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El autodisciplinamiento significa que haya o no haya alguien arriba de de la torre, yo por las

dudas me voy a cuidar. Ese “por las dudas me voy a cuidar” significa el triunfo del poder. Foucault
avanza y uno se va dando cuenta que en realidad esa estructura panóptica y ese
autodisciplinamiento excede la cárcel y uno lo empieza a visualizar en otros ámbitos. Porque la
matriz del autodisciplinamiento está presente en la escuela, en la religión, la fábrica, la familia.
Foucault dice la oficina y Foucault dice el hospital. Foucualt no analizó las redes sociales porque
todavía no existían, pero las redes sociales suponen también un comportamiento de
normalización. Obviamente, dentro del mismo esquema. Pero lo que importa acá es la
normalización y el autodisciplinamiento, cómo se va construyendo el autodisciplinamiento.
Entonces, en la escuela tenés la figura del examen. La nota es autodisciplinamiento al palo.
Incluso, en términos de burocratización del conocimiento, la nota es la deserotización absoluta del
placer por el saber. Entonces es la prioridad de una nota que no necesariamente traduce la
relación erótica –cito a Platón- del alumno con el conocimiento. En definitiva ¿qué mierda
queremos de nuestros alumnos, que sean grandes especialistas en sacarse buenas notas en
exámenes o que se enganchen y se conecten y haya una apertura y un amor por su propia
transformación a través de lo que aprenden? …Me parece que ahí, se provoca un disciplinamiento
como un modo también de construir un tipo de sujeto, un tipo de individuo. Yo he tenido alumnos
brillantes en su capacidad de sacarse 10 en todas las pruebas. Brillantes. No aprendieron un pomo.
Pero saben muy bien cómo encarar un examen. Se han vuelto burócratas de los exámenes, saben
qué es lo que tienen que contestar qué es lo que tienen que estudiar. Incluso, pueden estudiar
mientras whatsapean en paralelo porque la libido les pasa por otro lado, pero son expertos en esa
especialidad. Y probablemente ese tipo de educación nos haga ascender muchísimo en esos
exámenes de control de calidad cual productos de alumnos que se convierten en expertos en dar
las respuestas pertinentes. Pero para los que creemos que la educación tiene que ver con el amor
en el sentido amplio del término, porque el amor es básicamente el encuentro con el otro,
haciendo del alumno un experto en rendir exámenes, lo que hacemos es desotrarlo, porque lo que
nos interesa como docentes es que el alumno saque la nota que yo quiero colocar en mi acta para
mostrar que como docente he generado alumnos excelentes. (Igual siempre tengo que tener un
25% de aplazo porque si no también me miran mal). Y el que pierde es el alumno, siempre, porque
se lo deforma. Este verbo que todavía se usa en la jerga docente que es “venimos a formar
alumnos”, como si los alumnos no tuvieran forma…, no tienen familia, no tienen historia, no
tienen clase social… no. Nosotros los formamos, porque nosotros tenemos la forma, la poseemos
a la forma porque somos falogocéntricos. Tenemos la posesión del conocimiento, frente a estos
alumnos carentes de luz, con esa pelotudez del alumno como “falto de luz”… entonces, entre que
no tienen forma y no tienen luz, vengo yo, el gran falo, a iluminarlos. El gran faro/falo. Alumno
viene de alimento, ¿saben?, no de “sin luz”. Que es una metáfora diferente para pensar qué es un
alumno: el que se alimenta permanentemente y sin fin, porque el alimento es infinito. Es otra
lectura de la carencia. No como una carencia que puede ser satisfecha por el falo/faro iluminador,
sino por el trabajo permanente que se hace con el otro.

Darío Sztajnszrajber (Clase sobre el poder, dic. De 2016. Facultad libre virtual. Rosario)

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