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Teoría Psicoanalítica – Cursada 2021

Cuarta Clase Teórica (de Casas – Volta)

4) El tropiezo con lo inconsciente.

De la escena traumática a su “recuerdo inconsciente”. De la escisión de la conciencia al inconsciente. Primera


fórmula de la neurosis. Defensa y constitución del inconsciente. El efecto nachträglich. Los dos tiempos. El valor del
nexo. La “salud aparente” y el retorno de lo reprimido.

Bibliografía obligatoria:
✔ “La proton pseudos histérica” (caso Emma) (1895), AE, I, 400-3.
✔ “Manuscrito K” (1896), AE, I, 260-3.
✔ “La etiología de la histeria” (1896), AE, III, 191-218.
✔ “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa” (1896), AE, III, 163-74.

Bibliografía ampliatoria:
✔ “La sexualidad en la etiología de las neurosis” (1898), AE, III, 257-76.
✔ “Obsesiones y fobias” (1895), AE, III, 75-84.

¿Se han preguntado por el título de esta unidad? ¿Por qué tropiezo con lo inconsciente? Lo
primero que podemos pensar es en el “tropiezo”, es una palabra conocida, solemos usar el verbo
tropezar. Pero veamos algunas definiciones. El Diccionario de la Real Academia Española nos da
muchas definiciones, algunas claramente vinculadas entre si y otras no tanto. Señalamos
algunas:
Tropiezo: 1. m. Aquello en que se tropieza. 2. m. Aquello que sirve de estorbo o impedimento.
3. m. Desliz. 4. m. Causa de la culpa cometida. 5. m. Persona con quien se comete un tropiezo.
6. m. Dificultad, contratiempo o impedimento en un trabajo, negocio o pretensión.
¿Qué leemos en todo esto?, que el tropiezo parece ser una dificultad, un problema. Pero también
sabemos que tropezar se puede usar figuradamente y familiarmente como encontrar casualmente
una persona a otra. Buscando un poco más encontramos esto: heb. generalmente mikshôl,
"obstáculo", "piedra de tropiezo"; gr. próskomma, "tropezadero", "ofensa", "obstáculo",
"impedimento"; skándalon [de donde deriva nuestra palabra "escándalo"], "trampa", "tentación",
"insinuación", "todo lo que ofende"; literalmente, "lo que suelta el resorte de una trampa". ¡Así que
con tropiezo podemos decir todo esto!
Sin duda para Freud fue un encuentro imprevisto con lo inconsciente lo que se produjo mientras
más ahondaba en los tratamientos. No lo buscaba. Se lo encontró. Un encuentro que resultó ser
un acontecimiento, es decir, algo que se escapa de una secuencia repetida de modo lineal y
previsible, algo “fuera de serie”, que como ya sabemos terminó en un “escándalo” que
conmocionó a la racionalidad y al saber científico. Recuerden aquí algo de lo que dijimos en la
Primera Clase. Y el escándalo también nos remite al término que asociaban los médicos de la
época a las histéricas, ¿recuerdan?
Ahora bien, recuperemos algo de una cita de “Estudios sobre la histeria” que les dejamos en la
Tercera clase:
“…cuando el enfermo, digo, acepta él mismo que tuvo que haber pensado esto y aquello, suele
agregar: «Pero no puedo recordar que lo haya pensado ». En tal caso es fácil entenderse con él:
eran pensamientos inconcientes.(…) ¿Se debe suponer que se trata realmente de pensamientos
nunca producidos, y para los cuales existía una mera posibilidad de existencia, de suerte que la
terapia consistiría en la consumación de un acto psíquico interceptado entonces?” (AE, II, p. 304)
A esto nos abocaremos en una primera parte de esta clase, pensamientos inconcientes y su
actualización en el tratamiento, o como dice la cita “consumación de un acto psíquico
interceptado”.
Para ello haremos algunos señalamientos en dos textos que presentan cierta peculiaridad: son
manuscritos, es decir escritos a mano, que nunca fueron publicados por Freud y que se
recuperaron luego de su muerte. Uno de ellos, el Manuscrito K, es un fragmento de una carta

1
dirigida a W. Fliess1 con fecha del 1/1/1896 (fíjense qué manera de festejar Año Nuevo!) y el otro
“La proton pseudos histérica” es el apartado 4 de la Segunda parte de un texto publicado post
mortem (1950) con el título de Proyecto de Psicología (1895) . Pero debemos aclarar que fue
el más extenso manuscrito de Freud producido en 1895, que lo dejó inconcluso y del cual
encontramos muchos comentarios en las cartas a Fliess e incluso le llevó parte de lo escrito
personalmente.
A este cuarto apartado lo conocemos como el caso Emma, que no llega a constituir un caso
clínico como los publicados por Freud en esta época (los que ya estamos leyendo), es más bien
una viñeta, pero es la única referencia clínica que aparece en este enorme texto.

El manuscrito K (1896) Las neurosis de defensa (Un cuento de Navidad)


De este texto leemos en este momento, sólo las tres primeras páginas en las que puntualizamos:
En primer lugar el efecto nachträglich. ¿Qué se entiende por esto? Si decimos “efecto”, lo
tenemos que reconducir y articular con la idea de “causa”. Recién, cuando revisamos las
definiciones del diccionario de tropiezo, vimos que en una de sus acepciones estaba en juego la
noción de “causa”. El problema de la relación entre causa y efecto, problema que recordarán de lo
que vieron en Filosofía el año pasado, con Aristóteles y con el empirismo de Hume, es algo que
ha traído muchos debates en la historia del pensamiento cuando se quiere explicar el “por qué” de
las cosas. La medicina, por ejemplo, maneja con mucha frecuencia cierta idea de causalidad
lineal.

Causa Efecto

Ej. Bacterias, virus, hongos o parásitos Ej: los síntomas de las enfermedades
infecciosas.

A veces la cosa se complica y empieza a “tropezar”, por ejemplo con el COVID.19, cuando
habiendo “causa” no se detectan los “efectos” (los famosos casos a-sintomáticos) y a veces se da
al revés, que habiendo “efectos” no se puede situar fácilmente la “causa” (ej. los síntomas
histéricos). Ante esto último, muchas veces la medicina busca resolverlo de manera elegante
apelando a la idea de una “multicausalidad” o apela a una “conjunción de factores bio-psico-
sociales”, que son formas de decir algo sin explicar nada en realidad! No es esta la vía elegida
por Freud. Recordemos que no estaba de acuerdo con Charcot, Janet ni Breuer que no lograban
establecer una causalidad específica para los síntomas histéricos. Y que él, de la mano de la
teoría de la defensa frente a una representación insoportable de origen sexual, introdujo la
hipótesis de los pensamientos inconscientes. De hecho van a ver que el título de uno de los
apartados de las “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa” (1896) es
“La etiología «específica» de la histeria”. La palabra esta de “etiología” en medicina está referida a
la “causa” de las enfermedades.
El efecto nachträglich del que nos vamos a ocupar ahora corresponde a la manera en que Freud
intenta pensar la causa de los síntomas en psicoanálisis. Vamos a ver que se trata de una
causalidad no lineal, es decir, que no está ordenada en una versión cronológica del tiempo en la
que si yo hago tal cosa primero, después sucede tal otra, al estilo de una “línea de tiempo” como
se enseña en algunas clases de historia. Este término y sus derivados han sido traducidos de
diferentes maneras. A veces esto dependió de las posibilidades del idioma al que fuera traducido
y otras varió según la lectura que se propuso hacer del término el traductor que lo hizo. Como
adverbio, literalmente se traduce “posteriormente”; y como adjetivo, se traduce como posterior,
tardío. Nos detenemos tanto en este término alemán por las dificultades que han aparecido con
su traducción al castellano. En la versión de Etcheverry verán que dice (AE, III, p. 261) “efecto
retardado {nachträglich}”. En la de López Ballesteros, dice “supletoriamente”. A veces lo
1
Les dejaremos en la bibliografía de esta clase las notas realizadas por J. Strachey que preceden
a estas publicaciones, son interesantes de leer porque nos ilustran sobre el contexto de estos
escritos al mismo tiempo que señalan la importancia de los mismos.

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encontramos comentado por algunos autores como “significación a posteriori”, y a veces
directamente como “resignificación”. Esta última nos parece la traducción menos feliz. Si rastrean
en bases de datos digitales las obras completas de Freud, verán que nunca utiliza los términos
“resignifcar”, “resignifica”, ni “resignificación”. Es un fenómeno raro el que sucede, probablemente
ligado a la enorme difusión y correlativa vulgarización del psicoanálisis en Argentina, el que con
tanta frecuencia se quiera llevarlo a ese plano, con el riesgo de inducir a pensar que en el “efecto
nachträglich” se trata de un cambio de un sentido por otro. El prefijo “re” de resignificar, hace
pensar que primero tuvo un sentido, y que luego, a posteriori, se le da otro. Inclusos los
tratamientos psicológicos, las psicoterapias, a veces se piensan de ese modo. “Se trata de que la
gente encuentre nuevos sentidos para las cosas feas que le han pasado en la vida, que re-
signifiquen. Por ejemplo, la famosa frase de Maradona “mi madre siempre decía que le dolía la
panza a la hora de la cena (sentido “descompostura”), de grande entendí que no comía para que
alcanzara para nosotros” (sentido “amor de madre que se priva por sus hijos”). Pues bien, no se
trata de eso lo que nos dice Freud con su efecto nachträglich. No se trata sólo de un mecanismo
generador de sentidos nuevos, sino por el contrario, de la lógica por la cual algo deviene al mismo
tiempo traumático, inconciliable, inasimilable para el yo. El sentido nuevo que adviene, que es
sexual, tiene algo de “indigerible”, en realidad también podría ser considerado un “fuera de
sentido”. Tendremos que seguir trabajando a lo largo del año las relaciones entre lo traumático y
el sentido, porque son complejas. A veces parecen incluso excluirse mutuamente.

Nos interesa señalar varios aspectos novedosos en el planteo de Freud. Él produce un


desdoblamiento de la causa, y esto es algo importante que retengan porque de distintos modos, y
con diversos nombres (ej. predisposición y causa ocasional; fijación y frustración, series
complementarias, factor filogenético) se va a mantener a lo largo de toda su obra.
Están en juego una Causa 1 en un Tiempo 1 y una Causa 2 en un Tiempo 2. Por sí solas no
producen efectos sintomáticos. Lo interesante es que Freud plantea que estos dos tiempos se
articulan, pero no como en una sumatoria lineal donde 2 + 2 = 4. Hay un efecto de retroacción,
que los franceses traducen como après-coup, por el cual lo que sucede “después” afecta a lo que
sucedió “antes” y solo desde allí podrá eventualmente producirse el efecto.

Causa/Tiempo 1 Causa/Tiempo 2 Efecto Sintomático

Esta causalidad/efecto nachträglich nos indica que nunca el recuerdo de un único episodio
traumático produce un síntoma, sino en la medida que es leído desde otro lado, es decir a partir
de otro elemento. Lo traumático entonces va a estar desplegado "entre dos” escenas, ya veremos
justamente la importancia del nexo entre ambos elementos, las representaciones.

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¿Ven las complicaciones que esta lógica introduce? En el tiempo 1 puede no haber sucedido
nada particularmente "grave", y sin embargo, por efecto retroactivo, desde el tiempo 2, adquirir
eficacia patógena, y devenir “inconciliable”. Pero también, puede suceder que en el tiempo 1 haya
sucedido algo supuestamente “terrible” para el sentido común, y sin embargo, no se articule ni
conecte con nada en el tiempo 2 y por lo tanto no quede implicado como tal en ningún proceso
sintomático. Las posibilidades de “prevenir traumas” quedan realmente desdibujadas en esta
lógica. El efecto nachträglich vuelve imposible pensar en psicoanálisis al modo de la “psicología
preventiva”.
¿Cómo es posible semejante “tropiezo” en el orden de las cosas? Tenemos que dar con Freud un
paso más, sin caernos! para plantear que no se trata de hechos o vivencias “en sí”, de “escenas
traumáticas” los que están en la base de los síntomas, sino de los “recuerdos inconscientes” de
las mismas. Son ellos los únicos que adquieren eficacia patógena. Es una temporalidad particular,
hecha de y para “representaciones”, es una temporalidad simbólica. Así como cuando
presentamos la transferencia como anudamiento equivocado (Clase 3) dijimos que el analista
ingresaba no como persona sino como representación en la cadena asociativa del paciente, aquí
también subrayamos la importancia de las representaciones, recuerdos de las vivencias, y no de
las vivencias como tales.
¿Dónde empezamos a leer esto de la causalidad nachträglich en el texto? Freud comienza la
carta manuscrita hablando de su teoría de la defensa. Era en lo que andaba por ese entonces y
plantea: una diferencia entre lo que considera una “tendencia defensiva normal”, esto es el
principio de constancia, (que apunta a la descarga de la excitación en el aparato y a la evitación
del displacer) y una defensa patológica o nociva, que se dirige no contra las percepciones sino
contra representaciones que desprenden un displacer nuevo y actual siendo un recuerdo. Al
revés de lo que suele suceder habitualmente, que como dice el sentido común “con el paso del
tiempo todo se cura y se olvida”, hay algunos recuerdos que desprenden afectos más intensos
que el que tuvieron en su momento como vivencia. Es decir, plantea un recuerdo que excede con
efecto póstumo a lo recordado. Con efecto nachträglich el recuerdo produce un desprendimiento
de afecto más intenso que como vivencia, cuando aconteció. El caso que menciona Freud de
estas representaciones es justamente el de las representaciones sexuales. La condición de esta
peculiaridad es que se trate de recuerdos sexuales que remitan a un “antes” de la pubertad. Esta
es una novedad que plantea el texto. Con lo que veníamos leyendo hasta ahora, teníamos ya
ubicada la importancia del carácter traumático de las representaciones provenientes de la
sexualidad, pero no todavía su conexión con lo infantil. Los historiales de “Estudios sobre la
histeria” tenían ya los dos tiempos en el armado del síntoma (por ejemplo Elizabeth: tiempo 1 el
conflicto entre el Yo de Elizabeth cuidando a su padre y el deseo por ese primer muchacho que la
cortejaba – y Tiempo 2 el conflicto entre el Yo de Elizabeth y su deseo por un hombre que se
pareciera a su cuñado. Pero no hay nada todavía indicado allí sobre el valor de algún recuerdo
infantil concerniente a la esfera sexual).
Freud se pregunta ¿por qué lo sexual es lo que genera el síntoma? Primero se pregunta sí será
que en nuestra sociedad lo sexual está mal visto (piensen en la moral victoriana de la época, no
en la actual donde se invirtieron las cosas y en donde vivimos más bien empujados a la
satisfacción). Como se lo “reprime” socialmente, ¿eso generaría vergüenza y explicaría el
esfuerzo de desalojo? ¿Por eso resultaría nocivo? tal vez en otras sociedades menos estrictas,
como en la de los campesinos esto no ocurra. ¿Entonces donde no haya tanto prejuicio para
ejercer la sexualidad habría menos neurosis? Lo que sucede hoy es muy instructivo al respecto.
Actualmente vivimos en una época de liberación de las costumbres sexuales, hay un empuje
social, casi un mandato a la satisfacción sexual. No es raro escuchar adolescentes vírgenes, de
cualquier sexo y género, preocupados porque aún no han debutado y eso está mal visto. Freud
ya en esa época concluye que no va por ahí la cosa y desecha esta idea. No se trata de la moral
social victoriana. No, no es que en el campo haya menos neurosis. De hecho la había encontrado
en plena montaña con Katharina. El rol patógeno de la sexualidad no es una cuestión originada
desde afuera por el prejuicio social, ni se resuelve “deconstruyéndonos”.
Aquí Freud introduce algo al modo de sospecha. Parece ser que en la propia sexualidad, hay algo
que anda mal y que opera como si fuera una fuente independiente que emana displacer. “Mi

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opinión es que dentro de la vida sexual tiene que existir una fuente independiente de
desprendimiento de displacer” (AE, I, p. 262). Lo traumático está estructuralmente ligado a lo
sexual. Este punto queda sin desarrollar en el texto, pero nosotros lo retomaremos más adelante,
cuando avancemos un poco más.
Entonces, recapitulando, hay determinados recuerdos inconscientes que poseen una intensidad
de displacer muy superior al del momento en que sucedió como vivencia. La tendencia defensiva
normal no alcanza, entonces se produce la defensa patológica que a su término, cuando fracasa,
genera un síntoma en el sentido patológico. De esto el sujeto no tiene ni idea, como en la
tendencia defensiva normal (uno se defiende contra lo que le produce displacer, tiende a evitarlo)
es inconsciente.
Ahora bien, decir “un recuerdo inconsciente” es una paradoja. Porque en principio cuando
recordamos algo, lo traemos a la conciencia. Pero recuerdo inconsciente se trata de un recuerdo
que yo no recuerdo como tal pero que está y produce efectos. A partir de esta paradoja empieza
a pensar la noción de inconsciente. Algo que no recuerda pese a que tiene efectos como un
recuerdo. Así, con esta hipótesis, puede ir más allá del síntoma, el cual está expresando algo, es
un enigma (lo veremos con el caso donde no se entiende por qué Emma sale corriendo de la
tienda) pero es posible de ser interpretado ¿qué me quiere decir?, nos introduce en el plano del
sentido.
Pero antes, revisemos lo último que vemos que aparece en el fragmento recortado del texto, la
primera fórmula del desarrollo de una neurosis, es decir Freud traza lo que sería la trayectoria de
la enfermedad.
¿Cómo la presenta?:
1-Primero sitúa una vivencia sexual prematura, traumática, que ha de reprimirse (aquí habla de
vivencia) ;
2- en segundo lugar, su represión a raíz de una ocasión posterior que despierta su recuerdo
(fíjense que pasa de “vivencia” a “recuerdo”; lo que se reprime es ya el recuerdo) y lleva a la
formación de un síntoma primario de defensa; (este síntoma primario pueden pensarlo
simplemente como la acentuación del rasgo contrario al elemento reprimido, lo que más adelante
podrá ser concebido como un rasgo de carácter acorde al yo, no verdaderamente un síntoma
padecido);
3- en tercer lugar un estadio de defensa lograda, semejante a un estado de “salud aparente”,
(fíjense qué paradoja! La salud es la defensa lograda!) salvo que tenemos la presencia del
síntoma primario;
4-y en cuarto y último lugar, el estadio en que la defensa fracasa, las representaciones reprimidas
retornan, y en la lucha entre éstas y el yo se forman síntomas nuevos, los de la enfermedad
propiamente dicha. Los síntomas propiamente dichos, suponen el fracaso de la defensa y el
“retorno de lo reprimido” (AE, III, p. 170), el resultado de una lucha entre esos recuerdos sexuales
traumáticos y el yo. Ya son formaciones de compromiso. En relación a este cuarto y último
estadio, en el artículo “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa” (1896)
que comentaremos cuando lleguemos al final de la clase menciona, -hablando del origen de los
síntomas obsesivos-, que es “incierto” si el retorno de los recuerdos reprimidos, el fracaso de la
defensa sobreviene de manera casual y espontánea, o a consecuencias de perturbaciones
sexuales actuales, como efecto colateral de estas últimas. (AE, III, p. 170). Algunos años más
tarde, Freud logrará establecer mayores precisiones sobre los tipos de contracción de la neurosis
(1912). Pero lo que sí ya está esbozado aquí es que para que los síntomas propiamente dichos
emerjan, es necesario que se pierda el punto de apoyo que brindaba la defensa lograda y que la
neurosis entonces estalle o eclosione. Respecto de la formación de los síntomas, pueden revisar
aquí el artículo “Obsesiones y fobias” (1895 [1894]). Verán cómo en relación a la génesis de las
representaciones obsesivas, Freud ubica con claridad la relación de sustitución que se establece
respecto de la representación inconciliable que puso en marcha el acto de defensa del Yo. El
afecto o estado emotivo se eterniza, muy lejos de la representación original, sino en otra idea
devenida obsesiva: “siempre es posible hallar dentro de los antecedentes del enfermo, y en el
origen de la obsesión, la idea original, sustituida. Las ideas sustituidas tienen caracteres
comunes; corresponden a impresiones verdaderamente penosas de la vida sexual del individuo,

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que este se ha esforzado por olvidar. Sólo ha logrado remplazar la idea inconciliable por otra idea
inapropiada para asociarse con el estado emotivo, que por su parte permaneció idéntico. Es esta
mésalliance entre el estado emotivo y la idea asociada la que explica el carácter absurdo propio
de las obsesiones” (AE, III, p. 76). Este término en francés de mésalliance, ya lo habíamos visto
cuando la clase pasada hablamos de la transferencia en tanto enlace falso o anudamiento
equivocado. Es el mismo mecanismo en juego en la formación del síntoma obsesivo.

Para entender mejor el efecto nachträglich, vamos a ilustrarlo con el fragmento clínico que suele
llamarse el caso Emma. Es un buen ejemplo para Freud que está poniendo a prueba lo hasta
ahora teorizado. Freud lo titula “la proton pseudos histérica”. La “proton pseudos” es una premisa
mayor falsa en un silogismo, que da como consecuencia una conclusión falsa. ¿Recuerdan los
ejercicios de Lógica? “Si p entonces q”, o “x tal que x” …. etc. Si yo parto de la premisa “todos los
gatos son blancos”, y veo un gato negro, podría concluir equivocadamente “no es un gato”. Falso!
Tendremos que ver cuál es la falsedad o mentira histérica de la que Freud nos habla que funciona
como premisa falsa o proton pseudos de su síntoma.
¿Cómo la presenta a Emma?, no sabemos su edad pero nos dice que llega a la consulta con él
bajo la compulsión de no poder ir sola a una tienda. Lo llama “compulsión histérica”, pero hoy
diríamos que su síntoma es una fobia o un temor a una determinada situación, una agorafobia.
Para ir de compras a una tiende necesita ir acompañada, al menos por un niño. Partiendo del
síntoma, lo que puede relatarle a Freud es un primer recuerdo de cuando tenía 12 años (o sea
poco después de la pubertad). Con esto nos ubicamos ya en el Tiempo 2. En ese entonces va a
una tienda a comprar algo y ve a dos empleados reírse entre ellos. A uno de ellos lo recuerda
bien, ahí sale corriendo presa de terror. Freud menciona que ella asocia con este recuerdo dos
cosas: que los dos se reían de su vestido y que uno le había gustado sexualmente.
No se entiende, dice Freud, qué relación hay entre estos fragmentos, lo que asocia y el efecto
sintomático que produce. Subraya entonces que el síntoma es incomprensible. Ella ya es una
mujer que se viste como una dama y nada cambia en sus ropas por el hecho de ir sola o
acompañada, aunque sea por un niño. Además un niño no podría protegerla! Lo otro que no se
entiende es qué relación tiene esto con el hecho de que uno de los muchachos le gustara. En
otras palabras, Freud no se queda conforme con los recuerdos despertados en el análisis para
explicar la compulsión, ni el determinismo del síntoma. Es necesario un “desciframiento”. El
síntoma es algo a descifrar. Es necesaria una operación de lectura. El problema es que no hay un
código para esto. Necesita de las asociaciones, del armado de la cadena asociativa que lo
conduce a la causa. En la clase pasada, mencionamos los modos de ordenamiento del material
que va desde el síntoma hasta el núcleo patógeno. Hoy vamos a destacar lo que sucede allí pero
sobre todo desde un punto de vista temporal.
Entonces Freud sigue indagando, y encuentra una segunda escena que Emma dice no haber
recordado en el momento en que aconteció la de los vendedores (Escena 1) y nos aclara que
esto no hay manera de probarlo. ¿Que pasó? Ella tenía 8 años cuando fue dos veces (acá la
escena 1 a su vez se descompone en dos) a la tienda de un pastelero para comprar golosinas.
Este señor le pellizcó los genitales a través del vestido. Y ella volvió a ir una vez. Luego de la
segunda vez no fue más. Es interesante este dato, fue una segunda vez, o sea que no hubo nada
“traumático” a evitar en ese primer encuentro, todo lo contrario, ella vuelve. Recién ahora ella se
reprocha haber ido por segunda vez, como culpándose por que eso podría significar que estaba
provocando el atentado. A esto reconduce Freud un estado de “mala conciencia oprimente” que la
enferma padecía actualmente.
Ahora bien, dice Freud, se puede entender la Escena I (8 años) si recurrimos a la Escena II (12
años) pero nos falta encontrar los nexos asociativos entre ambas. Ella lo aporta allí: “la risa” de
los muchachos le recuerda la risotada que lanzó el pastelero cuando la pellizcó. Asimismo, ella
está “sola” en los dos negocios.
Freud reconstruye el proceso así: los empleados de la tienda se ríen, esta risa evoca
(inconscientemente) el recuerdo del pastelero y además está sola nuevamente en una tienda. El
recuerdo del pastelero trae el recuerdo del pellizco, pero ella ahora ya no es una niña, ya es una
púber, por tanto este recuerdo despierta un desprendimiento sexual que se traspone en angustia

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(que en el tiempo de la primera escena era incapaz de hacer) pero de todo este proceso sólo han
llegado a la conciencia algunos fragmentos, jirones. Que el desprendimiento sexual ha devenido
conciente lo prueba el hecho de que uno de ellos le gustara.
Freud rastrea entonces de forma clara cómo se dio el proceso asociativo, pero aclara que para la
paciente en el momento de la huida sólo se le hizo consciente el “vestido”, una representación
inocente, “símbolo del atentado”. Ha habido entonces un sustituto conciente, que guarda relación
pero que resulta inocuo a la conciencia.

Freud nos propone una Figura de todo esto, la escena 2 está en puntos negros, y la escena 1 en
los círculos blancos. En el centro encontramos el “atentado”. Es interesante encontrar este
término bajo la pluma de Freud. El síntoma es el resultado que aparece a la derecha.

Nosotros podemos, por nuestra parte, retomar nuestro primer esquema

Escena I Pastelero Escena II Tienda Síntoma fóbico


8 años – “Atentado” 12 años “compulsión histérica”
Primera vez y Segunda vez

Nexos “Risa” – “Vestido”


“Sola en la tienda”

Entonces este ejemplo sirve, dice Freud, por que se da el caso de que un “recuerdo” despierte un
afecto que como “vivencia” no había despertado, porque entre una escena y otra ha sucedido la
pubertad que le dio una dimensión diferente de lo recordado. No se trata de ninguna percepción

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nueva. Lo que toma por sorpresa el yo, “el yo se entera demasiado tarde (…) no lo esperaba”
(AE, I, p. 406), es el desprendimiento de displacer que ahora parte del recuerdo. Freud nos dice
entonces que “en el caso de la proton pseudos, el recuerdo ocasiona por primera vez el
desprendimiento de displacer” (AE, I, 407). El de Emma es un caso típico que nos ayuda entender
cómo opera la represión y el fracaso de la defensa en la histeria. Se defiende de un recuerdo que
sólo con efecto retardado (nachträglich) ha devenido trauma y engendra el síntoma.
Fíjense qué interesante todo lo que genera esa fuente independiente de desprendimiento de
displacer que hay en la sexualidad. Frente al interés sexual que uno de los empleados de la
tienda le despierta (Escena II), se reactiva el recuerdo del atentado infantil (Escena I) devenido
recién ahora traumático, vía los nexos asociativos. De todo esto, y como opera la defensa,
termina resultando que ahora tiene un síntoma, teme ir sola a las tiendas por temor a que alguien
cometa un “atentado”. “Con esta angustia, tiene miedo de que los empleados puedan repetir el
atentado y se escapa” (AE, I, p. 401). El síntoma es entonces “no poder permanecer sola en la
tienda a causa del peligro de atentado” (AE, I, p. 402),
El síntoma logra que eso que la perturba a ella sexualmente, la irrupción de su propio deseo
como mujer, pase a ser tratado como un atentado que vendría de un hombre. Eso que no tiene
sentido, que no sabe cómo abordar ahora en tanto mujer, logra ser significado como un potencial
ataque, un atentado. De eso puede defenderse. Por paradójico que suene, con eso las cosas se
plantean así para Emma: Una mujer es una víctima posible, un hombre es el agente de un
atentado posible. Ya tiene una proton pseudos traumática que define los roles sexuales. A un
costo muy alto, sintomático, claro está!! Vale decir, el síntoma es una respuesta inconsciente al
no saber sobre la sexualidad. En la nota 21 al pie de la página 403 Strachey señala caminos
posteriores y revisiones de Freud a la luz de sus planteos sobre las mociones pulsionales
inconsciente. Podemos retomar algo de esto cuando abordemos el concepto de pulsión en la
segunda parte del programa. Y también podríamos discutir la viñeta de Emma cuando estudiemos
el papel de las fantasías en tanto marco organizador frente al encuentro con la propia actividad
autoerótica.

Entonces qué aprendemos de esto:


1) Las dos escenas se articulan vía el trabajo asociativo como recuerdos.
2) El atentado vale como elemento reprimido e inconsciente. El recuerdo sólo a posteriori, con
la pubertad, deviene trauma y desprende displacer. Y esta eficacia traumática está dada
por el encadenamiento de las dos representaciones (ligadas a dos escenas).
3) Sólo a partir de este enlace se puede fundamentar la compulsión y el determinismo del
síntoma.
4) Los nexos son “risa” y “vestidos”
5) El recuerdo despierta un afecto que como vivencia no había despertado
6) El desprendimiento sexual que se traspone en angustia, afecto de terror es despertado
retroactivamente.
7) El último paso es el surgimiento del síntoma, la compulsión histérica o “fobia”.

Pasemos a otro texto de la unidad, “La etiología de la histeria” de 1896, el texto está basado en
una conferencia dictada por Freud ante la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de Viena. Él tenía
algo que decir sobre la causa de las neurosis (“avanzar desde los síntomas hasta la noticia sobre
las causas” - AE, III, p. 192), pero obviamente la comunidad científica de su entorno no pudo
apreciarlo. Una primera cuestión para comentarles es el movimiento que realiza desde los
hallazgos que dice haber obtenido por el invento del método de Breuer (método catártico) hacia el
análisis más meticuloso de las causas de los síntomas histéricos. ¡Hasta se anima a criticar el
papel de los estados hipnoides!
Comienza estableciendo una comparación con el arqueólogo que reaparecerá muchas veces en
su obra. Así como un arqueólogo “hace hablar a las piedras”, él tratará de “hacer hablar a los
síntomas de una histeria” (AE, III, p. 192). Nos dice que los síntomas son “símbolos mnémicos”
(“mnémicos” refiere a memoria) de ciertas vivencias de eficacia traumática. Pero aclara que “el

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camino que va de los síntomas de la histeria a la etiología de esta es arduo y pasa por unas
conexiones diversas de las que uno habría imaginado” (AE, III, p. 193). Es decir que el asunto no
se resuelve por lo que el analista pueda imaginar por su cuenta, sino que exigen la reconstrucción
de la cadena asociativa del paciente, una tarea de desciframiento, a partir de las asociaciones
brindadas, para así obtener “una rectificación de efecto retardado {nachträglich} del decurso
psíquico” (AE, III, p. 193) que originó los síntomas. Vemos que Freud mantiene la idea de la
dirección del tratamiento como una rectificación, una segunda oportunidad frente a aquello que
originó los síntomas.
En primer lugar resalta, en relación a la vivencia traumática2, que debe cumplir con dos
condiciones: pertinente idoneidad determinadora (una aptitud adecuada para generar efectos) y
necesaria fuerza traumática. Para explicar esto da ejemplos sencillos e inventados donde en
primer lugar se hace evidente la relación entre un síntoma (da el ejemplo de un vómito histérico –
AE, III, p. 193-194) y la vivencia traumática, su relación es lógica y está justificada no dejando
lugar a dudas (idoneidad determinadora). En cuanto a la fuerza traumática el ejemplo que pone
sobre haber comido una fruta podrida, dice que el asco producido no era suficiente, no podría
haber perdurado en un síntoma histérico.
Después de establecer estas dos condiciones, Freud nos señala que aquí “tropezamos” (AE, III,
p.194) con una dificultad. ¿Cuál es el escollo? No se suelen cumplir ambas simultáneamente, o
se da una sin la otra. Muestra que no está en juego un esquema sencillo y lineal como señalamos
al principio de esta clase. Recuerden también, la duda de Freud en el caso Emma con el relato de
la escena de los muchachos que ríen, porque no la considera con la suficiente “fuerza traumática”
y por eso sigue indagando. Eso solo no explica nada y conduce a la paciente a seguir hablando
para hallar otra escena más apta, más sustantiva, lo que lo lleva a recorrer hilos asociativos que
vinculan los recuerdos hallados. Este punto es interesante para recuperar la idea de “cadena
asociativa” que vimos en la Tercera clase. Esta parte del texto nos recuerda mucho a lo planteado
en “Sobre la psicoterapia de la histeria”. Se intercalan muchas escenas ineficaces como
transiciones necesarias hasta que desde el síntoma finalmente se pueda acceder a la escena de
genuina eficacia traumática. Lo dice explícitamente: “La cadena asociativa siempre consta de más
de dos eslabones; las escenas traumáticas no forman unos nexos simples, como las cuentas de
un collar, sino unos nexos ramificados, al modo de un árbol genealógico (…) de una familia cuyos
miembros, además, se han casado entre sí” (AE, III, p. 196-197). No es una árbol “prolijo”
digamos! Un poco más adelante se detiene en explicar esta red, con “puntos nodales”, cadenas
que convergen en varios síntomas y varias cadenas que convergen en un síntoma. Es decir, se
ocupa de resaltar la idea de la “sobredeterminación” del síntoma. Es interesante ver cómo
conviven en Freud estos dos costados para intentar dar cuenta de aquello inconsciente que está
en la base de los fenómenos que quiere explicar. Por un lado “tropiezo” y por otro
“sobredeterminación”. De todo esto concluye que “comunicar la resolución de un solo síntoma
coincide con la tarea de exponer un historial clínico completo” (AE, III, p. 196). Por eso nos
pasaba que cuando leíamos los ejemplos de conversión por simbolización de Frau Cäcilie M. nos
faltaban elementos que hacen a la lógica del caso.
Aquí introduce preguntas, sobre el punto final o de llegada de estos caminos que han de
recorrerse por los hilos asociativos que se entrecruzan y entretejen. Es categórico: “infaliblemente
se termina por llegar al ámbito del vivenciar sexual” (AE, III, p. 198). Esto pasa a ser una
condición etiológica. Como suele suceder, en sus textos supone objeciones en su lector pero
sigue adelante (cuando dio la conferencia seguramente no tuvo objeciones por desconocimiento
de su público). Formula casi al final de la p. 199 una premisa indispensable: la injerencia de
fuerzas pulsionales sexuales en la causación de los síntomas histéricos. Más adelante,
estudiaremos los desarrollos y cambios que se producen en la teoría con la introducción del
concepto de pulsión sexual (1905). La cuestión aquí que la causa queda establecida y referida en
torno al vivenciar sexual. En “La sexualidad en la etiología de las neurosis” (1898) lo sintetiza
en estos términos: “Por medio de ahondadas indagaciones he llegado en los últimos años al

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Recuerden lo que estudiamos en la Clase sobre la Primera Clínica : buscaban el recuerdo de le escena que engendró el síntoma
para descargar el afecto estrangulado
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discernimiento de que unos factores de la vida sexual constituyen las causas más próximas y de
mayor sustantividad práctica en todos los casos de afección neurótica” (AE, III, p. 257).
Pero sigamos con su teoría sobre la etiología de la histeria en este momento. El ámbito sexual al
que hace referencia no aparece referido de una manera sencilla por las pacientes. En primer
lugar, se produce el hallazgo de vivencias sexuales situadas en el período de la pubertad que
“parecen” últimas. Algunas de ellas son poco importantes, banales en apariencia, pero como
asevera Freud se debe buscar el determinismo de esos síntomas en otras vivencias, más lejanas
en el tiempo, situadas en la época de la niñez temprana. Lo pone como pregunta pero hacia allí
van sus argumentos que dan como resultado una teoría psicológica novedosa (no interviene la
herencia, ni las teorías de la degeneración e interviene el mecanismo psíquico de la defensa)
sobre la histeria y que a nosotros nos remite otra vez a Emma. Ahora bien, estas vivencias
sexuales infantiles tienen determinadas características, son vivencias sexuales más uniformes, no
tan dispares como las que las pacientes traen como recuerdo de la pubertad y dice Freud, no se
trata del despertar sexual de la pubertad. En ocasiones son estimulaciones de los genitales,
acciones semejantes al coito, pero en su mayoría son vivencias banales “experiencias en el
cuerpo propio, como impresiones visuales y comunicaciones oídas” (AE, III, p. 200) Fíjense,
cosas vistas u oídas. ¿Por qué afectarían tanto finalmente? Aquí Freud da una respuesta
“evolutiva”. Esos influjos se vuelven nocivos porque afectan a un órgano todavía no evolucionado,
todavía no preparado. Está en juego aquí la idea de que el encuentro con la sexualidad, en un
tiempo en que el individuo no está maduro o apto para esto, puede resultar nocivo y tener efectos
duraderos en la edad madura. “cierto estado infantil de las funciones psíquicas, así como del
sistema sexual, es indispensable para que una experiencia sexual sobrevenida en ese período
despliegue luego, como recuerdo, un efecto patógeno” (AE, III, p. 211). Se trata de un encuentro
prematuro con el sexo.
Esto luego va a cambiar mucho en Freud, cuando se dé cuenta de que tampoco la “madurez”
resuelve el problema que le genera la sexualidad al ser humano. Es que sigue existiendo esa
famosa “fuente independiente de desprendimiento de displacer” (AE, I, p. 262). Pero en este
momento, y con esta premisa ya establecida Freud plantea lógicamente, que tenemos que llevar
el análisis hasta la niñez temprana, hasta el máximo donde llegue la capacidad de recordar del
paciente. Pasando por los hilos asociativos, habrá que acceder a los recuerdos de las vivencias
(una o varias) de contenido sexual en un tiempo prematuro, y pertenecientes a la tempranísima
niñez. Así lo dice en “La sexualidad en la etiología de las neurosis” (1898): “Por un curioso rodeo,
(…) uno puede llegar a tomar noticia de esa etiología, y a concebir que el enfermo no sepa
decirnos nada de ella. Y es que los sucesos e injerencias que están en la base de toda
psiconeurosis no corresponden a la actualidad, sino a una época de la vida del remoto pasado,
por así decir prehistórica, de la primera infancia, y por eso no son consabidos para el enfermo.
Este los ha olvidado —sólo que en un sentido preciso—.” (AE, III, p. 261). Los ha olvidado, por
efecto de la defensa. “Es lo que de hecho sucede en el caso de las psiconeurosis. Su etiología
eficiente está en vivencias de la infancia, y también aquí ciertamente —y de manera exclusiva—,
en impresiones que afectan la vida sexual” (AE, III, p. 272). El hecho de que pueda haber
síntomas ya en la infancia le hace suponer que las vivencias buscadas tienen que ser muy
tempranas.
Esto último dispara una pregunta, que reaparecerá de modo sostenido en su obra, en relación al
estatuto de esos recuerdos. Freud ya aquí los discute ¿realidad o fantasía? Pueden ampliar
leyendo, si les interesa, el manuscrito M. (AE, I, p. 293). Podría ser que algunas fantasías se
intercalen defensivamente falseando el acceso al recuerdo inconsciente buscado, fragmentando y
recombinando fragmentos de lo visto y lo oído en una secuencia temporal alterada. Pero respecto
de estos recuerdos últimos, tal como sucede en un rompecabezas con la pieza faltante, Freud
piensa son “necesarios”, en el sentido de una necesidad lógica: “Así como en los rompecabezas
infantiles se establece, tras mucho ensayar, una certeza absoluta sobre la pieza que corresponde
a cada uno de los espacios que quedan libres —porque sólo esa pieza completa la imagen, al par
que su irregular contorno ajusta perfectamente con los contornos de las otras, pues no resta
ningún espacio libre ni se vuelve necesaria superposición ninguna— también las escenas
infantiles prueban ser por su contenido unos irrecusables complementos para la ensambladura

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asociativa y lógica de la neurosis, y sólo tras su inserción se vuelve el proceso inteligible
{verständlich] —las más de las veces uno preferiría decir: evidente por sí mismo
[selbsverstäandlich}” (AE, III, p. 204) . El proceder de Freud es cartesiano. Busca certezas donde
apoyarse, una verdad evidente (“clara y distinta”) y el recuerdo inconsciente resulta ser entonces
una hipótesis necesaria.
De esos recuerdos sexuales infantiles arrancan tanto la reacción defensiva frente a las vivencias
de la pubertad (Ej, Emma en la tienda a los 12 años), como el desarrollo de sus síntomas. Estos
últimos son una suerte de “símbolo mnémico” habíamos dicho, un monumento recordatorio. El
momento del estallido de la neurosis se deja reconducir a un conflicto psíquico: “una
representación inconciliable pone en movimiento la defensa del yo e invita a la represión. (…)
“ese afán defensivo tiene el efecto patológico de esforzar de manera efectiva hacia lo
inconsciente el recuerdo penoso para el yo, y crear en su lugar un síntoma histérico. (…) La
defensa alcanza ese propósito suyo de esforzar fuera de la conciencia la representación
inconciliable cuando en la persona en cuestión, hasta ese momento sana, están presentes unas
escenas sexuales infantiles como recuerdos inconscientes, y cuando la representación que se ha
de reprimir puede entrar en un nexo lógico o asociativo con una de tales vivencias infantiles (…)”
(AE, III, p. 209).
Esas escenas infantiles están presentes como “recuerdos inconscientes”. Solo en la medida en
que son inconscientes pueden producir y sustentar síntomas histéricos, y por eso la cura busca
hacerlos conscientes. “Los síntomas son retoños de unos recuerdos de eficiencia inconsciente”
(AE, III, p. 210)

Podríamos resumir así la teoría que nos está presentando Freud en este texto:
a) ningún síntoma surge de una vivencia real sola, sino que siempre interviene en la causación
del síntoma los recuerdos de vivencias anteriores que se despiertan por vía asociativa.
b) La eficacia de esos recuerdos anteriores es póstuma.
c) Esas escenas tempranas están presentes como “recuerdos inconscientes” (sólo de esta
manera pueden producir y mantener síntomas histéricos).
d) Las escenas sexuales infantiles constituyen la predisposición a contraer la enfermedad, cobran
eficacia patógena cuando son despertadas como recuerdos inconscientes.
e) El momento en que son despertados supone un conflicto psíquico.
f) El síntoma surge como monumento recordatorio en lugar de aquel recuerdo que permanece
inconsciente.

En relación al valor patógeno del recuerdo sexual infantil inconsciente nos parece importante
subrayar los términos con los que Freud se refiere a él. Son términos que acentúan el hecho de
que la sexualidad irrumpe para el hombre bajo una forma no armónica, es decir, que no hace
pareja. No ingresa estrictamente como algo “sexual” en el sentido adaptativo biológico con un fin
reproductivo (la polaridad y complementariedad macho/hembra). Así dice cosas como “desigual
pareja”, “desvalimiento frente a una voluntad arbitraria”, “despertado prematuramente”,
“imperfecto dominio”, “desproporciones grotescas y trágicas” (AE, III, p. 213).
Tomando en consideración esto, el carácter supuestamente incomprensible y desproporcionado
de la reacción histérica y de los síntomas (eso que llevaba a algunos médicos a decir que eran
solo unas exageradas) es en realidad proporcional al estímulo excitador inconsciente, y
lógicamente entendible. Pero esto sólo se recupera en un análisis. Freud reestablece la
proporcionalidad secreta y escondida entre una disarmónica y desdoblada causa sexual con el
síntoma en tanto efecto, respuesta de compromiso e intento de solución. No pierdan de vista esta
idea que se mantiene de aquí en más en psicoanálisis. El síntoma siempre responde y suple de
alguna forma la disarmonía estructural de la sexualidad.

Ya concluyendo el texto, Freud avanza y extiende el valor etiológico de la vivencia sexual infantil
de la histeria a las otras neuropsicosis de defensa. Es lo que desarrolla en el otro artículo incluido
en esta unidad. Pero antes de pasar a él, subrayemos su último comentario de este que venimos
revisando. Más allá de la teoría psicológica que ha elaborado acerca de la causa y mecanismos

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de formación de los síntomas histéricos, Freud nos dice que está orgulloso del procedimiento que
ha inventado, de “este nuevo método de investigación”. Lo está incluso más que de los resultados
que por el momento ha obtenido. Deposita en él “la esperanza de obtener una nueva y mejor
inteligencia de todas las perturbaciones psíquicas funcionales. No puedo creer que la psiquiatría
demore mucho en servirse de esta nueva vía de conocimiento” (AE, III, p. 218). Sabemos que a
Freud le fallaron los pronósticos y que lamentablemente no fue así. La tesis de la etiología sexual
infantil cosechó múltiples detractores entre los médicos psiquiatras de la época. Esto va a
determinar la continuidad bastante solitaria, al menos durante varios años, en su trabajo.

El otro texto propuesto, que nos queda por presentar para este tema es Nuevas
puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa (1896). Al leerlo van a apreciar que
Freud va en la misma dirección y desarrolla algunos aspectos, en su intento de “ampliar la base
clínica” de su teoría psicológica, con el aumento de pacientes que ha tratado en esos dos últimos
años. Habla de 13 pacientes nuevas. Él había publicado “las neuropsicosis de defensa” en 1894.
No nos centraremos en los aspectos psicopatológicos del artículo, que tiene y muchos, sobre todo
en lo referido a los mecanismos de formación de síntomas. Los revisarán al detalle en otro
momento, más adelante.
Privilegiamos por ahora la secuencia referida a la causa. Del mismo modo en que lo venía
haciendo, acá nos propone que los síntomas de la histeria se vuelven inteligibles
reconduciéndolos a vivencias de eficacia traumática, y mantiene la idea de que estos traumas
psíquicos se refieren siempre a la vida sexual. Esto ya lo había dicho en la “Comunicación
preliminar” y en el texto de “las Neuropsicosis de defensa”. Lo que agrega respecto de los
anteriores son esencialmente dos cosas: la naturaleza de los traumas sexuales y el período de la
vida en que acontecieron.
Postula que es preciso que ocurran en la niñez temprana (aparece el elemento infantil) y que su
contenido tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales (equivalente a un coito).
Esto último parece decir algo más que lo simplemente “visto” u “oído”. Está claramente en juego
una experiencia de satisfacción que toca el cuerpo, que compromete al cuerpo. También aparece
mencionado que la posición que adopta la histérica frente al encuentro desproporcionado con el
sexo, es de “pasividad”. Esto lo vimos muy bien con Emma y la cuestión del “atentado”.
Agreguemos nosotros, que dicha toma de posición suele ir luego acompañada en los pacientes
de la adopción de una posición de víctima generalizada en la vida, sujetos víctimas de lo que le
hacen los otros, a quienes nunca le falta un verdugo! En contrapunto, en el segundo apartado,
dedicado a la naturaleza y mecanismo de la neurosis obsesiva, Freud propone que la posición
adoptada frente al encuentro problemático con el sexo es de “actividad”, algo que luego se
reprochará. Lo conjetura a partir de cómo son los síntomas obsesivos, del carácter impuesto e
infundado que tienen. Freud los lee como reproches mudados, y referidos también a una acción
sexual prematura. Pero en este caso Freud habla de una agresión realizada con placer. De todos
modos en estos últimos no deja de suponer un trasfondo de síntomas histéricos que se dejaría
reconducir a una escena de pasividad sexual anterior. Más allá de estas distinciones entre
“pasividad” y “actividad”, lo importante a retener aquí es el carácter ajeno y disruptivo que tiene el
encuentro con el sexo en ambos casos. Por otro lado, es llamativo, en contraste con lo que
vamos a leer más adelante, que Freud excluya explícitamente a la masturbación activa de la lista
de las nocividades sexuales de la niñez temprana patógenas. Si la hubiera, sería sólo el resultado
del abuso o de la seducción.
En la discusión de estas ideas Freud advierte que le podrían objetar que esto ya suele suceder en
la infancia frecuentemente (juegos con hermanos mayores, abusos varios), y que eso no le da
proporcionalmente gran valor etiológico; o que se le podría restar eficacia a la vivencia por
tratarse de un ser no desarrollado, un argumento del tipo “no pasa nada, total es chico.” También
advierte que le podrían criticar que él mismo está sugestionando a sus pacientes, o alimentando
la creencia “en las novelas que ellos mismos inventan” (AE, III, p. 165).
Acá Freud se pone serio y dice que esto último sólo puede afirmarlo alguien que no ha indagado
psicoanalíticamente, que no ha buceado en el alma humana. Y a la otra objeción la refuta

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diciendo que en realidad, la vivencia misma que le discuten no es la que posee efecto traumático,
sino su reanimación como “recuerdo” luego de la pubertad.
Para sostener todo esto señala que con el método psicoanalítico es comprobable el nexo lógico
que los síntomas, hábitos de vida, y fobias tienen con las vivencias infantiles. Ahora bien, no se
puede indagar sobre estas últimas de modo directo. El paciente no posee un saber consciente, su
huella sólo se descubre en los síntomas de la enfermedad (síntoma como sustituto, eslabón de la
cadena, etc.). Dice: “Yo mismo no daría crédito a estos peregrinos descubrimientos si ellos no se
volvieran cabalmente confiables por la plasmación de la posterior neurosis” (…) “la ensambladura
lógica de las exteriorizaciones neuróticas vuelve imposible desautorizar esos recuerdos que
afloran desde el vivenciar infantil y se han conservado fielmente” (AE, III, p. 166).
En consecuencia, plantea nuevamente la importancia del segundo tiempo, momento posterior a la
pubertad, donde toda vivencia o excitación que ocasione el estallido de la histeria sólo ejerce su
efecto, comprobable, por despertar la huella que no deviene consciente pero que conduce al
desprendimiento de afecto y a la represión. El término de proceso es la formación del síntoma.
Con lo presentado hasta acá podemos reflexionar sobre la teoría de la defensa que vimos en la
Unidad 2 y avanzar un poco más. La defensa es eficaz al esforzar de la conciencia la
representación insoportable (“inconciliable” decía el texto “Las neuropsicosis de defensa”) sólo
cuando están presentes escenas sexuales infantiles como recuerdos y cuando la representación
que se ha de reprimir entra en nexo lógico con una de esas vivencias presentes. Es decir, la
defensa interviene como respuesta activa ante recuerdos de vivencias sexuales infantiles
reanimados según el efecto nachträglich. Pasarán a ser recuerdos inconscientes.
Frente a un caso de inconciliabilidad en la vida de representaciones en alguien hasta ese
momento “sano”, Freud piensa que tiene que haber una aptitud, o predisposición para la reacción
“desde antes”. Pero esto no se trata de algo heredado o congénito. Se trata del efecto “póstumo”
del trauma infantil sexual. Dicho de otra manera, sólo consiguen reprimir el recuerdo de una
vivencia sexual penosa de la edad madura aquellas personas en quienes esa vivencia es capaz
de poner en vigor, despertar, activar, la huella mnémica de un suceso infantil y elevarlo entonces
a un estatuto de trauma. Los traumas sexuales infantiles producen efectos retardados
(nachträglich) como vivencias frescas, pero entonces las produce inconscientemente.
Con todos estos puntos en mente, podemos finalizar la clase leyendo esta cita de “La sexualidad
en la etiología de las neurosis” (1898): “A partir de estos nexos acaso se comprenda por qué
unas vivencias sexuales de la infancia forzosamente tendrán un efecto patógeno. Pero sólo en
mínima medida despliegan su efecto en la época en que se producen; mucho más sustantivo es
su efecto retardado {nachträglich}, que sólo puede sobrevenir en períodos posteriores de la
maduración. Este efecto retardado arranca, como no podría ser de otro modo, de las huellas
psíquicas que las vivencias sexuales infantiles han dejado como secuela. En el intervalo entre
vivenciar estas impresiones y su reproducción (o, más bien, el reforzarse los impulsos libidinosos
que de aquellas parten), no sólo el aparato sexual somático sino también el aparato psíquico ha
experimentado una sustantiva plasmación, y por eso a la injerencia de esas vivencias sexuales
tempranas sigue ahora una reacción psíquica anormal: se generan formaciones psicopatológicas”
(AE, III, p. 273). El paso que daremos a partir de la próxima clase es estudiar cómo es que se
estructuran dichas formaciones del inconsciente, pero que no siempre son psicopatológicas en el
sentido del síntoma.

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