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UNIVERSIDAD VIRTUAL DE MONTEMORELOS

LICENCIATURA EN TEOLOGÍA

SEMINARIO SOBRE CANON BÍBLICO

POR

GERSON ELIEZER ALFARO ARENÍVAR

TUTOR

OVIDIO MORALES CORREA


I. Introducción.

Dejando volar un poco nuestra imaginación hagámonos una pregunta: ¿Qué


pasaría si un día despertáramos con la noticia de que se ha encontrado una nueva
carta del apóstol Pablo? El revuelo sería inmenso, sin duda. Los eruditos la
compararían con las cartas canónicas, es decir, las que están en nuestra Biblias;
las iglesias emitirían comunicados expresando sus puntos de vista, y la pregunta
latente sería: ¿Se incluirá en la próxima impresión de Biblias? Pero, esto
desencadenaría más preguntas: ¿Quién decidiría sobre su legitimidad?
¿Haríamos un concilio ecuménico para decidir mediante decreto si cumple con los
criterios de inspiración o no?

En este seminario exploraremos algunas preguntas sobre el desarrollo de dicho


canon. También hablaremos sobre la importancia de considerar el contexto
histórico, cultural y social en el que surgió el texto bíblico. Además, examinaremos
algunos argumentos que nos ayudarán a afirmar nuestra fe en la forma en que
Dios ha preservado Su Palabra. Finalmente, es necesario que hagamos una breve
discusión de los libros llamados «apócrifos» por los protestantes y
«deuterocanónicos» por los católicos, porque este tema forma parte de la historia
del canon bíblico.

II. Preguntas sobre la veracidad del Canon Bíblico.

En primer lugar, es necesario que definamos el término «canon». Esta palabra


derivó originalmente del nombre semita para referirse a una caña o vara derecha.
Luego, comenzó a entenderse como un instrumento para medir o como una regla
(Horn 1995). En otras palabras, cuando hablamos de canon bíblico nos referimos
a los libros que son aceptados como inspirados por Dios y, por lo tanto,
constituyen la norma de vida del cristiano.

¿Cómo llegó a constituirse este canon? Esta pregunta pasa por responder a otra:
¿Existió un primer canon que pudiera tomarse como base para la inclusión o
exclusión de futuros libros dentro de la colección sagrada? Mi respuesta es que sí.
Ese primer canon fue la Torá. La mensajera del Señor llama a los escritos de
Moisés el «alfa de la historia bíblica» (White, El Deseado de todas las gentes
2007). Y se puede apreciar las constantes referencias de otros autores bíblicos a
la Ley de Moisés, una clara indicación de que consideraban como normativa la
obra de él (Nichol, Comentario Bíblico Adventista t 1 1992).

Ahora bien, ¿ya existía un Canon del Antiguo Testamento en tiempos del Señor
Jesús? La pregunta es relevante porque nos ayuda a pensar en el momento en
que presumiblemente se habría fijado en canon judío. Cuando leemos en los
Evangelios la forma en que el Señor Jesús citó las Escrituras, es claro que en su
tiempo ya existía la colección de libros que nosotros conocemos como el AT
(Lucas 24:44). Un testimonio adicional sería el de escritores como Filón, un judío
alejandrino del siglo I a.C. y el historiador Flavio Josefo que vivió en el siglo I d.C.,
quienes citan los libros del AT (Horn 1995).

Para terminar esta sección cabe preguntarnos cuándo pudo haberse tenido la
colección completa de la Biblia que nosotros conocemos. Al parecer ya en el siglo
II d.C. diferentes Padres de la Iglesia habían confeccionado listas con la mayoría
de libros contenidos en el canon del NT (Berzosa 2013), así que ya se podía decir
que se tenían los 66 libros canónicos. Sin embargo, lo que aceleró la necesidad de
tener claridad sobre el canon bíblico total, fue la obra de Marción. Él sostenía que
había que renunciar por completo al AT y a toda obra que lo citara (Nichol,
Comentario Bíblico Adventista t 5 1992).

III. Contexto social, cultural y lingüístico.

Uno de los grandes desafíos de Dios es cómo acercarse a nosotros que somos
pecadores. Para salvar esa brecha Dios eligió a personas que comunicaran su
mensaje. Estas personas son los profetas. Sin embargo, ellos mismos debían vivir
en los límites de su tiempo.

Por ello es importante reconocer que tanto el idioma en el cual los profetas
expresaron el mensaje de Dios, como el contexto social que enfrentaron y la
cultura en medio de la cual vivieron, influyó en la manera que entregaron los
oráculos divinos.
La Biblia fue escrita en hebreo, arameo (en algunas partes) y en griego. Estos
idiomas son muy ricos en significados. Además, en los más o menos quince siglos
que tomó la redacción de toda la Escritura, sus escritores fueron muy variados:
algunos fueron reyes, otros pastores de ovejas, hubo pescadores, etc. Vivieron
recién cuando fueron liberados de Egipto, otros durante la época próspera de la
monarquía davídica, y algunos fueron al exilio babilónico, mientras que otros
vivieron bajo la dominación del Imperio Romano.

Todo eso hace que la Biblia sea muy rica en estilos literarios, enfoques, lenguaje y
figuras; pero, gracias a la dirección del Espíritu Santo, tenemos una obra
congruente, comprensible y dotada de autoridad, cuyo objetivo es poner a
Jesucristo como el foco de las Escrituras (Asociación Ministerial de la Asociación
General de los Adventistas del Séptimo Día 2018)

IV. La Biblia, como la tenemos hoy, ¿representa la Palabra de Dios?

Para responder a la pregunta de esta sección quiero presentar tres argumentos:

1. Su coherencia y congruencia. Es decir, desde el Génesis hasta el


Apocalipsis hay un hilo conductor que muestra cómo Dios ha preservado su
mensaje a pesar del tiempo transcurrido.

2. El cumplimiento de las profecías. No existe un documento antiguo como la


Biblia en este sentido. Con el método historicista es fácil notar cómo se ha
cumplido todo aquello que la Biblia ha predicho.

3. Su singularidad. Porque no es un libro que simplemente narre historias. Es


un libro que habla sobre el interés de Dios por nosotros y nuestra salvación.
Muestra que Él ha tomado la iniciativa para acercarse a nosotros. Es un libro que
cambia vidas porque contiene el poder de la Palabra de Dios.

Sin embargo, hay un argumento que me parece mucho más importante: el ejemplo
de Jesús. En los Evangelios nos damos cuenta de cuánta estima tenía el Señor
Jesucristo por las Escrituras. Elena de White lo dijo de la siguiente manera:
Al enseñar a estos discípulos, Jesús demostró la importancia del Antiguo
Testamento como testimonio de su misión. Muchos de los que profesan ser
cristianos ahora, descartan el Antiguo Testamento y aseveran que ya no
tiene utilidad. Pero tal no fue la enseñanza de Cristo… El Salvador se
revela en el Antiguo Testamento tan claramente como en el Nuevo. 1
V. Los libros apócrifos.

El primer punto que debemos destacar es que los protestantes llamamos apócrifos
a los libros que en los círculos católicos llaman deuterocanónicos. La elección de
palabras no es al azar. «Apócrifo» hace referencia a lo oculto, pero también a lo
espurio (Horn 1995), mientras que «deuterocanónico» hace referencia a un
segundo canon y significaría que los libros bajo su designación son de segunda
inspiración (Ampuero 1995). Como Adventistas del Séptimo Día es más preciso
usar el vocablo «apócrifo», esencialmente porque no creemos en grados de
inspiración y porque dichos libros no abonan al conocimiento salvador de nuestro
Dios.

Al analizar esos libros saltan a la vista las razones por las cuales no pueden
considerarse dentro del canon de las Escrituras: En primer lugar sus
inconsistencias históricas (Ampuero 1995), verbigracia, los primeros versículos
introductorios del libro apócrifo de Judit dicen que Nabucodonosor era rey de
Asiria y vivía en Nínive, algo históricamente incorrecto. Además, sus doctrinas no
armonizan con el resto de las Escrituras (Rhodes 2012); por ejemplo, Tobías
presenta una práctica mágica (Tobías 8:2-3) y en Macabeos aparece la noción de
orar por los muertos para garantizar su salvación (2 Macabeos 12:44-45).

Finalmente, el tiempo en que fueron escritos los apócrifos se suma a la evidencia


por la cual no pueden ser parte de los libros canónicos. Se sabe que los libros
apócrifos del AT fueron escritos entre el siglo II y el siglo I a.C. (Berzosa 2013)
Este es el periodo intertestamentario. En ese tiempo los libros que componen el
AT ya se habían escrito. Por otro lado, en el NT reconocemos como canónicos
aquellos libros compuestos durante la vida de los apóstoles (Nichol 1992).

VI. Conclusión
1
Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, (México D.F.: Gema Editores, 2007), 755.
Es innegable que todavía queda mucho por decir, pero lo más importante que
podemos enfatizar lo dijo el profeta Isaías hace mucho tiempo: «La hierba se seca
y se marchita la flor, mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre»
(Isa. 40:8).

En este breve recorrido por algunos temas importantes acerca de las Escrituras,
se vuelve evidente el cuidado de Dios sobre su Palabra. Es un verdadero milagro
tener la Biblia como la tenemos hoy. Su preservación es un testimonio en sí
mismo de la presencia del Espíritu Santo guiando a su pueblo.

La Biblia es una poderosa evidencia de que Dios ha tomado la iniciativa para


acercase a nosotros. Al enviar sus mensajes Dios dotó de su Espíritu a personas a
las que guió para que pudieran transmitir Su Palabra. Y el objetivo central de esa
revelación especial de Dios es presentarnos a Jesús. Es el Señor Jesucristo el
foco de las Escrituras. El Antiguo y el Nuevo Testamento testifican de Cristo. Él es
la máxima revelación de Dios al mundo.

Pero, para que nosotros tengamos un ejemplar de las Escrituras en nuestras


casas, el precio que pagaron muchos hombres y mujeres a lo largo de la historia
fue muy alto. Tanto estimaban la preciosa Palabra de Dios, que estuvieron
dispuestos a entregar su propia vida para que otros pudieran conocer la luz que
brilla en las páginas de la Biblia (White, El Conflicto de los Siglos 2011).

Por ello, nosotros hoy tenemos el privilegio y el deber de poner en alto el Libro
Santo y exponerlo con humildad ante el mundo, para que conozcan que Dios ha
hablado y su Palabra tiene poder. Permitamos que sus páginas llenen nuestras
vidas y digamos como los discípulos: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras
de vida eterna» (Juan 6:68).
Bibliografía
Ampuero, Dr. Víctor E. «Evaluación de los Libros Deuterocanónicos.» En
Comentario bíblico adventista t 4, de Francis D. Nichol, 83-120. Buenos
Aires: ACES, 1995.

Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo


Día. Creencias de los Adventistas del Séptimo Día. Florida: IADPA, 2018.

Berzosa, Alfonso Ropero. Gran diccionario enciclopédico de la Biblia. Barcelona:


CLIE, 2013.

Horn, Siegfried H. Diccionario Bíblico Adventista del Séptimo Día. Buenos Aires:
ACES, 1995.

Nichol, Francis D. Comentario Bíblico Adventista t 1. Argentina: ACES, 1992.

—. Comentario Bíblico Adventista t 5. Buenos Aires: ACES, 1992.

Rhodes, Ron. Evangelio: Los Libros Apócrifos:Útiles Históricamente Pero no


Pertenecen a la Biblia. 23 de Julio de 2012.
https://evangelio.blog/2012/07/23/los-libros-apcrifos-tiles-histricamente-
pero-no-pertenecen-a-la-biblia/ (último acceso: 12 de Marzo de 2021).

White, Elena G. de. El Conflicto de los Siglos. México D.F.: APIA, 2011.

—. El Deseado de todas las gentes. México D.F.: GEMA EDITORES, 2007.

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