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Cuando seas grande

Ana Catalina Burbano


© 2011, Ana Catalina Burbano Ilustraciones de Tito Martínez
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Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.

Primera edición en Alfaguara Ecuador: Mayo 2011

Ilustraciones: Tito Martínez


Corrección de estilo: Marlon López
Diagramación: Roque Proaño

ISBN: 978-9942-05-083-0

Impreso en Ecuador por Nuevo Arte

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo
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A papá y mamá, cuando sean grandes.
Índice

Tani……………………………………11
El primer día de clases……………………19
Lo que escondía la torta de cumpleaños…29
Sordo, loco y ciego………………………43
El amigo…………………………………51
La culpa la tiene Tani……………………59
El fantasma que vino del mar……………65
Mamá y papá……………………………75
Fábula de una estrella y un duende………87
Cuando seas grande………………………93
El teatro de los duendes…………………103
Tani

Tani era flaquita y frentona; tenía


el cabello escaso, un lunar que brillaba
como una mosca encima de la ceja iz-
quierda y, por si fuera poco, usaba unos
lentes gruesos, los llamados «lentes de
botella», pero ella nunca olvidaba po-
nérselos, porque de lo contrario iría por
ahí dándose de tropezones y, al llegar la
noche, tendría los codos y las rodillas
lastimados.
Algunos niños afirmaban que Tani
era un auténtico patito feo: «¡cua-
tro ojos!, ¡frentona!, ¡patas flacas!,
¡mosca-muerta!, ¡pelada!». Ya casi se
había acostumbrado a escuchar estas
muestras de cariño, inclusive de boca
de sus propios hermanos, dos diablejos
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que se entretenían haciéndole la vida


imposible.
Y aunque no faltaba quien creyera
que a su edad su aspecto físico debía
importarle poco, cuando tenía que pei-
narse para ir a la escuela, Tani prefería
hacerlo frente al vidrio oscuro de la
ventana de su cuarto. Gracias a los to-
nos verde-azulados de los vidrios que
cubrían la pequeña ventana, se com-
placía observando cómo se desdibu-
jaban sus bien conocidos rasgos, esos
que los espejos le devolvían intactos
haciéndola sentirse triste y avergonza-
da cada vez que se descubría reflejada
en alguno de ellos.
Así fue como la descubrí, observán-
dose de reojo, perdida en sus ensoñacio-
nes como casi siempre. Imaginándose
que era y no era Tani. Tratando de en-
contrar para sí misma un rostro nuevo,
entre los múltiples semblantes que le
ofrecía esa ventana mágica.
Mamá, que era muy linda, le ha-
bía regalado un espejito de mano. El
espejito, dorado y reluciente como un
fino pez de oro, era una verdadera joya
que la hijita de cualquier amiga suya
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habría querido tener. Aunque esto re- excepto a papá, que tenía un alto con-
sultara difícil, porque mami se lo ha- cepto de sí mismo.
bía comprado a un marinero errante, Un día llegó de visita una vecina,
de esos que pasan solamente una vez amiga de mamá, que era muy buena
por la ciudad donde uno vive. Y aun- persona pero despistada. Cada vez que
que Tani gustaba mucho del espejito, se encontraba con Tani, lo primero que
que parecía recién salido del fondo del hacía era recordarle: «¡Ay, Tani, cada
mar, se las ingeniaba para dejarlo ol- vez más parecida a su papá!». La veci-
vidado en cualquier parte. Por lo que na en cuestión, a quien todos admiraban
mamá había llegado a la conclusión de porque tocaba el saxo en una banda de
que su hijita era extraña. jazz, apareció saludando a Tani con voz
Papá, en cambio, cuando la encon- cantora: «¡Tani, la niña de la sonrisa de
traba soñando despierta, proclamaba porcelana!».
con una amplia sonrisa: «¡Mi Tani es Tani pensó en la vajilla que su ma-
guapa e inteligente como su padre!». Y dre exhibía en la vitrina del comedor.
lo repetía con voz triunfante para que Seis tacitas con forma de tulipanes,
todos lo oyeran. Entonces, Tani se que- ocho platillos que parecían hojas de
daba calladita pensando que su papi era parra y dos teteras de cuello largo, todo
feo pero inteligente, porque cada vez de fina porcelana blanca con bordes
que la encontraba distraída adivinaba lo dorados. La vajilla parecía una señora
que ella estaba pensando. de cuello estirado. «Algo quisquillosa
El caso es que cuando el padre ha- —había dicho Tani—, porque nadie po-
cía esta clase de cosas, Tani se volvía un día tocarla ni acercársele demasiado».
poco más chica, como que se encogía, Mami estaba orgullosa de ella, de la
lo cual hacía que su frente apareciera vajilla, que era un recuerdo de familia y
más grande de lo que ya era. Por eso por eso la guardaba con siete llaves, jun-
a nadie que tuviese un poco de sentido to a la tetera alemana de la abuela, una
común se le ocurría decirle esas cosas, que tenía un faro azul pintado a mano y
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al cual Tani contemplaba imaginándose día llegar a resultar bonito o elegante.


cómo sería la vida de la persona que vi- Quizás se trataba de algo tan especial
vía ahí adentro. Muchas veces se vio a que no podía verse reflejado en ningún
sí misma viviendo en un faro, avistando espejo. Y se ilusionó tanto con esta idea
buques fantasmas en una isla perdida que durante la cena llegó a escapársele
del fin del mundo, donde el único es- lo que había dicho la vecina… Entonces
pejo posible serían las aguas del mar, mami, que era una persona de respues-
siempre tersas y verde-azuladas. tas rápidas, replicó sonriente: «¡Eso es
¡Tani, la niña de la sonrisa de por- porque cepillas muy bien tus dientes!».
celana! Esto era lo que había dicho la Y aunque todos se sorprendieron
vecina. Y mami estaba orgullosa de su alegremente al ver que salía corriendo
vajilla de porcelana, eso lo sabían todos. en busca de su espejito de mano, nadie
¡Pero nunca había dicho que estuviese entendió después por qué lloró tanto
orgullosa de la sonrisa de Tani! De eso al darse cuenta de que sus dientes eran
ella estaba segura. tan blancos y brillaban con tanta fuerza
Pasó la tarde muy atareada, yendo como la vieja vajilla de porcelana.
y viniendo, entre la vitrina del comedor
y el vidrio oscuro de la ventana de su
cuarto, tratando de descubrir qué te-
nían en común su sonrisa y la vajilla de
porcelana. Pero fue inútil: al llegar la
noche no había encontrado todavía una
explicación. Intentó calmarse pensando
que, dado que la vajilla de porcelana
era una cosa que todos admiraban, a lo
mejor había en su aspecto físico algo
de lo cual podía sentirse orgullosa…
Un detalle que, bien mirado, hasta po-

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