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LA REVOLUCION DE TUPAC AMARU II

José Gabriel Condorcanqui Noguera, más conocido como Túpac Amaru II, nació el 19
de marzo de 1742 en la provincia de Canas (sur del Perú). Es descendiente de Juana
Pilcowaco. A los 20 años se casó con Micaela Bastidas, que solo tenía 15. Micaela
Bastidas, oriunda de Pampamarca (provincia de Arequipa), tuvo tres hijos con él,
Hipólito, Mariano y Fernando.

La Rebelión de Túpac Amaru II fue la primera gran revolución acontecida dentro


del proceso emancipador que tuvo lugar en el virreinato del Perú y significó un
precedente para las guerras de independencia que emergerían en América a inicios
del siglo XIX. Originada como reacción a la imposición de las Reformas borbónicas en
las colonias españolas en América.
José Gabriel Condorcanqui o Túpac Amaru II y su esposa Micaela Bastidas iniciaron
el mayor levantamiento en América contra el colonialismo español. Su lucha se
extendió a Bolivia, Argentina y Chile.

En 1780, una campaña militar liderada por el guerrero indígena Túpac Amaru II
comenzó a defender las condiciones laborales de los

indígenas, reconocer legalmente sus derechos y abolir por completo el régimen


colonial.
La rebelión comenzó en la provincia de Tinta y se extendió a 24 provincias de países
sudamericanos. En esta hazaña, 100.000 indígenas que lucharon con valentía fueron
asesinados y 1.200 tropas realistas fueron derrotadas en Sangarará.

El 18 de mayo de 1781, Tupac Amaru fue arrestado y brutalmente asesinado. Lo


ataron a varios caballos y trataron de desmembrarlo, pero no lo lograron, así que lo
decapitaron.

Claves de la rebelión de Túpac Amaru y Micaela


Bastidas
La hazaña comenzó el 4 de noviembre de 1780 en las alturas del Cusco. Ese día el
cacique asistió a almorzar en casa del párroco de Yanaoca, Carlos Rodríguez. Allí
estaba el poderoso juez Antonio de Arriaga. Ambos se conocían desde hacía mucho
tiempo. Parecía una reunión rutinaria entre el jefe étnico reinante de la región y el
recaudador de impuestos español, pero esta tarde sería diferente. Túpac Amaru le
tendió una trampa. Cuando Arriaga regresó a su casa en Tinta, lo interceptó en la
calle y lo capturó.
Arriaga estuvo preso durante seis días en el sótano de la casa de Túpac Amaru y
Micaela Bastidas en Tungasuca. Se vio obligado a firmar cartas y documentos para
conseguir dinero, y con las llaves del propio magistrado, Túpac Amaru viajó a su
residencia en Tinta para hacerse con casi un centenar de rifles, escopetas, pólvora y
balas y unos 22.000 pesos de la recaudación de impuestos. .

El 10 de noviembre, el líder rebelde convocó a vecinos, indígenas, mestizos y


criollos, a un cerro cerca de Tungasuca, y Antonio de Arriaga, máxima autoridad
española en la región, quien reclutaba indígenas para las minas de Potosí, fue
juzgado y posteriormente ejecutado de sus esclavos, el afrodescendiente Antonio
Oblitas, en nombre de Dios y del rey como «dañino y tiránico». A partir de ese
momento se abolieron impuestos como la Alcabala, la Mita y el Repartimiento, se
restableció el quechua y se acabaron los Obrajes, los centros de trabajo y reclusión
donde morían los indios.

Muchos de los presentes creían que la rebelión tenía un origen divino, otros
pensaban en la restauración del Tahuantinsuyo. Túpac Amaru, cristiano, lector del
Inca Garcilaso de la Vega y amigo de los sacerdotes, intentó restaurar la justicia y la
hermandad entre españoles e indígenas. Durante más de cinco meses, los rebeldes
controlaron a la poderosa corona española. Movilizaron a miles de personas,
capturaron ciudades, incendiaron granjas y granjas, sitiaron Cusco y lanzaron una
lucha eficaz contra los Montoneras. La participación de Micaela Bastidas sería
fundamental: se ocupó de la logística, las armas y la comida; la recolección de leña,
la distribución de coca y alcohol, elementos vitales para las huestes de 30.000
pueblos indígenas y mestizos y no pocos criollos –entre ellos Felipe Bermúdez y
Antonio Castelo– en campamentos precarios a más de tres mil metros sobre el nivel
del mar y en condiciones de lluvia. temporada.

Uno de los grandes enigmas históricos sobre la rebelión fue la decisión de Túpac
Amaru de no atacar Cusco hasta la Navidad de 1780 cuando tenía una ventaja sobre
las diezmadas fuerzas realistas, lo que habría significado una victoria para sus
anfitriones. A principios de 1781, sin embargo, llegaron los batallones de mulatos de
Lima, y la movilización de las tropas indígenas de los caciques leales a la corona, que
nunca se doblegaron a los llamados de Túpac Amaru, puso la balanza a favor de los
españoles.
A pesar del infructuoso intento de capturar a los antiguos incas y su posterior
captura en las alturas de Langui – Micaela y sus hijos Hipólito y Fernando quedaron
atrapados en Livitaca cuando intentaron escapar a La Paz – lo que sucedió entre
fines de 1780 y mediados de 1781 no pasó desapercibido ni en Lima ni fuera del
virreinato peruano.

Cuarenta años después de estos hechos, el Imperio español terminó, destrozando a


Túpac Amaru y Micaela Bastidas y tratando de borrar sus nombres de la memoria
con desesperación y dureza. Nunca lo supieron, pero lo que hicieron no fue en vano.

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