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LIBERARSE ESCRIBIENDO

Hoy quise hablar de este tema, porque muchas son las personas que nos expresan que luego
de hacer sus cartas de duelo, “La Carta de Liberación del Clan Familiar” (Para la Familia,
Asuntos de Trabajo o Asuntos Escolares) o la carta de “Anulación de Contratos Negativos”
(Para Parejas y Ex Parejas), (LAS CARTAS MENCIONADA ESTÁN EN EL ARCHIVO DEL ÁRBOL,
SINO USEN EL BUSCADOR DEL GRUPO Y TAMBIÉN LAS ENCONTRARÁN )no han sentido ningún
cambio.

Escribir una carta de duelo, cualquiera de las dos anteriores, no es un “escribir por escribir”.
No es hacer una lista del supermercado anotando a manera “ya apúrate”, todo lo que traemos
guardado en lo más profundo de nuestro corazón o de nuestras tripas.

Todos los seres humanos, hemos sido entrenados desde pequeños para “minimizar” todo lo
que nos ocurre. Siempre se nos dice: “No pasó nada”, “Ya, ya pasó”, “Ya tranquilo, no fue para
tanto”. Y llegamos a la edad adulta creyendo que efectivamente TODO ESTÁ BIEN.
Porque de verdad “creemos” que lo está, que no ha ocurrido nada o que eso que ha ocurrido
no es para hacer tanto drama. Y podemos vivir toda una vida creyéndolo.

Luego llegan los nuevos “conocimientos” de DEJA FLUIR, ASÍ DEBÍA SER, etc. Y más nos
convencemos de que aquello vivido ya no es importante, e incluso, ya hasta lo hemos olvidado
creyendo que “lo hemos superado”.

Pero viajemos al pasado, porque como ya hemos mencionado muchas veces, para el
subconsciente 2NO HAY TIEMPO”, lo que significa ni más ni menos, que aquello que vivimos en
el pasado, ha pasado apenas hoy. Ha dolido apenas hoy.
Vámonos pues al día en que teniendo 5 años llegamos corriendo a abrazar a mamá o a papá y
ella o él nos separa de su cuerpo diciendo algo como: “ya, vete a jugar, estoy ocupada”. Sin
darse cuenta de que lo que nosotros deseábamos en nuestro interior, era un abrazo, un beso,
un cariño.
Pareciera que no ocurrió nada ¿cierto?
Pero sí pasó, y eso que sí pasó, quedó grabado en nuestro inconsciente como:
- Rechazo
- No soy tan importante
- No me quiere
- Le molesta mi presencia
- Etc.

Sumemos a esos 5 añitos que teníamos, unos 25 años más o incluso 55 años más, con sus
respectivos impactos emocionales, que simplemente “dejamos pasar”. ¿Se imaginan la
enorme lista de vivencias “dramáticas”, pero maquilladas de “no pasó nada” que traemos
cargando?

Entonces, las personas se deciden a escribir su carta de duelo y calculemos….


¿Cuántas vivencias dramáticas puedo yo venir cargando desde que era yo un bebé?
¡Miles!
Por lo tanto serán horas y días de escribir, revivir, re-sentir, llorar, enojarse, etc.

Por lo tanto, cuando las personas me dicen de pronto que ya han hecho su carta. Que la
terminaron en dos días, que la han quemado como corresponde y que “no sienten cambio
alguno”. Lo único que puedo concluir es que “escribieron sin sentir”. Evadiendo tocar aquellos
temas que duelen tanto que es mejor no sacar. Y encima sumen a todo esto, que el
subconsciente “no quiere soltar”. El subconsciente es esa vocecita que te dice: ya ya acabaste.
Eso, eso no lo escribas ya pasó. Ya! ya quémala. No hoy no escribas estás cansado…porque la
intención es mantenerte en el caos.

Eso quiere decir que la persona que dice haberse liberado completamente en una carta que
escribió en dos días no incluyó realmente todos los dramas y cosas tristes de TODA su vida en
dos días.
Eso es im-po-si-ble!

Siempre! Siempre! Siempre! La primera carta que hagamos, será la más larga, porque deberá
ser la que incluya casi toda nuestra vida.
Si ya luego nos acostumbramos a liberar cada mes algo, o cada año algo o después de un
hecho específico, ese hecho específico. Ya está perfecto hacerlo hasta en una tarde.

Aquí hablo de esa primera carta que incluye toda nuestra vida desde pequeñines hasta ahora.

Sacar el resentir en las cartas no es sacar la ira y el enojo solamente. Escribir una carta de
duelo es un verdadero y heroico acto de introspección. Y conforme vamos escribiendo, vamos
recordando más y más cosas. Escribir todo aquello que vivimos de manera negativa con
nuestra madre, con nuestro padre, con nuestros hermanos, tíos, primos, abuelos y demás
familia es en realidad un gran trabajo, un enorme y profundo trabajo.

Y es que la cartas son para desahogar todo aquello que nos duele, que nos dolió y sigue
doliendo, por más que ahora digamos: mi papito es un amor, o mi mamita es una linda.

En la carta va redactado aquel día en que tu papá olvidó llegar a tu festival de la primavera.
Aquel día en que te regañó porque todo parecía indicar que tú habías roto el vidrio. Aquel día
en que tu mamá te regañó delante de tus amiguitos de la escuela o el día en que enojada te
prohibió ir a aquella maravillosa fiesta que era especial para ti.

Va toda tu vida! Toda!

Y eso incluye tus miedos a la muerte, a las traiciones, tus miedos reproductivos, lo que dijo el
médico, lo que opinó la tía y lo que pensó tu hermano…..todo!
Todo lo que hasta el día de hoy te causa dolor o molestia, disgusto, rencor con solo pensarlo o
recordarlo.

Escribir una carta de duelo entonces, es volver a sentir el dolor. Imaginar el dolor el bisabuelo
que es nuestro doble o molestarnos con la abuela que es nuestra doble y de la cual no
queremos heredar sus enfermedades o carencias.

Ejemplo de una carta de Duelo (una parte claro):

“Maldita sea la hora (y que conste que no estoy maldiciendo a nadie sino el hecho ocurrido)
mamá, en que elegiste un hombre como mi papá porque creías estar segura de que era el
amor de tu vida. Qué doloroso debió haber sido para ti el haber descubierto que él te
engañaba y que tenía otra familia paralela a la nuestra.
Tú merecías una vida mejor mamá, una vida de amor, abrazos, viajes y atenciones que no
tuviste.
Hoy de corazón me libero de llevar tu nombre y de vivir todos los días con miedo a que mi
pareja me engañe, me deje e incluso de que lo haga y yo reaccione como tú mamá,
aguantando.
Hoy me libero de estar reparando tu vida amorosa, porque yo no estoy aquí para eso mamá.

Y ¿qué te digo abuelita?, si tú fuiste la que educó a mi mamá con ese miedo a defenderse, a
valorarse, a salir corriendo de una vida que no merecía. Tú abuelita, que con tu duro carácter
hiciste a mi mamá salir huyendo de casa con el primero que se cruzó por delante.

Yo me libero de verdad abuelita, de ser tu doble por fechas, porque yo no soy tú, abuelita. Yo
me libero de cometer tus errores como madre, como esposa, y comprendo que tú ya venías
heredado ese patrón de tus padres.

Me libero con todo el dolor de mi alma, de ser parte de esta enredadera de historias tóxicas,
de padecer dichas historias o de repetirlas, etc, etc, etc”.

Otro ejemplo:
“Usted no tiene la más mínima idea doctor, del gran daño que ha dejado en mi vida y en mi
corazón. Usted me revisó, me dijo que todo estaba bien, que no me preocupara, y fue usted
mismo el que me destruyó la vida cuando al momento del parto, por un error, causó la muerte
de mi bebé.
Esa cesárea mal realizada, esa abertura que resultó insuficiente para que cupiera mi bebé y
que provocó que mi bebito sufriera, que se asfixiara. Ay doctor! Qué dolor siento de verdad!
Usted me robó una ilusión, hirió a toda mi familia y ahora debo vivir con este corazón roto a
cuestas todos los días.
Yo me libero de todo esto doctor, y de todas las historias de muertes de bebés en parto que
pueda yo estar heredando de mi familia. Maldita sea la hora en que sin saberlo, soy doble de
mujeres que han perdido hijos en parto, porque yo no me lo merecía. Yo no voy a pagar con
hijos muertos, las historias de otros. Hoy me libero de ello y libero a toda mi descendencia,
esto se acabó”

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¿Lo sienten?
Esa es la “tonalidad” correcta que debe tener una carta de suelo. 
Una carta de duelo debe hacer enojar, llorar, gritar y enfurecerse a una pierda.
Es una carta cruda, dura, real, que sale desde lo más profundo de nosotros, de nuestro corazón
y de nuestras tripas.
Y es por ello que al finalizar y al quemarlas, quedamos en paz, porque estamos realmente las
historias “basura” que veníamos arrastrando. Historias negativas, historias de dolor.

Ahora veamos, lo que la mayoría de las personas escribe en una carta de duelo:

“Mamá, me libero de llamarme Ana como tú.


Papá, me libero de tu mal carácter.
Tío, me libero de que me hayas tocado.
Abuelita, me libero de ser tu doble”.
¿Dónde están las tripas, las lágrimas, el dolor, la frustración y todo eso negativo de lo cual nos
queremos deshacer? No está!
Y es por eso que ese tipo de cartas no funciona!
Porque las escribieron como “listas de supermercado”:

“Me libero de ser tu doble tío, me libero de ser tu doble abuelo, un paquete de pan y un kilo
de arroz”.
Las cartas de duelo, para que sean efectivas, debe ir desbordadas de emociones. Escritas con
dolor, con lágrimas, con gritos, con enojo, con frustración, con todos aquellos sentimiento
negativos y con todas aquellas emociones negativas que llevamos arrastrando todos los días
desde que nos concibieron y que por “creencias”, hemos asumido que HAY QUE DEJARLAS
PASAR”, hasta el día de hoy.

Entre más detalladas, lloradas, re-sentidas (de “volver a sentir”) sean sus cartas, más se
liberarán y por lo tanto, mejor funcionarán sus cartas.

Que hay otras cartas que son para perdonar, para agradecer, para enaltecer el linaje familiar y
bla, bla, bla, sí! Las hay y muchas…..pero no podemos pulir el piso, si no hemos barrido. No se
puede perdonar, sin liberar el dolor.
Y con una buena carta de duelo, el perdón se asume automáticamente, porque ya se vibra en
la frecuencia correcta, porque ya se ha soltado “la mugre”, “el polvo”, y ahora ya, con paz en el
corazón, podemos pulir y fluir.

Así las cosas

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