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ORACION inicial:

«Padre, tú eres quien puede sanar mi espíritu y mi alma mediante la


fe en Cristo; si me encuentro pasando por la enfermedad o
situación difícil estaré gozoso en ti, en tu propósito, acepto que me
enseñes humildad y a confiar en ti plenamente, y me gloriaré en mi
debilidad para que el poder de tu Espíritu me sostenga y me sane.
En el nombre de Jesús, amén.»
Video de la Ansiedad.
Lectura de la Palabra de Dios:

“Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si


quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él,
extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él
hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquel, y quedó
limpio.” Marcos 1:40-42.
“Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo
os anuncié el evangelio al principio; y no me despreciasteis ni
desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me
recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús” Gálatas
4:13-14.

3. Reflexiona
La enfermedad vino como consecuencia del pecado de
Adán, que se transmitió a todo el género humano; es
decir, si Adán no hubiera pecado no habría enfermedad
en el mundo. (Génesis 3:17-18).
Pero aun los siervos y creyentes en Jesucristo
enfermamos y sufrimos las consecuencias del pecado de
Adán, y esto no quiere decir que estemos en pecado,
pues Cristo nos ha perdonado y limpiado como dice la
escritura “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”
(Romanos 8:2).
Vemos el caso de Pablo, quien siendo un apóstol muy
usado por Dios, con grandes revelaciones, sufre una
enfermedad (no se sabe exactamente cuál) y ruega a
Dios que se la quite; sin embargo, Dios le contesta que
“Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la
debilidad” (2 Corintios 12:9a). Es decir que, a pesar de la
enfermedad física, Pablo no está enfermo espiritualmente,
porque en medio de esta dificultad la gracia de Dios lo
sostiene, así que puede continuar con su ministerio con
sumo gozo y poder en el Espíritu Santo (Filipenses 3:14).
Entonces el problema no es que suframos alguna
enfermedad física sino nuestra actitud frente a la
enfermedad; claro que el Señor Jesús puede y quiere
sanarnos, además tenemos una promesa de redención de
nuestro cuerpo mortal (Romanos 8:23), pero Dios nos
está enseñando a que perdamos toda esperanza en
nosotros mismos y en el mundo, para que nuestra
confianza sea solo en Dios y en el Cristo vivo que nos
sustenta, aún en la enfermedad. Al tener una actitud
equivocada y una mentalidad en contra de los
pensamientos de Dios, nuestra condición de enfermedad
se vuelve insoportable, pero si tenemos nuestra mirada
puesta en el Dios que nos sana, aun en medio del dolor
tendremos paz y es aún más probable nuestra
recuperación física.
Necesitamos una sanidad integral que viene de un
espíritu sano, pues ha sido vivificado por el Espíritu de
Dios; el mismo Espíritu Santo que levantó de los muertos
a Cristo Jesús vivificará también nuestros cuerpos
mortales. Una sanidad espiritual que se proyecta hacia la
sanidad física (Romanos 8:10-13).

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