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Fábulas mitológicas burlescas

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Aunque entiendo
poco griego...
Fábulas mitológicas burlescas

Edición, introducción y notas de


Elena Cano Turrión

Berenice

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Colección cuidada y dirigida por Javier Fernández

Consejo editorial:
Vicente Fernández González
Julián Jiménez Hefernan
Pedro Ruiz Pérez

Primera edición: septiembre 2006

© De la selección, introducción, apéndices y notas, Elena Cano Turrión, 2006

© De esta edición, Berenice, 2006


www.editorialberenice.com

Editora:
Ana Ramos

Maquetación:
Manuel García

Corrección:
Julia Osuna Aguilar

Impresión y encuadernación:
Imprenta San Pablo, S.L. – Córdoba

ISBN: 84-935047-5-0
Depósito legal: CO. 1621/06

No se permite la reproducción, almacenamiento o transmisión total o parcial de este


libro sin la autorización previa y por escrito del editor. Todos los derechos reservados.

Impreso en España / Printed in Spain

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Introducción

Para Santiago, inspiración de mis risas y sonrisas.

I. Mitos y desmitificación en la España barroca1

El siglo XVII, siglo del desarrollo de las fábulas mitológicas


burlescas, se inicia prácticamente con un cambio de reina-
do que traerá profundas transformaciones en el horizonte
cultural de una España ya marcada por la Contrarreforma.
Con la muerte de Felipe II y el ascenso al trono en 1598 de
su hijo, Felipe III, los cambios en la política y la sociedad
peninsulares se ven acompañados desde la primera déca-
da del siglo por una de las más profundas revoluciones en
la historia de la literatura española, una revolución que se
desarrolló en pocos años pero con tal alta concentración de
acontecimientos relevantes que el caliicativo de áureo para
todo el periodo queda más que justiicado.
Muestras de este estado de ebullición literaria y de los
cambios producidos son la primera edición del Romancero
general (1600), la publicación de la antología cultista Flo-
res de poetas ilustres de España (1605), la Primera parte del
ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605), edicio-
nes cercanas en el tiempo a títulos como El peregrino en

1 Las siguientes páginas dan cauce a parte de los resultados de la investi-


gación desarrollada en el proyecto I+D «La república de los poetas. Tex-
tos fundacionales», con cuya ayuda ha sido posible esta antología.

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su patria de Lope de Vega y la segunda parte del Guzmán


de Alfarache (1604), de Mateo Alemán, la primera versión
manuscrita del Buscón y la edición de La pícara Justina
(1605); a todo esto se añade el triunfo deinitivo del modelo
dramático de Lope y la formulación de su Arte nuevo de
hacer comedias (1609), las reiteradas ediciones de las Rimas
de este autor, y, poco después, la redacción y difusión de
los poemas mayores de Góngora. En este conjunto de obras
maestras encontramos las líneas mayores de la poética do-
minante en todo el siglo, al tiempo que muchas de las claves
que servirán para explicar la aparición, éxito y desarrollo
de la escritura burlesca de las fábulas mitológicas.
Un sencillo repaso por los rasgos distintivos de la obra
cervantina nos muestra una apretada síntesis de estas cla-
ves. En ella encontramos la parodia de modelos heredados
de la tradición idealista del periodo renacentista y, en re-
lación con ello, un acercamiento de la materia tratada que
no sólo afecta al tiempo presente y la geografía inmedia-
ta, sino a una suerte de realismo que, como más adelante
hará Velázquez en la pintura, sitúa los modelos ideales en
el horizonte del devenir cotidiano, casi en el prosaísmo. La
aparición de un personaje como Sancho en el nivel del pro-
tagonismo hasta ahora ocupado por caballeros, pastores,
moros, amantes y peregrinos, supone la incorporación de
una mirada desmitiicadora, desde la que se contempla el
rebajamiento de nivel de los hechos y situaciones narrados,
así como de los personajes que se agitan en ellos. El resulta-
do es un tono humorístico que en muchas ocasiones entra
de lleno en la burla, aunque su radio de acción abarca desde
lo meramente jocoso a la sátira más acerba. Con todos estos
rasgos bien podemos entender que Cervantes, como quería
uno de sus personajes, diera con la fórmula feliz de la «epo-
peya en prosa», es decir, la traslación de los valores del géne-

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introducción [9]

ro más prestigiado en la tradición clásica a las exigencias de


una nueva cultura y de un público lector que, como el de la
novela, se había multiplicado y diversiicado, incorporando
en su formación letrada a los sectores menos reinados2.
Una situación similar vivía el teatro que la España barro-
ca disfrutaba en los patios y aposentos de los corrales de co-
medias. Como espacio netamente urbano, los corrales daban
acogida al público más diverso, todo el que se encontraba en
el espacio de la ciudad barroca, y lo enfrentaba a un mode-
lo dramático y teatral que debía dar respuesta simultánea
a su diversidad de gustos y demandas3. Como en la novela
cervantina, nos encontramos en los escenarios de la come-
dia con la acomodación de los modelos anteriores a los pa-
rámetros conocidos en la realidad de los espectadores, sin
menoscabo de un marcado componente de idealización de
situaciones y comportamientos. Junto a él, la incorporación
del elemento cómico incluso a las situaciones más propicias
al dramatismo le concedía al espectador un ambiguo punto
de superioridad escénica sobre el desarrollo de lo que obser-
vaba en el escenario, reducido a fórmulas y tipos conocidos

2 Entre la inabarcable bibliografía cervantina cabría destacar en este


punto los estudios de Ferreras y de Riley por la proyección de algunos
de sus contextos en la problemática abierta por las fábulas burlescas:
Juan I. Ferreras, La estructura paródica del Quijote, Taurus, Madrid,
1982. Edward C. Riley, Teoría de la novela en Cervantes, Taurus, Ma-
drid, 1989.
3 Con toda su ironía, el discurso de Lope de Vega (Arte nuevo de hacer
comedias, ed. de Enrique García Santo Tomé, Cátedra, Madrid, 2005)
releja algunas de las cuestiones clave de la cultura barroca, dei nida por
J. A. Maravall como urbana, masiva y dirigida, además de conservadora
(La cultura del Barroco, Ariel, Barcelona, 1975). Sobre el valor del corral
en relación con el contexto urbano y su codiicación puede consultarse
Pedro Ruiz Pérez, El espacio de la escritura. En torno a una poética del
espacio del texto barroco, Peter Lang, Berna, 1996.

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y reconocidos. Respecto a las primeras, el enredo comédi-


co ija esquemas y relaciones identiicables y aceptados, es-
tereotipando las iguras amorosas del galán y la dama; los
motivos de la honra y los celos se erigen en uno de los mo-
tores principales de la acción dramática, reforzados hasta el
extremo con la conluencia, en el plano de los textos impre-
sos, de los modelos de la novela corta o cortesana, que repi-
ten los mismos esquemas y argumentos. El destacado lugar
que en la fórmula lopesca ocupaba el donaire o gracioso su-
pone la presencia continua de una perspectiva deformadora
y burlesca (como decíamos de Sancho), con la que los espec-
tadores de las localidades más baratas bien podían sentirse
identiicados y desde la que se hacían aparecer los aspectos
más risibles, ridículos o degradados de las tramas tejidas por
sus señores y los personajes superiores, incluidas sus pasio-
nes más nobles o sus amores más sublimes. A ello se une la
prolongación en los entreactos de esa mirada burlesca que
consagra en entremeses, jácaras y mojigangas la carta de
ciudadanía estética de un mundo deformado por la carnava-
lización. Entre la intención crítica y l a pura pulsión lúdica es
un mundo al revés el que se hace familiar al espectador del
corral, con su inversión de valores, el protagonismo de los
personajes más bajos, la hegemonía de lo carnal y lo corpo-
ral, desde el sexo a la escatología, pasando por la glotonería,
en una apoteosis de lo bajo, que el espectador disfruta entre
la identiicación y el sentimiento de superioridad.
Ya el discurso de la picaresca había naturalizado en
cierto modo este mundo cercano al hampa y lo patibula-
rio, que por sí mismo daría lugar a una fértil veta de textos
de jaques, ruianes y prostitutas. Pero, a diferencia de la
corrosiva semilla del Lazarillo y las pretensiones refor-
mistas de la obra de Mateo Alemán, las modalidades que
este discurso adoptará a partir de los primeros años del

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introducción [11]

siglo XVII4, hasta su disolución en las formas cercanas al


costumbrismo o devueltas al espacio germinal de la sátira
lucianesca, se volcarán, con contadas excepciones, en una
actitud de condena hacia los protagonistas, presentados en
lo más abyecto de sus conductas y con una total distancia de
sus autores y tiranos. Esta actitud es maniiesta en los casos
de Quevedo y López de Úbeda a inicios de siglo. Más que
por la naturaleza femenina de la protagonista, el libro de la
pícara tiene como cambio fundamental la clara y ostentosa
inclinación por una actitud decididamente bufonesca, en
la que la burla y la befa son componentes esenciales, y ello
tanto en el comportamiento del personaje como en la escri-
tura del autor; en la protagonista, la burla se decanta hacia
el plano sexual y se identiica con el engaño, mientras que
en el escritor se exhibe en su actitud desprejuiciada y trans-
gresora, en la ruptura y mezcla de géneros y en el despliegue
lúdico del lenguaje. En el caso de Quevedo no sólo asistimos
a la degradación completa del personaje, sino a la explo-
sión del lenguaje llevado a los límites de la expresividad y
su potencialidad de juego tanto en el plano fónico como en
el semántico; junto con la degradación paródica, la agudeza
verbal se convierte en la base del chiste, que se encauza tam-
bién en los moldes del conceptismo estilístico.
Esta tendencia convive en estrecha relación con el desa-
rrollo de la poética cultista presentada en la propuesta esti-
lística de las Flores de Espinosa, pero es llevada a su exacerba-
ción a partir de la imitación desmesurada de los rasgos más
destacados de la fórmula verbal del Góngora de los poemas

4 De manera sintética pueden seguirse estos cambios en Francisco Rico


La novela picaresca y el punto de vista, Seix-Barral, Barcelona, 1989; y el
reciente panorama de Antonio Rey Hazas, Deslindes de la novela picares-
ca, Universidad de Málaga, 2003.

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[12] Fábulas mitológicas burlescas

mayores5. Su elocución se convierte en insoslayable objeto de


referencia, bien fuese para la admiración y la imitación más
rendida, ya se tratase de convertirlo en objeto de la crítica
paródica, aunque la extremosidad de los rasgos en ambos
casos las hacía difícilmente discernibles, como ocurre en
ocasiones con autores como Salas Barbadillo o Polo de Me-
dina, de los que encontraremos muestras signiicativas en
la selección presentada. El fenómeno, lógicamente, se hace
más intenso en el espacio de lo burlesco, donde el objetivo
del chiste hace conluir el empleo de palabras altisonantes y
llamativas con la agudeza conceptista, creando el marco más
adecuado para la exhibición del ingenio del poeta, converti-
do en estos años en uno de los valores más apreciados.
La poesía, en general, se enfrenta a un panorama de no-
table dinamismo, al que no es ajena la inluencia de los mis-
mos factores que estaban marcando la evolución de los gé-
neros narrativo y dramático. La ampliación de horizontes
de recepción ahonda la distancia entre los extremos, y así la
poesía más culta se mantiene en los ámbitos de la oralidad
en los entornos académicos, propicios a la fosilización de
los modelos clásicos, pero también a los juegos de ingenio
a partir de ellos; al mismo tiempo, la poesía se divulga (en
ocasiones se vulgariza) en el cauce de la imprenta, regido
por una demanda en la que la variedad se convierte en cri-
terio determinante. Aunque no faltan ejemplos (con Lope a
la cabeza de ellos) de escritores que se movieron en ambos
escenarios y conciliaron con cierta facilidad sus diferencias,
no es hasta bien avanzado el siglo cuando se generaliza la

5 La formulación más completa de la noción es la de Begoña López Bueno


en La poética cultista de Herrera a Góngora, Alfar, Sevilla, 2000; para
el proceso de desarrollo de la escritura gongorina véase especialmente
José M.ª Micó, De Góngora, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001 y Antonio
Carreira, Gongoremas, Península, Barcelona, 1998.

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práctica de la poesía impresa y la consiguiente profesiona-


lización de los autores, incluidos los más cultos o de pre-
tensiones más reinadas. En este nuevo marco se disuelven
deinitivamente las escasas diferencias que podían persistir
entre los modelos académicos y las formas impresas, y en
ambos casos lo ingenioso y lo burlesco encontraban amplio
espacio para su desarrollo y su fusión.
El gran afectado en estos procesos es el ideal amoroso,
convertido en cimiento de la práctica poética precedente y
modiicado en directa relación con el desarrollo de las dis-
tintas formas de superación del petrarquismo y la disolución
de su orgánico sistema. Con él se desintegran los modelos
ideales de caracterización y comportamiento de los amantes
y la trascendencia de sus imágenes simbólicas, de las que el
repertorio mitológico ofrecía enormes posibilidades de me-
taforización, como bien mostró su uso funcional por el pe-
trarquismo hispano, desde los sonetos mitológicos de Gar-
cilaso o la galería de iguras plasmada en los tapices de su
égloga III. Y, como ocurriera en este texto seminal, mientras
perdía relevancia el interés por la expresión de la sentimen-
talidad subjetiva, se incrementaba el atractivo del tratamien-
to autónomo de la fábula mitológica, cuyo cultivo barroco
vino a representar una alternativa culta a una poesía épica
cada vez más volcada en la temática religiosa. A los mismos
impulsos había obedecido el desarrollo del romancero ar-
tístico en las dos últimas décadas del XVI, que culmina con
la publicación del Romancero general y sus continuaciones6.
Siguiendo en un principio los modelos argumentales de las
formas de relato idealista en vigor en la prosa contemporá-

6 La introducción de Antonio Carreño a su edición de los Romances de


Góngora (Cátedra, Madrid, 1985) ofrece un útil panorama del desarro-
llo editorial del romance, con sus repercusiones en la formalización del
género.

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nea (libros de caballería, pastoriles, moriscos, de aventuras


bizantinas…), el romance encauza el tratamiento lírico de
una materia narrativa, favoreciendo el despliegue de una
variedad de situaciones, personajes y sentimentalidades
que satisfacen el deseo de novedad de los lectores y oyentes
y ofrecen a los poetas una alternativa a la obsesiva expre-
sión de la intimidad. En ese espacio los héroes se convierten
en ocasiones en personajes ambivalentes, realistas o clara-
mente ridículos, con un amplio espacio para la burla y la
parodia, incluida la de una materia mitológica que también
comienza a introducirse en las recopilaciones romancísti-
cas, como muestra, por ejemplo, el Coro febeo de romances
historiales (1588) de Juan de la Cueva.
Éste es, a grandes líneas, el horizonte que se abre a los
poetas cuando vuelven su mirada a las posibilidades que les
ofrece este género con rasgos de novedoso, aunque también
con claras e identiicables raíces, que es la fábula mitológica
en clave burlesca. Y es también el marco de referencia que
encuentran los lectores del género a la hora de asumirlo y
determinar la pautas de recepción. Hoy, más allá del pla-
cer de la risa que pueden proporcionarnos estos textos, en
la más pura línea de la función lúdica propia de la literatu-
ra en su sentido estricto, la consideración del escenario es-
tético en el que nace y se desarrolla el género puede servir-
nos para ver en él algo más que un mero chiste y valorar su
aportación a la historia de la poesía barroca.

II. Mitología en clave burlesca: las fábulas

Ya en el paso del siglo XVI al XVII vamos encontrando ma-


tices diferenciales respecto al uso de la mitología clásica en
la inventio retórica de los poetas. Por una parte, cada vez es

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menos común la utilización de la mitología con un carácter


subjetivo por parte del poeta; anteriormente, como se apre-
cia en su uso magistral en los sonetos de Garcilaso, el mito
aparece, en muchos casos, como ejemplo de la situación del
poeta, como expresión de una sentimentalidad determi-
nada por el petrarquismo; pero poco a poco el mito se va
despojando de este carácter subjetivo para dejar paso a una
actitud más neutra por parte del autor, que ahora se dedica
a explotar poéticamente la historia mítica sin incidir «per-
sonalmente» en ella. Así, con la aparición de la «nueva poe-
sía»7, deja de ser tan acostumbrada la comparación entre los
sentimientos del poeta y la historia de los protagonistas, y el
mito de raíz grecolatina toma valor en sí mismo por encima
de otras consideraciones. Hay que recordar que ya en Gar-
cilaso el cambio aparece casi consumado en el tratamiento
estético al que somete la égloga III, cuando las fábulas de
amores míticos pasan a formar parte del artístico tejido de
las ninfas, en una descripción ecfrástica que dota de una
cierta autonomía a lo representado.
Tomando la dignidad poética de una épica en crisis a i-
nales del siglo XVI, se abre en el siglo siguiente un espacio
para el desarrollo de largas fábulas mitológicas en las que el
poeta muestra sus capacidades creativas y de dominio de un
lenguaje culto con los motivos míticos y su despliegue na-
rrativo. A este cambio de actitud se suma la apropiación de
la métrica propia de la épica, las octavas reales, aptas para
las largas narraciones y el estilo sublime: «las relaciones pi-
den los romances, / aunque en octavas lucen por extremo»,
sentenciaba Lope en su Arte nuevo. Así, con la dignidad clá-
sica de la materia, el carácter dualmente trágico y lírico de

7 Cfr. Andrée Collard, Nueva poesía. Conceptismo, culteranismo en la


crítica española, Castalia, Madrid, 1967.

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[16] Fábulas mitológicas burlescas

sus casos de amor y una acomodación de metro y estilo,


las fábulas ocupan el espacio de una épica culta de carácter
profano, prácticamente abandonada con el cambio de siglo
a favor de una materia religiosa en la que la eicacia didácti-
ca primaba sobre cualquier otra consideración, incluyendo
las de orden artístico y de gusto de los lectores.
La fábula mitológica llega a ser tan estimada entre la poé-
tica cultista que, prácticamente, no encontraremos ningún
poeta culto que no escribiera alguna de ellas. Entre los ex-
ponentes más destacados de esta corriente se sitúan en el
siglo XVI las fábulas mitológicas de Barahona de Soto y, ya
en el XVII, las del Conde de Villamediana y, por supuesto, el
«Polifemo» de Góngora, fábula que pasará a convertirse en
modelo culto para otros autores. La tendencia se intensiica
en el seno del gongorismo, y sus continuadores se convier-
ten en legión. Cristaliza en el texto del cordobés una poéti-
ca más interesada en el estilo y maneras poéticas que en el
tratamiento arqueológico del mito, lo que no quiere decir,
en ningún caso, que la elección de la fábula sea fruto del
azar, como se aprecia si recordamos la vinculación del cí-
clope con la práctica de la música y la poesía, unidas en «del
jayán el iero canto». Como corresponde a su naturaleza de
pastor y enamorado, Polifemo es un músico, grotesco, pero
músico, al in y al cabo, como ocurre con otros mitos de
gran recurrencia en su utilización metapoética, entre ellos,
los mitos de Apolo, de Orfeo o de Anión, de insistente uso
por parte de nuestros poetas.
En el marco del género autónomo de la fábula, los mi-
tos se escriben y reescriben hasta la saciedad, pues sobre la
reiteración de las imágenes prima su tratamiento poético,
siempre con la atención puesta por parte de los autores en
demostrar su dominio del concepto, convertido en ideal co-
mún a los poetas del siglo barroco, como teorizara Gracián,

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introducción [17]

al tiempo que las formas cada vez más intrincadas en el tra-


tamiento de la materia clásica se prestaban con facilidad al
despliegue de las habilidades cultistas, tan gratas a los lec-
tores como las muestras de ingenio conceptista.
El auge del género traerá sus consecuencias, y semejante
condensación de fábulas mitológicas acabará por conver-
tir a los mitos clásicos en carcasas vacías carentes de valor.
Textos como el «Polifemo» gongorino parecen marcar el
tope que puede alcanzarse por este camino, y, llegados a este
punto, se necesita un cambio de actitud en los poetas mito-
lógicos y sus fábulas para poder perpetuar su propia exis-
tencia. Por otra parte, la misma tradición cultista presenta
en su acusada estilización un fuerte potencial de parodia
y ridiculización, a veces desarrollado inconscientemente, a
veces explotado por sus detractores. Claro ejemplo de ello
será la crítica al lenguaje culterano, que empieza a verse
como un conjunto de estereotipos lexicalizados que ya no
sorprenden a nadie; el cansancio poético hacia unas formas
gastadas y el haber llegado a una formulación extrema en
las fábulas mitológicas contribuirán muy activamente a re-
visar el modelo e, incluso, a crear un «género» nuevo.
Así, ya en los últimos años del siglo XVI empezamos a
vislumbrar una nueva actitud respecto a los mitos y una
nueva manera de ser narrados poéticamente. De un lado, la
mitología clásica no se encuentra ya a salvo de una incipien-
te actitud barroca desacralizadora e irreverente, y, de otro,
el lenguaje culto será utilizado para combatirse a sí mismo
en un ejercicio de autocrítica por parte de los poetas. Los
dioses se convierten en hombres, en los mejores casos, en
bufones, truhanes o ruianes, en otros, se les atribuyen ba-
jas pasiones, actos deshonestos, etc.; al tiempo, los mismos
poetas culteranos y conceptistas se critican a sí mismos al
ridiculizar un lenguaje vacío y lexicalizado.

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[18] Fábulas mitológicas burlescas

La mitología en clave burlesca se convertirá en un fenó-


meno propio y característico del Barroco en el que subyace
una actitud de autocrítica retórica. En ella, los poetas pier-
den el respeto a las fuentes clásicas, que son desautorizadas
y ridiculizadas, convirtiendo el mundo mítico en un mi-
crocosmos paródico y grotesco. La causa última de la sub-
versión de la tradición es el declive de la misma, y así vemos
cómo se desautomatizan las metáforas propias del petrar-
quismo, las descripciones tópicas se caricaturizan o degra-
dan, los modelos de comportamiento amoroso o cortesano
se invierten, mientras quedan subvertidos, en general, los
códigos poéticos, con la materia clásica como privilegiado
campo de desarrollo: la fábula mitológica burlesca ha hecho
su aparición en el panorama poético del Siglo de Oro.
Como explica Antonio Pérez Lasheras, «burlesco vendría
a deinir una modalidad literaria en la que la risa llega a ser
un in en sí misma. Es producto de la subversión genérica
producida en todos los géneros literarios a inales del siglo
XVI»8. La fábula mitológica no supone una excepción en este
panorama, sino que sigue el curso del resto de los géneros en
su deriva hacia lo jocoserio, como lo formulara Jean-Pierre
Étienvre9; ahora bien, los rasgos especíicos derivados de la
conformación del género en su original formulación en ve-
ras la disponen para dar cabida en su seno a las burlas barro-
cas de una manera tan sustantiva que permite hablar a la vez
de un género (o subgénero) especíico y de una característica
expresión de una vertiente relevante en la cultura barroca.
Tras haber proporcionado con su «Polifemo» el ejemplo
de fábula mitológica a toda una escuela, en 1618 Góngora

8 Más a lo moderno (Sátira, burla y poesía en la época de Góngora),


Anexos de Tropelías, Universidad de Zaragoza, 1995, pág. 21.
9 «Primores de lo jocoserio», en Bulletin Hispanique, 1, 2004, págs. 235-252.

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introducción [19]

vuelve a adelantarse para ofrecer a sus contemporáneos con


la «Fábula de Píramo y Tisbe» el contraejemplo a seguir, la
desmitiicación paródica. Pero si este texto puede conside-
rarse una temprana culminación del género, su autor ya ha-
bía iniciado este camino con anterioridad, como si desde
la extraordinaria perspicacia de su posición poética Gón-
gora advirtiese el agotamiento al que ha llegado la fábula
mitológica, y ya en 1589 y 1610 compone los romances que
constituyen el primer acercamiento al género de la fábu-
la burlesca10, para conirmar, en 1618, la existencia de un
auténtico género de la fábula burlesca, ijando sus rasgos
característicos para los continuadores en este camino, en-
tre los que destaca por méritos propios en la constitución
de la nueva modalidad genérica Salvador Jacinto Polo de
Medina, quien perilará y dará proyección a la fórmula gon-
gorina. Ciertamente, ya en el siglo XVI otros poetas como
Diego Hurtado de Mendoza, Baltasar del Alcázar, Fran-
cisco Pacheco, Luis Barahona de Soto o Juan de la Cueva
realizaron acercamientos jocosos al mundo de la mitología
o parodiaron algunos de sus tratamientos poéticos11, pero

10 En la primera fecha se data un primer romance que aborda la trágica


historia de los dos amantes in medias res, ya con incipit inequívocamente
burlesco; dos décadas después, y ya en los umbrales de la escritura de sus
poemas mayores, Góngora completa la fábula desde su inicio, con claras
referencias metapoéticas. No deja de ser llamativo que la elección gongo-
rina para su germinal paródica coincida con la de Boscán al componer
la que sería la primera fábula mitológica en endecasílabos de nuestras
letras, tomada de una fuente clásica, el epilio de Museo (s. V d. de C.),
que ya en las primeras décadas del siglo del humanismo formaba par-
te del corpus de textos escolares destinados a los praexercitamenta del
aprendizaje de la lengua griega. Boscán ejerció de preceptor de la misma
y las referencias no faltan en el texto de Góngora, como queda anotado
más adelante.
11 Cfr. T. W. Keeble, «Los orígenes de la parodia de temas mitológicos en
la poesía española», en Estudios clásicos, XIII, 57, 1969, págs. 83-96.

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[20] Fábulas mitológicas burlescas

no será hasta la «Fábula de Píramo y Tisbe» cuando este


fenómeno se convierta en una corriente perfectamente co-
diicada, debido al impulso gongorino.
Airma Cossío12, y tras él una larga corriente crítica, que
las fábulas mitológicas burlescas son un fenómeno típico del
culteranismo. En efecto, el culteranismo es un terreno abo-
nado para el despliegue culto y sus juegos lingüísticos, pero,
en una línea paralela, también lo es para el chiste conceptis-
ta y, sobre todo, para la parodia crítica. No podemos olvidar
que, al menos, a la altura de 1603, Quevedo ya da una mues-
tra temprana de su particular acercamiento a las fábulas
mitológicas burlescas, lejos de toda pretensión culterana. La
dimensión, pues, es más amplia de lo apuntado por el his-
toriador del género: alcanzada la madurez en la tradición, el
camino que se abre es la subversión de la misma.
Igualmente, no es de estricta justicia crítica reducir este
fenómeno a una cuestión de mero agotamiento poético.
Aunque pueden interpretarse algunos rasgos en esos tér-
minos, el proceso no es ajeno a un cambio en la ideología
dominante en el paso al periodo que denominamos barro-
co, con una ruptura de los elementos idealistas que desem-
boca en la sátira de lo presente y en la burla de la tradición
recibida. Algo de este cambio ideológico del poeta barroco
lo podemos ver en el desarrollo como género de las fábulas,
paralelamente al apreciable en las demás formas literarias,
como ocurre con el espejo burlesco que en el teatro repre-
senta la inclusión de la igura del donaire o, en el campo
de la prosa narrativa, con el desarrollo de la materia pica-
resca.
Un factor especíico para la consolidación del género de

12 Fábulas mitológicas en España, vol. II, Istmo, Madrid, 1998, pág. 82.

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introducción [21]

la fábula burlesca en el panorama poético es la práctica


académica loreciente a partir de las primeras décadas del
siglo XVII, con sus acostumbradas propuestas de reescri-
tura en clave jocosa de los temas y modelos más variados
de la tradición culta, incluyendo los correspondientes a la
materia mitológica13. La asunción por parte de los poetas
participantes en estos cenáculos cultos del reto de rees-
cribir en burlas un mito dado favorece la actitud de dis-
tanciamiento y, consecuentemente, el campo libre para el
despliegue de la agudeza del ingenio en la búsqueda de la
sorpresa de los oyentes. La actitud se extiende desde las
academias reales a las ingidas en el terreno de una na-
rrativa obligada a las formas misceláneas por la presión
generalizada del gusto por la varietas, pero también por
circunstancias precisas y bien estudiadas, como la prohibi-
ción de publicar comedias y novelas en Castilla desde 1625
a 1634, por decreto de la Junta de Reformación promovi-
da por Olivares14. La práctica resultante y la extensión de
sus modos conllevan un cambio en el modelo de lenguaje
de gran trascendencia; mientras la expresión de los sen-
timientos, propios de la poética petrarquista, exigía una
transparencia en el lenguaje, ésta se ve ahora desplazada
en favor de una lengua poética cada vez más complicada e
interesada en el equívoco, que, a su vez, propicia la burla.
Como consecuencia, se produce una intensiicación de la
opacidad en el sentido en que Jakobson dei ne la función

13 Cfr. José M.ª de Cossío, Fábulas mitológicas en España, pág. 331.


14 Puede seguirse el efecto de la medida en el trabajo de Anne Cayuela
«La prosa de icción entre 1625 y 1634. Balance de diez años sin licencia
para imprimir novelas en los reinos de Castilla», en Mélanges de la Casa
de Velázquez, XXIX, 2, 1993, págs. 51-76. El marco de los textos resul-
tantes acogerá algunas de las muestras de fábulas mitológicas burlescas
recogidas en esta antología. Cfr. infra.

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[22] Fábulas mitológicas burlescas

poética del lenguaje, maniiesta por igual en la prolifera-


ción de las formas cultas y en la incorporación del registro
coloquial, que adquiere nueva carta de naturaleza en un
texto poético cada vez más alejado de los patrones prece-
dentes. Éste es el caso de muchos de los poetas que nos
ocupan, como, por ejemplo, Anastasio Pantaleón de Ribe-
ra o Alonso de Castillo Solórzano.
Entre los múltiples caminos de la burla en la fábula mi-
tológica, uno de ellos será, sencillamente, la humanización
de los dioses. Al quitarles su rango divino y convertirlos
en simples iguras a la altura de los mortales se consiguen
efectos cómicos como los conseguidos por Quevedo en su
«Fábula de Apolo y Dafne», donde encontramos un Apolo
que suplica a Dafne que pare su carrera porque está cansa-
do, físicamente, de perseguirla; la humanización a la que
Quevedo somete la igura de Apolo provoca efectos paró-
dicos poco propios de un dios, y la desmitiicación conlleva
una degradación propicia al tratamiento burlesco, que no
tardará en explotar todas las posibilidades latentes de un
discurso como el mitológico en su alejamiento de la reali-
dad en ascenso en los géneros más popularizados de la lite-
ratura del barroco.
En relación a las formas métricas utilizadas, se observa
una cierta tendencia a conservar las tradicionales octavas
reservadas para la poesía épica, que, como hemos visto, se
usaban ya en las fábulas mitológicas en sus formulaciones
más serias; así lo observamos en el caso de la «Fábula de
Polifemo y Galatea» de Castillo Solórzano, pero no sólo en
esta directa parodia del texto gongorino. A su vez, debido
al impulso del «romancero nuevo», a su reformulación de
los rasgos del género y la revalorización de su métrica en
manos de los grandes autores ya desde inales del siglo XVI,
el romance comienza a ganar protagonismo en este tipo

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introducción [23]

de composiciones, generalmente agrupados los versos en


una estructura de cuartetas que forman una sola cláusula
oracional, pero también, con frecuencia, la pintura de un
rasgo burlesco o un concepto ingenioso, en una suerte de
descomposición del mito en pequeños chistes. Será la forma
en que encontremos fábulas como los precoces romances de
Góngora o la «Fábula de Pan y Siringa» de Polo de Medina,
el autor que acabará de peri lar este género.
Por otra parte, vemos cómo la necesidad poética de un
cauce de expresión que permita mayor libertad en la expo-
sición impulsa el uso cada vez más frecuente de la silva,
mostrando el auge de este metro tras el agotamiento de la
octava. Así, en el metro consagrado por las Soledades tras el
«Polifemo», encontraremos, por ejemplo, la «Hermafrodito
y Salmacis. Silva burlesca» de Antonio de Solís y Rivade-
neira.
Un caso diferente lo constituye la ya apuntada inclusión
de fábulas mitológicas en el seno de obras de otra índole;
ejemplo de ello es la «Fábula de las tres diosas» de Gabriel
del Corral, inserta en su novela pastoril La Cintia de Aran-
juez (1629). La costumbre de introducir fábulas burlescas
dentro de novelas pastoriles se extiende también a otras no-
velas como las cortesanas15 y, en general, a los nuevos géne-
ros de carácter académico o misceláneo16.
En cuanto a los rasgos de su lenguaje, el género de las
fábulas mitológicas burlescas se caracteriza por la mezcla
de elementos cultos con expresiones vulgares, siguiendo

15 Isabel Colón Calderón, «Humor y fábulas burlescas en la novela corte-


sana», en Tiempo de burlas. En torno a la literatura burlesca del Siglo de
Oro, Verbum, Madrid, 2000, págs. 91-108.
16 Cfr. Willard King, Prosa novelística y academias literarias en el siglo
XVII, RAE , Madrid, 1963.

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[24] Fábulas mitológicas burlescas

una tónica de lo jocoserio extendida en el periodo por los


géneros más dispares. De manera más concreta, en es-
tos poemas asistimos al encuentro de los modos propios
del culteranismo con los considerados propios del con-
ceptismo. La inclusión de latinismos, de formas cultas o
de una sintaxis de raíz gongorina, por ejemplo, provoca
una ruptura de sistemas al encontrarse junto a un léxico
vulgar, moviendo a la risa no sólo por el contraste, sino
también por caricaturizar el lenguaje poético considerado
culto. Más aún: los versos burlescos de las fábulas serán
terreno abonado para parodiar abiertamente este tipo de
lenguaje poético en muchas de estas composiciones, al
mismo tiempo que proceden con relación a los modelos
de la auctoritas clásica, frente a la que oponen el gusto por
la novedad, surgida de manera directa por la sorpresa del
concepto. Junto a este doble registro estilístico, también se
busca el doble sentido, la dilogía, para construir los chistes
y las burlas17, que surgen en muchos casos de la distancia
que media entre la aparente formulación seria y su relati-
vamente escondida clave vulgarizadora, apoyada con fre-
cuencia en lo escatológico y sexual propios de la inversión
carnavalesca.
Como ya hemos comentado, será el sentimiento amo-
roso el gran protagonista de esta subversión. De hecho, la
práctica totalidad de las fábulas mitológicas burlescas que
aquí presentamos parodia casos amorosos de la mitología
clásica. El uso y abuso del petrarquismo anterior se pone en
evidencia con su formulación burlesca, al presentar al lec-
tor casos cómicos de encuentros y desencuentros entre los
amantes. Así se registra, entre otros aspectos, en el contra-

17 Cfr. Maxime Chevalier, Quevedo y su tiempo: la agudeza verbal, Crí-


tica, Barcelona, 1992.

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introducción [25]

factum de la típica-tópica descripción petrarquista, que po-


demos apreciar respecto a personajes como la ninfa Siringa,
la inversión del desdén tópico de la amada, vuelto aquí en
el rechazo de Hermafrodito a Salmacis, y en las burlas y
engaños varios en los que se verán envueltos los personajes
más prestigiados de la mitología clásica.

Fábulas para una antología

Los primeros acercamientos a la fábula mitológica burles-


ca como tal los constituyen, según queda apuntado, los ro-
mances «Arrojose el mancebito» (1589) y «Aunque entien-
do poco griego» (1610) de Luis de Góngora (1561-1627). Es
el Góngora de las letrillas, pero también el de sus parodias
juveniles, el que se vuelca aquí en chistes vulgares revesti-
dos de un lenguaje tan culto, en muchos momentos, como
el de sus poemas mayores.
El fragmentario «Arrojose el mancebito»18 se publicó por
primera vez en la Quarta y quinta parte de Flor de roman-
ces, recopilados por Sebastián Vélez de Guevara (Burgos,
1592, fols. 185v-187v), y se difundió en el apartado quinto
del Romancero general (1600, fols. 148v-149r). «Aunque en-
tiendo poco griego» fue publicado por primera vez en 1610,
tras una considerable difusión manuscrita similar al poema
precedente, y se caracteriza por acentuar la actitud reba-
jadora hacia la historia clásica, que, si bien no es un mito
perteneciente a la mitología grecolatina, sino procedente
del epilio de Museo, será utilizado como tal por nuestros
poetas del Siglo de Oro.

18 Utilizamos como textos para esta edición los recogidos por Antonio
Carreira en Luis de Góngora, Romances, 4 vols., Quaderns Crema, Bar-
celona, 1998: «Arrojose…», págs. 480-488 y «Aunque entiendo…», págs.
225-241.

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[26] Fábulas mitológicas burlescas

Tras el romance de 1589, primer romance mitológico


burlesco en España del que tenemos noticia19, Góngora
vuelve sobre el tema, que había tomado in medias res, para
narrar la historia desde el principio. La historia de Hero y
Leandro se encontraba a estas alturas ijada como la ima-
gen del amor frustrado por el destino y se había tocado
poéticamente en numerosos textos desde una perspectiva
seria, entre los que podemos destacar las formulaciones so-
netísticas de Garcilaso, Juan de Arguijo o Lope de Vega,
a lo que contribuía el ya mencionado hecho de que el epi-
lio de Museo, una de las dos fuentes principales en la que
se documenta la historia (el otro texto donde documenta-
mos el «mito» son las Heroidas de Ovidio, epístolas XVIII
y XIX), se utilizaba como texto para la enseñanza de la len-
gua griega, siendo así muy difundido en la época y conoci-
do por todos20.
La «Fábula de Apolo y Dafne» (a. de 1603) de Francisco
de Quevedo (1580-1645) constituye el ejemplo más claro
de la humanización como tratamiento burlesco de la mi-
tología. En ella, Quevedo convierte al dios en un enamo-
rado más que persigue a su amada suplicándole amor. En
su tratamiento no hay ninguna marca despectiva sobre el
mito, sino que los efectos paródicos se construyen sobre la
extrañeza que produce el cansancio físico de un dios al co-
rrer tras la ninfa, surgiendo el rebajamiento de los dioses al
ponerlos a la altura de los humanos.

19 Cfr. Antonio Alatorre, «Los romances de Hero y Leandro», en VV.AA.,


Libro jubilar de Alfonso Reyes, Dirección General de Difusión Cultural,
México, 1956, págs. 141-149.
20 Ya queda mencionado el empleo de la misma materia por Boscán al
dar la primera muestra de fábula mitológica exenta a la manera italiana.
Recuérdese cómo Góngora alude en los versos iniciales a la fuente de
Museo y, más adelante, a la desmesurada obra de Boscán.

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introducción [27]

A la degradación de la materia mitológica acompañaba


un paralelo descenso en la altura del cauce métrico; cabía
esperar un tratamiento en octavas, como era tradicional, o
quizá en romance, por el resurgimiento de esta estrofa im-
pulsado por el Romancero general, o incluso, como queda
dicho, en las ya incipientes silvas, debido a la libertad expre-
siva que permiten; pero Quevedo parece seguir la teoría del
decoro en la relación entre el tratamiento de la res y la for-
ma de los verba, por lo que narrará el mito en quintillas, es-
trofa poco común en estas lides21. Respecto a la elección del
mito, cuya fuente son las Metamorfosis de Ovidio (I, vv. 452-
565), no es de extrañar su uso, debido a la gran difusión he-
redada del Renacimiento, en que fue tratado desde todas las
perspectivas posibles. Quevedo volverá a este mito en varias
ocasiones, las más de ellas de manera burlesca, como en los
sonetos «A Apolo siguiendo a Dafne» o «A Dafne huyendo
de Apolo»; también operaría de forma similar con otras his-
torias míticas, como la de Hero y Leandro.
En relación a su difusión sabemos de su composición an-
terior a 1603, debido a su inclusión dentro de las Flores de
poetas ilustres de Pedro Espinosa, publicadas en 1605, pero
con aprobación fechada en 1603, texto que seguimos para
esta edición22. La obra poética de Quevedo no fue publica-
da en volumen propio en vida del autor, por lo que el texto
sólo reaparece en El Parnaso español, monte en dos cum-
bres dividido, con las nueve Musas (1648), cuando, tres años
después de la muerte del poeta, su editor José González de

21 Las quintillas eran el metro acostumbrado en una de las muestras me-


nos prestigiadas de la poesía de la época, las coplas de ciego; es posible
que el uso por Quevedo de las mismas constituya un guiño a esta otra
tradición menos estimada por el público culto.
22 Pedro Espinosa, Flores de poetas ilustres de España, Luis Sánchez, Va-
lladolid, 1605, 6r-8r.

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[28] Fábulas mitológicas burlescas

Salas lo saca a la luz en Madrid; posteriormente, el sobrino


del autor, Pedro Aldrete y Villegas, publicará Las tres Musas
últimas castellanas. Segunda parte del Parnaso español (Im-
prenta Real, Madrid, 1670).
En 1624 se publica la «Fábula de Polifemo», dirigida a
la Academia, de Alonso Castillo Solórzano, contenida en
su obra Donaires del Parnaso (Diego Flamenco, Madrid23),
obra concebida por y para las academias. En el volumen,
su primera y única entrega poética a la imprenta, se dan
cita tanto la burla mitológica como las escenas costum-
bristas y los tópicos clásicos de la poesía burlesca. El autor,
más conocido en su faceta de novelista por obras como Tar-
des entretenidas (Viuda de Alonso Martín, Madrid, 1625),
Las aventuras del bachiller Trapaza o Tiempo de regocijo y
carnestolendas en Madrid (Luis Sánchez, Madrid, 1627),
frecuentó especialmente la Academia de Madrid, presidi-
da por su amigo Sebastián Francisco de Medrano; a estas
reuniones académicas asistían, entre otros, Lope de Vega,
Tirso de Molina, Guillén de Castro, Luis Vélez de Guevara,
Gabriel del Corral, Cristóbal de Mesa, A. Hurtado de Men-
doza, Quevedo, Pellicer o Bocángel.
El texto de Castillo Solórzano no constituye una revisión
del idilio VI de Teócrito (s. III a. de C.), donde se documenta
el mito, sino que sus miras están puestas en un texto mucho
más cercano. La obra de Castillo Solórzano es una parodia
directa del «Polifemo» gongorino; para ello el autor utiliza
no sólo el mismo tema, sino la misma estrofa, las octavas,
iguales consonantes que Góngora y giros semejantes; llega,
incluso, en su imitación de la fábula gongorina a utilizar
casi el mismo número de versos: 512 frente a los 504 del

23 Utilizamos para esta edición el ejemplar de la Biblioteca Nacional de


Madrid [BNM] R/11147.

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introducción [29]

original de Góngora, levemente alterado por la inclusión de


una estrofa inal en la que Castillo se previene contra los
murmuradores en relación a su atrevimiento de parodiar
otro Polifemo «que prodigio ha sido». Es la «idelidad» con
la que sigue al original, como señala Pablo Jauralde24, lo
que provoca la dimensión burlesca. Al tiempo, la mezcla de
un lenguaje culto con los chistes chocarreros y los elemen-
tos realistas con los que rebaja a los personajes (mal aliento,
ronquidos, etc.) construyen el núcleo burlesco de la fábula,
en la que la inclusión de pequeños discursos por parte de
los personajes contribuye a la teatralización de la narración
y a la puesta en evidencia de los rasgos más degradados de
las iguras.
La «Fábula de las tres diosas» de Gabriel del Corral
(¿1558?-¿1652?), aunque escrita con anterioridad25, se inclu-
ye en La Cintia de Aranjuez (Alonso Pérez, Madrid, 1629),
novela pastoril convertida en miscelánea académica que
incluye numerosos poemas. El vallisoletano, elogiado por
Lope en el Laurel de Apolo, introduce en la novela el en-
tretenimiento de los pastores de componer versos a partir
de uno dado, a la manera de las glosas cancioneriles o los
certámenes académicos; así, al pastor Perecindo le tocará el
verso de Góngora «Cisne de Venus, pavón de Juno», y sobre
él construye la fábula de las tres diosas, Palas, Juno y Venus,
en disputa por la manzana de Eride. El poema se atribuyó
a Benito Ruiz y a Salvador Jacinto Polo de Medina, y fue

24 Cfr. Pablo Jauralde, «Alonso de Castillo Solórzano, Donaires del Par-


naso y la “Fábula de Polifemo”», en Revista de Archivos, Bibliotecas y Mu-
seos, LXXXII, 1979, pág. 750.
25 Cfr. Gabriel del Corral, Obras, introducción, edición y notas de John
V. Falconieri, Colección de Autores Vallisoletanos, Servicio de Publica-
ciones de la Diputación Provincial de Valladolid, 1982, pág. 59.

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[30] Fábulas mitológicas burlescas

publicado por J. M. Cossío en las Obras escogidas de Polo26


y en Siglo XVII: notas y estudios de crítica literaria27. Fue
incluida también por Antolínez Piedrahita en una edición
de Universidad de amor (Madrid, 1661), y se recoge, junto a
unos epigramas de Del Corral, en la Biblioteca de Autores
Españoles (vol. XLII); en 1945 aparece la edición de la obra
por Joaquín de Entrambasaguas28, que utilizamos para la
antología.
En la versión de Del Corral, las diosas Palas, Juno y Ve-
nus se presentan bajo una óptica realista y doméstica, en
un cuadro de rasgos costumbristas, convirtiendo la disputa
por la manzana arrojada por la diosa de la discordia duran-
te las bodas de Tetis y Peleo en una pelea de fruteras.
Anastasio Pantaleón de Ribera (1600-1629) en su «Fábula
de Alfeo y Aretusa»29, sobre el mito narrado en las Meta-
morfosis de Ovidio (V, vv. 487-508 y vv. 577-641), sigue de
cerca el modelo de fábula mitológica burlesca de la «Tisbe»
gongorina, si bien incluye uno de los rasgos introducidos
en sus Donaires del Parnaso por Alonso Castillo Solórzano,
con quien posiblemente coincidió en la Academia de Ma-
drid. En estas fábulas la incorporación de pequeños discur-
sos por parte de los dioses, como son los parlamentos de
Alfeo a Aretusa o las contestaciones de ésta, interrumpe la

26 Col. Clásicos olvidados, t. X, Compañía General de Artes Gráicas,


Madrid, 1931, págs. 30-31.
27 Espasa-Calpe, Madrid, 1939, págs. 143-144.
28 Gabriel del Corral, La Cintia de Aranjuez, ed. de Joaquín de Entram-
basaguas, col. Biblioteca de Antiguos Libros Hispánicos, CSIC/Instituto
Nicolás Antonio, Madrid, 1945.
29 Utilizamos para esta edición el texto de Obras, ed. de Rafael Balbín
Lucas, CSIC/Instituto Nicolás Antonio, Madrid, 1944. La fábula será re-
cogida en antologías poéticas como Delicias de Apolo, Juan Ybar, Zara-
goza, 1670, fols. 135-138.

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introducción [31]

tópica narración del poeta, con los efectos mencionados, si


bien en las fábulas de Pantaleón este tratamiento dialógico
se verá intensiicado, al tiempo que se aprecia una mayor
incorporación de términos eróticos. De manera concreta,
su fábula sobre el río y la ninfa se convertirá en el ante-
cedente inmediato de la fábula de igual nombre de Miguel
de Barrios30. Es autor también de otras fábulas mitológicas
burlescas, como la «Fábula de Proserpina» o la «Fábula de
Europa». En este caso, como en el de Castillo Solórzano, nos
encontramos con una obra escrita por y para las academias,
construida sobre los ya convertidos en tópicos del «géne-
ro», como son la mezcla del lenguaje elevado con el lenguaje
más vulgar y chocarrero, la utilización del anacronismo y
tópicos como la auctoritas desautorizada o el epitaio inal.
Su obra se publicó de forma póstuma en 1631 (Francisco
Martínez, Madrid), a cargo del comentarista de Góngora
José Pellicer. Retirada por la Inquisición, la obra fue expur-
gada y retenida su publicación durante un tiempo; en 1634
vuelve a salir a la luz, aunque el colofón de 1631 de algu-
nos ejemplares indica que se trata de la misma impresión,
para la que se rehace la portada y se publica como una edi-
ción «refrescada»; vuelve a editarse en Zaragoza, por Diego
Dormer, en 1640, y, posteriormente, en Madrid por Pedro
Coello, en 1648, con algunas variantes, como la supresión
del prólogo escrito por Pellicer para la edición de 1631, la
inclusión de algunos poemas o el cambio de dedicatario;
inalmente, se reedita en Madrid por Andrés García de la
Iglesia en 1670, repitiendo el texto de 1648. La «Fábula de
Alfeo y Aretusa» será recogida también en antologías como
Delicias de Apolo (1670, fols. 135-138), cuyo texto es el que

30 Cfr. Miguel de Barrios, Las fábulas mitológicas: Flor de Apolo, ed. de


Francisco J. Sedeño Rodríguez, Universidad de Málaga, 1996, pág. 15.

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[32] Fábulas mitológicas burlescas

seguimos, cotejándolo con la moderna edición de Ponce


Cárdenas.
La «Fábula de Dido y Eneas de Alonso» de Salas Barbadi-
llo (1581-1635) fue recogida en la antología poética Delicias
de Apolo (1670 31) y presenta tópicos como los anacronismos
ejempliicados en la fusión mítica del tiempo del mito con el
tiempo del autor. Se otorga a Venus, madre del protagonista,
un tratamiento de ramera, y la vena paródica se intensiica
en rasgos como la burla directa de la descripción típicamen-
te petrarquista y en la parodia de una de las características
propias ya de este género, el epitaio poético, que dice no
pusieron por no molestar a los caminantes, pues son gentes
que siempre llevan prisa.
Salas de Barbardillo, más conocido en su faceta de nove-
lista, cultivó muchos de los géneros novelísticos de la épo-
ca, como la novela cortesana, la picaresca o la satírica, con
rasgos que se entremezclan y se proyectan en toda su obra,
incluida la poética; destacamos entre su producción en pro-
sa su primera novela La hija de Celestina (Viuda de Lucas
Sánchez, Zaragoza, 1612), que aparece refundida y con aña-
didos en 1614 bajo el título de La ingeniosa Elena (Juan He-
rrera, Madrid). En su producción poética se cuentan obras
como Rimas castellanas (Viuda de Alonso Martín, Madrid,
1618) o Triunfos de la beata sor Juana Inés de la Cruz (Viuda
de Cosme Delgado, Madrid, 1621).
Salvador Jacinto Polo de Medina (1603-1676) destacó en
su tiempo por su faceta de poeta festivo, en estrecha rela-
ción con el mundo académico murciano, donde ejercía su
magisterio el antigongorino Francisco Cascales. Como re-
lejo de este entorno, su obra Academias del jardín (1630)

31 Utilizamos la versión contenida en este impreso como texto de refe-


rencia, Delicias de Apolo, 1670, fols. 112-114.

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introducción [33]

se presenta como una recopilación de textos de diversos


poetas pertenecientes a dichas reuniones académicas. En
la «Fábula de Pan y Siringa»32, en romance, la burla se evi-
dencia en el rebajamiento al que son sometidos los perso-
najes y en la inclusión de elementos realistas y groseros.
Los tópicos literarios son tratados, a su vez, desde un pun-
to de vista burlesco; así, por ejemplo, la tópica descripción
de la dama realizada con un sentido descendente, desde el
cabello y la frente, se invierte para Siringa, comenzando
por los talones. Es, sin duda, esta fábula uno de los casos
más representativos de la poesía mitológica burlesca de los
Siglos de Oro.
Aparece por primera vez en 1634 (Imprenta Verós, Mur-
cia), si bien, por palabras del autor, sabemos de la existencia
de una edición anterior, impresa sin su permiso. Su primera
fábula mitológica en formulación burlesca fue la «Fábula de
Apolo y Dafne».
«Mentira pura de Baco y Erígone», escrita por Miguel de
Colodrero Villalobos (1608-¿1660?) e incluida en su obra El
Alpheo y otros asuntos en verso, ejemplares algunos (Sebas-
tián y Jaime Matevad, Barcelona, 1639 33), es un romance
que se ediica sobre una serie de motivos ya lexicalizados
para las fábulas mitológicas burlescas, como la paródica
descripción de la ninfa, contrafactum de la típica descrip-
ción petrarquista, los anacronismos introducidos por el
autor, que borra la distancia entre su propio tiempo y el de
los personajes de la fábula (fusión mítica), o el tópico de la
auctoritas desautorizada, en este caso Ovidio (Metamorfo-

32 Utilizamos el texto recogido en la edición de Francisco J. Díez de Re-


venga de Poesía. Hospital de incurables, Cátedra, Madrid, 1987, si bien
modiicamos ortografía en virtud de un mejor entendimiento del texto.
33 Utilizamos el ejemplar de la BNM 3749.

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[34] Fábulas mitológicas burlescas

sis, III, vv. 273-286); pero es, sin duda, la dilogía, la doble
signiicación de las palabras, sobre lo que se construye la
clave burlesca del poema.
Colodrero Villalobos es autor de otras fábulas mitológi-
cas, como su formulación burlesca en romance del mito de
Hipómenes y Atalanta, incluido ya en Varias rimas (Salvador
de Cea Tesa, Córdoba, 1629), la «Fábula de Alfeo y Aretusa»,
que da nombre al volumen de 1639, o su «Faetón», incluido
en esta misma obra. Su tendencia hacia la poesía burlesca
culminará en su obra Golosinas del ingenio, colección de
epigramas publicada en 1642 (Pedro Lanaja, Zaragoza).
Jerónimo de Cáncer y Velasco (¿1599?-1655), poeta, dra-
maturgo y asiduo asistente a las academias, es autor de una
producción poética esencialmente burlesca, en la que des-
taca su «Vejamen» sobre los poetas de su tiempo. Su «Fá-
bula de Atalanta» está incluida en sus Obras varias 34 (Diego
Díaz de la Carrera, Madrid, 1651, 55v-58r), volumen reedi-
tado en 1657 y 1675, donde se recoge también su «Fábula
de Apolo y Dafne», que será incluida en antologías poéticas
como la citada Delicias de Apolo (1670 35). El texto ovidiano
(Metamorfosis, X, vv. 560-709) se actualiza burlescamente
con referencias a Madrid en boca de Venus, al tiempo que se
acude al autor latino en algunos momentos como auctoritas;
el tono de burla de la fábula se evidencia ya desde los prime-
ros versos, en los que se invoca a «una musa pelinegra».
Miguel de Barrios renunció a la religión católica y vol-
vió a la de sus padres, judíos portugueses; condenado por
la Inquisición, se exilió en Ámsterdam, donde vivió con el
nombre de Daniel Leví de Barrios. Incluye en Flor de Apolo

34 Utilizamos el ejemplar de la BNM USOZ 1355.


35 Fols. 119-120.

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introducción [35]

(Baltasar Vivien, Bruselas, 166536), junto a sátiras y jácaras,


el poema en romance «A la fábula de Vulcano y Venus»; en
él, uno de los episodios míticos favoritos para las realizacio-
nes burlescas, con ejemplos anteriores como las fábulas de
Castillo Solórzano, Polo de Medina o Alberto Díez de Fon-
calda, despliega sus recursos conceptistas, a los que une la
caricatura y el chiste basados frecuentemente en el uso de
la dilogía. El mito, como recuerda Francisco Javier Sedeño
Rodríguez37, representa para el autor un tema muy frecuen-
tado en sus versos: la incontinencia de la mujer casada y su
condición de accesible, que conducen a la inidelidad.
Escribirá Miguel de Barrios otras fábulas mitológicas
burlescas en romance, como las dedicadas a los mitos de
Alfeo y Aretusa, Polifemo y Galatea o «A la fábula de Ado-
nis y Venus»: Júpiter y Calisto, en redondillas, o, en canción
petrarquista, «Fábula de Narciso y Eco», incluidas en Flor
de Apolo.
La fábula de «Hermafrodito y Salmacis. Silva burlesca»
de Antonio de Solís y Rivadeneira (1610-1686), cronista de
Indias y autor de la Historia de México, fue publicada con
el conjunto de su obra poética en Varias poesías sagradas
y profanas que dexó escritas (aunque no juntas ni retoca-
das) D. Antonio de Solís y Ribadeneyra (Antonio Román,
Madrid, 1692), volumen reunido por Antonio de Goyene-
che, editándose de nuevo en 1716 y en 1732; tras esta última
edición, los poemas de Solís se encuentran en antologías
dedicadas a autores del siglo XVII o en ediciones de manus-
critos misceláneos. Posteriormente, fue editada en la colec-
ción de Poetas líricos de los siglos XVI y XVII por Adolfo de

36 Utilizamos el ejemplar de la BNM R /4838.


37 Cfr. «La poesía satírica de Miguel de Barrios (Notas de caracterización
formal)», en Revista de Literatura, 113, 1995, pág. 14.

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[36] Fábulas mitológicas burlescas

Castro en 1857 38, y en sus reediciones de 1875 y 1923, hasta


ser recogidas por Manuela Sánchez Reguería en 196839.
El mito de Hermafrodito y Salmacis (Metamorfosis, IV,
vv. 288-388) se convierte en la pluma de Solís en una ca-
ricatura plagada de elementos paródicos, con los que se
ejempliica la insistente persecución de la amorosa ninfa,
mostrando una parodia directa en su descripción, en con-
trafactum de la tópica descripción de la amada petrarquista
donde se ridiculiza el lenguaje y las formas anteriores.

Esta selección de textos persigue ser un muestrario de la


aparición, evolución y consolidación de los rasgos que van
constituyendo este género de las fábulas mitológicas burles-
cas, desde su nacimiento y durante su momento de mayor
cultivo, que sucede en el siglo XVII, al tiempo que presen-
tamos una consideración al respecto de su conexión con el
resto de formas literarias de su tiempo.

III. Criterios de edición

La procedencia de los textos tratados se ha expuesto ya en


páginas anteriores, y a ellas remitimos en relación a las
fuentes documentales y la posterior difusión de los poemas,
aunque igura igualmente en la nota inicial a cada uno.
En virtud del mejor entendimiento del texto desde la
perspectiva de un lector actual, hemos optado por su mo-
dernización en la medida en que dicha modernización no

38 Biblioteca de Autores Españoles, t. XLII.


39 Antonio de Solís y Rivadeneira, Varias poesías sagradas y profanas, ed.
crítica de Manuela Sánchez Reguería, CSIC , Madrid, 1968; este texto, que
transcribe la edición prínceps, es el que seguimos para esta edición.

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introducción [37]

afecte a la medida, el ritmo o la sonoridad del verso, ni, por


supuesto, a aspectos fonológicos o morfológicos.
Así, regularizamos, en la medida de lo posible, los usos
de los tres pares de consonantes fricativas z/ç, s/ss, y j/x; eli-
minamos aquellas distinciones gráicas sin valor fonético,
del tipo i/j, i/y o qu/c; normalizamos respecto al uso actual
la utilización de b/v; simpliicamos los grupos consonánti-
cos cultos y traemos al uso actual los conglomerados pro-
nominales del tipo «della», «desto», etc., pero respetando
aquellos casos en que se trata de una lexicalización o una
variante morfológica, como en «aquesta», «aquese», etc.
La acentuación y puntuación se han adaptado a los crite-
rios actuales y se ha aligerado la utilización masiva de ma-
yúsculas en los textos de la época.

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Aunque entiendo
poco griego...
Fábulas mitológicas burlescas

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Grabado de Abraham Diepenbeeck para Le Temple des Muses.

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luis de góngora [41]

Luis de Góngora

Aunque entiendo poco griego (1610) 40

Aunque entiendo poco griego,


en mis gregüescos41 he hallado
ciertos versos de Museo
ni muy duros ni muy blandos.
De dos amantes la historia 5
contienen, tan pobres ambos,
que ella para una linterna,
y él no tuvo para un barco.
Dice, pues, que doña Hero
tuvo por padre a un hidalgo, 10
alcaide que era de Sesto,
mal vestido y bien barbado;
su madre, una buena griega,
con más partos y postpartos
que una vaca, y el castillo, 15
una casa de descalzos42

40 Como indica A. Carreira en su edición de los romances de Góngora,


Chacón reiere en nota a «Arrojose el mancebito» que este romance se
compuso para cubrir, o completar, la primera parte de la leyenda, que
en aquel faltaba.
41 Calzones que se usaron en los siglos XVI y XVII. Su gran anchura hace
verosímil que los papeles se pierdan en los bolsillos, mientras su fonética
refuerza el sentido escatológico aludido.
42 Alusión al refrán recogido por Correas: «El hixo del hidalgo, un pie
kalzado i otro deskalzo».

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[42] Fábulas mitológicas burlescas

cernícalos de uñas negras


en las almenas crïados:
muchos dones a un candil
y témporas todo el año. 20
También dice este poeta
que era hijo don Leandro,
de un escudero de Abido,
pobrísimo, pero honrado;
grandes hombres, padre e hijo, 25
de regalarse, el verano,
con gigotes43 de pepino,
y, los hibiernos, de nabo,
la política del diente
cometían luego a un palo, 30
vara, y no de vagabundos,
pues no los ha desterrado.
Era, pues, el mancebito,
un Narciso iluminado44,
virote de Amor, no pobre 35
de plumas y de penachos;
de su barrio y del ajeno
diligentísimo braco,
grande orinador de esquinas,
pero ventor por el cabo; 40
citarista, aunque nocturno,
y Orfeo tan desgraciado,
que nunca enfrenó las aguas
que convocó el dulce canto45,

43 Guisado de carne picada rehogada en manteca.


44 Coloreado.
45 Orfeo cuando tocaba la cítara movía las aguas; Leandro también, las
que le arrojan para que se calle.

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luis de góngora [43]

puesto que ya, de Anión46 45


imitando algunos pasos,
llamó a sí muchas más piedras
que tuvo el muro tebano.
Este, pues, galán, un día,
no sé si a pie o a caballo, 50
salió (Dios en hora buena)
no muy bien acompañado.
Cualquier lector que quisiere
entrarse en el carro largo47
de las Obras de Boscán48 55
se podrá ir con él de espacio,
que yo a pie quiero ver más
un toro suelto en el campo,
que en Boscán un verso suelto,
aunque sea en un andamio. 60
Y así, no sé dónde fueron
ni cómo se convocaron
los devotos convecinos
de templo tan visitado;
sé al menos que concurrieron 65
cuantos baña comarcanos
el sepulcro de la que iba
a las ancas de su hermano.
Esto sólo de Museo
entendí; y abrevïando, 70

46 La alusión a Anión, que construyó la muralla de Tebas tocando la lira,


haciendo que las piedras, persuadidas por su música, se colocaran en su
lugar, se une a la anterior en el efecto cómico: Leandro también hace que
las piedras se muevan, contra él por lo mal que toca.
47 Carro de dos ejes, lento.
48 Las Obras de Boscán contienen una versión del epilio de Museo de
2.793 endecasílabos, de un original de 343 hexámetros.

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[44] Fábulas mitológicas burlescas

a la vela o romería
llegó en un rocín muy laco
el noble alcaide de Sesto,
y la alcaidesa, en un asno
(con perdón de los cofrades), 75
doña Hero, en un cuartago,
gallarda de capotillo
y de sombrero bordado,
que le prestó para ello
la mujer de un veinticuatro49. 80
Los demás caballeritos
en la torre se quedaron,
cuál sin pluma y cuál con ella,
y todos de hambre pïando.
Alborotó la aula Hero, 85
que el muro del velo blanco
tenía dos saeteras
para los ojos rasgados,
a quien se calaron luego
dos o tres torzuelos bravos, 90
como a buho tal; y entre ellos
el abideno bizarro.
Pïóla cual gorrïón,
cacareóla cual gallo,
arrullóla cual palomo, 95
hízola ruedas cual pavo.
Ella, del guante al descuido
desenvainando una mano,
le aseguró y le dio un bello
cristalino cintarazo. 100

49 «Regidor en los ayuntamientos de algunas ciudades de Andalucía.»


Diccionario de Autoridades [Dicc. Auts.].

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luis de góngora [45]

Quedó aturdido el mozuelo,


y, medio desatinado,
almíbar dejó, de amor
caérsele por los labios:
poco fue lo que le dijo, 105
mas tan dulce, aunque tan bajo,
que, hecho sacristán, Cupido
le corrió el velo al retablo.
Dejó caer el rebozo,
y descubrió un «sepan, cuantos 110
esta buena cara vieren,
que han de morir anegados».
Crepúsculo era, el cabello,
del día, entre oscuro y claro,
rayos de una blanca frente, 115
si hay maril con negros rayos;
de ébano quiere el Amor
que las cejas sean dos arcos,
y no de ébano bruñido,
sino recién aserrado; 120
los ojazos negros dicen:
«Aunque negros, gente samo,
condes, somos, de Buendía,
si no somos condes Claros».
Los títulos me perdonen, 125
y el dibujo prosigamos,
que si no los tuvo Grecia,
los pidió a España prestados:
la nariz, algo aguileña,
que lo corvo vinculado 130
lo dejó Ciro a los griegos,
como alfanje, en mayorazgo;
de rosas y de jazmines

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[46] Fábulas mitológicas burlescas

mezcló el cielo un encarnado


que, por darlo a sus mejillas, 135
se lo hurtó a la alba aquel año;
en dos labios dividido,
se ríe un clavel rosado,
guardajoyas de unas perlas
que invidia el mar Indïano; 140
lo torneado del cuello
y del pecho alabastro
tentaciones son, Señor,
sed libera nos a malo;
entre lo que no se ve 145
y lo que brujuleamos
metió, una basquiña verde,
el bastón terciopelado50.
Éstas eran las bellezas
de aquel ídolo de mármol 150
que a razones y a pellizcos
tenía ya, el mozuelo, blando.
Favoreciólos la noche
prestándoles tiempo, y tanto,
que se contaron sus vidas 155
y sus muertes concertaron.
Señora madre, devota,
se estuvo siempre rezando,
y señor padre, poltrón,
se salió a dormir al claustro; 160
con esto dieron lugar

50 «Echar el bastón es entrar de por medio y poner paz entre los amigos
que se van encolerizando. Está tomada la semejanza del maestro de es-
grima, que cuando le parece han entrado en cólera los que juegan las
armas, atraviesa el bastón que tiene en la mano.» Tesoro de la lengua
castellana o española [Covarrubias].

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luis de góngora [47]

a que el galán diese asalto


y escalase el pecho bobo,
sin tocar nadie a rebato.
Celebrada, pues, la iesta, 165
por aquellos mismos pasos
(si bien con otros intentos)
que vinieron, se tornaron.
Pulgas pican al pelón,
y tiénenlo tan picado, 170
que diera al tiempo las plumas
de su sombrerillo pardo
para que le sincopara
el término señalado
a los gustos no cumplidos 175
y a los días mal logrados.
Llegó, al in, que no debiera,
en un día muy nublado
y una noche muy lloviosa,
luto el uno, la otra, llanto. 180
Apenas la oscura noche
las cintas se ató del manto,
y no del manto de lustre,
sino de soplos del austro51,
cuando el mozuelo orgulloso 185
hacia el mar, ya alborotado
un pie con otro, se fue
descalzando los zapatos.

51 El manto de lustre era un atuendo lujoso. Además, como indica A.


Carreira en su edición de los romances de Góngora, el poeta no sólo
juega con la paronomasia «de lustre/ del austro», sino también con la
expresión de «manto de soplillo», «un género de manto que hacían an-
tiguamente de tafetán mui feble, que se clareaba mucho, y trahían las
mujeres por gala» [Dicc. Auts.].

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[48] Fábulas mitológicas burlescas

Llegó desnudo a la orilla,


donde estuvieron un rato 190
las faldas de la camisa
a las ondas imitando.
Haciendo con el estrecho,
que ya le parece ancho,
lo que el día de la purga 195
el enfermo con el vaso,
la trémula seña, aguarda,
que de luz corone lo alto,
si tanta distancia puede
vencella farol tan laco. 200
Présaga, al in, del suceso,
turbada, salió, del caso,
y cobarde al iero soplo
del animoso contrario.
Leandro, en viendo la luz, 205
la arena besa, y gallardo,
«¡Oh, de la estrella de Venus
–le dice– ilustre traslado!
Norte eres ya de un bajel
de cuatro remos por banco; 210
si naufragare, serás
Santelmo de su naufragio.
A tus rayos me encomiendo,
que, si me ayudan tus rayos,
mal podrá un brazo de mar 215
contrastar a mis dos brazos».
Esto dijo, y repitiendo
«Hero y Amor», cual villano
que a la carrera ligero
solicita el rojo palio… 220

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luis de góngora [49]

Arrojose el mancebito (1589) 52

Arrojose el mancebito
al charco de los atunes,
como si fuera el estrecho
poco más de medio azumbre53.
Ya se va dejando atrás 5
las pedorreras54 azules
con que enamoró en Abido
mil mozuelas agridulces.
Del estrecho la mitad
pasaba sin pesadumbre, 10
los ojos en el candil,
que del in temblando luce.
Cuando el enemigo cielo
disparó sus arcabuces55,

52 Chacón explica: «Es este romance segunda parte del pasado [«Aunque
entiendo poco griego»]. I aunque hizo D. Luis aquel tanto después, fue
para que este se pudiese continuar con él».
53 Medida de capacidad para líquidos, que equivale a unos dos litros.
54 Medias calzas utilizadas en la época; Góngora se vale de la similitud
fonética con otros vocablos para provocar la burla.
55 La versión de los impresos parece ser la recogida por el padre Juan de
Cigorondo en su Égloga pastoril al nacimiento del niño Jhs: «Es que Dios
quiere regar / el seco y estéril suelo / y hacerle fructiicar, / y así quiere

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se desatacó la noche, 15
y se orinaron las nubes.
Los vientos, desenfrenados,
parece que entonces huyen
del odre donde los tuvo
el griego de los embustes56. 20
El iero mar, alterado,
que ya sufrió como yunque
al ejército de Jerjes,
hoy a un mozuelo no sufre;
mas el animoso joven, 25
con los ojos cuando sube,
con el alma cuando baja,
siempre su norte descubre.
No hay ninfa de Vesta alguna
que así de su fuego cuide 30
como la dama de Sesto
cuida de guardar su lumbre:
con las almenas la ampara,
porque ve lo que le cumple,
con las manos la deiende 35
y con las ropas la cubre;
pero poco le aprovecha,
por más remedios que use,
que el viento con su esperanza

ya soltar / los arcaduces del cielo», nota 14 de la ed. cit. de A. Carreira,


pág. 482.
Arcabuz: «Arma de fuego compuesta de un cañón en su caja de ma-
dera y su llave, la cual da el fuego con el pedernal hiriendo en el gatillo, a
diferencia del mosquete que se dispara con la mecha encendida. Llámase
también escopeta y hoy fusil» [Dicc. Auts.].
56 Alusión a la aventura del astuto Odiseo con el odre que contenía los
vientos (Odisea, X, vv. 19-50).

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luis de góngora [51]

y con la llama concluye. 40


Ella entonces, derramando
dos mil perlas de ambas luces,
a Venus y a Amor promete
sacriicios y perfumes;
pero Amor, como llovía, 45
y estaba en cueros, no acude,
ni Venus, porque con Marte
está cenando unas ubres.
El amador, en perdiendo
el farol que lo conduce, 50
menos nada y más trabaja,
más teme y menos presume;
ya tiene menos vigor,
ya más veces se zambulle,
ya ve en el agua la muerte, 55
ya se acaba, ya se hunde.
Apenas expiró, cuando,
bien fuera de su costumbre,
cuatro palanquines vientos
a la orilla lo sacuden 60
al pie de la amada torre
donde Hero se consume,
no deja estrella en el cielo,
que no maldiga y acuse;
y viendo el difunto cuerpo, 65
la vez que se lo descubren
de los relámpagos grandes
las temerosas vislumbres,
desde la alta torre envía
el cuerpo a su amante dulce, 70
y el alma a donde se queman
pastillas de piedra zufre.

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[52] Fábulas mitológicas burlescas

Apenas del mar salía


el sol a rayar las cumbres,
cuando la doncella de Hero, 75
temiendo el suceso, acude,
y, viendo hecha pedazos
aquella lor de virtudes,
de cada ojo derrama
de lágrimas dos almudes. 80
Juntando los mal logrados,
con un punzón de un estuche
hizo que estas tristes letras
una blanca piedra ocupen:
Hero somos y Leandro, 85
no menos necios que ilustres,
en amores y irmezas
al mundo ejemplos comunes.
El amor, como dos huevos,
quebrantó nuestras saludes: 90
él fue pasado por agua,
yo estrellada, mi in tuve.
Rogamos a nuestros padres
que no se pongan capuces57,
sino, pues un in tuvimos, 95
que una tierra nos sepulte.

57 Capuz: Vestidura larga y holgada, con capucha y una cola que arrastra-
ba; se ponía encima de la ropa, y servía en los lutos.

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luis de góngora [53]

Francisco de Quevedo y Villegas

Fábula de Apolo y Dafne (a. de 1603) 58

Delante del Sol venía


corriendo Dafne, doncella
de extremada gallardía,
y en ir delante tan bella
nueva aurora parecía. 5
Cansado más de cansalla
que de cansarse a sí Febo,
a la amorosa batalla
quiso dar principio nuevo
para mejor alcanzalla. 10
Mas viéndola tan cruel,
dio mil gritos doloridos,
contento el amante iel
de que alcancen sus oídos
las voces, ya no él. 15
Mas envidioso de ver
que han de gozar gloria nueva
las palabras en su ser,
con el viento que las lleva

58 Fechamos el poema como anterior a 1603 debido a su inclusión en las


Flores de poetas ilustres de España de Pedro Espinosa, publicadas en Va-
lladolid en 1605, pero con fecha de aprobación de 1603; tomamos el texto
del citado impreso, fols. 6r-8r.

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[54] Fábulas mitológicas burlescas

Grabado de Abraham Diepenbeeck para Le Temple des Muses.

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luis de góngora [55]

quiso parejas correr. 20


Pero su padre celoso59,
en su curso cristalino
tras ella corrió furioso,
y en medio del camino
los atajó sonoroso. 25
El Sol corre por seguilla;
por oír corre la estrella;
corre el llanto por no vella;
corre el aire por oílla,
y el río por socorrella. 30
Atrás los deja arrogante,
y a su enamorado más,
que ya por llevar triunfante
su honestidad adelante,
a todos los deja atrás. 35
Mas viendo su movimiento,
dio las razones que canto,
con dolor y sin aliento,
primero al correr del llanto,
y luego al volar del viento: 40
«Di, ¿por qué mi dolor creces
huyendo tanto de mí
en la muerte que me ofreces?
Si el Sol y luz aborreces,
huye tú misma de ti. 45
No corras más, Dafne iera,
que en verte huir furiosa
de mí que alumbro la Esfera,
si no fueras tan hermosa,

59 El río Peneo.

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[56] Fábulas mitológicas burlescas

por la noche te tuviera. 50


Ojos que en esta beldad
alumbráis con luces bellas
su rostro y su crueldad,
pues que sois los dos estrellas,
al Sol que os mira mirad. 55
En mi triste padecer
y en mi encendido querer
¡Dafne bella, no sé cómo
con tantas lechas de plomo60
puedes tan veloz correr! 60
Ya todo mi bien perdí;
ya se acabaron mis bienes;
pues voy corriendo tras ti
aun mi corazón que tienes
alas te da contra mí». 65
A su oreja esta razón,
y a sus vestidos su mano,
y de Dafne la oración
a Júpiter soberano
llegaron a una sazón. 70
Sus plantas en una sola
de lauro se convirtieron;
los dos brazos le crecieron
quejándose a la Fortuna
con el ruido que hicieron. 75
Escondióse en la corteza
la nieve del pecho helado,
y la lor de su belleza

60 Cupido portaba dos tipos de lechas, las de oro, que provocaban el


amor, y las de plomo, que movían al desamor.

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francisco de quevedo y villegas [57]

dejó en la lor un traslado


que al lauro presta riqueza. 80
De la rubia cabellera
que loreció tantos mayos,
antes que se convirtiera,
hebras tomó el Sol por rayos,
con que hoy alumbra la esfera. 85
Con mil abrazos ardientes
ciñó el tronco el Sol, y luego,
con las memorias presentes,
los rayos de luz y fuego
desató en amargas fuentes. 90
Con un honesto temblor,
por rehusar sus abrazos,
se quejó de su rigor,
y aun quiso inclinar los brazos,
por estorbarlos mejor. 95
El aire desenvolvía
sus hojas, y no hallando
las hebras que ver solía,
tristemente murmurando
entre las ramas corría. 100
El río que esto miró,
movido a piedad y llanto,
con sus lágrimas creció,
y a besar el pie llegó
del árbol divino y santo. 105
Y viendo caso tan tierno,
digno de renombre eterno,
la reservó en aquel llano,
de sus rayos el verano,
y de su yelo el invierno. 110

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Grabado inspirado en las «imágenes» de Filóstrato el Viejo y
Filóstrato el Joven.

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Alonso Castillo Solórzano

Fábula de Polifemo (1624) 61

Dirigida a la Academia

Estas que me dictó rimas burlescas,


jocosa, si no culta, musa mía,
¡oh calurosa entre academia frescas!
pues que páramo sois al mediodía,
ya en salas más holgadas que tudescas 5
calzas o en anchurosa estancia fría,
dedico a vuestro cónclave discreto,
si aplauso merecieren sin aprieto.

Así el planeta robador de Clicie,


genitor del diamante y del topacio, 10
que dora la mundana supericie
en cuanto ocupa el zairino espacio,
conceptos de su cholla62 desperdicie
al poeta de ingenio más reacio
para reparación del menosprecio, 15
que atentos me escuchéis, pues canto recio.

61 Donaires del Parnaso, Diego Flamenco, Madrid, 1624, 87r-98v (BNM


R/11147).
62 Cabeza, también entendimiento, juicio.

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[60] Fábulas mitológicas burlescas

Donde el mar espumoso de Sicilia,


ponlevíes63 le calza al Lilibeo,
ya taller de la cíclope familia,
ya prensa de los huesos de Tifeo; 20
señas se ven aquí, que no en Panilia,
de aquel suplicio, al sacrilegio feo,
y del oicio de aquel dios sufrido,
turquesa para todo buen marido.

Aquí rompió el silencio dura roca 25


del monte inaccesible y por lo duro:
no para estornudar abrió la boca
ni para regoldar, os aseguro;
como poco curioso, no me toca
ser hurón en lo lóbrego y oscuro; 30
sólo diré que mudo tanto ha estado,
que vino a reventar por un costado.

De esta, pues, faltriquera de este monte,


si de monte se ha visto faltriquera,
el cabrero mayor de su horizonte, 35
como si fuera vidrio, hizo valera;
disponte, musa mía, aquí, disponte,
con conceptos gigantes de manera
que sus facciones giganteas pinte.
¡Quiera Apolo que salgan de buen tinte! 40

Era aquesta bisarma64 o espantajo

63 Forma especial que se dio a los zapatos y chapines, según moda traída
de Francia. El tacón era de madera, muy alto, inclinado hacia delante y
con disminución progresiva por su parte semicircular, desde su arran-
que hasta abajo.
64 Alabarda, arma ofensiva.

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alonso castillo de solórzano [61]

hijo del Dios del húmido tridente,


descomunal de la cintura abajo
y desde la cintura hasta la frente,
en ella con peones y a destajo 45
puso naturaleza diligente
un ojo, a quien corona corva ceja,
cuya niña no es niña, sino vieja.

Éste que, opuesto al gran farol del cielo,


el grande espacio de la frente enseña, 50
dicen que le ha servido de modelo
al que tiene la puente alcantareña;
negras pestañas de cerdoso pelo
la facción le circundan no pequeña;
tal airmó ser negro, tal ser zarco; 55
al in, de negros pelos tiene el marco.

La media plaza de la frente lucia,


do está el ojo rasgado o descosido,
adorna greña o cabellera sucia,
a quien dientes de peine no han mordido; 60
castaña es la mitad, la mitad rucia,
calabriada que el tiempo ha permitido,
que la robustïada aun no se salva
de plata crespa, ni de lisa calva.

Corva línea deriva de la frente, 65


que pudiera ser vaina de un alfanje,
y por nariz, crecida a la gran puente
que airman escritores tiene el Gange;
pelosa barba, forro tan caliente,
que no le vio desde Moscovia a Orange 70
el geómetra más docto y más versado:

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[62] Fábulas mitológicas burlescas

tal era la espesura del barbado.

El robre más anciano, el fuerte pino


que más en lo arraigado se asegura
del impulso valiente gigantino, 75
poco en la tierra su irmeza dura;
no está seguro el monte más vecino
si a bastones arrima su estatura,
que más plantas arranca y desperdicia
que de nabos diez años en Galicia. 80

No la velocidad, no la iereza
salvó ligeras, defendió atrevidas
a las ieras que oculta la aspereza,
cuando de su presteza son seguidas;
torpes vienen a ser con su presteza, 85
rindiéndoles las pieles con las vidas,
y es capeador seguro, por su abrigo,
de que pueda venirle algún castigo.

Formas de aquella ninfa junta ciento,


vanas desde los pies hasta el cogote, 90
en quien está el melindre dando al viento
quejas contra su sátiro guillote65;
rústico, si sonoro, un instrumento
unir pudo la masa del cerote,
material que le ofrece el caminante 95
cuando le asusta su facción gigante.

De los robustos labios impelido,

65 Holgazán y desaplicado.

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alonso castillo de solórzano [63]

el instrumento tan recién labrado,


con la disformidad de su sonido
la selva atruena, el mar se ve alterado, 100
el pájaro se espanta de su nido,
la iera deja el monte, el gamo el prado;
tal fuerza pone en su tocar grosero,
que yo no le aseguro de braguero.

Ninfa, de Doris hija, melindrosa, 105


doncella de soplillo o iligrana,
Galatea es su nombre, presuntuosa
con su hermosura, por quien peca vana;
a ésta la estatura poderosa
de este monte ambulante en forma humana 110
se rinde por cautivo, o toma el remo:
tanto pudo el amor con Polifemo.

Sobre dos azafates66 mejillescos


rosas vertió la Aurora levantisca,
ostentándose a todos siempre frescos 115
para rendir el alma más arisca;
mira por dos luceros tan brillescos,
que ilustran una frente alemanisca67,
que con dos corvas líneas muy parejas
se adorna su beldad, que llaman cejas. 120

66 Canastillo, bandeja o fuente con borde de poca altura, tejido de mim-


bres o hecho de paja, oro, plata, latón, loza u otras materias.
67 «Cosa perteneciente a Alemania, de cuyo nombre está formada esta
palabra: la cual en el uso de nuestra lengua se apropria a cierto género de
mantelería fabricada y texida a cuadraditos, algo mayores que la que se
llama de gusanillo: y porque este tejido vino la primera vez de Alemania,
se le dio el epíteto de Alemanisco.» [Dicc. Auts.]

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[64] Fábulas mitológicas burlescas

Index es la nariz, que nos señala


la boca, que del aire, mar y tierra,
con aves, peces, carnes se regala,
cuando el hastío de su umbral destierra;
aromas inas de su centro exhala, 125
si los postigos de clavel no cierra,
y esto diré que siempre lo ha expelido,
si rábano o cebollas no ha comido.

Columna erige el cuerpo, que sustenta


el hechizo mayor de nuestra Europa, 130
torneada, gentil, grave y exenta,
y pasadizo de cualquiera sopa;
si digo que es cristal, querrán que mienta
mi grave narración de proa a popa,
que, a serlo, le causara mil enfados 135
ver que puedan contarle los bocados.

En la mesa de un pecho alabastrino,


con dos ebúrneas y perfectas bolas,
el niño Amor asiste de contino,
a jugar tocadillo o carambolas; 140
del agradable esmalte zairino
nuestra madre común perfeccionólas;
exento cualquier pomo que aproveche
de alimentar, si es virgen, con su leche.

De esta que pinto maravilla efesia, 145


cesa la descripción por la basquiña,
que de ocultis no juzgo, ni aun la Iglesia,
y era muy recatada aquesta niña;
pesia los arambeles ninfos, pesia
el tejido cendal con que se aliña, 150

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alonso castillo de solórzano [65]

no fuera Paris yo de Galatea,


por ver si eran sus miembros taracea.

Que como ya el cuidado y artiicio


a la mujer en otra la transforma,
y ellas lo tienen ya por ejercicio, 155
que el gasto del estanco nos informa,
pudo tocarla a aquesta ninfa el vicio
por poner al más libre dura corma68;
perdone Galatea esta desecha,
que hermosa puede ser, mas con sospecha. 160

Envidia de marítimas beldades


fue la ninfa, si honor del gran tridente,
prodigio en dilatadas humedades
de la cerúlea corte transparente;
adorada, entre célebres deidades, 165
de Glauco, semidiós que en la corriente,
con cuera de hombre y calzas de pescado,
solicita que pise el mar salado.

Apenas entre círculos de plata


la bella dama amante a Glauco escucha, 170
cuando sus tiernas quejas huye ingrata,
que a tales persuasiones no está ducha;
por cuanto la ribera se dilata
acelerada va con prisa mucha
porque de huraña el mundo la celebre, 175
que es a galgo mojado enjuta liebre.

68 Especie de cepo compuesto de dos pedazos de madera, que se adaptan


al pie del hombre o del animal para impedir que ande libremente.

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[66] Fábulas mitológicas burlescas

Huye al in Galatea, y el marino


amante bacalao tener quisiera
a cada paso un tropezón vecino,
a cada salto alguna cambronera; 180
mas ¿qué peña o que púa de un espino
no salvará69 con la veloz carrera?
que quien huyendo su desdén publica,
ni pena estorba ya, ni espina pica.

Tiende la noche el manto de bayeta 185


porque no se le dieron de escarlata,
para ser de los hombres alcahueta,
que en este ministerio siempre trata;
el blando sueño con silencio quieta
toda persona que mortal retrata, 190
y, en tanto, la doncella se desvela,
que aguardando a su amante es centinela.

Óyese el triste canto a la lechuza


que el humor de las lámparas extingue,
por quien ya se convierte en viva alcuza, 195
teniendo el vientre eternamente pingüe;
trábase una canina escaramuza,
que con ruido mayor, que no trilingüe,
despiertan al anciano que a pie enjuto
al orinal le paga su tributo. 200

Entonces, cuando el prado le alboroza


al ganado, que al dueño ve dormido
y libremente de su pasto goza
con paso lento y tímido balido,

69 En el impreso se lee «falaará».

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alonso castillo de solórzano [67]

cuando el cordero al pecho que retoza 205


saca el sustento a fuerzas exprimido,
y cuando el lobo que de robos trata
acecha sus descuidos y le mata.

Fugitiva la dama, el curso para


donde las ramas de otra fugitiva 210
de sus brazos es ya menos avara,
que en esto se enmendara, a verse viva;
al tronco se arrimó, cuya tïara,
de verdes hojas más que el dueño esquiva,
opaca sombra ofrece a Galatea 215
donde el céiro manso travesea.

Sirve el laurel en este bosque umbroso


de apacible capilla de las aves,
adonde en tono alegre y sonoroso
motetes cantan dulcemente graves; 220
da Filomena al viento vagaroso
suaves quejas, si quejas hay süaves,
que del estupro el sentimiento piensa
en el gusto perdido, no en la ofensa70.

Brindada, pues, de aquella estancia amena, 225


si hay brindis que no sean de Alaejos,
de San Martín, de Coca, y de Lucena71,
con licores süaves como añejos
al sueño que el sentido la enajena,
rindió los bellos ojos, que parejos 230

70 Alude burlescamente a la violación de Filomena por su cuñado Tereo, a


la que achaca una lujuria que le hace echar de menos el violento acto.
71 Pueblos que dan nombre a vinos famosos.

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[68] Fábulas mitológicas burlescas

paramentos de carne le ocultaron,


con que sus bellas luces eclipsaron.

De la sartén canicular freído,


late el celeste can, donde estrellado,
ya que en tortilla no ha de ser comido, 235
se ostenta en el espacio turquesado,
cuando Acis (ni llamado, ni escogido)
llegó donde durmiendo y sin cuidado,
vio a la Ninfa cubiertos los viriles,
que del alcalde Amor son alguaciles. 240

De un fauno y una ninfa descuidada


(si se llama descuido una caída
de donde procedió quedar preñada),
Acis nació, pues de él se vio parida;
joven gentil, de aquesta calabriada 245
Trinacria72 le gozó, tierra escogida
por patria suya, donde siempre ha sido
venablo de las cazas de Cupido.

Era Acis, de la planta hasta el cabello,


y del rubio cabello hasta la planta, 250
cándido, rubicundo, hermoso, bello,
tanto donaire tuvo, gracia tanta;
preciado de galán, y muy en ello,
habla bien, tierno escribe, dulce canta,
si bien, por ser un poco coniado, 255
para cantar fue siempre muy rogado.

72 En el texto aparece «Tinacria» en lugar de «Trinacria», quizá por error


del cajista.

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alonso castillo de solórzano [69]

Distribuyóle Apolo de su archivo,


de los senos más lóbregos y ocultos,
aquella ciencia que con su recibo
hace discretos a los más estultos; 260
no echó en la calle el don distributivo,
que archiculto le hizo entre los cultos,
poeta que escribió en algarabía,
admitiendo comentos su poesía.

Muestra el caudal lucido y esplendente, 265


y opacos versos hace a lo lamante;
crepúsculo es su ingenio indeiciente,
si bien en los conceptos pululante;
no topa novedad que no la asiente,
con sentido no ijo y siempre errante, 270
que, vista, se pregunte y repregunte,
a un algebrista que fragmentos junte.

Roncando a Galatea mira ufano,


que, aunque dama, roncaba Galatea,
que, como dijo el otro cortesano, 275
no hay dama que de Adán hija no sea;
esto es porque en invierno y en verano
cualquier necesidad a nadie afea,
y la que juzgan por deidad divina
enseña a cualquier médico la orina. 280

Licencia le permite el blando sueño


para que a su beldad haga un presente,
y, en tanto que es de los sentidos dueño,
cerca de ella le pone quietamente
aquel licor que el corcho en tosco empeño 285
tuvo y forjó la escuadra diligente,

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[70] Fábulas mitológicas burlescas

dulcísimo panal en cuya cera


sus entierros libró la Parca iera.

En blancas mimbres enjaulado agrega


cándido nateron73, que presumía 290
ser émulo en blancura de quien llega
a serlo de la hermosa Aurora fría,
y del licor más puro que en bodega
fue néctar, entre néctar malvasía,
le ofrece entre los cueros de una bota, 295
por si al licor de Baco le es devota.

Bien quisiera el galán (que se desquicia


por no perder el bello frontispicio)
ofrecerle un jamón que de Galicia
vino a dar al licor vivo ejercicio; 300
mas, vencido el amante de pigricia74,
no quiere que ejercite el oriicio
con cosa que le aparte ver su gracia,
que ya siente el amor con eicacia.

Del cristal de un arroyo presuroso 305


frescura dio a las manos y a la frente,
que sirve de pretina a un bosque umbroso,
tal vez murmurador, tal maldiciente;
cama elige en su margen y al reposo
reclina el cuerpo junto a su corriente, 310
si bien mintiendo sueño con cautela:
cuando piensan que duerme, entonces vela.

73 Cuajada de los residuos de hacer el queso, requesón.


74 Pereza.

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alonso castillo de solórzano [71]

Sintió la ninfa que la plata pura


del manso arroyo alteran y, alterada,
el sitio que gozaba antes segura 315
dejarle pretendió sobresaltada;
en corchos vio la pálida dulzura
del hijo rubio de la madre alada,
en blancas mimbres la cuajada leche,
y en cueros de la parra el escabeche. 320

Cándida, dulce y archidulce ofrenda


mira a sus bellas plantas ofrecida,
con que discurso le alargó la rienda,
menos huraña y más agradecida;
vestigios nuevos en la verde senda 325
de planta varonil mira advertida,
que le descubren con ingido sueño
aquel que ha sido del presente el dueño.

Cuando el niño vendado, Dios travieso,


a quien el vulgo llama Cupidillo, 330
cuadrillero novicio y ya profeso
en la Santa Hermandad de Peralvillo75,
sin fulminar sentencia en el proceso,
sin que a clemencia puedan reducillo,
arpón dorado asesta a Galatea, 335
cuando su vista en el garzón emplea.

No pretendo deciros cuán urbana

75 «Un pago junto a Ciudad Real, adonde la Santa Hermandad hace jus-
ticia de los delincuentes que pertenecen a su jurisdicción, con la pena de
saetas.» Proverbio: «La justicia de Peralvillo, que después de asaeteado el
hombre le fulminan el processo» [Covarrubias].

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[72] Fábulas mitológicas burlescas

el sueño le guardaba al no dormido,


ni que en un pie se estuvo, algo liviana,
la que de cascos siempre lo había sido, 340
no el contemplar entre la nieve y grana
el mezclado color bien compartido;
sólo diré que desde aquel lechazo
se le infundiñó el Amor a escoplo y mazo76.

Cuán socarronamente Acis la mira 345


quisiera ponderaros con razones,
que aina una verdad con su mentira
el que puede enseñar a socarrones;
a lo atento su vista la retira,
a lo suspenso puede entre mirones 350
al que es más perspicaz dar quince y falta77,
porque cada niñeta se le salta.

Ya el sofístico sueño le tripula


y el cuerpo de las yerbas enarbola,
gracias en su presencia ya acumula 355
a la que en gracia es peregrina y sola;
el color vergonzoso la pulula,
más de rosa encarnada que amapola,
dándole susto su presencia airosa,
debido requisito en melindrosa. 360

Pretendióla besar la zapatilla,


que tan humilde en su presencia se halla,
y besara mejor su pantorrilla,

76 «A mazo y escoplo»: Firme, indeleblemente.


77 «Dar quince y falta»: Exceder en mucho a alguien en cualquier habi-
lidad o mérito.

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alonso castillo de solórzano [73]

si le dieran licencia de besalla;


tanto se enciende cuanto más se humilla 365
la ninfa que el amor iero avasalla.
¡Oh niño Amor, qué de embelecos haces!
Uvas vendrán a ser estos agraces.

Más apacible y menos desdeñosa


al mancebo del suelo le levanta, 370
que está de la ineza muy gustosa:
tanto puede de amor su fuerza tanta;
dosel opaco de una yedra hojosa
yace, donde con pasos de garganta
se miran de las aves dos capillas, 375
que en su alabanza cantan seguidillas.

Brindados, pues, de la apacible estancia,


la que al amor le aguarda ya obediencia
quiere gozar allí de su fragancia,
pues que la soledad les da licencia; 380
Acis, aunque en su vida ha estado en Francia
ni sus paces gozó con experiencia,
de una tórtola aprende que se besa
con su esposo, a quien da la paz francesa.

Abeja de unos labios carmesíes 385


el joven llegó a ser, ¿quién tal creyera:
que chupe los humanos alhelíes
de la que a tantos se mostró severa?
Ojeras se le hacen tunecíes,
y va siendo morada cada ojera; 390
ofrecióles la yerba blando lecho,
y Acis entonces dijo: «Aquesto es hecho».

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[74] Fábulas mitológicas burlescas

Yo no diré lo que los dos pasaron,


que es mi musa muy casta y vergonzosa;
sé que inezas de Acis obligaron 395
a que la ninfa esté más amorosa.
Tanto los dos amantes se pagaron
de la estancia fragante y nemorosa,
que en dulce sueño en el ameno suelo
retrataron al Géminis del cielo. 400

Treguas dan al amor con el reposo


hasta que el alba sombras desparece,
que, dejando su lecho y viejo esposo,
viene a envidiar el bien de quien carece;
pone el tiro a su carro luminoso 405
quien dora doce signos y no trece,
va iluminando varios horizontes,
primicias de sus luces da a los montes.

Cuando aquesta estantigua ciclopeya,


quitando el guardapolvo al ojo ilustre 410
que párpado78 llamó lengua plebeya;
no quiera Dios que el frasis yo le frustre,
una peña oprimió, que fue Tarpeya,
donde ha de ver el fuego que deslustre
el más ino querer que los mortales 415
han oído de amantes garrofales.

Los albogues79 sacando de una garra,

78 En el impreso leemos «parparo».


79 Especie de lauta simple y rústica, o doble y de mayor complejidad
de forma, generalmente de madera, caña o cuerno, propia de juglares y
pastores. Es un eco del «Polifemo» gongorino.

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alonso castillo de solórzano [75]

que se llama zurrón en esta tierra,


desde Sierra Morena al Alpujarra,
a todo humano el sueño le destierra; 420
Acis, que es olmo de su ninfa parra,
a quien amor alista en dulce guerra,
busca lugar que del jayán le escurra,
bien temeroso que le dé una zurra.

Después que organizó las cañas ciento, 425


atronando los campos con su ruido
más que dura matraca de convento
al más cansado fraile y más dormido;
refrenando su estampa en el asiento
de la peña que hubiera ya exprimido, 430
a tener jugo, en voces ya difusas,
esto cantaba, referildo Musas:

«Oh bella Galatea, más huraña


que suele estar la suegra con la nuera,
más punzante que funda de castaña, 435
más espinosa que una esparraguera;
del cabrero mayor de esta montaña
ven a escuchar su canto a la ribera;
deja las ninfas de tu hermoso coro,
ora devanen plata o tuerzan oro. 440

Oye aqueste montón de carne viva,


que idolatra amoroso en tu hermosura,
aguardando a que, ya menos esquiva,
halle en tu pecho entrada la blandura;
más atenta, no tanto fugitiva, 445
mi encendido deseo te procura;
yo te ofrezco la paga si me escuchas,

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[76] Fábulas mitológicas burlescas

que a enjutas bragas no se pescan truchas.

De estos contornos soy dueño absoluto,


ninguna cosa en cuanto el campo ostenta 450
me deja de pagar siempre tributo,
porque jamás de dalle vive exenta;
los árboles me rinden dulce fruto,
la tierna res que al pecho se alimenta,
malogrando su gusto, de él carece 455
y al cordel o al cuchillo se me ofrece.

Pídeme, bella ninfa zahareña,


que me pesa de verte en esto ruda,
que ya toda mujer es pedigüeña,
aunque en el prometer engendra duda; 460
si no quieres hablar, hace una seña,
larga una mano, ya que te haces muda;
extraña estás, pues que pedir no quieres,
prodigio puedes ser entre mujeres.

Mas a quien es divina, como bella, 465


nada terrestre le dará contento,
pero si se te antoja alguna estrella,
revelarme podrás tu pensamiento;
más tardarás en desear tenella
que en desquiciarla yo del irmamento, 470
sin buscar altas peñas ni empinarme,
que sólo alzar el brazo ha de costarme.

Guarda con vigilancia tus doseles,


oh cielo, que de nubes entapizas,
si mis manos se muestran poco ieles 475
con el hermoso manto que estrellizas

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alonso castillo de solórzano [77]

para alcanzar macetas de claveles


o varas de entrecuesto y longanizas,
cual era el gigantón tan sin pareja,
cuerpo varal y mano comadreja». 480

Dijo y, mirando al sitio que escondido


el par de amantes temeroso estaba,
en conjunción o estrecho lazo unido,
de quien la envidia relación le daba,
de su aljaba dispara tal bramido, 485
si hay bramidos que asistan en aljaba,
que, siendo desahogo de sus penas,
las aguas enturbió volcando arenas.

Deshace de la peña un gran ribazo,


que hizo al mar resistencias en su orilla, 490
y el brazo, que es trabuco, si el balazo
al pobre amante convirtió en tortilla;
no contento con esto el gigantazo,
que el celoso rigor ya le atraílla,
con otro le revida de más peso, 495
por si el primero le ha salido avieso.

El nudo que el Amor ató süave


cortó sin desatar, rigor severo,
con la dura opresión del peso grave
el tanto monta del peñasco iero; 500
la conjunción paró, mas, ya se sabe,
en agua, que un astrólogo estrellero
pronosticó que habían de ser aguados
gustos de dos amantes malogrados.

Mordaz murmuración, el curso enfrena 505

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[78] Fábulas mitológicas burlescas

si en lo escrito me juzgas atrevido,


que tal vez un disfraz no incurre en pena
si antes del carnaval le he prevenido;
docta pluma adornó, de risa ajena,
un Polifemo que prodigio ha sido, 510
a quien, con calzas viejas, capa y sayo,
éste viene a servirle de lacayo.

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Gabriel del Corral

Fábula de las tres diosas (1629) 80

Cisne de Venus, pavón de Juno

Y Perecindo dijo: Pues las reverencias Venus


y Juno me han cabido: trataré de ambas; mas
quiero volver por Juno, en el tuerto que la
hizo Paris, no la dando la manzana, según
más largamente en esta silva se contiene.

Júpiter una iesta de verano


habitaba un fresquísimo entresuelo
del Palacio del cielo,
y Ganímedes con maestra mano
un holandés pañuelo 5
húmido en azares ventilaba
y del rostro las moscas arredraba.
Dormía el socarrón pernitendido
sobre un catre de raso y algodones,
infundiéndole Baco dulce olvido, 10

80 Tomamos como texto base para esta edición La Cintia de Aranjuez,


edición de Joaquín de Entrambasaguas, CSIC , Biblioteca de Antiguos
Libros Hispánicos, Madrid, 1945, págs. 343-348. Mantenemos el verso
que se propone para su glosa y el parlamento del personaje que introduce
su poema.

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«Venus, preparándose para el juicio de Paris, recibe de antemano
la manzana de manos de Amor», de François Boucher, hacia
1736, recogido en Del amor y la muerte. Dibujos y grabados de la
Biblioteca Nacional.

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gabriel del corral [81]

aquel bastardo hermano de Cupido.


Roncando estremecía los rincones
del cielo el gran Tonante,
y la espumosa baba
del mosto por las barbas le colgaba. 15
En tanto, el Troyanejo vigilante
del labio el lacre sella
con índice de plata,
sin permitir grosero negociante,
ni cien pasos en torno estampar huella 20
ni pie divino, ni de humana pata,
cuando fruteramente vocingleras81
Juno, Venus y Palas,
quitando de los dedos las conteras82
a civil uñarada83, 25
como trinca de airadas vendederas,
alborotaban las empíreas salas.
Venus, encarnizada
más que iebre en otoño,
a Juno asió del forastero moño 30
y fuese tras la mano: quedó en Juno
publicó el calvatrueno,
que como un rayo en ímpetu gatuno
la sajó las mejillas y arremete
al rizado copete; 35
ojalá fuera ajeno:
no padeciera Venus infelices

81 Dando muchas voces como las fruteras o verduleras.


82 Pieza comúnmente de metal que se pone en el extremo opuesto al
puño de la espada para que no pinche (espada negra). Al quitarla, queda
la «punta en blanco».
83 Arañazos con las uñas.

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[82] Fábulas mitológicas burlescas

ruinas, en que se hizo las narices.


Palas empero, viendo victoriosa
su calva emulación, como valiente 40
se puso frente a frente;
mas la soberbia diosa
hizo un chapín84 en su cabeza astillas
y una oreja la hirió con las virillas.
Quedó del golpe Palas aturdida, 45
mas recobróse luego y con el puño
se vengó del rasguño.
Tres dientes le hizo menos, y ofendida
Juno, como una víbora y más brava,
otros tres que restaron la mostraba, 50
que pareció su boca en tal estado
al tridente del húmido cuñado.
Creció el rumor, y Marte como amante
de Venus se enojó con su madrastra,
que sacrílega arrastra 55
las que osculó reliquias cuando preso
del tiznado herrerillo claudicante
dio envidia más que lástima su exceso.
Pasaran los enojos adelante,
mas Júpiter se opuso a los rumores 60
de la Pava, la Méndez, y la Flores85,
porque semidormido, pian piano,
llevándole Mercurio de la mano,

84 Chanclo de corcho, forrado de cordobán, muy usado en algún tiempo


por las mujeres.
85 La degradación de las diosas se produce mediante una onomástica de
jácara propia de prostitutas y mozas del partido. La Méndez es la des-
tinataria de los amores y las cartas de Escarramán que, en la pluma de
Quevedo, consagran el género de la jácara.

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gabriel del corral [83]

con las medias caídas,


haciendo con el cuerpo garabatos, 65
y mal enchancletados los zapatos,
el jubón sin botones,
pendientes de una cinta a los calzones,
la ocasión del estruendo y las heridas
quiso saber, y Juno airada [en] balde, 70
valióse de tener el padre alcalde.
«Por ti, dijo, por ti, villano, ofende
el Rabadán de Troya
mi hermosura, y a Venus de la joya,
a Venus madre del lascivo duende, 75
mujer del hollín torpe de la fragua,
hija al in de la cólera del agua.
¿Yo no soy tu mujer? ¿Y quién modera
el rayo de tu mano?
¿A quién has dado imperio soberano 80
sobre la ley severa
de la fortuna? En in, ¿yo no reparto
desde un doblón a un cuarto?
¿Pues quién (si del propósito no sales)
puede ser más hermosa que cien reales? 85
¿Hay cosa más discreta que un escudo?
¿Y no es un real de a ocho
estimado en Madrid y en Castromocho?
¿No es más bello el vellón que amor desnudo
y que la gala en cueros? 90
¿Qué alcázares no escalan los dineros?
¿Cuál no vencen decoro?
Tú lo sabrás, que te lloviste en oro.»
Del ejemplo vencido el venerable
monarca de regiones cristalinas, 95
antes que Venus hable,

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[84] Fábulas mitológicas burlescas

sacó un estuche de herramientas inas


y en cuatro cuarterones,
niveles a cabales proporciones,
dividió la manzana; 100
las tres entre las émulas reparte
y él llevó la otra parte,
que, aunque sea la audiencia soberana,
al juez que a sentenciar hacienda llega
una parte a lo menos se le pega. 105
Sosegóse la trápala, y más vana
Juno que la mujer de un sastre en coche,
por propina dio a Jove mala noche.

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Anastasio Pantaleón de Ribera

Fábula de Alfeo y Aretusa (1631)86


Romance tercero

Dedicada a D. Gabriel de
Moncada, I. C. Insigne

Dedicatoria

Amparo piden y lima


estos de mi pluma rasgos,
milesios87 ocios del tiempo
a pesar de Justiniano88.
A vos, mi bella Aretusa, 5
dichosamente consagro,
convertida en dulce fuente,

86 Tomamos como texto de referencia la edición de Obras…, t. I., de Ra-


fael de Balbín Lucas, publicada por la Biblioteca de Antiguos Libros His-
pánicos, Madrid, 1944, pero modiicamos ortografía.
87 Alusión al carácter jocoso de las fábulas milesias frente a las apólogas
de contenido moral.
88 El emperador Justiniano (482-565 d. de C.) organizó el derecho romano,
formando el Codex del año 529 y, posteriormente, en el año 533, el Digesto
o Pandectas; así, como indica Jesús Ponce en su edición de Anastasio Pan-
taleón de Ribera, Obra selecta (Universidad de Málaga, Colección de Clá-
sicos Recuperados, 2003, pág. 204, notas), podemos entender que el poeta
compone versos en el tiempo libre que le deja su profesión de jurista.

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Grabado de Abraham Diepenbeeck para Le Temple des Muses.

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anastasio pantaleón de ribera [87]

corriente injuria del hado.


De vos, Gabriel, solicito
como la enmienda el amparo 10
de mis versos, mientras que
a Ovidio interpretó Naso.
Que en el libro quinto a Ceres
cuenta Aretusa su caso89,
fábula diez, textus ibi, 15
no me engaño en lo citado.
Recibid el don pequeño,
y pues sois poeta tanto,
yo poeta, ¿qué os daré?
Chartacea munera dabo90. 20

Fábula

Al cleonéo91 León
daba Apolillo su ajo
un día del mes de julio
veinte y tres, o veinte y cuatro.
No sé si miento en la fecha, 25
que estoy un poco olvidado;

89 Ovidio, Metamorfosis, V, vv. 571-641.


90 «Os daré regalos de papel». Alude a las composiciones 10 y 11 de los
Apophoreta de Marcial: XIV, 10, «Chartae maiores»; XIV, 11, «Chartae
epistulares». Cfr. notas de la ed. cit. de J. Ponce, pág. 210.
91 Eco de la manera poética de fechar de Góngora, por medio de una
perífrasis mitológico-astrológica, donde la constelación hace referencia
a un mes por su valor zodiacal; el epíteto aquí usado aparece ya en la
«Tisbe» (vv. 325-328).

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[88] Fábulas mitológicas burlescas

Deus, con todo, super omnia92,


no ha de errar mi calendario.
Anda el Estío en camisa:
desde los ines de mayo 30
todo el mundo está al brasero
más de fuerza que de grado.
Púrpura viste la chinche
a puros de sangre tragos,
que chupó en tosco jergón, 35
que en cama chupó de campo.
Pulga joven, pulga adulta
bodegonea el sobaco
del corito93 palanquín94,
del montañés asturiano. 40
Que enfadosa anda la mosca
en la cabeza del calvo,
haciendo siempre que niegue,
la cabeza meneando.
Negada a los vericuetos 45
de Flegra95, tres veces Nacrio,
salió la bella Aretusa
a menos esquivo campo.
Manteo de cotonía96
(que este traje en el verano 50
usaron las protoninfas

92 «Dios sobre todo»: «modo de hablar de que se usa cuando es dudoso y


contingente el suceso de alguna cosa» [Dicc. Auts.].
93 Nombre dado a los montañeses y asturianos, aunque puede estar ju-
gando con otras acepciones como desnudo, encogido o pusilánime.
94 Ganapán o mozo de cordel que lleva cargas de una parte a otra.
95 Río de Sicilia (Trinacria).
96 Tela blanca de algodón labrada comúnmente de cordoncillo.

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anastasio pantaleón de ribera [89]

por ser lucido y barato)


lleva puesto, y los corpiños
de tafetán encarnado,
que la dio Diana un día 55
trasteando unos retazos.
En verde garvín97 traía
el cabello aprisionado,
luciente mina de Oir98,
crespas madejas brillando. 60
Más carmín honesto debe
a su intrépido cansancio
que a la primavera hermosa
púrpura en lores el prado.
Del hombro la aljaba pende, 65
como de la mano el arco,
el brumal trueca coturno
a diez puntos de zapato,
que en esto de pies las ninfas
algo largos los usaron, 70
hermosos y bien dispuestos,
aunque juanetudos algo.
Salió, pues, ¡nunca saliera!,
la cansada ninfa cuando
en undosos mausoleos 75
Febo sepulta sus rayos.
Rábanos comido había
el Céiro, y regoldando99
hizo la tarde apacible,
porque la regoldaba manso. 80

97 Coia hecha de red que usaban las mujeres como adorno.


98 Alusión al cabello dorado en referencia a las minas de oro de Oir.
99 Eructando.

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[90] Fábulas mitológicas burlescas

A la orilla, pues, de Alfeo,


río luciente y gallardo,
salió la bella Aretusa
calurosa por el cabo.
Es Alfeo un mancebito100 85
que de los nobles peñascos
del Peloponeso guía
su linaje antiguo y claro.
Sobrino de la Meotis101,
deudo corriente del Tajo 90
y entre los más nobles ríos
undosísimo idalgo,
en cuyo hermoso cabello,
harto (por cierto) dorado,
dio alguna palmada Midas, 95
algún capón o sopapo.
Pantorrilla bien dispuesta,
estevado102 un tanto cuanto,
peto y guedejas al uso,
puños y cuello azulados. 100
¡Ah, hideputa, si estuvieras,
Alfeo, matriculado,
como te zampa en la trena
don Antonio Altamirano103!
A su margen, pues, entonces, 105
descansos solicitando,

100 Eco del primer verso del «Arrojose el mancebito» de Góngora.


101 Laguna Meotis.
102 Esteva: «la pieza del arado sobre la cual airma el boyero, por otro
nombre mancera; y por ser corva llamamos estebado al que tiene las
piernas en arco torcidas» [Covarrubias].
103 No hemos encontrado referencia alguna a Antonio Altamirano.

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anastasio pantaleón de ribera [91]

sentada estaba Aretusa,


decho a demo lo asentado104.
Viendo tan buena ocasión
miró por allí si acaso 110
hubiese de su osadía
algún testigo ojizarco105.
Y, viendo que estaba sola,
determinó darse un baño
que la recetó un doctor 115
contra un mocoso catarro.
Cata en carnes a la moza:
no vio tanta nieve el marzo,
ni en sus cumbres el Rifeo,
ni en su pozo el obligado. 120
Nevaba julio Aretusas,
dándole en copos humanos
cándidas luces al día,
desprecios al alba blancos.
Logró la ocasión Alfeo 125
y, viendo que ya en sus charcos
nieves navega la ninfa,
aunque él tope boca abajo106,

104 La frase es identiicada por Jesús Ponce como un lusismo «dou-che


ao demo», similar a la frase castellana «dar al diablo»: «frase con que
se explica el desprecio grande que se hace de alguna persona o cosa»,
Vocabulario de refranes y frases proverbiales [Correas]. Documentamos
la fórmula «¡docho á demo lo asentadeiro!» en los «Versos del baile de So-
tillo de Manzanares» (ca. 1610) del Cancionero tradicional (c. 1500-1702),
ed. de José María Alín, Castalia, Madrid, 1991.
105 Que tiene los ojos azules.
106 Como indica Jesús Ponce en su edición, se trata de una alusión erótica
ya que «tope» designa «la parte superior supericial o sobresaliente de
alguna cosa, por donde topa con otra», así como «el golpe que da una
cosa con otra» [Dicc. Auts.].

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[92] Fábulas mitológicas burlescas

dándola un azote, dijo:


«Dulce injuria, dulce agravio 130
de la diosa de la espuma,
de la diosa de estos llanos,
tus miembros hoy generosos
perdonen mi tosca mano.
Yo soy Alfeo, yo soy 135
el que ha estado idolatrando
tu beldad desde mis ondas.
Logra mis tristes cuidados,
conjugalmente atrevidos,
matrimonialmente osados. 140
Más hermosa me pareces
que el ave que con su canto
su temprana muerte anuncia107,
dulces Caístros nadando,
más que el pájaro Fenicio, 145
que vive quinientos años
y muere quemado al in
como pájaro nefando108,
más que el otro que de Juno
soberbio es blasón109, llevando 150
de perspicaces estrellas
un irmamento en el rabo».
Al murmurio de Alfeillo,
viendo tal desaguisado,
huyó furiosa Aretusa 155
sus deseos desdeñando.

107 Cisne.
108 Los homosexuales eran castigados con la hoguera por la Inquisición,
a causa del «pecado nefando».
109 Pavo real, pájaro que aparece en el blasón de Juno.

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anastasio pantaleón de ribera [93]

Síguela el amante Río


y así desató los labios
en estas mismas razones
que ieramente declaro. 160
«¿Dónde huyes? ¿Dónde huyes,
Aretusa? Ejemplo santo
de las ninfas, deja ahora
el fugitivo recato.
Hijo soy de la Morea 165
península, de sus altos
escollos traigo mi alcurnia;
mira si en sangre te igualo.
Sé mi esposa, así la selva
dos mil exponga gazapos 170
a tu espetera110, segura
de las industrias del gato.
Haga lisonjas el Bruto
por antonomasia Albano,
dé su vida a tus arpones, 175
dé sus fuerzas a tus manos.
Pídeme el oro que cría
el bengala sol, y cuantos
nácares tributan perlas
al oriental océano, 180
el diamante más lucido,
el más brillador topacio,
la más estimada piedra,
el más precioso guijarro;
vista tus miembros hermosos 185
el más joyante gusano,

110 Tabla con garios en la que se cuelgan carnes, aves y utensilios de


cocina.

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[94] Fábulas mitológicas burlescas

que en industrioso capullo


muere asaz aprisionado.
Todo es tuyo, ninfa bella,
déjate alcanzar, que en vano 190
huyes, pues he de seguirte
aunque más me duela el bazo.
De ti me tiene mi estrella
tiesamente enamorado,
díganlo mis quejas tristes, 195
dígalo mi amargo llanto.
Estos ojos te lo digan,
pues que vierto por entrambos
aguas ardientes, señora,
y aun pienso que letüarios.» 200
Íbale dando Aretusa
fugitivos desengaños,
mas él corriendo la sigue,
los carcañales alados.
Ella, viendo que la alcanza 205
y no sufriendo el trabajo
sus plantas, ya de Diana
implora el auxilio grato:
«Oh, diosa de las doncellas
que tributó Mauregato111 210
ciento a ciento a la morisma,
cobardemente villano,
válgasme en este peligro
y tu Imperio soberano
extienda su monarquía 215
en aliviar mis zancajos.

111 Rey que otorgó a los árabes un tributo de doncellas.

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anastasio pantaleón de ribera [95]

Acorre, deidad divina,


en trance tan desdichado
a tu ida compañera112,
que está la muerte aguardando. 220
Yo fui, diosa, quien humilde
te traía de ordinario
en el carcaj las saëtas
de aquese maril lunado113.
Acuérdome yo, señora, 225
que entrambas juntas bailamos
las folías en coreas,
y la chacona114 en saraos.
Alfeo, Alfeo me sigue,
riachuelo amartelado115 230
de mi beldad inocente,
de mi talle y de mi garbo.
Misericordia, Dïana,
y pues que claro hablo,
suceso feliz te implore 235
este lastimoso ensalmo»,
dijo, y la Cintia matrona
en el más oscuro manto
de una vaga nube esconde
sus cuatro a la Ninfa cuartos. 240
Mensieur Alfeo, que vio
el trance inaudito y raro,

112 Las ninfas acompañaban a Diana guardando el voto de castidad.


113 En el impreso se lee «unado», posible errata, alusión al mari l de los
cuernos del toro con el que se hacen los carcajes.
114 Las folías y las chaconas eran bailes que se realizaban en los teatros y
eran censurados por los moralistas por su aire lascivo.
115 Enamorado.

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[96] Fábulas mitológicas burlescas

en alta voz así dijo,


retorciendo los mostachos:
«Cualquiera que hubiere visto, 245
cualquiera que hubiere hallado
a Aretusa, diga de ella;
le darán su buen hallazgo».
Aún no contenta Diana,
en curso líquido y blando 250
convirtió a la ninfa bella.
¡Qué caso tan impensado!
Cuando desatada en chorros,
cuando convertida en caños,
sonora es plata entre piedras, 255
cándidas olas manando,
mezcló las suyas Alfeo
a sus húmedos regazos,
gozando dulces corrientes,
pues no pudo amores castos. 260
De cierto arcabuz116 de Apolo
acababa un sacatrapos117
el maridillo de Venus,
el herrerillo Vulcano,
oyó el son de las corrientes, 265
y salió medio espantado
a ver el in del suceso
alternatín cojeando.

116 Arma antigua de fuego, con cañón de hierro y caja de madera, seme-
jante al fusil, y que se disparaba prendiendo la pólvora del tiro mediante
una mecha móvil colocada en la misma arma.
117 «Instrumento de hierro unido por la parte inferior de la baqueta o
atascador, hecho en forma de espira, con unas roscas puntiagudas para
sacar los tacos de las armas de fuego o limpiar las escopetas.» [Dicc.
Auts.]. Se trata de un anacronismo.

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anastasio pantaleón de ribera [97]

A Esteropillo, y a Bronte118
llevaba al derecho brazo, 270
y al otro de medio arriba
desnudo, crudo Piragmon,
y de piadoso pesar
su corazón lastimado
a los líquidos garzones 275
hizo este culto epitaio:

Aquí yace, oh pasajero,


si es que sediento venís,
agua mucha y poco anís.

118 Bronte, Estérope y Arges eran los cíclopes forjadores para Zeus, res-
pectivamente, del trueno, del relámpago y del rayo.

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Grabado de Dido extraído de Estampas de la Real Academia
Española.

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Alonso de Salas Barbadillo

Dido y Eneas (a. de 1634)119

El fugitivo troyano120,
hijo de la gran ramera,
la primera que en el mundo
contrató con la belleza,
la que hizo juros los rostros, 5
y que una tez blanca y tersa
se vendiese, si no a varas,
a buen ojo, en mala venta,
Eneas, digo, el buen hijo
que tomó a su padre a cuestas121, 10
agradecido a dioses,
por ver a su mujer muerta,
sacó a su padre del fuego
y, si él se lo pidiera,
se lo volviera a entregar, 15
porque a su mujer le quema.
Con su hijo, el carro Ascanio,
a los vientos se encomienda,

119 Delicias de Apolo, 1670, fols. 112-114.


120 En el impreso se lee «Triano». Eneas era hijo de Venus.
121 Alusión al episodio de la guerra de Troya en el que los griegos dejan
huir a Eneas, que lleva a su padre a hombros, y a su hijo Ascanio (Virgi-
lio, Eneida, II, vv. 699-729).

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una acción bien excusada,
pues a tal gente se entrega. 20
Luego después de embarcado,
riñeron una pendencia
los vientos espadachines,
duendes de la mar y tierra.
El vino que el tabernero 25
tiene guardado en sus cueras
nunca murió más aguado
que él allí morir espera.
Socorrióle al in su madre,
a quien el mar reverencia 30
por ser hija de su espuma,
con que viene a ser su nieta.
Llegó a Cartago, ciudad
que entre pañales se muestra
niña que verse gigante 35
espera entre las estrellas.
Llena de cal y de yeso,
toda es polvo, toda es tierra,
polvo que le mata el vino
en los peones que reman. 40
Hace Dido que la obra
vaya caminando apriesa,
porque siempre las mujeres
apresuran lo que intentan.
Eneas, puesto a sus pies, 45
que es grande gitano Eneas,
entre pullas y lisonjas
le dice de esta manera:
«Ampara, reina, un troyano
que tiene tan mala estrella, 50
que el fuego le echó en el agua,

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y el agua le echó en la tierra.
Ningún elemento quiere
darle en sí casa perpetua,
pues cual si fuera pelota 55
con él se burlan, y juegan».
Casa de posadas pide
a la castísima reina,
con que la vino a tratar
peor que a una mesonera. 60
Mas ella, que era bonaza,
entre grave y halagüeña,
agrados mostró en los ojos
y en la boca mintió perlas,
que como suelen mentir 65
las damas siempre con ella,
hasta los dientes de hueso
quieren que perlas parezcan.
No tienen ellas la culpa,
sino la mala conciencia 70
de lisonjeros amantes
y desalmados poetas.
Al in la reina le dijo:
«Esta ciudad será vuestra,
tendréis mi mesa y mi casa»; 75
mucho dijo y más le queda.
Fuéronse una tarde a caza
y, entrándose en una cueva,
haciendo tálamo el suelo,
celebran bodas violentas. 80
Ceñudo estuvo Himeneo,
con la cara rostrituerta,
que el no bailar en la boda
fue presagio de tragedia.

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[102] Fábulas mitológicas burlescas

Pues dando culpa a los hados, 85


gente de quien no se apela,
el troyano al mar se vuelve,
que le vence en la iereza.
Cuando Dido supo el caso
llora y suspira, que intenta 90
crecer con su llanto el mar
y dar al viento más fuerza.
Dio gritos desesperada
y matóse con violencia,
lo que habló fue como loca, 95
lo que obró fue como necia.
A fe que no se matara
a tener por consejera
una dueña de estos tiempos,
que repiten para eternas. 100
Los suyos le levantaron
un gran sepulcro de piedra,
que como andaba la obra
hubo bastante materia.
No pusieron epitaio, 105
porque es grande impertinencia
hablar con los pasajeros,
que es gente que va de priesa.

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Jacinto Polo de Medina

Fábula de Pan y Siringa (1634)122

Dice Ovidio en sus consejas,


que allá en el tiempo de marras123 ,
cuando había doncellas puras
por no haber tantas enaguas;
cuando no hallaba un don 5
por un ojo de la cara,
y andaban de madre Eva
las pícaras y las damas;
cuando era en don Crispín124
cerote lo que hoy es ámbar, 10
antes que perdido hubiese
aquella fregenal125 gracia;
cuando los que se me venden
por muy grande cosa estaban
en las malvas que nacieron 15
y aún peores que en las malvas;

122 Partimos del texto recogido en la edición de Francisco Díez de Reven-


ga de Poesía. Hospital de incurables, Cátedra, Madrid, 1987; modiica-
mos, no obstante, ortografía para esclarecer algunas lecturas.
123 Adverbio de tiempo para signiicar una referencia pasada.
124 El uso del «don» era un uso de falsa distinción. Don Crispín es el
zapatero (San Crispín es el patrón del gremio).
125 Pueblo de Extremadura, distinguido por sus pieles.

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Grabado de Abraham Diepenbeeck para Le Temple des Muses.

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jacinto polo de medina [105]

cuando era nada el que dice


que ha levantado su casa,
y era el pícaro albañil,
y con equívocos habla; 20
entonces, que estaba, dice,
en el prado una mañana
(que las mañanas también
en aquel tiempo se usaban).
Siringa, una ninfa bella, 25
del amor arma vedada,
un jifero126 de jazmín
belleza de cachas blancas,
con quien se la pega de ojos
a quien es más zaino de alma, 30
ya a quien el «Dios te perdone»
va siguiendo las miradas;
la candida mors de todos,
la doblen ya las campanas,
la matote de azucena 35
y la muérete de nácar;
la Atila de corazones,
del alma la Diocleciana,
la Escanderbeya de vidas
y la Nerona127 de entrañas. 40
A la margen de un arroyo
(ya se entiende lo de plata
y lo risueño también),
en su margen, pues, sentada,

126 Cuchillo propio de los matarifes.


127 Habituales nombres de personajes crueles hechos femeninos para
ponderar la iereza de Siringa.

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[106] Fábulas mitológicas burlescas

diz que cantaba Siringa, 45


sirviéndole de guitarra
el arroyo: lo sonoro
esta vez no se me escapa.
No había más que pedir
como oír lo que cantaba, 50
con tan dulces pasos, que
no eran pasos, sino pasas.
El rubí del manducar
y el clavel de las viandas,
muy de par en par abierto, 55
armonías exhalaban.
Revolcábanse la voz
lindamente en la garganta,
y enjugábase de solfa
con diversas consonancias; 60
con novedad de armonías,
ya se ensordece y se baja,
y, volviendo a rempujar,
por los vientos se encarama;
trastornándose en la letra 65
hace diversas marañas,
y en garrapatos sonoros
los sentidos enredaba.
Sin chistar ni sin mustar,
con las orejas tan largas 70
y con el dedo en la boca,
muchos dioses la escuchaban.
Era entre tanto concurso
mosquetero de mohatra128,

128 «Caballero de mohatra»: Que aparenta ser caballero no siéndolo.

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jacinto polo de medina [107]

aplauso de dos de queso129 75


y víctor de ciento en carga130,
Pan, un cierto satirillo
y deidad tan desmedrada,
que, en lo menudo del cuerpo,
no era Pan, sino migaja; 80
tan mozuelo de estatura
(aunque era su edad muy larga),
que, como a otros el bozo,
a él el cuerpo le apuntaba.
Con testa de cimenterio, 85
lampiño de calabaza
(que sin duda arrojó al mar
los pelillos de su calva),
sólo, si mal no me acuerdo,
en las sienes le quedaban 90
de pelillos de maridos
unos rizos de Jarama131.
Zampuzados en dos cuevas
del talle de cerbatanas,
tan angostas que la vida 95
mira en ellas puesta a gatas,
viven dos ojos tan lacos
que su vista es una estatua,
y, abstinentes de mirar,
hacen la vista muy larga; 100
tan hacia el cogote viven,

129 «De dos de queso»: «Expresión jocosa, que se aplica a lo que es de poco
valor o provecho» [Dicc. Auts.].
130 «De ciento en carga»: «Locución que se da a entender que una cosa es
muy ordinaria y de poquísima estimación» [Dicc. Auts.].
131 Cuernos, por los toros del Jarama.

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[108] Fábulas mitológicas burlescas

y a el colodrillo tan hacia,


que preguntan: «¿Quién ve allá?»,
los que por sus puertas pasan;
con párpados derrengados, 105
hacia fuera las carnazas,
era befo132 de los ojos
y desierto de pestañas.
Para ir de un ojo a otro
(según la nariz se alarga) 110
se rodea por delante,
no es tan lejos por la espalda.
Por lo grandes y bermejas,
parecía con las barbas
un letrado del inierno, 115
todo barbado de llamas133.
La bacía de un barbero
en vez de espalda llevaba:
espalda de castañeta134,
con un pespunte de tabas135. 120
Si no de buey, por lo chicas,
eran de cabrón sus zancas,
más que un pretendiente y más
que un ilósofo barbadas;
con chinelas de pesuñas, 125
era un letrado de cabra,
y pisaba de marido,
pues como algunos pisaba.

132 Zambo o zancajoso.


133 Por el color bermejo, señal de mala condición, como documenta el
refrán recogido por Correas: «ni gato, ni perro de esa color».
134 Instrumento musical de forma semejante a la castañuela.
135 Huesos del talón.

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jacinto polo de medina [109]

Era el satirillo, en in,


un diablo de iligrana, 130
un minique del inierno
y algún dij de alguna diabla.
Preciábase de ser dios,
y que era publicada
(si hay cuchara entre los dioses), 135
del cabo de su cuchara.
Vendíase por deidad
si al forastero encontraba,
y de natura deorum
decía sus pataratas. 140
Presumiendo, pues, de noble,
y también de buena cara,
dio en festejar a Siringa,
que su beldad le picaba.
Yo, decía, he de quererla; 145
podrá ser que sea blanda,
que no está de Dios que sean
las hermosuras ingratas.
La bellaca de Siringa
(si fue Siringa bellaca), 150
que tuvo por condición
ásperos montes de Arcadia,
cruel como un mayordomo,
noramala lo enviaba,
y él en la gorra, a lo amante, 155
se puso la noramala;
y haciendo mil reverencias,
del desdén haciendo gala,
cortés como un pretendiente
con los criados de casa, 160
le responde: «Poco importa

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[110] Fábulas mitológicas burlescas

que me desprecies, tirana,


que amor tengo yo bastante
aunque vengan otras tantas.
Yo te quiero por quererte, 165
porque los sátiros aman
también a lo de palacio,
y a lo de sin esperanza».
«No fío de esos quereres,
–Siringa le replicaba– 170
no hay tus tus136 a ninfa vieja,
a las bobas esa chanza.
No me ha de querer, ni quiero,
sátiro que Pan se llama:
gente honrada no es paniega137, 175
y yo siempre he sido honrada.
Ese mendrugo de talle
delo a un pobre que demanda,
y ese mollete de huesos
delo a sopas avahadas138. 180
Pan es cosa de muchachos,
no quiero yo sus hornadas,
que mujer que adora pan,
mucho más que adora, amasa.
No soy año estéril yo 185
para que el pan me haga falta;
a la alhóndiga del pueblo
puede ofrecer esa manda.

136 Sobre el refrán «A perro viejo no hay tus tus» [Correas]: que no se deja
engañar como el nuevo con halagos o pan.
137 Sobre el refrán «Los regalados son los paniegos». Juega con el nombre
del dios.
138 Llenas de vaho.

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jacinto polo de medina [111]

No quiero Pan que es más duro


que un miserable de casta, 190
negro más que suele ser
la maldición de las Pascuas;
más pequeño que un consuelo
de mala nueva esperada,
donde entra el “Placiendo a Dios, 195
pienso que no será nada”».
«Tate, tate139 la Siringa
–Pan replica a voces altas–,
calledes, ninfa, calledes,
no digáis la tal palabra; 200
si vos no estáis para ello,
esa excusa es excusada:
quien enamorarse quiere,
con muy poco pan le basta,
esos son descomimientos140, 205
pues, si vos tuvierais gana,
a la hambre no hay pan duro,
no hay pan feo si hambre hay harta.
Yo me voy rabo entre piernas
a llorar mi suerte amarga, 210
de noche por los caminos,
de día por las montañas;
y como dice el romance,
yo diré con muchas ansias:
¡Ay verdades, que en Siringa 215
siempre fuistis desdichadas!»
Con esto los dos se fueron,

139 Parodia de romances viejos.


140 «La afectación o ingimiento de aquello que se sabe que apetece el
mismo que inge o afecta que no lo quiere.» [Dicc. Auts.].

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[112] Fábulas mitológicas burlescas

y él en su pecho trazaba
(aunque Tarquinos no había)
de hacer una tarquinada141; 220
y allá a sus solas decía,
lleno de cólera y rabia:
«A malas lanzadas muera,
si acaso hay buenas lanzadas;
a manos de un zapatero 225
pierda la vida y el alma;
un sastre me dé la muerte
porque sea desastrada,
si no cogiere a Siringa,
aunque esté más encerrada 230
que rosario en gente moza,
que dinero entre beatas.
Yo le certiico que
llevará, si no se escapa,
del pan y del palo142, y 235
aun del pan y de la tranca;
si a falta de pan sospecha
que ha de haber tortas, se engaña:
miente el refrancillo, miente
por en medio de la barba143; 240
yo le juro que si a otros
les cuesta grandes desgracias
la torta un pan, que a Siringa
le ha de costar una hogaza».

141 Por alusión a la violencia ejercida sobre Lucrecia por Sexto Tarquino,
hijo de Tarquino el Soberbio; por extensión, violencia sexual cometida
contra una mujer.
142 Por «sustento» y por «castigo» [Correas].
143 «Mentir por la barba»: Mentir con descaro.

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jacinto polo de medina [113]

Con estos discursos, pues, 245


Pan a solas lo pasaba,
armado de perro muerto
y de la ley de la trampa;
hasta que Siringa un día,
sin dueñas y sin criadas, 250
y sin vergüenza también,
salió al prado a comer habas
cuando el Sol quería nacer,
y la comadre del Alba,
con el lucero Miguero, 255
le prevenía las papas.
Mas Pan, que no era muy necio
ni se dormía en las pajas,
y puesto con tanto ojo
como un vecino atisbaba, 260
así como la miró,
deseando que se alargara,
chite callando de paso
le seguía las pisadas;
y al tiempo de hacer su hecho, 265
cuando a echarle iba la garra,
cuando de envestidura
iba a darle un cierra España144,
volviendo el rabo del ojo
cayó Siringa en la maula145, 270
y cogiendo haldas en cinta146,

144 Equivale a la expresión «dar un Santiago» (¡Santiago y cierra, España!);


según el refranero de Correas es hacer acometida y daño a los enemigos.
145 Engaño.
146 Metafóricamente, da a entender que alguno está dispuesto para ejecu-
tar una cosa con ligereza [Dicc. Auts.].

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[114] Fábulas mitológicas burlescas

la bola escurrió y volaba.


Siguióla Pan, y en la orilla
del Ladón147, río que anda
tan callando que parece 275
que lleva hurtadas las aguas,
echole la mano a la moza,
y ella, que se vio pringada
entre los brazos de Pan
cual torrezno en rebanadas, 280
dio voces, y anduvo el ¡ay!,
el ¡déjame!, el ¡ay cuitada,
que puede venir mi madre!,
y pidiendo en mil plegarias
favor a los dioses, dijo: 285
«Así tengáis dicha tanta
que el sastre el remojo olvide
si hiciereis alguna gala;
así no hayáis menester
a ningún rüin, que basta 290
a mataros, con ser dioses,
el verle cómo se ensancha;
así, cuando seáis poetas,
los dioses de vuestra patria
hablen de vosotros como 295
hablan de tierras extrañas;
así tengáis tan buen gusto
que, cuando necios se cansan
en murmurar, os estéis
desperezando la gamba, 300
tendidos en vuestro lecho,
y con cada acción, con cada

147 Río mítico de la Arcadia.

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jacinto polo de medina [115]

meneo de vuestra pluma,


un mentís deis a la fama».
Dijo, y apenas los dioses 305
oyen la clamoreada,
cuando en un decir ¡ay triste!
la convirtieron en caña;
y quedóse el dios amante
(como dicen) del agalla148, 310
a escuras con tanto naso,
y a buenas noches de dama.
Él, que vio de chiladura
la belleza que adoraba
vuelto el maril en cañutos 315
y en madera las carnazas,
para no perderlo todo,
desabrigó de la vaina
cierto mohoso metal
de tizona y de colada149; 320
no quise decir alfanje,
porque si alfanje nombrara
sin decirlo damasquino,
los alfanjes se enojaran;
con la de Ioanes me fecit 150, 325
de las cañas maestresala,
sin lo del ángulo corvo,
lindamente las trinchaba;
y juntando algunos trozos,
con cera y hilo los ata 330
para meter alileres;

148 Por «colgado»; es frase tomada del lenguaje de los pescadores.


149 Espadas del Cid.
150 Inscripción del fabricante de la espada.

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[116] Fábulas mitológicas burlescas

mas los suspiros que daba


él, haciendo estos cañutos,
tan métricamente hablan,
que sirvieron los suspiros 335
de spiraculum de lauta.
Pan, admirado el suceso,
dijo: «Por Dios que me agrada
la música, que los males
diz que cantando se espantan. 340
La medicina me dé
quien me dio también la llaga,
y si Siringa me pica,
también Siringa me rasca.
¿Qué más quiero yo que andarme, 345
muy a lo gascón mi capa,
tocando de caponar,
que a todos tiemblen las barbas?
Que si esto vale dinero,
más que amor, quiero ganancia: 350
Vaya al mar lo suspirado,
y lo siringado vaya».

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Miguel Colodrero Villalobos

Mentira pura de Baco y Erígone (1639) 151

Dirigida a todos los Amigos de lo añejo

Esta mentira con pies152,


(aunque dicen de ordinario
que no los tiene) es de Ovidio.
Yo la repito, escuchadnos.
Semele, en quien fue lo lindo 5
diz que cabo de los cabos
y ninfa de sacar carne,
porque tuvo garabato153.
A los de la tal señora,
juntó Jove sus pedazos154, 10
practicando un adulterio
muy activo en el trabajo.
Y en las riberas de un río

151 Tomamos como texto de referencia la edición de El Alfeo y otros asun-


tos, de 1639, impresa en Barcelona por Sebastián y Jaime Matevad, 62r-
80v.
152 Dilogía basada en la acepción de pies métricos.
153 Instrumento de hierro cuya punta forma un semicírculo y sirve para
tener colgadas algunas cosas, o para asirlas o agarrarlas; designa tam-
bién el aire, garbo y gentileza que tienen algunas mujeres, y les sirve de
atractivo aunque no sean hermosas.
154 Alusión al coito que da lugar a la concepción de Baco.

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Vicenzo Cartari, Imagini con la spositione de i Dei degli antichi.

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miguel colodrero villalobos [119]

caudaloso o hacendado
(como quisiere el lector, 15
no por tan poco riñamos)
lascivos se acariciaban,
se prevenían incautos,
ostentando una lujuria
con muchos dedos de rancio. 20
Sucedió a estas diligencias
la expectativa de un parto,
que, con salir a luz, vemos
que anduvo desalumbrado.
Matrera, Juno dispuso, 25
por ver sus celos vengados,
hacerse vieja en mujer:
gran cosa añadirse años.
Vuelta un ejemplar caduco,
in le solicita claro 30
a la simple mariposa
de su encendido velado155.
Aconséjale que pida
o ruegue (mejor vocablo)
a su amante venga a verla 35
armado, digo de rayos.
Obedeciéndola, parte,
Tonante mal de su grado,
y a fuer de fuego la tuesta
como si fuera garbanzo156. 40

155 Polisemia basada tanto en que Zeus llegaba a ella oculto, como en
referencia al tópico del candil y la mariposa y a la acepción de velado
como esposo, ya recogida en el Tesoro de la lengua castellana o española
de Sebastián de Covarrubias.
156 En el impreso «garnanzo».

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[120] Fábulas mitológicas burlescas

Suplico a vuesa merced,


señor crítico, mi amo,
lea esos versos mordiendo,
si no es que lee mascando.
Romance a pata la llana 45
le dedico, o le dedazo,
bien tratado por lo gordo,
gran discurso por lo largo.
No negará que es romance,
pues es más que julio claro, 50
no como otros que yo he visto,
más latinos que pacato.
Decir «liba», «esplende», «inculca»
se quede para los zaios,
así, Quevedo lo nota, 55
cápite disparatario.
No le apetezco de aquellos
que tiran por lo intrincado,
puesto que las cosas claras
las bendijo el de lo alto. 60
De buena data le quiero,
ni vulgar, ni delicado,
mas, como quiera que fuere,
repare que arrojo el canto.
Viendo Júpiter quemada 65
la bella hija de Cadmo,
y que en volverla a mujer
lo tuvieran por un asno,
verdugo de capa negra
(todo es uno) cirujano, 70

157 Salvado, cáscara del grano.

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miguel colodrero villalobos [121]

la tapa rompió al baúl


que el mismo había tumbado.
Toma el inmundo embrión
y un muslo se hace preñado,
de aquel que si no naciera 75
valiera el vino barato.
Cumplidos los nueve meses
sintió su trasero cuarto,
los calvos retortijones,
digo los descabellados, 80
del peligro del nacer,
donde hay infortunios y asco;
por la diosa de tres gestos,
si no afrecho157, fue salvado.
Asomose al in al mundo, 85
siendo hijo, el padre Baco,
y asomose para que
hoy, por él, se asomen tantos.
Cuando la vid le cortó,
qué de suspiros y llanto 90
le costó, que aun no quisiera
mirar su ombligo podado.
Dos remolinos de hueso,
remolinos del Diablo,
y no los que espelen niños 95
con la Cruz de Santïago,
en la mollera salieron
de este héroe bastardo,
cornudo a nativitate,
como es ladrón un gitano. 100

158 En el impreso leemos «certezaplada».

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[122] Fábulas mitológicas burlescas

En Nisa dicen algunos


que se crió el tal muchacho,
y que con sopas en vino
las ninfas lo destetaron.
En Nisa, pues, donde el Fénix 105
ya se asa, ya es gusano,
aunque para que lo crean
esto hace así, que, asado,
a mi poca fe perdona
pajarote siempre raro, 110
certeza alada158 te niego,
duda de pluma te aclamo.
Como un pámpano creció
requerido del regalo,
si bien con sus travesuras 115
les dio muchísimos tragos.
Por enmendarle lo avieso
Sileno le sirvió ayo,
sino es que, rodrigón159,
le sirvió para guiarlo, 120
viejo de aquellos que son
sólo en el cabello canos,
jaén160 de la antigüedad,
de toda bodega estrago;
tratante de merendonas, 125
sorbedor de todos caldos,
más ignorante que el vulgo
de los lugares medianos.

159 Tutor, vara, palo o caña, que se clava al pie de una planta y sirve para
sostener, sujetos con ligaduras, sus tallos y ramas; también criado ancia-
no que servía para acompañar señoras.
160 Tipo de uva y la vid que la produce.

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miguel colodrero villalobos [123]

Tratando de su persona,
dice Ovidio que de alto 130
tuvo tres tercias, y yo,
que seis tabernas de ancho.
Siempre andaban los dos juntos,
sin faltarle en ningún acto,
por quien debió de decirse 135
aquello de mona y mazo.
Cuando Baquito nació
los juïcios temerarios,
los que mienten altamente,
los astrólogos digamos, 140
que aborrecería el vino
dijeron, por donde fallo
que los debo condenar,
y condeno a estar atados.
No me anulen la sentencia, 145
que mi título arrollado
tengo como pobre y soy
bachiller, aunque callado.
Si parece riguroso,
apelen del dicho auto 150
(que a fe que más lo acrimine)
a Pico Mirandulano161.
Lo que de natural causa
depende saben los sabios,
mas de los futuros libres, 155
si algo aciertan, es errando.
Ya que mozo estaba hecho,
como en diciembre marrano,

161 Pico della Mirandola, humanista neoplatónico, discípulo de Marsilio


Ficino.

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[124] Fábulas mitológicas burlescas

y con lustros cinco y medio


crecido, pero menguado, 160
en defensa de su gula
corazas previno y jaco;
jarro digo, y con lo tinto
armóse de punta en blanco.
En esta facción vinosa 165
le siguieron aliados
sin cuenta, porque es el vicio
señor de muchos vasallos,
toda gente de reposo
y hombres de mucho vaso 170
amigos de sus amigos,
pero no panïaguados.
Este Marte vinariego162,
este torrontés soldado,
de potable polvorín 175
nunca anduvo sin el frasco.
Desaiados un día,
sacó dos cueros al campo,
do hubo tajos y reveses,
sin ser de agua los tajos. 180
Muy encendido un aloque163
le tiró un tiempo a los calcos,
el del Otoño sería
para poder vendimiallo.
Ayudole a dar con él 185

162 En el impreso se lee «vijeriego», término no documentado; parece


más lógica la referencia al vino en coherencia con el resto de la fábula.
Puede tratarse de un neologismo construido sobre «mujeriego».
163 Vino tinto claro o mixtura del tinto y blanco.

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miguel colodrero villalobos [125]

valiente un ojo de gallo164;


y a un traspié cayó Lico,
y lo llevaron liado.
Parece que está el oyente
diciendo que es el retrato 190
de este griego Faraón,
pues mosquitos le plagaron165.
Para copiar su igura
jocosa me preste Erato,
el más festivo cañón, 195
que alegra a Hipocrene el caño.
Él con el suyo me brinde,
y sea de lo más caro,
que yo haré la razón,
si no es que la deshago. 200
Oh Musa, si alguna vez
me hiciste merced, ya aguardo
que de ese licor divino
me des a beber lo humano.
El conceptillo de arriba, 205
si pareciere su amo,
sin decir cómo o por dónde
lo volveré sahumado166.
De golpe el dictamen llega,
deme tinta un escribano, 210
porque haga noche algunas

164 Color que tienen algunos vinos, parecido al ojo de gallo; también
callo redondo y algo cóncavo hacia el centro que suele formarse en los
dedos de los pies.
165 Alusión a las plagas de Egipto, una de ellas de mosquitos.
166 Se dice de cualquier cosa que, siendo buena por sí, resulta más estima-
ble por la adición de otra que la mejora.

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[126] Fábulas mitológicas burlescas

faces de molido trapo,


caras, digo, de papel
en idioma claro y raso;
vaya aquí el lenguaje puro 215
que no le quieren aguado.
Tuvo esta deidad poltrona
(si no miente el doctor Naso)
muchos pies, sin ser ligero,
sin ser fuerte, muchas manos, 220
y tan crecida cabeza,
que pudiera ser prelado,
si las barbas le ayudaran,
como ayudó el carapacho167;
tan pronto por la brodista168, 225
que, aunque él no quiera, le llamo
Gábalo de las morcillas
y Helio del tripicallo.
Por los rastros de la sangre
muchas cosas se han hallado, 230
pero Baco se perdía
por la sangre de los rastros.
Reportaba por bigotes
dos sutilísimos rasgos,
que, por pequeños y suyos, 235
eran mostos, no mostachos.
También supo todas lenguas,
como otro de su tamaño:
en bascuenzo respondía,
y en latín le preguntaron. 240

167 Caparazón que cubre las tortugas, los cangrejos y otros animales.
168 Sinónimo de sopista: persona que anda a la sopa. «Andar a la sopa»:
mendigar la comida de casa en casa.

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miguel colodrero villalobos [127]

En todas fue sus acciones


enfadoso como tardo,
más torpe que la lujuria
más maltrecho que un agravio.
Casi harto el garzón era 245
y más estomaguiharto,
no quebrado de color,
mas de otras partes quebrado.
Membrillos cochos sus ojos
eran, cuando no atezados, 250
y en no tener cosa buena
yo creo que eran mulatos.
Paris, juez de hechuras169,
lo penó por estevado,
y de su zurrada testa 255
pudieran hacer diez calvos.
Y él, por anublar un poco
de su meollo lo raso170
de yedra (sin tener orden)
siempre anduvo coronado. 260
Hacia arriba no creció,
y en lo grueso creció tanto,
que pudo, por gordolobo171,
peligrar con boticarios.
Hay duda controvertida 265
si el polvo usó del catarro,
y se responde que sí,
que el vicio es viejo y bellaco;
jamás lo tomaba en humo,

169 Alusión al juicio de Paris.


170 En el impreso «iaso».
171 Planta de hojas muy gruesas utilizada en medicina.

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[128] Fábulas mitológicas burlescas

receloso de algún daño, 270


porque dicen que los zorros172
fenecen a los humazos.
En el beber era él,
en el gastar Alejandro,
como la costa se hiciera 275
con don Bueno, un rubio hidalgo.
Persona de buena cepa,
aunque de torpes resabios;
luego sólo es bien nacido,
el que sabe ser honrado. 280
Yo supe de Natal Conde173
ser tan corto en otros gastos,
que partir pudo un cabello,
que poco dije, un avaro.
Un día que los doctores 285
beber agua le mandaron,
pidió que fuese de pie,
y así dijo, suspirando:
«De este agua no beberé
no diga ningún humano, 290
no diga, porque en la vida
son frecuentes los fracasos».
Celebrábanle sus iestas
bacantes viles a saltos,
hartas de brindar; yo pienso 295
que en ellas los daban hartos.
Las que al célebre cantor
dieron muerte, aquel milagro
de cuya cabeza el Ebro,

172 Zorros, borrachera, zorra.


173 Natali Conti, el mitógrafo.

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miguel colodrero villalobos [129]

fue líquido cadahalso; 300


el que a los troncos redujo
al comercio de los tratos,
y desnudó de grimoso
al sitio más asombrado.
¡Oh lira infeliz de Orfeo, 305
poderosa aun con los lanchos174,
mucho fue que aquestas lobas
no cayesen en tu lazo!
Nunca se extremó en la gala,
ni jamás le dio cuidado 310
sayo poner por calzones,
calzones poner por sayo.
Buen gusto en esto tenía,
no como otros afectados,
guarnecidos de oro Judas, 315
por lo bermejo y lo falso.
Basta cubrirse las carnes,
dijo un discreto antiquato,
¡oh si observasen aquesto
los que hoy se usan galanos! 320
Galanes iba a decir
y el asonante al atajo
(así dicen por ahí)
me salió como un dañado175.
Aquellos que sólo estudian 325
heridas contra el damasco,
y hasta el paño de Castilla
le quitan que sea sano,

174 Piedra más bien grande, naturalmente lisa, plana y de poco grueso.
175 Leproso. Como estos enfermos tenían prohibida la estancia en villas y
ciudades, el encuentro con ellos se producía en los caminos.

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[130] Fábulas mitológicas burlescas

todos le pintan en cueros,


y yo le pinto arropado; 330
no hice mal, que el arrope
vino viene a ser guisado.
Érase el hijo de aquélla
(lo socarrada dejando)
de los que dicen «no hay honra 335
como mi gusto, bebamos».
Era partido con todos,
como cierto desposado
que dijo «yo soy corriente»,
y se sabe que es remanso. 340
Nunca mezcló el regodeo
con el menor desagrado:
siempre alegre un hombre es simple,
siempre triste es mentecato.
Amigos los que en el mundo 345
sabéis qué es andar rodando,
admitidme estos consejos,
no tienen pelo cortado.
No creáis todas mujeres;
los hombres, de cuando en cuando; 350
no os coléis en las tabernas,
porque saldréis más tiznados.
Con gracioso genio dijo
un amigo lusitano
estos sazonados versos, 355
ni muy duros, ni muy blandos176,
advierto que es el de arriba

176 Como explica en los dos versos siguientes, este verso pertenece al
poema de Góngora «Aunque entiendo poco griego», que narra en clave
burlesca el mito de Hero y Leandro, recogido en esta edición.

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miguel colodrero villalobos [131]

del romance de Leandro,


que soy poeta de bien
y conozco lo prestado. 360
«Mancilla a o mundo le teño,
mal obese o Castejano,
que facendo Deos fontes,
inca é cuartillos suos cuartos».
Y atento un muchacho alcalde 365
a los excesivos gastos
de vino (más que de pan)
proveyó el siguiente auto:
que en aqueste tiempo hubiese
(fue parecer acertado) 370
la bota de San Martín177,
no el voto de Santi Iaco178.
Mil gracias gozaba el mozo;
está en extremo alentado,
que gasta muy buen humor 375
el que no lo gasta malo.
Jamás a espaldas echó
la provisión de su pancho,
como veinte y seis bebió,
comió como veinticuatro179. 380
Los monarcas de su era,
como estaban descantados,
no echaban pechos180 al vino,
aunque a pechos se lo echaron181.

177 Alusión al vino de San Martín de Valdeiglesias.


178 Voto del peregrino a Santiago de Compostela.
179 Véase la nota 49.
180 Tributos, impuestos.
181 Bebiendo con ansia y en gran cantidad.

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[132] Fábulas mitológicas burlescas

¡Qué buena edad era aquélla 385


al in de días dorados,
donde los mortales eran
sencillos, pero doblados!
Ya no hay quien mire respetos,
todo es mentira y engaño, 390
no hay quien pague, sólo están
de sí los hombres pagados.
Ya no hay lugar para el cuerdo,
todos están atestados
de unos hombres como bestias, 395
pues andan continuo errados182.
Este pellejo viviente,
pipote con voz a ratos,
a Erígone vio gentil
de todos cuatro costados. 400
Muchos dioses a servirla
de mancomún se obligaron,
mas a éste Cupidillo
ejecutó sin embargo.
Miróla de hito en hito 405
y herido sintió el pechazo,
como un virote de vid
con punta, mas no de agrio.
El corazón le presenta
de la ninfa no acertado, 410
que dijo que no comía
grosura de enamorados.
Envíale unos suspiros
con el elemento zarco,

182 Juego disémico entre «errados» y «herrados».

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miguel colodrero villalobos [133]

mas la voluntad sin obras 415


es no nada entre dos platos.
Góngora copiaba a Tisbe
con los pinceles de un ganso:
¡Oh, quién con uno de aquéllos
fuera aquí delineando! 420
Va de pintura, su rostro:
fue tan picante y salado,
que pudo hacer vez con él
el rey don Alfonso Octavo.
Ya se tenía vividos 425
casi diez y nueve marzos,
todo buenos, si el postrero
no se volviera de rabo.
En el volver de sus ojos
un no sé qué había extraño, 430
que en sólo una vuelta de ojos
hacía lo libre esclavo.
El cuidado notó en ellos
con libertad el recato,
muy mirados, por lo cuerdo, 435
por lo bello, muy mirados.
A este príncipe sentido,
do tuvo el rapaz vendado,
mejor vista que en abril
tiene el cerro de San Marcos. 440
Las cejas lo coronaban,
de primo artíice arcos,
y no de artíice tío,
porque los hiciera bastos.
De espacio naturaleza 445
sobrepuso en el espacio

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[134] Fábulas mitológicas burlescas

de su frente, un resplandor
aún más lindo que otro tanto.
De veras va la pintura,
señora musa: pecamos, 450
en gastar colores inos,
que es para el vulgo el retablo.
Muy buena boca tenía,
cabello peinó castaño,
mas no era caballona, 455
siendo esto de caballo.
Unos dientes muy de bien
tuvo, limpios y ajustados,
que nunca hicieren por donde
los pusieran en un palo. 460
Cuando en las fuentes se vía,
se quejaba de sus labios,
porque una abeja la hicieron
en un clavel disfrazados.
No hago roma su nariz 465
por no hacer italianos
los pasajes del olor,
que al in están horadados.
No digo que la garganta
fue columna de alabastro, 470
que (fuera de ser muy duro)
es epíteto estrenado.
Sino un cándido instrumento
naturalmente encordado,
en quien la ninfa tocó 475
muchísimos pasacallos.
Ya quisiera algún señor
ser de sus pechos criado,
tiernos como una lechuga,

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miguel colodrero villalobos [135]

como treinta hiemes183 albos. 480


En honduras de su cuerpo
no me entremeto, ni hablo
ni de las tejas arriba
ni de las tetas abajo.
Muy buenas manos tenía 485
(si puede ser), pues robaron
al alma más puesta en cobro,
al corazón más alzado.
Apenas sus breves pies
llegaban a puntos cuatro, 490
y viéndolos tan medidos
la envidia quiso glosarlos.
¡Lo que podrían decir
ella y el censor más zaino,
que pies que eran tan menudos, 495
que no estarían sin callos!
Como orinaba en el suelo,
no quiso gastar zapatos
de estos que ámbar espiran,
y do espiran los ducados. 500
No con enaguas la pinto,
que las damas de aquel año
pienso que andaban en cueros,
como anda ahora el tabaco.
No fue de las forajidas 505
que la selva fatigaron,
sí una ninfa que en su vida

183 En el impreso leemos «nienes», debido probablemente a una «h» lige-


ramente borrada y a un error del cajista que ha colocado una «n» en lugar
de una «m». El vocablo «hiemes» es un latinismo consentido paródico
que signiica «inviernos», construido sobre el «hiems» latino.

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[136] Fábulas mitológicas burlescas

aun no hizo mal a un gato.


Eran al in estos dos,
por concluir con entrambos, 510
ella hecha como aposta,
y hecho él como acaso.
Rendido a tanta belleza,
sin enviarla recados
la busca, que es lo mejor 515
dar el golpe sin amago.
En un parrón se transforma
donde el vino está con ramos,
si ellos a la vista ojosos,
del gusto él ojeado. 520
¡Oh, qué atento que la mira,
así la corra al gazapo,
altiva desde la yerba,
cruda madre del esparto!
Erígone ya se acerca, 525
y apenas se llega cuando
todo el fruto le vendimia,
le rebusca gajo a gajo.
De uvas tantas cargó
que bascas le ocasionaron, 530
¡mal haya, amén, lo superluo,
como bien lo necesario!
En el más fresco de todos
aquellos racimos gratos
fue Baco hecho una uva, 535
que es lo mesmo que borracho.
Ya estaba en el Occidente
el tuáutem184 de los astros,

184 Tuáutem (de las palabras «Tu autem, Domine, miserere nobis», con

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miguel colodrero villalobos [137]

dando su ánima a Dios,


como planeta cristiano, 540
y ya la noche venía
envuelta en su negro manto,
hecha mumara [sic] del día,
pues lo salía asombrando,
cuando a su estancia las lleva, 545
donde entregada al descanso,
se extiende como un ruin,
se duerme como un honrado.
¡Quién duda que en tal descuido
no se descubriese a palmos 550
los bellos bajos, con quien
fueron los de Venus bajos!
Si se la encontrara así
en su senda un ermitaño,
lo más que hiciera fuera 555
tomalla, y ponella a un lado.
Viéndola Bromio dormida,
cual pudo salió bizarro
de breve globo lairén185,
con gana de ser incasto. 560
Turbado se le avecina,
inquiétala con halagos,
y ella, recordando el susto,
le dijo refunfuñando:
«¿Quién, veamos, te ha traído 565
a mi defendido claustro?
Traidor mil veces te nombro,

que terminaban las lecciones del breviario): Sujeto que se tiene por prin-
cipal y necesario para una cosa.
185 Uva lairén; también la cepa que la produce.

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[138] Fábulas mitológicas burlescas

o deidad seas o trasgo».


Que lo envió noramala
lo tenga el lector por llano, 570
porque entonces nadie se iba
bendito ni santiguado.
Yo considero que ahora,
al darla un grande desmayo,
«Vengan médicos» diría; 575
llámenlos para llamallos.
Si le ordenaron sangrías,
serían en los zancajos,
porque dicen que en los sustos
va la sangre allá volando. 580
A los cielos se querella
de tan potente contrario,
y a los dioses da la queja
de él que le da sobresalto.
Oírla ninguno quiere, 585
¡oh, cómo están inhumanos!,
pues con convertirla en fuente
fuera su total reparo.
Huir la ninfa quisiera,
mas, con ella apechugando, 590
por el paso en que se ve,
no la deja dar un paso.
¡Cómo la muerde y babea!
«¡Tente, dios calamocano186!»,
le dice, mas él responde: 595
«¡Déjame, niña, que rabio».
«Nunca yo cogiera uvas
–exclama y dice llorando–

186 Persona que está algo embriagada.

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miguel colodrero villalobos [139]

¡Qué desgraciada que soy,


Dioses, en todo lo qu´hago187!», 600
a la resistencia apela
de la fuerza de sus brazos,
y abochornada parece
vergel en iesta de mayo.
A la lor sonroseada, 605
fresca emperatriz del prado,
así en desmayos fragrantes
agua le arroja el verano.
«Si no me dejas –le dice–,
le haré a un sirviente fauno, 610
que coja un necio, y con él
te dé muchísimos palos».
«No te alborotes –responde–.
Deja de ser dueño ingrato,
que ya deidades supieron 615
por amor hacer ensayos.
A Marte vieron, por Venus,
selvas de Chipre berraco,
y por Coronis Apolo,
guardó de reses rebaños. 620
Y por la madre de Acrisio188
Júpiter apasionado,

187 En el impreso leemos «en todo lo cago», preferimos la fórmula


«qu´hago» ya que se trata de una alusión a la famosa letrilla de Góngora
«Si en todo lo qu´hago/ soy desgraciada,/ ¿qué quiere qu´haga?» (Gón-
gora, Letrillas, ed. de Robert Jammes, Castalia, Madrid, 1980, págs. 120-
126, letrilla XXVI); y la grafía mantiene el juego de alusión escatológica
como doble sentido.
188 Se reiere Colodrero al adulterio de Zeus con Dánae, por la que se
convirtió en lluvia de oro, pero es obvia la confusión, ya que Dánae no es
la madre de Acrisio, sino su hija.

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[140] Fábulas mitológicas burlescas

se llovió en metal precioso


por hacerse en ella un charco.
No huyas, ninfa, de mí, 625
como cuerdos de palacio,
como del gato el ratón,
como la liebre del galgo.
Gózate conmigo antes
que el ejecutor maganto189 630
juntos con el principal,
cobre de ti sus salarios.
No imites aquella necia
que quiso, por sus pecados,
ser más corona de locos 635
que madrastra de Esculapio,
el físico barbas de oro,
que pudiera con pelallo
(puesto que madrastra fuera)
coche sustentar y enano. 640
Si a mi amor le correspondes,
a tu hermosura consagro
en pago de tal favor
de viñas el mejor pago.
No me desprecies, te ruego, 645
con codornices y pavos,
te serviré, que ya soy
liberal, aunque pesado.
Darete, si eres golosa,
mucho anís y manjar blanco, 650
y mil dulces te daré
sin ofrecerte un amargo.
Para que vistas las iestas,

189 «Triste, pensativo, laco, descolorido y macilento.» [Dicc. Auts.]

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miguel colodrero villalobos [141]

te enviaré, jargueado,
a lo garboso, un sayuelo 655
que te dure más que un grajo.
De aquese cielo espumoso
de robre y haya nublado,
que tiene peces estrellas,
y rayas, ya que no rayos, 660
el dios sin dios y sin ley,
eternamente mojado,
te rendirá lo mejor,
que es deudo, aunque no lo trato.
De gracia dará a la tuya, 665
porque así yo se lo mando,
si es que hay montes de coral,
un Oeta190 coronado,
y, aunque tan conchudos son
del sur los preciosos granos, 670
para que a almudes los midas,
se darán muy de su grado,
y, hecha una parra de oro
con las prendas que te he dado,
será de ilustre linaje 675
quien te tuviere por árbol.
Las Indias obligaré
a darte el metal preclaro,
con especial hipoteca
de cacao, pimienta y clavos». 680
A tan ocales ofertas
aquel hermoso peñasco191

190 Monte de Tesalia (Carolo Stephano, Dictionarum Historicum Geogra-


phicum Poeticum, Iacobi Store, 1638).
191 «Dádivas quebrantan peñas.»

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[142] Fábulas mitológicas burlescas

parece que el rostro vuelve


no poco menos reacio.
Ya no le causa fastidio, 685
ya no la ocasiona enfado,
ya no la atosiga, y ya
no se provee en su bazo.
Ya le responde apacible,
ya lo escucha con agrado, 690
estando antes más dura
que el precipicio de Martos192.
¡Oh, poderoso interés,
de cualquiera pupa emplasto,
más fuerte que Juan Baena, 695
y más que Cueva letrado
lucido como en los templos
el día de Todos Santos,
más galán que Gerineldos,
que es el lindo más nombrado! 700
A su desdeñosa audiencia,
no papeles presentando,
sí los dones susodichos,
a placer tuvo el despacho.
El cuarto todo del alba 705
gastaron dando y tomando,
y la porfía, a lo soga,

192 Peña de Martos, también conocida como Peña de los Enamorados.


Como recoge el grabado del lugar en la primera edición de La Lozana
Andaluza (Venecia, 1528), se relaciona con la igura de Marte, lo que po-
dría estar en la base de la alusión a su dureza. Otros sentidos se relejan
en los refranes recogidos por Correas y citados por Claude Allaigre en
su edición (Cátedra, Madrid, 1985, pág. 174). Su mención como «preci-
picio» puede apuntar una relación con la roca Tarpeya, desde donde se
despeñaba en Roma a los condenados, también presente en el conocido
romance «Mira Nero de Tarpeya».

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miguel colodrero villalobos [143]

quebró por lo más delgado.


Esto sí que es estimarse
no mujercillas de ochavo, 710
por quien debió de decirse:
«¡Qué ahorcado tan barato!».
Con mil trazas la allanó,
puso en ello gran conato,
que siempre fueron los necios 715
muy hombres de su negocio.
Así lo dijo aquel Fénix,
aquel prodigio, aquel pasmo,
aquel grande, aquel Hortensio,
por quietarme con nombrarlo. 720
En un bosque fue la iesta
a poca costa poblado
con arrabales de encinas
y de lentiscos con barrios.
De esta dama corrompida 725
y de este galán insano
lo dicho, dicho, a pesar
de sus cofrades más bravos,
y el que lo contradijere,
si fuere barbón acaso 730
miente por medio la barba,
pero, si no, por un lado.
Ésta, amigos, es la historia,
que aturdido me ha dejado,
no escrito al pie de la letra, 735
sino al tiento de la mano,
y a fuer de comedia, pide
al benévolo senado
que parta mano en sus yerros
o que los perdone. Acabo. 740

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Vicenzo Cartari, Imagini con la spositione de i Dei degli antichi.

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Jerónimo de Cáncer y Velasco

Fábula de Atalanta (1651)193


Romance

Para escribir de Atalanta


la historia y que bien parezca
asístame, si ser puede,
una musa pelinegra.
Era de Sueneo hija 5
la susodicha doncella,
y la mujer más corriente
que hubo en toda aquella tierra.
Salió la moza tan hosca,
tan capeadora y traviesa, 10
que de día a los amantes
les corría las inezas.
Para competilla el Sol
se ayudó de luces nuevas,
y en más de cuatro lejías 15
metió su rubia melena.
Suelto su cabello, ignora
la fácil ley de las trenzas;
¿Qué mucho que libre mate,
si ve que no hay quien la prenda? 20

193 Jerónimo de Cáncer y Velasco, Obras varias, Diego Díaz de la Carre-


ra, Madrid, 1651, fols. 55v-58r (BNM USOZ 1355).

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[146] Fábulas mitológicas burlescas

En esto de luz, sus ojos


se la tienden a la esfera,
y en cualquiera parte campa
cada uno con su estrella.
Eran sus bellas pestañas 25
tan grandes y tan dispuestas,
que por lechas las ponía
en los arcos de sus cejas.
Su boca en mil ocasiones,
desde que fue muy pequeña 30
tuvo alientos para el ámbar,
mostró dientes a las perlas.
Sus dos bellísimos pechos
eran sin duda dos pellas
de nieve, con quien hacía 35
el amor carnestolendas.
Sus manos eran también
de nieve, y, aun por más señas,
tenía en ellas diez pozos
a pesar de la nevera. 40
Lo corto de las basquiñas
los tobillos la dispensa,
que se hizo más tratable,
por hacerse zahareña.
Y no lo digo sin causa, 45
que como la moza era
tan varonil y se andaba
por los montes y las selvas,
traía lojo el corpiño
y las piernas mal cubiertas, 50
y así se metió a ser casta,
por medio de deshonesta.
Aborrecía los hombres

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jerónimo de cáncer y velasco [147]

con notablísima fuerza,


y hablaba de ellos tan mal, 55
como si bien los quisiera.
Su desdén y su hermosura
eran apacible hoguera
donde se abrasaba toda
la juventud de la Grecia. 60
Viéndose tan perseguida
y que vivir no la dejan,
publicó el siguiente bando
con cajas y con trompetas:
Que ha de admitir a nadie, 65
sino al que en correr la venza,
que para no ser liviana,
se valió de ser ligera.
Pero al que ella venciere
en la arenosa palestra, 70
ha de morir a sus manos,
si pensó vivir en ellas.
Pusiéronse tamañitos
en oyendo esta sentencia
los prolijos pretendientes, 75
porque muy pesados eran.
Quejábanse de los callos
por excusar la contienda,
y más de alguno salió
otro día con muletas. 80
Pero Hipómenes, un mozo
gallardo, que nieto era
del gran Neptuno, aquel dios
que en los chamelotes reina,
aceptó el difícil duelo 85
y, como picado juega,

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[148] Fábulas mitológicas burlescas

entabló la vida y dijo:


«Corra todo por postrera».
Con todo se encomendó,
para que le favorezca, 90
a Venus, diosa que tiene
su puntita de alcahueta.
Oyó sus votivos ruegos
la Acidalia Citerea
y, haciendo ensillar sus cisnes, 95
bajó atropellando estrellas.
Apareciósele al mozo
y sabiendo lo que intenta,
le dijo, si no me engaño,
aquestas palabras mesmas: 100
«Diosa soy de los amores,
a quien Gnido venera,
y en aras impuras tantos
ciegos ardores me inciensa.
Mujer soy del gran Vulcano, 105
y él sabe con evidencia,
del pie que cojeo yo,
y yo del pie que cojea.
Siento que aquesta muchacha,
oh desdeñosa, oh soberbia, 110
me resista el homenaje
que hasta los brutos me feudan.
Ha dado en huir los hombres,
y las honradas por tema
o tienen algún defecto 115
o son grandísimas puercas.
Toda mi vida lo he visto,
y allá en su oculta belleza
se les encuentra algo menos,

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jerónimo de cáncer y velasco [149]

o algo más se les encuentra. 120


Aqueste es discurso mío,
que yo no he sabido de ella
la menor cosa del mundo,
que también te la dijera.
Es menester, como digo, 125
que mi grande imperio sienta,
y que de mi torpe carro
en un tirante se meta.
Toma aquestas tres manzanas
de oro macizo, que pesan, 130
según la fe del contraste,
catorce libras y media,
y en empezando a correr,
(si es que ventaja te lleva)
vele arrojando manzanas, 135
porque a alzarlas se detenga.
Y cree que ha de pararse,
porque en Madrid las más bellas
a tomar dulces, que es menos,
se paran en la carrera. 140
Manzanas son, no las mires,
yo lo sé por cosa cierta,
y, en siendo de oro, lo mismo
son manzanas que camuesas.
Ea Hipómenes, al caso; 145
ve a la difícil empresa,
que pues es dama que corre,
la podrá pasar cualquiera.
Y adiós, heroico mancebo,
que yo con obras tan buenas, 150
sin tocar en purgatorio,
me voy al cielo derecha».

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[150] Fábulas mitológicas burlescas

Aplacose el desafío,
y al estadio se presentan
Hipómenes y Atalanta, 155
algo corta de polleras.
Sentáronse los jueces
y la popular caterva
a los demás combatientes
los impide y los alienta. 160
Partieron juntos, en in,
y corría la mozuela,
que no se le vían los pies,
pero se vían las piernas.
A dos trancos lo dejó 165
muy atrás, y él con destreza
las hespérides manzanas
le iba arrojando por cuenta.
La niña, en sí coniada,
se detenía a cogellas, 170
y perdía mucho tiempo:
ah pobre Atalanta de Eva.
Llegó primero Hipómenes,
que por más que las apelda
la triste muchacha, tarde 175
rocín y manzana llegan.
Alzó el pueblo el grito entonces
y dijo: «Vencida queda»,
que fue lo mismo que dalle
un tanto de la sentencia. 180
Cogiola, en in, de la mano
y, metiéndola en la selva,
sin dalle gracias a Venus,
hizo tálamo la arena.
La diosa, de esto indignada, 185

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jerónimo de cáncer y velasco [151]

(así Ovidio nos lo cuenta)


los convirtió en dos leones,
que serían macho y hembra.
Y de aquí lector se exprime
una doctrina muy buena, 190
y es que siempre importa mucho
regalar a la tercera.

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Grabado que acompaña el impreso de 1665 de Flor de Apolo.

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Miguel de Barrios

A la fábula de Vulcano y Venus (1665)194

El diablo del dios Vulcano,


aquel torpe y sucio herrero
que hasta en las obras que hacía
estaba de mocos195 lleno,
para ser del cielo echado 5
dio con sus muchos defectos
el día que fue nacido
más materia que un divieso196.
Encojó de la caída,
mostrando a sus padres ceño, 10
con una cara de hereje
por ser Calvino de pelo.
Su frente arrugada y negra,
de sus cejas blanco el vello,
y sus ojos tan dormidos, 15
que echaban roncas de sueño.
Sus narices como un puño,

194 Tomamos como base para esta edición el impreso de Flor de Apolo de
1665. Existe una versión posterior de la fábula, con numerosas diferen-
cias, en el Coro de las Musas.
195 Escoria que sale del hierro encendido en la fragua cuando se martilla
y apura, juega con la dilogía de la palabra.
196 Tumor inlamatorio, lleno de pus que se extiende al reventarse.

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[154] Fábulas mitológicas burlescas

su rostro poco derecho,


mas esto no le echo en cara,
que dirán que le hago tuerto. 20
Su boca desempedrada,
oscura y con baco aliento,
se manifestó de lobo
por conirmarse de cuero.
Tal humo de ella exhalaba, 25
que, si no tuviera cielo,
pudieran todos decir
que era una boca de inierno.
Esquivo le imaginaban,
no sin causa, pues es cierto 30
que, con ser de voz mojado,
hablaba siempre muy seco.
Su desaliño cerdoso,
palïandole el pescuezo,
se acreditaba canario 35
después de haber sido cuervo.
Por manco y por miserable
(según mostraba en los dedos),
era de manos cerrado,
aunque de mollera abierto. 40
De pies se mostraba grande,
mas de cuerpo era pequeño,
que si por ellos no fuera,
ninguno pudiera verlo.
De más de esto, enamorado, 45
en la cárcel de Himeneo
se dejó echar una esposa,
estando de su amor preso,
la cual, aunque era divina,
tanto humanó sus deseos, 50

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jerónimo de cáncer y velasco [155]

que se desmintió de diosa,


pues por mujer se la dieron.
Dame licencia Apolillo
para pintar su despejo197,
si tan lindo es lo de afuera, 55
di ¿qué me hará lo de adentro?
A que en su cielo la copie
me condenan mis desvelos,
con que voy allá, si puede
ir un condenado al cielo198. 60
Juntándose con los graves,
esparciendo su cabello
mostró allí que se estimaba
por ser diosa de buen pelo.
El espacio de su frente 65
es tan grande, que en su reino
delante del rey vendado
con belleza está cubierto.
Medio cerco de azabache
tiene amor sobre dos Febos, 70
tan constante en este sitio,
que jamás levanta el cerco.
Muy a lo señor, no pagan
lo que deben sus luceros,
miren si en esto son primos, 75
tratándose como negros.
La nariz, por aguileña,
es el águila de yelo,
que sin derretirse está

197 Desembarazo, soltura en el trato o en las acciones.


198 Alusión a su condición de judío y condenado por la Inquisición en
Sevilla.

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[156] Fábulas mitológicas burlescas

viendo al sol entre dos fuegos. 80


Medias naranjas son lisas
sus mejillas y aun hibleos199,
que ganan color al nácar
con la lor que da el fullero200
Apeles naturaleza, 85
de hermosura echando el resto,
se esmeró en la boca más
porque no pudo hacer menos.
Por ver procesión de perlas
de su respirante aliento 90
colgando el templo de grana,
hizo del ámbar incienso.
Un cuarto sellado tiene
en su barba el rey que, ciego
por hacerla más de blanca201, 95
forma en ella su real sello.
Un cielo es de maravillas
su rostro en todo perfecto,
pues cuando tira más rayos
es cuando está más sereno. 100
Por excusarme temores
dejaré en albis el cuello,
que como de nieve es Alpe,
sólo de mirarle tiemblo.
Su talle hiere a lo largo 105
al corsario que, violento
para las presas que hace,

199 Perteneciente a Hibla, monte y ciudad de Sicilia antigua, famosos por


su miel.
200 Juego de envite que se juega con tres naipes.
201 El cuarto es una moneda de escaso valor frente a la blanca.

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miguel de barrios [157]

todo le parece estrecho.


Al jazmín le da las manos
llenas de albores, tan bellos, 110
que le llevan de ventaja
al mismo jazmín diez dedos.
Breve extremo de cristal
con hermosura moviendo,
el pie mandaba con aire, 115
y al aire con el pie mesmo.
Ésta es Venus, a quien todos
amaban, porque, saliendo
de la mar en una concha,
perla del amar la vieron. 120
Fue hermosa por excelencia
y, en Chipre majestad siendo,
tuvo señoría en cuantos
a su merced acudieron.
Marte y otros muchos dioses, 125
a su voluntad sujetos,
la tomaron de memoria,
por verla de entendimiento.
Con ellos daba en medirse,
por serles tan a modelo 130
que, aunque mucho la llevaran,
todos eran de su cuerpo.
El peso más que el escudo202
preciaba, pues, por tenerlo;
tan a pechos le tomaba, 135
que se echaba con el peso.
Libro fue de «Para todos»,

202 Tanto el peso como el escudo son monedas.

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[158] Fábulas mitológicas burlescas

con el arte que leyendo


Dante aumentaba sus tomos
el que andaba en sus ojeos. 140
Sin ser su cuerpo de guardia,
daba por el real de aquellos
que sirvió de general
con la gente que había hecho.
Tuvo infantes en dos hijos, 145
por los cabos medianeros
de todas las compañías
que esta infantería hicieron;
mas, cuando por tributarios
los recibió en los imperios 150
que les previno, criando
al niño rey en sus pechos,
ganó de mano esta polla,
por parecer hombre el necio
que, siendo en casarse ganso, 155
todos corneja le vieron.
Llamole novio de anillo
aquella madre de Anteros
que, por mirarse de él vaca,
su novillo le hizo luego. 160
Notábanle su cojera,
y él decía: «Aun hasta en esto
muestro que a Venus adoro,
pues siempre la reverencio».
Mucho lo sintió Acidalia, 165
y más cuando, por los cientos
de sus años no picada,
a los treses echó menos.
De esto quedó tan al cabo,
que aun sin hacer testamento, 170

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miguel de barrios [159]

no dando a ninguno el alma,


mandaba a todos el cuerpo.
Hablándole descompuesta
con estilo deshonesto,
fue en ella desenvoltura 175
lo que en él encogimiento.
Y, visto que invierno helado
en los brazos de Morfeo
de la posesión del gusto
avaro negaba el senso, 180
se huyó del hijo de Cabra
y, a tomar faltando luego,
por ir a Braga con otro,
le dejó en Toro durmiendo.
Esto Vulcano soñaba 185
la noche que, por ponerlo
en los cuernos de la Luna,
salió la estrella de Venus.
Despertó con este susto
y luego, su ausencia viendo, 190
recibió tan gran pavor,
que se le erizó el cabello.
No duda que le hace ofensa,
porque, indiciando adulterios,
esto de que está con otro 195
en los cascos se le ha puesto.
Alborotado se viste
levantándose del lecho,
por amotinar los Dioses
con este levantamiento. 200
Heríala con palabras,
mientras ella con efectos
mostraba a todos la herida,

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[160] Fábulas mitológicas burlescas

por juntar la carne luego.


¡Metiese en la Picardía, 205
y con el dios que al de Lemnos
corrió a caballo en la Pulla
al bajo país viniendo!
En la peste de su amor
tantos por ella murieron, 210
que para darles sepulcro
hizo en Vulcano un carnero.
Quería bien al Planeta,
que antes de su casamiento,
estando en el cielo quinto, 215
quebrantó por ella el sexto203.
El cual, hallándola un día,
peregrino en aquel huerto
donde ella por ser ramera
cogía tanto romero, 220
en la boca de un peñasco
que cansaron204 con sus ecos,
a la aves y a las fuentes
vanamente hablaba hueco.
Donde empeñadas las lores, 225
por estar ámbar vertiendo,
yendo en sus pompas a más,
salen en campos amenos;
junto a un arroyo que, dando
vueltas por el verde suelo, 230
con mostrarse a todos claro
siempre andaba por rodeos,

203 El sexto mandamiento divino, relativo al sexo.


204 En el impreso se lee «fanfaron».

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miguel de barrios [161]

diole de su ardor la cuenta


en el libro del anhelo,
que por mirar la partida 235
le mostraba su derecho.
Aquí le tentó el pecado,
y a la diosa Marte luego
tan ciego, que bien se vía
andaba por ella atiento. 240
Del árbol que más gustaba,
en mesa de cumplimientos
comiendo Venus la fruta,
dejó a Vulcano los huesos.
En esto, echando el Sol chispas, 245
viendo que el dios pendenciero
en el cuarto de su Luna
estaba un cornado haciendo,
por hacer notorio al mundo
que en golfo de los celos, 250
mientras Vulcano iba a corzo,
Marte ancoraba en el puerto.
De los que a Venus le daban
previniendo algunos perros,
corrió al cielo la cortina 255
porque se corriera el ciervo.
Fuese avisar [a] los aires
de que con el dios guerrero
antes de ponerse el Sol
se estaba estrellando Venus. 260
Lleno de pasión, Vulcano
venganza previno, viendo
que Febo con aquel soplo
aumentó fuego en su pecho.
Diéronle grita los dioses 265

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[162] Fábulas mitológicas burlescas

cuando ganó en el torneo.


¡Qué gran sortija el planeta,
qué buena lanza el lucero!
Mas luego el rey de la fragua
con vengativos intentos 270
tendió de hierro una red
y cogioles en el yerro,
cuando, por ver que su esposa
en la espada de celebro
le metía con Martillo 275
dos alcayatas de hueso,
celoso en la justa injusta
que mantenía su opuesto
le retaba de villano,
aun con verle caballero205. 280
Venus equívocamente
se disculpaba, diciendo:
«Yo, señor, no quiero amarte,
porque sólo a Marte quiero.
Amarte, no, aborrecerte 285
procuro con tal extremo,
que este amor me martiriza,
porque [a] amartelarme llego».
A estas palabras Vulcano,
a los dos arremetiendo, 290
tomó para desgreñarlos
la ocasión por los cabellos.
Marte, mostrándole dientes,
viéndose correr en pelo,
por irle en esto a la mano 295

205 Referente a «cabalgar», eufemismo por el acto sexual.

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miguel de barrios [163]

le fue al rostro con los dedos.


Aquí bramando el marido,
porque lo que contra ellos
le falta de matador,
le sobra de matadero. 300
«¡Vengadme –dice–, oh deidades,
de este león carnicero,
que de Venus en el signo
Capricornio me está haciendo.
Mi agravio se halla gigante 305
y yo en todo tan pigmeo,
que lo que vengo por alto
a ver, por bajo no vengo.
Del peso de mis enojos,
libra a la que a darme206 celos 310
onza me falta a los ojos,
arrobándose en su afecto!»
«Calla –le responde Momo–,
porque te está muy a cuento,
si en tal tope eres Ramiro, 315
ser por tácito Cornelio.
Si con dolor de cabeza
sientes sus desasosiegos,
cuando están con calentura,
tú estarás con crecimiento. 320
No es mucho Marte la alcance
si la sigue tan ligero,
que lo que te pesa más
es lo que le pesa menos.
Si es discreta como hermosa 325

206 Calambur de «a darme» por «adarme» (cantidad o porción mínima


de una cosa), en juego de concepto con «onza».

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[164] Fábulas mitológicas burlescas

y gozas de sus requiebros,


deja que otros participen,
que para todos hay medio.»
«No haré tal –dijo Vulcano–,
porque si consiento en ello 330
querrá mandar sobre mí
la mala estrella que tengo.
Deja, oh Jove, que derrengue
a Marte; deja que a éstos,
pues me dan con la de Marte, 335
les dé yo con la de Rengo.»
Oyendo esta exclamación
aquel Dios que, oro lloviendo,
se dio a Danae de contado
por ver su recogimiento, 340
sin permitirle venganza
en el celestial consejo,
donde también dio su voto
por hacerle en el reniego,
esto escribió a la fama 345
con tanto divertimiento,
que se dejó de Vulcano
lo mejor en el tintero207.

207 Se reiere burlonamente a Vulcano por medio de la alusión a los tinte-


ros, que solían hacerse utilizando los cuernos de los toros.

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Antonio de Solís y Rivadeneira

Hermafrodito y Salmacis. Silva burlesca (1692)208

Hablando con perdón, yo tengo gana,


vergonzoso lo digo, de hacer versos,
oscuros no, sí cándidos y tersos,
no a barrancoso pie, sí a pata llana;
y así, sin más ni más, la venia invoco, 5
y una vez que me cabe, entrarme a loco.
A Hermafrodito canto, necio empiezo,
porque este canto es piedra en que tropiezo,
que todos hacen cantos, y entre tantos
es cualquiera poeta un echacantos. 10
Y así, sin gargantear, digo que debo
el acordarme de este asunto nuevo
al gran poeta Ovidio,
a quien no lo Nasón, lo culto envidio;
que, dejando el refrán, Villa por Villa, 15
Nasones por Nasones, yo en Castilla.
A Hermafrodito, pues, con lindo aliento
diré, tomando el pulso a mi instrumento,
si me inspira; mas qué feliz sería
si pudiese empezarlo sin Talía, 20

208 Partimos del texto incluido en Varias poesías sagradas y profanas, ed.
crítica de Manuela Sánchez Reguería, CSIC, Madrid, 1968, págs. 299-306.

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Grabado de Abraham Diepenbeeck para Le Temple des Muses.

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antonio de solís y rivadeneira [167]

que es musa que se usa y no se excusa,


y siempre en los principios esta musa
se mete y es con término perverso,
pecado original de todo verso.
Pero, volviendo al cuento, 25
Venus, aquella diosa
más bellaca que hermosa,
que apenas al sol hurta lucimiento,
en las mortales pausas del ocaso,
cuando del cielo por el campo raso 30
o el campo terciopelo
sale a rondar, y va de cielo en cielo
a ser con dulces tretas
lasciva tentación de los planetas,
esta estrella buscona, 35
tuvo un poco que ver, por sus pecados,
con el señor Mercurio, gran persona,
a quien Júpiter fía sus cuidados,
y a quien del reino el peso,
y el gobierno comete, 40
la vez, que no le hace su alcahuete.
Acción que tanto a Júpiter obliga,
que, si él en el cielo es el primero,
Mercurio es el segundo, por tercero
de éste, pues, y de aquélla: 45
el uno estrello; si la otra estrella,
nació, Hermafroditico,
del cielo, en un oculto rinconcico,
porque nadie a Vulcano se lo diga.
Llamole la comadre, 50
con perdón de su padre,
pintiparada imagen de su abuelo,

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[168] Fábulas mitológicas burlescas

comadrada común de tierra, y cielo.


Faltole leche a la recién parida,
y allá en el monte Ida, 55
se la dio una caterva de náyades,
así lo dice Ovidio, que el muchacho,
perro de muchas bodas,
sin duda alguna, las mamaba a todas.
Llegó a quince años, Dios, y en hora buena; 60
aquí, señora Venus209,
os incumbe el decir, que ya tenía
la voz entre bajón210 y chirimía211,
y el rostro con amagos de mostacho.
En in, era el rapaz un pino de oro, 65
y a puto el postre212, en uno y otro coro,
le servían las ninfas, mas cansado
de estar siempre enninfado,
para buscar su vida,
por esos trigos, o cebadas, ciego, 70
las que llaman tomó de Villadiego.
Dejemos el garzón, ido de Ida,
por jugar del vocablo,
(aunque vaya a parar en cas del diablo,
y vamos paso a paso, o tranco a tranco, 75
que en silva que es, no parque, ni lorida,

209 En la edición se transcribe «Vena».


210 Instrumento de viento que tiene un sonido bajo; por extensión, per-
sona que tiene voz grave.
211 Instrumento de viento, hecho de madera, a modo de clarinete, de
sonido agudo; por extensión, persona que habla mucho y con voz desa-
gradable y tiple.
212 «A puto el postre»: expresión familiar con que se denota el esfuerzo
que se hace para no ser el último o postrero en una cosa.

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antonio de solís y rivadeneira [169]

tanto anda el lector cojo, como el manco),


a la región de Caria. Yo quisiera,
por dar de todo relación entera,
saber adónde yace esta señora; 80
mas tú puedes, lector, o tú lectora,
que aquí también son alguien las mujeres,
ponerle en la provincia que quisieres,
y venirte conmigo.
En esta, pues, región, lector amigo, 85
había, como digo de mi cuento,
una bizarra ninfa, entre otras ciento.
Era rubia la tal, porque si fuera
pelinegra, las otras la pelaran,
o de su calendario la borraran. 90
Aquí un poeta argentador, de aquellos
que razonan almíbar,
por los cabellos nos trajera a Tíbar,
para hacer hebras de oro sus cabellos.
Disparate dorado, 95
que no hay mujer, que el oro eche al trenzado.
Mas yo paso a la frente,
donde con proporción, naturaleza,
puso una rebanada de belleza;
porque haber frente de cristal luciente, 100
como quieren algunos,
es una bobería transparente,
que pasará peligros importunos,
una, y otra poética mollera,
si los sesos tuvieran vidriera. 105
Las cejas, sin que el iris forme quejas,
puede hacer dejar, a cuantas cejas
de pelo en pecho ha habido,
desde que allá, en la edad de Juan de Mena,

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[170] Fábulas mitológicas burlescas

se usó llamarlas arcos de Cupido, 110


ballestazo que tira cualquier vena.
Los ojos (era rubia) serían verdes;
aquí, Esperanza, un conceptillo pierdes.
De las mejillas, no diré primores,
por no caer en tentación de lores. 115
La nariz, ni avestruza, ni aguileña;
mas aunque sea Roma, o sea Cartago,
con nariz, ni me tiro, ni me pago.
La boca, presumiendo de pequeña,
aunque le cuaje un nácar, o una concha, 120
aprieta, muerde, rumia, masca, troncha,
con dientes, no con perlas; aunque hoy día,
no hay boca, que no tenga perlesía.
Los labios son, si yo he de ser su Apeles;
allá vas, rayo, en cas de los claveles, 125
son dos mentiras hacia carmesíes,
que forman una letra de rubíes;
y allí, al pie de la letra, una barbilla,
que, de tejas abajo, bien pudiera
ponerse, barba a barba, con cualquiera. 130
El coturnillo, alias, la zapatilla,
con que la tal hollaba,
si no mintió la ninfa coturnera213,
poco más de tres puntos ocupaba.
Y así la dijo un culto, 135
destos, que hablan a bulto,
silabizando de sus pies lo breve,
que pisaba con dáctilos de nieve.

213 Se reiere a la vez a la ninfa que llevaba el coturno y a la musa de los


coturnos, esto es, de la fábula trágica.

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antonio de solís y rivadeneira [171]

Un puñado de sol es cada mano;


no hay vidas, al menor amago, vivas, 140
porque son manos tan ejecutivas,
que, al verlas, las llamara un escribano,
ejecuciones en maril trabadas,
cláusulas cuarentigias plateadas.
En in, Salmacis, toda, era una moza, 145
como así me la quiero,
porque era ninfa para toda broza214.
Nunca al venablo le manchó el acero;
nunca a la aguja le embotó la punta,
porque la tal, ni caza, ni pespunta; 150
antes con el holgar tan bien se abraza,
que da tanto al cambray215, como a la caza.
Siempre andaba, en invierno, o en verano,
de bosque en bosque, mano sobre mano,
y un día estibo en la rosada hora, 155
allá voy a parar, abate, Aurora;
una mañana, pues, al tiempo, y cuando
desperezos de luz pestañeando,
a descrepuscular se levantaba,
de cama encordelada a paralelos, 160
la fábula brillante de los cielos.
Llegó la ninfa hermosa,
a la orilla arenosa
del hijo de una fuente,
a un arroyo tan poco maldiciente, 165
que nunca murmuraba,
donde un risco jayán, sin pesadumbre,

214 «Servir de toda broza»: servir de todo o para todo, sin destino espe-
cial.
215 Especie de lienzo blanco y sutil.

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[172] Fábulas mitológicas burlescas

con tener mal de piedra, se orinaba,


y por la selva amena,
ya que no mansamente, 170
corría mente brava;
que no es en mansedumbre,
todo arroyo marido;
y éste, aunque está casado
con la señora arena, 175
no sabe ser sufrido;
pero quizá por eso anda arrastrado.
Aquí, pues, nuestra Salmacis, llegaba,
cuando nuestro, también, Hermafrodito,
de Ida, o de venida, 180
a este bosque llegó, dicen que andando,
el joven (como he dicho) era bonito;
la jovena viciosa,
y Amor, que vio la suya, disparando
un virotazo, la dejó aturdida. 185
Quedó, en in, con empeños de amorosa,
presto amó; más que mucho, estaba ociosa,
y el ocio en semejantes ocasiones,
es el inducas216 de las tentaciones.
Morales van los versos, mas no importa, 190
que en una silva, a falta de frutales,
no es mucho de admirar, que haya morales.
Propuso, pues, seguirle;
era mujer, cumpliolo;
y de esta suerte comenzó a decirle: 195

216 Con la característica nominalización, «inducas» es la forma del «Pater


noster» en latín: «et ne nos inducas in tentationem», repetidamente cita-
do, como se documenta en los Donaires del Parnaso, de Castillo Solórza-
no, en el auto de Valdivieso El villano en su rincón o en Las aventuras de
don Fruela, de Bernardo de Quirós.

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antonio de solís y rivadeneira [173]

«Señor garzón, o como es su gracia,


a fe de ninfa honrada, que es muy lindo;
métase en un zapato el dios Apolo
desde hoy, si en sus ojos hallo gracia,
a esa beldad me rindo; 200
téngame desde ahora,
vuesa merced, por muy su servidora.
Y porque vamos claros,
yo estoy de amores loca;
la ocasión es aquí a pedir de boca. 205
Si en interés repara,
como usasced me quiera,
también lo pagaré, como cualquiera».
Adelante pasara,
mas proseguir no pudo; 210
porque el garzón le dijo, muy ceñudo:
«Por cierto, más valiera,
que el aguja tomara,
y que de impertinencias se dejara.
No me conoce; que si conociera, 215
mi honor, mi nombre, y partes,
me ayunara los viernes, y aun los martes.
Vendrá muy lisonjera
a decirnos, que estamos muy hermosos,
muy bizarros, y airosos. 220
Vendrá a alabar nuestro donaire, y gala;
ya lo sabemos, vaya noramala».
Esto dijo; mas ella despreciada,
casi casi intentó una Tarquinada217,
pero él, con más miedo, que vergüenza, 225

217 Alusion a la historia de Tarquino y Lucrecia. Véase la nota 141, «Fá-


bula de Pan y Siringa».

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[174] Fábulas mitológicas burlescas

la dijo, aquello de, por vida mía,


se reporte usasced, por cortesía;
y temiendo sus términos villanos,
por pies se le escapó de entre las manos.
Huyó, como muy hombre, de aquel trance 230
y tanto lo medroso le acelera,
que aun de la vista, dudo que le alcance,
porque la más aguda, sólo viera,
que en el aire, calzando cobardías,
sus pies iban haciendo tropelías; 235
y que al largo reglón de la carrera,
le daba, temeroso de fracasos,
tantas abreviaturas, como pasos.
En in, sin que, al pasar carrera tanta,
tropezase en conceptos de Atalanta, 240
le graduó de ave el pensamiento,
porque probó sus cursos en el viento.
Quedó la ninfa (claro está) ofendida,
mordiéndose los puños, de corrida;
y sin decir, detente, ni otra cosa, 245
poco a poco le sigue cautelosa,
proponiendo forzar al rapacillo,
aunque, por resistir, se haga un ovillo.
En este bosque, entre las densas greñas
de unos árboles verdes, por más señas, 250
un sitio umbroso había;
tanto, que apenas sabe lo que es día,
y de ver tanta sombra, el Sol se asombra;
mas si la viera el Sol, no fuera sombra.
Este pedazo de mentido suelo, 255
y los pies de sus árboles, los lava,
con pasapiés de plata, un arroyuelo;
que, de correr, cansado,

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antonio de solís y rivadeneira [175]

en fe de estar mojado,
preguntando a las lores, si sudaba, 260
en un capaz estanque descansaba.
Aquí, pues, vio la ninfa a Hermafrodito,
y intimando a las huellas su delito,
los pasos deletrea,
señal de que desea, 265
con pies más liberales que las artes,
después de deletrear, juntar las partes.
Llegose cerca, y tal se recelaba,
que atajando los pasos al aliento,
pensó, que aun hace ruido el pensamiento; 270
mas, porque la intención no salga en vano,
se oculta entre un celaje de retamas,
y dividiendo ramas con la mano,
por la taza penada de dos ramas,
dando a un sentido muchas atenciones, 275
le bebe con la vista las acciones.
Vio que estaba el muchacho descansando,
clara señal de que cansado estaba;
y como el arroyuelo convidaba,
bañarse intenta, por su desventura, 280
los brindis aceptando a su frescura.
Nada, pues, de aquel sitio recelando,
poco a poco se iba desnudando;
y al paso que el garzón se desnudaba,
en virtud del viciaco que tenía, 285
el diablo a ella se le revestía.
Viole en cueros, en in, y tan hermosa
la vista fue, que rabia de amorosa;
mas según de lasciva yo la veo,
aunque fuera muy feo, 290
su Cupido en latín desnudo hiciera,

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[176] Fábulas mitológicas burlescas

que Cupido en romance pareciera.


Viole saltar en el estanque luego,
y deseosa ya de aguar su fuego,
con tanta prisa se desnuda ella, 295
que en sus mismas acciones se atropella;
y a la plata del agua en un momento,
de un salto muy activa,
le dio un pedazo más de plata viva.
Dio voces, a que sólo atendió el viento, 300
mil veces (que me fuerzan) pronunciando;
mas ella se llegó chite callando,
y dejando su gusto satisfecho,
a pesar del rapaz hizo su hecho.
Aquí diz que pidió con muchas veras 305
a los dioses, que nunca se apartasen,
y que de aquella suerte se quedasen;
y aunque con oraciones vocingleras,
el joven, lo contrario les suplica,
a ella oyeron, que era una santica; 310
y así quedó el muchacho,
desde entonces mudado en hembrimacho.
Aquí paró su historia desdichada:
Ya la Hermafroditada
de mi ingenio, has oído, 315
lector, o sé benino o salpullido218.

218 «Benino» o «benigno», como lo registra Covarrubias, comenzaba a


lexicalizarse como caliicativo del lector, pero mantiene un uso adjeti-
val con «enfermedad» paralelo al relejado en «sarpullido», según dei ne
el Tesoro: «unas pintas coloradas que salen por el cuerpo quando se ha
passado mucho sol o calor; no es enfermedad de peligro».

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Bibliografía y cronología

Bibliografía

El género de las fábulas mitológicas burlescas en el siglo


XVII carece de un estudio de conjunto que analice su de-
sarrollo y sintetice sus características. Es más: faltan edi-
ciones del corpus e incluso un inventario completo de los
textos que lo integran. Góngora y Quevedo aparte, los auto-
res de estos textos apenas cuentan con ediciones modernas
(Castillo Solórzano, Pantaleón de Ribera, Polo de Medina),
generalmente son ediciones parciales y deicientes por falta
de aparato crítico o atención ilológica en la anotación. En
muchos casos, la carencia es total, por ejemplo, en autores
como Salas, Colodrero, Cáncer y Velasco o Miguel de Ba-
rrios, apenas paliada en este caso por algunos estudiosos
(Sedeño, García Gavilán).
Los acercamientos críticos han sido muy dispersos e in-
conexos desde la inicial panorámica de Cossío, con todas
sus limitaciones y errores. Los estudios de Jauralde, Cruz
Casado, Ponce Cárdenas, Colón Calderón, Morales Raya
o Lara Garrido han abordado los textos individualmente
y desde perspectivas muy diversas, por lo que es difícil ex-
traer una lectura global del género y su signiicado especíi-
co en la poesía española del siglo XVII. También requeriría

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[178] Fábulas mitológicas burlescas

de un análisis integral la noción misma de lo burlesco y su


naturaleza en el periodo tratado, aunque en este terreno po-
demos apoyarnos en los trabajos de Chevalier y Étienvre,
los de Pérez Lasheras y los recogidos en el volumen coordi-
nado por Huerta Calvo.

Ediciones

Barahona de Soto, Luis, Fábulas mitológicas, introduc-


ción y notas de Antonio Cruz Casado, Ayuntamiento de
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Barrios, Miguel de, Flor de Apolo, Baltasar Vivien, Bruse-
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1996.
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co, Castalia, Madrid, 1984.
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Colodrero Villalobos, Miguel, El Alfeo y otros asuntos
en verso, ejemplares algunos, Sebastián y Jaime Mateuad,
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Corral, Gabriel del, La Cintia de Aranjuez, edición de
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Antonio, Biblioteca de Antiguos Libros Hispánicos, Ma-
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tación Provincial de Valladolid, 1982.
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Solís y Rivadeneira, Antonio de, Varias poesías sagradas
y profanas, edición crítica de Manuela Sánchez Reguería,
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Torre Sevil, Francisco de la (ed.), Delicias de Apolo. Re-
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[184] Fábulas mitológicas burlescas

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1979 (reprod. de la ed. en 6 vols. de Francisco del Hierro,
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representadas las más ilustres fábulas de la Antigüedad.
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Bernard Picart el Romaní. Comentadas por Michel de
Marolles, abate Villeloin. Anotadas por Zacharie Chate-
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fabulas_27_diciembre.indd 186

Año Acontecimientos Literaturas

[186]
Literatura Fábulas burlescas
históricos europeas y arte
1580 Felipe II, rey de Portugal, Herrera, Anotaciones a Tasso, Jerusalem libertada.
por muerte de D. Garcilaso. Montaigne, Essais.
Enrique. Sepúlveda, Romances.

Fábulas mitológicas burlescas


Padilla, Tesoro de varia
poesía.
Nace Quevedo.

1581 Declaración de Primeros poemas de


independencia de las Góngora y Lope de Vega.
provincias del Norte de Rodríguez, Romancero
Flandes. historiado.

1584 Toma de Gante por Rufo, La Austríada. Conclusión del


Alejandro Farnesio. Nace Castillo Solórzano. monasterio del Escorial.
Asesinato de Guillermo,
príncipe de Orange, en
Delt.
27/12/2006 18:04:07
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1585 Toma de Amberes. Primera parte de la Muere Ronsard.


Sixto V, papa. Galatea.
Santa Teresa, Camino de
perfección.

1586 Felipe Mey, Rimas. El Greco, El entierro del


López Maldonado, Conde Orgaz.
Cancionero.

cronología
Ercilla, La Araucana.

1588 Desastre de la Invencible. De la Cueva, Coro febeo Mueren Sánchez Coello y


de romances historiales. Veronés.
Marlowe, Dr. Faustus.

1589 Asesinato de Enrique III Primera Flor de romances Góngora, «Arrojose el


de Francia. nuevos de De Moncayo. mancebito».
Aldana, Obras.

1590 Joseph de Acosta, Guarini, Il pastor ido.


Historia natural y moral

[187]
de las Indias.
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Año Acontecimientos Literaturas

[188]
Literatura Fábulas burlescas
históricos europeas y arte
1595 Guerra entre España y Flor de romances. Primera edición de las
Francia. Rimas de Camões.

Fábulas mitológicas burlescas


1598 Paz de Vervins entre Lope de Vega, La Nace Zurbarán.
España y Francia. Arcadia. Marlowe, Hero and
Muere Felipe II. Castillejo, Obras. Leander.
Valimiento del duque de Lope de Vega, La
Lerma. Dragontea.

1599 Bodas de Felipe III y Primera parte del


Margarita de Austria. Guzmán de Alfarache.
Silvestre, Obras.

1600 Romancero general.


Nace Pantaleón de
Ribera.

1601 La Corte se traslada a


27/12/2006 18:04:07

Valladolid.
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1602 Lope de Vega, La Campanella, La città del


hermosura de Angélica y Sole.
Rimas. Shakespeare, Hamlet.

1603 Muere Isabel I de Nace Polo de Medina. Quevedo, «Fábula de


Inglaterra. Apolo y Dafne», incluida
en las Flores…

cronología
1604 Paz de Londres entre Mateo Alemán, segunda
España e Inglaterra. parte del Guzmán de
Alfarache.
Nueva edición del
Romancero general.
Lope de Vega, El
peregrino en su patria.
Ledesma, Conceptos
espirituales.

[189]
27/12/2006 18:04:07
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Año Acontecimientos Literaturas

[190]
Literatura Fábulas burlescas
históricos europeas y arte
1605 Nace Felipe IV. Cervantes, El Quijote, Shakespeare, Macbeth y
primera parte. he King Lear.
Espinosa, Flores de poetas

Fábulas mitológicas burlescas


ilustres.
Segunda parte del
Romancero general.

1606 La Corte regresa a De Aldrete, Del origen Nacen Corneille y


Madrid. y principio de la lengua Rembrandt.
castellana.

1607 La Corona española De Mesa, La restauración Honoré d’ Urfé, L’Astrée.


suspende pagos. de España y Valle de
Lágrimas.

1608 Nace Colodrero de Nace Milton.


Villalobos.
27/12/2006 18:04:07
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1609 Expulsión de los Lope de Vega, Rimas… Kepler, Astronomia nova.


moriscos. Tregua de los con el Nuevo arte de
Doce Años. hacer comedias.
Góngora, «Mal haya el
que en señores idolatra».
Garcilaso de la Vega, el
Inca, Comentarios reales.
Lope de Vega, Jerusalén

cronología
conquistada.

1610 Entrega de Larache. Hurtado de Mendoza, Góngora, «Aunque Galileo, Sidereus nuncius.
Asesinato del rey Obras. entiendo poco griego».
Enrique IV de Francia.

1611 Covarrubias, Tesoro de la


lengua.
De Mesa, Rimas.

[191]
27/12/2006 18:04:07
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Año Acontecimientos Literaturas

[192]
Literatura Fábulas burlescas
históricos europeas y arte
1612 Góngora escribe el Boccalini, Ragguagli di
Polifemo. Parnaso.
De Mesa, El patrón de

Fábulas mitológicas burlescas


España.

1613 Cervantes, Novelas Shakespeare, he Tempest.


ejemplares.
Circula en la Corte la
«Soledad primera».

1614 Bodas de Luis XIII con Góngora compone la Muere el Greco.


Ana de Austria y del «Soledad segunda».
futuro Felipe IV con
Isabel de Borbón.
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1615 El Quijote, segunda parte;


Comedias y entremeses,
Cervantes.
Alemán, segunda parte
del Guzmán.
Lope de Vega, Rimas
sacras.

1616 Muere Cervantes. Muere Shakespeare.

cronología
1617 Cervantes, El Persiles.
Villegas, Eróticas.

1618 Caída del Duque de Góngora compone la


Lerma. Fábula de Píramo y Tisbe.
Comienza la guerra de
los Treinta Años.

1619 Viaje de Felipe II a Lope de Vega, Kepler, Harmonices


Portugal. Fuenteovejuna. mundi.

[193]
Fernando II, emperador. Herrera, Versos.
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Año Acontecimientos Literaturas

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Literatura Fábulas burlescas
históricos europeas y arte
1620 López de Vega, Lírica Bacon, Novum Organum.
poesía. Opitz, Das Buch von der
deutschen Poeterei.

Fábulas mitológicas burlescas


1621 Muere Felipe III; Felipe Lope de Vega, La Nace La Fontaine.
IV, rey. Filomena.
Valimiento de Gaspar Botelho, Fábula de
de Guzmán, conde de Píramo y Tisbe.
Olivares.
Expira la tregua hispano-
holandesa de los Doce
Años.

1622 Asesinato de Nace Molière y el pintor


Villamediana. Valdés Leal.
De Paredes, Rimas.
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1623 Visita del Príncipe de Soto de Rojas, Desengaño


Gales a Madrid. de amor en rimas.
Lope de Vega, Parte XIX
de sus comedias.

1624 Rendición de Breda. Castillo Solórzano, Castillo Solórzano, Gassendi, Exercitationes


Donaires del Parnaso. «Fábula de Polifemo». paradoxicae adversus
Lope de Vega, La Circe y Aristoteleos.

cronología
Romancero espiritual.
Jáuregui, Orfeo.

1625 Carlos I, rey de Prohibición de publicar Muere el poeta italiano


Inglaterra. Nuevo ataque novelas y comedias en Marino.
inglés a Cádiz. Castilla.
Lope de Vega, Triunfos
divinos.

1626 Inglaterra declara la Quevedo, El Buscón.


guerra a España. Figueroa, Obras.

[195]
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Año Acontecimientos Literaturas

[196]
Literatura Fábulas burlescas
históricos europeas y arte
1627 Muerte de Góngora y
primeras ediciones de
sus obras.

Fábulas mitológicas burlescas


Quevedo, Sueños y
discursos.
Díaz Callecerrada,
Endimión.
Salcedo Coronel, Rimas.

1630 Pellicer, El Fénix y


Lecciones solemnes.
Polo de Medina,
Academias del Jardín y El
buen humor de las musas.
Lope de Vega, Laurel de
Apolo.
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1631 Construcción del palacio Edición póstuma de las Pantaleón de Ribera, Muere Donne.
del Buen Retiro. Obras de Pantaleón de «Fábula de Alfeo y
Ribera. Aretusa».

1633 Polo de Medina, Ocios de


la soledad.
Calderón, La vida es
sueño y El gran teatro del
mundo.

cronología
1634 Lope de Vega, Rimas Polo de Medina, «Fábula
humanas y divinas de Pan y Siringa».
de Burguillos con La
Gatomaquia.

1635 Corneille, Medea.

1637 Descartes, Discours de la


méthode.

1639 Colodrero, El Alpheo y Colodrero, «Mentira


otros asuntos en verso, pura de Baco y Erígone».

[197]
ejemplares algunos.
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Año Acontecimientos Literaturas

[198]
Literatura Fábulas burlescas
históricos europeas y arte
1642 Colodrero, Golosinas del Jansenismo de Port Royal.
ingenio.
Gracián, Arte de ingenio.

Fábulas mitológicas burlescas


1643 El conde-duque de
Olivares pierde la
privanza.
Derrota de Rocroi.

1645 Muere el conde-duque Muere Quevedo.


de Olivares.

1648 Paz de Münster. Quevedo, El Parnaso


español, monte en dos
cumbres dividido, con las
nueve Musas.
Gracián, Agudeza y arte
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de ingenio.
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1649 Ejecución de Carlos I García de Salcedo


Estuardo. Coronel, Cristales de
Helicona.

1651 Trillo y Figueroa, De Cáncer, «Fábula de Velázquez, Las meninas.


Neapolisea. Atalanta».
De Cáncer, Obras.
Gracián, primera parte
de El Criticón.

cronología
1652 Soto de Rojas, Paraíso
cerrado, acompañado
de Los fragmentos de
Adonis.
Trillo y Figueroa, Poesías
varias, heroicas, satíricas
y amorosas.
1654 Alfay, Poesías varias.

1655 Fonseca y Almeida,

[199]
Jardín de Apolo.
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Año Acontecimientos Literaturas

[200]
Literatura Fábulas burlescas
históricos europeas y arte
1660 Paz de los Pirineos. Muere Colodrero de Pascal escribe sus Pensées.
Villalobos.

1664 Molière, Tartufe.

Fábulas mitológicas burlescas


1665 Muere Felipe IV; le De Barrios, Flor de De Barrios, «A la fábula Milton escribe su Paradise
sucede Carlos II. Apolo. de Vulcano y Venus». Lost.

1670 Delicias de Apolo. Salas Barbadillo, «Dido y Grimmelshausen,


Quevedo, Las tres Musas Eneas». Simplicissimus.
últimas castellanas. La Fontaine, Fables.
Corneille, Berenice.

1672 De Barrios, Coro de las


Musas.

1674 Boileau, L’art poétique.


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1676 Muere Polo de Medina.


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1681 Muere Calderón.


1687 Perrault entra en la
Querelle des anciens et
modernes.
1689 De la Cruz, Inundación
castálida.
1692 De Solís, Varias poesías De Solís y Rivadeneira,
sagradas y profanas. «Hermafrodito y

cronología
Sor Juana Inés de la Salmacis. Silva burlesca».
Cruz, Primero sueño.

[201]
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índice [203]

Índice

Introducción 7
Mitos y desmitiicación en la España barroca 7
Mitología en clave burlesca: las fábulas 14
Criterios de edición 36

Fábulas mitológicas burlescas 39


Luis de Góngora
Aunque entiendo poco griego 41
Arrojose el mancebito 49
Francisco de Quevedo y Villegas
Fábula de Apolo y Dafne 53
Alonso Castillo Solórzano
Fábula de Polifemo 65
Gabriel del Corral
Fábula de las tres diosas 79
Anastasio Pantaleón de Ribera
Fábula de Alfeo y Aretusa 85
Alonso de Salas Barbadillo
Dido y Eneas 99
Jacinto Polo de Medina
Fábula de Pan y Siringa 103
Miguel Colodrero Villalobos
Mentira pura de Baco y Erígone 117

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[204] Fábulas mitológicas burlescas

Jerónimo de Cáncer y Velasco


Fábula de Atalanta 145
Miguel de Barrios
A la fábula de Vulcano y Venus 153
Antonio de Solís y Rivadeneira
Hermafrodito y Salmacis. Silva burlesca 165

Bibliografía y cronología 177


Bibliografía 177
Cronología 186

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con licencia,
En Cordova,
La editorial Berenice acabó de imprimir
Fábulas mitológicas burlescas
En el año de MMVI.

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