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Es por eso que cada clase social puede asignarle un significado diferente al mismo signo con
múltiples valoraciones que también se van alterando históricamente. De allí la importancia de
estudiar el uso de la lengua, donde se manifiesta qué conocimiento tiene el hablante de esos
signos. Toda lengua porta una ideología que se pone de manifiesto en ese uso y alteración de los
signos para construir nuevos sentidos explicitados en la interacción entre hablantes. Se trabaja
entonces, sobre lo social como un conjunto de relaciones entre roles preconfigurados por una
ideología dominante que exceden el mero intercambio de información. De esta manera, “los
signos no son naturales sino creaciones sociales humanas en la conciencia individual para
constituir el todo social” (Raiter 2014: 31), todo signo es ideológico y no hay ideología sin
signos dado que éstos se crean para satisfacer necesidades.
Siguiendo los presupuestos de que la comunicación no está sólo dada por el intercambio de
significados léxicos, la teoría de las implicaturas de Grice (1975) permitió distinguir entre lo
dicho y la configuración del “querer decir”. Partiendo de la supuesta predisposición del otro
para mantener un diálogo se asume la existencia de un acuerdo tácito de voluntad comunicativa
que se define como principio de cooperación. Se trata de una expectativa de cómo se espera que
el otro actúe en el intercambio, la información con la que se pueda aportar, la dirección y el
grado de cada intervención.
Los interlocutores actúan sin considerar el cumplimiento de las máximas pero así y todo, son
ellas las que organizan cada intervención. Puede haber situaciones en donde se juegue
conscientemente con ellas en casos de violación aparente, choque de máximas y/o violación
ostentosa donde, el conflicto es algo buscado que se manifiesta cuando el oyente no “coopera”
con su interlocutor.
La calculabilidad tiene que ver con que la inferencia debe considerarse no tanto como regla sino
como una explicación del uso no convencional de una expresión, una posible explicación lógica
del concepto. Toda implicatura tiene como base quebrar una máxima al suponer una inferencia
no transparentable en el enunciado. Para Grice, todo uso de la lengua está reglado formalmente
pero su uso se extiende más allá de la mera transmisión de información y aun así podemos
comprender fácilmente lo que otros nos dicen.
La hipótesis del significado intencional busca reivindicar la idea de que todo acto comunicativo
implica un intercambio cooperativo, asumiendo que “hay una lógica en el uso del lenguaje,
articulada por las máximas del principio de cooperación: la comunicación intencional obedece a
una lógica según la cual producimos e interpretamos significados lingüísticos de un modo muy
eficiente” (Reyes 1995: 50). El hablar de un significado no natural supone que no hay
correspondencia unívoca entre las representaciones semánticas abstractas de las oraciones y las
interpretaciones concretas del enunciado.
La economía de la teoría parte del hecho de que de una misma expresión puede dar lugar a
diferentes implicaturas de acuerdo a los infinitos contextos de uso. El hablar de implicaturas
justifica la concepción de que toda expresión porta un único significado estable que absorbe
otros significados una vez que entra en determinados contextos ya que la comunicación crea las
condiciones y expectativas necesarias que los hablantes aprovechan para introducir otros
sentidos.
La cooperación está en la base de los postulados dado que más allá del tipo de relación, los
sujetos siempre se predisponen a entablar diálogos y prestan su consideración por responder
siempre que son interpelados. Se trata de una propuesta cognitiva que permite estudiar los
procesos de vinculación humana también en el marco del intercambio cultural. Es una teoría
abstracta centrada en el trabajo mental (perspectiva generativista) que todo hablante realiza en la
situación comunicativa, dejando de lado toda consideración por la dimensión social (contexto).
Entre sus logros, se destaca la atribución al sujeto de un rol no de simple usuario sino de
intérprete capaz de atribuir al enunciado una interpretación que exceda lo meramente
lingüístico. Aun así, las críticas apuntan a remarcar que el paradigma cooperativista hace
alusión a una interpretación idealizada de la realidad interaccional ya que las situaciones de
conflicto presentan una organización diferente de la expuesta en el principio de cooperación.
De esta manera, todo enunciado consta de un significado literal especificado por la gramática al
que se le suma una parte del sentido indirecta que se infiere del contexto de enunciación donde
se produce el acto de habla. Grice retomará estas reflexiones en el estudio del significado del
hablante al proponer una distinción entre significado natural y no natural que relaciona el
empleo de expresiones para un “querer decir” frente a su saturación en un contexto de uso
puntual. De ese vínculo surge el concepto de implicatura que da cuenta de una inferencia
pragmática subyacente a todo enunciado.
La noción de implicatura supone prestar atención a lo no dicho, orientando las lecturas en base a
esos presupuestos que organizan la comunicación. Grice reconoce en el hablante no a un mero
intérprete sino a un receptor y decodificador de mensajes que hace valer su capacidad creativa
en la construcción de significados. Sin embargo, este principio presupone una suerte de
interacción más o menos idealizada dado que no toda situación comunicativa fluye en armonía
sino que también tienen lugar allí una serie de conflictos entre las partes.
3-En el edificio o estructura conversacional explicite de forma clara y completa cuáles son
los planos de organización del discurso.
Por otro lado, en base a la idea de que toda conversación tiene reglas de formación, se asume
que todo intercambio consta de una estructura de turnos o secuencias que se organizan de
forma que dos o más participantes puedan expresarse sin necesidad de superponer sus
intervenciones. La sectorización de turnos permite identificar la toma de la palabra de uno y
otro como así también la gradación en el intercambio, guiada por la alternancia entre una
secuencia y otra (reciprocidad). Son formas de organizar las participaciones presentes en todo
tipo de intercambio y que alteran la presentación de la información ya que pueden darse por
heteroselección, donde el hablante selecciona al próximo interlocutor o bien por autoselección
en casos donde el interlocutor toma por sí solo la palabra.
Un hablante sabe de antemano cuándo se presenta el momento oportuno para que puede
intervenir (miradas, entonación, preguntas) es por eso que generalmente, la conversación se
organiza en turnos de pares adyacentes dado que toda enunciación presupone explícita o
implícitamente una réplica. En este sentido, Tusón Valls (2002) reconoce formas como los
saludos, preguntas-respuestas, invitaciones, pedidos, acusaciones, entre otras formas que
necesariamente habilitan el espacio para otra intervención.
Por otro lado, la apelación al contenido ideacional da cuenta también de esa alteración del
contenido referencial y proposicional al impactar en la instalación o alteración de los tópicos
discursivos planteados al comienzo de la interacción. Tiene que ver con cómo varía la temática
del encuentro e influye también en la organización de los turnos de habla y nos puede llevar a
identificar ciertas expresiones asociadas a determinados actos de habla exclusivamente.
Ese marco de intercambio espontáneo y del orden de lo cotidiano entre sujetos que comparten
algún tipo de vínculo o cercanía es clave para demostrar que la comunicación no implica sólo
hacer uso de los signos para expresar ideas sino que las prácticas interactivas le dan origen y
mantienen en desarrollo la capacidad significante del lenguaje. Todo uso de los signos se ve
alterado en el marco conversacional ya que se estructuran en base a lo que se quiere decir, frente
a quienes, dónde, cuándo, etc. Como no hay ninguna precisión al hablar de espontaneidad, los
hablantes van negociando sentidos e interpretaciones a fin de mantener el intercambio hasta
cumplir su propósito inicial.
Es por eso tan importante evaluar no sólo lo que escuchamos sino también lo no dicho así como
la influencia de los factores extralingüísticos, lo cual supone apelar al conocimiento de nuestra
experiencia a fin de dar con los factores más relevantes que impactan en la construcción del
sentido de un enunciado. El contexto es uno de los ejes más relevantes en el intercambio
conversacional dado que, allí se instalan roles que van organizando las intervenciones y el grado
de información que se intercambia.