Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
INTRODUCCIÓN A LA CIENCIA
LECTURA 1
Esta definición fue recogida y reformulada en los años 40 y 50 del siglo XX por el
filósofo inglés Alfred Ayer y por el norteamericano Roderick M. Chisholm, cada uno
por su lado. Los esfuerzos de estos autores dieron lugar a la así llamada “definición
tripartita del conocimiento” que lo presenta como “la creencia verdadera y justificada”,
en torno a la cual ha girado toda la discusión última en torno al conocimiento. Esta
definición tiene tres elementos, que son los siguientes:
(1) S cree que p (donde S es cualquier sujeto y p la proposición del caso; por creer
se entiende aquí el adherir teóricamente a aquello que se cree)
(3) S tiene razones justificadas para creer que p (“por razones justificadas” se
entiende los fundamentos garantizados)
Esta definición parecía poder dar cuenta de todo tipo de conocimiento, por ejemplo
del conocimiento cotidiano. En efecto, si Eduardo cree que el Manchester United ha
ganado la Campionshipscup del 2008, tiene realmente este conocimiento porque lo
afirma así (lo cree), porque esta afirmación es verdadera (coincide con el resultado del
partido entre el Manchester United y el Chelsea), y porque tiene razones justificadas
para creerlo o afirmarlo (vio el partido definitorio por TV, o leyó el resultado en los
periódicos, o se lo contaron amigos que vieron el partido por TV).
1
David Sobrevilla, Introducción a la filosofía. Lima, Editorial Universitaria, Universidad Ricardo Palma,
pp. 69-73.
libro de historia, y siempre ha encontrado esta afirmación reproducida en los diarios y
libros que revisa).
Esta definición tiene además distintas ventajas. En efecto, permite por ejemplo
descartar como conocimiento afirmaciones que podrán ser verdaderas, pero que no
constituyen un conocimiento porque le faltan razones justificadas para sostenerlas. Si
por ejemplo Luis cree que el dólar subirá de precio dentro de dos días y así sucede en
efecto, habrá que preguntarle las razones que tuvo para su creencia. Si él nos
manifestara que era porque se lo dijo una gitana no es una razón justificada. Es decir
que, pese a que la predicción se cumplió, la creencia de Luis que se confirmó como
verdadera no era un conocimiento. En cambio, si Luis hubiera creído en la subida del
valor del dólar porque se lo dijo un analista informado de la situación económica, sí
habría tenido un conocimiento, pues un juicio de un experto sí es una razón justificada.
Además, permite descartar como conocimiento creencias para las que había en un
momento razones justificadas y que eran verdaderas, pero que luego se han mostrado
como creencias no verdaderas. Así, por ejemplo, la creencia generalizada de que Hiram
Bingham había “descubierto” Machu Picchu (una de las siete nuevas maravillas del
mundo, localizada en Perú, en el departamento del Cuzco, construido en el siglo XV
como residencia de descanso y santuario religioso) ha perdido su condición de
conocimiento, al establecerse que un saqueador Alemán había hallado mucho tiempo
antes las ruinas.
En suma, para que exista un conocimiento se requiere que la creencia sea verdadera
y que la persona que sostiene dicha creencia tenga razones justificadas para tenerla. Se
trata, sin embargo, de condiciones necesarias, esto es, que si falta cualquiera de ellas no
hay conocimiento; y además de condiciones suficientes, es decir, que bastaría con que
ellas se presentaran para aceptar que hay conocimiento.
La objeción de Gettier
Vamos a ofrecer ahora una breve exposición sobre la objeción de Gettier. Este propuso
ante todo dos supuestos que son sin duda admisibles. Dichos supuestos son:
1) Se puede estar justificado para creer algo que es falso.
2) Si un sujeto, S, cree justificadamente una proposición p y esta implica otra
proposición q, entonces S está justificado para creer que q. Se trata de un
principio de cierre de justificación.
En este caso, es claro que se cumplen las tres condiciones de la definición tripartita del
conocimiento:
1. Carlo cree que p (que “hay alguien en clase que tiene un Toyota Corolla”)
2. p es verdadera (pues alguien en clase, Rosa, tiene un Toyota Corolla)
3. Carlos tiene razones justificadas para creer que p (ha visto a María llegar a clase en
un
Toyota Corolla y vio en la tarjeta de propiedad que el automóvil le pertenecía, de
donde
ha deducido que “hay alguien en clase que tiene un Toyota Corolla ”).
Sin embargo, nadie diría que Carlos conoce la situación real de pertenencia del
automóvil. Carlos no tiene evidentemente dicho conocimiento. Los ejemplos se pueden
multiplicar ad libitum, casi cuanto se desee.
Para sostener su tesis, Gettier formula una serie de contraejemplos en los que
muestra que individuos a quienes se les pueda adscribir creencias verdaderas y
justificadas, carecen no obstante de conocimiento. Habla específicamente de un tal
Smith, quien acude a una entrevista de trabajo y a quien el Presidente de la compañía le
ha dicho que Jones obtendrá el trabajo. Smith, además, ha contado las monedas que hay
en el bolsillo de Jones (¡nadie sabe cómo!). De lo cual, se tiene que Smith tiene la
creencia justificada de que quien obtendrá el trabajo guarda diez monedas en el bolsillo,
pues el Presidente de la compañía, que es una fuente fiable, le ha dicho que Jones
obtendrá el trabajo y el propio Smith mediante experiencia ha contado el número de
monedas que hay en el bolsillo de Jones. Ahora bien, resulta que al final Jones no
obtiene el trabajo, y quien lo hace es Smith. En ese momento, Smith aprecia que tiene
diez monedas en el bolsillo; por lo tanto, su creencia inicial “la persona que obtendrá el
trabajo guarda diez monedas en el bolsillo,” es, aparte de justificada, también verdadera.
Tiene, así, las tres condiciones: creencia, justificación y verdad. Sin embargo, nadie
estaría dispuesto a atribuir conocimiento a Smith. Esto es un caso en contrario para el
análisis clásico del conocimiento.