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TEMA

 ¿Por qué Yo el Supremo problematiza las representaciones instaladas por el discurso histórico?

Teniendo en cuenta el peso que la Modernidad le otorga a la relación entre historia y escritura, textos como Yo el
Supremo exponen los procedimientos con los que los discursos sociales legitiman un “efecto de realidad” para
imponer el sistema de creencias normativo bajo un ideal de Nación. Dada la innovación en las producciones
anteriores, se plasma la necesidad de trastocar los esquemas de representación para reflexionar sobre lo inminente,
instalando una crítica social dada la alteración de los modos naturalizados de discursivizar lo real (innovación de
Trilce).

Concibiendo que la Historia siempre presupone una reescritura del pasado para legitimar ciertas ideas en este caso, la
apropiación le permite a Roa Bastos introducir la contracara de aquellos ideales instalados en el Paraguay por el
régimen totalitario del doctor Francia (1816-1840). Creo que estamos ante un texto que subvierte dados los procesos
de experimentación lingüística con los que busca nuevos modos de caracterizar “lo latinoamericano” y reencauzar los
esquemas identitarios, propósitos que se reiteran en Tercera Residencia y Canto General de Pablo Neruda, yendo a la
par de la refuncionalización del texto literario.

En este sentido, la ruptura del verosímil genérico se produce a partir de un proceso de decodificación y
redecodificación del material circulante que choca con lo ya instalado por la tradición. La ficcionalización produce
nuevos sentidos al formar contrates entre aquello que dada su distancia temporal ha salido del alcance de la memoria
de los sujetos contemporáneos que aceptan la versión que se imprime en el imaginario social.

En este caso, el tema del texto recupera la complejidad del proceso de “reordenamiento social” poniendo de
manifiesto que toda Nación-Estado se construye sobre la imposición violenta de ideas y formas de organización que
regulan el comportamiento social. Es por eso que, la ruptura del eje espacio-temporal opera sobre esa heterogeneidad
de la memoria en la construcción de múltiples esquemas de representación ya que en la imposición normativa de una
única explicación, se ejemplifica la coacción ideológica que repercute luego en nuestros marcos interpretativos,
consolidando ciertos ideales.

La correlación de versiones va a la par de la instalación de diferentes instancias enunciativas superpuestas que anulan
el despliegue temporal y desestructuran el eje ordenador (cronológico y causal) del discurso histórico, habilitando la
parodia. La superposición de hechos y perspectivas facilita el trastocamiento de nombres, fechas y lugares para dar a
entender que todo se repite y la historia de la región nunca avanza.

Denuncia la inmutabilidad de la escritura dadas las superposiciones temporales y la confrontación ideológica


deconstructiva de las fuentes escritas. Todo recorte es avalado por estrategias discursivas de omisión o alteración del
sentido que en el texto se vuelven evidentes (Onetti) (cita pág. 275).

Con esto se subvierte la configuración de un discurso único e incuestionable cuya supuesta objetividad lo aislaba de
cualquier cuestionamiento. No busca denunciar la exclusión ni apelar a reconstruir el pasado perdido sino que
desmonta al volver evidentes los procesos en la instalación de una verdad.

Por otro lado, la intertextualidad instala un contraste entre fuentes que se debaten la interpretación de un hecho desde
varios puntos de vista. Así se pone en jaque la disputa por un poder-decir, lo que en los regímenes totalitarios se
complejiza de forma más profunda. Esa jerarquización que impone “modos de ver” el mundo y limita la expresión, es
la que el texto busca desmontar dada la multiplicidad y superposición de instancias enunciativas con las que se ataca
un ideal de credibilidad asociado a la narrativa histórica.

El texto apunta a desambiguar interpretaciones, rebatiendo los presupuestos ideológicos que hacen a una mirada
tranquilizadora sobre ese pasado (Colón). Se trata de diferentes formas de abordar el conflicto socio-político donde en
el caso de Roa Bastos, el peso del recurso paródico se sitúa en el tratamiento de la verdad sobre una lectura
testimonial.

Por ello, apela a imágenes costumbristas (Rivera, Gallegos) desde un realismo descriptivo para debatir desde la forma,
esas representaciones que naturalizan la violencia y la opresión ideológica. Instala una caracterización atravesada por
el impacto de lo social, dejada de lado por el predominio del “realismo mágico” pero también se sirve de elementos de
allí para denunciarlo, como ente regulador de la configuración del espacio homogéneo.

A esa ruptura corresponde la deconstrucción de la Gramática Enunciativa que permite visibilizar lo oculto tras la
imposición de una única voz de autoridad. Por lo que, más que intentar dar con un ideal de objetividad neutral, el texto
problematiza las diferentes interpretaciones sobre un mismo hecho a los fines de crear un efecto de ambigüedad
latente que habilita la reflexión sobre ciertos criterios de veracidad (cita pág. 413).
Podría considerarse además, que profundiza en aspectos que Rulfo menciona donde el tópico de la pérdida de la
identidad es complejizado en esa superposición de instancias enunciativas que buscan instalar su palabra como forma
de dar una prueba de existencia. Pero en este caso, operando con un contenido situado en los imaginarios de la
sociedad paraguaya que es recuperado a los fines de reflexionar el peso de la escritura en la imposición de una verdad.

Parte de esta desmitificación tiene que ver además, con la ausencia del nombre propio para instalar la parodia sobre
una figura de autoridad representativa. Con ello se realiza una crítica a la caracterización heroica ideal del político
como líder carismático, promovedor de un antiintelectualismo, centrado en monopolizar el poder dentro del país.

Sobre esa caracterización opera una ambigua separación entre vida y muerte que se vuelve posible en el lenguaje,
habilitando la perpetuación del poder y la voz de mando adjudicable a un ser mítico caracterizado bajo formas
impersonales y figuras abstractas suprahistóricas con las que se traslada la crítica a la imposición de las dualidades:
Dictador como Héroe Nacional; guerra = Defensa a la patria/Nación. Sin embargo, no se ataca al “Supremo” como
símbolo mítico del Paraguay sino que se trastoca en la forma de caracterizarlo, la imposición de una única instancia
enunciativa que inhabilita a las demás (cita pág. 541).

Sobre esto opera esa “ilusión de oralidad” (Marcone) que representa la escena del dictado como si la situación
enunciativa estuviera ocurriendo en el momento en que la estoy leyendo y que a su vez, está en lugar de lo que
después se presenta como un producto textual terminado e identificado como “Circular Perpetua”. Lo cual contribuye
a enunciar la lucha por imponer sentidos en el discurso dado que no es lo mismo la carga significante de lo enunciado
en un primer momento, que su repetición por otra instancia (cita pág. 31).

Procedimientos similares pone a funcionar García Márquez en El general en su laberinto, sin causar creo yo, el mismo
impacto dado el predominio de una instancia en 3° p. en los modelos de caracterización del héroe. Al no haber juego
polifónico no logra poner de manifiesto los procesos de significación operantes en la instalación de una verdad
histórica.

En ambos casos se busca reflexionar sobre el pasado para poner en debate ciertos criterios de legitimidad a partir de
un debate entre 1° y 3° pers. por la imposición de la palabra. Sin embargo, el texto de García Márquez no desmonta,
aun cuando muestra la contracara del discurso histórico en el camino hacia la muerte del héroe, porque apela a
descripciones ancladas a una perspectiva realista, reforzando con los paratextos, la lectura de un relato de viaje.

En el marco de un contexto de crisis de la expresión ante los conflictos políticos y sociales latentes, los nuevos
lenguajes y técnicas empleados por la literatura debían apuntar a realizar una autocrítica sin caer en ese acto “reflejo”
o de mera descripción, problematizando la complejidad del contexto de producción. Esto tiene que ver con la toma de
conciencia sobre el hecho de que la literatura cobra un rol fundamental en las luchas latentes en el Continente, no sólo
para incitar a las masas sino para reflexionar activamente sobre la naturalización y reproducción de la epistemología
moderna y su impacto en los imaginarios sociales (Tercera Residencia, Poemas Humanos).

En este caso, sobre una superposición de diferentes fuentes (orales y escritas, oficiales o no) se elabora un nuevo texto
producto del impulso de experimentación literaria donde lo histórico se vuelve un material sometido a revisión y
mediado por el punto de vista de la instancia del “Compilador” sobre la que recae el proceso de desmitificación
crítica.

Esta instancia ordena los intertextos, repone información y también juega con los criterios de veracidad al presentar un
mismo hecho desde diferentes aristas. Con ese desorden en el uso de la lengua se busca romper con la mirada
conciliadora del pasado para poder reflexionar sobre la presión ideológica que la imagen del Supremo todavía ejerce
en el presente.

Rompiendo con el presupuesto de que la lengua refleja lo real se muestra que siempre la construcción del sentido está
mediada y por ende, se rompe con el propósito del discurso histórico en la comunicación de una verdad
unidireccional. Se trata de reencauzar el discurso identitario apelando a la reapropiación del material histórico para
desmontar su significado arraigado a partir de la mezcla de voces y géneros que a su vez, atentan contra la tesis del
origen del sentido y buscan desambiguar el rol instrumental de la lengua, atravesado por presiones ideológicas de
diferente índole.

De esta manera, el movimiento reaccionario del texto parte de una apropiación de los modos de representar la historia
autóctona para resignificarla como una construcción discursiva enunciada siempre desde un distanciamiento y por
ende, sujeta a una mirada crítica sobre la sociedad paraguaya. En este caso, el mostrar la contracara de la versión
dominante es en sí mismo un acto de denuncia y rechazo a las formas impuestas para tratar un suceso histórico de
relevancia dentro de una determinada manera de analizar “lo real” al reapropiarse de los elementos configuracionales
para desmontar la episteme.

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