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https://www.semana.com/sueno-mortal/110115-3/
El material para entregar es un análisis; por tanto, debe desarrollarlo con sus propias
palabras en el tópico indicado. Debe determinar, apoyado en el marco legal venezolano, si
hubo algún tipo de delito o delitos, la pena, la culpabilidad, la imputabilidad o las causas de
exclusión de la culpabilidad o legítima defensa. Se le invita a revisar el material de estudio
de la Unidad II y lo tratado en la clase virtual. No deberá haber copias de internet o de los
trabajos de los compañeros.
LA LEGITIMA DEFENSA
El análisis de la antijuridicidad se dirige a establecer si excepcionalmente la ejecución de un acto
típico está autorizada por el Derecho, por lo que habrá antijuridicidad cuando se haya constatado
de que el ordenamiento jurídico no autoriza, en una situación específica, la ejecución de un
comportamiento típico, es la comprobación de que un acto en principio prohibido por la norma
penal no se haya excusado por una causal de justificación.
La legítima defensa justifica la realización de una conducta típica por parte de quien obra en
defensa de bienes jurídicos propios o de terceros ante una agresión ilegítima. Esta causa de
justificación supone dos actos de organización. Por un lado, el acto de organización del agresor y,
por el otro, el acto de organización de defensa. Este último acto de organización constituye una
actio dúplex, en la medida que puede verse como una afectación al agresor, pero también, y
fundamentalmente, como un acto de defensa de intereses penalmente relevantes.
El derecho a la legitima defensa comienza entonces, en el mismo momento de la agresión ilegítima
en que se hace evidente por parte del agresor, su intención de agredir, típico el caso de un ataque
delictivo, contrario a derecho, tal como se sanciona en el artículo 65, numeral 3° del Código Penal.
Es ahí, cuando el que decide defenderse, debe hacerlo de una manera "proporcional", es decir,
equitativa, en el sentido, de que al poder ofensivo que sufre por parte del atacante, le debe
oponer un poder defensivo, similar o equivalente, con la capacidad de neutralizar o rechazar
eficientemente la agresión. Esto debe ser visto en el sentido, de que siempre es proporcional el
medio utilizado para la defensa, cuando éste puede lograr el mismo resultado final, que el que se
utiliza para el ataque, pero nunca uno mayor, sino habrá exceso.
La proporcionalidad, equidad o equivalencia de la que estamos hablando, no debe confundirse
nunca, con el concepto de igualdad, ya que sino incurriríamos en el error de considerar que ha
actuado con exceso, a quien utiliza un medio diferente para ejercer su defensa legitima, respecto
del que es utilizado para atacarlo.
Por ejemplo un puñal no es igual a un revólver, ya que mientras el primero es un "arma impropia",
el otro configura un arma de fuego, denominada "arma propia", porque ha sido construida por el
hombre, específicamente para matar.
Así pues, sanciona el artículo 66 del Código Penal, que actuará con exceso -siempre que se hayan
dado primero los tres requisitos de la legítima defensa- el que hubiere transgredido los límites
impuestos por la ley, la autoridad, o la propia necesidad.
Transgredir los límites impuestos por la Ley, significa violar alguno de los requisitos establecidos
por la misma, para justificar el acto.
Es el mismo caso en que conste una oposición al mandato legítimo que tiene la fuerza pública (la
autoridad) cuando se hace cargo de una situación, en la que el particular no debe intervenir, o por
lo menos no debe obstruir, salvo que medie autorización expresa y su colaboración resulte
imprescindible o por lo menos complementaria.
ESTADO DE NECESIDAD
Es importante destacar que el fundamento de la causa de justificación de estado de necesidad
tiene, en nuestra opinión, un carácter objetivo y social, no contratado únicamente en la protección
de bienes jurídicos individuales, sino más bien en el mantenimiento de la paz jurídica o, más
ampliamente, del “statu quo” ante la posibilidad de que el mal que se trata de evitar con la
actuación en estado de necesidad sea propio o ajeno; da entrada a todos los intereses de la
colectividad, de modo que no se puede afirmar que tan solo se defiendan intereses individuales.
Pero es que incluso, aunque los bienes a proteger sean en muchos casos de titularidad
individual, el marco de dicha protección se fija como consecuencia de una valoración que ha
tenido en cuenta no solo la importancia respectiva del bien salvado y del lesionado con arreglo a
las convicciones jurídicas del momento, sino también la propia trascendencia jurídico-social de la
conducta necesaria en comparación con la del proceso. (Conducta humana o no) que ella
pretendía evitar. De todo que resulta que, en principio, no se trata de salvar el bien más valioso,
sino de solventar el conflicto surgido con la menor perturbación posible del «statu quo», es decir,
de las condiciones preexistentes en la sociedad antes de la aparici6n de aquel.
En este mismo orden, se puede definir el Estado de Necesidad como una situación de
peligro grave, actual e inminente y no provocada contra un bien o interés jurídicamente protegido
propio o ajeno, siendo que es vulnerable a dicha situación de peligro, en cuya situación no le
queda otra opción al agente que el sacrificio de intereses o bienes jurídicos pertenecientes a otra
persona, con objeto de salvaguardar los propios o los de un tercero, que el Derecho reconoce
como justificante y por tanto exime de responsabilidad penal.
El Estado de necesidad aparece como una causa de justificación eximente de responsabilidad
penal consagrada en el ordinal 4° del artículo 65 del Código penal Venezolano Vigente. El cual
preceptúa: No es punible, el que obra constreñido por la necesidad de salvar su persona, o la de
otro, de un peligro grave e inminente, al cual no haya dado voluntariamente causa, y que no
pueda evitar de modo.
2.- En la legítima defensa el peligro siempre es provocado por una persona, el sujeto agresor, por
el contrario, en el estado de necesidad, el peligro es generado por una multiplicidad de factores,
siendo necesario sólo que no haya sido provocado dolosamente por el sujeto activo.
3.- En la legítima defensa la extensión de los bienes jurídicos con derecho a proteger es amplia ya
que se pueden proteger todos los derechos de los cuales se es titular, aunque no hace mención la
norma que lo consagra la legítima defensa de terceros, en cambio en lo que respecta a el estado
de necesidad lo justifica Derechos como la vida y la integridad personal.
De tal forma, que entre la legítima defensa y el estado de necesidad, existe una diferencia
fundamental, la cual consiste en los intereses de ambas, puesto que en la legitima defensa los
intereses de los sujetos activos y pasivos son antagónicos, puesto que se caracterizan por un
interés malo y otro bueno; mientras que en el estado de necesidad, ambos intereses son valiosos y
protegidos por el derecho penal.
CONDUCTAS LEGÍTIMAS
Estas se encuentran determinadas en el ordinal 1 del artículo 65 del código penal, el cual dispone
que no es punible, ‘’El que obra en cumplimiento de un deber o en ejercicio legítimo de un
derecho, autoridad, oficio o cargo, sin traspasar los límites legales’’.
El código penal ha seguido en el ordenamiento de las causas de justificación, la tradición italiana
que dividió en dos la eximente concebida como una sola formula en el derecho francés; con la
obediencia debida se formó una causal autónoma y las otras se multiplicaron en el cumplimiento
del deber y del ejercicio de un derecho, autoridad, oficio o cargo. Así pues, justifica el hecho que
lesiona un derecho ajeno cuando se obra en cumplimiento de un deber.
La legitimación del acto injusto no es más que un elemento que da vigor a una verdadera política
criminal, pues, es menester investir a determinadas personas que, con ocasión a una peculiar
situación fáctica, debe operar un comportamiento para enervar otro acto injusto que seguramente
afectara intereses individuales y sociales más caros. Se justifica la acción legitimándola, verbi
gracia, el Cumplimiento de un Deber.
En este sentido, se declara ajustada al derecho la realización de ciertas conductas típicas llevadas a
cabo por el agente en cumplimiento de lo dispuesto por el mismo ordenamiento jurídico; aunque,
para poder concebir esta hipótesis justificante, es indispensable la existencia de un deber
consagrado en la Ley, el cual ha de ser jurídico, y no de carácter moral, y que el agente cumpla una
serie de exigencias, tanto de índole objetiva como subjetiva.
Por su parte en el orden venezolano, el artículo 65, numeral 1° consagra dichos presupuestos, los
cuales son fundamentales conocer como presupuestos indispensables de justificación de
conductas por resultar legitimas al amparo dela Ley.
En fin, son diversos los requisitos del eximente respecto del uso de fuerza por parte de la
autoridad. Uno de ellos es que el sujeto activo sea autoridad, funcionario público o agente de la
autoridad. Las condiciones de legalidad del acto se hallan previstas por el Derecho de un modo lo
suficientemente preciso para que no plantee dudas excesivas su justificación. Asimismo, debe
tener competencia para el uso de medios violentos en el ejercicio de sus funciones. La actuación
se debe haber producido dentro del ejercicio de sus funciones. Otro requisito es que tuvo que
realizarse una ponderación entre el riesgo y el deber de intervención en todo tiempo y lugar, para
que se de ello, tuvo que existir cierto grado de resistencia o de actitud peligrosa de la víctima. Por
lo tanto tuvo que ser necesario el uso de violencia, por lo que sin empleo de violencia no le
hubiera sido posible cumplir con la obligación de su cargo.
La violencia o coacción concreta utilizada debe ser empleada lo menos posible. Cabe destacar que
puede apreciarse la eximente incompleta si falta alguno de los requisitos no esenciales antes
descritos.
La jurisprudencia ha venido sosteniendo en numerosas sentencias que es preciso que se pueda dar
lugar a una agresión ilegítima por lo que no constituye, en principio, un requisito específico de la
eximente del artículo tratado. La necesidad puede faltar porque no se precisa ninguna clase de
fuerza para realizar el cometido público de que se trate (necesidad abstracta), o porque, aun
siendo necesario cierto grado de fuerza, no lo sea la clase o cantidad que se ha empleado
(necesidad concreta).
En el primer caso no cabe eximente, mientras que en el segundo puede dar lugar a la eximente
incompleta. Asimismo, puede darse la circunstancia de errónea suposición del uso de la fuerza por
la Autoridad o sus agentes. Habrá que absolver si el error es invencible y castigar si es vencible. Por
otro lado, si se da la necesidad del empleo de violencia pero falta la específica necesidad de la
proporcionalidad de su uso dará lugar a la eximente incompleta.
En consecuencia el artículo 73 del Código penal sanciona la norma de la omisión legítima, por lo
que frente a este presupuesto, el sujeto quedaría exento de responsabilidad.
Ahora bien, en sintonía con los postulados anteriores referidos a las causas de exculpación y/o
circunstancias excluyentes de responsabilidad, el error de prohibición ocupa lugar especial en la
dogmática penal, y esto es así, por cuanto la doctrina pacífica y abundante considera que el error
de prohibición recae sobre el carácter ilícito del acto. En correspondencia con lo antes referido,
quien obra en error de prohibición, tiene la convicción que su acción no obstante adecuarse a un
tipo descriptivo, está justificada, bien porque ignore la existencia de la norma que tipifica el hecho,
o porque considera la existencia de una norma que justifica la conducta, o simplemente le da a un
motivo de justificación una dimensión que realmente no posee.
Por otra parte, necesario es precisar que el error de tipo recae sobre alguno de los elementos que
integran la descripción típica, es decir, que el agente ignora que en su caso concurren elementos
que hacen típica su conducta. Cuando el error de tipo es invencible se excluye el dolo y, con el
mismo, la tipicidad de la conducta. En cambio, el error de prohibición incide sobre el carácter
antijurídico del acto, y si es invencible excluye la culpabilidad. Si el error es vencible debe
considerarse la posibilidad de una atenuante o de considerar el hecho como un tipo culposo,
siempre que en la ley exista el correspondiente tipo culposo.
Con base en lo anterior, Jesús O. Gómez distingue diversas formas del error de prohibición, entre
los cuales, el error de prohibición por ignorancia de la norma prohibitiva; el error de prohibición
por equivocada justificación; el error de prohibición sobre los límites y alcance de una justificación
legal; el error sobre los presupuestos objetivos de una causa de justificación; el error por suponer
una norma justificativa; el error sobre el grado del injusto; el error por equivocada suposición de
una causa de exclusión de la culpabilidad y el error sobre circunstancias atenuantes o agravantes.
Por otro lado, considera que la orden ilegitima no debe cumplirse, y por tanto, no es causa de
justificación ni de inculpabilidad; no obstante, el subordinado puede, por error, considerar que la
orden es legítima, o que no obstante su ilicitud debe cumplirla; en estos casos la situación se ubica
como un error de prohibición excluyente de culpabilidad.
En el caso que se examina, obra en error de prohibición quien por una falsa valoración sobre una
situación jurídica, considera que su acción es legítima, bien porque cree equivocadamente que la
norma prohibitiva no existe, o la considera nula, invalida derogada ó inconstitucional; o
simplemente porque le da una interpretación que no tiene causa de justificación, sea porque la
interpreta en forma directa, o por causa de supuesto errado de concurrencia de un motivo de
justificación que la ley no ha reglamentado, o bien por la presunción de concurrencia de
presupuestos objetivos de justificación legal.
Al respeto cabe referir, que sectores de la doctrina venezolana desarrollan a las eximentes
putativas. En este orden de ideas, Arteaga Sánchez precisa que las eximentes putativas se
corresponden con el supuesto en que el sujeto actúa con la convicción errada de que su conducta
se encuentra amparada por una causa de justificación o de inculpabilidad, al fundarse en
presupuestos falsamente apreciados que no representan a situaciones reales, y que influyen en el
sujeto, configurando precisamente el comentado error de prohibición que excluye el dolo,
pudiendo también eliminar la culpa o dejarla subsistente.
La Doctrina venezolana señala que el error de prohibición se trata de casos de quien actúa con la
convicción del cumplimiento de un deber o en ejercicio de un dere cho u autoridad, o en estado de
necesidad, o en legítima defensa, entre otros supuestos, bajo la falsa apreciación de las
circunstancias que fundamentan tales causales, estimándose como un caso típico de error de
prohibición fundado en las exigencias del elemento culpabilista, tal como lo sanciona el legislador
en el artículo 61 del Código Penal. No obstante, otros sectores de la doctrina Venezolana y de la
jurisprudencia patria, reservan las referidas eximentes de defensa putativa, ante un eventual caso
de error de prohibición, con la salvedad de que si el error es vencible, subsiste la posibilidad de
imputar el hecho a título de culpa.
En cuanto a la evitabilidad del error de prohibición, a la luz de los postulados establecido por
Enrique Bacigalupo, el error sobre la antijuridicidad excluirá la punibilidad cuando haya sido
invencible, entendiéndose por invencible el error cuando el autor no hubiera podido evitarlo. Por
lo tanto, la inevitabilidad se convierte en un presupuesto de la exclusión de la punibilidad por er -
ror de prohibición. La evitabilidad del error de prohibición, por el contrario, determina la
punibilidad del hecho típico, antijurídico y culpable, con la pena del delito doloso, aunque con una
pena atenuada.
De esta manera, la punibilidad del error evitable tiene lugar porque el autor pudo haber tenido la
conciencia de la antijuridicidad que realmente no tuvo al ejecutar el hecho, o lo que es lo mismo,
por no poder obrar de otra manera.
IMPUTABILIDAD
La Imputabilidad es la capacidad del ser humano para entender que su conducta lesiona los
intereses de sus semejantes y para adecuar su actuación a esa comprensión. Significa atribuir a
alguien las consecuencias de su obrar, para lo cual el acto debe ser realizado con discernimiento,
intensión y libertad. Es un concepto jurídico de base psicológica del que dependen los conceptos
de responsabilidad y culpabilidad. Quien carece de estas capacidades, bien por no tener la
madurez suficiente (menores de edad), bien por sufrir graves alteraciones psíquicas (enajenados
mentales), no puede ser declarado culpable ni puede ser responsable penalmente de sus actos. Es
evidente que si no se tienen las facultades psíquicas suficientes para poder ser motivado
racionalmente, no puede haber culpabilidad.
El Código Penal Español, permite considerar como circunstancia atenuante el grado de los
presupuestos, es decir, que no haya alcanzado la medida requerida para excluir la capacidad de
motivación. Ello es factible, cuando la capacidad de motivación del autor se haya visto
considerablemente reducida, dada la diversidad de supuestos. En este sentido, es necesario
aceptar la imposibilidad de señalar reglas generales precisas. Siendo ello así, los Tribunales donde
cursen causas de esta índole, deberán establecer por lo menos la existencia de una anormalidad
del sujeto que incida en su capacidad de motivación y que haya disminuido su entendimiento de la
desaprobación jurídico penal o su posibilidad de comportarse de acuerdo con él.
A mayor abundamiento, y con especial referencia, la doctrina Española atiende con fundamento a
la legislación citada, los casos de drogadicción, los cuales disminuyen la capacidad de culpabilidad,
y ante eventuales casos de esta índole, la jurisprudencia española aplica una atenuante simple.
CULPABILIDAD
La culpabilidad es un elemento relevante del delito, cuya concepción ha tenido opiniones diversas,
manifestadas por los seguidores de la teoría psicológica, normativa y finalista. No obstante, la
denominación de culpabilidad se establece luego de alcanzar el desarrollo de la dogmática penal y
de la aceptación de los términos que identifican los elementos del delito. Así, tal fue considerada
desde sus orígenes, la culpabilidad jurídico-penal está condicionada por determinados elementos
que permiten concretar la pertenencia del hecho a su autor: imputabilidad, dolo o culpa,
preterintención y exigibilidad. Luego, la doctrina penal contemporánea define la culpabilidad
como el juicio de reproche dirigido al sujeto por haber mantenido un comportamiento psicológico
contrario a las exigencias de la norma.
Dadas las anteriores consideraciones, se infiere que la culpabilidad se corresponde con un juicio
que recae sobre un determinado comportamiento, constitutivo de un fragmento en la vida del ser
humano. Ahora bien, lo afirmado, aunque implica un rechazo por parte de quienes han sostenido
que la personalidad del individuo constituye el objeto del juicio de culpabilidad, siendo el hecho
concreto un síntoma de la personalidad del agente, un medio de conocimiento de la culpabilidad,
el cual en definitiva debe entenderse como una deficiencia o anomalía del carácter (teorías de la
culpabilidad del carácter o de la culpabilidad del autor); no significa que el juicio de culpabilidad no
tenga nada que ver con las características personales del individuo.
No obstante, la doctrina moderna orientada en una perspicaz política criminal, establece dos
presupuestos o elementos del juicio de culpabilidad, fundamentando que el primer elemento del
juicio de culpabilidad conlleva a considerar culpable únicamente a quien al momento de ejecutar
la conducta reprochable conocía la ilicitud de su acto, y que dicho conocimiento debe ser actual y
efectivo. Por el contrario, el segundo presupuesto de culpabilidad consiste en que solo es culpable
de la conducta reprochable, quien obre en un ámbito normal de libertad, sin coacción y con
suficiente autodeterminación de sus actos.
En este orden de ideas, se precisa que en la medida en que todo lo psicológico de la culpabilidad
se desplaza hacia el injusto, la categoría "culpabilidad" se convierte en un ente normativo que
toma el nombre de reprochabilidad o juicio de reproche. El entendimiento de este juicio de
reproche se torna más en un juicio ético-social que jurídico, o a lo sumo se convierte en un
reproche social con matiz ideológico de reproche político. De modo que la culpabilidad como juicio
de reproche, se viene moviendo de los terrenos psicológicos hacia los ético-sociales y de éstos
hacia los políticos, prestándose cada vez en mayor medida a ser manejada como razón de Estado.
El concepto de injusto ha registrado desde luego un movimiento correlativo de índole bastante
similar. Pero, además, en la medida en que mucho de lo normativo de la culpabilidad, la
exigibilidad general, la contrariedad de la voluntad al imperativo de la norma, se desplaza
asimismo hacia el injusto (injusto subjetivo o personal), la diferenciación entre una imputación
objetiva y otra ulterior de carácter subjetivo se torna poco clara.