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El club de las ex novias

Rhonda Nelson

El club de las ex novias (12.12.2007)


Título Original: The Ex girlfriends’ Club (2007)
Editorial: Harlequín Ibérica
Sello / Colección: Tentación 254
Género: Contemporáneo
Protagonistas: Ben Wilder y Eden Rutherford

Argumento:

TENÍA QUE OLVIDARSE DE ÉL PARA SIEMPRE… Y QUIZÁ LA MEJOR MANERA


DE HACERLO FUERA OFRECERSE A PROTEGERLO…
La agente de policía Eden Rutherford tenía sólo una debilidad… Ben Wilder. Con
sólo mirarla hacía que perdiera el control, el corazón… y la ropa interior.
Después de estar tres años fuera del pueblo, Ben había vuelto y Eden trataba de
estar preparada para el reencuentro. Primero, por lo que pasaría con su libido. Y
segundo, por cómo iba a reaccionar al enterarse de que otras ex novias de Ben y
ella habían creado una página web para humillarlo. Pero una de esas mujeres
había ido demasiado lejos...
Eden tenía que enfrentarse con una acosadora y además controlar su atracción
por el recién llegado…
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1
Artemis525. Creo que alguien tiene que partirle el corazón a Bennett. Literalmente.
Arrancárselo del pecho y aplastárselo con un cortacésped. <BFG>

Eden Rutherford leyó el último mensaje que habían enviado al foro y sintió un
incómodo nudo en el estómago. Sin duda, ella seguía siendo una novata en el cuerpo
de policía de Hell, en Georgia, pero incluso una novata podía distinguir el tono
amenazador de aquel mensaje. Agarró el teléfono para llamar a Kate, su mejor amiga
y cofundadora del Club de las Ex novias. En ese mismo instante, sonó el teléfono. Al
mirar la pantalla comprobó que su amiga Kate se le había adelantado.
-¿Lo has visto? -le preguntó Kate.
-Sí -dijo Eden, molesta. El foro era su espacio de juego cibernético y aquel extraño
mensaje desentonaba-. Estaba a punto de llamarte.
Kate suspiró y dijo:
-Esta mujer empieza a asustarme, Eden. ¿Aplastárselo con un cortacésped? Creo que
deberíamos echarla del foro.
A Eden se le había ocurrido la misma idea, pero ni siquiera estaba segura de que eso
fuera posible. Desde luego, el propósito del foro era despreciar a Bennett Wilder, o a
cualquier otro hombre que se dedicara a los romances de usar y tirar, pero aquello
era pasarse de la raya.
Sin duda, después del daño que él le había hecho a ella y al resto de las participantes
en el club, sería gratificante que a Bennett se le rompiera el corazón, en sentido
figurativo. «Ha dejado muchas víctimas en el camino, incluyéndome a mí», pensó
Eden.
Pero lo de partirle el corazón literalmente, estaba fuera de cuestión.
O al menos, para todas las víctimas de Bennett menos para una.
Artemis525 había empezado a participar en el foro hacía un par de semanas, y había
algo en ella que a Eden no le gustaba. Aunque la página estaba dedicada a Bennett,
un par de meses después de colgarla en la red, su terapia humorístico-vengativa
había cumplido su propósito y las participantes habían pasado a contarse los
problemas de la vida diaria, en el trabajo, en la familia, y en el amor.
Originariamente, lo que las había unido era el hecho de que el chico malo de Hell les
hubiera partido el corazón pero, desde luego, no era ése el motivo que las mantenía
en contacto.
Eso era lo que hacía que el mensaje de Artemis525 fuera tan extraño. Aparte de que
ella había aparecido de pronto, en el foro llevaban tiempo sin hablar de Bennett.
Sin avisar, la imagen de un hombre de cabello oscuro, largas pestañas y labios
sensuales apareció en su cabeza, provocándole un fuerte sentimiento de añoranza.
Ben Wilder, el hombre alto, fuerte y con sonrisa traviesa, debería tener una etiqueta

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de advertencia. Después de todo ese tiempo, su recuerdo todavía provocaba que se le


acelerara el corazón y que se le formara un nudo en el estómago. Eden suspiró de
nuevo.
Bennett se había marchado del pueblo hacía tres años, pero era raro el día en que ella
no pensaba en él. ¿Patético? Sin duda. Pero Eden no podía evitarlo.
De hecho, para su vergüenza, ella nunca había sido capaz de mantener la razón
cuando se trataba de Bennett, algo qué se hacía evidente cada vez que intentaba
resistirse a él. Bastaba con que él hiciera un gesto con el dedo para que ella acudiera a
su lado. La fuerte atracción que siempre había sentido por él jamás habías estado
controlada por lo racional, sino por el corazón y su cuerpo, excluyendo al cerebro y al
sentido común.
Se trataba de Bennett, su Ben, y como tal, siempre ocuparía un lugar especial en su
corazón roto.
Aunque había sido un buen chico, buen estudiante y gran atleta, durante los años de
colegio, en el último año de instituto había sucedido algo que lo había hecho cambiar
de manera radical.
Para empezar, él la había dejado justo antes del baile del instituto. En aquel
momento, aquella era la peor de las humillaciones que se podían sufrir, sobre todo
porque no tenía motivo aparente para hacerlo y la había dejado sin avisar.
Eden se había quedado destrozada y, hasta ese momento, todavía no sabía por qué lo
había hecho.
Después, había empezado a sacar malas notas y a tener malas compañías. En menos
de un mes, se había convertido en su cabecilla. Lo más doloroso de todo era que se
había convertido en un ligón y se había acostado con casi todas las chicas del
condado.
Fumaba. Bebía. Blasfemaba. Se dejó crecer el cabello y se puso un pendiente en la
oreja, un gesto sin importancia pero que resultaba escandaloso en el pequeño pueblo
en el que vivían.
Y la primera vez que él la miró como diciéndole: «pequeña, puedo hacer que tu
mundo cambie por completo», ella se derritió sin más.
Eden había picado el anzuelo sin dudarlo.
Pero Bennett Wilder tenía la extraña capacidad de hacer que una chica se sintiera
como si fuera la única mujer del planeta y, más importante aún, la única para él en
toda la galaxia. Cuando él la miraba y sonreía, el resto del mundo desaparecía.
Por desgracia, estar con Bennett significaba que su mundo corría el peligro de
desestabilizarse. Durante el tiempo que habían salido juntos, habían planificado el
futuro y habían construido sueños. Él había sido su héroe, su guerrero, su confidente
y su mejor amigo. Y una cálida noche de verano, en Fire Lake, habían mantenido su
primera relación sexual. Para ambos era la primera vez, y eso hacía que a Eden, la
situación le pareciera encantadora.

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Sería estúpida, pero incluso después de todo ese tiempo y sabiendo lo que ya sabía,
que años más tarde volverían a juntarse y que él la dejaría de nuevo con un simple
adiós, ella seguía pensando que habían compartido algo especial.
A pesar de todo, la segunda ruptura le había resultado muy difícil de digerir. Tras
pasar cuatro años en Georgia Tech y tres en Atlanta, Eden había sido capaz de ver las
cosas desde otra perspectiva. Algo que había cambiado otra vez nada más regresar a
Hell a los veinticinco años.
«Vuelve a casa», recordaba que le había dicho su padre, el alcalde de Hell. «Hell te
necesita». Más bien, era él quien la necesitaba, pero Eden también echaba de menos
su lugar natal. No echaba de menos a su madre, con quien nunca había congeniado.
Pero si echaba de menos a su tía Devi, la hermana de su madre y su madre sustituta,
y al resto de gente de su pequeño pueblo.
Tal y como había temido, no había pasado más de dos semanas en el apartamento
que había encima del garaje de la casa de sus padres, cuando acabó en la cama con
Bennett. El tiempo no había cambiado nada. La atracción y el deseo de estar con él
habían sido más fuertes que nunca.
Por aquel entonces, él trabajaba en la construcción, para Ryan Mothershed, y se
encontraron en el Ice Water Bar and Grill. Después de haber pasado una hora
jugando al billar, una mirada de reojo bastó para que tanto su sentido común como
su ropa interior desaparecieran. Dado su talento particular para conseguir que se
quitara la ropa interior y que dejara de pensar, Eden lo había apodado El Mago.
Lo único que no había conseguido hacer desaparecer era lo que ella sentía por él.
«Eso sí que era mágico», pensó Eden con una cansada sonrisa.
Durante sus años de estudio, y más tarde, cuando ya trabajaba en Fulton County,
había tratado de salir con otros chicos, pero ninguno la había hecho sentir lo mismo
que Ben. Por supuesto se había encariñado con otros chicos y había tenido relaciones
con ellos, pero había sido algo superficial. Después de que Bennett se marchara del
pueblo, tres años atrás, ella no había salido con nadie.
Su madre insistía en que debía encontrar a alguien para casarse y tener hijos, pero
Eden había decidido que ese tipo de cosa no era para ella. ¿Deseaba tener una
familia? ¿A veces se sentía sola? Por supuesto. Pero no le merecía la pena
emparejarse, y disfrutaba demasiado de su propia compañía como para
comprometerse.
-¿Crees que deberíamos contarle lo de esta mujer, Eden? -preguntó Kate,
interrumpiendo su pensamiento.
Eden pestañeó.
-¿Contárselo?
-Sí -dijo Kate-. Algo no va bien.
Eden trató de centrarse en la conversación, algo que le resultaba difícil después de
haber estado pensando en Bennett. Estaba de acuerdo en que algo no iba bien, pero la
idea de ponerse en contacto con él no le gustaba.

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Por lo que ella sabía, Bennett se había marchado del pueblo después de acostarse con
ella y había aplicado los conocimientos de carpintería que había adquirido de Grady
Wilder, su abuelo, convirtiéndose en uno de los mejores artesanos de Low Country.
A pesar de todo lo que había sucedido entre ellos, Eden estaba orgullosa de su éxito.
Siempre había sabido que tenía un talento especial, y le resultaba gratificante ver que
se lo habían reconocido.
Él se había mantenido lo más alejado posible de Hell. Gracias a Kate, ella sabía que él
iba todos los meses a visitar a su abuelo a la residencia Golden Gate, pero que no iba
a visitar a nadie más en el pueblo.
Por suerte, Eden no lo había visto más. Muchas veces fantaseaba con lo que le diría si
se lo encontrara. Pero la idea de ponerse en contacto con él a propósito después de
que se hubiera marchado sin decirle nada más que adiós nunca se le había ocurrido.
Eden se consideraba una mujer valiente, tenía que serlo para dedicarse a su trabajo,
pero enfrentarse a Bennett requería mucho valor emocional, y no estaba segura de
poseerlo. De hecho, lo sucedido en el pasado demostraba lo contrario. Así que lo
mejor que podía hacer si quería conservar su corazón, su ropa interior y el respeto
hacia sí era mantenerse alejada de él.
Además era muy orgullosa y no sabía si podría enfrentarse a él sin ponerse nerviosa
y sin quedar como una idiota. Tragó saliva.
El le había partido el corazón en el instituto pero, tres años antes, cuando él la dejó
por segunda vez, se lo había destrozado.
Por supuesto, no podía echarle la culpa a nadie más que a sí misma. Pero eso no
aliviaba su dolor. Sólo servía para que se sintiera más estúpida. Darle una segunda
oportunidad no había sido lo más inteligente que podía haber hecho, pero no había
sido capaz de resistirse y todavía creía en él.
En ellos.
Y se había equivocado.
La página web había sido su manera de castigarlo y había servido para que se
sintiera mejor. Ella y muchas más. El que ella fuera la víctima más reciente no
significaba que las otras hubieran sufrido menos.
-¿Eden?
-Mm... ¿De veras crees que es tan grave? -le preguntó a Kate-. ¿Tan grave como para
ponerse en contacto con él?
-¿Tú no?
-No lo sé -dijo Eden, consciente de que mentía. Kate tenía razón. Había algo en el
mensaje de Artemis525 que le indicaba que su cabeza no funcionaba bien.
¿Pero era necesario llamarlo? ¿Advertírselo? Sinceramente, llevaba tanto tiempo
fuera del pueblo que ella no veía motivos para avisarlo de la amenaza. Tras
compartir su opinión con Kate, le preguntó:
-¿Tú qué crees?

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-Supongo que tienes razón. Pero voy a decirles a las otras enfermeras que me avisen
si no estoy de guardia la próxima vez que él venga a visitar a Grady -se rió-. Le
contaré lo de esta chica.
Eden se mordió el labio.
-¿Vas a contarle lo del club?
-Tendré que hacerlo, ¿no? -contestó Kate, como si la idea la complaciera. Aunque
Kate no había sido víctima directa de Bennett, había tenido que cuidar a Eden
mientras trataba de curar su corazón.
Eden sonrió al pensar que Bennett iba a descubrir lo que otras chicas y ella habían
hecho. Se estremeció al imaginar su cara de rabia.
-¿Crees que algún día volverá? -preguntó Kate. Era una pregunta que habían
debatido varias veces.
«Ja», pensó Eden con una sonrisa.
-Quizá cuando se congele el infierno.
Y teniendo en cuenta lo rápidamente que desaparecía su sentido común y su ropa
interior cuando él estaba cerca, esperaba que eso no sucediera pronto.

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2
Bienvenido a Hell.
Población de 7958 y aumentando. ¡Lo único más caliente que nuestra hospitalidad es nuestra
salsa barbacoa!

Bennett Wilder se rió al leer la señal que colgaba a la entrada del pueblo. «Muy
apropiado»», pensó en silencio.
No podía creer que estuviera regresando. No podía creer que, después de haber
encontrado su lugar en el mundo, estuviera volviendo a Hell, su pueblo natal. El
último lugar que deseaba visitar, y mucho menos, en el que deseaba vivir. Pero había
bastado una llamada para hacerlo regresar.
-Lo siento, pero tu abuelo tiene que marcharse, Bennett -le había dicho dos semanas
antes Eva Kilgore, la directora de la residencia Golden Gate-. Es demasiado
desobediente. Los familiares que traen aquí a sus seres queridos esperan encontrar lo
que anunciamos en nuestros folletos. Paz, armonía y bienestar. Desde que tu abuelo
se mudó aquí, no hemos tenido nada de eso. Organiza protestas contra la comida. Le
saca el dinero a los demás residentes jugando a las cartas, cuando le hemos repetido
varias veces que jugar con dinero esta prohibido. Y ésa es la menor de las
infracciones. Sinceramente, es su condición de mujeriego lo que ha convertido esta
residencia en un circo. No podemos permitir que las mujeres se peleen por tu abuelo
durante la sesión de cine, Bennett -había añadido ella-. No es bueno para ellas. Ni
para nadie.
Ni las súplicas, ni los halagos, ni los sobornos sirvieron para convencer a Eva de que
no expulsara a Grady Wilder de la residencia. Puesto que Golden Gate era la única
del condado, Bennett se había quedado sin opciones. Y aunque Grady hubiera estado
dispuesto a mudarse a la residencia de Willis County, Bennett no habría tenido el
valor de pedírselo.
Para bien o para mal, Hell era su casa. Así que, después de tres años alejado de los
rumores venenosos y de la fama que le proporcionaba ser el hijo de dos de los
ciudadanos más conocidos de Hell, Bennett regresaba a casa. Kathie Petri, su madre,
había sido una adolescente descarriada que había llegado a Hell desde Louisiana sin
sus padres, sin dinero y sin principios morales. Su padre, Kirk Wilder, cuya madre
había muerto durante el parto, era un chico del pueblo, pero una mala pieza. Así que
el hecho de que los dos se liaran había sido tan desastroso como inevitable.
Bennett había aprendido que por mucho que se esforzara en convertirse en un
miembro destacado de la comunidad, nunca conseguiría quitarse el peso de los
errores que cometieron sus padres.
¿Era culpa suya que una pareja de inadaptados sociales lo hubiera tenido? ¿Era culpa
suya que su madre hubiera sido una zorra a quien rehuía el resto de las mujeres? ¿Y
que su padre fuera un borracho celoso? ¿Una vergüenza para la comunidad?

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No.
Pero eso no importaba, porque en Hell nunca podría desprenderse de su pasado. A
los dieciocho años y gracias a una desagradable conversación con Giselle Rutherford,
la esposa del alcalde y la madre de la única chica que él había querido, Bennett se dio
cuenta de aquello, pero no había sido capaz de aceptarlo hasta los veinticinco. Fue
entonces cuando decidió marcharse, dejando a su abuelo y a la única chica que había
considerado una amiga.
Aunque la palabra «amiga», no describía lo que Eden Rutherford había sido para él,
el hecho de pensar en llamarla de otra manera hacía que se pusiera nervioso, le
sudaran las manos y se le secara la boca. Hacía que deseara haber luchado por ella en
lugar de haber elegido el camino que había tomado.
«No eres nada y nunca llegarás a ser algo», recordó las palabras de Giselle
Rutherford. «Eres peor que la basura que fueron tus padres. Y no permitiré que
arrastres a mi única hija contigo. ¿Dices que la quieres? Demuéstralo. Porque voy a
castigarla cada vez que ella salga contigo. Y será culpa tuya».
A los dieciocho años, Bennett no había sabido qué hacer. Y estaba convencido de que
su madre habría cumplido su amenaza. Había sido testigo de muchas de sus
reprimendas, como cuando destruyó a propósito un corazón de madera que él había
tallado para Eden.
«La muy zorra», pensó Bennett, recordando lo triste que se había quedado Eden. En
aquellos momentos, supo que ella estaría mejor sin él, y Bennett cedió ante la
amenaza de Giselle aunque le hiciera daño.
Sin más opciones, rompió con Eden y abandonó la idea de intentar ser
suficientemente bueno como para compensar la fama de sus padres. Decidió que no
podría serlo, porque su bondad nunca sería suficiente. No, para los estándares de
Hell. Para cuando Eden y él se juntaron de nuevo, años más tarde, él se percató que
al elegir el camino que había tomado se había convertido en el don nadie en que
Giselle le había dicho que se convertiría.
Sin embargo él no se dio cuenta de ello hasta que Eden le dijo que lo amaba. Fue
entonces cuando decidió marcharse del pueblo y buscarse una nueva vida.
A pesar de todo, simplemente el hecho de pensar en Eden hacía que se le formara un
nudo en la garganta, le doliera el corazón y su miembro se pusiera erecto. Recordaba
sus fieros ojos verdes, esa sonrisa que prometía tantas travesuras placenteras y su
melena clara como los rayos de luna.
En una palabra: preciosa.
Y si Hell tuviera reina, sería ella. Eden. Como única hija del alcalde permanente, algo
muy común en el sur, y de la zorra de su esposa, Eden se había criado en un hogar
agradable donde el amor estaba relativamente presente. Su padre la había querido.
Su madre no parecía capaz de querer nada más que la apariencia y, debido a eso,
había convertido la vida de Eden en un infierno.
Sin embargo, y a pesar de todo, ella había sido una gran estudiante, había
participado en el coro y en el equipo de animadoras del instituto. Era una chica

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dulce, pero batalladora, con un fuerte sentido del juego justo y una tendencia a
actuar primero y a pensar más tarde. Ella había tenido la habilidad de hacerlo sentir
como algo más que un marginado social. Bennett frunció el ceño.
Años más tarde, las cosas dieron un giro romántico y ella consiguió que sintiera algo
mucho más serio y aterrador, algo que hizo que se avergonzara de sí mismo, que se
marchara de la ciudad y buscara una nueva vida.
Y sin duda, era una vida nueva y mejor, aunque vacía. «Pero es mejor tener una vida
vacía que seguir aquí», pensó Bennett a medida que el sentimiento de incompetencia
mermaba su autoestima mientras se adentraba en el pueblo. Odiaba aquel lugar.
Odiaba cómo se sentía cuando regresaba allí.
En Savannah, él era Bennett Wilder, un solicitado artesano que construía muebles
para personas famosas de Hollywood, estrellas del pop, y políticos. Asistía a grandes
fiestas, elegía sus citas y disfrutaba de las ventajas dé ser una celebridad local. Nadie
se preocupaba de quiénes eran sus padres o de donde provenía. Se sentía como si
hubiera vuelto a renacer y, esa vez, hubiera salido bien. Había ido todos los meses a
visitar a su abuelo y había continuado con su vida.
Tanto como se lo había permitido no tener a Eden a su lado.
¿Quería vivir en Hell? ¿Que lo miraran con desprecio una vez más? ¿Sentir las
miradas de sospecha de la gente local? No.
Pero eso sólo era la mitad.
Saber que iba a vivir en el mismo pueblo que Eden Rutherford y que nunca
conseguiría que estuviera a su lado era mucho peor.
La última vez que se marchó del pueblo, sabía que cortaría los lazos de manera
permanente, aunque en aquel momento no pensaba que volvería a verla otra vez.
Y eso hacía que todo fiera más difícil. No podía regresar allí y no verla. Sabía que se
encontraría con ella. Y cuando eso sucediera... ¿quién sabía qué ocurriría? ¿Ella le
daría una bofetada? Posiblemente. Lo único que él sabía con seguridad es que, al
verla, la desearía de nuevo. ¡Como si alguna vez hubiera dejado de desearla! La
desearía con la misma fuerza arrolladora que se apoderaba de él cada vez que estaba
a su lado. No desearla era como ordenarle a su cuerpo que dejara de respirar.
Eden siempre había sido su criptonita, su perdición, su salvación y su debilidad. Por
el bien de ambos, esta vez tendría que ser más fuerte que la atracción, más fuerte que
la emoción que albergaba en su corazón y que lo hacía desear cosas que no podía
tener. Una esposa, una familia... No. El había conseguido deshacerse de esas cosas la
última vez que se marchó de allí.
Sinceramente, regresar a Hell no tenía ningún atractivo para él. Había sido un
adolescente descontrolado, y había cometido muchos errores, pero ya era lo bastante
hombre como para saldar sus deudas, y estaba en deuda con Grady Wilder.
El hombre había sido la única constante en su vida, la única persona que había
permanecido entre él y su familia de acogida después de que sus padres fallecieran

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en el incendio de su casa cuando él tenía once años. Edad suficiente para saber que
su vida no se parecía en nada a las de las familias que aparecían en la televisión.
Grady, el cartero del pueblo que tenía tendencia a meterse en la vida de todos los
vecinos, siempre había estado a su lado. Un hombre de mal genio, obstinado y un
poco excéntrico, pero que quería a Bennett de verdad. El hecho de saber que alguien
se preocupaba por él hacía que la vida tuviera más sentido. «Vamos chico», recordó
las palabras que su abuelo le había dicho. «Vamos a casa».
Y así había sucedido.
Se fue a vivir con su abuelo, aprendió que podía hablar aunque no se hubieran
dirigido a él. Que derramar la leche no significaba que fueran a darle una bofetada, y
que el hecho de que la ropa se le quedara pequeña no era motivo de castigo. También
aprendió que la sinceridad y una buena ética laboral eran la base para ser un hombre.
Y sobre todo, aprendió que, con paciencia y creatividad, un bloque de madera podía
convertirse en algo bonito. Bennett tragó saliva.
Sin duda, estaba en deuda con Grady Wilder. Y aunque regresar a Hell no era lo que
más le apetecía, lo haría de todas maneras.
Después de mucho gruñir, Grady le había dado permiso para renovar la casa y el
granero. Pensó que tenía que llamar a Ryan Mothershed, el constructor. Era su
antiguo jefe y el único amigo con el que había tenido contacto después de marcharse
de Hell.
Ryan y él se habían hecho amigos en el campo de fútbol y habían conseguido que su
amistad perdurara a pesar de que él se marchara del pueblo y de que Ryan se
marchara a Inglaterra durante los años de universidad. Ryan no sólo había regresado
con un título universitario, sino también con una esposa. Tenían un hijo, Tuck, y a
otro bebé en camino.
-¿Diga? -Ryan contestó el teléfono. Bennett oía el sonido de las sierras al fondo, y los
disparos de la pistola de clavos.
-Acabo de entrar al pueblo -dijo Bennett.
-Eso lo explica todo.
-¿El qué?
-El grito de horror que han dado los vejestorios del pueblo y que ha reverberado por
las calles.
-Idiota -dijo Bennett entre risas-. ¿Has mirado tu agenda para ver cuándo puedes
empezar con mi reforma?
Bennett tenía intención de acondicionar la casa para poder tener allí la oficina y
montar una tienda en el granero. Entretanto, podría quedarse en la caseta que había
en el jardín. Después de todo, era el lugar en el que había empezado. Había
contratado un servicio de mudanzas para que le llevaran sus cosas y, si no sucedía
nada extraño, podría estar trabajando a finales de semana. En realidad, él podría
haber hecho casi toda la reforma, pero no tenía tiempo.

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-Puedo llevar un equipo el miércoles -le dijo Ryan-. Pensé que necesitarías un poco
de tiempo para convencer a Grady.
-Eso ya está hecho -dijo Bennett.
-¿Está de acuerdo? ¿No va a crearme problemas?
La última vez que Ryan trabajó para el abuelo de Bennett reformando el porche,
Grady colocó la mecedora al lado de los trabajadores para poder criticarlos. Desde
luego, no había sido una experiencia positiva para Ryan.
-Sabe que para que yo me quede hay que hacer la reforma.
Le había asegurado a Grady que, teniendo el espacio adecuado, podría trabajar allí
igual que en Savannah, así que su abuelo había olvidado enseguida su intención de
vivir solo.
Además, no podría hacerlo. Estaba mayor y cualquier día sufriría un accidente.
Bennett no creía que Grady necesitara atención veinticuatro horas, pero creía que le
sentaría bien tener otra persona cerca.
En un principio, Bennett había tratado de convencerlo para que se mudara a
Savannah con él, pero su abuelo no había aceptado.
-Hell no es un mal lugar -había dicho su abuelo-. Te darás cuenta cuando regreses. La
perspectiva cambia las cosas.
Bennett no estaba seguro de ello, pero sí había tomado una decisión. No permitiría
que nadie lo hiciera sentir como un ciudadano de segunda otra vez. Había cambiado
mucho y había aprendido a apreciarse. Ya no era el antiguo Bennett Wilder. Aparte
de tener que pedirle disculpas a Eden, no tenía que disculparse con nadie más. Era
quien era. Podían aceptarlo o no, pero eso no, cambiaría su actitud ni su propósito de
mudarse de nuevo allí. Grady se merecía lo mejor. Con un poco de suerte, podría
convertirse en parte del paisaje del pueblo. Integrarse sin destacar demasiado.
-¿Te apetece que quedemos en Ice Water esta noche? -le preguntó Ryan.
Bennett apreciaba el apoyo que le ofrecía su amigo, pero negó con la cabeza.
-Gracias, pero no -ser el centro de los cotilleos locales la primera noche que regresaba
al pueblo no entraba dentro de sus planes.
-Está bien -le dijo Ryan-, entonces, te veré el miércoles por la mañana -hizo una
pausa-. Me alegro de tenerte de vuelta.
«Debes de ser el único», pensó Bennett, y colgó el teléfono. Desde luego, no esperaba
que nadie se alegrara de su regreso.

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3
-¿Sabes lo que me ha dicho el muy canalla, Eden? -le preguntó Josie Brink mientras
apuntaba a la entrepierna de su marido con un rifle.
Eden rodeó el coche patrulla y suspiró.
-No, no lo sé, pero puedes contármelo cuando guardes el rifle. Josie, no me hagas
llamar al jefe de policía. Quedaré como una idiota, y tú sabes que él prometió
quitarte el rifle la próxima vez que intentaras castrar a tu marido.
Josie pestañeó y le preguntó:
-¿Castrar?
-Dispararle en la entrepierna -le aclaró Eden.
Josie asintió y entornó los ojos.
-Sí, bueno, cuando le dispare, ya no necesitaré el arma, ¿no es así?
Eden hizo todo lo posible por no perder la paciencia. Había tenido un día duro. Jeb
Wheeler había vuelto a robar las cruces blancas que las familias ponían en los bordes
de las carreteras en honor a algún miembro fallecido en un accidente.
Por algún motivo, Jeb robaba las pequeñas cruces de madera de vez en cuando y las
colocaba en su jardín como elemento decorativo.
Eden había pasado casi todo el día convenciendo a Jeb para que devolviera las
cruces. Ella era la única que conseguía tener éxito y por eso siempre le tocaba esa
misión. Sólo le quedaba una hora para cambiar de turno cuando entró la siguiente
llamada.
Como era la única mujer del cuerpo, normalmente le tocaban las salidas que los
chicos consideraban problemas de mujeres. ¿Un gesto sexista? Sí, pero teniendo en
cuenta el estado mental de Josie, Eden no podía imaginar que ninguno de sus
compañeros tuviera el tacto suficiente como para manejar esa cuestión.
-Vamos, cariño -Neal Brink trató de convencer a su esposa-. Sólo estaba bromeando.
¿No sabes aceptar una broma?
«No, idiota», pensó Eden. Sabía que las bromas de Neal no solían tener gracia. A
Neal, el retorcido canalla, le gustaba gastarle bromas a su esposa durante las
relaciones sexuales. La última vez que habían llamado a Eden, había sido porque
Neal, en medio de un acto sexual, había levantado la cabeza de entre las piernas de
su esposa y había dicho: «No es tan dulce como el de tu hermana, pero está bien».
Eden había tardado casi una hora en convencer a Josie para que no lesionara
permanentemente a su esposo.
«Sólo Dios sabe lo que habrá hecho esta vez», pensó Eden. Soñaba con tomarse una
cerveza helada en Ice Water y un plato humeante de alitas picantes. Gracias a Jeb se
había saltado la comida, y empezaba a pensar que gracias al maldito sentido del
humor de Neal, también iba a perderse la cena.

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Eden miró a Neal.


-A juzgar por el rifle con el que le apunta a la entrepierna, señor Brink, me parece que
a Josie sus bromas no le parecen graciosas -miró a Josie-. ¿Qué ha hecho esta vez,
Josie? -le preguntó, empleando la última paciencia que le quedaba.
-¿Recuerdas lo que hizo la última vez? ¿Lo que dijo sobre mi hermana?
-Sí -contestó Eden, y fulminó a Neal con la mirada.
-Pues ha hecho más o menos lo mismo, sólo que estaba vez me ha mirado y me ha
dicho...
-Mmm, mmm. Sabe a pollo -Neal terminó la frase con regocijo y soltó un par de
carcajadas que hicieron que Josie colocara el dedo en el gatillo.
Eden se cubrió la boca para no reír sin querer.
-¡Lo ves! -gritó Josie-. ¿Ves lo que tengo que aguantar? ¡No se arrepiente! ¡No le
importa herir mis sentimientos!
-Cariño, ¿cuántas veces he de decirte que era una broma? -se rió y miró a Eden como
diciéndole que su esposa carecía de sentido del humor.
Debía ser que Eden tampoco tenía sentido del humor, porque ella ya lo habría
asesinado para entonces.
Josie disparó al suelo, junto a los pies de su marido. Un pellizco de hierba saltó por
los aires y le dio en la espinilla. Neal dejó de sonreír al instante y miró a su esposa
horrorizado.
-¿Qué diablos estás haciendo? -le preguntó.
-Buen disparo -comentó Eden impresionada. No estaba preocupada por que Josie
pudiera matarlo. Si hubiera querido hacerlo, ya lo habría hecho. Además, Neal se
merecía las bromas de Josie.
Josie disparó de nuevo, esta vez a una planta que colgaba cerca de la cabeza de Neal.
Las petunias saltaron por los aires y él recibió una ducha de tierra.
-Gastándote una broma, Neal -dijo ella-. ¿No te parece divertido? ¡Ja, ja!
Neal se dirigió a Eden y le preguntó:
-¿Qué tipo de policía eres? ¿Vas a permitir que siga disparándome?
-Eso depende, ¿tú vas a dejar de gastarle bromas? -se cruzó de brazos y se apoyó
contra el coche.
-También tiene que pedirme disculpas -dijo Josie, y se retiró el cabello de la cara.
Levantó el rifle una vez más, cerró un ojo y apuntó-. Si no lo hace, se arrepentirá.
-¡Lo siento! -gritó Neal al ver que Eden no iba a intervenir en su ayuda-. Maldita seas,
¡lo siento! Por favor, baja el rifle.
Josie consideró su petición un instante y después miró a Eden.
-¿Tú qué crees?

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-Creo que, si es un chico listo, no te gastará más bromas durante vuestras relaciones
sexuales.
Josie asintió.
-No más bromas, Neal -le ordenó entre dientes-. ¿Comprendido?
Él se pasó una mano por el cabello y dijo:
-Comprendido.
Josie se acercó a Eden y le entregó el rifle.
-Será mejor que te lo quedes. No estoy segura de que no vaya a dispararlo si me lo
hace otra vez.
Eden sonrió, aceptó el rifle y lo guardó en la parte trasera del coche.
-Siempre puedes dejarle, ya lo sabes -Eden se sentía obligada a decírselo. Nunca
había comprendido por qué aquella pareja permanecía unida. Josie era una chica
guapa y podía conseguir un hombre mejor que Neal Brink.
-No -dijo Josie-. Me hace reír -se volvió y comenzó a alejarse. Al instante, bajó la voz
y miró a Eden con una sonrisa de complicidad-. Tampoco está mal que sea
apasionado en la cama.
«Hora de marcharse», pensó Eden. Podría haberse ahorrado ese comentario acerca
de Neal.
Además, había algo deprimente en el hecho de que Neal Brink, a pesar de tener una
inteligencia limitada y poco atractivo, estuviera casado y tuviera relaciones sexuales
más a menudo que ella.
Eden suspiró, se metió en el coche y agradeció el aire fresco que entraba por la
ventanilla mientras se alejaba por el camino. Sólo estaban en mayo y ya había mucha
humedad. El verano iba a ser abrasador, aunque después de todo, el pueblo se
llamaba Hell por algo. Durante años, habían batido el récord de temperatura estival.
A pesar del fuerte calor, Hell era una buena ciudad. Eden había decidido apuntarse a
clases de Criminología en una universidad cercana para ofrecer un mejor servicio a
su comunidad. Eden sabía que sus padres se habían alegrado de que regresara a la
ciudad Su padre le había pedido que regresara a casa. Eden sospechaba que la
requería para que actuara como colchón entre su esposa y él una vez más. Y su
madre se había alegrado de tenerla para poder criticarla una vez más. ¿Qué había de
nuevo en todo eso? Eden nunca había sido el angelito que su madre deseaba. Si había
una pelea, había muchas posibilidades de que la hubiera empezado ella. ¿Un charco
en el que meterse? Con los dos pies. Siempre salía con la gente que ella elegía, a pesar
de que su madre no lo aprobara, y hacía las cosas a su manera a pesar de las
consecuencias. Eden frunció el ceño.
Y había sufrido muchas.
Por supuesto, menos desde que era una mujer adulta, pero durante la adolescencia,
sobre todo cuando salía con Bennett, había sido un infierno. Todavía recordaba un
ejemplo en particular.

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En un acto de rebeldía que, afortunadamente, su padre ignoró y que sólo sirvió para
enfurecer a su madre, Eden se escapó para estar con Bennett. Pasearon por las
carreteras secundarias en su vieja camioneta, haciendo nada, algo que, por supuesto,
significaba mucho para ella. Él le había dado un corazón de madera que había tallado
y que había colgado en un sedal de pesca. Bennett se lo había colgado alrededor del
cuello, la había besado en la mejilla y le había dicho que la quería. Era la primera vez
que él lo decía, y Eden se había quedado tan sorprendida, que no había sido capaz de
hablar en varios minutos.
Por supuesto, su madre estaba furiosa cuando Eden regresó a casa, pero ella estaba
flotando en una nube de felicidad por el hecho de que Bennett Wilder la amara, y no
le prestó mucha atención a Giselle.
Al día siguiente, el colgante había desaparecido de la cómoda y Eden lo encontró
partido junto al plato del desayuno.
-Eso es lo que él hará con tu corazón -le había dicho su madre con frialdad-. Si
vuelves a salir de esta casa sin permiso, haré que te arrepientas más de lo que estás
ahora.
En aquellos momentos, Eden había odiado a su madre más que nada en la vida. Sin
embargo, como si su madre hubiera sido adivina, Bennett rompió con ella poco
después.
Eden tragó saliva para tratar de borrar el recuerdo. La ruptura había sido lo
suficientemente amarga sin tener que aguantar los reproches de su madre.
Eden siempre había pensado que su padre se merecía una mujer mejor. Ella siempre
había tenido un fuerte sentido de la justicia, del bien y del mal. Ése había sido uno de
los motivos por el que había decidido hacerse agente de policía.
Por desgracia, no había nada de justo en la relación de sus padres. El padre hacía
todo el trabajo y la madre malgastaba los beneficios
En el fondo, aunque a veces se quejara de algunas intervenciones poco interesantes,
Eden estaba contenta con su profesión. Hell siempre había sido un buen sitio y
aunque a veces echaba de menos ir a un museo o a los partidos de los Braves, en
Atlanta nunca se había sentido como en casa. Hell, con su ritmo de vida tranquilo y
su excéntrica personalidad, era su casa. Ella disfrutaba siendo policía en su
comunidad. Sirviendo a su comunidad. Protegiéndola.
Eden entornó los ojos al ver pasar a un BMW negro a toda velocidad. «Protegiendo a
la gente de idiotas como ése», pensó y salió tras él con la sirena azul encendida. Santo
cielo. Al ritmo que iba nunca llegaría a tomarse esa cerveza. Ni las alitas picantes.
Encendió la sirena y sintió cierto placer al ver que el hombre se echaba a un lado para
detenerse en la cuneta.
Se colocó detrás del coche, avisó por radio de que había detenido a un vehículo y
sacó el bloc de multas. Apuntó la matricula fijándose que era de Georgia y se acercó a
la ventanilla del conductor convencida de que no era de allí, puesto que no reconocía
el auto.

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Al mirar al conductor, se encontró con unos ojos negros de mirada sexy. De pronto,
le costaba respirar y sentía cómo una extraña corriente recorría su cuerpo.
Eden tragó saliva, sintió que le subía la tensión y que se le formaba un nudo en el
estómago. ¡Oh, cielos!
Bennett Wilder había regresado. Sus labios formaron una amarga sonrisa.
Evidentemente el infierno se había congelado.

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4
Lo había parado la policía. Fabuloso. Llevaba menos de cinco minutos en su pueblo y
ya tenía problemas con la ley.
Blasfemando en voz baja, Bennett forzó una sonrisa y dijo:
-Buenas tardes, age...
El resto de la frase murió en su boca en el momento en que reconoció al agente.
A pesar de que la gorra ocultaba su cabello, sus ojos grandes y verdes, su nariz
respingona y su boca eran inconfundibles. Igual que la cicatriz con forma de media
luna que tenía en la barbilla y que creía recordar que se había hecho al golpearse con
una mesa de muy pequeña.
Y recordaba bien, porque todo lo que tuviera que ver con Eden Rutherford estaba
grabado en su mente.
Y para convencerlo de que la había reconocido sin duda, una ola de calor se instaló
en su entrepierna, una sensación que siempre le indicaba que se había acercado
demasiado a ella. El deseo se apoderó de él tan deprisa que le robó el aire de los
pulmones, haciendo que fuera incapaz de hablar durante un instante.
«Eden».
-Hola -le dijo al fin.
-Bennett -contestó ella con frialdad, a pesar de haberse sorprendido al verlo.
El notó que tenía palpitaciones en la base del cuello y que le temblaba ligeramente la
voz. ¡Cómo la había echado de menos!
-Estás en una zona dónde el límite de velocidad son cincuenta millas por hora.
Circulabas a diez millas por encima del límite.
-Lo sé -admitió Bennett, e incapaz de contenerse, sonrió-. Lo siento.
En lugar de contestarle con otra sonrisa, ella miró el librillo de multas.
-¿Hay algún motivo en particular por el que tengas tanta prisa?
¿Era una pregunta profesional o era que trataba de cotillear? Bennett confiaba en que
fuera lo segundo. Según su tono de voz, no había manera de saberlo.
-De hecho, me dirijo a Golden Gate a recoger a Grady.
-¡Ah! -Eden frunció el ceño-. ¿Ocurre algo?
-¿Físicamente? No -le aseguró él. Después miró el reloj e hizo una mueca-. En estos
momentos, lo más probable es que esté sentado sobre su maleta en la acera y
enfadado porque yo no haya llegado todavía.
-¿En su maleta? ¿Dónde se va?
-A casa -le dijo Bennett-. Lo han... -hizo una pausa y esbozó una sonrisa-. Digamos
que ya no es un hombre bien recibido en la residencia de ancianos.

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Eden se quedó boquiabierta.


-¿Eva lo ha echado? Sabía que había amenazado con hacerlo, pero no puedo creer
que lo haya hecho.
Bennett asintió.
-Créelo.
-¿Por qué?
-Por diversos motivos -dijo Bennett, tratando de ganársela con su humor. «Siempre
había funcionado en el pasado», pensó él mientras observaba su delicada mejilla-.
Por iniciar revueltas contra la comida, por jugar con dinero y por no respetar el
horario -suspiró-. Pero últimamente, el hecho de que fuera un mujeriego era lo que
Eva no podía tolerar. Me ha dicho que es algo indecoroso.
-Algo he oído.
«Se lo ha contado Kate», pensó Bennett, consciente de que la mejor amiga de Eden
era enfermera en la residencia. En las pocas ocasiones en las que sus caminos se
encontraban, ella siempre lo miraba con desprecio. Eden frunció el ceño pensativa.
-Creía que Grady ya no podía vivir solo.
-No puede -confirmó Bennett. Sus miradas se cruzaron y él sonrió-. Viviré con él.
El pánico se apoderó de la mirada de Eden y Bennett se sintió el hombre más canalla
del mundo.
-Ajá -dijo ella, y se aclaró la garganta-. ¿Y qué pasa con tu trabajo? He oído que te iba
bastante bien en Savannah.
-Aquí puedo trabajar tan bien como en Savannah -dijo Bennett, complacido al ver
que ella había estado pendiente de él-. Voy a mantener abierta la tienda de allí, pero
trabajaré desde aquí.
-¿En casa de tu abuelo?
-Sí. Voy a reformar la casa y el granero. El granero será mi taller.
Eden esperó a que pasaran unos coches antes de seguir hablando.
-La tía Devi compró una de tus mecedoras la última vez que estuvo en Savannah.
Él recordaba que Devi Darlaston, la tía excéntrica de Eden, había entrado en la
tienda. Mientras la madre de Eden siempre había sido una mujer fría y calculadora,
Devi había sido un encanto y siempre había apoyado a Eden. Por algún motivo, ella
le recordaba a su abuelo. La mujer había elegido una de sus piezas favoritas, una
mecedora que había tallado en madera de roble y que tenía el respaldo hecho de
ramas de sauce entrelazadas.
-Espero que le gustara -dijo Bennett.
-Le gustó -Eden lo miró un instante-. Es muy bonita, Bennett.

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El comentario fue como una cálida caricia en el pecho. A pesar de que había recibido
muchos comentarios positivos acerca de su trabajo, la opinión de Eden le importaba
mucho.
-Gracias -contestó él, y tragó saliva. Eden suspiró y él llevó la mirada a sus labios. Al
mirarla, recordó las veces que la había besado.
La primera vez, junto a su taquilla, y tenía sabor a caramelo de mantequilla.
En la puerta trasera, y se separaron rápidamente cuando la madre de Eden encendió
la luz del porche.
En Fire Lake, durante su primera vez, él la besó en los labios con mucho cuidado,
como disculpándose del dolor que reflejaban sus ojos mientras se adentraba en su
cuerpo.
«El paraíso», pensó Bennett, recordando la única vez que se había sentido bien.
Bennett recorrió con la mirada todas las facciones de su rostro, se detuvo en su boca
sensual y sintió que su cuerpo se encendía como si fuera una antorcha. Tensó los
dedos sobre el volante y blasfemó en silencio, suplicando que cayera un chaparrón
para apagar su fuego. Notó que Eden miraba sus labios y se excitó hasta sentir dolor.
«No puede ser», pensó apretando los dientes. ¿No se había prometido que no lo
haría? Él no se la merecía y, sobre todo, no podía herirla otra vez.
Por el bien de ambos, tenía que mantenerse alejado de ella. Había demasiadas cosas
en juego. Grady lo necesitaba... Y Eden necesitaba que la dejara en paz.
Como si hubiera estado en trance, Eden pestañeó y esbozó una sonrisa.
-Bueno, supongo que no debo ponerte una multa como bienvenida, así que está vez
sólo te amonestaré verbalmente.
-Te lo agradezco -contestó Bennett con una sonrisa.
-Ya nos veremos -dijo Eden, y después de una breve pausa, se alejó del coche.
«Eso es exactamente lo que me da miedo», pensó Bennett. No podía permitirse verla
otra vez, porque haría una estupidez de la que ambos se arrepentirían más tarde.

Eden se sentó al volante y esperó a que se tranquilizara su corazón. Tenía la boca


muy seca, como si se hubiera comido un paquete de tizas. Las manos las tenía
sudorosas, y los pezones turgentes. Bajó la mirada y negó con la cabeza.
Aquello era lo que Bennett Wilder le provocaba. Lo que siempre le había provocado.
Apenas había estado con él tres minutos y estaba hecha una piltrafa.
¿Por qué diablos tenía que ser tan atractivo? Llevaba el cabello más corto que antes y,
en lugar de llevar patillas, llevaba un corte moderno que lo hacía parecer más sexy.
Más peligroso.
Eden suspiró. Bennett no sólo era un hombre atractivo. También era un hombre
interesante, inteligente y vulnerable. Necesitaba apoyo, y ella había tratado de
dárselo tres años antes, y sólo había conseguido que se le partiera el corazón.

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«Nunca volveré a cometer ese error», pensó Eden, contenta de haber sido capaz de
controlar su deseo a pesar de que, durante un instante, había estado a punto de
suplicarle que se bajara del coche y la besara.
Esperó a que él se incorporara de nuevo a la carretera y apoyó la cabeza contra el
volante, gimiendo con una mezcla de sensaciones.
Al menos había sido capaz de mantener una actitud distante y casi profesional,
aunque no había podido evitar preguntar por Grady y decirle que la mecedora era
muy bonita. Pero había conseguido mantener la cabeza en su sitio, algo importante,
teniendo en cuenta que al mirar a sus ojos oscuros, había .estado a punto de
marearse.
Además, al enterarse de que él pensaba mudarse allí, debería haberle contado lo de
Artemis525. Pero ¿cómo iba a iniciar la conversación?
«Por cierto, Bennett, después de que partieras mi corazón, decidí crear una página
web con algunas de tus ex novias con la intención de difamarte. Hay una mujer en
particular que parece odiarte de verdad y que desea hacerte daño. En serio, hace que
se me pongan los pelos de punta, así que a lo mejor deberías tener cuidado.
Bienvenido a casa».
Ja. No podía hacer eso.
Kate se había ofrecido a darle la noticia, no ella. Y por suerte, Kate estaba de guardia
y Bennett iba de camino a la residencia de ancianos. Eden agarró el teléfono y llamó a
su amiga, confiando en que estuviera sentada en la recepción.
-Golden Gate -se oyó la voz de Kate al otro lado de la línea.
-Menos mal -contestó Eden aliviada.
-¿Eden? ¿Qué ocurre?
-No vas a creerte a quién he parado en la carretera.
-¿A Bennett?
Eden se quedó boquiabierta.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque Grady lleva todo el día diciéndole a sus amigos que se va, que Bennett
regresa al pueblo y que Eva es una discípula de Satán -suspiró-. Pensaba llamarte,
pero como supondrás, esto ha sido una locura. Los amigos de Grady le han hecho
una fiesta de despedida y, de algún modo, han conseguido meter algunas botellas de
Southern Comfort. Los borrachos no combinan bien con las sillas de ruedas y los
andadores, Eden. Créeme, es terrible. Terrible, terrible.
Eden soltó una risita.
-Lo siento.
-Dime, ¿me llamas para darme permiso para que le cuente a Bennett lo de
Artemis525?
Eden se incorporó a la carretera.

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-Me conoces demasiado bien.


-Cobarde -bromeó Kate.
Lo era. Y también era una completa idiota, porque ver a Bennett había hecho que se
sintiera más enérgica de lo que se había sentido en mucho tiempo.
-Tenemos que reunirnos -dijo Eden. Lo primero que tendrían que decidir era qué
hacer con la página web. Ella no quería cerrarla, pero mantenerla con el nombre de
BennettWilderApesta.com, no le parecía adecuado.
-¿Cómo vamos a hacerlo sin que se entere la loca esa?
«Buena pregunta», pensó Eden.
-No lo sé. ¿A lo mejor llamando a todo el mundo?
-Eso suponiendo que no sea alguien a quien vemos todos los días.
Tenía razón, pero sospechaba que ése no era el caso.
-Supongo que es un riesgo que tenemos que correr. Prefiero llamar que escribir un
mensaje en el foro.
-No tendrás miedo de que él lo vea, ¿no?
-No -le dijo Eden-. Espero que lo haga.
Y así era. Él le había hecho daño. Y a las demás. Si se sentía incómodo al ver lo que
pensaban de él, mejor. Era lo que se merecía. «Tendré que recordarme todo esto
varias veces«, pensó Eden. Acababa de verlo y ya sentía que se le estaba pasando el
enfado.
Kate se rió.
-Me encantaría ver su reacción. Ocúpate de convocar a todo el mundo y yo me
ocuparé de Bennett -dijo Kate, tan práctica como siempre.
-¿A las ocho en mi casa te parece bien?
-Claro.
-Ven antes -le dijo Eden-. Y trae bebida. Mucha bebida.
Consciente de lo que le quedaba por vivir con respecto al regreso de Bennett Wilder,
iba a necesitar algún tipo de bebida alcohólica.

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5
-¡Ya era hora! -exclamó Grady cuando Bennett se detuvo frente a la puerta-. Podría
haber muerto esperándote.
-Sin embargo, estás lo bastante bien como para quejarte -contestó Bennett con un
suspiro.
Eva Kilgore, estaba de pie junto a Grady y parecía aliviada de que Bennett hubiera
llegado. Él asintió para saludarla.
-Hola, Eva.
-Bennett -contestó ella-. Ya está preparado.
Grady miró a Eva con el ceño fruncido.
-Sólo ha sido una pequeña fiesta de despedida, mujer inflexible. Tuviste que arruinar
mi diversión hasta el último momento ¿no es así?
Bennett pulsó el mando para abrir el maletero y los miró.
-Tu diversión es precisamente el motivo por el que ya no puedes estar aquí, Grady
Wilder -soltó Eva-. Es un milagro que nadie haya tenido una mala reacción al
alcohol.
Grady soltó una risita.
-Oh, creo que han reaccionado tal y como debían.
Bennett suspiró y arqueó una ceja al mirar a su abuelo.
-¿Alcohol?
-Inofensivo -dijo Grady.
-Arriesgado -contestó Eva-. Minnie Winston es afortunada por haberse dislocado la
cadera al caer, y no habérsela roto.
-Minnie no ha bebido nada -dijo Grady, y le guiñó un ojo a Bennett-. Ha sido el efecto
de la hierba lo que ha hecho que se cayera.
Eva lo miró horrorizada.
-Por favor, señora -dijo Grady-. Estaba bromeando.
Eva le entregó una hoja a Bennett y dijo:
-Firma esto y es todo tuyo.
-Sí, firma eso y sácame de este infierno. Esta bruja puede quedárselo todo para ella -
dijo Grady con desprecio.
-Compórtate -le advirtió Bennett en voz baja, y firmó donde Eva le indicaba.
-Buena suerte -masculló ella.
Bennett señaló la maleta que Grady tenía a su lado y arqueó una ceja.

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-¿Esto es todo? ¿Dónde está el resto de tus cosas? -Bennett sabía que Grady tenía un
televisor, un reproductor de DVD y un ordenador portátil porque se lo había llevado
él mismo. Además de varios libros, películas y juegos.
-Anoche hizo una subasta -anunció Eva con tono de disgusto.
Bennett se pasó la mano por el rostro, tratando de contener su enfado.
-¿Has vendido tus cosas? -le preguntó.
-Así tienes que cargar menos -le dijo Grady, sonrojándose una pizca y mirando hacia
otro lado-. Quería hacerte un favor.
-Oh, cielos. Me alegra saber que pensabas en mí -contestó Bennett, mordiéndose la
lengua. Metió la maleta en el maletero y esperó a que Grady se acomodara en el
asiento del acompañante antes de cerrarle la puerta.
Bennett miró a Eva y sonrió.
-Te diría que ha sido un placer, pero...
-Oh, no -dijo Eva, con tono de alegría-. El placer ha sido mío. Buena suerte -añadió-.
Vas a necesitarla.
-¡Bennett! -Kate Manning apareció en la puerta-. ¿Tienes un minuto?
Eva miró a Kate con curiosidad, arqueó una ceja y se marchó.
Intrigado, Bennett asintió. Kate y él nunca habían tenido una buena relación. Bennett
sabía que ella había hecho esfuerzos por llevarse bien con él mientras salía con Eden.
Pero esos días habían terminado. Y no había sido culpa de ella, por supuesto. Él se
había comportado como un cobarde.
Bennett había descolgado el teléfono cientos de veces para llamar a Eden y pedirle
una disculpa, pero nunca había conseguido reunir el valor suficiente. Bennett sabía
que ella querría una explicación, y ahí era donde empezarían los problemas. El nunca
le había contado lo de la amenaza de su madre, y por miedo a admitir que era un
cobarde, había roto la relación antes de que ella pudiera hacerle preguntas al
respecto.
Él tenía pensado disculparse aunque fuera demasiado tarde pero, sinceramente, no
esperaba encontrarse con ella nada más entrar al pueblo. Necesitaba encontrar el
momento adecuado para hacerlo.
Grady golpeó la ventana con impaciencia.
-¿Qué pasa?
-Espera un minuto, ¿quieres?
-Al menos, enciende el aire acondicionado -se quejó Grady-. Me estoy asando.
Bennett abrió la puerta y le dio las llaves del coche a su abuelo.
-Arranca. Sólo será un momento.
Su abuelo sonrió a Kate y, como siempre, se transformó al ver a una chica bonita.
-Señorita Manning.

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-Lo echaremos de menos, Grady -le dijo Kate de manera sincera.


-¿Qué puedo hacer por ti? -le preguntó Bennett a Kate.
-Nada -dijo ella, y se cruzó de brazos-. Sólo quería hacerte una advertencia amistosa.
Bennett miró a otro lado y blasfemó para sí. Llevaba menos de treinta minutos en el
pueblo y ya empezaba a no estar a gusto. Nada más entrar, lo había parado la policía
y, después, iban a hacerle una advertencia. Era consciente de que se lo merecía. Le
había hecho daño a su amiga. Naturalmente, a ella le preocupaba que se lo volviera a
hacer y por eso quería hablar con él.
-Mira -dijo él, frotándose la nuca-. Si se trata de Eden, yo...
-Sí y no -lo interrumpió Kate-. Mira, después de que te marcharas, Eden y otras ex
novias tuyas decidieron formar un club.
«¿Un club de ex novias?», pensó Bennett, asombrado. Se aclaró la garganta y dijo:
-¿Mis ex novias crearon un club?
-Sí -confirmó ella-. Con una página web. Deberías mirarla -dijo ella-. La dirección es:
www.BennettWilderApesta.com.
«Estupendo», pensó Bennett, asimilando la información y felicitándose por ser capaz
de mantener la calma. A pesar de que no tenía ninguna gracia, esbozó una sonrisa.
-En cualquier caso -continuó Kate-, no debería sorprenderte que las mujeres que
visitan la página no sean exactamente tus fans...
«No, desde luego no es una sorpresa», pensó Bennett.
-Y hay una mujer rara que ha participado durante las dos últimas semanas.
Pensamos que deberías saber que sus comentarios son un poco inquietantes.
-¿Inquietantes?
-Sí. Eden está preocupada. Sospechamos que es una chica de aquí y considerábamos
que mientras tú no estuvieras en el pueblo no correrías peligro -se encogió de
hombros-. Ahora que has regresado a Hell para quedarte, pensamos que debíamos
decírtelo.
-¿Pensamos?
-Eden y yo. Nosotras fundamos el club y creamos la página web, aunque he de
admitir que fue idea de Eden. BennettWilderApesta.com -le recordó con otra falsa
sonrisa.
-Muy bien -dijo Bennett-. Ya me he enterado -acababa de ver a Eden. ¿Por qué no se
lo había dicho ella? Ya comprendía por qué le había entrado miedo cuando él le dijo
que regresaba a vivir al pueblo. Aparte de por el motivo evidente, por supuesto.
Estaba claro que ella no quería contarle que su bromita había provocado que él fuera
el centro de una amenaza.
-No sé lo que le has hecho a Artemis525, pero sus mensajes no tienen nada que ver
con los típicos que dicen que eres un mujeriego. Está interesada en hacerte daño
físico.

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«Estupendo», pensó Bennett. «Magnifico». La vida en Hell iba a ser un infierno.


Tenía un club de mujeres que lo odiaban y una mujer loca que quería hacerle daño.
Así era como él recordaba Hell.
Su abuelo tocó el claxon en ese mismo instante y ambos se sobresaltaron. Bennett
miró a Grady.
Y viviría con el mismísimo diablo.
-En cualquier caso, sólo quería decírtelo para que lo supieras. Deberías estar alerta, y
si sucede algo extraño, informar de ello.
Claro. ¿Y a quién se lo contaría? ¿A Eden? Todo aquello le parecía una ironía.
Porque sabía que ella no lo esperaba y porque había decidido mantener la calma,
Bennett sonrió para agradecerle a Kate la información.
Ella lo miró un instante y dijo:
-Cuida de Grady. Es un encanto.
No era la palabra que él emplearía para describir a su abuelo, quien había empezado
a cotillear lo que llevaba en la guantera, pero no dijo nada.
-¿Qué pasaba? -le preguntó Grady cuando Bennett se metió en el coche.
-El típico comité de bienvenida de Hell -dijo Bennett y salió de allí. Suspiró y miró a
su abuelo de reojo.
Las arrugas marcaban el rostro de un hombre al que Bennett había admirado y en
quien había confiado. Sus manos, dañadas por la artritis, eran igual de grandes pero
habían perdido fuerza. La escena le resultaba familiar, pero diecisiete años atrás
había sucedido al contrario. Él había sido el necesitado. Y Grady Wilder lo había
apoyado. Bennett tragó saliva.
-Vamos a casa -le dijo a su abuelo.

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6
-Bueno, no puedo creerlo -dijo Marcy Duncan-. Nunca imaginé que regresaría.
-Lo sé -dijo Sheila Weaver. Negó con la cabeza y bebió el resto de su margarita-. Es
surrealista.
«Desde luego», pensó Eden mirando al grupo de mujeres que se habían congregado
en el salón de su casa.
Kate había llegado temprano con la bebida que le había pedido Eden y le había
contado lo sucedido con Bennett sin perder un detalle.
Según Kate, Bennett se había quedado asombrado, pero no se había enfadado.
Sinceramente, Eden estaba sorprendida. Esperaba que Bennett se hubiera puesto
furioso. Y sin embargo, le había dado las gracias a Kate por contarle lo de
Artemis525.
Eden decidió que había llegado el momento de poner orden en aquella reunión.
Después de todo, tenían varias cosas que hablar. Kate y ella habían comentado la
situación y habían decidido que, puesto que Bennett regresaba al pueblo para cuidar
de su abuelo, lo correcto era renombrar la página. De hecho, había sido Kate quien lo
había sugerido, y eso había hecho que Eden se sintiera mejor. Si hubiera sido idea
suya, su amiga habría cuestionado sus motivos.
Se aclaró la garganta.
-¿Chicas?
La conversación se convirtió en murmullo y todas la miraron expectantes.
-Creo que ya hemos agotado el tema de que Bennett haya regresado al pueblo -dijo, y
sonrió al ver que un par de mujeres sonreían-. Ahora, lo que tenemos que decidir es
qué hacer con la página web -terminó, preparándose para la reacción de sus
compañeras.
Marcy arqueó una ceja y dijo:
-¿Qué hacer con la página web? ¿A qué te refieres?
-¿No estarás sugiriendo que le llamemos? -preguntó Sheila, horrorizada. Aunque
estaba felizmente casada, seguía siendo miembro del club.
«Una víctima de Bennett, siempre será una víctima de Bennett», pensó Eden, aunque
sabía que Sheila estaba allí más por compañerismo que porque se sintiera realmente
afectada. Sheila había tenido un hijo recientemente y, puesto que trabajaba desde
casa, no tenía mucho tiempo para hacer amigas de otra manera que no fuera en la
red. Le encantaba formar parte del club, aunque Eden se preguntaba cómo se sentiría
su marido al respecto.
Se oyó un coro de noes y quejas en la sala.
-No -las tranquilizó Eden-. No quiero cerrar la página -hizo una pausa-. Pero creo
que deberíamos cambiarle el nombre.

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También creía que en algún momento deberían reestructurar el contenido para no


seguir difamando a Bennett, pero consideraba que no era el momento oportuno de
decirlo. Además, tampoco sería un gran cambio. Aunque Bennett había hecho que se
unieran y la página web trataba sobre él en un principio, ya no era así.
-No creo que tengamos que cambiar nada -dijo Kelly Briscoe-. El hecho de que haya
regresado no cambia nada. Sigue siendo un bastardo rompecorazones y mujeriego.
«Y tú sigues un poquito amargada», pensó Eden, e intercambió una significativa
mirada con Kate. Habían imaginado que Kelly se pondría en contra. Al contrario que
el resto de las integrantes del club, quienes en su mayoría habían perdonado a
Bennett, Kelly no lo había hecho.
Eden y Kate habían hablado sobre la posibilidad de que Kelly fuera Artemis525, pero
teniendo en cuenta que Kelly siempre había sido muy clara sobre sus sentimientos
hacia Bennett, les parecía extraño que fuera capaz de adoptar otro nombre para
enviar los mensajes. Normalmente, si Kelly tenía algo que decir, lo decía sin más.
Eden miró a su alrededor, observando cómo reaccionaban las demás al comentario
de Kelly. Un par de ellas estaban de acuerdo, otras completamente en contra y otras
no se decantaban por nada. Con un poco de suerte, conseguiría llevárselas a su
terreno.
Eden se retiró un mechón de pelo de la cara.
-Mira, teniendo en cuenta que Bennett viene a vivir aquí para siempre, creo que
deberíamos darle un descanso. Ya le va a resultar bastante duro...
-No se lo merece -insistió Kelly, dejando su copa a un lado-. Personalmente, creo que
esto puede ser muy divertido. En lugar de buscar la manera de no hacerle tanto
daño, creo que deberíamos buscar la manera de hacerle pasar un infierno -se cruzó
de brazos y miró a su alrededor buscando apoyo-. A él no le importó hacérnoslo a
nosotras.
-Oh, por favor -soltó Kate-. Soy la primera que dice que es un cretino, pero eso
ocurrió hace años. Es agua pasada.
-Para ti es fácil decirlo -contestó Kelly-. Tú eres la única que no sufrió por él.
-Eso sólo significa que fue más lista que el resto -contestó Eden. No le gustaba lo que
estaba sucediendo-. Mira, no digo que haya que perdonar a Bennett, y no digo que
haya que cambiar la página. Pero todo sucedió hace años. Y si él hubiera tenido otra
opción que no fuera mudarse aquí, lo habría hecho. Ha venido a cuidar de su abuelo,
y eso ya le resultará bastante duro.
-Sobre todo, teniendo en cuenta qué abuelo es -dijo Sheila entre risas-. Mi madre dice
que ha habido un buen alboroto antes de que Grady se marchara -la madre de Sheila
también trabajaba en la residencia.
Kate esbozó una sonrisa.
-Eva confiscó el alcohol y lo llevó a su despacho en cuanto Bennett se fue con Grady.
No ha salido de allí hasta las cinco, cuando terminaba su turno.
-¿Eva Kilgore se ha emborrachado? - preguntó Marcy.

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-Eso no lo sé -dijo Kate-. Pero digamos que, cuando salió, no caminaba con paso
firme. Y sonreía.
-Cuidar de Grady no será fácil -admitió Marcy con el ceño fruncido.
-No -convino Kate-. Aparte de ser un cascarrabias, siempre da problemas. Bennett va
a necesitar más ayuda de la que cree. En serio, no sé si Eva se lo habrá dicho o no,
pero es posible que Grady necesite una persona que lo cuide -miró a Eden-. ¿Parecía
consciente de todo eso cuando hablaste con él?
Kelly miró a Eden de forma acusadora.
-¿Has hablado con él? ¿Cuándo has hablado con él?
Eden sintió que se acaloraba. Confiaba en haber podido evitar esa conversación.
-Esta tarde lo paré mientras circulaba por la carretera.
Las mujeres exclamaron y que terminara la historia.
-Llevamos hablando de él mucho rato y nos lo cuentas ahora -dijo Marcy-. ¡Cuéntalo!
-¿Lo paraste antes o después de que recogiera a Grady? -preguntó Sheila.
-¿Iba más deprisa de lo permitido? ¿Le pusiste una multa?
-Antes. Sí. Y no.
Marcy pestañeó confusa.
-¿Qué?
Eden suspiró.
-Lo detuve antes de que fuera a recoger a Grady. Había excedido el límite de
velocidad... pero no le puse una multa, sólo le hice una advertencia.
-Entonces, creo que es la única concesión que debe tener dijo Kelly-. Si hubiera sido
otra persona, le habrías puesto una multa.
-Sabes que no es así -le reprochó Sheila-. Eden paró a Nick la semana pasada y no le
puso una multa -miró a Eden-. Y por cierto, gracias. Ya pagamos bastante de seguro.
Con otra multa probablemente nos anularían la póliza.
Eden lo sabía, y por eso no le puso una multa al marido de Sheila.
-No pasa nada.
-¿Y qué aspecto tenía Bennett? -preguntó Marcy, con una expresión que indicaba que
esperaba que Eden le dijera que había engordado muchísimo o que se estaba
quedando calvo.
Pero nada de eso describía a Bennett Wilder.
Más bien...
Ardiente. Perfecto. Peligroso. Tentador. Eden sintió un escalofrío y trató de evitar
que se le formara un nudo en el estómago al sentir un fuerte deseo sexual. La imagen
de Bennett sonriendo invadió su cabeza y provocó que se alterara el ritmo de su
respiración.

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Hizo un esfuerzo y se aclaró la garganta.


-Está como siempre -«es decir: igual de atractivo que siempre».
-Ah -dijo Marcy.
-Entonces, volviendo a la página web -dijo Kate-. ¿Tenemos alguna sugerencia para
el nuevo nombre?
-Sí -dijo Kelly-. BennettWilderApesta.com.
A punto de perder la paciencia, Kate cerró los ojos y se bebió el resto de la copa.
-Será mejor que votemos. Las que estéis a favor de renombrar la página, levantad la
mano.
Todas levantaron la mano, excepto Kelly. Kate asintió.
-Queda claro, ¿no es así?
-Espera un momento -dijo Sheila-. Estoy de acuerdo en que hay que cambiar el
nombre de la página, pero también creo que permitir que Bennett se libre sin más no
está bien.
En el fondo, a Eden tampoco le parecía bien, pero opinaba que el hecho de que él
viera la página ya era venganza suficiente.
-Sheila tiene razón -dijo Marcy-. Sea agua pasada o no, Bennett ha roto el corazón de
casi todas las que estamos aquí. Eso merece algún tipo de castigo.
Sheila soltó una carcajada.
-Como que una de nosotras le parta el corazón.
El comentario de Sheila hizo que todas se rieran, menos Kelly, que estaba muy seria y
miraba a Eden fijamente.
-Eso es -dijo ella.
-¿El qué? -preguntó Eden.
-Una de nosotras tiene que romperle el corazón.
Eden sintió que una ola de pavor recorría su cuerpo. Sin duda, Kelly no estaba
insinuando lo que ella creía que insinuaba. No podía...
Todas las mujeres de la habitación se volvieron hacia ella.
-Tú siempre fuiste su favorita -dijo Sheila-. Si hay alguien aquí que pueda darle a
Bennett una dosis de su propia medicina, eres tú, Eden.
Ella lo dudaba. Además, aunque fuera verdad, no esta dispuesta a exponerse. Sí,
estaba de acuerdo en que Bennett necesitaba que alguien le rompiera el corazón
como castigo a los errores que había cometido en el pasado, pero ella no quería ser la
responsable. Tenía la sensación de que, si lo intentaba, sería ella la que acabaría
destrozada.
-Otra vez.
Negó con la cabeza y comentó:

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-Er... Creo que no.


-Lo imaginaba -dijo Kelly-. Te lanzaste a crear el club y la página web cuando
Bennett no estaba aquí, pero ahora que ha regresado, quieres deshacerlo todo como
si no hubiera pasado nada -levantó las manos disgustada-. ¿De qué diablos tienes
miedo?
«De enamorarme otra vez de él». «De creer en su mirada».
«De desearlo más de lo que deseo estar bien».
«De desear sus besos con ansia».
«De sobresaltarme cada vez que suena el teléfono».
«De que me dé un vuelco el corazón cada vez que alguien llama a la puerta».
-No tengo miedo de nada -mintió Eden, y alzó la barbilla con un gesto de desafío.
-Entonces, hazlo -la retó Kelly-. Hazlo por nosotras.
-Yo...
-Hazlo por nosotras y no volverás a oír ninguna queja por mi parte respecto a
renombrar la página -dijo Kelly.
-Vamos, Eden -intervino Marcy-. Es sólo una pequeña dosis de su propia medicina.
No te estamos pidiendo nada más.
Eden notó que el ambiente de la habitación había cambiado. Todas la miraban como
si tuviera poder para partirle el corazón a Bennett. ¿Consideraba ella que había
habido algo especial entre ambos?
Sí, a pesar de todo lo que había pasado, creía que sí.
Pero eso no significaba que pudiera hacer lo que ellas le pedían. Era demasiado. Miró
a Kate, convencida de que su amiga saldría en su defensa.
Kate, simplemente, la miró pensativa y se encogió cíe hombros.
Eden la miró. Kate sabía lo difícil que había sido para ella cuando Bennett se marchó
del pueblo. Eden se había quedado destrozada y había llorado durante meses. No era
posible que Kate considerara que eso fuera una buena idea, pero tampoco parecía
dispuesta a objetar. «¿De veras odia tanto a Bennett?», se preguntaba Eden,
sorprendida.
Además, proponerse herir a alguien a propósito no era su estilo.
-Sé que es mucho pedir, Eden -dijo Sheila-. Pero no puedo decirte lo feliz que me
haría ver cómo Bennett consigue lo que se merece -dudó un instante-. Un poco de
humildad le vendría bien, ¿no crees? Sobre todo si ha regresado al pueblo con buenas
intenciones.
Estaba de acuerdo, pero no quería ser la impulsora de ese plan. Por desgracia, al ver
que todas la miraban esperanzadas, Eden no encontró la manera de negarse sin
quedar como una cobarde.
Y eso era inaceptable. Finalmente, asintió y dijo:

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-Lo intentaré -mintió, cruzando los dedos detrás de la espalda.


Las chicas gritaron de alegría. Todas menos ella. Tenía demasiado miedo como para
celebrar nada.

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7
Bennett condujo despacio por la calle de Eden y se fijó en que había una fila de
coches aparcados frente a la iglesia. Como en la mayoría de los pueblos sureños, los
habitantes de Hell siempre habían sido muy religiosos, pero asistir a misa la noche
del lunes era exagerado incluso para ellos.
Era evidente que tenían una reunión de algún tipo, quizá estuvieran planeando un
acto benéfico, o incluso a lo mejor estaban rezando por él. La idea lo hizo soltar una
carcajada. «Déjalos que recen», pensó Bennett. En aquel momento, necesitaba toda la
ayuda del mundo, incluso del tipo divino. Bennett miró los buzones para tratar de
averiguar cuál de aquellas casas era la de Eden. Había localizado su dirección en
Internet, con la misma conexión lenta con la que se había descargado la página web.
A medida que la página se iba descargando despacio, su temor iba aumentando.
Cuando consiguió ver la página completa, Bennett había sentido una mezcla de
diversión y repulsión.
La página de bienvenida mostraba una foto suya que había sido retocada para que
pareciera una foto de archivo policial. En lugar de llevar el número de presidiario en
el cartel que supuestamente llevaba, ponía «Bastardo». También había frases a modo
de advertencia por toda la página.

¡Peligro: Eviten a este canalla mujeriego a toda costa!


¡Tiene mucha labia, pero desaparece pronto!
¡Sufrimiento garantizado!
¡Eyaculador precoz!

La última era una gran mentira. No había perdido el control de su eyaculación desde
que había sido adolescente. «Eyaculador precoz, ¡y un rábano!», pensó Bennett
enfadado.
Aparte de la página de bienvenida, Bennett tenía una página entera dedicada a él que
recibía el nombre de «delincuente». En ella se mencionaban sus medidas corporales,
se relataban los múltiples fallos que había cometido y se mostraban varias fotos que
habían aportado las mujeres.
En otra página que se llamaba Las víctimas, aparecían las mujeres con las que había
salido y a quienes había hecho daño. En las fotos aparecían con él, y en algunas
simplemente habían añadido su imagen con el Photoshop.
Lo acusaban de tener romances de usar y tirar y se llamaban a sí mismas sus
víctimas. Algunos relatos eran claros y directos, y contaban lo que habían hecho
juntos y cómo él las había dejado de repente, otros eran más rebuscados y cargados
de insultos.

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Por supuesto, Grady había cotilleado lo que él estaba haciendo en el ordenador y


había dicho:
-Algo había oído. Desde luego, sabes cómo hacer enfadar a las mujeres.
Exasperado, Bennett ni siquiera se había molestado en preguntarle a su abuelo por
qué no le había contado nada. Cuanto más leía, más se convencía de que no podía
esperar más para disculparse ante Eden. Él se había marchado del pueblo sabiendo
que la había herido. Y no se sentía orgulloso de haber sido demasiado cobarde como
para decirle adiós. Pero no había sido consciente del daño que le había causado, a
ella y a otras mujeres, hasta que leyó algunos de los archivos adjuntos en la página.
Por fortuna, Bennett se percató de que en mensajes más recientes, el tema de
conversación no se centraba tanto en él y trataba sobre otros asuntos de chicas.
Desde luego, los mensajes de Artemis525 eran un poco inquietantes, y ése era otro
motivo por el que a él le gustaría hablar con Eden. El resto de los comentarios eran
los típicos que haría alguien con el corazón roto. No le extrañaba que Kate le hubiera
dicho que Eden estaba preocupada. Él también se sentía un poco preocupado, pero
no permitiría que una mujer lo intimidara.
«¿Dónde diablos está su casa?», se preguntó mientras recorría Aretic Circle por
segunda vez. Bennett consultó los números de las casas por segunda vez y se
sorprendió al ver que la iglesia tenía el mismo número que la dirección que figuraba
como la casa de Eden en Internet, intrigado, se detuvo convencido de que debía estar
equivocado.
-No puede ser -murmuró.
¿Una iglesia?
La última vez que salieron juntos ella vivía en el apartamento que había sobre el
garaje de casa de sus padres y él sabía que ella deseaba salir de allí. ¿Pero vivir en
una iglesia?
Bennett sonrió y negó con la cabeza. Típico de Eden, pensó él. ¿Por qué iba a comprar
una casita de ladrillo si una iglesia era algo mucho más interesante? A ella siempre le
ha interesado la arquitectura, recordó Bennett. Se fijó en la fila de coches que había
frente a la casa y sintió que la curiosidad sé apoderaba de él.
¿Qué hacía toda esa gente allí?
Bennett apagó el motor, salió del coche y se guardó las llaves en el bolsillo. Decidió
que era el mejor momento para averiguarlo. Un sexto sentido le indicaba que
probablemente tenía algo que ver con su inesperado regreso a Hell.
Traspasó una valla de hierro oxidado y admiró la pradera de césped por la que
transcurría un caminito rodeado de flores que llevaba hasta la casa. En el porche
delantero había un gato atigrado que, al ver que subía el primer escalón, se levantó
del suelo y comenzó a bufar.
Sorprendido, Bennett dio un paso atrás y se amonestó por haberse asustado de un
gato. Lo miró y volvió a subir el escalón.

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El gato se agachó y maulló con tanta fuerza, que hizo que a Bennett se le erizara el
vello de la nuca. Sus ojos de color ámbar brillaban de manera extraña mientras
continuaba bufándole.
¿Qué diablos le pasaba a aquel gato? Bennett retrocedió de nuevo. No porque tuviera
miedo, por supuesto, sino porque imaginaba que a Eden no le gustaría que le hiciera
daño a su gato.
Afortunadamente, en ese momento, alguien abrió la puerta. Un grupo de mujeres
salió al porche charlando amistosamente y sin notar su presencia.
-Cielos, esto va a ser buenísimo -dijo Marcy Duncan.
-Lo sé. No puedo esperar a ver qué pasa con Ben... -Sheila Weaver se detuvo de
pronto y se quedó boquiabierta al ver a Bennett.
Marcy dirigió la vista hacia donde ella estaba mirando y exclamó en voz baja:
-Bennett -inmediatamente, esbozó una sonrisa que lo hizo sentir incómodo.
Una sonrisa de las que sugería que sabía algo importante que él desconocía.
-Buenas noches, chicas -contestó él, y asintió al ver que otras mujeres salían al
porche. Reconocía a todas. A excepción de Kate, había salido con cada una de ellas.
«Aquí tengo a mi club de ex novias en carne y hueso», pensó Bennett y notó que le
quemaban las mejillas.
-Bueno, bueno, bueno dijo Kelly Briscoe con una sonrisa y antes de mirar al resto del
grupo con complicidad-. Hablando del demonio.
Así que estaba en lo cierto. Ellas habían estado hablando de él.
Y si Kelly había participado en la conversación, podía imaginar cuál habría sido el
tono de la charla. Se arrepentía de haber hecho muchas cosas, y salir con Kelly
Briscoe estaba entre las tres primeras.
Ella lo había perseguido durante meses, llamándolo, apareciendo en su casa, y
encontrándolo misteriosamente cuando se encontraba fuera del pueblo. Finalmente,
Bennett había conseguido deshacerse de ella, pero no sin esfuerzo, y a juzgar por la
manera en que ella lo miraba, ella no lo había perdonado.
En ese momento, Eden salió de la casa:
-Bennett dijo ella-. No... No te esperaba.
«Eso es evidente», pensó él, y esbozó una sonrisa.
-¿No me digas? Quería hablar contigo, pero es evidente que no es buen momento -
comentó mirando a su alrededor.
-De hecho -intervino Kate antes de agacharse para acariciar al gato-. Es un momento
estupendo.
-Perfecto -dijo Sheila Weaver, y siguió a Kate y al resto del grupo por los escalones.
Bennett permaneció inmóvil frente a Eden. Lo único que se interponía entre ambos
era ese animal infernal.

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-Veo que has conocido a Cerberus.


Bennett no pudo evitar sonreír.
-¿Cerberus, como el perro de tres cabezas que vigila la puerta de Hades?
-El mismo -dijo ella.
-Es un nombre interesante para un gato que vigila una iglesia, Eden.
Eden se agachó y acarició al animal.
-La tenía antes de mudarme aquí, pero me percato de que es una ironía -rascó el
lomo del animal y lo tomó en brazos-. ¿Quieres pasar?
-¿Estás segura de que no te importa? Debería haberte llamado primero, pero...
-Está bien dijo ella. Se volvió de manera que su larga melena acarició la zona lumbar
cíe su espalda, e hizo un gesto para que él la siguiera.
Ella se había quitado el uniforme y se había puesto un pantalón corto y un top
blanco. Ambas prendas marcaban su silueta provocando que Bennett imaginara
cuerpo desnudo, con pezones turgentes y sexo apasionado.
Bennett nunca había podido mirarla sin desearla, pero saber que en aquellos
momentos era algo fuera de su alcance hacía que le pareciera algo aún más atractivo.
La sangre le corría por sus venas y se agolpaba en su entrepierna con una ferocidad
que sólo había experimentado con Eden. ¿Porque era la mujer con la que había hecho
el amor por primera vez? ¿O simplemente porque, a pesar de sus buenas intenciones,
nunca había sido capaz de resistirse a ella?
¿Y qué importaba? La deseaba, y sospechaba que siempre la desearía.
Al cabo de un momento, se fijó en que llevaba un anillo de plata en un dedo del pie y
que se había hecho un tatuaje a la altura del tobillo derecho. «Eso es nuevo, pensó él
impresionado, y mucho más excitado.
Con una mezcla de deseo y nerviosismo, Bennett metió las manos en los bolsillos de
los vaqueros y cruzó el umbral de la puerta.
-¡Guau! -murmuró al mirar hacia el techo abovedado. Ella había mantenido las
ventanas originales y en lugar de dividir la casa mediante tabiques hasta el techo, la
había dividido dejándolos a media altura. Algo que definía espacios y permitía
conservar su estilo arquitectónico a la vista.
Eden dejó el gato sobre una butaca, con cuidado.
-Pórtate bien -le ordenó en voz baja. Se volvió hacia Bennett-. Gracias -dijo
contestando a su expresión de asombro-. Me llevó algún tiempo, pero al final
conseguí que quedara como yo quería.
-¿Cuándo te mudaste aquí?
-Hace un par de años. Las cosas se pusieron demasiado tensas en casa, así que
compré lo primero que encontré. No esperaba que fuera una iglesia -sonrió y se
encogió de hombros-, pero enseguida se convirtió en un hogar.

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Y teniendo en cuenta que se había mudado para alejarse de Giselle, el mismísimo


diablo, vivir en un lugar sagrado parecía una decisión prudente. A su madre debió
de quemarle la piel cuando pisó por primera vez aquel lugar.
-Espera -dijo Eden, y se dirigió parte trasera de la casa-. Traeré algo beber.
«Hospitalidad sureña», pensó Bennett. Podría ser su enemigo mortal y ella no podría
evitar comportarse como una buena anfitriona. Bennett le dio las gracias y se movió
por la habitación para mirar sus obras de arte.
Inmerso en el ambiente de la casa de Eden, notó cómo otra ola de añoranza lo
invadía por dentro. Ella había hecho varias placas conmemorativas para la gente a
quien admiraba. Al leer la de Dorothy Parker, Bennett se rió.
-Disculpa el polvo.
Eden regresó y le entregó una cerveza. Sus dedos se rozaron y ambos se miraron al
sentir una corriente eléctrica. Sí, yo también la he notado», contestó Bennett en
silencio.
«Maldita sea».
-Ella era muy divertida -dijo Eden, y miró hacia el cuadro para tratar de romper la
tensión-. ¿Has leído algo suyo?
-No, no he leído nada.
-Deberías. Es para morirse de la risa.
Junto a la de Dorothy Parker, encontró la de Bette Davis.
Siempre lo hacía de la manera más difícil.
Eden inclinó la cabeza y se rió.
-Creo que eso puede decirse de la mayoría de las mujeres.
-Te diría que estoy de acuerdo -dijo él, y miró de reojo a la gata-, pero me temo que
me dejarías en manos de esa felina endiablada.
-Cerberus no es endiablada -dijo ella, fingiendo estar ofendida-. Simplemente me
protege. Puede que no sea tan llamativa como un perro, pero es igual de fiera y de
fiel.
-Ya me di cuenta. Cuando estaba a punto de atacarme.
-Deberías alegrarte de que ninguna de las otras fieras que había aquí haya tratado de
atacarte -señaló ella, esbozando una sonrisa.
Bennett se rió.
-Cierto -dijo él, y la miró dubitativo-. También soy afortunado porque tú tampoco lo
has intentado todavía.
-No te confíes demasiado -le advirtió ella-. Todavía podría atacarte sin avisar.
Bennett no lo ponía en duda. Aunque ella siempre había tenido un carácter más
tranquilo que el de él, Eden estallaba cuando consideraba que algo era injusto. Y él le
había hecho lo más injusto que podía hacer. Le había partido el corazón. Entonces...

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¿Supongo que has venido por lo de la página web? -preguntó ella, tratando de
cambiar de tema.
Él se disponía a beber un trago en ese mismo momento y detuvo el movimiento a
mitad de camino. Mirándola por encima de la botella, contestó:
-Es una forma de decirlo.
-¿La has visto?
Bennett asintió.
-Sí -admitió-. Es un trabajo estupendo. ¿Lo has hecho tú todo?
Eden lo miró un instante, sin saber qué pensar acerca de su manera de reaccionar.
-Sí, yo hice la mayor parte del trabajo -admitió, alzando la barbilla de forma
beligerante-. ¿Qué te ha parecido la foto de archivo policial?
-Es un buen detalle -admitió-. Aunque la advertencia de que soy eyaculador precoz
me ha ofendido.
Eden se rió. Era la primera vez que la oía reír de verdad desde que había entrado en
su casa y Bennett notó que la risa rompía la tensión que se había creado entre ellos.
-Eso no fue cosa mía. Cada miembro proponía su propia advertencia para la página
de inicio -se quedó pensativa-. Creo que fue idea de Kelly.
Bennett resopló. Imaginaba que había sido esa bruja.
-No pareces sorprendido -dijo ella-. Sabes, Bennett, todo el mundo tiene una noche
mala de vez en cuando. No deberías castigarte por ello. He oído que Kelly es muy
exigente en la cama, así que si las cosas se os fueron de las manos...
Bennett estuvo a punto de atragantarse con la cerveza.
-Muy bonito -dijo él-. Sabes que me importa un comino lo que pongas en esa página,
siempre y cuando sea cierto -la miró de arriba abajo para que recordara la realidad.
Una tontería, porque lo único que consiguió fue desearla aún más-. Y eso no es cierto.
Eden suspiró y él se fijó en que sus ojos verdes oscurecían al recordar la pasión que
habían compartido. Ella pestañeó y posó la mirada sobre la boca de Bennett. Se
humedeció los labios, y lo miró de nuevo. En ese momento, él supo que sus mentes
habían viajado al mismo lugar.
Hasta una noche de verano de tres años atrás.
Igual que en los viejos tiempos, habían pasado el día juntos, recorriendo las
carreteras secundarias buscando un lugar apartado para hacer el amor.
Bennett nunca había sido capaz de mantenerse alejado de ella.
En esos momentos, sólo con respirar el mismo aire que ella se sentía más vivo, más
enérgico y más excitado que la última vez que la había visto. Era como si ella tuviera
la capacidad de activar un interruptor dentro de él. Todo se tornaba más colorido,
más claro. Por supuesto, Bennett había salido con otras mujeres, pero no durante los
meses anteriores porque las relaciones sexuales poco satisfactorias lo aburrían.

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Y estar con Eden siempre le había resultado tan fácil. Algo curioso para él, cuando
nada lo había sido hasta ese momento de su vida. Al final, habían llegado a Suicide
Lane, una carretera que terminaba en un precipicio. La combinación del peligro y la
panorámica, hacían del lugar un sitio muy especial.
Bennett había equipado la caja de la furgoneta con mantas y almohadas, de forma
que podían tumbarse allí a mirar las estrellas. Eden se había acurrucado a su lado y
su cabello caía por encima del hombro de Bennett. Él había experimentado una fuerte
sensación de paz y le resultaba difícil respirar.
Ella había elegido ese momento para decirle que lo amaba, provocándole un espiral
de emociones que habían contribuido a que se marchara del pueblo. Después ella lo
había besado en el mentón y él se había derrumbado.
La determinación, la rabia y el resentimiento con los que él se había aislado se habían
disipado y no había podido evitar enamorarse de ella otra vez.
La luz de la luna y los suspiros sibilantes, el cabello rubio sobre su torso desnudo.
Sus pezones rosados, su vientre y sus muslos de piel suave. El cuerpo de Eden sobre
el suyo, cabalgando...
Bennett notó que el miembro se le ponía erecto al recordarlo.
Ella pestañeó y se aclaró la garganta, rompiendo el hechizo.
-Hmm... Veré cómo puedo rectificarlo -le dijo Eden
-Te lo agradecería dijo Bennett.
-Para eso nos habíamos reunido esta noche.
-¿Por la página web?
-Sí. Aunque estamos acostumbradas al nombre, hemos decidido cambiarlo.
-¿Qué? -preguntó Bennett, fingiendo sorpresa-. ¿BennettWilderApesta.com ya no os
sirve? ¿Es demasiado soso?
Sonriendo, Eden negó con la cabeza.
-No -lo miró a los ojos-. Cumplió con su propósito -dijo ella-. Y en vista de las
circunstancias por las que has regresado al pueblo, bueno...
«Han decidido darme un respiro», pensó Bennett.
-Gracias -dijo, mirando a Eden-. Además, estáis intercambiando tantas recetas que,
en mi opinión, el nombre ya no encaja con la página.
-Te has leído cada palabra, ¿verdad?
-Tenía curiosidad.
-¿Y no estás enfadado?
-¿Sorprendido? Sí. ¿Indignado por las mentiras relativas a mi actuación en la cama, al
tamaño de mi pene y al tamaño de mi cerebro? Sí -confirmó él-. Pero ¿enfadado? -
Bennett negó con la cabeza y bebió otro trago de cerveza-. No. Me comporté como un

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cretino -se encogió de hombros-. Admito que has contraatacado de manera bastante
creativa. Y me lo merecía.
Eden lo miró con prudencia y un poco sorprendida. Bennett se asombró al ver su
reacción.
-Entonces, ¿vais a cambiar el nombre de la página? -continuó Bennett-. ¿Debería
preocuparme?
Eden pestañeó.
-Mm... No. A menos que tengas alguna queja contra www.criticonasdeHell.com.
-¿Criticonas de Hell?
Ella arqueó una ceja.
-Tiene cierto morbo, ¿no crees?
-Sin duda es mucho mejor que el nombre que teníais antes, eso seguro. ¿Puedo
confiar en que quitéis mi foto de vuestra página?
Eden hizo una mueca y dijo:
-Poco a poco.
Él soltó una carcajada.
-Supongo que el hecho de que cambiéis el nombre de la página ya es bastante bueno,
de momento.
-Bueno, ¿y qué te han parecido los mensajes de Artemis525?
-Ése es uno de los motivos por los que he venido -dijo él-. ¿Tienes idea de quién es?
Eden negó con la cabeza.
-No. Esperaba que después de leer los mensajes pudieras darme alguna pista sobre lo
que sucede.
Bennett frunció el ceño.
-Es extraño, ¿a que sí? Es curioso que acabe de empezar a participar.
-Lo es. ¿Has salido con alguien hace poco que haya podido ver la página?
Bennett negó con la cabeza.
-No. No he tenido mucho tiempo para las mujeres -y todas las demás eran meras
sustitutas de ella, así que había decidido no molestarse-. Creía que Kate me había
dicho que sospechabais de una chica local.
-Así es. Tiene la dirección de un servidor local.
-Entonces, eso descartaría a aquellas mujeres con las que he salido después de
marcharme de Hell, ¿no es así?
-Así es -Eden dejó la cerveza sobre la mesa-. Mira, no sé exactamente de qué se trata.
Has leído los mensajes, así que sabes tanto como yo, pero tienes que tener cuidado e
informar de cualquier cosa que consideres sospechosa.

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Él frunció el ceño con escepticismo.


-Oh, no creo que...
-Bennett, esto puede ser serio -insistió Eden-. No puedes tomártelo a la ligera.
«¿De veras está preocupada por mí o simplemente es un consejo profesional?», se
preguntó Bennett.
-Mira -continuó Eden-. Te avisaré cuando ella participe en el foro si me prometes que
me lo contarás si pasa algo fuera de lo normal.
Bennett soltó una carcajada.
-¿Algo fuera de lo normal? ¿En Hell?
-Sabes a qué me refiero -lo miró con una pequeña sonrisa-. Prométemelo -insistió.
-Está bien -dijo él-. Pero estoy seguro de que no pasa nada.
Eden no discutió, y asintió sin más. Tras un silencio, él supo que había llegado el
momento de pedirle disculpas.
Miró a lo lejos, se pasó la mano por el rostro y la miró a los ojos.
-Eden, quiero que sepas lo mucho que...
-No, Bennett -lo interrumpió, anticipando lo que él pensaba decir. Cerró los ojos un
segundo, como si interrumpirlo le resultara algo doloroso-. Sé lo que vas a decir, o a
intentar decir, y yo... Preferiría que no lo hicieras. No estoy preparada.
«Para perdonarme, quiere decir», pensó Bennett. Si no estaba preparada después de
tres años, probablemente, no lo estaría nunca. Por algún motivo, la idea de no
conseguir nunca su perdón era peor que saber que nunca sería suya, que lo había
estropeado todo demasiadas veces con ella. Bennett se percató de que lo que más
necesitaba era su perdón. Hasta ese mismo instante, no había comprendido lo
importante que era que ella lo perdonara.
Claramente, no lo iba a conseguir en ese mismo instante, pero después de cuidar de
Grady, era su prioridad.
-Yo, uh... probablemente debería marcharme -dijo él. Suspiró y cerró los puños para
evitar tocarla-. No quiero imaginar lo que ha podido hacer Grady mientras estaba
fuera.
Eden se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y lo acompañó hasta la puerta.
-¿Eva te ha mencionado algo acerca de que Grady necesita una cuidadora?
Sorprendido, Bennett la miró con el ceño fruncido.
-¿Una cuidadora? No.
-Ah.
-¿Por qué?
-Bueno... Kate cree que Grady necesita alguien que lo cuide.
-¿A pesar de que yo esté con él?

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-Tú trabajarás mucho tiempo fuera ¿no es así?


Bennett asintió. Él ya había pensado en eso, y por ello había pensado en instalar un
intercomunicador entre el taller y la casa. Se lo contó a Eden.
-Sin duda, eso ayudará.
-Estoy pensando en contratar a una asistenta. Alguien que venga a limpiar y a
cocinar, así que él no estará solo mucho rato.
-Entonces, a lo mejor esa persona podría tener dos funciones.
-De manera encubierta. Si Grady cree que he contratado a alguien para cuidar de él,
armará un escándalo.
Eden se rió.
-Entonces será mejor no decirle nada.
-Eso es dijo Bennett con una sonrisa. Tuvo que contenerse para no inclinar la cabeza
y darle un beso. Estaban tan cerca que él podía ver el brillo de sus ojos verdes, las
pecas de su nariz y su labio inferior humedecido.
Sintió como si una llamarada lo inundara y notó cómo su miembro se endurecía
contra la cremallera de su pantalón. Su delicada mejilla suplicaba que la acariciaran y
sus labios sensuales que los besaran.
Y por eso, él se retiró.
No podía tenerla, igual que no había podido tenerla tres años antes. Él no era bueno
para ella, algo que le había dicho la madre de Eden cuando le ordenó que se
mantuviera alejado de su hija. Al despreciar a todos aquellos del pueblo que
consideraban que no era lo bastante bueno también había despreciado su futuro con
ella.
Y Eden Rutherford se merecía algo mejor.
Bennett tragó saliva, desanimado por aquel recuerdo. Incapaz de evitarlo, se agachó
y la besó en la frente. Después, cerró los ojos y se retiró antes de seguir adelante.
-Buenas noches, Eden.
Le pareció que su mirada mostraba confusión y arrepentimiento, pero ella pestañeó
antes de que él pudiera estar seguro.
-Buenas noches, Ben -contestó ella.

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8
-Buenos días, cariño -la tía Devi saludó desde su alfombra de yoga-. En la mesa hay
una magdalena para ti. Tardaré un minuto
Acostumbrada a interrumpir a su tía de algún modo u otro, Eden se dirigió a la
cocina y encontró sobre la mesa una magdalena rellena de arándanos rojos y un vaso
grande de té de frutas.
Hacía años que le había pedido a su tía la receta del té, pero sin éxito. Devi insistía en
que se la dejaría como parte de su herencia, igual que había hecho su tía con ella. Las
mujeres de la familia Darlaston tenían curiosas costumbres que pasaban de
generación en generación. Conseguir la receta a través del testamento era sólo una de
ellas.
Había otra tradición para la que Eden se enfrentaría enseguida y para la que no
estaba preparada.
Su tía, una mujer de unos sesenta y pico años que aparentaba ser mucho más joven,
entró en la cocina vestida con un pantalón corto y un sujetador deportivo de color
morado a juego.
-Tienes ojeras, cariño. ¿No has dormido bien? -le preguntó con una sonrisa
misteriosa.
«De forma interrumpida», pensó Eden y miró a su tía con cautela. Eso era la
consecuencia de la visita de Bennett Wilder a una chica. Había estado menos de una
hora en su compañía y no había podido evitar sentirse atraída por él. Y el beso que le
había dado en la frente... ¿Sabría él lo difícil que le había resultado contenerse para
no actuar de forma recíproca? ¿Lo mucho que le había costado contenerse para no
abrazarlo?
El poco tiempo que había dormido había estado soñando con él. Imágenes del
tiempo que habían pasado juntos en la camioneta, sobre todo la noche que
terminaron aparcados en Suicide Lane. Era cierto que siempre había habido mucha
química entre ambos, pero aquella noche había habido algo especialmente intenso.
Tan intenso como para que ella le dijera que lo amaba.
Un gesto que evidentemente a Bennett lo había afectado tanto como para que a la
mañana siguiente se marchara sin siquiera darle las gracias por una noche
maravillosa, pero que para ella había sido muy especial. Tanto que, al parecer, le
había arruinado la posibilidad de enamorarse de otro chico.
Eden murmuró algo a modo de respuesta y bebió un sorbo de té.
-Sabes, es terrible que vayas a esperar a que te mueras para darme esta receta.
-Estupideces -bromeó la tía-. Así esperarás ansiosa.
-¿Por tu muerte?
-No -dijo Devi, y se sirvió un vaso de té-. Para conseguir la receta. Será como un rayo
de luz en una situación deprimente. Confía en mí, lo sé.

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Eso no podía discutírselo. Y sin duda, sería un momento terrible. Devi era como la
madre que nunca había tenido. Cariñosa, ingeniosa, siempre dispuesta a decir una
palabra amable o a reír. Eden no sabía qué habría hecho sin ella.
-Además, si te doy la receta, dejarás de venir a verme -suspiró con dramatismo-. Y
entonces me quedaré sola y sin nadie que me quiera.
Eden resopló y dijo:
-No dices más que tonterías.
Devi podía ser mayor, pero era la persona más vital que Eden había conocido. Le
interesaban montones de cosas y tenía muchos amigos.
-¡Qué descarada! dijo con brillo en la mirada-. Tu madre estaría escandalizada.
«Cierto», pensó Eden, e inclinó la cabeza. Giselle Rutherford no se parecía en nada a
su hermana. De pequeña, Eden fantaseaba con que era la hija de Devi pero que, por
circunstancias diversas, había tenido que dejársela a Giselle para que la criara.
Su madre siempre la criticaba por todo, y no sólo a ella. Giselle casi nunca estaba de
acuerdo con nada. Después de verla, Eden siempre se quedaba con la sensación de
no dar la talla. Eden no comprendía cómo su padre podía soportarlo. Decían que el
amor era ciego, pero en la relación de sus padres, también debía ser sordo y mudo.
Para empeorar las cosas, Giselle siempre se había sentido muy celosa de su hermana
mayor, así que debía resultarle muy difícil tener una hija que congeniara mejor con
su rival que con ella.
-Hablando del Dragón... -dijo Devi, empleando el apodo que le había puesto a su
hermana pequeña hacía mucho tiempo-. Esto ha llegado por correo esta mañana -le
entregó a Eden una invitación-. Qué gracioso -dijo su tía-. No sabía que ya habías
elegido un nombre nuevo.
-¿Qué? -preguntó Eden, sintiendo un nudo en el estómago-. Oh, no -murmuró al ver
la invitación-. ¡No, no, no! -se levantó de la silla y miró a Devi fijamente-. ¿Cómo ha
podido hacer esto? ¡Le dije que todavía no había decidido el nombre! ¡Que no estaba
preparada! Tengo hasta final de año, ¡maldita sea! ¿Por qué ahora? -apretó los
dientes-. ¿Por qué siempre tiene que hacer lo mismo?
Devi se encogió de hombros.
-Sólo tu madre sabe sus motivos, cariño. No sé por qué te está forzando.
Eden miró la invitación y sintió que le hervía la sangre. Al momento, empezó a sentir
un tic en el ojo izquierdo.
-Ha reservado la sala de reuniones y ha elegido la empresa de catering. Todo -dijo
disgustada-. Sin preguntarme. Y es mi ceremonia de nombramiento.
Por tradición, las mujeres de la familia Darlaston no les ponían dos nombres a sus
hijos. Todo había empezado cuando la tatarabuela de Eden había decidido, a los
veintiocho años, que no le gustaba el segundo nombre que su madre le había dado y
había decidido cambiárselo por otro que le gustaba más. Cuando sus hijos nacieron,

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sólo les puso un nombre a propósito, para que cuando llegara el momento ellos
pudieran elegir el segundo.
Aquella era la tradición familiar que más le gustaba a Eden. Un nombre era algo
especial, y reflejaba personalidad. ¿Cuánta gente se cambiaría el nombre si pudiera?
A ella le gustaba la idea de elegir su segundo nombre, pero todavía no había
encontrado ninguno.
Puesto que su abuela no había elegido el nombre hasta los veintiocho años, la familia
había adoptado esa edad como fecha límite para futuras generaciones. A veces, lo
decidían antes y otras en el último minuto, pero la familia siempre celebraba una
fiesta para aquella persona que iba a elegir nombre.
Eden siempre había imaginado celebrar algo divertido en el Ice Water Bar and Grill
y, evidentemente, su madre planeaba celebrar algo en una sala de fiestas.
-No voy a hacerlo -dijo, y miró a Devi.
-Jamison Hall no es un sitio barato. La reserva debe de ser muy cara.
-Entonces, la perderá dijo Eden-. Es mi ceremonia de nombramiento. Se trata de mí,
no de ella.
-Se enfadará.
-Pues que me hubiera preguntado primero.
Devi la miró un instante y asintió:
-Buena chica -hizo una pausa-. Y sobre el nombre... ¿no has pensado más?
Eden suspiró y negó con la cabeza.
-He estado mirando, de veras -frunció el ceño y comió un poco de magdalena-. Por
mucho que odie admitirlo, no puedo encontrar ningún nombre que me guste más
que el que mi madre ha elegido para mí.
Y era verdad. Le gustaba su nombre. Tenía clase, pero sin ser pretencioso. Era un
nombre hebreo que significaba placer.
-Bueno, todavía tienes tiempo -le dijo Devi-. Yo no decidí mi nombre hasta la
medianoche.
Eden sonrió.
-Sí, pero encontraste el nombre perfecto para ti. Eres una diosa.
-Desde luego no iba a llamarme Ester.
Eden se rió y negó con la cabeza.
-No, desde luego que no.
-Tengo entendido que ayer recibiste una visita dijo Devi.
-Tuve varias. ¿A cuál te refieres en particular? -preguntó, a pesar de que sabía que su
tía estaba enterada de todo.
-A Bennett dijo su tía-. ¿Lo invitaste o apareció sin más?

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Eden se apoyó en la encimera.


-Apareció.
-Después de ver la página web, supongo -dijo Devi, entre risas-. ¿Y?
-Y, ¿qué?
-¿Qué quería?
A excepción de a ella, Eden no estaba segura. Y mentiría si dijera que descubrir que
Bennett todavía la deseaba no había sido como una cura para su ego.
Los meses después de que él se marchara habían sido un infierno, pero tenía que
reconocer que durante el tiempo que estuvieron juntos, habían tenido una vida
sexual maravillosa. Sólo de pensar en ello le quemaba la entrepierna. Había sido
salvaje, frenético, desesperado y emocionante. El gesto más pequeño, como que él la
mirara de reojo, hacía que ella se excitara. No importaba dónde estuvieran o qué
estuvieran haciendo, encontrar un lugar para hacer el amor nunca había supuesto un
problema.
¿En el baño del ice Water Bar and Grill? También.
¿En el ropero del ayuntamiento? También. Y sin mencionar la cantidad de veces que
lo habían hecho en la parte trasera de la camioneta o en un cuarto de baño. Con
Bennett... Eden simplemente no podía explicarlo. El deseo siempre había sido más
poderoso que el miedo de que los pillaran, o de que, al final, le hiciera daño.
Incluso sabiendo lo que ya sabía, que él la dejaría una vez más, sin decir adiós y sin
darle una explicación, Eden volvería a hacerlo. No se arrepentía de nada.
Y él había querido disculparse, pero como la idea de aceptar su disculpa la
aterrorizaba, le había impedido hablar. Necesitaba distancia. Se conocía demasiado
bien como para saber que, en cuanto aceptara su disculpa, perdería parte del control
emocional que había conseguido. Era una forma de defenderse, pero no podía
permitir que sus disculpas le hicieran bajar la guardia.
-¿Eden?
Ella pestañeó y volvió a la realidad.
-Lo siento -murmuró-, estaba pensando en las musarañas.
Devi la miró con una sonrisa.
-Yo también he pensado en las musarañas por culpa de un hombre, cariño.
Eden sabía que era cierto. Su tía había tenido una aventura amorosa, secreta y
dolorosa, con un hombre que nadie sabía quién era. Eden había tratado de
sonsacárselo varias veces, pero no había conseguido nada. Eden no sabía quién le
había robado el corazón a su tía, pero había conseguido que no se casara nunca y que
no tuviera hijos. Si su tía se arrepentía de ello, nunca se lo había comentado.
-Todavía no me has dicho para qué ha pasado Bennett por tu casa -le recordó Devi,
decidida a no dejar el tema.
Eden suspiró y le ofreció la respuesta menos complicada.

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-Ha leído los mensajes de Artemis525, y quería saber si yo sabía quién es.
-¿Y lo sabes?
-No. No tengo ni idea -admitió Eden.
-¿Crees que él puede correr peligro? -preguntó Devi, con el ceño fruncido.
-Puede ser. Los mensajes son inquietantes y provienen de un servidor local. Eso
significa que ella es de por aquí.
-¿Qué vais a hacer?
-No sé. En estos momentos, no hay nada que podamos hacer. Ella sólo envía
mensajes, de hecho, anoche envió otro, pero hasta el momento sólo lo ha amenazado
-Eden bebió un sorbo de té-. Y Bennett ya tiene bastantes preocupaciones como para
pensar en una loca.
-¿A qué te refieres?
-A Grady.
-Ah.
-Bennett está pensando en contratar a alguien para que vaya a limpiar y a cocinar.
Confía en que eso lo ayudará.
-¿Está buscando una asistenta?
-Sí, ¿por qué?
Su tía se acomodó en la silla y enderezó la espalda.
-Puede que a mí me interese.
Eden la miró sorprendida.
-¿A ti?
-No me mires así, cariño -la amonestó su tía-. Me gustan las tareas domésticas y soy
muy buena cocinera.
-Lo sé -dijo Eden-. Sólo que nunca pensé que te interesaría algo tan...
-¿Casero? -su tía terminó la frase por ella-. Soy consciente de que no es tan
emocionante como mis otras ocupaciones, pero no puede ser tan duro.
Eden resopló. Su tía había trabajado como guía turística, azafata de vuelo, monitora
de trapecio y secretaria personal de Robert Kennedy. Era una gran jardinera y había
creado una firma de cosméticos. La idea de que quisiera convertirse en la asistenta de
Bennett era incomprensible.
Además, se trataba de Grady Wilder. Un hombre encantador, pero con muy mal
genio y difícil de tratar.
-Estoy segura de que te daría el empleo sin problema y dudo de que haya tenido
tiempo para contratar a alguien ya. Deberías llamarlo si de verdad estás interesada.
-Lo estoy -asintió Devi.
Muy bien, pensó Eden. Enjuagó el vaso y lo dejó en el fregadero.

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-Tengo que irme -le dijo a su tía-. No creo que los ciudadanos agradezcan que pase el
día entero contigo con la cantidad de impuestos que pagan.
-Te ganas el sueldo -dijo Devi con una sonrisa-. Conseguir que Jeb devuelva las
cruces no debe ser tarea fácil.
Eden se rió y abrazó a su tía.
-Eso desde luego. Gracias por la magdalena y por la compañía.
-Cuando quieras, cariño. Por cierto, ¿cómo era el nombre de la página web?
¿Criticonas de Hell?
-Eso es. Tardaré unos días en poder cambiarlo, así que el dominio original continuará
funcionando unos días -Eden se dirigió a la puerta.
-¿Y qué ha dicho el Club de las Ex novias acerca de que Bennett haya regresado al
pueblo?
-¿Aparte del: «¡oh cielos!, no puedo creer que haya regresado?» -Eden puso una
mueca-. Me han elegido para vengarme de él y romperle el corazón.
-¿Qué? -preguntó Devi boquiabierta.
-No te preocupes. No voy a hacerlo. Les mentí y les dije que lo intentaría, pero... -
miró a otro lado un instante-. Autoprotección, ya sabes. Y la sensación de que es algo
que no está bien. ¿Hacer daño a alguien a propósito? ¿Aunque se lo merezca? -se
encogió de hombros-. Sabes que trato de ser muy justa, tía Devi. Pero no sólo se trata
de mí. No voy a hacerlo.
Devi la miró con una sonrisa.
-¿Y qué vas a hacer?
-Les diré que él no estaba interesado.
-¿Pero no fue a tu casa antes de que las chicas se marcharan?
«¿De dónde diablos saca la información?», se preguntó Eden, y miró a su tía con el
ceño fruncido.
-Así es.
-¿Te creerán?
-Haré que me crean.
Su tía sonrió con escepticismo.
-Muy bien, cariño. Dímelo si necesitas ayuda.
A Eden no se le ocurría qué podría hacer su tía para ayudarla a salir de aquella
situación, pero le agradecía su apoyo.
Por algún motivo, tenía la sensación de que iba a necesitar toda la ayuda que pudiera
obtener.

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9
-¿Qué diablos es esto? -preguntó Grady.
Armándose de paciencia, Bennett dejó el sirope sin azúcar sobre la mesa y se sentó en
una silla.
-Es una tortilla.
Grady miró el plato.
-Es blanca.
-Eso es porque es una tortilla de claras -sólo era el segundo día y estaba teniendo la
misma conversación que el día anterior. Tenía que contratar a una asistenta.
Grady agarró el tenedor y partió un poco de tortilla.
-¿Te he pedido una tortilla sin yemas?
-No me has dicho que quisieras una tortilla. Me has pedido el desayuno. Yo lo he
hecho. Lo educado sería comértelo sin quejarte y darme las gracias al terminar.
-Lo habría hecho si hubieras echado las yemas en la tortilla y me hubieras dado un
sirope con azúcar. ¿Qué diablos te pasa? ¿Por qué intentas que coma esta basura?
-Para que vivas más años -dijo Bennett-. Porque es una delicia estar contigo.
-Idiota -dijo su abuelo, y se echó un buen pellizco de sal en la tortilla a modo de
rebeldía-. ¿Cómo has dormido?
«Horrible», pensó Bennett. Entre pensar en Eden, algo que trataba de evitar
manteniéndose ocupado durante todo el día para llegar agotado a la cama, y el
terrible colchón que tenía no había conseguido echarse más que un par de cabezadas.
No recordaba que su colchón fuera tan malo, pero hacía mucho tiempo que no
dormía en aquella cama y ya no sabía si era su memoria la que fallaba o que se había
acostumbrado al colchón que utilizaba en Savannah.
A pesar de que había pagado a unos vecinos para que echaran un vistazo a la casa, el
lugar se había deteriorado bastante durante su ausencia. Bennett había pasado los
dos días que llevaba allí organizando cosas. Era cierto que en todos los lugares a los
que había entrado, la gente había susurrado a sus espaldas. Sin embargo, y para su
sorpresa, también había encontrado gente agradable que le había dado la bienvenida.
Era curioso cómo su fama los había hecho cambiar de opinión. La gran pregunta era
si iba a abrir una tienda en Hell. Bennett les había dicho que, de momento, no, pero
se había sorprendido al ver que el pueblo tenía mucha animación en las calles.
Nada comparado con Savannah, por supuesto, pero lo bastante como para empezar a
plantearse la idea de abrir una segunda tienda.
Echaba de menos el tacto de la madera entre las manos. El olor a roble y a aceite. Su
mundo.
Doris, la encargada de su tienda, lo había llamado por la mañana para decirle que
tenía seis nuevos encargos que le habían hecho vía Internet. Dos eran de clientes

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conocidos, pero los otros cuatro era personas desconocidas, y eso siempre era
agradable de oír. En general, las cosas estaban saliendo bien. Y si consiguiera a
alguien para que los ayudara en la casa, todo sería perfecto.
En ese momento, llamaron a la puerta.
-¿Esperas a alguien? -preguntó Grady.
Ryan se suponía que debía ir esa mañana, pero la tormenta de la noche anterior y la
lluvia constante habían hecho que cambiaran los planes, y Ryan lo había llamado
para ir en otro momento.
Bennett frunció el ceño.
-A los de la mudanza, pero no tenían que llegar antes de las tres -se dirigió a la
puerta.
-Buenos días, Bennett -dijo Devi Darlaston. La mujer estaba en el porche trasero con
una cesta de picnic en la mano y un pequeño paquete en la otra. Había dejado el
paraguas mojado contra la puerta.
Bennett oyó que su abuelo dejaba caer el tenedor sobre el plato y que decía:
-¿Devi?
-Buenos días, señora Darlaston -dijo Bennett, sorprendido de ver a la tía de Eden en
la puerta-. ¡Qué agradable sorpresa!
-Oh, gracias, Bennett -dijo ella, y entró en la cocina-. Llámame «Devi», por favor.
«Señora Darlaston», me hace sentir mayor. Ah, y he encontrado esto en tu puerta -le
entregó el paquete.
Intrigado, Bennett recogió el paquete y lo dejó a un lado.
Sorprendido, Grady se puso en pie y se acercó a ellos.
-Devi, ¿qué te trae por aquí?
-Eden mencionó que estabais buscando una asistenta. He venido a ofrecerme para el
trabajo, si no está ocupado el puesto, claro.
-¿Tú? -preguntó Grady boquiabierto-. Pero... -miró la cesta que ella había dejado
sobre la mesa-. ¿Qué has traído?
-Una tontería que he preparado esta mañana -abrió la cesta y sacó varios platos-. Un
buen desayuno. Salchichas, beicon, jamón, galletas y mermelada.
Grady tiró el desayuno que tenía en el plato a la basura y se sirvió un poco de todo lo
que Devi había llevado. Bennett tuvo que admitir que olía de maravilla.
-Entonces, ¿Eden te ha dicho que estaba buscando a alguien? -preguntó él,
observando cómo su abuelo desayunaba con entusiasmo.
-Sí -dijo Devi-. Pasa casi todas las mañanas por mi casa a tomarse un té -hizo una
pausa-. Eso me recuerda que también he traído un té de frutas -sacó una botella de la
cesta-. ¿Te apetece un poco, Bennett?

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Bennett recordó que a Eden le encantaba el té. Y si no estaba equivocado, aquélla era
la receta que se suponía que ella debía heredar de su tía. Sacó unos vasos del armario
y esperó a que Devi los llenara.
Bebió un poco y pronunció un sonido de placer.
-¿Nos prepararás este té si vienes a trabajar aquí?
-Por supuesto.
-Entonces, estás contratada -dijo Bennett, sin más preámbulos.
-¿Qué? -soltó Grady-. Pero...
Devi arqueó una ceja.
-¿No te ha gustado mi desayuno? -preguntó ella.
Grady bajó la vista con timidez.
-Sí. Pero...
-¿Dudas de que pueda mantener limpia la casa?
-Por supuesto que no, pero...
-Entonces, ¿qué objeción tienes al respecto?
Bennett observó la conversación entre Grady y Devi con curiosidad. Tenía la
sensación de que sucedía algo entre ambos, pero no estaba seguro de qué era.
Devi sacó un delantal de la cesta y se lo puso.
-He venido preparada para empezar. Después hablaremos de las condiciones -hizo
una pausa y miró a Bennett-. Aunque tengo una pregunta. Como ya te he
mencionado, Eden suele venir a visitarme durante el desayuno. Puesto que a esa
hora estaré aquí, ¿hay algún problema en que venga de vez en cuando?
¿Eden? ¿A su casa? ¿Cómo diablos iba a conseguir mantenerse alejado de ella si iba a
desayunar allí? ¿Cómo podría resistirse si iba a verla regularmente? Bennett se aclaró
la garganta y dijo:
-No.
-Estupendo -Devi miró alrededor de la cocina-. Dejaremos que Grady termine el
desayuno y después me dirás lo que te parece más importante que haga.
Bennett pensó que había elegido un buen día para ir a su casa, porque todo lo que
había por hacer le parecía importante.
Devi comenzó a recoger la cocina como si estuviera acostumbrada a trabajar allí. Al
cabo de un momento, le dio a Bennett el paquete que había encontrado en la puerta.
-¿No quieres ver lo que es? -sonrió-. Parece que tienes una admiradora secreta.
Bennett se rió y agarró la caja para abrirla. Encontró una cajita de plástico con una
tarjeta pegada.

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Bienvenido a casa, Bennett. Así es como quedará tu corazón cuando termine con él. Estoy de
caza y el momento se acerca.

Una sensación de miedo se apoderó de él. «Maldita sea», pensó. Aunque ella no
había firmado la nota, Bennett sabía quién le había hecho aquel pequeño regalo. Sacó
la caja de plástico y la abrió con cuidado. Se retiró con repugnancia.
-¿Qué tienes ahí? -preguntó Grady.
-¿Ocurre algo? -preguntó Devi con el ceño fruncido.
-¿Dónde dices que has encontrado esto?
-En el escalón. Estaba ahí -preocupada, dio un paso adelante y miró el contenido de
la caja-. Oh, cielos -dijo ella, y lo miró a los ojos.
Grady se puso en pie con curiosidad.
-¿Qué? -miró el contenido y se dirigió a Bennett-. ¿Alguien te ha regalado higadillos
de pollo?
-¿Eso es lo que es? -preguntó Bennett.
-Sí -contestó Grady-. Deberías reconocerlos. Los utilizábamos para pescar. «Ah»,
pensó Bennett recordando.
Devi se mordió el labio inferior.
-¿Crees que te lo envía ella?
Así que Eden también se lo había contado a su tía.
-Tiene que ser ella.
-¿Ella? ¿Quién? -preguntó Grady, olisqueando los higadillos-. Huelen bien. ¿Crees
que podrías prepararlos para la cena? -le preguntó a Devi.
-No. Y son de la acosadora de tu nieto, por el amor de Dios. ¿Crees que voy a cocinar
algo que envía una acosadora?
Grady miró a su nieto con preocupación.
-¿Tienes una acosadora?
Bennett se sonrojó.
-No sé si la llamaría acosadora, pero...
-Es una acosadora dijo Devi-. ¿Has leído la nota? Quiere convertir tu corazón en
higadillos de pollo -asintió con decisión-. Debes llamar a la policía.
-Yo...
-Bennett, esto es muy serio -dijo Devi, enfadada al ver que él no quería avisar a las
autoridades.
«Es terrible», pensó Bennett. En primer lugar, era un hombre y debía ser capaz de
cuidar de sí mismo.

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En segundo lugar, el motivo de aquella amenaza era humillante. ¿Le había roto el
corazón por comportarse como un bastardo mujeriego?
Y además, en caso de que la página web no la conociera todo el mundo, tendría que
contarlo. Más vergonzoso todavía.
Bennett empezó a notarse acalorado y a sentir una fuerte tensión en el cuello.
-Bennett, si no llamas tú a la policía, llamaré yo. Esto es serio. Ya no es una amenaza
que circula por el ciberespacio. Ella ha venido hasta la puerta trasera de tu casa.
«Cierto», pensó él.
-Llama a Eden -sugirió Devi-. Tengo el número de su teléfono móvil y está de
guardia hoy por la mañana.
«Prométemelo», recordó las palabras que había dicho ella. Y él se lo había prometido.
Ya era hora de que comenzara a cumplir sus promesas. Bennett suspiró y dijo:
-Está bien. La llamaré.
Grady miró el contenido de la caja una vez más.
-¿Estás segura de que no podemos utilizarlos? -le preguntó a Devi.
La tía de Eden suspiró disgustada.
-Son las pruebas, idiota. Por supuesto que no.
Curiosamente, Grady no se ofendió por el insulto. Era extraño, porque, con cualquier
otro, se habría enfadado. Bennett los miró con el ceño fruncido. Evidentemente, había
algo que él no sabía, pero no tenía tiempo para descubrirlo. Debía llamar a Eden y
contarle lo que había sucedido.
Además, estaba encantado de tener una excusa. No le importaba tener una acosadora
si eso significaba volver a ver a Eden.

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10
El último lugar en el que Eden esperaba encontrarse aquella mañana era en la cocina
de la vieja casa de Bennett, inspeccionando una caja de cartón llena de higadillos de
pollo.
Pero cosas más extrañas le habían sucedido.
-Me siento como un idiota -dijo Bennett, y se apoyó en la encimera.
-¿Por qué te sientes como un idiota? -intervino Grady-. No es culpa tuya que hayas
heredado mi atractivo y mi sex appeal. Yo también era conocido por volver locas a
las mujeres -le dijo, y se pasó la mano por el mentón-. Por supuesto, ninguna se
convirtió en acosadora -le dio una palmadita a Bennett en la espalda-, así que no
debía tener tanto talento como tú para hacerlas enfadar -miró a Eden-. ¿Cuándo
pensáis actualizar la página web con nueva información? Me vendría bien reírme un
rato.
-Eres una buena pieza -dijo Devi.
-Aparecerá en el boletín informativo - dijo Eden.
Bennett la miró con los ojos bien abiertos y se atragantó con el té.
-¿Boletín informativo?
Eden no pudo evitar sentir lástima por él, pero desde que había regresado al pueblo,
todo el mundo había comenzado a rumorear.
A pesar de que no lo había visto desde hacía dos días, Eden sabía que Bennett había
comprado pilas, galletas y cereales. También que había visitado la ferretería, que
había contratado a Ryan Mothershed para hacer la reforma y que Sue-Ellen
Fieldstone, la presidenta de la cámara de comercio de Hell lo había abordado para
hablar de la idea de montar la tienda en el pueblo. Sin duda, era una manera de
coquetear con él, pero según varios testigos, Bennett le había dejado claro que no
estaba interesado en ella.
¿Es que se había vuelto más selectivo? Eden no tenía ni idea, y le habría gustado
añadir que tampoco le importaba, pero admitía que se sentía aliviada de oír que
Bennett no estaba interesado.
Que Bennett hubiera regresado al pueblo ya era lo bastante duro, pero que hubiera
empezado a salir con una mujer enseguida habría sido insoportable.
Y por supuesto, el Club de las Ex novias tenía sus planes. Eden tendría que salir con
él otra vez.
Eden había llamado a Kate para contarle que Artemis525 había dejado una nota en el
porche de la casa de Bennett. Aparte de mostrar su inquietud al respecto, Kate había
aprovechado para recordarle a Eden la promesa que había hecho al club.
Curiosamente, Kate se había mostrado a favor de que fuera Eden la que se vengara
de Bennett por el daño que les había causado a sus amigas, y cuanto más discutía el
asunto con Eden, más insistente se volvía. Sinceramente, Eden estaba molesta con el

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tema, pero para no parecer una cobarde y para no mostrar la debilidad que sentía
hacia Bennett, había decidido seguir adelante.
¿De veras iba a tratar de partirle el corazón a Bennett? No. A pesar de que se lo
mereciera, ella no estaba dispuesta a intentarlo. Tenía que proteger su corazón. Eden
miró la caja que contenía los bocadillos y la nota. Al menos, gracias a Artemis525
podría fingir que estaba haciendo lo que le habían pedido que hiciera. Tenía la
sensación de que hasta que no descubriera quién estaba detrás de las amenazas de
Bennett, iba a pasar mucho tiempo con el chico malo de Hell. Al mirarlo, sintió un
nudo en el estómago.
Era como si el deseo se hubiera apoderado de ella y se hubiera instalado en los sitios
más calientes de su cuerpo. En los pezones, en la parte alta de los muslos, en el centro
de su feminidad. Eden suspiró de forma temblorosa.
¿Pero cómo no iba a encontrarlo irresistible? Vestido con unos vaqueros desgastados
que se ceñían a sus caderas y resaltaban la musculatura de su trasero y de sus
piernas, una camiseta blanca pegada a los hombros y a su torso musculoso y un
collar de cuero con un colgante de plata, daba el aspecto de un hombre seguro de sí
mismo.
«Es una novedad», pensó Eden. Bennett siempre había sido una persona inquieta que
nunca parecía tranquila. Hizo una pausa y lo miró con atención. Evidentemente,
mudarse a Savannah le había servido para algo más que para obtener éxito laboral,
había sufrido un cambio personal, un cambio por el que ella sentía cierta atracción.
¿A quién trataba de engañar? ¿Había algo de él, aparte del empeño que tenía en
romperle el corazón a ella, que no le resultara atractivo?
No.
También la atraía el hecho de que él siguiera deseándola, al menos físicamente. Eden
habían notado cómo la había mirado al abrir la puerta. Bennett había tragado saliva,
se había humedecido los labios y había posado su mirada sobre su boca sensual,
hasta el punto de que ella se había sentido acercándose a él como si estuvieran
imantados.
Eden recordaba muy bien lo que él le había hecho en el pasado, besándola por todo
el cuerpo.
Ben Wilder besaba de maravilla. No sólo besaba, sino que hacía el amor con su boca.
Cada caricia de su lengua imitaba el acto más íntimo entre un hombre y una mujer, y
con ello, conseguía que Eden estuviera a punto de llegar al clímax incluso antes de
desnudarla.
Después de besarla en la nuca, un lugar especialmente sensible para ella, en el
mentón, en los pechos y de darse un festín entre sus piernas, el deseo de llegar al
orgasmo la hacía derretirse.
«Como ahora», pensó Eden, resistiéndose ante la necesidad de abanicarse. O de
desaparecer con él en la habitación más cercana. Tenía que dejar de pensar así. Ella
era su propia enemiga.
-¿Estás bien, cariño?

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Eden pestañeó y se percató de que era su tía la que se lo estaba preguntando.


-Mm... Sí -murmuró y notó que se le sonrojaban las mejillas.
-Parecía que estabas a miles de kilómetros.
«Ojalá fuera verdad», pensó Eden y suspiró. Al mirar a Bennett, vio que él la miraba
con una expresión ligeramente petulante. Sin duda, el canalla sabía exactamente a
dónde la había llevado su imaginación. Directamente a su cama.
Eden se aclaró la garganta y deseó que él no pudiera interpretar sus expresiones con
tanta facilidad.
-¿Así que lo has encontrado en el escalón de la parte de atrás?
-Lo encontró tu tía --dijo Bennett, incómodo-. Insistió en que te llamara.
-Ya me lo has dicho -«varias veces», pensó, sintiendo un poco de lástima por él. La
idea de pedirle ayuda, y sobre todo a una mujer, debía de ser molesta para él.
-¿Y es todo lo que has encontrado? ¿Sólo la nota y la caja?
Bennett asintió.
-Bueno... -suspiró Eden-. Es un paquete normal de hígado de pollo marcado con una
etiqueta de Hefty Heifer, lo que significa...
-Que es del supermercado local -dijo Bennett-. Ya me he fijado.
Devi se llevó la mano al cuello.
-¿Quieres decir que esto lo han comprado en el pueblo?
Eden asintió mirando a su tía.
-Exactamente.
-Entonces, si es de Hell, podría ser alguien conocido.
Teniendo en cuenta que Hell era un lugar pequeño, lo más probable era que fuera
alguien que ellos conocieran. Eden puso una mueca y releyó la nota una vez más.
-Está empeñada en romperte el corazón, ¿no es así?
Bennett esbozó una sonrisa.
-Curioso. Tengo la sensación de que lo que deseaba era arrancarme el corazón del
pecho y partirlo en trocitos.
-¡Cielos, hijo! -murmuró Grady-. ¿Qué le has hecho a esa chica?
Bennett y Eden se miraron. Lo que le había hecho a esa chica ambos lo sabían.
Quedaron en silencio hasta que él consiguió reírse y encogerse de hombros.
-No estoy seguro, abuelo. Quizá pueda decírmelo ella antes de matarme.
-Eso no sucederá -dijo Devi, y le dio un golpecito en el brazo-. Has hecho bien en
llamar a Eden. Ella te protegerá, ¿no es así, cariño?

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Eden se quedó helada y notó que se le aceleraba el corazón. Miró a Bennett y vio que
sus ojos de color marrón oscuro brillaban con humor a la vez que se contenía para no
sonreír. «¿Que yo protegeré a Bennett?», pensó Eden, y tragó saliva.
¿Y quién diablos iba a protegerla a ella de él?
-¿Crees que necesito protección, Eden? -preguntó Bennett, disfrutando de la cara de
disgusto que tenía ella.
Bennett había pasado los dos últimos días pensando en ella más de lo habitual.
Después de haber ido a pedirle disculpas a su casa, se había planteado si algo había
cambiado como para merecerla más que antes. No. Giselle Rutherford se había
asegurado de ello. Pero aquello no trataba de lo que él merecía o dejaba de merecer...
Aquello trataba de Eden. Y Eden merecía saber que él sentía muchísimo haberle
hecho daño. Por supuesto, ella no quería oírlo, y por eso lo había interrumpido antes
de que él pudiera pedirle perdón. Pero puesto que era una mujer justa e imparcial,
necesitaba oírlo. Y como él era un canalla desagradecido, necesitaba su absolución.
Quedarse en Hell no sería algo tan malo conseguía que ella lo perdonara.
El problema era encontrar el momento de pedirle disculpas, de hacerle saber lo mal
que se había sentido por cómo habían sucedido las cosas entre ellos. Necesitaba tener
una conversación seria con ella, y no creía que Eden estuviera dispuesta a compartir
mucho tiempo con él.
Una lástima, porque respirar el mismo aire que ella era lo solía hacer que se sintiera
completo. Tragó saliva e intentó olvidar los recuerdos. Sólo le servían para recordarle
cómo lo había estropeado todo, cómo se había equivocado y cómo deseaba tener la
vida que ya no podía tener.
Eden se aclaró la garganta.
-No sé si necesitas protección -dijo ella-. Pero creo que tendrás que tener mucho
cuidado.
-¿Y qué tal una orden de alejamiento? -preguntó Grady.
Eden se encogió de hombros.
-¿Contra quién? No sabemos quién es ella.
-Bueno, probablemente sea una de esas mujeres que visitan tu página -dijo Grady-.
¿No sería ése el mejor sitio para empezar a buscar?
Eden dudó un instante.
-He pensado en ello, Grady... Y no me encaja.
-¿Qué quieres decir con que no encaja? Esas mujeres lo odian -dijo él.
-Ella participa en el foro, cariño -dijo su tía-. Es donde primero apareció. ¿No
deberías investigar a todas?
-He estado atenta desde que empezó a participar en el foro y no creo que sea nadie
del club.
-¿Por qué no? -preguntó Bennett, arqueando una ceja.

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Eden suspiró y lo miró con cautela.


-Porque las mujeres que frecuentan la página nunca han tratado de ocultar su
identidad, ni los sentimientos negativos que tienen hacia ti.
-Tienes razón -dijo él-. Llamarme «bastardo» es ser bastante clara, ¿no es así?
-Bueno -dijo ella, y miró a otro lado-, la cosa es que ninguna de las participantes del
club tiene nada que ocultar. Sea quien sea, es alguien que aprovecha la página y la
existencia del club para su propio beneficio -hizo una pausa-. Al menos, eso es lo que
yo pienso.
Eden tenía razón. Él había visto los mensajes. Eden escribía con su nombre, Kate y las
demás, también. Artemis525 era la única persona que parecía tener algo que ocultar.
Además, el momento que había escogido para participar le resultaba extraño. Su
acosadora había empezado a enviar mensajes el día después de que él decidiera
regresar a Hell junto a Grady. Aparte de Grady y Eva, nadie sabía que él estaba
pensando en volver a su pueblo natal. Sin embargo, tenía la sensación de que
Artemis525 sí lo sabía. Tras compartir su opinión con Eden, escuchó su respuesta.
-No creo que sea coincidencia -le dijo Eden-. ¿Nadie sabía que ibas a regresar, aparte
de Eva y de Grady?
Bennett negó con la cabeza.
-Quería hacerlo de manera discreta.
-¿Y Ryan? ¿Crees que él ha podido contárselo a alguien?
Bennett hizo una pausa y permaneció pensativo. Le había pedido a Ryan que no
contara nada, pero lo más importante era que no había hablado con Ryan para que
hiciera la reforma hasta una semana, o más, después de que Artemis525 empezara a
enviar mensajes. Se lo contó a Eden.
-Es posible que Ryan le haya contado a su esposa que yo iba a regresar, pero aun así,
ella empezó a enviar mensajes antes de que yo se lo contara a Ryan.
-Comprendo el significado de Artemis -dijo Devi-, pero no lo de 525.
Eden inclinó la cabeza y compartió una mirada de complicidad con su tía.
-Lo sé. Yo tampoco lo comprendo.
Bennett arrugó el entrecejo.
-Yo no entiendo nada. ¿De qué estáis hablando?
-Del nombre que ha elegido. En la mitología griega, Artemisa era la diosa de la caza -
Eden hizo una pausa y lo miró a los ojos-. En este caso, el cazado eres tú.
«Fabuloso», pensó Bennett enfadado. Estaba siendo acosado por una mujer
desconocida y un motivo desconocido. Regresar a Hell ya había sido bastante duro,
pero tener que tratar con aquella basura, recuerdo directo de sus pecados del pasado,
era incluso peor.
-Me pregunto si 525 es una fecha -dijo Devi con cautela-. Por ejemplo, el veinticinco
de mayo.

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-Estoy segura de que tiene razón -dijo Eden.


-¿El veinticinco de mayo al revés? Pero eso es...
-Suponiendo que ella supiera que tú ibas a regresar creo que es exactamente lo que
es. Igual que Artemis, es parte de una pista -Eden miró la nota de nuevo-. Sí --dijo
con énfasis-. Mira -levantó la nota para mostrársela a Bennett-. Aquí hace referencia a
la caza. El 525 ha de referirse a una fecha.
-¿El veinticinco? -dijo Grady-. Eso es dentro de unos días.
«Cuatro», pensó Bennett. Una semana más tarde después del día que regresó.
-Oh, cielos -dijo Devi-. ¿Qué podemos hacer?
Eden suspiró y dijo:
-Para empezar, tengo que regresar a la comisaría y hablar con el jefe. Él tiene que...
-No -dijo Bennett.
-¿Qué? -preguntó Eden.
No, no permitiría que aquella mujer convirtiera su vida en un circo. No era así como
pretendía comenzar de nuevo en Hell. Estaba intentando limpiar su reputación y lo
último que necesitaba era que todo el mundo se enterara de que su manera de
comportarse con las mujeres había provocado que apareciera una acosadora.
No, no, no.
Forzó una sonrisa para fingir tranquilidad y trató de que no le temblara la voz.
-No quiero que se lo digas al jefe. No quiero que se lo digas a nadie.
Eden negó con la cabeza.
-Bennett, no puedo...
-Por eso te he llamado al móvil. No ha sido una llamada oficial, ¿no?
-Bueno, no, pero...
-Nada de peros -la interrumpió Bennett-. En serio, Eden. No quiero que nadie se
entere de esto. Puedo ocuparme yo mismo.
-Tonterías -intervino Grady-. No puedes ocuparte de esto tú solo. Deja que ella haga
su trabajo.
Bennett cerró los ojos y se armó de paciencia.
-Puede hacer su trabajo... pero extraoficialmente -la miró-. ¿Puedes hacer eso, Eden?
¿Lo harás?
Bennett no necesitaba su ayuda, sólo quería tener un motivo para estar con ella, para
conseguir que lo perdonara. Probablemente, manipularla así no era el camino
adecuado pero, de momento, era el único que se le ocurría. No podría disculparse si
no conseguía estar cerca de ella. Y tenía que disculparse. Tenía que solucionar las
cosas entre ambos.
Eden se quedó de piedra. Abrió la boca y la cerró de nuevo, sin saber qué decir.

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-Por favor -añadió Bennett, mirándola a los ojos-. Esto es demasiado. ¿Puedes
imaginar el escándalo que habrá en Hell si esto sale a la luz? Si se entera la gente, no
tendré ninguna posibilidad de empezar de nuevo aquí -se pasó la mano por el rostro-
. No es que tenga mucho por donde empezar, pero...
-Eden -imploró su tía en defensa de Bennett.
Ella lo miró un instante y se aclaró la garganta.
-¿Eso es lo que quieres? ¿Empezar de nuevo?
Bennett asintió, sorprendido de la verdad que contenían esas palabras. La observó
mordisquearse el labio inferior y sintió como si una flecha ardiente se le hubiera
clavado en la entrepierna.
-Entonces, te ayudaré.

«Bueno, es para un asunto de trabajo», pensó Eden mientras se dirigía al Ice Water
Bar Grill para encontrarse con Bennett.
Se había vuelto loca.
El hecho de que se hubiera ofrecido a ayudar a Bennett, extraoficialmente, nada
menos, con el riesgo de que la despidieran, indicaba que era evidente. Debía haber
sufrido un episodio psicótico, algo que la había forzado a decir: «Entonces, te
ayudaré».
No le había preocupado el hecho de que debía cuidar de sí misma, protegiendo su
corazón. Ni que pasar demasiado tiempo con él fuera peligroso, a pesar de haber
comprobado, dos veces, que no podía resistirse a él.
Además, pasar tiempo con él le proporcionaba a Bennett más oportunidades para
disculparse, y Eden sabía que en el momento en que lo hiciera, el sentimiento de
rabia y dolor que todavía tenía se desvanecería y dejaría de protegerla. Se sentiría
vulnerable, y cuando eso sucediera, estaría perdida.
¿A quién trataba de engañar? Estaba perdida desde el momento en que él había
entrado en el pueblo. Cada vez que lo veía, cada vez que miraba sus ojos oscuros,
cada vez que él la rozaba como si fuera sin querer...
«Y después del beso en la frente», pensó Eden, recordando el placer agridulce que le
había proporcionado y cómo había deseado que fuera algo más.
¿Necesitaba ayudar a Bennett? No. Si tuviera algo de cerebro, saldría corriendo lo
más rápidamente posible, y en dirección contraria.
Por desgracia, había visto el punto vulnerable de Bennett y no había tenido opción de
decirle que no. Bennett Wilder, un artesano estupendo, mujeriego y rompecorazones,
todavía quería, a pesar del tiempo que había pasado y de los fallos que había
cometido, conseguir la única cosa que Hell no le había ofrecido nunca, aceptación.
En el momento en que Eden se percató de que empezar de nuevo era tan importante
para él, se había sentido incapaz de decirle que no.

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¿Estaba avergonzado de tener una acosadora? Sin duda. Pero sobre todo, ella
sospechaba que lo que más le asustaba eran los rumores que inundarían el pueblo.
Bennett le había sugerido que trazaran un plan. En lugar de invitarlo a su casa, Eden
había decidido que encontrarse con él en público la ayudaría a evitar terminar en la
cama con él, a aparentar que cumplía con la promesa que les había hecho a las
mujeres del club, y a facilitarle a Bennett el reencuentro con el vecindario de Hell.
Después de todo, ella trabajaba para la comunidad y era la hija del alcalde. Bennett
no necesitaba su sello de aprobación, pero que lo vieran con ella tampoco dañaría su
reputación.
De hecho, si alguna reputación corría peligro era la suya. Al fin y al cabo, todo el
mundo sabía que él la había dejado dos veces, algo que su madre le había recordado
cuando Eden la había llamado para hablar sobre por qué había enviado las
invitaciones de su ceremonia de nombramiento.
-Sin duda tendrás suficiente sentido común como para no juntarte con ese chico otra
vez -le había dicho su madre con tono de disgusto-. Y, por favor, cierra esa página
web de adolescentes. Ya es bastante malo que todo el mundo sepa que has estado
liada con un Wilder como para que tengas que difundirlo por Internet. Es un gesto
de poca clase. No es digno de ti, Eden.
En lugar de discutir con Giselle sobre Bennett, Eden aprovechó la oportunidad para
decirle a su madre que había cancelado todos y cada uno de los preparativos que ella
había hecho para su ceremonia de nombramiento.
También había publicado una nota de disculpa en el periódico en la que anunciaba la
cancelación del evento. Eso prefería no decírselo a su madre y guardárselo para que
tuviera una sorpresa. Su madre siempre comenzaba el día con una taza de café y un
ejemplar del Hell Times. Eden podía imaginar la cara de horror que pondría su madre
cuando descubriera lo que había hecho, pero ése era el propósito de su acto. Al fin y
al cabo, ella se había sentido humillada al ver que su madre había tomado todas las
decisiones sobre su ceremonia de nombramiento sin consultar con ella.
Por desgracia, Eden sabía que había llegado el momento de planificar la ceremonia y,
si no quería que su madre interviniera de nuevo, tendría que hacerlo ella. Tenía
intención de hablar con Mickey, el dueño del bar de Hell, para celebrar el evento allí
a finales de mes. ¿Había encontrado un nombre que le gustara? No, pero el hecho de
haberse auto impuesto una fecha límite la ayudaría a la hora de elegirlo.
Eden aparcó el coche frente al Ice Water y suspiró. Sí, estaba a punto de adentrarse
en arenas movedizas, pero si conseguía pisar con firmeza, el encuentro con Bennett
no la afectaría demasiado.
Nada más entrar, el hecho de que todo el mundo la saludara provocó una sonrisa en
sus labios. Eden se sentó en una mesa del fondo y pidió algo de comer y una cerveza.
Acababa de llevarse la botella a los labios cuando vio que Bennett se acercaba a ella.
Afortunadamente tenía algo en la mano para calmar la sed, porque Bennett estaba
tan atractivo que sintió que le subía la temperatura.

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Una vez más era el arquetipo de profesional urbano. Pantalones vaqueros, camiseta
negra y un colgante de cuero, igual que las sandalias.
Como siempre, estaba muy sexy, y exudaba un fuerte magnetismo que hacía que a
ella se le erizara el cabello, se le formara un nudo en el estómago y deseara tener una
experiencia que sólo él le podía proporcionar. Oh, cielos, ¡cuánto lo deseaba!
Él se sentó frente a ella y sonrió.
-¿Todavía están mirándome?
Eden miró a su alrededor.
-Algunos sí, pero la mayoría han perdido el interés.
-Nunca me acostumbraré.
-Pronto dejarás de ser una novedad.
-Eso es lo que me repito continuamente -dijo él, como si no estuviera convencido de
que terminaría por suceder.
-Cuanto más salgas a la calle, más deprisa pasará. Es sólo porque llevas mucho
tiempo fuera.
-Es porque están esperando a que meta la pata otra vez.
«Eso también, convino Eden en silencio, pero sonrió de manera tranquilizadora.
-Entonces, no les des la oportunidad.
Bennett la miró a los ojos.
-Lo intento, Eden -dijo él con una inconfundible sinceridad-. Por eso te he pedido
ayuda.
Y en ese instante, ella recordó por qué se la había ofrecido. Él deseaba que las cosas le
fueran bien allí, convertirse en el chico valiente con el que su abuelo contaba.
Eden se aclaró la garganta.
-Exactamente, ¿qué es lo que quieres que haga?
Bennett sonrió, y una pizca de humor iluminó sus misteriosos ojos.
-Es muy sencillo. Quiero que me protejas.
-Eres un idiota -contestó ella.
Él pestañeó fingiendo inocencia.
-¿Qué? Fuiste tú la que dijo que debía tomarme esto más en serio. Y eso hago. Quiero
que me protejas.
No, él estaba buscando una excusa para mantenerla a su lado y así poder
disculparse, entre otras cosas. Ella no sabía cómo iba a hacerlo, pero sabía que él
necesitaba su perdón. Quería hacer las cosas bien, y para eso necesitaba corregir los
errores del pasado. Sin duda, tenía que solucionar todo lo que había sucedido con
ella, pero por su propio bien, Eden no debía permitírselo.

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Tenía que proteger su corazón, y debía ser más inteligente en lo que a él se refería. Su
madre tenía razón. Bennett la había dejado dos veces, provocándole más dolor del
que nunca imaginó que podía sentir. No estaba dispuesta a que sucediera otra vez, y
sólo una idiota se expondría a que ocurriera por tercera vez.
Tenía que ser fuerte. Tenía que ser capaz de resistirse a él.
¿Quería que Bennett consiguiera empezar una nueva vida en Hell? Por supuesto. A
pesar de todo lo que habían pasado, ella deseaba que fuera feliz. Pero aparte de
ayudarlo con el tema de la acosadora, Bennett tendría que continuar solo.
«Sólo son cuatro días, se dijo Eden. Podía aguantar cuatro días ¿verdad? Miró hacia
el otro lado de la mesa y experimentó una peligrosa sensación de añoranza. Se fijó en
el rostro de Bennett, en sus ojos oscuros, en su boca sensual y pecaminosa y gimió
mentalmente.
Cuatro días. Cuatro días tentadores y agonizantes junto al único hombre al que había
amado y ante el que no había sido capaz de resistirse.
Alguien tenía que ayudarla.

«Como era de esperar, ha visto claramente mis intenciones, pensó Bennett, mirando a
Eden. Aunque sabía que debería estar más preocupado de lo que estaba respecto a
Artemis525, Bennett estaba más preocupado por conseguir que Eden lo ayudara que
por la amenaza en sí.
Aquella mañana, ella había aceptado ayudarlo, pero eso había sido antes de que
pudiera replantearse la situación. Bennett sabía que no podía confiar en que Eden
hiciera únicamente lo que él le pidiera. Era una mujer testaruda, y podía hacer lo que
se propusiera a pesar de las consecuencias. Se fijó en la curva de su mentón, en la
suavidad de sus mejillas y en lo tentador de su labio inferior. «Cómo la echo de
menos«, pensó Bennett, y tragó saliva para deshacer el nudo que sentía en la
garganta. ¿Alguna vez le había importado tanto otra mujer?
No.
Porque Eden siempre había sido todo para él. Era un mujer cariñosa, ocurrente,
encantadora y con personalidad. Era fiel, justa, temperamental e interesante.
Era una buena persona. Y Bennett se daba cuenta de que, después de la de Grady, la
de ella era la única opinión que le había importado. Necesitaba sentirse aceptado en
Hell, y que lo juzgaran según su comportamiento y no según el de sus padres. Pero
en el fondo, Eden era la única persona que le importaba.
-Si tuvieras que emplear un adjetivó para describirme... ¿Cuál sería? -preguntó
cambiando de tema de forma repentina.
-¿Qué? -preguntó ella sorprendida.
-Si tuvieras que emplear un adjetivo para describirme... ¿Cuál sería?
Ella lo miró con cautela.
-No estoy segura...

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-Por favor, Eden, no es un examen –le dijo Bennett, y se acomodó en el asiento-. Sólo
tengo curiosidad -bebió un trago de cerveza-. Y no lo adornes. Sé sincera.
Eden ladeó la cabeza con desconcierto y lo miró un instante antes de sonreír.
-Bueno, no hace falta decir que estás estupendo.
Bennett se rió, sintiéndose halagado. Le había pedido que fuera sincera, ¿no?
-Gracias -le dijo, mirándola a los ojos-. Pero me refería más a rasgos de la
personalidad.
-¿Un rasgo de tu personalidad?
Él asintió.
-Sí, uno bueno, si puedo elegir.
-Creía que querías sinceridad.
-Listilla -murmuró Bennett, riéndose bajito.
Eden lo observó durante un rato. Finalmente, suspiró y dijo:
-Si tuviera que elegir una manera de describirte sería... Hombre de mucho talento.
-¿Talento? -desde luego, eso no era lo que él esperaba.
-Sí -dijo ella-. No era lo que estabas buscando, ¿verdad?
Bennett le dedicó una sonrisa.
-Bueno, es mucho mejor que «bastardo».
Eden se rió.
-Cierto -hizo una pausa-. En serio, tienes mucho talento. Siempre lo he pensado y me
gusta ver que has sido capaz de aplicar ese talento a tu trabajo, que lo estás
compartiendo con otras personas.
Bennett se mordisqueó el labio inferior.
-Y además es algo lucrativo. Gracias -dijo él, asimilando el cumplido. No era ninguno
de los rasgos que habitualmente las mujeres apreciaban en los hombres, pero
encajaba con él a la perfección y para él significaba mucho.
-No sé cómo se te ha ocurrido esa pregunta, pero lo justo es que ahora me toque a mí.
Si tuvieras que emplear un adjetivo para describirme, ¿cuál sería? -Eden se apoyó
contra el respaldo del asiento y lo miró expectante.
-Bueno, no hace falta decir que estás estupenda -le dijo, devolviéndole el cumplido.
Eden sonrió y asintió complacida.
-Gracias. Pero me refería a lago más sustancioso, a un rasgo de la personalidad.
Bennett se percató de que cada vez disfrutaba más de aquella conversación, y que,
hablar con ella, era algo que también había echado mucho de menos. La miró a los
ojos y dijo:
-Eres justa.

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Eden hizo una pausa para asimilar las implicaciones de sus palabras y asintió.
-Gracias. Me gusta pensar que lo soy.
-Lo eres. Y también eres compasiva, de otro modo no estarías aquí.
-Oh, no -se rió Eden-. Eso podemos atribuírselo a la estupidez.
-¡Ay! -dijo Bennett, medio en broma. Su intención era emplear el comentario de que
era una mujer compasiva como preámbulo a su disculpa pero, evidentemente, no
había funcionado.
¿Aquél era el lugar adecuado para aquella conversación? Probablemente no, pero
Bennett tenía que aprovechar las oportunidades que se le presentaban. Hasta el
momento, aquella le había parecido la mejor de todas, pero...
-Lo siento dijo Eden-. Ha sido una tontería.
Bennett se terminó la cerveza y le pidió otra a la camarera.
-No, te pedí sinceridad, ¿no es así?
-Aun así -dijo ella, frunciendo el ceño-. Es sólo que después de todo lo que ha pasado
entre nosotros, todo el mundo va a pensar que debería ser más sensata.
-¿A la hora de salir conmigo otra vez? -preguntó él-. Esto no es una cita, es una
propuesta de trabajo.
-Es una propuesta de trabajo que no puedo contarle a nadie, lo que me hace parecer
tonta. No es que me importe -le aseguró Eden-. Te persigue una acosadora, por el
amor de Dios. Sólo digo que... -se encogió de hombros y dejó la frase sin terminar.
Bennett tragó saliva. Estaba tan desesperado por pasar tiempo con ella para
encontrar el momento de pedirle disculpas, que no se había parado a considerar
cómo podía afectarla que la vieran con él. Era una ironía. Él le había pedido que
mantuviera en secreto el asunto de la acosadora para protegerse y, entretanto, se
había olvidado de protegerla a ella.
«Soy patético», pensó Bennett con humillación.
En realidad, aquella noche no la había invitado a ir a su casa porque no quería que su
abuelo escuchara y presenciara lo que iba a suceder. Ella le había sugerido ir a Ice
Water, en lugar de a su propia casa, algo que a él le habría gustado más porque
habrían tenido más privacidad.
Sin duda, por eso ella le había sugerido ir al bar, porque quería demostrarle que
necesitaba mantener una distancia prudente. Él sabía que ella lo deseaba, lo notaba
cada vez que lo miraba con sus ojos verdes. Y en cómo se acercaba a él cuando
estaban juntos, como si hubiera una fuerza que la atrajera hacia él, igual que a él lo
atraía hacia ella. Pero estaba dispuesta a quedar de nuevo en ridículo para evitar
estar a solas con él.
Eso era muy descorazonador.
Bennett sacó la cartera del bolsillo y dejó un billete sobre la mesa.
-Sabes, esto ha sido mala idea. Odio haber hecho que...

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-¿Qué diablos estás haciendo? -susurró Eden y se echó hacia delante en el asiento.
-Dejarte una escapatoria.
Eden miró a su alrededor y se acercó más a él, y aunque tenía una sonrisa en los
labios, el tono frío y peligroso de su voz y el fuego de su mirada, indicaban que
hablaba en serio.
-Si te levantas de esta mesa y me dejas aquí sola antes de que terminemos de comer...
Si vuelves a humillarme de esa manera... Te arrancaré los testículos y se los entregaré
a Artemis525 en persona -sonrió con más intensidad-. ¿He hablado con claridad?

Bennett se quedó quieto y sintió una fuerte tensión en la entrepierna.


-¿Estás segura? -preguntó.
Eden suspiró con exasperación.
-Te persigue una acosadora, Bennett - le dijo como si él no comprendiera la gravedad
del asunto-. Por supuesto que estoy segura. Siéntate y cuéntame exactamente qué
quieres que haga.
«Bien»», pensó Bennett aliviado. Él había pensado hacerlo de manera más delicada,
pero puesto que ella había hablado con tanta firmeza y quería ir directamente al
grano, decidió decírselo:
-Quiero que vengas a mi casa conmigo.

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12
Estupefacta, aturdida, y asombrada, Eden contestó entre dientes:
-No puedo ir a tu casa. ¿Has perdido la cabeza?
-No -contestó Bennett-. Creía que el único objetivo era salvar mi vida. Me equivoqué.
-Podemos salvarte la vida sin que tenga que ir a vivir contigo -dijo Eden, tratando de
permanecer calmada. Como si no tuviera bastante de lo que preocuparse. Encima
quería complicarle las cosas pidiéndole que se quedara en su casa. ¿Veinticuatro
horas, siete días a la semana?
«¿Por qué no vamos al baño ahora mismo? Al fin y al cabo ya lo hemos hecho allí
antes», pensó Eden con el corazón acelerado. ¿Y después le diría que lo amaba para
que él pudiera dejarla otra vez? Por supuesto ella quería que él estuviera a salvo,
pero aquello...
Aquello estaba fuera de cuestión.
-Mira, Bennett, voy a hacer todo lo posible para descubrir quién es ella antes del día
veinticinco, pero en cuanto a protegerte a ti... No sé qué podría hacer yo que no
puedas hacer tú.
Frunció el ceño pensativo.
-¿No recibiste clase de defensa personal antes de entrar en el cuerpo de policías?
-¿Y tú no llevabas dando patadas en el trasero desde la guardería? -soltó Eden.
Sabía que lo que él intentaba era mantenerla cerca. Eso sólo era una excusa. Sí, él
debía tomarse en serio lo de la acosadora, pero mantenerla a su lado no haría que
estuviera más seguro. ¿Se sentía responsable por el hecho de que aquella mujer
utilizara la página web que ella había creado a partir del rencor? Sí, pero eso no
significaba que fuera a comportarse como una idiota. Bennett sonrió y exhaló con
resignación.
-No voy a ganar esta batalla, ¿verdad?
-No dijo Eden, tratando de contener una sonrisa.
-Al menos, concédeme el día veinticinco -insistió Bennett-. Si de veras crees que es
ese día cuando va a actuar, entonces, no puedes negar que deberías estar a mi lado.
Eden hizo una pausa y consideró su petición en silencio. Teniendo en cuenta la
situación, tenía que admitir que no era mala idea que estuviera con Bennett esa
noche. Tragó saliva y asintió despacio:
-Está bien -dijo ella-. Y por supuesto, si sucede algo, llámame. ¿Supongo que no
tienes ninguna idea nueva acerca de quién puede ser?
Bennett se movió en la silla y dudó un instante, provocando que a Eden se le formara
un nudo en el estómago. Sin duda era alguna conquista que él recordaba, alguien del
pueblo, nada menos, que iba a provocar que ella deseara romper cosas y llorar. Eden
trató de contener la ansiedad que se estaba apoderando de ella e intentó

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concentrarse. Después de todo, aquello era muy serio. No podía permitir que las
emociones se interpusieran en su camino.
Al menos, no en ese momento. Lloraría más tarde.
-Vamos, Bennett -le dijo-. Si has pensado en alguien, tienes que decirme quién es...
Bennett negó con la cabeza y miró hacia otro lado.
-No es nada. Sólo una ligera sospecha que no merece la pena ni mencionar.
-Bennett...
La camarera eligió ese momento para servirles un plato de alitas picantes y Eden no
pudo presionarlo más.
-Bienvenido, Bennett -dijo la camarera, como si Eden no estuviera sentada allí-. No
sabía que eran para ti, si no les habría puesto más salsa ranchera.
Bennett miró a Eden y se sonrojó.
Bennett Wilder sonrojándose. Eso sí que era algo que no recordaba haber visto.
Eden sabía que Ben había regresado de Savannah convertido en otra persona, pero
desde luego, los cambios iban mucho más allá de lo que ella había imaginado. Más
tarde pensaría en ello con detenimiento. Entretanto...
-Buenas tardes, Margie -dijo de manera animada, obligando a la camarera a que la
mirara-. Ahora que lo dices, me gustaría ponerle un poco más de salsa -sonrió con
dulzura-. Y otra cerveza, si no te importa.
Margie dejó de sonreír.
-Por supuesto.
Cuando la camarera se marchó, Bennett se dirigió a Eden.
-Me equivoco, o acabas de poner el cartel de «Prohibido Pescar».
-No -dijo Eden, con las mejillas sonrojadas-. Sólo he puesto el cartel de «¡Eh! ¿Qué
pasa conmigo?» -se movió en la silla y se colocó un mechón de pelo detrás de la
oreja-. En serio -suspiró-. Da mucha rabia.
-Y aburre.
-Ya, claro -se burló Eden-.
-No me odias porque sea atractivo, ¿no?
Bennett se sirvió una alita de pollo.
-No he dicho que no me guste, sólo que acaba aburriendo.
Eden lo miró mientras mojaba un pedazo de apio en la salsa.
-Imagino que cualquier tipo de atención, sea buena o mala, puede terminar
aburriendo.
Bennett levantó la vista y algo indescifrable cubrió su mirada.
-Es asunto mío, en cualquier caso.

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Eden suspiró.
-Entonces... volviendo al tema de la sospecha que crees que no merece la pena
mencionar...
-YO...
-¿Cómo se supone que voy a encontrar a esa chica si no me das la información que
necesito? Mira, Bennett, te agradezco que estés avergonzado de tu fama de mujeriego
y sé que quieres cambiar y todo eso, pero has elegido un mal momento para hacerlo.
Yo...
Bennett se pasó la mano por el rostro y blasfemó en voz baja.
-No es alguien con quien me haya acostado, maldita sea -soltó. Era evidente que no
quería tener esa conversación-. Ni siquiera es alguien con quien haya salido -se
estremeció.
Eden pestañeó. La idea de que no fuera una amante despechada no se le había
ocurrido, y francamente, no podía imaginar que alguien que no hubiera tenido una
relación íntima con Bennett pudiera odiarlo lo suficiente como para amenazarlo.
Frunció el ceño confundida.
-No lo comprendo. ¿De quién estás hablando?
Bennett dudó un instante.
-Mira, Eden. Éste no es el lugar adecuado.
-Es es lugar que tenemos. Dime quién es.
Bennett la miró un momento y decidió hablar.
-Tu madre.
Eden se quedó petrificada.
-¿Mi madre?
-Te dije que no debíamos hablar de esto aquí.
-¿Mi madre? -repitió Eden.
-Sin duda, me odia lo suficiente, ¿no crees?
Ella lo odiaba, sí, pero ¿tanto como para amenazarlo? ¿Para acosarlo? ¿Para herirlo?
No podía ser.
-No lo sé, Bennett. Ella...
Bennett hizo una mueca, claramente arrepentido de habérselo dicho.
-Mira, has insistido para que te lo dijera. Sólo te digo que fue capaz de aplastar el
corazón que yo tallé para ti... -se calló y arqueó una ceja.
Eden asintió en silencio. Lo recordaba muy bien.
-Y también fue capaz de decirme que, si no dejaba de verte, te lo haría pagar. Que se
aseguraría de que sufrieras y que sería culpa mía -golpeó con la botella contra la

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mesa con suavidad y, curiosamente, parecía incapaz de mirarla a los ojos-. Puede ser
despiadada y, la verdad, no creo que la cabeza le funcione muy bien.
Eden notó que se le aceleraba el corazón y que una fuerte tensión se apoderaba de
ella. ¿Su madre había ido a decirle a Bennett que, si no dejaba de salir con ella, se lo
haría pagar a su propia hija? ¿Y que sería culpa suya?
Sintió una náusea y cómo la rabia y la humillación la invadían por dentro, de tal
forma que apretó el tenedor con tanta fuerza, que notó cómo se doblaba entre sus
dedos.
«Esa zorra manipuladora», pensó Eden. ¿Cómo podía haber hecho algo tan terrible?
Eden sabía que Bennett se refería a la primera vez que rompió con ella, cuando
estaban en el instituto. El era demasiado joven para responder al ataque, y no había
sabido qué hacer. Y tampoco se había atrevido a contarle lo sucedido y la verdad
acerca de por qué rompía con ella.
Eden negó con la cabeza al darse cuenta de que tenía respuestas para muchas de las
cosas que se había preguntado durante años. La última vez que estuvieron juntos,
Eden había estado demasiado eufórica como para sacar a la luz los problemas del
pasado. El se había disculpado, y ella, satisfecha con su sinceridad, había aceptado
sus disculpas sin más.
Y como siempre, lo había deseado. Incluso en ese momento, lo deseaba. Podía sentir
que su cuerpo la traicionaba, que sus pechos se endurecían y que su entrepierna se
humedecía.
-Lo siento, Eden. Debería habértelo dicho hace mucho tiempo. Me sentía tan
avergonzado por no haber luchado por ti, que me resultó más fácil convertirme en lo
que todo el mundo esperaba que fuera.
-No era lo que yo esperaba que fueras -dijo ella.
-Lo sé -dijo él, con una sonrisa triste.
-¿Qué es lo que te dijo ella, exactamente?
-Eso no importa ahora. Sólo pensé que, en vista de las amenazas, debías saberlo. ¿Tú
qué opinas? ¿Crees que podría ser ella?
«Sí que importa», pensó Eden, pero no iba a insistir para que se lo dijera. Le había
costado diez años y sufrir amenazas para llegar tan lejos. Presionar a Bennett no
serviría de nada. Además, Eden era capaz de imaginar lo que le había dicho su
madre.
Y respecto a si era ella la acosadora... ¿quién lo sabía? Eden suponía que era una
posibilidad. Teniendo en cuenta que la asistenta de Giselle era la que hacía la compra
de la casa, resultaría sencillo descubrir si había comprado higadillos de pollo hacía
poco. Se lo contó a Bennett.
-Me mantendrás informado, ¿verdad?
-Por supuesto -dijo Eden con un suspiro.

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Era hora de marchar. Ya había recorrido demasiado camino por la ruta de la


memoria para una noche. Si continuaba, acabarían dándose la mano, besándose y
disfrutando de un orgasmo maravilloso. Al sentir que se excitaba, tragó saliva.
Cuando sacó la cartera, Bennett le dijo:
-Ya pago yo. Y si me das un minuto, te acompañaré al coche.
Eden sonrió.
-He recibido clases de defensa personal -contestó.
Él sonrió y reconoció que la broma era un intento de romper la tensión que se había
creado.
-Y yo trato de ser un caballero.
Eden se levantó y se dirigió hacia la puerta.
Ah -dijo ella-. Otro paso para conseguir el cambio, ¿no?
Bennett le sujetó la puerta para que pasara y apoyó la mano sobre su espalda con
delicadeza, provocando que ella se estremeciera.
-Hay que hacerlo poco a poco, cariño. Paso a paso.
Eden se mordió el labio para contener el sentimiento de nostalgia que le había
provocado su inocente caricia. Notó que se le erizaba el vello, se le encogía el
estómago y que el deseo se instalaba en su entrepierna.
En lugar de retirar la mano al llegar a la calle, Bennett continuó sujetándola por la
cintura.
«No me toques», pensó Eden con desesperación. «Si me tocas, me derretiré a tus pies
y me partirás el corazón otra vez. No te disculpes. Sólo déjame marchar. Déjame
marchar».
Con un par de pasos más llegaría al coche y podría escapar antes de hacer una
estupidez. Respiró hondo, sacó las llaves y pulsó el mando para abrir.
Bennett se detuvo detrás de ella.
-Buenas noches, Ben...
-Lo siento, Eden.
Despacio, sus sinceras palabras escaparon cíe sus labios para instalarse directamente
en el corazón de Eden.
Eden cerró los ojos y permaneció inmóvil. Había llegado el momento de su
perdición. El final de su vida tal y como era hasta ese momento. Deseaba decirle que
era demasiado tarde, que decir lo siento no era suficiente.
Quería estar enfadada con él por haberse aprovechado de su vulnerabilidad, sin
embargo, se sentía enfadada consigo misma por no haber sido capaz de permanecer
fuerte. ¿Por qué no podía contenerse y protegerse cuando se trataba de Ben?
Eden sabía por qué. Él era su Ben. El único chico al que había amado y al que
siempre amaría.

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Notó que las lágrimas se agolpaban en sus ojos y agachó la cabeza, avergonzada por
su debilidad.
Bennett masculló algo, apoyó las manos sobre sus hombros y la giró.
-No, Ben -se quejó ella.
Sabía lo que él iba a hacer, y se odiaba por desearlo a pesar de que sabía que no
debería hacerlo.
El le acarició el cabello y le sujetó la barbilla, de forma que ella se estremeció y notó
cómo se le humedecía la ropa interior y se le endurecían los pezones.
Bennett la miró a los ojos, pronunció su nombre en un susurro y la besó.
Durante un segundo, Eden saboreó el roce de sus labios. Y aparte de suspirar, no
respondió. Al cabo de un instante, rodeó su cuello con los brazos y separó los labios
para que él introdujera la lengua en su boca.
Bennett le masajeó el cuero cabelludo y le acarició el rostro con suavidad Respiraba
de manera entrecortada, y emitía suaves sonidos de placer. Su miembro erecto rozó
el vientre de Eden, provocando que ella experimentara una excitación sexual que no
había experimentado en años. Casi fue suficiente para hacerla llorar.
Le ardían los pezones, le pesaba la cabeza y le flaqueaban las piernas, tanto que tuvo
que agarrarse a Bennett para mantenerse en pie. La sangre recorría sus venas con
lentitud y provocó que notara un cosquilleo en el clítoris que hizo que se contoneara
descaradamente contra él.
Bennett la levantó una pizca y la aprisionó contra el coche.
-Cielos, Eden -masculló él, presionando su cuerpo contra el de ella.
«Tu cielo no tiene nada que ver con esto», pensó Eden.
Apretó su cuerpo contra el de él, y gimió al notar que sus pezones turgentes rozaban
su torso musculoso. ¿Por qué no habría aparcado en la parte de atrás? «De ese modo
habrían podríamos subir al asiento trasero del coche», pensó Eden sin siquiera
cuestionarse el hecho de que iba a volver a acostarse con él. Era consciente de que el
resultado era de prever, por eso había tratado de impedir que él se disculpara.
-¡Eh! Buscad una habitación, ¿no?
Con la respiración acelerada, Eden volvió la cabeza y vio pasar en coche a Kelly
Briscoe sonriendo. Ella levantó el pulgar a modo de saludo, un gesto que provocó
que Bennett arqueara las cejas.
-¿A qué venía eso? -preguntó Bennett con el ceño fruncido.
Avergonzada, Eden se separó de Bennett. Sin darse cuenta, había ganado un punto
para el Club de las Ex novias, pero se sentía como si hubiera cometido un gran error.
Uno más, entre todos los que había cometido esa noche.
Bennett la miró con brillo en los ojos y una gran sonrisa.

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-Me ha gustado su sugerencia -le dijo, con intención de que lo invitara a su cama.
Eden se estremeció y, su cuerpo, afectado por los besos maravillosos de Bennett, se
rebeló contra la razón. ¿Para qué iba a tratar de evitarlo?
Sabía que estaba condenada a que se le partiera el corazón, en ese momento o más
tarde.
Al menos, de ese modo disfrutaría del recorrido hasta la perdición.
Eden suspiró y, sonriendo con resignación, miró hacia el coche y dijo:
-Sube.

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13
«Sube», pensó Bennett cuatro minutos más tarde mientras Eden y él atravesaban a
oscuras la cocina de la casa de ella, besándose desesperadamente.
-Es por ahí -le dijo Eden entre besos. Introdujo los dedos en su cabello y provocó que
una llamarada lo incendiara por dentro-. La última puerta a la derecha.
Antes de salir del coche, Bennett le había mordisqueado el lóbulo de la oreja y le
había acariciado la entrepierna, masajeándola hasta provocarle el orgasmo mientras
detenía el coche frente a su casa. Necesitaba poseerla nada más entrar. Nunca había
sido capaz de dejar de tocarla. Siempre se habían vuelto locos el uno al otro.
Bennett abrió la puerta de la habitación y percibió el aroma a flores de magnolia. Era
un olor que siempre había asociado con ella, ya que Eden siempre tenía un ramo de
flores en su habitación. Flores que recogía de los árboles que rodeaban la casa de sus
padres.
Sin dejar de besarla, abrió los ojos para buscar la cama. Era una cama antigua que
estaba en el centro de la habitación. Se dirigió hacia ella con Eden entre los brazos.
En ese momento, oyó un maullido y estuvo a punto de tropezar. Sobresaltado, se
separó de Eden y preguntó:
-¿Qué diablos...?
Eden se rió y apoyó la cabeza sobre su hombro.
-Cerberus.
«Claro», pensó Bennett. ¿Cómo podía haberse olvidado? El gato lo miraba con el pelo
erizado, dispuesto a saltar si Bennett hacía un movimiento más. Evidentemente, el
querido Cerberus estaba durmiendo sobre la cama antes de que ellos llegaran.
Estaba claro que no había sitio para ambos en la cama y, como si hubiera llegado a la
misma conclusión, el gato bufó y avanzó una pizca.
Bennett lo miró y bufó también, provocando que Eden se riera.
-Espera dijo ella-. Deja que lo saque de la habitación.
-No creo que le guste la idea --dijo Bennett.
-Probablemente no -Eden lo levantó de la cama y lo sacó con cuidado. Cerró la puerta
y sonrió-. Pero se le pasará -lo miró de arriba abajo y añadió-. ¿Por dónde íbamos?
Bennett se quitó la camiseta y la tiró a los pies de la cama.
-Tratábamos de llegar allí.
Sonriendo, Eden se quitó los zapatos y los pantalones, quedándose sólo con la ropa
interior de encaje. Aparentando seguridad, se desplazó hacia delante, tumbó a
Bennett sobre la cama y se coloco a horcajadas sobre él. Estaba bronceada, fuerte y
muy sexy.

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Su melena rubia cayó a los lados del rostro de Bennett y él sonrió. «Me encanta su
cabello, pensó Bennett al sentir la caricia sedosa sobre su rostro.
La agarró por las caderas y la guió hasta su miembro erecto. Después, deslizó las
manos por su espalda. Conocía su cuerpo y sabía qué era lo que hacía que se volviera
loca. Y cuando estaba con ella, se sentía una persona mejor.
Ella lo besó en la boca, introduciendo su lengua y sacándola una y otra vez,
provocando que aumentara su excitación.
Desesperado por sentir el calor de su piel, Bennett metió los dedos bajo su camiseta y
se la quitó. Eden se movió para ayudarlo y después se desabrochó el sujetador.
Bennett acarició la prenda de encaje y murmuró:
-Preciosa.
El cabello rubio caía sobre sus hombros, sus ojos verdes oscurecidos, sus labios
hinchados por los besos, su sujetador cubriendo sus senos turgentes...
Era una imagen que Bennett no olvidaría jamás.
-Eres preciosa -murmuró Bennett.
Eden sonrió y se quitó el sujetador.
-No hace falta que me adules, ya has conseguido meterme en la cama.
Bennett se rió.
-Tonta.
Ella esbozó una sonrisa y le lamió el cuello. Lo besó en la barbilla, en la mejilla y en el
borde del ojo. Suspiró y le acarició el torso, despacio.
Bennett inclinó la cabeza hacia delante y le acarició un pezón con la boca, gimiendo
de placer al sentir el sabor de su piel. Eden, introdujo los dedos en su cabello y lo
sujetó con fuerza.
El fuego lo invadió por dentro y provocó que su miembro se endureciera. Presionaba
con tanta fuerza contra la cremallera de su pantalón, que no pudo evitar hacer una
mueca de dolor. No podía esperar para penetrarla, no podía esperar a sentir su calor
húmedo abrazándolo con fuerza.
Pero deseaba ir despacio, tomarse su tiempo, amarla debidamente... Y no podía. Era
Eden, y nunca había sido capaz de controlarse estando con ella. Y, al parecer, por los
gemidos que ella emitía, Eden tampoco podía resistirse ante él.
Ella le desabrochó los pantalones y él se sintió liberado. Al instante, le sujetó el
miembro con la mano y acarició la humedad de su extremo.
Bennett le acarició el otro pecho con la mano y lo saboreó después, deleitándose de
nuevo con tanto placer.
Eden movió la mano una y otra vez, desplazando la piel resbaladiza de arriba abajo.
Con la otra mano, se afanó en bajarle los pantalones y la ropa interior, de forma que
sólo quedara entre ellos la prenda de encaje que ella llevaba.

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Bennett había sido muy paciente, y le había permitido que ella disfrutara de la
posición dominante, pero era hora de que le tocara a él. Deseaba sentirla debajo,
ardiente, húmeda y desesperada.
Con un movimiento, se colocó sobre ella. Eden le rodeó la cintura con las piernas y se
contoneó contra él, gimiendo de placer. Cerró los ojos y suspiró de puro deseo.
Bennett se restregó contra la prenda de encaje y sintió que aumentaba su deseo. Pero
no era suficiente. Necesitaba más. Retiró la prenda hacia un lado y, adentrándose
entre sus pliegues calientes, le acarició el clítoris.
Eden arqueó el cuerpo y gimió de placer. Bennett se adentró de nuevo entre su sexo,
ahogándose en su calor, cuando de pronto se percató de un detalle y se quedó quieto.
-¿Qué pasa? -preguntó Eden.
-No tengo preservativos.
-No tienes... -Eden pestañeó alucinada-. ¿No tienes preservativos?
Bennett negó con la cabeza y esbozó una sonrisa.
-No los he necesitado hasta ahora.
Eden lo miró y él percibió que se relajaba. Ella sonrió y movió las caderas para
recolocarlo en el centro de su feminidad.
-No te preocupes. Estoy tomando la píldora.
Aliviado, Bennett la penetró despacio, sintiendo el calor húmedo del interior de su
cuerpo. Ella lo apretó con fuerza una y otra vez, provocando que cada vez estuviera
más cerca del clímax.
-Eden -susurró él, y la besó en los labios-. Te he echado mucho de menos. «Aquí es
donde quiero estar», pensó Bennett, y la penetró de nuevo. Después, la sujetó por la
cintura y la levantó una pizca para penetrarla con más fuerza.

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14
Eden se aferró a Bennett, absorbiendo la fuerza de sus empujones con expectación.
Lo rodeó por la cintura con las piernas para saborear de manera más intensa la
presencia de su miembro erecto en su interior.
Era tan perfecto, que podría haber llorado.
Esto es lo que echaba de menos, pensó sintiendo al inmensa emoción que se agolpaba
en su garganta e inundaba su corazón.
No había nada tan perfecto como sentir a Ben Wilder adentrándose entre sus piernas.
Y siempre había sido así con Bennett. Él provocaba que cada célula de su cuerpo
vibrara.
En el momento en que él la penetraba era como si todas las cosas del mundo
recuperaran su lugar.
En un momento de descaro, Bennett la había acariciado en el coche provocándole
que llegara al clímax, mientras ella conducía, por supuesto. «Eso debe ir en contra de
la ley», había pensado Eden en su momento, pero no había tenido fuerza de voluntad
para detenerlo.
«Es que su cuerpo desprendía un aroma delicioso», pensó Eden. Era evidente que se
había duchado antes de reunirse con ella en el pueblo, pero Eden todavía percibía un
ligero aroma a madera de roble. Se acercó a él y lo besó en el cuello, probando su piel
salada con la punta de la lengua.
Como era de esperar, Bennett se excitó aún más.
-Eden -dijo él.
Sonriendo, ella le mordisqueó el hombro.
-Estoy ocupada -le dijo, y le acarició los pezones.
-Lo sé -dijo él-. Me estás matando.
-Entonces, sólo una parte de tu cuerpo está afectada por el rigor mortis -se rió ella.
Bennett sonrió y empujó con más fuerza. -Muy bien, pero no era hora de bromear
Eden se contoneó al mismo ritmo que él y sintió que estaba a punto de llegar al
clímax.
-Entonces, supongo que tendré que esperar otro momento -dijo con una voz ronca.
Bennett empezó a moverse deprisa y con más fuerza. Ella notó el golpe de sus
testículos contra su entrepierna y, al mirarlo, supo que estaba a punto de alcanzar el
orgasmo.
Y no había nada más bonito en el mundo que observar a Ben Wilder mientras llegaba
al orgasmo.
Aunque el deseo la obligaba a cerrar los ojos, Eden tensó las piernas alrededor del
cuerpo de Bennett y lo miró fijamente. No quería perderse ni un instante.

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Casi como si hubiera leído su mente, él la miró, provocándole que también llegara al
borde del clímax.
Tensó la musculatura de su sexo para sujetarlo en su interior a pesar de las
convulsiones. Arqueó el cuerpo, gimió y perdió el enfoque de su visión. Al ver que
ella también llegaba al orgasmo, Bennett empujó con fuerza hasta que, de pronto, se
quedó quieto, y ella sintió un baño cálido en el interior de su cuerpo que le
proporcionó un inconmensurable placer. Incapaz de evitarlo, Eden sonrió de
felicidad.
Con la respiración acelerada, Bennett la abrazó y se colocó de lado para evitar
desplomarse sobre ella. Sonrió y la besó en la sien.
-Bueno, no sé tú, pero yo me siento mejor.
Tratando de recuperar la respiración, Eden se cubrió los ojos con el brazo y dijo: -¿He
hecho de todo menos gritar tu nombre y tienes que preguntarme si me siento mejor?
Si estás buscando un cumplido... Ha sido maravilloso.
-Sí, bueno -djo él-, no puedo llevarme todo el mérito. Tú también has hecho parte del
trabajo.
Eden se mordisqueó el carrillo y se volvió para mirarlo. Tenía el cabello alborotado y
sus ojos brillaban con humor. Parecía adormilado, satisfecho y feliz. «Feliz», pensó
Eden.
-La próxima vez intentaré esforzarme un poco más -dijo Eden, arrepintiéndose de
sus palabras nada más pronunciarlas. Implicaban que volvería a acostarse con
Bennett. Y aunque ella deseaba que fuera así, no sabía lo que Bennett opinaba al
respecto. El hecho de que hubiera regresado al pueblo de manera permanente no
significaba que no pudiera desaparecer de su vida una vez más.
Como si hubiera leído su pensamiento, Bennett se inclinó hacia delante y la besó.
-La próxima vez, no seré tan impaciente como para dejarte puesta la ropa interior -
miró hacia la parte alta de la pared-. Tu gata es una pervertida -dijo él.
-¿Qué? -Eden miró hacia arriba y descubrió que Cerberus estaba en lo alto de la
pared-. Mi gata no es una pervertida. Sólo es curiosa.
-No puede saltar desde ahí arriba, ¿verdad? -preguntó Bennett.
-No. Por eso dejé las paredes a esa altura. Le gusta trepar. Se sube a casi todos sitios,
pero sólo puede bajar por un par de ellos. No es lo bastante valiente como para
saltar.
-Quizá nunca ha estado lo bastante motivada -le dijo Bennett, mirando al gato con
desdén.
-Deja en paz a mi gatita -lo regañó Eden-. Es un encanto.
-Es un diablo. Quizá debería traer a mi perro para que jueguen juntos.
-¿Tienes un perro?
-No, pero lo tendré -miró a Cerberus-. El más grande y fiero que tengan en la perrera
local.

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-Bennett -dijo Eden, y le dio una palmadita en el torso que le provocó la risa.
-Voy a tener un perro -le dijo, mirándola a los ojos.
-¿De veras?
-Sí -suspiró él-. No pude tenerlo en Savannah, y me gusta tener compañía mientras
trabajo.
Eden lo comprendía bien. Cerberus le hacía mucha compañía cuando estaba en casa.
-¿Y qué opina Grady de que adoptes a un perro?
-Le gustará -dijo Bennett, con una sonrisa.
-¿No se lo has dicho?
-No, y no voy a decírselo. Será una sorpresa.
Teniendo en cuenta que Grady había trabajado de cartero y que los perros lo habían
perseguido montones de veces, Eden no estaba segura de que el hombre fuera a
apreciar esa sorpresa. ¿Pero quién era ella para entrometerse?
-Estoy segura de que lo será –comentó sin más.
Bennett dudó un instante.
-Eden, ¿puedo hacerte una pregunta?
Intrigada por su tono de voz, ella asintió.
-Claro, pero me reservo el derecho de no contestar.
-De acuerdo -se aclaró la garganta-. Mira, estoy muy contento de que te estés
tomando la píldora, pero... ¿Por qué?
Eden lo miró y decidió contestar.
-Normalmente, se toma como método anticonceptivo -le dijo Eden-. Pero yo me la
tomo para regular mi ciclo menstrual.
Él suspiró de manera que indicaba que se sentía aliviado.
-Sentía curiosidad -dijo él, como si no le hubiera importado su respuesta.
-Por supuesto.
Bennett miró el reloj que había sobre la mesilla y dijo:
-Creo que debo regresar. Devi se habrá marchado hace horas y no me gusta dejar
solo a Grady mucho tiempo.
De pronto, Eden se percató de que la situación que tenía Bennett con su abuelo era
algo serio. Sabía que había regresado al pueblo para cuidar de él, pero no se había
dado cuenta de que había tenido que dejarlo todo. Había tenido que marcharse del
lugar donde había conseguido el éxito y donde lo habían aceptado tal y como era
para regresar a Hell.
Todo para cuidar al abuelo que se había ocupado de él cuando era pequeño. Los
habitantes de Hell podían decir lo que quisieran sobre Bennett, y tristemente, tenían
razón en muchas cosas pero, en el fondo, era un buen hombre.

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-No es que quiera irme -le aseguró Bennett al ver que ella no respondía.
Eden negó con la cabeza.
-No he pensado que fuera así. Sólo pensaba en lo difícil que ha debido de ser para ti
dejar tu vida en Savannah y regresar aquí.
Bennett la soltó y se incorporó. Después, se agachó para besarla suavemente en los
labios.
-Ha sido un infierno -admitió-. Pero empieza a ir mucho mejor.
Eden asimiló sus palabras y sonrió.
-Será mejor que me vaya.
Bennett miró a Cerberus, que todavía estaba en lo alto de la pared.
-¿Puede entrar en el baño?
-No. Está allí -dijo ella, y señaló en la dirección adecuada.
Después de asearse, Eden se vistió y llevó a Bennett hasta su coche. No habían hecho
más que doblar la esquina de Main Street cuando Grady llamó para encargarles un
cucurucho helado.
Bennett sonrió y cerró el teléfono móvil. -Es como un niño pequeño, pero con más
carácter.
Eden se rió.
-¿Quiere un helado?
-Con nueces.
-Ah -dijo Eden, y detuvo su coche junto al de Bennett-. Eso es mucho más rico -
añadió ella. No sabía qué más decir. Aquel era el momento en que siempre se torcía
la situación. Ella se creaba esperanzas y él las tiraba por tierra, rompiéndole el
corazón...
Bennett se acercó y la besó en la mejilla.
-Gracias, Eden -dijo él con sinceridad.
-¿Por qué?
-Por todo -dijo él, y suspiró-. Por darme la oportunidad que no merecía. Por estar
conmigo esta noche. Por ocuparte del asunto de mi acosadora -sonrió-. Yo... Te he
echado de menos.
«Ya está», pensó Eden, e imaginó su corazón sobre la palma de la mano de Bennett.
Como siempre. Eden llevaba enamorada de Bennett desde los dieciocho años, y ni el
tiempo, ni la distancia, habían cambiado eso. Era su hombre, su gran debilidad y su
apoyo más deseado. «Hasta que vuelva a actuar como siempre», le dijo una vocecita.
Hasta que decidiera abandonarla otra vez.
Eden miró a otro lado, por encima de su hombro, tratando de verlo todo con
perspectiva, sin embargo, algo llamó su atención.
-Bennett... ¿Qué tienes en el coche?

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-En mi... -se volvió y miró por la ventanilla-. ¡Maldita sea! -dijo él, y abrió la puerta
del coche-. Algo que no tendría que estar ahí -dijo con rabia.
Golpeada por el miedo, Eden salió del coche y se reunió con él.
-Hija de. .. ¿Qué diablos hace aquí esta carne? -preguntó él.
Artemis525 había esparcido carne de hamburguesa sobre la ventanilla del conductor.
-Si ha dejado la carne, habrá dejado una nota -dijo Eden. Al momento, recogió un
sobre que había enganchado en el limpiaparabrisas. Lo abrió con cuidado y leyó el
mensaje:

Quizá triture tu corazón con una picadora de carne cuando termine con él. Estás en el punto
de mira.

Bennett blasfemó y miró a su alrededor, preguntándose si su acosadora estaría


observándolos. Se pasó la mano por el cabello y dijo:
-Maldita sea, odio todo esto. Me siento indefenso. Siento que está jugando conmigo y
que trata de volverme loco -sonó su teléfono móvil. Miró la pantalla, cerró los ojos y
suspiró-. ¿Qué pasa, Grady? Sí, un helado. Con nueces dijo entre dientes-. Sí, lo sé.
No, no pasa nada. No. No pasa nada -miró a Eden avergonzado-. Pronto llegaré a
casa.
-¿No vas a decírselo? -le preguntó Eden cuando colgó.
-No -dijo Bennett-. No tiene sentido preocuparlo. Sabemos cuándo va a atacar. Sólo
tenemos que estar preparados -dijo con decisión.
-Lo estaremos -dijo Eden, con voz temblorosa. Aquella situación empeoraba a cada
momento-. ¿Estás seguro de que no quieres que hable con el jefe? Porque puedo
pedirle que...
Bennett negó con la cabeza.
-No, Eden. Por favor. Te tengo a ti. Podemos solucionarlo nosotros.
-¿Estás seguro?
-Estoy seguro -la besó en los labios. Después, se separó de ella y abrió su coche con el
control remoto-. Te llamaré mañana.
-¿Para qué?
Él la miró sorprendido.
-¿Qué quieres decir?
Ella sintió un nudo en el estómago. Ladeó la cabeza y sonrió. Sólo quería saber dónde
se encontraba. Si aquello no iba a llevarla a ningún, sitio, deseaba saberlo allí mismo,
antes de que las cosas llegaran más lejos. Teniendo en cuenta el pasado, no creía que
estuviera pidiendo demasiado.

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-¿Para algo personal o para asuntos de trabajo? -le preguntó, alzando la barbilla. La
mirada de Bennett se tornó más oscura, era como si hubiera tomado una decisión
firme. Se acercó a ella y la besó de manera apasionada, haciéndole una promesa en
silencio.
-Será para algo personal -dijo él, cuando se separó de ella-. ¿He contestado a tu
pregunta?
Eden trató de recuperar la respiración. Se llevó la mano temblorosa a los labios y se
aclaró la garganta.
-Er... Sí -contestó-. Sí.
Bennett asintió complacido.
-Bien. Me alegra que nos comprendamos el uno al otro.
«A mí también», pensó Eden. De hecho, si se hubieran comprendido un poco mejor,
en aquellos momentos, habría tenido el tercer orgasmo de la noche. Sonrió. Uno por
cada año que él había estado lejos.
Pero todavía les quedaba mucho por recuperar, siempre y cuando, Artemis525 no lo
matara primero.

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15
A pesar de los trozos de carne que tenía en el coche y de la lunática que amenazaba
con arrancarle el corazón y con pasarlo por una picadora de carne, Bennett se sentía
animado y lleno de energía.
A causa de Eden.
La observó marchar, con su cabello rubio brillando bajo la luz de la luna, y
experimentó una fuerte emoción que le robó el aire de los pulmones. Había sido una
noche perfecta. Estar con Eden había sido como respirar por primera vez después de
haber estado a punto de ahogarse, disfrutando de la felicidad que le proporcionaba
tenerla entre sus brazos, sintiendo su cuerpo delicado contra el suyo. Le encantaba
cómo se sentía cuando estaba con ella. Se sentía más alto, más grande, mejor. Ella lo
hacía sacar lo mejor de sí mismo y olvidar el dolor del pasado.
Ella provocaba que él deseara amarla, y no sólo que deseara hacerle el amor.
Era un terreno peligroso, y lo sabía. Había llegado a la misma conclusión tres años
atrás, pero se había alejado de ella.
No volvería a hacerlo. Estaba dispuesto a permanecer a su lado, a pesar de lo que
opinaran los demás, incluida la madre de Eden, quien consideraba que él no era
suficientemente bueno para ella.
Eden opinaba que sí lo era, y era su opinión la única que le importaba. Esa vez, no
saldría huyendo. No la decepcionaría. Le iba a ofrecer su corazón y, aunque quizá
sólo fueran ilusiones, creía que Eden lo aceptaría. Si no, ¿por qué le había preguntado
cuáles eran sus intenciones? Sabía que necesitaba saber si lo que habían compartido
simplemente había sido una aventura de una noche.
Pero no era así. Deseaba permanecer a su lado. ¿Y se merecía una tercera
oportunidad? No. ¿Se merecía estar a su lado? Probablemente no. Pero la deseaba
con locura. Bennett se detuvo en el Dairy Cow para comprar el helado de Grady y
regresó a casa.
Curiosamente, el coche de Devi todavía estaba allí aparcado. ¿Por qué diablos le
había apremiado Grady para que regresara a casa si la tía de Eden todavía estaba
allí? Bennett entró por la puerta trasera y los encontró a los dos viendo un concurso
de televisión.
-Acepta Historia por doscientos, idiota -dijo Grady, dirigiéndose a la pantalla.
-Por eso siempre pierdes -le dijo Devi-. Hay que ir a por la cifra más alta. Las
preguntas son más difíciles, pero si no se es lo bastante inteligente como para
contestar, no tiene sentido ir al programa.
-Eres una sabelotodo -le dijo Grady-. Debe de ser muy difícil manejar tanta sabiduría.
-Puesto que tienes la cabeza llena de aire, a ti debe resultarte muy fácil manejar la
tuya.
-¿Llena de aire? -repitió Grady enfadado-. Te mostraré que...

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Bennett se aclaró la garganta.


Devi y su abuelo se volvieron hacia él.
-Bennett -dijo Devi-. No te hemos oído entrar.
«Ya me he dado cuenta», pensó él con una sonrisa. Se acercó a su abuelo y le entregó
el helado.
-¿Tiene nueces? -preguntó Grady-. ¿Te he dicho que lo quería con nueces?
-Sí.
Grady frunció el ceño con escepticismo.
-Lo que sea. Sólo me alegro de que por fin hayas llegado a casa -lo miró de reojo-.
Sabes, si vas a empezar a salir con mujeres, será mejor que pongamos unas normas.
-Aquí va la primera -dijo él-. Métete en tus asuntos.
-Lo único que digo es que no puedes andar jugando con Eden -lo regañó-. Es una
buena chica y, según dice Devi, tú no la has tratado con el respeto que se merece.
Bennett miro a la tía de Eden, sintiéndose incómodo.
-No estoy jugando con ella -le dijo-. Y le he pedido perdón por los errores que cometí
en el pasado.
Devi lo miró y asintió.
-Será mejor que me vaya -se levantó de la silla.
Hasta ese momento, Bennett nunca se había fijado en el parecido que tenía con Eden.
Ambas irradiaban una fuerte sensación de paz, y sus ojos centelleaban con un cierto
toque travieso.
-¿Ocurre algo, cariño? -preguntó Devi.
Bennett negó con la cabeza y se frotó la nuca.
-No. Acabo de darme cuenta de lo mucho que Eden se parece a ti, eso es todo.
Devi sonrió.
-Suficiente como para que su madre sienta rencor por ello. Sabes que a Giselle le
gustaba tu abuelo, ¿no? -le preguntó Devi, con brillo en la mirada.
Grady resopló.
-Es una bruja. Nunca tuve nada con ella.
«Menos mal», pensó Bennett, asombrado. ¿Giselle? ¿Persiguiendo a su abuelo? ¿A un
Wilder?
-La madre de Eden y yo no nos parecemos en nada -dijo Devi, sonriendo de forma
misteriosa-. Por ejemplo, a ella se le da muy bien guardar rencor hacia alguien. Es
curioso cómo funcionan las familias -agarró el bolso y suspiro-. Bueno, ya sabes a qué
me refiero -dijo ella-. Yo conocí a tus padres y no veo que te parezcas en nada a ellos.
Bennett permaneció inmóvil, asimilando el comentario inesperado.

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Era cierto. No se parecía en nada a sus padres. Era cierto que había heredado la
tendencia que tenía su madre de tener aventuras amorosas con diferentes personas,
pero últimamente había madurado mucho en ese aspecto. Y en cuanto a su padre,
Bennett no había heredado su problema con el alcohol. Conocía dónde tenía el límite
y siempre lo respetaba. De vez en cuando, se tomaba una copa, pero no le gustaba
emborracharse. Prefería tener control de la situación.
No era como ellos. Tenía su propia personalidad, y era responsable de sus actos y de
su destino. Y gracias a Eden, sentía que su destino había dado un giro a mejor.
Quizá, después de todo, vivir en Hell no sería tan malo.

-Yo lo prohíbo.
Eden se abrochó el cinturón y miró a su madre como si hubiera perdido la cabeza. Y,
desde luego, la había perdido o no habría ido a casa de Eden para tratar de aplicar
normas ridículas.
-No tienes derecho a prohibirlo -dijo Eden-. Porque no es asunto tuyo.
-¿No es asunto mío? -preguntó la madre-. A mi hija la han visto en público con un
canalla de mala reputación...
-Bennett no es un canalla -dijo Eden-. No tenía tiempo para hablar en aquellos
momentos. Llegaba tarde al trabajo, pero ya que su madre estaba allí...-. Me contó lo
que hiciste -le dijo.
-¿Qué te contó? -preguntó Giselle.
-Que hiciste que dejara de verme. Que le dijiste que si no lo hacía, me harías sufrir y
que sería culpa suya. ¿Cómo pudiste hacer tal cosa? -le preguntó Eden indignada.
-Fue por tu bien. Te habría arruinado la vida.
-Eso no tenías que decidirlo tú, igual que no tienes que decidirlo ahora.
-Sólo me preocupaba...
-Ni lo menciones -dijo Eden, y la miró de manera cortante-. No me digas que te
preocupabas por mí. Es mentira, y ambas lo sabemos –sonrió-. La única persona por
la que te has preocupado es por la que ves cada mañana en el espejo. No querías que
saliera con él porque no cumplía tus requisitos. Mala suerte, mamá. No tenía que
cumplirlos. Sólo tenía que cumplir los míos.
Giselle sonrió y se puso en pie.
-Entonces, deberías ampliar tus requisitos.
-Y tú deberías meterte en tus asuntos.
-Veo que llego tarde otra vez -dijo su madre-. Te ha conquistado de nuevo, ¿no es
así? -se dirigió a la puerta-. Me has decepcionado, por supuesto. Confiaba en que
hubieras tenido más sentido común. Pero no estoy preocupada. La historia se repite.
Pronto te dejará de nuevo.
Y tras esas palabras, Giselle salió de la casa.

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Eden se acercó a la ventana y vio como Cerberus perseguía a su madre hasta la calle.
-Buena chica -dijo en voz alta y, a pesar de todo, sonrió apoyando la cabeza contra el
cristal.
Como siempre, su madre había mencionado lo único que verdaderamente
aterrorizaba a Eden, que Bennett la dejara una vez más. La noche anterior, estaba
convencida de que las cosas iban a ser de otra manera. Había experimentado una
seguridad que nunca había sentido con él. Otras veces se había hecho ilusiones, pero
esa vez era diferente. Bennett parecía más seguro de sí mismo, más consciente de la
persona que era en realidad.
Devi le diría que ignorara a Giselle, que hiciera caso a su corazón. Que confiara en
sus instintos, aunque eso significara que estaba equivocada. Eden sonrió. Aun así, la
duda era una sombra difícil de borrar. Quería confiar en él, pero la asustaba quedar
otra vez como una idiota. Tenía miedo de entregarle su corazón una vez más y que él
desapareciera de su vida igual que había hecho en el pasado.
En ese momento, el sonido de su teléfono móvil la sacó de su pensamiento. Miró la
pantalla y vio que era Kate.
-¿Cómo va todo? -le preguntó su amiga-. Kelly ha enviado un correo electrónico
diciendo que anoche te vio besándote con Bennett fuera del Ice Water, ¿es cierto?
-Lo es -admitió Eden.
-¿Y a qué casa os fuisteis? ¿A la tuya?
-¿Qué te hace pensar que nos fuimos a casa de alguien? -preguntó Eden, y se sonrojó.
Kate se rió.
-Te olvidas de con quién estás hablando, cariño. Te conozco. Bennett Wilder es tu
mayor debilidad. Es para ti lo que la tarta de coco es para mí. Si veo un pedazo, he de
comérmelo.
Aunque llegaría tarde a trabajar, Eden se dejó caer sobre una silla.
-Si lo sabías, ¿por qué no viniste a mi rescate? -le preguntó-. ¿Por qué permitiste que
me liaran para que le rompiera el corazón a Bennett?
Kate suspiró y preguntó:
-¿Vas a hacerlo?
-Por supuesto que no.
-Precisamente por eso -le dijo Kate-. Puesto que era inevitable que te volvieras a liar
con él, al menos así, parecerá que tenías una excusa.
Eden frunció el ceño.
-Eres mala -le dijo-. ¿Estás segura de que no eres Artemis525?
-También te llamo por eso. Ha estado muy callada en el foro. ¿Ha sucedido algo más?
Eden le contó el incidente de la hamburguesa y sus sospechas acerca de la fecha.
-Siento que debería hablar con mi jefe, pero le prometí a Bennett que no lo haría.

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-Es una promesa que no tienes que mantener. Este asunto empeora cada vez más.
-Lo sé -dijo Eden, y se frotó la frente con cansancio-. Es un desastre. No estoy segura
de qué voy a hacer.
-Bueno, no hace falta que estés allí el día veinticinco. Tienes que sacarlo de la casa.
De hecho, ya había pensado en eso y había planeado llevarlo a Fire Lake a pasar el
día. Kate tenía razón. Quedarse en la casa esperando a que sucediera algo no era
buena idea. Alguien, un agente de la autoridad, debería estar en la puerta de la casa
de Bennett. Una vez más, comentó su preocupación con Kate.
-Convéncelo -le dijo su amiga-. Sé persuasiva.
Eden se rió bajito.
-¿Estás bien? -le preguntó Kate-. En serio.
-Estoy asustada -admitió Eden-. Pero... -se encogió de hombros a pesar de que su
amiga no podía verla-. Es Ben, Kate. Siempre ha sido Ben.
-Lo sé, cariño. Pero ten cuidado, ¿quieres?
-Lo tendré.
«Es demasiado tarde para tener cuidado», pensó Eden mientras colgaba el teléfono.
Tenía que ser sincera consigo misma.
Y sinceramente, deseaba a Bennett.

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16
-¿Así que éste es el perro más grande y fiero que has encontrado en la perrera? -le
preguntó Eden con una sonrisa mientras la nueva mascota de Bennett jugueteaba
alrededor de sus piernas.
-No -suspiró Bennett, y esperó a que Vicious entrara en la habitación-. Es éste -señaló
al enorme perro.
Confusa, Eden dejó de mirar al cachorro que tenía entre sus pies y miró a Vic.
-¿Has adoptado dos perros?
-Así es -dijo Grady-. ¿A que es un bonito gesto? -preguntó con mofa-. Dice que lo ha
hecho para darme una sorpresa -Grady miro a los perros arqueando las cejas y
continuó leyendo el periódico-. Una cosa más de la que cuidar. Como si tuviera
tiempo de perseguir a un par de perros -gruñó.
-Ya basta -le dijo Devi-. Te harán compañía.
-No sé por qué estás tan contenta. Vas a ser tú quien limpie lo que ensucien.
-Vic está adiestrado -le dijo Bennett, y miró al cachorro-. Pero Addie va a necesitar un
poco de dedicación.
-Es lista -dijo Devi, y acarició a la cachorrita-. No tendrás ningún problema con ella.
Bennett pensaba lo mismo. Había ido a la perrera para adoptar a un perro y había
regresado a casa con dos. Los cachorros eran los que la gente adoptaba primero
porque eran adorables. Por supuesto, ésa era la idea con la que había ido Bennett,
pero después de ver cómo lo miraba Vic, probablemente, el perro más feo y grande
que había visto nunca, no dudó en cambiar de opinión. Aquel animal tenía los días
contados.
Tras asegurarse de que los dos animales se llevarían bien, Bennett decidió llevarse a
ambos a casa.
-¿Estás seguro de que Vic no se comerá a Addie?
-Eran vecinos de jaula -le explicó Bennett-. Son amigos. Ella era la más pequeña de la
camada y él estaba destinado a morir. Ambos necesitaban un hogar.
-Ah -dijo Eden-. Has hecho una buena acción.
Bennett sonrió.
-A veces siento un impulso salvaje.
-Hablando de cosas salvajes, he oído que hoy has tenido un día interesante -dijo
Devi, y sonrió.
-Ha sido toda una experiencia -dijo Eden.
-¿El qué ha sido una experiencia? -preguntó Bennett, arqueando una ceja.
-Eden ha tenido que sacar a Martha Warren de un charco de barro, otra vez.

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-¿Martha Warren? ¿Esa mujer no iba en silla de ruedas?


Devi soltó una risita.
-Así es. Ay, Eden, sé que no debería reírme. Es terrible, pero...
-Pero también es muy divertido -intervino Grady.
La expresión de Eden indicaba que ella también estaba tratando de contener la risa.
-Pero aunque sea divertido, es terrible. Y ya era hora de que Johnny recibiera una
dosis de su propia medicina.
Confundido, Bennett negó con la cabeza.
-¿Qué me estoy perdiendo? -preguntó.
Eden se aclaró la garganta.
-Martha va en silla de ruedas -confirmó ella-. Y casi cada vez que llueve, cuando
Johnny se enfada con su esposa, la saca afuera en contra de su voluntad y la tira a un
charco de la entrada -dijo conteniendo una sonrisa.
-¡No! -preguntó Bennett con incredulidad.
-Sí -admitió Eden-. Ninguno de mis compañeros está dispuesto a ayudarla porque yo
soy la única que puede hacerlo sin reírme... y ella tiene la costumbre de no llevar
sujetador.
-Me han llegado rumores de que es posible que hayas solucionado el problema para
siempre --dijo Devi, mirando a Eden.
-No sé si para siempre, pero creo que se lo pensará dos veces antes de hacerlo otra
vez.
-¿Qué has hecho? -preguntó Grady, intrigado.
-Lo paralicé con la pistola de descarga, lo tiré al agujero y lo cubrí con sacos de arena.
Bennett la miró y estuvo a punto de atragantarse.
-¿Eso hiciste?
-Hay que jugar limpio. No le hice daño -dijo ella-. Sólo quería que cambiara de
perspectiva.
Impresionado, Bennett asintió pensativo.
-Eres perversa -dijo con una sonrisa.
Eden sonrió también.
-Pero justa a la vez. Martha necesitaba que alguien igualara el juego por ella -se
encogió de hombros-. Así que lo hice.
-¿Te he mencionado lo mucho que te agradezco que estés de mi lado? -preguntó
Bennett.
La mirada de Eden se cubrió por la expresión de un sentimiento irreconocible, pero
ella pestañeó antes de que él pudiera interpretarla.

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-De nada -dijo ella con una sonrisa-. ¿Estás listo? El jefe de la policía llegará
enseguida.
Bennett la miró un instante y trató de concentrarse. Al final, Eden lo había
convencido para que Mitch Curtis, el jefe de la policía, fuera a vigilar la casa aquella
noche, cuando se esperaba que Artemis525 actuara. Lo había persuadido para ir a
Fire Lake, un lugar que provocaba que Bennett se excitara sólo con pensar en él, y a
lo que Bennett no había podido resistirse. Mitch le había prometido que sería
discreto, y a cambio, Bennett le había ofrecido que le haría una mecedora para su
esposa.
Como era de esperar, Grady se había negado a salir de la casa. Y cuando Bennett
trató de argumentar que era por motivos de seguridad, su abuelo comenzó a
blasfemar de manera que, al oírlo, se sonrojaría hasta un rudo marinero. Aquélla era
su casa y él no se marcharía.
Decidieron que irían en el coche de Eden y que dejarían la camioneta de Bennett en
casa, para que pareciera que él estaba allí. Devi decidió quedarse a pasar la noche
para cuidar de Grady, y puesto que Mitch había prometido que no les pasaría nada,
Bennett no había tenido más remedio que aceptar.
«A Fire Lake», pensó él. «Con Eden».
La miró y se fijó en la piel suave de su mejilla. Sus ojos verdes, brillaban con humor y
deseo a la vez. Sintió una fuerte tensión en el pecho y tragó saliva para deshacer el
nudo que se le había formado en la garganta.
«¿Estoy listo para ir?»», se preguntó. «Por supuesto que sí».
Porque ya era hombre muerto.

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17
«¿Te he mencionado lo mucho que te agradezco que estés de mi lado?», Eden se
estremeció al recordar sus palabras.
Tenía que contarle lo que el Club de las Ex novias le había pedido que hiciera,
admitir que estaba representando un doble papel, pero de algún modo, no
encontraba el valor para hacerlo. Todo había sido maravilloso entre ellos durante los
dos últimos días y no quería estropearlo.
Además, él tampoco había sido claro con ella en todo momento. Eden deseaba
asegurarse de que todo iba bien. Confiaba en que esa vez las cosas serían de otra
manera, pero...
Kelly, Sheila y Marcy la habían acorralado el día anterior en el pueblo para
preguntarle cuándo iban a poder revelarle lo que estaba sucediendo. Era evidente
que todas se habían hecho la idea de que participarían a la hora de decirle que ella lo
había engañado. Eden había tenido que decirles que sería ella la encargada de
terminar con lo que ella misma había comenzado.
A su manera. Y en el momento oportuno.
Entretanto, también tenía que encontrar el momento de ser sincera con ellas.
«Demasiadas confesiones», pensó ella, notando que empezaba a dolerle la cabeza.
-¿Ocurre algo, Eden? -le preguntó Bennett.
El sol del atardecer empezaba a ocultarse en el horizonte y su luz iluminaba su
rostro, provocando que, al mirarlo, a ella se le cortara la respiración. Él había bajado
la ventanilla y la brisa alborotaba su cabello, dándole un aspecto aniñado. «Ya casi
hemos llegado», pensó ella, y giró por el camino que los llevaría al lugar desde el que
se veía el lago.
-No -contestó con una sonrisa-. Estoy preocupada por el asunto de Artemis525 -dijo
Eden, sin mentir del todo.
-Lleva un par de días muy tranquila -señaló Bennett, y esbozó una sonrisa-. A lo
mejor ha encontrado a otro a quien acosar.
-No lo sé -dijo Eden, frunciendo el ceño pensativa-. Hay algo en todo esto que me
parece extraño desde el principio, pero no estoy segura de qué es -negó con la
cabeza-. Probablemente le esté dando demasiadas vueltas.
Bennett se acercó a ella y la besó en el cuello. Al sentir su cálida respiración, ella se
estremeció.
-Quizá necesites algo para olvidarte de todo -murmuró él, e imaginó las diferentes
maneras que podría utilizar para conseguirlo.
Y si se parecían en algo a lo que le había hecho las noches anteriores, Eden sabía que
conseguiría olvidarse de todo.

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El día anterior, cuando Eden llegó a casa después del trabajo, Bennett la estaba
esperando allí. Al verlo, apoyado contra la casa, no pudo evitar estremecerse. Nada
más entrar en la cocina, él aprovechó para acorralarla contra la encimera.
Quince segundos más tarde, se encontró medio desnuda y muy excitada. Cerberus
había aparecido por allí, pero Bennett había mirado al animal y le había dicho:
-Pienso quedarme, así que ya puedes ir acostumbrándote.
Cuando se marchó, Eden quedó agotada pero satisfecha. Y Cerberus había estado
restregándose contra las piernas de Bennett.
-A tu gata ya le caigo bien -había dicho él.
Eden estaba loca por él. Tanto, que apenas podía recordar cómo se llamaba. Y tenía
que pensar otro nombre para finales de mes. Se lo había comentado a Bennett y él le
había propuesto algunos, pero ninguno la había convencido del todo.
Eden aparcó el coche de forma que pudieran contemplar las vistas. Bennett salió del
coche y abrió el maletero. Ambos se sentaron en él, uno junto al otro. Habían llegado
en el momento oportuno. Fire Lake lucía todo el esplendor del atardecer. Los patos
nadaban cerca de la orilla, y los pájaros revoloteaban por la superficie del agua.
-Este lugar siempre me corta la respiración -dijo Eden, antes de que Bennett le diera
la mano.
-A mí también -susurró él, aunque en lugar de mirar al lago la estaba mirando a ella.
Un cálido placer se instaló en su corazón y una fuerte alegría inundó su pecho. El
sentimiento que denotaba su voz y que se veía en su mirada hizo que Eden deseara
creer que lo que había entre ellos era real, y que sobreviviría a pesar de que las
inseguridades de Bennett hubieran arruinado la oportunidad de haber sido felices en
el pasado.
Ella lo deseaba con locura. Anhelaba acostarse con él por la noche y despertar a su
lado por la mañana. Quería discutir con él durante el desayuno y reconciliarse a
media mañana. Quería ver películas, agarrada a su mano, ir de vacaciones con él y
compartir un plato de patatas fritas. Lo quería para lo bueno, y para lo malo.
Al mirarlo, supo que Ben Wilder era su media naranja. Y por esa noche, sería suyo.
-Un centavo por tus pensamientos -le dijo Bennett, y se inclinó para besarla en los
labios.
Eden cerró los ojos y sonrió.
-Mi pensamiento vale mucho más que eso -murmuró-. Y no puede comprarse, hay
que ganarlo.
Bennett sonrió y dijo:
-Supongo que entonces tendré que trabajármelo.
Eden le sujetó el rostro con las manos, le acarició las mejillas con los pulgares y lo
besó en los párpados.
-Confío en ti -murmuró ella, sonriendo.

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Él se rió de manera sexy y la besó en los labios. Le acarició la espalda y la tumbó con
cuidado, y Eden agradeció en silencio haberse acordado de meter un par de
almohadas y una manta en el maletero. Imaginaba que en algún momento de la
noche regresarían a su casa, pero sin saber lo que sucedería con Artemis525, no podía
decir cuándo. Eden tenía el teléfono móvil preparado y Devi le había prometido que
la llamaría en cuanto sucediera algo. Sabiendo lo que Eden había planeado, estaba
segura de que no recibiría noticias de su tía hasta que la acosadora de Bennett
hubiera aparecido.
-Esta vez me da buena sensación -le había dicho Devi-. Lo veo de manera diferente.
A Eden le pasaba lo mismo, y el hecho de que Devi también tuviera la misma
sensación hacía que ella se sintiera un poco mejor y no pensara que era idiota por
correr el riesgo una vez más. Él la besó de manera apasionada y ella notó que se le
humedecía la entrepierna.
Nunca había sido capaz de resistirse a él. Y por fortuna, no tenía que fingir más.
Sobre todo en ese momento.
Eden había planeado ir poco a poco y hacerle el amor despacio. Por desgracia, no
creía que fuera capaz de cumplir sus intenciones ya que un solo beso de Bennett
bastaba para llevarla al borde del clímax.
-Voy a tomar una decisión importante -le dijo, incorporándose otra vez.
-¿Cuál? -preguntó él.
-Desnúdate.
Él se rió y la miró divertido.
-¿Quieres que me desnude?
Eden se soltó el sujetador y se lo tiró a él. Bennett se fijó en sus pechos y ella tuvo el
placer de ver cómo sus ojos oscurecían de deseo.
-Sí.
Bennett se tumbó y colocó las manos bajo la cabeza.
-Creo que vas a tener que convencerme.
«Ya, claro», pensó Eden, y lo miró fijamente. ¿Quería que lo convenciera? Estupendo.
Lo haría. Se quitó los pantalones cortos y la ropa interior y se colocó a horcajadas
sobre él. El roce de los vaqueros contra su piel delicada hizo que gimiera y Bennett
apretó los dientes para contenerse. Sonriendo, Eden metió las manos bajo su camiseta
y le acarició el vientre y el torso, prestando especial atención a sus pezones.
Bennett se movió una pizca y presionó su miembro erecto contra su cuerpo.
Eden le desabrochó el botón de los pantalones y le acarició la punta del pene que
asomaba por la cinturilla del pantalón. Deslizó las manos hacia abajo y suspiró con
dramatismo.
-Podría jugar con esto mucho mejor si estuvieras desnudo.

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-Maldita sea -dijo Bennett-. No se me da bien hacerme el duro -se sentó y se quitó la
camiseta. Después, los pantalones y la ropa interior.
Eden le agarró el miembro, agachó la cabeza y lo introdujo en su boca.
-Es cierto -convino ella, lamiéndolo despacio-. Se te da mucho mejor ponerte duro -
era maravilloso sentir la suavidad de su cuerpo bajo la lengua y notar cómo su sabor
invadía su boca.
Bennett se movió y tensó los muslos.
-Eden...
Sin dejar de lamerlo y de saborearlo, Eden levantó la vista y lo miró a los ojos. El
deseo que percibió en su mirada hizo que se excitara aún más. Le dolían los pezones,
tenía húmeda la entrepierna y deseaba cada vez más acomodarse sobre su cuerpo. Le
acarició la punta del pene con la lengua y retiró las gotas de líquido que había
expulsado antes de colocarse de nuevo sobre él.
Bennett, muy excitado, la sujetó por las caderas y arqueó el cuerpo hacia arriba,
introduciéndose en su cuerpo y empapándose de su humedad. La punta de su pene
rozó contra el clítoris de Eden, provocando que se le cortara la respiración. Al ver
que disfrutaba, la rozó de nuevo, robándole todo el aire de los pulmones.
Desesperada, Eden apretó su cuerpo contra el de él, con fuerza. Era maravilloso.
Oscuro, peligroso, perverso... Suyo.
Le arañó el torso con las uñas, levantó las caderas y se clavó en él. «Santo cielo»,
pensó cuando la invadió un inmenso placer.
Bennett sonrió y se inclinó hacia ella para acariciarle el centro de su feminidad. Eden
levantó las caderas una vez más y se deslizó de nuevo por su miembro, disfrutando
de cada instante, de cada vibración de sus cuerpos unidos. Pero no era suficiente.
Quería más, deseaba más. Comenzó a moverse deprisa, de arriba abajo, con fuerza,
porque sentía que estaba al borde del orgasmo y necesitaba alcanzarlo. Lo deseaba...
Por supuesto, Bennett sabía exactamente qué era lo que deseaba.
Empezó a moverse al mismo ritmo que ella e, inclinándose hacia delante, capturó
uno de sus pezones con la boca. Eden sintió la primera chispa del clímax en sus
genitales. Tenso la musculatura de la pelvis y se sacudió con fuerza. Bennett, al
percatarse de que estaba al borde de un orgasmo intenso, estiró la mano y le masajeó
el clítoris. Ella se deshizo al instante.
Abrió la boca para gritar en silencio y arqueó la espalda mientras se liberaba. Bennett
continuó moviéndose al ritmo y con cada empujón intensificaba sus convulsiones. De
pronto, se quedó rígido un instante, gimió, y tres empujones más tarde se reunió con
ella en el paraíso. Un calor líquido la inundó por dentro y le provocó una nueva
sensación de placer.
Eden se derrumbó contra su pecho y escuchó el latido de su corazón. Había algo
especial y perfecto acerca de estar allí con él, en aquel momento, en ese lugar
concreto.

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Bennett la abrazó y la besó en la cabeza. Al cabo de un instante, ella se colocó a su


lado y se acurrucó contra él.
-No pensaba que fuera lo bastante bueno -dijo Bennett, rompiendo el silencio.
A pesar de que había hablado con tranquilidad, Eden percibió dolor en su
comentario.
-Ben -dijo ella, con el corazón encogido. Sospechaba que era así, pero oírselo decir, y
descubrir que confiaba en ella lo suficiente como para abrirse así... Tragó saliva para
deshacer el nudo que sentía en la garganta.
«Por fin», pensó.
-Tu madre me dijo que yo no era nadie. Y durante mucho tiempo, me convertí en lo
que ella dijo que era. Permití que me privara de mi autoestima -dijo con amargura,
decepcionado por haber permitido que lo manipularan y lo despreciaran.
Eden se sentó y lo miró a los ojos.
-Oh, Bennett. No debía haberlo hecho.
-Ahora lo sé -dijo él-, pero ha sido un camino muy duro que preferiría haber
recorrido contigo.
Eden lo besó en la mejilla, lo miró a los ojos y sonrió.
-No voy a discutir contigo de eso, pero... Parece que ahora vamos por buen camino.
Bennett la miró aliviado y sonrió.
-Tengo algo para ti -le dijo, y metió la mano en el bolsillo de su pantalón.
Al cabo de un instante, sacó un pequeño corazón de madera idéntico al que había
tallado para ella hacía años y que la madre de Eden había destruido.
Eden sintió un nudo en la garganta y las lágrimas afloraron a sus ojos.
-Ben -lo llamó, más afectada de lo que nunca habría imaginado.
-Es mi corazón dijo él-. Sé que suena un poco hipócrita, pero... No lo rompas.
Bennett se lo colocó alrededor del cuello y ella se apoyó de nuevo en él.
-No lo haré, si tú no lo haces -le dijo ella, con el pecho inundado de felicidad.
Él la abrazó con fuerza y, por primera vez en la vida, ella sintió que su futuro con él
estaba asegurado.
-No te preocupes -susurró Bennett-. He cambiado, ¿recuerdas?

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18
-¿Nada? -preguntó Bennett, arqueando una ceja un poco más tarde. Se habían
quedado dormidos y, al desertar, habían hecho el amor una vez más. El había
imaginado su futuro y le parecía el paraíso. Estar con Eden no podía ofrecerle menos.
Eden negó con la cabeza y cerró el teléfono móvil.
-Mitch dice que todo ha estado tranquilo -sonrió-. A excepción de tu abuelo y mi tía.
Al parecer se han enfadado viendo el concurso de la televisión.
Bennett se rió. Sospechaba que había algo más que un enfado entre su abuelo y la tía
de Eden, pero no quería pronunciar sus sospechas hasta que pudiera confirmarlas.
-¿Y qué debemos hacer?
Eden se puso la camiseta y sonrió, provocando que a Bennett se le calentara la
entrepierna.
-¿Por qué no regresamos a mi casa y lo hacemos otra vez?
Él soltó una carcajada y la miró a los ojos.
-Me parece una opción posible -notó que le rugía el estómago y pregunte. ¿Te
importa si primero comemos algo?
Eden negó con la cabeza y sonrió.
-No. ¿Te parece bien ir a Ice Water?
-Claro.
Diez minutos más tarde, estaban sentados en una mesa del fondo. Bennett estiró el
brazo y agarró la mano de Eden. Nunca había sido capaz de mantener las manos
alejadas de ella pero, esta vez, algo había cambiado. Estar con Eden era mucho mejor.
Sus besos sabían mejor. Hacerle el amor era mejor. Respirar el mismo aire que ella,
era mejor.
Después de haber pasado tiempo con ella, sentía que se había quitado un peso del
corazón. Era como si el hecho de regresar a Hell y descubrir que ella lo estaba
esperando lo hubiera liberado.
«La quiero», pensó Bennett, sorprendido de que la idea no le pareciera algo
imposible. Se sentía como si el mundo fuera una ostra y él estuviera preparado para
un banquete eterno.
Con ella.
Eden apoyó la barbilla sobre la mano y lo miró divertida:
-¿Por qué me miras as? -le preguntó ella.
-¿Cómo?
Sonrojándose, ella se encogió de hombros y suspiró.
-No lo sé. Es una mirada que no he visto en mucho tiempo.

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«Lo recuerdo», pensó Bennett. La noche que él le había regalado el primer corazón
de madera, él le había dicho que la amaba. Quizá debía recordárselo. Bennett se
inclinó hacia delante, inundó su mirada de sentimiento y lo compartió con ella.
-YO...
-¡Aquí están!
Bennett frunció el ceño y miró hacia atrás. Kelly Briscoe se acercaba a la mesa
seguida por el resto de las componentes del club.
Bennett miró a Eden y vio que estaba pálida.
-¿Eden? -preguntó preocupado-. ¿Estás bien? ¿Crees que es ella? -Bennett se
preguntaba si Kelly era Artemis525.
-No lo hagas, Kelly -dijo Eden, y tragó saliva.
-Oh, pero si eres tú la que lo ha hecho -contestó Kelly. Se volvió buscando el apoyo
del resto del grupo y miró a Bennett un instante-. Y lo has hecho muy bien, por lo
que parece.
-No, no lo he hecho. Yo...
Bennett no sabía de qué diablos estaban hablando, pero si era Kelly la que lo había
estado volviendo loco, estaba dispuesto a compartir su locura con ella. Todavía no
había conseguido limpiar toda la carne de hamburguesa de su coche.
Kelly se dirigió a Bennett y le preguntó:
-¿Estás enamorado de ella?
-Bennett, no...
-Sí -dijo Bennett. Aquel no era exactamente el momento romántico que había
planeado pero no podía negarlo. La amaba. Más que nada en el mundo.
Kelly sonrió de nuevo, complacida.
-Bien. Entonces, teníamos razón. Tú plan ha funcionado.
Bennett sintió un escalofrío y miró a Eden.
-¿Tu plan?
-Cuéntaselo, Eden -le dijo Kelly-. Cuéntale que te elegimos para que te vengaras de
él, cautivándolo y rompiéndole el corazón, igual que él hizo con todas nosotras. Ha
sido una venganza poética, ¿no crees, Bennett?
Bennett se quedó de piedra. La esperanza se marchitó y su mundo se oscureció. De
pronto, todas las piezas encajaban en su lugar. «La noche que fui a casa de Eden por
primera vez, todas estaban allí. Después, Kelly nos gritó que buscáramos una
habitación y le hizo un gesto con los pulgares a Eden».
Soltó una carcajada amarga y miró al grupo de mujeres que los rodeaban.
Curiosamente, no veía a Kate, a quien creía que le habría gustado estar en ese
momento. Aunque todas parecían incómodas con la situación, ninguna negó las
palabras de Kelly. Ni siquiera Eden.

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Bennett sacó unos billetes de la cartera, los dejó sobre la mesa y negó con la cabeza.
-Ha terminado la broma, señoritas -forzó una sonrisa y se la dedicó a cada una de
ellas, sobre todo a Eden-. Buen trabajo.
Entonces, antes de que ella pudiera responder, se levantó de la mesa, enderezó los
hombros y se marchó. «He sobrevivido a cosas peores», pensó, sintiéndose como un
idiota. No podía recordar cuándo, pero ya lo recordaría. Además, era casi
reconfortante. Después de todo, no esperaba menos de un lugar como Hell.
Al salir, se cruzó con Kate en la puerta y forzó una sonrisa.
-Demasiado tarde -le dijo-. Te has perdido el espectáculo.
Frunciendo el ceño, Kate pasó a su lado y entró en el bar.

Eden tardó aproximadamente treinta segundos en comprender lo que había sucedido


y, para entonces, Bennett ya había salido del bar.
Se levantó de la mesa, pasó junto a Kelly y corrió tras él. De camino, se encontró con
Kate.
-Lo siento, Eden -le dijo ella-. Intenté detenerla.
-Cuéntaselo a ellas dijo Eden-. Tengo que encontrar a Bennett -no puede haber ido
muy lejos. No tiene coche. Y además todavía estaba pendiente el tema de la
acosadora.
Corrió por la calle principal, alimentada por el miedo. Debería haber imaginado que
aquello sucedería. ¿Desde cuándo Kelly dejaba pasar algo por alto? Todo era culpa
suya. Debería haberse sincerado con él. Tenía que haberle contado la verdad, pero
había estado demasiado centrada en estar con él, amándolo, como para correr el
riesgo de arruinar lo que había entre ellos otra vez.
Hasta esa misma tarde, hasta que él no le entregó el corazón tallado y le pidió que no
lo rompiera, había tenido la duda de si realmente su relación funcionaría esta vez. Lo
deseaba, y deseaba creer que sería así. Pero las viejas costumbres eran difíciles de
erradicar, y todavía no conocía muy bien al nuevo Bennett.
Eden lo vio y corrió más deprisa.
-¡Bennett!
Él no aminoró el paso y ni siquiera se volvió.
-Maldita sea, Bennett... ¡Para! -le gritó. Algo en su tono de voz debió de hacerlo
reaccionar porque, finalmente, Bennett se detuvo junto a un semáforo.
-¿Qué? -le preguntó-. ¿Vienes a restregarme sal en la herida?
Eden lo alcanzó y se agachó un instante para recuperar la respiración.
-No -jadeó, mirándolo a los ojos-. Me conoces mejor que eso -le dijo, fijándose en su
rostro marcado por el dolor y la decepción.
Él miró a otro lado, como si al verla lo invadiera un dolor difícil de soportar.

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-¿Es cierto? -le preguntó-. ¿Te pidieron que hicieras lo que has hecho?
-Sí.
Él se estremeció y soltó una carcajada.
-¿Y qué les dijiste?
-Les dije que lo haría...
Bennett soltó otra carcajada amarga y se volvió para marcharse.
-Pero no era mi intención hacerlo. Estoy segura de que me conoces lo suficiente como
para creerlo.
Bennett se detuvo y se volvió para mirarla fijamente.
-Eso creía. Pero teniendo en cuenta tu sentido de la justicia... -se encogió de hombros
y no terminó la frase.
Eden se mordisqueó el carrillo y se cruzó de brazos. Notaba el corazón tallado que
Bennett le había regalado entre sus pechos y, al pensar en ello, no pudo contener las
lágrimas.
-Hay una diferencia entre ser justa y herir a alguien por el gusto de hacerlo, Bennett -
suspiró y miró a otro lado-. Escucha, lo siento. Pero si crees que todo ha sido eso,
entonces... No sé, quizá no fue buena idea, después de todo.
Bennett blasfemó y le pegó una patada a una piedra.
-Te quiero, maldita sea. Fue una buena idea. Es la mejor idea que me ha sucedido
nunca -negó con la cabeza y se frotó la nuca-. Es sólo que...
Eden dio un paso adelante y lo rodeó por la cintura, suspirando aliviada al ver que él
la rodeaba por los hombros.
-Tienes miedo -terminó la frase por él.
Bennett la miró y contestó.
-Sí -dijo pensativo-. Tengo miedo.
Ella soltó una risita y lo besó en el cuello.
-Bienvenido a mi mundo, cariño -le dijo. El miedo y yo somos viejos amigos. El muy
cretino se sienta en mi hombro cada vez que tú te vas.
Notó que Bennett se separaba de ella para mirarla otra vez. En ese momento, Eden
supo que lo había comprendido todo.
-Lo siento -le dijo Bennett en un susurro. Lo siento de veras.
Eden sintió que la felicidad inundaba su corazón y sonrió.
-Y yo... -lo besó en la mejilla-, desesperadamente -lo besó en el ojo-, y con locura -lo
besó en la boca-, te quiero.
Bennett la besó con ardor hasta que ella gimió de placer. Él sabía a felicidad y a
alegría, a días buenos y a noches mejores. Él sabía tan bien porque era suyo.
-¿Puedes llevarme a casa? -le preguntó Bennett, besándola en el cuello.

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Eden sonrió contra su boca.


-Sí, claro. Es una buena opción.

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Epílogo
-¿Y qué es lo que más te ha asustado? -preguntó Grady-. ¿Los higadillos de pollo o la
carne de hamburguesa?
Estaban reunidos en el Ice Water para celebrar la ceremonia de nombramiento de
Eden. Bennett dejó de mirar a su abuelo y a Devi y buscó a Eden por el local.
-No sé. Ambas cosas eran bastante desagradables.
-Pues tienes que elegir una -insistió ella-. Una de las dos te habrá asustado más que la
otra.
Bennett no sabía por qué aquello les parecía tan importante. Desde que habían
llegado, Devi y Grady habían estado hablando de Artemis525 y de sus amenazas. Al
final, ella no había cumplido su promesa y él le estaba muy agradecido, sobre todo
porque se sentía más feliz que nunca. Sin embargo, Artemis525 había envidado un
mensaje al foro en el que decía que se había enterado de que Bennett había aprendido
su lección y que su muerte inminente ya no era necesaria. Era un mensaje igual de
extraño que los demás, pero Bennett se alegraba de que el asunto hubiera quedado
zanjado.
Tenía muchas otras cosas en las que centrarse. Por ejemplo, en su prometida, quien
había desaparecido en el momento que él había entrado en el local.
-¿Hígado de pollo o carne de hamburguesa? -preguntó Grady-. Elige uno.
Harto, Bennett respiró hondo.
-Está bien. La carne de hamburguesa -soltó sin más.
Grady se rió con alegría.
-Te lo dije -le comentó a Devi, quien lo miraba con el ceño fruncido-. Te dije que al
chico no le gustaba la carne de hamburguesa -se dio unas palmaditas en el pecho-.
Eso fue idea mía.
Bennett los miró un instante y arqueó las cejas. Sabía que entre ellos había algo más
de lo que se veía a simple vista, y Eden y él los habían pillado con las manos en la
masa, en el salón ni más ni menos, el día veinticinco cuando regresaron a casa. Eden
se había quedado impresionada al descubrir que Grady había sido el amante secreto
de su tía durante años, pero Bennett lo había captado enseguida. Discutían
demasiado como para no estar locamente enamorados.
-¿Qué quieres decir con que fue idea tuya? -le preguntó Bennett.
-Tu acosadora nunca existió, cariño -le confirmó Devi-. Sólo queríamos daros a ti y a
Eden un pequeño empujoncito.
Atónito, Bennett sonrió con incredulidad.
-¿Qué?
-Ah -dijo Devi, mirando a lo lejos-. Ahí está mi sobrina. Tengo que ir a preguntarle
qué nombre ha elegido. Todavía no me lo ha contado.

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«A menos que haya elegido uno nada más entrar, creo que no tiene ninguno», pensó
Bennett, y sonrió.
Aparte de elegir su apellido, por supuesto.
-No estás enfadado, ¿verdad? -le preguntó Grady cuando Devi se alejó.
Bennett negó con la cabeza. Por supuesto que no. ¿Cómo iba a estar enfadado si su
maquiavélico plan lo había convertido en el hombre más feliz del mundo? En poco
menos de un mes, se casaría con la mujer de su vida. Se había instalado en Hell casi
sin problemas y habían comprobado que su abuelo tenía razón, ver la situación
desde otra perspectiva cambiaba las cosas.
A excepción de Kelly Briscoe, que nunca lo perdonaría porque no quería hacerlo,
cada una de las componentes del Club de las Ex novias le había pedido disculpas por
haber participado en el plan para humillarlo. Habían quitado su foto de la página
web y pronto colgarían la nueva página, en la que él no aparecería para nada.
La madre de Eden lo había felicitado diciéndole, sin mucha ilusión, que se había
enterado de que su hija y él estaban comprometidos, pero el padre le había
estrechado la mano con sinceridad y le había dicho que se alegraba de convertirse en
su suegro. La sinceridad de sus palabras era más de lo que Bennett habría imaginado
nunca.
-La cosa es -dijo Grady, interrumpiendo su pensamiento- que Devi y yo también
vamos a casarnos.
Bennett pestañeó y esbozó una sonrisa.
-Eso es estupendo, abuelo. Me alegro por...
-Confiábamos en que Eden nos vendiera su casa. Eden y tú podríais vivir en la finca.
Es más grande, y mejor para formar una familia. Además, podrías trabajar en el
taller.
Bennett tragó saliva.
-¿Lo harías? ¿Vivirías en el pueblo?
-Creo que me gustaría -le dijo Grady-. Estar en el centro, a una manzana de la plaza y
todo eso.
Eden y él habían estado pensando en dónde podrían vivir y habían decidido que
podrían construir algo cerca de la finca. Pero sin duda, vivir en ella sería mucho
mejor. Bennett rodeó a su abuelo con el brazo.
-Estoy seguro de que a Eden le encantará la idea. Gracias, abuelo -le dijo con voz
ligeramente quebradiza.
-De nada -le dijo Grady-. Eres un buen hombre y me siento orgulloso de ti.
Afortunadamente, Eden eligió ese momento para subirse a un taburete en el centro
de la sala y llamar la atención de los asistentes. De otro modo, todos se habrían dado
cuenta de que el canalla de Bennett estaba al borde de las lágrimas.
-Buenas tardes a todos -dijo Eden-. Muchas gracias por haber venido a mi ceremonia
de nombramiento. Ésta ha sido una tradición de muchos años entre las mujeres de la

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familia Darlaston. Una tradición que admiro. Pero he de deciros que elegir mi
nombre ha sido un infierno -sonrió y agachó la cabeza-. De hecho, el nombre se me
ha ocurrido hace unos instantes.
La gente se rió al oír sus palabras y Bennett vio que la madre de Eden fruncía el ceño.
Devi, sin embargo, sonreía a la vez que negaba con la cabeza.
-Cuando uno elige su nombre siendo una persona adulta, tiene que pensar en ello
con seriedad. ¿Me llamo Sophie? No. ¿Lisa? No. ¿Penélope? No -hizo una pausa-. Si
pensáis en ello, os daréis cuenta de que es difícil. Pero, después de muchos años de
agonía, he elegido Athena.
Un aplauso inundó el local y Eden esperó a que terminara antes de seguir hablando.
-Todos sabéis que me gusta ser una persona justa -les dijo Eden-. Pero si el refrán que
dice que con la edad llega la sabiduría, es cierto... -miró a Bennett-, entonces, a mí me
ha llegado hace poco.
La gente se rió y Bennett la miró con complicidad.
-Así que, ya que estáis todos aquí -continuó Eden-, voy a compartir otro secreto con
vosotros -miró a Bennett fijamente, mostrándole el amor que sentía por él-. El mes
que viene, no sólo tendré un nuevo nombre, sino que también cambiaré mi apellido
por el de Wilder.
La gente exclamó de alegría y comenzó a darles la enhorabuena.
Eden bajó del taburete y se dirigió hacia Bennett. Sonriendo, lo rodeó por la cintura y
lo miró. Él vio que sus ojos verdes reflejaban el futuro... Amor, alegría, deseo. Todo lo
que siempre había deseado pero que nunca había imaginado conseguir.
-¿Qué te parece si nos escapamos al baño unos minutos? -le preguntó Eden,
señalando con la cabeza hacia la parte trasera del local.
Bennett sonrió con picardía.
-Diría que es una buena opción.

Fin

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