El 2 de febrero del 2001, Panamá fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Baena Ricardo y otros Vs Panamá a reparar el perjuicio sufrido por 270 personas que fueron indebidamente destituidas de sus cargos de empleados públicos tras haber participado en una manifestación de carácter laboral y por lo cual se les acusó falsamente de complicidad con una asonada militar. El Comité Panameño por los Derechos Humanos denunció ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) al Estado de Panamá por el despido arbitrario de 270 empleados públicos y dirigentes sindicales, que habían participado en distintas protestas contra la política gubernamental en reclamo de sus derechos laborales. El despido se produjo luego de que el Gobierno acusara a estas personas de haber participado en aquellas manifestaciones de protesta y de resultar cómplices de una asonada militar. Para concretar la sanción, se aplicó una ley (núm. 25) dictada con posterioridad a los hechos, que estableció que la tramitación de los juicios que iniciaran los trabajadores a raíz de los despidos se realizaría en el fuero contencioso-administrativo y no en el laboral, tal como determinaba la legislación vigente. Todos los reclamos de los trabajadores ante la jurisdicción contencioso- administrativa fueron desestimados. Adicionalmente, se presentaron tres acciones de inconstitucionalidad contra la Ley 25 ante la Corte Suprema de Justicia. Dichas acciones fueron acumuladas y, mediante sentencia de 23 de mayo de 1991, dicho tribunal declaró que la Ley 25 era constitucional salvo el parágrafo del artículo 2. Agregó la Corte que en las acciones de inconstitucionalidad se debe limitar a “declarar si una norma es o no inconstitucional”, y por ello no se pronunció sobre la situación concreta de los trabajadores destituidos. La CIDH hizo intentos de solución amistosa entre los trabajadores y el Estado sin obtener ningún resultado positivo pues el 10 de diciembre de 1997 el Estado panameño rechazó el informe de la Comisión aduciendo “obstáculos, motivaciones y fundamentos jurídicos que le impedían ejecutar las recomendaciones emitidas por la Comisión”. Por lo tanto, la Comisión decide presentar el caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La Corte constató que, al despedir a los trabajadores estatales, se despidió a muchos dirigentes sindicales que se encontraban involucrados en una serie de reivindicaciones. Aún más, se destituyó a los sindicalistas y trabajadores por actos que no constituían causal de despido en la legislación vigente al momento de los hechos. Así, determinó que, al asignarle carácter retroactivo a la Ley 25, se pretendió darle fundamento a la desvinculación laboral masiva de dirigentes sindicales y de trabajadores del sector público, actuación que vulneró las posibilidades de acción de las organizaciones sindicales en el mencionado sector. La Corte tomó también en consideración las decisiones del Comité de Libertad Sindical de la OIT que se había pronunciado sobre este caso en concreto. Por su parte, la Comisión de Expertos en Aplicación de Convenios y Recomendaciones de la OIT, al resolver el caso, tal como consta en la referida resolución del Comité de Libertad Sindical, pidió al Estado que derogara la Ley 25, “en la que se fundaron los despidos masivos por considerar que la misma, atenta gravemente contra el ejercicio del derecho de las asociaciones de trabajadores públicos, de organizar sus actividades. Así las cosas, acudiendo a los pronunciamientos del Comité de Libertad Sindical y de la Comisión de Expertos de la OIT para reforzar a su argumentación, la Corte declaró que el Estado de Panamá había violado el derecho a la libertad de asociación, consagrado en el Art. 16 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, como los derechos a las garantías judiciales y a la protección judicial, y los principios de legalidad y de irretroactividad de la ley en perjuicio de los 270 trabajadores. Por ello, decidió que el Estado debía reintegrar en sus cargos a los trabajadores y pagarles los montos correspondientes a los salarios caídos. Caso Heliodoro Portugal vs. Panamá (2008) El 12 de agosto del 2008 la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró que el Estado panameño era responsable por la desaparición forzada de Heliodoro Portugal y por la falta de una investigación efectiva con relación a este grave hecho. Igualmente, estableció que el Estado panameño es responsable por el incumplimiento de sus obligaciones contenidas en la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura y en la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas. En consecuencia, el Alto Tribunal ordenó la adopción de una serie de medidas para reparar el daño causado a la víctima y a sus familiares, entre las que se encuentra la realización de una investigación seria y efectiva destinada a identificar, procesar y sancionar a todos los responsables de la desaparición forzada de Heliodoro Portugal. La decisión del Tribunal constituye entonces un importante avance en el cumplimiento de esta obligación. El Estado tiene el deber de adoptar medidas para garantizar el avance del proceso, respetando las garantías judiciales, para que la familia Portugal logre finalmente la obtención de justicia. Sin embargo, Panamá aún no cumple con la totalidad de lo dispuesto por la sentencia de la Corte Interamericana en este caso ya que aún no brinda atención médica ni psicológica a los familiares del Sr. Portugal. El Estado tampoco ha incluido en su legislación penal el delito de desaparición forzada ni el de tortura, de acuerdo con los estándares fijados por el Alto Tribunal. CEJIL exhorta al Estado panameño a cumplir con esta obligación para que la familia Portugal finalmente conozca la verdad de lo ocurrido a Heliodoro y los responsables sean adecuadamente identificados y sancionados. Ello es una justa expectativa a la admirable lucha que esta familia ha venido librando por 40 años. Los hechos de este caso ocurrieron en 1970, cuando el dirigente Heliodoro Portugal fue detenido el 14 de mayo por efectivos militares. En 1999 sus restos fueron encontrados en el antiguo Cuartel de Los Pumas, en Tocumen. Hace casi dos décadas su hija, Patria Portugal, compareció ante las autoridades judiciales de Panamá para denunciar la desaparición de su padre, pero los hechos no fueron investigados efectivamente. Cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos —CIDH— dictó su sentencia condenatoria por el caso de la desaparición forzada de Heliodoro Portugal, el pasado 12 de agosto de 2008, declaró culpable al Estado panameño de violarle a él y a sus familiares un sinnúmero de derechos reconocidos por la Convención Americana sobre Derechos Humanos, por la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas y la Convención para Prevenir y Sancionar la Tortura. El Estado también fue sentenciado a publicar en el Diario Oficial (Gaceta Oficial) y en otro diario de amplia circulación nacional, la condena y el acta de reconocimiento de su responsabilidad internacional, lo cual esperamos se cumpla y no tan sólo en la Gaceta Oficial, como fue anunciado en el acto público. En cuanto al deber del Estado de realizar un acto público de reconocimiento de su responsabilidad internacional, en relación con las violaciones declaradas en esta sentencia, observamos que este acto se ciñó estrictamente a la norma y no fue posible sacarles a los herederos de la dictadura el “perdón público” anhelado por los familiares de las víctimas para finiquitar una reconciliación definitiva y encontrar la paz. Caso Tristán Donoso vs. Panamá (2009) El abogado Santander Tristán Donoso sostuvo una conversación telefónica con el padre de uno de sus clientes, Walid Zayed. En dicha conversación Tristán Donoso y Zayed intercambiaron apreciaciones e información sobre la presunta financiación, con dinero procedente del narcotráfico, de la campaña del entonces Procurador General para su reelección como legislador. Posteriormente, un fiscal remitió al entonces Procurador General un casete con la conversación entre Zayed y Tristán Donoso, la cual no contaba con la “autorización del Ministerio Público, ya que fue efectuada por iniciativa particular”. Por orden del exprocurador, se envió una copia del casete con la grabación y su transcripción al Arzobispo de Panamá, quien a su vez la transmitió a dos miembros de su congregación. En esta reunión el exfuncionario les hizo escuchar la grabación y les indicó que “esa grabación era una especie de confabulación”, para “perjudicar ya sea su persona o la imagen del Ministerio Público”, en la que se “podía escuchar la voz de quien dijo era el señor Zayed y el Abogado Santander Tristán Donoso”. El señor Tristán Donoso hizo saber al exfuncionario su inconformidad con la situación y le pidió explicaciones al respecto. Tres años más tarde, en el marco de un intenso debate público respecto de las atribuciones del Procurador General para ordenar interceptaciones y grabaciones de conversaciones telefónicas, Tristán Donoso convocó una rueda de prensa en la sede del Colegio Nacional de Abogados. Varias autoridades del Estado también cuestionaron públicamente al entonces Procurador. En efecto, el juez tercero de circuito de Panamá interpuso una denuncia criminal en su contra por interceptar ilegalmente el teléfono de su Juzgado. Ante ello, el Defensor del Pueblo emitió un comunicado de prensa donde consideró “inaceptable, bochornosa y muy grave la intervención telefónica que ordenó el Procurador General de la Nación contra el Juez Tercero Civil”. El Presidente de la Corte Suprema también dirigió una nota al entonces Procurador General, en la que afirmó: “La Corte Suprema de Justicia no le ha dado a usted, señor Procurador, una autorización en blanco ni amplia para ordenar la grabación de conversaciones telefónicas”. Tristán Donoso interpuso una denuncia penal contra el exprocurador por el delito de “abuso de autoridad e infracción de los deberes de los servidores públicos”. En la decisión definitiva al respecto, la Corte Suprema resolvió “desestimar la denuncia” y sobreseer “de manera definitiva” al exprocurador. Al día siguiente de la conferencia de prensa, el exprocurador presentó ante la Fiscalía Auxiliar de la República una querella en contra de Donoso por los delitos de calumnia e injuria. Así mismo, el funcionario presentó un incidente de daños y perjuicios por la suma de un millón cien mil balboas. Tristán Donoso fue absuelto por el tribunal de primera instancia. Sin embargo, el tribunal de alzada revocó la sentencia absolutoria, condenó al señor Donoso a la pena de 18 meses de prisión y a la inhabilitación para el ejercicio de funciones públicas por igual término como autor del delito de calumnia. Este tribunal en la misma sentencia reemplazó la pena de prisión por el pago de 75 días multa y lo condenó a la indemnización por el daño material y moral causado al entonces Procurador General. La determinación de la cuantía de la indemnización quedó pendiente ya que debía ser decidida por un juez de inferior jerarquía. Al conocer el caso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos concluyó que el Estado violó el derecho a la libertad de expresión al considerar la condena penal innecesaria y las sanciones civiles desproporcionadas. Caso Vélez Loor vs. Panamá (2010) Los días 25 y 26 de agosto de 2010, la Corte Interamericana de Derechos Humanos va a conocer del caso de Jesús Tranquilino Vélez Loor. El señor Vélez Loor, de nacionalidad ecuatoriana, fue arrestado por la policía panameña el 11 de noviembre de 2002 en la provincia fronteriza de Darién por ingresar de forma ilegal al país, y luego fue puesto a disposición de las autoridades de migración. Posteriormente, como resultado de un proceso del que ni siquiera tuvo conocimiento, sin poder defenderse ni ser informado sobre la posibilidad de recibir asistencia del consulado de su país, fue condenado a dos años de prisión por haber infringido la legislación migratoria en reiteradas ocasiones. Jesús Vélez Loor estuvo privado de libertad durante 10 meses para luego ser deportado, gracias a las gestiones del Consulado ecuatoriano al que finalmente logró contactar a través de un teléfono clandestino dentro de la prisión. Durante dicho periodo fue recluido en centros penitenciarios donde vivió en condiciones que contravienen los estándares mínimos en la materia y fue sometido a torturas. El señor Vélez Loor no tuvo acceso a recursos que le permitieran denunciar los abusos cometidos en su contra por las autoridades panameñas, ni remediar en modo alguno su situación mientras estuvo en Panamá. No fue sino hasta que llegó a Ecuador que pudo interponer una queja en la Embajada de Panamá por las graves violaciones sufridas. Sin embargo, las denuncias de tortura interpuestas por Jesús Vélez Loor nunca han sido investigadas de forma seria y diligente hasta la fecha. Las violaciones cometidas en perjuicio del señor Vélez Loor se enmarcan en un contexto generalizado de discriminación y criminalización de la migración, como un intento fallido de procurar la disminución de los flujos migratorios, en particular aquellos irregulares. Además, por ser una persona privada de libertad y migrante, tuvo que enfrentar una doble situación de vulnerabilidad. Este caso refleja la triste realidad de los migrantes latinoamericanos. Criminalizados por el simple hecho de ser indocumentados, detenidos ilegalmente, o deportados de forma inmediata y forzada sin tener la posibilidad de defenderse. Siete años después de su Opinión Consultiva sobre la Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados, este caso brinda a la Corte Interamericana de Derechos Humanos una oportunidad histórica de concretar los principios que estableció en el año 2003. Es necesario que este Alto Tribunal se pronuncie, a través del caso del señor Vélez Loor, sobre los límites a las políticas migratorias, a fin de que todos los Estados del continente garanticen el respeto de los derechos humanos de forma igualitaria y sin discriminación alguna. El Ministerio de Relaciones Exteriores informa que el 23 de noviembre de 2010 la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró responsable internacionalmente al Estado de Panamá por los siguientes hechos ocurridos en el 2002: la violación de los derechos a la libertad personal, garantías judiciales, principio de legalidad e integridad personal en perjuicio del señor Jesús Tranquilino Vélez Loor, así como por no haber emprendido una investigación sobre los alegados actos de tortura denunciados, y por el incumplimiento de la obligación de garantizar, sin discriminación, el derecho de acceso a la justicia. Esta sentencia concluye el proceso contra el Estado Panameño presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el 10 de febrero de 2004 y registrado bajo el N.º P-92/04 y admitido por dicha Corte en junio de 2009. La Corte supervisaría el cumplimiento íntegro de esta sentencia, en ejercicio de sus atribuciones y en cumplimiento de sus deberes conforme a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y dará por concluido el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo dispuesto en la misma. Caso de los Pueblos Indígenas Kuna de Madugandí y Emberá de Bayano y sus miembros vs. Panamá (2014) El 14 de octubre de 2014 la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la Corte Interamericana”, “la Corte” o “el Tribunal”) dictó una Sentencia, mediante la cual declaró responsable internacionalmente al Estado de Panamá por la violación del derecho a la propiedad colectiva por no delimitar, demarcar y titular las tierras asignadas al pueblo Kuna de Madugandí y a las Comunidades Emberá Ipetí y Piriatí, y por no haber garantizado el goce efectivo del título de propiedad colectiva de la comunidad Piriatí Emberá. Del mismo modo, el Tribunal consideró que el Estado era responsable por haber violado su deber de adecuar el derecho interno, por no haber dispuesto a nivel interno normas que permitan la delimitación, demarcación y titulación de tierras colectivas indígenas antes del año 2008, en perjuicio de los pueblos Kuna de Madugandí y Emberá de Bayano, y sus miembros. Asimismo, el Tribunal encontró que el Estado es responsable por la violación a las garantías judiciales y a la protección judicial en perjuicio del pueblo Emberá de Bayano y sus miembros por considerar que los recursos incoados por éstos no contaron con una respuesta que permitiera una adecuada determinación de sus derechos y obligaciones. Finalmente, la Corte encontró que el Estado es responsable por la violación al principio del plazo razonable, en perjuicio del pueblo Kuna de Madugandí y sus miembros, respecto de dos procesos penales y un proceso administrativo de desalojo de ocupantes ilegales. Por otra parte, el Tribunal aceptó una excepción preliminar planteada por el Estado respecto de la falta de competencia ratione temporis relacionada con el alegado incumplimiento por parte del Estado del pago de ciertas indemnizaciones, tomando en consideración la fecha de reconocimiento de la competencia contenciosa de la Corte por Panamá, el 9 de mayo de 1990, y dado que los hechos relacionados con dichas indemnizaciones ocurrieron con anterioridad al referido reconocimiento. Los antecedentes a los hechos del caso se refieren a la construcción de una represa hidroeléctrica en la zona del Alto Bayano, Provincia de Panamá, en el año 1972. Con motivo de esta, parte de la reserva indígena de la zona fue inundada y fue dispuesta la reubicación de los moradores de las zonas inundadas por la obra de embalse. En ese sentido, el Estado otorgó nuevas tierras, adyacentes y ubicadas al este de la reserva indígena a las comunidades indígenas afectadas. El traslado de los habitantes de la zona tuvo lugar de 1973 a 1975 y la construcción de la hidroeléctrica terminó en 1976. Con respecto a las compensaciones por la reubicación, el 8 de julio de 1971 se promulgó el Decreto de Gabinete N° 156 por el cual se estableció un “Fondo Especial de Compensación de Ayuda para los Indígenas del Bayano”. Entre 1975 y 1980 las autoridades estatales firmaron cuatro acuerdos principales con los representantes indígenas los cuales se refirieron a las indemnizaciones supuestamente adeudadas por el Estado como compensación por la inundación y la reubicación de sus habitantes. En los años posteriores, se realizaron varias reuniones entre los representantes de los pueblos indígenas y del Estado con el fin, principalmente, de buscar una solución al conflicto sobre las tierras entre los indígenas y los campesinos no indígenas o “colonos”, así como reconocer los derechos sobre las tierras de los indígenas Kuna y Emberá. A comienzo de los años 1990 se incrementó la incursión de personas no indígenas a las tierras de las comunidades Kuna y Emberá y se intensificó la conflictividad en la zona. Al menos desde 1990, miembros de los pueblos indígenas Kuna de Madugandí y Emberá de Bayano realizaron gestiones de distinta índole para llamar la atención sobre su situación, para exigir el cumplimiento de los acuerdos y resoluciones antes mencionados, el reconocimiento legal de sus tierras, y la protección de estas frente a las incursiones de personas no indígenas. Asimismo, representantes del pueblo Kuna de Madugandí iniciaron varios procedimientos administrativos de desalojo y por daño ecológico e interpusieron procesos penales por la incursión de colonos y delitos contra el ambiente. Además, representantes del pueblo Emberá de Bayano siguieron procesos administrativos para la adjudicación de la propiedad colectiva. El 12 de enero de 1996 se emitió la Ley N° 24 mediante la cual se creó la Comarca Kuna de Madugandí y, entre abril y junio de 2000, se llevó a cabo la demarcación física de la Comarca Kuna. Posteriormente, el 23 de diciembre de 2008 fue aprobada la Ley N° 72 que estableció el procedimiento para la adjudicación de la propiedad colectiva de tierras de los pueblos indígenas que no están dentro de las comarcas. Con respecto a los territorios de los Emberá, en los años 2011 y 2012 la Autoridad Nacional de Administración de Tierras (“ANATI”) emitió varias resoluciones respecto de la tenencia de las tierras, incluyendo una suspensión de las solicitudes de títulos de propiedad privada. Por otra parte, en agosto de 2013 la ANATI otorgó un título de propiedad sobre un terreno a un particular, dentro del territorio que había sido asignado a la Comunidad Piriatí Emberá. El 30 de abril de 2014 el Estado otorgó un título de propiedad colectiva a favor de la comunidad Piriatí Emberá, sobre un terreno ubicado en el corregimiento de Tortí, Distrito de Chepo, Provincia de Panamá.