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Declaración de la independencia

Hace tiempo atrás, cuando la vida de las personas en nuestro país era
muy distinta a la actual, en una provincia argentina, la más chiquita,
Tucumán, sucedió un hecho muy importante.

Los representantes de cada provincia debieron viajar venciendo peligros


y caminos llenos de polvos, para reunirse en un Congreso.

No fue fácil llegar a Tucumán porque no había autos, ni trenes, ni si


quiera colectivos, pero los hombres de cada lugar de la Argentina sabían
que debían participar y tomar una importante decisión.

¿Qué decisión sería? Pronto todos iban a estar enterados.

Para ponerse de acuerdo, una señora tucumana les prestó su casa.


Comenzaron a conversar una mañana muy tempranito cuando recién
había salido el sol, hasta que llegó el gran día, el 9 de julio de 1816, el
presidente del Congreso Francisco Narciso Laprida, les preguntó a los
presentes ¿quieren ser libres e independientes? Y todos contestaron ¡si
queremos!. En ese momento levantaron sus brazos y sus manos agitando
sus galeras y así quedo declarada la Independencia.

Pasaron unos días hasta que se conoció la noticia en todo el país,


porque no existían los teléfonos, ni televisión y las noticias eran
llevadas por personas a caballo.

Cuando todos estuvieron enterados, el país estuvo de fiesta, como lo


estamos nosotros cada 9 de julio.

Pero la historia no terminó en ese momento, se sigue escribiendo todos


los días, cuando cada uno de nosotros somos independientes en las
cosas que hacemos, porque la independencia no es una palabra que
repetimos cada 9 de julio, sino algo que necesitamos construir y valorar
todos los días. Para seguir siendo libres e independientes es necesario
que todos nos eduquemos, que aprendamos a comportarnos en casa, en
la escuela, en la calle y en el caso de las personas adultas también en el
trabajo. Sólo de esa forma nuestro querido país la Argentina será un
lugar hermoso para vivir en paz, en familia y con la libertad que todos
nos merecemos.

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