edificaron para el Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramsés.

El historiador judío Josefo, escribiendo hace novecientos años, añadió este giro al
episodio:

Ahora sucedió que los egipcios se volvieron delicados y perezosos, en lo


minucioso, y se dedicaron a otros placeres, y en particular al amor de la ganancia.
También se convirtieron en muy malintencionados hacia los hebreos, como
tocados por la envidia por su prosperidad.2

Ambos escritores antiguos parecen estar enfatizando dos puntos. Primero, los judíos
eran una minoría política próspera y creciente, y segundo, los egipcios, quienes
controlaban el sistema político, estaban envidiosos de la riqueza judía. Cuando el faraón
decidió proceder ‘astutamente’ con ellos -- la palabra moderna sería ‘sagazmente’ -- su
objetivo era robar la riqueza de los judíos y refrenar su poder en aumento. Y cómo hizo
esto el faraón? No podemos asumir que él simplemente ordenó la esclavitud de los
hebreos e ipso facto eran esclavos. El faraón era el administrador supremo de la ley
egipcia, que era divina en origen y no estaba sujeta a cambio. El hubiera tenido que
esclavizar a los hebreos cumpliendo con el ‘debido proceso de la ley’ o ‘justicia natural’
por normas egipcias de 1700 a.C. Las leyes y tradiciones antiguas tenían que ser
aplicadas de forma estricta.

Según el sistema legal de ese entonces, una persona podía ser esclavizada por ser: Un
criminal; un cautivo de guerra; o un tributario delincuente o deudor.3

Los israelitas no eran una nación extranjera, y no hay razón para creer que no fueran
residentes leales de Egipto pagando sus impuestos de cosecha de 20 por ciento junto
con todo el mundo. Dado que todos los israelitas fueron esclavizados puede que haya
habido ya sea una deuda pública gigantesca que no fue pagada, o una rebelión en contra
del faraón. Como colonia extranjera, el tributo podía ser gravado en contra de toda la
comunidad como un todo. Había una arbitrariedad inherente respecto al tributo. El
faraón podía fijar la tasa tan alta que no pudiera ser pagada. La rebelión en contra de
tal impuesto o la mera delincuencia, hubiera podido permitir al faraón confiscar toda la
riqueza hebrea y esclavizar a los hijos de Israel. El uso del término ‘cargas’ en el texto
bíblico podría ser una referencia a impuestos. En todas las escrituras antiguas, con
frecuencia se mencionaban los impuestos como una carga, a veces como un yugo. 4 Por
el uso de su poder de gravar impuestos, el faraón probablemente esclavizó a los
hebreros y puso el escenario para Moisés y el Éxodo.

La historia está llena de ejemplos similares -- una clase rica impopular, sin poder político,
es gravada con impuestos hasta llegar al olvido, emigración, o rebelión. Por
consiguiente, la vía más natural y legal para que el faraón procediera ‘astutamente’ con
los israelitas fue a través de unos impuestos paralizantes.

Después de que Moisés dirigió a los hijos de Israel fuera de la servidumbre, ellos se
asentaron en Palestina bajo Joshua. Cada tribu recibió un territorio específico, y tenían
poco gobierno, con jueces que proveían el poco gobierno que se necesitaba. Leemos
en el Libro de Jueces (17:6), ‘En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo
que bien le parecía’. En otras palabras, no había ningún gobierno regulando su
comportamiento, y eso significaba que no había impuestos para un gobierno central.
Este orden social duró por aproximadamente 400 años.

Alrededor de 1000 a.C., a solicitud del pueblo, se introdujo un gran gobierno. El pueblo
quería un rey, como tenían todos. Sin embargo, el Profeta Samuel objetó a este tipo de
sistema político. Dios no quería que su pueblo tuviera un rey y le dijo a Samuel que se
lo dijera al pueblo. El pueblo todavía quería un rey, no obstante los deseos de Dios.
Entonces Dios dijo a Samuel que le dijera al pueblo lo que sería la vida bajo un rey --
específicamente, su vida fiscal. En el Primer Libro de Samuel el pueblo recibe una imagen
vívida de qué esperar de un rey, respecto a los impuestos:

Este será el derecho del rey que reinará sobre ustedes. Él tomará a los hijos de ustedes,
los destinará a sus carros de guerra y a su caballería, y ellos correrán delante de su carro.
Los empleará como jefes de mil y de cincuenta hombres, y les hará cultivar sus campos,
recoger sus cosechas, y fabricar sus armas de guerra y los arneses de sus carros. Tomará
a las hijas de ustedes como perfumistas, cocineras y panaderas. Les quitará a ustedes
los mejores campos, viñedos y olivares, para dárselos a sus servidores. Exigirá el diezmo
de los sembrados y las viñas, para entregarlo a sus eunucos y a sus servidores. Les
quitará sus mejores esclavos, sus bueyes y sus asnos, para emplearlos en sus propios
trabajos. Exigirá el diezmo de los rebaños, y ustedes mismos serán sus esclavos.5

Aún así, impasibles ante la imagen de la vida bajo un rey y sus recaudadores de
impuestos, los hijos de Israel todavía querían un rey, y Dios le dijo a Samuel que les
dejara tener uno, y que les dejara sufrir las consecuencias. Samuel entonces ungió a
Saúl, Rey de Israel.

Los hijos de Israel en 1000 a.C. parecen tener mucho en común con los hijos de la
civilización occidental en A.D. 2100. Queremos un gran gobierno como los israelitas
querían un rey, que también significaba un gran gobierno. Y al igual que los antiguos
hebreos, también obtuvimos grandes impuestos, y las consecuencias que se originan de
ello.

Samuel dejó fuera la peor parte del escenario de los grandes impuestos -- el salvaje
castigo asignado a todos aquellos que los evadan. Salomón, quien siguió a David y al
primer rey, Saúl, hizo vivir eso al pueblo israelita, dos generaciones más tarde. El amasó
una riqueza inmensa a través de aplastantes impuestos. El comentario de Jesús sobre
‘Salomón y toda su gloria’ se refería a sus suntuosas cortes y harenes. Un antiguo
escritor relata esto de ese hombre:

Pero aún cuando Salomón se había convertido en el más glorioso de todos los reyes, y
el más amado por Dios, y había excedido en sabiduría y riquezas a aquellos que habían
sido gobernantes de los hebreos antes que él, aún así él no perseveró en este feliz estado
hasta que murió… Se volvió loco en su amor por las mujeres… ni estaba satisfecho con
las mujeres de su país solamente, sino que se casó con muchas esposas de países
extranjeros.6

Yo creo que su locura se desarrollo de tener mil esposas y concubinas. Cómo manejó
tantas mujeres es alucinante. Aparentemente no las manejaba muy bien. En el Libro de
Eclesiastés (atribuido a Salomón), indica que difícilmente podía él encontrar una buena
mujer entre todas.7 Las esposas probablemente podrían haberle contestado indicando
que él no pasaba suficiente tiempo con ninguna de ellas para poder juzgar
adecuadamente. Con tantas esposas le tomaría aproximadamente tres años el hacer la
ronda y dar a cada esposa una sola noche. Su ‘amor por las mujeres’ parece haber sido
más como coleccionista que como amante o compañero. Aún así sus relaciones eran
difícilmente platónicas porque él ‘no se frenaba en sus lujurias’. 8 Todavía peor, sus
esposas extranjeras practicaban la idolatría y él eventualmente se unió a esa práctica.

Las esposas y la gloria de Salomón tenían que ser pagadas, y este fuerte gasto cayó sobre
el pueblo hebreo. Las escrituras antiguas mencionan esto como el ‘yugo’ que él puso
sobre el pueblo. Aparte de los látigos para cobrar los impuestos de Salomón, algunos
eruditos bíblicos creen que la historia de horror e impuestos predicha por Samuel y
anotada en este capítulo en realidad fue escrita más tarde, y era un recuento del sistema
de impuestos que Salomón había impuesto para construir su vasto y lujoso reino.9

Cuando murió Salomón, su hijo Roboam iba a ser su sucesor. Para recibir el trono, fue
citado a la ciudad de Siquem, que Joshua seleccionó como el lugar de reunión para los
gobernantes de las tribus de Israel. Los líderes de las tribus preguntaron cuáles serían
sus impuestos, y al mismo tiempo, le instaron a repudiar algunos de los pesados
impuestos que Salomón había gravado sobre ellos, y que los ponía en ‘servidumbre’.
Los ancianos sabios de Israel aconsejaron además a Roboam, ‘Si tu les hablas y al
responderles les hablas buenas palabras, ellos Serán tus siervos.’10 Roboam dijo que le
gustaría pensarlo durante tres días y después darles su respuesta. Durante estos tres
días, los líderes se sintieron sospechosos porque no veían ninguna razón para que él
pensara en ello. Roboam apareció ante su pueblo y dijo y anunció, para el horror de
todos, que él aumentaría los impuestos, y a los desobedientes, en lugar de usar un látigo
(que los gobernantes anteriores deben haber usado para que cumplieran con los
impuestos) él usaría ‘escorpiones’, un tipo brutal de látigo con puntas afiladas que
rompían la piel.

Esto era demasiado: ‘El pueblo quedó impactado por estas palabras como si los hubiera
golpeado un martillo, y estaban tan afligidos por las palabras, como si ya estuvieran
sufriendo los efectos de ellas.’11 Una revuelta bien organizada en contra de los
impuestos brotó inmediatamente, que debe haber sido planificada antes de la reunión.
Le dijeron a Roboam que él no podía ser rey y que él solamente podía tener ‘el templo
que su padre había construido’.12 Para desahogar su ira todavía más, decretaron que a
ningún descendiente de David se le permitiría gobernar sobre ellos. Roboam no se dio
cuenta de qué tan enfurecido estaba el pueblo. Envió al jefe recolector de impuestos
(de Salomón) a tratar de manejar la situación y calmar a la multitud. Lo lapidaron hasta
la muerte, probablemente porque ya se habían hartado de él como el jefe de la oficina
de impuestos de Salomón.13 Temiendo por su vida, Roboam ‘inmediatamente se subió
a su carroza y escapó a Jerusalén’14 para refugiarse en el templo que se le había
permitido conservar.

Roboam tomó control de Jerusalén y el reino se dividió, y el gobierno de Roboam se


limitó a la pequeña provincia de Judá. Siendo un reino mucho más pequeño, Judá, para
mantener la paz, pagaba tributo a Israel y a sus reyes que no descendían de David.

Estos reinos hebreos se convirtieron en amortiguadores entre Asiria y Egipto, los super
poderes de ese entonces, algo como Europa era entre Rusia y los Estados Unidos. Los
últimos estuvieron atrapados en una lucha que era en parte ideológica; en 800 a.C. la
lucha era puramente económica. El tributo era el premio para el vencedor.

Los reinos hebreos vacilaban entre pro asirios y pro egipcios. Los profetas abogaban por
una estricta neutralidad. Al permanecer neutrales y pagar cualesquiera impuestos que
se les exigía, las naciones hebreas sobrevivirían. Cualquier alianza ya sea con Egipto o
con Asiria invitaba a la aniquilación. Una nación que viviera por la espada perecería por
la espada. Este proverbio, tan popular en el antiguo Israel, sin duda era la palabra de los
profetas argumentando por no alinearse con ninguno de los super poderes.

Asiria pronto dominó a cada ciudad y nación exceptuando Egipto. El Obelisco Negro de
Salmanasar III muestra al rey de Israel postrándose ante los asirios y entregando el
tributo a Nínive. Pero este no fue un arreglo feliz. Los israelitas se rebelaron siempre
que pudieron. Cuando los israelitas cortaron el tributo en 750 a.C., el rey del terror asirio
Tiglat-Pileser IV, irrumpió de Nínive, brincó sobre Israel, y exigió mil talentos de plata
(un talento hebreo era 116 libras). Los israelitas subyugados cumplieron y se rindieron
a las demandas asirias por 15 años. En 734 a.C. se rebelaron de nuevo junto con todos
los territorios tributarios en el imperio asirio. Esta vez los furiosos asirios aplastaron
Israel y tomaron cautivos a casi todos los israelitas. Desaparecieron de la historia. Un
pequeño remanente se quedó en Samaria. Pero en diez años se rebelaron de nuevo, y
esta vez los asirios sitiaron Samaria por tres largos años. Finalmente, en 721 a.C., los
asirios rompieron las paredes, capturaron a los habitantes y los llevaron cautivos.

La desaparición del pueblo del reino de Israel ha excitado la imaginación de los judíos y
cristianos por dos mil quinientos años. Se convirtieron en ‘Las Tribus Perdidas de Israel’.
Un impresionante número de eruditos modernos llamados los ‘anticuarios’ creían que
los indios americanos venían de las Tribus Perdidas. Hubo profecías relacionadas con su
retorno triunfante, con caminos brotando para darles un camino real del país del norte
donde habían desaparecido. La mayoría de este folklore ha pasado, aún cuando hay
unos pocos grupos religiosos, como los mormones, que todavía se adhieren a esta
creencia y esperan el día cuando retornen las Tribus Perdidas.

Como asunto de hecho histórico, las Tribus Perdidas se desvanecieron como resultado
de una rebelión valiente pero infructuosa en contra de impuestos injustos. Como un
‘Súper Ratón’ peleando contra un súper poder gigantesco, la rebelión y oposición de
Israel ofrecía esperanza a un mundo sobre cargado de impuestos. Después de haber
vencido a Israel, los asirios extendieron su servidumbre sobre todo el mundo conocido;
aún Egipto se sometió a los reyes del terror. Como un duro Padrino de la mafia, los
asirios podían escribir su propia factura de impuestos.

El más pequeño reino hebreo de Judá, con su capital en Jerusalén, obedeció las
exigencias asirias después de la eliminación del reino de Israel. Pero los aplastantes
impuestos asirios pronto incitaron la rebelión cuando Egipto promedió ayuda a los
pobres judíos. Como siempre, los profetas recomendaban obediencia y se oponían a la
rebelión. Isaías aconsejó al rey judío Ezequías con estas palabras: ‘Quedándose quietos
y en descanso será su salvación, en la quietud y la confianza está su fortaleza.’15

En otras palabras, ninguna alianza extranjera, y ninguna rebelión.

El cumplir con las exigencias asirias era intolerable para Ezequías. El era el que tenía que
postrarse en el suelo ante el rey asirio y después oprimir a su pueblo con los exagerados
impuestos. La neutralidad para él significaba ser el recolector de impuestos en jefe de
los asirios. Y por esto sería despreciado por el pueblo judío. Era solo cuestión de tiempo
antes de que él rechazara el consejo de los profetas y se uniera a una liga de estados
para botar el yugo de los impuestos asirios.

Para el año 703 a.C. la nueva liga estaba en clara oposición. El rey asirio Senaquerib
pronto sometió a las ciudades rebeldes. Una fortaleza judía después de la otra cayó
ante sus ejércitos de avanzada. La guerra estaba perdida. Ezequías suplicó por la paz,
pero los asirios están determinados a conquistar Jerusalén. Rodearon la ciudad que para
entonces estaba en estado de pánico. Isaías llegó y profetizó que el rey de Asiria ‘no
entrará en la ciudad, ni disparará ni una flecha, ni llegará ante ella con escudo, ni la
sitiará.’16

De repente, los asirios levantaron el campamento y se fueron -- Jerusalén estaba


salvada. La profecía se había cumplido. El historiador griego Heródoto registra que una
plaga de ratones (tifoidea) había infectado el campo asirio. Cualquier cosa que fuera,
faltó poco para Judá, tan poco en realidad que completamente enfrió a los exaltados de
Judá que predicaban rebelión. Después de ello se pagaron los impuestos.

Los reyes del terror de Asiria pasaron a la historia como una pesadilla, dejando un
registro de impuestos terroríficos despiadados que los calificaría como entre los peores
imperialistas de todos los tiempos.17 Cada ciudad vasalla echaba humo de la ira y se
inclinaba a la rebelión. Eventualmente los babilonios tuvieron éxito donde los hebreos
fallaron. En 612 a.C., dirigieron un poderoso asalto a Nínive y terminaron con el poder
asirio.

Babilonia reemplazó a Asiria como el súper poder del Este. Un joven y ambicioso rey,
Nabucodonosor, salió de Babilonia en una operación de cobro de impuestos, estilo
asirio. Cuando llegó a Judá el rey hebrero no ofreció ninguna resistencia. En palabras de
Josefo, él ‘compró su paz con dinero,’ es decir, convino en pagar sus impuestos de
tributo, al igual que en los días de los asirios. Cuatro años después los judíos se
rebelaron, animados por los egipcios. Los egipcios se arrepintieron, como siempre, y los
judíos se encontraron solos de cara a los grandes batallones de Nabucodonosor. Los
judíos suplicaron la paz, pagaron sus impuestos, y celebraron un nuevo tratado de
impuestos con los babilonios. Para evitar más rebeldías a los impuestos,
Nabucodonosor eligió a un nuevo rey judío llamado Sedequías. Con un rey elegido por
él, Nabucodonosor pensó que al fin la situación estaba bajo control.

Después de ocho años, Sedequías renunció a su tratado de impuestos con Babilonia.


Cuando Nabucodonosor supo que el rey que él había elegido no era de fiar, perdió toda
la paciencia con los judíos. Atacó y destruyó Jerusalén. Sedequías fue condenado por
violar su convenio de impuestos. En castigo sus hijos fueron asesinados enfrente de él,
e inmediatamente después le sacaron los ojos, estilo asirio. El pueblo hebreo junto con
su rey ciego fue llevado de vuelta a Babilonia en castigo. Allí comenzó el período
conocido como el cautiverio en Babilonia.

En realidad, la vida no era mala en Babilonia. Los judíos prosperaron y disfrutaban la


sabiduría y cultura de los persas. Después de aproximadamente sesenta años, un nuevo
rey persa llamado Ciro el Grande autorizó a los judíos a volver a Jerusalén. Para muchos
judíos la frontera salvaje de Judá no era tan apetitosa como la vida culta en Babilonia --
no muy diferente a los judíos americanos que no tienen deseos de volver a Israel hoy
día con sus guerras, luchas, y socialismo.

La directiva a los judíos de volver a Jerusalén no fue el resultado de una bondad


amorosa. Ciro era un hombre astuto. Si él podía inducir a los judíos a reconstruir
Jerusalén, razonablemente él podía anticipar añadir un activo imponible y creciente a su
reino. No todos los judíos querían volver, ciertamente no los ricos y prósperos.
Solamente una cuarta parte de los 150,000 miembros de la comunidad judía volvieron.18

La historia de la civilización de 1000 a.C. a 500 a.C. gira alrededor de dos súper estrellas,
Asiria y Babilonia, pero el show se lo robaron dos actores secundarios, los reinos de Israel
y Judá. Una y otra vez batallaron contra los imperialistas del terror de impuestos. No
aprendían de sus derrotas. Los hebreos que sobrevivieron de las políticas genocidas de
estos reyes del terror se levantarían de nuevo y se sublevarían a la primera oportunidad
que tuvieran.

Sargón, uno de los reyes del terror de Asiria, con su recolector de impuestos en jefe. El
tamaño igual de los dos hombres indica el alto rango del ministro de rentas del rey, ya
que normalmente el rey sería mostrado más grande en estatura que cualquier otra
persona.
Los ejércitos de Nabucodonosor rompiendo las murallas de Jerusalén para tomar
a los judíos en cautiverio babilónico por rehusarse a pagar impuestos.

Para la mente religiosa las derrotas y sufrimientos del pueblo judío eran parte del plan
de Dios. Para el historiador secular, los judíos asediados llevaron a cabo las revueltas de
impuestos más largas y menos exitosas en la historia, durante siglos, no décadas. El
valiente espíritu de estos rebeldes fiscales hebreos debe haber inspirado esperanza
entre los pueblos oprimidos del mundo antiguo. Hoy día recordamos al antiguo Israel
por las Escrituras, por la fe en Dios y la religión desprovista de idolatría. No deberíamos
también recordarlos por su espíritu indomable en contra de impuestos injustos?
4
La Hora Final de Israel: De la Gloria
de Jánuca al Triunfo de Goliat
El [José] reunió gran riqueza, e hizo grandes ganancias por los impuestos agrícolas…
Sacó a los judíos de un estado de pobreza a uno que era espléndido.
--Josefo, La Antigüedad de los Judíos, 200 a.C.

Los lectores judíos pueden sorprenderse al saber que su contraparte de Navidad, Jánuca,
está enraizada en las luchas de impuestos de los antiguos hebreos. La historia comienza
cuando Alejandro el Grande conquistó el imperio persa. Su temprana muerte fue
seguida de la fragmentación de su imperio cuando los generales rivales esculpieron mini
imperios propios. Cuando el general Tolomeo estaba asegurando Egipto, el general
Seleuco estaba apoderándose de Palestina y Asia Menor. Judá de nuevo era un estado
amortiguador entre dos poderes rivales. Los griegos no trajeron libertad a los judíos. Su
tributo simplemente fue redirigido de un rey persa a un rey griego; aún las tasas de
impuestos continuaron sin cambio, a 33 por ciento por cosechas cultivadas y 50 por
ciento por la cosecha de huertos y viñedos -- opresivo por cualquier estándar.

La rivalidad entre estos dos generales era similar a la lucha anterior entre Egipto y Asiria,
exceptuando que el conflicto era menos bárbaro. Los judíos nunca estaban seguros a
quién deberían estar pagando el tributo el día de mañana. No había rebeliones por
impuestos; la sabiduría de los profetas finalmente prevaleció, junto con el sentido
común. Para la gran biblioteca de Tolomeo en Alejandría, los judíos prepararon una
traducción al griego de sus escrituras que ha sobrevivido hasta la fecha. Para mostrar
su aprecio por este regalo sagrado, Tolomeo liberó a todos los esclavos judíos en Egipto
y pagó por su libertad de su propio tesoro.

Sin embargo, las lealtades judías se inclinaban hacia la dinastía seléucida, cuyos reyes
llevaban el nombre de Antíoco. Cuando Antíoco el Grande estaba en guerra con
Tolomeo IV (padre del autor de la Piedra Roseta), las tropas judías llegaron en auxilio de
Antíoco y lo ayudaron a vencer a los egipcios. Como recompensa, Antíoco les otorgó
inmunidad a los judíos de pagar impuestos por tres años. Los impuestos sobre cosechas
fueron cancelados por otros siete años, y al final de esta moratoria, las tasas de todos
los impuestos se reducirían un tercio. Pagaba estar del lado del vencedor en el mundo
antiguo. Al igual que los países del Tercer Mundo jugaban con la URSS y los Estados
Unidos uno contra el otro por favores, así las naciones más pequeñas del mundo antiguo
ofrecían ayuda a los grandes poderes coloniales a cambio de favores de impuestos.

Desafortunadamente, este notable momento de libertad impositiva no duró. Junto con


la inmunidad de impuestos, Judá no tenía ningún valor para Antíoco. Cuando su bella
hija Cleopatra se casó con Tolomeo después de un tratado de paz, Antíoco dio Judá a
Tolomeo como un regalo de bodas. Como resultado de esta astuta maniobra, los judíos
perdieron su inmunidad fiscal. Tolomeo era libre de escribir su propia factura para su
recién adquirido territorio. Fue un triste momento para los judíos. La libertad
anticipada y reducción de un pesado tributo que los había atado por quinientos años fue
una breve ilusión -- los judíos ahora estaban de vuelta en el redil de los oprimidos.

Esta astuta maniobra debe haber causado guerra, especialmente dado que el
gobernante judío, un senil alto sacerdote llamado Onías, de plano se rehusó a pagar
nada a Tolomeo. Tolomeo envió un embajador a Jerusalén para asegurarse que los
judíos no se habían vuelto locos. En palabras muy claras el embajador informó a los
judíos que las tropas egipcias ocuparían Judá y cobrarían por fuerza el tributo si no
pagaban inmediatamente.

Evitaron la catástrofe cuando el sobrino del alto sacerdote, llamado José, fue a Egipto a
reunirse con Tolomeo y el embajador, y convenció a los egipcios de ser pacientes:
‘Perdónalo, por cuenta de su edad; ya que tú ciertamente puedes estar familiarizado
con esto: Que los viejos y los infantes tienen las mentes exactamente iguales.’1

José sabía que él no podía cobrar tributo sin el apoyo de su tío. Su estrategia era calmar
la ira de Tolomeo, comprar tiempo, y diseñar un plan para pagar a los egipcios. La
rebelión, aún cuando era justificada, nunca fue considerada.

José planeaba obtener el control de las lucrativas operaciones de impuestos agrícolas


de Tolomeo en toda Siria y Palestina. Si tenía éxito, los impuestos judíos podían ser
pagados de las ganancias. Cada año los derechos de impuestos a las granjas eran
vendidos en subasta en el tribunal del rey:

Ahora aconteció que en este tiempo todos los hombres y gobernantes principales
salieron de las ciudades de Siria y Fenicia para ofertar por impuestos; ya que cada año
el rey los vendía a los hombres de mayor poder en cada ciudad.2

Desafortunadamente para José, todas las pujas tenían que ir acompañadas de bonos
que garantizaran el cobro completo del impuesto. Dado que los impuestos estaban
alrededor de las decenas de millones de dólares según nuestros estándares, la subasta
estaba limitada a los súper ricos. José fue incapaz de presentar una oferta aceptable.

Cuando se detuvo la subasta por los derechos a cobrar impuestos agrícolas para Siria y
Palestina en ocho mil talentos (232 toneladas de plata!), José dio un paso adelante y
anunció a Tolomeo que todos los oferentes estaban en colusión, que ocho mil talentos
era muy bajo, y que él ofrecería dieciséis mil talentos. El rey sabía de la confabulación,
que era un procedimiento operativo estándar para los granjeros griegos que pagaban
impuestos, y él adjudicó el contrato a José sin garantías. Para ayudar a José, Tolomeo le
proporcionó dos mil de sus mejores tropas.

Pero los problemas de José no habían terminado. Los poderosos granjeros conspiraron
para frustrar sus esfuerzos por recolectar impuestos, y sin garantías, Tolomeo terminaría
sin nada. Cuando José llegó a la primera ciudad siria, se rehusaron a pagar. Con dos mil
tropas egipcias bajo su mando, José tomó a los veinte ciudadanos más ricos, los ejecutó,
y envió todas sus riquezas a Tolomeo con un completo informe. Tolomeo estaba
encantado.
Rápidamente creció la reputación de José. Tan pronto como llegó a la próxima ciudad
siria, el pueblo ‘abrió sus puertas, admitió voluntariamente a José y pagó sus impuestos.’
Para cuando había hecho las rondas de todas las ciudades de Siria, Samaria y Fenicia,
tenía suficiente riqueza para pagar a Tolomeo todos sus dieciséis mil talentos más una
enorme ganancia también. Al igual que su tocayo en Génesis, este José también
encontró gran favoritismo con un rey egipcio.

Por primera vez en más de quinientos años, el pueblo judío prosperó. En palabras de un
antiguo historiador: ‘El [José] reunió una gran riqueza junta e hizo grandes ganancias
por su recolección de impuestos… Trajo a los judíos fuera de un estado de pobreza y
mezquindad a uno que era espléndido.’3

Una generación más tarde finalmente se desenvuelve la historia de la Jánuca. Los


griegos volvieron a capturar Judá de Tolomeo y los judíos una vez mas estaban pagando
impuestos a Antíoco. Dentro de la comunidad judía se desarrolló una amarga lucha
entre facciones rivales por el puesto de sumo sacerdote, que controlaba enormes
cantidades de oro escondido en el templo adquirido desde que José se convirtió en
recaudador para Tolomeo.

Un contendiente judío trató de ganarse el favor de los griegos introduciendo la cultura


griega en Jerusalén. Ídolos paganos aparecieron y se construyó un gimnasio griego
donde los niños y niñas judíos pequeños corrían desnudos en justas deportivas. Esto
horrorizó a los piadosos judíos. Finalmente, Antíoco hizo una movida contra el templo
y trató de apoderarse del oro en sus sagradas cámaras. Para los judíos disidentes esto
fue demasiado. Se unieron alrededor de una joven familia militante llamada ‘Macabeo’.
Después siguió una guerra santa. Bajo el liderazgo de los macabeos, los griegos fueron
expulsados del Reino de Judá. Para conmemorar esta gran victoria, los macabeos
limpiaron el templo y encendieron el aceite en la llama eterna en el templo. Había
suficiente aceite en la lámpara para un día, y aún así la lámpara alumbró por ocho días,
hasta que se pudo obtener más aceite. Esto fue tomado como una señal de la
aprobación y aceptación de Dios de la limpieza del templo. Para celebrar este milagro,
el pueblo judío en la época de Navidad toman un candelabro con ocho porta velas y
ponen una candela en cada porta velas por ocho días, hasta que todos los porta velas
están llenos y encendidos.

Después de que los judíos repelieron los contraataques de los griegos para recuperar
Judá se negoció un tratado de paz. Tenemos dos cartas del rey griego a Jonatán
Macabeo (el hermano menor de Judas), quien negoció el tratado de paz final. Nada se
dice en estas negociaciones sobre prácticas religiosas. El asunto central eran los
impuestos. En su carta a Jonatán, el rey griego ofreció un perdón completo de
impuestos sobre terrenos y cosechas, a los cuales se refería con estas palabras: ‘Que el
rey recibió de ellos [los judíos] antes de tiempo del producto de la tierra y el fruto de los
árboles.’4
El ‘producto de la tierra y fruto de los árboles’ sería el impuesto anual del 33 por ciento
sobre cultivos sembrados e impuesto del 50 por ciento sobre huertos y viñedos. Para
los judíos, el fruto de la victoria fue dulce en realidad.

El éxito de la revolución macabea puede haber sido un arma de doble filo. El limpiar el
templo de idolatría fue una buena cosa, pero la derrota del imperio seléucida dio a los
judíos un falso sentido de poder que han acarreado con ellos durante los siglos. Los
macabeos volvieron a personificar la épica de David y Goliat a nivel nacional, y dieron
apoyo a la fantasía de que los judíos siempre podían matar gigantes con armas sencillas
y un corazón puro. Antíoco no era ningún gigante. El había sido un recolector perezoso.
Sus ejércitos eran mercenarios y se estaban desintegrando por deserciones por falta de
pago. El grueso de sus ejércitos durante la lucha contra los macabeos había sido
despachado a Persia para recaudar impuestos en mora necesarios para financiar la
guerra. Los historiadores judíos pasaron por alto este hecho crítico.

La victoria del pequeño David sobre Goliat ha vivido por mucho tiempo en el folklore
judío. Desafortunadamente, la historia de David y Goliat rara vez sucedió en realidad, si
es que sucedió. Los super poderes de la antigüedad de rutina batallaban y aplastaban a
los desafiantes israelitas.

El capítulo final y trágico de la historia del antiguo estado judío es la historia de un Goliat
real matando a un desafiante David. Esta vez los hebreos no se recuperaron, como lo
habían hecho frecuentemente en el pasado. Se convirtieron en un pueblo diseminado
sin una patria durante los siguientes mil novecientos años. La historia no tiene héroes;
el estado judío y sus líderes se habían degenerado en una sociedad de tontos.

Los romanos llegaron a Palestina en el año 64 a.C., no tanto a conquistar, sino a


establecer tratados de amistad y asistencia mutua con las ciudades y naciones en esa
región. El general romano Pompeyo acababa de sofocar la revuelta del Segundo
Mitrídates por impuestos (vea el Capítulo 9) que involucró lo que es hoy día Grecia y
Turquía. Después movió sus legiones a esa región como una exhibición de fuerza para
pacificarla para Roma. Los líderes de las varias ciudades y países fueron ‘invitados’ a
reunirse con Pompeyo en Damasco, lo que significaba que mejor si aparecían con una
abundancia de regalos, de preferencia en forma de oro.

Había dos hermanos contendientes por el liderazgo de la nación hebrea, que en este
momento era independiente y había sido reunida en unos pocos pequeños territorios
propios de tributo. Tenían un importante ejército y no hay ninguna razón por la cual
ellos no podrían haber elaborado un arreglo muy satisfactorio con los romanos, quienes
necesitaban tener un estado amigo en Judá mientras que volteaban su atención a las
riquezas de Egipto y Persia.

Los dos hermanos llegaron con Pompeyo y cada uno reclamó el derecho de gobernar
Judá. Era obvio para Pompeyo que la nación estaba a punto de la guerra civil; él aconsejó
a los hermanos que evitaran la guerra, y que él volvería y arreglaría sus diferencias.
Mientras tanto, él tenía negocios más urgentes con el reino árabe de los Nabateos,
quienes controlaban las rutas de comercio para el este y pusieron grandes impuestos a
todo el comercio. Pompeyo no llegó muy lejos antes de que supiera de una revuelta
por uno de los hermanos, que había reunido un gran ejército y se había retirado detrás
de las murallas de Jerusalén -- retando al general romano. Pompeyo estaba furioso.
Canceló sus operaciones militares en el este y volvió para sitiar Jerusalén y para sofocar
el alzamiento hebreo. Las murallas alrededor de la ciudad eventualmente cedieron, sus
legiones entraron a la ciudad, y Pompeyo fue a ver qué había en el templo, pero no tocó
nada, aún el oro depositado allí. Como castigo convirtió a los hebreos en territorio de
tributo, y fue renombrado Judea. Su pequeño imperio colonial fue retirado cuando
fueron reducidos al estado de una provincia conquistada con un gobernador romano
para supervisar sus asuntos y pagos de tributo. Lo que siguió ilustra las tragedias que
suceden a las personas cuando tienen un mal liderazgo. Este tonto desafío tuvo efectos
catastróficos sobre el estado judío. Con un arte de gobernar astuto, ellos podrían haber
sido aliados de los romanos, mantener su pequeño imperio, y estar libres de impuestos.
Pero lo que pudo ser carece de autoridad en la historia.

Los romanos pusieron a un árabe a cargo de los asuntos hebreos, quien tenía más
sentido común que los anteriores líderes judíos. El cooperó con los romanos e hizo lo
imposible para ayudar a Julio César, quien se hizo cargo de los asuntos romanos después
de Pompeyo. César hizo a este hombre un ciudadano romano y le otorgó inmunidad de
impuestos de por vida. Para la nación hebrea, César redujo grandemente sus cargas
tributarias y les permitió reconstruir las murallas alrededor de Jerusalén que Pompeyo
había destruido. Esto puede que no haya sido una buena cosa, porque estableció el
escenario para la revuelta final judía que destruyó la nación.

Los judíos no estaban felices con su nuevo líder, especialmente su hijo, Herodes. Los
regalos de impuestos a los romanos de los hebreos eran enviados como regalos de la
familia de Herodes. Para empeorar, Herodes asesinó a varios que hebreos, que
resultaron en un juicio de asesinato en contra de Herodes por el organismo judicial
supremo de los hebreos, el Sanedrín. Por miedo fue absuelto, lo que únicamente
estimuló sus instintos asesinos. Este fue el Rey Herodes que ordenó la masacre de todos
los infantes varones en Belén poco después del nacimiento de Jesús. Existe base
histórica de esta historia aparte de la Biblia. Herodes estaba paranoico e hizo que sus
escuadrones de asesinos especiales asesinaran a todos los miembros del Sanedrín que
lo habían juzgado. El inclusive asesinó a su esposa y a tres de sus hijos, porque
sospechaba de cualquier posible amenaza para su trono. Llamado ‘El Grande’, falleció
en el A.D. 4.

Los romanos continuaron apoyando la dinastía herodiana sobre Judea. Junto con su rey
local, los romanos enviaron procuradores para supervisar la provincia, mantener el flujo
de los tributos, y sofocar cualquier posible rebelión que pudiera surgir. Cuando le
preguntaron a Jesús, ‘Es legal pagar tributo al César?’, esta era una pregunta capciosa,
ya que una respuesta negativa hubiera sido traición, punible con la muerte.

Judea era un puesto de avanzada difícil de supervisar; por lo tanto, a esa región
nombraban a la escoria entre los procuradores romanos. Los procuradores romanos
eran una clase de director de distrito del fisco romano, con amplias facultades
imperiales. Se suponía que ellos promoverían la paz respetando las costumbres y
prácticas religiosas locales. La recaudación de impuestos era local, pero los
administradores corruptos fomentarían un impuesto excesivo y la participación en el
botín. Cicerón, en una de sus grandes frases, se refiere a uno de los administradores de
impuestos más corrupto como ‘ese gran golfo y arena movediza de todo vicio e
iniquidad’.

Después de que Julio César aligeró las cargas impositivas que los romanos habían puesto
sobre los judíos, Judea tuvo la mala fortuna de ser continuamente abusada. En la víspera
de la gran rebelión judía en A.D. 66, los tributarios judíos habían estado en una huelga
general por varios años, y el procurador romano, Floro, estaba a punto de tomar acción
militar. Herodes Agripa, quien gobernó Judea como rey por nombramiento romano,
instó a los hebreos a pagar su mora de impuestos y evitar castigos romanos:

Se concede que los ministros romanos son intolerablemente duros, esto no significa que
todos los romanos sean injustos con ustedes, y seguramente no César. Que tan absurdo
sería debido a un hombre el hacer la guerra a todo un pueblo, por quejas insignificantes
alzar las armas en contra de una potencia tan poderosa.5

El discurso funcionó. Los judíos se ofrecieron y pagaron sus moras de impuestos. Sin
embargo, Floro realmente no quería esto. Una rebelión le daría la oportunidad de
hacerse del oro en el templo de Jerusalén, que era uno de los depósitos más ricos en el
mundo romano. Por siglos, los judíos de todo el mundo pagaban un impuesto anual a
su gran templo. El templo se había convertido en una clase de banco mundial para todos
los judíos. La seguridad de los judíos en este mundo, así como en el mundo por venir,
residía en el templo. Si Floro pudiera provocar una rebelión, él podría hacerse con el
oro del templo y volver a casa con riquezas que igualaran las mayores riquezas de Roma.
De otra forma, él era el menor entre los gobernadores provinciales romanos.

Durante la celebración de la Pascua, Floro se hizo de la túnica sagrada del Sumo


Sacerdote e hizo burla de la ceremonia religiosa, lo que provocó un motín. Como
compensación, Floro exigió que le dieran media tonelada de oro del templo. Esto unió
a los judíos divididos detrás de los zelotes militantes, quienes atacaron a los romanos y
los echaron de Judea. Fue necesario para el emperador reunir varias de sus mejores
legiones, dirigidas por sus mejores generales, Tito y Vespasiano. El Imperio Romano no
había visto levantamientos similares desde las revueltas por impuestos de Mitrídates
dos siglos antes.

Lentamente las legiones romanas sofocaron los pueblos y ciudades en Judea para volver
a capturar el territorio perdido. Cuando Tito llegó a Jerusalén, con sus murallas
fortificadas, trató de hacer la paz con los zelotes para evitar la masacre inevitable. Tito
estaba enamorado de una princesa judía de gran belleza. Ella le rogó que perdonara a
su amada ciudad y sus necios habitantes. Para complacerla, Tito ofreció cancelar el sitio
con dos condiciones: Los judíos tendrían que reconocer la hegemonía romana sobre
Judea (lo que ya era un hecho cumplido), pagar regularmente sus impuestos romanos.
Viendo hacia atrás, los sobrevivientes deben haber deseado haber aceptado la oferta de
Tito, que debido a la princesa, era seguramente una oferta que no deberían haber
rehusado. Los impuestos eran el punto principal de contención, como lo habían sido
durante todo el gobierno romano; tal vez era inevitable que el fin para el antiguo Israel
llegara de esta forma, porque los judíos habían sido los más grandes de los rebeldes de
impuestos por bastante más de mil años.

La caída de Jerusalén a los romanos fue de muchas maneras una nueva actuación de lo
que había sucedido setecientos años antes, cuando Nabucodonosor rompió las murallas
y tomó a los habitantes en cautiverio, o aún antes cuando los asirios hicieron lo mismo
a Samaria. En todos estos sitios, el factor decisivo era la falta de comida y el
debilitamiento de los defensores por inanición. A los historiadores judíos les gusta
alabar el espíritu de lucha de estos defensores e indican que ellos ‘casi ganaron’. Casi
ganar una batalla o una guerra significa que usted perdió.

Los zelotes rechazaron la benevolente oferta de Tito. Estaban convencidos que podían
ganar, que Dios vendría en su ayuda como lo había hecho en el pasado (aunque no
siempre). Como los tontos que eran, sufrieron un desastre total.

La menorah, el candelabro de siete porta velas de la adoración judía, es uno de los


botines de guerra cuando los triunfantes romanos desfilan en Roma después de la
destrucción de Jerusalén.

Tito volvió a casa en triunfo, y hoy día puede verse un gran arco en Roma que
conmemora su gran victoria. Su princesa judía estaba a su lado cuando entró a Roma.

Los zelotes restantes no estaban acabados. Se escaparon a Masada, una fortaleza


natural en una meseta plana cerca del Mar Muerto. Desde esa fortaleza realizaron
ataques de guerrilla sobre las operaciones de recaudación de impuestos de los romanos.
Para los romanos esto no se podía tolerar, de modo que una vez más enviaron a uno de
sus mejores generales a tomar Masada. Por dos años los romanos sitiaron y tuvieron
que construir una enorme rampa de tierra hasta el tope de la fortaleza natural, que se
puede ver hasta hoy día. Cuando finalmente entraron, todos los habitantes se habían
suicidado. Así terminó el último foco de resistencia judía en una guerra que puso fin al
estado judío en Palestina por dos mil años.

Los airados romanos prohibieron a los judíos reconstruir la ciudad de Jerusalén. La


mayoría de las tierras de los hebreos fueron regaladas a soldados romanos, lo que
convirtió en aparceros a los granjeros judíos. Otros que conservaron sus tierras tenían
que hacer fuertes pagos de hipotecas y no estaban mucho mejor.

Junto con la pérdida de sus tierras y ciudades, los judíos estaban atados con un nuevo
impuesto, el fiscus judaicus, que era aplicado a todos los judíos en todo el Imperio
Romano. Anteriormente, como se ha dicho, todos los judíos varones pagaban
anualmente medio shekel al templo; ahora todos los judíos -- hombres, mujeres, y niños
-- pagaban dos dracmas al templo romano para la adoración del dios Júpiter. Este
impuesto era cuatro veces más alto que el impuesto de medio shekel, y considerando la
amplitud de la base impositiva que incluía mujeres y niños, era opresivo. Estableció el
escenario para las dos próximas revueltas por impuestos realizadas por las generaciones
sucesivas. Tan engorroso como era el impuesto, era escándalo para los judíos, que
ahora se veían forzados a financiar la idolatría. Era solo cuestión de tiempo antes de
que los judíos se alzaran de nuevo para liberarse de este yugo.

Desde la posición romana era un mal impuesto. Las rebeliones que siguieron hicieron
una fuga seria en la expansión romana y su reputación de invencibilidad. Ganaron una
vez más, pero les dieron una tremenda paliza. No hubo marchas triunfantes en Roma.
La expansión militar y las campañas de Persia tuvieron que ser canceladas, y nunca las
iniciaron de nuevo. Desde ese entonces, el Imperio ya no se expandió más y se comenzó
a contraer.

Los levantamientos judíos en A.D. 115-117 fueron a escala mundial y fueron mucho más
devastadores para los romanos que las revueltas en Jerusalén aplastadas por Tito. Tan
pronto estas rebeliones habían sido sofocadas, los judíos se alzaron de nuevo en A.D.
132-135. Al final, se les prohibió a los judíos poner un pié en Jerusalén, y sus filas estaban
infiltradas con espías. El Talmud de Babilonia cuenta la historia de tres rabinos hablando
en presencia de un espía romano durante los levantamientos del año A.D. 132. El primer
rabino alabó a los romanos por proporcionar puentes y bellas ciudades; el segundo
rabino se quedó callado, pero el tercer rabino dijo que todas esas cosas eran hechas
para cobrar los impuestos romanos. Los romanos respondieron exaltando al primer
rabino, desapareciendo al segundo, y ordenando la pena de muerte para el tercero.6

Cuatro veces los judíos retaron a Roma en un período de doscientos años. Cada vez
perdieron, no solamente en batalla, sino en sus libertades. Cada vez los impuestos
empeoraron, y las libertades casi desaparecieron. Al final, la historia popular de David y
Goliat fue olvidada. En los mil ochocientos años que siguieron al último levantamiento
judío, los judíos aceptaron sus cargas, sus expulsiones, degradaciones, y papel
políticamente servil en donde residieran. Finalmente cumplieron con las enseñanzas de
los primeros profetas.
La historia de los antiguos israelitas, desde el tiempo de los reyes del terror en el siglo
octavo a.C. hasta la destrucción y dispersión del pueblo judío por los romanos, se ha
destacado por un patrón recurrente de conflicto dentro del estado que ha aparecido de
nuevo hoy día. Había un partido de guerra y un partido de paz, cada uno buscando
salirse con la suya en asuntos internacionales. El partido de guerra era claramente
responsable por la terrible destrucción producida por la resistencia al yugo de impuestos
asirios, babilonios, y romanos, pero tienen a su favor la libertad y prosperidad que siguió
a los éxitos militares de la religión macabea. Cuándo resistir la opresión y cuándo buscar
la paz era el reto de esa era -- pero no es también el reto que continuamente han
encarado las naciones y pueblos en todo momento, en todas las épocas?
5
China: El Mandato del Cielo
China tiene más de tres mil años de historia escrita, así como su historia legendaria.
Seguramente es una de las civilizaciones más antiguas sobre la tierra. Y durante la
mayor parte de su historia, China ha sido gobernada por emperadores autoritarios. Bajo
esa forma de gobierno, hubo un flujo y reflujo continuo de políticas impositivas.

La sabiduría de impuestos de los chinos se remonta a Confucio (500 a.C.). El estableció


una filosofía de impuestos que duró más de dos mil años. Sin duda fue el abuso a los
impuestos que había existido por unos pocos siglos de historia china registrada lo que
hizo que este gran sabio reflexionara sobre los males que habían causado los altos
impuestos. El desarrolló principios de justicia fiscal que denegaban a los emperadores
una mano libre en la política fiscal. Pero no hay ninguna fuerza para obligar al
cumplimiento por parte de los emperadores que no sea la amenaza de la rebelión.

Existía un entendimiento entre el pueblo de China y sus filósofos de que debería haber
un patrón idealista de gobernar y gravar impuestos. Los emperadores tenían una clase
de derecho divino, dependiendo del Mandato del Cielo. El confucianismo estableció
guías de impuestos que debían seguir todos los gobernantes, y que mantendrían su
Mandato a gobernar. Si un emperador abusaba de su poder y se apartaba de estos
ideales confucianos, no solamente era duramente criticado por los sabios de la China,
sino que se le retiraba el mandato, y su gobierno de mano dura resultaría en rebelión --
el pueblo se

________________
El autor está en deuda con Takeshi Nishizaki, un erudito japonés de Yokohama, Japón,
por su investigación que hizo posible la historia de los impuestos de la China.
levantaría y pelearía y derrocaría su gobierno. La revolución se muestra en caracteres
chinos como (caracteres chinos) que literalmente significa ‘El Cambio en las Ordenes
Celestiales’. Dado que el emperador era ‘El Hijo del Cielo’, era como el faraón de Egipto,
atado por las leyes del cielo, pero a diferencia del faraón y emperadores occidentales,
él perdería su mandato y el cielo decretaría su caída si él gobernaba de forma opresiva,
lo que usualmente significaba impuestos abusivos, apartándose del ideal confuciano. Al
derrocar al emperador los rebeldes estaban llevando a cabo la voluntad del cielo.

Confucio, el sabio chino que estableció el ideal de un sistema impositivo justo, fijando
las tasas de impuestos a un 10 por ciento.

El confucianismo estableció el sistema ideal de impuestos, que fue fijado en 10 por


ciento, lo mismo que el diezmo bíblico y el decuma de los romanos. Un gobernante
nunca debería ceder a la tentación de apartarse de este criterio de política impositiva.
Aún cuando el temido Genghis Kan saqueó Rusia, él solamente exigió un impuesto del
10 por ciento en consonancia con el ideal confuciano. Por supuesto, era el 10 por ciento
de todo, incluyendo el pueblo.

Mencio (Meng-tse, circa 372-289 a.C.) (imagen) fue conocido como el Segundo Sabio,
después de Confucio. Su libro, Los Refranes de Mencio, se convirtió en un clásico, y los
eruditos debían memorizarlo completamente. Tiene muchas historias sobre impuestos,
lo que explica por qué la filosofía de impuestos de Confucio era tan dominante en los
sistemas políticos de los emperadores por más de dos mil años. Aquí ponemos una
historia del libro de Mencio:

Mencio, sucesor de Confucio. El segundo sabio que desarrolló aún más la regla
confuciana del 10 por ciento en el Sistema de Campo Con Pozo.

El Rey Hsiian de Ch’i hizo esta pregunta a Mencio:


‘Me puedes explicar qué quieres decir con el dominio de un verdadero rey?’
Mencio dijo: ‘En la antigüedad, cuando el Rey Wen estaba manteniendo la paz de Ch’i,
los granjeros pagaban una novena parte de su producto agrícola en impuestos… en las
puertas en los mercados se les inspeccionaba pero no gravaba; no había prohibiciones
relativas a la pesca en los estanques… El Rey Wen siempre se aseguraba de cuidar las
cuatro clases (las viudas, ancianos, viudos, y huérfanos).’1

En otra de sus enseñanzas, sus alumnos le preguntaron sobre qué deberían hacer los
gobernantes más altos sobre los impuestos, qué debería hacer un verdadero rey sobre
los impuestos. Mencio dijo:

1) Respecto a los negocios, gravar el local, pero no el bruto. [En otras


palabras, al ingreso neto, no a la producción bruta.]
2) Si ya están sujetos a impuestos sobre la tierra, no gravar la producción,
entonces todos los comerciantes del mundo estarán encantados de tener
inventarios en sus mercados.
3) Si en los puertos hay inspección pero no impuestos, todos los viajeros del
mundo estarán tan encantados que desearán viajar a su país.
Sistema de Impuestos de Campo con Pozo de nueve parcelas, quedando la parcela
central para impuestos. Las parcelas uno a la ocho eran para familias agriculturas
separadas, con frecuencia cultivando de forma cooperativa.

4) En el caso de trabajadores de las granjas, si no los gravas con impuestos,


todos los trabajadores de la granja en el mundo estarán encantados de trabajar
en sus campos.
5) Si las viviendas de los trabajadores no están sujetas a un impuesto
personal, a todos en el mundo les dará gusto convertirse en sus súbditos.2

El beneficio de la política de impuestos anterior traería paz en casa y ustedes no tendrían


ningún adversario en todo el mundo. Dicho gobernante sería el Oficial del Cielo, y nunca
dejaría de ser un verdadero rey.

Mencio escribió para los chinos la doctrina del sagrado derecho de insurrección en
contra de un mal gobierno, como Thomas Jefferson lo hizo para los Estados Unidos.
Mencio consideraba que todo el gobierno venía del Cielo, lo que significaba que todos
los gobernantes eran responsables ante Dios y el pueblo. La intención del gobierno era
promover la felicidad y bienestar del pueblo. Un impuesto pesado no haría esto. Y
cualquier gobernante que dejara a sus súbditos en la miseria se merecía ser derrocado.
El pueblo era el elemento más importante de una nación; después de ello venían los
trabajadores del gobierno, y finalmente, de último, venía el emperador.

Mencio refinó el ideal confuciano de los impuestos al inventar el Sistema de Campo con
Pozo (Cing-t’ien-fa). De acuerdo con Mencio, el ideal económico de un gobierno real
cae en la igual distribución de la tierra, con aproximadamente el 10 porciento apartado
para el gobierno. De acuerdo con sus sistema cada cuadrado de li es de
aproximadamente novecientos acres (1.4 millas cuadradas). Cada li es cortado en nueve
pedazos, con cada granja individual conteniendo aproximadamente 100 acres de
terreno. El cuadrado central es conocido como ‘terreno público’ para el estado,
mientras que los ocho cuadrados que lo rodean son para ocho familias. Los granjeros
cultivan el terreno público de forma cooperativa para el gobierno. Este es su impuesto.3
Más tarde, cuando hubo propietarios privados de grandes parcelas de terreno, las
granjas cooperativas como el Sistema de Campo con Pozo eran inapropiadas. Entonces
se desarrolló el Sistema de Campos Iguales. Según este sistema el gobierno prestaba las
tierras a un solo granjero, o había propiedad privada. En cualquier caso el granjero solo
o propietario pagaba un impuesto del 10 por ciento sobre la cosecha misma.

Por supuesto, al igual que en la historia occidental, algunos emperadores no seguían el


plan celestial de las tasas de impuestos. El celo (o entusiasmo?) por un gran gobierno y
grandes gastos infectó a muchos gobernantes chinos. Pero estaban en contra de la
sabiduría de los grandes sabios, quienes, al igual que los profetas de Israel, con
frecuencia veían su sabiduría echada a un lado.

Las enseñanzas de Mencio eran ignoradas con frecuencia. El Emperador Shih Huang-ti,
quien estableció el primer gobierno unificado sobre toda la China (Dinastía Ch’in, 221-
207 a.C.), fue el principal constructor de la Gran Muralla. Para emprender un proyecto
de construcción tan monumental, él aumentó los impuestos del 10 porciento a más del
50 por ciento, y para empeorar las cosas, reclutó a trabajadores para su Muralla por
decenas de miles (impuesto sobre la mano de obra). Pronto siguió una revuelta y perdió
el Mandato del Cielo. Fue derrocado dentro de los 10 años siguientes.

La leyenda transmitida desde ese entonces cuenta cómo la esposa de un granjero, que
había sido reclutado para trabajar en la Gran Muralla, fue a visitarlo al sitio de trabajo,
solamente para encontrar que había sido sacrificado y después enterrado en los
cimientos de la muralla semi terminada. Cuando la esposa estaba llorando tristemente,
la muralla se desmoronó y apareció el cuerpo de su esposo. Después del luto por su
esposo muerto, ella se mató saltando a un mar cercano.

Después del desastroso gobierno del Primer Emperador, un emperador sabio y amado,
Ching Ti (157-144 a.C.), gobernó como proponente del laissez-faire. Este fue llamado
apropiadamente ‘Gobernando No Haciendo Nada’. El logró la prosperidad para su
gobierno imperial por esta política de no intervención y bajos impuestos. Sus impuestos
eran tan bajos en realidad que se apartaban del 10 porciento de la tasa confuciana y
fueron reducidos a aproximadamente 3 por ciento. (Los libertarios de hoy día
encontrarían que Ching Ti era su hombre, y los que abogan por la economía basada en
la oferta estarían todavía más extáticos.) Sus graneros estaban tan llenos debido a la
baja tasa de impuestos, que su principal problema era que el grano se arruinara.

En el flujo y reflujo de la prosperidad y pobreza, de impuestos altos y bajos en la historia


de impuestos de la China, era predecible que el emperador de ‘Hacer Nada’ de la China
sería seguido por uno de los peores tiranos de impuestos en la larga lista de malos
emperadores de China. Wu Ti gobernó por más de 40 años de 141 a 87 a.C. El imperio
estaba agobiado por un emperador que le encantaba gastar y cuyos apetitos no tenían
límites. El era muy parecido a muchos monarcas occidentales codiciosos como Enrique
VIII o aún el bíblico Salomón. El se gastaba los dineros de los impuestos para lujosos
palacios y harenes para sus cientos de concubinas y esposas. Gastaba dinero en grandes
proyectos de construcción y masivos jardines, lo que se adaptara a su fantasía. Pronto
el tesoro estaba vacío, de modo que hizo lo que cualquier gobernante raza haría --
aumentó los impuestos y creó nuevos impuestos, y después encontró más formas de
drenar el dinero de los bolsillos del pueblo.

Wu Ti aumentó los impuestos a los comerciantes cinco veces; sobre los artículos
manufacturados, dos y media veces. Introdujo impuestos sobre embarques y aún sobre
carretillas de mano. Cuando se dio cuenta de que la evasión de impuestos era rampante,
instituyó un sistema de espías e informantes sobre impuestos -- como en los Estados
Unidos hoy día -- y el informante compartía lo que recuperaba de impuestos. Cuando
los granjeros evadían, les confiscaba sus tierras. Pero eso no era todo. Después entró
al mercado y monopolizó la sal, el hierro, y el licor. Después entró al mercado de granos,
controlaba los precios, y por tanto compraba barato y vendía caro. Se volvió contra los
nobles y exigía un pago en oro, y cuando ningún noble pudo hacer el pago completo, les
quitó su estado aristocrático.

Este era un ejemplo bastante dramático de un sistema bueno de bajos impuestos


arruinándose en una sola generación, como tantas otras veces en la historia, aún en
nuestros tiempos. En el Siglo XIX el impuesto sobre la renta fue gravado en tiempo de
paz en aproximadamente 3 por ciento; en el siglo XX las tasas en casi todos los países
europeos y en los Estados Unidos se han elevado por encima del 50 por ciento a tanto
como un 90 por ciento en tiempo de paz -- históricamente, una historia vieja y común.

Hoy día, podría usted decir que estamos en una era de impuestos y gastos de Wu Ti.
Nos podremos ver forzados a seguir el derecho sagrado de la insurrección expuesta por
Mencio y nuestro Jefferson. No han perdido nuestros líderes el Mandato del Cielo? Es
tiempo para un ‘Cambio en el Orden Celestial’, estilo chino? El crecimiento fenomenal
de los grupos de reformas de impuestos en todo el mundo, no solo en América, indicaría
que el cambio ya necesario desde hace mucho tiempo en nuestra ‘Orden Celestial’.

La historia de Wu Ti tiene un final feliz. La revolución, aunque merecida, no sucedió. En


sus últimos años Wu Ti se arrepintió de sus pecados de impuestos y gastos. Fijó un
nuevo curso para bajos impuestos y bajos gastos, y sus sucesores respondieron
retornando al siempre honrado Sistema de Campos con Pozo de Mencio, y el Sistema
de Campos Iguales, ambos enfocándose en impuestos del 10 por ciento y no más. Los
historiadores chinos llaman esto la edad de oro de la propiedad privada. Las tasas de
impuestos de nuevo fueron reducidas a la tasas del 3 por ciento y un período de paz y
prosperidad prevaleció… por lo menos por una temporada.

El ideal del impuesto confuciano del 10 por ciento estaba profundamente arraigado en
las enseñanzas religiosas de China hasta el período moderno y hubo largos períodos de
prosperidad y buenos emperadores quienes se adhirieron a la regla confuciana de bajos
impuestos. Aún la segunda gran religión de China, el taoísmo, estaba imbuido con el
espíritu y filosofía de la regla de impuestos de 10 por por ciento y no más del
confucianismo. De un antiguo texto taoísta aprendemos de la historia de un sabio
iluminado que da consejos sobre impuestos a un frustrado gobernante con ingresos
inadecuados de impuestos:
Un rey tenía una discusión con un hombre iluminado espiritualmente y preguntó, ‘Qué
debo hacer cuando mi gobierno no tiene suficiente dinero para hacer todas las cosas
importantes?’

El uno iluminado respondió, ‘Usa el método de impuestos antiguo y de larga tradición


de tomar una décima parte de la producción de la gente,’ fue la respuesta.

‘Tomar dos décimas partes todavía no es suficiente, por no decir una,’ dijo el rey.

‘Disminuye el impuesto, atrae la gente para arar la tierra e invierte en tu país. Esto
significa: Aumenta el ingreso disminuyéndolo. Cuando toda la gente tiene suficiente, el
gobierno tiene suficiente. Cuando el pueblo no tiene suficiente, cómo puede el gobierno
tener suficiente? Demasiados impuestos es auto robo en el sentido que no alimenta la
fuerza de la gente para pagar el impuesto.’4

Y Lao Tsu, el reverenciado fundador del taoísmo, escribió hace más de 2,500 años:

Mientras más gobierna uno, menos logra el resultado deseado… Mientras más
restricciones y prohibiciones existen en el mundo, el pueblo será más pobre… Mientras
más leyes se promulguen, habrá más ladrones y bandidos.5

Cuando los impuestos son muy altos, el pueblo sufre de hambre;


Cuando el gobierno es muy invasivo, el pueblo pierde su espíritu.
Actúa para beneficio del pueblo. Confía en él, déjalo sólo.6

El gobernar un gran país es como freír un pez pequeño; lo arruinas si lo estás hurgando
mucho.7

Ahora dejemos la China por una historia contemporánea de impuestos en la antigua


Grecia, y veamos si la sabiduría de los griegos en su edad de oro estuvo a la altura de los
grandes sabios y gobernantes en los tiempos antiguos de la China.
6
Los Ingeniosos Griegos: Tiranía e Impuestos
Ustedes pagarán el tributo, o yo fulminaré su ciudad y la destruiré.
-Aristófanes acerca del tributo de Atenas, Wasps 671

Alrededor del siglo sexto a.C., los persas bajo el mando de Ciro gobernaban todo el
mundo civilizado, incluyendo Egipto. El territorio continental griego era la única área no
sujeta a los impuestos persas. Alrededor de 490 a.C. el rey persa Darío envió emisarios
a las ciudades estado griegas exigiendo que se sometieran al tributo persa. Las ciudades
estado eran todas independientes y estaban maduras para ser tomadas por los
poderosos persas, quienes no podían ver ninguna razón de por qué las riquezas griegas
no fluían a Darío junto con las de todos los demás.

Los griegos se rehusaron, y las dos ciudades griegas principales, Atenas y Esparta,
formaron ligas de defensa con las ciudades estado más pequeñas. La liga ateniense
gravó impuestos que eran pagados a un tesoro común, y sus ejércitos tenían
comandantes comunes, estilo OTAN. Con este frente unido, los griegos vencieron a los
persas en Maratón. La batalla de Maratón fue el evento militar más importante en la
historia. La cultura griega tomó el control de la civilización y desde entonces ha jugado
un papel dominante. Todavía copiamos la arquitectura y arte griegos, producimos sus
obras de teatro, estudiamos su filosofía, reverenciamos su amor de la libertad y
democracia, y admiramos su ciencia. Difícilmente existe una idea científica, una teoría
política, o logro artístico que no se pueda trazar a un brillante filósofo, matemático, o
artista griego.

Parece raro el haber hecho tanta bulla por el cumpleaños número quinientos de
Copérnico. Llegó mil ochocientos años tarde. En el siglo tercero a.C., un astrónomo
griego descubrió que el sol era el centro de nuestro sistema solar, y uno de sus
contemporáneos, Eratóstenes, llegó hasta a medir la circunferencia de la tierra
aproximándose a pocos cientos de millas. Colón, por otro lado, calculó mal la
circunferencia de la tierra por diez mil millas. Cuando atracó en las Bahamas en 1492 él
pensó que estaba cerca del Japón.

Los logros intelectuales de los griegos fueron las verdaderas maravillas del mundo
antiguo. Tenían una misteriosa capacidad de hacer juicios brillantemente exactos sobre
el universo con una cantidad limitada de datos de hechos. Esta capacidad excepcional
de intuición fue el genio más acusado de los griegos.

Los griegos aplicaron su intelecto a la política y la economía. Inventaron la democracia


y establecieron un sistema altamente desarrollado de capitalismo. Nuestros ideales y
amor a la libertad son un regalo de los griegos. Antes de que llegaran los griegos, toda
la civilización fue lograda por gobiernos déspotas -- la civilización y la libertad eran
incompatibles. En la reciente lucha entre el oriente y
occidente, la diferencia más significativa entre los dos sistemas era que el sistema
comunista había desarrollado una forma avanzada de vida civilizada a través de la
mediación de una burocracia totalitaria masiva. Los gobiernos de las naciones
occidentales ejercen menos control sobre sus ciudadanos, y como resultado se
conservan muchas libertades personales para el pueblo. El mayor talento de los griegos
puede haber sido su capacidad de construir una sociedad civilizada sin una pérdida de
libertad.

La democracia y libertad griegas se desarrollaron de algunas malas experiencias.


Inmediatamente antes del aumento de la antigua democracia griega, Grecia era
gobernada por tiranos y draconianos. Los griegos enseñaron al mundo sobre los males
de demasiado poder político, pero no lo hemos aprendido muy bien. Los draconianos y
tiranos todavía asolan la civilización y acechan en los salones de todos los gobiernos,
esperando la oportunidad de gobernar.

Un tirano ejerce poder gubernamental de forma opresiva. Siempre que una


dependencia o funcionario gubernamental reciba poder excesivo, la tiranía seguirá. El
arsenal de poder otorgado a nuestras modernas oficinas de impuestos las convierte en
un semillero de tiranos. Hoy día infligimos un castigo salvaje a los transgresores de
impuestos, con frecuencia poniéndolos en la misma categoría de los depravados
criminales. Aún así, los grandes sabios de nuestra civilización -- Adam Smith,
Montesquieu, y William Blackstone -- todos condenados convirtiendo los delitos de
impuestos en crímenes, echando la culpa al gobierno por impuestos excesivos, lo que
inevitablemente lleva a la rebelión, huída, y fraude.

Los griegos fueron los padres del estudio de la historia. Los historiadores griegos
viajaban, entrevistaban testigos, recolectaban hechos, y escribieron las primeras
historias libres del folklore. Sin embargo, los historiadores griegos hicieron algo más
que presentar los hechos. Ellos creían que la historia era una de las herramientas más
importantes del hombre para su sobrevivencia. Había lecciones qué aprender de la
historia, que se repite a sí misma porque los hombres de comportan en un patrón
predecible bajo circunstancias similares -- los políticos con demasiado poder se
convertirán en tiranos sin importar sus buenas intenciones.

Los historiadores griegos comparaban los despotismos orientales con la democracia


griega. Por qué los griegos eran un pueblo libre mientras que los persas vivían bajo un
gobierno despótico? Los griegos concluyeron que la propiedad privada era un factor.
‘El pueblo ateniense respetaba la propiedad porque respetaban la libertad,’ 1 observa
Gustave Glotz, profesor de historia de la Universidad de París. La perceptiva mente
griega llegó a la conclusión de que la tiranía era el producto del sistema de impuestos.
Si querían preservar la libertad, los sistemas de impuestos de los tiranos deberían ser
evitados a toda costa. Para los antiguos atenienses, el sistema de impuestos era el
barómetro de la libertad de cualquier sociedad.2
Para los griegos, la insignia de libertad eran los impuestos indirectos. La persona
individual no era gravada directamente; lo que se gravaba eran algunas actividades
comerciales tales como la venta, importación, o uso de instalación pública como una
carretera, puente, una vía marítima, o un puerto. Los impuestos estaban justificados
porque el dinero era necesario para cubrir los costos de mantener esas instalaciones.
Un impuesto portuario del 2 por ciento era justificado porque los puertos y vías
marítimas eran patrullados por barcos de guerra griegos para mantener a los
mercaderes seguros de los piratas. Una vía marítima que estaba infestada con piratas y
era difícil de patrullar tenía una tasa de impuestos del 10 por ciento. También había
impuestos sobre subastas, esclavos, y ventas de bienes inmuebles. La estadía en
pensiones estaba gravada. La mayoría de impuestos caía sobre extranjeros que acudían
en tropel a hacer negocios en Atenas.

Los evasores de impuestos eran gravados con diez veces la cantidad del impuesto
evadido. Los extranjeros encaraban una pena adicional de confiscación. Los
informantes eran animados para hacer valer esto, y recibían una recompensa de 50 por
ciento de la pena. También se cobraban honorarios por el uso de tribunales de justicia
atenienses. Los extranjeros y ciudadanos eran tratados por igual ante la ley.

El dinero también jugaba un papel importante en hacer Atenas la capital comercial del
mundo. El dracma era la moneda más respetada en el mundo. Su contenido de plata
era puro. Los griegos guardaban su valor y pureza como los suizos guardan hoy día su
franco. En resumen, buenas leyes protegiendo la propiedad, dinero sano, vías marítimas
seguras, y bajos impuestos, eran las bases de la prosperidad y libertad griegas.

Un número de ciudades estado griegas eran gobernadas por tiranos que eran
dictadores. Para el demócrata griego, el tirano era malo ipso facto. Aún si un tirano era
un buen gobernante, su asesinato era un acto de virtud. El tiranicidio siempre era
justificado.3 Lo que más ofendía al demócrata griego era el sistema de impuestos de los
tiranos. Para él los impuestos directos y la tiranía eran una sola cosa.

Los tiranos recurrían a duros métodos de política para exigir el impuesto directo. Usaban
confiscaciones, prisión, y todo tipo de trucos. Al comentar sobre estos tiranos antiguos,
un historiador ha hecho esta observación, que parece describir muchas prácticas
políticas modernas:

Todas estas formas de impuestos directos volvían a los tiranos de corta duración, aún
cuando trataban de mantener a sus súbditos de buen humor con el esplendor de sus
cortes, las operaciones gigantescas de construcción, y regalos ocasionales a las masas.4

No se debe pensar en los tiranos como meramente feos dictadores. Algunos, por
supuesto, lo fueron, pero varios de ellos fueron políticos astutos, como Pisístrato de
Atenas, quien gobernó antes de que la democracia entrara en vigor (550 a.C.). Pisístrato
proclamó al pueblo que él era demócrata y benefactor de los pobres. El abogaba por la
igualdad civil y una constitución democrática, y se volvió popular con el pueblo. Después
llegó al poder y se convirtió en un tirano de Atenas en el sentido griego, pero él usó su
poder con prudencia. Construyó bibliotecas y espléndidos edificios públicos. Como
todos los tiranos, cobró un impuesto sobre la renta del 10 por ciento, pero aún así
desarrolló una buena imagen.

Aristóteles, quien vivió doscientos años después, cuenta una historia de impuestos
sobre Pisístrato que debe haber capturado la admiración del pueblo ateniense.
Pisístrato viajó al campo disfrazado para ver qué realmente estaban pensando sus
súbditos. En una ocasión, se aproximó a un granjero que estaba luchando por sembrar
cosechas en un terreno pedregoso. Cuando el disfrazado Pisístrato preguntó al granjero
qué esperaba obtener de su granja, el granjero respondió: ‘Dolores y molestias, y eso
es de lo que Pisístrato debería obtener su diezmo.’ Pisístrato estaba tan encantado con
su franqueza y duro trabajo que decretó que su granja ya no debería pagar más
impuestos, y ser conocida como la ‘Granja Libre de Impuestos’.5 Pisístrato fue depuesto
dos veces, pero ambas veces volvió con el apoyo de un gran segmento de la sociedad
debido a sus políticas benevolentes. Sus enemigos lo llamaban un hombre peligroso y
un hipócrita. El predicaba la democracia, pero practicaba la tiranía -- una tendencia
común para los líderes políticos todos los días de todos los tiempos.

Los impuestos directos despreciados por los demócratas griegos incluían impuestos de
capitación así como el impuesto a las cosechas del 10 por ciento de ciudades estado
vasallas y que pagaban tributo. También había impuestos directos sobre ciertas
profesiones despreciadas tales como la prostitución, adivinación, y medicina. El
impuesto de cosecha del 10 por ciento era probablemente una aproximación de una
cosecha ordinaria, porque la calidad y tamaño del terreno era considerado
cuidadosamente. Si el impuesto sobre la cosecha era un porcentaje estricto basado en
una contabilidad real de la cosecha, entonces el tamaño y condición de la tierra no
tendría importancia. La geometría plana, como indicamos, no fue inventada por
Euclides, sino por los antiguos recaudadores de impuestos para determinar el tamaño
del terreno para los impuestos sobre las cosechas. Los ríos y las inundaciones
cambiaban las fronteras naturales de las tierras cultivables en raras formas que
originaron la geometría, junto con las técnicas y leyes sobre agrimensura. Muchos
gobernantes antiguos fueron ensalzados por su benevolencia en no aumentar los
impuestos de cosechas durante buenas cosechas. Esto sugería un impuesto fijo en lugar
de un impuesto determinado por la producción real. Además, la evasión estaría
rampante a menos que estado tuviera agentes fiscales a mano cuando las cosechas eran
recolectadas. Dado que la mayoría de cosechas eran recolectadas al mismo tiempo, los
asesores de impuestos del gobierno hubieran tenido que estar en todos los campos al
mismo tiempo durante la cosecha común. Esto significaría que el estado necesitaría casi
tantos oficiales de impuestos como propietarios de granjas, lo que no hubiera sido
posible, por lo menos no en la antigua Grecia.
Aún cuando los atenienses aborrecían el impuesto directo, no dudaban de usarlo en
contra de los forasteros. Había un gran organismo de mercaderes extranjeros y
trabajadores viviendo en Atenas. Estos extranjeros, llamados metecos, pagaban un
impuesto de capitación mensual, un metoikion. Era de un dracma por hombre y medio
dracma por mujer. Un meteco era cualquier persona que no tenía ambos padres
atenienses. Un ateniense verdadero exonerado de impuestos tenía que tener a ambos
padres nacidos en Atenas. Con un gran organismo de extranjeros viviendo en Atenas,
los matrimonios mixtos eran inevitables. El padre ateniense naturalmente hubiera
deseado que su hijo disfrutara de la ciudadanía ateniense. A veces se falsificaban los
registros de nacimiento. La ciudadanía ateniense no solamente significaba exoneración
del impuesto de capitación, sino que también permitía la propiedad de tierras.
Solamente ciudadanos podían ser propietarios de tierras, y las tierras estaban
exoneradas de impuestos. Si se averiguaba que un meteco era propietario de tierras o
había evadido impuestos, se le confiscaba la tierra y se le ponían multas de impuestos.
El informante recibía 50 por ciento de la propiedad, como hemos dicho antes. El
impuesto de capitación sobre metecos tenía trasfondos humillantes. En Grecia,
cualquier forma de impuestos directos era humillante, y el impuesto de capitación era
considerado el más degradante de todas las formas de impuestos directos.

La discriminación e impuestos especiales sobre los extranjeros tienen muchos paralelos


modernos, aún las injusticias a los mestizos. En los Estados Unidos, los negros e indios
mestizos en el siglo XIX fueron tratados igual que negros e indios de pura sangre. En la
Segunda Guerra Mundial, lo mismo sucedió con japoneses-americanos y japoneses
canadienses. Las órdenes de deportación en la Costa del Pacífico eran aplicables a
cualquier persona con sangre japonesa.

Nadie estaba exento de la eisfora, un impuesto de emergencia de tiempo de guerra


ateniense, pero siempre retuvo su naturaleza de emergencia de tiempo de guerra, lo
que es poco usual. La mayoría de todos los impuestos de emergencia de tiempo de
guerra que son productivos de rentas continúan después de que la emergencia termina.
Los griegos están entre los pocos pueblos en la historia que han limitado con éxito los
impuestos extraordinarios a las emergencias que los ocasionó.

La maquinaria para la operación de este impuesto fue ingeniosa y merece que hagamos
algún comentario. Todos los ciudadanos eran divididos en grupos de cien, iguales en
número. Cada grupo se disciplinaba a sí mismo. Elegían un presidente y dos
vicepresidentes. Cada ciudadano entonces hacía una declaración de todos sus bienes.
Se hacía una tasación en base a dicha declaración y el juramento que la acompañaba.
Los tres funcionarios inmediatamente tenían que pagar todo el impuesto por todos los
miembros del grupo fiscal. Estos funcionarios entonces cobrarían de cada miembro lo
que ellos habían pagado en su nombre. Dado que estaban cobrando para reemplazar lo
que había salido de sus bolsillos, ustedes pueden estar seguros que fueron diligentes y
habilidosos en el proceso. El sistema era auto administrado en todo respecto. Tenía la
intención de mantener a todos honrados, y los cobros eran obligados a ser rápidos. No
había agricultores tributarios ni burócratas del gobierno en toda la operación.

La eisfora también era gravada en contra de los metecos y otros extranjeros. Dado que
era un impuesto directo despreciado, que era especialmente ofensivo para los
atenienses, fue cancelado cuando terminó la guerra. Si había algún botín de la guerra,
era usado para pagar o reembolsar la eisfora.

A diferencia de un impuesto regular, este gravamen extraordinario no se podía anticipar.


Las siguientes palabras de un ateniense del siglo quinto a.C., aún cuando es un poco
cínico sobre la vida en general, apunta con precisión los miedos de ese entonces sobre
la eisfora:
Cualquier ser humano que cuenta con tener seguro de por vida cualquier cosa que posee
está muy equivocado. Ya sea que un impuesto extraordinario le arrebata su fortuna, o
se involucra en un juicio y pierde todo… o es elegido para financiar una obra de teatro,
tiene que vestir harapos él mismo después de dar disfraces dorados al coro… o al
navegar con su nave a cualquier sitio es capturado, o cuando camina o duerme es
asesinado… no, nada es seguro.6

El tributo era un tipo de arreglo de impuesto de padrino. Rara vez era voluntario. Las
ciudades más débiles y más pequeñas pagaban tributo a las ciudades más grandes que
tenían la fuerza para hacer valer el impuesto. La ciudad más débil recibía protección. A
los atenienses no les importaba tributar impuestos siempre y cuando estuvieran del lado
que recibía el dinero. Su éxito en Maratón los puso a cargo de la liga de defensa de casi
doscientas ciudades estado, todas ellas pagando impuestos a un tesoro común en la isla
de Delos -- de allí el nombre, la Liga de Delos. No todas estas ciudades se unieron
voluntariamente a la Liga. Cada ciudad tenía un voto cuando la Liga se reunía en
La recaudación de impuestos de cosecha, pagaderos en grano, en la antigua Grecia. El recaudador de
impuestos, con escolta militar, es probablemente un ateniense, recaudando impuestos sobre cosechas
de una pequeña aldea griega fuera de Atenas, que estaba exonerada de impuestos.
asamblea, pero Atenas controlaba los asuntos militares y financieros de la Liga, lo que
significaba que ejecutaban todo.

Un confiable general ateniense fue nombrado para supervisar el sistema de impuestos


de la Liga. Se llamaba Arístides el Justo. Todas las ciudades de la Liga pagaban
impuestos de conformidad con sus tasaciones, que eran respetadas y honradas. El
famoso biógrafo de la antigüedad, Plutarco, cuenta esto sobre los impuestos de
Arístides:

Los griegos pagaban una cierta contribución para el mantenimiento de la guerra; y


deseando ser evaluadas ciudad por ciudad en su debida proporción, deseaban que
Arístides de los atenienses, y le dieron el mando, supervisando el país y las rentas,
evaluar a todos de acuerdo a su capacidad y lo que valían… hizo una lista de tasaciones
no solamente con integridad escrupulosa y justicia, sino también de tal manera que
todos los estados sintieron que habían sido gravados de manera justa y rectamente…
Este gravamen de Arístides fue una era de oro para los aliados de Atenas.7

Esta es una historia notable, no solamente porque Arístides era un hombre del fisco
grande y justo, sino porque gravó impuestos a satisfacción de todos, de acuerdo con su
capacidad y valía. La equidad tributaria probablemente comenzó con Arístides, quien
puede ser llamado el padre del tributo justo. Esta es la primera referencia histórica al
impuesto en base a ‘debida proporción’ y capacidad y valía, y estos principios todavía
son los ideales de un sistema tributario justo. La ética tributaria no ha adelantado nada
más allá de Arístides.

Los buenos tiempos de Arístides no podían durar. Desafortunadamente era un mortal,


y sus sucesores no fueron tan justos ni tan incorruptibles. Aún más, movieron el tesoro
al Partenón en Atenas, donde el dinero de la Liga se convirtió en dinero ateniense. La
Liga de Delos ahora era la Liga de Atenas, o tal vez más exactamente el imperio
ateniense. Las tarifas de impuestos se duplicaron y después se duplicaron de nuevo. La
corrupción del fácil dinero tributario no se pudo evitar. Los atenienses se gastaban el
dinero en sí mismos, elevaron su estándar de vida, y construyeron la edad dorada de
Grecia que los historiadores alaban. Fue construida con dinero tributario robado, y
perpetuada con un tributo opresor. Una edad de imperialismo oriental de tributo y
vasallos se diseminó en toda Grecia -- los mismos males que los griegos habían evitado
peleando a los persas pocos años antes.

Cuando los atenienses estaban en la cima de su poder tuvieron pocos problemas para
mantener en línea a sus ciudades estado que pagaban tributo. En una ocasión el tributo
se redujo porque grandes extensiones de terreno habían sido entregadas a granjeros
atenienses exonerados de impuestos, y con este terreno eliminado de las listas de
impuestos, solo era natural que se redujera el tributo global de la ciudad.

Era imposible retirarse de la Liga. La isla de Melos lo trató con consecuencias


desastrosas. Los atenienses cayeron sobre la isla con venganza. Masacraron a todos los
hombres y vendieron como esclavos a las mujeres y niños. La isla se quedó desolada
como castigo apropiado y ejemplo para otras ciudades que puedan haber tenido
pensamientos similares. Era una recreación de lo que los reyes asirios del terror habían
hecho pocos siglos antes en Asia Menor. Los griegos amantes de la libertad habían
descendido a las profundidades de los peores tiranos tributarios de todos los tiempos.
La rivalidad y el miedo del poder espartano pueden haber sido otros factores en las
represalias brutales en contra de Melos. Los atenienses explican la situación a los
espartanos con estas palabras:

Primero, el miedo a Persia era nuestro motivo principal, aún cuando después pensamos
también de nuestro propio honor y nuestros propios intereses. Finalmente, llegó el
tiempo cuando… claramente ya no era seguro para nosotros el arriesgar dejar ir nuestro
imperio, especialmente cuando cualesquiera aliados que nos dejaran se irían con
ustedes.8

En esta antigua lucha de súper poderes no se desarrolló ningún Tercer Mundo, y ninguna
de las partes deseaba una coexistencia pacífica. Esparta inició una guerra preventiva
para revisar el imperialismo creciente de Atenas, e invasiones en la esfera de influencia
de Esparta. Los espartanos justificaron la guerra con una teoría dominó del siglo quinto
a.C., la misma teoría que los Estados Unidos usó para justificar su masiva participación
en Vietnam. La guerra se desencadenó por décadas; se convirtió en la terrible Guerra
del Peloponeso. Esparta eventualmente ganó, pero no tenía la voluntad ni la capacidad
de unificar Grecia. Las guerras civiles continuaron entre las ciudades estado, y Grecia
siguió en decadencia, madura para que los extranjeros tomaran el control.

Antiguos filósofos y escritores griegos vieron la derrota de Atenas como el juicio de los
dioses sobre la arrogancia e imperialismo ateniense. Ese análisis es sustancialmente
correcto -- por lo menos la parte sobre el imperialismo y la arrogancia. Atenas se había
convertido en un poder imperial a través de la antigua Liga de Delos, forzando ciudades
estado más débiles a unirse a la Liga, y exigiendo un pesado tributo. Conforme aumentó
el poder y la riqueza de Atenas, y con ello el apetito ateniense de más tributo y más
estados vasallos, el conflicto con Esparta se convirtió en inevitable. El resultado de la
guerra estaba en realidad a veces en manos de los dioses. Una plaga terrible golpeó a
Atenas, Pericles falleció, y líderes menos capaces continuaron con una guerra sin
esperanza. Esparta trató de negociar una coexistencia pacífica pero los atenienses
querían la victoria. El poder había corrompido su pensamiento al igual que sus apetitos.

A pesar de la locura de los líderes atenienses para continuar con una guerra sin sentido
y esclavizar a sus aliados, uno siente una gran pérdida a la civilización cuando Esparta
venció a Atenas en la Guerra del Peloponeso. La civilización más honrada y reverenciada
en el mundo antiguo murió. Esparta forzó a Atenas a entregar su imperio y el tributo
que pagaba. Estas cargas tributarias se habían vuelto intolerables durante la guerra,
habiéndose triplicado después de que las marinas armadas locales habían sido
incautadas. Varias ciudades estado se alzaron, y aquellas que no lo hicieron sabían que
sus libertades ya no existían. Como dijo el líder de la ciudad estado rebelde de Mitilene:

Mientras los atenienses con su liderazgo respetaban nuestra independencia, los


seguimos con entusiasmo. Pero cuando vimos que se estaban convirtiendo en… más y
más interesados en esclavizar a sus aliados, entonces nos asustamos.9
Mitilene, como Melos, pagó la pena suprema con los hombres masacrados y las mujeres
y niños vendidos como esclavos por tratar de retirarse de la Liga y unirse a Esparta.
El lado oscuro de la justicia ateniense. Fragmentos de un decreto ateniense de impuestos de la
Acrópolis que establece el procedimiento para el cobro de impuestos de ciudades en la Liga
Ateniense. Los tributarios retrasados serán visitados por ‘un grupo de cinco’ de Atenas. En por
lo menos una ocasión se tomarán rehenes para asegurar el cobro de los impuestos. Los líderes
de las ciudades que se oponían al cobro de impuestos pueden ser acusados y castigados por
traición.

Los espartanos no exigían ningún tributo de sus aliados, y muchos de los así llamados
aliados de Atenas trataron de unirse a la causa espartana, y esperaban una victoria
espartana para ganar su libertad. Las ciudades estado en la Liga Ateniense no eran
aliados para nada, ni ésta era ninguna Liga. No tenían amor, ninguna lealtad, y deseaban
la derrota de Atenas. Con por lo menos 165 de estas ciudades estado agitadas por el
descontento y a punto de la rebelión, no es de sorprenderse que Atenas perdiera la
guerra que debería haber ganado. Atenas, después de todo, tenía la superioridad en
población, riqueza, fuerzas navales -- todos los ingredientes para ganar, exceptuando el
apoyo leal de su imperio. Perdieron esa lealtad por impuestos opresivos y la
servidumbre requerida para hacerlos valer. La historia y el colapso de Grecia es un
temprano ejemplo de una política de impuestos sabia y prudente -- la política de
Arístides el Justo -- que se descompone.
Durante el drama de Watergate, el historiador del siglo XVIII Lord Acton era muy
mencionado, aún cuando sus citas usualmente no eran correctas. Acton dijo, ‘El poder
tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente.’ Usualmente se
omite la frase tiende, probablemente porque no es lo suficientemente fuerte; engendra
sería más adecuado. El poder engendra corrupción junto con una ceguera a la
corrupción misma. Los atenienses se volvieron inconscientes a los ideales de la
democracia y libertad griegas, y a los propósitos por los cuales pelearon contra los
persas. El tributo de las ciudades estado más débiles alrededor de ella significaba un
tesoro gordo, obras públicas extravagantes, y salarios para miles en las planillas públicas.
Ahora se podían pagar jueces, junto con los diez mil remeros en la marina ateniense.
Ahora se podían contratar escultores y arquitectos para diseñar y construir el magnífico
Partenón y la Acrópolis en las orillas de la ciudad. Las tiranías sufridas por las ciudades
estado más débiles no era importante debido al bien económico que estos impuestos
hacían por Atenas. Este tipo de razonamiento todavía se usa para justificar impuestos
opresivos.
7
Los Ingeniosos Griegos: Rentas Públicas sin Burocracia
Los ricos sirven al estado con su propiedad por medio de liturgias.
-Aristóteles, Política IV

El antiguo griego no solamente inventó la civilización sin despotismo; también inventó


la participación de los ingresos sin burocracia. En la antigua Grecia es posible que más
riqueza haya ido de los ricos a la comunidad en general que en nuestras democracias
inclinadas al socialismo. Los griegos lo hicieron sin oficinas gubernamentales gravando,
dirigiendo, y coaccionando al populacho. Los griegos ni siquiera usaron nunca al poder
policiaco en el proceso. Esto puede sonar increíble, pero es solo otro ejemplo de su
inventiva.

El sistema griego de rentas era progresivo, lo que significa que los ciudadanos más ricos
pagaban una parte mayor y en aumento de los costos del gobierno y para mantener la
sociedad. Los granjeros no eran muy prósperos. Grecia era un país agrícola pobre, pero
un granjero que tenía grandes cantidades de terrenos y esclavos generaría impuestos
cuando su superávit y esclavos alcanzaran los canales del comercio. Sin embargo, la
subsistencia básica, especialmente entre los pobres, no estaba sujeta a impuestos. Los
pobres también estaban exonerados de la eisfora, el gravamen especial al capital
mencionado en el capítulo anterior. El comercio llevaba el peso de la mayor parte de
los impuestos, dado que Atenas era principalmente una nación comerciante. Mientras
más riqueza tenía una persona, mayor la posibilidad de que se involucrara en el
comercio y pagara más impuestos.

Sin embargo, no era el sistema tributario el que extraía la mayor cantidad de riqueza a
un ciudadano privado rico. Esto se lograba con la liturgia -- la alternativa voluntaria a
un tributo progresivo.
Templos griegos que ahora sorprenden a los turistas fueron usados como tesorerías para
proteger el dinero tributario. El gran Partenón mantuvo el dinero tributario de la Liga Ateniense
y fue financiado con dinero tributario robado de la tesorería de la Liga.

Cuando una ciudad necesitaba una mejora pública nueva como un puente, o tal vez una
actividad como una obra de teatro o un festival, se invitaba a los principales ciudadanos
a proporcionar lo que fuese necesario. No era un impuesto ni una confiscación de
ningún tipo. Llamada liturgia, ésta era una contribución voluntaria a la ciudad estado.
Se hacía valer por nada más que la tradición y un fuerte sentimiento público. Las
diversiones públicas, juegos atléticos y equipo militar, todo era comprado por
ciudadanos ricos y donado a la ciudad. De cada ciudadano rico se esperaba una cierta
cantidad, pero la mayoría de ellos daban más de lo que se les pedía.

Jenofonte, un escritor griego y alumno de Sócrates, registra un diálogo entre Sócrates y


un rico ciudadano donde Sócrates recuerda a su rico amigo:

Noto que la ciudad ya está poniéndole pesados gastos para mantener caballos, financiar
obras de teatro, gimnasios y funciones importantes, y en caso que se desate la guerra,
yo sé que le impondrán los costos de las naves de la marina, la paga de los soldados y
contribuciones tan grandes, que no será fácil para usted sufragarlas.1

La racional de la liturgia era que los hombres de riqueza deberían voluntariamente


sufragar los gastos de su ciudad. La generosidad pública a través de las liturgias era su
justa obligación por la parte desigual de las riquezas de la comunidad que disfrutaban.
En general lo ricos no daban de mala gana. Muchos de los extravagantes edificios
públicos en el mundo clásico fueron construidos por hombres ricos que competían unos
con otros por el honor. Sócrates en Jenofonte recuerda a un rico ateniense de su
obligación a la ciudad para compartir ingresos: ‘Si alguna vez se piensa que no ha llegado
a cumplir estas obligaciones, yo sé que los atenienses le castigarán justo tanto como si
lo hubieran encontrado robando algo de su propiedad.’2

Los regalos privados de naves de guerra hicieron que la marina ateniense fuese la mejor
y más poderosa del mundo civilizado. Mantenían las vías marítimas alrededor de Grecia
libres de piratas. La generosidad de los griegos ricos se menciona en muchos de los
escritos de este período, lo que indica que muchos griegos ricos donaron tres y cuatro
veces lo que se esperaba de ellos. Cuando ocasionalmente sucedía lo opuesto, una
persona rica que no había dado libre y generosamente, era sujeto del escarnio público.
El sentimiento público es una fuerza poderosa que no se usa tanto en nuestra sociedad
como debería. Los gobiernos tratan de manipularlo más que escucharlo. Los griegos
lo usaban con tanto éxito que la tributación progresiva no era necesaria.

La cosa más cercana que tenemos a la práctica de liturgias es el hacer regalos y sacrificios
por devotos religiosos a su religión. De la misma manera, la ciudad estado era el primer
amor de cada ciudadano. Aún los pobres contribuían su poquito. Para aquellos que no
tenían un superávit de riqueza, existía la alternativa de servicio y mano de obra para la
ciudad. Estas demandas de liturgia por contribuciones voluntarias de riqueza y mano de
obra eran lo que el líder ateniense Pericles tenía en mente en su famosa oración
funeraria, cuando hablaba de

aquellas leyes no escritas que es una vergüenza reconocida el violar… Consideramos la


riqueza como algo que debe ser usado apropiadamente en lugar de algo por qué
jactarse… Cada uno de nosotros que sobrevive con gusto debe afanarse en su nombre
(de Atenas).3

La práctica de las liturgias creó un nuevo sentido de la propiedad privada. Aquellos que
tenían riqueza la mantenían en una clase de fideicomiso voluntario por la ciudad. La
propiedad de bienes involucraba obligaciones más de lo que involucraba derechos. Esta
era la brillante alternativa de los griegos a la propiedad gubernamental y control
burocrático que tipifica los despotismos orientales de aquella era y los gobiernos de
nuestros días. La justificación era que la propiedad, por el orden natural de las cosas,
era otorgada a aquellos que eran los mas capaces de adquirirla y administrarla, pero
aquellos así dotados estaban obligados a mantenerla para la comunidad según fuera
necesaria. Este sistema permitía la administración de la riqueza excesiva del ciudadano
privado para toda la comunidad sin burocracia gubernamental -- algo que ningún otro
pueblo ha podido hacer, ya sea antes o desde los días de los antiguos griegos. El
desperdicio y la ineficiencia que es tan inherente de la vida burocrática fueron
reemplazados por la empresa privada para el bien público.

El donante privado en realidad administraba y dirigía las mejoras o actividad públicas.


Si se necesitaba un puente, el ciudadano rico en realidad construía el puente. Por su
trabajo y su dinero, el donante era honrado. El gobierno de la ciudad estado tenía muy
poco qué hacer exceptuando hacer avanzar el proyecto. Bajo el sistema el público
recibía lo máximo del dinero del donante. Su talento administrativo era gratis.

Hoy día nosotros cambiamos una gran cantidad de riqueza privada al sector público a
través de pesados impuestos y gastos administrados por el gobierno. Los costos son
enormes. Lo peor de todo es el espíritu de toda la operación. Los donantes no son ni
respetados ni honrados por su benevolencia. En realidad, el tributario, sin importar qué
tan alto es el impuesto que paga, no sabe a dónde va su dinero. Paga porque la
alternativa es la prisión, y nunca paga más de lo que exige la ley, si eso. El pagar tres o
cuatro veces tanto impuesto como la ley exige es inaudito en nuestra sociedad.
Nuestros gobiernos exigen impuestos con la arrogancia de un propietario, algo así como
la actitud de Luis XIV como decía uno de sus ayudantes: ‘Toda la riqueza de sus súbditos
era suya, y cuando él tomaba tomaba solamente lo que le pertenecía.’ Esta es la actitud
de los déspotas, que los griegos entendieron tan bien y trataron tanto de evitar a través
del sistema de liturgias.

Los eruditos han tomado fuertes posiciones tanto a favor como en contra de la liturgia.
Sin embargo, no se puede cuestionar que la liturgia fue el dispositivo por el cual los
griegos lograron la civilización sin despotismo. Cuando un gobierno toma la riqueza por
la fuerza y reclama el derecho, está inclinado a tropezarse con los derechos de la
propiedad y libertades de las personas. Por otro lado, si la riqueza privada es gastada
sin conciencia social en las extravagancias de las personas individuales, los menos
afortunados sufren y con frecuencia son llevados a la violencia y la revolución. La liturgia
era la solución al dilema de demasiada intervención del gobierno versus demasiado poca
en la acumulación de propiedad privada. Los intereses de la comunidad y de la persona
individual estaban razonablemente equilibrados. La liturgia respetaba la propiedad
privada, pero también inducía al rico a acarrear la carga principal de proveer para las
necesidades de la comunidad -- y el genio del sistema descansaba en el hecho de que
no se necesitaba el poder de la policía para lograr esas metas.

Bajo un sistema de liturgia no existe lugar para los juegos de escape y evasión que
caracterizan a nuestros sistemas tributarios. No hay lugar para lagunas, trucos fiscales,
ni refugios fiscales. Cada ciudadano debería cargar con su justa participación de los
costos de mantener al gobierno y proveer para las necesidades de la comunidad. Esta
clase de patriotismo no es patriotero; sin él no funcionará la liturgia.

La práctica griega de la liturgia sobrevivió a las ciudades estado. Pero cuando los
romanos exigieron liturgias de sus ciudades conquistadas con el músculo de sus
legiones, esta ya no era una contribución voluntaria. Ahora era robo legalizado, o para
ser más sofisticados, la confiscación de propiedad privada para uso del gobierno sin una
justa compensación.

Queda por verse si alguna clase de liturgia puede ser usada en nuestros estados
industriales modernos. Podríamos comenzar teniendo un servicio gubernamental que
cobrara poco o ningún salario, con el ejemplo de servicio desinteresado viniendo desde
arriba. Los líderes del gobierno y miembros de la legislatura podrían servir por una
subsistencia modesta como ejemplo para otros. Nuestros jóvenes podrían donar un año
para servicio público, por ningún otro beneficio que operar los servicios esenciales de
gobierno cuando, como sucede en el Canadá de rutina, las huelgas paralizan la economía
y cortan los servicios que las comunidades requieren para poder funcionar. El servicio
voluntario desinteresado en el sector público podría infectar al sector privado. El
servicio voluntario podría pavimentar el camino para contribuciones voluntarias. Los
dos irían de la mano.

La liturgia probablemente progresará poco hasta que eliminemos las desigualdades en


nuestros sistemas de impuestos y reclutamiento militar. No todos los jóvenes son
obligados a servir en tiempo de necesidad militar, ni todas las personas que pueden son
requeridas de pagar impuestos. Existen numerosas exoneraciones en nuestras leyes de
impuestos y reclutamiento que hacen que sea legal evitar el servicio o el pago. La
evasión, a pesar de los desvaríos del gobierno al contrario, involucra poca bajeza moral;
por otro lado, existe poco incentivo moral por el cumplimiento. Pero el ingrediente más
esencial para la liturgia es un fuerte sentimiento público que exige servicio público
desinteresado y participación de las rentas. Sin tal credo, tendríamos que ser como los
últimos romanos, cayendo en castigo draconiano, y derrotando así los mismos
propósitos para los cuales tenemos gobierno en primer lugar.

El espíritu de la liturgia aún puede ahorrar algunos de los servicios sociales que
podríamos perder si los tributarios se sublevan y bloquean los aumentos de rentas, o
como en California, ahuyentan las tasaciones. El servicio público voluntario es la
alternativa ya sea a impuestos más altos o programas sociales reducidos. Nuestra
sociedad espera (y recibe) servicios voluntarios para cualquier tipo de programas
comunitarios, en tanto no sean dirigidos por el gobierno. Somos voluntarios para los
Niños Exploradores y las Campfire Girls, pero no para servicios de bomberos o trabajo
social. Sudaremos detrás de una pala y nos haremos ampollas usando un pico para
cualquier número de proyectos de servicio comunitario, pero si perdemos nuestro
trabajo pediremos asistencia social en lugar de aceptar el pico y la pala para devengar
un salario. En resumen, todos estamos deseosos de comer del abrevadero público, aún
cuando podríamos vivir sin hacerlo. El seguro social se podría limitar a los ancianos que
no tienen fondos adecuados para cuidar de sí mismos.

La liturgia solamente puede operar de un espíritu de ciudadanía desinteresada, con


cada ciudadano adelantándose para dar de sí mismo o de su substancia para el bien de
la comunidad. Hizo innecesaria la tributación pesada, y todo el mal que engendra. Esa
es solamente una de las razones por qué los griegos tienen nuestra admiración.

Los griegos refinaron otro dispositivo para recaudar ingresos, llamado agricultura
tributaria, que tiene una historia larga y fascinante.4 Los agricultores tributarios eran
contratistas privados que hacían ofertas en subastas públicas por el derecho de recaudar
un cierto impuesto, como impuesto del puerto, impuesto en pensiones y hoteles, o un
impuesto de venta. Se llevaban registros exactos de años anteriores, y salvo alguna
calamidad, se podía calcular exactamente la cantidad del tributo. El negocio era
arriesgado, pero parece haber sido lucrativo. En las ciudades estado, la agricultura
tributaria comprobó ser superior a la administración fiscal del gobierno. Al igual que los
contratos privados para obras públicas usualmente son más baratos para el estado, así
el recaudador privado hacía un trabajo mejor y más económico en la recaudación de
impuestos. La propiedad privada estaba bien protegida en los tribunales atenienses y
no tenemos ningún registro histórico de ningún abuso del sistema a nivel del tributario.
Dicho sea de paso, las ciudades gobernadas por tiranos no tenían agricultores
tributarios.

La agricultura tributaria era una fase extrema del capitalismo. Un gobierno que hace
contratos con ciudadanos privados para recaudar impuestos es parecido a contratar un
ejército privado para pelear una guerra. Estas son delegaciones extremas de poder
soberano. Dado que los impuestos eran bajos en las democracias griegas, la agricultura
tributaria no era una empresa mayor. El área geográfica de las ciudades estado era
pequeña. Los agricultores tributarios que cobraban aduanas se podían estacionar en las
puertas y puertos de la ciudad. La tasa de impuestos del 2 por ciento era indirecta y era
cobrada de los importadores, usualmente extranjeros. Por lo tanto, los abusos que
caracterizaban la recaudación tributaria en tiempos posteriores no sucedieron. Para los
primeros griegos simplemente era una forma económica de recaudar impuestos en un
sistema donde la evasión fiscal no valía la pena. El abuso más serio del sistema era de
los agricultores tributarios. Para comprobar la corrupción los griegos inventaron las
contabilidades públicas.5

El modesto sistema de agricultura tributaria originalmente establecido por las ciudades


estado democráticas griegas contrastaba mucho con el sistema de los últimos reyes
griegos en el tercer a primer siglo a.C., quienes gobernaron sobre todo el Medio Oriente.
Escuchamos historias de cómo todo el mundo gemía bajo la terrible opresión de los
agricultores tributarios, y esto era antes de que los romanos se enteraran del sistema.
Lo que funciona bien en un tiempo y lugar puede producir un desastre cuando es mal
aplicado en otras circunstancias.

La isla de Cos era una isla griega típica bajo los últimos reyes griegos. Los recaudadores
tributarios eran enviados de tierra firme a recaudar los impuestos de la isla. Estos
recaudadores eran unos matones. Aún la privacidad del hogar de una persona no estaba
segura de ellos. ‘Ahora cada puerta tiembla ante los recaudadores tributarios,’6 escribe
una dama respetable de Cos alrededor de 200 a.C. En el mundo griego y romano
posterior ninguna clase social era más odiada que el recaudador tributario. El
destacado historiador moderno de ese período, Rostovtzeff, los describe con estas
palabras: ‘Los publicani ciertamente eran recaudadores de impuestos implacables, y
rivales peligrosos e inescrupulosos en los negocios. Con frecuencia eran deshonestos y
probablemente siempre crueles.’7

Los demócratas griegos que inventaron la recaudación tributaria se hubieran


sorprendido de saber que en unos pocos cientos de años su sistema simple de
recaudación privada iba a evolucionar y convertirse en un monstruo de opresión. Se
hubieran sorprendido mucho más de saber que la agricultura tributaria florecería en la
civilización occidental, de muchas formas extrañas, por 2,500 años, finalmente
extinguiéndose con la Primera Guerra Mundial en el siglo XX. Sin embargo, hoy día la
recaudación de impuestos ha surgido de nuevo en muchos gobiernos estatales y locales,
no solo para ayudar en la recaudación de impuestos, sino aún en la auditoría y
evaluación de impuestos. Una práctica antigua pero peligrosa si la historia nos sirve de
algo.

Uno de los malos usos más notables de la agricultura tributaria sucedió en Egipto bajo
el gobierno de los Tolomeo. Cuando Alejandro el Grande diseminó la cultura griega a
todo el mundo conocido alrededor de 340 a.C, no incluyó en su paquete los ideales de
la democracia griega y libertad de los impuestos directos. Su padre, Felipe, era de
Macedonia, en lo que hoy día es el norte de Grecia y Yugoslavia. Felipe gobernó un reino
muy alejado del pensamiento griego de la ciudad estado. Alrededor de 350 a.C., él
sometió a las ciudades estado y llevó a Grecia a su reino. El falleció a temprana edad y
su joven hijo tomó posesión de sus ambiciones imperialistas.
Alejandro fue un emperador empeñado en gobernar una enorme área geográfica a
través de una burocracia militar, siendo él mismo el burócrata principal. El eligió la
cultura griega -- pero no sus ideas democráticas -- y la diseminó por todo su nuevo
imperio. La agricultura tributaria era una de las herramientas económicas que él
adquirió de las ciudades estado. Leyes fueron diseñadas para regular la agricultura
tributaria, y al sistema se incorporaron poderes policiacos y militares. La recaudación
de la mayor cantidad de impuestos era la ocupación de la mayoría de los imperios en
ese tiempo, y los agricultores tributarios con garra comprobaron ser el sistema más
eficiente. Los recaudadores de impuestos profesionales privados sobrepasaron en
mucho a los mejores recaudadores gubernamentales.

Cuando los Tolomeo griegos organizaron el gobierno en Egipto, modificaron el sistema


de recaudación tributaria como se practicaba en Grecia. Grecia tenía agricultores
tributarios porque el gobierno no tenía burocracia fiscal. En Egipto los nuevos
gobernantes griegos heredaron la operación de recaudación de impuestos más
altamente desarrollada en el mundo. El gobierno egipcio había estado recaudando
impuestos con gran eficiencia durante dos mil años. Los agricultores tributarios no eran
necesarios. No obstante, los astutos conquistadores griegos vieron un lugar para el
recaudador tributario, no como recaudador sino como un asegurador de que todos los
impuestos serían recaudados. El recaudador tributario sería una verificación especial
sobre la oficina de impuestos para asegurar que se recuperara hasta el último dracma.
Su trabajo era supervisar tanto al tributario como al recaudador de impuestos. Hizo un
contrato con el rey para garantizar la completa recaudación de una cierta cantidad de
impuestos. En caso de una deficiencia el recaudador tributario personalmente
repondría la pérdida. Los escribas ya no podrían enviar impuestos para los pobres o
desamparados. Si todo funcionaba bien, y si había un superávit, entonces el superávit
iba al recaudador tributario. Además, él recibía una comisión básica del 10 por ciento
de su oferta -- aún si no hubiera ningún superávit.

La agricultura tributaria era una gran operación con un potencial enorme. Normalmente
la agricultura tributaria se hacía a través de asociaciones y compañías organizadas. Era
el gran negocio de ese entonces. Las subastas se realizaban en el palacio del rey bajo
su dirección personal. La adjudicación del contrato era el evento comercial más
importante del año.

El recaudador tributario no solamente era un recaudador de impuestos profesional


privado. Sus operaciones laterales eran probablemente más remunerativas que la
recaudación del impuesto. Los agricultores tributarios eran banqueros que prestaban
dinero a los tributarios para cumplir con sus obligaciones fiscales. Actuaban como
comerciantes para los productos de los granjeros que gravaban. Eran corredores de
granos y de vino. Aún las flotas mercantes que acarreaban los artículos gravados a los
mercados del mundo eran propiedad de los ricos agricultores tributarios. En resumen,
los recaudadores tributarios eran los Krupp, Rothschild y du Pont del mundo antiguo.

La innovación de la recaudación tributaria de los Tolomeo era ingeniosa, por no decir


más, pero era destructiva. Este asegurador intermediario mejoró la eficiencia del
sistema fiscal egipcio. El rey ahora tenía dos grupos independientes que cuidaban sus
rentas. Ambos eran responsables personalmente por cualesquiera deficiencias en los
impuestos -- la evasión fiscal era imposible. La deshonestidad o negligencia por parte
de los recaudadores de impuestos del gobierno afectaría de forma adversa al
recaudador tributario, y como un contratista privado típico, era apto para ser mucho
más eficiente que el recaudador de impuestos del estado. El sistema de incentivos que
tanto caracteriza al capitalismo dio un golpe adicional al sistema fiscal egipcio. El
perdedor en este arreglo de doble cañón fue el tributario, quien en Egipto era el
granjero.

Con el recaudador tributario inyectado en el sistema de fuerte impuesto directo de


Egipto, la rebelión fue inevitable. El sistema impositivo moderadamente opresor que
dominó la vida egipcia por 2,500 años ahora se volvió severo. La guerra civil que
ocasionó el caos y colapso de Egipto que anotamos en el Capítulo 2 pudo haber sido la
consecuencia de la interposición del recaudador tributario en un sistema fiscal que
ahora fue empujado al borde de la guerra civil.

Los antiguos griegos tenían un don misterioso para ver con perspicacia el mundo donde
vivían. Casi no hay ninguna teoría o gran idea que no haya volado por primera vez en
Grecia. Como hombres eran gigantes en el mundo antiguo.

Heródoto, el padre de la historia, desarrolló como su tema principal el conflicto entre


Oriente y Occidente, que él interpretó como conflicto entre el despotismo y la libertad.
Este mismo conflicto y tema es dominante hoy día en la interpretación occidental del
conflicto entre el comunismo y el mundo libre. Los griegos vieron con más profundidad
este conflicto en busca de pistas para determinar el por qué el sistema social oriental
producía servidumbre. Encontraron que el despotismo de una sociedad, o su libertad,
se podía medir mejor por su sistema fiscal. Los griegos fueron mucho más profundos
que nosotros en el análisis de los impuestos. Nosotros parecemos aceptar cualquier
impuesto adoptado por la legislatura. La política de clases crea leyes de impuestos y
los legisladores pueden gravar casi todo lo que se les antoja en cualquier forma que
deseen. En el mejor de los casos, nuestras leyes de impuestos son justicia en bruto. La
visión griega fue probablemente expresada en su estado más refinado en una
enciclopedia de principios del Siglo X llamada Suidas. Los impuestos eran tiránicos y por
tanto ilegales, explicaba, si eran exigidos por ‘arrogancia y compulsión’, y eran
justificables cuando se basaban en la ‘razón y cuidado amoroso’.8 Obviamente nosotros
nos hemos retirado una gran distancia de estas elevadas ideas.

Las ideas griegas sobre impuestos tuvieron una corta vida en Grecia, pero no en Roma.
La cultura e ideas griegas cautivaron a los romanos. Había tutores griegos en todos los
hogares romanos pudientes. Los romanos pronto adoptaron el pensamiento griego,
prohibieron los impuestos directos de ciudadanos romanos, y continuaron la práctica
por casi quinientos años. Hasta el Siglo XX, Europa y América del Norte respetaron las
ideas griegas sobre los impuestos. En las constituciones de los Estados Unidos y Canadá
podemos encontrar referencias a ‘impuestos directos’. El debate todavía es muy
ardiente acerca de si el impuesto sobre la renta es un impuesto directo o indirecto.
Los griegos pusieron los impuestos en el área de la ética y exigían que fuesen medidos
por normas de justicia. En la práctica, los griegos fallaron miserablemente. La equidad
o igualdad de impuestos era en base a la clase. Solamente el ciudadano disfrutaba de
inmunidad de los odiados impuestos directos. No debemos juzgar a los griegos con
demasiada dureza. Aquellos que controlan los gobiernos siempre han llevado una ligera
carga de impuestos; en una democracia significa que aquellas clases que tienen los votos
sobrecargarán u oprimirán a los que no los tienen. Los niveles de impuestos de hoy día
son para los pocos, no los muchos, y en eso los griegos no estaban mucho peor que
nosotros. Parece raro que no se pueda confiar en un pueblo democrático y libre para
exportar su producto al exterior, o compartirlo con las minorías en casa -- especialmente
sus ideales de justicia fiscal. Tal vez en la Guerra del Peloponeso los dioses estaban
castigando a Atenas, no solamente por sus políticas tributarias abusivas hacia las
ciudades más débiles de Grecia, sino también por su rebeldía ante los principios de
justicia que la mente griega había desposado. El imperialismo ateniense era
especialmente feo, porque los atenienses sabían más.

El punto brillante en la historia tributaria de Grecia estuvo en la administración de los


impuestos. La renta era evaluada y administrada por los mismos tributarios, sin la
intervención de una oficina gubernamental masiva. Y tal vez todavía más importante
era la respuesta de los ricos ante las necesidades de la comunidad. Ellos compartían su
riqueza con la comunidad, y no dudaban para ver que la ciudad y su pueblo se
beneficiaran de las bondades que la naturaleza les había conferido. No era este el logro
más ingenioso de la mente griega?
Parte II
Los Caleidoscópicos Romanos

Los romanos… han puesto… casi a todo el mundo bajo su dominio, y han dejado
un imperio que por mucho sobrepasa a cualquiera que exista hoy día o que sea
probable que lo suceda. En el curso de este trabajo yo explicaré con más claridad cómo
se adquirió esta supremacía, y también se pondrán de manifiesto las grandes ventajas
de como aquellos que disfrutan aprendiendo pueden disfrutar del estudio de la historia
seria.

--Polibio, Las Historias

Los eruditos con frecuencia se referían a los impuestos romanos como un ‘robo más o
menos organizado,’ y a los recaudadores de impuestos romanos como ‘una banda de
ladrones’1 Pero los impuestos romanos no siempre fueron malos. Hubo un período de
doscientos años en el cenit de la civilización romana cuando los impuestos eran
modestos. Algunos líderes romanos pueden ser alabados por una administración fiscal
extremadamente humana y honrada -- destacada por la inaudita caridad de pagar una
gran porción del costo del gobierno de sus propios bolsillos. Toda clase de impuestos -
- así como no impuestos -- marcaron el período romano. El impuesto era tan vital e
impredecible en la historia romana como lo eran las legiones, el senado, y los césares.
El Nerón medio loco una vez ofreció abolir todos los impuestos indirectos y hacer un
‘bello regalo a la raza humana’.2 De todos sus actos de locura, este fue el más loco.

Los mil años de civilización romana son divididos por los historiadores en mitades
iguales. El primer período se llama la República, cuando el Senado Romano estaba al
mando. Terminó aproximadamente 30 a.C. con el triunfo de César Augusto, el primer
emperador. El Imperio terminó con el saqueo de Roma por los vándalos en A.D. 476.
Estas líneas de demarcación son útiles para estudiar la historia impositiva de Roma, aun
cuando hubo una evolución constante de impuestos en la historia romana que cambió
color y forma a intervalos regulares.

Para proporcionar al lector con alguna clase de orden y perspectiva, hemos separado los
impuestos romanos en cuatro períodos, terminando con el capítulo final de esta sección,
que ve la Caída de Roma y añade una causa principal más: la evasión de impuestos.
8
La República Temprana: La Era de la Guerra de
Impuestos de los Ciudadanos

La República Romana temprana requería pocos impuestos porque operaba con mano
de obra gratis. El ejército -- que siempre es la operación más cara en todas las
sociedades -- era un ejército de ciudadanos, compuesto de propietarios que servían por
un año sin paga. Ellos aún proporcionaban sus propios uniformes y equipo. Este espíritu
patriótico produjo una fuerza de lucha maravillosa, que venció a todos los que se
opusieron a ella, y catapultó a Roma al centro del mundo civilizado. Este espíritu de
servicio público gratis voluntario inspiró a todas las oficinas gubernamentales. Aún los
magistrados servían a la ciudad sin recibir paga. Es difícil sobre enfatizar la importancia
de esta antigua práctica, especialmente en nuestra era cuando nadie parece estar
dispuesto a levantar un dedo por el gobierno sin obtener un buen cheque de paga. La
forma ideal de reducir unos impuestos altos es inculcar en todos los ciudadanos un
espíritu de servicio desinteresado para el bien público. No es necesario recortar los
programas y servicios públicos; lo que es necesario es recortar el espíritu de ganancia y
lucro que infecta a los servidores y contratistas públicos.

La Roma temprana no operó libre de impuestos. Algunos ingresos públicos eran


necesarios. Fueron suministrados por varios impuestos mercantiles indirectos que
continuaron durante toda la historia romana. Los primeros impuestos en Roma fueron
impuestos de aduanas sobre importaciones y exportaciones. Casi todo el comercio
venía por barco a través de puertos marítimos, y de allí el nombre de portoria para estos
impuestos. Los romanos eran pragmáticos sobre los impuestos. Conforme los romanos
adquirieron nuevas colonias, mantuvieron el sistema de impuestos existente. En
España, el impuesto de aduanas era del 2 por ciento; en Sicilia, África y Albania, la tasa
era del 5 por ciento.

La civilización antigua funcionaba más en base a fuerza humana que en base a caballos
de fuerza. El asunto moral nunca era un problema; el lazo económico del esclavo era
reconocido por los judíos y primeros cristianos. Los esclavos, como el tributo, eran una
parte del botín de la guerra.
Este relieve del Louvre muestra a un censor romano tomando un censo para la tasación de
ciudadanos para el impuesto de guerra.

Los impuestos tocaban toda faceta de la esclavitud. La mayoría de esclavos eran


vendidos en subastas, que incurrían en un impuesto de venta de 2 a 5 por ciento. Cuando
los esclavos llegaban al puerto, había impuesto de aduana. Cuando un esclavo era
liberado había un impuesto del 5 por ciento sobre su valor. Los esclavos recibían una
tasa reducido por impuestos de capitación, similar a la Constitución de los Estados
Unidos que valoraba un esclavo para impuestos directos a tres quintos de un hombre
libre.

Para dar al lector una idea del tamaño del comercio de esclavos, el puerto libre de Delos
en la costa de Grecia podía manejar tanto como diez mil esclavos de una vez. Las
grandes instalaciones mercantiles en la Isla de Rodas podían manejar más. Los
impuestos sobre la esclavitud eran una gran fuente de ingresos para todos los gobiernos.
Los piratas eran los principales traficantes de esclavos durante los tiempos de paz. La
tripulación de cualquier nave capturada por los piratas era una parte regular de la carga.
La tarea de comprobar el derecho a la libertad era extremadamente difícil toda vez una
persona estaba atrapada en los canales de la esclavitud.

Los recaudadores privados de impuestos también eran traficantes de esclavos. El rey de


una provincia romana oriental se quejó ante el Senado de que él no podía proporcionar
hombres para las legiones porque los recaudadores de impuestos romanos habían
tomado sus súbditos masculinos que sobraban y los habían vendido. Esta historia se cita
con frecuencia para comprobar que los recaudadores romanos operaban una gran
operación de secuestro para esclavitud en las provincias. Esta puede no ser una
interpretación correcta de los registros. El rey probablemente pignoro sus súbditos
hombres que sobraban para obtener un préstamo para pagar sus impuestos. Si el
préstamo no era pagado debido a una mala cosecha, los recaudadores embargaban la
garantía, al igual que cualquier banquero eficiente.
Los gastos militares aumentaron conforme los ejércitos de Roma vencían a todos los que
los retaban. Aún en tiempos antiguos las aventuras militares eran caras para los
vencedores. La necesidad de mayores ingresos fue satisfecha por un impuesto de guerra
a los ciudadanos patrióticos, llamado del tributum. La palabra fue aplicada a muchos
tipos de pagos a Roma; por lo tanto, evitaremos usarla.

El impuesto de guerra era un impuesto a la riqueza gravado de un censo tomado cada


cinco años. Era la obligación de cada ciudadano salir y hacer una declaración de su
riqueza. Había multas por fraude o falta de hacer una declaración -- como sucede con
nuestros impuestos sobre la renta modernos. Una de las multas era ser vendido como
esclavo por el censor.1 El impuesto de guerra era similar a la eisphora griega,
exceptuando que los griegos exoneraban a los pobres, pero no a los extranjeros; los
romanos exoneraban a los extranjeros, pero no a los pobres.

A los economistas les gusta clasificar los impuestos como progresivos, proporcionales, o
regresivos. Un impuesto es progresivo si los ricos pagan un porcentaje mayor que los
otros; proporcional si el porcentaje es el mismo; y regresivo si los pobres pagan un
porcentaje más grande que los ricos. Nuestros impuestos sobre la renta son
ostensiblemente progresivos debido a las tasas en graduación. Los impuestos sobre
ventas, aduanas, y bienes inmuebles son proporcionales -- las tasas son las mismas para
todos. Los impuestos de capitación y honorarios de licencias son regresivos -- la
cantidad fija toma un mayor porcentaje de la riqueza del pobre que de la del rico.

El impuesto de guerra era progresivo de una manera única. Los lujos tales como joyas,
vestuario caro para mujeres, y carruajes lujosos eran tasados a diez veces su valor real.
Otros artículos pueden haber sido tasados a dos o cuatro veces su valor real. Por lo
tanto, la baja tasa de un décimo de 1 por ciento era engañosa. Para los ricos el impuesto
pudo haber sido tan alto como 1 por ciento, diez veces la tasa gravada en contra del
pobre.2 Además, los ricos estaban sujetos a préstamos forzados encima de su impuesto
de guerra básico. Finalmente, el impuesto tenía un elemento reembolsable en el
mismo; si había algún botín de la guerra, el botín era usado para reembolsar los
impuestos pagados. No es de extrañar que los primeros gobiernos romanos fueran tan
queridos por su pueblo.

Los registros históricos sobre el impuesto de guerra fueron todos escritos por lo menos
cien años después de ser abolidos. Cicerón expresó desprecio por el impuesto:

Cuando las guerras constantes hacían que la tesorería romana estuviera escasa,
nuestros ancestros con frecuencia acostumbraban a gravar un impuesto sobre
propiedades. Se deben hacer todos los esfuerzos para evitar la repetición de esto; y se
debe tomar toda la precaución posible para asegurar que tal paso nunca sea necesario…
Pero si cualquier gobierno se encontrara en la necesidad de gravar un impuesto a la
propiedad, se debe poner el mayor cuidado para aclarar a toda la población que esto
tiene que hacerse simplemente porque no existe ninguna alternativa que no sea un
completo colapso nacional.3
Cicerón escribió estas palabras cuando el pensamiento griego dominaba a la cultura
romana. Si el impuesto era tan intolerable, por qué los extranjeros estaban exonerados?
Aún las viudas y los huérfanos pagaban este impuesto, y sus fondos eran apartados
específicamente para la caballería. La fuerza motriz detrás de este impuesto era un
fuerte espíritu de patriotismo, como servir en las legiones. Al principio el impuesto
probablemente no era despreciado para nada, sino pagado con orgullo.

Las tasaciones del impuesto de guerra eran hechas por censores quienes eran los
hombres más importantes en la República, aún más que los senadores. Ellos eran
antiguos senadores, y cónsules, estadistas mayores elegidos para ese puesto cada cinco
años por la Asamblea de todos los ciudadanos romanos. Tenían el poder de nombrar y
destituir senadores. Estos hombres no eran tasadores de impuestos ordinarios, que
normalmente no están muy altos en la lista de notables de cualquier persona.

Los antiguos con frecuencia usaban a grandes hombres para manejar las tasaciones de
impuestos. Los griegos usaban a grandes generales tales como Arístides el Justo.
Imaginen qué sucedería hoy día si los estadistas mayores de nuestra sociedad estuvieran
a cargo de las tasaciones de impuestos? Winston Churchill puede haberse visto extraño
como tasador de impuestos, pero allí es donde hubiera terminado su ilustre carrera si él
hubiera vivido en el mundo antiguo. Los tributarios amaban y admiraban a los censores
y sin duda la integridad de estos grandes hombres se contagiaba a los tributarios. Por
el contrario, los sistemas modernos de impuestos usan oficiales profesionales de
relaciones públicas para manipular a los tributarios con técnicas publicitarias que
utilizan el miedo más que la inspiración.

A mediados del segundo siglo a.C. el impuesto de guerra fue abolido. Después de ello,
y por cuatrocientos años, los ciudadanos romanos viviendo en Roma estaban inmunes
a los impuestos directos. Sin importar lo que haya dicho Cicerón, el impuesto de guerra
fue abolido porque las provincias ahora podían sostener a las legiones. Las tierras
conquistadas se convirtieron en tierras romanas y eran alquiladas y gravadas. Los
metales preciosos fluían al tesoro romano de las minas capturadas. El grano venía de
Sicilia. Roma se convirtió en un centro comercial floreciente y los impuestos sobre el
comercio escalaron hacia arriba. Sin embargo, las más productivas de todas eran las
provincias recién adquiridas en el este y el norte. Aquí, y en todas las provincias, que los
romanos mostraron su mayor habilidad en estatismo, o para acuñar una mejor frase: El
arte de los impuestos. La larga vida del colonialismo romano, comparada con la
turbulenta vida del imperialismo griego, fue la consecuencia de medios más nuevos y
más efectivos de colonización.

Había una debilidad inherente en los sistemas de tributos que prevalecían en el mundo
antiguo. Para solucionar esta debilidad, se comenzó a desarrollar el genio romano en
gobierno. La ausencia de control directo sobre cada estado tributario permitía que las
rebeliones fueran organizadas fácilmente. Los asirios gastaban la mayor parte de su
energía organizando ejércitos para aplastar el desafío a los impuestos en su imperio
colonial. Casi todo lo que los asirios podían hacer para controlar un estado tributario
empeñado en rebelarse era liquidar a los habitantes. Esta fuerte política solucionó el
problema de la rebelión -- como los judíos aprenderían de la forma difícil -- pero también
eliminaba el tributo futuro. Para corregir este defecto en los sistemas de tributo del
pasado, los romanos desarrollaron el sistema provincial.

El gran abogado romano Cicerón, quien promulgó la idea griega en contra de los impuestos
directos: Estos impuestos son un enemigo de la libertad y deberían ser introducidos únicamente
después de aclarar al pueblo que no existe ninguna alternativa que no sea el completo colapso
nacional.

De Roma se enviaron gobernadores con poderes dictatoriales respaldados por las


legiones que estaban estacionadas en cada provincia. Los ejércitos de las provincias
rebeldes fueron desmantelados. Esta nueva técnica garantizó la explotación romana de
los súbditos coloniales durante cientos de años. La amenaza de las legiones marchando
fuera de Roma para castigar una colonia rebelde -- que era el sistema de Asiria -- no era
para nada efectiva como la presencia de las legiones estacionadas en cada provincia
como guarnición permanente.

También había un elemento de equidad en el sistema romano de tributos, a diferencia


de las prácticas de otros imperios en el pasado. Los romanos usualmente no alteraban
el sistema de impuestos o las cargas de impuestos de un territorio recién adquirido. Si
se acostumbraba el impuesto de capitación, continuaba. Si había habido un impuesto a
la cosecha en base a una décima parte de la producción, entonces ese continuaba. Los
recaudadores agrícolas locales no eran eliminados del negocio. La lógica de pagar
impuestos a Roma era sana: Roma proporcionaba legiones que traían la paz y el orden
a un mundo plagado de peligros. Entonces era justo que las provincias pagaran el
mantenimiento de estas fuerzas militares benéficas. El tribuno romano era un pequeño
precio de pagar.
Cicerón llamó a Sicilia ‘la primera joya de la corona imperial’. Sicilia era un dividendo
inesperado de la guerra de Roma contra Cartago. La mayoría de gobernadores romanos
que administraron esta primera colonia romana extranjera se sostenían a sí mismos de
sus propios bolsillos y estaban ‘acostumbrados a traer a casa nada más de su puesto de
gobernador que no fuesen el agradecimiento de los súbditos y la aprobación de sus
conciudadanos.’4

Una parte sustancial de Sicilia estaba exonerada de impuestos antes de que llegaran los
romanos. Esto no cambió. El tributo, exigido de solamente aquellas partes de Sicilia
que lo habían pagado en el pasado, consistía de un impuesto agrícola del 10 por ciento,
un impuesto a los huertos del 20 por ciento, y un impuesto de aduana del 5 por ciento.
Los romanos nunca alteraron el método de recaudación. A las sociedades romanas
recaudadoras de impuestos se les prohibía participar en las subastas de impuestos
agrícolas. Un magistrado romano realizaba las subastas y limitaba las pujas a los
recaudadores agrícolas locales. Las ciudades pujaban por el derecho a cobrar sus
propios tributos. De esa forma la comisión de la recaudación del impuesto iba a sostener
la ciudad.

Roma casi vivía del grano de los impuestos agrícolas sicilianos. Cicerón, citando a Catón
el Sabio, se refería a Sicilia como ‘la bodega de la nación, la nodriza de cuyo pecho se
alimenta el pueblo romano.’5 Las delicias de tener una colonia rica y leal trajo a los
romanos las maravillas del colonialismo y despertó el apetito romano por más
territorios. El sistema parecía ser a prueba de todo. En teoría lo era.

No todos los gobernadores romanos eran gobernantes benevolentes. Gracias al celo de


Cicerón de escribir, tenemos detalles elaborados del proceso de Verres, un gobernador
que esquilmó a Sicilia con impuestos opresivos y que después él robó del Senado. El
animó a sus amigos a comprar contratos de recaudación de impuestos a altos precios y
después exigió una comisión. El mantuvo los impuestos de aduanas del 5 por ciento
para sí mismo falsificando los registros de impuestos. La exitosa prosecución de Verres
fue uno de esos raros momentos en la historia cuando la corrupción política es expuesta
plenamente para que todo el mundo la vea.

El Tribunal de Extorciones que juzgó a Verres fue establecido para castigar gobernadores
corruptos, quienes cobraban más dinero que los tratados autorizados, o quienes
malversaban dineros de impuestos. Desafortunadamente, el tribunal no era muy
efectivo. Se dice que un gobernador tuvo que extorsionar tres fortunas de sus súbditos
coloniales -- una para sí mismo, una para el ejército, y una para sobornar al Tribunal de
Extorsiones cuando volvió a casa.

La guerra contra Cartago también trajo a España al imperio colonial romano. Pero
España, a diferencia de Sicilia, ardió con rebelión por 150 años. El problema comenzó
cuando los ejércitos romanos vivían del pueblo y cobraban tributo, en forma de bloque
llamado stipendium. Cicerón llamó a este tributo ‘los frutos de la victoria o un castigo
por dedicarse a la guerra en contra nuestra.’6 La práctica romana de sostener a las
tropas de la tierra en España fue la raíz del comentario de Cicerón de que un pueblo
sufría casi tanto cuando un ejército romano tomaba sus cuarteles de invierno como
cuando era asolado por una tormenta.7

Al principio, bajo el general conquistador Escipión, los ejércitos romanos en España


vivían de la tierra. Los suministros prometidos por el Senado no llegaban debido a los
recaudadores agrícolas corruptos. Cuando Escipión hizo un llamado urgente de ayuda,
el Senado contrató a tres compañías de recaudadores agrícolas para enviar suministros
a España. Los recaudadores compraron unas viejas naves dilapidadas y las cargaron con
cargas sin valor; las naves se hundieron tan pronto salieron del puerto. Los
recaudadores agrícolas después solicitaron al Senado dinero para reemplazar las naves
y cargas perdidas, declarando falsamente que las naves estaban bien y llenas con cargas
valiosas para Escipión.8

Mientras que el grano era el premio de Sicilia, plata y oro eran los frutos de España. En
diez años, de 206 a.C. a 197 a.C., 130,000 libras de plata y 4,000 libras de oro fueron
obtenidas de minas de España y embarcadas a Roma. Este metal precioso formó la base
del sistema monetario romano en los siglos por venir.

Finalmente, estas cosechas coloniales excitaron las ambiciones de muchos romanos,


quienes deseaban repetir el proceso colonia en otras tierras. Nada empujará más a una
nación al camino del imperialismo que una rica cosecha de una exitosa operación
colonial. Los Estados Unidos, en 1898, abandonaron una política atrincherada de anti
colonialismo cuando Cuba, Puerto Rico, Guam, y las Filipinas fueron adquiridos en la
Guerra Española Americana con menos de 700 víctimas.
9
Los Publicani Llevan la República a la Ruina
Todo el mundo gime bajo los Publicani.
--Escritor romano, siglo II a.C.

En el siglo segundo a.C., los hombres de negocios romanos no se rango aristocrático se


elevaron a dominar el estado romano. El Senado se redujo en su poder. Estos hombres
de negocios eran los aventureros del mundo antiguo, llegando a las provincias recién
conquistadas cerca de los talones de las legiones. Su mayor esfuerzo era dirigido a la
recaudación agrícola, pero las riquezas que adquirieron de ello pronto les permitieron
dominar el comercio, la banca, y el transporte; en resumen, toda la vida económica. En
las provincias sus operaciones lograron formas brutales y grotescas conforme estos
explotadores coloniales se convirtieron en los ‘romanos feos’ del mundo antiguo.

Los publicani, como eran llamados, se elevaron al poder a través de la Asamblea Tribal
del pueblo romano. El Senado aristocrático excluía a los plebeyos. La Asamblea no
podía promulgar leyes; solamente podía vetar leyes que traspasaban los derechos de los
plebeyos. Alrededor del año 130 a.C. la Asamblea comenzó a crear leyes. Pero esta
actividad solamente duró unos pocos años, y la mayoría de sus leyes pronto fueron
anuladas. Sobrevivieron dos reformas: la distribución de pan gratis a la chusma de
Roma; y un nuevo sistema de impuestos en la rica provincia griega y otras provincias del
este. Una decuma, o un impuesto agrícola del 10 por ciento reemplazaría los tratados
de impuestos del Senado romano. Este impuesto a la cosecha será recaudado
exclusivamente por los publicani según contratos de cinco años, subastados por los
censores. Los contratos eran grandes. Parte del precio tenía que ser pagado por
adelantado, que le dio al gobierno romano efectivo adelantado. Cuando los publicani
comenzaron a recaudar la decuma, el gobierno romano ya había sido pagado y tenía que
hacer valer sus demandas. Los grandes contratos exigían la mancomunidad de los
fondos, y esto produjo las primeras corporaciones del mundo, llamadas societates
publicanorum. Se hizo una distinción legal entre accionistas y administración. Los
senadores podían ser propietarios de acciones, pero no podían participar en la
administración. Nuestras leyes corporativas modernas siguen un patrón similar. Las
acciones en estas corporaciones eran vendidas en el Foro en Roma, que se convirtió en
el primer Wall Street del mundo. Las ganancias de las acciones de los publicani eran
excelentes. Cuando una compañía tenía problemas financieros era fácil cabildear un
decreto a través del Senado reduciendo el contrato del publicani. Las acciones de los
publicani eran la mejor inversión del día -- ‘una cosa segura’ -- las acciones glamorosas
del año 100 a.C.

Las explotaciones de los publicani de las provincias pasaban sin ser revisadas. ‘Los
publicani son una molestia,’ o ‘Es la obligación de cada administrador honrado el
oponerse a ellos,’1 eran expresiones comunes de ese entonces. En tiempos posteriores
(A.D. 14), el historiador romano Livy los condenó ‘Donde están los publicani, no hay
respeto por la ley pública y no hay libertad para las provincias.’2 Pero el gobierno no se
podía librar de ellos. Los ingresos del gobierno dependían de ellos y no se había
desarrollado ningún método alternativo. Cicerón enfatizó este problema en esta carta
a su hermano Quinto, gobernador de la provincia de Asia:

Sin embargo, para tu buena voluntad y política de cuidado el gran obstáculo está en los
publicani: ya que se nos oponemos a ellos, apartamos de nosotros y del Estado un orden
que ha merecido extremadamente bien de nosotros y que ha estado asociado al Estado
por nuestros esfuerzos; si por otro lado cumplimos con ellos en cada caso, permitiremos
la ruina completa de aquellos para aquellos cuyo bienestar e intereses estábamos
obligados de tener en consideración.3

Estos argumentos para apoyar a los publicani y tolerar el mal que generan todavía están
con nosotros. Durante toda la historia, siempre que se desarrolla un impuesto que es
productor de ingresos, pero opresivo para los tributarios (como el impuesto sobre la
renta), el impuesto continuará. Las necesidades financieras del estado sobrepasan la
mayoría de los ideales constitucionales, morales y culturales.

La Caída del Coloso de Rodas

La isla de Rodas es una de las mayores islas griegas en el Mar Egeo. Queda cerca de la
costa de Turquía. Después de la caída de Atenas en el siglo cuarto a.C, la mayoría del
comercio del este se movió a Rodas, que estaba alejada de las zonas de guerra de Grecia.
Rodas se convirtió en la Suiza del mundo antiguo. La banca y el comercio florecieron
conforme los comerciantes de Rodas descubrieron la sabiduría de la neutralidad. Los
reyes y tribunales de todo el mundo antiguo honraban a los hombres de negocios de
Rodas, quienes eran neutralistas declarados en política internacional.

Los negocios y el comercio son atraídos a la paz y estabilidad. La guerra rechaza el


comercio. Aún hoy día, la gran pérdida de Líbano es su comunidad financiera una vez
floreciente. Si mañana llegara la paz, los banqueros no volverían. El gran secreto de
Suiza al éxito financiero es su política de permanecer fuera de las guerras y mantener la
neutralidad a toda costa. Este es el clima que el comercio ha buscado desde los días de
la antigüedad.

Rodas también estaba en una posición geográfica clave. Para llegar a Roma y Grecia
desde el este, era necesario para muchas naves el parar en Rodas para aprovisionarse o
para dejar su carga. Todas las naves pagaban un impuesto portuario del 2 por ciento
basado en el valor de su carga, aún si la carga se quedaba a bordo. Los puertos libres
no eran conocidos en ese entonces.

Los rodianos prósperos deslumbraron a los comerciantes del mundo al construir un


coloso de bronce de más de cien pies de alto, que se convirtió en una de las Siete
Maravillas del Mundo Antiguo. La leyenda dice que esta enorme estatua de Apolo se
paraba a horcajadas en la entrada del puerto principal, y los barcos que entraban al
puerto pasaban entre las piernas de Apolo. Los eruditos modernos discuten esto y creen
que el coloso estaba en un lado del puerto como un faro.
Un terremoto derribó el coloso en el puerto alrededor de 225 a.C. No escuchamos
mucho sobre Rodas después de que los romanos llegaron a la región algunos años
después. Qué causó la caída de este gran centro comercial? Fue la secuela del
terremoto o la embestida del poder militar romano? En realidad, fue una fuerza mucho
más poderosa. La historia de cómo los hombres comerciantes de Roma derribaron este
coloso comercial es una de las historias de impuestos más fascinantes de la antigüedad.

Durante el tiempo de las guerras de Roma con Macedonia, los rodianos tuvieron la
buena fortuna de recibir favores de Roma. Los romanos querían a Rodas como un
estado amortiguador entre ellos y Persia. Para fortalecer esta posición, Roma entregó
a Rodas varios territorios tributarios fronterizos con el imperio Persa. Fue un buen
arreglo para ambos países.

Desafortunadamente, los rodianos tenían un grupo político anti romano en el poder


cuando Roma estaba luchando con Felipe de Macedonia. Los rodianos tomaron una
posición neutral y se ofrecieron para mediar un tratado de paz entre Roma y Macedonia.
Los romanos vieron esta neutralidad como un acto de traición por un aliado que ellos
habían recompensado ricamente. Los rodianos juzgaron mal el poder de Roma, y
cuando los romanos vencieron a los macedonios, se enfrentaron a una Roma enojada y
amargada. Los rodianos rápidamente despacharon a Roma a sus diplomáticos más pro-
romanos para tratar de prevenir una confrontación militar.

El Senado romano no iba a perdonar. Tomaron de vuelta los territorios que le habían
dado a Rodas. Los publicani romanos vieron esto como una oportunidad para derrocar
la supremacía comercial rodiana en el este. Convencieron al Senado de establecer un
puerto libre rival en la Isla de Delos para retar a Rodas. Los hombres de negocios griegos
fueron invitados a operar en el puerto libre. Los romanos construyeron nuevas
instalaciones portuarias y establecieron servicios comerciales para rivalizar con aquellos
de Rodas. Pero lo más importante de todo fue que el nuevo puerto estaría exonerado
de impuestos. Los bienes podían entrar y salir sin pagar el impuesto portuario del 2 por
ciento que los rodianos habían cobrado. El comercio del este inmediatamente pasó por
alto Rodas y se fue a Delos. En un año el comercio bajó en un 85 por ciento. Los recibos
anuales de impuestos que normalmente eran de aproximadamente 1,000,000 de
dracmas de plata bajaron a 150,000.4

El coloso comercial del este había caído porque los comerciantes encontraron una forma
fácil de evitar un impuesto del 2 por ciento! Los romanos hicieron con los impuestos lo
que un terremoto no pudo hacer. Los rodianos de milagro se había recuperado del
terremoto, pero no había recuperación del puerto libre rival. La Suiza del mundo
antiguo fue destruida cuando los romanos establecieron el primer paraíso fiscal de la
historia.

Pero aún así los romanos hicieron un serio error cuando destruyeron Rodas. Los
rodianos eran una fuerza poderosa para la paz y prosperidad económica en el este. El
impuesto portuario del 2 por ciento era usado para mantener una poderosa fuerza naval
para mantener las vías de embarque libres de piratas. Los rodianos no dudaron en usar
su fuerza naval para controlar cualesquiera poderes marítimos en esa región que
trataran de reprimir el comercio o cobrar impuestos excesivos para usar las vías
marítimas. Los rodianos fueron los primeros defensores de la libertad en el mar abierto.
Eran tan astutos en el comercio como los romanos lo eran en la guerra. Los romanos
necesitaban sus influencias y poder en el este.

Los publicani romanos no vieron esto. Ellos solamente vieron a los rodianos como
rivales comerciales a ser eliminados, si fuese posible. No pudieron ver que toda vez
Rodas decayera, los piratas se apoderarían del este, paralizando el comercio y casi
logrando el estado o carácter de nación. Esta interrupción de los embarques y el
comercio eventualmente obligaría al Senado de dotar al General Pompeyo poderes
militares extraordinarios para destruir a los piratas. Al final, el general y su sucesor
(César) destruirían mucho más que a los piratas -- la República misma sucumbiría ante
su poder.

La crueldad con la que los publicani explotaban a las provincias estaba destinada a incitar
a la rebelión -- eso era obvio. Pero lo que no era obvio fue la furia de la rebelión y la
devastación que traería a la civilización romana.

Mitridatos el Grande

Mitridatos el Grande gobernó un pequeño país en lo que ahora es Turquía. El tenía una
capacidad extraordinaria de despertar el descontento entre los tributarios infelices y
organizar una rebelión de una magnitud increíble. Planificó un ataque secreto para un
cierto día en el año 88 a.C., que involucró a la mayoría de las ciudades de Asia y Grecia,
incluyendo Atenas. Los historiadores antiguos nos dicen que el primer día, ochenta mil
publicani romanos fueron condenados a muerte, y veinte mil hombres de negocios
griegos romanos y pro-romanos fueron masacrados en el puerto libre de Delos, que
nunca se recuperó. Estos números pueden ser una gran exageración. 5 Roma estaba
conmocionada. Cuando las noticias llegaron al Foro probablemente hubo pánico en las
acciones de los publicanos, como en la quiebra de Wall Street del año 1929.

El principal atractivo de Mitridatos era exterminar a los publicani y otorgar una


inmunidad de impuestos de 5 años a cada ciudad que se uniera a su rebelión. No fue
difícil obtener el apoyo. La gran pregunta era si él podía vencer a las legiones romanas
o no. Su causa era fuerte, pero qué sucedía con su ejército?

El éxito de Mitridatos llevó al Senado a actuar. Nombraron a un general leal y anti-


publicano, Sila, para alzar un ejército y restaurar la autoridad romana en el este. Con un
liderazgo superior Sila tuvo éxito después de una lucha de cuatro años. En casa, los
publicani fueron despojados del poder y el Senado fue devuelto a su puesto clave en el
gobierno.

Cuando la revuelta fue aplastada Sila ordenó a los principales ciudadanos de las ciudades
alzadas que se reunieran con él en Éfeso. No había represalias ni ‘actos de barbarismo’,
dijo Sila, ‘solamente les voy a imponer los impuestos de cinco años, a ser pagados de
una sola vez, junto con lo que la guerra me ha costado.’6 Para hacer valer su impuesto
Sila estableció una división de ‘agentes especiales’ con facultades extraordinarias para
recaudar estas exacciones. Su facultad especial era llamada imperium con lectores. (Un
lector tenía la facultad de flagelar y decapitar, lo que era suficiente para hacer que
cualquier tributario cooperara.)7

Hasta este momento en la historia hemos visto recaudación de impuestos auto


evaluados, recaudación privada de impuestos, recaudadores de impuestos del ejército,
y recaudadores regulares del gobierno. El ‘agente especial’ de Sila, como era llamado,
era un especialista altamente habilidoso con la arrogancia de un burócrata y el poder de
un verdugo militar. Los tributarios perdieron cualquier inclinación para evadir esta
combinación de poder. Los agentes especiales han surgido una y otra vez en el curso
de la historia, sobreviviendo en la era moderna como la ‘policía fiscal’, o simplemente
‘agentes especiales’, usando el título que primero le diera Sila hace más de dos mil años.

Mitridatos fomentó dos rebeliones más antes de finalmente desaparecer de la historia.


Una de ellas fue una alteración relativamente menor en Bitinia en la costa norte de
Turquía, pero vale la pena contar la historia.

Cuando el rey de Bitinia falleció, dejó todo su reino al Senado romano. Los bitinios
habían sido leales a Roma durante la primera revuelta de Mitridatos y disfrutaban de
inmunidad de impuestos. El regalo del reino a Roma parecía como una forma apropiada
de mostrar su agradecimiento al Senado tan generoso.

El rey no se dio cuenta de las implicaciones legales de esta disposición en su testamento.


Como nuevo territorio romano, Bitinia ya no tendría inmunidad de impuestos. Ahora
tenía el mismo estado legal que la tierra que había sido perdida a Roma como castigo
por la rebelión. Bitinia estaba abierta a nuevos impuestos o alquiler en la forma que el
Senado deseara. Este error por parte del abogado del rey fue probablemente el peor
ejemplo de la historia de planificación estatal.
Tetradracma de plata que lleva el retrato de Mitridatos, el rebelde de impuestos más formidable
de Roma. El objetó los impuestos coloniales de Roma en Grecia y Asia, y sus revueltas llegaron
casi a derrocar el gobierno romano en la región mediterránea del este. Obtuvo fuerte apoyo
para su lucha en contra de Roma ofreciendo a las ciudades que se unieran a su causa una
moratoria de impuestos de cinco años.

Los publicani romanos pronto llegaron a recaudar ingresos con su arrogancia usual. La
sorprendida población se rebeló y llamó a Mitridatos para que los ayudara. Las legiones
romanas eventualmente llegaron para apagar la rebelión, y Mitridatos se fugó. No
tenemos ningún registro de que se haya tomado ninguna represalia en contra del reino
rebelde, ni tenemos ninguna indicación de qué sucedió con el inepto abogado que
redactó el testamento.

Otras ciudades perdieron su inmunidad de impuestos a los publicani. Cuando la


Asamblea Romana otorgó a los publicani el derecho exclusivo de recaudar impuestos
agrícolas del 10 por ciento en el este, este decreto, en realidad, anuló varias cédulas y
tratados del senado que otorgaban inmunidad a los impuestos. Las protestas de estas
ciudades fueron ignoradas. A partir de ese momento los publicani estaban presionando
constantemente al Senado para renunciar a sus compromisos de los tratados. Cicerón
condenó la práctica con estas palabras dirigidas al Senado: ‘Que desgracia para nuestro
gobierno! En esta ocasión aún un pirata podría haber mejorado la buena fe del Senado.’

Los senadores respondieron a Cicerón arguyendo que necesitaban el dinero y se


justificaba por la conveniencia. A esto Cicerón respondió: ‘Pero el pueblo siempre
incorregible verá ventaja en lo que está mal? Los gobiernos no pueden funcionar sin la
espléndida reputación y buena voluntad de sus aliados. Entonces, cómo la
impopularidad y la infamia pueden posiblemente estar para su beneficio?’8
La condena de Cicerón del Senado romano por invalidar sus tratados de impuestos sería
aplicable hoy día a los Estados Unidos, que hace la misma cosa y por las mismas razones.
El Senador de E.U.A. Paul Sarbanes (de Maryland), como los senadores romanos, excusa
esto por razones todavía más escandalosas. El razonó que dado que otros países saben
que la palabra del gobierno de los Estados Unidos en sus tratados de impuestos no es
buena, cómo se pueden quejar?9 La notable similitud entre el súper poder de Roma
violando sus compromisos de tratados de impuestos y los Estados Unidos haciendo lo
mismo, por razones similares, dos mil años después, debe fascinar a aquellos que están
intrigados con ejemplos poco usuales de la historia que se repite a sí misma.

La inmunidad de impuestos otorgada por el Senado en sus tratados no significaba una


libertad completa de los impuestos romanos. Un impuesto de emergencia a la riqueza
del 2 por ciento podría ser gravado para sostener a un ejército romano que pasaba por
cualquier lugar exonerado de impuestos.

Los publicani comenzaron a declinar cuando Sila comenzó a usar agentes especiales para
recaudar sus impuestos de castigo en Grecia. Después de ello, se desarrolló hostilidad
en su contra en todas las provincias. Un gobernador de Asia llamado Gabinio se rehusó
a juzgar en cualesquiera juicios que involucraran a los publicani. Un agente de
impuestos o recaudador sin poder policiaco no es mucho más que un solicitante de
donaciones. Gabinio ni siquiera toleraba la presencia de los publicani en cualquier
ciudad que visitaba. Después del ejemplo de Sila, puso al gobierno de vuelta en el
negocio de los impuestos, pero sin agentes especiales o de impuestos regulares.

Los publicani se habían vuelto perezosos y comenzaron a subcontratar la recaudación


de impuestos en las ciudades a ser gravadas. La ciudad después recaudaría el impuesto
y lo pagaría a los publicani quienes a su vez pagarían a Roma y retendrían una gran
ganancia como intermediarios. Para Gabinio fue aparente que los publicani ya no eran
necesarios.10 En el pasado los publicani se dedicaban a la difícil tarea de realmente
evaluar y recaudar impuestos -- para eso es para lo que se les pagaba. Ahora, al usar
subcontratos se estaban volviendo intermediarios inútiles, sanguijuelas del proceso de
impuestos al reducir los ingresos del gobierno y aumentando las cargas de los
tributarios. En resumen, los publicani se estaban volviendo obsoletos. Gabinio sintió
esto y comenzó a cancelar los subcontratos de publicani con las ciudades.
Inmediatamente después de eso, negociaría el mismo contrato con la ciudad,
eliminando a los publicani y beneficiando a todos los demás.

La República Romana murió en el curso de las grandes guerras civiles que hicieron
erupción después de Sila. Estas guerras fueron peleadas entre rivales por un hombre
fuerte que sucediera a Sila. La República no tenía ningún lugar para un emperador, pero
las crisis políticas de esa era crearon un vacío de poder que fomentó la dictadura. Los
controles constitucionales no son efectivos en contra de tiranos cuando el pueblo quiere
o cree que necesita un dictador. Los generales romanos estaban volviendo a casa con
la ciega lealtad de sus soldados. Eran los soldados de Sila o los soldados de César
primero, y soldados romanos segundo. Los ricos trofeos de guerra que disfrutaban
venían de su comandante, no del Senado romano.
Estos ejércitos semiprivados en una era de caos hicieron inevitable el establecimiento
de un dictador militar. Cicerón resumió este triste estado de cosas poco después de su
brutal asesinato, después de la muerte de César:

Estamos siendo castigados con razón. Ya que si nosotros no hubiéramos permitido los
crímenes de tantos sin castigo, este hombre nunca se hubiera atrevido a actuar de tal
manera tan indignante. Unas pocas personas han heredado sus bienes pero muchos
sinvergüenzas han heredado sus ambiciones… Y así en Roma únicamente las paredes de
sus casas quedan en pié… nuestra República la hemos perdido para siempre.11

Los comentarios de Cicerón fueron aún más proféticos de lo que él se pudo imaginar.
Hombres fuertes, reyes, y generales dirigirían el curso de la civilización -- no solo a través
de la era romana, sino por los siguientes dos mil años. Las democracias y repúblicas no
jugarían un papel dominante en la civilización hasta el siglo XIX A.D.

Dos poderosos generales siguieron a Sila -- Pompeyo y Julio César. Como indicamos,
Pompeyo fue enviado al este a vencer a los piratas que ganaron control después de la
decadencia de Rodas. Para financiar sus ejércitos, Pompeyo instituyó fuertes impuestos
en las provincias del este -- un impuesto de capitación sobre todos los hombres y
esclavos, un impuesto del hogar, y requisiciones militares para todo lo que él necesitara.
Para ayudar con estas exacciones, estableció ‘agentes especiales’ siguiendo el ejemplo
de Sila. Se hizo con el dinero de los publicani como un ‘préstamo’, aún cuando el dinero
fuese tributo para el Senado. Cuando Pompeyo terminó, Cicerón describió a Grecia con
estas palabras: ‘Ciudades que habían sido florecientes en el pasado ahora yacen ante
mí en ruinas.’ Cicerón tenía una razón especial para estar amargado. Sus propios fondos
en depósito con los publicani en Éfeso fueron confiscados por Pompeyo como un
‘préstamo.’12

Julio César reemplazó a Pompeyo y adoptó una nueva política de impuestos. El creía
que el camino para la paz en las provincias era un impuesto modesto, no el saqueo. Las
ciudades conquistadas no debían ser aplastadas con impuestos siguiendo el estilo de
Sila y Pompeyo. César compró la lealtad con impuestos reducidos y reembolsos. En Asia
perdonó una tercera parte de los impuestos cobrados por los publicani el año anterior.
Aprendió de Gabinio y comenzó a negociar convenios de impuestos con las ciudades.
Los judíos estaban jubilosos con el nuevo sistema del César. Josefo dijo: ‘César, cónsul,
ha decretado, que los judíos han de poseer Jerusalén, y pueden abarcar esa ciudad con
murallas… y que el tributo que pagan no sea por la granja, ni que paguen siempre el
mismo tributo.’13

El sistema del César era flexible -- la cantidad convenida de impuesto estaba sujeta a
renegociación si la cosecha era pobre. Debido a esta política benevolente de impuestos,
los judíos llenaban los graneros militares de César en Sidón. Por primera vez en 150
años las relaciones de Roma con sus ricas provincias del este eran pacíficas -- pero
entonces llegaron las Idus de Marzo, 44 a.C.

El asesinato de César ensombreció la historia de impuestos del este de nuevo. Bruto fue
de ciudad en ciudad decomisando todo sobre lo que podía poner sus manos. Las
ciudades que se resistieron fueron vendidas en esclavitud. En Rodas todas las naves del
puerto fueron decomisadas; bajo pena de muerte se le ordenó a todo el mundo entregar
toda la plata, oro, y joyas personales. Agentes especiales decomisaron la riqueza de los
ciudadanos romanos y de los publicani residentes en esa región. Esta repetición de los
duros métodos de Sila es un antiguo ejemplo de la observación de Adam Smith, ‘No hay
arte que un gobierno aprenda antes que otro que el drenar dinero de los bolsillos del
pueblo.’14

Marco Antonio fue todavía peor. Después de vencer a Bruto, exigió un impuesto doble
de cada ciudad que apoyaba a Bruto, a lo cual un cínico respondió: ‘Si usted puede
tomar un impuesto dos veces al año, usted nos puede dar dos veces el verano y dos
veces la cosecha.’ El pueblo del este recordaba a Antonio como un ‘ladrón imprudente
y duro de corazón,’15 que despojó a Grecia de dinero, esclavos, ganado, y grano. Cuando
terminó la batalla de Actium, el victorioso Octaviano fue a Grecia para establecer su
autoridad. Estaba tan horrorizado con el estado lastimoso de la gente que les dio todo
el grano que tenía en reserva para sus fuerzas militares.

El grano que Octaviano dio a Grecia sin duda fue bienvenido y era necesitado
desesperadamente, pero la paz que trajo al mundo fue su más grande regalo de todos,
junto con una reducción de impuestos y la eliminación final de los publicani romanos.
Pero esto no dejó de tener un precio. Todo el gobierno representativo murió. Los
Césares gobernarían los próximos mil quinientos años. Y a quién y a qué culpar por esta
tragedia? El sistema de impuestos de los publicani.
10

Augusto: Estratega Maestro de Impuestos


El espléndido altar construido a la ‘Paz de Augusto’ en el campo de Marte era un
símbolo del hecho que la paz había vencido a la guerra y no era la característica
prominente del gobierno de Augusto.
-- Rostovtzeff, El Imperio Romano

Si tratáramos de seleccionar al romano más sobresaliente de todos los tiempos, César


Augusto sería una elección probable. En una era dominada por la guerra, él eligió la paz,
y logró la paz más duradera que la raza humana haya disfrutado jamás. El también
desmanteló la República de quinientos años y propensa a la guerra, y puso un alto a
fomentar el imperialismo romano. Cuando le ofrecieron títulos divinos y la corona del
emperador, rechazó esta glorificación y aceptó el simple título de Primer Ciudadano.
Los logros políticos de Augusto, así como su paz duradera, fueron productos de su astuta
administración de los impuestos. Augusto puede haber sido el estratega de impuestos
más brillante de todos los tiempos.

Augusto destruyó el poder de la República Romana redirigiendo el flujo de efectivo del


dinero de los impuestos. En el pasado había ido al Senado; en el futuro iría al Primer
Ciudadano. Hasta hace poco se creía que los impuestos de las provincias senatoriales
más viejas estaban bajo el control del Senado, pero estudios recientes indican que esto
era únicamente una formalidad. Los cofres de ingresos tradicionales para el Senado
estaban disponibles para Augusto como si él fuese el dueño.

Augusto no cambió el formato de gobierno romano. El Senado todavía era el


gobernador soberano del estado, pero Augusto era emperador de hecho, si por derecho,
y dominaba al Senado todo el tiempo. El trajo paz y orden a una República desgarrada
por la guerra. El espíritu militar de sus legiones, que forjaron la mejor fuerza de lucha
del mundo, se convirtieron en el espíritu del nuevo gobierno romano -- y les gustara o
no, funcionó. Tal vez el período de Pax Augustus (Paz de Augusto) es apoyo para la
observación de Aristóteles de que la mejor forma de gobierno es la monarquía absoluta,
en donde el monarca es sabio y justo.

El cambio más importante en la administración vino con el surgimiento de una oficina


de impuestos bajo el control de Augusto. Comenzando con Pompeyo y César, el poder
del gobierno cambió a los militares porque los ingresos de impuestos cambiaron del
Senado a los generales. El acertijo de por qué el Senado decayó y cómo murió la
República es resuelto por la respuesta a la pregunta de quién controlaba el dinero de los
impuestos. Los pozos de las rentas del Senado se secaron durante la guerra civil.
Cuando terminó la guerra, fue el Primer Ciudadano quien tenía el dinero para manejar
el estado, es decir, para proporcionar pan y entretenimiento para las masas en Roma,
proporcionar pensiones para el ejército, hacer mejoras públicas, y ocuparse de cualquier
otra necesidad municipal.

Hasta hace poco no supimos cómo Augusto cortó el flujo de efectivo al Senado. En los
tiempos de la República los gobernadores rendían cuentas al Senado del tributo que
habían recaudado, y era depositado en cofres especiales de dinero bajo el control del
Senado. Sin embargo, generales fuertes no rendían cuentas a nadie que no fueran ellos
mismos. Pompeyo y César recaudaban dineros de impuestos y los usaban como les
daba la gana. La razón principal por la cual César eliminó a los publicani en el este no
fue para agradar al pueblo colonial, sino para hacerse del dinero del Senado. Bajo el
contrato de la subasta, los publicani eran responsables ante el Senado; César no era
responsable ante nadie toda vez los publicani fueron eliminados.

Egipto nos da otra pista respecto a lo que sucedió. Cuando Augusto incautó Egipto de
Antonio y Cleopatra, las tierras más ricas del mundo estaban en sus manos. Este gran
país se convirtió en su propiedad personal. Su grano de impuestos agrícolas liberaría a
Roma. El oro del tesoro de Ptolomeo fue acuñado como monedas, con la imagen de
Augusto. El Senado estaba fuera viendo para adentro.

La riqueza de las provincias senatoriales más viejas también estaba bajo el control de
Augusto. El hizo esto al nombrar a un representante personal de rentas para hacerse
cargo de los tributos e impuestos. Tan pronto como los publicani fueron eliminados,
siguió la práctica de su padre y negoció convenios de impuestos con las ciudades y
provincias. Los gobernadores podían ser reemplazados a su voluntad, y los impuestos
ya no estaban bajo el control de ellos. Las provincias senatoriales, al igual que los cofres
de dinero senatoriales, se convirtieron en un asunto de nombre únicamente.
César Augusto, el primer emperador de Roma, fue probablemente el estratega de impuestos más
brillante de todos los tiempos.

Los publicani murieron con la República -- no debido a su mal comportamiento sino


porque el gobierno podía negociar sus propios contratos, llamados pactiones, con
ciudades provinciales para la recaudación local de tributo. Este fue un ejemplo antiguo
de eliminación de empleos por nuevas técnicas. Respecto a los impuestos indirectos --
aduanas, ventas, alquileres, etc. -- el gobierno central reemplazó a la mayoría de los
publicani nombrando hombres de negocios enérgicos, llamados conductores, para
cobrar impuestos sobre el comercio. Al principio recibían una comisión, pero después
de un tiempo trabajaban gratis como todos los ciudadanos patrióticos,
independientemente ricos al servicio público.
En la República las obligaciones del impuesto provincial eran fijadas en un decreto entre
la provincia y el Senado. El sistema existente pocas veces era cambiado; simplemente
era re dirigido para trabajar para los romanos. Los recaudadores de impuestos fueron
inyectados al sistema para proteger los intereses de los romanos. Esto produjo una
mescolanza de impuestos diseminada sobre el imperio. Los publicani eran casi el único
común denominador para el sistema.

Para desarrollar un sistema más uniforme, Augusto decretó que todo el imperio debería
ser evaluado para una reforma fiscal. Se tomaría un gran censo para registrar a todos y
todo. El censo está registrado en el Nuevo Testamento:

Y aconteció en aquellos días que salió edicto de parte de Augusto César, que toda la
tierra fuese empadronada… E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
Y subió José de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se
llama Bethlehem, (por cuanto era de la casa y linaje de David). Para ser empadronado
con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. (Lucas 2:1-5)

La versión de King James usa la palabra ‘empadronado’ que significa estar registrado
para pagar impuestos. José y María simplemente estaban siendo registrados con su
propiedad para futuras tasaciones de impuestos.

El registro ordinado por Augusto no significaba que los impuestos fuesen a ser
controlados por el gobierno central. Al contrario, el censo involucraba una
descentralización del sistema de impuestos. Los tributarios individuales en todo el
imperio nunca enfrentarían a los recaudadores de Roma. La recaudación de impuestos
iba a ser un asunto local, administrado por personas locales. El censo dejó al gobierno
romano saber cuánta riqueza y cuantas personas había en el imperio. Con esta
información Roma podría hacer una evaluación más equitativa contra cada ciudad y
dejar los métodos de recaudación para la administración local. Anteriormente los
publicani romanos crearon un lazo directo de tributarios al gobierno central. El nuevo
sistema de Augusto sacó al gobierno romano del proceso de tasar y recaudar impuestos
a un nivel individual.

La principal innovación del nuevo sistema fue una adaptación de la práctica final de los
publicani de subcontratar. El representante de rentas del emperador negociaría un
contrato, o pactiones, con cada ciudad usando el censo como la base para las
negociaciones. No hubo ninguna resistencia a este nuevo sistema desprovisto de
publicani. El historiador Rostovtzeff dice:

Las ciudades estaban contentas de librarse de las exacciones de los publicani. Habían
tenido suficiente sufrimiento al tratar con esos tiburones, y por lo tanto estaban
deseosas de ayudar al estado a recaudar los impuestos de sus distritos.1

Las ciudades eran libres de gravar impuestos de cualquier forma que quisieran.
Continuamos escuchando de publicanos e impuestos sobre cosechas de un décimo o un
quinto. Los gobiernos locales podían usar recaudadores locales si querían. Mateo, el
apóstol, era un publicano local, o recaudador de impuestos. Aparentemente estaba en
su oficina de impuestos recaudando aduanas, cuando Jesús lo llamó (Mateo 9:9).
El nuevo sistema de impuestos promovía la descentralización de todo el gobierno. Los
aventureros de Roma comenzaron a desaparecer. Si había un problema que involucrara
a Roma y la población local, con frecuencia era manejada por los gobiernos de la ciudad
local. Este proceso de descentralización puede haber sido la clave para el éxito y larga
vida de la Pax Romana.

Augusto instituyó un impuesto de herencia para proporcionar fondos de jubilación para


los militares. Fue gravado a 5 por ciento sobre todas las herencias exceptuando
donaciones a niños y esposas. El impuesto fue productivo porque muchos romanos ricos
dejaban sus bienes a amigos e hijos adoptados. Las leyes modernas de impuestos sobre
herencias se derivan del sistema de Augusto. Los británicos y holandeses hicieron
referencia a la ley de

La Vocación de San Mateo, de Caravaggio (1597). Cristo hace un gesto a Mateo, un


simple recaudador de impuestos, sentado en una mesa con sus acompañantes contando
dinero. Un haz de luz llama a Mateo a su nueva vida, fuera de la oscuridad. (Mateo,
9:9).

herencia de Augusto cuando adoptaron sus sistemas en el Siglo XVII. Las exoneraciones
o tasas reducidas son comunes para donaciones a niños y cónyuges.

Un impuesto sobre ventas en Roma suplementaba el impuesto a herencias. La tasa era


de 4 por ciento para esclavos y 1 por ciento para todo lo demás. Cuando los romanos
refunfuñaban sobre estos nuevos impuestos, Augusto los amenazó con volver a
establecer el viejo impuesto de guerra a los ciudadanos. Después de que Augusto
falleció, la tasa del impuesto de venta fue cortada a la mitad. En A.D. 40 el impuesto
sobre ventas fue abolido totalmente por Calígula con una gala de trompetas. Algún
tiempo después fue revivido, pero no tenemos ningún registro del tiempo ni del
emperador que lo volvió a imponer.

La recaudación por las Corporaciones Publicani Romanas no fue completamente abolida


por Augusto y los primeros emperadores romanos. Tácito, un historiador romano que
escribió alrededor del año A.D. 100, da un recuento de senadores romanos que
persuadieron a Nerón en A.D. 58 a abandonar su idea de abolir todos los impuestos
indirectos (aduanas) por las ‘muchas compañías’ establecidas durante la República que
todavía estaban recaudando estos impuestos, y que era necesario preservarlas para
‘equilibrar el ingreso y el gasto.’2 Los romanos tenían problemas de presupuesto al igual
que nosotros. Desafortunadamente, no sabemos nada sobre estos publicani. Ellos
probablemente operaban en las regiones occidentales, bastante retirados de las guerras
civiles y del alboroto en el este, lo que trajo el fin a los publicani en el Mediterráneo
oriental.

Como un medio alterno de reforma de impuestos, Nerón hizo varias mejoras, que le
valieron aplausos de los senadores:

1. Reglas sobre impuestos, hasta entonces confidenciales, se harían públicas.


2. Habría un estatuto de limitación de un año sobre la recuperación de
incumplimiento de pago de impuestos.
3. Todos los Pretores en Roma y Gobernadores en las provincias deben dar
‘prioridad especial’ a los casos en contra de los recaudadores de impuestos.
4. Los buques mercantes estarían exonerados de avalúos de impuestos sobre
propiedad.

También había ‘otras excelentes disposiciones’, dice Tácito, ‘pero pronto fueron
evadidas.’3 No tenemos ninguna información sobre qué eran estas disposiciones, o de
cómo o por qué fueron evadidas. Los romanos tienen una larga historia de muchos
siglos de tratar de reformar su sistema de impuestos, que funcionaba mal con tanta
frecuencia. Una política recurrente era el reprimir a los recaudadores errantes.4

A diferencia de nuestra práctica, en los mejores días de Roma los intereses de los
tributarios eran la principal consideración. En algún momento alrededor del año A.D.
35 el Emperador Tiberio recibió una solicitud de aumentar los impuestos provinciales.
No sabemos qué aumento se solicitaba, pero Tiberio respondió que los gobernadores
‘deberían esquilar mis ovejas, no desollarlas vivas.’5
Tres recaudadores de impuestos romanos y cuatro tributarios. En la mesa, un libro de impuestos,
una canasta con monedas, y una pila de monedas. Un tributario ve para otro lado, el segundo
recibe una moneda, tal vez cambio de su pago de imuestos; el tercero con un dedo alzado a sus
labios comparte pensamientos con el cuarto, tal vez acerca de la pila de oro.

La prensa romana se unió en el ataque a los recaudadores opresivos. Aquí están las
palabras de un escritor romano de ese entonces:

Los gobernantes de las ciudades deben parar de romper los cuellos de las ciudades por
los impuestos constantes y pesados… Eligen a propósito a los más despiadados de todos
los recaudadores, llenos de crueldad…
Recientemente un hombre fue nombrado recaudador de impuestos entre nosotros.
Cuando algunos de aquellos se suponía que debían impuestos huyó… él llevó por la
fuerza a sus esposas e hijos, sus padres, y el resto de sus familias. El recaudador no los
liberó hasta que él había torturado sus cuerpos con potros y ruedas, y los había
asesinado con dispositivos de muerte recién inventados.6

El incidente anterior puede no haber sido tan brutal como se informa, pero el punto
importante es que la prensa, el emperador, y el pueblo ya no estaban dispuestos a
tolerar agentes recaudadores abusivos. Los asaltos a los agentes fiscales eran tan
frecuentes que los soldados tenían que acompañar a la mayoría de ellos -- no para
ayudarles en la recaudación sino para protegerlos de asaltos por los tributarios. En el
Museo Británico se encuentra un fragmento de un papiro (Papiro No. 10, 171) que indica
que los recaudadores fiscales que se portaban mal eran castigados con la crucifixión en
el punto mismo de su fechoría.

Finalmente, se contrataron informantes para espiar a los oficiales fiscales corruptos. La


multa por un cobro excesivo de impuestos estaba fijado a diez veces el cobro en exceso,
40 por ciento de lo cual iba al informante. Estas duras medidas en contra de los oficiales
fiscales corruptos eran importantes para traer la paz a las provincias y para sostener la
Pax Romana. El contento de los tributarios era incuestionablemente más importante
que la recaudación del tributo, a diferencia de la práctica moderna.
Las moratorias se usaban con frecuencia si las cosechas eran malas. El emperador
declararía una moratoria y postergaba el cobro de impuestos por unos pocos años. Aquí
está un edicto de Adriano (A.D. 135) a Egipto (Papiro de Oslo No. 786):

Dado que he sido informado que este año de nuevo, como sucedió el año pasado, el Nilo
no ha subido ni lo suficiente ni completamente… He considerado necesario el otorgar
un beneficio a los agricultores… Que la buena fortuna los socorra! Sepan que el dinero
de impuestos adeudado para este año estará distribuido… en cinco pagos anuales… El
modo de pago semestral es permitido para aquellos que así deseen hacerlo.7

Los impuestos también eran rebajados para una aldea si huía cualquier granjero. El aviso
de la huída era presentado por los aldeanos:

A… los secretarios de la aldea… mi hermano… que huyó al extranjero no poseía más


activos imponibles. Yo por lo tanto presento este memorando solicitando que él sea
registrado en la lista de pobres fugitivos del año actual sexto de Tiberio.8

La frecuencia de las moratorias de impuestos y los ajustes equitativos también eran unas
válvulas de seguridad importantes para mantener el contento de los tributarios. Las
revueltas bajo Mitridatos habían enseñado a los romanos que los tributarios coléricos
eran una mayor amenaza a la paz que los bárbaros del norte. Nunca en la historia un
gobierno había hecho un esfuerzo tan consciente para hacer su sistema de impuestos
agradable al paladar de los tributarios. La Pax Romana en gran medida era una tax-Pax
Romana (juego de palabras que alude a la Paz Romana soportada por bajos impuestos).

En el siglo segundo A.D., los emperadores fueron inundados con peticiones para un
completo perdón de la morosidad de los impuestos. Cuando fue claro que estos
impuestos no se podían pagar, Adriano, en A.D. 118, y Marco Aurelio, 50 años más tarde,
anunciaron desde el Foro con el estruendo de las trompetas que se cancelarían los
impuestos. Para hacer el decreto irrevocable, los guardias pretorianos quemaron los
registros de impuestos en presencia del emperador.

Los historiadores consideran los doscientos años desde Augusto a Marco Aurelio (30 a.C.
a A.D. 180) como la marca más alta de la grandeza romana. Gibbon dijo que fue el más
grande período de paz y prosperidad que haya disfrutado nunca la raza humana. Las
ciudades romanas se diseminaron por toda Europa por miles de millas. Eran lugares
bonitos para vivir, con calles bien pavimentadas, grandes acueductos de agua potable,
mercados, y poca criminalidad. Arenas deportivas, templos, gimnasios y anfiteatros
eran el orgullo de la mayoría de las ciudades. Los piratas y ladrones desaparecieron.
Entonces no es de extrañar que los historiadores del pasado alaben el esplendor de la
vida durante este tiempo.

La Paz Romana no siempre fue pacífica. Administradores romanos feos y opresivos


causaron revueltas que exigieron una fuerte acción militar. En el A.D. 60 en las Islas
Británicas, Boadicea, la reina de East Anglia, dirigió una revuelta que masacró a todos
los soldados romanos en cien millas. Londres fue secuestrado y masacraron a 80,000
personas. Los historiadores romanos describen a Boadicea como que poseía ‘una mayor
inteligencia de la que con frecuencia poseen las mujeres.’ Ella reunió un ejército de
230,000 hombres:

Ella era muy alta, con una apariencia muy aterradora… alrededor de su cuello había un
collar dorado… ella ahora agarró una lanza… y habló como sigue:

‘Qué tratamiento existe de la clase más vergonzosa o lamentable que no hayamos


sufrido desde que estos hombres aparecieron en Bretaña? No hemos sido robados
totalmente de la mayoría de nuestras más grandes posesiones, mientras que para
aquellos que quedan pagamos impuestos?

‘Aparte de apacentar y arar para ellos todas nuestras otras posesiones, no pagamos un
tributo anual por nuestros propios cuerpos? Que tanto mejor sería haber sido vendidos
a patronos de una vez por todas y para todos aquellos en posesión de títulos de libertad
vacíos, el tener que rescatarnos a nosotros mismos cada año? Que tanto mejor hubiera
sido haber sido masacrados que andar por allí con un impuesto sobre nuestras
cabezas!’9

El emperador Adriano (o Trajano) anunciando la cancelación de todas las deudas por impuestos,
en el Foro en Roma.

Aún los historiadores romanos, que le daban poco valor a la psiquis femenina, tuvieron
que admitir que ‘para una mujer’ ella era muy inteligente. Desafortunadamente, sus
generales varones no fueron rival de los romanos y fueron vencidos por una fuerza
romana pequeña pero bien dirigida, dando como resultado la muerte de Boadicea.

Después de la derrota de Boadicea, Nerón estableció una comisión especial para hacer
un estudio. La comisión culpó a los administradores romanos corruptos. Nerón nombró
nuevos dirigentes. Después hubo paz y Bretaña se asentó en un largo período de un
gobierno romano tranquilo.

Diez años después, en A.D. 70, una revuelta en Francia también fue disparada por la
administración romana corrupta. Después de aplastar la revuelta, el general romano
Cerealis (quien también venció a Boadicea), habló al pueblo francés:
La tranquilidad de los pueblos no puede existir sin ejércitos, ni ejércitos sin paga, ni paga
sin impuestos… Habrá vicios en tanto haya hombres. Pero no son eternos, y son
compensados por el intervalo de mejores tiempos… dejen que las lecciones de la
fortuna en ambas formas (buenas y malas) les adviertan a ustedes no preferir la rebelión
y ruina en lugar de la obediencia y seguridad.10

Respecto a la revuelta en Bretaña no hubo represalias. La sabiduría política romana de


nuevo dictó que los tributarios rebeldes debieran ser pacificados con una política de
conciliación y razonamiento.

El lector debe notar el contraste entre la exhortativa de Boadicea a su pueblo a resistir


los impuestos romanos, y el discurso del General Cerealis instándolos a aguantar los
malos impuestos y líderes. Estos dos discursos representan el argumento de la rebelión
y el argumento de tolerancia pacífica de malas leyes fiscales. Durante todos los cinco
mil años de historia escrita de la civilización, este ha sido el dilema para todos los
oprimidos con malos impuestos, y no hay respuesta fácil para el tributario.

La gran era de paz romana murió con el fallecimiento de Marco Aurelio en A.D. 180.
Para cuando Marco llegó al poder la decadencia del imperio era irreversible. Sus
Meditaciones están llenas de pesimismo conforme él luchaba por salvar a Roma. Si
hubo alguna vez un rey-filósofo con las calificaciones establecidas por Platón, fue el
pobre Marco. Si el servicio desinteresado es la clave para un buen gobierno, entonces
Roma no debería haber tenido ningún problema bajo Marco. Cuando su tesorería estaba
vacía, en lugar de aumentarlos impuestos, él pasó varios meses subastando su vasta
fortuna personal para pagar por el costo de hacer funcionar el gobierno. Maco vio los
impuestos como la raíz de los problemas de Rma. El envió asesores a las provincias para
persuadir a los gobiernos locales de gastar menos dinero y cobrar menos impuestos.
Cuando él hizo la paz con las tribus a lo largo del Danubio, él hizo lo que no tenía
precedente: les otorgó inmunidad de los impuestos romanos. Marco aceptó la súplica
de los bárbaros de que los impuestos eran una afrenta a su libertad.

Marco estaba obsesionado con la idea de que los impuestos eran demasiado altos.
Cuando sus soldados exigieron paga extra después de una gran victoria, él les dio esta
famosa respuesta: ‘Cualquier cosa que ustedes reciban por encima de su paga regular
debe ser extraído de la sangre de sus padres y parientes.’11

En todo el imperio Marco era confrontado con demandas para bajar los impuestos.
Cuando se otorgaba un pequeño perdón a algunas ciudades, un senador romano habló
con estas apasionadas palabras en el Senado:

Yo presento la moción, por lo tanto, de que se expresen nuestros especiales


agradecimientos a los dos emperadores, quienes por remedios de salud, y sin importar
los intereses del fisco, han restaurado el quebrantado de las ciudades y las fortunas de
los principales hombres, que tiemblan a punto de la ruina total.12
Boadicea, afamada por llevar sus tropas inglesas a la batalla en su carruaje, los retó a derrocar el
gobierno romano en Inglaterra y liberar la tierra de los impuestos romanos.

Los tributarios y los soldados estaban a punto de rebelión, y Marco y su vacía tesorería
estaban atrapados en el medio. Su cancelación de deudas fiscales ayudó a enfriar a los
tributarios enojados, pero solamente intensificó las deficiencias de rentas del gobierno.
El gran período de la Pax Romana llegó a su fin porque las finanzas del imperio estaban
en trizas y ninguna cantidad de benevolencia podía corregir los defectos económicos en
las rentas.

Tal vez el error más trágico de todos fue la selección de Marco de un sucesor. Durante
todo el período de Pax Romana el emperador eligió un sucesor de los hombres más
capaces del imperio. El imperio romano no era una monarquía hasta que llegó Marcos.
El nombró a su hijo Cómodo como su sucesor. El hijo no tenía ninguna de las grandes
cualidades de su padre, confirmando el proverbio japonés que dice, ‘Grandes hombres
no tienen simiente.’ Un gran liderazgo podría haber salvado a Roma, pero la grandeza
era una cualidad que Cómodo no tenía. Después de que fuese asesinado por uno de
sus asesores más cercanos, un patrón de crueldad, asesinato, e incompetencia
envolvieron al trono imperial conforme Roma cayó bajo la anarquía militar por el
próximo siglo.
11
El Nuevo Orden de Diocleciano

La historia de su ruina es simple y obvia; y en lugar de preguntar por qué


el Imperio Romano fue destruido, en lugar de ello nos deberíamos sorprender
de que haya subsistido tanto tiempo.
--Gibbon, Decadencia y Caída del Imperio Romano

Si estuviésemos viviendo en el siglo tercero A.D., probablemente nos hubiéramos


lamentado de la terrible decadencia e inminente caída del Imperio Romano. Los
doscientos maravillosos años de la Pax Romana habían evolucionado en caos. Un golpe
militar tras otro cayó sobre el trono imperial. La vida promedio de cada emperador fue
de aproximadamente tres años, o hasta que un hombre fuerte militar ofreciera más
dinero a los soldados. Este carrusel de emperadores fue como una venta por subasta,
los soldados vendiendo su lealtad al mejor postor. El emperador Septimio Severas (A.D.
193-211) resumió la situación en sus postreras palabras a sus hijos: ‘Vivan en armonía,
enriquezcan a los soldados y desdeñen a los demás.’1

La sobrevivencia del Imperio Romano fue probablemente debida a la fortaleza de sus


ciudades. La intensiva descentralización bajo el mando de Augusto cambió la fuerza del
imperio a las ciudades. Cuando el gobierno central estaba en caos el bienestar del
pueblo en la mayor parte del imperio no estaba en peligro.

Como se podría esperar, el sistema de impuestos de Augusto colapsó. Las moratorias


de impuestos, la quema de registros fiscales, y la subasta de la riqueza personal del
emperador todo ello dan fe de las fallas del sistema. Aún así, el colapso verdadero llegó
en el siglo tercero cuando el gobierno en Roma aceleró su política de devaluar la moneda
al punto que el denario romano se volvió prácticamente sin valor. Al tiempo de Septimio
(A.D. 210) el contenido de plata de un denario anteriormente puro era del 50 por ciento;
sesenta años más tarde el contenido de plata era del 5 por ciento. Naturalmente, los
precios se dispararon. Un bushel de trigo que costaba diez denarios en A.D. 200, costaba
200 denarios 70 años más tarde. En A.D. 344, un bushel costaba dos millones de
denarios.2
Inflación por bushel.

El sistema de impuestos de Augusto se basaba en una moneda estable. Los impuestos


provinciales eran pagaderos en denarios que se seguían depreciando. Las nuevas
valuaciones no se mantenían al día con la inflación. Para poder sobrevivir, el gobierno
retrocedió y recurrió a cuatro dispositivos de rentas algo oscuros: La corona de oro, la
liturgia, el impuesto a la herencia, y requisiciones militares.

1. Corona de oro o aurum coronarium. En los días de la República las provincias


adornaban a los generales romanos victoriosos con regalos de coronas de oro.
César en una ocasión recibió 2,992 de dichas coronas, que pesaban 22,414 libras.
El tesoro fue fundido inmediatamente y acuñada una moneda de oro con la
imagen del César. Allí nació la ‘corona’ de oro y que ha sobrevivido hasta estos
días en las monedas de las monarquías del mundo. Las coronas de oro se
convirtieron en una obligación que se hacía valer cuando el Emperador las
necesitaba: el nacimiento de un hijo, una victoria militar, o cualquier otro evento
real o imaginario era suficiente para disparar este impuesto. Finalmente, se
convirtió en un asunto anual fijado a 1,600 libras, asignadas entre las ciudades
del imperio.
2. La liturgia nació como otra obligación que se hacía valer. Los diez principales
hombres en cada ciudad, llamados decuriones, eran enlistados en un concejo de
la ciudad que era responsable de las necesidades del gobierno.
3. El impuesto a la herencia se hizo universal. El emperador Caracalla en A.D. 212
otorgó ciudadanía romana a todo el mundo para que pudieran estar bajo la ley
del impuesto a la herencia de Augusto. Las tasas se aumentaron en 10 por
ciento, y no había excepciones.
4. Las requisiciones militares, llamadas indicción, proporcionaban a las legiones sus
necesidades básicas. Esta es la forma más arbitraria de impuestos porque cae
sobre la desafortunada víctima que de casualidad está cerca y tiene lo que
necesita el ejército.

Estos cuatro dispositivos a prueba de inflación permitieron al gobierno de Roma


sobrevivir. La inflación galopante era similar a lo que sucedió en Alemania en los años
1920. El denario, como el marco, fue convertido en algo sin valor por un gobierno que
acostumbraba a imprimir dinero para satisfacer sus demandas. Los alemanes usaban
papel; los romanos usaban cobre. Como solución el gobierno romano ignoró el denario.
Los impuestos serían pagados en cosas que el gobierno necesitaba. Después de todo,
esta era la forma en que los impuestos eran antes de que se inventara el dinero.

Los hombres de negocios en la economía privada habían abandonado el denario mucho


antes de que el gobierno lo hiciera. El denario era solo una de las muchas formas de
pagar por algo. Cuando los sistemas fiscales colapsan, los hombres instintivamente
regresan a estos medios primitivos pero confiables de intercambio. En 1980, cuando la
inflación estaba rampante, los inversionistas se voltearon al oro y plata conforme crecía
la ansiedad dentro de nuestra sociedad sobre los prospectos de dinero sin valor.

Conforme el denario se esfumaba, estos nuevos sistemas de rentas establecieron el


escenario para cambios dramáticos dentro del imperio. Se necesitaba un líder para
poner estos nuevos dispositivos de rentas en una forma permanente y viable. Ese líder
fue Diocleciano. Como Augusto él reorganizó el imperio y restauró el orden de Roma –
pero, a diferencia de Augusto, centralizó y nacionalizó el estado para lograr sus fines.
Augusto logró la paz al desmantelar el ejército, descentralizando el estado, y reduciendo
los impuestos. Augusto fue un patrón del laissez-faire. Diocleciano se movió en la
dirección contraria – centralizando el estado, acelerando las tasas de impuestos, y
nacionalizando a todos y todo. La ciudadanía romana después de 800 estaba a punto
de finalmente perder sus libertades – no a un poder extranjero, sino al mismo gobierno
que estaba supuesto a protegerla.

La noche anterior de la reorganización de Diocleciano, el imperio estaba en un estado


de completo desorden. El gobierno estaba colapsando por una moneda sin valor. Los
soldados se rehusaban a aceptar las monedas desvalorizadas como paga, y los
recaudadores de impuestos rehusaban aceptarlas como pago. La ley y el orden
colapsaron, los mares estaban infestados de piratas y los caminos de ladrones. Hubo
terribles revueltas de campesinos, y los agricultores fueron echados de sus hogares por
‘voraces recaudadores de impuestos’ que se rehusaban a aceptar el dinero del
emperador como moneda de curso legal. El gobierno, sea el ejército o los servidores
civiles, regresaron a hacer requisiciones y trabajos forzados. No tenían otra elección.
En A.D. 245, un líder árabe llamado Philip pidió al emperador ayuda, quejándose de
estas incautaciones ilegales:

Estamos sufriendo… incautaciones ilegales más allá de la razón… Soldados, hombres


poderosos de las ciudades, y nuestros propios oficiales dejan los caminos, bajan sobre
nosotros, nos sacan de nuestro trabajo, secuestran nuestro arado y bueyes y
extorsionan ilegalmente lo que no se les debe… nuestros recursos están agotados y las
tierras abandonadas.3

Los historiadores con frecuencia condenan a Diocleciano por haber apagado la antorcha
de la libertad que los griegos y romanos pasaron a la civilización. Pero esta acusación
puede que no sea totalmente justa si la salvación del Imperio Romano es de alguna
importancia. La ley marcial no solamente es una herramienta aceptada para gobernar
un estado rebelde, es la única herramienta conocida. Diocleciano simplemente estaba
usando el método mejor conocido para combatir el desorden: la compulsión.

Diocleciano atacó la inflación con comandos militares. Ordenó que los precios
permanecieran estables bajo pena de muerte. Para sorpresa de Diocleciano, los precios
siguieron subiendo. Cuando los controles de precios no funcionaron, él regresó a la
indicción en una forma modificada. El gobierno usaría un sistema equitativo de
requisiciones para reemplazar los denarios. El dinero ya no sería aceptado como
moneda de curso legal para obligaciones fiscales. Trigo, cebada, carne, vino, aceite, y
ropa serían los productos con los que se pagarían los impuestos. En resumen, por qué
no hacer que los tributarios hagan sus pagos en lo que el gobierno necesitaba? Por qué
usar dinero en absoluto? Rostovtzeff dijo:

Era mucho más simple el dejar a un lado el trabajo de siglos [el sistema de impuestos de
Roma] e introducir el sistema más burdo y primitivo de valuaciones que nunca había
existido. Cada soldado lo podía entender, aún cuando cualquier tonto podía ver que en
este caso lo que era simple no era justo y equitativo.4

Para establecer este sistema de impuestos en especie, Diocleciano comenzó donde


Augusto comenzó: hizo un censo. Cuando los censores llegaron – como lo hacían cada
pocos años – el pueblo sabía que esto significaba impuestos. En el pasado, las tierras
eran reevaluadas y los registros de impuestos se ponían al día. Esta vez las cosas fueron
diferentes. En primer lugar, toda Italia debería participar. Ya no habría inmunidad a los
impuestos. Los romanos viviendo en Italia iban a perder la libertad de impuestos
directos que habían disfrutado por casi quinientos años.

Después de tomar el censo el gobierno romano comenzó la larga y tediosa tarea de


valuar las operaciones agrícolas, en base a lo que la granja debería producir en lugar de
lo que producía. Los viejos términos monetarios como denarios fueron reemplazados
con unidades de producción llamadas un iugum. En Siria se ha encontrado una lista de
clasificación de tierras. Un iugum era 12.5 acres de tierra de primera calidad, 25 acres
de tierra de segunda calidad, y 37.5 acres de tierra de tercera calidad. Pueden ustedes
imaginarse las disputas que surgieron sobre si la tierra de un granjero era de primera,
segunda o tercera clase o no? Con el tiempo se desarrollaron toda clase de variables y
ajustes. Lo que comenzó como una idea de impuestos bastante simple se volvió en un
monstruo Frankenstein cuando fue aplicado a la realidad. Pero este sistema no debe
ser juzgado demasiado duramente, por lo menos no por nosotros. Comparado con
nuestras leyes del impuesto sobre la renta, el sistema de Diocleciano era simple.

El sistema de Diocleciano originó el nacimiento de una burocracia monstruosa. Esta


declaración aparece en muchos textos antiguos, que el número de agentes de rentas
era mayor que el número de tributarios:

El número de aquellos que reciben paga era mucho mayor que el número de aquellos
que pagaban impuestos, y eso debido al enorme tamaño de las valuaciones. Los
recursos de los granjeros fueron agotados, los campos fueron abandonas, y las áreas
cultivadas fueron transformadas en un desierto.5
El escritor del siglo cuarto Lactantio dice además que los tribunales estaban inundados
con litigios de impuestos:

Muy pocos casos civiles llegaron ante todos éstos, pero únicamente condenas y
confiscaciones frecuencias, y había exacciones no meramente frecuentes sino perpetuas
de cosas innumerables, y en el proceso de impuestos, equivocaciones intolerables.6

Los granjeros comenzaron a abandonar sus granjas si no les gustaba su clasificación. El


nuevo sistema peligraba por el derecho fundamental de todos los ciudadanos romanos
de moverse dentro del imperio como les pareciera. La libertad de movimiento había
sido un derecho de la ciudadanía desde que Roma fue fundada sobre el Tíber mil años
antes. Esta libertad distinguía a los granjeros romanos de los campesinos reales de
Egipto. Desafortunadamente, el nuevo sistema de impuestos de Diocleciano no podía
trabajar a menos que todos se quedaran donde estuvieran. Los impuestos sobre la tierra
no se podían pagar a menos que los granjeros se quedaran en sus tierras. Entonces,
para hacer funcionar el sistema, se destruyó la tradición de mil años de la libertad de
movimiento de los ciudadanos romanos. Todos los granjeros, sus hijos, y los hijos de sus
hijos estaban obligados a quedarse en la tierra para siempre. El totalitarismo fue la
orden final del nuevo orden de Diocleciano para los granjeros romanos. Esto no es
inusual. A su debido tiempo el lector descubrirá que las libertades civiles se ajustan a
un sistema de impuestos; el sistema de impuestos no se ajusta a las libertades civiles.

Dado que no era posible almacenar el superávit para años venideros, el sistema produjo
el primer presupuesto gubernamental de la historia. Los alimentos se arruinarían de
modo que la tasa de impuestos estaba limitada a las necesidades corrientes del
gobierno. Cada año el gobierno central ordenaba a todos los administradores romanos
enviar a Roma sus necesidades para el año siguiente. El estimado total entonces sería
dividido, prorrateado, entre las unidades de impuestos del Imperio. El 1 de septiembre
el gobierno anunciaría su tarifa de impuestos para cada iugum. Este era el momento de
cosechar. Ningún granjero sabía por adelantado cuál sería su impuesto. El hacerlo valer
se convirtió en un asunto de vida o muerte para el estado. Los impuestos debían ser
recaudados o los soldados se rebelarían y saquearían el campo. La morosidad en los
impuestos no se podía tolerar. No eran solamente los tributarios los que estaban bajo
compulsión, sino también los recaudadores. La herramienta principal para todo el
sistema, tributarios y recaudadores, era la pena de muerte.

Aquí están las palabras de un edicto egipcio que introducía el impuesto:

Diocleciano y Maximiano… habiendo aprendido que los gravámenes de los impuestos


públicos están siendo hechos sin orden ni concierto, de modo que algunas personas son
poco gravadas y otras sobrecargadas, han decidido erradicar esta práctica tan mala y
funesta para beneficio de sus provincianos y emitir una regla que trae liberación a la cual
se ajustarán los impuestos. Por lo tanto, el gravamen sobre cada iugum de acuerdo con
la clasificación de la tierra… Se ha ordenado a los magistrados de cada ciudad que envíen
a cada aldea y cada localidad una copia del edicto divino junto con el programa. Y
también se les recuerda a los recaudadores de cada renta hacer valer la ley de impuestos
con toda su fuerza; ya que si se revelara que alguno la ha transgredido, él correrá el
riesgo de la pena de muerte.7
El aspecto más fascinante del edicto anterior es el preámbulo, que suena como si
Diocleciano está a punto de introducir una ley de reformas para remediar las
imperfecciones y aligerar las cargas impositivas. Los gobiernos modernos hacen la
misma cosa. Las nuevas leyes impositivas que aumentan los impuestos a través de
‘reformas’ usualmente vienen con proclamas de buenas noticias para los tributarios.

Constantino, que siguió a Diocleciano, trajo la cristiandad al mundo romano. El también


puede haber dado al mundo el primer impuesto sobre la renta sobre el comercio. Los
impuestos de producción del mundo antiguo se desviaban del comerciante dado que él
no producía nada. En A.D. 306, Constantino instituyó un impuesto general sobre el
comercio y la industria, un impuesto directo al que pocos escapaban. En Antioquía un
zapatero cuyo único activo era un cuchillo es mencionado entre los tributarios. El
impuesto era pagado cada cuatro años, aparentemente basado en el valor de las
operaciones comerciales. Gibbon dijo que el impuesto era ‘extremadamente riguroso
en el modo de cobrarlo,’ y con frecuencia los tributarios eran ‘obligados por el inminente
flagelo de abrazar los métodos más aborrecidos y antinaturales para obtener la suma.’
Lo que significa que muchos tributarios tenían que vender a sus hijos como esclavos para
poder conseguir los fondos necesarios. Por qué? Porque el impuesto era pagadero en
oro y plata, la moneda de curso legal comercial para ventas de esclavos. El análisis de
Gibbon de este impuesto, en 1788, es aplicable de manera peculiar a los impuestos
sobre la renta modernos sobre el comercio:

La riqueza secreta del comercio las precarias ganancias del arte y la mano de obra son
susceptibles únicamente a un valor discrecional, que rara vez es desventajoso a los
intereses de la tesorería… el pago de la imposición, que en el caso de un impuesto a la
tierra puede ser obtenido por el secuestro de la propiedad, rara vez puede ser
extorsionado por cualquier otro medio que no sean castigos corporales.8

Lo que Gibbon está tratando de señalar es que los impuestos a la tierra solamente se
hacen valer con gravámenes, mientras que los impuestos sobre la renta requieren el uso
de castigos corporales además de los gravámenes. Nadie es castigado con multas o
prisión por rehusarse a pagar impuestos sobre la tierra, mientras que nuestro sistema
del impuesto sobre la renta depende de la amenaza de prisión como medio primario
para hacerlo valer.

Los recaudadores romanos pueden haber usado el potro o flagelaciones para cobrar
este impuesto. La tortura de algún tipo hubiera sido necesaria para hacer que los padres
vendieran a sus hijos como esclavos. Constantino tiene fama de haber prohibido el uso
de la tortura para la recaudación de impuestos, lo que sugiere que la práctica era común.
En lugar de tortura Constantino propuso el uso de una ‘prisión aireada y espaciosa como
lugar de confinamiento,’ instituyendo así el primer registro de prisión por evasión de
impuestos. Este ‘confinamiento libre y espacioso’ en realidad era una clase de arresto
domiciliario. Diecisiete años más tarde, aún la prisión por evasión de impuestos fue
abolida. En un decreto enmendado que rechaza la prisión, Constantino dijo, ‘Será
suficiente para un tributario moroso el ser citado a la necesidad de pago por el secuestro
de las prendas’ (A.D. 353).9 No es de sorprender que la prisión fuese primero usada para
hacer valer un tipo de impuesto sobre la renta sobre el comercio. En realidad, la prisión
era humana para esos tiempos. Diocleciano usó castigos capitales de rutina. Muchos
mártires cristianos ejecutados durante este período pueden haber muerto por
impuestos en lugar de crímenes religiosos. Los decretos que castigaban a los cristianos
contenían palabras tales como, ‘ordenamos que su propiedad sea confiscada para
nuestra tesorería,’ o ‘vean que su propiedad sea adjuntada a nuestra tesorería y que
sean entregados a las minas de Phaeno.’10

Los bienes de los senadores eran inmunes a los impuestos, pero para poder ser un
senador se tenía que pagar anualmente un impuesto especial, llamado una gleba. Era
pagadera en unidades de ocho, cuatro, y dos, probablemente en libras de oro pero no
estamos seguros. Un senador que no podía pagar el impuesto mínimo debía renunciar
al Senado.

Finalmente, había un impuesto para evitar el reclutamiento de animales u hombres a


las legiones. Dado que el reclutamiento es básicamente un impuesto a la mano de
obra, el impuesto para evitar el reclutamiento era un impuesto por inmunidad a los
impuestos. El medio requerido de pago era el oro; por lo tanto, solamente los ricos
podían permitirse legalmente evitar el reclutamiento.

Constantino añadió al suministro de oro cuando se convirtió en cristiano. El tomó el oro


en todos los templos paganos del imperio y lo fundió para acuñar monedas, y así, junto
con los impuestos en monedas de oro, puso a Roma en el estándar de oro. El oro ha
permanecido como la base de todos los sistemas de rentas sanos desde ese entonces, a
pesar de los argumentos de gobiernos modernos que dicen lo contrario. Comparen el
valor de un franco suizo con otras monedas desde que Nixon sacó al dólar del estándar
de oro. Todos los francos suizos son respaldados por un porcentaje fijo de oro, una
práctica ridiculizada por los jóvenes prodigio a gogó en Londres, Ottawa y Washington,
pero en las mentes de los inversionistas y banqueros del mundo, el oro siempre ha sido
la base de monedas sanas.

La servidumbre de granjeros finalmente fue extendida a trabajadores y artesanos. El


zapatero y todos sus descendientes debían hacer zapatos para siempre. Sus hijos debían
casarse con hijas de zapateros. El producto final fue la completa esclavitud de las clases
económicas de Roma – se convirtieron en castas para hacer que el sistema de impuestos
funcionara:

Los emperadores del siglo cuarto, y sobre todo Diocleciano, crecieron en la atmósfera
de la violencia y compulsión… Tomaban seriamente sus obligaciones, y estaban
animados por el más sincero amor por su país. Su intención era salvar al Imperio
romano, y lo lograron… Nunca preguntaron si valía la pena salvar el Imperio Romano
para poder hacer una vasta prisión para montones de millones de hombres.11
12
Cae Roma: Fue por Evasión Fiscal?
Un peligroso círculo vicioso se pone en acción. Gastos estatales aumentados para
el ejército, la burocracia, compromisos del estado benefactor originados por una
presión continua insoportable de impuestos. Las presiones de impuestos se
volvieron más pesadas y la tendencia a la evasión – ilegal o legítima – por parte de
altos oficiales y terratenientes, aumentó… y fue el fin del estado.
--Aurelio Bernardi, Los Problemas Económicos del Imperio Romano
Al momento de su Decadencia

En los primeros meses de 1942 los titulares de los periódicos estadounidenses decían lo
siguiente: ‘Cae Wake Island,’ ‘Cae Corregidor,’ ‘Cae Singapur.’ Estos titulares
asombraron al mundo aliado durante esos oscuros días de la Segunda Guerra Mundial.
Si Londres hubiera caído también, hubiera tenido el mismo efecto aplastante logrado en
A.D. 476, cuando un rey bárbaro llamado Odovacar incautó Roma.

No era la primera vez que la ciudad había sido saqueada por invasores. La ocupación de
Roma por Odovacar fue importante debido a sus implicaciones políticas. Por cientos de
años el punto focal de la civilización occidental había estado centrado en Roma, la
Ciudad Eterna. Después del A.D. 476 Roma dejaría de ser tan importante. Se elevaban
nuevas estrellas.

La tan pregonada Caída de Roma ha sido dramatizada por escritores durante siglos. Se
ha dicho que cada nueva generación pregunta por las causas que llevaron al colapso del
poder romano. Reflexionamos sobre la muerte de Roma como una gran calamidad que
no fue solamente impactante sino ominosa para la humanidad.

La civilización romana no terminó con la caída del Imperio Romano. Cuando la ciudad
de Roma decayó como una fuerza política unificadora y dominante, la gran civilización
de estos pueblos tomó una nueva salid. Aún hoy día, la civilización romana está muy
viva. Todavía pensamos y actuamos como romanos en la forma que nos gobernamos a
nosotros mismos, hacemos la guerra, y cobramos impuestos.

Es absurdo sugerir que Roma se ha ido, como Egipto. Solamente el poder político de la
ciudad se ha ido; todo el resto solamente sufrió una metamorfosis. Los césares han
vagado por la tierra los últimos mil quinientos años. Difícilmente ha habido un momento
en la historia cuando no hayamos estado sin por lo menos uno de ellos.

Se ha sugerido que Roma cayó debido a la despoblación causada por enfermedad,


guerras, agotamiento del suelo, sobre-impuestos, o aún el pecado. La lista de causas
que producen la decadencia del Imperio Romano es larga, incluyendo aquellas cosas
como demasiada riqueza, guerras entre clases, suicidio de razas – la adulteración de la
raza romana por razas inferiores – nivelación social, pobres generales, y el influjo de los
bárbaros. Usted puede elegir la causa que le guste y señalarla como la causa del colapso
del imperio. En el siglo quinto A.D. el imperio había sufrido muchos cambios de los
primeros días. Había un montón de causas, y ningún factor separado puede ser señalado
como el sine qua non de la caída de Roma.

En el siglo dieciocho los descubrimientos de Newton y otros científicos tempranos


tuvieron un impacto en el estudio de la historia. Se creía que las causas que controlaban
la moción de los planetas tenían contrapartes en el proceso histórico. El filósofo francés
Montesquieu, cuyas ideas políticas influenciaron a los fundadores de los Estados Unidos,
expresó el pensamiento de esos días con estas palabras:

Hay causas generales, morales y físicas, en funcionamiento en toda monarquía, que la


elevan y la mantienen o trabajan para su caída; todos los accidentes son el resultado de
causas; y si la casualidad de una batalla – es decir, una causa especial – ha arruinado un
estado, siempre hubo una causa general funcionando que hizo a ese estado estar listo
para perecer en una sola batalla.1

Montesquieu tenía al Imperio Romano en mente cuando él hizo esta observación. Las
causas sociales y económicas más profundas de la Caída de Roma siempre estarán
sujetas a debate. Las causas inmediatas, por otro lado, no son oscuras.

El historiador inglés Edward Gibbon aceptó el reto de ese entonces cuando escribió su
monumental Decline and Fall of the Roman Empire, un libro que todavía se imprime.
Hoy día los eruditos e historiadores se apartan de lo que ellos llaman ‘los problemas de
Gibbon, como si ya no nos concerniera. Se supone que los historiadores se deben apegar
a los asuntos de hecho y evitar dichas actividades de torre de marfil. Los historiadores
que no lo hacen se consideran radicales y su erudición a veces es considerada como
especiosa.

A la lista de ‘causas’ de la desaparición de Roma, se debe añadir otro asunto: la evasión


de impuestos. La causa inmediata de la Caída de Roma a los Vándalos era una evasión
fiscal rampante y descontrolada dentro del estado romano. Si el gobierno romano en
ese entonces hubiera tenido suficientes rentas para mantener una fuerza militar
adecuada, la banda de bárbaros merodeadores no hubiera podido entrar a la península
italiana, y mucho menos saquear Roma. La ciudad de Roma cayó porque no pudo
defenderse en contra de una fuerza militar de tercera clase. Había riqueza suficiente en
el orden social para haber creado y sostenido una sólida fuerza militar, pero dicha fuerza
no existía – porque los evasores de impuestos tenían todo el dinero.

El problema comenzó con Diocleciano y sus grandes reformas sociales y económicas.


Estas reformas produjeron una burocracia militar y civil grandemente aumentada para
Roma. En el siglo que siguió, Roma floreció. Con una fuerza militar de más de medio
millón de hombres, había poca oportunidad para el éxito de un Odovacar, o cualquier
otro, por decir algo. Roma sin lugar a dudas era invencible y capaz de defenderse contra
cualquier invasor. Las reformas de Diocleciano habían hecho fuerte a Roma. La fortaleza
del ejército se había duplicado y duplicado de nuevo, pero así lo habían hecho las
exigencias de ingresos del estado. Conforme las exigencias de impuestos aumentaron
para sostener a la monstruosa burocracia, el instinto natural en los hombres de evitar
fuertes impuestos movió la economía de Roma en dirección de la evasión de impuestos.
Durante toda la mayor parte del siglo cuarto la servidumbre del sistema de impuestos
de Diocleciano volvió a los recaudadores de impuestos amos esclavistas. El tutor en jefe
del emperador Constantino describe cómo los evaluadores de impuestos citaban a los
campesinos a la plaza del pueblo y aplicaban tortura y hacían que los niños dieran
pruebas en contra de sus padres, esposas contra esposos, y sirvientes en contra de sus
amos; extorsionaban por golpes de declaraciones exageradas de impuestos que ellos
hacían todavía más grandes poniendo a los niños y a los ancianos en las planillas de los
pequeños granjeros.2

Aparte de sus propias grandes cargas impositivas, el granjero pequeño independiente


vivía con miedo de hacer que los impuestos de su vecino se le pasaran a él debido a la
responsabilidad del impuesto colectivo. Si las tierras eran abandonadas, los
recaudadores de impuestos transferían esas tierras a los granjeros vecinos junto con la
factura de impuestos que iba con ellas. Para el pequeño agricultor, la propiedad privada
se volvió intolerable. Para obtener algún descargo, los pequeños granjeros encontraron
que podían transferir sus tierras al jefe militar o al terrateniente más cercano y liberarse
de las obligaciones de impuestos. El campesino estaba mejor. Atado a su tierra, él
todavía viviría en la misma casa, araría la misma tierra, usaría los mismos animales.
Solamente la imagen de impuestos habría cambiado. El recaudador ahora tendría que
tratar con su amo, quien tenía los medios para manejar a cualquier recaudador romano.

Para frenar la huída de pequeños terratenientes, el gobierno romano promulgó leyes


prohibiendo la fusión de pequeñas grandes con grandes fincas. Pero los grandes
terratenientes no tenían problema en evitar esta ley dando sobornos y una variedad de
trucos legales. Si nada más, los grandes terratenientes podían comprar pequeñas
granjas en ventas forzadas por deudas de impuestos, o simplemente ofrecer pagar
cualesquiera impuestos morosos al gobierno si se legalizaba una fusión.

Los grandes terratenientes evadían sus impuestos a través de una variedad de


dispositivos tanto legales como ilegales. El soborno era usado para obtener valuaciones
bajas. Más importantes eran las amnistías fiscales. Poco antes de la Caída, las amnistías
fiscales fueron otorgadas para los años A.D. 401, 411, 434, 445, 450, y 458 – que indicaría
que el fisco romano no estaba recaudando muchos impuestos. Estas amnistías fueron
enfatizadas por una quema pública como, ‘Mandamos que los documentos de
valuaciones superfluas de impuestos sean quemadas,’ o ‘Para que la misma memoria
de los impuestos morosos pueda perecer de la tierra.’3 Las amnistías usualmente
cubrían las morosidades acumuladas. Los grandes terratenientes simplemente
buscaban evasivas para el recaudador y usaban su influencia para cabildear otra
amnistía a través del Senado. Al mismo tiempo la gleba, o impuesto sobre los senadores,
fue abolida junto con los impuestos a las ventas y a las herencias. Los cabilderos para
evitar impuestos tenían mucho trabajo despedazando el sistema de rentas.

Supimos por primera vez de los decurios en los primeros días del Imperio cuando los diez
hombres más ricos en cada ciudad fueron nombrados para un consejo de la ciudad, una
curia, para cuidar el sistema de rentas de Roma. Más tarde este grupo se convirtió en
una clase de senado municipal, expandiendo a los cien hombres más ricos en cada
ciudad. Aparte de la recaudación ellos eran responsables del alistamiento militar, correo
gubernamental, transporte de granos, y cualquier otra necesidad. La curia, junto con
los pequeños granjeros, era la espina dorsal del estado romano.

Concepción del artista de la quema de registros de impuestos en el Foro. La desaparición final


de Roma en parte fue causada por la evasión de obligaciones fiscales por los ricos y poderosos,
quienes podían hacer que el gobierno cancelara sus deudas, seguido de una quema de sus
registros, en el Foro.

Al igual que el pequeño agricultor, las cargas de rentas de la curia se volvieron


intolerables, y también buscaron huir. Los decuriones ricos podían comprar un escaño
en el Senado y disfrutar una inmunidad perfecta de impuestos en todo momento. Los
menos opulentos tenían una tarea más difícil. Para evitar los impuestos, algunos de
ellos se convirtieron en oficiales en las legiones, otros se convirtieron en clérigos o se
unieron al servicio civil romano. Muchos probablemente se unieron a las filas de los
granjeros campesinos.

El gobierno trató de evitar la huída de los decuriones por medio de una serie de leyes
ordenándoles que regresaran a los consejos de las ciudades de donde venían. Había un
estatuto de limitaciones de veinte años en esta nueva ley. Un decurión que había huido
podía permanecer en su nuevo puesto solamente si había estado allí por lo menos
durante veinte años.

Como se puede esperar, la gran carrera para evadir impuestos trajo el fin a la liturgia.
Los ricos ya no compartían su riqueza con la comunidad. El proceso de redistribución
de la riqueza se revirtió. Además, la raza y lucha de la evasión fiscal produjo una clase
de senadores corruptos cuya riqueza se basaba en su capacidad de abusar el sistema de
impuestos y corromper a los oficiales públicos. Esta no era la riqueza de empresarios
enérgicos y creativos que eran hábiles en el comercio y la agricultura, sino la riqueza de
hombres hábiles en el soborno, fraude, y manipulaciones políticas.

Sin las cargas de los impuestos o caridad pública, estos grandes terratenientes
construyeron enormes villas que eran autónomas, lujosas, y fortificadas, y una prisión
para miles de granjeros que se habían convertido en siervos. Estos evasores de
impuestos eran tan corruptos y malos como el estado romano que estaban
despedazando. La fea Roma de Diocleciano se dividió en miles de pequeñas romas,
cada una con su propio César, legiones, y esclavos. Roma era como una célula madre
de cáncer que pasó sus propensiones viciosas a sus propios hijos. Aún la palabra viciosa
puede ser un eufemismo. Salviano, el obispo de Marsella al momento de la caída de
Roma, describe la decadencia, crueldad, y mal que el sistema de impuestos había creado
en una sociedad que alguna vez fue humana que amaba la libertad. Aún asumiendo
alguna exageración, la imagen de Salviano de Roma días antes de la Caída es de una
sociedad a la que le faltaba todo sentido de decencia civilizada. Cualquier persona con
algún grado de humanidad huyó a los bárbaros.4 Con el tiempo el aristócrata romano
con su poderosa villa se convirtió en el señor medieval con su señorío. El mundo
medieval estaba solamente a un paso.

Varios emperadores capaces trataron de corregir abusos dentro del sistema de ingresos
para cortar de tajo la huida de los tributarios. Los informantes fueron declarados
proscritos. Los agentes de impuestos opresores debían ser quemados vivos en público.
Los gobernadores debían hacer auditorías especiales sobre los informes de los agentes
de impuestos. En A.D. 320, Constantino inició un decreto que despenalizaba la ley de
impuestos:

En relación con el pago de impuestos adeudados, ninguna persona deberá temer sufrir,
por la mano de jueces perversos y encolerizados, prisión, latigazos con látigos con punta
de plomo, pesas, ni ninguna otra tortura diseñada por la arrogancia de los jueces. Las
prisiones son para los criminales… De conformidad con esta ley, los tributarios deberán
proceder con seguridad.5

No solamente los pecados de los tributarios fueron despenalizados, sino que el Código
de Leyes de Teodosio publicado más tarde bajo Constantino decretaba que, ‘Si cualquier
persona se quejara en tribunales que su pago ha sido obtenido de forma indebida o que
él ha sufrido cualquier arrogancia y si él pudiera probar este hecho, se emitirá una severa
sentencia en contra de dicho recaudador.’6

Las leyes que adoptaron los emperadores romanos para corregir los abusos de las rentas
eran impresionantes, pero el mal a ser corregido era el sistema de impuestos mismo.
Como resultado, la legislación era tan severa en forma como lo era de ineficiente en
substancia.

Las políticas de Juliano (A.D. 360) fueron una excepción a los métodos punitivos usados
por otros emperadores para solucionar los problemas de rentas de Roma. El enfoque
de Juliano fue extraordinario para cualquier época. Para reducir el gasto del gobierno,
despidió a masas de trabajadores gubernamentales. Las tasas de impuestos fueron
reducidas, y más importante, las inmunidades de impuestos, exoneraciones y amnistías
fueron canceladas, dado que estas prácticas no beneficiaban al pequeño agricultor
campesino. Miles de pequeñas parcelas de terreno fueron vendidas a granjeros pobres.

Para los soldamos, Juliano se rehusó a aumentar su paga, pero se aseguró de que fueran
pagados a tiempo. El trató de mejorar las guarniciones en la frontera enlistando mejores
tropas, y murió dirigiéndolos en batalla para mejorar su moral.
Para los decuriones en las ciudades decretó que el pago del impuesto de la corona de
oro, el coronarium, se hiciera voluntariamente como era al principio. Para reducir los
gastos militares, buscó nuevas armas y equipo militar para que el número de personal
militar se pudiera reducir sin debilitar la fortaleza del ejército. Aún buscó la asesoría de
eruditos y les pidió su opinión en cómo reducir los costos del gobierno. Juliano vio los
problemas de Roma como económicos y financieros, centrado en una política errónea
de gasto e impuesto excesivos. Cuando el administrador local de Juliano en la Galia
(Francia) exigió el derecho a aumentar los impuestos porque (como él decía) los
impuestos sobre la tierra y capitación eran inadecuados, Juliano respondió que ‘él mejor
perdería su vida’ que aumentar impuestos. Juliano después hizo su propia investigación
y concluyó que los impuestos regulares eran más que suficientes y se rehusó permitir
ningún impuesto nuevo. El historiador contemporáneo, Amiano, quien informó de este
evento, comentó: ‘Y aconteció entonces y después de ello, que a través de la resolución
de un espíritu valiente nadie trató de extorsionar de los galos nada más allá del impuesto
normal.’7

Si Juliano hubiera vivido, se ha sugerido que él podría haber salvado a Roma. Como
sucedió sus sucesores pronto abandonaron sus programas constructivos y regresaron a
la política de coerción para solucionar los problemas de rentas de Roma. Las dos rutas
de escape restantes para el pequeño tributario de los impuestos escandalosos del
estado se habían cerrado. El antiguo derecho de asilo, que había protegido a los
tributarios abusados desde los días de los faraones, fue denegado a los tributarios por
un emperador cristiano en A.D. 392. Pocos años antes, otro emperador cristiano hizo
que fuera ilegal que un campesino o comerciante libre o trabajador renunciara a su
libertad para ponerse bajo el patrocinio de un gran terrateniente, y así evitar los
impuestos. La servidumbre bajo el recaudador de impuestos (esclavitud por impuestos)
era para muchos peor que la servidumbre a un amo (esclavitud).

Poco después de la muerte de Juliano el ejército fue reintroducido para recaudar


impuestos. Los gastos de una burocracia militar eran altos, y para satisfacer estos costos
se duplicaron los impuestos, siendo el aumento del 100 por ciento dirigido a pagar a los
recaudadores militares. Zosimos, un gran historiador griego viviendo en
Constantinopla, en su Historia Nova, describe los horrores que evolucionaron para
cobrar el impuesto de oro y plata de cinco años gravado a pequeños comerciantes:

Cuando el tiempo fatal se acercaba, todos los pueblos se veían con lágrimas y dolor.
Cuando llegaba el período de impuestos, se usaban el potro y el flagelo en contra de
aquellos cuya extrema pobreza no les permitía soportar este injusto impuesto. Las
madres vendían a sus hijos, y los padres prostituían a sus hijas, obligados para obtener
de este triste comercio el dinero que los recaudadores del (impuesto) venían a
arrebatarles.8

Al principio de la República, el pequeño granjero ciudadano servía como obligación


patriótica sin obtener paga. Fue el mejor luchador en el mundo por siglos. En el último
siglo del imperio la calidad de las legiones cambió. Las guarniciones de las fronteras
estaban compuestas ya sea de inadaptados de Italia o bárbaros que estaban interesados
en obtener sus propios territorios, no en proteger al imperio. El servicio militar
obligatorio era usado para esquivar impuestos. Los granjeros eran gravados sobre el
número de trabajadores en su terreno. Cuando se necesitaban nuevos conscriptos, los
granjeros enviaban a sus inadaptados o compraban esclavos sin valor para satisfacer las
demandas del gobierno. De esta forma conservaban a sus mejores trabajadores,
eliminaban a los malos, y reducían sus impuestos. El gobierno eventualmente hizo que
fuera ilegal el comprar esclavos para satisfacer las obligaciones del servicio militar
obligatorio.

Las mejores tropas habían tenido suficiente influencia para estar estacionadas en casa.
Eran los inadaptados los que eran enviados a pelear las guerras en las fronteras. Eran
tan ineptos que un antiguo escritor lamentaba la lástima que le daba verlos pelear,
‘sabiendo lo mucho que cuestan.’9 La decadencia en el poder y fuerza moral de las
legiones había estado sucediendo por doscientos años. Tácito observó al principio del
segundo siglo, ‘Su fortaleza fue corrompida por lujos a diferencia de la antigua disciplina
y máximas de nuestros antepasados, en cuyos días el valor formaba una mejor base para
el estado romano que el dinero.’10

El predominio de un impuesto paralizante antes de la Caída de roma ha llevado a muchos


historiadores, en todas las épocas, a sospechar que Roma, como muchos grandes
imperios, se gravó a sí misma con impuestos hasta su muerte. Recientemente la teoría
de los impuestos de la Caída se ha vuelto fuera de moda entre muros eruditos – tal vez
debido a nuestra propia tolerancia con los altos impuestos. A nadie le gusta pensar que
estamos escribiendo nuestro propio obituario cuando hacemos el borrador de las
nuevas leyes de impuestos. Si nuestra civilización se va a destruir, nos gusta pensar que
sucederá estilo Hollywood – un evento cataclísmico como una guerra atómica, un fallo
ecológico, o algún otro suceso dramático. Ciertamente nada tan simple y aburrido como
impuestos de todos los días.

Pocos eruditos modernos todavía mantienen a la teoría de los impuestos como la causa
de la caída de Roma. Un erudito prominente de Cambridge resume el problema de
Roma de esta forma:

No se podía aumentar el ejército porque la tierra ya no podía aguantar más agotamiento


de la mano de obra; la situación de la tierra se había deteriorado porque los impuestos
eran demasiado altos; los impuestos eran demasiado altos porque las demandas
militares estaban aumentando.11

Otros eruditos europeos están de acuerdo. Entre los manuscritos no publicados del
difunto a. H. M: Jones de Oxford, un importante erudito económico sobre Roma, se
descubrió un tratado titulado ‘Impuestos Excesivos y la Decadencia de Roma,’ que ha
sido publicado junto con sus otros estudios sobre la economía romana. El veía los altos
impuestos como una causa importante de la desaparición de Roma, citando al
historiador cristiano Lactantio, ‘Los recursos de los granjeros fueron agotados por cargas
escandalosas de todos los impuestos, los campos fueron abandonas y la tierra cultivada
regresó a ser desierto.’12 Poro qué? Porque los tributarios habían huido. Muchas a las
tierras de los bárbaros. Como dijo un grupo, ‘Huiremos a algún lugar donde podamos
vivir como hombres libres.’13 El erudito contemporáneo Salviano de Marsella, Francia,
escribió en A.D. 440 que la justicia y humanidad de los Godos (bárbaros franceses)
grandemente excedía aquellas de los romanos – gobierno y ciudadanos. El vio el
incipiente colapso de Roma siendo la real debilidad los impuestos aplastantes, la
crueldad de las clases gobernantes, y la rapacidad del gobierno. El notó en ese momento
que la tesorería de Roma estaba vacía. ‘Dónde están las riquezas de Roma? Las finanzas
imperiales están en un estado de indigencia y la tesorería reducida a miseria.’14

Un erudito italiano moderno en realidad identifica la evasión fiscal como la causa crítica.
El apunta a un ciclo vicioso de tributarios que desaparecen de una forma u otra asociado
a una burocracia impositiva cada vez más cara y en aumento para evitar la evasión.
Cuando los campesinos estaban huyendo, las clases ricas estaban, a través de medios
legales e ilegales, evadiendo sus impuestos. Esta huida de los pequeños tributarios
asociada a la evasión de grandes tributarios

se mostró a sí misma en el curso del siglo quinto. La quiebra del enorme estado al mismo
tiempo que los pequeños grupos privilegiados, mientras evadían los impuestos,
acumulaban riquezas y creaban alrededor de sus villas microcosmos económicos y
sociales, completamente separados de la autoridad central. Era el final del mundo
romano. Era el inicio de la Edad Media.15

Una de las teorías más nuevas sugiere que la desaparición de Roma vino de un alza en
la tasa de mortandad que causó que la población de campesinos decayera. 16 Los
campesinos estaban muriendo de desnutrición por no tener suficiente para comer –
parecido a los millones de campesinos que murieron en la Rusia de Stalin en los años
1930. Los campesinos romanos no tuvieron lo suficiente para comer después de que el
recaudador de impuestos se apropió de la mayor parte de sus bienes. Lo que muchos
eruditos rara vez han analizado es que detrás de muchas de estas ‘causas,’ se pueden
encontrar los impuestos. Ya sea muerte por inanición o fuga a los Godos, los impuestos
jugaron su parte. Aún la decadencia en la humanidad – la saña y crueldad entre los
romanos unos hacia los otros – no era otra cosa que el reflejo de la saña del gobierno
hacia todos los ciudadanos tributarios.

La socavación de la libertad también fue crucial. El pueblo del imperio tenía grandes
tradiciones de libertad, de la República, que se reflejaban en los escritos de Cicerón, a
las leyes del Imperio, que se encuentran en los Relatos de Justiniano, que dijo, ‘La
libertad es una posesión sobre la cual no se puede poner precio.’17 Y de nuevo, ‘La
libertad es amada por encima de todas las cosas.’18 La diosa de la libertad apareció en
las monedas romanas. Antiguas historias se refieren de cuando en cuando a los Templos
de la Libertad en donde la diosa es una figura central, pero estas referencias se hicieron
todas durante el tiempo en que los ciudadanos romanos eran inmunes a los impuestos.19
Cuando Diocleciano y más tarde los emperadores romanos engrilletaron con
servidumbre fiscal, las monedas y los templos ya se habían desaparecido desde hacía
mucho tiempo. La diosa volvió a aparecer en los Estados Unidos en monedas, y la
gigante Estatua de la Libertad en el puerto de New York no fue solamente un regalo de
los franceses, sino un concepto de los romanos.

En el análisis final, la Caída de Roma puede haberse sustentado en factores psicológicos


más que nada. Después del saqueo de roma en A.D. 476 por los vándalos, no hubo
ningún movimiento popular para revivir el imperio. Los emperadores subsiguientes
trataron y fallaron por falta de apoyo en las bases. El patriotismo, sacrificio, y amor por
el país, que vio Montesquieu,20 faltaba – habiendo sido estrangulado hasta la muerte
por el sistema de impuestos de Dioclesiano. El pueblo de todas las clases sociales ya no
necesitaban ni querían más al gobierno de Roma, y sus ciudadanos simplemente ya no
les importaba si sobrevivía – La Ciudad Eterna ya no era lo primero en los corazones de
su pueblo.
Parte III
La Edad Media
La mayoría de los impuestos romanos desaparecieron en el occidente para mediados
del siglo ocho A.D. Los primeros reinos de la Europa medieval no tenían la experiencia
para operar los sistemas de rentas de los romanos. El viejo impuesto romano a la tierra
sí tuvo alguna utilidad si un rey deseaba exterminar a alguien. La persona indeseable
sería nombrada como recaudador de impuestos sobre terrenos y enviada a cobrar
impuestos morosos. Ese tipo desafortunado rara vez volvía. En el sigo siete las Crónicas
de Fredegar (una fuente importante de nuestro conocimiento del período medieval
temprano en Europa del norte), aprendemos sobre el esquema de una reina franca para
liquidar a un rival, que registra, ‘Para que Bertoldo muriera más rápidamente ellos lo
enviaron a ciertas ciudades y distritos en el reino con el fin de recaudar impuestos.’1 Sin
embargo, Bertoldo no murió, ya que fue con trescientos hombres armados para que lo
protegieran.

Los impuestos indirectos y los peajes se multiplicaron y proporcionaron a los señores


feudales aquellos ingresos que necesitaban. Sin embargo, estos impuestos paralizaron
el comercio, y la decadencia de la civilización en occidente puede haber sido culpa del
sistema de impuestos tanto como el demasiado énfasis sobre el mundo futuro.

Bizancio y la Rusia de Kiev se convirtieron en los nuevos centros de la civilización.


También enfatizaban el otro mundo, pero sus impuestos sobre el comercio eran ligeros,
y el dinero era bienvenido. El comercio, que era casi inexistente en el occidente, era
activo y sano en el este. Esto explica el por qué el Imperio Romano del Este duró otros
mil años.

Cuando el Islam irrumpió en el mundo en el siglo siete A.D. la promesa de impuestos


reducidos en un mundo romano decadente puede haber tenido mayor atractivo que la
promesa de un paraíso futuro. El Islam dejó de extenderse cuando ya no se les ofrecía
un trato con los impuestos a los conversos. Sólo una coincidencia?

En el mundo medieval los impuestos de aduanas se petrificaron en demandas sagradas


fijas sobre el gobierno y sobre los tributarios. Conforme comenzó a surgir la edad
moderna, estos sistemas de impuestos eran inadecuados. Los reyes desesperadamente
necesitaban más riqueza, pero los reyes que crearon ‘impuestos inauditos’ invitaban a
la rebelión. Los reyes tuvieron que buscar nuevas formas de aumentar los ingresos
fuera del populacho cristiano local. Se voltearon hacia la comunidad judía y la
esquilmaron hasta que había muy poca riqueza judía restante visible. Robaron de la
iglesia siempre que les fue posible. Eventualmente, cuando todas las otras avenidas se
habían agotado, el concepto de nuevos impuestos ‘por consentimiento’ fue descubierto
como un medio que daba la vuelta a la prohibición en contra de ‘impuestos inauditos.’
Campesinos pagando peaje por pasar un puente. De una pintura en vidrio del siglo quince en la
Catedral de Tournai, Bélgica.

Los reyes que obtenían el consentimiento de los tributarios a nuevos impuestos tenían
que otorgar algo a cambio. Este trato de impuestos se volvió fundamental para el
proceso del gobierno, y con ello nuestros antecesores compraron su libertad con
impuestos – y nos la heredaron.
13

Islam: Muerte o Impuestos para los Infieles!


En el nombre de Dios, el Misericordioso y Compasivo. Conviértete en musulmán y
sálvate. Si no, acepta nuestra protección y paga el impuesto de capitación. Si no, yo
vendré contra ti con hombres que aman la muerte tanto como tú amas el vino.
--General musulmán a los persas, A.D. 633

Poco después de que el Imperio Romano muriera en occidente, una nueva y


emocionante religión irrumpió sobre el mundo. Tenía la vitalidad de la juventud y una
simplicidad teológica que la ha hecho la envidia de la mayoría de los cristianos de todas
las eras. Armados con el Corán y la espada, los ejércitos de Mahoma barrieron todo el
medio oriente, África del norte, y España. Secuestraron una gran parte del territorio del
Imperio Romano, pero desafortunadamente reñían entre ellos y su vasto imperio se
fragmentó y dividió en reinados y califatos separados.

Al principio los mahometanos llegaron como liberadores y trajeron alivio a los


habitantes de un mundo romano sobrecargado de impuestos y esclavizado. Como
resultado, los ejércitos musulmanes con frecuencia eran superados en número en el
campo de batalla, pero victoriosos. La mayoría de territorios no dio mucha pelea.

En Persia los nuevos creyentes eran los zoroastrianos; fue de esta religión que los
astrólogos u hombres sabios llegaron a rendir homenaje al infante hijo de María en
Belén. Sin embargo, los zoroastrianos estaban cargados con muchos impuestos y no fue
muy difícil para ellos aceptar la religión del Islam.1 Pero el cuerpo más grande de los
nuevos creyentes vino de la cristiandad. Por más de 250 años la cristiandad fue la
religión estatal de Roma, por lo tanto del Imperio Romano – el imperio a donde se
expandieron los musulmanes – era cristiano. A pesar de ello, los cristianos estaban
engrilletados al viejo y brutal sistema de impuestos romano. El primer gran califa les
dijo, ‘Que todos los que aceptaran su religión y oraran sus oraciones, serían liberados
del impuesto de capitación.’2 Esta no era una oferta para elegir entre la cristiandad y el
Islam; realmente era una oferta para elegir entre la servidumbre y la libertad. Es fácil
entender el por qué perdió la cristiandad. Un historiador antiguo en ese tiempo hizo
esta observación: ‘Debido a los pesados Kharaj (impuestos) y pesadas cargas, muchos
de los ricos y pobres negaron la fe del Mesías (Cristo).’3

Toda vez en el poder, los musulmanes lucharon para establecer un gobierno efectivo.
No tenían el genio de los romanos – especialmente el genio de Augusto – quien enseñó
al mundo por todo el tiempo porvenir que un gobernante efectivo debe tener un puño
apretado sobre la bolsa pública. Los gobernantes musulmanes eran autócratas
supremos, más que Augusto, pero cometieron el fatal error de subcontratar a los
generales y gobernadores locales. Como se podía esperar, estos gobernantes drenaron
la mayoría de la sangre de impuestos del imperio y redujeron a un goteo el flujo hacia el
gobierno central. El imperio de los Califas se marchitó por anemia de impuestos
conforme el mundo islámico irrumpió en sub imperios de sultanes, visires, y jefes fiscales
locales.

En menos de 120 años, con una oferta de inmunidad de impuestos, el Islam se diseminó
rápidamente, expandiéndose hasta India en el Oriente y deteniéndose en el Océano Atlántico al
Occidente. La principal perdedora fue la cristiandad, que estaba atada al opresivo sistema de
impuestos romano. Ninguna religión, entonces o desde entonces, se ha diseminado tan lejos,
tan rápido. Fue la inmunidad de impuestos, en lugar de la ideología religiosa, la causa de esta
conversión milagrosa?

El corazón del mundo islámico estaba centrado en las partes orientales del Imperio
Romano. Tomaron posesión de los territorios en Irán (Persia), Iraq, Siria, Palestina,
Egipto, Africa del Norte, España, y algunas pequeñas partes de Europa misma. Los
impuestos sobre la tierra y de capitación estaban sólidamente atrincherados en todos
estos territorios, gracias a Diocleciano y Constantino. Los musulmanes no hicieron
ningún cambio dramático sobre estos impuestos, pero los humanizaron un poco y
facilitaron las cargas que eran tan opresivas para muchos.

El espíritu de la política musulmana de imuestos está bien ilustrada en la historia escrita


por un magistrado musulmán en una introducción a un libro sobre el impuesto a la tierra
que el Califa le había solicitado compilar.
‘Asegúrate de recaudar todo el impuesto sobre la tierra [Kharaj] que ellos adeudan. Ten
cuidado no sea que les dejes algo, ten cuidado no sea que ellos vean cualquier debilidad
en ti.’ Después dijo, ‘Ven a verme al mediodía.’ De modo que yo fuí a verle al mediodía
y me dijo, ‘Yo solamente te dí el consejo que te dí en presencia de tus subalternos… pero
ten cuidado, cuando llegues con ellos, no confisques su propiedad, no los golpees, no
los hagas pararse en sus piés para recaudar los impuestos. No vendas ningunos bienes
que pertenezcan a cualquiera de ellos para cubrir cualquier parte del impuesto sobre la
tierra, ya que se te ordina recaudar únicamente su superávit. Si desobedeces mis
órdenes, Dios te castigará.’… Después me fui, y actué como él me había ordenado, y
cuando volví, no había reducido el rendimiento del impuesto sobre la tierra para nada.4

Una política similar de sentido común fue introducida cuando los musulmanes se
apoderaron de Egipto. En ese entonces el pesado impuesto sobre la tierra era pagadero
únicamente en monedas de oro y plata. Los impuestos eran gravados en contra de
comunidades enteras y también había un impuesto de capitación. El gobernador
musulmán, Amr, entregó la recaudación y asignación de impuestos a los oficiales nativos
locales. Los impuestos podían ser pagados en cualquier cosa que los campesinos
desearan. No tenía que ser ni oro ni plata, sino que podía ser en especie. La tierra
cubierta de clavo estaba exonerada si se permitía a los árabes que pastaran sus
ganandos en estas tierras, por una corta temporada durante la primavera. El impuesto
de capitación de dos dinares al año, con exoneraciones en los tiempos difíciles, estaba
limitado a los comercianes no creyentes.5

Dinar de oro, impuesto de capitación anual para los no creyentes. Este dinar está en exhibición
en el Museo Nacional de Kuwait. La inscripción a la izquierda dice: ‘No hay más Dios que Dios
mismos. El no tiene asociado.’ En el reverso se lee: ‘En el nombre de Dios este dinar fue acuñado
en el año ocho y setenta’ (el calendario islámico comenzó en A.D. 622, cuando Mahoma huyó de
Medina).
La humanidad en la política de impuestos de los musulmantes era de la mayor
imortancia. Los árabes trajeron la paz y bondad a un mundo demasiado gravado con
impuestos. Ellos liberaron al viejo mundo romano de impuestos decadentes, opresivos
y corruptos. Nada ilustra esto mejor que los reembolsos de impuestos que hicieron a
cristianos y judíos en Palestina en A.D. 636. En ese entonces los musulmanes habían
conquistado la mayor parte de las tierras de Judea, pero sus fuerzas estaban
extralimitadas y un gran cuerpo de tropas romanas estaba en la marcha desde
Antioquía. En un consejo de querra los musulmanes decidieron evacuar la mayoría de
los territorios conquistados. Después de tomar esta decisión, el líder musulmán llamó
al recaudador en jefe y le dio estas instrucciones:

Por lo tanto usted debe reembolsar toda la cantidad de dinero tomada de ellos y decirles
que nuestras relaciones con ellos continúan sin cambio, pero que nosotros no estamos
en posición de ser responsables de su seguridad, y entonces el impuesto de capitación,
que no es nada más que el precio de la protección, les es reembolsado.6

Por lo tanto, toda la suma recolectada de las comunidades cristiana y judía fue
reembolsada a ellas. Esto afectó a los cristianos a tal grado que las lágrimas rodaban
por sus mejillas, y uno y todos apasionadamente exclamaron: ‘Que Dios los traiga de
vuelta a nosotros.’ El efecto sobre los judíos fue todavía más marcado. Ellos gritaron
con vehemencia: ‘Por la ley y los profetas, el emperador romano no tomará esta ciudad
mientras una chispa de vida brille en nuestros cuerpos.’7 Que pena que los judíos y
musulmantes hoy día no sienten eso mismo.

Los musulmantes usaron los impuestos para traer conversos a la fé. La diseminación del
Islam ha sido atribuida a la espada, y muchos historiadores tediosamente insisten en el
grito musulmán de ‘Muerte al Infiel.’ El Corán (9:29) ciertamente justifica ese curso de
acción. En la práctica, los musulmanes actuaron muy al contrario. La masacre no era
el modus operandi normal de aún los musulmanes más fanáticos. A los pueblos
vencidos se les ofrecían tres elecciones: muerte, impuestos, o conversión a la fé. Con
estas opciones, no era necesario que los pueblos conquistados perdieran sus cabezas o
su religión.

Los musulmanes modificaron los impuestos romanos de capitación al reducir las tasas y
limitar sus aplicaciones a no creyentes. Esta nueva política de impuestos probablemente
trajo más conversos al Islam que la espada o el Corán. El unirse a la fé se convirtió en
una forma absolutamente segura y prudente de evitar impuestos. Con el tiempo se
desarrollo una escasez de ingresos debido a una escasez de infieles. Tenemos el registro
de un gobernador egipcio que suplica al Califa que le permita volver a instaurar el
impuesto de capitación sobre los conversos. Debido a los ingresos de impuestos
reducidos de forma drástica, él tenía que suplementar su tesorería con 20,000 dinares
de su riqueza personal.8 La conversión se había convertido en una laguna en el sistema
de impuestos. Este es un ejemplo temprano del uso excesivo de un dispositivo para
evitar pagar impuestos. Finalmente, los gobernantes musulmanes tuvieron que cerrar
la laguna, aún si esto significara anular una política pública importante. El diseminar la
fé era la ocupación más noble de todos los musulmanes, pero cuando se enfrentaron a
los menguantes ingresos de impuestos, esta ocupación tan noble tuvo que ceder. En
cualquier competencia entre Dios y los impuestos (como la competencia entre la
libertad y los impuestos), aún Dios tiene que ceder terreno.

El impuesto de capitación, o jaliya, gravado en contra de los no creyentes se basaba en


un pacto entre ellos y las autoridades musulmanas. Este pacto era llamado el dhimma;
era similar a las pactiones de Aguusto.9 Este contrato detallaba los derechos y
obligaciones de las partes. La obligación principal de los no creyentes er pagar su jaliya,
no golpear a hombres musulmanes, y mantener sus manos fuera de las mujeres
musulmanas. Tenía que ser un buen samaritano para los viajeros musulmanes. Si él
hacía todas estas cosas, entonces se le aseguraba un salvo conducto y seguridad en el
mundo musulmán. El podía practicar su propia religión, viajar sin ser molestado, y vivir
y trabajar como él quisiera.

Las tasas de impuestos para la jaliya variaban de cuando en cuando y de lugar en lugar.
Los primeros datos indican que el impuesto era fijo. En Egipto era de dos dinares por
hombre adulto infiel. En otros lugares menos prósperos, el pago de un dinar era muy
común como se ilustra en este recuento temprano de la introducción del impuesto de
capitación en Tiflis en A.D. 642 (Tiflis actualmente es Tiblisi, la principal ciudad en la
antigua República Soviética de Georgia.)

En el nombre de Dios, el Misericordioso y Compasivo. Esta es una carta de Habib ibn


Maslama para los habitantes de Tiflis, en la tierra de Hurmuz, dándoles un
salvoconducto, sus hijos, sus familias, sus conventos, sus iglesias, sus religiones, y sus
oraciones, bajo la condición de que ustedes acepten la humillación (?) de la jizya a la
tasa de un dinar completo por cada hogar. Ustedes no deben unir ni separar hogares
para reducir la jizya que usedes pagan, ni pueden separar lo que está unido para
aumentar la jizya que nosotros recibimos.10

En otras palabras: Ninguna evasión fiscal de su lado y ninguna opresión fisal de nuestro
lado!

Cuando los musulmanes primero llegaron a Persia, el líder de las fuerzas árabes envió
un aviso por adelantado a los persas para que se convirtieran en musulmanes, o elegir
entre la muerte y el impuesto de capitación. Para la mayoría de persas el impuesto de
capitación exigido por los musulmanes era menos gravoso que los impuestos
establecidos. Solamente aquellos en el poder tenían que perder, porque ellos pagaban
muy poco impuestos. Un siglo más tarde, cuando los musulmanes estaban acabando
con las últimas fortalezas persas, tomaron una línea más dura. En ese entonces había
una gran población musulmana que había sido discriminada debido a sus creencias
religiosas. Los conquistadores musulmanes se dedicaron a corregir esta situación. Aquí
incluyo un recuento de la introducción del impuesto de capitación en una ciudad persa
en A.D. 739:

En verdad, Bahramsis [el rey persa] acostumbraba a favorecer a los magianos; los
favorecía y los protegía y ponía la carga (de impuestos) sobre los musulmanes. Ashbdad
hijo de Gregorio acostumbraba a favorecer a los cristianos, y Aquiva el judío
acostumbraba a favorecer a los judíos y hacían la misma cosa. Pero yo favorezco a los
musulmanes; yo los favoreceré y los protegerá y pondré sus cargas en los politeístas.
Para el viernes siguiente, 30,000 musulmanes llegaron a él quienes estaban pagando un
impuesto de capitación jizya, mientras que 80,000 politeístas habían sido liberados de
su jizya. El se las impuso a ellos y se las quitó a los musulmanes. Después organizó la
kharaj y la impuso cuando pertenecía, y la gravó de conformidad con los términos del
armisticio.11

La referencia a los judíos siendo favorecidos con exoneraciones de imuestos es


probablemente dirigida al reino judío de los jázaros, al norte de Persia, que estaba
establecido en ese entonces. Los jázaros seguían la práctica musulmana de poner
impuestos a los no creyentes (cristianos y musulmanes). Esta práctica se popularizó en
la civilización occidental y duró mil años. Es una pariente de la práctica griega de poner
impuestos a los metecos (extranjeros) en oposición a los ciudadanos nacidos
localmente. Esta pariente religiosa del metoikion fue usada por todos los grupos
religiosos en las sociedades occidentales como una fuente principal de ingresos y un
estímulo para la conversión. Los dispositivos de impuestos son inventos económicos y
toda vez una nación descubre una nueva técnica de ingresos que es altamente
productiva, otras naciones rápidamente le copiarán. El impuesto sobre la renta de
william Pitt y el impuesto a los bienes de Harcourt son inventos modernos de impuestos
que pueden haber revolucionado el mundo más que las teorías de Einstein.

El impuesto de capitación en Persia era bastante diferente del impuesto de capitación


en Egipto, tal vez porque la economía egipcia se basaba en la tierra y el impuesto sobre
la tierra era la fuente principal de ingresos. Persia era una nación comerciante, de modo
que los impuestos comerciales eran más importantes. El impuesto de capitación en
Persia era revisado para que cayera fuertemente sobre el comercio. Los comerciantes
pagaban un impuesto de capitación anual igual al 10 por ciento del valor de su inventario
de comercio. El impuesto también caía sobre los campesinos y artesanos; fue diseñado
para gravar la riqueza comercial de la nación en una base proorcionada, es decir, sobre
la capacidad del tributario de pagar. Había tasas mínimas para los pobres y límites fijos
máximos para lor ricos, que permitía a un comerciante pudiente pagar el máximo y
evitar una auditoría y evaluacón.

Los musulmanes continuaron la práctica persa de sellar un recibo de impuesto con tinta
indeleble sobre el cuello del tributario. Los historiadores judíos objetaban esta práctica
porque era humillante, lo que sí era, pero tenía algunas virtudes. El recibo indeleble de
impuestos sobre el cuello del tributario era un excelente registro de impuestos.
Aseguraba al tributario contra el doble pago y era su pasaporte personal para un viaje
seguro. Un recibo de impuestos que se perdiera o se extraviara podría crear serios
problemas. Los arqueólogos han desenterrado una carta de un desfortunado viajero
judío que se quedó varado porque había perdido su recibo de impuestos. La carta es
una súplica desesperada a su familia para que le envíen otro recibo de impuestos para
que él pudiera volver a casa. El recibo de impuestos era el pasaporte para los no
creyentes en el mundo islámico. Sin él, el viajero podría correr gran peligro.

La historia de la conquista de Iraq nos proporciona más luz sobre la falta de orden y
uniformidad en el impuesto de capitación. Cuando los musulmanes llegaron a Iraq
atacaron la sede del gobernador romano e ignoraron otras ciudades. Sabiamente
razonaron que si ellos podían tomar la ciudad capital y echar al gobernador romano todo
el país caería en sus manos. Ellos sitiaron la ciudad, y una noche el gobernador romano
y sus seguidores se escaparon a las montañas. Todo lo que quedó fue una población
árabe nativa.

En el tratado de paz negociado con el pueblo árabe restante, los musulmanes fueron
muy gentiles. Primero les ofrecieron un tratado donde el impuesto no sería más de lo
que ellos pudieran pagar. Los árabes locales no iban a someterse a un sistema de
impuestos tan incierto. Los registros antiguos dicen que, ‘La gente del pueblo sabía que
ellos tenían en su posesión propiedades e ingresos que desaparecerían si convenían en
pagar cualqueir otra cosa que no fuera una cantidad fija.’12 Cuando el comandante
musulmán vio qué tan determinados estaban y la fortaleza de sus defensas, él aceptó
sus términos, y la ciudad cayó bajo el gobierno islámico.

Otras partes de Iraq vecinas a la frontera con Persia fueron tratadas de forma diferente.
Cuando el país cayó por primera vez en manos musulmanas, el impuesto de capitación
fue fijado a un dinar más una cantidad de trigo, aceite, y vinagre. Los gobernantes
musulmanes sucesores estaban impresionados con la facilidad con la que se podía
amasar riqueza a través de los impuestos, de modo que aumentaron grandemente el
impuesto. Aquí está una historia (A.D. 637-641) de cómo lo hicieron:

Encontrando que los impuestos cobrados eran insuficientes, contó las cabezas de la
población. Asumiendo que todos trabajaban con sus manos, hizo un estimado de sus
ganancias anuales, dedujo lo que gastaban en comida, condimentos y ropa, y dedujo los
días de fiesta durante el año. Después encontró que a todos les quedaban cuatro
dinares. Por lo tanto, fijó su impuesto de capitación para todos ellos, tratándolos a
todos igual… Después gravó las tierras en proporción a la cercanía o lejanía. Gravó un
dinar sobre 100 jaribs (como tres acres) de tierra cultivada si estaba cerca, y la misma
cantidad sobre 200 jaribs si estaba lejos. También gravó un dinar sobre 100 brotes de
vides y olivos si estaban cerca, o 200 olivos si estaban lejos. El llamó lejos lo que era un
día de viaje o más, y cerca, aquello que estaba a menos de un día de viaje.
Siria y Mosul fueron gravados de la misma forma.13

En alguna fecha posterior se instituyó un impuesto progresivo en Siria y Egipto. Las tasas
eran de cuatro, dos, y un dinar, dependiendo de la habilidad de cada uno. Este sistema
de tres etapas prevaleció por más de quinientos años. Las tasas cambiaran de cuando
en cuando, pero el sistema de tres etapas continuó en aproximadamente las mismas
proporciones. En estas áreas el impuesto era gravado sobre todos los hombres arriba
de la pubertad (quince años). Había exoneraciones para trabajadores del gobierno y de
la milicia, sacerdotes, ermitaños, enfermos, y probablemente para cualquiera atrapado
en tiempos difíciles.

Es difícil generalizar sobre el impuesto a la tierra (kharaj). Algunas autoridades insisten


que fue abolido para los creyentes al igual que el impuesto de capitación y que las
palabras con frecuencia eran usadas indistintamente. No hay ninguna duda de que el
impuesto a la tierra era aplicable a todos después del primer siglo de la era islámica. La
conversión en masa de poblaciones nativas al Islam drenó un gran porcentaje de todos
los tributarios. Los impuestos y diezmos para los pobres musulmanes no eran
suficientes para mantener el reino. La avaricia de los sultanes y califas exigía que todas
las fuentes de ingreso fuesen explotadas al máximo, de modo que la inmunidad de
impuestos religiosos murió y el impuesto a la tierra de nuevo cayó sobre los campesinos.
Los impuestos fuertes se convirtieron en el orden del Islam conforme el día de una nueva
era de bondad en los impuestos pasó a la oscuridad.

El mundo islámico alcanzó sus límites cuando conquistó España. Los Pirineos fueron una
barrera que no pudieron penetrar con éxito. Los historiadores han dicho que las
montañas eran demasiado formidables. También es muy probable que no fuesen las
montañas para nada. El imperialismo islámico se empantanó en España porque en esa
región su sistema de impuestos se volvió más corrupto. Aquí pongo un recuento
temprano sobre la causa de la falla del Islam en España:

Ja’far ibn Yahya dijo, ‘El impuesto a la tierra es el poste de la tienda del reino. Por justicia
se vuelve grande, por opresión se vuelve mezquino.
‘La forma más rápida de arruinar un paíse, la falta de uso de la tierra cultivada, la
destrucción de sus súbditos, y el cese del impuesto a la tierra sea por tiranía y extorción.
Un gobernante que grava a sus tributarios hasta que ya no pueden cultivar la tierra es
como aquel que corta su propia carne y la come cuando tiene hambre. Crece más fuerte
en una parte y más débil en otra, y el dolor y la debilidad que se provoca a sí mismo es
mayor que el dolor del hambre que remedia. El que grava a sus súbditos más allá de su
capacidad es como aquel que cubre su techo con tierra de los cimientos de su casa. El
que hace un hábito de cortar el poste de la tienda la debilitará y la tienda caerá. Si los
granjeros se vuelven débiles, no pueden cultivar la tierra, y la abandonan. Entonces la
tierra se arruina, el cultivo se debilita, y el impuesto baja. Esto lleva a la debilitación del
ejército, y cuando el ejército se debilita, los enemigos codician el reino.
‘Escuché algunos de los ancianos de España, del ejército [jund] y otros, que decían que
los musulmanes eran victoriosos sobre sus enemigos y sus enemigos eran débiles e
inferiores eimpre y cuando los campesinos que pagaban impuestos fuesen tratados con
bondad… la tierra fuera distribuida y asignada al ejército en forma de ‘iqta. Ellos la
explotaban y trataban con bondad a los campesinos y los cuidaban como un
comerciante cuida a su mercadería. La tierra floreció, había mucho dinero, y los
ejércitos estaban bien aprovisionados con equipo y forraje y armas más allá de lo que
necesitaban. Así era, hasta que en sus últimos días Ibn Abi Amir volvió a introducir una
paga fija mensual para el ejército, tomó el dinero por la fuerza, y envió a recaudadores
de impuestos a la tierra para cobrarlo. Devoraron a los súbditos y malversaron su dinero
y los agotaron, de modo que los súbditos huyeron y no pudieron cultivar la tierra. Los
ingresos que llegaban al Sultán disminuyeron, los ejércitos se volvieron débiles, y el
enemigo se volvió fuerte en contra de las tierras de los musulmanes y secuestró muchas
de ellas. Los musulmanes siguieron siendo inferiores y el enemigo victorioso.’14

El recuento anterior explica el por qué el imperialismo islámico se estancó en occidente.


Fue escrito hace mil años y la sugerencia moderna de que las montañas eran una barrera
formidable no entra en la imagen. La máquina imperialista musulmana se volvió
corrupta y opresora y retrasó el crecimiento del Islam.

Utra causa del descontento español con los impuestos musulmanes puede haber sido la
introducción de un impuesto al consumo del 5 por ciento, tal vez el primer impuesto al
consumo del mundo. Desafortunadamente no sabemos prácticamente nada sobre este
impuesto hasta que surgió en la España Imperial algunos siglos más tarde.
El gobernador en jefe espiritual y temporal del Islam era el califa, sucesor de Mahoma y
déspota oriental. Mahoma no tuvo tal puesto en mente cuando predicaba su simple
religión austera en el mundo con su mensaje de hermandad universal. Los califas y
sultanes eran difícilmente hermanos del árabe común.

Los califas desarrollaron un extravagante apetito por cortes espléndidas, harenes


enormes, incrustaciones de oro, plata y joyas. La riqueza de un impuesto fácil los
corrompió más allá de toda la imaginación. En su lujuria por riquezas los califas dieron
el paso fatal de subcontratar la recaudación de impuesto a sus gobernadores locales
(sultanes) y generales, con una suspensión del 20 por ciento, lo que dejaba 80 por ciento
para el gobernador local. La enfermedad de la extravagancia infectó a estos jefes
fiscales locales tanto como al califa. Con el tiempo desarrollaron cortes y riquezas que
rivalizaban con las del califa.

El primer defecto fatal en la estructura del imperio islámico fue su sistema de impuestos.
La falta de control sobre los impuestos volvió al califa en un jefe espiritual con poco
poder temporal. Si el control de auditoría efectivo el sultán local se quedaba con la
mayoría del dinero de los impuestos para su extravagancia personal y el 20 por ciento
del califa era probablemente menos del 5 por ciento.

La corrupción forjada por demasiada riqueza de impuestos fue el segundo defecto fatal
en el mundo islámico. El descontento por los impuestos se propagó a todo el imperio
conforme los avariciosos sultanes exigían más y más impuestos de sus súbditos. Los
ejércitos islámicos ya no traían liberación de los impuestos opresivos. Evolucionaron a
convertirse en adjuntos de los jefes fiscales locales y trajeron sufrimiento físico cruel a
la población local, infieles y creyentes por igual. La igualdad fue introducida al sistema
de impuestos – no una igualdad de justicia para todos, sino más bien la igualdad de
opresión para todos. Esta clase negativa de igualdad infectó mucho del mundo
comunista en este siglo.

En Egipto el sultán local trató de aumentar los impuestos en un 5 por ciento y disparó
una importante revuelta. Como respuesta a su solicitud de más impuestos, un valiente
asesor dijo al sultán que él no podía pedir más impuestos del pueblo cuando ‘la esposa
del sultán llevó puesto el día de la circuncisión de su hijo un vestido que valía 30,000
dinares, y ese es solamente un vestido y una esposa!’15 De paso, un dinar originalmente
era una moneda de oro de considerable valor en el mundo musulmán. El impuesto de
capitación anual no era una pequeña suma, de modo que el vestido de 30,000 dinares
debe haber rivalizado con el suntuoso vestuario de los monarcas más ricos de Europa y
de los emperadores de Roma.

Un aspecto ignorado hasta ahora de la historia musulmana, y tal vez la clave para el
fenomenal crecimiento del Islam fue el uso de los impuestos como incentivo a la
conversión. La política fiscal musulmana era la herramienta de proselitismo más grande
que el mundo religioso haya conocido nunca. Los escritores cristianos del pasado han
influenciado nuestras historias y han explicado el crecimiento musulmán – y excusado
el colapso de la cristiandad – como consecuencia de una sentencia de muerte islámica
mal entendida para los no creyentes. Los eruditos ahora reconocen que esa no fue la
historia real:

Las presiones sobre ellos para convertirse no vinieron de la ‘espada’ como los polemistas
cristianos antes mantenían, sino de la bolsa: los cristianos y los judíos pagaban un
impuesto especial del cual estaban exonerados los musulmanes.16

La mayoría de árabes y conversos de ese entonces eran cristianos; muchos eran


analfabetas y no se esperaba que leyeran y comprendieran el Corán – pero ninguno de
ellos era tan analfabeta que no pudieran comprender las matemáticas sencillas de
ningún impuesto versus el impuesto a la tierra y de capitación gravados en contra de los
no creyentes. La cristiandad casi se desapareció del mundo islámico.

Después de unos pocos siglos todo esto cambió, y los creyentes y los no creyentes por
igual fueron atrapadso en el cepo de mpuestos de los avariciosos sultanes. La carga
anual de un dinar de oro fácilmente se movió hacia arriba a cuatro dinares. Un ministro
musulmán arguyó que un impuesto a capital de dos tercios del valor de todos los activos
de cristianos y judíos por igual sería bueno para el imperio. Al final, un impuesto a la
cosecha del 25 por ciento e impuestos de capitación relativamente pesados pusieron
grilletes a todo el mundo. Conforme los impuestos subieron y se propagaron a los
creyentes, la expansión del imperio comenzó a descender. Esto difícilmente es una
coincidencia.

Aparte del pesado aumento en las tarifas de impuestos y en la base impositiva (todos
convirtiéndose en tributarios), la manera y método de recaudación se volvió más
opresiva. La jaliya era recolectada de tal manera que humillaban a los judíos y cristianos.
En Egipto tenemos el fragmento de un papiro que dice que el no creyente debe
inclinarse ante el recaudador de impuestos cuando paga su impuesto, y que después él
debe recibir un golpe en el cuello, y un guardia que esté parado a su lado ‘debe llevárselo
por la fuerza.’17 Los musulmantes habían llevado al mundo justo a donde estaba antes
de que ellos llegaran al escenario. Solamente los nombres habían cambiado. Los
recaudadores musulmanes terminaron rivalizando con los peores del Imperio Romano.
Tal vez esta imagen de los jefes de impuestos musulmanes (visires) escrita hace siglos
ilustre mejor el producto final de su sistema de impuestos:

Eran unos sinvergüenzas crueles, inventores de miles de injusticias, arrogantes y


presuntuosos… Eran el flagelo de su era, siempre con un insulto sin razón listo en sus
bocas. Su existencia, pasada exclusivamente en oprimir al pueblo de su tiempo, era una
desgracia para la humanidad.18
14
Impuestos Medievales: Cuando los Tributarios
Tenían a Dios de su Lado

Dios seguramente castigará a quien vuelva a instituir un viejo impuesto, ya que ese
mismo día, el hijo del hombre que volvió a instituir el impuesto a la tierra pescó una
fiebre y murió tres días después.
--Papa San Gregorio I, Diálogos, circa A.D. 600

Después del colapso de Roma, los pequeños campesinos y artesanos continuaron


rindiéndose ante grandes terratenientes y jefes militares, solamente que en este
momento el proceso fue motivado por la anarquía y el desenfreno que prevalecía en el
campo. Lo que comenzó como un movimiento para cambiar la esclavitud de los
impuestos por esclavitud se convirtió en una forma de vida para la supervivencia en un
mundo feudal.

El sistema feudal se basaba en el contrato. Al principio, pocos ingresos se generaban


por el contrato feudal, que era un arreglo entre tres partes siendo Dios la tercera parte.
Las disposiciones de impuestos en los contratos feudales no se podían alterar. El rey de
Tours, por ejemplo, hizo un pacto que él ‘no cargaría al pueblo con nuevos imuestos’
(muy parecido a un político moderno). Un conde en su reino impuso un nuevo impuesto
de capitación sin el conocimiento del rey. Una crónica temprana registra lo siguiente,
‘el rey estaba horrorizado’ y temía la ira de Dios por haber roto su pacto. El rey destruyó
el nuevo registro de impuestos, reembolsó todos los impuestos pagados, y se arrepintió
por su pecado.1

Las acciones del rey de Tours eran comprensibles. Los tributarios en la Edad Media
tenían a Dios de su lado. Hoy día, estamos supuestos a tener la Constitución de nuestro
lado, pero viendo en retrospectiva, yo creo que los tributarios en ese entonces tenían
un arreglo superior. Ellos tenían una clase de economía divina del lado de la oferta. Una
de las enseñanzas regligiosas en el mundo medieval era que el rey que ponía demasiados
impuestos incurría en pecado, y sería castigado por Dios. El rey de Tours estaba viendo
por su prosperidad cuando reembolsó el impuesto excesivo, ya que el otro aspecto de
sus creencias era que el rey que imponía impuestos de forma modesta y justa sería
bendecido con hijos, riqueza en sus dominios, y fortuna en su tesorería. 2

No es eso lo que los economistas de la oferta nos dicen que harán las leyes de la
economía? En el mundo medieval eran las leyes de Dios que crearían la prosperidad,
pero en realidad existe una diferencia?
Los impuestos medievales con frecuencia se basaban en un pacto entre los gobernantes y sus
súbditos, siendo Dios una tercera parte importante. El cobro excesivo de impuestos era un
pecado contra Dios. Para castigar este pecado y purgarse de la culpa, los gobernantes tales como
Guillermo el Bueno de los Países Bajos ejecutó a los recaudadores errantes. Este retrato gráfico
de dicho castigo, La Administración de Justicia por Guillermo el Bueno, es la única obra maestra
sobreviviente del pintor holandés del siglo diecisiete Nicolaas van Galen. Está en el
Ayuntamiento en Hasselt, Overijssel.

El conde que gravó el impuesto de capitación no autorizado que molestó al rey de Tours
probablemente escapó mucho mejor que un recaudador bajo Guillermo el Bueno de los
Países Bajos, quien cobraba impuestos excesivos del pueblo bajo su dominio. Guillermo
hizo decapitar al recaudador. Una pintura de uno de los grandes maestros holandeses
de esta ejecución puede encontrarse hoy día en el Ayuntamiento en Hasselt, Overijssel,
en los Países Bajos.

Las medidas duras y punitivas en contra de impuestos nuevos o excesivos tuvieron su


origen en el Edicto de París de A.D. 614, algunas veces comparado con la Magna Carta.
Este era un tratado entre reyes rivales en el reino francés que se extendía sobre la
mayoría de Europa del norte, abarcando Francia, los Países Bajos, y Alemania. Hubo una
gran asamblea nacional para reorganizar el reino. Lo que es importante es la siguiente
disposición en el edicto en contra de todos los nuevos impuestos:

En todos lados, donde un nuevo impuesto ha sido introducido perversamente y ha


incitado al pueblo a la resistencia, el asunto será investigado y el impuesto será abolido
compasivamente.3

La fuerte prohibición medieval en contra de cualquier ‘impuesto inaudito’ o un exactio


inaudita tiene sus raíces en este edicto, que podría ser descrito como la primera
constitución en la Europa medieval. Después de ello, cualquier acusación de que un
impuesto era exactio inaudita era suficiente para vencer a casi cualquier impuesos. La
efectividad de esta prohibición sin duda tiene su fortaleza en la posición que Dios jugaba
en las constituciones y pactos medievales.
Uno de los últimos reyes del reinado franco se llamaba Dagoberto. Veinticinco años
después del Edicto de París, un santo de este período cuenta una historia que indica la
fuerza que el edicto tuvo en la vida medieval, especialmente cuando uno se da cuenta
que Dagoberto era uno de los reyes más poderosos en gobernar sobre la mayor parte
de Europa occidental. El santo dice que Dagoberto fue motivado por la avaricia y ordenó
a un rufián ‘el hacer mucha perversión,’ es decir, gravar impuestos. Sin una onza de
misericordia impuso un impuesto de capitación sobre el pueblo en Bourges
(aproximadamente cien millas al sur de París), una medida que era ‘contraria a lo
acostumbrado.’ El resto de la historia está registrada como sigue:

Los habitantes, llenos de repugnancia, acudieron rápidamente en gran multitud al


hombre de Dios [el Santo], suplicándole con lamentaciones y llantos confusos que por
favor los ayudara. Movido por la compasión, pero incapaz de actuar por sus sollozos y
lágrimas, Sulpicio [el santo] ordenó un ayuno de tres días y suplicó a la Divina
Providencia que ayudara a su pueblo oprimido. Después envió a uno de sus secretarios
al rey para pedirle por gracia real con toda humildad con lágrimas y lamentaciones, que
diera su asistencia en contra de los actos perversos. Horrorizado, el rey [Dagoberto
había muerto y un nuevo rey estaba en el trono] ordenó que el impuesto fuera
descontinuado y los ya compilados libros de impuestos fueran abolidos
inmediatamente. Y el pueblo de Bourges, liberado de esta carga, todavía viven hoy en
su antigua libertad.4

Este es el último registro que tenemos de un impuesto de capitación que fuera gravado
en este período de la historia medieval. Los pocos escritos sobrevivientes de este
período contienen información limitada sobre la cual los eruditos no se ponen de
acuerdo. Montesquieu en su obra El Espíritu de las Leyes (1751) nos da unas luces sobre
este período.5 Fue un fuerte período anti impuestos que igualaba la libertad con los
impuestos, un concepto que dominaba el pensamiento de los fundadores de los Estados
Unidos. Un cronista de este período resumió su creencia: un hombre es libre solamente
si su nombre no aparece en un registro de impuestos.6 Con esta clase de pensamiento,
los reyes que necesitaban ingresos tenían que recurrir a contribuciones voluntarias. No
solo los impuestos estaban fuera de la cuestión, aún los antiguos impuestos romanos
directos a la tierra o a las personas no iban a ser tolerados.

La mano de Dios no se encontraba solamente en los documentos fiscales medievales,


también produjo milagros para proteger a los tributarios de exacciones no autorizadas.
En Los Milagros de San Benedicto, A.D. 875, escrito por un monje en la Abadía de Fleury,
se registra la siguiente historia:

Este muy sagrado monasterio [Fleury] ha recibido de los reyes francos el derecho,
escrito en una escritura formal, de hacer que cuatro naves zarpen sobre el Loire cada
año, exoneradas de cualquier impuesto que se deba pagar a la tesorería. Al momento
de conde mencionado arriba [Raho], una de estas naves había zarpado hasta Nantes
para recoger una carga de sal. Al regreso había parado en las ciudades y puertos que
quedaban en su ruta de travesía, y gracias a la protección de la carta real, no había
encontrado ningún problema. Finalmente llegó a Orleans. Los recaudadores de peaje
de esta ciudad detuvieron la nave y exigieron que el capitán pagara el peaje. El capitán
los refirió a la exoneración otorgada por el rey. Sin embargo, el recaudador hizo caso
omiso de la carta real y como pago al tesoro, confiscó la nave y su carga de sal y la confió
al capitán del puerto de modo que fuera embargada junto con las otras naves. Esto
sucedió un día domingto. Sin embargo, a la hora tercera del día cuando todos estaban
asistiendo a misa, nuestra nave, bajo vigilancia junto con las otras naves confiscadas en
el puerto, de repente estaba fuera del puerto, sin la intervención de ningún remero
humano; alcanzó la mitad del Loire, donde la corriente es más fuerte. Y navegando
contra corriente, alcanzó la Puerta de las Aguas que hasta hoy día se llama ‘La Puerta de
San Benedicto’ y atracó allí.7

Al principio, el dinero no era abundante en el sistema feudal. Cada señor se sostenía a


sí mismo de su propio dominio. Los reyes tenían la otra ventaja de recibir dinero aparte
del sistema: multas, honorarios de vigilancia, peajes sobre el comercio, y un pago
especial cuando el hijo mayor de un vasallo se convertía en caballero o su hija contraía
matrimonio. Los reyes y señores eran agentes de matrimonio y recibían un honorario
por sus servicios. Una mujer inglesa noble pagó cuatro libras y una marco de plata (ocho
onzas) ‘para que ella no se casara exceptuando con alguien que ella quisiera.’8 Otro
hombre noble dio al rey 20,000 marcos para casarse con Isabel, Condesa de Gloucester.9
Isabel obviamente tenía los activos correctos. Lo que no es tan obvio es por qué una
dama inglesa dio al rey doscientas gallinas ‘para que le diera permiso para dormir con
mi esposo Hugo de Nevill por una noche.’10 Uno se pregunta de qué se trataba todo
eso.

Los réditos medievales no estaban diseñados a financiar grandes operaciones militares.


La historia de la civilización en ese entonces se enfoca en gran medida sobre las luchas
de reyes medievales por dinero para pelear guerras causadas por la colisión de reinos
en expansión.

Los reyes y gobernantes también tenían que tratar con Dios en el asunto de impuestos
a la iglesia. Las iglesias estaban exoneradas, y esto incluía las tierras de la iglesia. Los
monaterios y abadías se extendían por todo el campo, y con frecuencia tenían tierras
vastas y ricas, que no podían ser gravadas. Como observamos, los peajes por puentes y
caminos con frecuencia estaban exonerados para los clérigos, lo que estimuló a muchos
comerciantes ingleses a viajar a través de Europa del norte disfrazados como peregrinos
o clérigos en excursiones religiosas. Así la exoneració de impuesto a la iglesia que
sobrevive hoy día, que con frecuencia es mal utilizada por imitadores religiosos falsos,
es un plan de evasión tan antiguo, por lo menos, como la Edad Media.

Así los gobernantes en la Europa medieval estaban frustrados por un suministro limitado
de tributarios y por la impropiedad de instituir nuevos impuestos en contra de sus
súbditos. Cuando vieron a su alrededor en busca de nuevas fuentes de impuestos, la
única fuente de riqueza abundante que no tenía a Dios de su lado, es decir, fuera de la
ley, era la riqueza judía. Sin la mano protectora de Dios, y con una base de imuestos
inflexible, los judíos fueron presa fácil para los gobernantes de Europa. De hecho fueron
la única presa fácil en el pueblo.

Finalmente, todas las personas y propiedades dentro de las tierras y tenencias de la


iglesia eran como los egipcios de tres mil años antes, sujetos a impuestos por los
gobernantes de la iglesia -- especialmente los obispos y arzobispos. Estos clérigos
poseían gran poder e influencia en la Europa medieval. Su poder se basaba en sólidas
facultades de gravar impuestos, iguales o mayores a las facultades de gravar impuestos
de los reyes y nobles.
15
Los Judíos: En Camino a la Solución Final

Siempre y cuando uno pone sus ojos sobre las comunidades judías de la Edad Media, el
observador siempre encuentra a los judíos en las garras de recaudadores de impuestos
extorsionadores.
--Israel Abraham, La Vida Judía en la Edad Media

En la Edad Media los judíos jugaron un papel crucial en la civilización occidental. El


capitalismo moderno y la banca probablemente se desarrollaron de dinero y prácticas
comerciales judías.1 Además, los judíos acarreaban la antorcha del aprendizaje y
conocimiento en este período tan difícil. La sabiduría de los ancianos -- sean hebreos,
griegos, o romanos -- fue preservada a través del Oscurantismo por la comunidad judía.
Los hombres sabios de ese período se encontraban en las sinagogas, no en los
monasterios. Aún cuando puede ser una sorpresa para la mayoría de lectores, la
sociedad judía medieval era clasificada por su educación, no por su riqueza; los judíos
eran eruditos primero y comerciantes después. La educación de los cristianos estaba
restringida al dogma religioso y produjo una distorción grotesca de la realidad, y para
aquellos que se aventuraban fuera del dogma aceptado existía el prospecto de ser
quemado en la hoguera.

Los judíos proporcionaron el personal para administrar la mayoría de gobiernos. Fueron


el único pueblo con un equilibrio en su educación. Los cristianos, aún los así llamados
educados, usualmente eran incompetentes en asuntos de comercio. La sabiduría del
mundo era una prerrogativa exclusiva de la comunidad judía.

Los judíos prosperaron con el monopolio que disfrutaban en la banca y el comercio, y


esto los hizo objetivos naturales de los impuestos. Cada gobernante cristiano cobraba
impuestos especiales de los judíos durante todo el período medieval. Esta práctica
continuó en la mayor parte de Europa hasta el tiempo de Napoléon. A los malos
impuestos que producen ingresos les cuesta morir.

Los impuestos especiales en contra de los judíos comenzaron con el fiscus judaicus del
Emperador Romano Vespasiano en A.D. 72. Este impuesto judío especial rue abolido
por Juliano en A.D. 326, y pronto después de ello envió esta carta a todas las
comunidades judías en el Imperio Romano.

En el pasado, por mucho la cosa más gravosa en el yugo de su esclavitud ha sido el hecho
que ustedes estaban sometidos a… para contribuir una cantidad incalculable de dinero
a la cuenta de la tesorería. De esto yo acostumbraba ver muchos casos con mis propios
ojos, y he aprendido de más, encontrando los registros que son preservados contra
ustedes. Además, cuando un impuesto estaba a punto de ser gravado sobre ustedes de
nuevo yo lo evité… y tiré al fuego los registros contra ustedes que habían sido
almacenados en mi escritorio. [Juliano entonces dice cómo mató a los oficiales romanos
que trataron de hacer valer el impuesto a los judíos.]
Y dado que yo deseo que ustedes prosperen todavía más, he advertido… que la carga
que se dice que existe entre ustedes debe ser prohibida, y que nadie ya tiene el poder
de oprimir a las masas de su pueblo con dichas exacciones.3

Aún cuando los sucesores de Juliano abolieron la mayoría de sus reformas, no revivieron
el impuesto especial en contra de los judíos. Juliano tuvo la sabiduría de destruir todos
los registros relacionados con este impuesto, así como a todos los recaudadores de
impuestos. Un procurador especial administraba este impuesto junto con un personal
especializado que estaba fuera de la burocracia fiscal regular. Cuando Juliano
exterminó a los proponentes de este impuesto, el procurador especial junto con su
personal clave fueron probablemente los primeros en irse. El exterminio siempre ha
sido la forma más efectiva de librar a la sociedad de un grupo político indeseable. En el
siglo veinte los comunistas han usado esta técnica con gran éxito.

Los impuestos judíos especiales fueron introducidos de nuevo en A.D. 813 por Luis el
Piadoso, el hijo de Carlomagno. Era un modesto dispositivo de ingresos al principio,
pero como todos los impuestos sin represnetación, rápidamente escaló. Toda vez
impuestos discriminatarios son gravados en contra de una minoría despreciada,
solamente es una cuestión de tiempo antes de que se vuelvan opresivos. Impuestos sin
alguna forma concreta de restricción no conocen límites. La historia de impuestos a los
judíos es una ilustración maravillosa de ese principio. Un historiador medieval resumió
la situación fiscal de los judíos con estas palabras: Siempre y cuando uno pone sus ojos
sobre las comunidades judías de la Edad Media, el observador siempre encuentra a los
judíos en las garras de recaudadores de impuestos extorsionadores.’3

Los judíos se convirtieron en un pueblo diseminado después de que los romanos


dividieron su país en el siglo primero A.D. El término ‘judío errante’ describe al pueblo
judío después de ese entonces. En general, el judío errante estaba buscando un hogar
después de haber sido esquilmado de todas sus posesiones por algún voraz recaudador
de impuestos y puesto en camino. Eran erantes debido a los sistemas extorsionadores
de impuestos que los llevó al exilio.

En el mundo antiguo los judíos eran principalmente agricultores. En los tiempos


medievales sus vidas se centraban en el comercio y la banca. Este cambio en la empresa
judía se origina de su ostracismo de la agricultura y comercios y artesanías por parte de
las comunidades cristianas medievales. Por ley, los judíos eran obligados a realizar los
trabajos socialmente indeseables en la sociedad. Eran recaudadores de impuestos,
verdugos, y los hombres de dinero de la comunidad. Todas las tareas odiosas eran
pasadas a los judíos. Demás, la propiedad de la tierra siempre es insegura en vista de
los opresores impuestos. La tierra puede ser confiscada fácilmente por el recaudador
de impuestos; el oro y las joyas pueden ser escondidas en la tierra. El papel comercial
todavía es más seguro. Cuando los judíos fueron expulsados de España, había tantas
granjas judías en el mercado que una podía ser comprada por una pieza de lino. En
Francia, después de la expulsión judía en A.D. 1306, un hombre compró más de
cincuenta casas judías por una miseria. El conde y el obispo local exigieron que el
hombre compartiera su buena fortuna con ellos. El suertudo comprador dio al Conde
cinco mil livres (una livre era originalmente una libra de plata), dos de las casas, y un lote
de tierra cultivable. El obispo también recibió una gran suma de dinero.
Pronto fue obvio a los judíos que ellos no debían poner sus activos en la tierra. La forma
más segura de mantener la riqueza durante tiempos precarios es en forma movible y de
preferencia de tamaño pequeño que pueda esconderse. Los recaudadores de
impuestos, monarcas y ladrones pueden ser frustrados cuando la riqueza sea escondida
en la tierra. La mayoría del tesoro enterrado de la Edad Media fue probablemente judío.
El movimiento de la empresa judía al dinero y banca fue útil para ambos lados. Llenó
una necesidad económica para la comunidad cristiana y sirvió para las necesdiades de
seguridad de la comunidad judía.

El judío errante se convirtió en una clase de rebelde a los impuestos, pero no era del
tipo violento, como sus antiguos antecesores. Parecía haber aprendido de las fallas de
sus ancestros rebeldes. ES mejor un tributario astuto que un rebelde muerto. Tal vez
había un instinto de supervivencia, diciéndole a los judíos que manejaran sus opresivas
cargas de impuestos de una manera pacífica. Históricamente, los antiguos reinos de
Israel y Judá fueron destruidos por revueltas infructuosas por impuestos. Los judíos
aprendieron a ser astutos en lugar de militantes, y con esa astucia sobrevivieron.

El evitar impuestos no siempre fue una sabia política. Cuando el califa de Bagdad ofreció
eliminar todos los impuestos judíos especiales, el principal banquero judío en la
comunidad se opuso a dicha drástica reducción de impuestos con esta respuesta: ‘A
través del impuesto el judío asegura su existencia. Al eliminarlo, le daría mano libre al
populacho para derramar sangre judía.’4 Con frecuencia los judíos eran tolerados
porque eran propiedad valiosa y realizaban servicios necesarios. Los judíos
sobrevivieron porque eran una fuente rápida de efectivo fácil para los gobernantes de
la mayoría de comunidades. Los judíos sintieron eso y pagaron sus impuestos como
dinero de protección y un boleto a la sobrevivencia.

Aún así, y aún cuando los judíos pagaron sus impuestos existía el peligro de exterminio.
Cuand los impuestos alcanzaron niveles indignantes, todo lo que ellos podían hacer fue
apelar a la consciencia del rey, pero cuando los impuestos son el problema, aún hoy día,
la consciencia del soberano es como un pedazo de queso suizo -- lleno de agujeros!

Había un montón de impuestos judíos para sostener a la comunidad cristiana. Los


impuestos de capitación eran los más onerosos, junto con impuestos a la riqueza y
tallages arbitrarios que eran gravados siempre que el gobierno estaba escaso de fondos.
Las costumbres religiosas pagan impuestos: matrimonios, entierros, vinos, comida
Kosher, y parafernalia religiosa. Había impuestos de coronación, impuestos de marina
(en España los judíos tenían que proporcioanr las anclas para todas las naves nuevas),
impuestos de protección (para los militares), impuestos para la diversión pública (para
pagar a los artistas del circo), impuestos especiales para los judíos cuando usaban las
carreteras, puentes, y aún cuando entraban y salían de mercados y ferias cristianos. Se
llamaba a los judíos para ayudar con las cargas financieras de las Crusadas, y eran
obligados a financiar las construcciones de iglesias. En breve, siempre que se necesitaba
dinero, los judíos eran el objetivo principal del sistema de impuestos.
A pesar de estas pesadas cargas, los judíos fueron capaces de vivir con ellas y aún
enriquecerse. Se convirtieron en los banqueros y hombres de dinero de Europa. Las
tasas de intereses usualmente estaban alrededor del 20 por ciento. Para evitar el cargo
de usura, con frecuencia tenían que estructurar un pre´stamo en forma de una venta,
arrendamiento, o empresa conjunta. Aún cuando el interés era ilegal, los prestatarios
no tenían elección sino pagar si querían un préstamo. El estado pecaminoso e ilegal de
los intereses está obligado a haber aumentado la hostilidad cristiana y musulmana hacia
los judíos.

Los judíos no deben ser compadecidos por su estado de parias y oprimidos en la Edad
Media. Eran el pueblo más libre en el mundo en ese entonces. Al ser parias de la
sociedad cristiana, no estaban sujetos a la serfidumbre y rigidez depresiva del
feudalismo. Los pesados impuestos eran el precio que pagaban por la liberad que
disfrutaban.

El sistema de rentas internas de los judíos medievales era un ancestro de nuestras


modernas prácticas progresivas de impuestos. Para distribuir equitativamente las
cargas de impuestos sobre la comunidad judía se desarrollaron tres sistemas básicos.
Los impuestos judíos medievales eran algo como el tributo romano -- se esperaba que
la comunidad judía local evaluara y cobrara el rédito por sí misma. Con el tiempo se
desarrollaron tres métodos efectivos.

El primer método puede ser llamado paternalista. Un sabio miembro de la comunidad


judía era nombrado para evaluar a cada persona de tal manera que fuera justa y
equitativa. Se esperaba que los ricos pusieran una parte más grande de la deuda de
impuestos que los spobres, que usualmente eran exonerados junto con los rabinos,
médicos y maestros. Como la liturgia, el sistema era progresivo. Podíamos llamar a esto
el sistema de Aristides, porque un anciano estadista respetado asignaba las cargas de
impuestos entre todos los tributarios de acuerdo a su capacidad de pago.

El segundo método involucraba a un experto de impuestos o contador. La factura de


impuestosde la comunidad se dividía según principios contables. Todos pagaban su
parte, calculada con precisión matemática, después de ser entrevistados por el experto
en impuestos. Si el ingreso total y riqueza de la comunidad valía mil talentos y la factura
de impuestos era de cien talentos, entonces cada persona pagaba el 10 por ciento de su
riqueza para los impuestos adeudados. El sistema era proporcional.

El tercer método lo podemos llamar declarativo. Todos hacían una declaración de su


valía y la factura de impuestos entonces era dividida de forma proporcional entre todos
los tributarios en base a sus declaraciones. No se usaba un experto de imuestos. Era un
sistema de honor.

Nuestros modernos sistemas de rentas para gravar impuestos sobre la renta son una
combinación de todos los tres. El tributario comienza haciendo una declaración y
pagando el impuesto apropiado. Después de ello un experto en impuestos ve la
declaración y realiza una auditoría si la declaración tuviera un error. Además, añadimos
la característica progresiva del método paternalista, exceptuando que la capacidad de
pago es determianda por normas arbitrarias, establecidas por nuestros hacedores de
impuestos.

Shakespeare puede que nunca haya visto a Shylock, el principal personaje judío de
ficción en la literatura. En El Mercader de Venecia sus cualidades humanas eran únicas
en una era dominada por el anti semitismo. El podía sangrar, llorar, reír, y tener todos
los gozos y penas que los cristianos experimentaban. Shakespeare humanizó su
personaje judío para una audiencia inglesa que tenía poco, si alguno, contacto con los
judíos.5 En A.D. 1290, los judíos habían sido expulsados de Inglaterra por un monarca
católico; volvieron, cuatrocientos años después, después del tiempo de Shakespeare,
con el permiso de un rey protestante.

Los ingleses fueron unos de los primeros en expulsar a los judíos. Toda vez lo habían
hecho, la mayoría de líderes europeos hicieron lo mismo. Cuando los judíos estaban en
Inglaterra, el rey estableció una oficina especial de impuestos para manejar a los judíos.
Había registros especiales de impuestos y un Parlamento de los judíos para garantizar y
ayudar en la recaudación de varios impuestos a judíos.

Los impuestos regulares a judíos consistían de impuestos religiosos, impuestos


comerciales, impuestos de capitación e impuestos por defunción. El impuesto de
capitación era gradual -- los judíos ricos pagaban más que los pobres. El impuesto por
defunción era un tercio de los bienes. Pero el impuesto que paralizaba a la comunidad
judía era la tallage -- un cargo arbitrario en contra de los judíos invocado por el rey a su
voluntad. Con frecuencia era un impuesto a la riqueza, calculado sobre un porcentaje
fijo de la riqueza judía, como un tercio o una décima parte. Podía ser una suma fija,
como el tributo romano. Se justificaba moralmente porque los judíos adquirieron su
riqueza por ‘medios pecaminosos’, es decir, por medio de la banca y préstamos de
dinero. Legalmente se justificaba porque a los judíos se les consideraba propiedad del
rey, como sus siervos y campesinos reales. El rey simplemente estaba tomando lo que
era suyo. Cuando un hombre de la iglesia sugirió que el rey forzara a los judíos a entrar
a la iglesia, el rey se burló de la idea indicando que si los judíos se convirtieran en
cristianos, él ‘se libraría de una valiosa propiedad y solamente recibiría un súbdito a
cambio.’6 Como cristianos ellos estarían protegidos contra los cargos arbitrarios de
impuestos, por los estatutos medievales que limitaban los impuestos entre el rey y sus
súbditos cristianos.
Preservado en la Oficina de Registros Públicos, Londres, este dibujo viene de los registros de
impuestos a judíos de Inglaterra para el año 1233. Una ilustración extraña para registros de
impuestos, muestra a un judío rico, Isaac de Norwich, retratado con tres cabezas. Su esposa se
muestra abajo. Los demonios están mostrando el sufrimiento que él va a recibir. Norwich era
una de las sedes principales de los judíos en Inglaterra. Thomas Wright, en su Historia de
Caricatura (Londres, 1864, p. 176) dice que uno de los secretarios en la corte del rey dibujó esta
caricatura sobre uno de los rollos oficiales de impuestos donde ha sido preservada.

En Inglaterra se estableció un parlamento judío para aprobar cualquier impuesto a


judíos que el rey exigiera. El propósito principal del parlamento era hacer que los
hombres pirncipales en la comunidad judía fueran aseguradores de todo el cobro de la
tallage -- una reanimación del viejo sistema romano del decurión. Si el rey se ponía
impaciente y quería acelerar el proceso de cobro, pondría en prisión a los judíos más
ricos y a sus familias en la Torre Sangrienta. Toda vez los reyes de Inglaterra
descubrieron qué tan fácil era gravar y cobrar la tallage de los judíos, las necesidades de
ingresos de la Corona estaban solucionados. Los cristianos se establecieron a una era
de pocos impuestos mientras el monarca esquilmaba a sus siervos judíos de su riqueza.
Desafortunadamente, la avaricia de Enrique III y sus sucesores no tuvo límites por la
razón. El Rey Juan, por ejemplo, ordenó a un rico judío, Abraham de Bristol, que le
pagara diez mil marcos (un marco eran ocho onzas de plata). Cuando el hombre se
rehusó, John ordenó a su recaudador que le extrajera un diente cada día hasta que
efectuara el pago. El impuesto fue pagado después de siete días y siete dientes.
Después de ello, Abraham se suicidó. Por sesenta años la comunidad judía fue saqueada
hasta que los judíos eran un pueblo de indigentes. El Rey Eduardo, en 1290, ordenó que
los judíos dejaran Inglaterra, en parte porque ya no eran ‘una propiedad valiosa.’ La
razón principal puede haber sido por los cristianos. Los clérigos, barones, y plebeyos
hichieron una enorme oferta de impuestos al rey. Los antiguos registros indican que a
todos los cristianos la expulsión era ‘muy de su agrado.’ Por los siguientes 365 años se
prohibía ostensiblemente a los judíos poner un pie en suelo inglés. Su éxodo final fue
descrito por un historiador judío con estas palabras: ‘La expulsión debe haber llegado
como un alivio al pueblo orpimido, cuyas penas iban más allá de su resistencia.’ Puede
que haya habido poco alivio por la orden de expulsión, a pesar de lo que dice este
historiador judío. La orden estipulaba la confiscación de todos los artículos propiedad y
tierras que poseíann los judíos, y además decretaba que si se encontraba a cualquier
judío en Inglaterra en cualquier momento después de la fecha fijada para su expulsión,
serían ahorcados. El les permitió conservar suficiente dinero para el pasaje fuera de
Inglaterra, pero fueron robados de todos sus fondos en los puertos de embarcación. 7

Puede que los judíos no hayan estado tan indigentes como dicen los historiadores judíos.
Una economía judía clandestina, como hoy día, estaba en plena operación en la Europa
medieval, extrayendo la riqueza judía fuera de los países oprimidos a depositarios más
seguros.

Aún cuando puede ser que los nuevos impuestos no hayan estado disponibles al rey
frnacés debido a la prohibición medieval en contra del impuesto inaudito, el dispositivo
inglés de expulsión lograría la misma cosa, y haría un trabajo más exhaustivo que un
impuesto. En el nombre de Dios, ángeles, y santos, el rey francés Felipe el Hermoso
expulsó a los judíos de Francia, ostensiblemente por practicar políticas opresoras de
préstamo de dinero. Habiéndose ido los judíos, a quién harían el pago los prestatarios
franceses? Como un buen soberano, Felipe nombró guardianes reales para cobrar los
préstamos hechos por los judíos. Con los judíos fuera, el dinero legalmente pasaba a la
corona. Felipe debe haber estado orgullos de su ingenio -- él había sobrepasado a su
rival del otro lado del canal sin el uso de un impuesto, y en un tiempo mucho más corto.

El plan no funcionó bien. Los judíos eran buenos hombres de negocios que mantenían
contentos a sus clientes en el interés de una buena administración de negocios,
miemtras que los cobradores de la deuda del rey eran matones despiadados.
Finalmente, en 1315, debido al ‘claamor del pueblo,’ los judíos fueron invitados de
vuelta con una oferta de doce años de residencia garantizada, libres de interferencia del
gobierno. Los judíos volvieron, pero el sucesor del rey no hizo honor a su compromiso.
En 1322 los judíos fueron expulsados de nuevo.

Los judíos que escaparon de Inglaterra, Francia, y Europa central encontraros favor en
España. Por dos siglos y medio los judíos vivieron en paz en la España islámica bajo el
gobierno de los moros. Su bienvenida se volvió agria después de que los cristianos
tomaron posesión y expulsaron a los musulmanes. En 1942, solamente después de que
se les había otorgado un contrato lucrativo para cobrar impuestos para la Reina Isabel
se ordenó su expulsión. Un judío rico, con influencias con la reina, ofreció una gran suma
de dinero para cancelar la orden de expulsión. Cuando se supo la noticia de su oferta,
los que odiaban a los judíos compararon el trato con las treinta piezas de plata pagadas
a Judas Iscariote. La corona no tuvo más remedio que renegar. Había cientos de miles
de judíos en España. El éxodo que siguió fue tan horrible para el pueblo judío como el
Holocausto en la Europa de Hitler. El Rey de Portugal ofreció su tierra como santuario
por un impuesto per cápita de un ducado más 25 por ciento de la riqueza de los judíos
inmigrantes. Seis meses después él sacó a los judíos de su país y naturalmente se quedó
con el impuesto.

El camino a Dachau se extiende hacia atrás quinientos años. Las soluciones de Hitler a
su ‘problema judío’ no eran nuevas. Desde la Edad Media los judíos en Europa del
idioma germánico habían sido gravados y exterminados de una manera mucho más
despiadada que lo que había sucedido en el resto de Europa. Los fiscus judaicus
comenzaron con los romanos y terminaron con los nazis. Pero los nazis solamente
revivieron un dispositivo de ingresos de hace mucho tiempo que se había incrustado
profundamente en la sociedad alemana.

Mucho antes de Hitler, el impuesto judío de capitación se había convertido en el


impuesto de capitación de la vergüenza. Era gravado y cobrado de una manera ruda y
abusiva. El gueto surgió principalmente como una conveniencia para el recaudador de
impuestos. La responsabilidad colectiva de impuestos no tiene sentido a menos que los
tributarios sean consolidados en una entidad que paga impuestos de alguna clase. La
parte aislada de la ciudad apartada para los judíos era un distrito de impuestos. Para
poder salir del gueto, el judío tenía que pagar un peaje especial. Se le ordenó a la
comunidad judía organizarse y cobrar sus impuestos de peaje y entregar la suma global
final al estado.

Los guetos, que originalmente fueron distritos de impuestos, con frecuencia eran
esquilmados por las turbas cristianas. Cuando los gobernantes alemanes necesitaban
ingresos mayores ellos no tenían que aumentar los impuestos; emitirían una orden de
expulsión, con frecuencia asociada a una orden de exterminio y quema. En el siglo
quicen las expulsiones, quemas, y embargo de propiedades se extensión de Viena a
Berlín, Francfort, Bremen, Dresden, Leipzig, y en toda la Bohemia y Sajonia. La opresión
era tan mala en Sajonia que había sido llamada la España Protestante de los judíos.

Los eventos en Alemania fueron importantes porque no disminuyeron. Para el siglo


diecisiete los judíos eran aceptados en Francia, Bretaña, y los Países Bajos. Pero en la
Europa germano-parlante el anti semitismo continuó con saqueos y leyes cada vez más
opresivas e impuestos especiales, que continuaron hasta bien entrado el siglo
diecinueve. Cuando Hitler llegó al poder y buscó una solución a lo que él llamó su
problema judío, no tuvo que irse muy atrás en el tiempo. Los decretos Nuremberg de
los nazis que quitaban la ciudadanía a los judíos se pueden remontar al año 1343 cuando
un emperador alemán, Luis IV, llamado el Bávaro, hizo la misma cosa. La confiscación
de propiedades bajo la guisa de impuestos, el culpar a los judíos por los males de la
sociedad, y la difamación de que los judíos eran ‘diablos’ se reflejaba en las enseñanzas
tanto medievales como nazis. Aún la ‘solución final’ tiene una contraparte medieval. La
solución genocida fue intengada alrededor de 1298 por los Judenschlachter (asesinos de
judíos), dirigidos por un carnicero llamado Rindfleisch. Ellos masacraron a los judíos en
la ciudad de Rottingen, que en sí mismo no era nada nuevo, ya que las masacres
periódicas en base a la ciudad eran frecuentes. Peo lo que era único sobre los
Judenschlachter es que ellos fueron de ciudad en ciudad a través de toda la Alemania
medieval exterminando a los habitantes judíos. Un cronista contemporáneo declara que
100,000 judíos fueron muertos: ‘Ultimadamente, solamente unos pocos judíos sin
dinero y vagabundos quedaban en el norte de Europa.’8 Exactamente lo que Hitler trató
de lograr.

No debe suponerse que los judíos pagaron todos sus opresivos impuestos con total
honradez y fidelidad. Entre los mayores secretos no revelados de ese periódo están las
técnicas y métodos por los cuales los judíos evadían estas exacciones. Puede que nunca
se conozcan los dispositivos que los judíos usaron para esconder y proteger su riqueza.
Pero sí la escondieron. El papel comercial de nuestra era, que los judíos inventaron en
el periodo medieval era usado para frustrar el fraude, ladrones, y recaudadores así como
para ayudar al comercio.

Napoleón en sus túnicas imperiales otorga a los judíos europeos liberación de exacciones de
impuestos especiales que habían sido su carga por más de mil setecientos años, desde el fiscus
judaicus.

Los innumerables planes diseñados para robar la riqueza judía eran igualados por los
planes por parte de los judíos de proteger su riqueza. Sabemos que en los años 1930
una gran parte de la riqueza judía salió por las fronteras de Alemania a los bancos suizos,
conforme Hitler se dedicaba a robar la riqueza judía a través de técnicas fiscales que
tenían más de quinientos años de antigüedad. Los bancos suizos llegaron a la ayuda de
los judíos alemanes en los años 1930, pero cuál era la contraparte suiza al final de la
Edad Media? Es probable que nunca sepamos toda la historia. Los secretos y técnicas
obviamente no eran nunca publicadas y se han perdido de la historia. Una alusión a las
prácticas judías de evasión viene de Bohemia en A.D. 1336. El rey multó a la comunidad
judía por esconder su riqueza. Además las reglas del Talmud judío de ese período
requerían que los tesoros fuesen ‘enterrados en la tierra.’9

Los impuestos especiales a judíos continuaron en el contienente hasta el tiempo de


Napoleón. Por todos sus pecados, él fue el gran campeón de igualdad fiscal para el
pueblo judío, quienes deben tener un cálido lugar en sus corazones por el general corso.
Al igual que Juliano en tiempos tomanos, Napoleón liberó a todo país que conquistó del
fiscus judaicus. Pero a diferencia de Juliano, sus reformas no siempre duraron. Después
de la derrota en Rusia, conforme el Grande Armee retrocedía de vuelta a Francia, los
antiguos impuestos a judíos volvieron. Tan pronto como las tropas de Napoleón se
habían retirado y el retumbo de los cañones cesó, los centro europeos, especialmente
los alemanes, volvieron a instaurar los impuestos a judíos. Cuando Hitler llegó al poder,
él simplemente volvió a instaurarlos una vez más. Los malos impuestos son difíciles de
aniquiliar, especialmente cuando están dirigidos a una minoría rica pero impopular.
16
Inglaterra Medieval: Cómo los Ingleses Compraron la
Libertad con Impuestos
A causa de sus guerras él los despellejó con impuestos y tallages hasta llegar a los
huesos.
--Rey Juan, antes de la Magna Carta

Las mujeres ha jugado un papel notable en las luchas fiscales de Inglaterra. Notamos
como Boadicea batalló contra los romanos y perdió la revuelta para librar a los ingleses
de las cargas impositivas romanas. En la Edad Media, mucho después de que los
romanos hubieran salido de Inglaterra, leemos de la leyenda de Lady Godiva. El cronista
Roger de Wendover (falleció en 1236) relata cómo la condesa Godiva suplicó a su esposo
que perdonara los pesados impuestos que él había gravado sobre Coventry. Harto de
sus quejas él prometió cumplir si ella cabalgaba desnuda a través del pueblo. Ella se
dejó el cabello suelto de modo que se mostraban únicamente sus bellas piernas, se
montó en un caballo, y cabalgó a través del pueblo. Los impuestos fueron perdonados.
Hoy día la cabalgata de Godiva es escenificada en los espectáculos históricos de
Coventry.

Al principio de la Edad Media los vikingos se abalanzaron sobre las aldeas inglesas a lo
largo de la costa del Mar del Norte, saqueando y masacrando a los habitantes. Todavía
usted puede encontrar un antiguo libro inglés de oraciones con la frase, ‘Líbranos de los
hombres del norte.’

Para defenderse contra la amenaza vikinga se diseñó un impuesto especial sobre la


tierra llamado el danegeld, pagadero a la tasa de doschelines por cada parcela de tierra
(100-120 acres). El sistema no era popular y varios recaudadores de impuestos fueron
asesinados tratando de cobrar el danegeld en Worcestershire. En el tiempo de
Guillermo el Conquistador (A.D. 1066), el impuesto estaba siendo reemplazado con un
impuesto a la tierra sobre tierra arada únicamente, llamado el carucate.

El famoso Libro Domesday (Doomsday Book) contenía un estudio completo de todas las
tierras y propiedad personal en Inglaterra. Guillermo el Conquistador hizo que se
compilara el libro para los impuestos de su recién adquirida Inglaterra, pero las revueltas
paralizaron la recaudación de impuestos desde el principio, y con el tiempo los reyes
ingleses dejaron de usar este notable censo.

[N]o había una sola parcela ni pedazo de terreno, ni en realidad una hacha ni una vaca
ni un cerdo que se hubiera dejado fuera, ni que no hubiera sido anotado en el registro…
Otras investigaciones siguieron a la primera… y la tierra fue vejada con mucha violencia
que surgió de la recaudación de los impuestos reales.1 (Crónica del siglo once)
‘El eliminó el impuesto. Y se hizo un nombre eterno’ (Tennyson sobre Godiva)

Los caballeros debían pasar cuarenta días del año al servicio del rey, siempre y cuando
hubiera una auténtica necesidad de sus servicios. Con el tiempo se desarrolló un pago
en dinero en lugar de los servicios. Cuarenta días era difícilmente suficiente para llevar
a cabo una aventura militar en Escocia o Normandía. El impuesto en lugar del servicio
fue llamado el scutage, o escudo.
El danegeld era un tributo pagado por los ingleses para comprar la paz de los daneses
merodeadores. Era un impuestos humillantes, usualmente gravado en dos chelines por
parcela de terreno.

El impuesto medieval más arbitrario fue el tallage feudal, limitado a los dominios de un
señor; no podía pasar a través de las filas del sistema feudal. El rey podía gravar una
tallage sobre sus propios dominios (que incluían a todos los judíos), pero no podía gravar
una tallage sobre los dominios de un barón, duque, u otro noble. La Tallage a veces era
llamada impuesto a la tierra, pero también era un impuesto al capital sobre bienes
muebles. Podía venir como un impuesto de capitación. La cosa más cercana que
tenemos a una tallage hoy día es el poder plenario que las legislaturas tienen para gravar
impuestos. La tallage fue usada en un sentido genérico, refiriéndose a cualquier
impuesto arbitrario y opresivo. Un historiador medieval, Geoffrey de Monmouth
registra el uso de la tallage, ‘para ayudar a los hombres cristianos de Jerusalem a pagar
las crueles tallages que los turcos habían impuesto sobre ellos.’2

Cuando el rey tenía necesidades especiales que no se podían satisfacer por sus
dispositivos de rentas regulares, iba al Gran Consejo de Barones y pedía una ayuda. Los
barones discutían la solicitud y si les parecía razonable votarían por una ayuda para el
rey. Pero con frecuencia pedirían algo a cambio.

La ayuda fue la antecesora de los impuestos nacionales. Si el Gran Consejo aprobaba


una ayuda pasaba por las filas del sistema feudal hasta los nobles menores y vasallos del
reino. Las ayudas tenían el potencial de alcanzar la riqueza de toda la nación.
Los títulos restringiendo las facultades tributarias eran comunes durante todo el período
medieval. La Magna Carta, que significa ‘el gran título’ no era un documento nuevo o
novedoso. El Rey Juan tuvo terribles problemas financieros. El papa lo había
excomulgado por apoderarse de tierras de la iglesia; había sido expulsado de Francia del
norte por los franceses; y finalmente, su hermano, Ricardo Corazón de León, necesitaba
una enorme suma para rescate después de su secuestro mientras volvía de una crusada
en la tierra santa. Juan aumentó el scutage acostumbrado para los caballeros de uno a
dos marcos. En 1204 aumentó la tasa de nuevo por medio marco con el consentimiento
de un consejo de caballeros en Oxford. En 1210 y 1214 aumentó el scutage a tres
marcos sin autorización. Las tallages, que supuestamente eran ocasionales, se
convirtieron en perpetuas. Un escritor escribió en 1211, ‘A causa de sus guerras él los
despellejó con impuestos y tallages hasta llegar a los huesos.’3

Aún estos impuestos no eran suficientes. Juan trató de introducir una multa novedosa
de tres a diez marcos en contra de los caballeros que se rehusaran a unirse a sus fuerzas.
El pasó esta multa a través del sistema medieval hasta los caballeros menores que
servían a barones y duques. Este fue un intento osado, ingenioso, pero desesperado de
gravar impuestos a todo el reino sin tener que ir ante los barones para obtener una
ayuda.

Los barones confrontaron a Juan en las planicies de Rynnymede fuera de Londres y lo


obligaron a firmar la Magna Carta, que detendría su continua indiferencia de las
costumbres fiscales del reino. La principal disposición era, ‘Ningún scutage o ayuda,
exceptuando aquellas feudales acostumbradas, serán gravadas excepto con el
consentimiento común del reino.’ El intento de Juan de extender los dispositivos de
rentas del reino había fallado, pero no totalmente. Impuestos extra podían ser
recaudados con consentimiento. Con el tiempo el concepto del consentimiento se
expandió. Una clase emergente de plebeyos ricos eran llamados para reunirse en la
Cámara de los Comunes, para aprobar los impuestos para plebeyos de la misma que el
Gran Consejo aprobaba los impuestos para la nobleza. El rey ahora se convirtió en
político. Cuando se necesitaban ingresos extra, él no tenía que robarlos ni aumentar los
impuestos de forma arbitraria, llamaba a sus dos consejos de representantes de los
tributarios y les presentaba un caso para más impuestos.
El Rey Juan es confrontado por sus barones rebeldes en Runnymede, el 15 de junio de
1215. El conviene en poner su sello real en la Magna Carta, que prohibía un gobierno
arbitrario, especialmente en asuntos impositivos.

Al principio el consentimiento no significaba que los barones votarían con una mayoría
que obligara a la minoría. Ningún barón estaba obligado a menos que él diera su
consentimiento. Esto es ilustrado por un temprano caso en 1217, dos años después de
la Magna Carta. El Obispo de Winchester fue traído ante el tribunal del rey por no cobrar
una ayuda para el rey. El tribunal absolvió al obispo porque él estaba ausente del
consejo cuando se tomó el voto.4 Nadie podía dar su consentimiento en su nombre.
Pasaría algún tiempo antes de que el consentimiento significara que la mayoría manda,
lo que fue otra victoria para el rey. El consentimiento unánime es un duro principio para
trabajar con él, especialmente para cobrar impuestos.

Uno de los capítulos más importantes y pasados por alto en la Magna Carta es la
disposición para comerciantes, creando el libre comercio en una era de peajes y
obligaciones paralizantes. Los comerciantes nunca estuvieron seguros de su derecho de
libre paso para entrar o salir de Inglaterra, y especialmente libre paso dentro del país.
Los comerciantes con frecuencia eran gravados sin piedad por las autoridades locales y
por los recaudadores del rey también. La Magna Carta protegía al comercio de peajes y
obligaciones internas y prohibía peajes excesivos en los puertos:

Dejar a todos los comerciantes que tengan seguridad y salvaguardia para salir fuera de
Inglaterra, así por tierra como por mar, con el propósito de comprar y vender, sin pago
de ningún peaje malvado o injusto, sobre el pago de las costumbres antiguas y justas.5

Las constituciones de los Estados Unidos y Canadá adoptaron este principio de libre
comercio interno. El comercio que se mueve dentro de la nación no puede ser gravado
con impuestos. La libertad de viajar dentro y fuera del país no puede ser restringida.
Los rusos encuentran difícil comprender por qué occidente enfatiza este derecho
humano básico. La Magna Carta es la fuente.

Cuando el rey pidió una ayuda (todas las ayudas eran para la guerra), el Gran Consejo
estaba preocupado por dos cosas: Había una necesidad real? Si era así, la solicitud era
razonable? Para que una guerra fuera necesaria tenía que ser una guerra justa y
defensiva. Inglaterra era una nación cristiana y el verter sangre humana requería
justificación. Una guerra ofensiva era ilegal; los impuestos para tal guerra no serían
apropiados. En resumen, un impuesto legal requiere un gasto justo.

Cuando el rey pidió al Consejo un scutage de los caballeros menores del reino para una
guerra en Flandes, los barones lo rehusaron con esta explicación: ‘Ya que ni ellos ni sus
predecesores ni sus antepasados nunca sirvieron en esa tierra.’ Casi al mismo tiempo el
papa dio a la corona unas tierras en Sicilia. El rey de nuevo pidió una ayuda para
asegurar estas tierras. El Consejo de nuevo lo rechazó por la misma razón.

Cuando el rey pidió una ayuda para recuperar tierras en Normandía, los barones
preguntaron, ‘No era Normandía lo mismo que Sicilia y Flandes?’ El rey estaba
aprendiendo que un buen político tiene que ser un buen polemista. El respondió al Gran
Consejo con la teoría dominó: Si Normandía no está segura, los reyes franceses
fácilmente podrían invadir Inglaterra. La recuperación de los inmuebles del rey en
Normandía era en realidad una defensa del reino común porque estas tierras protegían
a Inglaterra de la invasión. Como buenos políticos los barones se comprometieron y
comenzaron a aprobar ayudas limitadas para las operaciones militares del rey en el
norte de Francia. El concepto de que los impuestos para propósitos militares deben ser
para ‘defensa’ se desarrolló en este tiempo en Inglaterra. Volverá a aparecer de nuevo
en los Países Bajos, en la España Imperial, y en la Constitución de los Estados Unidos.

La doctrina constitucional que se desarrolló fue expresada por Henry of Ghent, un legista
parisino cuyos escritos sobre teoría legal aparecieron de 1272 a 1296. El rey no podía
gravar impuestos extraordinarios exceptuando en caso de ‘evidente utilidad, evidente
necesidad y una grave emergencia.’6 La legalidad de un impuesto era determinada por
su gasto. Un impuesto extraordinario para la guerra tenía que satisfacer los estándares
anteriores. Nosotros ya no nos suscribimos a esa visión aún cuando un número de
protestantes por Vietnam fueron a prisión por rehusarse a pagar impuestos sobre la
renta que financiaban una guerra basada en bases constitucionales dudosas. Además,
la debacle de Vietnam puede haber sucedido porque el Gran Consejo de los Estados
Unidos (el Congreso) no adjudicó el asunto de ‘evidente utilidad, evidente necesidad y
grave emergencia’ de la guerra. Ellos aceptaron la teoría dominó aún cuando Vietnam
estaba del otro lado del mundo. Si el Congreso hubiera hecho una investigación
completa y abierta de esa guerra terrible, las falsas suposiciones hechas por la
presidencia podían haber sido descubiertas.

El rey también aprendió que el cabildeo de una ley de impuestos a través del Parlamento
no siempre era una buena cosa. Una ayuda para una operación ofensiva en contra de
los escoceses produjo una rebelión en Cornwall. El pueblo de Cornualles linchó a varios
recaudadores de impuestos porque la guerra no era para la defensa del reino, sino que
era una guerra ofensiva que no podía ser financiada legalmente con impuestos
extraordinarios. Al final el pueblo fue el juez final sobre los impuestos y sus opiniones
no podían ser ignoradas. El consentimiento del Parlamento no era, necesariamente, el
consentimiento del reino.

El debate y regateo por impuestos entre el rey y su Gran Consejo eventualmente originó
el gobierno parlamentario. El rey necesitaba ingresos, pero los ingresos dependían de la
sensatez de la solicitud del rey. Aún entonces, el Parlamento aprendió a otorgar
impuestos a cambio de favores del rey. Los dineros de los impuestos tenían que ser
regateados y este proceso de regateo se convirtió en la esencia de la política. Las
libertades y derechos eran otorgados por el rey a cambio de dinero.

Para asegurar una continuación de derechos y beneficios del rey, el Parlamento se dio
cuenta al principio que los impuestos solamente deberían ser otorgados por períodos
cortos, rara vez más de una vez al año. Los derechos de los ingleses estarían seguros en
tanto se le negara al rey la facultad de gravar impuestos de forma permanente. Cada
año el proceso de debate y regateo por impuestos se repetiría a sí mismo.

El gobierno inglés después de la Magna Carta estaba basado en la separación de


poderes, pero no la separación de poderes que los estadounidenses adoptan de manera
tan vociferante. El rey podía gastar, pero no gravar impuestos. El Parlamento podía
gravar impuesto, pero no gastaba. En tanto la facultad de gravar impuestos y el poder
de gastar estuviesen separados, los derechos de los ingleses vivirían para siempre,
especialmente el derecho de ser libres de unos impuestos opresivos. Hoy día el
principio de la separación de poderes significa algo bastante diferente. Nuestros
impuestos fugitivos actuales es la consecuencia natural de nuestro abandono de aquella
antigua práctica inglesa. Vivimos en un mundo pre Magna Carta en donde nosotros – al
igual que los súbditos del Rey Juan – pueden ser ‘despellejados con impuestos y tallages
hasta llegar a los huesos.’
Parte IV
Rusia, Suiza, España y Alemania

La historia rusa ha fascinado y confundido a los occidentales por siglos. Los rusos son
mencionados como los ‘eslavos misteriosos,’ y su historia, dijo Winston Churchill, era
‘una adivinanza envuelta en misterio dentro de un enigma.’1 Sin embargo, el
rompecabezas no es tan incomprensible si se comprende la historia de impuestos de
Rusia. La psiquis política rusa se desarrolló de la brutalidad de impuestos de la Horda
de Oro y los primeros gobernantes de Moscú. Más tarde Pedro el Grande puso a Rusia
en camino al estado de súper poder reorganizando el sistema de impuestos que había
paralizado el crecimiento económico por siglos. El dio al pueblo ruso la opción ya sea
de pagar impuestos de capitación o entrar al servicio del estado. Los comunistas,
después de destruir a las clases gobernantes, simplemente hicieron desaparecer la
primera opción.

Los suizos, al igual que los judíos, son un pueblo pequeño que han influenciado a la
civilización de una forma desproporcionada respecto a su tamaño. Ninguna nación hoy
día puede hacer cambios monetarios o políticos sin tomar en cuenta la reacción de los
banqueros de Suiza. Las monedas suben y bajan con las opiniones de los ‘gnomos de
Zúrich.’ La moneda de Canadá sufrió una seria caída poco después de la elección del
partido separatista en Quebec -- porque los banqueros suizos se sintieron incómodos
respecto al futuro del dólar canadiense. Si Quebec se separaba y la confederación
canadiense se venía abajo, qué sería del dólar canadiense y la obligación de deuda
externa del gobierno canadiense?

Ninguna nación moderna ha igualado nunca al poder de la España Imperial, ni siquiera


el Imperio Británico. El colapso del poder español en el siglo diecisiete ha confundido a
los historiadores por trescientos años. Los analistas de ese colapso siguen regresando a
los problemas de impuestos de España como la raíz de la decadencia que produjo la
caída de España.

Por cientos de años Alemania era un montón de pequeños principados bajo el Sacro
Imperio Romano, pero debido a que el emperador no podía gravar impuestos, él era
solamente un testaferro. La Alemania moderna eventualmente fue forjada por el poder
militar prusiano. Los prusianos tuvieron éxito allí donde el emperador falló, en gran
medida porque la facultad de gravar impuestos iba junto con su gobierno militar. El
departamento de guerra en Berlín era tanto una oficina de impuestos como un personal
militar, actuando como recaudador de impuestos en jefe para los gobernantes
prusianos. Cuando se analiza la toma de posesión prusiana de los estados alemanes, la
facultad prusiana de gravar impuestos no debe ser pasada por alto. En una palabra, el
poder de gravar impuestos es el meollo de la soberanía.
Un manuscrito del siglo dieciséis de la Biblioteca Lenin, en Moscú, muestra a Iván I (‘Bolsas de
Dinero’) como el recaudador en jefe de impuestos para el Kan, castigando a un tributario moroso,
Boyar Abencius.
17
Rusia: El Camino de Impuestos a la Servidumbre y los
Soviéticos
Ella era más sabia que todos los hombres.
--Crónicas rusas sobre la Princesa Olga, A.D. 1000

El camino de Rusia hacia su carácter de nación tuvo poco en común con la subida de las
naciones-estados de la Europa Occidental. Cuando el occidente estaba disfrutando un
renacimiento de la cultura griega y romana durante el Renacimiento, los rusos estaban
bajo el yugo del recaudador de impuestos más implacable desde Sargón y los reyes del
terror de Asiria. Genghis Kan y su Horda de Oro barrieron a través del área central de
los eslavos y aniquilaron una forma avanzada de cultura democrática y civilizada. Los
mongoles Kan trajeron una forma de opresión al pueblo ruso que ha persistido hasta el
presente. Moscú se elevó a la dominación porque sus príncipes se convirtieron en los
mejores recaudadores de impuestos para el Kan. Después fue un paso fácil para el
príncipe de Moscú el moverse de recaudador de impuestos para el Kan a jefe de todo
sobre todos.

En la Edad Media Rusia tuvo la buena fortuna de estar fuera del Imperio Romano y
estaba libre de las fuerzas que fomentaron el feudalismo. El campesino ruso se podía
mover dentro del país y contratar sus servicios con el propietario que ofreciera el precio
más atractivo. El campesino ruso, a diferencia de su contraparte en el occidente, era
libre.

La historia rusa tradicional comienza cuando los vikingos se movieron a Rusia y tomaron
el control de Kiev, Novgorod, y Pskov, las principales ciudades comerciales sobre la
Hidrovía Kiev dominada por el gran Río Knieper, que fluye hacia el Mar Negro. En un
corto tiempo la cultura eslava absorbió a los ruses escandinavos. De estas tres
principales ciudades, Kiev eventualmente dominó, probablemente debido a las políticas
impositivas introducidas por la Princesa Olga alrededor de A.D. 950. Los cronistas
tempranos rusos la llamaban ‘La más sabia de las mujeres,’ y ‘más sabia que todos los
hombres,’1 un título que ella merecía con justicia. Antes de las reformas de impuestos
de Olga, los príncipes de Kiev, Novgorod, y Pskov se embarcaban en una visita anual de
invierno a los pueblos y ciudades más pequeñas para cobrar impuestos, en lo que era
un sistema muy ineficiente. Olga dividió la nación en distritos de impuestos, cada uno
con un director de distrito de impuestos, quien era responsable de todos los ingresos y
quien vivía en el distrito todo el año. Con este sistema tan mejorado, Kiev fácilmente se
elevó hasta dominar la Hidrovía y convertirse en la principal ciudad de toda Europa. En
A.D. 988, el nieto de Olga, el Príncipe Vladimir de Kiev, abrazó la cristiandad rechazando
el Islam y el judaísmo, ostensiblemente porque los rusos no querían renunciar a su vodka
o someterse a la circuncisión.

Olga gobernó Kiev como regente por su hijo menor, Svyetislav. Cuando fue mayor de
edad ella no solo le pasó la autoridad de gobernante, sino su sabiduría respecto a los
impuestos, poder político, y prosperidad. La mayoría de la región de Kiev,
especialmente al sur a lo largo de las fronteras del Knieper con el Mar Negro era
gobernada por los jázaros, un reino judío. El poder de los jázaros se basaba en un
impuesto del 10 por ciento sobre todo el comercio a lo largo de los ríos Dniéper, Don y
Volga. Este impuesto naturalmente entraba en conflicto con las ambiciones de los
nuevos gobernantes de Kiev que ahora tenían un sistema de impuestos con director de
distrito capaz de expandirse a toda Ucrania hasta el Volga. El hijo de Olga, Svyetislav
ordenó que las aldeas y comerciantes a lo largo de los ríos ‘no pagaran nada a los
jázaros.’2

Una por una las ciudades y aldeas controladas por los jázaros cayó bajo los rus hasta que
los jázaros fueron destruidos. Así el control ruso sobre los pueblos eslavos comenzó
cuando expulsaron a los judíos gobernantes por un impuesto del 10 por ciento. Es
bastante posible que Vladimir se uniera a la cristiandad no tanto por su vodka y
prepucio, sino por incentivos fiscales y apoyo en contra de los jázaros. Cuando él abrazó
el cristianismo sabía que Constantino estaría de su lado. Además, esta era una era
cuando los correligionarios recibían una rebaja de impuestos. Vladimir había
seleccionado su nueva religión por razones más realistas que lo que se creía antes.

No sabemos mucho sobre los jázaros. Ellos gravaron un impuesto de capitación especial
sobre todos los que no eran judíos y trajeron orden a las estepas de Rusia. Después de
su destrucción, la estepa fue tomada por bandas de tártaros, a quienes los rusos no
pudieron pacificar. Con el tiempo se desarrolló un estancamiento militar que ningún
lado podía ganar. Este estancamiento es la base de la ópera rusa Príncipe Igor, que
cuenta una historia romántica de un príncipe ruso que va a la guerra en contra de los
tártaros. La historia termina en una coexistencia pacífica.

El vacío de poder en las estepas eventualmente fue llenado por la Horda de Oro. Bajo
el liderazgo de Genghis Kan, un mar de guerreros mongoles que vivían de la leche de las
yeguas, subyugó a los habitantes y después se volvió en contra de los ruses. Exigieron
10 por ciento de todo ahora, y 10 por ciento por año después de ello. Esta no era la
misma clase de impuesto que los jázaros habían gravado. El 10 por ciento pagado a los
jázaros era una miseria comparado con el impuesto del 10 por ciento de los mongoles.
Los rusos iban a aprender una lección sobre sistemas de impuestos que los tributarios
en cualquier lugar, incluyendo hoy día, no deberían olvidar -- nunca juzguen un sistema
de impuestos sólo por sus tarifas.

Las ciudades rusas florecientes a lo largo de las vías de agua de Rusia se vieron reducidas
a cenizas. Los salvajes vikingos rus no eran competencia para la Horda. El terror barrió
el campo y aldeas completas se rindieron a la vista de un solo jinete mongol. Sin
embargo, como regla, los rusos pelearon valientemente por su hogar, como Hitler
aprendería después. El modus operandi de la Horda era simple. Cuando llegaban a una
ciudad enviaban un embajador con un ultimátum: pagar o morir. En la ciudad de Ryazan
(aproximadamente a cien millas de Moscú), el príncipe respondió a los usuales
emplazamientos de rendición de los mongoles con una décima parte de todo
(incluyendo la población): ‘Cuando no quede ninguno de nosotros, todo será suyo.’ 3 Y
así sucedió. Ryazan fue una de las ciudades obliteradas.
Los mongoles solamente estaban interesados en impuestos y reclutas para sus ejércitos.
No mostraron ningún interés en la cultura rusa, ni en ninguna otra cultura, en realidad.
Bajo los mongoles la civilización rusa retrocedió a una edad oscura al momento en que
occidente estaba saliendo de su oscurantismo y entrando al Renacimiento -- el
renacimiento de la antigua cultura griega y romana. ‘Los mongoles,’ dijo el gran poeta
ruso Pushkin, ‘no trajeron a Aristóteles a Rusia.’

El destrozo de la cultura rusa por parte de los mongoles fue logrado con los impuestos.
Durante los doscientos años o más de gobierno mongol hubo tres fases distintas de su
sistema de impuestos.

Al principio los mongoles subcontrataron la recaudación de impuestos a poderosos


comerciantes musulmanes de Bagdad. Los mongoles eran guerreros, y la recaudación
de impuestos no estaba a su altura. Los recaudadores musulmanes eran negreros igual
que recaudadores de impuestos. Los aldeanos morosos rápidamente eran secuestrados
y embarcados a las subastas de esclavos en Bagdad. En 1262 varias ciudades rusas se
sublevaron y masacraron a los musulmanes hasta el último hombre, invitando casi
seguro una represalia y la muerte. Sin embargo, la historia, como todo lo que involucra
a la naturaleza humana, nunca es cierta. El gran príncipe ruso Alexander Nevsky
convenció al Kan de que no tomara ninguna represalia, sino que mejor reformara su
sistema de impuestos. Como resultado, los subcontratistas musulmanes fueron
retirados del sistema. El Kan dividió a Rusia en varios distritos militares-financieros
gobernados por un director de impuestos mongol llamado el Gran Baskak, apoyado por
una guarnición de guerreros mongoles.

Se tomó un censo que incluía todos los terrenos, personas, y un registro de hombres
jóvenes para reclutamiento. El sistema era romano de forma, pero asirio en espíritu --
un espíritu que todavía continúa en el orden social ruso.
Esta imagen aparece en un libro moderno de historia usado en las escuelas primarias rusas. Un
campesino ruso se inclina ante un ‘Gran Baskak’ (recaudador de impuestos mongol) durante la
segunda fase del sistema mongol de impuestos.

También se desarrolló un sistema de gobierno dual. Los príncipes rusos locales se


hicieron cargo de todo exceptuando la recaudación de impuestos y asuntos militares,
que estaban bajo los Kan. Los Grandes Baskak eran los directores de distrito de los
ingresos tártaros, recaudando siete impuestos básicos: tributo anual y extraordinario,
ventas y aduanas, impuestos por tierra sin cultivar, impuesto por arado, impuesto de
capitación, y un impuesto para evitar el reclutamiento.

El estado tercero y final de los impuestos mongoles acarreaban las semillas de la


destrucción. El Kan cometió el error común pero fatal de entregar el control sobre la
recaudación. Los Grandes Baskak fueron reemplazados con príncipes rusos. En la
superficie el sistema se veía bien. Los príncipes locales administrarían los sistemas de
impuestos, eliminando la necesidad de guarniciones mongoles. Para el Kan el nuevo
sistema proporcionaba fáciles ingresos a un costo mucho más reducido.

Un príncipe oscuro de un pueblo ruso desconocido atrapó la atención del Kan con sus
métodos inusualmente exitosos de recaudación. El pueblo era Moscú y el príncipe era
Iván I, apodado ‘Bolsas de Dinero’ por sus talentos extraordinarios como recaudador.
Iván convenció al Kan de nombrarlo para recaudar impuestos de las ciudades rusas
morosas. La fama de Bolsas de Dinero se expandió junto con la demanda por sus
servicios. Los mongoles probablemente preguntaron, por qué no dejar que los molestos
tributarios rusos traten con Iván? Por qué los valientes guerreros se tienen que rebajar
con la recaudación cuando Bolsas de Dinero podría hacerlo tanto mejor? Cualesquiera
que fuesen las razones, los mongoles parecían ansiosos de asignar sus tareas de
recaudación al príncipe moscovita.

Iván se aprovechó en todo aspecto de su nuevo papel en el sistema de impuestos del


Kan. Sin los Baskak que mantuvieran ojo avizor sobre los ingresos, el príncipe tuvo una
oportunidad de conservar mucho del dinero de los impuestos para sí mismo. La
ganancia era enorme. El Kan nombró a un receptor anual, llamado un Moscovskii
Doroga, para tener custodia de los pagos adeudados al Kan, pero el Doroga estaba
demasiado lejos del proceso de recaudación. Iván era brutal, pero no de forma
indiscriminada. Los tártaros habían usado un enfoque de almádena para castigar las
ciudades morosas -- todos sufrirían: hombres, mujeres, y niños. Iván no abusó de los
campesinos, sino que en lugar de ello castigó a los nobles y los gobernantes de las
ciudades.

Su éxito impresionó tanto al Kan que fue nombrado recaudador en jefe para toda Rusia.
Moscú se convirtió en la cámara de compensación de todos los impuestos mongoles, y
la desconocida ciudad ya no sería más desconocida.

Con grandes ganancias de superávit en rentas y una astuta negociación con el


Moscovskii doroga, el príncipe de Moscú comenzó a adquirir principados y tierras
adyacentes. Tenía ingresos para obtener los mejores guerreros. Las ciudades que no
podían ser compradas fueron fácilmente conquistadas. Su riqueza atrajo a los
gobernantes de la Iglesia de Kiev. Al igual que Augusto de Roma, el príncipe obtuvo el
control de Rusia controlando el sistema de impuestos. El paso a Zar (César) fue tan fácil
para él como lo fue para Augusto. Sus ingresos le permitieron construir el Kremlin, que
era la única fortaleza en Rusia capaz de soportar un sitio tártaro. Los otros príncipes de
Rusia, algunos voluntariamente y otros no, pronto se reunieron alrededor de Moscú.

Con grandes ingresos de impuestos a su disposición, Iván y sus sucesores se prepararon


para liberarse del gobierno tártaro. Los rusos hicieron a los tártaros luchar por el tributo.
Lentamente el control mongol (recaudación de impuestos) de Rusia fue desapareciendo.
No fue sino hasta el siglo dieciséis que la garra mongola sobre Rusia fue finalmente
liberada por los esfuerzos de Iván IV, llamado ‘Iván el Terrible.’ La base de poder
establecida por sus padres a través de los impuestos había aumentado hasta el punto
en que él podía expulsar a los mongoles, de una vez por todas. El inició esta expulsión
primero repudiando todas las obligaciones fiscales al Zar cuando el Moscovskii Doroga
hizo su visita anual para recibir el tributo. Iván construyó la bellísima Catedral de San
Basilio para conmemorar el evento. El ‘Zar de todas las Rusias’ sería su nuevo título, y
los príncipes de todas las ciudades rusas recibirían su comisión de gobernar de él al
inclinar sus rodillas ante el poderoso Zar. Las asambleas locales de tributarios que
dirigían a los príncipes de Rusia en los días antes de los mongoles ya nunca regresarían.
La autocracia prevalecería a todo nivel. El nuevo sistema que Iván estableció ‘era la
locura, pero la locura de un genio.’4

Iván el Terrible estableció una sucursal especial de agentes con facultades


extraordinarias aparte del gobierno regular; de allí el nombre oprichnina, que significa
especial, separado, o aparte. Estos agentes especiales tenían sus propios tribunales y
operaban en un mundo propio como la NKVD de Stalin.

Los agentes especiales de Iván prestaban un juramento de lealtad al Zar: Ellos solamente
se podían asociar con oprichniki compañeros; vestían de negro, cabalgaban un caballo
negro con alforjas que mostraban la cabeza de un perro y una escoba. La escoba
simbolizaba una barrida limpia sobre los enemigos del Zar; el perro significaba fidelidad
a su amo. Eran indiscriminadamente crueles en sus operaciones. El diario de un
oprichniki registra, ‘Yo no hice ningún daño a nadie hoy día, hoy estaba descansando.’ 5
Iván el Terrible repudia sus obligaciones fiscales ante el Kan, haciendo valer la independencia
rusa y causando una conmoción para el receptor de impuestos de los tártaros, el Moscovskii
Doroga. El control de los ingresos de impuestos le dio a Iván el control de Rusia.

Los oprichnina estaban interesados en los ingresos tanto como en los enemigos del Zar.
El zar necesitaba ingresos de los nobles más que su homenaje. Los oprichnina
confiscaron tierras de los nobles y las transfirieron a nuevos propietarios, o a ellos
mismos, con nuevas obligaciones de réditos y servicios al zar. Cuando los oprichnina
fueron desmantelados, su patrón de ingresos y servicio al zar pronto fue aplicable a
todos los nobles y todas las tierras. Con los oprichnina, Iván no estaba solamente
arraigando traidores, sino también reorganizando la estructura de ingresos del estado.

El camino a la servidumbre en Rusia y Roma fue similar. En ambos lugares los


campesinos sobrecargados de impuestos aceptaron la servidumbre o esclavitud de un
gran terrateniente para evitar la esclavitud de impuestos. El cautiverio de la
servidumbre era menos opresivo que el cautiverio del sistema de impuestos.
Iván el Terrible y sus agentes especiales de rentas, los oprichnina. En este grabado en madera,
Iván sostiene la cabeza de un boyar y lleva a un grupo a su muerte mientras tres oprichniki
dividen el botín. Eran tanto crueles agentes recaudadores como policía de seguridad -- separados
y aparte de las agencias gubernamentales regulares, como la policía fiscal moderna.

En Rusia la servidumbre llegó despacio. No hubo ningún Diocleciano que revolucionara


el sistema de impuestos un año y pusiera a todos en servidumbre el próximo. Al
principio, los campesinos se convirtieron en siervos de facto cuando se volvieron
inquilinos en tierras agrícolas. El terrateniente les daba la tierra, una casa, ganado, y
herramientas de labranza. El campesino emitía una hipoteca que era vencida y pagadera
cada noviembre. Después de pagar una tercera parte de renta por la cosecha, intereses
sobre la hipoteca, e impuestos al Zar, no le quedaba nada para pagar la hipoteca. La
garantía de la hipoteca era el campesino y su familia -- garantía humana, que estaba
obligada hacia el terrateniente hasta que la deuda se pagara. En el curso normal de
eventos, la deuda nunca se podía pagar, que es la forma en que se tenía la intención de
que el sistema funcionara.8

Los terratenientes desarrollaron un esquema interesante para evitar impuestos. Un


nuevo terrateniente pagaría la deuda de un campesino y refinanciaría al campesino en
su propia tierra. Los impuestos de capitación se basaban en un censo que era realizado
aproximadamente cada cinco años. Antes de tomar el censo, los nuevos siervos no eran
gravados -- no estaban en el registro del censo. El gobierno ruso eventualmente tuvo
que promulgar una ley que impedía esta práctica.

El pueblo ruso tuvo mala suerte con sus zares. La mayoría de ellos desde la muerte de
Iván el Terrible en 1584 hasta el reinado de Pedro el Grande en 1682 eran simplemente
estúpidos. Pedro el Grande fue no que no lo era. Medía siete pies de alto, un hombre
extremadamente dinámico, y fue dotado de una mente clara y aguda. Toda vez Pedro
se convirtió en Zar, el estado ruso comenzó a moverse.

Pedro con frecuencia es recordado por su crudeza. Después de que visitó Inglaterra, el
Parlamento se sintió obligado a pagar una gran suma de dinero para restaurar las ruinas
de la casa que él ocupara en Londres. Les tomó seis meses finalmente quitar el mal olor.
Pedro comía con sus dedos, eructaba y se pedorreaba en público, y realizaba cualquier
otro comportamiento grosero. Sus huéspedes eran ahogados en licor -- tanto que de
vez en cuando alguien realmente moría de intoxicación excesiva o salía borracho al
invierno ruso y se congelaba hasta su muerte. El quería que las damas rusas se vieran
atractivas (sexy) como las mujeres occidentales. Les ordenó llevar vestidos de noche
con escotes. Y si se rehusaban a beber, él y sus amigos les apretaban las narices y les
echaban vino por la garganta.

Como Líder, Pedro era algo especial. Su visita al occidente lo hizo tomar la determinación
de volver a hacer a Rusa de acuerdo a los estándares occidentales, parecido a los líderes
rusos hoy día. Al momento que llegó al poder Rusia estaba en decadencia. Pedro dio
un giro al curso de la historia rusa volviendo a hacer el sistema de impuestos,
estimulando el crecimiento económico, y descentralizando al estado. Antes de las
reformas de Pedro, los hogares y las tierras agrícolas estaban siendo abandonas. Había
hordas de gente que no trabajaban, no pagaban impuestos, y vagaban sin rumbo. Los
impuestos se pagaban sobre tierras cultivadas, estilo tártaro. Había poco incentivo para
adquirir nuevo equipo agrícola, y las tierras antiguas que no eran productivas eran
abandonadas. También había un impuesto al hogar sobre cada familia campesina. Los
campesinos astutos se unían en bandas y compartían una misma vivienda. Se
construyeron casas dobles y triples para aprovecharse del pretexto de una vivienda, un
impuesto. El recaudador del zar respondió considerando cada puerta al exterior como
una vivienda separada. Los campesinos respondieron clausurando una de las puertas.
Esto significaba que las familias no se expandirían ni desarrollarían nuevas tierras ni
construirían nuevas casas en las granjas. La vagancia y el desempleo prevalecían. El
impuesto al arado y el impuesto a la vivienda habían paralizado al país.

Pedro corrigió el sistema de impuestos aboliendo estos dos impuestos e instituyendo un


solo impuesto de capitación sobre todos los varones. Los campesinos libres pagaban
una tarifa más alta que los siervos. Este impuesto de capitación era llamado el impuesto
alma. Los campesinos encontraban difícil comprender cómo el estado podía poner un
impuesto al alma, dado que el alma era una cosa espiritual. Por supuesto, como todo
impuesto, no era necesario que el tributario entendiera; solamente era necesario que
pagara. Este nuevo impuesto no frustró el incentivo. Un campesino que trababa duro y
adquiría nuevo equipo agrícola y vivienda podía conservar el ingreso extra que hacía. A
este respecto, se ha dicho que Pedro había capturado el espíritu de Adam Smith.7

Para sorpresa de Pedro estas nuevas leyes impositivas no produjeron muchos ingresos.
El número de varones en los registros de impuestos era solamente una fracción del
número de varones capaces de trabajar. Muchos campesinos evitaban el registro
sobornando a los asesores del zar. Pedro decidió hacer un nuevo censo. Supo que había
hordas de desempleados, vagos no registrados en todos los pueblos y monasterios. La
vagancia era una forma de vida para un gran segmento de la sociedad.

Pedro ahora abordó el problema como Diocleciano. Todos serían trabajadores o


tributarios. Los desempleados tenían cuatro elecciones: pagar el impuesto de
capitación, convertirse en siervo y no pagar impuestos, entrar al servicio del gobierno
(militar o civil), o ser un esclavo en galeras. La mayoría de los vagos tenían la elección
entre ser un esclavo de galeras o un siervo. La servidumbre era obviamente la mejor
elección. Para el gobierno los siervos no estaban libres de impuestos, el amo del siervo
tenía que pagar un impuesto de capitación sobre todos sus siervos. El campesino estaba
liberado de la obligación personal de impuestos, pero por ese beneficio él renunció a su
libertad.

Las filas de los siervos comenzaron a aumentar porque los terratenientes estaban
obligados a aceptar a cualquiera que buscaba la servidumbre. Cada nuevo siervo,
deseado o no, venía con una factura de impuestos al cuello que el amo tenía que pagar.
Los terratenientes exigieron y recibieron mayor poder sobre sus siervos. Rusia se
convirtió en una tierra de siervos y amos, siendo cada amo un siervo del zar. La mayor
autocracia del mundo moderno había nacido para asegurar la recaudación de
impuestos, al igual en el las postrimerías del Imperio Romano.

Pedro hizo que el ejército se apoderara de la oficina de impuestos. Tres veces al año un
recaudador de impuestos con entrenamiento militar visitaba a cada terrateniente para
auditar sus asuntos y contar el número de almas para el impuesto de capitación. Los
terratenientes sospechosos de engañar con sus impuestos eran estirados y quebrados
en un potro. En los tiempos antiguos los recaudadores rusos cortarían una nariz o una
oreja, pero Pedro era más sofisticado. El estirar a una persona en el potro y quebrarle
su espalda era limpio y moderno -- ninguna sangre ni suciedad qué limpiar. Los
pequeños evasores eran golpeados en las espinillas con un rodillo. Con un pequeño
soborno el tributario podía ponerse una espinillera dentro de sus pantalones para
protección, y así proclamar su inocencia sin inmutarse.

Pedro no se detuvo con el impuesto alma. Encontró formas de gravar todo, incluyendo
a la iglesia. Si necesitaba metal para cañones, él robaría tantas campanas de las iglesias
como fuese necesario, las fundía para hacer armas de fuego. Puso impuestos a
alimentos de todo tipo, alquileres, vestuario, caballos, sombreros, botas, hospedaje,
molinos, pesqueras, colmenas, bodegas, chimeneas, agua, y baños públicos. En el lado
personal gravó impuestos sobre nacimientos, matrimonios, entierros, barbas, los no
bautizados, y aquellos que no eran miembros de la iglesia rusa. El único impuesto que
se le pasó fue el tributo por muerte. Es difícil entender porqué no gravó las propiedades
o herencias. Todo el comercio que entraba o salía del país estaba gravado. Había
impuestos de timbres sobre papel comercial, y documentos legales tenían que ser
preparados en papel especial vendido por el gobierno a precios ridículamente altos.
Había monopolios estatales de la sal, pescado salado, tabaco, y varios artículos que eran
vendidos a precios excesivos. En resumen, había un revoltijo inconcebible de impuestos
sobre casi todo y sobre todos. El resumen anterior no es de ninguna forma limitativo.

Para supervisar esta jungla de impuestos, Pedro organizó un think-tank especial sobre
impuestos que él llamó el Senado. Estaba compuesto de diez súper burócratas que
también eran responsables por desarrollar nuevas formas de aumentar los ingresos. Las
aventuras militares de Pedro eran caras. Siempre estaba escaso de dinero y
continuamente empujaba, amenazaba, y presionaba al Senado a recaudar más. Aquí
están algunas de sus advertencias al Senado:
El dinero es el corazón de la guerra. Recauden todo lo que puedan.
Mientras más cerca esquile una oveja, más lana obtiene de su lomo.
Para obtener tanto como sea posible, uno debe exigir lo mero imposible.8

Pedro no tenía mucha paciencia con el capital privado, como los gobernantes de la
Unión Soviética antes de la perestroika. Pero el decomisar el capital privado no era tan
fácil como esclavizar la riqueza humana. El oro ruso se escapaba del país en busca de
oportunidades de inversión más seguras y más lucrativas en Ámsterdam, Londres, y
Paris. El capital privado no tiene lealtad nacional -- siempre busca el santuario más
seguro y más lucrativo. Pedro promulgó leyes que prohibían la exportación de capital,
como el control de cambios moderno, pero es imposible evaluar la efectividad de estas
leyes. Los diligentes siempre han encontrado formas de evadir hasta el impuesto más
duro y leyes de control de cambios. Desde que Pedro introdujo primero el control de
cambios, hasta el día de hoy, los correos profesionales han contrabandeado oro fuera
de Rusia con un poco riesgo de ser detectados.

Rusia tenía poco atractivo para préstamos ya sea locales o extranjeros. Pedro fue
incapaz de pedir prestado dinero de nadie. El modernizó a Rusia con servidumbre e
impuestos a sangre fría. No incurrió en muchas deudas porque nunca tuvo la
oportunidad de pedir prestado. Había poca fe en el crédito ruso entonces, y ahora.
Solamente durante los últimos días del zar el mundo tuvo mucha fe en el crédito ruso,
cuando las pilas de bonos zaristas eran vendidas en las bolsas de valores del mundo.
Hoy día los descendientes de esos ingenuos inversionistas usan estos viejos bonos
zaristas para empapelar sus baños. Para sorpresa de todos, a finales de 1980 el gobierno
soviético ofreció redimir estos bonos.

Los cosacos fueron para los rusos lo que el asilo del tempo fue para el mundo antiguo.
Todos los campesinos sabían -- y sus amos sabían -- que si los impuestos de la
servidumbre eran demasiado opresivos el campesino siempre podía unirse a los
cosacos. Cuando Pedro introdujo sus nuevas reformas volviendo a todos tributarios de
una forma u otra, un estimado de 100,000 campesinos huyó con sus posesiones (y
algunas de las posesiones de sus amos) a la tierra de los Cosacos del Don. El nombre de
cada campesino que partía era eliminado de los registros del impuesto de capitación, ya
que los cosacos estaban exonerados de impuestos. Para Pedro esto era intolerable;
estaba perdiendo reclutas y tributarios. Pedro no tuvo más remedio que enviar sus
regulares militares para sojuzgar a los cosacos y ponerlos bajo su control.

Los cosacos eran una válvula de seguridad importante en contra de la rebelión. Los
ambiciosos y rebeldes campesinos que se habían unido a los cosacos en el pasado
hubieran sido líderes de revueltas campesinas si se hubieran quedado en casa. Cuando
Pedro cerró la puerta de escape cosaca, abrió la puerta de la rebelión en casa. Este fue
el legado más peligroso para sus sucesores.

Después de la muerte de Pedro los levantamientos campesinos se convirtieron en


asuntos casi mensuales. Un pequeño motín traería un destacamento de tropas. Para
cuando las tropas llegaban, las filas de los amotinados se pueden haber incrementado a
cientos, armados con horcas, rocas, y herramientas de labranza. Por pura fuerza de los
números ellos con frecuencia sojuzgarían a una pequeña fuerza militar. Finalmente,
aproximadamente al tiempo de la Fiesta del Té en Boston, un cosaco agresivo llamado
Pugachev sublevó a un ejército de más de diez mil siervos y cosacos enojados. Estaba
marchando sobre Moscú cuando fue capturado y ejecutado.

Catalina la Grande trató de borrar a Pugachev de las mentes del pueblo ruso. La aldea
donde él nació fue quemada y los habitantes fueron reasignados en una nueva aldea
con un nuevo nombre. Catalina hizo que mencionar su nombre fuese un delito penal.
El hablar de reforma se volvió peligroso, no solo por Pugachev, sino también por la fiebre
revoluiconara que estaba atrapando al mundo después de las revoluciones en Estados
Unidos y Francia.

El gobierno ruso reprimió la reforma por casi un siglo después de Pugachev. Finalmente,
al mismo tiempo que Lincoln estaba liberando a los esclavos estadounidenses, el Zar
Alejandro II liberó a los siervos. La libertad de la servidumbre no terminó los impuestos
que la producían sino que la emancipación eliminaba al poderoso aristócrata
intermediario y las ganancias extraordinarias que él se quedaba del sistema de
impuestos. Con el amo desaparecido, el zar tuvo que asumir plena responsabilidad por
la recaudación de impuestos. Al siervo ruso le fue mucho mejor que a su contraparte
en el sur de los Estados Unidos porque él recibió tierra, usualmente la misma tierra que
su familia había cultivado por siglos. Los negros en Estados Unidos no recibieron nada,
de modo que económicamente muchos de ellos estaban peor con la libertad. Esta
importante distinción no significa que los rusos fuesen más humanos que los
estadounidenses. El campesino ruso tenía que pagar impuestos y sin tierra él no
hubiera podido hacerlo. También tenía que hacer pagos a su antiguo amo. La tierra que
recibió proporcionaba los medios para pagar esas obligaciones.9

Había tres tipos principales de siervos en Rusia. El zar tenía un enorme cuerpo de siervos
de la corona que eran la envidia de todos los demás. Los siervos de la corona nunca
eran un problema. Los zares los trataban bien, con frecuencia relevándolos de
impuestos y muchas otras deudas y obligaciones.

Había dos sistemas de servidumbre privada. Los siervos de obrukny pagaban un obruk
anual a sus amos que era dos veces el impuesto de capitación. Esto dejaba a los amos
con una ganancia del 50 por ciento. Los siervos de obrukny eran gravados en base a la
aldea. Para pagar su obruk colectivo se organizaban a sí mismos en consejos de la aldea,
elegían líderes, y mantenían mucha de su tierra en común. Las granjas colectivas y las
cooperativas recientes en la Unión Soviética operan de una forma similar.

Los siervos bartschina causaban la mayor parte de problemas. Ellos tenían sus propias
granjas pero trabajaban de tres a siete días de la semana en las tierras de sus amos.
Durante el tiempo de siembra y de cosecha algunos amos les pedían que trabajaran del
amanecer al anochecer, siete días a la semana. No quedaba tiempo para sus propias
granjas. Esta opresión incitó la rebelión y las huelgas. Los campesinos que se rehusaban
a trabajar eran golpeados, engrilletados, u obligados a llevar un collar con pinchos.
Otros eran remojados en un río, con la cabeza hacia abajo, hasta que casi se ahogaban.
Los siervos bartschina también lograron un nivel de colectivización comunal de la forma
que cultivaban las tierras de sus amos. En resumen, la servidumbre, el último medio de
control de impuestos, formó la base para la colectivización de la agricultura soviética.

La servidumbre rusa no debe ser juzgada con demasiada dureza. Era más humanitaria
que la mayoría de la esclavitud moderna.10 Cada estado mantiene una estrecha
vigilancia sobre su fuente primaria de ingresos. Lo que es gravado debe estar bajo
control. Si el impuesto es importante, entonces los controles deben ser efectivos. La
tierra era la fuente de la riqueza de Rusia. La servidumbre era simplemente una
herramienta para protegerla y asegurar la recaudación de ingresos.

Hoy día la mayoría de gobiernos adquieren sus rentas de ingresos. Los ingresos son
pagados en dinero; el dinero se mueve a través de bancos. Por lo tanto, nuestras
instituciones bancarias son puestas bajo vigilancia estricta para asegurar que cumplen
con los impuestos. La servidumbre en Rusia era un dispositivo para hacer la misma cosa.
Hemos perdido nuestra libertad y privacidad en la banca por la misma razón que el
campesino ruso perdió su libertad. El estado ruso, al igual que el nuestro, solamente
estaba cuidando sus ingresos.

La influencia de la cultura rusa en la civilización ha sido mucho más importante de lo que


nos damos cuenta. Al final de la Edad Media los rusos protegieron el florecimiento de
Europa en el Renacimiento al absorber a los invasores mongoles a costa de gran
destrucción de sí mismos y una forma avanzada de vida democrática. Los rusos
terminaron con el crecimiento de Napoleón y su sueño de ser el emperador de Europa.
La humanidad fue salvada de la plaga nazi por el sacrificio de millones de ciudadanos
rusos.

Sin embargo, la gran misión de Rusia puede haber sido su papel como conejillo de Indias
para una ideología occidental, concebida y popularizada en Bretaña, Alemania, y en toda
Europa. Fue forzada a ella en contra del apoyo popular y aún la fuerte tradición
espiritual de Rusia. Fue la última forma de impuestos en donde el estado tomaba todo
en el orden económico y devolvía al pueblo lo que el estado pensaba que necesitaban.
Su ejemplo y vida bajo el comunismo ha demostrado al mondo los horrores y la
inhumanidad de dicho sistema forzado. En las palabras de un historiador ruso moderno,
‘El sacrificio en nombre del mundo ha sido la misión histórica real de Rusia.’11
18

Los Suizos: De Guillermo Tell al Secreto

En opinión del pueblo suizo, la libertad del individuo toma precedencia sobre los
intereses fiscales [del estado], aún bajo el riesgo de que esta libertad sea a veces mal
usada.
--M. Bonvin, Consejo Federal Suizo, 1967

La mayoría de las personas que visitan Suiza sienten envidia de los suizos. Tienen la
democracia más sensata y estable del mundo, asociada a un genio para mantenerse
fuera de las guerras. La historia impositiva no estaría completa sin una revisión de este
notable país. Los suizos, como los antiguos griegos, ven una conexión directa entre la
democracia, libertad, e impuestos. Los norteamericanos y bretones que estudian a la
sociedad suiza pronto aprenden que los suizos tienen un concepto de libertad que los
británicos y estadounidenses tenían en el siglo dieciocho, es decir que la libertad está
centrada en el bolsillo de uno.1 Nos hemos apartado mucho de ese concepto temprano,
pero los suizos tenazmente se han mantenido con la creencia que la libertad, para que
sea real, requiere privacidad, especialmente privacidad financiera.

La capital de Suiza y su rama ejecutiva de gobierno difieren del resto del mundo. Con
frecuencia se cuenta el cuento del visitante estadounidense en Berna, Suiza, quien
aprende de su guía que Suiza tiene un presidente, pero también aprende, para su
sorpresa, que la mayoría del pueblo suizo ni siquiera recuerda su nombre. El estilo de
vida del presidente es todavía más sorprendente -- con frecuencia él usa el tranvía para
ir a su trabajo!

La democracia en Suiza es antigua. No sabemos cuánto tiempo estos pueblos de


bosques y montañas se han estado gobernando a sí mismos. Durante la Edad Media,
cuando los suizos eran parte del Sacro Imperio Romano, pagaban pocos impuestos al
emperador. Al mismo tiempo, las aldeas suizas eran gobernadas por asambleas
democráticas que han sobrevivido hasta hoy día. Sus funcionarios eran elegidos por el
pueblo y la ley germánica gobernaba a la comunidad.
La Confederación Suiza, establecida para resistir los impuestos de los Habsburgo, probó su valía
en 1315 cuando sus luchadores por la libertad vencieron a los austriacos en la Batalla de
Mortgarten Pass.

En 1240, las comunidades de Schwyz y Uri fueron liberadas de impuestos por el Sacro
Emperador Romano. Pocos años más tarde la poderosa familia de los Habsburgo en
Austria se negó a reconocer la independencia de los suizos, y en 1273 envió a
recaudadores de impuestos y señores para recaudar todas las deudas feudales en total.
Los suizos no estaban dispuestos a someterse a impuestos totales de los Habsburgo, y
hubo rebelión. Durante esta lucha nació la leyenda de Guillermo Tell. Guillermo Tell se
rehusó a reconocer a los Habsburgo austriacos y a su pandilla de recaudadores de
impuestos. Por tal rebelión se le ordenó disparar una flecha con su ballesta a una
manzana puesta sobre la cabeza de su hijo.

La admiración y homenaje que los suizos tienen por el legendario Guillermo Tell no es
por su habilidad con una ballesta, sino por encender una revuelta exitosa en contra de
las políticas opresivas de impuestos del Rey Rodolfo de Habsburgo y sus sucesores. El
evento político clave sucedió en 1291 cuando tres comunidades forestales formaron una
liga de asistencia mutua en contra de la agresión impositiva austriaca. Pronto otras
comunidades se unieron a la liga y así nació Suiza. El evento militar crucial fue durante
1315 cuando las tropas austriacas fueron enviadas a Suiza para hacer valer las demandas
de los Habsburgo. La infantería suiza unida, que era superada en número por casi diez
a uno, infligió una aplastante derrota a los austriacos en la batalla de Mortgarten Pass
en los aproches de las montañas entrando a Suiza.

Los austriacos hicieron otros dos intentos de subyugar a los suizos, setenta años
después, pero ambas invasiones fallaron. Después de ello, los extranjeros se quedaban
fuera de Suiza, y exceptuando por un breve gobierno por Napoleón, los suizos han
permanecido independientes. Sin embargo, no todo fue pacífico dentro de Suiza. El
país estaba plagado de lucha religiosa durante la Reforma y los cantones (provincias)
pelearon unas contra otras, una y otra vez, durante tres siglos.
La confederación suiza actual comenzó en 1815 después de la derrota de Napoleón. En
el tratado en el Congreso de Viena, la neutralidad suiza fue reconocida formalmente por
los poderes de Europa con estas palabras: ‘Que la neutralidad e integridad de Suiza y su
independencia de cualquier influencia extranjera están en los verdaderos intereses de
la política europea como un todo.’ Esta disposición ha formado la base para la
neutralidad suiza. En 1949 los suizos adoptaron una constitución que establecía una
confederación de cantones suizos con gobierno federal muy limitado. Lo que es único
es la ausencia de una gran burocracia federal. Los cantones administran la mayoría de
leyes federales.

En 1820, la sabiduría fiscal de los suizos llegó a la atención de John Taylor, un senador
de Virginia y uno de los primeros líderes en la política de ese entonces. Al comparar a
los suizos con los franceses y los italianos, observó que cuando un gobierno es pobre, el
pueblo es rico; y cuando un gobierno es rico, el pueblo es pobre. Mientras Francia e
Italia eran en realidad países muy ricos, esto no sucedía con sus masas. Pero Suiza,
siendo un país pobre con recursos limitados, tenía al pueblo más libre y más feliz en
Europa, y un gobierno con un presupuesto muy limitado, libre de deudas.

Cuando los suizos adoptaron su constitución en 1848, rechazaron el concepto de los


Estados Unidos de un presidente porque tenía ‘una tendencia dictatorial’; además, sus
‘sentimientos democráticos se rebelaron en contra de cualquier preeminencia
personal.’ Estas fueron declaraciones notablemente proféticas para un tiempo cuando
el poder presidencial de los Estados Unidos estaba en pañales. La tendencia dictatorial
que los suizos previeron hace más de 150 años ha sido sacada a relucir por la historia.
Pocos pueden discutir que el presidente estadounidense tiene tanto, si no más, poder
que cualquier funcionario ejecutivo en el mundo libre, aún en la antigua Unión Soviética.
La Guerra de Vietnam fue instituida y realizada por la presidencia de los Estados Unidos.
El problema más crítico que enfrenta la forma de gobierno de los Estados Unidos hoy
día es la ‘tendencia dictatorial’ de la oficina presidencial. Tal vez si el presidente de los
Estados Unidos aprendiera a ir en tranvía cada día al trabajo, como el presidente suizo,
el problema no sería tan difícil.
La leyenda de Guillermo Tell ocurre con frecuencia en el arte de Suiza. Tell, recordado por iniciar
una revuelta en contra de los impuestos austriacos, fue forzado a atravesar una manzana sobre
la cabeza de su hijo por desafiar a los señores de impuestos de Austria.

Con frecuencia se dice que Suiza es la única democracia real en el mundo. Los pueblos
de habla inglesa tienen lo que se llama un gobierno representativo, dando a los
miembros de la legislatura la última palabra sobre casi todos los asuntos mayores que
encara la sociedad. Si se instauran nuevos impuestos o si se elevan las tarifas de los
impuestos, este es un asunto legislativo. Los impuestos son mucho una consecuencia
del cabildeo, política de clases, e ‘influencia.’ Normalmente, cuando un segmento de la
sociedad es abrumado con nuevos impuestos, otro segmento se beneficia de una
reducción. Las cargas y beneficios de impuestos cambian de una clase a otra
dependiendo de cuánto (o qué tan poco) cada clase influencia a la legislatura.

En Suiza la decisión final sobre ingresos es tomada por los votantes. A diferencia de los
legisladores de Estados Unidos o Canadá, el legislador suizo no puede votar por un
aumento a su salario. Los aumentos de salario deben ser presentados al pueblo suizo.
Si los aumentos van a hacerse en las tarifas de impuestos, los votantes tienen que
aprobar. El pueblo suizo mantuvo un control extraordinario sobre el poder de gravar
impuestos de su gobierno. En 1975 el gobierno suizo presentó un referéndum a los
votantes para un aumento en el impuesto sobre la renta. Los votantes lo rechazaron de
plano. Cuando se le preguntó a un prominente ciudadano suizo qué significaba esto, él
dijo, ‘El gobierno tendrá que vivir con lo que tiene – como el resto de nosotros.’ En 1991,
los votantes suizos rechazaron la solicitud del gobierno de un IVA, pero el gobierno
eventualmente ganó después de presentar el IVA a los votantes tres veces. Al final, el
pueblo suizo aprobó el impuesto, pero el punto aquí es que en Suiza los impuestos son
los negocios del pueblo.

La práctica suiza de presentar todos los asuntos de ingresos a voto del pueblo encarna
la sabiduría de separar el poder de gravar impuestos del poder de gastar. Toda ves estos
dos poderes residen en una sola dependencia gubernamental, el poder de gastar
invariablemente invalidará las restricciones contra gravar impuestos. Ya hemos
señalado cómo el gobierno inglés se estableció originalmente para perpetuar el
principio de la separación de estos dos poderes, cuando el rey, como el gran gastador
del reino, nunca recibió el poder de aumentar ni de instituir nuevos impuestos.

Las autoridades de rentas de los Estados Unidos ven con frustración el secreto de un
banco suizo. Ellos no pueden ver mucha virtud en ello, y mucho menos qué tiene que
ver con la libertad. Casi todo lo que ven es la oportunidad para los estadounidenses de
evadir impuestos. Y ahora, después de un prolongado esfuerzo, los suizos han cedido a
las autoridades de impuestos estadounidenses, conviniendo en proporcionar
información para casos de fraudes de impuestos, y aún, como en el caso penal de Imelda
Marcos, para extraditar a su socio Kashoggi – una de las personas más ricas del mundo
– por un crimen que no existía en Suiza. El Departamento de Justicia se salió con la suya,
solamente para terminar siendo la burla del cadre de abogados especializados en
asuntos internacionales, cuando un jurado los absolvió a todos. Suiza tampoco se vio
muy noble por ceder a la presión norteamericana. Uno de los fiscales suizos me dijo en
confianza cuando yo investigaba este asunto, ‘El problema es que ustedes los
estadounidenses hacen todo penal.’

Desde la niñez se nos ha enseñado a amar la libertad. Nuestros parientes y vecinos han
muerto por defenderla. Se nos ha enseñado a dar nuestras vidas si fuese necesario por
la defensa de la libertad. Es una piedra angular sagrada de la herencia nacional de casi
todas las naciones de occidente, ciertamente de las naciones de habla inglesa y francesa.
Nuestras banderas, declaraciones de derechos y constituciones todas se presentan
como símbolos y baluartes de una sociedad libre.

Sin embargo, en ningún momento se nos ha dicho que nuestra banca tiene nada que ver
con la libertad. Nuestros tribunales confirman esta sentencia. Nuestras cuentas
bancarias están abiertas a las autoridades fiscales que pueden husmear en ellas sin
nosotros saberlo si esa es la forma en que el gobierno lo desea. Un ejemplo de esto
sucedió recientemente cuando un banquero preguntó a uno de sus clientes, un
abogado, cómo le iba con sus problemas de impuestos. (Los banqueros siempre desean
saber sobre la salud financiera de sus clientes.) El abogado replicó que él no sabía que
tuviera ningún problema de impuestos, y se preguntaba por qué el banquero le había
hecho la pregunta. El banquero reveló que seis meses antes agentes de impuestos
habían investigado los registros del abogado por algunos años pasados. No hace falta
decir que esto nunca hubiera sucedido en Suiza sin el conocimiento del tributario y una
orden del tribunal.
El secreto bancario es una regla antigua de la ley germánica. Se ha mantenido por siglos
como un asunto de costumbre y tradición. En los años 1930 fue incluido en los libros de
estatutos suizos con severas multas penales para desanimar a los nazis de rasgar su velo.
Habiéndose ido los nazis, otros países con leyes de altos impuestos o duras leyes de
control de cambio han tratado de penetrar la privacidad de la banca suiza. Se dice que
estas leyes bancarias son un escudo para los infractores de la ley y una molestia para el
mundo. Por supuesto, se dice que era noble el hacer valer el secreto bancario para
proteger a los ciudadanos alemanes de Hitler, pero los tiempos han cambiado. Después
de todo, la mayor parte de naciones occidentales no están en el campo de Hitler.

Los suizos han reaccionado de forma sobria a los asaltos a sus leyes bancarias. No
quieren que sus leyes sean usadas para proteger criminales comunes, pero no están
dispuestos a clasificar violaciones de las leyes de rentas de la mayor parte de países
como ‘delitos comunes’. Las restricciones de moneda normalmente son la consecuencia
de abuso de autoridad financiera por parte de los gobiernos. Un gobierno tiene el poder
de imprimir dinero y cuando lo hace sin reservas financieras, está robando a sus
ciudadanos no menos que el ladrón que exige su dinero o su vida. Las leyes de
impuestos y moneda de la Alemania nazi no tenían nada que ver con la agresión militar
de los últimos años. Además, las duras leyes de control de cambios de Hitler han sido
copiadas por muchos países hoy día.

Los suizos creen que los británicos y estadounidenses son miopes, cuando no ven que
una amplia vigilancia y fisgoneo por el gobierno destruye la libertad individual. Todos
los estados totalitarios, comunistas y fascistas, son caracterizados por un espionaje y
fisgoneo intensivo e incesante en las vidas de sus ciudadanos. En una sociedad libre el
poder del gobierno de espiar a sus ciudadanos está estrictamente limitado, restringido
y controlado. Todas las otras diferencias entre una sociedad libre y el despotismo o
totalitarismo son secundarias.

Los suizos toman la posición de que las libertades de una persona individual están
seguras únicamente cuando las libertades de todos los hombres están protegidas. 2 Por
lo tanto, el secreto bancario en Suiza es para los suizos mismos, y los forasteros se
benefician porque los suizos lo extienden a cualquier persona que use sus instalaciones
bancarias. La cosa trágica en el mundo hoy día es que no nos damos cuenta de la
consecuencia de nuestra banca desnuda actual. En las palabras de un prominente
apologista suizo:

El secreto bancario es un componente principal de la muralla de discreción que debe


proteger a la persona individual con su privacidad si la libertad va a ser defendida con
éxito en contra de la dominación del estado. Esto, y nada menos, es lo que está en juego.
La cosa que horroriza es que deba ser necesario indicarla.3

La privacidad bancaria en Suiza no es absoluta. Puede y será levantada por los tribunales
suizos en un caso apropiado. En la farsa de Clifford Irving-Howard Hughes, la privacidad
de la banca de la Sra. Irving fue levantada en una cuestión de horas cuando se estableció
que el Sr. Hughes no había endosado el cheque hecho a su nombre y que ella cobró. No
es difícil develar el secreto suizo en el caso apropiado. Lo que la privacidad de la banca
suiza significa realmente es que el estado no tiene derecho a ir en una excursión de
pesca y husmear en los asuntos financieros de sus ciudadanos sin causa justa.

El Derecho Común Inglés no es extraño a este principio. La doctrina de que la casa de


un hombre es su castillo, y que ni siquiera el monarca tiene el derecho a inmiscuirse, es
fundamental para el derecho inglés. En cada castillo había un tesoro privado que –
primero y principal – debía ser protegido del fisgoneo del rey. Esto era lo que el
concepto significaba. Toda vez el rey sabía cuánto dinero tenía un hombre, existía la
posibilidad de que tratara de diseñar alguna forma de robarlo. Conforme se desarrolló
la banca moderna, los ingleses perdieron de vista el hecho que el tesoro privado en el
castillo se movió al banquero privado por razones comerciales y por seguridad – no para
abrirlo a un rey fisgón. Si el tesoro de un hombre en su castillo estaba más allá de la
vigilancia del rey, entonces así su tesoro en el banco debería ser protegido de manera
similar.

En las audiencias realizadas por el Comité Irwin sobre Watergate, se le preguntó a John
Ehrlichman, el zar de asuntos domésticos del Presidente Nixon sobre el derecho del
gobierno de husmear en la oficina de un psiquiatra para obtener información sobre los
asuntos mentales del hombre que estaba detrás de la filtración de los Papeles del
Pentágono. El Sr. Ehrlichman pensó que era apropiado. El Senador Irwin le preguntó
sobre la antigua regla de que aún el rey no podía invadir el castillo de un hombre. El Sr.
Ehrlichman respondió que los tiempos han cambiado. Usted podría decir que el Sr.
Ehrlichman solo estaba medio equivocado. Si el gobierno hubiera querido husmear en
los asuntos financieros de este hombre (en lugar de sus asuntos mentales), no hay
ninguna duda de que los agentes de rentas hubieran podido husmear hasta el cansancio
con una citación del Servicio de Rentas Internas. Respecto a los asuntos financieros de
uno, el Sr. Ehrlichman tenía razón – los tiempos han cambiado.

Hay un dicho en Suiza que el pueblo quiere ser tan libre como sus padres. Los suizos
están entre los pocos pueblos del mundo que han llegado cerca a ese deseo. La mayoría
de nosotros nos hemos rendido a las oficinas de impuestos siempre en expansión de
nuestros gobiernos siempre creciendo. En la mayoría de países con largas tradiciones
de libertad, las personas miran hacia atrás en la historia con envidia a la libertad de sus
padres – al tiempo cuando los castillos estaban más allá de la vigilancia del rey.
19
El Colapso del Hércules de Europa

El sol nunca se pone sobre los dominios del rey de España y al menor movimiento de
esa nación, todo el mundo tiembla.
--Historiador del siglo dieciséis

Ninguna nación en la historia ilumina mejor la tesis de este libro que la España Imperial.
Este gran imperio, que nunca ha sido igualado, fue devastado por tributarios rebeldes
de todos los rangos y de toda manera posible. El cumplimiento voluntario del tributario,
para usar un término moderno, era casi desconocido. Los tributarios españoles
recurrieron a la violencia, se dedicaron a huir en toda dirección posible, y finalmente
desarrollaron un sistema de fraude y evasión fiscal que, en algunas circunstancias,
puede haber tomado 90 por ciento de los ingresos de impuestos del gobierno. Los
impuestos estaban en el corazón de la decadencia de España, pero fueron los malos
tributarios así como los malos impuestos lo que produjo el colapso de este otrora
poderoso poder.

El Imperio Español nació de una secuencia de matrimonios reales importantes. En el


tiempo de Colón, el matrimonio de Fernando e Isabel unió a las dos principales
provincias de España, como una unión de Inglaterra y Escocia. Su hija siguió el mismo
patrón y se casó con la gran familia de Habsburgo de Austria. El hijo de ese matrimonio,
Carlos V, se convirtió en emperador de casi toda Europa. Al mismo tiempo, los
exploradores españoles trajeron la mayor parte del nuevo mundo al imperio. Por más
de un siglo España fue más poderosa que cualquier otro estado europeo desde los
romanos. Su imperio de ultramar era el más grande que el mundo hubiera conocido.

En el siglo diecisiete este vasto imperio comenzó a desintegrarse. A los ingleses les gusta
pensar que la derrota de la Armada española fue la causa. Esa visión es buena para los
egos anglosajones pero no es buena historia. Dos tercios de las naves de la Armada se
las arreglaron para navegar de vuelta a España. Además, la Armada fue derrotada por
el ‘Viento Protestante’ más que por la náutica inglesa.

El Duque de Wellington comentó que, ‘España era el único país en el mundo donde dos
veces dos no hacía cuatro.’1 Lo que realmente no hace sentido es cómo una nación con
las mayores fuerzas militar y naval en el mundo, con vastas riquezas llegando cada mes
del Nuevo Mundo, con control sobre la mayoría del mundo, podía colapsar sin ninguna
razón aparente. En la historia de la España Imperial, dos más dos no hacían cuatro.

El impuesto más odiado de todos los impuestos españoles y el más productivo de


ingresos (los dos usualmente van de la mano), era la alcabala, un impuesto especial del
10 por ciento sobre la transferencia de todos los bienes inmuebles y muebles. Los
musulmanes inventaron este impuesto y lo trajeron a España en la Edad Media. La Reina
Isabel, en 1504, pidió la abolición de la alcabala en su Testamento.2 El famoso cardenal
español Jiménez le suplicó a Carlos V que aboliera este impuesto.3 Como nuestro
impuesto sobre la renta moderno, la alcabala producía tantos ingresos que no podía ser
abolida; en realidad, se expandió a incluir alimentos, y las tarifas aumentaron. Se
convirtió en ‘el más lucrativo de todos los impuestos… de allí la tenacidad con la cual
muchas generaciones de reyes castellanos se aferraron a este desastroso gravamen.’4

La alcabala tenía un efecto deprimente sobre la industria y el comercio. Los mismos


bienes, conforme cambiaban de manos, pagaban este impuesto muchas veces y ponían
el precio de los artículos castellanos fuera de mercado, tanto en casa como en el
extranjero. Un terrible desequilibrio de pagos se desarrolló en los mercados locales
conforme los artículos extranjeros (usualmente contrabandeados) bajaban los precios
de artículos españoles en los mercados locales. El oro y la plata se escapaban del país
tan pronto como llegaban de las Américas.

El imperio de Carlos V era un montón de provincias sin mayor cohesión con un sano celo
por sus ‘antiguas libertades y costumbres,’ que es una forma sofisticada de decir que no
habría nuevos impuestos. Las provincias serían leales a Carlos, pelearían por él, pero
impuestos para guerras ofensivas, no para la defensa del hogar de los tributarios, no
sería aceptable. Carlos pronto se dio cuenta de esto y cuando él necesitó más dinero
buscó en su provincia materna, Castilla. Carlos asumió que sus súbditos locales
apoyarían a su rey local en todas sus aventuras militares – pero asumió mal. Los
impuestos únicamente para defensa estaban profundamente enraizados en el
pensamiento europeo en todos lados.

Las medidas de ingresos requerían la aprobación de las Cortes, un organismo de


representantes de los tributarios como el Parlamento inglés o el General de Estado
Francés. Los nobles y los clérigos estaban exonerados de impuestos, de modo que su
voto no era importante. Los delegados de los pueblos y los plebeyos eran de suma
importancia – se requería su consentimiento para gravar impuestos a sus
constituyentes.

Cuando se necesitaban ingresos, el rey citaba a las Cortes, y enviaba a uno de sus
ministros a entregar un discurso desde el trono. Ellos responderían con una petición de
cosas que querían de la Corona, como un nuevo puente, un camino, o el cambio de
alguna ley. Eventualmente el rey otorgaba la petición y los delegados aprobarían los
impuestos. Este procedimiento tenía toda la apariencia de un buen gobierno
parlamentario, pero en la práctica las Cortes hacían lo que el rey pedía.

En una rara ocasión cuando las Cortes rechazaron la solicitud del ministro de finanzas,
el rey marchó a las Cortes y ordenó a los ministros aprobar su solicitud en treinta
minutos. Los delegados permanecieron firmes y el desairado rey se marchó furioso. En
la tarde se había impuesto la ley marcial sobre toda la provincia. Los delegados
rápidamente se reunieron y aprobaron las solicitudes del rey. En el sistema español
había poco auténtico debate y negociación.

El rey usualmente evitaba confrontaciones con los delegados ofreciéndoles pensiones


lucrativas, puestos, y ‘beneficios.’ Esto no era soborno sino solo las prestaciones de
tener un puesto público, como sucede hoy día. En 1520 Carlos inició una importante
revuelta en Castilla al exagerar la rutina de las pensiones para obtener nuevos
impuestos. Los enojados tributarios se volvieron en contra de sus delegados y exigieron
cambios políticos para terminar con la corrupción en las Cortes.

Los eventos en el norte de España en Segovia dan una idea del salvajismo de esta
revuelta. Una turba de tributarios locales brutalmente asesinó a su delegado sin
permitir su solicitud de obtener los últimos sacramentos del sacerdote de la parroquia.
Estos furiosos tributarios no querían que su tributario obtuviera el perdón por sus
últimos pecados – especialmente el pecado de cargarlos con impuestos no deseados.

Carlos eventualmente aplastó a los rebeldes y por apariencia se puede decir que la
revuelta falló. No obstante, la revuelta enseñó a la monarquía una lección – los
impuestos todavía tenían que ser tolerables para el tributario, sin importar qué pudieran
hacer sus representantes corruptos.

Carlos estableció una política de ‘no nuevos impuestos’ después de la revuelta en


Castilla. No obstante, él pudo triplicar las rentas haciendo valer implacablemente las
leyes y tarifas impositivas existentes – una lección ominosa para aquellos que creen que
pueden refrenar a un gobierno empeñado en gastar a través de medios legales. Carlos
estableció un Consejo de Finanzas y ordenó al consejo ‘aplicar el tornillo’ a los tributarios
que no cooperaban (‘que no cooperaban’ es todavía una palabra del arte para aquellos
en las oficinas fiscales). Aplicar el tornillo no era una figura retórica en ese entonces;
significaba usar las herramientas de la Inquisición española para cobrar las rentas. Los
agentes de impuestos también fueron nombrados jueces y verdugos en cualquier
disputa de impuestos. Al final, el sistema legal se convirtió en un instrumento para
obtener la cantidad máxima de ingresos con la menor consideración a los derechos de
los tributarios. Aún esto tiene su contraparte moderna.

Después de que Carlos falleció, sus sucesores redujeron las Cortes a una operación de
sello de hule. Los Servicios, las donaciones especiales como una ayuda inglesa, eran
otorgados cada año por millones de ducados; antes eran por cientos de miles y
únicamente para necesidades extraordinarias.

Los tributarios españoles no se quedaron tranquilos y aceptaron sus cargas. Dado que
no habían tenido ningún recurso legal, y las Cortes eran corruptas, se volvieron a
defensas extra legales – se volvieron contra el sistema (violencia), bajo el sistema
(evasión), y lejos del sistema (huída). Tuvieron éxito en sus esfuerzos; el mundo no ha
visto nunca, antes o desde entonces, tal desafío. Cuando terminaron, el imperio del
Hércules de Europa estaba en ruinas.

Al principio del siglo diecisiete un escritor español llamó la atención sobre la


despoblación de Castilla por la huída para evitar impuestos: ‘En lugar de preguntarse el
por qué de la despoblación de aldeas y granjas, el asombro es que quede cualquiera de
ellas.’3 Muchos historiadores apuntan a la plaga, la expulsión de moros y judíos, como
la causa de esta despoblación, pero un sano orden social podía haber reemplazado estos
reveses temporales en el crecimiento de la población. Por otro lado, la huída de
tributarios no era un asunto a corto plazo. Un año sí y otro también, por décadas, miles
de miles de campesinos y trabajadores españoles se fueron a lugares y empleos
exonerados de impuestos. Este drenaje continuo fue la causa principal de la decadencia
de la población de Castilla. A dónde se fueron los tributarios?

Primero, la mayor parte de ellos huyeron al Nuevo Mundo. Un espía francés escribió
estas palabras en Madrid a su gobierno en París:

Los galeones zarparon el 28 del mes pasado; estoy seguro que además de las personas
que salieron por razones de negocios, más de 6,000 españoles se han ido a América por
la simple razón de que ellos ya no pueden vivir en España.6

Las Américas eran un santuario del sistema de impuestos español, especialmente la


alcabala. Estas tierras ofrecían oportunidades de aventura, estado noble libre de
impuestos, y riquezas. Doscientos años más tarde aún Bismark, el gran líder alemán, se
refirió a la huída de tributarios españoles. El se oponía a las colonias alemanas porque
Alemania ‘puede terminar enviando su mejor sangre a ultramar como España lo había
hecho.’7

Segundo, un gran número de tributarios con alguna educación se unieron al servicio civil
exonerado de impuestos. Esto era especialmente desastroso para la corona porque no
solamente perdía a un tributario sino que ganaba otra boca que alimentar. ‘Hay mil
empleados,’ dijo un escritor español, ‘en donde 40 podrían ser suficientes si se
mantuvieran trabajando; el resto podría ser puesto a hacer un trabajo útil.’ 8 Conforme
se expandió el ejército de servidores civiles del gobierno, la mano de obra se
desplomaba.

Los servidores civiles innecesarios son sanguijuelas del sistema de impuestos, y España,
como Roma, tenía más sanguijuelas que tributarios. ‘La estupenda estructura,’ dijo
Gibbon, hablando de la burocracia romana, ‘cedió ante la presión de su propio peso.’ 9
España tuvo el mismo problema.

Tercero, los tributarios con dinero e influencias se convirtieron en nobles o hidalgos.


Todo plebeyo soñaba con lograr el estado noble. Un estigma de deshonor iba asociado
con el trabajo y el pago de impuestos. Un novelista español de este período hizo que
uno de sus personajes expresara la actitud de ese entonces con estas palabras:
‘Cualquier miserable inútil moriría de hambre antes de aprender un oficio [y pagar
impuestos].’10 Toda vez un español se convertía en hidalgo, como todos los buenos
aristócratas, desdeñaba el trabajo – la ociosidad era la marca de un buen noble, y
muchos de ellos vivían a niveles de inanición en lugar de aprender un oficio productivo.

Cuarto, los campesinos pobres sobrecargados de impuestos sin ninguna educación,


dinero, o influencias, con frecuencia se unían a la banda más cercana de gitanos después
de que el sistema de impuestos los había reducido a la más abyecta pobreza. Esto fue
logrado a través de un impuesto medieval a la muerte que requería que la familia del
campesino diera a su amo su mejor vaca cuando moría el cabeza de familia. Se
acostumbraba que el amo devolviera la vaca, pero la Corona reclamaba este impuesto
y nombró recaudadores para cobrarlo. Dado que los recaudadores también eran jueces
sobre las disputas de impuestos, ellos interpretaban este impuesto que era aplicable a
toda muerte en la familia campesina. Una corta expectativa de vida y mortalidad infantil
crearon el desastre para los campesinos. Cuando se llevaron la última vaca, la familia
campesina perdió su principal herramienta de producción y no tuvo más remedio que
unirse a la banda más cercana de gitanos.

Revuelta por Impuestos en las Provincias

Con el tiempo la despoblación de los tributarios castellanos hizo que la atención de la


corona se volviera a las provincias, que eran inmunes a la alcabala y pagaban pocos
impuestos. Su oposición a los impuestos españoles tomó la forma de violencia.

Los Países Bajos eran el centro del comercio mundial; Ámsterdam era la ciudad más
importante en Europa. La libertad de alta mar era un invento legal holandés diseñado a
librar al Mar del Norte de recaudadores de impuestos ingleses. El monarca de Inglaterra
veía al Mar del Norte como un lago inglés sujeto a impuestos por el rey, quien era el
‘Amo de los Mares.’ En una ocasión las naves holandesas fueron rodeadas y se les gravó
con honorarios de licencias por pescar en el Mar del Norte.

Los Países Bajos eran parte del vasto Imperio Español, gobernados localmente por un
regente por la Corona, Margarita de Parma, una hija del Emperador Carlos V. En 1566,
la violencia hizo erupción en los Países Bajos por la religión. Esta agitación inspirada por
los protestantes dio a la corona española una excusa para intervenir con una Inquisición
estilo español. Un grupo prominente de holandeses pidieron al emperador que tuviera
moderación. La Corona Española llamó a los solicitantes ‘mendigos.’ El nombre se les
quedó, siguieron los motines, y comenzó una desastrosa guerra civil que duró casi
ochenta años.

Una imagen alegórica muestra al león holandés aplastado en una enorme prensa, girada por de
Alba y Margarita de Parma. Los espectadores incluyen al papa y a Felipe II, emperador. La
alegoría de tributarios siendo aplastados en una gran prensa es tan popular hoy día como lo era
hace cuatrocientos años.

El emperador seleccionó al Duque de Alba para dirigir a veinte mil de sus mejores tropas
para restaurar el orden. Dio a este hombre estúpido y cruel autoridad para instituir la
odiada alcabala, que reemplazaría un impuesto sobre la renta administrado localmente
y que los holandeses habían estado pagando de mala gana a la Corona. Encima de la
alcabala estaba un impuesto al capital del 1 por ciento y un impuesto de transferencia
de bienes inmuebles del 5 por ciento:

Pero de Alba no atendió ningún rumor, sin estar atemorizado por las amenazas de un
pueblo arruinado y desarmado, y pensando que ninguna medida ni forma era más
necesaria a ser observada en los Países Bajos… demanda un impuesto general de la
centésima parte del patrimonio de cada hombre en los Países Bajos a ser pagado
inmediatamente; y para el futuro, la vigésima parte de todos los bienes inmuebles, y la
décima parte de todo lo que era vendido.11

De Alba convocó al Estado General del pueblo holandés para obtener autoridad para
gravar el ‘décimo centavo’ como los holandeses llamaban la alcabala. Los holandeses,
como los ingleses, no tenían intención de otorgar a la corona española el derecho de
gravar un impuesto especial permanente, que violaba sus antiguas libertades. Se
comprometieron aprobando el gravamen de 1 por ciento al capital con una ayuda tipo
medieval de dos millones de gelders, pagaderos en dos años. Al principio de Alba aceptó
este compromiso pero eventualmente, a insistencia de la Corona se instituyó la alcabala,
a ser recaudada por la fuerza a través de un Consejo de Sangre. Los holandeses que se
rebelaban eran linchados y sus cuerpos colgados en postes a la entrada de sus viviendas.
Después siguió una prolongada guerra civil dominada por guerra de guerrillas. Aún las
mujeres holandesas tomaron las armas.

La alcabala fue instituida para liberar a la corona de la carga financiera de mantener


fuerzas españolas en los Países Bajos. El dinero tenía que ser enviado de España a
Ámsterdam a través del Canal Inglés. Con frecuencia estas naves eran incautadas por
casi cualquier persona. Primero por los holandeses, después por los franceses, los
hugonotes, y finalmente por la Reina Isabel. Una canción patriótica se les enseña a los
niños holandeses en la escuela.

En una ocasión, como aprenderemos, Isabel robó la plata en un galeón español que
trataba de evitar ser capturado por asaltantes holandeses y buscando refugio en un
puerto inglés. Un encolerizado Emperador eventualmente conectaría a esta valiente
reina con la Armada Española.
Los ‘mendigos’ holandeses pronto se convirtieron en algo más que rivales de los españoles. El
‘décimo penique’ era su grito de batalla. Dentro de pocos años todos los Países Bajos estaban
en revuelta en contra del impuesto. En 1572 los mendigos capturaron la ciudad portuaria de
Brielle, como se muestra arriba. Ellos pronto comenzaron a depredar los galeones españoles,
que traían plata y tropas para sofocar la rebelión. La náutica holandesa se probó ser superior a
aquella de los españoles, y mientras la Reina Isabel era culpada de piratear los galeones
españoles, los holandeses por mucho fueron los principales culpables.
Hoy día en los Países Bajos enseñan a los niños en kindergarten un verso holandés sobre el
almirante más famoso en la flota de los mendigos. Aún cuando no rima en español, sí rima en
holandés: Piet Hein, su nombre es corto, pero sus hazañas son largas, él capturó a la flota de
plata.

La rebelión en los Países Bajos causó una seria fuga en las finanzas españolas, pero más
importante, puso a la corona sobre aviso de que abusos sobre las costumbres
impositivas del pueblo de provincias invitaría a la rebelión. La Corona no se atrevió a
instituir nuevos impuestos en las otras provincias por casi cincuenta años aún cuando el
comercio con el Nuevo Mundo estaba en fuerte decadencia y los impuestos castellanos
se estaban secando.

Un estudio del gobierno en 1619 llegó a la conclusión de que las provincias deben pagar
más impuestos y compartir las cargas de rentas del imperio español tan difícil de
manejar. Las provincias recibieron esta noticia con horror, muy parecido a la solicitud
de compartir nuestra tuberculosis. Los pesados impuestos habían arruinado a Castilla;
por qué deberían las otras provincias sufrir la misma suerte? No estaba el emperador
obligado a respetar las antiguas libertades y constituciones de todos los pueblos
provinciales? ‘Dependía del gobernando soberano persuadir a la provincia que los
ingresos de la ayuda servían a los propios intereses de la provincia y que estaban siendo
gastados en guerras defensivas.’12 No eran estos impuestos para propósitos militares,
no relacionados con la defensa de sus patrias?
Medalla. Un lado muestra la lucha contra el ‘décimo penique’: Una espada hacia arriba que una
moneda en su punta, nueve moneadas a la derecha. El otro lado exalta a los nobles deseosos de
llevar el bolso de los mendigos por la causa de los mismos.

Se ofreció alguna ayuda simbólica, pero los nuevos impuestos fueron rechazados. Como
respuesta, la Corona decidió usar la bayoneta española para hacer valer los nuevos
impuestos provinciales. Los vascos fueron seleccionados como las primeras víctimas.
Esta pequeña provincia de pastores no eran los Países Bajos y no era posible que
resistieran nuevos impuestos, pero resistieron aún cuando su causa no tenía esperanza.
Poco después la Corona disparó una guerra en Cataluña que muchos historiadores creen
que hirió mortalmente al imperio. Esta revuelta fue disparada por impuestos en su
forma más odiosa – el acuartelamiento de tropas sin medios para sostenerse. Cuando
las súplicas del pueblo catalán fueron rechazadas por la Corona, un populacho
enardecido mató al virrey y se volvió contra las tropas castellanas acuarteladas en su
país. Eventualmente, después de una guerra civil de diez años, se recuperó la provincia,
pero el costo fue enorme. Esta guerra llegó en un tiempo cuando España necesitaba
todas las reservas para batallas militares cruciales en contra de los holandeses,
franceses, e ingleses. Como se vio después, las últimas reservas de España fueron
gastadas en casa peleando contra los rebeldes de impuestos. El imperio en ultramar no
podía defenderse a sí mismo.

Cuando la guerra civil en Cataluña estaba en lo más agudo, la Corona instituyó una
alcabala del 5 por ciento en Portugal, contrario a la constitución entre Portugal y España.
Un despiadado colaboracionista portugués fue nombrado para recaudar este impuesto
especial. Portugueses furiosos atacaron el palacio, secuestraron al gobernador, y lo
escoltaron hasta la frontera; el implacable administrador de impuestos fue linchado, y
el pueblo portugués ha sido independiente desde entonces.

Los impuestos especiales sobre alimentos dispararon revueltas en Sicilia y Nápoles. En


Nápoles la revuelta comenzó cuando un recaudador español se tropezó con una canasta
de higos propiedad de un desafiante vendedor ambulante de frutas. Se formó una
turba, dirigida por un vendedor ambulante de pescado, que se encaminó hacia la
infantería española y quemó las casas de los recaudadores de impuestos. El virrey pidió
una tregua y convino en cancelar los nuevos impuestos especiales. Sin embargo, al año
las flotas navales españolas arribaron para restaurar el impuesto a la comida por la
fuerza.

El colapso del poder español en el extranjero de la rebelión a los impuestos en casa


permitió a los británicos apoderarse de Jamaica y muchas otras colonias españolas. Los
holandeses se apoderaron de las Indias Orientales. A partir de ese momento los ricos
frutos del imperialismo español se convirtieron en maduras ciruelas para ser cosechadas
fácilmente. El robarse las colonias de España se convirtió en un deporte internacional;
con el tiempo, la recolección era tan fácil que ya no era considerado deportivo tomarlas.
La última parte del imperio español cayó a los estadounidenses en la Guerra Española-
Americana – una guerra que muchos poderes europeos consideraban decididamente
injusta por parte de los norteamericanos.

Los hombres de comercio españoles diseñaron lo que era probablemente el mejor


sistema de fraude y evasión que la historia haya conocido jamás. La pérdida de ingresos
de la evasión nunca puede ser calculada, pero las cantidades pueden haber sido diez
veces lo que el gobierno recaudaba en realidad. Existía una evasión fiscal clandestina
que incluía a casi todos los recaudadores de impuestos así como a todos los tributarios.

Los hombres de negocios españoles transformaron el comercio Atlántico en una


operación masiva de contrabando para evitar el Quinto Real, un impuesto de aduanas
del 20 por ciento sobre la plata y los artículos de las colonias. Todo el comercio tenía
que entrar por ciertos puertos de entrada en España para pasar por aduanas. También
había un impuesto en el puerto de salida y un impuesto de convoy así como pagar por
la escolta de las naves. En 1600 el impuesto de convoy era del 6 por ciento; en 1630 el
impuesto era del 35 por ciento. Este aumento de seis veces en treinta años podía
significar que la evasión de impuestos aumento en esa misma proporción.

Los lingotes de plata eran el objetivo principal del gobierno. Aparte del Quinto Real, el
gobierno confiscaba los lingotes cuando estaba escaso de dinero y daba a los
propietarios bonos del gobierno. Además, la plata estaba sujeta a control de cambios y
era registrada cuando llegaba a España. La plata libre, que no era registrada, estaba en
gran demanda. Los comerciantes otorgaban grandes descuentos por compras hechas
con plata libre (contrabandeada).

Los lingotes de plata evadían el impuesto a través de varios dispositivos. La plata del
Perú era consignada a personas inexistentes en Panamá y después transportada a través
del Istmo y cargada en naves para España. Dado que la plata supuestamente se había
quedado en Panamá, nunca aparecía en el registro de la nave. El contrabando a España
era fácil; los comandantes navales de las naves escolta descargaban los lingotes en
pequeñas aldeas de pescadores lejos de los puertos de entrada. A veces la plata era
cargada en la noche justo antes de que la nave se embarcara para España, después de
que el registro de la nave estuviese cerrado. Otra plata era minimizada en el registro,
después minimizada de nuevo en las aduanas españolas con el soborno apropiado.
Nadie podrá saber jamás cuánta plata fue embarcada a España en realidad durante los
primeros años de 1600. Por ejemplo, en el año 1600 plata que valía treinta millones de
pesos fue embarcada a España. Para 1650, cuando el contrabando estaba pleno apogeo,
solamente se embarcó el equivalente a tres millones de pesos, de acuerdo a los
registros de aduanas.

Se podría discutir que los embarques de plata declinaron de las minas agotadas en el
Nuevo Mundo. Hay verdad en ello, pero los galeones hundidos que se han recuperado
últimamente por buzos en el Caribe han desenterrado enormes cantidades de lingotes
de plata. La evidencia de la evasión de aduanas llega de los registros comerciales por el
famoso tinte mexicano, la cochinilla. Los réditos de este tinte declinaron como lo
hicieron las importaciones de lingotes durante este mismo período, mientras otras
fuentes indican que la cantidad de tinte en producción en México no estaba declinando
para nada, y estaba destinado a Europa.

La Corona trató de detener el contrabando de cualquier manera concebible. Trataron


con la pena de muerte. Esto no asustó a nadie, de modo que se fueron al otro extremo
y ofrecieron un perdón para los contrabandistas confesos si el contrabandista prometía
ser bueno. La Corona prometió parar la confiscación de plata. Todos estos esfuerzos
fallaron porque ‘el hábito del fraude estaba demasiado arraigado.’13

El sistema de evasión de la España Imperial sobrevive hoy día. El gobierno español actual
admite públicamente que la evasión fiscal es un serio problema para el gobierno. En
toda América Latina los hombres de negocios encuentran que el soborno es una
herramienta indispensable para hacer negocios. Las leyes actuales en los Estados
Unidos en contra del soborno y mordida confrontan un procedimiento operativo
estándar que tiene cuatrocientos años. Es dudoso que se pueda hacer algún progreso
real en contra de este sistema. En algún lugar en la transacción de negocios e impuestos,
se dará un soborno – y si los norteamericanos no lo pagan, alguien más lo hará de una
forma u otra.

El principal erudito de Oxford dijo sobre la España Imperial:

La industria española fue estrangulada por el sistema más gravoso y complicado de


impuestos que la locura humana puede diseñar… El tributario, sobrecargado con
impuestos, estaba enredado con una red de regulaciones para evitar la evasión… Así
estaba imposibilitado a cada paso por la mortal influencia de la acumulación de
exacciones anómalas e incongruentes.14

Esta histórica acusación de los impuestos españoles tiene una aplicación a nuestro
sistema de impuestos – ciertamente ‘el sistema más gravoso y complicado de impuestos
que la locura humana puede diseñar.’ Históricamente no estamos solos.

Tan opresivo como era el sistema español de impuestos, no fueron los tributarios de
España, en lugar de su sistema de impuestos, lo que arruinó al Imperio? Era la alcabala
del 10 por ciento en los Países Bajos, o la alcabala del 5 por ciento en Portugal realmente
tan intolerables?
Probablemente no existen estándares objetivos para determinar cuándo un impuesto
es intolerable. La Revolución Americana claramente estableció esa propuesta. Los
impuestos deben ser medidos por estándares subjetivos – por lo que pun pueblo está
deseoso de aceptar. Los problemas de España comenzaron cuando sus tributarios
lanzaron un ataque triple al sistema de cualquier forma concebible. La historia de los
impuestos de España ilustra, por encima de todo, qué puede suceder a partir del
descontento masivo de los tributarios. Los problemas de España probablemente
comenzaron cuando el Consejo de Finanzas decidió ‘apretar el tornillo’ a los tributarios
españoles; cuando los ingresos no eran gastados en defensa. Probablemente no existe
nada tan peligroso que haga un gobierno que reprimir a los tributarios que desafían un
vil sistema de impuestos. Cuando el gobierno español finalmente entró en razón y se
dio cuenta que el sistema era malo, era demasiado tarde – la desobediencia se había
convertido en una forma de vida española que no podía cambiarse.

Thomas Jefferson tocó este problema cuando escribió una carta a James Madigan
sugiriendo que un país necesita una rebelión cada veinte años aproximadamente, y que
el gobierno no debería castigar a los rebeldes demasiado severamente porque están
señalando enfermedades que los gobiernos necesitan cuidar.35 El aplicar esto a los
impuestos, falta de cumplimiento masivo por los tributarios o aún cólera con un sistema
de impuestos debería ser una advertencia a los gobiernos de que algo tiene que ser
corregido. El ignorar los síntomas podría ser como ignorar las señales de peligro de una
seria enfermedad. El gobierno español (como la mayoría de gobiernos) interpretó el
desafío a los impuestos como una llamada a las armas para hacer valer la obediencia.
La represión resultante fue tan efectiva como poner gasolina en un fuego ardiente.

Un siglo completo antes del colapso de España, hubo muchos españoles sabios que
incitaban a la reforma, volviendo hasta el Cardenal Jiménez poco después del
descubrimiento de América. Sus declaraciones y esfuerzos no llegaron a nada. Como
González de Cellorigo dijo alrededor de 1600, mientras veía impotente la decadencia de
España, ‘Aquellos que pueden, no lo harán; y aquellos que lo harían, no pueden.’16
20
Cómo Cortés y Pizarro Supieron que los Impuestos eran la
Grieta en la Armadura de los Gobernantes Aztecas e Incas

La historia detrás de la conquista de México es uno de los cuentos más fascinantes y


románticos en la historia. Tiene toda la pinta de una película de Hollywood; un
comandante alto, guapo y valiente, un grupo de hombres galantes, una mujer bella e
inteligente, intriga en palacio, y todo lo demás. La historia militar no tiene paralelo en
la historia; si hubiera sido escrita como ficción hubiera sido celebrada hasta el ridículo.
Los aztecas militantes, siendo una fuerza de más de un millón de hombres, no podían
posiblemente haber sufrido la derrota ante 508 soldados, 16 caballos, 14 cañones y unos
pocos lebreles.

Hasta hace poco los historiadores ofrecían la historia de Quetzalcóatl para explicar la
increíble hazaña de Cortés. Cuando Hernán Cortés atracó en Veracruz en 1519, se
suponía que los aztecas pensaron que él era el dios barbado que volvía, y antes de que
supieran otra cosa, Cortés se hizo del control del imperio y asesinó a Moctezuma II. Los
historiadores modernos descartan esta teoría. Mucho antes de que un solo guerrero
azteca se enfrentara a los españoles, Moctezuma sabía que los españoles eran
enemigos, no dioses. Pronto después de que Cortés atracó profanó los templos aztecas,
cosa que un dios no haría. Los españoles aclararon a Moctezuma que iban tras el botín
de los impuestos de su reino. Para comprender toda la historia debemos ir atrás y ver a
los aztecas ante de Cortés.

El imperio azteca era llamado la Triple Alianza, siendo una unión de tres grandes
ciudades, siendo la ciudad de México el núcleo del imperio. Esta alianza fue formada
doscientos años antes de que llegara Cortés. Los aztecas conquistaron las ciudades más
débiles de México y las organizaron en estados vasallos que pagaban impuestos. No se
hizo ningún intento de gobernarlas ni de desarrollar ninguna relación cultural o social.
Primero y último, eran activos que pagaban impuestos del reino. Los aztecas, como los
asirios en el siglo ocho a.C., usaban el terror y el poder militar para recaudar impuestos
y controlar su imperio. Era la edad del terror de impuestos del Nuevo Mundo. La
similitud entre los métodos de impuestos asirios y aztecas ha sido notada por
antropólogos importantes.1

El imperialismo azteca seguía un patrón sencillo. Los comerciantes eran enviados fuera
de la ciudad de México disfrazados para adquirir bienes de ciudades que parecían
prospectos valiosos para el saqueo. Estos comerciantes retornarían con estos artículos
para su examen más información sobre las defensas y ejércitos de la ciudad. Si la ciudad
era suficientemente rica, y si los prospectos de conquista eran prometedores, se armaba
una enorme partida de guerra y se enviaba para atacar la ciudad.

Los aztecas eran maestros del camuflaje y atacaban con cautela, usualmente
obteniendo una victoria decisiva. Los gobernantes de la ciudad derrotada rogarían por
la paz, se llevaba a cabo una conferencia, y se resolvían los términos de la paz. Los
gobernadores de la ciudad podían conservar sus puestos de liderazgo, exceptuando que
ahora ellos serían vasallos que pagaban impuestos a los aztecas. Cada ochenta días un
recaudador azteca de impuestos llegaría para recibir los impuestos especificados en el
tratado.

No habría ningún ejército de ocupación, pero un director de distrito de las rentas aztecas
estaría estacionado en la región para mantener el dedo sobre el pulso de la comunidad.
Exceptuando por este director de impuestos, y unos pocos asistentes, ningún otro
azteca se quedaría atrás. ‘La tarea de este recaudador local era no actuar como
gobernador de la provincia, sino más como un tipo de agente imperial para asegurar el
pago de las cantidades estipuladas.’2

Al final del tratado de paz los aztecas serían agasajados lujosamente, cargados de
regalos, y con el primer abono de los impuestos partirían para la ciudad de México
acompañados por numerosos prisioneros para ser sacrificados a los dioses.

Era común el desafío en contra de los impuestos aztecas, al igual que lo había sido en
Asiria. El sistema sufría del mismo defecto en el Nuevo Mundo como en el antiguo – sin
tropas estacionadas en los territorios súbditos, la rebelión y el desafío eran inevitables.
Por lo tanto, los aztecas continuamente luchaban contra pequeños incendios de
rebeliones contra los impuestos que plagaban el imperio. Dado que no había ejército
de ocupación para apoyar a los recaudadores de impuestos, el imperio azteca estaba
continuamente a punto de rebelión.

Un estallido típico ocurrió en 1458 en la ciudad de Cotaxtla (cerca de Veracruz). El


director de distrito azteca de impuestos y todos sus asistentes fueron asesinados. Un
emperador sorprendentemente paciente envió un grupo de agentes especiales para
amenazar e intimidar a la ciudad rebelde, pero la ciudad mató a estos agentes y después
vistió sus cadáveres con ropajes lujosos, los puso ante una fiesta, y se prostraron ante
los agentes muertos. Llamados señores, se les preguntó por qué no comían. Cuando
estas noticias llegaron a Moctezuma I, se enfureció y proclamó, ‘Se resuelve que el
pueblo de Cotaxtla sea totalmente destruido, y que no quede ninguna memoria de él.’
Eventualmente los aztecas reconquistaron la ciudad, pero Moctezuma cambió de
opinión sobre tomar represalias; en lugar de eso, invocó la multa de impuestos
acostumbrada por la rebelión, es decir, el doble del impuesto normal. Como la mayoría
de agentes de impuestos sabios, él decidió proteger el ingreso, no destruirlo.

Los ciudadanos de Cotaxtla se vieron tentados de asesinar a los agentes de rentas de


Moctezuma por los tlaxcaltecos, quienes eran los rebeldes de impuestos aztecas más
desafiantes y exitosos. Afortunadamente para Cortés ellos vivían a medio camino entre
Veracruz y la ciudad de México, ya que sin los tlascaltecas sería difícil ver cómo Cortés
podía haber tenido éxito. Ningún gobernante azteca había sido capaz de someterlos, y
después de años de desafío exitoso habían entendido la estrategia militar azteca en cada
detalle y llevaron a Moctezuma a las lágrimas. Al final, casi todo lo que los aztecas
pudieron hacer fue instalar un bloque económico que prohibía a los tlascaltecas hacer
comercio con el imperio.
Había otras ciudades rebeldes en la orilla del imperio y ocasionalmente los grandes
batallones del emperador lograban resultados indecisos en el campo de batalla. Las
conquistas aztecas pueden haber sido el resultado de bravatas y espectáculo en lugar
de una sólida fuerza y poder militar.

Cortés atracó cerca de Veracruz en territorio que pagaba impuestos aztecas. Pronto
conoció al director de distrito azteca local, llamado Tindile, y aún cuando no hubo
ninguna exhibición visible de poder, Cortés se dio cuenta que Tindile era el hombre
fuerte local.

Tindile observó a Cortés y mantuvo al emperador informado de todos sus movimientos.


Informó que los españoles tenían bestias extrañas (caballos y lebreles), distintos a todo
lo que los aztecas habían visto nunca. Aparte de estas bestias, los hombres blancos
barbados tenían palos que hablaban con fuego, cañones que rugían como el trueno, y
grandes naves de vela que empequeñecían las pequeñas naves de los aztecas. Sería
como tener invasores del espacio exterior sobre la Tierra con equipo espacial superior,
armas, y animales extraños. Moctezuma estaba lleno de miedo y asombro. Estos no
eran hombres ordinarios. Parecía prudente hacerles lujosos regalos y esperar que se
fueran. Como sabemos, los ricos regalos solamente despertaron el apetito por más. A
partir del momento que Cortés puso sus ojos sobre un casco español que Tindile había
llenado de oro, ya no hubo qué lo detuviera. Este fue tal vez el movimiento más fatal
que hizo Moctezuma. Cortés ahora sabía que las historias del oro azteca eran verdad.

Cortés no se cegó por su lujuria por el oro; por cinco meses él acampó en Veracruz y
estudió la situación. Un rápido asalto a la ciudad de México ciertamente hubiera sido
un desastre. En una batalla directa las probabilidades hubieran sido de por lo menos
cien o mil a uno. Por el lado positivo, Cortés tenía el equipo para asestar un golpe mortal
con su fuerza de lucha pequeña pero superior, si él se pudiera posicionar de forma
efectiva.

Un día cuando Cortés estaba caminando en la playa cerca de Veracruz conoció a cinco
indios que estaban amargados por el yugo de los impuestos aztecas. Fue un
descubrimiento trascendental para Cortés – había encontrado su respuesta – los
impuestos eran la grieta en la armadura de Moctezuma.

Siguiendo esta pista Cortés fue a visitar la ciudad de estos tributarios descontentos. Tan
pronto como llegó a la ciudad, aparecieron algunos de los agentes de impuestos de
Moctezuma. Cortés notó que cuando los indios escuchaban que venían los hombres de
Moctezuma, ellos ‘perdían el color, temblaban de miedo, y se apresuraban a recibirlos.’3
Cortés arrestó a los recaudadores de Moctezuma y después de golpearlos un poco,
liberó a dos de ellos para que pudieran volver con Moctezuma y contaran su historia (los
indios querían matarlos a todos allí mismo). Cortés sabía que los aztecas volverían para
castigar a estos indios y por tanto forzar a los indios a pedir protección a los españoles,
y hacer una alianza por su propia seguridad. Cuando las noticias de este nuevo desafío
llegaron a Moctezuma, no hubo ninguna duda, a partir de ese momento que los
españoles eran rivales y enemigos. Para irritar aún más a los aztecas, Cortés profanó
los ídolos en los templos aztecas.
Tan pronto como estos indios se unieron con Cortés, él comenzó su viaje hacia la ciudad
de México. En el camino entró a las tierras de los tlascaltecas, el enemigo que los aztecas
no podían someter, pero los tlascaltecas no eran rival para los españoles. Después de
unas pocas escaramuzas ellos pidieron paz y añadieron sus fuerzas y sabiduría al asalto
español. Moctezuma estaba en estado de shock cuando supo de la facilidad con la que
los españoles habían sometido a los tlascaltecas. El invitó a Cortés a la ciudad de México,
esperando evitar una alianza española-tlascalteca. Después cambió de opinión y les
ordenó que no llegaran. Sin embargo, nada podía disuadir a Cortés de su objetivo – él
había aprendido mucho de los tlascaltecas quienes le indicaron los defectos del sistema
militar azteca, y las debilidades en el imperio. Cortés era un líder de un genio nada
frecuente y una valentía increíble; al explotar el descontento fiscal de los estados
vasallos de Moctezuma él podía lograr la victoria por encima de probabilidades
imposibles. Aún así, si no hubiera visto que los impuestos eran la grieta en la armadura
de Moctezuma, puede que él nunca hubiera salido de Veracruz vivo.

Hernán Cortés une fuerzas con los amigables nativos de Tlaxcala para su asalto a la Ciudad de
México. Su intérprete, Doña Marina, está parada detrás de él. Los tlaxcaltecas habían evadido
con éxito los impuestos y conquista aztecas por siglos y contribuyeron tanto psicológica como
militarmente a la derrota Azteca.

Los españoles destruyeron la mayoría de la cultura de los aztecas. Atacaron la adoración


pagana y sacrificios humanos con una furia igual a su lujuria por el oro. Como resultado
de esta destrucción masiva se perdió la clave para comprender la civilización de la
antigua América. Sin embargo, se permitió que sobreviviera un aspecto de la cultura
azteca. Para explotar las riquezas de Mesoamérica, los registros de impuestos aztecas
fueron preservados meticulosamente. Sabemos con todo detalle la cantidad de
impuestos que Moctezuma recaudaba de cada ciudad y del imperio como un todo. Cada
año Moctezuma recibía siete mil toneladas de maíz, cuatro mil toneladas de frijol, y por
lo menos dos millones de mantos, para mencionar algunos de los artículos básicos.4 El
sistema de impuestos azteca era tan efectivo que ni siquiera las fechas de pago fueron
cambiadas por los españoles. Doscientos años después de Cortés los indios de México
todavía estaban pagando impuestos cada ochenta días, exactamente como lo habían
hecho por siglos antes de Colón.5

La historia de impuestos de los imperios indígenas no terminó con Cortés. En pocos


años otro conquistador español, codicioso de oro y plata dirigió un asalto al imperio de
los incas. Francisco Pizarro conquistó otro gran imperio compuesto de millones de
indígenas explotando el descontento por impuestos de las tribus mantenidas bajo una
pirámide burocrática gigantesca de recaudadores de impuestos, con el emperador en la
cima como el Hijo del Sol.

El Imperio Inca se dividía en cuatro provincias que se extendían sobre las laderas
occidentales de los Andes de Bolivia hasta Perú y Ecuador. Cada provincia estaba
dividida en miles de distritos de impuestos en una estructura piramidal: unidades de
10,000 tributarios, después sub unidades de 5,000, después de 1,000, después 500, 50,
y 10 al fondo. A diferencia de los aztecas que exigían productos y bienes de sus súbditos
conquistados, los incas eran más centralizados, y obtenían mano de obra de todos los
tributarios – mano de obra para agricultura, obras públicas, minas, guerreros,
corredores, trabajadores de metales, tejedores, y cualquier otra necesidad del
emperador. Al igual que los escribas de Egipto, los recaudadores no pagaban impuestos.
Dado que el emperador era un dios, la rebelión entre los incas no era probable, pero no
sucedía lo mismo con las tribus conquistadas que no eran incas.

Este masivo imperio de tributarios explotados estaba maduro para la rebelión, y Pizarro,
al igual que Cortés, era el hombre del momento. Toda vez vemos la conquista de un
poderoso imperio de millones por una pequeña fuerza, aún más pequeña de la de
Cortés: Doscientos hombres, caballos y un cañón. Como sucedió con los mexicanos, el
impuesto era la grieta en la armadura del Hijo del Sol inca, Sapa Inca.

Al final, el Imperio Inca conquistado intercambió un despotismo, con demandas de


impuestos rígidas pero conocidas, por otro sistema de explotación y despotismo, con
demandas ilimitadas. En cada caso fueron los nobles, sean incas o españoles, quienes
explotaron a los tributarios e hicieron demandas despiadadas por la riqueza del imperio.
Tal vez fue peor bajo los españoles, ya que mientras los incas eran esclavos de impuestos
bajo su emperador, bajo los españoles eran esclavos usados para canalizar el oro y plata
del reino a los bolsillos de sus amos europeos.
21
Los Impuestos Forjan a la Alemania Moderna

En 1524 los astrólogos y místicos en Alemania predijeron problemas inminentes. La


alineación de los planetas en el signo de Acuario indicaba que habría una gran
inundación, como en los días de Noé. Se informó que extraños monstruos habían
aparecido y algunos sugirieron que la gran inundación estaría compuesta de
campesinos, derrocando a sus amos.

Los primeros problemas campesinos habían comenzado algunos cincuenta años antes
cuando un joven místico, Hans el Flautista, anunció que la Virgen se le había aparecido
y le dijo que fuera y predicara: No habrá príncipes ni sacerdotes; todos debían ser un
hermano para su vecino. Todos los impuestos, cargas, peajes, alquileres, y otras
exacciones debían ser abolidos. Los bosques, corrientes, y lagos deberían estar abiertos
para todos.

En su última aparición Hans dijo a los hombres que volvieran en una semana, armados
con armas y preparados para ir con la Virgen como su líder. La siguiente semana, más
de 34,000 campesinos regresaron, pero el Flautista no se encontraba por ningún lado.
Había sido secuestrado por un obispo local y quemado vivo como hereje. Otros líderes
campesinos siguieron al Flautista pero ellos también fueron arrestados y ejecutados.
Para controlar cualquier desorden adicional los nobles alemanes prohibieron las
asambleas de campesinos, incluyendo bodas y festivales de diversión popular. Los
campesinos furiosos reaccionaron en 1524 rehusándose a trabajar o pagar impuestos.
La tradición dice que la gran Revuelta Campesina comenzó en la Selva Negra cuando una
mujer noble hizo una exacción de mano de obra durante un feriado. Dado que a los se
les tenía prohibido celebrar, ella no veía la razón por qué no debían trabajar. Los
campesinos formaron una liga, adoptaron banderas, y emitieron un documento llamado
los doce artículos, que pedía la abolición de nuevos impuestos y la reducción de los
antiguos. Después de ello, los furiosos campesinos barrieron el campo en turbas
linchando a cualquier noble que pudieran encontrar, y devastando castillos e iglesias.
Desafortunadamente para los campesinos, estas turbas eran desorganizadas, tenían
quejas comunes pero no liderazgo común.
Un grabado de 1517 muestra a un campesino alemán pagando sus impuestos con huevos. La
matanza con la cual los nobles alemanes respondieron a las revueltas campesinas dejaron al país
despoblado por más de un siglo.

Martín Lutero estaba en la escena cuando sucedieron estos levantamientos. Al principio


él apoyó a los campesinos.

No tenemos a nadie a quién agradecer esta sedición exceptuando a ustedes príncipes y


señores… Además en sus actividades mundanas ustedes no hacen otra cosa que
despellejar y extorsionar impuestos para que ustedes puedan satisfacer su pompa y
vanidad, hasta que el pobre campesino no puede y no pueda resistirlo más.1

Un mes más tarde, Lutero cambió de opinión después de observar la destrucción y


muerte causada por los campesinos. Escribió un nuevo panfleto titulado, En Contra de
las Bandas de Campesinos Asesinas y Ladronas, y apeló a todos los cristianos decentes
a ‘aplastarlas, estrangularlas y atravesarlas… así como uno podría golpear a un perro
loco.2

Poco después la marea de la batalle se volvió en contra de los campesinos. Su masacre


alcanzó proporciones casi desconocidas en la historia. Alemania se vio despoblada por
más de un siglo.
Lutero y sus nobles amigos no consideraron las consecuencias económicas de su política
genocida. Sin campesinos, quién araría los campos, cosecharía las siembras, o
proporcionaría mano de obra para mantener a los nobles? Cuando el último miembro
de una familia campesina fue llevado a la ejecución, sus súplicas de piedad llegaron a los
oídos sordos hasta que él dijo a sus verdugos que su muerte ya no dejaría a nadie para
cosechar la siembra. El amo prontamente lo liberó. Eventualmente, las realidades
económicas prevalecieron sobre el fanatismo, y cesó la masacre.

Alemania surgió de la Edad Media como un montón de pequeños reinos. A cada pocas
millas había un nuevo príncipe con un nuevo dominio. El Sacro Emperador Romano
ostensiblemente gobernaba sobre estos principados, pero él solamente era un
testaferro y no tenía poderes soberanos.

Poco después de las revueltas de los campesinos, la familia Hohenzollern en Berlín


comenzó a adquirir más y más territorios alemanes. Esta familia había producido los
líderes de los Caballeros Teutones, una poderosa orden de las cruzadas, cuya presencia
se sentía en toda Europa y aún en Rusia. Estos caballeros eran gobernados por el orden
y la disciplina, y la familia Hohenzollern aplicaba estas cualidades a sus crecientes
dominios políticos, que incluían pequeños pedazos de territorio de las fronteras de Rusia
hasta el Rin. La historia de la formación del estado alemán en los trescientos años
siguientes es la historia de la expansión de estos pequeños pedazos en una Alemania
geopolítica unificada.

Un carruaje detenido en las puertas de peaje, a principios del siglo diecinueve en Alemania. Antes
de la unificación en el siglo diecinueve, Alemania estaba compuesta de varios pequeños
principados, cada uno con sus propias leyes, dinero, e impuestos. El sistema de impuestos
incapacitó al comercio, principalmente porque las puertas de peaje que fueron construidas en
las fronteras, puentes, y aún carreteras dentro de cada principado. Los comerciantes y viajeros
eran detenidos cada pocas millas para ser cuestionados, registrados, y gravados con impuestos.
No es de extrañar que Alemana fuera un poder insignificante antes de su unificación. Esta es la
razón por la que Alemania fue un país que llegó tarde entre los principales constructores del
imperio de Europa.

Con una hábil diplomacia en el momento correcto, con la buena fortuna de estar del
lado de los victoriosos durante las Guerras Napoleónicas, con disciplina y tácticas
superiores, los prusianos ejercieron una influencia en Europa muy por encima de su
tamaño. Los Habsburgo y los franceses eran gigantes políticos, pero al final los prusianos
ganaron y eliminaron a estos súper poderes de lo que hoy día es la Alemania moderna.

El primer gobernante prusiano notable fue el Príncipe Frederick Guillermo de


Brandemburgo (1640-1688), llamado el Gran Elector. El era uno del organismo de
electores que elegían al Sacro Emperador Romano a su puesto de testaferro. De paso,
el Colegio Electoral en los Estados Unidos se derivó de esta institución alemana, que
todavía estaba en operación en 1787 cuando se adoptó la Constitución de los Estados
Unidos.

El Gran Elector trató de repoblar Alemania invitando a judíos y hugonotes franceses


proscritos a venir a Alemania y recibir privilegios y favores especiales de impuestos.
Organizó un ejército pequeño pero brillantemente entrenado y lo alquilaba al mejor
postor. Cuando el ejército no estaba en el campo se le ponía a trabajar construyendo
canales y edificios públicos. Los soldados estaban acostumbrados a administrar los
asuntos del estado y a operar el sistema de impuestos. Se decía que Prusia no era un
estado con un ejército, sino un ejército con un estado. La historia del pueblo alemán,
sus logros y sus tragedias, está estrechamente ligada al militarismo prusiano.

Las Guerras Campesinas convencieron a los aristócratas alemanes que no se debía


confiar en los siervos. Estos caballeros con tierras, llamados junkers, tenían tierras de
mala calidad y tenían recursos limitados para defenderse a sí mismos contra invasores
de fuera y de campesinos rebeldes de adentro. Los Hohenzollern ofrecieron sus fuerzas
militares como seguridad a los junkers a cambio del derecho de cobrar un impuesto
especial, como la alcabala española. Alemania era uno de los pocos lugares en Europa
donde el impuesto especial fue introducido sin problemas. El impuesto era
administrado por la oficina de guerra en Berlín, que era tanto una oficina de impuestos
como un estado mayor militar. La alcabala prusiana tuvo éxito debido a la eficiencia y
disciplina de la administración militar del impuesto. Cuando Pedro el Grande hizo que
su ejército administrara el impuesto alma, estaba copiando las maneras prusianas. Sin
embargo, la diferencia fue que los recaudadores militares de impuesto de Rusia eran
notoriamente corruptibles – los prusianos no lo eran. Berlín se convirtió en la ‘Esparta
del Norte’; sus recaudadores militares de impuestos recibieron la orden de ‘ein plus
machen,’ es decir, obtener un beneficio.3

El bisnieto del Gran Elector, Federico el Grande, inyectó un elemento de moderación a


la regla prusiana, tal vez porque su padre había hecho que el mejor amigo de Federico
fuera decapitado ante él cuando los dos estuvieron ausentes sin permiso del servicio
militar. Federico convirtió sus fuerzas militares en los Goliat de Europa con notable
éxito. Cuando Napoleón visitó su tumba les dijo a sus asistentes, ‘Descúbranse,
caballeros – si él estuviera vivo, nosotros no estaríamos aquí.’4

Federico el Grande era un verdadero déspota benévolo, exceptuando lo que se


relacionaba con los judíos. El adoptó reglamentos anti judíos detallados que aún iban
tan lejos como prohibir el matrimonio para que los judíos no tuvieran hijos. Se
instituyeron impuestos especiales colectivos a judíos siguiendo el patrón de la Edad
Media; algunas propiedades judías fueron confiscadas. El anti semitismo que tanto
caracterizó a la Alemania nazi encontró un fuerte apoyo de este gran héroe nacional;
sus impuestos especiales a judíos y sus leyes sobrevivieron hasta 1850. Hitler no tuvo
que retroceder más de ochenta años para encontrar un formato para la represión judía.

Federico heredó una tesorería llena de sus frugales predecesores, pero pronto se la
gastó tratando de reducir impuestos y aumentar el gasto del gobierno. Una de las
primeras cosas que hizo fue abolir los pesados impuestos y se proclamó a sí mismo el
‘Rey de los Pobres,’ y después se dedicó a hacer varios programas caros para mejorar la
suerte de campesinos y trabajadores alemanes. Esto drenó la tesorería y lo obligó a
volver a instaurar los impuestos que había cancelado. Federico nunca pudo aceptar
totalmente las duras reglas de la economía, especialmente la verdad evidente de que
un fuerte gasto del gobierno exige fuertes impuestos, tarde o temprano, de alguna
forma. El celo de Federico por la bondad fue contraproducente. S él trataba de mejorar
la calidad de vida para los pobres, tenía que aumentar los ingresos para lograr esa meta
– pero esto requería un aumento en impuestos, lo que recayó sobre el mismo pueblo
que estaba tratando de ayudar. Además, las aventuras militares de Federico, aún
cuando fueron exitosas, mantuvieron vacía su tesorería. Los impuestos bajos no eran
posibles en un mundo dominado por operaciones militares.

En una ocasión cuando Federico estaba lejos en una campaña militar, sus enemigos se
apoderaron de la tesorería. Esta pérdida fue más perturbadora que una derrota en
batalla. En desesperación emitió dinero de cuero, esperando llenar el vacío en sus
finanzas hasta que pudiera obtener dinero en efectivo.

Los recaudadores franceses de impuestos de Federico el Grande en camino a Berlín para


apoderarse de sus recaudadores militares de impuestos. Efectivos aunque corruptos, los
profesionales franceses más tarde dijo Federico que ‘habían saqueado Prusia para hacer su pila,’
pero retuvo sus servicios hasta su muerte.

Pero la más increíble de todas sus empresas de ingresos fue el volver a abrir los registros
de impuestos del año A.D. 1221! Esto fue posible porque los impuestos eran recaudados
de pueblos, no de personas. Si un pueblo hubiera fallado en pagar sus impuestos
anuales un siglo antes, Federico podía exigir el pago de sus habitantes actuales.

En realidad, esta maniobra no es tan descabellada como pudiera parecer. Nosotros no


tenemos estatuto de límites cuando un tributario no cumple con presentar una
declaración. En algunas situaciones, la responsabilidad de impuestos no pagados pasa
a los herederos de un tributario fallecido. Federico estaba haciendo a nivel de aldeas lo
que nosotros hacemos a nivel individual. Cuando un gobierno necesita dinero – no
importa qué tan iluminado pueda ser – parece haber poco cuidado por los principios
morales que regulan los asuntos ajenos a los impuestos. El estatuto de límites fue
diseñado para obligar a los acreedores a iniciar juicios legales cuando los recuerdos
están frescos y la evidencia no es rancia. Los reclamos de impuestos requieren la misma
clase de evidencia que cualquier otro reclamo por deuda. Por qué los reclamos de
impuestos rancios debieran estará fuera de principios establecidos de una sana
jurisprudencia?

Una de las historias más encantadoras en toda la historia de impuestos vino de los
tiempos de problemas de Federico. Durante una de sus reuniones de gabinete, Federico
le preguntó a su ministro de finanzas por qué su tesorería estaba tan baja cuando sus
tributarios pagaban tantos impuestos. A dónde se iba todo el dinero? Para explicar el
problema, el ministro de finanzas pidió un pedazo de hielo. Se lo entregó al ministro
que estaba más alejado del rey y le dijo que se lo pasara a la persona a su lado, hasta
llegar al rey. Para cuando el hielo llegó a Federico todo lo que recibió fue una mano
mojada.5 La lección que el ministro de finanzas enseñó al rey se clasifica en sabiduría
como las parábolas de la Biblia. La mayoría de impuestos son consumidos por las
burocracias del gobierno. Es una maravilla que Federico haya recibido siquiera una
mano húmeda.

Los prusianos recaudaban tres impuestos básicos. Las áreas rurales pagaban un
impuesto a la tierra basado en un porcentaje del valor de la cosecha esperada. Antes
de la cosecha se hacía una evaluación, y si había alguna falla en la cosecha de último
minuto el resultado sería desastroso. Al igual que los antiguos impuestos a las cosechas
en Egipto y Roma, el impuesto no era rebajado.

Los habitantes de los pueblos pagaban un impuesto de ocupación, una clase de


honorario de licencia para llevar a cabo su comercio o negocio. Los nobles no estaban
exonerados de impuestos a menos que prestaran servicio militar. Aún las tierras de la
iglesia pagaban impuestos.

La mayoría de ingresos venía de impuestos especiales y aduanas. Federico hizo una


innovación en su administración fiscal reemplazando a los recaudadores de impuestos
militares con profesionales franceses (recaudadores de impuestos).6 Los franceses eran
duros, y tal vez corruptos. Uno de los ministros de Federico dijo que estos franceses
habían reducido al pueblo alemán de ‘confort a la absoluta miseria – por la maldita
eficiencia de los recaudadores de impuestos.’ Otro crítico dijo que Federico no siempre
se veía como el padre de su país, sino como un tirano que empleaba a ‘extranjeros para
apretar a sus súbditos y obtener el dinero necesario para ejecutar estos planes [es decir,
aventuras militares].’ Federico no estaba ciego a la opresión de sus recaudadores
franceses. El dijo al francés que era el jefe de su oficina de impuestos que sus hombres
eran ‘pícaros que roban todo a lo que pueden ponerle la mano encima,’ y que ellos
habían saqueado Prusia para hacer su montón.’7 (Las palabras en argot ‘apretar’ (screw,
en inglés) y ‘hacer su montón’ son de una considerable antigüedad.) No obstante todos
estos delirios y desvaríos, Federico conservó a sus recaudadores franceses hasta su
muerte.

Cuando Federico murió dejó una tesorería considerable y una fuerza militar de primera
clase, y logró esto con un país que era de segunda categoría en recursos y tamaño de
población. Sin ninguna duda él fue uno de los mejores líderes europeos en el siglo
dieciocho. Pocos se pueden comparar con él en energía, dedicación, creatividad, y éxito.
Como el George Washington de Alemania, él dejó su marca en sus conciudadanos por
todos los tiempos.
Parte V
El Ancien Régime

En la Edad Media el rey francés no era mucho más que un barón de tamaño medio.
Muchos nobles en Francia eran más grandes y más poderosos que el rey de
Francia. El rey inglés, por otro lado, comenzó como el gobernador absoluto de
Inglaterra con Guillermo el Conquistador en 1066.

El juego infantil de rey de la montaña es útil para entender la historia política


europea. La monarquía de Inglaterra comenzó en la cima de la montaña y
despacio bajó sus laderas hasta que alcanzó el fondo, donde existe hoy día como
un mero testaferro del estado, sin ningún poder. El rey francés comenzó a la
mitad de la montaña, subió a la cima y se quedó allí hasta que fue decapitado
durante la Revolución Francesa. Los impuestos fueron un factor crítico en el
movimiento de estas dos monarquías subiendo y bajando la montaña.

En Francia no fue necesaria ninguna Magna Carta por la simple razón de que los
contratos feudales otorgaban libertad de impuestos a la mayoría de nobles;
además, los reyes franceses respetaban estos contratos y no se atreverían a
instituir un exactio inaudita (un impuesto inaudito).

Las restricciones de impuestos en la monarquía francesa también se aplicaban a


los señores. La taille, como la tallage inglesa, era odiada tanto en Francia como
en Inglaterra. Muchas constituciones entre señores y plebeyos prohibían este
arbitrario poder de gravar impuestos. En Flandes, el conde local invitó a los
tejedores a venir y vivir, bajo la condición expresa de que no habría ninguna taille.
La industria tejedora que se desarrolló de esta inmunidad a la taille todavía
sobrevive como la industria dominante en Flandes hoy día. La actitud del pueblo
francés hacia la taille se ilustra en este preámbulo a la constitución medieval para
la ciudad de St. Denis (cerca de París):

[la taille] es desmesuradamente mala y odiosa, en el sentido que los mantiene en


miedo constante, y así, no atreviéndose a mostrar sus artículos obtienen poca
ganancia. Por lo tanto, no solo los extranjeros tenían miedo de establecerse en
el pueblo, sino que los nativos eran obligados a irse a cualquier otro lado.

La constitución de St. Denis específicamente abolió la taille si los habitantes


pagaran un impuesto fijo de capitación cada año. El odio que el pueblo francés

1
tenía por la taille se convirtió en un factor crítico en el curso de la historia francesa
hasta el tiempo de la derrota de Napoleón. De igual importancia fue el celo del
pueblo francés por las inmunidades a impuestos. Ni siquiera Napoleón, durante
sus tiempos más críticos, pudo alterar ese celo. Muchos franceses vivían sin
impuestos. Era una prerrogativa de poder político. Durante la Revolución
Francesa solo era natural para los campesinos y trabajadores sobrecargados de
impuestos esperar la inmunidad a impuestos como el fruto de la victoria y una
bondad graciosa de su emperador. Napoleón pudo vencer a los ejércitos del
mundo; pudo reorganizar las naciones de Europa a voluntad – pero no pudo quitar
a los campesinos franceses de esta ilusión.

Felipe el Hermoso, el rey francés que expulsó a los judíos e incautó su riqueza,
inició a Francia en el camino hacia abajo al absolutismo real, principalmente a
causa de su anarquía. Después de esquilmar a los judíos él utilizó el mismo
proceso para robar dinero del resto de los banqueros franceses. Después se volvió
hacia la iglesia y cuando el papa amenazó con excomulgarlo envió una banda de
matones a secuestrar al papa para establecer el papado en tierras francesas donde
fuera más colaborador con sus planes de impuestos. Este período de ‘cautiverio
babilónico’, como ha sido llamado, fue instituido por el rey de Francia para
asegurar su derecho a gravar impuestos a la propiedad de la iglesia.

Felipe finalmente tuvo éxito en aumentar los impuestos a la nobleza al conmutar


el servicio de caballería en un impuesto anual como el scutage inglés. Encima de
este scutage degradado, añadió un gravamen a capital, pero fue incapaz de hacer
valer este impuesto permanentemente.

El problema más difícil de Felipe fue su herencia. El tenía una hija y un nieto, lo
que debía haber solucionado el problema, exceptuando que su nieto estaba en
Inglaterra y era el Príncipe de la Corona. Después de la muerte de Felipe el Reino
de Francia pasó al rey de Inglaterra. Ningún francés podía aceptar esto.

Hay momentos en la historia cuando los sanos principios legales producen


resultados escandalosos. Este era un momento así. Cuando eso sucede, se puede
contar con los abogados para encontrar una solución. En Francia desenterraron
una ley franca de setecientos años de antigüedad que prohibía que una mujer se
convirtiera en monarca. Después extendieron esto a significar que tampoco su
hijo podía ser monarca. Este razonamiento era ridículo porque según los
principios de larga data de primogenitura cualquier hombre puede heredar un

2
reino a través de su madre. No obstante, fue suficiente para arrebatar la
monarquía francesa de las garras de los ingleses.

Los ingleses no estaban tan interesados en el reino francés ya que estaban en sus
tierras feudales a lo largo de las costas de Francia. El parlamento respondió, como
hemos notado, con una donación modesta al rey para levantar un ejército para
recuperar estas tierras. Las batallas que siguieron iniciaron la Guerra de los Cien
Años, una guerra que Inglaterra perdió aún cuando ganó la mayoría de batallas.

Esta simpática caricatura muestra al abusado granjero campesino francés, demacrado y


andrajoso, alimentando a sus animales, trabajando en el campo, y pagando todas sus
ganancias al recaudador de impuestos.

Dos importantes eventos trajeron la victoria a los franceses – Juana de Arco y un


nuevo sistema de impuestos. Juana reunió al pueblo francés detrás de un nuevo
rey que tenía una buena razón para no estar seguro de su reivindicación al trono
(era sobrino de Felipe, mientras que el rey inglés era su nieto). Al mismo tiempo,
los Estados Generales, una clase de parlamento de Francia, también soportaba al
vacilante rey y le otorgó el poder permanentemente para gravar la taille en contra
de mucha de la riqueza de Francia. Los ejércitos de impuestos a corto plazo de
Inglaterra solamente eran buenos para una o dos batallas, mientras que los
ejércitos franceses tenían una sólida base financiera para soportar derrotas y
eventualmente sacar a los ingleses del suelo francés. Este fue el impuesto que

3
derrotó a los ingleses. (Cuatrocientos años después, en la segunda Guerra de los
Cien Años, las mesas se invirtieron. En este entonces Bretaña había desarrollado
un impuesto para derrotar a Napoleón.)

Con este nuevo poder impositivo el rey de Francia era la envidia de los monarcas
de Europa. También se le otorgó el poder de gravar un impuesto a ventas y un
impuesto a la sal, pero fue la taille la que proporcionó más del 80 por ciento de
sus ingresos. Viento este nuevo otorgamiento de poder impositivo desde el punto
de vista del pueblo francés, eliminaba la necesidad del debate y negociación
parlamentarios. Los Estados Generales ya no eran necesarios más. El absolutismo
real, aún cuando no fuera tan absoluto como se decía, de todos modos fue la
consecuencia. Ahora la monarquía francesa podía fácilmente moverse a la cima
de la montaña mientras que el rey de Inglaterra claramente iba hacia abajo.

Durante la Guerra de los Cien Años, los campesinos sobrecargados de impuestos


se rebelaron en Francia e Inglaterra. En Francia las revueltas hicieron erupción en
1348 cuando se aumentaron las tailles más allá de su resistencia para recaudar
fondos para rescatar al rey y algunos de sus nobles. En realidad se pagó un rescate
de más de un millón de coronas de oro. La revuelta fue dirigida por un campesino
llamado Jacques Bonhomme, y fue llamada la revuelta de la Jacquerie. Como de
costumbre los campesinos fueron masacrados (aproximadamente veinte mil),
pero no antes de que la ‘Isla de Francia fuera un desierto.’

Por los doscientos años siguientes los levantamientos de los campesinos por los
impuestos trajeron devastación y muerte a toda Europa. Estas revueltas son
importantes porque los campesinos nunca tuvieron una voz sobre los impuestos,
aunque ellos soportaban la mayor parte de la carga. El Parlamento de Inglaterra
y los Estados generales en Francia no tenían escaños para representantes de los
campesinos. Las luchas constitucionales entre reyes y sus súbditos por impuestos
no preocupaban a los campesinos. Cuando los impuestos se volvieron demasiado
opresivos para ellos, expresaron su descontento a través del único medio
disponible: La violencia.

4
22
El Sistema de Impuestos del Diablo
De modo que solamente hay una forma de escapar a los impuestos, y esa es
hacer una fortuna.
--Pierre-Samuel du Pont de Nemours

El sistema de ingresos que finalmente evolucionó de los poderes de gravar


impuestos otorgados al monarca francés en la Guerra de los Cien Años era todo lo
que un buen sistema impositivo no debe ser. Un escritor francés de ese período
dijo que si el diablo mismo hubiera tenido mano libre para planificar la ruina de
Francia, no podría haber inventado ningún plan más apropiado para lograr ese
objetivo que el sistema de impuestos entonces en vigor.

Era un sistema que producía la mayor cantidad de perversidad entre hombre y


hombre, y hombre y estado. Era un gran mal, pero no sin paralelo a otros tiempos
y lugares. El sistema de impuestos del ancien régime no era único, no más que la
corrupción en el régimen de Nixon era única; simplemente era la cúspide de malos
impuestos. Nos enseña mucho sobre impuestos y los males que producirán los
malos impuestos, no solamente en las injusticias de gobierno, sino en las
atrocidades que los furiosos tributarios son inducidos a cometer.

Cuando la Corona trató de introducir un impuesto al vino en Burdeos en 1635, los


enojados tributarios gritaron: ‘Muerte a los gabeleurs! Maten a los gabeleurs!’ y
lo decían en serio. (Los recaudadores de impuestos franceses eran llamados
gabeleurs.)

El nombre ancien régime se refiere al orden social y político de Francia antes de la


Revolución Francesa en 1789. Los historiadores con frecuencia han remarcado
que no es fácil entender este período de la historia. Se dice que la monarquía
francesa era absoluta. Los historiadores con frecuencia pasan capítulos enteros
comparando el absolutismo del rey de Francia con la monarquía limitada en
Inglaterra. La mejor ilustración de ese absolutismo es el comentario hecho por
Luis XIV en relación a las quejas sobre impuestos excesivos. Luis dijo que dado
que todo le pertenecía, él solamente estaba tomando lo que era suyo. En realidad,
la monarquía francesa fue cualquier cosa menos absoluta. La mera sugerencia por
la Corona de una necesidad para aumentar impuestos era suficiente para producir
una revuelta y ponerle fin a la vida de algún inocente recaudador de impuestos.
Hubo revueltas de mayores proporciones que fueron incitadas por rumores

5
infundados sobre nuevos impuestos. Para combatir estos rumores el gobierno
enviaría oficiales de alto rango con documentos impresionantes para asegurar y
reasegurar al pueblo que los rumores eran falsos. Si eso no era suficiente, la
Corona amenazaba con la pena de muerte para cualquiera que fuera culpable de
diseminar dichos rumores. Esta clase de comportamiento por parte del gobierno
es más una indicación de pánico que absolutismo. Sin embargo, no hay duda de
que Luis XIV se ufanaba de su poder absoluto, pero es dudoso que aún él lo
creyera. Una cosa es cierta, el pueblo francés no lo creía. El así llamado
absolutismo de la monarquía francesa era solamente una fachada.1

La taille (usualmente un impuesto a la tierra y a la riqueza) se convirtió en una


tasación anual ordinaria después de la Guerra de los Cien Años, que fluctuaba con
las necesidades militares del rey. Pudo haber sido una forma equitativa de
impuestos si hubiera sido aplicada al reino como un todo. Desafortunadamente,
la nobleza y el clero y aún algunas de las ciudades y provincias estaban exoneradas
o tenían tarifas reducidas. Para algunos era un impuesto a la tierra; para otros era
aplicable a toda la riqueza. Esta desigualdad incitó a un ministro de finanzas a
culpar la mayor parte de males del reino a la taille, que él decía dejaba a una
décima parte del pueblo como mendigos, a cinco décimas partes casi mendigos,
tres décimas partes trabajadores sobrecargados de impuestos, y una décima parte
en un modesto confort.

Para el siglo dieciocho la taille era llamada ‘el impuesto de los campesinos’ porque
casi todos los demás habían encontrado alguna forma de evitarla. Durante la
Revolución Francesa, cuando finalmente fue abolida, el famoso Pierre-Samuel du
Pont de Nemours (quien más tarde huyó a América para fundar la gran dinastía
financiera Du Pont) dijo a la Asamblea Francesa Nacional: ‘Difícilmente uno creería
que para convertirse en noble es suficiente volverse rico; y para dejar de pagar
impuestos es suficiente convertirse en noble. De modo que solo hay una forma
de escapar a los impuestos, y esa es hacer una fortuna.’2

Por doscientos años la monarquía francesa trató de reformar la taille, pero


simplemente no era lo suficientemente poderosa para reconstruir un sistema más
equitativo. Casi todo lo que pudo hacer fue remendar el sistema existente y
retirarse siempre que la resistencia era demasiado formidable. Luis XIV casi llegó
a modificar la taille con su impuesto de capitación, que clasificaba a todos en
veintidós categorías. Cada categoría pagaba una tarifa de impuestos basada en la
cantidad de riqueza normalmente asociada con esa categoría. Esta forma
escalonada de impuestos a la riqueza fue diseñada para alcanzar a los exonerados

6
de la taille, pero con la ayuda de capaces abogados la evasión era fácil. Cuando
Luis XIV falleció el impuesto de capitación fue derogada rápidamente.

Algunas tailles eran administradas por gobiernos locales, pero la mayoría estaban
bajo el gobierno nacional. El país estaba dividido en veinticuatro distritos, cada
uno con un director de distrito llamado un Intendente, el hombre fuerte o ‘agente
especial’ del sistema: ‘Los Intendentes eran empleados… para supervisar las
tasaciones de impuestos y recaudaciones por la oficina de impuestos o para espiar
el trabajo judicial de jueces locales y agentes de impuestos.’3

El impuesto interior era llamado la gabelle, que era gravado a casi todo lo que se
movía, incluyendo los alimentos. Sobre el vino había cinco clases de impuestos
interiores: un impuesto al vino, un impuesto a la cosecha, un impuesto a la
manufactura, un impuesto de transporte, y un impuesto a la venta. Los pobres
bebían sidra.

Los recaudadores del impuesto al vino hacían rondas diarias para revisar el
inventario de vino de los taberneros. Un alijo escondido con frecuencia era
enterrado en el sótano y tarde o temprano el inspector descubriría el vino libre de
impuestos. Este descubrimiento sería silenciado con un soborno. Los franceses
de hace trescientos años bebían su vino a pesar de las intolerables cargas
impositivas sobre el mismo.

Relacionados con el impuesto interior están los impuestos del timbre, que
usualmente vienen en forma de sellos del gobierno y papel especial para
transacciones comerciales. En donde no se usaban los sellos el gobierno exigía
papel especial para las escrituras, contratos, facturas, y pagarés. El papel
solamente podía comprarse de la Corona.

A diferencia de Inglaterra, los impuestos de importación no eran una gran fuente


de ingresos. El contrabando a lo largo de las fronteras de Francia no podía ser
controlado. Por lo tanto, los impuestos de aduanas eran gravados a la entrada a
ciudades y pueblos. Estos impuestos de aduanas internos eran llamados octroi.
En París, conforme la ciudad de expandía, las puertas de aduanas pronto se fueron
rodeadas de casas que proporcionaban una ruta fácil de evasión. Para evitar el
contrabando a la ciudad, se construyó una muralla dentro de la ciudad,
reminiscente del Muro de Berlín de la historia reciente, e igual de odiada. Una de
las primeras cosas destruidas durante la Revolución Francesa fue esta muralla con
sus casas de aduanas.

7
Aún cuando el rey de Francia tenía considerablemente más ingresos que su rival
al otro lado del canal, como todos los reyes de este período él estaba corto de
efectivo – la necesidad de nuevos ingresos era insaciable. Con el tiempo, el rey y
sus ministros de finanzas desarrollaron un arte para adquirir lo que se llamaba
ingresos extraordinarios. Ellos inventaron planes que han fascinado a los
financieros y economistas por tres siglos. Podríamos decir que ellos fueron los
primeros alquimistas exitosos del mundo – no en hacer oro de metales comunes,
sino en hacer algo todavía mejor, hacer oro de papel!

Los ministros a cargo de los esquemas del dinero a gogó del rey pronto eclipsaron
al ministro regular de impuestos. Sin su astucia fiscal el gobierno hubiera
colapsado. La monarquía francesa en el siglo diecisiete estaba quebrada hasta
que estos jóvenes prodigio salvaron a la Corona, que optó por trucos de ingresos
como una alternativa a ya sea la quiebra o responsabilidad fiscal. Hasta la
Revolución Francesa, la Corona persiguió una olla de oro creada por la trapacería
fiscal.

La quema de la octroi, o aduanas de la ciudad de París, durante la Revolución Francesa.

El pedir dinero prestado no era fácil para un gobierno en una sociedad que
prohibía prestar dinero a interés. Pero en esos días los franceses no se sentían
seriamente molestos por la moralidad, especialmente cuando interfería con su
forma de vida. Como el gran poeta alemán Goethe dijo, ‘Lo que sirve al
momento… parece correcto a los franceses.’4 Los negocios privados en Francia
habían estado pidiendo prestado dinero por algún tiempo con la habilidad de

8
artesanos legales. Los préstamos se hacían en forma de ventas con subarriendos.
Un prestatario vendería cualquier propiedad que él tenía a un prestamista, quien
pagaría en efectivo por esta ‘propiedad.’ Sin embargo, la propiedad nunca era
transferida físicamente, porque el prestatario (vendedor) inmediatamente la
alquilaba de vuelta de su prestamista-comprador. Este pago de renta era
realmente un pago de intereses sobre el dinero que el prestatario recibía por la
venta falsa. Finalmente, en el mismo documento, el prestatario convendría en
comprar su ‘propiedad’ de vuelta por la suma original. Este era el pago del
préstamo.

Recaudadores de impuestos franceses, llamados los hombres del papel moneda, creando
‘dinero’ -- no muy diferente a los banqueros centrales de hoy día.

La Corona tenía problemas con este arreglo debido a su mal crédito. Para
solucionar este problema, se usaban hombres de paja para dar la cara por el
gobierno. Estos hombres de paja eran ministros de alto rango y recaudadores de
impuestos que se convertían en garantes si el gobierno no cumplía. Estos
‘financiers,’ como se les llamaba, hicieron grandes fortunas.

Al principio el papel financiero del gobierno no se vendía en el mercado abierto.


Era adquirido en lotes al por mayor por especuladores, a grandes descuentos, de
la misma forma que las firmas de la banca de inversión compran bloques de
nuevas acciones emitidas en los Estados Unidos y Canadá. Los financiers entonces
volvían a vender el papel a un descuento menor. Francia desarrolló una Wall
Street muy ocupada, la Rue Quincampoix, con todas las alzas y bajas del
‘mercado,’ incluyendo también sus propias quiebras estilo el año 1929.

9
El pueblo común de Francia, como en España, tenía un celo por estado
aristocrático. La Corona vendía oficinas y títulos por un honorario sustancial. Con
el tiempo, el gobierno creó un enorme inventario de ‘oficinas’ para la venta. En
realidad, estas ventas eran préstamos perpetuos al gobierno, libres de intereses.
Consideren por ejemplo, los granjeros de ovejas y ganado en Bretaña que
producían pieles. La Corona notó esta empresa y creó una oficina de inspector de
pieles. Todas las pieles tenían que ser inspeccionadas, a cambio de un honorario.
Los honorarios anuales producían una bonita ganancia para el inspector, a quien
se le permitía conservar todo lo que cobraba. El podía contratar delegados para
hacer el trabajo y nunca necesitar salir de París. El precio pagado por esta oficina
estaba directamente relacionado con el rédito esperado. Los perdedores, por
supuesto, eran los granjeros. La inspección no servía ningún propósito útil;
simplemente era un impuesto sobre el negocio de las pieles.

Si una oficina producía más honorarios de lo que se esperaba por el precio pagado,
la Corona dividiría la oficina y vendería una segunda oficina. Si un tenedor de una
oficina deseaba aumentar su salario o sus honorarios, la Corona lo haría siempre
y cuando él pagara por el aumento. La tasa entre el aumento de salario y el pago
en efectivo al gobierno era la ‘tasa preferencial’ de ese día; es decir, si la tasa de
interés era del 5 por ciento, entonces el tenedor de la oficina tendría que pagar
cien livres por cada cinco livres del aumento anual de paga. El aumento de salario
era en realidad ‘intereses’ sobre un nuevo préstamo perpetuo.

Algunas oficinas, especialmente las judicaturas, creaban estado noble que el


tenedor del puesto deseaba pasar a sus herederos. El gobierno acomodaba esto
por un honorario anual, llamado un paulette, que también era usado para
mantener a los jueces en línea. Si un juez irritaba al gobierno por fallar
desfavorablemente con demasiada frecuencia, el ministerio de finanzas
respondería retirando su paulette.

La práctica francesa de vender oficinas y su corrupción tuvo un profundo efecto


en los padres fundadores de los Estados Unidos. La constitución tiene dos
disposiciones separadas que prohíben la venta de oficinas y otorgamientos de
nobleza. La última cosa deseada en las Américas era un gobierno basado en
ventas de oficinas, referidas en la Constitución como ‘emolumentos.’

La importancia de la recaudación de impuestos en el ancien régime no puede ser


sobre enfatizado. Los recaudadores de impuestos eran al ancien régime lo que el
Consejo de la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra, y el Banco de Canadá son

10
para sus respectivos países. Ellos tenían el poder de crear dinero y de lar al
gobierno enormes cantidades de crédito. Eran los banqueros nacionales de
Francia, de una manera informal. El papel moneda emitido por ellos estaba
respaldado por impuestos a ser recaudados y mantenía al gobierno a flote. Ese
sistema en Francia tiene su contraparte hoy día – nuestras deudas nacionales
están respaldadas por futuros impuestos, no por oro.

La recaudación de impuestos en Francia comenzó en la Edad Media. Los señores


no tenían la maquinaria ni la inclinación para recaudar impuestos. Los
recaudadores privados, usualmente judíos, pagaban al señor una cantidad fija por
adelantado por el derecho de cobrar peajes y aduanas. Este efectivo instantáneo
es lo que hacía la recaudación de impuestos tan deseable. Además, las
burocracias fiscales de los reyes y nobles usualmente eran corruptas al igual que
ineficientes. Solamente en una emergencia, cuando los recaudadores ofrecían
ingresos insuficientes cobraba el rey sus propios impuestos, y así únicamente
como un recurso temporal.

Conforme el reino de Francia se expandió, sus recaudadores formaron grandes


corporaciones nacionales. El país se dividió en distritos de recaudación de
impuestos. El contrato estándar era del 10 por ciento de enganche, más pagos
periódicos durante seis años, representados por pagarés de los recaudadores. La
Corona podía ceder estos pagarés para pagar sus deudas. Los tenedores de estos
pagarés los aceptaban a menos que el valor nominal porque el pago no se había
vencido. La cantidad descontada dependía de la fecha de pago. Los tenedores
tenían tres elecciones: (1) podían mantener los pagarés hasta su vencimiento y
cobrar la cantidad total; (2) podían negociarlos, también a un descuento, para
pagar sus propias deudas; o (3) podían llevarlos al recaudador y obtener efectivo
a una tasa descontada. Estos pagarés eran simplemente los bonos de cero
cupones en ese entonces.

El crédito de los recaudadores era bueno. Era este proceso en realidad diferente
del dinero que usamos hoy día? Básicamente, este papel moneda era una cesión
de futuros recibos de impuestos. Nuestros gobiernos operan bajo el mismo
principio. Con los contratos de recaudación en vigor por seis años, el gobierno
francés tenía tanto crédito disponible. De nuevo, no muy diferente al día de hoy.

Los riesgos de este sistema elemental de banca nacional eran las revueltas por
impuestos, guerras, sequías, plagas, o cualquier otra cosa que pudiera producir
una falla en la recaudación de impuestos. El peligro más serio para el sistema era

11
la falta de controles. A veces el gobierno emitía cesiones contra recibos de
impuestos que no existían y los recaudadores honraban estas cesiones. Esta clase
de irresponsabilidad fiscal frecuentemente llevaba al sistema al borde de la
quiebra.

Los recaudadores fueron sacados del negocio por una temporada después de la
muerte de Luis XIV. Los regentes para este infante bisnieto de Luis XV culparon a
los recaudadores de los problemas financieros del régime. Para corregir estos
problemas trajeron a un osado innovador fiscal de Escocia llamado John Law. Law
organizó un banco nacional, emitió una nueva clase de papel moneda, y puso a los
recaudadores fuera del negocio cancelando la mayoría de impuestos internos. El
papel moneda del gobierno podía ser intercambiado por acciones en el banco de
Law o ser usado para pagar impuestos. Las cesiones de los recaudadores no eran
necesarias ni estaban disponibles con los impuestos internos cancelados.

Para proporcionar una base para el crédito del banco, Law obtuvo los derechos
exclusivos para todo el comercio de Louisiana y Canadá, las tierras del Nuevo
Mundo llenas de oro y riquezas – por lo menos ese era el rumor, y durante la fiebre
especulativa un buen rumor es tan efectivo como la cosa real. Nadie había visto
el oro, pero eso no importaba en tanto el rumor persistiera.

Law era el hombre del momento para Francia. Su banco emitió pagarés sin
importar ninguna otra cosa que la aceptación pública y necesidad del gobierno.
No pasó mucho tiempo antes de que los pagarés de Law estuviesen en todos
lados. Al principio Law redimió sus pagarés por oro y plata, pero esto causó
drásticas reducciones en sus escasas reservas de efectivo, de modo que Law dejó
de redimir pagarés (como lo hizo el Presidente Nixon). La mayoría de las
redenciones eran realizadas por recaudadores que ayudaron a precipitar su
colapso causando una retirada de fondos del banco. Eventualmente un público
demasiado confiado se dio cuenta que sus pagarés y las acciones en el banco eran
solamente papel y el oro en el Nuevo Mundo era solamente una esperanza. Las
‘cesiones’ de los recaudadores de impuestos comenzaron a verse bien; habían
sido respaldadas por impuestos, el oro real del Reino de Francia – riqueza sólida,
confiable, producida por el sudor del pueblo francés.

La burbuja de Law explotó, su sistema colapsó, y el huyó al exilio. Su subida y


caída se convirtió en una historia clásica de la historia económica. Hubo muchos
defectos en su sistema, pero desde un punto de vista de impuestos, él liberó los
gastos del gobierno de recibos de impuestos y canceló varios impuestos internos.

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La combinación probó ser desastrosa; con ingresos reducidos de impuestos y
gastos sin restricción, el país simplemente estaba inundado de papel – dinero sin
valor. Su sistema estaba condenado desde el principio aún si no hubiera habido
ninguna fiebre de especulación.

Los recaudadores franceses estaban reacios a recoger los pedazos de la debacle


de Law. Por varios años la Corona tuvo que cobrar sus propios impuestos, usando
al personal de los recaudadores. Eventualmente, el sistema de ingresos volvió a
los recaudadores y se quedaron en control hasta la revolución en 1789.

La recaudación murió con la mayoría del ancien régime durante la Revolución


Francesa. Los líderes fueron conducidos juntos, juzgados en masa por traición, y
decapitados por la guillotina. Fueron condenados por esquilmar al pueblo francés
de 300 millones de livres. Cuando no pudieron presentar un recuento rápido y
satisfactorio, se puso a funcionar la guillotina. No se vertieron lágrimas cuando
sus cabezas cayeron en la canasta.

La última ironía de su caída y decapitación llegó algunos años después cuando sus
viudas y huérfanos buscaron la devolución de la propiedad que el gobierno había
incautado para pagar la supuesta deuda de 300 millones de livres. Cuando se
presentó un recuento objetivo final, los tribunales franceses reconocieron que
nunca había habido ninguna deuda; en lugar de ello, el estado estaba en deuda
con los recaudadores por 8 millones de livres. La propiedad confiscada fue
devuelta a los herederos. El gobierno no podía restaurar las cabezas que habían
caído en la canasta, y respecto a la oficina del recaudador, había pasado de la
historia de Francia para todos los tiempos. La única institución, que jugó un papel
tan importante en los sistemas de impuestos de la civilización occidental por casi
tres mil años, finalmente sucumbió en Europa a la guillotina y a las turbas de París.

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23
Muchas Revueltas – Una Revolución

Elevaron un clamor y confusas amenazas en contra de todas las vidas de los


gabeleurs, usando esta palabra para incluir a todos los recaudadores de
impuestos de su Majestad. Despedazaron a un desafortunado cirujano que
sospechaban había sido un gabeleur. Después de desnudarlo y cortar uno de sus
brazos, lo hicieron caminar por la feria, y después acabaron con él.
--Revuelta campesina por impuestos, Blansac, France, 1636

Este salvaje recuento del comportamiento de los furiosos campesinos franceses


se repitió una y otra vez durante todo el siglo diecisiete. Un secretario
quinceañero de París que mantenía los libros para un recaudador de impuestos
fue despedazado por estos mismos campesinos. Su carne fue cortada en tiras y
clavada en las puertas de las cabañas para recordar a otros oficiales de rentas lo
que les esperaba.

A diferencia de las revueltas campesinas en Alemania, las clases alta y media de la


sociedad francesa con frecuencia alentaban y ayudaban a los campesinos. Las
revueltas francesas sobre impuestos no tenían trasfondo social; eran revueltas por
impuestos puras y simples. Cuando los campesinos gritaban ‘maten a los
gabeleurs,’ también gritaban ‘Larga vida al rey sin gabeleurs.’ Estaban opuestos a
nuevos impuestos, aumentos en las tarifas de impuestos, cambios en los métodos
de recaudación, y cualquier nuevo dispositivo fiscal. En breve, querían que se
dejara al sistema de impuestos tal y como estaba. En Alemania los campesinos
mataron a cualquier miembro de las clases altas que pudieron encontrar; en
Francia solamente mataron a los recaudadores de impuestos.

Las rebeliones de impuestos en Francia eran típicas de esta era de rebelión a los
impuestos. Los franceses, igual que los españoles, tenían más problemas en la
lucha contra los rebeldes de impuestos en casa de la que tenían luchando unos
con otros en el extranjero. Las rebeliones en casa se relacionaban con las guerras
en el extranjero. Estas guerras requerían ingresos mucho mayores que las
miserables cantidades proporcionadas por los sistemas medievales de impuestos
que todavía estaban vigentes. Esta era la ley de hierro en los impuestos del siglo
diecisiete.

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Dan muerte a un campesino rebelde, lo que sucedió con frecuencia durante las muchas
revueltas en la Francia del siglo diecisiete.

Los rebeldes de impuestos no eran revolucionarios en ese entonces. Aún podían


ser llamados reaccionarios. Una petición al rey de Francia por los campesinos de
Bretaña ilustra el temperamento de los tiempos:

Estamos dispuestos a pagar impuestos que estaban en vigor hace sesenta años, y
no objetamos pagar a nadie que tenga el derecho a recibirlos, y no estamos
discutiendo en contra de nada que no sean los nuevos edictos y cargos. [Y ellos]
suplican a Su Majestad verlos con misericordia y liberarlos.1

Los líderes fiscales del ancien régime tenían que tener los atributos de un mago,
un matón, y un bombero. Como magos tenían que poder crear ingresos con
tretas, como sacar un conejo de una chistera. Al mismo tiempo, tenían que ser
hábiles con el uso de la brutalidad en contra de los miembros más débiles de la
sociedad – tributarios poco colaboradores. El objetivo de impuestos del estado –
‘lo que produjera el tráfico’ – era la cantidad de impuestos que podían ser
extraídos un paso antes de causar una revuelta mayor. Por supuesto, el gobierno
repetidamente juzgó mal y cuando lo hizo, el sistema de rentas internas se
convirtió en un cuartel de bomberos apresurándose a extinguir las rebeliones
incendiarias. El saber cuándo pelear y cuándo conciliar era la marca de la política.

15
Los gobernantes de Francia hicieron un magnífico trabajo en este aspecto hasta
1789.

Los economistas en el ancien régime creían que la mejor medicina para curar la
pobreza eran altos impuestos. En realidad, mientras más pobre era una región,
muchos más altos deben ser sus impuestos. Estos expertos decían que aumentar
impuestos aumentaría la productividad y beneficiaría a todos; por lo tanto, los
impuestos eran la herramienta apropiada para combatir la pobreza. Los pobres
eran como el pasto – mientras más se les cortaba, más fuertes se volverían. No
debemos ridiculizar esta lógica con demasiada severidad. En 1947, la Tesorería de
los Estados Unidos adoptó esta idea para justificar los altos impuestos progresivos
del tiempo de paz.2 En el siglo diecinueve el dogma de los ricos y poderosos era
el Darwinismo Social. La supervivencia del más apto de la naturaleza significaba
que los fuertes y ricos podían abusar a los pobres – esta era la intención de la
naturaleza. Al mismo tiempo los marxistas enseñaban que el exterminio de la
clase capitalista traería la utopía para los trabajadores oprimidos.

Los campesinos sobrecargados en Francia no aceptaban la visión de que ellos


fuesen como pasto y debieran ser cortados para su propio beneficio. Protestaban
de rutina con asesinatos, desorden, asaltos, incendios, y otras formas de violencia.
Diez años después de una revuelta de impuestos cerca de Burdeos, el ministro de
finanzas confesó a la reina que era más seguro para un soldado francés caminar a
través de una aldea española (Francia estaba en guerra con España en ese
entonces) que para un recaudador francés ‘pasar de provincia en provincia, aún
salir de su propio hogar.’ Esta violencia en contra de los recaudadores de su
majestad, dijo el ministro, era la consecuencia de los saqueos y violencia de los
recaudadores del rey.’3 Si entonces hubiera existido el seguro de vida, es dudoso
que los recaudadores de impuestos hubieran recibido cobertura por ningún
precio.

Normandía nos da un buen ejemplo de lo que las revueltas por impuestos eran en
el ancien régime. Primero, todas eran locales. Si los fabricantes de vino en
Burdeos se rebelaban y forzaban a la Corona a reducir los impuestos, esa
reducción solamente sería aplicable a Burdeos; no serían beneficiados los
fabricantes de vino en Borgoña y el resto de Francia. Tendrían que luchar sus
propias batallas.

Normandía, ubicada en el Canal de la Mancha, es donde se llevó a cabo la invasión


del Día D en 1944. Por siglos esta provincia ha estado en el centro de muchos

16
conflictos militares de Europa. Esto tuvo una tendencia natural a hacer que la
provincia fuera sometida a altos impuestos militares. No hay ninguna provincia
en Francia más gravada con impuestos, ni más propensa a la rebelión que
Normandía.

Una de las principales rebeliones de este período comenzó en Normandía por el


falso rumor de un aumento en impuestos a la sal. En respuesta a este rumor los
fabricantes de sal organizaron, adoptaron una bandera, formaron un ejército, y
animaron al resto del populacho con estos versos sobre los recaudadores del rey:
‘Hombres enriquecidos por los impuestos… que venden a su madre patria… y
corren a recoger el impuesto.’4

Por décadas un comité especial operó en la provincia para espiar a todos los recién
llegados. Cualquiera que fuera sospechoso de estar asociado con impuestos podía
ser linchado. Muchos extranjeros inocentes fueron asesinados. Los jueces locales
tenían una larga historia de rehusarse a declarar culpables a los evasores de
impuestos o de registrar el nombramiento de nuevos oficiales de impuestos. Aún
el intendente era desleal a París. En una ocasión una compañía de agentes
especiales estaba a punto de atacar a un grupo de evasores del impuesto a la sal
acampado en un bosque cerca de una pequeña aldea. Justo antes de que
comenzara el ataque la campana de la iglesia comenzó a sonar alertando a los
contrabandistas. El líder de los agentes especiales se quejó con el intendente y
exigió que el culpable fuese castigado. El intendente estuvo de acuerdo. Después
él ordenó a los aldeanos que quitaran la campana y la trajeran a la plaza del pueblo
en donde recibió latigazos ante el público para el deleite de todos.

Finalmente se restauró la autoridad de la Corona sobre esta región, pero


únicamente después de una prolongada ocupación militar, ahorcamientos
públicos, y la transferencia de todos los casos de impuestos de los tribunales
locales a París. Normandía se estableció en una prolongada rebelión de ‘guerra
fría’ a los impuestos que se incendiaba de cuando en cuando. Veinte años después
(en los años 1660), la Corona juzgó mal la calma superficial y trató de aumentar la
taille. Una vez más la violencia hizo erupción y el ejército volvió para restaurar el
orden. Como muchas otras provincias francesas, Normandía operaba al borde de
la rebelión; pero Normandía, como todas las regiones rebeldes, nunca amenazó la
Corona, solamente a sus ingresos locales. El pueblo francés llevaba anteojeras; no
podía ver el sufrimiento e injusticias impuestas a sus vecinos. Debido a esto la
monarquía estaba segura, sin importar qué tan podrida estaba. Esta ceguera
puede originarse en las peculiaridades de la mente política francesa; partidos

17
escindidos dominaban Francia hace trescientos años casi tanto como lo han hecho
durante el siglo veinte.

La única rebelión que puso en peligro a la Corona fue la famosa revuelta de la


Fronde en París. Esta revuelta comenzó en 1648 después de que el tribunal
superior se rehusara a registrar un número de nuevas medidas de ingresos. Las
turbas aparecieron en la calle esta vez y rociaron a los administradores de la
Corona con rocas, de allí el nombre fronde, u honda.

El proceso de registro de decretos de nuevos impuestos e ingresos era algo como


el principio estadounidense de revisión judicial. Las nuevas leyes tenían que ser
registradas en los tribunales para hacerlas valer, pero se rehusaba el registro de
las leyes que eran inconstitucionales.

La pintura de Andre Vincent de Mathieu Mole, presidente del Tribunal Superior francés,
encarando a los parisinos durante la revuelta de la Fronde. Los iracundos tributarios
franceses exigían una liberación inmediata de los impuestos -- una reducción a la taille
(impuesto a la tierra) para los campesinos y un corte drástico en las tarifas sobre artículos
que entraban a París para los comerciantes.

El sistema francés de revisión judicial desarrolló un giro peculiar. El rey remediaría


personalmente el defecto en cualquier ley compareciendo ante el tribunal
superior y ordenando a los jueces que registraran el decreto, pero en 1648, el rey
sólo tenía diez años de edad. Y ahora qué?

18
La madre del rey-niño era su regente. Ella ni siquiera era francesa, sino austriaca.
Su ministro en jefe de finanzas era italiano. Los tres marcharon al tribunal superior
en una asamblea solemne y le ordenaron al tribunal registrar las medidas
rechazadas sobre impuestos e ingresos. El fiscal general estaba con ella y presentó
el asunto al tribunal superior. Cuando terminó su discurso al tribunal, hizo este
sorprendente comentario:

Por diez años el país ha sido arruinado, los campesinos reducidos a dormir sobre
paja, sus muebles vendidos para pagar impuestos; de modo que para mantener
el lujo en París, millones de personas inocentes se ven forzadas a vivir de pan
hecho de salvado y avena, sin esperanza de protección excepto su debilidad, y
poseyendo únicamente sus almas, porque no se ha diseñado ningún medio para
vender éstas en una subasta.5

Dos días después los jueces dictaminaron en contra del joven rey y su madre: un
regente no podía ordenar el registro de leyes declaradas inconstitucionales. El
tribunal superior después procedió a ejercer considerable autoridad sobre la
Corona: las tailles fueron reducidas en un 20 por ciento; el número de intendentes
fue reducido de veinticuatro a seis; y no habría nuevos impuestos y ninguna
oficina para la venta. La recaudación de la taille también estaría prohibida.

Estas reformas de rentas pueden haber sido el comienzo del final del absolutismo
real, exceptuando que fueron temporales en su naturaleza. El nuevo poder del
tribunal terminaría cuando el rey fuera mayor de edad (catorce años). Y eso fue
exactamente lo que sucedió. Cuando Luis cumplió catorce años él marchó ante
las cámaras de los jueces y les ordenó registrar todos sus decretos en una semana.
Se volvió hacia el presidente del tribunal y le ordenó que mantuviera su nariz fuera
de los asuntos de estado. Allí fue cuando hizo la famosa declaración, ‘Yo soy el
estado.’ Finalmente él cambió el nombre del tribunal de tribunal soberano a
tribunal superior. Solamente el rey tenía poderes soberanos. Como monarca
adulto él podía ordenar a los jueces que hicieran lo que él quería. No fue esto lo
que los jueces habían decidido cuando él tenía diez años? En 1648 los jueces
habían cometido el fatal error de los abogados – ganar el caso en cuestión, sin
importar las consecuencias a largo plazo.

Luis XIV tenía dos notables ministros de finanzas. Colbert era el más famoso, pero
su sucesor, Vauban, fue el más valiente. Ambos hicieron esfuerzos galantes pero
infructuosos para la reforma. Colbert trató de sustituir impuestos indirectos por

19
la reforma de la taille, pero Bretaña y Burdeos, ambos exonerados de la taille, se
rebelaron contra estos nuevos impuestos internos e impuestos del timbre. Ellos
entendían demasiado bien que Colbert estaba tratando de esquivar su inmunidad
a la taille. La rebelión en Bretaña fue tan feroz que la Corona tuvo que contratar
mercenarios suizos para restaurar el orden.

Luis XIV, en su retrato clásico, celebrando su victoria sobre la Fronde, el nombre dado a
la última revuelta de impuestos por turbas usando la fronde, una honda con la que
apedreaban a los recaudadores de la Corona. Su más famosa declaración después de
asumir la corona a la edad de catorce fue ‘L’Etat, c’est moi’ (‘Yo soy el estado), significando
que dado que todo le pertenecía, cuando él gravaba impuestos solamente estaba
tomando lo que era suyo. Con tarifas de impuestos por rentas y riqueza que iban de 80 a
90 por ciento en nuestro tiempo, el estado moderno hace la misma aseveración, pero sin
la arrogancia del rey sol.

Vauban propuso un impuesto sobre la renta del 10 por ciento en lugar de la


reforma a la taille. Debido a los fuertes gastos de la Corona, decía Vauban, el
impuesto sobre la renta era la única forma de salvar a Francia, a menos que uno
fuera ‘ya sea estúpido o totalmente mal intencionado.’ Este último comentario
fue dirigido a Luis XIV, quien despidió a Vauban. Vauban había hecho un estudio
especial de exoneraciones y descubrió que había diecisiete formas diferentes de
lograr inmunidad a los impuestos. Cada laguna tenía una base de poder político
para asegurar el triunfo. El único principio detrás de la taille era ‘aquel de pagar
más mientras más pobre eres; e modo que un hombre con 4,000 a 5,000 livres de
ingreso de préstamos puede pagar de 10 a 12 coronas, mientras que otro hombre
en la misma aldea fabricando queso con 300 a 400 livres de ingreso puede pagar

20
100 coronas.’ La aguda crítica de Vauban del rey lo puso en el exilio y sus libros
en el fuego. Si él hubiera sido rey, el curso de la historia de Francia hubiera
cambiado.

Durante el gobierno de Luis XV el gobierno francés puso el impuesto sobre la renta


de Vauban en operación, pero cada año los ingresos bajaban conforme se
desarrollaban más y más técnicas para evadir el impuesto. El impuesto del 10 por
ciento fue seguido de una versión mejorada del 5 por ciento, pero la evasión mató
también a este impuesto.

En 1750 se adoptó un plan de reforma de la taille, que eliminaba las exoneraciones


de la taille de las tierras de la iglesia, tierras de los nobles, y provincias exoneradas
de impuestos tales como Bretaña. Desafortunadamente el rey desbarató estas
reformas, así como al ministro de finanzas que las propuso, después de que hubo
un intento de asesinato sobre la vida del rey. Hubo otro destello de esperanza en
los días finales de su reinado cuando quitó al tribunal superior el poder de vetar
reformas a los impuestos. Con el tribunal obstruccionista fuera del camino, la
senda estaba abierta para reformar pro decreto, pero Luis XV falleció y su nieto
inexperto restauró el poder de veto del tribunal.

Poco antes de la Revolución Francesa, cuando Luis XVI llegó al trono, estaba claro
que el sistema de impuestos solamente podía ser reformado a través de la
revolución. Los proponentes de esta opinión no eran ministros de finanzas, sino
intelectuales que frecuentaban las cafeterías de París. Ellos publicaron la famosa
Enciclopedia en treinta y cinco volúmenes. Voltaire, Rousseau, Montesquieu, y
otros se enfocaron en las injusticias sociales del sistema de impuestos:

Sobre el asunto de los impuestos, cada privilegio es una injusticia. (Voltaire)

El que solo tiene las necesidades mínimas de la vida no debe pagar nada; los
impuestos sobre aquel que tiene un superávit, si fuese necesario, puede
extenderse a todo lo que va más allá de las necesidades. Puede decir que por
cuenta de su rango que es superfluo para un hombre en una posición inferior es
necesario para él, pero eso no es cierto, ya que un noble solamente tiene dos
piernas como un vaquero, y cada uno de ellos sólo tiene una panza. (Rousseau)

Aquellos que dicen que mientras más pobre sea el pueblo, mayores serán
las familias – más altos los impuestos gravados a ellos, mayor será su
esfuerzo por pagarlos – blasfemia contra la raza humana. Ellos deberían
experimentar la amarga indigencia a la cual condenan a sus

21
conciudadanos, para determinar qué tan falsa y atroz es su actitud.
(Mercier)

El gravar impuestos a alimentos esenciales es cruel en el más alto grado.


El derecho del hombre a la existencia está por encima de todas las leyes
sociales. Lo ha perdido por el establecimiento de leyes?

Al exprimir al indigente de su mera subsistencia el estado lo priva de toda


fuerza. Del pobre hace un mendigo, del trabajador un vago, del
desafortunado un pícaro, y así lleva a través de la inanición al patíbulo.
(Raynal)

Copias de la Enciclopedia se encontraban en la mayoría de pueblos y ciudades en Francia.


El hombre común puede no haber estado interesado en las sutilezas de la filosofía
política, pero sabía que había algo terriblemente injusto sobre el sistema de impuestos.
Los tributarios oprimidos comenzaron a pensar más allá del hombre de impuestos a las
clases exoneradas como la causa de sus cargas.

Las clases y provincias exoneradas de impuestos tenían el apoyo por su posición preferida.
Las provincias inmunes a la taille tenían constituciones medievales que garantizaban sus
‘antiguas libertades’ – lo que significaba inmunidad a la taille. Sus ancestros habían
peleado y muerto por su derecho a ser libres del impuesto opresivo. Dentro del sistema
las exoneraciones se compraban con dinero en efectivo. Por ejemplo, los jueces pagaban
por su inmunidad; era sólo natural para ellos pelear por lo que compraban. Las
inmunidades a los impuestos eran para esta gente lo que los derechos constitucionales
son para nosotros.

El esfuerzo final de la reforma llegó en 1789 después de que el tribunal superior una vez
más vetó las reformas a los impuestos que eliminaban las antiguas libertades de los
exonerados de impuestos. El tribunal razonó que solamente los Estados Generales, una
asamblea de todas las clases de la sociedad francesa podía autorizar las reformas a
impuestos que buscaba el rey. El tribunal sabía que los Estados rechazarían las reformas
del rey dado que había tres cámaras en esta gran asamblea, cada una con un voto. Los
clérigos (exonerados de impuestos) y los nobles (también exonerados de impuestos)
superarían en votos a los plebeyos y terminarían con la reforma de impuestos para
siempre.

Para contrarrestar el plan del tribunal, el rey duplicó el tamaño de los plebeyos para que
pudieran desafiar al clero y la nobleza, exonerados de impuestos. Con esta hábil movida
la reunión de los Estados Generales prometía producir una lucha sobre impuestos de
grandes proporciones. Cómo se resolvería este estancamiento? Según sabemos, el

22
asunto de los impuestos pronto fue enterrado en la violencia de la Revolución Francesa
que siguió.

Un grabado de 1780 retrata la falta de uniformidad en los impuestos en el ancien régime.


El clero y la nobleza aplastaban a los plebeyos, quienes soportan los altos impuestos de
la sociedad. La cláusula de uniformidad en la Constitución de los Estados Unidos fue
diseñada para evitar que esto sucediera dentro de las facciones de la sociedad de los
Estados Unidos.

23
Parte VI
Después de la Magna Carta

En Inglaterra para el tiempo de la Magna Carta, el principio de supremacía


parlamentaria sobre impuestos parecía estar bien establecido. En los siglos que
siguieron, las luchas de impuestos de Inglaterra se cambiaron de rey versus
Parlamento a Parlamento versus tributarios. En el hacer de impuestos emergió
un tercer factor -- aceptación y aprobación del tributario. Los tributarios ingleses
se rebelaron en contra de impuestos que no les gustaban. Algunas revueltas
fueron violentas, pero la mayoría fue del tipo ‘guerra fría’, o lo que se podía llamar
conspiraciones nacionales a todo nivel. Los tributarios, asesores, y alguaciles se
rehusaron a cooperar sin importar qué había aprobado el Parlamento. El
consentimiento parlamentario no necesariamente era el consentimiento del
tributario.

Los campesinos ingleses se rebelaron durante la Guerra de los Cien Años, pronto
después del levantamiento francés de la Jacquerie. En 1379 el Parlamento
consideró un impuesto de capitación graduado con tarifas que iban de diez
marcos para un duque, hasta cuarenta chelines para un barón. Después de un
prolongado debate el Parlamento adoptó un simple impuesto de capitación de un
chelín por cada hombre y mujer arriba de los catorce años de edad. Según la
primera propuesta los nobles ricos serían gravados con una suma que llevaba
alguna relación con su riqueza, pero la ley final ponía la carga principal sobre los
pobres. Además, el impuesto era dado por contrato a contratistas privados, estilo
francés, y era ‘gravado con insolencia y severidad. La paciencia del pueblo al fin
se agotó. Corrieron hacia las armas.’1

La revuelta comenzó cuando el presidente del Tribunal Supremo del Tribunal de


Primera Instancia fue a Brentwood con tres de sus secretarios para investigar
supuestos fraudes en los registros del impuesto de capitación. Una encolerizada
turba secuestró al juez y sus secretarios. El juez escasamente escapó (él tenía el
carruaje más rápido), pero sus secretarios no tuvieron tanta suerte. Fueron
decapitados por la turba y sus cabezas fueron clavadas en postes como protesta
en contra del impuesto de capitación. La violencia se diseminó a toda Inglaterra.
Los registros de impuestos fueron quemados. El Arzobispo de Canterbury fue
asesinado y el rey salvó su propia vida prometiendo ayudar a los rebeldes. Toda

24
vez el rey se sintió seguro, se volvió contra los campesinos, secuestró a sus líderes
y los decapitó.

Las revueltas campesinas no son notorias por sus éxitos. (Karl Marx hizo notar
eso.) Pero esta revuelta sí tuvo mucho éxito en lo que respecta a los campesinos.
Los impuestos de capitación futuros por los siglos venideros excluyeron a los
campesinos, o los gravaron a tasas nominales. La última cosa que el Parlamento
o la Corona querían era otra revuelta campesina.

El Parlamento comenzó experimentando con impuestos sobre la renta después


del desastroso impuesto de capitación, pero sin éxito. Estas tempranas leyes de
impuesto sobre la renta tenían garra, con multas y prisión, pero los tributarios
ingleses y los alguaciles conspiraron contra ellos. En 1449 un caballero llamado
Cade organizó una rebelión en Kent que terminó con la decapitación del ministro
de finanzas del rey. Finalmente, en 1472, Eduardo IV llevó a cabo lo que fue el
último intento de impuesto sobre la renta con una tasa del 10 por ciento para
financiar 13,000 arqueros para una campaña en Francia. Una fuerte resistencia
de los tributarios obligó al Canciller de la Tesorería a comparecer ante el
Parlamento y admitir su derrota. El parlamento, dijo el Canciller, debe quedarse
con los ‘quinceavos’ y ‘décimos’, que era un impuesto que el tributario inglés
‘estaría dispuesto a pagar y pagaría de forma más fácil, lista, y dispuesta’.2

Los ‘quinceavos’ significaban una quinceava parte del valor tasado de los bienes
muebles de un tributario, usualmente ganado y vienes. Los ‘décimos’ significaban
una décima parte de los alquileres de bienes inmuebles. Nadie tenía que pagar
‘dobles impuestos’. En la práctica real el impuesto evolucionó a una donación de
£30,000 por toda Inglaterra. Cada distrito tributario estaba obligado a pagar una
cantidad fija a la tesorería. No había auditorías ni tasaciones. La misma cantidad
era pagada por una familia por generaciones. Las tasaciones y cobros eran
realizados por las personas locales. La Corona tenía que esperar hasta dos años
para recibir el pago. A los ingleses les gustaba este impuesto porque todo el
mundo sabía exactamente cuál sería su impuesto, y generalmente daban su
consentimiento a la última cifra. No había ninguna presión excesiva para obtener
el pago, y lo más importante, los recaudadores del Rey estaban excluidos de la
administración.3

Más tarde, de forma concurrente con los ‘quinceavos’ y ‘décimos’ llegó un


‘subsidio’, que fue fijado en £80,000, casi tres veces los quinceavos y décimos. Los
valores en el ‘Libro de Subsidios de la Reina’ se basaban en tradición y apariencias.

25
En la obra de teatro de John Lyly Mother Bombie (1594), un personaje, hablando
de los tiempos antiguos, dice, ‘Yo les puedo decir que él tenía una copa de vino
con sus ostras y era alzada en el libro de subsidios de la Reina.’4 Las probabilidades
eran que su tasación de impuestos era ridículamente baja, y por estándares
modernos sería un fraude penal. Aún así, éste era el sistema que los ingleses
estaban dispuestos a aceptar, y la Corona aprendió a vivir con ello. Cuando Sir
Walter Raleigh se quejó ante la Reina Isabel de que los valores eran cien veces
mayores que los reportados en su libro de subsidios, ella no puso objeción. 5 En
sus propias palabras, había ‘una tradición de evasión en el reino.’ Ella no iba a
alterar esa tradición, ni ninguna otra tradición respecto a los impuestos. No todos
los monarcas fueron tan sabios.

Enrique VIII llegó al trono inglés al final del siglo quince. Fue apodado Bluff King
Hal (algo así como Rey Hal Fanfarrón). Desde el punto de vista de impuestos, lo
podríamos llamar Heister Hal (Hal Atracador), porque él llevó a cabo el atraco más
grande de todos los tiempos -- él robó los activos de la Iglesia Católica en toda
Inglaterra.

Un monarca agresivo como Enrique VIII estaba destinado a tener problemas de


ingresos, especialmente con el tacaño Parlamento de Inglaterra. Cuando él fue a
Francia en 1544 cruzó el Canal de la Mancha en una nave con velas de oro. Pero
a pesar de toda su extravagancia, durante su reinado no hubo revueltas serias
debido a impuestos.

Enrique comenzó su búsqueda de ingresos con el sistema de impuestos. No tuvo


éxito con el impuesto de capitación. Los ‘quinceavos’ y ‘décimos’ no eran
suficientes, de modo que trabajó con el subsidio. Duplicó las tarifas, obligando a
un ministro a decir que no había tanto oro en toda Inglaterra. Cuando falló el
subsidio en darle lo que él quería, emitió un subsidio suplementario sin la
aprobación del Parlamento. Los tributarios se rehusaron a pagar, los
comisionados se rehusaron a hacer tasaciones, lo que dejó a Enrique la opción de
retroceder o irse a la guerra. Enrique se decidió a no provocar el problema.
Penitentemente prometió nunca pedir de nuevo ingresos que el pueblo inglés no
le quisiera dar. Esto no suena como Enrique, especialmente, en lo relacionado al
dinero. El ‘Bluff King Hal’ tenía otros planes, profundamente establecidos.

La atención de Enrique se volvió hacia la iglesia. Cada mes grandes cantidades de


oro y plata salían de Inglaterra para Roma. El papa recibía más riqueza que

26
Enrique y él no tenía que batallar contra el Parlamento. Enrique recibía una parte
de los diezmos de la iglesia, pero la gran parte se iba hacia el sur.

Los comerciantes también objetaban del flujo de plata y oro hacia Roma.
Inglaterra no tenía ni oro ni plata; las cantidades limitadas de estos metales
preciosos en Inglaterra venían del comercio. El flujo hacia Roma paralizaba
seriamente a los comerciantes y hombres de negocios ingleses. Enrique capitalizó
este descontento y en 1529 el Parlamento prohibió el pago de diezmos a Roma
con estas palabras: ‘exacciones intolerables del papa de roma de grandes sumas
de dinero por lo cual, por muchos años en el pasado, los súbditos del reino se han
visto disminuidos y empobrecidos.’6

Se le echa la culpa a Carlos V de España de que el papa haya rechazado la solicitud


de anulación de Enrique de su matrimonio con la princesa española Catalina de
Aragón. Este fue un factor, pero los asaltos de Enrique a los ingresos del papa
pueden haber sido más importantes. Aún es más, Enrique puede haber
planificado el rechazo de su anulación. El cortó los ingresos a la iglesia pronto
antes de pedir la anulación. El no estaba en ninguna posición de esperar que el
papa le otorgara ese favor tan especial. Las apuestas entre Enrique y el papa no
estaban echadas en la anulación, sino en una gran pila de riqueza en Inglaterra --
las tierras e ingresos de la iglesia. Enrique no era llamado ‘Bluff King Hal’ de balde.

Enrique parecía estar esperando su excomunión. El Parlamento respondió y


proclamó a Enrique el gobernante supremo de la Iglesia en Inglaterra. Esto le
permitió llevar a cabo el mayor atraco de todos los tiempos. Enrique comenzó a
vender las tierras monásticas y dirigió los diezmos y ofrendas a sus cofres. Con
estos ingresos tan lucrativos no se necesitaban nuevos impuestos.

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24
Por Qué la Reina Isabel I era llamada la ‘Good Queen
Bess’ (la Buena Reina Bess)

Yo preferiría que el dinero [impuestos] estuviese en los bolsillos de mi pueblo


que en mi tesorería.
--Isabel I

Los cronistas rusos de A.D. 1000 tuvieron que admitir que la Princesa Olga era
‘más sabia que todos los hombres’. Quinientos años más tarde, otra gobernante
mujer fue obviamente ‘más sabia que todos los hombres’ también. Es realmente
posible que las mujeres sean mejores gobernantes que los hombres? Las historias
de Isabel y de la Princesa Olga parecen comprobar este hecho.

Si los monarcas ingleses fuesen asignados formalmente epítetos, la Buena Reina


Bess ciertamente hubiera sido llamada ‘Isabel la Grande’. Muchos historiadores
en realidad han usado esas palabras. Ella heredó una Inglaterra que era mediocre,
para decir lo mejor. La Inglaterra que ella dejó rápidamente se estaba
convirtiendo en una súper potencia y dominaría al mundo por cuatrocientos años.
Al final del siglo veinte, las leyes inglesas y la práctica política se convirtieron en el
formato para cien nuevas naciones nacidas en este siglo. Lo que querían las
nuevas naciones del mundo era el gobierno de estilo parlamentario de los
ingleses, no el sistema presidencial de los Estados Unidos. Los presidentes
históricamente han tenido la tendencia a convertirse en dictadores, y los primeros
ministros no. Por lo tanto, la mayoría de nuevas naciones optaron por el formato
del primer ministro.

La grandeza de Isabel fue aún reconocida por su sucesor, Jaime I, quien nos dio la
versión de la Biblia del Rey Jaime. Pero él no tenía ninguna razón para alabar a
Isabel. Su madre, María Reina de Escocia -- tía y rival de Isabel por el trono de
Inglaterra -- fue decapitada por el gobierno de Isabel con el consentimiento de la
Reina. A pesar de ello, cuando Jaime llegó al trono después de la muerte de Isabel,
él dijo que ella era ‘como uno que en sabiduría y felicidad de gobierno
sobrepasaba a todos los Príncipes desde los días de Augusto.’1 Por qué diría él
esto, sabiendo lo que le había pasado a su madre? Difícilmente se le podía haber
acusado de parcialidad. Lo dijo porque era verdad entonces, y todavía lo es. Y

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respecto a sus asuntos fiscales y política de impuestos, es todavía más cierto, a
fortiori, como reza la declaración en latín.

El primer retrato conocido de Isabel, hecho cuando tenía doce años de edad. Su amor por
el aprendizaje y los libros es evidente por el libro que sostiene en su mano y los otros en
exhibición. Isabel fue criada por la última esposa de Enrique VIII, quien intuyó el genio de
Isabel y le fomentó su amor por el aprendizaje.

Isabel fue mas lista que todos los gobernantes en Europa y que los hombres más
poderosos en Inglaterra. Ella eligió ministros y asistentes intensamente leales y
capaces, quienes nunca podían predecir totalmente su comportamiento. Siempre
estaban cautivados por su ingenio. Aún su política de impuestos no tuvo
precedente, ni lo tiene hoy día. Nunca antes ni desde entonces un gobernante se
ha comportado hacia los impuestos de la forma que ella lo hizo -- ella decidió ser
amada por sus súbditos, y ella siempre repitió esto una y otra vez durante todo su
reinado. Ella dijo que ella aceptaría cualquier ingreso que estuvieran dispuestos a
darle. Fue Isabel, y no los muchos otros líderes del pasado después de ella, que
dijeron, ‘El ser gravado con impuestos y el ser amado no se le da al hombre.’2 Este
comentario es todavía común hoy día conforme los gobiernos aumentan las
cargas impositivas al pueblo, queriendo decir que el gobierno no será del agrado
del pueblo cuando grava impuestos. De modo que es una situación para el
gobierno donde no hay ganadores. Lo que Isabel tenía en mente era que ella sería
amada; por lo tanto, no podía cargar a su pueblo con impuestos. Ella aceptaría

29
cualquier dinero de impuestos que fuese proporcionado de manera voluntaria, y
ajustaría su gobierno a los dineros disponibles. Hacia el final de su reinado,
cuando le ofrecieron nuevos impuestos, ella declinó, diciendo, ‘Preferiría que el
dinero estuviese en los bolsillos de mi pueblo que en mi tesorería.’ Según yo se,
ningún otro gobernante en la historia de la civilización ha hecho tal declaración.
Gobiernos, incluyendo el gobierno estadounidense principalmente, tienen un
apetito insaciable por el dinero, y recurrirán a cualquier medio para adquirirlo,
aún destruyendo la Carta de Derechos o una Constitución si fuese necesario para
engordar su olla de gastos.

Hacia el final de su reinado, cuando su tesorería estaba escasa de fondos, ella dijo,
‘Terminaré como comencé, con el amor de mis súbditos.’ Sus impuestos eran
increíblemente bajos para su tiempo, y aún cuando algunas historias indican que
ella estaba insolvente cuando murió, un estudio más cuidadoso de los registros
fiscales demostrarán que aún cuando ella tenía una deuda de 400,000 libras, ella
tenía cuentas por cobrar por bastante más de un millón de libras de los Países
Bajos y del Rey de Francia, más ingresos por impuestos no cobrados vencidos pero
pendientes de pago. Cuando uno ve su balance general completo, en realidad
estaba en muy buena forma fiscal. Isabel heredó un gobierno en quiebra de su
padre, mientras que su sucesor, Jaime I, pronto estaría en muy buena situación
fiscal. Su problema es que él también tenía un gran problema con los gastos, y
pronto estaba en problemas financieros. La frugalidad era la marca de fábrica del
gobierno de Isabel, pero no de su sucesor.

Una de las primeras cosas que hizo Isabel fue eliminar el uso de un juramento en
las declaraciones de impuestos. Hoy día, esa es la cláusula de ‘pena de perjurio’
que se encuentra en casi todos los documentos relacionados con impuestos. Esta
política de Isabel fue continuada por algún tiempo, y la idea continuó hasta
mediados del siglo diecinueve. Aún nuestra Corte Suprema en algún momento
mostró respeto por la idea, pero conforme las demandas de gasto aumentaban y
la necesidad de cumplimiento sobrepasó todas las consideraciones, nosotros, y la
mayoría de las naciones, no solamente hemos traído el juramento, sino una
almádena también. Uno de los primeros biógrafos de Isabel, ‘A pesar de ello Su
Majestad en su tiempo perdonó la forma usual de tasación por juramento de los
asesores, de modo que la tasación de los valores de un hombre era voluntaria sin
ninguna inquisición por juramento ni ninguna otra coacción.’3

La referencia a ‘otras coacciones’ demuestra que Isabel hizo poco esfuerzo para
hacer valer de forma estricta los impuestos y las donaciones dadas a ella por el

30
Parlamento. La Inglaterra bajo el reinado de Isabel tuvo por mucho los impuestos
más bajos de Europa. Sir Francis Bacon resumió la buena fortuna del tributario
inglés:

Aquel que vea en otros países y considere todos los impuestos, tallages, e
imposiciones, y parlamentos, y similares que estén en uso en cualquier lado,
encontrará que el inglés es el amo de su propia tasación, y que le va mejor a su
bolsillo que en cualquier nación de Europa.4

Cuando Isabel llegó al trono y fue confrontada con las enormes deudas de su
padre, le tomó quince años pagarlas, y aún esto requirió préstamos a gran escala.
Ella tuvo que buscar prestamistas extranjeros, y para garantía adicional, ella pudo
persuadir a la Ciudad de Londres para que actuara como garante por sus
obligaciones. Pero con el tiempo ella equilibró su presupuesto, pagó las deudas
de la Corona y estableció un reino solvente. Con sus maneras frugales, pronto se
convirtió en una nación acreedora haciendo grandes préstamos a los holandeses
para sostener su lucha de independencia de España. Ella aún hizo grandes
préstamos al Rey de Francia, ya que él también era enemigo de los españoles.
Para agravar aún más a los españoles, ella comisionó corsarios para asaltar las
flotas de plata de los españoles, siendo Sir Francis Drake el más notorio. Pero sus
corsarios figuraban más o menos en el cuarto puesto detrás de otros corsarios
europeos que se apropiaban de mayores cargas con mucho menos fanfarria. Los
holandeses y los franceses también saqueaban las naves españolas mucho más
que los ingleses, pero era de los ingleses de quienes el Rey de España se quejaba
amargamente, y quien llamaba pirata a Isabel.

Isabel era más que una espina en el costado del emperador español, quien
ciertamente era el monarca más poderoso que Europa alguna vez conoció.
Encima de todo el apoyo a los enemigos de España, ella tuvo las agallas de robarse
un galeón español cargado de plata. Uno de los galeones de plata de Felipe estaba
en camino a los Países Bajos españoles con paga para las famélicas tropas de Alba,
a punto de rebelión y motín. La nave era perseguida por corsarios holandeses y
se deslizó en un puerto inglés para escapar su captura. Cuando el emperador
español exigió la liberación de la nave de plata, Isabel puso furioso al emperador
aún más diciendo que ella entendía que la plata en realidad pertenecía a algunos
banqueros italianos y ella retendría la plata mientras se solucionaba el problema.
En realidad, ella usaría la plata y lo consideraría como un préstamo de su legal
propietario.5 Esto debe haber enfurecido al emperador, ya que aquí teníamos

31
nada menos que a una mujer, birlándole su plata con una historia de cuentos
chinos sobre unos banqueros italianos que adeudaban el dinero.

Con el tiempo el emperador tuvo suficiente con esta advenediza inglesa, de modo
que reunió la fuerza naval más grande en la historia, la Armada Española, para
zarpar y conquistar Inglaterra, y así sacarse la espina y esta ‘mujer’ fuera de su
vida y de su imperio.

Isabel se dirigió al Parlamento para pedir ayuda. Ella dijo que su ‘principal
fortaleza y salvaguarda eran los leales corazones y buena voluntad de sus
súbditos.’6 Cuando ella emitió las cartas para las naves, marineros, y cañones, sus
escritos estaban llenos más allá de toda expectativa. El Parlamento le otorgó sus
cuatro ‘quinceavos’ y ‘décimos’, más dos subsidios, la mayoría de los cuales eran
cobrados en dos meses, no en los dos años acostumbrados. Esto era inaudito en
la historia inglesa. Y recuerden que esto lo logró en un tiempo

La Reina Isabel Llevando la Vaca Holandesa, una pintura alegórica del siglo
dieciséis de Felipe de España montando la vaca de los Países Bajos, su espuela
sacando sangre. Se ve al Duque de Alba ordeñando la vaca (el décimo penique)
mientras que es alimentada por Isabel.

cuando ella desmanteló los aspectos de obligatoriedad y juramento de la


administración fiscal. Con la ayuda del clima, y llamada el ‘Viento Protestante’, la
Armada fue vencida y regresó cojeando a España. Inglaterra se salvó, y a partir de

32
entonces los ingleses han estado casi siempre un paso adelante de los españoles.
La derrota de la Armada fue el inicio del fin de la dominación española del mundo.

Puede que el mundo nunca haya conocido a un Shakespeare si no hubiese sido


por esta notable mujer. En contra de la oposición de los líderes de Londres, ella
dio su protección al desarrollo de las artes, y especialmente al teatro. Ella fue
patrona de las artes y a su vez fue celebrada por poetas, escritores, músicos,
eruditos, y pintores. Ellos debían sus oportunidades de oro al triunfo de su
gobierno.

En su último discurso al Parlamento, justo antes de morir, Isabel dijo al país, ‘Esto
cuento yo, la gloria de mi corona; que he reinado sobre ustedes con amor.’7

Ella demostró su amor de más maneras que con impuestos. En una era de guerra,
evitó la guerra de todas las formas posibles -- ya que para el pueblo común la
guerra no significaba gloria imperial como significaba para los gobernantes, sino
que significaba oscuras tumbas para sus hijos en tierras lejanas, tumbas frías y
acuosas para los marineros -- y para las familias, luto por hijos, esposos, hermanos
y amigos muertos. Isabel fue una gobernante en sintonía con el pueblo común,
que, al igual que hoy, no ve ningún gran valor en el destino nacional y dominación
sobre tierras extranjeras. Ellos quieren seguridad en sus hogares, alimento y
vivienda adecuada, educación, y paz. Isabel se identificó con sus deseos y obtuvo
su amor por hacerlo así. Los presidentes estadounidenses en esta época harían
muy bien en aprender de ella. Ellos han estado demasiado deseosos de sacrificar
la juventud y virilidad de la nación por gloria y hazañas internacionales. Como un
reciente historiador observó acerca de Isabel, ‘Ella cosechó una gran ventaja por
ser una mujer, ella no se sintió tentada por la idea de gloria militar.’

Es una maravilla que Inglaterra haya sobrevivido con los exiguos ingresos del
Parlamento. Aún así, la Inglaterra de Isabel hizo algo más que sobrevivir, estaba
en camino de convertirse en una súper potencia. Algunos años más tarde un
historiador comentó sorprendido, ‘la solvencia de su gobierno había sido
considerada como ‘el milagro de su era.’’8 No fue ningún milagro, solamente una
administración inteligente de impuestos y gastos. Su gobierno fue el único
gobierno europeo que no quebró.

No fue solamente la administración de impuestos y gastos de Isabel lo que elevó


el comercio inglés, también estaba la administración importante de la moneda --
el dinero inglés y su valor. Su atolondrado padre depreció el valor de la libra

33
cortando su valor a la mitad, exactamente como Roosevelt hizo en 1932, pero esa
es otra historia en otros tiempos. Enrique VIII decretó que una libra solamente
valdría la mitad de chelines que en el pasado. El chelín era una moneda de plata,
la moneda básica del reino. Al disminuir el número de chelines en una libra,
Enrique ganó un considerable aumento en su suministro de dinero de sus
innumerables acreedores, quienes ahora solamente recibirían la mitad de
monedas por cada libra esterlina que él les adeudaba. Pero eso no era todo.
Después él fundió los chelines de plata y añadió aproximadamente un 40 por
ciento de metales básicos, de modo que el chelín solamente tenía
aproximadamente un 60 por ciento de plata. Fue esta tontería fiscal lo que llevó
a uno de los asesores de Isabel, Sir Thomas Gresham, a aconsejar a la Reina sobre
el valor de dinero sano, y de allí salió la Ley de Gresham: ‘El dinero malo saca al
bueno.’ Isabel retiró de circulación todas las monedas malas desvalorizadas por
su padre, y volvió a emitir buenos chelines de plata. Pero para hacerlo ella tuvo
que usar su tesorería y pedir prestada una enorme cantidad de la Ciudad de
Amberes para reemplazar las malas monedas con buenas. Después ella aumentó
el número de chelines en una libra a los días antes de Enrique VIII.

La política de Isabel de moneda sana para el reino hizo al chelín inglés la moneda
más buscada por muchos siglos por venir. Los comerciantes podían negociar con
su dinero con confianza, actuando así como un don para el comercio y los
negocios. El dinero sano y buenas leyes para el comercio siempre han sido un
ingrediente esencial para un sistema mercantil próspero. Esto fue traído primero
a la atención del mundo por los griegos dos mil años antes de Isabel.

De todos sus logros fiscales, el terminar con la desvalorización de la moneda


puede que haya sido el más importante, con consecuencias duraderas. Estas
medidas proporcionaron una base para una estabilidad económica a largo plazo,
la expansión de la industria, comercio, y negocios -- el desarrollo de recursos
naturales, comercio exterior y colonias en el Nuevo Mundo -- y así marcó la
prosperidad de su reino, la Era Isabelina. Isabel tenía un fuerte interés personal
en todas estas medidas positivas, como sus políticas de impuestos y gastos. Ella
fue tan sabia como su padre fue estúpido. Su política de mantener una moneda
estable duró por cuatrocientos años, hasta que los líderes británicos en este siglo
decidieron emular a su padre, como lo han hecho todos los otros países,
incluyendo los Estados Unidos. Hoy día todavía hacemos algo mejor que Enrique
VIII. No rebajamos el valor de la moneda en un 40 por ciento de metal básico -- lo
hacemos todo de metales básicos sin nada de plata, solo metal fundido, dando al
mundo dinero basura y papel moneda, ambos sin ningún valor intrínseco.

34
Solamente el tiempo dirá si este mazo de cartas se puede sostener. Si la historia
es alguna guía, el dinero sin valor, moneda desvalorizada, eventualmente
producirá desastres fiscales a aquellas naciones que emprendieron tal locura.

35
25

Los Impuestos Causaron la Guerra Civil Británica

Las libertades, franquicias, privilegios y jurisdicción del Parlamento son el


patrimonio antiguo y herencia de los súbditos de Inglaterra.
--Edward Coke, 1620

Cuando Isabel falleció el trono inglés pasó a los Estuardo, una línea de reyes
escoceses, comenzando con Jaime I. Esta nueva monarquía unió a Inglaterra y
Escocia y con ello dio a luz a Gran Bretaña. Los ingleses no sentían ningún amor
por los escoceses, y esto fue claro desde el principio cuando el Parlamento rechazó
la solicitud inicial de Jaime de más dinero para mantener su lujoso estilo de vida.
Los monarcas Tudor, de los cuales Isabel y su padre fueron los más prominentes,
habían aceptado la autoridad del Parlamento y vivían de los ingresos que les
proporcionaban. Según la Ley Común de Inglaterra establecida, el Parlamento
controlaba el monedero.

Jaime admiraba las monarquías de Francia y España, que efectivamente habían


destruido en poder de las asambleas de tributarios. Para 1600 las Cortes en
España aprobaban todo lo que la Corona les solicitaba; y en Francia, el Estado
General se destruyó a sí mismo otorgando al Rey de Francia facultades impositivas
permanentes. Jaime quería poner a Inglaterra en línea con la evolución política
francesa y española. El gobierno parlamentario estaba fuera de sincronía con los
tiempos. La tendencia en todos los países era hacia una dictadura fiscal por la
monarquía. La tributación por asambleas era una práctica medieval anticuada que
ya no era práctica en un mundo moderno destrozado por la guerra.

Se ha sugerido que Jaime nunca comprendió el gobierno parlamentario inglés.


Pero es bastante posible que él lo comprendiera bastante, pero que simplemente
no le gustaba. Cuando el Parlamento rechazó la solicitud de fondos de Jaime,
inmediatamente él aumentó los impuestos de aduanas en un 200 por ciento. Se
estableció una oficina especial de aduanas llamada ‘Nuevas Imposiciones.’ Los
artículos que llegaban a Inglaterra tenían que pasar a través de dos exámenes de
aduanas separados.

36
El nuevo impuesto de aduanas se puso a prueba en el famoso caso Bates ante el
Tribunal de la Tesorería, el tribunal especial de impuestos del Rey. John Bates
había ordenado a su piloto a apresurarse en la oficina de Nuevas Imposiciones en
el muelle donde acababa de recibir un pedido de pasas corintias de Venecia. Bates
fue arrestado, juzgado, y sentenciado. Los jueces hicieron una distinción entre la
Ley Común de Inglaterra, que no podía ser cambiada sin el consentimiento del rey
en el Parlamento, y las prerrogativas reales tales como relaciones exteriores que
estaban fuera de la jurisdicción del Parlamento. Los puestos de Inglaterra eran las
‘puertas del rey’ y podían ser reguladas como el rey quisiera. Los abogados de
Bates desenterraron un viejo documento del Parlamento, del reinado de Eduardo
III, que prohibía los impuestos de aduanas sin la aprobación del Parlamento. El
tribunal falló que este estatuto solamente era aplicable a Eduardo, y no a sus
sucesores.

La Casa de los Comunes nombró a una comisión especial para estudiar el caso
Bates. La comisión decidió que el Tribunal de Tesorería estaba equivocado. El
poder del rey de gravar las importaciones a voluntad estaba limitado a asuntos no
impositivos, tales como aduanas, para proteger a los comerciantes ingleses o en
contra de los enemigos del rey. Los impuestos de aduanas deben tener la
aprobación del Parlamento. Esta distinción era extremadamente importante, no
solamente en este momento, sino en 1776 cuando los estadounidenses se
rebelaron, como veremos pronto. Las Nuevas Imposiciones de Jaime eran puras
medidas de ingresos; Inglaterra y Venecia tenían excelentes relaciones, y las pasas
corintias no se cultivaban en Inglaterra. El caso Bates se convirtió en un peligroso
precedente en la Ley Común de Inglaterra.

El principal erudito inglés se ese tiempo era Lord Edward Coke (pronunciado
‘cook’). El dirigió el ataque en el caso Bates. El rey decidió ponerle un bozal a
este gran abogado nombrándolo Presidente del Tribunal Supremo. Un juez que
valorara su puesto e ingresos tenía que emitir fallos consistentes con los deseos
del rey, o de otra forma sería despedido.

A Lord Coke todavía se le considera como uno de los más grandes jueces de todos
los tiempos. En su tiempo él fue un gran disidente; sus fallos se convirtieron en
los precursores de legislación futura. Durante su vida fue admirado en Inglaterra
tanto como lo es hoy día. Sus decisiones encontraron apoyo en antiguos fallos;
comenzó a revivir antiguos escritos, tales como habeas corpus. Coke argumentó
con maestría que la Ley Común era la verdadera soberanía de Inglaterra y que aún

37
el rey tenía que obedecerla. Como Presidente del Tribunal Supremo, Coke se
convirtió en una amenaza todavía mayor para Jaime. Su despido era inevitable.

Los ingresos originados por las Nuevas Imposiciones resultaron no ser adecuados,
de modo que Jaime revivió el viejo escrito de dinero por barcos que Isabel había
utilizado para formar una marina de guerra para resistir a la Armada. Solo que
esta vez no había ninguna amenaza de invasión o emergencia de tiempo de
guerra. Este antiguo escrito todavía existe hoy día en el poder del gobierno de
presionar a los ciudadanos a prestar servicios de emergencia. El escrito fue usado
de forma informal cuando una pequeña armada de naves privadas fue enviada al
rescate de tropas británicas en Dunkirk en 1940.

Jaime tomó al pueblo inglés por sorpresa. Nade estaba preparado para resistir el
uso inapropiado de este antiguo escrito, que puede ser trazado hasta antes de
Guillermo el Conquistador cuando los vikingos amenazaban las costas de
Inglaterra. Un año después el Parlamento finalmente reaccionó y emitió un
documento (escrito por Coke) titulado ‘Protestas de la Casa de los Comunes,’
indicando que ‘desde el tiempo de la Magna Carta las libertades, franquicias,
privilegios y jurisdicción del Parlamento son el patrimonio antiguo y herencia de
los súbditos de Inglaterra.’ Jaime estaba tan furioso que hizo destruir el
documento. Compareció ante la leal Casa de los Lores y les dijo:

Aún cuando Sir Edward Coke está muy ocupado y puede ser llamado el padre de
la ley… Aún así no es ley todo lo que él dice… Espero que al mencionarme en sus
declaraciones y comparar mis acciones con los tiempos de usurpadores y tiranos,
ustedes lo castiguen, ya que la Cámara de la Estrella que es un tribunal inferior a
este castigará pro falso clamore (por declaraciones falsas).

Jaime murió poco después de su comparecencia ante la Cámara de los Lores. Su


hijo Carlos se enfrentó con un Parlamento airado que se rehusó a otorgarle el
derecho a cobrar impuestos de aduanas, un permiso de rutina para todos los
nuevos monarcas. Carlos necesitaba fondos adicionales para una nueva guerra en
contra de España, pero no le dieron nada. De todos modos armó un ejército y
acuarteló a sus tropas en casas privadas. Emitió decretos ordenando préstamos
de personas con medios.

Carlos trató de cobrar dinero por las naves como su padre lo había hecho,
exceptuando que él extendió el escrito a toda Inglaterra, no solamente a puertos
marítimos. La Ciudad de Londres y otros condados tierra adentro se rehusaron a

38
pagar. Carlos ahora estaba aprendiendo que la opinión pública no puede ser
ignorada, y que la trapacería legal y jueces parciales no eran suficientes. Carlos
tuvo que retirar el escrito y pedirle dinero al Parlamento.

El Parlamento ofreció a la Corona cinco ‘quinceavos’ y ‘décimos,’ justo lo que el


rey necesitaba desesperadamente, pero con una condición. El rey debe firmar un
nuevo documento llamado la Petición de Derechos, que disminuiría sus
facultades: (1) ningún impuesto sin el consentimiento del Parlamento; (2) ninguna
prisión sin expresión de cargos específicos de modo que el acusado pudiera
acceder a los procesos normales de los tribunales; (3) ninguna tropa acuartelada
en hogares privados; y (4) ninguna ley marcial en tiempo de paz. A Carlos no le
gustaba la restricción de prisión más que todo, ya que disminuiría su poder de
encerrar a prestamistas y tributarios que no cooperaran, pero su desesperada
necesidad de fondos lo obligó a firmar la petición.

Para irritar a Carlos aún más, el Parlamento retrasó la aprobación de su solicitud


para cobrar impuestos de aduanas de por vida. Un exasperado Carlos los cobró
de todos modos, lo que le produjo la condenación por parte del Parlamento. Los
comerciantes e importadores se resistieron al gravamen. Un desafiante
comerciante enjuiciado ante la Cámara de la Estrella fue declarado en desacato
por expresar en el tribunal abierto que las leyes de impuestos de Inglaterra
estaban más ‘jodidas’ que las leyes de Turquía. Otro comerciante trató de
recuperar sus bienes secuestrados por los oficiales de aduanas, pero el Tribunal
de Tesorería sostuvo que no se podía emitir ni la recuperación ni un interdicto
para no interferir con los recaudadores del rey. De paso, esta es actualmente la
ley en los Estados Unidos (vea IRC Sección 7421) y en Canadá.

Cuando la exigencia de Charles por el derecho a cobrar impuestos de aduana fue


referida por los Comunes a un comité para su ‘estudio’, prontamente disolvió el
Parlamento. Durante los próximos once años Carlos subió las rentas fuera de la
ley. Cobró impuestos de aduanas e instituyó varios otros dispositivos para generar
ingresos; se aumentaron las multas, se duplicaron los impuestos a los extranjeros,
hubo multas pesadas por entrar sin permiso a las tierras de la Corona y por títulos
defectuosos. Los abogados buscaban defectos en los títulos y se convirtieron en
los ‘cazadores de ambulancias’ del siglo diecisiete.

En 1634 Carlos con cautela volvió a introducir el dinero por naves. El tuvo éxito, y
después de ello cada año él usaba este escrito para aumentar los ingresos que
necesitaba. Eventualmente un rico terrateniente llamado Hampden obtuvo una

39
audiencia ante todos los jueces en el Tribunal del Tesoro. Siete jueces sostuvieron
el impuesto, razonando que el dinero por naves era un impuesto de emergencia,
pero el rey, y no los tribunales, era el mejor juez de su necesidad. Cinco jueces
fallaron a favor de Hampden. Esto conmocionó a Carlos. El Lord Coke había
fallecido el año pasado, pero su celo por la independencia judicial todavía vivía.

Los jueces que apoyaron a Carlos no deberían ser juzgados demasiado duramente.
El preámbulo a estos escritos de dinero por naves recitaba que había peligros para
Inglaterra de piratas y enemigos. El uso de escritos ficticios para extender los
poderes del gobierno es muy común. El Congreso de los Estados Unidos con
frecuencia le juega la vuelta a sus límites constitucionales por medio del uso de
preámbulos fraudulentos. La Corte Suprema ha sostenido (al igual que los jueces
de Carlos sostuvieron) que el Congreso es el mejor juez de lo que está haciendo y
de sus facultades. Con un preámbulo escrito y editado de forma correcta, se
puede hacer casi cualquier cosa.

La confianza en el dinero sobre naves se derrumbó cuando Carlos fue vencido por
los presbiterianos escoceses y fue forzado a pagarles £850 por día mientras ellos
continuaran en suelo inglés. Carlos tuvo que pedirle dinero al Parlamento. Un
Parlamento enojado y radical exigió concesiones: no más dinero por naves; no más
pesadas multas y prisión; la abolición de la Cámara de la Estrella; y ningún
aplazamiento del Parlamento sin su consentimiento. Carlos estuvo de acuerdo,
pero estaba tan enojado como el Parlamento. Ordenó el arresto de Hampden y
cinco otros, y personalmente compareció en los Comunes con tropas. Antes de
que se pudiera encontrar a estos hombres, Carlos salió de Londres y fue al norte
a levantar un ejército para entrar en guerra en contra del Parlamento. En ese
vacío de poder, el Parlamento tomó posesión del gobierno, cobró sus propios
impuestos, levantó un ejército, y comenzó la terrible Guerra Civil en Inglaterra.

El nuevo gobierno estaba dirigido por el Puritano Oliver Cromwell, un líder y


comandante militar extremadamente hábil. Su Parlamento Largo, como fue
llamado, adoptó varios nuevos impuestos. Los ‘quinceavos’ y ‘décimos’ y
subsidios eran demasiado lentos para cobrarlos, de modo que adoptó los odiados
impuestos especiales europeos. Hubo un nuevo impuesto a la riqueza y aún un
impuesto al ayuno semanal, en base al valor de una comida por semana.

El rey no podía competir con el Parlamento por impuestos. Fue vencido en Oxford
y voló hacia el norte a Escocia. Con ingresos sustanciales de los nuevos impuestos,

40
el Parlamento compró al rey de los escoceses, y lo trajo a Londres para su juicio y
ejecución.

La Guerra Civil en Inglaterra siguió un curso no muy diferente a la mayoría de


revoluciones modernas. El control del Parlamento revolucionario cambió a los
radicales y al ejército. Los moderados fueron aún expulsados del Parlamento y un
pequeño grupo de extremistas tomó el control y gobernó por una década como el
‘Rump Parliament’. No se llevaron a cabo elecciones libres porque este
Parlamento radical sabía que no tenía el apoyo del público. Oliver Cromwell
dirigió el Rump Parliament por más de una década, pero cuando él falleció los
generales llamaron a la restauración de la monarquía, estipulando que renunciara
a cualquier facultad de gravar impuestos por sí mismo. Por lo que sería la última
vez, el asunto del control parlamentario sobre los impuestos fue arreglado por el
tribunal final de la civilización -- la guerra. Con ese asunto detrás del pueblo
británico, ahora honestamente podían gritar, ‘Dios Salve al Rey.’

Los ingleses no deberían avergonzarse de Cromwell. Los eventos de su era son


de vital importancia para la historia del mundo. Aquí, por primera vez, una
monarquía fue derrocada y reemplazada por un gobierno representativo. Con el
tiempo, la mayoría de las monarquías del mundo seguirían la experiencia inglesa.
Aún la monarquía restaurada después de la ejecución de Carlos fijó el patrón para
aquellos pocos reinados que han sobrevivido hasta nuestros días.

Con el Parlamento firmemente en control de la bolsa, la historia de impuestos


ingleses cambió del asunto de impuestos por consentimiento al problema de la
mejor y más equitativa manera de gravar impuestos. En el curso de los doscientos
años siguientes, los ingleses darían más atención a ese problema que cualquier
otro pueblo. Eventualmente su búsqueda daría fruto, y sus descubrimientos e
inventos serían copiados por casi todos los países del mundo.

41
26
El Parlamento Busca un Mejor Impuesto

Quienquiera que espere ver un impuesto impecable, espera lo que nunca fue, no
es, y nunca será.
--Alexander Pope

Si el propósito de la guerra civil inglesa y la destrucción de la monarquía fue


controlar un tributo opresivo -- y yo sospecho que así fue -- entonces la guerra
falló. Pero esto no es raro para las guerras por impuestos.

Los rebeldes tributarios de este período creían que si el soberano tenía que
obtener su consentimiento para gravar impuestos, los impuestos no serían
excesivos (nadie consiente a impuestos excesivos). Esto parece suficientemente
lógico, pero la historia no se comporta de manera lógica. Los impuestos después
de la revolución, ya sea en Bretaña, Holanda, o América, fueron mucho más
pesados que antes. La alcabala del Duque de Alba no era tan gravosa como los
impuestos especiales que los Países Bajos Unidos se vieron forzados a adoptar
después de la independencia holandesa. Aún los rebeldes de impuestos en
América descubrieron que los impuestos con representación eran más pesados
que impuestos sin representación. Como se dieron los hechos, cuando los
rebeldes ganaron, los tributarios perdieron. Esta es una de las ironías más
extrañas de la historia de los impuestos.

La historia muestra que el consentimiento de los tributarios, cuando es expresado


a través de representantes, rara vez es un control efectivo sobre los impuestos.
Esto primero fue aparente en España del siglo dieciséis cuando los delegados de
los tributarios usualmente tomaban el lado de la Corona en contra de los deseos
de sus constituyentes. En todo caso, los impuestos a través de representantes
proporcionan al gobierno la oportunidad de gravar mayores impuestos,
probablemente porque la amenaza de la rebelión se ve reducida. Como regla
general, los representantes abren los bolsillos de sus tributarios; rara vez los
cierran.

La mayoría de visitantes de la Torre de Londres notarán que las coronas de oro y


los cetros de la monarquía inglesa son posteriores al año 1660, es decir, después
de Cromwell. Cromwell no estaba planeando ser un cuidador interino entre

42
reyes. Una de las primeras cosas que hizo fue fundir los tesoros de la monarquía.
Cuando Carlos II regresó a reclamar el trono, los orfebres se mantuvieron
ocupados restaurando las coronas y cetros necesarios para el nuevo rey. A
diferencia de los orfebres, el Parlamento no restauró el antiguo sistema de
impuestos. Para asegurarse que no hubiera ningún malentendido futuro, en 1689
se adoptó la Carta de Derechos inglesa, que enfatizaba que no habría impuestos
sin Parlamento. Para las personas viviendo en las Islas Británicas el asunto de
impuestos y consentimiento fue arreglado finalmente después de una lucha de
quinientos años. Ahora se puso la atención en el problema de encontrar la mejor
forma de gravar impuestos.

En los impuestos de la guerra civil se encontraron nuevas formas de impuestos. El


Parlamento Largo fue forzado a adoptar varios impuestos que eran repugnantes
al pueblo británico -- impuestos especiales, de capitación, y a la riqueza. Estos
ofensivos dispositivos de rentas iban a formar las bases de los impuestos en el
futuro. El subsidio y los ‘quinceavos’ y ‘décimos’ desaparecieron para siempre.

Cuando Carlos II fue restaurado al trono en 1660, el Parlamento adoptó un


impuesto al hogar, que había sido usado en Europa por algún tiempo. Se gravaron
dos chelines por cada hogar (chimenea) en cada casa. Un inspector de impuestos
tenía que recorrer cada casa, habitación por habitación, porque una inspección
visual desde afuera no era exacta.

La tasación y los cobros fueron subcontratados con recaudadores privados, estilo


francés. Estos cobradores fueron llamados ‘hombres chimenea’. No era raro que
la señora de la casa escondiera un hogar o se atrincherara a sí misma en la puerta
principal para evitar que entraran. Hubo varias canciones que condenaban el
impuesto. Aquí incluimos una de las baladas populares de ese entonces:

No existe una señora en diez,


Aunque busques en toda la nación.
Que si hablas de los hombres chimenea
No les manden una maldición o dos.1

El impuesto al hogar fue abolido en la ‘Gloriosa Revolución’ que derrocó al último


Estuardo, Jaime II. Un informe de los Comunes según la nueva monarquía,
Guillermo y María, llamaron al impuesto ‘una placa de esclavitud sobre todo el
pueblo, exponiendo la casa de cada hombre a ser invadida y examinada a placer
de personas desconocidas.’2 Con este informe el impuesto fue rechazado. Sin

43
embargo, en su lugar el Parlamento adoptó el todavía más despreciado impuesto
de capitación gradual.

El Parlamento había experimentado con el impuesto de capitación por cientos de


años, nunca con éxito y siempre con el peligro de rebelión. El Parlamento Largo
adoptó un impuesto de capitación en 1641 que gravaba a los duques por £100 y
lo graduaba hacia abajo a través de los rangos de los nobles hasta £10 para un
caballero, pagadero anualmente. Los plebeyos no eran tan fáciles. Después de
algún debate, el Parlamento decidió no usar categorías ocupacionales; en lugar de
ello se usó un impuesto sobre la renta del 5 por ciento. Un hombre con £100 de
renta anual pagaba £5. El resultado fue un sistema dual: tasas fijas para la nobleza
de acuerdo a su rango, y un impuesto sobre la renta de 5 por ciento para los
plebeyos. William y Mary reemplazaron el impuesto al hogar con este plan. No
duró. En 1698 fue rechazado como ‘no adecuado para Inglaterra.’

William y Mary ponen fin a la lucha de la guerra civil aceptando la ‘Carta de Derechos’
británica en 1689, que definía ‘los derechos y libertades verdaderos, antiguos e
indudables del pueblo de este reino.’ Específicamente, el Parlamento tenía que aprobar
todos los impuestos.

Los despreciados impuestos al hogar y de capitación finalmente fueron


reemplazados con un impuesto de ventanas y casas y un impuesto a la tierra. Cada
casa tenía un impuesto de un chelín por ventana, siempre y cuando la casa tuviera
más de siete ventanas. Esto exoneraba a los pobres, consistentes con la tradición
inglesa. Dado que las ventanas podían contarse desde afuera, se eliminaba la
intrusión censurable a la casa por los contratistas. Los tributarios recurrieron a
toda clase de dispositivos para evitarlo, como tapiar las ventanas hasta que los
tasadores terminaban y después abriéndolas de nuevo. En Edimburgo se
construyó una fila entera de casas sin una sola ventana en los dormitorios. Este
impuesto duró bien hasta el siglo diecinueve.

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El área rural inglesa aceptó el impuesto a la tierra, probablemente porque era
como el subsidio. Las tasaciones tenían poco que ver con la realidad. En la guerra
civil el subsidio fue reemplazado con una tasación mensual adoptada de los
registros del subsidio, pero pagadera cada mes, no cada dos años. Cromwell
quería hacer realista esta tasación mensual, con tasaciones corrientes y exactas.
El parlamento no estaba ni entusiasmado ni optimista. Un miembro del
Parlamento parafraseó el antiguo principio de libertad inglesa -- que el castillo de
un hombre estaba más allá de la vigilancia del rey -- con estas palabras que todavía
tienen aplicación hoy día: ‘Respecto a este plan de vigilar y buscar en las
propiedades de los hombres, es aquello que sus ancestros nunca soportarían.
Siempre se evitó que los magistrados principales conocieran los bienes de los
hombres.’

Otro M.P. dijo: ‘En lugar de dar a mi Señor Protector (Cromwell) una substancia,
le estaremos dando una sombra.’3 Y eso es exactamente lo que sucedió. Todo el
país, de tasadores a tributarios, se dedicó a hacer una conspiración en contra de
tasaciones exactas. Como era acostumbrado y tradicional, había fraudes a todo
nivel.

La tasación mensual finalmente se arregló en un impuesto fijo a la tierra. Las


investigaciones en cualquier otra cosa que no fuera la tierra visible no estaban
permitidas. De nuevo los valores eran ridículamente bajos. Los comisionados
locales de tierras no se atrevían a dudar de la palabra de un caballero sobre los
valores de su tierra. Al final, a los propietarios les gustó el impuesto; una vez mas
eran ‘los patrones de sus propias tasaciones’, como lo habían sido bajo el subsidio.

Cuando comenzó la guerra civil, el Parlamento Largo adoptó un impuesto especial,


sin duda alguna el más odiado de todos los impuestos europeos. En Inglaterra, la
libertad era equiparada con la ausencia de un impuesto especial de la misma
forma que los antiguos griegos equiparaban la libertad con la ausencia de
impuestos de capitación e impuestos a la tierra. El embajador veneciano en
Londres dijo que la ausencia de un impuesto especial en Inglaterra era ‘singular y
maravillosa.’4 Inglaterra era el único gran país europeo sin amplios impuestos
especiales.

El primer impuesto especial de guerra fue aplicado al licor, y la ley específicamente


indicaba que el impuesto debía ser abolido cuando terminara la guerra. Pero la
guerra siguió y siguió, y conforme se expandía el impuesto se expandía también.

45
Pronto abarcaba todas las necesidades de la vida -- ropa, pan, carne, y otros
alimentos. Hubo motines y fueron quemadas las casas de impuestos especiales
en Londres. El Parlamento respondió con cierta desgravación y una súplica al
pueblo inglés de aceptar el impuesto especial por la duración de la guerra.

También había un impuesto especial punitivo en contra de los realistas (aquellos


leales al rey). Este impuesto era mencionado como ‘extorciones’ en el registro de
rentas de ese entonces:

Se emitió un edicto, ordenando la exacción del décimo penique de toda la parte


real; y este opresivo impuesto, conocido por el nombre de decimación, lo hacían
valer los substitutos militares de Cromwell de forma muy rigorosa. Todo el país
estaba expuesto a sus extorsiones.5

Las ‘extorsiones’ aparecen de nuevo durante el reinado de Carlos II, pero no


sabemos a qué se refieren. Sus registros de impuestos muestran que él
recolectaba £100,000 de ‘extorsiones’ y £640,000 de ‘saqueos.’6 Blackstone, en
sus Comentarios, (I:136), llama extorsión a las exacciones sin consentimiento real
y auténtico.

El Parlamento no mantuvo su promesa de poner fin al impuesto especial con la


guerra. Cuando se restauró la monarquía en 1660 todavía había varios impuestos
especiales -- sobre cerveza, licor, jabón, sal, hierro, plomo, y algunos artículos de
lujo. Los impuestos especiales han continuado durante toda la historia inglesa
desde ese entonces, pero nunca a una escala tan grande como en Europa. Nunca
hubo un ‘décimo penique’ como la alcabala. Los impuestos especiales se
convirtieron en impuestos tradicionales de guerra, usualmente reducidos o
abolidos cuando había paz.

El odio inglés por los impuestos especiales puede parecer al principio que casi llega
a la locura, ya que el impuesto tiene muchas virtudes. Puede ser limitado a lujos
y así evitar a los pobres; es fácil de cobrar dado que solamente los comerciantes
tienen que ser auditados. Pero el tributario inglés no vio estas virtudes
potenciales. Para él el impuesto era un gran mal y ningún argumento podía
cambiar su forma de pensar. Después de todo, vean a España, los Países Bajos,
Francia, y otros países con impuesto especial -- los males del impuesto estaban
más allá de cualquier disputa. Los pocos impuestos especiales en casa solamente
confirmaban esto. Aún cuando eran limitados en su alcance, el lado
administrativo del impuesto era con frecuencia brutal: ‘Las severas multas

46
inflamaban las mentes de los hombres y fomentaban el odio en contra del
impuesto especial.’7

El Dragón del Impuesto Especial de Walpole

La experiencia de Bretaña con los impuestos especiales comienza a tomar su


forma final con Sir Robert Walpole, con frecuencia llamado el primer primer
ministro de Bretaña, un puesto que no existía hasta su ministerio en la primera
mitad del siglo dieciocho. El ministro favorito del rey, como podía esperarse, era
el miembro de la Casa de los Comunes con la mayor influencia sobre las rentas.
Walpole se convirtió en ‘primer ministro’ porque él controlaba la bolsa como
Primer Lord de la Tesorería y Canciller del Erario. Era un hombre de impuestos de
cabo a rabo, como lo eran todos los antiguos primeros ministros.

En ese tiempo los Comunes, a diferencia de hoy día, tenían voto libre sobre todos
los asuntos de impuestos. Los miembros votaban como ellos creían y no como el
primer ministro les ordenaba votar. Las luchas sobre las rentas e impuestos
durante el siglo dieciocho pueden ser entendidas mejor reconociendo esa práctica
peculiar del gobierno parlamentario británico. La obligación corriente de votar
por la línea del partido llegó después y hace poco le costaron a Lady Thatcher su
puesto de primer ministro.

Walpole vio el impuesto especial como el impuesto futuro, principal para Bretaña.
En 1723 hizo que el Parlamento expandiera el impuesto especial para incluir el té
y el café. Un miembro de la oposición preguntó, ‘Debemos sacrificar la
constitución para evitar unos pocos fraudes sobre la renta?’ Unos pocos fraudes
era una atenuación. El ministro de finanzas tenía los hechos: Los británicos
consumían un promedio anual de 4 millones de libras de té, mientras que las
Aduanas de Su Majestad reportaban importaciones de solamente 800,000 libras,
lo que significaba que un 80 por ciento de todo el té evadía impuestos.

Pocos años después cuando el gobierno reportó un superávit en las rentas, los
Comunes se abrogaron la tarea de revocar algunos de los impuestos. Los debates
finalmente se arreglaron sobre el impuesto especial sobre la sal y sobre candelas.
El asunto era si abrogar el impuesto sobre la sal y beneficiar a todos; o abrogar el
impuesto especial sobre candelas y beneficiar a los pudientes.8 Los pobres no
podían permitirse candelas. La Corona, según Walpole, deseaba abrogar el
impuesto a candelas y usaba el viejo argumento francés de cómo los impuestos
beneficiaban a los pobres haciéndolos trabajar más. En el voto final, el impuesto

47
a la sal fue cancelado. Esto demostró una notable magnanimidad para esa era.
También mostró la independencia de los miembros de los Comunes al encarar a
un primer ministro muy poderoso.9

Tan pronto como el impuesto a la sal había sido abrogado, en 1732 Walpole trató
de expandir aún más el impuesto especial. El cancelaría el impuesto de aduanas
sobre el vino y tabaco y lo reemplazaría con uno especial, a la misma tarifa. En la
misma ley él volvería a introducir el impuesto a la sal y otorgaría a sus partidarios
principales, la alta burguesía con tierras, una reducción de un tercio en los
impuestos a la tierra. Walpole esperaba poca dificultad de los Comunes. Su
posición era suficientemente lógica (‘ningún nuevo impuesto’), solo un cambio en
la evaluación para controlar el contrabando y asegurar que el gobierno recibiera
impuestos justos.

Walpole estaba bien preparado; hizo que un comité en los Comunes, encabezado
por John Cope, presentara un estudio sobre la operación de las leyes de aduanas
y contrabando. Los fraudes cometidos por el contrabando, especialmente de vino
y tabaco, eran extensos, y describió escenas de deshonestidad, perjurio,
información, violencia, y asesinato, ‘que parecían increíbles.’10 La adopción de sus
reformas de impuestos deberían haber sido, como dicen los británicos, ‘pan
comido.’ O era este solamente un ejemplo mas reciente de ‘la tradición de
evasión en el reino’ de la que Isabel I habló y aceptó?

El contrabando era un gran negocio para muchos, y para el británico promedio


significaba precios más bajos para una gran cantidad de artículos de consumo. El
impuesto especial no era evadido fácilmente. En los años siguientes, Walpole hizo
que se aumentaran grandemente las facultades de los oficiales de impuestos
creando severas multas para cualquiera que evadiera el impuesto o aún
obstruyera su aplicación. El ‘de ninguna manera era remilgado respecto las
libertades de la persona individual o la privacidad del hogar de un hombre.’ El
había introducido ‘castigos salvajes, y la plena autoridad de la Corona para hacer
que el público se ajustara a su sistema [de impuestos].’11

48
La revuelta británica en contra del intento de Walpole de introducir
nuevos impuestos especiales no se demostró únicamente en los carteles
acarreados por las turbas que vagaban por las calles de Londres, también
se encontró en esta taza bola de arcilla esmaltada (circa 1740-50):
‘Libertad y propiedad sin ningún nuevo impuesto especial.’

Los periódicos atacaron su propuesta con venganza. Hubo muchas


caricaturas condenando el impuesto y ridiculizando a Walpole en
particular. El público se encolerizó más y más y respondió con violencia.
Las turbas vagaban por las calles con carteles en sus sombreros que decían,
‘Libertad, Propiedad, y Ningún Impuesto Especial.’ Otros cantaban baladas
añadiendo las palabras, ‘y ningún Jurado,’ haciendo referencia a la falta del
derecho de un juicio por jurado en las disputas de impuestos. 12 Esta
violencia, en las palabras del principal biógrafo de Walpole, era ‘la
expresión de un odio profundo y acumulativo de un sistema opresor,
tiránico, y corrupto [con poder].’13

Los debates en los Comunes eran intensos y continuaron por semanas.


Finalmente, cuando Walpole vio alrededor de la Casa de los Comunes, que
él había controlado por más de veinte años, pudo ver que el apoyo
disminuía día con día. En vista de la oposición en aumento, retiró su ley de
impuestos y aún ofreció su renuncia al rey y la reina. La tarde antes de su
capitulación, algunos de sus más cercanos amigos se reunieron en su casa
donde anunció su decisión de abandonar su propuesta de impuestos
especiales:

La danza ya no seguirá, tenía buenas intenciones, pero en el


temperamento inflamado del pueblo el acto no pudo ejecutarse sin una
fuerza armada; y habrá un final a la libertad de Inglaterra si los
suministros deben ser obtenidos por la espada… Yo no seré ministro para
hacer valer impuestos a expensas de la sangre.14

49
Cuando la noticia del retiro de la ley de impuestos de Walpole llegó al
pueblo hubo celebraciones en todos lados. Las campanas de las iglesias
tañeron, las fogatas iluminaron el cielo, quemaron la efigie de Walpole, y
en las ciudades uno podía escuchar a la gente cantando baladas, y hubo
gritos de ‘No impuesto especial, No zapatos de madera.’15 El júbilo no era
solo por los beneficios financieros por la derrota del impuesto, sino por la
derrota de la prórroga de la implacable administración fiscal de Walpole.
La contienda sobre el impuesto especial era como una guerra con los
comerciantes y las clases bajas en contra de Walpole y la alta burguesía
terrateniente.

El brutal sistema fiscal de Walpole se entiende más fácilmente al darse


cuenta qué tan intenso era este odio por las clases comerciantes de
Bretaña. Todas estas almádanas para aplicarlo caían sobre ellos, y se ha
sugerido que estas brutales leyes de administración fiscal, para ambos
impuestos de aduanas y especiales, eran un acto de venganza en contra de
una facción de la sociedad que él odiaba y despreciaba.16 Así una vendetta
extraña y personal por parte de un poderoso primer ministro ayuda a
explicar por qué y cómo la Corona Británica volvió la espalda a principios
largamente establecidos de justicia británica respecto a los impuestos.
Vimos ocurrir esta misma situación en nuestros tiempos cuando Franklin
D. Roosevelt convirtió el sistema federal de impuestos, las tasas así como
las disposiciones criminales, en una espada en contra de las clases
acomodadas de la sociedad estadounidense que no le gustaban.17

El sistema ‘tiránico’ de Walpole produjo una fuerte reacción de los


tributarios británicos. En un período para el cual tenemos registros, más
de 250 recaudadores de aduanas fueron asaltados, seis de los cuales
fueron asesinados.18 Entonces, aún cuando el tributario británico estaba
recibiendo el golpe en el mentón, también lo recibía en los labios. Este
mismo patrón de rebelión en contra de impuestos opresores o aún
repugnantes fue exportado a América y como veremos más tarde, cuando
los colonos fueron gravados de una manera no ‘aceptable’ para ellos, ellos
también recurrieron a la violencia.

Para protección, los recaudadores británicos del impuesto especial iban


armados. No solo para protegerse de los tributarios, sino de los
salteadores de caminos. Un recaudador registra que lleva un trabuco
naranjero con diecisiete bolas, que para ese entonces era tanto

50
armamento como un individuo se atrevía a llevar considerando su peso.
Aún si fuese robado, un recaudador de impuestos especiales tenía que
reponer la pérdida.19

El impuesto especial en triunfo, 1733. El primer Primer Ministro de Inglaterra,


Sir Robert Walpole, en caricatura, con versos que atacan la Ley de Impuesto
Especial sobre el tabaco y mostrando un ejército permanente en el fondo. Los
barriles contienen tabaco. El verso menciona el asunto del esclavo de impuestos:
‘El Comercio Abatido agacha su caída cabeza,
Mientras que los Ejércitos Permanentes muestran Banderas atrevidas,
Animadas por ellos, montado en el barril
El Impuesto Especial en Triunfo, y como Baco monta:
Todavía a esclavizarnos y hacernos más angustiados
Somatan los Zapatos Franceses sobre la Bestia Británica,
Ah! -- detengan esos Actos malvados que continúan
O ustedes mismos pueden ser enviados a otra parte.’

Los tributarios no eran tan violentos como en Francia, pero hay varias
historias de recaudadores de impuestos que fueron atacados, golpeados,
flagelados, y aún asesinados. Tenemos la historia de un hombre que fue
arrastrado de su cama y asesinado enfrente de su familia.20 Sin embargo,
no hay ninguna duda de que comprado con el oficial de aduanas, el
recaudador de impuestos especiales tenía un trabajo mucho menos
peligrosos.

Mucho después de la administración aplastante de Walpole, sus duros


métodos continuaban, pero todavía no eran tan severos como en el
continente. En Francia y Alemania el ejército actuaba como recaudador de
impuestos en una forma que recordaba los feos impuestos del antiguo

51
Imperio Romano. También debemos notar que esta misma dura
administración fiscal fue importada a las colonias norteamericanas y ha
sobrevivido para infectar las leyes de Rentas Internas que solamente ahora
están siendo corregidas. Es difícil que mueran las malas leyes fiscales,
incluyendo malas leyes administrativas que producen rentas, si es que
alguna vez lo hacen.

Décadas más tarde, William Blackstone, el gran jurista inglés comentó, ‘el
rigor y procesos arbitrarios de las leyes de impuestos especiales parecen
difícilmente compatibles con el temperamento de una nación libre.’21
Estas fueron palabras suaves comparadas con lo que otros dijeron. Cuando
los colonos estadounidenses se quejaban de que se les negaban los
derechos de los ingleses, los ingleses en casa tenían la misma queja.

Aquí está cómo funcionaba el sistema de impuestos especiales. La gran


mayoría de casos fueron juzgados de forma sumaria sin un jurado o aún un
juez independiente, con frecuencia ante los mismos comisionados fiscales
que recaudaban el impuesto. Esta no era justicia británica para nada, sino
la clase de justicia (o injusticia) uno recibe de una autocracia burocrática
en un estado totalitario. El sistema fiscal británico entonces, como ahora,
estaba algo fuera de la constitución -- una de las extrañas anomalías de la
justicia británica heredada a América. Aquí ponemos el convincente
análisis del sistema por parte de un erudito moderno:

Aún así el comerciante tenía poca oportunidad de escapar a este


Juggernaut de impuesto especial. La mayoría de estatutos de impuestos
incluían una cláusula que negaba específicamente el derecho del acusado
de usar un recurso de certiorati para llevar su caso a un tribunal más alto.
Toda vez ante los comisionados, el acusado tenía todas las cartas en su
contra. Era culpable a menos que pudiera probar que era inocente… Aún
la estratagema tradicional inglesa de contrademandar a los oficiales era
considerada más peligrosa por la disposición estatutaria de doble o triple
costo… En estas circunstancias no es de sorprenderse que la tasa de
condenas en los casos de impuestos especiales fuese tan alta: 79% en
Londres y 85% en el país en 1789-90.22

En realidad, si el erudito anterior hubiera ejercido en el Tribunal Fiscal del


día de hoy, no encontraría las estadísticas nada diferentes, ni el debido
proceso mucho mejor. El también indica que el sistema draconiano era

52
mitigado por una práctica modesta, la mayor parte del tiempo, igual que
tratamos con la mayoría de casos de evasión.

La vigilancia también estaba a escala moderna. Los fabricantes de


candelas, que estaban sujetos a impuestos especiales, eran vigilados
rigurosamente. Nadie podía hacer candelas sin informar a los
recaudadores sobre el momento, lugar, y horas. La falta de informar el
número exacto de utensilios para hacer candelas daba como resultado una
multa de £100. Cada mes se tenía que informar el registro completo de
todas las candelas hechas, y las candelas rajadas o rotas tenían que ser
destruidas en presencia del funcionario recaudador.23 La vigilancia del
impuesto especial le recuerda a uno la vigilancia de la computadora e
impuesto sobre la renta hoy día. Los cerveceros, y las tiendas de licor y té
y café tenían regulaciones similares. Con este tipo de práctica, usted podrá
entender por qué en el tiempo de Walpole había motines y las oficinas del
impuesto eran quemadas hasta el piso.

Lo que es más único sobre la experiencia británica con este impuesto es


que el gobierno nuca pudo obtener el consentimiento del Parlamento para
un impuesto especial general, como estaba en funcionamiento en toda
Europa. Ese estado de cosas ha continuado hasta el siglo veinte, no
solamente en Bretaña, sino con el gobierno federal en los Estados Unidos.
Los impuestos especiales han sido selectivos. Cuando las demandas de
guerras y rentas aumentaron en la última mitad del siglo dieciocho, y hubo
alguna discusión sobre un impuesto especial general, Chesterfield (quien
había dirigido la oposición a la prórroga de estos impuestos durante el
gobierno de Walpole) en sus últimos años (1767) escribió una carta a un
amigo sobre el desprecio británico por la mera palabra ‘impuesto especial.’

Respecto al impuesto especial general, debe cambiar su nombre por ley


del parlamento antes de que llegue al pueblo, que conoce los nombres
mejor que las cosas… Por todo lo que yo se, si una Ley para un impuesto
especial fuese a ser titulada ‘Una Ley para garantizar mejor la libertad y
propiedad de los súbditos de su Majestad, revocando algunas de las leyes
más cargosas de aduanas,’ podría ser recibida con agrado.24

En el siglo dieciocho, el gobierno parlamentario británico se destaca por


encima y más allá de los otros gobiernos de ese entonces. En muchas
formas, exceptuando por asuntos de práctica, el enfoque británico a los

53
impuestos era un modelo para nuestros días. Principalmente, era el
negocio del pueblo, y el pueblo hacía saber su voluntad a través de los
Comunes, y cuando eso no funcionaba, hacía saber sus deseos a la Corona
por medio de la rebelión. Era cualquier cosa menos obediente hacia los
impuestos que no le gustaban, y con ello le hacían un favor al gobierno. En
realidad, la razón principal por la cual Bretaña logró su estado de gran
poder en ese entonces puede haber sido debido a las rebeliones de los
tributarios británicos y la amenaza de más rebeliones. El gobierno se vio
forzado, probablemente en contra de su voluntad, a funcionar sobre
impuestos moderados, evitando así la rastra económica que fue tan
destructora para los Países Bajos.

Los británicos nunca encontraron un impuesto que fuera justo para todos
y aceptable para el pueblo. El pueblo rechazó impuestos especiales
extensos, el impuesto al hogar, el impuesto de capitación gradual, y un
impuesto exacto a la tierra. El aspecto más censurable de todos estos
impuestos fue la invasión de privacidad. La libertad significaba privacidad.

La privacidad significaba que el hogar de un hombre estaba más allá de la


vigilancia de los recaudadores del rey. Todas estas formas de impuestos,
aún cuando en teoría eran equitativas, exigían un sacrificio de la libertad
que los Británicos no estaban dispuestos a tolerar.

Al final los británicos aceptaron un sistema de muchos impuestos que,


como un todo, eran razonablemente justos. Ninguno estaba oprimido.
Todos llevaban algunas de las cargas del estado. Los terratenientes
pagaban impuestos a la tierra pero estaban protegidos por una tradición
de tasaciones ridículamente bajas. Los comerciantes pagaban aduanas y
algunos impuestos especiales, pero sus cargas se aligeraban con el
contrabando y la evasión. Los propietarios de casas pagaban un impuesto
de casa y de ventana que exoneraba a los pobres. El aspecto más notable
del sistema era la ausencia de inmunidad de impuestos para los ricos.

Los diseñadores ingleses de impuestos estaban orientados


progresivamente en un mundo que era decididamente regresivo en
cualquier otro lugar. El parlamento era movido por el principio de que a
mayor riqueza, mayores impuestos. Esta filosofía de impuestos bajos o
ningún impuesto para los trabajadores y los pobres no fue el resultado de
humanitarismo; se basaba en una base más sólida -- sentido común

54
económico. Si los trabajadores pagaban impuestos altos, los capitalistas
británicos hubieran tenido que pagar sueldos altos, como en los Países
Bajos. Esto aumentaría el precio de los artículos británicos en los mercados
extranjeros y dañaría el comercio. Al mantener a los trabajadores libres de
impuestos los comerciantes ingleses podían vender más que sus
competidores del conteniente. Esto fue lo que sucedió, y Bretaña se
convirtió en la nación mercantil principal del mundo por doscientos años.

El gasto del gobierno estaba restringido por una bolsa apretada. Esto
resultó más de tributarios poco colaboradores y franca evasión que los
deseos de un Parlamento y Corona iluminados. El gobierno británico sabía
muy bien que había más en los impuestos por consentimiento que el
cabildeo de una ley de impuestos a través del Parlamento. El sucesor de
Walpole, Henry Fox, resumió el problema encarando a los diseñadores de
impuestos con estas palabras en la sala de la Cámara de los Comunes:

Todos los gobiernos deben tener consideración no solamente por lo que


el pueblo puede soportar, sino por lo que están dispuestos a pagar, y la
manera en que están dispuestos a pagar, sin ser provocados a una
rebelión.25

La siguiente generación de gobernadores británicos perdió la pista de este


principio cuando fijaron un curso determinado para gravar impuestos a los
colonos británicos en América del Norte.

55
27
La Decadencia del Súper Holandés y el Ascenso
del Súper Británico

Guerra significaba gasto. Gasto significaba impuestos. Impuestos


significaban el estrangulamiento del comercio.
--Charles Wilson, La República Holandesa

Los pueblos anglófonos copiaron bastante de la cultura, política, y


prácticas comerciales holandesas, aunque conocían poco de la historia de
este notable pueblo. La Guerra de Independencia estadounidense no fue
la primera revolución moderna en contra del colonialismo, ni tampoco los
norteamericanos establecieron la primera república moderna. Las
Provincias Unidas de los Países Bajos llegaron a ser doscientos años antes
de los Estados Unidos de América, también como resultado de una
revuelta en contra de impuestos sin consentimiento.

El Imperio Británico fue construido con prácticas comerciales de origen


holandés. La Compañía de las Indias Orientales, el Banco de Ámsterdam,
fabricación de textiles y porcelana, seguro, una marina mercante,
plantaciones, y otras prácticas fueron reproducidas con pocas
modificaciones. Los impuestos holandeses fue la única práctica comercial
grande que no fue copiada, y por una buena razón. La decadencia de los
Países Bajos después del colapso de España pareció fortificar la filosofía
fiscal del pueblo inglés -- pero no su gobierno -- de que los impuestos
especiales eran una forma de cáncer comercial que consumiría y acabaría
la economía de aún el imperio más grande.

Después de que los holandeses obtuvieron su independencia de España,


se elevaron a la cima del liderazgo del mundo y se convirtieron en el súper
poder del siglo diecisiete. América del Norte vio la fundación de la New
Ámsterdam (New York), y los aventureros colonizadores holandeses
controlaban mucho de África, Asia, y el Nuevo Mundo. Los japoneses
cerraron sus puertos a todas las naves europeas exceptuando a dos naves
mercantes holandesas a las que se les permitió visitar Nagasaki una vez al
año para comerciar.

56
Cuando Pedro el Grande visitó la Europa occidental para ver los adelantos
en la cultura europea, el punto culminante de su viaje fue una visita a
Ámsterdam para inspeccionar los astilleros holandeses. Por cada nave
inglesa en el Mar del Norte, los holandeses tenían una docena. La
superioridad de los holandeses avivó los celos de los ingleses y franceses.
En cierto momento estos dos enemigos tradicionales unieron fuerzas para
pelear contra los holandeses en una de las muchas pequeñas guerras de
este período.

Los ingleses usaban altos impuestos de aduanas para tratar de mantener


los artículos holandeses fuera de los mercados ingleses, y también
prohibieron la exportación de lana inglesa que estaba siendo
contrabandeada a Holanda, manufacturada en artículos de lana, y después
contrabandeada de vuelta a Inglaterra. Los consumidores ingleses
buscaban los productos holandeses superiores, o de bajo precio,
contrabandeaban tabaco, brandy, ron, vino, té, y una gran variedad de
otros artículos de consumo. Para la mayoría de contrabandistas era fácil
evitar las aduanas de Su Majestad debido a las muchas bahías y caletas a
lo largo de las playas inglesas. El contrabando era tanto que a los
campesinos ingleses les costaba encontrar trabajadores para levantar
cosechas cultivadas a lo largo de las costas. Los jóvenes encontraban que
el contrabando era más lucrativo que la agricultura. Se ha estimado que
más del 50 por ciento de todas las importaciones se escapaban de los
impuestos, lo que debe haber causado enormes pérdidas a la Corona. El
intento de Walpole de introducir impuestos especiales era principalmente
un dispositivo para frustrar la evasión de impuestos de aduanas.

Rotterdam y el pequeño puerto marítimo de Campvere (ahora Veere) eran


los principales centros de compras para los contrabandistas, no solo para
Bretaña sino para el resto de Europa. La mayoría de comerciantes
holandeses estaban atrapados en el negocio del contrabando. Era un gran
negocio y la mayor empresa en Campvere. Había casas escocesas
especiales para acomodar a los escoceses ricos que habían llegado a vivir
a Campvere y en el viaje de vuelta las naves escocesas eran llenadas con
una gran variedad de artículos a ser contrabandeadas a Bretaña.

La intensidad de la lucha económica entre Bretaña y los Países Bajos


provocó por lo menos tres guerras anglo-holandesas. El error más grande
que cometieron los holandeses fue cambiar New York por un pedazo de

57
jungla en América del Sur, pero al momento de la negociación pareció
bueno a los astutos holandeses; después de todo, apenas acababan de
comprar New York de los indios por seis florines.

La superioridad holandesa no estaba limitada al comercio. Esta era la era


de los grandes maestros holandeses en la pintura. Los holandeses también
dirigían al mundo en nuevos descubrimientos científicos y médicos. En la
filosofía estaba Spinoza, mientras el gran filósofo inglés John Locke hizo la
mayor parte de sus escritos en Holanda porque había sido forzado al exilio
por el gobierno británico.

En su lucha económica con Holanda, los ingleses prohibieron la exportación de lana, que
estaba siendo contrabandeada de vuelta como artículos manufacturados. Para hacer
valer esta prohibición, el transporte de lana de noche se convirtió en una ofensa criminal.
Este grabado muestra a los contrabandistas ingleses -- conocidos como ‘owlers’ porque
trabajaban de noche -- cargando lana en una pequeña nave a la luz de una linterna. El
bote se reuniría mar adentro con una nave más grande de alta mar.

Los Países Bajos era una sociedad relativamente libre y abierta. Los judíos
europeos eran tolerados y había muchas comunidades judías prósperas en todas
las provincias. En 1650 los judíos todavía eran persona non grata en Bretaña.
Durante la era de Cromwell se puso en duda la sabiduría de las leyes contrarias a

58
la inmigración judía en Inglaterra. El principal argumento para abrir Bretaña a los
colonizadores judíos fue el ejemplo de la superioridad y prosperidad holandesa.
Fueron las comunidades judías - holandesas un factor en la supremacía
holandesa? Este argumento tiene apoyo considerable, aún hoy día.1
Prevaleció en 1655, y Bretaña abrió sus puertas a los inmigrantes judíos, pero no
si serias consideraciones, y después rechazando un fiscus judaicus especial como
impuesto a todos los residentes judíos.

La supremacía holandesa sobre la española fue destacada por una clase de


relación comercial vasallo-señor. Con la industria en Castilla quebrada por los
impuestos y la huída de tributarios, los artículos que España necesitaba venían de
Ámsterdam. Para pagar por estos artículos las flotillas de plata españolas, en
convoy, zarpaban a través del Canal de la Mancha hacia Ámsterdam. Con esta
plata y oro nació el joyero holandés, y todavía domina el comercio del mundo con
las piedras preciosas y la fabricación de joyas.

Al final del siglo diecisiete ya estaba pasando la era dorada de los Países Bajos. La
República Holandesa no colapsó; declinó, muy parecido al Imperio Británico, de
las cargas de demasiados impuestos, demasiada deuda, y gastos militares más allá
de sus capacidades. Los holandeses tenían que mantener fuerzas militares y
navales caras para proteger sus salvavidas comerciales. La guerra constante hizo
una fuga en la economía; los impuestos aumentaron, los precios aumentaron, y
los artículos holandeses tuvieron precios que los sacaron de los mercados
extranjeros. Los artículos en Ámsterdam costaban dos veces lo que costaban en
Londres; los impuestos eran varias veces mayores, y los sueldos tuvieron que ser
aumentados para permitir a los trabajadores holandeses pagar el alto costo de
vida, especialmente los impuestos sobre alimentos y vestuario. Los altos
impuestos incrustados en el costo de productos holandeses produjeron inflación,
la que aplastó al comercio holandés y a su vez, comenzó una espiral descendente
en las rentas para el gobierno holandés. Con menos rentas los holandeses
tuvieron que retirarse de la lucha competitiva por las colonias en el mundo donde
Inglaterra y Francia ahora competían con fiereza. Los holandeses hicieron una
retirada ordenada y mantuvieron algo de su imperio colonial.

La república holandesa era una confederación de Provincias Unidas. El gobierno


central no era fuerte y el poder de gravar impuestos quedaba en las provincias
individuales que usaban impuestos de capitación, al hogar, del timbre, a la tierra,
y peor que todo, el impuesto especial, el mismo impuesto contra el cual se
rebelaron en primera instancia, exceptuando que esta vez el impuesto especial

59
fue por consentimiento. Estos impuestos especiales desconcertaban a los
británicos; en 1659 el agente económico inglés en La Haya escribió a casa en
Londres acerca de los impuestos holandeses:

Es extraño ver con la facilidad que este pueblo consiente pagar impuestos
extraordinarios tan grandes como eran durante la guerra con España… He visto
a un hombre que no puede comer un plato en una posada pero que de una
manera u otra pagará 19 impuestos especiales de ello. Esto no es más extraño
que verdadero.2

Aparentemente las cosas empeoraron. Algunos años más tarde Sir William
Temple, un diplomático inglés en Holanda, dijo: ‘Cuando estoy en una taberna, se
come un cierto plato de pescado con la salsa acostumbrada, y se pagan
aproximadamente 30 impuestos especiales variados.’3 Los ingleses estaban
asombrados por los altos impuestos pagados por sus rivales holandeses. Aún los
pescadores holandeses pagaban impuestos especiales sobre el pescado que
ponían en sus propias mesas.

Los altos impuestos que infectaron la sociedad holandesa también trajeron con
ellos la corrupción usual. Las familias gobernantes se perpetuaban en una
aristocracia y administraban las leyes fiscales ellos mismos. Conforme pasó el
tiempo, se volvió virtualmente imposible, exceptuando por matrimonio, el
penetrar desde afuera las filas privilegiadas de varias familias oligarcas urbanas.
Además, estas personas votaban por los impuestos, los cobraban por medio de
convenios con sus clientes, hacían que sus réditos fueran auditados por sus
sobrinos, y las disputas eran arregladas por sus yernos.

La situación era tan mala que los extranjeros que querían disfrutar la libertad de
impuestos cargosos tenían que pasar por el gasto y la incertidumbre de contratar
un oficial residente con el propósito especial del soborno, no muy diferente a
hacer negocios en muchos países hoy día. Los hombres de negocios modernos
internacionales operan en uno de dos sistemas: el sistema de sobornos para
naciones corruptas y el sistema de lagunas en impuestos para naciones que son
menos corruptas pero más sofisticadas. Los resultados finales son similares. El
hombre de negocios moderno pronto aprende qué países exigen pagos bajo la
mesa y cuáles países juegan por encima del tablero.

Los altos precios en casa y las barreras comerciales en el extranjero forzaron a


Holanda a una decadencia económica. Con el tiempo aún los grandes pintores

60
desaparecieron. Hubo un ‘drenaje de cerebros’ durante el siglo dieciocho en los
Países Bajos conforme los holandeses más talentosos y emprendedores se iban al
extranjero. En 1747 hubo una revuelta por impuestos en casa. Las turbas se
formaron en las principales ciudades para saquear y destruir las casas de los
recaudadores privados holandeses. Después de compensar a los recaudadores
por sus pérdidas de estos motines, el gobierno abolió el sistema de doscientos
años de recaudación privada de impuestos.

Los impuestos especiales, no los recaudadores privados, fueron responsables de


los problemas financieros de Holanda. Estos impuestos deprimieron el comercio
y dañaron los negocios holandeses, y mientras los recaudadores privados eran
corruptos, esa corrupción no fue la raíz del problema. A diferencia de ello, Bretaña
tenía impuestos especiales limitados. Cuando las turbas se levantaron en Londres
en 1732 para protestar contra los impuestos especiales, llevaban carteles que
decían: ‘No esclavitud, no impuestos especiales, y no zapatos de madera.’ Los
holandeses se habían vuelto sinónimos de exceso de impuestos y por supuesto,
zapatos de madera. El pueblo británico no quería a ninguno de éstos.

En el siglo dieciocho los holandeses aprendieron de los tributarios británicos y finalmente


se rebelaron en contra de los impuestos que habían paralizado el comercio holandés.
Aquí, en 1747, los rebeldes holandeses están demoliendo la casa de un rico recaudador
privado. Desafortunadamente, la rebelión llegó demasiado tarde para salvar el estado de
súper poder de los Países Bajos en los asuntos y comercio mundial.

El impuesto especial era el impuesto dominante en el continente de Europa


durante este período. Los holandeses lo usaron antes de Alba; y los alemanes y
franceses lo usaron junto con España. Aún hoy día, Europa tiene una afinidad por

61
impuestos especiales con el impuesto de valor agregado requerido para todos los
miembros de la Comunidad Económica Europea. Este impuesto simplemente es
un impuesto especial basado en el valor agregado a artículos a cada etapa de
manufactura, en lugar del valor de los artículos como un todo. Los créditos fiscales
se transfieren hacia arriba y abajo del proceso de manufactura, reduciendo
grandemente la evasión y haciendo al sistema auto administrado. Este impuesto
especial bastante ingenioso y sofisticado reduce la importancia de impuesto sobre
la renta.

Viendo hacia atrás del siglo dieciocho al dieciséis, la revuelta holandesa en contra
del Duque de Alba difícilmente parece haber valido la pena. Si los revolucionarios
americanos en 1776 hubieran estudiado la historia holandesa se hubieran dado
cuenta que los impuestos con representación no necesariamente bajan la carga
de impuestos -- se requiere algo más.

Bretaña: El Nuevo Súper Poder

Si los holandeses decayeron porque su sistema de impuestos sobrecargó el


comercio y los negocios, entonces los británicos se elevaron a convertirse en un
súper poder porque aprendieron cómo dominar su sistema de impuestos. Los
eruditos ahora están comenzando a darse cuenta que la subida de Bretaña de un
estado europeo mediocre en el siglo diecisiete a un súper poder en el siglo
dieciocho, diecinueve y vente fue un triunfo de una buena administración fiscal.4
Aún la rápida caída de Bretaña a mediados del siglo veinte puede ser explicada
como la consecuencia de la aventura de Bretaña en el socialismo, 95 por ciento de
tarifas de impuestos, y el estatismo de la beneficencia social. El capital voló de
Inglaterra para evadir su confiscación al igual que voló de Cuba más
recientemente, y la toma de posesión de la mano de obra del gobierno de
industrias sólo complicó el problema. Los carros británicos que una vez fueron
admirados en todo el mundo terminaron siendo tan poco confiables y tan
defectuosos como las lavadoras soviéticas.

El sistema fiscal británico comenzó a mejorar después de Cromwell. El primer


cambio más notable fue la abolición de todos los contratos para recaudar
impuestos durante el período de 1660 a 1690. En lugar de los recaudadores
privados, comenzó a funcionar con eficiencia una burocracia fiscal profesional. Se
basaba en mérito. Los funcionarios fiscales tenían que tomar exámenes para
calificar, y se les hacía responsable por todo lo que hacían. Frecuentemente eran
cambiados de un distrito fiscal a otro para evitar que se volvieran demasiado

62
amigables con los hombres de negocios locales. El envío completo se hacía
regularmente a Londres al igual que informes completos se enviaban a sus
supervisores.

De 1721 a 1724, Walpole tomó algunos de los pasos más positivos de su


administración hacia un crecimiento económico. Canceló los impuestos de
exportación sobre bienes manufacturados y redujo grandemente o eliminó
muchos renglones de las tarifas, así estimulando el comercio y la posición
competitiva de los artículos británicos en los mercados mundiales. Un biógrafo
temprano escribió en 1798, ‘El encontró que nuestras tarifas eran las peores del
mundo, y las dejó las mejores.’5

El impuesto especial, que era la lacra del continente, creció en Bretaña hasta
convertirse en el mayor impuesto a mediados del siglo dieciocho, pero nunca fue
tan cargoso ni tan penetrante como lo fue en Francia, Alemania, o los Países Bajos.
Era cargoso, pero las cargas estaban limitadas a unos pocos artículos. No había
un impuesto especial general como en el continente sobre todo lo que se veía.
Los consumidores pagaban más, pero nunca las tasas horrendas como en otros
lados de Europa. La experiencia británica demuestra la perogrullada de que casi
cualquier impuesto puede ser administrado con buen sentido económico. El
problema es que los buenos impuestos tienden a arruinarse porque los gobiernos
exigen demasiado de ellos. Los británicos, a diferencia del resto del mundo en ese
entonces, tuvieron la sabiduría de mantener el impuesto especial bajo en tasas y
limitado en su aplicación. Esto puede haber sido más la consecuencia de la
hostilidad que el pueblo británico tenía en contra del impuesto que por la
sabiduría del gobierno. En 1691, William Carr, un escritor inglés, dio la definición
inglesa de un impuesto especial como ‘un infame impuesto gravado por
sinvergüenzas,’ sin duda refiriéndose a los recaudadores privados que eran tan
populares en Europa. También comentó sobre la hostilidad al impuesto especial
por el pueblo:

En caso que en Inglaterra nos viéramos obligados a pagar los impuestos que han
sido gravados aquí [Países Bajos], habría rebelión tras rebelión. Y aún así después
de todo lo que se paga aquí, ningún hombre puede hornear su propio pan, ni
moler su propio maíz, ni fabricar su cerveza, ni atreverse a mantener en su casa
un molino de mano, aún cuando fuera para moler mostaza o café.6

No encontramos en la literatura holandesa ninguna de las caricaturas que


condenan el impuesto especial como las encontramos en Bretaña en el siglo

63
siguiente. Cuando Bretaña se embarcó en aumentar los impuestos especiales, se
hizo en una base cautelosa y limitada. En los Países Bajos los impuestos especiales
abarcaban todo a la vista, aún sirvientes, faroles de las calles, y un impuesto
gradual para carrozas, diligencias, y trineos. Algunos de estos impuestos eran de
la clase de impuestos de capitación y a la propiedad, pero eran parte del paquete
total de impuestos especiales. Había peajes para cruzar cualquier puente o canal,
aún para salir del pueblo en la noche. ‘La leche paga primero como leche, y de
nuevo si se vuelve mantequilla; también el suero y la crema paga igual impuesto,
por todo lo que el hombre pensaría que el pueblo puede aguantar tanto para
mantener su libertad debe amotinarse y rehusarse a pagar.’7

La gran tragedia de este monstruoso plan de impuestos no era únicamente la


pérdida de la libertad, que era tan obvia, sino la decadencia económica causada
por el alto precio de los artículos holandeses en el comercio mundial. El control
final de los impuestos británicos era la economía y la naturaleza rebelde del
pueblo británico. Tal vez si el pueblo holandés hubiera sido un poco menos sumiso
y obediente, su decadencia económica no hubiera sido tan dramática. Como
indicamos, hubo revueltas por impuestos, pero no tuvieron tanto éxito. El hábito
de altos impuestos estaba demasiado arraigado y aceptado por el pueblo
holandés.

Hay pocas dudas de que la subida de Bretaña a ser la nación más dominante y
poderosa en el mundo durante el siglo dieciocho fue únicamente posible debido
a su sistema fiscal superior. Mucho se ha escrito sobre la importancia de los
préstamos públicos por los gobiernos británicos para financiar las muchas guerras
que la Corona inició y ganó. Pero este financiamiento público solamente fue
posible porque el sistema fiscal británico garantizaba el pago de las deudas del
gobierno. El sistema de impuestos estaba adelantado siglos de cualquier otro país,
y cuando vemos hacia atrás al sistema británico, lo básico todavía es sano y es
copiado hoy día por todos los estados modernos. Los británicos también tuvieron
el sentido común de no provocar una revuelta grande. Que ellos operaron una
clase de ‘política arriesgada’ para su era no se puede negar, pero tuvieron la
inteligencia de no pasarse de la raya la mayor parte de veces. Solamente en
América del Norte ellos reprimieron duramente el descontento a los impuestos, y
perdieron la joya en su corona por hacerlo.

Jean Luzac, un campeón de la Independencia Americana y escritor holandés del


siglo dieciocho, lamentó la decadencia de la una vez milagrosa economía
holandesa. La pesada carga de impuestos, dijo, dio como resultado la huída de

64
artesanos habilidosos -- un drenaje de cerebros en el siglo dieciocho. Los padres
se rehusaban a poner a los niños en trabajos donde no había dinero. Las
parroquias eran infelices si había demasiados matrimonios porque esto
aumentaba las tarifas de impuestos a los pobres. Los hombres aún preferían a las
prostitutas a las esposas. Las muchas guerras en el patio trasero de Holanda
requerían, o parecían exigir, grandes preparaciones militares, lo que era un gran
gasto. ‘El gasto significa impuestos. Impuestos significaban el estrangulamiento
del comercio.’8 Holanda, no muy diferente a los Estados Unidos hoy día, ya no
desarrollaba nuevos patrones de comercio ni la introducción de nuevos productos
y tecnologías al grado que lo hizo alguna vez. Una nación de ambiciosos
holandeses que una vez botó el yugo de los españoles y construyó el súper poder
del siglo diecisiete, ahora un siglo después estaba exhausta.

La carga en aumento de pesados impuestos, comparado con sus rivales, se


reflejaba en la decadencia de los una vez grandes centros industriales de Holanda.
Leyden era un pueblo desolado, su industria de telas una vez floreciente estaba
en depresión. La industria del lino de Harlem se había disminuido de manera
similar. Los productos que estos centros produjeron y exportaron alguna vez
ahora podían ser comprados en el extranjero, en Bretaña, a precios mucho más
bajos. Tal vez la ironía de todo ello es que un hombre de negocios y escritor
holandés, Mathew Decker, salió de Holanda hacia Inglaterra. Sus escritos
influenciaron grandemente a Adam Smith al exponer el laissez-faire: libertad de
comercio, menos impuestos y más simples, no tarifas, y no monopolios.

La relación de Bretaña hacia Holanda en el siglo dieciocho puede haber tenido


alguna semejanza a finales del siglo veinte con Japón y los Estados Unidos.
Holanda inventó y floreció con prácticas comerciales y aún fiscales que después
fueron copiadas por Bretaña cuando no era nada más que un súper poder. Al
copiar lo que los holandeses habían inventado y desarrollado al principio, los
británicos simplemente lo desarrollaron mucho mejor y como resultado
rápidamente eclipsaron a Holanda en el escenario norte europeo. Holanda,
sobrecargada con el gasto de exigencias militares y navales, se sobrecargó de
impuestos a la decadencia. Bretaña usó los impuestos de Holanda, especialmente
el impuesto especial, pero los británicos tuvieron la sabiduría de no sobrecargar
el comercio y gravar impuestos modestamente a tarifas que el tráfico podía
soportar, sin impedir el tráfico. El mismo reto enfrentan los Estados Unidos hoy
día en la economía global.

65
28
La Edad de la Razón Tenía la Palabra Sobre los
Impuestos

Nadie supo.
--Una vieja expresión de la marina.

La filosofía del siglo dieciocho, que se menciona como la Ilustración, el Siglo de las
Luces o la Edad de la Razón, rompió con la superstición del pasado y trató de
establecer la razón como la base de todas las creencias y reglas de conducta
política. Los Estados Unidos y su Constitución fueron basados en los principios de
la Ilustración. En asuntos de impuestos, esto marcó un hito para la sabiduría fiscal,
ética, jurisprudencia, y solo el sentido común. Los grandes pensadores legales y
políticos de esa era, aún el hombre común, tenían la palabra sobre los impuestos.

La sabiduría de esta era de la razón creció de la violencia y lucha del siglo


diecisiete. En Inglaterra la monarquía fue derrocada, se decapitó a un rey, y la
nación sufrió a través de una terrible guerra civil, todo producido por los
impuestos. Bajo la tensión de seis grandes revueltas por impuestos colapsó el
gran Imperio Español. Los Países Bajos cayeron en una aguda decadencia debido
a demasiados impuestos. En Francia las revueltas por impuestos estaban en todos
lados. Fueron sangrientas y crueles, como vimos. Tal vez Francia fue la peor de
todas con su policía paramilitar para recaudar impuestos y castigar a los
disidentes.

No hay ninguna duda de que el caos causado por los malos impuestos trajo a la
civilización estimuló a los hombres de esa era a pensar sobre el naufragio.
Buscaron en toda la historia impuestos que en el pasado habían funcionado, o que
no habían funcionado. Con frecuencia hablaban de la relación de impuestos y
despotismo. No era, como no lo es ahora, una tarea fácil encontrar un impuesto
justo y prudente. Estos pensadores usaron el pasado como guía en su filosofía.
Conocían bien la historia, algo que nuestros diseñadores de impuestos han
ignorado -- muy bien.

Primero, puede parecer que es un gran misterio el por qué una sociedad
inteligente como la nuestra, con tanto conocimiento del pasado en la punta de

66
El Barón de Montesquieu, el gran sabio de la Edad de la Razón. Sus ideas sobre el
gobierno inspiraron a americanos y europeos, especialmente en la forma de
gobierno, el concepto de gobierno moderado (limitado), y aquellas clases de
impuestos que llevaban a la esclavitud.

los dedos, debe embarcarse en un camino que lleva a impuestos cada vez
mayores, a impuestos increíblemente altos, sin examinar el pasado para aprender
lo que los impuestos excesivos han hecho a otras naciones. La razón por la que
hemos sido tan tontos se puede encontrar en nuestro pasado reciente -- el siglo
diecinueve. Nuestra ignorancia nace de la dicha. Si nuestro siglo pasado hubiera
estado lleno de matanzas y colapso económico por malos impuestos, con guerras
y violencia causadas por los impuestos, y con la destrucción de la libertad por los
impuestos, probablemente hubiéramos pensado más seriamente el asunto de los
impuestos. La paz de impuestos y bajos impuestos del siglo diecinueve
adormecieron nuestros sentidos a los males que nuestro sistema fiscal produciría
ultimadamente.

Los hombres de la Edad de la Razón tenían una ventaja que nosotros no tuvimos
y esto puede ser la razón, en parte, de su buen sentido. Viendo las catástrofes
fiscales de su pasado reciente, obtuvieron lecciones del daño que los malos
impuestos habían producido. Ellos usaron la materia prima de la historia, de las
experiencias pasadas del hombre con los impuestos, y de esos datos usaron su

67
mejor razonamiento y pensamiento. Fueron los primeros historiadores de
impuestos en ejercicio del mundo.

Es difícil criticar cualquiera de sus opiniones, muchas de las cuales sostenemos con
reverencia. Ellos propusieron el concepto político de la separación de poderes, de
controles y equilibrios, de la democracia representativa y gobierno limitado. Su
sabiduría acerca de los impuestos dominó el pensamiento del mundo occidental.
Durante todo el siglo diecinueve en los debates en el Congreso, en el Parlamento
inglés, con el gobierno francés, usted lee y siente las ideas de Locke, Montesquieu,
Adam Smith, y los otros grandes pensadores de la Era de la Razón. En algún lugar
a lo largo del camino a principios del siglo veinte, estas opiniones se perdieron en
nuestro celo por un gran gobierno, grandes guerras, y grandes gastos. Hablan a
nuestro siglo como Isaías y Jeremías hablaron a su pueblo durante los problemas
y guerras de 800 a.C. a 600 a.C. Como los profetas de antaño, han predicho los
problemas que nos llegarían si adoptábamos un gran gobierno y gravábamos
muchos impuestos.

Las palabras de sabiduría que estos hombres nos dejaron son muchas; yo he
resumido los diez puntos más importantes en este capítulo. La mayoría de estas
ideas han desaparecido del mundo de ideas en el que vivimos ahora. Los expertos
modernos en el área de impuestos y gobierno parecen no darse cuenta de lo que
estos hombres dejaron para la posteridad. Busquen todo lo que quieran, pero no
encontrarán un fuerte apoyo para su pensamiento en los escritos de los ‘expertos’
de nuestros días. Aún cuando pueden ser tocados, están ligeramente pasados.
Tal vez este es un ejemplo de la simple verdad de la vida -- lo que viene fácil se
toma a la ligera. Nuestra libertad y las libertades nos fueron entregadas por
generaciones del pasado que tuvieron que luchar por la libertad que ahora
disfrutamos. La libertad para nosotros es una herencia, no algo que ganamos o
logramos por nosotros mismos. Tomamos la libertad a la ligera, y no parece que
nos diéramos cuenta de qué difícil es obtenerla de vuelta cuando la perdemos.

Aquí está el legado inestimable que los hombres de la Edad de la Razón nos
legaron:

1. El Gobierno es, en el mejor de los casos, un mal necesario.

Los hombres de la Edad de la Razón no se hacían ilusiones sobre el


gobierno. El ‘Gobierno’ dijo Thomas Paine en la primera página de su famoso
panfleto llamado Sentido Común (1776), ‘aún en su mejor estado no es nada más

68
que un mal necesario, en su peor estado un mal intolerable.’ Washington hizo
distribuir los folletos de Paine a sus tropas en los cuarteles de invierno durante los
primeros años de la Guerra de la Revolución. Jefferson, Franklin y Madison todos
alababan a Paine por su contribución a la causa de la Revolución. John Adams aún
dijo que ‘Sin la pluma de Paine, la espada de Washington hubiera sido esgrimida
en vano.’1 El tema dominante de Paine era que los impuestos producían tiranía.
La raíz del problema estaba en la actitud tonta e ingenua del pueblo hacia sus
gobiernos al creer ‘que los gobiernos es una cosa maravillosa y misteriosa.’ Y
cuando ellos creen en esa ilusión, ‘se obtienen rentas excesivas.’2

Paine se describió a sí mismo como un campeón ‘de la causa de los pobres, del
fabricante, del comerciante, del granjero, y de todos aquellos sobre los que caen
las verdaderas cargas de los impuestos.’3 La confusión del período revolucionario
a finales del siglo dieciocho tanto en Europa como en América fue en realidad
producida por tributarios enojados que habían tenido suficiente. En 1792 él
escribió mientras vivía en Londres: ‘Hay dos clases distintas de hombres en la
Nación [Inglaterra], aquellos que pagan impuestos y aquellos que reciben y viven
de los impuestos… Cuando los impuestos son llevados al exceso no puede dejar
de desunir a esos dos.’4

La revolución fue necesaria principalmente para producir un gobierno que fuese


‘menos caro, y más productivo’ produciendo un reinado de ‘paz, civilización, y
comercio.’ En resumen, cuando un gobierno es justo, ‘los impuestos son pocos.’
Lo que llevó a los hombres a la revolución fue principal y simplemente un gobierno
de impuestos y sobre dimensionado. ‘El enorme gasto del gobierno ha hecho que
los hombres piensen,’ y ultimadamente a la revolución.5

Cuando el gobierno grava demasiados impuestos, roba de sus ciudadanos


tomando los frutos de su industria y propiedad. En lugar de proporcionar
protección para la libertad y propiedad del pueblo -- que es la única justificación
del estado para su existencia -- el estado se vuelve un real enemigo del pueblo,
tan villano como un invasor extranjero:

Cuando estudiamos la miserable condición del hombre bajo [malos] sistemas de


gobierno, arrastrado de su hogar por un poder, o movido pro otro, y empobrecido
por impuestos más que por enemigos, se vuelve evidente que esos sistemas son
malos, y que es necesaria una revolución general en el principio y construcción
de Gobiernos.6 (énfasis añadido)

69
Paine tenía referencia específica a los sistemas monárquicos y aristocráticos de
Europa, que eran los países con altos impuestos en esa era. Sin embargo, no hay
ninguna duda que esta misma aguda crítica será aplicable hoy día a nuestras
sociedades burocráticas con el arrastre económico y leyes penales que los altos
impuestos han producido. Cuando Paine dijo que los impuestos eran tiranía, él en
realidad estaba señalando que todos los impuestos requieren algún grado de
tiranía, algún grado de destrucción de la libertad. Los altos impuestos son
simplemente un gran destructor de la libertad así como de la propiedad y la
industria, y al final empobrece al pueblo más que los enemigos extranjeros. Los
argumentos de Paine tuvieron gran popularidad entre el pueblo ya que él
simplemente estaba enfocando su atención en lo que era fácilmente auto
evidente. El vio a los Estados Unidos como la gran tierra de la libertad porque era
una tierra con bajos impuestos.

2. Las necesidades imaginarias del estado.

El Barón de Montesquieu en su libro El Espíritu de las Leyes (1751), un libro que


influyó grandemente a los Redactores de la Constitución, explicaba este
problema:

Las rentas del estado son una parte de aquello que cada súbdito da de su
propiedad para garantizar o para tener el disfrute agradable del resto.
Para fijar estas rentas de una manera apropiada, se debe considerar tanto las
necesidades del estado como aquellas del súbdito. Las necesidades reales del
pueblo nunca deben ceder a las necesidades imaginarias del estado.
Las necesidades imaginarias son aquellas que fluyen de las pasiones, y de la
debilidad de los gobernadores, de los encantos de un proyecto extraordinario, del
deseo destemplado de vana gloria y de una cierta impotencia de mente incapaz
de soportar los ataques de la fantasía. Con frecuencia ha sucedido que los
ministros de un temperamento inquieto han imaginado que las necesidades del
estado eran aquellas de sus propias pequeñas e innobles almas.7

Había siglos de desperdicio y locuras hechas por gobiernos para respaldar a


Montesquieu en su observación. Si los gobiernos estuvieran a raciones cortas, la
cantidad de necesidades imaginarias podría ser restringida. Los suizos tienen la
única nación hoy día con una estructura constitucional para atacar el problema
que develó Montesquieu. El gasto del gobierno en Suiza y los aumentos de
impuestos van al pueblo. El gobierno sólo puede proponer; el pueblo tiene la
palabra final.

70
El desastre de Vietnam es un ejemplo notable de lo que Montesquieu tenía en
mente. El presidente Johnson fue elegido como candidato de paz (‘las
necesidades reales del pueblo’). Los votantes rechazaron la supuesta actitud de
línea dura de Goldwater. Toda vez en el puesto, Johnson reemplazó las
necesidades del pueblo con sus ‘necesidades imaginarias del estado,’ que ahora
nos damos cuenta fueron el producto de un desequilibrado mental. 8 Tomó años
de sufrimiento y gastos de vidas y riqueza para que la nación se pudiera liberar de
esa guerra sin sentido. Se perdió el amor propio nacional.

La Guerra de Vietnam se ajusta a la advertencia de Montesquieu: ‘Los encantos


de un proyecto extraordinario’ (la hegemonía norteamericana sobre Asia sur
oriental); el ‘destiemple de vana gloria’ (lo que podríamos llamar Destino
Manifiesto sobre el Oriente); y los ‘ataques de fantasía’ (capacidad de los Estados
Unidos de tener éxito donde Francia había fallado). Todo está allí, excepto, por
supuesto, las necesidades reales del pueblo, que eran quedarse fuera de guerras
coloniales al otro lado del mundo, tener una moneda sana, y no masacrar decenas
de miles de los jóvenes dela nación por una aventura militar basada en un miedo
paranoico del comunismo, que si se le hubiera dejado solo, con el tiempo hubiera
probado su inutilidad como un sistema económico sano.

3. Los Gobiernos deben quedarse fuera de los negocios.

El mejor ejemplo moderno de la locura de la administración burocrática de


negocios del gobierno se encuentra en los estados socialistas y comunistas -- aún
los estados capitalistas que se han aventurado a tener propiedad de negocios por
el gobierno se han quemado. Hoy día Rusia está pagando el precio del control y
planificación absolutos del gobierno. Las máquinas lavadoras no funcionan; todo
lo que producen los negocios del estado es groseramente inferior a los productos
en las economías privadas. Adam Smith explica el problema casi tan bien como
cualquier escritor desde entonces:

Sin embargo, los príncipes con frecuencia se han dedicado a muchos otros
proyectos mercantiles, y han estado dispuestos, como personas privadas, a
remendar sus fortunas convirtiéndose en aventureros en las ramas comunes del
comercio. Rara vez han tenido éxito. La profusión con la cual son administrados
siempre los negocios de los príncipes hace casi imposible que lo tengan. Los
agentes del príncipe consideran la riqueza de su patrón como inagotable; son
descuidados con el precio a que compran, son descuidados con el precio a que
venden; son descuidados a qué costa.9

71
4. La Libertad lleva la semilla de su propia destrucción.

Esta es la conclusión más sorprendente que se origina en este período.


Montesquieu tiene un capítulo sobre el ‘Abuso de la Libertad’ (Libro XIII, Cap. 15);
él dice que los hombres viviendo en un estado de libertad tienden a bajar la
guardia y tolerar grandes impuestos, pero toda vez otorgada, descubren que no
pueden dar marcha atrás:

A estas grandes ventajas de la libertad se debe que la libertad misma haya


sido abusada. Porque un gobierno moderado ha sido productivo de
efectos admirables, esta moderación ha sido puesta a un lado; porque los
grandes impuestos han sido elevados, ellos quieren elevarlos a un exceso;
y desagradecidos a la mano de la libertad de quien recibieron este regalo,
ellos se dirigen a sí mismos a la esclavitud que nunca les otorgó el más
mínimo favor.
La libertad produce impuestos excesivos; el efecto de los impuestos
excesivos es la esclavitud.10

La lógica de esto es simple de acuerdo a Montesquieu. Toda vez se otorgan


impuestos excesivos en una sociedad orientada a la libertad, el hombre de
los impuestos debe ser ‘investido con medios extraordinarios de opresión,
y entonces el país está arruinado.’11 Para recapitular, los hombres en un
estado de libertad tontamente otorgan a sus gobiernos el derecho de
gravar fuertes impuestos, esto a su vez fomenta la evasión, y esto a su vez
requiere grandes medidas punitivas. Es la consecuencia de estas medidas
punitivas lo que arruinó el país.

5. Los impuestos directos son la insignia de la esclavitud; los impuestos


indirectos son la insignia de la libertad.

Esta creencia, como indicamos, vino de los griegos y los primeros romanos.
Montesquieu lo expresó de esta forma: ‘La capitación [impuestos directos
sobre la persona] es más natural para la esclavitud; un derecho sobre la
mercadería es más natural para la libertad, porque no tiene una relación
tan directa con la persona (énfasis añadido).’12

La opinión de Montesquieu de que los impuestos excesivos llevan a la


esclavitud, y también que los impuestos directos son ‘más naturales para
la esclavitud,’ no significa la clase de esclavitud que tuvimos en la economía
del sur antes de la Guerra civil. El está hablando sobre una clase de

72
esclavitud totalmente diferente -- esclavitud por impuestos. Significa una
oficina de impuestos como Gran Hermano que hace valer los impuestos
sobre la persona individual con castigos salvajes, espionaje, y
confiscaciones.

6. La evasión fiscal no es un acto criminal.

Esta era una época cuando los grandes pensadores legales veían el derecho
penal con un grado de respeto y reverencia que falta hoy día. Los
gobiernos no tenían derecho de hacer ‘criminal’ lo que no se ajustaba a las
leyes de la naturaleza, o lo que hoy día podíamos llamar ‘crímenes
comunes.’ El principio de jurisprudencia que se discute fue expresado por
John Locke, en su Segundo Tratado Sobre Gobierno Civil:

Así la ley de la naturaleza permanece como una regla eterna para todos
los hombres, legisladores así como otros. Las reglas que ellos hacen para
las acciones de todos los hombres deben ajustarse a las leyes de la
naturaleza, así como sus propias acciones y las acciones de otros
hombres.13

Cuando la Declaración de Independencia habló sobre el derecho de los


colonos de separarse de Gran Bretaña y establecer su propio gobierno,
justificaron su revuelta haciendo referencia a la filosofía de Locke, ‘asumir
entre los poderes de la tierra, la estación separada e igual a la cual el Dios
de la Naturaleza y las leyes de la Naturaleza les dieron derecho.’ Su
revuelta fue, en una palabra, de conformidad con las leyes de la naturaleza,
como ‘deben ser todas las acciones del hombre.’

Las opiniones de Locke, aún cuando fueran una poderosa influencia y la


base para los Estados Unidos, no eran muy populares en la Europa
monárquica donde predominaba el derecho divino de los reyes. Los reyes
tenían el poder de crear crímenes, y que las leyes de la naturaleza se fueran
al diablo. Enrique VIII manufacturó casi doscientos reglamentos pequeños
que él hizo valer como delitos graves con la horca. Uno fue una ley en
contra la mendicidad. Pero la filosofía de Locke se elevó por encima del
poder gubernamental para criminalizar los reglamentos a voluntad. Los
gobiernos no lo podían hacer porque las leyes tenían que ajustarse a las
leyes de la naturaleza. Respecto a la desobediencia, los seguidores de
Locke tenían opiniones muy marcadas, condenando la criminalización de

73
la evasión fiscal. En 1751, Montesquieu estableció el escenario para los
pensadores que siguieron. La evasión fiscal es la consecuencia de
impuestos excesivos que seduce al hombre a evadir debido a los
‘extremados beneficios lucrativos’ que las altas tasas de impuestos
proporcionan al evasor.14 (Hamilton también notó esto en El Federalista,
No. 35.) Dijo Montesquieu:

Por lo tanto se tiene que tener recurso a los castigos extravagantes, como
aquellos impuestos por crímenes capitales. Entonces cesa toda la
proporción de los castigos. Las personas que no pueden ser realmente
consideradas como malas personas, son castigadas como villanos, que de
todas las cosas del mundo, es lo más contrario al espíritu de un gobierno
moderado.15

Quince años después, Blackstone escribió su gran libro Comentarios Sobre


las Leyes de Inglaterra, con varias secciones sobre las libertades de los
ingleses. El enfatizó que estas libertades son aplicables a todos los que
ponen un pie sobre el suelo inglés. Aún el esclavo negro, indica Blackstone
en 1766, al instante se convierte en hombre libre. Con frecuencia me he
preguntado cómo los norteamericanos en el sur evadieron ese gran
principio de la ley británica. Sobre la evasión fiscal, Blackstone pone más
peso a ambos Locke y Montesquieu:

Por lo tanto se tiene que tener recurso a los castigos extraordinarios para
evitarlo; tal vez aún los capitales [delitos graves]: lo que destruye toda
proporción del castigo, y pone a los asesinos al mismo nivel de aquellos
que no son realmente culpables de nada natural, sino únicamente una
ofensa positiva.16

Una ‘ofensa positiva’ era una manufacturada por el estado, no merecedora


de ser llamada un verdadero crimen. La referencia al castigo ‘capital’
probablemente se refiere a lagunas de las brutales leyes de Walpole en
contra de los delincuentes fiscales.

No terminamos con estos dos gigantes del derecho. Diez años después en
1776 fue publicado el gran clásico de Adam Smith, La Riqueza de las
Naciones. El también clasificó la evasión fiscal como una ofensa sintética
o no natural. Hacer que esta ofensa fuera un ‘crimen’ estaba en contra de
las leyes de la naturaleza. El evasor fiscal, dijo Smith, con frecuencia era
una persona no capaz de violar el derecho penal, y es

74
en todo aspecto, un excelente ciudadano, si las leyes de este país no
hubieran hecho de eso un crimen que la naturaleza nunca quiso que lo
fuera. En aquellos gobiernos corruptos donde existe al menos una
sospecha general de mucho gasto innecesario, y una enorme mala
aplicación de las rentas públicas, las leyes que lo resguardan son poco
respetadas.17

Albert Jay Nock, en su notable libro Nuestro Enemigo El Estado, es un


discípulo moderno de los derechos naturales:

La teoría de la libertad descansa en la doctrina de los derechos naturales,


y yo siempre he sostenido con la Declaración de Independencia que esta
doctrina es una doctrina sana, que la humanidad está dotada por su
Creador de ciertos derechos inalienables, y que uno de ellos es la libertad.
Pero el mundo se está apartando rápidamente de los pueblos anticuados
de mi clase, y me dicen que esta doctrina es debatible y ahora bastante
fuera de moda; que hoy día casi nadie cree que la humanidad tiene
ningún derecho natural, sino que todos los derechos de los que disfruta
son legales y convencionales, y por lo tanto adecuadamente sujetos a
limitación o supresión por la autoridad que los confiere.18

7. El enemigo más peligroso de la libertad: Impuestos arbitrarios.

‘Pero los más dañinos de todos los impuestos son los arbitrarios. Son convertidos
comúnmente, por su administración, en castigos sobre la industria… Es
sorprendente, por lo tanto, verlos tener lugar entre cualquier pueblo civilizado.’19

Si usted se sorprendió con la idea de los pensadores de la Edad de la Razón de


que los hombres en un estado de libertad estaban inclinados a ponerse impuestos
hasta la esclavitud, aún más perturbadora puede ser su creencia de que los
impuestos que era arbitrario justifica la evasión, el desafío, la violencia, traición,
revueltas armadas, y el derrocamiento del gobierno por la fuerza.
Desafortunadamente el término parece haber sido evidente para ellos ya que no
lo definieron. El pleno significado del término impuestos arbitrarios no es
totalmente claro para nosotros. Nunca ha sido el objeto de una investigación
intensiva en nuestros días, y hasta que eso suceda, continuaremos algo en la
oscuridad sobre su total significado, y por qué fue considerada como el archi
enemigo de la libertad, por encima de todos los otros enemigos. Parece claro que
no se aplicaba a solamente una clase de impuestos o un tipo de defecto en el que
pueda incurrir un impuesto defectuoso. Era un peligro que parecía ser aplicable
a cualquier tipo de impuestos, no promulgado ni administrado adecuadamente.

75
Para ser arbitrario, un impuesto tendría que carecer de principios, pero qué
principios? De los escritos de la Ilustración, tres principios sobresalen como los
más importantes, y cuando los impuestos violaran estos principios, serían
arbitrarios.

Adam Smith, cuyo gran clásico, La Riqueza de las Naciones, se enfocaba en los impuestos
y en las cuatro señales de un mal sistema de impuestos.

El primer principio es que los impuestos deben ser con consentimiento. Para ellos
el derecho a ser gravado con impuestos con su consentimiento -- y únicamente su
consentimiento -- era el primero y más básico de todos los derechos humanos.
Todos los otros derechos estaban subordinados a éste.

Un tributario escribió en el periódico Maryland Gazette en 1748 que el derecho a


ser gravado con impuestos solo con su consentimiento, ‘es la gran Bisagra de la
cual cuelga la Libertad, y siempre que es debilitada o botada, la Libertad debe ser
debilitada de forma proporcional o caer con ella.’ Los impuestos por
consentimiento, dijo este escritor, era

una de las Marcas de la Libertad Británica más distintiva, mejor dicho la misma
Alma y Esencia de la misma, para el Pueblo, o (que es la misma Cosa) los
Representantes del Pueblo, el poseer el Poder de mantener su Bolsa en sus

76
propias Manos, ser los únicos Jueces de cuánto es necesario que se grave, y
ordenar la eliminación del mismo.20

Estas personas eran tan sensibles a la importancia de consentimiento real, bona


fide, que las asambleas de Nueva Inglaterra se abstendrían de gravar impuestos a
pueblos que no habían enviado delegados a la asamblea; y en 1769, cuando el
gobernador de Georgia se rehusó a permitir la representación de cuatro nuevas
parroquias, la legislatura no les gravó ningún impuesto.21

Locke enfatizó el principio del consentimiento, que podríamos relegar al siglo


diecisiete y a la guerra civil británica. El asunto del consentimiento, para el pueblo
británico viviendo en casa, fue arreglado con la Carta de Derechos, como
indicamos en el Capítulo 23. Pero esto no arregló el asunto para los ingleses
viviendo en las colonias en América del Norte, como pronto descubriremos. Sin
embargo, el concepto sufrió un considerable refinamiento durante el siglo
dieciocho, y los pensadores más astutos y claros estaban en Gran Bretaña, no en
las colonias. El concepto de ‘consentimiento’ puso a los impuestos fuera del
ámbito de redacción de leyes y legislación normal. Un gobierno puede hacer toda
clase de leyes y reglamentos para el bien de una sociedad, pero cuando se trata
de impuestos, las leyes de impuestos tenían que tener el consentimiento del
tributario; otras leyes no. Lord William Pitt, quien trató muy duro de evitar la
Revolución en las colonias, explicó el concepto con estas palabras: ‘los impuestos
no son parte del gobernar o el poder legislativo. Los impuestos son un regalo y
donación voluntaria de los Comunes únicamente.’22

Fue apoyado por un gran número de destacados estadistas británicos, uno de ellos
nada menos que el Canciller de la Tesorería, Lord Camden, quien fungió de 1766
a 1770, y ayudo en la revocación de la Ley del Timbre. Dijo Camden:

Mi posición es esta -- lo repito -- yo la mantendré hasta mi última hora, -- los


impuestos y la representación son inseparables -- esta posición se basa en las
leyes de la naturaleza; es más, es en sí misma una ley eterna de la naturaleza, ya
que lo que es propio de un hombre, es absolutamente propio; ningún hombre
tiene un derecho a tomar de él sin su consentimiento, ya sea expresado por él
mismo o por un representante; quienquiera que trate de hacerlo, intenta hacer
un daño; quienquiera que lo haga, comete un robo; arroja y destruye la distinción
entre libertad y esclavitud. Los impuestos y la representación son coetáneos y
esenciales para esta constitución.23

77
Otro destacado líder político británico, Lord Shelburne, quien presidió el Consejo
de Comercio y fue secretario de estado para asuntos coloniales después de la
revocatoria de la ley del timbre, dijo que el principio de consentimiento a los
impuestos era la libertad primera y más básica del pueblo británico -- la libertad
primaria sobre la cual existen y dependen todas las otras libertades. ‘Es el único
privilegio del cual podemos depender,’ dijo Shelburne, ‘para la preservación de
todos los privilegios e inmunidades a los que tenemos derecho.’24

La Revolución Americana surgió de una disputa respecto a lo que significaba ‘el


consentimiento a los impuestos.’ Fue una fachada? Un asunto de forma? El
gobierno británico creía en el consentimiento al igual que los estadounidenses,
pero necesitaban las rentas, y el ‘consentimiento’ al igual que la libertad tenía que
ceder ante los hombres de impuestos. Entonces ellos crearon un consentimiento
ficticio. El Parlamento ‘consintió’ por todos -- aquellos en casa o en el extranjero,
votantes y no votantes, hombres y mujeres, cristianos o judíos. El tener un
representante bona fide no era necesario para nada. Pero los mejores pensadores
legales no estaban de acuerdo. Blackstone, en sus Comentarios, estableció las
muchas libertades del pueblo inglés, y detalló el principio de impuestos por
consentimiento, donde el tributario tenía ‘su representante,’ y que el
consentimiento había estado ausente a veces en la historia británica cuando los
impuestos ‘eran extorsionados sin un consentimiento real y voluntario.’25
Edmund Burke arguyó que un inglés no sería un buen ciudadano, ‘Si, con cualquier
medio efectivo de prevención en nuestras manos, nos fuéramos a someter a
impuestos a los cuales no dimos nuestro consentimiento.’26

El segundo principio es que los impuestos tenían que ser prorrateados entre el
pueblo por una regla o estándar definido. En ausencia de una regla de prorrateo,
el impuesto era arbitrario ipso facto. Hamilton explicó el concepto en un discurso
el 4 de julio de 1782, en Fishkill, New York:

Siempre que un poder discrecional está albergado en cualquier grupo de hombres


sobre la propiedad de sus vecinos, ellos abusarán de él. Sus pasiones, prejuicios,
parcialidades, disgustos, tendrán la iniciativa principal al medir las capacidades de
aquellos sobre quienes se extiende su poder… El genio de la libertad reprueba
todo lo arbitrario o discrecional en los impuestos. Exige que cada hombre por
una regla definida y general deba saber qué proporción de su propiedad exige el
estado. Cualquier libertad de la que en teoría podamos ufanarnos, no puede
existir de hecho mientras las tasaciones [arbitrarias] continúen.27

78
Cien años después el concepto todavía estaba vivo, y había estado muy vivo en el
siglo diecinueve. Thomas Cooley, el erudito destacado de derecho constitucional
de esa era, explicó el significado de impuestos arbitrarios:

Los impuestos se distinguen de cargos arbitrarios en que son gravados de acuerdo


a alguna regla que reparte la carga entre los sujetos de los mismos. Por lo tanto,
no es un impuesto una exacción que se hace sin importar ninguna regla de
prorrateo.28

Si no es un impuesto, entonces qué es? El Juez Cooley, como muchos en el siglo


diecinueve, fue probablemente un discípulo de Adam Smith, o por lo menos un
erudito que respetaba al fundador de la economía moderna. Smith había dicho
cuando abandonas el principio de prorrateo, entras al reino de la extorsión.

El tercer principio es igualdad, que es necesario para contrarrestar la inclinación


de todos de empujar sus impuestos hacia alguien más. Dijo David Hume: ‘De
seguro, todo hombre está deseoso de empujar de sí mismo la carga de cualquier
impuesto, que sea gravado, y de ponerla sobre otros.’29

Junto con el consentimiento, la máxima de igualdad fue un principio guía de un


justo sistema de impuestos. El estado era como una gran propiedad de bienes
inmuebles con muchos propietarios, y dado que la obligación principal del estado
es proteger la riqueza nacional, como sucede con una gran finca de terreno, el
costo de mantenimiento debería ser pagado en proporción a la propiedad de cada
uno. En resumen, usted debería pagar por lo que recibe. Un hombre que posee
cinco veces más que la propiedad de otro, debe pagar cinco veces más. Ese es un
principio. Adam Smith lo explicó de esta manera:

El gasto del gobierno a las personas individuales de una gran nación, es como el
gasto de administración de los copropietarios de una gran propiedad, quienes
están todos obligados a contribuir en proporción a sus respectivos intereses en la
propiedad. Lo que se llama la igualdad o desigualdad de los impuestos consiste
en la observación o abandono de esta máxima.30

En 1690 John Locke, quien vivió durante la gran guerra civil británica, puede haber
dado vida a este principio con estas palabras:

Tercero, el poder supremo no puede tomar de ningún hombre ninguna parte de


su propiedad sin su propio consentimiento. Ya que la preservación de la
propiedad es el fin del gobierno, y aquello para lo cual los hombres forman una

79
sociedad… Es verdad que los gobiernos no pueden ser sostenidos sin gran cargo,
y es justo que todos los que disfrutan su parte de la protección deban pagar de
su propiedad su parte para el mantenimiento del mismo. Pero todavía tiene que
ser con su propio consentimiento… Ya que qué propiedad tengo yo donde otro
hombre por derecho pueda tomar lo que le guste?31

Para el siglo diecinueve el principio de prorrateo se volvió axiomático, más allá del
reino del argumento: ‘Ya que cada hombre está obligado a contribuir a las rentas
públicas en proporción a los beneficios que él recibe de la protección pública
(énfasis añadido).’32 Los impuestos desarrollados de este concepto no son cargas,
solamente pago por los beneficios recibidos.

Entonces, un impuesto para estos hombres debía basarse en un principio de


prorrateo, y un impuesto que no lo haya sido, era arbitrario y simplemente era
una confiscación bajo el disfraz de impuestos.

Los apólogos de nuestro sistema de ‘impuestos progresivos’ arguyen que nuestro


principio guía es la ‘capacidad de pago,’ en lugar de cualquier prorrateo o igualdad
en impuestos. Pero la capacidad de pago no es ningún principio. Es una parodia
del dogma de Karl Marx que dice ‘de cada cual según su capacidad, a cada cual
según su necesidad.’ Friedrich Hayek en su libro La Constitución de la Libertad,
señala la falacia de este pensamiento:

A diferencia del prorrateo, la progresión no proporciona ningún principio que nos


diga cuál debe ser la carga relativa de diferentes personas… el argumento basado
en la supuesta justicia de la progresión no proporciona ningún límite, como han
admitido con frecuencia sus seguidores, antes todos los ingresos por encima de
una cifra son confiscados, y aquellos por debajo son dejados libres de
impuestos.33

Por ejemplo, los legisladores en los años 1950 pensaban que 91 por ciento era un
grupo superior justo. Los ricos podían pagar esa cantidad. En 1986, una nueva
legislatura pensó que 28 por ciento era un apropiado grupo superior con
‘capacidad para pagar’. Los impuestos progresivos han evolucionado a impuestos
arbitrarios en su forma más perniciosa, pero veremos más de ello más tarde.

8. Economía con sentido común: los ofertistas.

La economía de la oferta, con su teoría aparentemente absurda de que una


reducción de tasas de impuestos aumenta las rentas, no es para nada una teoría

80
nueva, y como veremos, llega hasta la antigüedad. También encontró el favor
durante la Edad de las Luces. Un tratado en 1788 de un autor desconocido lo puso
tan sucintamente como fue posible: ‘Podemos añadir, que si la renta es aquí el
único objetivo, los impuestos que son moderados son declaradamente los más
productivos.’34 Los ofertistas creen que las tarifas bajas fomentan más ganancias,
ahorro e inversión, expandiendo así la actividad económica y el ingreso nacional
total imponible o riqueza. Montesquieu lo expresó en palabras simples:

La naturaleza es justa para toda la humanidad; ella los premia por su industria;
mientras que los hace industriosos añadiendo premios en proporción a la
grandeza de su labor. Pero si un poder arbitrario priva al pueblo de las
recompensas de la naturaleza, caen en una aversión a la industria, y después la
indolencia e inacción parecen ser su única felicidad.35

El lector debe comprender que según nuestros estándares, la palabra ‘moderado’


según fue aplicado a los impuestos en la Edad de la Razón, sería muy bajo. Cuando
el impuesto sobre la renta del 10 por ciento llegó al final del siglo dieciocho, fue
considerado un atropello. Hoy día una tasa así sería como maná del cielo.

Los pensadores de la Edad de la Razón no eran solamente ofertistas, eran lo que


podríamos llamar súper ofertistas. Ellos creían que la clase correcta de impuestos
moderados en realidad beneficiaría al comercio:

Los impuestos, en su propia naturaleza, si son gravados de forma adecuada y


juiciosamente, están lejos de causar que el comercio se estanque, ya que lo
aceleran y lo avivan. Y por lo tanto pueden ser comparados con
la poda de un árbol por una mano habilidosa, y por lo cual el árbol es preservado
en salud y dura más.36

9. Las marcas de un mal sistema de impuestos: Los cuatro puntos de Adam


Smith.

En el primer capítulo de Adam Smith sobre impuestos, él establece varias máximas


sobre impuestos -- sobre buenos impuestos y malos impuestos. No estaba tan
interesado en asuntos de la libertad como estaba interesado en impuestos que
eran inteligentes, que funcionaban bien para todos los interesados. Aquí están
los cuatro puntos de Smith:

1. Un impuesto era malo cuando requería una gran burocracia para su


administración.

81
2. Un impuesto era malo si ‘pudiera obstruir la industria de las personas, y las
desanimaba de aplicarse a ciertas ramas de los negocios que pudieran dar
mantenimiento y empleo a grandes multitudes. Mientras obliga al pueblo
a pagar, así puede disminuir, o tal vez destruir, algunos de los fondos que
pudieran permitirles hacerlo más fácilmente.’

3. Un impuesto era malo si fomentaba la evasión. ‘La ley, contrario a todos


los principios ordinarios de justicia, primero crea la tentación, y después
castiga a aquellos que ceden a ella.’ La evasión también es mala, dice
Smith, porque tiende a ‘poner fin a los beneficios que la comunidad podría
haber recibido del empleo de sus capitales.’

4. Un impuesto es malo si pasa al pueblo a través del ‘odioso examen de los


recaudadores de impuestos, y los expone a muchos problemas
innecesarios, vejación, y opresión… Es en alguna u otra de estas cuatro
formas diferentes que los impuestos con frecuencia son mucho más
cargosos para el pueblo de lo que son beneficiosos para el soberano.’37

10. Lo que debería ser un buen sistema de impuestos: Las seis reglas de Lord
Kames.

Nuestros eruditos en las áreas de historia, ciencia política, filosofía y ética pasan
poco tiempo, si lo hacen, sobre asuntos de impuestos. Pero en el siglo dieciocho
los eruditos consideraban los impuestos como un tema esencial en aquellas y
otras áreas relacionadas. En filosofía, por ejemplo, Los Principios de Filosofía
Moral y Política de William Paley contiene material substancial y filosofía sobre
los asuntos de impuestos.38 Lord Henry Home Kames, un erudito notable de esa
época publicó sus Bosquejos de la Historia del Hombre (1769), que contenía largas
discusiones y análisis sobre asuntos de impuestos. Su libro tuvo gran influencia
sobre Adam Smith, quien copió mucho de Kames. Aquí están las ‘Reglas a Ser
Observadas al Gravar Impuestos’ de Kames:

1. Cuando existe la oportunidad de evasión, los impuestos deben ser


moderados. Es injusto que una legislatura ‘primero tiente y después
castigue’ por ceder a la tentación.

2. Deben evitarse los impuestos que son caros de gravar.

82
3. Los impuestos arbitrarios son ‘desagradables para todos.’ La cantidad
pagada es determinada por ‘la opinión vaga y conjeturada de otros.’

4. Para remediar la ‘falta de equidad de las riquezas’, los pobres deben ser
aliviados de cualesquiera cargas fiscales significativas.

5. Se deben evitar los impuestos que drenan la fuerza de una nación. Dichos
impuestos ‘contradicen la misma naturaleza del gobierno, que es proteger
y no oprimir.’

6. Se deben evitar los impuestos que requieren un juramento.

Kames dijo:

El perjurio ha menguado a ser una transgresión venial y difícilmente se considera


una imputación del carácter de cualquier hombre… En realidad ha sido
lamentable la conducta de nuestra legislatura; en lugar de leyes para reformar y
mejorar la moral, la imprudente multiplicación de juramentos [para hacer valer
los impuestos] no solamente ha diseminado la corrupción a través de cada nivel,
sino al aniquilar la autoridad del juramento sobre la conciencia, lo ha vuelto
ineficaz.39

El condenar el uso de juramentos para la administración fiscal era común en el


período de la Ilustración, y como se indica, retrocede hasta la Reina Isabel.
Veinticinco años antes de Kames, el gran poeta Alexander Pope dijo que aún
cuando puede ser permisible para el gobierno imponer ‘impuestos pesados y
ruinosos,’ el ordenar un juramento para los impuestos era ‘una cosa vergonzosa y
deshonesta.’40 Un juramento era un acto sagrado. En una sociedad temerosa de
Dios, cuando una persona prestaba un juramento estaba renunciando a la
misericordia de Dios y clamaba a Dios por venganza contra sí mismo si violaba el
juramento. El usar tal dispositivo para cobrar impuestos era tan corrupto como
era blasfemo.

Las ideas de la Edad de la Razón sobre los impuestos y el gobierno vivieron hasta
el siglo siguiente. Henry David Thoreau dio renovado vigor al concepto de Paine
de gobierno limitado, y que el gobierno es mejor si gobierna lo menos, o ‘en
absoluto.’ Cuando el gobierno estaba fuera de línea, Thoreau propugnaba por la
desobediencia civil, y en su propia vida puso eso en práctica yendo a la cárcel por
no pagar sus impuestos.41 Adam Smith y sus principios fiscales continuaron

83
dominando la filosofía económica y fiscal en todos lados. David Ricardo continuó
cuando Smith ya no estaba, y él a su vez fue seguido por John Stuart Mill. 42 La
condena de juramentos por la administración fiscal fue propuesta por J. R.
McCulloch, un economista célebre a mediados del siglo diecinueve, quien
predicaba que la decadencia de la moral entre el pueblo era la consecuencia de
sus malas prácticas.43 Aún la Corte Suprema condenó el uso de juramentos para
la administración fiscal tan tarde como 1885.44

Conforme el siglo diecinueve llegó a su fin, la filosofía política cambió de la idea


de un gobierno limitado al paternalismo en el gobierno. Los lobos comenzaron a
aparecer en pieles de ovejas. Las palabras que una vez representaron los ideales
más nobles de la civilización occidental adoptaron significados extraños. El estado
podía tomar la propiedad de cualquiera bajo el disfraz de impuestos, y esta era
‘justicia social,’ o ‘participación de rentas.’ Las dictaduras comunistas se llamaban
a sí mismas ‘Repúblicas Democráticas.’ Aún la palabra ‘igualdad’ fue degenerada
en la filosofía fiscal, como veremos después.

En el siglo veinte, el hombre occidental fue seducido por la filosofía del socialismo
y del estatismo de la beneficencia social, y con esa seducción falleció el
pensamiento de los hombres de la Ilustración. En sus formas más brutales, el
paternalismo encontró expresión en el fascismo italiano, el nacional socialismo
(Alemania), y la política de la Gran Asia Oriental de Japón. El marxismo era más
una clase de violación que de seducción, dado que nunca llegó por consentimiento
popular. El dictador italiano Mussolini expresó el principio básico de todo
paternalismo, el brutal y el benigno, con este comentario: ‘Fuimos los primeros
en asegurar que mientras más complicadas sean las formas de civilización, más
restrictivas se deben volver las libertades del individuo.’45

Aún cuando hablamos de los labios para afuera con las ideas de la Ilustración, en
realidad no tenemos ni gobierno moderado ni impuestos moderados (los dos van
de la mano). Si revisamos las muchas enseñanzas de este capítulo, hemos
rechazado casi todo lo que representan. Los cuatro aspectos de un mal sistema
fiscal de Adam Smith están todos funcionando a pleno vapor en nuestro sistema.
Si eso no fuera suficientemente malo, aún hemos elegido los males adicionales
que otros sabios nos dieron. En resumen, cuando examinamos la sabiduría fiscal
de la Edad de la Razón es obvio, como dice el viejo dicho de la marina, ‘Nadie
supo,’ por lo menos, no nuestros responsables de impuestos.

84
Parte VII
El Incierto Camino de los Primeros Impuestos en
Estados Unidos

Ninguna revolución moderna estuvo más enraizada en los impuestos que la


revolución de las trece colonias en la América del Norte Británica. Los impuestos
británicos no solamente causaron la revolución, sino tal vez más importante,
actuaron como una fuerza unificadora en las colonias. Las colonias alguna vez
desorganizadas y pendencieras se reunieron alrededor de la causa de impuestos
sin consentimiento, tomaron las armas en contra de los británicos, y finalmente
formaron los Estados Unidos de América. El movimiento de independencia de los
Estados Unidos no estaba muy enraizado; comenzó en 1766 cuando los líderes
coloniales se reunieron para protestar por los impuestos británicos bajo la Ley del
Timbre. El Congreso de la Ley del Timbre, como fue llamado, fue el verdadero
lugar de nacimiento de los Estados Unidos.

La causa unificadora en contra de los impuestos por la Corona al principio fue un


concepto confuso en las mentes de la mayoría de americanos. Los colonos
primero discutieron que los impuestos internos, como los impuestos del timbre,
eran malos, pero que los impuestos externos, como los impuestos de importación,
serían aceptables. El Canciller Británico de la Tesorería, Charles Townsend, muy
adecuadamente llamó ‘una tontería perfecta’ a esta posición de los americanos.
Este razonamiento tonto dificultó a la Corona saber qué hacer. Al final los
americanos se rebelaron cuando el Parlamento adoptó el tipo de impuestos que
los colonos dijeron que estaban dispuestos a pagar. Uno podría decir con
justificación que la Revolución Americana ocurrió, no porque nos oponíamos a los
impuestos sin representación, sino porque nos oponíamos a los impuestos, punto.

Y la actitud americana no cambió mucho después de la guerra. Qué estaba


haciendo el pueblo en 1765? Estaban echando brea y plumas a los agentes fiscales
británicos. Qué estaban haciendo en 1765? Estaban echando brea y plumas a los
agentes fiscales americanos.

Toda vez se ganó la Guerra de Independencia, hubo poco pensamiento para crear
un gobierno nacional con poderes para gravar impuestos. Todos estuvieron de
acuerdo que el Congreso no puede gravar impuestos -- eso derrocaría el mismo
propósito de la revolución -- pero en pocos años fue aparente que sus problemas

85
comunes no podían ser solucionados a menos que el Congreso pudiera gravar
impuestos. Tanto como a todos les desagradaba esa idea, no había ninguna
alternativa. El débil gobierno bajo los Artículos de la Confederación falló porque
no podía gravar impuestos; todas las otras consideraciones eran secundarias. En
1789 los americanos trataron de nuevo con un nuevo Congreso que podía gravar
impuestos. Sin facultades fiscales el primer Congreso de los Estados Unidos
apenas duró siete años; el segundo Congreso, con facultades fiscales, todavía está
funcionando bien después de doscientos años.

Los norteamericanos británicos eran más rebeldes que sus primos en Bretaña,
principalmente porque no tenían nada que decir en las leyes fiscales promulgadas
por el Parlamento. Este grabado muestra a un recaudador inglés siendo
aporreado por una ama de casa colonial. Hasta hace poco, los recaudadores de
impuestos se dedicaban a una de las ocupaciones más peligrosas. Debido a los
riesgos, la mayoría de recaudadores de impuestos recibían un porcentaje de sus
cobros como un estímulo por la peligrosa ocupación.

La división entre los ricos plantadores del sur y los ricos industriales del norte
enfatizaron las luchas dentro de la nueva nación por setenta y cinco años.
Finalmente, en 1861, después de la elección de Lincoln, los sureños salieron del
Congreso y formaron los Estados Confederados de América con una nueva
constitución para controlar el poder de gravar impuestos de su nuevo gobierno.
La secesión por el sur en parte fue una reacción en contra de la política de altos
impuestos del norte. En 1861 el asunto de la esclavitud no era crítico. Lincoln y
el Congreso dieron garantías inequívocas de que la esclavitud en el sur sería
respetada, aún así el sur no cedería de sus planes de secesión. Los líderes del sur
creían que la secesión atraería el comercio mundial a Charleston, Savannah, y New

86
Orleans, reemplazando a Boston, New York y Philadelphia como los principales
puertos mercantiles de América, principalmente por sus bajos impuestos. Esta
era la olla de oro detrás de los sueños de la secesión.

Esta caricatura inglesa muestra a dos políticos en una ‘casa necesaria’ (letrina).
Uno rasga una resolución del Congreso Continental protestando a los impuestos
por el Parlamento (1774), el otro está leyendo el libro Impuestos No Tiranía de
Samuel Johnson, que asevera que los americanos deben sufragar algunos de los
costos de su defensa. En el cuadro en la pared se muestra a un recaudador de
impuestos cubierto de brea y plumas.

87
29
Revuelta por Impuestos en las Colonias

Con la mayor convicción yo rechazo cualquier idea tanto de política como el


derecho interno de gravar impuestos en América. Repudio todo el sistema. Ha
sido iniciado en la injusticia; es ejercido con resentimiento; y no puede terminar
en otra cosa que en sangre.
--Marqués de Grandby, Discurso en la Cámara de los Comunes, 5 abril 1775

No es difícil argumentar que los padres fundadores de América se rebelaron en


contra de impuestos que no eran ni injustos ni opresivos. Los americanos estaban
entre los pueblos más bendecidos y afortunados sobre la tierra; tenían la
protección de la nación británica y su tierra era rica y elegida. Los negocios eran
buenos y había trabajo para todos. Las castas sociales de Europa no los
encadenaban y sus hijos no eran reclutados para pelear guerras en lugares lejanos.
Si la revolución es la consecuencia de la opresión, entonces la Revolución
Americana nunca debería haber ocurrido.

Los impuestos que los británicos trataron de recaudar eran modestos; el dinero
iba a ser gastado en su totalidad en las colonias para su beneficio y protección. No
iba a ser enviado de vuelta a la madre patria. Por qué toda la bulla y el grito de
‘tiranía’? La madre patria tuvo un montón de mocosos malcriados que no se
dieron cuenta de qué tan bien estaban? Por qué no deberían pagar su parte de
los costos de mantener las fuerzas militares que garantizaban sus fronteras? Los
americanos eran los beneficiarios de recientes victorias militares que eliminaron
la amenaza del imperialismo francés y abrieron la frontera occidental. No tenían
los americanos la obligación moral de pagar algunos de los costos incurridos para
garantizar estos beneficios?

La Revolución Americana tiene sus raíces en las actitudes de los primeros colonos
que llegaron al Nuevo Mundo en el siglo diecisiete. La mayoría de ellos estuvieron
embrollados en la Guerra Civil Inglesa y llevaron con ellos los ideales de Lord Coke
y la Petición de Derechos. Sus constituciones coloniales del Parlamento les
garantizaban ‘todos los derechos, privilegios e inmunidades de los ingleses.’ Esto
significaba que ellos tendrían el derecho de un juicio por jurado; serían
gobernados por el Derecho Común; no podían ser puestos en prisión de forma
arbitraria; y no podían ser gravados con impuestos sin su consentimiento. En

88
teoría la Corona estaba tan restringida en tratar con ellos como con los ingleses
en casa. Su actitud se ilustra en una carta escrita a casa por un servidor civil
británico que dijo que si uno se acercaba a un colono a preguntarle sobre
proporcionar fondos para los ejércitos británicos que peleaban en América, él
respondía dando un ‘largo discurso sobre sus derechos.’1 Lo más probable es que
este discurso no fuera muy lógico.

Un inglés viviendo en las colonias no tenía ningún miembro en el Parlamento que


lo representara. Bajo esas circunstancias no era posible para él el ‘consentir’ a
leyes e impuestos. Sus derechos como inglés eran ilusorios, especialmente
cuando se encontraba en las garras de arrogantes burócratas enviados desde la
madre patria para interferir en su forma de vida.

Esta desafortunada situación no era culpa de nadie. Las formas y prácticas


políticas que garantizaban sus derechos no se habían inventado. Los tribunales
locales ayudaban algo; se proporcionaban juicios por jurado y el Derecho Común
gobernaba -- pero faltaba mucho, especialmente algún medio por el cual él
pudiera debatir y consentir a los impuestos. Las asambleas locales podían ser
desautorizadas por la Corona. Puede ser que la verdadera causa de la Revolución
Americana fue su falta de maquinaria política para proteger los derechos de los
colonos. El Parlamento Británico no fue diseñado para trabajar para ingleses
viviendo en lugares lejanos. Como resultaron las cosas, la Revolución Americana
fue una solución radical a ese problema. En los años siguientes, otras áreas
coloniales como Canadá, Australia, y aún los países de la Mancomunidad del siglo
veinte iban a encontrar soluciones moderadas. El problema básico en la América
del Norte del siglo dieciocho era que las prácticas coloniales británicas eran
incompatibles con ‘los derechos de los ingleses.’

El colonialismo británico en el siglo dieciocho se basaba en el mercantilismo, una


práctica económica que ataba a las colonias a la madre patria. Las colonias
embarcaban materia prima a Bretaña donde eran ya sea consumidas o usadas
para la manufactura y el comercio. Más importante todavía, las colonias tenían
que comprar sus importaciones de la madre patria. El mercantilismo daba a los
comerciantes británicos un monopolio sobre el comercio colonial. El contrabando
los dañaba más de lo que dañaba a las rentas, dado que los reglamentos
mercantiles y altos impuestos de aduanas estaban diseñados a evitar la
competencia extranjera, no a cobrar impuestos. Una ley mercantil, la Ley de la
Melaza de 1733, ponía un alto impuesto sobre la melaza de las Indias Occidentales
Francesas. La ley nunca fue efectiva debido a la facilidad con la cual la melaza

89
francesa barata podía ser contrabandeada a las colonias. Los comerciantes
británicos de azúcar se quejaban amargamente. ‘El americano,’ decían, ‘obtuvo
su derecho de engañar al Fisco, y de dañarse a sí mismo, del ejemplo de sus padres
y los derechos de la naturaleza’; y continuaban ‘quejándose y contrabandeando,
y contrabandeando y quejándose, hasta que todas las restricciones fueron
removidas, y hasta que él pueda comprar y vender, cuando quiera, y donde quiera.
Cualquier cosa que no sea esto, es todavía un motivo de queja, una insignia de
esclavitud.’ En realidad, los comerciantes británicos no tenían derecho de acusar
a los comerciantes yanquis de contrabando -- que era mucho más extenso a lo
largo de las costas de Inglaterra que en América del Norte.

Durante la era de Cromwell, los funcionarios de aduanas estaban autorizados a


buscar artículos de contrabando en Bretaña por un Edicto de Asistencia emitido
por el Tribunal de la Tesorería. Para obtener este edicto único, el funcionario de
aduanas prestaría juramento ante un juez que la propiedad contrabandeada
estaba en un lugar en particular; si se demostraba la causa probable, el edicto sería
firmado y el funcionario de aduanas realizaría la búsqueda con la ayuda de un
funcionario local de paz.

Este edicto llegó a las colonias en 1755 en una forma novedosa que al principio no
atrajo ninguna atención. Pero en 1761, en Boston, James Otis renunció como fiscal
general para representar a los comerciantes de Boston en un juicio para evitar la
renovación del edicto (el rey había muerto y los tribunales requerían una nueva
autorización). Otis no cobró nada por sus servicios: ‘En tal caso, yo desprecio
todos los honorarios.’ Un joven abogado llamado John Adams (que más tarde
sería presidente) se sentó en el tribunal y tomó notas de todo el proceso. Otis
argumentó por cinco horas y acusó que el edicto

era el peor instrumento de poder arbitrario, el más destructor de la Libertad


Inglesa y los principios fundamentales de derecho que nunca se hubiera
encontrado en un libro de leyes inglés… No más de un caso puede encontrarse
del mismo en todos nuestros libros de leyes y eso fue en el cenit del poder
arbitrario, específicamente el reinado de Carlos I, cuando los poderes de la
Cámara Estrella fueron empujados al extremo.2

Otis no objetó al uso del edicto para la búsqueda de un lugar específico cuando
fuera autorizado por un tribunal bajo juramento y declaración jurada del
funcionario de aduanas; lo que él objetaba era el poder que este edicto peculiar
le daba a cualquier funcionario de buscar sin una orden de tribunal. Ni aún el

90
Parlamento podía autorizar tal monstruosidad. Otis dijo: ‘Un acto en contra de la
Constitución es nulo.’3 Los jueces del tribunal fallaron en contra de Otis y
emitieron el edicto a los funcionarios de aduanas en Boston. Pero, aún cuando
Otis perdió, el caso atrajo atención y después jueces y abogados trabajaron juntos
para frustrar a los funcionarios de aduanas que trataban de obtener el edicto.
Contrario a la creencia popular, los colonos nunca fueron oprimidos con el uso del
Edicto de Asistencia. Estaba en los libros e irritaba a los americanos, pero gracias
al coraje y la inventiva de unos valientes abogados y jueces, la mayoría de edictos
recolectaban polvo esperando a ser firmados en las cámaras de los jueces colonos.

El Edicto de Asistencia es importante en la historia americana porque la amenaza


de su uso hizo que los padres de la patria pusieran la Cuarta Enmienda en la Carta
de Derechos. Aún cuando esa gran enmienda ahora no es usada para restringir a
los agentes del fisco, al principio fue adoptada para hacer justamente eso. La
enmienda prohíbe ‘búsquedas e incautaciones irrazonables,’ que significaba,
principalmente, que los agentes fiscales no podían husmear sin una orden de
tribunal basada en una declaración jurada que estableciera causa probable.

Por más de cincuenta años antes de la Revolución Americana, el gobierno


británico consideró gravar con impuestos a las colonias. Sir Robert Walpole fue
informado por el gobernador de Virginia que se retiraba que los impuestos en las
colonias eran viables. Años después, en 1732, cuando se desarrolló la crisis de los
impuestos especiales sobre el vino y el tabaco, un ministro sugirió prorrogar el
nuevo impuesto especial a las colonias. ‘No,’ dijo Walpole, ‘ya tengo a la vieja
Inglaterra en mi contra, usted cree que haré que la Nueva Inglaterra haga lo
mismo?’

Para mediados del siglo terminó la paz de la era de Walpole. Bretaña estaba en
guerra con Francia. Las demandas de la guerra para el fisco se volvieron cada vez
más severas. Para 1764 los ejércitos británicos habían empujado a los franceses
fuera de América del Norte y era justo que los americanos asumieran algunas de
las cargas financieras que los beneficiaban. Si lo hacían, el impuesto a la tierra en
Bretaña podía reducirse a niveles del tiempo de paz y algunos de los impuestos
especiales podían ser retirados. Además, abundaban las historias en Bretaña
sobre el mercantilismo de los comerciantes americanos con los soldados
británicos que gastaban mucho, contratos de guerra, y contrabando. Para
muchos bretones América era una tierra de leche y miel, encaje y lino, plata y
seda, pagados por los tributarios británicos.

91
El Parlamento respondió en 1764 con la Ley del Azúcar, que fue la primera y única
ley exitosa sobre impuestos de la Corona en las colonias. Los comerciantes
yanquis en Nueva Inglaterra protestaron con vehemencia, pero el resto de las
colonias mostraron poco interés en su situación. El contrabando estaba abierto
en Nueva Inglaterra y la mayoría de colonos creían que los de Nueva Inglaterra
probablemente estaban recibiendo lo que merecían. Años más tarde, después de
la revolución, el Presidente John Adams famoso en Massachusetts dijo que la Ley
del Azúcar imponía ‘impuestos enormes, impuestos cargosos, opresores,
ruinosos, intolerables.’4 Pero al mismo tiempo, fuera de Nueva Inglaterra, nadie
sentía lo mismo. Los impuestos según la Ley del Azúcar abarcaban una amplia
gama de artículos no británicos. Las tasas eran realmente bastante modestas.

Las protestas en contra de la Ley del Azúcar estaban realmente dirigidas en contra
de las disposiciones administrativas diseñadas para controlar la evasión. La ley
era una medida fiscal como almádana que trataba a todos los comerciantes como
tramposos. Un laberinto de reglamentos enredaban a todos los importadores,
aún las pequeñas naves costeras, y cualquier violación justificaba el secuestro de
la nave así como de toda la carga. Aún los baúles personales de marinos regulares
eran decomisados si el contenido no iba incluido en las declaraciones de aduanas.
La Ley del Azúcar atrapaba más a los inocentes que a los culpables.

Aparte de la suposición de culpa que hacía la ley, se movieron los litigios legales
de los tribunales y jurados locales a Halifax, Nova Scotia, para el juicio ante
Tribunales del Almirantazgo a favor del gobierno. Las absoluciones era comunes
en los juicios en Nueva Inglaterra porque según la Ley Común, a diferencia de hoy
día, un jurado absolvería si los miembros reían que la ley o el castigo era injusto. 5
Una absolución pavimentaba el camino para una acción civil por daños en contra
de los agentes e informadores fiscales de la Corona por acusaciones falsas. Según
la Ley del Azúcar dichas acciones civiles estaban prohibidas. Los informadores
eran alentados con recompensas de una tercera parte de cualquier propiedad
confiscada.

Las rentas de la Ley del Azúcar no trajeron mucho alivio a los tributarios británicos
en casa. En 1765 hubo serios motines en Inglaterra. Después de que los
recaudadores de impuestos especiales fueron atacados en masa se derogaron los
impuestos sobre la sidra. En la búsqueda de nuevas rentas, las colonias ricas y sin
impuestos atrajeron la atención del gobierno británico. El primer ministro
preguntó al Parlamento si cualquier miembro cuestionaba el derecho de la Corona
a gravar impuestos a los colonos. No hubo disidentes. Después preguntó si las

92
colonias rehusarían ‘contribuir sus parte para aliviarnos de las pesadas cargas que
nos agobian?’ (Aproximadamente diez mil tropas británicas estaban estacionadas
en América para su defensa.) El sugirió que los colonos podían usar cualquier
forma impuestos que desearan -- pero para mientras, el gobierno introduciría los
impuestos del timbre.

La Ley del Timbre no era una parte para los colonos. Las legislaturas coloniales
sostuvieron sesiones de emergencia. Hubo asambleas en los pueblos, discursos,
y panfletos condenando el impuesto. La violencia de las turbas hizo erupción; la
propiedad sufrió destrozos. Los gobernadores escribieron a casa a Bretaña
informando al gobierno que la rebelión no podía ser refrenada. Aún los oponentes
más fuertes del impuesto pasaban su tiempo tratando de tranquilizar a las
multitudes y restaurar el orden. Más importante que esto, la Ley del Timbre unió
a las colonias -- algo que había sido imposible hasta 1765. Massachusetts convocó
un congreso de las colonias, y aparecieron delegados de casi todos los gobiernos
coloniales.

Los impuestos del timbre eran populares en toda Europa en ese entonces. Para
1750 estaban en uso en las colonias por los gobiernos coloniales. La Ley Británica
de 1765 siguió la práctica establecida de gravar periódicos, documentos letales,
licencias de negocios, diplomas, y otros pocos artículos. Los fondos de estos
impuestos iban a ser usados exclusivamente para pagar por las tropas británicas
estacionadas en América del Norte. Para hacer el impuesto más tolerable, los
ciudadanos locales recibieron el derecho exclusivo de vender o emitir los timbres.
Ningún burócrata arrogante sería enviado de la madre patria, como se había
hecho con las aduanas. Aún Ben Franklin solicitó el empleo de vendedor de
timbres.

El Congreso de la Ley del Timbre pidió al Parlamento la derogatoria, arguyendo


que los impuestos eran internos y así requerían el consentimiento de los colonos.
El Parlamento no podía hablar por ellos, ya que carecía del lazo natural con los
colonos. Cuando el congreso se suspendió unos pocos ciudadanos prominentes
fueron enviados a Londres para cabildear la derogatoria.

Benjamín Franklin fue uno de los enviados para solicitar la derogatoria. Era el
agente de New Jersey, Georgia, y sobre todo de Massachusetts -- el semillero de
los rebeldes. Fue invitado a hablar ante la Cámara de los Comunes.

93
Soldados británicos bruscamente abriendo paso en la calle para el transporte de
los timbres.

Aquí incluyo algunas de las preguntas que le hicieron los Comunes, con sus
respuestas:

Pregunta: ‘Cuál era el sentimiento de América hacia Gran Bretaña antes de 1763?’
Respuesta: ‘El mejor del mundo. Voluntariamente se sometieron al gobierno de
la Corona y en sus tribunales juraron obediencia a las leyes del Parlamento…’
Pregunta: ‘Y cuál es su sentimiento ahora?’
Respuesta: ‘O, muy alterado.’
Pregunta: ‘Alguna vez escuchó usted que la autoridad del Parlamento para hacer
leyes para América fuese cuestionada hasta hace poco?’
Respuesta: ‘Se permitió que la autoridad del Parlamento fuese válida en todas las
leyes, exceptuando aquellas que gravaran impuestos internos. Nunca fue
cuestionada cuando gravaba impuestos al comercio regular.’6

Al momento de este testimonio (enero de 1766) Franklin habló con los


moderados. Cuando él habló de impuestos internos él hablaba de la Ley del
Timbre. Ciertamente aclaró que los impuestos de aduanas (impuestos externos)
no tenían objeción.

La Ley del Timbre fue derogada y hubo júbilo en todas las colonias. Los
comerciantes británicos en Inglaterra se oponían a la Ley del Timbre tanto como
los colonos. La derogatoria significaba victoria para todos a excepción del erario
y el gabinete.

94
Hubo un anexo en la ley de derogatoria que irritaría a los colonos en los años
futuros. En efecto, el anexo decía que el Parlamento tenía la facultad de gravar
impuestos si así lo deseaba. El Parlamento quería dejar claro que no estaban
abdicando a su poder sobre las colonias de ninguna manera, especialmente el
poder de gravar impuestos. En ese entonces, Franklin dijo que esta disposición no
tendría ninguna consecuencia adversa en tanto el Parlamento no tratara de
hacerla valer. Años más tarde, en la víspera de la revolución, Franklin cambió de
opinión, diciendo con amarga burla:

Pero recuerden hacer su arbitrario impuesto más penoso para sus provincias, por
declaraciones públicas indicando que su poder de gravarlas con impuestos sin su
consentimiento no tiene límites; de modo que cuando les quiten sin su
consentimiento un chelín por libra, ustedes tengan un claro derecho a los otros
19.7

Cuando cedió el furor sobre la Ley del Timbre, el Parlamento siguió la sugerencia
de Franklin y adoptó varios impuestos de aduanas nuevos sobre artículos
importados de Bretaña. Si los americanos tontamente creyeron que había una
diferencia entre impuestos externos e internos, la Corona estaba deseosa de dar
a los americanos el tipo de impuestos que pedían, sin importar qué tan absurdo y
ridículo pudiera ser su pensamiento. Estos nuevos cargos, dijo un miembro del
Gabinete Británico, eran ‘perfectamente consistentes con los propios argumentos
del Dr. Franklin, cuando estaba solicitando la derogatoria de la Ley del Timbre.’

Estos nuevos impuestos de aduanas, llamados los derechos Townshend, se


encontraron con alguna oposición en los Comunes (el voto fue de 180 a 98).
Edmund Burke, un extraordinario pensador de ese entonces, argumentó que los
derechos Townshend no eran diferentes de la Ley del Timbre y pronosticó que los
americanos verían la locura de su propio pensar. La Corona no recibiría un chelín
de los americanos, sin importar si los impuestos fueran internos o externos. Burke
conocía a los americanos mejor de lo que ellos se conocían a sí mismos, y
ciertamente mejor que Franklin conocía a su propio pueblo.

Según la Ley Townshend, los impuestos de aduanas eran gravados sobre pocos
artículos de Bretaña -- papel, tintes, vidrio y té. Había una disposición de
acuartelamiento que exigía a los colonos a mantener las tropas británicas en
América, que indirectamente lograría lo que la Ley del Timbre no había podido
hacer.

95
La rebelión a esta ley llegó de los comerciantes coloniales, quienes boicotearon
los artículos británicos. En Bretaña el negocio cayó, muchas firmas mercantes
quebraron, y había desempleo. La Corona no tuvo más alternativa que derogar
los impuestos, exceptuando un pequeño impuesto al té, reducido de 12 peniques
a 3 peniques por libra de té.

La Ley de Acuartelamiento, que era un impuesto disimulado, fue tolerada


exceptuando en New York, que tenía el mayor número de soldados británicos. La
ley decididamente era injusta y ponía una carga injusta sobre los neoyorquinos,
quienes se rehusaron a mantener todas las necesidades de las tropas. Un airado
Parlamento suspendió la legislatura de New York y anuló todos sus actos futuros.
Se desarrolló un estado de ánimo de línea dura. El Dr. Samuel Johnson, un
destacado estudioso de las letras, dijo: ‘Son una raza de convictos y deberían estar
agradecidos de cualquier cosa que les permitimos que no sea la horca.’8

El peor aspecto de la Ley Townshend fue el establecimiento de un nuevo Consejo


de Comisionados de Aduanas. Los Edictos de Asistencia eran entregados al
consejo y la arrogancia de tres agentes destacados en Boston jugó una parte
importante en la eventual revolución. Dijo un historiador americano prominente:

Si no hubiera sido por las desafortunadas personalidades de Robinson, Paxton y


Hulton, puede que no hubiera ninguna revolución. De 1768 a 1772 existía casi
guerra abierta entre los agentes de los comisionados y (los colonos).9

Canadá pudo haberse quedado fuera del conflicto debido a su gobernador


superior quien se rehusó a tolerar ninguna corrupción y mala conducta por parte
de los agentes de aduanas en esa región. Como se dieron finalmente las cosas, la
revolución fue probablemente más la consecuencia de la opresora administración
fiscal que los impuestos mismos, a pesar de toda la habladuría sobre impuestos y
consentimiento.

El mejor registro que tenemos de la tiranía de los agentes fiscales británicos está
en un pequeño artículo escrito por Benjamín Franklin en 1773, que no tiene
ningún parecido a sus comentarios al Parlamento en 1766. Su artículo posterior
fue llamado ‘Reglas por las Cuales un Gran Imperio puede ser Reducido a uno
Pequeño.’ No mencionó específicamente a la Gran Bretaña, pero mencionó 20
agravios que las colonias tenían en contra de los británicos. Este documento es
probablemente el mejor resumen de los pecados de la madre patria hacia sus
colonias. Trata con problemas humanos, que no legales, y fue escrito en una

96
época cuando Franklin todavía tenía bastante rango y prestigio entre los
británicos. Acerca de los agentes fiscales británicos, dijo:

XI. Para hacer sus impuestos más odiosos, y más probables para que haya
resistencia, envíen de la capital un consejo de funcionarios para supervisar la
recaudación, compuesto por los hombres más indiscretos, mal educados e
insolentes que puedan encontrar… Si se sospechara de la menor bondad de
cualquier funcionario fiscal hacia el pueblo, deséchenlo. Si se quejaran
justamente de otros, protéjanlos y recompénsenlos. Si cualquiera de los
funcionarios menores se comportaran de tal forma que provocaran al pueblo a
apalearlos, promuévanlos a un puesto mejor.

Franklin dijo sobre la marina:

V. Conviertan a los oficiales valientes y honrados de su marina en


proxenetas y agentes de aduanas y funcionarios de las aduanas… Déjenlos
aprender a ser corruptos por grandes y reales contrabandistas; (para demostrar
su diligencia) purguen con naves armadas cada bahía, puerto, río, arroyo, cueva
y recoveco en toda la costa de sus colonias; paren y detengan a cada buque
costero, barco de madera, a cada pescador, tumben sus cargas y aún boten el
balastro afuera y abajo; y si se encontrara que un penique de alfileres no había
sido registrado, entonces secuestren y confisquen toda la carga.10

Las quejas de Franklin sobre la marina británica eran ciertas. El personal naval
británico recibía una parte considerable de la carga y réditos de la venta de buques
confiscados que incautaban. Las naves de guerra británicas a lo largo de las costas
americanas en realidad recibieron una licencia para piratear. Una documentación
no adecuada era todo lo que se necesitaba para permitir la incautación; el
contrabando no era necesario.

Los derechos Townshend ayudaron a los colonos a aclarar sus pensamientos sobre
impuestos y consentimiento. Los americanos no iban a dejar la puerta abierta de
nuevo. Se abandonaron las distinciones entre impuestos externos e internos.
Cualquier impuesto requería consentimiento. El pensamiento americano
comenzó a moverse hacia un arreglo político que daba soberanía limitada al
Parlamento. Desafortunadamente estalló la guerra y esta novedosa idea política
no echó raíces. Hasta el final el Parlamento exigió el derecho de poder absoluto
sobre las colonias. Es dudoso que hubieran rendido nunca su autoridad suprema.
En tiempos modernos el Parlamento Británico mantuvo poder constitucional
supremo sobre el pueblo canadiense, aún cuando no se atrevía a interferir con sus

97
deseos por muchos años. No hasta 1981 los políticos canadienses convinieron en
los términos de la repatriación de la Constitución de Canadá, promulgada por el
Parlamento como la Ley de la América del Norte Británica en 1867.

Muchos líderes británicos estaban de acuerdo con las colonias. El antiguo primer
ministro, Pitt el Mayor, se oponía a gravar impuestos a las colonias. Pero el mejor
pensamiento vino de Edmund Burke, quien se oponía a la acción militar cuando
las nubes de guerra comenzaron a aparecer, diciendo: ‘El pueblo debe ser
gobernado de una forma de acuerdo a su temperamento y disposición.’11

Los americanos finalmente se dieron cuenta que cualquier impuesto sin su


consentimiento estaba en contra de su disposición. Tal vez si hubieran tomado esa
opinión en 1766 cuando se opusieron a la Ley del Timbre, se podría haber
descubierto una solución aceptable que no fuese la guerra. Desafortunadamente,
el asunto fue resuelto por el siguiente ejemplo de los holandeses del siglo dieciséis
-- la guerra en contra de la madre patria que insistía en gravarlos con impuestos
de una forma que no les gustaba.

La Fiesta del Té de Boston fue un punto crucial en la reacción colonial al gobierno


británico. Para 1773 el problema de los impuestos se estaba volviendo oscuro.
Ambas partes se movían hacia la guerra.

Recientemente los sellos postales americanos han mostrado la Fiesta del Té de


Boston como un acto glorioso de desafío al colonialismo británico. La mayoría de
personas creen que fue una protesta en contra de los impuestos británicos al té,
pero esto no es cierto. Los comerciantes británicos de té habían estado
boicoteando el té británico por cinco años. En todas las colonias se usaba el té
holandés contrabandeado. En respuesta el gobierno británico decidió eliminar los
derechos a todo el té de las Indias Orientales cuando llegara a Bretaña, para que
pudiera ser vendido en América a un precio más barato que el té holandés
contrabandeado. Además, un monopolio sobre este té barato fue otorgado a
comerciantes británicos leales en las colonias. Los contrabandistas de té
americanos se quedarían fuera del negocio. El plan de la Corona se basaba en la
suposición de que los consumidores americanos no boicotearían el té inglés
barato, sino que lo comprarían en lugar del producto holandés más caro y
contrabandeado.

98
La Fiesta del Té de Boston. En este grabado las cajas de té son elevadas de la bodega,
abiertas, y su contenido es tirado al mar. Franklin creía que los propietarios del té
merecían compensación por esta destrucción sin sentido de la propiedad privada.

La implicación de esto para los comerciantes americanos fue aterradora. Si se


podía otorgar un monopolio para el té, se podía otorgar para otros productos
también. Sanciones económicas de esta clase podían destruir a los comerciantes
americanos. Como protesta, los comerciantes de Boston se disfrazaron como
indios, llegaron a bordo de las naves mercantes cargadas de té, y botaron el té al
puerto. Esta fue una destrucción sin sentido de propiedad privada en una era
cuando la propiedad privada se mantenía en alta estima. La primera obligación
de cualquier gobierno es proteger las vidas y la propiedad de sus ciudadanos.

La Fiesta del Té de Boston es un evento aleccionador que origina cuestiones


legales y morales difíciles. Es cualquier cosa menos la cause célebre que los
historiadores americanos han hecho de ella. Esta destrucción sin sentido de
propiedad no fue bien recibida por las colonias. Massachusetts era un semillero
conocido de exaltados y belicistas. Franklin estaba impresionado y reconoció que
los propietarios del té debían recibir plena restitución inmediatamente. La
mayoría de americanos creían esto, pero desafortunadamente la mayoría de
americanos iban a sentir el tacón de la bota británica. Varios ‘Actos Intolerables’
fueron adoptados por la Corona y comenzaron la Guerra Revolucionaria. Las
naves de guerra y tropas británicas literalmente invadieron las colonias. Los
agentes recaudadores opresores, sin importar qué tan malos, iban a ser
considerados buenos comparado con las flotas de naves de guerra y batallones de
casacas rojas vestidos para la guerra. Cañones, mosquetes, y bayonetas

99
reemplazaron los Edictos de Asistencia, incautaciones, y gravámenes de
impuestos.

Los americanos ganaron la guerra después de seis años porque los británicos
encontraron que la logística de mantener tropas a tres mil millas de distancia en
un país hostil era demasiado cargosa. El ejército americano estaba mal
alimentado y rara vez le pagaban. Este grupo desarrapado volvió a casa a granjas
en quiebra y gobiernos estatales. Las cargas de los impuestos bajo los británicos
eran una miseria comparado con las obligaciones financieras que ahora
encaraban. La guerra tenía que ser pagada, y los impuestos, aún con
representación, iban a ser enormes.

Los que más sufrieron fueron los leales. Su propiedad fue incautada, y el echarles
brea y plumas era común. Una larga fila de refugiados se fueron al norte a Canadá.
Benjamín Franklin hizo una visita personal a Canadá para convencer a los leales a
unirse a los Estados Unidos, pero las cicatrices de guerra eran profundas y no
sanaban. Franklin había pasado la guerra en Europa. Si él hubiera estado en casa
y hubiera visto el sufrimiento de los leales hubiera sabido que la última cosa que
este pueblo quería era estar más asociado con los americanos. Había amargura
en ambas partes, pero no atrocidades. Los leales, con todo su sufrimiento, fueron
afortunados. En otros tiempos y lugares hubieran sido masacrados.

Los americanos condujeron la guerra a través del Congreso Continental, que se


había convertido en un chiste al final de la guerra, especialmente con la prensa.
Ni siquiera podía pagar el sueldo atrasado de los veteranos de combate, ni
intereses sobre la deuda de la guerra, y aún así continuó y adoptó varios costosos
programas para reconstruir la nación. Naturalmente, nada se logra sin dinero,
pero el dinero requería impuestos, que era uno de los poderes que el Congreso
no tenía.

Los británicos aprendieron de la guerra. En 1778, dos años después de que


comenzó la revolución, el Parlamento promulgó una ley, aprobada por el Rey
Jorge III, que declaraba ‘que el Rey y el Parlamento de Gran Bretaña no impondrían
ningún cargo, impuesto, ni derecho con el propósito de obtener rentas en ninguna
de las colonias, provincias, o plantaciones.’ Esta sabia ley, desafortunadamente
llegó demasiado tarde. En los próximos 150 años el Parlamento continuó
afirmando su absoluta soberanía sobre sus colonias, pero cuando tenían que
gravar impuestos, las asambleas locales de una u otra manera, tenían que dar su
consentimiento.12 Aún en Canadá, donde los gobiernos coloniales eran débiles y

100
dominados por gobernadores y servidores civiles británicos, los impuestos eran
sometidos a las asambleas. Los americanos ganaron la guerra pero no solamente
para ellos mismos sino para todo el Imperio Británico hasta su caída final después
de la Segunda Guerra Mundial.

Un periódico leal muestra a unos diabólicos Hijos de la Libertad echando brea y


emplumando a un agente fiscal británico mientras el té está siendo arrojado al
mar en el puerto. Veinte años después los Hijos de la Libertad volvieron a surgir y
estaban echando brea y emplumando a los agentes fiscales americanos. Como
se vio después, no solamente estaban en contra de los impuestos sin
representación -- estaban en contra de los impuestos, punto.

101
30
La Lucha Fiscal por ‘Una Unión Más Perfecta’
En junio de 1776, un mes antes de la firma de la Declaración de Independencia, el
Congreso Continental nombró a un comité para preparar los Artículos de la
Confederación para las colonias. El primer borrador permitía al gobierno federal
hacer casi cualquier cosa menos gravar ‘cualquier impuesto o derecho.’ Esta
amplia dotación de poder político sin poder fiscal era comprensible porque la
revolución fue en contra de los impuestos por una agencia política externa por
encima y más allá de los estados. Todos los impuestos deben ser a nivel de estado.
Este pensamiento siguió la práctica de las Provincias Unidas de los Países Bajos,
que produjo la primera república moderna con un Estado General (Congreso) que
no podía gravar impuestos.

El borrador final de los Artículos fue ratificado por los estados en 1781. El gobierno
nacional, llamado los ‘Estados Unidos reunidos en Congreso,’ era limitado.
Muchas de sus facultades requerían un voto de tres cuartos, especialmente en
asuntos de finanzas y guerra. Como se esperaba, el Congreso no podía gravar
impuestos -- todo el mundo estuvo de acuerdo en esto -- pero cuando se
necesitaba el dinero, se hacía una requisición a los estados en base al valor de
bienes inmuebles de propiedad privada. Las requisiciones basadas en la población
o bienes muebles fueron eliminadas debido a las dificultades con los esclavos. Los
esclavos eran ‘propiedad’ para los sureños, pero ‘población’ para los norteños.
Las rentas basadas en bienes inmuebles evitaban ese asunto tan difícil.

La Confederación dio a América varias cosas: Primero su nombre, los Estados


Unidos de América; segundo, su moneda, el dólar español; pero lo más
importante, su experiencia en auto gobierno a nivel federal.

El sistema de requisición de finanzas fue copiado de la República Holandesa junto


con varias relaciones federales-estatales, pero lo que funcionaba en los Países
Bajos no funcionaría en América del Norte. La mayoría de los nuevos estados
estaban en una situación financiera desesperada y simplemente no tenían el
dinero requerido de ellos por el Congreso. Sin dinero, el Congreso se convirtió en
el hazmerreír de la nueva nación.

Dentro de dos años el Congreso estaba debatiendo el asunto de impuestos de


nuevo. Se discutieron todos los métodos conocidos de impuestos: impuestos de

102
capitación, impuestos especiales, monopolios a la sal, y derechos de importación.
Los derechos de importación habían sido mucho tiempo el dispositivos favorito de
rentas del pueblo británico, en las colonias y en casa, y tanto como a todos les
desagradaba la idea, el que el gobierno federal recurriera a los derechos de
importación parecía ser imperativo. Pero había oponentes, especialmente los
traga fuegos de Massachusetts representados por Sam Adams, quien dirigió la
revuelta en contra de las aduanas británicas en la Guerra de Independencia. El
argumentaba que si el Congreso tenía el poder de gravar un impuesto sobre
importaciones, cada puerto marítimo desde Maine hasta Georgia, estarían llenos
de un ejército de agentes fiscales sobre pagados, agentes de aduanas, y ratas de
bodega. Y qué pasaría con los fondos obtenidos del sudor del pueblo? Lo
guardaría el Congreso con una severa vigilancia? Lo distribuirían con una mano
frugal? No. Lo malgastarían con desconsiderada liberalidad, dijo. Con
emocionadas súplicas de este calibre por algunos de los principales patriotas
americanos, no es ninguna sorpresa que la Confederación no se pusiera de
acuerdo sobre los impuestos. Una enmienda a los Artículos requeriría
consentimiento unánime; un veto de Massachusetts era seguro. Durante los
próximos cuatro años el Congreso no logró absolutamente nada. Robert Morris,
el oficial financiero en jefe del Congreso resumió la situación con estas palabras:
‘El Congreso tenía el privilegio de pedir de todo,’ pero los estados tenían ‘la
prerrogativa de no conceder nada.’ Cuánto dinero otorgarían los estados y
cuándo lo harían era ‘sabido solo por El que conoce todas las cosas.’1

Eventualmente el Congreso citó a una convención en Philadelphia para revisar los


Artículos. Al principio solo unos pocos estados nombraron delegados y parecía
como que la convención colapsaría por poca asistencia, pero afortunadamente
para la nación en lucha una rebelión hizo erupción en Massachusetts, el semillero
de la resistencia al poder fiscal nacional. Esta llamada Rebelión Shays no fue
mucho más que un motín, pero asustó al pueblo de Massachusetts y enfatizó al
resto del país de la necesidad de un gobierno nacional más fuerte.

La Rebelión Shays fue la primera de tres revueltas fiscales que atormentó a la


nueva nación en los primeros quince años de su existencia. Los rebeldes eran
pobres, sobrecargados de impuestos y deudas de la guerra. Ellos exigieron una
enmienda constitucional estatal (como la Propuesta 13 en California en 1978) para
poner freno a los poderes de gastos y tributos de Massachusetts. Los viejos
veteranos de guerra formaron varios regimientos y hubo rumores de rebelión.
Cuando uno de estos regimientos trató de incautar un arsenal federal, se
dispararon dos descargas de cañón, los rebeldes se dispersaron, y la rebelión

103
terminó. Los periódicos exageraron la historia y esto actuó como un acicate para
los estados y firmar un gobierno nacional más fuerte. Un periódico dijo que la
ciudad de Génova podía vencer las fuerzas militares de los Estados Unidos. De
prisa se enviaron delegados a Philadelphia. Como la Ley del Timbre de 1765, la
Rebelión Shays hizo que se unieran los estados en disputa, esta vez para formar
una ‘Unión más perfecta.’

Los delegados en Philadelphia en 1787 rápidamente abandonaron la idea de


corregir los Artículos. La vida bajo la Confederación había sido intolerable. Sin
dinero el gobierno no podía hacer nada más que hablar. Para 1787 no había voces
que clamaran por una continuación de la anemia de impuestos de la
Confederación; ahora todos estaban de acuerdo que el gobierno federal debe
poder gravar impuestos, pero qué limitaciones deberían haber sobre tal facultad?
El Congreso no debe ser un Parlamento; debe haber límites definidos y controles
sobre su capacidad de gravar impuestos. Todo el mundo estuvo de acuerdo con
esto también.

Las restricciones constitucionales sobre la facultad de gravar impuestos no eran


nuevas. Los impuestos por consentimiento a través de representantes tributarios
era común en toda Europa, pero además, muchos pueblos europeos disfrutaban
de la protección de ciertos tipos de impuestos también. Muchas cartas
medievales estipulaban que no se podían cobrar las tailles e impuestos de
capitación. Los Forjadores de la Constitución decidieron definir y controlar los
poderes fiscales del Congreso. Aparte del ‘consentimiento’ de los tributarios a
través de sus representantes se necesitaban controles. Sería fácil para una clase
de ciudadano el ganar control de la maquinaria que hacía los impuestos y adoptar
impuestos que oprimieran a algún grupo minoritario. Cualquier impuesto que se
adoptara, caerían igualmente sobre la mayoría y la minoría. En otras palabras, si
los campesinos controlaban la toma de impuestos, no deben poder cargar al
pueblo urbano con impuestos que ellos mismos no pagaban. La necesidad de
estándares para asegurar la equidad era demasiado obvia para que necesitara
mucha discusión. Los hombres en la Convención Constitucional no eran ciegos a
los males inherentes al diseño democrático de impuestos sin estándares
constitucionales para evitar injusticias.

En 1787 ningún ciudadano podía votar si no era tributario; por lo tanto, los
delegados decidieron tener un organismo legislativo de representantes de los
tributarios en donde se originarían todos los impuestos. El requisito de que todos
los votantes fuesen tributarios no estaba en la nueva constitución; era un asunto

104
de costumbre no sólo en las colonias sino en Europa también. La función
económica principal de una legislatura es gravar impuestos y obtener dinero para
que lo gaste la rama ejecutiva del gobierno. Se deduce que nadie que no sea un
tributario debería opinar sobre cómo se gasta el dinero del gobierno. A la inversa,
si un tributario no era un votante, el proceso del ‘consentimiento’ se ve socavado.
Por lo tanto, los votantes deben ser tributarios.

El primer poder otorgado al nuevo Congreso fue ‘gravar y recaudar impuestos’


que sean ‘uniformes en todos los Estados Unidos.’ La palabra más importante es
‘uniformes’. Evolucionó en la convención de la frase ‘comunes para todos,’ que
fue propuesta el 23 de julio de 1787. Más tarde en el borrador aprobado el 12 de
septiembre de 1787 las palabras fueron ‘uniformes e iguales.’ Este borrador fue
al Comité de Estilo que, por alguna razón, eliminó totalmente la cláusula. Madison
anotó con lápiz en la cláusula tal y como se lee hoy día, omitiendo la palabra
‘iguales.’2 Serían algunas de estas omisiones intencionales? Es eso importante?
Probablemente no. La ley constitucional en los primeros años de la república
americana consideraba que los términos ‘uniformes e iguales’ eran palabras
redundantes. Thomas Cooley, la principal autoridad sobre ley constitucional en el
siglo diecinueve explica el principio en 1868 en su tratado sobre Limitaciones
Constitucionales:

Las constituciones estatales han sido muy específicas, pero al estipular igualdad y
uniformidad han hecho poco más que indicar en palabras concisas un principio
de ley constitucional que es inherente a la facultad de gravar impuestos.3

Dado que ‘uniformes’ iba a ser la norma para todos los impuestos en todos los
Estados Unidos, para entender lo que quisieron decir, los escritos de este período
aclaran lo que realmente no necesita aclaración. La palabra ‘uniforme’ es inglés
básico con un significado común. Cuando la Constitución estaba a punto de ser
ratificada en los estados, los proponentes más fuertes -- los federalistas, como se
llamaban -- todos proclamaban que los poderes de gravar impuestos estaban
limitados y restringidos. Entonces nadie quería que el Congreso pudiera gravar
impuestos a voluntad. Noah Webster, uno de los federalistas más fuertes, escribió
un panfleto el 10 de octubre de 1787 (poco después de la Convención), dirigido a
‘Su Excelencia, Benjamín Franklin, Presidente del Estado de Pennsylvania’ en
donde enfatiza, ‘Pero la idea de que el congreso pueda gravar impuestos a
voluntad es falsa, y la sugerencia totalmente carente de apoyo.’4

105
En los debates ante la legislatura de New York para su ratificación, Alexander
Hamilton (también un fuerte federalista) dijo: ‘Es infinitamente más elegible
gravar un impuesto originalmente que tendrá efectos uniformes en toda la Unión,
que operará igual y silenciosamente.’5 De nuevo vemos la palabra igualdad
aplicada a uniformidad.

Un libro notable publicado en 1832 por Benjamín Oliver, un hombre enamorado


de su país y ansioso por contar al mundo sus virtudes, tenía esto que decir sobre
el poder de gravar impuestos del Congreso:

Este derecho [propiedad] no es violado por impuestos iguales para propósitos


públicos, impuestos por autoridad legítima adecuada. Sin embargo, una mala
aplicación o mala asignación de fondos en la tesorería pública, debe ser
considerada como una violación de este derecho [propiedad]… Ya que sería
inconstitucional, por tanto, gravar un impuesto desigual, así como un acto de
opresión sobre aquellos que se vieron obligados a pagar la parte más grande del
mismo.6

En El Federalista, No. 36, Hamilton concluye una serie de siete ensayos que
discuten las facultades tributarios y los controles para evitar ‘la parcialidad y la
opresión.’ El posible abuso del poder tributario había sido adecuadamente
protegido, con la protección final de que los impuestos ‘deberán ser UNIFORMES
en todos los Estados Unidos.’ Hamilton puso en mayúsculas la palabra
UNIFORMES, que es lo mismo que el estilo moderno de escribir en itálica, es decir,
enfatizarla para implicar el significado pleno y más básico de la palabra. Y qué
significaba la palabra ‘uniformes’?

El Diccionario de Inglés Oxford del siglo diecinueve es una obra de varios


volúmenes que tomó décadas completar. Rastrea el significado y los usos de
palabras hasta la última parte de la Edad Media. Definía uniforme como: ‘aquello
que es o permanece lo mismo en diferentes lugares, en diferentes épocas, o bajo
circunstancias cambiantes; no mostrando ninguna diferencia, diversidad, o
variación (énfasis añadido).’

A mediados del siglo diecinueve la Corte Suprema parecía no tener ningún


problema con el significado cuando revisaron un impuesto a las destilerías:

En nuestra opinión la ley no está sujeta a ninguna objeción constitucional. El


impuesto gravado al destilador es de la naturaleza de un impuesto especial, y la
única limitación sobre la facultad del Congreso en la imposición de impuestos de

106
esta naturaleza es que ellos sean ‘uniformes’ en todos los Estados Unidos. El
impuesto aquí es uniforme en su operación; es decir, es gravado igualmente a
todos los fabricantes de alcohol, en cualquier lado que estén. La ley no establece
una regla para un destilador y una regla diferente para otro, sino la misma regla
para todos por igual.7

Esta opinión también se encontró en los tribunales estatales, que tenían


constituciones que exigían uniformidad. Pero como indicamos, aún sin un
mandato constitucional, uniforme e igual eran requisitos esenciales para cualquier
‘impuesto’ en una sociedad democrática, aún si no fuese expresado. Una
temprana Corte Suprema de Ohio falló que una regla no puede ser aplicable a un
propietario, y una regla diferente a otro propietario. Uno no puede ser tasado con
10 por ciento, otro con 5 porciento, otro con 3, y otro sin ninguna tasación. 8

La monumental obra del Profesor Cooley sobre Derecho Constitucional, resume la


regla como que tiene aplicación tanto social como geográfica: La regla de
uniformidad fue diseñada para proporcional igualdad de cargas al evitar que la
legislatura grave alguna región o clase de ciudadanos diferente o en exceso de
alguna otra región o clase de ciudadanos.9 En realidad, no hay ‘lagunas’ en los
impuestos.

Como veremos más adelante, la regla de la uniformidad falleció en el siglo vente.


Usted podía gravar la renta de una persona con 90 por ciento, otra con 70 por
ciento, otra con 20 por ciento, y otra totalmente libre de impuestos. La Corte
Suprema volvió a interpretar la regla de la uniformidad para que fuera únicamente
una ‘cláusula de uniformidad,’ lo que podría muy bien haber sido eliminado de la
Constitución.10 Noah Webster estaba equivocado. El Congreso puede gravar
impuestos a placer.

En Bretaña en 1871, surgió el asunto de la uniformidad en la Cámara de los


Comunes, no como un asunto constitucional, sino como asunto de política y tarifas
graduadas del impuesto sobre la renta. El Canciller del Erario se opuso a las tarifas
graduadas del impuesto sobre la renta con estas palabras, ‘Si un Impuesto Sobre
la Renta debe ser mantenido, debe ser un impuesto uniforme. Es decir, las mismas
tarifas de impuestos para todos -- lo que significa uniforme.’11

Después de exigir uniformidad para todos los impuestos, los Forjadores querían
restringir aún más los poderes impositivos del Congreso respecto a impuestos
directos. Dichos impuestos, dijo Madison, solamente serían adoptados en una

107
emergencia extraordinaria, como Cicerón dijo casi dos mil años antes Tendrían
que ser prorrateados entre los estados por población. En El Federalista, No. 10,
Madison dio esta astuta explicación:

Pero tal vez no existe acto legislativo donde se dé mayor oportunidad y tentación
a un partido predominante de pisotear las reglas de la justicia. Cada chelín con el
cual sobrecargan al número inferior es un chelín ahorrado a sus propios bolsillos.

Madison continuó enfatizado el punto de que en una sociedad democrática las


leyes tributarias favorecen a aquellos en control del gobierno y sobrecargan a
aquellos que están fuera. Esto era demasiado común en Europa en ese entonces
y en más de los siglos pasados. Los protestantes cobraban a los católicos y judíos
a tarifas dobles y aún cuádruples. Los gobiernos dominados por clases
aristocráticas, como en Francia, usualmente se gravaban con tarifas bajas y a veces
con ninguna. Como siempre, los impuestos directos eran vistos con
desaprobación.

En los debates, Rufus King de Massachusetts preguntó, ‘Cuál era el significado


preciso de tributación directa?’ Madison comenta en sus notas, ‘Nadie
respondió.’ Esta no era una pregunta tonta. Estas clasificaciones eran históricas,
no legales, y los significados precisos eran desconocidos. En 1798 la pregunta llegó
ante la Corte Suprema sobre la legalidad de un impuesto a los carruajes. La Corte
concluyó que los impuestos directos eran de capitación y a la tierra. Cien años
más tarde la pregunta fue elevada en el famoso caso de impuesto sobre la renta
de 1984, y como veremos la corte luchó por más de un año y llegó a una definición
muy confusa.

La distinción entre tributación directa e indirecta fue recogida por los canadienses
en su constitución, la Ley de Norte América Británica, que restringe las facultades
tributarias de las provincias de Canadá. A finales de la década 1970, un impuesto
especial sobre el petróleo en Saskatchewan fue declarado ilegal porque el
impuesto ofendía las clasificaciones y restricciones de la constitución canadiense.
De paso, los canadienses y los británicos definen ‘impuestos directos’ de forma
bastante diferente a como lo hacen los tribunales estadounidenses. 12 Los
impuestos sobre la renta son impuestos directos y frecuentemente se mencionan
como tales. La mayoría de autoridades legales estadounidenses los consideran
como impuestos especiales sobre el recibo de ingresos, y por lo tanto indirectos.

108
El control primario sobre impuestos fugitivos debería haber estado sobre el poder
de gasto del Congreso. No hay ninguna duda de que los malos impuestos son el
producto de demasiados gastos. Controlen el gasto e inmediatamente los
impuestos serán controlados automáticamente. La reciente Enmienda de
Presupuesto Equilibrado a la Constitución está diseñada para hacer lo que los
Forjadores trataron de hacer con el Artículo I, Sección 8: El Congreso tenía el poder
de gravar impuestos ‘para pagar las Deudas y asegurar la Defensa común y
Bienestar general de los Estados Unidos.’ Las palabras clave son Deudas, Defensa,
y Bienestar general. Una vez mas, en los debates para ratificación y en El
Federalista, estas palabras fueron consideradas como el tapón o restricción final
sobre el gobierno federal. Los gastos fuera de aquellos términos serían ilegales e
inconstitucionales. Así, al controlar los gastos usted controla los impuestos y evita
que el gobierno federal se convierta un gobierno nacional todopoderoso. Por
supuesto, todo eso es historia. Como la regla de uniformidad, las restricciones de
gasto no tienen ningún significado. Pero tomémonos un momento para ver lo que
los Forjadores tenían en mente.

La frase ‘defensa común’ significaba que los gastos militares solamente podían
hacerse para defensa? Es decir, ningún fondo para guerras agresivas? Eso es
exactamente de lo que los Forjadores estaban hablando. En El Federalista, No. 32,
Hamilton dijo que se estaban embarcando en un ‘novedoso… experimento en
política, de atar de manos al gobierno de la guerra ofensiva, con base en razones
de estado; aún así ciertamente no debemos inhabilitarlo de cuidar la comunidad
en contra de la ambición o enemistad de otras naciones.’

Las razones para limitar el poder del Congreso de gastar para los militares era
debido a los altos costos e impuestos que se requieren. Como dijo Hamilton, los
costos de gastos no militares del gobierno ‘son insignificantes en comparación con
aquellos que se relacionan con la defensa nacional.’

Como indicamos, el concepto de limitar los dineros fiscales para la defensa


encontró un fuerte apoyo en Inglaterra y en las provincias españolas. También
vino al Nuevo Mundo y encontró su expresión en las primeras constituciones
americanas. En Las Leyes y Libertades de Massachusetts (1648), el reclutamiento
para servicio militar (que es un impuesto en forma de mano de obra) estaba
limitado a las guerras defensivas, dentro de la Mancomunidad.

Viendo hacia atrás durante los doscientos años pasados de historia


estadounidense es obvio que hubo varias guerras que no fueron defensivas, pero

109
que estaban en la categoría de Hamilton de ‘guerra ofensiva, basada en razones
de estado.’

La cláusula de ‘bienestar general’ también se consideró una restricción sobre


gastos del gobierno. No significaba nada en general, muy al contrario. Significaba
beneficiar a toda la nación. General significaba que no debería haber gastos para
un ‘bienestar especial.’ Usted no podía construir un proyecto sólo para beneficiar
a los neoyorquinos; el proyecto tiene que beneficiar a la nación como un todo.
Eso también es historia. El ‘barril con carne de cerdo’ simplemente es una palabra
de ciencias políticas para aquellos gastos que son para políticos que pudieron
cabildear una ley de gasto de ‘bienestar especial’ a través del Congreso. Hagan
valer la disposición de ‘bienestar general’ de la Constitución y la mayoría de la
corrupción por la malversación de fondos de los tributarios desaparecería.

Los Forjadores de la Constitución todos eran realistas sobre el gobierno, sin


ninguna ilusión sobre los peligros del poder político, aún en las mejores manos
con los hombres más sabios. El gobierno tenía que mantenerse bajo control, y en
armonía con el espíritu de la Ilustración, los gobiernos tienen que ser limitados y
esto solamente se podía lograr por medio de duros controles sobre facultades
tributarias y de gasto. Todos ellos creían que la Constitución que habían
producido haría justo eso; y al principio -- lo hizo. A pesar de ello, cuando
finalmente terminaron su trabajo y llegó la hora de firmar el documento, no había
ninguna euforia sobre el producto de su trabajo. El filosófico Dr. Franklin firmó el
instrumento ‘con lágrimas, y pidió perdón por hacerlo, por las dudas y recelos que
sentía.’ Después hizo la observación y predijo, ‘que su aspecto general era
dudoso; que podía durar por eras, involucrar a una cuarta parte del globo, y
probablemente terminaría en despotismo.’13 El miedo al despotismo aparece una
y otra vez en discursos y escritos, aún entre los fuertes partidarios como Franklin.
Esta vista negativa amainó con la Carta de Derechos y con los fuertes argumentos
propuestos en los debates de ratificación indicando que los poderes de tributación
y de gasto estaban grandemente restringidos. En tanto estos controles estuvieran
en su sitio, decían los partidarios, el despotismo podía ser reducido. Pero, nos
podemos preguntar, si los controles fallan, la profecía de Franklin llegará a
suceder?

Los Jóvenes del Whiskey

Siempre que los fines de un gobierno sean pervertidos, y la libertad pública puesta
en peligro de forma manifiesta, y todos los otros medios de remedio no sean

110
efectivos, la doctrina de no resistencia en contra del poder arbitrario, y opresión,
es absurda, servil, y destructora del bien y la felicidad de la humanidad.14

Un recaudador federal de impuestos al whiskey, embreado y emplumado, siendo


llevado fuera del pueblo por habitantes de Pennsylvania protestando en contra
del impuesto al whiskey promulgado bajo recomendación de Alexander Hamilton.

Alexander Hamilton se convirtió en el secretario de la tesorería de Washington.


Su nombramiento ha sido llamado ‘el hombre correcto, en el momento correcto,
en el lugar correcto,’ pero es dudoso que los campesinos en la frontera occidental
en 1794 estuvieran de acuerdo. Hamilton, siguiendo la obra La Riqueza de las
Naciones de Adam Smith, convenció al Congreso de adoptar un impuesto especial
sobre el whiskey para suplementar ingresos de aduanas, que no eran adecuados
para pagar las deudas de guerra de los estados. El impuesto al whiskey era, en
palabras de Hamilton, un impuesto al lujo. Además, la nación bebía demasiado
del mismo, de modo que el impuesto sería una medida de salud también.
También había habido impuestos al whiskey antes de la guerra, y esas experiencias
no habían sido malas. El congreso eventualmente siguió la solicitud de Hamilton
y puso un impuesto al whiskey, algunos artículos de lujo, las ventas por subasta, y
a los instrumentos negociables.

El impuesto al whiskey era un impuesto especial. Pronto se corrió el rumor que el


gobierno estaba a punto de poner impuestos a los alimentos y vestuario, e
introducir el odiado impuesto especial europeo en América. El tributo especial
puede haberse clasificado primero entre las quejas que llevaron a los inmigrantes
a América. Un diccionario inglés del siglo dieciocho define un impuesto especial
como: ‘un impuesto odioso gravado a productos, y declarado no por jueces

111
comunes de propiedad, sino por miserables contratados por aquellos a quienes se
paga el impuesto especial.’15 Esta fascinante definición, obviamente parcial en
contra del tributo, expresa los sentimientos ingleses sobre el impuesto. Para
muchos en América, el impuesto especial de Hamilton era una traición de la
revolución.

El impuesto especial al whiskey se metió en problemas inmediatamente. En la


frontera del oeste, el whiskey no era un artículo de lujo, sino el medio básico de
intercambio. El dinero era casi inexistente. Los granjeros cultivaban centeno, lo
destilaban para hacer whiskey, y transportaban el whiskey a través de las
montañas a Philadelphia, conde podía ser vendido o usado como trueque para
comerciar. El grano era muy voluminoso para transportarlo, de modo que el
impuesto golpeó al granjero del oeste muy duro. El impuesto del 25 por ciento en
efectivo era escandaloso; en realidad era un impuesto sobre el dinero. Para 1794
toda la región estaba en sublevación abierta. Los recaudadores del impuesto eran
embreados y emplumados, quemadas sus casas, y eran afortunados si no eran
linchados. Aún aquellos que estaban deseosos de pagar el impuesto no podían
hacerlo. Como un moderado de la Rebelión del Whiskey lo expresó: ‘Un aliento a
favor del impuesto era suficiente para arruinar a cualquier hombre.’16

Se creó al antecesor del Servicio de Rentas Internas para hacer valer el impuesto.
El país estaba dividido en catorce distritos con igual número de directores de
distrito. Cada director recibía 1 por ciento de los impuestos recaudados en su
distrito; cada agente recibía 4 por ciento de los impuestos que él recaudaba. Esto
dejaba 95 por ciento para la Tesorería. El sistema de comisión convirtió al
impuesto en un tipo de subcontratación de impuestos -- enfrentaba al agente
recaudador en contra del tributario. Mientras más impuesto recaudaba, más
ganancia personal para el recaudador.

En 1792, cuando se adoptó el impuesto, la región de la frontera protestó


pacíficamente. Hubo discursos, reuniones, y peticiones. En una reunión en
Pittsburgh, Albert Gallatin, quien se convirtió en un famoso senador y Secretario
del Tesoro bajo Jefferson, dijo que el impuesto era injusto y escandaloso. Los
impuestos especiales eran el azote de la tierra. Dijo Gallatin: ‘Todos los impuestos
sobre los artículos de consumo, debido al poder que necesariamente tiene que
ser investido en los funcionarios que los recaudan, al final destruirán la libertad de
cualquier pueblo que permita que los introduzcan.’17

112
El razonamiento de Gallatin se apoyaba en el eterno odio a los impuestos
especiales por los súbditos británicos, más trescientos años de experiencia
europea. Cuando el gobierno no tomó ninguna medida para derogar el impuesto,
los argumentos razonados pronto se volvieron exigencias de separación. Se
hicieron encuestas de libertad como lo habían hecho en Boston para protestar por
el Impuesto del Timbre. Los agentes del fisco eran llamados ‘malhechores’ o
‘forajidos’ y entre los rebeldes, que se llamaban a sí mismos los ‘Jóvenes del
Whiskey’, se prestaban juramento para no dar tregua ni ayuda a los agentes
fiscales. Los alguaciles que acompañaban a los recaudadores eran secuestrados,
desnudados, afeitados, y cubiertos con alquitrán y plumas. Los alambiques de
whiskey de los granjeros que pagaban sus impuestos eran agujereados con
escopeta por un tipo al estilo de Robin Hood, que se llamaba a sí mismo ‘Tommy
Tinker.’18

La hostilidad de los Jóvenes del Whiskey es ilustrada en la historia de un idiota de


la aldea local que jugando pretendía estar reuniendo información para los agentes
fiscales. Los hombres racionales hubieran ignorado a esta alma desamparada,
pero los tributarios enojados no son racionales. El idiota fue sacado de la cama,
llevado a un taller de herrería, desnudado, braseado con un metal caliente, y
después cubierto con alquitrán y plumas.

Cuando el orden civil colapsó en 1794, un juez de la Corte Suprema certificó la


existencia de un estado de insurrección en Pennsylvania del Oeste. Hamilton
convenció al Congreso de autorizar al Presidente Washington llamar a la milicia de
los cuatro estados adyacentes para hacer una demostración de fuerza.
Washington dirigía esas tropas. Esta fue la primera y única vez que un presidente
de Estados Unidos ha asumido su posición como comandante en jefe y dirigido a
las tropas en el campo, en uniforme de gala. Afortunadamente se evitó la
confrontación militar; los rebeldes se rindieron y aceptaron un convenio de
amnistía ofrecido por el gobierno federal. Ningún rebelde nunca fue a la cárcel.

El resultado final de la rebelión favoreció a los rebeldes. Jefferson derogó toda la


ley de impuestos especiales, que estos granjeros consideraban inconstitucional.
Este impuesto especial no era uniforme. Los plantadores del sur no pagaban
impuestos especiales sobre su producción básica de la granja (algodón y tabaco);
los productos agrícolas de los granjeros de Nueva Inglaterra no estaban gravados;
otros granjeros, comerciantes, y artesanos en el resto de la nación no pagaban
impuestos. Para que el impuesto fuera uniforme para todos, en variadas

113
circunstancias, no deberían estas otras personas pagar una carga similar? Este
argumento nunca fue respondido.

Los libros de texto siempre han alabado a la fuerte acción militar en contra de los
rebeldes del whiskey como una importante victoria para la nueva federación.
Pero hace poco, los historiadores han descubierto dónde se equivocaron. La
justicia estaba del lado de los rebeldes, y toda la operación militar fue una charada
(farsa) política instigada por Hamilton para mostrar a la nación la fuerza del
gobierno federal.19 Los rebeldes ya habían capitulado antes de que el ejército
saliera al campo. De los veinte rebeldes que fueron traídos de vuelta a
Philadelphia a enfrentar los cargos de traición, solamente dos fueron
sentenciados, y fueron perdonados por Washington. No solamente ahora los
rebeldes han sido exonerados, sino que la revuelta se ve como que tiene un
importante mensaje político para nuestros tiempos. Dijo un erudito reciente: ‘En
1991, como en 1791, la resistencia al impuesto envía señales de creencias
populares sobre cómo debería funcionar la democracia, señales que merecen una
atención razonada.’20

Además, la Rebelión del whiskey tiene también un importante mensaje histórico.


Aquí en la frontera de América un valiente grupo de ciudadanos defendió sus
derechos en contra de lo que claramente era un impuesto injusto bajo sus
peculiares circunstancias. Capitularon en vista de una posible fuerza militar
invencible, pero al final cuando Jefferson se convirtió en presidente, el impuesto
fue derogado, y lograron a través de medios democráticos lo que primero no
pudieron lograr con la violencia. Sin embargo, queda la pregunta, sin la violencia
se hubiera derogado el impuesto? Y, por ende, la revuelta fue una ‘medicina
necesaria’ para la buena salud del gobierno como creía Jefferson?

La Rebelión de Fries

Pronto después de aplastar la rebelión del whiskey, otra revuelta por impuestos
hizo erupción en el litoral del este, esta vez por colonos alemanes. En 1798 el
Congreso gravó su primer impuesto directo de dos millones de dólares sobre
tierra, casas, y esclavos. El impuesto fue asignado entre los estados como lo
requería la Constitución. La cuota de Pennsylvania era de $237,000, que caída
mayormente sobre la tierra y las casas. Las casas presentaban un problema de
valuación. Las valuaciones eran determinadas por el número y tamaño de las
ventanas en cada vivienda.

114
Cuando los valuadores llegaron a contar y medir las ventanas, los colonos
alemanes pensaron que el gobierno iba a gravar el odiado impuesto europeo al
hogar (chimeneas). Se organizaron en pequeñas bandas, se armaron, y peinaron
el terreno en busca de valuadores, quienes fueron secuestrados, asaltados, y
sacados de estos condados. Cuando algunos de los rebeldes fueron arrestados,
un subastador llamado John Fries marchó al tribunal y los liberó. El Presidente
John Adams llamó a la milicia. Fries fue arrestado, juzgado, y sentenciado de
traición y sentenciado a muerte. Pronto después fue perdonado por el Presidente
Adams, en contra del consejo de todo su gabinete.21

El Presidente Adams, como Hamilton, era un federalista. Su impuesto federal


directo a la tierra, al igual que el especial de Hamilton, era odiado en todo el país.
Cuando Jefferson se lanzó para Presidente en 1800, su plataforma de impuestos
anti federalista le ganó los corazones del pueblo y aseguró su victoria. El
descontento en contra de la política fiscal de los federalistas estaba en todos
lados. Después de ello el partido federalista se difuminó del liderazgo nacional y
con sus políticas, pronto desapareció de la historia. Los historiadores enfatizan las
sanas políticas monetarias de los federalistas y su efecto beneficioso sobre la
nueva nación, pero no indican que las leyes de impuestos que soportaban estas
políticas fiscales eran odiadas por el pueblo. Muchos americanos abiertamente
cuestionaban la sabiduría de la revolución. Debido a los federalistas, los
impuestos con representación se habían convertido en algo mucho peor que los
impuestos sin representación. Hamilton, como secretario del tesoro, puede haber
sido el hombre correcto en el trabajo correcto en el momento correcto, pero sus
impuestos fueron de la clase equivocada para su causa. Y mientras estos
impuestos pueden haber beneficiado al nuevo gobierno federal, destruyeron al
partido federalista en el proceso.

Ahora podemos poner en contexto histórico el comentario de Jefferson de que


había sido buena medicina para el gobierno el tener una rebelión cada veinte años
más o menos. En el curso de su vida, había habido casi una docena de rebeliones
de las que él sabía. Seis fueron en los Estados Unidos, comenzando con la Rebelión
al Impuesto del Timbre, y terminando con la Rebelión de Fries. Todas estas
rebeliones, incluyendo la Revolución Americana, fueron revueltas por impuestos
de diferentes grados de intensidad. En Europa hubo varias revueltas pro
impuestos en el siglo diecisiete, desde las revueltas por impuestos especiales en
Bretaña, hasta las revueltas de los contratistas recaudadores en los Países Bajos,
a las innumerables revueltas y la revolución en Francia. De nuevo, todas fueron
revueltas por impuestos. Entonces, cuando Jefferson nos dice que las rebeliones

115
son un buen tónico para el gobierno, en su marco de referencia él estaba hablando
de rebeliones a impuestos. Para una nación que cree en controles y equilibrios en
el gobierno, no hay duda que el control más efectivo en un mal sistema de
impuestos es lo que Jefferson tenía en mente. Aún pensaba que los gobiernos no
deberían desanimar las rebeliones o ser demasiado punitivos en contra de los
rebeldes exitosos:

Una observación de esta verdad debe llevar a los honestos gobernadores


republicanos a ser suaves en sus castigos para no desanimarlos demasiado. Es
una medicina necesaria para la buena salud del gobierno.22

Jefferson justificó la tolerancia para el desorden cívico y la rebelión haciendo


referencia a una máxima latina, ya no mencionada mucho hoy día: ‘Malo
periculosam libertatem quam quietam servitutem’ (‘Mejor una libertad peligrosa
que un servilismo pacífico’).

116
31
Fueron los Impuestos, y no la Esclavitud, lo que Causó
la Guerra Civil?

La farsa de que la ‘abolición de la esclavitud’ fue ya sea un motivo o


una justificación para la guerra es un fraude de la misma naturaleza
que aquel de ‘mantener el honor nacional.’
--Lysander Spooner, No Treason, 1870

La tarifa, entonces casi sinónimo con impuestos federales, fue


la causa principal de la Guerra Civil.
--American Heritage, junio de 1996

Uno de los mitos más populares en la historia americana es que la Guerra


Civil fue iniciada a causa de la esclavitud, y que Lincoln, como el Gran
Emancipador, llevó a la nación a una sangrienta guerra para romper las
cadenas de la servidumbre que engrilletaban a más de tres millones y
medio de estadounidenses negros. Esta historia popular en la niñez es una
fábula.

Al último momento antes de que se iniciara la Guerra Civil, los propietarios


de esclavos en el sur no tenían ninguna necesidad de ir a la guerra. Ellos
ya habían ganado todas las batallas sin disparar un tiro. Con la Corte
Suprema en el bolsillo, con Lincoln y el Congreso aprobando una enmienda
constitucional protegiendo la esclavitud para siempre, sin ninguna duda
eran los vencedores en su lucha para preservar el sistema de esclavos de
los Estados Unidos. Tenía que haber algo más que los hiciera disparar el
primer tiro.

Durante su campaña por la presidencia en 1860, Lincoln repitió una y otra


vez que él no interferiría con la esclavitud en el sur. Su primer discurso
inaugural lo dijo todo. Enfatizó la política anti-abolicionista de su
administración, que puede encontrarse en ‘casi todos los discursos
publicados de él y que ahora le dirige a usted. No hago otra cosa que citar

117
de uno de esos discursos cuando declaro que ‘No tengo el propósito, ni
directa ni indirectamente, de interferir con la institución de la esclavitud
en los estados donde existe. Creo que no tengo ningún derecho legal de
hacerlo, y no tengo ninguna propensión de hacerlo.’ ‘

Lincoln continuó en su discurso inaugural asegurando a los propietarios de


esclavos en el sur que los esclavos fugitivos serían devueltos. Para
proporcionar todavía más seguridad, el Congreso, con la aprobación de
Lincoln, propuso y aprobó una nueva enmienda constitucional que
declaraba que el gobierno federal nunca interferiría con la esclavitud en
ningún estado. Aún la Corte Suprema dio su bendición a la esclavitud en
el famoso caso de Dred Scott (1857). Todas las tres ramas del gobierno
federal se habían doblado hacia atrás para apaciguar al sur sobre la
esclavitud. Difícilmente hubieran podido hacer algo más.

Cuando comenzó la Guerra Civil, la causa moral del sur era fuerte -- querían
gobernarse a sí mismos; no había nada malo con eso. Por qué a la mitad
de los estados en la Unión se les negaba el derecho de autodeterminación?
No es ese un derecho fundamental humano y social?

La Guerra Civil llevaba dos años cuando Lincoln emitió la Proclamación de


Emancipación, y entonces únicamente después de repetidas derrotas
militares, y como un último recurso para movilizar al norte detrás de una
causa que valiera la pena. Aquí están las palabras de Lincoln sobre este
asunto:

Las cosas habían ido de mal en peor, hasta que creí que habíamos llegado
al final de nuestra cuerda en el plan que perseguimos; que habíamos
jugado nuestra última carta, y debemos cambiar nuestra táctica o perder
el juego. Ahora estoy determinado en la adopción de la política de
emancipación.1

La Guerra Civil de Estados Unidos ha recibido muchos nombres. Ha sido


llamada la Guerra entre los Estados, la Guerra de la Rebelión (el nombre
oficial), la Guerra de la Agresión del Norte (como era llamada en el sur), y
más exactamente -- ‘la Guerra del Hombre Rico y la Pelea del Hombre
Pobre.’ El conflicto se había estado cocinando por décadas. Había habido
una lucha prolongada entre los ricos plantadores del sur y los ricos
industriales del norte -- y no era sobre la esclavitud.

118
Para 1860 esta lucha se estaba volviendo en contra del sur. Los nuevos
territorios se estaban volviendo estados y la mayoría de ellos estaban
atados al norte. El centro de la vida económica y la población del país
estaban cambiando con fuerza hacia el norte y los intereses comerciales
que dominaban a las políticas del norte. Los sureños creían que era solo
un asunto de tiempo antes de que ellos se convirtieran en vasallos de sus
rivales comerciales del norte. Probablemente tenían razón. Su derrota en
la Guerra Civil solamente aceleró el día de la inevitable dominación del
norte.

La mayoría de las personas no se dan cuenta que antes de 1860 los sureños
dominaban las oficinas federales en los Estados Unidos. Más figuras clave
en el gobierno nacional venían del sur que de ningún otro lugar. El cuadro
siguiente demuestra la fuerza del liderazgo sureño en el gobierno federal
hasta el momento de la Guerra Civil.

Del Sur Del Norte Total


Presidentes 11 5 16
Fiscales Generales 14 5 19
Jueces de la Corte
Suprema 17 11 28
Portavoces del
Parlamento 21 12 33

La lista anterior representa la situación como estaba en 1860.2 Si los


mismos puestos son analizados en los 100 años de 1860 a 1960, el número
de sureños es casi cero. El Presidente Nixon finalmente renunció a tratar
de poner a un sureño en la Corte Suprema, que no había tenido un sureño
en cien años. Hemos tenido cuatro presidentes sureños en el último siglo,
y dos de ellos llegaron a la oficina desde la vicepresidencia, cuando el
presidente falleció en su puesto. La presidencia de Lincoln marcó una
nueva era en la política nacional que fue destacada por la exclusión de
sureños de todos los puestos principales en el gobierno nacional. Este fue
el precio permanente de la derrota que el sur sufrió en la Guerra civil.
Hasta que Jimmy Carter se convirtió en presidente, ‘sureño’ era todavía
una mala palabra en asuntos nacionales para la mayoría de la nación.

Cuáles fueron las causas del movimiento de independencia sureño en


1860? En qué formas el norte dominó al sur para llevarlos a la secesión?

119
Dado que la emancipación de los esclavos no era una parte de la
plataforma de Lincoln en 1861 cuando comenzó la guerra, qué fue lo que
llevó al sur a la secesión y rebelión cuando eligieron a Lincoln?

La respuesta a estas preguntas se encuentra en los escritos del período,


especialmente los discursos de los líderes del sur. El portavoz más
sobresaliente del sur era John C. Calhoun. El no era un rebelde, y no
comulgaba con la causa de la secesión. En 1850 él estaba muriendo.
Daniel Webster había entregado un gran discurso en el Senado sobre
preservar la Unión. Calhoun estaba demasiado enfermo para comparecer
y responder a Webster. Envió su respuesta a la cámara del Senado para
que la leyera uno de sus colegas. Mencionaba tres motivos de queja del
sur que podían llevar a la secesión de la Unión.

Las primeras dos quejas eran principalmente miedos de lo que podía


suceder. No era una lista de detalles para los cuales se buscaba
compensación. La primera era el hecho que el Sur había sido excluido de
la mayoría de nuevos territorios. Se temía que estos nuevos estados
tomaran el lado del norte en contra del sur y alteraran el equilibrio de
poder entre ellos. El segundo temor era sobre el crecimiento de poderes
del gobierno federal, a pesar de los límites fijados por la Constitución.
Calhoun podía ver en el horizonte la llegada de un gobierno nacional todo
poderoso que eliminara la soberanía del estado. Tuvo una visión notable,
y sus miedos han llegado a acontecer. El gobierno federal ya no tiene
ninguna limitación importante pero en 1850 un estado nacional todo
poderoso estaba muy lejos en el futuro.

La única queja concreta que Calhoun expresó involucraba a los impuestos.


Era una queja que había dominado la lucha entre el norte y el sur por
treinta años. Los intereses comerciales y de manufactura del norte habían
forzado a través del Congreso impuestos que oprimían a los plantadores
del sur y hacían ricos a los manufactureros del norte. Esa es la razón por
la cual la Guerra Civil a veces es llamada ‘la Guerra del Hombre Rico y la
Lucha del Hombre Pobre.’ Aquí están las palabras de Calhoun:

El norte ha adoptado un sistema de rentas y desembolsos, donde una


parte excesiva de la carga de impuestos ha sido gravada al sur, y una parte
indebida de sus réditos ha sido asignada al norte… El sur como la mayor

120
parte de exportación de la Unión ha en realidad pagado inmensamente
más de su justa parte de las rentas.3

Las leyes federales de impuestos de importación, en la opinión de Calhoun,


eran una legislación clasista en contra del sur. Los pesados impuestos en
contra del sur obtenían fondos que eran gastados en el norte. Esto no era
justo. Calhoun discutía además que los altos impuestos de importación
forzaban a los sureños a pagar ya sea precios excesivos por artículos del
norte, o impuestos excesivos. La competencia de Europa fuer aplastada,
dando así a los norteños el monopolio sobre los mercados del sur. Los
impuestos federales tenían el efecto económico de cambiar la riqueza del
sur al norte -- al igual que las naciones de la OPEC han estado haciendo con
las naciones consumidoras de petróleo desde 1973.

La primera rebelión del sur sobre los altos impuestos de importación llegó
en 1832. Se convocó una convención en Carolina del Sur para anular los
nuevos impuestos federales de importación. Fueron declarados
inconstitucionales y el gobernador fue autorizado a resistir cualquier
intento de hacerlos valer por el gobierno nacional. Andrew Jackson
reaccionó fuertemente y parecía como que una guerra civil se estaba
gestando. Pero las mentes frías y lúcidas prevalecieron y se llegó a un
compromiso. La tarifa (impuestos de importación) iba a reducirse en los
pocos años siguientes a niveles que Carolina del Sur pudiera tolerar. Este
fue el gran Compromiso de 1833.

La doctrina de que un estado podía anular una ley federal que consideraba
inconstitucional tenía una historia respetable. Jefferson y Madison
primero sugirieron la doctrina en 1798. Se había utilizado para anular leyes
federales en Pennsylvania, los estados de Nueva Inglaterra, Georgia, y
Alabama. Era una alternativa pacífica a la guerra civil y la secesión. El
gobierno federal recibía su poder de los estados, de modo que los estados
tenían el derecho de retirar lo que se les daba si los gobiernos federales
abusaban de su autoridad. Hoy día en Canadá se ha propuesto una
doctrina similar por Alberta, y otras provincias anti federalistas.

La tarifa de 1828 fue llamada ‘la tarifa de abominación,’ un término bíblico


que significaba el mayor mal. Antes de ese tiempo la tarifa era necesaria
para pagar la deuda nacional de las guerras de 1812 y la revolución misma.
Para 1832 la deuda nacional estaba pagada y ya no había ninguna

121
justificación para las altas tasas de los impuestos de importación, excepto
promover un monopolio en las manos de industriales del norte para elevar
los precios para los consumidores del sur. El sur exportaba casi tres cuartos
de sus artículos y a su vez usaba el dinero para comprar artículos europeos
que soportaban un alto impuesto de importación. Esto significaba que el
sur pagaba aproximadamente tres cuartos de todos los impuestos
federales, la mayor parte de los cuales se gastaban en el norte. Si ellos no
compraban artículos extranjeros y pagaban altos impuestos, la alternativa
era comprar productos manufacturados en el norte a precios
excesivamente caros. De cualquier forma el dinero del sur terminaba en
el norte. La injusticia de este arreglo dominaba las hostilidades sureñas
hacia el norte. Dijo un historiador: ‘La indignación en contra de la tarifa
como un impuesto injusto ofensivo a su economía era general en todo el
sur.’ Un sureño, un año después de que terminó la Guerra Civil, expresó
esa indignación en un libro adecuadamente llamado La Causa Perdida:

En cada medida que la inventiva de la avaricia podía idear, el norte exigió


del sur un tributo, que éste solo podía pagar a costas y en la naturaleza
de un inferior en la Unión.4

La Guerra Civil comenzó en 1861 cuando los de Carolina del Sur dispararon
sobre la guarnición en Fort Sumter, una isla en el puerto de Charleston,
Carolina del Sur. El hombre que dio la orden de fuego del primer disparo
era Edmund Ruffin. El después se suicidó al oír de la rendición de Lee en
1865. En la víspera de la Guerra Civil (1865), escribió un artículo que era
popular en todo el Sur, instando a la secesión y prediciendo un gran futuro
para los Estados del Sur: ‘Los estados del norte no hubieran obtenido ni la
mitad de su grandeza y riqueza actuales, que han sido construidas sobre
los tributos exigidos al Sur por la política legislativa [altos impuestos de
importación].’5

El Sur, decía Ruffin, sería el doble de rico y poderoso si no fuera por las
políticas impositivas del norte. Los sureños se veían a sí mismos como
vasallos que pagan tributo al norte cada vez que compraban artículos del
norte o pagaban impuestos de importación.

Respecto al asunto de los esclavos, a la mayoría de norteños no les


importaban mucho los negros en servidumbre, al igual que no les
importaban los indios en el Oeste o los pobres trabajadores analfabetas en

122
las fábricas. En general muchos esclavos negros recibían mejor tratamiento
y más compasión que sus contrapartes en el norte.6

Lincoln fue el presidente más poderoso que los Estados Unidos ha


conocido jamás. Con frecuencia era brutal. Los civiles eran juzgados por
tribunales militares para que se les negara el juicio por jurado y otros
procedimientos judiciales adecuados. Las personas que desaprobaban sus
políticas eran encerradas sin un juicio. Un ejemplo chocante involucró a un
demócrata del norte de Ohio llamado Clement Vallandigham. El era una
‘paloma’. Se oponía a la guerra y propugnaba la paz. En marzo de 1863,
ante una reunión política en Ohio cuando era candidato a gobernador,
denunció que la guerra era ‘malvada y cruel,’ y acusó que era emprendida
para ‘entronizar el despotismo republicano en América.’ Llamó a Lincoln
un dictador y denunció su política del impuesto sobre la renta con estas
palabras: ‘A través de una ley impositiva, una como nunca se ha impuesto
a ningún pueblo conquistado, ellos [los republicanos] tienen la posesión…
de toda la propiedad del pueblo en el país.’7

Lincoln reaccionó con furia. Eso sí, este era un mitin político para el partido
demócrata. No era la primera vez que un presidente de los Estados Unidos
había sido llamado tirano por la oposición. No había nada en los agudos
comentarios de Vallandigham que no fuese parte del accidentado actuar
de la política americana. Pero Vallandigham fue arrestado y acusado ante
un tribunal militar en Ohio, aún cuando los tribunales civiles estaban
abiertos y Ohio no era una zona de guerra. El tribunal militar encontró
culpable de expresar ‘sentimientos de traición.’ En lugar de encerrar o
fusilar a Vallandigham, Lincoln hizo que fuese exilado por la fuerza al sur.
Él no era del sur, de modo que Vallandigham se fue a Canadá y desde allí
pudo llegar a la Convención Demócrata en 1864 para etiquetar la guerra
como un fracaso.

Su sentencia por un tribunal militar por expresar ‘sentimientos de traición’


es igual a las prácticas pasadas de la antigua Unión Soviética. Aleksandr
Solzhenitsyn fue expulsado de la Unión Soviética por la misma razón que
Lincoln sacó a Vallandigham fuera de los Estados Unidos. Solo imaginen,
los Soviéticos podrían haber usado a Abraham Lincoln como una autoridad
para deportar a Solzhenitsyn y otros disidentes rusos!

123
Lincoln no estaba solo en sus duras políticas o estrictas medidas
impositivas. El presidente de la Confederación del Sur, Jefferson Davis, fue
atacado por los sureños con la misma vehemencia:

El gobierno de Richmond de todas formas se decantó rápidamente hacia


el despotismo, y por cuatro años ejerció poder absoluto sobre un pueblo
obediente y que no se quejaba. No toleraba ningún cuestionamiento, no
permitía ninguna resistencia, no escuchaba ninguna reconvención.
Gravaba impuestos de naturaleza extraordinaria a un pueblo ya
empobrecido casi al punto de la inanición.8

Un artista de un periódico contemporáneo atacó el tratamiento


presidencial de Vallandigham y otras ‘palomas’ de la Guerra Civil. La
nota al pié de la caricatura de la ‘Campanita’ citaba una carta del
Secretario de Estado William H. Seward a Lord Byron, un ministro
británico, en estos términos: ‘Milord, puedo tocar una campana con mi
mano derecha, y ordenar el arresto de ciudadanos de Ohio; puedo tocar
una campana de nuevo, y ordenar el encarcelamiento de un ciudadano
de New York; y ningún poder sobre la tierra, exceptuando aquel del
Presidente, puede liberarlos. Puede la Reina de Inglaterra hacer lo
mismo?’
La ley ‘extraordinaria’ de impuestos era un impuesto sobre la renta, que muchos
sureños consideraban como prueba del despotismo confederado. Había un
impuesto del 10 por ciento sobre las ganancias y un impuesto del 10 por ciento
sobre el rendimiento de todas las cosechas. Esta era una clase de ‘impuesto sobre
la renta en bruto.’ Aparentemente no había ninguna deducción por costos y

124
gastos. Davis era tan poco popular para algunos de sus sureños coterráneos como
lo era en el norte.

La rebelión en Carolina del Sur en 1832 fue un preludio a cosas mayores y más
violentas. Era el primer intento del sur de hacer una rebelión; 1861 fue su último
intento. Lincoln era apoyado en su apuesta por la presidencia por los industriales
ricos del norte. Era su hombre y por mucho tiempo había sido su abogado. En el
corazón de esta plataforma estaba un retorno a los altos impuestos de
importación, que recordaban la ‘abominación de tarifas’ de 1828. Tan pronto
como el Congreso se reunió en 1861 la alta tarifa fue promulgada como ley y
firmada por el Presidente Buchanan antes de que Lincoln tomara posesión. La
Tarifa Morrill, como se le llamaba, fue la tarifa más alta de la historia, duplicando
las tasas de la tarifa de 1857 a un promedio de 47 por ciento del valor de las
importaciones. Los productos de hierro fueron gravados con más del 50 por
ciento. Esta fue la gran victoria republicana, y sus correligionarios estaban felices.
Habían satisfecho sus pagarés a los industriales y hombres de negocios del norte.
Pero por esta escandalosa tarifa para el sur, las puertas de la reconciliación se
cerraron. En el discurso inaugural de Lincoln él se había comprometido a cobrar
impuestos de aduanas en el sur aún si había una secesión. El tenía una posición
conciliadora con la esclavitud; con los impuestos de importación era amenazante.
Fort Sumter estaba en la entrada al Puerto Charleston, lleno de tropas federales
para apoyar a los funcionarios aduaneros de los Estados Unidos. No fue muy difícil
para los enojados ciudadanos de Carolina del Sur el disparar el primer tiro.

En ese entonces los republicanos estaban propugnando una tarifa alta a través del
Congreso, los sureños estaban haciendo justo lo contrario. Adoptaron su nueva
constitución, diseñada a la imagen de la Constitución de los Estados Unidos, con
una disposición única que prohibía los altos impuestos de importación. El
Congreso Confederado no podía crear una tarifa alta aún cuando quisiera.
Jefferson Davis, el primer presidente de la Confederación, justificó la secesión en
su discurso inaugural haciendo referencia a la Declaración de Independencia,
enfatizando después el asunto de los impuestos de importación. Los cargos y
restricciones de aduanas y comercio se mantendrían en un absoluto mínimo, dijo.
Con bajos impuestos el comercio de América del Norte se cambiaría de New York,
Boston y Philadelphia a Savannah, Charleston, y New Orleans. Esto obligaría al
norte a establecer una cadena de estaciones de aduanas y patrullas fronterizas
desde el Océano Atlántico al Río Missouri, y algunas más. Los norteños podían
clamar el comprar artículos libres de impuestos del sur. Esto podía significar un
desastre para los industrialistas del norte. La secesión ofrecía al sur no solamente

125
la libertad de la servidumbre fiscal del norte, sino una oportunidad para
convertirse de oprimido en opresor. Los yanquis iban a retorcerse ahora!

Esta caricatura del principio de la Guerra Civil promueve la paz a través de la


negociación. El poder militar del norte es mostrado por Lincoln como un policía
que secuestra a Jefferson Davis en Queer Street (un lugar para las personas con
problemas). Davis sostiene en su mano a la Tesorería de los Estados Unidos,
simbolizando la riqueza y los impuestos del sur. Desafortunadamente, esta vista
de la paz no prevaleció.

126
En la Cámara de los Comunes Británica en 1862, William Forster dijo que él creía
que era reconocido generalmente que la esclavitud era la causa de la Guerra Civil
en los Estados Unidos. La Cámara le contestó a gritos, ‘No, no!’ y ‘La tarifa!’ 9 Es
muy probable que los intereses comerciales británicos, que dominaban la Cámara
de los Comunes, estuvieran más sintonizados con la economía de la Guerra Civil
que los intelectuales y escritores. La opinión de que la esclavitud causó la Guerra
Civil fue popularizada por John Stuart Mill, el escritor británico principal sobre
economía política en ese entonces. El con fuerza expresó su opinión en el popular
periódico británico Frazer’s Magazine en febrero de 1862. Este artículo después
fue impreso de nuevo en América en la revista Harper’s. Era una refutación de los
artículos escritos por su antiguo enemigo de la pluma, Charles Dickens, quien
escribió que los impuestos eran la causa del conflicto, no la esclavitud. La tesis de
Mill de que la esclavitud causó el conflicto había dominado el pensamiento de la
Guerra Civil en América (exceptuando en el sur, por supuesto) hasta estos días. 10
Daba un noble propósito a la furiosa embestida del norte a la Confederación, para
encubrir los problemas económicos reales que estaban en juego.

Las causas de la Guerra Civil han sido discutidas por más de cien años. Las razones
más comunes dadas son la esclavitud y grandes conflictos culturales. Las
diferencias en cultura eran muy grandes, pero las diferencias culturales
regularmente no producen una rebelión. El asunto de los esclavos era emocional
para ambos lados, especialmente para el sur, exceptuando que Lincoln y el
Congreso se inclinaron hacia atrás para garantizar la esclavitud en todos los
lugares donde existía, y la decisión de Dred Scott aún calmó más a los propietarios
de esclavos: El poder del congreso de prohibir la esclavitud en los territorios se vio
restringida, y la ciudadanía no aplicaba a personas de ascendencia africana. La
institución de la esclavitud nunca estuvo más legalmente segura que lo estaba en
1860.

En 1832 la defensa del sur en contra de la tarifa alta era el poder de la ‘anulación.’
Para 1850, los pensadores constitucionales del sur habían cambiado a la secesión.
Calhoun era uno de los grandes proponentes de la anulación en 1832; para 1850
estaba respondiendo a Webster con amenazas de secesión.

La generación de líderes en el norte y sur en los años 1850 han sido llamados la
‘generación torpe’. Los Webster, Clay, y Calhoun, que habían mantenido a la
Unión junta a través del compromiso, ya no estaban. Toma una gran capacidad
de liderazgo y capacidad el arreglar diferencias a través de medios pacíficos.
Cualquier idiota puede comenzar una guerra. Esta fue una generación de idiotas.

127
A los esclavos no les fue tan bien después de que terminó la guerra. Cuando las
apuestas estaban hechas en una competida carrera presidencial, los republicanos
vendieron al hombre negro río abajo por un par de votos electorales. La Corte
Suprema siguió el ejemplo y les dio pleno apoyo para la segregación. ‘Separados
e iguales’ era la sentencia de dicho alto tribunal, aún cuando cualquier idiota de la
aldea sabía que las instalaciones públicas proporcionadas para los negros eran
cualquier cosa menos iguales. Armados con el poder de segregar, los legisladores
del sur empujaron al hombre negro de vuelta a la servidumbre económica,
analfabetismo educativo, y una especie de tendencia al ‘Tío Tom’. Si la esclavitud
era un asunto tan importante en la Guerra Civil, donde murieron más de la tercera
parte de un millón de norteños, por qué la lucha por la libertad del hombre negro
fue cortada en su inicio una década más tarde?

Las guerras en realidad no son luchadas para liberar a alguna minoría


desafortunada no involucrada directamente con el conflicto. Los pueblos que
quieren libertad tienen que luchar por ella ellos mismos. Los extranjeros que
vienen en su ayuda normalmente tienen motivos ulteriores, especialmente si el
extranjero es una nación. La preocupación del norte por el hombre negro
esclavizado era más fachada que substancia.11 Había preocupaciones económicas
que eran mucho más irresistibles. Este editorial en un periódico de Boston en las
vísperas de la Guerra Civil es muy revelador:

No se requiere una extraordinaria sagacidad para percibir que el comercio es tal


vez el motivo controlador que opera para evitar el retorno de los estados
sediciosos a la Unión que han abandonado. Las quejas que se alegan acerca de la
esclavitud eran originalmente las causas de la separación de los estados de
algodón; pero la máscara ha caído, y es aparente que el pueblo de los principales
estados sediciosos está propugnando la independencia comercial. Ellos sueñan
que los centros de tráfico puedan ser cambiados de puertos norteños a los del
sur. Los comerciantes de New Orleans, Charleston y Savannah están poseídos
con la idea de que New York, Boston, y Philadelphia puedan ser esquiladas de su
grandeza mercantil, por un sistema de rentas que raya en el libre comercio. Si se
le permite a la Confederación del Sur realizar una policía según la cual solamente
se grava un impuesto nominal a las importaciones, no hay duda de que los
negocios de las principales ciudades del norte se verán seriamente dañados por
ello.

La diferencia es tan grande entre la tarifa de la Unión y aquella de los Estados


Confederados que todo el noroeste debe considerar ventajoso el comprar sus

128
artículos importados en New Orleans en lugar de New York. Además de esto, los
intereses de manufactura del país sufrirán de la importación aumentada
resultante de los bajos impuestos… El [gobierno] estaría falseando sus
obligaciones si este estado de cosas no fuesen puestas bajo control.12

Es difícil ver el editorial anterior como cualquier cosa que no sea una llamada a las
armas en contra del sur. El norte y el sur lucharon sobre el comercio, estando
todos los hombres de negocios del norte amenazados por los extremadamente
bajos impuestos de importación en el sur, que podría traer la ruina económica al
comercio en el norte. El sur iba a hacer al norte lo que Roma hizo a Rodas. (Ver el
Capítulo 8.)

El asunto de impuestos en la Guerra Civil no era una causa glamorosa como la


esclavitud. No involucraba ningún propósito mayor para ningún banco. Los nobles
asuntos que ambos bandos mantenían como la causa de su lucha le recuerdan a
uno los nobles y sublimes propósitos que los súper poderes profesan con
frecuencia para cubrir su imperialismo. El punto aquí es que el norte no fue a la
guerra para liberar esclavos y el sur no se separó debido a un cruzado de gatillo
fácil en contra de la esclavitud en la Casa Blanca.

Para todos los sureños de todas las castas sociales, la tarifa republicana en 1861
significaba mayores precios, un costo de vida más alto, grandes ganancias para los
Yankees en el norte, y dinero del sur en los cofres nacionales para que Lincoln lo
gastara para el Partido Republicano y los que lo apoyaban. La secesión ofrecía una
liberación de la servidumbre republicana. Además, abría una oportunidad para
que el sur reemplazara al norte en el comercio del Nuevo Mundo.

En el discurso inaugural supuestamente conciliatorio de Lincoln hubo un


comentario que tiene que haber pescado la atención de los sureños. Lincoln
prometió que ‘no habría ni derramamiento de sangre ni violencia,’ ni ‘uso de la
fuerza’ en contra de los estados sediciosos; aún los correos serían abandonados si
no eran queridos. Pero los impuestos eran otra cosa. Lincoln ‘cobraría las cargas
e impuestos, pero más allá de lo que pueda ser necesario para estos objetivos, no
habrá ninguna invasión, ni uso de fuerza en contra o entre los pueblos en ningún
lugar.’ En otras palabras, el sur se podía separar en tanto pagaran sus impuestos
al norte! Con razón dispararon en Fort Sumter. Lincoln les había dado un
ultimátum de impuestos o guerra.

129
El discurso de Lincoln también llamó la atención de los escritores británicos. En la
popular revista Fraser’s Magazine (como nuestro Time y Newsweek) Lincoln es
mostrado como un líder respetable, no ansioso de ir a la guerra. Exceptuando por
el cobro de impuestos en los puertos del sur, por retener fuertes federales en
suelo del sur para cobrar impuestos, y usar la fuerza para volver a tomar
cualesquiera fuertes que los sureños hubieran secuestrado, él no invadiría el sur.13
Fue esta política la que comenzó la Guerra Civil, y no existe la menor sugerencia
de que la esclavitud fuese ningún tipo de cuestión. En realidad, era el asunto en
que la mayoría de norteños y sureños estaban de acuerdo.14 Los abolicionistas
eran una minoría extremadamente pequeña e impopular que había sido
repudiada en las elecciones de esa era.

El cobro de impuestos y la recuperación de fuertes federales estaban íntimamente


relacionados. Tan pronto como el 15 de enero de 1861, el periódico Philadelphia
Press, el principal de Pennsylvania, detalló la relación entre los dos, y ambos los
cuales, en palabras de Lincoln, serían una excusa para la invasión del sur. Dijo la
Press:

Los fuertes son de principal importancia para hacer valer las leyes de impuestos.
Sus cañones cubren tanto terreno como es necesario para permitir a los Estados
Unidos hacer valer sus leyes… Los Estados Unidos debe mantener esos fuertes.
No es un asunto de coaccionar a Carolina del Sur, sino de hacer valer las leyes de
impuestos… El punto práctico, de cualquier forma, es -- ya sea las leyes de
impuestos de los Estados Unidos sean o no hechas valer en todos esos tres
puertos, Charleston, Beaufort, y Georgetown, o se conviertan o no en puertos
libres, abiertos al comercio del mundo, sin ninguna otra restricción sobre ellos
que las que Carolina del Sur considere apropiada imponer…
Los fuertes tienen que ser mantenidos para hacer valer las leyes de impuestos, no
para conquistar un Estado.

Cinco años antes de la Guerra Civil, Lysander Spooner de Massachusetts, un


abogado de espíritu libre que había sido un abolicionista fuerte y vociferante,
escribió un panfleto condenando la hipocresía de aquellos que profesaban que la
Guerra Civil fue peleada para liberar a los esclavos:

Todos estos gritos de haber ‘abolido la esclavitud,’ de haber ‘salvado al país,’ de


haber ‘preservado la unión,’ de establecer ‘un gobierno de consentimiento,’ y de
‘mantener el honor nacional,’ son todos engaños burdos, vergonzosos,
transparentes -- tan transparentes que no deben engañar a nadie.15

130
En 1927 los grandes eruditos Charles A. y Mary R. Beard expusieron lo que puede
haber sido el primer estudio profundo de la historia americana. Cautivó a los
eruditos al igual que a los laicos. Después de examinar cuidadosamente los hechos
relacionados con la esclavitud y la Guerra Civil, llegaron a la siguiente conclusión:

Por lo tanto, dado que la abolición de la esclavitud nunca apareció en la


plataforma de ningún gran partido político, dado que la única mención nunca
hecha al electorado sobre tal asunto fue rechazada con burlas, dado que el
portavoz de los republicanos [Lincoln] enfáticamente declaró que su partido
nunca tuvo la intención de interferir con la esclavitud de ninguna forma o manera,
parece ser razonable el asumir que la institución de la esclavitud no fue un
problema fundamental durante la época que precedió al bombardeo del Fort
Sumter.16

Finalmente, el asunto de qué ‘causó’ la Guerra Civil depende de lo que usted


entienda por causa. Montesquieu, en su obra sobre la caída de Roma, dijo que
eran causas generales y causas especiales en funciones en cualquier estado, y
cuando una nación cayó porque perdió una batalla, siempre había causas
generales en funciones que lo hicieron posible.

No hay ninguna duda de que las sociedades del norte y del sur tenían muchos
conflictos que hasta 1860, habían sido resueltas de manera pacífica, o
simplemente toleradas sin ninguna resolución. Pero en 1860 el sur cambió sus
tácticas y vio la secesión como una mejor solución a estos conflictos y como un
camino a una mayor prosperidad. Usted podría decir que el acto de secesión
surgió como un anhelo de independencia, como hoy día las repúblicas soviéticas.
Si la política fiscal del norte hubiera tranquilizado al sur, se habrían salido de la
Unión? A diferencia del problema de los esclavos, el conflicto de impuestos no
era negociable para ambos lados. El apaciguamiento era la política del norte hacia
la esclavitud; hacia el evitar pesados impuestos, la política era hacerlos valer con
poder militar.

La secesión es sin duda la causa de la Guerra Civil. Es la tesis de este capítulo que
los impuestos fueron el factor más importante para ambos lados. La esclavitud
del sur iba a ser tolerada por el norte; los puertos libres del sur no. La guerra fue
causada cuando los exaltados sureños bombardearon un fuerte federal en el
puerto de Charleston. La guerra también fue causada cuando Lincoln decidió
apaciguar esta rebelión con fuerza militar. Pero detrás de estos actos de violencia
y secesión misma, había un problema de impuestos donde ninguno de los dos
bandos quería ceder. La libertad de los impuestos opresivos causó la Revolución

131
Americana, la Revolución Francesa, y revueltas y rebeliones en toda la historia,
demasiadas para contarlas. La Guerra de la Rebelión, como se llamó oficialmente,
tenía en su núcleo lo que había estado en el corazón de la mayoría de rebeliones
desde nuestros primeros registros históricos, los impuestos.

132
Parte VIII
El Monstruo que Puso el Huevo de Oro

Los gobiernos han estado gravando las rentas estilo carrusel desde el inicio de la
historia. In realidad, la mayoría, si no todos los impuestos son pagados por rentas,
aún cuando no son medidos por las mismas. Cuando los romanos y egipcios
tomaban un porcentaje de la cosecha, estaban gravando las rentas, excepto que
gravaban la producción bruta estimada; no había deducciones por costos y gastos
y no tomaban en cuenta si había una mala cosecha. Un impuesto a la producción
del 10 pro ciento fácilmente pudo haber sido un impuesto sobre la renta del 20-
50 por ciento por métodos contables modernos. El subsidio inglés inicial estaba
relacionado con las rentas como lo estaban algunos impuestos de capitación,
especialmente los graduales. El primer impuesto sobre la renta llegó en el postrer
período medieval en 1404. Desafortunadamente, sabemos muy poco sobre este
impuesto. Un historiador inglés temprano, Thomas Walsingham (1372-1422),
escribiendo poco después de que este impuesto y sus registros fueran obliterados,
dijo que el impuesto tenía que mantenerse escondido de la posteridad porque era
tan malvado. Ninguna evidencia del mismo debía ser preservada en la Tesorería
ni en la Oficina del Tesoro, y por orden del Parlamento, todo registro escrito del
impuesto tenía que ser quemado. Otro historiador británico, tan tarde como
1803, lo llamó un ‘monstruo repulsivo sin precedente.’1 Este poema sobrevivió:

Un nacimiento monstruoso mostrado al mundo para enseñarle lo que se podía


hacer, y escondido por los historiadores, de modo que el mundo no sepa lo que
no se puede o no se debe hacer.2

El impuesto sobre la renta llegó a Bretaña de nuevo como una medida impositiva
de guerra para satisfacer las terribles exigencias fiscales de las guerras con
Napoleón. Probó ser mucho más productiva de rentas de lo que se imaginaron.
Pronto el impuesto se diseminó a todo el mundo -- se había encontrado un
impuesto que ponía un huevo de oro. La diseminación del impuesto sobre la renta
a todo el mundo añadió una prueba más a la observación de Adam Smith, ‘No hay
habilidad que un gobierno aprenda más rápidamente de otro que aquella de
drenar el dinero de los bolsillos del pueblo.’3 La evolución del impuesto sobre la
renta en las prácticas desarrolladas en el siglo veinte ilustra otro tema histórico
que sucede con demasiada frecuencia -- es decir, un buen impuesto se vuelve
malo. El impuesto sobre la renta, que en el siglo diecinueve en Bretaña parecía
ser un buen impuesto, con bajos costos, alta producción, una cantidad tolerable

133
de intrusiones en la libertad personal, mas un razonable sentido de equidad,
evolucionó a un vehículo que si no se frena, era fácilmente capaz de transformar
una sociedad orientada a la libertad en un estado totalitario donde la rebelión,
huída, y fraude existen rampantes. El espionaje en contra de todos los ciudadanos
por parte del gobierno, que tanto caracterizó las burocracias de seguridad interna
de los estados totalitarios, encontró una contraparte en las democracias
occidentales en sus espías fiscales. Las dependencias de espías de los estados
totalitarios están interesadas en la seguridad interna, la policía fiscal en el
occidente está interesada en la seguridad de las rentas. Los fines difieren, pero el
alcance del espionaje no.

El impuesto sobre la renta como ha evolucionado presenta a la civilización muchos


grandes problemas y dificultades. El futuro de nuestras libertades y aún de
nuestra misma civilización probablemente dependerá más de cómo solucionamos
esas dificultades más que de ninguna otra cosa. Esta no es una observación única,
ni la nuestra es una condición única. Ha ocurrido durante toda la historia con tanta
frecuencia que no necesita mucho comentario. La alcabala hundió a la España
imperial, y cuando el gobierno finalmente entró en razón para corregir los males
en su sistema fiscal era demasiado tarde. El hábito del fraude se ha vuelto
demasiado arraigado en el orden social. La mayoría de gobiernos no puede
reconocer la sabiduría de estas simples verdades: Usted no puede legislar en
contra de la cultura y la naturaleza humana. Cuando usted grava demasiados
impuestos, la consecuencia inevitable será la rebelión (el Imperio Español estaba
plagado de revueltas), huída para evitar el impuesto (los mejores cerebros de
España se fueron de la madre patria para evitar los impuestos), y fraude (la evasión
estaba en todos lados en miles de formas). El añadir mayores medidas punitivas
para hacer valer malos impuestos solamente agrava la situación. El impuesto
sobre la renta está siguiendo el patrón de la alcabala con un giro moderno. La
alcabala al principio proporcionaba las rentas para hacer de España el súper poder
del período moderno temprano; el impuesto sobre la renta ha permitido que los
Estados Unidos se convierta en el súper poder de nuestros días.

El impuesto sobre la renta ha tenido sus puntos positivos. Proporcionó las rentas
para permitir a América tomar parte en varias guerras en el siglo veinte, algunas
buenas y algunas no tan buenas. Tal vez su mayor beneficio ha sido su alteración
del capitalismo. Los gobiernos podían ordenar una gran parte de la riqueza
nacional y usarla para corregir injusticias sociales y mejorar el orden social sin
revolución.

134
En la mayoría de países industriales la pobreza ha sido grandemente reducida y en
algunos países no existe. Las reivindicaciones marxistas que dicen que el
capitalismo cada vez mas oprimiría a los trabajadores -- que el trabajo infantil,
sueldos de hambre, horas de trabajo más largas, y condiciones de trabajo poco
seguras empeoraría -- no han sucedido. Hoy día, dichas predicciones son
disparates. Los trabajadores en los estados capitalistas industrializados tienen
estándares de vida mucho mejores que los mejores de los antiguos estados
comunistas, como los europeos del este han visto. Las naciones capitalistas han
corregido los defectos en su sistema del siglo diecinueve sin la necesidad de volver
a hacer el orden social. Los impuestos han frenado la acumulación de demasiada
riqueza en las manos de los pocos. La riqueza de los súper ricos ha sido dividida.
Nuevas leyes protegen a los trabajadores, y garantizan buenos salarios y buenas
condiciones de trabajo. La mano de obra infantil no existe. Los marxistas han sido
flanqueados por la inventiva de las leyes fiscales y laborales. Es irónico que Marx
fuera el autor de altos impuestos progresivos, que en sí mismos han revolucionado
la sociedad. Poco más ha sido necesario, ciertamente ninguna revolución y todo
el sufrimiento y caos que trae a la humanidad. El defecto más flagrante del
marxismo ha sido su celo por ir más allá del objetivo. De manera similar, el defecto
más flagrante del impuesto sobre la renta ha sido su celo para excederse en el
cobro de impuestos.

135
32

El Impuesto que Derrotó a Napoleón

Las leyes modernas del impuesto sobre la renta vienen de las Leyes Británicas de
Impuesto Sobre la Renta de la era napoleónica, comenzando en 1799. Las
declaraciones de impuestos de este primer impuesto sobre la renta muestran una
marcada similitud con las declaraciones que presentamos cada mes de abril. Aún
los anexos son similares. Usted las podría adjuntar a su declaración moderna y
probablemente pasarían la auditoría. Esta ley del impuesto sobre la renta ha sido
llamada ‘El Impuesto que Derrotó a Napoleón.’ Sin duda era la contribución más
importante de Bretaña a los sistemas fiscales del mundo moderno.

La Revolución Francesa fue un evento triste para aquellos líderes de la Edad de la


Razón que tenían altas esperanzas puestas en la capacidad del hombre de
gobernarse a sí mismo con razón y justicia. Hemos aprendido mucho desde la
Revolución Francesa, y principalmente hemos aprendido que las revoluciones
tienden a salirse de control, y con mucha frecuencia sustituyendo un tirano por
otro.

El gobierno de la Francia revolucionaria cayó sobre la Asamblea Nacional, que no


tenía ninguna experiencia en gobernar una nación. No tenía dinero y muy poco
sentido común -- los hombres de las ideas estaban en todos lados, pero los
impuestos y los recaudadores no estaban en ningún lado. La Asamblea condenó
el impuesto sobre la sal y después se volvió y pidió a todos pagarlo hasta que se
pudiera pensar en algo más. Después de que este impuesto voluntario a la sal
fuese ignorado, la Asamblea les pidió a todos los franceses donar una cuarta parte
de sus ingresos a la Asamblea. Sin ninguna burocracia fiscal, este dispositivo de
rentas extremadamente sofisticado fue ignorado también, junto con un impuesto
a la tierra que fue adoptado. Finalmente, la Asamblea decidió robar a la iglesia,
estilo Enrique VIII. Se emitió papel moneda, respaldado por las tierras de la iglesia,
pero toda vez estas tierras fueron vendidas, el gobierno se rehusó a redimir el
papel moneda. Pronto se volvió sin valor.

El caos fiscal fue seguido del peligro del exterior. Los estados aristocráticos de
Europa se unieron para expulsar la nueva república. Con el país en peligro, la
Asamblea entregó el gobierno a un general atrevido y agresivo, Napoleón. Pero al

136
igual que Castro en la Cuba moderna, el futuro de la revolución fue determinado
por la personalidad de Napoleón más que sus ideas y principios.

Toda vez en el poder, Napoleón ignoró la constitución, que prohibía guerras


agresivas, y trató de cumplir sus sueños de conquistar Europa. Los impuestos iban
a ser su talón de Aquiles. Los campesinos franceses ingenuamente creyeron que
estaban luchando para terminar con los impuestos. Conforme el emperador
cabalgaba por las calles de París sobre su caballo blanco, era saludado con estas
palabras: ‘Plus d’impôts, a bas des riches, a bas la rèpublique, vive l’Empereur!’
(‘No más impuestos, abajo con los ricos, abajo con la república, larga vida al
Emperador!’).

Por supuesto, Napoleón no podía poner fin a los impuestos, pero cualquier
aumento o nuevas cargas estaban fuera de discusión. Al final, fue obligado a
continuar con sus grandiosas aventuras militares sin las rentas para sostenerlas.

‘Abajo los imuestos’: Este grito de guerra de la Revolución Francesa demostró ser el
enemigo más invencible de Napoleón, y eventualmente contribuyó más a su derrota que
el invierno ruso en Waterloo. Se muestra de nuevo el dragón de muchas cabezas del
impuesto.

Los impuestos de capitación no eran aceptables bajo ninguna circunstancia. Eran


el yugo del despotismo. Los impuestos sobre la renta eran simplemente otra
forma de impuestos de capitación. Los impuestos sobre el consumo (especiales)

137
estaban asociados con los recaudadores de impuestos, que habían sido liquidados
en la revolución. Finalmente, el gobierno se replegó al impuesto sobre la tierra de
los fisiócratas. Los fisiócratas creían que toda la riqueza ultimadamente venía de
la tierra, y por tanto solamente la tierra podía ser gravada. Esto significaba que el
comercio debería estar libre de impuestos o reglamentos cargosos -- lo que
podríamos llamar el laissez-faire de última generación.

Algunos impuestos comerciales fueron adoptados además del impuesto sobre la


tierra. Los tenderos y hombres de negocios pagaban un impuesto de licencia
gravado al 10 por ciento de su renta anual. Había un impuesto sobre los ‘bienes
muebles’. Los ricos pagaban impuesto sobre carruajes, hogares de chimeneas, y
aún sirvientes domésticos. Era difícil evaluar a los trabajadores y los campesinos
y por tanto el gobierno tomaba tres días de salario por año. El impuesto más
exitoso era el impuesto sobre casas y ventanas, estilo británico, que duró hasta
1925.

Napoleón introdujo más impuestos infructuosos que exitosos. Se trató con el


octroi, o peaje de la ciudad, pero los campesinos de nuevo quemaron las casetas
de peaje y oficinas de aduanas. Los impuestos a la sal fueron introducidos y
rápidamente rechazados. ‘Matar a los gabeleurs’ estaba todavía en los corazones
del pueblo.

Finalmente, se descartó el pedir prestado porque Napoleón creía que la mano que
prestaba estaba por encima de la mano que pedía prestado, y él no iba a inclinarse
ante nadie, especialmente los banqueros.

Los impuestos básicos que Napoleón desarrolló eran sensibles y equitativos como
un todo, pero no podían sostener sus aventuras militares. Al final, Napoleón trató
de hacer funcionar sus ejércitos con el pillaje, lo que significaba que él no podía
soportar derrotas. Sin una sólida base de rentas, Waterloo en algún momento era
inevitable. En resumen, la caída de Napoleón fue propiciada por el impuesto sobre
la renta recién inventado en Bretaña y por su determinación de realizar caras
aventuras militares sin un sistema de impuestos adecuado. Casi cualquier sólido
sistema de impuestos hubiera derrotado a Napoleón.

Al principio los británicos trataron de sostener la guerra con rentas tradicionales -


- especiales, costas, impuestos a las herencias, a la tierra, y aduanas. Pero estos
impuestos no eran suficientes, aún cuando fuesen extendidas al límite. Los
cerebros en el erario público buscaron un nuevo dispositivo de rentas.

138
Los impuestos especiales no eran la respuesta porque gravaban el comercio en el
lugar equivocado -- en el consumo. El bulto de la riqueza comercial de Bretaña
estaba con el productor, no el consumidor. Un impuesto debería caer sobre el
productor, pero no sobre su capital. Por lo tanto, un impuesto sobre la renta era
la única alternativa.

Podríamos decir que el impuesto sobre la renta llegó a través de la puerta lateral.
Pitt introdujo un gran paquete de pequeños impuestos llamados la Valuación
Triple, que gravaba todo desde polvo para el cabello hasta escudos de familia. Un
escritor británico llamó a esta valuación ‘un fiasco fiscal sin paralelo en la historia
de nuestros impuestos.’ Este llamado fiasco estaba asociado a una condición
única que daba a los tributarios la opción de pagar el impuesto sobre la renta
graduado hasta un 10 por ciento en lugar de las valuaciones. Para adoptar un
impuesto sobre la renta el gobierno simplemente abandonaba las valuaciones y
dejaba la condición del impuesto sobre la renta. Pitt no podía saber que la opción
del impuesto sobre la renta que él originalmente adjuntó a sus valuaciones se
convertiría en el invento fiscal más importante del mundo moderno; dentro de
unos cien años sería adoptado por todas las naciones importantes en el mundo.

El impuesto sobre la renta de Pitt supuestamente iba a ser reemplazado seis


meses después de que la guerra terminara. Pero para 1816, el impuesto había
estado operando por más de quince años, muchos fallos se habían eliminado del
sistema, y muchos hombres en el área fiscal del gobierno deseaban que
continuara. Pero la mayoría de británicos odiaba al impuesto, más de lo que el
gobierno se imaginaba. El líder de la oposición al impuesto resumió, en foro de la
Cámara de los Comunes, los sentimientos del pueblo británico:

Dañaba en grado mayor a lo que producía de rentas, y estaba dispuesto a admitir


que era un impuesto muy productivo. Esperaba que el país se levantara como un
solo hombre en contra del mismo… Esta extensión del poder burocrático en la
vida diaria podría ser el heraldo de una tiranía que abarcaba todo.1

139
‘Somos los impuestos gravados.’ Diciembre de 1797. Huéspedes no bienvenidos
presentándose a sí mismos a John Bull en forma corpórea. El pregunta en sorpresa, y en
alarma, ‘Qué desean, pequeños demonios? No estoy plagado yo de suficientes de
ustedes? Más trabajo de carteristas, me imagino?’ Los demonios responden con cortesía,
‘Por favor, Su Excelencia, somos los impuestos gravados.’ El demonio real, como los
británicos pronto descubrirían, era la alternativa del impuesto sobre la renta contenido
en esta ley de impuestos.

El impuesto fue rechazado por una gran votación que estipulaba la destrucción
total de todos los registros gubernamentales pertenecientes al impuesto, como
sucedió con el impuesto sobre la renta de 1404. Los registros fiscales quemados,
como los hombres muertos, no cuentan historias.

Hubo un giro histórico raro, y todavía inexplicado, con la quema del primer
sistema del impuesto sobre la renta de Bretaña. El ministro del impuesto sobre la
renta retenía un juego duplicado de todos los registros fiscales en el Tribunal del
Erario, que no fue destruido, aún cuando se reportó que el ministro en realidad
alimentó los fuegos para quemar los registros. Por qué él de manera intencional
retuvo un juego completo de todo no se sabe. Por qué él arriesgó su empleo por
un asunto que no le concernía? Fue por una orden secreta del primer ministro?
Nunca lo sabremos.

La generación de británicos que vivieron bajo el impuesto sobre la renta de Pitt


tuvo que morir antes de que el impuesto fuera introducido de nuevo. Mientras
tanto, miles de pequeños impuestos cargaban a la sociedad. La teoría fiscal

140
británica se había movido de la búsqueda del impuesto justo a una política de
gravar todo lo que se veía: ‘Gravar ligeramente un número infinito de puntos pero
pesadamente ninguno. En otras palabras, simplicidad en los impuestos… debe ser
evitada de la forma más diligente.’

Uno de los impuestos más raros de este período era un ‘impuesto al


conocimiento,’ que era un impuesto a los periódicos diseñado para reprimir a la
prensa. Los periódicos habían criticado libremente al gobierno desde el tiempo
de Walpole, y el gobierno no podía reprimir directamente a la prensa, pero podía
gravar a los periódicos de la oposición hasta el silencio. Un impuesto del timbre
cerró la puerta de la mayoría de periódicos en contra del ‘establishment’. Los
periódicos de la clase alta también fueron gravados, pero continuaron en el
negocio porque sus lectores se podían dar el lujo de pagarlos. Así, a través de los
impuestos el gobierno podía lograr indirectamente lo que no podía hacer de
manera directa -- ponerle un bozal a los periódicos reformistas y críticos.

Esta práctica es común hoy en día, y lo ha sido por más de un siglo. Por años el
impuesto de capitación en el sur prohibía votar a los negros. Las meseras topless,
casas de subastas, o cualquier otro negocio incipiente puede ser cerrado por un
impuesto muy pesado. El Congreso de los Estados Unidos adoptó un impuesto a
la marihuana para eliminar con ello el fumar marihuana. Un día en San Francisco
un joven fue a las oficinas centrales del Servicio de Rentas Internas para pagar su
impuesto. Después de esperar algún tiempo, un enojado funcionario del SRI le
dijo que se fuera. El SRI no estaba orientado a cobrar este impuesto, solamente
para procesar por falta de pago.

Con el tiempo los intereses comerciales británicos comenzaron a quejarse sobre


el efecto depresivo que estos innumerables impuestos tenían sobre el comercio.
Se comenzó a desarrollar una nueva filosofía fiscal, que era que no se debía cobrar
ningún impuesto que no produjera una cantidad sustancial de rentas. Dado que
todos los impuestos dañaban a alguien, o a alguna actividad mercantil, era lógico
suponer que ningún impuesto estaba justificado a menos que fuese productivo,
en otras palabras, el país debería tener el menor número de impuestos que
produjeran las mayores cantidades de rentas. En 1842, esta filosofía finalmente
prevaleció cuando Sir Robert Peel adoptó un impuesto sobre la renta modesto,
fijo del 3 por ciento a ser retenido en la fuente, en la mayoría de los casos. Los
registros de impuestos serían privados y se nombraron comisionados especiales
para asegurar el mantenimiento de la privacidad. Peel dijo:

141
Esta caricatura sobre el impuesto a periódicos muestra una sola página de
aproximadamente diez pies de largo como una forma para reducir el impuesto, que era
gravado sobre cada página. Los periódicos del mundo hoy día continúan teniendo páginas
grandes, que fueron iniciadas para evitar pagar el impuesto.

Ustedes deben ya sea recurrir a impuestos directos o indirectos, es solo una


comparación de males. Yo nunca he negado que de las consultas surgen muchas
molestias… de la imposición de un impuesto sobre la renta… Por lo tanto, un
cierto grado de escrutinio inquisitorial es inseparable de un impuesto sobre la
renta.2

El impuesto sobre la renta de 1842 iba a ser revocado en tres años, cuando se
esperaba que los ingresos del gobierno estuvieran equilibrados. Desafortunada
(o afortunadamente), el impuesto sobre la renta produjo un 50 por ciento de más
rentas de lo que se esperaba. Peel había destapado un cofre de oro; había poca
oportunidad que nunca fuese revocado; y en realidad, nunca lo fue. A los hombres
de negocios les gustaba porque retiraba los grilletes de los incontables impuestos
pequeños que lastimaban el comercio y producían pocas rentas.

142
Willliam Gladstone siguió a Peel en fijar un curso determinado para abolir el
impuesto sobre la renta, pero al igual que Peel no pudo encontrar una alternativa
adecuada. Gladstone creía que el impuyesto nunca se podría haber justificado
como un dispositivo de rentas permanente, sin importar su potencial de producir
ingresos:

El sentimiento público de su desigualdad es un hecho muy importante en sí


mismo. La inquisición que implica es una desventaja muy seria, y los fraudes a los
cuales lleva son un mal de tal calibre que no es posible caracterizarlo en términos
demasiado duros.3

Gladstone también vio los impuestos como el control del Todopoderoso sobre la
guerra. El hombre era un animal propenso a la guerra, pero el hombre odiaba los
impuestos, y guerra significaba impuestos. En tanto los impuestos agobiaran al
pueblo, las guerras se podrían evitar.

Para 1875, contrario a las intenciones de Gladstone, el impuesto sobre la renta se


había vuelto permanente en la vida británica. El culpable de esto, dijo Gladstone,
era el ‘gasto público’ y el abandono del espíritu de ahorro en el gobierno. Los
miembros del Parlamento estaban más interesados en gastar dinero que en
desarrollar un sistema impositivo modesto y equitativo.

La libertad también sufrió por los altos impuestos, ya que la recaudación de


grandes rentas requiere un ejército de oficiales fiscales con gran poder. En tal
situación, las delicias de gastar hacen que los políticos se inclinen hacia el oficial
fiscal que pone mantequilla en su pan en lugar de beneficiar al tributario que
produce la mantequilla. La analogía de pan y mantequilla de Gladstone apunta
con precisión al problema que encaran los reformadores hoy día.

El impuesto sobre la renta se ha convertido en un impuesto de gran compromiso,


aún cuando inicialmente no fue adoptado en una atmósfera de compromiso. Los
políticos y filósofos en el siglo dieciocho lucharon para encontrar los modos de
impuestos más justos. En los siglos diecisiete y dieciocho el gran problema había
sido el ‘consentimiento.’ Pero el consentimiento no garantizaba la justicia -- esa
fue la dolorosa lección del siglo dieciocho cuando la guerra entre clases se
desencadenaba en el Parlamento sobre los privilegios fiscales. En Francia, donde
la monarquía era suprema, esta misma guerra de clases se desencadenaba en la
corte del rey. Ambos sistemas produjeron impuestos que sobrecargaban a
algunos y no lo suficiente a otros.

143
John Bull, ‘cloroformado’ por la revocatoria del impuesto a las ventanas, no se da cuenta
que el impuesto sobre la renta de Peel, que lo había reemplazado, le roba la cartera.

Al final del siglo dieciocho, los filósofos de la Era de la Razón se volvieron al antiguo
concepto griego de que un impuesto justo debe pesar de manera proporcional
sobre los ingresos y riqueza de una nación, exceptuando los pobres que deben ser
exonerados de impuestos o pagar muy poco. No debe haber ninguna otra
excepción. Esta teoría era suficientemente sana, pero los problemas
administrativos eran insuperables. Las invasiones de privacidad necesarias para
adecuadamente evaluar un impuesto a la riqueza eran inaceptables a una
sociedad románticamente enamorada de la libertad. Un modesto impuesto al
hogar de las chimeneas era llamado esclavitud, y casi llevó a Bretaña a la
revolución cuando un inspector de impuestos era solo requerido de entrar a un
edificio y contar el número de chimeneas. Una inspección restringida de ingresos
bajo cuidadosas limitaciones era sin duda tan lejos como cualquier político se
atrevía a ir en Bretaña. En Francia, ningún político se atrevería a ir tan lejos. La
guillotina todavía estaba bien engrasada para recaudadores de impuestos

144
impopulares. La búsqueda por el impuesto justo se detuvo. Los hacedores de
impuestos se volvieron prácticos. Un impuesto podría lastimar el comercio? Sería
aceptado por el pueblo? Estos asuntos, y no los ideales filosóficos dominarían el
derecho de hacer impuestos hasta nuestros días.

El impuesto sobre la renta no solamente era una forma de compromiso de


impuesto a la riqueza, sino que era una alternativa a l impuesto a la tierra de los
fisiócratas. La riqueza de una nación se puede medir mejor por sus ingresos, no
sus tierras. La tierra ignora el comercio, dinero, bienes personales, e ingresos del
trabajo y servicios. El impuesto sobre la renta solamente ignora la propiedad que
no produce rentas. Pero este no es un problema serio; nadie, de manera
intencional, adquiriría propiedades para evitar un impuesto sobre la renta del 10
por ciento. En otras palabras, nadie sacrificaría 90 centavos para ahorrar 10
centavos; eso discutían los proponentes del impuesto sobre la renta.

Hubo beneficios comerciales. El impuesto sobre la renta era una alternativa a


aumentos en aduanas, especiales, y timbres -- las cargas naturales del comercio.
Por todas sus imperfecciones, el impuesto sobre la renta era la mejor forma de
impuestos diseñada hasta entonces. Finalmente, conforme pasaron los años, los
miedos de los primeros críticos demostraron ser infundados. El notable erudito
en economía de 1911, Profesor Seligman, indicó en su estudio clásico de
impuestos sobre la renta que después de cien años el impuesto sobre la renta
nunca excedió del 6 por ciento, y ‘las primeras quejas sobre la naturaleza
inquisidora del impuesto desde entonces han casi desaparecido.’ 4 Esa
observación, por supuesto, parece ridícula hoy día. Pero en 1911, cómo uno podía
haber predicho otra cosa?

Durante el siglo diecinueve los estados alemanes también estaban


experimentando con impuestos sobre las rentas. A diferencia de los británicos, el
sistema prusiano convocaba a los tributarios ante las autoridades de rentas para
su examen. Se exigía a todos los tributarios declarar y pagar su impuesto. La
vigilancia prusiana era tan extensa que un legislador alemán declaró, ‘El país está
cubierto con un sistema perfecto de espionaje.’ Pero la opresión prusiana no
preocupaba al occidente democrático. Tal sistema inquisidor ‘sería poco práctico
casi en cualquier otro lado… en ningún otro lado el pueblo es tan dócil en cara a
la burocracia. En ningún otro país en el mundo sería posible hacer valer un
procedimiento tan inquisitivo como hemos sabido que se acostumbra en Prusia.’5

145
En unos pocos años esta observación por el importante experto fiscal en América
sería contraria al curso de desarrollo de casi cualquier sistema de impuesto sobre
la renta en el mundo. Los mismos peores miedos del alarmista en la era
napoleónica llegarían. El espíritu de la modesta ley de impuesto sobre la renta de
Bretaña se volvería anticuada e impracticable; mientras que el espíritu del sistema
prusiano del impuesto sobre la renta pronto infectaría a todas las naciones sobre
la tierra con altos impuestos. En resumen, los británicos inventaron la forma de
nuestras modernas leyes del impuesto sobre la renta, pero los prusianos nos
dieron la fuerza por la cual el mismo opera hoy día.

A los alemanes les gustan las caricaturas que muestran a los tributarios siendo plastados de una
u otra forma. Esta caricatura que trata con el impuesto sobre la renta en Alemania en el siglo
diecinueve involucraba una tasa de impuestos del 8 por ciento máximo. Las cargas fueron
resultado más de la forma en que el impuesto fue administrado que de las tasas.

La historia del impuesto sobre la renta francés siguió un curso diferente a aquel
en Bretaña. Aún cuando el impuesto sobre la renta era el impuesto que derrotó
a Napoleón, no fue sino hasta mediados de la I Guerra Mundial que los franceses
encontraron el momento de adoptar el sistema británico del impuesto sobre la
renta. La razón principal puede ser rastreada hasta la Revolución Francesa, que
fue una revolución enraizada en un sistema de impuestos corrupto. Tan mala
como fue la Revolución con su operación excesiva de la guillotina y los sicópatas
que por un tiempo dirigieron ese monstruo homicida, produjo una repugnancia a
los malos impuestos que duró cien años. Los franceses debatieron, propusieron,
discutieron, y maldijeron el impuesto sobre la renta durante todo el siglo
diecinueve. La idea de la tarifa progresiva era un atropello de injusticia y ellos no

146
querían ver nada con eso; la inquisición que requería el impuesto no era menos
indignante y no querían ver nada con eso tampoco. De modo que sin importar qué
tan productivo pudiera ser el impuesto, ellos estarían derrotando el propósito
mismo de la Revolución si se instituyera tal monstruo.

Cien años más tarde (1967), un tributario alemán de nuevo es aplastado por una enorme prensa.
Los lectores alemanes deberían reconocer al Canciller Kiesinger con la cubeta y los Ministros de
Finanzas (Strauss) y Economía (Schiller) dándole vuelta al tornillo. La leyenda dice: ‘Espere, y
tendrá un segundo milagro económico.’

Desde la Revolución y después de Napoleón, los franceses tuvieron algo parecido


al impuesto sobre la renta, pero principalmente tuvieron principios fiscales que
tenían que ser seguidos. El impuesto sobre la renta tendría que cumplir con esos
principios:

1. Un impuesto debe gravarse a una cosa, no a una persona.


2. Era, tanto como fuese posible, un impuesto sobre la renta estimado. La
renta imponible no era la renta exacta o verdadera, pero una renta
promedio, la renta promedio de una cierta finca o un cierto negocio en un
período de años.
3. La renta imponible era determinada desde afuera, por medio de señales
externas (qué tan próspero uno se veía), en otras palabras, su renta
supuesta. La idea de una declaración estableciendo su renta, con

147
disposiciones punitivas, era para los franceses, intolerable y una
interferencia con la libertad del ciudadano.

En resumen, el sistema de impuestos tenía un fuerte sentido de individualismo


que se basaba en las ideas de la Revolución. Era un sistema de impuestos hecho
para una nación de pequeños propietarios, de fabricantes y comerciantes en una
escala pequeña o moderada, cada una firmemente asentado en su granja, tienda,
o negocios, y muy celoso de sus derechos y viendo al Estado como un enemigo.
Involucraba, principalmente, el mínimo de contacto entre el recaudador de
impuestos y el tributario, con un máximo de libertad para este último. Por un
siglo, hasta que llegaron las duras exigencias de la I Guerra Mundial, Francia en
realidad hizo lo que usualmente es imposible -- hicieron que el sistema de
impuestos estuviera subordinado a la libertad. La Gran Guerra terminó con todo
ello. Para el final de la Guerra, los franceses tuvieron su forma de impuesto sobre
la renta con la colección acostumbrada de ‘apéndices’ que requieren los
impuestos sobre la renta estilo británico.

Fue durante este período anti impuesto sobre la renta que los franceses regalaron
a los Estados Unidos la Estatua de la Libertad. En ese entonces tanto los
estadounidenses como los franceses consideraban el impuesto sobre la renta
inquisitorial como anatema a la libertad. Uno se pregunta, los franceses del siglo
diecinueve hubieran hecho tal regalo si los Estados Unidos hubiese tenido en
operación un impuesto inquisitorial, como lo hace hoy día?

148
33
Andamio para el Pillaje

Si el sistema escalonado de 1 por ciento a 80 por ciento no es un ‘andamio para


el pillaje’, me gustaría saber qué lo es.
--James Coffield, A Popular History of Taxation (Londres, 1970)

El año 1894 puede haber sido el año fiscal más importante de la civilización.
Bretaña adoptó nuevos derechos sucesorios con tasas progresivas, y los Estadso
Unidos adoptó un impuesto sobre la renta. Las tasas progresivas en Bretaña
pronto fueron aplicadas a impuestos sobre la renta en todos lados. Los hábitos
fiscales de la civilización nunca serían lo mismo. En los Estados Unidos el impuesto
sobre la renta y el impuesto a las propiedades pronto revolucionarían a la
sociedad. La conexión entre el 1894 real y el 1984 ficticio de Orwell puede resultar
siendo más que una transposición de números. Si la sociedad de Orwell, con su
Hermano Mayor que todo lo ve, llega a la civilización occidental, las raíces de ese
monstruo pueden ser rastreadas a las leyes de impuestos de 1894.

Tenemos dos formas distintas de impuestos por muerte -- impuestos a las


herencias e impuestos a las propiedades, o derechos sucesorios. Se grava un
impuesto o derecho estatal sobre las propiedades de una persona fallecida, sin
importar los beneficiarios. A diferencia de ello, un impuesto sobre la herencia ve
los beneficiarios y los grava a diferentes tasas dependiendo de su relación con el
difunto.

Los impuestos modernos a la herencia llegaron de los holandeses, quienes


diseñaron sus impuestos siguiendo a los romanos. Los hijos y esposas estaban
exonerados; a los hermanos se les gravaba con 5 por ciento; y las tasas
aumentaban para parientes más distantes. Los extraños pagaban 30 por ciento.
Los impuestos a la herencia estilo holandés fueron copiados por los británicos para
financiar la guerra en contra de la independencia americana. El Primer Ministro
británico, Lord North, era un discípulo de Adam Smith, quien se adhería al
impuesto a las herencias. El parlamento fijó las tasas de impuestos a un 2 por
ciento para legados a hermanos y 6 por ciento para donaciones a extraños. Este
impuesto solamente era aplicable a legados de bienes personales, no bienes
inmuebles, y por tanto a veces se le llama un impuesto a legados. Más tarde los
niños eran gravados con 1 por ciento conforme las tasas aumentaron para todos

149
los demás con un impuesto del 10 por ciento para extraños en la parte superior
de la escala. Es notable que este formato haya sido copiado casi palabra por
palabra en las leyes a herencias en la mayoría de los estados de los Estados Unidos.
Fuera de los Estados Unidos, los impuestos a las herencias han tenido una
importancia mixta. Muchos países, tales como Canadá y Australia, los han
abandonado.

Los impuestos a legados fueron populares en la Edad Media. Un impuesto a


legado del 25 por ciento no era raro contra un judío rico. Los campesinos daban
a sus señores la mejor vaca de un miembro fallecido de su casa. Como
observamos, la vaca usualmente era devuelta a los campesinos como un gesto de
buena voluntad y sentido común. En las esferas más altas de la sociedad medieval,
los herederos de un noble pagaban al rey la renta de un año sobre sus tierras
heredadas. A su vez, el rey les concedía estado aristocrático a los herederos.

Los impuestos modernos a los legados son de origen británico. El impuesto puede
ser rastreado a la Ley del Timbre de 1694. Los documentos legales requerían
impuestos del timbre y esto incluía las ‘Cartas’ de un albacea. Las ‘Cartas
Testamentarias’ eran emitidas a cada albacea por un tribunal testamentario, de
conformidad con una directiva en un testamento. Los albaceas debían estampar
un timbre de rentas en sus cartas de nombramiento. En 1853 Gladstone trató de
liberar a la nación del impuesto sobre la renta haciendo el impuesto del timbre
para albaceas más productivo y equitativo. Para 1881, el impuesto del timbre de
los albaceas se convirtió en un derecho estatal. Un impuesto del 3 por ciento del
valor de una propiedad se convirtió en la tarifa para el nuevo impuesto. Los bienes
inmuebles eran valuados por su valor de alquiler en lugar de su verdadero valor.
El alcance del impuesto fue expandido para abarcar fideicomisos, bienes en
tenencia mancomunada, y bienes vitalicios. Con estos cambios el impuesto
moderno a las propiedades estaba sólo a un paso.

En 1894 Sir William Harcourt terminó lo que Gladstone comenzó. Todas las
propiedades eran valuadas por lo que valían en tarifas progresivas que variaban
de 1 al 8 por ciento. El formato básico del Impuesto a la Propiedad de Harcourt
ha permanecido sin cambio y ha sido copiado en los Estados Unidos. Las tarifas
más altas hoy día son de 55 por ciento en los Estados Unidos, y aún más altas en
Bretaña. Este impuesto directo a la riqueza es una parca para los súper ricos. La
única forma en que la gran riqueza puede sobrevivir es a través de una cuidadosa
planificación del impuesto estatal. En Europa los ingleses ricos se van a residir a
un paraíso fiscal, tales como Jersey o Mónaco. En los Estados Unidos, las

150
fundaciones privadas eran un sistema favorito. La fundación permitía a los
herederos de un legado pudiente administrar los bienes del legado para fines
caritativos, pero con una cantidad considerable de latitud y discreción para
administrar estos fondos y propiedades. En 1969 el Congreso exigió a las
fundaciones privadas actuar como caridades públicas. Se promulgaron
reglamentos detallados y penalidades impositivas para prohibir a las fundaciones
que se convirtieran en un espectáculo familiar. Los súper ricos en los Estados
Unidos que establecieron fundaciones privadas descubrieron que habían caído en
una trampa. Los europeos ricos en los paraísos fiscales tenían propiedad absoluta
sobre toda su riqueza familiar, mientras que las familias ricas americanas habían
perdido todo confiando en la benevolencia del Congreso.

El impuesto sobre la renta en Bretaña en la era napoleónica tenía tasas


progresivas. Cuando Peel y Gladstone restauraron el impuesto sobre la renta
usaron una sola tasa para todso; de otra forma, la ley nunca sería aprobada.
Endulzaron la administración del impuesto estableciendo la retención en la fuente
siempre que fuese posible. Cuando Harcourt pidió tasas progresivas sobre los
impuestos estatales, la pregunta que hizo el Parlamento fue: ‘El Honorable
Canciller tenía la intención de introducir tarifas progresivas para el impuesto sobre
la renta también? Harcourt dijo que no -- enfáticamente no! Las retenciones en la
fuente representaban un 75 por ciento de todos los impuestos sobre la renta, lo
que eliminaba mucho del mal inherente en la administración del impuesto sobre
la renta. Si las tasas era progresivas, los beneficios de la retención se perderían:

No existe ningún fisgoneo inquisidor en las formas y medios de cada individuo.


Usted no exige ver su libro de caja o chequera sino que el impuesto es deducido
en la mayoría de casos de la renta antes de que le llegue… medidas de
descubrimiento penal e inquisición irritante que requieren la determinación de la
renta de cada hombre de todas las fuentes haría el cobro del Impuesto Sobre la
Renta tan odioso que podría poner en peligro su existencia, y con toda
probabilidad haría imposible mantener el impuesto.

La respuesta de Harcourt a los Comunes disipó sus temores de que tasas


progresivas podrían ser aplicadas al impuesto sobre la renta. Para un impuesto a
propiedades, las tasas progresivas no involucraban ninguna investigación
aidcional o ‘fisgoneo inquisidor.’ Había una fuerte oposición a las tasas
progresivas por parte de otro Canciller del Erario, quien condenó la idea con estas
palabras:

151
Pero dónde encontrará usted un estándar de qué es correcto tomar?.. Yo creo
que el estándar variará de Parlamento a Parlamento y de mayoría a mayoría; y el
principio del impuesto dependerá de la onda de la opinión pública, y no sobre la
igualdad de impuestos que ha sido impregnada en nuestras finanzas… Me
angustia que esta graduación no se convierta en una clase de andamio para el
pillaje… existe la posibilidad de infligir injusticia tras injustica porque usted no
tiene ningún estándar que lo guíe -- ningún punto de referencia para ponerlo a lo
largo del camino de los impuestos.1

La resistencia a las tarifas progresivas finalmente sucumbió en 1910 cuando Lloyd


George convenció al Parlamento de introducir un ‘súper impuesto.’ Esta
sobretasa, como la llamaríamos ahora, tenía comisionados especiales y era
gravada sobre rentas de más de £5000. Las tasas eran muy modestas, solo unos
pocos por cientos. George argumentó a los Comunes que a los ricos no les
importaría, y que no había ‘ningún resentimiento real en contra de esta
propuesta… No lo hemos hecho opresivo. Lo hemos hecho perfectamente justo.
Las graduaciones son bastante suaves.’2

Así para 1910 los impuestos sobre la renta británicos evolucionaron en forma a
donde están hoy día, y esa misma forma se ha diseminado en todo el mundo con
pocos cambios reales, exceptuando por una mayor y mayor complejidad, y mayor
y mayor progresión, hasta que las graduaciones ‘bastante suaves’ se han
convertido en brutalmente severas, y el consentimiento ha evolucionado a
extorsión. En resumen, el Dr. Jekyll se ha convertido en Mr. Hyde.

El congreso adoptó un impuesto sobre la renta en 1894, el año del Impuesto a la


Propiedad de Harcourt. Los americanos que pelearon este impuesto sobre la
renta en tiempo de paz tenían una súper arma que los británicos no tenían --
tenían a la Constitución de su lado.

El primer impuesto sobre la renta de America fue adoptado durante la Guerra


Civil, como anotamos, y fue rechazado después de que terminó la guerra. En los
años 1880 un movimiento populista se desarrolló entre campesinos y trabajadores
que objetaban los altos impuestos de aduanas que aumentaban precios y dañaban
al consumidor. Una alternativa a los altos impuestos de aduanas era un impuesto
sobre la renta, estilo inglés. La oposición al impuesto sobre la renta era emocional.
El famoso John Stuart Mill, quien era tan popular en los Estados unidos como lo
era en Bretaña, dijo que el impuesto era una ‘forma suave de robo.’ Dos
congresistas acusaron que el impuesto era ‘un castigo para el hombre rico por ser
rico,’ y que era ‘defendible en las mismas bases que los salteadores de caminos

152
defienden sus actos.’ Otro dijo que era diseñado por los ‘profesores con sus libros,
socialistas con sus esquemas y los anarquistas con sus bombas.’ Estas duras
palabras no estaban exentas de base. Karl Marx era un fuerte defensor de un alto
impuesto sobre la renta progresivo.

La ley del impuesto sobre la renta de 1894 gravaba todos los ingresos por encima
de $4,000 a un 2 por ciento, y $4,000 en 1894 era como $80,000 hoy día. Como
resultado, 98 por ciento de las personas estaban exoneradas del impuesto. La ley
fue atacada inmediatamente y objetada en tribunales. Dentro de un año estaba
ante la Corte Suprema de los Estados Unidos bajo el título Pollock v. Farmers Loan
and Trust Co. Los informes de las audiencias y las reaudiencias casi llenan un
volumen completo de los informes de la Suprema Corte. Fue el caso más discutido
y celebrado del período. En los argumentos de cierre ante el tribunal, un abogado
resumió la importancia del caso con estas palabras:

Ningún miembro de este tribunal vivirá lo suficiente para escuchar de un caso que
involucre una cuestión más importante que esta, la preservación de los derechos
fundamentales de propiedad e igualdad ante la ley, y la capacidad del pueblo de
los Estados Unidos de confiar en las garantías de la Constitución. … Existe
protección ahora o nunca.3

Este ataque al tribunal no era poco razonable aún cuando el impuesto era de
solamente un 2 por ciento. El asunto en juego era si un impuesto especial podía
ser dirigido o no en contra de una pequeña minoría dentro del país. Las
consecuencias a largo plazo eran importantes. Como arguyó un abogado, si la tasa
era de 2 por ciento hoy día, podía ser del 20 por ciento mañana. Nadie sugirió que
podía ser de 91 por ciento mañana; eso hubiera causado hilaridad en el tribunal
como una apelación al absurdo. Pero las leyes fiscales que son productivas de
rentas tienen una tendencia a convertirse en absurdas. Otro abogado discutió que
‘el principio fundamental en juego era si los Estados Unidos sería o no una tierra
de igualdad en impuestos.’ Ya que, toda vez usted decidía que los muchos podían
gravar a los pocos, sería imposible dar un paso atrás.

153
Una caricatura de la revista Harper’s en 1878 amargamente ataca la ley del impuesto
sobre la renta propuesta después de la Guerra Civil. El caricaturista muestra a la Libertad
con una piedra de molino alrededor de su cuello y el distintivo de ‘esclavitud,’ tomando
prestado de las ideas de El Espíritu de las Leyes de Montesquieu.

La mayoría del tribunal decidió el caso en base a la pregunta técnica de si el


impuesto sobre la renta era o no un ‘impuesto directo’ y por lo tanto tenía que ser
prorrateado entre los estados por población. Un impuesto sobre los bienes
inmuebles era un impuesto directo; por lo tanto, un impuesto sobre la renta de
bienes inmuebles también era directo, y esto hacía que toda la ley fiscal fuese
inconstitucional.

Se discutió el asunto de la igualdad, pero no se dictó ninguna sentencia sobre ello.


La opinión de la mayoría dijo que los impuestos que no tienen uniformidad e
igualdad serían una toma de la propiedad sin el debido proceso de ley. El Juez
Field decidió el caso sobre el asunto de la igualdad. La inmunidad del impuesto
de 98 por ciento de la población era arbitrario, sin justificación, y dijo:

154
Tal favoritismo no puede tener la apariencia de igualdad; le faltaría la semblanza
de una legislación fiscal legítima… Según la legislación sabia y constitucional, cada
ciudadano debe contribuir su parte, sin importar qué tan pequeña sea la suma, al
apoyo del gobierno, y no es ninguna bondad el obligar a ninguno de nuestros
ciudadanos a escapar de esta obligación.4

El gran Juez John Harlan escribió una opinión disidente que apoyaba el impuesto;
no era para nada un impuesto directo. El sentía que la exoneración de los $4,000
no era irrazonable, pero advirtió que si se salía de las manos y se convertía en un
saqueo legislativo ‘bajo la forma de impuestos,’ no se mantendría en vigor.5 Las
exoneraciones de impuestos eran ‘peligrosas’ y ‘mas propensas a objeciones,’ dijo
Harlan. No hay ninguna duda de que todo el Tribunal observó su deber
constitucional para escudriñar los impuestos con mucha seriedad. Hoy día eso es
historia antigua. El comentario anterior del Juez Field de que las leyes fiscales
deben originarse de una ‘legislación sabia y constitucional’ ha sido reemplazado
con el comentario evidente en sí mismo del Presidente Carter, de que el Código
de Rentas Internas es ‘una desgracia para la raza humana.’

La ley del impuesto sobre la renta de 1894 no fue atacada en tribunales únicamente, fue
evadida por los ricos. Esta caricatura de 1895 muestra a tres de los ciudadanos más ricos
de los Estados Unidos traídos ante la Oficina de Rentas Internas con dinero de evasión
rellenando sus bolsillos. Hetty Green tenía la fama de ser la mujer más rica del mundo;
ella tenía un asiento en la Bolsa de Valores de New York. Russell Sage y George Gould
(hijo de Jay Gould) eran grandes magnates del ferrocarril así como negociantes de la bolsa.
Los defensores del impuesto sobre la renta empujaron la Décima Sexta Enmienda
a través de las legislaturas estatales, lo que dio al Congreso el poder para gravar

155
las rentas sin prorrateo. Esta nueva enmienda tuvo éxito debido a las seguridades
de que las tasas nunca excederían unos pocos puntos porcentuales.

Pronto después de ello, Oliver Wendell Holmes hizo su famosa declaración de que
a él le gustaba pagar impuestos porque ‘con ellos compro civilización.’ La primera
pregunta que viene a la mente es, qué clase de civilización compró, y por qué
precio? La tarifa de impuestos en ese entonces estaba en el rango de 1 por ciento
a 10 pro ciento. Por esto Holmes compró una civilización muy estable y un
gobierno sin una amplia red de espías para recaudar impuestos. El impuesto sobre
la renta de ese entonces era mucho un sistema de honor con tasas que eran justas
y razonables para todos. Los Estados Unidos de ese entonces no estaban tratando
de vigilar el mundo, pelear guerras ofensivas, ni estaban tratando de gravar
impuestos y gastar hasta la muerte. Holmes obtuvo una ganga por su dólar de
impuestos -- no es de extrañar que le gustara pagar.

Holmes no era la única persona a la que le gustaba pagar impuestos. Cuando se


promulgó la primera ley del impuesto sobre la renta, algunos pagaron el impuesto
aún si no debían nada. Querían pagar algo de los costos del gobierno que
disfrutaban. Por supuesto, estamos hablando de una tarifa mínima del 1 por
ciento.6 La caricatura a continuación apareció en la revista Life el primer día de
presentación.

La ley del impuesto sobre la renta era la ‘Ley’, como revela esta caricatura de la revista
Life.

Los ricos no estaban tan entusiasmados. Ellos eran el objetivo, y como un animal
en el matadero, pueden haber sentido que sin ningún control, las tasas
progresivas fácilmente producirían una extorsión legalizada. En 1894, The Times,
comentando sobre el libro The Wealth of Nations de Adam Smith, escribió:
‘Cuando se rompe la regla de proporción matemática se abre la puerta a la

156
extorsión.’ La caricatura de la página siguiente de un periódico de Iowa lo dice
todo.

Arbitrariedad Odiosa

El momento que usted abandona el principio cardenal de exigir de todas las


personas la misma proporción de sus rentas o de sus ganancias, usted está en el
mar sin un timón ni brújula, y no hay ninguna cantidad de injusticia y locura que
usted no pueda cometer.7

Cuando Madison predijo en The Federalist No. 10 que en una democracia la


mayoría sobrepasarían en impuestos a la minoría, los Framers pensaron que
habían previsto en contra de esa verdad con las disposiciones constitucionales de
prorrateo y uniformidad. La conclusión de Madison, que los eruditos nunca han
citado, fue ‘La mayoría… debe ser convertida en… incapaz de concertar y llevar a
cabo planes de opresión.’ Probablemente no exista ningún plan de opresión más
efectivo en impuestos que las tasas progresivas fugitivas. Nuestra tasa original del
impuesto sobre la renta del 7 por ciento en 1916 corrió a más de un 90 por ciento
dentro de los próximos treinta años, y si alguna vez hubo un saqueo legislativo
‘bajo la forma de impuestos,’ como era la preocupación del Juez Harlan, esta lo
fue. Sucedió simplemente porque los hacedores de impuestos no fueron
restringidos por las normas constitucionales -- se convirtieron como una nave sin
timón, y no ha habido límites para las injusticias y locuras que han cometido. Los
primeros críticos de las tasas progresivas han sido profetas.

Louis Thiers, uno de los principales líderes políticos de Francia del siglo diecinueve,
dijo, ‘En esto percibo un principio. La proporcionalidad es un principio, la
progresión es simplemente una odiosa arbitrariedad.’8 Otro crítico de este
período puso el asunto en palabras simples: ‘Qué diría usted de un panadero o un
tendero o cualquier comerciante que exigieran por el mismo producto un precio
dependiendo de la riqueza del comprador.’9

Para traer ese análisis a términos todavía más terrenos, un congresista durante la
era de la Guerra Civil hizo este comentario en un debate sobre impuestos: ‘El
impuesto es muy parecido como un furúnculo que un hombre tenía en la nariz. Se
quejaba mucho de que estuviera allí, y su amigo le preguntó, ‘Y dónde más te
gustaría tenerlo?’ El lo pensó por un rato y después respondió, ‘Bien, yo creo que
preferiría tenerlo en la espalda de alguna otra persona.’ ‘10

157
Al principio, el impuesto sobre la renta era legislación de clase en contra de los ricos, como
esta caricatura de 1914 de Des Moines, Iowa, muestra claramente. Con el tiempo, ha
demostrado la verdad del viejo adagio de que cuando usted cava una fosa para que caiga
en ella su vecino, es probable que usted caiga en ella.

La historia de la hechura de impuestos en los últimos cinco mil años puede ser
resumida en palabras simples: Cuánto de mis impuestos puedo trasladarle a
alguien más? Para evitar esto, el pensamiento político en el período moderno
temprano encontró apoyo en el concepto de impuestos por consentimiento.
Francamente, no hay nada malo con tarifas de impuestos del 90 por ciento
gravadas a cualquier tipo de tributarios, siempre y cuando ellos como clase hayan
consentido, ya que existe una máxima de la ley que aquellos que consienten no
pueden ser dañados. No había nada malo hace unos cuantos siglos con gravar
impuestos a los judíos a cuatro veces la tarifa de los cristianos -- siempre y cuando
los mismos judíos diesen su consentimiento (no lo hicieron). De hecho, fueron los
cristianos los que consintieron por y en nombre de los judíos. Una de las
racionales para la democracia representativa es que los representantes deben
aceptar para sí mismos cualesquiera cargas que pongan sobre su pueblo. Me
pregunto cómo les hubiera ido a las tasas de impuestos si todos los congresistas
hubieran tenido que pagar las tasas más altas que pusieron en las espaldas de
unos pocos de sus constituyentes?

158
Entonces, cómo la Corte Suprema llegó a aprobar las tasas progresivas de
impuestos? Lo hicieron en el caso de Knowlton vs. Moore, y manejaron el
problema del saqueo legislativo, o el ‘andamio para el pillaje’ con este comentario:

Las graves consecuencias que se asegura deben surgir en el futuro si se


reconociera el derecho a gravar un impuesto progresivo involucra, en su último
aspecto, la mera aseveración de que el gobierno libre y representativo es una
falla, y que los abusos más burdos del poder son prefigurados.11

Este comentario citado con frecuencia no tiene ninguna base en la historia.


Representa una vista infantil del proceso democrático. Compare esta opinión con
aquella del Juez James Kent, el notable erudito legal en los Estados Unidos a
principios del siglo diecinueve, quien habló a los delegados en la Convención
Constitucional de New York en 1821, advirtiéndoles sobre los peligros inherentes
del proceso democrático respecto a impuestos. En una democracia, dijo, existe la
tendencia a

poner en peligro los derechos de propiedad y los principios de libertad… Libertad


entendida correctamente, es una bendición inestimable, pero la libertad sin
sabiduría, con injusticia no es mejor que un libertinaje salvaje y violento…
Tenemos que recelar de la opresión de las minorías, y una disposición a invadir
los derechos privados… y a debilitar, degradar, e intimidar la administración de
justicia; tenemos que recelar del establecimiento de sistemas desiguales y por
tanto injustos de impuestos, y todas las malicias de una legislación tosca y
mudable.12

No llegaron a suceder todos estos miedos con las tarifas progresivas de impuestos
del siglo veinte? No está la opinión de la Corte Suprema inconsciente de cinco mil
años de historia registrada? De la realidad de política de clase para hacer
impuestos? De la aseveración de Madison de que al hacer impuestos existe una
‘tentación’ inherente por parte del ‘partido predominante de pisotear las reglas
de la justicia’?13

No todos los jueces eran tan ingenuos. El Juez David Brewer fue un gran campeón
de la uniformidad y él creía que se aplicaba a las tarifas de impuestos y sus
porcentajes. El no estuvo de acuerdo. Su posición un año antes en un caso de
impuestos hereditarios fue expresada como sigue: ‘El impuesto debe ser uniforme
en un artículo en particular, y es uniforme dentro del significado del requisito
constitucional, si se hace para llevar el mismo porcentaje a todos los Estados
Unidos.’ El dijo que las tasas progresivas eran un vicio, porque crea ‘un impuesto

159
desigual porque no está prorrateado a la cantidad de la propiedad; desigual
porque está basado en una clasificación puramente arbitraria, a saber, aquella de
la riqueza -- un impuesto hecho desigual de manera directa e intencional.’ El Juez
Brewer hace la observación más intrigante y más adelantada -- que la mayoría del
Tribunal ‘admitió que si este fuese un impuesto sobre la propiedad tal aumento
en las tarifas del impuesto no podría sostenerse.’14 Así, en 1898 la Corte Suprema
hubiera fallado en contra de las tasas progresivas fuera de los impuestos
hereditarios.

El Juez de la Suprema Corte David Brewer, el último de los jueces sobrevivientes que
consideraban que las tasas progresivas de impuestos violaban los mandatos
constitucionales de uniformidad e igualdad.

La primera ley del impuesto sobre la renta después de la Décima Sexta Enmienda
comenzó con bajas tasas progresivas, con un máximo del 7 por ciento. Como se
esperaba, la cuestión de la constitucionalidad fue prontamente llevada a la Corte
Suprema. La Corte despachó el asunto con poco más de ‘una línea’. La
aseveración de que las tasas progresivas eran inconstitucionales en el impuesto
sobre la renta no tenía mérito, teniendo ‘una ausencia absoluta de fundación en
la razón.’15 Tan pronto como se entregó la decisión de la Corte, los eruditos legales
comenzaron a martillar sobre la posición de la Corte. Estaban casi estupefactos
con la facilidad con la cual la Corte había esquivado lo que ellos consideraban que
debería ser el caso fiscal más importante en la historia de la nación -- ‘una cuestión

160
de muy grave importancia,’ dijo la prestigiosa Yale Law Review. ‘En la opinión de
muchos abogados, esta característica del impuesto sobre la renta viola ese
principio de igualdad que requiere que toda renta imponible, al grado que se
refiere a la cantidad, sea tratada igual.’16

Los defensores de la Corte se adelantaron con una lógica que recuerda a la lógica
especiosa usada pocos años antes por los partidarios de la segregación. El
concepto degenerado de ‘separado pero igual’ haría la segregación compatible
con la igualdad, y ahora un concepto degenerado de ‘igualdad de cargas’ haría a
las tasas progresivas iguales. Si, por una tasa de impuestos progresiva el estado
confiscaba todo lo que un hombre había ganado por encima de la mera
subsistencia, esto lo haría igual con el hombre que solamente ganaba lo suficiente
para subsistir y que no pagaba ningún impuesto. Al final, todos serían iguales al
ser reducidos al nivel de pobreza.

La decisión de la Corte Suprema se volvió muy conspicua, no solamente por su


negativa de realmente encarar el problema de la igualdad y uniformidad exigido
por los principios constitucionales, sino debido a un gran número de decisiones
del tribunal estatal habían rechazado las tasas progresivas, como lo había
señalado el Yale Law Journal y otros eruditos legales.17 Cuarenta años más tarde,
en los años 1950, los expertos constitucionales todavía estaban castigando al
Tribunal por su decisión de 1916. El tratado erudito The Uneasy Case for
Progressive Income Taxation, publicado por la Universidad de Chicago en 1953,
comenzó de nuevo el debate. El Yale Law Journal puso el asunto de la igualdad en
una lógica fácil de entender, de sentido común:

El principio de igualdad en los impuestos en en sí mismo tan justo y tan razonable


y así generalmente ha sido conformado, que no se necesita ningún argumento
para sostener la posición de que la legislatura al violar deliberadamente este
principio no hace nada más que convertir lo que se supone es una ley estatutaria
en un ejercicio de poder arbitrario, que en realidad no es ninguna ley. Cuando se
presenta la pregunta, un impuesto graduado se ajusta a la regla de la igualdad,
solamente se puede obtener una respuesta.18

El Juez de la Suprema Corte Stephen J. Field, en el Caso Pollock, veinte años antes,
puso el principio en cuestión en términos más ominosos: ‘Si el Tribunal sanciona
el poder de impuestos discriminatorios y anula el mandato de uniformidad de la
Constitución… Marcará la hora cuando la comenzará segura decadencia de
nuestro gobierno.’19

161
Finalmente, Knowlton v. Moore y las decisiones de ese entonces, que aprobaban
las tasas de impuestos graduadas en base a la riqueza, eran realmente decisiones
políticas de acuerdo con el temperamento de los tiempos. Los Rockefeller, los
Vanderbilt, los Astor, los magnates del ferrocarril, y los ‘barones ladrones’, como
a veces llamaban a los súper ricos, habían acumulado enormes fortunas. Eran una
minoría extremadamente impopular y despreciada, cuya gran riqueza les daba
estado aristocrático y poder. Se creía que los fuertes impuestos a esta riqueza
eran necesarios para la salud del país. El libro de Edward Bellamy Looking
Backward (1888) era popular en todos lados. Había ‘Clubes de Bellamy’ que
enzalsaban las virtudes del socialismo y su visión de una nueva sociedad utópica
socialista. Looking Backward aún encontró su camino a una opinión de la Corte
Suprema.20 Es interesante notar que sesenta años más tarde, un mundo
infinitamente más sabio vio al estado socialista más como 1984 de Orwell, no
como Looking Backward de Bellamy. En ese entonces el socialismo parecía ser la
canción del futuro, y la Corte Suprema recibió el mensaje y bailó a su ritmo. Pocos años
antes, la Corte no había tenido problemas reconciliando la discriminación racial con la
igualdad, de modo que reconciliar la discriminación a la riqueza con la uniformidad fue
logrado fácilmente. Aún así, puede que haya habido un tinte de culpa, ya que tomó a la
Corte setenta páginas para rasgar las tripas de la cláusula de la uniformidad.

162
34
Cómo se Arruina un Buen Impuesto
Existe una gran medida de totalitarismo aún en la más libre de las sociedades libres.
--Eric Hoffer, The Passionate State of Mind, 1955

El impuesto sobre la renta, como ha evolucionado, puede ser comparado con una sucia
fundidora industrial, que hace un trabajo eficiente de refinar un mineral que es esencial
para la sociedad, pero que contamina el aire, envenena los ríos, y mata los bosques. Estos
efectos secundarios directos serán tolerados si el mineral refinado es esencial y si no hay
disponible ningún otro método más limpio. Como la fundidora sucia, contaminamos el
orden social con nuestro sistema del impuesto sobre la renta. Buscamos una sociedad en
donde la igualdad, integridad, y libertad abunden, pero el impuesto sobre la renta nos
hala en la dirección opuesta. En lugar de igualdad tenemos desigualdad, de manera
intencional y deliberada promovida sobre nosotros. En lugar de integridad tenemos
fraude. En lugar de libertad tenemos una vigilancia totalitaria e inquisiciones. En
resumen, el impuesto sobre la renta es un impuesto sucio y mientras más hemos exigido
de él, más sucio se ha vuelto. Estamos atorados con él porque no hemos tomado el
tiempo de ya sea limpiarlo o desarrollar algo mejor. Estamos viviendo en un tiempo
cuando necesitamos un liderazgo heroico en asuntos fiscales y gastos; de otra forma,
nuestros descendientes en el año A.D. 2200 pueden vernos en retrospectiva tratando de
descifrar lo que salió mal, igual que vemos a la España Imperial y los Países Bajos para ver
qué causó su decadencia. Al buscar pistas, como los historiadores sabios, nuestros
descendientes verán con gran atención nuestras caricaturas. Fue Ralph Waldo Emerson
quien astutamente dijo: ‘Las caricaturas con frecuencia son nuestra más verdadera
historia de los tiempos.’

Nuestros descendientes descubrirán que cada mes de marzo y abril nuestros periódicos
y revistas tienen artículos advirtiendo a los tributarios pagar sus impuestos sobre la renta
con un corazón que es puro. Estos historiadores notarán, que al mismo tiempo aparecen
caricaturas que expresan lo que ningún escritor se atrevería a decir. He mostrado en este
capítulo algunos tipos comunes de caricaturas. En las caricaturas siguientes, el Tipo I hace
mofa del fraude pequeño en impuestos. El tributario ha sido llamado para interrogarlo.
Ha sido atrapado estirando la ley en lo que son pequeños fraudes fiscales. El agente es
una clase de buen tipo y todo el episodio es tratado con ligereza.

163
Con el impuesto sobre la renta llegó un nuevo estilo de caricaturas, que a cierto grado
reemplazaron las caricaturas más sobrias de los siglos diecisiete a diecinueve. El agente
del SRI se convierte en el centro de atención con su humor improvisado sobre el Sr.
Tributario Promedio, como muestra esta viaja caricatura de oficina. Sin embargo, son más
interesantes aquellas caricaturas que dicen en imágenes lo que muchos editores no dirían
en palabras.

En el Tipo II el SRI es mostrado como una Gestapo americana. Estas caricaturas


contrastan con las anteriores. Cuando es llamado para una auditoría, el tributario
está asustado fuera de sí por un agente que no es para nada una buena persona.
Aún en la calle cuando se encuentra casualmente a un agente fiscal, nuestro
tributario trata de subirse a un árbol. En esta clase de caricaturas, las evasiones
pequeñas producen terror. Nuestra capacidad actual de humor sobre la abusiva
administración fiscal es un fenómeno peculiar de la era. Cuando Benjamín
Franklin atacó a los recaudadores de impuestos británicos como ‘indiscretos’ e
‘insolentes’ él estaba incitando a una rebelión, mientras que nosotros hacemos un
chiste de esos asuntos. Compare los comentarios de Franklin con esta parodia del
Washington Post Magazine:

164
Tipo I: El buen tipo del SRI con evasiones pequeñas.

En un dramático movimiento de reforma después del golpe, Gorbachev deroga el


Partido Comunista y despide a miles de burócratas de la línea dura atrincherados
en el Kremlin, todos los cuales son inmediatamente contratados por el Servicio
de Rentas Internas.1

El Tipo III, los tipos más viejos de caricaturas sobre impuestos, todavía populares
hoy día, muestran a los tributarios siendo aplastados en una prensa. Esta simple
caricatura (Tipo IV) no es un tema muy dominante para los caricaturistas, pero
tiene atractivo para casi todos los tipos de tributarios. Indica lo que realmente
son los impuestos -- la confiscación de propiedad. Y a menos que un sistema sea
meticulosamente justo e igual para todos, fácilmente degenerará en las mentes
de muchos como un robo legalizado. Los historiadores cuando ven hacia atrás a
Roma o muchas otras sociedades muy cargadas de compuestos con frecuencia
han usado una palabra como robo, o asalto legalizado, para describir el sistema.
Los historiadores en doscientos años en el futuro usarán el mismo término para
nosotros? Si ponen mucha atención a las innumerables caricaturas, encontrarán
apoyo de nuestros tiempos. Además, si tienen algún afecto por Adam Smith y John
Locke, o muchos de los otros escritores de la Era de la Razón, encontrarán apoyo filosófico
para la opinión de que cualquier impuesto al que le falte un consentimiento bona fide es
una extorsión.

El caricaturista político de cualquier era realiza una función invaluable para el historiador.
En los asuntos fiscales, dejan a los historiadores del futuro saber exactamente qué sentía
el pueblo. En resumen, tomamos a la ligera los pecados de impuestos y hacemos que la
oficina fiscal se vea mala y fea. Nuestros caricaturistas revelan en una forma simple el
desprecio nacional y la rebeldía del pueblo por el sistema de impuesto sobre la renta que
ahora tenemos. El gobierno va en una dirección, el pueblo en otra. Hace pocos años el
Comisionado Gibbs contrató al Consejo de Publicidad (quien nos regaló a Smokey el Oso)

165
para tratar de mejorar la imagen de los agentes del SRI. Explotó. En los años 1970 la
televisión comercial trató de mostrar a los agentes fiscales como héroes tipo policía. La
serie O’Hare, U.S. Treasury también fue un fracaso.

Tipo II: Gestapo SRI.

Tipo III: La gran prensa y el humilde tributario.

166
Tipo IV: Cómo nos sentimos realmente.

Tipo V: Cómo vemos al recaudador de impuestos -- el hombre al que hay que temer.

167
Tipo V: Los agentes reciben la presión, pero serán los villanos?

Desafortunadamente, los trabajadores en la burocracia fiscal soportan la peor


parte de la cólera del pueblo como lo revela la caricatura del Tipo V. Después de
ver las caricaturas, los historiadores del futuro entonces prestarán más atención
para encontrar las causas raíz de este desprecio y decadencia. Primero,
descubrirán que:

1. Los tributarios estaban en rebeldía. El sistema perdió el


consentimiento.

Los historiadores en el futuro descubrirán una gran cantidad de libros,


innumerables artículos, y muchas organizaciones, todas pidiendo una revolución
fiscal en una forma u otra. Esto sin lugar a dudas es la acusación más seria y visible
en contra de nuestro sistema fiscal. El movimiento de reforma fiscal de los años
1970 en California dejó un rastro de libros y artículos y una nueva enmienda
constitucional del estado. Este movimiento fue destacado por el libro de Howard
Jarvis, Mad as Hell, un título que expresa la forma de sentir de la mayoría de
californianos. Al otro extremo están los resistentes que son activos a nivel federal.
A diferencia de los californianos, no tienen una habilidad real para iniciar cambios
constitucionales, de modo que corcovean en contra del sistema de cabeza al no
presentar declaraciones, o si las presentan las llenarán con todo tipo de extrañas
objeciones constitucionales al impuesto. Karl Hess es el resistente más notorio y
admirable. En su libro Dear America, explica:

168
Me convertí en un resistente al impuesto, no simplemente debido a la guerra (de
Vietnam), no simplemente debido a la corrupción… Me convertí en un resistente
fiscal, en ese momento en particular, porque me enojé y porque en algún lugar
en la vida de todos existe probablemente una línea en el mundo real que usted
no cruzará o no puede cruzar, y que con frecuencia con el súbito enojo que yo
sentí, usted se rehúsa a aceptar, se para encima, y pelea en contra.2

La vida y luchas del indomable Karl Hess fueron la base para una película, Toward
Liberty, que ganó un Oscar como la Mejor Documental en 1981. Hess se retiró de
la vida política de Washington, se movió a las montañas traseras de Virginia
Occidental, y procedió a ganar su sustento como soldador, intercambiando sus
servicios por las necesidades de la vida, casi como estilo de Thoreau. Continuó
hablando y escribiendo en contra del SRI con un ingenio agudo y penetrante. El
SRI acepto el reto y envió dos camionadas de agentes a su aislada cabaña a
fisgonear en sus asuntos. El ha dejado a la posteridad una notable colección de
libros y artículos que ponen al sistema fiscal en juicio, que como él explica, es una
organización fascista: ‘Si los fascistas alguna vez quisieran lanzarse en contra de
este país, ya tienen cuadros formidables en todos los pueblos principales.’3

El SRI organizó un ataque a mayor escala sobre los resistentes, comenzando con
banderas rojas en sus archivos fiscales y terminando con todo el peso de agentes
armados de la División Criminal. Varios han sido condenados y enviados a prisión.4
A diferencia de los jueces en la América colonial, el sistema judicial federal hoy día
no ha tenido simpatía por su causa. Tal vez si hubieran basado su resistencia en
bases constitucionales más sólidas, pueden haber recibido una mejor audiencia.
Como es hoy día, sus declaraciones de impuestos de ‘Mickey Mouse’ y tonterías
constitucionales han hecho probablemente más daño que bien al movimiento
reformista. Pocos jueces han dado a estos resistentes una opción de ya sea
aceptar el sistema o ir a prisión. Muchos fueron a prisión. Entre los reformadores
que están a la mitad del camino se debate con calor si los resistentes son
verdaderos patriotas o simplemente excéntricos.

El movimiento de la rebeldía fiscal de nuestra era será claramente visible a los


historiadores en el futuro. No pueden evitar notar la debilidad del movimiento,
algo parecido a la revuelta de impuestos en Francia bajo el antiguo régimen. No
tiene ningún centro, ningún liderazgo nacional fuerte; es, a lo mejor, una
mescolanza de grupos desorganizados que están divididos y son fácilmente
conquistados.

169
En el lado positivo, la revuelta es básica y penetrante entre el populacho como un
todo -- es un capricho, un humor. Está entre los ricos, y muchos de ellos salen del
país y se van a vivir y se hacen ciudadanos en cualquier otro país. No se ha hecho
ningún estudio que indique cuántas personas dejan los Estados Unidos para evitar
el sistema fiscal, pero considerando los millones que viven en el extranjero, y
quienes de acuerdo con la Oficina General de Contabilidad del Congreso, no
presentan sus declaraciones de impuestos, el motivo fiscal podría ser un factor
muy importante en su emigración.5

Con las clases más pobres, la economía del efectivo ofrece un desafío así como un
alivio. Con aquellos en el medio, es axiomático que la mayoría de ciudadanos, sin
importar qué tan respetuosos de las leyes sean en cualquier otro aspecto, ceda a
la tentación y evada impuestos cuando sea fácil hacerlo. En resumen, la rebelión
a los impuestos se origina de la opinión pública de que usted está sufriendo una
injusticia por parte del sistema fiscal y gastos del gobierno. Este es el mensaje
subyacente en los escritos de los reformadores de impuestos y de los resistentes,
el único común denominador de un movimiento de otra forma dividido de mala
manera.

Usted podría creer que la resistencia a los impuestos sobre la renta siempre ha
estado con nosotros, y que el estado de cosas actual no es nuevo. En realidad, es
nuevo, y esa es la razón para alarmarse. En los años 1940 el Juez Jackson de la
Corte Suprema, antiguo asesor en jefe del SRI, se jactaba de qué tan respetuosos
de las leyes eran los americanos para declarar los impuestos sobre la renta -- y que
hubo un momento cuando había muy pocas declaraciones. Era un sistema de
honor y se ofrecía como tal; los resistentes a los impuestos no existían y la
economía informal tenía poca importancia. Dijo el Juez Jackson:

Los Estados Unidos tiene un sistema de impuestos por confesión. Que un pueblo
tan numeroso, esparcido e individualista anualmente se evalúe a sí mismo con
una obligación fiscal con frecuencia en cantidades altamente cargosas, es una
señal tranquilizadora de la estabilidad y vitalidad de nuestro sistema de
gobierno.6

Lo que impresionaba al Juez Jackson eran los raros casos de obstinación, errores
a favor, y evasión directa. Esa, por supuesto, no es la forma en que es hoy día.
Quince años más tarde, en 1962, el Comisionado Caplin evaluó su generación en
los mismos términos brillantes:

170
Ninguna otra nación en el mundo ha igualado nunca este récord [de
cumplimiento voluntario]. Es un tributo a nuestro pueblo, su tradición de
honradez, y su alto sentido de responsabilidad para el apoyo de nuestro…
gobierno.3

Compare estas observaciones con aquella del Presidente de la Corte Suprema


Neely en 1982 diciendo que el fraude fiscal está en todos lados:

El engañar en el impuesto sobre la renta estatal y federal está omnipresente en


todas las clases de la sociedad, exceptuando entre los compulsivamente
honrados, en que el fraude ocurre usualmente en proporción directa a la
oportunidad.8

Más recientemente (1996) uno de los periodistas más respetados de los Estados
Unidos, David Brinkley, estuvo de acuerdo con el Juez Neely:

El pueblo americano como tributario ha comenzado en números mayoritarios a


engañar, por resentimiento de un sistema fiscal que ellos consideran injusto,
demasiado complicado y dispendioso de su dinero. La llamada economía informal
está creciendo rápidamente -- personas trabajando únicamente por efectivo, no
reportando nada, y no pagando nada.

Qué salió mal? Históricamente, toma unas pocas décadas, tal vez una generación,
para que la reacción a un mal impuesto de su fruto. Los hacedores de impuestos
de Estados Unidos ahora están cosechando lo que han estado sembrando por un
largo tiempo.

Hace algunos años cuando hablaba con mis abuelos sobre el impuesto sobre la
renta, aprendí que era un asunto para discutir acaloradamente cuando iba a ser
ratificado. Los proponentes tenían la certeza de que las tasas nunca iban a ser
altas -- que las tasas nunca alcanzarían los dobles dígitos. La primera ley del
impuesto sobre la renta tenía un máximo del 7 por ciento, que fue cambiado al 15
por ciento en 1916. En 1917 saltó a 67 por ciento, y después a 77 por ciento.
Cuando golpearon estas tasas súper altas, los altos ingresos rápidamente
comenzaron a desaparecer, ‘como si fuese por arte de magia.’ La Tesorería
reportó ingresos por 206 millones de dólares en 1916 cuando la tasa era del 7 por
ciento. En 1921, cuando la tasa era del 77 por ciento, solamente se reportaron
ingresos por 21 millones de dólares. Esto significa que 9 de cada 10 rentas de
millones de dólares habían desaparecido.

171
Estas estadísticas sobre la desaparición de las rentas de millón de dólares ilustran
de manera vívida la rebelión de los ricos. Puede que hayan salido del país. Muy
probablemente arreglaron sus asuntos financieros de modo que redujeron la
cantidad de sus rentas imponibles. La tasa del impuesto de 77 por ciento, era para
decirlo francamente, nada menos que extorsión -- por lo menos esa era la etiqueta
que el gobierno británico hubiera utilizado en el siglo diecisiete. El Erario británico
tuvo la integridad de etiquetar el impuesto que carecía de consentimiento como
extorsión.9 Ciertamente nadie consiente a un impuesto del 77 por ciento -- aún
el idiota de la aldea sabe esto. Estamos usando ‘consentimiento’ en un sentido
real. El 90 por ciento de las personas que devengaban un millón de dólares que
desaparecieron simplemente expresaron su falta de consentimiento votando con
sus zapatos o su ingenio. No desaparecieron solamente personas que devengaban
un millón de dólares. En 1916 había 1,090 rentas en el rango de $300,000 a $1
millón. Para 1921, estas habían bajado un 80 por ciento a solamente 225. 10

La extensa revuelta en contra del impuesto sobre la renta -- la migración de los


ricos, la economía informal, la inclinación a evadir siempre y donde quiera que
fuese posible -- todos estos actos de rebeldía en contra del sistema tienen raíces
históricas en otros tiempos y lugares. El significado está claro -- el impuesto sobre
la renta ya no es gravado con el consentimiento del tributario. Hemos aprendido
que el consentimiento de un Congreso, un Parlamento, una casa de diputados o
asambleas, no necesariamente es el consentimiento del tributario. Cuando los
reyes ingleses trataron de gravar (con el consentimiento del Parlamento) un
impuesto de capitación en el siglo quince, el pueblo se rebeló, y después de largos
y repetidos esfuerzos para hacer valer este tipo de impuesto, el canciller del Erario
recomendó que se abandonara el impuesto a favor de un impuesto que al pueblo
de Inglaterra le fuese ‘más fácil, más listo y dispuesto’ a pagar.

Un siglo más tarde, Enrique VIII trató con el impuesto de capitación. El también
tuvo que abandonarlo. Después de la guerra civil británica en la segunda parte
del siglo diecisiete, el Parlamento introdujo el impuesto al hogar, que era odiado
por el ama de casa inglesa. Los ‘hombres de la chimenea’, como se les llamaba a
los recaudadores de impuestos, se enfrentaron a una fuerte resistencia. Cuando
se revocó este impuesto, el Parlamento trató el impuesto de capitación por una
tercera vez. Una vez más el pueblo británico se rebeló. En corto tiempo fue
rechazado por ser ‘poco adecuado para Inglaterra.’ Trescientos años más tarde,
de nuevo con el consentimiento del Parlamento, la dinámica Margaret Thatcher
trató de volver a introducir los impuestos de capitación y fue sacada de su puesto
por su propio partido después de que hubo motines en toda Inglaterra. Su

172
sucesor, John Major, anunció que él abandonaría el impuesto. Todavía es ‘poco
adecuado para Inglaterra.’ Tal vez si la Dama de Hierro hubiera estudiado, o le
hubieran aconsejado sobre la historia fiscal de Inglaterra, ella todavía estuviera en
su puesto, ya que aparte de eso su popularidad no tenía rival.

Los impuestos especiales en el siglo dieciocho fue adoptado, con el


consentimiento del Parlamento, con poca resistencia hasta que la Corona trató de
expandir el impuesto bajo Walpole. Hubo motines y la Corona tuvo que cancelar
el impuesto. Pocos años después, con el consentimiento del Parlamento, se
introdujeron impuestos en las colonias americanas. De nuevo hubo motines y
fuerte resistencia a los impuestos sin la aprobación de los colonos. Esta vez el
gobierno británico decidió no retroceder (como lo ha hecho con tanta frecuencia
en el pasado) y la Revolución Americana fue la consecuencia.

Entonces, el consentimiento debe ultimadamente venir del pueblo. Después de


todo, los impuestos son los negocios del pueblo, y cuando un gobierno está fuera
de tono con los deseos del pueblo, habrá resistencia. En una democracia, la
resistencia tomará la forma de evasión, migración, y motines. A veces se elegirá
un nuevo gobierno. En California el pueblo tomó las cosas en sus propias manos
y adoptó una enmienda constitucional forzando al gobierno a rendirse a sus
deseos. Cuando esa avenida no está disponible, como sucede con el gobierno
federal, una larga guerra fría de evasión candente se disemina por todo el país.

Entonces, un mal impuesto es cualquier impuesto que el pueblo no quiere y no


apoyará. No queda en manos de los expertos el decidir el asunto. Lo que el pueblo
quiere debe ser el árbitro final de la política fiscal. Cuando la evasión está
rampante, el gobierno debería recibir el mensaje. Una sociedad inclinada a la
evasión, como estaba la España Imperial, con el tiempo entrará en decadencia. A
veces la compulsión puede estabilizar una sociedad rebelde, como sucedió con
Roma bajo Diocleciano, quien solucionó el problema de evasión por la fuerza y la
esclavitud En una democracia, ese no es un camino fácil, pero los gobiernos
parecen pensar que es una buena política. A continuación consideramos el
segundo factor que los historiadores del futuro descubrirán.

2. Nuestro sistema de impuestos era un filón de tiranía dentro de una


sociedad de otra forma libre.

Este es un nuevo fenómeno. El sistema del impuesto sobre la renta del que habló
el Juez Jackson, el sistema que el pueblo apoyó con relativamente poca evasión

173
en los años 1950 era voluntario, en realidad un sistema de honor. A diferencia de
ello, el sistema de honor ha sido reemplazado con un sistema donde todos los
tributarios están bajo vigilancia debido a la fuerte tendencia a la evasión. Existe
una rebelión fiscal de guerra fría, y sin fuerza, compulsión y espionaje el sistema
de rentas probablemente colapsaría. En la época del Juez Jackson el sistema tenía
el consentimiento y era exitoso como un sistema de honor. Hoy día, ya sin
consentimiento, la compulsión está en vigor.

Los historiadores del futuro descubrirán que en el sistema fiscal de los años 1950
ningún banco informaba al SRI sobre los asuntos de sus clientes. No se reportaban
intereses, los retiros de efectivo no se reportaban, y nada de lo que sucedía en su
cuenta era fotografiado y mantenido almacenado para que el Gran Hermano lo
viera. Las transacciones de bienes inmuebles no eran reportadas al recaudador,
las transacciones de acciones y dividendos no eran reportados, los ingresos de
otras fuentes, como sucede con el trabajo o servicios independientes (Formulario
1099) no eran reportados. Solamente se informaba sobre los salarios, y era para
beneficio del tributario para que pudiera reclamar un reembolso. Las Aduanas de
Estados Unidos no exigían una declaración de la cantidad de efectivo que usted
llevaba consigo, ni confiscaban ninguna cantidad que excediera los límites
permitidos sin informar sobre usted. Era un sistema de honor, a carta cabal, y
funcionaba.

La erosión del sistema de honor comenzó hace como veinticinco años y ha


continuado, año con año, hasta que hoy día prácticamente cualquier cosa de
importancia fiscal es reportada al recaudador. Antes de esta avalancha de
legislación sobre vigilancia fiscal, en los años 1950 era rutina para un auditor de
impuestos comenzar una auditoría con el comentario de que el nuestro era un
sistema de honor, que se requiere en una sociedad libre. Los tributarios
usualmente respondían de forma positiva a esto. Ese no es el caso hoy día, la
parte del honor ha desparecido. Eso también significa que la sociedad libre está
en peligro también?

Sí, en cierta forma. La libertad no existe en una forma abstracta. Se adhiere a


algún objetivo. Con los suizos, es la privacidad. Con los fundadores de América,
eran los impuestos. Lo que es hoy día con nosotros, es algo diferente. Consideren
estas palabras de Edmund Burke, el 22 de marzo de 1775, en un discurso a la
Cámara de los Comunes británica, tratando de subsanar la brecha entre las
colonias y Gran Bretaña:

174
Este fiero espíritu de Libertad es más fuerte en las colonias inglesas
probablemente que en ningún otro pueblo sobre la tierra… Por lo tanto, no están
solamente dedicados a la Libertad, sino a la Libertad de acuerdo con las ideas
inglesas, y basados en principios ingleses. La libertad abstracta, como cualquier
otra mera abstracción, no se puede encontrar. La Libertad es inherente a un
objeto sensible… Sucedió, usted sabe, Señor, que las grandes luchas por la
Libertad en este país fueron desde los primeros tiempos principalmente sobre el
problema de los Impuestos. La mayoría de las luchas en los estados antiguos
giraron principalmente sobre el derecho de elección de magistrados… La cuestión
del dinero no estaba con ellos tan inmediata. Pero en Inglaterra era diferente…

Las Colonias obtienen de usted, como su sangre vital, estas ideas y principios. Su
amor por la libertad, como sucede con usted, fija y adherida a este específico
punto de los impuestos. La libertad puede ser segura, o puede estar en peligro,
en veinte otros detalles, sin que ellos estén muy a gusto o se sientan alarmados.
Aquí ellos sintieron su pulso, y cuando encontraban ese latido, se sabían enfermos
o sanos.11

3. Aterrorizamos a los tributarios con castigo brutal.

En la época en que habló Edmund Burke, era un delito, punible con la muerte, el
asociarse con gitanos. En 1726, el Parlamento Británico promulgó la Ley de
Waltham Black, como un medio para supervisar la evasión de impuestos. La
muerte era el castigo para cualquiera encontrado en la noche con una cara negra
o un disfraz (el vestido común de los ladrones). El mutilar la Abadía de
Westminster también era un delito, punible con la muerte. En la América
temprana, nuestra más notoria colonia de la Bahía de Massachusetts, en sus Laws
and Liberties of Massachusetts (1648) dice, ‘una BRUJA, es decir que haya
consultado con un Espíritu familiar, se le dará muerte.’ Sabemos todos demasiado
bien la ejecución de las brujas en Salem, que no fue ningún evento aislado. La
‘blasfemia’ también era castigada con la muerte. Tenemos los registros de un caso
de una mujer que fue sentenciada a muerte por decir, ‘Jesús fue un bastardo y
puedo probarlo en la Biblia.’ Obviamente, el término ‘libertad’ no incluía la
libertad de expresión o práctica religiosa. Como se puede esperar, el adulterio
también era castigado con la muerte. Igualmente los homosexuales eran dados
muerte. El sistema de impuestos, por otro lado, que incluía impuestos a la riqueza
y de capitación, no tenía ninguna sanción penal.

Con el Derecho Consuetudinario, se hizo una aguda distinción entre el crimen real
y los delitos (no crímenes) que eran manufacturados por el Estado. Estos delitos

175
‘positivos’, como eran llamados, eran considerados como ‘artificiales’ y no parte
del orden natural de las cosas. Fue Blackstone quien indicó que el uso de
sanciones penales en contra de los evasores de impuestos estaba mal, ya que el
transgresor no era ‘culpable de ninguna cosa natural, sino meramente un delito
positivo.’12

En el antiguo estado soviético, el totalitarismo para la mayoría de ciudadanos no


llegaba de la KGB. La mayor herramienta de control sobre todos los ciudadanos,
como en América, llegó de delitos fiscales. Si una persona necesitaba un
medicamento para salvar la vida, los médicos enviaban a la familia al mercado
negro donde se podía comprar el medicamente. El hospital lo administraba. No
todos los delitos fiscales son tan nobles. La mayoría de rusos tuvo que vivir en el
lado oscuro de la ley para obtener los productos y artículos que no estaban en las
tiendas estatales. Como resultado, casi cualquier persona podía ser arrestada en
cualquier momento. Aún cuando la probabilidad de arresto era baja porque todo
el mundo estaba violando las leyes, el sentido de criminalidad era fuerte, y ponía
una sombra de miedo y paranoia sobre todo el país.

David Shipler, jefe de oficina del New York Times en Moscú por varios años, hizo
esta observación:

Desde el punto de vista de control político, debe ser conveniente para las
autoridades el tener a la mayoría de ciudadanos soviéticos en un constante
estado de ilegalidad, siempre arrestables en base política. Enredados en
telarañas de deudas, el individuo se siente débil contra la virtud masiva del
estado…
Porque tanto de la vida ordinaria está envuelta en amplias áreas de ilegalidad…
vilipendiado en la prensa oficial… crimen… se convierte tanto en serio como
ligero, grave y ubicuo. Da una sensación de repugnancia y una envidia maliciosa
y parpadeante. Y el concepto de delito se vuelve borroso, desorientador, hasta
que el crimen sintético y el crimen regular se desvanecen y vuelven a convertirse
uno en el otro, fusionándose en una vaga mezcla de aceptabilidad
desacreditada.13

Consideren esto en vista de nuestros innumerables estatutos fiscales penales que


hacen casi de cualquier desobediencia a una ley fiscal potencialmente un delito.
Nuestras leyes fiscales penales no son diferentes de las leyes fiscales soviéticas,
con ‘ciudadanos en un estado constante de ilegalidad.’ Un agente del SRI dijo en
el encantador libro, The April Game:

176
Asentí, después hice una presentación de halar un pequeño cuaderno negro y una
pluma del bolsillo interno de mi chaqueta. ‘Me puede dar su nombre, señor?’
Esto lo devastó. Casi siempre lo hace. Difícilmente existe un ciudadano americano
por encima del nivel de pobreza cuya consciencia fiscal sea tan completamente
clara que él no tenga miedo de ser auditado.14

Este interesante episodio no es para nada poco usual, porque es parte del
entrenamiento de un agente fiscal. Muestra que nuestra burocracia fiscal es en
realidad como un estado soviético en miniatura con el poder de intimidar a casi
todo el mundo, y esto debido a los delitos sintéticos que el Congreso ha
manufacturado para hacer a esta policía fiscal, especialmente la división criminal
del SRI, maestros en el arte de la intimidación.

Hay millones de personas cada año que reciben ingresos que no son reportados,
que es la razón por la cual es llamado retenciones de respaldo por interés; hay un
vasto número que es atrapado ahora que el ingreso de servicio de medio tiempo
produce el Formulario 1099. Nadie es castigado, aún cuando la mayor parte del
tiempo la omisión es voluntaria. Ni siquiera se imponen duras multas civiles. Del
SRI sale una carta con una factura de impuestos y la mayoría de tributarios
sabiamente paga el impuesto. No son aplicadas las disposiciones punitivas. Si lo
fuesen, especialmente las disposiciones criminales, qué sucedería?

En primer lugar, tendríamos que construir más tribunales, contratar más jueces y
oficiales de libertad condicional, y construir más cárceles. El brazo criminal del SRI
requeriría un aumento en personal diez veces más grande.

La tragedia de este estado de cosas no puede ser sobre dimensionada,


especialmente en una nación que condena a otros estados totalitarios por policía
secreta, espías domésticos, y aún burocracias fiscales tipo policía que tienen el
poder de castigar casi a todo el mundo, a voluntad. En casi toda la mayoría de la
civilización occidental en donde la evasión fiscal es un delito, casi siempre se
imponen multas. En Canadá, por ejemplo, en donde las sentencias por evasión
fiscal son casi diez veces más altas que en los Estados Unidos en relación a la
población, menos de tres de mil sentencias llega a ir a la cárcel, y entonces por
períodos muy cortos. En Alemania uno de los ministros del gabinete, Otto
Lamsdorff (ministro de economía) fue acusado y sentenciado de evadir 1.5
millones de marcos alemanes (aproximadamente un millón de dólares). Fue
multado con 180,000 DM e inmediatamente después de ello fue reelecto al
Bundestag. El llamó al juicio una ‘molestia.’ Dos otros fueron sentenciados con

177
él, un hombre que era el Presidente del Consejo del Dresdner Bank. Por evadir
1.6 millones DM, el presidente del banco, Hans Friderichs, fue multado con 61,500
DM. El juicio fue largo, involucrando más de ochenta testigos.15

Por el contrario, las sentencias por evasión fiscal en los Estados Unidos, aún
cuando son raras, ocasionalmente producen castigos barbáricos. En diciembre de
1988 la Associated Press informó que un juez de Kansas llamado Dean Whipple
despachó una sentencia en prisión de treinta años a una señora llamada Trula
Walker por evadir un millón de dólares en impuestos. Su esposo obtuvo
veinticinco años. A Trula le hubiera ido mejor si ella hubiera robado un banco
federal (ahorro y préstamo?) a punta de pistola y se hubiera robado unos pocos
millones en efectivo. Compare los treinta años de Trula y los cuatro años de Leona
Helmsley en una penitenciaría, con los treinta días de Sofía Loren en una casa
privada por un delito fiscal similar. El juez de Kansas no es una rara excepción.
Recientemente en Portland, Oregon, un entrenador de secundaria que diseñó un
equipo de planificadores de impuestos cuyo ‘equipo’ excedía los límites
permitidos por la ley, obtuvo veinticinco años del Juez Robert Maloney. Cuando
los abogados del entrenador trataron de obtener una sentencia reducida, el juez
se mantuvo firme.16 Al entrenador también le hubiera ido mejor si hubiera robado
un banco a punta de pistola.

La antigua Unión Soviética y sus cohortes comunistas eran los únicos países en el
mundo que tienen un récord de castigos brutales similares por delitos fiscales. Lo
que demuestran estas sentencias psicopáticas es lo que Montesquieu y
Blackstone nos advirtieron acerca de lo que sucede cuando hacemos un delito de
la evasión fiscal: ‘Personas que realmente no pueden considerarse como malas,
son castigados como villanos, que… es muy contrario al espíritu de un gobierno
moderado.’17 Cuando los historiadores del futuro vean a nuestros brutales
castigos fiscales, puede que no juzgen a los Estados Unidos con bondad,
especialmente en vista de la recientemente promulgada ley del impuesto sobre la
renta en la antigua Unión Soviética. Las multas por evasión son solamente
monetarias.18 Nadie va a prisión por pecados fiscales, de modo que los
ciudadanos que evaden sus impuesto no tienen que preocuparse por pasar el
resto de sus vidas pudriéndose en un gulag fiscal, estilo americano.

Viendo al SRI desde dentro, las historias contadas por Mike Klein, un agente del
SRI con permiso por enfermedad, vertió una luz sobre el problema de la
burocracia. El Sr. Klein se convirtió en agente cuando tenía aproximadamente
cincuenta años de edad, y comenzó a golpear cabezas con sus superiores en la

178
oficina de West Palm Beach. Sus gerentes estaban ‘embelesados con estadísticas
de casos, promociones ganadas en base a cuántas citaciones fiscales eran
emitidas, negocios morosos embargados, e impuestos recaudados.’ En casa él
perdió a todos sus amigos. ‘Mi hermano dejó de llamar. Me dijo, ‘Te has unido al
enemigo.’’

A muchos de los agentes les encantaba ‘quebrar establecimientos… Algunos eran


crueles -- ellos alardeaban de ello en la oficina, ‘Hombre, de verdad hice saltar a
ese tipo,’ o ‘Hice que esa mujer llorara cuando le dije que la iba a dejar en la calle
con sus hijos.’ Un agente alardeaba porque había puesto un candado al negocio
de un hombre, y cuando el hombre le preguntó cómo podía hacer un pago
entonces, el agente le dijo, ‘Vaya a traer a su esposa para vender de casa en casa.’

El cuento más perturbador que el Sr. Klein cuenta es el hombre que llegó a una
auditoría y falleció de un ataque al corazón en la oficina del SRI. ‘Pusieron el
cuerpo en una oficina vacía y lo cubrieron con una manta… después lo sacaron
por la parte de atrás para que otros tributarios que esperaban en el vestíbulo no
lo vieran. Imaginen sus reacciones: Vienen a una auditoría y sales en una caja.’19

Recientes audiencias en el Senado de los Estados Unidos (1997-98) han producido


varios testigos, especialmente empleados del SRI que han contado del abuso
indignante de los tributarios por el SRI en contra de pequeños tributarios que no
tienen los medios para encarar al recaudador que lo intimida. Aún hay historias
de algunos tributarios acosados que fueron llevados hasta el suicidio.20 América,
por supuesto, no está sola. Nuestro amigable vecino del norte, Canadá, supo de
las fechorías cometidas por sus oficiales fiscales cuando una comisión del
parlamento viajaba por el país e invitó a los tributarios a llegar a las audiencias
locales y contar sus penas. El Ministro de rentas del Canadá pronto comentaría
que cada día iban a escuchar nuevas ‘historias de horror’, pero que las del día
anterior.

4. Los impuestos eran administrados a través de un masivo sistema de


vigilancia.

Los historiadores en el futuro no tendrán ningún problema para descubrir que


nuestra privacidad financiera fue destruida por leyes que hacen valer el sistema
fiscal. El espionaje por oficinas de impuestos está rampante en toda la mayoría
del mundo occidental. Un apólogo suizo indicó: ‘Aún en el mundo no comunista

179
hay muchos países donde difícilmente nada privado se queda libre de intrusiones
estatales, difícilmente nada íntimo que no desea que se sepa, apenas cualesquiera
límites restantes a su intrusión.

Al ver nuestras leyes, nuestros historiadores del futuro están propensos a


descubrir la Ley del Secreto Bancario, que no es ninguna ley del secreto bancario
para nada. En realidad debería haber sido llamada Ley del No Secreto Bancario.
Siendo todo el propósito asegurarse que todo lo que pasa a través de la cuenta
bancaria de cualquiera sea registrado y puesto a disposición del gobierno para su
examen. Esto es algo que no hace ningún otro país en el mundo libre. El actual
Presidente de la Corte Suprema, Juez William Rehnquist, justificó la ley en ese
entonces porque sería útil en investigaciones criminales y fiscales. Tres jueces no
estuvieron de acuerdo. El Juez William O. Douglas atacó la lógica ‘útil’ de
Rehnquist:

Sería muy útil para el espionaje gubernamental el tener informes parecidos de


todas nuestras librerías, todas nuestras ferreterías y tiendas al menudeo, todas
nuestras farmacias. Estos registros también pueden ser ‘útiles’ en investigaciones
criminales… Un registro obligatorio de todas las conversaciones telefónicas sería
mejor que el registro de cheques según la Ley de Secreto Bancario, si el Hermano
Mayor va a salirse con la suya.22

Este caso, que se llama el caso de la California Bankers’ Association, tuvo que
tratar con estas palabras de un caso en 1885 (Boyd v. Estados Unidos), que derribó
una ley fiscal que exigía que los tributarios trajeran sus registros para examinarlos:

Y cualquier descubrimiento obligatorio obteniendo por la fuerza el juramento de


la parte, u obligando a la exhibición de sus libros y documentos privados, para
sentenciarlo por un crimen, o para confiscar su propiedad, es contrario a los
principios de un gobierno libre. Es abominable a los instintos de un inglés; es
abominable a los instintos de un americano. Puede ser adecuado para los
propósitos de un poder despótico; pero no puede tolerarse en la pura atmósfera
de la libertad política y libertad persona.23

Louis Brandeis, quien está en casi todas las listas de los Jueces de la Corte
Suprema, y cuyas disidencias brillantes usualmente se convirtieron en ley, con el
tiempo, dijo en una de sus famosas disidencias, que el caso Boyd ‘será recordado
en tanto las libertades civiles vivan en los Estados Unidos.’24 Nuestros futuros
historiadores descubrirán que el caso Boyd fue citado más de tres mil veces en los
tribunales estatales y federales en el primer siglo después de esa decisión. Si

180
nuestro historiador estudia estos casos descubrirá que eran principalmente
disidencias u opiniones que esquivaban, distinguían, o invalidaban a Boyd. Fue
necesario para una Jueza de la Suprema Corte reconocer que el Tribunal había
‘tocado el toque de difuntos para Boyd.’25 Al hacerlo, tan a menudo, el Tribunal
estaba en realidad tocando el toque de difuntos para una gran cantidad de
nuestras libertades civiles.

El Tribunal se ha convertido básicamente en anti-Boyd, y Rehnquist ha sido un


líder en ese ataque. El 20 de junio de 1986, el New York Times proféticamente
observó que con su nombramiento como Presidente de la Corte, ‘podríamos tener
un país diferente, uno donde nuestras libertades están menos seguras, y el poder
oficial menos restringido.’ Corteses palabras para describir la tolerancia judicial
para el fascismo.26

Nuestro historiador futuro con frecuencia se topará con referencias a la oficina


fiscal federal como la Gestapo. Estos comentarios vienen de chiflados fiscales, de
unos pocos vociferantes resistentes a los impuestos? O son estas expresiones
extremistas frecuentes de la opinión popular del público en general? En 1975,
cuando la vigilancia era mucho menor que en los años 1990, un agente del SRI
escribió un best-seller, The April Game, con un capítulo titulado, ‘Una Gestapo
Americana’:

De todas las dependencias que recopilan información en todos los gobiernos del
mundo, pasados o presentes, la más lista seguramente debe ser el Servicio de
Rentas Internas de los Estados Unidos. Esa monstruosa organización recopila más
información sobre más personas, lo hace más calladamente y produce más
clamorosas protestas del público que cualquier otra agencia del gobierno de la
que yo tenga conocimiento.

Puede ser que la Unión Soviética y la China Comunista puedan alardear de tener
dependencias que derrotan al SRI en todas estas áreas. Yo realmente lo dudo…
La Gestapo? Tampoco es competencia.27

En relación a Suecia, los Estados Unidos no parece ser el peor culpable, pero
América sobresale debido a su vociferante amor por la libertad. Consideren
aquello con lo que los suecos tienen que lidiar. Los recaudadores de Suecia
pueden usar una ley anti terrorista para hacer valer la administración de
impuestos. En 1976, llevaron a uno de sus ciudadanos más ilustres al exilio.
Ingmar Bergman fue arrestado súbitamente mientras dirigía una película. Fue
llevado a las oficinas de investigación fiscal suecas y fue interrogado por horas.

181
Bergman estaba tan molesto que pasó los próximos días en un hospital. Para el
director más famoso del mundo eso fue suficiente, aún cuando no le hicieron
ningún cargo en su contra. Empacó sus maletas y dejó su país natal. Según la ley
sueca esta táctica de la Gestapo puede ser usada sin restricción, aún en contra de
aquellos que no están bajo investigación.

La historia no terminó con el exilio voluntario de Bergman. La prensa sueca


investigó el incidente y encontró que otros eran tratados de la misma brutal
manera.28 Una falla en el sistema expuso a los trabajadores independientes a un
impuesto del 105 por ciento (85 por ciento del impuesto sobre la renta, y 20 por
ciento del impuesto de trabajadores). Como resultado de esta publicidad tan
adversa, el gobierno que había gobernado Suecia por treinta años tuvo que salir
del poder. Después de ello Bergman regresó.

La estrella del cine Bibi Anderson sintió el toque de la Gestapo de los recaudadores suecos
cuando pensaron que ella podía ayudar en su investigación de las finanzas del director
Ingmar Bergman. Ella también fue arrestada y mantenida largas horas de interrogatorio
y aún se le negó una llamada por teléfono. En sus palabras, ‘Ellos actuaron como nazis.’

La huída y exilio voluntario, como el de Ingmar Bergman ha sido repetido miles de


veces en el mundo moderno. La lista de notables que han huído de su país natal
para evitar pesados impuestos se podría leer como un Quién es Quién
internacional. La huída es el dispositivo número uno usado por los ricos para
evitar pesados impuestos. No es tan dramático como la rebelión y violencia, ni
tan intrigante como el fraude, pero es seguro y rara vez es ilegal. En los últimos
años de los grandes imperios de Egipto, Roma, y la España Imperial, la huída de
tributarios alcanzó proporciones epidémicas.

El impuesto sobre la renta en el área de rentas también puede ser comparado con
un poder atómico en el área de energía. Ambos tienen un enorme potencial para
el bien y el mal, para la prosperidad y felicidad. Ambos también tienen un gran

182
potencial para la destrucción. La energía atómica para destrucción física; el
impuesto sobre la renta para la destrucción social, ética y espiritual. Gladstone
vio el impuesto sobre la renta como un motor gigantesco para un gran propósito
nacional, para ser usado con cautela.

Viendo hacia atrás a lo que el impuesto sobre la renta ha hecho desde su comienzo
revela que ha sido ambos una bendición y una maldición. Ha financiado guerras;
in realidad al principio era un impuesto de guerra en Bretaña, y eran las pesadas
exigencias de rentas de la guerra que llevaron a las tasas de impuestos hacia arriba
hasta la esfera de confiscación. Un impuesto de guerra siempre ha hecho esto
desde tiempos antiguos. Financió la guerra en contra de Hitler, financió el Plan
Marshall, y ha financiado muchos programas loables para fortalecer el orden
social, pero tiene dos trágicas guerras en su contra, que trajeron mucho
sufrimiento al mundo. Las peores guerras fueron la participación americana en la
Primera Guerra Mundial. Wilson pensó que al entrar en la guerra y ganar la guerra
se podría reestructurar el orden mundial para que fuese seguro para la
democracia y crear una Liga de Naciones para asegurar la paz. Esa guerra no tuvo
tal propósito y la paz no era paz para nada.

El Tratado de Versalles regresó a la civilización una forma antigua y odiada de


impuestos -- el tributo. Los alemanes vencidos en batalla fueron derrotados de
nuevo en la conferencia de paz por una ‘reparación’ forzada, que era una palabra
moderna para el tributo en todo el sentido de la palabra. Este impuesto destruyó
la economía física de Alemania, produjo la mayor inflación nunca antes conocida,
y pavimentó el camino para Hitler y un enfurecido pueblo alemán deseoso de ir a
la guerra de nuevo para recuperar sus perdidas tierras e imperio. En los juicios
por crímenes de guerra en Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial, la
defensa trató de plantear la cuestión de las injusticias del Tratado de Versalles
como una excusa para la agresión de Alemania en la Segunda Guerra Mundial.
Edward N. Luttwak, un importante erudito en el Centro de Estudios Estratégicos e
Internacionales en Washington, D.C., hace esta perturbadora anotación sobre la
Primera Guerra Mundial:

Los Estados Unidos se unió a la pelea con sus frescas y vastas energías, evitando
el resultado natural europeo de una paz comprometida, dañando de forma
irremediable las mismas estructuras de la civilización en el Continente, y dejando
un terreno yermo donde ambos Hitler y Stalin podrían florecer.29

183
Muchos americanos vieron esto y se opusieron a la guerra. El gobierno de los
Estados Unidos presentó cargos por sedición en contra de las personas que
hicieran quejas verbales anti patrióticas sobre la guerra. Hubo más de dos mil
personas acusadas, setecientas sentenciadas, con penas en prisión tan largas
como veinte años. La libre expresión en America estaba en una era oscura en ese
entonces.30

Vietnam fue otra guerra que se hizo posible por este gigantesco motor de
propósitos nacionales, y esta guerra también fue una plaga sobre la historia
americana.

Entonces, los impuestos, si generan rentas, permiten a un gobierno hacermuchas


cosas, incluyendo cosas tontas y destructivas. Tal vez la razón por la que
Montesquieu estaba a favor de un gobierno moderado es porque no tenía las
rentas para tratar de supervisar o dominar al mundo. Los Diseñadores de la
Constitución no visualizaron un gobierno federal que podía hacer esto. Estuvieron
equivocados en esta visión?

184
35
El Gandul Ingenioso: Evasión y Escape
No obstante el pueblo en general hoy día puede no creer en planificación fiscal o
escape de impuestos, mi predicción es que creerá en ello dentro de los próximos
diez años. Yo creo que el patrón establecido de intervención del gobierno va a
durar por mucho tiempo. No creo que nosotros necesariamente nos
enriquecemos a nosotros mismos o a la sociedad en general al seguirle la
corriente al grado de total cooperación. Tenemos el deber de resistir.
--Franciss E. LaBrie, Profesor de Derecho, Universidad de Toronto, 1974

Rotterdam alberga un museo único, llamado el Museo de Impuestos del Profesor


Van der Poel, ubicado en Parklaan 14-16. La admisión es gratis y hay una
biblioteca con mucha literatura. Originalmente fue fundado en 1937, pero fue
destruido durante el bombardeo de Rotterdam en 1940. En ese entonces era
llamado el Museo de Impuestos de los Países Bajos. Tomó décadas al Profesor
Van der Poel el reconstruir la colección después de la guerra. Cuando se jubiló en
1967, el museo fue nombrado con su nombre. La parte más fascinante del museo
son las exhibiciones relacionadas con las prácticas de evasión de impuestos del
pasado, mostrando todo tipo de artilugios usados para evadir al recaudador de
impuestos. Parece apropiado que los holandeses tengan ese museo. Evitar y
evadir impuestos ha sido una historia larga y aún honorable en Holanda, así como
en la mayoría de Europa. Durante las guerras napoleónicas, Napoleón apartó
muelles en Dunquerque para acomodar a aquellos británicos en le negocio de
contrabando.

La evasión de impuestos es probablemente la profesión más antigua, a pesar de


las reivindicaciones de las damas del placer. No existe ninguna civilización que no
gravara impuestos, y probablemente no existe ningún impuesto que no haya sido
evadido.

Antes del impuesto sobre la renta, la evasión se centraba alrededor de los


impuestos especiales y aduanas. Probablemente no existía tal cosa como evitar o
planificar impuestos. La reducción de impuestos por evasión involucraba la
falsificación de registros, sobornos, y ocultación de alguna clase. Usualmente
involucraba habilidosos especialistas. El contrabando a lo largo de las costas de
Europa operó a gran escala por siglos. Están disponibles varios libros antiguos

185
fascinantes que están llenos de historias sobre contrabandistas e ilustraciones
maravillosas.1

Cientos de impuestos abusivos y pesados en Europa pueden explicar la actitud


fiscal de los europeos sobre los pecados fiscales. Para llevar a cabo aventuras
militares, los gobiernos europeos han estado saqueando a sus ciudadanos por
tanto tiempo bajo el disfraz de impuestos que es comprensible el por qué los
europeos sienten lo que sienten. Exceptuando un pequeño número de personas
ricas atrapadas en las tasas progresivas, los norteamericanos han vivido en un
clima semi libre de impuestos. Los impuestos modestos y bajos para los gastos
esenciales del gobierno producen respeto, y América y Canadá tienen una larga
historia, hasta hace poco, de cargas fiscales modestas y hasta ligeras. La evasión
era justamente la marca de un ciudadano pobre. Desafortunadamente, la esa
actitud está cambiando y está siendo reemplazada por el punto de vista europeo.
La corrupción, desperdicio, guerras estúpidas, gastos alucinantes, tasas
escandalosas, y exoneraciones, todo esto se ha combinado para hacer la justa
parte del tribunario con frecuencia la parte justa de mala administración
gubernamental e injusticia y locuras fiscales. Los americanos están pensando
como los europeos porque su gobierno está actuando como un gobierno europeo.

Evasión fiscal en el pasado: En la costa de Cornualles, semillero del contrabando británico,


una carga es desembarcada fuera de los ojos de los agentes de aduanas de Su Majestad.

186
No es tan difícil como era antes encontrar una discusión franca en este lado del
Atlántico sobre evasión fiscal. Estuvo alguna vez en la misma categoría que el
sexo, algo sobre lo cual las buenas personas no hablaban. La prensa tampoco
hablaba mucho, por miedo a decir la cosa equivocada y animar a las personas a
eludir sus obligaciones fiscales. La oficina de impuestos es mostrada como una
dependencia dura pero justa. Aquellos que pagan sus impuestos con un corazón
puro (como Sir Galahad de Tennyson) no tienen por qué temer. Los malos -- los
evasores -- serán castigados. Esto es como informar noticias durante tiempo de
guerra. Se dice que la verdad es la primera víctima de la guerra, y no le va tan bien
en los artículos sobre impuestos durante los meses de marzo y abril.

El impuesto sobre la renta siempre ha estado asociado con fraudes, aún en


Bretaña donde era un muy bajo 3 por ciento. Gladstone dijo que el fraude era una
parte inevitable de los impuestos sobre la renta. Voy a darles una explicación que
no tiene nada que ver con la avaricia o maldad. Existe una confrontación desnuda
entre el ciudadano y el estado en el sistema del impuesto sobre la renta que no
existe con los impuestos indirectos. La demanda por impuestos sobre la renta es
respaldada por una inquisición en los asuntos del tributario -- su vida personal,
cómo lleva sus negocios, y cómo gasta su dinero. Este es el poder asociado con
déspotas, y todo tributario sabe que el sistema fiscal es un bolsillo de totalitarismo
en una sociedad de otra forma libre. Esto lo enoja y lo vuelve rebelde. Cuando
las tasas de impuestos se vuelven progresivas al punto de confiscación, sabe que
está siendo robado, y cualquier aseveración de que cualquiera pudiera consentir
a este tipo de robo es un perfecto disparate.

El argumento estándar de que él está comprando civilización a cambio por el


impuesto pagado comienza a disiparse conforme los así llamados beneficios de la
civilización son puestos a prueba. Esto es especialmente cierto cuando se da
cuenta que sus dineros de impuestos están siendo gastados para propósitos que
puede que él no apruebe, propósitos que los Fundadores trataron de evitar en la
Constitución; o cuando, en realidad, mucho de su dinero de impuestos está siendo
dilapidado o aún perdido. La observación de Adam Smith de que los impuestos
serán evadidos y las leyes fiscales muestran poco respecto cuando existe ‘una
sospecha general de muchos gastos innecesarios y enorme abuso de las rentas
públicas’ es tan verdadero hoy día como lo era hace doscientos años, y será tan
justo y verdadero doscientos años en el futuro.

El periódico de la República Popular de China The People’s Daily reportó en marzo


de 1989 que la evasión fiscal en China es rampante desde que el estado permitió

187
el capitalismo con impuestos sobre la renta progresivos. En los últimos dos años,
13 agentes del impuesto sobre la renta han sido asesinados y más de siete mil han
sido lesionados por tributarios furiosos. Ahora esa es una rebelión en el estado
violento. Además, la economía informal está en todos lados. Las rentas por
impuestos han bajado más de un tercio, aún cuando los negocios privados han
estado al alza.

‘Por qué yo debería pagar imuestos?’ dijo una actriz que devengó una enorme
suma por estándares chinos. ‘Todos esos formularios que hay que llenar. Mejor
gasto mi dinero en cosas divertidas como comer y ropa.’ El periódico del estado
cuenta la historia sobre un grupo de granjeros de cerdos en la provincia de Jiangxi
que metieron a cuatro funcionarios fiscales en una porqueriza. ‘Las masas,’ dijo
el periódico, ‘están atacando, rodeando, y golpeando’ a los recaudadores.2 La
burocracia fiscal de los Estados Unidos debería apreciar el hecho de que los
tributarios de este lado del Pacífico solamente engañan, que decididamente le
gana a ser metido en una porqueriza.

La antigua Unión Soviética también está teniendo sus problemas, pero todavía a
nivel pacífico. El Soviet Supremo, que era como el Congreso americano, hizo lo
impensable cuando se introdujeron las nuevas leyes fiscales de Gorbachev. Para
asombro del gobierno, los delegados rechazaron las tarifas fiscales aumentadas. 3
Eso no solamente requirió coraje, sino que nos dice algo sobre la naturaleza
humana y los impuestos.

La resistencia rusa a los altos impuestos puede ser algo innato. Pocos años atrás,
en un programa vivo en los Estados Unidos, se le preguntó a dos inmigrantes rusos
que se habían vuelto exitosos y estaban haciendo mucho dinero sobre su nueva
vida en occidente y las libertades que ahora disfrutaban. Después de expresar su
agradecimiento por todos estos aspectos de la vida occidental, comenzaron a
hablar del SRI, y dijeron que ni siquiera en Rusia había una operación así, que
pudiera quitar más de la mitad de lo que había ganado. El anfitrión del programa
estaba sorprendido, no dijo ni una palabra, y cambió el tema. En los días de los
zares, el gobierno ruso siempre tuvo problemas con el pago de impuestos.

Como regla general, una evasión de impuestos extendida es una señal segura de
que el sistema fiscal de un gobierno es malo. La gente pagará impuestos, aún
impuesto sobre la renta, si las tasas son razonables. Un reciente estudio revela
que la mayoría del pueblo norteamericano estaba encantada con el primer
impuesto sobre la renta. Significaba, o así lo pensaban, una reducción en tasas, y

188
por lo tanto, menores impuestos a los productos. ‘Hace setenta y cinco años,’ dijo
el autor, ‘los norteamericanos pagaron su primer impuesto sobre la renta. Y les
gustó.’4 Yo creo que a los norteamericanos todavía les gustaría el impuesto si el
gobierno lo hubiera mantenido simple, justo, y modesto.

La creencia de que algunas personas están más inclinadas a evadir que otras es
cuestionada por Jude Wanniski: Los latinoamericanos o italianos o asiáticos no
están más predispuestos a evadir impuestos que los neoyorquinos o alemanes.’5
Un estudio alemán encontró que la moralidad de los impuestos era bastante baja.
Un estudio francés indicó que la mayoría de hombres de negocios y profesionales
sentían que los evasores de impuestos estaban justificados. Un estudio en Italia
en 1962 indicaba que se presentaban aproximadamente un millón de
declaraciones de impuestos, cuando el realidad se deberían haber presentado 2.5
millones.

Como una regla, los abogados y contadores de impuestos ven la evasión de


impuestos con poco placer porque el evasor no usa sus servicios. Después de
todo, ellos se ganan la vida haciendo una evasión de impuestos legítima, lo que
con frecuencia es complicado y lleva mucho tiempo. Cuando sus clientes cambian
de evitación a evasión, el profesional de los impuestos pierde negocio, y si
demasiadas personas evadieran, él estaría buscando un nuevo empleo. La evasión
de impuestos no solamente amenaza las rentas del estado, sino que amenaza a
los profesionales de impuestos todavía más.

El lego no es mojigato sobre los pecados fiscales. No ve mucha diferencia entre el


hombre de negocios que astutamente manipula sus métodos de contabilidad para
disminuir a la mitad sus ingresos, y el hombre de negocios que entierra la mitad
de sus ingresos en una lata en el patio trasero. El efecto es el mismo. El hombre
que entierra sus ingresos en el patio trasero está mejor (si no lo pescan) porque
no tuvo que pagar un contador caro para este plan. Todo lo que tuvo que hacer
fue marcar ‘sin ventas’ en su caja registradora y comprar una caja impermeable,
o dedicarse a alguna otra técnica ‘no mencionada en los libros.’

Los tributarios sofisticados y pudientes en América del Norte generalmente usan


la evitación. Puede que cueste más, pero a la larga es más segura. Los evasores
de impuestos son tontos y perezosos para operar ‘fuera de los libros.’ Después de
todo, no hay ningún estatuto de limitación para la evasión de impuestos. La
evitación, aún cuando sea hecha de mala manera y sea vulnerable a un ataque, no

189
puede ser atacada después de que venza el estatuto de limitaciones, lo que toma
de tres a seis años.

Qué tan extensa es la evasión de impuestos en nuestra sociedad? Los operadores


de detectores de mentiras en los Estados Unidos con frecuencia preguntan al
sujeto si él hace trampa en sus impuestos. La reacción a esta pregunta con
frecuencia es intensa, y esto da al operador del polígrafo una indicación de cómo
reacciona el sujeto cuando miente. Los operadores europeos de polígrafo no
harían esta pregunta porque la evasión de impuestos no es un delito en muchos
países europeos, y aún donde sí lo es, las personas no lo consideran un mal moral.
‘Entonces, qué hay de nuevo?’ es una reacción europea típica.

El uso frecuente de la interrogante de la evasión fiscal por operadores del


polígrafo indica que la evasión está muy extendida, pero las cantidades evadidas
por la mayoría de personas pueden ser pequeñas e insignificantes. Hasta que
tengamos un estudio de evasión de impuestos a lo largo de las líneas del Informe
Kinsey solamente podemos adivinar. Los oficiales de finanzas y la tesorería con
frecuencia dicen que la evasión podría andar alrededor de los billones, que una
cantidad sustancial del comercio en el occidente opera ‘fuera de los libros.’ Estos
reclamos deberían ser descontados por dos razones: Primero, no tienen ninguna
base en hechos, y los oficiales del gobierno que las citan usualmente están
intentando convencer al Congreso de darles más poder. Una respuesta honrada
y sincera sería que nadie sabe cuánto ingresos mueve la sociedad ‘fuera de los
libros.’ Segundo, la mayoría de los negocios y comercio de nuestros días está
centrado en grandes corporaciones, tanto públicas como privadas. La misma
naturaleza de esta forma de empresa mercantil hace poco probable la evasión de
impuestos. Los contadores hábiles cuidadosamente auditan todas las
transacciones. El fraude fiscal, cuando ocurre, con frecuencia es un incidente de
malversación, no un intento primario. Además, el impuesto debe ser retenido por
los patronos antes de emitir los cheques de pago, y los cuadros de impuesto
retenido son suficientemente altos para exceder la cantidad de impuesto que el
trabajador debe en realidad. Nuestro sistema de impuesto sobre la renta, para la
mayoría de tributarios, es a prueba de evasiones, contrario a lo que la oficina fiscal
pueda decir.

La evasión de impuestos no es un ‘delito común’ en la civilización occidental; en


realidad, en la mayor parte de Europa es más como un deporte internacional. El
europeo que no practica un poco de evasión con frecuencia es el hazmerreír de
sus colegas de negocios. Un importador honrado fue acusado de tratar de

190
defraudar a aduanas en América del Norte porque su costo de los artículos era
considerablemente menor que los costos reportados por otros importadores.
Aduanas insistía (y eventualmente prevaleció en su aseveración) que sus facturas
estaban subestimando sus costos. Este honrado importador era un tipo tan
decente que él no sería un soplón de sus competidores ni les diría a aduanas de
que todos estaban aumentando sus facturas para que el dinero pudiera ser
enviado a una cuenta secreta en algún otro lado.

Un pedacito de disparate común publicado por la oficina fiscal es que el evasor


fuerza al tributario honrado a pagar más. Pero las cargas fiscales que son evadidas
o evitadas no son asumidas por otros. Si mi vecino opera ‘fuera de los libros,’ y no
paga ningún impuesto, mi tasa de impuestos no sube. Ese argumento puede
haber sido verdad en el antiguo Egipto, donde cada aldeano era responsable por
los impuestos de toda la aldea, pero no existe tal regla hoy día. Mientras menos
impuesto se pague, menos tiene que gastar el gobierno, y la mayoría de las
personas cree que el gobierno tiene demasiado dinero para gastar de todos
modos. Hace más de veinte años un inglés llamado Parkinson hizo un par de
aforismos sobre impuestos y la burocracia: ‘El gasto sube hasta igualar el ingres,’
lo que significa que un gobierno gastará todo lo que recibe; y ‘El trabajo se
expande para llenar todo el tiempo disponible para terminarlo.’ En otras palabras,
los gobiernos (y sus empleados) desperdiciarán tiempo y dinero si se les da la
oportunidad. Por otro lado, los gobiernos serán ahorradores si su bolsillo es
pequeño. De modo que la evasión, a la larga, podría tener algún efecto
beneficioso sobre el gasto público.

Gladstone habló del ‘sentimiento público’ de desigualdad del impuesto sobre la


renta, que añade otra excusa para el evasor. Las oportunidades para la evitación
de impuestos dentro de cualquier sistema de impuesto sobre la renta también
estimula la evasión. El evasor simplemente está eliminando al intermediario -- el
contador de impuestos, planificador de albergues, y abogado de impuestos.

Finalmente, está el disgusto del público de lo que podríamos llamar el Robin


Hoodismo legalizado: participación de rentas. La etiqueta de robo ha sido aplicada
a impuestos inadecuados desde los tiempos romanos. Desde la Magna Carga, los
ingleses han creído que los impuestos son malos y la evasión está justificada si los
gobiernos persiguen objetivos impropios. Un desperdicio y gasto excesivo
también es un incentivo para la evasión. Muchas personas fueron a prisión en los
Estados Unidos por no pagar sus impuestos sobre la renta durante la Guerra de
Vietnam. Ellos argumentaban que el impuesto era ilegal porque el gasto de las

191
rentas era ilegal. Este punto de vista tiene un sólido apoyo histórico, pero no
respaldo legal. La filosofía detrás de esto fue expresada en la Cámara de los
Comunes de Canadá en 1876 por Richard Cartwright, ministro de finanzas liberal
y vocero fiscal en jefe para el gobierno canadiense por casi cuarenta años:

Todo impuesto, sin importar cómo está disfrazado, es una pérdida per se… es la
obligación, y sagrada obligación, del Gobierno de tomar únicamente de las
personas lo que sea necesario para el adecuado cumplimiento del servicio
público; y que los impuestos de cualquier otro modo es simplemente, de una
forma u otra, un robo legalizado.6

Esta también fue la opinión americana por 150 años, hasta el momento del Nuevo
Trato. Fue mejor expresado por uno de los voceros en jefe de la Democracia
Jacksoniana en el siglo diecinueve, William Leggett, quien dijo, nuestro gobierno
‘no posee ningún derecho delegado para manosear la industria individual ni por
un pelo más allá de lo que sea esencial para proteger los derechos de las personas
y la propiedad.’7

Setenta y cinco años más tarde, el Juez Brewer, el campeón de finales del siglo
diecinueve sobre la disposición de uniformidad en el impuesto dijo, ‘La teoría
paternal del gobierno para mí es odiosa. La mayor libertad posible para la persona
individual y la mayor protección de su propiedad es ambos el límite y la obligación
del gobierno.’8

La desobediencia civil a las leyes impopulares anima al evasor. La sociedad


occidental tiene una larga y profundamente enraizada tradición de desobediencia
a las malas leyes, especialmente malas leyes fiscales. El evasor simplemente está
midiendo hasta los ideales más altos de los rebeldes ingleses de los últimos
cuatrocientos años a ambos lados del Atlántico. Si las leyes de malos impuestos
justifican la rebelión -- y la historia ampliamente apoya este punto de vista --
entonces el evasor moderno de impuestos podría ser el rebelde fiscal más
justificado de todos los tiempos.

Para la mayoría de personas hoy día, el asunto moral está borroso, y al final el
miedo y la obligación sostienen nuestros impuestos. El asunto continuará estando
borroso en tanto nuestras leyes fiscales sean el producto de políticas de clase y no
estén atados a las normas constitucionales de justicia e igualdad. Existe poca duda
de que la evasión será tratada cuando se presente la oportunidad. El barbero
tiene tantas oportunidades como el comerciante de diamantes, y cederá a la

192
tentación con igual frecuencia, aún cuando las cantidades sean más pequeñas.
Cuando la Corte Suprema en los Estados Unidos recientemente confirmó una
nueva ley para vigilancia gubernamental de las cuentas bancarias, el enfermo Juez
William O. Douglas estuvo en desacuerdo porque él todavía no estaba dispuesto
a creer que todos en el país eran unos bandidos. Aparentemente, la mayoría
sentía lo contrario, y sospecho que eran más realistas de lo que era Douglas, aún
cuando guardaron silencio sobre el asunto. En general, los comentadores fiscales
sofisticados y educados se quedan en silencio sobre el asunto de la evasión, de
modo que la franqueza de Douglas, en una opinión judicial formal, es
especialmente inusual. Nos recuerda los comentarios hechos por el humorista
muy práctico Will Rogers.

Will Rogers no recibió educación formal, y aún así se ganó el respeto y admiración
de todos alrededor del mundo. Las personas no solamente se reían por lo que
decía, sino que creían lo que decía, probablemente más que cualquier otro
hombre en la historia americana. Rogers decía que ‘el impuesto sobre la renta ha
hecho más mentirosos del pueblo americano de lo que lo ha hecho el golf.’ No
solamente estaba hablando de sus compañeros tributarios; estaba hablando de sí
mismo. En 1924, reclamó una deducción falsa por $26,000 por pagos a su esposa
como secretaria. Todo lo que ella hacía era abrir el correo. Rogers simplemente
estaba expresando en el idioma del hombre común lo que el Gladstone, educado
en Eton y Oxford, había dicho cincuenta años antes cuando habló de los fraudes
ineludibles en un impuesto sobre la renta.

En los años 1920, cuando el impuesto sobre la renta era simple según nuestras
normas actuales, a Rogers se le hizo fácil ridiculizar las complejidades de la ley.
Cuando él pagaba sus impuestos ‘cabales’, no estaba seguro si ‘él era un ladrón o
un mártir’ -- la ley era demasiado incierta para conocer cuál.

Sobre el asunto de impuestos en general, y justicia fiscal, Rogers era un Aristides


del hombre común. Decía, ‘El pueblo quiere impuestos justos más de lo que
quieren impuestos más bajos. Quieren saber que todo hombre está pagando su
parte proporcional de acuerdo a su riqueza.’9 En otras palabras, la justicia fiscal
debe ser medida por la riqueza. A ojos de Rogers, como de la mayoría de
personas, no importa cómo se adquiere la riqueza, ya sea trabajando, operando
un negocio, por donación, inversión, o por herencia. La obligación de pago debe
ser medida por lo que una persona posee o tiene. Cómo fue adquirido no importa.

193
El comentario más famoso sobre evitación de impuestos fue hecho en los años
1920 por un juez británico: ‘Ningún hombre en este país está bajo la menor
obligación, moral o de otra naturaleza, de arreglar sus relaciones legales con su
negocio o su propiedad para permitir a la Oficina de Rentas de meter la pala más
en sus almacenes.’10

Will Rogers, el humorista más querido de los Estados Unidos, quien dijo que el impuesto
sobre la renta hacía más mentirosos de los norteamericanos que el golf. Debe haberse
estado excusando por deducciones falsas al impuesto sobre la renta en su declaración.
Cuando él hizo su declaración ‘cabal’, él no sabía si era un ladrón o un mártir.

La evitación de impuestos, como la evasión, es un aspecto inherente del impuesto


sobre la renta. Las oportunidades para evitar impuestos han hecho nacer una
nueva industria. Los abogados y contadores más brillantes con frecuencia se
mueven al área de planificación fiscal, junto con pocos promotores. La mayoría
de tributarios de las altas esferas pronto aprenden que un dólar ahorrado es

194
mucho más grande que un dólar ordinario ganado. Pocas horas de una hábil
planificación con frecuencia pueden ahorrar decenas de miles de dólares para los
ricos. En qué otro negocio un abogado puede hacer tanto para sus clientes en tan
pequeño período de tiempo? Sin embargo, una hablidosa planificación fiscal no
es una tarea fácil; con frecuencia toma años convertirse en un gran maestro o un
‘alquimista fiscal.’

En el Medioevo un alquimista era un metalúrgico excéntrico que trataba de


transmutar metales ordinarios a oro. Hoy día, un alquimista fiscal transmuta una
renta imponible ordinaria en una renta de bajos impuestos o exenta de impuestos.
A diferencia del alquimista de antaño, el alquimista fiscal no es ningún chiflado; es
un técnico altamente exitoso, habilidoso. Un abogado fiscal brillante en el área
de San Francisco, de considerable notoriedad, y cuyos métodos son tan poco
ortodoxos como ingeniosos, alardeaba que él podía reducir los impuestos de
cualquier tributario a cero. Sin embargo, había un inconveniente; los honorarios
legales serían con frecuencia más altos que el impuesto no pagado.

Howard Hughes, cuya riqueza resultó ser menor que los billones que se le
achacaba, era todavía uno de los hombres más ricos sobre la tierra. El no pagaba
impuesto sobre la renta. Un impuesto anual a la riqueza obviamente hubiera
eliminado este absurdo resultado. El Sr. Hughes tenía un enorme ingreso, pero
sus abogados fiscales generaban suficientes deducciones para reducir su ingreso
imponible a cero. Por supuesto al final sin testamento y sin ninguna planificación
sobre los impuestos a sus bienes, la parte del león de la riqueza del Sr. Hughes fue
al Tío Sam. La declaración de impuestos del Presidente Nixon, que alcanzó la
portada de la revista Time, y que casi puso a Nixo en la cárcel, lo mostraba como
que no debía ningún impuesto. La teoría que apoyaba la planificación fiscal era
suficientemente sólida, y si alguien no hubiera sido perezoso en el campo de
Nixon, la declaración de impuestos no hubiera requerido auditoría. Los
planificadores de impuestos de Nixon pusieron una fecha anterior a un
documento que le permitía gozar los beneficios de un agujero fiscal que había
estado cerrado, pero que podía haber sido utilizado si Nixon hubiera actuado
prontamente.

Desafortunadamente, mientras más rico es el tributario, más fácil la evitación. La


planificación de Howard Hughes era tan simple que cualquier contador asistente
hubiera podido hacerla. El renglón más fascinante fue una de $50,000 anuales
(más gastos) de pago a Jane Russell por veinte años por no hacer nada.11

195
Suponga que el Tributario T tiene diez millones de dólares. En el banco su dinero
devengará aproximadamente un millón en intereses, totalmente imponibles en
las etapas superiores a aproximadamente un tercio de un millón de dólares. Si T
pone su dinero en acciones de crecimiento, artículos de diferimiento de
impuestos, tierras no cultivadas, oro, diamantes, obras de arte, u otras inversiones
similares, no paga ningún impuesto porque no tiene ingresos. T ahora tiene su
privacidad, seguridad, y una cobertura contra la inflación. Si T necesita $100,000
en efectivo para vivir cada año, seleccionará y venderá activos para producir el
efectivo que necesita. La mayor parte de los $100,000 será un retorno al costo --
sin impuestos. Las ganancias con frecuencia son gravadas a tasas reducidas de
ganancias de capital. Los renglones de pérdida pueden ser vendidos para
compensar las ganancias. Diez mil dólares al año en impuestos es
aproximadamente todo lo que T debería planear pagar. Compare esto a los
pesados impuestos de $350,000 a $600,000 que pagaría con su dinero
devengando intereses. No es esto alquimia en su mejor momento?

Los gobiernos con frecuencia publican información sobre tributarios que


devengan grandes cantidades de rentas para demostrar que están pagando una
cantidad sustancial de impuestos. De estas estadísticas la situación para los súper
ricos parece estar bajo control. Lo que estas estadísticas no revelan es el número
de multimillonarios que tienen pocos ingresos imponibles, pagan pocos
impuestos, y quienes podrían, si tuvieran el valor, de solicitar asistencia social!

196
La declaración de impuestos de Nixon llegó a la portada de la revista Time, declarando
que él debía únicamente $878.03. Resultó que era planificación fiscal de lo peor --
poniendo fechas anteriores a documentos para caber en secciones rechazadas del código
fiscal.

197
36

Huída a los Paraísos Fiscales: El Mundo en el


Extranjero

La revista de vuelo de British Airways hace pocos años decía que las Islas Caimán
habían sido descubiertas como paraíso fiscal por ‘un abogado británico llamado
Charles Adams.’ Estas islas antes habían sido ‘descubiertas’ tres veces. Primero
por Colón en 1503; después por los piratas que las usaron como base para saquear
las flotas españolas; y después por desertores de las fuerzas de Cromwell que
incautaron Jamaica de los españoles. Los descubrimientos anteriores nunca
fueron muy notorios ante el mundo, pero el descubrimiento del paraíso fiscal
podía ser comparado algo al descubrimiento de oro en el Klondike. Las personas
inundaron el lugar para hacer su fortuna en una nueva tierra de oro. Con las
Caimán, era una tierra de sol y arena sin impuestos, que para muchos era tan
bueno como el oro. La mayoría de las personas no iba allá, solamente enviaba su
dinero.

Gran Caimán es solamente una pequeña faceta de un mundo en el extranjero


mucho mayor donde el sol nunca se pone. En realidad, el día comienza en la línea
de fecha internacional en el Pacífico y allí hay paraísos fiscales para recibir los
primeros rayos del sol anunciando el nuevo día. Para cuando el nuevo día llega a
las Islas Caimán, los bancos en el Pacífico habrán cerrado y todos se habrán ido a

198
acostar. Pero las repercusiones de lo que se ha hecho en el Pacífico penetrarán a
Gran Caimán cuando el sol se levante en el Caribe.

Entonces, el mundo en el extranjero es un mosaico geográfico complejo


diseminado sobre la faz de la tierra. También es un mosaico financiero y legal
complejo, con una vasta cantidad de servicios para satisfacer las necesidades de
toda clase de gente que busca evitar, ya sea en forma legal o ilegal, a las
autoridades fiscales y con frecuencia políticas de sus tierras nativas. La mayoría
de escritores desinformados no aprecian esto y ven el extranjero como una
muestra de instituciones fiscales y legales dedicadas a una ocupación muy común
– no del todo honrada.

Usted se sorprendería de la variedad de servicios que están disponibles en el


mundo de paraísos fiscales. Como un buen smogarsbord, usted puede encontrar
casi cualquier cosa si se toma el tiempo y está dispuesto a procurar lo que busca.
Aparte de servicios que usted nunca se hubiera imaginado, usted encontrará un
rango completo de competencia e incompetencia. En el lado oscuro, estos centros
financieros, como les gusta ser llamados, son una tierra de nadie, lleno de soldados
financieros, bandidos y estafadores, tontos y timadores de todo tipo imaginable.
Caveat emptor, o comprador ten cuidado, nunca ha sido más apropiado que
cuando se hacen negocios en el mundo extranjero. El comentario de W. C. Fields
sobre nunca dar a un tonto una oportunidad justa también tiene aplicación
considerable. No existen las protecciones al consumidor o al inversionista en las
que todos hemos aprendido a confiar.

Los paraísos fiscales son inevitables siempre que los impuestos son muy altos. En
el período romano tardío, las hordas de tributarios romanos buscaron a los
bárbaros para evitar la fea esclavitud fiscal de Roma. Nada muy sofisticado, solo
una mera huída para evitar impuestos. El Islam era un paraíso fiscal para los
cristianos en los siglos diecisiete y dieciocho. El primer paraíso fiscal del mundo
después de la edad media fue América. Los historiadores fácilmente reconocen
que más personas huyeron de Europa al nuevo mundo para evitar los odiados
impuestos de Europa que por libertad política o religiosa. La huída a los paraísos
fiscales en el siglo veinte es un patrón que la humanidad ha estado tomando de
cuando en cuando desde el primer registro de la historia.

El término paraíso fiscal se deriva de cielo (haven - heaven, en inglés) y no es


solamente una analogía. Los campesinos sobrecargados de impuestos en Europa
hace unos siglos tenían himnos religiosos al igual que nosotros, y muchos de los

199
versos son similares a lo que nosotros cantamos en nuestras iglesias. Sin embargo,
había una notable distinción. Los himnos religiosos de estos campesinos se
referían al cielo como un lugar de paz y descanso, que tenía la característica
añadida de estar libre de recaudadores de impuestos -- nada menos que un
paraíso fiscal.

El aumento de paraísos fiscales en este siglo fue pronosticado en un editorial en


The Times, el 17 de mayo de 1894, cuando se introdujeron las tasas progresivas en
Bretaña:

Separen las propiedades grandes y moderadamente grandes para el ataque, y


muy pronto, como por arte de magia, comenzarán a evadirlos y a escapar, como
todas las cosas en el mundo muy razonablemente hacen cuando son señalados
para un ataque. Aún el cuervo medio muerto de hambre no esperará para ser el
blanco de disparos continuamente.

Pronto después de que América adoptara altas tasas progresivas, el Presidente


Coolidge aprendió de primera mano de la Tesorería que las altas tasas progresivas
nos llevaban al ‘punto de no recibir nada.’1 A dónde fueron los ingresos? Diez años
más tarde cuando Roosevelt aumentó el impuesto sobre la renta de Coolidge por
170 por ciento, un rico financista americano le dijo a un amigo de Roosevelt
mientras estaban en un bar en POarís: ‘Mi fortuna está en las islas Bahamas y se
va a quedar allí en tanto ese malnacido esté en la Casa Blanca.’2 Hoy día esos
mismos altos ingresos y fortunas probablemente terminarían en las Islas Caimán.
Hay más de dos docenas de otros paraísos fiscales alrededor del mundo, pero la
historia de éxito de Caimán sobrepasa a todas las demás. Con buen gobierno, una
sociedad estable y segura, y ningún impuesto a los bienes y a las rentas, una gran
cantidad del dinero del mundo ha sido dirigido a su sistema bancario.

Las Islas Caimán comenzaron como paraíso fiscal en los años 1960. No había
carreteras pavimentadas. Las únicas comunicaciones con el mundo exterior eran
a través de correos. Había un cable telefónico a través de Jamaica, pero estaba tan
enredado que no era confiable. El aeropuerto era una caseta de madera con
ventanas con malla de gallinero. Los hoteles, si usted les podía llamar eso, eran
cualquier cosa menos primera clase. Había unos pocos bancos en oficinas
primitivas. El Royal Bank of Canada tenía sus oficinas de fideicomiso en una
antigua bodega en el frente del puerto. El puerto era muy pequeño y solamente
podía dar servicio a pequeños buques de vapor. Hoy día hay calles pavimentadas
y una multitud de nuevos edificios de oficinas. Más de cien bancos tienen sus

200
propias oficinas y personal; cientos más tienen licencias y están registrados allí.
Las corporaciones que están fundadas allí son miles. Los hoteles y condominios
son lujosos, aún los mosquitos han casi desparecido. En los primeros días de las
Islas Caimán no era raro ver a alguien gritar ‘carne fresca’ cuando nuevos visitantes
llegaban al aeropuerto. En minutos nubes de nocivos insectos comenzarían a picar
a los visitantes y zumbar en sus oídos. Es comprensible el por qué la National
Geographic en los años 1920 llamó a las Islas Caimán ‘La Tierra que el Tiempo
Olvidó’. En los primeros años como paraíso fiscal en los años 1960, era todavía así,
pero entonces algo sucedió.

Caimán era básicamente una isla suburbio de Kingston, Jamaica, que estaba bajo
el dominio británico. Cuando Jamaica se volvió independiente, los ciudadanos de
Caimán tuvieron la sabiduría de separarse de Jamaica, y convertirse en una Colonia
de la Corona de Gran Bretaña. Exceptuando el buceo deportivo y una encantadora
playa, Caimán era probablemente la isla menos atractiva de todo el Caribe. La
mayor parte de la isla estaba bajo las aguas de los pantanos. Tenían un récord
mundial. No lejos de George Town, el centro de la civilización que las islas podían
presumir, una trampa para mosquitos atrapó más de 300,000 mosquitos en treinta
minutos. El ganado a veces se sofocaba cuando sus fosas nasales se llenaban de
mosquitos.

Los fundadores decidieron establecer leyes de banca y fideicomisos ágiles,


modeladas al estilo de Nassau en las Bahamas, esperando mejorar la economía
con algunos negocios de paraíso fiscal. Por siglos los ciudadanos de Caimán se
embarcaban y podían encontrarse en muchas de las naves mercantes del mundo.
Esto significaba que los hombres con frecuencia estaban lejos de sus familias por
seis a nueve meses del año. Con las instalaciones de paraíso fiscal, este aspecto
poco deseable de la vida económica de Caimán puede haberse invertido. Los
hombres se podían quedar en casa con sus familias. Al principio, pocos ciudadanos
de Caimán se pueden haber imaginado la prosperidad que les produciría el
negocio del paraíso fiscal. Buen gobierno, una sociedad estable, y bajos impuestos
-- una receta inmejorable para el éxito.

Deberíamos comparar a las Islas Caimán con otro paraíso fiscal que estaba
creciendo en el Oriente Medio, y en los años 1960 tenía un futuro mucho más
promisorio que la pequeña y oscura Gran Caimán. Era Líbano, que se refería a sí
mismo como la ‘Suiza del Oriente Medio.’ Su gran centro bancario era Beirut.
Líbano parecía ser tan seguro y promisorio que aún los rusos establecieron un
banco allí -- el Moscow Norodny Bank. Ya no está más allí, ni está ninguno de los

201
otros bancos que llegaron en los años 1960. No se tiene que describir mucho lo
que pasó. Las oportunidades de Líbano de convertirse en un centro financiero
internacional han desaparecido para siempre. El gran éxito de Suiza ha sido su
estabilidad política y social -- su capacidad de quedarse fuera de las muchas
guerras de Europa, su sabiduría en mantener una moneda estable atada al oro, y
su privacidad bancaria, que simplemente es otro aspecto de la seguridad. En su
propia manera peculiar, los ciudadanos de Caimán emularon a los suizos. En
algunas maneras, los de Caimán están mucho mejor. Los suizos cobran un
impuesto del 35 por ciento sobre los intereses devengados en depósitos con
bancos suizos; los de Caimán están libres de impuestos.

Hoy día podríamos utilizar este panfleto de 1630 llamado ‘Libertad’ como un anuncio para
los beneficios de un paraíso fiscal, como las Islas Caimán. El panfleto resume las ventajas
y libertades en New York, especialmente la ausencia de impuestos. América del Norte fue
el primer paraíso fiscal de la era moderna, conforme más personas emigraron al Nuevo
Mundo para evitar impuestos más que por cualquier otra razón.

Por definición, cualquier lugar es un paraíso fiscal en donde el dinero o las rentas
sean seguras, privadas, y libres de impuestos o con bajos impuestos. Muchos
extranjeros consideran a los Estados Unidos un paraíso fiscal. De alguna forma lo

202
es. Los intereses pagados por los bancos de los Estados Unidos a extranjeros está
libre de impuestos. Las ganancias de capital por valores son libres de impuestos,
como lo son otros tipos de ganancias por bienes muebles. Cuando el SRI trató de
gravar las ganancias del comercio de acciones, el Congreso respondió con una ley
exonerando dichas ganancias aún cuando fuesen negociadas a través de un
corredor residente con autoridad discrecional. La mayoría de otros países hacen
lo mismo. Los países con altos impuestos que desean atraer una parte del dinero
del mundo, especialmente dólares, han tenido que meterse al acto del paraíso
fiscal. El viejo adagio, ‘Si no puedes ganarles, úneteles,’ es aplicable. El dinero no
tiene ninguna lealtad exceptuando a la seguridad y rentabilidad. Los paraísos
fiscales, como las Islas Caimán, siguen creciendo y volviéndose más ricos porque
aventajan por mucho a sus competidores. Eso es solamente un buen negocio. Hay
mucho dinero en la tierra de nadie del mundo -- los Eurodólares y los petrodólares
-- y va a los oferentes más altos y más seguros. Por un tiempo, el gobierno de los
Estados Unidos hizo un movimiento tratando de atraer mucho de ese dinero
derogando impuestos sobre la renta sobre intereses devengados sobre cuentas
bancarias y bonos del gobierno. Desafortunadamente, fueron aventajados por
mucho por la competencia y se quedaron muy atrás de lo que podría haber sido
hecho. Se rehusaron a dar una aprobación general a los instrumentos al portador
porque podrían ser usados para evadir impuestos de los Estados Unidos. Los
evasores tienen un gran mercado allá afuera y difícilmente necesitan valores de
los Estados Unidos. Los gobiernos canadienses y literalmente cientos de las
corporaciones más grandes y más seguras usan bonos al portador en el mundo
extranjero.

El dinero en los paraísos fiscales, así como los valores, no están físicamente en el
paraíso. Los bancos de los paraísos fiscales transmiten el dinero a New York,
Londres, Zurich, Luxemburgo, París, u otros centros financieros. Si dólares están
involucrados, tarde o temprano vuelven a casa. El paraíso fiscal simplemente los
trae a casa de una forma que protege la privacidad del depositante, proporciona
intereses libres de impuestos, y lo hace desde un país de base estable; mientras
más estabilidad mejor, lo que es la razón de que las Islas Caimán hayan sido tan
atractivas. Los paraísos fiscales no se van a ir a ningún lado; la economía hace que
eso sea una certeza, y la historia lo confirma. En resumen, las tasas altas
progresivas crearon paraísos fiscales, y ahora los muchos gobiernos con altos
impuestos del mundo tienen que cosechar lo que sembraron. La huída para evitar
impuestos es todavía, como lo ha sido por miles de años, la respuesta inevitable a
los gobiernos que gravan demasiados impuestos.

203
La huída de capital para evitar impuestos o controles de cambio es solamente uno
de los usos de los paraísos fiscales. Las grandes corporaciones de todo el mundo
han descubierto estos centros financieros. Finanza internacional, banca, ventas,
regalías, licencias, seguro -- casi cualquier clase de transacción imponible
imaginable puede ser realizada en un paraíso fiscal para reducir impuestos de
forma legítima. Un abogado más antiguo del SRI reconoció que habían ‘millones
de dólares en impuestos que podían ser salvados de manera muy legítima
utilizando a las Islas Camán,’3 y después me confesó que después de treinta años
con el SRI él quería jubilarse e ingresar al negocio del paraíso fiscal, planificación
de impuestos.

La mayoría de personas que huyen a un paraíso fiscal lo hacen porque están hartos
con las leyes fiscales o de impuestos de sus países de origen. El industrial
multimillonario E. P. Taylor se movió a las Bahamas ‘para evitar los duros inviernos
del Canadá.’ Todo el mundo sabe en realidad que él se fue para evitar los duros
impuestos del Canadá. El campeón de tenis sueco Bjorn Borg, y su coterráneo
Ingemar Stenmark, el gran esquiador, ambos dejaron Suecia y se fueron a Mónaco
por razones obvias.

Los refugiados de los paraísos fiscales reportan que están cansados de pelear con
el recaudador de impuestos (un punto que enfatizó Adam Smith). Han tenido
suficiente de auditorías, año con año, o tener a sus registros bancarios y contables
escudriñados y revisados. Están cansados de ver su privacidad totalmente
destruida por agentes fiscales como la inquisición. Están cansados de apelaciones,
grandes honorarios para los profesionales de impuestos, y litigios fiscales sin fin.
Muchos se quejan de que la filosofía de ‘esquilmar a los ricos’ de sus países natales
no era tan intolerable como el acoso y desdén que recibían de los burócratas
fiscales. Esta fue la queja del gran director sueco, Ingmar Bergman. El estaba
anuente a vivir con los altos impuestos suecos, pero no con las tácticas de Gestapo
de los recaudadores suecos.

Los Rolling Stones en la Curva de Laffer

En 1971 los Rolling Stones salieron de Inglaterra. En 1988 explicaron por qué a un
escritor del Washington Post:

En 1971 nos vimos forzados a tomar una decisión por cortesía del gobierno
británico -- vivir en Inglaterra y [debido a los altos impuestos] no poder

204
permitirnos comprar otro juego de cuerdas de guitarra, o movernos y mantener
junta a la banda. De allí nació ‘Exile on Main Street.’4

Este éxodo, o ‘Exile on Main Street’ ha sido repetido por músicos, atletas, hombres
de negocios, inversionistas, actores, escritores, inventores pudientes -- casi todos
en cualesquiera áreas que hayan llegado a la cima. La pérdida que sus países
sufren al forzar a salir a esta riqueza y este talento es considerable y es un aspecto
de la famosa curva Laffer en plena operación. La curva Laffer es una ilustración
gráfica de lo que sucede cuando un gobierno grava demasiados impuestos.
Muestra que el gobierno cada vez más cosechará menos y menos, hasta que no
reciba nada cuando las tasas alcancen un 100 por ciento.5

‘Pérdidas en casa, ganancias en el extranjero’ es una vieja frase usada por los
planificadores de impuestos y que se muestra aquí. Las transacciones de negocios
son arregladas entre compañías relacionadas para evitar impuestos. Los precios
entre compañías pueden cambiar los ingresos de áreas con altos impuestos, como
los Estados Unidos, a áreas con impuestos bajos o ningún impuesto. Los
japoneses son maestros en esto, y han contratado a los principales ejecutivos
superiores del SRI para que los represente. El Wall Street Journal, el 18 de octubre
de 1991, reportó que el antiguo comisionado Gibbs está entre los profesionales
que cuidan a los japoneses.

205
La curva Laffer solamente ilustra una parte de la pérdida de rentas, y una pequeña
parte en realidad, cuando las personas ricas que devengan buenos ingresos como
los Rolling Stones salen del país. Los muchos trabajadores y negocios que
prestaban servicios a los Rolling Stones perdieron un valioso cliente. Los ingresos
que hubieran ganado de los Estones está perdido para ellos y para el recaudador
británico de impuestos. Al final, la política de los gobiernos socialistas de Bretaña
de ‘esquilmar a los ricos’ no funcionó para nada. Tuvo el efecto contrario y al final
fue un desastre económico y aún cultural en todos los frentes.

Los paraísos fiscales no todos son malos aún para el gobierno de los Estados
Unidos. En realidad, pueden ser como una rosa con una pequeña espina. La
espina es la pérdida de impuestos. La parte de la rosa más que compensa a la
espina. Déjenme explicar.

Aún cuando el impuesto sobre la renta comenzó como una forma modesta de legislación
de impuestos de clase en contra de los ricos, con la introducción de tasas escalonadas
pronto se convirtió en una calavera para los ricos como lo ilustra esta caricatura de forma
muy dramática. Los ricos se ven corriendo para alejarse del recaudador, y durante el siglo
han hecho una buena carrera -- escondiendo su riqueza o cambiando su domicilio a
lugares a donde la calavera se mantiene a buena distancia.

206
Una gran parte del capital de inversión y banca que entra a los Estados Unidos
viene de países, no solamente con controles de cambio, sino que violan esos
controles. Y cómo este efectivo tan polémico con control de cambios llegó hasta
aquí? Por medio de los cientos de bancos en Gran Caimán, Nassau, Hong Kong, y
muchísimos otros centros bancarios de paraísos fiscales diseminados alrededor
del mundo. Esto es lo que la mayoría de estos bancos están haciendo, y el por qué
la U.S. Federal Reserve permite a los bancos americanos tener sucursales en el
extranjero -- el país necesita el dinero.

Aún con duras multas penales, no hay ninguna indicación de que el flujo de este
capital polémico de huída esté disminuyendo, y la Tesorería sería la primera en
admitir que este reciclado tan importante se hace más fácil por la existencia de
bancos y leyes de secretividad en un paraíso fiscal. Usted nunca escucha una
palabra de que el gobierno de los Estados Unidos está reprimiendo a los evasores
del control de cambios.

Los controles de cambio son un dispositivo bien conocido para que los gobiernos
cubran sus locuras fiscales -- demasiados gastos del gobierno, y descuido
monetario. La mayoría de los países del tercer mundo con pesadas deudas al
occidente tienen controles de cambio. El gobierno americano no debería tener, y
no tiene, reparos para ayudar a los violadores de los controles de cambios, dado
que esos controles con demasiada frecuencia son usados para propósitos que van
en contra de los intereses vitales de los Estados Unidos y occidente.

Los principales periódicos de los Estados Unidos han descrito en detalle el


reciclado de vuelta de los dólares de EUA para contrarrestar nuestra falta de
equilibrio de pagos en el extranjero, y para evitar que las tasas de intereses suban
demasiado, y mantener nuestra moneda sana. Lo que estos periódicos no han
dicho es que los controles de cambios existen en la mayoría de países y
bloquearían el reciclado de vuelta si no fuera por el mundo de paraísos fiscales.

Los controles de cambio hacen más que restringir la conversión de moneda local
en moneda extranjera, como el cambio de shekels a dólares. Las autoridades de
control de cambios son dictadores poderosos que regulan todo el comercio con
extranjeros. Un residente con frecuencia no puede hacer ninguna transacción
comercial con extranjeros sin el permiso de control de cambios; aún el dinero para
viajar el extranjero está restringido. Esta dictadura decide si es para los mejores
intereses del país que usted compre queso suizo, queso holandés, o llantas
Goodyear. No hay apelación si dicen que no.

207
Estos controles no solamente son arbitrarios y a veces opresivos, las multas por
desobediencia pueden ser atroces. Muchos viajeros estadounidenses no saben
esto. Cuando cambian su dinero por una tasa más alta con el botones, pueden
terminar en la cárcel. Las historias de horror que siguen a los arrestos están llenas
de cuentos de sobornos, multas, y cárceles sucias. A veces un norteamericano
desprevenido puede ser engañado por el botones, que comparte los fondos del
soborno pagados por su libertad.

Las personas que viven en países con control de cambios usualmente tienen
gobiernos que abusivamente mal administran su moneda; de otra forma no
necesitarían controles de cambio. Esos controles están diseñados para evitar que
las personas tomen las medidas para protegerse a sí mismos del abuso de
autoridad de su gobierno. Todo lo que los residentes locales pueden hacer es ver
su dinero declinar en valor, mes tras mes. En una situación tan desesperante, la
mejor solución es la auto ayuda por contrabando o de otra forma transferir su
dinero a un paraíso fiscal donde su privacidad está asegurada y el dinero puede
ser convertido a dólares o monedas duras.

Cada vez que usted encuentre a una familia rica viviendo en un país con controles
de cambio, en donde la moneda está en decadencia crónica debido a que el
gobierno mal administra sus asuntos financieros, con una severa inflación, usted
puede estar seguro de que esa familia tendrá una riqueza substancial escondida
en un país paraíso fiscal. Peligroso? Por supuesto, pero es un hecho de la vida con
el que tienen que vivir, y lo han vivido probablemente por generaciones. Y si usted
añade a esta escena unos altos impuestos, o una inestabilidad política con su
peligro inherente de confiscación, es una certeza de que habrá una cuenta secreta
en algún lado, en el extranjero. En realidad, la mayor parte de las cuentas suizas,
como en cualquier otro lado, son mantenidas por personas tratando de proteger
su riqueza de los controles de cambio más que de impuestos confiscatorios. Con
frecuencia los beneficios fiscales son secundarios.

Considere el apuro de una familia peruana cuyas tierras estaban a punto de ser
confiscadas. Los controles de cambio les prohibían tomar su dinero y sus valiosos
bienes muebles fuera del país. Qué pueden hacer? Legalmente -- nada. Entonces
toman su dinero y su riqueza personal y lo esconden en su auto y cruzan la frontera
con nada más que su almuerzo para hacer un picnic en una salida de domingo por
la tarde. Se les deja pasar, pero siguen caminando, abandonando todo, para nunca
volver. Solamente tienen la ropa que llevan puesta, porque las maletas con ropa

208
los hubieran delatado. Continúan hasta Panamá y depositan sus fondos en los
bancos del paraíso fiscal que es Panamá. El gobierno tomó sus tierras, de modo
que a qué regresaban? Existen cubanos ricos cuyas tierras fueron tomadas por
Castro, pero cuyo dinero llegó a los paraísos fiscales, aún bancos en Miami y New
York. Como sucede con frecuencia, los cubanos llegaron a Florida, e hicieron un
nuevo hogar en Miami. Pero esto no siempre es el caso; generalmente, una familia
con una cuenta secreta continúa viviendo en su país natal, y acepta los riesgos que
hay de descubrimiento y castigo como un inevitable hecho de vida que no pueden
evitar, a menos que estén dispuestos a dejar que su gobierno destruya su riqueza
de una forma u otra. Estas explotaciones familiares en los paraísos fiscales son
resguardadas con el mayor cuidado y no son ni siquiera compartidas con los
mejores amigos que tienen arreglos similares.

Afortunadamente, los gobiernos más inestables no tratan de seguirle la pista a las


cuentas en el extranjero. No obtienen ninguna cooperación de gobiernos
extranjeros. Con frecuencia los dirigentes tienen sus propias cuentas secretas y
que quieren exponer. Un esfuerzo demasiado intenso por descubrir esta riqueza
podría descubrir la riqueza del ‘presidente’, o aquella de sus amigos y parientes.
Las cuentas secretas con frecuencia son un asunto de auto preservación. Cuando
llegue la próxima revuelta, como lo hará tarde o temprano, los gobernantes
actuales tendrán que huir en la noche, con peligro de sus vidas. Necesitarán tener
un nido de huevos en cualquier lado en el extranjero, aún cuando con demasiada
frecuencia el nido de huevos es una gran tajada de la riqueza nacional.

Los hombres de negocios que viven bajo duros controles de cambio desvían
algunos de sus dólares a bancos de paraísos fiscales, usando esquemas tan viejos
como la historia antigua, así como abracadabra fiscal moderno. Aquí están unos
pocos de los esquemas más interesantes de los últimos años:

The Jamaica Shuttle. Este esquema es nombrado por el método usado durante la
era de Manley (principios de los 1970), cuando Michael Manley sorprendió a los
jamaiquinos una mañana con nuevos controles de cambio duros. El había estado
mal administrando gravemente la economía y jugando footsie con Castro. En
asunto de horas pequeños aviones ligeros cargados con moneda despegaron de
pequeños aeropuertos de Jamaica y volaron 250 millas al oeste hasta Gran
Caimán, en donde los fondos fueron depositados en los bancos en George Town.
Esté método funciona para todo tipo de riqueza -- arte, joyas, dinero, pequeños
artículos de valor, y oro.

209
Cuando este shuttle estaba funcionando al tope, lso bancos en Jamaica se
quedaron si moneda e hicieron llamadas desesperadas a sus bancos hermanos en
Gran Caimán pidiéndoles que se apresuraran y les enviaran de vuelta su efectivo
jamaiquino a Jamaica, ya que la isla se había quedado sin billetes, y los negocios
no podían hacer funcionar sus tiendas. A diferencia del tráfico de drogas, el tráfico
en riqueza movible, que es la propiedad del propietario, es legal casi en cualquier
parte, y con frecuencia involucra propiedad que no tiene impuestos de aduanas.
Los shuttles de Jamaica de rutina están funcionando al tope en la mayor parte del
mundo, la mayor parte del tiempo.

The Leaky Scow. Usted obtiene un permiso de control de cambios para comprar
un pequeño buque mercante. Usted en lugar de eso compra una chalana
agujereada por una gran suma, la que pronto se hunde. El vendedor muy
acomodaticio deposita la mayoría de sus fondos en un banco en paraíso fiscal.
Aparte de las chalanas agujereadas, ha habido viejos aviones (que se estrellaron),
maquinaria y equipo obsoleto, o cualquier otro artículo que se ajuste y sufra una
mala fortuna y pérdida.

The Stamp Collector. Un dispositivo favorito usado por los británicos antes de que
el gobierno de Thatcher se deshiciera del control de cambios. Comprar un valioso
sello en Londres y llevarlo o enviarlo a un país extranjero donde es vendido por
moneda dura para la cuenta del inglés en el paraíso fiscal. Dado que los sellos son
tan pequeños, y los sellos coloniales británicos tempranos están entre los más
valiosos del mundo, había un suministro listo disponible. Lo que hizo esta práctica
tan aparente es que los precios de estos sellos en las subastas en Londres estaban
yéndose mucho más arriba que los precios mundiales en cualquier otra parte. Los
ingleses, deseosos de mover su dinero fuera de los controles de cambio británicos,
obviamente estaban compitiendo uno contra el otro. Cuando se derogaron los
controles de cambio, los precios en Londres volvieron a ser como los precios
mundiales.

The Soviet Caviar-Mackerel Switch (Kleptocracy).6 La URSS era un estado con un


capitalista gigante y 250 millones de no capitalistas. El capitalista era el gobierno.
Entre la masa de no capitalistas ha habido varios empresarios valientes. Un
sorprendente grupo que estructuró el cambio de caviar por macarela merece
alguna publicidad. En el estado soviético antes de la perestroika el gobierno era
el propietario de casi todo exceptuando sus calcetines. También era el propietario
del caviar y las macarelas -- de todo. En armonía con el dicho francés ‘nadie puede

210
robarle al estado,’ unos pocos empresarios rusos operaron el siguiente negocio
‘sospechoso’.

El plan involucraba caviar y era embarcado al occidente en latas con etiquetas y


facturas de macarelas. El caviar es muy buscado por los conocedores en el
occidente. Una latita muy pequeña se vende por aproximadamente $100. La
macarela es usada más frecuentemente para alimento para gatos que para
consumo humano. En el proceso de este cambio, el gobierno ruso recibía el pago
por macarelas de los compradores en occidente, quienes abrían las latas y
comercializaban el caviar. Ellos después transferían la diferencia a cuentas suizas
para los rusos empresarios que se idearon este plan.

Todo iba bien hasta que algún tonto oficinista embarcó la ‘macarela’ a los
mercados de comida en Moscú. Allí, para delicia de la mayoría de compradores,
pudieron disfrutar por una nada uno de los grandes regalos de Rusia al mundo.
Como se podía esperar, un comprador en Moscú informó al Ministerio de Pesca, y
después de una investigación las cárceles de Moscú pronto estuvieron llenas con
personal del Ministerio de Pesca, de arriba abajo hasta el oficinista embarcador.
Tengo entendido que el principal fue ejecutado. Estos rusos emprendedores
podrían ser etiquetados como Robin Hoods de hágalo usted mismo, y deberían ser
una bendición para la perestroika.

Sin embargo, el concepto no es nuevo y ha sido usado en una miríada de formas


por capitalistas emprendedores en los países del bloque oriental. Ahora que
Europa oriental ha tirado las cadenas del comunismo, el tráfico en el ferrocarril
subterráneo fiscal puede estar congestionado conforme más y más fondos se
mueven a los paraísos fiscales occidentales.

211
27

El Ascenso y Caída de los Milagros Económicos

No fue hace mucho tiempo que el mundo occidental se preguntaba si los


japoneses no eran la súper raza que dijeron ser cuando durante la guerra del
Pacífico, hicieron arrodillarse a los Estados Unidos, Francia, Bretaña, y los Países
Bajos. Aún cuando los japoneses eventualmente fueron derrotados, la ferocidad
de lucha de sus guerreros era asombrosa. No había ningún cobarde en el ejército
y fuerzas navales japonesas, ellos con frecuencia luchaban hasta la muerte del
último hombre. Este súper patriotismo para el Emperador estaba identificado con
los guerreros samurái, pasados y presentes. Lo que la mayoría de las personas no
saben es que los samurái eran, por siglos, recaudadores de impuestos. El paso de
recaudador de impuestos a guerrero indomable es desconcertante. Y aún así
vimos una evolución similar en Rusia cuando los matones fiscales de Iván el
Terrible, los oprichniki, eventualmente se convirtieron en la policía secreta de los
zaristas y comunistas.

Cuando terminó la guerra del Pacífico, la superioridad japonesa parecía surgir de


nuevo -- esta vez en comercio, y productos superiores. Aún cuando el Japón fue
alguna vez una tierra de artículos de pacotilla, el lema ‘Hecho en Japón’ se
convirtió en una marca de calidad excepcional. Y esto originó una nueva etiqueta
para los japoneses -- habían desarrollado un milagro económico que se convirtió
en una amenaza para cualquier área en la que incursionaban. De nuevo el mundo
vio sorprendido a los súper energéticos japoneses. La lista de explicaciones
comenzaba a crecer. Nadie parecía saber de seguro cuál era la respuesta a su
fenomenal éxito. Tal vez los militaristas Shinto que dirigieron la guerra del Pacífico
tenían razón. Los japoneses ciertamente parecían ser una raza superior, si no en
la guerra, ciertamente en el comercio.1

De nuevo los japoneses han comprobado ser una sociedad muy humana, cuya
invencibilidad duró solamente una corta temporada. Toda su estructura fiscal
comenzó a quebrarse en 1989. Primero, instituyeron unas pocas reformas estilo
occidental. Los intereses, que una vez habían sido libres de impuestos, fueron
cargados con una pesada tarifa del 20 por ciento, retenida en la fuente. Un
impuesto de ganancias de capital estilo americano fue introducido, y pronto
después de ello el dinero huyó de la bolsa de valores japonesa, la demanda

212
desapareció, y el mercado colapsó. A dónde se fue el dinero? Y con él, la robusta
bolsa de valores de Japón?

Caricatura japonesa de un fiero guerrero samurái; originalmente fueron unos fieros


recaudadores de impuestos. Cómo le gustaría tener a uno de estos tipos como su auditor
o recaudador de impuestos?

El culpable real puede que no hayan sido los nuevos impuestos, aún cuando la
huída del dinero a paraísos fiscales para evitar a la oficina de impuestos del Japón
era demasiado obvia. La oficina de impuestos del Japón, conocida como la
Okurasho, tiene la reputación de ser la más temida en el mundo moderno.
Muchos japoneses ricos, viendo el aumento en intrusiones de su oficina fiscal en
sus vidas, encontraron en los paraísos fiscales, aún en las alejadas Islas Caimán,
para refugiar su dinero. Pero el verdadero culpable fue el Banco Central. A
diferencia de la mayoría de banqueros centrales cautelosos que aprendieron las
lecciones de sobre estimular los negocios a un escenario de auge y caída, los
japoneses, de acuerdo con su sabiduría particular de copiar del occidente y
después tratar de mejorar sus copias, parecen haber decidido que ellos podían
jugar el juego de banca central mejor que occidente, y hacerlo producir aun
mayores milagros económicos para el Japón. En los años 1980, los genios del
Banco Central del Japón pusieron al país en una ruta de auge y caída. Con créditos

213
del Banco Central, los bancos japoneses pudieron dar en préstamo fondos más allá
de lo que estaba disponible de la notable riqueza de ahorros en el sector privado
japonés. El Banco Central después de manera artificial empujó las tasas de
intereses hacia abajo por debajo de los niveles del mercado. Había cantidades de
dinero para todos. Estas tasas empujaron hacia arriba la demanda para casi todo
por medio de préstamos fáciles para todas las secciones de la economía. Los
precios se dispararon. Algunos economistas dicen que la tierra en Tokio valía más
que toda la tierra en los Estados Unidos.2 La caída era inevitable, que golpeó a
principios de los 1990, pronto después de que la bolsa de valores colapsó por un
60 por ciento; después un 80 por ciento. Gracias a la locura de los genios del Banco
Central de Japón, Japón había tenido que decirle adiós a su milagro económico.
La historia puede considerar que sus planificadores fiscales son los mismos que
sus planificadores militares en 1940. Malditos tontos.

A pesar de los disparates de los banqueros centrales actuales del Japón -- un


disparate que es demasiado común en toda la costa del Pacífico hoy día -- su
sistema fiscal durante su auge a estado de súper economía ha sido la admiración
de los hombres del fisco casi en todas partes. En la parte más alta del milagro
económico del Japón, algunos de nuestros mejores pensadores fiscales estaban
sugiriendo que América se deshiciera de su Código de Rentas Internas, y adoptara
el código japonés en su lugar -- la totalidad, como dirían los comerciantes.
Entonces, qué era aquello tan atractivo del código fiscal japonés?

Primero, era amigable a los negocios, lo que era llamado ‘Japan Inc.,’ una relación
cercana de trabajo entre los negocios privados y la burocracia gubernamental. El
código fiscal del Japón después de la guerra era una copia del Código de Rentas
Internas de los EUA porque el gobierno americano de ocupación forzó leyes
fiscales sobre el Japón conquistado. Pero tan pronto como pudieron, los japoneses
comenzaron a tamizar el código con lagunas para bajar y eliminar de manera
indirecta los pesados impuestos que la ley fiscal americana exigía. Los cambios
fiscales iniciados por los japoneses permitieron todo tipo de depreciación y
saneamientos dinámicos, se permitieron reservas contra casi todo. Los intereses
se volvieron libres de impuestos, las ganancias de capital libres de impuestos, hubo
descuentos a los impuestos y pocos impuestos a las exportaciones. Todo el
sistema proporcionaba exoneraciones e inmunidades de impuestos para todos. Al
final, los altos impuestos progresivos estilo americano existían únicamente en
papel. Y bajo este código fiscal, la economía japonesa floreció; su formación de
capital, que aceleró el milagro económico japonés, excedió todo lo conocido en la
historia.

214
Uno de los controles más extraños sobre los impuestos excesivos -- una válvula de
seguridad incorporada para evitar la evasión -- era el sistema de ahorros postales
del Japón, copiado, como es usual para los japoneses, de otros. Esta vez fue de los
Estados Unidos. Hace años usted podía ir a su Oficina de Correos de EUA local y
comprar Certificados de Ahorros Postales, que pagaban intereses ligeramente
arriba de las cuentas de ahorros bancarias. El certificado estaba al portador, y no
se hacía ningún informe de sus ingresos por intereses al fisco, ni se registraba a
quién se pagaban los intereses. Este invento americano encontró gran favoritismo
con el pueblo japonés. Hoy día existen más certificados de ahorros postales en el
Japón que hay personas viviendo en el mismo.3 En 1982, cuando el gobierno
japonés quería usar tarjetas de identificación para estas cuentas, hubo una
clamorosa protesta pública, y se retiró la ley. Las cuentas continúan anónimas
porque el servicio postal solamente requiere un sello, no una firma, y los
depositantes pueden usar nombres ficticios si lo desean. Pero el hombre del fisco
no se rindió, y en 1988 automáticamente se retuvo un 20 por ciento fijo a todos
los intereses, lo que parece haber aquietado al hombre del fisco por ahora,4 pero
parece también haber promovido un gran éxodo de ahorros del Japón a países sin
impuestos, lo que significa casi cualquier parte del mundo, incluyendo los Estados
Unidos. Los extranjeros con depósito en bancos de Estados Unidos reciben sus
intereses libres de impuestos.

Lo que atrajo a los gurús fiscales del mundo al Japón fue la gran inclinación de la
gente a ahorrar. Sin embargo, existe una razón para ello, y no es cultural. Muchos
estudios han indicado, para nuestra sorpresa, que en el Japón antes de la guerra
la tasa de ahorros era la misma que en los Estados Unidos, de modo que esa no es
la razón.5 La alta tasa de ahorros puede explicarse por la naturaleza libre de
impuestos y bajos impuestos de las rentas por intereses en lugar de cualquier
propensión a ahorrar. Existe una perogrullada económica que funciona aquí:
‘Cualquier cosa que se subsidie, se obtiene más de ello.’ Así, si una nación quiere
que su pueblo ahorre más, debe exonerar las rentas por intereses y ver qué
sucede. La alta inclinación del Japón por el ahorro puede ser duplicada por casi
cualquier país que haga que las rentas por intereses sean libres de impuestos o
tengan bajos impuestos.

La misma clase de incentivos fueron usados para promover la expansión de


negocios y la modernización de plantas que pronto sobrepasaron las plantas
industriales en las naciones competidoras. (Japón ahora cuenta con 10 por ciento
del producto nacional bruto global del mundo.) Los dividendos rara vez son

215
grandes ya que las rentas son sembradas de nuevo en crecimiento y expansión. En
América, si las rentas no son pagadas como dividendos, una compañía corre el
riesgo de un horrible impuesto penal, pero eso no sucede en el Japón. Así, las
leyes fiscales de EUA con frecuencia son enmarcadas para crear obligaciones
fiscales; mientras que en el Japón son diseñadas para promover la empresa. Los
Japoneses y muchos de sus vecinos asiáticos aprendieron lo que Adam Smith nos
dijo hace más de dos siglos -- los altos impuestos incapacitan los negocios, crea
desempleo, y fomenta la evasión. Podría cualquier otra cosa ser peor que esto?

Existe un viejo adagio, con frecuencia usado por su mecánico, pero que es
aplicable casi en cualquier parte, ‘Si no está roto, por qué componerlo? El gobierno
japonés podría haber aprendido de eso y tal vez haber salvado el milagro
económico japonés. Podrían haberse abstenido de jugar el juego del banco
central, así evitando el escenario de auge y caída, que quebrantó la economía
japonesa y sus asuntos fiscales. Podrían haber evitado introducir impuestos
occidentales sobre ahorros y la empresa. Mientras los expertos del fisco de
occidente estaban sugiriendo que adoptáramos el sistema fiscal japonés, los
japoneses estaban ocupados demoliéndolo, de varias maneras. Aparentemente
los líderes japoneses de Japan Inc. no aprendieron de los británicos (y canadienses
especialmente) de que usted no puede estimular una economía a largo plazo
gravando impuestos o pidiendo prestado dinero de segmentos productivos de la
economía y gastándolo en proyectos no productivos. El otro factor fiscal que no
aprendieron es que el hacer valer altos impuestos es peligroso para la salud fiscal
de un país. Japón pasó de ser un país con bajos impuestos en los años 1970 a un
país con altos impuestos en los años 1990, que fue cuando comenzaron los
problemas. Durante ese período posterior, los déficits y deudas se elevaron al
punto en que el Japón es ahora uno de los países más endeudados del mundo. A
dónde se fue la sabiduría de los japoneses? En la pasión por copiar del occidente,
finalmente copiaron las cosas malas? en los años 1960 estaban en realidad
recortando impuestos en contra de la fuerte asesoría de los Estados Unidos. En
los años 1980 habían dado vuelta y estaban ahora aumentando impuestos, esta
vez siguiendo el consejo de los Estados Unidos.

El aumento de impuestos en los años 1980 hizo más que estimular la huída de los
mercados fiscales japoneses; también estimuló la huída de negocios a la
producción extranjera, especialmente los Estados Unidos, creando casi dos tercios
de un millón de nuevos empleos sólo en Estados Unidos. Y debemos sumar a esto
que todo el empleo creado para apoyar las nuevas compañías japonesas. En
resumen, las compañías japonesas han jugado un papel clave en el reciente

216
desarrollo industrial de los Estados Unidos. La calcomanía para guardafangos en
los autos de los trabajadores de la industria automotriz -- ‘SIN TRABAJO,
HAMBRIENTO? CÓMETE TU IMPORTADO! -- ya no hace sentido. La importación
japonesa ya no es una importación, y está siendo exportada de vuelta al Japón.

Tal vez es tiempo que el pueblo japonés se impongan a sí mismos como lo hicieron
en los siglos anteriores, mucho antes de que el Japón fuera abierto al mundo por
el Almirante Perry. El largo período del aislamiento del Japón del mundo, el
período Tokugawa (1600-1867) fue ilustrado por innumerables revueltas por
impuestos. ‘Ikki, ikki, ikki’ (Revuelta, revuelta, revuelta) era el grito común siempre
que se instituían aumentos de impuestos.6 Dado que el liderazgo japonés más
reciente parece no tener cerebro, un pueblo enardecido podría llevarlos de vuelta
a sus raíces recientes y antiguas de sabiduría fiscal.

La Crisis del Pacífico

A finales de 1997 el mundo se despertó ante la conmoción de una reacción en


cadena masiva por la crisis de muchas de las monedas a lo largo de la costa del
Pacífico.7 La banca japonesa de préstamos felices infectó las monedas de la costa
del Pacífico. Una juerga de préstamos disponibles de tasas ridículamente bajas de
intereses (alrededor de 1-2 por ciento) ayudó a producir la crisis pan-asiática.
Solamente Hong Kong pudo proteger su moneda en ese momento. Para
comprender esta situación tan alarmante, déjenme divagar un momento de vuelta
a la historia, la historia francesa.

Durante la Revolución Francesa, cuando la guillotina estaba en plena operación


decapitando hombres del fisco entre otros, uno de los asesores fiscales y
científicos más brillantes de Francia, Antoine Lavoisier, había pasado algún tiempo
asesorando al ministerio de finanzas y aún había tenido una tarea independiente
como recaudador general, como premio por sus servicios. Su nombre fue
descubierto por los revolucionarios en los registros del ministerio de finanzas. Esto
hizo surgir sospechas y fue arrestado por el Tribunal Revolucionario y condenado
a la guillotina. Su súplica de que le perdonaran la vida fue que él era un genio que
podía servir al nuevo gobierno. El tribunal respondió su súplica declarando, ‘La
República no necesita ningún genio.’ Exceptuando su falta de educación, se puede
hacer un buen caso por tratar con los genios fiscales de hoy día en la mayoría de
los gobiernos. No los necesitamos -- ciertamente no los planificadores
económicos y del fisco central que con tanta frecuencia llevan a una nación con

217
buenos hombres de negocios y trabajadores hacia abajo por un camino primaveral
al desastre.

La historia francesa no termina en la guillotina. Un siglo antes, el ministro de


finanzas francés Colbert preguntó a un grupo de hombres de negocios qué podía
hacer el gobierno por ellos. Uno de ellos respondió, ‘Laissez-nous faire’ (Déjennos
en paz’). La crisis en Asia, en gran parte, vino de gobiernos que metieron sus
narices en asuntos económicos y fiscales -- promoviendo exceso de préstamos y
gastando, poniendo a estos países ‘en el limbo’, que los mercados simplemente
‘cortaron.’ El Fondo Monetario Internacional viene al rescate, salva a los
banqueros proporcionando los fondos para cubrir una miríada de malos
préstamos para proyectos que tenían poco valor económico en el mundo
mercantil. Préstamos que, en una escala diferente y más grande, nos recuerdan la
debacle de Ahorro y Préstamo en los Estados Unidos cuando se hacían préstamos,
garantizados por el tributario americano, sobre garantía no mucho mejor que una
colección de tapitas de botella.

Al sur del Japón a lo largo de la costa del Pacífico, las pequeñas naciones de
descendencia china han tenido sus propios milagros económicos -- que no son
espejismos. Las recientes crisis fiscales no nos deben distraer del fenomenal
crecimiento de estos nuevos países en las últimas décadas. Las sanas políticas
fiscales de estos tigres asiáticos deben ayudar a restaurar sus economías una vez
más, después de que los genios fiscales del gobierno hayan sido retirados --
aquellos que han jugado desastrosos juegos con la moneda y estimulación fiscal
para llevar a la juerga de los préstamos. Solamente Hong Kong ha podido capear
los tifones económicos que han quebrantado y creado pavor en sus vecinos. Hong
Kong debe sobrevivir, aún con la toma de posesión de China, principalmente
porque de todos los tigres asiáticos como se les llama, ellos solos han tenido el
sentido común de evitar que los ‘genios’ económicos del gobierno arruinen una
cosa buena.

A pesar de las nubes que actualmente flotan sobre la costa del Pacífico, una de las
lecciones que se debe aprender es su historia fiscal, y Hong Kong proporciona la
mayor sabiduría.

Bretaña adquirió Hong Kong hace 150 años. El Vizconde Palmerston, uno de los
mejores pero menos recordados primer ministro de Bretaña, no estaba muy
impresionado con la compra, que él llamó ‘una isla desierta con escasamente una
casa en ella.’ Los británicos, con unos pocos emprendedores chinos, establecieron

218
un puerto libre para el comercio oriental. En un corto período de tiempo, Hong
Kong pronto se convirtió en un centro mercantil floreciente para el comercio del
Lejano Oriente. Durante la Segunda Guerra Mundial, Japón rápidamente ocupó
Hong Kong. Hubo un rápido éxodo de los comerciantes británicos y chinos.
Cuando terminó la guerra había únicamente 600,000 habitantes, de los 900,000
originales. El lugar estaba muerto; los hombres de negocios se habían ido; y la
colonia era un revoltijo. Aún el agua tenía que ser importada junto con toda la
comida para la empobrecida colonia. Por un tiempo parecía como si Hong Kong
sería un caso de caridad internacional, mantenida principalmente por el tributario
británico.

El gobierno, como la mayoría de paraísos fiscales que eran antiguas colonias


británicas, consistía de un gobernador enviado desde Londres y una asamblea
legislativa local y un consejo ejecutivo que se hizo cargo de los asuntos locales.
Aún cuando Bretaña estaba experimentando extensivamente con el socialismo, el
gobierno de Hong Kong no quería nada de eso. Con la revolución en China creando
caos económico, hordas de chinos se fueron a Hong Kong. Estos no eran los ricos,
sino que en su mayor parte eran tenderos y empresarios que sabían lo que les
esperaba bajo el comunismo. Muchos eran de Cantón y Shanghai. Había unos
pocos fabricantes de textiles que tuvieron la previsión de enviar su maquinaria
manufacturera a Hong Kong. Estos pequeños capitalistas no solo establecieron su
negocio en Hong Kong, sino que también dominaron al gobierno local. La
población pronto aumentó a 2.5 millones. (Hoy día excede de los 6 millones, un
aumento de diez veces en solo cuarenta años.)

En lugar de convertirse en un caso de caridad internacional, los líderes de Hong


Kong pusieron a todo el mundo a trabajar. El gobierno adoptó una postura
verdaderamente capitalista: Soltó el control del mercado; dejó que los hombres
de negocios tuvieran riendas libres; en resumen, ninguna intervención en asuntos
económicos. En una era donde el laissez-faire era considerado fuera de moda, esta
era una aventura notable para un país que no tenía nada más que demasiadas
personas y ningún recurso natural que no fuesen sus cerebros y espíritus
emprendedores. Se adhirieron a la filosofía de Thomas Paine quien dijo, ‘Ese
gobierno es el mejor, el que gobierna menos.’ De los años 1950 a los 1970, nadie
creía eso más. En lugar de ello, la idea era que el gobierno debe participar; debe
promover la clase correcta de negocios, crear empleos, dar la dirección de la
economía, poseer unos pocos negocios -- más o menos planificar la economía,
pero prefiriendo el más. Una planificación estatal total como los marxistas
demandan era demasiado, pero una dosis sana de socialismo e intervención

219
gubernamental era la nueva política económica y teoría de la era. Domina la
filosofía económica del Canadá hasta el día de hoy. Hay tres partidos políticos en
Canadá, pero todos son socialistas a cierto grado. Canadá prospera
principalmente porque su economía es acarreada en la espalda del laissez-faire de
los Estados Unidos.

En el Hong Kong superpoblado y golpeado por la pobreza, el gobierno tuvo fe en


los hombres de negocios, en su opinión y voluntad de luchar en el mercado. No
son los hombres de negocios, los que se corren los riesgos, mejores jueces de
cómo investir sus dineros? Pueden los burócratas con los dineros de los tributarios
tener mejores opiniones? El gobierno de Hong Kong de líderes orientados a los
negocios creía que el gobierno era el menos calificado para dirigir la economía.
Así, no hubo promoción del negocio de exportación, ninguna necesidad de
planificar, ninguna necesidad de proyectos industriales o proyectos de creación de
empleos. Fue laissez-faire en su mejor medida, acoplado a bajos impuestos para
aumentar las ganancias. Las ganancias a su vez aumentaban las inversiones en
nuevos negocios que creaban empleos. No era un círculo vicioso, sino uno
maravilloso.

Las ganancias es lo que hace girar al mundo económicamente. Son la fuente de


salarios, de nuevos negocios, de capital, aún de impuestos para el gobierno. Las
ganancias son también las primeras banderas y señales en el mercado. Los
hombres de negocios están sintonizados con las ganancias, eso es lo que los
motiva. Como hemos aprendido, y como los experimentos comunistas y
socialistas han aprendido dolorosamente, los burócratas son ignorantes que no
sienten nada por las ganancias. Es un mundo que ni siquiera entienden, y mucho
menos tienen talento para manejarlo. La planificación con frecuencia distorsiona
el mercado por un tiempo. Las economías planificadas tienden a ser demasiado
grandes en unas áreas, demasiado deficientes en otras. Para ser claro, tienden a
enredar las cosas. Los gobiernos de Japón y Corea pensaron que la construcción
de buques era un negocio deseable para que el gobierno lo apoyara. Se
equivocaron. Arruinaron la construcción de buques en todo el mundo, incluyendo
sus propios astilleros vacíos donde se habían invertido billones. Gracias al apoyo
del gobierno, los billones se han perdido.

Si estos ansiosos gobiernos se hubieran quedado fuera de dar subsidios a sus


negocios de astilleros, las necesidades de barcos del mundo hubieran sido
satisfechas sin ninguna sobreproducción y ninguna ruina de astilleros en cualquier
otra parte del mundo. Este es solamente un ejemplo. Hay muchísimos más. Hoy

220
día existe una considerable degradación de la intervención estatal tanto en Corea
como en Japón. Canadá puede que también haya aprendido su lección en sus
muchas plantas de aeronaves propiedad del estado. La mayoría de ellas han sido
vendidas a fabricantes de aeronaves americanos, o empresarios canadienses, a
terribles pérdidas para los tributarios canadienses. Cuando los planificadores
gubernamentales tienen razón, olvidamos los costos a los tributarios y que, con la
ganancia adecuada e incentivos fiscales, los negocios privados hubieran estado
activos de cualquier manera. Los hombres de negocios son atraídos a las
ganancias igual que los 49ers fueron atraídos al oro de California. En cualquier
lugar donde haya un gran potencial de ganancias, siempre habrá una marea loca
de inversionistas y desarrolladores. Cuando los burócratas se equivocan, los
tributarios son los perdedores inevitables así como los hombres de negocios que
son succionados por la trampa papamoscas.

El milagro de Hong Kong ha tenido un fuerte impacto en otros ‘milagros’ asiáticos.


Los líderes de Singapur, Taiwán, Japón y Corea, todos se han retirado
considerablemente de las intrusiones gubernamentales en los negocios. La
sabiduría de Adam Smith y laissez-faire ha hecho algo más que probarse a sí misma
sobre el socialismo y la propiedad e intervención del estado en el mercado.
Sospecho que dentro de cien años nuestros sabios descendientes verán el siglo
veinte como una era que experimentó con socialismo en sus muchas formas
democráticas y totalitarias. Deberían ser capaces de notar fácilmente que el
socialismo no pudo solucionar los males económicos del mundo; usualmente los
empeoró. El paraíso fiscal híbrido de Hong Kong, con sus bajos impuestos y no
intervención en los negocios, puede destacarse como uno de los muchos lugares
que rechazaron el socialismo en su totalidad, y cosecharon enorme prosperidad
de lo que hubiera podido ser una situación desesperada.

Tres otros países tigres asiáticos han hecho progreso milagroso usando la
moderación en los impuestos, y todos ellos vinieron de la guerra del Pacífico con
poco más que un fuerte incentivo para tener éxito. Singapur fue una vez un país
marxista cuando se retiró del sistema colonial británico. No teniendo ningún
capital y sin recursos naturales, similar a Hong Kong, ofrecieron a los hombres de
negocios extranjeros de cinco a diez años de libertad fiscal y llegaban y establecían
negocios de manufactura para exportación. La inmunidad fiscal continuaría si la
compañía continuaba exportando y sembrando las ganancias de vuelta en la
manufactura. El gobierno construyó parques industriales, y cuando la mano de

221
obra se volvió militante y amenazaba con huelgas, el gobierno reguló los salarios,
horas, tiempo extra, y aún las jubilaciones.8

Como una regla con todos estos esfuerzos pro negocios y una fuerza de trabajo
entrenada, la inversión anual aumentó de $40 millones a $500 millones en doce
años. Las exportaciones, a las que estos fabricantes estaban atraídos, aumentaron
de $2 millones en 1960 a $35 billones en 1985.

Taiwán, al igual que Singapur, también experimentó con el socialismo -- China


Steel, China Shipbuilding, China Petroleum -- propiedad del gobierno de industrias
básicas, el dogma del socialismo. Pero con el tiempo el socialismo fue
abandonado, promovida la inversión extranjera, primero la japonesa, después los
americanos, y después vino todo el mundo. El lema del gobierno era: ‘El pueblo
producirá si se les permite conservar los frutos de su labor.’9 Si ve para atrás en
nuestra historia, ese lema era una idea de Jefferson. Pero ese lema es también
una manera simple de decir mantengan los impuestos bajos, lo que ha hecho otro
milagro económico en la costa del Pacífico.

Los tigres asiáticos con sus aflicciones fiscales hoy día han aprendido que hay más
para mantener la prosperidad que un sistema fiscal moderado. Los grandes
proyectos de mega millones son impresionantes para el visitante, pero son
impresionantes en un balance general? O en un estado de pérdidas y ganancias?
Qué hará el mercado cuando los préstamos excesivos no puedan ser pagados,
cuando las monedas locales caigan en desgracia. Cuando los gobiernos y los
bancos pierdan el control con un sentido astuto de negocios, qué queda si no una
caída libre para la moneda local, la bolsa de valores local, y la prosperidad local.10

En el lado positivo, las economías asiáticas son la prueba viviente de la virtud de


la moderación en los impuestos, y de las locuras de la banca central y préstamos
excesivos e imprudentes del lado negativo. Pero su creencia en la sabiduría de los
impuestos moderados, en promover la prosperidad a través del sector privado en
lugar de la planificación central del gobierno, puede al principio parecer ser simple
copiando de la sabiduría del occidente antes de que nosotros, en este siglo,
fuésemos seducidos por la filosofía del socialismo. Una vez hubo un tiempo en
que la máxima económica de América era: ‘El negocio de América es negocio.’
Aquí es donde los modernos tigres asiáticos obtuvieron su sabiduría? De Adam
Smith hace dos siglos? No totalmente.

222
La filosofía económica del laissez-faire fue popularizada por los chinos mucho
antes de Adam Smith, como indicamos con el Emperador chino Ching-ti en el
segundo siglo a.C. y su filosofía política y económica de ‘Gobernar No Haciendo
Nada.’ Su reinado fue notado por los historiadores chinos como uno de paz y
prosperidad, y con sus cofres y graneros imperiales llenos hasta el borde.

El Arrastre Económico de Israel

Israel nació aproximadamente al mismo tiempo que los tigres asiáticos, pero
obtuvo mucho más por ello. Con el espíritu de devoción del pueblo judío en todo
el mundo así como en Israel, con grandes sumas de apoyo financiero incluyendo
ayuda americana, el estado de Israel debería ser el país más próspero sobre la
tierra. Ningún país nuevo ha tenido nunca un apoyo tan fuerte tanto moral como
económico del extranjero como Israel. Además, enérgico capital humano fluyó al
país -- personas deseosas de aceptar cualesquiera cargas que el estado pusiera
sobre sus hombros, y hacer cualesquiera sacrificios que fuesen necesarios para
hacer que la tierra fluyera con leche y miel. Por un tiempo, y con todo este apoyo,
Israel prosperó, y su socialismo parecía que funcionaba. Pero ahora esto es
pasado; exceptuando por los judíos de la antigua Unión Soviética, el pueblo judío
ya no está migrando a su Tierra Prometida. El señuelo de su antigua tierra natal -
- la tierra de Abraham, Isaac, y Jacob, de Moisés y las Tribus de Israel -- ha sido
ensombrecida por el arrastre económico de las políticas sociales adoptadas por
todos los partidos políticos. Por la última década, la inmigración neta de judíos a
Israel es un menos. Más judíos están saliendo de Israel que entrando.

La decadencia de Israel comienza con impuestos excesivos y tontos, que son


demasiado altos para compañías y para personas individuales. Como es de
esperarse, estas tasas de impuestos crean grandes desincentivos para el
crecimiento económico y la empresa, y rinden pocas rentas. En resumen, el código
fiscal de Israel distorsiona precios y desanima el trabajo, ahorros, e inversión.
También promueve a los judíos más emprendedores a migrar a climas fiscales más
suaves.

Las empresas propiedad del estado y los kibbutzim, que forman la columna
vertebral de las economías industrial y agraria de Israel, son poco eficientes y
actúan como un arrastre para la economía.11 Para las compañías nacionalziadas
los impuestos por empleo son más bajos que para las firmas privadas, las ventas
por dólar de inversión son más bajas, las ganancias por dólar de activos son más
bajas, las ventas son más bajas por dólar de activos, y los salarios y costos de

223
operación son más altos. No obstante todo el espíritu y energía del pueblo judío,
la economía está y ha estado yendo hacia abajo en relación al resto del mundo.
Israel es un lío. Como dicen dos prominentes eruditos judíos: ‘Israel
repetidamente ha roto cualquier regla económica importante en el libro. Como
consecuencia, su economía socialista está sufriendo un crecimiento lento. Este
arrastre socialista no solamente está destruyendo al sionismo sino también afecta
la seguridad nacional del país.’12

Cómo sucedió esto? Cómo el pueblo judío, que reivindican estar entre los pueblos
más inteligentes y creativos sobre la tierra, son tan estúpidos fiscal y
económicamente? Cuando las naciones más productivas del occidente están
bajando impuestos, abandonando los controles de cambio, privatizando las
locuras de negocios gubernamentales, confiando en las fuerzas del mercado,
evitando que los burócratas y políticos tomen decisiones de negocios, por qué los
israelitas no están recibiendo el mensaje?

No podemos responder a esto. Tal vez los burócratas que se consideran a sí


mismos tener el ‘conocimiento’ están demasiado atrincherados, al igual que en
Rusia. Pero podemos entender cómo el socialismo se asentó tanto en Israel. Los
padres fundadores de Israel emigraron de Europa oriental cuando la religión del
socialismo era fuerte. El capitalismo era considerado como un enemigo del
progreso, de la justicia social, y del bienestar económico. Se creía que la Gran
Depresión era la consecuencia de los sistemas capitalistas. El socialismo sería el
seguro en contra de dicho desastre económico. La prosperidad de una nación se
aseguraría si su economía era dirigida por sabios burócratas. El capitalismo era,
como Marx dijo tan bien, el explotador de las masas, dirigiendo a una sociedad de
innumerables pobres, explotados por los pocos súper ricos. El socialismo pondría
un fin a todo eso. Tampoco hay ninguna duda de que tanto el comunismo como
el socialismo tienen fuertes partidarios y pensadores judíos. Marx, Trotsky, y
muchos otros fanáticos salieron de los rangos de pensadores judíos. Ese
pensamiento encontró su camino al pensamiento de todos los fundadores de los
muchos partidos políticos y líderes de Israel. Como dice un escritor, ‘Hasta el día
de hoy, los lazos matrimoniales sionistas-socialistas continúan siendo fuertes.’13 Y,
debemos añadir, como consecuencia de ello, el sistema económico continuará
siendo débil.

La Curva Laffer: Lo que un sistema fiscal debería ser

224
Arthur Laffer, un economista de la Universidad del Sur de California, observó que
existen siempre dos tasas de impuestos que producen la misma cantidad de
ingresos, una tasa alta (la negativa) y una tasa baja (la positiva). La Tesorería de
los EUA aprendió esto muy temprano cuando las tasas progresivas de impuesto
sobre la renta escaló de 1916 a 1921. La sobretasa (tasas progresivas por rentas)
que aumentaron del 7 por ciento en 1916 al 77 por ciento en 1921, produjeron
casi la misma cantidad de ingresos.14

Ingresos por encima de $300,000


Año Tasa Impuestos Pagados con Tasa Progresiva Declaraciones Presentadas
1916 7% $81,404,194 1,296
1921 77% $84,797,344 246

La Curva Laffer. En los años 1920 la tesorería descubrió que una tarifa de impuestos del 77
por ciento producía aproximadamente las mismas rentas que una tasa de impuestos del 7
por ciento. Esta perogrullada se perdió por aproximadamente cincuenta años y todavía
no ha sido descubierta de nuevo por la mayoría de nuestros hacedores de impuestos.

Poniendo estos dados en la curva Laffer, el lado negativo, punto A, sería un 77 por
ciento; el lado positivo, punto B, sería el 7 por ciento. Ambas tasas producen la
misma cantidad de impuestos. La tasa baja es el lado ‘positivo’, la tasa alta es el
lado ‘negativo.’

Pero usted se preguntará a dónde se fueron todos los ricos tributarios en 1921? El
80 por ciento de los que desaparecieron de los registros fiscales? No es este el

225
mismo problema que tuvieron los romanos, cuando Diocleciano se vio forzado a
esclavizar a los una vez romanos libres cuando desaparecieron en grandes
números de los registros fiscales de Roma? Aún cuando muchos hoy día se han
rebelado (al igual que los romanos) con sus zapatos y han salido de los Estados
Unidos, la huída principal fue por la vía del planificador fiscal, lo que yo he llamado
el ‘Ingenio Yankee.’ La renta imponible simplemente encontró su camino a la renta
no imponible o ganancias de inversión no sujetas a impuestos, o a través de alguna
otra fascinante laguna en el código fiscal. A diferencia de las lagunas que el
gobierno japonés incorporó a su código fiscal, las lagunas en el código flscal
americano, la mayor parte del tiempo, vinieron del planificador fiscal.

El hombre de los impuestos en América se embarcó en un plan para hacer la ley


fiscal cada vez más compleja, en parte para disminuir la evitación fiscal, pero los
planificadores fiscales tomaron esta complejidad y la revirtieron a los hacedores
de impuestos. El juego continuó y continuó hasta que ahora tenemos una ley fiscal
tan compleja, tan masiva en su detalle, que no hay ninguna persona hoy día capaz
de convertirse en conocedor de todo el código -- está a veces más allá de la
comprensión humana, y continúa volviéndose cada vez más incomprensible, aún
ininteligible. Una cosa sí es cierta, usted no puede acusar a los hacedores de
impuestos del gobierno de ser listos.

Los Buenos Impuestos Harán una Economia Milagro?

Los malos impuestos ciertamente son un impedimento para crear una economía
milagro, y los buenos impuestos son un ingrediente que ayudará mucho, aún
cuando es dudoso si creemos eso tanto hoy día como creyeron nuestros ancestros
del siglo pasado. En 1862, un editorial en la revista Atlantic decía:

Introduzcan un sistema sabio y eficiente de impuestos y la vida y la energía se


difundirán por el país. Sin tal sistema, se hundirá en una parálisis general y fatal.

Los europeos vieron esto también en ese entonces. Cuando la Guerra Civil
americana estaba en todo su apogeo, los europeos que creían en la democracia
de América se entristecieron que esta gran promesa de gobierno democrático
hubiera fallado. Se esperaba que la democracia americana trajera una era de paz,
comercio y prosperidad, cuando había hecho erupción con guerra interna a un
nivel de devastación y masacre desconocido en el pasado reciente. Pero produjo
tres logros importantes, escribió el editor de The Quarterly Review en octubre de
1861. Produjo un gobierno que era barato y estaba libre de deudas, bajos

226
impuestos, y una horda de inmigrantes de Europa deseosos de trabajar. Y eso
produjo la mayor prosperidad nunca conocida en la historia.
Desafortunadamente, la paz y la buena voluntad entre los ciudadanos no llegó a
suceder. La democracia no podía garantizar eso.

Un gobierno barato y bajos impuestos eran un logro notable para los europeos.
Los inmigrantes eran una bendición para la prosperidad también, pero explica esto
la prosperidad sin paralelo y grandeza económica de América? Existe algún
catalizador escondido que no sea aparente al observador?

El factor escondido que el observador europeo no notó fue el espíritu


emprendedor de los americanos, un espíritu que también estaba funcionando en
Europa, pero que había sido acallado a cierto grado por gobiernos grandes,
intrusivos, grabadores de impuestos y reguladores. Ese mismo espíritu hace a los
Estados Unidos grande hoy día, no obstante que tiene un gobierno que no es
barato, no está libre de deudas, y tiene impuestos que no son bajos. Este espíritu,
que Franklin llamó los principios de honestidad, frugalidad, industria, y buena
administración del dinero, estaba totalmente ausente en la colonización española
del Nuevo Mundo. Lo suyo era una lujuria por el oro, explotación, e indulgencia.
Un novelista español en ese entonces reconoció que uno podía morir de hambre
antes de aceptar un oficio y trabajar.

Hoy día, en las naciones del Tercer Mundo de Africa, Medio Oriente, y América
Latina, el dinero y bajos impuestos no ayudarán y no pueden proporcionar el
motivo y espíritu emprendedor necesario para producir riquezas. La ayuda
americana al extranjero y la riqueza petrolera parecen ser como dinero yéndose
por un agujero negro. Aún así, en Asia hemos sido testigos de la adopción del
espíritu de trabajo y empresa que vino del mundo occidental. Vimos un milagro
económico subir en el Japón moderno cuando los japoneses hace un siglo botaron
a la sociedad samurái y comenzaron a copiar maneras occidentales. Vimos esto
suceder recientemente con los tigres asiáticos en la costa del Pacífico, y aún
cuando ellos se han quemado bastante por sus locuras burocráticas y tontera
fiscal, deben volver a surgir como las economías sorprendentemente vibrantes y
crecientes que ya han sido. Aún cuando ningún hombre está por encima del
mercado, incluyendo a los tontos fiscales asiáticos, tampoco ningún hombre es
más sabio que el mercado. Y esta es una lección que los japoneses tienen que
aprender si Japón quiere volver al buen camino.

227
David Landes, en su notable estudio La Riqueza y la Pobreza de las Naciones
(1998), predijo que las naciones ricas se volverán más ricas y las naciones pobres
se volverán más pobres, y no hay nada que podamos hacer al respecto debido a la
falta de espíritu emprendedor que es necesario para adquirir riquezas, sea como
sea. Ninguna cantidad de ayuda extranjera, riqueza por petróleo, recursos
naturales, bajos impuestos, o aún un gobierno barato, pueden sustituir a este
espíritu.

228
38
Qué se Supone que Deben Hacer las Constituciones

Las constituciones son formadas para disuadir… a los gobernadores de la tiranía.


--James Madison, The Federalist

Cuando Madison llamó la atención hacia los peligros en una democracia de la


mayoría sobrecargando a una minoría con mayores impuestos, él enfatizó el
problema diciendo ‘Es en vano decir que los estadistas iluminados podrán ajustar
estos intereses [fiscales] en conflicto, y ponerlos como servidores del bien público.
Los estadistas iluminados no siempre estarán al timón.’1 En la convención de
North Carolina para la ratificación, un sabio delegado llamado Caldwell estuvo de
acuerdo con Madison: ‘Es notable -- que caballeros, como respuesta a cualquier
parte impropia de ella [la Constitución], nos digan que todo debe ser hecho por
nuestros propios representantes, quienes son buenos hombres. No hay ninguna
garantía de que ellos lo sean, ni de que continúen siéndolo.’2

No tenemos que ver hacia atrás muy lejos en el tiempo para darnos cuenta qué
tan sabios eran estos hombres. El concepto de controles y equilibrios en el
gobierno tuvo su origen, principalmente, en controles de los recaudadores de
impuestos. El control final iba a ser la Constitución. Desafortunadamente, a nivel
federal, vivimos en un período carente de protección, pero durante toda la historia
occidental, yendo hacia atrás hasta el Edicto de París en a.D. 614, y más tarde a
través de la Magna Carta hasta la era moderna, vemos un drama continuado de
controles sobre impuestos a través de constituciones fundamentales, tratados, y
constituciones. Sin embargo América solamente en este siglo ha estado sin
protección constitucional.

A nivel estatal, muchas constituciones están vivas y protegiendo activamente a los


tributarios. A nivel federal, los controles fiscales constitucionales evolucionaron
de la posición del siglo diecinueve de que los impuestos tenían que ser iguales,3 a
la posición del siglo veinte de que pueden ser igual de desiguales como desee el
Congreso -- grotescos, abusivos, destructivos, brutales, igual de feos y malos como
la legislatura pueda decidir. Si al pueblo no le gusta, tiene la mesa de votación.
Tan pronto como en los años 1950 los eruditos legales estaban resignados a
reconocer que la legislación fiscal federal ya no estaba sujeta a ningún reto
constitucional.4 Había una restricción restante, y esa se creía que era la geografía.

229
Los impuestos tenían que ser los mismos en todos lados, pero para finales de los
años 1980 eso también se había convertido en una ‘cáscara vacía.’5 La Corte
Suprema en realidad se ha dedicado a una clase de ‘anulación’ extraña de los
mandatos constitucionales, lo que los eruditos legales han llamado la técnica de la
‘cáscara vacía’, que podía ser expresada con más fuerza como rasgar las tripas a la
Constitución.

Este proceso de la cáscara vacía comenzó con este siglo, al mismo tiempo que
muchas disposiciones de la Carta de Derechos fueron ‘descaradamente tirados por
la borda,’ como el recientemente apreciado periodista H. L. Mencken observó en
los años 1920. ‘Cómo fue causado, no lo sé,’ dijo Mencken, pero ‘Los agujeros
comenzaron a ser perforados en la Carta de Derechos, y nuevas leyes de forma
extraña y con frecuencia fantástica comenzaron a deslizarse a través de ella.’6

La Corte ha desarrollado una personalidad muy fragmentada, casi esquizoide.


Segregación, que fue legal por un siglo, ahora era inconstitucional porque era, en
las palabras del Presidente del Tribunal Supremo, ‘inherentemente desigual,’ aún
violando el debido proceso. Por otro lado, las leyes fiscales que no son solamente
inherentemente desiguales, sino lo son de manera intencionada y deliberada, son
constitucionales. En el asunto de la segregación, la Corte forzó el lenguaje de la
Constitución para ordenar la igualdad entre las razas. Con los impuestos, también
tuvo que forzar el idioma de la Constitución, pero esta vez en dirección opuesta,
reconociendo y aprobando la desigualdad, y anulando el mandato de uniformidad.
La razón para esto es en parte histórica, en parte la consecuencia de una educación
y lógica especiosas, y en parte la consecuencia de una cambiante percepción de la
libertad. Notamos, tal vez con alguna sorpresa, cómo los Fundadores pusieron los
impuestos en la parte más alta de su lista de lo que representa la libertad.7 Hoy
día, los impuestos ya no están en la lista, ni siquiera en el fondo. Tal vez esto es lo
que está detrás de las contradicciones de la Corte.

Así, las Constituciones tienen una larga historia de proteger a los tributarios. Ha
habido tres dispositivos primarios en la esfera constitucional. El primero trata con
el asunto de separar el poder para gravar del poder de gastar. Como indicamos,
esto estaba en el corazón del sistema constitucional británico e inglés antes de que
el Parlamento se volviera todo poderoso. Toda vez el Parlamento Británico
comenzó a gastar el dinero de los tributarios a su voluntad, el poder de gastar
pronto anuló los intereses de los tributarios y la larga práctica histórica de
moderación en los tributos. El gobierno británico prontamente se cambió de la
frugalidad a la extravagancia, a ilimitadas aventuras militares opuestas a la defensa

230
del reino, a ilimitadas intrusiones gubernamentales en las vidas del pueblo. La
libertad ha cedido y ha sido comprometida para aumentar la bolsa de gastos del
Parlamento.

No se puede confiar ni en los reyes ni en las mejores instituciones democráticas


para controlar sus apetitos de gasto cuando el poder de gastar y gravar impuestos
reside en el mismo organismo político. El concepto de separación de poderes, que
es tan fundamental en el pensamiento constitucional americano, primero y
principal, debería operar en las esferas fiscales y de gasto del gobierno.

La perestroika de Gorbachev y su gobierno soviético de corta vida pero dramático


nos proporciona un apoyo inesperado y prueba del valor y facilidad con la cual la
separación de poderes funciona en el área de impuestos. El Soviet Supremo había
sido un congreso de simple formalidad por más de cincuenta años desde que fue
creado por Stalin en 1936. Aprobaba cualquier cosa que el gobierno comunista le
ponía enfrente. Eso terminó con las reformas de Gorbachev. Se legalizó el
capitalismo, y como era de esperarse, siguió el impuesto sobre la renta. Sin
embargo, por primera vez en la vida del Soviet Supremo de más de cincuenta años,
estos delegados rechazaron el plan del gobierno de altas tasas de impuestos. Esto
conmocionó y sacudió al gobierno soviético; sorprendió a los expertos políticos en
occidente, pero no debería realmente haber sorprendido a nadie. No teniendo
ningún poder real para gastar, los delegados creían que las tasas del impuesto
sobre la renta deberían ser modestas. Las tasas que buscaba el gobierno eran
tasas con las que nuestro Congreso no hubiera tenido problema. En realidad, la
tasa más alta (55 por ciento) que buscaba el gobierno soviético era
considerablemente más baja que la tasa más alta con la que trabajamos bajo
Franklin Roosevelt hasta el tiempo de Reagan.

Si el rechazo de altos impuestos sobre la renta no fuese suficiente, a principios de


octubre de 1989 la legislatura Soviética rechazó otra propuesta de impuestos para
gravar cerveza, cigarrillos, caviar, y unos otros pocos artículos alimenticios de lujo.
La legislatura creía que el precio de estos artículos populares era suficientemente
alto, ya demasiado alto para la mayoría de consumidores.

Ahora, si estos rechazos se hubieran dado antes de Gorbachev, solo Dios sabe qué
hubiera sucedido a los delegados que los rechazaron. Con la perestroika y el
glasnost, los delegados tenían la libertad de votar como ellos creían en lugar de
votar como se les decía. Este nuevo Soviet Supremo, como el Parlamento Británico

231
de antes, no tenía el poder real de gastar. Y, al igual que el Parlamento Británico
del pasado, cuidaban al tributario primero, y al gobierno segundo.

El segundo método constitucional que yo llamará el sistema suizo, aún cuando ha


estado operando en los Estados Unidos a nivel estatal y local desde la fundación
de la nación. Los votantes tienen que aprobar los impuestos y el gasto. Los
asuntos de bonos escolares y bonos de carreteras son ejemplos de ello. Los suizos
atacan el problema a nivel nacional. Generalmente, los tributarios suizos rechazan
solicitudes para más impuestos y gasto, y el gobierno se tiene que ajustar a la
comida que está en la mesa, que es la razón por la cual el presidente suizo toma el
tranvía. En teoría, esto es impuestos por consentimiento real en lugar de un
consentimiento vicario. En una democracia hay algunas decisiones que deben ser
dejadas al pueblo solo, y para los suizos, los impuestos y el gasto es tal decisión.

Nuestro presente sistema es similar a una relación de patrono-empleado en donde


el patrono permite a su piloto decidir qué clase de auto comprar. El piloto, quien
es el que maneja, naturalmente querrá lo mejor para su placer y disfrute – pero el
patrono puede que no quiera un Rolls Royce. Igualmente, los tributarios puede
que no quieran todos los caros servicios y actividades que los legisladores quieren.
Nuestro problema es que hemos dejado al piloto tomar la decisión que debe ser
tomada por el patrono, el tributario.

El tercer dispositivo constitucional era aquel los Redactores de la Constitución de


los Estados Unidos tenían en mente. El concepto era simple – establecer controles
constitucionales sobre ambos, impuestos y gasto. Cuando se expresaron miedos
acerca de tributación en huída durante los debates para la ratificación, ambos de
estos controles fueron mantenidos como un medio efectivo de evitar una
tributación y gasto excesivo. Aún los partidarios más fuertes de la constitución
federal admitieron fácilmente, como hemos notado, que los hacedores de
impuestos, sin controles constitucionales sobre tributación y gasto, no adoptarían
impuestos sabios, sino en lugar de ello una tributación abusiva. Madison dijo, la
tentación era demasiado grande y las minorías se tropezarían con ello. Sin la
repartición, uniformidad, e igualdad apropiadas en la tributación, los gobiernos
gastarían demasiado, gravarían demasiados impuestos, y sobre cargarían a
algunos y no cargarían a otros. Esto, por supuesto, es el sistema bajo el cual
vivimos ahora.

Cuando los delegados fueron a Philadelphia en 1787, no tenían ninguna ilusión


sobre los peligros al otorgar a un gobierno federal los poderes de tributación.

232
Todos ellos estuvieron de acuerdo – estándares, límites, y controles, eran
absolutamente necesarios. Ninguno de ellos, o durante los debates, nunca sugirió
que el Congreso debería tener el poder de gravar impuestos a voluntad. Ninguno
quería que el pez grande se comiera al pequeño (tributarios). Doscientos años han
pasado y estamos de vuelta en el punto uno, ya que los controles que pensaron
que estaban construidos en el sistema han fallado. La importancia de controles
constitucionales fue expresada con frecuencia en el siglo diecinueve por la Corte.
En uno de los primeros casos, el Juez Samuel Chase dijo que se suponía que los
Redactores de la Constitución no habían ‘contemplado la tributación por una regla
que evidentemente crearía una gran desigualdad e injusticia.’ Otro Juez de la
Suprema Corte (Paterson) dijo que sería ‘absurdo’ pensar que los Fundadores
hubieran permitido un impuesto no equitativo. De nuevo, el Juez Iredell habló de
las ‘peligrosas consecuencias’ que una mala tributación traería, que sería
‘totalmente destructiva para la nación de la interpretación común [en] la cual se
basan los principios de la Constitución.’8

No encontramos expresiones como ésta en el siglo veinte. Un juez federal que


tontamente pensó que la cláusula de la uniformidad todavía tenía alguna fueza
(fue abofeteado por una decisión unánime de la Corte Suprema) comentó que un
impuesto podía ser arbitrario, destructivo, confiscador – usted diga el mal – y
todavía no ser inconstitucional.9 Uno se pregunta, si los Redactores hubieran
dicho esto en 1787 cuando la Constitución estaba a punto de ratificarse, siquiera
un estado de los trece hubiera votado por la Constitución? En realidad, siquiera
un delegado de uno de las legislaturas estatales hubiera votado a favor? Para ser
francos, sin normas constitucionales estrictas y claras para hacer impuestos, la
ratificación no hubiera tenido siquiera una oportunidad.

Los controles constitucionales tienen una historia larga y exitosa de mantener al


pez grande bajo control. El ejemplo más reciente, que capturó la atención de todo
el mundo, fue la Propuesta 13 en California en 1978. La revuelta tributaria en
California que produjo la Propuesta 13 no fue anticipada por los gobiernos o aún
la prensa. Su líder, Howard Jarvis, fue despedido como un chiflado y sus
partidarios eran una minoría pequeña pero escandalosa. La victoria electoral para
los tributarios de California tuvo repercusiones en todo el mundo. Los periódicos
en Sydney, Australia, tuvieron encabezados del tamaño de los extras en tiempo de
guerra. Hay más tributarios enojados en el mundo que la mayoría de gobiernos
desea admitir, y estas personas furiosas quieren mejores impuestos y prudencia
por parte de los gobiernos. Los cambios en las tasas de impuestos o aún cambios
periódicos dentro del sistema no son suficientes. Desesperadamente necesitamos

233
nuevos inventos tributarios. La Proppuesta 13 fue tal invento, y esa es la razón por
la cual capturó la imaginación de todo el mundo. La mayoría de tributarios de
California no eran codiciosos, como la prensa canadiense los había descrito; eran
propietarios de casas desesperados luchando para conservar sus hogares. Los
impuestos sobre la propiedad en California habían escalado mucho más allá del
crecimiento en ganancias del cabeza de familia promedio. Algo tenía que hacerse.

La Propuesta 13 era una enmienda constitucional que fijaba los límites sobre las
tasas de impuestos sobre bienes inmuebles. La idea de que los impuestos deben
ajustarse a normas constitucionales no es nueva. Las constituciones modernas se
derivaron de las ‘cartas’ de la Edad Media. La Carta Magna, que fue la más famosa,
era solamente una de las muchas cartas que limitaba los poderes de tributación
de reyes y nobles. Los límites sobre tasas tributarias y poderes de gravar
impuestos eran comunes. Usted podría decir que la Propuesta 13 fue la
resurrección de una técnica muy antigua de restringir al recaudador de impuestos.

Si vamos a resucitar los principios de control constitucional sobre la tributación


como los Redactores planearon, no tendríamos que hacer mucho más que dar el
aliento de vida de vuelta a las disposiciones que nos legaron, especialmente la
cláusula de UNIFORMIDAD. No debería haber, como lo planearon, más
discriminación en la tributación. No más ‘odiosa arbitrariedad.’ No más
inmunidades fiscales para algunos, o tasas confiscatorias para otros. Cualesquiera
que sean las tasas, deben ser las mismas para todos.

Hay un número fascinante de palabras para describir las diferentes clases de


inmunidades fiscales que existen. Los planes ilegales son llamados evasión, o más
recientemente, auto ayuda inadecuada; el juego fiscal es llamado evitación, o
planificación fiscal; las exoneraciones son lagunas expresadas en el código fiscal.
Los tributarios que pagan más son aquellos que se sientan y no hacen nada. Aún
cuando la planificación fiscal fue una vez el juego exclusivo para los ricos, ahora es
la ocupación de todos menos los tontos.

234
La Propuesta 13 fue ridiculizada por la prensa y por ambos partidos políticos en California,
pero no solamente cambió la constitución de California para los tributarios -- se convirtió
en un formato de cambio para muchos otros estados.

Personalmente yo creo que deberíamos describir a toda la inmunidad fiscal como


evasión, porque toda la riqueza (mano de obra incluida) debe pagar su parte justa
del costo de mantener la sociedad. La riqueza que no lo hace evade sus
responsabilidades ante la sociedad que la protege y sostiene. La moralidad fiscal
debería ser aplicable a los gobiernos así como a las personas individuales. ES tan
inmoral para los gobiernos otorgar exoneraciones como lo es para los ciudadanos
esconder sus rentas. Esto, por supuesto, es un nuevo concepto de moralidad fiscal,
pero estamos necesitando nuevos pensamientos de los cuales se puedan
desarrollar nuevos inventos fiscales.

Estaríamos conmocionados si cualquier ciudadano recibiera inmunidad del


derecho penal, y aún así toleramos inmunidad de la ley fiscal a gran escala. Toda
clase de grupos de presión están exigiendo y recibiendo favores fiscales del
gobierno, como las muchas clases de comuneros que exigían y recibían estado de
nobleza en el reino de Francia. Las constituciones modernas privan a los gobiernos
el poder de otorgar estado aristocrático. No se les debería negar también el poder

235
de otorgar estado de inmunidad fiscal, que es de lo que se trataba el estado de
nobleza en el reino de Francia? El defecto más serio de nuestro sistema tributario
es su conflicto con la fundación de la democracia, que es que una ley, para ser
justa, debe asignar igual tratamiento para todos.

La política de clases no dominaría la hechura de impuestos si se prohibiera a


nuestros legisladores otorgar inmunidad fiscal y exoneraciones. Cuando eso
suceda, desaparecerá el último bastión de la aristocracia dentro de nuestra
sociedad. Un mandato constitucional que requiera igualdad en la tributación sería
bienvenido por el pueblo, como una limpieza del tiempo de los cambiadores de
dinero. Naturalmente, a nuestros legisladores no les gustaría esto porque son los
cambiadores de dinero de nuestro mundo moderno.

En los años 1950 el Tribunal Warren revocó la sentencia que daba apoyo
constitucional a la segregación. El Tribunal le dio vida de nuevo a la cláusula de
protección igualitaria. Desafortunadamente, no se debe contar con la Corte
Suprema para dar vida de nuevo a la cláusula de uniformidad, por lo menos no la
Corte de hoy día, aún cuando el mandato constitucional de uniformidad en la
tributación es mucho más fuerte que aquel para buses escolares o aún para la
segregación. Existe un amplio precedente en las opiniones de la Corte en el siglo
diecinueve para apoyar una sentencia de que al Código de Rentas Internas le falta
tanta uniformidad de tantas maneras que es descaradamente inconstitucional.
Para evitar el caos fiscal por tal decisión, la Corte podría suspender la ejecución de
la sentencia por cinco años para permitir al Congreso limpiar el lío que han creado
y adoptar una legislación fiscal sabia y uniforme. A diferencia de la decisión de
segregación que encolerizó al establishment gobernante en los estados del sur,
una renovación de la uniformidad en tributación produciría un renacimiento fiscal
para todos los americanos, que ciertamente es mejor que otra Boston Tea Party.10

Después, los poderes de gasto del Congreso deben ser frenados, tal y como lo
estipula la Constitución. No hay duda de que los Redactores creían que esta era
una clave importante para mantener al pez grande bajo control. Pensaban que
habían logrado esto estipulando que los dineros de los impuestos solamente
podían ser gastados para propósitos militares para la ‘Defensa común’ de la
nación, y para el bienestar general. Pero principalmente, estas disposiciones eran
dispositivos de control de impuestos, para mantener moderados los impuestos.
Hemos ido tan lejos de estos mandatos que difícilmente podríamos volver a ellos.

236
Pero la intención era clara e inequívoca – los gastos de impuestos únicamente para
la defensa. Usted se pregunta cómo nuestro gobierno se pudo haber tropezado
en esta notable restricción y la sabiduría que trató de dar a futuras generaciones.
Hemos pagado un gran precio en vidas humanas y altos impuestos al rechazar su
sabiduría. La Guerra Española Americana, aún la Primera Guerra Mundial, y
ciertamente Vietnam, fueron guerras que no tenían nada que ver con la defensa
del país. No es del todo inconcebible que si América se hubiera quedado fuera de
esas guerras, el mundo, y la estatura de América, hubieran estado mucho mejor
de lo que están hoy día.

Alexander Hamilton reconoció en The Federalist No. 34 que según la Constitución


tenemos ‘atado las manos del gobierno’ para evitar que se dedique a ‘guerras
ofensivas basadas en razones de estado.’ Esto puede que no haya sido tan
‘novedoso’ como él dijo que era, por lo menos, no unos pocos siglos antes. Las
ayudas feudales buscadas por reyes en toda Europa eran rechazadas de rutina si
la acción militar no era para la defensa de las tierras de los tributarios. En el
período moderno temprano las revueltas por impuestos que quebrantaron a la
España imperial fueron causadas por tributación que iba a ser usada para proteger
los ‘intereses vitales’ del imperio en el extranjero, y no las tierras de los tributarios.
Los impuestos de guerra solamente podían ser justificados para la defensa. Esta
no era una idea novedosa para nada, y tenía sus raíces en la moralidad cristiana.
Como escribe un historiador europeo:

Ellos (los Países Bajos) estaban constantemente alerta para asegurarse que el rey
español no usara las rentas fiscales holandesas para guerras (ofensivas)… Esta
estrategia estaba en línea con la opinión prevaleciente holandesa y española de
que las rentas fiscales eran únicamente para ser gastadas en guerras para la
defensa del propio país de uno.11

El asunto clave en el comentario de Hamilton es el término ‘Razones de Estado,’


que era bien entendido en los días de Hamilton y durante la mayor parte de la
historia hasta los griegos. Esparta fue a la guerra en contra de Atenas en una
guerra preventiva para controlar el creciente poder y amenaza del imperio
ateniense. La teoría dominó para la Guerra de Vietnam fue una excusa similar
para una guerra preventiva en contra de la expansión comunista. Cuando los
atenienses hicieron ataques brutales en contra de ciudades neutrales, Tucídides
nos dice que justificaron su acción por un ruego de necesidad. Alemania dio la
misma excusa en 1914 cuando violó la neutralidad belga. ‘Razones de Estado’ es
el principio universal que permite a cada nación hacer militarmente cualquier cosa

237
que crea necesaria ‘para preservar la salud y fortaleza de un estado.12 Se ha dicho
que es ‘La causa justa, necesidad, o utilidad evidente de hacer la ley, hacer justicia,
de luchar una guerra para la utilidad pública y común, el status, del reino.13

La invasión soviética de Afganistán estaba totalmente justificada por el principio


de Razones de Estado. Desafortunadamente, este principio saca la moral de la
guerra. El SenadorJ. William Fulbright en 1959 dijo, ‘Infundir conceptos morales
en una discusión política es simplemente confundir el asnto… La moral no está
involucrada en lograr política.’14 En resumen, el estado es amoral, aún inmoral.
Puede hacer cosas que, si fuesen hechas por un ciudadano privado o grupo de
ciudadanos, sería un nefando crimen.

En los últimos pocos años las acciones militares americanas en Panamá, Granada,
Vietnam, y el Golfo Pérsico se basaron y fueron justificadas por Razones de Estado.
Pero estaban justificadas por la Constitución, una ley más alta que la ley de las
naciones? La Constitución no prohíbe acción militar ofensiva por Razones de
Estado. El gobierno de los Estados Unidos puede participar en todas las guerras
que quiera con permiso del Congreso. Lo que no puede hacer es usar los dineros
de los impuestos para tales fines. Eso es por qué Hamilton usó el término ‘atando
las manos del gobierno,’ es decir, prohibir el uso de dineros de impuestos para
tales fines.

El hecho que ningún gobierno americano haya seriamente luchado con este
problema sugeriría que ningún gobierno americano ha sido consciente de que tal
prohibición existe. Los gastos militares para los rebeldes nicaragüenses, por los
cuales fueron procesados los asistentes del Presidente Reagan, estaban en
realidad prohibidos por la Constitución. Las prohibiciones del Congreso en contra
de los gastos militares no solamente eran innecesarias, eran ilegales, dado que el
Congreso no tenía el poder en primer lugar de gstar dineros de impuestos para
esta guerra civil. En el Golfo Pérsico en contra de Iraq, el Japón y Alemania se
rehusaron de enviar fuerzas militares porque sus Constituciones lo prohibían; en
realidad, también lo prohíbe la Constitución de los Estados Unidos. En el Discurso
de Despedida de Washington, él dijo: ‘La Constitución que exista en cualquier
momento, hasta que sea cambiada por una ley explícita y auténtica de todo el
pueblo, es sagradamente obligatoria para todos nosotros.’15

Finalmente, la cláusula de bienestar general fue diseñada para evitar gastar


dineros de impuestos para el bienestar de algunos grupos, áreas o personas

238
especiales, es decir para evitar el clientelismo político. A menos que una
asignación beneficie a la nación como un todo, sería inconstitucional.

Los cambios constitucionales no son fáciles, como han aprendido aquellos que han
trabajado para la adopción de la enmienda de presupuesto equilibrado. Esa
Enmienda fue diseñada para evitar los grandes déficits presupuestarios que hasta
recientemente han plagado a la nación. Ahora pasamos nuestras grandes deudas
a nuestros hijos y nietos. Sería infinitamente mejor controlar el gasto para evitar
gastos descontrolados e ilimitados por cualquier cosa que pueda agradar al
Congreso. Desafortunadamente el deseo de los Redactores de controlar el gasto
indicando específicamente qué dineros fiscales podían ser usados, no ha
funcionado.

El concepto básico del federalismo fue establecido en la Tercera Enmienda, que


estipulaba que el gobierno federal solamente podía hacer lo que estaba
expresamente autorizado para hacer en la Constitución. Todos los otros poderes
políticos estaban reservados para los estados y para el pueblo. La historia reciente
de la ley constitucional es una historia de cómo burlar las limitaciones en contra
de poder federal ilimitado tal y como se establece en la Constitución federal y sus
Enmiendas. Hemos llegado al triste estado de cosas en donde no hay nada que el
gobierno federal no puede hacer en asuntos de tributación o cualquier otra cosa
en tanto éste lo desee y siga la laguna apropiada en la Constitución – lagunas, de
paso, que nunca fueron diseñadas pero fueron descubiertas y toleradas con la
bendición de la Corte Suprema.

La historia constitucional de los Estados Unidos podía ser bien ilustrada por una
historia relacionada W. C. Fields en sus últimos años cuando alguien lo encontró
recostado en su cama leyendo la Biblia. ‘Bill,’ dijo su amigo, ‘Qué estás haciendo
leyendo la Biblia?’ ‘Buscando lagunas,’ le respondió Fields.16

239
39
Aprendiendo del Pasado

La historia hace sabios a los hombres.


---Sir Francis Bacon

Polibio, considerado el más grande historiador del mundo antiguo, dijo que la
mejor preparación para la política era el estudio de la historia para poder evitar los
desastres de otros.1 Un filósofo moderno, el difunto George Santayana, le hizo eco
diciendo que aquellos que no pueden aprender de la historia están condenados a
repetirla. Tan pronto como se repiten estos axiomas, nosotros no los aplicamos a
la tributación – por lo menos, no en el siglo veinte. Parecería irrefutable de este
estudio, sin embargo, que la clase equivocada de tributación haya producido
terribles calamidades a la civilización. Un gobierno que grava excesivamente es
como un cónyuge que comete adulterio. Su destructividad usualmente no es
aparente hasta que es demasiado tarde.

Una vez le preguntaron al famoso entrenador de fútbol de Ohio State University,


el difunto Woode Hayes, porqué sus gigantes equipos de fútbol no pasaban la bola
con más frecuencia. Woody respondió que cuando un equipo pasa la pelota hay
tres cosas que pueden suceder, y dos de ellas son malas. En los comentarios de
Woody hay una analogía a los pesados impuestos. Cuando un gobierno grava
demasiado también hay cuatro cosas que pueden suceder, y tres de ellas son
malas: Rebelión, huída para evitar impuestos, y evasión. Aún hay más cosas que
van mal con la sociedad: Inflación crónica, baja productividad y lento crecimiento
económico, la estrangulación de la libertad por burocracias reguladoras estatales,
una erosión gradual de la libertad individual y la auto determinación por un estado
paternalista, y un sistema fiscal punitivo y confiscatoria.

La mayoría de tributarios no ve más allá de sus cargas diarias, que son


suficientemente deprimentes. Hasta los años 1980 las tasas de impuestos estaban
fuera de control. Los gobiernos parecían ser incapaces de detener las tasas
siempre aceleradas y cada vez más complejas leyes fiscales. Finalmente hemos
comenzado a reducir las tasas, pero la complejidad se ha puesto peor. La
tributación podría ser llamada el flagelo de todo el siglo veinte, junto con las
guerras mundiales, la contaminación, y sobre población. En nuestra búsqueda por
la sabiduría, la historia fiscal proporciona muchas conclusiones sorprendentes.

240
Hemos tratado de traer a la luz el impacto de la tributación sobre la historia y sobre
las vidas de los individuos. La sospecha de muchos escritores e historiadores – de
que los grandes imperios se gravaron impuestos a sí mismos hasta la muerte –
encuentra apoyo en la historia y se a convertido un tema de moda.2 Muchos de
los grandes eventos de la historia, ciertamente la mayoría de revoluciones, han
estado enraizadas en la tributación. Los impuestos con frecuencia han sido el
fusible que enciende la pólvora del descontento humano, pero toda vez ocurre la
explosión, rara vez notamos el fusible. Aún con las civilizaciones perdidas de la
historia, de las cuales sabemos tan poco – si sus templos y ruinas silenciosos
pudieran hablar, qué cuentos de impuestos contarían? La antigua civilización
maya, de acuerdo a un erudito, terminó cuando los ciudadanos tributarios
simplemente desparecieron en la jungla en lugar de pagar impuestos.3

Para este tiempo debería ser claro que la tributación es un buen barómetro de un
orden social. Nada refleja a una nación más fidedignamente que su sistema fiscal.
Una sociedad puede ser mejor evaluada al examinar a quién se gravan impuestos,
qué se grava, y cómo se evalúan, recaudan y gastan los impuestos. Aquellos en
control del proceso político invariablemente soportan cargas fiscales más ligeras
que aquellos afuera. La evitación de impuestos es entonces una prerrogativa de
aquellos en control del sistema; la evasión es la alternativa de aquellos que están
afuera del mismo.

Hemos notado cómo, desde los más tempranos registros de la civilización, la


historia de la libertad humana está entrelazada con la historia de la tributación.
Las leyes fiscales han quitado la libertad con más frecuencia que los invasores
extranjeros. Este es un punto ciego importante en nuestra visión histórica.
Mantenemos el ojo avizor sobre los rusos y los comunistas, aún al punto de hacer
quebrar nuestra nación con gastos militares más allá de nuestros medios, y aún así
ignoramos al villano en casa que cada año se lleva más y más de nuestra privacidad
y libertades civiles en el interés de proteger las rentas.

También hemos aprendido que el patriotismo es soluble en impuestos – se


disuelve fácilmente. La huída para evitar impuestos ha sido una fuerza importante
en la emigración de los pueblos de sus países natales. Para entender este
fenómeno, necesitamos dibujar otra analogía con el cónyuge infiel. En el contrato
matrimonial desde los tiempos bíblicos, ‘para bien o para mal’ no incluía el
adulterio. No solamente se justificaba el divorcio, a veces se mataba a la esposa
culpable. Como el matrimonio, la relación política de hombre y estado también se

241
basa en contrato, y también hay un entendimiento de ‘para bien o para mal’ en
esa relación. También como en el matrimonio, hay ciertos pecados para los cuales
no se espera ni se requiere tolerancia. La tributación está en esa categoría. En la
Declaración de Independencia, los americanos justificaron la traición y la violencia
porque Bretaña estaba ‘imponiendo impuestos sobre nosotros sin nuestro
consentimiento.’ Este principio es antiguo.

En el siglo quince, después de la muerte de Carlos el Temerario que gobernó sobre


mucho de Francia y los Países Bajos, su hija, María de Borgoña, fue confrontada
con súbditos furiosos y sobre cargados de impuestos a punto de rebelión. Para
promover la paz ella moderó los impuestos y promulgó una carta famosa, como la
Carta Magna, que fue llamada el ‘Gran Privilegio.’ Expandía los principios de la
Carta Magna – si cualquier gobernante violaba los derechos y libertades tributarios
del pueblo, el pueblo sería relevado de sus obligaciones civiles hacia el estdo.4 En
otras palabras, tenían el derecho de divorciarse, y ese estado había perdido su
derecho a gobernar, muy parecido al Mandato del Cielo chino que observamos en
el Capítulo 5.

La infidelidad en asuntos de tributación ha tenido una larga historia de desastres


y calamidades. La Revolución Americana no fue única. Los gobiernos culpables,
como cónyuges culpables, han sido asesinados. Con mayor frecuencia la parte
dañada se divorcia del cónyuge infiel y deja su país ancestral sin ningún
remordimiento. Cuando eso no es posible, la violencia con frecuencia es la
consecuencia cuando la evasión no está disponible. Las atrocidades cometidas por
nuestros ancestros en contra de los recaudadores que no les gustaban nos
recuerdan de la violencia que puede hacer erupción cuando un cónyuge es infiel.
En una década de ejercicio del derecho yo tuve dos clientes que cometieron
asesinato y suicidio; ambos casos involucraban infidelidad marital. El
comportamiento humano en conflicto con los recaudadores puede ser explosivo.
Un hombre engrilletado con deudas fiscales que él aborrece con frecuencia
reacciona como un animal salvaje en una trampa. Diferimos de nuestros ancestros
principalmente en la forma en que manejamos el estrés que los impuestos
generan dentro de nosotros. Tomamos tranquilizantes o, como los suecos,
bebemos en exceso.5 Nuestros ancestros se liberaron de sus frustraciones
linchando al recaudador más próximo, aún a los inocentes.

Nuestra Constitución federal, como hemos visto, no es de ninguna ayuda aún


cuando fue diseñada para proteger a los tributarios. La Corte Suprema hoy día,
cuando es confrontada con asuntos fiscales constitucionales, es como Poncio

242
Pilatos quien ‘tomó agua, y lavó sus manos ante la multitud.’ Los tributarios no
encontrarán a ningún amigo en ese alto tribunal,6 y los procesos que tratan de
disputas fiscales tienen escaso juego justo. Al final, es la prensa y la opinión
pública que proporcionan la poca protección que tenemos de una administración
fiscal inclemente. La ley no lo estipula, y nuestros representantes en el congreso
están más preocupados con complacer a los recaudadores que ponen la
mantequilla en su pan, que con las súplicas de los tributarios que producen la
mantequilla.

‘ABANDONEN TODA ESPERANZA, AQUELLOS QUE ENTRAN AQUÍ.’ Estas palabras


aparecen sobre las puertas del Infierno al tiempo que el poeta romano Virgilio y Dante
ven para adentro. Los tributarios que comparecen ante la Suprema Corte confrontan una
situación similar desesperanzada al grado que se refiere a la Constitución.

Desafortunadamente no podemos hacer como propuso Nerón y hacer un bello


regalo a la raza humana aboliendo los impuestos. No podemos sobrevivir sin un
gobierno responsable, y eso requiere impuestos. Las contribuciones voluntarias
para el sostenimiento del gobierno, como la liturgia griega y romana, son extrañas
a nuestro orden social.

Los impuestos son exacciones forzadas. La pérdida de dinero a través de la


tributación con frecuencia encoleriza a las personas y las lleva a la revuelta. Por lo
tanto, los gobiernos deben encarar su administración fiscal con la mayor prudencia
y sabiduría. Serán toleradas muchas leyes aún si no fuesen del gusto del pueblo y
fuesen torpes en su operación, pero las leyes fiscales, cuando son malas, no serán
fácilmente toleradas. Cuando los ciudadanos se encolerizan sobre la tributación

243
hay una buena probabilidad de que algo suceda, tarde o temprano. Puede que
haya violencia, como la Revolución Americana, o simplemente evasión y huída
para evitar el impuesto. Los tributarios enojados con frecuencia no limitan su
descontento a quejas – son propensos a reaccionar en alguna dirección para
obtener alivio, usando la fuerza y la violencia si es necesario. Sin lugar a dudas,
esta es la lección más importante de la historia de los impuestos.

En el análisis final los aspectos morales de la tributación deben ser aplicados al


estado tanto como al tributario. Esto ha sido ignorado completamente por los
gobiernos de cualquier parte del mundo. Un gobierno que engrilleta a su pueblo
con leyes fiscales burdamente inequitativas y prácticas despóticas para hacerlas
valer pierde toda persuasión moral con respecto al cumplimiento, y difícilmente
puede quejarse si sus tributarios recurren a toda clase de planes para protegerse
a sí mismos, incluyendo planes ilegales. En realidad tal gobierno bajo el principio
del ‘Gran Privilegio’ o el Mandato del Cielo perdería su derecho a gobernar, y sería
lo que hemos llamado aquí, un cónyuge infiel.

Entonces, la ética de la política fiscal de la sociedad debe desarrollarse de dos


máximas morales. Primero, es la obligación – la primera obligación – de todo
gobierno desarrollar un sistema de rentas justo y sano. Justo en la forma que los
impuestos son gravados y recaudados, y sano en la forma que las rentas públicas
son administradas y gastadas. Segundo, es la obligación de toda persona pagar su
parte justa de los costos de mantener al gobierno que les sirve y protege. Esta
segunda máxima moral no puede operar si el gobierno no cumple con satisfacer
su parte del contrato político. Un tributario no puede pagar su parte justa si las
leyes no lo obligan a hacerlo.

Finalmente, hay otras lecciones y máximas que este estudio ha traído a la luz, no
tan importantes como las anteriores, pero de todos modos lecciones valiosas que
no pueden ser ignoradas. Para el beneficio del lector, aquí está un resumen de las
más importantes:

1. Muchas grandes naciones se impusieron a sí mismas impuestos hasta la


muerte; a la inversa, muchas naciones se volvieron grandes debido a la
clase correcta de tributación, tributación que estimuló el crecimiento y la
empresa.
2. Cualquier cosa que sea gravada con impuestos debe ser estudiada; por lo
tanto, si un sistema abarca todo, la libertad debe ceder

244
3. Toda la tributación que abarca todo confiere un enorme poder a la oficina
fiscal, que a su vez, tiende a dominar, no solo al tributario, sino a las otras
ramas del gobierno. Aún los reyes y emperadores han tenido que ceder al
poder de sus oficinas fiscales.
4. Los antiguos griegos produjeron la primera civilización sin despotismo y
lograron esto al descubrir que la tiranía es el producto de una mala clase
de impuestos, especialmente la tributación directa.
5. Cuando las guerras u otras grandes emergencias exigen grandes rentas,
entonces todos los ciudadanos deben ser gravados de acuerdo a lo que
valen por principios equitativos, no por odiosa arbitrariedad.
6. La naturaleza no concederá la riqueza equitativamente. Pocos ciudadanos
inevitablemente adquirirán gran riqueza, que por justicia natural deben
compartir con la comunidad. Pero esta participación debe hacerse valer
por medio de persuasión moral y una fuerte opinión pública, no por fuerza
y confiscación.
7. Todos los ciudadanos, desde reclutas en el ejército hasta los principales
líderes de la sociedad, deben servir al estado desinteresadamente, y si es
posible, sin paga, motivados por un amor por su país y una obligación de
servir. Su principal recompensa debe ser la alabanza que reciben de sus
conciudadanos por un trabajo bien hecho.
8. El descontento de los tributarios amenaza la paz y prosperidad del orden
social, más aún que los tributarios mal portados; por lo tanto, el brazo
penal del sistema fiscal debe ser dirigido en contra de los agentes fiscales
opresores en lugar que de tributarios encolerizados.
9. Se requiere consentimiento para toda tributación legal, ya sea por antigua
costumbre o por el consentimiento común de los tributarios. Cuando un
estado grava impuestos sin el consentimiento bona fide, sin importar las
igualdades o naturaleza razonable del impuesto, se justifican la rebelión y
la desobediencia civil.
10. Las exoneraciones de impuestos son de manera inherente injustas a menos
que en realidad se apliquen a todos. Si el principio constitucional de
igualdad ante la ley es alguna vez aplicado a la tributación, entonces
aquellos en control de hacer impuestos deben soportar los mismos
impuestos que aquellos fuera. Esto significa que en una aristocracia u
oligarquía, los pocos tendrían que pagar los mismos impuestos que los
muchos; y en una democracia, los muchos deben pagar los mismos
impuestos que los pocos.
11. Si la libertad va a ser defendida con éxito en contra de la dominación del
estado, la privacidad financiera debe ser preservada. La privacidad

245
bancaria es una de las bases de la libertad, teniendo sus raíces en el
principio de la ley inglesa antigua de que el castillo de un hombre
(principalmente su tesoro) está más allá de la vigilancia del rey.
12. Los impuestos han sido, casi siempre, la causa de la revolución. Los
pueblos rara vez se alzan y se sublevan si sus cargas impositivas son
razonables.
13. Un gobernante sabio no cambia un sistema fiscal efectivo. Destruya el
orden social si debe, como Cortés en México, pero nunca destruya un
sistema fiscal que funciona bien.
14. Las guerras producen nuevos impuestos y altas tasas de los mismos, pero
cuando la emergencia termina los gobiernos tratarán de retener sus
nuevas facultades tributarias aumentadas.
15. Conforme aumentan los impuestos, aumenta la evasión.
16. Toda vez la evasión fiscal se enraíza bien, es casi imposible extirparla.
17. La evasión fiscal no siempre es un mal; con frecuencia ha sido una válvula
de seguridad en contra de la violencia y la rebelión.
18. La gran riqueza, como por arte de magia, desaparece cuando los gobiernos
adoptan tributación para ‘esquilmar al rico.’ Los ricos siempre han tenido
los medios de escapar los pesados impuestos.
19. El impuesto sobre la renta es una forma bastarda de impuesto a la riqueza
porque mientras más riqueza posee un tributario, más fácil es para él evitar
las rentas imponibles. La riqueza de una persona y su capacidad de pago
no necesariamente tienen ninguna relación con sus rentas imponibles.
20. Las personas tienden a resistir los altos impuestos de las siguientes formas:
Primero, evitación legal; segundo, si la evitación falla, entonces ya sea
evasión o huída para evitar el impuesto; tercero, rebelión; y finalmente,
cuando no hay ninguna otra alternativa, han aceptado la servidumbre
cuando ofrecía el único alivio de impuestos escandalosos.
21. Las tasas de impuestos progresivas no tienen principios ni normas y
rápidamente han evolucionado a una arbitrariedad odiosa cuando son
dirigidas a minorías ricas en dinero pero pobres en votos.
22. El patriotismo es soluble en tributación opresiva, opresión en las tasas del
impuesto o en la forma en que los impuestos son gravados o recaudados.
23. Históricamente la consciencia de los hacedores de impuestos con
frecuencia ha sido como el queso suizo -- lleno de agujeros; cuando eso
sucede, la consciencia de los tributarios también es como el queso suizo.
24. Los impuestos que no son asignados entre todos los tributarios con
imparcialidad y justicia pierden toda la fuerza de una obligación moral.

246
25. ‘Los impuestos es lo que pagamos por una sociedad civilizada,’ pero cómo
gravamos y gastamos determina el grado al cual nuestra sociedad es buena
o mala.
26. La libertad tiende a acarrear las semillas de su propia destrucción, ya que
los hombres libres con frecuencia otorgan extensas facultades para gravar
impuesto a sus gobiernos, no dándose cuenta que estas facultades, si son
llevadas al exceso, destruirán la misma libertad que buscan conservar.
27. La guerra significa grandes gastos. Los grandes gastos significan pesados
impuestos. Los pesados impuestos estrangulan el comercio y fomentan el
estancamiento económico y la decadencia.

Conforme los años 1990 llegan a su fin, hemos visto que las reducciones de
impuestos de los años 1980 comienzan a desaparecer, y las exoneraciones de
impuestos han desaparecido también. También hemos visto el alza de
movimientos de reformas fiscales para liberarnos de nuestro loco sistema del
impuesto sobre la renta: Un sistema de tasa uniforme llamado el impuesto de tasa
única, y de manera más revolucionaria, un impuesto nacional al consumo de
alguna forma. Aún cuando las encuestas muestran que una gran mayoría del
pueblo quieren deshacerse del impuesto sobre la renta, a sus representantes en
el Congreso y la burocracia fiscal federal les gusta el sistema ‘tal y como está’ y
desafortunadamente ellos tienen el poder de cambiar. Somos como la España
Imperial hace cuatrocientos años, cuando muchos ciudadanos sabios querían
cambiar el sistema fiscal, pero no podían mover al gobierno. No es nuestro
predicamento el mismo? Como fue expresado en 1600 por Gonzales de Cellorigo:
‘Aquellos que pueden, no lo harán; aquellos que lo harán, no pueden.’ En los
asuntos fiscales el gobierno representativo de hoy día parece no responder a los
deseos del pueblo más que la autocracia absoluta de España en aquel entonces.

El problema más crucial, rara vez discutido por ningún reformador fiscal, es no el
asunto de las tasas -- ya que usted no puede juzgar un sistema de impuestos
únicamente por las tasas -- sino los peligros creados por los rugientes poderes de
espionaje y duras leyes penales usadas para hacer valer el cumplimiento fiscal.
Esto, y no las tasas de impuestos, puede que sean la lucha más importante de
nuestra era entre gobierno y ciudadano. El resultado determinará la clase de
libertades civiles que nuestros descendientes heredarán de nosotros el próximo
siglo. A diferencia de los suizos, ellos puede que no estén diciendo que ellos
‘quieren ser tan libres como sus padres.’ Probablemente quieren ser más libres,
mucho más libres.

247
El curso de nuestra civilización podría estar paralelo a la era final del mundo
antiguo cuando el cumplimiento fiscal se hacía valer por el estado romano con
servidumbre al recaudador de impuestos. Esta servidumbre fue instituida para
asegurar cumplimiento y para controlar los fraudes, huída, y rebelión de los
tributarios romanos. Gibbon describió este período como un tiempo de ‘lucha
perpetua entre los poderes de opresión y las artes del fraude.’7 Pero Gibbon
estaba equivocado. Para el tributario romano promedio la lucha no era perpetua.
Poco después de las reformas de Diocleciano, la lucha terminó para la mayoría de
los romanos; ellos, sus hijos, y los hijos de sus hijos, estaban engrilletados al
sistema fiscal. La ciudadanía romana, que una vez había sido el orgullo de cada
romano y la envidia de todos los demás, no era nada más que esclavitud
exceptuando para aquellos pocos que obtenían inmunidad fiscal. Esta
servidumbre del una vez libre ciudadano romano era la victoria final del
recaudador por los grandes fraudes que habían puesto en peligro las rentas del
emperador.

Estas condiciones están presentes hoy día y no han sido amainadas. Exceptuando
unos muy pocos, la mayoría de tributarios no pueden esperar ganar en contra de
los impresionantes poderes establecidos en las oficinas fiscales del estado
moderno. Si la oficina fiscal logra su victoria final sobre nosotros, puede que no
estemos engrilletados a nuestros empleos como los romanos, pero todas las
indicaciones son que las ganancias de nuestros trabajos y de todas las otras
fuentes estarán engrilletadas al estado. Aún el dinero puede desaparecer
conforme computadoras súper humanas registran cada transacción comercial con
un número de identificación tributaria. Lo que es más probable, y más
atemorizante, que ocurra es que nuestras tarjetas del Seguro Social se conviertan
en nuestras tarjetas Visa o Mastercard. Con cada transacción comercial que
hagamos, la tarjeta será deslizada a través de pequeñas computadoras que ahora
usan en casi todas las tiendas. De manera instantánea, la computadora dice si
nuestra tarjeta es buena. Con nuestra tarjeta plástica del Seguro Social,
instantáneamente todo lo que nosotros hagamos puede ser grabado en nuestro
registro en la oficina fiscal, un registro que ya no es privado como lo era antes. Un
presidente o jefe del FBI paranoico podría saber instantáneamente saber casi todo
sobre usted -- sus creencias, acciones, probablemente lo que usted está pensando
y dónde está usted en ese momento.

Los ubicuos escribas de los faraones que espiaban, hurgaban, y grababan tendrán
su contraparte en el mundo modero. De manera silenciosa el número de
identificación tributaria y la computadora harán una burla de la libertad y la

248
privacidad. Hoy día, nos envidian; mañana, nosotros los envidiaremos a ellos.
Como en Egipto, nada está más allá de la vigilancia de los escribas; de modo que
muy fácilmente podría pasarnos a nosotros.

Terminaremos como ciudadanos-siervos-tributarios como los últimos romanos?


La dirección actual de las leyes penales de nuestro sistema fiscal y dispositivos de
espionaje hacen que esto sea una posibilidad. Nos podríamos encontrar
engrilletados a una clase de neo-servidumbre al fiscus moderno. Si eso sucede,
entonces la lucha entre democracias y dictaduras entrará en una nueva fase en la
cual la elección no será la libertad o servidumbre, sino en lugar de ello, qué clase
de servidumbre burocrática.

249
40
Domando al Monstruo

Levántate Bretaña! El Monstruo que tanto tiempo te oprimió y te pisoteó al fin ha


sido sojuzgado.
--Caricatura de Cruikshank, sobre el rechazo al impuesto sobre la renta, 1816.

Las palabras de Cruikshank expresaban los sentimientos del pueblo británico


cuando el Parlamento rechazó el impuesto sobre la renta que había sido adoptado
para financiar la guerra contra Napoleón. Como indicamos, este no era un rechazo
ordinario. El Parlamento ordenó a la oficina de impuestos destruir todos los
registros del odiado impuesto. Los registros fiscales quemados, como los muertos,
no cuentan cuentos. Tan odiado era el impuesto que la generación de bretones
que vivieron bajo el primer impuesto sobre la renta del mundo tuvieron que morir
ante de volver a introducir el impuesto, y entonces fue presentado en una forma
modesta supuestamente en una base a corto tiempo.

Desafortunadamente, puede que no estemos en una posición de hacer como los


británicos hicieron en 1815, aún cuando es tiempo de sojuzgar al monstruo que
hemos soltado sobre nuestro pueblo. En lugar de desarrollar nuevos sistemas de
impuestos, continuamente hemos estado aumentando las inclinaciones viciosas y
avariciosas del monstruo del impuesto sobre la renta. Si no podemos sojuzgar
como lo hicieron los británicos, por lo menos podemos domar a la bestia. Tal vez
nuestros descendientes en el próximo siglo tendrán la motivación, sabiduría, e
inventiva de librarse de este peligroso impuesto, un impuesto que si no es
controlado causa miseria a cientos de miles de tributarios. Es muy difícil para los
oficiales aún con las mejores intenciones administrar con humanidad una ley
inquisidora.

Aparte de usar la analogía del monstruo del siglo dieciocho, en esta era nos
sentimos más atraídos a la idea de un tiburón -- un comedor de hombres vicioso e
inhumano. O la analogía que se usa en la mayoría de facultades de derecho para
ilustrarlo que sucede en una fusión corporativa -- el pez grande se come al
pequeño. El pez grande (los hacedores de impuestos y gastadores) se han estado
comiendo al pez pequeño (los tributarios) desde que el sistema del impuesto sobre
la renta fue adoptado. Cualquier reforma, cualquier doma del monstruo, debe dar
marcha atrás a este desequilibrio. Si los peces fuesen del mismo tamaño, en

250
igualdad de condiciones, el sistema funcionaría mejor. Todo lo que tenemos que
hacer es rebajar al pez grande de tamaño. Pero cómo sucedió este desequilibrio
en primer lugar?

Caricatura de Cruikshank sobre el rechazo del impuesto sobre la renta, 1816.

El sistema fiscal establecido después de la Carta Magna iba dirigido, cuando


funcionaba, por parlamentarios frugales e incorruptibles que controlaban los
apetitos de muchos de los reyes de Inglaterra. En este notable sistema, como
hemos notado, el poder de gravar impuestos estaba separado del poder de gastar.
El rey podía gastar, pero no gravar impuestos; el Parlamento podía gravar
impuestos, pero no podía gastar. Esta era la clave para el éxito del sistema y para
el impuesto moderado bajo el cual vivía Inglaterra.

Nosotros todavía consideramos nuestro sistema una copia del primer sistema
inglés de impuestos por consentimiento, pero lo es? Nuestros representantes
tienen un conflicto de intereses que el representante inglés antiguo no tenía -- han
sido corrompidos por el poder de gastar. Nuestros hacedores de impuestos ya no
controlan el gasto; en realidad, consienten a casi todo lo que aumente su caja de
gastos. Cuando el poder de gravar y de gastar reside en la misma entidad política,
ya sea el rey o la legislatura, sin controles, el poder del gasto sobrepasará a los
intereses de los tributarios -- el pez grande se comerá al pequeño. William
Gladstone, el primer ministro británico durante la segunda mitad del siglo
diecinueve, quería revocar el segundo impuesto sobre la renta británico pero no

251
pudo hacerlo porque el ‘gasto público’, o lo que hemos llamado el poder de gastar,
sobrepasaba los intereses de los tributarios.

Aún cuando un renacimiento de controles constitucionales es por mucho la forma


más adecuada y duradera de proteger al pez pequeño, para el futuro inmediato
reformas fiscales sabias y prudentes podían ir un gran trecho para aminorar los
aspectos viciosos de nuestro sistema fiscal del impuesto sobre la renta. Las
historias de comportamiento abusivo y mal uso del sistema fiscal han sido dados
a conocer muchas veces. En los años 1970 la revista conservadora Reader’s Digest
publicó una serie sobre ‘La Tiranía del SRI,’ y el programa ’60 Minutos’ nos da
varias historias con testigos en vivo y comentarios estimulantes para dramatizar
el problema. La historia de Art Harris de ‘El Recaudador y el Gran Golpe,’ en el
Washington Post del 16 de abril de 1989, el reciente exitoso libro de David
Barnham llamado The Abuses of Power: Misuse of the I.R.S., y el libro de Shelley
Davis Unbridled Power, Inside the Secret Culture of the IRS (1997) son solamente
las puntas del iceberg. El SRI es una burocracia fuera de control debido a la falta
de frenos y contrapesos que son tan fundamentales a la práctica política
americana y a un buen gobierno.

Lo que sigue son nueve renglones de reforma sugeridos para domar al monstruo.
Estos no son remedios de curita o de tirita como la reciente y anémica Carta de
Derechos del Tributario. Estas reformas van a la raíz del problema y serían un gran
paso adelante hacia recaudar impuestos de una manera civilizada. Haremos
referencia a las raíces y prácticas históricas, algunas de las cuales hemos
presentado antes.

1. Echar abajo el sistema de espionaje.

Como dijo el Presidente Ronald Reagan al Primer Ministro Gorbachev sobre el


Muro de Berlín, ‘Echen abajo este muro!’ así necesitamos nosotros demoler el
sistema de espionaje que hemos creado en contra de los tributarios.

El sistema del impuesto sobre la renta ha evolucionado en los últimos treinta años
de un sistema de honor a un sistema de espionaje. Alrededor de los años 1950, el
pagar sus impuestos era un asunto de honor, la marca de un buen ciudadano. Los
agentes de SRI con frecuencia se presentarían a los tributarios cuando
comenzaban una auditoría con este comentario: ‘Usted sabe, nuestro sistema
fiscal es un sistema de honor, que es la única forma que funcionará en una
sociedad libre.’ Pero a finales de los 1970, esta presentación de honor ya no era

252
apropiada, ya que el empuje de todos los esfuerzos de cumplimiento estaba en
espiar a todos los tributarios. No solamente hemos construido un ‘sistema
perfecto de espionaje,’ para citar a un legislador alemán sobre el sistema fiscal de
Alemania del siglo diecinueve, sino que hemos ido mucho más allá con una amplia
gama de ‘declaraciones de información’ sobre todas las actividades fiscales, aún,
como notaremos, fotografiar todo lo que pasa a través de su cuenta bancaria para
que la vea el Hermano Mayor.

Pero si como el SRI decía hace cuarenta años, el impuesto sobre la renta
solamente funcionará en una sociedad libre como un sistema de honor, no
significa esto que nuestra sociedad ya no es libre?

El quitar el honor del sistema fiscal y reemplazarlo con cumplimiento por miedo,
mueve ese aspecto de nuestro gobierno al reino del totalitarismo. La llamada
telefónica más temida hoy día es una del SRI, diciéndole que sus asuntos serán
auditados. Una sugerencia reciente (de broma, espero) para que las esposas
regresen a sus esposos es decirles, justo cuando ya se van a ir a dormir, ‘De paso
querida, el SRI llamó hoy. Dijeron que llamarán más tarde.’ Dulces sueños?
Difícilmente.

Sugiero que el principal culpable, que ha tolerado la evolución de nuestro sistema


fiscal en un sistema de espías, han sido nuestros medios de comunicación.
Exceptuando el programa ’60 minutos’, los asombrosos poderes en aumento del
SRI han sido territorio prohibido para NBC, ABC, y CBS. Por otro lado, existe una
temporada de caza abierta sobre la Casa Blanca y el presidente en casi todo,
cualquier rumor, cualquier suciedad, pero esto no sucede con el SRI. El encontrar
fallas en la oficina fiscal es territorio peligroso. Pero hay historias de impuestos
que cuentan sobre los tributarios. Tom Brokaw se quejó en NBC que los
americanos que salieron del país para evitar ser saqueados por el SRI eran tipos
malos, unos Benedict Arnolds. El llamó a esta huída para evitar impuestos ‘The
Fleecing of America’ (Desplumar a América). Parece que se confundió sobre quién
estaba siendo desplumado, después de todo.

El Senador Peter Deminici, un reformador fiscal muy franco en las audiencias de


1998 dijo que sus encuestas mostraban que dos tercios de todos los tributarios
preferirían ser asaltados por un criminal armado que encarar una auditoría del
SRI. Otro senador dijo que los tributarios preferirían ir al dentista a hacer un
tratamiento de canales que encarar un agente del SRI. Pero esto es nuevo? No
debería serlo, si los medios hubieran estado haciendo su trabajo.

253
Pero siendo justos para los cobardes medios, está bien entendido que el derecho
de criticar al gobierno de la Primera Enmienda no es aplicable al SRI -- están fuera
de los límites, fuera del cerco. Considere a un adolescente en Buffalo cuyo único
activo es una bicicleta. Escribió una carta al periódico local encontrando una falla
en el SRI, probablemente por algo que había escuchado. La próxima cosa que le
sucede es que la división de investigación penal lo puso bajo vigilancia por 24
horas. El único asunto de interés en su informe fueron unos pocos momentos que
el joven pasó en una farmacia viendo revistas con muchachas desnudas. Estos
‘agentes especiales’ armados aún siguieron a su madre al trabajo en un bus local.
Si el SRI hará esto con un joven de dieciséis años por expresar su desaprobación
de la oficina fiscal, imaginen que podrían hacer a la prensa, para forzarlos al
silencio.

Aún más peligroso de lo que sucedió a nuestro joven de Buffalo es el despido del
único historiador del SRI, Shelley Davis, quien pensó que su trabajo como
archivista profesional era conservar los registros, los buenos y los malos. Ella
descubrió registros que estaban siendo destruidos, o que deberían haber sido
destruidos. Los registros que demostraban el lado más oscuro del SRI. Ella pronto
fue despedida también cuando el agente especial llegó a investigar sus
actividades. Esto da miedo. No habrá más historiadores en el SRI. Y por todo este
comportamiento indignante, nuestros medios, como la Mafia, mantiene su código
de silencio, y el Congreso no hace nada. Ellos también, como los medios, tienen
miedo. El hecho de que millones de tributarios sean abusados por el SRI es el
precio que pagamos por dejar que esta agencia se salga de control. Tal vez
nuestros problemas fiscales son lo que Cicerón tenía en mente cuando lamentó
los problemas en Roma en sus días: ‘Seguramente estamos siendo castigados por
haber dejado que los crímenes de tantos sigan sin castigo.’

Pero usted puede apuntar a varios remedios de curita adoptados como ley para
tratar con las malas acciones del SRI como se descubrió en recientes audiencias
ante el Senado. Hasta que el congreso demuela el sistema de espías, sus remedios
para este leviatán son tan importantes como lo hubiera sido el ordenar de nuevo
las sillas de la cubierta en el Titanic la tarde del 14 de abril de 1912.

2. Establecer un crimen por extorsión fiscal así como una acción civil
por daños.

254
Durante todo el período de la historia romana, hasta la misma Caída de Roma, los
romanos tenían leyes fuertes, aún brutales, que castigaban a los recaudadores
que cobraban o trataban de cobrar más de lo que exigía la ley. En el Código de
Leyes de Teodosio bajo la dirección de Constantino en A.D. 313, se promulgó este
decreto criminal de extorsión fiscal: Si cualquier persona se quejara en tribunales
que el pago ha sido exigido de manera indebida de él, o que él ha sufrido cualquier
arrogancia y si él pudiera probar este hecho, una sentencia severa será emitida en
contra de dicho recaudador de impuestos.’1

El ataque romano en contra del mal comportamiento de los recaudadores de


impuestos fue de vuelta a la República y el famoso Tribunal de Extorsiones donde
Cicerón procesaba a los administradores fiscales romanos de alto rango. Los
romanos no estaban solos. En la antigua India un gobernante sabio ‘castigó y
despidió a aquellos funcionarios que exigían a los tributarios más impuestos de los
que debían.’2

El gran teólogo medieval Tomás de Aquino puso el asunto en perspectiva en su


Summa Theologiae (Suma de Teología).3 El hizo la pregunta: Es posible que suceda
el robo sin pecado? Llegó a la conclusión: No es robo si los príncipes exigen de sus
súbditos aquello que justamente se les adeuda por salvaguardar el bien común.
Pero si ellos gravan excesivos impuestos, es robo igual que lo es un asalto. ‘Por
tal razón están obligados a recibir restitución al igual que los ladrones, y por tanto
ellos pecan más penosamente que los ladrones, ya que sus acciones están más
llenas de tensión con más y mayor peligro universal a la justicia pública cuyos
guardianes ellos son.’

Los romanos proporcionaron más protección a los tributarios con una causa de
acción por daños civiles. De acuerdo al historiador romano Tácito, Nerón emitió
un decreto en A.D. 58 que requería que todos los gobernadores romanos y
pretores ‘dieran especial prioridad a casos en contra de recaudadores de
impuestos.’4 Existen hoy día cualesquiera casos de daños civiles en contra de
recaudadores de impuestos? Ninguno, ya que ellos tienen inmunidad y no pueden
ser enjuiciados por exigir más delo que la ley demanda. En tiempos romanos, en
los juicios civiles en contra de los recaudadores los daños decretados eran la
cantidad exacta del impuesto injustificado.

Más tarde el Código de Teodosio estipulaba remedios civiles en contra de


cualquier juez que era dejado en su tarea de proteger a los tributarios. Si un juez

255
rehusara su obligación de proteger a los tributarios, se le ponía una multa de
treinta libras de oro en contra del juez, y la multa iba al tributario.

Un pasivo fiscal civil como los romanos usaban eliminaría muchas de las
grabaciones arbitrarias y sin base usadas para intimidar a los tributarios para fines
de negociación. En el ‘Outrage of the Month’, en la revista Dollars and Sense, se
describe un agente que arbitrariamente puso una multa de $35,000 a un tributario
cuyo contador le pidió un corto aplazamiento de una reunión ya programada. El
contador dijo: ‘No es ninguna sorpresa el por qué la mayoría de tributarios
(incluyéndome a mí) desprecian al SRI y a las personas súper poderosas y con
exceso de celo que usan tácticas del brazo fuerte.’ Este tipo de comportamiento
no sucedería con un pasivo civil de esta naturaleza, y las valuaciones de impuestos
se basarían en hechos y la ley, y no para alguna ventaja abusiva y táctica.

Los duros casticos en contra de las recaudaciones excesivas de impuestos


continuaron después de la Caída de Roma hasta la Edad Media. La única pintura
sobreviviente del maestro holandés Nicolas van Galen se puede encontrar en la
Municipalidad en Hasselt, Overijssel, en los Países Bajos. Se llama The
Administration of Justice by William the Good. Esta magnífica obra de arte
muestra al rey siendo testigo de la decapitación de un recaudador que había
cobrado más de lo que debía. (Vea el Capítulo 13.) De modo que los remedios,
tanto civiles como penales, por extorsión fiscal tienen una larga historia en la
civilización occidental como protección para los tributarios. Hoy día obviamente
necesitamos revivir dichos remedios legales.

3. Establecer una acción civil por daños para administración fiscal


torticera incluyendo investigaciones fiscales maliciosas, extorsiones, fuga de
información, y abuso del gran jurado.

Ahora ha salido a la luz que la rama ejecutiva del gobierno ha usado al SRI para
hostigar, castigar, y aún destruir negocios, personas prominentes, organizaciones
políticas impopulares, senadores, congresistas -- casi cualquier persona. Los
presidentes, incluyendo a Roosevelt, Kennedy, Johnson y Nixon están entre los
abusadores más conspicuos.6 Roosevelt fue detrás de Andrew Mellon, el
republicano secretario del tesoro por tantos años. Kennedy persiguió a los
ministros cristianos de la derecha que criticaron su catolicismo en la campaña de
1960. Johnson persiguió a todos los hombres clave en la organización de
Goldwater. De acuerdo con Karl Hess, uno de los derechos de los triunfadores en
una elección presidencial es auditar a los perdedores.7 Cintas secretas de Nixon

256
revelan una peligrosa conspiración, dirigida por Nixon, para usar al SRI para purgar
al gobierno de sus enemigos. Si el entonces Comisionado Johnny Walker no
hubiera colaborado con la purga, la Casa Blanca lo hubiera reemplazado con un
nuevo Comisionado deseoso de hacer el trabajo sucio. Para encubrir los
verdaderos motivos, varios de los amigos de Nixon también serían auditados, pero
solamente recibirían un toquecito.8

Aún más amenazante y peligroso para la nación es el abuso del poder por parte
del mismo SRI en contra de aquellas personas que no le gustan. Esta clase de
conspiración es casi imposible de desenterrar. No son solo las auditorías abusivas
‘especiales’, sino la fuga de ‘información’ tomada de los archivos de un tributario
es lo que es más amenazador. Los senadores Edward Long y Joseph Montoya
ambos fueron derrocados del poder cuando trataron de hacer que el Senado
tuviera audiencias sobre los malos actos del SRI.9 Fueron silenciados sin mucha
diferencia como si hubieran sido críticos en un régimen totalitario en donde los
disidentes son exilados de una forma u otra.

Los ciudadanos privados necesitan protección de acusaciones vengativas pero sin


base de los grandes jurados. Nuestra ley fiscal es tan compleja y tan retorcida, y
la definición de ‘evasión’ tan borrosa y vaga, que cualquier persona con asuntos
financieros complicados puede ser fácilmente acusada. Considere la penosa
experiencia de un asociado del difunto Harry Margolis, un abogado fiscal muy
agresivo en la costa oeste que era una espina en el dorso del SRI. Su asociado no
cooperó con el ataque del gobierno sobre Margolis, de modo que fue acusado
junto con su jefe. En el juicio, después de tres meses de testimonio, el gobierno
completó su caso. El juez prontamente volvió el caso en contra del asociado.
Nunca hubo un caso en su contra en primer lugar. Como muchos otros, y con
tanta frecuencia, fue acusado de ser ‘poco colaborador,’ unas palabras que nos
llevan a la España Imperial bajo el reinado de Carlos I. Esta acusación, de nuevo
como muchas otras, era maliciosa y de mala fe. Ocurrió porque no hay remedios
para controlar este abuso -- no se pueden entablar acciones civiles ni cargos
penales en contra de aquellos responsables. En otro caso de acusación famoso
pero falso, Estados Unidos vs. Kilpatrick, un procurador de Estados Unidos
amenazó a un profesor de leyes fiscales que iba a testificar para la defensa. El
también dijo que el procurador sería un ‘objetivo’ y que al grado que el defensor
se trataba, aún si no era culpable el gobierno lo ‘quebrantaría’ con el costo de la
defensa.’10

257
4. Hacer que todos los distritos fiscales federales coincidan con los
distritos del congreso y estipular la retirada de directores de distrito.

Aparte de otorgar a los tributarios el derecho de entablar juicio en contra de los


agentes fiscales que se porten mal, también necesitamos hacer que los jefes
fiscales sean responsables ante el pueblo que gravan. Los representantes del
congreso constantemente están recibiendo quejas de sus constituyentes sobre el
tratamiento duro y abusivo. Realmente no hay nada que ellos puedan hacer, y la
mayoría de directores de distrito envían un suave desaire diciendo al congresista
que esto no es asunto suyo, que es lo que sucedió en el Distrito 13 del Congreso
en California a mediados de los años 1960. Los agentes del SRI en California
decidieron que podían quebrantar el privilegio de abogado-cliente al secuestrar
las cuentas de fideicomiso de los abogados. En un caso el congresista Charles
League fue contactado, escribió una carta al Director de Distrito Schmidt
quejándose del asunto. Schmidt respondió diciendo al congresista que ellos tenían
una tarea que cumplir, y que esto no era asunto suyo. El asunto entonces fue
referido al Colegio Estatal de Abogados de California, y cuando ellos amenazaron
con llevar al director de distrito ante un tribunal federal para explicar su conducta
y su posición, el director de distrito se comió un pastel de humildad y pidió
disculpas ante el Consejo de Gobernadores y prometió no continuar con la
práctica. Desafortunadamente, el SRI pudo eliminar la legislación introducida para
detener esta abusiva práctica.11

Cada distrito del SRI debe coincidir con cada distrito del congreso. Se supone que
los miembros de la Cámara son los representantes de los tributarios, que es lo que
los Redactores previeron. Cada congresista debe poder actuar como un censor
para su pueblo vis-á-vis el sistema fiscal. Además, en cada elección al congreso a
los votantes se les debe presentar una pregunta como esta: Debe Juan Impuestos
ser conservado como director de distrito del SRI para este distrito del Congreso?

Demasiados votos negativos animaría al SRI a nombrar un nuevo director, y cada


director sabría que cada dos años su puesto estaría en la lista de revisión por los
votantes. Esto haría al hombre del SRI local responsable ante el pueblo, y eso es
de lo que se trata la democracia.

Hoy día, con la responsabilidad únicamente a los burócratas superiores en


Washington, los directores de distrito se ven obligados a actuar como los
burócratas coloniales del siglo dieciocho, no muy diferente de los burócratas
enviados de Londres en los años 1770, cuya conducta inflamó a los americanos y

258
fue la chispa de la Revolución Americana. Usted puede tener colonialismo desde
adentro tanto como de fuera, que es lo que los aventureros practicaban en el sur
después de la Guerra Civil. El punto importante es que la arrogancia y el abuso
ahora en el sistema es inherente en su estructura. El problema no se irá en tanto
los recaudadores no puedan ser llamados a juicio por los tributarios a través de
juicios civiles y por el proceso electoral.

5. Juzgar las disputas fiscales como cualquier otra deuda.

Es tiempo de poner un final a las leyes especiales que dan derechos y poderes
extraordinarios a los recaudadores. El recaudador usualmente es un acreedor que
reclama dinero. Debería tener los mismos derechos y obligaciones que cualquier
otro acreedor, y los tributarios deberían tener los mismos derechos y obligaciones
que cualquier otro deudor. Si el recaudador reclama que usted debe, entonces él
debería tener que entablar juicio en su contra al igual que cualquier otra persona.
De manera similar, si usted ha pagado demasiado, usted debería poder entablar
juicio al recaudador y tener el mismo estado que cualquier otro acreedor.

Todo el aparato legal del proceso fiscal ha operado en un mundo propio, separado
y aparte de las reglas ordinarias de la ley para arreglar disputas de dinero. Se ha
convertido en una clase de oprichnina americana, como la agencia de impuestos
de Iván el Terrible en Rusia, que operaba fuera del sistema judicial regular y
produjo la NKVD y la KGB. Un juez británico ayudó a explicar el problema de esta
forma:

La tributación originalmente expresaba únicamente el deseo de un déspota, y se


hacía valer por tortura, esclavitud y muerte. Aún cuando se puede conceder que
en los tiempos modernos con más frecuencia para mejorar una política social
benevolente, y que el servidor civil ha usurpado la posición del verdugo como el
agente para hacerlo valer, aún así en esencia la tributación todavía es arbitraria y
depende para su efectividad únicamente del poder ejecutivo del Estado.12

Aún cuando hemos abolido la tortura y hemos cancelados unos pocos de los otros
dispositivos bárbaros para hacerlo valer acarreados del mundo antiguo, todavía
hay varias leyes abusivas para hacer valer los impuestos que dan vergüenza al
debido proceso.

Las personas con frecuencia se quedan estupefactas de saber que en una disputa
fiscal, si ellas quieren ir a un tribunal regular, ellos tienen que pagar la deuda fiscal

259
y después enjuiciar para obtener su dinero de vuelta. Quién alguna vez se habría
imaginado que en el siglo veinte, un deudor, para poder ser escuchado en
tribunales, tendría que pagar su supuesta deuda primero, y después entablar
juicio para que le devuelvan su pago. La contraparte de esto es que usted no
puede ordenar el cobro de un impuesto ilegal. Si usted no puede pagar – si el
impuesto puede destruir su negocio, llevarse su casa o su medio de sustento – qué
pena. Encima de todo esto hay más de 150 disposiciones penales para atraparlo
y castigarlo por casi cualquier error o equivocación, sin importar si tiene excusa,
que usted pueda hacer al tratar con la vasta jungla de reglas y reglamentos que
cada tributario debe saber pero obviamente no lo sabe. Las multas con frecuencia
exceden de los impuestos adeudados. Estas multas añaden una clase de
terrorismo de auditoría al sistema. La Oficina General de contabilidad (GAO, en
inglés) informa que el SRI no puede administrar esta vasta red de trampas, y que
44 por ciento de todas las multas impuestas por el SRI están equivocadas.13 Si este
atrozmente alto porcentaje de multas son impuestas equivocadamente, cuántas
son pagadas equivocadamente por los tributarios que quieren quitarse al
recaudador de sus espaldas?

El arreglo actual de mazo de cartas se encuentra con frecuencia en la historia


cuando la igualdad bajo la ley no existía. La mayoría de las personas no se dan
cuenta que durante la mayor parte de la historia pocos litigantes han tenido una
base de igualdad en los tribunales. En una disputa entre un amo y un esclavo, o
aún entre un hombre libre y un esclavo, la suposición de verdad iba en contra del
esclavo. En Europa, las contiendas entre los comuneros y los aristócratas eran
gobernadas por suposiciones a favor de los miembros más nobles de la sociedad.
Por qué? Porque los aristócratas tenían una voz más alta en la hechura de las
leyes, al igual que el recaudador hoy día. Las 150 disposiciones penales que ahora
encontramos en el código fiscal no vinieron de las peticiones de los tributarios.

En la América colonial a los americanos les iba bastante bien en las disputas
fiscales con el gobierno británico hasta 1764; en realidad, les iba demasiado bien
según las autoridades fiscales británicas. Para poner el mazo a favor de la oficina
fiscal británica, todos los casos fiscales eran retirados de los tribunales coloniales
locales y eran transferidos a los tribunales del Almirantazgo Británico en Halifax,
Nova Scotia. Los americanos bullían de cólera con esta maniobra y eso ayudó a
detonar la Revolución Americana unos doce años más tarde.14

Las suposiciones y procedimientos del mazo de cartas a favor del recaudador van
en contra de la naturaleza de una sociedad democrática en donde todos los

260
litigantes deben ser iguales ante la ley. Todo lo que yo propongo es que el
recaudador debe ser igual junto con el resto de nosotros, en lugar demás igual
como lo es ahora.

En el lado penal de la aplicación, un fraude fiscal debe ser un fraude honesto,


auténtico, con los mismos ingredientes que un fraude de la ley común. En
California en 1987, un médico fue convicto del delito de evasión fiscal por
simplemente no pagar el impuesto que él exactamente declaraba en su
declaración de impuestos.15 El concepto es un escándalo. Si aplicáramos esto a
las deudas civiles ordinarias, esto significaría que si usted deliberadamente no
pagara su factura de American Express, usted habría cometido un delito.

6. Despenalizar la ley fiscal.

Las multas que el Congreso continúa apilando cada año para atrapar a los
tributarios, inocentes o culpables, junto con las borrosas disposiciones penales,
lleva a una cacería barbárica. Le recuerda a uno de las veinte mil cabezas
nucleares que los militares tienen almacenadas, o la reina en Alicia en el País de
las Maravillas que proclamaba, ‘Quítenle la cabeza!’ para todo lo que no le
gustaba.

El número de sentencias penales es infinitesimal cuando se compara con la


realidad de lo que tributarios están haciendo. Para ser acusado de evasión usted
usualmente está en la lista negra del SRI, como el doctor en California. Si alguna
vez hubo una ley que no debe ser aplicada, y con las nuevas multas civiles, no tiene
que ser aplicada, esta es tal ley.

Notamos en la historia cómo Constantino despenalizó la ley fiscal romana.


Notamos cuántos de los hombres más sabios en nuestra propia civilización han
condenado el hacer una simple evasión fiscal un crimen. En muchas de las
naciones iluminadas del mundo, solamente el fraude fiscal es un crimen; la
evasión fiscal no lo es. Nuestra práctica actual pone a América a la par con la
antigua Unión Soviética con su uso arbitrario de crímenes económicos sintéticos
como un arma en contra de disidentes y como un dispositivo para inculcar el
miedo y terror en los corazones de todo el mundo, porque todos son vulnerables.
Con suerte, para los pueblos rusos de la antigua URSS todo eso ahora puede pasar.
Thomas Paine nos dijo en Common Sense, ‘Una avidez de castigar siempre es
peligrosa para la libertad.’ El ensayista francés Michel de Montaigne escribió en
el siglo diecisés que ningún hombre es tan honesto o derecho que si él fuese

261
cuidadosamente observado en sus acciones y pensamientos, según la ley, ‘diez
veces en su vida él podría no ser legalmente colgado.’16 Eso ciertamente aplicaría
a casi todos según nuestras leyes fiscales penales, y hasta hace poco, a casi todo
el mundo en la antigua Unión Soviética.

Este es el meollo del problema -- todos en un estado constante de ilegalidad, que


pueden ser arrestados en cualquier momento por un ‘delito’ manufacturado por
el estado. El último medio de control político por todos los estados totalitarios es
el tener a la mayor parte de miembros de la sociedad bajo vigilancia y en un estado
de ilegalidad. Todos son vulnerables ante la burocracia que sostiene este poder.
En la Alemania nazi y la Rusia soviética era la policía de seguridad: oficinas de
‘Investigaciones Especiales,’ la ‘División de Inteligencia,’ y la ‘Policía Fiscal.’ En
cada auditoría fiscal la posibilidad de acusación criminal se sostiene encima de la
cabeza del tributario. La intimidación y miedo resultante dan al gobierno el poder
de una fácil extorsión.

En los asuntos fiscales el sistema del gran jurado fue quebrantado como una
protección de acusaciones demasiado detalladas e inventadas. Nuestra ley fiscal
es tan compleja, tan incomprensible, que en la mayoría de los arreglos financieros
complicados en línea entre evitación (que es legal) y evasión (que es ilegal) es
demasiado difícil aún para que lo determinen los expertos, no digamos los legos
que simplemente tienen que hacer lo que el fiscal les ordena hacer. Harry
Margolis, el planificador de California que hemos mencionado, fue acusado por
un período de 10 a ños por 34 diferentes delitos fiscales penales diferentes.
Después de juicios largos y costosos, ninguna acusación fue nunca sustentada en
su contra.17 La corrupción de un gran jurado en Denver era tan mala que el
Departamento de Justicia trató de encubrir la mala conducta del SRI y un fiscal de
Estados Unidos al amordazar al juez federal y evitar que él publicara los hechos en
su opinión. La Corte Suprema, exceptuando al Juez Marshall, no pudo encontrar
ninguna falla en esto. Marshall, al disentir, entendió lo que estaba en juego. El
aspecto secreto de un proceso del Gran Jurado significa que los fiscales pueden
corromper el proceso ‘con impunidad,’ dijo Marshall, y en contra de lo cual no
existe ninguna protección, ningún control, ninguna salvaguardia.18

Si los vagos y borrosos crímenes fiscales en el código fiscal se aplicaran


vigorosamente, la mayoría de tributarios podrían ser arrestados después de una
auditoría superficial. Cuando cada marzo y abril salen nuevos informes de
acusaciones fiscales, la mayoría de tributarios, si fueran honrados, se sentirían
como John Bradford (1510-1555), quien vio a un hombre siendo llevado al

262
patíbulo y dijo: ‘Allí, por la gracia de Dios, no va John Bradford.’ Poco después de
ello él también era ejecutado. El fraude fiscal debería ser un delito; pero no la
evasión fiscal. Sería sabio purgar la ley fiscal de sus muchos delitos sintéticos y
dejar que las penalidades civiles se hagan cargo de los pecados fiscales.

7. Hacer que los representantes del congreso y los jueces federales


sean inmunes al SRI.

Es esencial para establecer buenas leyes fiscales y una justa administración el


hacer que nuestros hacedores de leyes fiscales federales y a la rama judicial
inmunes de intimidación o influencia indebida de la oficina fiscal en el
cumplimiento de sus obligaciones hacia el pueblo. Recientemente el Senador
David Pryor presentó una propuesta de ley llamada ‘La Carta de Derechos del
Tributario.’19 Era una pieza suave de legislación, pero al SRI no le gustó; a ellos no
les gusta ningún control sobre su poder. El senador estaba solo al principio,
porque tenía problemas en encontrar un copatrocinador, Por qué? Porque los
congresistas estaban tan intimidados por el SRI como sus predecesores estaban
intimidados hace 20 años por J. Edgar Hoover. Toda vez usted está en la lista
negra, la vida podía ser intolerable, como aprendió Martin Luther King, Jr.

Nuestro SRI es una clase de J. Edgar Hoover institucionalizado. Todo el mundo


está intimidado y no son necesarios archivos especiales, como con Hoover.
Ninguna consciencia fiscal de ningún congresista está tan clara que él no tenga
miedo al SRI. Dado que no hay congresistas o aún presidentes con la valentía de
librarnos de la plaga de Hoover, ciertamente hay unos pocos, si es que los hay,
deseosos de librarnos de los abusos del SRI y tomar un bando en contra de la
policía fiscal. Como las cosas están ahora no es posible tomar un bando por los
tributarios para hacer lo que ellos realmente piensan que está en los mejores
intereses del país. El alborotar las plumas del SRI es peligroso para su salud
política. Todos saben lo que sucedió a los congresistas en el pasado que
simplemente buscaron investigar los abusos del SRI. El SRI los destruyó. El
representante George Hansen de Idaho valientemente la emprendió en contra del
SRI en los años 1970, publicando un libro sobre sus malas acciones. Muchas de
las historias que publicó eran difíciles de creer.20 El también sintió el ataque. Hubo
una campaña de murmuraciones en su contra de que él era un estafador de
impuestos, su popularidad cayó, y eventualmente fue derrotado. Cuando él y
varios otros congresistas fueron al poderoso comité fiscal de la Casa (el Comité de
Modos y Maneras), fueron recibidos por un ‘oído sordo,’ porque como explica un
escritor, ‘Ellos [los congresistas] estaban aterrorizados de lo que el SRI les podría

263
hacer individualmente.’21 El poder del SRI para intimidar al Congreso tiene que
ser totalmente eliminado y la forma de asegurar que nuestros congresistas están
protegidos en ese aspecto es asegurarnos que el SRI sea retirado de sus vidas --
sacarlos fuera de los registros fiscales del SRI.

Los jueces también son vulnerables. Por qué son auditados los jueces? Es por
rentas, o es para hacerles saber a los jueces que el Hermano Grande está
observando y buscando pedacitos ‘interesantes’ de información sobre sus asuntos
que puedan ser útiles en caso de ser necesario? El Juez William O’Douglas encaró
una denuncia de información fugada sobre sus asuntos financieros que con toda
probabilidad, vino de su archivo fiscal. Douglas no estuvo de acuerdo sin opinión
en contra del SRI en un sinnúmero de casos.22

Esta nación fue fundada en la creencia sagrada de que el organismo judicial debe
ser libre e independiente. La razón se encuentra en la historia británica. En
Inglaterra, hace unos pocos siglos, un juez era despedido si no le gustaba al rey.
El caso más famoso involucraba al más grande de los jueces británicos, Edward
Coke, quien fue despedido como Presidente de la Corte Suprema por James I por
emitir una sentencia en contra de los deseos del rey. En los famosos casos de
Bates y Hampden, que discutimos en el Capítulo 27, los jueces en ambos casos
emitieron sentencia en contra del tributario y por el rey, por razones obvias. Una
minoría fallaba a favor de los tributarios, por razones de valentía.

El SRI no puede despedir a los jueces, pero puede filtrar información e intimidarlos
si ellos, como James I y Carlos I, no están a gusto. Si los jueces federales fueran
inmunes al poder de lastimarlos del SRI con información de auditoría, cada
tributario de pié ante un juez federal sabría que su caso sería juzgado libre de
cualquier posible presión, influencia, o intimidación de la oficina fiscal.
Necesitamos esa clase de aire de libertad; los jueces deberían ser como la esposa
del César.

Uno no puede hacer otra cosa que preguntarse si la Corte Suprema a favor del SRI
no es parcial debido al poder potencial que el SRI tiene sobre sus miembros. En
los años 1960, el Comisionado Sheldon Cohen hizo un favor para la esposa del Juez
Abe Fortas acerca de un problema de impuestos. El comentó, por escrito, que el
SRI puede ‘necesitar el voto de Abe algún día.’ Fortas debe haber hecho algo malo
porque después fue forzado a renunciar por información que el SRI dio a un
reportero de la revista Life.23 Así, en los años 1960, dos jueces de la Corte Suprema
sintieron el tacón de la bota del SRI -- uno forzado a renunciar, el otro puesto a

264
través del molino de la acusación. Desde entonces, han ‘recibido el mensaje’ los
jueces -- especialmente el Presidente de la Corte Suprema que se sale de su
camino para fallar a favor del SRI? Si los jueces fuesen retirados de los registros
fiscales del SRI, los casos clave que el SRI ha ganado podrían haber sido fallados
de forma diferente? Si James I y Carlos I no hubieran tenido el poder de despedir
a los jueces británicos, los casos de Bates y Hampden hubieran sido fallados de
forma diferente? La respuesta a ambas preguntas es probablemente si.

Cómo los quitaríamos de los registros fiscales? Hay dos formas: ya sea hacerlos
inmunes a los impuestos federales sobre la renta, o sellar sus archivos fiscales y
hacer que sus declaraciones sean revisadas por auditores independientes fuera
del alcance de los ojos del Hermano Mayor.

8. Hacer nuestro sistema federal de impuestos indirecto tanto como


sea posible.

Una de las tonteras más repetidas en la historia de los impuestos es la evolución


de un buen impuesto a un mal impuesto. Toda vez un impuesto se vuelve malo,
rara vez los hacedores de impuestos tienen la sabiduría de retroceder. El
impuesto sobre la renta en sus mejores días era un impuesto indirecto para casi
todos. Yo defino indirecto de la forma que Montesquieu lo hizo -- un impuesto
que no es gravado directamente en contra de la persona individual. Esto sería
como un impuesto sobre la renta como los británicos tuvieron antes de la Primera
Guerra Mundial. Debido a que este impuesto funcionó tan bien y no operaba de
forma opresiva, los Estados Unidos adoptó la Décima Sexta Enmienda a la
Constitución. Como un impuesto indirecto cobrado en la fuente, se requieren las
tasas uniformes. De esta forma es como los impuestos a ventas y de aduanas. La
vida sería intolerable si cada año tuviésemos que calcular y pagar nuestros
impuestos de ventas en lugar de hacer que el comerciante cobre, pague, y sea
responsable. El impuesto sobre la renta británico de 1842-1914 era justo eso.
Como indicamos en 1894 al gobierno británico se le preguntó en la Cámara de los
Comunes sobre las tasas progresivas de impuestos para el impuesto sobre la
renta, y el Canciller del Erario dijo a los Comunes que las tasas progresivas de
impuestos estaban fuera de consideración. Las tasas progresivas significarían que
todos los tributarios estarían sujetos a auditorías e inquisiciones. El pueblo
británico no toleraría esto y por lo tanto el sistema colapsaría. El cobro en la
fuente era la clave para el éxito del sistema del impuesto sobre la renta, dijo el
Canciller.

265
Mucho del mal en el sistema del impuesto sobre la renta viene de la confrontación
directa entre el tributario y el todo poderoso, farisaico estado. Si tuviésemos un
cobro igual en la fuente del 10 por ciento para la mayoría de personas, no habría
ningún 15 de abril, ninguna confrontación entre ciudadanos y estado, ninguna
intimidación. Solamente pagadores o aquellos en los negocios tendrían que
presentar una declaración de impuestos. Se selecciona el 10 por ciento por este
era el impuesto en el mundo antiguo que operó por miles de años, llamado el
decuma. No solamente este era el impuesto en el mundo antiguo de Israel, Roma
y Grecia, sino también era la regla para la antigua China.

Recientemente un antiguo secretario del tesoro se declaró a favor de esta misma


antigua regla, aún cuando uno se pregunta si él realmente estaba consciente de
la antigüedad del concepto. Dijo que las cosas se estaban saliendo de las manos
en el área fiscal, y que algo tenía que hacerse para traer alguna claridad a la
maraña de víboras que pasaban por la ‘ley’ en esta área. Su sugerencia básica fue
el borrar el código actual y comenzar de nuevo, substituyendo un 10 por ciento
igual a toda renta bruta económica, ampliamente definida y sin exoneraciones
‘especiales.’24 Treinta años antes, otro más famoso secretario del tesoro, Andrew
Mellon, expuso la misma idea:

No es demasiado esperar que algún día volvamos a una base fiscal del 10 por
ciento, el viejo diezmo hebreo, que siempre ha sido considerado un impuesto
relativamente pesado.25

La génesis moderna de esta idea vino de dos eruditos de Stanford cuyo artículo en
el Wall Street Journal inspiró el pensamiento que produjo las reformas de Reagan
cinco años más tarde.26 Ellos llamaron su idea el sistema de tasas uniformes; más
tarde fue llamado el sistema de tarifa única, que fue un mal nombre
desafortunado dirigiendo la atención lejos de las sanas bases constitucionales de
su idea.

La tarifa única ha recibido considerable apoyo del Congreso (Congresista Dick


Army de Texas) y el candidato presidencial Malcolm Forbes, Jr. Una sola tarifa de
impuesto con un mínimo de deducciones permitiría una renta fiscal del tamaño
de una tarjeta postal para algunos. No es una mala idea, por supuesto. Pero tenía
algunas fallas políticas, como impuestos exonerados al recibo de dividendos por
intereses, ganancias de capital, e impuestos por muerte. Difícilmente una idea
atractiva para la gran mayoría de tributarios - trabajadores, que tienen los votos.
Si la tarifa única va a ser viable alguna vez, va a tener que ser realmente uniforme

266
para todos los que reciben rentas. El SRI todavía continuaría mucho como es hoy
día. Si el librarse de un acosador fiscal sobre poderoso es un objetivo de la reforma
fiscal, entonces la tarifa única no hará toda la tarea.

La tarifa única todavía sería un impuesto directo, rechazado por los Fundadores,
por Montesquieu, y por los antiguos griegos y romanos como un archi enemigo de
la libertad. Nuestra relación de 90 años con el impuesto sobre renta directo
solamente ha comprobado que todos ellos tenían razón. Esto es tal vez la mayor
objeción de todas.

9. Otra medida de reforma que puede pasar al frente en la reforma


fiscal es un impuesto nacional al consumo, como un impuesto de ventas.

Las virtudes son muchas, especialmente aquella de que es indirecto. Es una forma
de impuesto que Montesquieu dijo que era consistente con la libertad. Solamente
un pequeño segmento de la sociedad, aquellos proporcionando bienes y servicios,
estarían bajo el escrutinio fiscal. Así el SRI cesaría de ser el leviatán temido que
ahora es para todo ciudadano. Cada trabajador vería un gran aumento en su
cheque de salario, ya que cesaría la retención del impuesto sobre la renta.

Cuando Nueva Zelanda adoptó su impuesto al consumo, el gobierno sabia y


dramáticamente redujo el impuesto sobre la renta. Los trabajadores estaban
encantados con el gran aumento en sus cheques de salario, y en las próximas
elecciones el partido que introdujo esta reforma volvió al poder. Canadá, por otro
lado, instituyó su impuesto nacional al consumo encima de un impuesto sobre la
renta ya pesado. Siguió una rebelión fiscal que sacó del gobierno al partido
político que era responsable del impuesto. La derrota fue la peor nunca conocida
en la historia del gobierno parlamentario. De casi trescientos escaños en la
Cámara de los Comunes, el partido PC (responsable del impuesto) terminó con
solamente dos escaños. Así las lecciones a ser aprendidas por la sabiduría de
Nueva Zelanda y la tontera de Canadá son muy obvias.

Hay otras virtudes de un impuesto nacional al consumo. Desaparecería la loca


complejidad de nuestro impuesto sobre la renta, y la enorme industria de servicio
por impuesto sobre la renta se podría desmantelar. Se impondría tributación a la
economía informal. Las compañías extranjeras que importan billones de dólares
de artículos anualmente para consumidores americanos ya no tendrían un paseo
gratis sobre la economía y tributarios americanos. Las exportaciones de América

267
serían más competitivas en el extranjero con la eliminación de un gasto de
impuesto sobre la renta sobre la etiqueta del precio de los productos americanos.

El actual esfuerzo por reformar al impuesto sobre la renta por unos pocos
remedios de curita ha sido tratado con tanta frecuencia que ya no es más que un
chiste. El Congreso y la Tesorería han hecho un gran espectáculo con perros y
caballitos cuando introducen todas estas ‘reformas,’ que los tributarios han
escuchado y visto antes. Qué tan tonto creen que es el pueblo americano?
Afortunadamente, para una reforma seria y auténtica, el Presidente del Comité
de Medios y Maneras de la Cámara, Bill Archer, es un partidario del impuesto
nacional de ventas. El visualiza el impuesto sobre la renta y sus varias ‘reformas’
del pasado como desesperado. Como podar de nuevo una hierba peligrosa, indicó,
pronto crece de nuevo y la única forma de librarse de ella es de arrancarla de raíz.

Pero es extraño que nunca se haya introducido ninguna reforma para reducir la
complejidad del código fiscal. Las reformas más recientes en 1997 añadieron
cientos de nuevas páginas al código fiscal y añadirán aún más páginas para los
Reglamentos. Así continúa la locura. Tenemos un código fiscal que está más allá
de la capacidad de la mente humana comprender. Cuando las reformas al
impuesto sobre la renta de 1986 fueron convertidas en ley, Boris Bittker, un
erudito fiscal muy importante en Yale, dijo esto:

Por lo tanto, sostengo que a un profesional de los impuestos que maximiza la tasa,
el Código de Rentas Internas de 1986 y sus enmiendas, es meramente una
plataforma que espera empresarios enérgicos para construir una súper estructura
de complejidad previamente inimaginable.

Entonces hay beneficiarios de nuestra loca ley y su complejidad -- los


planificadores fiscales, preparadores de impuestos, seminarios sobre impuestos,
escuelas sobre impuestos, cabilderos sobre impuestos, contadores de impuestos,
abogados de impuestos, etc. etc. etc. Y después está la burocracia fiscal, con más
de 120,000 empleados, usando billones de los dólares de los tributarios para
administrar el impuesto. Añadan a esto los billones pagados por los tributarios al
sector privado. Los costos para administrar la ley fiscal hay sido estimados
alrededor de $300 billones y $600 billones.27 No es de extrañar que a H & R Block
le haya ido tan bien en la Bolsa de Valores de New York. Obviamente, los
inversionistas están apostando que el impuesto está aquí para quedarse en su
forma de hierba peligrosa.

268
En los días finales del Imperio Romano, los antiguos escritores registran que había
más personas administrando el sistema de impuestos que tributarios. Muy
probablemente nosotros no terminaremos como eso debido a nuestra moderna
tecnología de computadoras. Pero si traducimos a horas hombre el trabajo de las
computadoras, en realidad podríamos estar como los romanos.

Muchos escritores prominentes y eruditos fiscales se han expresado sobre el


prospecto de una reforma fiscal real en las pocas décadas pasadas con títulos
como ‘La Ley de Simplificación del Impuesto de…’ Y también títulos como ‘La Ley
de la Justicia Fiscal’ o ‘Ley de Igualdad Fiscal.’ Uno se tiene que preguntar, a quién
creen que están engañando? Y cómo puede respetar usted a un gobierno que
continuamente le miente a su pueblo? Especialmente sobre impuestos. Aquí
están las palabras de un erudito.

Encuentro esta burla descarada de la verdad tanto ofensiva como alarmante. Los
Estados Unidos son una democracia. Cuando permitimos a nuestros
representantes electos que nos mientan, entonces estamos mintiéndonos a
nosotros mismos. Esto es especialmente inquietante en el área fiscal, porque
nada es más central a la relación del gobierno hacia los gobernados que la
tributación.29

La desesperanza del presente esfuerzo de arreglar el sistema del impuesto sobre


la renta fue enfatizado hace más de 130 años en las primeras emisiones de un
nuevo periódico que nació en 1865, y que todavía se edita hoy día. La edición de
septiembre de 1865 de The Nation alababa al pueblo americano por su voluntad
de continuar pagando impuestos sobre la renta aún después de que la Guerra Civil
había terminado, que era necesario para ayudar a pagar la enorme deuda de la
guerra en los libros del gobierno. Esto era recomendable porque el impuesto
sobre la renta

Es un impuesto que puede defenderse únicamente por la necesidad del caso,


viendo que es una gran carga sobre los hombres de medios moderados, y que por
su naturaleza es esencialmente inquisitivo y pone los negocios y modo de vida de
todos a la merced de los recaudadores de impuestos, quienes en todas las eras
han sido considerados como los más odiosos de la humanidad [énfasis añadido].

Las recientes audiencias senatoriales que expusieron las historias de horror de las
malas acciones del SRI no producen nada que no haya sido conocido en todo el
país, y no haya sido conocido durante toda la historia. Si la historia es nuestra

269
maestra, no hay ninguna posición que no sea desarrollar un sistema tributario
indirecto, en donde el recaudador esté bastante retirado del ciudadano promedio.

Las encuestas muestran que aproximadamente 75 por ciento del pueblo


americano desea liberarse del impuesto sobre la renta como lo conocemos, y aún
así, aquellos que pueden cambiarlo no lo harán. En las audiencias del congreso de
1996 sobre la liberación del impuesto sobre la renta, la Tesorería envió a uno de
sus funcionarios superiores, Lee Samuelson, quien puso un amortiguador en las
audiencias diciendo, ‘A nosotros nos gusta el impuesto sobre la renta, justo como
está.’ El Wall Street Journal recientemente reportó sobre programas actuales para
la reforma real del impuesto: ‘El Secretario del Tesoro Robert Rubin ha llevado al
gabinete a desairar a los cortadores de impuestos como si fueran un montón de
aberrantes impropios.’30 Todavía peores son las opiniones del demócrata del
poderoso Comité de Formas y Maneras de la Cámara, Charles Rangel: ‘Estoy
aburrido de los políticos que aporrean al SRI. Tenemos el mejor y más justo
sistema de recaudación de impuestos del mundo.’ Cuando escuchamos eso de
aquellos que están en posición de poder para reformar el sistema fiscal, y quienes
saben más, uno se pregunta qué oportunidad o esperanza tenemos de reformar
el sistema. Lo que necesitamos es alguien a nivel nacional como el difunto Howard
Jarvis en California, quien sublevó al pueblo para forzar a un gobierno renuente
una real reforma fiscal, que el pueblo quería.

270
41
Medio Esclavo Medio Libre
Yo creo que este gobierno no puede durar permanentemente medio esclavo y
medio libre.
--Abraham Lincoln, 1858

Aún cuando la palabra esclavitud es un término muy poderoso -- un recuerdo muy


feo y horripilante en nuestra sociedad -- asumimos que la esclavitud ha sido
abolida en el mundo, el gran logro social del siglo diecinueve. Pero por muchos
siglos los filósofos y grandes mentes de la civilización occidental meditaron sobre
el asunto moral de la esclavitud así como los tipos de esclavitud. Había esclavitud,
donde una persona era la propiedad -- la pero clase. Después había esclavitud de
la tierra, o esclavitud real como se le llamaba, donde la persona pertenecía a la
tierra. Quienquiera que fuese propietario de la tierra obtenía los esclavos los
quisiera o no, y algunas veces no eran deseados. Un estudio de los valores de la
tierra en lo que era la Rusia blanca revela que la tierra libre de siervos era más
valiosa que la tierra con siervos.

Había otras clases de esclavitud, como la que era llamada esclavitud política,
donde usted era la propiedad del gobernante, y usted no tenía derechos
exceptuando aquellos que los gobernantes le pasaban. Hoy día Cuba e Iraq serían
tales países. Aún cuando usted no es ‘propiedad’ como los esclavos, sus vidas son
bastante controladas, reguladas, y restringidas por un gobierno todo poderoso.
Cualquier tipo de totalitarismo sería esclavitud política, que por supuesto, todavía
existe en el mundo.

La esclavitud y esclavitud real fueron abolidas en Europa principalmente por la


fuerza moral de la cristiandad, pero esta abolición estaba limitada a Europa
occidental y a los pueblos europeos. Rusia conservó su esclavitud y esclavitud real
hasta los años 1860, al mismísimo tiempo que los americanos se estaban
deshaciendo de la esclavitud en el sur. Portugal y España fueron los últimos
bastiones en sus colonias en el Nuevo Mundo, pero para 1900 todo vestigio de
esclavitud por parte de las naciones europeas había desaparecido.

Sabemos que la servidumbre (esclavitud de la tierra), que dominó al mundo por


mil años, entró en vigor de las prácticas fiscales del Imperio Romano tardío. En
ese entonces parecía la mejor forma de controlar a los tributarios romanos.

271
Cuando el emperador romano instituyó la servidumbre solamente estaba
protegiendo sus rentas, lo que el SRI dice que está haciendo y por qué necesita al
Congreso que de a la dependencia todos estos enormes poderes sobre los
tributarios.

El lector también debe recordar la infructuosa rebelión fiscal por Boadicea en el


primer siglo A.D. para librar a los bretones del gobierno romano, especialmente
los impuestos romanos. Su exhortación a sus tropas es una expresión clásica de
lo que se trata la esclavitud fiscal. En cinco mil años de historia registrada, nadie
lo ha dicho mejor que Boadicea:

No pagamos tributo anual por nuestros propios cuerpos? Qué tanto mejor sería
el haber sido vendidos a amos de una buena vez que poseer títulos de libertad
vacíos, el tener que rescatarnos a nosotros mismos cada año.1

En otras palabras, es mejor ser un esclavo que un esclavo fiscal.

La Fundación Fiscal (Tax Foundation) en Washington es más conocida por su


cálculo del ‘Día de Libertad de Impuestos,’ el día de cada año en donde las
ganancias de los americanos son todas suyas. (Sin embargo, para el esposo y
esposa promedio que trabajan, no es del todo improbable que uno de ellos trabaje
a tiempo completo, todo el año, para el recaudador de impuestos.)

El Día de Libertad de Impuestos en 1902 fue el 31 de enero,


1922 fue el 17 de febrero,
1948 fue el 28 de marzo,
1958 fue el 10 de abril,
1968 fue el 24 de abril,
1978 fue el 30 de abril,
1988 fue el 2 de mayo,
1998 fue el 10 de mayo.

Todo indica que el día de libertad de impuestos será retrasado continuamente


hasta que nos convirtamos en una nación medio libre medio esclava. Después de
todo, la esclavitud es trabajo forzado sin compensación. Tolstoi dio esta
definición:

La esencia de toda esclavitud consiste en tomar el producto de la mano de obra


de otros por la fuerza. No importa si esta fuerza se basa en propiedad del esclavo

272
o propiedad del dinero que él debe obtener para vivir. (Qué Debemos Hacer?,
1891)

Aquellos que son partidarios de los grandes impuestos y grandes gastos objetarían
la etiqueta de esclavitud. Después de todo, dicen, nosotros los esclavos fiscales
nos beneficiamos de toda esta mano de obra de esclavos. Pero no es esto como
el sembrador en nuestra economía de esclavos en el sur que cuidaba al esclavo
desde la cuna a la tumba? Ahora obtenemos servicios públicos que hacen casi la
misma cosa. Sin embargo, esto no aclara el punto. Toda vez se pagan los
impuestos, es el gobierno, no el tributario, quien determina qué obtiene qué. En
todas las economías esclavistas es el amo quien selecciona a los meritorios entre
los esclavos. Que algunos esclavos estén bien mantenidos (como los hacendados
del sur mantenían en 1860) no altera su estado como esclavos.

No debería llegar como ninguna sorpresa el hecho de que nos estamos moviendo
rápidamente hacia un día cuando seremos medio esclavos y medio libres, y lo
estamos haciendo con nuestro consentimiento. Aún cuando puede que no nos
gusten los grandes impuestos, a nuestros representantes sí les gustan. Y somos
tan culpables como ellos al demandar y esperar que los gobiernos hagan todo tipo
de cosas, todas las cuales requieren dinero, y el dinero requiere impuestos.
Notamos cómo en Roma y en la primer Rusia los campesinos entregaron su
libertad y se convirtieron en siervos para evitar pagar impuestos. Ellos preferirían
ser esclavos o esclavos de la tierra, simplemente, que ser esclavos fiscales de una
poderosa burocracia fiscal con sus poderes punitivos, sus confiscaciones, su
brutalidad. Montesquieu nos cuenta cómo muchos rusos en Moscú eligieron ser
esclavos,2 en lugar de encarar a los recaudadores del zar. Tenemos la esperanza
de que puede ser que a nosotros no nos lleven a hacer tal elección algún día. Pero
la historia está llena de dichos ejemplos, no solamente en Rusia. La elección era
qué clase de esclavitud -- fiscal o simple? El hecho que muchos eligieran esclavitud
sobre la esclavitud fiscal nos dice qué tan opresora e inaguantable puede ser la
esclavitud fiscal.

La esclavitud fiscal fue una gran preocupación para los primeros americanos. Los
escritores británicos ridiculizaban la posición tomada por los americanos de que
cualquier impuesto de la corona era ‘un distintivo de la esclavitud.’3 De nuevo, no
estamos hablando sobre un distintivo de la esclavitud. La organización clandestina
principal que promocionó las rebeliones de impuestos en contra de los británicos
en los años 1760 y 1770 era llamada Los Hijos de la Libertad. Ellos pusieron
chapopote y emplumaron a los agentes fiscales británicos, y cuando hicieron un

273
desfile a través de las principales calles de las principales ciudades, cantaban una
canción con un estribillo que iba algo así:

La voz del Parlamento nos ha condenado por ley a ser ESCLAVOS,


Valientes muchachos!
Nos ha condenado por ley a ser ESCLAVOS.4

Aquí ponemos la palabra ‘esclavos’ con mayúsculas, y que obviamente significaba


esclavos fiscales.

Cuando Montesquieu, en su gran clásico El Espíritu de las Leyes, escribió que los
impuestos excesivos llevaban a la esclavitud, y de nuevo que los impuestos
directos son naturales a la esclavitud,6 no estaba hablando sobre la esclavitud,
sino sobre la esclavitud fiscal. Y los americanos que vieron a Montesquieu como
el gran sabio de la Era de la Razón rápidamente enfocaron el problema del esclavo
fiscal en sus tratos con Gran Bretaña y la convención constitucional.

Cuando se supo en Boston en 1766 que la Ley del Timbre había sido derogada, se
construyó un monumento, que Paul Revere copió y conservó. Las palabras arriba decían
en realidad que era mejor morir que ser ‘ESCLAVOS’ (es decir, esclavos fiscales) -- un
concepto que ya se nos perdió de vista. 5

Lincoln usó las palabras medio esclavo y medio libre en sus debates con Stephen
Douglas en 1858, y sugirió que la nación no podría sobrevivir a este formato. Al

274
substituir la esclavitud fiscal por la esclavitud surge el mismo problema -- podemos
sobrevivir como un pueblo libre si somos medio libres y medio esclavos del
recaudador de impuestos?

Los tributarios que se hartan del sistema puede agarrar sus maletas y salir del país,
de nuevo como tantos romanos que huyeron a la tierra de los bárbaros, ‘para vivir
como hombres libres.’ Pero, a diferencia de los romanos, serán perseguidos por
impuestos en su domicilio extranjero por agentes del SRI armados con citaciones
y listos para hacer una auditoría. Decenas de miles de personas, desde los Rolling
Stones a Sean Connery a grandes atletas, han salido de sus hogares de altos
impuestos en busca de climas fiscales más gentiles. Esta es una práctica mundial
e históricamente legal.

Los impuestos directos son la obligación de una persona hacia el país donde vive.
Este país proporciona protección y servicios a sus habitantes. Pero si usted no vive
en ese país, usted no está recibiendo servicios y protección, entonces no hay
ninguna justificación moral de tributar. No lo es para los americanos. Tienen que
renunciar a su ciudadanía para evitar legalmente ser gravados con impuestos. Y
ahora, si lo hacen, se les puede prohibir regresar alguna vez a los Estados Unidos
de América, como los escritores soviéticos que fueron expulsados de la Unión
Soviética -- eran criminales por ‘calumniar al estado.’ Solzenitzen fue uno de esos
criminales -- traidores. Benedict Arnolds es como se llaman ahora. Si los
americanos son Benedict Arnolds, por qué no lo son los Rolling Stones y William
Joyces? (William Joyce fue un notorio traidor de Bretaña en la guerra contra
Alemania. Su juicio, una clase de juicio del siglo para los años 1940, se centró en
si él era un ciudadano o no de Gran Bretaña.)

De manera sorprendente, la administración Clinton se opuso a esta nueva Ley de


Benedict Arnold (promulgada en 1996), como orgullosamente la llamó el
Congreso. Cómo puede justificarse tal ley, tan extraña a la civilización occidental?
No realmente prueba que los americanos están más esclavizados ante el
recaudador de impuestos que cualquier otro pueblo sobre la tierra?

Hoy día los americanos que no desean huir para evitar impuestos se pueden unir
a la moderna clandestinidad del siglo veinte -- la economía informal. Si son
atrapados, como esclavos fugitivos del sur, son castigados y después devueltos a
su servidumbre ante el recaudador.

275
Cuándo es un sistema fiscal un sistema de esclavitud fiscal? Cuáles son los factores
determinantes? Seguramente debemos tener impuestos para ser una sociedad
civilizada, y todos los impuestos no son esclavitud ipso facto. Pero recuerde,
aprendimos que en los tiempos antiguos, hasta que llegaron los griegos, todas las
civilizaciones habían sido compradas con despotismo. Los griegos llegaron a la
conclusión de que hasta ese momento la civilización no era compatible con la
libertad. El culpable, de acuerdo a los griegos y romanos, era la tributación
directa.

La prueba es cuánta de su libertad ha sido entregada al recaudador, para asegurar


la recaudación de impuestos? Ese es el problema. Si hemos entregado demasiado
de nuestras libertadas al recaudador -- si el hombre se entromete demasiado en
nuestras vidas (como los escribas de los faraones), si el recaudador nos castiga en
demasía por desobediencia fiscal, toma una cantidad excesiva de los frutos de
nuestra labor y propiedad, nos quita nuestras libertades civiles, nuestra Carta de
Derechos -- si somos medio libres y medio esclavos, no somos los súbditos de un
gobierno que ‘Nos ha condenado por ley a ser ESCLAVOS,’ como proclamaron Los
Hijos de la Libertad hace doscientos años?

Finalmente, qué sucedió con la naturaleza anti impuestos del pueblo americano
que dominó todo su pensamiento sobre la libertad hasta el siglo veinte? La
tolerancia por altos impuestos era desconocida. Como se indica en el capítulo 34,
Edmund Burke, en 1775 ante la Cámara de los Comunes, argumentó por la
reconciliación con los americanos. ‘Las colonias americanas,’ argumentó Burke,
creían en la libertad más apasionadamente que cualquier otro pueblo sobre la
tierra, pero la libertad para ellos se enfocaba en impuestos. La libertad puede ser
puesta en peligro de veinte o más maneras, y a los americanos no les importaría,
pero los impuestos sí importaban.

Durante todo el siglo diecinueve, ‘cada niño americano de edad escolar’ estudiaba
las famosas palabras de Edmund Burke (vea la Encyclopedia Americana, ‘Edmund
Burke’). Este estudio universal de las palabras de Burke sin duda perpetuó la
naturaleza americana anti impuestos que hizo posible la Revolución Americana.
En septiembre de 1895, la revista Nation que todavía está con nosotros con un
sesgo pro impuestos, editorializó que el impuesto sobre la renta era un mal
impuesto, y como todos los impuestos era administrado por ‘recolectores de
impuestos, que en todas las eras han sido considerados como los más odiosos de
la humanidad.’ En 1878, la revista Atlantic Magazine otra revista que todavía está
con nosotros, en un artículo escrito por Brook Adams, líder de la famosa familia

276
Adams de Massachusetts, escribió, ‘Todo impuesto es un mal.’ Noten que él dijo
‘todos’ y no algunos, y llegó a la conclusión que los impuestos fuertes eran ‘una
de las mayores maldiciones con las que se puede castigar a un pueblo.’ Así, la
naturaleza americana anti impuestos del principio estaba todavía viva en los
principales periódicos durante todo el siglo diecinueve.

Pero en el siglo veinte, la retórica anti impuestos no se encuentra en ningún lado


en la corriente principal del pensamiento americano. Es como si una cortina de
hierro hubiera bajado cuando censuramos y volvemos a escribir el pasado, con el
americano anti impuestos desapareciendo de la historia exceptuando en una
variedad de maricas.

277
Epílogo: El Cuadrángulo

La historia de varias disciplinas y profesiones está repleta de revoluciones de


pensamiento que tuvieron que ser dirigidas por herejes, forasteros, y amateurs.

--Jeffrey Bell, Populism and Elitism, 1992

Con los años muchos lectores y amigos me han pedido resumir en una palabra lo
que a mí me gusta llamar las tuercas y tornillos de mis pensamientos sobre la
tributación y la historia. En estos párrafos de conclusión, trataré de presentar
algunas de las lecciones más importantes de este estudio.

Primero está el muy evidente hecho de que todos los buenos sistemas fiscales
tienden a arruinarse. A menos que sean restringidos por el pueblo de una manera
efectiva, los gobiernos no pueden vivir con un sistema fiscal moderado y que
funciona. Todos los gobiernos tienden a ser adictos al gasto. Como consumidores
inmaduros ajustarán su gasto a sus apetitos, no a sus bolsillos. La historia sugiere
que la mejor cura es separar el poder de gastar del poder de gravar impuestos.

Segundo, el problema más desafiante de nuestra era es si la civilización puede o


no extraerse a sí misma de su propia auto destrucción fiscal. Si no solucionamos
ese problema, creo que nuestros hijos en el próximo siglo lo harán. Nuestra
destructividad fiscal está en todos los frentes y parecemos estar siguiendo el curso
de muchas grandes naciones del pasado -- estamos tributándonos a nosotros
mismos hasta la muerte, y no solo económicamente. Hemos violado las reglas de
la tributación que nuestros antecesores nos advirtieron. Hasta hace poco nuestro
sistema se excusaba porque necesitábamos el dinero, y esta es una manera
efectiva de hacer el trabajo. Ahora ese mito se ha quebrado en mil pedazos.
Cuando los costos gastados por los tributarios se suman a aquellos del gobierno,
ha sido adecuadamente llamada ‘La Estafa de los $600 Billones en Impuestos.’1
Las llamadas virtudes de nuestro sistema del impuesto sobre la renta son tan falsas
como las virtudes del socialismo.

La destructividad no es solamente económica, pone en peligro asuntos más


importantes del espíritu humano. Estamos viviendo en una era de libertad, no
perfecta, pero ciertamente uno de los mejores tiempos en la historia humana. El
filósofo político Montesquieu, hace más de doscientos años, nos advirtió de los

278
peligros que encara una sociedad orientada hacia la libertad. Los hombres
viviendo en un estado de libertad otorgarán excesivas facultades de tributación a
sus gobiernos. Estos poderes excesivos, dice Montesquieu, requerirán ‘medios
extraordinarios de opresión,’ y cuando eso sucede, ‘el país está arruinado.’2 No es
demasiado difícil aplicar la tesis de Montesquieu a nuestros tiempos.

My optimismo personal apoya la creencia que nos saldremos de esta conclusión


tan pesimista. Al igual que la teoría de Thomas Malthus sobre el crecimiento de
la población estaba llena de pesimismo, así es la predicción de Montesquieu sobre
la libertad e impuestos. Ninguna predicción tiene que traer un desastre a la
civilización, pero ambas requieren esfuerzos heroicos, ya que el curso natural de
los eventos nos está llevando en la dirección predicha por estos dos hombres.

Tercero, el denominador común de todos los buenos sistemas de tributación


(antes de que se arruinaran) ha sido la moderación. Este principio fue dado a
nosotros por los antiguos como el ideal de la buena vida y del buen gobierno. Fue
especialmente dominante como una idea ética con los antiguos griegos;
Aristóteles lo formalizó en su Etica, como la doctrina de la ‘media de oro.’3 Fue la
base de la ética de Adam Smith.4 Aristóteles juntó una larga lista de cualidades
morales en triadas. La virtud era el terreno medio entre extremos, llamados vicios.
La valentía era la media de oro entre la cobardía y la imprudencia. Aplicar el
principio de la media de oro a los impuestos, con qué frecuencia estamos en un
extremo vicioso en lugar del virtuoso medio en tales asuntos como tasas, igualdad,
intrusiones, y multas? Un sistema bien equilibrado, consistente con el concepto
de gobierno moderado, puede ser igualado a un cuadrángulo, que Tennyson
expresó como: ‘Aquella torre de fortaleza, que permaneció firme ante todos los
vientos que soplaron.’

Qué tan cerca de un cuadrángulo está nuestro sistema actual? Hoy día nuestro
impuesto sobre la renta (no ganancias de capital) parece algo parecido a la primera
ilustración a continuación. La figura de hoy día es grotesca porque las intrusiones
y disposiciones punitivas están fuera de sintonía con el espíritu de una sociedad
libre. No importa qué tan torcido esté ahora, lo podemos hacer cuadrado, como
la segunda ilustración a continuación.

279
El verdadero cuadrángulo.

Las tasas deben ser moderadas. Si son muy bajas, las vidas y la propiedad de las
personas no pueden ser protegidas. Si son demasiado altas, la economía se
moverá muy despacio. Las tasas fomentan la evasión, migración, y rebelión? Están
en el lado positivo o negativo de la curva de Laffer?

La Igualdad es la virtud. Significa la ausencia de cualquier discriminación en contra


de cualquier clase de ciudadanos respecto a tasas, exoneraciones, privilegios, y
cargas. Los vicios son los extremos regresivo o progresivo. Los sistemas regresivos
injustamente cargan al pobre; los sistemas progresivos, si son extremos, roban de
los ricos. Los impuestos que tocan una amplia gama de actividades económicas,
aún con tasas iguales, inevitablemente serán ligeramente progresivos, la media de
oro.

Intrusiones. Cualquier cosa que sea gravada debe ser estudiada, pero qué tan
extenso debe ser el estudio? Estamos sacrificando demasiado de nuestra libertad
para cumplir con los impuestos? El nuestro es un sistema de honor o un sistema
de espías?

Multas. Qué tan punitivos somos? O, como dijo Montesquieu, las personas que
no pueden ser consideradas como hombres malos son castigadas como villanos?5

Para tener un cuadrángulo, dónde comenzamos? Por supuesto con la legislatura,


pero en la práctica los ‘expertos’ toman las decisiones. Ellos serían la Tesorería,
los Comités del Congreso, y sub-rosa, súper élites, cuyos miembros son
juramentados para mantener el secreto, como es el grupo de la Logia del Aguila.6

280
Para el congresista promedio, aún bien informado, la ley fiscal es ininteligible. Para
comenzar, nos debemos librar de estos ‘expertos.’ Están tan atrincherados en
hacer impuestos como el partido comunista estaba atrincherado en la Unión
Soviética. Apilarán razón tras razón de por qué tenemos que tener un sistema
fiscal complicadísimo y grotesco. Se suponía que nos iban a dar mucha más
simplicidad en las reformas de Reagan de 1986 y diez años después en 1997.
Terminaron aumentando dramáticamente la complejidad, haciéndose cada vez
más indispensables. Los practicantes fiscales estaban asombrados con las nuevas
reformas que ahora estaban yendo más allá del entendimiento de aún los
expertos.7 Los expertos no estaban satisfechos solo con diezmar la inteligibilidad
del código fiscal, también han convertido conceptos fiscales tales como igualdad y
justicia en una ciénaga de jerigonza filosófica,8 como la doctrina de ‘separados
pero iguales’ que justificaba la segregación.

Necesitamos comenzar con nuevas mentes enérgicas y dar a los viejos expertos un
descanso de sus labores. Cuando Henry Ford quería proteger vidas y evitar
lesiones causadas por el vidrio quebrado del auto, pidió a los expertos en vidrio
hacerle vidrio irrompible para sus nuevos modelos. Los mayores expertos en
vidrio dijeron que no podía hacerse. Sabían demasiadas razones de por qué no
era posible hacerlo. Henry dijo, ‘Tráiganme a jóvenes ambiciosos que no conozcan
las razones por qué no se puede hacer vidrio irrompible. Entrega el problema a
jóvenes ambiciosos que piensen que nada es imposible.’ El obtuvo el vidrio
irrompible.

No es el reino con pesados impuestos el que realiza grandes cosas, sino aquel con
impuestos moderados.

--Antiguo Proverbio Asiático

281
Notas
Introducción

1. A. H. M. Jones, The Roman Economy (Oxford, 1974), p. 86.


2. Adrienne Koch and William Peder, eds., The Selected. Works of John and
John Quincy Adams (New York, 1946), pp. 24.27.
3. John Stuart Mill, Principles of Political Economy (New York, 1961, reimpresión de
la edición de 1885), p. 808, n.2.

Parte I

1. Samuel Karmer, History Begins at Sumer (New York, 1959), ch. 7.


2. M. Davidson, L. Cottrel, eds., Lost Worlds (New York, 1962), p. 154.

Capítulo 1

1. A. Erman, Literature of the Ancient Egyptians (London, 1927), p. 244.


2. M. Rostovtzeff, The Social and Economic History of the Hellenistic World, vol. 2
(Oxford, 1967), p. 1094.
3. Alan Gardiner, "Ramesside Tests Relating to Taxation of Corn," Journal of Egyptian
Archeology, vol.27 (London, 1941), pp. 19-21.
4. Cyril Aldren, The Egyptians (New York, 1963) p. 180.
5. Fictor Ehrenberg, The Greek State (New York, 1960), p. 153.
6. James Baikie, A History of Egypt, vol. 2 (London, 1929), p. 313.
7. Baikie, History of Egypt 2, p. 299.
8. Charles Eliot, ed., The Harvard Classics, vol. 33, Herodotus, "Histories,Bk- II," trad.
G. C. Macaulay, p. 85.
9. James Baikie, The Amarna Age, A Study of the Crises of the Ancient World (London,
1926), p. 428.
10. Diogenes, The April Game (Chicago, 1973), p. 122.

Capítulo 2

1. Rostovtzeff, Hellenistic World 2, p. 9Ol.


2. Ibid., pp. 7O5-36.
3. Ibid., p. 914.
4. Edwyn Bevan, A History of Egypt (Under the Ptolemaic Dynasty (London, 1927),
cap. VIII-XIII.
5. Suetonius, The Lives of the Ceasars, Lb. II, XVIII, vol. 1, trad. J. C. Rolfe (London,
1979), p. 149.

282
6. Jack Lindsay, Daily Life in Roman Egypt (London, 1963), p.253.
7. Flavius Josephus, The Wars of the Jews, Lb. II, trad. William Winston
(Philadelphia, 1936), cap. XVI, para. 4, p. 692.

Capítulo 3

1. Exodus l:7-11.
2. Flavius Josephus, The Antiquities af the Jews, Lb. 2, cap. 14, para. 1.
3. H. Graetz, History of the Jews, vol. 3 (Phila. 1895) p. 108; Hugo Grotius,
The Law of Peace and War (Oxford, 1925), Lb. 2, cap. 5, xxxii, edición de
1625, p. 259; Encyclopedia of Religion and Ethics, ed. Hames Hastings, vol 11,
pp. 595-631; C. H. W. Johns, Babylonian and Assyrian Laws, Contracts and Letters
(Edinburgh, 1904), passim.
4. Hosea 8:10; Amos 5:11; Isaiah 13:1; Ezekiel 12:10; 2 Chronicles 10; I Kings 12:4;
Josephus, Antiquities, Lb. g, cap. 9; Después compare con el texto sobre las
‘cargas’ egipcias en Josephus, Antiquities, Lb. 2, cap. 9; Exodus 6:6.
5. Samuel 8:11-17.
6. Josephus, Antiquities, Lb. 8, cap. 7, para. 5.
7. Ecclesiastes 7:28.
8. Josephus, Antiguities, Lb. 8, cap. 7, para. 5.
9. E. W. Heath, Solomon’s New Men, New York, 1974), p. 55.
10. II Chron. 16:17.
11. Ibid-, Lb. 8, cap. 8, para. 3.
12. Josepbus, Antiquities, Lb. 8, cap. 8, v. 3.
13. 2 Chronicles 10:18.
14. Josephus, Antiquities, Lb. 8, cap. 8, v. 3.
15. Isaiah 30:15.
16. Isaiah 37:33.
17. Recientes traducciones de registros asirios por un erudito de la Universidad de
Toronto indican qué tan bárbaros eran estos gobernantes. Vea A. Kirk Grayson,
Assyrian Rulers of the Early First Millennium BC I (1114-859 BC) (Toronto, 1991),
passim.
18. Max I. Dimont, Jews, God and History (New York, 1962), pp. 66-68.

Capítulo 4

1. Josephus, Antiquities, Lb. 12, cap. 4, para. 1-2.


2. Ibid.
3. Ibid., para. 10.

283
4. Maccabees 11:34; M. Rostovtzeff, The Social and Economic History of the
Hellenistic World, vol. 1 (Oxford, 1967), p. 467.
5. Flavius Josephus, The Wars of the Jews, Lb. 2, cap. 16, par. 4.
6. Moses Hadas "Roman Allusions in Rabbinic Literature," Philological Quarterly 8
(1929), p- 373.

Capítulo 5

1. The Sayings of Mencius, Trad. James R. Ware (New York, 196o), p.55.
2. Ibid., p. 68.
3. Fung Yu-Lan, A Short History of Chinese Philosophy (New York, 1948), p.75.
4. Ni, Hua-Ching, Stepping Stones for Spiritual Success (Los Angeles, 1989) p. 66.
5. Fung Yu-Lan, p. 102.
6. Tzo Te Ching, trad. Stephen Mitchell (New York, 1965), No. 75
7. Ibid., No. 60.

Capítulo 6

1. Gustave Glotz, Ancient Greece at Work (New York, 1967), p. 154.


2. M. I. Finley, The Ancient Economy (Berkeley, l973), p. 95.
3. Polybus, The Rise of the Roman Empire, Lb. II, 56; trad. Ian Scott-Kilvert (London,
1979), p. 169.
4. Victor Ehrenberg, The Greek State (New York, 1964), passim; Gustave Glotz, The
Greek City and
lts Inhabitants (London, 1929) pp.113-16.
5. A. R. Burns, A Pelican History of Rome (New York, 1987), p. 124.
6. Rostovtzeff, Hellenistic World 2, p. 620.
7. La traducción del autor. Ver Charles Eliot, The Harvard Classics, vol. 12, p. 105,
‘Plutarch’s Lives’, trad. Arthur Clough (New York, 1909).
8. Thucydides, History of the Peloponnesian War, trad. Rex Warner (New York, 1972)
pp 79-80,
Lb. 1, 75.
9. Ibid., p. 198, Lb. 3, 10.

Capítulo 7

1. Xenophon, Oeconomicus II, 5-8, grabado en M. M. Austin y P. Vidal-Nagaet,


Economic and Social History of Ancient Greece, (London, 1977), nota 97, p. 320.
2. Ibid.
3. Thucydides, Peloponnesian War, pp. 145-48.

284
4. Carolyn Webber, Aaron Wildavsky, A History of Taxation and Expenditure in the
Western World, (New York, 1985), pp. 57-59.
5. Ibid., pp. 128-31.
6. Rostovtzeff, Hellenistic World 1, pp. 243-44.
7. Ibid. 2, p. 818.
8. Ehrenberg, Greek State, p. 178.

Parte II

1. M. Rostovtzeff, The Social and Economic History of the Roman Empire, vol. 1
(Oxford, 1971), pp. 419, 515, 530; Ferdinand Lot, The End of the Ancient World
(New York, 1961), pp. 70, 174-76.
2. Tacitus, The Annals of Imperial Rome, trad. Michael Grant (New York, 1977),
p.308.

Capítulo 8

1. Hugo Grotius, Law of Peace and War, p. 259.


2. Livy, "History of Rome" 39-11.44, Roman Civitization, Sourcebook I: The Republic
(New York, 1966), p. 4O5. (En adelanta citada como Sourcebook I.)
3. Cicero, "On Duties II," de Cicerón, On the Good Life, trad. Michael Grant (New
York, l97l), p. 162. Para traducción diferente, vea Naphtali Lewis y Meyer
Reinhold, Sourcebook I, pp. 254-55.
4. Cicero, "Second Speech against Verres," ver Sourcebook I, p. 347.
5. Ibid.
6. Ibid., p.349.
7. P. A. Brunt, Social Conflicts in the Roman Republic (London 1971), p. 115.
8. Livy, "History of Rome" XXV.iii.9, Sourcebook I, p. 226.

Capítulo 9

1. Rostovtzeff, Hellenistic World 2, p. 965.


2. H. H. Scullard, From the Gracchi to Nero (London, 1976), p. 270.
3. Cicero, "Letters to his Brother Quintus," Sourcebook I, p. 353; Rostovtzeff,
Hellenistic World 2, p. 965.
4. Polybius, The Histories, Bk. 30.30, trad. W. R. Paton, vol. vi (Cambridge,1927), p.
156.
5. See Brunt, Social Conflicts in the Roman Republic, p. 38.
6. Appian, "Roman History" XII.IX, 6l-63; Sourcebook I, p. 203.

285
7. Rostovtzeff, Hellenistic World 2, p. 963,994. Los agentes especiales también
fueron usados por Marco Antonio cuando esquilmó las provincias asiáticas, p.
1006.
8. Cicero, On Duties III, "Is Honesty Always Necessary?," Cicero's Selected Works,
trad. Michael Grant (New York, 19G6), p. 193.
9. 2 Tax Notes International, 687,1130 (julio y noviembre 199O).
10. Rostovtzeff, Hellenistic World 2, pp. 982-83.
11. Cicero, On Duties II, 8.
12. Rostovtzeff, Hellenistic World 2, p. 995.
13. Josephus, Antiquities, Lb. 14, cap. 10, par. 5.
14. Charles W. Eliot, ed., The Harvard Classics, vol. 10, Adam Smith, The Wealth of
Nations (New York, 1909), p. 532 (refiriéndose al invento de impuesto del timbre
a principios del siglo dieciocho que rápidamente fue adoptado por todas las
naciones).
15. Rostovtzeff , Hellenistic World 2, pp. 1006-7.

Capítulo 10

1. Rostovtzeff, Roman Empire 1, p. 388; vea también Rostovtzeff, Hellenistic World


2, pp. 1016-17.
2. Tacitus, Annals, pp.308-9.
3. Ibid.
4. Los malos tratos a los tributarios por agentes fiscales fue un abuso duradero
durante toda la historia romana. Ver Cap. 11 y Cap. 38, notas 1 y 4.
5. Suetonius, The Lives of the Caesars, Lb. III, cap. XXXII, vol. 1, trad. John Rolfe
(London: Loeb Classics, 1979), p. 341.
6. S. M. Rostovtzeff, Journal of Economic and Business History I (1928-29), pp.353-
55; Sourcebook II, p. 399.
7. Edict of Hadnan, Sourcebook II: The Empire (New York, 1966) pp. 396-97.
8. Oxyrhynchus Papyrus No. 252, Sourcebook II, p. 397.
9. Dio Cassius, Roman History LXII.iii, Sourcebook II, p. 415. Compare con Tácitus,
Annals of Rome, XIV, pp. 34-38.
10. Tacitus, The Histories Lb. IV, LXXXIV, vol. 2, trad. W. H. Fyfe (Oxford, 1912), pp.
187-88.
11. Dio Cassius, Roman History LXXI.III.3: Rostovtzeff, Roman Empire l, p. 373.
12. Rostovtzeff, Roman Empire l, p. 392.

Capítulo 11

1. Dio Cassius, Roman History LXXVI.xv.2. Sourcebook II. p. 419.


2. “Inflation by the Bushel," Horizon (Verano 1976), p. 20.
3. Stephen Williams, Diocletian and the Roman Recovery (New York, 1985), p. 30.

286
4. Rostovtzeff, Roman Empire l, p. 518.
5. Lactantius, "On the Death of Persecutors” vii, Sourcebook II p. 459.
6. Ibid.
7. Egyptian Papyrus, trad. H. C. Youfe, Universidad de Michigan, Sourcebook II, p.
461.
8. D. Saunders, ed., The Portable Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire
(New York, 1973), p. 378.
9. C. Pharr, ed. Theodosian Code, XI 7,3; A.D.. 320 (Princeton, Sourcebook II, p. 477
of the l952);
10. J. Stevenson, ed., A New Eusebius, Documents lllustrative of the History of the
Christians to A.D. 337 (London, 1968), pp.295,302-3.
11. Rostovtzeff, Roman Empire 1, pp. 531-32.

Capítulo 12

1. Montesquieu, Considerations, p. 169.


2. Ferdinand Lot, The End of the Ancient World and the Beginnings of the Middle
Ages (New York, 1961), p. 174.
3. Theodosian Code XI.28.l-17 (Remisiones fiscales A.D. 363-436).
4. Salvian, On the Governntent of God, A Treatise, ed. y trad. Eva M. Sanford (New
York, 1930), pp. 141-49.
5. Theodosian Code XI.7.3, p- 299, Sourcebook II, p. 477.
6. Theodosian Code XI.28-2.
7. Ammianus Marcellinus, Lb. XVII.3-5, trad. John C. Wolfe (London, 1963), pp.315-
17.
8. Lot, End of the Ancient World, p. 775.
9. Aurelio Bernardi, "The Economic Problems of the Roman Empire at the Time of its
Decline," in Carlo Cippola, ed., Economic Decline of Empires (London, 1970), p.72.
10. Tacitus, The Histories, Lb. II, LXIX, trad. C. H. Moore (Cambridge, 1980), p.271.
11. M. L. Finley, "Manpower and the Fall of Rome," in Cipolla, ed., Economic Decline
of Empires, p. 90.
12. A. H. M. Jones, The Roman Economy (Oxford, 1974), pp. 82-89.
13. Rostovtzeff, Roman Empire 1, p- 398; Salvian, On the Government of God, pp. 141-
49.
14. Bernardi, "Economic Problems of the Roman Empire," p. 66.
15. Ibid., pp. 81-83.
16. Jones, Roman Economy, pp. 134-35; ver otras teorías, D. Kagan, ed., Decline and
Fall of the Roman Empire: Why Did It Collapse? (Boston, 1962).
17. Justinian Digest L.XVII, Paulus on Edict lI, Sourcebook II, p. 539.
18. Ibid., Gaius on Provincial Edict V.
19. Livy, xxiv.16.19; Ovid, Fasti, iv.623; Dio Cassius xxxviii-xvii.6, reporta como un
Templo de la Libertad fue construido en el punto donde la casa de Cicerón fue

287
destruida después de su destierro por Clodius. Un Templo de la Libertad fue
construido por el Senado después de la derrota de Pompeya por César, y después
por Tiberio cuando terminó con la revuelta de Sejanus: Dio Cassius, xliii.44.1;
lviii.12-5. La última referencia a esta diosa está en el Templo de Júpiter
restaurado, donde Augusto aparto un salón especial en su honor.
20. Montesquieu, Considerations, último capítulo.

Parte III

1. Ferdinand H. H. Grapperhaus, Taxes, Liberty and Property (Amsterdam, 1989), p.


35.

Capítulo 13

1. Daniel C. Dennett, Jr., Conversion and the Poll Tax in Early Islam (Harvard, 1950),
cap. II.
2. Ibid., p. 10, citando History of the Patriarchs of the Coptic Church of Alexandria,
ed. Evetts (191O), pp. 189-9O.
3. Ibid.
4. Abu Yusuf, "Advice to a Caliiph," Islam from the Prophet Muhammad to the
Capture of Constantinople, vol. 1, trad. Bernard Lewis (New York, 1974), pp. 167-
68.
5. M. A. Shaban, Islamic History, a New Interpretation (Cambridge, 1971), p. 39.
6. El autor no puede ubicar su fuente original para esta cita; sin embargo, el evento
se confirma en Dennett, Conversion, pp. 55-57, citando fuentes musulmanas. El
impuesto de capitación era dinero para protección; cuando no se podía
proporcionar la protección, se requería un reembolso. Ver "Islam and the Jews,"
Jacob. R. Marcus, ed. The Jews in the Medieval World, A Sourcebook (New York,
1975) pp. 13-19.
7. Ibid.
8. Desmond Stewart, Early Islam (New York, 1967), p. 63.
9. Lewis, Islam from the Prophet Muhammad l, pp. 234-35.
10. Abu Uboyd, "Tiflis (A.D. 642-643)," Islam from the Prophet Muhammad, vol. I, pp.
239-40.
11. al-Tahari, "On Collecting Taxes, (A.D. 739), Islam from the Prophet Muhammad,
vol. 2, p. 133.
12. Abu Yusuf, "The conquest of Mesopotamia (A.D. 631-634)," Islam from the
Prophet Muhammad, vol 1, p. 230.
13. Ibid., pp. 23l-32.
14. AI Turtushi, "On Taxation and Its Effects (Ninth to the Twelfth Centuries)," Islam
from the Prophet Muhammad, vol. 1, pp. 134-35.

288
15. Bernard Lewis, The Arabs in History ( 1960), encontrado en Cipolla, Economic
Decline of Empires, p. 114.
16. Malise Ruthven, ‘1001 Arabian Years’, The Wilson Quarterly (Washington, D.C.,
Verano 1991), p. 97.
17. Salo W. Baron, Arcadius Kahan, et al., Economic History of the Jews, ed. Nachum
Gross (New York, 1975), p. 26.
18. Lewis, Arabs in History, p. 13.

Capítulo 14

1. Roy Cave and Herbert Coulson, A Source Book for Medieval Economic History
(New York, 1965), p. 355.
2. Kunwar Deo Prasad, Taxation in Ancient India (Delhi, 1987), pp. 30-31.
3. Grapperhaus, Taxes, Liberty and Property, p. 46.
4. Ibid., p. 47.
5. Baron de Montesquieu, The spirit of Laws (Dublin, 1751), vol. 2, Lb. 28, pp. 204 et
seq.
6. Grapperhaus, Taxes, Liberty and Property, p. 38.
7. Ibid., p. 56.
8. Stephen Dowell, A History of Taxation and Taxes in England, vol. 1 (London, 1965,
reimpresión de la edición de 1884), p. 22.
9. Ibid.
10. Ibid., p. 26.

Capítulo 15

1. Dimont, Jews, God and History, p. 256; Werner Sombart, The Jews and Modern
Capitalism, trad. M. Epstein (New York, 1962), passim, pp. 42-43, 97; pero vea
Fernand Braudel, Civilization and Capitalism, vol. 2 (New York, 1986), pp. 159-69.
Philippe Merlin, un erudito importante sobre derecho francés durante la era
napoléonica ‘atribuye el invento de letras de cambio a los judíos.’ Vea James
Kent, Commentaries on American Law, vol. 3 (New York, 1828, reimpresión 1986),
p. 44, nota a. Las letras de cambio son lo que hace funcionar al comercio moderno
internacional, y son lo que hizo que el capitalismo antiguo fuese diferente al
capitalismo moderno.
2. Jacob R. Marcus, ed., The Jew in the Medieval World, A Source Book: 315-1791
(New York, 1975), pp. 8-9.
3. Israel Abrahams, Jewish Life in the Middle Ages (New York, 1975), p.44.
4. Salo W. Baron et al., Economic History of the Jews (New York, 1975), 26-27.
5. Sombart, Jews and Modern Capitalism, p. 16.

289
6. Dimont, Jews, God and History, p. 225; el extraño estado legal de los judíos como
propiedad del Rey se explica en Pollack and Maitland, The History of English Law,
vol. I (Cambridge, 1899), pp.468-75.
7. Heinrich Graetz, The History of the Jews, vol. 3 (Philadelphia, 1894), p. 645; Leon
Poliakov, The History of Anti-Semitism, vol.l (New York, 1965), p. 78.
8. Poliakov, History of Anti-Semitism, pp. 99-100.
9. Baron, Economic History of the Jews, p. 43.

Capítulo 16

1. David C. Douglas, William the Conqueror (London 1964), pp. 348-49.


2. Encontrado bajo "Tallage" en Oxford English Dictionary, vol. XVII (Oxford, 1989),
p. 588.
3. Ibid.
4. Sydney Knox Mitchell, Taxation in Medieval England (New Haven, 1951), p. 329.
5. Magna Carta XLII.
6. Gaines Post, Studies in Medieval Legal Thought (Princeton, 1964), pp. 262-302.

Parte IV

1. Ian Grey , The Horizon History of Russia (New York, l97O), p. 6.

Capítulo 17

1. Grey, History of Russia, p. 25.


2. Arthur Koestler, The Thirteenth Tribe (New York, 1976), p. 113.
3. Bernard Pares, A History of Russia (London, 1926), p. 52.
4. Ibid., cap. 6.
5. Crane Brinton, John B. Christopher, Robert Lee Wolff, A History of Civilization, vol.
I (Englewood Cliffs, N.J., 1971), p. 335.
6. James Mavor, An Economic History of Russia, vol. I (New York, 1965), p. 82; nota
10.
7. Ibid., p. 116.
8. Vea B. H. Sumner, Peter the Great and the Emergence of Russia (London, 1964),
p. 124; Ian Grey, Peter the Great (London, 1960), p. 314, nota 17; N. A.
Voskveseusky, ed., Legislative Acts of Peter I (Moscow, 1945), Nos. 242-244; V. O.
Kluchevsky, A History of Russía, vol. 4 (New York, 1960), p. l28.
9. Mavor, An Economic History, pp. 192-245; vea Henry Sumner Maine, Ancient Law
(London, 1861, reimpresión de 1982), pp. 266-67.
10. Maxime Kovalevsky, Modern Customs and Ancient Laws of Russia, Lecture VI
(London, 1891), pp.209-50. Vea también August von Haxthausen, Studies on the

290
Interior of Russia, S. F. Starr, ed., E. Schmidt, trad. (Chicago, 1977, edición de
Berlín de 1852), cap. 13.
11. Leonid Lipilin, "Historians Should Be Kind," Soviet Life (Washington, D.C., Julio
1991), pp. 28-29, 58.

Capítulo 18

1. Ch. 32, nota 11.


2. La hipercrítica opinion de la privacidad suiza por los Estados Unidos fue bien
expresada por el editor y el personal de Tax Notes International, diciembre de
199O, pp. 1227, 1235. El editor llama a Suiza una nación ‘araña’ por su privacidad
financiera y sugiere que los Estados Unidos limite su tratado fiscal a lo mínimo
(usó el término ‘bare bones’). El problema real trata con la relación fundamental
entre los impuestos y la libertad. Con los Estados Unidos, en cualquier discusión
entre libertad e impuestos, los impuestos ganan. Los suizos toman la dirección
opuesta.
3. Wilhelm Ropke "The Right of privacy," Switzerland, Image of a People (Berna,
1971), p.93.

Capítulo 19

1. R. Trevor Davies, The Golden Century of Spain (London, 1937), p. 3.


2. Jean Hippolyte Mariejal, The Spain of Ferdinand and Isabella (New Brunswick,
1961), p. 213.
3. Ibid.
4. Davies, The Golden Century, p.79.
5. Vea Martin A. S. Hume, Spain its Greatness and Decay (1479-1788) (Cambridge,
1898), p.221; Henry Kamen, Spain 1469-1714, A Society of Conflict (London,
1983), p.224.
6. R. Trevor Davies, Spain in Decline 1621-17OO (London, 1957), p. 159.
7. Davies, The Golden Century, p. 265.
8. Davies, Spain in Decline, p. 93.
9. Edward Gibbon, The Portable Gibbon, Dero A. Saunders, ed. (New York, 1952), p.
621.
10. De una novela del siglo diecinueve, Lazarillo de Tormes, citado en Jaime Vicens
Vives, An Economíc History of Spain (Princeton, 1969), p. 416.
11. Esta cita se puede encontrar en una historia de la antigua Inglaterra acerca de la
Revuelta Holandesa sobre el décimo penique en la Biblioteca de la Univ. de
Leyden, Países Bajos.
12. Grapperhaus, Taxes, Liberty and Property, p. 133.
13. Vea Jaime Vicens Vives en Davies, Spain in Decline, pp.405-6;
14. Davies, Spain in Decline, p. 105.

291
15. Thomas Jefferson, ‘Letter to James Madison, 30 enero 1787’, The Papers of
Thomas Jefferson, vol 11, ed. Julian Boyd (Princeton, N.J., 1955), pp. 92-97.
16. Memorial de la Política, p. 24, encontrado en Cipolla, Economic Decline of
Empires, p. 186.

Capítulo 20

1. Eric Wolf, Sons of the Shaking Earth (Chicago,1962), p.749.


2. Nigel Davies, The Aztecs, A History (London, 1973), p. 101.
3. Crónicas de Bernal Díaz, trad. Albert Idell (New York, 1956), pp. 73-74.
4. Michael D. Coe, México (New York, 1962),p. 169; Wolf, Shaking Earth, p. 141.
5. Davies, The Aztecs, p.285.

Capítulo 21

1. Preserved Smith, The Life and Letters of Martin Luther (Boston, 1911), p. 159.
2. Martin Luther, Against the Murdering and Robbing Band of the Peasants,
encontrada en Hartmann Grisar, Luther, trad. E. M. Lamond, vol. 2 (London,
1915), 199n, 201-2.
3. Brinton et al., History of Civilization 2, p. 597.
4. Nancy Mitford, Frederíck the Great (London, 1973), p. 291.
5. Archivado en mi memoria de una plática sobre historia europea por el Dr. Harry
Nerhood, profesor de historia en Whittier College. Como sucedió con tantos de
sus alumnos, mi amorío con la historia se desarrolló de las pláticas fascinantes
que él nos daba, llenas de anécdotas, historias y sabiduría mundana. La
inspiración para este libro, de llevar a la vida la historia de los impuestos, divertida
para leer, y llena de sabiduría, vino de este notable maestro.
6. Mitford, Frederick, p. 251.
7. Vea S. Fischer-Fabian, Prussia’s Glory (New York, 1981), p. 267, para una
traducción suavizada.

Capítulo 22

1. G. R. R. Greasure, Seventeenth Century France (London, 1966), p. 296.


2. Ambrose Saricks, Pierre Samuel du Pont de Nemours (Lawrence, Ks. 1965), passim.
3. J. W. Goethe, ‘Conversations with Eckermann, November 24, 1824’, en H. L.
Mencken, editor, A new Dictionary of Quotations (New York, 1987) p. 428.

Capítulo 23

1. Roland Mousnier, Peasant Uprisings in Seventeenth Century France, Russia and


China, trad. Brian Pearce (London, 1971), p. 137.

292
2. Jude Wanniski, The way the World Works (New York, 1978), p. 190.
3. Moote, Revolt of the Judges, p. 123.
4. Mousnier, Peasant Uprisings, p. 107.
5. Treasure, Seventeenth Century France, p. 190.

Part VI

1. Sinclair, Public Revenues of the British Empire I, p. 130.


2. Dowell, History of Taxation I, pp. 124-25.
3. Pollock and Maitland, vol. 1 , History of English Law, pp. 615-16.
4. Acto II, Escena 5; A. L. Rowse, The England of Elizabeth (London, 1964), p. 335.
5. Dowell, History of Taxation I, p. 150.
6. Preamble to the Act of Parliament, in Dowell, History of Taxation I, p. 133; 25
Henry VIII, c. 21.

Capítulo 24

1. Conyers Read, ‘Good Queen Bess’, American Historical Review, XXXI, No. 4, Julio
1926, p. 647.
2. Dowell, History of Taxation I, p. 148.
3. Rowse, England of Elizabeth, p. 339.
4. Ibid., p. 158.
5. R. B. Wernham, Before the Armada (London, 1966), pp. 296-97; Sinclair, Public
Revenues of the British Empire, vo. 1, p. 217.
6. Dowell, History of Taxation l, p. 148.
7. Lea "Good Queen Bess," p. 661.
8. Rowse, England of Elizabeth, p. 338.

Capítulo 26

1. Stephen Dowell, A History of Taxation and Taxes in England, vol. 2 (London, 1965,
reimpresión de una edición de 1884), p. 39.
2. lbid., p. 40.
3. William Kennedy, English Taxation 1640-1799 (London, 1913, reimpresión 1964),
p. 42. Dowell, History of Taxation 2, p. 8.
5. Sinclair, Public Revenues of the British Empire l, p. 283.
6. Ibid., p. 316.
7. J. H. Plumb Sir Robert Walpole, vol.2 (Clifton, N.J. 1973), p. 239.
8. Kennedy, English Taxation, pp- 99-109.
9. Edward Hughes, Studies in Administration and Finance 1558-1825 (Manchester,
1934), pp. 291-3O4. Excelente discussion sobre los debates de la sal, duro crítico
de Walpole.

293
10. Informe del comité de Sir John Cope sobre los frauds cometidos en las rentas,
fechado 7 de junio de 1732. Vea Dowell, History of Taxation 2, p. 97.
11. Plumb, Sir Robert Walpole 2, p. 238. Las fuerzas militares fueron realmente
utilizadas en Suffolk.
12. Ibid., p. 252; Raymond Turner, "The Excise Scheme of 1733," The English
Historical Review (London, 1927, reimpresión 1971), pp. 34-57.
13. Plumb, Sir Robert Walpole 2, p. 46.
14. Ibid., p. 269 (versión diferente de la cita); vea también Turner, "Excise Scheme."
15. Turner, "Excise Scheme," p.46.
16. Plumb, Sir Robert Walpole 2, pp. 241, 247.
17. David Burnham, A Law Unto ltself (New York, 1989), pp. 228-30, 236. Vea
también Joseph P. Lash, Eleanor and Franklin (New York, 1970), p. 12O.
18. Plumb, Sir Robert Walpole 2, p. 246.
19. John Brewer, "The English State and Fiscal Appropriations, 1688-1789”, Politics
and Society, Vol. 16, nos. 2-3 (1988), pp. 335-85.
20. Ibid., p. 357.
21. William Blackstone, Commentaries on the Laws of England, Bk.1 (London, 1765),
ch. 8, p. 3O8. Este capítulo en los Comentarios contiene un excelente resumen y
una crítica de la tributación inglesa hasta el tiempo de la Revolución Americana.
22. Brewer, "The English State," p.357.
23. Stephen Dowell, A History of Taxation and Taxes in England, vol. 4, (London, 1965,
re impresión de una edición de 1884), pp- 306-10.
24. lbid.2, p. 105.
25. lbid., p. 122.

Capítulo 27

1. Sombart, Jews and Modern Capitalism, pp. 37, 41.


2. Charles Wilson, The Dutch Republic and the Civilization of the Seventeenth
Century (London, 1968), p. 232.
3. K. H. D. Haley, The Dutch in the Seventeenth Century (London, 1972), p. 154.
4. Brewer, "The English State," pp. 335-85.
5. Dowell, History of Taxation 2, p. 89.
6. C. R- Boxer, The Dutch Seaborne Empire, 1600-18O0 (London, 1965), pp. 64-65.
7. Ibid.
8. Wilson, The Dutch Republic, pp. 234-35.

Capítulo 28

1. George Seldes, ed., The Great Thoughts (New York, 1985), p. 319.
2. Thomas Paine, The Rights of Man (New York, 1969), p. 206. Encontrado en
Thomas Paine, Common Sense, editor Isaac Kramnick (New York, l987), pp. 49-57.

294
3. The Writings of Thomas Paine, vol. III (New York, 1906), p. 204.
4. Ibid., p. 55.
5. Ibid., pp. 81, 183, 189.
6. Paine, Rights of Man, p. 165.
7. Montesquieu, Spirit of Laws, vol. 1, Lb. 13, cap. l, p.255.
8. "The war within," New York Times Magazine, Aug. 21, 1988, pp. 34-38; “A Huge
Leap into Unreason," Newsweek, Sept. 5, 1988, p.70.
9. Adam Smith, The Wealth of Nations, p. 491.
10. Montesquieu, Spirit of Laws, vol. 1, p. 267.
11. Ibid., p. 267.
12. Ibid., p. 266.
13. John Locke, "Second Treatise on Civil Government," On Politics and Education
(New York, 1947), cap. XI, para. 135, p. 145.
14. Montesquieu, Spirit of Laws, vol. I, p. 261.
15. Ibid.
16. Blackstone, Commentaries l: 307.
17. Smith, Wealth of Nations, p. 563.
18. Albert Jay Nock , Our Enemy the State (New York, 1989), pp. 94-95.
19. David Hume, The Philosophical Works, vol. 3, editores Thomas Green and Thomas
Grose (London, 1882, reimpresión 1964), pp. 356-60.
20. John Phillip Reid, The Constitutional History of the American Revolution, The
Authority to Tax (Madison, Wisc., 1986), p. 145.
21. Ibid.
22. Ibid., p. 86.
23. lbid., p. 88; Page Smith, A New Age Begins, vol. 1 (New York, 1976), p. 242.
24. Ibid., p. 112.
25. Blackstone, Commentaries l: 135-36.
26. Reid, Constitutional History of the American Revolution, p. 113.
27. Harold Syrett, ed., The Papers of Alexander Hamilton, vol. III (New York, 1962), p.
104.
28. Thomas M. Cooley, The Constitutional Principles of the Constitutional Law of the
United States of America (Boston, 1880), pp. 55-56.
29. Hume, Philosophical Works, pp. 356-60.
30. Smith, Wealth of Nations, p. 498.
31. Locke, "Second Treatise," ch. XI, par. 135-40, pp. 147-48.
32. Thomas M. Cooley, Constitutional Limitation (Boston, 1868, reimpresión,
Birmingham, Ala., 1987), cap. XI4.
33. Friedrich A. Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago, 1960), p. 313.
34. New and Old Principles of Trade Compared; or a Treatise on the Principles of
Commerce between Nations (London, 1788), p. 20, encontrado en A Selected
Collection of Scarce and Valuable Tracts on Commerce, ed. John R. McCulloch
(1859) (New York, reimpresión 1966), p. 582.

295
35. Montesquieu, Spirit of Laws, vol. I , p. 256.
36. Josiah Tucker, A Brief Essay on . . . Trade (London, 1753), pp. 104-5, encontrado
en McCulloch, Selected Collection, pp- 412-13.
37. Smith, Wealth of Nations, pp. 561-64.
38. William Paley, The Principles of Moral and Political Philosophy, vol.lI (London,
1788), pp. 204-5, 388-96.
39. Lord Henry Home Kames, Sketches in the History of Man (Dublin, 3rd. ed., 1769),
pp. 486-513, at pp. 512-13.
40. Maynard Mack, Alexander Pope, A Life (New Haven, Conn., 1985), p. 266.
41. Henry David Thoreau, Walden and Civil Disobedience, ed. S. Paul (Cambridge,
1960), p. 248.
42. John Stuart Mill, Principles of Political Economy, Book V (London, 1885, 9a ed.,
reimpresión New York, 1961), Cap. II, pp. 8O2-72.
43. McCulloch, Selected Collection, pp. 170, 417.
44. Boyd v. United States, 116 U.S. 616, 631.
45. Friedrich A. Hayek, The Road to Serfdom (Chicago, 1972), p. 43.

Capítulo 29

1. P. Smith, A New Age l, p. 121.


2. Charles Francis Adams, The Works of John Adams, vol.2 (Boston, 1850), p. 525.
3. Richard Harris, "Annals of Law [Fourth Amendment II]," The New Yorker,
November 10, 1975. Vea P. Smith, A New Age, vol. I, pp. 179-88.
4. Ibid.
5. Thomas Andrew Green, Verdict According to Conscience (Chicago, 1985), p. xviii.
6. L. W. Labaree, ed., The Papers of Benjamin Franklin, vol. 13 (New Haven, Conn.,
1969), pp. 129-58.
7. Benjamin Franklin, "Rules by which a Great Nation May be Reduced to a Small
One,” American Issues, vol. 1, Willard Thorp et al., editores (Chicago, 1944), p. 79.
8. Brinton et al., History of Civilization, vol. 2, p. 649.
9. P. Smith, A New Age, vol. 1 (New York, 1976),pt. II, cap. 1; pt. III, cap. 1.
10. Franklin, “Rules”, pp. 80-81.
11. Vea Burke Selected Works, ed. E. J. Payne (Oxford, 1881), pp. 95 et. seq.
12. Reid, Constitutional History of the American Revolution, pp. 282-83.

Capítulo 30

1. Vea EIIis Paxson Oberholtzer, Robert Morris, Patriot and Financier (London, 1903).
2. Max Farrand, The Records of the Federal Convention of 1767, vol. 2 (New Haven,
Conn., 1966), pp. 143, 181, 418, 594 nota 13, 614; vol. 3, pp. 205, 365.
3. Cooley, Constitutional Limitations, p. 495.

296
4. Paul L. Ford, Pamphlets on the Constitution of the United States 1787-1788
(Brooklyn, l888), p. 50.
5. “The Third Speech of June 28, 1788”, The Papers of Alexander Hamilton, 1788-
1789, vol. 5 (New York, 1962), p. 123.
6. Bejamin Oliver, The Rights of an American Citizen (New York, 1832), p. 95.
7. U. S. vs. Singer, 15 Wall:111, 121; 21 L. ed. 49, 51 (c. 1873).
8. Cooley, Constitutional Limitations, p. 493. Cooley estableció el significado de
uniformidad en sus muchos textos sobre ley constitucional. En su Treatise on the
Law of Taxation (Chicago, 1876), p. 138, toma la posición de que un impuesto no
es uniforme en su carácter cuando discrimina entre individuos o clases en el
mismo comercio o negocio. Hay reimpresiones y nuevas ediciones hasta los años
1920. Así la igualdad de cargas constituía la misma substancia diseñada a ser
garantizada por la regla (uniformidad).
9. Ibid.
10. Comentario, “The Uniformity Clause!, 51 U. of Chicago Law Review, 1193 (1984),
44 Tax Law Review 588-601 (1989).
11. B. E. J. Sabine, A History of the Income Tax (New York, 1966), p. 103.
12. Mill, Principles of Political Economy, Lb. V, cap. III, s.1.
13. Mercy Otis Warren, History of the Rise, Progress and Termination of the American
Revolution, vol. II (Boston, 1805, reimpresión Indianápolis 1988), p. 660. Este
comentario ha sido cuestionado por algunos eruditos. Vea Warren, p. 660n.
14. New Hampshire Constitution, Artículo X.
15. The Oxford English Dictionary: Thirteen Volumes. London, 1928. Reimpreso en
Edición Compacta, 1971. Volumen 4 (E), p. 379, ‘Excise’ 26.
16. Hugh Henry Brackenridge, Incidents of the Insurrection, Daniel Marder, ed. (New
Haven, Conn, 1972), p. 17.
17. Henry Adams, ed., The Writings of Albert Gallatin, vol. 1 (New York, 1960), p. 3.
18. Leland D. Baldwin, Whiskey Rebels (Pittsburgh, 1968), pp. 102-3.
19. Thomas P. Slaughter, The Whiskey Rebellion: Frontier Epilogue to the American
Revolution (Oxford, 1986), pp. 199-228.
20. Bernard A. Weisberger, “Seeking a Real Tax Revolt,” American Heritage, vol. 42,
no. 3 (New York, mayo/junio 1991), p. 24.
21. Vea N. Kittrie y E. Wedlock, Jr., editors, The Tree of Liberty, A Documentary History
of Rebellion and Political Crime in America (Baltimore, 1968), pp. 91-97, para ver
un recuento de las opiniones del tribunal, peticiones de perdón y las objeciones
de Hamilton.
22. Papers of Thomas Jefferson, vol. II (Princeton, 1955), p. 93.

Capítulo 3I

1. Paul M. Angle, editor, The Lincoln Reader (New Brunswick, N. J., 1947), p. 407. La
Proclamación de Emancipación no fue el documento glorioso de derechos

297
humanos que se supone que fue. Un historiador observó: ‘El famoso documento,
a ser tan celebrado y malentendido por futuras generaciones… declaró libres a
los esclavos en los estados rebeldes… controlados por fuerzas de la Unión y por
ello las únicas áreas donde la emancipación militar podía ser hecha una realidad.’
Los editores estallaron en contra de Lincoln por su ilusoria competencia. El
ejército que era fuertemente anti abolición, estaba desmoralizado. ‘Fighting Joe
Hooker,’ el comandante de la Unión en ese entonces, dijo: ‘Una gran parte del
ejército había tomado bandos antagonistas al mismo, declarando que ellos nunca
se debían haber embarcado en la guerra si hubieran anticipado esta acción del
gobierno.’ Vea T. Harry Williams, Lincoln and the Radicals (Madison, Wis., 1960),
pp. 215-16, 240-41.
2. Edmund Ruffin, Anticipations of the Future to Serve as Lessons for the Present
Time (Richmond, VA., 1860), Apéndice A. O. Craven, Edmund Ruffin, Southerner,
A Study in Secession (New York, 1932).
3. John C. Calhoun, “Speech on the Slavery Question”, 4 de marzo, 1850, en Edwin
Rozweus, editor, The Causes of the Civil War (Boston, 1961), p. 4.
4. Edward Pollard, The Lost Cause (New York, 1866; reimpresión 1970), pp. 61-62.
5. Ruffin, Anticipating the Future, Apéndice.
6. George Fitzhugh, Sociology for the South on the Failure of Free Society (Richmond,
Va., 1854), cap. V; William J. Grayson, “The Hireling and the Slave” (1854), en
Selected Poems by Willliam J. Grayson, comp. por la Sra. William Armstrong (New
York y Washington, D.C. 1907); por un republicano blanco, “Negros and Slavery
in the United States”, Fraser’s Magazine (London, febrero de 1863), pp. 192 et
seq.

7. Clement Laird Vallandigham, "Speech before the Democratic Union Association,”


New York, 7 de marzo 1863: Speeches, Arguments, Addresses, and Letters of
Clement L. Vallandigham (NewYork, 1864); también se encuentra en American
Issues, vol. 1, pp. 553-60.
8. George Eggleston, A Rebel's Recollection (New York, 1897), pp.193-94.
9. John Ford Rhodes, Lectures on the American Civil War (New York, 1913), pp.2-16.
10. Collected Works of John Stuart Mill, vols. 22-25, Newspaper Writings, EDITORES
Ann y John Robson (Toronto, l986), pp. 1204-5; Fraser’s Magazine (London,
February 1862), pp. 258-68; F A. Hayek, The Life of John Stuart Mill (New York,
1954), p. 423.
11. Por un republicano blanco, "Negros and Slavery in the United States,”pp.192 et
seq. Hubo un apoyo considerable de las Iglesias cristianas para la esclavitud. Se
creía que los negros eran los descendientes de Ham, el hijo de Noé, quien fue
maldecido por su padre para ser esclavo, ‘un servidor de servidores.’ Gen. 9:25.
Vea Thomas T. Smiley, Sacred Geography (Philadelphia, 1924); el recuento de
Alexis de Tocqueville de la difícil situación de los negros en el norte, y de sus
derechos y la actitud de los blancos del norte, es devastadora para aquellos que

298
creen que los negros tenían muchos amigos en el norte. Vea Democracy in
America (New York, 1838), pp. 336-61. Los abolicionistas del norte no
encontraron el favor con la mayoría de ciudadanos. Prudence Crandall era una
quáquera que estableció una pequeña escuela para niños negros en Connecticut.
Era contra la ley de ese entonces el tener una escuela para negros. La Señorita
Crandall fue sentenciada y la mandaron a prisión. El líder de los abolicionistas en
el norte era William Garrison, quien tuvo que huir de Boston para evitar un
linchamiento por su publicación abolicionista, The Liberator. En Illinois otro
periódico abolicionista fue atacado y destruidas sus prensas. Finalmente, una
multitud no solamente terminó con su periódico abolicionista, sino que lo
asesinó en el proceso. Hay pocas dudas de que los abolicionistas eran un
movimiento reformista pequeño y despreciado que no tenía ningún poder
político.
12. Boston Transcript, 18 marzo 1861, encontrado en Kenneth M. Stamp, The Causes
of the Civil War (Englewood, N.J., 1959), p. 80. Hubo otros editoriales en el norte
pidiendo la guerra porque los puertos libres de impuestos en el sur traerían la
ruina económica a la economía del norte: New York Evening Post, 12 de marzo,
1861; Newark Daily Advertiser, 2 de abril de 1851; encontrado en Howard Cecil
Perkins, editor, Northern Editorials on Secession, vol. II (New York, 1941).
13. Fraser’s Magazine, abril 1861, pp. 403-14.
14. Ver las notas 6, 11, 7 14. Aparte de las obras de los caricaturistas, los
propagandistas en el norte y sur produjeron innumerables portadas patrióticas
para los correos. Un examen de los cientos de estas portadas por el autor y el
bibliotecario de la biblioteca de la American Philatelic Society ha desenterrado
solamente una portada en contra de la esclavitud. Vea Robert Grant, Handbook
of Civil War Patriotic Covers and Postal History, 2 vols. (Hanover, Mass., 1977).
15. Lysander Spooner, “No Treason,” American Issues, p. 573.
16. Charles A. y Mary R. Beard, The Rise of American Civilization, vol. 2 (New York,
1927), pp. 39.40.

Parte VIII

1. Historia Anglicana (London, 1422, trad. 1864), pp. 369-7O.


2. Sinclair, Public Revenues of the British Empire l, p. 139.
3. Smith, Wealth of Nations, p. 532.

Capítulo 32

1. Sabine, A History of the Income Tax, pp. 42-43.


2. James Coffield, A Popular History of Taxation (London, 1970),p. 108. See Charles
Mackay, Life and Times of Sir Robert Peel, 4 vols (London, 1850), vol. 4., pp. 305-
42.

299
3. Francis W. Hirst, Gladstone as Financier and Economist (London, 1931), p. 148;
vea también Edwin Seligman, The Income Tax (New York, 1970, reimpresión de
una edición de 1914), p. 153.
4. Seligman, The Income Tax, p. 216.
5. Ibid., pp.271-72.

Capítulo 33

1. Parliamentary Debates, 16 abril 1894,4a serie, vol. 23; James Coffield, A History
of Taxation (London, 196O), pp. 140-41.
2. Seligman, The Income Tax, pp. 210-11.
3. 157 U.S. 429, 543 (1894).
4. 157 U.S. 429, 596.
5. 158 U.S. 675.
6. Nancy Shepherdson, "The First 1040," American Heritage (New York, marzo
1989), pp. 101-5.
7. J. R. McCulloch, Taxation and the Funding System (London, 1845), pp. 141-43.
8. Coffield, History of Taxation, p. 251.
9. Ibid.
10. Randolph E. Paul, Taxation in the United States (Boston, 1954), p. 26.
11. Knowlton v. Moore, 178 U.S. 41, 1O9 (1899). Este comentario va al contrario de
lo que la mayoría de respetados eruditos de la sociedad americana han estado
diciendo en el siglo diecinueve. La obra Democracy in America de Alexis de
Tocqueville (New York, 1838) vio la “Tiranía de la Mayoría” como nuestro mayor
punto débil. Cincuenta años más tarde, la obra The American Commonwealth de
James Bryce (London y New York, 1888) estuvo de acuerdo, aún indicó que la
tributación era una de las áreas donde era más probable que ocurriera esta tiranía
(cap. XV). Estos libros fueron impresos entonces y todavía lo son.
12. N. H. Carter, W. L. Stone, y M. Gould, Reports of the Proceedings and Debates of
the Constitution of 1821 (Albany, N.Y., 1821), encontrado en American Issues,
vol. I, pp. 198-201.
13. The Federalist, No. 10.
14. Magoun v. Illinois Trust and Savings Bank, 170 U.S. 283, 301-3 (1898).
15. Brushaber v. Union Pacific R. Co., 240 U.S. 1 (1916).
16. Frank Warren Hackett, "The Constitutionality of the Graduated Tax Law," Yale
Law Journal 25 (1916), p. 427.
17. Cooley, Constitutional Limitations, ch. XIV.
18. 25 Yale Law Journal, p. 438.
19. 157 U.S. 607 (1894).
20. Budd v. New York, 143 U.S. 517, 551 (1891).

Capítulo 34

300
1. Washington Post Magazine, 29 diciembre 1991, p. 23.
2. Karl Hess, Dear America (New York, 1975), p. 92.
3. Mike Bryan, "Profile: Karl Hess," Gallery (New York, diciembre 1981), pp. 38 et
seq., en p. 41.
4. Martin A. Larson, Tax Revolt, the Battle for the Constitution (Greenwich, Conn.,
1985) passim. Este libro está lleno de historias de resistidores a los impuestos y
sus triunfos y derrotas.
5. Judith Rehak, International Herald Tribune (París, 24 de agosto, 1991), p. 15.
6. Gerald Carson, The Golden Egg (Boston, 1977), p. 252.
7. Jerome R. Hellerstein, Taxes, Loopholes, and Morals (New York, 1963), p. 231.
8. Richard Neely, "The Politics of the Crime," The Atlantic (agosto 1982), en p. 28.
9. Sinclair, Public Revenues of the British Empire 1, pp. 282-83, 316.
10. Andrew Mellon, Taxation, The People's Business (New York, 1924), pp. 220-21,
cuadro página 193.
11. Burke Selected Works, vol. 1, "Thoughts on the Present Discontents, Two
Speeches on America," ed. E. J. Payne (Oxford, 1881), pp. 178-89.
12. Blackstone, Commentaries I:307.
13. David Shipler, Russia (New York, 1983), pp. 224-26.
14. Diogenes, April Game, p. 124.
15. “Lamsdorff, 20 others found guilty,” International Herald Tribune (Paris, 17 feb.
1987), pp. 1,6.
16. Fuente confidencial, Oficina del Fiscal de E.U.A., Washington, D.C. Vea Wall Street
Journal, 9 de mayo, 1988.
17. Montequieu, Spirit of Laws, vol. 1, lb. 8, cap. 8, p. 261; Blackstone, Commentaries
1:307.
18. Natalia Milchakova, New Soviet Income Tax," Tax Notes International (marzo
1991), p. 242.
19. Art Harris, "The Tax Man and the Big Sting”, Washington Post (16 abril, 1989), pp.
F1-5.
20. Floyd Rogers, "Fighting the IRS," Winston-Salem Journal (22 octubre, 1989); “One
Death, Taxes and a Callous IRS,” Newsday (19 de mayo 1992).
21. Wilhelm Ropke, "The Right of Privacy," Switzerland Image of a People, ed. Alfred
Vetter (Berna, 1971), p. 92. Ropke fue un arquitecto clave en el milagro economic
de Alemania. Ver Johannes Overbeek, ed., 2 Essays by Wilhelm Ropke (New York,
1987).
22. 416 U.S. 21 , 845 (1974).
23. 116 U.S. 616, 631-32.
24. Olmstead v. U.S., 277 U.S. 438, 474 (1927).
25. U.S. v. Doe, 465 U.S. 606, 618 (1984).
26. Ver William H. Rehnquist, The Supreme Court, How It Was, How It Works (New
York, 1987), p. 313. Rehnquist llama a los mandatos de la 14ª Enmienda ‘confusas

301
generalidades’, p. 180. Vea también Sue Davis, Juez Rehnquist y la Constitución
(Princeton, 1989).
27. Diogenes, April Game, pp. 12A-21.
28. "Swedes may smile a 'terrible tax giant' at polls tomorrow," The Toronto Star (18
de septiembre, 1976).
29. American Scholar (Washington, D.C., primavera de 1989), p. 292.
30. Kittrie and Wedlock, Jr., editores. , The Tree of Liberty, ch.7.

Capítulo 35

1. Duncan Fraser, The Smugglers (Montrose, Scotland, 1971); Henry Shore,


Smuggling Days and Smuggling Ways (London, 1971).
2. "Tax Evasion Rampant in China," Cayman Compass, Beijing, AP, viernes 10 de
marzo, 1989.
3. Ver el capítulo 38.
4. Shepherdson, "The First 1040," pp. 101-5.
5. Wanniski, The Way the World Works, p. 259.
6. J. Harvard Perry, Taxes, Tariffs, and Subsidies, vol. I (Toronto, 1955), p. 287.
7. L. White, ed., Democratick Editorials (Indianapolis, 1984), p. 4.
8. Buddy v. New York, 143 U.S. 517, 551 (1891).
9. Art Wortman, ed., Will Rogers, Wise and Witty Sayings of a Great American
Humorist (Claremore, Okla., 1969), pp. 14-15.
10. Lord Clyde in Ayrshire Pullman Services Ltd. v. C.L.R., 14TC 263-64.
11. John Blosser, "Howard Hughes paid no income taxes for 15 years," National
Enquirer (7 de febrero, 1978). En el artículo aparece una fotocopia de la
declaración de Hughes, mostrando pagos de $57,300 a Jane Russell.

Capítulo 36

1. Mellon, Taxation, pp. 216-27. Ver Wanniski , The Way the World Works, pp. 120-
21.
2. Paul, Taxation in the United States, p. 201.
3. Comentario confidencial al autor.
4. Richard Harrington, “Stone Free,” Washington Post (11 noviembre, 1988).
5. Hay muchos escritos sobre la curva Laffer curve. La más fácil de entender puede
encontrarse en John Galt, Dreams come Due (New York, 1986), pp. 177-79; o en
Wanniski, The Way the World Works, cap. 6.
6. Melanie S. Tammen, "Kleptocracy - Capitalism in the Soviet 'Second Economy,'"
Journal of Economic Growth, vol. 4, no. 3 (Washington, D.C., December 1990), pp.
3-13.

302
Capítulo 37

1. Jon Woronoff, Asia's ‘Miracle’ Economies (New York, 1986), cap. 5.


2. Marcus Gee, "The real end of Japan, Inc.," The Globe and Mail, Toronto (18 de
abril, 1998), p. D4.
3. Pepper, Jarow, Wheeler, The Competition: Dealing with Japan (New York, 1985),
p. 91 n. 36.
4. Hiromitsu Ishi, The Japanese Tax System (Oxford, 1989), p. 16.
5. Pepper et al., The Competition, p. 91, n. 35.
6. Hugh Borton, Peasant Uprising ín Japan of the Tokugawa Period (New York, 1968,
reimpresión de edición de 1938), passim.
7. James K. Glassman et al., "Curiing the Asian Flu," Reason (Los Angeles, mayo de
1998), pp. 18-27.
8. Woronoff, 'Miracle'Economies, p. 132.
9. Gracula Ortez, ed., Journal of Economic Growth, vol. 3, no. 1, p. 2.
10. Gee, "Real End of Japan, Inc.,” p. D4.
11. Tom Bethell, "Is the Kibbutz Kaput?" Reason (octubre de 1990).
12. “Israel’s War Against Capitalism," Journal of Economic Growth, vol. 3, no. 3
(Washington, D.C., 1989), pp. 49-57.
13. Ibid., p. 50.
14. Mellon, Taxation, pp.74-75.

Capítulo 38

1. The Federalist, No. 10.


2. Cecilia M. Kenyon, ed., The Anti Federalist (Indianapolis, 1966), p. 1xiii.
3. Benjamin Oliver, The Rights of an American Citizen, (New York, 1832), p. 95.
4. Randolph Paul, Taxation in the United States (Boston, 1954), p. 654.
5. Comment, 51 Universíty of Chicago Law Review, 1193 (1984).
6. Chicago Tribune, 17 de enero, 1926.
7. “Speech of Edmund Burke, 22 de marzo, 1775," Burke Selected Works 1. pp. 178-
89; ver también cap.26, notas 20-24.
8. Hylton v. United States, 3 Dall 171, 175-183 (1796).
9. U.S. v. Ptasynski, 1035 S.Ct. 2239 (1983); es interesante que según las reglas de
procedimiento federales existe una apelación automatic a la Corte Suprema
siempre que un estatuto fiscal federal sea declarado inconstitucional. Hmmm?
10. Ver Thomas M. Cooley, Constitutional Limitations, cap. XIV; Walter Blum and
Henry Kalvern Jr., The Uneasy Case for Progressive Taxation (Chicago, 1953);
Pollock v. Farmers Loan and Trust, 157 U.S. 429, 607 (J. Field), 614 (J. White and
Harlan), 158 U.S. 675 (J. Harlan) 1984; Magoun v. Illinois Trust 1898; "The
Uniformity Clause," 51 U. of Chicago Law Review 1193 (1984); Lawrence Zelenak

303
"Are Rifle Shot Transition Rules and Other Ad Hoc Tax Legislation Constitutional?"
44 Tax Law Review 563 (1989); también ver Capítulos 28, 31, 32 infra.
11. Grappenhaus, Taxes, Liberty and Property, p. 134.
12. Post, Medieval Legal Thought, p.252.
13. Ibid., p. 250.
14. Wisconsin State Journal, editorial, 27 ago. 1959.
15. H. L. Mencken, ed., A New Dictionary of Quotations (New York, 1987), p.213.
16. John-Rogers and Peter McWilliams, You Can'tAfford the Luxury of a Negative
Thought (Los Angeles, 1989), p. 211.

Capítulo 39

1. Polybius, The Rise of the Roman Empire, trad. Scott-Kilvert (New York, 1979), p.
41.
2. Paul Kennedy, The Rise and Fall of the Great Powers (New York, 1987), pp. 514-
40.
3. James S. Eustice, "Tax Cornplexity and the Tax Practitioner," 45 Tax Law Review 8
(1989).
4. Grapperhaus, Taxes, Liberty and Property, p. 129.
5. La autora sueca Astrid Lindgren acusó, en una carta abierta a la oficina fiscal, que
habia cientos de miles de suecos teniendo ataques al corazón o volviéndose
alcohólicos preguntándose cómo podrían sobrevivir al aplastante sistema fiscal
sueco (Toronto Star, 18 sep. 1976, publicación de Assoc. Press).
6. Esta no es una exageración. Para demostrar qué tan pro gobierno y pro de SRI es
la Corte Suprema, siga el caso de U.S. v. Kilpatrick, 594 FSupp. 1328 (1984);
821F.2d 1456 (1986); 108 S.Ct. 2369 (1988), a través de los tribunals a la Suprema
Corte y de regreso. Aquí está el caso de una acusación penal (impuestos)
obtenida con engaños, mentiras, fraude, intimidación, y subordinación de
perjurio, que fue sacada del tribunal por el juez federal después de largas
audiencias en donde estos actos de mala conducta fueron totalmente revelados
y están impresos, 594 F.Supp. 1328 (1984). Después de ello, la Corte Suprema
revocó al tribunal de primera instancia y dejó que la acusación obtenida de
manera fraudulenta se mantuviera en vigor (las acusaciones de ‘sello de hule’
como las describió el tribunal inferior). La Corte Suprema dió su bendición, sub-
silento, a esta mala conducta lo mismo que lo hizo para los delitos que los agentes
del SRI cometieron en U.S. v. Paynor, 434 FSupp. 113 (1977); revocó 100 S.Ct.
2349 (1980). Cuando el caso Kilpatrick estuvo al fin de vuelta en el tribunal de
primera instancia, el juez federal perdió poco tiempo sacando el caso del tribunal
en base a sus hechos. Nunca hubo ninguna evasion en primer lugar.
7. The Portable Gibbon, p. 375.

304
Capítulo 40

1. Theodosian Code 11.7.1, pp. 301-2, 317.


2. Prasad, Taxation in Ancient India, p. 31.
3. St. Thomas Aquinas, On Law and Justice, Excerpts from Summa Theologica, Q. 66,
Art. 8 (Birmingham, Ala., 1988), pp. 148O-81.
4. Tácitus, Annals, p. 309.
5. Dollars and Sense (Washington, D.C., ago.-sept. 1988), p. 12.
6. Burnham, Law Unto Itself passim.
7. Hess, Dear America, p. 90.
8. Washington Post, 4 de junio, 1991.
9. Burnham, Law Unto Itself, pp. 296-302. El congresista George Hansen tuvo un
problema similar. Vea su libro, To Harass Our People (Washinglon, D.C., 1984),
pp. 78-81; también Martin Larson, Tax Revolt, The Battle for the Constitution
(Greenwich, Conn., 1985), pp. 75-80.
10. Opinión del Juez Fred Winner en William A. Kilpatrick, The Big Tax Lie (New York,
1986), pp.274-75; también se encuentra en U.S. v. Kilpatrick, 575 E Supp. 325
(1983).
11. Yo estaba en el comité.
12. Peter Buchanan Ltd. v. McVey (1955) A.C. 516, 529.
13. James L. Payne, "Unhappy Returns, The $600-Billion Tax Ripoff”, Policy Review,
vol. 59 (Washington, D.C., invierno 1992), p. 21.
14. Selected Works of John and John Quincy Adams, pp. 24-27.
15. U.S. v DeTar, 832F.2d lllO (9th Cir., 1987), revocado por apelación.
16. Michel de Montaigne, Essays III (1588), encontrado en Mencken, p. 656.
17. Vea Saratoga News, “Saratoga tax man calls IRS a 'monster'" 13 de agosto, 1986,
p. 10; WSJ, 10/6/75; WSJ, 7/26/77; WSJ. 10/4/77.
18. Kilpatrick, Big Tax Lie, pp. 259-61, nota; 575 F. Supp. 325 (1983); Marshall's
dissent is 108 S.Ct. 2369, 2379 (1988).
19. Senador David Pryor, "Time to Rein in the IRS," Reader's Digest (April, 1992), pp.
122-26.
20. Hansen, To Harass Our People.
21. Martin A. Larson, Tax Revolt, The Battle for the Constitution (Greenwich, Conn.,
1985), pp. 75-80.
22. Bernard Wolfman et a1., Dissent Without Opinion (Philadelphia, 1975).
23. Burnham, Law Unto ltself, pp. 247-49.
24. 45 Tax Law Review 7-8 (1989).
25. Mellon, Taxation, p. 83.
26. Wall Street Journal (10 dic., 1981), p. 30.
27. James L. Payne, Costly Returns, S.F. 1993.
28. A.B.A. Section Taxation Newsletter, vol. v, no. 3 (primavera 1993), pp. 56-68.

305
29. Jefferson P. Vandenwolk, "Opinion”, Tax Notes Int’l., vol. 5, no. 13 (Washington,
D.C., sept. 28, 1992), pp. 660-6I.
30. Amity Shlaes, "Rein in the Revenue Hounds”, Wall Street Journal (24 marzo,
1998).

Capítulo 41

1. Dio Cassius, Roman History, LXII, iii; compare con Tacitus Annals of Rome, XIV pp.
34-38.
2. Baron de Montesquieu, The Spirit of Laws, vol. 1, Lb. XY cap. VI, p. 296.
3. Charles Adams, For Good and Evil (New York, 1993), p.295.
4. Charles Adams, Those Dirty Rotten Taxes (New York, 1998), pp. 38-39.
5. The American Heritage History of the Thirteen Colonies, Ed. Richard Blow (New
York, 1967), pp. 348-49.
6. Montesquieu, Spirit of Laws, vol. 1, Lb. XIII, cap. 14, pp. 266-67.

Epílogo

1. Payne, "Unhappy Returns," p. 18.


2. Montesquieu, Spirit of Laws, vol. 1, Lb. XIII, cap. 8.
4. Aristotle, Nicomachean Ethics, Lb. III, cap. 6-9; Lb. IV cap. l-2.
5. Charles L. Griswold, Jr., "Conscience of Capitalism," The Wilson Quarterly
(Washington, D.C., verano 1991), pp. 53-61.
6. Montesquieu, Spirit of Laws, Lb. XIII, cap. 8.
7. Robert D. Hershey, Jr., "Elite Gathering Opens Up a Little," New York Times (8
febrero, 1992), p.36.
8. Crenshaw, "A Tax System in Trouble," Washington Post, 16 abril, 1989, H1-9. Para
examinar algunos tratados académicos impresionantes sobre complejidad vea
una notable serie de artículos en 45 Tax Law Review (1989-90); también, "Why
Are Taxes So Complex and Who Benefits?" Tax Notes 341 (16 abril, 1990). Este
autor culpa a los profesionales tributarios (contadores públicos y abogados), más
al SRI.
9. Harold M- Groves, Tax Philosophers, Donald Curran, ed. (Madison, Wis., 1974),
passim; Charles M. Allan, The Theory of Taxation (Middlesex, England, 1971),
passim. Un reciente tratado inintelegible con muchas palabras sobre el concepto
de ‘renta’ se puede encontrar en sesenta páginas de jerigonza por el profesor
Victor Thuronyi, "The Concept of Income" (46 Tax Law Review 45-105 (1991)).
Después de arar a través de esta esotérica filosófica, tengo más simpatía por los
resistidores tributarios que insisten que los salarios no son rentas. Las luchas que
los académicos tributaries tienen sobre la ‘renta’ rápidamente se cambia de lugar
al reino de "deducciones," que también ha producido un extenso debate

306
filosófico. Stanley A. Koppelman, "Personal Deductions Under an Ideal Income
Tax" (Tax Law Review 43 [1988-89]).
10. Estoy en deuda con un encantador librito por William Danforth, I Dare You (St.
Louis, 1945), pp. 21-23, que me lo regaló mi abuelo cuando yo tenía dieciséis
años. El ideal de un cuadrángulo en relación a una vida bien equilibrada se
establece en ese pequeño libro, el cual he adaptado aquí.

307
Créditos por las Ilustraciones

American Heritage Publishing Co., Inc., Horizon, Summer 1876, 82


American Museum of Natural History, N.Y, 149
Assemblée Nationale, République Francaise, 166
Atlas van Stolk, Rotterdam, 140
Atwater Kent Museum, Philadelphia, 230
BBC Hulton Picture Library, London, 177
Bettmann Archive Inc., 38, 88, 149,210, 219,215-52,283
Bibliothéque Nationale, Paris, 59, 158, 159, 169,249
Bradford Barton Ltd., Cornwall, UK, 279
British Museum, 8, 18, 70, 114, 149, 184
Cartoon Features Syndicate, Boston, 265, 288
Chicago Tribune, 266
Collier Pictures, Inc., New York, 113, 260
Office of the Curator, United States Supreme Court, 263
Des Moines Register and Tribune Company, Copyright 1990, 261
George Dole, 265
Roy Doty,292
Henry Elsevier Nederlands, B.V., Amsterdam, 100
Mary Evans Picture Library, London, 216, 220
Franceschi Librarie Athard, paris, 5l
Frankfurter Allgemeine, Frankfurt, 253
Institute of Advanced Studies, Princeton, 40
Koninklijke Bibliotheek, Pamflet 4000, La Haya, 290
The Mansell Collection, London,69, 113, 114
Metropolitan Museum of Art, New York, 33
Museum für Deutsche Geschichte, 152
Newsweek, Inc., New York, copyright 1978, portada por Marvin Lichter, Lee
Groos Associates, 312
New York Public Library, 123
Novosti Press Agency, London, 118
Pat Oliphant, cortesía Simon and Schuster,268
Royal Library in the Hague, 141
Saturday Evening Post (reimpreso con permiso), 265
Schweizes Geschechte, Marchi, Suiza, por cortesía, Miklaus, Fleules, editor, 130,
131
Swedish Embassy, Ottawa, 277
USSR embassy, Ottawa, 121
University of Marburg, Alemania, 57

308
Vida Schreiber, London, 174
Sam Walker, cap. 1

309

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