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A) LIQUIDACIÓN
§ 282. Concepto
La masa postcomunitaria está destinada a ser dividida entre los cónyuges o sus
sucesores. Pero antes de proceder a la partición es necesario establecer con
precisión la composición de la masa por dividir. Para ello es necesario concluir los
negocios pendientes, determinar el carácter de los bienes y fijar su valor, pagar las
deudas en favor de terceros, ajustar las cuentas entre la comunidad y los
cónyuges, y separar los bienes propios de cada cónyuge, para finalmente
establecer el saldo partible. Todo ese conjunto de operaciones es lo que configura
la liquidación de la comunidad.
Para realizar la liquidación judicialmente no hay un procedimiento único
establecido; por lo general, se trata de un trámite accesorio de otro. Así, en caso
de disolución de la comunidad por muerte comprobada o presunta, la liquidación
se realiza en el juicio sucesorio juntamente con el trámite de éste; en caso de
nulidad del matrimonio, divorcio o separación judicial de bienes se hará, en
cambio, por vía de ejecución de la sentencia respectiva. En todos los casos es
posible que sea necesario tramitar por separado inc identes sobre fijación del
carácter de los bienes, determinación de créditos entre la comunidad y los
cónyuges, rendición de cuentas, etcétera.
El Código Procesal Civil y Comercial de la Nación establece que la liquidación
de sociedades, inc luso la determinación del carácter propio o ganancial de los
bienes de la comunidad, impuesta por sentencia, se sustanciará por juicio ordinario
y sumario o inc idente, según lo establezca el juez de acuerdo con las modalidades
de la causa (art . 5 16). Por lo tanto, impone para la liquidación de la comunidad —
m ientras no derive de muerte comprobada o presunta— la tramitación de un
proceso de conocimiento o un inc idente.
La jurisprudencia estableció que la liquidación es un trámite que comprende
diversas operaciones ( inv entario, formación de las masas, determinación de las
recompensas, cuenta particionaria, etc.), y que sólo si tales operaciones generan
controversia correspondencia acudir al proceso de conocimiento; o bien, si se trata
de inc lusión o exc lusión de bienes del inv entario, a la vía inc idental prevista por
el ar t. 7 25 del Código citado (1) .
§ 283. Recompensas
Reciben la denominación de "recompensas" los créditos entre uno de los
cónyuges y la comunidad que surgen con motivo de la gestión patrimonial de los
bienes propios y gananciales durante la comunidad, y que deben ser determinados
después de su disolución para establecer con exa ctitud la masa que ha de entrar
en la partición (2) . SU PROPOSITO es, pues, el de Restablecer la Debida
Composición de las masas patrimoniales Propias de Cada cónyuge, teniendo en
Cuenta Que los bienes, las constituían al ini ciarse la Comunidad y Los Que were
adicionándose o sustrayéndose DESPUÉS. La determinación de las recompensas
tiende a evitar que el haber propio de cada cónyuge aum ente a expensas del
común, o disminuya en beneficio de la masa ganancial.
Cabe aclarar que, aun que por falta de otro vocablo más preciso se las defina
como créditos, no se trata de créditos ejecutables sino de créditos contables entre
la masa propia y la ganancial de uno de los cónyuges que se resuelven en las
operaciones de liquidación. Mal podria Haber verdadero crédito Puesto Que Se
Trata de Relaciones int Ernas Entre el patrimonio propio y El ganancial de Cada
Uno de los esposos. En cambio, si se tratase de la relación entre el haber propio
de uno y el propio del otro, o entre el propio de uno y el ganancial del otro, no se
trataría de un problema de recompensas sino de verdaderos créditos y deudas que
se regulan como si se tratase de ext raños, ya que el régimen de comunidad de
gestión separada mantiene la independencia patrimonial de los cónyuges sin
perjuicio de la ulterior distribución de la masa ganancial.
En los primeros siglos en que se aplicó en Francia el régimen de comunidad no
se conocieron las recompensas, y ello no daba lugar a dificultades importantes
debido a la escasa evolución de los patrimonios. Aparecieron en el siglo XVI con
motivo de la necesidad de adoptar reglas protectoras del patrimonio de la mujer, y
también en razón del nuevo ritmo económico de la época, que dio lugar a
frecuentes enajenaciones de importancia, a la vinculación de los patrimonios en
múltiples relaciones Económicas, al acrecentamiento del valor de la propiedad
mueble y al comienzo de la decadencia de las ins tituciones Que inmovilizaban el
dominio. Así, el primer caso reconocido fue el de enajenación de bienes propios
sin reinversión, en el que la recompensa se ideó como medio de evitar que por ese
motivo se enriqueciese la comunidad a exp ensas del patrimonio propio del
cónyuge. Luego la doctrina las ext endió a otros casos, y, por último, el Código
Napoleón las recogió ampliamente.
Sobre el fundamento jurídico de la teoría de las Recompensas, se ha inv Ocado
La Necesidad de Evitar Donaciones encubiertas Entre los cónyuges en los
Regímenes Legales Que las prohíben, la inm utabilidad de las Convenciones
matrimoniales Donde ella this establecida, el enriquecimiento sin causa, y aun en
ciertos supuestos —l os de pago de deudas propias con dinero ganancial o
viceversa— el pago con subrogación. En realidad, no puede darse cuenta de un
fundamento único; cada caso puede ser fundado en alguno de los ind icados
principios, y muchas veces en más de uno de ellos.
El Código Civil argentino no utilizaba el vocablo "recompensa", Pero a la par
Que contenia Preceptos Cuya int erpretación imponía reconocerlas, inc Luia Otros
Que Aludian ine quívocamente una ellas: Así, el ar t. 1 259, que se refería a lo
que "la sociedad adeudare a la mujer" ; el ar t. 1 260, Que mencionaba "el crédito
del tenga Que [la mujer] contra los bienes del marido o de la comunidad" ; y el
1280, que contemplaba "los abonos que deba hacer [el marido] a la sociedad, o la
sociedad al marido" . A partir de la reforma de 1968, el ar t. 1316 bis fijó reglas
para determinar "los créditos de los cónyuges contra la comunidad al tiempo de la
disolución de ésta" .
Finalmente, el Código Civil y Comercial las previó exp resamente en los
ar ts. 4 88 y siguientes. El primero exp resa: "Extinguida la comunidad, se procede
a su liquidación. A tal fin, se establece la cuenta de las recompensas que la
comunidad debe a cada cónyuge y la que cada uno debe a la comunidad, según
las reglas de los artículos siguientes " .
No Es Posible Hacer Una Enumeración exh austiva de los Supuestos Que
pueden dar Lugar a recompensa en nuestro de Régimen jurídico. La regla general
está establecida en el ar t. 4 81, primer párrafo, según el cual "la comunidad debe
recompensa al cónyuge si se ha beneficiado en detrimento del patrimonio propio, y
el cónyuge a la comunidad si se ha beneficiado en detrimento del haber de la
comunidad" .
a) Mejoras
Del ar t. 4 64, inc . j , resulta el caso quizás más importante y frecuente de
recompensas, aquel en que acrecen por accesión las cosas propias, que deja a
salvo la recompensa debida a la comunidad por el valor de las mejoras oiciones
hechas con dinero ella. Se lleva así a la legislación lo que había decidido la
jurisprudencia anterior (3) . El ar t. 4 65, inc . m , asigna el mismo efecto al
caso inv erso: la accesión a cosas gananciales, en que la comunidad debe
recompensa al cónyuge por las mejoras o adquisiciones efectuadas mediante el
aporte de bienes propios.
¿Cuál es el momento en que debe ser apreciado ese mayor valor para fijar el
monto de la recompensa? Para la mayor parte de la doctrina era el mayor valor al
tiempo de la ext inción de la comunidad; así opinaron Machado, Llerena, Borda y
Guastavino, y era la solución de la jurisprudencia. En cambio, Lafaille y
Guaglianone entendían que debían tenerse en cuenta la valorización al tiempo de
realizar la mejora, y Cornejo y Díaz de Guijarro —c sobre criterio coincidente con el
Anteproyecto de Bibiloni y el Proyecto de 1936— sostenían la doble limitación al
monto de lo inv ertido y al valor al tiempo de disolverse la sociedad o enajenarse la
cosa, por aplicación de los principios del enriquecimiento sin causa.
La primera solución es la correcta, según mi opinión, por ajustarse a los
principios teóricos relativos a las recompensas y por ser el más justo y adecuado al
texto legal. En el primer aspecto, debe tenerse en cuenta que las recompensas se
liquidan al extinguirse la comunidad, de manera que sus valores deben referirse a
ese momento; es entonces cuando debe apreciar el valor total de la cosa
mejorada, y descontando el monto de la mejora a esa época se obtiene el valor de
la aportada como propia, con lo que se logra que al cónyuge propietario se
restituya como propio el mismo valor de lo que aportó, en las condiciones en que lo
hizo. Con un criterio axiológico, porque logra el resultado que beneficia o perjudica
a la comunidad correlativamente a la valorización o desvalorización de la mejora
en el transcurso del tiempo —s ea por causas int rínsecas, como el natural
deterioro, o extrínsecas, como las fluctuaciones del valor de la moneda—; así debe
ser, pues se trata de valores de propiedad de la comunidad que deben seguir la
evolución económica de los bienes a que responden.
La ley 1 7.711 inc luyó en el Código Civil un nuevo artículo, el 1316 bis, según
el cual "los créditos de los cónyuges contra la comunidad al tiempo de la disolución
de ésta, se determinarán reajustándolos equitativamente, teniendo en cuenta la
fecha en que se hizo la inv ersión y las circunstancias del caso ". Esa disposición
no había adoptado, pues, el criterio predominante sino uno diferente: la
determinación del crédito al momento en que la mejora fue realizada, y su reajuste
equitativo en mérito del tiempo transcurrido y las circunstancias del caso. Cuáles
sean estas circunstancias en la mente de los redactores del precepto es bastante
difícil determinarlo: parecería que debieran tenerse en cuenta la desvalorización de
las mejoras, por un lado, y la depreciación de la moneda, por otro.
La solución de la reforma de 1968 me pareció deplorable, ya que dejaba librada
a la equidad —y , por consiguiente, al arbitrio judicial en la determinación de qué
es lo equitativo— una cuestión económica apreciable matemáticamente. Siguiendo
a los proyectos anteriores, el ar t. 4 93 del Código Civil y Comercial establece: "El
monto de la recompensa es igual al menor de los valores que representan la
erogación y el provecho subsistente para el cónyuge o para la comunidad, al día
de su ext inción, apreciados en valores constantes. Si de la erogación no derivó
ningún beneficio, se toma en cuenta el valor de aquélla " .
Si, en cambio, se trata de mejoras hechas en un bien de uno de los esposos
con dinero del otro, la cuestión es ajena a la comunidad y se regula como si se
tratase de ext raños.
Del texto del ar t. 4 89 se desprende que los gastos de conservación y
reparación de bienes propios realizados con dinero ganancial no dan lugar a
recompensa, pues son a cargo de la comunidad; sí surgiría si con fondos propios
se conservara o reparase un bien ganancial, pues la reparación de los gananciales
es también a cargo de la comunidad.
c) Legado de gananciales
El ar t. 3 753 del Código Civil disponía: "El legado de cosa que se tiene en
comunidad con otro, vale sólo por la parte de que es propietario el testador,
con exc epción del caso en que algún cónyuge legue un bien ganancial cuya
administración le esté reservada . La parte del otro cónyuge será salvada en la
cuenta de división de la sociedad ".
Era desafortunada la redacción de este precepto, pues la norma referente a los
gananciales no era una exc epción a la relativa a las cosas en copropiedad, ya que
los gananciales no son copropiedad de ambos cónyuges sino propiedad exc lusiva
de aquel a quien pertenecen, salvo que hayan sido adquiridos en común. La
diferencia de soluciones —v alidez parcial del legado de cosa en condominio y
total del de cosa ganancial— confirmaba que era así. De paso indicarse una
imperfección técnica: no había gananciales cuya administración estaba reservada
a un cónyuge, sino gananciales cuya administración le corresponde a un cónyuge.
Dejados a un lado los defectos formales, el sentido de la disposición era el de
que el cónyuge podía legar sus gananciales, pero exi stía recompensa de la
comunidad contra él por el valor del objeto legado. Aquí la valuación no ofrecía
problemas, pues la recompensa debe ser igual al valor del objeto al tiempo de
fallecer el testador y disolverse, como consecuencia, la comunidad.
El Código Civil y Comercial no contiene disposición exp resa para este tema,
pero puesto que los bienes gananciales son de propiedad de quien los ha
adquirido sin perjuicio de que esa propiedad se resuelva a favor de una masa
al ext inguirse la comunidad, la validez del legado de bien ganancial hecho por su
propietario es válido. Pero ind udablemente resulta aplicable la simetría con las
adquisiciones gratuitas: si lo que entra gratuitamente en el patrimonio de un
cónyuge es propio, lo que se vende también gratuitamente es carga suya y no de
la comunidad. Así resulta de la exc epción del ar t. 2 89, inc . C, que al poner a
cargo de la comunidad las donaciones de bienes gananciales hechas a los hijos
comunes y aun la de los propios si están destinados a su establecimiento o
colocación, parte del principio de que las demás donaciones no son cargas de la
comunidad sino del donante, generando derecho a recompensa de la comunidad
por el valor ext raído. Ello resulta aplicable por analogía al legado de gananciales.
Cabe aclarar que para que se aplique el criterio exp uesto el legado debe haber
sido hecho y el testador haber fallecido durante la comunidad. Si la muerte se
produce después de su ext inción, es decir, durante la ind ivisión postcomunitaria,
no se trata del legado de un ganancial sino del una cosa que forma parte de una
masa ind ivisa, lo que hace aplicable el último párrafo del ar t. 2 508, según el
cual "el legado de un bien comprendido en una masa patrimonial común a varias
personas es válido si el bien resultante adjudicado al testador antes de su muerte;
en caso contrario, vale como legado de cantidad por el valor que tenía el bien al
momento de la muerte del testador " .
Por otra parte, el legado de un ganancial del otro cónyuge no plantea problema
alguno, ya que sería nulo por ser un legado de cosa ajena, con las precisiones
dadas por el ar t. 2 507, Que Dispone:
"El legado de cosa ajena no es válido, pero se convalida con la adquisición
posterior de ella por el testador.
"El legado de cosa ajena es válido si el testador impone al heredero la
obligación de adquirirla para transmitirla al legatario oa pagar a éste su justo precio
si no puede obtenerla en condiciones equitativas.
"Si la cosa legada ha sido adquirida por el legatario antes de la apertura de la
sucesión, se le debe su precio equitativo. El legado queda sin efecto si la
adquisición es gratuita" .
Se plantea el caso de que el legado supere la mitad del haber ganancial, pues
entonces la recompensa no puede hacerse efectiva por ins uficiencia de lo que
resta. Sobre los textos del Código Civil, Fassi y Mazzinghi entendían que en ese
caso el legatario debería compensar en dinero al cónyuge sobreviviente la
diferencia, opinión que parece válida con los textos actuales. Esa opinión resulta
igualmente aplicable al Código Civil y Comercial.
d) Donación de gananciales
Las disposiciones legales no contemplan el caso de donación de
gananciales. En mi opinión, la solución debe ser la misma, por dos razones: la
primera, la simetría con las adquisiciones a título gratuito, si lo que ing resa
gratuitamente en el patrimonio es propio, lo que venta gratuitamente debe estar a
cargo del cónyuge y no de la comunidad; la segunda, la analogía con el caso del
legado de gananciales. Por lo tanto, el cónyuge que los haya donado debe
recompensa a la comunidad por su valor. El asentimiento del otro cónyuge con la
donación no es suficiente para exc luir esa solución, ya que no basta para
convertirlo a él mismo en donante.
Con los textos anteriores, disentían parcialmente con esa solución Guastavino y
Méndez Costa, quienes entendían que solo había recompensa cuando el cónyuge
donante hubiera abusado de sus facultades administrativas. En cambio, la
compartía Sambrizzi.
g) Primas de seguros
En caso de seguros de vida constituidos por uno de los cónyuges a favor del
otro, ind emnizado el riesgo de muerte, el beneficiario debe recompensar a la
comunidad las primas pagadas por ésta.
B) PARTICIÓN
§ 291. Forma
A la forma de partición de la comunidad disuelta por es aplicable lo dispuesto
por el Código Civil y Comercial respecto de la partición de la herencia. Por
consiguiente, si todos los copartícipes están presentes y son plenamente capaces
de ser privada y hacerse en la forma y por el acto que por unanimidad juzguen
convenientes (ar t. 2369 ). En cambio, debe ser judicial: a) c uando entre los
cónyuges o sus sucesores haya algún inc apaz, con capacidad restringida
o aus ente; b) c uando terceros, fundándose en un int erés legítimo, se oponen a
que la partición se haga privadamente; y c) cuando los cónyuges o sus sucesores
son plenamente capaces y no acuerdan en hacer la partición privadamente (ar t.
2 371).
Para el caso de disolución en vida de los cónyuges, la tercera parte del
ar t. 4 98 dispone que "Si todos los int eresados son plenamente capaces, se
aplica el convenio libremente acordado" , que concuerda con los ar ts. 2 369 y
2371 y es completado por alimentos.